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Title: Teatro selecto, tomo 4 de 4
Author: Calderón de la Barca, Pedro
Language: Spanish
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*** Start of this LibraryBlog Digital Book "Teatro selecto, tomo 4 de 4" ***


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NOTA DE TRANSCRIPCIÓN

  * Las cursivas se muestran entre _subrayados_ y las versalitas se
    han convertido a MAYÚSCULAS.

  * Los errores de imprenta han sido corregidos sin avisar. Para su
    detección se han tenido en cuenta otras ediciones de estos dramas.

  * Se ha respetado la ortografía original. También se han respetado
    las inconsistencias en la acentuación, aunque se han añadido
    algunas tildes a las mayúsculas para deshacer ambigüedades.

  * Se han reparado los emparejamientos de los signos de admiración
    e interrogación.

  * Las notas a pie de página se han renumerado y colocado tras el
    párrafo o la estrofa en que se encuentra la llamada.

  * En el original impreso, las indicaciones o acotaciones escénicas
    se distinguen del texto principal por su menor tamaño. En esta
    transcripción se presentan en cursiva.



  TEATRO SELECTO
  DE
  CALDERÓN DE LA BARCA.



BIBLIOTECA CLÁSICA.

Doce reales cada tomo en toda España.

OBRAS PUBLICADAS.


                                                                 Tomos.

  HOMERO.—_La Ilíada_, traduccion directa del griego en verso y con
  notas de D. José Gomez Hermosilla.                                  3

  CERVANTES.—_Novelas ejemplares y viaje del Parnaso._                2

  HERODOTO.—_Los nueve libros de la historia_, traduccion directa del
  griego, del padre Bartolomé Pou.                                    2

  ALCALÁ GALIANO.—_Recuerdos de un anciano._                          1

  VIRGILIO.—_La Eneida_, traduccion directa del latin, en verso y
  con notas de D. Miguel Antonio Caro.                                2

  — _Las églogas_, traduccion en verso, de Hidalgo.—_Las geórgicas_,
  traduccion en verso, de Caro; ambas traducciones directas del
  latin, con un estudio del Sr. Menéndez Pelayo.                      1

  MACAULAY.—_Estudios literarios._                                    1

  — _Estudios históricos._                                            1

  — _Estudios políticos._                                             1

  — _Estudios biográficos._                                           1

  — _Estudios críticos._                                              1

    Traduccion directa del inglés de M. Juderías Bender.

  QUINTANA.—_Vidas de españoles célebres._                            2

  CICERÓN.—_Tratados didácticos de la elocuencia_, traduccion directa
  del latin de D. Marcelino Menéndez Pelayo.                          2

  SALUSTIO.—_Conjuracion de Catilina._—_Guerra de Jugurta_,
  traduccion del infante D. Gabriel.—_Fragmentos de la grande
  historia_, traduccion del Sr. Menéndez Pelayo, ambas directas del
  latin.                                                              1

  TÁCITO.—_Los anales_, traduccion directa del latin de don Cárlos
  Coloma.                                                             2

  PLUTARCO.—_Las vidas paralelas_, traduccion directa del griego por
  D. Antonio Ranz Romanillos.                                         5

  ARISTÓFANES.—_Teatro completo_, traduccion directa del griego por
  D. Federico Baráibar.                                               2

  POETAS BUCÓLICOS GRIEGOS.—(_Teócrito, Bion y Mosco._) Traduccion
  directa del griego, en verso, por el Ilmo. Sr. D. Ignacio Montes de
  Oca, Obispo de Linares (Méjico).                                    1

  MANZONI.—_Los Novios_, traduccion de D. Juan Nicasio Gallego.       1

  ESQUILO.—_Teatro completo_, traduccion directa del griego, con
  notas, por D. Fernando Brieva Salvatierra.                          1

  QUEVEDO.—_Obras satíricas y festivas._                              1

  DUQUE DE RIVAS.—_Sublevacion de Nápoles._                           1


MADRID.—IMP. CENTRAL Á CARGO DE VÍCTOR SAIZ, COLEGIATA, 6.



  BIBLIOTECA CLÁSICA
  TOMO XXXIX

  TEATRO SELECTO
  DE
  CALDERÓN DE LA BARCA

  PRECEDIDO DE UN ESTUDIO CRÍTICO
  DE
  D. MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO


  TOMO IV
  OBRAS VARIAS

  COMEDIAS.
  NO SIEMPRE LO PEOR ES CIERTO.
  GUÁRDATE DEL AGUA MANSA.

  ZARZUELAS.
  EL LAUREL DE APOLO.—LA PÚRPURA DE LA ROSA.

  AUTOS SACRAMENTALES.
  LA CENA DE BALTASAR.—LA VIDA ES SUEÑO.
  Á DIOS POR RAZON DE ESTADO.


  MADRID
  LUIS NAVARRO, EDITOR
  COLEGIATA, NÚM. 6
  —
  1881



COMEDIAS.



NO SIEMPRE LO PEOR ES CIERTO.



PERSONAS.


  DON CÁRLOS, _galan_.
  DON JUAN ROCA, _galan_.
  DON DIEGO CENTELLAS, _galan_.
  DON PEDRO DE LARA, _viejo_.
  FABIO, _criado_.
  GINÉS, _criado_.
  LEONOR, _dama_.
  DOÑA BEATRIZ, _dama_.
  INÉS, _criada_.
  GENTE.


La escena es en Valencia.



JORNADA PRIMERA.


_Sala de una posada._


ESCENA PRIMERA.

DON CÁRLOS y FABIO, _vestidos de camino; despues_, LEONOR.

D. CÁRL.

  ¿Diste el papel?

FABIO.

                   Sí, señor,
  Y con notable alegría
  Dijo que al punto vendria
  A esta posada.

D. CÁRL.

                 Y Leonor
  ¿Habráse ya levantado?

FABIO.

  Aun no ha abierto su aposento.

D. CÁRL.

  Pues llama á él, porque intento
  Darla parte del cuidado
  Con que asegurar me atrevo
  Su vida y su honor aquí
  Por lo que me debo á mí,
  No por lo que á ella la debo.
  Llámala pues, que ya es hora
  De que despierte. _(Sale Leonor.)_

LEONOR.

                    Eso fuera
  Si yo, Don Cárlos, durmiera;
  Pero quien padece y llora
  Desdenes de una fortuna
  Tan cruel, tan inclemente,
  Tan á todas horas siente,
  Que no descansa en ninguna.
  ¿Qué me quieres?

D. CÁRL.

                   Informarte
  De cómo en tan triste suerte
  Trata mi amor defenderte,
  Ya que no es posible amarte.
  Sabrás...

LEONOR.

            No prosigas, no,
  Pues sea justo ó no sea justo,
  Basta saber que es tu gusto,
  Para obedecerle yo.
  Que aunque en pena semejante
  Atento te considero
  A la ley de caballero
  Primero que á la de amante;
  En mí no hay más eleccion,
  Más gusto, más albedrío,
  Que el tuyo: siendo este el mio,
  ¿Para qué es la relacion?

D. CÁRL.

  ¡Oh qué bien esa humildad,
  Hermosa Leonor, viniera,
  Si de voluntad naciera,
  Y no de necesidad!

LEONOR.

  A quien ya le ha persuadido
  La apariencia de un engaño,
  Tarde ó nunca el desengaño
  Pondrá su queja en olvido:
  Y más cuando él de su parte
  Tan poco hace por creer
  Qué pudo ó no pudo ser.

D. CÁRL.

  No trates de disculparte;
  Que no has de poder, Leonor.

LEONOR.

  Haz una cosa por mí,
  Por ser la última que aquí
  Ha de deberte mi amor.

D. CÁRL.

  Sí haré: sal dese cuidado.
  Díme, pues, lo que deseas.

LEONOR.

  Escúchame, y no me creas
  Despues de haberme escuchado.

D. CÁRL.

  Con aquesa condicion,
  Sí haré. Prosigue, pues: dí,
  ¿Qué es lo que quieres de mí?

LEONOR.

  Solamente tu atencion.

D. CÁRL.

  Aguarda.—Fabio.

FABIO.

                  Señor.

D. CÁRL.

  Si viniere el caballero
  Que llamaste, entra primero,
  Porque se esconda Leonor.—_(Vase Fabio.)_
  Prosigue ahora.


ESCENA II.

LEONOR, DON CÁRLOS.

LEONOR.

                  Ya sabes,
  Cárlos mio... Mal empiezo,
  Pues yendo á decir verdades,
  Hube de empezar mintiendo.
  Descuido fué.—¡Ay Dios! ¡Cuál debe
  De andar mi amor acá dentro,
  Pues de cuanto arroja fuera,
  Hasta el descuido es requiebro!
  Ya sabes, digo otra vez,
  La ilustre sangre que tengo,
  Por la estimacion que has visto
  En mis padres y en mis deudos.
  Tambien sabes que por mí,
  Cárlos, no la desmerezco,
  Aunque quieran mis desdichas
  Deslucir mis pensamientos.
  ¡Oh cuánto en esta materia
  Cobarde estoy, conociendo
  Que contra mí hasta la misma
  Verdad sospechosa tengo!
  Pues quien me viere venir
  Peregrinando á otro reino
  En poder de un hombre mozo,
  Y deste con tal despego
  Tratada, que las finezas
  Que á su ilustre sangre debo
  Aun no las debo yo, pues
  El se las debe á sí mesmo,
  ¿Como crêrá que sin culpa
  Tantas desdichas padezco,
  Cuando al primero que obligo
  Es el primero que ofendo?
  Pero ¿qué importa, qué importa
  Que en lo aparente y supuesto
  Se conjuren contra mí
  Estrella, fortuna y tiempo,
  Si en la verdad han de hallarse
  Todos de mi parte, haciendo
  Lo que el sol con el eclipse,
  Que aunque borre sus reflejos,
  Aunque perturbe sus rayos,
  No por eso, no por eso
  Deja, á pesar de las sombras,
  De salir despues, venciendo
  La vaga interposicion
  Que ya le juzgaba muerto?
  Yo al fin, contra cuantas nieblas
  Mi esplendor deslucen, pienso
  Coronarme victoriosa:
  Y hasta llegar este efecto,
  Hoy, á pesar de sus iras,
  A atar el discurso vuelvo.
  En la corte, patria mia
  (¡Oh pluguiera al mismo cielo
  Hubiera sido al nacer
  Mi cuna y mi monumento!),
  Cárlos, me viste una tarde,
  Que á San Isidro saliendo
  Con unas amigas mias,
  Por amistad ó por deudo
  Llegaste á hablarlas; y dando
  Licencias el campo, atento...
  —A mi hermosura dijera,
  Si pensara que la tengo...—
  De galan y de entendido
  Juntaste los dos extremos,
  Haciendo la cortesía
  Capa del atrevimiento.
  Continuaste desde entónces
  En mi calle los paseos,
  En mi reja los suspiros,
  De dia y de noche siendo
  La estatua de mis umbrales,
  Y la sombra de mi cuerpo.
  Solicitaste criadas
  Y amigas, que son los medios
  Comunes de amor, á quien
  Debiste que tus afectos
  Oyese para escucharlos,
  Si no para agradecerlos.
  Cuántos dias te costó
  De finezas y desvelos
  Que leyese un papel tuyo,
  Tú lo sabes; y así, quiero,
  Dejando empeños menores,
  Ir á mayores empeños.
  Enterada yo de que
  Fuesen, Cárlos, tus intentos
  Tan lícitos, que aspiraban
  Sólo al fin de casamiento,
  Admití ménos cruel
  Que debiera, tus deseos;
  Pero con aquel seguro,
  Bastante disculpa tengo
  En lo ilustre de tu sangre,
  Lo honrado de tus respetos,
  Lo galan de tu persona,
  Y lo sutil de tu ingenio.
  Ya nuestra correspondencia
  Entablada, en el silencio
  De la noche, porque á él sólo
  Se fiaba el amor nuestro,
  Nos hablábamos por una
  Reja de mi cuarto; y viendo
  Que no dejaba de ser
  Escándalo á los que necios
  De sus cuidados se olvidan
  Por cuidar de los ajenos,
  Tratamos que desde entónces
  Entrases al aposento
  De un criado, donde yo
  Hablarte podia, sin miedo
  Desta vil curiosidad
  Que tantos daños ha hecho,
  Pues los peligros de afuera
  Enmienda con los de adentro.
  Una noche que viniste
  Más tarde que otras (no quiero
  Hablar, que no es ocasion,
  En si otro divertimiento
  Más gustoso te detuvo,
  Pues al fin yo le agradezco
  La novedad de venir
  Al daño y no venir presto),
  Entraste en mi casa; y cuando
  Quejoso mi sentimiento,
  Desconfiada mi fe,
  Te esperaba con aquellos
  Dulces desaires de amor
  Que entre confianza y miedo
  Hacen el cariño más
  Porque le descubren ménos;
  Apénas una palabra
  Pude hablarte, cuando siento
  Dentro de mi cuarto ruido,
  Y á saber quién era vuelvo.
  Tú, pensando que sería
  Desden estudiado á efecto
  De castigar tu tardanza,
  Me seguiste, cuando (¡ay cielos!)
  Ví (máteme mi memoria)
  Que (¡con qué dolor me acuerdo!)
  Un (¡con qué pena lo digo!)
  Hombre (ahógame mi aliento)
  Embozado (¡qué desdicha!)
  Hácia mí...


ESCENA III.

FABIO.—LEONOR, DON CÁRLOS.

FABIO.

              Aquel caballero
  Que enviaste á llamar, aguarda
  Ahí fuera.

D. CÁRL.

  _(A Leonor.)_ Éntrate allá dentro,
  Que no quiero que te vea
  Hasta despues.

LEONOR.

                 ¡Que hasta en esto
  Hube de ser desdichada,
  Pues áun para este pequeño
  Alivio de hablar siquiera,
  Hubo de faltarme tiempo!

D. CÁRL.

  Hoy verás cuánto es en vano
  Querer disculparte.

FABIO.

                      Presto,
  Si has de esconderte, que entra.

D. CÁRL.

  Tú salte allá fuera luego, _(A Fabio.)_
  Y tú escucha lo que hablamos. _(A Leonor.)_

LEONOR.

  ¡Qué poco á mi estrella debo!

D. CÁRL.

  Ménos debo yo á la mia,
  Pues lo que me dió la he vuelto.

_(Vanse Leonor y Fabio.)_


ESCENA IV.

DON JUAN.—DON CÁRLOS.

D. JUAN.

  ¡Don Cárlos! ¡primo!

D. CÁRL.

                       Los brazos
  Me dad, Don Juan.

D. JUAN.

                    Aunque tengo
  Para negarlos razon,
  Conmigo acabar no puedo
  Que valga la queja más
  Que vale el gusto de veros.
  ¡Vos en Valencia, Don Cárlos,
  Y no en mi casa! ¿Qué es esto?
  Pues ¿cómo se hace este agravio
  A amistad y parentesco?

D. CÁRL.

  La queja, Don Juan, estimo
  Como es justo; pero tengo
  La disculpa tan á mano,
  Que habreis de olvidarla presto.
  ¿Cómo estais?

D. JUAN.

                Para serviros
  Siempre, á todo trance expuesto[1].

    [1] Dispuesto.

D. CÁRL.

  Vuestra hermana y prima mia...

D. JUAN.

  Salud goza; mas dejemos
  El cumplimiento, por Dios,
  Que es un hidalgo muy necio.
  ¿Qué venida es ésta, Cárlos?
  ¿Qué hay en la corte de nuevo?

D. CÁRL.

  ¿Qué ha de haber? Desdichas mias,
  De que en vano voy huyendo,
  Pues donde quiera que voy,
  Allí, Don Juan, las encuentro.

D. JUAN.

  Con eso que me habeis dicho,
  Me habeis crecido el deseo
  De saber qué causa os trae
  Tan depulsado el aliento.

D. CÁRL.

  Yo ví una hermosura, y yo
  La amé, Don Juan, tan á un tiempo
  Todo, que entre ver y amar,
  Aun no sé cuál fué primero.
  Rendido ostenté finezas,
  Constante sufrí desprecios,
  Fino merecí favores,
  Celoso lloré tormentos;
  Que estas son las cuatro edades
  De cualquier amor, pues vemos
  Que en brazos del desden nace,
  Crece en poder del deseo.
  Vive en casa del favor
  Y muere en la de los celos.
  Entraba una noche á hablarla
  De un criado al aposento
  Que corresponde á su cuarto...
  Escuchamos pasos dentro:
  Volvió ella, y yo tras ella,
  O recelando ó temiendo
  Que fuese su padre, cuando
  Vimos un hombre encubierto,
  Que de su cuarto venía
  A hurto sus pasos siguiendo.
  «¿Quién es?» dijo[2]. Él respondió:

    [2] Leonor.

  «Quien solo quiso ver esto.»
  Yo nada hablé, porque á vista
  De mi dama y de mis celos,
  Remití toda la voz
  A la lengua del acero.
  Saqué la espada, y cerrando
  Los dos, á morir resueltos,
  Quiso (no sé bien si diga
  Piadoso ó cruel) el cielo
  Que de una herida cayese
  En la tierra, para hacernos
  Iguales la suerte; pues
  Nos vimos á un punto mesmo,
  Muerto de la herida él,
  Y yo del agravio muerto.
  Bien pensareis que esta es sola
  Mi desdicha, y que el suceso
  Pára en que yo delincuente
  Me vengo á Valencia huyendo
  Del rigor de la justicia:
  Pues no, Don Juan, pues no es eso;
  Que ahora empieza el más extraño,
  El más notable, el más nuevo
  Lance de amor que jamás
  Dió la cadena á su templo.
  Al ruido de las espadas,
  De la dama á los extremos,
  Dieron las criadas gritos:
  Despertó su padre á ellos.
  Consideradme á mí ahora,
  Sobre declarados celos,
  Conjurando contra mí
  Su familia á un noble viejo,
  Desmayada aquí mi dama,
  Y allí mi enemigo muerto.
  En este trance me hallaba,
  Cuando ella (¡ay de mí!) volviendo
  Del desmayo, me pidió
  Su vida amparase. ¡Ah cielos!
  ¡Qué bien hace la mujer
  Que habiendo de hacer un yerro,
  Lo fía de buena sangre!
  Dígalo yo, pues en medio
  De su traicion y mi agravio,
  Dispuse acudir primero
  Al reparo de su vida,
  Que no al de mi sentimiento.
  «Sígueme presto,» la dije,
  Y haciendo muro mi pecho,
  Salí con ella á la calle,
  Donde las alas del miedo
  Nos ampararon de suerte
  Veloces, que en un momento,
  En cas de un embajador
  Tomamos seguro puerto.
  Envié á llamar un criado,
  Que informado de secreto
  De todo, volvió á decirme
  Que el hombre era un caballero
  Forastero (que en la corte
  Estaba á seguir un pleito),
  Cuyo nombre, aunque le oí,
  Por ahora no me acuerdo.
  Que la herida en la cabeza
  Le privó el sentido; pero
  Aunque con poca esperanza
  De vida, no estaba muerto,
  Sino en otra casa, adonde
  Le llevó un alcalde preso,
  Que habiendo sabido que era
  Yo el agresor del suceso,
  Mi hacienda estaba embargando:
  Y añadió despues á esto
  Que el padre, como hombre al fin
  Prudente, advertido y cuerdo,
  Ni querella, ni otra alguna
  Diligencia habia hecho,
  Porque su venganza solo
  Librada tenía en su esfuerzo.
  Yo, viéndome pues cercado
  De penas, y en un empeño
  Tan grande como amparar
  La causa dellas, resuelvo
  Salir de Madrid, adonde
  Pueda vivir por lo ménos
  Sin temor de la justicia
  Ni de su padre y sus deudos.
  Y así, lleno de pesares
  Y de obligaciones lleno,
  Acordándome de vos,
  De vos á valerme vengo.
  Yo, Don Juan, traigo conmigo
  Aquesta dama, á quien tengo
  De salvar la vida á costa
  De todos mis sentimientos.
  En dejándola segura
  (Pues esta es en todo riesgo
  Mi primera obligacion),
  Podrán mis desdichas luégo
  Acudir á la segunda;
  Pues la segunda que tengo
  Es huir desta enemiga,
  Que como noble defiendo,
  Que como quejoso obligo,
  Como enamorado quiero,
  Y como ofendido huyo,
  Y en dos contrarios extremos,
  Acudiendo á las dos partes,
  De amante y de caballero,
  Enamorado la adoro,
  Y celoso la aborrezco:
  Cuyas dos obligaciones
  Tan cabal la accion han hecho,
  Que desde Madrid aquí,
  Si no es hoy, juraros puedo
  Que no la hablé dos palabras,
  Porque no quise que en tiempo
  Alguno de mí dijese
  La fama, que pudo ménos
  Mi valor que mi apetito;
  Que es hombre bajo, que es necio,
  Es vil, es ruin, es infame
  El que solamente atento
  A lo irracional del gusto
  Y á lo bruto del deseo,
  Viendo perdido lo más,
  Se contenta con lo ménos.
  Mirad vos cómo en Valencia,
  Con otro nombre supuesto,
  Podrá vivir esta dama,
  En qué casa, en qué convento,
  En qué retiro, en qué aldea,
  Donde vereis que la dejo
  Lo poco que traer conmigo
  Pude, para su sustento;
  Que á mí me basta esta espada,
  Pues al instante, al momento
  Que ella asegurada quede,
  Yo tengo de ir della huyendo.
  A Italia, á servir al Rey
  Me pasaré, donde al cielo
  Le pido que la primera
  Bala acierte con mi pecho;
  Porque con mi vida acaben
  De una vez tantos recelos,
  Tantas penas, tantas ánsias,
  Agravios y sentimientos,
  Que como noble las huyo,
  Y como amante las siento.

D. JUAN.

  Es tan nueva vuestra historia,
  Tan raro vuestro suceso,
  Que sólo puede admirarse,
  Dejándoselo al silencio.
  Y hablando, no en lo pasado
  (Pues ya no tiene remedio),
  Sino en lo presente, vamos
  Lo que ha de ser previniendo.
  Donde mejor esta dama
  Estará, es en un convento;
  Mas tiene el inconveniente
  De haber de estarla asistiendo,
  Cuando tan pobre os hallais
  Sin renta, con alimentos.
  Y aunque mi alma, mi vida,
  Mi sér y honor, todo es vuestro,
  Mi hacienda está de manera,
  Don Cárlos, que no me atrevo,
  Porque no sé si despues
  Podré cumplirlo, á ofrecerlo.
  Y así, en mi casa presumo
  Que habrá de estar, donde creo
  Que...

D. CÁRL.

         No paseis adelante;
  Que aunque la oferta agradezco,
  No me es posible aceptarla,
  Ni que, estas cosas sabiendo,
  Dé ese cuidado á mi prima.
  Fuera de que no es respeto
  Llevar mi dama á su casa;
  Que aunque por su nacimiento
  Mereciera bien su lado,
  Estos extraños sucesos
  Ajan mucho las noblezas.

D. JUAN.

  Oid, que para todo hay medio.
  A una doncella de casa,
  Mi hermana habrá poco tiempo
  Que puso en estado, y hoy
  Está sin ella. Yo tengo
  Una dama, amiga suya,
  A quien sirvo y galanteo
  Para casarme, y á quien
  Podré fiar el secreto.
  Pidiéndole yo á esta dama
  Que la envié á casa, dejo
  Asegurada la parte
  De que mi hermana, sabiendo
  Quién es, lo tenga á disgusto;
  Y aunque el desdoro confieso
  De que entre con este nombre,
  Puede tolerarse, siendo
  En lo público criada
  Y señora en lo secreto;
  Pues yo he de estar á la mira;
  Siempre á su servicio atento.

D. CÁRL.

  El medio no era muy malo
  Para asegurarla; pero
  No me atreveré, Don Juan,
  Yo á decirlo y proponerlo
  A Leonor, porque...


ESCENA V.

LEONOR.—DON CÁRLOS, DON JUAN.

LEONOR.

                      Detente,
  Que yo responderé á eso.
  Señor Don Juan, no tan sólo,
  Como criada sirviendo,
  En vuestra casa estaré
  Honrada y gustosa, pero
  Como esclava que comprais
  De aquesta fineza á precio;
  Porque no habrá para mí,
  Si es que para mí hay consuelo,
  Otro alguno, sino sólo
  Saber que ha de ser mi dueño
  Cosa tan propia de Cárlos.
  Y así, humilde á esos piés, ruego
  Faciliteis esta dicha;
  Y pues os he estado oyendo,
  Y en la relacion que él
  De mis fortunas ha hecho,
  Parece que estoy culpada
  Y que apelacion no tengo,
  Porque á vuestra casa no
  Lleveis ni áun el más pequeño
  Escrúpulo de que soy
  Tan fácil como parezco,
  ¡Plegue á Dios que él me destruya
  Con su poder, y los cielos
  Me falten, si yo á aquel hombre
  Embozado y encubierto
  Ocasion le di jamás
  Para tanto atrevimiento!
  Si ya no es darle ocasion
  A un hombre, darle desprecios.

D. JUAN.

  Vuestra hermosura, señora,
  Al paso que vuestro ingenio,
  Os acredita conmigo;
  Y no ya por Cárlos quiero
  Hacer la fineza (si es
  Fineza la que os ofrezco),
  Sino por vos. Que la escriba
  Mi dama á mi hermana quiero
  Un papel que vos lleveis.
  Esperad, que al punto vuelvo. _(Vase.)_


ESCENA VI.

LEONOR, DON CÁRLOS.

LEONOR.

  Ya, Don Cárlos, que ha llegado
  El plazo de tus deseos,
  Pues ya te verás sin mí,
  Una cosa sola espero
  Que añadas á las finezas
  Que hasta este instante te debo.

D. CÁRL.

  Déjame, Leonor, por Dios:
  No apures mi sufrimiento,
  Porque no sé que te adoro
  Hasta que sé que te pierdo.
  Pero díme, ¿qué me quieres
  Pedir?

LEONOR.

         Que si en algun tiempo
  Te llegare el desengaño
  De la culpa que no tengo,
  Me has de cumplir la palabra
  Que me diste.

D. CÁRL.

                No sólo eso
  Ofrezco á ese desengaño,
  Leonor, pero hacerte ofrezco
  Víctima el alma y la vida...
  Pero ¿cómo me enternezco
  Desta suerte? Tú ¿no eres
  La que aquel hombre encubierto
  En tu aposento tenías?
  Pues ni áun desengaños quiero
  Tuyos, sino huir de tí,
  Ya que segura te dejo.

LEONOR.

  Véte, véte; que algun dia
  Volverán por mí los cielos.

D. CÁRL.

  Si esa esperanza no hubiera,
  Me hubiera yo, Leonor, muerto
  A manos de mi dolor.

LEONOR.

  Si airado una vez, si tierno
  Otra vez, me hablas, ¿por qué
  Más al mal que al bien atento,
  No te pones de mi parte,
  Y crees, Cárlos, que puedo
  Estar sin culpa?

D. CÁRL.

                   Porque
  Temo que en cualquier suceso
  Siempre es cierto lo peor.

LEONOR.

  Pues yo en mi inocencia espero
  Que ha de haber suceso en que
  _No siempre lo peor es cierto_. _(Vanse.)_

       *       *       *       *       *


_Sala en casa de Don Juan._


ESCENA VII.

DOÑA BEATRIZ, _leyendo un papel; tras ella_, INÉS.

INÉS.

  _(Ap.)_ Leyendo mi ama un papel,
  Tan triste y confusa está,
  Que mil deseos me da
  De saber lo que hay en él.
  Una vez le aja furiosa,
  Y al cielo elevada mira,
  Otra llora, otra suspira.

D.ª BEAT.

  ¿Hay suerte más rigurosa?

INÉS.

  _(Ap.)_ A lêr vuelve. ¿De qué nace
  Ya el agrado y ya el furor?
  Sin duda que es borrador
  De alguna comedia que hace.

D.ª BEAT.

  Bien dicen que una cruel
  Pluma áspid es de ira lleno,
  De quien la tinta es veneno
  En las hojas del papel.
  Dígalo yo, pues á mí
  Muerte su traicion me dió.
  ¿Quién crêrá mis penas?

INÉS.

                          Yo.

D.ª BEAT.

  Inés, ¿tú estabas aquí?

INÉS.

  A esta cuadra salí ahora,
  Y viendo la confusion
  Que tiene tu corazon,
  Te he de suplicar, señora,
  Digas qué causa te obliga
  A tan grande extremo.

D.ª BEAT.

                        Es tal,
  Que por aliviar el mal,
  Es fuerza que te la diga.
  Bien te acuerdas que Don Diego
  Centellas me galanteó
  Mucho tiempo.

INÉS.

                Sí.

D.ª BEAT.

                    Y que yo,
  Agradecida á su ruego,
  A su amor y á su fineza,
  Le correspondí.

INÉS.

                  Muy bien.

D.ª BEAT.

  Bien te acordarás tambien
  Que aunque es tanta su nobleza,
  No se declaró jamás
  Con mi hermano, hasta salir
  Con un pleito que á seguir
  Fué á la corte.

INÉS.

                  Lo demas.

D.ª BEAT.

  Pues Ginés, un criado suyo
  Que de mí obligado vive,
  Aquesta carta me escribe,
  De que claramente arguyo
  Que, en Madrid enamorado,
  El pleito á que fué es de amor.
  La carta dirá mejor
  Su traicion y mi cuidado.

  _(Lee.)_ _Cumpliendo, señora, con la obligacion de lo que ofrecí,
  que fué avisar de todo, hago saber á vuestra merced que en casa de
  una dama de esta corte dejó por muerto á mi señor un caballero, de
  una herida, de que estuvo dos dias sin sentido y preso: ya gracias
  á Dios está mejor y libre, y de partida para esa ciudad, adonde..._

  No leo más, porque confieso
  Que me ahogan las ánsias mias.

INÉS.

  ¿Qué más, señora, querias
  Leer, despues de leido eso?

D.ª BEAT.

  ¡Este es el pleito á que fué
  Don Diego!

INÉS.

             Era necesario;
  Que siempre es pleito ordinario
  De Madrid amor.

D.ª BEAT.

                  No sé
  Con qué estilos, con qué modos
  Pueda explicar mi dolor.

INÉS.

  ¡Quién vió partir al señor
  (¡Oh fuego de Dios en todos!)
  Ofreciendo maravillas!...
  Que como los alfareros
  De amor, no sólo pucheros
  Hacen, sino cantarillas.—
  Y al fin duran sus extremos
  Hasta que otra cara ven.
  Pero, pícaros, tambien
  Nosotras lo mismo hacemos;
  Y al cabo de la jornada,
  Bien sabe mi santo Dios
  Que estamos en paz, y no os
  Quedamos á deber nada.

D.ª BEAT.

  De rabiosos celos muerta
  Estoy.

INÉS.

         Tienes mil razones.

D.ª BEAT.

  Y durarán mis pasiones
  Hasta que... Pero á esa puerta,
  Inés, ¿no han llamado?

INÉS.

                         Sí.

D.ª BEAT.

  Pues llega, mira quién es.

INÉS.

  _(Para sí, yéndose.)_
  ¡Ay de tí, pobre Ginés,
  Si otro escribiera de tí
  Que en Madrid descalabrado,
  Mi casto honor ofendias! _(Vase.)_

D.ª BEAT.

  Locas confusiones mias,
  Ya que á ver habeis llegado
  Efectos de una mudanza,
  Haced, pues todo es del viento,
  Que me lleve el pensamiento
  Quien me llevó la esperanza.
  Diera por ver á la dama
  Que pudo empeñarle así,
  El alma y la vida.


ESCENA VIII.

INÉS _con_ LEONOR, _vestida pobremente, con manto_.—DOÑA BEATRIZ.

INÉS.

                     Aquí
  Está, entrad.

D.ª BEAT.

                Inés, ¿quién llama?

LEONOR.

  Quien, si merece, señora,
  Besar vuestra blanca mano,
  Podrá desmentir, no en vano,
  Sus fortunas desde ahora,
  Pues de su golfo cruel,
  Puerto toma en vuestro cielo.

D.ª BEAT.

  Álcese, amiga, del suelo.

LEONOR.

  _(Ap.)_ ¡Qué mal me ha sonado el _él_!

D.ª BEAT.

  ¿Qué es lo que quiere?

LEONOR.

                         Este aquí

_(Dala un papel.)_

  Carta de creencia es.

D.ª BEAT.

  ¿Cúyo es?

LEONOR.

            De Violante.

D.ª BEAT.

  _(Ap. á ella.)_        Inés,
  ¡Qué buena cara!

INÉS.

                   Así, así.

LEONOR.

  _(Ap.)_ Fortuna, ¿á qué más extremo
  Puedes haberme traido?
  Y áun lo que lloro no ha sido
  Tanto como lo que temo.

D.ª BEAT.

  Violante me escribe aquí,
  Sabiendo que una criada
  Que he tenido, está casada,
  Que en su lugar...

LEONOR.

  _(Ap.)_            ¡Ay de mí!

D.ª BEAT.

  La reciba, porque tiene
  Bastante satisfaccion
  Que su virtud y opinion
  A mi servicio conviene.
  Muy agradecida quedo
  A la intercesion...

LEONOR.

                      Los piés
  Me da otra vez.

D.ª BEAT.

                  ¿De dónde es?

LEONOR.

  Soy de tierra de Toledo.

D.ª BEAT.

  Pues ¿á qué á Valencia vino?

