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Title: El deseo
Author: Sudermann, Hermann, 1857-1928
Language: Spanish
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BIBLIOTECA DE \xABLA NACION\xBB

H. SUDERMANN

EL DESEO

BUENOS AIRES

1909

Imp. y estereotipia de LA NACI\xD3N.--Buenos Aires.


Este libro, cuyo argumento es puro, como una corriente de agua
cristalina, ser\xE1, sin duda, apreciado en todo su valor por los lectores
de la Biblioteca de LA NACI\xD3N.

Sudermann, como todos los escritores de las razas del Norte, es
hondamente intenso bajo la aparente sencillez de los temas que
desarrolla, que encierran curiosos y emocionantes casos de morbosidades
morales.

En _El Deseo_, una de las mejores obras del novelista germano, la trama
gira, principalmente, alrededor de tres personajes, y, en esencia,
dentro del alma de una muchacha, de origen humilde, extraordinariamente
dotada por la Naturaleza, mental y f\xEDsicamente, pero a quien profundos
desequilibrios nerviosos, le forman una vida de tortura, mezcla de
pasi\xF3n, de cari\xF1o, de iracundias y de bondades, predominando siempre una
sensibilidad casi enfermiza, casi m\xEDstica, para los impulsos y actos
nobles.

Y, sugerido, provocado, proseguido por esa alma intranquila y sufriente,
brota, crece y estalla el drama, lleno de dolor y de piedad.



EL DESEO



I


Un vivo fuego llameaba en el dormitorio del anciano m\xE9dico.

Estaba \xE9l todav\xEDa en el lecho, y embargado por el sentimiento de
bienestar del hombre que ve terminada la labor de su existencia. Cuando
se ha estado, durante medio siglo, sentado doce horas por d\xEDa en un
cabriol\xE9 de m\xE9dico de campo, sacudido y zangoloteado por los guijarros y
los mogotes de tierra, bien se le pueden pegar a uno las s\xE1banas alguna
vez, sobre todo cuando ha dejado su tarea a salvo en manos de otro m\xE1s
joven.

Alarg\xF3 y estir\xF3 sus miembros cascados y volvi\xF3 a hundir en las almohadas
su rostro gastado y amarillento, salpicado de \xE1speros vellos blancos,
cual un viejo granito por el musgo de Islandia. Pero la costumbre, esa
ama imperiosa que, durante tantos a\xF1os, fuera indispensable o no, lo
hab\xEDa sacado de su cama antes del amanecer, no le permiti\xF3 descansar ni
aun entonces.

Suspir\xF3, bostez\xF3, se avergonz\xF3 de su pereza y tom\xF3 la campanilla puesta
a su cabecera, en la mesa de noche.

Su ama de llaves, vieja ruina, tan canosa y destruida como \xE9l, apareci\xF3
en el umbral.

--\xBFQu\xE9 hora es, se\xF1ora Liebetreu?--le grit\xF3.

Al venerable reloj de la Floresta Negra que estaba colgado cerca de la
cama del doctor, y cuyo despertador estridente hab\xEDa interrumpido m\xE1s de
una vez de un modo desagradable sus sue\xF1os de la ma\xF1ana, no se le hab\xEDa
dado cuerda desde el d\xEDa en que el joven m\xE9dico adjunto hab\xEDa llegado a
Gromowo, \xABpara que yo sepa bien--se complac\xEDa en decir el doctor--que en
lo sucesivo mi vida est\xE1 en reposo.\xBB

--Las ocho menos cuarto, se\xF1or doctor--respondi\xF3 la anciana, ocup\xE1ndose
en arreglar la tapa de la estufa.

--\xA1Vaya! \xA1vaya!--exclam\xF3 \xE9l, enderez\xE1ndose.--\xA1Qu\xE9 perezoso me he vuelto!
Y... \xBFhan llegado cartas?

--S\xED, varias por correo y una que trajo personalmente el joven se\xF1or
Hellinger hace dos horas.

--\xA1Pero, si hace dos horas, era todav\xEDa de noche!

--S\xED; me dijo que ten\xEDa que ir hasta la granja y que no pod\xEDa esperar
m\xE1s. Ya anoche, cuando el se\xF1or doctor estaba en _El \xC1guila Negra_,
vino y se qued\xF3 esperando casi dos horas.

--\xBFY por qu\xE9 no me mand\xF3 usted llamar?--grit\xF3 el doctor con el tono
gru\xF1\xF3n de un anciano bonach\xF3n pero bilioso.

--\xBFAcaso no nos lo prohibi\xF3 \xE9l?--replic\xF3 la ama de llaves, exactamente
en el mismo tono, sin que esto pareciera indicar ninguna arrogancia de
su parte: era m\xE1s bien el eco del car\xE1cter del anciano.--Estuvo sentado
en el gabinete de trabajo hasta las diez (o mejor dicho no se sent\xF3) iba
de un lado a otro como una fiera, se re\xEDa, hablaba solo; yo desconoc\xEDa a
nuestro tranquilo y apacible joven; entonces le llev\xE9 cerveza, seis
botellas; se las bebi\xF3 todas, y tuve que beber con \xE9l... En fin, ten\xEDa
algo de trastornado.

--\xA1Eh! \xA1eh!--murmur\xF3 el anciano ri\xE9ndose por lo bajo.--Me parece que
all\xED hay algo de Olga. Al fin, ella se habr\xE1... \xBFY son para hoy esas
cartas?--exclam\xF3 de repente, como si estuviera lleno de furor, aun
cuando su rostro permanec\xEDa sonriente.

Y cuando la ama de llaves, refunfu\xF1ando, hubo satisfecho su deseo, sin
vacilar tom\xF3 de entre las cartas la que no llevaba estampilla, y no
concedi\xF3 siquiera una mirada a las dem\xE1s.

Una alegre emoci\xF3n hac\xEDa temblar sus manos, mientras desdoblaba el
papel, y con su viejo rostro encanecido, radiante de gozo, ley\xF3:

* * *

\xABQuerido viejo t\xEDo:

\xBBDebes ser el primero en saberlo... Si siquiera te tuviera a mi lado, si
pudiera estrechar tus viejas y leales manos y decirte, mis ojos en los
tuyos, todo lo que siento en el coraz\xF3n... Todav\xEDa no lo creo, la cabeza
me da vueltas cuando pienso en ello. T\xEDo querido, en los peores d\xEDas de
prueba me ayudaste y protegiste. T\xFA solo tendiste los brazos a Marta
cuando todos--y hasta mis mismos padres--le volv\xEDan la espalda, llenos
de frialdad y de desconfianza. \xA1No pudiste conserv\xE1rmela, t\xEDo querido!
Dios la llam\xF3 a s\xED, y cuando, cerca del cuerpo de mi mujer, mi raz\xF3n
amenazaba extraviarse, t\xFA me tomaste la cabeza entre tus brazos y me
hablaste como habr\xEDa podido hacerlo un sacerdote.

\xBBY triunfaste. No creo que yo pueda volverle a tomar gusto a la vida,
que pueda volver a ser lo que era antes de que las preocupaciones
materiales y mi pasi\xF3n por Marta hubieran entorpecido y vaciado mi pobre
cabeza. La misma Marta, mi misma querida mujer, en los tres a\xF1os que
dur\xF3 nuestra apacible dicha, no pudo obtener este resultado. Pero la
vida parece querer darme ahora todo lo que todav\xEDa puede tener para m\xED
de alegr\xEDa y de tranquilidad.

\xBBT\xFA sabes, t\xEDo, c\xF3mo, en medio de mi dolor, me dej\xE9 llevar por un afecto
sin cesar creciente por la hermana de mi querida muerta, mi prima Olga.
Todo te lo confes\xE9, busqu\xE9 consuelo cerca de ti cuando me atormentaba,
cuando me reprochaba mi infidelidad para aquella cuyo luto a\xFAn llevaba.
Y me dijiste entonces:

--\xBB\xBFSi la muerta pudiera buscar una segunda madre para su hijo, elegir\xEDa
a otra que a esa hermana, que era, despu\xE9s de ti, lo que ella m\xE1s
quer\xEDa en el mundo?

\xBBMe qued\xE9 espantado hasta el fondo del alma, pues jam\xE1s me habr\xEDa
atrevido a alzar los ojos hacia ella. Pero t\xFA no cesaste de exhortarme,
tanto, que por fin, hace ocho d\xEDas, arm\xE1ndome de todo mi valor, le ped\xED
que compartiera mi suerte. Ella se neg\xF3, t\xFA lo sabes.

\xBBSe puso p\xE1lida como una muerta; en seguida me tendi\xF3 la mano y me dijo,
resisti\xE9ndose:

--\xBBRenuncia a esa idea, Roberto; yo no puedo ser tu mujer.

\xBBY yo, al retirarme, muy avergonzado, me dec\xEDa: \xA1esto no es m\xE1s que lo
que mereces, presuntuoso!

\xBBY he aqu\xED que hoy, querido t\xEDo... no puedo escribirlo... Mi mano se
detiene. \xA1Es tal la felicidad y tan inesperada, que casi me abruma!
\xA1Ma\xF1ana, t\xEDo, ma\xF1ana te lo contar\xE9 todo!

\xBBPor la ma\xF1ana tengo que ir a la granja. Volver\xE9 como a las doce, e
inmediatamente har\xE9 la penosa diligencia ante mis padres. Mi madre nada
sospecha todav\xEDa: he aqu\xED sus proyectos trastornados una vez m\xE1s, por lo
cual Olga tendr\xE1 mucho que sufrir. Hasta temo que concluya por
despedirla de la casa. \xA1Con tal de que yo la tenga bajo mi techo antes!

\xBBSon las tres de la ma\xF1ana: basta por hoy.

\xBBTu muy agradecido y muy feliz, _Roberto Hellinger_.\xBB

* * *

El viejo m\xE9dico enjug\xF3 una l\xE1grima que rodaba por su mejilla. \xAB\xA1El buen
muchacho!\xBB--murmur\xF3.--\xAB\xA1C\xF3mo remolinean los sentimientos en su cerebro
acalorado, y qu\xE9 franqueza en todo esto, qu\xE9 rectitud en la menor
palabra! Verdaderamente, es muy digno de ti, mi buena y noble ni\xF1a: es
el \xFAnico a quien yo te dar\xEDa con placer. Y ahora voy a ver si t\xFA tambi\xE9n
tienes confianza en el viejo t\xEDo. Voy a cerciorarme de ello
inmediatamente.\xBB

Y ri\xE9ndose y gru\xF1endo escondi\xF3 la cabeza entre las almohadas. Luego, de
repente, grit\xF3 con voz que reson\xF3 en toda la casa como un trueno:

--\xA1Mil millones!... \xBFD\xF3nde est\xE1 mi pantal\xF3n?

Se lo llevaron, y cinco minutos despu\xE9s, el anciano se hallaba ya listo,
delante de su espejo; s\xF3lo le faltaba su peluca de un gris amarillento.

--Mi sombrero... mi abrigo... mi bast\xF3n...--grit\xF3 en el corredor.

--\xA1Pero el caf\xE9, Dios m\xEDo, el caf\xE9!--grit\xF3 la vieja desde la cocina, m\xE1s
fuerte a\xFAn, si esto era posible.

--\xA1Bueno, pero pronto entonces!--replic\xF3 \xE9l, siempre en el mismo
tono.--Es preciso que est\xE9 aqu\xED antes de que yo haya concluido de leer
mis cartas.

Y, refunfu\xF1ando de impaciencia, tom\xF3 el mont\xF3n de cartas que se hab\xEDa
quedado hasta entonces en la mesa de noche sin que \xE9l le hiciera caso.
Eran ofertas de vino, el anuncio de un nacimiento en casa de Cohn,--\xA1un
pobre ciego con un hijo reci\xE9n nacido!--y de repente se estremeci\xF3,
mientras una sonrisa aparec\xEDa de nuevo en su rostro.

--\xA1Diantre! No me esperaba esto--murmur\xF3 con satisfacci\xF3n.--Ella tampoco
ha podido dormirse sin hacer al viejo t\xEDo el confidente de su dicha. Eso
est\xE1 bien, hijos m\xEDos; os lo tendremos en cuenta.

Y con la misma alegre prisa con que hab\xEDa abierto la carta de Roberto
Hellinger, rompi\xF3 el nuevo sobre.

Pero apenas hab\xEDa comenzado a leer, cuando con un grito ahogado
retrocedi\xF3 dos pasos, tambale\xE1ndose, como un hombre que recibe un golpe
por sorpresa. Su rostro gris se volvi\xF3 de una palidez gredosa, sus ojos
salieron de sus \xF3rbitas, y sus viejos y secos dedos apretaron como
garras el papel que temblaba.

Cuando la ama de llaves entr\xF3 con el caf\xE9, encontr\xF3 a su amo sentado
como una mole inerte en un \xE1ngulo del sof\xE1, con la frente cubierta de
gruesas gotas de sudor y mirando fijamente con sus ojos apagados el
papel que sus manos estrujaban todav\xEDa con un apret\xF3n casi convulsivo.

--\xA1Dios m\xEDo! \xA1Dios m\xEDo! \xA1Se\xF1or doctor!--exclam\xF3 la anciana dejando caer
con estr\xE9pito la bandeja sobre la mesa.

Estas exclamaciones le hicieron volver en s\xED. Se hizo dar agua, de la
cual bebi\xF3 \xE1vidamente dos grandes tragos, se humedeci\xF3 la frente y las
sienes con el resto, e hizo se\xF1as a la ama de llaves para que se
alejara.

Y entonces, despu\xE9s de haber echado el cerrojo a la puerta, recogi\xF3 la
carta y se puso a leer con voz ahogada y temblorosa:

* * *

\xABMi querido amigo, mi segundo padre:

\xBBCuando lea usted estas l\xEDneas, habr\xE9 cesado de vivir. He reunido y
conservado cuidadosamente las pociones de morfina que usted me dio,
cuando despu\xE9s de la muerte de Marta, perd\xED el sue\xF1o; habr\xE1 lo
suficiente, as\xED lo espero, para asegurarme el descanso.

\xBBUsted que me protegi\xF3 como un segundo padre, ser\xE1 el \xFAnico en saber por
qu\xE9 he tomado esta extrema resoluci\xF3n. En las largas noches de invierno,
cuando la tempestad sacud\xEDa mi ventana y yo no pod\xEDa dormir, he escrito
en todos sus detalles lo que me atormenta desde hace largo tiempo, lo
que no me dejar\xE1 un instante de reposo hasta que me haya dormido para
siempre. En mi estante de libros encontrar\xE1 usted, escondido detr\xE1s de
los vol\xFAmenes de Heine, un cuaderno azul. Gu\xE1rdeselo usted, sin que los
dem\xE1s lo noten; y cuando lo haya usted le\xEDdo todo, vaya usted a mi tumba
y rece un Padre Nuestro.

\xBBCuide usted de que me entierren al lado de Marta. Mucho la he querido.
Ella es quien me arrastra detr\xE1s de s\xED.

\xBBUsted lo comprender\xE1 todo cuando haya le\xEDdo mi historia: quiz\xE1 hasta
sabe usted de mi secreto m\xE1s de lo que yo sospecho. Alguna vez, en el
delirio de la enfermedad, debo haber revelado feas cosas. \xBFPor qu\xE9 si
no, habr\xEDa usted alejado de mi lecho a todos mis parientes?

\xBB\xBFSe horroriz\xF3 usted de lo que dejaba escapar mi miserable boca? \xBFMe
compadece usted? \xBFMe desprecia usted? Pero no, seguramente, usted no me
desprecia; si as\xED fuera, \xBFme habr\xEDa usted podido demostrar tanto afecto?
Por otra parte, lea usted mi cuaderno, all\xED est\xE1 todo.

\xBBAl principio no le estaba destinado a usted. Yo quer\xEDa enviarlo,
despu\xE9s de muchos a\xF1os, cuando a nuestra vez hubi\xE9ramos sido viejos, al
hombre a quien pertenece mi alma, para que supiera por qu\xE9 lo hab\xEDa
rechazado.

\xBBLas cosas han cambiado de rumbo: hoy, en un momento de olvido, me dej\xE9
caer en sus brazos. He visto, demasiado tarde, que ya no hab\xEDa manera de
escap\xE1rmele. Pero antes que ser suya, prefiero darme la muerte.

\xBBY todav\xEDa tengo que dirigir a usted una s\xFAplica. Es la s\xFAplica de una
moribunda y, si est\xE1 en poder de usted, acceder\xE1 usted a ella.

\xBBOculte usted al mundo entero--y ante todo a aquel a quien amo--que me
he dado la muerte. \xA1Ojal\xE1 crea que lo que me ha matado es la alegr\xEDa!
Destruir\xE9 todo lo que pudiera revelar un suicidio: los \xFAnicos signos
aparentes ser\xE1n los de una muerte de aneurisma o de congesti\xF3n.

\xBBSe lo suplico a usted desde el fondo del coraz\xF3n; ot\xF3rgueme usted
todav\xEDa esta satisfacci\xF3n suprema. Muero sin pesar y no tengo miedo.
Hace tanto tiempo que no duermo bien, que necesito reposo.--_Olga
Bremer._\xBB

* * *

El anciano experimentaba un sentimiento de angustia absoluta. Se
bamboleaba, apretaba los pu\xF1os y se golpeaba la frente; en seguida
volvi\xF3 a caer sobre una silla.

--Es una locura, una completa locura--gimi\xF3 enjug\xE1ndose las gotas de
sudor que cubr\xEDan su frente.--Hija m\xEDa, \xBFqu\xE9 es lo que ha pasado por ti?
\xBFQu\xE9 te ha obscurecido as\xED la raz\xF3n? \xA1Mi pobre, pobre y querida ni\xF1a!

Luego se levant\xF3 de un salto y busc\xF3 con sus manos temblorosas su
sombrero y su abrigo.

\xA1Socorrer! \xA1socorrer! \xA1arrancar su v\xEDctima a la muerte! He ah\xED el
pensamiento que, por el momento, le llenaba el esp\xEDritu. Un instante
tuvo la idea de que quiz\xE1 la joven no hab\xEDa puesto seriamente su
proyecto en ejecuci\xF3n; pero la desech\xF3 inmediatamente. Hab\xEDa aprendido a
conocerla demasiado en otras circunstancias para poder creerla capaz de
una falta de valor, de un desfallecimiento de la voluntad.

Pero quiz\xE1 la dosis que hab\xEDa tomado era demasiado d\xE9bil, quiz\xE1 el
tiempo--hac\xEDa m\xE1s de un a\xF1o que Marta hab\xEDa muerto de parto, y en esa
\xE9poca era cuando \xE9l hab\xEDa dado a Olga la poci\xF3n calmante--quiz\xE1 el
tiempo hab\xEDa atenuado la fuerza del veneno. S\xED, s\xED, as\xED era; era preciso
que as\xED fuera. Mal conservada, la morfina puede descomponerse y volverse
inofensiva.

\xA1Adelante, pues, para salvarla, si no es demasiado tarde! El doctor daba
vueltas en su cuarto, buscando algo, sin saber qu\xE9. Luego tom\xF3 de nuevo
la carta.

--\xBFY qu\xE9 es lo que me pides? Hija, hija m\xEDa, \xBFte figuras que sea cosa
tan f\xE1cil violar un juramento, renunciar, como se arrojar\xEDa un cascar\xF3n
vac\xEDo, a los deberes a los cuales uno ha permanecido fiel durante medio
siglo? Ni\xF1a, no sospechas lo que pides a un hombre de honor.

En seguida, acercando mucho el papel a sus ojos, volvi\xF3 a leer una vez
m\xE1s este pasaje: \xABEs la s\xFAplica de una moribunda... se lo suplico a
usted desde el fondo del coraz\xF3n; ot\xF3rgueme usted todav\xEDa esta
satisfacci\xF3n suprema.\xBB

Por sus ajadas mejillas rodaban gruesas l\xE1grimas.

--Es imposible, hija m\xEDa, es imposible, por bien que sepas suplicar. Y
aun cuando lo quisiera, me traicionar\xEDa yo mismo. No soy ya m\xE1s que una
pobre y vieja ruina, y no soy due\xF1o de mis nervios. Lo notar\xEDan a la
primera ojeada. Mas, para que no hayas... suplicado... en vano... a tu
t\xEDo... quiero... por lo menos... ensayar. Por ti y por Roberto, es
necesario ante todo salvarte. \xA1D\xEDa de Dios! Viejo, s\xE9 hombre todav\xEDa por
lo menos una vez en tu vida. \xA1Es preciso que la salves, es preciso, es
preciso, es preciso!

Y tan ligero como sus piernas cascadas pod\xEDan llevarlo, se
precipit\xF3--empujando a su paso a la ama de llaves que escuchaba en la
puerta--y ech\xF3 a andar por la escarcha helada y punzante de la ma\xF1ana de
invierno.



II


La pareja de los viejos Hellinger, sentados a la mesa para el desayuno,
presentaba la imagen de la tranquilidad y de la serenidad m\xE1s perfectas.
Del tubo del aparato de cobre para hacer caf\xE9, cuyo vientre, bru\xF1ido y
lustroso, reflejaba el fulgor rojo del fuego, se elevaba un ligero vapor
azulado que volv\xEDa a bajar hacia la mesa, en nubecillas, empa\xF1aba el
azucarero de plata y coronaba con un roc\xEDo las tazas de caf\xE9.

El se\xF1or Hellinger llevaba toda la barba, bien cuidada y blanca como la
nieve; sus facciones regulares y todav\xEDa j\xF3venes, sus mejillas
sonrosadas, respiraban la bondad y el gozo de vivir. C\xF3modamente
extendido en su sill\xF3n azul floreado, con la bata recogida sobre las
rodillas, parec\xEDa esperar con una resignaci\xF3n apacible lo que el
destino, bajo la forma de su mujer, le reservaba para ese d\xEDa.

Esta acababa de echar un poco de caf\xE9 en el filtro, y se limpiaba
minuciosamente los dedos con su delantal de tela blanca adamascada,
adornado, a la rusa, con anchas tiras de bordadura roja. Su cofia alba,
cuyas cintas estaban s\xF3lidamente atadas bajo su carnosa barba, se
inclinaba un poco sobre la oreja izquierda, y su rudo y \xE1spero rostro de
viejo drag\xF3n, de facciones ligeramente hinchadas como se ve en las
mujeres de edad que beben de buen grado un trago de co\xF1ac en la copa de
sus maridos, brillaba lleno de energ\xEDa y de decisi\xF3n en su marco de
encajes. Se ve\xEDa en su aspecto que estaba acostumbrada a dominar, a
doblegarlo todo, y aun la sonrisa de perpetua amargura que vagaba por su
ancha boca, demostraba hasta qu\xE9 punto acostumbraba a perseguir, sin
dejarse detener, la realizaci\xF3n de sus planes.

Y, para no permanecer inactiva hasta que el caf\xE9 hubiera pasado, tom\xF3 el
tejido de gruesa lana que en su condici\xF3n de \xABPresidenta de la
Asociaci\xF3n de las mujeres\xBB y de \xABDirectora de la comisi\xF3n de los
pobres,\xBB no se permit\xEDa jam\xE1s abandonar, y con una rapidez inaudita hizo
deslizar las agujas brillantes en sus manos huesosas y habituadas al
trabajo.

--Adalberto, \xBFno tienes noticias de Roberto?--pregunt\xF3 con voz ruda y
met\xE1lica, que deb\xEDa penetrar hasta en los menores rincones de la casa.

La pregunta pareci\xF3 desagradar al anciano, quien movi\xF3 la cabeza como si
hubiera querido rechazarla lejos; ella turbaba su quietud matinal.

--Un hijo muy afectuoso, hay que confesarlo--continu\xF3 ella, y su amarga
sonrisa se acentu\xF3 a\xFAn m\xE1s.--Hace ocho d\xEDas que no se ha dejado ver ni
ha dado se\xF1ales de vida. \xA1Si habitara en la luna, no vendr\xEDa con m\xE1s
rareza!

El se\xF1or Hellinger refunfu\xF1\xF3 algo en su barba y se prepar\xF3 a tomar su
larga pipa.

--Parece que todav\xEDa hay algo que no va bien,--continu\xF3 ella.--En estos
\xFAltimos tiempos, sobre todo, se ha vuelto tan raro: suele dar vueltas en
mi derredor sin decirme una palabra amable. Me imagino que debe tener
encima alg\xFAn pago que no puede hacer.

--\xA1Pobre muchacho!--dijo el anciano, e hizo chasquear su lengua, sin
duda para desechar ese pensamiento desagradable.

--\xA1S\xED, pobre muchacho!--repuso ella en tono burl\xF3n.--\xBFTodav\xEDa lo
compadeces, quiz\xE1? \xBFEres capaz de haberle dado otra vez algo a
hurtadillas?

\xC9l, en se\xF1al de protesta, levant\xF3 sus manos blancas y bien cuidadas,
pero no tuvo sin embargo el valor de mirarla de frente.

--Adalberto--dijo ella en tono amenazador,--no quiero que eso vuelva a
suceder. Lo que le das a \xE9l nos lo quitas a nosotros y nuestros dem\xE1s
hijos. \xA1Si todav\xEDa fuera digno de ello! Pero \xABquien no quiere escuchar
debe padecer.\xBB Si por arrogancia y por obstinaci\xF3n corre a su p\xE9rdida...

--Permite, Enriqueta...--insinu\xF3 el se\xF1or Hellinger t\xEDmidamente.

--Yo nada permito, querido Adalberto--replic\xF3 ella.--\xA1Quien no quiere
escuchar, digo, debe padecer! Si, en su negra ingratitud, no quiere
seguir los consejos de su madre, tan llena de ternura que se inquieta
s\xF3lo por \xE9l, que pasa las noches cavilando y atorment\xE1ndose...

Y se frot\xF3 los ojos con su delantal, como si hubieran estado llenos de
l\xE1grimas.

--\xA1Pero Enriqueta!--volvi\xF3 a decir \xE9l.

--\xA1Adalberto, no me contradigas! Ya sabes que te paso todas tus locuras;
te permito quedarte en _El \xC1guila Negra_ todo el tiempo que quieres; te
dejo beber de ese mal vino tinto que cuesta tan caro, todo lo que puedes
soportar; te preparo la cena cuando vuelves tarde a casa; y, a
prop\xF3sito, bien podr\xEDas evitar el volcar tres sillas como lo hiciste
ayer. En resumen, me parece que tienes muy poca consideraci\xF3n por tu
vieja y fiel esposa; pero \xBFqu\xE9 era lo que quer\xEDa decir? S\xED, en cuanto a
mis planes, me har\xE1s el servicio de no mezclarte en ellos, por que no
los comprendes. \xBFTienes siquiera una idea de todo lo que he hecho ya por
ese brib\xF3n de Roberto? Correr y viajar de un lado a otro, hacer visitas,
escribir cartas, y sabe Dios cu\xE1ntas otras cosas. Lo present\xE9 a cinco o
seis j\xF3venes extremadamente ricas, se las traje en una bandeja, de modo
que no ten\xEDa m\xE1s que extender la mano. \xBFPero qu\xE9 hizo? Supongo que
todav\xEDa te acuerdas del ataque que tuve cuando, hace cuatro a\xF1os, nos
trajo a Marta, \xA1a esa pobre y enfermiza criatura! Todos mis achaques
vienen de all\xED.

--\xA1Pero, Enriqueta!

--Mi querido Adalberto, te ruego que no me vuelvas a cantar tu ant\xEDfona:
\xABMarta era mi carne y mi sangre;\xBB ya lo sabemos. Pero, si quer\xEDa
mostr\xE1rseme como una sobrina afectuosa y agradecida, \xBFpor qu\xE9 no le
trajo la dote necesaria? \xA1Porque nada ten\xEDa, naturalmente, nada! Mi
hermano muri\xF3 indigente como una rata de iglesia. \xBFEs esto decente en un
miembro de mi familia? Pero, en fin, que hiciera de sus bienes lo que se
le antojara, poco me importa; s\xF3lo que no ten\xEDa necesidad de echarnos a
su hija en los brazos.

--Pero... ya est\xE1 muerta--observ\xF3 el se\xF1or Hellinger.

--S\xED, ya est\xE1 muerta--replic\xF3 su esposa juntando las manos.--Yo no dir\xE9:
alabado sea Dios, porque eso ser\xEDa pecado; pero ya que el buen Dios lo
ha decidido as\xED, quiero por lo menos aprovechar y tratar de reparar la
locura de Roberto. Mientras estabas en _El \xC1guila Negra_, bebiendo tu
vino tinto, me puse nuevamente en campa\xF1a, trabaj\xE9, tom\xE9 nuevas
informaciones; ya no tiene m\xE1s que elegir. Tiene a Gertrudis Lenzmann,
con una dote de ocho mil pesos al contado, y otro tanto a la muerte de
su padre; tiene a la chica Versen, todav\xEDa muy joven, es cierto, pues
acaba de ser confirmada, pero esa tendr\xE1 a\xFAn m\xE1s. Y todav\xEDa me quedan
otras tres o cuatro. \xBFPero qu\xE9 crees que contesta a mis proposiciones?
\xABMadre, dice, si vuelves a acometerme con eso, conseguir\xE1s no volver a
verme.\xBB \xBFHase visto jam\xE1s? No faltar\xEDa m\xE1s que una cosa: que, despu\xE9s de
Marta, tomara todav\xEDa a su hermana, y entonces a su vieja y bondadosa
madre no le quedar\xEDa m\xE1s que morir. A prop\xF3sito, \xBFd\xF3nde se ha metido
hoy la se\xF1orita? Son cerca de las nueve, y no se ha presentado todav\xEDa.
Puede ser que en la casa de mi se\xF1or hermano, que ten\xEDa costumbres
polacas, cultivaran el h\xE1bito de quedarse en la cama hasta las
doce--\xA1pero en una casa bien manejada como la m\xEDa, no habr\xEDa que pensar
en eso, Adalberto! Yo sabr\xE9 poner orden.

--No comprendo, mi querida Enriqueta, por qu\xE9 me diriges los reproches
que son para tu sobrina.

--\xA1Si consintieras en no volver a tomarla bajo tu protecci\xF3n, Adalberto!
Pero, naturalmente, ya yo no tengo derecho de decir nada: se me
desobedece y traiciona en mi propia casa. Por otra parte, dentro de poco
voy a poner fin a todo esto. Hace un a\xF1o entero que la tengo a mi lado,
y ya comienza a ser perfectamente in\xFAtil.

--\xBFPero acaso no trabaja de la ma\xF1ana a la noche en cuidar la casa de
Roberto? \xBFSe pasa un solo d\xEDa sin que vaya a la granja? \xA1No seas tan
injusta con ella, Enriqueta!

Ella le lanz\xF3 una mirada de compasi\xF3n:

--Si no fueras tan ni\xF1o, como lo has sido siempre, Adalberto, se podr\xEDa
conversar contigo. Eso mismo es lo que comienza a parecerme peligroso
\xBFves? \xBFCrees, entonces, que ella no tiene sus motivos para ir a
pavonearse todos los d\xEDas en la granja y darse tonos de ama delante de
\xE9l y de los sirvientes? \xA1Oh! \xA1Es muy lista, mi sobrina Olga! \xA1Ya habr\xE1
hecho todo lo que depende de ella para acostumbrarlo a la idea de que a
ella--s\xF3lo a ella--le toca de derecho el lugar de la muerta! Si no es
eso \xBFqu\xE9 tendr\xEDa que ir a hacer todos los d\xEDas a la granja?

--Creo que el hijo de Marta justifica suficientemente su conducta.

--\xA1Naturalmente! \xA1Naturalmente! \xA1Cu\xE1ntas cosas te hacen creer con
cuentos de nodriza! Ella sabe bien por qu\xE9 lo hace y por qu\xE9 ama a ese
pobre ni\xF1o hasta com\xE9rselo a caricias: \xA1conoce el camino que lleva al
coraz\xF3n del padre!

--Pero tal vez no lo quiere--insinu\xF3 el viejo Hellinger.

Ella solt\xF3 la risa.

--\xA1Mi querido Adalberto! Cuando un hombre posee una propiedad a las
puertas de la ciudad, una muchacha pobre lo quiere siempre, y, si yo no
pongo fin a todos estos manejos mostr\xE1ndole la puerta, podr\xEDa muy bien
suceder que un d\xEDa Roberto la tomara por la mano y nos dijera: \xABAhora,
pap\xE1 y mam\xE1, tengan ustedes la bondad de darnos su bendici\xF3n.\xBB Pero,
antes que ver una cosa semejante, Adalberto...

En el mismo instante, un gran ruido de pasos reson\xF3 en el vest\xEDbulo; y
casi en seguida golpearon con fuerza a la puerta.

--\xA1Toma!--dijo la se\xF1ora Hellinger.--He ah\xED uno que hace tanto estruendo
como un alguacil. \xA1Todav\xEDa no estamos en ese estado, sin embargo!

Y con mucha suavidad, y mucha tranquilidad, dijo: \xAB\xA1Adelante!\xBB

El viejo m\xE9dico penetr\xF3 en la habitaci\xF3n. Ten\xEDa el sombrero echado hacia
atr\xE1s, la bufanda le colgaba de los hombros, y su pecho jadeaba como
despu\xE9s de una carrera desenfrenada. Se olvid\xF3 de dar los buenos d\xEDas y
no hizo m\xE1s que lanzar en torno suyo una mirada hosca e investigadora.

--\xA1En nombre del Cielo, doctor!--le grit\xF3 el se\xF1or Hellinger
precipit\xE1ndose a su encuentro.--\xA1Nos embistes como un toro!

La se\xF1ora Hellinger, al contrario, asumi\xF3 su aspecto \xE1spero y refunfu\xF1\xF3
algo como: \xABmodales de fumadero.\xBB

Cuando el doctor vio la tranquila mesa del desayuno y a sus amigos que,
con la cara de todos los d\xEDas, lo miraban con estupor, se dej\xF3 caer en
una silla con un suspiro de alivio. \xA1As\xED, pues, la terrible cosa no se
hab\xEDa realizado! Pero, un instante despu\xE9s, la ansiedad volvi\xF3 a
apoderarse de \xE9l.

--\xBFD\xF3nde est\xE1 Olga?--tartamude\xF3 alzando los ojos hacia la puerta, como
si fuera a verla entrar en ese instante.

--\xBFOlga?--dijo la se\xF1ora Hellinger encogi\xE9ndose de hombros.--\xA1Qu\xE9 s\xE9 yo!
Sin duda va a venir de un momento a otro; \xBFes por algo urgente?

--\xA1Alabado sea Dios!--exclam\xF3 el doctor juntando las manos.--\xA1De modo
que ya ha bajado!

--No, eso no--dijo la se\xF1ora Hellinger.--La se\xF1ora Duquesa se ha dignado
dormir hoy un poco m\xE1s.

--\xA1Dios del Cielo!--exclam\xF3 de nuevo \xE9l.--\xA1Y nadie ha ido a verla!
\xBFNadie sabe nada de ella?

--Doctor \xBFqu\xE9 te pasa?--grit\xF3 el viejo Hellinger que comenzaba a
inquietarse.

Sin duda, el doctor se acord\xF3 en ese momento de la s\xFAplica que terminaba
la carta de despedida de Olga; comprendi\xF3 que, de ese modo, su deseo de
respetar la voluntad de la joven iba necesariamente a quedar sin efecto,
e hizo un \xFAltimo y lastimoso esfuerzo para guardar el secreto.

--\xBFQu\xE9 me pasa?--balbuci\xF3 con una sonrisa dolorosa.--\xA1Pues nada! \xBFQu\xE9
hab\xEDa de tener? \xA1Mil millones!...

Y, en seguida, abandonando todo fingimiento grit\xF3:

--\xA1Dios m\xEDo! \xA1Dios m\xEDo! \xA1Has permitido la espantosa desgracia! \xA1La has
dejado de tu mano!

Y poco le falt\xF3 para dejar correr sus l\xE1grimas; pero, reuniendo toda la
energ\xEDa que quedaba en su cuerpo gastado, se enderez\xF3 recto como una I:

--Venid al cuarto de Olga--dijo,--y no os asust\xE9is, cualquiera que sea
el estado en que la encontr\xE9is.

El viejo Hellinger palideci\xF3 y su mujer se puso a gritar y sollozar: se
aferraba al brazo del doctor y quer\xEDa saber lo que hab\xEDa sucedido, pero
\xE9ste no dec\xEDa una palabra m\xE1s.

As\xED subieron los tres la escalera que conduc\xEDa al cuarto de Olga,
mientras que en el vest\xEDbulo los sirvientes se reun\xEDan y los
contemplaban curiosamente con los ojos muy abiertos.

Delante de la puerta de la habitaci\xF3n de Olga, la se\xF1ora Hellinger tuvo
un ataque de desesperaci\xF3n.

--Toque usted, doctor--dijo con un sollozo.--Yo no puedo.

El anciano toc\xF3.

Nadie contest\xF3.

Toc\xF3 una vez m\xE1s y puso el o\xEDdo en el agujero de la cerradura.

Siempre el mismo silencio.

Entonces la se\xF1ora Hellinger se puso a gritar:

--Olga, querida hija m\xEDa, abre; somos nosotros, tu t\xEDo, tu t\xEDa, y tu
viejo t\xEDo el doctor. Puedes abrir sin temor, querida m\xEDa.

El doctor dio vuelta al bot\xF3n; la puerta estaba cerrada. Quiso mirar por
el agujero de la cerradura; estaba tapado.

--\xA1Manda buscar al cerrajero, Adalberto!--dijo.

--\xA1No!--grit\xF3 la se\xF1ora Hellinger, mandando de repente al diablo toda su
pena.--Yo no lo sufrir\xE9; no ha de suceder as\xED: la verg\xFCenza ser\xEDa
demasiado grande; yo no podr\xEDa sobrevivirle. \xA1Qu\xE9 verg\xFCenza! \xA1qu\xE9
verg\xFCenza!

El doctor le lanz\xF3 una mirada en que se le\xEDan el asco y el desprecio.
Pero ella no le hizo caso.

--T\xFA eres fuerte, Hellinger--dijo.--Ap\xF3yate contra la puerta, quiz\xE1
consigas romper la cerradura.

El se\xF1or Hellinger era un coloso. Apoy\xF3 uno de sus robustos hombros en
la tabla cuyas junturas, al primer esfuerzo, comenzaron a crujir.

--Despacio--le dijo su mujer.--Los sirvientes est\xE1n en el vest\xEDbulo.

--\xA1Idos a hacer algo en la cocina, mont\xF3n de perezosos!--grit\xF3 en la
escalera su voz rega\xF1ona.

Abajo se oyeron golpes de puertas. Un segundo empuj\xF3n, y una de las
tablas se parti\xF3 por en medio; por la rendija, un rayo de luz se filtr\xF3
en la semiobscuridad del corredor.

--D\xE9jeme mirar por all\xED--dijo el doctor, el cual, esperando lo peor,
hab\xEDa recuperado su serenidad y su sangre fr\xEDa.

Hellinger arranc\xF3 algunas astillas de madera, de manera que, por la
abertura, se pudiera ver todo el cuarto.

Frente a la puerta, a pocos pasos de la ventana, estaba la cama. La
sobrecama arrojada a los pies formaba un mont\xF3n blanco detr\xE1s del cual
brillaba la l\xEDnea rubia de las trenzas de Olga; tambi\xE9n se alcanzaba a
ver una parte de la frente, que resaltaba tan blanca como la s\xE1bana. Los
pies estaban descubiertos; parec\xEDan haberse estirado en convulsiones
contra la madera de la cama y despu\xE9s haber vuelto a caer sin fuerza.

A la cabecera, la ropa estaba cuidadosamente doblada en una silla; las
enaguas y las medias puestas las unas sobre las otras muy en orden, y
sobre la peque\xF1a alfombra del lado de la cama las zapatillas dispuestas
de manera de poder deslizar en ellas los pies al levantarse.

Sobre el m\xE1rmol de la mesa de noche, medio apoyado contra la l\xE1mpara,
reposaba un libro, todav\xEDa abierto, como si se le hubiera dejado all\xED
en el momento de apagar la luz. Sobre todo aquello parec\xEDa cernerse esa
paz serena e indefinible que revela el alma pura de una ni\xF1a. La que
all\xED moraba se hab\xEDa dormido la v\xEDspera con una plegaria para
despertarse en la ma\xF1ana con una sonrisa.

Cuando el doctor hubo hecho su examen en silencio, se apart\xF3 de la
abertura.

--Pasa tu brazo por all\xED, Adalberto--dijo,--y procura alcanzar la
cerradura. Ella la ha cerrado por dentro.

Pero la se\xF1ora Hellinger, apret\xE1ndose contra la puerta, suplic\xF3 a
grandes gritos a \xABsu querido tesoro\xBB que se despertara y abriera ella
misma. Al fin, se consigui\xF3 apartarla y abrir la puerta.

Los tres se acercaron a la cama.

El rostro blanco como un m\xE1rmol parec\xEDa mirarlos con sus ojos vidriosos,
medio cerrados, en los labios una sonrisa ext\xE1tica.

La encantadora cabeza, de l\xEDneas firmes y nobles, se inclinaba un poco
sobre el hombro izquierdo, y su abundante cabellera suelta se
desparramaba en brillantes rizos sobre el fresco pecho que la camisa de
noche, desgarrada, dejaba en descubierto. El bot\xF3n de n\xE1car, al cual se
adher\xEDa un jir\xF3n de tela y que se hab\xEDa quedado en el ojal, era lo \xFAnico
que indicaba que, antes de dormirse, la joven hab\xEDa debido ser presa de
una violenta agitaci\xF3n.

--Duermes, tesoro m\xEDo, dime que duermes,--dijo la se\xF1ora Hellinger
sollozando.--Dime que no has hecho semejante afrenta a tu t\xEDa, a tu
querida t\xEDa que te ha criado y cuidado como a su propia hija.

Y, al mismo tiempo que hablaba, se apoder\xF3 de la mano l\xEDvida que colgaba
y trat\xF3 de levantarla.

Su marido, m\xE1s sensible, se hab\xEDa ocultado el rostro entre las manos y
lloraba.

El doctor no se dej\xF3 llevar por la emoci\xF3n. Hab\xEDa sacado de su bolsillo
su estuche, y, rechazando a la se\xF1ora Hellinger con un adem\xE1n apenas
cort\xE9s, se inclin\xF3 sobre el pecho que, con un movimiento brusco, hab\xEDa
descubierto por completo.

Cuando se enderez\xF3 su rostro estaba mortalmente p\xE1lido.

--\xA1Una \xFAltima tentativa!--dijo.

E hizo una r\xE1pida incisi\xF3n horizontal en el brazo, en el sitio en que
una arteria se dibujaba en l\xEDnea azulada en la blancura n\xEDvea de la
carne. Los bordes de la herida se apartaron sin llenarse de sangre; s\xF3lo
al cabo de unos segundos, dos o tres gotas negras rezumaron lentamente.

Entonces el anciano arroj\xF3 lejos de s\xED el luciente bistur\xED, y con las
manos juntas, luchando con las l\xE1grimas, se puso a rezar un _Pater
Noster_.



III


El mismo d\xEDa, a eso de las doce, a trav\xE9s de los terrenos pantanosos que
se extienden en varias millas al norte de Gromowo, un ligero carruaje de
un caballo se dirig\xEDa hacia la peque\xF1a ciudad.

Tan tupidas y pesadas que parec\xEDa que se las pudiera tocar con las
manos, las nubes se extend\xEDan sobre la llanura. De trecho en trecho se
alzaba en el aire cargado de vapor un nudoso tronco de sauce,
completamente saturado de humedad, cubierto de gotitas brillantes,
colgadas en largas filas de las desnudas ramas.

Las ruedas se hund\xEDan profundamente, en el barro del camino, que corr\xEDa
entre las marchitas hierbas del lodazal, y el agua saltaba a cada
instante hasta la caja del coche. El que lo conduc\xEDa poco se preocupaba
del paisaje que lo rodeaba: sumido en sus pensamientos, permanec\xEDa
sumido en su rinc\xF3n, y s\xF3lo se enderezaba a ratos, cuando las riendas
amenazaban escaparse de sus manos indolentes. Entonces se dise\xF1aba la
estructura poderosa de sus miembros, su pecho levantado se ensanchaba
como si fuera a hacer estallar la gruesa capa gris que lo encerraba
dentro de sus pliegues.

Su estatura recordaba la del viejo Hellinger, quiz\xE1 en mayor proporci\xF3n,
y el rostro tambi\xE9n presentaba una semejanza que no pod\xEDa enga\xF1ar; pero
las facciones, que en el padre hab\xEDan conservado, hasta bajo los
cabellos blancos, una amable dulzura, se hab\xEDan acentuado en \xE9l en
pliegues duros y graves que indicaban, al mismo tiempo que la altivez,
un humor sombr\xEDo y siempre inquieto. Una barba rizada y desali\xF1ada
envolv\xEDa las mejillas bronceadas con sus vellos rudos y enredados, y
adquir\xEDa en las extremidades de la boca un matiz m\xE1s claro y ca\xEDa sobre
el pecho en dos puntas de un rubio apagado.

Era Roberto Hellinger, el propietario de la granja de Gromowo, el
prometido de Olga.

De la felicidad que le hab\xEDa llegado la v\xEDspera, su frente no dejaba
adivinar gran cosa. Sus ojos grises, medio velados, miraban fijamente a
lo lejos, y una arruga de inquietud le juntaba sin cesar las cejas. Era
que sab\xEDa que tendr\xEDa todav\xEDa mucho que hacer antes de poder llevarse a
su novia a su casa; largas horas de luchas penosas lo esperaban, y la
victoria misma no le llevar\xEDa m\xE1s que inquietudes y tormentos. Volv\xEDa a
ver con el pensamiento los tiempos dif\xEDciles que hab\xEDa atravesado, y que
apenas alumbraron algunos rayos de sol.

Hac\xEDa seis a\xF1os ya que su padre le dej\xF3 solemnemente, en su condici\xF3n de
hijo mayor, la granja, la antigua propiedad familiar, para retirarse a
la peque\xF1a ciudad y llevar en ella una vida apacible y c\xF3moda. Desde ese
d\xEDa comenz\xF3 su vida de miseria, pues desde entonces llevaba un yugo tan
pesado, que sus mismos hombros de gigante amenazaban romperse bajo la
carga: todo lo que consegu\xEDa ganar con sus manos encallecidas, todo lo
que ahorraba en sus gastos personales, desaparec\xEDa absorbido por las
reclamaciones de los suyos. Y no pod\xEDa quejarse; todo suced\xEDa conforme
al derecho m\xE1s estricto, pues la herencia fue exactamente distribuida
hasta el \xFAltimo centavo entre \xE9l y sus seis hermanos y hermanas--sin
hablar de la reserva que hab\xEDan estipulado para ellos los padres.

Cada teja de su techo y cada terr\xF3n de sus campos estaba empe\xF1ado; sobre
cada espiga que maduraba estaban fijos los ojos desconfiados de su
madre, que vigilaba severamente para que los r\xE9ditos no se atrasaran un
minuto.

\xBFAcaso no estaba en su derecho? \xBFPod\xEDa \xE9l exigir que lo quisiera con
mayor cari\xF1o que a sus otros hijos? Sus hermanos ten\xEDan que seguir una
carrera, sus hermanas se hab\xEDan casado, gracias a la dote; todos y todas
fijaban en \xE9l miradas ansiosas y \xE1vidas como en el autor y el sost\xE9n de
su dicha.

\xA1Los r\xE9ditos! Tal era la palabra aterradora que en lo sucesivo resonaba
a toda hora, amenazante, en sus o\xEDdos, y por la noche le hac\xEDa
despertarse sobresaltado y llenaba sus sue\xF1os de visiones espantosas.

\xA1Los r\xE9ditos! \xA1Cu\xE1ntas veces, por causa de ellos, se hab\xEDa golpeado la
frente con los pu\xF1os cerrados! \xA1Cu\xE1ntas veces hab\xEDa corrido,
obsesionado, atontado, a trav\xE9s de los campos fangosos, para escaparse
de esa tropa de demonios chispeantes; cu\xE1ntas veces, en un acceso de
loco furor, rompi\xF3 con el pu\xF1o alg\xFAn utensilio, arado o vara de coche,
como si cualquier arma le hubiera parecido buena para combatirlos! Pero
ellos no le dejaban reposo; lejos de eso, le segu\xEDan con m\xE1s tenacidad y
m\xE1s de cerca, le chupaban m\xE1s y m\xE1s \xE1vidamente, hasta la m\xE9dula, todo el
vigor de su juventud.

\xBFY de qu\xE9 le serv\xEDa dominarlos, si alguna vez lo consegu\xEDa? A esa hidra
le brotaban sin cesar nuevas cabezas. De trimestre en trimestre se
alzaba, m\xE1s temible, hinch\xE1ndose m\xE1s desmesuradamente ante sus ojos
llenos de angustia, y dispuesta a precipitarse sobre \xE9l, a aplastarlo
con el peso de su mole gigantesca.

