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Title: El deseo Author: Sudermann, Hermann, 1857-1928 Language: Spanish As this book started as an ASCII text book there are no pictures available. *** Start of this LibraryBlog Digital Book "El deseo" *** BIBLIOTECA DE \xABLA NACION\xBB H. SUDERMANN EL DESEO BUENOS AIRES 1909 Imp. y estereotipia de LA NACI\xD3N.--Buenos Aires. Este libro, cuyo argumento es puro, como una corriente de agua cristalina, ser\xE1, sin duda, apreciado en todo su valor por los lectores de la Biblioteca de LA NACI\xD3N. Sudermann, como todos los escritores de las razas del Norte, es hondamente intenso bajo la aparente sencillez de los temas que desarrolla, que encierran curiosos y emocionantes casos de morbosidades morales. En _El Deseo_, una de las mejores obras del novelista germano, la trama gira, principalmente, alrededor de tres personajes, y, en esencia, dentro del alma de una muchacha, de origen humilde, extraordinariamente dotada por la Naturaleza, mental y f\xEDsicamente, pero a quien profundos desequilibrios nerviosos, le forman una vida de tortura, mezcla de pasi\xF3n, de cari\xF1o, de iracundias y de bondades, predominando siempre una sensibilidad casi enfermiza, casi m\xEDstica, para los impulsos y actos nobles. Y, sugerido, provocado, proseguido por esa alma intranquila y sufriente, brota, crece y estalla el drama, lleno de dolor y de piedad. EL DESEO I Un vivo fuego llameaba en el dormitorio del anciano m\xE9dico. Estaba \xE9l todav\xEDa en el lecho, y embargado por el sentimiento de bienestar del hombre que ve terminada la labor de su existencia. Cuando se ha estado, durante medio siglo, sentado doce horas por d\xEDa en un cabriol\xE9 de m\xE9dico de campo, sacudido y zangoloteado por los guijarros y los mogotes de tierra, bien se le pueden pegar a uno las s\xE1banas alguna vez, sobre todo cuando ha dejado su tarea a salvo en manos de otro m\xE1s joven. Alarg\xF3 y estir\xF3 sus miembros cascados y volvi\xF3 a hundir en las almohadas su rostro gastado y amarillento, salpicado de \xE1speros vellos blancos, cual un viejo granito por el musgo de Islandia. Pero la costumbre, esa ama imperiosa que, durante tantos a\xF1os, fuera indispensable o no, lo hab\xEDa sacado de su cama antes del amanecer, no le permiti\xF3 descansar ni aun entonces. Suspir\xF3, bostez\xF3, se avergonz\xF3 de su pereza y tom\xF3 la campanilla puesta a su cabecera, en la mesa de noche. Su ama de llaves, vieja ruina, tan canosa y destruida como \xE9l, apareci\xF3 en el umbral. --\xBFQu\xE9 hora es, se\xF1ora Liebetreu?--le grit\xF3. Al venerable reloj de la Floresta Negra que estaba colgado cerca de la cama del doctor, y cuyo despertador estridente hab\xEDa interrumpido m\xE1s de una vez de un modo desagradable sus sue\xF1os de la ma\xF1ana, no se le hab\xEDa dado cuerda desde el d\xEDa en que el joven m\xE9dico adjunto hab\xEDa llegado a Gromowo, \xABpara que yo sepa bien--se complac\xEDa en decir el doctor--que en lo sucesivo mi vida est\xE1 en reposo.\xBB --Las ocho menos cuarto, se\xF1or doctor--respondi\xF3 la anciana, ocup\xE1ndose en arreglar la tapa de la estufa. --\xA1Vaya! \xA1vaya!--exclam\xF3 \xE9l, enderez\xE1ndose.--\xA1Qu\xE9 perezoso me he vuelto! Y... \xBFhan llegado cartas? --S\xED, varias por correo y una que trajo personalmente el joven se\xF1or Hellinger hace dos horas. --\xA1Pero, si hace dos horas, era todav\xEDa de noche! --S\xED; me dijo que ten\xEDa que ir hasta la granja y que no pod\xEDa esperar m\xE1s. Ya anoche, cuando el se\xF1or doctor estaba en _El \xC1guila Negra_, vino y se qued\xF3 esperando casi dos horas. --\xBFY por qu\xE9 no me mand\xF3 usted llamar?--grit\xF3 el doctor con el tono gru\xF1\xF3n de un anciano bonach\xF3n pero bilioso. --\xBFAcaso no nos lo prohibi\xF3 \xE9l?--replic\xF3 la ama de llaves, exactamente en el mismo tono, sin que esto pareciera indicar ninguna arrogancia de su parte: era m\xE1s bien el eco del car\xE1cter del anciano.--Estuvo sentado en el gabinete de trabajo hasta las diez (o mejor dicho no se sent\xF3) iba de un lado a otro como una fiera, se re\xEDa, hablaba solo; yo desconoc\xEDa a nuestro tranquilo y apacible joven; entonces le llev\xE9 cerveza, seis botellas; se las bebi\xF3 todas, y tuve que beber con \xE9l... En fin, ten\xEDa algo de trastornado. --\xA1Eh! \xA1eh!--murmur\xF3 el anciano ri\xE9ndose por lo bajo.--Me parece que all\xED hay algo de Olga. Al fin, ella se habr\xE1... \xBFY son para hoy esas cartas?--exclam\xF3 de repente, como si estuviera lleno de furor, aun cuando su rostro permanec\xEDa sonriente. Y cuando la ama de llaves, refunfu\xF1ando, hubo satisfecho su deseo, sin vacilar tom\xF3 de entre las cartas la que no llevaba estampilla, y no concedi\xF3 siquiera una mirada a las dem\xE1s. Una alegre emoci\xF3n hac\xEDa temblar sus manos, mientras desdoblaba el papel, y con su viejo rostro encanecido, radiante de gozo, ley\xF3: * * * \xABQuerido viejo t\xEDo: \xBBDebes ser el primero en saberlo... Si siquiera te tuviera a mi lado, si pudiera estrechar tus viejas y leales manos y decirte, mis ojos en los tuyos, todo lo que siento en el coraz\xF3n... Todav\xEDa no lo creo, la cabeza me da vueltas cuando pienso en ello. T\xEDo querido, en los peores d\xEDas de prueba me ayudaste y protegiste. T\xFA solo tendiste los brazos a Marta cuando todos--y hasta mis mismos padres--le volv\xEDan la espalda, llenos de frialdad y de desconfianza. \xA1No pudiste conserv\xE1rmela, t\xEDo querido! Dios la llam\xF3 a s\xED, y cuando, cerca del cuerpo de mi mujer, mi raz\xF3n amenazaba extraviarse, t\xFA me tomaste la cabeza entre tus brazos y me hablaste como habr\xEDa podido hacerlo un sacerdote. \xBBY triunfaste. No creo que yo pueda volverle a tomar gusto a la vida, que pueda volver a ser lo que era antes de que las preocupaciones materiales y mi pasi\xF3n por Marta hubieran entorpecido y vaciado mi pobre cabeza. La misma Marta, mi misma querida mujer, en los tres a\xF1os que dur\xF3 nuestra apacible dicha, no pudo obtener este resultado. Pero la vida parece querer darme ahora todo lo que todav\xEDa puede tener para m\xED de alegr\xEDa y de tranquilidad. \xBBT\xFA sabes, t\xEDo, c\xF3mo, en medio de mi dolor, me dej\xE9 llevar por un afecto sin cesar creciente por la hermana de mi querida muerta, mi prima Olga. Todo te lo confes\xE9, busqu\xE9 consuelo cerca de ti cuando me atormentaba, cuando me reprochaba mi infidelidad para aquella cuyo luto a\xFAn llevaba. Y me dijiste entonces: --\xBB\xBFSi la muerta pudiera buscar una segunda madre para su hijo, elegir\xEDa a otra que a esa hermana, que era, despu\xE9s de ti, lo que ella m\xE1s quer\xEDa en el mundo? \xBBMe qued\xE9 espantado hasta el fondo del alma, pues jam\xE1s me habr\xEDa atrevido a alzar los ojos hacia ella. Pero t\xFA no cesaste de exhortarme, tanto, que por fin, hace ocho d\xEDas, arm\xE1ndome de todo mi valor, le ped\xED que compartiera mi suerte. Ella se neg\xF3, t\xFA lo sabes. \xBBSe puso p\xE1lida como una muerta; en seguida me tendi\xF3 la mano y me dijo, resisti\xE9ndose: --\xBBRenuncia a esa idea, Roberto; yo no puedo ser tu mujer. \xBBY yo, al retirarme, muy avergonzado, me dec\xEDa: \xA1esto no es m\xE1s que lo que mereces, presuntuoso! \xBBY he aqu\xED que hoy, querido t\xEDo... no puedo escribirlo... Mi mano se detiene. \xA1Es tal la felicidad y tan inesperada, que casi me abruma! \xA1Ma\xF1ana, t\xEDo, ma\xF1ana te lo contar\xE9 todo! \xBBPor la ma\xF1ana tengo que ir a la granja. Volver\xE9 como a las doce, e inmediatamente har\xE9 la penosa diligencia ante mis padres. Mi madre nada sospecha todav\xEDa: he aqu\xED sus proyectos trastornados una vez m\xE1s, por lo cual Olga tendr\xE1 mucho que sufrir. Hasta temo que concluya por despedirla de la casa. \xA1Con tal de que yo la tenga bajo mi techo antes! \xBBSon las tres de la ma\xF1ana: basta por hoy. \xBBTu muy agradecido y muy feliz, _Roberto Hellinger_.\xBB * * * El viejo m\xE9dico enjug\xF3 una l\xE1grima que rodaba por su mejilla. \xAB\xA1El buen muchacho!\xBB--murmur\xF3.--\xAB\xA1C\xF3mo remolinean los sentimientos en su cerebro acalorado, y qu\xE9 franqueza en todo esto, qu\xE9 rectitud en la menor palabra! Verdaderamente, es muy digno de ti, mi buena y noble ni\xF1a: es el \xFAnico a quien yo te dar\xEDa con placer. Y ahora voy a ver si t\xFA tambi\xE9n tienes confianza en el viejo t\xEDo. Voy a cerciorarme de ello inmediatamente.\xBB Y ri\xE9ndose y gru\xF1endo escondi\xF3 la cabeza entre las almohadas. Luego, de repente, grit\xF3 con voz que reson\xF3 en toda la casa como un trueno: --\xA1Mil millones!... \xBFD\xF3nde est\xE1 mi pantal\xF3n? Se lo llevaron, y cinco minutos despu\xE9s, el anciano se hallaba ya listo, delante de su espejo; s\xF3lo le faltaba su peluca de un gris amarillento. --Mi sombrero... mi abrigo... mi bast\xF3n...--grit\xF3 en el corredor. --\xA1Pero el caf\xE9, Dios m\xEDo, el caf\xE9!--grit\xF3 la vieja desde la cocina, m\xE1s fuerte a\xFAn, si esto era posible. --\xA1Bueno, pero pronto entonces!--replic\xF3 \xE9l, siempre en el mismo tono.--Es preciso que est\xE9 aqu\xED antes de que yo haya concluido de leer mis cartas. Y, refunfu\xF1ando de impaciencia, tom\xF3 el mont\xF3n de cartas que se hab\xEDa quedado hasta entonces en la mesa de noche sin que \xE9l le hiciera caso. Eran ofertas de vino, el anuncio de un nacimiento en casa de Cohn,--\xA1un pobre ciego con un hijo reci\xE9n nacido!--y de repente se estremeci\xF3, mientras una sonrisa aparec\xEDa de nuevo en su rostro. --\xA1Diantre! No me esperaba esto--murmur\xF3 con satisfacci\xF3n.--Ella tampoco ha podido dormirse sin hacer al viejo t\xEDo el confidente de su dicha. Eso est\xE1 bien, hijos m\xEDos; os lo tendremos en cuenta. Y con la misma alegre prisa con que hab\xEDa abierto la carta de Roberto Hellinger, rompi\xF3 el nuevo sobre. Pero apenas hab\xEDa comenzado a leer, cuando con un grito ahogado retrocedi\xF3 dos pasos, tambale\xE1ndose, como un hombre que recibe un golpe por sorpresa. Su rostro gris se volvi\xF3 de una palidez gredosa, sus ojos salieron de sus \xF3rbitas, y sus viejos y secos dedos apretaron como garras el papel que temblaba. Cuando la ama de llaves entr\xF3 con el caf\xE9, encontr\xF3 a su amo sentado como una mole inerte en un \xE1ngulo del sof\xE1, con la frente cubierta de gruesas gotas de sudor y mirando fijamente con sus ojos apagados el papel que sus manos estrujaban todav\xEDa con un apret\xF3n casi convulsivo. --\xA1Dios m\xEDo! \xA1Dios m\xEDo! \xA1Se\xF1or doctor!--exclam\xF3 la anciana dejando caer con estr\xE9pito la bandeja sobre la mesa. Estas exclamaciones le hicieron volver en s\xED. Se hizo dar agua, de la cual bebi\xF3 \xE1vidamente dos grandes tragos, se humedeci\xF3 la frente y las sienes con el resto, e hizo se\xF1as a la ama de llaves para que se alejara. Y entonces, despu\xE9s de haber echado el cerrojo a la puerta, recogi\xF3 la carta y se puso a leer con voz ahogada y temblorosa: * * * \xABMi querido amigo, mi segundo padre: \xBBCuando lea usted estas l\xEDneas, habr\xE9 cesado de vivir. He reunido y conservado cuidadosamente las pociones de morfina que usted me dio, cuando despu\xE9s de la muerte de Marta, perd\xED el sue\xF1o; habr\xE1 lo suficiente, as\xED lo espero, para asegurarme el descanso. \xBBUsted que me protegi\xF3 como un segundo padre, ser\xE1 el \xFAnico en saber por qu\xE9 he tomado esta extrema resoluci\xF3n. En las largas noches de invierno, cuando la tempestad sacud\xEDa mi ventana y yo no pod\xEDa dormir, he escrito en todos sus detalles lo que me atormenta desde hace largo tiempo, lo que no me dejar\xE1 un instante de reposo hasta que me haya dormido para siempre. En mi estante de libros encontrar\xE1 usted, escondido detr\xE1s de los vol\xFAmenes de Heine, un cuaderno azul. Gu\xE1rdeselo usted, sin que los dem\xE1s lo noten; y cuando lo haya usted le\xEDdo todo, vaya usted a mi tumba y rece un Padre Nuestro. \xBBCuide usted de que me entierren al lado de Marta. Mucho la he querido. Ella es quien me arrastra detr\xE1s de s\xED. \xBBUsted lo comprender\xE1 todo cuando haya le\xEDdo mi historia: quiz\xE1 hasta sabe usted de mi secreto m\xE1s de lo que yo sospecho. Alguna vez, en el delirio de la enfermedad, debo haber revelado feas cosas. \xBFPor qu\xE9 si no, habr\xEDa usted alejado de mi lecho a todos mis parientes? \xBB\xBFSe horroriz\xF3 usted de lo que dejaba escapar mi miserable boca? \xBFMe compadece usted? \xBFMe desprecia usted? Pero no, seguramente, usted no me desprecia; si as\xED fuera, \xBFme habr\xEDa usted podido demostrar tanto afecto? Por otra parte, lea usted mi cuaderno, all\xED est\xE1 todo. \xBBAl principio no le estaba destinado a usted. Yo quer\xEDa enviarlo, despu\xE9s de muchos a\xF1os, cuando a nuestra vez hubi\xE9ramos sido viejos, al hombre a quien pertenece mi alma, para que supiera por qu\xE9 lo hab\xEDa rechazado. \xBBLas cosas han cambiado de rumbo: hoy, en un momento de olvido, me dej\xE9 caer en sus brazos. He visto, demasiado tarde, que ya no hab\xEDa manera de escap\xE1rmele. Pero antes que ser suya, prefiero darme la muerte. \xBBY todav\xEDa tengo que dirigir a usted una s\xFAplica. Es la s\xFAplica de una moribunda y, si est\xE1 en poder de usted, acceder\xE1 usted a ella. \xBBOculte usted al mundo entero--y ante todo a aquel a quien amo--que me he dado la muerte. \xA1Ojal\xE1 crea que lo que me ha matado es la alegr\xEDa! Destruir\xE9 todo lo que pudiera revelar un suicidio: los \xFAnicos signos aparentes ser\xE1n los de una muerte de aneurisma o de congesti\xF3n. \xBBSe lo suplico a usted desde el fondo del coraz\xF3n; ot\xF3rgueme usted todav\xEDa esta satisfacci\xF3n suprema. Muero sin pesar y no tengo miedo. Hace tanto tiempo que no duermo bien, que necesito reposo.--_Olga Bremer._\xBB * * * El anciano experimentaba un sentimiento de angustia absoluta. Se bamboleaba, apretaba los pu\xF1os y se golpeaba la frente; en seguida volvi\xF3 a caer sobre una silla. --Es una locura, una completa locura--gimi\xF3 enjug\xE1ndose las gotas de sudor que cubr\xEDan su frente.--Hija m\xEDa, \xBFqu\xE9 es lo que ha pasado por ti? \xBFQu\xE9 te ha obscurecido as\xED la raz\xF3n? \xA1Mi pobre, pobre y querida ni\xF1a! Luego se levant\xF3 de un salto y busc\xF3 con sus manos temblorosas su sombrero y su abrigo. \xA1Socorrer! \xA1socorrer! \xA1arrancar su v\xEDctima a la muerte! He ah\xED el pensamiento que, por el momento, le llenaba el esp\xEDritu. Un instante tuvo la idea de que quiz\xE1 la joven no hab\xEDa puesto seriamente su proyecto en ejecuci\xF3n; pero la desech\xF3 inmediatamente. Hab\xEDa aprendido a conocerla demasiado en otras circunstancias para poder creerla capaz de una falta de valor, de un desfallecimiento de la voluntad. Pero quiz\xE1 la dosis que hab\xEDa tomado era demasiado d\xE9bil, quiz\xE1 el tiempo--hac\xEDa m\xE1s de un a\xF1o que Marta hab\xEDa muerto de parto, y en esa \xE9poca era cuando \xE9l hab\xEDa dado a Olga la poci\xF3n calmante--quiz\xE1 el tiempo hab\xEDa atenuado la fuerza del veneno. S\xED, s\xED, as\xED era; era preciso que as\xED fuera. Mal conservada, la morfina puede descomponerse y volverse inofensiva. \xA1Adelante, pues, para salvarla, si no es demasiado tarde! El doctor daba vueltas en su cuarto, buscando algo, sin saber qu\xE9. Luego tom\xF3 de nuevo la carta. --\xBFY qu\xE9 es lo que me pides? Hija, hija m\xEDa, \xBFte figuras que sea cosa tan f\xE1cil violar un juramento, renunciar, como se arrojar\xEDa un cascar\xF3n vac\xEDo, a los deberes a los cuales uno ha permanecido fiel durante medio siglo? Ni\xF1a, no sospechas lo que pides a un hombre de honor. En seguida, acercando mucho el papel a sus ojos, volvi\xF3 a leer una vez m\xE1s este pasaje: \xABEs la s\xFAplica de una moribunda... se lo suplico a usted desde el fondo del coraz\xF3n; ot\xF3rgueme usted todav\xEDa esta satisfacci\xF3n suprema.\xBB Por sus ajadas mejillas rodaban gruesas l\xE1grimas. --Es imposible, hija m\xEDa, es imposible, por bien que sepas suplicar. Y aun cuando lo quisiera, me traicionar\xEDa yo mismo. No soy ya m\xE1s que una pobre y vieja ruina, y no soy due\xF1o de mis nervios. Lo notar\xEDan a la primera ojeada. Mas, para que no hayas... suplicado... en vano... a tu t\xEDo... quiero... por lo menos... ensayar. Por ti y por Roberto, es necesario ante todo salvarte. \xA1D\xEDa de Dios! Viejo, s\xE9 hombre todav\xEDa por lo menos una vez en tu vida. \xA1Es preciso que la salves, es preciso, es preciso, es preciso! Y tan ligero como sus piernas cascadas pod\xEDan llevarlo, se precipit\xF3--empujando a su paso a la ama de llaves que escuchaba en la puerta--y ech\xF3 a andar por la escarcha helada y punzante de la ma\xF1ana de invierno. II La pareja de los viejos Hellinger, sentados a la mesa para el desayuno, presentaba la imagen de la tranquilidad y de la serenidad m\xE1s perfectas. Del tubo del aparato de cobre para hacer caf\xE9, cuyo vientre, bru\xF1ido y lustroso, reflejaba el fulgor rojo del fuego, se elevaba un ligero vapor azulado que volv\xEDa a bajar hacia la mesa, en nubecillas, empa\xF1aba el azucarero de plata y coronaba con un roc\xEDo las tazas de caf\xE9. El se\xF1or Hellinger llevaba toda la barba, bien cuidada y blanca como la nieve; sus facciones regulares y todav\xEDa j\xF3venes, sus mejillas sonrosadas, respiraban la bondad y el gozo de vivir. C\xF3modamente extendido en su sill\xF3n azul floreado, con la bata recogida sobre las rodillas, parec\xEDa esperar con una resignaci\xF3n apacible lo que el destino, bajo la forma de su mujer, le reservaba para ese d\xEDa. Esta acababa de echar un poco de caf\xE9 en el filtro, y se limpiaba minuciosamente los dedos con su delantal de tela blanca adamascada, adornado, a la rusa, con anchas tiras de bordadura roja. Su cofia alba, cuyas cintas estaban s\xF3lidamente atadas bajo su carnosa barba, se inclinaba un poco sobre la oreja izquierda, y su rudo y \xE1spero rostro de viejo drag\xF3n, de facciones ligeramente hinchadas como se ve en las mujeres de edad que beben de buen grado un trago de co\xF1ac en la copa de sus maridos, brillaba lleno de energ\xEDa y de decisi\xF3n en su marco de encajes. Se ve\xEDa en su aspecto que estaba acostumbrada a dominar, a doblegarlo todo, y aun la sonrisa de perpetua amargura que vagaba por su ancha boca, demostraba hasta qu\xE9 punto acostumbraba a perseguir, sin dejarse detener, la realizaci\xF3n de sus planes. Y, para no permanecer inactiva hasta que el caf\xE9 hubiera pasado, tom\xF3 el tejido de gruesa lana que en su condici\xF3n de \xABPresidenta de la Asociaci\xF3n de las mujeres\xBB y de \xABDirectora de la comisi\xF3n de los pobres,\xBB no se permit\xEDa jam\xE1s abandonar, y con una rapidez inaudita hizo deslizar las agujas brillantes en sus manos huesosas y habituadas al trabajo. --Adalberto, \xBFno tienes noticias de Roberto?--pregunt\xF3 con voz ruda y met\xE1lica, que deb\xEDa penetrar hasta en los menores rincones de la casa. La pregunta pareci\xF3 desagradar al anciano, quien movi\xF3 la cabeza como si hubiera querido rechazarla lejos; ella turbaba su quietud matinal. --Un hijo muy afectuoso, hay que confesarlo--continu\xF3 ella, y su amarga sonrisa se acentu\xF3 a\xFAn m\xE1s.--Hace ocho d\xEDas que no se ha dejado ver ni ha dado se\xF1ales de vida. \xA1Si habitara en la luna, no vendr\xEDa con m\xE1s rareza! El se\xF1or Hellinger refunfu\xF1\xF3 algo en su barba y se prepar\xF3 a tomar su larga pipa. --Parece que todav\xEDa hay algo que no va bien,--continu\xF3 ella.--En estos \xFAltimos tiempos, sobre todo, se ha vuelto tan raro: suele dar vueltas en mi derredor sin decirme una palabra amable. Me imagino que debe tener encima alg\xFAn pago que no puede hacer. --\xA1Pobre muchacho!--dijo el anciano, e hizo chasquear su lengua, sin duda para desechar ese pensamiento desagradable. --\xA1S\xED, pobre muchacho!--repuso ella en tono burl\xF3n.--\xBFTodav\xEDa lo compadeces, quiz\xE1? \xBFEres capaz de haberle dado otra vez algo a hurtadillas? \xC9l, en se\xF1al de protesta, levant\xF3 sus manos blancas y bien cuidadas, pero no tuvo sin embargo el valor de mirarla de frente. --Adalberto--dijo ella en tono amenazador,--no quiero que eso vuelva a suceder. Lo que le das a \xE9l nos lo quitas a nosotros y nuestros dem\xE1s hijos. \xA1Si todav\xEDa fuera digno de ello! Pero \xABquien no quiere escuchar debe padecer.\xBB Si por arrogancia y por obstinaci\xF3n corre a su p\xE9rdida... --Permite, Enriqueta...--insinu\xF3 el se\xF1or Hellinger t\xEDmidamente. --Yo nada permito, querido Adalberto--replic\xF3 ella.--\xA1Quien no quiere escuchar, digo, debe padecer! Si, en su negra ingratitud, no quiere seguir los consejos de su madre, tan llena de ternura que se inquieta s\xF3lo por \xE9l, que pasa las noches cavilando y atorment\xE1ndose... Y se frot\xF3 los ojos con su delantal, como si hubieran estado llenos de l\xE1grimas. --\xA1Pero Enriqueta!--volvi\xF3 a decir \xE9l. --\xA1Adalberto, no me contradigas! Ya sabes que te paso todas tus locuras; te permito quedarte en _El \xC1guila Negra_ todo el tiempo que quieres; te dejo beber de ese mal vino tinto que cuesta tan caro, todo lo que puedes soportar; te preparo la cena cuando vuelves tarde a casa; y, a prop\xF3sito, bien podr\xEDas evitar el volcar tres sillas como lo hiciste ayer. En resumen, me parece que tienes muy poca consideraci\xF3n por tu vieja y fiel esposa; pero \xBFqu\xE9 era lo que quer\xEDa decir? S\xED, en cuanto a mis planes, me har\xE1s el servicio de no mezclarte en ellos, por que no los comprendes. \xBFTienes siquiera una idea de todo lo que he hecho ya por ese brib\xF3n de Roberto? Correr y viajar de un lado a otro, hacer visitas, escribir cartas, y sabe Dios cu\xE1ntas otras cosas. Lo present\xE9 a cinco o seis j\xF3venes extremadamente ricas, se las traje en una bandeja, de modo que no ten\xEDa m\xE1s que extender la mano. \xBFPero qu\xE9 hizo? Supongo que todav\xEDa te acuerdas del ataque que tuve cuando, hace cuatro a\xF1os, nos trajo a Marta, \xA1a esa pobre y enfermiza criatura! Todos mis achaques vienen de all\xED. --\xA1Pero, Enriqueta! --Mi querido Adalberto, te ruego que no me vuelvas a cantar tu ant\xEDfona: \xABMarta era mi carne y mi sangre;\xBB ya lo sabemos. Pero, si quer\xEDa mostr\xE1rseme como una sobrina afectuosa y agradecida, \xBFpor qu\xE9 no le trajo la dote necesaria? \xA1Porque nada ten\xEDa, naturalmente, nada! Mi hermano muri\xF3 indigente como una rata de iglesia. \xBFEs esto decente en un miembro de mi familia? Pero, en fin, que hiciera de sus bienes lo que se le antojara, poco me importa; s\xF3lo que no ten\xEDa necesidad de echarnos a su hija en los brazos. --Pero... ya est\xE1 muerta--observ\xF3 el se\xF1or Hellinger. --S\xED, ya est\xE1 muerta--replic\xF3 su esposa juntando las manos.--Yo no dir\xE9: alabado sea Dios, porque eso ser\xEDa pecado; pero ya que el buen Dios lo ha decidido as\xED, quiero por lo menos aprovechar y tratar de reparar la locura de Roberto. Mientras estabas en _El \xC1guila Negra_, bebiendo tu vino tinto, me puse nuevamente en campa\xF1a, trabaj\xE9, tom\xE9 nuevas informaciones; ya no tiene m\xE1s que elegir. Tiene a Gertrudis Lenzmann, con una dote de ocho mil pesos al contado, y otro tanto a la muerte de su padre; tiene a la chica Versen, todav\xEDa muy joven, es cierto, pues acaba de ser confirmada, pero esa tendr\xE1 a\xFAn m\xE1s. Y todav\xEDa me quedan otras tres o cuatro. \xBFPero qu\xE9 crees que contesta a mis proposiciones? \xABMadre, dice, si vuelves a acometerme con eso, conseguir\xE1s no volver a verme.\xBB \xBFHase visto jam\xE1s? No faltar\xEDa m\xE1s que una cosa: que, despu\xE9s de Marta, tomara todav\xEDa a su hermana, y entonces a su vieja y bondadosa madre no le quedar\xEDa m\xE1s que morir. A prop\xF3sito, \xBFd\xF3nde se ha metido hoy la se\xF1orita? Son cerca de las nueve, y no se ha presentado todav\xEDa. Puede ser que en la casa de mi se\xF1or hermano, que ten\xEDa costumbres polacas, cultivaran el h\xE1bito de quedarse en la cama hasta las doce--\xA1pero en una casa bien manejada como la m\xEDa, no habr\xEDa que pensar en eso, Adalberto! Yo sabr\xE9 poner orden. --No comprendo, mi querida Enriqueta, por qu\xE9 me diriges los reproches que son para tu sobrina. --\xA1Si consintieras en no volver a tomarla bajo tu protecci\xF3n, Adalberto! Pero, naturalmente, ya yo no tengo derecho de decir nada: se me desobedece y traiciona en mi propia casa. Por otra parte, dentro de poco voy a poner fin a todo esto. Hace un a\xF1o entero que la tengo a mi lado, y ya comienza a ser perfectamente in\xFAtil. --\xBFPero acaso no trabaja de la ma\xF1ana a la noche en cuidar la casa de Roberto? \xBFSe pasa un solo d\xEDa sin que vaya a la granja? \xA1No seas tan injusta con ella, Enriqueta! Ella le lanz\xF3 una mirada de compasi\xF3n: --Si no fueras tan ni\xF1o, como lo has sido siempre, Adalberto, se podr\xEDa conversar contigo. Eso mismo es lo que comienza a parecerme peligroso \xBFves? \xBFCrees, entonces, que ella no tiene sus motivos para ir a pavonearse todos los d\xEDas en la granja y darse tonos de ama delante de \xE9l y de los sirvientes? \xA1Oh! \xA1Es muy lista, mi sobrina Olga! \xA1Ya habr\xE1 hecho todo lo que depende de ella para acostumbrarlo a la idea de que a ella--s\xF3lo a ella--le toca de derecho el lugar de la muerta! Si no es eso \xBFqu\xE9 tendr\xEDa que ir a hacer todos los d\xEDas a la granja? --Creo que el hijo de Marta justifica suficientemente su conducta. --\xA1Naturalmente! \xA1Naturalmente! \xA1Cu\xE1ntas cosas te hacen creer con cuentos de nodriza! Ella sabe bien por qu\xE9 lo hace y por qu\xE9 ama a ese pobre ni\xF1o hasta com\xE9rselo a caricias: \xA1conoce el camino que lleva al coraz\xF3n del padre! --Pero tal vez no lo quiere--insinu\xF3 el viejo Hellinger. Ella solt\xF3 la risa. --\xA1Mi querido Adalberto! Cuando un hombre posee una propiedad a las puertas de la ciudad, una muchacha pobre lo quiere siempre, y, si yo no pongo fin a todos estos manejos mostr\xE1ndole la puerta, podr\xEDa muy bien suceder que un d\xEDa Roberto la tomara por la mano y nos dijera: \xABAhora, pap\xE1 y mam\xE1, tengan ustedes la bondad de darnos su bendici\xF3n.\xBB Pero, antes que ver una cosa semejante, Adalberto... En el mismo instante, un gran ruido de pasos reson\xF3 en el vest\xEDbulo; y casi en seguida golpearon con fuerza a la puerta. --\xA1Toma!--dijo la se\xF1ora Hellinger.--He ah\xED uno que hace tanto estruendo como un alguacil. \xA1Todav\xEDa no estamos en ese estado, sin embargo! Y con mucha suavidad, y mucha tranquilidad, dijo: \xAB\xA1Adelante!\xBB El viejo m\xE9dico penetr\xF3 en la habitaci\xF3n. Ten\xEDa el sombrero echado hacia atr\xE1s, la bufanda le colgaba de los hombros, y su pecho jadeaba como despu\xE9s de una carrera desenfrenada. Se olvid\xF3 de dar los buenos d\xEDas y no hizo m\xE1s que lanzar en torno suyo una mirada hosca e investigadora. --\xA1En nombre del Cielo, doctor!--le grit\xF3 el se\xF1or Hellinger precipit\xE1ndose a su encuentro.--\xA1Nos embistes como un toro! La se\xF1ora Hellinger, al contrario, asumi\xF3 su aspecto \xE1spero y refunfu\xF1\xF3 algo como: \xABmodales de fumadero.\xBB Cuando el doctor vio la tranquila mesa del desayuno y a sus amigos que, con la cara de todos los d\xEDas, lo miraban con estupor, se dej\xF3 caer en una silla con un suspiro de alivio. \xA1As\xED, pues, la terrible cosa no se hab\xEDa realizado! Pero, un instante despu\xE9s, la ansiedad volvi\xF3 a apoderarse de \xE9l. --\xBFD\xF3nde est\xE1 Olga?--tartamude\xF3 alzando los ojos hacia la puerta, como si fuera a verla entrar en ese instante. --\xBFOlga?--dijo la se\xF1ora Hellinger encogi\xE9ndose de hombros.--\xA1Qu\xE9 s\xE9 yo! Sin duda va a venir de un momento a otro; \xBFes por algo urgente? --\xA1Alabado sea Dios!--exclam\xF3 el doctor juntando las manos.--\xA1De modo que ya ha bajado! --No, eso no--dijo la se\xF1ora Hellinger.--La se\xF1ora Duquesa se ha dignado dormir hoy un poco m\xE1s. --\xA1Dios del Cielo!--exclam\xF3 de nuevo \xE9l.--\xA1Y nadie ha ido a verla! \xBFNadie sabe nada de ella? --Doctor \xBFqu\xE9 te pasa?--grit\xF3 el viejo Hellinger que comenzaba a inquietarse. Sin duda, el doctor se acord\xF3 en ese momento de la s\xFAplica que terminaba la carta de despedida de Olga; comprendi\xF3 que, de ese modo, su deseo de respetar la voluntad de la joven iba necesariamente a quedar sin efecto, e hizo un \xFAltimo y lastimoso esfuerzo para guardar el secreto. --\xBFQu\xE9 me pasa?--balbuci\xF3 con una sonrisa dolorosa.--\xA1Pues nada! \xBFQu\xE9 hab\xEDa de tener? \xA1Mil millones!... Y, en seguida, abandonando todo fingimiento grit\xF3: --\xA1Dios m\xEDo! \xA1Dios m\xEDo! \xA1Has permitido la espantosa desgracia! \xA1La has dejado de tu mano! Y poco le falt\xF3 para dejar correr sus l\xE1grimas; pero, reuniendo toda la energ\xEDa que quedaba en su cuerpo gastado, se enderez\xF3 recto como una I: --Venid al cuarto de Olga--dijo,--y no os asust\xE9is, cualquiera que sea el estado en que la encontr\xE9is. El viejo Hellinger palideci\xF3 y su mujer se puso a gritar y sollozar: se aferraba al brazo del doctor y quer\xEDa saber lo que hab\xEDa sucedido, pero \xE9ste no dec\xEDa una palabra m\xE1s. As\xED subieron los tres la escalera que conduc\xEDa al cuarto de Olga, mientras que en el vest\xEDbulo los sirvientes se reun\xEDan y los contemplaban curiosamente con los ojos muy abiertos. Delante de la puerta de la habitaci\xF3n de Olga, la se\xF1ora Hellinger tuvo un ataque de desesperaci\xF3n. --Toque usted, doctor--dijo con un sollozo.--Yo no puedo. El anciano toc\xF3. Nadie contest\xF3. Toc\xF3 una vez m\xE1s y puso el o\xEDdo en el agujero de la cerradura. Siempre el mismo silencio. Entonces la se\xF1ora Hellinger se puso a gritar: --Olga, querida hija m\xEDa, abre; somos nosotros, tu t\xEDo, tu t\xEDa, y tu viejo t\xEDo el doctor. Puedes abrir sin temor, querida m\xEDa. El doctor dio vuelta al bot\xF3n; la puerta estaba cerrada. Quiso mirar por el agujero de la cerradura; estaba tapado. --\xA1Manda buscar al cerrajero, Adalberto!--dijo. --\xA1No!--grit\xF3 la se\xF1ora Hellinger, mandando de repente al diablo toda su pena.--Yo no lo sufrir\xE9; no ha de suceder as\xED: la verg\xFCenza ser\xEDa demasiado grande; yo no podr\xEDa sobrevivirle. \xA1Qu\xE9 verg\xFCenza! \xA1qu\xE9 verg\xFCenza! El doctor le lanz\xF3 una mirada en que se le\xEDan el asco y el desprecio. Pero ella no le hizo caso. --T\xFA eres fuerte, Hellinger--dijo.--Ap\xF3yate contra la puerta, quiz\xE1 consigas romper la cerradura. El se\xF1or Hellinger era un coloso. Apoy\xF3 uno de sus robustos hombros en la tabla cuyas junturas, al primer esfuerzo, comenzaron a crujir. --Despacio--le dijo su mujer.--Los sirvientes est\xE1n en el vest\xEDbulo. --\xA1Idos a hacer algo en la cocina, mont\xF3n de perezosos!--grit\xF3 en la escalera su voz rega\xF1ona. Abajo se oyeron golpes de puertas. Un segundo empuj\xF3n, y una de las tablas se parti\xF3 por en medio; por la rendija, un rayo de luz se filtr\xF3 en la semiobscuridad del corredor. --D\xE9jeme mirar por all\xED--dijo el doctor, el cual, esperando lo peor, hab\xEDa recuperado su serenidad y su sangre fr\xEDa. Hellinger arranc\xF3 algunas astillas de madera, de manera que, por la abertura, se pudiera ver todo el cuarto. Frente a la puerta, a pocos pasos de la ventana, estaba la cama. La sobrecama arrojada a los pies formaba un mont\xF3n blanco detr\xE1s del cual brillaba la l\xEDnea rubia de las trenzas de Olga; tambi\xE9n se alcanzaba a ver una parte de la frente, que resaltaba tan blanca como la s\xE1bana. Los pies estaban descubiertos; parec\xEDan haberse estirado en convulsiones contra la madera de la cama y despu\xE9s haber vuelto a caer sin fuerza. A la cabecera, la ropa estaba cuidadosamente doblada en una silla; las enaguas y las medias puestas las unas sobre las otras muy en orden, y sobre la peque\xF1a alfombra del lado de la cama las zapatillas dispuestas de manera de poder deslizar en ellas los pies al levantarse. Sobre el m\xE1rmol de la mesa de noche, medio apoyado contra la l\xE1mpara, reposaba un libro, todav\xEDa abierto, como si se le hubiera dejado all\xED en el momento de apagar la luz. Sobre todo aquello parec\xEDa cernerse esa paz serena e indefinible que revela el alma pura de una ni\xF1a. La que all\xED moraba se hab\xEDa dormido la v\xEDspera con una plegaria para despertarse en la ma\xF1ana con una sonrisa. Cuando el doctor hubo hecho su examen en silencio, se apart\xF3 de la abertura. --Pasa tu brazo por all\xED, Adalberto--dijo,--y procura alcanzar la cerradura. Ella la ha cerrado por dentro. Pero la se\xF1ora Hellinger, apret\xE1ndose contra la puerta, suplic\xF3 a grandes gritos a \xABsu querido tesoro\xBB que se despertara y abriera ella misma. Al fin, se consigui\xF3 apartarla y abrir la puerta. Los tres se acercaron a la cama. El rostro blanco como un m\xE1rmol parec\xEDa mirarlos con sus ojos vidriosos, medio cerrados, en los labios una sonrisa ext\xE1tica. La encantadora cabeza, de l\xEDneas firmes y nobles, se inclinaba un poco sobre el hombro izquierdo, y su abundante cabellera suelta se desparramaba en brillantes rizos sobre el fresco pecho que la camisa de noche, desgarrada, dejaba en descubierto. El bot\xF3n de n\xE1car, al cual se adher\xEDa un jir\xF3n de tela y que se hab\xEDa quedado en el ojal, era lo \xFAnico que indicaba que, antes de dormirse, la joven hab\xEDa debido ser presa de una violenta agitaci\xF3n. --Duermes, tesoro m\xEDo, dime que duermes,--dijo la se\xF1ora Hellinger sollozando.--Dime que no has hecho semejante afrenta a tu t\xEDa, a tu querida t\xEDa que te ha criado y cuidado como a su propia hija. Y, al mismo tiempo que hablaba, se apoder\xF3 de la mano l\xEDvida que colgaba y trat\xF3 de levantarla. Su marido, m\xE1s sensible, se hab\xEDa ocultado el rostro entre las manos y lloraba. El doctor no se dej\xF3 llevar por la emoci\xF3n. Hab\xEDa sacado de su bolsillo su estuche, y, rechazando a la se\xF1ora Hellinger con un adem\xE1n apenas cort\xE9s, se inclin\xF3 sobre el pecho que, con un movimiento brusco, hab\xEDa descubierto por completo. Cuando se enderez\xF3 su rostro estaba mortalmente p\xE1lido. --\xA1Una \xFAltima tentativa!--dijo. E hizo una r\xE1pida incisi\xF3n horizontal en el brazo, en el sitio en que una arteria se dibujaba en l\xEDnea azulada en la blancura n\xEDvea de la carne. Los bordes de la herida se apartaron sin llenarse de sangre; s\xF3lo al cabo de unos segundos, dos o tres gotas negras rezumaron lentamente. Entonces el anciano arroj\xF3 lejos de s\xED el luciente bistur\xED, y con las manos juntas, luchando con las l\xE1grimas, se puso a rezar un _Pater Noster_. III El mismo d\xEDa, a eso de las doce, a trav\xE9s de los terrenos pantanosos que se extienden en varias millas al norte de Gromowo, un ligero carruaje de un caballo se dirig\xEDa hacia la peque\xF1a ciudad. Tan tupidas y pesadas que parec\xEDa que se las pudiera tocar con las manos, las nubes se extend\xEDan sobre la llanura. De trecho en trecho se alzaba en el aire cargado de vapor un nudoso tronco de sauce, completamente saturado de humedad, cubierto de gotitas brillantes, colgadas en largas filas de las desnudas ramas. Las ruedas se hund\xEDan profundamente, en el barro del camino, que corr\xEDa entre las marchitas hierbas del lodazal, y el agua saltaba a cada instante hasta la caja del coche. El que lo conduc\xEDa poco se preocupaba del paisaje que lo rodeaba: sumido en sus pensamientos, permanec\xEDa sumido en su rinc\xF3n, y s\xF3lo se enderezaba a ratos, cuando las riendas amenazaban escaparse de sus manos indolentes. Entonces se dise\xF1aba la estructura poderosa de sus miembros, su pecho levantado se ensanchaba como si fuera a hacer estallar la gruesa capa gris que lo encerraba dentro de sus pliegues. Su estatura recordaba la del viejo Hellinger, quiz\xE1 en mayor proporci\xF3n, y el rostro tambi\xE9n presentaba una semejanza que no pod\xEDa enga\xF1ar; pero las facciones, que en el padre hab\xEDan conservado, hasta bajo los cabellos blancos, una amable dulzura, se hab\xEDan acentuado en \xE9l en pliegues duros y graves que indicaban, al mismo tiempo que la altivez, un humor sombr\xEDo y siempre inquieto. Una barba rizada y desali\xF1ada envolv\xEDa las mejillas bronceadas con sus vellos rudos y enredados, y adquir\xEDa en las extremidades de la boca un matiz m\xE1s claro y ca\xEDa sobre el pecho en dos puntas de un rubio apagado. Era Roberto Hellinger, el propietario de la granja de Gromowo, el prometido de Olga. De la felicidad que le hab\xEDa llegado la v\xEDspera, su frente no dejaba adivinar gran cosa. Sus ojos grises, medio velados, miraban fijamente a lo lejos, y una arruga de inquietud le juntaba sin cesar las cejas. Era que sab\xEDa que tendr\xEDa todav\xEDa mucho que hacer antes de poder llevarse a su novia a su casa; largas horas de luchas penosas lo esperaban, y la victoria misma no le llevar\xEDa m\xE1s que inquietudes y tormentos. Volv\xEDa a ver con el pensamiento los tiempos dif\xEDciles que hab\xEDa atravesado, y que apenas alumbraron algunos rayos de sol. Hac\xEDa seis a\xF1os ya que su padre le dej\xF3 solemnemente, en su condici\xF3n de hijo mayor, la granja, la antigua propiedad familiar, para retirarse a la peque\xF1a ciudad y llevar en ella una vida apacible y c\xF3moda. Desde ese d\xEDa comenz\xF3 su vida de miseria, pues desde entonces llevaba un yugo tan pesado, que sus mismos hombros de gigante amenazaban romperse bajo la carga: todo lo que consegu\xEDa ganar con sus manos encallecidas, todo lo que ahorraba en sus gastos personales, desaparec\xEDa absorbido por las reclamaciones de los suyos. Y no pod\xEDa quejarse; todo suced\xEDa conforme al derecho m\xE1s estricto, pues la herencia fue exactamente distribuida hasta el \xFAltimo centavo entre \xE9l y sus seis hermanos y hermanas--sin hablar de la reserva que hab\xEDan estipulado para ellos los padres. Cada teja de su techo y cada terr\xF3n de sus campos estaba empe\xF1ado; sobre cada espiga que maduraba estaban fijos los ojos desconfiados de su madre, que vigilaba severamente para que los r\xE9ditos no se atrasaran un minuto. \xBFAcaso no estaba en su derecho? \xBFPod\xEDa \xE9l exigir que lo quisiera con mayor cari\xF1o que a sus otros hijos? Sus hermanos ten\xEDan que seguir una carrera, sus hermanas se hab\xEDan casado, gracias a la dote; todos y todas fijaban en \xE9l miradas ansiosas y \xE1vidas como en el autor y el sost\xE9n de su dicha. \xA1Los r\xE9ditos! Tal era la palabra aterradora que en lo sucesivo resonaba a toda hora, amenazante, en sus o\xEDdos, y por la noche le hac\xEDa despertarse sobresaltado y llenaba sus sue\xF1os de visiones espantosas. \xA1Los r\xE9ditos! \xA1Cu\xE1ntas veces, por causa de ellos, se hab\xEDa golpeado la frente con los pu\xF1os cerrados! \xA1Cu\xE1ntas veces hab\xEDa corrido, obsesionado, atontado, a trav\xE9s de los campos fangosos, para escaparse de esa tropa de demonios chispeantes; cu\xE1ntas veces, en un acceso de loco furor, rompi\xF3 con el pu\xF1o alg\xFAn utensilio, arado o vara de coche, como si cualquier arma le hubiera parecido buena para combatirlos! Pero ellos no le dejaban reposo; lejos de eso, le segu\xEDan con m\xE1s tenacidad y m\xE1s de cerca, le chupaban m\xE1s y m\xE1s \xE1vidamente, hasta la m\xE9dula, todo el vigor de su juventud. \xBFY de qu\xE9 le serv\xEDa dominarlos, si alguna vez lo consegu\xEDa? A esa hidra le brotaban sin cesar nuevas cabezas. De trimestre en trimestre se alzaba, m\xE1s temible, hinch\xE1ndose m\xE1s desmesuradamente ante sus ojos llenos de angustia, y dispuesta a precipitarse sobre \xE9l, a aplastarlo con el peso de su mole gigantesca. As\xED se hab\xEDa arrastrado su vida de plazo en plazo, como la de un condenado, desde el d\xEDa solemne que fue alegremente celebrado y rociado con vino y con champa\xF1a en _El \xC1guila Negra_. \xA1Si siquiera su madre se hubiera mostrado indulgente! Pero no le perdonaba uno solo de los esp\xE1rragos que se hab\xEDan reservado en la primavera, ni tampoco el carruaje para sus paseos, en la \xE9poca de la cosecha, cuando los caballos tienen tanto que hacer en los campos. \xABQuien no quiere escuchar debe padecer,\xBB era su m\xE1xima predilecta, y \xE9l nada escuchaba \xA1oh! absolutamente nada. Con una palabrita, con un simple \xABs\xED,\xBB habr\xEDa podido poner t\xE9rmino a todos sus tormentos, habr\xEDa podido vivir hasta el fin de sus d\xEDas en la abundancia y en la alegr\xEDa; y que no quisiera pronunciarlo, por una obstinaci\xF3n est\xFApida e inconcebible, que todas sus diligencias para casarlo quedaran infructuosas, era lo que su madre no pod\xEDa perdonarle. Dos a\xF1os transcurrieron as\xED. Entonces sinti\xF3 que, si continuaba esa existencia, iba forzosamente, tarde o temprano, a sucumbir del todo. La vacilaci\xF3n, el temor, lo enervaban m\xE1s y m\xE1s: resolvi\xF3, pues, buscar un fin, y exigir del destino la parte de felicidad razonable que le hab\xEDan prometido la mirada leal de dos ojos azules y el silencio de dos labios p\xE1lidos. Y lleg\xF3 el d\xEDa en que llev\xF3 como esposa bajo su techo a la amada de su juventud, que hac\xEDa poco se hab\xEDa quedado hu\xE9rfana y sin hogar. Era un sombr\xEDo y triste d\xEDa de noviembre; las nubes grises corr\xEDan en el cielo como siniestros p\xE1jaros. Temblorosa y muy p\xE1lida con su vestido negro, la delicada y enfermiza criatura se suspend\xEDa de su brazo y se estremec\xEDa bajo las miradas con que la examinaban los extra\xF1os, en las cuales se mezclaban la compasi\xF3n y el desd\xE9n. Su suegra la hab\xEDa acogido con reproches e imprecaciones, y transcurri\xF3 casi un a\xF1o antes que entre ellas se establecieran relaciones algo tolerables. Marta se hab\xEDa mostrado valerosa y activa, y hab\xEDa, no obstante su mala salud, trabajado de la ma\xF1ana a la noche para poner en orden todo lo que un amo, largo tiempo soltero, hab\xEDa dejado ir a la deriva. Y cuando, despu\xE9s de tres a\xF1os de vida com\xFAn, llena de paz y de consuelo, el Cielo prometi\xF3 bendecir su uni\xF3n, ella no ces\xF3, aunque su estado exig\xEDa los mayores cuidados, de ir y venir, arregl\xE1ndolo y dirigi\xE9ndolo todo, en la cocina, en la bodega y en la casa. Casi parec\xEDa que hubiera querido ganar as\xED para su marido la dote que no hab\xEDa podido llevarle. En tales circunstancias--dos d\xEDas despu\xE9s del nacimiento del ni\xF1o,--Olga hab\xEDa llegado de improviso a Gromowo. Roberto no la hab\xEDa visto desde el d\xEDa de su casamiento; y casi se asust\xF3 de su aspecto al verla dirigirse hacia \xE9l tan altiva, dura e impenetrable, tan maravillosamente se hab\xEDa desarrollado su hermosura. \xA1Y esa mujer era la que ahora iba a ser suya! \xA1Qu\xE9 mundo de sufrimientos, sin embargo; cu\xE1ntos d\xEDas de sorda desesperaci\xF3n, y cu\xE1ntas noches de horripilantes fantasmas hab\xEDan transcurrido entre aquel d\xEDa y el presente! Roberto se estremec\xEDa; no quer\xEDa pensar m\xE1s en ello; ahora todo parec\xEDa arreglado. La imagen transfigurada de Marta le sonre\xEDa apaciblemente desde arriba y lo bendec\xEDa, y, como una flor brotada de su tumba, la dicha parec\xEDa abrirse de nuevo para \xE9l. Las torres de la peque\xF1a ciudad se acercaban progresivamente; se destacaban cada vez m\xE1s detr\xE1s de los bosques de alisos. Un cuarto de hora despu\xE9s, el carruaje rodaba en la calle mal pavimentada. Apenas Roberto hubo pasado la puerta de la ciudad, not\xF3 que a su paso la gente lo trataba de manera enteramente singular. Los unos lo evitaban, los otros levantaban su gorra con adem\xE1n torpe, y tan pronto como pod\xEDan, decentemente, se alejaban de \xE9l. Por el contrario, en todas las casas por delante de las cuales pasaba, las ventanas se cubr\xEDan de rostros que lo observaban gravemente y que, al ser saludados por \xE9l, desaparec\xEDan t\xEDmidamente detr\xE1s de las cortinas. Movi\xF3 la cabeza pensativamente; sin embargo, como su esp\xEDritu estaba ocupado con la lucha a la cual se preparaba, no hizo gran caso de aquello y ya no mir\xF3 ni a derecha ni a izquierda. En la esquina de la plaza del mercado--en el sitio donde estaba antes la casilla de impuestos--se hallaba la vieja ama de llaves del doctor: ten\xEDa las manos ocultas bajo su delantal azul y una cara de entierro. Cuando el coche se acerc\xF3, ella le hizo se\xF1a de que se detuviera. --\xA1Vamos, se\xF1ora Liebetreu!