LEONOR.

  Con una dama, señora,
  De la vireina, que ahora
  Ha muerto; y así, previno
  Mi suerte buscar á quien
  Servir pueda en la ciudad.

D.ª BEAT.

  Su buena gracia, en verdad,
  Y su persona tambien
  Me agradan. ¿De qué servia?

LEONOR.

  De doncella de labor.

INÉS.

  _(Ap.)_ Eso sí, que fuera error
  Esotra doncellería.

LEONOR.

  Yo la tocaba, y no dudo
  Que daros gusto sabré
  En esta parte, porqué
  Abril inventar no pudo
  Flor que yo de tal manera
  No imite, que ese cabello
  Competir hermoso y bello
  Le haré con la primavera.
  Enaguas, valonas, tocas,
  No habrán menester salir
  De casa para lucir;
  Pues, como yo, sabrán pocas
  Aderezallas ni hacellas
  Del uso que más se tray.
  No hay labor blanca, no hay
  Puntas sutiles y bellas,
  Que no haga con perfeccion
  Tanta, que dirás, no en vano,
  Que allí no anduvo la mano,
  Sino la imaginacion.
  Bordo razonablemente
  Broca, cañamazo y gasa.

D.ª BEAT.

  Lo que há menester mi casa
  Me ha venido cabalmente;
  Y así, puede desde luego
  Quedarse en casa, que aunqué
  Dueño mio y della fué
  Mi hermano, á dudar no llego
  Que siendo esto gusto mio,
  Él no lo embarazará.

LEONOR.

  Que no se disgustará,
  Señora, en quien es confío;
  Que hacer á un triste feliz,
  Es de nobles como él.

D.ª BEAT.

  ¿Cómo se llama?

LEONOR.

                  Isabel.

D.ª BEAT.

  Quítese el manto.


ESCENA IX.

DON JUAN.—LEONOR, DOÑA BEATRIZ, INÉS.

D. JUAN.

  Beatriz...

D.ª BEAT.

  Hermano Don Juan...

D. JUAN.

                      ¿Qué hacias?

D.ª BEAT.

  Una fineza por tí
  Haciendo estoy.

D. JUAN.

                  ¿Cómo así?

D.ª BEAT.

  Porque sabiendo que habias
  De agradecer, como amante,
  Dar gusto á tu dama bella,
  Recibí aquesa doncella,
  Por ser cosa de Violante.

D. JUAN.

  La buena cortesanía
  Y la malicia agradezco.—
  Y así, esta casa os ofrezco, _(A Leonor.)_
  Por vos y quien os envía;
  Porque si para los dos
  Tal encomienda traeis,
  Vos á Beatriz servireis,
  Pero yo os serviré á vos.

LEONOR.

  Guárdeos el cielo, señor,
  Por la merced que me haceis:
  En mí una esclava tendreis.

D. JUAN.

  _(Ap. á ella.)_ ¿Qué te parece, Leonor,
  De la casa y Beatriz bella?

LEONOR.

  Que solamente con esto
  Que hoy la he debido, se ha puesto
  En paz conmigo mi estrella.

D. JUAN.

  Beatriz, hablarte quisiera
  En una cosa que hoy
  Por mí has de hacer.

D.ª BEAT.

                       Tuya soy.
  Idos las dos allá fuera.

_(Hablan en secreto los dos hermanos.)_

INÉS.

  _(Retirándose con Leonor.)_
  Usted, señora Isabel,
  Me conozca por criada,
  Por amiga y camarada;
  Que uno y otro seré fiel,
  Como su mucho valor
  Solamente haga una cosa.

LEONOR.

  ¿Qué es?

INÉS.

           No serme escrupulosa
  En un tantico de amor.

LEONOR.

  Esa caduca costumbre
  Ya espiró: y si verdad digo,
  Tambien traigo yo conmigo
  Mi poca de pesadumbre.

INÉS.

  Como eso tu voz me diga,
  Desde aquí de mejor gana
  Seré amiga más que hermana.

LEONOR.

  Y yo hermana más que amiga.
  (_Ap._ ¡Que hable yo así! ¡Cielos! ¿quién
  Aquesto crêrá de mí?) _(Vanse las dos.)_


  ESCENA X.

  DON JUAN, DOÑA BEATRIZ.

  D.ª BEAT.

  ¡Cárlos en Valencia!

D. JUAN.

                       Sí;
  Mas publicarlo no es bien,
  Porque de secreto pasa
  A Nápoles, y esto ha sido
  Causa de que no ha venido
  A servirse desta casa.
  Mas vendrá al anochecer
  A verte; y lo que quisiera
  Que por mí tu amor hiciera,
  Es prevenir y tener
  Algun regalo que hacelle.

D.ª BEAT.

  Digo que yo trastearé
  Mis escritorios: veré
  Qué hay en ellos que ofrecelle;
  Que aunque estoy desalhajada
  Para casos semejantes,
  Habrá bolsas, lienzos, guantes,
  Y de la ropa excusada
  Que hay por estrenar, verás
  Un azafate, que creo
  Que le acredite el deseo.

D. JUAN.

  Notable gusto me das.

D.ª BEAT.

  Esto y la cena, de mí
  Fía.

D. JUAN.

       Pues yo vuelvo luégo.
  Adios.

D.ª BEAT.

  _(Ap.)_ ¡Oh, traidor Don Diego,
  Quién se vengara de tí! _(Vase.)_

D. JUAN.

  A Cárlos quiero avisar
  El efecto que ha tenido
  El papel; y aunque haya sido
  Su mayor cuidado estar,
  Lo que há que está, tan secreto
  Que ninguno pudo velle,
  Esta noche he de traelle
  Conmigo á casa, en efeto. _(Vase.)_

       *       *       *       *       *


_Calle._


ESCENA XI.

DON DIEGO Y GINÉS, _de camino_.

D. DIEG.

  Gran gusto es volver un hombre
  A ver la patria, Ginés.

GINÉS.

  Y más, cuando ha estado tan
  A pique de no volver.

D. DIEG.

  Convaleciente me ví
  Y libre apénas (porqué
  Contra mí no hubo querella),
  Cuando al instante traté
  De ausentarme de Madrid,
  Por el recelo de que
  Los parientes de Leonor
  Muerte á su salvo me den.

GINÉS.

  Si esto de morir es burla
  Pesada para una vez,
  ¿Qué será para dos veces?
  Tú hiciste, señor, muy bien.

D. DIEG.

  ¿No es Don Juan aquel que sale
  De su casa?

GINÉS.

              Sí.

D. DIEG.

                  Ginés,
  Todo parece que hoy
  Me va sucediendo bien.

GINÉS.

  Pues ¿qué maula te has hallado?

D. DIEG.

  ¿Es poca dicha saber
  Que estando ahora Don Juan
  Fuera de casa, podré
  Ver á Beatriz?

GINÉS.

                 ¿De Beatriz
  Te acuerdas?

D. DIEG.

               ¿Cuándo olvidé
  Yo su gran belleza?

GINÉS.

                      Cuando
  Por otra que yo me sé,
  Te dieron en la cabeza,
  O de tajo ú de reves,
  Un tanto con que por cuánto
  No vuelves acá otra vez.

D. DIEG.

  Eso de servir un hombre
  En ausencia otra mujer,
  Es licencia concedida
  Al amante mas fïel.

GINÉS.

  Lo mismo hacen ellas.

D. DIEG.

                        Llega,
  Y pregunta por Inés,
  Y díla que estoy aquí,
  Y advierte una cosa.

GINÉS.

                       ¿Qué?

D. DIEG.

  Que del pasado suceso
  A nadie noticia des,
  Y más en cas de Beatriz.

GINÉS.

   ¿Eso habia yo de hacer?
  Crê que hoy no sabrá de mí
  Más de lo que supo ayer,
  Que no la ví de mis ojos.

D. DIEG.

  Llega pues, llama. _(Vanse.)_

       *       *       *       *       *


_Sala en casa de Don Juan._


ESCENA XII.

INÉS, _y luego_ GINÉS Y DON DIEGO.

_(Llaman dentro.)_

INÉS.

  _(Dentro.)_        ¿Quién es?

GINÉS.

  _(Dentro.)_ Señora Inés, un criado
  De toda vuesa merced,
  Que tan amante y rendido
  Se viene, como se fué. _(Salen Inés y Ginés.)_

INÉS.

  ¡Ginés mio! ¿no me das
  Un abrazo?

GINÉS.

             Y dos y tres,
  Que no soy yo miserable.

INÉS.

  ¿Cómo has venido?

GINÉS.

                    Despues
  Lo sabrás muy por extenso;
  Que no hay tiempo ahora, porque
  Mi señor te quiere hablar.

INÉS.

  ¿Luego ha venido tambien? _(Sale Don Diego.)_

D. DIEG.

  Sí, Inés, y con mil deseos
  De verte á tí, y de saber
  Cómo está Beatriz.

INÉS.

                     Pues buena
  La hallarás, sabiendo...


ESCENA XIII.

DOÑA BEATRIZ.—DICHOS.

D.ª BEAT.

                           Inés,
  ¿Quién llamaba, que con tanta
  Conversacion estás?

D. DIEGO.

                      Quien
  Peregrino y derrotado
  De la tormenta cruel
  De una ausencia, quien, rendido
  El zozobrado bajel
  De amor á uno y otro embate,
  Sufrió uno y otro vaiven,
  Hasta que tranquilo el mar
  Con el bello rosicler
  De los amigos celajes,
  Toma puerto á vuestros piés,
  Adonde consagra humilde
  La tabla que tumba fué
  En el templo de su amor,
  Al ídolo de su fe.

D.ª BEAT.

  (_Ap._ ¡Que mientan así los hombres!
  Mas disimular es bien.)
  Aunque más, señor Don Diego...
  Pero luego os lo diré.—
  Inés, mira que no salga
  A aquesta cuadra Isabel;
  Que no es bien que el primer dia
  Mis penas sepa.

INÉS.

                  Haces bien.
  Ginés, despues nos veremos.

GINÉS.

  Como nos veamos despues,
  Yo haré verdad el refran
  De «Un poco te quiero, Inés.» _(Vase Inés.)_


ESCENA XIV.

DOÑA BEATRIZ, DON DIEGO, GINÉS.

D.ª BEAT.

  Aunque más, señor Don Diego,
  Vuelvo á decir otra vez,
  (Ap. ¡Qué mal se encubre el dolor!)
  Encarezcais ni pinteis
  De la ausencia las tormentas,
  Significar no podreis
  Las que he padecido yo
  Siempre amante y siempre fiel.

D. DIEG.

  _(Ap. á Ginés.)_ Albricias, que nada sabe.

GINÉS.

  ¿Cómo lo habia de saber?

D.ª BEAT.

  ¿Cómo en la corte os ha ido?

D. DIEG.

  Como ausente de vos, pues
  No hay gusto en ausencia amando,
  Sino es uno.

D.ª BEAT.

               ¿Cuál?

D. DIEG.

                      Volver
  A vista de lo que se ama.

D.ª BEAT.

  (_Ap._ ¡Que falso conmigo esté!
  Un áspid tengo en el pecho,
  Y en la garganta un cordel.)
  ¿En qué estado el pleito queda?

D. DIEG.

  Como estaba le dejé,
  Porque mi poca salud
  Me trae á convalecer.

D.ª BEAT.

  ¿De qué achaque?

D. DIEG.

                   De no veros.

D.ª BEAT.

  Pues ¿no hay en Madrid que ver?
  ¿No son bizarras sus damas?

D. DIEG.

  Como á ninguna miré,
  No puedo dar voto en ellas.

D.ª BEAT.

  ¿Ninguna?

D. DIEG.

            Dí tú, Ginés,
  La fineza que en mí viste.

GINÉS.

  Tanta fineza ví en él,
  Que le ví muerto de amor.

D.ª BEAT.

  Sí, mas no dices de quién.

D. DIEG.

  ¿Quién fuera que tú no fueras?

D.ª BEAT.

  ¿Luego vos no sois aquel
  Que trocando en criminal
  El civil pleito á que fué,
  A sala de competencia
  Le llevasteis, donde al ver
  En estrado, no en estrados,
  Vuestra causa una mujer,
  En vista os condenó á muerte,
  De que ministro cruel
  Fué cierto competidor?

GINÉS.

  _(Ap.)_ ¿Cómo lo habia de saber?
  ¡Hémosla hecho buena!

D. DIEG.

  _(Ap.)_               Muerto
  Estoy.

GINÉS.

         ¿Qué miras? Aun bien
  Que yo no he hablado palabra.

D. DIEG.

  _(Ap. á Ginés.)_
  ¿Qué es esto que escucho?

GINÉS.

                            Es
  Tu suceso de pe á pa,
  Sin quitar y sin poner.

D.ª BEAT.

  Todo se sabe, Don Diego,
  Y pues las razones veis
  Que tengo para ofenderme
  De un traidor, aleve, infiel,
  Falso, engañoso, inconstante,
  Atrevido y descortés,
  Que me pasa por finezas
  Los agravios, no me hableis
  Otra vez en vuestra vida,
  Si no intentais que otra vez
  Os dé á entender mi valor
  Que hay en Valencia tambien
  Dama por quien pueda darse
  La muerte á un hombre sin fe.

D. DIEG.

  Mirad...

D.ª BEAT.

           Mirad vos, Don Diego,
  Que es tarde, y no será bien
  Que me cueste hoy el pesar
  Más que me costó el placer.
  Idos, pues.

D. DIEG.

              Hasta dejaros
  Desengañada de que...


ESCENA XV.

DON JUAN; _luego_ INÉS.—DICHOS.

D. JUAN.

  _(Dentro.)_ ¿Cómo no hay aquí una luz?

D.ª BEAT.

  ¡Ay infeliz! este es
  Mi hermano.

GINÉS.

              Pues el hermano
  ¿Cómo lo habia de saber? _(Sale Inés.)_

INÉS.

  Señora, mi señor sube.

D. DIEG.

  ¿Qué quieres que haga?

D.ª BEAT.

                         No sé.

INÉS.

  Yo sí: entrad en esta cuadra,
  Donde escondidos esteis,
  Hasta que podais salir.

D.ª BEAT.

  ¡Qué infeliz soy!

INÉS.

                    Entrad, pues.

GINÉS.

  Yo tomo de buen partido
  Que dos mil palos me den.

_(Escóndense los dos.)_

D.ª BEAT.

  Cierra la puerta hácia acá,
  Porque no los puedan ver.

INÉS.

  Ya está la puerta cerrada.

D. JUAN.

  _(Dentro.)_ Siendo ya al anochecer,
  ¿No hay luces en casa?


ESCENA XVI.

_Salen_ DON JUAN Y DON CÁRLOS _por una puerta, y_ LEONOR, _con luces,
por otra_.—DOÑA BEATRIZ, INÉS.

LEONOR.

                         Aquí
  Las luces están.

D. CÁRL.

  (_Ap._           Al ver
  Que es quien trae la luz Leonor,
  Ciego con la luz quedé.)
  Dadme, señora, á besar
  La mano, si merecer
  (_Ap._ ¡Ay, Leonor! ¿tú en este estado?)
  Puedo tanta dicha.

D.ª BEAT.

                    Aunque
  Con rendimientos, Don Cárlos,
  Desenojarme intenteis
  Del agravio que á esta casa
  Habeis hecho, no podreis.

D. CÁRL.

  Ya dese agravio, señora,
  Con Don Juan me disculpé:
  Él me disculpe con vos,
  Pues ya lo estoy yo con él.
  Y aunque á vuestra casa hoy
  No vengo á honrarme, creed
  Que en ella, para serviros,
  Mi alma y vida tendreis.

D. JUAN.

  Ya tengo dicho á mi hermana
  Las razones que teneis
  Para no honrarnos despacio.

D.ª BEAT.

  Pues ya que de paso es
  La dicha, dadme licencia
  A que de paso tambien
  Os sirva como pudiere,
  Mal prevenida mi fe.
  Aquí no estais bien: entrad
  En mi cuarto.—¡Hola, Isabel!
  Alumbra á mi primo. (_Ap._ ¡Cielos!
  Lástima de mí tened.) _(Vase.)_


ESCENA XVII.

LEONOR, DON CÁRLOS, DON JUAN; INÉS, _retirada_.

_(Hablan los tres recatándose de la criada.)_

LEONOR.

  Supuesto, señor Don Cárlos,
  Que he llegado á merecer
  Serviros hoy, ¿qué mayor
  Dicha, qué mayor placer?

D. CÁRL.

  ¡Ay, Leonor! si yo pudiera
  Dejarte servida, crê
  Que no quedaras sirviendo.

LEONOR.

  Yo quedo, Cárlos, más bien
  Que merezco, pues que soy
  Tan desdichada mujer,
  Que no merezco de tí
  Que algun crédito me des.

D. CÁRL.

  ¿Creyó alguno lo que oye
  Primero que lo que ve?

LEONOR.

  Sí.

D. CÁRL.

      Pues hizo mal.

D. JUAN.

                     Mirad
  Que con extremos no deis
  Alguna sospecha en casa.

D. CÁRL.

  ¿Quién puede dejar de hacer
  Extremos viendo á Leonor
  En el traje de Isabel?

_(Vanse los tres.)_


ESCENA XVIII.

GINÉS Y DON DIEGO, _al paño_.—INÉS.

GINÉS.

  Inés, ¿podremos salir?

INÉS.

  No, que están al paso.

GINÉS.

                         Pues
  ¿Qué hemos de hacer?

INÉS.

                       Esperar
  Que el huésped se vaya.

GINÉS.

                          ¿Quién
  Es este huésped?

INÉS.

                   Un primo
  De casa. Yo volveré
  A sacaros; y si cierra
  Mi amo la puerta, saldreis
  Cuando ya esté recogido,
  Por ese balcon.

GINÉS.

                  ¿Bal... qué?

INÉS.

  Balcon.

GINÉS.

          Por no saltar yo,
  Aun no danzo al saltaren.
  Inés, dispónlo de suerte,
  Que yo salga por mi pié,
  Si es posible.

D. DIEG.

                 De cualquiera
  Suerte lo dispon, Inés.

GINÉS.

  Como tú ya estás, señor,
  Enseñado á que te den,
  Piensas que el salir no es nada.

INÉS.

  Cerrad la puerta, y no hableis.

D. DIEG.

  ¿Quién se vió en igual aprieto?

GINÉS.

  Yo, sin qué, ni para qué.

INÉS.

  Gran cochiboda hay en casa.
  Quiera Dios que pare en bien.



JORNADA SEGUNDA.


_Sala de la posada._


ESCENA PRIMERA.

DON CÁRLOS, FABIO.

D. CÁRL.

  ¿Está todo prevenido?

FABIO.

  Ya la ropa y las maletas
  Tengo aparejadas; solo
  Falta que las postas vengan.

D. CÁRL.

  Más falta.

FABIO.

             ¿Qué es?

D. CÁRL.

                      Que Don Juan,
  Que hoy he de partirme sepa,
  Para que dél me despida.

FABIO.

  Pues ¿no sabe que hoy te ausentas?

D. CÁRL.

  No: ni él ni Leonor lo saben;
  Que anoche áun no tenía esta
  Resolucion.

FABIO.

              Pues yo iré
  A avisarle.

D. CÁRL.

              Aguarda, espera;
  Que él parece que ha tenido
  De mi pensamiento nueva,
  Pues á la posada viene
  Antes casi que amanezca.


ESCENA II.

DON JUAN.—DON CÁRLOS, FABIO.

D. CÁRL.

  ¡Tan de mañana, Don Juan!
  Pues ¿qué madrugada es esta?

D. JUAN.

  Lo mismo puedo deciros.
  ¿Dónde vais con tanta priesa?

D. CÁRL.

  Anoche cuando volví
  De vuestra casa, en aquesta
  Posada supe que hay
  En Vinaroz dos galeras
  De Italia, y perder no quiero
  La ocasion de irme con ellas,
  Porque no veo la hora
  De hacer de Leonor ausencia;
  Que aunque yo por verla muero,
  Muero tambien por no verla.
  Y ya que queda segura,
  Tengo por la accion más cuerda
  Volver á todo la espalda;
  Y así, con vuestra licencia,
  Don Juan, pienso partir hoy.

D. JUAN.

  Si yo, Don Cárlos, pudiera,
  O concederla ó negarla,
  Fuera muy gran conveniencia
  De mi dolor, poder ántes
  Negarla que concederla.

D. CÁRL.

  ¿Cómo?

D. JUAN.

         Como me importara
  Deteneros en Valencia
  Unos dias, alma y vida.

D. CÁRL.

  Fabio...

FABIO.

           Señor.

D. CÁRL.

                  Cuando vengan
  Las postas, despediráslas.—
  Ved, Don Juan, con cuánta priesa
  Son vuestros preceptos, ántes
  Que preceptos, obediencias. _(Vase Fabio.)_


ESCENA III.

DON CÁRLOS, DON JUAN.

D. CÁRL.

  ¿Qué hay de nuevo?

D. JUAN.

                     ¿Estamos solos?

D. CÁRL.

  Sí.

D. JUAN.

      Pues cerrad esa puerta.

_(Cierra la puerta Don Cárlos.)_

D. CÁRL.

  Ya lo está.—¿Qué es esto?

D. JUAN.

                            Es
  Una desdicha, una pena
  Tan grande, Cárlos, que sólo
  Vos podeis de mí saberla,
  Como mi amigo, porque
  Soy mitad del alma vuestra,
  Y como mi sangre, Cárlos,
  Por ser en los dos la mesma.
  Mirad cuánto de un dia á otro
  Muda la inconstante rueda
  De la fortuna las cosas.
  Ayer en vuestras tragedias
  Vinisteis de mí á valeros;
  Y hoy en las mias es fuerza
  Que yo me valga de vos.
  ¡Oh cuán villana, cuán necia
  Es mi desdicha, pues cobra
  Con tanta prisa la deuda!

D. CÁRL.

  ¿Desde anoche acá hubo causa
  Que á tan grande extremo os mueva?

D. JUAN.

  Despues que anoche salisteis
  De mi casa, porque en ella,
  Ni vos quisisteis quedaros,
  Ni yo quise haceros fuerza;
  Y despues que con instancias
  No dejasteis que viniera
  Con vos, traté recogerme;
  Y recorriendo las puertas
  De mi casa (que es en mí
  Costumbre, y no diligencia)
  En mi cuarto me entré, donde
  Mil ilusiones diversas
  Me desvelaron de suerte,
  Que entre confusas ideas,
  Apénas dormir queria,
  Cuando dispertaba á penas;
  Cuando oigo (¡tiemblo al decirlo!)
  Que en una cuadra de afuera
  Una ventana se abria.
  Presumiendo que por ella
  Alguna criada hablaba,
  Quise averiguar quién era,
  Abriendo sin hacer ruido
  De mi ventana la media;
  Pues oyendo una razon
  O tomando alguna seña,
  Sin escándalo podia
  Poner en el daño enmienda.
  A nadie en la calle ví:
  Con que casi satisfechas
  Mis dudas, se persuadieron
  A que el viento hacer pudiera
  El ruido; pero ¡qué poco
  Dura el bien que un triste piensa!
  Pues por el balcon á este
  Tiempo ví que se descuelga
  Un hombre. Acudí volando
  A tomar una escopeta,
  Y por prisa que me di,
  Ya otro y él dan la vuelta
  A la calle: á cuyo tiempo
  Cerraron, porque áun aquella,
  O tibia ó fácil ó vana
  Imaginacion siquiera
  De que eran ladrones, no
  Me quedase, viendo que eran
  Cómplices del hurto iguales
  Los que huyen y el que cierra.
  Quise arrojarme tras ellos;
  Mas viendo con cuánta priesa
  Y ventaja iban, hallé
  Que era inútil diligencia.
  Conocer quién era quise
  La que vestida y despierta
  A aquellas horas estaba;
  Y abriendo (¡ay de mí!) la puerta
  De mi cuarto, el de mi hermana
  Cerrado hallé: de manera
  Que llamar á él no era más
  (Pues todas en mi presencia
  Habian de alborotarse)
  Que equivocando las señas,
  El semblante de la culpa
  Ponérsele á la inocencia,
  Y advertir para adelante,
  Siendo la accion ménos cuerda
  Que hace un ofendido, cuando
  No está en términos la ofensa,
  Darla á entender con decirla,
  Para no satisfacerla.
  Yo no he de hacer en mi casa
  Novedad: de la manera
  Que hasta aquí me vieron todos,
  Me han de ver, tan sin sospecha,
  Que hasta mi mismo semblante
  Sabré hacer que el color mienta;
  Pero para este recato
  Tener un amigo es fuerza
  Afuera, si estoy en casa,
  O en casa si estoy afuera.
  Pues si he de fiarme de otro,
  ¿De quién con mayor certeza
  Que de vos, que como dije,
  Sois mitad del alma mesma,
  Y como deudo y amigo
  Os toca tanto mi afrenta?
  Y así, para averiguarlo,
  Oid lo que mi pecho intenta.
  Dentro de mi cuarto yo
  Tengo una cuadra pequeña
  Con libros y con papeles,
  Donde jamás sale ó entra
  Criado alguno. Aquí escondido,

_(Llaman dentro.)_

  Don Cárlos... Pero á la puerta
  Llaman.


ESCENA IV.

FABIO.—DON CÁRLOS, DON JUAN.

D. CÁRL.

  Esperad. ¿Quién es?

FABIO.

  _(Dentro.)_ Yo soy, señor: abre apriesa.

D. CÁRL.

  Si ves que tengo cerrado,
  ¿Por qué llamas? _(Abre, y sale Fabio.)_

FABIO.

                   Porque sepas
  Una grande novedad,
  De que importa darte cuenta.

D. CÁRL.

  ¿Qué es?

FABIO.

           Estando desta casa
  Esperándote á la puerta,
  Llegó de camino el padre
  De Leonor, á ver si en ella
  Posada habia.

D. CÁRL.

                ¿Qué dices?

FABIO.

  Lo que he visto. Considera
  Si es cosa para que oculta
  Un instante te la tenga;
  Y más habiéndole dicho
  Que sí, y apeádose ahí fuera,
  Donde te ha de ver, si sales.

D. CÁRL.

  ¿Hay desdicha como esta?
  Sin duda en mi seguimiento
  Y de Leonor, á Valencia
  Viene.

D. JUAN.

         ¿Conóceos él?

D. CÁRL.

                       Sí.

D. JUAN.

  Pues mira tú cuando pueda
  Salir de aqueste aposento
  Don Cárlos, sin que le vea,
  Y avisa.

FABIO.

           Ahora podrá,
  Que él en el cuarto se entra
  Que le han dado.

D. JUAN.

                   Pues salgamos
  De aquí una vez; que allá fuera
  Veremos qué hemos de hacer.

D. CÁRL.

  Salgamos, Don Juan, apriesa.

D. JUAN.

  Vamos á mi casa, adonde
  Ya es de los dos conveniencia
  Estar en ella escondido.

D. CÁRL.

  ¡Qué de temores me cercan!

D. JUAN.

  ¡Qué de cuidados me afligen!

D. CÁRL.

  ¡Ay, Leonor, lo que me cuestas! _(Vanse.)_

       *       *       *       *       *


_Sala en casa de Don Juan._


ESCENA V.

DOÑA BEATRIZ, INÉS.

D.ª BEAT.

  Inés, nada me digas;
  Que á más dolor mi sentimiento obligas.

INÉS.

  Pues habiendo salido
  Del empeño de anoche tan sin ruido,
  Que sin que en casa nadie lo sintiera,
  A Don Diego y Ginés echamos fuera,
  ¿Qué es lo que ahora te aflige?

D.ª BEAT.

  Tú de mi llanto mi pasion colige.
  ¿Qué importa que saliesen
  Sin que mi hermano ni Isabel los viesen,
  Si despues mis desvelos
  Quedaron sin temor, mas no sin celos?
  ¿Viste, Inés, en tu vida
  Desvergüenza mayor que la fingida
  Confianza y tristeza,
  Con que á significarme la fineza
  Que ausente habia tenido
  Llegó Don Diego, habiendo yo sabido
  Cuanto le habia pasado
  En Madrid, de otra dama enamorado?

INÉS.

  Él no nos oye ahora,
  Y así por él he de volver, señora.
  ¿Qué querias que hiciera
  En Madrid (que es el centro y es la esfera
  De toda la lindura,
  El aseo, la gala y la hermosura)
  Un caballero mozo,
  Que le apunta el dinero con el bozo,
  Y está, cuando más ama,
  Cincuenta y tantas leguas de su dama?
  Ya pagó su pecado
  Bastantemente en cas de aquella moza,
  Puesto que sin venir de Zaragoza,
  Vino descalabrado;
  Y así, aunque amor en tu opinion le culpa,
  En la mia la ausencia le disculpa.

D.ª BEAT.

  No son mis celos, no, tan poco sabios,
  Que no sepan, Inés, que los agravios
  Que tocan en el gusto y no en la fama,
  Tienen perdon en quien de véras ama.
  Y si verdad te digo,
  Diera por verle disculpar conmigo...
  No sé lo que me diera,
  Loca estoy, muerta estoy.

INÉS.

                            Aguarda, espera;
  Que si ese es tu deseo,
  Yo te le cumpliré, pues nada creo
  Que embarazarnos puede;
  Que cuando te éntre á ver, y aquí se quede,
  No hay ya que hacer extremos,
  Pues que la escapatoria nos sabemos.

D.ª BEAT.

  Sí, pero no quisiera
  Que mi amor tan rendido conociera,
  Inés, que imaginase
  Que yo, sobre mis quejas, procurase
  A sus disculpas la ocasion.

INÉS.

                              A todo
  Remedio hay.

D.ª BEAT.

               ¿De qué modo?

INÉS.

                             Deste modo:
  Yo le diré que estás tan enojada,
  Tan ofendida y tan desesperada,
  Que una y doscientas veces me has mandado
  No admitir papel suyo ni recado;
  Mas que no obstante, sólo por hacelle
  Gusto, me he de atrever...

D.ª BEAT.

                             ¿A qué?

INÉS.

                                     A ponelle
  Donde te pueda hablar; con que consigo
  Tres cosas: la una, que él se vea contigo,
  La otra, que tú rogarle no parezca,
  Y la otra, que él á mí me lo agradezca.

D.ª BEAT.

  Inés, yo estoy celosa, cuerda eres:
  Harto he dicho, haz tú allá lo que quisieres,
  Y en esta parte más no discurramos,
  Porque Isabel no entienda lo que hablamos.


ESCENA VI.

LEONOR, _con unos lazos en una bandeja_.—DOÑA BEATRIZ, INÉS.

LEONOR.

  Aquestas son, señora,
  Las flores que mandaste hacer.

D.ª BEAT.

                                 Ahora
  Gusto, Isabel, no tengo para nada;
  Yo las veré despues.

LEONOR.

                       ¡Qué poco agrada
  Quien sirve sin estrella!

D.ª BEAT.

  _(Ap.)_ Ménos agrada quien amó sin ella.

_(Vase.)_

LEONOR.

  ¿Qué es esto, Inés? ¿Qué tiene nuestra ama?

INÉS.

  Esto es, amiga, reventar de dama.
  Tiene una hipocondría,
  Con que, de una hora á otra, cada dia
  Muda mil pareceres.
  Oye, ve y calla, si agradarla quieres. _(Vase.)_


ESCENA VII.

LEONOR.

LEONOR.

  Harto oigo y harto veo,
  Y harto callo tambien. Loco deseo,
  ¿Para qué neciamente
  Persuadirme procuras que aquí ausente
  De mi casa, mi patria y padre, puedo
  Perder ya más á mi desdicha el miedo,
  Si está tan cerca el daño,
  Que es locura aguardar el desengaño,
  Y me pone tan léjos la esperanza,
  Que es locura tener la confianza
  En lo instable del tiempo? Pues decia
  Uno que enfermo de mi mal estaba:
  «¡Ay triste del que fía
  Su cura al tiempo!» Porque examinaba
  Que es remedio, aunque sabio, tan incierto,
  Que ya el mal le habria muerto,
  Cuando á curarle el médico llegara,
  Matando mil para uno que sanara.
  ¿Quién jamás se habrá visto
  (¡Mal el dolor, mal la pasion resisto!)
  En tan mísero estado,
  Como yo, sin haber (¡ay de mí!) dado
  Ocasion á fortuna tan tirana?
  Pues nunca fué...


ESCENA VIII.

DON JUAN.—LEONOR.

D. JUAN.

                    Isabel, ¿qué hace mi hermana?

LEONOR.

  En su cuarto, señor (¡oh pena fuerte!),
  Está.

D. JUAN.

        Pues hablaréte de otra suerte,
  Si sola estás. ¿Qué hacías, Leonor bella?

LEONOR.

  Lo que siempre, quejarme de mi estrella.
  ¿Has visto á Cárlos?

D. JUAN.

                       Sí, porque no fuera
  Justo...

LEONOR.

           ¿Qué?

D. JUAN.

                 Que sin verle se partiera.

LEONOR.

  ¿Luego ya se ha partido?

D. JUAN.

  Sí, Leonor.

LEONOR.

              ¡Sin haberse despedido
  De mí! ¡Qué poco á sus finezas debo!

D. JUAN.

  No, Leonor, con afecto ahora nuevo
  Dejes tu entendimiento
  Fácilmente llevar del sentimiento.
  Yo estoy en guarda tuya,
  Y no sin causa tu discurso arguya
  Que de mí defendida,
  Por tí he de aventurar honor y vida.