As\xED se hab\xEDa arrastrado su vida de plazo en plazo, como la de un
condenado, desde el d\xEDa solemne que fue alegremente celebrado y rociado
con vino y con champa\xF1a en _El \xC1guila Negra_.

\xA1Si siquiera su madre se hubiera mostrado indulgente! Pero no le
perdonaba uno solo de los esp\xE1rragos que se hab\xEDan reservado en la
primavera, ni tampoco el carruaje para sus paseos, en la \xE9poca de la
cosecha, cuando los caballos tienen tanto que hacer en los campos.

\xABQuien no quiere escuchar debe padecer,\xBB era su m\xE1xima predilecta, y \xE9l
nada escuchaba \xA1oh! absolutamente nada. Con una palabrita, con un simple
\xABs\xED,\xBB habr\xEDa podido poner t\xE9rmino a todos sus tormentos, habr\xEDa podido
vivir hasta el fin de sus d\xEDas en la abundancia y en la alegr\xEDa; y que
no quisiera pronunciarlo, por una obstinaci\xF3n est\xFApida e inconcebible,
que todas sus diligencias para casarlo quedaran infructuosas, era lo que
su madre no pod\xEDa perdonarle.

Dos a\xF1os transcurrieron as\xED. Entonces sinti\xF3 que, si continuaba esa
existencia, iba forzosamente, tarde o temprano, a sucumbir del todo. La
vacilaci\xF3n, el temor, lo enervaban m\xE1s y m\xE1s: resolvi\xF3, pues, buscar un
fin, y exigir del destino la parte de felicidad razonable que le hab\xEDan
prometido la mirada leal de dos ojos azules y el silencio de dos labios
p\xE1lidos.

Y lleg\xF3 el d\xEDa en que llev\xF3 como esposa bajo su techo a la amada de su
juventud, que hac\xEDa poco se hab\xEDa quedado hu\xE9rfana y sin hogar.

Era un sombr\xEDo y triste d\xEDa de noviembre; las nubes grises corr\xEDan en el
cielo como siniestros p\xE1jaros. Temblorosa y muy p\xE1lida con su vestido
negro, la delicada y enfermiza criatura se suspend\xEDa de su brazo y se
estremec\xEDa bajo las miradas con que la examinaban los extra\xF1os, en las
cuales se mezclaban la compasi\xF3n y el desd\xE9n.

Su suegra la hab\xEDa acogido con reproches e imprecaciones, y transcurri\xF3
casi un a\xF1o antes que entre ellas se establecieran relaciones algo
tolerables.

Marta se hab\xEDa mostrado valerosa y activa, y hab\xEDa, no obstante su mala
salud, trabajado de la ma\xF1ana a la noche para poner en orden todo lo que
un amo, largo tiempo soltero, hab\xEDa dejado ir a la deriva.

Y cuando, despu\xE9s de tres a\xF1os de vida com\xFAn, llena de paz y de
consuelo, el Cielo prometi\xF3 bendecir su uni\xF3n, ella no ces\xF3, aunque su
estado exig\xEDa los mayores cuidados, de ir y venir, arregl\xE1ndolo y
dirigi\xE9ndolo todo, en la cocina, en la bodega y en la casa. Casi parec\xEDa
que hubiera querido ganar as\xED para su marido la dote que no hab\xEDa podido
llevarle.

En tales circunstancias--dos d\xEDas despu\xE9s del nacimiento del ni\xF1o,--Olga
hab\xEDa llegado de improviso a Gromowo. Roberto no la hab\xEDa visto desde el
d\xEDa de su casamiento; y casi se asust\xF3 de su aspecto al verla dirigirse
hacia \xE9l tan altiva, dura e impenetrable, tan maravillosamente se hab\xEDa
desarrollado su hermosura.

\xA1Y esa mujer era la que ahora iba a ser suya! \xA1Qu\xE9 mundo de
sufrimientos, sin embargo; cu\xE1ntos d\xEDas de sorda desesperaci\xF3n, y
cu\xE1ntas noches de horripilantes fantasmas hab\xEDan transcurrido entre
aquel d\xEDa y el presente!

Roberto se estremec\xEDa; no quer\xEDa pensar m\xE1s en ello; ahora todo parec\xEDa
arreglado. La imagen transfigurada de Marta le sonre\xEDa apaciblemente
desde arriba y lo bendec\xEDa, y, como una flor brotada de su tumba, la
dicha parec\xEDa abrirse de nuevo para \xE9l.

Las torres de la peque\xF1a ciudad se acercaban progresivamente; se
destacaban cada vez m\xE1s detr\xE1s de los bosques de alisos. Un cuarto de
hora despu\xE9s, el carruaje rodaba en la calle mal pavimentada.

Apenas Roberto hubo pasado la puerta de la ciudad, not\xF3 que a su paso la
gente lo trataba de manera enteramente singular. Los unos lo evitaban,
los otros levantaban su gorra con adem\xE1n torpe, y tan pronto como
pod\xEDan, decentemente, se alejaban de \xE9l. Por el contrario, en todas las
casas por delante de las cuales pasaba, las ventanas se cubr\xEDan de
rostros que lo observaban gravemente y que, al ser saludados por \xE9l,
desaparec\xEDan t\xEDmidamente detr\xE1s de las cortinas.

Movi\xF3 la cabeza pensativamente; sin embargo, como su esp\xEDritu estaba
ocupado con la lucha a la cual se preparaba, no hizo gran caso de
aquello y ya no mir\xF3 ni a derecha ni a izquierda.

En la esquina de la plaza del mercado--en el sitio donde estaba antes la
casilla de impuestos--se hallaba la vieja ama de llaves del doctor:
ten\xEDa las manos ocultas bajo su delantal azul y una cara de entierro.

Cuando el coche se acerc\xF3, ella le hizo se\xF1a de que se detuviera.

--\xA1Vamos, se\xF1ora Liebetreu!--dijo \xE9l alegremente.--\xA1Al fin me encuentro
con alguien que no huye al verme!

La anciana alz\xF3 los ojos al cielo para no verse obligada a mirarlo.

--\xA1Ah, mi joven se\xF1or!--dijo, se le llamaba siempre el joven se\xF1or, para
distinguirlo de su padre, aunque hac\xEDa tiempo que hab\xEDa cumplido los
treinta.--El se\xF1or doctor ruega a usted que entre en su casa: querr\xEDa
hablar primero con usted, pues tiene algo que decirle.

--\xBFEs muy urgente lo que tiene que decirme?

La vieja se asust\xF3; crey\xF3 que a ella iba a incumbirle el cuidado de
darle la penosa noticia.

--\xA1Ah! \xA1Qu\xE9 s\xE9 yo!--exclam\xF3.--No me ha dicho m\xE1s que eso.

--Bueno, salude usted afectuosamente a mi t\xEDo, y d\xEDgale que tengo que
hablar primero con mis padres--\xE9l sabe de qu\xE9 se trata--y que
inmediatamente despu\xE9s ir\xE9 a verlo.

La anciana murmur\xF3 algo, pero las palabras se ahogaron en su garganta.

El carruaje continu\xF3 su camino hacia la casa del viejo Hellinger,
situada bajo la sombra de viejos y soberbios tilos, como bajo un dosel.
Los vidrios de las ventanas le dirig\xEDan miradas amistosas; las lustrosas
tejas del techo brillaban; se sent\xEDa, como siempre, que ese techo
abrigaba el reposo de una vejez rodeada de amplias comodidades. At\xF3 su
caballo en la verja del jard\xEDn y subi\xF3 con paso pesado y ruidoso la
peque\xF1a escalinata, a lo largo de la cual, en grandes tiestos, los
\xE1steres medio muertos bajaban lamentablemente la cabeza.

La campanilla hizo o\xEDr su ruidoso repique en toda la casa, pero nadie se
present\xF3 a recibirlo. Arroj\xF3 su capa empapada por la lluvia sobre uno de
los grandes cofres de roble en que estaban sepultados los tesoros de la
ropa maternal. Despu\xE9s entr\xF3 en la sala, estaba desierta.

--Los viejos son muy capaces de estar durmiendo la
siesta--murmur\xF3;--creo que hoy ser\xE1 prudente dejarlos dormir.

Se dej\xF3 caer en el rinc\xF3n de un sof\xE1 y mir\xF3 a la puerta, pues esperaba,
en sus adentros, que Olga hubiera visto su coche a la entrada, y bajara
para tenderle la mano.

No tard\xF3 en impacientarse. \xBFY si Olga hab\xEDa ido a la granja? Pero no;
ella sab\xEDa que \xE9l deb\xEDa venir para hablar con sus padres.

Por fin se decidi\xF3: \xABVoy a ir a llamar a su puerta,\xBB y se levant\xF3.

Contuvo una sonrisa al estirar sus robustos miembros. Cuando, desde la
v\xEDspera por la tarde, hab\xEDa aspirado sin tregua a encontrase con ella,
se sent\xEDa invadido, en el momento de volver a verla, por una especie de
aprensi\xF3n singular. Esa timidez, esa confusi\xF3n que en otros tiempos se
apoderaban siempre de \xE9l en su presencia, volv\xEDan a dominarlo. \xBFEra
posible que hubiera tenido la v\xEDspera a esa mujer en sus brazos? \xBFY si
se hab\xEDa arrepentido, si fuera a devolverle su palabra?

Pero en ese instante, toda su audacia se despert\xF3. Abri\xF3 los brazos en
toda su extensi\xF3n, y, sonriendo a ese reflejo de felicidad con que lo
inundaba el recuerdo de las recientes horas, exclam\xF3:

--\xA1Que haga la prueba! \xA1Con estas mis manos la alzo y me la llevo a
casa! \xA1Puesto que Marta ha dicho \xABs\xED,\xBB yo querr\xEDa ver que alguien se
opusiera!

Y de puntillas, para no despertar a sus padres, subi\xF3 la escalera que no
por eso dejaba de gemir bajo su peso.

Delante de la puerta del cuarto de Olga, se detuvo estupefacto: ve\xEDa la
raya de luz que penetraba en el corredor por la rotura de la madera.

Toc\xF3 la puerta sin obtener respuesta: no obstante, entr\xF3.

* * *

Un segundo despu\xE9s, la casa se conmov\xEDa hasta sus cimientos, como si el
techo se desplomara.

Los dos ancianos que se hab\xEDan retirado a su dormitorio para recuperar
las fuerzas despu\xE9s de las horas dolorosas de la ma\xF1ana, se levantaron
espantados.

Llamaron a los sirvientes; pero \xE9stos hab\xEDan volado a hacer que la
ciudad no quedara por m\xE1s tiempo privada de las \xFAltimas noticias del
triste acontecimiento.

--Sube t\xFA--dijo a su marido la mujer, tan resuelta de ordinario.

Y, estremeci\xE9ndose, extendi\xF3 la mano hacia el frasco de gotas de
Hoffman, que estaba siempre a su alcance. Era la primera vez en su vida
que ten\xEDa miedo.

Cuando el viejo Hellinger penetr\xF3 en la habitaci\xF3n de arriba, el
espect\xE1culo con que se encontr\xF3 le hel\xF3 la sangre en las venas.

El cuerpo de su hijo yac\xEDa en el suelo, cuan largo era. Deb\xEDa, en su
ca\xEDda, haberse agarrado de los montantes de la parihuela sobre la cual
hab\xEDan puesto a la muerta y arrastrado todo consigo, pues, sobre \xE9l,
entre tablas rotas, el cad\xE1ver estaba extendido, en su larga camisa, con
su rostro helado sobre el de Roberto, y los desnudos brazos sobre la
frente de \xE9ste.

En ese momento, Roberto recuper\xF3 el sentido y se enderez\xF3. La cabeza de
la muerta se desliz\xF3 y golpe\xF3 el suelo...

--\xA1Roberto, hijo m\xEDo!--grit\xF3 el anciano precipit\xE1ndose hacia \xE9l.

Este, con los ojos muy abiertos, paseaba en su derredor una mirada
vidriosa; parec\xEDa no haber vuelto en s\xED todav\xEDa. De repente descubri\xF3
uno de los brazos de Olga que, en el momento en que el cuerpo resbalaba
hacia un lado, se hab\xEDa atravesado sobre su pecho. Su mirada recorri\xF3
aquel brazo hasta el hombro, hasta el cuello, hasta el blanco rostro que
sonre\xEDa fijamente.

Sostenido por los dos brazos de su padre, se levant\xF3. Vacilaba sobre sus
piernas, como un toro que ha recibido un hachazo.

--\xA1Por Dios, hijo m\xEDo, vuelve en ti!--exclam\xF3 el anciano tom\xE1ndolo por
los hombros.--La desgracia se ha consumado. Somos hombres, tenemos que
resignarnos.

Roberto le lanz\xF3 una mirada t\xEDmida, desesperada, como un ni\xF1o. Luego se
inclin\xF3 hacia el cad\xE1ver, lo levant\xF3 y lo puso en la cama rechazando
con el pie la parihuela destrozada. En seguida se sent\xF3 junto a ella, a
la cabecera, y maquinalmente enrollaba en su dedo \xEDndice un mech\xF3n de la
suelta cabellera.

El viejo comenz\xF3 a temer por la raz\xF3n de su hijo.

--Roberto--dijo acerc\xE1ndose a \xE9l.--Tranquil\xEDzate, sal de aqu\xED, con
quedarte no le devolver\xE1s la vida.

El joven prorrumpi\xF3 en una risa tan estridente y tan siniestra, que su
padre se estremeci\xF3 hasta la m\xE9dula de los huesos.

Su estupor acababa de disiparse de improviso; salt\xF3 con los ojos
brillantes, e hinchadas las venas de las sienes.

--\xBFD\xF3nde est\xE1 mi madre?--grit\xF3 avanzando hacia el anciano.

Este trat\xF3 de calmarlo.

--\xA1Por piedad, t\xE9n un poco de paciencia! Todo te lo contaremos.

La se\xF1ora Hellinger, quien, desde hac\xEDa ya un momento, escuchaba en la
escalera, introdujo en ese momento la cabeza por la puerta. Pasando por
delante de su padre, Roberto se precipit\xF3 hacia ella con violencia, como
si fuera a empu\xF1arla por el cuello. Pero ten\xEDa todav\xEDa suficiente raz\xF3n
para comprender lo monstruoso de su conducta. Dej\xF3 caer sus brazos,
inertes; se sent\xEDa sofocado, como si la c\xF3lera, que trataba de contener,
fuera a ahogarlo.

--Madre--dijo,--es necesario que me rindas cuentas; quiero una
respuesta... \xBFPor qu\xE9 ha muerto Olga?

La anciana se le acerc\xF3 con expresi\xF3n de tierna compasi\xF3n, e hizo un
movimiento como para arrojarse a su cuello llorando; pero, con un adem\xE1n
rudo, \xE9l la apart\xF3.

--Dejemos eso, madre--dijo.--\xA1Devu\xE9lvemela!...

--Pero, Roberto--gimi\xF3 ella,--\xBFes as\xED c\xF3mo un hijo trata a su madre?
\xA1Adalberto, dile t\xFA cu\xE1les son las consideraciones que un hijo debe a su
madre!

Roberto se apoder\xF3 de las manos de su padre.

--No te mezcles en esto, padre--dijo...--La cuenta que hoy tengo que
arreglar con mi madre, s\xF3lo a nosotros dos concierne. Madre, te lo
pregunto una vez m\xE1s: \xBFpor qu\xE9 ha muerto Olga?

Se hab\xEDa apoyado contra la pared y miraba a su madre fijamente con los
ojos inyectados de sangre.

Mientras tanto, la se\xF1ora Hellinger se hab\xEDa echado a llorar.

--\xBFAcaso lo s\xE9?--dijo sollozando.--\xBFAcaso puede saberlo alguien? La
hemos encontrado en su cama, nada m\xE1s. La infeliz criatura ha tra\xEDdo la
verg\xFCenza a nuestra casa, en se\xF1al de agradecimiento...

--No la ultrajes, madre--dijo \xE9l con un gru\xF1ido feroz.--\xA1Muy bien sabes
que era mi novia!

Ella lanz\xF3 un grito de sorpresa, y su marido hizo un adem\xE1n de
extra\xF1eza.

--\xBFC\xF3mo, madre! \xBFNo lo sab\xEDas?--grit\xF3 Roberto golpe\xE1ndose la frente con
ambos pu\xF1os.--\xBFElla nada te dijo? \xBFNo fue a buscarte anoche para
contarte lo que hab\xEDa pasado entre nosotros durante el d\xEDa?

--\xA1Nada me dijo!--gimi\xF3 ella.--Apenas si me dirigi\xF3 una s\xEDlaba, y se
encerr\xF3 en su cuarto...

--Madre--dijo \xE9l acerc\xE1ndose hasta tocarla,--cuando te hube confesado
todo, \xBFno te dirigiste a su conciencia? \xBFNo le predicaste que, si me
amaba verdaderamente, deb\xEDa renunciar a m\xED, porque hac\xEDa mi desgracia, y
sabe Dios cu\xE1ntas otras cosas? Madre \xBFno has hecho eso?

--\xA1Mi propio hijo no me cree! \xA1Mi propio hijo me acusa de
falsedad!--gimi\xF3 la vieja.--\xA1He ah\xED el agradecimiento que obtengo hoy de
mis hijos!

\xC9l le tom\xF3 la mano.

--Madre--dijo,--mucho me has hecho sufrir en todos estos \xFAltimos a\xF1os.
Los peores dolores, los m\xE1s amargos que he tenido que padecer, te los
debo a ti.

--\xA1Dios de misericordia!--exclam\xF3 ella con voz aguda.--\xA1He ah\xED el
agradecimiento! \xA1He ah\xED el agradecimiento!

--Pero todo el mal que nos has hecho, a Marta y a m\xED, te lo perdonar\xE9,
madre,--continu\xF3 Roberto,--s\xED \xA1y aun m\xE1s! Te pedir\xE9 perd\xF3n de rodillas
por haber alimentado a veces malos pensamientos contra ti, pero es
necesario que me otorgues una cosa: es preciso que me jures aqu\xED, sobre
este cad\xE1ver, que nada sab\xEDas, que en todo me has dicho la verdad.

Y la acerc\xF3 al cad\xE1ver que parec\xEDa contemplarlo con su sonrisa de
beatitud, como una novia que sonr\xEDe a su novio.

--\xBFAcaso es necesario semejante juramento entre nosotros?--dijo ella en
tono dolorido dirigi\xE9ndole, con sus hinchados ojos, una mirada amarga y
furiosa.

Pero le dej\xF3 hacer. Roberto puso la mano derecha de su madre sobre la
frente de la muerta; ella la acarici\xF3 diciendo entre sus sollozos:

--\xA1Lo juro, mi querida! \xA1Bien lo sabes t\xFA, t\xFA, que yo ignoraba todo y
que jam\xE1s te he exigido nada malo!

Entonces exhal\xF3 un suspiro de alivio, como si descubriera de improviso
lo ventajoso que era para ella y para su familia ese l\xFAgubre
acontecimiento. En la tierna caricia con que roz\xF3 el rostro de la muerta
hab\xEDa un agradecimiento sincero.

En el mismo instante el viejo m\xE9dico entr\xF3 precipitadamente en la
habitaci\xF3n. Hab\xEDa querido ir al encuentro de Roberto para prepararlo a
la espantosa noticia, y ve\xEDa con terror que llegaba demasiado tarde.

El viejo Hellinger se adelant\xF3 vivamente a recibirlo y le cuchiche\xF3 en
el o\xEDdo:

--\xA1Ll\xE9veselo usted, est\xE1 como un loco! Aqu\xED nada podremos obtener de \xE9l.

Roberto se hab\xEDa quedado inm\xF3vil, abrazado a las columnas de la cama; su
pecho jadeaba; su rostro parec\xEDa petrificado por un dolor sombr\xEDo, sin
l\xE1grimas.

El doctor frot\xF3 su ruda barba gris contra el hombro del joven y gru\xF1\xF3
con ese tono de consuelo \xE1spero que, mejor que cualquier otro, llega al
coraz\xF3n de los hombres en\xE9rgicos:

--Ven, hijo m\xEDo. No hagas locuras; \xA1no turbes su reposo!

Roberto se estremeci\xF3 e inclin\xF3 dos o tres veces la cabeza.

Y, de repente, como vencido por el dolor, cay\xF3 de rodillas delante de la
cama gritando:

--\xBFPor qu\xE9 has muerto?



IV


\xBFPor qu\xE9 hab\xEDa muerto Olga?

Tal era la cuesti\xF3n que, en lo sucesivo, preocup\xF3 exclusivamente a toda
la ciudad. En la calle, en las mesas de los caf\xE9s, en los bancos de las
cervecer\xEDas, no se hablaba de otra cosa. Todos se lanzaban en las m\xE1s
extravagantes conjeturas, aventuraban las hip\xF3tesis m\xE1s osadas, pero no
por eso estaba nadie m\xE1s adelantado.

Unos hablaban de amor desgraciado, otros de amor demasiado feliz, y
otros pretend\xEDan absolutamente haber dicho siempre, desde mucho antes,
que Olga concluir\xEDa mal, seguramente.

Ya en vida, su actitud altiva, sombr\xEDa y taciturna, hab\xEDa sido un enigma
para aquellos buenos burgueses, y su muerte se les presentaba como un
enigma a\xFAn m\xE1s dif\xEDcil. Era imperdonable.

Entretanto, descubrieron que el doctor hab\xEDa sido el primero en recibir
la noticia del suicidio, y el \xFAnico a quien ella hubiera confiado su
proyecto.

La gente se api\xF1aba en torno suyo, le sitiaba su casa, pero \xE9l se
obstinaba en guardar silencio. Con una aspereza, de que \xE9l s\xF3lo era
capaz, mostraba la puerta a los preguntones importunos. El mismo d\xEDa
hab\xEDa echado al fuego la carta de Olga, pues tem\xEDa que la justicia
viniera a ped\xEDrsela. Por otra parte, la causa de la muerte era tan
evidente, que se hab\xEDa podido renunciar a hacer la autopsia. Como era de
prever, la muerta no hab\xEDa logrado hacer desaparecer completamente las
huellas de su suicidio: en el vaso encontrado en su mesa de noche,
quedaban adheridas al vidrio, gotas de un l\xEDquido cuyo sabor indicaba
claramente, aun a los profanos, que se trataba de una soluci\xF3n de
morfina. El descubrimiento fue completo cuando encontraron en el jard\xEDn,
en el suelo, entre unos matorrales de oxiacanto, los fragmentos de un
frasco, en cuyo cuello una parte del veneno disuelto hab\xEDa dejado un
reguero blanco, de cambiantes reflejos. Manifiestamente, hab\xEDa sido
arrojado por la ventana, y ten\xEDa a\xFAn el r\xF3tulo que indicaba, con la
fecha de la receta, la manera de tomar la poci\xF3n.

En estas condiciones, habr\xEDa sido pura locura de parte del viejo m\xE9dico,
aun cuando a ello se hubiera atrevido, querer ocultar la intenci\xF3n del
suicidio, pues toda suposici\xF3n de un simple abuso de narc\xF3tico quedaba
descartada.

No por eso dejaba de abrumarse con reproches por no haber podido cumplir
el \xFAltimo deseo de la muerta, y se juraba a s\xED mismo guardar m\xE1s
fielmente que nunca el secreto sobre los motivos de esa resoluci\xF3n
desesperada.

\xA1Si siquiera hubiera podido saberlo \xE9l mismo! Pero los d\xEDas pasaban y
todav\xEDa no hab\xEDa podido entrar en posesi\xF3n del legado que le hab\xEDa hecho
Olga.

La se\xF1ora Hellinger desconfiaba de \xE9l, le dec\xEDa en su cara que siempre
hab\xEDa maquinado intrigas con la muerta, y a sus espaldas agregaba que,
si no hubiera prescripto soluciones de morfina de una violencia
inconsiderada, la pobre Olga habr\xEDa vivido en paz mucho tiempo todav\xEDa.
Poco faltaba para que echara sobre el viejo amigo de la casa la
responsabilidad de la muerte de su sobrina.

En todo caso, no permit\xEDa que se quedara solo, ni siquiera por un
segundo, en el cuarto de la muerta. Ten\xEDa la puerta cuidadosamente
cerrada: no tolerar\xEDa--dec\xEDa ella para explicar su conducta,--que los
objetos dejados por Olga, considerados por ella como reliquias sagradas,
fueran profanados por manos y miradas extra\xF1as.

Y as\xED crec\xEDa de hora en hora el peligro de que ese cuaderno en que Olga
hab\xEDa escrito su confesi\xF3n, cayese en manos de su t\xEDa.

\xA1Que se le antojara escudri\xF1ar entre los vol\xFAmenes que guarnec\xEDan el
estante, y suced\xEDa la desgracia!

A esa zozobra, que llevaba todos los d\xEDas al anciano a casa de los
Hellinger, se agregaba la inquietud creciente que le inspiraba Roberto
quien, desde ese d\xEDa de espanto, hab\xEDa ca\xEDdo en un abatimiento profundo
y desesperante.

Parec\xEDa haber perdido por completo el uso de la palabra, no soportaba a
nadie a su lado y evitaba a\xFAn a su viejo amigo; hura\xF1o y mudo, vagaba
d\xEDas enteros por los campos; permanec\xEDa noches enteras sentado junto a
la cuna de su hijo, mir\xE1ndolo fijamente con sus ojos enrojecidos y
quemados por el llanto.

Esto es por lo menos lo que contaban los criados, quienes, en tres
ocasiones, lo hab\xEDan encontrado por la ma\xF1ana en esa actitud.



V


En torno del ata\xFAd de Olga los cirios hab\xEDan concluido de arder. Los
invitados, que hac\xEDa largo rato se manten\xEDan en religioso silencio
alrededor del catafalco, comenzaban a agitarse y a preocuparse de la
cena.

La se\xF1ora Hellinger, que recib\xEDa los p\xE9sames y ensalzaba con gran
refuerzo de l\xE1grimas y de pa\xF1uelo las virtudes de la difunta, se revel\xF3
de improviso, en medio de su dolor, ama de casa previsora y de primer
orden. Los invitados respiraron con alivio cuando las puertas del
comedor se abrieron y, de una mesa resplandeciente, asados, compotas y
ensaladas de arenques, les enviaron sus sabrosos perfumes.

El viejo Hellinger, despu\xE9s de haber alabado al Se\xF1or, bebi\xF3 con algunos
amigos privilegiados el vino superior que reservara para la solemnidad
de la noche. Pero no estaban de acuerdo sobre si una inocente partida de
Boston lastimar\xEDa el dolor general, y resolvieron enviar una diputaci\xF3n
a la due\xF1a de casa para pedirle su autorizaci\xF3n.

Hab\xEDa tanta vida y movimiento en casa de los Hellinger, que parec\xEDa que
se celebrara all\xED una boda.

El doctor, que no lleg\xF3 sino muy tarde a la alegre reuni\xF3n, busc\xF3 por
todas partes a Roberto con mirada ansiosa, sin descubrirlo.

Entonces dirigiose en particular a uno de los invitados, le pregunt\xF3 si
lo hab\xEDa visto. S\xED; hab\xEDa venido, hab\xEDa lanzado en su derredor miradas
extra\xF1as y feroces, luego se hab\xEDa esquivado en silencio cuando se le
tend\xEDa la mano. Minutos m\xE1s tarde, se not\xF3 su desaparici\xF3n.

El doctor fue al vest\xEDbulo y busc\xF3, entre los abrigos de los convidados,
el de Roberto: todav\xEDa estaba all\xED.

Con la familiaridad de un viejo pariente, se puso en busca suya en las
habitaciones de atr\xE1s, vac\xEDas y silenciosas, pues los criados estaban
ocupados en servir.

Encontr\xF3 al joven en un peque\xF1o y obscuro cuarto, donde estaban
amontonados los muebles que hab\xEDa sido necesario sacar de las otras
habitaciones, sentado en un cofre de madera volcado, meditando, con la
cabeza entre las manos.

--Roberto, amigo m\xEDo, \xBFqu\xE9 haces ah\xED?--le grit\xF3.

--Ustedes siempre tan alegres por all\xE1, \xBFverdad?

El doctor le puso las manos sobre los hombros:

--Me inquietas, amigo m\xEDo. Hace tres d\xEDas que no nos diriges la
palabra... si contin\xFAas as\xED, vas a perder la raz\xF3n.

--\xBFQu\xE9 quieres?--replic\xF3 Roberto con un suspiro que se escap\xF3 de su
pecho como un grito.--Estoy tranquilo, completamente tranquilo.

Volvi\xF3 a dejar caer entre las manos su enmara\xF1ada cabeza y pareci\xF3
sumergirse de nuevo en su meditaci\xF3n.

El anciano se sent\xF3 a su lado y se puso a prodigarle buenas palabras.

Nada olvid\xF3 de lo que se acostumbra a decir en casos semejantes,
agreg\xE1ndole, de su parte, m\xE1s de una en\xE9rgica palabra de consuelo.

Roberto permanec\xEDa inm\xF3vil; apenas con un signo manifestaba que
escachaba. Sin embargo, como el anciano no acababa, le interrumpi\xF3
dici\xE9ndole:

--Deja eso, t\xEDo; esos son consuelos buenos para los chiquillos. A la
\xFAnica pregunta, de la cual depende para m\xED la muerte o la vida, no
puedes, t\xFA tampoco, darme una respuesta.

--\xBFQu\xE9 pregunta?

--T\xEDo querido, ve, estoy tranquilo en este momento, extraordinariamente
tranquilo, no tengo indicio de fiebre ni de locura, \xA1y me creer\xE1s si te
digo que no s\xE9 c\xF3mo podr\xE9 sobrevivir a esta noche!

--\xA1En nombre del Cielo! \xBFQu\xE9 quieres hacer?

El joven sacudi\xF3 los hombros.

--Lo ignoro--dijo;--lo que el momento me sugiera. Lo \xFAnico que me apena,
es ese pobre peque\xF1uelo que tendr\xE1 que crecer sin padre; quiz\xE1 lo lleve
conmigo, no s\xE9. No s\xE9 m\xE1s que una cosa y es que no puedo continuar
viviendo as\xED.

El anciano, temblando de ansiedad, lo llen\xF3 de reproches. Eso era una
cobard\xEDa s\xF3lo digna de un miserable, de un esp\xEDritu debilitado.

--Tendr\xEDas raz\xF3n, t\xEDo, si fuera su muerte la que me hiciera dudar de m\xED
y de mi dicha. Pero \xA1Dios del Cielo!--lanz\xF3 una carcajada penetrante y
amarga,--hace tiempo que renunci\xE9 a toda pretensi\xF3n a la felicidad. Por
lo que me ata\xF1e, sobrellevar\xE9 tranquilamente el dolor de su p\xE9rdida;
conozco eso, s\xED; ya he puesto a una en la tumba, y continuar\xE9
amontonando y economizando dinero, como ya lo he hecho durante tanto
tiempo, y eso en medio de los m\xE1s profundos pesares; porque los
intereses, \xBFsabes? no se preocupan de lo que tiene uno dentro de la
cabeza, ni de si la tristeza y la desesperaci\xF3n le adormecen a uno la
mano; hay que pagarlos. Pero no es eso, t\xEDo, lo que me trastorna el
alma, pues la tengo bien trastornada, puedes cre\xE9rmelo; ante mis ojos
brotan chispas sin interrupci\xF3n; los calofr\xEDos me estremecen todo el
cuerpo y la sangre me bulle en las venas, como fuego. Y al mismo tiempo
estoy muy tranquilo; veo con claridad y precisi\xF3n las cosas. S\xF3lo hay
una que no puedo descubrir; que se alza noche y d\xEDa ante mis ojos como
un espectro, como una sombra espantosa, y cuando quiero asirla se me
escapa, y esa cosa es: \xAB\xBFPor qu\xE9 ha muerto Olga?\xBB

El anciano se estremeci\xF3. Recordaba la carta y la promesa que la muerta
hab\xEDa exigido de \xE9l.

Roberto continu\xF3:

--Una voz me grita sin cesar en los o\xEDdos: \xAB\xA1Tuya es la culpa!\xBB \xBFC\xF3mo?
No lo s\xE9, pues por muy profundamente que escudri\xF1e en mi alma, no
encuentro que le haya hecho ning\xFAn mal, y sin embargo no puedo hacer
callar la voz. Yo me digo: \xABEs una idea fija.\xBB \xABTe forjas tormentos,
eres un loco, un criminal, un criminal para contigo mismo y para tu
hijo.\xBB \xA1Pero de nada me sirve todo eso, t\xEDo querido! No puedo hacerla
callar. Y, en fin, \xBFacaso no tiene raz\xF3n? \xBFAcaso, sin m\xED, Olga no
estar\xEDa todav\xEDa viva? Si lo que pas\xF3 la noche anterior no hubiera...

Se detuvo estremeci\xE9ndose y se ocult\xF3 el rostro entre las manos. Un
sollozo sin l\xE1grimas sacudi\xF3 todo su robusto cuerpo.

En seguida dijo:

--T\xEDo, quisiera--no puedo pensar en ello, me hace perder la raz\xF3n,--me
parece... que es necesario que con mis manos destruya todo lo que me
rodea, que lo haga pedazos todo.

--Sin embargo, es necesario que reunas tus ideas, amigo m\xEDo--dijo el
doctor,--y que me cuentes todo, punto por punto; s\xF3lo de ese modo
podremos aclarar este enigma.

El silencio rein\xF3 en la habitaci\xF3n obscura. El anciano temblaba de pies
a cabeza; ve\xEDa la silueta de aquel cuerpo vigoroso destacarse negra
sobre el fondo claro de la ventana; ve\xEDa los movimientos del pecho que
sub\xEDa y bajaba alternativamente, que silbaba y gem\xEDa como un volc\xE1n;
sent\xEDa el h\xE1lito ardiente de la respiraci\xF3n de Roberto en su rostro.

--Re\xFAne tus ideas, amigo m\xEDo--repuso suavemente.

El joven luchaba por tomar una determinaci\xF3n. Al fin, volviendo a
encontrar su energ\xEDa, se enderez\xF3 y dijo:

--\xABPues bien, t\xEDo, vas a saberlo todo... Desde el d\xEDa en que Olga
rechaz\xF3 mi pedido tan altiva y fr\xEDamente, no me hab\xEDa vuelto a encontrar
con ella. Sin duda continuaba yendo como antes a la granja, para
ocuparse del ni\xF1o y de la casa, ya entonces sab\xEDa que lo hac\xEDa por amor
a Marta y no por m\xED, pero hab\xEDa como un acuerdo t\xE1cito entre nosotros
para evitarnos. Ella eleg\xEDa las horas en que sab\xEDa que yo estaba afuera,
en los campos o en los establos, y yo no volv\xEDa a casa antes de haberla
visto desaparecer detr\xE1s del port\xF3n.

\xBBEl martes tuve imperiosamente que salir para ir a los campos. Media
legua m\xE1s all\xE1 de la ciudad, a causa del mal estado del camino, el eje
se rompe. Como no hab\xEDa llevado cochero y no alcanzaba a ver alma
viviente, monto en el caballo con arneses y todo, y vuelvo a casa en
busca de ayuda. En el patio, el mayordomo me dice que hac\xEDa rato que la
se\xF1orita se hab\xEDa marchado. Comenzaba ya a caer la noche.

--\xBBMuy bien, no hay ning\xFAn peligro, pienso, y entro en la casa.

\xBBEn el momento en que abro la puerta de la sala, distingo en el
crep\xFAsculo una sombra que se desliza precipitadamente hacia afuera.

--\xBB\xBFQui\xE9n puede ser?--me digo.

\xBBY la sigo.

\xBBEn el cuarto del ni\xF1o, \xBFa qui\xE9n encuentro? A ella, muy ocupada en
correr el cerrojo de la puerta del corredor, que, como sabes, est\xE1
siempre cerrada para evitar la corriente de aire. Espantado, quiero
retirarme; imposible; me siento completamente paralizado. Al verme, ella
se detiene, y, como sobrecogida de verg\xFCenza, se oculta el rostro entre
las manos.

\xBBEntonces, t\xEDo, me siento atra\xEDdo, voy a precipitarme hacia ella; pero
me contengo a tiempo al pensar en qui\xE9n es ella y qui\xE9n soy yo.

\xBBVeo que sus manos tiemblan.

--\xBBNo tienes por qu\xE9 enojarte, Olga--le digo balbuciendo,--no he querido
causarte un desagrado. Si estoy aqu\xED es por casualidad; en lo sucesivo
tomar\xE9 mis medidas para que no vuelvas a encontrarme.

\xBBEntonces deja caer sus manos y me dirige una mirada tal, que me siento
estremecer. Marta nunca me mir\xF3 as\xED--pienso.--Quiero hablar, pero no
encuentro las palabras, tan turbado y sobrecogido estoy. Su elevada
estatura se alza delante de la puerta, como si all\xED quisiera buscar un
amparo contra m\xED. Yo o\xEDa su respiraci\xF3n oprimida. Por fin re\xFAno todo mi
valor.

--\xBBOlga--digo,--ha sido presunci\xF3n de mi parte el atreverme a tenderte
la mano: s\xE9 muy bien que no soy digno de ti, te suplico desde el fondo
del coraz\xF3n, olv\xEDdalo, yo nunca te lo recordar\xE9.

\xBBY en ese instante, t\xEDo--\xBFc\xF3mo pintarte lo que pas\xF3?--d\xE9jame un
instante... \xA1el recuerdo!... Pero \xBFpara qu\xE9? ser\xE9 fuerte, querido t\xEDo,
voy a dominarme.

\xBBEn ese instante, ella se precipita hacia m\xED, me rodea con sus brazos y
me cubre el rostro de besos; despu\xE9s, de improviso, cae con un suspiro,
y all\xED se queda desplomada a mis pies, como herida por un rayo. Y yo,
como en un sue\xF1o, la miro fijamente.

--\xBBNo es posible--me grita una voz,--es una locura; \xA1t\xFA apenas te
atrev\xEDas a alzar los ojos hacia ella como hacia una divinidad, y ella es
quien ahora se arroja al cuello de un hombre que no la merece!

\xBBTen\xEDa miedo de tocarla; sin embargo, fue necesario que la levantara, y
cuando la tuve en mis brazos, se puso a sollozar amargamente, como si
hubiera querido llorar hasta morir.

--\xBBOlga, \xBFpor qu\xE9 lloras?--le digo.--Todo queda arreglado ahora.

\xABPero he ah\xED que yo tambi\xE9n, gran tonto, me pongo a llorar como un ni\xF1o.

--\xBBPerd\xF3name, Roberto--dice su voz en mi o\xEDdo.--Mucho te he hecho
sufrir, pero nunca m\xE1s lo har\xE9, nunca m\xE1s.

--\xBB\xBFY ahora me amar\xE1s?--pregunto, pues todav\xEDa no puedo creerlo.

--\xBB\xA1Oh, Roberto! \xA1Roberto! \xA1Te amo! \xA1Oh, s\xED! \xA1Te amo m\xE1s que a todo en
el mundo!--y oculta su rostro en mi hombro.

\xBBS\xED, t\xEDo, pero escucha lo que sigue. Al ver aquella cabeza con sus
rubios rizos descansar, llena de abandono, sobre mi hombro, una pregunta
se me presenta: \xBFes \xE9sta la misma Olga que, hace ocho d\xEDas, se volv\xEDa
tan p\xE1lida y tan altiva, mientras que, humilde y t\xEDmido, t\xFA implorabas
su consentimiento?

\xBBY le digo entonces:

--\xBBOlga, \xBFc\xF3mo has podido torturarme as\xED? \xBFAcaso he cambiado en tan poco
tiempo?

\xBBLa veo ponerse m\xE1s blanca que el yeso que cubre la pared y su voz
murmura en mi o\xEDdo:

--\xBB\xA1Nada me preguntes, en nombre del Cielo, nada me preguntes!

\xBBY una angustia nace en m\xED; quiz\xE1s la perder\xE9 ma\xF1ana como la he
conquistado hoy.

--\xBBOlga--le digo,--si eres tan inconstante en tus resoluciones, qui\xE9n me
responder\xE1 de que...

\xBBMe interrumpo, pues la expresi\xF3n de su rostro me impone silencio. Ella
se desprende de mis brazos y se deja caer en una silla.

--\xBBPuesto que quieres saber--me dice, fijando los ojos en el suelo, como
sumida en una meditaci\xF3n sombr\xEDa,--me ha faltado el valor, he dudado de
tu amor y cre\xEDdo que me har\xEDas sentir que no te llevaba m\xE1s que mi
pobreza.

\xBBPero su mentira, como una llamarada, le enrojece la frente.

--\xBB\xA1Olga!--exclamo.--\xBFHas podido pensar eso de m\xED? \xBFNo te acuerdas?...

\xBBY lo que le record\xE9 fue cierta noche, en casa de su padre, cuando fui a
pedir la mano de Marta y en que estuve a punto de retirarme tristemente
con una negativa, pues Marta quer\xEDa sacrificarse y sacrificar su dicha,
para que yo pudiera elegir a otra. Y entonces, ella, Olga, en medio de
la noche, hab\xEDa ido a buscarme y me hab\xEDa abierto los ojos, a m\xED, pobre
insensato y ciego, dici\xE9ndome palabras, palabras llenas de desprecio por
el dinero y que hab\xEDan sonado en mis o\xEDdos como el canto de triunfo del
amor. Se las repet\xED textualmente, pues cada una de ellas se hab\xEDa
grabado en mi alma, inolvidable: \xABAs\xED, pues, en otros tiempos te sent\xEDas
llena de valor, de grandeza de alma cuando hablabas por Marta, y ahora
que se trata de ti...\xBB

\xBBY al gritarle esto la miraba de frente, t\xEDo. Ella se esforzaba en
sonre\xEDr, y sonre\xEDa constantemente; pero esa sonrisa se hel\xF3 en sus
labios y de repente la vi desplomarse como una mole, sin sentido.

\xBBMucho trabajo me cost\xF3 hacerla volver en s\xED, pues no quer\xEDa llamar a
nadie en mi ayuda. Un buen cuarto de hora permaneci\xF3 tendida en el
suelo, m\xE1s o menos como est\xE1 ahora, luego abri\xF3 los ojos y me examin\xF3
por largo rato en silencio con una expresi\xF3n tan dolorosa, tan cansada y
desesperada, que la angustia y la inquietud me invadieron. Despu\xE9s junt\xF3
las manos y me dijo en voz baja y suplicante:

--\xBBDame tiempo, Roberto; he presumido demasiado de mis fuerzas; es
necesario que me acostumbre a esta idea.

\xBBPero me sent\xEDa tan embargado por mi reciente dicha, por una alegr\xEDa tan
loca, que cre\xEDa poder obligarla por fuerza a ser ella tambi\xE9n dichosa.

--\xBB\xA1Si nos amamos, Olga--le grito,--y si nuestra querida muerta aprueba
este amor, yo quisiera ver si alguien podr\xEDa censurarlo! Al\xE9grate, pues,
querida ni\xF1a, recupera tu valor.

\xBBPero ella no ten\xEDa alegr\xEDa ni valor. Y s\xF3lo ahora, ahora que est\xE1
muerta, comprendo claramente hasta qu\xE9 punto se sent\xEDa miserable y
quebrantada, all\xED tendida sobre los cojines, ella que ordinariamente se
mostraba para s\xED y para los dem\xE1s tan altiva y estricta. Era como si
alg\xFAn prodigioso dolor hubiera roto en ella el resorte \xEDntimo de la
vida. Hoy veo todo eso claramente; entonces nada ve\xEDa, nada quer\xEDa ver.
Y continuaba anim\xE1ndola con todas las palabras consoladoras que pod\xEDa
encontrar. Ella me escuchaba sin decir palabra--a veces me aprobaba con
un movimiento de la cabeza--y una sonrisa que expresaba tristeza y
cansancio indecibles, vagaba por sus labios. Todo eso lo atribu\xEDa yo a
la emoci\xF3n violenta del momento y a los pesares de los \xFAltimos a\xF1os;
deb\xEDan presentarse en su alma con una intensidad tanto m\xE1s grande,
cuanto que sent\xEDa apuntar para ella una nueva felicidad que iba a
borrarlos para siempre.

--\xBBY nuestra primera visita, Olga--le digo,--ser\xE1 al cementerio. Cuando
hayamos orado sobre la tumba de Marta, la resistencia de mi madre o la
malevolencia del mundo entero, no tendr\xE1n ya por qu\xE9 inquietarnos.

\xBBElla dej\xF3 caer las manos que cubr\xEDan su rostro, y, mir\xE1ndome con ojos
dilatados por el espanto, me dijo con voz apenas perceptible:

--\xBB\xBFAl cementerio... conmigo?

--\xBBS\xED, contigo--repliqu\xE9,--y en seguida, si lo quieres.

\xBBUn estremecimiento recorri\xF3 todo su cuerpo, y, con voz singularmente
alterada, replic\xF3:

--\xBBT\xE9n paciencia hasta ma\xF1ana, ma\xF1ana har\xE9 lo que quieras.

--\xBBS\xED, mi ni\xF1a muy amada--le digo entonces,--y de aqu\xED a ma\xF1ana desecha
tus ideas negras y piensa en que ella no nos guarda rencor. Nosotros no
la olvidaremos, ciertamente. \xBFY el com\xFAn dolor que nos causa su p\xE9rdida,
no debe unirnos m\xE1s estrechamente para toda la vida? Su imagen no nos
abandonar\xE1, \xBFy no crees que ella bendecir\xEDa nuestra uni\xF3n desde el fondo
de su coraz\xF3n, si de lo alto del Cielo pudiera vernos? \xBFNo nos ha legado
al ni\xF1o para que juntos velemos por \xE9l y que nunca lo confiemos a gente
extra\xF1a?

\xBBEntonces se dej\xF3 caer de rodillas delante de la cuna en que la d\xE9bil
criatura dorm\xEDa con el sue\xF1o de los bienaventurados y apoy\xF3 la frente
sobre su cabecita.

\xBBAs\xED permaneci\xF3 por largo rato sin que yo intentara perturbarla.

\xBBCuando se levant\xF3, su rostro hab\xEDa vuelto a tomar esa serenidad
impasible que siempre le hab\xEDamos conocido hasta entonces. Me tendi\xF3 la
mano dici\xE9ndome:

--\xBBVete, amigo m\xEDo, d\xE9jame sola.

\xBBY me alej\xE9, pues quer\xEDa complacerla en todo; ni siquiera la tom\xE9 en mis
brazos.

\xBBUn cuarto de hora despu\xE9s, la vi cruzar el patio. Yo la acechaba desde
mi ventana, pero ella no volvi\xF3 la cabeza.

\xBBAl d\xEDa siguiente por la ma\xF1ana... t\xFA sabes, querido t\xEDo, c\xF3mo la
encontr\xE9; y en aquel instante se descarg\xF3 sobre m\xED un rayo. Podr\xE9
encanecer y envejecer, ese momento me ha quitado para siempre toda
alegr\xEDa; helar\xE1 para siempre toda sonrisa en mis labios. Pero por lo
menos podr\xEDa vivir todav\xEDa; podr\xEDa arrastrar todav\xEDa esta miserable
existencia para que el ni\xF1o no se viera privado de la mezquina parte de
felicidad a que tiene derecho; pero para eso ser\xEDa necesario que yo
supiera una cosa, que me viera libre de un espantoso tormento; de lo
contrario, es imposible. Con la mejor voluntad del mundo, es imposible;
si no fuera as\xED, me consumir\xEDa vivo. Es necesario que alguien venga,
aunque sea de ultratumba, a decirme por qu\xE9 ha muerto Olga.\xBB

* * *

Nuevamente el silencio rein\xF3 en la habitaci\xF3n obscura; no se o\xEDa m\xE1s que
la respiraci\xF3n de los dos hombres y la fuga precipitada de una rata que
hab\xEDa acompa\xF1ado el relato de Roberto con el ruido mon\xF3tono de sus
dientes.

El anciano sosten\xEDa una violenta lucha consigo mismo. \xBFDeb\xEDa acaso
revelar el secreto de la vida de Olga como hab\xEDa ya vendido el de su
muerte? \xBFPero no se trataba de una buena acci\xF3n en este caso? \xBFNo se
trataba de libertar a aquel a quien ella hab\xEDa amado sobre todo de las
torturas en que se agitaba, ya fueran producidas por una loca idea o por
una secreta conciencia de su responsabilidad? Un milagro, un favor
divino, seg\xFAn parec\xEDa, permit\xEDan a la boca cerrada para siempre abrirse
una vez m\xE1s para devolver el reposo al muy amado.

El doctor exhal\xF3 un profundo suspiro: hab\xEDa tomado su resoluci\xF3n.