--dijo \xE9l alegremente.--\xA1Al fin me encuentro con alguien que no huye al verme! La anciana alz\xF3 los ojos al cielo para no verse obligada a mirarlo. --\xA1Ah, mi joven se\xF1or!--dijo, se le llamaba siempre el joven se\xF1or, para distinguirlo de su padre, aunque hac\xEDa tiempo que hab\xEDa cumplido los treinta.--El se\xF1or doctor ruega a usted que entre en su casa: querr\xEDa hablar primero con usted, pues tiene algo que decirle. --\xBFEs muy urgente lo que tiene que decirme? La vieja se asust\xF3; crey\xF3 que a ella iba a incumbirle el cuidado de darle la penosa noticia. --\xA1Ah! \xA1Qu\xE9 s\xE9 yo!--exclam\xF3.--No me ha dicho m\xE1s que eso. --Bueno, salude usted afectuosamente a mi t\xEDo, y d\xEDgale que tengo que hablar primero con mis padres--\xE9l sabe de qu\xE9 se trata--y que inmediatamente despu\xE9s ir\xE9 a verlo. La anciana murmur\xF3 algo, pero las palabras se ahogaron en su garganta. El carruaje continu\xF3 su camino hacia la casa del viejo Hellinger, situada bajo la sombra de viejos y soberbios tilos, como bajo un dosel. Los vidrios de las ventanas le dirig\xEDan miradas amistosas; las lustrosas tejas del techo brillaban; se sent\xEDa, como siempre, que ese techo abrigaba el reposo de una vejez rodeada de amplias comodidades. At\xF3 su caballo en la verja del jard\xEDn y subi\xF3 con paso pesado y ruidoso la peque\xF1a escalinata, a lo largo de la cual, en grandes tiestos, los \xE1steres medio muertos bajaban lamentablemente la cabeza. La campanilla hizo o\xEDr su ruidoso repique en toda la casa, pero nadie se present\xF3 a recibirlo. Arroj\xF3 su capa empapada por la lluvia sobre uno de los grandes cofres de roble en que estaban sepultados los tesoros de la ropa maternal. Despu\xE9s entr\xF3 en la sala, estaba desierta. --Los viejos son muy capaces de estar durmiendo la siesta--murmur\xF3;--creo que hoy ser\xE1 prudente dejarlos dormir. Se dej\xF3 caer en el rinc\xF3n de un sof\xE1 y mir\xF3 a la puerta, pues esperaba, en sus adentros, que Olga hubiera visto su coche a la entrada, y bajara para tenderle la mano. No tard\xF3 en impacientarse. \xBFY si Olga hab\xEDa ido a la granja? Pero no; ella sab\xEDa que \xE9l deb\xEDa venir para hablar con sus padres. Por fin se decidi\xF3: \xABVoy a ir a llamar a su puerta,\xBB y se levant\xF3. Contuvo una sonrisa al estirar sus robustos miembros. Cuando, desde la v\xEDspera por la tarde, hab\xEDa aspirado sin tregua a encontrase con ella, se sent\xEDa invadido, en el momento de volver a verla, por una especie de aprensi\xF3n singular. Esa timidez, esa confusi\xF3n que en otros tiempos se apoderaban siempre de \xE9l en su presencia, volv\xEDan a dominarlo. \xBFEra posible que hubiera tenido la v\xEDspera a esa mujer en sus brazos? \xBFY si se hab\xEDa arrepentido, si fuera a devolverle su palabra? Pero en ese instante, toda su audacia se despert\xF3. Abri\xF3 los brazos en toda su extensi\xF3n, y, sonriendo a ese reflejo de felicidad con que lo inundaba el recuerdo de las recientes horas, exclam\xF3: --\xA1Que haga la prueba! \xA1Con estas mis manos la alzo y me la llevo a casa! \xA1Puesto que Marta ha dicho \xABs\xED,\xBB yo querr\xEDa ver que alguien se opusiera! Y de puntillas, para no despertar a sus padres, subi\xF3 la escalera que no por eso dejaba de gemir bajo su peso. Delante de la puerta del cuarto de Olga, se detuvo estupefacto: ve\xEDa la raya de luz que penetraba en el corredor por la rotura de la madera. Toc\xF3 la puerta sin obtener respuesta: no obstante, entr\xF3. * * * Un segundo despu\xE9s, la casa se conmov\xEDa hasta sus cimientos, como si el techo se desplomara. Los dos ancianos que se hab\xEDan retirado a su dormitorio para recuperar las fuerzas despu\xE9s de las horas dolorosas de la ma\xF1ana, se levantaron espantados. Llamaron a los sirvientes; pero \xE9stos hab\xEDan volado a hacer que la ciudad no quedara por m\xE1s tiempo privada de las \xFAltimas noticias del triste acontecimiento. --Sube t\xFA--dijo a su marido la mujer, tan resuelta de ordinario. Y, estremeci\xE9ndose, extendi\xF3 la mano hacia el frasco de gotas de Hoffman, que estaba siempre a su alcance. Era la primera vez en su vida que ten\xEDa miedo. Cuando el viejo Hellinger penetr\xF3 en la habitaci\xF3n de arriba, el espect\xE1culo con que se encontr\xF3 le hel\xF3 la sangre en las venas. El cuerpo de su hijo yac\xEDa en el suelo, cuan largo era. Deb\xEDa, en su ca\xEDda, haberse agarrado de los montantes de la parihuela sobre la cual hab\xEDan puesto a la muerta y arrastrado todo consigo, pues, sobre \xE9l, entre tablas rotas, el cad\xE1ver estaba extendido, en su larga camisa, con su rostro helado sobre el de Roberto, y los desnudos brazos sobre la frente de \xE9ste. En ese momento, Roberto recuper\xF3 el sentido y se enderez\xF3. La cabeza de la muerta se desliz\xF3 y golpe\xF3 el suelo... --\xA1Roberto, hijo m\xEDo!--grit\xF3 el anciano precipit\xE1ndose hacia \xE9l. Este, con los ojos muy abiertos, paseaba en su derredor una mirada vidriosa; parec\xEDa no haber vuelto en s\xED todav\xEDa. De repente descubri\xF3 uno de los brazos de Olga que, en el momento en que el cuerpo resbalaba hacia un lado, se hab\xEDa atravesado sobre su pecho. Su mirada recorri\xF3 aquel brazo hasta el hombro, hasta el cuello, hasta el blanco rostro que sonre\xEDa fijamente. Sostenido por los dos brazos de su padre, se levant\xF3. Vacilaba sobre sus piernas, como un toro que ha recibido un hachazo. --\xA1Por Dios, hijo m\xEDo, vuelve en ti!--exclam\xF3 el anciano tom\xE1ndolo por los hombros.--La desgracia se ha consumado. Somos hombres, tenemos que resignarnos. Roberto le lanz\xF3 una mirada t\xEDmida, desesperada, como un ni\xF1o. Luego se inclin\xF3 hacia el cad\xE1ver, lo levant\xF3 y lo puso en la cama rechazando con el pie la parihuela destrozada. En seguida se sent\xF3 junto a ella, a la cabecera, y maquinalmente enrollaba en su dedo \xEDndice un mech\xF3n de la suelta cabellera. El viejo comenz\xF3 a temer por la raz\xF3n de su hijo. --Roberto--dijo acerc\xE1ndose a \xE9l.--Tranquil\xEDzate, sal de aqu\xED, con quedarte no le devolver\xE1s la vida. El joven prorrumpi\xF3 en una risa tan estridente y tan siniestra, que su padre se estremeci\xF3 hasta la m\xE9dula de los huesos. Su estupor acababa de disiparse de improviso; salt\xF3 con los ojos brillantes, e hinchadas las venas de las sienes. --\xBFD\xF3nde est\xE1 mi madre?--grit\xF3 avanzando hacia el anciano. Este trat\xF3 de calmarlo. --\xA1Por piedad, t\xE9n un poco de paciencia! Todo te lo contaremos. La se\xF1ora Hellinger, quien, desde hac\xEDa ya un momento, escuchaba en la escalera, introdujo en ese momento la cabeza por la puerta. Pasando por delante de su padre, Roberto se precipit\xF3 hacia ella con violencia, como si fuera a empu\xF1arla por el cuello. Pero ten\xEDa todav\xEDa suficiente raz\xF3n para comprender lo monstruoso de su conducta. Dej\xF3 caer sus brazos, inertes; se sent\xEDa sofocado, como si la c\xF3lera, que trataba de contener, fuera a ahogarlo. --Madre--dijo,--es necesario que me rindas cuentas; quiero una respuesta... \xBFPor qu\xE9 ha muerto Olga? La anciana se le acerc\xF3 con expresi\xF3n de tierna compasi\xF3n, e hizo un movimiento como para arrojarse a su cuello llorando; pero, con un adem\xE1n rudo, \xE9l la apart\xF3. --Dejemos eso, madre--dijo.--\xA1Devu\xE9lvemela!... --Pero, Roberto--gimi\xF3 ella,--\xBFes as\xED c\xF3mo un hijo trata a su madre? \xA1Adalberto, dile t\xFA cu\xE1les son las consideraciones que un hijo debe a su madre! Roberto se apoder\xF3 de las manos de su padre. --No te mezcles en esto, padre--dijo...--La cuenta que hoy tengo que arreglar con mi madre, s\xF3lo a nosotros dos concierne. Madre, te lo pregunto una vez m\xE1s: \xBFpor qu\xE9 ha muerto Olga? Se hab\xEDa apoyado contra la pared y miraba a su madre fijamente con los ojos inyectados de sangre. Mientras tanto, la se\xF1ora Hellinger se hab\xEDa echado a llorar. --\xBFAcaso lo s\xE9?--dijo sollozando.--\xBFAcaso puede saberlo alguien? La hemos encontrado en su cama, nada m\xE1s. La infeliz criatura ha tra\xEDdo la verg\xFCenza a nuestra casa, en se\xF1al de agradecimiento... --No la ultrajes, madre--dijo \xE9l con un gru\xF1ido feroz.--\xA1Muy bien sabes que era mi novia! Ella lanz\xF3 un grito de sorpresa, y su marido hizo un adem\xE1n de extra\xF1eza. --\xBFC\xF3mo, madre! \xBFNo lo sab\xEDas?--grit\xF3 Roberto golpe\xE1ndose la frente con ambos pu\xF1os.--\xBFElla nada te dijo? \xBFNo fue a buscarte anoche para contarte lo que hab\xEDa pasado entre nosotros durante el d\xEDa? --\xA1Nada me dijo!--gimi\xF3 ella.--Apenas si me dirigi\xF3 una s\xEDlaba, y se encerr\xF3 en su cuarto... --Madre--dijo \xE9l acerc\xE1ndose hasta tocarla,--cuando te hube confesado todo, \xBFno te dirigiste a su conciencia? \xBFNo le predicaste que, si me amaba verdaderamente, deb\xEDa renunciar a m\xED, porque hac\xEDa mi desgracia, y sabe Dios cu\xE1ntas otras cosas? Madre \xBFno has hecho eso? --\xA1Mi propio hijo no me cree! \xA1Mi propio hijo me acusa de falsedad!--gimi\xF3 la vieja.--\xA1He ah\xED el agradecimiento que obtengo hoy de mis hijos! \xC9l le tom\xF3 la mano. --Madre--dijo,--mucho me has hecho sufrir en todos estos \xFAltimos a\xF1os. Los peores dolores, los m\xE1s amargos que he tenido que padecer, te los debo a ti. --\xA1Dios de misericordia!--exclam\xF3 ella con voz aguda.--\xA1He ah\xED el agradecimiento! \xA1He ah\xED el agradecimiento! --Pero todo el mal que nos has hecho, a Marta y a m\xED, te lo perdonar\xE9, madre,--continu\xF3 Roberto,--s\xED \xA1y aun m\xE1s! Te pedir\xE9 perd\xF3n de rodillas por haber alimentado a veces malos pensamientos contra ti, pero es necesario que me otorgues una cosa: es preciso que me jures aqu\xED, sobre este cad\xE1ver, que nada sab\xEDas, que en todo me has dicho la verdad. Y la acerc\xF3 al cad\xE1ver que parec\xEDa contemplarlo con su sonrisa de beatitud, como una novia que sonr\xEDe a su novio. --\xBFAcaso es necesario semejante juramento entre nosotros?--dijo ella en tono dolorido dirigi\xE9ndole, con sus hinchados ojos, una mirada amarga y furiosa. Pero le dej\xF3 hacer. Roberto puso la mano derecha de su madre sobre la frente de la muerta; ella la acarici\xF3 diciendo entre sus sollozos: --\xA1Lo juro, mi querida! \xA1Bien lo sabes t\xFA, t\xFA, que yo ignoraba todo y que jam\xE1s te he exigido nada malo! Entonces exhal\xF3 un suspiro de alivio, como si descubriera de improviso lo ventajoso que era para ella y para su familia ese l\xFAgubre acontecimiento. En la tierna caricia con que roz\xF3 el rostro de la muerta hab\xEDa un agradecimiento sincero. En el mismo instante el viejo m\xE9dico entr\xF3 precipitadamente en la habitaci\xF3n. Hab\xEDa querido ir al encuentro de Roberto para prepararlo a la espantosa noticia, y ve\xEDa con terror que llegaba demasiado tarde. El viejo Hellinger se adelant\xF3 vivamente a recibirlo y le cuchiche\xF3 en el o\xEDdo: --\xA1Ll\xE9veselo usted, est\xE1 como un loco! Aqu\xED nada podremos obtener de \xE9l. Roberto se hab\xEDa quedado inm\xF3vil, abrazado a las columnas de la cama; su pecho jadeaba; su rostro parec\xEDa petrificado por un dolor sombr\xEDo, sin l\xE1grimas. El doctor frot\xF3 su ruda barba gris contra el hombro del joven y gru\xF1\xF3 con ese tono de consuelo \xE1spero que, mejor que cualquier otro, llega al coraz\xF3n de los hombres en\xE9rgicos: --Ven, hijo m\xEDo. No hagas locuras; \xA1no turbes su reposo! Roberto se estremeci\xF3 e inclin\xF3 dos o tres veces la cabeza. Y, de repente, como vencido por el dolor, cay\xF3 de rodillas delante de la cama gritando: --\xBFPor qu\xE9 has muerto? IV \xBFPor qu\xE9 hab\xEDa muerto Olga? Tal era la cuesti\xF3n que, en lo sucesivo, preocup\xF3 exclusivamente a toda la ciudad. En la calle, en las mesas de los caf\xE9s, en los bancos de las cervecer\xEDas, no se hablaba de otra cosa. Todos se lanzaban en las m\xE1s extravagantes conjeturas, aventuraban las hip\xF3tesis m\xE1s osadas, pero no por eso estaba nadie m\xE1s adelantado. Unos hablaban de amor desgraciado, otros de amor demasiado feliz, y otros pretend\xEDan absolutamente haber dicho siempre, desde mucho antes, que Olga concluir\xEDa mal, seguramente. Ya en vida, su actitud altiva, sombr\xEDa y taciturna, hab\xEDa sido un enigma para aquellos buenos burgueses, y su muerte se les presentaba como un enigma a\xFAn m\xE1s dif\xEDcil. Era imperdonable. Entretanto, descubrieron que el doctor hab\xEDa sido el primero en recibir la noticia del suicidio, y el \xFAnico a quien ella hubiera confiado su proyecto. La gente se api\xF1aba en torno suyo, le sitiaba su casa, pero \xE9l se obstinaba en guardar silencio. Con una aspereza, de que \xE9l s\xF3lo era capaz, mostraba la puerta a los preguntones importunos. El mismo d\xEDa hab\xEDa echado al fuego la carta de Olga, pues tem\xEDa que la justicia viniera a ped\xEDrsela. Por otra parte, la causa de la muerte era tan evidente, que se hab\xEDa podido renunciar a hacer la autopsia. Como era de prever, la muerta no hab\xEDa logrado hacer desaparecer completamente las huellas de su suicidio: en el vaso encontrado en su mesa de noche, quedaban adheridas al vidrio, gotas de un l\xEDquido cuyo sabor indicaba claramente, aun a los profanos, que se trataba de una soluci\xF3n de morfina. El descubrimiento fue completo cuando encontraron en el jard\xEDn, en el suelo, entre unos matorrales de oxiacanto, los fragmentos de un frasco, en cuyo cuello una parte del veneno disuelto hab\xEDa dejado un reguero blanco, de cambiantes reflejos. Manifiestamente, hab\xEDa sido arrojado por la ventana, y ten\xEDa a\xFAn el r\xF3tulo que indicaba, con la fecha de la receta, la manera de tomar la poci\xF3n. En estas condiciones, habr\xEDa sido pura locura de parte del viejo m\xE9dico, aun cuando a ello se hubiera atrevido, querer ocultar la intenci\xF3n del suicidio, pues toda suposici\xF3n de un simple abuso de narc\xF3tico quedaba descartada. No por eso dejaba de abrumarse con reproches por no haber podido cumplir el \xFAltimo deseo de la muerta, y se juraba a s\xED mismo guardar m\xE1s fielmente que nunca el secreto sobre los motivos de esa resoluci\xF3n desesperada. \xA1Si siquiera hubiera podido saberlo \xE9l mismo! Pero los d\xEDas pasaban y todav\xEDa no hab\xEDa podido entrar en posesi\xF3n del legado que le hab\xEDa hecho Olga. La se\xF1ora Hellinger desconfiaba de \xE9l, le dec\xEDa en su cara que siempre hab\xEDa maquinado intrigas con la muerta, y a sus espaldas agregaba que, si no hubiera prescripto soluciones de morfina de una violencia inconsiderada, la pobre Olga habr\xEDa vivido en paz mucho tiempo todav\xEDa. Poco faltaba para que echara sobre el viejo amigo de la casa la responsabilidad de la muerte de su sobrina. En todo caso, no permit\xEDa que se quedara solo, ni siquiera por un segundo, en el cuarto de la muerta. Ten\xEDa la puerta cuidadosamente cerrada: no tolerar\xEDa--dec\xEDa ella para explicar su conducta,--que los objetos dejados por Olga, considerados por ella como reliquias sagradas, fueran profanados por manos y miradas extra\xF1as. Y as\xED crec\xEDa de hora en hora el peligro de que ese cuaderno en que Olga hab\xEDa escrito su confesi\xF3n, cayese en manos de su t\xEDa. \xA1Que se le antojara escudri\xF1ar entre los vol\xFAmenes que guarnec\xEDan el estante, y suced\xEDa la desgracia! A esa zozobra, que llevaba todos los d\xEDas al anciano a casa de los Hellinger, se agregaba la inquietud creciente que le inspiraba Roberto quien, desde ese d\xEDa de espanto, hab\xEDa ca\xEDdo en un abatimiento profundo y desesperante. Parec\xEDa haber perdido por completo el uso de la palabra, no soportaba a nadie a su lado y evitaba a\xFAn a su viejo amigo; hura\xF1o y mudo, vagaba d\xEDas enteros por los campos; permanec\xEDa noches enteras sentado junto a la cuna de su hijo, mir\xE1ndolo fijamente con sus ojos enrojecidos y quemados por el llanto. Esto es por lo menos lo que contaban los criados, quienes, en tres ocasiones, lo hab\xEDan encontrado por la ma\xF1ana en esa actitud. V En torno del ata\xFAd de Olga los cirios hab\xEDan concluido de arder. Los invitados, que hac\xEDa largo rato se manten\xEDan en religioso silencio alrededor del catafalco, comenzaban a agitarse y a preocuparse de la cena. La se\xF1ora Hellinger, que recib\xEDa los p\xE9sames y ensalzaba con gran refuerzo de l\xE1grimas y de pa\xF1uelo las virtudes de la difunta, se revel\xF3 de improviso, en medio de su dolor, ama de casa previsora y de primer orden. Los invitados respiraron con alivio cuando las puertas del comedor se abrieron y, de una mesa resplandeciente, asados, compotas y ensaladas de arenques, les enviaron sus sabrosos perfumes. El viejo Hellinger, despu\xE9s de haber alabado al Se\xF1or, bebi\xF3 con algunos amigos privilegiados el vino superior que reservara para la solemnidad de la noche. Pero no estaban de acuerdo sobre si una inocente partida de Boston lastimar\xEDa el dolor general, y resolvieron enviar una diputaci\xF3n a la due\xF1a de casa para pedirle su autorizaci\xF3n. Hab\xEDa tanta vida y movimiento en casa de los Hellinger, que parec\xEDa que se celebrara all\xED una boda. El doctor, que no lleg\xF3 sino muy tarde a la alegre reuni\xF3n, busc\xF3 por todas partes a Roberto con mirada ansiosa, sin descubrirlo. Entonces dirigiose en particular a uno de los invitados, le pregunt\xF3 si lo hab\xEDa visto. S\xED; hab\xEDa venido, hab\xEDa lanzado en su derredor miradas extra\xF1as y feroces, luego se hab\xEDa esquivado en silencio cuando se le tend\xEDa la mano. Minutos m\xE1s tarde, se not\xF3 su desaparici\xF3n. El doctor fue al vest\xEDbulo y busc\xF3, entre los abrigos de los convidados, el de Roberto: todav\xEDa estaba all\xED. Con la familiaridad de un viejo pariente, se puso en busca suya en las habitaciones de atr\xE1s, vac\xEDas y silenciosas, pues los criados estaban ocupados en servir. Encontr\xF3 al joven en un peque\xF1o y obscuro cuarto, donde estaban amontonados los muebles que hab\xEDa sido necesario sacar de las otras habitaciones, sentado en un cofre de madera volcado, meditando, con la cabeza entre las manos. --Roberto, amigo m\xEDo, \xBFqu\xE9 haces ah\xED?--le grit\xF3. --Ustedes siempre tan alegres por all\xE1, \xBFverdad? El doctor le puso las manos sobre los hombros: --Me inquietas, amigo m\xEDo. Hace tres d\xEDas que no nos diriges la palabra... si contin\xFAas as\xED, vas a perder la raz\xF3n. --\xBFQu\xE9 quieres?--replic\xF3 Roberto con un suspiro que se escap\xF3 de su pecho como un grito.--Estoy tranquilo, completamente tranquilo. Volvi\xF3 a dejar caer entre las manos su enmara\xF1ada cabeza y pareci\xF3 sumergirse de nuevo en su meditaci\xF3n. El anciano se sent\xF3 a su lado y se puso a prodigarle buenas palabras. Nada olvid\xF3 de lo que se acostumbra a decir en casos semejantes, agreg\xE1ndole, de su parte, m\xE1s de una en\xE9rgica palabra de consuelo. Roberto permanec\xEDa inm\xF3vil; apenas con un signo manifestaba que escachaba. Sin embargo, como el anciano no acababa, le interrumpi\xF3 dici\xE9ndole: --Deja eso, t\xEDo; esos son consuelos buenos para los chiquillos. A la \xFAnica pregunta, de la cual depende para m\xED la muerte o la vida, no puedes, t\xFA tampoco, darme una respuesta. --\xBFQu\xE9 pregunta? --T\xEDo querido, ve, estoy tranquilo en este momento, extraordinariamente tranquilo, no tengo indicio de fiebre ni de locura, \xA1y me creer\xE1s si te digo que no s\xE9 c\xF3mo podr\xE9 sobrevivir a esta noche! --\xA1En nombre del Cielo! \xBFQu\xE9 quieres hacer? El joven sacudi\xF3 los hombros. --Lo ignoro--dijo;--lo que el momento me sugiera. Lo \xFAnico que me apena, es ese pobre peque\xF1uelo que tendr\xE1 que crecer sin padre; quiz\xE1 lo lleve conmigo, no s\xE9. No s\xE9 m\xE1s que una cosa y es que no puedo continuar viviendo as\xED. El anciano, temblando de ansiedad, lo llen\xF3 de reproches. Eso era una cobard\xEDa s\xF3lo digna de un miserable, de un esp\xEDritu debilitado. --Tendr\xEDas raz\xF3n, t\xEDo, si fuera su muerte la que me hiciera dudar de m\xED y de mi dicha. Pero \xA1Dios del Cielo!--lanz\xF3 una carcajada penetrante y amarga,--hace tiempo que renunci\xE9 a toda pretensi\xF3n a la felicidad. Por lo que me ata\xF1e, sobrellevar\xE9 tranquilamente el dolor de su p\xE9rdida; conozco eso, s\xED; ya he puesto a una en la tumba, y continuar\xE9 amontonando y economizando dinero, como ya lo he hecho durante tanto tiempo, y eso en medio de los m\xE1s profundos pesares; porque los intereses, \xBFsabes? no se preocupan de lo que tiene uno dentro de la cabeza, ni de si la tristeza y la desesperaci\xF3n le adormecen a uno la mano; hay que pagarlos. Pero no es eso, t\xEDo, lo que me trastorna el alma, pues la tengo bien trastornada, puedes cre\xE9rmelo; ante mis ojos brotan chispas sin interrupci\xF3n; los calofr\xEDos me estremecen todo el cuerpo y la sangre me bulle en las venas, como fuego. Y al mismo tiempo estoy muy tranquilo; veo con claridad y precisi\xF3n las cosas. S\xF3lo hay una que no puedo descubrir; que se alza noche y d\xEDa ante mis ojos como un espectro, como una sombra espantosa, y cuando quiero asirla se me escapa, y esa cosa es: \xAB\xBFPor qu\xE9 ha muerto Olga?\xBB El anciano se estremeci\xF3. Recordaba la carta y la promesa que la muerta hab\xEDa exigido de \xE9l. Roberto continu\xF3: --Una voz me grita sin cesar en los o\xEDdos: \xAB\xA1Tuya es la culpa!\xBB \xBFC\xF3mo? No lo s\xE9, pues por muy profundamente que escudri\xF1e en mi alma, no encuentro que le haya hecho ning\xFAn mal, y sin embargo no puedo hacer callar la voz. Yo me digo: \xABEs una idea fija.\xBB \xABTe forjas tormentos, eres un loco, un criminal, un criminal para contigo mismo y para tu hijo.\xBB \xA1Pero de nada me sirve todo eso, t\xEDo querido! No puedo hacerla callar. Y, en fin, \xBFacaso no tiene raz\xF3n? \xBFAcaso, sin m\xED, Olga no estar\xEDa todav\xEDa viva? Si lo que pas\xF3 la noche anterior no hubiera... Se detuvo estremeci\xE9ndose y se ocult\xF3 el rostro entre las manos. Un sollozo sin l\xE1grimas sacudi\xF3 todo su robusto cuerpo. En seguida dijo: --T\xEDo, quisiera--no puedo pensar en ello, me hace perder la raz\xF3n,--me parece... que es necesario que con mis manos destruya todo lo que me rodea, que lo haga pedazos todo. --Sin embargo, es necesario que reunas tus ideas, amigo m\xEDo--dijo el doctor,--y que me cuentes todo, punto por punto; s\xF3lo de ese modo podremos aclarar este enigma. El silencio rein\xF3 en la habitaci\xF3n obscura. El anciano temblaba de pies a cabeza; ve\xEDa la silueta de aquel cuerpo vigoroso destacarse negra sobre el fondo claro de la ventana; ve\xEDa los movimientos del pecho que sub\xEDa y bajaba alternativamente, que silbaba y gem\xEDa como un volc\xE1n; sent\xEDa el h\xE1lito ardiente de la respiraci\xF3n de Roberto en su rostro. --Re\xFAne tus ideas, amigo m\xEDo--repuso suavemente. El joven luchaba por tomar una determinaci\xF3n. Al fin, volviendo a encontrar su energ\xEDa, se enderez\xF3 y dijo: --\xABPues bien, t\xEDo, vas a saberlo todo... Desde el d\xEDa en que Olga rechaz\xF3 mi pedido tan altiva y fr\xEDamente, no me hab\xEDa vuelto a encontrar con ella. Sin duda continuaba yendo como antes a la granja, para ocuparse del ni\xF1o y de la casa, ya entonces sab\xEDa que lo hac\xEDa por amor a Marta y no por m\xED, pero hab\xEDa como un acuerdo t\xE1cito entre nosotros para evitarnos. Ella eleg\xEDa las horas en que sab\xEDa que yo estaba afuera, en los campos o en los establos, y yo no volv\xEDa a casa antes de haberla visto desaparecer detr\xE1s del port\xF3n. \xBBEl martes tuve imperiosamente que salir para ir a los campos. Media legua m\xE1s all\xE1 de la ciudad, a causa del mal estado del camino, el eje se rompe. Como no hab\xEDa llevado cochero y no alcanzaba a ver alma viviente, monto en el caballo con arneses y todo, y vuelvo a casa en busca de ayuda. En el patio, el mayordomo me dice que hac\xEDa rato que la se\xF1orita se hab\xEDa marchado. Comenzaba ya a caer la noche. --\xBBMuy bien, no hay ning\xFAn peligro, pienso, y entro en la casa. \xBBEn el momento en que abro la puerta de la sala, distingo en el crep\xFAsculo una sombra que se desliza precipitadamente hacia afuera. --\xBB\xBFQui\xE9n puede ser?--me digo. \xBBY la sigo. \xBBEn el cuarto del ni\xF1o, \xBFa qui\xE9n encuentro? A ella, muy ocupada en correr el cerrojo de la puerta del corredor, que, como sabes, est\xE1 siempre cerrada para evitar la corriente de aire. Espantado, quiero retirarme; imposible; me siento completamente paralizado. Al verme, ella se detiene, y, como sobrecogida de verg\xFCenza, se oculta el rostro entre las manos. \xBBEntonces, t\xEDo, me siento atra\xEDdo, voy a precipitarme hacia ella; pero me contengo a tiempo al pensar en qui\xE9n es ella y qui\xE9n soy yo. \xBBVeo que sus manos tiemblan. --\xBBNo tienes por qu\xE9 enojarte, Olga--le digo balbuciendo,--no he querido causarte un desagrado. Si estoy aqu\xED es por casualidad; en lo sucesivo tomar\xE9 mis medidas para que no vuelvas a encontrarme. \xBBEntonces deja caer sus manos y me dirige una mirada tal, que me siento estremecer. Marta nunca me mir\xF3 as\xED--pienso.--Quiero hablar, pero no encuentro las palabras, tan turbado y sobrecogido estoy. Su elevada estatura se alza delante de la puerta, como si all\xED quisiera buscar un amparo contra m\xED. Yo o\xEDa su respiraci\xF3n oprimida. Por fin re\xFAno todo mi valor. --\xBBOlga--digo,--ha sido presunci\xF3n de mi parte el atreverme a tenderte la mano: s\xE9 muy bien que no soy digno de ti, te suplico desde el fondo del coraz\xF3n, olv\xEDdalo, yo nunca te lo recordar\xE9. \xBBY en ese instante, t\xEDo--\xBFc\xF3mo pintarte lo que pas\xF3?--d\xE9jame un instante... \xA1el recuerdo!... Pero \xBFpara qu\xE9? ser\xE9 fuerte, querido t\xEDo, voy a dominarme. \xBBEn ese instante, ella se precipita hacia m\xED, me rodea con sus brazos y me cubre el rostro de besos; despu\xE9s, de improviso, cae con un suspiro, y all\xED se queda desplomada a mis pies, como herida por un rayo. Y yo, como en un sue\xF1o, la miro fijamente. --\xBBNo es posible--me grita una voz,--es una locura; \xA1t\xFA apenas te atrev\xEDas a alzar los ojos hacia ella como hacia una divinidad, y ella es quien ahora se arroja al cuello de un hombre que no la merece! \xBBTen\xEDa miedo de tocarla; sin embargo, fue necesario que la levantara, y cuando la tuve en mis brazos, se puso a sollozar amargamente, como si hubiera querido llorar hasta morir. --\xBBOlga, \xBFpor qu\xE9 lloras?--le digo.--Todo queda arreglado ahora. \xABPero he ah\xED que yo tambi\xE9n, gran tonto, me pongo a llorar como un ni\xF1o. --\xBBPerd\xF3name, Roberto--dice su voz en mi o\xEDdo.--Mucho te he hecho sufrir, pero nunca m\xE1s lo har\xE9, nunca m\xE1s. --\xBB\xBFY ahora me amar\xE1s?--pregunto, pues todav\xEDa no puedo creerlo. --\xBB\xA1Oh, Roberto! \xA1Roberto! \xA1Te amo! \xA1Oh, s\xED! \xA1Te amo m\xE1s que a todo en el mundo!--y oculta su rostro en mi hombro. \xBBS\xED, t\xEDo, pero escucha lo que sigue. Al ver aquella cabeza con sus rubios rizos descansar, llena de abandono, sobre mi hombro, una pregunta se me presenta: \xBFes \xE9sta la misma Olga que, hace ocho d\xEDas, se volv\xEDa tan p\xE1lida y tan altiva, mientras que, humilde y t\xEDmido, t\xFA implorabas su consentimiento? \xBBY le digo entonces: --\xBBOlga, \xBFc\xF3mo has podido torturarme as\xED? \xBFAcaso he cambiado en tan poco tiempo? \xBBLa veo ponerse m\xE1s blanca que el yeso que cubre la pared y su voz murmura en mi o\xEDdo: --\xBB\xA1Nada me preguntes, en nombre del Cielo, nada me preguntes! \xBBY una angustia nace en m\xED; quiz\xE1s la perder\xE9 ma\xF1ana como la he conquistado hoy. --\xBBOlga--le digo,--si eres tan inconstante en tus resoluciones, qui\xE9n me responder\xE1 de que... \xBBMe interrumpo, pues la expresi\xF3n de su rostro me impone silencio. Ella se desprende de mis brazos y se deja caer en una silla. --\xBBPuesto que quieres saber--me dice, fijando los ojos en el suelo, como sumida en una meditaci\xF3n sombr\xEDa,--me ha faltado el valor, he dudado de tu amor y cre\xEDdo que me har\xEDas sentir que no te llevaba m\xE1s que mi pobreza. \xBBPero su mentira, como una llamarada, le enrojece la frente. --\xBB\xA1Olga!--exclamo.--\xBFHas podido pensar eso de m\xED? \xBFNo te acuerdas?... \xBBY lo que le record\xE9 fue cierta noche, en casa de su padre, cuando fui a pedir la mano de Marta y en que estuve a punto de retirarme tristemente con una negativa, pues Marta quer\xEDa sacrificarse y sacrificar su dicha, para que yo pudiera elegir a otra. Y entonces, ella, Olga, en medio de la noche, hab\xEDa ido a buscarme y me hab\xEDa abierto los ojos, a m\xED, pobre insensato y ciego, dici\xE9ndome palabras, palabras llenas de desprecio por el dinero y que hab\xEDan sonado en mis o\xEDdos como el canto de triunfo del amor. Se las repet\xED textualmente, pues cada una de ellas se hab\xEDa grabado en mi alma, inolvidable: \xABAs\xED, pues, en otros tiempos te sent\xEDas llena de valor, de grandeza de alma cuando hablabas por Marta, y ahora que se trata de ti...\xBB \xBBY al gritarle esto la miraba de frente, t\xEDo. Ella se esforzaba en sonre\xEDr, y sonre\xEDa constantemente; pero esa sonrisa se hel\xF3 en sus labios y de repente la vi desplomarse como una mole, sin sentido. \xBBMucho trabajo me cost\xF3 hacerla volver en s\xED, pues no quer\xEDa llamar a nadie en mi ayuda. Un buen cuarto de hora permaneci\xF3 tendida en el suelo, m\xE1s o menos como est\xE1 ahora, luego abri\xF3 los ojos y me examin\xF3 por largo rato en silencio con una expresi\xF3n tan dolorosa, tan cansada y desesperada, que la angustia y la inquietud me invadieron. Despu\xE9s junt\xF3 las manos y me dijo en voz baja y suplicante: --\xBBDame tiempo, Roberto; he presumido demasiado de mis fuerzas; es necesario que me acostumbre a esta idea. \xBBPero me sent\xEDa tan embargado por mi reciente dicha, por una alegr\xEDa tan loca, que cre\xEDa poder obligarla por fuerza a ser ella tambi\xE9n dichosa. --\xBB\xA1Si nos amamos, Olga--le grito,--y si nuestra querida muerta aprueba este amor, yo quisiera ver si alguien podr\xEDa censurarlo! Al\xE9grate, pues, querida ni\xF1a, recupera tu valor. \xBBPero ella no ten\xEDa alegr\xEDa ni valor. Y s\xF3lo ahora, ahora que est\xE1 muerta, comprendo claramente hasta qu\xE9 punto se sent\xEDa miserable y quebrantada, all\xED tendida sobre los cojines, ella que ordinariamente se mostraba para s\xED y para los dem\xE1s tan altiva y estricta. Era como si alg\xFAn prodigioso dolor hubiera roto en ella el resorte \xEDntimo de la vida. Hoy veo todo eso claramente; entonces nada ve\xEDa, nada quer\xEDa ver. Y continuaba anim\xE1ndola con todas las palabras consoladoras que pod\xEDa encontrar. Ella me escuchaba sin decir palabra--a veces me aprobaba con un movimiento de la cabeza--y una sonrisa que expresaba tristeza y cansancio indecibles, vagaba por sus labios. Todo eso lo atribu\xEDa yo a la emoci\xF3n violenta del momento y a los pesares de los \xFAltimos a\xF1os; deb\xEDan presentarse en su alma con una intensidad tanto m\xE1s grande, cuanto que sent\xEDa apuntar para ella una nueva felicidad que iba a borrarlos para siempre. --\xBBY nuestra primera visita, Olga--le digo,--ser\xE1 al cementerio. Cuando hayamos orado sobre la tumba de Marta, la resistencia de mi madre o la malevolencia del mundo entero, no tendr\xE1n ya por qu\xE9 inquietarnos. \xBBElla dej\xF3 caer las manos que cubr\xEDan su rostro, y, mir\xE1ndome con ojos dilatados por el espanto, me dijo con voz apenas perceptible: --\xBB\xBFAl cementerio... conmigo? --\xBBS\xED, contigo--repliqu\xE9,--y en seguida, si lo quieres. \xBBUn estremecimiento recorri\xF3 todo su cuerpo, y, con voz singularmente alterada, replic\xF3: --\xBBT\xE9n paciencia hasta ma\xF1ana, ma\xF1ana har\xE9 lo que quieras. --\xBBS\xED, mi ni\xF1a muy amada--le digo entonces,--y de aqu\xED a ma\xF1ana desecha tus ideas negras y piensa en que ella no nos guarda rencor. Nosotros no la olvidaremos, ciertamente. \xBFY el com\xFAn dolor que nos causa su p\xE9rdida, no debe unirnos m\xE1s estrechamente para toda la vida? Su imagen no nos abandonar\xE1, \xBFy no crees que ella bendecir\xEDa nuestra uni\xF3n desde el fondo de su coraz\xF3n, si de lo alto del Cielo pudiera vernos? \xBFNo nos ha legado al ni\xF1o para que juntos velemos por \xE9l y que nunca lo confiemos a gente extra\xF1a? \xBBEntonces se dej\xF3 caer de rodillas delante de la cuna en que la d\xE9bil criatura dorm\xEDa con el sue\xF1o de los bienaventurados y apoy\xF3 la frente sobre su cabecita. \xBBAs\xED permaneci\xF3 por largo rato sin que yo intentara perturbarla. \xBBCuando se levant\xF3, su rostro hab\xEDa vuelto a tomar esa serenidad impasible que siempre le hab\xEDamos conocido hasta entonces. Me tendi\xF3 la mano dici\xE9ndome: --\xBBVete, amigo m\xEDo, d\xE9jame sola. \xBBY me alej\xE9, pues quer\xEDa complacerla en todo; ni siquiera la tom\xE9 en mis brazos. \xBBUn cuarto de hora despu\xE9s, la vi cruzar el patio. Yo la acechaba desde mi ventana, pero ella no volvi\xF3 la cabeza. \xBBAl d\xEDa siguiente por la ma\xF1ana... t\xFA sabes, querido t\xEDo, c\xF3mo la encontr\xE9; y en aquel instante se descarg\xF3 sobre m\xED un rayo. Podr\xE9 encanecer y envejecer, ese momento me ha quitado para siempre toda alegr\xEDa; helar\xE1 para siempre toda sonrisa en mis labios. Pero por lo menos podr\xEDa vivir todav\xEDa; podr\xEDa arrastrar todav\xEDa esta miserable existencia para que el ni\xF1o no se viera privado de la mezquina parte de felicidad a que tiene derecho; pero para eso ser\xEDa necesario que yo supiera una cosa, que me viera libre de un espantoso tormento; de lo contrario, es imposible. Con la mejor voluntad del mundo, es imposible; si no fuera as\xED, me consumir\xEDa vivo. Es necesario que alguien venga, aunque sea de ultratumba, a decirme por qu\xE9 ha muerto Olga.