LEONOR.

  No dudo esa fineza
  De tu valor, tu sangre y tu nobleza;
  Y porque sepas cuánto, Don Juan, fío
  De tan hidalgo y noble ofrecimiento,
  Puesto que el pecho mio
  No es posible negarse al sentimiento,
  Dáme, señor, licencia
  Para que en tanta pena, en dolor tanto
  Me retire á llorar de tu presencia;
  Que no es razon que descortés mi llanto
  Pierda á tus confianzas el decoro.
  No llore yo, sabiendo tú que lloro. _(Vase.)_


ESCENA IX.

DON JUAN.

D. JUAN.

  ¡Qué cuerdamente decia
  Aquel sabio, que entre el ver
  Padecer y el padecer,
  Ninguna distancia habia!
  Díjela que se habia ido
  Cárlos, que encerrado ya
  Dentro de mi cuarto está,
  Porque él y yo hemos querido
  Que nadie sepa este grave
  Empeño, porque en efeto,
  Ninguno guarda un secreto
  Mejor que el que no le sabe;
  Fuera de que estando aquí
  Hoy el padre de Leonor,
  Para todos es mejor.

_(Llégase á una puerta, la abre, pasa el umbral y dice:)_

  Cárlos.


ESCENA X.

DON CÁRLOS.—DON JUAN.

D. CÁRL.

  _(Dentro.)_ ¿Estais solo?

D. JUAN.

                            Sí,
  Que no entrara acompañado.

_(Vuelve Don Juan, y sale Don Cárlos.)_

D. CÁRL.

  ¿Habeis hablado á Leonor?

D. JUAN.

  Sí, Cárlos, y de su amor
  Y de su virtud me han dado
  Bastante satisfaccion
  Sus lágrimas. Ha sentido
  Pensar que os habeis partido
  Con tan discreta pasion,
  Que he llegado á persuadirme,
  Aunque el indicio la culpa,
  Que ella está, Cárlos, sin culpa.

D. CÁRL.

  Poco teneis que decirme
  En eso; pero aunque yo
  El desengaño deseo,
  Miéntras no le toco y veo,
  ¿Tengo de creerle?

D. JUAN.

                     No.

D. CÁRL.

  Luego hablar dél es error,
  Supuesto que en mis recelos
  Han de ir borrando los celos
  Cuanto pintare el amor.
  ¿Dijiste que habia venido
  Su padre?

D. JUAN.

            No, que no fuera
  Justo que más la afligiera
  De lo que está.

D. CÁRL.

                  Bien ha sido.
  ¿Y qué mandasteis á Fabio?

D. JUAN.

  Que en la posada esté, pues
  Él conocido no es,
  Para que leal y sabio
  Siempre á la mira estuviese
  Del padre, y que procurase
  Penetrar cuanto intentase.

D. CÁRL.

  Medio muy frívolo es ese;
  Que claro es que él no dirá
  A nadie á lo que ha venido.

D. JUAN.

  Con todo eso... Mas ¿qué ruido
  Es este? _(Ruido dentro.)_

_(Don Cárlos mira por la cerradura de una puerta.)_

D. CÁRL.

           Ser cierto ya,
  Don Juan, el lance mayor
  Que sucedernos pudiera.
  Quien sube por la escalera
  Es el padre de Leonor.

D. JUAN.

  ¿Qué decís?

D. CÁRL.

              Que yo por esa
  Llave le ví y conocí.

D. JUAN.

  ¿El padre de Leonor?

D. CÁRL.

                       Sí.

D. JUAN.

  Pues retiráos apriesa
  Vos á esa escuadra; que yo
  A recibirle saldré,
  Y lo que intenta sabré.

D. CÁRL.

  Detenéos: eso no;
  Que no es, adonde Leonor
  Y yo estamos venir él,
  Lance tan poco cruel,
  Que permita mi valor
  Dejaros.

D. JUAN.

           Pues siempre os queda
  Libre el paso á accion igual,
  No anticipemos el mal:
  Dejémosle que suceda.
  Escuchémosle primero.
  Retiraos de aquí.

D. CÁRL.

                    Sí haré;
  Pero á la mira estaré.

_(Escóndese Don Cárlos, y abre la puerta Don Juan.)_


ESCENA XI.

DON PEDRO, _vestido de camino_.—DON JUAN; DON CÁRLOS, _oculto_.

D. JUAN.

  ¿A quién buscais, caballero?

D. PED.

  Suplícôs que me digais,
  Pues por caballero os toca
  Honrarme, si Don Juan Roca
  En casa está.

D. JUAN.

               ¿Qué mandais?
  Que yo Don Juan Roca soy.

D. PED.

  Que vuestros brazos me deis,
  Pues que vos sólo podeis
  Ser de mis fortunas hoy
  Puerto, á cuya confianza
  Todas mis penas entrego,
  Cuando á vuestra casa llego
  A lograr una esperanza,
  Seguro de que ha de hallar
  Mi infeliz tirana estrella
  Todo cuanto busco en ella.

D. CÁRL.

  _(Al paño.)_ ¿Qué más se ha de declarar?

D. JUAN.

  (_Ap._ Sin duda que ya ha sabido
  Que Don Cárlos y Leonor
  Están aquí.) Yo, señor,
  A mi suerte agradecido
  Estoy, cuando así me honrais;
  Pero es fuerza padecer
  Mil dudas, hasta saber
  Quién sois, y qué me mandais.

D. PED.

  Sentáos, y quién soy, señor,
  De aquesta sabreis primero. _(Dale una carta.)_
  Luego sabreis lo que espero
  Fiar de vuestro valor. _(Siéntanse.)_

D. JUAN.

  Del Marqués mi señor es
  La carta. (_Ap._ Dudando estoy.)

D. PED.

  Lêd: sabreis della quién soy,
  Y mi pretension despues.

_(Abre Don Juan la carta, y lee.)_

  _El señor Don Pedro de Lara, mi pariente y amigo, va á esa
  ciudad en seguimiento de un hombre, de quien importa á su honor
  satisfacerse: mi poca salud no me da lugar á acompañarle; pero fío
  que donde vos estais, no le hará falta mi persona; y así os digo
  que su ofensa es mia, y su satisfaccion corre por mi cuenta.—Dios
  os guarde.—El Marqués de Denia._

D. JUAN.

  Lo que me escribe el Marqués
  Mi señor, habeis oido:
  Lo que yo respondo á esto
  Es, que aquí para serviros
  Me teneis á todo trance.

D. PED.

  Guárdeos Dios; que así lo fío
  De las noticias que traigo,
  Y de las partes que miro
  En vos: con cuyo resguardo,
  Solo y secreto he venido,
  En confianza no más
  Desa carta, porque dijo
  El Marqués, que en vos tendria
  Mi honor valedor y amigo,
  Por muchas obligaciones
  Que á su casa habeis tenido.

D. JUAN.

  Todas las confieso, y todas
  Veréis en vuestro servicio
  Empleadas igualmente;
  Pero para esto es preciso
  Saber, señor, la ocasion,
  Que á Valencia os ha traido.
  (_Ap._ Apuremos de una vez
  Todo el veneno al peligro.)

D. PED.

  Yo lo diré, si es que yo
  Puedo acabarlo conmigo.
  Noble soy, Don Juan, y sobre
  Ser noble, estoy ofendido:
  Mi enemigo está en Valencia,
  Tras él vengo: harto os he dicho.

D. JUAN.

  Y yo lo he entendido todo,
  Tan bien ya como vos mismo.

D. PED.

  Discreto sois; y así, sólo
  Quiero que esteis prevenido
  Para cuando yo os avise
  De que de vos necesito. _(Levántase.)_

D. JUAN.

  Esperad, que falta más.

D. PED.

  Decid, ¿qué falta?

D. JUAN.

                     Advertiros
  De que yo tengo en Valencia
  Deudos, parientes y amigos;
  Y así, sin saber quién es,
  Don Pedro, vuestro enemigo,
  Ni el Marqués puede mandarme
  Cosa contra el valor mio,
  Ni yo ofrecer favor que
  Resulte contra mí mismo.

D. PED.

  De vuestra sangre y cordura
  Ha sido reparo digno;
  Y aunque sea contra mí,
  Os lo agradezco y estimo.
  Y para que no dejemos
  El escrúpulo indeciso,
  ¿Qué teneis con un Don Diego
  Centellas?

D. JUAN.

             Ser conocido
  Mio no más.

D. CÁRL.

  _(Al paño.)_ Este es
  Aquel competidor mio.

D. PED.

  Segun eso, ¿ya el reparo
  Es ninguno?

D. JUAN.

              Así lo afirmo.

D. PED.

  Pues este una noche (¡ay triste!
  ¡Con qué dolor lo repito!)
  Quedó por muerto en mi casa:
  Con que no pudo mi brío
  Satisfacerse; que fuera
  Villano rencor, indigno
  De mi valor, emplear
  En un cadáver los filos
  De mi vengativo acero,
  Pero no tan vengativo,
  Que vida no diera muerto
  A quien diera muerte vivo.
  Llegó justicia, y yo alcé
  La mano al instante mismo
  A venganzas y querellas;
  Porque no fuera bien visto
  Que hombre como yo tratara
  De vengarse por escrito.
  Entre el alboroto huyó
  Una hija mia... Al decirlo
  Me embaraza la vergüenza.
  ¡Mal haya el primero que hizo
  Ley tan rigurosa, pacto
  Tan vil, duelo tan impío,
  Y entre el hombre y la mujer
  Un tan desigual partido,
  Como que esté el propio honor
  Sujeto al ajeno arbitrio!
  Huyó, digo, de mi casa;
  Y aunque de aqueste delito
  Fueron dos los agresores,
  A éste con dos causas sigo.
  La primera, que no sé
  Del otro; y así, es preciso
  Que aquel de quien sé primero,
  Pruebe primero el castigo.
  La segunda, que viniendo
  Ahora por el camino,
  Que un caballero venía
  Recatado y prevenido
  Con un criado y una dama,
  En mil posadas me han dicho;
  Y por las señas es ella;
  Que habiendo él convalecido
  Y ella faltado, es muy fácil
  Presumir que se ha valido
  Dél en su fuga. Y así,
  Con este segundo indicio,
  Más irritado le busco,
  Y más osado le sigo,
  O para que se reparen
  Las ruinas del edificio
  De mi honor, que está por tierra,
  O para que vengativo
  Haga que áun éstas no queden,
  Sin que los incendios vivos
  De mi pecho les abrasen.
  Y pues mi agravio os he dicho,
  Y ya no hay inconveniente
  En ayudar mis designios,
  Despues volveré á buscaros:
  Que ahora de vos me retiro
  A hacer otra diligencia,
  De que os vendré á dar aviso,
  Como á quien ya desde aquí
  Mi amparo ha de ser y asilo,
  No tanto porque á ello os mueva
  La carta que os he traido,
  Cuanto por la obligacion
  En que os pone haberme visto
  Dar lágrimas á la tierra,
  Y dar al cielo suspiros.

_(Vase Don Pedro y sale Don Cárlos.)_


ESCENA XII.

DON CÁRLOS.—DON JUAN.

D. CÁRL.

  ¿Quién en el mundo se vió
  En las dudas que me miro?

D. JUAN.

  Vamos recorriendo, Cárlos,
  Lo que nos ha sucedido.

D. CÁRL.

  Vos teneis en vuestra casa
  A la dama de un amigo...

D. JUAN.

  Hija de un hombre, que hoy
  A valer de mí se vino.

D. CÁRL.

  El amigo está tambien
  En vuestra casa escondido.

D. JUAN.

  Y á efecto de que me ayude
  A vengar agravios mios.

D. CÁRL.

  El enemigo que aquél
  Busca es tambien mi enemigo.

D. JUAN.

  Y yo de todos prendado,
  No sé á qué me determino:
  De Leonor, porque es mujer;
  De vos, porque sois mi primo;
  Por el Marqués, de Don Pedro;
  Y de mi honor, por mí mismo.
  ¿Qué puedo hacer?

D. CÁRL.

                    Resolveros
  A que el tiempo ha de decirlo,
  Obrando en los lances, como
  Se vinieren sucedidos.

D. JUAN.

  Pues si habemos de esperarlos,
  Cárlos, no hay que prevenirlos;
  Que ellos vendrán: y hasta entónces,
  Vos en mi cuarto escondido,
  Sed de mi honor centinela,
  En tanto que yo advertido
  Hago la deshecha fuera
  De que sin cuidado vivo.

D. CÁRL.

  Pues adios. ¡Piadosos cielos...

D. JUAN.

  Adios pues. ¡Cielos divinos...

D. CÁRL.

  Sacadme de tantas penas!

D. JUAN.

  Negadme á tantos peligros!

_(Vase cada uno por su puerta, y Don Cárlos se cierra por dentro.)_

       *       *       *       *       *


_Calle._


ESCENA XIII.

DON DIEGO; GINÉS, _cojeando_.

D. DIEG.

  Tú has de ir.

GINÉS.

                Yo no he de ir.

D. DIEG.

  ¿Por qué?

GINÉS.

            Porque la más singular
  Razon que hay para no andar,
  Es tener quebrado un pié.

D. DIEG.

  ¡Válgate Dios! ¡qué notable
  Estás!

GINÉS.

         Para entre los dos,
  Me acuerda el «válgate Dios»
  Cierto cuento razonable.
  En un pozo un portugues
  Cayó: al verlo dijo un hombre:
  «¡Válgate Dios!» y el de abajo
  Le respondió: «já naom pode.»
  Fácil es la aplicacion,
  Y á propósito ha venido,
  Si es lo mismo haber caido
  A un pozo que de un balcon.

D. DIEG.

  ¿Yo tambien no salté, y no
  Me hice daño?

GINÉS.

                Pues ¿qué quieres,
  Si tú quebradizo no eres,
  Y soy quebradizo yo?

D. DIEG.

  Tu poca maña condeno.

GINÉS.

  Estreno, señor, de piés:
  Malo para uno es
  Lo que para otro es bueno.
  Con hambre y cansancio un dia
  A una posada llegó
  Cierto fraile, y preguntó
  A la huéspeda qué habia
  Que comer. «Si una gallina
  No mato (le dijo ella),
  Nada hay.—¿Quién podrá comella
  (Respondió con gran mohina),
  Acabada de matar?
  —Tierna estará (replicó
  La huéspeda), porque yo
  Sé un secreto singular
  Con que se ablande.» Y cogiendo
  La polla, que viva estaba,
  Vió que los piés la quemaba:
  Con que á nuestro reverendo
  Muy blanda le pareció;
  Y aunque el hambre pudo hacello,
  Atribuyéndolo á aquello,
  En la cama se acostó.
  Estaba la cama dura,
  Tanto que le tenía inquieto;
  Y él, cayendo en el secreto,
  Pegarla á los piés procura
  La luz. Dijo, al ver la llama
  La huéspeda: «Padre, ¿qué es
  Eso?» Y él dijo: «Nuestra ama,
  Porque se ablande la cama,
  Quemo á la cama los piés.»—
  Así, no te dé mohina,
  Que en los dos no haga el secreto
  Su efecto, porque en efeto
  Tú eres cama, y yo gallina.

D. DIEG.

  Por más que tu voz me diga,
  No has de escaparte, Ginés,
  De ir á ver á Inés.

GINÉS.

                      Inés,
  ¿No es una fiera enemiga,
  Que anoche con mil rigores,
  Tras tenernos á un rincon,
  Nos vació por un balcon,
  Al fin, como servidores,
  Yo suyo, y tú de su ama?
  Pues vive Dios, de no vella
  En mi vida.

D. DIEG.

              Antes por ella
  Se aseguró vida y fama
  De Beatriz, y agradecido
  Debo á la fineza ser.

GINÉS.

  Yo no: que áun agradecer
  No puede un hombre caido.

D. DIEG.

  Ya es notable tu extrañeza.

GINÉS.

  Pues ¿no quieres que me enoje,
  Señor, si á los dos nos coge
  Tu amor de piés á cabeza?

D. DIEG.

  Por mí has de ir allá.

GINÉS.

                         Yo iré;
  Pero por partido tomo
  Traerte mal despacho.

D. DIEG.

                        ¿Cómo?

GINÉS.

  Como voy con muy mal pié.

D. DIEG.

  En esta esquina te espero.

GINÉS.

  Poco tendrás que esperar,
  Si sólo á Inés has de hablar.

D. DIEG.

  ¿Por qué?

GINÉS.

               Porque, á lo que infiero
  Del traje, el brío y el talle,
  Es ella la que salió
  De su casa.

D. DIEG.

              Ella es, y no
  Quisiera hablarla en la calle.
  Díla que en este portal
  Estoy, que se llegue aquí.

_(Retírase á un portal.)_


ESCENA XIV.

INÉS, _con manto_.—GINÉS; DON DIEGO, _retirado_.

INÉS.

  _(Para sí.)_ Desde la ventana ví
  A Don Diego; y aunque es tal
  Mi temor, le hablaré, pues
  Fiada en la industria mia,
  Mi ama echadiza me envía.

GINÉS.

  ¿Qué importa, traidora Inés,
  Lo tapadillo, si el brío
  Va diciendo á voces que eres
  Coliflor de las mujeres?

INÉS.

  ¿Qué es aqueso, Ginés mio?

GINÉS.

  Esto es cojear.

INÉS.

                  Ya lo veo.
  Pero ¿de qué achaque es?

GINÉS.

  De un achaque tuyo, Inés.

INÉS.

  Mientes como un cojifeo.

GINÉS.

  Mi achaque fué tu balcon,
  Luego claramente arguyo
  Que es mi achaque achaque tuyo.

INÉS.

  Negara la conclusion,
  A no ir en cas de Violante
  A un recado; y no quisiera
  Que contigo hablar me viera
  Nadie de casa.

GINÉS.

                 Al instante
  Que te hable mi señor
  En esta parte no más
  Que una palabra, te irás.

INÉS.

  Aquesto fuera peor;
  Que si mi ama supiera
  Que le hablaba, me matara. _(Llega D. Diego.)_

D. DIEG.

  ¿Por qué, Inés?

INÉS.

                  Porque es tan rara
  Su cólera, y es tan fiera
  La ira que tiene contigo,
  Que no tomar me ha mandado
  Papel tuyo, ni recado.

D. DIEGO.

  Pues, Inés, ¡tanto castigo
  Para quien la adora!

INÉS.

                       Darte
  Quisiera ahora...

D. DIEG.

                    ¿Por qué? dí.

INÉS.

  Porque no adores aquí,
  Y ofrezcas en otra parte.

GINÉS.

  Si cesa la indignacion
  Con decir los enojados:
  «Mandaré á cuatro criados
  Que os echen por un balcon»;
  Y ella, con mandarlo á una
  Sola criada, nos echó
  Tan á la letra, que yo
  Voy cojeando mi fortuna,
  ¿Qué más quiere?

D. DIEG.

                   ¿Tú tambien
  Eres, Inés, contra mí?

INÉS.

  Esto que te digo aquí,
  Sé allá disfrazar más bien;
  Que sabe Dios si me cuesta
  Más de dos pesares ya
  Disculparte.

D. DIEG.

               Pues si está
  Tanto en mi favor dispuesta
  Tu voluntad, haz, Inés,
  Que sólo un instante vella
  Pueda yo.

INÉS.

            ¡En eso está ella!

D. DIEG.

  Y fía de mí, despues
  Desto que ahora te da
  Mi amor, la satisfaccion. _(Dala un bolsillo.)_

INÉS.

  Para mí excusadas son
  Estas cosas.

GINÉS.

               Claro está.

INÉS.

  Y porque veas que tengo
  Gana de servirte, haré
  Una cosa. Yo diré
  Que ya del recado vengo;
  Y pues ya empieza á cerrar
  La noche, y mi amo está fuera,
  Tú á solo que yo éntre espera;
  Que dejándome al entrar
  La puerta abierta...

D. DIEG.

                       ¡Ay, Inés!
  Hoy nueva vida me das.

INÉS.

  Entrarte tras mí podrás...
  Y obre fortuna despues.

D. DIEG.

  Dices bien, y yo te sigo.

GINÉS.

  ¡Ay, Inés, lo que te quiero!

INÉS.

  ¿Habla vusted, caballero,
  Con el bolsillo, ó conmigo?

GINÉS.

  Con quien quisieres que sea;
  Mas ponle á mi parte nombre.

INÉS.

  Quita, que no hablo yo á hombre
  Que sé de qué pié cojea. _(Vase.)_


ESCENA XV.

DON DIEGO, GINÉS.

D. DIEG.

  Sígueme, Ginés.

GINÉS.

                  ¿Yo?

D. DIEG.

                       Sí.

GINÉS.

  ¿Adónde?

D. DIEG.

           Conmigo ven.

GINÉS.

  El diablo me lleve, amén,
  Si yo pasare de aquí.
  ¿Qué me quieres encerrado?
  Si es por saltar uno más,
  En la calle me hallarás,
  Y haz cuenta que ya he saltado.

D. DIEG.

  Ese temor me ha advertido
  Que irme sólo es lo mejor.

GINÉS.

  Es muy cuerdo ese temor,
  Y haz cuenta que ya he partido. _(Vanse.)_

       *       *       *       *       *


_Sala en casa de Don Juan._


ESCENA XVI.

DOÑA BEATRIZ, LEONOR.

D.ª BEAT.

  Haz que pongan unas luces,
  Isabel, en esa cuadra,
  Y espera, en tanto que yo,
  De la labor enfadada,
  Me divierto en esta reja
  Un rato.

LEONOR.

           Haré lo que mandas.
  (_Ap._ Malo es servir, y peor
  Servir con desconfianza.
  Recatándose de mí
  Siempre Beatriz é Inés andan.
  Una salió fuera, y otra
  Aquí debe de esperarla.
  Quiero dar lugar, pues sé
  En qué estos secretos paran,
  A que hablen. Yo me acuerdo
  Cuando solia en mi casa
  Tener el mismo recato,
  Y la misma confianza,
  De unas y de otras, que entónces
  Me servian. Basta, basta,
  Memoria; y pues ahora sirves,
  Leonor, oye, mira y calla.) _(Vase.)_


ESCENA XVII.

INÉS.—DOÑA BEATRIZ.

INÉS.

  No dirás que me he tardado.

D.ª BEAT.

  Por saber lo que te pasa
  Con Don Diego, estoy, Inés,
  Esperando en esta sala.
  ¿Qué ha habido?

INÉS.

                  Que mi papel
  No ha echado á perder la traza.
  Tras mí viene, sin que entienda
  Que tú, señora, le llamas.
  No hay sino hacer ahora el tuyo,
  Mostrándote muy airada,
  Y conmigo la primera.

D.ª BEAT.

  _(Alzando la voz.)_ Inés, mira quién andaba
  Ahí fuera.

INÉS.

             ¡Ay, señora! Un hombre.

D.ª BEAT.

  ¿Quién así?...


ESCENA XVIII.

DON DIEGO.—DOÑA BEATRIZ.

D. DIEG.

                 Quien á tus plantas,
  Hermosa Beatriz, ofrece
  Una y mil veces el alma.

D.ª BEAT.

  ¿Qué es esto, Inés?

INÉS.

                      Yo, señora,
  La puerta dejé cerrada.

D.ª BEAT.

  Mientes, que esta es traicion tuya.
  No has de estar una hora en casa.

D. DIEG.

  ¿Para qué riñes á Inés,
  Beatriz, si yo soy la causa
  De tu enojo? En mí tus iras
  Se rompan y se deshagan;
  Que yo no quiero más premio,
  Que solo darte venganzas.

D.ª BEAT.

  Señor Don Diego, bien estas
  Demasías excusadas
  Pudieran estar, sabiendo
  Cuánto es hoy vuestra esperanza
  Para conmigo imposible.

D. DIEG.

  Siempre lo fué; que mis ánsias
  Nunca, Beatriz, presumieron
  Que mereciesen lograrla.

D.ª BEAT.

  Sí, mas nunca ménos que hoy.

D. DIEG.

  ¿Por qué?

D.ª BEAT.

            Porque es muy contraria
  Política del amor,
  Que merezca quien agravia.

D. DIEG.

  Disculpar esa sospecha
  Pretendo.

D.ª BEAT.

            Mal disculparla
  Podreis.

D. DIEG.

           Quizá bien.

D.ª BEAT.

                       Don Diego,
  La hora es muy aventurada.
  Aquesa puerta está abierta,
  Muy dispuesta mi desgracia:
  Idos, no querais perderme
  De dos suertes.

D. DIEG.

                  Ya que alcanza
  Esta ocasion mi deseo,
  No tengo de despreciarla.
  En oyéndome, me iré.

D.ª BEAT.

  Inés, esa puerta guarda,
  Ya que es fuerza que le oiga,
  A precio de que se vaya.

_(Va Inés hácia la puerta.)_

D. DIEG.

  Yo salí, Beatriz hermosa,
  De Valencia... _(Vuelve Inés, muy asustada.)_

INÉS.

                 ¡Ay desdichada!

D.ª BEAT.

  ¿Qué es eso?

INÉS.

               Mi señor viene.

D.ª BEAT.

  ¡Triste de mí!

INÉS.

                 Ea, ¿qué aguardas?
  Del aposento de anoche
  Hoy el sagrado nos valga.

D. DIEG.

  ¡Qué desdichado que ha sido
  Siempre mi amor! _(Escóndese.)_

D.ª BEAT.

                   ¡Qué tirana
  Ha sido siempre mi estrella!

INÉS.

  ¿Qué te turbas y desmayas?
  No temas, que mi señor
  No trae recelo de nada,
  Pues entra en su cuarto ántes
  Que en el tuyo.

D.ª BEAT.

                  ¡Ay, Inés, cuánta
  Es mi pena!


ESCENA XIX.

DON JUAN, DON CÁRLOS.—DOÑA BEATRIZ, INÉS; DON DIEGO, _al paño_.

D. JUAN.

  _(Ap. á Cárlos.)_ Yo venía,
  Cárlos, como digo, á casa.
  Cuando ví que un hombre en ella
  Entró: en la calle me aguarda,
  Y por ventana ni puerta
  Dejes que ninguno salga.

D. CÁRL.

  Entra y fía, que seguras
  Tienes, Don Juan, las espaldas. _(Vase.)_

D. JUAN.

  Beatriz...

D.ª BEAT.

             Hermano.

D. JUAN.

                      ¿Qué hacias?

D.ª BEAT.

  Aquí con Inés estaba.

D. JUAN.

  Está bien.

D.ª BEAT.

             ¿Adónde vas?

D. JUAN.

  ¿Es novedad que en mi casa
  Éntre yo donde quisiere?

D.ª BEAT.

  No lo es; pero extraño...

D. JUAN.

                            Aparta.

D.ª BEAT.

  El modo de hablarme.

D. JUAN.

                       Quita
  De delante.

D.ª BEAT.

  _(Ap.)_     ¡Pena extraña!

D. DIEG.

  _(Ap. al paño.)_ Hácia este aposento viene;
  Salida tiene á otra cuadra:
  Quiero ver si más seguro
  Lugar mis recelos hallan. _(Vase.)_

D. JUAN.

  Desta suerte he de salir
  De una vez de dudas tantas. _(Saca la espada.)_

D.ª BEAT.

  _(Ap.)_ Para entrar al aposento
  (¡Ay de mí!) la espada saca.

_(Entra Don Juan en el cuarto donde estaba Don Diego.)_

INÉS.

  Muertes de hombres ha de haber.

D.ª BEAT.

  Inés, la suerte está echada.

INÉS.

  Y echada á perder, señora.

D.ª BEAT.

  Sin vida estoy y sin alma.

INÉS.

  Pues cualquiera dellas es
  Importantísima alhaja.
  Huyamos.

D.ª BEAT.

           Aun para huir
  Aliento y valor me falta.

INÉS.

  Don Diego del aposento
  Salió, pues que no le halla
  En él.


ESCENA XX.

LEONOR, _y luego_ DON DIEGO.—DOÑA BEATRIZ, INÉS.

LEONOR.

  _(Dentro.)_ ¡Ay de mí infelice!

D.ª BEAT.

  Pasando de cuadra en cuadra,
  Dió adonde estaba Isabel.
  Ella de verle se espanta,
  Y huyendo dél, hasta aquí
  Viene... A este lado te aparta.

_(Retíranse las dos, y sale Leonor con luz, y tras ella Don Diego.)_

LEONOR.

  Hombre, que más me pareces
  Sombra, ilusion ó fantasma,
  ¿Qué me quieres? ¿No bastó
  El echarme de mi casa,
  Sino tambien de la ajena?

D. DIEG.

  Mujer, que más me retratas
  Fantasma, ilusion ó sombra,
  ¿Mis desdichas no me bastan,
  Sin las que tú ahora me añades,
  Pues segunda vez me matas?
  Pero no, pues hoy...


ESCENA XXI.

DON JUAN.—LEONOR, DON DIEGO; DOÑA BEATRIZ É INÉS, _retiradas_.

D. JUAN.

                       En vano
  Aunque el centro en sus entrañas
  Te esconda, podrás, Don Diego.

D. DIEG.

  Detened, Don Juan, la espada;
  Que aunque vuestra casa está
  En esta parte agraviada,
  No vuestro honor; y si puedo
  Satisfacer con palabras
  Al empeño, mejor es;
  Pues es cosa averiguada
  Que es la venganza mejor
  No haber menester venganza.

D. JUAN.

  _(Ap.)_ Don Diego Centellas es.
  Con Leonor está: aquí hallan
  Mis sospechas el mejor
  Desengaño. Albricias, alma;
  Que aunque esta es desgracia, es
  Más tolerable desgracia.

D.ª BEAT.

  _(Ap. á Inés.)_ Suspenso el acero, al verle,
  Se quedó. Oye lo que hablan.

D. DIEG.

  Yo, Don Juan, amé en la corte
  A Leonor, que es esta dama,
  En cuya casa una noche
  Me sucedió una desgracia.
  Viene á Valencia, y teniendo
  Noticia que en vuestra casa
  Estaba...

LEONOR.

  _(Ap.)_   ¡Ay de mí!

D. DIEG.

                       Esta noche
  Me atreví á entrar aquí á hablarla.

D.ª BEAT.

  _(Ap. á Inés.)_ ¡Qué buena disculpa, Inés,
  Si ahora Isabel conformara
  Con ella! Haz señas que diga
  Que sí, que es ella la dama.

_(Hace Inés señas á Leonor.)_

LEONOR.

  Don Juan, cuanto aquí has oido,
  Es verdad; Don Diego es causa
  De mi fortuna, y por quien
  Desterrada de mi patria,
  De mi padre aborrecida,
  De mi esposo despreciada,
  En este estado, este traje
  Vivo, sirviendo á tu hermana.

INÉS.

  _(Ap. á su ama.)_
  La seña entendió.

D.ª BEAT.

                    Y lo finge
  Tan bien, que áun á mí me engaña.

LEONOR.

  Pero diga él si yo aquí
  Ni allá le di...

D. JUAN.

                   Calla, calla.

LEONOR.

  Ocasion...

D. JUAN.

             No te disculpes.
  (_Ap._ ¿Hay mujer más desgraciada?)

INÉS.

  _(Ap. á Beatriz.)_ Mucho la debes, señora,
  Pues se culpa por tu causa.

D.ª BEAT.

  Sólo que lo haya creido
  Mi hermano, es lo que nos falta.

D. JUAN.

  _(Ap.)_ ¿Qué haré? que aunque esté seguro
  Yo, que lo esté Cárlos falta.


ESCENA XXII.

DON CÁRLOS.—DICHOS.

D. CÁRL.

  _(Ap. desde la puerta.)_
  Habiendo en la calle oido
  Ruido acá dentro de espadas,
  Dejo la puerta, y á hallar
  Vengo á Don Juan... Mas las armas
  Tienen suspensas los dos.
  Desde aquí oiré lo que tratan;
  Que quizás será su honor
  Conveniencia á la desgracia.

D. DIEG.

  Esta es vuestra ofensa, y pues
  A ser agravio no pasa,
  Mirad si os estará bien,
  O remitirla ó vengarla.

D. JUAN.

  Don Diego, vuestras disculpas
  Convienen con señas várias
  Que yo tengo de Leonor.

D. CÁRL.

  ¿Qué escucho? ¡Pena tirana!
  A Leonor nombró, y Don Diego...

D. JUAN.

  Pero una pregunta falta.
  ¿Es esta la primer noche
  Que aquí habeis entrado á hablarla?

D. DIEG.

  (_Ap._ Malicia trae la pregunta.
  Por sí ó por no he de salvarla.)
  No, que anoche entré por esa
  Puerta, y por esa ventana
  Salí: sabida la culpa,
  ¿Qué importa la circunstancia?

D. JUAN.

  Importa más que pensais.

D. CÁRL.

  _(Ap.)_ Contra mí es contra quien paran
  Los celos de Don Juan, ¡cielos!

D.ª BEAT.

  (_Ap._ Ya que lo ha creido, salga
  Yo ahora.) Pues, ten de mí, _(Sale.)_
  Don Juan, la desconfianza,
  Y mira lo que me envía,
  Para servirme, tu dama.

_(Aparte á Leonor.)_

  Perdona, amiga, y prosigue.

LEONOR.

  _(Ap. á Doña Beatriz.)_
  No entiendo lo que me mandas.