--\xBFY si ella lo hubiera pensado, Roberto--dijo,--si hubiera pensado en
contestarte desde el fondo de su tumba?

Roberto lanz\xF3 un grito y lo asi\xF3 por la mu\xF1eca.

--\xBFQu\xE9 quieres decir con eso, t\xEDo?

--Si no te hubieras soterrado en tu dolor como un topo en su cueva, si
no hubieras huido ante todo rostro humano, sabr\xEDas desde hace tiempo lo
que hasta los gorriones se cuentan en los techos: que en la ma\xF1ana de su
muerte, yo recib\xED una carta de ella...

--T\xFA, t\xEDo, de ella...

--\xA1Oh, amigo m\xEDo! Me est\xE1s rompiendo los huesos. Esc\xFAchame primero
tranquilamente.

Y le cont\xF3 lo que conten\xEDa la carta.

Roberto hab\xEDa dado un salto y se mesaba los cabellos. Sus ojos, fijos en
el anciano, resplandec\xEDan en la obscuridad.

--Ese cuaderno, d\xE1melo; \xBFd\xF3nde est\xE1?

El doctor le explic\xF3 el peligro que corr\xEDa el secreto de Olga y la
inquietud que esto le causaba a \xE9l mismo.

--\xA1Esp\xE9rate, voy a ir a buscarlo!--exclam\xF3 Roberto dirigi\xE9ndose hacia la
puerta.

El anciano lo detuvo.

--Tu madre tiene la llave; cuida de que nada sospeche.

La puerta est\xE1 rota a medias; acabar\xE9 de romperla...

--Te oir\xE1n de abajo...

--\xA1Est\xE1n demasiado divertidos!--replic\xF3 Roberto con risa aguda.--Ven,
vamos juntos.

Y por una puerta de atr\xE1s, a lo largo del corredor obscuro y de la
escalera que cruj\xEDa, los dos se deslizaron como dos ladrones que se
hubieran introducido en la casa aprovech\xE1ndose de la ceremonia.

Consiguieron abrir la puerta m\xE1s f\xE1cilmente de lo que esperaban; la
cerradura, ya floja, cedi\xF3 como si se abriera sola.

Ambos se detuvieron en el umbral, sobrecogidos de emoci\xF3n, cuando el
cuarto obscuro, iluminado solamente por el fulgor dudoso de las
estrellas, se abri\xF3 ante sus ojos. Toda huella de la muerta hab\xEDa
desaparecido; s\xF3lo la cama vac\xEDa, cuyos montantes se dibujaban negros
sobre la pared gris, hac\xEDa ver que la que lo ocupaba hab\xEDa elegido otro
lecho. Un ligero perfume emanado de su ropa, un olor fino de jab\xF3n,
flotaba a\xFAn en la habitaci\xF3n. Las mismas toallas de las cuales se hab\xEDa
servido, todav\xEDa colgadas de la pared, formaban, al lado de la estufa de
loza, una mancha blanca de fant\xE1stica apariencia.

Roberto, incapaz de tenerse en pie, se dej\xF3 caer en una silla y, a
grandes bocanadas, \xE1vidamente, como si sollozara, aspir\xF3 el perfume que
llenaba el aire. Se habr\xEDa dicho que as\xED quer\xEDa absorber los \xFAltimos
efluvios de su amada.

Un fulgor breve, brillante, vacil\xF3 de improviso a trav\xE9s del cuarto,
bailando por las paredes, vagando en reflejos amarillentos sobre el
escritorio, e hizo brotar de la obscuridad, como un espectro agazapado,
la mesa de tocador cubierta de blanco.

El doctor hab\xEDa encendido un f\xF3sforo y buscaba la peque\xF1a l\xE1mpara de
pantalla verde que ilumin\xF3 las noches sin sue\xF1o de Olga. Todav\xEDa estaba
en la mesa, en el mismo lugar en que Olga la apag\xF3 para sumirse en la
noche eterna. El recipiente de vidrio estaba todav\xEDa lleno de petr\xF3leo;
su due\xF1o se hab\xEDa dado prisa para entregarse al descanso.

Con precauci\xF3n, levant\xF3 el tubo para encender la mecha; la llama,
atenuada por la pantalla, ilumin\xF3 con un resplandor apacible y suave el
espacio silencioso.

Entonces se acerc\xF3 al estante sobre el cual se alineaban los vol\xFAmenes
de lomos lucientes y dorados. Su mano busc\xF3 a tientas durante un momento
por la pared y sac\xF3 algo azul en forma de rollo.

--\xA1Aqu\xED est\xE1, Roberto!--exclam\xF3 triunfante.--V\xE1monos.

El joven mene\xF3 silenciosamente la cabeza.

El anciano insisti\xF3 de nuevo y entonces Roberto dijo:

--Aqu\xED es donde vamos a leerlo, t\xEDo; aqu\xED, donde ella lo ha escrito.

--\xBFY si alguien nos sorprendiera?--observ\xF3 el doctor, atemorizado.

Roberto se encogi\xF3 de hombros y con el dedo se\xF1al\xF3 el piso. En el
silencio, un ruido confuso de voces sub\xEDa hasta ellos, con risas
moderadas, ahogadas, como lo requieren las conveniencias en una casa en
que hay un muerto.

El doctor cedi\xF3 de buen grado; entonces acercaron suavemente sus sillas
al c\xEDrculo luminoso de la l\xE1mpara, y ya no se oy\xF3 m\xE1s que el silbido del
viento de invierno que agitaba las peladas copas de los tilos y la voz
mon\xF3tona y velada del lector acompa\xF1ada por el coro de invitados al
velorio, que por momentos se elevaba hasta un sordo estruendo para
extinguirse en seguida en un murmullo.



VI


Perd\xF3name, querida hermana, si evoco tu sombra que ha transfigurado la
muerte, y sufre que en memoria del amor que tuviste por m\xED y del
ardiente afecto que hac\xEDa palpitar mi coraz\xF3n por ti, trate de expiar la
falta que gravita pesadamente sobre m\xED y cuya carga tendr\xE9 sin embargo
que soportar hasta el fin de mi existencia. D\xE9jame revivir una vez m\xE1s
todo lo que me diste de ternura y de bondad, y olvidar con este recuerdo
el fr\xEDo de la soledad que hiela mis miembros como un soplo exhalado de
tu tumba.

\xA1Qu\xE9 loca era y qu\xE9 imp\xEDa, en sentirme sola mientras t\xFA viviste! Tu amor
era la atm\xF3sfera que me envolv\xEDa, la sonrisa de tus ojos el rayo de sol
que me daba la vida, y tu palabra, que consolaba y exhortaba, era esa
voz divina que todos llevamos en nosotros, esa voz sublime que
escuchamos sin comprenderla.

\xBFY c\xF3mo te he agradecido todo eso, hermana querida? He llegado a ser una
extra\xF1a para ti. Me veo reducida a pensar en ti con angustia, con
tortura, y la conciencia de mi falta me hace palidecer cuando el
murmurio del viento trae tu nombre a mis o\xEDdos. Entre nosotras se alza
un espectro feroz, de miradas ardientes, horroroso y grotesco a la vez,
con serpientes entrelazadas en sus cabellos, y que extiende hacia m\xED sus
manos armadas de garras para separarme eternamente de ti.

Si en vez de ser un fantasma fuera un ser de carne y de sangre, si lo
que he cometido fuera una falta, un crimen, luchar\xEDa contra \xE9l, lo
derribar\xEDa con las \xFAltimas fuerzas de mi voluntad desfalleciente, o me
dejar\xEDa ahogar por sus manos sangrientas, pero es algo inasible que se
desvanece en el vac\xEDo: es un demonio que se burla de m\xED, un vapor que me
rodea... y cuyo veneno sin embargo me mata lentamente.

Es un deseo...

Un simple deseo, \xA1nada m\xE1s!

\xBFLo notaste? \xBFSe reflej\xF3 en tus ojos moribundos? \xBFViste el espectro
alzarse a tu cabecera, cuando, santa y buena criatura, exhalabas el
\xFAltimo aliento de una existencia que no fue m\xE1s que amor, a ese espectro
que hab\xEDan engendrado la Envidia y la Ingratitud, y que hab\xEDa
introducido, yo, desdichada, en tu apacible interior?

Si tuviera todav\xEDa la fe del ni\xF1o que balbuc\xEDa, confiar\xEDa la angustia de
mi alma al Dios Todopoderoso, al buen Dios--pero a nadie tengo en el
Cielo ni en la tierra que pueda compadecerse de m\xED, a nadie m\xE1s que a tu
imagen transfigurada.

\xA1Pobre de m\xED! Ella tambi\xE9n se aparta de m\xED, ella tambi\xE9n se oculta
llorando cuando este demonio se presenta a mi alma.

Y, sin embargo, no era muy humano lo que sent\xED. \xBFPor qu\xE9 no somos unos
seres de luz, sin deseos y puros como el \xE9ter? \xBFPor qu\xE9 no somos m\xE1s que
polvo, ligados al polvo, viviendo del polvo y volviendo al polvo cuando
nos desprendemos de esta gran falta que es la existencia? Es la gran
falta de mi vida la que quiero contar aqu\xED, la falta de la cual hemos
sido v\xEDctimas, t\xFA, yo y tambi\xE9n un tercero, que es puro y bueno, y que
sin embargo ha sido la causa de todo.

* * *

Yo era una ni\xF1a pac\xEDfica y predispuesta a la soledad.

Quien se ha visto siempre rodeado de amor y nunca ha conocido otra cosa
que el amor, aprende a menudo m\xE1s f\xE1cilmente que nadie, a bastarse a s\xED
mismo; y, sin embargo, yo llevaba en el coraz\xF3n una inagotable reserva
de amor. Lo prodigaba a los animales, acariciando a los perros, besando
a los gatos y ahogando a los gansos por cari\xF1o. Una de mis pasiones era
jugar en la caballeriza. Me sent\xEDa a mi gusto en la litera el\xE1stica y
flexible, entre los cascos de mis caballos predilectos, que nunca me
hac\xEDan da\xF1o; o bien me trepaba al pesebre donde permanec\xEDa horas enteras
mir\xE1ndome en los ojos pardos de mis queridos amigos.

Pero el nicho del perro era el lugar donde mejor me hallaba. All\xED me
encontraba dormida con frecuencia a eso del mediod\xEDa, y no era cosa
f\xE1cil sacarme del nicho, pues Ner\xF3n, que por lo dem\xE1s era un perro tan
bueno y tan cari\xF1oso, ense\xF1aba los dientes a cualquiera que franqueaba
el c\xEDrculo que su cadena le permit\xEDa recorrer, aun cuando \xE9ste fuera su
amo.

Mi cari\xF1o se extend\xEDa hasta las plantas. Las rosas me hac\xEDan el efecto
de princesas cautivas, y exhalaba quejas para que las libertaran, los
girasoles eran sacerdotes revestidos con sus h\xE1bitos sacerdotales, y las
dalias, j\xF3venes polacas con papalinas rojas. Sab\xEDa reunir as\xED en mi
derredor en el jard\xEDn a la humanidad entera, y encontraba la copia m\xE1s
bella que el original, pues se manten\xEDa muy quieta cuando yo desempe\xF1aba
el papel del Destino ante ella.

La propiedad que mi padre hab\xEDa arrendado, antiguo feudo de un magnate
polaco, estaba inmediata a la frontera prusiana, en una monta\xF1a, uno de
cuyos lados descend\xEDa en suave declive por un parque inculto, hacia unos
campos desnudos, mientras que el otro ca\xEDa a pico en una peque\xF1a
corriente de agua, en cuya orilla opuesta se hallaba una miserable aldea
polaca.

Cuando uno se colocaba al borde de la pendiente, la mirada ca\xEDa sobre
los ruinosos techos de bardas cuyas grietas dejaban pasar el humo; se
ve\xEDa claramente el movimiento de la sucia callejuela, donde los ni\xF1os
medio desnudos chapoteaban en los charcos cenagosos, y las mujeres
permanec\xEDan perezosamente agachadas en el umbral de sus casas, mientras
que los hombres cubiertos de harapos se dirig\xEDan, con la pala en el
hombro, hacia el despacho de bebidas.

En verdad, nada ten\xEDa de muy seductor aquel peque\xF1o agujero, y la chusma
de cosacos de fronteras, que trotaban de ac\xE1 para all\xE1 amodorrados sobre
sus rocines extenuados, no era como para realzar su prestigio. Y, sin
embargo, para mis ojos de ni\xF1a, aquel lugar estaba cubierto de un
encanto indecible, cuya sensaci\xF3n experimento a\xFAn, cuando me vuelvo a
ver fascinada por esos cuadros maravillosos, sentada durante horas
enteras en la hierba, inm\xF3vil, contemplando de lo alto aquel hormiguero
cuyas formas no eran m\xE1s grandes que los hombrecillos de madera de mis
cajas de juguetes.

Bajar all\xED me estaba prohibido, y tampoco ten\xEDa deseos de ello, desde
que, en la bara\xFAnda de un d\xEDa de mercado en que mi padre me hab\xEDa
llevado, me vi casi aplastada entre las ruedas de un carro.

Pero era muy hermoso cuando, desde arriba y muy por encima de las
inmundicias y del tumulto, se sumerg\xEDa la mirada en ese mundo de
hormigas, que parec\xEDa tan \xEDnfimo, que se pod\xEDa, como el mismo Dios,
abarcarlo de una ojeada, pero que crec\xEDa cada vez m\xE1s hasta tomar
proporciones gigantescas e inquietantes, a medida que se trataba de
penetrarlo.

Por una rareza singular, no he conservado de esa \xE9poca m\xE1s que un
recuerdo vago de las personas cuya vida ha estado m\xE1s estrechamente
asociada a la m\xEDa; sin duda porque las impresiones siguientes han
borrado las primeras. Mi padre era un hombre peque\xF1o, robusto y
rechoncho, de barba y cabellos negros y cortos, calzado con altas botas
lucientes y vestido de una hopalanda de basto pa\xF1o verdoso. Me sonre\xEDa
desde que me ve\xEDa, me daba una palmadita amistosa en el cuello, o me
pellizcaba los brazos, y en seguida desaparec\xEDa. Estaba siempre ocupado,
el pobre pap\xE1; mientras vivi\xF3, no lo vi reposar un solo instante.

Mam\xE1 era desde aquella \xE9poca muy corpulenta, com\xEDa continuamente
confituras y era devota de la siesta. Pero eso no le imped\xEDa estar en
activa ocupaci\xF3n de la noche a la ma\xF1ana, aunque se arrastrara de mala
gana de un lado a otro y no le gustara que anduvieran detr\xE1s de ella y
la abrumaran a preguntas.

Entre la familia estaba, en aquel tiempo, el primo Roberto, a quien
nuestros parientes de Prusia hab\xEDan enviado para que aprendiera con pap\xE1
a dirigir una granja. Era un mozo alto, de anchas espaldas y vigoroso
cuello, con unas barbas rubias que me gustaba tirar cuando me pon\xEDa en
sus rodillas para meterme en la cabeza el A, B, C, con gran esfuerzo de
trozos de regaliz. Creo que siempre fui su buena amiga, aunque \xE9l no
haya debido quererme m\xE1s que a los otros disc\xEDpulos, pues la cara que
ten\xEDa entonces ha desaparecido en la niebla como todas las dem\xE1s.

No recuerdo exactamente m\xE1s que una escena: una tarde de verano Roberto
hab\xEDa cogido a Marta por sus rubias trenzas, y ri\xE9ndose y gritando
corr\xEDa tras de ella por el patio, por la casa y por el jard\xEDn.

--\xBFQu\xE9 es lo que le haces a Marta, bribonzuelo?--le grit\xF3 pap\xE1.

--Me ha hecho una travesura--respondi\xF3 \xE9l, sin soltarla, mientras ella
continuaba gritando.

--Cuando yo ten\xEDa tu edad, sab\xEDa vengarme de una muchacha mejor que
t\xFA--dijo ri\xE9ndose pap\xE1, quien nunca desperdiciaba la ocasi\xF3n de decir
una broma.

--\xBFY c\xF3mo se hace?--pregunt\xF3 mi primo.

--\xA1Bah! \xA1Si no lo sabes!--replic\xF3 pap\xE1.

--Se le da un beso, se\xF1or Roberto--dijo un viejo jardinero que pasaba
justamente con sus regaderas.

Todav\xEDa lo veo delante de mis ojos quedarse de repente inm\xF3vil, rojo de
rubor, y dejar caer de sus manos las trenzas sin saber d\xF3nde dirigir sus
miradas. Pap\xE1 se mor\xEDa de risa; en cuanto a Marta, se escap\xF3 a la
carrera.

Cuando fui a sacudir su puerta, se hab\xEDa encerrado: no volvi\xF3 a aparecer
sino a la hora de la cena. Bajo los cabellos que le ca\xEDan sobre la
frente, en desorden, parec\xEDa perdida en sus pensamientos y muy
intimidada.

Cuando comparo hoy el rostro p\xE1lido, flaco y resignado que me llena el
alma entera, con esa cara p\xEDcara, de mejillas llenas y sonrosadas, que a
veces se me aparece, resplandeciente, desde el fondo de mi peque\xF1a
infancia, me cuesta trabajo concebir que hayan realmente pertenecido a
una sola y misma persona.

--\xA1C\xF3mo le flotaban sobre las espaldas sus largas trenzas rubias! \xA1Con
qu\xE9 expresi\xF3n atenta de precoz ama de casa, recorr\xEDan sus ojos la
extensi\xF3n de la gran mesa, en torno de la cual todos juntos,
condisc\xEDpulos y celadores--una galer\xEDa de mand\xEDbulas
hambrientas--esper\xE1bamos impacientes la comida! \xA1Y, con qu\xE9 alegr\xEDa
extend\xEDa la mano cada uno, cuando, con una sonrisa maliciosa, ella
alcanzaba los platos!

S\xF3lo hoy comprendo qu\xE9 camino doloroso ten\xEDa que recorrer, hoy que me
preparo yo misma para el largo y penoso viaje al cabo del cual se abre
para m\xED una tumba solitaria, m\xE1s triste a\xFAn que la suya.

Entonces yo no era m\xE1s que una ni\xF1a y alzaba los ojos, sin sospechar
nada, hacia la que vino a ser mi maestra, casi antes de haber abandonado
ella misma los vestidos cortos.

Efectivamente, fue en aquella \xE9poca cuando nuestros negocios comenzaron
a declinar. Pap\xE1 ten\xEDa que hacer frente a sus deudas; malas cosechas e
inundaciones, tres a\xF1os consecutivos, le quitaron toda esperanza de
volver a levantarse, y las penas se amontonaron cada vez m\xE1s sobre
nuestra casa.

Hubo que economizar en nuestros gastos, todo aquello de que fuera
posible privarse; las relaciones con los propietarios vecinos fueron
limitadas, el personal reducido, y la anciana institutriz que hab\xEDa
educado a Marta, y que deb\xEDa terminar su tarea conmigo, tuvo tambi\xE9n que
dejarnos.

Marta, que era siete a\xF1os mayor que yo, y se dispon\xEDa a estrenar su
primer vestido largo, tom\xF3 su lugar.

De este modo las relaciones que se establecieron entre nosotras no
pod\xEDan ser puramente las de hermana a hermana; ella fue la protectora y
yo la protegida, hasta que cambiamos nuestros papeles.

Pod\xEDa yo tener once a\xF1os, cuando advert\xED por primera vez que Marta hab\xEDa
cambiado singularmente de modales y de aspecto. Habr\xEDa debido notarlo
antes, pues ten\xEDa la costumbre de mirar en mi derredor con los ojos muy
abiertos; pero en la monoton\xEDa de los d\xEDas que se deslizan uno tras
otro, las alteraciones que producen en torno nuestro el tiempo y las
penas, se escapan f\xE1cilmente.

Pero entonces puse atenci\xF3n, y vi adelgazarse su rostro cada vez m\xE1s, de
d\xEDa en d\xEDa borrarse los colores de sus mejillas, y hund\xEDrsele los ojos
m\xE1s profundamente.

Ya no cantaba, y su risa ten\xEDa una entonaci\xF3n de cansancio y velada, tan
particular que me hac\xEDa sufrir al o\xEDrla, y m\xE1s de una vez estuve a punto
de gritarle: \xAB\xA1No te r\xEDas!\xBB

Hacia la misma \xE9poca, se puso enfermiza; se quejaba de dolores de
cabeza, de calambres en el est\xF3mago, y le costaba trabajo ir de un lado
a otro por la casa. Naturalmente, pap\xE1 y mam\xE1 no pod\xEDan dejar de notar
su estado. Un d\xEDa la envolvieron en gruesas mantas, y no obstante su
resistencia, la llevaron a Prusia a consultar a un m\xE9dico; \xE9ste se
encogi\xF3 de hombros, prescribi\xF3 p\xEDldoras de hierro y aconsej\xF3 un cambio
de aire.

Deb\xEDa haber aconsejado algo m\xE1s, que preocupaba mucho a nuestros padres,
al menos a pap\xE1, pues ya hac\xEDa mucho tiempo que nada pod\xEDa sacar a mam\xE1
de su apat\xEDa.

A menudo, cuando Marta, meditabunda, miraba fijamente frente a ella, \xE9l
la observaba de reojo, meneaba la cabeza, exhalaba un suspiro, sal\xEDa del
cuarto cerrando la puerta con estr\xE9pito.

Pero cualesquiera que fuesen los sufrimientos que padec\xEDa, su trabajo no
se resent\xEDa de ello; de tan lejos como la recuerde, jam\xE1s la vi un
segundo desocupada. Muy ni\xF1a a\xFAn, permanec\xEDa al lado del fog\xF3n con su
libro de lecciones o vigilaba la lej\xEDa al mismo tiempo que hac\xEDa sus
redacciones. Desde que fue mujer, agreg\xF3 todos los deberes que le
impon\xEDa mi instrucci\xF3n a las preocupaciones sin n\xFAmero que da una gran
casa a la que la dirige. Mam\xE1 se hab\xEDa retirado por completo y la dejaba
ordenar y dirigir a su antojo, con tal que las compotas y otras
golosinas obtuvieran su aprobaci\xF3n.

Yo, que era horriblemente mimada por toda la casa, ten\xEDa verg\xFCenza de mi
inacci\xF3n y trataba de aliviarla en parte de sus trabajos, pero ella me
rechazaba suavemente y me desped\xEDa.

--Deja, queridita--me dec\xEDa acarici\xE1ndome las mejillas,--eres la
princesa de la familia; contin\xFAa.

Eso me ofend\xEDa. Habr\xEDa soportado todo salvo que me despidiera cuando
iba a ofrecerme con el coraz\xF3n desbordante de ternura.

Una noche la vi llorar. Me deslic\xE9 afuera, al jard\xEDn, y sostuve un rudo
combate. El deseo de ir en su ayuda me ahogaba; pero no me atrev\xEDa a
acerc\xE1rmele y echarle los brazos al cuello para consolarla. Cuando
estuve en cama, la necesidad de brindarle mi ternura se apoder\xF3 de m\xED
con nuevas fuerzas: me levant\xE9, y en camisa, como estaba, me aventur\xE9
por el corredor obscuro.

Permanec\xED largo rato delante de su puerta, temblando de fr\xEDo y de miedo,
con la mano sobre el bot\xF3n. Al fin me arm\xE9 de valor y entr\xE9 muy
suavemente en su cuarto.

La encontr\xE9 arrodillada junto a la cama, con el rostro oculto en la
almohada, y parec\xEDa orar.

Me qued\xE9 inm\xF3vil en el umbral, pues no me atrev\xEDa a perturbarla.

Al fin, se volvi\xF3 y al verme se levant\xF3 estremeci\xE9ndose.

--\xBFQu\xE9 quieres?--balbuci\xF3.

Yo me colgu\xE9 de ella y mis sollozos habr\xEDan enternecido a un coraz\xF3n de
piedra.

--\xA1En nombre del Cielo, querida! \xBFQu\xE9 tienes?--grit\xF3.

No me hallaba en estado de proferir una palabra. Pero ella, con un
movimiento maternal, tom\xF3 una gruesa manta de lana, me envolvi\xF3 en ella
y me coloc\xF3 en su regazo, aunque yo ya era m\xE1s grande que ella.

--Vamos, confi\xE9sate, tesoro m\xEDo. \xBFQu\xE9 ocurre?--me pregunt\xF3 acarici\xE1ndome
las mejillas.

Reun\xED todo mi valor, y con la cara oculta en su cuello, le dije en un
sollozo:

--Marta, quiero ayudarte.

Sigui\xF3 un largo silencio, y cuando alc\xE9 los ojos, vi vagar por sus
labios una sonrisa indeciblemente amarga y triste. Entonces me tom\xF3 la
cabeza entre sus manos, me bes\xF3 en la frente y me dijo:

--Ven, voy a acostarte, querida. Yo nada tengo, pero t\xFA, me parece que
tienes fiebre.

De un salto me puse en pie.

--\xA1Oh! \xA1Haces mal, Marta!--exclam\xE9.--No me dejar\xE9 despedir as\xED. No estoy
enferma y tampoco soy tan tonta para no ver que te est\xE1s consumiendo y
que, cada d\xEDa, encierras en ti nuevos pesares. Si no tienes ninguna
confianza en m\xED, acabar\xE9 por creer que nada quieres tener de com\xFAn
conmigo, y que todo ha concluido entre nosotras.

Ella junt\xF3 las manos mir\xE1ndome con sorpresa.

--\xBFQu\xE9 te pasa, querida? Ya no te reconozco... Ven, ven, voy a
acostarte--repiti\xF3.

--Es in\xFAtil, puedo ir sola--dije.

Entonces ella vio que era necesario acordar a la ni\xF1a una palabra de
explicaci\xF3n.

--Mira, Olga--dijo atray\xE9ndome hacia s\xED,--tienes raz\xF3n. Tengo muchas
penas, y si tuvieras m\xE1s edad y pudieras comprenderlas, seguramente
ser\xEDas la primera a quien se las confiar\xEDa. Pero antes es necesario que
aprendas tambi\xE9n a conocer la vida.

--\xBFY en qu\xE9 conoces la vida mejor que yo?--exclam\xE9, siempre con
altaner\xEDa.

Ella se content\xF3 con sonre\xEDr, y esa sonrisa de una tristeza tan dulce,
me dio un golpe en el coraz\xF3n. Tuve un vago presentimiento, apenas
perceptible, como el que se podr\xEDa experimentar al ver un templo cerrado
o islas lejanas rodeadas de palmeras. Y Marta continu\xF3:

--Pero de aqu\xED all\xE1, y para eso falta mucho todav\xEDa, debo llevar sola el
peso que me oprime. Te agradezco mucho, hermanita, tu buena voluntad, y
te amar\xE9 a\xFAn m\xE1s por ello si esto es posible. Ahora, vete, y duerme
bien, tenemos mucho que estudiar ma\xF1ana...

Y dicho esto, me empuj\xF3 afuera.

Me qued\xE9 en el corredor, como una r\xE9proba, contemplando la puerta que
acababa de cerrarse tan duramente tras de m\xED. Despu\xE9s apoy\xE9 la cabeza en
la pared y llor\xE9 silenciosa y amargamente. A partir de ese d\xEDa, Marta
redobl\xF3 su cari\xF1o y su bondad hacia m\xED, pero yo no quer\xEDa verlo;
permanec\xEDa impenetrable para ella como ella lo hab\xEDa sido para m\xED, y en
mi alma se arraig\xF3, cada vez m\xE1s profundamente, el sentimiento penoso de
que el mundo no necesitaba de mi amor.

Es evidente que un incidente como \xE9ste, por s\xED solo, no pod\xEDa tener una
influencia decisiva sobre mi car\xE1cter. Una ni\xF1a tan joven como yo lo era
entonces, se deja arrastrar con demasiada facilidad por la corriente de
impresiones nuevas para que unos minutos de este g\xE9nero puedan producir
sobre ella un efecto durable, y el hecho es que no necesit\xE9 mucho tiempo
para olvidar aquella noche. Pero lo que no olvidaba, era la idea de que
nadie hab\xEDa en la tierra que estuviera dispuesto a compartir sus penas
conmigo y que estaba reducida a m\xED misma y a mis libros, hasta el d\xEDa en
que se me encontrara bastante madura para participar de la existencia de
los vivos.

Y m\xE1s y m\xE1s, me sumerg\xEDa en los tesoros de los poetas, ninguno de los
cuales me rechazaba de su m\xE1s \xEDntimo santuario. Aprend\xEDa con Tasso a
sentirme miserable y sublime; sab\xEDa lo que Manfredo iba a buscar a las
heladas cimas de los Alpes; me lamentaba con Tecla de la felicidad
terrestre de la cual yo hab\xEDa gozado, de la vida y del amor, que hab\xEDan
concluido para m\xED. Pero, por sobre todo, Ifigenia era mi hero\xEDna y mi
ideal.

Con ella llenaba mi joven alma solitaria de toda la poes\xEDa que hay en no
ser comprendida; pasar por el mundo como ella, como sacerdotisa
bienhechora y en un renunciamiento sublime, me parec\xEDa la vocaci\xF3n
claramente designada para mi existencia. Si para realizarla hubiera
podido llevar, yo tambi\xE9n, los blancos velos de la virgen griega, cuyos
pliegues noblemente dispuestos habr\xEDan convenido tan bien a mi cuerpo de
ni\xF1a desarrollada antes de tiempo, mi felicidad habr\xEDa sido completa.

A juzgar por las apariencias, yo era en aquellos a\xF1os una criatura
intratable e imperiosa, que sin el menor empacho contestaba con
impertinencia y que gustaba levantarse de la mesa en plena comida cuando
algo me desagradaba.

A pesar de todo eso, o quiz\xE1 a causa de eso mismo, todos me mimaban, y
mi voluntad, si esta palabra tiene un valor aplicable a un ni\xF1o, ten\xEDa
fuerza de ley en toda la casa.

A los quince a\xF1os era tan grande y tan fuerte como ahora, y no faltaba
de vez en cuando alg\xFAn joven campesino galante que me dijera que yo era
muy bonita, mucho m\xE1s bonita que todas las otras, y que Marta en
particular.

Eso me chocaba, pues todav\xEDa la vanidad no ten\xEDa cabida en m\xED.

En esa \xE9poca so\xF1\xE9 una noche que Marta hab\xEDa muerto. Cuando me despert\xE9,
mi almohada estaba inundada de l\xE1grimas; en todo el d\xEDa no hice m\xE1s que
ir y venir en torno de mi hermana como una criminal: me parec\xEDa que
ten\xEDa sobre la conciencia una falta grave cometida contra ella.

Despu\xE9s de la comida Marta se hab\xEDa recostado por un rato en el canap\xE9,
otra vez con su dolor de cabeza. Cuando entr\xE9 en la habitaci\xF3n en ese
momento, y vi sobre el brazo del sof\xE1 su rostro, p\xE1lido como la cera,
con los ojos cerrados, qued\xE9 como si me hubiera herido un rayo.

Cre\xED ver en realidad su cad\xE1ver ante mis ojos.

Ca\xED de rodillas delante del canap\xE9 y le cubr\xED de besos la boca y la
frente. Su rostro se transfigur\xF3, abri\xF3 los ojos y me contempl\xF3 como si
viera una visi\xF3n; pero luego que volvi\xF3 en s\xED, sus facciones
readquirieron su expresi\xF3n de gravedad y de tristeza.

--\xA1Vaya, vaya! \xBFQu\xE9 tienes, hijita?--dijo.--Estas no son cosas que haces
todos los d\xEDas.

Me rechaz\xF3 suavemente, y tambi\xE9n esta vez permanec\xED parada, abandonada a
m\xED misma, con el coraz\xF3n desbordante. Sin embargo, cuando ya me iba, me
llam\xF3 y murmur\xF3:

--Te quiero mucho, hermanita.

La noche de ese mismo d\xEDa not\xE9 en cierto momento que parec\xEDa sonre\xEDrse
interiormente. Pap\xE1 tambi\xE9n lo not\xF3, porque aquello no era usual, y,
tom\xE1ndole la cabeza con las manos, le dijo:

--\xBFQu\xE9 te ha ocurrido, Martita? \xA1Est\xE1s hoy fresca como una flor!

Marta se ruboriz\xF3 hasta la ra\xEDz de los cabellos, pero yo le tom\xE9 la mano
a hurtadillas por debajo de la mesa, dici\xE9ndome:

--\xA1Ya sabemos lo que nos hace tan felices!

Al d\xEDa siguiente por la ma\xF1ana, cuando tom\xE1bamos nuestro caf\xE9, pap\xE1
entr\xF3 con una carta abierta en la mano.

--Una ave forastera viene a albergarse en nuestro nido--dijo
ri\xE9ndose.--\xA1Adivinen c\xF3mo se llama!

Y dicho esto, mir\xF3 a Marta de reojo con expresi\xF3n un tanto c\xF3mica. Me
pareci\xF3 que ella se pon\xEDa m\xE1s p\xE1lida que de costumbre y la taza que
ten\xEDa en la mano tembl\xF3 perceptiblemente.

--\xBFEsa ave ha venido ya alguna vez?--pregunt\xF3 lentamente y en voz baja,
sin alzar los ojos.

--\xA1Vaya si ha venido!--dijo pap\xE1 sin dejar de re\xEDrse.

--Entonces, es... Roberto Hellinger--dijo.

Y exhal\xF3 un profundo suspiro como si le hubiera costado mucho decir
aquello.

--\xA1Mil truenos! \xA1Adivinas bien, chicuela!--dijo pap\xE1 amenaz\xE1ndola con el
dedo.

Ella nada contest\xF3, y con su paso lento y cansado se dirigi\xF3 hacia la
puerta; en toda la tarde nadie la volvi\xF3 a ver.

Por mi parte, la visita del primo me dejaba bastante indiferente. Su
imagen de otros tiempos, tal cual se me presentaba confusamente, no era
como para llenar de ensue\xF1os ardientes una rom\xE1ntica cabeza de quince
a\xF1os.

Pero la actitud de Marta me hab\xEDa llamado la atenci\xF3n.

Al d\xEDa siguiente, desde muy temprano, la o\xED ir y venir a pasos
precipitados, en el piso superior, por los cuartos de hu\xE9spedes.

Fui a buscarla, pues ten\xEDa curiosidad de ver lo que la ocupaba en esas
habitaciones habitualmente cerradas.

Hab\xEDa abierto todas las ventanas, sacado las sobrecamas y las cortinas,
y en chanclas, corr\xEDa en medio del desorden, de un cuarto al otro. Se
cog\xEDa el rostro con ambas manos y se re\xEDa sola con una risa tan extra\xF1a,
que no se sab\xEDa si era llanto.

Cuando le pregunt\xE9: \xAB\xBFQu\xE9 haces ah\xED, Marta?\xBB se estremeci\xF3, me mir\xF3 muy
confusa y s\xF3lo entonces pareci\xF3 darse cuenta del lugar en que se
encontraba.

--Ya lo ves: preparo las camas--balbuci\xF3 al cabo de un instante.

--\xBFPara qui\xE9n?--pregunt\xE9.

--\xBFAcaso no sabes que esperamos una visita?

--\xBFY eso es lo que te regocija tan terriblemente?--repliqu\xE9,
encogi\xE9ndome ligeramente de hombros.

--\xBFY por qu\xE9 no hab\xEDa de regocijarme? Es nuestro primo.

--\xBFY nada m\xE1s?--dije yo amenaz\xE1ndola con el dedo, como lo hab\xEDa visto
hacer la v\xEDspera a pap\xE1.

Entonces, de improviso, ella se puso muy grave y me dirigi\xF3 con sus
grandes ojos tristes una mirada tan llena de reproche, que sent\xED que la
sangre me aflu\xEDa, ardiente, al rostro. Volv\xED la cara a un lado, y como
ya no pod\xEDa seguir representando el papel de mujer superior, me dirig\xED a
la puerta.

A partir de ese instante, el primo Roberto me dio mucho qu\xE9 pensar. Me
parec\xEDa evidente que \xE9l y Marta se amaban, y sobrecogida por la
vibraci\xF3n misteriosa con que la idea del gran desconocido llena a los
semini\xF1os de mi edad, comenc\xE9 a representarme la manera c\xF3mo hab\xEDa
podido nacer ese amor.

Corr\xEDa a trav\xE9s de los bosquecillos silvestres del parque y me dec\xEDa:

--Aqu\xED es donde se han paseado secretamente.

Me deslizaba en la sombra de los follajes y me dec\xEDa:

--Aqu\xED es donde se han dado cita.

Me dejaba caer en los bancos de c\xE9sped h\xFAmedo y me dec\xEDa:

--Aqu\xED es donde han cambiado dulces palabras.

El jard\xEDn entero, la casa, el patio y todo lo que conoc\xEDa desde que
hab\xEDa venido al mundo, se iluminaba de repente con una nueva luz que se
difund\xEDa por todas partes con un reflejo purp\xFAreo. Una vida maravillosa
parec\xEDa haber surgido all\xED. Me hab\xEDa sumergido de tal modo en esas
imaginaciones, que conclu\xEDa por creer que era yo quien hab\xEDa vivido ese
amor. Cuando volv\xED a ver a Marta, no osaba alzar los ojos a ella, como
si yo hubiera llevado el secreto oculto en mi seno y ella fuera quien no
debiera adivinarlo.

Pero, cuando, a la ma\xF1ana siguiente, me di exacta cuenta de que Marta
hab\xEDa realmente vivido todo lo que yo no hac\xEDa m\xE1s que so\xF1ar, eso me
turb\xF3 por completo, y desde un rinc\xF3n obscuro, la examin\xE9 sin
interrupci\xF3n, con mirada temerosa y escrutadora, como a un ser que
perteneciera a otro mundo.

Me fij\xE9 en que cada cinco minutos sal\xEDa al terrado, desde donde se pod\xEDa
ver la puerta de entrada, pero entonces me guard\xE9 muy bien de dirigirle
preguntas indiscretas. Me imaginaba ser ya una confidente, una c\xF3mplice.

Era un d\xEDa claro de septiembre, de una hermosura maravillosa. Sobre el
llano y en el bosque flotaban como velos rosados; hilos plateados
temblaban silenciosos en el aire; el r\xEDo llevaba un manto de vapor, una
paz religiosa se cern\xEDa sobre todo el paisaje. Me fui al bosque, pues
jam\xE1s pod\xEDa encontrar suficiente soledad para so\xF1ar a mis anchas. En las
ramas de los \xE1lamos se o\xEDa ya el roce de las hojas amarillentas, y los
helechos dejaban caer sus tallos como criaturas heridas que apenas
pueden tenerse en pie.

--Me entristec\xED: \xABLa Naturaleza entera va a morir--dije;--\xA1Ah! \xA1Si se
pudiera morir con ella!\xBB

Entonces me acord\xE9 de todas las burlas que hab\xEDa le\xEDdo u o\xEDdo sobre las
impresiones sentimentales del oto\xF1o.

--Qu\xE9 odiosas son esas bromas--me dije.--Pero de m\xED nadie se burlar\xE1;
sabr\xE9 esconderme y sabr\xE9 ocultar lo que siento. A nadie interesa lo que
pasa dentro de m\xED; y bien se me puede considerar como una muchacha fr\xEDa
y sin coraz\xF3n, con tal de que sepa yo que este coraz\xF3n palpita lleno de
ardor y de amor por la humanidad.

--S\xED, aquel fue un d\xEDa henchido de encanto, d\xEDa admirable; y dar\xEDa con
gusto todo lo que me queda de vida, si pudiera volver a \xE9l.

Y la noche... la veo todav\xEDa como si fuera hoy. Las ventanas estaban
abiertas, los tallos flexibles de la vi\xF1a virgen se mec\xEDan con el
viento, y, desde muy lejos, un trote de caballos, un chasquido de lanzas
y de sables llegaban hasta mis o\xEDdos. Nada pod\xEDa ver, pues la obscuridad
lo cubr\xEDa todo, pero yo sab\xEDa que era una tropa de cosacos que recorr\xEDa
la frontera.

Entonces cerr\xE9 los ojos y so\xF1\xE9: un grupo de jinetes avanza; a su cabeza
viene el hijo del Rey, rubio y magn\xEDfico, sobre su blanco palafr\xE9n. Yo
soy la Princesa y estoy sentada en la torrecilla de la antigua mansi\xF3n;
el renombre de mi hermosura se ha extendido de tal modo en la comarca,
que el hijo del Rey se ha decidido a venir, escoltado por lo m\xE1s selecto
de sus cortesanos, para verme y pedir mi mano al viejo caballero, mi
padre.

Y en eso me acuerdo de Marta, y me pregunto si a ella, en su calidad de
primog\xE9nita, no le corresponde la primac\xEDa. Pero, para consolarme, me
digo que, como ella ama a su Roberto, no necesita de ning\xFAn Pr\xEDncipe.

Y me figuro entonces lo que dar\xE9 a todos los m\xEDos cuando haya subido al
trono: a Marta, un espl\xE9ndido aderezo; a pap\xE1, un cofre de hierro lleno
de oro; a mam\xE1, una gran caja de pi\xF1as azucaradas.

El chasquido de lanzas desaparece a lo lejos, y con \xE9l mi sue\xF1o.

* * *

Roberto lleg\xF3 al d\xEDa siguiente.

En el momento en que el carruaje que lo conduc\xEDa, rod\xF3 bajo el port\xF3n,
Marta estaba al lado del fog\xF3n. Corr\xED a buscarla y le susurr\xE9 en el
o\xEDdo:

--Marta, creo que ah\xED est\xE1.

Pero ella me demostr\xF3 en seguida que yo no era su confidente: me mir\xF3 un
instante fijamente y me pregunt\xF3, como si su esp\xEDritu estuviera lejos:

--\xBFDe qui\xE9n quieres hablar?

--\xBFDe qui\xE9n? Pues del primo, naturalmente.

--\xBFY por qu\xE9 me dices eso tan misteriosamente?

Y como al o\xEDr eso me encog\xED de hombros, ella tom\xF3 la espumadera que
hab\xEDa dejado caer y volvi\xF3 a su tarea.

--\xBFY esa es toda la alegr\xEDa que sientes?--continu\xE9, encogiendo el labio
con expresi\xF3n despreciativa.

Pero ella me apart\xF3 con la mano izquierda, con una brusquedad
inacostumbrada.

--\xA1Vete, chiquilla, te lo ruego!

Y he ah\xED c\xF3mo yo recib\xED al primo Roberto en su lugar.

En el instante en que sal\xED al terrado, \xE9l bajaba del carruaje.

\xABNo es mucho mejor que pap\xE1,\xBB fue mi primer pensamiento. Era alto, de
estatura gigantesca, el pecho y las espaldas anchas, el rostro moreno,
con dos ojillos azules, y encuadrado por una barba rubia, erizada, una
de aquellas barbas que llevaban los antiguos lasquenetes.

--\xABNo falta m\xE1s que la yugular,\xBB--pens\xE9 para mis adentros.

De un salto salv\xF3 varios escalones y ri\xE9ndose vino a m\xED:

--\xA1Hola! \xA1Buenos d\xEDas, Marta!--grit\xF3.

Luego, de improviso, se estremeci\xF3, me mir\xF3 de los pies a la cabeza y se
qued\xF3 como petrificado en medio de la escalera.

--\xA1Yo no me llamo Marta, sino Olga!--dije un poco humillada.

--\xA1Ya me lo dec\xEDa yo!...--exclam\xF3 sacudi\xE9ndose, y, adelant\xE1ndose hacia
m\xED, me alarg\xF3 una mano roja y tosca de trabajador, toda encallecida y
agrietada.

--\xAB\xA1Qu\xE9 palurdo!\xBB--me dije mentalmente.

Cuando ya estuvimos dentro de la casa, me examin\xF3 nuevamente.

--Todav\xEDa eras una peque\xF1uela, cuando sal\xED de aqu\xED, y me parece
verdaderamente extraordinario que te asemejes tanto a Marta.

--\xAB\xBFYo, parecerme a Marta?--pens\xE9--\xBFCu\xE1ndo me habr\xE9 parecido a Marta?\xBB

--Pero no--continu\xF3,--ella no era tan alta, sus cabellos eran m\xE1s
claros, no ten\xEDa esa expresi\xF3n tan altiva, y... no miraba con ojos tan
severos.

--\xA1Ah, Dios del Cielo!--me dije.--\xBFAcaso nunca has visto los ojos de
Marta?

En ese instante se abri\xF3 muy suavemente la puerta de la cocina, y por la
abertura, no m\xE1s ancha que la mano, ella se escurri\xF3 en la habitaci\xF3n.
No se hab\xEDa quitado el delantal; su rostro estaba tan blanco como \xE9l, y
los labios le temblaban.

--Bienvenido seas, Roberto--le dijo t\xEDmidamente por detr\xE1s, pues \xE9l se
hab\xEDa vuelto hacia m\xED.

Al primer sonido de esa voz, Roberto se dio media vuelta bruscamente, y
entonces se quedaron un rato frente a frente sin hacer un movimiento,
sin articular una s\xEDlaba.

Yo temblaba; hac\xEDa dos d\xEDas que acechaba ese momento, y he ah\xED que el
resultado burlaba lastimosamente mi espera.

Al fin se acercaron lentamente el uno al otro y se besaron. Pero ese
mismo beso no me gust\xF3; a m\xED no me habr\xEDa besado de otra manera.

--S\xED, pero ni siquiera lo ha hecho--agregu\xE9 para mis adentros.

Despu\xE9s permanecieron nuevamente inm\xF3viles y silenciosos. Mi coraz\xF3n
lat\xEDa con tanta violencia, que tuve que apretarme el pecho con las dos
manos.

Al fin, Marta le dijo:

--\xBFNo quieres sentarte, Roberto?

\xC9l hizo un adem\xE1n de asentimiento y se dej\xF3 caer en un rinc\xF3n del sof\xE1
que cruji\xF3 bajo su peso. Continuaba mir\xE1ndola incesantemente; al cabo de
un largo rato, dijo:

--\xA1Mucho has cambiado, Marta!

Al o\xEDr esto me pareci\xF3 que me daban una bofetada.

Una sonrisa de una tristeza indecible roz\xF3 los labios de Marta:

--S\xED--dijo.--\xA1Mucho debo haber cambiado!

Nuevo silencio. Se habr\xEDa dicho que Roberto necesitaba mucho tiempo para
encontrar palabras capaces de expresar su pensamiento.

--\xBFC\xF3mo es que jam\xE1s he sabido que estabas enferma?--concluy\xF3 por decir.

--No lo s\xE9--replic\xF3 ella con una dulzura en que se descubr\xEDa un poco de
amargura.

--\xBFNo pod\xEDas escrib\xEDrmelo?

--Pero, \xBFacaso nos escribimos?

Roberto empuj\xF3 con irritaci\xF3n el pie de la mesa.

--Pero cuando uno no est\xE1 bien... entonces... entonces...

No supo decir m\xE1s.

Yo apret\xE9 los pu\xF1os: \xA1habr\xEDa sabido concluir tan bien la frase por \xE9l!

--T\xFA sabes--dijo Marta,--que el enfermo es siempre el \xFAltimo en saber
que no est\xE1 bien.

--Yo cre\xEDa que \xE9l deb\xEDa saberlo mejor que nadie.

--\xBFY si uno juzga que no vale la pena hacerle caso?

Esta vez Marta habl\xF3 sin amargura, en el tono tranquilo y moderado que
le era habitual, y, sin embargo, cada palabra me part\xEDa el coraz\xF3n.

--\xA1Oh, Marta!--gritaba una voz dentro de m\xED.--\xBFPor qu\xE9 me has rechazado?

En eso ella solt\xF3 una risa breve y pregunt\xF3 a Roberto c\xF3mo estaban en su
casa, y lo que hac\xEDan mi t\xEDo y mi t\xEDa.

--Pero primero, quisiera saber lo que hacen mi t\xEDo y mi t\xEDa--dijo
mirando en su derredor hasta en los rincones.

Yo estaba tan contenta de ver disiparse el embarazo que los oprim\xEDa, que
al verlos buscar por el cuarto tan c\xF3micamente, prorrump\xED en una risa
estrepitosa.

Ambos se volvieron hacia m\xED, sorprendidos, como si s\xF3lo entonces notaran
mi presencia.

--\xBFY qu\xE9 dices de nuestra Olguita?--pregunt\xF3 Marta, tom\xE1ndome por la
mano con adem\xE1n maternal.--\xBFTe gusta?

--Ahora un poco m\xE1s--dijo examin\xE1ndome.--Antes me pareci\xF3 demasiado
ense\xF1orada.

--Sin embargo, no pod\xEDa saltarte al cuello en seguida--repliqu\xE9.

--\xBFY por qu\xE9 no?--repuso con una sonrisa.--\xBFCrees que no habr\xEDa habido
bastante lugar para ti?

--No--dije, para que supiera de una vez c\xF3mo hab\xEDa que tratarme.--Ese no
es mi lugar.