\xBB * * * Nuevamente el silencio rein\xF3 en la habitaci\xF3n obscura; no se o\xEDa m\xE1s que la respiraci\xF3n de los dos hombres y la fuga precipitada de una rata que hab\xEDa acompa\xF1ado el relato de Roberto con el ruido mon\xF3tono de sus dientes. El anciano sosten\xEDa una violenta lucha consigo mismo. \xBFDeb\xEDa acaso revelar el secreto de la vida de Olga como hab\xEDa ya vendido el de su muerte? \xBFPero no se trataba de una buena acci\xF3n en este caso? \xBFNo se trataba de libertar a aquel a quien ella hab\xEDa amado sobre todo de las torturas en que se agitaba, ya fueran producidas por una loca idea o por una secreta conciencia de su responsabilidad? Un milagro, un favor divino, seg\xFAn parec\xEDa, permit\xEDan a la boca cerrada para siempre abrirse una vez m\xE1s para devolver el reposo al muy amado. El doctor exhal\xF3 un profundo suspiro: hab\xEDa tomado su resoluci\xF3n. --\xBFY si ella lo hubiera pensado, Roberto--dijo,--si hubiera pensado en contestarte desde el fondo de su tumba? Roberto lanz\xF3 un grito y lo asi\xF3 por la mu\xF1eca. --\xBFQu\xE9 quieres decir con eso, t\xEDo? --Si no te hubieras soterrado en tu dolor como un topo en su cueva, si no hubieras huido ante todo rostro humano, sabr\xEDas desde hace tiempo lo que hasta los gorriones se cuentan en los techos: que en la ma\xF1ana de su muerte, yo recib\xED una carta de ella... --T\xFA, t\xEDo, de ella... --\xA1Oh, amigo m\xEDo! Me est\xE1s rompiendo los huesos. Esc\xFAchame primero tranquilamente. Y le cont\xF3 lo que conten\xEDa la carta. Roberto hab\xEDa dado un salto y se mesaba los cabellos. Sus ojos, fijos en el anciano, resplandec\xEDan en la obscuridad. --Ese cuaderno, d\xE1melo; \xBFd\xF3nde est\xE1? El doctor le explic\xF3 el peligro que corr\xEDa el secreto de Olga y la inquietud que esto le causaba a \xE9l mismo. --\xA1Esp\xE9rate, voy a ir a buscarlo!--exclam\xF3 Roberto dirigi\xE9ndose hacia la puerta. El anciano lo detuvo. --Tu madre tiene la llave; cuida de que nada sospeche. La puerta est\xE1 rota a medias; acabar\xE9 de romperla... --Te oir\xE1n de abajo... --\xA1Est\xE1n demasiado divertidos!--replic\xF3 Roberto con risa aguda.--Ven, vamos juntos. Y por una puerta de atr\xE1s, a lo largo del corredor obscuro y de la escalera que cruj\xEDa, los dos se deslizaron como dos ladrones que se hubieran introducido en la casa aprovech\xE1ndose de la ceremonia. Consiguieron abrir la puerta m\xE1s f\xE1cilmente de lo que esperaban; la cerradura, ya floja, cedi\xF3 como si se abriera sola. Ambos se detuvieron en el umbral, sobrecogidos de emoci\xF3n, cuando el cuarto obscuro, iluminado solamente por el fulgor dudoso de las estrellas, se abri\xF3 ante sus ojos. Toda huella de la muerta hab\xEDa desaparecido; s\xF3lo la cama vac\xEDa, cuyos montantes se dibujaban negros sobre la pared gris, hac\xEDa ver que la que lo ocupaba hab\xEDa elegido otro lecho. Un ligero perfume emanado de su ropa, un olor fino de jab\xF3n, flotaba a\xFAn en la habitaci\xF3n. Las mismas toallas de las cuales se hab\xEDa servido, todav\xEDa colgadas de la pared, formaban, al lado de la estufa de loza, una mancha blanca de fant\xE1stica apariencia. Roberto, incapaz de tenerse en pie, se dej\xF3 caer en una silla y, a grandes bocanadas, \xE1vidamente, como si sollozara, aspir\xF3 el perfume que llenaba el aire. Se habr\xEDa dicho que as\xED quer\xEDa absorber los \xFAltimos efluvios de su amada. Un fulgor breve, brillante, vacil\xF3 de improviso a trav\xE9s del cuarto, bailando por las paredes, vagando en reflejos amarillentos sobre el escritorio, e hizo brotar de la obscuridad, como un espectro agazapado, la mesa de tocador cubierta de blanco. El doctor hab\xEDa encendido un f\xF3sforo y buscaba la peque\xF1a l\xE1mpara de pantalla verde que ilumin\xF3 las noches sin sue\xF1o de Olga. Todav\xEDa estaba en la mesa, en el mismo lugar en que Olga la apag\xF3 para sumirse en la noche eterna. El recipiente de vidrio estaba todav\xEDa lleno de petr\xF3leo; su due\xF1o se hab\xEDa dado prisa para entregarse al descanso. Con precauci\xF3n, levant\xF3 el tubo para encender la mecha; la llama, atenuada por la pantalla, ilumin\xF3 con un resplandor apacible y suave el espacio silencioso. Entonces se acerc\xF3 al estante sobre el cual se alineaban los vol\xFAmenes de lomos lucientes y dorados. Su mano busc\xF3 a tientas durante un momento por la pared y sac\xF3 algo azul en forma de rollo. --\xA1Aqu\xED est\xE1, Roberto!--exclam\xF3 triunfante.--V\xE1monos. El joven mene\xF3 silenciosamente la cabeza. El anciano insisti\xF3 de nuevo y entonces Roberto dijo: --Aqu\xED es donde vamos a leerlo, t\xEDo; aqu\xED, donde ella lo ha escrito. --\xBFY si alguien nos sorprendiera?--observ\xF3 el doctor, atemorizado. Roberto se encogi\xF3 de hombros y con el dedo se\xF1al\xF3 el piso. En el silencio, un ruido confuso de voces sub\xEDa hasta ellos, con risas moderadas, ahogadas, como lo requieren las conveniencias en una casa en que hay un muerto. El doctor cedi\xF3 de buen grado; entonces acercaron suavemente sus sillas al c\xEDrculo luminoso de la l\xE1mpara, y ya no se oy\xF3 m\xE1s que el silbido del viento de invierno que agitaba las peladas copas de los tilos y la voz mon\xF3tona y velada del lector acompa\xF1ada por el coro de invitados al velorio, que por momentos se elevaba hasta un sordo estruendo para extinguirse en seguida en un murmullo. VI Perd\xF3name, querida hermana, si evoco tu sombra que ha transfigurado la muerte, y sufre que en memoria del amor que tuviste por m\xED y del ardiente afecto que hac\xEDa palpitar mi coraz\xF3n por ti, trate de expiar la falta que gravita pesadamente sobre m\xED y cuya carga tendr\xE9 sin embargo que soportar hasta el fin de mi existencia. D\xE9jame revivir una vez m\xE1s todo lo que me diste de ternura y de bondad, y olvidar con este recuerdo el fr\xEDo de la soledad que hiela mis miembros como un soplo exhalado de tu tumba. \xA1Qu\xE9 loca era y qu\xE9 imp\xEDa, en sentirme sola mientras t\xFA viviste! Tu amor era la atm\xF3sfera que me envolv\xEDa, la sonrisa de tus ojos el rayo de sol que me daba la vida, y tu palabra, que consolaba y exhortaba, era esa voz divina que todos llevamos en nosotros, esa voz sublime que escuchamos sin comprenderla. \xBFY c\xF3mo te he agradecido todo eso, hermana querida? He llegado a ser una extra\xF1a para ti. Me veo reducida a pensar en ti con angustia, con tortura, y la conciencia de mi falta me hace palidecer cuando el murmurio del viento trae tu nombre a mis o\xEDdos. Entre nosotras se alza un espectro feroz, de miradas ardientes, horroroso y grotesco a la vez, con serpientes entrelazadas en sus cabellos, y que extiende hacia m\xED sus manos armadas de garras para separarme eternamente de ti. Si en vez de ser un fantasma fuera un ser de carne y de sangre, si lo que he cometido fuera una falta, un crimen, luchar\xEDa contra \xE9l, lo derribar\xEDa con las \xFAltimas fuerzas de mi voluntad desfalleciente, o me dejar\xEDa ahogar por sus manos sangrientas, pero es algo inasible que se desvanece en el vac\xEDo: es un demonio que se burla de m\xED, un vapor que me rodea... y cuyo veneno sin embargo me mata lentamente. Es un deseo... Un simple deseo, \xA1nada m\xE1s! \xBFLo notaste? \xBFSe reflej\xF3 en tus ojos moribundos? \xBFViste el espectro alzarse a tu cabecera, cuando, santa y buena criatura, exhalabas el \xFAltimo aliento de una existencia que no fue m\xE1s que amor, a ese espectro que hab\xEDan engendrado la Envidia y la Ingratitud, y que hab\xEDa introducido, yo, desdichada, en tu apacible interior? Si tuviera todav\xEDa la fe del ni\xF1o que balbuc\xEDa, confiar\xEDa la angustia de mi alma al Dios Todopoderoso, al buen Dios--pero a nadie tengo en el Cielo ni en la tierra que pueda compadecerse de m\xED, a nadie m\xE1s que a tu imagen transfigurada. \xA1Pobre de m\xED! Ella tambi\xE9n se aparta de m\xED, ella tambi\xE9n se oculta llorando cuando este demonio se presenta a mi alma. Y, sin embargo, no era muy humano lo que sent\xED. \xBFPor qu\xE9 no somos unos seres de luz, sin deseos y puros como el \xE9ter? \xBFPor qu\xE9 no somos m\xE1s que polvo, ligados al polvo, viviendo del polvo y volviendo al polvo cuando nos desprendemos de esta gran falta que es la existencia? Es la gran falta de mi vida la que quiero contar aqu\xED, la falta de la cual hemos sido v\xEDctimas, t\xFA, yo y tambi\xE9n un tercero, que es puro y bueno, y que sin embargo ha sido la causa de todo. * * * Yo era una ni\xF1a pac\xEDfica y predispuesta a la soledad. Quien se ha visto siempre rodeado de amor y nunca ha conocido otra cosa que el amor, aprende a menudo m\xE1s f\xE1cilmente que nadie, a bastarse a s\xED mismo; y, sin embargo, yo llevaba en el coraz\xF3n una inagotable reserva de amor. Lo prodigaba a los animales, acariciando a los perros, besando a los gatos y ahogando a los gansos por cari\xF1o. Una de mis pasiones era jugar en la caballeriza. Me sent\xEDa a mi gusto en la litera el\xE1stica y flexible, entre los cascos de mis caballos predilectos, que nunca me hac\xEDan da\xF1o; o bien me trepaba al pesebre donde permanec\xEDa horas enteras mir\xE1ndome en los ojos pardos de mis queridos amigos. Pero el nicho del perro era el lugar donde mejor me hallaba. All\xED me encontraba dormida con frecuencia a eso del mediod\xEDa, y no era cosa f\xE1cil sacarme del nicho, pues Ner\xF3n, que por lo dem\xE1s era un perro tan bueno y tan cari\xF1oso, ense\xF1aba los dientes a cualquiera que franqueaba el c\xEDrculo que su cadena le permit\xEDa recorrer, aun cuando \xE9ste fuera su amo. Mi cari\xF1o se extend\xEDa hasta las plantas. Las rosas me hac\xEDan el efecto de princesas cautivas, y exhalaba quejas para que las libertaran, los girasoles eran sacerdotes revestidos con sus h\xE1bitos sacerdotales, y las dalias, j\xF3venes polacas con papalinas rojas. Sab\xEDa reunir as\xED en mi derredor en el jard\xEDn a la humanidad entera, y encontraba la copia m\xE1s bella que el original, pues se manten\xEDa muy quieta cuando yo desempe\xF1aba el papel del Destino ante ella. La propiedad que mi padre hab\xEDa arrendado, antiguo feudo de un magnate polaco, estaba inmediata a la frontera prusiana, en una monta\xF1a, uno de cuyos lados descend\xEDa en suave declive por un parque inculto, hacia unos campos desnudos, mientras que el otro ca\xEDa a pico en una peque\xF1a corriente de agua, en cuya orilla opuesta se hallaba una miserable aldea polaca. Cuando uno se colocaba al borde de la pendiente, la mirada ca\xEDa sobre los ruinosos techos de bardas cuyas grietas dejaban pasar el humo; se ve\xEDa claramente el movimiento de la sucia callejuela, donde los ni\xF1os medio desnudos chapoteaban en los charcos cenagosos, y las mujeres permanec\xEDan perezosamente agachadas en el umbral de sus casas, mientras que los hombres cubiertos de harapos se dirig\xEDan, con la pala en el hombro, hacia el despacho de bebidas. En verdad, nada ten\xEDa de muy seductor aquel peque\xF1o agujero, y la chusma de cosacos de fronteras, que trotaban de ac\xE1 para all\xE1 amodorrados sobre sus rocines extenuados, no era como para realzar su prestigio. Y, sin embargo, para mis ojos de ni\xF1a, aquel lugar estaba cubierto de un encanto indecible, cuya sensaci\xF3n experimento a\xFAn, cuando me vuelvo a ver fascinada por esos cuadros maravillosos, sentada durante horas enteras en la hierba, inm\xF3vil, contemplando de lo alto aquel hormiguero cuyas formas no eran m\xE1s grandes que los hombrecillos de madera de mis cajas de juguetes. Bajar all\xED me estaba prohibido, y tampoco ten\xEDa deseos de ello, desde que, en la bara\xFAnda de un d\xEDa de mercado en que mi padre me hab\xEDa llevado, me vi casi aplastada entre las ruedas de un carro. Pero era muy hermoso cuando, desde arriba y muy por encima de las inmundicias y del tumulto, se sumerg\xEDa la mirada en ese mundo de hormigas, que parec\xEDa tan \xEDnfimo, que se pod\xEDa, como el mismo Dios, abarcarlo de una ojeada, pero que crec\xEDa cada vez m\xE1s hasta tomar proporciones gigantescas e inquietantes, a medida que se trataba de penetrarlo. Por una rareza singular, no he conservado de esa \xE9poca m\xE1s que un recuerdo vago de las personas cuya vida ha estado m\xE1s estrechamente asociada a la m\xEDa; sin duda porque las impresiones siguientes han borrado las primeras. Mi padre era un hombre peque\xF1o, robusto y rechoncho, de barba y cabellos negros y cortos, calzado con altas botas lucientes y vestido de una hopalanda de basto pa\xF1o verdoso. Me sonre\xEDa desde que me ve\xEDa, me daba una palmadita amistosa en el cuello, o me pellizcaba los brazos, y en seguida desaparec\xEDa. Estaba siempre ocupado, el pobre pap\xE1; mientras vivi\xF3, no lo vi reposar un solo instante. Mam\xE1 era desde aquella \xE9poca muy corpulenta, com\xEDa continuamente confituras y era devota de la siesta. Pero eso no le imped\xEDa estar en activa ocupaci\xF3n de la noche a la ma\xF1ana, aunque se arrastrara de mala gana de un lado a otro y no le gustara que anduvieran detr\xE1s de ella y la abrumaran a preguntas. Entre la familia estaba, en aquel tiempo, el primo Roberto, a quien nuestros parientes de Prusia hab\xEDan enviado para que aprendiera con pap\xE1 a dirigir una granja. Era un mozo alto, de anchas espaldas y vigoroso cuello, con unas barbas rubias que me gustaba tirar cuando me pon\xEDa en sus rodillas para meterme en la cabeza el A, B, C, con gran esfuerzo de trozos de regaliz. Creo que siempre fui su buena amiga, aunque \xE9l no haya debido quererme m\xE1s que a los otros disc\xEDpulos, pues la cara que ten\xEDa entonces ha desaparecido en la niebla como todas las dem\xE1s. No recuerdo exactamente m\xE1s que una escena: una tarde de verano Roberto hab\xEDa cogido a Marta por sus rubias trenzas, y ri\xE9ndose y gritando corr\xEDa tras de ella por el patio, por la casa y por el jard\xEDn. --\xBFQu\xE9 es lo que le haces a Marta, bribonzuelo?--le grit\xF3 pap\xE1. --Me ha hecho una travesura--respondi\xF3 \xE9l, sin soltarla, mientras ella continuaba gritando. --Cuando yo ten\xEDa tu edad, sab\xEDa vengarme de una muchacha mejor que t\xFA--dijo ri\xE9ndose pap\xE1, quien nunca desperdiciaba la ocasi\xF3n de decir una broma. --\xBFY c\xF3mo se hace?--pregunt\xF3 mi primo. --\xA1Bah! \xA1Si no lo sabes!--replic\xF3 pap\xE1. --Se le da un beso, se\xF1or Roberto--dijo un viejo jardinero que pasaba justamente con sus regaderas. Todav\xEDa lo veo delante de mis ojos quedarse de repente inm\xF3vil, rojo de rubor, y dejar caer de sus manos las trenzas sin saber d\xF3nde dirigir sus miradas. Pap\xE1 se mor\xEDa de risa; en cuanto a Marta, se escap\xF3 a la carrera. Cuando fui a sacudir su puerta, se hab\xEDa encerrado: no volvi\xF3 a aparecer sino a la hora de la cena. Bajo los cabellos que le ca\xEDan sobre la frente, en desorden, parec\xEDa perdida en sus pensamientos y muy intimidada. Cuando comparo hoy el rostro p\xE1lido, flaco y resignado que me llena el alma entera, con esa cara p\xEDcara, de mejillas llenas y sonrosadas, que a veces se me aparece, resplandeciente, desde el fondo de mi peque\xF1a infancia, me cuesta trabajo concebir que hayan realmente pertenecido a una sola y misma persona. --\xA1C\xF3mo le flotaban sobre las espaldas sus largas trenzas rubias! \xA1Con qu\xE9 expresi\xF3n atenta de precoz ama de casa, recorr\xEDan sus ojos la extensi\xF3n de la gran mesa, en torno de la cual todos juntos, condisc\xEDpulos y celadores--una galer\xEDa de mand\xEDbulas hambrientas--esper\xE1bamos impacientes la comida! \xA1Y, con qu\xE9 alegr\xEDa extend\xEDa la mano cada uno, cuando, con una sonrisa maliciosa, ella alcanzaba los platos! S\xF3lo hoy comprendo qu\xE9 camino doloroso ten\xEDa que recorrer, hoy que me preparo yo misma para el largo y penoso viaje al cabo del cual se abre para m\xED una tumba solitaria, m\xE1s triste a\xFAn que la suya. Entonces yo no era m\xE1s que una ni\xF1a y alzaba los ojos, sin sospechar nada, hacia la que vino a ser mi maestra, casi antes de haber abandonado ella misma los vestidos cortos. Efectivamente, fue en aquella \xE9poca cuando nuestros negocios comenzaron a declinar. Pap\xE1 ten\xEDa que hacer frente a sus deudas; malas cosechas e inundaciones, tres a\xF1os consecutivos, le quitaron toda esperanza de volver a levantarse, y las penas se amontonaron cada vez m\xE1s sobre nuestra casa. Hubo que economizar en nuestros gastos, todo aquello de que fuera posible privarse; las relaciones con los propietarios vecinos fueron limitadas, el personal reducido, y la anciana institutriz que hab\xEDa educado a Marta, y que deb\xEDa terminar su tarea conmigo, tuvo tambi\xE9n que dejarnos. Marta, que era siete a\xF1os mayor que yo, y se dispon\xEDa a estrenar su primer vestido largo, tom\xF3 su lugar. De este modo las relaciones que se establecieron entre nosotras no pod\xEDan ser puramente las de hermana a hermana; ella fue la protectora y yo la protegida, hasta que cambiamos nuestros papeles. Pod\xEDa yo tener once a\xF1os, cuando advert\xED por primera vez que Marta hab\xEDa cambiado singularmente de modales y de aspecto. Habr\xEDa debido notarlo antes, pues ten\xEDa la costumbre de mirar en mi derredor con los ojos muy abiertos; pero en la monoton\xEDa de los d\xEDas que se deslizan uno tras otro, las alteraciones que producen en torno nuestro el tiempo y las penas, se escapan f\xE1cilmente. Pero entonces puse atenci\xF3n, y vi adelgazarse su rostro cada vez m\xE1s, de d\xEDa en d\xEDa borrarse los colores de sus mejillas, y hund\xEDrsele los ojos m\xE1s profundamente. Ya no cantaba, y su risa ten\xEDa una entonaci\xF3n de cansancio y velada, tan particular que me hac\xEDa sufrir al o\xEDrla, y m\xE1s de una vez estuve a punto de gritarle: \xAB\xA1No te r\xEDas!\xBB Hacia la misma \xE9poca, se puso enfermiza; se quejaba de dolores de cabeza, de calambres en el est\xF3mago, y le costaba trabajo ir de un lado a otro por la casa. Naturalmente, pap\xE1 y mam\xE1 no pod\xEDan dejar de notar su estado. Un d\xEDa la envolvieron en gruesas mantas, y no obstante su resistencia, la llevaron a Prusia a consultar a un m\xE9dico; \xE9ste se encogi\xF3 de hombros, prescribi\xF3 p\xEDldoras de hierro y aconsej\xF3 un cambio de aire. Deb\xEDa haber aconsejado algo m\xE1s, que preocupaba mucho a nuestros padres, al menos a pap\xE1, pues ya hac\xEDa mucho tiempo que nada pod\xEDa sacar a mam\xE1 de su apat\xEDa. A menudo, cuando Marta, meditabunda, miraba fijamente frente a ella, \xE9l la observaba de reojo, meneaba la cabeza, exhalaba un suspiro, sal\xEDa del cuarto cerrando la puerta con estr\xE9pito. Pero cualesquiera que fuesen los sufrimientos que padec\xEDa, su trabajo no se resent\xEDa de ello; de tan lejos como la recuerde, jam\xE1s la vi un segundo desocupada. Muy ni\xF1a a\xFAn, permanec\xEDa al lado del fog\xF3n con su libro de lecciones o vigilaba la lej\xEDa al mismo tiempo que hac\xEDa sus redacciones. Desde que fue mujer, agreg\xF3 todos los deberes que le impon\xEDa mi instrucci\xF3n a las preocupaciones sin n\xFAmero que da una gran casa a la que la dirige. Mam\xE1 se hab\xEDa retirado por completo y la dejaba ordenar y dirigir a su antojo, con tal que las compotas y otras golosinas obtuvieran su aprobaci\xF3n. Yo, que era horriblemente mimada por toda la casa, ten\xEDa verg\xFCenza de mi inacci\xF3n y trataba de aliviarla en parte de sus trabajos, pero ella me rechazaba suavemente y me desped\xEDa. --Deja, queridita--me dec\xEDa acarici\xE1ndome las mejillas,--eres la princesa de la familia; contin\xFAa. Eso me ofend\xEDa. Habr\xEDa soportado todo salvo que me despidiera cuando iba a ofrecerme con el coraz\xF3n desbordante de ternura. Una noche la vi llorar. Me deslic\xE9 afuera, al jard\xEDn, y sostuve un rudo combate. El deseo de ir en su ayuda me ahogaba; pero no me atrev\xEDa a acerc\xE1rmele y echarle los brazos al cuello para consolarla. Cuando estuve en cama, la necesidad de brindarle mi ternura se apoder\xF3 de m\xED con nuevas fuerzas: me levant\xE9, y en camisa, como estaba, me aventur\xE9 por el corredor obscuro. Permanec\xED largo rato delante de su puerta, temblando de fr\xEDo y de miedo, con la mano sobre el bot\xF3n. Al fin me arm\xE9 de valor y entr\xE9 muy suavemente en su cuarto. La encontr\xE9 arrodillada junto a la cama, con el rostro oculto en la almohada, y parec\xEDa orar. Me qued\xE9 inm\xF3vil en el umbral, pues no me atrev\xEDa a perturbarla. Al fin, se volvi\xF3 y al verme se levant\xF3 estremeci\xE9ndose. --\xBFQu\xE9 quieres?--balbuci\xF3. Yo me colgu\xE9 de ella y mis sollozos habr\xEDan enternecido a un coraz\xF3n de piedra. --\xA1En nombre del Cielo, querida! \xBFQu\xE9 tienes?--grit\xF3. No me hallaba en estado de proferir una palabra. Pero ella, con un movimiento maternal, tom\xF3 una gruesa manta de lana, me envolvi\xF3 en ella y me coloc\xF3 en su regazo, aunque yo ya era m\xE1s grande que ella. --Vamos, confi\xE9sate, tesoro m\xEDo. \xBFQu\xE9 ocurre?--me pregunt\xF3 acarici\xE1ndome las mejillas. Reun\xED todo mi valor, y con la cara oculta en su cuello, le dije en un sollozo: --Marta, quiero ayudarte. Sigui\xF3 un largo silencio, y cuando alc\xE9 los ojos, vi vagar por sus labios una sonrisa indeciblemente amarga y triste. Entonces me tom\xF3 la cabeza entre sus manos, me bes\xF3 en la frente y me dijo: --Ven, voy a acostarte, querida. Yo nada tengo, pero t\xFA, me parece que tienes fiebre. De un salto me puse en pie. --\xA1Oh! \xA1Haces mal, Marta!--exclam\xE9.--No me dejar\xE9 despedir as\xED. No estoy enferma y tampoco soy tan tonta para no ver que te est\xE1s consumiendo y que, cada d\xEDa, encierras en ti nuevos pesares. Si no tienes ninguna confianza en m\xED, acabar\xE9 por creer que nada quieres tener de com\xFAn conmigo, y que todo ha concluido entre nosotras. Ella junt\xF3 las manos mir\xE1ndome con sorpresa. --\xBFQu\xE9 te pasa, querida? Ya no te reconozco... Ven, ven, voy a acostarte--repiti\xF3. --Es in\xFAtil, puedo ir sola--dije. Entonces ella vio que era necesario acordar a la ni\xF1a una palabra de explicaci\xF3n. --Mira, Olga--dijo atray\xE9ndome hacia s\xED,--tienes raz\xF3n. Tengo muchas penas, y si tuvieras m\xE1s edad y pudieras comprenderlas, seguramente ser\xEDas la primera a quien se las confiar\xEDa. Pero antes es necesario que aprendas tambi\xE9n a conocer la vida. --\xBFY en qu\xE9 conoces la vida mejor que yo?--exclam\xE9, siempre con altaner\xEDa. Ella se content\xF3 con sonre\xEDr, y esa sonrisa de una tristeza tan dulce, me dio un golpe en el coraz\xF3n. Tuve un vago presentimiento, apenas perceptible, como el que se podr\xEDa experimentar al ver un templo cerrado o islas lejanas rodeadas de palmeras. Y Marta continu\xF3: --Pero de aqu\xED all\xE1, y para eso falta mucho todav\xEDa, debo llevar sola el peso que me oprime. Te agradezco mucho, hermanita, tu buena voluntad, y te amar\xE9 a\xFAn m\xE1s por ello si esto es posible. Ahora, vete, y duerme bien, tenemos mucho que estudiar ma\xF1ana... Y dicho esto, me empuj\xF3 afuera. Me qued\xE9 en el corredor, como una r\xE9proba, contemplando la puerta que acababa de cerrarse tan duramente tras de m\xED. Despu\xE9s apoy\xE9 la cabeza en la pared y llor\xE9 silenciosa y amargamente. A partir de ese d\xEDa, Marta redobl\xF3 su cari\xF1o y su bondad hacia m\xED, pero yo no quer\xEDa verlo; permanec\xEDa impenetrable para ella como ella lo hab\xEDa sido para m\xED, y en mi alma se arraig\xF3, cada vez m\xE1s profundamente, el sentimiento penoso de que el mundo no necesitaba de mi amor. Es evidente que un incidente como \xE9ste, por s\xED solo, no pod\xEDa tener una influencia decisiva sobre mi car\xE1cter. Una ni\xF1a tan joven como yo lo era entonces, se deja arrastrar con demasiada facilidad por la corriente de impresiones nuevas para que unos minutos de este g\xE9nero puedan producir sobre ella un efecto durable, y el hecho es que no necesit\xE9 mucho tiempo para olvidar aquella noche. Pero lo que no olvidaba, era la idea de que nadie hab\xEDa en la tierra que estuviera dispuesto a compartir sus penas conmigo y que estaba reducida a m\xED misma y a mis libros, hasta el d\xEDa en que se me encontrara bastante madura para participar de la existencia de los vivos. Y m\xE1s y m\xE1s, me sumerg\xEDa en los tesoros de los poetas, ninguno de los cuales me rechazaba de su m\xE1s \xEDntimo santuario. Aprend\xEDa con Tasso a sentirme miserable y sublime; sab\xEDa lo que Manfredo iba a buscar a las heladas cimas de los Alpes; me lamentaba con Tecla de la felicidad terrestre de la cual yo hab\xEDa gozado, de la vida y del amor, que hab\xEDan concluido para m\xED. Pero, por sobre todo, Ifigenia era mi hero\xEDna y mi ideal. Con ella llenaba mi joven alma solitaria de toda la poes\xEDa que hay en no ser comprendida; pasar por el mundo como ella, como sacerdotisa bienhechora y en un renunciamiento sublime, me parec\xEDa la vocaci\xF3n claramente designada para mi existencia. Si para realizarla hubiera podido llevar, yo tambi\xE9n, los blancos velos de la virgen griega, cuyos pliegues noblemente dispuestos habr\xEDan convenido tan bien a mi cuerpo de ni\xF1a desarrollada antes de tiempo, mi felicidad habr\xEDa sido completa. A juzgar por las apariencias, yo era en aquellos a\xF1os una criatura intratable e imperiosa, que sin el menor empacho contestaba con impertinencia y que gustaba levantarse de la mesa en plena comida cuando algo me desagradaba. A pesar de todo eso, o quiz\xE1 a causa de eso mismo, todos me mimaban, y mi voluntad, si esta palabra tiene un valor aplicable a un ni\xF1o, ten\xEDa fuerza de ley en toda la casa. A los quince a\xF1os era tan grande y tan fuerte como ahora, y no faltaba de vez en cuando alg\xFAn joven campesino galante que me dijera que yo era muy bonita, mucho m\xE1s bonita que todas las otras, y que Marta en particular. Eso me chocaba, pues todav\xEDa la vanidad no ten\xEDa cabida en m\xED. En esa \xE9poca so\xF1\xE9 una noche que Marta hab\xEDa muerto. Cuando me despert\xE9, mi almohada estaba inundada de l\xE1grimas; en todo el d\xEDa no hice m\xE1s que ir y venir en torno de mi hermana como una criminal: me parec\xEDa que ten\xEDa sobre la conciencia una falta grave cometida contra ella. Despu\xE9s de la comida Marta se hab\xEDa recostado por un rato en el canap\xE9, otra vez con su dolor de cabeza. Cuando entr\xE9 en la habitaci\xF3n en ese momento, y vi sobre el brazo del sof\xE1 su rostro, p\xE1lido como la cera, con los ojos cerrados, qued\xE9 como si me hubiera herido un rayo. Cre\xED ver en realidad su cad\xE1ver ante mis ojos. Ca\xED de rodillas delante del canap\xE9 y le cubr\xED de besos la boca y la frente. Su rostro se transfigur\xF3, abri\xF3 los ojos y me contempl\xF3 como si viera una visi\xF3n; pero luego que volvi\xF3 en s\xED, sus facciones readquirieron su expresi\xF3n de gravedad y de tristeza. --\xA1Vaya, vaya! \xBFQu\xE9 tienes, hijita?--dijo.--Estas no son cosas que haces todos los d\xEDas. Me rechaz\xF3 suavemente, y tambi\xE9n esta vez permanec\xED parada, abandonada a m\xED misma, con el coraz\xF3n desbordante. Sin embargo, cuando ya me iba, me llam\xF3 y murmur\xF3: --Te quiero mucho, hermanita. La noche de ese mismo d\xEDa not\xE9 en cierto momento que parec\xEDa sonre\xEDrse interiormente. Pap\xE1 tambi\xE9n lo not\xF3, porque aquello no era usual, y, tom\xE1ndole la cabeza con las manos, le dijo: --\xBFQu\xE9 te ha ocurrido, Martita? \xA1Est\xE1s hoy fresca como una flor! Marta se ruboriz\xF3 hasta la ra\xEDz de los cabellos, pero yo le tom\xE9 la mano a hurtadillas por debajo de la mesa, dici\xE9ndome: --\xA1Ya sabemos lo que nos hace tan felices! Al d\xEDa siguiente por la ma\xF1ana, cuando tom\xE1bamos nuestro caf\xE9, pap\xE1 entr\xF3 con una carta abierta en la mano. --Una ave forastera viene a albergarse en nuestro nido--dijo ri\xE9ndose.--\xA1Adivinen c\xF3mo se llama! Y dicho esto, mir\xF3 a Marta de reojo con expresi\xF3n un tanto c\xF3mica. Me pareci\xF3 que ella se pon\xEDa m\xE1s p\xE1lida que de costumbre y la taza que ten\xEDa en la mano tembl\xF3 perceptiblemente. --\xBFEsa ave ha venido ya alguna vez?--pregunt\xF3 lentamente y en voz baja, sin alzar los ojos. --\xA1Vaya si ha venido!--dijo pap\xE1 sin dejar de re\xEDrse. --Entonces, es... Roberto Hellinger--dijo. Y exhal\xF3 un profundo suspiro como si le hubiera costado mucho decir aquello. --\xA1Mil truenos! \xA1Adivinas bien, chicuela!--dijo pap\xE1 amenaz\xE1ndola con el dedo. Ella nada contest\xF3, y con su paso lento y cansado se dirigi\xF3 hacia la puerta; en toda la tarde nadie la volvi\xF3 a ver. Por mi parte, la visita del primo me dejaba bastante indiferente. Su imagen de otros tiempos, tal cual se me presentaba confusamente, no era como para llenar de ensue\xF1os ardientes una rom\xE1ntica cabeza de quince a\xF1os. Pero la actitud de Marta me hab\xEDa llamado la atenci\xF3n. Al d\xEDa siguiente, desde muy temprano, la o\xED ir y venir a pasos precipitados, en el piso superior, por los cuartos de hu\xE9spedes. Fui a buscarla, pues ten\xEDa curiosidad de ver lo que la ocupaba en esas habitaciones habitualmente cerradas. Hab\xEDa abierto todas las ventanas, sacado las sobrecamas y las cortinas, y en chanclas, corr\xEDa en medio del desorden, de un cuarto al otro. Se cog\xEDa el rostro con ambas manos y se re\xEDa sola con una risa tan extra\xF1a, que no se sab\xEDa si era llanto. Cuando le pregunt\xE9: \xAB\xBFQu\xE9 haces ah\xED, Marta?\xBB se estremeci\xF3, me mir\xF3 muy confusa y s\xF3lo entonces pareci\xF3 darse cuenta del lugar en que se encontraba. --Ya lo ves: preparo las camas--balbuci\xF3 al cabo de un instante. --\xBFPara qui\xE9n?--pregunt\xE9. --\xBFAcaso no sabes que esperamos una visita? --\xBFY eso es lo que te regocija tan terriblemente?--repliqu\xE9, encogi\xE9ndome ligeramente de hombros. --\xBFY por qu\xE9 no hab\xEDa de regocijarme? Es nuestro primo. --\xBFY nada m\xE1s?--dije yo amenaz\xE1ndola con el dedo, como lo hab\xEDa visto hacer la v\xEDspera a pap\xE1. Entonces, de improviso, ella se puso muy grave y me dirigi\xF3 con sus grandes ojos tristes una mirada tan llena de reproche, que sent\xED que la sangre me aflu\xEDa, ardiente, al rostro. Volv\xED la cara a un lado, y como ya no pod\xEDa seguir representando el papel de mujer superior, me dirig\xED a la puerta. A partir de ese instante, el primo Roberto me dio mucho qu\xE9 pensar. Me parec\xEDa evidente que \xE9l y Marta se amaban, y sobrecogida por la vibraci\xF3n misteriosa con que la idea del gran desconocido llena a los semini\xF1os de mi edad, comenc\xE9 a representarme la manera c\xF3mo hab\xEDa podido nacer ese amor. Corr\xEDa a trav\xE9s de los bosquecillos silvestres del parque y me dec\xEDa: --Aqu\xED es donde se han paseado secretamente. Me deslizaba en la sombra de los follajes y me dec\xEDa: --Aqu\xED es donde se han dado cita. Me dejaba caer en los bancos de c\xE9sped h\xFAmedo y me dec\xEDa: --Aqu\xED es donde han cambiado dulces palabras. El jard\xEDn entero, la casa, el patio y todo lo que conoc\xEDa desde que hab\xEDa venido al mundo, se iluminaba de repente con una nueva luz que se difund\xEDa por todas partes con un reflejo purp\xFAreo. Una vida maravillosa parec\xEDa haber surgido all\xED. Me hab\xEDa sumergido de tal modo en esas imaginaciones, que conclu\xEDa por creer que era yo quien hab\xEDa vivido ese amor. Cuando volv\xED a ver a Marta, no osaba alzar los ojos a ella, como si yo hubiera llevado el secreto oculto en mi seno y ella fuera quien no debiera adivinarlo. Pero, cuando, a la ma\xF1ana siguiente, me di exacta cuenta de que Marta hab\xEDa realmente vivido todo lo que yo no hac\xEDa m\xE1s que so\xF1ar, eso me turb\xF3 por completo, y desde un rinc\xF3n obscuro, la examin\xE9 sin interrupci\xF3n, con mirada temerosa y escrutadora, como a un ser que perteneciera a otro mundo. Me fij\xE9 en que cada cinco minutos sal\xEDa al terrado, desde donde se pod\xEDa ver la puerta de entrada, pero entonces me guard\xE9 muy bien de dirigirle preguntas indiscretas. Me imaginaba ser ya una confidente, una c\xF3mplice. Era un d\xEDa claro de septiembre, de una hermosura maravillosa. Sobre el llano y en el bosque flotaban como velos rosados; hilos plateados temblaban silenciosos en el aire; el r\xEDo llevaba un manto de vapor, una paz religiosa se cern\xEDa sobre todo el paisaje. Me fui al bosque, pues jam\xE1s pod\xEDa encontrar suficiente soledad para so\xF1ar a mis anchas. En las ramas de los \xE1lamos se o\xEDa ya el roce de las hojas amarillentas, y los helechos dejaban caer sus tallos como criaturas heridas que apenas pueden tenerse en pie. --Me entristec\xED: \xABLa Naturaleza entera va a morir--dije;--\xA1Ah! \xA1Si se pudiera morir con ella!\xBB Entonces me acord\xE9 de todas las burlas que hab\xEDa le\xEDdo u o\xEDdo sobre las impresiones sentimentales del oto\xF1o. --Qu\xE9 odiosas son esas bromas--me dije.--Pero de m\xED nadie se burlar\xE1; sabr\xE9 esconderme y sabr\xE9 ocultar lo que siento. A nadie interesa lo que pasa dentro de m\xED; y bien se me puede considerar como una muchacha fr\xEDa y sin coraz\xF3n, con tal de que sepa yo que este coraz\xF3n palpita lleno de ardor y de amor por la humanidad. --S\xED, aquel fue un d\xEDa henchido de encanto, d\xEDa admirable; y dar\xEDa con gusto todo lo que me queda de vida, si pudiera volver a \xE9l. Y la noche... la veo todav\xEDa como si fuera hoy. Las ventanas estaban abiertas, los tallos flexibles de la vi\xF1a virgen se mec\xEDan con el viento, y, desde muy lejos, un trote de caballos, un chasquido de lanzas y de sables llegaban hasta mis o\xEDdos. Nada pod\xEDa ver, pues la obscuridad lo cubr\xEDa todo, pero yo sab\xEDa que era una tropa de cosacos que recorr\xEDa la frontera. Entonces cerr\xE9 los ojos y so\xF1\xE9: un grupo de jinetes avanza; a su cabeza viene el hijo del Rey, rubio y magn\xEDfico, sobre su blanco palafr\xE9n. Yo soy la Princesa y estoy sentada en la torrecilla de la antigua mansi\xF3n; el renombre de mi hermosura se ha extendido de tal modo en la comarca, que el hijo del Rey se ha decidido a venir, escoltado por lo m\xE1s selecto de sus cortesanos, para verme y pedir mi mano al viejo caballero, mi padre. Y en eso me acuerdo de Marta, y me pregunto si a ella, en su calidad de primog\xE9nita, no le corresponde la primac\xEDa. Pero, para consolarme, me digo que, como ella ama a su Roberto, no necesita de ning\xFAn Pr\xEDncipe. Y me figuro entonces lo que dar\xE9 a todos los m\xEDos cuando haya subido al trono: a Marta, un espl\xE9ndido aderezo; a pap\xE1, un cofre de hierro lleno de oro; a mam\xE1, una gran caja de pi\xF1as azucaradas. El chasquido de lanzas desaparece a lo lejos, y con \xE9l mi sue\xF1o. * * * Roberto lleg\xF3 al d\xEDa siguiente. En el momento en que el carruaje que lo conduc\xEDa, rod\xF3 bajo el port\xF3n, Marta estaba al lado del fog\xF3n. Corr\xED a buscarla y le susurr\xE9 en el o\xEDdo: --Marta, creo que ah\xED est\xE1. Pero ella me demostr\xF3 en seguida que yo no era su confidente: me mir\xF3 un instante fijamente y me pregunt\xF3, como si su esp\xEDritu estuviera lejos: --\xBFDe qui\xE9n quieres hablar? --\xBFDe qui\xE9n? Pues del primo, naturalmente. --\xBFY por qu\xE9 me dices eso tan misteriosamente? Y como al o\xEDr eso me encog\xED de hombros, ella tom\xF3 la espumadera que hab\xEDa dejado caer y volvi\xF3 a su tarea. --\xBFY esa es toda la alegr\xEDa que sientes?--continu\xE9, encogiendo el labio con expresi\xF3n despreciativa. Pero ella me apart\xF3 con la mano izquierda, con una brusquedad inacostumbrada. --\xA1Vete, chiquilla, te lo ruego! Y he ah\xED c\xF3mo yo recib\xED al primo Roberto en su lugar. En el instante en que sal\xED al terrado, \xE9l bajaba del carruaje. \xABNo es mucho mejor que pap\xE1,\xBB fue mi primer pensamiento. Era alto, de estatura gigantesca, el pecho y las espaldas anchas, el rostro moreno, con dos ojillos azules, y encuadrado por una barba rubia, erizada, una de aquellas barbas que llevaban los antiguos lasquenetes. --\xABNo falta m\xE1s que la yugular,\xBB--pens\xE9 para mis adentros. De un salto salv\xF3 varios escalones y ri\xE9ndose vino a m\xED: --\xA1Hola! \xA1Buenos d\xEDas, Marta!--grit\xF3. Luego, de improviso, se estremeci\xF3, me mir\xF3 de los pies a la cabeza y se qued\xF3 como petrificado en medio de la escalera. --\xA1Yo no me llamo Marta, sino Olga!--dije un poco humillada. --\xA1Ya me lo dec\xEDa yo!...--exclam\xF3 sacudi\xE9ndose, y, adelant\xE1ndose hacia m\xED, me alarg\xF3 una mano roja y tosca de trabajador, toda encallecida y agrietada. --\xAB\xA1Qu\xE9 palurdo!\xBB--me dije mentalmente. Cuando ya estuvimos dentro de la casa, me examin\xF3 nuevamente. --Todav\xEDa eras una peque\xF1uela, cuando sal\xED de aqu\xED, y me parece verdaderamente extraordinario que te asemejes tanto a Marta. --\xAB\xBFYo, parecerme a Marta?--pens\xE9--\xBFCu\xE1ndo me habr\xE9 parecido a Marta?\xBB --Pero no--continu\xF3,--ella no era tan alta, sus cabellos eran m\xE1s claros, no ten\xEDa esa expresi\xF3n tan altiva, y... no miraba con ojos tan severos. --\xA1Ah, Dios del Cielo!--me dije.--\xBFAcaso nunca has visto los ojos de Marta? En ese instante se abri\xF3 muy suavemente la puerta de la cocina, y por la abertura, no m\xE1s ancha que la mano, ella se escurri\xF3 en la habitaci\xF3n. No se hab\xEDa quitado el delantal; su rostro estaba tan blanco como \xE9l, y los labios le temblaban. --Bienvenido seas, Roberto--le dijo t\xEDmidamente por detr\xE1s, pues \xE9l se hab\xEDa vuelto hacia m\xED. Al primer sonido de esa voz, Roberto se dio media vuelta bruscamente, y entonces se quedaron un rato frente a frente sin hacer un movimiento, sin articular una s\xEDlaba. Yo temblaba; hac\xEDa dos d\xEDas que acechaba ese momento, y he ah\xED que el resultado burlaba lastimosamente mi espera. Al fin se acercaron lentamente el uno al otro y se besaron. Pero ese mismo beso no me gust\xF3; a m\xED no me habr\xEDa besado de otra manera. --S\xED, pero ni siquiera lo ha hecho--agregu\xE9 para mis adentros. Despu\xE9s permanecieron nuevamente inm\xF3viles y silenciosos. Mi coraz\xF3n lat\xEDa con tanta violencia, que tuve que apretarme el pecho con las dos manos. Al fin, Marta le dijo: --\xBFNo quieres sentarte, Roberto? \xC9l hizo un adem\xE1n de asentimiento y se dej\xF3 caer en un rinc\xF3n del sof\xE1 que cruji\xF3 bajo su peso. Continuaba mir\xE1ndola incesantemente; al cabo de un largo rato, dijo: --\xA1Mucho has cambiado, Marta! Al o\xEDr esto me pareci\xF3 que me daban una bofetada. Una sonrisa de una tristeza indecible roz\xF3 los labios de Marta: --S\xED--dijo.--\xA1Mucho debo haber cambiado! Nuevo silencio. Se habr\xEDa dicho que Roberto necesitaba mucho tiempo para encontrar palabras capaces de expresar su pensamiento. --\xBFC\xF3mo es que jam\xE1s he sabido que estabas enferma?--concluy\xF3 por decir. --No lo s\xE9--replic\xF3 ella con una dulzura en que se descubr\xEDa un poco de amargura. --\xBFNo pod\xEDas escrib\xEDrmelo? --Pero, \xBFacaso nos escribimos? Roberto empuj\xF3 con irritaci\xF3n el pie de la mesa. --Pero cuando uno no est\xE1 bien... entonces... entonces... No supo decir m\xE1s. Yo apret\xE9 los pu\xF1os: \xA1habr\xEDa sabido concluir tan bien la frase por \xE9l! --T\xFA sabes--dijo Marta,--que el enfermo es siempre el \xFAltimo en saber que no est\xE1 bien. --Yo cre\xEDa que \xE9l deb\xEDa saberlo mejor que nadie. --\xBFY si uno juzga que no vale la pena hacerle caso? Esta vez Marta habl\xF3 sin amargura, en el tono tranquilo y moderado que le era habitual, y, sin embargo, cada palabra me part\xEDa el coraz\xF3n. --\xA1Oh, Marta!--gritaba una voz dentro de m\xED.--\xBFPor qu\xE9 me has rechazado? En eso ella solt\xF3 una risa breve y pregunt\xF3 a Roberto c\xF3mo estaban en su casa, y lo que hac\xEDan mi t\xEDo y mi t\xEDa. --Pero primero, quisiera saber lo que hacen mi t\xEDo y mi t\xEDa--dijo mirando en su derredor hasta en los rincones. Yo estaba tan contenta de ver disiparse el embarazo que los oprim\xEDa, que al verlos buscar por el cuarto tan c\xF3micamente, prorrump\xED en una risa estrepitosa. Ambos se volvieron hacia m\xED, sorprendidos, como si s\xF3lo entonces notaran mi presencia. --\xBFY qu\xE9 dices de nuestra Olguita?