D. JUAN.

  No es tiempo deso, Beatriz,
  Pues aunque con señas tantas
  Me satisfaga Don Diego,
  Estar Leonor en mi casa
  Por órden de quien á ella
  La envió, á mí no me saca
  De la obligacion en que
  Me pone mi sangre hidalga;
  Y así, aunque por ella venga,
  Y no por tí, eso me basta
  Para que el atrevimiento
  Castigue yo. _(Sale Don Cárlos.)_

D. CÁRL.

               Aquesa instancia
  Pues me toca á mí el sentirla,
  Tambien me toca el vengarla.

LEONOR.

  _(Ap.)_ ¡Qué miro! ¿Cárlos aquí?
  Esto sólo me faltaba.

D. DIEG.

  Pues ¿quién sois vos, que quereis
  Tomar ahora la demanda?

D. CÁRL.

  Bien pudierais conocerme;
  Que razones teneis hartas.
  Yo soy aquel que por muerto
  Os dejó; y ahora trata
  Acabar lo que empezado
  Dejó entónces.

LEONOR.

                 ¡Pena extraña!

D. DIEG.

  Antes pienso que venís
  A que yo tome venganza
  Hoy de todo.

D. JUAN.

               A vuestro lado,
  Cárlos, estoy.

D. DIEG.

                 No me espanta
  La ventaja de los dos. _(Riñen.)_


ESCENA XXIII.

GINÉS, GENTE.—DICHOS.

GINÉS.

  _(Dentro.)_ Aquí son las cuchilladas.
  Entrad todos. _(Salen Ginés y gente.)_

GIN. Y GENTE.

                ¿Qué es aquesto?

D.ª BEAT.

  _(Ap. á Inés.)_ Inés, esas luces mata,
  Por si podemos así
  Excusar desdichas tantas.

_(Apaga la luz, y riñen.)_

GINÉS.

  Nadie tire, estando á oscuras.

D. JUAN.

  Ved todos que esta es mi casa.

GINÉS.

  Encienda usted una luz,
  Y lo verán.

LEONOR.

              ¡Qué desgracia!

D. DIEG.

  _(Ap.)_ La puerta hallé: esto no es
  Volver al riesgo la cara,
  Sino fiar á mejor
  Ocasion mis esperanzas. _(Vase.)_

D.ª BEAT.

  _(Ap.)_ A mi cuarto me retiro
  Llena de confusas ánsias. _(Vase.)_

INÉS.

  _(Ap.)_ Tan buena hacienda hemos hecho,
  Que de puro buena, es mala. _(Vase.)_

GINÉS.

  Señor, ¿dónde estás, que ya
  El cirujano te aguarda?

D. CÁRL.

  ¡Muere, traidor!

GINÉS.

                   Muerto soy,
  Que mandarlo vusted basta.
  (_Ap._ El diablo que más espere,
  A que de véras lo hagan.) _(Vase.)_

UNO.

  Muerto está uno: por si viene
  Justicia, de aquesta casa
  Salgamos. Huyamos todos. _(Vase la gente.)_

D. JUAN.

  ¡Hola! Aquí unas luces saca...
  Mas yo por ellas iré. _(Vase.)_

LEONOR.

  _(Ap.)_ De confusa y de turbada,
  Tropezando en mis desdichas
  De aquí no muevo las plantas.

D. CÁRL.

  El puesto he de sustentar;
  Que aunque siento que se vayan
  Todos, no he de faltar yo
  De donde saqué la espada.


ESCENA XXIV.

DON JUAN, _con luz_.—LEONOR, DON CÁRLOS.

D. JUAN.

  Ya hay luz aquí.

LEONOR.

                   Cárlos, tente.

D. JUAN.

  ¿Solos los dos?

D. CÁRL.

                  ¿Qué te espantas?
  Porque si yo á mi enemigo
  No puedo volver la espalda,
  Hallándome con Leonor,
  Con mi enemigo me hallas;
  Pero enemigo de quien
  La victoria es huir.

_(Quiere irse, y detiénele Don Juan.)_

D. JUAN.

                       Aguarda.

D. CÁRL.

  Déjame, que en seguimiento
  De esotro, huyendo á este, salga.

D. JUAN.

  Ya no hay tras quien.

LEONOR.

                        ¡Quién pudiera
  Rasgarse el pecho, y que hablara
  El corazon con acciones,
  Y no la voz con palabras!

D. CÁRL.

  Fuera el corazon tambien
  Traidor; que ser tuyo basta.

LEONOR.

  Fuera leal, por ser mio.

D. CÁRL.

  ¡Bien el lance lo declara,
  Que acabo de ver! ¡Ay fiera!
  Cuando no consideraras
  Las finezas que me debes,
  Consideraras que estabas
  En casa de Don Juan.

LEONOR.

                       Pues
  ¿Qué culpa contra mí hallas
  En las locuras de un hombre?

D. CÁRL.

  Ninguna. Ahorremos demandas
  Y respuestas.—Primo, amigo,
  Pues tan felizmente acaba
  Para tí aquella ocasion,
  Que detuvo mi jornada,
  Cuanto infeliz para mí,
  Adios; que aunque con infamia
  Salga de Valencia, es fuerza
  Que della esta noche salga.
  Diga mi enemigo que huyo;
  Que no quiero honor ni fama.
  A esa mujer, porque en fin
  La quise bien, te la encarga
  Mi amistad, no para que
  La tengas más en tu casa,
  Sino para que la dejes
  Que en cas de Don Diego vaya.
  Logre él felice su amor;
  Y ella gustosa... Mas nada
  Digo. Adios, Don Juan.

LEONOR.

                         ¡Ay, cielos!
  Espera, Cárlos.

D. CÁRL.

                  ¿Que áun hablas?

LEONOR.

  Si yo supe...

D. CÁRL.

                No prosigas.

LEONOR.

  Que aquí...

D. CÁRL.

              No me digas nada.

LEONOR.

  ¿No? Pues yo... sí... Hablar no puedo.
  Vista y aliento me faltan.
  ¡Jesus mil veces! _(Desmáyase.)_

D. JUAN.

                    Cayó
  En mis brazos desmayada.

D. CÁRL.

  Tenla, Don Juan. ¡Ay, Leonor!
  Que te adoro, aunque me matas,
  Y es muy distinto sentir
  Tu traicion que tu desgracia.

D. JUAN.

  En lágrimas y gemidos
  Se le han vuelto las palabras.
  Esperad, Cárlos, á que
  Entre al cuarto de mi hermana
  Con ella.

D. CÁRL.

            Sí, Don Juan, id.
  Algun remedio se le haga...
  Mas dejadla que se muera,
  Pues para otro amor se guarda.

D. JUAN.

  Despues veremos los dos
  Lo que hemos de hacer. _(Éntrala Don Juan.)_

D. CÁRL.

                         ¡Mal haya
  Rendimiento tan postrado,
  Pasion tan avasallada,
  Afecto tan abatido,
  Y voluntad tan postrada,
  A más quejas, más amor,
  A más agravios, más ánsias,
  A más traicion, más firmeza!
  Mas ¿qué me admira y espanta?
  Que quien no ama los defectos,
  No puede decir que ama.



JORNADA TERCERA.


ESCENA PRIMERA.

DON CÁRLOS, DON JUAN.

D. CÁRL.

  ¿Volvió del desmayo?

D. JUAN.

                        Sí,
  Pero volvió de manera,
  Que pienso que mejor fuera
  No haber vuelto.

D. CÁRL.

                   ¿Cómo así?

D. JUAN.

  Como al instante que allí
  Restauró el perdido aliento,
  Fué tan grande el sentimiento
  Que de tenerle ha tenido,
  Que á un tiempo cobró el sentido
  Y perdió el entendimiento,
  Segun los extremos son
  Que hace confusa y turbada.

D. CÁRL.

  ¿Qué dice?

D. JUAN.

             Que es desdichada,
  Sin oirla su razon.

D. CÁRL.

  ¡Oh, mal haya mi pasion!

D. JUAN.

  Vos ¿qué habeis determinado?

D. CÁRL.

  Dos cosas he imaginado,
  Y sólo, Don Juan, quisiera
  Que nadie me las oyera
  Sin estar enamorado.
  ¿Quereis que os diga, Don Juan,
  Sobre tantas confusiones,
  Fantasías é ilusiones
  Como á mí vienen y van,
  Cuáles son las que me dan
  Más gusto cuando las toco,
  Cuáles las que me provoco
  Más á ejecutarlas?

D. JUAN.

                     Sí.

D. CÁRL.

  No os habeis de reir de mí,
  Pues confieso que estoy loco.
  Si en este estado pudiera
  Yo conseguir que á Leonor
  Todo su perdido honor
  Don Diego satisfaciera,
  Que honrada y en paz volviera
  Con su padre á su lugar,
  Fuera la más singular
  Venganza: y á esta mujer
  La sabré hacer un placer
  Cuando ella espera un pesar.
  Leonor está enamorada,
  Don Diego lo está tambien
  (Dígalo el lance): pues bien,
  ¿Qué pierdo yo? Todo y nada.
  Y así, en pena tan airada
  Como tengo y he tenido,
  Sólo este me ha parecido
  Que despicarme sabrá:
  Ganemos á Leonor, ya
  Que á Leonor hemos perdido.

D. JUAN.

  Es vuestra resolucion
  Tan honrada como vuestra;
  Y bien en su efecto muestra
  Ser hija de una pasion
  Tan noble.

D. CÁRL.

             Pues á su accion
  ¿Qué medio, Don Juan, pondremos?

D. JUAN.

  No sé, porque si queremos
  A Don Diego hablar yo y vos,
  Por lo mismo que los dos
  El casamiento tratemos,
  Él no lo hará; que no fuera
  Justo que un hombre otorgara,
  Por más que él lo deseara,
  Lo que el galan le pidiera
  De su dama. De manera
  Que otra persona ha de haber.

D. CÁRL.

  Pues lo que se puede hacer
  Es que á su padre digais
  Como á Leonor ocultais,
  Y él lo podrá disponer.

D. JUAN.

  Tiene eso un inconveniente.

D. CÁRL.

  ¿Qué?

D. JUAN.

        El empeño de los dos:
  Fuera de que entónces vos
  No haceis la accion.

D. CÁRL.

                       Cuerdamente
  Decís. ¿Quién habrá que intente
  Esta plática mover?

D. JUAN.

  Ya sé yo quién ha de ser:
  Veréis que todo lo allana.

D. CÁRL.

  ¿Quién?

D. JUAN.

          Doña Beatriz, mi hermana;
  Que es en efecto mujer
  Con quien, lo uno, no habrá
  Duelo en la proposicion;
  Y lo otro, es debida accion
  Suya el honrar á quien ya
  Dentro de su casa está
  Declarada por quien es.

D. CÁRL.

  Bien pensais.

D. JUAN.

                Escondéos pues,
  Miéntras yo á tratarlo llego.

D. CÁRL.

  Yo, ¿por qué?

D. JUAN.

                Porque Don Diego
  Ni el padre os vea hasta despues.

D. CÁRL.

  ¿Yo esconderme?

D. JUAN.

                  O deshacer
  Toda nuestra pretension.

D. CÁRL.

  Yo lo haré con condicion
  Que nadie lo ha de saber
  Sino vos.

D. JUAN.

            Así ha de ser.

D. CÁRL.

  Pues id con Dios. (_Ap._ ¡Ay, Leonor,
  Cuánto debes á mi amor,
  Pues te da, fiera homicida,
  Sobre un agravio la vida,
  Sobre otro agravio el honor!)

_(Escóndese, y cierra por dentro.)_


ESCENA II.

DON JUAN.

D. JUAN.

  Si á conseguir esto llego,
  A nadie le está mejor,
  Pues quedo bien con Leonor,
  Con su padre y con Don Diego,
  Y vengo á mirarme luégo
  Sin el empeño á que he estado
  Por Don Cárlos obligado;
  Y así tengo de esforzar
  Esta accion, hasta quedar
  Gustoso y desengañado.


ESCENA III.

DOÑA BEATRIZ.—DON JUAN.

D.ª BEAT.

  ¿Está Don Cárlos aquí?

D. JUAN.

  No, Beatriz.

D.ª BEAT.

               Pues yo á tu cuarto
  Sólo á buscarle venía.

D. JUAN.

  Cuando le dió aquel desmayo
  A Leonor, le dejé aquí,
  Y aquí al volver no le hallo.
  (_Ap._ Ni áun mi hermana ha de pensar
  Que se ha escondido Don Cárlos.)

D.ª BEAT.

  Sin duda que su valor
  Tras Don Diego le ha llevado.

D. JUAN.

  Yo, por no saber adónde
  Hallarle podré, no salgo
  Tras él; mas tú, ¿qué le quieres?

D.ª BEAT.

  Decirle, Don Juan, que cuando
  Por amante y por rendido
  No fuese, por cortesano
  Y caballero tuviese
  De su dama, que llorando
  Está, lástima.

D. JUAN.

                 ¿Qué dice?

D.ª BEAT.

  Que con solo hablar á Cárlos
  Consuelo tendrá.

D. JUAN.

                   Pues si él
  No está aquí y solos estamos,
  Una cosa á tu cordura
  He de fiar, Beatriz.

D.ª BEAT.

                       Harto
  Será que fíes de mí
  Nada, porque quien te ha dado
  Ocasion para que della
  Desconfíes, Don Juan, tanto
  Que presumas que ha podido
  Ocasionar el cuidado
  Con que anoche entraste en casa,
  Parece que es muy contrario
  Que fíes y desconfíes
  A un mismo tiempo.

D. JUAN.

                     Excusado
  Será, Beatriz, que yo haga
  Dese sentimiento caso,
  Sabiendo tú cuanto estimo
  Tu virtud y tu recato.
  Y en fin, tú sola, Beatriz,
  Podrás hoy de riesgos tantos
  Como amenazan las vidas
  De Don Diego y de Don Cárlos,
  Y áun la mia (pues es fuerza
  Hallarme en el duelo de ambos),
  Librarnos.

D.ª BEAT.

             ¿Yo? ¿de qué suerte?

D. JUAN.

  Desta suerte: oye y sabráslo.
  Yo intento, por ser quien es
  Leonor, cuidar del amparo
  De su honor y su opinion;
  Pero si llego á tratarlo
  Yo con Don Diego, no sé
  Lo que hará, y es empeñarnos
  Para haber de conseguirlo,
  Haber de llegar á hablarlo:
  Y así á tí, Beatriz, te toca;
  Que á las mujeres es dado
  Tratarlo con suaves medios;
  No á nosotros, y más cuando
  La mujer está en tu casa,
  Y son tu primo y tu hermano
  Comprendidos en el riesgo:
  Razones que me la han dado,
  Para que llames...

D.ª BEAT.

                     ¿A quién?

D. JUAN.

  A Don Diego; y procurando
  Darle á entender cuánto está
  Ofendido tu recato
  De que á tu casa se atreva,
  Proponerle que, pues tantos
  Peligros debe á esta dama,
  Se disponga á remediarlos;
  Que como con ella case,
  A todos deja obligados.
  Y esto ha de ser sin que entienda
  Que nosotros le rogamos,
  Sino que sale de tí.

D.ª BEAT.

  Digo, Don Juan, que has pensado
  Bien, y que yo lo haré así.

D. JUAN.

  Pues yo voy á ver si á Cárlos
  Hallo: tú, si al tuyo vuelves,
  Haz que cierren ese cuarto. _(Vase Don Juan.)_


ESCENA IV.

DOÑA BEATRIZ.

D.ª BEAT.

  Yo le cerraré. ¿A qué más
  Puedo llegar, pues me hallo
  Obligada á ser yo misma
  Tercera de mis agravios
  Y cómplice de mis celos?
  ¿Qué puedo hacer? Pero vamos
  Al exámen, celos mios;
  Y pues le da libre el paso
  Hoy en su casa á Don Diego
  Quien ayer lo estorbó tanto,
  Sepamos dél qué responde.
  Salgamos ó no salgamos
  De una vez de este delirio,
  Desta pena, deste encanto.—
  Inés.


ESCENA V.

LEONOR; _despues_, DON CÁRLOS _al paño_.—DOÑA BEATRIZ.

LEONOR.

        Señora.

D.ª BEAT.

                Leonor,
  ¿Tú respondes?

LEONOR.

                 Si has llamado
  A una criada, ¿qué mucho
  Que responda quien lo es tanto?

_(Sale Don Cárlos al paño.)_

D. CÁRL.

  La voz de Leonor oí;
  Y así la puerta entreabro,
  Por verla convalecida
  De aquel penoso letargo.

D.ª BEAT.

  Si ayer, Leonor, mi ignorancia
  Te tuvo en aqueste estado,
  Hoy mi advertencia, Leonor,
  Te pone en lugar más alto.
  Mi amiga eres. (_Ap._ Mi enemiga
  Diré mejor.)

LEONOR.

               Si he llegado
  A perder, señora, el nombre
  De criada tuya, no en vano
  De la ventura que pierdo,
  Me libra el honor que gano.
  Tu esclava soy, y te pido,
  Si puede merecer algo
  Quien vino á tu casa sólo
  A causar asombros tantos,
  Me trates como hasta aquí.

D.ª BEAT.

  ¿Cómo puedo, Leonor, cuando
  Por ser quien eres y estar
  En mi casa, darte trato
  Esposo?

LEONOR.

          En eternidades
  Prospere el cielo tus años.
  Pero Cárlos no querrá,
  Que está celoso.

D.ª BEAT.

                   No es Cárlos.

LEONOR.

  Pues ¿quién?

D.ª BEAT.

               Don Diego Centellas.

LEONOR.

  No te empeñes en tratarlo;
  Que ántes me daré la muerte,
  Que dé á Don Diego la mano.

D.ª BEAT.

  ¿Luego tú nunca has querido
  A Don Diego?

LEONOR.

               Aspid pisado
  Entre las flores de Abril,
  Víbora herida en los campos,
  Rabiosa tigre en las selvas,
  Cruel sierpe en los peñascos,
  No es tan fiera para mí,
  Como él lo es.

D.ª BEAT.

                 A espacio, á espacio;
  Que aunque le desprecies quiero,
  No que le desprecies tanto.

D. CÁRL.

  _(Al paño.)_ ¡Ah, traidora! Ella me vió
  Esconder, pues así ha hablado.

D.ª BEAT.

  Yo pensaba que te hacía
  Lisonja; que quien ha estado
  Por tí á la muerte en Madrid,
  Y que te viene buscando,
  No entendí que te ofendia.

LEONOR.

  Pues ¡si supieras bien cuánto
  Me ofende!...

D.ª BEAT.

                Yo lo veré
  Presto, para que salgamos
  De este oscuro laberinto
  Él, tú, yo, Don Juan y Cárlos. _(Vase.)_


ESCENA VI.

DON CÁRLOS, _á la puerta del cuarto_.—LEONOR.

D. CÁRL.

  _(Ap.)_ Fuése Beatriz, y Leonor
  (¡Ay cielos!) sola ha quedado.
  Llorando está. Mas ¿qué importa,
  Si es tan equívoco el llanto,
  Que aunque está llorando veo,
  No por quién está llorando?

LEONOR.

  Ahora sí, piadosos cielos...

D. CÁRL.

  _(Ap.)_ ¡Oh celos!

LEONOR.

  Que solos podrán mis labios...

D. CÁRL.

  _(Ap.)_ ¡Oh agravios!

LEONOR.

  Quejarse al viento mejor.

D. CÁRL.

  _(Ap.)_ ¡Oh amor!

LEONOR.

  ¿Quién le dirá á mi dolor
  La razon que ha de culparme?

D. CÁRL.

  _(Ap.)_ Yo lo dijera, á dejarme
  Celos, agravios y amor.

LEONOR.

  ¿Cuándo yo ocasion he dado...

D. CÁRL.

  _(Ap.)_ ¡Fiero hado!

LEONOR.

  A mi desdicha importuna...

D. CÁRL.

  _(Ap.)_ ¡Cruel fortuna!

LEONOR.

  Que así el honor atropella?

D. CÁRL.

  _(Ap.)_ ¡Dura estrella!

LEONOR.

  ¿Pues cómo, si nunca della
  Di ocasion, me da castigos?

D. CÁRL.

  _(Ap.)_ No sin causa hay enemigos
  Hado, fortuna y estrella.

LEONOR.

  Quien inocente se mira...

D. CÁRL.

  _(Ap.)_ Es mentira.

LEONOR.

  En la ciega confusion...

D. CÁRL.

  _(Ap.)_ Es traicion.

LEONOR.

  De tan conocido daño...

D. CÁRL.

  _(Ap.)_ Es engaño.

LEONOR.

  ¿Cuándo, Amor, el desengaño
  Verán otros, que tú ves?

D. CÁRL.

  _(Ap.)_ Nunca, que todo eso es
  Mentira, traicion y engaño.—
  Sin duda están contra mí
  Hoy los cielos conjurados,
  Pues me tienen persuadido
  A que sabe que oigo cuanto
  Diciendo está. Mas ¿qué importa?
  Que aqueste metal humano
  El mismo sonido tiene
  Cuando es fino y cuando es falso;
  Y así, pues basta el oirlo,
  ¿Para qué es examinarlo?

LEONOR.

  ¡Ay, Cárlos, si tú me oyeras! _(Llaman.)_

D. CÁRL.

  _(Ap.)_ ¡Ay, Leonor! si... Mas llamaron
  A la puerta: á cerrar vuelvo
  Yo la mia.

LEONOR.

             ¿Que áun hablando
  Sin efecto, no faltó
  Quien viniese á embarazarlo?
  Veré quién es, por si puedo
  Quedarme sola otro rato.
  ¿Quién es?


ESCENA VII.

DON PEDRO.—LEONOR; DON CÁRLOS, _al paño_.

D. PED.

             El señor Don Juan
  ¿Está en casa? (_Ap._ ¡Cielo santo!
  ¡Qué miro!)

LEONOR.

              Ahora salió...
  Mas ¡qué veo! _(Huye.)_

D. PED.

                Estoy turbado.

_(Vase Leonor hácia donde está Don Cárlos, que sin dejarse ver de Don
Pedro, abre la puerta.)_

D. CÁRL.

  _(Ap. á ella al abrir.)_
  No temas, Leonor, que yo
  Te recibiré en mis brazos.

D. PED.

  Cerró la puerta tras sí.
  Mas ¿qué importa, si yo basto,
  En defensa de mi honor,
  A dar asombros y espanto
  Al mundo? Caiga en el suelo;
  Que despues de hecha pedazos,
  Haré lo mismo de aquella
  Tirana, que...


ESCENA VIII.

DOÑA BEATRIZ.—DON PEDRO; DON CÁRLOS, _oculto_.

D.ª BEAT.

                 ¡En este cuarto
  Golpes y voces! ¿Qué es esto?

D. PED.

  Es un furor, es un pasmo,
  Una desesperacion,
  Un horror, una ira, un rayo,
  Que ha de abrasar cuanto encuentre,
  Que intente ponerse al paso.

D.ª BEAT.

  Pues ¿cómo este atrevimiento
  En mi casa? ¿Quién ha dado
  Ocasion, para que así
  Haya podido empeñaros
  Una cólera?

D. PED.

              Una fiera.
  Que aquí se oculta.

D.ª BEAT.

                      Esperáos.
  ¿Es Leonor?

D. PED.

              ¿Pues quién pudiera,
  Sino ella, obligarme á tanto?

D.ª BEAT.

  (_Ap._ ¡Esto nos faltaba solo!
  Otro amante, y destos años,
  Tras Don Cárlos y Don Diego,
  Que pusiese en paz á entrambos.)
  Pues bien, aunque vos tuvieseis
  Razones, que yo no alcanzo,
  Para buscarla ofendido,
  ¿Os atreveis temerario
  A entrar aquí?

D. PED.

                 Sí, que yo
  En mí la disculpa traigo
  Para mayores extremos;
  Y así, perdonad si os trato,
  Sin más atencion, señora.

D.ª BEAT.

  En esta casa, es engaño
  Pensar que no habrá...


ESCENA IX.

DON JUAN.—DON PEDRO, DOÑA BEATRIZ; DON CÁRLOS, _oculto_.

D. JUAN.

                         ¿Qué es esto?

D.ª BEAT.

  ¿Qué ha de ser? Aqueste anciano
  Caballero en busca viene
  Tambien de Leonor, y ha dado
  En que ha de romper las puertas
  Desta casa.

D. JUAN.

              Paso, paso,
  Beatriz; que el señor Don Pedro,
  Ni te ha ofendido, ni ha errado,
  Porque, como dueño della,
  A todos puede mandarnos.

D. PED.

  Señor Don Juan, no gastemos
  Cumplimientos excusados.
  Ni soy dueño, ni ser quiero
  Más que un forastero, que hallo
  (Cuando fiado de vos,
  A veros vengo y hablaros)
  En vuestra casa á mi hija.
  Cerrada está en ese cuarto.
  Abrid vos, ó abriré yo,
  Echando la puerta abajo.

D.ª BEAT.

  _(Ap.)_ Su padre es.

D. JUAN.

  _(Ap.)_              ¿Cómo saldré
  De lance tan apretado?
  Ya él la vió: ¿qué he de decirle?

D. PED.

  ¿Qué pensais? Determináos.

D. JUAN.

  Por cierto, señor Don Pedro...
  (_Ap._ Mucho haré, si desta salgo.)
  ¡Muy buen agradecimiento
  Es ese de mi cuidado!
  Pues desde ayer que me hice
  De vuestras fortunas cargo,
  Busqué á Leonor, y la traje
  A mi casa, donde al lado
  La hallais de mi hermana, adonde
  Satisfaceros aguardo
  De suerte, que á vuestra casa
  Volvais contento y honrado.
  Mas si desto os disgustais,
  De todo alzaré la mano.

D. PED.

  Dadme, Don Juan, vuestros piés,
  Y perdonadme; que airado
  Al verla, razon no tuve
  Para discurrir á tanto;
  Que no sabe discurrir
  En su dicha un desdichado.
  Arrastróme la pasion;
  Mas ya, á vuestros piés postrado
  Os hago dueño de todo.

D. JUAN.

  ¿Qué haceis, señor? Levantáos.

D. PED.

  Y vos perdonad, señora,
  El disgusto que os he dado.
  Soy noble, estoy ofendido.

D.ª BEAT.

  A haber, señor, alcanzado
  Quien sois, de otra suerte hubiera
  Pretendido reportaros.

D. JUAN.

  ¿Llamaste á Don Diego?

D.ª BEAT.

                         Sí,
  Inés fué ahora á llamarlo.

D. JUAN.

  Venid conmigo, señor
  Don Pedro, para que vamos
  A hacer una diligencia
  Importante en este caso.
  Leonor con Beatriz segura
  Queda.

D.ª BEAT.

         Y yo, señor, me encargo
  De dar cuenta della.

D. PED.

                       Basta
  Quedar con vos. (_Ap._ ¡Cielo santo!
  Venga la muerte, si llego
  A ver mi honor restaurado.)

D. JUAN.

  (_Ap._ Yo no sé dónde le lleve.)
  Habla tú á Don Diego en tanto,
  Porque en esa diligencia
  Está mi dicha.

_(Vanse Don Juan y Don Pedro.)_

D.ª BEAT.

                 Y mi daño.—
  Leonor, abre: yo estoy sola.


ESCENA X.

LEONOR; DON CÁRLOS, _oculto_.—DOÑA BEATRIZ.

LEONOR.

  _(Dentro.)_ Con ese seguro salgo.

D. CÁRL.

  _(Ap. á Leonor, al salir ella.)_
  Ni á Beatriz, Leonor, la digas
  Que aquí estoy.

LEONOR.

  _(Ap. á Don Cárlos.)_
                  No haré. _(Adelántase.)_

D.ª BEAT.

                           De extraño
  Lance tu vida escapó.

LEONOR.

  En esta cuadra sagrado
  Hallé.

D.ª BEAT.

         No fué poca dicha
  Dejarla abierta mi hermano,
  Que nunca suele dejar
  Della la llave.

LEONOR.

                  No en vano
  Diré mil veces que en ella
  Mi vida está... (_Ap._ Que está Cárlos.)

D.ª BEAT.

  Leonor, puesto que tu padre
  Nuestros sustos ha llegado
  A aumentar, como si acá
  No nos tuviésemos hartos,
  Lo que ántes de ahora te dije,
  Trataré con más cuidado.

LEONOR.

  Tambien lo que te dijeron
  Antes de ahora mis labios,
  Dirán con más causa ahora.

D.ª BEAT.

  Eso es tema.

LEONOR.

               Esotro agravio.

D.ª BEAT.

  Ahora bien, cierra esa puerta.
  Y ven, Leonor, á mi cuarto.

LEONOR.

  Ya yo te sigo.

D.ª BEAT.

  _(Ap.)_        ¡Ay, Don Diego,
  Con cuánto temor te aguardo!

_(Vase, y sale Don Cárlos.)_


ESCENA XI.

DON CÁRLOS; _despues_, DOÑA BEATRIZ.—LEONOR.

LEONOR.

  Cárlos, pues me da ocasion
  De hablarte este breve rato,
  Óyeme.

D. CÁRL.

         Leonor, si en mí
  Aun es fineza el acaso,
  Puesto que siempre nos vemos,
  Tú ofendiendo y yo amparando,
  ¿Qué me quieres? Dejamé,
  Hasta que llegue otro acaso
  De darte la vida yo,
  Y de hacerme tú otro agravio.

LEONOR.

  Eso no llegará nunca;
  Mas esotro ya ha llegado.

D. CÁRL.

  ¿Cómo?

LEONOR.

         Sabe que Beatriz
  Me da la muerte, intentando
  Que me case con Don Diego.
  Si generoso y bizarro
  A cada riesgo una vida
  Me has de dar, aquesta aguardo.
  Háblala tú.

D. CÁRL.

              ¡Bueno es eso,
  Siendo yo mismo el que trato
  El casamiento, pedirme
  Contra mi herida el reparo!

LEONOR.

  ¿Tú lo quieres?

D. CÁRL.

                  Yo lo quiero.

LEONOR.

  ¿Tú lo trazas?

D. CÁRL.

                 Yo lo trazo,
  A cuyo efecto escondido
  Estoy, por no embarazarlo,
  Ni encontrarme con Don Diego,
  O con tu padre.

LEONOR.

                  No alcanzo
  La razon.

D. CÁRL.

            Yo sí.

LEONOR.

                   ¿Qué es?

D. CÁRL.

                            Ser
  Mis respetos tan honrados,
  Tan nobles mis sentimientos,
  Y mis celos tan hidalgos,
  Que ya, Leonor, que te pierdo,
  Quiero ver si tu honor gano...

LEONOR.

  Yo le tengo.

D. CÁRL.

               Pretendiendo,
  Que el escándalo que ha dado
  (Dejo aparte los sucesos
  De Madrid, en que no hablo)
  El entrar Don Diego á verte
  A casa que yo te traigo,
  El salir por un balcon
  Una noche, otra encerrado
  Hallarle, Leonor, contigo,
  Cesen con darte la mano:
  Fineza última que puede
  Hacer un enamorado,
  Por ver con honor su dama,
  Ver su dama en otros brazos...

LEONOR.

  Mi bien, mi señor, mi dueño...

D. CÁRL.

  Mi mal, mi muerte, mi agravio...

LEONOR.

  Si la noche del balcon
  Le ví, me confunda un rayo;
  Y si la que habló conmigo
  Lo supe...

D. CÁRL.

             Todo eso es falso.

LEONOR.

  Si lo fuera, no dijera
  Lo que con Beatriz he hablado.

D. CÁRL.

  ¡Ah, traidora, que sabías
  Que yo lo estaba escuchando!

LEONOR.

  Yo, ¿de qué?

D. CÁRL.

               De haberme visto
  Esconder: bien lo ha mostrado
  Venir, cuando entró tu padre,
  De mí á valerte.

LEONOR.

                   Fué acaso.
  Mas quiero que no lo sea.
  Cuando tú me estás rogando
  Que con él case, ¿á qué efecto
  Te habia de estar engañando?

D. CÁRL.

  Pregunta eso á cuantas damas
  Engañan á dos, sabráslo.

LEONOR.

  No como yo.

D. CÁRL.

              Todas sois...

D.ª BEAT.

  _(Dentro.)_ Leonor.

LEONOR.

                      Beatriz ha llamado.

D. CÁRL.

  No digas que estoy aquí,
  Si es que por mí has de hacer algo.

LEONOR.

  No haré. ¿Al fin no me crêrás?

D. CÁRL.

  No, porque dice un adagio,
  «Siempre es cierto lo peor.»

LEONOR.

  Yo le enmendaré, mudando,
  «No siempre lo peor es cierto.»
  ¡Oh lo que me cuestas, Cárlos! _(Vanse.)_


ESCENA XII.

DOÑA BEATRIZ, DON DIEGO.

D. DIEG.

  Beatriz enviarme á llamar,
  Y á estas horas no temer
  Que éntre tu casa, y poner
  Guarda á tu cuarto, y pasar
  En el de tu hermano á hablarme,
  Muchas prevenciones son.
  ¿Es fineza, ó es traicion?
  ¿Es darme vida, ó matarme?

D.ª BEAT.

  No extrañeis, señor Don Diego,
  Ver aquesta novedad,
  Ni que con tal brevedad
  A veros y hablaros llego
  A estas horas y en mi casa,
  Ni que este cuarto haya sido
  El que para esto he elegido;
  Que avisándome que pasa
  Violante esta tarde á verme,
  No es bien que os vea; y así,
  Intento hablaros aquí.
  No, no teneis que temerme,
  Porque ya sois tan seguro
  Para conmigo, que puedo
  Perder á mi amor el miedo
  Tanto, que sólo procuro
  Ser hoy del vuestro tercera,
  Ya que no es posible ser
  Más, habiendo otra mujer
  Que para marido os quiera.