Entonces me mir\xF3 muy azorado, y dijo meneando la cabeza:

--\xA1C\xE1spita! La chiquilla es mordaz.

Yo iba a replicar, pero pap\xE1 entr\xF3.

En la mesa no los perd\xED de vista, pero nada sospechoso hubo que
observar; apenas si cambiaron algunas miradas.

--M\xE1s tarde, cuando nuestros padres duerman--me dije,--tratar\xE1n de
escaparse.--Pero me equivoqu\xE9. Se quedaron tranquilamente en la sala y
ni una sola vez trataron de alejarme. \xC9l fumaba, sentado en un rinc\xF3n
del canap\xE9; ella estaba sentada cinco pasos m\xE1s all\xE1, junto a la
ventana, con su bordado.

--Quiz\xE1 son demasiado t\xEDmidos--me dije,--y esperan que la ocasi\xF3n se
presente sola.--Hice dos o tres observaciones, para ver si cambiaban de
lugar, y sal\xED de la habitaci\xF3n. Luego, con el coraz\xF3n palpitante, esper\xE9
media hora, encerrada en mi cuarto y contando los minutos antes de
atreverme a volver.

--Ahora--me dije,--\xE9l se le acercar\xE1, le tomar\xE1 la mano y la mirar\xE1 por
largo rato en los ojos. \xBFMe amas siempre?--le preguntar\xE1,--y ella,
ruboriz\xE1ndose, con una mirada h\xFAmeda, se dejar\xE1 caer sobre su pecho.

Cerr\xE9 los ojos y suspir\xE9. Las sienes me palpitaban, me sent\xEDa cada vez
m\xE1s embriagada por las im\xE1genes que me representaba y me figuraba su
continuaci\xF3n; lo ve\xEDa caer de rodillas delante de ella, y, con miradas
ardientes, balbucir juramentos apasionados de amor y de fidelidad.

Me sab\xEDa de memoria lo que \xE9l le dec\xEDa en ese momento, y no menos bien
lo que ella le contestaba: habr\xEDa podido soplarle las palabras.

Cuando pas\xF3 la media hora, me consult\xE9 para saber si les otorgar\xEDa
todav\xEDa algunos instantes: yo era entonces su providencia, y, en esta
calidad, les acord\xE9 graciosamente mi protecci\xF3n, con una sonrisa.

--\xA1Ojal\xE1 puedan vaciar hasta el fondo la copa del deleite!--pens\xE9, y
resolv\xED ir todav\xEDa a dar una vuelta por el jard\xEDn. Pero la curiosidad me
dominaba a tal extremo, que a la mitad del camino volv\xED sobre mis pasos.

Me acerqu\xE9 sin ruido hasta la puerta, pero apenas hall\xE9 el valor
necesario para dar vuelta al bot\xF3n: la idea de lo que iba a presenciar
me oprim\xEDa el pecho hasta ahogarme.

\xBFY qu\xE9 fue lo que vi?

Roberto estaba todav\xEDa sentado, como yo lo hab\xEDa dejado, en una esquina
del canap\xE9; hab\xEDa fumado su cigarro, del que no le quedaba ya m\xE1s que la
punta entre los dedos, y el bordado de Marta conten\xEDa una flor que antes
no exist\xEDa.

--\xBFPor qu\xE9 te encoges de hombros con adem\xE1n tan despreciativo?--me
pregunt\xF3 Marta.

Y Roberto agreg\xF3:

--Parece que no tengo la aprobaci\xF3n de la se\xF1orita.

--As\xED, pues, siempre mis buenas intenciones son objeto de insultos--me
dije, y sal\xED golpeando violentamente la puerta detr\xE1s de m\xED.

Toda esa noche, loca de m\xED, me la pas\xE9 despierta hasta el amanecer,
represent\xE1ndome la manera c\xF3mo yo, Olga Bremer, habr\xEDa procedido en el
lugar de uno y otro. Unas veces era Roberto y otras Marta; sent\xEDa,
hablaba, obraba por ellos, y en el silencio de mi dormitorio resonaba el
murmullo apasionado de un amor ardiente, desde\xF1oso del mundo entero.

Como para mi gusto, las cosas se presentaban demasiado simples, invent\xE9
un mont\xF3n de dificultades: negativa de los padres, cita nocturna en la
frontera y sorpresa por los cosacos, encarcelamiento, maldici\xF3n
paternal, fuga, y, por fin, muerte com\xFAn en las aguas, pues un verdadero
amor no me parec\xEDa dignamente sellado y concluido sino por la muerte.

Cuando me levant\xE9, al d\xEDa siguiente por la ma\xF1ana, ten\xEDa zumbidos en la
cabeza, y ante mis ojos bailaban manchas de luz verdes y amarillas.

Al ver mi semblante, Marta junt\xF3 las manos por encima de su cabeza, y
Roberto, que otra vez estaba sentado en la esquina del sof\xE1, envuelto
nuevamente en nubes de humo, exclam\xF3:

--\xBFHas pasado la noche llorando o bailando?

--Bailando--repliqu\xE9,--en el Brocken con otras brujas.

--No se puede sacar una palabra racional de esta chiquilla,--dijo
moviendo la cabeza.

--A preguntas necias...--repliqu\xE9.

--\xA1Vaya! no volver\xE9 a abrir la boca--dijo ri\xE9ndose;--de lo contrario se
me servir\xEDa desde por la ma\xF1ana un plato de necedades como en mi vida he
comido.

Marta me dirigi\xF3 una mirada de reproche. Yo hu\xED al fondo del parque, al
lugar m\xE1s sombreado, y ocult\xE9 mi encendida cara entre el fresco follaje.

Poco me faltaba para llorar.

--He ah\xED, pues, mi destino--me dec\xEDa:--desconocida por todo el mundo,
aislada y desde\xF1ada con mi coraz\xF3n ardiente de amor, marchit\xE1ndome en mi
rinc\xF3n sin que nadie me solicite, mientras que en torno m\xEDo todo se
entrelaza y satisface su pasi\xF3n en ardientes besos.

S\xED, en sue\xF1o, hab\xEDa substituido tan bien a Marta en su amor, que hab\xEDa
llegado a tomarme por la hero\xEDna: el desencanto no pod\xEDa hacerse
esperar.

\xA1Si por lo menos a ellos dos se les hubiera ocurrido, m\xE1s tarde, seguir
los vuelos de mi imaginaci\xF3n! pero mientras m\xE1s tiempo Roberto
permanec\xEDa entre nosotros, m\xE1s observaba las relaciones de Marta con \xE9l,
y m\xE1s me convenc\xEDa de que el inter\xE9s que yo les prodigaba, se perd\xEDa
totalmente.

Ella, encarnaci\xF3n de la ama de casa, fr\xEDa y t\xEDmida, sometida a todas las
fatalidades de la existencia cuotidiana; \xE9l, encarnaci\xF3n del
propietario, pesado y obtuso, incapaz de toda pasi\xF3n. Discurr\xEDa en esta
forma, mientras mi coraz\xF3n estuvo lleno del sentimiento amargo de que yo
pasaba inadvertida y era in\xFAtil. Entonces ocurri\xF3 un incidente que no
s\xF3lo suaviz\xF3 mi humor, sino que hasta modific\xF3 sensiblemente mi juicio
sobre nuestro primo.



VII


Hac\xEDa cuatro d\xEDas que Roberto estaba en casa, cuando vino a buscarme de
improviso y me dijo:

--Olguita, quisiera pedirte algo; \xBFno vendr\xEDas a hacer un paseo a
caballo conmigo?

--\xA1Qu\xE9 honor!--repliqu\xE9.

--No, no hay que volver a empezar en ese tono--dijo con una risa en la
cual se notaba algo de enfado.--Tratemos de ser buenos camaradas por
media hora, \xBFquieres?

Su ingenua franqueza me agrad\xF3: dije que s\xED.

Cuando nuestros caballos pasaron el port\xF3n, Marta estaba en la ventana
de la cocina y nos hizo se\xF1as con su delantal blanco.

--Ves, Marta--dije para mis adentros,--as\xED es c\xF3mo me ir\xEDa con \xE9l a
trav\xE9s del vasto mundo, si fuera su querida.

Yo no ten\xEDa entonces m\xE1s que una noci\xF3n bastante confusa de lo que es
una \xABquerida\xBB y no vacilaba en elevar a Marta a esa dignidad.

--Monta bien--pens\xE9 en seguida;--mi \xABhijo del rey\xBB no ser\xEDa mejor
jinete.

Y entonces me sorprend\xED al ver que me hab\xEDa erguido, orgullosa y alegre,
en mi silla, invadida por un indefinible sentimiento de bienestar que me
hac\xEDa correr un estremecimiento por todo el cuerpo.

Roberto nada dec\xEDa, pero con frecuencia se inclinaba hacia m\xED y me hac\xEDa
una se\xF1a amistosa, como si juzgase prudente consolidar nuestro pacto
cada cinco minutos: trabajo in\xFAtil, pues nada estaba m\xE1s lejos de mi
imaginaci\xF3n que la idea de romperlo. Cuando hubimos trotado una media
hora a un paso bastante vivo, detuvo su caballo y me dijo:

--\xBFBueno, chiquilla?

--\xBFQu\xE9 hay, \xABgrande\xBB?

--\xBFRegresamos?

--\xA1Oh, no!

No estaba dispuesta a renunciar tan f\xE1cilmente a lo que me llenaba de
una satisfacci\xF3n tan completa.

--Entonces, \xA1al bosque de Illowo!--dijo \xE9l se\xF1alando la mancha azulada
que cerraba el horizonte a lo lejos.

Hice un signo afirmativo, y di tal latigazo a mi caballo, que \xE9ste se
irgui\xF3 y parti\xF3 dando saltos.

--\xA1Bravo, por la chica de quince a\xF1os!--grit\xF3 \xE9l detr\xE1s de m\xED.

--\xA1Dispense, diecis\xE9is!--repliqu\xE9, volvi\xE9ndome a medias hacia \xE9l.--Por
otra parte, si me vuelves a echar en cara mi juventud, \xA1se acab\xF3
nuestra camarader\xEDa!

--\xA1En nombre del Cielo!--dijo \xE9l ri\xE9ndose.

Y continuamos nuestra carrera sin decir palabra.

El bosque de Illowo est\xE1 dividido por una peque\xF1a corriente de agua,
cuyas orillas se hallan tan cerca la una de la otra, que las ramas de
los \xE1lamos que las pueblan a cada lado, se entrelazan y forman por
encima del espejo obscuro de las aguas una alta b\xF3veda de verdura que, a
cada desv\xEDo del riachuelo, termina en un muro de follaje, para volver a
formarse inmediatamente despu\xE9s.

Bajo esa b\xF3veda, junto al borde del agua, conoc\xEDa desde mi infancia m\xE1s
de un escondrijo, donde me pasaba las horas enteras, leyendo o so\xF1ando,
mientras mi caballo, un poco m\xE1s arriba, pac\xEDa tranquilamente en el
bosque.

Y como esta vez \xEDbamos lentamente, por entre los troncos de \xE1rbol, se me
ocurri\xF3 hacerle conocer uno de mis retiros.

--Quiero bajar--le grit\xE9,--ven a ayudarme a echar pie a tierra.

De un salto baj\xF3 de su caballo e hizo lo que yo le ped\xEDa.

--\xBFQu\xE9 quieres hacer?--me pregunt\xF3.

--Vas a verlo--dije,--pero primero suelta los caballos...

--\xA1No faltaba m\xE1s!--dijo Roberto ri\xE9ndose.--Me haces el efecto de quien
quiere coger las liebres poni\xE9ndoles un grano de sal bajo la cola.

E hizo adem\xE1n de atar las riendas a un tronco de \xE1rbol.

--\xA1Su\xE9ltalos!--orden\xE9.

Y como \xE9l no obedec\xEDa castigu\xE9 a los caballos con mi varilla: antes que
\xE9l hubiera pensado en sostener m\xE1s fuertemente las bridas, los caballos
galopaban ya libremente en el bosque.

--\xBFY ahora?--dijo mi primo poni\xE9ndose las manos en los bolsillos.--\xBFTe
imaginas que van a dejarse coger otra vez?

--Por ti, no--respond\xED ri\xE9ndome, pues estaba segura de mis favoritos.

Y cuando al o\xEDr un ligero silbido de mis labios, ambos acudieron desde
lejos dando brincos y vinieron a rozar suavemente mi cuello con sus
hocicos, esperando una caricia, mi coraz\xF3n se dilat\xF3: me sent\xEDa
orgullosa de que hubiera en la tierra criaturas, aunque privadas de
raz\xF3n, que se inclinaban ante mi poder y me eran sumisas por afecto, y
alc\xE9 hacia Roberto una mirada triunfante: ahora \xE9l deb\xEDa saber qui\xE9n era
yo y qu\xE9 pretend\xEDa.

Pero vi muy bien que todav\xEDa yo no le impon\xEDa.

--\xA1Maravilloso, chica!--dijo \xE9l, y nada m\xE1s.

En seguida me dio un golpecito paternal en el hombro y se recost\xF3
perezosamente en el c\xE9sped. Los rayos de sol que pasaban a trav\xE9s de las
ramas, reluc\xEDan en su barba: me pareci\xF3 un gigante en reposo, semejante
a los que nos pintan las leyendas del Norte.

Pero en el momento en que, al contemplarlo, iba a sumergirme en mis
visiones rom\xE1nticas, se puso a bostezar terriblemente, de tal modo que
volv\xED a caer repentina y bruscamente en la prosa.

--\xA1Pero no nos vamos a quedar aqu\xED, mi se\xF1or primo!

--No seas loca, chiquilla--dijo \xE9l cerrando los ojos.--Haz como yo,
vamos a dormir.

Tuve un impulso de alegr\xEDa, y, acerc\xE1ndomele, lo cog\xED por el cuello y lo
sacud\xED fuertemente.

Quiso asir mi vestido, pero yo me escap\xE9, lo que le hizo levantarse
vivamente para correr tras de m\xED.

Entonces, tranquilamente me adelant\xE9 hacia \xE9l y le dije:

--Bueno, ahora, ven.

Por entre espesos matorrales, lo conduje a la base de la pendiente
escarpada, al pie de la cual reposaba el agua profunda semejante a un
espejo obscuro. All\xED, los \xE1rboles de anchas hojas y toda clase de
plantas trepadoras formaban, al engancharse a una salida de la roca, una
cuna natural, donde hab\xEDa sombra aun en pleno mediod\xEDa.

All\xED fue donde le hice entrar.

--\xA1Mil truenos! He aqu\xED un lindo rinc\xF3n, chica--dijo \xE9l al mismo tiempo
que se extend\xEDa c\xF3modamente sobre la piedra, tanto que sus pies ca\xEDan
casi al nivel del agua.

--Ven, ponte a mi lado; hay sitio para los dos.

Lo obedec\xED, pero me sent\xE9 de manera que mi mirada pudiera dominarlo.

\xC9l fing\xEDa dormir, y de cuando en cuando, por entre sus p\xE1rpados medio
cerrados, alzaba los ojos hacia m\xED.

De repente se me ocurri\xF3 esta idea:

\xAB\xBFSi fueras Marta, qu\xE9 har\xEDas en este momento?\xBB

Y un pavor tal se apoder\xF3 de m\xED, que la sangre me subi\xF3 hirviente a la
cara.

--\xBFEres miedosa, chiquilla?--me pregunt\xF3.

Yo sacud\xED la cabeza.

--Entonces, ven.

--Ya estoy a tu lado.

--Ponte all\xED, delante de m\xED.

Hice lo que me ped\xEDa: mis pies tocaban casi el borde de la piedra.

De pronto, se levant\xF3, me asi\xF3, r\xE1pido como el rayo, por la cintura, y
en el mismo instante me sent\xED suspendida sobre el agua.

Lo mir\xE9 ri\xE9ndome.

--\xA1C\xF3mo!... \xA1C\xF3mo!...--dijo.--\xA1No hay de qu\xE9 re\xEDrse! Si te dejara
caer...

--Me ahogar\xEDa... Pues bien, \xA1d\xE9jame caer!

--No. Antes quiero que me confieses algo.

--\xBFQu\xE9?

--\xBFPor qu\xE9 no puedes sufrirme?

Respir\xE9 profundamente. Al mismo tiempo sent\xED que las suelas de mis
botines tocaban ya la superficie del agua: \xE9l no pod\xEDa dejarme caer m\xE1s.
Una deliciosa sensaci\xF3n de desfallecimiento me invadi\xF3.

--Pero yo puedo sufrirte--le dije.

--\xBFPor qu\xE9 entonces me contestas siempre de tan mala manera?

--Porque soy una muchacha mal criada.

--\xA1Enhorabuena!--dijo \xE9l, ri\xE9ndose.

Y, con un movimiento brusco, me alz\xF3 como una pluma: yo me volv\xED a
encontrar de pie sobre la piedra.

--Bueno, ahora si\xE9ntate; vamos a conversar seriamente.

Me tom\xF3 la mano y continu\xF3:

Mira, soy un hombre sencillo, he trabajado mucho y pensado poco en
ejercitar mi esp\xEDritu. T\xFA, con tu vivacidad, me ganas f\xE1cilmente; por
eso es que siempre me cuesta trabajo hablarte. T\xFA no lo haces con mala
intenci\xF3n, bien lo s\xE9, pues en nuestra familia no se conoce la maldad;
pero de todos modos eso no conviene. Tengo casi doce a\xF1os m\xE1s que t\xFA, t\xFA
eres todav\xEDa una chiquilla, o poco menos... \xBFTengo raz\xF3n?

--Tienes raz\xF3n...--respond\xED humildemente.

Y me preguntaba aparte lo que se hab\xEDa hecho mi altivez.

--\xBFPor qu\xE9, pues, proced\xEDas as\xED?

--Porque quer\xEDa agradarte.

Y exhal\xE9 un profundo suspiro.

\xC9l me mir\xF3 en los ojos con asombro.

--Porque quer\xEDa mostrarte que no soy una tontuela, que tengo la cabeza
muy a plomo, que yo...

Me detuve muy confusa. Roberto se mord\xEDa la barba y miraba frente a \xE9l,
pensativo.

--\xA1Miren eso!--dijo.--Pues bien, creo que yo te estaba tomando por el
mal lado. \xA1Qu\xE9 suerte que haya seguido el consejo de Marta!

--\xBFDe Marta? \xBFQu\xE9 consejo te ha dado?

--T\xF3mala aparte, uno de estos d\xEDas--me ha dicho,--y expl\xEDcate con ella.
Cuando Olga no quiere a algui\xE9n, lo aborrece, y me dar\xEDa mucha pena que
no te tuviera cari\xF1o.

--\xBFMarta ha dicho eso?--exclam\xE9, y las l\xE1grimas me asomaron a los
ojos.--\xA1Qu\xE9 coraz\xF3n, qu\xE9 coraz\xF3n de oro!

--S\xED, ha dicho eso y muchas otras cosas m\xE1s para explicar tu
temperamento y excusarte. Y como amo a Marta...

--\xBFLa amas?--dije, interrumpi\xE9ndolo, \xE1vida de saber m\xE1s.

--S\xED, profundamente--respondi\xF3 \xE9l pensativo, con los ojos fijos en el
agua que corr\xEDa a sus pies.

Mi coraz\xF3n lat\xEDa tan precipitadamente, que apenas pod\xEDa respirar. \xA1As\xED,
pues, \xE9l me tomaba por confidente, me convert\xEDa en su aliada! Habr\xEDa
querido saltarle al cuello, inmediatamente, tan agradecida me sent\xEDa
hacia \xE9l.

--Y... \xBFella lo sabe?

--Debe saberlo... es una cosa que no se puede ocultar...

--\xBFC\xF3mo?...--balbuc\xED.--\xBFT\xFA no... no... se lo has dicho?

Roberto sacudi\xF3 tristemente la cabeza.

Yo ca\xED desde lo alto de las nubes. \xA1De modo que los bosquecillos de
nuestro jard\xEDn nunca hab\xEDan prestado su abrigo a dos enamorados; la
luna, que brillaba por entre las ramas, nunca hab\xEDa sido testigo de
besos clandestinos! \xA1Puras quimeras todas mis imaginaciones!

Pero, en medio de mi desilusi\xF3n, sent\xEDa una profunda compasi\xF3n por ese
gigante, que, sin m\xE1s fuerzas que un ni\xF1o, buscaba amparo en m\xED. Me jur\xE9
que su confianza en m\xED no ser\xEDa vana.

--\xBFY por qu\xE9 has guardado silencio?--insist\xED.

Pareci\xF3 que consideraba mi extrema juventud con un poco de desconfianza;
sin embargo, dijo con un profundo suspiro:

--En aquel tiempo, yo era un muchacho t\xEDmido y no encontraba el valor
necesario para hablar. \xA1En esos primeros a\xF1os de locura se siente uno
tan transportado, si obtiene siquiera un apret\xF3n de manos a hurtadillas!
Se figura uno que el mismo matrimonio no podr\xE1 ofrecer un deleite mayor.
Pero en realidad t\xFA no puedes comprender eso.

--\xBFQui\xE9n sabe?--repliqu\xE9 en mi inocencia.--Mucho he le\xEDdo ya sobre eso.

--En resumen--prosigui\xF3 \xE9l,--yo era entonces m\xE1s o menos tan ingenuo
como t\xFA ahora. Y hoy, \xBFsabes? hoy, si hablo, la menor palabra me vincula
a ella, con cadena indisoluble, y para siempre.

--\xBFEntonces, no quieres vincularte?--le pregunt\xE9 con sorpresa.

--No tengo derecho para ello--grit\xF3,--no tengo derecho. No s\xE9 si podr\xE9
hacerla feliz.

--\xA1Oh! \xA1Francamente... si no lo sabes!...

Encog\xED el labio con desprecio y dentro de m\xED, llegu\xE9 a esta conclusi\xF3n:
\xAB\xA1Entonces, no la ama!\xBB

Pero \xE9l, con los ojos chispeantes, se anim\xF3 m\xE1s:

--Compr\xE9ndeme, ni\xF1a. Si eso dependiera de m\xED, no pedir\xEDa m\xE1s que
llevarla toda mi vida en mis brazos, para que su pie nunca tropezara con
las piedras del camino. Pero... \xA1oh! \xA1esta miseria, esta miseria!

Y se mesaba los cabellos de tal modo, que yo me sent\xEDa realmente
turbada. Nunca habr\xEDa cre\xEDdo posible que ese hombre tan tranquilo y
grave pudiera volverse tan apasionado.

--Conf\xEDame tus tormentos, Roberto--dije, poni\xE9ndole la mano en el
hombro.--No soy m\xE1s que una chica, muy sencilla, pero eso desahogar\xE1 tu
coraz\xF3n.

--\xA1No puedo!--gimi\xF3,--\xA1no puedo!

--\xBFY por qu\xE9?

--Porque ser\xEDa mortificante... hasta para ti. No puedo decirte m\xE1s que
una cosa: Marta es una criatura delicada, tierna e impresionable; jam\xE1s
podr\xEDa resistir al torrente de penas y de tormentos que caer\xEDa sobre
ella: se doblar\xEDa como una fr\xE1gil ca\xF1a al primer soplo de la tormenta.
\xBFDe qu\xE9 me servir\xEDa tener que llevarla al cementerio pocos a\xF1os despu\xE9s
de nuestro matrimonio?

Un helado calofr\xEDo me pasa por todo el cuerpo cuando pienso en la
horrible manera en que deb\xEDa realizarse esa frase, llena de
presentimiento, pero en aquel momento nada vino a advert\xEDrmelo: s\xF3lo
experimentaba un vivo deseo de dar a ese amor, por dem\xE1s prosaico para
mi gusto, un giro tan rom\xE1ntico como fuera posible. Desgraciadamente no
hab\xEDa gran cosa que hacer. Por lo menos asum\xED una expresi\xF3n capaz y
busqu\xE9 en mi memoria algunas de las frases que las venerables sibilas o
los confesores dan ordinariamente como vi\xE1tico a los amantes
desgraciados.

Y \xE9l, como un gran ni\xF1o que era, bebi\xF3 esas tontas palabras de consuelo
con la avidez de un hombre que se muere de sed.

--\xBFPero tendr\xE1 paciencia ella tambi\xE9n?--me pregunt\xF3, y parec\xEDa perder
nuevamente el valor.

--\xA1S\xED, la tendr\xE1! \xA1Conf\xEDa plenamente!--grit\xE9 con arrebato.--Puesto que
espera desde hace tanto tiempo, podr\xE1 muy bien tener paciencia uno o dos
a\xF1os m\xE1s. Ya ver\xE1s c\xF3mo se somete de buen grado.

--\xA1Y si, aun m\xE1s tarde, ese casamiento no pudiera realizarse!--objet\xF3
Roberto.--\xA1Si yo defraudara su esperanza, si hubiera jugado con su
coraz\xF3n! \xA1No, no hablar\xE9; antes me arrancar\xE1n la lengua, no hablar\xE9!

--Si no quer\xEDas hablar, \xBFpara qu\xE9 viniste entonces?

Dios sabe c\xF3mo ese pensamiento de doble filo vino a mi esp\xEDritu de joven
aturdida. Sent\xED confusamente que al pronunciar esas palabras comet\xEDa un
acto de crueldad, pero... ya era tarde.

Vi palidecer su rostro, sent\xED que su respiraci\xF3n ardiente se exhalaba en
un suspiro.

--Soy un hombre de honor, Olga--murmur\xF3 entre dientes;--\xBFpara qu\xE9
atormentarme? Pero, ya que has hecho la pregunta, tendr\xE1s una respuesta.
He venido porque ya no pod\xEDa vivir sin ella, porque quer\xEDa beber en sus
ojos el consuelo y la fuerza necesarios para las tristezas venideras, y
porque... porque, en el fondo, acariciaba siempre la secreta esperanza
de que las cosas aqu\xED pudieran tomar otro giro, que todo pudiera
arreglarse para que yo me la llevara conmigo.

--\xBFY las cosas no se arreglan?

--\xA1No!... No preguntes por qu\xE9. Cont\xE9ntate con esta respuesta: \xA1no!

De repente se inclin\xF3 hacia m\xED, se apoder\xF3 de mis manos y me dijo desde
el fondo del coraz\xF3n:

--Ves, Olga, c\xF3mo nuestro compa\xF1erismo ha tenido mejor resultado que el
que pod\xEDamos esperar uno y otro hace media hora. \xBFQuerr\xEDas asistirme
fielmente, y ayudarme en cuanto estuviera en tu poder?

--S\xED, te ayudar\xE9--respond\xED, y al decir esto me sent\xED penetrada de la
solemnidad de mi promesa.

--Veo que ya no eres una ni\xF1a--continu\xF3 \xE9l,--eres una joven en\xE9rgica e
inteligente, y si emprendes algo, no flaquear\xE1s. \xBFQuieres velar por
ella, para que no se desaliente, si todav\xEDa esta vez me voy sin haber
hablado? \xBFLo quieres?

--S\xED, velar\xE9--repet\xED.

--\xBFY quieres escribirme de cuando en cuando para decirme c\xF3mo est\xE1, si
se siente bien, si sigue animosa? \xBFQuieres?

--Te escribir\xE9--volv\xED a contestar.

--Entonces, ven, dame un beso, y seamos buenos amigos en lo sucesivo y
para siempre.

Y me bes\xF3 en los labios...

Cinco minutos despu\xE9s est\xE1bamos a caballo, y trot\xE1bamos r\xE1pidamente
hacia la casa, pues ya comenzaba a obscurecer.

--\xA1Cu\xE1nto han tardado!--dijo Marta que estaba en el terrado, con su
delantal blanco, y nos sonre\xEDa desde lejos.

Cuando la vi, experiment\xE9 el sentimiento de que toda la ternura que yo
pudiera prodigarle, ser\xEDa poca. Me precipit\xE9 hacia ella y la bes\xE9
impetuosamente. Pero, al mismo tiempo tuve pena, pues me parec\xEDa que as\xED
borraba de mis labios el beso de Roberto. Me desprend\xED de sus brazos,
con el coraz\xF3n oprimido, y me alej\xE9. En la mesa, esa misma noche, no
ces\xE9 de mirar a mi primo, pues me imaginaba que me recordar\xEDa con una
se\xF1a nuestro convenio secreto. Pero \xE9l no pens\xF3 en ello; s\xF3lo cuando
todos se levantaron dese\xE1ndose \xABbuena digesti\xF3n,\xBB me estrech\xF3 la mano de
un modo muy particular, como nunca lo hab\xEDa hecho antes.

Esto me hizo tan feliz como si hubiera recibido un magn\xEDfico presente.

Esa noche, me cost\xF3 mucho trabajo esperar el momento en que me
encontrar\xEDa en mi cama, con la vela apagada. Me gustaba quedarme as\xED,
una hora por lo menos, con los ojos bien abiertos en la obscuridad, y
so\xF1ando: ten\xEDa la facultad de poder quedarme despierta todo el tiempo
que quer\xEDa, y de dormirme tan pronto como me parec\xEDa conveniente; para
ello no ten\xEDa m\xE1s que hundir la nariz en la almohada, y era cosa hecha.
Esta vez me estir\xE9 en mi cama con un sentimiento de bienestar que nunca
hab\xEDa conocido en mi vida. Todos los deseos de mi existencia me parec\xEDan
colmados. Mis mejillas ard\xEDan y en mis labios ten\xEDa, todav\xEDa sensible,
la picaz\xF3n ligera del primer beso con que un hombre--pap\xE1, naturalmente,
no contaba,--los hubiera rozado.

Y si, contempl\xE1ndolo de cerca, ese beso se dirig\xEDa tambi\xE9n a otra, \xBFqu\xE9
me importaba? Era tan joven todav\xEDa, que no pod\xEDa pretender semejante
cosa para m\xED sola.

Volv\xED una vez m\xE1s a mi idea predilecta: \xBFQu\xE9 har\xEDa yo si estuviera en el
lugar de Marta? De esta suerte, no necesitaba desgarrar el tejido de
imaginaciones, que no eran m\xE1s que puras quimeras--ese d\xEDa me lo hab\xEDa
probado bien,--pero pod\xEDa trabajar en \xE9l con toda tranquilidad, y fue lo
que hice en mi desvelo o en mis sue\xF1os, hasta la ma\xF1ana siguiente.

Dos d\xEDas despu\xE9s, Roberto parti\xF3. Algunas horas antes de marcharse tuvo
una larga conversaci\xF3n con Marta en el jard\xEDn.

Los vi internarse en \xE9l sin sentir celos, y fue para m\xED un placer
indecible el guardar la puerta para que nadie los sorprendiera.

Cuando reaparecieron, estaban silenciosos y fijaban en el suelo sus
miradas serias y tristes.

No, no se hab\xEDa declarado, bien lo vi a la primera ojeada, pero hab\xEDa
hablado del porvenir e insinuado sin duda algunas palabritas de t\xEDmida
esperanza.

En el momento en que iba a subir al carruaje se encontr\xF3 por casualidad
solo conmigo algunos segundos. Me tom\xF3 la mano y murmur\xF3:

--\xBFNo revelar\xE1s una sola palabra? \xBFPuedo contar con ello?

Hice un signo de afirmaci\xF3n en\xE9rgica.

--\xBFY me escribir\xE1s pronto?

--Seguramente.

--\xBFAd\xF3nde debo dirigirte la respuesta?

Me qued\xE9 azorada: no hab\xEDa pensado en ello. Pero, como los minutos eran
contados, nombr\xE9 al azar a un viejo mayordomo que me hab\xEDa demostrado
siempre m\xE1s afecto que nadie.



VIII


El tiempo transcurr\xEDa. Lo mismo que antes, los d\xEDas suced\xEDan a los d\xEDas,
y sin embargo, \xA1cu\xE1n nuevo y particular se hab\xEDa vuelto el mundo para
m\xED!

Ya no necesitaba estudiar el amor en los libros, ni mirarlo de lejos;
hab\xEDa penetrado en persona en todo mi ser, sus dulces enigmas me
envolv\xEDan por todas partes y pod\xEDa--\xA1oh deleite!--divertirme con ellos:
estaba sumergida hasta la cabeza en la intriga que deb\xEDa asegurar la
felicidad de mi hermana.

Era maravilla ver, despu\xE9s de esa visita de Roberto, c\xF3mo Marta volv\xEDa a
la vida y recuperaba a la vez fuerzas, colores y salud. Esos pocos d\xEDas
de existencia en com\xFAn con \xE9l hab\xEDan obrado sobre ella como un ba\xF1o
fortificante, y m\xE1s aun la milagrosa fuente de la esperanza, de la cual
hab\xEDa bebido furtivamente a grandes tragos.

Sin duda, no hab\xEDa recobrado su brillante alegr\xEDa de otros tiempos, que
esos siete a\xF1os de ansiosa espera parec\xEDan haberse llevado
irrevocablemente; ni cantos ni risas se escapaban ya de sus labios,
pero un brillo suave y c\xE1lido animaba sus facciones como si una luz
salida del alma, las iluminara. Ya no se arrastraba por la casa a pasos
lentos y cansados, y cuando alguien se le acercaba, ella lo acog\xEDa con
una sonrisa amistosa.

Como su dicha necesitaba desahogarse en afecto, se me acercaba m\xE1s y m\xE1s
y procuraba penetrar en mi pensamiento taciturno y solitario. Eso no
hac\xEDa m\xE1s que aumentar mi cari\xF1o e impulsarme a rogar a Dios para que
derramara sus bendiciones sobre ella, pero no le daba mi confianza.

Mientras no me abriera su coraz\xF3n ella misma, no pod\xEDa ni quer\xEDa
confesarle cu\xE1n profundamente mis ojos hab\xEDan penetrado ya en \xE9l.

M\xE1s de una vez me sorprend\xED contempl\xE1ndola con un sentimiento maternal,
si puedo decirlo, pues desde que estaba en correspondencia seguida con
Roberto, me figuraba que verdaderamente ten\xEDa la felicidad de ambos en
mis manos.

En mi presunci\xF3n, me consideraba f\xE1cilmente como un buen genio, vestido
de blanco, con una palma en la mano, y cuya sonrisa vert\xEDa bendiciones.
Mientras tanto, contaba los d\xEDas hasta la llegada de una carta de
Roberto, y corr\xEDa de ac\xE1 para all\xE1, con las mejillas encendidas, cuando,
al fin, la llevaba sobre mi coraz\xF3n.

Esas cartas se me hab\xEDan hecho tan necesarias, que me era dif\xEDcil
concebir c\xF3mo hab\xEDa podido vivir antes sin ellas. So pretexto de
contarle los hechos y dichos de Marta, sab\xEDa muy bien ahuyentar las
penas de su coraz\xF3n con mi charla, infantil y loca como gusta a los
hombres, para poder sentirse superiores a nosotras, o seria y llena de
madurez, como se hab\xEDa vuelto mi coraz\xF3n. Le agradaba mi ch\xE1chara,
cualquiera que fuera su tono, como se escucha con gusto el gorjeo de un
p\xE1jaro cantor, y yo no ped\xEDa m\xE1s. \xA1Le estaba tan agradecida porque me
hab\xEDa asociado a su grande y sincera pasi\xF3n, a m\xED, a la chicuela a quien
todav\xEDa hac\xEDan salir de la habitaci\xF3n cuando la gente grande quer\xEDa
hablar de cosas serias! Toda mi dignidad, toda la importancia que yo
ten\xEDa a mis propios ojos, me ven\xEDan de ese papel de protectora.

As\xED crec\xEDa yo con ese amor, me alimentaba con esa pasi\xF3n, de la que
nunca la menor migaja deb\xEDa caer para m\xED de la mesa.

* * *

Cuando lleg\xF3 el oto\xF1o, not\xE9 que Marta manifestaba una agitaci\xF3n
extraordinaria. Andaba con paso febril por su cuarto, permanec\xEDa a veces
la mitad de la noche en la ventana, hablaba en voz alta haciendo
ademanes cuando cre\xEDa estar sola, y se estremec\xEDa violentamente cuando
se ve\xEDa sorprendida.

Inform\xE9 fielmente a Roberto de lo que hab\xEDa observado y le pregunt\xE9
adem\xE1s si no hab\xEDa hecho quiz\xE1 esperar su visita para aquella \xE9poca,
pues toda la manera de ser de Marta me parec\xEDa provocada por una
sobreexcitaci\xF3n enfermiza de la espera.

Tuve ocasi\xF3n de estar satisfecha de los conocimientos psicol\xF3gicos de
mis diecisiete a\xF1os, pues mis previsiones eran justas.

Profundamente abatido, me escribi\xF3 que efectivamente, al separarse de
ella, hab\xEDa expresado la esperanza de poder volver en el oto\xF1o siguiente
con cara m\xE1s alegre; pero se hab\xEDa equivocado: estaba, m\xE1s que nunca,
sumergido en las penas y en las deudas, y trabajaba como un esclavo sin
ver brillar el menor fulgor de esperanza.

\xABPor lo menos--le contest\xE9,--l\xEDbrala del tormento de la espera e informa
a nuestros padres, con miramientos, de tu situaci\xF3n.\xBB

As\xED lo hizo: dos d\xEDas despu\xE9s, pap\xE1, muy apenado, trajo la carta que a
causa de mi juventud, todav\xEDa demasiado irracional, yo no deb\xEDa leer.

Esa carta tuvo sobre el \xE1nimo de Marta una influencia que me asust\xF3 y me
conmovi\xF3. La sobreexcitaci\xF3n de las \xFAltimas semanas desapareci\xF3
repentinamente, como barrida de golpe, y dej\xF3 el lugar a ese abatimiento
desesperado que, ya una vez antes de la venida de Roberto, la hab\xEDa
convertido en una sombra: nuevamente se enflaqueci\xF3, y dos surcos
profundos se abrieron en torno de sus ojos, otra vez tuvo que recurrir a
las gotas de valeriana en los momentos frecuentes en que se retorc\xEDa en
crisis dolorosas, otra vez tambi\xE9n le hab\xEDa vuelto ese perpetuo deseo de
llorar que, a la menor ocasi\xF3n, se daba curso en torrentes de l\xE1grimas.

Esta vez, pap\xE1 no mand\xF3 buscar al m\xE9dico: pod\xEDa fijar el dian\xF3stico \xE9l
mismo. Hasta mam\xE1 se compadeci\xF3 de los sufrimientos de la desdichada,
tanto como se lo permit\xEDa su apat\xEDa, y \xE9sta no consent\xEDa que se alejase
de la estufa para atender a su hija enferma.

En cuanto a m\xED, encontr\xE9 entonces por primera vez la ocasi\xF3n de mostrar
a los m\xEDos que ya no era una criatura y que mi voluntad ten\xEDa alg\xFAn
valor, aun cuando se tratara de cosas serias.

Asum\xED toda la direcci\xF3n de la casa, y por m\xE1s que todos sonrieron
maliciosamente y protestaron, y Marta me explic\xF3 repetidas veces que
jam\xE1s consentir\xEDa que yo, la m\xE1s joven, la suplantase, me las compuse
tan bien que al cabo de quince d\xEDas yo era quien manejaba toda la casa.

Fue aquella la \xFAnica \xE9poca en que tuvi\xE9ramos todos que disputar con
Marta; pero poco a poco fuerza le fue reconocer que lo que yo hac\xEDa era
por amor a ella, y finalmente concluy\xF3 por ser la primera en
agradec\xE9rmelo. Por otra parte, se acostumbr\xF3 a cederme en m\xE1s de un
punto, aunque tratando de disimularse a s\xED misma mi influencia y dando a
entender que hab\xEDa que dejar hacer su voluntad a los ni\xF1os.

En mi correspondencia con Roberto, aprend\xED por primera vez que se puede
mentir por amor. Le disimul\xE9 el triste efecto que hab\xEDa producido su
carta; s\xED, no me ruborizaba de escribirle que todo marchaba
perfectamente. Proced\xEDa as\xED porque estaba persuadida de que la verdad lo
habr\xEDa sumido en una multitud de nuevos cuidados y pesares, que no
dejar\xEDan de abatirlo, puesto que nada pod\xEDa remediar. Pero entonces se
me hac\xEDa terriblemente dif\xEDcil conservar el tono de charla ligera, y muy
a menudo las bromas se helaban en la punta de mi pluma.

Y todo se ensombrec\xEDa de d\xEDa en d\xEDa en torno nuestro. Pap\xE1 estaba
cabizbajo, porque las malas cosechas hab\xEDan defraudado sus m\xE1s bellas
esperanzas; mam\xE1 murmuraba, porque nadie iba a distraerla, y Marta se
marchitaba cada vez m\xE1s.

Las fiestas de Navidad llegaron, tan tristes como nunca hasta entonces
nuestro apacible interior hab\xEDa visto otras.

En torno del flamante \xE1rbol de Navidad, que esta vez yo hab\xEDa adornado e
iluminado en lugar de Marta, permanec\xEDamos inm\xF3viles sin saber qu\xE9
decirnos, tan oprimido ten\xEDamos el coraz\xF3n. Y, como nadie se decid\xEDa a
hacerlo, tuve que esforzarme en re\xEDr y hacer lo posible para borrar las
arrugas de inquietud que surcaban todas las frentes. Pero casi no
encontr\xE9 eco y por \xFAltimo nos dimos la mano dese\xE1ndonos buenas noches
para retirarnos cada uno a nuestro cuarto, puesto que no sab\xEDamos c\xF3mo
entrar en materia los unos con los otros.

Cuando llegu\xE9 al lado de Marta, que estaba sentada en un rinc\xF3n, con los
ojos fijos en las velas que comenzaban a apagarse, sent\xED que un doloroso
estremecimiento me atraves\xF3 el pecho, como si le hubiera hecho un
agravio que debiera reparar; pero ignoraba cu\xE1l pod\xEDa ser ese agravio.

Ella me dijo al besarme en la frente;

--\xA1Que Dios te conserve tu valiente coraz\xF3n, Olguita! Te agradezco mucho
las bromas que te has esforzado en decir hoy.

No supe qu\xE9 contestar, pues ese sentimiento de culpabilidad que no pod\xEDa
definir, me desgarraba el coraz\xF3n.

Cuando me encontr\xE9 sola en mi cuarto, me dije: \xAB\xA1Bueno, ahora vas a
festejar la Navidad!\xBB Saqu\xE9 las cartas de Roberto de la gaveta en que
las ten\xEDa cuidadosamente escondidas y resolv\xED leerlas hasta una hora
avanzada de la noche.

La tempestad sacud\xEDa los postigos, la nieve, empujada por las r\xE1fagas
del viento, barr\xEDa los vidrios con un roce ligero y la l\xE1mpara de
pantalla verde suspendida del cielo raso, esparc\xEDa sobre m\xED su fulgor
apacible.

En el momento en que colocaba c\xF3modamente delante de m\xED el paquetito de
cartas, o\xED junto a m\xED, en el dormitorio de Marta, el ruido sordo de una
ca\xEDda, y luego un murmullo indistinto que me pareci\xF3 el de una oraci\xF3n
mezclada con sollozos.

\xAB\xA1He ah\xED c\xF3mo celebra la noche de Navidad!\xBB--pens\xE9 juntando
involuntariamente las manos. Sent\xED otra vez un dolor en el coraz\xF3n, como
si mi conducta hacia mi hermana fuera falsa y cruel. Y continu\xE9
devan\xE1ndome los sesos hasta que vi claramente que s\xF3lo las cartas eran
culpables.

\xAB\xBFNo es por su bien por lo que escribo y por lo que guardo
silencio?\xBB--me pregunt\xE9.

Pero mi conciencia no se dej\xF3 seducir. No. Aquello fue como si un rayo
me hiriera en la cara, pues sent\xED con qu\xE9 delicias mi coraz\xF3n acariciaba
esas cartas.

\xAB\xBFQu\xE9 no dar\xEDa ella por una de estas hojas?\xBB--me dije en seguida.--\xABElla
que comienza a dudar del amor de Roberto, que lucha con la angustiosa
idea de que, si no ha venido, es \xFAnicamente porque quiere arrancarla de
su coraz\xF3n.\xBB

\xABY t\xFA oyes sus sollozos--continuaba una voz dentro de m\xED,--y la dejas
presa de sus torturas mientras que t\xFA te deleitas pensando en que tienes
un secreto con \xE9l, con \xE9l, que pertenece s\xF3lo a _ella_.\xBB

Me escond\xED la cara entre las manos: la verg\xFCenza se apoderaba de m\xED tan
violentamente, que tuve miedo de la luz que me alumbraba. \xAB\xA1Dale esas
cartas!\xBB--me grit\xF3 repentinamente una voz, y me lo grit\xF3 tan alto y con
tanta claridad, que me pareci\xF3 que era la tempestad la que me hab\xEDa
lanzado esas palabras al o\xEDdo.

Entonces tuve que sostener una lucha terrible. Sin embargo, cada vez que
mi buena voluntad ced\xEDa, instada por el temor de faltar a la palabra que
hab\xEDa dado a Roberto, y por el deseo de seguir todav\xEDa en
correspondencia secreta con \xE9l, el ruido de los sollozos y de la oraci\xF3n
de Marta llegaba hasta m\xED m\xE1s claro, y me trastornaba a tal punto los
sentidos, que me parec\xEDa que iba a verme obligada a huir hasta el fin
del mundo, para no o\xEDrlo m\xE1s.

Y conclu\xED por cumplir conmigo misma. Tom\xE9 las cartas, las reun\xED en un
elegante paquete que at\xE9 con una cinta y me dispuse a llev\xE1rselas a su
cuarto.

\xAB\xA1Este ser\xE1 su regalo de Navidad!\xBB--dije pensando en que ese a\xF1o no
hab\xEDa podido hacerle, como de costumbre, un bordado o un tejido; y, como
siempre agrada, cuando se hace un regalo, cierto aparato para ocultar la
alegr\xEDa que desborda del coraz\xF3n, resolv\xED representar todav\xEDa un poco la
comedia, antes de entreg\xE1rselas.

Baj\xE9 a medio vestir, tal como estaba, a la sala del piso inferior, donde
se encontraban nuestros regalos, bajo el \xE1rbol de Navidad. Tanteando en
la obscuridad, busqu\xE9 su plato, recog\xED los objetos que estaban al lado
de \xE9ste, y por encima de todo coloqu\xE9 el paquete de cartas.

Cargada de esta manera, me acerqu\xE9 a su puerta y toqu\xE9.

O\xED un roce, el ruido que hace una persona que se levanta bruscamente, y,
al cabo de un intervalo bastante largo--sin duda el tiempo necesario
para enjugarse los ojos,--su voz reson\xF3 muy cerca de la puerta,
preguntando qui\xE9n estaba all\xED y qu\xE9 quer\xEDan.

--Soy yo, Marta--dije.--Te traigo tu plato; lo hab\xEDas dejado abajo.

--Ll\xE9valo a tu cuarto, ir\xE9 a buscarlo ma\xF1ana--respondi\xF3 ella.

Y en la voz ten\xEDa sollozos que se esforzaba en disimular.

--Pero un nuevo regalo ha venido a agregarse a los dem\xE1s--dije.

Y tambi\xE9n mis palabras estaban medio ahogadas por las l\xE1grimas.

--\xA1Bien! Me lo dar\xE1s ma\xF1ana--replic\xF3,--ya estoy desvestida.

--Pero ese regalo es m\xEDo--dije.

Y, como en la bondad de su coraz\xF3n, temi\xF3 ofenderme, no obstante su
inmenso dolor, me abri\xF3 la puerta.

Me lanc\xE9 hacia ella y llor\xE9 sobre su hombro, apretando convulsivamente
el plato con la mano izquierda.

--\xBFQu\xE9 tienes, querida?--me pregunt\xF3 acarici\xE1ndome.--En toda la casa
eras la \xFAnica que conservabas tu buen humor, y ahora...

Me arm\xE9 de valor y, acerc\xE1ndola a la luz, le mostr\xE9 el plato. A la
primera ojeada reconoci\xF3 la letra; se puso blanca como el yeso que
cubr\xEDa las paredes, y, con sus ojos enrojecidos por las l\xE1grimas, me
mir\xF3 fijamente como si hubiera perdido la raz\xF3n.

--T\xF3malo, pues--dije,--t\xF3malo.

Ella extendi\xF3 la mano, pero la retir\xF3 con un adem\xE1n brusco: se hubiera
dicho que hab\xEDa tocado un hierro candente.

--Ves, Marta--dije, deseando vengarme de su silencio y para darme cierta
importancia,--no has querido tener confianza en m\xED, me has tratado
siempre como a una criatura, pero todo lo he adivinado, y, mientras t\xFA
te desesperabas, yo he obrado.

Ella continuaba mir\xE1ndome fijamente, desconcertada, sin comprender.

--Crees que Roberto no se inquieta por ti--continu\xE9.--Sin embargo, he
tenido que darle cuenta de tu vida, de tu salud, cada semana
regularmente.