--pregunt\xF3 Marta, tom\xE1ndome por la mano con adem\xE1n maternal.--\xBFTe gusta? --Ahora un poco m\xE1s--dijo examin\xE1ndome.--Antes me pareci\xF3 demasiado ense\xF1orada. --Sin embargo, no pod\xEDa saltarte al cuello en seguida--repliqu\xE9. --\xBFY por qu\xE9 no?--repuso con una sonrisa.--\xBFCrees que no habr\xEDa habido bastante lugar para ti? --No--dije, para que supiera de una vez c\xF3mo hab\xEDa que tratarme.--Ese no es mi lugar. Entonces me mir\xF3 muy azorado, y dijo meneando la cabeza: --\xA1C\xE1spita! La chiquilla es mordaz. Yo iba a replicar, pero pap\xE1 entr\xF3. En la mesa no los perd\xED de vista, pero nada sospechoso hubo que observar; apenas si cambiaron algunas miradas. --M\xE1s tarde, cuando nuestros padres duerman--me dije,--tratar\xE1n de escaparse.--Pero me equivoqu\xE9. Se quedaron tranquilamente en la sala y ni una sola vez trataron de alejarme. \xC9l fumaba, sentado en un rinc\xF3n del canap\xE9; ella estaba sentada cinco pasos m\xE1s all\xE1, junto a la ventana, con su bordado. --Quiz\xE1 son demasiado t\xEDmidos--me dije,--y esperan que la ocasi\xF3n se presente sola.--Hice dos o tres observaciones, para ver si cambiaban de lugar, y sal\xED de la habitaci\xF3n. Luego, con el coraz\xF3n palpitante, esper\xE9 media hora, encerrada en mi cuarto y contando los minutos antes de atreverme a volver. --Ahora--me dije,--\xE9l se le acercar\xE1, le tomar\xE1 la mano y la mirar\xE1 por largo rato en los ojos. \xBFMe amas siempre?--le preguntar\xE1,--y ella, ruboriz\xE1ndose, con una mirada h\xFAmeda, se dejar\xE1 caer sobre su pecho. Cerr\xE9 los ojos y suspir\xE9. Las sienes me palpitaban, me sent\xEDa cada vez m\xE1s embriagada por las im\xE1genes que me representaba y me figuraba su continuaci\xF3n; lo ve\xEDa caer de rodillas delante de ella, y, con miradas ardientes, balbucir juramentos apasionados de amor y de fidelidad. Me sab\xEDa de memoria lo que \xE9l le dec\xEDa en ese momento, y no menos bien lo que ella le contestaba: habr\xEDa podido soplarle las palabras. Cuando pas\xF3 la media hora, me consult\xE9 para saber si les otorgar\xEDa todav\xEDa algunos instantes: yo era entonces su providencia, y, en esta calidad, les acord\xE9 graciosamente mi protecci\xF3n, con una sonrisa. --\xA1Ojal\xE1 puedan vaciar hasta el fondo la copa del deleite!--pens\xE9, y resolv\xED ir todav\xEDa a dar una vuelta por el jard\xEDn. Pero la curiosidad me dominaba a tal extremo, que a la mitad del camino volv\xED sobre mis pasos. Me acerqu\xE9 sin ruido hasta la puerta, pero apenas hall\xE9 el valor necesario para dar vuelta al bot\xF3n: la idea de lo que iba a presenciar me oprim\xEDa el pecho hasta ahogarme. \xBFY qu\xE9 fue lo que vi? Roberto estaba todav\xEDa sentado, como yo lo hab\xEDa dejado, en una esquina del canap\xE9; hab\xEDa fumado su cigarro, del que no le quedaba ya m\xE1s que la punta entre los dedos, y el bordado de Marta conten\xEDa una flor que antes no exist\xEDa. --\xBFPor qu\xE9 te encoges de hombros con adem\xE1n tan despreciativo?--me pregunt\xF3 Marta. Y Roberto agreg\xF3: --Parece que no tengo la aprobaci\xF3n de la se\xF1orita. --As\xED, pues, siempre mis buenas intenciones son objeto de insultos--me dije, y sal\xED golpeando violentamente la puerta detr\xE1s de m\xED. Toda esa noche, loca de m\xED, me la pas\xE9 despierta hasta el amanecer, represent\xE1ndome la manera c\xF3mo yo, Olga Bremer, habr\xEDa procedido en el lugar de uno y otro. Unas veces era Roberto y otras Marta; sent\xEDa, hablaba, obraba por ellos, y en el silencio de mi dormitorio resonaba el murmullo apasionado de un amor ardiente, desde\xF1oso del mundo entero. Como para mi gusto, las cosas se presentaban demasiado simples, invent\xE9 un mont\xF3n de dificultades: negativa de los padres, cita nocturna en la frontera y sorpresa por los cosacos, encarcelamiento, maldici\xF3n paternal, fuga, y, por fin, muerte com\xFAn en las aguas, pues un verdadero amor no me parec\xEDa dignamente sellado y concluido sino por la muerte. Cuando me levant\xE9, al d\xEDa siguiente por la ma\xF1ana, ten\xEDa zumbidos en la cabeza, y ante mis ojos bailaban manchas de luz verdes y amarillas. Al ver mi semblante, Marta junt\xF3 las manos por encima de su cabeza, y Roberto, que otra vez estaba sentado en la esquina del sof\xE1, envuelto nuevamente en nubes de humo, exclam\xF3: --\xBFHas pasado la noche llorando o bailando? --Bailando--repliqu\xE9,--en el Brocken con otras brujas. --No se puede sacar una palabra racional de esta chiquilla,--dijo moviendo la cabeza. --A preguntas necias...--repliqu\xE9. --\xA1Vaya! no volver\xE9 a abrir la boca--dijo ri\xE9ndose;--de lo contrario se me servir\xEDa desde por la ma\xF1ana un plato de necedades como en mi vida he comido. Marta me dirigi\xF3 una mirada de reproche. Yo hu\xED al fondo del parque, al lugar m\xE1s sombreado, y ocult\xE9 mi encendida cara entre el fresco follaje. Poco me faltaba para llorar. --He ah\xED, pues, mi destino--me dec\xEDa:--desconocida por todo el mundo, aislada y desde\xF1ada con mi coraz\xF3n ardiente de amor, marchit\xE1ndome en mi rinc\xF3n sin que nadie me solicite, mientras que en torno m\xEDo todo se entrelaza y satisface su pasi\xF3n en ardientes besos. S\xED, en sue\xF1o, hab\xEDa substituido tan bien a Marta en su amor, que hab\xEDa llegado a tomarme por la hero\xEDna: el desencanto no pod\xEDa hacerse esperar. \xA1Si por lo menos a ellos dos se les hubiera ocurrido, m\xE1s tarde, seguir los vuelos de mi imaginaci\xF3n! pero mientras m\xE1s tiempo Roberto permanec\xEDa entre nosotros, m\xE1s observaba las relaciones de Marta con \xE9l, y m\xE1s me convenc\xEDa de que el inter\xE9s que yo les prodigaba, se perd\xEDa totalmente. Ella, encarnaci\xF3n de la ama de casa, fr\xEDa y t\xEDmida, sometida a todas las fatalidades de la existencia cuotidiana; \xE9l, encarnaci\xF3n del propietario, pesado y obtuso, incapaz de toda pasi\xF3n. Discurr\xEDa en esta forma, mientras mi coraz\xF3n estuvo lleno del sentimiento amargo de que yo pasaba inadvertida y era in\xFAtil. Entonces ocurri\xF3 un incidente que no s\xF3lo suaviz\xF3 mi humor, sino que hasta modific\xF3 sensiblemente mi juicio sobre nuestro primo. VII Hac\xEDa cuatro d\xEDas que Roberto estaba en casa, cuando vino a buscarme de improviso y me dijo: --Olguita, quisiera pedirte algo; \xBFno vendr\xEDas a hacer un paseo a caballo conmigo? --\xA1Qu\xE9 honor!--repliqu\xE9. --No, no hay que volver a empezar en ese tono--dijo con una risa en la cual se notaba algo de enfado.--Tratemos de ser buenos camaradas por media hora, \xBFquieres? Su ingenua franqueza me agrad\xF3: dije que s\xED. Cuando nuestros caballos pasaron el port\xF3n, Marta estaba en la ventana de la cocina y nos hizo se\xF1as con su delantal blanco. --Ves, Marta--dije para mis adentros,--as\xED es c\xF3mo me ir\xEDa con \xE9l a trav\xE9s del vasto mundo, si fuera su querida. Yo no ten\xEDa entonces m\xE1s que una noci\xF3n bastante confusa de lo que es una \xABquerida\xBB y no vacilaba en elevar a Marta a esa dignidad. --Monta bien--pens\xE9 en seguida;--mi \xABhijo del rey\xBB no ser\xEDa mejor jinete. Y entonces me sorprend\xED al ver que me hab\xEDa erguido, orgullosa y alegre, en mi silla, invadida por un indefinible sentimiento de bienestar que me hac\xEDa correr un estremecimiento por todo el cuerpo. Roberto nada dec\xEDa, pero con frecuencia se inclinaba hacia m\xED y me hac\xEDa una se\xF1a amistosa, como si juzgase prudente consolidar nuestro pacto cada cinco minutos: trabajo in\xFAtil, pues nada estaba m\xE1s lejos de mi imaginaci\xF3n que la idea de romperlo. Cuando hubimos trotado una media hora a un paso bastante vivo, detuvo su caballo y me dijo: --\xBFBueno, chiquilla? --\xBFQu\xE9 hay, \xABgrande\xBB? --\xBFRegresamos? --\xA1Oh, no! No estaba dispuesta a renunciar tan f\xE1cilmente a lo que me llenaba de una satisfacci\xF3n tan completa. --Entonces, \xA1al bosque de Illowo!--dijo \xE9l se\xF1alando la mancha azulada que cerraba el horizonte a lo lejos. Hice un signo afirmativo, y di tal latigazo a mi caballo, que \xE9ste se irgui\xF3 y parti\xF3 dando saltos. --\xA1Bravo, por la chica de quince a\xF1os!--grit\xF3 \xE9l detr\xE1s de m\xED. --\xA1Dispense, diecis\xE9is!--repliqu\xE9, volvi\xE9ndome a medias hacia \xE9l.--Por otra parte, si me vuelves a echar en cara mi juventud, \xA1se acab\xF3 nuestra camarader\xEDa! --\xA1En nombre del Cielo!--dijo \xE9l ri\xE9ndose. Y continuamos nuestra carrera sin decir palabra. El bosque de Illowo est\xE1 dividido por una peque\xF1a corriente de agua, cuyas orillas se hallan tan cerca la una de la otra, que las ramas de los \xE1lamos que las pueblan a cada lado, se entrelazan y forman por encima del espejo obscuro de las aguas una alta b\xF3veda de verdura que, a cada desv\xEDo del riachuelo, termina en un muro de follaje, para volver a formarse inmediatamente despu\xE9s. Bajo esa b\xF3veda, junto al borde del agua, conoc\xEDa desde mi infancia m\xE1s de un escondrijo, donde me pasaba las horas enteras, leyendo o so\xF1ando, mientras mi caballo, un poco m\xE1s arriba, pac\xEDa tranquilamente en el bosque. Y como esta vez \xEDbamos lentamente, por entre los troncos de \xE1rbol, se me ocurri\xF3 hacerle conocer uno de mis retiros. --Quiero bajar--le grit\xE9,--ven a ayudarme a echar pie a tierra. De un salto baj\xF3 de su caballo e hizo lo que yo le ped\xEDa. --\xBFQu\xE9 quieres hacer?--me pregunt\xF3. --Vas a verlo--dije,--pero primero suelta los caballos... --\xA1No faltaba m\xE1s!--dijo Roberto ri\xE9ndose.--Me haces el efecto de quien quiere coger las liebres poni\xE9ndoles un grano de sal bajo la cola. E hizo adem\xE1n de atar las riendas a un tronco de \xE1rbol. --\xA1Su\xE9ltalos!--orden\xE9. Y como \xE9l no obedec\xEDa castigu\xE9 a los caballos con mi varilla: antes que \xE9l hubiera pensado en sostener m\xE1s fuertemente las bridas, los caballos galopaban ya libremente en el bosque. --\xBFY ahora?--dijo mi primo poni\xE9ndose las manos en los bolsillos.--\xBFTe imaginas que van a dejarse coger otra vez? --Por ti, no--respond\xED ri\xE9ndome, pues estaba segura de mis favoritos. Y cuando al o\xEDr un ligero silbido de mis labios, ambos acudieron desde lejos dando brincos y vinieron a rozar suavemente mi cuello con sus hocicos, esperando una caricia, mi coraz\xF3n se dilat\xF3: me sent\xEDa orgullosa de que hubiera en la tierra criaturas, aunque privadas de raz\xF3n, que se inclinaban ante mi poder y me eran sumisas por afecto, y alc\xE9 hacia Roberto una mirada triunfante: ahora \xE9l deb\xEDa saber qui\xE9n era yo y qu\xE9 pretend\xEDa. Pero vi muy bien que todav\xEDa yo no le impon\xEDa. --\xA1Maravilloso, chica!--dijo \xE9l, y nada m\xE1s. En seguida me dio un golpecito paternal en el hombro y se recost\xF3 perezosamente en el c\xE9sped. Los rayos de sol que pasaban a trav\xE9s de las ramas, reluc\xEDan en su barba: me pareci\xF3 un gigante en reposo, semejante a los que nos pintan las leyendas del Norte. Pero en el momento en que, al contemplarlo, iba a sumergirme en mis visiones rom\xE1nticas, se puso a bostezar terriblemente, de tal modo que volv\xED a caer repentina y bruscamente en la prosa. --\xA1Pero no nos vamos a quedar aqu\xED, mi se\xF1or primo! --No seas loca, chiquilla--dijo \xE9l cerrando los ojos.--Haz como yo, vamos a dormir. Tuve un impulso de alegr\xEDa, y, acerc\xE1ndomele, lo cog\xED por el cuello y lo sacud\xED fuertemente. Quiso asir mi vestido, pero yo me escap\xE9, lo que le hizo levantarse vivamente para correr tras de m\xED. Entonces, tranquilamente me adelant\xE9 hacia \xE9l y le dije: --Bueno, ahora, ven. Por entre espesos matorrales, lo conduje a la base de la pendiente escarpada, al pie de la cual reposaba el agua profunda semejante a un espejo obscuro. All\xED, los \xE1rboles de anchas hojas y toda clase de plantas trepadoras formaban, al engancharse a una salida de la roca, una cuna natural, donde hab\xEDa sombra aun en pleno mediod\xEDa. All\xED fue donde le hice entrar. --\xA1Mil truenos! He aqu\xED un lindo rinc\xF3n, chica--dijo \xE9l al mismo tiempo que se extend\xEDa c\xF3modamente sobre la piedra, tanto que sus pies ca\xEDan casi al nivel del agua. --Ven, ponte a mi lado; hay sitio para los dos. Lo obedec\xED, pero me sent\xE9 de manera que mi mirada pudiera dominarlo. \xC9l fing\xEDa dormir, y de cuando en cuando, por entre sus p\xE1rpados medio cerrados, alzaba los ojos hacia m\xED. De repente se me ocurri\xF3 esta idea: \xAB\xBFSi fueras Marta, qu\xE9 har\xEDas en este momento?\xBB Y un pavor tal se apoder\xF3 de m\xED, que la sangre me subi\xF3 hirviente a la cara. --\xBFEres miedosa, chiquilla?--me pregunt\xF3. Yo sacud\xED la cabeza. --Entonces, ven. --Ya estoy a tu lado. --Ponte all\xED, delante de m\xED. Hice lo que me ped\xEDa: mis pies tocaban casi el borde de la piedra. De pronto, se levant\xF3, me asi\xF3, r\xE1pido como el rayo, por la cintura, y en el mismo instante me sent\xED suspendida sobre el agua. Lo mir\xE9 ri\xE9ndome. --\xA1C\xF3mo!... \xA1C\xF3mo!...--dijo.--\xA1No hay de qu\xE9 re\xEDrse! Si te dejara caer... --Me ahogar\xEDa... Pues bien, \xA1d\xE9jame caer! --No. Antes quiero que me confieses algo. --\xBFQu\xE9? --\xBFPor qu\xE9 no puedes sufrirme? Respir\xE9 profundamente. Al mismo tiempo sent\xED que las suelas de mis botines tocaban ya la superficie del agua: \xE9l no pod\xEDa dejarme caer m\xE1s. Una deliciosa sensaci\xF3n de desfallecimiento me invadi\xF3. --Pero yo puedo sufrirte--le dije. --\xBFPor qu\xE9 entonces me contestas siempre de tan mala manera? --Porque soy una muchacha mal criada. --\xA1Enhorabuena!--dijo \xE9l, ri\xE9ndose. Y, con un movimiento brusco, me alz\xF3 como una pluma: yo me volv\xED a encontrar de pie sobre la piedra. --Bueno, ahora si\xE9ntate; vamos a conversar seriamente. Me tom\xF3 la mano y continu\xF3: Mira, soy un hombre sencillo, he trabajado mucho y pensado poco en ejercitar mi esp\xEDritu. T\xFA, con tu vivacidad, me ganas f\xE1cilmente; por eso es que siempre me cuesta trabajo hablarte. T\xFA no lo haces con mala intenci\xF3n, bien lo s\xE9, pues en nuestra familia no se conoce la maldad; pero de todos modos eso no conviene. Tengo casi doce a\xF1os m\xE1s que t\xFA, t\xFA eres todav\xEDa una chiquilla, o poco menos... \xBFTengo raz\xF3n? --Tienes raz\xF3n...--respond\xED humildemente. Y me preguntaba aparte lo que se hab\xEDa hecho mi altivez. --\xBFPor qu\xE9, pues, proced\xEDas as\xED? --Porque quer\xEDa agradarte. Y exhal\xE9 un profundo suspiro. \xC9l me mir\xF3 en los ojos con asombro. --Porque quer\xEDa mostrarte que no soy una tontuela, que tengo la cabeza muy a plomo, que yo... Me detuve muy confusa. Roberto se mord\xEDa la barba y miraba frente a \xE9l, pensativo. --\xA1Miren eso!--dijo.--Pues bien, creo que yo te estaba tomando por el mal lado. \xA1Qu\xE9 suerte que haya seguido el consejo de Marta! --\xBFDe Marta? \xBFQu\xE9 consejo te ha dado? --T\xF3mala aparte, uno de estos d\xEDas--me ha dicho,--y expl\xEDcate con ella. Cuando Olga no quiere a algui\xE9n, lo aborrece, y me dar\xEDa mucha pena que no te tuviera cari\xF1o. --\xBFMarta ha dicho eso?--exclam\xE9, y las l\xE1grimas me asomaron a los ojos.--\xA1Qu\xE9 coraz\xF3n, qu\xE9 coraz\xF3n de oro! --S\xED, ha dicho eso y muchas otras cosas m\xE1s para explicar tu temperamento y excusarte. Y como amo a Marta... --\xBFLa amas?--dije, interrumpi\xE9ndolo, \xE1vida de saber m\xE1s. --S\xED, profundamente--respondi\xF3 \xE9l pensativo, con los ojos fijos en el agua que corr\xEDa a sus pies. Mi coraz\xF3n lat\xEDa tan precipitadamente, que apenas pod\xEDa respirar. \xA1As\xED, pues, \xE9l me tomaba por confidente, me convert\xEDa en su aliada! Habr\xEDa querido saltarle al cuello, inmediatamente, tan agradecida me sent\xEDa hacia \xE9l. --Y... \xBFella lo sabe? --Debe saberlo... es una cosa que no se puede ocultar... --\xBFC\xF3mo?...--balbuc\xED.--\xBFT\xFA no... no... se lo has dicho? Roberto sacudi\xF3 tristemente la cabeza. Yo ca\xED desde lo alto de las nubes. \xA1De modo que los bosquecillos de nuestro jard\xEDn nunca hab\xEDan prestado su abrigo a dos enamorados; la luna, que brillaba por entre las ramas, nunca hab\xEDa sido testigo de besos clandestinos! \xA1Puras quimeras todas mis imaginaciones! Pero, en medio de mi desilusi\xF3n, sent\xEDa una profunda compasi\xF3n por ese gigante, que, sin m\xE1s fuerzas que un ni\xF1o, buscaba amparo en m\xED. Me jur\xE9 que su confianza en m\xED no ser\xEDa vana. --\xBFY por qu\xE9 has guardado silencio?--insist\xED. Pareci\xF3 que consideraba mi extrema juventud con un poco de desconfianza; sin embargo, dijo con un profundo suspiro: --En aquel tiempo, yo era un muchacho t\xEDmido y no encontraba el valor necesario para hablar. \xA1En esos primeros a\xF1os de locura se siente uno tan transportado, si obtiene siquiera un apret\xF3n de manos a hurtadillas! Se figura uno que el mismo matrimonio no podr\xE1 ofrecer un deleite mayor. Pero en realidad t\xFA no puedes comprender eso. --\xBFQui\xE9n sabe?--repliqu\xE9 en mi inocencia.--Mucho he le\xEDdo ya sobre eso. --En resumen--prosigui\xF3 \xE9l,--yo era entonces m\xE1s o menos tan ingenuo como t\xFA ahora. Y hoy, \xBFsabes? hoy, si hablo, la menor palabra me vincula a ella, con cadena indisoluble, y para siempre. --\xBFEntonces, no quieres vincularte?--le pregunt\xE9 con sorpresa. --No tengo derecho para ello--grit\xF3,--no tengo derecho. No s\xE9 si podr\xE9 hacerla feliz. --\xA1Oh! \xA1Francamente... si no lo sabes!... Encog\xED el labio con desprecio y dentro de m\xED, llegu\xE9 a esta conclusi\xF3n: \xAB\xA1Entonces, no la ama!\xBB Pero \xE9l, con los ojos chispeantes, se anim\xF3 m\xE1s: --Compr\xE9ndeme, ni\xF1a. Si eso dependiera de m\xED, no pedir\xEDa m\xE1s que llevarla toda mi vida en mis brazos, para que su pie nunca tropezara con las piedras del camino. Pero... \xA1oh! \xA1esta miseria, esta miseria! Y se mesaba los cabellos de tal modo, que yo me sent\xEDa realmente turbada. Nunca habr\xEDa cre\xEDdo posible que ese hombre tan tranquilo y grave pudiera volverse tan apasionado. --Conf\xEDame tus tormentos, Roberto--dije, poni\xE9ndole la mano en el hombro.--No soy m\xE1s que una chica, muy sencilla, pero eso desahogar\xE1 tu coraz\xF3n. --\xA1No puedo!--gimi\xF3,--\xA1no puedo! --\xBFY por qu\xE9? --Porque ser\xEDa mortificante... hasta para ti. No puedo decirte m\xE1s que una cosa: Marta es una criatura delicada, tierna e impresionable; jam\xE1s podr\xEDa resistir al torrente de penas y de tormentos que caer\xEDa sobre ella: se doblar\xEDa como una fr\xE1gil ca\xF1a al primer soplo de la tormenta. \xBFDe qu\xE9 me servir\xEDa tener que llevarla al cementerio pocos a\xF1os despu\xE9s de nuestro matrimonio? Un helado calofr\xEDo me pasa por todo el cuerpo cuando pienso en la horrible manera en que deb\xEDa realizarse esa frase, llena de presentimiento, pero en aquel momento nada vino a advert\xEDrmelo: s\xF3lo experimentaba un vivo deseo de dar a ese amor, por dem\xE1s prosaico para mi gusto, un giro tan rom\xE1ntico como fuera posible. Desgraciadamente no hab\xEDa gran cosa que hacer. Por lo menos asum\xED una expresi\xF3n capaz y busqu\xE9 en mi memoria algunas de las frases que las venerables sibilas o los confesores dan ordinariamente como vi\xE1tico a los amantes desgraciados. Y \xE9l, como un gran ni\xF1o que era, bebi\xF3 esas tontas palabras de consuelo con la avidez de un hombre que se muere de sed. --\xBFPero tendr\xE1 paciencia ella tambi\xE9n?--me pregunt\xF3, y parec\xEDa perder nuevamente el valor. --\xA1S\xED, la tendr\xE1! \xA1Conf\xEDa plenamente!--grit\xE9 con arrebato.--Puesto que espera desde hace tanto tiempo, podr\xE1 muy bien tener paciencia uno o dos a\xF1os m\xE1s. Ya ver\xE1s c\xF3mo se somete de buen grado. --\xA1Y si, aun m\xE1s tarde, ese casamiento no pudiera realizarse!--objet\xF3 Roberto.--\xA1Si yo defraudara su esperanza, si hubiera jugado con su coraz\xF3n! \xA1No, no hablar\xE9; antes me arrancar\xE1n la lengua, no hablar\xE9! --Si no quer\xEDas hablar, \xBFpara qu\xE9 viniste entonces? Dios sabe c\xF3mo ese pensamiento de doble filo vino a mi esp\xEDritu de joven aturdida. Sent\xED confusamente que al pronunciar esas palabras comet\xEDa un acto de crueldad, pero... ya era tarde. Vi palidecer su rostro, sent\xED que su respiraci\xF3n ardiente se exhalaba en un suspiro. --Soy un hombre de honor, Olga--murmur\xF3 entre dientes;--\xBFpara qu\xE9 atormentarme? Pero, ya que has hecho la pregunta, tendr\xE1s una respuesta. He venido porque ya no pod\xEDa vivir sin ella, porque quer\xEDa beber en sus ojos el consuelo y la fuerza necesarios para las tristezas venideras, y porque... porque, en el fondo, acariciaba siempre la secreta esperanza de que las cosas aqu\xED pudieran tomar otro giro, que todo pudiera arreglarse para que yo me la llevara conmigo. --\xBFY las cosas no se arreglan? --\xA1No!... No preguntes por qu\xE9. Cont\xE9ntate con esta respuesta: \xA1no! De repente se inclin\xF3 hacia m\xED, se apoder\xF3 de mis manos y me dijo desde el fondo del coraz\xF3n: --Ves, Olga, c\xF3mo nuestro compa\xF1erismo ha tenido mejor resultado que el que pod\xEDamos esperar uno y otro hace media hora. \xBFQuerr\xEDas asistirme fielmente, y ayudarme en cuanto estuviera en tu poder? --S\xED, te ayudar\xE9--respond\xED, y al decir esto me sent\xED penetrada de la solemnidad de mi promesa. --Veo que ya no eres una ni\xF1a--continu\xF3 \xE9l,--eres una joven en\xE9rgica e inteligente, y si emprendes algo, no flaquear\xE1s. \xBFQuieres velar por ella, para que no se desaliente, si todav\xEDa esta vez me voy sin haber hablado? \xBFLo quieres? --S\xED, velar\xE9--repet\xED. --\xBFY quieres escribirme de cuando en cuando para decirme c\xF3mo est\xE1, si se siente bien, si sigue animosa? \xBFQuieres? --Te escribir\xE9--volv\xED a contestar. --Entonces, ven, dame un beso, y seamos buenos amigos en lo sucesivo y para siempre. Y me bes\xF3 en los labios... Cinco minutos despu\xE9s est\xE1bamos a caballo, y trot\xE1bamos r\xE1pidamente hacia la casa, pues ya comenzaba a obscurecer. --\xA1Cu\xE1nto han tardado!--dijo Marta que estaba en el terrado, con su delantal blanco, y nos sonre\xEDa desde lejos. Cuando la vi, experiment\xE9 el sentimiento de que toda la ternura que yo pudiera prodigarle, ser\xEDa poca. Me precipit\xE9 hacia ella y la bes\xE9 impetuosamente. Pero, al mismo tiempo tuve pena, pues me parec\xEDa que as\xED borraba de mis labios el beso de Roberto. Me desprend\xED de sus brazos, con el coraz\xF3n oprimido, y me alej\xE9. En la mesa, esa misma noche, no ces\xE9 de mirar a mi primo, pues me imaginaba que me recordar\xEDa con una se\xF1a nuestro convenio secreto. Pero \xE9l no pens\xF3 en ello; s\xF3lo cuando todos se levantaron dese\xE1ndose \xABbuena digesti\xF3n,\xBB me estrech\xF3 la mano de un modo muy particular, como nunca lo hab\xEDa hecho antes. Esto me hizo tan feliz como si hubiera recibido un magn\xEDfico presente. Esa noche, me cost\xF3 mucho trabajo esperar el momento en que me encontrar\xEDa en mi cama, con la vela apagada. Me gustaba quedarme as\xED, una hora por lo menos, con los ojos bien abiertos en la obscuridad, y so\xF1ando: ten\xEDa la facultad de poder quedarme despierta todo el tiempo que quer\xEDa, y de dormirme tan pronto como me parec\xEDa conveniente; para ello no ten\xEDa m\xE1s que hundir la nariz en la almohada, y era cosa hecha. Esta vez me estir\xE9 en mi cama con un sentimiento de bienestar que nunca hab\xEDa conocido en mi vida. Todos los deseos de mi existencia me parec\xEDan colmados. Mis mejillas ard\xEDan y en mis labios ten\xEDa, todav\xEDa sensible, la picaz\xF3n ligera del primer beso con que un hombre--pap\xE1, naturalmente, no contaba,--los hubiera rozado. Y si, contempl\xE1ndolo de cerca, ese beso se dirig\xEDa tambi\xE9n a otra, \xBFqu\xE9 me importaba? Era tan joven todav\xEDa, que no pod\xEDa pretender semejante cosa para m\xED sola. Volv\xED una vez m\xE1s a mi idea predilecta: \xBFQu\xE9 har\xEDa yo si estuviera en el lugar de Marta? De esta suerte, no necesitaba desgarrar el tejido de imaginaciones, que no eran m\xE1s que puras quimeras--ese d\xEDa me lo hab\xEDa probado bien,--pero pod\xEDa trabajar en \xE9l con toda tranquilidad, y fue lo que hice en mi desvelo o en mis sue\xF1os, hasta la ma\xF1ana siguiente. Dos d\xEDas despu\xE9s, Roberto parti\xF3. Algunas horas antes de marcharse tuvo una larga conversaci\xF3n con Marta en el jard\xEDn. Los vi internarse en \xE9l sin sentir celos, y fue para m\xED un placer indecible el guardar la puerta para que nadie los sorprendiera. Cuando reaparecieron, estaban silenciosos y fijaban en el suelo sus miradas serias y tristes. No, no se hab\xEDa declarado, bien lo vi a la primera ojeada, pero hab\xEDa hablado del porvenir e insinuado sin duda algunas palabritas de t\xEDmida esperanza. En el momento en que iba a subir al carruaje se encontr\xF3 por casualidad solo conmigo algunos segundos. Me tom\xF3 la mano y murmur\xF3: --\xBFNo revelar\xE1s una sola palabra? \xBFPuedo contar con ello? Hice un signo de afirmaci\xF3n en\xE9rgica. --\xBFY me escribir\xE1s pronto? --Seguramente. --\xBFAd\xF3nde debo dirigirte la respuesta? Me qued\xE9 azorada: no hab\xEDa pensado en ello. Pero, como los minutos eran contados, nombr\xE9 al azar a un viejo mayordomo que me hab\xEDa demostrado siempre m\xE1s afecto que nadie. VIII El tiempo transcurr\xEDa. Lo mismo que antes, los d\xEDas suced\xEDan a los d\xEDas, y sin embargo, \xA1cu\xE1n nuevo y particular se hab\xEDa vuelto el mundo para m\xED! Ya no necesitaba estudiar el amor en los libros, ni mirarlo de lejos; hab\xEDa penetrado en persona en todo mi ser, sus dulces enigmas me envolv\xEDan por todas partes y pod\xEDa--\xA1oh deleite!--divertirme con ellos: estaba sumergida hasta la cabeza en la intriga que deb\xEDa asegurar la felicidad de mi hermana. Era maravilla ver, despu\xE9s de esa visita de Roberto, c\xF3mo Marta volv\xEDa a la vida y recuperaba a la vez fuerzas, colores y salud. Esos pocos d\xEDas de existencia en com\xFAn con \xE9l hab\xEDan obrado sobre ella como un ba\xF1o fortificante, y m\xE1s aun la milagrosa fuente de la esperanza, de la cual hab\xEDa bebido furtivamente a grandes tragos. Sin duda, no hab\xEDa recobrado su brillante alegr\xEDa de otros tiempos, que esos siete a\xF1os de ansiosa espera parec\xEDan haberse llevado irrevocablemente; ni cantos ni risas se escapaban ya de sus labios, pero un brillo suave y c\xE1lido animaba sus facciones como si una luz salida del alma, las iluminara. Ya no se arrastraba por la casa a pasos lentos y cansados, y cuando alguien se le acercaba, ella lo acog\xEDa con una sonrisa amistosa. Como su dicha necesitaba desahogarse en afecto, se me acercaba m\xE1s y m\xE1s y procuraba penetrar en mi pensamiento taciturno y solitario. Eso no hac\xEDa m\xE1s que aumentar mi cari\xF1o e impulsarme a rogar a Dios para que derramara sus bendiciones sobre ella, pero no le daba mi confianza. Mientras no me abriera su coraz\xF3n ella misma, no pod\xEDa ni quer\xEDa confesarle cu\xE1n profundamente mis ojos hab\xEDan penetrado ya en \xE9l. M\xE1s de una vez me sorprend\xED contempl\xE1ndola con un sentimiento maternal, si puedo decirlo, pues desde que estaba en correspondencia seguida con Roberto, me figuraba que verdaderamente ten\xEDa la felicidad de ambos en mis manos. En mi presunci\xF3n, me consideraba f\xE1cilmente como un buen genio, vestido de blanco, con una palma en la mano, y cuya sonrisa vert\xEDa bendiciones. Mientras tanto, contaba los d\xEDas hasta la llegada de una carta de Roberto, y corr\xEDa de ac\xE1 para all\xE1, con las mejillas encendidas, cuando, al fin, la llevaba sobre mi coraz\xF3n. Esas cartas se me hab\xEDan hecho tan necesarias, que me era dif\xEDcil concebir c\xF3mo hab\xEDa podido vivir antes sin ellas. So pretexto de contarle los hechos y dichos de Marta, sab\xEDa muy bien ahuyentar las penas de su coraz\xF3n con mi charla, infantil y loca como gusta a los hombres, para poder sentirse superiores a nosotras, o seria y llena de madurez, como se hab\xEDa vuelto mi coraz\xF3n. Le agradaba mi ch\xE1chara, cualquiera que fuera su tono, como se escucha con gusto el gorjeo de un p\xE1jaro cantor, y yo no ped\xEDa m\xE1s. \xA1Le estaba tan agradecida porque me hab\xEDa asociado a su grande y sincera pasi\xF3n, a m\xED, a la chicuela a quien todav\xEDa hac\xEDan salir de la habitaci\xF3n cuando la gente grande quer\xEDa hablar de cosas serias! Toda mi dignidad, toda la importancia que yo ten\xEDa a mis propios ojos, me ven\xEDan de ese papel de protectora. As\xED crec\xEDa yo con ese amor, me alimentaba con esa pasi\xF3n, de la que nunca la menor migaja deb\xEDa caer para m\xED de la mesa. * * * Cuando lleg\xF3 el oto\xF1o, not\xE9 que Marta manifestaba una agitaci\xF3n extraordinaria. Andaba con paso febril por su cuarto, permanec\xEDa a veces la mitad de la noche en la ventana, hablaba en voz alta haciendo ademanes cuando cre\xEDa estar sola, y se estremec\xEDa violentamente cuando se ve\xEDa sorprendida. Inform\xE9 fielmente a Roberto de lo que hab\xEDa observado y le pregunt\xE9 adem\xE1s si no hab\xEDa hecho quiz\xE1 esperar su visita para aquella \xE9poca, pues toda la manera de ser de Marta me parec\xEDa provocada por una sobreexcitaci\xF3n enfermiza de la espera. Tuve ocasi\xF3n de estar satisfecha de los conocimientos psicol\xF3gicos de mis diecisiete a\xF1os, pues mis previsiones eran justas. Profundamente abatido, me escribi\xF3 que efectivamente, al separarse de ella, hab\xEDa expresado la esperanza de poder volver en el oto\xF1o siguiente con cara m\xE1s alegre; pero se hab\xEDa equivocado: estaba, m\xE1s que nunca, sumergido en las penas y en las deudas, y trabajaba como un esclavo sin ver brillar el menor fulgor de esperanza. \xABPor lo menos--le contest\xE9,--l\xEDbrala del tormento de la espera e informa a nuestros padres, con miramientos, de tu situaci\xF3n.\xBB As\xED lo hizo: dos d\xEDas despu\xE9s, pap\xE1, muy apenado, trajo la carta que a causa de mi juventud, todav\xEDa demasiado irracional, yo no deb\xEDa leer. Esa carta tuvo sobre el \xE1nimo de Marta una influencia que me asust\xF3 y me conmovi\xF3. La sobreexcitaci\xF3n de las \xFAltimas semanas desapareci\xF3 repentinamente, como barrida de golpe, y dej\xF3 el lugar a ese abatimiento desesperado que, ya una vez antes de la venida de Roberto, la hab\xEDa convertido en una sombra: nuevamente se enflaqueci\xF3, y dos surcos profundos se abrieron en torno de sus ojos, otra vez tuvo que recurrir a las gotas de valeriana en los momentos frecuentes en que se retorc\xEDa en crisis dolorosas, otra vez tambi\xE9n le hab\xEDa vuelto ese perpetuo deseo de llorar que, a la menor ocasi\xF3n, se daba curso en torrentes de l\xE1grimas. Esta vez, pap\xE1 no mand\xF3 buscar al m\xE9dico: pod\xEDa fijar el dian\xF3stico \xE9l mismo. Hasta mam\xE1 se compadeci\xF3 de los sufrimientos de la desdichada, tanto como se lo permit\xEDa su apat\xEDa, y \xE9sta no consent\xEDa que se alejase de la estufa para atender a su hija enferma. En cuanto a m\xED, encontr\xE9 entonces por primera vez la ocasi\xF3n de mostrar a los m\xEDos que ya no era una criatura y que mi voluntad ten\xEDa alg\xFAn valor, aun cuando se tratara de cosas serias. Asum\xED toda la direcci\xF3n de la casa, y por m\xE1s que todos sonrieron maliciosamente y protestaron, y Marta me explic\xF3 repetidas veces que jam\xE1s consentir\xEDa que yo, la m\xE1s joven, la suplantase, me las compuse tan bien que al cabo de quince d\xEDas yo era quien manejaba toda la casa. Fue aquella la \xFAnica \xE9poca en que tuvi\xE9ramos todos que disputar con Marta; pero poco a poco fuerza le fue reconocer que lo que yo hac\xEDa era por amor a ella, y finalmente concluy\xF3 por ser la primera en agradec\xE9rmelo. Por otra parte, se acostumbr\xF3 a cederme en m\xE1s de un punto, aunque tratando de disimularse a s\xED misma mi influencia y dando a entender que hab\xEDa que dejar hacer su voluntad a los ni\xF1os. En mi correspondencia con Roberto, aprend\xED por primera vez que se puede mentir por amor. Le disimul\xE9 el triste efecto que hab\xEDa producido su carta; s\xED, no me ruborizaba de escribirle que todo marchaba perfectamente. Proced\xEDa as\xED porque estaba persuadida de que la verdad lo habr\xEDa sumido en una multitud de nuevos cuidados y pesares, que no dejar\xEDan de abatirlo, puesto que nada pod\xEDa remediar. Pero entonces se me hac\xEDa terriblemente dif\xEDcil conservar el tono de charla ligera, y muy a menudo las bromas se helaban en la punta de mi pluma. Y todo se ensombrec\xEDa de d\xEDa en d\xEDa en torno nuestro. Pap\xE1 estaba cabizbajo, porque las malas cosechas hab\xEDan defraudado sus m\xE1s bellas esperanzas; mam\xE1 murmuraba, porque nadie iba a distraerla, y Marta se marchitaba cada vez m\xE1s. Las fiestas de Navidad llegaron, tan tristes como nunca hasta entonces nuestro apacible interior hab\xEDa visto otras. En torno del flamante \xE1rbol de Navidad, que esta vez yo hab\xEDa adornado e iluminado en lugar de Marta, permanec\xEDamos inm\xF3viles sin saber qu\xE9 decirnos, tan oprimido ten\xEDamos el coraz\xF3n. Y, como nadie se decid\xEDa a hacerlo, tuve que esforzarme en re\xEDr y hacer lo posible para borrar las arrugas de inquietud que surcaban todas las frentes. Pero casi no encontr\xE9 eco y por \xFAltimo nos dimos la mano dese\xE1ndonos buenas noches para retirarnos cada uno a nuestro cuarto, puesto que no sab\xEDamos c\xF3mo entrar en materia los unos con los otros. Cuando llegu\xE9 al lado de Marta, que estaba sentada en un rinc\xF3n, con los ojos fijos en las velas que comenzaban a apagarse, sent\xED que un doloroso estremecimiento me atraves\xF3 el pecho, como si le hubiera hecho un agravio que debiera reparar; pero ignoraba cu\xE1l pod\xEDa ser ese agravio. Ella me dijo al besarme en la frente; --\xA1Que Dios te conserve tu valiente coraz\xF3n, Olguita! Te agradezco mucho las bromas que te has esforzado en decir hoy. No supe qu\xE9 contestar, pues ese sentimiento de culpabilidad que no pod\xEDa definir, me desgarraba el coraz\xF3n. Cuando me encontr\xE9 sola en mi cuarto, me dije: \xAB\xA1Bueno, ahora vas a festejar la Navidad!\xBB Saqu\xE9 las cartas de Roberto de la gaveta en que las ten\xEDa cuidadosamente escondidas y resolv\xED leerlas hasta una hora avanzada de la noche. La tempestad sacud\xEDa los postigos, la nieve, empujada por las r\xE1fagas del viento, barr\xEDa los vidrios con un roce ligero y la l\xE1mpara de pantalla verde suspendida del cielo raso, esparc\xEDa sobre m\xED su fulgor apacible. En el momento en que colocaba c\xF3modamente delante de m\xED el paquetito de cartas, o\xED junto a m\xED, en el dormitorio de Marta, el ruido sordo de una ca\xEDda, y luego un murmullo indistinto que me pareci\xF3 el de una oraci\xF3n mezclada con sollozos. \xAB\xA1He ah\xED c\xF3mo celebra la noche de Navidad!\xBB--pens\xE9 juntando involuntariamente las manos. Sent\xED otra vez un dolor en el coraz\xF3n, como si mi conducta hacia mi hermana fuera falsa y cruel. Y continu\xE9 devan\xE1ndome los sesos hasta que vi claramente que s\xF3lo las cartas eran culpables. \xAB\xBFNo es por su bien por lo que escribo y por lo que guardo silencio?\xBB--me pregunt\xE9. Pero mi conciencia no se dej\xF3 seducir. No. Aquello fue como si un rayo me hiriera en la cara, pues sent\xED con qu\xE9 delicias mi coraz\xF3n acariciaba esas cartas. \xAB\xBFQu\xE9 no dar\xEDa ella por una de estas hojas?\xBB--me dije en seguida.--\xABElla que comienza a dudar del amor de Roberto, que lucha con la angustiosa idea de que, si no ha venido, es \xFAnicamente porque quiere arrancarla de su coraz\xF3n.\xBB \xABY t\xFA oyes sus sollozos--continuaba una voz dentro de m\xED,--y la dejas presa de sus torturas mientras que t\xFA te deleitas pensando en que tienes un secreto con \xE9l, con \xE9l, que pertenece s\xF3lo a _ella_.\xBB Me escond\xED la cara entre las manos: la verg\xFCenza se apoderaba de m\xED tan violentamente, que tuve miedo de la luz que me alumbraba. \xAB\xA1Dale esas cartas!\xBB--me grit\xF3 repentinamente una voz, y me lo grit\xF3 tan alto y con tanta claridad, que me pareci\xF3 que era la tempestad la que me hab\xEDa lanzado esas palabras al o\xEDdo. Entonces tuve que sostener una lucha terrible. Sin embargo, cada vez que mi buena voluntad ced\xEDa, instada por el temor de faltar a la palabra que hab\xEDa dado a Roberto, y por el deseo de seguir todav\xEDa en correspondencia secreta con \xE9l, el ruido de los sollozos y de la oraci\xF3n de Marta llegaba hasta m\xED m\xE1s claro, y me trastornaba a tal punto los sentidos, que me parec\xEDa que iba a verme obligada a huir hasta el fin del mundo, para no o\xEDrlo m\xE1s. Y conclu\xED por cumplir conmigo misma. Tom\xE9 las cartas, las reun\xED en un elegante paquete que at\xE9 con una cinta y me dispuse a llev\xE1rselas a su cuarto. \xAB\xA1Este ser\xE1 su regalo de Navidad!\xBB--dije pensando en que ese a\xF1o no hab\xEDa podido hacerle, como de costumbre, un bordado o un tejido; y, como siempre agrada, cuando se hace un regalo, cierto aparato para ocultar la alegr\xEDa que desborda del coraz\xF3n, resolv\xED representar todav\xEDa un poco la comedia, antes de entreg\xE1rselas. Baj\xE9 a medio vestir, tal como estaba, a la sala del piso inferior, donde se encontraban nuestros regalos, bajo el \xE1rbol de Navidad. Tanteando en la obscuridad, busqu\xE9 su plato, recog\xED los objetos que estaban al lado de \xE9ste, y por encima de todo coloqu\xE9 el paquete de cartas. Cargada de esta manera, me acerqu\xE9 a su puerta y toqu\xE9. O\xED un roce, el ruido que hace una persona que se levanta bruscamente, y, al cabo de un intervalo bastante largo--sin duda el tiempo necesario para enjugarse los ojos,--su voz reson\xF3 muy cerca de la puerta, preguntando qui\xE9n estaba all\xED y qu\xE9 quer\xEDan. --Soy yo, Marta--dije.--Te traigo tu plato; lo hab\xEDas dejado abajo. --Ll\xE9valo a tu cuarto, ir\xE9 a buscarlo ma\xF1ana--respondi\xF3 ella. Y en la voz ten\xEDa sollozos que se esforzaba en disimular. --Pero un nuevo regalo ha venido a agregarse a los dem\xE1s--dije. Y tambi\xE9n mis palabras estaban medio ahogadas por las l\xE1grimas. --\xA1Bien! Me lo dar\xE1s ma\xF1ana--replic\xF3,--ya estoy desvestida. --Pero ese regalo es m\xEDo--dije. Y, como en la bondad de su coraz\xF3n, temi\xF3 ofenderme, no obstante su inmenso dolor, me abri\xF3 la puerta. Me lanc\xE9 hacia ella y llor\xE9 sobre su hombro, apretando convulsivamente el plato con la mano izquierda. --\xBFQu\xE9 tienes, querida?--me pregunt\xF3 acarici\xE1ndome.--En toda la casa eras la \xFAnica que conservabas tu buen humor, y ahora... Me arm\xE9 de valor y, acerc\xE1ndola a la luz, le mostr\xE9 el plato. A la primera ojeada reconoci\xF3 la letra; se puso blanca como el yeso que cubr\xEDa las paredes, y, con sus ojos enrojecidos por las l\xE1grimas, me mir\xF3 fijamente como si hubiera perdido la raz\xF3n. --T\xF3malo, pues--dije,--t\xF3malo. Ella extendi\xF3 la mano, pero la retir\xF3 con un adem\xE1n brusco: se hubiera dicho que hab\xEDa tocado un hierro candente. --Ves, Marta--dije, deseando vengarme de su silencio y para darme cierta importancia,--no has querido tener confianza en m\xED, me has tratado siempre como a una criatura, pero todo lo he adivinado, y, mientras t\xFA te desesperabas, yo he obrado. Ella continuaba mir\xE1ndome fijamente, desconcertada, sin comprender. --Crees que Roberto no se inquieta por ti--continu\xE9.