D. DIEG.

  Cuando llamado de vos,
  Aquel papel recibí,
  Una duda concebí;
  Entrando aquí, fueron dos;
  Tres al escucharos son:
  Dejad que al remedio acuda,
  Si he de añadir una duda,
  Beatriz, á cada renglon.


ESCENA XIII.

DON CÁRLOS, _á la puerta del cuarto_.—DOÑA BEATRIZ.—DON DIEGO.

D. CÁRL.

  _(Ap.)_ Temor, no sé lo que arguya
  Deso, y es fuerza escuchar
  Si vienen éstos á hablar
  En mi pena ó en la suya.

D.ª BEAT.

  Mucha gana de dudar,
  Señor Don Diego, teneis,
  Supuesto que no entendeis
  Tan fácil modo de hablar.
  Y para que á vuestro amor
  Ningun escrúpulo quede
  De que entenderme no puede,
  Declárome más. Leonor
  Por vos su casa ha dejado,
  Padre, honor, vida y reposo:
  A Don Juan teneis quejoso,
  Don Cárlos está agraviado,
  Yo estoy de vos ofendida,
  O por mi casa ó por mí:
  De Leonor el padre aquí
  Está tambien, vuestra vida
  Corre gran riesgo, y es llano
  Que otro remedio no espero
  Que dar venganza á su acero,
  U dar á Leonor la mano.
  Vos la amais, ella os adora:
  Todos andan por mataros,
  Y es el remedio casaros.
  ¿Habeislo entendido ahora?

D. DIEG.

  Necio fuera en no entenderos,
  Cuando tan claro me hablais;
  Y si licencia me dais.
  Trataré de responderos.

D.ª BEAT.

  Decid, pues.

D. CÁRL.

  _(Ap.)_      ¿Qué es esto? ¡Cielos!
  ¡Don Diego y Beatriz se amaban!
  Unos celos ¿no bastaban?
  ¿Para qué son otros celos?
  Mas quiero oir; que fingido
  Esto no será, supuesto
  Que Beatriz no hablara desto
  Donde yo estaba escondido.

D. DIEG.

  Mucho quisiera, Beatriz,
  Poder en aqueste instante
  De amante y de caballero
  Dividirme en dos mitades;
  Porque no sé á cuál acuda
  De dos afectos, que iguales,
  Al intentar responderos
  Me sitian y me combaten.
  Si como amante pretendo
  Daros la respuesta, es fácil
  Presumir que hace mi amor
  De las mentiras verdades.
  Y así, como quien soy sólo,
  Solicito hablaros ántes,
  Pues ántes, Beatriz hermosa,
  Fuí caballero que amante.
  Pensad que no hablo con vos;
  Que no quiero en esta parte,
  De vuestros celos, Beatriz,
  Ni de mi amor acordarme.
  De mí mismo, de mi honor,
  De mi obligacion, mi sangre
  Me acuerdo sólo; y así
  Presumid que otro me trae
  Ese recado, y que á otro
  Respondo.

D. CÁRL.

  _(Ap.)_   ¡Empeño notable!

D. DIEG.

  Yo ví en Madrid á Leonor:
  Su hermosura pudo darme
  Ocasion de que asistiese
  De dia y de noche en su calle.
  Ví, miré, pasé, escribí;
  Pero con desdenes tales
  Me trató, que ya no eran
  Desdenes, sino desaires.
  Hice tema del amor,
  Sintiendo que me tratase
  Sin aquella estimacion
  Con que las mujeres saben
  Despedir lo que no quieren;
  Que hay algunas de tal arte,
  Que áun de los mismos desprecios
  Agradecimientos hacen.
  Este le faltó á Leonor:
  De suerte, que yo al mirarme
  Tan desvalido, acudí
  Al medio siempre más fácil,
  Que son las criadas. Una,
  Poniéndose de mi parte
  (Gracias á no sé qué alhaja),
  Me dijo: «De lo que nacen
  Los desprecios de Leonor,
  Es de que tiene otro amante.»
  Celos tuve... y aquí vuelvo,
  Contra lo propuesto, á darte
  Licencia de que seas tú
  La que me oye, por mostrarme
  Honrado á tus ojos; pues
  No lo es el que al infame
  Consuelo se da de que
  Otro, lo que él pierde, alcance.
  Añadió que de secreto
  Con él trataba casarse,
  Cuyo seguro les daba
  Lugar para que se hablasen
  De noche en su casa. Yo,
  Por poder, Beatriz, vengarme,
  Quise verlo; siendo sólo
  Mi ánimo que ella llegase
  A saber que yo sabía
  Su amor, porque no ostentase
  Conmigo la vanidad
  De no merecerla nadie.
  Escondióme la criada
  De su cuarto en una parte
  Oculta, donde ver pude
  Que ella de allí á poco sale
  Hácia otro aposento. Quise
  Seguirla, por si alcanzase
  A oir alguna razon,
  Que repetirla adelante.—
  No seas tú aquí; que no quiero
  Que venganza tan cobarde
  Sepas de mí, como hacer
  De las mujeres ultraje.—
  Sintióme ella, volvió á ver
  Quién era, y al mismo instante
  Entró Don Cárlos, de cuyo
  Encuentro el suceso sabes,
  Y así no quiero decirle.
  Al fin pues de muchos lances,
  Vine á Valencia, y por Dios
  (Si en esto miento, él me falte),
  Que no supe que en Valencia
  Leonor estaba: bastante
  Satisfaccion es, Beatriz,
  Saber tú que vine á hablarte
  La noche que fué forzoso
  Por ese balcon echarme.
  Capaz de todo el suceso,
  Celosa, Beatriz, me hablaste;
  Y yo, por satisfacerte,
  A verte volví ayer tarde.
  Entró Don Juan á este tiempo;
  Que parece que le traen
  Siempre á ocasion mis desdichas.
  Intentando retirarme,
  Di con Leonor; y aunque pudo
  El verla y verla en tal traje,
  Suspenderme, me cobré
  Tanto, que por disculparme,
  Culpé á Leonor. Sobrevino
  A tan no pensado lance
  Don Cárlos. Pues si tú misma,
  Beatriz, que es esto así sabes,
  ¿Cómo me pides, Beatriz,
  Que yo con Leonor me case?
  Mujer que me aborreció,
  Mujer que dió á mis pesares
  Ocasion con sus rigores,
  Mujer que con otro amante
  Vino á Valencia, y mujer
  Que, aunque en tu casa la hallase,
  Fué buscándote á tí, ¿es justo
  Que me la proponga nadie?
  Si tú en esta ausencia mia
  A mejor empleo aspiraste,
  Y los celos de Madrid
  Tomas ahora por achaque,
  Múdate muy en buen hora,
  Beatriz; pero no me cases:
  Que no es mujer para mí,
  Mujer que tú me la traes.

D. CÁRL.

  _(Al paño.)_
  ¡Cielos! ¿qué escucho? ¿Quién vió
  Tan evidente, tan grande
  Desengaño? ¡Ay, Leonor mia!
  Verdades son tus verdades.

D.ª BEAT.

  ¿Y qué es lo que hacer intentas
  Con enemigos tan grandes?

D. DIEG.

  ¿Qué enemigos?

D.ª BEAT.

                 Yo, Leonor,
  Cárlos, Don Juan y su padre.

D. DIEG.

  De todos esos, Beatriz,
  Sino á tí, no temo á nadie.

D.ª BEAT.

  ¿Por qué á mí?

D. DIEG.

                 Porque me advierte
  Muchas cosas ver que hables
  Tú en esto.


ESCENA XIV.

INÉS Y GINÉS, _cada uno por su puerta_.—DICHOS.

GINÉS.

              Señor...

INÉS.

                       Señora...

D.ª BEAT.

  ¿Qué es lo que tienes?

D. DIEG.

                         ¿Qué traes?

INÉS.

  Mi señor viene, que yo
  Le he visto ahora en la calle.

GINÉS.

  Y es lo peor que con él
  Viene de Leonor el padre.

D. DIEG.

  ¡Qué destinado nací
  A desdichas semejantes!

D.ª BEAT.

  Por mi hermano no importara
  Que aquí te viese y te hablase;
  Por Don Pedro sí.

GINÉS.

                    Ellos son
  De los dos más puntüales
  Padre y hermano que he visto:
  No hay cosa en que no se hallen.

D. DIEG.

  A esta cuadra me retiro,
  Miéntras á su cuarto pase.

_(Va hácia donde está Don Cárlos.)_

GINÉS.

  ¿Esto ha de ser cada dia?

D. CÁRL.

  _(Entreabriendo la puerta del cuarto.)_
  Aquí no puede entrar nadie.

D. DIEG.

  Un hombre está dentro. ¡Cielos!

D.ª BEAT.

  ¡Hombre! ¿Quién?

GINÉS.

                   Abindarráez,
  Que por no quedarse hoy
  Sin posada, llegó ántes.

D. DIEG.

  No te hagas ahora de nuevas;
  Que el traerme aquí á rogarme
  Que me case con Leonor,
  Bien muestra que quieres darle
  Satisfaccion á quien es,
  De que tú mis bodas haces.
  Y vive el cielo...

D.ª BEAT.

                     Don Diego...


ESCENA XV.

LEONOR.—DICHOS.

LEONOR.

  Señora, ¿quién hay que cause
  Estas voces? Mas ¡qué miro!

D.ª BEAT.

  No sé quién es.

D. DIEG.

                  Pues yo darte
  El gusto de que lo sepas
  Quiero; porque aunque me maten
  Todos cuantos contra mí
  Hoy solicitan vengarse,
  He de ver quien es un hombre
  Tan reportado ó cobarde,
  Que á los ojos de su dama,
  Llamándole otro, no sale.


ESCENA XVI.

DON CÁRLOS.—DICHOS.

D. CÁRL.

  Eso no, que yo de atento
  Puedo desviar un lance,
  De cobarde no.

LEONOR.

                 Desdichas,
  ¿Hasta cuándo habeis de darme
  Siempre que sentir?


ESCENA XVII.

DON PEDRO, DON JUAN.—DICHOS.

D. JUAN.

                      ¿Qué es esto?

D. PED.

  ¡Qué confusion tan notable!
  Un enemigo buscaba,
  Y dos tengo ya delante.
  Traidor Cárlos, vil Don Diego,
  Si no puedo en dos mitades
  Dividirme, para daros
  Dos muertes á un tiempo iguales,
  Ponéos de un bando los dos,
  Para que de un golpe os mate.

D. JUAN.

  Tenéos todos; que sí puede
  De la razon el exámen
  Mediarlo sin el acero,
  Componerlo sin la sangre.
  ¿Haos dicho Beatriz, Don Diego,
  El más conveniente y fácil
  Medio?

D. DIEG.

         El más dificultoso
  Me ha dicho, que es que me case
  Con Leonor, y no he de hacerlo.

D. PED.

  Ya, Don Juan, no hay más que aguarde:
  Pues no basta la razon,
  Baste el acero.

D. CÁRL.

                  Dejadle.

_(Pónese Don Cárlos al lado de Don Diego.)_

D. JUAN.

  ¿Tú le defiendes, diciendo
  Que no? Siendo así, ¿cómo haces
  Tú la fineza?

D. CÁRL.

                Don Juan,
  Si dijera que sí, darle
  Yo muerte vieras.

D. JUAN.

                    ¿Por qué?

D. CÁRL.

  Porque de uno en otro instante
  Mejora tanto mi amor,
  Que es fuerza que yo me case
  Con Leonor.

D. JUAN.

              ¿Y sus agravios?

D. CÁRL.

  Yo no satisfago á nadie:
  Bástame á mí estarlo yo.—
  Llega, Leonor, á tu padre.

LEONOR.

  Señor...

D. PED.

           No me digas nada;
  Que como mi honor restaure,
  En albricias de esta dicha
  Perdono tantos pesares.

D. JUAN.

  Pues ¿no me direis, Don Cárlos,
  Qué novedad visteis?

D. CÁRL.

                       ¿Daisme
  Licencia de que lo diga?

D. JUAN.

  Sí. _(Llega Don Cárlos junto á Don Diego.)_

D. CÁRL.

      Pues dejad que pase
  A vuestro lado, Don Diego...

D.ª BEAT.

  _(Ap.)_ Él dice lo que oyó.

D. CÁRL.

                              Dadle
  La mano á Beatriz.

D. DIEG.

                     Y el alma.

D. JUAN.

  ¿Pues cómo?

D. CÁRL.

              Esto es importante,
  Don Juan: con que ya sabreis
  De qué mi mudanza nace;
  Pues si adonde está Leonor
  Y Beatriz él entra y sale,
  Y yo caso con Leonor,
  Fuerza es que él con Beatriz case.

D. JUAN.

  ¡Dichoso yo, que aunque tuve
  Recelos, no supe ántes
  El agravio que el remedio!

GINÉS.

  ¿Están hechas ya estas paces?
  Pues, Inés, boda _me fecit_,
  Para que con esto nadie
  Desconfíe de su dama;
  Que aunque la apariencia engañe,
  _No siempre lo peor es cierto_.
  Perdonad sus yerros grandes.



GUÁRDATE DEL AGUA MANSA.



PERSONAS.


  CLARA, _dama_.
  EUGENIA, _dama_.
  BRÍGIDA, _criada_.
  MARI-NUÑO, _dueña_.
  HERNANDO, _criado_.
  OTÁÑEZ, _escudero, vejete_.
  DON FÉLIX, _galan_.
  DON JUAN DE MENDOZA, _galan_.
  DON PEDRO, _galan_.
  DON TORIBIO CUADRADILLOS.
  DON ALONSO, _viejo_.


La accion pasa en Madrid.



JORNADA PRIMERA.


_Sala en casa de Don Alonso, junto á los pozos de la nieve._


ESCENA PRIMERA.

DON ALONSO, OTÁÑEZ.

OTÁÑEZ.

  Una y mil veces, señor,
  Vuelvo á besarte la mano.

D. ALON.

  Y yo una y mil veces vuelvo
  A pagarte con los brazos.

OTÁÑEZ.

  ¿Posible es que llegó el dia
  Para mí tan deseado,
  Como verte en esta corte?

D. ALON.

  No lo deseabas tú tanto
  Como yo; pero ¿qué mucho,
  Si en dos hijas dos pedazos
  Del alma me estaban siempre
  Con mudas voces llamando?

OTÁÑEZ.

  Aun en viéndolas, señor,
  Mejor lo dirán tus labios.
  ¡Oh si mi señora viera
  Este dia!

D. ALON.

            No mi llanto
  Ocasiones con memorias
  Que siempre presentes traigo.
  Téngala Dios en el cielo;
  Que á fe que he sentido harto
  Su muerte; que desde el dia
  Que su Majestad, premiando
  Mis servicios, en el reino
  De Méjico me dió el cargo
  De que vengo, á no más ver
  Me despedí de sus brazos.
  No quiso pasar conmigo
  A Nueva-España, no tanto
  Por los temores del mar,
  Como porque en tiernos años
  Dos hijas eran estorbo
  Para camino tan largo.
  Criándolas quedó en casa:
  Fué Dios servido que al cabo
  De tantos años faltó.
  A cuya causa, abreviando
  Yo con mi oficio, dispuse
  Volver para ser reparo
  De su pérdida; que no
  Estaban bien sin amparo
  De padre y madre.

OTÁÑEZ.

                    Es muy justo,
  Señor, en tí ese cuidado;
  Pero si alguno pudiera
  No tenerle, eras tú. Es llano,
  Porque el dia que faltó
  Mi señora, ambas entraron
  Seglares en un convento,
  Sin más familia ni gasto
  Que á Mari-Nuño y á mí,
  Donde en Alcalá han estado
  Con sus tias hasta hoy,
  Que obedientes al mandato
  Tuyo, vuelven á la corte.
  Y habiéndolas yo dejado
  Ya en el camino, no pude
  Sufrir del coche el espacio;
  Y así, por verte, señor,
  Me adelanté.

D. ALON.

               Unos despachos
  Que para su Majestad
  Traje, demas del cuidado
  De tener puesta la casa,
  Tiempo ni lugar me han dado
  De ir yo por ellas; demas
  Que el camino es tan cosario,
  Que perdona la fineza,
  Pues es venir de otro barrio.
  ¿Cómo vienen?

_VOCES._

  _(Dentro.)_   Pára, pára.

OTÁÑEZ.

  Ya parece que han llegado:
  Ellas lo dirán mejor.

D. ALON.

  A recibirlas salgamos.

OTÁÑEZ.

  Excusado será, pues
  Están ya dentro del cuarto.


ESCENA II.

CLARA, EUGENIA Y MARI-NUÑO, _de camino_.—DON ALONSO, OTÁÑEZ.

CLARA.

  Padre y señor, ya que el cielo,
  Enternecido á mi llanto,
  Me ha concedido piadoso
  La dicha de haber llegado
  Adonde, puesta á tus piés,
  Merezca besar tu mano,
  Cuanto desde hoy viva, vivo
  De más; pues no me ha dejado
  Ya que pedirle, si no es
  Sólo el eterno descanso.

EUGENIA.

  Yo, padre y señor, aunque
  Logre en estas plantas cuanto
  Me prometió mi deseo...
  Más que pedir me ha quedado
  Al cielo, y es que tal dicha
  Dure en tu edad siglos largos;
  Porque esto del morir, no
  Lo tengo por agasajo.

D. ALON.

  No en vano, mitades bellas
  Del alma y vida, no en vano
  Al corazon puso en medio
  Del pecho el cielo, mostrando
  Que con dos afectos puede
  Comunicarse en los brazos.
  Alzad del suelo; llegad
  Al pecho, que enamorado
  Vuelva á engendraros de nuevo.

CLARA.

  Hoy puedo decir que nazco,
  Pues hoy nuevo sér recibo.

EUGENIA.

  Dices bien, que tal abrazo
  Infunde segunda vida.

D. ALON.

  Entrad, no quedeis al paso:
  Tomaréis la posesion
  Desta casa en que os aguardo,
  Para que seais dueños della,
  Hasta que piadoso el hado
  Traiga á quien merezca serlo
  De dos tan bellos milagros;
  Si bien en mí, esposo, padre
  Y galan tendreis, en tanto
  Que os vea como deseo.—
  ¡Brígida! _(Llamando.)_


ESCENA III.

BRÍGIDA.—DICHOS.

BRÍGIDA.

            Señor.

D. ALON.

                   Su cuarto
  Enseña á tus amas.

BRÍGIDA.

                     Todo
  Limpio está y aderezado;
  Pero ¿qué mucho es, si tales
  Dueños espera, el estarlo
  Como un cielo, con dos soles?
  ¡Feliz yo que á ver alcanzo
  Este dia, aunque á pension
  De haber, Eugenia, dejado
  Las paredes del convento!

EUGENIA.

  ¡Feliz yo, pues he llegado
  A ver calles de Madrid,
  Sin rejas, redes, ni claustros!

_(Vanse Clara, Eugenia, Brígida y Otáñez.)_


ESCENA IV.

DON ALONSO.—MARI-NUÑO.

MARI-NU.

  Ya, señor, que el alborozo
  De dos hijas ha dejado
  Algun lugar para mí,
  Merezca tambien tu mano.

D. ALON.

  Y no con menor razon
  Que ellas, el alma y los brazos,
  Pues por vuestra buena ley,
  En lugar de madre os hallo.
  Y ya que ausentes las dos,
  Solos, Mari-Nuño, estamos,
  Decidme sus condiciones;
  Que como las dos quedaron
  Niñas, mal puedo hacer juicio
  Que no sea temerario,
  Para que prudente y cuerdo
  Pueda, como maestro sabio,
  Gobernar inclinaciones
  Que pone el cielo á mi cargo.

MARI-NU.

  Con decir, señor, que son
  Hijas tuyas, digo cuanto
  Puedo decir; mas por que
  No presumas que te hablo
  Sólo al gusto, aunque de entrambas
  La virtud y ejemplo es raro,
  De lo general verás
  Que á lo particular paso.
  Doña Clara, mi señora,
  Mayor en cordura y años,
  Es la misma paz del mundo:
  No se ha visto igual agrado
  Hasta hoy en mujer. Pues ¿qué
  Su modestia y su recato?
  Apénas cuatro palabras
  Habla al dia: no se ha hallado
  Que haya dicho con enojo
  A criada ni á criado
  En su vida una razon:
  Es, en fin, ángel humano,
  Que á vivir solo con ella,
  Pudiera uno ser esclavo.
  Doña Eugenia, mi señora,
  Aunque en virtud ha igualado
  Sus buenas partes, en todo
  Lo demas es al contrario.
  Su condicion es terrible:
  No se vió igual desagrado
  En mujer: dará, señor,
  Una pesadumbre á un santo.
  Es muy soberbia y altiva,
  Tiene á los libros humanos
  Inclinacion, hace versos;
  Y si la verdad te hablo,
  De recibir un soneto
  Y dar otro, no hace caso.
  Pero no por eso...

D. ALON.

                     Basta,
  Que en eso habeis dicho harto.
  Yo os lo estimo, como es justo,
  Que, prevenido del daño,
  Sepa adónde he de poner
  Desde hoy desvelo y cuidado.
  Y así, aunque en edad menor,
  Sea primera en estado;
  Que el marido y la familia
  Son los médicos más sabios
  Para curar lozanías,
  Flores de los verdes años.
  Desde el dia que llegué,
  A la montaña he enviado
  Por un sobrino, que hijo
  Es de mi mayor hermano;
  Y en él quiero de mis padres
  Y abuelos el mayorazgo
  Aumentar: pobre es, yo rico,
  Y es bien que el caudal fundamos
  De la sangre y de la hacienda,
  Porque conservemos ambos
  El solar de Cuadradillos
  Con más lustre. Así, en llegando,
  Será Eugenia esposa suya:
  Veamos si el nuevo cuidado
  Enmienda las bizarrías
  De los verdores lozanos.


ESCENA V.

OTÁÑEZ.—DON ALONSO, MARI-NUÑO.

OTÁÑEZ.

  Un hombre espera allí fuera.

D. ALON.

  ¿Quién es?—Que ese breve espacio
  Tardaré, á las dos decid.—
  ¿Versos? ¡Gentil cañamazo!
  ¿No fuera mucho mejor
  Un remiendo y un hilado? _(Vase.)_

OTÁÑEZ.

  ¿Qué le has dueñado á señor,
  Que es lo mismo que chismeado,
  Que ya va tan desabrido?

MARI-NU.

  ¿Ahora sabes, mentecato,
  Que apostatara una dueña,
  Si supiera callar algo? _(Vanse.)_

       *       *       *       *       *


_Sala en casa de Don Félix._


ESCENA VI.

DON FÉLIX, _vistiéndose_; HERNANDO.

HERNAN.

  ¡Bravas damas han venido,
  Señor, á la vecindad!

D. FÉLIX.

  El agasajo, en verdad,
  Perdonara por el ruido,
  Pues dormir no me han dejado.

HERNAN.

  La una es dada.

D. FÉLIX.

                  ¿Qué importó,
  Si á la una duermo yo,
  Que haya dado ó no haya dado?
  Mas ¿qué género de gente
  Es?

HERNAN.

      De lo muy soberano:
  Las hijas de aqueste indiano,
  Que compró el jardin de enfrente,
  Que dicen, señor, que lleno
  De riquezas para ellas,
  A solamente ponellas
  Viene en estado.

D. FÉLIX.

                   Eso es bueno.
  ¿Son hermosas?

HERNAN.

                 Yo las ví
  Al apearse, y á fe
  Que por tales las juzgué.

D. FÉLIX.

  ¿Hermosas y ricas?

HERNAN.

                     Sí.

D. FÉLIX.

  Buenas dos alhajas son:
  Dirémoslas al momento
  Todo nuestro pensamiento,
  Por gozar de la ocasion,
  Con estar cerca de casa;
  Que estoy cansado de andar
  Lo que hay desde aquí al lugar.

HERNAN.

  Un vejete cuanto pasa
  Me dijo: y al padre igualo
  Al hombre de más valor,
  Pues dice que por su honor
  Matara al Sofí.

D. FÉLIX.

                  Eso es malo;
  Que aunque yo no soy Sofí,
  En extremo me pesara
  Que para que él me matara,
  Por él me tuviera aquí.
  Y de las hijas ¿qué dijo?
  Que escudero que empezó
  A hablar, nada reservó.

HERNAN.

  Diversas cosas colijo
  De ambas que apruebo y condeno,
  Porque hay del pan y del palo.
  Una es callada.

D. FÉLIX.

                  Eso es malo.

HERNAN.

  Otra es risueña.

D. FÉLIX.

                   Eso es bueno.
  Para la alegre, por Dios,
  Habrá sonetazo bello;
  Y para la triste aquello
  De «ojos, decídselo vos.»

HERNAN.

  Alegre ó triste, me holgara
  De verte, señor, un dia,
  Con una galantería,
  Que decirla te costara
  Desvelo.

D. FÉLIX.

           ¿A mí? Harto fuera
  Que alabarse, vive el cielo,
  De que me costó un desvelo
  Ninguna mujer pudiera.
  Eso no, pues sabe Dios
  Que si las hiciere ya
  Algun terrero, será
  Por estar cerca y ser dos.
  Aunque á cualquiera me inclina
  Ya fuerza más poderosa.

HERNAN.

  Será ser rica y hermosa.

D. FÉLIX.

  No es sino el estar vecina,
  Que es mayor perfeccion, pues
  Nada la iguala. _(Llaman.)_
                  Mas dí,
  ¿Llaman á la puerta?

HERNAN.

                       Sí.

D. FÉLIX.

  Ve y mira, Hernando, quién es.


ESCENA VII.

DON JUAN, _en traje de camino_.—DON FÉLIX, HERNANDO.

D. JUAN.

  Yo soy, Don Félix; que estando
  La puerta abierta, no fuera
  Bien, que más me detuviera.

D. FÉLIX.

  Mal llamar ha sido, cuando
  Sabeis que puertas y brazos
  Están siempre para vos
  De una suerte.

D. JUAN.

                 Guárdeos Dios,
  Que ya sé que destos lazos
  El estrecho nudo fuerte
  Que en nuestras almas está,
  Sin romperle, no podrá
  Desatárnosle la muerte.

D. FÉLIX.

  Seais bien venido; que aunque
  En la jornada de Hungría,
  Que veniades sabía,
  No tan presto os esperé.

D. JUAN.

  Fuerza adelantarme ha sido
  Para un negocio, en razon,
  Don Félix, de mi perdon.

D. FÉLIX.

  ¿Habeisle ya conseguido?

D. JUAN.

  Sí, y habiendo perdonado
  La parte, gozar quisiera
  Del indulto que se espera
  Por las bodas; y así, he dado
  Priesa á venir, para que,
  En vuestra casa escondido,
  Me halle á todo prevenido.

D. FÉLIX.

  Dicha es mia. Y ¿cómo fué?

D. JUAN.

  Ya sabeis que por la muerte,
  Félix, de aquel caballero,
  Fuí á Italia. Pues, lo primero,
  Dispuso mi buena suerte
  Ser ocasion que el señor
  Duque excelso y generoso
  De Terranova famoso,
  Iba por embajador
  A Alemania. Acomodado
  Con él á Alemania fuí;
  Y hallándose allá de mí
  Bien servido y obligado,
  A España escribió, porqué
  Conocimiento tenía
  Con la parte: y así un dia,
  Sin saberlo yo, me hallé
  Con el perdon, en un pliego
  Que de su mano me dió.

D. FÉLIX.

  El lance fué tal, que erró
  La parte en no darle luégo,
  Pues fué casual la pendencia
  Que dió la conversacion.

D. JUAN.

  Esa es, Félix, la opinion
  Comun; pero mi impaciencia
  De mayor causa nacía,
  Que la que ocasiona el juego.

D. FÉLIX.

  Eso es lo que yo no llego
  A saber.

D. JUAN.

           Pues yo servia
  (Ya que decirlo no importa)
  A una dama rica y bella
  Para casarme con ella;
  Y no con suerte tan corta,
  Que esperanzas no tuviese;
  Aunque me las dilataba
  Que ausente su padre estaba,
  Y la madre no quisiese
  Tratar su estado sin él.
  En este tiempo entendí
  Servirla el muerto; y así,
  Ocasionado de aquel
  Lance que el juego nos dió,
  Con capa de otros desvelos
  Venganza tomé á mis celos,
  Con que todo se perdió;
  Pues fueran necios engaños,
  Confiado de mi estrella,
  Pensar hoy que áun viva en ella
  Memoria de tantos años.

D. FÉLIX.

  Vos estais bien persuadido;
  Que en Madrid, cosa es notoria
  Que en las damas, la memoria
  Vive á espaldas del olvido.
  Su favor y su desden
  Ya en ningun estado no
  Hizo fe: ¡bien haya yo,
  Que en mi vida quise bien!

D. JUAN.

  ¿Todavía dese humor?

D. FÉLIX.

  Sí, pues aunque ellas son bellas,
  Me quiero á mí más que á ellas;
  Y así tengo por mejor,
  A la que me ha de engañar,
  Engañarla yo primero;
  Que yo por amigo quiero
  Al gusto más que al pesar.
  Y para que no se crea
  Que lo es para vos mi humor,
  Ni para mí vuestro amor,
  Otra la plática sea.
  ¿Cómo en la jornada os ha ido?

D. JUAN.

  Como á quien viene de ver
  Darse poder á poder
  Desempeños á partido;
  Porque tal autoridad,
  Pompa, aparato y riqueza
  Como ostentó la grandeza
  De una y otra majestad,
  El dia que la hija bella
  Del águila soberana,
  Generosamente ufana
  Trocó el Norte por la estrella
  Del hispano (en cuya accion,
  Llanto á gozo competido,
  Dejó del águila el nido
  Por el lecho del leon),
  No la vió otra vez el dia.

D. FÉLIX.

  De paso no estoy contento
  De oirla.

D. JUAN.

            Pues estadme atento,
  Porque á la relacion mia
  Los afectos cortesanos
  Pagueis.

D. FÉLIX.

           Yo os la ofrezco brava.

D. JUAN.

  Deudora Alemania estaba...


ESCENA VIII.

DON PEDRO, _vestido de color_.—DON FÉLIX, DON JUAN, HERNANDO.

D. PED.

  Don Félix, bésôs las manos.

D. FÉLIX.

  Seais, Don Pedro, bien venido.
  Por esta puerta en un punto
  Hoy se entra el bien todo junto.
  Pues ¿qué venida esta ha sido?
  ¿Acabóse el curso?

D. PED.

                     No.

D. FÉLIX.

  Pues ¿qué os trae?

D. PED.

                     Yo os lo diré.

D. JUAN.

  Si yo embarazo, me iré.

D. PED.

  No, caballero; que yo,
  Hallándôs con Félix, fío
  Mucho de vos, porque arguyo
  Que baste que amigo suyo
  Seais, para ser dueño mio.
  Demas, que aquí es mi venida
  (Que en decirlo no hago nada)
  Una dama celebrada,
  Que á mi amor agradecida
  Pude en Alcalá servir:
  Vino hoy á Madrid, y á vella
  Vengo, Don Félix, tras ella.

D. FÉLIX.

  ¿Y qué más?

D. PED.

              Que por huir
  De mi padre, aquí escondido
  Dos dias habré de estar.

D. FÉLIX.

  Albricias me podeis dar
  De haber á tiempo venido,
  Que en ella Don Juan tambien
  Puede haceros compañía.

D. JUAN.

  Será gran ventura mia
  Que en mí conozcais á quien
  Serviros desea.

D. PED.

                  Los cielos
  Os guarden.

D. FÉLIX.

              Pues vive Dios
  Que no habeis de hablar los dos
  Tocados de amor y celos.—
  Haz que nos den de comer,—

_(A Hernando, que se va.)_

  Y pues no hemos de salir
  De casa, por divertir
  El tiempo que puede haber,
  La relacion me decid,
  Don Juan, de la real jornada.


ESCENA IX.

DON FÉLIX, DON JUAN, DON PEDRO.

D. JUAN.

  Con calidad, que acabada,
  La prevencion de Madrid
  Direis despues.

D. FÉLIX.

                  Soy contento.

D. PED.

  Yo vengo á buena ocasion,
  Que una y otra relacion
  Nueva es para mí.