Marta retrocedi\xF3 tambale\xE1ndose, se llev\xF3 las manos a la cabeza, y, de
improviso, una especie de calofr\xEDo la sacudi\xF3. Se adelant\xF3 hacia m\xED, me
tom\xF3 las manos y con voz singularmente velada, dijo:

--\xA1M\xEDrame de frente, Olga! \xBFQui\xE9n de los dos ha escrito la primera
carta?

--\xA1Yo!--dije asombrada, no sabiendo todav\xEDa ad\xF3nde quer\xEDa ir a parar.

--\xBFY t\xFA le has... le has revelado mi estado, me has... ofrecido... Olga?

--\xBFQu\xE9 idea es esa?--dije.--El mismo fue quien me confes\xF3 todo, cuando
estaba aqu\xED... \xA1Oh! Me conoc\xEDa mejor que t\xFA--agregu\xE9, no queriendo dejar
escapar de mi juego ese ligero triunfo,--no se avergonz\xF3 de tomarme de
confidente.

--\xA1Alabado sea Dios!--murmur\xF3 ella con un profundo suspiro, juntando las
manos.

--Pero ven, Marta--dije llev\xE1ndola a la mesa.--Vamos a festejar la
Navidad.

Entonces le\xEDmos juntas las cartas, una tras otra, y, en cada una de
ellas, en cada una de las frases sencillas y desma\xF1adas, aparec\xEDa el
coraz\xF3n afectuoso de Roberto, su coraz\xF3n de oro; arrojaba en nuestras
almas abrumadas por el dolor una llamarada ardiente que nos consolaba y
nos devolv\xEDa la alegr\xEDa. Re\xEDamos y llor\xE1bamos, con las mejillas apoyadas
una contra otra, y nos estrech\xE1bamos con fuerza las manos, como para
procurarnos rec\xEDprocamente la sensaci\xF3n de esas vivas y vigorosas
presiones, que prodigaba su tosca mano roja.

Y de pronto, est\xE1bamos en uno de esos p\xE1rrafos en que \xE9l me rogaba
encarecidamente que cuidara a Marta, que velara sobre ella, \xE9sta se
sinti\xF3 abrumada bajo el peso de su felicidad, y, me ruborizo al decirlo,
se dej\xF3 caer delante de m\xED y apoy\xF3 sus labios en mi mano.

Pero, por violenta que fuera mi emoci\xF3n, ya no sent\xEDa trazas de ese
dolor punzante que, hac\xEDa poco todav\xEDa, junto al \xE1rbol de Navidad, me
oprim\xEDa el coraz\xF3n. Hab\xEDa cancelado mi deuda y fue en completa libertad,
con el coraz\xF3n aligerado, como me jur\xE9 velar en lo sucesivo como un
\xE1ngel tutelar sobre mi hermana que, mucho m\xE1s que yo, ni\xF1a simple y sin
experiencia, necesitaba apoyo y protecci\xF3n.

Y ella lo sinti\xF3 tambi\xE9n, pues, aunque hasta entonces me hubiera tratado
como a una criatura, se abandon\xF3 a mi direcci\xF3n sin resistencia.

Al fin hab\xEDa conseguido lo que deseaba mi coraz\xF3n. Exist\xEDa un ser humano
a quien pod\xEDa mimar y acariciar a mi gusto, y como entonces nada nos
separaba ya, dediqu\xE9 a mi hermana toda la ternura que durante tanto
tiempo hab\xEDa dormido inactiva en el fondo de mi alma.

No fue poca la sorpresa de mi padre y de mi madre al ver en nuestras
relaciones, que en los \xFAltimos tiempos sobre todo dejaban mucho que
desear, esa intimidad, esa cordialidad nuevas, y a la misma Marta le era
dif\xEDcil acostumbrarse a ello.

Me miraba siempre con extra\xF1eza y dec\xEDa a menudo:

--\xA1C\xF3mo habr\xEDa podido adivinar nunca que hab\xEDa en ti tanto afecto!

Si hubiera sabido qu\xE9 sacrificio hab\xEDa hecho revelando mi secreto,
habr\xEDa dado a\xFAn m\xE1s valor a mi cari\xF1o.

En verdad, mis presentimientos no me hab\xEDan enga\xF1ado: desde el momento
en que Marta tuvo las cartas en sus manos, se acab\xF3 para siempre la
dicha que me causaba ese convenio secreto con Roberto.

Ya no era para m\xED m\xE1s que un extra\xF1o y, cuando me sentaba a escribirle,
me parec\xEDa ser una simple m\xE1quina encargada de copiar los pensamientos
de otros: as\xED me suced\xEDa a menudo entregar a Marta una carta sin haberla
le\xEDdo, tal como acababa de recibirla de manos del mayordomo.

A veces sent\xEDa remordimientos al pensar que abusaba de la confianza de
Roberto, pues \xE9l no sospechaba que Marta estuviera en el secreto; pero,
cuando la miraba, cuando ve\xEDa desplegarse su sonrisa, y brillar en sus
ojos so\xF1adores la paz y la felicidad, me dec\xEDa que era imposible que
hubiera procedido mal, y mis escr\xFApulos se acallaban.

Hasta entonces no hab\xEDa enga\xF1ado m\xE1s que a \xE9l; muy pronto mi traici\xF3n
deb\xEDa alcanzar tambi\xE9n a Marta.



IX


El invierno y la primavera pasaron velozmente y lleg\xF3 el momento en que
las gavillas comenzaron a amontonarse en los trojes.

Roberto deb\xEDa venir tan pronto como la cosecha hubiera terminado; \xABpero
hasta entonces--escrib\xEDa,--habr\xE1 que vencer m\xE1s de una grave
dificultad.\xBB

Un d\xEDa, pap\xE1 entr\xF3 en la cocina donde est\xE1bamos, y tomando una expresi\xF3n
indiferente, se pase\xF3 un instante por entre los calderos, resoplando y
golpeando con su varilla las largas ca\xF1as de sus botas.

--\xBFTe has vuelto inspector de cocinas hoy, pap\xE1?--dije.

\xC9l solt\xF3 una risa breve y dijo:

--S\xED, me he vuelto inspector de cocinas.

Y despu\xE9s de haber andado todav\xEDa algunos minutos en silencio, se detuvo
de improviso delante de Marta y dijo:

--Si tuvieras tiempo, hija m\xEDa, \xBFpodr\xEDas quiz\xE1 venir un momento? Tu
madre y yo tenemos que hablarte.

--\xA1Vaya, vaya, ahora comprendo esos largos preliminares! \xBFPuedo asistir
yo tambi\xE9n a la entrevista?

--No--respondi\xF3 \xE9l,--t\xFA te quedar\xE1s en la cocina.

Durante un instante el silencio rein\xF3 en la casa; en torno m\xEDo el vapor
silbaba, las cacerolas cantaban, la sirvienta hac\xEDa gran ruido al
limpiar los cuchillos, pero de repente se oy\xF3, dominando todo ese ruido,
un grito breve y estridente que no pod\xEDa provenir m\xE1s que de Marta.

Temblorosa aguc\xE9 el o\xEDdo, y en el mismo instante pap\xE1 se precipit\xF3 en la
cocina gritando:

--\xA1Agua!

Pas\xE9 a su lado como una exhalaci\xF3n, y encontr\xE9 a mi hermana tendida en
el suelo, sin conocimiento, con la cabeza sobre las rodillas de mam\xE1.

--\xBFQu\xE9 le han hecho ustedes a Marta?--grit\xE9 dej\xE1ndome caer de rodillas
junto a \xE9sta.

Nadie me contest\xF3. Mam\xE1, desatinada, se retorc\xEDa las manos, y pap\xE1 se
mord\xEDa el bigote, sin duda para retener las l\xE1grimas.

Entonces, al inclinarme hacia mi hermana, vi en el suelo, junto a ella,
una hoja de papel de carta rayado de azul; me apoder\xE9 de \xE9l tan
vivamente como pude, sin que nadie notara ese movimiento. Despu\xE9s me
apresur\xE9 a hacer lo m\xE1s urgente, que era hacer volver en s\xED a Marta y
acompa\xF1\xE9 a su cuarto a la desdichada, que dirig\xEDa en su derredor miradas
atontadas.

Una vez all\xED la acost\xE9. Con los ojos fijos en el cielo raso, me ped\xEDa
de cuando en cuando de beber; parec\xEDa no haber recuperado sus sentidos
todav\xEDa.

Pero yo saqu\xE9 en secreto la carta de mi bolsillo y le\xED lo que transcribo
aqu\xED literalmente, pues he conservado cuidadosamente ese monumento del
amor de una madre y de una hermana:

\xAB\xA1Mi hermano muy querido, mi muy querida cu\xF1ada!

\xBBUna circunstancia muy triste para m\xED me obliga a escribiros hoy. Est\xE1is
persuadidos, no lo dudo, de que os quiero mucho y de que mi coraz\xF3n no
tiene deseo m\xE1s vivo que el de conservar con vosotros y vuestros hijos
las relaciones m\xE1s cordiales. Desde que estoy en el mundo, no os he
hecho m\xE1s que bien, no os he atestiguado otra cosa que afecto y vosotros
me hab\xE9is correspondido siempre. En nombre de ese afecto os dirijo hoy
una s\xFAplica, dictada por mi coraz\xF3n de madre torturado por la angustia.
Esta ma\xF1ana mi hijo Roberto vino a casa y nos declar\xF3, a mi marido y a
m\xED, que ten\xEDa la intenci\xF3n de pediros la mano de vuestra hija Marta; al
mismo tiempo solicitaba nuestro consentimiento, del cual no pod\xEDa
abstenerse, como buen hijo y buen amo de casa, pues, \xA1ay de m\xED! todav\xEDa
necesitar\xE1 m\xE1s de una vez nuestra ayuda.

\xBBSi hubiera escuchado la voz de mi coraz\xF3n, le habr\xEDa saltado al cuello
con l\xE1grimas de gozo, pero me fue necesario conservar toda mi sangre
fr\xEDa, por mi marido y por mi hijo, que no son uno y otro m\xE1s que dos
ni\xF1os, y me vi obligada a decirle que ese casamiento no pod\xEDa hacerse.

\xBBMi querido hermano, no quiero reprocharte el que no hayas sabido
conservar tu fortuna: lejos de m\xED el pensamiento de mezclarme en cosas
que no me importan; pero, en el punto en que estamos, me permitir\xE9is os
diga que vuestra propiedad est\xE1 gravada de deudas y que vuestras hijas,
fuera de un ajuar que, quiero creerlo, ser\xE1 rico, no podr\xE1n contar con
un centavo de dote.

\xBBPor otra parte, los bienes de mi hijo Roberto est\xE1n tambi\xE9n cargados de
deudas; efectivamente, ha tenido que pagar fuertes sumas para
desinteresar a sus hermanos y hermanas, y adem\xE1s nosotros hemos
conservado sobre la propiedad una hipoteca cuyos intereses nos hacen
vivir, lo mismo que a mis otros hijos. En estas condiciones un
casamiento con una joven pobre lo llevar\xEDa infaliblemente a la ruina.

\xBBNo hablo de la salud de vuestra hija Marta, que, a juzgar por vuestras
cartas, debe ser una persona d\xE9bil y enfermiza, incapaz por consiguiente
de llevar con vigor el peso de una labor tan grande y de hacer la
felicidad de Roberto; tan s\xF3lo el pensamiento de verla entrar en casa de
mi hijo con las manos vac\xEDas basta para convencerme de que ser\xEDa
desgraciada y no podr\xEDa menos que hacerlo desgraciado a \xE9l mismo.

\xBBSi vuestra hija Marta ama realmente a mi hijo, no le ser\xE1 dif\xEDcil, en
el inter\xE9s mismo de la felicidad de su primo, renunciar a \xE9l, esto en el
caso de que Roberto tuviera el valor de pedir su mano, no obstante la
prohibici\xF3n de sus padres; pero no preveo, ni siquiera puedo concebir,
en un hijo, semejante desobediencia a la voluntad paternal.

\xBBConozco demasiado, mis queridos amigos, el afecto que profes\xE1is a
vuestra hermana, para no estar persuadida de que negar\xE9is como yo, desde
hoy, y para siempre, vuestro consentimiento a esa uni\xF3n funesta e
irracional.

\xBBVuestra hermana que os querr\xE1 siempre,

\xBB_Juana Hellinger._

\xBBP. S.--\xBFLa cosecha es buena por all\xE1? Aqu\xED el centeno de invierno ha
dado, pero las patatas sufren mucho de la enfermedad.\xBB

Al leer esa prosa vulgar e hip\xF3crita, me acometi\xF3 un furor tal, que
solt\xE9 una violenta carcajada, y tirando la carta al suelo me puse a
pisotearla.

Un ligero suspiro de Marta, a quien, sin duda, mi risa hab\xEDa hecho mal,
me volvi\xF3 a la raz\xF3n.

All\xED yac\xEDa ella, desesperada, como quebrantada por el golpe que habr\xEDa
debido, por el contrario, retemplar su valor y darle nuevas fuerzas para
la resistencia. Y, mientras yo la miraba, torturada por el pensamiento
de estar condenada al papel de espectadora impotente, mi coraz\xF3n dej\xF3
escapar una vez m\xE1s, con un suspiro, ese lamento de otras veces: \xAB\xA1Que
no est\xE9 yo en su lugar!\xBB \xA1Pero cu\xE1ntas cosas nuevas encerraba hoy! Lo
que antes no hab\xEDa sido m\xE1s que una locura, una ni\xF1ada, hab\xEDa hecho
lugar a sentimientos serios: el valor del sacrificio y la confianza en
mi fuerza.

Entonces resolv\xED obrar, si acaso era todav\xEDa tiempo. Quise primero ir a
buscar a mis padres, decirles lo que hab\xEDa hecho, que estaba desde hac\xEDa
mucho tiempo al corriente de la situaci\xF3n, y finalmente exigir de ellos
que me diesen en el consejo de familia el lugar al cual ten\xEDa derecho, a
pesar de mi juventud.

Pero desech\xE9 en seguida esta idea. Tan pronto como hubiera tomado parte
en las deliberaciones de familia, mi deber ser\xEDa no proceder en contra
de sus designios. Y no pod\xEDa contribuir a la salvaci\xF3n de mi pobre
hermana, como lo entend\xEDa y siguiendo el plan que hab\xEDa concebido, sino
a condici\xF3n de fingir una ignorancia absoluta.

Muy pronto vi en qu\xE9 estado estaban las cosas. Cada uno hab\xEDa guardado
de la carta lo que respond\xEDa mejor a su temperamento.

Pap\xE1, herido en su orgullo de hombre pobre, habr\xEDa en lo sucesivo
considerado como una verg\xFCenza el dejar entrar a su hija en una familia
en que se la mirar\xEDa con malos ojos. Mam\xE1, por su parte, se hab\xEDa dejado
enternecer por los testimonios de afecto de que la carta estaba
sembrada, y estimaba que no se deb\xEDa burlar la confianza de su cu\xF1ada.

\xBFY Marta?

Aquella noche, mientras yo velaba junto a su cama, sent\xED que su mano
ardiente se posaba sobre la m\xEDa y su d\xE9bil brazo me atra\xEDa suavemente
hacia ella.

--Tengo que hablarte, Olga--murmur\xF3, con la mirada siempre tristemente
fija en el cielo raso.

--\xBFSi esper\xE1ramos hasta ma\xF1ana?--respond\xED.

--No--dijo ella,--en el intervalo podr\xEDan suceder cosas que no deben
producirse. A partir de hoy, todo ha concluido entre \xE9l y yo.

--Entonces conoces muy mal a Roberto--dije.

--Pero yo me conozco bien--dijo ella.--Yo soy quien rompe.

--\xA1Marta!--grit\xE9 espantada.

--Bien s\xE9 que esto me matar\xE1--dijo ella.--\xBFPero qu\xE9 importa? Mi vida
poco vale. Eso es mejor que hacerlo desgraciado.

--La fiebre es la que te hace hablar as\xED, Marta--exclam\xE9,--pues no te
creo tan tonta como para dejarte hechizar por los melindres de esa vieja
bruja.

--Siento demasiado que dice la verdad--dijo ella.

Un helado calofr\xEDo recorri\xF3 todo mi cuerpo al o\xEDrla proferir, con el
tono tranquilo de un colegial que recita una lecci\xF3n, esas palabras de
una tristeza desesperante.

--No protestes--continu\xF3,--no es s\xF3lo de hoy que lo s\xE9; siempre tuve ese
presentimiento, y verdaderamente no necesitaba asustarme tanto hoy.
Pero, qu\xE9 quieres, causa siempre impresi\xF3n el ver de repente escrita con
todas sus letras la sentencia que hasta entonces uno no se atrev\xEDa a
confesar a su propia conciencia.

Trat\xE9 de consolarla con toda la elocuencia de que era capaz, hund\xED a la
t\xEDa en el abismo m\xE1s negro del infierno, y demostr\xE9 a Marta menudamente
que ella hab\xEDa nacido para desempe\xF1ar en la casa de Roberto el papel de
\xE1ngel bienhechor. Pero todo fue in\xFAtil, no consegu\xED hacer revivir su fe
en s\xED misma; el golpe la hab\xEDa herido demasiado profundamente. Por
\xFAltimo me pidi\xF3 que no escribiera una sola carta m\xE1s a Roberto y que
rompiera para siempre toda relaci\xF3n con \xE9l.

Me sent\xED espantada hasta el fondo del alma por m\xED misma quiz\xE1 tanto como
por ella; me negu\xE9 con toda la energ\xEDa que pude encontrar en m\xED; pero
ella insisti\xF3, y, ante la amenaza que me hizo de revelar a la familia mi
correspondencia con Roberto, tuve que consentir de grado o por fuerza.

Entonces vinieron d\xEDas tristes; Marta vagaba, semejante a un fantasma.
Pap\xE1, siempre a caballo, recorr\xEDa como un montaraz los campos y los
bosques, no asist\xEDa regularmente a las comidas y para ninguna de
nosotras ten\xEDa una buena palabra. Mam\xE1, nuestra bonachona mam\xE1, tej\xEDa
sentada en su rinc\xF3n y de cuando en cuando enjugaba sus l\xE1grimas,
echando en su derredor miradas inquietas para ver si nadie lo hab\xEDa
notado. \xA1Ah, s\xED, aquella fue una \xE9poca bien triste!

Yo hab\xEDa recibido de Roberto dos cartas apremiantes. Me dec\xEDa que la
inquietud lo devoraba y me suplicaba que le enviara noticias a vuelta
de correo. No se lo dije a Marta, pero cumpl\xED mi promesa.

Ocho d\xEDas pasaron; entonces not\xE9 que mis padres deliberaban acerca de la
respuesta que deb\xEDan enviar a la t\xEDa. Pap\xE1 era de opini\xF3n, para que no
se pudiera siquiera sospecharlo de querer obtener ese casamiento por
medios desleales, de comprometerse definitivamente por una promesa, y
mam\xE1 dec\xEDa: \xABs\xED,\xBB como dec\xEDa \xABs\xED\xBB a todo lo que no ten\xEDa relaci\xF3n con
las jaleas o las confituras.

Ese d\xEDa Marta declar\xF3 que le era imposible levantarse de la cama; no
sent\xEDa vivos dolores--dec\xEDa,--pero sus piernas se negaban a llevarla.

As\xED ve\xEDa yo adelantar el desastre, cada vez m\xE1s amenazador. No pod\xEDa
esperar m\xE1s: \xABVen a cumplir tu compromiso mientras todav\xEDa es
tiempo\xBB--escrib\xED a Roberto. Y, para mayor seguridad, baj\xE9 yo misma a la
ciudad y entregu\xE9 la carta al postill\xF3n que justamente se preparaba a
partir para Prusia.

En el momento en que el sobre se escap\xF3 de mis manos, sent\xED como una
pu\xF1alada en el coraz\xF3n; se habr\xEDa dicho que con esa carta entregaba mi
alma a potencias desconocidas.

Tres veces quise volver sobre mis pasos para recoger la carta, pero
cuando ya estuve decidida a hacerlo, el postill\xF3n estaba lejos.

A mi vez, cuando ascend\xED la colina que conduce a la casa, me ocult\xE9
entre las malezas y llor\xE9 amargamente.

A partir de ese momento, fui presa de una agitaci\xF3n como nunca la he
sentido en mi vida. Me parec\xEDa que una fiebre abrasadora me consum\xEDa;
durante la noche, iba y ven\xEDa en mi cuarto sin poder encontrar descanso;
de d\xEDa, estaba continuamente en acecho y cada vez que o\xEDa el ruido de un
carruaje, toda mi sangre se retiraba de mi coraz\xF3n.

A mis padres les contestaba disparatadamente y las criadas, en la
cocina, comenzaban a sacudir la cabeza con expresi\xF3n inquieta.

Una joven que espera a su prometido no habr\xEDa estado m\xE1s loca.

Esa fiebre dur\xF3 cuatro d\xEDas, y fue una felicidad que los m\xEDos estuvieran
absortos en sus propios pensamientos, sin lo cual mis modales no habr\xEDan
dejado de despertar sospechas.



X


Esta vez no fui yo quien recibi\xF3 a Roberto. Cuando reconoc\xED su silueta
en el carruaje tirado por cuatro caballos que, cubierto de lodo, pasaba
con estr\xE9pito la puerta del patio, hu\xED al granero y me escond\xED en el
rinc\xF3n m\xE1s apartado.

Ten\xEDa la cara encendida, temblaba de pies a cabeza y nubes rojas
bailaban por delante de mis ojos.

O\xED que, abajo, las puertas se abr\xEDan y se cerraban, o\xED pasos que sub\xEDan
y bajaban precipitadamente la escalera, o\xED las voces de las criadas que
gritaban mi nombre; no me mov\xED.

Y cuando todo volvi\xF3 a quedar en silencio, baj\xE9 sin hacer ruido por las
escaleras de atr\xE1s, que eran bastante obscuras, y fui a sentarme en el
lugar m\xE1s desierto del parque. Mi alma era presa de un extra\xF1o
sentimiento de amargura y de verg\xFCenza. Me parec\xEDa que deb\xEDa levantarme
y huir para no volver a encontrar la mirada de esos ojos que hab\xEDa
esperado, sin embargo, con tan loca impaciencia.

Luego me represent\xE9 lo que pod\xEDa ocurrir en ese momento en la casa.

Pap\xE1 se hab\xEDa encontrado sin duda algo desconcertado al ver a Roberto,
pues, seguramente, ten\xEDa todav\xEDa sobre s\xED el peso de la p\xE9rfida carta de
la t\xEDa; hab\xEDa hecho un adem\xE1n de negativa al o\xEDrle formular su petici\xF3n;
pero, en el mismo instante, Marta se hab\xEDa presentado. \xA1Cu\xE1n pronto
hab\xEDa vuelto a encontrar sus fuerzas, la pobre enferma, que, pocos
minutos antes, yac\xEDa agotada en el sof\xE1; cu\xE1n pronto hab\xEDa olvidado las
penas, los dolores que sufri\xF3 durante a\xF1os! Y ahora, est\xE1n en brazos uno
de otro y no tienen siquiera un pensamiento para m\xED.

Entonces, de improviso, se despert\xF3 en m\xED un orgullo fiero. \xAB\xBFPor qu\xE9 te
escondes?--gritaba una voz en el fondo de m\xED misma.--\xBFNo has hecho tu
deber? \xBFTodo esto no es obra tuya?\xBB

Con un movimiento brusco me par\xE9, ech\xE9 hacia atr\xE1s mis cabellos en
desorden y, con paso firme, apretando los dientes, me dirig\xED a la casa.

Al acercarme no o\xED ning\xFAn grito de alegr\xEDa. Todo estaba silencioso, todo
estaba como muerto...

En el comedor encontr\xE9 a mam\xE1 sola. Ten\xEDa las manos juntas y exhalaba
profundos suspiros, mientras gruesas l\xE1grimas rodaban hasta su blanca
papada.

--Es el efecto de la emoci\xF3n--pens\xE9 al sentarme frente a ella.

--\xBFD\xF3nde estabas, Olga?--dijo, enjug\xE1ndose esta vez tranquilamente los
ojos.--Es necesario que hagas matar algunos pollos para la comida y que
pongas a refrescar el moselle. El primo Roberto ha llegado.

--\xA1Ah!--dije con mucha calma.--\xBFD\xF3nde est\xE1?

--En el gabinete de tu padre conversando con \xE9l.

--\xBFY d\xF3nde est\xE1 Marta?--pregunt\xE9 con una sonrisa.

Ella me dirigi\xF3 una mirada de censura como para reprocharme mi demasiada
sagacidad; despu\xE9s dijo:

--Est\xE1 con ellos.

--Entonces puedo ir a felicitarlos ahora mismo--dije.

--Tontuela--dijo ella.

Pero antes de que pudiera poner mi proyecto en ejecuci\xF3n, vi que la
puerta del cuarto contiguo se abr\xEDa, y por ella salir lentamente, como
si saliera de un ata\xFAd, a Roberto, al primo Roberto, con el rostro
terroso, la frente cubierta por gruesas gotas de sudor. Yo tambi\xE9n sent\xED
al verlo que la sangre se retiraba de mi cara. Un siniestro
presentimiento me asalt\xF3.

--\xBFD\xF3nde est\xE1 Marta?--exclam\xE9 adelant\xE1ndome hacia \xE9l.

--No lo s\xE9.

Se hubiera dicho que cada una de las palabras que pronunciaba iban a
ahogarlo. Ni siquiera me dio la mano.

Pap\xE1 sali\xF3 detr\xE1s de \xE9l. Mam\xE1 se hab\xEDa levantado y los tres se quedaron
all\xED parados, estrech\xE1ndose las manos como en un entierro.

--\xBFD\xF3nde est\xE1 Marta?--grit\xE9 otra vez.

--Ve a ver lo que hace--dijo pap\xE1;--sin duda te ha de necesitar.

Sal\xED de un brinco y a saltos sub\xED la escalera que conduc\xEDa a su
habitaci\xF3n. Esta estaba cerrada.

--\xA1Marta, abre! Soy yo.

Nadie se movi\xF3. Rogu\xE9, supliqu\xE9, promet\xED repararlo todo, le prodigu\xE9 mil
nombres cari\xF1osos: todo fue in\xFAtil. Nada se o\xEDa, a no ser de vez en
cuando un h\xE1lito, parecido a la respiraci\xF3n silbante que se escapa de
una garganta medio sofocada. Entonces me encoleric\xE9 al verme rechazada
de todas partes.

--Sin duda ser\xE9 bastante buena para preparar esta f\xFAnebre comida--dije
soltando una carcajada.

Y fui en busca de las criadas, hice matar seis tiernos pollos y me qued\xE9
mirando tranquilamente a esas pobres aves, mientras la sangre brotaba de
sus pescuezos abiertos.

Daba l\xE1stima ver c\xF3mo uno de ellos, un gallito, bat\xEDa las alas mientras
la angustia de la muerte le arrancaba gritos y trataba de herir con sus
espolones los dedos de la criada.

Hasta este pobre animalito, d\xE9bil como es, se defiende cuando quieren
degollarlo--pens\xE9,--mientras mi se\xF1orita hermana besa humildemente la
mano que la amenaza con el cuchillo.

La muerte de esos inocentes animales fue casi un alegre espect\xE1culo
comparado con la comida en que fueron servidos. La \xFAltima comida de un
condenado no habr\xEDa sido m\xE1s l\xFAgubre. Cada cinco minutos alguien tomaba
bruscamente la palabra y hablaba como quien cumple una faena
obligatoria. Los dem\xE1s asent\xEDan con la cabeza misteriosamente, pero bien
ve\xEDa yo que los que escuchaban no sab\xEDan lo que o\xEDan, lo mismo que el
que hablaba no sab\xEDa lo que dec\xEDa.

Marta no se hab\xEDa presentado.

En el momento de separarnos para retirarnos cada uno a nuestro cuarto,
Roberto me tom\xF3 las dos manos y me llev\xF3 a un rinc\xF3n.

--Te agradezco, Olga--dijo, y sus labios temblaban,--te agradezco tu
exactitud y tu cari\xF1o. Ahora se acab\xF3 nuestra correspondencia...

--\xA1Por amor de Dios, Roberto!--balbuc\xED.--\xBFQu\xE9 ha pasado?

\xC9l se encogi\xF3 de hombros.

--Quiz\xE1 la he hecho esperar demasiado. Ha concluido por cansarse de m\xED.

--\xA1Eso no es verdad! \xA1eso no es verdad!

Pero pap\xE1 estaba detr\xE1s de nosotros e informaba a Roberto que, seg\xFAn su
deseo, el carruaje estar\xEDa listo al d\xEDa siguiente al amanecer.

--Entonces no te volver\xE9 a ver--exclam\xE9 espantada.

\xC9l sacudi\xF3 la cabeza.

--Despid\xE1monos desde ahora--dijo estrech\xE1ndome la mano.

Una voz me gritaba que no pod\xEDa, marcharse as\xED, que yo deb\xEDa hablarle a
toda costa. Pero ahogu\xE9 valerosamente las palabras que me oprim\xEDan la
garganta.

Entonces nos dimos un \xFAltimo apret\xF3n de manos y nos separamos.

Todav\xEDa ten\xEDa yo que hacer en la casa, y, mientras sacaba el caf\xE9 de la
despensa y pesaba la harina y el tocino para la sopa de la ma\xF1ana, o\xEDa
siempre la misma voz que me gritaba en el o\xEDdo:

--Es necesario que le hables.

Despu\xE9s, cuando me dirig\xED a mi cuarto con mi luz en la mano, di una
vuelta para pasar por delante de su puerta, con la esperanza de
encontrarlo en el corredor, pero todo estaba desierto y la puerta
cerrada con llave. S\xF3lo el ruido de sus pasos que sacud\xEDan la casa,
resonaba en el interior.

En el cuarto de Marta reinaba un silencio de muerte. Apliqu\xE9 el o\xEDdo al
agujero de la cerradura: nada se o\xEDa. Se habr\xEDa podido creer que hab\xEDa
muerto o bien que se hab\xEDa fugado.

Una inquietud me asalt\xF3, me puse de rodillas delante del ojo de la
llave, y rogu\xE9, supliqu\xE9, hasta amenac\xE9 con llamar a nuestros padres si
ella persist\xEDa en no dar signos de vida.

Entonces se decidi\xF3 a contestarme. O\xED una voz: \xAB\xA1Api\xE1date de m\xED,
querida, api\xE1date de m\xED s\xF3lo por hoy!\xBB Y esa voz estaba tan cambiada,
que no la reconoc\xEDa.

Me alej\xE9, pero sent\xEDa crecer en m\xED el temor de que Roberto se fuera
desenga\xF1ado, con el rencor en el coraz\xF3n, sin una palabra de
explicaci\xF3n, sin haber sospechado siquiera todo el alcance del amor de
Marta.

El fuego de la fiebre me subi\xF3 a la cabeza y cada pulsaci\xF3n de mis
arterias me gritaba: \xAB\xA1Es necesario que le hables! \xA1Es necesario que le
hables!\xBB

Me desvest\xED a medias y me recost\xE9 en el sof\xE1. El reloj toc\xF3 las once;
toc\xF3 las once y media. Todav\xEDa se o\xEDa resonar en la casa el ruido de sus
pasos, pero mientras m\xE1s tarde se hac\xEDa, menos posible me era poner en
ejecuci\xF3n mi proyecto.

\xA1Si una criada me sorprendiera, si me viera penetrar en la habitaci\xF3n de
un hu\xE9sped! Al pensarlo, la sangre se paraliz\xF3 en mis venas.

El reloj toc\xF3 las doce. Abr\xED la ventana y mir\xE9 a lo lejos frente a m\xED.
Todo parec\xEDa dormir; hasta en el cuarto de Roberto, lo mismo que en el
de Marta, ninguna luz brillaba. Ambos sepultaban su dolor y su pena en
el seno de la obscuridad.

El viento de la noche, que golpeaba las hojas de la ventana, me
murmuraba: \xAB\xA1Es necesario! \xA1es necesario!\xBB Al mismo tiempo una voz
ligera, suave y acariciadora como una melod\xEDa, me dec\xEDa: \xABLo ver\xE1s otra
vez, sentir\xE1s su mano en la tuya, oir\xE1s el sonido de su voz, quiz\xE1 oir\xE1s
hasta su risa; \xBFno es la felicidad lo que vas a llevarle, la felicidad
de su vida?\xBB

De repente tom\xE9 una resoluci\xF3n, cerr\xE9 bruscamente la ventana, me puse
precipitadamente una bata, y con mis zapatos en la mano me aventur\xE9 en
el obscuro corredor.

\xA1Oh! \xA1C\xF3mo me lat\xEDa el coraz\xF3n, c\xF3mo me ard\xEDa la sangre en las sienes!
Me tambaleaba, tuve que apoyarme en la pared.

Por fin llegu\xE9 a su puerta. Los pasos continuaban haciendo temblar el
piso, pero el ruido sordo hab\xEDa desaparecido. Seguramente se hab\xEDa
quitado las botas.

--No hay que tocar--pens\xE9 de pronto,--Marta oir\xEDa.

As\xED el bot\xF3n. Me estremec\xED.

\xBFC\xF3mo abr\xED la puerta? No lo s\xE9. Me pareci\xF3 que otro lo hab\xEDa hecho por
m\xED.

O\xED alzarse delante de m\xED su alta y vigorosa silueta.

Un leve grito se escap\xF3 de sus labios; de un salto estuvo a mi lado.
Luego sent\xED mis manos entrelazadas, y sobre mi frente el h\xE1lito de una
respiraci\xF3n ardiente.

En el primer momento, la loca idea de que Marta se hab\xEDa acordado
bruscamente de su antiguo amor, le pas\xF3 quiz\xE1 por el cerebro; pero un
minuto despu\xE9s, me hab\xEDa reconocido.

--\xA1Por amor de Dios, criatura!--exclam\xF3.--\xBFQu\xE9 ocurre? \xBFQu\xE9 es lo que te
trae? \xBFNadie te ha visto? Di, \xBFnadie te ha visto?

Sacud\xED la cabeza. \xABTe considera todav\xEDa muy tonta,\xBB pens\xE9, volviendo a
recobrar el aliento, pues sent\xEDa desaparecer de mi alma los terrores que
me hab\xEDa causado mi peligrosa empresa.

Se apart\xF3 de m\xED para encender la luz. Yo busqu\xE9 con la mano el sof\xE1 y me
dej\xE9 caer en una de sus esquinas.

Las velas esparcieron un vivo fulgor que me deslumbr\xF3. Me volv\xED hacia la
pared y ocult\xE9 mi cara.

Un sentimiento de debilidad, un ardiente deseo de estrecharme contra \xE9l,
se hab\xEDa apoderado de m\xED. Me sent\xEDa tan feliz de estar a su lado que me
olvidaba de todo lo dem\xE1s.

--Olga, mi querida, mi buena Olguita--dijo,--habla, \xBFqu\xE9 quieres de m\xED?

Alc\xE9 los ojos hacia \xE9l. Vi su rostro tostado y serio, en el que los
sufrimientos de ese d\xEDa hab\xEDan labrado arrugas profundas y me qued\xE9
sumida en una muda contemplaci\xF3n.

--\xBFQu\xE9 quieres? \xBFMe traes noticias de Marta?

--\xA1S\xED, eso es, Marta!

Me levant\xE9 vivamente. \xA1Basta de debilidades! Hab\xEDa recuperado esa fuerza
indomable que era mi orgullo.

--Escucha, Roberto--dije,--no te marchar\xE1s ma\xF1ana por la ma\xF1ana.

--\xBFPor qu\xE9?--dijo, apretando los dientes.

--\xA1No quiero!

--Tu voluntad es muy respetable, querida ni\xF1a--respondi\xF3 \xE9l con risa
mordaz,--pero no cambiar\xE1 en nada mi resoluci\xF3n.

--\xBFEntonces quieres perder a Marta para siempre?

En ese instante me sent\xED otra vez tan fuerte y tan feliz en mi papel de
protectora que, para unirlos, habr\xEDa aceptado la lucha con el mundo
entero.

\xA1Qu\xE9 loca y cu\xE1n poco perspicaz era!

--\xBFAcaso no est\xE1 ya definitivamente perdida para m\xED?--replic\xF3 \xE9l, con la
mirada fija hacia adelante.

--\xBFQu\xE9 te dijo hoy?

--\xBFPara qu\xE9 repetirlo? Sus palabras eran sabias, sensatas; tan sabias,
tan sensatas, que no pod\xEDa ser sino el lenguaje de una persona que ya
no ama.

--\xBFY lo crees realmente?--pregunt\xE9.

--\xBFNo estoy obligado a creerlo? Y luego, en fin, \xA1qu\xE9 importa! Aun
suponiendo que ella me hubiera guardado un resto de cari\xF1o, ha hecho
bien en aprovechar la ocasi\xF3n para deshacerse de \xE9l completamente. M\xE1s
vale as\xED, para ella como para m\xED. Nada tengo que ofrecerle, ni
felicidad, ni alegr\xEDa, ni siquiera la sombra de un placer, nada m\xE1s que
trabajo, penas y miseria, de un extremo del a\xF1o al otro. Y por sobre
todo esto, una suegra que le es hostil y le har\xEDa sentir duramente que
se hab\xEDa presentado con las manos vac\xEDas.

Sent\xED que una oleada de sangre me sub\xEDa a la cara. Me ruborizaba, no por
Marta ni por m\xED, pues yo era tan pobre como ella; me ruborizaba por \xE9l
al o\xEDrle hablar as\xED de su propia madre.

--Y ahora, confi\xE9salo t\xFA misma, ni\xF1a--continu\xF3,--\xBFno te parece que hace
bien, ante esta perspectiva, en quedarse a cubierto en el fondo de su
nido calentito y en dejarme partir, puesto que no puedo traerle m\xE1s que
la desgracia?

Se pasaba la mano por los cabellos yendo de un lado para otro en el
cuarto como un animal perseguido.

--Roberto--dije,--te enga\xF1as a ti mismo.

\xC9l se detuvo, y me mir\xF3 de frente soltando una carcajada:

--\xBFQu\xE9 quieres, por fin? \xBFDebo exigir antes de marcharme que se me
confirme esa negativa por escrito?

--Roberto--continu\xE9 sin dejarme desconcertar,--con toda sinceridad,
\xBFamas a Marta?

--No seas ni\xF1a--respondi\xF3 \xE9l.--Si no la amara, \xBFestar\xEDa aqu\xED en este
momento?

Estaba delante de m\xED y abr\xEDa sus brazos de gigante. Me parec\xEDa que al
cerrarse iban a aplastarme--sent\xED un deslumbramiento--me arrincon\xE9 m\xE1s
profundamente en el sof\xE1.

Entonces me vinieron a la memoria los pensamientos que acariciaba desde
hac\xEDa varios a\xF1os: me represent\xE9 c\xF3mo lo habr\xEDa amado si yo hubiera sido
Marta y c\xF3mo habr\xEDa querido que \xE9l me correspondiera.

--Mira, Roberto--dije,--en resumidas cuentas, no soy m\xE1s que una
tontuela; pero s\xE9 muy bien lo que es el amor, y no son s\xF3lo los poetas
los que me lo han ense\xF1ado. Hace tiempo que lo siento en el fondo de mi
coraz\xF3n.

--\xBFAmas a alguien?--me pregunt\xF3.

Yo me ruboric\xE9 y sacud\xED la cabeza.

--\xBFC\xF3mo puedes entonces sentirlo en el fondo de tu coraz\xF3n?

--Sin duda eso me ha ca\xEDdo del Cielo--respond\xED bajando los ojos hacia el
suelo.--Pero, en todo caso, amar\xEDa de diferente manera que vosotros. No
me sumir\xEDa en el desaliento, no huir\xEDa vergonzosamente como lo haces t\xFA,
diciendo: \xAB\xA1M\xE1s vale as\xED!\xBB Pondr\xEDa para vencerla, todo el ardor de mi
alma, para conquistarla, toda la fuerza de mis brazos. La atraer\xEDa hacia
mi pecho y me la llevar\xEDa, \xA1poco importa ad\xF3nde! en la noche, al fondo
del desierto, si el sol se negaba a alumbrarnos, si ninguna casa quer\xEDa
darnos el abrigo de techo. Preferir\xEDa morir de hambre con ella a la
orilla del camino, a implorar al mundo que quiere separarme de ella. Eso
es lo que har\xEDa, Roberto, si me hallara en tu lugar, y, si estuviera en
el lugar de Marta, me echar\xEDa a tu cuello ri\xE9ndome y te dir\xEDa: \xABVen,
mendigar\xE9 para ti si no tienes pan, te dar\xE9 mi seno para reposar tu
cabeza si no tienes cama, y ba\xF1ar\xE9 tus heridas con mis l\xE1grimas, sufrir\xE9
mil muertes por ti, dando gracias a Dios, al Se\xF1or, de poder hacerlo.
\xBFVes, Roberto? \xA1as\xED es c\xF3mo me represento el amor y no como no s\xE9 qu\xE9
sentimiento mezclado, en el que entra el temor de una suegra y el horror
de los intereses atrasados!\xBB

Hab\xEDa hablado con pasi\xF3n. Sent\xEDa fuego en mis mejillas y de repente me
avergonc\xE9 al pensar que hab\xEDa descubierto as\xED delante de \xE9l el fondo de
mi coraz\xF3n. Me ocult\xE9 la cara entre las manos, luchando contra las
l\xE1grimas.

Cuando me atrev\xED a levantar la cabeza, \xE9l estaba delante de m\xED,
mir\xE1ndome fijamente, con ojos chispeantes.

--Criatura--dijo,--\xBFde d\xF3nde te vienen esas ideas?--Me parec\xEDa o\xEDr el
c\xE1ntico de los c\xE1nticos.

Apret\xE9 los dientes y guard\xE9 silencio. \xBFSab\xEDa yo misma de d\xF3nde me
ven\xEDan?

Pero \xE9l se sent\xF3 junto a m\xED y me tom\xF3 las manos.

--Olga--continu\xF3,--lo que acabas de decir no era precisamente muy
pr\xE1ctico, pero era hermoso, era sincero, y me ha conmovido hasta el
hondo del alma. Me parec\xEDa o\xEDr una voz de otro mundo y casi tengo
verg\xFCenza de haber sido d\xE9bil y cobarde. Pero, aun cuando levantara la
cabeza, aun cuando pensara como t\xFA, \xBFde qu\xE9 me servir\xEDa puesto que ya
ella no me ama?

--\xA1Ella, no amarte!--exclam\xE9. \xA1Si la abandonas, Roberto, se morir\xE1!

--\xA1Olga!

Vi que la alegr\xEDa iluminaba su rostro y yo tuve en ese momento como la
sensaci\xF3n de una mano extra\xF1a que me oprim\xEDa el pecho; pero no me
desconcert\xE9, y recurriendo a todo mi orgullo, continu\xE9:

--Roberto, s\xE9 que me despreciar\xE1s cuando sepas lo que voy a decirte;
pero es necesario que te lo diga, para que te convenzas de que no debes
partir. No he sido franca contigo, Roberto; he burlado tu confianza.

Y con la respiraci\xF3n jadeante, arrancando penosamente las palabras de mi
garganta, le cont\xE9 lo que hab\xEDa hecho con sus cartas.

Estaba lejos de haber concluido, cuando de pronto me tom\xF3 en sus brazos
y me atrajo hacia \xE9l.

--Olga, \xBFes verdad?--exclam\xF3 fuera de s\xED en su gozo.--\xBFPuedes jurarme
que es la verdad?

Hice un signo afirmativo, pues el miedo, que hac\xEDa pasar por todo mi
cuerpo un calofr\xEDo delicioso, me hab\xEDa quitado el uso de la palabra.

--\xA1Que Dios te lo pague, buena e inteligente ni\xF1a!--exclam\xF3
estrech\xE1ndome contra su pecho.

Y mi respiraci\xF3n se cort\xF3 en una deliciosa angustia. Dej\xE9 caer mi cabeza
sobre su hombro y cerr\xE9 los ojos. Entonces me estremec\xED al sentir que
su boca se posaba en mis labios. Me pareci\xF3 que una llama me hab\xEDa
quemado. Y me bes\xF3 otra vez, otra y otra: el gozo y el agradecimiento le
hab\xEDan hecho perder la raz\xF3n.

Pero yo pensaba: \xAB\xA1Ojal\xE1 nunca concluya este instante!\xBB Y los calofr\xEDos
me sacud\xEDan sin interrupci\xF3n mientras mi cuerpo yac\xEDa inerte y sin
fuerzas entre sus brazos. Una sola vez me pas\xF3 por la cabeza este
pensamiento: \xAB\xBFPuedo devolverle sus besos?\xBB Pero no me atrev\xED.

\xBFCu\xE1nto tiempo me tuvo as\xED? No lo s\xE9: de repente sent\xED que mi cabeza
chocaba rudamente con el borde del sof\xE1. El dolor me hizo salir como de
las profundidades de un sue\xF1o.

Me qued\xE9 all\xED sin movimiento, tratando de recobrar aliento.

Roberto lo not\xF3 y exclam\xF3 muy asustado:

--Est\xE1s muy p\xE1lida, ni\xF1a, \xBFte has hecho da\xF1o?

Dije que s\xED por se\xF1as, y agregu\xE9 que aquello no era nada, que pronto
pasar\xEDa. Pero bien sab\xEDa que no hab\xEDa de pasar, que esa impresi\xF3n se
grabar\xEDa en mis sentidos y en mi coraz\xF3n con letras de fuego, que la
llama de ese instante retemplar\xEDa mi coraz\xF3n durante m\xE1s de una larga y
fr\xEDa noche de invierno, esa llama que no era sin embargo sino el reflejo
de su amor por otra. Sab\xEDa todo eso y me parec\xEDa que me iba a ahogar
bajo el peso de ese pensamiento. Pero pronto me repuse, pues hab\xEDa
aprendido a dominar mis nervios.

--Roberto--dije,--voy a darte un consejo, y despu\xE9s dejar\xE1s que me
vaya, porque estoy algo cansada.

--\xA1Habla, habla--exclam\xF3,--har\xE9 ciegamente lo que quieras!

Y cuando lo mir\xE9, no pude impedir exhalar un profundo suspiro de dolor y
de j\xFAbilo, pues pensaba: \xAB\xA1Te ha tenido en sus brazos!\xBB

Habr\xEDa querido dejarme caer nuevamente con los ojos cerrados en la
esquina del sof\xE1 y fingir todav\xEDa un poco el desvanecimiento, pero me
levant\xE9 vivamente y dije:

--Creo que Marta no cerrar\xE1 los ojos esta noche; esperar\xE1 el momento en
que salgas de la casa. Querr\xE1 verte partir; como su habitaci\xF3n da al
jard\xEDn, vendr\xE1 a la tuya o a la que est\xE1 al lado. Cuando est\xE9s al pie de
la escalera, espera un poco y luego haz como si hubieras olvidado algo,
y entonces... entonces...

No pude decir m\xE1s, pues o\xEDa resonar en m\xED con demasiada violencia, ya
como un sollozo, ya como un grito de alegr\xEDa, estas palabras: \xAB\xA1Te ha
tenido en sus brazos!\xBB

Tuve miedo de no poder dominar mi emoci\xF3n por m\xE1s tiempo y quise huir
precipitadamente, sin una palabra de despedida.

Cuando abr\xED la puerta, vi delante de m\xED a Marta.

All\xED estaba ella, descalza, a medio vestir, p\xE1lida como una muerta y
temblorosa. No pudo hacer un movimiento; sin duda le faltaron las
fuerzas.

Y en el mismo instante o\xED detr\xE1s de m\xED un grito de gozo; vi que Roberto
se lanzaba, pasaba a mi lado y recib\xEDa en sus brazos a la desdichada
que se tambaleaba.

--\xA1A Dios gracias, ahora eres m\xEDa!

Estas fueron las \xFAltimas palabras que o\xED; hu\xED a mi cuarto como si las
furias me hubieran perseguido, me encerr\xE9 y derram\xE9 l\xE1grimas, l\xE1grimas
amargas.



XI


Salvar\xE9 r\xE1pidamente los a\xF1os que siguieron con sus desgracias
fulminantes y su largo cortejo de sufrimientos. Ellos me dieron la
madurez y me hicieron mujer.

Ocho meses despu\xE9s de aquella noche, trajeron a pap\xE1 a la casa en un
adral; se hab\xEDa ca\xEDdo del caballo y sufr\xEDa de graves lesiones internas.