--Sin embargo, he tenido que darle cuenta de tu vida, de tu salud, cada semana regularmente. Marta retrocedi\xF3 tambale\xE1ndose, se llev\xF3 las manos a la cabeza, y, de improviso, una especie de calofr\xEDo la sacudi\xF3. Se adelant\xF3 hacia m\xED, me tom\xF3 las manos y con voz singularmente velada, dijo: --\xA1M\xEDrame de frente, Olga! \xBFQui\xE9n de los dos ha escrito la primera carta? --\xA1Yo!--dije asombrada, no sabiendo todav\xEDa ad\xF3nde quer\xEDa ir a parar. --\xBFY t\xFA le has... le has revelado mi estado, me has... ofrecido... Olga? --\xBFQu\xE9 idea es esa?--dije.--El mismo fue quien me confes\xF3 todo, cuando estaba aqu\xED... \xA1Oh! Me conoc\xEDa mejor que t\xFA--agregu\xE9, no queriendo dejar escapar de mi juego ese ligero triunfo,--no se avergonz\xF3 de tomarme de confidente. --\xA1Alabado sea Dios!--murmur\xF3 ella con un profundo suspiro, juntando las manos. --Pero ven, Marta--dije llev\xE1ndola a la mesa.--Vamos a festejar la Navidad. Entonces le\xEDmos juntas las cartas, una tras otra, y, en cada una de ellas, en cada una de las frases sencillas y desma\xF1adas, aparec\xEDa el coraz\xF3n afectuoso de Roberto, su coraz\xF3n de oro; arrojaba en nuestras almas abrumadas por el dolor una llamarada ardiente que nos consolaba y nos devolv\xEDa la alegr\xEDa. Re\xEDamos y llor\xE1bamos, con las mejillas apoyadas una contra otra, y nos estrech\xE1bamos con fuerza las manos, como para procurarnos rec\xEDprocamente la sensaci\xF3n de esas vivas y vigorosas presiones, que prodigaba su tosca mano roja. Y de pronto, est\xE1bamos en uno de esos p\xE1rrafos en que \xE9l me rogaba encarecidamente que cuidara a Marta, que velara sobre ella, \xE9sta se sinti\xF3 abrumada bajo el peso de su felicidad, y, me ruborizo al decirlo, se dej\xF3 caer delante de m\xED y apoy\xF3 sus labios en mi mano. Pero, por violenta que fuera mi emoci\xF3n, ya no sent\xEDa trazas de ese dolor punzante que, hac\xEDa poco todav\xEDa, junto al \xE1rbol de Navidad, me oprim\xEDa el coraz\xF3n. Hab\xEDa cancelado mi deuda y fue en completa libertad, con el coraz\xF3n aligerado, como me jur\xE9 velar en lo sucesivo como un \xE1ngel tutelar sobre mi hermana que, mucho m\xE1s que yo, ni\xF1a simple y sin experiencia, necesitaba apoyo y protecci\xF3n. Y ella lo sinti\xF3 tambi\xE9n, pues, aunque hasta entonces me hubiera tratado como a una criatura, se abandon\xF3 a mi direcci\xF3n sin resistencia. Al fin hab\xEDa conseguido lo que deseaba mi coraz\xF3n. Exist\xEDa un ser humano a quien pod\xEDa mimar y acariciar a mi gusto, y como entonces nada nos separaba ya, dediqu\xE9 a mi hermana toda la ternura que durante tanto tiempo hab\xEDa dormido inactiva en el fondo de mi alma. No fue poca la sorpresa de mi padre y de mi madre al ver en nuestras relaciones, que en los \xFAltimos tiempos sobre todo dejaban mucho que desear, esa intimidad, esa cordialidad nuevas, y a la misma Marta le era dif\xEDcil acostumbrarse a ello. Me miraba siempre con extra\xF1eza y dec\xEDa a menudo: --\xA1C\xF3mo habr\xEDa podido adivinar nunca que hab\xEDa en ti tanto afecto! Si hubiera sabido qu\xE9 sacrificio hab\xEDa hecho revelando mi secreto, habr\xEDa dado a\xFAn m\xE1s valor a mi cari\xF1o. En verdad, mis presentimientos no me hab\xEDan enga\xF1ado: desde el momento en que Marta tuvo las cartas en sus manos, se acab\xF3 para siempre la dicha que me causaba ese convenio secreto con Roberto. Ya no era para m\xED m\xE1s que un extra\xF1o y, cuando me sentaba a escribirle, me parec\xEDa ser una simple m\xE1quina encargada de copiar los pensamientos de otros: as\xED me suced\xEDa a menudo entregar a Marta una carta sin haberla le\xEDdo, tal como acababa de recibirla de manos del mayordomo. A veces sent\xEDa remordimientos al pensar que abusaba de la confianza de Roberto, pues \xE9l no sospechaba que Marta estuviera en el secreto; pero, cuando la miraba, cuando ve\xEDa desplegarse su sonrisa, y brillar en sus ojos so\xF1adores la paz y la felicidad, me dec\xEDa que era imposible que hubiera procedido mal, y mis escr\xFApulos se acallaban. Hasta entonces no hab\xEDa enga\xF1ado m\xE1s que a \xE9l; muy pronto mi traici\xF3n deb\xEDa alcanzar tambi\xE9n a Marta. IX El invierno y la primavera pasaron velozmente y lleg\xF3 el momento en que las gavillas comenzaron a amontonarse en los trojes. Roberto deb\xEDa venir tan pronto como la cosecha hubiera terminado; \xABpero hasta entonces--escrib\xEDa,--habr\xE1 que vencer m\xE1s de una grave dificultad.\xBB Un d\xEDa, pap\xE1 entr\xF3 en la cocina donde est\xE1bamos, y tomando una expresi\xF3n indiferente, se pase\xF3 un instante por entre los calderos, resoplando y golpeando con su varilla las largas ca\xF1as de sus botas. --\xBFTe has vuelto inspector de cocinas hoy, pap\xE1?--dije. \xC9l solt\xF3 una risa breve y dijo: --S\xED, me he vuelto inspector de cocinas. Y despu\xE9s de haber andado todav\xEDa algunos minutos en silencio, se detuvo de improviso delante de Marta y dijo: --Si tuvieras tiempo, hija m\xEDa, \xBFpodr\xEDas quiz\xE1 venir un momento? Tu madre y yo tenemos que hablarte. --\xA1Vaya, vaya, ahora comprendo esos largos preliminares! \xBFPuedo asistir yo tambi\xE9n a la entrevista? --No--respondi\xF3 \xE9l,--t\xFA te quedar\xE1s en la cocina. Durante un instante el silencio rein\xF3 en la casa; en torno m\xEDo el vapor silbaba, las cacerolas cantaban, la sirvienta hac\xEDa gran ruido al limpiar los cuchillos, pero de repente se oy\xF3, dominando todo ese ruido, un grito breve y estridente que no pod\xEDa provenir m\xE1s que de Marta. Temblorosa aguc\xE9 el o\xEDdo, y en el mismo instante pap\xE1 se precipit\xF3 en la cocina gritando: --\xA1Agua! Pas\xE9 a su lado como una exhalaci\xF3n, y encontr\xE9 a mi hermana tendida en el suelo, sin conocimiento, con la cabeza sobre las rodillas de mam\xE1. --\xBFQu\xE9 le han hecho ustedes a Marta?--grit\xE9 dej\xE1ndome caer de rodillas junto a \xE9sta. Nadie me contest\xF3. Mam\xE1, desatinada, se retorc\xEDa las manos, y pap\xE1 se mord\xEDa el bigote, sin duda para retener las l\xE1grimas. Entonces, al inclinarme hacia mi hermana, vi en el suelo, junto a ella, una hoja de papel de carta rayado de azul; me apoder\xE9 de \xE9l tan vivamente como pude, sin que nadie notara ese movimiento. Despu\xE9s me apresur\xE9 a hacer lo m\xE1s urgente, que era hacer volver en s\xED a Marta y acompa\xF1\xE9 a su cuarto a la desdichada, que dirig\xEDa en su derredor miradas atontadas. Una vez all\xED la acost\xE9. Con los ojos fijos en el cielo raso, me ped\xEDa de cuando en cuando de beber; parec\xEDa no haber recuperado sus sentidos todav\xEDa. Pero yo saqu\xE9 en secreto la carta de mi bolsillo y le\xED lo que transcribo aqu\xED literalmente, pues he conservado cuidadosamente ese monumento del amor de una madre y de una hermana: \xAB\xA1Mi hermano muy querido, mi muy querida cu\xF1ada! \xBBUna circunstancia muy triste para m\xED me obliga a escribiros hoy. Est\xE1is persuadidos, no lo dudo, de que os quiero mucho y de que mi coraz\xF3n no tiene deseo m\xE1s vivo que el de conservar con vosotros y vuestros hijos las relaciones m\xE1s cordiales. Desde que estoy en el mundo, no os he hecho m\xE1s que bien, no os he atestiguado otra cosa que afecto y vosotros me hab\xE9is correspondido siempre. En nombre de ese afecto os dirijo hoy una s\xFAplica, dictada por mi coraz\xF3n de madre torturado por la angustia. Esta ma\xF1ana mi hijo Roberto vino a casa y nos declar\xF3, a mi marido y a m\xED, que ten\xEDa la intenci\xF3n de pediros la mano de vuestra hija Marta; al mismo tiempo solicitaba nuestro consentimiento, del cual no pod\xEDa abstenerse, como buen hijo y buen amo de casa, pues, \xA1ay de m\xED! todav\xEDa necesitar\xE1 m\xE1s de una vez nuestra ayuda. \xBBSi hubiera escuchado la voz de mi coraz\xF3n, le habr\xEDa saltado al cuello con l\xE1grimas de gozo, pero me fue necesario conservar toda mi sangre fr\xEDa, por mi marido y por mi hijo, que no son uno y otro m\xE1s que dos ni\xF1os, y me vi obligada a decirle que ese casamiento no pod\xEDa hacerse. \xBBMi querido hermano, no quiero reprocharte el que no hayas sabido conservar tu fortuna: lejos de m\xED el pensamiento de mezclarme en cosas que no me importan; pero, en el punto en que estamos, me permitir\xE9is os diga que vuestra propiedad est\xE1 gravada de deudas y que vuestras hijas, fuera de un ajuar que, quiero creerlo, ser\xE1 rico, no podr\xE1n contar con un centavo de dote. \xBBPor otra parte, los bienes de mi hijo Roberto est\xE1n tambi\xE9n cargados de deudas; efectivamente, ha tenido que pagar fuertes sumas para desinteresar a sus hermanos y hermanas, y adem\xE1s nosotros hemos conservado sobre la propiedad una hipoteca cuyos intereses nos hacen vivir, lo mismo que a mis otros hijos. En estas condiciones un casamiento con una joven pobre lo llevar\xEDa infaliblemente a la ruina. \xBBNo hablo de la salud de vuestra hija Marta, que, a juzgar por vuestras cartas, debe ser una persona d\xE9bil y enfermiza, incapaz por consiguiente de llevar con vigor el peso de una labor tan grande y de hacer la felicidad de Roberto; tan s\xF3lo el pensamiento de verla entrar en casa de mi hijo con las manos vac\xEDas basta para convencerme de que ser\xEDa desgraciada y no podr\xEDa menos que hacerlo desgraciado a \xE9l mismo. \xBBSi vuestra hija Marta ama realmente a mi hijo, no le ser\xE1 dif\xEDcil, en el inter\xE9s mismo de la felicidad de su primo, renunciar a \xE9l, esto en el caso de que Roberto tuviera el valor de pedir su mano, no obstante la prohibici\xF3n de sus padres; pero no preveo, ni siquiera puedo concebir, en un hijo, semejante desobediencia a la voluntad paternal. \xBBConozco demasiado, mis queridos amigos, el afecto que profes\xE1is a vuestra hermana, para no estar persuadida de que negar\xE9is como yo, desde hoy, y para siempre, vuestro consentimiento a esa uni\xF3n funesta e irracional. \xBBVuestra hermana que os querr\xE1 siempre, \xBB_Juana Hellinger._ \xBBP. S.--\xBFLa cosecha es buena por all\xE1? Aqu\xED el centeno de invierno ha dado, pero las patatas sufren mucho de la enfermedad.\xBB Al leer esa prosa vulgar e hip\xF3crita, me acometi\xF3 un furor tal, que solt\xE9 una violenta carcajada, y tirando la carta al suelo me puse a pisotearla. Un ligero suspiro de Marta, a quien, sin duda, mi risa hab\xEDa hecho mal, me volvi\xF3 a la raz\xF3n. All\xED yac\xEDa ella, desesperada, como quebrantada por el golpe que habr\xEDa debido, por el contrario, retemplar su valor y darle nuevas fuerzas para la resistencia. Y, mientras yo la miraba, torturada por el pensamiento de estar condenada al papel de espectadora impotente, mi coraz\xF3n dej\xF3 escapar una vez m\xE1s, con un suspiro, ese lamento de otras veces: \xAB\xA1Que no est\xE9 yo en su lugar!\xBB \xA1Pero cu\xE1ntas cosas nuevas encerraba hoy! Lo que antes no hab\xEDa sido m\xE1s que una locura, una ni\xF1ada, hab\xEDa hecho lugar a sentimientos serios: el valor del sacrificio y la confianza en mi fuerza. Entonces resolv\xED obrar, si acaso era todav\xEDa tiempo. Quise primero ir a buscar a mis padres, decirles lo que hab\xEDa hecho, que estaba desde hac\xEDa mucho tiempo al corriente de la situaci\xF3n, y finalmente exigir de ellos que me diesen en el consejo de familia el lugar al cual ten\xEDa derecho, a pesar de mi juventud. Pero desech\xE9 en seguida esta idea. Tan pronto como hubiera tomado parte en las deliberaciones de familia, mi deber ser\xEDa no proceder en contra de sus designios. Y no pod\xEDa contribuir a la salvaci\xF3n de mi pobre hermana, como lo entend\xEDa y siguiendo el plan que hab\xEDa concebido, sino a condici\xF3n de fingir una ignorancia absoluta. Muy pronto vi en qu\xE9 estado estaban las cosas. Cada uno hab\xEDa guardado de la carta lo que respond\xEDa mejor a su temperamento. Pap\xE1, herido en su orgullo de hombre pobre, habr\xEDa en lo sucesivo considerado como una verg\xFCenza el dejar entrar a su hija en una familia en que se la mirar\xEDa con malos ojos. Mam\xE1, por su parte, se hab\xEDa dejado enternecer por los testimonios de afecto de que la carta estaba sembrada, y estimaba que no se deb\xEDa burlar la confianza de su cu\xF1ada. \xBFY Marta? Aquella noche, mientras yo velaba junto a su cama, sent\xED que su mano ardiente se posaba sobre la m\xEDa y su d\xE9bil brazo me atra\xEDa suavemente hacia ella. --Tengo que hablarte, Olga--murmur\xF3, con la mirada siempre tristemente fija en el cielo raso. --\xBFSi esper\xE1ramos hasta ma\xF1ana?--respond\xED. --No--dijo ella,--en el intervalo podr\xEDan suceder cosas que no deben producirse. A partir de hoy, todo ha concluido entre \xE9l y yo. --Entonces conoces muy mal a Roberto--dije. --Pero yo me conozco bien--dijo ella.--Yo soy quien rompe. --\xA1Marta!--grit\xE9 espantada. --Bien s\xE9 que esto me matar\xE1--dijo ella.--\xBFPero qu\xE9 importa? Mi vida poco vale. Eso es mejor que hacerlo desgraciado. --La fiebre es la que te hace hablar as\xED, Marta--exclam\xE9,--pues no te creo tan tonta como para dejarte hechizar por los melindres de esa vieja bruja. --Siento demasiado que dice la verdad--dijo ella. Un helado calofr\xEDo recorri\xF3 todo mi cuerpo al o\xEDrla proferir, con el tono tranquilo de un colegial que recita una lecci\xF3n, esas palabras de una tristeza desesperante. --No protestes--continu\xF3,--no es s\xF3lo de hoy que lo s\xE9; siempre tuve ese presentimiento, y verdaderamente no necesitaba asustarme tanto hoy. Pero, qu\xE9 quieres, causa siempre impresi\xF3n el ver de repente escrita con todas sus letras la sentencia que hasta entonces uno no se atrev\xEDa a confesar a su propia conciencia. Trat\xE9 de consolarla con toda la elocuencia de que era capaz, hund\xED a la t\xEDa en el abismo m\xE1s negro del infierno, y demostr\xE9 a Marta menudamente que ella hab\xEDa nacido para desempe\xF1ar en la casa de Roberto el papel de \xE1ngel bienhechor. Pero todo fue in\xFAtil, no consegu\xED hacer revivir su fe en s\xED misma; el golpe la hab\xEDa herido demasiado profundamente. Por \xFAltimo me pidi\xF3 que no escribiera una sola carta m\xE1s a Roberto y que rompiera para siempre toda relaci\xF3n con \xE9l. Me sent\xED espantada hasta el fondo del alma por m\xED misma quiz\xE1 tanto como por ella; me negu\xE9 con toda la energ\xEDa que pude encontrar en m\xED; pero ella insisti\xF3, y, ante la amenaza que me hizo de revelar a la familia mi correspondencia con Roberto, tuve que consentir de grado o por fuerza. Entonces vinieron d\xEDas tristes; Marta vagaba, semejante a un fantasma. Pap\xE1, siempre a caballo, recorr\xEDa como un montaraz los campos y los bosques, no asist\xEDa regularmente a las comidas y para ninguna de nosotras ten\xEDa una buena palabra. Mam\xE1, nuestra bonachona mam\xE1, tej\xEDa sentada en su rinc\xF3n y de cuando en cuando enjugaba sus l\xE1grimas, echando en su derredor miradas inquietas para ver si nadie lo hab\xEDa notado. \xA1Ah, s\xED, aquella fue una \xE9poca bien triste! Yo hab\xEDa recibido de Roberto dos cartas apremiantes. Me dec\xEDa que la inquietud lo devoraba y me suplicaba que le enviara noticias a vuelta de correo. No se lo dije a Marta, pero cumpl\xED mi promesa. Ocho d\xEDas pasaron; entonces not\xE9 que mis padres deliberaban acerca de la respuesta que deb\xEDan enviar a la t\xEDa. Pap\xE1 era de opini\xF3n, para que no se pudiera siquiera sospecharlo de querer obtener ese casamiento por medios desleales, de comprometerse definitivamente por una promesa, y mam\xE1 dec\xEDa: \xABs\xED,\xBB como dec\xEDa \xABs\xED\xBB a todo lo que no ten\xEDa relaci\xF3n con las jaleas o las confituras. Ese d\xEDa Marta declar\xF3 que le era imposible levantarse de la cama; no sent\xEDa vivos dolores--dec\xEDa,--pero sus piernas se negaban a llevarla. As\xED ve\xEDa yo adelantar el desastre, cada vez m\xE1s amenazador. No pod\xEDa esperar m\xE1s: \xABVen a cumplir tu compromiso mientras todav\xEDa es tiempo\xBB--escrib\xED a Roberto. Y, para mayor seguridad, baj\xE9 yo misma a la ciudad y entregu\xE9 la carta al postill\xF3n que justamente se preparaba a partir para Prusia. En el momento en que el sobre se escap\xF3 de mis manos, sent\xED como una pu\xF1alada en el coraz\xF3n; se habr\xEDa dicho que con esa carta entregaba mi alma a potencias desconocidas. Tres veces quise volver sobre mis pasos para recoger la carta, pero cuando ya estuve decidida a hacerlo, el postill\xF3n estaba lejos. A mi vez, cuando ascend\xED la colina que conduce a la casa, me ocult\xE9 entre las malezas y llor\xE9 amargamente. A partir de ese momento, fui presa de una agitaci\xF3n como nunca la he sentido en mi vida. Me parec\xEDa que una fiebre abrasadora me consum\xEDa; durante la noche, iba y ven\xEDa en mi cuarto sin poder encontrar descanso; de d\xEDa, estaba continuamente en acecho y cada vez que o\xEDa el ruido de un carruaje, toda mi sangre se retiraba de mi coraz\xF3n. A mis padres les contestaba disparatadamente y las criadas, en la cocina, comenzaban a sacudir la cabeza con expresi\xF3n inquieta. Una joven que espera a su prometido no habr\xEDa estado m\xE1s loca. Esa fiebre dur\xF3 cuatro d\xEDas, y fue una felicidad que los m\xEDos estuvieran absortos en sus propios pensamientos, sin lo cual mis modales no habr\xEDan dejado de despertar sospechas. X Esta vez no fui yo quien recibi\xF3 a Roberto. Cuando reconoc\xED su silueta en el carruaje tirado por cuatro caballos que, cubierto de lodo, pasaba con estr\xE9pito la puerta del patio, hu\xED al granero y me escond\xED en el rinc\xF3n m\xE1s apartado. Ten\xEDa la cara encendida, temblaba de pies a cabeza y nubes rojas bailaban por delante de mis ojos. O\xED que, abajo, las puertas se abr\xEDan y se cerraban, o\xED pasos que sub\xEDan y bajaban precipitadamente la escalera, o\xED las voces de las criadas que gritaban mi nombre; no me mov\xED. Y cuando todo volvi\xF3 a quedar en silencio, baj\xE9 sin hacer ruido por las escaleras de atr\xE1s, que eran bastante obscuras, y fui a sentarme en el lugar m\xE1s desierto del parque. Mi alma era presa de un extra\xF1o sentimiento de amargura y de verg\xFCenza. Me parec\xEDa que deb\xEDa levantarme y huir para no volver a encontrar la mirada de esos ojos que hab\xEDa esperado, sin embargo, con tan loca impaciencia. Luego me represent\xE9 lo que pod\xEDa ocurrir en ese momento en la casa. Pap\xE1 se hab\xEDa encontrado sin duda algo desconcertado al ver a Roberto, pues, seguramente, ten\xEDa todav\xEDa sobre s\xED el peso de la p\xE9rfida carta de la t\xEDa; hab\xEDa hecho un adem\xE1n de negativa al o\xEDrle formular su petici\xF3n; pero, en el mismo instante, Marta se hab\xEDa presentado. \xA1Cu\xE1n pronto hab\xEDa vuelto a encontrar sus fuerzas, la pobre enferma, que, pocos minutos antes, yac\xEDa agotada en el sof\xE1; cu\xE1n pronto hab\xEDa olvidado las penas, los dolores que sufri\xF3 durante a\xF1os! Y ahora, est\xE1n en brazos uno de otro y no tienen siquiera un pensamiento para m\xED. Entonces, de improviso, se despert\xF3 en m\xED un orgullo fiero. \xAB\xBFPor qu\xE9 te escondes?--gritaba una voz en el fondo de m\xED misma.--\xBFNo has hecho tu deber? \xBFTodo esto no es obra tuya?\xBB Con un movimiento brusco me par\xE9, ech\xE9 hacia atr\xE1s mis cabellos en desorden y, con paso firme, apretando los dientes, me dirig\xED a la casa. Al acercarme no o\xED ning\xFAn grito de alegr\xEDa. Todo estaba silencioso, todo estaba como muerto... En el comedor encontr\xE9 a mam\xE1 sola. Ten\xEDa las manos juntas y exhalaba profundos suspiros, mientras gruesas l\xE1grimas rodaban hasta su blanca papada. --Es el efecto de la emoci\xF3n--pens\xE9 al sentarme frente a ella. --\xBFD\xF3nde estabas, Olga?--dijo, enjug\xE1ndose esta vez tranquilamente los ojos.--Es necesario que hagas matar algunos pollos para la comida y que pongas a refrescar el moselle. El primo Roberto ha llegado. --\xA1Ah!--dije con mucha calma.--\xBFD\xF3nde est\xE1? --En el gabinete de tu padre conversando con \xE9l. --\xBFY d\xF3nde est\xE1 Marta?--pregunt\xE9 con una sonrisa. Ella me dirigi\xF3 una mirada de censura como para reprocharme mi demasiada sagacidad; despu\xE9s dijo: --Est\xE1 con ellos. --Entonces puedo ir a felicitarlos ahora mismo--dije. --Tontuela--dijo ella. Pero antes de que pudiera poner mi proyecto en ejecuci\xF3n, vi que la puerta del cuarto contiguo se abr\xEDa, y por ella salir lentamente, como si saliera de un ata\xFAd, a Roberto, al primo Roberto, con el rostro terroso, la frente cubierta por gruesas gotas de sudor. Yo tambi\xE9n sent\xED al verlo que la sangre se retiraba de mi cara. Un siniestro presentimiento me asalt\xF3. --\xBFD\xF3nde est\xE1 Marta?--exclam\xE9 adelant\xE1ndome hacia \xE9l. --No lo s\xE9. Se hubiera dicho que cada una de las palabras que pronunciaba iban a ahogarlo. Ni siquiera me dio la mano. Pap\xE1 sali\xF3 detr\xE1s de \xE9l. Mam\xE1 se hab\xEDa levantado y los tres se quedaron all\xED parados, estrech\xE1ndose las manos como en un entierro. --\xBFD\xF3nde est\xE1 Marta?--grit\xE9 otra vez. --Ve a ver lo que hace--dijo pap\xE1;--sin duda te ha de necesitar. Sal\xED de un brinco y a saltos sub\xED la escalera que conduc\xEDa a su habitaci\xF3n. Esta estaba cerrada. --\xA1Marta, abre! Soy yo. Nadie se movi\xF3. Rogu\xE9, supliqu\xE9, promet\xED repararlo todo, le prodigu\xE9 mil nombres cari\xF1osos: todo fue in\xFAtil. Nada se o\xEDa, a no ser de vez en cuando un h\xE1lito, parecido a la respiraci\xF3n silbante que se escapa de una garganta medio sofocada. Entonces me encoleric\xE9 al verme rechazada de todas partes. --Sin duda ser\xE9 bastante buena para preparar esta f\xFAnebre comida--dije soltando una carcajada. Y fui en busca de las criadas, hice matar seis tiernos pollos y me qued\xE9 mirando tranquilamente a esas pobres aves, mientras la sangre brotaba de sus pescuezos abiertos. Daba l\xE1stima ver c\xF3mo uno de ellos, un gallito, bat\xEDa las alas mientras la angustia de la muerte le arrancaba gritos y trataba de herir con sus espolones los dedos de la criada. Hasta este pobre animalito, d\xE9bil como es, se defiende cuando quieren degollarlo--pens\xE9,--mientras mi se\xF1orita hermana besa humildemente la mano que la amenaza con el cuchillo. La muerte de esos inocentes animales fue casi un alegre espect\xE1culo comparado con la comida en que fueron servidos. La \xFAltima comida de un condenado no habr\xEDa sido m\xE1s l\xFAgubre. Cada cinco minutos alguien tomaba bruscamente la palabra y hablaba como quien cumple una faena obligatoria. Los dem\xE1s asent\xEDan con la cabeza misteriosamente, pero bien ve\xEDa yo que los que escuchaban no sab\xEDan lo que o\xEDan, lo mismo que el que hablaba no sab\xEDa lo que dec\xEDa. Marta no se hab\xEDa presentado. En el momento de separarnos para retirarnos cada uno a nuestro cuarto, Roberto me tom\xF3 las dos manos y me llev\xF3 a un rinc\xF3n. --Te agradezco, Olga--dijo, y sus labios temblaban,--te agradezco tu exactitud y tu cari\xF1o. Ahora se acab\xF3 nuestra correspondencia... --\xA1Por amor de Dios, Roberto!--balbuc\xED.--\xBFQu\xE9 ha pasado? \xC9l se encogi\xF3 de hombros. --Quiz\xE1 la he hecho esperar demasiado. Ha concluido por cansarse de m\xED. --\xA1Eso no es verdad! \xA1eso no es verdad! Pero pap\xE1 estaba detr\xE1s de nosotros e informaba a Roberto que, seg\xFAn su deseo, el carruaje estar\xEDa listo al d\xEDa siguiente al amanecer. --Entonces no te volver\xE9 a ver--exclam\xE9 espantada. \xC9l sacudi\xF3 la cabeza. --Despid\xE1monos desde ahora--dijo estrech\xE1ndome la mano. Una voz me gritaba que no pod\xEDa, marcharse as\xED, que yo deb\xEDa hablarle a toda costa. Pero ahogu\xE9 valerosamente las palabras que me oprim\xEDan la garganta. Entonces nos dimos un \xFAltimo apret\xF3n de manos y nos separamos. Todav\xEDa ten\xEDa yo que hacer en la casa, y, mientras sacaba el caf\xE9 de la despensa y pesaba la harina y el tocino para la sopa de la ma\xF1ana, o\xEDa siempre la misma voz que me gritaba en el o\xEDdo: --Es necesario que le hables. Despu\xE9s, cuando me dirig\xED a mi cuarto con mi luz en la mano, di una vuelta para pasar por delante de su puerta, con la esperanza de encontrarlo en el corredor, pero todo estaba desierto y la puerta cerrada con llave. S\xF3lo el ruido de sus pasos que sacud\xEDan la casa, resonaba en el interior. En el cuarto de Marta reinaba un silencio de muerte. Apliqu\xE9 el o\xEDdo al agujero de la cerradura: nada se o\xEDa. Se habr\xEDa podido creer que hab\xEDa muerto o bien que se hab\xEDa fugado. Una inquietud me asalt\xF3, me puse de rodillas delante del ojo de la llave, y rogu\xE9, supliqu\xE9, hasta amenac\xE9 con llamar a nuestros padres si ella persist\xEDa en no dar signos de vida. Entonces se decidi\xF3 a contestarme. O\xED una voz: \xAB\xA1Api\xE1date de m\xED, querida, api\xE1date de m\xED s\xF3lo por hoy!\xBB Y esa voz estaba tan cambiada, que no la reconoc\xEDa. Me alej\xE9, pero sent\xEDa crecer en m\xED el temor de que Roberto se fuera desenga\xF1ado, con el rencor en el coraz\xF3n, sin una palabra de explicaci\xF3n, sin haber sospechado siquiera todo el alcance del amor de Marta. El fuego de la fiebre me subi\xF3 a la cabeza y cada pulsaci\xF3n de mis arterias me gritaba: \xAB\xA1Es necesario que le hables! \xA1Es necesario que le hables!\xBB Me desvest\xED a medias y me recost\xE9 en el sof\xE1. El reloj toc\xF3 las once; toc\xF3 las once y media. Todav\xEDa se o\xEDa resonar en la casa el ruido de sus pasos, pero mientras m\xE1s tarde se hac\xEDa, menos posible me era poner en ejecuci\xF3n mi proyecto. \xA1Si una criada me sorprendiera, si me viera penetrar en la habitaci\xF3n de un hu\xE9sped! Al pensarlo, la sangre se paraliz\xF3 en mis venas. El reloj toc\xF3 las doce. Abr\xED la ventana y mir\xE9 a lo lejos frente a m\xED. Todo parec\xEDa dormir; hasta en el cuarto de Roberto, lo mismo que en el de Marta, ninguna luz brillaba. Ambos sepultaban su dolor y su pena en el seno de la obscuridad. El viento de la noche, que golpeaba las hojas de la ventana, me murmuraba: \xAB\xA1Es necesario! \xA1es necesario!\xBB Al mismo tiempo una voz ligera, suave y acariciadora como una melod\xEDa, me dec\xEDa: \xABLo ver\xE1s otra vez, sentir\xE1s su mano en la tuya, oir\xE1s el sonido de su voz, quiz\xE1 oir\xE1s hasta su risa; \xBFno es la felicidad lo que vas a llevarle, la felicidad de su vida?\xBB De repente tom\xE9 una resoluci\xF3n, cerr\xE9 bruscamente la ventana, me puse precipitadamente una bata, y con mis zapatos en la mano me aventur\xE9 en el obscuro corredor. \xA1Oh! \xA1C\xF3mo me lat\xEDa el coraz\xF3n, c\xF3mo me ard\xEDa la sangre en las sienes! Me tambaleaba, tuve que apoyarme en la pared. Por fin llegu\xE9 a su puerta. Los pasos continuaban haciendo temblar el piso, pero el ruido sordo hab\xEDa desaparecido. Seguramente se hab\xEDa quitado las botas. --No hay que tocar--pens\xE9 de pronto,--Marta oir\xEDa. As\xED el bot\xF3n. Me estremec\xED. \xBFC\xF3mo abr\xED la puerta? No lo s\xE9. Me pareci\xF3 que otro lo hab\xEDa hecho por m\xED. O\xED alzarse delante de m\xED su alta y vigorosa silueta. Un leve grito se escap\xF3 de sus labios; de un salto estuvo a mi lado. Luego sent\xED mis manos entrelazadas, y sobre mi frente el h\xE1lito de una respiraci\xF3n ardiente. En el primer momento, la loca idea de que Marta se hab\xEDa acordado bruscamente de su antiguo amor, le pas\xF3 quiz\xE1 por el cerebro; pero un minuto despu\xE9s, me hab\xEDa reconocido. --\xA1Por amor de Dios, criatura!--exclam\xF3.--\xBFQu\xE9 ocurre? \xBFQu\xE9 es lo que te trae? \xBFNadie te ha visto? Di, \xBFnadie te ha visto? Sacud\xED la cabeza. \xABTe considera todav\xEDa muy tonta,\xBB pens\xE9, volviendo a recobrar el aliento, pues sent\xEDa desaparecer de mi alma los terrores que me hab\xEDa causado mi peligrosa empresa. Se apart\xF3 de m\xED para encender la luz. Yo busqu\xE9 con la mano el sof\xE1 y me dej\xE9 caer en una de sus esquinas. Las velas esparcieron un vivo fulgor que me deslumbr\xF3. Me volv\xED hacia la pared y ocult\xE9 mi cara. Un sentimiento de debilidad, un ardiente deseo de estrecharme contra \xE9l, se hab\xEDa apoderado de m\xED. Me sent\xEDa tan feliz de estar a su lado que me olvidaba de todo lo dem\xE1s. --Olga, mi querida, mi buena Olguita--dijo,--habla, \xBFqu\xE9 quieres de m\xED? Alc\xE9 los ojos hacia \xE9l. Vi su rostro tostado y serio, en el que los sufrimientos de ese d\xEDa hab\xEDan labrado arrugas profundas y me qued\xE9 sumida en una muda contemplaci\xF3n. --\xBFQu\xE9 quieres? \xBFMe traes noticias de Marta? --\xA1S\xED, eso es, Marta! Me levant\xE9 vivamente. \xA1Basta de debilidades! Hab\xEDa recuperado esa fuerza indomable que era mi orgullo. --Escucha, Roberto--dije,--no te marchar\xE1s ma\xF1ana por la ma\xF1ana. --\xBFPor qu\xE9?--dijo, apretando los dientes. --\xA1No quiero! --Tu voluntad es muy respetable, querida ni\xF1a--respondi\xF3 \xE9l con risa mordaz,--pero no cambiar\xE1 en nada mi resoluci\xF3n. --\xBFEntonces quieres perder a Marta para siempre? En ese instante me sent\xED otra vez tan fuerte y tan feliz en mi papel de protectora que, para unirlos, habr\xEDa aceptado la lucha con el mundo entero. \xA1Qu\xE9 loca y cu\xE1n poco perspicaz era! --\xBFAcaso no est\xE1 ya definitivamente perdida para m\xED?--replic\xF3 \xE9l, con la mirada fija hacia adelante. --\xBFQu\xE9 te dijo hoy? --\xBFPara qu\xE9 repetirlo? Sus palabras eran sabias, sensatas; tan sabias, tan sensatas, que no pod\xEDa ser sino el lenguaje de una persona que ya no ama. --\xBFY lo crees realmente?--pregunt\xE9. --\xBFNo estoy obligado a creerlo? Y luego, en fin, \xA1qu\xE9 importa! Aun suponiendo que ella me hubiera guardado un resto de cari\xF1o, ha hecho bien en aprovechar la ocasi\xF3n para deshacerse de \xE9l completamente. M\xE1s vale as\xED, para ella como para m\xED. Nada tengo que ofrecerle, ni felicidad, ni alegr\xEDa, ni siquiera la sombra de un placer, nada m\xE1s que trabajo, penas y miseria, de un extremo del a\xF1o al otro. Y por sobre todo esto, una suegra que le es hostil y le har\xEDa sentir duramente que se hab\xEDa presentado con las manos vac\xEDas. Sent\xED que una oleada de sangre me sub\xEDa a la cara. Me ruborizaba, no por Marta ni por m\xED, pues yo era tan pobre como ella; me ruborizaba por \xE9l al o\xEDrle hablar as\xED de su propia madre. --Y ahora, confi\xE9salo t\xFA misma, ni\xF1a--continu\xF3,--\xBFno te parece que hace bien, ante esta perspectiva, en quedarse a cubierto en el fondo de su nido calentito y en dejarme partir, puesto que no puedo traerle m\xE1s que la desgracia? Se pasaba la mano por los cabellos yendo de un lado para otro en el cuarto como un animal perseguido. --Roberto--dije,--te enga\xF1as a ti mismo. \xC9l se detuvo, y me mir\xF3 de frente soltando una carcajada: --\xBFQu\xE9 quieres, por fin? \xBFDebo exigir antes de marcharme que se me confirme esa negativa por escrito? --Roberto--continu\xE9 sin dejarme desconcertar,--con toda sinceridad, \xBFamas a Marta? --No seas ni\xF1a--respondi\xF3 \xE9l.--Si no la amara, \xBFestar\xEDa aqu\xED en este momento? Estaba delante de m\xED y abr\xEDa sus brazos de gigante. Me parec\xEDa que al cerrarse iban a aplastarme--sent\xED un deslumbramiento--me arrincon\xE9 m\xE1s profundamente en el sof\xE1. Entonces me vinieron a la memoria los pensamientos que acariciaba desde hac\xEDa varios a\xF1os: me represent\xE9 c\xF3mo lo habr\xEDa amado si yo hubiera sido Marta y c\xF3mo habr\xEDa querido que \xE9l me correspondiera. --Mira, Roberto--dije,--en resumidas cuentas, no soy m\xE1s que una tontuela; pero s\xE9 muy bien lo que es el amor, y no son s\xF3lo los poetas los que me lo han ense\xF1ado. Hace tiempo que lo siento en el fondo de mi coraz\xF3n. --\xBFAmas a alguien?--me pregunt\xF3. Yo me ruboric\xE9 y sacud\xED la cabeza. --\xBFC\xF3mo puedes entonces sentirlo en el fondo de tu coraz\xF3n? --Sin duda eso me ha ca\xEDdo del Cielo--respond\xED bajando los ojos hacia el suelo.--Pero, en todo caso, amar\xEDa de diferente manera que vosotros. No me sumir\xEDa en el desaliento, no huir\xEDa vergonzosamente como lo haces t\xFA, diciendo: \xAB\xA1M\xE1s vale as\xED!\xBB Pondr\xEDa para vencerla, todo el ardor de mi alma, para conquistarla, toda la fuerza de mis brazos. La atraer\xEDa hacia mi pecho y me la llevar\xEDa, \xA1poco importa ad\xF3nde! en la noche, al fondo del desierto, si el sol se negaba a alumbrarnos, si ninguna casa quer\xEDa darnos el abrigo de techo. Preferir\xEDa morir de hambre con ella a la orilla del camino, a implorar al mundo que quiere separarme de ella. Eso es lo que har\xEDa, Roberto, si me hallara en tu lugar, y, si estuviera en el lugar de Marta, me echar\xEDa a tu cuello ri\xE9ndome y te dir\xEDa: \xABVen, mendigar\xE9 para ti si no tienes pan, te dar\xE9 mi seno para reposar tu cabeza si no tienes cama, y ba\xF1ar\xE9 tus heridas con mis l\xE1grimas, sufrir\xE9 mil muertes por ti, dando gracias a Dios, al Se\xF1or, de poder hacerlo. \xBFVes, Roberto? \xA1as\xED es c\xF3mo me represento el amor y no como no s\xE9 qu\xE9 sentimiento mezclado, en el que entra el temor de una suegra y el horror de los intereses atrasados!\xBB Hab\xEDa hablado con pasi\xF3n. Sent\xEDa fuego en mis mejillas y de repente me avergonc\xE9 al pensar que hab\xEDa descubierto as\xED delante de \xE9l el fondo de mi coraz\xF3n. Me ocult\xE9 la cara entre las manos, luchando contra las l\xE1grimas. Cuando me atrev\xED a levantar la cabeza, \xE9l estaba delante de m\xED, mir\xE1ndome fijamente, con ojos chispeantes. --Criatura--dijo,--\xBFde d\xF3nde te vienen esas ideas?--Me parec\xEDa o\xEDr el c\xE1ntico de los c\xE1nticos. Apret\xE9 los dientes y guard\xE9 silencio. \xBFSab\xEDa yo misma de d\xF3nde me ven\xEDan? Pero \xE9l se sent\xF3 junto a m\xED y me tom\xF3 las manos. --Olga--continu\xF3,--lo que acabas de decir no era precisamente muy pr\xE1ctico, pero era hermoso, era sincero, y me ha conmovido hasta el hondo del alma. Me parec\xEDa o\xEDr una voz de otro mundo y casi tengo verg\xFCenza de haber sido d\xE9bil y cobarde. Pero, aun cuando levantara la cabeza, aun cuando pensara como t\xFA, \xBFde qu\xE9 me servir\xEDa puesto que ya ella no me ama? --\xA1Ella, no amarte!--exclam\xE9. \xA1Si la abandonas, Roberto, se morir\xE1! --\xA1Olga! Vi que la alegr\xEDa iluminaba su rostro y yo tuve en ese momento como la sensaci\xF3n de una mano extra\xF1a que me oprim\xEDa el pecho; pero no me desconcert\xE9, y recurriendo a todo mi orgullo, continu\xE9: --Roberto, s\xE9 que me despreciar\xE1s cuando sepas lo que voy a decirte; pero es necesario que te lo diga, para que te convenzas de que no debes partir. No he sido franca contigo, Roberto; he burlado tu confianza. Y con la respiraci\xF3n jadeante, arrancando penosamente las palabras de mi garganta, le cont\xE9 lo que hab\xEDa hecho con sus cartas. Estaba lejos de haber concluido, cuando de pronto me tom\xF3 en sus brazos y me atrajo hacia \xE9l. --Olga, \xBFes verdad?--exclam\xF3 fuera de s\xED en su gozo.--\xBFPuedes jurarme que es la verdad? Hice un signo afirmativo, pues el miedo, que hac\xEDa pasar por todo mi cuerpo un calofr\xEDo delicioso, me hab\xEDa quitado el uso de la palabra. --\xA1Que Dios te lo pague, buena e inteligente ni\xF1a!--exclam\xF3 estrech\xE1ndome contra su pecho. Y mi respiraci\xF3n se cort\xF3 en una deliciosa angustia. Dej\xE9 caer mi cabeza sobre su hombro y cerr\xE9 los ojos. Entonces me estremec\xED al sentir que su boca se posaba en mis labios. Me pareci\xF3 que una llama me hab\xEDa quemado. Y me bes\xF3 otra vez, otra y otra: el gozo y el agradecimiento le hab\xEDan hecho perder la raz\xF3n. Pero yo pensaba: \xAB\xA1Ojal\xE1 nunca concluya este instante!\xBB Y los calofr\xEDos me sacud\xEDan sin interrupci\xF3n mientras mi cuerpo yac\xEDa inerte y sin fuerzas entre sus brazos. Una sola vez me pas\xF3 por la cabeza este pensamiento: \xAB\xBFPuedo devolverle sus besos?\xBB Pero no me atrev\xED. \xBFCu\xE1nto tiempo me tuvo as\xED? No lo s\xE9: de repente sent\xED que mi cabeza chocaba rudamente con el borde del sof\xE1. El dolor me hizo salir como de las profundidades de un sue\xF1o. Me qued\xE9 all\xED sin movimiento, tratando de recobrar aliento. Roberto lo not\xF3 y exclam\xF3 muy asustado: --Est\xE1s muy p\xE1lida, ni\xF1a, \xBFte has hecho da\xF1o? Dije que s\xED por se\xF1as, y agregu\xE9 que aquello no era nada, que pronto pasar\xEDa. Pero bien sab\xEDa que no hab\xEDa de pasar, que esa impresi\xF3n se grabar\xEDa en mis sentidos y en mi coraz\xF3n con letras de fuego, que la llama de ese instante retemplar\xEDa mi coraz\xF3n durante m\xE1s de una larga y fr\xEDa noche de invierno, esa llama que no era sin embargo sino el reflejo de su amor por otra. Sab\xEDa todo eso y me parec\xEDa que me iba a ahogar bajo el peso de ese pensamiento. Pero pronto me repuse, pues hab\xEDa aprendido a dominar mis nervios. --Roberto--dije,--voy a darte un consejo, y despu\xE9s dejar\xE1s que me vaya, porque estoy algo cansada. --\xA1Habla, habla--exclam\xF3,--har\xE9 ciegamente lo que quieras! Y cuando lo mir\xE9, no pude impedir exhalar un profundo suspiro de dolor y de j\xFAbilo, pues pensaba: \xAB\xA1Te ha tenido en sus brazos!\xBB Habr\xEDa querido dejarme caer nuevamente con los ojos cerrados en la esquina del sof\xE1 y fingir todav\xEDa un poco el desvanecimiento, pero me levant\xE9 vivamente y dije: --Creo que Marta no cerrar\xE1 los ojos esta noche; esperar\xE1 el momento en que salgas de la casa. Querr\xE1 verte partir; como su habitaci\xF3n da al jard\xEDn, vendr\xE1 a la tuya o a la que est\xE1 al lado. Cuando est\xE9s al pie de la escalera, espera un poco y luego haz como si hubieras olvidado algo, y entonces... entonces... No pude decir m\xE1s, pues o\xEDa resonar en m\xED con demasiada violencia, ya como un sollozo, ya como un grito de alegr\xEDa, estas palabras: \xAB\xA1Te ha tenido en sus brazos!\xBB Tuve miedo de no poder dominar mi emoci\xF3n por m\xE1s tiempo y quise huir precipitadamente, sin una palabra de despedida. Cuando abr\xED la puerta, vi delante de m\xED a Marta. All\xED estaba ella, descalza, a medio vestir, p\xE1lida como una muerta y temblorosa. No pudo hacer un movimiento; sin duda le faltaron las fuerzas. Y en el mismo instante o\xED detr\xE1s de m\xED un grito de gozo; vi que Roberto se lanzaba, pasaba a mi lado y recib\xEDa en sus brazos a la desdichada que se tambaleaba. --\xA1A Dios gracias, ahora eres m\xEDa! Estas fueron las \xFAltimas palabras que o\xED; hu\xED a mi cuarto como si las furias me hubieran perseguido, me encerr\xE9 y derram\xE9 l\xE1grimas, l\xE1grimas amargas. XI Salvar\xE9 r\xE1pidamente los a\xF1os que siguieron con sus desgracias fulminantes y su largo cortejo de sufrimientos. Ellos me dieron la madurez y me hicieron mujer. Ocho meses despu\xE9s de aquella noche, trajeron a pap\xE1 a la casa en un adral; se hab\xEDa ca\xEDdo del caballo y sufr\xEDa de graves lesiones internas. A los tres d\xEDas muri\xF3. En medio de las calamidades que cayeron entonces sobre la casa, fui la \xFAnica que conserv\xF3 toda su sangre fr\xEDa. Marta, aniquilada, se abism\xF3 en su dolor y mam\xE1--\xA1la pobre y querida mam\xE1!