D. JUAN.

                    Oid atento.
  Deudora Alemania estaba
  A España de la más rica,
  De la más hermosa prenda,
  Desde el venturoso dia
  Que María nuestra infanta,
  Generosamente altiva,
  Trocó la española alteza
  Por la majestad de Hungría.
  Deudora Alemania estaba
  (Otra vez mi voz repita)
  De tanto logro al empeño,
  De tanto empeño á la dicha,
  Sin esperanzas de que
  Pudiese su corte invicta
  Desempeñarse con otra
  De iguales méritos digna,
  Hasta que piadoso el cielo
  Ilustró su monarquía
  De quien, si no la excedió,
  Pudo al ménos competirla,
  Para que nos restituya
  En Marïana su hija
  Tan una misma beldad,
  Que parece que es la misma.
  Pues si de las dos esferas
  Vamos corriendo las líneas,
  Y en florida primavera
  Le dimos la maravilla,
  La maravilla nos vuelve
  En primavera florida,
  Que apénas catorce abriles
  Bebió del alba la risa.
  Si la real sangre de Austria
  Sus hojas tiñó en la tiria
  Púrpura, en ella tambien
  Quiso que esotras se tiñan.
  Si prudencia, si virtud,
  Si ingenio y partes divinas
  La dimos, esas nos vuelve,
  Porque de todas es cifra.
  Despues de capitulado
  El Rey, que mil siglos viva,
  Se dilataron las bodas
  Más tiempo del que queria
  La ánsia de los españoles;
  Mas no fueran conocidas
  Las dichas, si no vinieran
  Con su pereza las dichas.
  Fué causa á la dilacion
  Esperar que la festiva
  Tierna edad de la niñez
  Creciese, hasta ver que hoy pisa
  De la juventud la márgen:
  ¡Buen defecto es el de niña,
  Pues se va, aunque ella no quiera,
  Enmendando cada dia!
  Llegó, pues, el deseado
  De que feliz se despida
  El águila generosa
  Del real nido que la abriga,
  Porque saliendo á volar,
  El cuarto planeta diga
  Que imperial águila es, puesto
  Que de hito en hito le mira.
  Y porque no sin decoro
  Deje la corte que habita,
  Llegó la nueva á Madrid,
  De que allí el Rey se despida
  De su hermana, hasta la entrega,
  Mezclando el llanto y la risa;
  Que siempre en bodas de infanta
  El pesar y el alegría
  Se equivocan, hasta que
  De gala el dolor se vista,
  Saliendo de ellas casada.
  Ferdinando, rey de Hungría
  Y Bohemia, ínclito jóven,
  Que no vanamente aspira
  Que heredada la eleccion,
  Roma su laurel le ciña,
  En nombre del Rey con ella
  Se desposa, y ejercita
  Tan amante sus poderes,
  Que sin perderla de vista,
  Hasta Trento la acompaña
  Con la pompa más lucida,
  Con el fausto más real
  Que vió el sol; pues á porfía
  Españoles, alemanes
  Y italianos, con su vista
  Se compitieron de suerte,
  Que era gloriosa la envidia,
  Porque unos y otros hicieron
  En costosas libreas ricas,
  Tratable el oro en sus venas,
  Fácil la plata en sus minas,
  Agotando de una vez
  Todo el caudal á las Indias.
  Y porque por mar y tierra
  Halle siempre prevenida
  Quien por la tierra y el mar
  De parte del Rey la sirva,
  El cargo del mar al Duque
  De Túrsis (de esclarecida
  Generosa casa de Oria,
  Siempre afecta y siempre fina
  A esta corona) le dió,
  Porque de nuevo repita
  En servicios y finezas
  Obligaciones antiguas.
  La Reina estuvo en Milan
  Detenida algunos dias,
  Por ocasion de que el mar
  Embarazó con sus iras
  De España el pasaje; pero
  ¿Quién de su inconstancia fía,
  Que no motive de culpa
  Lo que no es más que desdicha?
  Del mar y del viento, en fin,
  Las condiciones esquivas
  O vencidas ó templadas
  (Aténgome á que vencidas),
  Llegó el dia de embarcarse;
  Y apénas la vió en su orilla
  El mar, cuando convocó
  Todo el coro de sus ninfas
  Para que corriendo á tropas
  La campaña cristalina,
  Tan sólo en ella dejaran
  Aquella inquietud tranquila,
  Que no bastando á temerla,
  Baste á hermosearla y lucirla.
  Entró la Reina en la Real,
  Cuya popa era encendida
  Brasa de oro, que á despecho
  De tanta agua, estaba viva.
  La chusma, toda de tela
  Nácar y plata vestida,
  Con camisolas de holanda,
  Que su gala es estar limpias,
  Velámen, jarcias y velas
  A su modo guarnecidas
  De mil colores, formaban
  Un pensil, á quien matizan
  De flores los gallardetes
  Y las flámulas, que heridas
  Del aire que las tremola
  Y el agua que las salpica,
  Venganza daban al aire
  Y el agua de la ojeriza
  Que tenian con las salvas,
  Por ver que de ver les quitan
  Las negras nubes de humo
  Que dejó la artillería,
  La más pura, la más bella,
  La más noble y más divina
  Vénus que sobre la espuma
  Flechas de constancia vibra.
  Aquí al compas de las piezas,
  Clarines y chirimías,
  A leva tocó la Real,
  Cuya seña, obedecida,
  Aun primero que escuchada
  Fué de todos, con tal prisa,
  Que á un mismo tiempo la boga
  Arrancó; y siendo la grita
  Segunda salva vocal,
  Nos pareció, cuando se iba
  De la tierra, una vistosa
  Primavera fugitiva.
  Cuarenta galeras fueron
  Las que siguieron su quilla,
  Que más que rompen las olas,
  Las encrespan y las rizan.
  El golfo tomó la nao,
  Aun sin tocar en las islas
  Mallorca, Ibiza y Cerdeña;
  No á causa de la enemiga
  Oposicion de los puertos
  De Francia; que bien podia,
  Viniéndose tierra á tierra,
  Tomar puerto en sus marinas,
  Porque en las enemistades
  De las coronas, militan
  En la campaña las armas,
  Y en la paz la cortesía;
  Y así, con salvoconducto
  General en sus milicias,
  Francia esperó á nuestra reina.
  ¡Qué bien lidian los que lidian
  Para vencer cuando vencen,
  Aun ménos que cuando obligan!
  —Mas no puedo detenerme
  En referir las festivas
  Demostraciones que Francia
  La tenía prevenidas.—
  El golfo tomó la nao,
  Trayendo siempre benigna
  En los vientos y los mares
  La fortuna, porque mira
  Que con solo este festejo
  Que hace á España, se desquita
  De otras penas que la debe
  La vanidad de su envidia.
  En fin, con serena paz
  La vaga ciudad movida,
  Ya del remo que la impele,
  Ya del viento que la inspira,
  Los mares sulca de España,
  Y de sus campos divisa
  Los celajes, que quisieran
  Que el mar en sus ondas frias
  Huéspedes los admitiese,
  Porque una vez se compitan
  Golfos de verde esmeralda
  Con montes de nieve riza.
  Ya el mar saluda á la tierra,
  Ya la tierra al mar se humilla,
  Siendo la primera que
  Sus reales plantas pisan,
  Denia. ¡Oh tú, mil veces tú
  Felice, pues en tu orilla
  Hoy de la concha de un tronco
  Sacas la perla más rica!
  Querer que yo diga ahora
  La majestad de las vistas,
  El séquito de su corte,
  Las galas, las bizarrías,
  El amor de sus vasallos,
  De sus reinos la alegría,
  No es posible, si no es que
  Con la voz de todos diga
  Que este repetido lazo,
  En quien de esposa y sobrina
  El nudo apretó dos veces,
  Con propagada familia,
  Para bien comun de España
  Venturosos siglos viva.

D. FÉLIX.

  No tuve gusto mayor.
  Estad ahora vos atento.
  Con el general contento
  Digno á su lealtad...


ESCENA X.

HERNANDO.—DICHOS.

HERNAN.

                        Señor.

D. FÉLIX.

  ¿Qué dices?

HERNAN.

              Que las dos bellas
  Damas que al barrio han venido
  A la ventana han salido,
  Y desde esta puedes vellas.

D. FÉLIX.

  Perdone la relacion,
  Pues dice á voces la fama:
  «Antes que todo es mi dama»
  Y despues habrá ocasion
  Para ella; que ver deseo
  Qué cosas son mis vecinas.

_(Asómase á la ventana.)_

  ¡Vive Dios, que son divinas!

D. JUAN.

  Veámoslas todos.

_(Llega Don Juan á mirar.)_

  (_Ap._           ¡Qué veo!
  Ella es.)

D. PED.

            Pues las visteis vos,
  A mí me dejad llegar. _(Llega Don Pedro.)_

D. FÉLIX.

  A fe que hay bien que admirar
  En cualquiera de las dos.

D. PED.

  (_Ap._ ¿Qué es lo que veo? Ella es. ¡Cielos!)
  Gran dicha ha sido venir _(A Don Félix.)_
  A vuestro barrio á vivir.

D. JUAN.

  (_Ap._ Disimulen mis desvelos.)
  Bizarra cualquiera es.

D. PED.

  (_Ap._ Finja mi pena amorosa.)
  Cualquiera es dellas hermosa.

_(Vase Hernando.)_

D. FÉLIX.

  ¿Oyen vuesarcedes? Pues
  Bizarras y hermosas son,
  Quítense de aquí, porqué
  Son muy tiernos para que
  Les dé mi jurisdiccion.
  A su dama cada uno,
  Pues están enamorados:
  Déjenme con mis cuidados,
  Sin alabarme ninguno
  Bellezas ni bizarrías;
  Que aquestas damas, les digo
  Que son cosas de un amigo.

D. JUAN.

  (_Ap._ ¡Qué poco mis alegrías
  Duraron!) Ya se quitaron
  De la ventana. (_Ap._ Porqué
  Yo llore su ausencia fué.
  La primer cosa que hallaron,
  ¡Cielos! mis penas, ha sido
  Dellas la causa. ¡Ay de mí!)

D. PED.

  _(Ap.)_ La primer cosa que ví,
  Es por la que aquí he venido.

_(Sale Hernando.)_

HERNAN.

  La mesa espera, señor. _(Vase.)_

D. FÉLIX.

  Vamos á comer, que aunqué
  Tan enamorado esté,
  Tengo más hambre que amor.

D. JUAN.

  _(Ap. á Don Félix.)_ Aunque de burlas hablais,
  Sabed que de mi fortuna
  Una es la causa. _(Vase.)_

D. FÉLIX.

  _(Ap.)_          Adios, una.

D. PED.

  Aunque tan de humor estais,
  Por sí y por no, sabed que
  Una de las dos, por Dios,
  Es la que sigo. _(Vase.)_

D. FÉLIX.

                  Adios, dos.
  ¡Qué corta mi dicha fué!
  Si no es que una misma sea
  (Que áun peor que esto sería)
  La que uno y otro queria.
  ¡Plegue á Dios que no se vea
  Empeñado en los desvelos
  De dos amigos mi honor,
  Y pague celos y amor
  Quien no tiene amor ni celos! _(Vase.)_

       *       *       *       *       *


_Sala en casa de Don Alonso._


ESCENA XI.

CLARA Y EUGENIA.

CLARA.

  Por cierto, casa y adorno,
  Todo, Eugenia, está extremado.

EUGENIA.

  A mí no me ha parecido
  Sino de la corte el asco.

CLARA.

  ¿Por qué?

EUGENIA.

            Cuanto á lo primero,
  Porque este, Clara, es el barrio
  Donde de la corte habitan
  Los pájaros solitarios.
  A los pozos de la nieve
  Casa mi padre ha tomado:
  ¡Fresca vecindad! Agosto
  Le agradezca el agasajo.

CLARA.

  Por la quietud y el jardin
  Lo haría.

EUGENIA.

            ¡Lindos cuidados!
  ¿Quietud y jardin? Para eso
  Yuste está juntico á Cuacos.
  Pero en Madrid, ¿qué quietud
  Hay como el ruido? y ¿qué cuadro,
  Aunque con más tulipanes
  Que trajo extranjero mayo,
  Como una calle que tenga
  Gente, coches y caballos,
  Llena de lodo el invierno,
  Llena de polvo el verano,
  Donde una mujer se esté
  De la celosía en los lazos,
  Al estribo de un balcon,
  A todas horas paseando?—
  Pues ¿qué los adornos?

CLARA.

                         ¿No es
  De terciopelo este estrado
  Y sillas y con su alfombra,
  De granadillo y damasco
  Estas camas, los tapices
  De buena estofa, y los cuadros
  De buen gusto, y el demas
  Menaje, Eugenia, ordinario,
  Limpio y nuevo? Pues ¿qué quieres?

EUGENIA.

  Buenos son; pero diez años
  De Indias son mucho mejores.
  Yo pensaba que el adagio
  De tener el padre alcalde,
  Era niño comparado
  Con la suma dignidad
  De tener el padre indiano.
  Fuera de que entre estas cosas
  Que tú me encareces tanto,
  La mejor cuadra y mejor
  Alhaja es la que no hallo.

CLARA.

  ¿Cuáles son?

EUGENIA.

               Coche y cochera,
  Que ella en invierno y verano
  Es la mejor galería,
  Y el más hermoso trasto.
  ¿Qué Indias hay donde no hay coche?
  ¡Aquí de Dios y sus santos!
  ¿Que ensayados trae, no ha escrito,
  Muchos pesos? Pues veamos,
  Si no han de hacer su papel,
  ¿Para qué se han ensayado?

CLARA.

  ¿Ni áun á tu padre reserva
  La sátira de tus labios?
  ¡Jesus mil veces!

EUGENIA.

                    ¡Mala hija!
  Vivir quisiera mil años,
  Sólo por ver si me logro.

CLARA.

  Advierte, Eugenia, que estamos
  Ya en la corte, y que el despejo,
  El brío y el desenfado
  Del buen gusto, aquí es delito;
  Que aquí dan los cortesanos
  Estatua al honor, de cera,
  Y á la malicia, de mármol.
  No digo que no sea bueno
  Lo galante y lo bizarro;
  Pero ¿qué importa si no
  Lo parece? Y no es tan malo
  No ser bueno y parecerlo,
  Como serlo y no mostrarlo.
  El honor de una mujer,
  Y más mujer sin estado,
  Al más fácil accidente
  Suele enfermar, y no hay ampo
  De nieve que más aprisa
  Aje su tez al contacto
  De cualquiera: planta no hay,
  Que padezca los desmayos
  Mas presto; que sin el cierzo,
  Basta á marchitarla el austro.
  Cuantos tus versos celebran,
  Cuantos tus donaires, cuantos
  Tu ingenio, son los primeros,
  Eugenia, que al mismo paso
  Que te lisonjean el gusto,
  Te murmuran el recato,
  Rematando en menosprecio
  Lo mismo que empieza aplauso.
  Y una mujer como tú
  No ha de exponerse á los daños
  De que parezca delito
  Nada, ni le sea notado
  Hacer profesion de risa,
  Que tan presto ha de ser llanto.
  ¿Hasta hoy en carta de dote,
  Eugenia, ha capitulado
  La gracia?

EUGENIA.

             _Quam mihi et vobis_
  _Præstare_ se te ha olvidado,
  Para acabar el sermon
  Con todos sus aparatos.
  Y para que de una vez
  Demos al tema de mano,
  Has de saber, Clara, que
  Los _non fagades_ de antaño
  Que hablaron con las doncellas
  Y las demas deste caso,
  Con las calzas atacadas
  Y los cuellos se llevaron
  A Simancas, donde yacen
  Entre mugrientos legajos.
  Don Escrúpulo de honor
  Fué un pesadísimo hidalgo,
  Cuyos privilegios ya
  Ne se lên de puro rancios.
  Yo he de vivir en la corte
  Sin melindres y sin ascos
  Del qué dirán, porque sé
  Que no dirán que hice agravio
  A mi pundonor; y así,
  Derribado al hombro el manto,
  Descollada la altivez,
  Atento el desembarazo,
  Libre la cortesanía,
  He de correr á mi salvo
  Los siempre tranquilos golfos
  De calle Mayor y Prado,
  Cosaria de cuantos puertos
  Hay desde Atocha á Palacio.
  Uso nuevo no ha de haber
  Que no le estrene mi garbo:
  ¿Amiga sin coche? Tate;
  Y ¿sin chocolate estrado?
  No en mis dias; porque sé
  Que es el consejo más sano
  El mejor amigo el coche,
  Y él el mejor agasajo.
  Las fiestas no ha de saberlas
  Mejor que yo el calendario:
  Desde el Ángel á San Blas,
  Desde el Trapillo á Santiago.
  Si picaren en el dote
  Los amantes cortesanos,
  Que enamorados de sí
  Más que de mí enamorados,
  Me festejen, has de ver
  Que al retortero los traigo,
  Haciendo gala el rendirlos,
  Y vanidad el dejarlos.
  Todo esto quiero que tengas,
  Clara, entendido; y si acaso
  Vieres en mí...

CLARA.

                  ¿Qué he de ver,
  Si áun de escucharte me espanto?


ESCENA XII.

DON ALONSO, _muy alegre_.—CLARA, EUGENIA.

D. ALON.

  ¡Eugenia! ¡Clara!

LAS DOS.

                    Señor.

D. ALON.

  Pediros albricias puedo.

LAS DOS.

  ¿De qué?

D. ALON.

           De la mejor dicha,
  Mayor bien, mayor contento
  Que sucederme pudiera,
  Despues de llegar á veros.
  Don Toribio Cuadradillos,
  Hijo mayor y heredero
  De mi hermano, mayorazgo
  Del solar de mis abuelos,
  Llegará al punto: una posta
  Que se adelantó, me ha hecho
  Relacion de que ahora queda
  Muy cerca de aquí.

EUGENIA.

                     Por cierto
  Que pensé que habia venido,
  Segun tu encarecimiento,
  Algun plenipotenciario
  Con la paz del universo.

D. ALON.

  _(Llamando.)_
  Mari-Nuño.


ESCENA XIII.

MARI-NUÑO; _despues_ BRÍGIDA Y OTÁÑEZ.—DICHOS.

MARI-NU.

             ¿Qué me mandas?

D. ALON.

  Aderécese al momento
  Aquese cuarto de abajo,
  Y esté aliñado y compuesto.—
  Tú, ¡Brígida!... _(Llamando.)_
  _(Sale Brígida.)_ Saca ropa
  De la excusada.

BRÍGIDA.

                  Ya tengo
  Un azafate, que pueden
  Beber su holanda los vientos.

_(Vanse Mari-Nuño y Brígida.)_

D. ALON.

  _(Llamando.)_
  ¡Otáñez! _(Sale Otáñez.)_

OTÁÑEZ.

           Señor...

D. ALON.

                    Buscad
  Algo de regalo presto,
  Para que coma en llegando. _(Vase Otáñez.)_
  Y á las dos, hijas, os ruego
  Le agasajeis mucho. Ved
  Que es vuestra cabeza; y creo
  Que será la más dichosa
  La que le tenga por dueño,
  Pues será escudera suya
  La otra. (_Ap._ Así inclinar pretendo
  A Eugenia.)

EUGENIA.

              Yo desa dicha
  Pocas esperanzas tengo,
  Que Clara es mayor.

CLARA.

                      ¿Qué importa,
  Si es más tu merecimiento?

EUGENIA.

  ¿Falsedad conmigo, Clara?

D. ALON.

  Ya en el portal hay estruendo.
  Oid.


ESCENA XIV.

DON TORIBIO, OTÁÑEZ.—DON ALONSO Y SUS HIJAS.

D. TORIB.

  _(Dentro.)_ ¿Vive aquí un señor tio
  Que yo en esta corte tengo,
  Con dos hijas, por más señas
  Con quien á casarme vengo,
  De dos la una, como apuesta?

OTÁÑEZ.

  _(Dentro.)_ Esta es la casa.

D. ALON.

                               Yo creo
  Que es él sin duda. Llegad
  Conmigo al recibimiento.

_(Pasan los tres desde la sala al recibimiento, que está en el fondo
del teatro.)_

D. TORIB.

  _(Dentro.)_ ¿Y está acá?

OTÁÑEZ.

  _(Dentro.)_              En casa está.

D. TORIB.

  _(Dentro.)_                            Pues
  Ten ese estribo, Lorenzo.

_(Don Alonso va á encontrarse con Don Toribio; Eugenia y Clara miran
por la puerta hácia afuera.)_

EUGENIA.

  ¡Jesus! ¡qué rara figura!

CLARA.

  Tú tienes razon por cierto.

EUGENIA.

  ¡Ay, que consintió mi hermana
  En murmuracion!

_(Vuelve Don Alonso con Don Toribio, vestido de camino ridículamente.)_

D. ALON.

                  Contento,
  Sobrino y señor, de ver
  Que haya concedido el cielo
  Esta ventura á mi casa,
  Salgo alegre á conoceros
  Por mayor pariente della.

D. TORIB.

  Pues bien poco haceis en eso;
  Que en el valle de Toranzos,
  Desde tamañito, tengo
  El ser cabeza mayor
  Adonde quiera que llego.

D. ALON.

  Llegad: ved que vuestras primas
  Desean mucho conoceros,
  Y han salido á recibiros.

D. TORIB.

  Razonables primas tengo.

CLARA.

  Vos seais muy bien venido.

D. TORIB.

  Tanto favor agradezco.

D. ALON.

  ¿Cómo venís?

D. TORIB.

               Muy cansado;
  Que traigo un macho, os prometo,
  De tan mal asiento, que
  Me ha hecho á mí de mal asiento.

_(Pasan del recibimiento á la sala.)_

D. ALON.

  Miéntras de comer os dan.
  Sentaos.

D. TORIB.

           ¿No será más bueno
  El trocarlo, y que me den
  De comer miéntras me siento?
  Pero por no ser porfiado, _(Siéntase.)_
  Que os senteis los tres os ruego;
  Que yo de cualquier manera
  Estoy bien.

CLARA.

  _(Ap.)_     ¡Lindo despejo!

EUGENIA.

  _(Ap. á Clara.)_ ¿Esta es mi cabeza?

CLARA.

                                       Sí.

EUGENIA.

  En aqueste instante creo,
  Cierto, que soy loca, pues
  Tan mala cabeza tengo.

D. TORIB.

  Finalmente, primas mias,
  Como digo de mi cuento,
  Parece que sois hermosas,
  Ahora que caigo en ello;
  Y tanto, que ya me pesa
  Que seais á la par tan bellos
  Ángeles.

LAS DOS.

           ¿Por qué?

D. TORIB.

                     Porque...
  Mas explíqueme un ejemplo
  Escriben los naturales
  Que puesto un borrico en medio
  De dos piensos de cebada,
  Se deja morir primero
  Que haga del uno eleccion,
  Por más que los mire hambriento:
  Yo así en medio de las dos,
  Que sois mis mejores piensos,
  No sabiendo á cuál llegue ántes,
  Me quedaré de hambre muerto.

D. ALON.

  ¡Oh sencillez de mi patria,
  Cuánto de hallarte me huelgo!

CLARA.

  ¡Buen concepto y cortesano!

EUGENIA.

  _(Ap.)_ De borrico es, por lo ménos.

D. TORIB.

  Mas remedio hay para todo.
  ¿No ha de traerse, á lo que entiendo,
  Tio, una dispensacion,
  Por razon del parentesco,
  Para la una?

D. ALON.

               Claro está.

D. TORIB.

  Pues traigan dos, que yo quiero
  Dar el dinero doblado;
  Y desa suerte, en teniendo
  Para cada una la suya,
  Casaré con ambas. Pero
  ¡Ah sí! que se me olvidaba.
  ¿Cómo estais, saber deseo,
  Vos y mis señoras primas?

D. ALON.

  Muy alegre y muy contento
  De ver mi casa y mis hijas,
  Y á vos, para que seais dueño
  Del fruto de mis trabajos.

D. TORIB.

  Eso y mucho más merezco.
  Si vierais mi ejecutoria,
  Primas mias, os prometo
  Que se os quitaran mil canas.
  ¡Vestida de terciopelo
  Carmesí, y allí pintados
  Mis padres y mis abuelos,
  Como unos santicos de Horas!...
  En las alforjas la tengo.
  Esperad, iré por ella,
  Para que veais que no os miento.


ESCENA XV.

MARI-NUÑO.—DICHOS.

MARI-NU.

  La comida está en la mesa.

_(Espántase Don Toribio de ver á Mari-Nuño.)_

D. TORIB.

  ¡Ay, señor tio! ¿qué es esto?
  ¿Trajisteis este animal
  De las Indias? que no creo
  Que es hombre ni mujer, y habla.

D. ALON.

  Es dueña.

D. TORIB.

            ¿Y es mansa?

MARI-NU.

  _(Ap. á Eugenia.)_     Ingenio
  Cerril tiene el primo.

EUGENIA.

                         No es,
  Sino tonto por extremo.

D. ALON.

  Cómo queda vuestro padre
  Y su casa, saber quiero.

D. TORIB.

  No me haga mal hijodalgo
  De comedias, si me acuerdo.

MARI-NU.

  La mesa está puesta.

D. TORIB.

                       ¿Y dónde
  Teneis la mesa?

MARI-NU.

                  Allá dentro.

D. TORIB.

  No sé si lo crea.

MARI-NU.

                    ¿Por qué?

D. TORIB.

  Porque la instruccion que tengo
  Es, que no me crea de dueñas.
  Pero yo lo veré presto.
  Perdonadme, que no soy
  Amigo de cumplimientos. _(Vase.)_


ESCENA XVI.

DON ALONSO, CLARA, EUGENIA, MARI-NUÑO.

CLARA.

  _(Ap.)_ ¡Lindo primo, por mi vida!

MARI-NU.

  _(Ap.)_ Él no es galan; pero es puerco.

EUGENIA.

  _(Ap.)_ Las guardas de peste ¿cómo
  Entrar le dejaron dentro?

D. ALON.

  ¿De qué estais tristes las dos?

LAS DOS.

  Yo de nada.

D. ALON.

              Ya os entiendo.
  ¡Os habrá el estilo y traje
  Desagradado! Pues esto
  Es lo más y lo mejor
  Que tiene: vereis cuán presto
  Le mejoran corte y trato.
  Los más vienen así, y luégo
  Son los más agudos. Mas
  Explicaros cuán contento
  Y alegre estoy, no es posible,
  De ver que vuelva á mis nietos
  La casa de mis mayores.
  Don Toribio ¡vive el cielo!
  Se ha de casar con la una,
  Sin pensar la otra por eso
  Que no ha de casar con otro
  Como él; porque no quiero
  Que lo que á mí me ha costado
  Tanta fatiga y anhelos,
  Me malbarate un mocito
  Que gaste en medias de pelo
  Más que vale un mayorazgo.
  Si viera por un sombrero
  De castor dar veinte ó treinta
  Reales de á ocho yo á mi yerno
  Sacados de mi sudor,
  Perdiera mi entendimiento;
  Y así no hay que hablar, sino
  Persuadiros desde luego
  Que este y otro como este
  Han de ser esposos vuestros. _(Vase.)_

CLARA.

  Primero pierda la vida.

EUGENIA.

  La vida no; mas primero
  Me quedaré sin casar,
  Que es más encarecimiento.



JORNADA SEGUNDA.


_Sala en casa de Don Félix._


ESCENA PRIMERA.

DON FÉLIX, DON JUAN, HERNANDO.

D. FÉLIX.

  ¿Cómo habeis, Don Juan, pasado
  La noche?

D. JUAN.

            ¿Cómo pudiera,
  Don Félix, en vuestra casa,
  Sino muy bien, puesto que ella
  De mi tristeza no tiene
  La culpa?

D. FÉLIX.

            Pues ¿qué tristeza
  Es la que ahora os aflige?

D. JUAN.

  No sé cómo os la encarezca.
  Desde el instante que ví
  Esa divina belleza
  Que áun en mi memoria vive
  A pesar de tanta ausencia,
  Todas aquellas cenizas,
  Que entre olvidadas pavesas
  Aun no juzgué que eran humo.
  Llama han sido: de manera
  Que conocí que han estado
  En ocioso fuego envueltas,
  Tibias, pero no apagadas;
  Calladas, pero no muertas.
  No volví á verla ayer tarde,
  Porque no volvió á la reja;
  Y así, hoy con la esperanza
  De que siendo hoy dia de fiesta
  No dejará de salir,
  He madrugado por verla.
  A la puerta de la calle
  Voy á esperar que amanezca
  Segundo sol para mí.
  Vos haced, por vida vuestra,
  Puesto que no importa el caso,
  Que nada Don Pedro entienda. _(Vase.)_

D. FÉLIX.

  ¿Habrá hombre tan necio como
  El que hallar memorias piensa
  En una mujer, al cabo
  De tantos años de ausencia?

HERNAN.

  Déjale que con su engaño
  Viva.

D. FÉLIX.

        Un cortesano, que era,
  Decia, el engaño la cosa
  Que más y que ménos cuesta.
  Veamos estotro doliente
  En qué estado está, ya que esta
  Casa, de locos de amor
  Se ha vuelto convalecencia.


ESCENA II.

DON PEDRO.—DON FÉLIX, HERNANDO.

D. FÉLIX.

  ¿Qué hay, Don Pedro? Buenos dias.

D. PED.

  Fuerza será que lo sean,
  Recibiéndolos de vos
  Y en vuestra casa, por vuestra,
  Y por la dicha de estar
  Mis esperanzas tan cerca.
  No crêreis cuánto gozoso
  Y ufano estoy de que sea
  Vuestra vecina esta dama;
  Pues con eso, cosa es cierta
  Que para verla, Don Félix,
  Dos mil ocasiones tenga;
  Y por no perder ninguna
  Voy á esperarla á la puerta,
  Pues sin duda que hoy á misa
  Habrá de salir por fuerza.

D. FÉLIX.

  En ella Don Juan aguarda.

D. PED.

  Así se hará la deshecha
  Mejor, paseándonos todos.
  Vos, aunque llevaros quiera
  A otra parte, no vais; pero
  De suerte que nada entienda. _(Vanse.)_

       *       *       *       *       *


_Calle._


ESCENA III.

DON FÉLIX Y DON PEDRO, _encontrándose con_ DON JUAN.

D. FÉLIX.

  ¿Qué haceis, Don Juan?

D. JUAN.

                         Esperaros
  Para saber á qué iglesia
  Quereis que vamos á misa.
  (_Ap. á él._ De aquí no hagamos ausencia.)

D. PED.

  Lo mismo le decia yo.
  Vamos adonde os parezca.—
  No os vais, Don Félix, de aquí. _(Ap. á él.)_

D. FÉLIX.

  (_Ap._ Desta suerte fácil fuera
  Servir un hombre á dos amos,
  Mandando una cosa mesma.)
  Vuesarcedes, caballeros
  Muy enamorados, ¿piensan
  Que no hay más que irse y llevarme
  Cada cual á su querencia?
  Pues no ¡vive Dios! que hoy
  Se han de estar donde yo quiera;
  Que quiero yo enamorar
  Tambien un dia en conversa.
  Y así, hasta que mis vecinas
  Salgan y vamos tras ellas,
  Para ver la que me toca
  Festejar (pues cosa es cierta
  Que yo la que quiero más,
  Es la que tengo más cerca),
  No se ha de ir de aquí ninguno.

D. PED.

  Por mí sea norabuena.

D. JUAN.

  Por mí tambien.

D. PED.

  _(Ap. á Don Félix.)_ ¡Lindamente
  Habeis hecho la deshecha
  Con Don Juan!

D. JUAN.

  _(Ap. á Don Félix.)_ ¡Bien con Don Pedro
  Desmentido habeis mis penas!

D. FÉLIX.

  _(Ap.)_ Más lo hago por saber
  Si es que es la dama una mesma.
  Y si es la que de las dos...
  Mas no prosiga mi lengua;
  Que es tarde para que á mí
  Beldad alguna me venza.

D. JUAN.

  Pues ya que quereis, Don Félix,
  Que os asistamos, no sea
  Tan de balde, que no os cueste
  El pagarnos una deuda
  Que nos debeis.

D. PED.

                  Es verdad,
  Y es famosa ocasion esta,
  Pues sólo para hacer hora
  Son las relaciones buenas.

D. FÉLIX.

  Yo me huelgo, pues así
  Hablaré un rato siquiera,
  Sin que á la mano me vayan
  Con amor, celos y ausencia.
  —Con el general contento,
  Madrid, digno á su fineza,
  A su lealtad y su amor,
  Oyó las felices nuevas
  De las bodas de su rey;
  Y más cuando supo que era
  La divina Marïana...

D. JUAN.

  Tened, que dejar es fuerza
  Otra vez la relacion
  Para otra ocasion suspensa.

D. FÉLIX.

  ¿Por qué?

D. JUAN.

            Porque sale gente.

D. FÉLIX.

  ¿Cuánto va que se me queda
  La relacion en el cuerpo,
  Y vienen otros á hacerla?

D. PED.

  Un criado es el que sale,
  Que á su amo sin duda espera.

D. JUAN.

  Bien podeis ya proseguir.