A los tres d\xEDas muri\xF3. En medio de las calamidades que cayeron entonces
sobre la casa, fui la \xFAnica que conserv\xF3 toda su sangre fr\xEDa. Marta,
aniquilada, se abism\xF3 en su dolor y mam\xE1--\xA1la pobre y querida
mam\xE1!--hab\xEDa permanecido durante tantos a\xF1os sentada c\xF3modamente y en
paz al lado de la estufa tejiendo medias y mascando frutas azucaradas,
que no quer\xEDa ni pod\xEDa concebir que aquella existencia cambiara. No dijo
una palabra, apenas derram\xF3 una l\xE1grima, pero el mal que la ro\xEDa
interiormente, hizo r\xE1pidos progresos y, aun cuando hubiera salvado de
la fiebre tifoidea que la acometi\xF3 cuatro semanas m\xE1s tarde, el pesar se
la habr\xEDa llevado seguramente.

Ambos reposaban entonces en el cementerio, Marta y yo, hu\xE9rfanas,
abandonadas, nos quedamos en la granja desierta, esperando el momento en
que se nos expulsar\xEDa. Por mi parte sab\xEDa el camino que ten\xEDa que
seguir, sab\xEDa que el porvenir no me ofrec\xEDa otra perspectiva que la de
ganar duramente mi pan al servicio de otros. No vacilaba y no discut\xEDa
con mi destino: ten\xEDa suficiente energ\xEDa, suficiente orgullo para vivir
sola aun en el extranjero. Pero temblaba por Marta, que, menos que
nunca, pod\xEDa vivir sin consuelo ni afecto.

El d\xEDa de su casamiento parec\xEDa todav\xEDa muy lejano. Roberto no pod\xEDa
hacerla esperar mucho m\xE1s sin exponerse a verla extinguirse un d\xEDa
agotada por la pena, como una l\xE1mpara que ya no tiene aceite.

No me equivocaba en mis c\xE1lculos. \xC9l no hab\xEDa podido asistir a los
entierros, sin embargo, cada vez hab\xEDa mandado una palabra de consuelo a
Marta para ayudarla a pasar las horas m\xE1s penosas. De vez en cuando
ca\xEDan de sus cartas algunas migajas para m\xED, de las cuales me apoderaba
con avidez, como quien se siente morir de hambre.

Un d\xEDa, \xE9l mismo se present\xF3.

--\xA1Esta vez vengo a buscarte!--le grit\xF3 a Marta.

Ella se dej\xF3 caer sobre el pecho de Roberto y llor\xF3. \xA1Cu\xE1n feliz era!
Pero yo me retir\xE9 al emparrado m\xE1s sombreado del jard\xEDn y, abandon\xE1ndome
a mis reflexiones, me pregunt\xE9 si mi coraz\xF3n no tendr\xEDa tambi\xE9n alg\xFAn
d\xEDa un hogar en que pudiera refugiarse tanto en las horas felices como
en las horas de angustia. Bien sent\xEDa que esos eran vanos sue\xF1os, pues
el \xFAnico lugar en el mundo... en fin, sent\xED nacer en m\xED un orgullo y una
amargura tales, que todo mi ser se llen\xF3 de hiel, y me desprend\xED con
sombr\xEDa aspereza de los brazos de los m\xEDos para encerrarme sola en mi
dolor.

Quer\xEDan llevarme con ellos, hacerme compartir lo poco de felicidad que
les quedaba todav\xEDa: me crear\xEDa un interior en la casa de mi cu\xF1ado;
pero rechac\xE9 su ofrecimiento con fiera obstinaci\xF3n.

Ambos trataron en vano de resolver el enigma de mi conducta, y Marta,
que se desesperaba al pensar que no me tocar\xEDa la menor part\xEDcula de su
dicha, ven\xEDa a menudo por la noche junto a mi cama y lloraba sobre mi
hombro. Entonces me ruborizaba de mi obstinaci\xF3n, le dirig\xEDa mil
palabras afectuosas como a una criatura, y no la dejaba irse sino cuando
hab\xEDa visto brillar por entre sus l\xE1grimas una sonrisa de esperanza.

Durante ocho d\xEDas, Roberto trabaj\xF3 sin descanso en poner orden en
nuestros negocios y en buscar un comprador. No nos qued\xF3 sino muy poca
cosa; pero tampoco necesit\xE1bamos nada.

En seguida, se realiz\xF3 sin ruido la ceremonia del casamiento. El viejo
mayordomo principal y yo fuimos los testigos, y a guisa de comida de
bodas hicimos una visita al cementerio, para despedirnos de las tumbas
recientemente cerradas, cuya arena amarilla comenzaba a desaparecer
bajo d\xE9biles tallos de yedra.

Durante las \xFAltimas semanas, hab\xEDa buscado en secreto una situaci\xF3n que
me conviniera. Se me hab\xEDan hecho diversos ofrecimientos; no ten\xEDa m\xE1s
que elegir. Cuando Roberto vino a buscarme y, con una arruga de
inquietud en la frente, me hizo esta pregunta: \xAB\xBFQu\xE9 vas a hacer ahora,
Olguita?\xBB le expuse con una sonrisa tranquila mis proyectos para el
porvenir. Sobrecogido de admiraci\xF3n junt\xF3 las manos y exclam\xF3:

--\xA1Verdaderamente, te envidio! \xA1Har\xE1s camino, t\xFA!

Y la misma Marta me envidiaba, bien lo ve\xEDa en los ojos tristes que
fijaba en \xE9l y en m\xED; habr\xEDa deseado, para sacrificarlas a Roberto, toda
la fuerza, toda la energ\xEDa que me daba la juventud. La bes\xE9, trat\xE9 de
alentarla, y en la mirada suplicante que dirigi\xF3 a su marido, le\xED este
pensamiento: \xABTe doy todo lo que soy; perdona que sea tan poca cosa.\xBB

Al d\xEDa siguiente por la ma\xF1ana nos separamos; la joven pareja se dirigi\xF3
a su nuevo domicilio y yo part\xED para el extranjero.



XII


No hablar\xE9 de los tres a\xF1os que pas\xE9 en tierras extra\xF1as. Todas las
vejaciones, todas las humillaciones que sufr\xED durante ese tiempo, se han
grabado en mi alma con caracteres indelebles; han endurecido
completamente mi coraz\xF3n y me han inspirado la indiferencia y la
desconfianza para con todas las criaturas humanas. He aprendido a
despreciar su odio y m\xE1s aun su amor; he aprendido a sonre\xEDr, cuando el
dolor me desgarraba el coraz\xF3n con sus garras de acero; he aprendido a
llevar la frente alta, cuando habr\xEDa querido, de verg\xFCenza, ocultarla en
el polvo.

Los largos d\xEDas vac\xEDos, lejos de todo afecto, que pesan como plomo sobre
los hombros, la carga aplastadora de las tinieblas durante las noches
sin sue\xF1o, las adulaciones dictadas por la codicia, que suenan a falso y
dan n\xE1useas, los celos de rivales cuyo mutismo obstinado irrita: todo
eso he conocido.

En verdad, era duro el pan que com\xED en el extranjero, \xA1y cu\xE1ntas veces
lo moj\xE9 con mis l\xE1grimas!

El \xFAnico consuelo, la \xFAnica alegr\xEDa que me quedaban, eran las cartas de
Marta. Me escrib\xEDa con frecuencia, en ciertas \xE9pocas hasta todos los
d\xEDas, y las m\xE1s de las veces encontraba en ellas un post-scr\xEDptum de la
letra desigual y atormentada de Roberto. \xA1Oh, c\xF3mo me echaba sobre
ellos, c\xF3mo devoraba su menor palabra!

Gracias a esas cartas, viv\xEDa con ellos, por decirlo as\xED.

Su vida no era alegre--Dios sabe que no--pero en fin \xA1era la vida! A
menudo la desgracia ca\xEDa sobre ellos; entonces ambos, Roberto con toda
su fuerza, Marta en su debilidad, parec\xEDan dos ni\xF1os sin apoyo,
abandonados, y yo ten\xEDa que intervenir para ayudarlos con mis consejos y
darles valor.

Al fin estuve a tal punto familiarizada con su c\xEDrculo, que habr\xEDa
podido reconocer por su aspecto y por su voz a cada uno de sus criados,
de sus amigos, de sus conocidos. Sent\xEDa por la t\xEDa Hellinger el odio m\xE1s
vehemente, por el viejo m\xE9dico el afecto m\xE1s profundo; en cuanto a la
multitud indiferente de los burgueses, de miradas indiscretas y
p\xE9rfidas, que computaban tan exactamente y calculaban con sus dedos la
ruina de Roberto, les reservaba mi desprecio m\xE1s glacial.

--\xA1Oh! \xA1Si yo estuviera en su lugar--me dec\xEDa con frecuencia rechinando
los dientes, cuando Marta se lamentaba y me pintaba todo lo que ten\xEDa
que sufrir en sus relaciones,--c\xF3mo les mostrar\xEDa la puerta a esos
_lonjistas_ fr\xEDos y altaneros; c\xF3mo los har\xEDa arrastrarse a mis pies, en
el polvo, domados con el l\xE1tigo de mis sarcasmos y de mi desd\xE9n!

Pero tambi\xE9n tomaba parte en sus peque\xF1os goces. La ve\xEDa reinar como ama
en la granja, ve\xEDa en su derredor a la peque\xF1a tropa de servidores a
quienes animaba la mejor voluntad, y habr\xEDa querido mostrarme m\xE1s
bondadosa, m\xE1s caritativa aun que ella lo era, ella que ocultaba una
alma de \xE1ngel bajo una apariencia humana.

La ve\xEDa sentada al sol en el balc\xF3n, inclinada sobre su costura; la ve\xEDa
gozar del descanso de mediod\xEDa bajo los frondosos tilos del jard\xEDn; la
ve\xEDa, mientras la voz de su marido retumbaba en el patio y junto a ella
la cafetera cantaba su dulce canci\xF3n; la ve\xEDa, esperando que \xE9l entrase,
seguir con mirada so\xF1adora los copos de nieve que revoloteaban en el
aire.

Viv\xEDa as\xED con ellos, mientras mis d\xEDas se suced\xEDan vac\xEDos y sin gozo,
como los anillos de una cadena sin fin.

En el curso del tercer a\xF1o, Marta me confi\xF3 que el deseo m\xE1s ardiente de
Roberto iba a realizarse, que la plegaria que tan a menudo ella hab\xEDa
rezado en el silencio de la noche, hab\xEDa sido o\xEDda: se sent\xEDa madre.
Pero al mismo tiempo crec\xEDa en ella el temor de que su fr\xE1gil y d\xE9bil
cuerpo no pudiera soportar la grave prueba que la esperaba. Yo compart\xEDa
su esperanza y sus temores; quiz\xE1 estaba a\xFAn m\xE1s inquieta que ella, pues
la soledad y la distancia abultaban y desfiguraban las escenas que
creaba mi imaginaci\xF3n.

M\xE1s de una vez por la noche me despert\xE9 con la cara ba\xF1ada en l\xE1grimas,
pues la hab\xEDa visto ya muerta en sue\xF1os. Un recuerdo de los primeros
a\xF1os de mi juventud me volv\xEDa a la memoria: la hab\xEDa encontrado un d\xEDa
tendida en el sof\xE1, r\xEDgida, p\xE1lida, semejante a un cad\xE1ver, y no pod\xEDa
apartar esa imagen de mi pensamiento. Mientras m\xE1s se acercaba el
momento cr\xEDtico, m\xE1s me consum\xEDa la inquietud. Mi salud comenzaba a
resentirse de las extravagancias de mi cerebro, y las personas extra\xF1as
entre las cuales viv\xEDa--no pronunciar\xE9 su nombre, no merece figurar en
estas p\xE1ginas--no existieron ya para m\xED sino como fantasmas.

Las \xFAltimas cartas de Marta revelaban orgullo, respiraban j\xFAbilo y
esperanza. Sus temores parec\xEDan haberse disipado, nadaba ya en las
delicias que le promet\xEDa la maternidad.

Despu\xE9s siguieron tres d\xEDas en que estuve sin noticias, tres d\xEDas de
tortura y de fiebre; al fin lleg\xF3 el telegrama de mi cu\xF1ado:

\xABMarta dio luz var\xF3n con felicidad. Te reclama, ven pronto.\xBB

Con el telegrama en la mano corr\xED en busca de mi patrona y le ped\xED
permiso para ausentarme por el tiempo necesario. Ella me lo neg\xF3.
Inmediatamente, encolerizada, le arroj\xE9 mi dimisi\xF3n a la cabeza y exig\xED
en el acto mi libertad. Buscaron excusas: mi presencia era indispensable
en ese momento, deb\xEDa por lo menos rendir cuentas y entregar, seg\xFAn las
reglas, la direcci\xF3n de la casa a la persona que me reemplazar\xEDa; en
resumen, me retuvieron dos d\xEDas enteros bajo los pretextos m\xE1s f\xFAtiles;
se habr\xEDa dicho que quer\xEDan hacer sentir una vez m\xE1s a la sirvienta que
se hab\xEDa mostrado tan altiva, toda la ignominia de su humilde situaci\xF3n.

En seguida vino una noche en ferrocarril, una noche de pesado
embotamiento, en el ruido ensordecedor del vag\xF3n; una ma\xF1ana pasada
tiritando entre ba\xFAles y cajas de sombreros, en una sala de espera
desierta, cuyo olor a cerveza me daba n\xE1useas. Despu\xE9s seis horas m\xE1s,
oprimida entre un comerciante viajero y un jud\xEDo polaco, en los
calientes cojines de una diligencia, y al fin surgieron ante mis ojos,
en los fuegos de una tarde de oto\xF1o, las torres de la peque\xF1a poblaci\xF3n
en que los seres que me eran m\xE1s caros, los \xFAnicos a quienes quer\xEDa en
este mundo, hab\xEDan edificado su nido.



XIII


Poco faltaba para la puesta de sol cuando baj\xE9 de la diligencia; entre
las ruedas, las hojas muertas revoloteaban en peque\xF1as trombas.

Mi coraz\xF3n lat\xEDa con violencia. Mir\xE9 en torno m\xEDo. Cre\xEDa ver adelantarse
a mi encuentro la gigantesca silueta de Roberto, pero no hab\xEDa all\xED m\xE1s
que algunos papanatas que me miraron con los ojos muy abiertos,
extra\xF1ados de esa aparici\xF3n desconocida. Pregunt\xE9 el camino al conductor
y, contando para lo dem\xE1s con las descripciones de Marta, me puse sola
en marcha.

En las puertas bajas de las tiendas hab\xEDa grupos de personas que
conversaban. Por delante de m\xED, algunos paseantes avanzaban
tranquilamente, a pasos lentos. Al acercarme se detuvieron, me miraron
de pies a cabeza como a un animal curioso y, tan pronto como les di la
espalda, o\xED detr\xE1s de m\xED cuchicheos y risas ahogadas. Me invadi\xF3 un
calofr\xEDo al observar esa curiosidad malevolente de aldea.

Me sent\xED aliviada cuando vi alzarse frente a m\xED las torres de la
puerta. Conoc\xEDa muy bien esa puerta: Marta en sus cartas la llamaba la
_puerta del infierno_, porque ten\xEDa que pasar por ella cuando iba a la
ciudad, llamada por su suegra.

Al penetrar bajo la obscura b\xF3veda, vi de improviso el \xABcastillo,\xBB en
medio del arco de la puerta que le formaba como una especie de marco
negro.

Estaba apenas a una distancia de mil pasos. Las blancas paredes de la
casa, que los rayos del sol poniente ba\xF1aban con un matiz purp\xFAreo,
surg\xEDan de entre un grupo de \xE1rboles de onduloso follaje. Los techos
cubiertos de zinc relumbraban; se habr\xEDa dicho que de ellos ca\xEDa una
cascada de agua hirviente. Las ventanas parec\xEDan lanzar llamaradas, y
por encima de la techumbre se amontonaba una espesa nube, semejante a un
palio formado por un torbellino de humo negro.

Me oprim\xED el coraz\xF3n con las manos; cre\xED que sus latidos iban a romperme
el pecho, tan violenta era la impresi\xF3n que experimentaba ante ese
espect\xE1culo. Durante un segundo tuve el sentimiento extra\xF1o de que deb\xEDa
retroceder, huir a toda prisa, sin tregua ni reposo hasta que me
sintiera protegida por la distancia.

Toda mi inquietud acerca de Marta desaparec\xEDa ante esa angustia
misteriosa que me oprim\xEDa la garganta hasta ahogarme. Me trat\xE9 de
cobarde y de insensata, y, reuniendo todas mis fuerzas, entr\xE9 en el
camino, donde el paso de los coches hab\xEDa dejado peque\xF1os charcos, ya
medio secos, que luc\xEDan como espejos. El viento que pasaba por las cimas
de los \xE1lamos, hac\xEDa o\xEDr un sordo murmurio que me acompa\xF1\xF3 hasta la
puerta de la granja. En el mismo instante en que la pasaba, el \xFAltimo
rayo de sol desapareci\xF3 detr\xE1s de las paredes de la casa y la sombra de
los grandes tilos, que del parque se inclinaban sobre el camino, me
envolvi\xF3 tan bruscamente, que cre\xED que hab\xEDa llegado la noche.

Viejas paredes en ruinas, cubiertas de celedonia medio marchita, sal\xEDan
a derecha e izquierda de una confusi\xF3n de escaramujos y de espinos: eran
los restos del antiguo castillo, sobre cuyos escombros se hab\xEDa
instalado la granja. De todo aquello se exhalaba como un soplo de muerte
y de putrefacci\xF3n.

Dirig\xED una mirada medrosa al vasto patio que el crep\xFAsculo comenzaba a
envolver con un velo azulado. Al menor ruido me estremec\xEDa, me figuraba
o\xEDr que la voz poderosa de Roberto me deseaba la bienvenida. El patio
estaba desierto, era la hora del descanso y en \xE9l reinaba un silencio
profundo. S\xF3lo o\xEDa, por el lado de las caballerizas, el crujido
particular que se hace al aguzar una guada\xF1a. Un olor de heno reci\xE9n
cortado llenaba el aire con ese perfume a la vez dulce y acre que le es
peculiar.

T\xEDmida y miedosa, como una intrusa, me deslic\xE9 lentamente a lo largo de
la empalizada del jard\xEDn hasta la casa, que con sus montantes de
granito, sus torrecillas y sus pi\xF1ones que el tiempo hab\xEDa cubierto de
un matiz gris, parec\xEDa lanzar sobre m\xED una mirada sombr\xEDa y
amenazadora. De trecho en trecho la capa de yeso hab\xEDa ca\xEDdo y dejaba
aparecer las piedras negruzcas de las paredes. Se habr\xEDa cre\xEDdo que el
tiempo, como una larga enfermedad, hab\xEDa cubierto de llagas ese cuerpo
respetable.

La puerta de entrada estaba abierta.

Penetr\xE9 en un gran vest\xEDbulo obscuro, del que se desprend\xEDa un olor de
cal y de moho. Por unas lumbreras de vidrios multicolores y cubiertas de
telara\xF1as, que, abiertas muy junto al cielo raso, parec\xEDan nidos
luminosos, entraba a la sala un d\xE9bil resplandor, apenas suficiente para
permitir que se distinguieran en la obscuridad los grandes armarios que
se alineaban a lo largo de las paredes. Una raya de luz m\xE1s clara ca\xEDa
sobre una ancha escalera cuyas gradas gastadas descansaban en pilastras
de piedra. Altas puertas de roble, arqueadas, conduc\xEDan a diferentes
habitaciones, pero no me atrev\xED a acercarme a ninguna de ellas: se me
figuraban las puertas de una prisi\xF3n. All\xED estaba todav\xEDa, con el
coraz\xF3n oprimido, buscando un camino, cuando la puerta de entrada se
abri\xF3 bruscamente y dos grandes molosos, manchados de amarillo, se
precipitaron hacia m\xED.

Lanc\xE9 un grito. Los monstruos me saltaron encima, olfatearon mis ropas y
volvieron a salir lanzando furiosos aullidos.

--\xBFQui\xE9n est\xE1 ah\xED?--grit\xF3 una voz, cuyo timbre grave y poderoso hab\xEDa
cre\xEDdo o\xEDr a menudo, en mis desvelos como en mis sue\xF1os.

Una sombra apareci\xF3 en el umbral: era \xE9l.

Nubes rojas flotaron delante de mis ojos. Me pareci\xF3 que mis pies
hab\xEDan echado ra\xEDces en el suelo. Respiraba con dificultad y me apoy\xE9 en
el pilar de la escalera.

--\xBFQui\xE9n est\xE1 ah\xED? \xA1Qu\xE9 diablos!--grit\xF3 otra vez, tratando en vano de
ver en la obscuridad.

Toda mi arrogancia me volvi\xF3. Estaba tranquila y altiva cuando me hab\xEDa
despedido de \xE9l algunos a\xF1os antes, quer\xEDa ser la misma para
present\xE1rmele entonces. \xBFAcaso necesitaba saber todo lo que yo hab\xEDa
sufrido en el intervalo?

--Olga... en verdad... Olga, eres t\xFA.

El j\xFAbilo ahogado que revelaba su voz hizo pasar en mis venas una
sensaci\xF3n de calor y de bienestar. Cre\xED por un instante que iba a
echarme a su cuello y a llorar sobre su hombro para aliviar mi coraz\xF3n,
pero guard\xE9 mi reserva:

--\xBFNo me esperabais?--pregunt\xE9, tendi\xE9ndole maquinalmente la mano.

--Pues s\xED, naturalmente, desde hace dos d\xEDas te esper\xE1bamos por
momentos; es decir que comenz\xE1bamos a creer...

Hab\xEDa encerrado mi mano en las suyas y trataba de verme la cara. En su
actitud hab\xEDa una mezcla particular de cordialidad y de embarazo:
parec\xEDa que trataba en vano de encontrar en m\xED a su antigua amiga, su
antigua confidente.

--\xBFC\xF3mo est\xE1 Marta?--pregunt\xE9.

--Ya lo ver\xE1s--respondi\xF3 \xE9l;--yo en esto nada entiendo. \xA1Me parece tan
d\xE9bil, tan fr\xE1gil! Me digo que ser\xE1 un milagro si se salva. Pero el
m\xE9dico pretende que va bien, y lo que es \xE9l debe saberlo.

--\xBFY el ni\xF1o?--pregunt\xE9 en seguida.

Ri\xF3 con una ligera risa interior que lleg\xF3 hasta m\xED en el crep\xFAsculo.

--\xA1El ni\xF1o, hum, el ni\xF1o!...

Y en vez de concluir la frase, dio un puntapi\xE9 a los molosos que de un
brinco abandonaron la casa.

--Ven--dijo en seguida,--voy a llevarte.

Subimos la escalera, en silencio, sin mirarnos.

\xAB\xA1Ahora eres una extra\xF1a para \xE9l!\xBB--me dije.

Y me sent\xED sobrecogida de angustia, como si acabara de perder una
felicidad acariciada desde mucho tiempo.

--Espera un momento--dijo \xE9l indicando con el dedo una de las puertas
m\xE1s pr\xF3ximas,--voy a decirle una palabra para prepararla; de lo
contrario, podr\xEDa hacerle da\xF1o la alegr\xEDa.

Un instante despu\xE9s, me encontr\xE9 sola en un largo corredor obscuro, de
b\xF3veda elevada. Muy al fondo brillaban en llamaradas de un rojo sombr\xEDo
los \xFAltimos resplandores del d\xEDa moribundo que arrojaba sobre las
pulidas baldosas un largo surco de luz. Sonidos vagos, que recordaban la
voz de un ni\xF1o, her\xEDan mi o\xEDdo cuando el viento se colaba bajo la
b\xF3veda.

Un leve grito de gozo lleg\xF3 hasta m\xED, a trav\xE9s de la puerta, y me hizo
estremecer. Una oleada de sangre ardiente invadi\xF3 mi coraz\xF3n; cre\xED que
iba a ahogarme. En seguida la puerta se abri\xF3 y la mano de Roberto me
asi\xF3 en la obscuridad: me dej\xE9 llevar sin tener conciencia de lo que
hac\xEDa, y no sal\xED de mi estupor sino en el momento en que ca\xED de
rodillas, sollozando, junto a la cama, y ocult\xE9 la cara en las
almohadas, mientras una mano h\xFAmeda y caliente me acariciaba la cabeza.

Una sensaci\xF3n que ya no conoc\xEDa desde hac\xEDa a\xF1os, una dulce sensaci\xF3n de
calor, como la que se experimenta en el hogar paterno, penetraba y
embriagaba mis sentidos. No osaba alzar los ojos, de miedo de que se
disipara.

La mano reposaba siempre en mi cabeza como una bendici\xF3n del Cielo. Un
agradecimiento infinito inund\xF3 mi coraz\xF3n: me apoder\xE9 de esa mano que
temblaba en la m\xEDa, y pos\xE9 en ella larga y tiernamente mis labios.

\xBFQu\xE9 haces, hermanita, qu\xE9 haces?--dijo Marta con su voz cansada,
ligeramente velada.

Me levant\xE9. La vi delante de m\xED, p\xE1lida, con las mejillas huecas, y los
ojos, donde brillaban l\xE1grimas, profundamente hundidos en las \xF3rbitas.
Estaba blanca y delicada como un copo de nieve; azules e hinchadas venas
surcaban su enflaquecido cuello, y su frente, de una blancura tan
transparente que parec\xEDa que una luz lo iluminara interiormente, estaba
cubierta de gotas de sudor.

Hab\xEDa envejecido y enflaquecido mucho desde que yo no la hab\xEDa visto, y
las crisis por las cuales acababa de pasar, no parec\xEDan ser las \xFAnicas
en haber ejercido sobre ella su obra destructora; pero hab\xEDa conservado
su sonrisa consoladora y bienhechora que serv\xEDa de alivio a todos, aun
cuando ella misma estuviera en el m\xE1s completo abandono.

--Y ahora no te volver\xE1s a ir--dijo ella, alzando los ojos hacia m\xED,
como si no pudiera saciarse de mirarme.--Te quedar\xE1s con nosotros, para
siempre; \xA1prom\xE9temelo, prom\xE9temelo inmediatamente!

Guard\xE9 silencio. La felicidad me rodeaba, abrasadora como el fuego del
cielo: era para m\xED un sufrimiento, una tortura.

--\xA1Insiste t\xFA tambi\xE9n, Roberto!--repuso ella.

Me estremec\xED. Lo hab\xEDa olvidado totalmente y ahora su presencia hac\xEDa en
m\xED el efecto de un reproche.

--Dame tiempo para reflexionar, espera hasta ma\xF1ana--dije enderez\xE1ndome.

Sent\xEDa en m\xED el vago presentimiento de que mi residencia en esa casa no
ser\xEDa de larga duraci\xF3n: habr\xEDa sido demasiada dicha para m\xED, pobre
infeliz a quien un destino despiadado condenaba a vivir en casa ajena.

Le\xED en el rostro de Marta el deseo de no lastimar mi susceptibilidad.

--Entonces hasta ma\xF1ana--dijo en voz baja apret\xE1ndome los dedos,--y
ma\xF1ana ver\xE1s la falta que nos haces, comprender\xE1s que ser\xEDa necesario
que fu\xE9ramos locos, para dejarte partir nuevamente. \xBFNo es verdad,
Roberto?

--\xA1Seguro, con toda seguridad!--dijo \xE9l soltando una carcajada que me
pareci\xF3 singularmente forzada.

Era evidente que se sent\xEDa mortificado en presencia de nosotras dos.
As\xED, pues, no tard\xF3 en tomar su gorra como para retirarse, sin decir una
palabra.

--Ens\xE9\xF1ale nuestro hijo--murmur\xF3 Marta, al mismo tiempo que una sonrisa
de indecible felicidad pasaba por su rostro enflaquecido.

--Ven--dijo Roberto;--el ni\xF1o duerme en la habitaci\xF3n contigua.

Me precedi\xF3, y escurri\xF3 con gran trabajo su ancho y pesado cuerpo por la
puerta entreabierta.

La cuna se alzaba all\xED en la luz rosada de la tarde. Entre los cojines
aparec\xEDa una cabecita roja, apenas m\xE1s grande que una manzana. Sus
p\xE1rpados arrugados estaban cerrados y ten\xEDa en la boca uno de sus
pu\xF1itos, con los dedos crispados como por una convulsi\xF3n.

Mis miradas se apartaron del ni\xF1o y a hurtadillas se fijaron en el
padre. Este hab\xEDa juntado las manos y contemplaba con piadosa atenci\xF3n a
esa peque\xF1a criatura humana. Una sonrisa indecisa, que expresaba tanto
el embarazo como el j\xFAbilo, vagaba por sus labios.

S\xF3lo en ese momento pude observarlo a mis anchas. El fulgor purpurino de
la tarde ca\xEDa directamente sobre su rostro y hac\xEDa resaltar claramente
los pliegues y las arrugas que se hab\xEDan grabado en \xE9l durante esos tres
\xFAltimos a\xF1os. Penas sombr\xEDas parec\xEDan asediar su frente; sus ojos hab\xEDan
perdido el brillo y sus labios estaban agitados por un movimiento
nervioso en que cre\xED leer a la vez una melanc\xF3lica sumisi\xF3n y una
impotente rebeld\xEDa.

Me sent\xED presa de una compasi\xF3n infinita; ten\xEDa ganas de tomarle las
manos y decirle:

--T\xE9n confianza en m\xED, soy fuerte; d\xE9jame participar de tu dolor.

Cuando alz\xF3 los ojos, tuve miedo de que hubiera notado mi mirada; me
puse r\xE1pidamente de rodillas delante de la cuna y apoy\xE9 mis labios en el
tierno rostro del ni\xF1o que se estremeci\xF3 a mi contacto, como si hubiera
experimentado un dolor.

Cuando me levant\xE9, vi que Roberto hab\xEDa salido del cuarto.

Marta me esperaba con los ojos brillantes de impaciencia y de inquietud:
quer\xEDa saber que yo admiraba a su hijo.

--\xBFNo es verdad que es lindo?--balbuci\xF3, alzando hacia m\xED sus d\xE9biles
brazos.

Y cuando su coraz\xF3n de madre estuvo saturado de orgullo, me hizo sentar
a su lado en las almohadas, apoy\xF3 su cabeza en m\xED y concluy\xF3 casi por
ponerla sobre mis rodillas.

--\xA1Oh! \xA1Qu\xE9 frescura!--murmur\xF3.

En seguida cerr\xF3 los ojos, respirando tranquila y regularmente, como si
durmiera.

Enjugu\xE9 con mi pa\xF1uelo el sudor que cubr\xEDa su frente.

Ella me agradeci\xF3 por se\xF1as y dijo:--Estoy todav\xEDa un poco d\xE9bil, me
parece que tuviera los miembros rotos; pero espero que ma\xF1ana podr\xE9
levantarme y atender a la casa.

--\xA1Gran Dios, qu\xE9 ideas tienes!--exclam\xE9 espantada.

Ella suspir\xF3.

--Es necesario, es necesario. No tengo derecho de reposar.

--\xBFPor qu\xE9 no tienes derecho de reposar?

Marta no contest\xF3, poro de repente se puso a llorar amargamente.

La calm\xE9, bes\xE9 sus mejillas y sus ojos pre\xF1ados de l\xE1grimas, y le
supliqu\xE9 que me abriera su coraz\xF3n.

--\xBFNo eres feliz? \xBFRoberto no es bueno contigo?

--Es bueno conmigo, como el buen Dios; sin embargo no soy feliz, soy muy
desdichada, hermanita, m\xE1s desdichada de lo que puedo decirte.

--\xBFY por qu\xE9, Dios m\xEDo?

--\xA1Tengo miedo!

--\xBFDe qu\xE9?

--De hacerlo desgraciado, de no ser la mujer que le conven\xEDa.

Sent\xED, de improviso, que un fr\xEDo glacial me invad\xEDa, como si, emanado de
su cuerpo, se trasladara al m\xEDo.

--\xBFVes? \xA1T\xFA misma sientes que tengo raz\xF3n!--murmur\xF3, alzando hacia m\xED
sus grandes ojos inquietos.

--Est\xE1s loca--dije, esforz\xE1ndome por re\xEDr.

Continuaba sintiendo en todo mi cuerpo ese helado calofr\xEDo. Un vago
sentimiento me dec\xEDa que Marta pod\xEDa muy bien no equivocarse. Pero por
el momento se trataba de consolarla.

--\xBFC\xF3mo puedes ser tan tonta para atormentarte as\xED t\xFA misma? \xBFAcaso su
actitud no te dice noche y d\xEDa que est\xE1s en un error?

--S\xE9 lo que s\xE9--replic\xF3 ella, suavemente, con esa resignaci\xF3n altiva que
es el arma de los d\xE9biles.--Y esto que te digo no data de hoy. Ese temor
tiene muchos a\xF1os: estaba ya en mi coraz\xF3n aun antes de que fu\xE9ramos
novios, y yo sab\xEDa bien lo que hac\xEDa cuando me negaba entonces a ser su
mujer; \xA1era el amor, s\xF3lo el amor lo que me guiaba!

--\xA1Marta! \xA1Marta!--exclam\xE9 en tono de reproche.--Me parece que me has
ocultado muchas cosas.

--Todo te lo dije en aquella \xE9poca--respondi\xF3 ella;--pero t\xFA no quer\xEDas
creerme, quer\xEDas por fuerza hacer mi felicidad; y m\xE1s tarde, \xBFpor qu\xE9
habr\xEDa hablado? En el papel las cosas toman otro significado que el que
se les ha querido dar; habr\xEDas concluido por ver en mis palabras un
reproche a Roberto, quiz\xE1 hasta a ti misma, y yo no pod\xEDa dar lugar a
semejante equivocaci\xF3n. Mi desgracia data del d\xEDa en que llegamos aqu\xED.
Cuando lo vi re\xF1ir con su madre, o\xED que una voz me gritaba: \xAB\xA1Tuya es la
culpa!\xBB Cuando de d\xEDa en d\xEDa lo vi ponerse m\xE1s sombr\xEDo y m\xE1s triste, me
repet\xEDa nuevamente en el fondo del coraz\xF3n: \xAB\xA1Tuya es la culpa!\xBB Durante
la noche me quedaba despierta a su lado, atormentada por este
pensamiento:

\xAB\xBFPor qu\xE9 est\xE1s tan triste y tan melanc\xF3lica, por qu\xE9 no sabes sino
arrojarte en sus brazos llorando, y sufrir doblemente cuando lo ves
sufrir?\xBB

\xAB\xBFPor qu\xE9 no has aprendido a echarte a su cuello cantando, desde que
vuelve a su casa y, con la sonrisa en los labios, a borrar con un beso
las arrugas de su frente? A\xFAn m\xE1s, \xBFpor qu\xE9 te faltan el orgullo y la
fuerza? \xBFPor qu\xE9 no puedes decirle: \xABRef\xFAgiate a mi lado; si tu coraz\xF3n
tiembla, en m\xED encontrar\xE1s nuevas fuerzas, velar\xE9 sobre ti y sostendr\xE9
tus pasos.\xBB He ah\xED lo que habr\xEDas hecho t\xFA, hermana; no, no me
contradigas. Con frecuencia me he representado la actitud que habr\xEDas
tenido t\xFA, con tu alta estatura; le habr\xEDas abierto los brazos para que
pudiera refugiarse en ellos, como en un puerto donde las tempestades no
se atreven a penetrar... pero, m\xEDrame--y al decir esto dirig\xEDa una
mirada de l\xE1stima a su cuerpo delicado y d\xE9bil, cuyos flacos contornos
se delineaban bajo la cobija.--\xBFEse lenguaje no ser\xEDa rid\xEDculo en mi
boca? Yo que casi me pierdo en sus brazos, que soy tan peque\xF1a, tan
fr\xE1gil, no sirvo sino para que me protejan; proteger a los otros no es
cosa m\xEDa... Mira, he reflexionado en todo eso durante largas noches, en
las tinieblas, y el desaliento se ha apoderado cada vez m\xE1s de m\xED. Por
la ma\xF1ana me esforzaba en re\xEDr, quer\xEDa fingir la indiferencia y la
alegr\xEDa de un p\xE1jaro, creyendo que ese era el papel que mejor me
convendr\xEDa y m\xE1s le agradar\xEDa; pero los cantos y la risa se ahogaban en
mi garganta, y \xE9l lo notaba muy bien, pues sonre\xEDa con expresi\xF3n
compasiva, y yo sent\xEDa redoblar mi verg\xFCenza.

Sin fuerzas, Marta se detuvo y ocult\xF3 el rostro en mis faldas; luego
continu\xF3:

--Y como este medio no me dio el resultado que esperaba, trat\xE9 por lo
menos de indemnizarlo de otra manera. T\xFA sabes que nunca en mi vida he
tenido miedo al trabajo, pero hasta ahora jam\xE1s hab\xEDa tenido sobre m\xED
una labor tan penosa como durante estos tres a\xF1os. Y, cuando ya no
pod\xEDa m\xE1s, cuando mis rodillas casi se doblaban bajo mi peso, segu\xEDa
adelante, sin embargo, sostenida por este pensamiento: \xABHaz ver que eres
por lo menos \xFAtil para algo, arr\xE9glate de modo que nunca sepa cu\xE1n poca
cosa posee en realidad en tu persona...\xBB Pero, \xBFde qu\xE9 sirve todo eso?
Todos mis esfuerzos son enteramente in\xFAtiles. Tan pronto como vuelvo las
espaldas todo se trastorna. Tiemblo sin cesar de que un d\xEDa mi trabajo
le parezca insuficiente.

As\xED se quejaba la desdichada, y yo misma ten\xEDa el coraz\xF3n despedazado al
ver tanto dolor.

--Escucha, tengo que hacerte una s\xFAplica--dijo ella finalmente,
tom\xE1ndome ambas manos:--sondea a Roberto, procura saber si est\xE1 contento
de m\xED, y despu\xE9s me lo dir\xE1s.

La atraje hacia m\xED, le prodigu\xE9 mil palabras cari\xF1osas, y trat\xE9 de
alejar con mis caricias el temor, la inquietud de su esp\xEDritu. Ella
beb\xEDa con amor cada una de mis palabras; su rostro febricitante estaba
pendiente de mis labios y de vez en cuando un d\xE9bil suspiro se escapaba
de su pecho.

--\xA1Oh! \xBFPor qu\xE9 no has estado siempre a mi lado?--exclam\xF3, acarici\xE1ndome
las manos.

En ese momento, un nuevo pensamiento pareci\xF3 desalentarla otra vez.
Insist\xED para que hablara, pero no quer\xEDa decidirse a hacerlo; al fin
dijo, balbuciendo y tartamudeando:

--\xA1T\xFA har\xE1s todo mil veces mejor que yo; le ense\xF1ar\xE1s lo que habr\xEDa
podido tener y lo que tiene; ver\xE1 qu\xE9 pobre criatura soy a tu lado!

Un espanto se apoder\xF3 de m\xED; luego comprend\xED.

Hab\xEDa so\xF1ado en poseer un hogar, pero ese sue\xF1o se desvanec\xEDa. \xBFC\xF3mo
pod\xEDa permanecer en esa casa, cuando mi propia hermana se consum\xEDa de
dolor y de celos por causa m\xEDa?

Marta sinti\xF3 que me hab\xEDa hecho mal; alzando sus delgados brazos hasta
mi cuello, me dijo:

--Compr\xE9ndeme, Olga; no son celos los que experimento; soy tan poco
celosa, que mi deseo m\xE1s ardiente es que os entend\xE1is ambos despu\xE9s de
mi muerte, y que...

--\xA1Despu\xE9s de tu muerte!--exclam\xE9 espantada.--\xA1Marta, no digas eso! \xA1Es
un crimen!

Ella se sonri\xF3, triste y resignada.

--Lo s\xE9 mejor que t\xFA--dijo.--Mis fuerzas se han agotado desde hace
tiempo. Ya antes, esa larga espera me hab\xEDa aniquilado. Por eso deseaba
verte tan ardientemente, porque pensaba que muy pronto todo concluir\xEDa;
antes de partir quer\xEDa arreglar todo entre vosotros dos. Pero, sea como
fuere, tarde o temprano tendr\xE9 que pasar por eso, y quiero antes estar
segura de que dejo a ambos, al ni\xF1o y a \xE9l, en buenas manos.

Me estremec\xED y en seguida sent\xED que una gran laxitud me invad\xEDa. Me
pareci\xF3 que iba a caerme delante de la cama y a llorar, a llorar hasta
rendir el alma.

En ese momento se oyeron en la habitaci\xF3n contigua los gritos del
peque\xF1uelo que se hab\xEDa despertado y reclamaba a su nodriza. Respir\xE9
largamente y reflexion\xE9 acerca de m\xED misma y de los deberes que me
incumb\xEDan.

--\xBFOyes, Marta?--grit\xE9.--Te desesperas, y el Cielo te ha acordado la
dicha m\xE1s grande que puede pretender una mujer. Renacer\xE1s por tu hijo;
tu vida sacar\xE1 de su juventud un nuevo vigor.

Un rel\xE1mpago pas\xF3 por sus ojos; luego se dej\xF3 caer suavemente y cerr\xF3
los p\xE1rpados, sonri\xE9ndose. S\xF3lo el sentimiento de la maternidad pod\xEDa
dar alas a su esperanza.

Abri\xF3 la boca una vez m\xE1s y murmur\xF3 algunas s\xEDlabas. Me inclin\xE9 hacia
ella y pregunt\xE9:

--\xBFQu\xE9 tienes, hermana querida?

--Desear\xEDa ser \xFAtil para algo en este mundo--dijo, con un suspiro.

Y con este pensamiento, se durmi\xF3.



XIV


Hab\xEDa cerrado ya la noche cuando Roberto penetr\xF3 sigilosamente en la
habitaci\xF3n. Yo me sobresalt\xE9: sent\xED de repente que me iba a ver reducida
a esconderme, a huir de \xE9l hasta el fin del mundo: \xAB\xA1Es necesario que no
te encuentre, no te encontrar\xE1!\xBB--me gritaba una voz interior.--Mis
mejillas estaban encendidas y me vino un vago temor de que el rubor
traicionara mi emoci\xF3n a pesar de la obscuridad.

Se acerc\xF3 a la cama, escuch\xF3 un instante la respiraci\xF3n apacible de
Marta y en seguida me dijo en voz baja:

--Ven, Olga. Est\xE1s cansada; tomar\xE1s algo y despu\xE9s ir\xE1s a descansar.

Quise protestar, pues tem\xEDa mucho encontrarme sola con \xE9l, pero, para no
despertar a mi hermana que dorm\xEDa, lo segu\xED sin decir una palabra.

El comedor era una vasta habitaci\xF3n, blanqueada, con muebles antiguos
que parec\xEDan estar de guardia a lo largo de las paredes, semejantes a
negros gigantes agazapados. Bajo la ara\xF1a hab\xEDa una mesa redonda con dos
cubiertos.

--He hecho comer antes al personal de la granja--dijo Roberto,
volvi\xE9ndose hacia m\xED,--pues no he querido darte el disgusto de ver caras
extra\xF1as.

Y, al decir esto, se dej\xF3 caer pesadamente en una silla, apoy\xF3 la barba
en su mano y fij\xF3 la mirada en el salero.

--\xA1Pero t\xFA no comes!--dijo al cabo de un instante.

Sacud\xED la cabeza: no habr\xEDa sido capaz de comer un bocado, aun cuando el
hambre me desgarrara las entra\xF1as. Su presencia me paralizaba por
completo.

Sigui\xF3 un nuevo silencio.

--\xBFC\xF3mo la encuentras t\xFA?--pregunt\xF3 \xE9l al fin.

--No s\xE9--dije, violent\xE1ndome para hablar,--si debo sentir alegr\xEDa o
inquietud.

--\xBFPor qu\xE9 inquietud?--pregunt\xF3 bruscamente.

Y vi pasar por sus ojos un vago fulgor de angustia.

--Marta se atormenta a s\xED misma.

Me dirigi\xF3 de pronto una mirada de inteligencia, una mirada que dec\xEDa:
\xAB\xBFT\xFA tambi\xE9n lo sabes ya?\xBB Luego levant\xF3 el pu\xF1o desperez\xE1ndose y exhal\xF3
un suspiro. Su cabellera enmara\xF1ada le ca\xEDa sobre la frente y en las
extremidades de sus labios las arrugas labradas por la amargura se
acentuaban a\xFAn m\xE1s.

Tuve miedo, miedo de m\xED misma. \xBFLo que acababa de decir no parec\xEDa una
acusaci\xF3n a Marta, no lo invitaba a acusarla?

--Te ama demasiado--repuse, apretando los dientes.

Sab\xEDa que iba a hacerle mal y era lo que quer\xEDa.

\xC9l se sobresalt\xF3 y me mir\xF3 un instante, con una extra\xF1eza sincera,
inclin\xF3 repetidas veces la cabeza y dijo:

--Tu reproche es justo; Marta me ama demasiado.

Yo habr\xEDa querido en seguida pedirle perd\xF3n. Verdaderamente no merec\xEDa
esa maldad de mi parte. Su alma era pura y transparente como un rayo de
sol: s\xF3lo en mi coraz\xF3n reinaban las tinieblas.

Cre\xED que las l\xE1grimas que me esforzaba en reprimir, iban a ahogarme.

Vi que no podr\xEDa contenerme por m\xE1s tiempo, y me levant\xE9 bruscamente.

--Buenas noches, Roberto--dije, sin tenderle la mano.--Estoy extenuada,
necesito acostarme; deja, un criado me indicar\xE1 el camino. \xA1Deja, te
digo!

Grit\xE9 esas \xFAltimas palabras como impulsada por el enojo: \xE9l se detuvo,
cortado.



XV


En la penumbra del corredor, el aire fresco me calm\xF3 muy pronto. Di
algunos paseos y despu\xE9s fui en busca de una criada para que me indicara
mi habitaci\xF3n.

--La se\xF1ora ha arreglado todo ella misma en el cuarto y ha prohibido que
lo toquen; hay tambi\xE9n una carta para la se\xF1orita.

Cuando me qued\xE9 sola, pas\xE9 revista a la habitaci\xF3n. \xA1Querida y excelente
hermana! Hab\xEDa pensado en mis menores deseos, se hab\xEDa acordado
fielmente de mis menores costumbres de otros tiempos para dar a mi
aposento toda la comodidad y todo el encanto que se pueden imaginar.
Nada faltaba all\xED, de lo que mi coraz\xF3n m\xE1s apreciaba antes. Sobre la
cama ca\xEDan cortinas de flores encarnadas, semejantes a las que hab\xEDan
abrigado mis primeros sue\xF1os de ni\xF1a; en el borde de la ventana hab\xEDa
geranios y artanitas que yo siempre cultivaba; adornaban las paredes
algunos cuadros sobre los cuales mis miradas descansaban en otros
tiempos al despertarme, y en los estantes encontr\xE9 los libros en que
hab\xEDa aprendido las primeras nociones del amor.

El drama de _Ifigenia_, que, en aquellos d\xEDas claros y sin nubes, hab\xEDa
sido mi poema predilecto, estaba abierto sobre la mesa. \xA1Oh, bondad del
Cielo! \xA1Cu\xE1nto tiempo hac\xEDa que lo hab\xEDa le\xEDdo, cu\xE1nto tiempo hac\xEDa que
lo evitaba temerosamente, de tal modo que la tranquila majestad de la
santa sacerdotisa hac\xEDa sufrir a mi alma!

Entre las p\xE1ginas del libro encontr\xE9 la carta de que me hab\xEDa hablado la
criada. Tuve un dulce presentimiento, el presentimiento de que iba a
encontrar una nueva prueba de afecto inmerecido, y, rasgando el sobre,
le\xED:

* * *

\xAB\xA1Hermana muy querida!

\xBBCuando entres en este cuarto no podr\xE9 desearte la bienvenida: estar\xE9
enferma y quiz\xE1 hasta mis labios se habr\xE1n cerrado para siempre. Todo lo
encontrar\xE1s como ten\xEDas la costumbre de verlo en casa; todo esto estaba
preparado para ti, y te esperaba desde hace mucho tiempo. Que sea el
dolor o el gozo lo que te acoja en el umbral de esta casa, descansa en
paz y du\xE9rmete con el sentimiento de estar en tu casa. Esfu\xE9rzate en
amar a Roberto, como \xE9l mismo te amar\xE1. Entonces todo ir\xE1 bien todav\xEDa,
ya sea que Dios me deje con vosotros o que me llame a \xC9l. Tu hermana,
_Marta_.\xBB

* * *

Nada nuevo hab\xEDa en lo que all\xED me dec\xEDa y, sin embargo, me sent\xED tan
violentamente conmovida por esa sencilla y enternecedora prueba de su
cari\xF1o, que no tuve en el primer momento m\xE1s que un pensamiento: ir a
arrojarme al pie de su cama, y confesarle cu\xE1n indigna era aquella a
quien ofrec\xEDa el asilo de su coraz\xF3n y de su techo.