--hab\xEDa permanecido durante tantos a\xF1os sentada c\xF3modamente y en paz al lado de la estufa tejiendo medias y mascando frutas azucaradas, que no quer\xEDa ni pod\xEDa concebir que aquella existencia cambiara. No dijo una palabra, apenas derram\xF3 una l\xE1grima, pero el mal que la ro\xEDa interiormente, hizo r\xE1pidos progresos y, aun cuando hubiera salvado de la fiebre tifoidea que la acometi\xF3 cuatro semanas m\xE1s tarde, el pesar se la habr\xEDa llevado seguramente. Ambos reposaban entonces en el cementerio, Marta y yo, hu\xE9rfanas, abandonadas, nos quedamos en la granja desierta, esperando el momento en que se nos expulsar\xEDa. Por mi parte sab\xEDa el camino que ten\xEDa que seguir, sab\xEDa que el porvenir no me ofrec\xEDa otra perspectiva que la de ganar duramente mi pan al servicio de otros. No vacilaba y no discut\xEDa con mi destino: ten\xEDa suficiente energ\xEDa, suficiente orgullo para vivir sola aun en el extranjero. Pero temblaba por Marta, que, menos que nunca, pod\xEDa vivir sin consuelo ni afecto. El d\xEDa de su casamiento parec\xEDa todav\xEDa muy lejano. Roberto no pod\xEDa hacerla esperar mucho m\xE1s sin exponerse a verla extinguirse un d\xEDa agotada por la pena, como una l\xE1mpara que ya no tiene aceite. No me equivocaba en mis c\xE1lculos. \xC9l no hab\xEDa podido asistir a los entierros, sin embargo, cada vez hab\xEDa mandado una palabra de consuelo a Marta para ayudarla a pasar las horas m\xE1s penosas. De vez en cuando ca\xEDan de sus cartas algunas migajas para m\xED, de las cuales me apoderaba con avidez, como quien se siente morir de hambre. Un d\xEDa, \xE9l mismo se present\xF3. --\xA1Esta vez vengo a buscarte!--le grit\xF3 a Marta. Ella se dej\xF3 caer sobre el pecho de Roberto y llor\xF3. \xA1Cu\xE1n feliz era! Pero yo me retir\xE9 al emparrado m\xE1s sombreado del jard\xEDn y, abandon\xE1ndome a mis reflexiones, me pregunt\xE9 si mi coraz\xF3n no tendr\xEDa tambi\xE9n alg\xFAn d\xEDa un hogar en que pudiera refugiarse tanto en las horas felices como en las horas de angustia. Bien sent\xEDa que esos eran vanos sue\xF1os, pues el \xFAnico lugar en el mundo... en fin, sent\xED nacer en m\xED un orgullo y una amargura tales, que todo mi ser se llen\xF3 de hiel, y me desprend\xED con sombr\xEDa aspereza de los brazos de los m\xEDos para encerrarme sola en mi dolor. Quer\xEDan llevarme con ellos, hacerme compartir lo poco de felicidad que les quedaba todav\xEDa: me crear\xEDa un interior en la casa de mi cu\xF1ado; pero rechac\xE9 su ofrecimiento con fiera obstinaci\xF3n. Ambos trataron en vano de resolver el enigma de mi conducta, y Marta, que se desesperaba al pensar que no me tocar\xEDa la menor part\xEDcula de su dicha, ven\xEDa a menudo por la noche junto a mi cama y lloraba sobre mi hombro. Entonces me ruborizaba de mi obstinaci\xF3n, le dirig\xEDa mil palabras afectuosas como a una criatura, y no la dejaba irse sino cuando hab\xEDa visto brillar por entre sus l\xE1grimas una sonrisa de esperanza. Durante ocho d\xEDas, Roberto trabaj\xF3 sin descanso en poner orden en nuestros negocios y en buscar un comprador. No nos qued\xF3 sino muy poca cosa; pero tampoco necesit\xE1bamos nada. En seguida, se realiz\xF3 sin ruido la ceremonia del casamiento. El viejo mayordomo principal y yo fuimos los testigos, y a guisa de comida de bodas hicimos una visita al cementerio, para despedirnos de las tumbas recientemente cerradas, cuya arena amarilla comenzaba a desaparecer bajo d\xE9biles tallos de yedra. Durante las \xFAltimas semanas, hab\xEDa buscado en secreto una situaci\xF3n que me conviniera. Se me hab\xEDan hecho diversos ofrecimientos; no ten\xEDa m\xE1s que elegir. Cuando Roberto vino a buscarme y, con una arruga de inquietud en la frente, me hizo esta pregunta: \xAB\xBFQu\xE9 vas a hacer ahora, Olguita?\xBB le expuse con una sonrisa tranquila mis proyectos para el porvenir. Sobrecogido de admiraci\xF3n junt\xF3 las manos y exclam\xF3: --\xA1Verdaderamente, te envidio! \xA1Har\xE1s camino, t\xFA! Y la misma Marta me envidiaba, bien lo ve\xEDa en los ojos tristes que fijaba en \xE9l y en m\xED; habr\xEDa deseado, para sacrificarlas a Roberto, toda la fuerza, toda la energ\xEDa que me daba la juventud. La bes\xE9, trat\xE9 de alentarla, y en la mirada suplicante que dirigi\xF3 a su marido, le\xED este pensamiento: \xABTe doy todo lo que soy; perdona que sea tan poca cosa.\xBB Al d\xEDa siguiente por la ma\xF1ana nos separamos; la joven pareja se dirigi\xF3 a su nuevo domicilio y yo part\xED para el extranjero. XII No hablar\xE9 de los tres a\xF1os que pas\xE9 en tierras extra\xF1as. Todas las vejaciones, todas las humillaciones que sufr\xED durante ese tiempo, se han grabado en mi alma con caracteres indelebles; han endurecido completamente mi coraz\xF3n y me han inspirado la indiferencia y la desconfianza para con todas las criaturas humanas. He aprendido a despreciar su odio y m\xE1s aun su amor; he aprendido a sonre\xEDr, cuando el dolor me desgarraba el coraz\xF3n con sus garras de acero; he aprendido a llevar la frente alta, cuando habr\xEDa querido, de verg\xFCenza, ocultarla en el polvo. Los largos d\xEDas vac\xEDos, lejos de todo afecto, que pesan como plomo sobre los hombros, la carga aplastadora de las tinieblas durante las noches sin sue\xF1o, las adulaciones dictadas por la codicia, que suenan a falso y dan n\xE1useas, los celos de rivales cuyo mutismo obstinado irrita: todo eso he conocido. En verdad, era duro el pan que com\xED en el extranjero, \xA1y cu\xE1ntas veces lo moj\xE9 con mis l\xE1grimas! El \xFAnico consuelo, la \xFAnica alegr\xEDa que me quedaban, eran las cartas de Marta. Me escrib\xEDa con frecuencia, en ciertas \xE9pocas hasta todos los d\xEDas, y las m\xE1s de las veces encontraba en ellas un post-scr\xEDptum de la letra desigual y atormentada de Roberto. \xA1Oh, c\xF3mo me echaba sobre ellos, c\xF3mo devoraba su menor palabra! Gracias a esas cartas, viv\xEDa con ellos, por decirlo as\xED. Su vida no era alegre--Dios sabe que no--pero en fin \xA1era la vida! A menudo la desgracia ca\xEDa sobre ellos; entonces ambos, Roberto con toda su fuerza, Marta en su debilidad, parec\xEDan dos ni\xF1os sin apoyo, abandonados, y yo ten\xEDa que intervenir para ayudarlos con mis consejos y darles valor. Al fin estuve a tal punto familiarizada con su c\xEDrculo, que habr\xEDa podido reconocer por su aspecto y por su voz a cada uno de sus criados, de sus amigos, de sus conocidos. Sent\xEDa por la t\xEDa Hellinger el odio m\xE1s vehemente, por el viejo m\xE9dico el afecto m\xE1s profundo; en cuanto a la multitud indiferente de los burgueses, de miradas indiscretas y p\xE9rfidas, que computaban tan exactamente y calculaban con sus dedos la ruina de Roberto, les reservaba mi desprecio m\xE1s glacial. --\xA1Oh! \xA1Si yo estuviera en su lugar--me dec\xEDa con frecuencia rechinando los dientes, cuando Marta se lamentaba y me pintaba todo lo que ten\xEDa que sufrir en sus relaciones,--c\xF3mo les mostrar\xEDa la puerta a esos _lonjistas_ fr\xEDos y altaneros; c\xF3mo los har\xEDa arrastrarse a mis pies, en el polvo, domados con el l\xE1tigo de mis sarcasmos y de mi desd\xE9n! Pero tambi\xE9n tomaba parte en sus peque\xF1os goces. La ve\xEDa reinar como ama en la granja, ve\xEDa en su derredor a la peque\xF1a tropa de servidores a quienes animaba la mejor voluntad, y habr\xEDa querido mostrarme m\xE1s bondadosa, m\xE1s caritativa aun que ella lo era, ella que ocultaba una alma de \xE1ngel bajo una apariencia humana. La ve\xEDa sentada al sol en el balc\xF3n, inclinada sobre su costura; la ve\xEDa gozar del descanso de mediod\xEDa bajo los frondosos tilos del jard\xEDn; la ve\xEDa, mientras la voz de su marido retumbaba en el patio y junto a ella la cafetera cantaba su dulce canci\xF3n; la ve\xEDa, esperando que \xE9l entrase, seguir con mirada so\xF1adora los copos de nieve que revoloteaban en el aire. Viv\xEDa as\xED con ellos, mientras mis d\xEDas se suced\xEDan vac\xEDos y sin gozo, como los anillos de una cadena sin fin. En el curso del tercer a\xF1o, Marta me confi\xF3 que el deseo m\xE1s ardiente de Roberto iba a realizarse, que la plegaria que tan a menudo ella hab\xEDa rezado en el silencio de la noche, hab\xEDa sido o\xEDda: se sent\xEDa madre. Pero al mismo tiempo crec\xEDa en ella el temor de que su fr\xE1gil y d\xE9bil cuerpo no pudiera soportar la grave prueba que la esperaba. Yo compart\xEDa su esperanza y sus temores; quiz\xE1 estaba a\xFAn m\xE1s inquieta que ella, pues la soledad y la distancia abultaban y desfiguraban las escenas que creaba mi imaginaci\xF3n. M\xE1s de una vez por la noche me despert\xE9 con la cara ba\xF1ada en l\xE1grimas, pues la hab\xEDa visto ya muerta en sue\xF1os. Un recuerdo de los primeros a\xF1os de mi juventud me volv\xEDa a la memoria: la hab\xEDa encontrado un d\xEDa tendida en el sof\xE1, r\xEDgida, p\xE1lida, semejante a un cad\xE1ver, y no pod\xEDa apartar esa imagen de mi pensamiento. Mientras m\xE1s se acercaba el momento cr\xEDtico, m\xE1s me consum\xEDa la inquietud. Mi salud comenzaba a resentirse de las extravagancias de mi cerebro, y las personas extra\xF1as entre las cuales viv\xEDa--no pronunciar\xE9 su nombre, no merece figurar en estas p\xE1ginas--no existieron ya para m\xED sino como fantasmas. Las \xFAltimas cartas de Marta revelaban orgullo, respiraban j\xFAbilo y esperanza. Sus temores parec\xEDan haberse disipado, nadaba ya en las delicias que le promet\xEDa la maternidad. Despu\xE9s siguieron tres d\xEDas en que estuve sin noticias, tres d\xEDas de tortura y de fiebre; al fin lleg\xF3 el telegrama de mi cu\xF1ado: \xABMarta dio luz var\xF3n con felicidad. Te reclama, ven pronto.\xBB Con el telegrama en la mano corr\xED en busca de mi patrona y le ped\xED permiso para ausentarme por el tiempo necesario. Ella me lo neg\xF3. Inmediatamente, encolerizada, le arroj\xE9 mi dimisi\xF3n a la cabeza y exig\xED en el acto mi libertad. Buscaron excusas: mi presencia era indispensable en ese momento, deb\xEDa por lo menos rendir cuentas y entregar, seg\xFAn las reglas, la direcci\xF3n de la casa a la persona que me reemplazar\xEDa; en resumen, me retuvieron dos d\xEDas enteros bajo los pretextos m\xE1s f\xFAtiles; se habr\xEDa dicho que quer\xEDan hacer sentir una vez m\xE1s a la sirvienta que se hab\xEDa mostrado tan altiva, toda la ignominia de su humilde situaci\xF3n. En seguida vino una noche en ferrocarril, una noche de pesado embotamiento, en el ruido ensordecedor del vag\xF3n; una ma\xF1ana pasada tiritando entre ba\xFAles y cajas de sombreros, en una sala de espera desierta, cuyo olor a cerveza me daba n\xE1useas. Despu\xE9s seis horas m\xE1s, oprimida entre un comerciante viajero y un jud\xEDo polaco, en los calientes cojines de una diligencia, y al fin surgieron ante mis ojos, en los fuegos de una tarde de oto\xF1o, las torres de la peque\xF1a poblaci\xF3n en que los seres que me eran m\xE1s caros, los \xFAnicos a quienes quer\xEDa en este mundo, hab\xEDan edificado su nido. XIII Poco faltaba para la puesta de sol cuando baj\xE9 de la diligencia; entre las ruedas, las hojas muertas revoloteaban en peque\xF1as trombas. Mi coraz\xF3n lat\xEDa con violencia. Mir\xE9 en torno m\xEDo. Cre\xEDa ver adelantarse a mi encuentro la gigantesca silueta de Roberto, pero no hab\xEDa all\xED m\xE1s que algunos papanatas que me miraron con los ojos muy abiertos, extra\xF1ados de esa aparici\xF3n desconocida. Pregunt\xE9 el camino al conductor y, contando para lo dem\xE1s con las descripciones de Marta, me puse sola en marcha. En las puertas bajas de las tiendas hab\xEDa grupos de personas que conversaban. Por delante de m\xED, algunos paseantes avanzaban tranquilamente, a pasos lentos. Al acercarme se detuvieron, me miraron de pies a cabeza como a un animal curioso y, tan pronto como les di la espalda, o\xED detr\xE1s de m\xED cuchicheos y risas ahogadas. Me invadi\xF3 un calofr\xEDo al observar esa curiosidad malevolente de aldea. Me sent\xED aliviada cuando vi alzarse frente a m\xED las torres de la puerta. Conoc\xEDa muy bien esa puerta: Marta en sus cartas la llamaba la _puerta del infierno_, porque ten\xEDa que pasar por ella cuando iba a la ciudad, llamada por su suegra. Al penetrar bajo la obscura b\xF3veda, vi de improviso el \xABcastillo,\xBB en medio del arco de la puerta que le formaba como una especie de marco negro. Estaba apenas a una distancia de mil pasos. Las blancas paredes de la casa, que los rayos del sol poniente ba\xF1aban con un matiz purp\xFAreo, surg\xEDan de entre un grupo de \xE1rboles de onduloso follaje. Los techos cubiertos de zinc relumbraban; se habr\xEDa dicho que de ellos ca\xEDa una cascada de agua hirviente. Las ventanas parec\xEDan lanzar llamaradas, y por encima de la techumbre se amontonaba una espesa nube, semejante a un palio formado por un torbellino de humo negro. Me oprim\xED el coraz\xF3n con las manos; cre\xED que sus latidos iban a romperme el pecho, tan violenta era la impresi\xF3n que experimentaba ante ese espect\xE1culo. Durante un segundo tuve el sentimiento extra\xF1o de que deb\xEDa retroceder, huir a toda prisa, sin tregua ni reposo hasta que me sintiera protegida por la distancia. Toda mi inquietud acerca de Marta desaparec\xEDa ante esa angustia misteriosa que me oprim\xEDa la garganta hasta ahogarme. Me trat\xE9 de cobarde y de insensata, y, reuniendo todas mis fuerzas, entr\xE9 en el camino, donde el paso de los coches hab\xEDa dejado peque\xF1os charcos, ya medio secos, que luc\xEDan como espejos. El viento que pasaba por las cimas de los \xE1lamos, hac\xEDa o\xEDr un sordo murmurio que me acompa\xF1\xF3 hasta la puerta de la granja. En el mismo instante en que la pasaba, el \xFAltimo rayo de sol desapareci\xF3 detr\xE1s de las paredes de la casa y la sombra de los grandes tilos, que del parque se inclinaban sobre el camino, me envolvi\xF3 tan bruscamente, que cre\xED que hab\xEDa llegado la noche. Viejas paredes en ruinas, cubiertas de celedonia medio marchita, sal\xEDan a derecha e izquierda de una confusi\xF3n de escaramujos y de espinos: eran los restos del antiguo castillo, sobre cuyos escombros se hab\xEDa instalado la granja. De todo aquello se exhalaba como un soplo de muerte y de putrefacci\xF3n. Dirig\xED una mirada medrosa al vasto patio que el crep\xFAsculo comenzaba a envolver con un velo azulado. Al menor ruido me estremec\xEDa, me figuraba o\xEDr que la voz poderosa de Roberto me deseaba la bienvenida. El patio estaba desierto, era la hora del descanso y en \xE9l reinaba un silencio profundo. S\xF3lo o\xEDa, por el lado de las caballerizas, el crujido particular que se hace al aguzar una guada\xF1a. Un olor de heno reci\xE9n cortado llenaba el aire con ese perfume a la vez dulce y acre que le es peculiar. T\xEDmida y miedosa, como una intrusa, me deslic\xE9 lentamente a lo largo de la empalizada del jard\xEDn hasta la casa, que con sus montantes de granito, sus torrecillas y sus pi\xF1ones que el tiempo hab\xEDa cubierto de un matiz gris, parec\xEDa lanzar sobre m\xED una mirada sombr\xEDa y amenazadora. De trecho en trecho la capa de yeso hab\xEDa ca\xEDdo y dejaba aparecer las piedras negruzcas de las paredes. Se habr\xEDa cre\xEDdo que el tiempo, como una larga enfermedad, hab\xEDa cubierto de llagas ese cuerpo respetable. La puerta de entrada estaba abierta. Penetr\xE9 en un gran vest\xEDbulo obscuro, del que se desprend\xEDa un olor de cal y de moho. Por unas lumbreras de vidrios multicolores y cubiertas de telara\xF1as, que, abiertas muy junto al cielo raso, parec\xEDan nidos luminosos, entraba a la sala un d\xE9bil resplandor, apenas suficiente para permitir que se distinguieran en la obscuridad los grandes armarios que se alineaban a lo largo de las paredes. Una raya de luz m\xE1s clara ca\xEDa sobre una ancha escalera cuyas gradas gastadas descansaban en pilastras de piedra. Altas puertas de roble, arqueadas, conduc\xEDan a diferentes habitaciones, pero no me atrev\xED a acercarme a ninguna de ellas: se me figuraban las puertas de una prisi\xF3n. All\xED estaba todav\xEDa, con el coraz\xF3n oprimido, buscando un camino, cuando la puerta de entrada se abri\xF3 bruscamente y dos grandes molosos, manchados de amarillo, se precipitaron hacia m\xED. Lanc\xE9 un grito. Los monstruos me saltaron encima, olfatearon mis ropas y volvieron a salir lanzando furiosos aullidos. --\xBFQui\xE9n est\xE1 ah\xED?--grit\xF3 una voz, cuyo timbre grave y poderoso hab\xEDa cre\xEDdo o\xEDr a menudo, en mis desvelos como en mis sue\xF1os. Una sombra apareci\xF3 en el umbral: era \xE9l. Nubes rojas flotaron delante de mis ojos. Me pareci\xF3 que mis pies hab\xEDan echado ra\xEDces en el suelo. Respiraba con dificultad y me apoy\xE9 en el pilar de la escalera. --\xBFQui\xE9n est\xE1 ah\xED? \xA1Qu\xE9 diablos!--grit\xF3 otra vez, tratando en vano de ver en la obscuridad. Toda mi arrogancia me volvi\xF3. Estaba tranquila y altiva cuando me hab\xEDa despedido de \xE9l algunos a\xF1os antes, quer\xEDa ser la misma para present\xE1rmele entonces. \xBFAcaso necesitaba saber todo lo que yo hab\xEDa sufrido en el intervalo? --Olga... en verdad... Olga, eres t\xFA. El j\xFAbilo ahogado que revelaba su voz hizo pasar en mis venas una sensaci\xF3n de calor y de bienestar. Cre\xED por un instante que iba a echarme a su cuello y a llorar sobre su hombro para aliviar mi coraz\xF3n, pero guard\xE9 mi reserva: --\xBFNo me esperabais?--pregunt\xE9, tendi\xE9ndole maquinalmente la mano. --Pues s\xED, naturalmente, desde hace dos d\xEDas te esper\xE1bamos por momentos; es decir que comenz\xE1bamos a creer... Hab\xEDa encerrado mi mano en las suyas y trataba de verme la cara. En su actitud hab\xEDa una mezcla particular de cordialidad y de embarazo: parec\xEDa que trataba en vano de encontrar en m\xED a su antigua amiga, su antigua confidente. --\xBFC\xF3mo est\xE1 Marta?--pregunt\xE9. --Ya lo ver\xE1s--respondi\xF3 \xE9l;--yo en esto nada entiendo. \xA1Me parece tan d\xE9bil, tan fr\xE1gil! Me digo que ser\xE1 un milagro si se salva. Pero el m\xE9dico pretende que va bien, y lo que es \xE9l debe saberlo. --\xBFY el ni\xF1o?--pregunt\xE9 en seguida. Ri\xF3 con una ligera risa interior que lleg\xF3 hasta m\xED en el crep\xFAsculo. --\xA1El ni\xF1o, hum, el ni\xF1o!... Y en vez de concluir la frase, dio un puntapi\xE9 a los molosos que de un brinco abandonaron la casa. --Ven--dijo en seguida,--voy a llevarte. Subimos la escalera, en silencio, sin mirarnos. \xAB\xA1Ahora eres una extra\xF1a para \xE9l!\xBB--me dije. Y me sent\xED sobrecogida de angustia, como si acabara de perder una felicidad acariciada desde mucho tiempo. --Espera un momento--dijo \xE9l indicando con el dedo una de las puertas m\xE1s pr\xF3ximas,--voy a decirle una palabra para prepararla; de lo contrario, podr\xEDa hacerle da\xF1o la alegr\xEDa. Un instante despu\xE9s, me encontr\xE9 sola en un largo corredor obscuro, de b\xF3veda elevada. Muy al fondo brillaban en llamaradas de un rojo sombr\xEDo los \xFAltimos resplandores del d\xEDa moribundo que arrojaba sobre las pulidas baldosas un largo surco de luz. Sonidos vagos, que recordaban la voz de un ni\xF1o, her\xEDan mi o\xEDdo cuando el viento se colaba bajo la b\xF3veda. Un leve grito de gozo lleg\xF3 hasta m\xED, a trav\xE9s de la puerta, y me hizo estremecer. Una oleada de sangre ardiente invadi\xF3 mi coraz\xF3n; cre\xED que iba a ahogarme. En seguida la puerta se abri\xF3 y la mano de Roberto me asi\xF3 en la obscuridad: me dej\xE9 llevar sin tener conciencia de lo que hac\xEDa, y no sal\xED de mi estupor sino en el momento en que ca\xED de rodillas, sollozando, junto a la cama, y ocult\xE9 la cara en las almohadas, mientras una mano h\xFAmeda y caliente me acariciaba la cabeza. Una sensaci\xF3n que ya no conoc\xEDa desde hac\xEDa a\xF1os, una dulce sensaci\xF3n de calor, como la que se experimenta en el hogar paterno, penetraba y embriagaba mis sentidos. No osaba alzar los ojos, de miedo de que se disipara. La mano reposaba siempre en mi cabeza como una bendici\xF3n del Cielo. Un agradecimiento infinito inund\xF3 mi coraz\xF3n: me apoder\xE9 de esa mano que temblaba en la m\xEDa, y pos\xE9 en ella larga y tiernamente mis labios. \xBFQu\xE9 haces, hermanita, qu\xE9 haces?--dijo Marta con su voz cansada, ligeramente velada. Me levant\xE9. La vi delante de m\xED, p\xE1lida, con las mejillas huecas, y los ojos, donde brillaban l\xE1grimas, profundamente hundidos en las \xF3rbitas. Estaba blanca y delicada como un copo de nieve; azules e hinchadas venas surcaban su enflaquecido cuello, y su frente, de una blancura tan transparente que parec\xEDa que una luz lo iluminara interiormente, estaba cubierta de gotas de sudor. Hab\xEDa envejecido y enflaquecido mucho desde que yo no la hab\xEDa visto, y las crisis por las cuales acababa de pasar, no parec\xEDan ser las \xFAnicas en haber ejercido sobre ella su obra destructora; pero hab\xEDa conservado su sonrisa consoladora y bienhechora que serv\xEDa de alivio a todos, aun cuando ella misma estuviera en el m\xE1s completo abandono. --Y ahora no te volver\xE1s a ir--dijo ella, alzando los ojos hacia m\xED, como si no pudiera saciarse de mirarme.--Te quedar\xE1s con nosotros, para siempre; \xA1prom\xE9temelo, prom\xE9temelo inmediatamente! Guard\xE9 silencio. La felicidad me rodeaba, abrasadora como el fuego del cielo: era para m\xED un sufrimiento, una tortura. --\xA1Insiste t\xFA tambi\xE9n, Roberto!--repuso ella. Me estremec\xED. Lo hab\xEDa olvidado totalmente y ahora su presencia hac\xEDa en m\xED el efecto de un reproche. --Dame tiempo para reflexionar, espera hasta ma\xF1ana--dije enderez\xE1ndome. Sent\xEDa en m\xED el vago presentimiento de que mi residencia en esa casa no ser\xEDa de larga duraci\xF3n: habr\xEDa sido demasiada dicha para m\xED, pobre infeliz a quien un destino despiadado condenaba a vivir en casa ajena. Le\xED en el rostro de Marta el deseo de no lastimar mi susceptibilidad. --Entonces hasta ma\xF1ana--dijo en voz baja apret\xE1ndome los dedos,--y ma\xF1ana ver\xE1s la falta que nos haces, comprender\xE1s que ser\xEDa necesario que fu\xE9ramos locos, para dejarte partir nuevamente. \xBFNo es verdad, Roberto? --\xA1Seguro, con toda seguridad!--dijo \xE9l soltando una carcajada que me pareci\xF3 singularmente forzada. Era evidente que se sent\xEDa mortificado en presencia de nosotras dos. As\xED, pues, no tard\xF3 en tomar su gorra como para retirarse, sin decir una palabra. --Ens\xE9\xF1ale nuestro hijo--murmur\xF3 Marta, al mismo tiempo que una sonrisa de indecible felicidad pasaba por su rostro enflaquecido. --Ven--dijo Roberto;--el ni\xF1o duerme en la habitaci\xF3n contigua. Me precedi\xF3, y escurri\xF3 con gran trabajo su ancho y pesado cuerpo por la puerta entreabierta. La cuna se alzaba all\xED en la luz rosada de la tarde. Entre los cojines aparec\xEDa una cabecita roja, apenas m\xE1s grande que una manzana. Sus p\xE1rpados arrugados estaban cerrados y ten\xEDa en la boca uno de sus pu\xF1itos, con los dedos crispados como por una convulsi\xF3n. Mis miradas se apartaron del ni\xF1o y a hurtadillas se fijaron en el padre. Este hab\xEDa juntado las manos y contemplaba con piadosa atenci\xF3n a esa peque\xF1a criatura humana. Una sonrisa indecisa, que expresaba tanto el embarazo como el j\xFAbilo, vagaba por sus labios. S\xF3lo en ese momento pude observarlo a mis anchas. El fulgor purpurino de la tarde ca\xEDa directamente sobre su rostro y hac\xEDa resaltar claramente los pliegues y las arrugas que se hab\xEDan grabado en \xE9l durante esos tres \xFAltimos a\xF1os. Penas sombr\xEDas parec\xEDan asediar su frente; sus ojos hab\xEDan perdido el brillo y sus labios estaban agitados por un movimiento nervioso en que cre\xED leer a la vez una melanc\xF3lica sumisi\xF3n y una impotente rebeld\xEDa. Me sent\xED presa de una compasi\xF3n infinita; ten\xEDa ganas de tomarle las manos y decirle: --T\xE9n confianza en m\xED, soy fuerte; d\xE9jame participar de tu dolor. Cuando alz\xF3 los ojos, tuve miedo de que hubiera notado mi mirada; me puse r\xE1pidamente de rodillas delante de la cuna y apoy\xE9 mis labios en el tierno rostro del ni\xF1o que se estremeci\xF3 a mi contacto, como si hubiera experimentado un dolor. Cuando me levant\xE9, vi que Roberto hab\xEDa salido del cuarto. Marta me esperaba con los ojos brillantes de impaciencia y de inquietud: quer\xEDa saber que yo admiraba a su hijo. --\xBFNo es verdad que es lindo?--balbuci\xF3, alzando hacia m\xED sus d\xE9biles brazos. Y cuando su coraz\xF3n de madre estuvo saturado de orgullo, me hizo sentar a su lado en las almohadas, apoy\xF3 su cabeza en m\xED y concluy\xF3 casi por ponerla sobre mis rodillas. --\xA1Oh! \xA1Qu\xE9 frescura!--murmur\xF3. En seguida cerr\xF3 los ojos, respirando tranquila y regularmente, como si durmiera. Enjugu\xE9 con mi pa\xF1uelo el sudor que cubr\xEDa su frente. Ella me agradeci\xF3 por se\xF1as y dijo:--Estoy todav\xEDa un poco d\xE9bil, me parece que tuviera los miembros rotos; pero espero que ma\xF1ana podr\xE9 levantarme y atender a la casa. --\xA1Gran Dios, qu\xE9 ideas tienes!--exclam\xE9 espantada. Ella suspir\xF3. --Es necesario, es necesario. No tengo derecho de reposar. --\xBFPor qu\xE9 no tienes derecho de reposar? Marta no contest\xF3, poro de repente se puso a llorar amargamente. La calm\xE9, bes\xE9 sus mejillas y sus ojos pre\xF1ados de l\xE1grimas, y le supliqu\xE9 que me abriera su coraz\xF3n. --\xBFNo eres feliz? \xBFRoberto no es bueno contigo? --Es bueno conmigo, como el buen Dios; sin embargo no soy feliz, soy muy desdichada, hermanita, m\xE1s desdichada de lo que puedo decirte. --\xBFY por qu\xE9, Dios m\xEDo? --\xA1Tengo miedo! --\xBFDe qu\xE9? --De hacerlo desgraciado, de no ser la mujer que le conven\xEDa. Sent\xED, de improviso, que un fr\xEDo glacial me invad\xEDa, como si, emanado de su cuerpo, se trasladara al m\xEDo. --\xBFVes? \xA1T\xFA misma sientes que tengo raz\xF3n!--murmur\xF3, alzando hacia m\xED sus grandes ojos inquietos. --Est\xE1s loca--dije, esforz\xE1ndome por re\xEDr. Continuaba sintiendo en todo mi cuerpo ese helado calofr\xEDo. Un vago sentimiento me dec\xEDa que Marta pod\xEDa muy bien no equivocarse. Pero por el momento se trataba de consolarla. --\xBFC\xF3mo puedes ser tan tonta para atormentarte as\xED t\xFA misma? \xBFAcaso su actitud no te dice noche y d\xEDa que est\xE1s en un error? --S\xE9 lo que s\xE9--replic\xF3 ella, suavemente, con esa resignaci\xF3n altiva que es el arma de los d\xE9biles.--Y esto que te digo no data de hoy. Ese temor tiene muchos a\xF1os: estaba ya en mi coraz\xF3n aun antes de que fu\xE9ramos novios, y yo sab\xEDa bien lo que hac\xEDa cuando me negaba entonces a ser su mujer; \xA1era el amor, s\xF3lo el amor lo que me guiaba! --\xA1Marta! \xA1Marta!--exclam\xE9 en tono de reproche.--Me parece que me has ocultado muchas cosas. --Todo te lo dije en aquella \xE9poca--respondi\xF3 ella;--pero t\xFA no quer\xEDas creerme, quer\xEDas por fuerza hacer mi felicidad; y m\xE1s tarde, \xBFpor qu\xE9 habr\xEDa hablado? En el papel las cosas toman otro significado que el que se les ha querido dar; habr\xEDas concluido por ver en mis palabras un reproche a Roberto, quiz\xE1 hasta a ti misma, y yo no pod\xEDa dar lugar a semejante equivocaci\xF3n. Mi desgracia data del d\xEDa en que llegamos aqu\xED. Cuando lo vi re\xF1ir con su madre, o\xED que una voz me gritaba: \xAB\xA1Tuya es la culpa!\xBB Cuando de d\xEDa en d\xEDa lo vi ponerse m\xE1s sombr\xEDo y m\xE1s triste, me repet\xEDa nuevamente en el fondo del coraz\xF3n: \xAB\xA1Tuya es la culpa!\xBB Durante la noche me quedaba despierta a su lado, atormentada por este pensamiento: \xAB\xBFPor qu\xE9 est\xE1s tan triste y tan melanc\xF3lica, por qu\xE9 no sabes sino arrojarte en sus brazos llorando, y sufrir doblemente cuando lo ves sufrir?\xBB \xAB\xBFPor qu\xE9 no has aprendido a echarte a su cuello cantando, desde que vuelve a su casa y, con la sonrisa en los labios, a borrar con un beso las arrugas de su frente? A\xFAn m\xE1s, \xBFpor qu\xE9 te faltan el orgullo y la fuerza? \xBFPor qu\xE9 no puedes decirle: \xABRef\xFAgiate a mi lado; si tu coraz\xF3n tiembla, en m\xED encontrar\xE1s nuevas fuerzas, velar\xE9 sobre ti y sostendr\xE9 tus pasos.\xBB He ah\xED lo que habr\xEDas hecho t\xFA, hermana; no, no me contradigas. Con frecuencia me he representado la actitud que habr\xEDas tenido t\xFA, con tu alta estatura; le habr\xEDas abierto los brazos para que pudiera refugiarse en ellos, como en un puerto donde las tempestades no se atreven a penetrar... pero, m\xEDrame--y al decir esto dirig\xEDa una mirada de l\xE1stima a su cuerpo delicado y d\xE9bil, cuyos flacos contornos se delineaban bajo la cobija.--\xBFEse lenguaje no ser\xEDa rid\xEDculo en mi boca? Yo que casi me pierdo en sus brazos, que soy tan peque\xF1a, tan fr\xE1gil, no sirvo sino para que me protejan; proteger a los otros no es cosa m\xEDa... Mira, he reflexionado en todo eso durante largas noches, en las tinieblas, y el desaliento se ha apoderado cada vez m\xE1s de m\xED. Por la ma\xF1ana me esforzaba en re\xEDr, quer\xEDa fingir la indiferencia y la alegr\xEDa de un p\xE1jaro, creyendo que ese era el papel que mejor me convendr\xEDa y m\xE1s le agradar\xEDa; pero los cantos y la risa se ahogaban en mi garganta, y \xE9l lo notaba muy bien, pues sonre\xEDa con expresi\xF3n compasiva, y yo sent\xEDa redoblar mi verg\xFCenza. Sin fuerzas, Marta se detuvo y ocult\xF3 el rostro en mis faldas; luego continu\xF3: --Y como este medio no me dio el resultado que esperaba, trat\xE9 por lo menos de indemnizarlo de otra manera. T\xFA sabes que nunca en mi vida he tenido miedo al trabajo, pero hasta ahora jam\xE1s hab\xEDa tenido sobre m\xED una labor tan penosa como durante estos tres a\xF1os. Y, cuando ya no pod\xEDa m\xE1s, cuando mis rodillas casi se doblaban bajo mi peso, segu\xEDa adelante, sin embargo, sostenida por este pensamiento: \xABHaz ver que eres por lo menos \xFAtil para algo, arr\xE9glate de modo que nunca sepa cu\xE1n poca cosa posee en realidad en tu persona...\xBB Pero, \xBFde qu\xE9 sirve todo eso? Todos mis esfuerzos son enteramente in\xFAtiles. Tan pronto como vuelvo las espaldas todo se trastorna. Tiemblo sin cesar de que un d\xEDa mi trabajo le parezca insuficiente. As\xED se quejaba la desdichada, y yo misma ten\xEDa el coraz\xF3n despedazado al ver tanto dolor. --Escucha, tengo que hacerte una s\xFAplica--dijo ella finalmente, tom\xE1ndome ambas manos:--sondea a Roberto, procura saber si est\xE1 contento de m\xED, y despu\xE9s me lo dir\xE1s. La atraje hacia m\xED, le prodigu\xE9 mil palabras cari\xF1osas, y trat\xE9 de alejar con mis caricias el temor, la inquietud de su esp\xEDritu. Ella beb\xEDa con amor cada una de mis palabras; su rostro febricitante estaba pendiente de mis labios y de vez en cuando un d\xE9bil suspiro se escapaba de su pecho. --\xA1Oh! \xBFPor qu\xE9 no has estado siempre a mi lado?--exclam\xF3, acarici\xE1ndome las manos. En ese momento, un nuevo pensamiento pareci\xF3 desalentarla otra vez. Insist\xED para que hablara, pero no quer\xEDa decidirse a hacerlo; al fin dijo, balbuciendo y tartamudeando: --\xA1T\xFA har\xE1s todo mil veces mejor que yo; le ense\xF1ar\xE1s lo que habr\xEDa podido tener y lo que tiene; ver\xE1 qu\xE9 pobre criatura soy a tu lado! Un espanto se apoder\xF3 de m\xED; luego comprend\xED. Hab\xEDa so\xF1ado en poseer un hogar, pero ese sue\xF1o se desvanec\xEDa. \xBFC\xF3mo pod\xEDa permanecer en esa casa, cuando mi propia hermana se consum\xEDa de dolor y de celos por causa m\xEDa? Marta sinti\xF3 que me hab\xEDa hecho mal; alzando sus delgados brazos hasta mi cuello, me dijo: --Compr\xE9ndeme, Olga; no son celos los que experimento; soy tan poco celosa, que mi deseo m\xE1s ardiente es que os entend\xE1is ambos despu\xE9s de mi muerte, y que... --\xA1Despu\xE9s de tu muerte!--exclam\xE9 espantada.--\xA1Marta, no digas eso! \xA1Es un crimen! Ella se sonri\xF3, triste y resignada. --Lo s\xE9 mejor que t\xFA--dijo.--Mis fuerzas se han agotado desde hace tiempo. Ya antes, esa larga espera me hab\xEDa aniquilado. Por eso deseaba verte tan ardientemente, porque pensaba que muy pronto todo concluir\xEDa; antes de partir quer\xEDa arreglar todo entre vosotros dos. Pero, sea como fuere, tarde o temprano tendr\xE9 que pasar por eso, y quiero antes estar segura de que dejo a ambos, al ni\xF1o y a \xE9l, en buenas manos. Me estremec\xED y en seguida sent\xED que una gran laxitud me invad\xEDa. Me pareci\xF3 que iba a caerme delante de la cama y a llorar, a llorar hasta rendir el alma. En ese momento se oyeron en la habitaci\xF3n contigua los gritos del peque\xF1uelo que se hab\xEDa despertado y reclamaba a su nodriza. Respir\xE9 largamente y reflexion\xE9 acerca de m\xED misma y de los deberes que me incumb\xEDan. --\xBFOyes, Marta?--grit\xE9.--Te desesperas, y el Cielo te ha acordado la dicha m\xE1s grande que puede pretender una mujer. Renacer\xE1s por tu hijo; tu vida sacar\xE1 de su juventud un nuevo vigor. Un rel\xE1mpago pas\xF3 por sus ojos; luego se dej\xF3 caer suavemente y cerr\xF3 los p\xE1rpados, sonri\xE9ndose. S\xF3lo el sentimiento de la maternidad pod\xEDa dar alas a su esperanza. Abri\xF3 la boca una vez m\xE1s y murmur\xF3 algunas s\xEDlabas. Me inclin\xE9 hacia ella y pregunt\xE9: --\xBFQu\xE9 tienes, hermana querida? --Desear\xEDa ser \xFAtil para algo en este mundo--dijo, con un suspiro. Y con este pensamiento, se durmi\xF3. XIV Hab\xEDa cerrado ya la noche cuando Roberto penetr\xF3 sigilosamente en la habitaci\xF3n. Yo me sobresalt\xE9: sent\xED de repente que me iba a ver reducida a esconderme, a huir de \xE9l hasta el fin del mundo: \xAB\xA1Es necesario que no te encuentre, no te encontrar\xE1!\xBB--me gritaba una voz interior.--Mis mejillas estaban encendidas y me vino un vago temor de que el rubor traicionara mi emoci\xF3n a pesar de la obscuridad. Se acerc\xF3 a la cama, escuch\xF3 un instante la respiraci\xF3n apacible de Marta y en seguida me dijo en voz baja: --Ven, Olga. Est\xE1s cansada; tomar\xE1s algo y despu\xE9s ir\xE1s a descansar. Quise protestar, pues tem\xEDa mucho encontrarme sola con \xE9l, pero, para no despertar a mi hermana que dorm\xEDa, lo segu\xED sin decir una palabra. El comedor era una vasta habitaci\xF3n, blanqueada, con muebles antiguos que parec\xEDan estar de guardia a lo largo de las paredes, semejantes a negros gigantes agazapados. Bajo la ara\xF1a hab\xEDa una mesa redonda con dos cubiertos. --He hecho comer antes al personal de la granja--dijo Roberto, volvi\xE9ndose hacia m\xED,--pues no he querido darte el disgusto de ver caras extra\xF1as. Y, al decir esto, se dej\xF3 caer pesadamente en una silla, apoy\xF3 la barba en su mano y fij\xF3 la mirada en el salero. --\xA1Pero t\xFA no comes!--dijo al cabo de un instante. Sacud\xED la cabeza: no habr\xEDa sido capaz de comer un bocado, aun cuando el hambre me desgarrara las entra\xF1as. Su presencia me paralizaba por completo. Sigui\xF3 un nuevo silencio. --\xBFC\xF3mo la encuentras t\xFA?--pregunt\xF3 \xE9l al fin. --No s\xE9--dije, violent\xE1ndome para hablar,--si debo sentir alegr\xEDa o inquietud. --\xBFPor qu\xE9 inquietud?--pregunt\xF3 bruscamente. Y vi pasar por sus ojos un vago fulgor de angustia. --Marta se atormenta a s\xED misma. Me dirigi\xF3 de pronto una mirada de inteligencia, una mirada que dec\xEDa: \xAB\xBFT\xFA tambi\xE9n lo sabes ya?\xBB Luego levant\xF3 el pu\xF1o desperez\xE1ndose y exhal\xF3 un suspiro. Su cabellera enmara\xF1ada le ca\xEDa sobre la frente y en las extremidades de sus labios las arrugas labradas por la amargura se acentuaban a\xFAn m\xE1s. Tuve miedo, miedo de m\xED misma. \xBFLo que acababa de decir no parec\xEDa una acusaci\xF3n a Marta, no lo invitaba a acusarla? --Te ama demasiado--repuse, apretando los dientes. Sab\xEDa que iba a hacerle mal y era lo que quer\xEDa. \xC9l se sobresalt\xF3 y me mir\xF3 un instante, con una extra\xF1eza sincera, inclin\xF3 repetidas veces la cabeza y dijo: --Tu reproche es justo; Marta me ama demasiado. Yo habr\xEDa querido en seguida pedirle perd\xF3n. Verdaderamente no merec\xEDa esa maldad de mi parte. Su alma era pura y transparente como un rayo de sol: s\xF3lo en mi coraz\xF3n reinaban las tinieblas. Cre\xED que las l\xE1grimas que me esforzaba en reprimir, iban a ahogarme. Vi que no podr\xEDa contenerme por m\xE1s tiempo, y me levant\xE9 bruscamente. --Buenas noches, Roberto--dije, sin tenderle la mano.--Estoy extenuada, necesito acostarme; deja, un criado me indicar\xE1 el camino. \xA1Deja, te digo! Grit\xE9 esas \xFAltimas palabras como impulsada por el enojo: \xE9l se detuvo, cortado. XV En la penumbra del corredor, el aire fresco me calm\xF3 muy pronto. Di algunos paseos y despu\xE9s fui en busca de una criada para que me indicara mi habitaci\xF3n. --La se\xF1ora ha arreglado todo ella misma en el cuarto y ha prohibido que lo toquen; hay tambi\xE9n una carta para la se\xF1orita. Cuando me qued\xE9 sola, pas\xE9 revista a la habitaci\xF3n. \xA1Querida y excelente hermana! Hab\xEDa pensado en mis menores deseos, se hab\xEDa acordado fielmente de mis menores costumbres de otros tiempos para dar a mi aposento toda la comodidad y todo el encanto que se pueden imaginar. Nada faltaba all\xED, de lo que mi coraz\xF3n m\xE1s apreciaba antes. Sobre la cama ca\xEDan cortinas de flores encarnadas, semejantes a las que hab\xEDan abrigado mis primeros sue\xF1os de ni\xF1a; en el borde de la ventana hab\xEDa geranios y artanitas que yo siempre cultivaba; adornaban las paredes algunos cuadros sobre los cuales mis miradas descansaban en otros tiempos al despertarme, y en los estantes encontr\xE9 los libros en que hab\xEDa aprendido las primeras nociones del amor. El drama de _Ifigenia_, que, en aquellos d\xEDas claros y sin nubes, hab\xEDa sido mi poema predilecto, estaba abierto sobre la mesa. \xA1Oh, bondad del Cielo! \xA1Cu\xE1nto tiempo hac\xEDa que lo hab\xEDa le\xEDdo, cu\xE1nto tiempo hac\xEDa que lo evitaba temerosamente, de tal modo que la tranquila majestad de la santa sacerdotisa hac\xEDa sufrir a mi alma! Entre las p\xE1ginas del libro encontr\xE9 la carta de que me hab\xEDa hablado la criada. Tuve un dulce presentimiento, el presentimiento de que iba a encontrar una nueva prueba de afecto inmerecido, y, rasgando el sobre, le\xED: * * * \xAB\xA1Hermana muy querida! \xBBCuando entres en este cuarto no podr\xE9 desearte la bienvenida: estar\xE9 enferma y quiz\xE1 hasta mis labios se habr\xE1n cerrado para siempre. Todo lo encontrar\xE1s como ten\xEDas la costumbre de verlo en casa; todo esto estaba preparado para ti, y te esperaba desde hace mucho tiempo. Que sea el dolor o el gozo lo que te acoja en el umbral de esta casa, descansa en paz y du\xE9rmete con el sentimiento de estar en tu casa. Esfu\xE9rzate en amar a Roberto, como \xE9l mismo te amar\xE1. Entonces todo ir\xE1 bien todav\xEDa, ya sea que Dios me deje con vosotros o que me llame a \xC9l. Tu hermana, _Marta_.