D. FÉLIX.

  Digo que en gozosa muestra
  Del alegría de todos...
  —Pues todos juntos quisieran
  Significar los afectos
  En regocijos y fiestas;
  Y aunque, como vos dijisteis,
  Caminan con su pereza
  Las dichas, y no es el gusto
  Correo á toda diligencia;
  Con todo eso...—llegó el dia
  De saberse que en Vïena
  El Rey desposado estaba,
  Remitiéndole que ejerza
  Sus poderes Ferdinando,
  Rey de Hungría y de Bohemia:
  Ferdinando, ínclito jóven,
  En quien la sacra diadema
  De rey de romanos, presto
  Hará la eleccion herencia.
  El pues, no del poder sólo
  Usó, mas de la fineza:
  Con que sirviendo á su hermana,
  Hizo de la corte ausencia.
  Dejemos en el camino
  Las dos majestades (que esta
  No es la accion que á mi me toca,
  Ya que vos con la agudeza
  De vuestro ingenio dijisteis
  El aparato y grandeza),
  Y vamos á que Madrid,
  Desvelada, fiel y atenta
  Al servicio de sus reyes,
  Que es de lo que más se precia,
  En tanto que prevenia
  La usada lid de sus fiestas,
  Convidó lo más ilustre
  De la española nobleza,
  Para una máscara; haciendo
  (Fuese acaso ó diligencia)
  A propósito de bodas
  Ceremoniosa la fiesta;
  Porque si á la antigüedad
  Revolveis humanas letras,
  Hallaréis cómo en las nupcias
  Aun ménos ilustres que estas,
  Con antorchas en las manos
  Corrian tropas diversas
  A quien llamaban preludios,
  Invocando la suprema
  Deidad del sacro Himeneo,
  A cuyas aras las teas
  Sacrificaban, cantando
  Epitalamios, en prendas
  De que á aquellos casamientos
  Favorable á asistir venga.
  Y así de la antigüedad
  Tomando Madrid aquella
  Parte festiva, y dejando
  La gentílica depuesta,
  Usó el regocijo sólo,
  Mejorando ilustre y cuerda
  El rito, pues que fué dando
  Al cielo gracias inmensas
  De sus dichas, cuyas voces
  Váriamente lisonjeras,
  Fueron el epitalamio
  Que España cantó contenta,
  En música, que es confusa,
  Más dulce, si no más diestra.
  En toda mi vida ví
  Tan hermosa tropa bella,
  Como la máscara junta,
  Cuando al compas de trompetas,
  Clarines y chirimías
  Empezaron á moverla
  Los dos polos que de España
  Y de Alemania sustentan
  La política, bien como
  Dando generosas muestras
  De que Alemania y España
  Por todo el tiempo interesan,
  Una en que tal prenda da,
  Y otra en que admite tal prenda.
  Bien quisiera yo pintarlos;
  Pero aunque más lo pretenda,
  No es posible, si no es
  Que la retórica quiera
  En sus figuras prestarme
  El uso de sus licencias,
  Cometiendo una que llaman
  Tropo de prosopopeya,
  Que es cuando lo no posible
  Bajo objeto de la idea,
  O callando se imagina,
  O hablando se representa.
  Porque si no es que finjais
  Allá en la fantasía vuestra
  Bajar de púrpura un monte,
  Arder de plata una selva,
  Y de selva y monte luégo
  Formais un monstruo, que á fuerza
  De nuevo metamorfósis
  Todo en fuego se convierta,
  No podreis imaginar
  Cómo aquel peñasco era
  De luz y nácar y plata,
  En cuya abrasada selva
  Fueron las plumas las flores,
  Y las hachas las estrellas.
  Tan iguales todos juntos
  Y cada uno, que no hubiera
  Pareja que poder darles,
  Si ellos mismos no se hubieran
  Antes convenido á ser
  Ellos mismos sus parejas.
  Cuando del un puesto al otro
  Corrian las tropas, eran
  Disueltas exhalaciones
  Y dilatados cometas.
  Tan hermosa fué la noche,
  Que el dia entre pardas nieblas
  Sucedió por muchos dias
  La faz de nubes cubierta,
  Llorando lo que llovía,
  O de envidia ó de vergüenza.
  Hasta que desempeñada
  Vió su luz con la belleza
  Del dia, que vió la plaza
  Para los toros dispuesta.
  Porque aunque su hermoso circo
  Siempre ha sido heroica afrenta
  De cuantos anfiteatros
  Roma en ruina nos acuerda,
  Nunca con más causa, pues
  Nunca se vió su grandeza,
  A fuer de dama, ni más
  Despejada ni más bella
  Ser, que cuando vió que á tropas
  Ocupaban la palestra
  De los lucidos criados
  Las adornadas catervas,
  Que como á triunfo trajeron
  Los grandes héroes, que en ella
  La suerte han hecho precisa;
  Porque ya el acaso deja
  De ser acaso, pues ya
  No viene á ser sino fuerza
  El que ha sacado al acierto
  Del nombre de contingencia.
  A ninguno he de nombraros,
  Y es justo; que no quisiera
  Que habiendo ya tantas plumas
  Pintado á sus excelencias,
  Los desluciesen ahora
  Cortedades de mi lengua.
  Solo os diré que no hubo
  Bruto que armada la testa,
  La piel manchada, arrugado
  El ceño, hendida la huella,
  Dilatado el cuello, el pecho
  Corto, la cerviz inhiesta,
  De una vez escriba osados
  Caracteres en la arena,
  Como quien dice: «Esta es
  O vuestra huesa ó mi huesa,»
  Que no fuese triunfo fácil
  Del primor y la destreza,
  Del que más hidalgo bruto
  Soberbio con la obediencia,
  Dócil con la lozanía,
  Sus amenazas desprecia
  Al tacto del acicate,
  O al aviso de la rienda;
  Pues ya el asta y ya la espada,
  En ambas acciones diestra,
  Airosamente mezclaban
  La hermosura y la fiereza.
  Feliz acabó la tarde,
  Quedando Madrid contenta
  Con ella y con la esperanza
  De que su deidad se acerca;
  Y así, sólo en prevenciones
  Desde entónces se desvela,
  Porque siendo, como es,
  La corte el centro y la esfera
  Que ha de merecer lograrla
  Más suya, desaire fuera,
  Habiendo de paso tantas
  Ciudades héchola fiestas,
  Exceder ella en las dichas,
  Y las otras en finezas:
  Y más estando á su aplauso
  Las naciones extranjeras,
  O de envidiosas pendientes,
  O de curiosas atentas.
  Y así, la prolijidad
  De las horas de la ausencia
  Gastó sólo en disponer
  Aparatos que ahora es fuerza
  Que yo remita á mejor
  Pluma que nos los refiera.
  Diciendo ahora solamente
  Que la señora condesa
  De Medellin, de Cardona
  Ilustre familia excelsa,
  A Denia fué á recibirla
  Como mayor camarera,
  Adonde esperó hasta el dia
  De la deseada nueva
  De que ya su Majestad
  (Que Dios guarde) estaba en Denia.
  Aquí el señor Almirante
  A darla la enhorabuena
  De parte del Rey salió;
  Y aunque salió á la ligera
  Fué con aquel lucimiento
  Digno á ser quien es; que fuera
  En su excelencia muy tibia
  La disculpa de la priesa.
  De deudos, criados y amigos
  Fué el séquito de manera,
  Que á no hacer particular
  Eleccion, pienso que fuera
  Dejar sin gente á Castilla;
  Que de un almirante della,
  ¿Quien de ser deudo, ó amigo,
  O criado se reserva?
  ¡Oh felice casa, adonde
  Entre todas tus grandezas,
  El afecto es patrimonio,
  Y lo bien visto es herencia!
  En este intermedio pues
  Hizo Madrid diligencias
  Más afectivas en órden
  A que todo se prevenga
  Con majestad y aparato,
  Para la entrada á la Reina,
  Asistida dignamente
  Del que tio la festeja,
  Del que esposo la merece,
  Del que amante la celebra,
  Poniendo á sus piés dos mundos;
  Pues como cuarto planeta,
  Cuanto ilumina, la postra,
  Cuanto dora, la sujeta,
  Coronándola tres veces,
  Esposa, sobrina y reina.
  Con que hasta el felice dia
  Que nuestros ojos la vean
  Entrar triunfante en su corte,
  Mi relacion se suspenda,
  Divertida en la esperanza
  De que generosa venga
  A ser fin de nuestras ánsias,
  Término de nuestras penas,
  Logro de nuestros deseos,
  Y á par de las dichas nuestras,
  Con felice sucesion
  Nos viva edades eternas.

D. JUAN.

  La relacion con el tiempo
  Se ha medido de manera,
  Que acabarla y salir gente,
  Ha sido una cosa mesma.

D. PED.

  Sí, mas no la que esperamos.

D. FÉLIX.

  No, porque es el padre dellas.

D. JUAN.

  No le conocí hasta ahora,
  (_Ap._ Que en mi tiempo estaba fuera.)

D. PED.

  Nunca hasta ahora le ví,
  (_Ap._ Que yo siempre amé en su ausencia.)

D. JUAN.

  ¿Quién es el que con él viene?

HERNAN.

  Yo podré dar esa cuenta.
  Es un sobrino asturiano,
  Con quien el padre desea
  Casar una de las dos.

D. JUAN.

  _(Ap.)_ Quiera el cielo que no sea
  La novia la que yo adoro.

D. PED.

  _(Ap.)_ Plegue á Dios que no sea Eugenia.


ESCENA IV.

DON ALONSO; DON TORIBIO, _vestido de negro, ridículo_.—DON FÉLIX, DON
JUAN, DON PEDRO, HERNANDO.

D. FÉLIX.

  Pasêmonos.

D. TORIB.

             Como digo,
  ¿Qué hacen, tio, á nuestra puerta
  Estos mocitos?

D. ALON.

                 ¿No están
  En la calle? ¿Qué os altera?

D. TORIB.

  ¡En la calle de mis primas,
  Sin más ni más, se pasean!

D. ALON.

  Pues ¿por qué no?

D. TORIB.

                    Porque no
  Me ha de haber paseante en ella
  Ni piante, ni mamante;
  Y más estos de melena,
  Que Filenos de golilla
  De candil, y bigotera,
  Andan cerrados de sienes
  Y trasparentes de piernas.

D. ALON.

  ¿Qué habemos de hacer, si son
  Vecinos?

D. TORIB.

           Que no lo sean.

D. ALON.

  ¿Cómo, si tienen aquí
  Sus casas?

D. TORIB.

             Que no las tengan.

D. FÉLIX.

  Fuerza es hablarle. Yo llego,
  Pues buena ocasion es esta.
  Dadme, señor Don Alonso,
  Aunque de paso, licencia
  Para besaros la mano
  Y daros la enhorabuena
  De haber al barrio venido;
  Que aunque excusarlo debiera
  Hasta estar en vuestra casa
  Y visitaros en ella,
  El alborozo de ver
  Que tan buen vecino tenga,
  Dilatar no me permite
  Que á su servicio me ofrezca.

D. PED.

  Todos lo mismo decimos.

D. TORIB.

  _(Ap.)_ ¡Qué ceremonia tan necia!

D. ALON.

  Guárdeos Dios por la merced
  Que me haceis; que si supiera
  La dicha de mereceros
  Tantos favores, hubiera
  Cumplido mi obligacion,
  Visitándôs en la vuestra.
  Conoced á mi sobrino,
  Que quiero que desde hoy sea
  Vuestro servidor.

D. TORIB.

  _(Ap. á Don Alonso.)_ ¿Yo habia
  De ser alhaja tan puerca?

D. ALON.

  Esta es accion cortesana.

D. TORIB.

  Más me huele á corte-enferma.

D. ALON.

  Llegad, Don Toribio: ved
  Que estos señores esperan
  Conoceros. _(Llega Don Toribio.)_

D. JUAN.

             En nosotros
  Tendreis á vuestra obediencia
  Hoy amigos y criados.

D. TORIB.

  Guárdeos Dios por la fineza.

D. FÉLIX.

  ¿Venís con salud?

D. TORIB.

                    Al cielo
  Gracias, ni mala ni buena,
  Sino así así, entreverada,
  Como lonja de la pierna.

D. ALON.

  Más despacio besaré
  Vuestras manos: dad licencia...

D. FÉLIX.

  Vos la teneis.

D. ALON.

                 Don Toribio,
  Venid.

D. TORIB.

  _(Ap. á Don Alonso.)_
         ¿Aquí te los dejas?

D. ALON.

  ¿Qué he de hacer?

D. TORIB.

                    Yo lo sé.

D. ALON.

                              ¿A dónde
  Vas?

D. TORIB.

       A dar á casa vuelta.

D. ALON.

  ¿A qué?

D. TORIB.

          A decir á mis primas
  Que en todo hoy no salgan fuera.

D. ALON.

  ¿Han de quedarse sin misa?

D. TORIB.

  ¿Qué dificultad es esa?
  Mi ejecutoria les basta
  Para ser cristianas viejas.

D. ALON.

  ¡Jesus, y qué disparate!
  Venid, venid: no lo entiendan
  Esos hidalgos.

D. TORIB.

                 Par Dios,
  Que si por mi voto fuera,
  No habian de salir de casa,
  Quisieran ó no quisieran.

_(Vanse Don Alonso y Don Toribio.)_

D. FÉLIX.

  No sé cómo fué posible...

D. JUAN.

  ¿Qué?

D. FÉLIX.

         Que la risa detenga,
  Viendo al primo.

D. PED.

                   ¡Qué figura
  Tan rara!

D. JUAN.

            Extraña presencia
  De novio.


ESCENA V.

CLARA Y EUGENIA, _con mantos_; OTÁÑEZ _delante, y_ BRÍGIDA Y MARI-NUÑO,
_detras_.—DON FÉLIX, DON JUAN, DON PEDRO, HERNANDO.

HERNAN.

            Ya las dos salen.

D. FÉLIX.

  Desde aquí podremos verlas,
  Como acaso.

CLARA.

              Échate el manto,
  Que hay gente en la calle, Eugenia.

EUGENIA.

  ¿Qué he hecho yo para no andar
  Con la cara descubierta?

OTÁÑEZ.

  ¡Tomad! ¡Luego la faltara
  A la hermanica respuesta!

MARI-NU.

  Callad, que no os toca á vos
  Hablar en estas materias.

BRÍGIDA.

  Ni á vos en estas ni esotras,
  Y hablais en esotras y estas.

D. FÉLIX.

  Pasemos ahora al descuido.

D. JUAN.

  _(Ap.)_ ¡Oh, permita amor que en ella
  Al verme, estén sus memorias,
  Ya que no vivas, no muertas!

D. PED.

  _(Ap.)_ ¡Oh, plegue á Dios que se obligue
  De ver que he venido á verla!

CLARA.

  Advierte que llega gente.

EUGENIA.

  Y bien, la gente que llega,
  ¿Qué se lleva por llevarse
  Hácia allá esta reverencia?

_(Saluda Eugenia. Trae un lienzo en la mano.)_

  (_Ap._ Mas ¡cielos! ¿Qué es lo que miro?
  Don Juan es. Ya de su ausencia
  Debió de cesar la causa;
  Y no es mi duda sola esta,
  Sino estar con él Don Pedro.
  Aquesta es la vez primera
  Que ha sido por ignorancia
  Amiga la competencia.)

D. FÉLIX.

  _(Ap. á él.)_ ¿Cuál es de las dos, Don Juan,
  La que tanto amor os cuesta?

D. JUAN.

  (_Ap. á Don Félix._ La del pañuelo en la mano.
  No volvais tan presto á verla:
  No advierta que de ella hablamos.
  Y porque tampoco advierta
  Don Pedro mi turbacion...)—
  Voy á esperar á la iglesia. _(Alto.)_
  (_Ap. á Don Félix._
  Quedáos vos con él.)

D. FÉLIX.

                       Sí haré.—_(Vase Don Juan.)_
  Don Pedro, ¿cuál es de aquellas?

D. PED.

  La que, en la mano un pañuelo,
  Descubierta va, es Eugenia.
  No volvais tan presto: no
  Conozca que hablamos della.
  Quedáos, que porque no dé
  Mi amor á Don Juan sospecha,
  Tras él voy. _(Vase.)_

D. FÉLIX.

  _(Ap.)_      Ya sé, á lo ménos,
  Que la dama es una mesma.

CLARA.

  Sin pañuelo me he venido,
  El tuyo, hermana, me presta;
  Que ir tapada me congoja. _(Destápase.)_

EUGENIA.

  A mí el venir descubierta,
  Pues por si fué encuentro acaso,
  Que me hayan visto me pesa.

_(Tápase y da el pañuelo á Clara.)_


D. FÉLIX.

  _(Ap.)_ Ya puedo ver, pues que tengo
  Nombre, seña y contraseña,
  Cuál es la dama que adoran.

CLARA.

  No á mirar el rostro vuelvas.

EUGENIA.

  ¡Jesus, y qué condicion!
  Lástima es que no seas suegra,
  Segun te pudres de todo.

_(Vanse las damas, Otáñez, Brígida y Mari-Nuño.)_


ESCENA VI.

DON FÉLIX, HERNANDO.

D. FÉLIX.

  ¡Oh cuánto he sentido verla!
  Que aunque estoy con el cuidado
  De que aquesta competencia,
  El dia que se declare,
  Ha de parar en pendencia;
  Siendo la dama una misma,
  Ya para mí se acrecienta
  Ver que de las dos ha sido,
  Aunque entrambas son tan bellas,
  La que me lo pareció
  Más, cuando la vez primera
  Ví á las dos en la ventana.
  Pero esto ahora no es de esencia,
  Que yo acabaré conmigo
  Que mi honor á mi amor venza,
  Sino acudir á estorbar
  Que á desengañarse vengan,
  En tanto que yo á la mira
  Discurro de qué manera
  Entre dos amigos que hacen
  De mí confianza, deba
  Prevenir el lance, haciendo
  A su estorbo diligencia. _(Vase.)_


ESCENA VII.

DON TORIBIO Y DON ALONSO.

D. ALON.

  ¿A qué volveis aquí?

D. TORIB.

                       ¿A qué
  He de volver ¡pese á mí!
  Sino á escombrarlos, si aquí
  Están los que aquí dejé?

D. ALON.

  Pues ¿qué os va en eso?

D. TORIB.

                          ¿Qué más
  Quereis que á un hidalgo vaya,
  Que ver que holgazanes haya
  Adonde hay primas?

D. ALON.

                     Jamás
  Tan necia locura ví.
  En Madrid ¿quién reparó
  Si hay gente en la calle?

D. TORIB.

                            Yo.

D. ALON.

  Y vos ¿por qué?

D. TORIB.

                  Porque sí.

D. ALON.

  Aun bien que se han ausentado,
  Y ya nadie aquí se ve.

D. TORIB.

  Acertáronlo, porqué
  Venía determinado.

D. ALON.

  Pues ¿qué era vuestra intencion?

D. TORIB.

  Sólo ver si la anchicorta,
  Como en caperuzas, corta
  En sombreros de castron.

D. ALON.

  Vos ¿qué teneis que temer
  Para llegar á ese extremo?

D. TORIB.

  Mucho tengo y nada temo;
  Que desde que llegué á ver
  De mis primas los dos cielos,
  Si verdad digo, señor,
  Tengo á Eugenia tanto amor,
  Que áun los hombres me dan celos.

D. ALON.

  Aunque esas cosas me dan
  Enfados, he agradecido
  Que os entreis á ser marido
  Por las puertas de galan.
  Pero ha de ser con cordura;
  Que celos no ha de tener
  Un hombre de su mujer.

D. TORIB.

  Pues ¿de cuál? ¿de la del cura?

D. ALON.

  Dejad delirios, por Dios,
  Y baste saber de mí,
  Si es Eugenia la que aquí
  Os agrada de las dos,
  Que Eugenia vuestra será...
  (_Ap._ Que es lo que yo deseaba.)

D. TORIB.

  Con eso el rencor se acaba,
  Que el verlos aquí me da
  A nuestra calle volver
  En tanta conversacion.

D. ALON.

  Pues yo la dispensacion
  Haré al instante traer.
  Venid ahora, que quiero
  Ganar las albricias yo
  De ser la que prefirió
  Vuestro amor.

D. TORIB.

                Oid primero.
  La dispensacion, señor,
  ¿De Roma no ha de venir?

D. ALON.

  Por ella á Roma se ha de ir.

D. TORIB.

  Pues siendo así, ¿no es mejor
  Abreviarlo de otro modo?

D. ALON.

  ¿Qué modo?

D. TORIB.

             Uno que yo sé.

D. ALON.

  ¿Qué es?

D. TORIB.

           Desposarnos, y que
  Vamos á Roma por todo. _(Vanse.)_


ESCENA VIII.

DON FÉLIX, DON JUAN.

D. FÉLIX.

  Yo estimo la confianza.

D. JUAN.

  Pues habiendo reparado
  Que al verme el color mudado,
  Hizo su rostro mudanza,
  Que no la hizo, sospecho,
  Su amor, y que está constante,
  Porque es el rostro volante
  Del reloj que anda en el pecho.
  Y así, pues que sólo ha sido
  Mi dicha el haber llegado
  Donde de vos amparado
  Sea amor tan bien nacido;
  Lo que habeis de hacer por mí
  (Puesto que entablada ya
  La amistad del padre está),
  Es proseguir desde aquí
  De suerte, que con entrar
  Vos en su casa, me dé
  Ocasion amor en que
  Pueda escribir, ver y hablar.

D. FÉLIX.

  _(Ap.)_ ¡En buen empeño de amor
  Estoy! pues en lance igual,
  Si á un amigo soy leal,
  Soy á otro amigo traidor.

D. JUAN.

  ¿No me respondeis?

D. FÉLIX.

                     No sé
  Qué os diga, Don Juan, pues no
  Soy hombre tan bajo yo,
  Que ocasion procuraré
  Con nadie para engañarle.

D. JUAN.

  ¿Cuál es amigo mayor?


ESCENA IX.

DON PEDRO.—DON FÉLIX, DON JUAN.

D. PED.

  Don Félix, si de mi amor...

D. FÉLIX.

  (_Ap._ Que prosiga he de estorbarle.)
  A buen tiempo habeis venido,
  Y luégo proseguireis
  Lo que decirme quereis;
  Que quiero que prevenido
  De una porfía en que estamos,
  Seais juez. (_Ap._ Así, vive Dios,
  Tengo de hablar con los dos.)

D. PED.

  El argumento esperamos.

D. FÉLIX.

  Si un grande amigo os pidiera
  Que trabaseis amistad
  Con hombre de calidad,
  Para que fuese tercera
  En su casa de su amor,
  ¿Hiciéraislo vos?

D. PED.

                    Yo sí.

D. FÉLIX.

  Yo no.

D. PED.

         ¿Por qué?

D. FÉLIX.

                   Porque en mí
  Fuera escrúpulo traidor;
  Pues el dia que llegara
  De traicion á otro que fuera
  Mi amigo, preciso era
  Lo lograra ó no lograra.
  Si no lo lograra, ¿en qué
  A mi amigo le servía?
  Y si lo lograra, hacía
  Una gran ruindad, porqué
  El que engañado de mí,
  Se daba ya por mi amigo,
  Ya lo era, y yo su enemigo:
  Es cierto; pues siendo así,
  ¿Cómo es posible que yo
  Sea enemigo del que ya
  Por mi amigo se me da?
  Luego si en no serlo no
  Es nada lo que consigo,
  Y en serlo consigo ser
  Su amigo, ¿cómo he de hacer
  Yo traicion al que es mi amigo?

D. PED.

  Siendo esa vuestra opinion,
  Ya no tengo que os decir. _(Vase.)_

D. JUAN.

  Yo tampoco, y habré de ir
  A buscar otra ocasion. _(Vase.)_


ESCENA X.

DON FÉLIX.

D. FÉLIX.

  ¿Habrá desdicha mayor?
  ¿Que no me baste el no amar,
  Para saberme librar
  De impertinencias de amor?
  ¿Qué haré entre uno y otro amigo,
  Que cada uno en su esperanza
  Hace de mí confianza?
  Pues nada enmendar consigo,
  Viendo tan cerca á los dos
  De la dama, ¿qué podré
  De mi parte hacer? No sé
  Que haya medio, vive Dios,
  Si ya no es que á ver alcance
  Que las damas solas son
  Las que en cualquier ocasion
  Hacen bueno ó malo el lance.
  Mas ¿cómo podré atrevido
  Hablar en materia tal
  A una mujer principal,
  Ni darme por entendido?
  Cara á cara he de saber
  Si á los dos quiso ó no quiso;
  Pero hasta dar el aviso,
  Un papel lo podrá hacer;
  Que á su opinion no se atreve
  Quien por salvar su opinion,
  La advierte de una ocasion.
  Ahora falta quien le lleve...
  Pero ¿ha de faltarme modo,
  Sin que lo llegue á fiar
  De otro, de poderle dar?
  Ahora bien, salir á todo
  Me toca, haciendo testigos
  Los cielos, que aventurar
  Yo un empeño, es por sacar
  De otro empeño á dos amigos. _(Vase.)_

       *       *       *       *       *


_Sala en casa de Don Alonso._


ESCENA XI.

EUGENIA, CLARA, BRÍGIDA, MARI-NUÑO.

CLARA.

  Ten, Mari-Nuño, este manto.
  ¡Oh quién en casa tuviera
  Capellan, para no ir fuera,
  Y más á concurso tanto!

EUGENIA.

  Mucho me holgara venir
  Ahora de buen humor,
  Para poder con mejor
  Título que tú, decir:
  ¡Quién la parroquia tuviera
  Diez leguas, para tener
  Más que andar y más que ver!

MARI-NU.

  Aténgome á la primera.

BRÍGIDA.

  Yo á la segunda.

MARI-NU.

                   ¿Por qué?

BRÍGIDA.

  Porque no he visto en mi vida
  Escrupulosa aturdida,
  Que al primer lance no dé
  De ojos. _(Vanse Mari-Nuño y Brígida.)_


ESCENA XII.

DON ALONSO; DON TORIBIO, _que se queda á la puerta_.—CLARA, EUGENIA.

D. ALON.

           En tu cuarto espera,
  Que yo la llegaré á hablar.

D. TORIB.

  Sí haré. (_Ap._ Desde aquí escuchar
  Lo que responde quisiera.) _(Quédase al paño.)_

D. ALON.

  (_Ap._ Saber que á Eugenia eligió
  Ha sido ventura extraña:
  Llévesela á la montaña,
  Porque lo ménos que yo
  En la corte he menester,
  Es una hija discreta,
  Retórica ni poeta,
  Y no de mal parecer.)
  Eugenia, yo vengo á hablarte;
  No tienes, Clara, que irte;
  Que albricias he de pedirte _(A Eugenia.)_
  Del pésame que he de darte. _(A Clara.)_

EUGENIA.

  ¿Albricias á mí, señor?

CLARA.

  ¿Pésame, señor, á mí?

D. ALON.

  Pésame y albricias, sí.

LAS DOS.

  ¿De qué?

D. ALON.

           Efectos son de amor.
  Don Toribio, enamorado,
  Me ha dicho cuánto desea
  Que Eugenia su mujer sea;—
  Y aunque ponerte en estado
  A tí, por ser la mayor, _(A Clara.)_
  Primera obligacion era,
  Él elige de manera,
  Que del gozo y del dolor,
  Pésame tuyo á ser pasa.—
  Hoy tu parabien, por ver _(A Eugenia.)_
  Que pierdes, y ganas, ser _(A las dos.)_
  La cabeza de tu casa.

CLARA.

  Aunque pérdida es penosa,
  Yo estimo que el bien posea
  Eugenia, para que sea
  Mi hermana la venturosa,
  Feriando el pesar á precio
  Del parabien que la doy.
  Gócesle mil años. (_Ap._ Hoy
  Sólo hizo gusto el desprecio.) _(Vase.)_


ESCENA XIII.

DON ALONSO, EUGENIA; DON TORIBIO, _oculto_.

D. TORIB.

  _(Ap. al paño.)_ ¡Qué triste va de perderme
  La escudera de su hermana!
  Veamos ella qué ufana
  Responde de merecerme.

EUGENIA.

  _(Ap.)_ Esto solo me faltaba
  Que añadir (confusa estoy)
  A las novedades de hoy.

D. ALON.

  ¿Qué me respondes? Acaba
  De dudar.

EUGENIA.

            Que agradecida
  Una y mil veces, señor,
  Rindo por tanto favor
  A tu obediencia mi vida.
  Que aunque no me toca á mí
  Elegir, pues no he de hacer
  Nunca más que obedecer,
  Haré mal, si viendo en tí
  Gusto, en mi primo amor fiel,
  No respondo agradecida...
  (_Ap._ ¡Mal haya mi alma y mi vida,
  Si me casare con él!)

D. ALON.

  No en vano esperaba yo
  De tu mucho entendimiento,
  Eugenia, ese rendimiento.

D. TORIB.

  _(Ap.)_ Yo tambien.

D. ALON.

                      Él esperó
  En su cuarto, y ganar quiero
  Con él las gracias tambien. _(Vase.)_

D. TORIB.

  _(Ap.)_ Que á mí las gracias me den,
  Será más razon.

EUGENIA.

                  Hoy muero,
  Pues tras mis penas, he sido
  Objeto de un ignorante.


ESCENA XIV.

DON TORIBIO, _que sale de donde estaba_.—EUGENIA.

D. TORIB.

  (_Ap._ ¡Que airoso sale un amante,
  Cuando está favorecido!)
  Sea muy enhorabuena
  El ser, prima, tan dichosa,
  Que merezcais ser mi esposa.

EUGENIA.

  _(Ap.)_ ¡Esto faltaba á mi pena!

_(Vuelve la espalda.)_

D. TORIB.

  ¿Por qué adorándome...

EUGENIA.

  _(Ap.)_                ¡Ay Dios!

D. TORIB.

  Me desadorais?

EUGENIA.

                 Porqué,
  Si ántes con mi padre hablé,
  Ahora he de hablar con vos.
  Señor Don Toribio, yo,
  Por no responder aquí
  Resuelta á mi padre, di
  Una palabra, que no
  He de cumplir, si supiera
  Perder mil veces, rendida
  A sus enojos, la vida.
  Y siendo desta manera
  Que no he de casar con vos,
  De la eleccion desistid
  Que habeis hecho, y advertid
  Que estamos solos los dos:
  Y si de lo que aquí os digo,
  Algo á mi padre decís,
  He de decir que mentís.

D. TORIB.

  ¿Cómo se habla eso conmigo,
  Escudera de mi casa,
  Ingrata, desconocida,
  Falsa, aleve y fementida?

EUGENIA.

  No deis voces; que esto pasa
  Entre los dos, y no es, no,
  Para que salga de aquí.

D. TORIB.

  ¿Vos no sois mi prima?

EUGENIA.

                         Sí.

D. TORIB.

  ¿No soy vuestro esposo?

EUGENIA.

                          No.

D. TORIB.

  Decidme, ¿no soy galan?

EUGENIA.

  No lo dudo.

D. TORIB.

              ¿Y entendido?

EUGENIA.

  ¿Pues no?

D. TORIB.

            ¿Hidalgo?

EUGENIA.

                      Cierto ha sido.

D. TORIB.

  ¿Airoso?

EUGENIA.

           Mucho.

D. TORIB.

                  ¿Y amante?

EUGENIA.

  Tambien.

D. TORIB.

           Pues de mis cuidados
  ¿En qué estriban los desvelos?

EUGENIA.

  Preguntádselo á los cielos,
  A los astros y á los hados,
  Que no inclinan mi albedrío.

D. TORIB.

  Pues en algo está el busílis.

EUGENIA.

  En que vos no teneis fílis
  Para ser esposo mio. _(Vase.)_


ESCENA XV.

DON TORIBIO.

D. TORIB.

  ¿Cómo que fílis no tengo?
  ¿Tal á un hombre se le dice,
  Que tiene un solar con más
  De tantísimos de fílis,
  Que no hay otra cosa en él,
  Por do quiera que se mire,
  Sino fílis como borra?
  Que aunque yo qué es no adivine,
  Bien lo puedo asegurar;
  Pues siendo algo que sea insigne,
  Es preciso que no deje
  De estar allá entre mis timbres.
  ¡A mí, que fílis no tengo!
  ¿Esto los cielos permiten?
  ¿Esto consienten los hados?
  Prima, ved lo que dijisteis:
  Más fílis tengo que vos.


ESCENA XVI.

DON ALONSO.—DON TORIBIO.

D. ALON.

  ¿Adónde, sobrino, os fuisteis,
  Cuando os busco para daros
  Mil norabuenas felices
  De que vuestra prima ya,
  Agradecida y humilde,
  Sabiendo vuestra eleccion,
  No hay cosa que más estime?

D. TORIB.

  Mi prima (si es que es mi prima)
  Es una mujer terrible,
  Con todos sus aderezos
  De sirena, áspid y esfinge.
  Aquí me ha dicho una cosa,
  Que no pudiera decirse
  A un barquillero asturiano
  De los de quite y desquite.

D. ALON.

  ¿A vos?

D. TORIB.

          En toda esta cara.

D. ALON.

  Fuerza será que me admire.
  ¿Qué fué?

D. TORIB.

            Que fílis no tengo.—
  Y para que se averigüe
  Si los hombres como yo
  Tienen ó no tienen fílis,
  Por no obligarme á retarla
  En extranjeros países,
  Haced que me compren luego
  Cuantos fílis sean vendibles,
  Y cuesten lo que costaren.

D. ALON.

  Esa es locura terrible.

D. TORIB.

  ¿Tan caros son? Pues no importa.
  Dónde se venden, decidme,
  O yo lo preguntaré;
  Que volver no se permite
  A su vista, hasta volver
  Todo cargado de fílis. _(Vase.)_

D. ALON.

  ¿Hay delirio semejante?
  Sobrino, escuchad, oidme.


ESCENA XVII.

CLARA, EUGENIA.—DON ALONSO.

CLARA.

  ¿Qué es esto? ¿Con quién das voces?

EUGENIA.

  ¿Con quién te enojas y riñes?

D. ALON.

  Contigo, ingrata.

EUGENIA.

                    ¿Conmigo,
  El dia que más humilde
  Sólo trato obedecerte?

D. ALON.

  Ven acá: ¿qué le dijiste
  A tu primo, que enojado,
  No hay quien con él se averigüe?

EUGENIA.

  ¡Yo á mi primo! En todo hoy
  Ni le hablé ni ví.

D. ALON.

                     ¿Qué dices?

EUGENIA.

  Lo que es cierto.