Ciertamente, ya no me cab\xEDa ninguna duda. Esa fatal pasi\xF3n, que yo cre\xEDa
haber arrancado de mi alma con todas sus ra\xEDces, se hab\xEDa cubierto de
una nueva y frondosa vegetaci\xF3n; las heridas cicatrizadas desde hac\xEDa
tiempo se hab\xEDan vuelto a abrir con la presencia de Roberto; me parec\xEDa
sentir que mi sangre ardiente se escapaba de ellas a torrentes.

Ya era in\xFAtil ocultar o disimular. Se hab\xEDan acabado, desde hac\xEDa largo
tiempo, ese fulgor inseguro y seductor que colora los sentimientos
nacientes, y ese dulce abandono que permite la embriaguez inconsciente
de la juventud; en su lugar estaban la luz brillante y cruda de un
conocimiento madurado por los a\xF1os, la actitud fr\xEDa y r\xEDgida que impone
una conducta severa.

S\xED, lo amaba, lo amaba con una pasi\xF3n tan ardiente, tan dolorosa como
s\xF3lo el coraz\xF3n retemplado en el fuego del odio y del sufrimiento puede
amar. Y eso no databa de hoy, eso no databa de ayer.

Hab\xEDa crecido con ese amor, me hab\xEDa aferrado a \xE9l en la pasi\xF3n secreta
de mi coraz\xF3n; mi ser hab\xEDa encontrado en \xE9l su vigor: era mi fuerza y
mi debilidad, era mi vida y mi muerte.

\xBFLo merec\xEDa Roberto? \xBFMe comprend\xEDa? \xA1Qu\xE9 importaba! Nunca lo
comprender\xEDa despu\xE9s de todo. Y luego, no era \xE9l sino yo la que ten\xEDa
que conquistar un derecho a su amor. A esa hora sab\xEDa que jam\xE1s podr\xEDa
desterrar de mi pecho esa pasi\xF3n. Se trataba de someterse a ella como
uno se somete al eterno destino, pero era necesario que no se hiciera
criminal: deb\xEDa reinar pura en el fondo de mi coraz\xF3n puro.

Y, en verdad, no me hab\xEDan llamado a esa casa para labrar su desgracia.

Una gran misi\xF3n, una misi\xF3n sagrada me esperaba. Marta ver\xEDa en breve
que un genio bienhechor reinaba en torno de ella en la casa: aprender\xEDa
conmigo a emplear de una manera eficaz, para la salvaci\xF3n de su marido
muy amado, el amor que la consum\xEDa en vano. Su valor, a mi lado, iba a
rehacer, su alma iba a tomar nuevas fuerzas. \xA1C\xF3mo me promet\xEDa
sostenerla y consolarla en las horas de dolor y de abatimiento; c\xF3mo me
violentar\xEDa para re\xEDr cuando la melancol\xEDa la envolviera con su velo
sombr\xEDo! Sabr\xEDa, con mis bromas alegres y vivas, disipar las nubes,
devolver a las frentes su serenidad, y har\xEDa de modo que siempre
brillara entre esas paredes un \xFAltimo rayo de sol.

Mi vida transcurrir\xEDa sin deseo, feliz tan s\xF3lo de la dicha de los m\xEDos,
en una abnegaci\xF3n discreta y resignada.

Ya no necesitaba vagar en torno de la estatua de Ifigenia, pues yo
tambi\xE9n iba a desempe\xF1ar el papel augusto y sublime de la sacerdotisa.

Este piadoso pensamiento hizo caer la agitaci\xF3n de mi alma, y con \xE9l me
dorm\xED.



XVI


Cuando me despert\xE9 esa primera ma\xF1ana, me sent\xED satisfecha, casi feliz.
En m\xED reinaba una paz casi religiosa que no conoc\xEDa ya, desde hac\xEDa un
n\xFAmero infinito de a\xF1os. Sab\xEDa que en lo sucesivo no ten\xEDa por qu\xE9 temer
el encontrarme con \xE9l.

Marta dorm\xEDa todav\xEDa. Cuando mir\xE9 a la habitaci\xF3n por la abertura de la
puerta, la vi hundida en las almohadas, con la cabeza echada hacia
atr\xE1s, y o\xED una respiraci\xF3n corta y oprimida.

Tranquilizada, me alej\xE9 para entrar inmediatamente en mis funciones de
ama de casa.

--Ya no necesitar\xE1 extenuarse en el trabajo--pens\xE9, penetrada de una
secreta alegr\xEDa.

Hice, para tomar oficialmente la direcci\xF3n de la casa, una inspecci\xF3n
que dur\xF3 casi una hora. La vieja ama de llaves dio pruebas de cierta
docilidad y los criados me trataron con respeto. Por otra parte, yo no
habr\xEDa tardado en impon\xE9rselo.

A la hora del almuerzo me encontr\xE9 con Roberto. Sent\xED al entrar al
comedor una leve palpitaci\xF3n del coraz\xF3n, la que desapareci\xF3 tan pronto
como me acord\xE9 de mi juramento de la v\xEDspera. Me le acerqu\xE9, serena,
mir\xE1ndolo de frente, y le extend\xED la mano.

--\xBFMarta duerme todav\xEDa?--pregunt\xE9.

\xC9l sacudi\xF3 la cabeza.

--He mandado buscar al m\xE9dico--dijo.--Ha pasado una mala noche... la
emoci\xF3n de tu llegada parece haberle hecho da\xF1o.

Sent\xED un poco de temor; pero mi gran resoluci\xF3n me hab\xEDa llenado de tal
alegr\xEDa, que no hab\xEDa ya lugar en m\xED para una inquietud.

--\xBFQuieres servirte t\xFA mismo? Mientras tanto ir\xE9 a verla.

Cuando entr\xE9 en la habitaci\xF3n, la encontr\xE9 en la misma posici\xF3n en que
la hab\xEDa dejado por la ma\xF1ana, y, acerc\xE1ndome a la cama, vi que ten\xEDa
los ojos muy abiertos y miraba fijamente el techo.

Tuve miedo y la llam\xE9 por su nombre; entonces una ligera sonrisa pas\xF3
por su rostro; se volvi\xF3 penosamente y me mir\xF3 de frente.

--\xBFNo te sientes bien, Marta?

Sacudi\xF3 la cabeza con expresi\xF3n dolorida y cerr\xF3 un poco la mano. Eso
quer\xEDa decir: Ven, si\xE9ntate a mi lado.

Tom\xE9 su cabeza entre mis brazos y de repente un calofr\xEDo sacudi\xF3 su
cuerpo; o\xED que sus dientes casta\xF1eteaban.

--Dame una frazada gruesa--murmur\xF3,--tengo mucho fr\xEDo.

Hice lo que me hab\xEDa pedido y me sent\xE9 de nuevo a su lado. Ella se
apoder\xF3 de mis manos y las estrech\xF3 como si hubiera querido calentarse
con su contacto.

--\xBFHas dormido bien?--pregunt\xF3 con esa misma voz de ronco falsete que no
le conoc\xEDa.--Hice un signo afirmativo y al mismo tiempo sent\xED nacer en
m\xED un vivo sentimiento de verg\xFCenza. \xBFQu\xE9 era mi gran proyecto de
renunciamiento comparado con esa especie de abnegaci\xF3n, de olvido de s\xED
misma, que se manifestaba en las m\xE1s peque\xF1as como en las m\xE1s grandes
circunstancias, y que encontraba para todo el mismo amor? \xA1Y yo, ego\xEDsta
y orgullosa, me envanec\xEDa todav\xEDa de esa sublime resoluci\xF3n de mi
coraz\xF3n!

--\xBFTe ha gustado el arreglo de tu cuarto?--continu\xF3 ella, al mismo
tiempo que por sus ojos dulces y tristes pasaba un d\xE9bil fulgor de
malicia.

A guisa de respuesta pos\xE9 humildemente en sus labios un beso de
agradecimiento.

--\xA1S\xED, b\xE9same, b\xE9same otra vez!--dijo ella.--Tu boca es tan bella, tan
ardiente: da calor al cuerpo y al alma.

Y un nuevo calofr\xEDo la sacudi\xF3.

Un instante despu\xE9s entr\xF3 Roberto.

--Prep\xE1rate, querida--dijo acariciando la mejilla de Marta;--el m\xE9dico,
nuestro t\xEDo, ha llegado.

En seguida me hizo una se\xF1a y sal\xED detr\xE1s de \xE9l. Junto a la cuna del
reci\xE9n nacido encontr\xE9 a un hombre ya viejo, cuya barba gris no hab\xEDa
sido afeitada por varios d\xEDas, la nariz chata y roja y dos ojos vivos e
inteligentes que me miraban sonriendo detr\xE1s de los brillantes vidrios
de sus antiparras.

--Entonces, \xBFes ella?--dijo extendi\xE9ndome la mano.

Una oleada de sangre me subi\xF3 al coraz\xF3n; a la primera ojeada comprend\xED
que ten\xEDa delante de m\xED a un amigo, a quien podr\xEDa confiarme sin
reserva.

--\xA1Quiera Dios que haya usted venido en el buen momento!--continu\xF3
\xE9l.--De todos modos, vamos a saberlo ahora mismo. Ll\xE9vame a su lado,
Roberto; sin duda la cosa no es tan grave.

Me qued\xE9 sola con la nodriza y el ni\xF1o, que se agitaba y lanzaba a
derecha e izquierda sus pu\xF1itos.

--Adquirir\xE9 tambi\xE9n el derecho de contribuir a tu felicidad--pens\xE9
mientras acariciaba su peque\xF1o cr\xE1neo redondo y luciente, sobre el cual
temblaban al soplo del aire algunos cabellos apenas visibles, finos como
la seda. La v\xEDspera, hab\xEDa apenas dirigido una mirada a esa criaturita;
ese d\xEDa, al verlo, mi pecho se dilataba y se llenaba de una ternura
infinita.

--Desde ayer te has vuelto m\xE1s pura y mejor--me dije mentalmente.

La visita fue larga, de una duraci\xF3n inquietante. Al fin, la puerta de
la habitaci\xF3n contigua se abri\xF3; el m\xE9dico sali\xF3 solo. Parec\xEDa irritado,
furioso; sus mand\xEDbulas se agitaban como si hubieran querido triturar
algo.

--He alejado a Roberto--dijo.--Necesito hablar a solas con usted.

Entonces me tom\xF3 la mano y me condujo al comedor, donde la cafetera
humeaba todav\xEDa.

--Tengo por usted un respeto muy grande, se\xF1orita--comenz\xF3 enjugando las
gotas de sudor de su frente.--Por todo lo que he o\xEDdo decir, es usted
una joven animosa, capaz de recibir sin flaquear un golpe inesperado.

--Basta de pre\xE1mbulos, se lo ruego, doctor--dije, sinti\xE9ndome palidecer.

--\xA1Bueno! A m\xED tampoco me gustan los pre\xE1mbulos. Su hermana...

Y al decir esto, sin embargo, se detuvo.

--\xA1Mi hermana... est\xE1 en... peligro de muerte, doctor!

Hab\xEDa querido parecer fuerte, pero las piernas se me doblaban. Me as\xED
del borde de la mesa para no caer.

--\xA1Vamos! \xA1valor, valor!--murmur\xF3 \xE9l poni\xE9ndome la mano en el
hombro.--La fiebre, ese terrible hu\xE9sped, est\xE1 all\xED y no es tan f\xE1cil
despedirla.

Yo apret\xE9 los dientes: no quer\xEDa que me viera temblar. Ya hab\xEDa o\xEDdo
hablar con frecuencia del peligro de la fiebre puerperal, aunque no
pudiera formarme una idea de sus terrores.

--\xBFRoberto lo sabe?

Ese fue el primer pensamiento que me vino.

El doctor se encogi\xF3 de hombros rasc\xE1ndose la cabeza.

--He tenido miedo de que perdiera la calma, no le he dicho m\xE1s que la
mitad de la verdad.

--\xBFY cu\xE1l es la verdad entera?

Y enderez\xE1ndome lo mir\xE9 en los ojos.

\xC9l guard\xF3 silencio.

--\xBFVa a morir?

Cuando vio que yo encaraba en el acto con firmeza la alternativa m\xE1s
temible, respir\xF3 con mayor libertad. Pero no o\xED su respuesta, pues, en
el mismo instante en que pronunciaba con tranquilidad aparente esas
horribles palabras, vi desarrollarse ante mis ojos con una terrible
vivacidad aquella escena de mis a\xF1os de infancia en que Marta se me
hab\xEDa aparecido tendida en el sof\xE1, semejante a un cad\xE1ver. Cre\xED sentir
que una mano de muerta me hund\xEDa las u\xF1as en el pecho; ante mis ojos
pasaron rel\xE1mpagos sangrientos; lanc\xE9 un grito... luego cre\xED o\xEDr que una
voz me gritaba: \xAB\xA1Vuela a socorrerla, vuela a socorrerla, s\xE1lvala, d\xE1 tu
propia vida para conservar la suya!\xBB Bruscamente me ergu\xED; hab\xEDa vuelto
a encontrar mis fuerzas.

--Doctor--dije,--si Marta se muere, perder\xE9 todo lo que poseo en este
mundo y yo misma habr\xE9 concluido. Pero, mientras pueda serle \xFAtil, no
flaquear\xE9: necesito una certidumbre.

--Una certidumbre, querida ni\xF1a--repuso \xE9l apoder\xE1ndose de mis
manos,--no la habr\xE1 hasta la curaci\xF3n o hasta el momento fatal. Por
desesperada que sea la situaci\xF3n, puede siempre producirse una reacci\xF3n
y ahora m\xE1s que nunca, puesto que la enfermedad est\xE1 todav\xEDa en sus
primeras fases. Ciertamente, a la enferma no le sobran fuerzas, y esa es
la parte m\xE1s triste. Sin embargo, quiz\xE1 conseguiremos ahogar el mal en
su germen, y entonces todo se habr\xE1 salvado.

--\xBFQu\xE9 puedo hacer por ella?--exclam\xE9, extendiendo hacia \xE9l mis manos
juntas.--\xA1Exija usted lo que quiera! Aun cuando diera mi propia vida
para salvar la suya, no le habr\xEDa dado todo lo que le debo.

\xC9l me mir\xF3 sorprendido.

\xBFC\xF3mo habr\xEDa podido comprenderme?



XVII


Y ahora he llegado a la parte m\xE1s dif\xEDcil de mi relato. Desde hace ocho
d\xEDas, doy vueltas en torno de estas p\xE1ginas sin atreverme a tomar la
pluma. Un calofr\xEDo de espanto me invade al pensar en lo que me espera.

Y, sin embargo, me har\xE1 bien el acordarme una vez m\xE1s de esos tres d\xEDas
y esas tres noches terribles, precisamente ahora que un sentimiento m\xE1s
tierno, una melancol\xEDa m\xE1s dulce, parecen saturar mi coraz\xF3n. \xA1Atr\xE1s,
atr\xE1s, todo pensamiento lisonjero que me hable de dicha y de paz! Estoy
destinada a vivir sola y a renunciar a los goces de este mundo, y si
alguna vez lo olvido, la historia de esos tres d\xEDas sabr\xE1 hacerme
recordarlo...

Cuando acerqu\xE9 mi silla a la cama de mi hermana para comenzar mis
funciones de enfermera, la encontr\xE9 dormida; pero ese no era el sue\xF1o
que fortifica y prepara la convalecencia; era un sue\xF1o que pesaba sobre
ella como una pesadilla y le cerraba por fuerza los p\xE1rpados. Cuando su
pecho se levantaba o se bajaba, se habr\xEDa dicho que obedec\xEDa a una
fuerza extra\xF1a que lo dilataba y lo comprim\xEDa alternativamente. Su
rostro p\xE1lido, color de cera, surcado por venas azules, estaba medio
hundido en las almohadas y algunas delgadas guedejas rubias lo cruzaban,
semejantes a reptiles. Ocult\xE9 mi cara entre las manos: no pod\xEDa soportar
ese espect\xE1culo.

Las horas del d\xEDa pasaron. Ella dorm\xEDa, dorm\xEDa sin pensar en
despertarse.

De vez en cuando o\xEDa afuera el paso ligero de las criadas; aparte de
eso, todo estaba silencioso y desierto en derredor nuestro. De Roberto,
ni trazas.

A mediod\xEDa no pude dejar de preguntar por su paradero. Le hab\xEDan visto
por la ma\xF1ana salir a los campos, seguido por sus perros. Y as\xED, desde
hac\xEDa horas, vagaba bajo la lluvia.

El reloj toc\xF3 las tres; en ese momento entr\xF3 \xE9l, chorreando agua, con la
mirada empa\xF1ada, los cabellos mojados, pegados en desorden en su frente.

Deb\xEDa haber sufrido horriblemente.

Quise acercarme a \xE9l, quise decirle una palabra de consuelo, pero no me
atrev\xED. La mirada hura\xF1a y sombr\xEDa que me lanz\xF3, me dec\xEDa con bastante
claridad: \xAB\xBFQu\xE9 quieres? D\xE9jame solo con mi dolor.\xBB

Hab\xEDa asido una de las columnas de la cama y permanec\xEDa all\xED, con los
ojos fijos en Marta, mordi\xE9ndose los labios. Despu\xE9s sali\xF3, como hab\xEDa
venido, sin decir una palabra.

Pasaron dos horas m\xE1s en el silencio y la espera. Los vapores de fenol
que se desprend\xEDan del plato colocado frente a m\xED, principiaban a darme
dolor de cabeza. Apoy\xE9 la frente en los vidrios para refrescarla,
siguiendo maquinalmente el movimiento de las hojas muertas que el viento
levantaba y hac\xEDa revolotear hasta la ventana.

Comenzaba ya a obscurecer, cuando o\xED de repente afuera, en el corredor,
una voz de mujer que se lamentaba y daba gritos tan violentos, que la
enferma, dormida, se estremeci\xF3 dolorosamente.

La c\xF3lera me subi\xF3 a la cara. Quise correr para echar de la casa a la
persona que hac\xEDa tanto ruido, pero, al abrir la puerta, me tropec\xE9 con
ella.

A la primera mirada reconoc\xED esa cara colorada e hinchada, esos ojillos
perversos. \xA1Qui\xE9n pod\xEDa ser sino _ella_, la mejor de todas las t\xEDas y de
todas las madres!

--\xA1Al fin--exclam\xE9 para mis adentros,--al fin voy a verte de frente, mis
ojos en los tuyos!

--De modo que t\xFA eres Olga--exclam\xF3 siempre en el mismo tono estridente
y llor\xF3n que llenaba la casa.--\xA1Buenos d\xEDas, mi queridita! \xA1Oh! \xA1Qu\xE9
desgracia! \xBFEntonces es verdad? \xA1La noticia me ha trastornado!

--Le ruego, querida t\xEDa--le dije cruz\xE1ndome de brazos,--que vaya usted a
trastornarse a otra parte y no aqu\xED, y que a la cabecera de la enferma
modere usted el tono de su voz.

Ella se qued\xF3 cortada. La mirada envenenada que me lanz\xF3 entonces, no
la olvidar\xE9 en mi vida.

Pero ya sab\xEDa con qui\xE9n ten\xEDa que hab\xE9rmelas. Por otra parte, ella
recogi\xF3 el guante en seguida.

--Haces muy bien, hija m\xEDa--dijo, y su voz tom\xF3 de pronto un sonido
met\xE1lico, como una trompeta de guerra,--haces muy bien en atender a tu
pobre hermana enferma, pero puedes marcharte, tu presencia es in\xFAtil
ahora; soy yo quien va a quedarse aqu\xED.

\xABEsp\xE9rate, ahora mismo vas a encontrar la horma de tu zapato\xBB--exclam\xE9
mentalmente.

E irgui\xE9ndome cuanto pude, le respond\xED con mi sonrisa m\xE1s fr\xEDa:

--Se equivoca usted, querida t\xEDa; se le ha prohibido a mi hermana de la
manera m\xE1s formal que la visiten personas extra\xF1as. Le ruego, pues, que
se retire a la habitaci\xF3n contigua.

Su cara se puso terrosa, sus dedos se crisparon, creo que habr\xEDa sido
capaz de estrangularme all\xED mismo. Pero se march\xF3 y el buen t\xEDo, sin
voluntad, que se arrastraba siempre a tres pasos detr\xE1s de ella, la
sigui\xF3.

En mi triunfo solt\xE9 una gran carcajada.

Pero tambi\xE9n, \xBFqu\xE9 ven\xEDs a hacer, almas codiciosas, en el templo del
dolor? \xA1Atr\xE1s!



XVIII


Vino la noche. Una banda roja, \xFAltimo vestigio del sol poniente, se
extend\xEDa sobre la ciudad cuyas torres puntiagudas se destacaban negras
en el cielo de fuego. Durante largo rato segu\xED con los ojos las
llamaradas, que la obscuridad concluy\xF3 tambi\xE9n por absorber.

El reloj dio las nueve y el viejo doctor entr\xF3. Permaneci\xF3 mucho rato
sentado en mi silla, silencioso, despu\xE9s me acarici\xF3 la mano al
despedirse y dijo:

--Contin\xFAe usted con el fenol, toda la noche.

A la pregunta que ley\xF3 en mi mirada inquieta, no respondi\xF3 sino con un
vago encogimiento de hombros.

No s\xE9 d\xF3nde, dos o tres habitaciones m\xE1s lejos, o\xED la voz de Roberto que
discut\xEDa con el anciano. Era una prueba de que \xE9l tampoco se alejaba de
la cama de la enferma. \xAB\xBFPero por qu\xE9 se contenta con quedarse
afuera?--me preguntaba.--Casi se dir\xEDa que le est\xE1 prohibida la
entrada.\xBB

El reloj toca las diez, todo est\xE1 solitario en los alrededores, la casa
parece entregada al reposo.

El viento sacude la reja del jard\xEDn, hace el ruido de un hu\xE9sped
atrasado que quiere entrar. \xBFLa muerte rondar\xEDa ya en derredor de la
casa? \xBFContar\xEDa ya los granos de arena en su ampolleta?

El furor de la desesperaci\xF3n se apoder\xF3 de m\xED.

Sin saber lo que hac\xEDa, me precipit\xE9 hacia la puerta, como para cerrar
el paso a ese demonio amenazador.

\xA1Desgraciada que no sospechaba que otro demonio me acechaba, instalado
antes que aqu\xE9l en el umbral de la puerta!

Minutos despu\xE9s entr\xF3 Roberto. Ni una palabra, ni un saludo, nada m\xE1s
que esa mirada r\xE1pida y sombr\xEDa que ya me hab\xEDa herido una vez como una
pu\xF1alada.

Con su paso pesado y balanceante avanz\xF3 hacia la cama, tom\xF3 la mano de
Marta, su mano flaca y ardiente, cuyas u\xF1as ten\xEDan un matiz azulado, y
la mir\xF3 fijamente. Despu\xE9s se sent\xF3 en el rinc\xF3n m\xE1s obscuro, detr\xE1s de
la estufa, y permaneci\xF3 all\xED encogido durante dos horas, dos largas
horas.

Yo esperaba, con el coraz\xF3n palpitante, que \xE9l me dirigiera la palabra,
pero guard\xF3 silencio como antes.

Poco despu\xE9s de media noche sali\xF3 del cuarto.

Por mucho tiempo todav\xEDa lo o\xED pasearse afuera en el corredor, y el
ruido sordo de sus pasos me record\xF3 otra noche en que, no menos
temblorosa, hab\xEDa o\xEDdo ese mismo ruido, dividida entre el temor y la
esperanza.

Todo un mundo nos separaba de aquel tiempo, y la joven criatura
insensata que, presa del vehemente deseo de ayudar a los dem\xE1s y de
sacrificarse, escuchaba entonces en la obscuridad, me parec\xEDa en ese
momento como un ser perteneciente a una de las estrellas que centellean
all\xE1 arriba en la inmensidad.

El ruido de los pasos se atenu\xF3: Roberto hab\xEDa entrado en su cuarto.

\xAB\xBFVolver\xE1?--me pregunt\xE9, aplicando el o\xEDdo al ojo de la
cerradura.--Seguramente no puede dormir.\xBB

Y me estremec\xED de gozo al o\xEDr que el ruido se acercaba de nuevo.

Pero por mi cabeza pas\xF3 este pensamiento:

\xAB\xBFQu\xE9 te importa que vuelva o no? \xBFAcaso es por \xE9l por quien est\xE1s aqu\xED?
\xBFNo tienes all\xED, delante, a tu felicidad, tu vida, todo lo que amas?\xBB

Me dej\xE9 caer ante la cama, y cubriendo de besos las manos de Marta, le
supliqu\xE9 que tuviera compasi\xF3n de m\xED, quer\xEDa hablarle, le dec\xEDa, ten\xEDa
un peso que me aplastaba el pecho, que me sofocaba: iba a ahogarme.

Ella no se despert\xF3. Recogida en su dolor, yac\xEDa, triste esqueleto. En
sus p\xF3mulos se encend\xEDan peque\xF1as llamaradas. La respiraci\xF3n silbaba.

Por un instante sus labios se agitaron; parec\xEDa querer hablar, pero las
palabras se paralizaron en su garganta en un rumor sordo.

\xA1Qu\xE9 terrible silencio reinaba en derredor nuestro! El reloj hac\xEDa o\xEDr
su tic tac; de la pared en que se encontraba la ventana ven\xEDa el ligero
quejido del viento y en el interior de la habitaci\xF3n resonaba el ruido
de los pasos de Roberto; fuera de esto, ni el menor ruido.

Y de improviso me pareci\xF3 o\xEDr, en medio del silencio, que mi sangre se
agitaba y herv\xEDa dentro de mi cuerpo. Escuch\xE9 con atenci\xF3n.
Evidentemente, era mi sangre que pasaba con impetuosidad por mis venas.
\xAB\xBFPor qu\xE9 no circula apaciblemente como de costumbre--me pregunt\xE9,--y
como lo exige mi gran resoluci\xF3n? \xBFNo he extirpado de mi coraz\xF3n con
todas sus ra\xEDces la idea de un crimen? \xBFNo lo he purificado con ayuda de
mil fuegos? \xBFNo estoy aqu\xED para desempe\xF1ar el papel de sacerdotisa, de
sacerdotisa inaccesible al deseo, pura y bienhechora?\xBB

\xA1Y escuch\xE9 nuevamente!

\xABSon alucinamientos\xBB--me dije.

Pero a pesar de ello ten\xEDa miedo de todo ese movimiento y de todo ese
estr\xE9pito, que parec\xEDa aumentar a cada instante. Ve\xEDa que un torrente me
llevaba en sus remolinos, un torrente de sangre. De \xE9l surg\xEDa una roca
de puntas escarpadas. En esa roca, una palabra estaba escrita en letras
de fuego, la palabra: \xABAsesinato.\xBB

El ruido de pasos se dej\xF3 o\xEDr m\xE1s. De un salto me par\xE9... Roberto vino,
se sent\xF3 al borde de la cama; con la mano enjug\xF3 el sudor que cubr\xEDa la
frente de Marta, e hizo deslizar los cabellos de \xE9sta por entre sus
dedos.

Yo lo observaba de reojo y a hurtadillas. Apenas osaba respirar. Sus
ojos enrojecidos y fatigados brillaban en el fondo de las \xF3rbitas; sus
labios apretados revelaban amargura e irritaci\xF3n. All\xED estaba,
petrificado en un dolor mudo. El deseo de acercarme a \xE9l me sacudi\xF3 como
un calofr\xEDo de fiebre. Pero, cuando quise levantarme, sent\xED como dos
manos de hierro que pesaban sobre mis hombros y me hicieron caer de
nuevo en mi asiento.

Al fin pronunci\xE9 su nombre y me sobrecog\xED de espanto, de tal modo que el
sonido de mi propia voz me pareci\xF3 extra\xF1o y l\xFAgubre.

\xC9l se volvi\xF3 y me mir\xF3.

--Roberto--dije,--\xBFpor qu\xE9 no me hablas? Si hicieras compartir a otro el
dolor que te oprime, eso te aliviar\xEDa.

Se levant\xF3 bruscamente, se me acerc\xF3 y me tom\xF3 ambas manos. A ese
contacto sent\xED que todo mi cuerpo se abrasaba y se helaba
alternativamente. Pero hice un esfuerzo para sostener su mirada y lo
mir\xE9 con firmeza, de frente.

--Es la primera palabra bondadosa que me diriges, Olga--dijo \xE9l.

--\xBFQu\xE9 quieres decir con eso, Roberto?--balbuc\xED.--\xBFMe he mostrado
desatenta para contigo?

--\xA1Si s\xF3lo fuera desatenta!--replic\xF3 \xE9l.--Pero me has tratado como a un
extra\xF1o, como a un intruso, me has alejado del lecho de mi mujer.

--\xA1Que Dios me libre de ello!--grit\xE9 deshaci\xE9ndome, pues sent\xEDa que iba
a caer en sus brazos.

Y \xE9l contin\xFAa:

--Olga, si alguna vez te he hecho da\xF1o... \xBFcu\xE1l, no lo s\xE9? Pero debe de
ser as\xED, de lo contrario no me rechazar\xEDas de esa manera; tu mirada, tu
actitud entera, ser\xEDan menos duras para m\xED... Si, pues, te he hecho
da\xF1o, Olga, no ha sido culpa m\xEDa; nunca he tenido sino buenas
intenciones para ti. He... habr\xEDa querido que siempre estuvieras aqu\xED
como en tu casa, que no tuvieras necesidad de ir a vivir entre gente
extra\xF1a... entonces bajo las miradas de Marta, de aquella a quien ambos
amamos...

\xBFPara qu\xE9 pronunciar\xEDa su nombre? Sent\xEDa nacer en m\xED una fiera alegr\xEDa,
me parec\xEDa que me brotaban alas; y he ah\xED que su nombre me her\xEDa como un
latigazo. Me mord\xED los labios hasta que brot\xF3 la sangre. Pero a pesar de
todo quise permanecer serena, quise desempe\xF1ar el papel de \xE1ngel
protector.

--Roberto--dije,--te has equivocado gravemente con respecto a m\xED: nada
he tenido nunca contra ti. Me he vuelto temerosa y arrogante en el
extranjero, eso es todo. Debes armarte de paciencia para tratarme, debes
tener confianza en m\xED... \xBFquieres?

Entonces vi resplandecer en sus ojos como un rayo de sol.

--\xA1Te estoy tan agradecido, Olga!--dijo.--\xBFPor qu\xE9 no hab\xEDa de continuar
teniendo confianza en ti? Mira, desde el d\xEDa en que hicimos juntos en el
bosque ese paseo a caballo, \xBFte acuerdas? (\xA1Oh, si me acordaba!) desde
ese d\xEDa te he querido como a una hermana, a\xFAn m\xE1s que a todas mis
hermanas. Y al mismo tiempo te respetaba, te veneraba como a mi \xE1ngel
tutelar. Y de hecho, lo has sido, lo ser\xE1s todav\xEDa en el porvenir, \xBFno
es verdad?

Hice se\xF1a de que s\xED sin decir nada y me oprim\xED el pecho con las dos
manos; en seguida, cuando \xE9l lo not\xF3, las dej\xE9 caer, pero retroced\xED tres
pasos tambale\xE1ndome y fue un milagro si consegu\xED mantenerme en pie.

Inquieto, \xE9l se me acerc\xF3.

--Estoy cansada--dije, esforz\xE1ndome por sonre\xEDr.--Ven, vamos a
sentarnos, la noche es larga.

Nos quedamos, pues, sentados el uno frente al otro, separados por el
angosto madero de la cama, con los brazos apoyados en el borde, mirando
al otro extremo el rostro de Marta, que un movimiento nervioso sacud\xEDa a
cada instante; sus p\xE1rpados parec\xEDan cerrados, las sombras de sus
pesta\xF1as descend\xEDan hasta muy abajo en sus mejillas; pero, cuando uno se
inclinaba hacia ella, ve\xEDa brillar en el fondo de las obscuras cavidades
el blanco de los ojos, con un lustre de n\xE1car p\xE1lido. \xC9l lo not\xF3, lo
mismo que yo.

--Se dir\xEDa que ya est\xE1 muerta--murmur\xF3, ocultando la cabeza entre sus
manos.--Y si muere--continu\xF3,--no ser\xE1 a consecuencia de su parto, no
ser\xE1 de esa miserable fiebre; s\xF3lo yo ser\xE9 la causa de su muerte.

--Por el amor de Dios, \xBFqu\xE9 dices?--exclam\xE9, extendiendo hacia \xE9l mis
brazos.

\xC9l inclin\xF3 la cabeza sonriendo amargamente.

--Bien lo he visto durante estos tres a\xF1os: es doble, triple mi culpa.
Primero, la dej\xE9 esperar y consumirse durante siete a\xF1os, dividida entre
la esperanza y el desaliento, agotando as\xED su energ\xEDa y sus fuerzas, \xA1y
Dios sabe que no ten\xEDa muchas! Despu\xE9s la arrastr\xE9, d\xE9bil de cuerpo,
abatida de esp\xEDritu, a este infierno donde todo el mundo le era hostil,
y aun m\xE1s hostil que todos, la que mejor habr\xEDa debido sostenerla. \xA1Y yo
mismo! Si hubiera dado pruebas de valor y de alegr\xEDa, si hubiera velado
para que su pie no tropezara con las piedras del camino, si hubiera
puesto un poco de sol en su existencia, quiz\xE1 habr\xEDa podido vivir feliz
a mi lado. Pero con frecuencia me mostraba brusco y chabacano; juraba y
echaba pestes en torno de ella sin acordarme de que me bastaba alzar la
voz para hacerla estremecer y que el menor pliegue que arrugaba mi
frente, la hac\xEDa palidecer. \xA1Ve ah\xED, delante de nosotros, ese cuerpo que
no tiene m\xE1s que el aliento, y m\xEDrame a m\xED, gigante rudo y tosco! M\xE1s de
una vez, durante la noche, me he despertado, temblando, al pensar que
quiz\xE1 la hab\xEDa ahogado entre mis brazos. Y, finalmente, la he ahogado en
realidad. Lo que me conven\xEDa era una mujer fuerte y...

Espantado se detuvo y dirigi\xF3 al rostro de Marta una mirada que ped\xEDa
humildemente perd\xF3n; pero yo complet\xE9 su frase con el pensamiento.

Cuando Roberto sali\xF3 de la habitaci\xF3n, un sentimiento de j\xFAbilo se
apoder\xF3 de m\xED, una loca alegr\xEDa que desencadenaba un hurac\xE1n en mi
cabeza, sembraba la turbaci\xF3n en mis sentidos y parec\xEDa querer
absorberlo todo, mi orgullo, mi independencia, el respeto a m\xED misma.

La atm\xF3sfera del cuarto de la enferma estaba pesada y envolv\xEDa mi cabeza
como un manto sofocante; los vapores de fenol me quemaban el cerebro; la
respiraci\xF3n comenzaba a faltarme.

Corr\xED a la ventana y apoyando mi frente en el marco, aspir\xE9 el aire fr\xEDo
de la noche que penetraba en el cuarto por las rendijas.

El d\xEDa apareci\xF3 a trav\xE9s de las cortinas, un d\xEDa fr\xEDo y gris, sumido en
la niebla. Nubes descoloridas sub\xEDan pesadamente en el horizonte, y
arrojaban un p\xE1lido fulgor sobre los \xE1rboles que chorreaban de humedad,
y que parec\xEDan haberse despojado todav\xEDa durante la noche, de una parte
de sus hojas.

\xA1Qu\xE9 noche!

\xA1Y cu\xE1ntas otras m\xE1s terribles que esa, van a sucederle! \xA1Qu\xE9 fantasmas,
engendrados por las tinieblas, nacidos en la angustia, van a aparecer, a
favor de esas noches, en mi esp\xEDritu febricitante!

Me sent\xED tiritar y me retir\xE9 a un rinc\xF3n: ten\xEDa miedo de m\xED misma.

Pasaron las horas de la ma\xF1ana y poco a poco me fui calmando. El
recuerdo de esa noche se borr\xF3 y con \xE9l los des\xF3rdenes de la fiebre y
los tormentos de la conciencia. Lo que hab\xEDa visto, lo que hab\xEDa
sentido, no me parec\xEDa m\xE1s que un sue\xF1o. Una laxitud aplastadora me
invadi\xF3; cerr\xE9 los ojos y ces\xE9 de pensar.

Luego vino un momento de felicidad. A eso de las diez, Marta abri\xF3 de
improviso sus grandes ojos azules y me dirigi\xF3 una mirada llena de
dulzura y de bondad. Me pareci\xF3 que era el ojo de Dios que se volv\xEDa
hacia m\xED, infeliz pecadora, y que en \xE9l le\xEDa la piedad y el perd\xF3n.

Un gozo puro, un gozo santo, me inund\xF3. Me arroj\xE9 en los brazos de mi
hermana y escond\xED mi cara sobre su hombro.

En medio de sus dolores ella se puso a sonre\xEDr, y, posando penosamente
su mano en mi cabeza, murmur\xF3 con voz apenas perceptible:

--\xBFSin duda os he asustado mucho?

Sus palabras, ligeras como un soplo, me embriagaron como un canto de
paz; por un instante cre\xED que iba a quedar libre del peso que me oprim\xEDa
el pecho, pero me fue imposible llorar.

--\xBFC\xF3mo te encuentras?--pregunt\xE9.

--Bien, enteramente bien--respondi\xF3 ella.--\xA1Pero la s\xE1bana me parece tan
pesada!

Era la m\xE1s ligera que hab\xEDa podido encontrar. As\xED se lo dije; entonces
suspir\xF3, diciendo que hab\xEDa que tener paciencia con ella.

Despu\xE9s se qued\xF3 completamente inm\xF3vil, sin cesar de mirarme como en un
sue\xF1o. Al fin inclin\xF3 la cabeza varias veces y dijo:

--Est\xE1 bien as\xED, muy bien.

--\xBFQu\xE9 est\xE1 bien?--pregunt\xE9.

Ella se sonri\xF3 y guard\xF3 silencio.

En seguida le volvieron los dolores; se agit\xF3, rechin\xF3 los dientes, pero
no exhal\xF3 una queja.

--\xBFQuieres que llame a Roberto?

Ella dijo que s\xED por se\xF1as.

--Traedme tambi\xE9n al ni\xF1o--murmur\xF3.

Acced\xED a su pedido. Hizo colocar a la criaturita en su cama a su lado y
la contempl\xF3 por largo rato. Trat\xF3 tambi\xE9n de besarla, pero estaba
demasiado d\xE9bil.

Antes de que Roberto llegara, hab\xEDa vuelto a caer en su sue\xF1o.

\xC9l me dirigi\xF3 una mirada de reproche diciendo:

--\xBFPor qu\xE9 no me has hecho llamar m\xE1s pronto?

--T\xE9n la seguridad de que m\xE1s vale as\xED. Tu presencia le habr\xEDa causado
una emoci\xF3n demasiado fuerte.

--Tienes raz\xF3n, como siempre--dijo \xE9l.

Y sali\xF3, sin notar felizmente el rubor que su elogio me hab\xEDa hecho
subir a la cara.

Marta se hallaba de nuevo sin conocimiento, las mejillas rojas, la
frente cubierta de sudor, y siempre ese movimiento siniestro de los
labios que se agitaban y chasqueaban sin interrupci\xF3n.

A eso de la una vino el doctor; le tom\xF3 la temperatura y not\xF3 una
disminuci\xF3n de la fiebre.

--Aumentar\xE1 y disminuir\xE1 todav\xEDa m\xE1s de una vez--dijo.

Tampoco comparti\xF3 la alegr\xEDa que nos hab\xEDa causado el despertar de
Marta.

--No le habl\xE9is cuando vuelva en s\xED--agreg\xF3,--y sobre todo no la dej\xE9is
hablar. Necesita de la menor porci\xF3n de sus fuerzas.

Antes de marcharse me mir\xF3 largamente y mene\xF3 la cabeza con expresi\xF3n
inquieta. Sent\xED que el rubor que revela a los culpables, me invad\xEDa de
improviso la cara; me parec\xEDa que su mirada penetraba hasta el fondo de
mi alma...

Por la tarde fui a buscar un libro a mi cuarto, cualquiera que fuese, el
primero que me vino a la mano, y trat\xE9 de leer, pero las letras bailaban
delante de mis ojos y la cabeza me zumbaba: se habr\xEDa dicho que mil
murci\xE9lagos se recreaban en \xE9l.

Necesit\xE9 mucho tiempo para descifrar tan s\xF3lo el t\xEDtulo: le\xEDa
_Ifigenia_. Entonces, con un brusco movimiento de espanto, arroj\xE9 el
libro lejos de m\xED, a un rinc\xF3n, como si hubiera tenido en mi mano un
carb\xF3n encendido.

Al anochecer los dolores de Marta parecieron acentuarse. Repetidas veces
lanz\xF3 un grito estridente, retorci\xE9ndose en convulsiones.

Mientras me hallaba ocupada en atenderla, durante una de esas crisis, vi
de pronto junto a m\xED a la madre de Roberto.

Al observar su mirada envenenada, al verla retorcerse las manos con
afectaci\xF3n y bajar las extremidades de sus labios para simular un dolor
hip\xF3crita, me viene de repente este pensamiento:

\xABHe aqu\xED una que espera la muerte de Marta, que la desea.\xBB

Una especie de velo rojo obscurece mi vista, mis pu\xF1os se crispan, poco
falta para que le arroje su crimen a la cara.

Y mientras esa idea me deja inm\xF3vil y helada, ella me toma por el brazo
y trata de apartarme para colocarse a la cabecera de Marta. Quiz\xE1
esperaba intimidarme con ese proceder brutal.

--Querida t\xEDa--dije, desasiendo mi brazo,--ya le he hecho notar a usted
una vez, que \xE9ste es mi lugar y que nadie en el mundo me lo tomar\xE1. Le
ruego, pues, encarecidamente, que limite sus visitas a las otras
habitaciones.

--\xA1Ah! \xA1Eso es lo que vamos a ver, se\xF1orita!--grit\xF3 ella con voz
chillona.--Voy a preguntarle al due\xF1o de esta casa qui\xE9n tiene m\xE1s
autoridad aqu\xED, si su anciana y buena madre, o esta aventurera polaca.

Y se retir\xF3 sin cesar de gritar.

Temblando de c\xF3lera, comenc\xE9 a pasearme por el cuarto. Nunca me habr\xEDa
imaginado que esa madre abrumada por el dolor pudiera cambiarse tan
brusca y completamente en una arp\xEDa. No le faltaba m\xE1s que expresar
abiertamente sus deseos m\xE1s secretos.

--\xA1Oh, si fuera verdad!--exclam\xE9, sacudida por un calofr\xEDo de
horror.--\xA1Desear la muerte de Marta! Marta, \xBFlo oyes? \xA1Desear tu muerte!
\xBFA qui\xE9n has ofendido nunca? \xBFA qui\xE9n has estorbado nunca? \xBFHay alguien
en el mundo a quien hayas demostrado otra cosa que afecto e
indulgencia?... Si eso fuera verdad, si pudiera haber, pase\xE1ndose
impunemente por la tierra, un ser tan infame, \xA1vaya! ser\xEDa como para
desesperar de Dios y del destino.

He ah\xED lo que yo dec\xEDa, sin poder acumular suficiente verg\xFCenza e
ignominia sobre la cabeza de la vieja. Y luego tuve conciencia de que me
dejaba llevar de un furor indigno.

Pero sent\xEDa que eso me desahogaba, respiraba m\xE1s libremente y, cuando
vi, tirada en el suelo, a la pobre _Ifigenia_ a quien yo hab\xEDa
maltratado, fui a recogerla.

--\xBFQu\xE9 crimen he cometido--me dec\xEDa yo,--para que tenga que ocultarme de
mi modelo? \xBFHe hecho otra cosa que prodigar consuelos a un desesperado?
\xBFHemos cambiado una sola palabra, una sola mirada que mi hermana no
hubiera podido ver u o\xEDr? Eso que me quema aqu\xED, eso que me ruge en el
fondo del pecho, \xBFa qui\xE9n importa si s\xE9 guardarlo para m\xED?

\xA1Me dec\xEDa eso y me cre\xEDa casi justificada, aun ante mi propia
conciencia, ciega de m\xED!



XIX


Y el crep\xFAsculo volvi\xF3: el sol poniente abras\xF3 una vez m\xE1s el horizonte
por encima de la ciudad, arrojando por las ventanas, a las habitaciones,
su luz rojiza.

El rostro de Marta estaba ba\xF1ado por un matiz purp\xFAreo; en sus cabellos
brillaban peque\xF1os resplandores, y la mano que reposaba en la colcha,
parec\xEDa iluminada por dentro.

Acerqu\xE9 el biombo a su cama para evitar que el reflejo de la luz la
molestara.

Vi entonces, suspendida del biombo, una corona de yedra que no hab\xEDa
visto hasta ese d\xEDa, una corona igual a la que yo ten\xEDa costumbre de
enviar los d\xEDas de gran fiesta a la tumba de mis padres. Quiz\xE1 proven\xEDa
de all\xED. En ese momento parec\xEDa trenzada de llamas; todo en ella tomaba
una vida fant\xE1stica. Y, cuando la mir\xE9 con m\xE1s atenci\xF3n, me parec\xEDa que
se pon\xEDa a dar vueltas lanzando una cascada de chispas, como una
verdadera gir\xE1ndula.

--Vamos, ahora vas a ponerte a tener visiones--me dije; y trat\xE9 de
recobrar las fuerzas pase\xE1ndome por el cuarto. Pero tuve que apoyarme a
los respaldos de las sillas, de tal modo me tambaleaba. La respiraci\xF3n
me faltaba.

\xA1Oh! \xA1Ese olor de fenol, ese vapor dulz\xF3n, repugnante! Me daba el
v\xE9rtigo, pon\xEDa como un velo sobre mis pensamientos y esparc\xEDa un
presentimiento de muerte y de espanto.

El anciano doctor lleg\xF3; me mir\xF3 a la cara y me orden\xF3, con ese tono a
la vez paternal y brusco que le era habitual, que saliera en el acto a
respirar aire fresco: \xE9l mismo cuidar\xEDa a la enferma hasta mi regreso.

Quise resistir, pero \xE9l me empuj\xF3 hacia afuera.

Si hubiera sospechado lo que me esperaba, no hay poder en el mundo que
me hubiera hecho pasar el umbral de ese cuarto.

Sal\xED, pues, al patio, respirando el aire a pleno pulm\xF3n. El viento de la
tarde produjo sobre mis mejillas ardientes el efecto de un ba\xF1o helado.

El \xFAltimo fulgor del d\xEDa desaparec\xEDa. Una noche de oto\xF1o descend\xEDa sobre
la tierra y la envolv\xEDa con un velo de niebla azulada.

Los dos molosos saltaron a mi encuentro, y volvieron a partir al galope
hacia las ruinas del castillo.

Maquinalmente, segu\xED la direcci\xF3n que ellos hab\xEDan tomado, caminando
medio dormida, pues los vapores que llenaban el cuarto de la enferma me
hab\xEDan aturdido.

Un olor de humedad, de hierbas marchitas y de piedras en ruinas, se
desprend\xEDa de las paredes. Una vieja puerta extend\xEDa por sobre m\xED el
arco de su b\xF3veda.

Penetr\xE9 en el interior. En todo mi derredor se alzaban las paredes,
destac\xE1ndose negras en el cielo de la noche, cuya luz azulada brillaba
aqu\xED y all\xED por encima de mi cabeza.

Cerca de m\xED vi, agazapada en la sombra, en medio de los escombros, una
forma humana, cuya silueta reconoc\xED en seguida.

--\xA1Roberto!--grit\xE9 sorprendida.

\xC9l se par\xF3 de un salto.

--\xA1Olga!--grit\xF3 a su vez.--\xBFMe traes acaso malas noticias?

--No--le dije.--El doctor me ha mandado a tomar aire.

Y, de repente, cre\xED sentir que el suelo ced\xEDa bajo mis pies.

--\xA1T\xE9n cuidado!--me grit\xF3 para advertirme.

Pero, en el mismo instante, resbal\xE9 y ca\xED en un hoyo obscuro, tan
profundo como para sepultar a un hombre, arrastrando conmigo algunas
piedras que se desprendieron y rodaron.

--\xA1Por el amor de Dios, no te muevas! De lo contrario caer\xE1s todav\xEDa m\xE1s
abajo.

Medio aturdida, me apoy\xE9 en las paredes del foso. A mis pies entrev\xED una
estrecha banda de tierra sobre la cual estaba en pie; detr\xE1s el abismo
negro, sin fondo...

A mi lado, vi a Roberto que ven\xEDa a socorrerme, bajando lentamente y con
precauci\xF3n las gradas de lo que me parec\xEDa una escalera.

--\xBFD\xF3nde est\xE1s?--grit\xF3 \xE9l.

Y al mismo tiempo sent\xED que su mano, busc\xE1ndome, avanzaba hacia m\xED.