\xBB * * * Nada nuevo hab\xEDa en lo que all\xED me dec\xEDa y, sin embargo, me sent\xED tan violentamente conmovida por esa sencilla y enternecedora prueba de su cari\xF1o, que no tuve en el primer momento m\xE1s que un pensamiento: ir a arrojarme al pie de su cama, y confesarle cu\xE1n indigna era aquella a quien ofrec\xEDa el asilo de su coraz\xF3n y de su techo. Ciertamente, ya no me cab\xEDa ninguna duda. Esa fatal pasi\xF3n, que yo cre\xEDa haber arrancado de mi alma con todas sus ra\xEDces, se hab\xEDa cubierto de una nueva y frondosa vegetaci\xF3n; las heridas cicatrizadas desde hac\xEDa tiempo se hab\xEDan vuelto a abrir con la presencia de Roberto; me parec\xEDa sentir que mi sangre ardiente se escapaba de ellas a torrentes. Ya era in\xFAtil ocultar o disimular. Se hab\xEDan acabado, desde hac\xEDa largo tiempo, ese fulgor inseguro y seductor que colora los sentimientos nacientes, y ese dulce abandono que permite la embriaguez inconsciente de la juventud; en su lugar estaban la luz brillante y cruda de un conocimiento madurado por los a\xF1os, la actitud fr\xEDa y r\xEDgida que impone una conducta severa. S\xED, lo amaba, lo amaba con una pasi\xF3n tan ardiente, tan dolorosa como s\xF3lo el coraz\xF3n retemplado en el fuego del odio y del sufrimiento puede amar. Y eso no databa de hoy, eso no databa de ayer. Hab\xEDa crecido con ese amor, me hab\xEDa aferrado a \xE9l en la pasi\xF3n secreta de mi coraz\xF3n; mi ser hab\xEDa encontrado en \xE9l su vigor: era mi fuerza y mi debilidad, era mi vida y mi muerte. \xBFLo merec\xEDa Roberto? \xBFMe comprend\xEDa? \xA1Qu\xE9 importaba! Nunca lo comprender\xEDa despu\xE9s de todo. Y luego, no era \xE9l sino yo la que ten\xEDa que conquistar un derecho a su amor. A esa hora sab\xEDa que jam\xE1s podr\xEDa desterrar de mi pecho esa pasi\xF3n. Se trataba de someterse a ella como uno se somete al eterno destino, pero era necesario que no se hiciera criminal: deb\xEDa reinar pura en el fondo de mi coraz\xF3n puro. Y, en verdad, no me hab\xEDan llamado a esa casa para labrar su desgracia. Una gran misi\xF3n, una misi\xF3n sagrada me esperaba. Marta ver\xEDa en breve que un genio bienhechor reinaba en torno de ella en la casa: aprender\xEDa conmigo a emplear de una manera eficaz, para la salvaci\xF3n de su marido muy amado, el amor que la consum\xEDa en vano. Su valor, a mi lado, iba a rehacer, su alma iba a tomar nuevas fuerzas. \xA1C\xF3mo me promet\xEDa sostenerla y consolarla en las horas de dolor y de abatimiento; c\xF3mo me violentar\xEDa para re\xEDr cuando la melancol\xEDa la envolviera con su velo sombr\xEDo! Sabr\xEDa, con mis bromas alegres y vivas, disipar las nubes, devolver a las frentes su serenidad, y har\xEDa de modo que siempre brillara entre esas paredes un \xFAltimo rayo de sol. Mi vida transcurrir\xEDa sin deseo, feliz tan s\xF3lo de la dicha de los m\xEDos, en una abnegaci\xF3n discreta y resignada. Ya no necesitaba vagar en torno de la estatua de Ifigenia, pues yo tambi\xE9n iba a desempe\xF1ar el papel augusto y sublime de la sacerdotisa. Este piadoso pensamiento hizo caer la agitaci\xF3n de mi alma, y con \xE9l me dorm\xED. XVI Cuando me despert\xE9 esa primera ma\xF1ana, me sent\xED satisfecha, casi feliz. En m\xED reinaba una paz casi religiosa que no conoc\xEDa ya, desde hac\xEDa un n\xFAmero infinito de a\xF1os. Sab\xEDa que en lo sucesivo no ten\xEDa por qu\xE9 temer el encontrarme con \xE9l. Marta dorm\xEDa todav\xEDa. Cuando mir\xE9 a la habitaci\xF3n por la abertura de la puerta, la vi hundida en las almohadas, con la cabeza echada hacia atr\xE1s, y o\xED una respiraci\xF3n corta y oprimida. Tranquilizada, me alej\xE9 para entrar inmediatamente en mis funciones de ama de casa. --Ya no necesitar\xE1 extenuarse en el trabajo--pens\xE9, penetrada de una secreta alegr\xEDa. Hice, para tomar oficialmente la direcci\xF3n de la casa, una inspecci\xF3n que dur\xF3 casi una hora. La vieja ama de llaves dio pruebas de cierta docilidad y los criados me trataron con respeto. Por otra parte, yo no habr\xEDa tardado en impon\xE9rselo. A la hora del almuerzo me encontr\xE9 con Roberto. Sent\xED al entrar al comedor una leve palpitaci\xF3n del coraz\xF3n, la que desapareci\xF3 tan pronto como me acord\xE9 de mi juramento de la v\xEDspera. Me le acerqu\xE9, serena, mir\xE1ndolo de frente, y le extend\xED la mano. --\xBFMarta duerme todav\xEDa?--pregunt\xE9. \xC9l sacudi\xF3 la cabeza. --He mandado buscar al m\xE9dico--dijo.--Ha pasado una mala noche... la emoci\xF3n de tu llegada parece haberle hecho da\xF1o. Sent\xED un poco de temor; pero mi gran resoluci\xF3n me hab\xEDa llenado de tal alegr\xEDa, que no hab\xEDa ya lugar en m\xED para una inquietud. --\xBFQuieres servirte t\xFA mismo? Mientras tanto ir\xE9 a verla. Cuando entr\xE9 en la habitaci\xF3n, la encontr\xE9 en la misma posici\xF3n en que la hab\xEDa dejado por la ma\xF1ana, y, acerc\xE1ndome a la cama, vi que ten\xEDa los ojos muy abiertos y miraba fijamente el techo. Tuve miedo y la llam\xE9 por su nombre; entonces una ligera sonrisa pas\xF3 por su rostro; se volvi\xF3 penosamente y me mir\xF3 de frente. --\xBFNo te sientes bien, Marta? Sacudi\xF3 la cabeza con expresi\xF3n dolorida y cerr\xF3 un poco la mano. Eso quer\xEDa decir: Ven, si\xE9ntate a mi lado. Tom\xE9 su cabeza entre mis brazos y de repente un calofr\xEDo sacudi\xF3 su cuerpo; o\xED que sus dientes casta\xF1eteaban. --Dame una frazada gruesa--murmur\xF3,--tengo mucho fr\xEDo. Hice lo que me hab\xEDa pedido y me sent\xE9 de nuevo a su lado. Ella se apoder\xF3 de mis manos y las estrech\xF3 como si hubiera querido calentarse con su contacto. --\xBFHas dormido bien?--pregunt\xF3 con esa misma voz de ronco falsete que no le conoc\xEDa.--Hice un signo afirmativo y al mismo tiempo sent\xED nacer en m\xED un vivo sentimiento de verg\xFCenza. \xBFQu\xE9 era mi gran proyecto de renunciamiento comparado con esa especie de abnegaci\xF3n, de olvido de s\xED misma, que se manifestaba en las m\xE1s peque\xF1as como en las m\xE1s grandes circunstancias, y que encontraba para todo el mismo amor? \xA1Y yo, ego\xEDsta y orgullosa, me envanec\xEDa todav\xEDa de esa sublime resoluci\xF3n de mi coraz\xF3n! --\xBFTe ha gustado el arreglo de tu cuarto?--continu\xF3 ella, al mismo tiempo que por sus ojos dulces y tristes pasaba un d\xE9bil fulgor de malicia. A guisa de respuesta pos\xE9 humildemente en sus labios un beso de agradecimiento. --\xA1S\xED, b\xE9same, b\xE9same otra vez!--dijo ella.--Tu boca es tan bella, tan ardiente: da calor al cuerpo y al alma. Y un nuevo calofr\xEDo la sacudi\xF3. Un instante despu\xE9s entr\xF3 Roberto. --Prep\xE1rate, querida--dijo acariciando la mejilla de Marta;--el m\xE9dico, nuestro t\xEDo, ha llegado. En seguida me hizo una se\xF1a y sal\xED detr\xE1s de \xE9l. Junto a la cuna del reci\xE9n nacido encontr\xE9 a un hombre ya viejo, cuya barba gris no hab\xEDa sido afeitada por varios d\xEDas, la nariz chata y roja y dos ojos vivos e inteligentes que me miraban sonriendo detr\xE1s de los brillantes vidrios de sus antiparras. --Entonces, \xBFes ella?--dijo extendi\xE9ndome la mano. Una oleada de sangre me subi\xF3 al coraz\xF3n; a la primera ojeada comprend\xED que ten\xEDa delante de m\xED a un amigo, a quien podr\xEDa confiarme sin reserva. --\xA1Quiera Dios que haya usted venido en el buen momento!--continu\xF3 \xE9l.--De todos modos, vamos a saberlo ahora mismo. Ll\xE9vame a su lado, Roberto; sin duda la cosa no es tan grave. Me qued\xE9 sola con la nodriza y el ni\xF1o, que se agitaba y lanzaba a derecha e izquierda sus pu\xF1itos. --Adquirir\xE9 tambi\xE9n el derecho de contribuir a tu felicidad--pens\xE9 mientras acariciaba su peque\xF1o cr\xE1neo redondo y luciente, sobre el cual temblaban al soplo del aire algunos cabellos apenas visibles, finos como la seda. La v\xEDspera, hab\xEDa apenas dirigido una mirada a esa criaturita; ese d\xEDa, al verlo, mi pecho se dilataba y se llenaba de una ternura infinita. --Desde ayer te has vuelto m\xE1s pura y mejor--me dije mentalmente. La visita fue larga, de una duraci\xF3n inquietante. Al fin, la puerta de la habitaci\xF3n contigua se abri\xF3; el m\xE9dico sali\xF3 solo. Parec\xEDa irritado, furioso; sus mand\xEDbulas se agitaban como si hubieran querido triturar algo. --He alejado a Roberto--dijo.--Necesito hablar a solas con usted. Entonces me tom\xF3 la mano y me condujo al comedor, donde la cafetera humeaba todav\xEDa. --Tengo por usted un respeto muy grande, se\xF1orita--comenz\xF3 enjugando las gotas de sudor de su frente.--Por todo lo que he o\xEDdo decir, es usted una joven animosa, capaz de recibir sin flaquear un golpe inesperado. --Basta de pre\xE1mbulos, se lo ruego, doctor--dije, sinti\xE9ndome palidecer. --\xA1Bueno! A m\xED tampoco me gustan los pre\xE1mbulos. Su hermana... Y al decir esto, sin embargo, se detuvo. --\xA1Mi hermana... est\xE1 en... peligro de muerte, doctor! Hab\xEDa querido parecer fuerte, pero las piernas se me doblaban. Me as\xED del borde de la mesa para no caer. --\xA1Vamos! \xA1valor, valor!--murmur\xF3 \xE9l poni\xE9ndome la mano en el hombro.--La fiebre, ese terrible hu\xE9sped, est\xE1 all\xED y no es tan f\xE1cil despedirla. Yo apret\xE9 los dientes: no quer\xEDa que me viera temblar. Ya hab\xEDa o\xEDdo hablar con frecuencia del peligro de la fiebre puerperal, aunque no pudiera formarme una idea de sus terrores. --\xBFRoberto lo sabe? Ese fue el primer pensamiento que me vino. El doctor se encogi\xF3 de hombros rasc\xE1ndose la cabeza. --He tenido miedo de que perdiera la calma, no le he dicho m\xE1s que la mitad de la verdad. --\xBFY cu\xE1l es la verdad entera? Y enderez\xE1ndome lo mir\xE9 en los ojos. \xC9l guard\xF3 silencio. --\xBFVa a morir? Cuando vio que yo encaraba en el acto con firmeza la alternativa m\xE1s temible, respir\xF3 con mayor libertad. Pero no o\xED su respuesta, pues, en el mismo instante en que pronunciaba con tranquilidad aparente esas horribles palabras, vi desarrollarse ante mis ojos con una terrible vivacidad aquella escena de mis a\xF1os de infancia en que Marta se me hab\xEDa aparecido tendida en el sof\xE1, semejante a un cad\xE1ver. Cre\xED sentir que una mano de muerta me hund\xEDa las u\xF1as en el pecho; ante mis ojos pasaron rel\xE1mpagos sangrientos; lanc\xE9 un grito... luego cre\xED o\xEDr que una voz me gritaba: \xAB\xA1Vuela a socorrerla, vuela a socorrerla, s\xE1lvala, d\xE1 tu propia vida para conservar la suya!\xBB Bruscamente me ergu\xED; hab\xEDa vuelto a encontrar mis fuerzas. --Doctor--dije,--si Marta se muere, perder\xE9 todo lo que poseo en este mundo y yo misma habr\xE9 concluido. Pero, mientras pueda serle \xFAtil, no flaquear\xE9: necesito una certidumbre. --Una certidumbre, querida ni\xF1a--repuso \xE9l apoder\xE1ndose de mis manos,--no la habr\xE1 hasta la curaci\xF3n o hasta el momento fatal. Por desesperada que sea la situaci\xF3n, puede siempre producirse una reacci\xF3n y ahora m\xE1s que nunca, puesto que la enfermedad est\xE1 todav\xEDa en sus primeras fases. Ciertamente, a la enferma no le sobran fuerzas, y esa es la parte m\xE1s triste. Sin embargo, quiz\xE1 conseguiremos ahogar el mal en su germen, y entonces todo se habr\xE1 salvado. --\xBFQu\xE9 puedo hacer por ella?--exclam\xE9, extendiendo hacia \xE9l mis manos juntas.--\xA1Exija usted lo que quiera! Aun cuando diera mi propia vida para salvar la suya, no le habr\xEDa dado todo lo que le debo. \xC9l me mir\xF3 sorprendido. \xBFC\xF3mo habr\xEDa podido comprenderme? XVII Y ahora he llegado a la parte m\xE1s dif\xEDcil de mi relato. Desde hace ocho d\xEDas, doy vueltas en torno de estas p\xE1ginas sin atreverme a tomar la pluma. Un calofr\xEDo de espanto me invade al pensar en lo que me espera. Y, sin embargo, me har\xE1 bien el acordarme una vez m\xE1s de esos tres d\xEDas y esas tres noches terribles, precisamente ahora que un sentimiento m\xE1s tierno, una melancol\xEDa m\xE1s dulce, parecen saturar mi coraz\xF3n. \xA1Atr\xE1s, atr\xE1s, todo pensamiento lisonjero que me hable de dicha y de paz! Estoy destinada a vivir sola y a renunciar a los goces de este mundo, y si alguna vez lo olvido, la historia de esos tres d\xEDas sabr\xE1 hacerme recordarlo... Cuando acerqu\xE9 mi silla a la cama de mi hermana para comenzar mis funciones de enfermera, la encontr\xE9 dormida; pero ese no era el sue\xF1o que fortifica y prepara la convalecencia; era un sue\xF1o que pesaba sobre ella como una pesadilla y le cerraba por fuerza los p\xE1rpados. Cuando su pecho se levantaba o se bajaba, se habr\xEDa dicho que obedec\xEDa a una fuerza extra\xF1a que lo dilataba y lo comprim\xEDa alternativamente. Su rostro p\xE1lido, color de cera, surcado por venas azules, estaba medio hundido en las almohadas y algunas delgadas guedejas rubias lo cruzaban, semejantes a reptiles. Ocult\xE9 mi cara entre las manos: no pod\xEDa soportar ese espect\xE1culo. Las horas del d\xEDa pasaron. Ella dorm\xEDa, dorm\xEDa sin pensar en despertarse. De vez en cuando o\xEDa afuera el paso ligero de las criadas; aparte de eso, todo estaba silencioso y desierto en derredor nuestro. De Roberto, ni trazas. A mediod\xEDa no pude dejar de preguntar por su paradero. Le hab\xEDan visto por la ma\xF1ana salir a los campos, seguido por sus perros. Y as\xED, desde hac\xEDa horas, vagaba bajo la lluvia. El reloj toc\xF3 las tres; en ese momento entr\xF3 \xE9l, chorreando agua, con la mirada empa\xF1ada, los cabellos mojados, pegados en desorden en su frente. Deb\xEDa haber sufrido horriblemente. Quise acercarme a \xE9l, quise decirle una palabra de consuelo, pero no me atrev\xED. La mirada hura\xF1a y sombr\xEDa que me lanz\xF3, me dec\xEDa con bastante claridad: \xAB\xBFQu\xE9 quieres? D\xE9jame solo con mi dolor.\xBB Hab\xEDa asido una de las columnas de la cama y permanec\xEDa all\xED, con los ojos fijos en Marta, mordi\xE9ndose los labios. Despu\xE9s sali\xF3, como hab\xEDa venido, sin decir una palabra. Pasaron dos horas m\xE1s en el silencio y la espera. Los vapores de fenol que se desprend\xEDan del plato colocado frente a m\xED, principiaban a darme dolor de cabeza. Apoy\xE9 la frente en los vidrios para refrescarla, siguiendo maquinalmente el movimiento de las hojas muertas que el viento levantaba y hac\xEDa revolotear hasta la ventana. Comenzaba ya a obscurecer, cuando o\xED de repente afuera, en el corredor, una voz de mujer que se lamentaba y daba gritos tan violentos, que la enferma, dormida, se estremeci\xF3 dolorosamente. La c\xF3lera me subi\xF3 a la cara. Quise correr para echar de la casa a la persona que hac\xEDa tanto ruido, pero, al abrir la puerta, me tropec\xE9 con ella. A la primera mirada reconoc\xED esa cara colorada e hinchada, esos ojillos perversos. \xA1Qui\xE9n pod\xEDa ser sino _ella_, la mejor de todas las t\xEDas y de todas las madres! --\xA1Al fin--exclam\xE9 para mis adentros,--al fin voy a verte de frente, mis ojos en los tuyos! --De modo que t\xFA eres Olga--exclam\xF3 siempre en el mismo tono estridente y llor\xF3n que llenaba la casa.--\xA1Buenos d\xEDas, mi queridita! \xA1Oh! \xA1Qu\xE9 desgracia! \xBFEntonces es verdad? \xA1La noticia me ha trastornado! --Le ruego, querida t\xEDa--le dije cruz\xE1ndome de brazos,--que vaya usted a trastornarse a otra parte y no aqu\xED, y que a la cabecera de la enferma modere usted el tono de su voz. Ella se qued\xF3 cortada. La mirada envenenada que me lanz\xF3 entonces, no la olvidar\xE9 en mi vida. Pero ya sab\xEDa con qui\xE9n ten\xEDa que hab\xE9rmelas. Por otra parte, ella recogi\xF3 el guante en seguida. --Haces muy bien, hija m\xEDa--dijo, y su voz tom\xF3 de pronto un sonido met\xE1lico, como una trompeta de guerra,--haces muy bien en atender a tu pobre hermana enferma, pero puedes marcharte, tu presencia es in\xFAtil ahora; soy yo quien va a quedarse aqu\xED. \xABEsp\xE9rate, ahora mismo vas a encontrar la horma de tu zapato\xBB--exclam\xE9 mentalmente. E irgui\xE9ndome cuanto pude, le respond\xED con mi sonrisa m\xE1s fr\xEDa: --Se equivoca usted, querida t\xEDa; se le ha prohibido a mi hermana de la manera m\xE1s formal que la visiten personas extra\xF1as. Le ruego, pues, que se retire a la habitaci\xF3n contigua. Su cara se puso terrosa, sus dedos se crisparon, creo que habr\xEDa sido capaz de estrangularme all\xED mismo. Pero se march\xF3 y el buen t\xEDo, sin voluntad, que se arrastraba siempre a tres pasos detr\xE1s de ella, la sigui\xF3. En mi triunfo solt\xE9 una gran carcajada. Pero tambi\xE9n, \xBFqu\xE9 ven\xEDs a hacer, almas codiciosas, en el templo del dolor? \xA1Atr\xE1s! XVIII Vino la noche. Una banda roja, \xFAltimo vestigio del sol poniente, se extend\xEDa sobre la ciudad cuyas torres puntiagudas se destacaban negras en el cielo de fuego. Durante largo rato segu\xED con los ojos las llamaradas, que la obscuridad concluy\xF3 tambi\xE9n por absorber. El reloj dio las nueve y el viejo doctor entr\xF3. Permaneci\xF3 mucho rato sentado en mi silla, silencioso, despu\xE9s me acarici\xF3 la mano al despedirse y dijo: --Contin\xFAe usted con el fenol, toda la noche. A la pregunta que ley\xF3 en mi mirada inquieta, no respondi\xF3 sino con un vago encogimiento de hombros. No s\xE9 d\xF3nde, dos o tres habitaciones m\xE1s lejos, o\xED la voz de Roberto que discut\xEDa con el anciano. Era una prueba de que \xE9l tampoco se alejaba de la cama de la enferma. \xAB\xBFPero por qu\xE9 se contenta con quedarse afuera?--me preguntaba.--Casi se dir\xEDa que le est\xE1 prohibida la entrada.\xBB El reloj toca las diez, todo est\xE1 solitario en los alrededores, la casa parece entregada al reposo. El viento sacude la reja del jard\xEDn, hace el ruido de un hu\xE9sped atrasado que quiere entrar. \xBFLa muerte rondar\xEDa ya en derredor de la casa? \xBFContar\xEDa ya los granos de arena en su ampolleta? El furor de la desesperaci\xF3n se apoder\xF3 de m\xED. Sin saber lo que hac\xEDa, me precipit\xE9 hacia la puerta, como para cerrar el paso a ese demonio amenazador. \xA1Desgraciada que no sospechaba que otro demonio me acechaba, instalado antes que aqu\xE9l en el umbral de la puerta! Minutos despu\xE9s entr\xF3 Roberto. Ni una palabra, ni un saludo, nada m\xE1s que esa mirada r\xE1pida y sombr\xEDa que ya me hab\xEDa herido una vez como una pu\xF1alada. Con su paso pesado y balanceante avanz\xF3 hacia la cama, tom\xF3 la mano de Marta, su mano flaca y ardiente, cuyas u\xF1as ten\xEDan un matiz azulado, y la mir\xF3 fijamente. Despu\xE9s se sent\xF3 en el rinc\xF3n m\xE1s obscuro, detr\xE1s de la estufa, y permaneci\xF3 all\xED encogido durante dos horas, dos largas horas. Yo esperaba, con el coraz\xF3n palpitante, que \xE9l me dirigiera la palabra, pero guard\xF3 silencio como antes. Poco despu\xE9s de media noche sali\xF3 del cuarto. Por mucho tiempo todav\xEDa lo o\xED pasearse afuera en el corredor, y el ruido sordo de sus pasos me record\xF3 otra noche en que, no menos temblorosa, hab\xEDa o\xEDdo ese mismo ruido, dividida entre el temor y la esperanza. Todo un mundo nos separaba de aquel tiempo, y la joven criatura insensata que, presa del vehemente deseo de ayudar a los dem\xE1s y de sacrificarse, escuchaba entonces en la obscuridad, me parec\xEDa en ese momento como un ser perteneciente a una de las estrellas que centellean all\xE1 arriba en la inmensidad. El ruido de los pasos se atenu\xF3: Roberto hab\xEDa entrado en su cuarto. \xAB\xBFVolver\xE1?--me pregunt\xE9, aplicando el o\xEDdo al ojo de la cerradura.--Seguramente no puede dormir.\xBB Y me estremec\xED de gozo al o\xEDr que el ruido se acercaba de nuevo. Pero por mi cabeza pas\xF3 este pensamiento: \xAB\xBFQu\xE9 te importa que vuelva o no? \xBFAcaso es por \xE9l por quien est\xE1s aqu\xED? \xBFNo tienes all\xED, delante, a tu felicidad, tu vida, todo lo que amas?\xBB Me dej\xE9 caer ante la cama, y cubriendo de besos las manos de Marta, le supliqu\xE9 que tuviera compasi\xF3n de m\xED, quer\xEDa hablarle, le dec\xEDa, ten\xEDa un peso que me aplastaba el pecho, que me sofocaba: iba a ahogarme. Ella no se despert\xF3. Recogida en su dolor, yac\xEDa, triste esqueleto. En sus p\xF3mulos se encend\xEDan peque\xF1as llamaradas. La respiraci\xF3n silbaba. Por un instante sus labios se agitaron; parec\xEDa querer hablar, pero las palabras se paralizaron en su garganta en un rumor sordo. \xA1Qu\xE9 terrible silencio reinaba en derredor nuestro! El reloj hac\xEDa o\xEDr su tic tac; de la pared en que se encontraba la ventana ven\xEDa el ligero quejido del viento y en el interior de la habitaci\xF3n resonaba el ruido de los pasos de Roberto; fuera de esto, ni el menor ruido. Y de improviso me pareci\xF3 o\xEDr, en medio del silencio, que mi sangre se agitaba y herv\xEDa dentro de mi cuerpo. Escuch\xE9 con atenci\xF3n. Evidentemente, era mi sangre que pasaba con impetuosidad por mis venas. \xAB\xBFPor qu\xE9 no circula apaciblemente como de costumbre--me pregunt\xE9,--y como lo exige mi gran resoluci\xF3n? \xBFNo he extirpado de mi coraz\xF3n con todas sus ra\xEDces la idea de un crimen? \xBFNo lo he purificado con ayuda de mil fuegos? \xBFNo estoy aqu\xED para desempe\xF1ar el papel de sacerdotisa, de sacerdotisa inaccesible al deseo, pura y bienhechora?\xBB \xA1Y escuch\xE9 nuevamente! \xABSon alucinamientos\xBB--me dije. Pero a pesar de ello ten\xEDa miedo de todo ese movimiento y de todo ese estr\xE9pito, que parec\xEDa aumentar a cada instante. Ve\xEDa que un torrente me llevaba en sus remolinos, un torrente de sangre. De \xE9l surg\xEDa una roca de puntas escarpadas. En esa roca, una palabra estaba escrita en letras de fuego, la palabra: \xABAsesinato.\xBB El ruido de pasos se dej\xF3 o\xEDr m\xE1s. De un salto me par\xE9... Roberto vino, se sent\xF3 al borde de la cama; con la mano enjug\xF3 el sudor que cubr\xEDa la frente de Marta, e hizo deslizar los cabellos de \xE9sta por entre sus dedos. Yo lo observaba de reojo y a hurtadillas. Apenas osaba respirar. Sus ojos enrojecidos y fatigados brillaban en el fondo de las \xF3rbitas; sus labios apretados revelaban amargura e irritaci\xF3n. All\xED estaba, petrificado en un dolor mudo. El deseo de acercarme a \xE9l me sacudi\xF3 como un calofr\xEDo de fiebre. Pero, cuando quise levantarme, sent\xED como dos manos de hierro que pesaban sobre mis hombros y me hicieron caer de nuevo en mi asiento. Al fin pronunci\xE9 su nombre y me sobrecog\xED de espanto, de tal modo que el sonido de mi propia voz me pareci\xF3 extra\xF1o y l\xFAgubre. \xC9l se volvi\xF3 y me mir\xF3. --Roberto--dije,--\xBFpor qu\xE9 no me hablas? Si hicieras compartir a otro el dolor que te oprime, eso te aliviar\xEDa. Se levant\xF3 bruscamente, se me acerc\xF3 y me tom\xF3 ambas manos. A ese contacto sent\xED que todo mi cuerpo se abrasaba y se helaba alternativamente. Pero hice un esfuerzo para sostener su mirada y lo mir\xE9 con firmeza, de frente. --Es la primera palabra bondadosa que me diriges, Olga--dijo \xE9l. --\xBFQu\xE9 quieres decir con eso, Roberto?--balbuc\xED.--\xBFMe he mostrado desatenta para contigo? --\xA1Si s\xF3lo fuera desatenta!--replic\xF3 \xE9l.--Pero me has tratado como a un extra\xF1o, como a un intruso, me has alejado del lecho de mi mujer. --\xA1Que Dios me libre de ello!--grit\xE9 deshaci\xE9ndome, pues sent\xEDa que iba a caer en sus brazos. Y \xE9l contin\xFAa: --Olga, si alguna vez te he hecho da\xF1o... \xBFcu\xE1l, no lo s\xE9? Pero debe de ser as\xED, de lo contrario no me rechazar\xEDas de esa manera; tu mirada, tu actitud entera, ser\xEDan menos duras para m\xED... Si, pues, te he hecho da\xF1o, Olga, no ha sido culpa m\xEDa; nunca he tenido sino buenas intenciones para ti. He... habr\xEDa querido que siempre estuvieras aqu\xED como en tu casa, que no tuvieras necesidad de ir a vivir entre gente extra\xF1a... entonces bajo las miradas de Marta, de aquella a quien ambos amamos... \xBFPara qu\xE9 pronunciar\xEDa su nombre? Sent\xEDa nacer en m\xED una fiera alegr\xEDa, me parec\xEDa que me brotaban alas; y he ah\xED que su nombre me her\xEDa como un latigazo. Me mord\xED los labios hasta que brot\xF3 la sangre. Pero a pesar de todo quise permanecer serena, quise desempe\xF1ar el papel de \xE1ngel protector. --Roberto--dije,--te has equivocado gravemente con respecto a m\xED: nada he tenido nunca contra ti. Me he vuelto temerosa y arrogante en el extranjero, eso es todo. Debes armarte de paciencia para tratarme, debes tener confianza en m\xED... \xBFquieres? Entonces vi resplandecer en sus ojos como un rayo de sol. --\xA1Te estoy tan agradecido, Olga!--dijo.--\xBFPor qu\xE9 no hab\xEDa de continuar teniendo confianza en ti? Mira, desde el d\xEDa en que hicimos juntos en el bosque ese paseo a caballo, \xBFte acuerdas? (\xA1Oh, si me acordaba!) desde ese d\xEDa te he querido como a una hermana, a\xFAn m\xE1s que a todas mis hermanas. Y al mismo tiempo te respetaba, te veneraba como a mi \xE1ngel tutelar. Y de hecho, lo has sido, lo ser\xE1s todav\xEDa en el porvenir, \xBFno es verdad? Hice se\xF1a de que s\xED sin decir nada y me oprim\xED el pecho con las dos manos; en seguida, cuando \xE9l lo not\xF3, las dej\xE9 caer, pero retroced\xED tres pasos tambale\xE1ndome y fue un milagro si consegu\xED mantenerme en pie. Inquieto, \xE9l se me acerc\xF3. --Estoy cansada--dije, esforz\xE1ndome por sonre\xEDr.--Ven, vamos a sentarnos, la noche es larga. Nos quedamos, pues, sentados el uno frente al otro, separados por el angosto madero de la cama, con los brazos apoyados en el borde, mirando al otro extremo el rostro de Marta, que un movimiento nervioso sacud\xEDa a cada instante; sus p\xE1rpados parec\xEDan cerrados, las sombras de sus pesta\xF1as descend\xEDan hasta muy abajo en sus mejillas; pero, cuando uno se inclinaba hacia ella, ve\xEDa brillar en el fondo de las obscuras cavidades el blanco de los ojos, con un lustre de n\xE1car p\xE1lido. \xC9l lo not\xF3, lo mismo que yo. --Se dir\xEDa que ya est\xE1 muerta--murmur\xF3, ocultando la cabeza entre sus manos.--Y si muere--continu\xF3,--no ser\xE1 a consecuencia de su parto, no ser\xE1 de esa miserable fiebre; s\xF3lo yo ser\xE9 la causa de su muerte. --Por el amor de Dios, \xBFqu\xE9 dices?--exclam\xE9, extendiendo hacia \xE9l mis brazos. \xC9l inclin\xF3 la cabeza sonriendo amargamente. --Bien lo he visto durante estos tres a\xF1os: es doble, triple mi culpa. Primero, la dej\xE9 esperar y consumirse durante siete a\xF1os, dividida entre la esperanza y el desaliento, agotando as\xED su energ\xEDa y sus fuerzas, \xA1y Dios sabe que no ten\xEDa muchas! Despu\xE9s la arrastr\xE9, d\xE9bil de cuerpo, abatida de esp\xEDritu, a este infierno donde todo el mundo le era hostil, y aun m\xE1s hostil que todos, la que mejor habr\xEDa debido sostenerla. \xA1Y yo mismo! Si hubiera dado pruebas de valor y de alegr\xEDa, si hubiera velado para que su pie no tropezara con las piedras del camino, si hubiera puesto un poco de sol en su existencia, quiz\xE1 habr\xEDa podido vivir feliz a mi lado. Pero con frecuencia me mostraba brusco y chabacano; juraba y echaba pestes en torno de ella sin acordarme de que me bastaba alzar la voz para hacerla estremecer y que el menor pliegue que arrugaba mi frente, la hac\xEDa palidecer. \xA1Ve ah\xED, delante de nosotros, ese cuerpo que no tiene m\xE1s que el aliento, y m\xEDrame a m\xED, gigante rudo y tosco! M\xE1s de una vez, durante la noche, me he despertado, temblando, al pensar que quiz\xE1 la hab\xEDa ahogado entre mis brazos. Y, finalmente, la he ahogado en realidad. Lo que me conven\xEDa era una mujer fuerte y... Espantado se detuvo y dirigi\xF3 al rostro de Marta una mirada que ped\xEDa humildemente perd\xF3n; pero yo complet\xE9 su frase con el pensamiento. Cuando Roberto sali\xF3 de la habitaci\xF3n, un sentimiento de j\xFAbilo se apoder\xF3 de m\xED, una loca alegr\xEDa que desencadenaba un hurac\xE1n en mi cabeza, sembraba la turbaci\xF3n en mis sentidos y parec\xEDa querer absorberlo todo, mi orgullo, mi independencia, el respeto a m\xED misma. La atm\xF3sfera del cuarto de la enferma estaba pesada y envolv\xEDa mi cabeza como un manto sofocante; los vapores de fenol me quemaban el cerebro; la respiraci\xF3n comenzaba a faltarme. Corr\xED a la ventana y apoyando mi frente en el marco, aspir\xE9 el aire fr\xEDo de la noche que penetraba en el cuarto por las rendijas. El d\xEDa apareci\xF3 a trav\xE9s de las cortinas, un d\xEDa fr\xEDo y gris, sumido en la niebla. Nubes descoloridas sub\xEDan pesadamente en el horizonte, y arrojaban un p\xE1lido fulgor sobre los \xE1rboles que chorreaban de humedad, y que parec\xEDan haberse despojado todav\xEDa durante la noche, de una parte de sus hojas. \xA1Qu\xE9 noche! \xA1Y cu\xE1ntas otras m\xE1s terribles que esa, van a sucederle! \xA1Qu\xE9 fantasmas, engendrados por las tinieblas, nacidos en la angustia, van a aparecer, a favor de esas noches, en mi esp\xEDritu febricitante! Me sent\xED tiritar y me retir\xE9 a un rinc\xF3n: ten\xEDa miedo de m\xED misma. Pasaron las horas de la ma\xF1ana y poco a poco me fui calmando. El recuerdo de esa noche se borr\xF3 y con \xE9l los des\xF3rdenes de la fiebre y los tormentos de la conciencia. Lo que hab\xEDa visto, lo que hab\xEDa sentido, no me parec\xEDa m\xE1s que un sue\xF1o. Una laxitud aplastadora me invadi\xF3; cerr\xE9 los ojos y ces\xE9 de pensar. Luego vino un momento de felicidad. A eso de las diez, Marta abri\xF3 de improviso sus grandes ojos azules y me dirigi\xF3 una mirada llena de dulzura y de bondad. Me pareci\xF3 que era el ojo de Dios que se volv\xEDa hacia m\xED, infeliz pecadora, y que en \xE9l le\xEDa la piedad y el perd\xF3n. Un gozo puro, un gozo santo, me inund\xF3. Me arroj\xE9 en los brazos de mi hermana y escond\xED mi cara sobre su hombro. En medio de sus dolores ella se puso a sonre\xEDr, y, posando penosamente su mano en mi cabeza, murmur\xF3 con voz apenas perceptible: --\xBFSin duda os he asustado mucho? Sus palabras, ligeras como un soplo, me embriagaron como un canto de paz; por un instante cre\xED que iba a quedar libre del peso que me oprim\xEDa el pecho, pero me fue imposible llorar. --\xBFC\xF3mo te encuentras?--pregunt\xE9. --Bien, enteramente bien--respondi\xF3 ella.--\xA1Pero la s\xE1bana me parece tan pesada! Era la m\xE1s ligera que hab\xEDa podido encontrar. As\xED se lo dije; entonces suspir\xF3, diciendo que hab\xEDa que tener paciencia con ella. Despu\xE9s se qued\xF3 completamente inm\xF3vil, sin cesar de mirarme como en un sue\xF1o. Al fin inclin\xF3 la cabeza varias veces y dijo: --Est\xE1 bien as\xED, muy bien. --\xBFQu\xE9 est\xE1 bien?--pregunt\xE9. Ella se sonri\xF3 y guard\xF3 silencio. En seguida le volvieron los dolores; se agit\xF3, rechin\xF3 los dientes, pero no exhal\xF3 una queja. --\xBFQuieres que llame a Roberto? Ella dijo que s\xED por se\xF1as. --Traedme tambi\xE9n al ni\xF1o--murmur\xF3. Acced\xED a su pedido. Hizo colocar a la criaturita en su cama a su lado y la contempl\xF3 por largo rato. Trat\xF3 tambi\xE9n de besarla, pero estaba demasiado d\xE9bil. Antes de que Roberto llegara, hab\xEDa vuelto a caer en su sue\xF1o. \xC9l me dirigi\xF3 una mirada de reproche diciendo: --\xBFPor qu\xE9 no me has hecho llamar m\xE1s pronto? --T\xE9n la seguridad de que m\xE1s vale as\xED. Tu presencia le habr\xEDa causado una emoci\xF3n demasiado fuerte. --Tienes raz\xF3n, como siempre--dijo \xE9l. Y sali\xF3, sin notar felizmente el rubor que su elogio me hab\xEDa hecho subir a la cara. Marta se hallaba de nuevo sin conocimiento, las mejillas rojas, la frente cubierta de sudor, y siempre ese movimiento siniestro de los labios que se agitaban y chasqueaban sin interrupci\xF3n. A eso de la una vino el doctor; le tom\xF3 la temperatura y not\xF3 una disminuci\xF3n de la fiebre. --Aumentar\xE1 y disminuir\xE1 todav\xEDa m\xE1s de una vez--dijo. Tampoco comparti\xF3 la alegr\xEDa que nos hab\xEDa causado el despertar de Marta. --No le habl\xE9is cuando vuelva en s\xED--agreg\xF3,--y sobre todo no la dej\xE9is hablar. Necesita de la menor porci\xF3n de sus fuerzas. Antes de marcharse me mir\xF3 largamente y mene\xF3 la cabeza con expresi\xF3n inquieta. Sent\xED que el rubor que revela a los culpables, me invad\xEDa de improviso la cara; me parec\xEDa que su mirada penetraba hasta el fondo de mi alma... Por la tarde fui a buscar un libro a mi cuarto, cualquiera que fuese, el primero que me vino a la mano, y trat\xE9 de leer, pero las letras bailaban delante de mis ojos y la cabeza me zumbaba: se habr\xEDa dicho que mil murci\xE9lagos se recreaban en \xE9l. Necesit\xE9 mucho tiempo para descifrar tan s\xF3lo el t\xEDtulo: le\xEDa _Ifigenia_. Entonces, con un brusco movimiento de espanto, arroj\xE9 el libro lejos de m\xED, a un rinc\xF3n, como si hubiera tenido en mi mano un carb\xF3n encendido. Al anochecer los dolores de Marta parecieron acentuarse. Repetidas veces lanz\xF3 un grito estridente, retorci\xE9ndose en convulsiones. Mientras me hallaba ocupada en atenderla, durante una de esas crisis, vi de pronto junto a m\xED a la madre de Roberto. Al observar su mirada envenenada, al verla retorcerse las manos con afectaci\xF3n y bajar las extremidades de sus labios para simular un dolor hip\xF3crita, me viene de repente este pensamiento: \xABHe aqu\xED una que espera la muerte de Marta, que la desea.\xBB Una especie de velo rojo obscurece mi vista, mis pu\xF1os se crispan, poco falta para que le arroje su crimen a la cara. Y mientras esa idea me deja inm\xF3vil y helada, ella me toma por el brazo y trata de apartarme para colocarse a la cabecera de Marta. Quiz\xE1 esperaba intimidarme con ese proceder brutal. --Querida t\xEDa--dije, desasiendo mi brazo,--ya le he hecho notar a usted una vez, que \xE9ste es mi lugar y que nadie en el mundo me lo tomar\xE1. Le ruego, pues, encarecidamente, que limite sus visitas a las otras habitaciones. --\xA1Ah! \xA1Eso es lo que vamos a ver, se\xF1orita!--grit\xF3 ella con voz chillona.--Voy a preguntarle al due\xF1o de esta casa qui\xE9n tiene m\xE1s autoridad aqu\xED, si su anciana y buena madre, o esta aventurera polaca. Y se retir\xF3 sin cesar de gritar. Temblando de c\xF3lera, comenc\xE9 a pasearme por el cuarto. Nunca me habr\xEDa imaginado que esa madre abrumada por el dolor pudiera cambiarse tan brusca y completamente en una arp\xEDa. No le faltaba m\xE1s que expresar abiertamente sus deseos m\xE1s secretos. --\xA1Oh, si fuera verdad!--exclam\xE9, sacudida por un calofr\xEDo de horror.--\xA1Desear la muerte de Marta! Marta, \xBFlo oyes? \xA1Desear tu muerte! \xBFA qui\xE9n has ofendido nunca? \xBFA qui\xE9n has estorbado nunca? \xBFHay alguien en el mundo a quien hayas demostrado otra cosa que afecto e indulgencia?... Si eso fuera verdad, si pudiera haber, pase\xE1ndose impunemente por la tierra, un ser tan infame, \xA1vaya! ser\xEDa como para desesperar de Dios y del destino. He ah\xED lo que yo dec\xEDa, sin poder acumular suficiente verg\xFCenza e ignominia sobre la cabeza de la vieja. Y luego tuve conciencia de que me dejaba llevar de un furor indigno. Pero sent\xEDa que eso me desahogaba, respiraba m\xE1s libremente y, cuando vi, tirada en el suelo, a la pobre _Ifigenia_ a quien yo hab\xEDa maltratado, fui a recogerla. --\xBFQu\xE9 crimen he cometido--me dec\xEDa yo,--para que tenga que ocultarme de mi modelo? \xBFHe hecho otra cosa que prodigar consuelos a un desesperado? \xBFHemos cambiado una sola palabra, una sola mirada que mi hermana no hubiera podido ver u o\xEDr? Eso que me quema aqu\xED, eso que me ruge en el fondo del pecho, \xBFa qui\xE9n importa si s\xE9 guardarlo para m\xED? \xA1Me dec\xEDa eso y me cre\xEDa casi justificada, aun ante mi propia conciencia, ciega de m\xED! XIX Y el crep\xFAsculo volvi\xF3: el sol poniente abras\xF3 una vez m\xE1s el horizonte por encima de la ciudad, arrojando por las ventanas, a las habitaciones, su luz rojiza. El rostro de Marta estaba ba\xF1ado por un matiz purp\xFAreo; en sus cabellos brillaban peque\xF1os resplandores, y la mano que reposaba en la colcha, parec\xEDa iluminada por dentro. Acerqu\xE9 el biombo a su cama para evitar que el reflejo de la luz la molestara. Vi entonces, suspendida del biombo, una corona de yedra que no hab\xEDa visto hasta ese d\xEDa, una corona igual a la que yo ten\xEDa costumbre de enviar los d\xEDas de gran fiesta a la tumba de mis padres. Quiz\xE1 proven\xEDa de all\xED. En ese momento parec\xEDa trenzada de llamas; todo en ella tomaba una vida fant\xE1stica. Y, cuando la mir\xE9 con m\xE1s atenci\xF3n, me parec\xEDa que se pon\xEDa a dar vueltas lanzando una cascada de chispas, como una verdadera gir\xE1ndula. --Vamos, ahora vas a ponerte a tener visiones--me dije; y trat\xE9 de recobrar las fuerzas pase\xE1ndome por el cuarto. Pero tuve que apoyarme a los respaldos de las sillas, de tal modo me tambaleaba. La respiraci\xF3n me faltaba. \xA1Oh! \xA1Ese olor de fenol, ese vapor dulz\xF3n, repugnante! Me daba el v\xE9rtigo, pon\xEDa como un velo sobre mis pensamientos y esparc\xEDa un presentimiento de muerte y de espanto. El anciano doctor lleg\xF3; me mir\xF3 a la cara y me orden\xF3, con ese tono a la vez paternal y brusco que le era habitual, que saliera en el acto a respirar aire fresco: \xE9l mismo cuidar\xEDa a la enferma hasta mi regreso. Quise resistir, pero \xE9l me empuj\xF3 hacia afuera. Si hubiera sospechado lo que me esperaba, no hay poder en el mundo que me hubiera hecho pasar el umbral de ese cuarto. Sal\xED, pues, al patio, respirando el aire a pleno pulm\xF3n. El viento de la tarde produjo sobre mis mejillas ardientes el efecto de un ba\xF1o helado. El \xFAltimo fulgor del d\xEDa desaparec\xEDa. Una noche de oto\xF1o descend\xEDa sobre la tierra y la envolv\xEDa con un velo de niebla azulada. Los dos molosos saltaron a mi encuentro, y volvieron a partir al galope hacia las ruinas del castillo. Maquinalmente, segu\xED la direcci\xF3n que ellos hab\xEDan tomado, caminando medio dormida, pues los vapores que llenaban el cuarto de la enferma me hab\xEDan aturdido. Un olor de humedad, de hierbas marchitas y de piedras en ruinas, se desprend\xEDa de las paredes. Una vieja puerta extend\xEDa por sobre m\xED el arco de su b\xF3veda. Penetr\xE9 en el interior. En todo mi derredor se alzaban las paredes, destac\xE1ndose negras en el cielo de la noche, cuya luz azulada brillaba aqu\xED y all\xED por encima de mi cabeza. Cerca de m\xED vi, agazapada en la sombra, en medio de los escombros, una forma humana, cuya silueta reconoc\xED en seguida. --\xA1Roberto!--grit\xE9 sorprendida. \xC9l se par\xF3 de un salto. --\xA1Olga!--grit\xF3 a su vez.--\xBFMe traes acaso malas noticias? --No--le dije.--El doctor me ha mandado a tomar aire. Y, de repente, cre\xED sentir que el suelo ced\xEDa bajo mis pies. --\xA1T\xE9n cuidado!--me grit\xF3 para advertirme. Pero, en el mismo instante, resbal\xE9 y ca\xED en un hoyo obscuro, tan profundo como para sepultar a un hombre, arrastrando conmigo algunas piedras que se desprendieron y rodaron. --\xA1Por el amor de Dios, no te muevas! De lo contrario caer\xE1s todav\xEDa m\xE1s abajo. Medio aturdida, me apoy\xE9 en las paredes del foso. A mis pies entrev\xED una estrecha banda de tierra sobre la cual estaba en pie; detr\xE1s el abismo negro, sin fondo... A mi lado, vi a Roberto que ven\xEDa a socorrerme, bajando lentamente y con precauci\xF3n las gradas de lo que me parec\xEDa una escalera. --\xBFD\xF3nde est\xE1s?--grit\xF3 \xE9l. Y al mismo tiempo sent\xED que su mano, busc\xE1ndome, avanzaba hacia m\xED. Entonces me arroj\xE9 contra \xE9l y me aferr\xE9 a su cuello. En seguida me sent\xED levantada, suspendida entre sus brazos. Me parec\xEDa que me hab\xEDan abierto las venas: cre\xED, en ese instante de abandono y de embriaguez, que mi sangre ardiente se esparc\xEDa sobre m\xED hasta la \xFAltima gota. Sent\xEDa en mi cara el calor de su aliento. Por un instante tuve la impresi\xF3n de que hab\xEDa rozado mi frente con un ligero beso. Despu\xE9s regresamos en silencio a la casa. Yo me apartaba de \xE9l lo m\xE1s que pod\xEDa, pero en el fondo de mi coraz\xF3n resonaba este grito de gozo: \xAB\xA1Me ha tenido en sus brazos!\xBB En el umbral de la puerta, el anciano m\xE9dico sali\xF3 a nuestro encuentro y nos tendi\xF3 las manos diciendo: --Marta est\xE1 mejor, hijos m\xEDos, mejor de lo que esperaba. En el fondo de mi coraz\xF3n resonaba este grito de gozo: \xAB\xA1Me ha tenido en sus brazos!\xBB XX \xA1Y ahora, la noche terrible! Cada minuto se alza todav\xEDa ante mis ojos como una furia y clava en m\xED su mirada de fuego. Esa noche, voy a evocarla y a hacerla pasar por delante de m\xED como se evocan fantasmas para avivar con su testimonio un asesinato sobre el cual han pasado a\xF1os. \xBFY qu\xE9 crimen he cometido? Ninguno. Mis manos est\xE1n puras, y en el d\xEDa del juicio final, cuando se pesen nuestros actos, podr\xE9 presentarme osadamente ante el trono de Dios Todopoderoso y decirle: \xABC\xFAbreme con tus m\xE1s blancos ropajes, p\xF3n en mis hombros las alas de cisne m\xE1s delicadas y d\xE9jame colocarme en la primera fila, pues poseo una hermosa voz, a la cual s\xF3lo falta un poco de ejercicio para honrar al para\xEDso.\xBB Pero hay cr\xEDmenes que no han sido cometidos con actos ni con palabras, que penetran en el alma como un soplo pestilencial, y la envenenan tan completamente, que hasta el cuerpo concluye por perecer. Era una noche poco m\xE1s o menos como la de hoy. El h\xFAmedo viento de oto\xF1o pasaba por delante de la casa en cortas r\xE1fagas, y hac\xEDa estragos en las cimas medio deshojadas de los \xE1lamos que se inclinaban con un crujido los unos sobre los otros. Ni una sola estrella en el cielo; sin embargo, una luz incierta permit\xEDa distinguir las nubes m\xE1s obscuras, que pasaban, arrastradas en r\xE1pida carrera, desgarradas en jirones. La lamparilla no quer\xEDa arder, su resplandor vacilante luchaba contra las sombras que bailaban sin interrupci\xF3n en la cama y en las paredes. Frente a m\xED pend\xEDa la corona de yedra, negra y puntuosa; parec\xEDa una corona de espinas. Eran m\xE1s o menos las diez, cuando Marta se puso a delirar. Se irgui\xF3 en su cama y dijo con voz clara y distinta: --\xA1Verdaderamente, tengo que levantarme; esto es ya demasiado! En el primer momento sent\xED que me invad\xEDa una gran alegr\xEDa, pues me parec\xEDa que hab\xEDa recobrado su conocimiento. --\xA1Marta! Me levant\xE9 de un salto y le tom\xE9 la mano. --Pero yo hab\xEDa preparado todo, las camisas, las medias y los zapatos; un ciego dormido los habr\xEDa encontrado. Y tampoco necesit\xE1is tomar medidas; nada de ceremonias, nada de ceremonias. Y diciendo eso me miraba fijamente con sus ojos vidriosos, como si hubiera visto un fantasma. Despu\xE9s, de improviso, lanz\xF3 un grito estridente diciendo: --Quitadme estas piedras que me aplastan el cuerpo. \xBFPor qu\xE9 me hab\xE9is sepultado bajo estas piedras? Tom\xE9 la s\xE1bana m\xE1s delgada que pude encontrar y la extend\xED sobre ella en lugar de la frazada; pero eso no le procur\xF3 ning\xFAn alivio. Gritaba y hablaba sin interrupci\xF3n y de vez en cuando marmoteaba con volubilidad, como una persona que estudia una lecci\xF3n a media voz. As\xED transcurri\xF3 como una hora. Yo estaba sentada junto a la mesa, con los ojos fijos en ella, pues en m\xED se agitaba el temor de ver a cada instante surgir una nueva aparici\xF3n, a\xFAn m\xE1s horrible. De rato en rato, cuando se calmaba un poco; sent\xEDa un aflojamiento en mis miembros; cerraba entonces los ojos y me dejaba ir hacia atr\xE1s, y cada vez me imaginaba que ca\xEDa en los brazos de Roberto. Sin embargo, no ten\xEDa sino muy vagamente el sentimiento de cometer una falta; mi laxitud era demasiado grande. Me parec\xEDa tambi\xE9n ver sin cesar estallar en mi cabeza burbujas de las cuales sal\xEDan rosas que produc\xEDan siempre nuevas coronas de flores. Todav\xEDa despu\xE9s o\xEDa un silbido de un o\xEDdo a otro; se habr\xEDa dicho que una mecha azufrada me atravesaba la cabeza y que la hab\xEDan encendido. Fue en ese estado de sobreexcitaci\xF3n nerviosa, presa, ya de espantos repentinos, ya de un abatimiento irresistible, c\xF3mo me encontr\xF3 Roberto cuando entr\xF3 en el cuarto, a eso de media noche. Quiso recostarse un poco en su cama, para velar despu\xE9s el resto de la noche conmigo; pero los gritos de Marta lo hab\xEDan arrancado bruscamente al descanso. Al verlo, todo cansancio desapareci\xF3 de mi cuerpo; sent\xED como si una nueva oleada de sangre se hubiera esparcido en mis venas, y de un salto me levant\xE9 para ir a su encuentro. --Procura descansar un poco--dijo \xE9l, bajando hacia m\xED la mirada de sus ojos cansados, hinchados por las l\xE1grimas.--Vas a necesitar de todas tus fuerzas. Sacud\xED la cabeza y le indiqu\xE9 a mi hermana, que, precisamente entonces, bland\xEDa las manos en torno suyo como si hubiera querido, en su delirio, alejarme de su marido. --Tienes raz\xF3n--continu\xF3.--\xBFSer\xEDa posible tener suficiente tranquilidad para dormir con semejante espect\xE1culo ante los ojos? Y se acerc\xF3 a la cama juntando las manos, e inclin\xE1ndose hacia ella, pos\xF3 un ligero beso en su frente color de cera. \xABA m\xED tambi\xE9n me ha besado as\xED\xBB--gritaba una voz en m\xED. Despu\xE9s se sent\xF3 al pie de la cama, tan cerca de mi silla, que su brazo, que apoyaba en la mesa, tocaba casi mi hombro. Ten\xEDa los ojos fijos en ella, en la inmovilidad sombr\xEDa de la desesperaci\xF3n. --\xA1Vuelve en ti, Roberto!--le murmur\xE9.--Todo puede componerse todav\xEDa. \xC9l solt\xF3 una risa aguda. --\xBFQu\xE9 entiendes por componerse?--exclam\xF3.--\xBFQuieres decir que vivir\xE1 para arrastrar un cuerpo inv\xE1lido, una alma quebrantada, una carga para ella misma y para los dem\xE1s? \xBFNo sabes que tenemos que elegir entre estas dos alternativas? Un calofr\xEDo helado me penetr\xF3 hasta la m\xE9dula de los huesos. Pero al mismo tiempo cre\xEDa ver que las paredes se apartaban y una perspectiva luminosa, infinita, se abr\xEDa ante m\xED. \xAB\xBFNo quer\xEDas desempe\xF1ar el papel de sacerdotisa en esta casa?\xBB--me dec\xEDa en tono de reproche una voz interior; pero se extingui\xF3 ahogada por el ruido de mi sangre. --\xBFDe qu\xE9 sirve discutir?--continu\xF3 \xE9l.--Ya hace tiempo que me he resignado a permanecer impasible cuando los golpes del Cielo me hieren sin descanso: me he vuelto un ser miserable, sin energ\xEDa y sin voluntad; me he dejado atar de pies y manos por el destino, y por m\xE1s que me agito hasta hacer brotar sangre de las articulaciones, eso de nada sirve: impotente soy, impotente seguir\xE9 y... \xA1nada m\xE1s! Pero no quiero excitarme con mis palabras y dejarme arrastrar por el furor; una c\xF3lera vana como \xE9sta es m\xE1s despreciable que una hip\xF3crita sumisi\xF3n. Sent\xED encenderse en m\xED el deseo de arrojarme a sus pies y de gritarle: \xABHaz de m\xED lo que quieras; sacrif\xEDcame, apl\xE1stame bajo tus pies, d\xE9jame morir por ti, pero recupera tu valor y cree en tu dicha...\xBB cuando de repente, o\xED que de los labios de Marta sali\xF3 un gemido tan lastimero, tan dolorido, que me estremec\xED, como si me hubieran dado un latigazo. Quise lanzar un grito, pero el miedo que Roberto me inspiraba me oprimi\xF3 la garganta; s\xF3lo un suspiro se escap\xF3 de mi pecho, y lo contuve por fuerza, al ver que su mirada inquieta se fijaba en mis ojos. --No te preocupes de m\xED--dije violent\xE1ndome para sonre\xEDr.--\xA1Con tal de que ella siga mejor! \xC9l cruz\xF3 los brazos sobre su rodilla y repetidas veces inclin\xF3 dolorosamente la cabeza. Luego cesaron los gemidos de Marta. Hab\xEDa dejado caer la barba sobre el pecho y sus ojos estaban medio cerrados. Casi se habr\xEDa podido creer que dorm\xEDa; pero continuaba divagando y marmoteando. Un gran silencio rein\xF3 en el dormitorio d\xE9bilmente alumbrado. No se o\xEDa m\xE1s que un ligero silbido del viento contra la ventana y el ruido de los ratones que corr\xEDan entre los tirantes del techo. Roberto hab\xEDa hundido la cabeza en sus manos y escuchaba con espanto el lenguaje incoherente de Marta. Poco a poco pareci\xF3 calmarse, su respiraci\xF3n se hizo m\xE1s regular y m\xE1s espaciada; de rato en rato su cabeza se inclinaba hacia un lado para volverse a levantar inmediatamente despu\xE9s, con un brusco movimiento. Un irresistible sue\xF1o se hab\xEDa apoderado de \xE9l. Quise obligarlo a que fuera a descansar, pero ten\xEDa miedo del sonido de mi voz y guard\xE9 silencio. A intervalos cada vez m\xE1s cercanos, la parte alta de su cuerpo se balanceaba hacia un lado; a veces sus cabellos rozaban mi mejilla, y con la mano buscaba en torno suyo si no encontrar\xEDa en alguna parte un apoyo. Al fin, de pronto, su frente se inclin\xF3 y cay\xF3 sobre mi hombro, donde permaneci\xF3 inm\xF3vil. Me puse a temblar de pies a cabeza, como si me hubiera acaecido una felicidad inaudita. Se posesion\xF3 de m\xED un deseo irresistible de acariciar su abundante cabellera, que tocaba mi cara. Muy cerca de mis ojos vi brillar algunos hilos plateados.--Ya comienza a encanecer--pens\xE9,--es tiempo de que pruebe lo que llaman la felicidad.--Y lo acarici\xE9 efectivamente. \xC9l suspiraba dormido, y trataba de dar a su cabeza una posici\xF3n m\xE1s c\xF3moda. --No est\xE1 bien as\xED--me dije,--es necesario que te le acerques. Y lo hice. Su hombro se apoy\xF3 en el m\xEDo y su cabeza se inclin\xF3 sobre mi pecho. --Tienes que pasar tu brazo en torno de su cuerpo--me gritaba una voz interior,--de lo contrario no descansar\xE1 bien. Dos veces, tres veces, trat\xE9 de hacerlo, pero retroced\xEDa de espanto. \xA1Si Marta fuera a despertarse bruscamente! Pero no, sus ojos nada ve\xEDan, sus o\xEDdos nada o\xEDan. Y me decid\xED... Entonces se apoder\xF3 de m\xED una alegr\xEDa desatinada. Me estrech\xE9 contra \xE9l a hurtadillas, dici\xE9ndome con ardor: \xA1Oh, c\xF3mo quisiera cuidarte y velar sobre ti; c\xF3mo quisiera hacer desaparecer con mis besos las arrugas de tu frente y las penas de tu alma! \xA1C\xF3mo luchar\xEDa por ti con toda la fuerza de mi juventud, sin descansar nunca hasta no haber vuelto la alegr\xEDa a tus ojos y el sol a tu coraz\xF3n! Pero para eso... Mis miradas se volvieron hacia Marta. S\xED, viv\xEDa, viv\xEDa siempre. Su seno se levantaba y se bajaba bajo la acci\xF3n de una respiraci\xF3n corta y precipitada. Parec\xEDa m\xE1s viva que nunca. Y, de repente, vi una llamarada que pas\xF3 ante mis ojos y cre\xED leer, enfrente, en la pared, estas palabras: _\xA1Oh, si ella muriera!_ S\xED, era eso, esas eran las palabras. _\xA1Oh, si ella muriera! \xA1Oh, si ella muriera!_ XXI El m\xE9dico interrumpi\xF3 su lectura y exhal\xF3 un profundo suspiro, al enjugar el sudor de su frente. Roberto se hab\xEDa parado de un salto; por un instante mir\xF3 fijamente, como cegado por un rayo, el c\xEDrculo luminoso de la l\xE1mpara, luego se precipit\xF3 hacia el anciano; parec\xEDa querer arrancarle el papel de las manos. --\xBFEst\xE1 escrito all\xED?--balbuci\xF3. --\xA1Lee t\xFA mismo! Sigui\xF3 un largo silencio. La l\xE1mpara esparc\xEDa su luz tenue y risue\xF1a, como si hubiera alumbrado una escena de las m\xE1s alegres, y suavemente el viento soplaba, rozando las ventanas con una caricia. Abajo, el ruido parec\xEDa calmarse: se o\xEDan risas a intervalos cada vez m\xE1s lejanos, el runr\xFAn de las voces se trasformaba en un murmullo uniforme y confuso. Los comensales estaban cansados, diger\xEDan. El m\xE9dico se hab\xEDa vuelto para ver lo que hac\xEDa Roberto. Este, abatido, al borde de la cama vac\xEDa, y con la cabeza hundida en sus manos, permanec\xEDa inm\xF3vil. S\xF3lo su respiraci\xF3n oprimida, que se escapaba de su pecho en soplos cortos e irregulares, revelaba la tempestad que se agitaba en su interior. --Vuelve en ti, chico--dijo el doctor posando la mano en el hombro de Roberto. --T\xEDo, es evidente que Olga no estaba en su juicio cuando escribi\xF3 eso. --\xA1Nunca lo ha estado m\xE1s que en ese momento! --\xBFC\xF3mo puedes afirmarlo? \xA1No insultes a una muerta! --Nada est\xE1 m\xE1s lejos de mi pensamiento, hijo m\xEDo. \xBFQui\xE9n se atrever\xE1 a arrojarle la primera piedra? Pero, si has escuchado atentamente, comprender\xE1s sin pena que su vida entera transcurri\xF3 en preparar, en llevar, por decirlo as\xED, a madurez ese instante \xFAnico. Sus sue\xF1os de ni\xF1a encerraban ya los g\xE9rmenes de ese criminal deseo; se desarrollaron bruscamente en esa famosa roca en que te sentaste con ella en el bosque, y dieron una planta vigorosa cuya flor se abri\xF3 precisamente en el momento en que Olga penetr\xF3 en tu cuarto para unirte a Marta. --\xBFPor qu\xE9 hizo eso si quer\xEDa tomar el lugar de Marta? --\xA1Eh! \xBFAcaso sab\xEDa lo que quer\xEDa? Todos los esfuerzos que hizo para asegurar la felicidad de vosotros dos, no eran m\xE1s que la lucha de su naturaleza honrada y pura contra el deseo que hab\xEDa crecido en su coraz\xF3n, a partir del d\xEDa en que, ni\xF1a a\xFAn, te volvi\xF3 a ver. Pero ella no lo sab\xEDa. Ni siquiera se dio cuenta de su amor por ti, sino el d\xEDa en que entr\xF3 en tu casa; raz\xF3n de m\xE1s para que no pudiera sospechar las consecuencias que dormitaban en las profundidades m\xE1s secretas de su alma. --\xBFY, sin embargo, dices que ella combat\xEDa ese amor, que trataba de arrancarlo de su coraz\xF3n? --Sin que su esp\xEDritu influyera en nada, sin que tuviera conciencia de ello. Su pensamiento permaneci\xF3 puro hasta aquella terrible hora de media noche. En ella el sentimiento, solo, luchaba con el mal deseo. Cada d\xEDa sacaba del fondo de su naturaleza sana y vigorosa nuevos recursos para eliminar el virus, o, por lo menos, para contenerlo y hacerlo inofensivo: por eso se desterr\xF3 al extranjero, por eso en el momento en que vio tu casa pens\xF3 en huir lo m\xE1s pronto. Por el tono general de sus recuerdos ves cu\xE1n poca conciencia ten\xEDa de los combates que, durante a\xF1os, hubo en el fondo de su alma. Habla, sin la menor intenci\xF3n, de mil detalles secundarios, que nada tienen que ver con la marcha de la acci\xF3n, pero que son preciosos para demostrar cu\xE1nto se desarroll\xF3 ese deseo. No sabe por qu\xE9 lo hace; todav\xEDa es s\xF3lo el sentimiento el que le dice: eso se relaciona con mi falta. --No creo en una falta--grit\xF3 Roberto en el colmo de la agitaci\xF3n.--Si ese deseo no es una simple ilusi\xF3n, el resultado de un momento de sobreexcitaci\xF3n nerviosa y enfermiza; si, al contrario, se hallaba desde mucho tiempo atr\xE1s en preparaci\xF3n en el fondo de ella misma, \xBFc\xF3mo es posible que, seis horas antes de formularlo, haya manifestado tanta indignaci\xF3n contra mi madre, a quien sospechaba de acariciar quiz\xE1 el mismo deseo? --Y para m\xED--replic\xF3 el m\xE9dico,--no hay mejor argumento en apoyo de mi tesis que esa misma indignaci\xF3n. Era para descargar su propia conciencia del peso que la aplastaba, por lo que arrojaba a tu madre todas las piedras que le ca\xEDan bajo la mano. Lo que la empujaba era el miedo de su propia culpabilidad. --\xBFY esa noble resoluci\xF3n de renunciamiento que hab\xEDa tomado pocos d\xEDas antes? Por el rostro ajado del anciano pas\xF3 una sonrisa, la sonrisa del hombre que comprende y perdona. Repuso: --El antiguo proverbio de que el camino del infierno est\xE1 empedrado de buenas intenciones, se encuentra justificado sin duda una vez m\xE1s aqu\xED, pero no toca sino someramente el asunto que nos ocupa. La resoluci\xF3n que Olga tom\xF3 entonces fue una \xFAltima tentativa, desgraciada desde luego, para conciliar el afecto que deb\xEDa a Marta con el amor que t\xFA despertabas en ella, para establecer la paz entre la sed de felicidad, ardiente, irresistible, que la devoraba, y la necesidad de permanecer fiel a su hermana. Era el medio menos natural que pudiera elegir, pues el renunciamiento, la muda resignaci\xF3n, no eran su fuerte. Y luego, un destino cruel ha querido que, a pesar de su gran inteligencia, de su en\xE9rgica voluntad, se viera arrastrada a una falta, que es la m\xE1s com\xFAn y la m\xE1s cobarde del mundo, una falta que he le\xEDdo en un n\xFAmero infinito de rostros cuando he sido llamado a atender enfermos graves. Ese es, hijo m\xEDo, uno de los lados m\xE1s obscuros de la naturaleza humana, un resto de bestialidad que subsiste en nuestro mundo civilizado. Aun las naturalezas sensibles y delicadas como la de Olga, no est\xE1n exentas de \xE9l; es verdad que eso las mata, mientras que las almas m\xE1s groseras se contentan con disimular y rechazar dentro de s\xED mismas, el secreto que, solicitado por la luz del d\xEDa, tiende a escaparse de las rec\xF3nditas profundidades de la conciencia. Espera, voy a precisar. Un d\xEDa fui a visitar a un anciano enfermo, rico propietario, a quien no le quedaba mucho tiempo que vivir. A su cabecera se hallaba su hijo mayor, un hombre de cuarenta a\xF1os, m\xE1s o menos, que desde hac\xEDa ya mucho tiempo desempe\xF1aba en propiedades extra\xF1as las funciones de administrador, y cuya prometida amenazaba envejecer y consumirse en la espera. Aqu\xE9l era un honrado y buen hijo, que no hab\xEDa hecho da\xF1o a una mosca, que amaba cordialmente a su padre y que se habr\xEDa ruborizado de desear el menor mal a su enemigo m\xE1s mortal. Sin embargo, en la angustia secreta y sombr\xEDa que se pint\xF3 en sus facciones cuando inclin\xE9 mi o\xEDdo sobre el pecho del anciano, le\xED claramente este deseo: \xAB\xA1Oh, si se muriera!\xBB Otra vez, me llamaron de la casa de una se\xF1ora que, casada en segundas nupcias, era feliz. En su dicha no hab\xEDa m\xE1s que una sombra: su marido no pod\xEDa sufrir al hijo del primer matrimonio. Una arruga surcaba su frente tan pronto como se trataba de esa criaturita, y ella, como amaba apasionadamente a su marido y tem\xEDa que le tomara aversi\xF3n a ella misma a causa del ni\xF1o, se lo ocultaba lo m\xE1s que pod\xEDa. El ni\xF1o se enferm\xF3 con escarlatina. Encontr\xE9 a la madre de rodillas junto a la cama y derramando amargas l\xE1grimas. Temblaba por esa fr\xE1gil existencia: \xBFacaso no hab\xEDa nacido de su seno? Pero su marido entr\xF3, y en la mirada inquieta, vacilante que ella dirigi\xF3 a la cuna, se le\xEDa distintamente: \xABSi t\xFA murieras ser\xEDa la felicidad para m\xED.\xBB Podr\xEDa citarte ejemplos infinitos, en que los celos, la codicia, la necesidad de independencia, la pasi\xF3n de los viajes y de la libertad, el amor, han preparado y desarrollado ese deseo terrible y criminal, que se alza de repente, sombr\xEDo y gigantesco, en un coraz\xF3n humano que hasta entonces no hab\xEDa conocido m\xE1s que la luz y el amor. Por fortuna, ya hoy no causa grandes estragos. En los tiempos de la antigua barbarie, en que las pasiones se saciaban sin conocer obst\xE1culos, la acci\xF3n ayudaba al pensamiento. Cuando un miembro de una familia hac\xEDa sombra a otro, el veneno y el pu\xF1al imperaban sencillamente. La historia, la literatura est\xE1n llenas de asesinatos de ese g\xE9nero, y Shakespeare, ese gran conocedor de las almas, no presenta, por decirlo as\xED, otro tema tr\xE1gico que el asesinato entre parientes. Hoy todo se ha suavizado, y cuando la lucha por la existencia penetra en el c\xEDrculo de la familia, se contenta uno, en las horas sombr\xEDas, con desear a la persona que incomoda seis pies de tierra sobre el cuerpo. Ese deseo, es el asesinato de otros tiempos, atenuado por las nuevas costumbres. Ah\xED tienes, chico; te he pronunciado un largo discurso y si tu sangre se ha calmado mientras tanto, he conseguido mi objeto. --\xBFEntonces, la condenas sencillamente?--dijo Roberto, con angustia. --No condeno a nadie, hijo m\xEDo--respondi\xF3 el anciano con una sonrisa grave,--y aun menos que a otra, a una naturaleza honrada como lo era la de Olga. Ella encontr\xF3 el valor de confesar, a s\xED misma y a aquel a quien m\xE1s amaba, el crimen que cometi\xF3: eso basta para elevarla por sobre el resto de la humanidad. Porque ese deseo de que hablamos, si es el pecado mental m\xE1s horroroso de que el esp\xEDritu humano pueda hacerse culpable, es tambi\xE9n el m\xE1s secreto. No hay amigo que lo conf\xEDe a su amigo, ni un marido que lo murmure a su compa\xF1era en el silencio y la obscuridad de la noche, ni un penitente que se atreva a decirlo a su confesor; la oraci\xF3n misma, que nace en el m\xE1s profundo arrepentimiento y sube hacia el Cielo, lo pasa fraudulentamente en silencio. Dios tiene derecho a saberlo todo, todo, excepto esa infamia. Nacida en las tinieblas y el horror, tiene que desaparecer en la verg\xFCenza y el silencio. \xA1Hay a\xFAn m\xE1s! Ese deseo es la \xFAnica falta que escapa generalmente a la justicia del mundo exterior, as\xED como a la sanci\xF3n de la conciencia en el fondo del coraz\xF3n, porque \xE9stas no tienen para ella ni expiaci\xF3n, ni castigo. En ese caso, el inexorable juez que todo hombre lleva en s\xED mismo, se deja comprar y corromper. Miles de hombres que han cometido por lo menos una vez esa bajeza, no por ello dejan de seguir viviendo contentos, engordan con perfecta tranquilidad de esp\xEDritu, felices del cumplimiento de su deseo, que se apresuran a olvidar tan pronto como se ha realizado. El alma lo reabsorbe, como el cuerpo reabsorbe la materia m\xF3rbida tan pronto como la causa del mal ha desaparecido. Se pierde sin dejar huellas, en el mont\xF3n de las virtudes sociales y personales, el silencio lo aniquila. Muy lejos estoy de decir que condeno a esos hombres; \xBFqu\xE9 ser\xEDa del mundo si todos los que, al mirarse en un espejo, descubren una verruga en su cara, fueran por desesperaci\xF3n a cortarse la cabeza? Los hombres que te he pintado est\xE1n bien constituidos y pertenecen al t\xE9rmino medio de la humanidad; su naturaleza, llamada feliz, es capaz de soportar un golpe y \xA1vaya si se inquietan de tener aqu\xED y all\xED alguna mancha que los desluce! Olga estaba hecha de un barro menos grosero, su sistema nervioso no necesitaba choques tan violentos, y lo que en otros no producir\xEDa m\xE1s que una simple picaz\xF3n, a ella le hac\xEDa el efecto de un latigazo. Esas naturalezas tienen con frecuencia algo de enfermizo, se inclinan hacia la hipocondr\xEDa y la histeria, y su vida efectiva est\xE1 dominada por imaginaciones que toman ordinariamente a los ojos de los dem\xE1s el car\xE1cter de ideas fijas. Y, sin embargo, todo en ellas obedece a leyes rigurosas; hasta se puede decir que su organismo funciona con m\xE1s precisi\xF3n que el del com\xFAn de los mortales, y si se les pusiera bajo vidrio como a las delicadas balanzas de los qu\xEDmicos, se les ver\xEDa ejecutar maravillas. Los hombres dotados de esa extrema sensibilidad, tienen en general una cierta debilidad de voluntad que les hace replegarse en s\xED mismos al menor contacto extra\xF1o, y tanto mejor para ellos, pues as\xED est\xE1n al abrigo de los choques violentos del mundo que los rodea y que no ser\xEDan capaces de soportar, pero \xA1ay de aquellos a quienes una voluntad indomable, un car\xE1cter violento y apasionado, arrastran directamente al centro de los escollos y de las zarzas! Puede suceder entonces que una espina que ha quedado en la llaga, y de la cual otros apenas habr\xEDan hecho caso, se convierta para ellos en una flecha envenenada que les roer\xE1 el cuerpo y el alma hasta que sucumba... \xA1Vaya, basta de charla! He aqu\xED dos o tres hojas m\xE1s. \xA1Escucha! Vamos a saber c\xF3mo se muere de un deseo. XXII \xBFQu\xE9 sucedi\xF3 despu\xE9s? Mi memoria no ha conservado de ello sino un recuerdo confuso. Me acuerdo que de repente lanc\xE9 un grito que hizo estremecer a la misma Marta, que me arroj\xE9 junto a su cama y que, apoder\xE1ndome de sus manos ardientes, grit\xE9 en un aliento: \xA1S\xE1lvame, s\xE1lvame, despi\xE9rtate! Y despu\xE9s me encontr\xE9 en mi cuarto, adonde Roberto me hab\xEDa llevado. \xBFC\xF3mo describir mi espanto cuando reconoc\xED en el espejo mi cara descompuesta, cubierta por el sudor de la angustia, la carcajada que solt\xE9, el horror que me caus\xF3 mi propia risa, mientras que, desfalleciente, o\xEDa resonar en mis o\xEDdos el deseo, repetido por todas partes por mil voces celosas que se re\xEDan burlonamente y cuchicheaban: \xAB\xA1Oh, si ella muriera!\xBB \xBFC\xF3mo describir aquello, sin desencadenar contra m\xED todos los fantasmas de esa noche mortal? Veo todav\xEDa claramente al m\xE9dico que inclinaba sobre m\xED su rostro amigo, lo veo darme algo de beber, algo amargo, y despu\xE9s... nada m\xE1s. Los primeros resplandores del alba aparec\xEDan p\xE1lidos por las ventanas cuando me despert\xE9. Me dol\xEDa la cabeza y cuando dirig\xED en torno m\xEDo una mirada vaga, cre\xED ver enfrente, trazadas en el yeso de la pared, las palabras: \xAB\xA1Oh, si ella muriera!\xBB Sent\xED un calofr\xEDo y me vino este pensamiento: \xABSi Marta se muere ahora, ser\xE1 tu deseo lo que la habr\xE1 muerto.\xBB Me levant\xE9 vivamente y me acerqu\xE9 al espejo. \xABHe ah\xED, pues, la cara de una persona que desea la muerte de su hermana\xBB--dije al ver reflejado mi l\xEDvido semblante. Y, sintiendo bruscamente asco de m\xED misma, di un golpe al vidrio con el pu\xF1o; los dedos me sangraron, pero el espejo no se rompi\xF3. \xA1Insensata de m\xED! No sab\xEDa que en lo sucesivo el mundo entero no ser\xEDa para m\xED sino el espejo de mi crimen. \xA1Pero quiz\xE1 no muera! Ese pensamiento, que se despert\xF3 de pronto en mi cerebro, esparci\xF3 en \xE9l una oleada de luz tal, que cerr\xE9 los ojos como cegada. Y luego o\xED de nuevo gritar en m\xED: \xAB\xA1Marta morir\xE1 y ser\xE1 tu deseo lo que la habr\xE1 muerto!\xBB Apret\xE9 los dientes y apoy\xE1ndome en la pared me arrastr\xE9 hasta el cuarto de la enferma. Llegu\xE9 a la puerta y al no o\xEDr el menor ruido en el interior, me dije: \xABYa no encontrar\xE1s sino un cad\xE1ver.\xBB No, todav\xEDa viv\xEDa, pero la muerte hab\xEDa puesto ya en ese rostro la marca de sus garras. El cart\xEDlago de la nariz se destacaba m\xE1s, los labios, entreabiertos, dejaban ver los dientes inclinados, los ojos casi desaparec\xEDan en el fondo de sus azuladas cavidades. A sus pies estaban Roberto y el anciano m\xE9dico. Roberto se ocultaba el rostro entre las manos; los sollozos sacud\xEDan su cuerpo. El anciano fij\xF3 en m\xED su mirada penetrante; por un instante cre\xED otra vez que le\xEDa hasta el fondo de mi alma y que mi falta se exhib\xEDa abiertamente ante \xE9l. Pero, cuando al verme tambalear, acudi\xF3 para sostenerme en sus brazos, vi que era s\xF3lo la mirada del m\xE9dico la que hab\xEDa fijado en m\xED. --\xBFCu\xE1nto tiempo vivir\xE1 todav\xEDa?--pregunt\xE9, cerrando los ojos. --\xA1Est\xE1 en agon\xEDa! En ese momento sent\xED que algo se helaba en m\xED y tomaba la rigidez de una piedra; en ese momento, la esperanza muri\xF3 en m\xED, y con ella la fe en m\xED misma, la creencia en la dicha y en el bien. Una gran calma rein\xF3 en todo mi ser. La muerte, que se cern\xEDa sobre la cama, hab\xEDa tocado tambi\xE9n mi cuerpo con sus negras alas. Con la lucidez de una vidente, vi desarrollarse, sin velo, ante mis ojos, lo que me quedaba de existencia. En lo sucesivo iba a pasar por esta tierra como una muerta, como una muerta iba a tomarle apego a la vida, y como una muerta iba a ver acercarse a m\xED la felicidad que, sin embargo, hab\xEDa perdido para siempre. Roberto se adelant\xF3 y me bes\xF3; le dej\xE9 hacer tranquilamente, estaba insensible. Luego me sent\xE9 muy cerca de la cama de mi hermana y la mir\xE9, esperando la muerte. Segu\xEDa con atenci\xF3n todos los s\xEDntomas de aquella lenta agon\xEDa. Me parec\xEDa que mi conciencia estaba fuera de m\xED y que me ve\xEDa a m\xED misma sentada como una estatua de piedra, con los ojos fijos en el rostro de la moribunda. No tuve el menor alucinamiento, no me hice el menor reproche bajo la acci\xF3n de la fiebre, y nada vino desde entonces a perturbar el curso de mis pensamientos. Ve\xEDa claramente que mi deseo no pod\xEDa en realidad darle la muerte, y sin embargo, para m\xED, para mi conciencia, era s\xF3lo mi deseo lo que la hab\xEDa muerto. As\xED, pues, yo estaba sentada junto a la cama de mi v\xEDctima, esperando su muerte, que era tambi\xE9n la m\xEDa. Aquello dur\xF3 mucho. Pasaron las horas del d\xEDa; Marta viv\xEDa todav\xEDa. Su pulso no lat\xEDa ya desde hac\xEDa rato, su coraz\xF3n parec\xEDa paralizado, pero su respiraci\xF3n continuaba siempre ligera y r\xE1pida. Mientras yo dorm\xEDa, bajo el efecto de la morfina, le hab\xEDa hecho, como \xFAltimo recurso de salvaci\xF3n, una inyecci\xF3n de almizcle para reanimar una vez m\xE1s sus fuerzas: aquello era lo que la sosten\xEDa en ese momento. Pero el olor de almizcle mezclado con los vapores de fenol que llenaba la habitaci\xF3n como un cuerpo ponderable y palpable, me pesaba sobre la nuca y me aplastaba las sienes. A cada aspiraci\xF3n me parec\xEDa absorber unos cuerpos pesados que me hinchaban. Por la tarde, los padres de Roberto vinieron. Yo, que todav\xEDa la v\xEDspera no hab\xEDa demostrado a la t\xEDa m\xE1s que orgullo y desprecio, le bes\xE9 humildemente la mano. Aquello era el principio de la expiaci\xF3n que me hab\xEDa impuesto en el lecho de muerte de Marta, y que no deb\xEDa concluir sino con mi vida. Lleg\xF3 la noche: Marta segu\xEDa respirando. Con la boca muy abierta, los ojos empa\xF1ados cubiertos de una capa de mucosidades, me miraba fijamente. Su cuerpo parec\xEDa achicarse cada vez m\xE1s, yac\xEDa todo encogida: casi parec\xEDa que no se atrev\xEDa a ocupar en la muerte el lugar, muy modesto sin embargo, que ocupaba en vida. La t\xEDa llenaba la casa con sus intolerables sollozos, los dem\xE1s tambi\xE9n lloraban; yo sola no ten\xEDa l\xE1grimas. Cuando a eso de las once, Marta exhal\xF3 el \xFAltimo suspiro, me acometi\xF3 un acceso de locura furiosa. XXIII En este instante llego de casa de Roberto. Este se ha mostrado afectuoso y bueno para conmigo; he visto brillar en sus ojos una t\xEDmida ternura, medio velada, que mi coraz\xF3n ha bebido con avidez. Me parece que una nueva primavera se acerca: la risa y la alegr\xEDa se despiertan en mi coraz\xF3n, y, cuando cierro los ojos, veo bailar en torno m\xEDo dorados rayos de sol. Pero \xA1basta de pensamientos de felicidad, basta de cobard\xEDa! Si llega a amarme, \xA1tanto peor para \xE9l! No me he prestado a ello; \xA1no por cierto! Ser\xEDa tan despreciable como una mujer perdida si hubiera hecho eso. Desde mi curaci\xF3n, durante m\xE1s de un a\xF1o, he dirigido su casa con lealtad y probidad, sin pretender agradarle, sin desear serle indispensable. Y, sin embargo, he llegado a serlo. Mi se\xF1ora t\xEDa ha tenido que reconocerlo ella misma, ella que casi me impone su hospitalidad, no obstante el odio que profesa a mi persona. Es demasiado buena ama de casa, para no saber que, sin m\xED, el hogar de su hijo se habr\xEDa arruinado durante esos d\xEDas de duelo, en que Roberto, absorbido por su inmenso dolor, permanec\xEDa inerte, indiferente a todo, aun al ni\xF1o. Sin m\xED el pobre peque\xF1uelo estar\xEDa desde hace tiempo bajo tierra. No enumerar\xE9 todo lo que he hecho durante ese tiempo, todo lo que ha producido mi trabajo: en verdad no me conviene desempe\xF1ar el papel de farisea. Tampoco hablar\xE9 de expiaci\xF3n; esta es una palabra demasiado pomposa, detr\xE1s de la cual no se oculta ordinariamente sino una miserable mentira, una vana ilusi\xF3n. \xBFC\xF3mo borrar la mancha que me ha mancillado? Se exp\xEDa una falta tr\xE1gica, se exp\xEDa hasta un gran crimen; pero una infamia como la que yo he cometido, es un borr\xF3n del cual el alma no puede lavarse. \xA1Si por lo menos pudiera ignorar qu\xE9 secreto vela en el fondo de mi coraz\xF3n! \xBFPor qu\xE9 quer\xEDa en otros tiempos permanecer pura ante mi conciencia, si no era para poder pertenecerle un d\xEDa? Como si el eterno destino no hubiera alzado \xE9l mismo entre nosotros una muralla que, desde el fondo de la tumba de Marta, se eleva hasta los astros. Y, si alguna vez un demonio le soplara en el o\xEDdo el consejo de extender la mano hacia m\xED, \xBFpodr\xEDa hacer de otro modo que rechazarlo como a un loco temerario? Pero eso no suceder\xE1: he sabido tenerlo a distancia. Que crea que lo desde\xF1o, que crea que estoy encerrada dentro de mi orgullo y de mi ego\xEDsmo: sabr\xE9 guardar el secreto de mi coraz\xF3n. \xA1Si tan s\xF3lo no existiera! M\xE1s de una vez, sobre todo durante la noche, mientras mis miradas se pierden en la obscuridad, un deseo se apodera de m\xED con una violencia tan extravagante, que me parece que va a aniquilarme. Me invade como la embriaguez de la fiebre, ofusca mis sentidos y me hace hervir la sangre en las venas: es el deseo de descansar, una vez tan siquiera, entre sus brazos para llorar en ellos a mis anchas, porque desde aquellas noches las l\xE1grimas se han secado en m\xED. Me ha sido imposible llorar desde ese d\xEDa en que encontr\xE9 a Marta tendida en su lecho de dolor. XXIV Quince d\xEDas despu\xE9s. Es un hecho, Roberto me ama. Ha venido a pedir mi mano. Ahora s\xE9 que hay una expiaci\xF3n. \xA1Ah, si estas torturas no purificaran! Jes\xFAs; ya no tengo en vos la ingenua fe de la infancia, pero hab\xE9is sido hombre, hab\xE9is sufrido como yo; os imploro... pero no, esto es locura, vuelve en ti, mujer, c\xE1lmate. \xBFAcaso no hay un descanso eterno en el cual puedes refugiarte libremente, si te faltan las fuerzas para sobrellevar los dolores de esta existencia? \xBFQui\xE9n te lo impide? Me ama; lo he conseguido. Pero, para que me amara, ha sido necesario que Marta pereciera y que yo me perdiera en un abismo de crimen y de verg\xFCenza, del cual ning\xFAn poder del Cielo ni de la tierra podr\xEDa arrancarme. Estoy muerta; muertos tambi\xE9n deben estar mis deseos y mis esperanzas; y a mi sangre que se rebela, hierve y se agita cuando pienso en \xE9l, sabr\xE9 calmarla por fuerza, si no... \xA1Oh, qu\xE9 actitud ten\xEDa delante de m\xED! Las palabras sal\xEDan lentas y t\xEDmidamente de sus labios; sus miradas pla\xF1ideras, que parec\xEDan implorar socorro, buscaban las m\xEDas y sin embargo apenas osaban desprenderse del suelo; en su embarazo, enroscaba entre sus dedos la extremidad de su barba y golpeaba con el pie cuando no pod\xEDa encontrar la palabra justa. \xA1Oh, pobre ni\xF1o grande, amado m\xEDo! \xBFNo viste que todo mi ser me precipitaba a tus brazos y ard\xEDa por permanecer en ellos eternamente? \xBFNo viste que mis labios temblaban de deseo de posarse en los tuyos y de quedarse suspendidos de ellos hasta mi \xFAltimo suspiro? \xBFNo viste nada de eso? Debiste, pues, dar fe a las palabras que te dije, casi sin tener conciencia de ello. Mi coraz\xF3n las ignora completamente; te lo juro. Te amo y te amar\xE9 hasta mi \xFAltimo pensamiento, y el \xFAltimo aliento que se escapar\xE1 de mis labios ser\xE1 tu nombre. Y \xBFc\xF3mo has podido creer en el pretexto que te di? \xA1Dejarte a una mujer rica! \xA1A ti para qui\xE9n querr\xEDa mendigar por los caminos, por qui\xE9n querr\xEDa gastarme los ojos, hacerme sangrar los dedos cosiendo si lo necesitaras! \xBFTe acuerdas de aquella noche, en casa de mis padres, cuando aspirabas a la mano de Marta? \xA1C\xF3mo puedes, si la recuerdas, hacerme la injuria de aceptar mi miserable excusa! Y cuando me diste la mano al decirme adi\xF3s, \xBFpor qu\xE9 me dirigiste una mirada tan triste, tan humilde? \xBFNo sab\xEDas que esa mirada me torturar\xEDa sin cesar, noche y d\xEDa, como el reproche de una grave falta que he cometido para contigo? No, amigo m\xEDo, eres el \xFAnico ser en el mundo que nada tenga que reprocharme. He procedido lealmente contigo, y hoy m\xE1s que nunca, \xA1aunque jam\xE1s hayas sido m\xE1s indignamente enga\xF1ado que hoy! \xA1Si tan s\xF3lo pudiera decirte cu\xE1nto te amo! \xA1Con qu\xE9 placer morir\xEDa en el acto! \xA1Colgarme una sola vez de tu cuello, ocultar una vez mi cabeza en tu hombro y llorar l\xE1grimas de sangre! No me vuelvas a mirar as\xED, mi querido ni\xF1o grande, como para hacer creer que te he desde\xF1ado con raz\xF3n, que te he encontrado demasiado simple y demasiado indigno de m\xED, pues, \xA1mira, no s\xE9 lo que har\xEDa! \xA1Que Dios te preserve de m\xED y de mi amor! XXV Ocho d\xEDas despu\xE9s. \xA1Al fin se ha realizado mi deseo! Me he arrojado en sus brazos, me he embriagado con sus besos, he llorado hasta la saciedad sobre su hombro. Estoy serena, enteramente serena, he probado todo lo que la vida pod\xEDa todav\xEDa ofrecer de felicidad a una pecadora como yo. \xBFY ahora? Desde hace horas, me encuentro frente a esta \xFAltima y grave cuesti\xF3n: \xA1huir o morir! Es necesario que me decida esta misma noche por una u otra de estas alternativas, pues Roberto vendr\xE1 ma\xF1ana para llevarme a la tumba de Marta. Antes que seguirlo all\xED, prefiero morir. Aun admito que lleve la hipocres\xEDa hasta no caer de rodillas sobre esa tumba para confesarle todo; admito que el horror que me inspirar\xEDa a m\xED misma, no me ahogue, que encuentre el miserable valor de casarme con \xE9l; \xBFqu\xE9 existencia llevar\xEDa a su lado? \xBFPara qu\xE9 aferrarse a una dicha que uno mismo ha hecho imposible desde mucho tiempo atr\xE1s? Pasar\xEDa por esta tierra semejante a una pobre criminal a quien se lleva a la muerte, eternamente torturada por el temor de descubrirme a sus ojos y, a pesar de eso, llena del deseo de gritar mi falta al mundo entero. \xA1C\xF3mo podr\xEDa dormir en ese lecho que he deseado ver que mi hermana abandonara para bajar a la tumba! \xA1C\xF3mo vivir entre esas paredes en que todav\xEDa est\xE1n inscritas en letras de fuego esas palabras: \xABOh, si ella muere!\xBB Voy a razonar fr\xEDamente conmigo misma, como conviene a una persona que hace el balance de su vida. \xBFSer su esposa? Eso es imposible, bien lo s\xE9. \xBFHuir? \xBFQu\xE9 har\xEDa en medio de extra\xF1os? Los conozco; conozco a los hombres y los desprecio. Ellos me han hecho da\xF1o, seguir\xE1n haci\xE9ndome sufrir. Todo lo que me queda de fe, de amor y de esperanza, no descansa ya m\xE1s que en \xE9l. Pues bien, \xBFmorir? Los frascos de morfina est\xE1n ah\xED, en salvo en el fondo de mi gaveta; un presentimiento me dec\xEDa que alg\xFAn d\xEDa los necesitar\xEDa, cuando los reservaba secretamente, a despecho de las \xF3rdenes de mi anciano t\xEDo el doctor. Las pocas horas de sue\xF1o que he perdido me ser\xE1n devueltas as\xED al c\xE9ntuplo. Escribir\xE9 todav\xEDa una carta a mi t\xEDo; \xE9l ser\xE1 mi heredero y mi confidente. Quiz\xE1 podr\xE1 disimular mi suicidio y hacer que Roberto no lo sospeche. A \xE9l, ni una palabra de despedida. Esto es doloroso; pero es necesario que sea as\xED. * * * He salido furtivamente y he corrido a poner la carta en el buz\xF3n. El sereno anunciaba la media noche. \xA1Qu\xE9 desierto y obscuro est\xE1 el mundo! El viento pasa estremeci\xE9ndose por los tilos; aqu\xED y all\xED brilla tristemente una luz que parece alumbrar secretos dolores. Por el camino avanza un hombre ebrio que exhala sordos gru\xF1idos y quiere atacarme. En torno m\xEDo las tinieblas, la miseria y la rudeza; en mi alma el remordimiento y una pasi\xF3n que jam\xE1s se saciar\xE1, he ah\xED lo que me reservaba el porvenir. En verdad, nada tiene ya que ofrecerme esta vida. Mucho se habla y se escribe sobre las angustias de la muerte: yo no siento indicios de ellas. Me encuentro bien ahora, despu\xE9s de haber llorado a mi gusto. Las l\xE1grimas que no pod\xEDan darse libre curso, me pon\xEDan en el pecho un peso aplastador.--Y dicen que llorar da sue\xF1o. \xA1Buenas noches! FIN *** End of this LibraryBlog Digital Book "El deseo" *** Copyright 2023 LibraryBlog. All rights reserved.