Entonces me arroj\xE9 contra \xE9l y me aferr\xE9 a su cuello. En seguida me
sent\xED levantada, suspendida entre sus brazos. Me parec\xEDa que me hab\xEDan
abierto las venas: cre\xED, en ese instante de abandono y de embriaguez,
que mi sangre ardiente se esparc\xEDa sobre m\xED hasta la \xFAltima gota.

Sent\xEDa en mi cara el calor de su aliento. Por un instante tuve la
impresi\xF3n de que hab\xEDa rozado mi frente con un ligero beso.

Despu\xE9s regresamos en silencio a la casa. Yo me apartaba de \xE9l lo m\xE1s
que pod\xEDa, pero en el fondo de mi coraz\xF3n resonaba este grito de gozo:

\xAB\xA1Me ha tenido en sus brazos!\xBB

En el umbral de la puerta, el anciano m\xE9dico sali\xF3 a nuestro encuentro y
nos tendi\xF3 las manos diciendo:

--Marta est\xE1 mejor, hijos m\xEDos, mejor de lo que esperaba.

En el fondo de mi coraz\xF3n resonaba este grito de gozo:

\xAB\xA1Me ha tenido en sus brazos!\xBB



XX


\xA1Y ahora, la noche terrible!

Cada minuto se alza todav\xEDa ante mis ojos como una furia y clava en m\xED
su mirada de fuego.

Esa noche, voy a evocarla y a hacerla pasar por delante de m\xED como se
evocan fantasmas para avivar con su testimonio un asesinato sobre el
cual han pasado a\xF1os.

\xBFY qu\xE9 crimen he cometido? Ninguno.

Mis manos est\xE1n puras, y en el d\xEDa del juicio final, cuando se pesen
nuestros actos, podr\xE9 presentarme osadamente ante el trono de Dios
Todopoderoso y decirle: \xABC\xFAbreme con tus m\xE1s blancos ropajes, p\xF3n en mis
hombros las alas de cisne m\xE1s delicadas y d\xE9jame colocarme en la primera
fila, pues poseo una hermosa voz, a la cual s\xF3lo falta un poco de
ejercicio para honrar al para\xEDso.\xBB

Pero hay cr\xEDmenes que no han sido cometidos con actos ni con palabras,
que penetran en el alma como un soplo pestilencial, y la envenenan tan
completamente, que hasta el cuerpo concluye por perecer.

Era una noche poco m\xE1s o menos como la de hoy. El h\xFAmedo viento de oto\xF1o
pasaba por delante de la casa en cortas r\xE1fagas, y hac\xEDa estragos en las
cimas medio deshojadas de los \xE1lamos que se inclinaban con un crujido
los unos sobre los otros. Ni una sola estrella en el cielo; sin embargo,
una luz incierta permit\xEDa distinguir las nubes m\xE1s obscuras, que
pasaban, arrastradas en r\xE1pida carrera, desgarradas en jirones.

La lamparilla no quer\xEDa arder, su resplandor vacilante luchaba contra
las sombras que bailaban sin interrupci\xF3n en la cama y en las paredes.
Frente a m\xED pend\xEDa la corona de yedra, negra y puntuosa; parec\xEDa una
corona de espinas.

Eran m\xE1s o menos las diez, cuando Marta se puso a delirar. Se irgui\xF3 en
su cama y dijo con voz clara y distinta:

--\xA1Verdaderamente, tengo que levantarme; esto es ya demasiado!

En el primer momento sent\xED que me invad\xEDa una gran alegr\xEDa, pues me
parec\xEDa que hab\xEDa recobrado su conocimiento.

--\xA1Marta!

Me levant\xE9 de un salto y le tom\xE9 la mano.

--Pero yo hab\xEDa preparado todo, las camisas, las medias y los zapatos;
un ciego dormido los habr\xEDa encontrado. Y tampoco necesit\xE1is tomar
medidas; nada de ceremonias, nada de ceremonias.

Y diciendo eso me miraba fijamente con sus ojos vidriosos, como si
hubiera visto un fantasma. Despu\xE9s, de improviso, lanz\xF3 un grito
estridente diciendo:

--Quitadme estas piedras que me aplastan el cuerpo. \xBFPor qu\xE9 me hab\xE9is
sepultado bajo estas piedras?

Tom\xE9 la s\xE1bana m\xE1s delgada que pude encontrar y la extend\xED sobre ella en
lugar de la frazada; pero eso no le procur\xF3 ning\xFAn alivio. Gritaba y
hablaba sin interrupci\xF3n y de vez en cuando marmoteaba con volubilidad,
como una persona que estudia una lecci\xF3n a media voz.

As\xED transcurri\xF3 como una hora. Yo estaba sentada junto a la mesa, con
los ojos fijos en ella, pues en m\xED se agitaba el temor de ver a cada
instante surgir una nueva aparici\xF3n, a\xFAn m\xE1s horrible. De rato en rato,
cuando se calmaba un poco; sent\xEDa un aflojamiento en mis miembros;
cerraba entonces los ojos y me dejaba ir hacia atr\xE1s, y cada vez me
imaginaba que ca\xEDa en los brazos de Roberto. Sin embargo, no ten\xEDa sino
muy vagamente el sentimiento de cometer una falta; mi laxitud era
demasiado grande. Me parec\xEDa tambi\xE9n ver sin cesar estallar en mi cabeza
burbujas de las cuales sal\xEDan rosas que produc\xEDan siempre nuevas coronas
de flores. Todav\xEDa despu\xE9s o\xEDa un silbido de un o\xEDdo a otro; se habr\xEDa
dicho que una mecha azufrada me atravesaba la cabeza y que la hab\xEDan
encendido.

Fue en ese estado de sobreexcitaci\xF3n nerviosa, presa, ya de espantos
repentinos, ya de un abatimiento irresistible, c\xF3mo me encontr\xF3 Roberto
cuando entr\xF3 en el cuarto, a eso de media noche. Quiso recostarse un
poco en su cama, para velar despu\xE9s el resto de la noche conmigo; pero
los gritos de Marta lo hab\xEDan arrancado bruscamente al descanso.

Al verlo, todo cansancio desapareci\xF3 de mi cuerpo; sent\xED como si una
nueva oleada de sangre se hubiera esparcido en mis venas, y de un salto
me levant\xE9 para ir a su encuentro.

--Procura descansar un poco--dijo \xE9l, bajando hacia m\xED la mirada de sus
ojos cansados, hinchados por las l\xE1grimas.--Vas a necesitar de todas tus
fuerzas.

Sacud\xED la cabeza y le indiqu\xE9 a mi hermana, que, precisamente entonces,
bland\xEDa las manos en torno suyo como si hubiera querido, en su delirio,
alejarme de su marido.

--Tienes raz\xF3n--continu\xF3.--\xBFSer\xEDa posible tener suficiente tranquilidad
para dormir con semejante espect\xE1culo ante los ojos?

Y se acerc\xF3 a la cama juntando las manos, e inclin\xE1ndose hacia ella,
pos\xF3 un ligero beso en su frente color de cera.

\xABA m\xED tambi\xE9n me ha besado as\xED\xBB--gritaba una voz en m\xED.

Despu\xE9s se sent\xF3 al pie de la cama, tan cerca de mi silla, que su brazo,
que apoyaba en la mesa, tocaba casi mi hombro.

Ten\xEDa los ojos fijos en ella, en la inmovilidad sombr\xEDa de la
desesperaci\xF3n.

--\xA1Vuelve en ti, Roberto!--le murmur\xE9.--Todo puede componerse todav\xEDa.

\xC9l solt\xF3 una risa aguda.

--\xBFQu\xE9 entiendes por componerse?--exclam\xF3.--\xBFQuieres decir que vivir\xE1
para arrastrar un cuerpo inv\xE1lido, una alma quebrantada, una carga para
ella misma y para los dem\xE1s? \xBFNo sabes que tenemos que elegir entre
estas dos alternativas?

Un calofr\xEDo helado me penetr\xF3 hasta la m\xE9dula de los huesos. Pero al
mismo tiempo cre\xEDa ver que las paredes se apartaban y una perspectiva
luminosa, infinita, se abr\xEDa ante m\xED.

\xAB\xBFNo quer\xEDas desempe\xF1ar el papel de sacerdotisa en esta casa?\xBB--me dec\xEDa
en tono de reproche una voz interior; pero se extingui\xF3 ahogada por el
ruido de mi sangre.

--\xBFDe qu\xE9 sirve discutir?--continu\xF3 \xE9l.--Ya hace tiempo que me he
resignado a permanecer impasible cuando los golpes del Cielo me hieren
sin descanso: me he vuelto un ser miserable, sin energ\xEDa y sin voluntad;
me he dejado atar de pies y manos por el destino, y por m\xE1s que me agito
hasta hacer brotar sangre de las articulaciones, eso de nada sirve:
impotente soy, impotente seguir\xE9 y... \xA1nada m\xE1s! Pero no quiero
excitarme con mis palabras y dejarme arrastrar por el furor; una c\xF3lera
vana como \xE9sta es m\xE1s despreciable que una hip\xF3crita sumisi\xF3n.

Sent\xED encenderse en m\xED el deseo de arrojarme a sus pies y de gritarle:
\xABHaz de m\xED lo que quieras; sacrif\xEDcame, apl\xE1stame bajo tus pies, d\xE9jame
morir por ti, pero recupera tu valor y cree en tu dicha...\xBB cuando de
repente, o\xED que de los labios de Marta sali\xF3 un gemido tan lastimero,
tan dolorido, que me estremec\xED, como si me hubieran dado un latigazo.

Quise lanzar un grito, pero el miedo que Roberto me inspiraba me oprimi\xF3
la garganta; s\xF3lo un suspiro se escap\xF3 de mi pecho, y lo contuve por
fuerza, al ver que su mirada inquieta se fijaba en mis ojos.

--No te preocupes de m\xED--dije violent\xE1ndome para sonre\xEDr.--\xA1Con tal de
que ella siga mejor!

\xC9l cruz\xF3 los brazos sobre su rodilla y repetidas veces inclin\xF3
dolorosamente la cabeza.

Luego cesaron los gemidos de Marta. Hab\xEDa dejado caer la barba sobre el
pecho y sus ojos estaban medio cerrados. Casi se habr\xEDa podido creer que
dorm\xEDa; pero continuaba divagando y marmoteando.

Un gran silencio rein\xF3 en el dormitorio d\xE9bilmente alumbrado. No se o\xEDa
m\xE1s que un ligero silbido del viento contra la ventana y el ruido de los
ratones que corr\xEDan entre los tirantes del techo.

Roberto hab\xEDa hundido la cabeza en sus manos y escuchaba con espanto el
lenguaje incoherente de Marta. Poco a poco pareci\xF3 calmarse, su
respiraci\xF3n se hizo m\xE1s regular y m\xE1s espaciada; de rato en rato su
cabeza se inclinaba hacia un lado para volverse a levantar
inmediatamente despu\xE9s, con un brusco movimiento.

Un irresistible sue\xF1o se hab\xEDa apoderado de \xE9l.

Quise obligarlo a que fuera a descansar, pero ten\xEDa miedo del sonido de
mi voz y guard\xE9 silencio.

A intervalos cada vez m\xE1s cercanos, la parte alta de su cuerpo se
balanceaba hacia un lado; a veces sus cabellos rozaban mi mejilla, y con
la mano buscaba en torno suyo si no encontrar\xEDa en alguna parte un
apoyo.

Al fin, de pronto, su frente se inclin\xF3 y cay\xF3 sobre mi hombro, donde
permaneci\xF3 inm\xF3vil.

Me puse a temblar de pies a cabeza, como si me hubiera acaecido una
felicidad inaudita. Se posesion\xF3 de m\xED un deseo irresistible de
acariciar su abundante cabellera, que tocaba mi cara. Muy cerca de mis
ojos vi brillar algunos hilos plateados.--Ya comienza a
encanecer--pens\xE9,--es tiempo de que pruebe lo que llaman la
felicidad.--Y lo acarici\xE9 efectivamente.

\xC9l suspiraba dormido, y trataba de dar a su cabeza una posici\xF3n m\xE1s
c\xF3moda.

--No est\xE1 bien as\xED--me dije,--es necesario que te le acerques.

Y lo hice. Su hombro se apoy\xF3 en el m\xEDo y su cabeza se inclin\xF3 sobre mi
pecho.

--Tienes que pasar tu brazo en torno de su cuerpo--me gritaba una voz
interior,--de lo contrario no descansar\xE1 bien.

Dos veces, tres veces, trat\xE9 de hacerlo, pero retroced\xEDa de espanto.

\xA1Si Marta fuera a despertarse bruscamente! Pero no, sus ojos nada ve\xEDan,
sus o\xEDdos nada o\xEDan.

Y me decid\xED...

Entonces se apoder\xF3 de m\xED una alegr\xEDa desatinada. Me estrech\xE9 contra \xE9l
a hurtadillas, dici\xE9ndome con ardor: \xA1Oh, c\xF3mo quisiera cuidarte y velar
sobre ti; c\xF3mo quisiera hacer desaparecer con mis besos las arrugas de
tu frente y las penas de tu alma! \xA1C\xF3mo luchar\xEDa por ti con toda la
fuerza de mi juventud, sin descansar nunca hasta no haber vuelto la
alegr\xEDa a tus ojos y el sol a tu coraz\xF3n! Pero para eso...

Mis miradas se volvieron hacia Marta. S\xED, viv\xEDa, viv\xEDa siempre. Su seno
se levantaba y se bajaba bajo la acci\xF3n de una respiraci\xF3n corta y
precipitada. Parec\xEDa m\xE1s viva que nunca.

Y, de repente, vi una llamarada que pas\xF3 ante mis ojos y cre\xED leer,
enfrente, en la pared, estas palabras:

_\xA1Oh, si ella muriera!_

S\xED, era eso, esas eran las palabras.

_\xA1Oh, si ella muriera! \xA1Oh, si ella muriera!_



XXI


El m\xE9dico interrumpi\xF3 su lectura y exhal\xF3 un profundo suspiro, al
enjugar el sudor de su frente.

Roberto se hab\xEDa parado de un salto; por un instante mir\xF3 fijamente,
como cegado por un rayo, el c\xEDrculo luminoso de la l\xE1mpara, luego se
precipit\xF3 hacia el anciano; parec\xEDa querer arrancarle el papel de las
manos.

--\xBFEst\xE1 escrito all\xED?--balbuci\xF3.

--\xA1Lee t\xFA mismo!

Sigui\xF3 un largo silencio.

La l\xE1mpara esparc\xEDa su luz tenue y risue\xF1a, como si hubiera alumbrado
una escena de las m\xE1s alegres, y suavemente el viento soplaba, rozando
las ventanas con una caricia. Abajo, el ruido parec\xEDa calmarse: se o\xEDan
risas a intervalos cada vez m\xE1s lejanos, el runr\xFAn de las voces se
trasformaba en un murmullo uniforme y confuso. Los comensales estaban
cansados, diger\xEDan.

El m\xE9dico se hab\xEDa vuelto para ver lo que hac\xEDa Roberto. Este, abatido,
al borde de la cama vac\xEDa, y con la cabeza hundida en sus manos,
permanec\xEDa inm\xF3vil.

S\xF3lo su respiraci\xF3n oprimida, que se escapaba de su pecho en soplos
cortos e irregulares, revelaba la tempestad que se agitaba en su
interior.

--Vuelve en ti, chico--dijo el doctor posando la mano en el hombro de
Roberto.

--T\xEDo, es evidente que Olga no estaba en su juicio cuando escribi\xF3 eso.

--\xA1Nunca lo ha estado m\xE1s que en ese momento!

--\xBFC\xF3mo puedes afirmarlo? \xA1No insultes a una muerta!

--Nada est\xE1 m\xE1s lejos de mi pensamiento, hijo m\xEDo. \xBFQui\xE9n se atrever\xE1 a
arrojarle la primera piedra? Pero, si has escuchado atentamente,
comprender\xE1s sin pena que su vida entera transcurri\xF3 en preparar, en
llevar, por decirlo as\xED, a madurez ese instante \xFAnico. Sus sue\xF1os de
ni\xF1a encerraban ya los g\xE9rmenes de ese criminal deseo; se desarrollaron
bruscamente en esa famosa roca en que te sentaste con ella en el bosque,
y dieron una planta vigorosa cuya flor se abri\xF3 precisamente en el
momento en que Olga penetr\xF3 en tu cuarto para unirte a Marta.

--\xBFPor qu\xE9 hizo eso si quer\xEDa tomar el lugar de Marta?

--\xA1Eh! \xBFAcaso sab\xEDa lo que quer\xEDa? Todos los esfuerzos que hizo para
asegurar la felicidad de vosotros dos, no eran m\xE1s que la lucha de su
naturaleza honrada y pura contra el deseo que hab\xEDa crecido en su
coraz\xF3n, a partir del d\xEDa en que, ni\xF1a a\xFAn, te volvi\xF3 a ver. Pero ella
no lo sab\xEDa. Ni siquiera se dio cuenta de su amor por ti, sino el d\xEDa en
que entr\xF3 en tu casa; raz\xF3n de m\xE1s para que no pudiera sospechar las
consecuencias que dormitaban en las profundidades m\xE1s secretas de su
alma.

--\xBFY, sin embargo, dices que ella combat\xEDa ese amor, que trataba de
arrancarlo de su coraz\xF3n?

--Sin que su esp\xEDritu influyera en nada, sin que tuviera conciencia de
ello. Su pensamiento permaneci\xF3 puro hasta aquella terrible hora de
media noche. En ella el sentimiento, solo, luchaba con el mal deseo.
Cada d\xEDa sacaba del fondo de su naturaleza sana y vigorosa nuevos
recursos para eliminar el virus, o, por lo menos, para contenerlo y
hacerlo inofensivo: por eso se desterr\xF3 al extranjero, por eso en el
momento en que vio tu casa pens\xF3 en huir lo m\xE1s pronto. Por el tono
general de sus recuerdos ves cu\xE1n poca conciencia ten\xEDa de los combates
que, durante a\xF1os, hubo en el fondo de su alma. Habla, sin la menor
intenci\xF3n, de mil detalles secundarios, que nada tienen que ver con la
marcha de la acci\xF3n, pero que son preciosos para demostrar cu\xE1nto se
desarroll\xF3 ese deseo. No sabe por qu\xE9 lo hace; todav\xEDa es s\xF3lo el
sentimiento el que le dice: eso se relaciona con mi falta.

--No creo en una falta--grit\xF3 Roberto en el colmo de la agitaci\xF3n.--Si
ese deseo no es una simple ilusi\xF3n, el resultado de un momento de
sobreexcitaci\xF3n nerviosa y enfermiza; si, al contrario, se hallaba desde
mucho tiempo atr\xE1s en preparaci\xF3n en el fondo de ella misma, \xBFc\xF3mo es
posible que, seis horas antes de formularlo, haya manifestado tanta
indignaci\xF3n contra mi madre, a quien sospechaba de acariciar quiz\xE1 el
mismo deseo?

--Y para m\xED--replic\xF3 el m\xE9dico,--no hay mejor argumento en apoyo de mi
tesis que esa misma indignaci\xF3n. Era para descargar su propia conciencia
del peso que la aplastaba, por lo que arrojaba a tu madre todas las
piedras que le ca\xEDan bajo la mano. Lo que la empujaba era el miedo de su
propia culpabilidad.

--\xBFY esa noble resoluci\xF3n de renunciamiento que hab\xEDa tomado pocos d\xEDas
antes?

Por el rostro ajado del anciano pas\xF3 una sonrisa, la sonrisa del hombre
que comprende y perdona. Repuso:

--El antiguo proverbio de que el camino del infierno est\xE1 empedrado de
buenas intenciones, se encuentra justificado sin duda una vez m\xE1s aqu\xED,
pero no toca sino someramente el asunto que nos ocupa. La resoluci\xF3n que
Olga tom\xF3 entonces fue una \xFAltima tentativa, desgraciada desde luego,
para conciliar el afecto que deb\xEDa a Marta con el amor que t\xFA
despertabas en ella, para establecer la paz entre la sed de felicidad,
ardiente, irresistible, que la devoraba, y la necesidad de permanecer
fiel a su hermana. Era el medio menos natural que pudiera elegir, pues
el renunciamiento, la muda resignaci\xF3n, no eran su fuerte. Y luego, un
destino cruel ha querido que, a pesar de su gran inteligencia, de su
en\xE9rgica voluntad, se viera arrastrada a una falta, que es la m\xE1s com\xFAn
y la m\xE1s cobarde del mundo, una falta que he le\xEDdo en un n\xFAmero infinito
de rostros cuando he sido llamado a atender enfermos graves. Ese es,
hijo m\xEDo, uno de los lados m\xE1s obscuros de la naturaleza humana, un
resto de bestialidad que subsiste en nuestro mundo civilizado. Aun las
naturalezas sensibles y delicadas como la de Olga, no est\xE1n exentas de
\xE9l; es verdad que eso las mata, mientras que las almas m\xE1s groseras se
contentan con disimular y rechazar dentro de s\xED mismas, el secreto que,
solicitado por la luz del d\xEDa, tiende a escaparse de las rec\xF3nditas
profundidades de la conciencia. Espera, voy a precisar. Un d\xEDa fui a
visitar a un anciano enfermo, rico propietario, a quien no le quedaba
mucho tiempo que vivir. A su cabecera se hallaba su hijo mayor, un
hombre de cuarenta a\xF1os, m\xE1s o menos, que desde hac\xEDa ya mucho tiempo
desempe\xF1aba en propiedades extra\xF1as las funciones de administrador, y
cuya prometida amenazaba envejecer y consumirse en la espera. Aqu\xE9l era
un honrado y buen hijo, que no hab\xEDa hecho da\xF1o a una mosca, que amaba
cordialmente a su padre y que se habr\xEDa ruborizado de desear el menor
mal a su enemigo m\xE1s mortal. Sin embargo, en la angustia secreta y
sombr\xEDa que se pint\xF3 en sus facciones cuando inclin\xE9 mi o\xEDdo sobre el
pecho del anciano, le\xED claramente este deseo: \xAB\xA1Oh, si se muriera!\xBB Otra
vez, me llamaron de la casa de una se\xF1ora que, casada en segundas
nupcias, era feliz. En su dicha no hab\xEDa m\xE1s que una sombra: su marido
no pod\xEDa sufrir al hijo del primer matrimonio. Una arruga surcaba su
frente tan pronto como se trataba de esa criaturita, y ella, como amaba
apasionadamente a su marido y tem\xEDa que le tomara aversi\xF3n a ella misma
a causa del ni\xF1o, se lo ocultaba lo m\xE1s que pod\xEDa. El ni\xF1o se enferm\xF3
con escarlatina. Encontr\xE9 a la madre de rodillas junto a la cama y
derramando amargas l\xE1grimas. Temblaba por esa fr\xE1gil existencia: \xBFacaso
no hab\xEDa nacido de su seno? Pero su marido entr\xF3, y en la mirada
inquieta, vacilante que ella dirigi\xF3 a la cuna, se le\xEDa distintamente:
\xABSi t\xFA murieras ser\xEDa la felicidad para m\xED.\xBB Podr\xEDa citarte ejemplos
infinitos, en que los celos, la codicia, la necesidad de independencia,
la pasi\xF3n de los viajes y de la libertad, el amor, han preparado y
desarrollado ese deseo terrible y criminal, que se alza de repente,
sombr\xEDo y gigantesco, en un coraz\xF3n humano que hasta entonces no hab\xEDa
conocido m\xE1s que la luz y el amor. Por fortuna, ya hoy no causa grandes
estragos. En los tiempos de la antigua barbarie, en que las pasiones se
saciaban sin conocer obst\xE1culos, la acci\xF3n ayudaba al pensamiento.
Cuando un miembro de una familia hac\xEDa sombra a otro, el veneno y el
pu\xF1al imperaban sencillamente. La historia, la literatura est\xE1n llenas
de asesinatos de ese g\xE9nero, y Shakespeare, ese gran conocedor de las
almas, no presenta, por decirlo as\xED, otro tema tr\xE1gico que el asesinato
entre parientes. Hoy todo se ha suavizado, y cuando la lucha por la
existencia penetra en el c\xEDrculo de la familia, se contenta uno, en las
horas sombr\xEDas, con desear a la persona que incomoda seis pies de tierra
sobre el cuerpo. Ese deseo, es el asesinato de otros tiempos, atenuado
por las nuevas costumbres. Ah\xED tienes, chico; te he pronunciado un largo
discurso y si tu sangre se ha calmado mientras tanto, he conseguido mi
objeto.

--\xBFEntonces, la condenas sencillamente?--dijo Roberto, con angustia.

--No condeno a nadie, hijo m\xEDo--respondi\xF3 el anciano con una sonrisa
grave,--y aun menos que a otra, a una naturaleza honrada como lo era la
de Olga. Ella encontr\xF3 el valor de confesar, a s\xED misma y a aquel a
quien m\xE1s amaba, el crimen que cometi\xF3: eso basta para elevarla por
sobre el resto de la humanidad. Porque ese deseo de que hablamos, si es
el pecado mental m\xE1s horroroso de que el esp\xEDritu humano pueda hacerse
culpable, es tambi\xE9n el m\xE1s secreto. No hay amigo que lo conf\xEDe a su
amigo, ni un marido que lo murmure a su compa\xF1era en el silencio y la
obscuridad de la noche, ni un penitente que se atreva a decirlo a su
confesor; la oraci\xF3n misma, que nace en el m\xE1s profundo arrepentimiento
y sube hacia el Cielo, lo pasa fraudulentamente en silencio. Dios tiene
derecho a saberlo todo, todo, excepto esa infamia. Nacida en las
tinieblas y el horror, tiene que desaparecer en la verg\xFCenza y el
silencio. \xA1Hay a\xFAn m\xE1s! Ese deseo es la \xFAnica falta que escapa
generalmente a la justicia del mundo exterior, as\xED como a la sanci\xF3n de
la conciencia en el fondo del coraz\xF3n, porque \xE9stas no tienen para ella
ni expiaci\xF3n, ni castigo. En ese caso, el inexorable juez que todo
hombre lleva en s\xED mismo, se deja comprar y corromper. Miles de hombres
que han cometido por lo menos una vez esa bajeza, no por ello dejan de
seguir viviendo contentos, engordan con perfecta tranquilidad de
esp\xEDritu, felices del cumplimiento de su deseo, que se apresuran a
olvidar tan pronto como se ha realizado. El alma lo reabsorbe, como el
cuerpo reabsorbe la materia m\xF3rbida tan pronto como la causa del mal ha
desaparecido. Se pierde sin dejar huellas, en el mont\xF3n de las virtudes
sociales y personales, el silencio lo aniquila. Muy lejos estoy de decir
que condeno a esos hombres; \xBFqu\xE9 ser\xEDa del mundo si todos los que, al
mirarse en un espejo, descubren una verruga en su cara, fueran por
desesperaci\xF3n a cortarse la cabeza? Los hombres que te he pintado est\xE1n
bien constituidos y pertenecen al t\xE9rmino medio de la humanidad; su
naturaleza, llamada feliz, es capaz de soportar un golpe y \xA1vaya si se
inquietan de tener aqu\xED y all\xED alguna mancha que los desluce! Olga
estaba hecha de un barro menos grosero, su sistema nervioso no
necesitaba choques tan violentos, y lo que en otros no producir\xEDa m\xE1s
que una simple picaz\xF3n, a ella le hac\xEDa el efecto de un latigazo. Esas
naturalezas tienen con frecuencia algo de enfermizo, se inclinan hacia
la hipocondr\xEDa y la histeria, y su vida efectiva est\xE1 dominada por
imaginaciones que toman ordinariamente a los ojos de los dem\xE1s el
car\xE1cter de ideas fijas. Y, sin embargo, todo en ellas obedece a leyes
rigurosas; hasta se puede decir que su organismo funciona con m\xE1s
precisi\xF3n que el del com\xFAn de los mortales, y si se les pusiera bajo
vidrio como a las delicadas balanzas de los qu\xEDmicos, se les ver\xEDa
ejecutar maravillas. Los hombres dotados de esa extrema sensibilidad,
tienen en general una cierta debilidad de voluntad que les hace
replegarse en s\xED mismos al menor contacto extra\xF1o, y tanto mejor para
ellos, pues as\xED est\xE1n al abrigo de los choques violentos del mundo que
los rodea y que no ser\xEDan capaces de soportar, pero \xA1ay de aquellos a
quienes una voluntad indomable, un car\xE1cter violento y apasionado,
arrastran directamente al centro de los escollos y de las zarzas! Puede
suceder entonces que una espina que ha quedado en la llaga, y de la cual
otros apenas habr\xEDan hecho caso, se convierta para ellos en una flecha
envenenada que les roer\xE1 el cuerpo y el alma hasta que sucumba... \xA1Vaya,
basta de charla! He aqu\xED dos o tres hojas m\xE1s. \xA1Escucha! Vamos a saber
c\xF3mo se muere de un deseo.



XXII


\xBFQu\xE9 sucedi\xF3 despu\xE9s? Mi memoria no ha conservado de ello sino un
recuerdo confuso.

Me acuerdo que de repente lanc\xE9 un grito que hizo estremecer a la misma
Marta, que me arroj\xE9 junto a su cama y que, apoder\xE1ndome de sus manos
ardientes, grit\xE9 en un aliento: \xA1S\xE1lvame, s\xE1lvame, despi\xE9rtate!

Y despu\xE9s me encontr\xE9 en mi cuarto, adonde Roberto me hab\xEDa llevado.
\xBFC\xF3mo describir mi espanto cuando reconoc\xED en el espejo mi cara
descompuesta, cubierta por el sudor de la angustia, la carcajada que
solt\xE9, el horror que me caus\xF3 mi propia risa, mientras que,
desfalleciente, o\xEDa resonar en mis o\xEDdos el deseo, repetido por todas
partes por mil voces celosas que se re\xEDan burlonamente y cuchicheaban:

\xAB\xA1Oh, si ella muriera!\xBB

\xBFC\xF3mo describir aquello, sin desencadenar contra m\xED todos los fantasmas
de esa noche mortal?

Veo todav\xEDa claramente al m\xE9dico que inclinaba sobre m\xED su rostro amigo,
lo veo darme algo de beber, algo amargo, y despu\xE9s... nada m\xE1s.

Los primeros resplandores del alba aparec\xEDan p\xE1lidos por las ventanas
cuando me despert\xE9. Me dol\xEDa la cabeza y cuando dirig\xED en torno m\xEDo una
mirada vaga, cre\xED ver enfrente, trazadas en el yeso de la pared, las
palabras:

\xAB\xA1Oh, si ella muriera!\xBB

Sent\xED un calofr\xEDo y me vino este pensamiento: \xABSi Marta se muere ahora,
ser\xE1 tu deseo lo que la habr\xE1 muerto.\xBB

Me levant\xE9 vivamente y me acerqu\xE9 al espejo.

\xABHe ah\xED, pues, la cara de una persona que desea la muerte de su
hermana\xBB--dije al ver reflejado mi l\xEDvido semblante.

Y, sintiendo bruscamente asco de m\xED misma, di un golpe al vidrio con el
pu\xF1o; los dedos me sangraron, pero el espejo no se rompi\xF3.

\xA1Insensata de m\xED! No sab\xEDa que en lo sucesivo el mundo entero no ser\xEDa
para m\xED sino el espejo de mi crimen.

\xA1Pero quiz\xE1 no muera! Ese pensamiento, que se despert\xF3 de pronto en mi
cerebro, esparci\xF3 en \xE9l una oleada de luz tal, que cerr\xE9 los ojos como
cegada.

Y luego o\xED de nuevo gritar en m\xED: \xAB\xA1Marta morir\xE1 y ser\xE1 tu deseo lo que
la habr\xE1 muerto!\xBB Apret\xE9 los dientes y apoy\xE1ndome en la pared me
arrastr\xE9 hasta el cuarto de la enferma.

Llegu\xE9 a la puerta y al no o\xEDr el menor ruido en el interior, me dije:
\xABYa no encontrar\xE1s sino un cad\xE1ver.\xBB

No, todav\xEDa viv\xEDa, pero la muerte hab\xEDa puesto ya en ese rostro la marca
de sus garras.

El cart\xEDlago de la nariz se destacaba m\xE1s, los labios, entreabiertos,
dejaban ver los dientes inclinados, los ojos casi desaparec\xEDan en el
fondo de sus azuladas cavidades.

A sus pies estaban Roberto y el anciano m\xE9dico. Roberto se ocultaba el
rostro entre las manos; los sollozos sacud\xEDan su cuerpo. El anciano fij\xF3
en m\xED su mirada penetrante; por un instante cre\xED otra vez que le\xEDa hasta
el fondo de mi alma y que mi falta se exhib\xEDa abiertamente ante \xE9l.
Pero, cuando al verme tambalear, acudi\xF3 para sostenerme en sus brazos,
vi que era s\xF3lo la mirada del m\xE9dico la que hab\xEDa fijado en m\xED.

--\xBFCu\xE1nto tiempo vivir\xE1 todav\xEDa?--pregunt\xE9, cerrando los ojos.

--\xA1Est\xE1 en agon\xEDa!

En ese momento sent\xED que algo se helaba en m\xED y tomaba la rigidez de una
piedra; en ese momento, la esperanza muri\xF3 en m\xED, y con ella la fe en m\xED
misma, la creencia en la dicha y en el bien. Una gran calma rein\xF3 en
todo mi ser. La muerte, que se cern\xEDa sobre la cama, hab\xEDa tocado
tambi\xE9n mi cuerpo con sus negras alas. Con la lucidez de una vidente, vi
desarrollarse, sin velo, ante mis ojos, lo que me quedaba de existencia.
En lo sucesivo iba a pasar por esta tierra como una muerta, como una
muerta iba a tomarle apego a la vida, y como una muerta iba a ver
acercarse a m\xED la felicidad que, sin embargo, hab\xEDa perdido para
siempre.

Roberto se adelant\xF3 y me bes\xF3; le dej\xE9 hacer tranquilamente, estaba
insensible.

Luego me sent\xE9 muy cerca de la cama de mi hermana y la mir\xE9, esperando
la muerte.

Segu\xEDa con atenci\xF3n todos los s\xEDntomas de aquella lenta agon\xEDa. Me
parec\xEDa que mi conciencia estaba fuera de m\xED y que me ve\xEDa a m\xED misma
sentada como una estatua de piedra, con los ojos fijos en el rostro de
la moribunda.

No tuve el menor alucinamiento, no me hice el menor reproche bajo la
acci\xF3n de la fiebre, y nada vino desde entonces a perturbar el curso de
mis pensamientos. Ve\xEDa claramente que mi deseo no pod\xEDa en realidad
darle la muerte, y sin embargo, para m\xED, para mi conciencia, era s\xF3lo mi
deseo lo que la hab\xEDa muerto.

As\xED, pues, yo estaba sentada junto a la cama de mi v\xEDctima, esperando su
muerte, que era tambi\xE9n la m\xEDa.

Aquello dur\xF3 mucho. Pasaron las horas del d\xEDa; Marta viv\xEDa todav\xEDa. Su
pulso no lat\xEDa ya desde hac\xEDa rato, su coraz\xF3n parec\xEDa paralizado, pero
su respiraci\xF3n continuaba siempre ligera y r\xE1pida. Mientras yo dorm\xEDa,
bajo el efecto de la morfina, le hab\xEDa hecho, como \xFAltimo recurso de
salvaci\xF3n, una inyecci\xF3n de almizcle para reanimar una vez m\xE1s sus
fuerzas: aquello era lo que la sosten\xEDa en ese momento. Pero el olor de
almizcle mezclado con los vapores de fenol que llenaba la habitaci\xF3n
como un cuerpo ponderable y palpable, me pesaba sobre la nuca y me
aplastaba las sienes. A cada aspiraci\xF3n me parec\xEDa absorber unos
cuerpos pesados que me hinchaban.

Por la tarde, los padres de Roberto vinieron. Yo, que todav\xEDa la v\xEDspera
no hab\xEDa demostrado a la t\xEDa m\xE1s que orgullo y desprecio, le bes\xE9
humildemente la mano. Aquello era el principio de la expiaci\xF3n que me
hab\xEDa impuesto en el lecho de muerte de Marta, y que no deb\xEDa concluir
sino con mi vida.

Lleg\xF3 la noche: Marta segu\xEDa respirando. Con la boca muy abierta, los
ojos empa\xF1ados cubiertos de una capa de mucosidades, me miraba
fijamente. Su cuerpo parec\xEDa achicarse cada vez m\xE1s, yac\xEDa todo
encogida: casi parec\xEDa que no se atrev\xEDa a ocupar en la muerte el lugar,
muy modesto sin embargo, que ocupaba en vida.

La t\xEDa llenaba la casa con sus intolerables sollozos, los dem\xE1s tambi\xE9n
lloraban; yo sola no ten\xEDa l\xE1grimas.

Cuando a eso de las once, Marta exhal\xF3 el \xFAltimo suspiro, me acometi\xF3 un
acceso de locura furiosa.



XXIII


En este instante llego de casa de Roberto.

Este se ha mostrado afectuoso y bueno para conmigo; he visto brillar en
sus ojos una t\xEDmida ternura, medio velada, que mi coraz\xF3n ha bebido con
avidez. Me parece que una nueva primavera se acerca: la risa y la
alegr\xEDa se despiertan en mi coraz\xF3n, y, cuando cierro los ojos, veo
bailar en torno m\xEDo dorados rayos de sol.

Pero \xA1basta de pensamientos de felicidad, basta de cobard\xEDa! Si llega a
amarme, \xA1tanto peor para \xE9l! No me he prestado a ello; \xA1no por cierto!
Ser\xEDa tan despreciable como una mujer perdida si hubiera hecho eso.
Desde mi curaci\xF3n, durante m\xE1s de un a\xF1o, he dirigido su casa con
lealtad y probidad, sin pretender agradarle, sin desear serle
indispensable. Y, sin embargo, he llegado a serlo. Mi se\xF1ora t\xEDa ha
tenido que reconocerlo ella misma, ella que casi me impone su
hospitalidad, no obstante el odio que profesa a mi persona. Es demasiado
buena ama de casa, para no saber que, sin m\xED, el hogar de su hijo se
habr\xEDa arruinado durante esos d\xEDas de duelo, en que Roberto, absorbido
por su inmenso dolor, permanec\xEDa inerte, indiferente a todo, aun al
ni\xF1o. Sin m\xED el pobre peque\xF1uelo estar\xEDa desde hace tiempo bajo tierra.
No enumerar\xE9 todo lo que he hecho durante ese tiempo, todo lo que ha
producido mi trabajo: en verdad no me conviene desempe\xF1ar el papel de
farisea.

Tampoco hablar\xE9 de expiaci\xF3n; esta es una palabra demasiado pomposa,
detr\xE1s de la cual no se oculta ordinariamente sino una miserable
mentira, una vana ilusi\xF3n. \xBFC\xF3mo borrar la mancha que me ha mancillado?
Se exp\xEDa una falta tr\xE1gica, se exp\xEDa hasta un gran crimen; pero una
infamia como la que yo he cometido, es un borr\xF3n del cual el alma no
puede lavarse.

\xA1Si por lo menos pudiera ignorar qu\xE9 secreto vela en el fondo de mi
coraz\xF3n!

\xBFPor qu\xE9 quer\xEDa en otros tiempos permanecer pura ante mi conciencia, si
no era para poder pertenecerle un d\xEDa? Como si el eterno destino no
hubiera alzado \xE9l mismo entre nosotros una muralla que, desde el fondo
de la tumba de Marta, se eleva hasta los astros.

Y, si alguna vez un demonio le soplara en el o\xEDdo el consejo de extender
la mano hacia m\xED, \xBFpodr\xEDa hacer de otro modo que rechazarlo como a un
loco temerario? Pero eso no suceder\xE1: he sabido tenerlo a distancia. Que
crea que lo desde\xF1o, que crea que estoy encerrada dentro de mi orgullo y
de mi ego\xEDsmo: sabr\xE9 guardar el secreto de mi coraz\xF3n.

\xA1Si tan s\xF3lo no existiera!

M\xE1s de una vez, sobre todo durante la noche, mientras mis miradas se
pierden en la obscuridad, un deseo se apodera de m\xED con una violencia
tan extravagante, que me parece que va a aniquilarme. Me invade como la
embriaguez de la fiebre, ofusca mis sentidos y me hace hervir la sangre
en las venas: es el deseo de descansar, una vez tan siquiera, entre sus
brazos para llorar en ellos a mis anchas, porque desde aquellas noches
las l\xE1grimas se han secado en m\xED. Me ha sido imposible llorar desde ese
d\xEDa en que encontr\xE9 a Marta tendida en su lecho de dolor.



XXIV


Quince d\xEDas despu\xE9s.

Es un hecho, Roberto me ama. Ha venido a pedir mi mano. Ahora s\xE9 que hay
una expiaci\xF3n. \xA1Ah, si estas torturas no purificaran!

Jes\xFAs; ya no tengo en vos la ingenua fe de la infancia, pero hab\xE9is sido
hombre, hab\xE9is sufrido como yo; os imploro... pero no, esto es locura,
vuelve en ti, mujer, c\xE1lmate. \xBFAcaso no hay un descanso eterno en el
cual puedes refugiarte libremente, si te faltan las fuerzas para
sobrellevar los dolores de esta existencia? \xBFQui\xE9n te lo impide?

Me ama; lo he conseguido. Pero, para que me amara, ha sido necesario que
Marta pereciera y que yo me perdiera en un abismo de crimen y de
verg\xFCenza, del cual ning\xFAn poder del Cielo ni de la tierra podr\xEDa
arrancarme.

Estoy muerta; muertos tambi\xE9n deben estar mis deseos y mis esperanzas; y
a mi sangre que se rebela, hierve y se agita cuando pienso en \xE9l, sabr\xE9
calmarla por fuerza, si no...

\xA1Oh, qu\xE9 actitud ten\xEDa delante de m\xED! Las palabras sal\xEDan lentas y
t\xEDmidamente de sus labios; sus miradas pla\xF1ideras, que parec\xEDan implorar
socorro, buscaban las m\xEDas y sin embargo apenas osaban desprenderse del
suelo; en su embarazo, enroscaba entre sus dedos la extremidad de su
barba y golpeaba con el pie cuando no pod\xEDa encontrar la palabra justa.
\xA1Oh, pobre ni\xF1o grande, amado m\xEDo! \xBFNo viste que todo mi ser me
precipitaba a tus brazos y ard\xEDa por permanecer en ellos eternamente?
\xBFNo viste que mis labios temblaban de deseo de posarse en los tuyos y de
quedarse suspendidos de ellos hasta mi \xFAltimo suspiro?

\xBFNo viste nada de eso?

Debiste, pues, dar fe a las palabras que te dije, casi sin tener
conciencia de ello. Mi coraz\xF3n las ignora completamente; te lo juro. Te
amo y te amar\xE9 hasta mi \xFAltimo pensamiento, y el \xFAltimo aliento que se
escapar\xE1 de mis labios ser\xE1 tu nombre.

Y \xBFc\xF3mo has podido creer en el pretexto que te di? \xA1Dejarte a una mujer
rica! \xA1A ti para qui\xE9n querr\xEDa mendigar por los caminos, por qui\xE9n
querr\xEDa gastarme los ojos, hacerme sangrar los dedos cosiendo si lo
necesitaras!

\xBFTe acuerdas de aquella noche, en casa de mis padres, cuando aspirabas a
la mano de Marta? \xA1C\xF3mo puedes, si la recuerdas, hacerme la injuria de
aceptar mi miserable excusa!

Y cuando me diste la mano al decirme adi\xF3s, \xBFpor qu\xE9 me dirigiste una
mirada tan triste, tan humilde? \xBFNo sab\xEDas que esa mirada me torturar\xEDa
sin cesar, noche y d\xEDa, como el reproche de una grave falta que he
cometido para contigo?

No, amigo m\xEDo, eres el \xFAnico ser en el mundo que nada tenga que
reprocharme. He procedido lealmente contigo, y hoy m\xE1s que nunca,
\xA1aunque jam\xE1s hayas sido m\xE1s indignamente enga\xF1ado que hoy!

\xA1Si tan s\xF3lo pudiera decirte cu\xE1nto te amo! \xA1Con qu\xE9 placer morir\xEDa en
el acto! \xA1Colgarme una sola vez de tu cuello, ocultar una vez mi cabeza
en tu hombro y llorar l\xE1grimas de sangre!

No me vuelvas a mirar as\xED, mi querido ni\xF1o grande, como para hacer creer
que te he desde\xF1ado con raz\xF3n, que te he encontrado demasiado simple y
demasiado indigno de m\xED, pues, \xA1mira, no s\xE9 lo que har\xEDa!

\xA1Que Dios te preserve de m\xED y de mi amor!



XXV


Ocho d\xEDas despu\xE9s.

\xA1Al fin se ha realizado mi deseo! Me he arrojado en sus brazos, me he
embriagado con sus besos, he llorado hasta la saciedad sobre su hombro.

Estoy serena, enteramente serena, he probado todo lo que la vida pod\xEDa
todav\xEDa ofrecer de felicidad a una pecadora como yo.

\xBFY ahora?

Desde hace horas, me encuentro frente a esta \xFAltima y grave cuesti\xF3n:
\xA1huir o morir!

Es necesario que me decida esta misma noche por una u otra de estas
alternativas, pues Roberto vendr\xE1 ma\xF1ana para llevarme a la tumba de
Marta.

Antes que seguirlo all\xED, prefiero morir. Aun admito que lleve la
hipocres\xEDa hasta no caer de rodillas sobre esa tumba para confesarle
todo; admito que el horror que me inspirar\xEDa a m\xED misma, no me ahogue,
que encuentre el miserable valor de casarme con \xE9l; \xBFqu\xE9 existencia
llevar\xEDa a su lado?

\xBFPara qu\xE9 aferrarse a una dicha que uno mismo ha hecho imposible desde
mucho tiempo atr\xE1s? Pasar\xEDa por esta tierra semejante a una pobre
criminal a quien se lleva a la muerte, eternamente torturada por el
temor de descubrirme a sus ojos y, a pesar de eso, llena del deseo de
gritar mi falta al mundo entero. \xA1C\xF3mo podr\xEDa dormir en ese lecho que he
deseado ver que mi hermana abandonara para bajar a la tumba! \xA1C\xF3mo vivir
entre esas paredes en que todav\xEDa est\xE1n inscritas en letras de fuego
esas palabras: \xABOh, si ella muere!\xBB

Voy a razonar fr\xEDamente conmigo misma, como conviene a una persona que
hace el balance de su vida.

\xBFSer su esposa? Eso es imposible, bien lo s\xE9.

\xBFHuir? \xBFQu\xE9 har\xEDa en medio de extra\xF1os? Los conozco; conozco a los
hombres y los desprecio. Ellos me han hecho da\xF1o, seguir\xE1n haci\xE9ndome
sufrir. Todo lo que me queda de fe, de amor y de esperanza, no descansa
ya m\xE1s que en \xE9l.

Pues bien, \xBFmorir? Los frascos de morfina est\xE1n ah\xED, en salvo en el
fondo de mi gaveta; un presentimiento me dec\xEDa que alg\xFAn d\xEDa los
necesitar\xEDa, cuando los reservaba secretamente, a despecho de las
\xF3rdenes de mi anciano t\xEDo el doctor. Las pocas horas de sue\xF1o que he
perdido me ser\xE1n devueltas as\xED al c\xE9ntuplo.

Escribir\xE9 todav\xEDa una carta a mi t\xEDo; \xE9l ser\xE1 mi heredero y mi
confidente. Quiz\xE1 podr\xE1 disimular mi suicidio y hacer que Roberto no lo
sospeche.

A \xE9l, ni una palabra de despedida. Esto es doloroso; pero es necesario
que sea as\xED.

* * *

He salido furtivamente y he corrido a poner la carta en el buz\xF3n. El
sereno anunciaba la media noche. \xA1Qu\xE9 desierto y obscuro est\xE1 el mundo!
El viento pasa estremeci\xE9ndose por los tilos; aqu\xED y all\xED brilla
tristemente una luz que parece alumbrar secretos dolores.

Por el camino avanza un hombre ebrio que exhala sordos gru\xF1idos y quiere
atacarme. En torno m\xEDo las tinieblas, la miseria y la rudeza; en mi alma
el remordimiento y una pasi\xF3n que jam\xE1s se saciar\xE1, he ah\xED lo que me
reservaba el porvenir. En verdad, nada tiene ya que ofrecerme esta vida.

Mucho se habla y se escribe sobre las angustias de la muerte: yo no
siento indicios de ellas. Me encuentro bien ahora, despu\xE9s de haber
llorado a mi gusto. Las l\xE1grimas que no pod\xEDan darse libre curso, me
pon\xEDan en el pecho un peso aplastador.--Y dicen que llorar da sue\xF1o.
\xA1Buenas noches!


FIN





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