D. ALON.

                    ¡Vive Dios,
  Si disimulada finges,
  Y es verdad que le has hablado
  Bachilleramente libre,
  Que te he de hacer!...—Tras él voy,
  Por si puedo reducirle
  A que no ande preguntando
  Adónde se venden fílis. _(Vase.)_


ESCENA XVIII.

CLARA, EUGENIA.

EUGENIA.

  Yo á mi primo, ¿qué pudiera,
  Que fuese ofensa, decirle?

CLARA.

  No te disculpes conmigo,
  Pues sé, aunque no llegué á oirte,
  Que perderás tu remedio,
  Sólo por decir un chiste.

EUGENIA.

  Aunque eso de mi remedio
  Con falsedad me lo dices,
  Lo oigo yo como lisonja,
  Viendo que hasta un tonto, un simple,
  Aun el alma que no tiene,
  A mi vanidad la rinde.

CLARA.

  ¿Qué quieres decirme en eso?
  ¿Que nadie hay que á mí se incline,
  Neciamente imaginando
  Que á méritos me compites?
  Pues no es sino que no hay nadie
  Que sin respeto me mire,
  Porque sé yo hacer que todos
  De otra manera me estimen
  Que á tí, siendo solamente
  Lo que á las dos nos distingue,
  El verte á tí no sé cómo,
  Pero á mí como á imposible.

EUGENIA.

  ¡Ay! que no es eso.

CLARA.

                      Pues ¿qué?

EUGENIA.

  Obligarásme á decirte
  Lo que á mi primo.

CLARA.

                     ¿Qué es?

EUGENIA.

                              Que
  Tampoco tú tienes fílis. _(Vase.)_

CLARA.

  No lo dirás, porque yo
  A responder no me obligue,
  Que cuando... Pero ¡qué miro!
  ¿Quién hay que esta cuadra pise,
  Para estorbar el que lleguen
  Mis enojos á sus fines?


ESCENA XIX.

DON FÉLIX.—CLARA.

CLARA.

  ¿A quién buscais, caballero?

D. FÉLIX.

  _(Ap._ ¡Ay amistad! pues que vine
  A hacer por tí una fineza,
  A una infamia no me inclines;
  Pues ví hermosura, á quien mal
  Mi libertad se resiste.)
  Viendo á vuestro primo ir fuera,
  A quien vuestro padre sigue,
  Me atreví á llegar á hablaros.

CLARA.

  ¿A mí?

D. FÉLIX.

         A vos.

CLARA.

                Hombre, ¡qué dices!
  ¿A mí hablarme?

D. FÉLIX.

                  Sí, señora,
  Porque sé que en esto os sirve
  Mi deseo, y no os ofende.

CLARA.

  _(Ap.)_ ¡Plegue á Dios, que no me obligue
  Una necia á que me huelgue
  De que!... Pero no es posible.


ESCENA XX.

EUGENIA, _al paño_.—CLARA, DON FÉLIX.

EUGENIA.

  _(Ap.)_ ¿Con quién hablará mi hermana?
  Desde aquí es bien que lo mire.

CLARA.

  ¿A mí (dejadme dudarlo
  Mil veces), _(Ap._ Mal reprimirme
  Puedo.) me buscais?

D. FÉLIX.

                      A vos.

CLARA.

  Pues ántes que oseis decirme...

EUGENIA.

  _(Ap.)_ ¡Oh si fuera algo de aquello
  De posible y de imposible!

CLARA.

  Quién sois y qué me quereis,
  Que os vais es bien que os suplique,
  Sin decirlo; que á mí nada
  Hay que á buscarme os obligue.

D. FÉLIX.

  Sin decíroslo, me iré,
  Si en eso mi pecho os sirve;
  Mas no sin que lo sepais;
  Que en este papel se escribe,
  Para que con esto llegue
  A saberse, sin decirse.

EUGENIA.

  _(Ap.)_ ¡Oh si tomara el papel,
  Porque hubiera qué decirle!

D. FÉLIX.

  Tomad, y adios.

CLARA.

                  ¡Yo papel!

D. FÉLIX.

  Y porque á verle os anime,
  Solo os diré que el honor
  Vuestro en leerle consiste,
  Y que Don Pedro y Don Juan
  No arriesguen y precipiten,
  No digo su vida, que ese
  Es peligro muy humilde,
  Sino vuestro honor, que fuera
  Pérdida más infelice.

EUGENIA.

  _(Ap.)_ Si toma el papel, soy muerta.

CLARA.

  Hombre, mira lo que dices.
  Ni á tí, á Don Juan, ni á Don Pedro
  Conozco yo.

EUGENIA.

  _(Ap.)_     ¡Ay de mí triste!
  Que todo esto sobre mí
  Viene, si el papel recibe.
  Mas por engaño la habla.

CLARA.

  _(Ap._ ¿Que sola una vez que quise
  Yo no ser yo, no he podido?)
  ¿Qué aguardas pues para irte?

D. FÉLIX.

  Aunque tan desentendido
  Vuestro decoro porfíe,
  Y agradecer no pretenda
  La fineza de que os dije
  Mi empeño y el de los dos;
  Ya que lo que debo hice
  A amigo y á caballero,
  Me iré. Adios.

CLARA.

                 No os vais, oidme.
  _(Ap._ Sin duda que aquí hay engaño,
  Y así, es bien que le averigüe.)
  ¿Con quién presumís que hablais,
  Porque la fineza estime?

D. FÉLIX.

  ¿No sois Doña Eugenia?

CLARA.

                         Sí.

EUGENIA.

  _(Ap.)_ ¿Hay mujer más infelice?

CLARA.

  Dad ahora el papel, y adios.

EUGENIA.

  _(Ap._ Que le deje es bien que evite,
  Barajando el lance.) _(Sale.)_ Hermana...

CLARA.

  ¿Qué tienes? ¿De qué te afliges?

EUGENIA.

  Mi padre y mi primo vienen,
  Y porque tú no peligres,
  Vengo á avisarte; que yo
  Ya tú ves cuánto estoy libre.
  Mira lo que hemos de hacer.

D. FÉLIX.

  _(Ap.)_ ¿Quién vió empeño tan terrible?

CLARA.

  ¿Qué se ha de hacer, sino que entren
  Y que todo se averigüe,
  Para que no quedes vana
  Tú de que por mí lo hiciste?
  ¡Padre! ¡Señor! ¡Primo! ¡Otáñez!

EUGENIA.

  _(Ap.)_ Si fuera cierto el venite,
  Muy buen lance hubiera echado.

CLARA.

  ¿No hay nadie que pueda oirme?


ESCENA XXI.

DON ALONSO, _y luego_ DON TORIBIO, BRÍGIDA, MARI-NUÑO Y OTÁÑEZ.—DICHOS.

D. ALON.

  _(Dentro.)_ Voces da Clara.

EUGENIA.

  _(Ap.)_                     ¡Ay de mí!
  Que ya es verdad lo que dije
  Por fingimiento.

CLARA.

                   Llegad
  Todos.

EUGENIA.

         No á voces publiques
  Que está aquí este hombre.

CLARA.

                             Sí quiero.

D. FÉLIX.

  Aquí es bien que me retire,
  Por asegurar la espalda.

_(Escóndese Don Félix, y salen Don Alonso, Don Toribio, Brígida,
Mari-Nuño y Otáñez.)_

TODOS.

  ¿Qué es esto?

CLARA.

                Que un hombre...

EUGENIA.

  _(Ap.)_                        ¡Ay triste!

CLARA.

  Dentro está de nuestra casa:
  Yo desde aquesos jardines
  Le he visto en el corredor
  Del desvan: por un tabique
  Saltó. Subid allá todos:
  Quedarse no solicite
  A robarnos esta noche.

D. ALON.

  Aquesos serán sus fines.

MARI-NU.

  En casa de indiano, ¿quién
  Duda que eso solicite?

D. TORIB.

  Nadie primero que yo
  El primer escalon pise;
  Que á mí me toca el asalto,
  Si fuese el desvan Mastrique.
  Vea mi prima que tengo
  Pujanza, ya que no fílis. _(Vase.)_

D. ALON.

  Contigo voy. _(Vase.)_

CLARA.

               Subid vos,
  Otáñez.

OTÁÑEZ.

          Ya á los dos siguen
  Los filos de la tizona.
  Conmigo van dos mil Cides. _(Vase.)_

CLARA.

  Vosotras, desde allá dentro,
  Ved que entrar no solicite
  Por otra parte á esconderse.

MARI-NU.

  Un árgos seré. _(Vase.)_

BRÍGIDA.

                 Yo un lince. _(Vase.)_


ESCENA XXII.

CLARA, EUGENIA; DON FÉLIX, _oculto_.

CLARA.

  Todas tus bachillerías
  Mira de lo que te sirven,
  Que al primer lance te pasmas,
  Y al primer susto te rindes.

_(Llega adonde se escondió Don Félix.)_

  Ya tienes franca la puerta,
  Hombre: ya bien puedes irte.

_(Sale Don Félix.)_

  Déjame el papel, y adios.

D. FÉLIX.

  Él os guarde: y pues difícil
  No es lo que os advierto, ved
  Lo que importa. _(Dale el papel.)_

EUGENIA.

  _(Ap.)_         ¡Ay de mí triste!
  ¿Que no pudiese estorbarlo?

D. FÉLIX.

  _(Ap. yéndose.)_ Amor, no me precipites,
  Que aunque ingenio y hermosura
  Todo en ella se compite,
  Es dama de mis amigos,
  Y adorarla es imposible. _(Vase.)_

CLARA.

  _(A voces.)_ ¡Señor! ya el hombre á otra casa
  Pasado ha; no solicites
  Buscarle.


ESCENA XXIII.

DON ALONSO, DON TORIBIO.—CLARA, EUGENIA.

D. ALON.

            Forzoso era,
  Pues no fué hallarle posible.

D. TORIB.

  Nigromántica es su dicha,
  Pues me le ha hecho invisible.

CLARA.

  Digo que pasó á otra casa,
  Que yo le ví sano y libre.

D. ALON.

  Con todo eso, á verla toda
  Vamos. _(Vase.)_

D. TORIB.

         Y ahora, ¿qué dices?
  ¿Tengo ó no fílis?

EUGENIA.

                     No sé,
  Que ahora no estoy para fílis.

_(Vase Don Toribio.)_

CLARA.

  Esto, necia, presumida,
  He hecho, para que mires
  Que tener valor y ingenio,
  Es tenerle y no decirle:
  Y véte de aquí, que quiero
  Ver lo que el papel me dice.

EUGENIA.

  _(Ap.)_ No sosegaré (¡Ay de mí!)
  Hasta ver lo que la escribe. _(Vase.)_


ESCENA XXIV.

CLARA.

CLARA.

  De aquí la envié, porque
  Si este hombre este engaño finge
  Para escribirme á mí, ella
  No lo entienda, ni imagine.
  _(Lee.)_ _No se atreve á vuestro honor,_
  _Quien por vuestro honor se atreve_
  _A presumir que os obliga_
  _Con lo mismo que os ofende._
  _Y así, en esta confianza
  De pensar que errando acierte,_
  _Lo que hay que culparme vaya_
  _Par lo que hay que agradecerme._
  _Don Juan, más enamorado_
  _Que fué de vos, de vos vuelve,_
  _Y Don Pedro os sigue, más_
  _Fino cuanto más ausente._
  _Que dejen de declararse,_
  _No es posible, ni que dejen_
  _De remitir al acero_
  _La competencia, de suerte_
  _Que á dar escándalo pase;_
  _Y pues podeis fácilmente_
  _Remediarlo con mandar_
  _A Don Pedro que se ausente,_
  _O á Don Juan que se retire,_
  _Quedando vos dueño siempre_
  _Del desden y del favor,_
  _Quitad el inconveniente;_
  _Que á mí el aviso me toca,_
  _Procediendo desta suerte_
  _Con vos, conmigo y con ellos,_
  _Caballero, amigo y huésped._
  ¡Válgame Dios! ¡Qué de cosas
  Tan várias, tan diferentes,
  En un punto me combaten,
  Y en un instante me vencen!
  En lo que dice y no dice,
  Es muy cierto que me ofende
  Este papel: es verdad,
  Que si aqueste papel viene
  A Eugenia, cuando pensaba
  Que papel para mí fuese,
  Solicitando aquel medio
  Que me ha obligado á leerle,
  He sentido que no sea
  Su intento aquel, sino este.
  ¿Cómo puedo yo decirlo,
  Si no es ya que en mí reviente
  No sé qué callada mina
  Que amor en el alma enciende?
  ¿Amor dije? Pues no siento,
  Sino haber tan neciamente
  Persuadídome que á mí
  Me buscase: y es de suerte
  La vanidad de una dama
  Persuadida á que la quieren,
  Que aunque la ofenda el amor,
  Más el engaño la ofende:
  Y más cuando está á la mira
  Una necia, una imprudente,
  Una loca...


ESCENA XXV.

EUGENIA.—CLARA.

EUGENIA.

  _(Ap., quedándose al paño.)_
              Esta soy yo.

CLARA.

  De tan várias altiveces,
  Que presume que ella sola
  Todo cuanto mira vence.
  ¡Oh envidia, oh envidia! ¡Cuánto
  Daño has hecho á las mujeres!
  Pues por vengarme de Eugenia,
  Diera... _(Sale Eugenia.)_

EUGENIA.

           ¿En qué Eugenia te ofende,
  Para pensar á tus solas
  El cómo della te vengues?

CLARA.

  Ese papel te lo diga.
  Que acaso á mis manos viene
  Por las tuyas.

EUGENIA.

                 Ya lo sé.

CLARA.

  Pues si lo sabes, y tienes
  Tan á riesgo tu opinion,
  Que estriba sólo en que lleguen
  A declararse dos hombres;
  Mira si es justo que piense
  Cómo he de vengar, ingrata,
  Falsa, atrevida y aleve,
  La ocasion en que...

EUGENIA.

                       Oye, aguarda,
  Que para que consideres
  Tanta amenazada ruina
  Cuán fácil remedio tiene,
  Me huelgo de haber venido
  A esta ocasion. _(Llega á una ventana.)_

CLARA.

                  ¿Pues qué emprendes?

EUGENIA.

  _(Llamando)_ ¡Señor Don Pedro!

CLARA.

                                 ¿Qué haces?

EUGENIA.

  Hablar un instante breve
  A un caballero, que está
  En la calle.

CLARA.

               ¿A eso te atreves?

EUGENIA.

  Sí, que en su cuarto mi padre
  Está ya con su accidente
  De la gota, que hoy le ha dado,
  Y Don Toribio no puede
  Ver desde el suyo esta reja;
  Y así he de satisfacerte.—
  ¡Señor Don Pedro!


ESCENA XXVI.

DON PEDRO, _á la reja_.—DICHAS.

D. PED.

                    Bien fué
  Menester oir dos veces
  Mi nombre, para que alguna
  Creyera que dél se acuerde
  Vuestra memoria; que un triste
  No crê su bien fácilmente.

EUGENIA.

  No prosigais, que esta reja
  Es de otras tan diferente,
  Cuanto hay de no serlo á ser
  Ahora de las paredes
  De mi padre; y si allí pudo
  La seguridad hacerme
  Usar de algunas licencias,
  Mi honor prisionera tiene
  Su libertad ya, y tan otra
  Habeis de ver que procede,
  Cuanto hay de que otros me guarden
  A guardarme yo. Así, hacedme
  Merced de volveros luego
  Donde otra vez no os encuentre
  Ni en mi calle ni en mi reja,
  Suplicándôs que prudente
  Deis de mano á una esperanza
  Que no hay sobre qué se asiente.

D. PED.

  Oid.

EUGENIA.

       Perdonad, que no puedo.

D. PED.

  Cuando por veros...

EUGENIA.

                      Hareisme
  Ser, sobre ingrata, grosera.

D. PED.

  ¿Vos?

EUGENIA.

        Sí.

D. PED.

            ¿Cómo?

EUGENIA.

                   Desta suerte.

_(Cierra la ventana.)_

CLARA.

  Y al otro ¿qué has de decirle?

EUGENIA.

  Haz cuenta que si le viere,
  Le diré lo mismo al otro,
  Clara; porque las mujeres
  Como yo, puestas en salvo,
  Si se esparcen y divierten,
  Es para aquesto no más;
  Que amor bachiller no tiene
  Más fondo que sólo el ruido.
  Aquel emblema lo acuerde
  Del perdido caminante,
  A quien de noche acontece
  Que avisado del estruendo
  Con que del monte desciende
  Pequeño arroyo, le asusta,
  Le perturba y estremece;
  Y huyendo dél, da en el rio:
  Porque á todos les parece
  Que es manso cristal aquel
  Que áun las guijas no le sienten
  Y en su agua perecen. Pues
  Que no tiene riesgo advierte
  La ruidosa, porque el riesgo
  El agua mansa le tiene:
  Y así, fué del agua mansa
  Lo mejor guardarse siempre. _(Vase.)_


ESCENA XXVII.

CLARA.

CLARA.

  ¡Qué escucho, cielos! ¡qué escucho!
  «Que no tiene riesgo advierte
  La ruidosa, porque el riesgo
  El agua mansa le tiene:
  Y así, fué del agua mansa
  Lo mejor guardarse siempre.»
  Sin duda (¡ay de mí!) que oyó
  Cuanto dije, ó lo parece,
  Segun el concepto habla
  De lo que mi pecho siente.
  Pues ya que el acaso hizo,
  En las respuestas que ofrece,
  Lo que el cuidado debiera;
  Ya que por ella me tiene
  El caballero que trajo
  El papel, lograr intente
  La ocasion, que con su nombre
  Amor á mi amor ofrece;
  Porque con más verdad pueda
  Decir que riesgo no tiene
  La ruidosa, porque el riesgo
  El agua mansa le tiene:
  Y así, fué del agua mansa
  Lo mejor guardarse siempre.



JORNADA TERCERA.


ESCENA PRIMERA.

CLARA, MARI-NUÑO.

CLARA.

  Esto pasa, y sólo á tí
  Lo dijera.

MARI-NU.

             Ya tú tienes
  Experiencia de lo mucho
  Que fiar de mí amor puedes.
  Pero deja que me admire
  De oir que á tal extremo lleguen
  Los despejos de tu hermana.

CLARA.

  Dos caballeros pretenden
  Su favor, y á mí me toca
  Que el escándalo remedie,
  Ya que llegó á mi noticia;
  Y así es fuerza hablar á este
  Que me dió el aviso. Y para
  Hacer que el daño se enmiende,
  Tú has de darle un papel mio
  En su nombre, porque llegue,
  Ignorando que soy yo,
  A hablarme más claramente
  Esta noche, y... Pero luego
  Proseguiré; que parece
  Que anda gente ahí fuera: mira
  Quién es. _(Vase Mari-Nuño.)_

            Bien de aquesta suerte
  Con la verdad se ha engañado
  Mari-Nuño, que ha de hacerme
  Lugar para conseguir
  Hablarle de noche y verle,
  Ya que mi pena...


ESCENA II.

DON TORIBIO, _que quiere entrar, y_ MARI-NUÑO _lo impide_.—CLARA.

MARI-NU.

                    Esperad,
  Que no es bien que nadie éntre,
  Sin avisar, á este cuarto.

D. TORIB.

  Dos veces para mí eres
  Dueña hoy.

MARI-NU.

             ¿De qué manera
  Se entiende eso de dos veces?

D. TORIB.

  Una en la que estorbas, y otra
  En lo que un cuarto defiendes.

MARI-NU.

  ¿Será justo, si no están
  Decentes, que á verlas lleguen?

D. TORIB.

  ¿Pues cómo pueden no estar
  Siempre mis primas decentes?

CLARA.

  ¿Qué es eso?

D. TORIB.

               Que esa estantigua
  A mí el paso me defiende.

CLARA.

  Hace muy bien, porque aquí,
  Sin mi padre, nadie puede
  Entrar.

D. TORIB.

          Sí puede, y ya sé
  De qué ese ceño procede,
  Y así no quiero enojarme,
  Porque sé tambien que tienen
  Licencia las desvalidas
  De llorar amargamente.

CLARA.

  Yo confieso que lo estoy;
  Y pues la dichosa en este
  Cuarto no está, no teneis
  Qué hacer en él: brevemente
  Dél os id, ó yo me iré,
  Porque de mí no se piense
  Que me vengo en estorbaros,
  Cuando hay más en que me vengue.

D. TORIB.

  Eso es poco y mal hablado.

CLARA.

  Ven, Mari-Nuño. (_Ap._ Que tienes
  Que hacer por mí esta fineza.)

MARI-NU.

  Tuya soy y seré siempre. _(Llaman.)_
  Pero aguárdate, veré
  Quién llama.

_(Vanse Clara y Mari-Nuño.)_


ESCENA III.

DON TORIBIO.

D. TORIB.

               ¡Cielos, valedme!
  Que este remoquete, sobre
  Aquella sospecha fuerte,
  Que áspid del pecho, á bocados
  Todo el corazon me muerde,
  Es, ahora que caigo en ello,
  Un bellaco remoquete.
  Cuando buscamos la casa,
  Ví... Lengua mia, detente:
  No lo digas, sin que ántes
  Te haya dicho yo que mientes.
  Ví que detras de la cama
  De Eugenia ¡oh malicia aleve!...
  Estaba detras...


ESCENA IV.

MARI-NUÑO, _saliendo apresurada_.—DON TORIBIO.

MARI-NU.

                   Señora,
  Albricias, que este billete
  Con coche y balcon...

D. TORIB.

                        Mujer,
  En lo que dices advierte;
  Que balcon, billete y coche,
  Sobre dueña, me parece
  Es traer todo el yerro armado.

MARI-NU.

  (_Ap._ Mal encuentro fuera este,
  Si importara.) Mi señora...

D. TORIB.

  _(Ap.)_ Memoria, no me atormentes.

MARI-NU.

  ¿Aquí no estaba?

D. TORIB.

                   Aquí estaba
  Un poco ántes que se fuese.

MARI-NU.

  A buscar á entrambas voy
  Con este papel.

D. TORIB.

                  Detente,
  Que ántes he de verle yo
  Que ellas.

MARI-NU.

             ¿Qué llama verle?
  Que aunque no importara nada,
  No le he de dar, por no hacerle
  Tan dueño de casa ya.

D. TORIB.

  ¿Qué va...

MARI-NU.

             ¿Qué?

D. TORIB.

                   Que de un puñete
  Te abollo sesos y toca?

MARI-NU.

  ¿Qué va que no es mayor que este?

_(Dale una puñada.)_

D. TORIB.

  Los dientes debieron de irse,
  Pues he perdido los dientes.

MARI-NU.

  _(A voces.)_ ¡Ay, que me matan! ¡Señores,
  Acudan á socorrerme!

D. TORIB.

  Sólo me faltaba ahora
  Ser ella la que se queje.

MARI-NU.

  ¡Que me matan!


ESCENA V.

EUGENIA, CLARA, DON ALONSO, BRÍGIDA.—DON TORIBIO, MARI-NUÑO.

D. ALON.

                 ¿Qué es aquesto?

CLARA.

  ¿Qué ha sucedido? ¿Qué tienes?

MARI-NU.

  Don Toribio, mi señor,
  Colérico é impaciente,
  Porque no le quise dar
  Aqueste papel, que viene
  Para las dos, puso en mí
  Las manos.

LAS DOS.

             ¡Jesus mil veces!

D. ALON.

  Por cierto, señor sobrino,
  Vuestro enojo, sea el que fuere,
  Es muy sobrado. ¡A criada
  De mis hijas desta suerte
  Se ha de tratar!

D. TORIB.

                   Vive Dios,
  Que soy yo...

D. ALON.

                No hableis.

D. TORIB.

                            Quien tiene
  De qué quejarse...

D. ALON.

                     Ya basta.
  Dadme vos, dadme el billete;
  Que quiero ver la ocasion
  Que tuvo para ofenderse.

EUGENIA.

  _(Ap.)_ ¡Ay de mí, si fuese acaso
  De alguno de los ausentes!

CLARA.

  _(Ap. á Eugenia.)_ Quiera el cielo que no sea
  Que algo de tus cosas cuente.

D. ALON.

  _(Lee.)_ _Sobrinas mias, yo tengo balcon en que esta tarde veais la
  entrada de la Reina nuestra señora: el coche va por vosotras; que
  no dudo que mi primo..._

  Ahora de nuevo vuelvo
  A enojarme y ofenderme
  De que escrúpulo haya habido
  En vuestro juicio. En aqueste,
  Doña Violante, mi prima,
  Hijas, os dice que quiere
  Que con ella vais adonde
  Veais la entrada excelente
  De la Reina, cuya vida
  El cielo por siglos cuente.—
  Tomad, lêdle vos; vereis
  Cuán necio, cuán imprudente
  Habeis pensado otra cosa;
  Que no quiero que se ausenten,
  Hasta que vos le leais.

D. TORIB.

  Mostrad. _(Toma el papel.)_
           Dice desta suerte:
  _(Lee.)_ _Sobrinas mias, yo tengo_
  _Balcon..._ Tio, finalmente,
  ¿Hasta que yo lea, no han de ir?

D. ALON.

  No.

D. TORIB.

      Pues muy bien me parece;
  Que no irán de aquí á dos años.

D. ALON.

  ¿Por qué?

D. TORIB.

            Porque no sé lêrle,
  Y esos habré menester
  Para aprenderlo.

D. ALON.

                   ¿Que llegue
  A tanto vuestra ignorancia?

D. TORIB.

  ¿Pues qué defecto es aqueste?
  Como desos lêr no saben,
  Y lo saben todo. Esténse,
  Hasta que lo aprenda, en casa,
  Y entónces irán.

D. ALON.

                   Mal pueden,
  Si hoy es la entrada.

D. TORIB.

                        ¿Habrá más
  De que la entrada se quede,
  Hasta que yo sepa lêr?

D. ALON.

  Hijas, aquesto sucede
  Una vez en una edad:
  Verlo es justo. Brevemente
  Os poned los mantos, y id, _(Vase Brígida.)_
  O pésele ó no le pese
  A Don Toribio; que yo,
  A causa de mi accidente,
  No saldré de casa, y basta
  Que vuestra voz me lo cuente,
  Cuando volvais.

CLARA.

                  A tu gusto
  Humilde estoy y obediente.

EUGENIA.

  Si me das licencia á mí,
  Contigo es bien que me quede.

D. ALON.

  No, hija, ambas habeis de ir.

_(Vuelve Brígida.)_

BRÍGIDA.

  Aquí ya los mantos tienen.

CLARA.

  Pónme, Mari-Nuño, el mio.
  (_Ap. á ella._ Toma, y lo que digo advierte.)

_(Dala un papel, y habla bajo con ella.)_

EUGENIA.

  _(Ap.)_ Sola esta vez salgo triste,
  Porque alguno no me encuentre
  Destos dos necios amantes.

CLARA.

  _(Ap.)_ Sola esta vez salgo alegre,
  Por si en las fiestas, por dicha,
  A este caballero viese.

MARI-NU.

  _(Ap. á Clara.)_ Ve segura, y fía de mí.

D. TORIB.

  _(Ap.)_ Aunque desairado quede,
  Me huelgo, que quedo en casa,
  Éntre la Reina ó no éntre,
  Por si puedo averiguar
  A mis solas esta fuerte
  Sospecha, que en vivos celos
  Amor en el alma enciende. _(Vanse.)_

       *       *       *       *       *


_Sala en casa de Don Félix._


ESCENA VI.

DON FÉLIX, HERNANDO.

HERNAN.

  ¿Sin ver la fiesta te vienes,
  Señor, hasta casa?

D. FÉLIX.

                     Sí,
  Que no hay fiesta para mí
  Donde no hay gusto.

HERNAN.

                      ¿Qué tienes,
  Que estás tan triste, señor?

D. FÉLIX.

  ¿Qué más tu lengua quisiera
  De que yo te lo dijera?

HERNAN.

  Ya me has dicho que es amor,
  Con sólo eso.

D. FÉLIX.

                ¿Por qué?

HERNAN.

  Porque obligarte á callar,
  Sólo puede ser estar
  Enamorado.

D. FÉLIX.

             No sé
  Cómo te diga que sí,
  Y que una rara belleza
  Es causa de mi tristeza:
  Tan imposible, que ví
  En el primero deseo
  El primero inconveniente.

HERNAN.

  ¿Cómo?

D. FÉLIX.

         A quien Don Juan ausente
  Ama, y á Don Pedro veo
  Venir siguiendo, es la dama
  Que mi libertad robó;
  Y aunque siempre he de estar yo
  De la parte de mi fama,
  Aun no estriba mi cuidado
  En esta especie de celos,
  Sino que de sus desvelos
  Uno y otro me han fiado
  El secreto; de manera,
  Que obligado á embarazar
  Su empeño estoy, y á callar.


ESCENA VII.

MARI-NUÑO, _en la calle_.—DON FÉLIX, HERNANDO.

MARI-NU.

  _(Llamando por una reja.)_
  Señor Don Félix.

D. FÉLIX.

                   Espera.
  ¿A quién han llamado?

MARI-NU.

                        A vos.

D. FÉLIX.

  ¿Pues qué es lo que me mandais?

MARI-NU.

  Doña Eugenia, que leais
  Aqueste papel, y adios.

_(Arrójale un papel y vase.)_

D. FÉLIX.

  _(Lee.)_ _Agradecida al aviso que me disteis, he empezado ya á
  obedeceros; y para ejecutarlo mejor, me importa hablaros. Venid
  esta noche, que yo os estaré aguardando. El cielo os guarde._

  ¿Quién vió confusion más fiera,
  Puesto que ni ir ni dejar
  De ir puedo ya excusar?


ESCENA VIII.

DON JUAN.—DON FÉLIX, HERNANDO.

D. JUAN.

  _(Ap. al salir.)_ ¡Cielos! ¿qué haré?

HERNAN.

  _(Ap. á su amo.)_                     Considera
  Que viene Don Juan aquí.

D. FÉLIX.

  ¿Si vió arrojar el papel?

HERNAN.

  No.

D. JUAN.

  _(Ap.)_ ¡Qué sospecha tan cruel!

D. FÉLIX.

  Don Juan, pues ¿qué haceis aquí?
  ¿No sois de fiestas?

D. JUAN.

                       No sé
  Lo que os diga...

D. FÉLIX.

  _(Ap.)_           ¡Muerto quedo!

D. JUAN.

  Que ni hablar ni callar puedo.

D. FÉLIX.

  ¿Callar ni hablar?

D. JUAN.

                     Sí.

D. FÉLIX.

                         ¿Por qué?

D. JUAN.

  Porque os ofendo en hablar,
  Y en callar me ofendo á mí:
  Con que es preciso que aquí
  No pueda hablar ni callar.

D. FÉLIX.

  No os entiendo.

D. JUAN.

                  Yo tampoco;
  Mas si entenderme quereis,
  Como licencia me deis
  (Propia dádiva de un loco),
  Diré el dolor que me aqueja.

D. FÉLIX.

  Sí doy. (_Ap._ ¡Empeño cruel!)

D. JUAN.

  Pues enseñadme un papel
  Que os dieron por esta reja.

D. FÉLIX.

  Sólo eso en el mundo hubiera,
  Siendo quien somos los dos,
  Que yo no hiciera por vos;
  Y no haciéndolo, quisiera
  Que el crédito de mi fe
  Os debiese crêr de mí
  Que soy vuestro amigo.

D. JUAN.

                         Así
  Lo creo; mas ¿no podré
  (Viendo que habeis excusado,
  Con pretexto de otro honor,
  Ser tercero de mi amor,
  Y que habiéndome llamado
  Eugenia en el coche ahora,
  Muy enojada me diga
  Que ni la vea ni siga
  Mas), no podré (¿quién lo ignora?)
  Entrar en temor de que
  Vuestra excusa y su crueldad
  Nacen de otra novedad?
  Y más viendo que llegué
  A tiempo que daros ví
  Por esa reja un papel,
  Y que los secretos dél
  Tanto recatais de mí,
  Que turbado le escondais,
  Habiendo yo el nombre oido
  De Eugenia, y que ella ha sido
  La que os dice que leais.

D. FÉLIX.

  _(Ap.)_ ¡Válgame el cielo! ¿Qué haré?
  Que el papel me llama á mí,
  Y si me disculpo aquí,
  A Don Pedro culparé.

D. JUAN.

  ¿Qué me respondeis?

D. FÉLIX.

                      Ya os tengo
  Respondido con saber
  Que soy, Don Juan, y he de ser
  Amigo, y callar prevengo.

D. JUAN.

  Confieso que sois mi amigo,
  Y que vuestro huésped soy;
  Pero el empeño en que estoy,
  Vos le sabeis: y así, os digo
  Sólo que me aconsejeis
  En este lance, por Dios.
  ¿Qué hicierais conmigo vos?

D. FÉLIX.

  Aunque contra mí teneis
  Alguna razon, si yo
  En el empeño me viera,
  Que erais mi amigo creyera,
  Y no os apurara.

D. JUAN.

                   No
  Es tan fácil de tomar
  Como de dar un consejo,
  Y así de admitirle dejo,
  Volviéndôs á suplicar
  Que me enseñeis el papel.

D. FÉLIX.

  Si otra causa no tuviera
  Que la vuestra, yo lo hiciera.

D. JUAN.

  Pues ¿hay otra causa en él
  Más que ser suyo y venir
  A vuestra mano?

D. FÉLIX.

                  Sí hay,
  Pues la causa que le tray
  Es la que no he de decir.

D. JUAN.

  ¿No fiais de mí un secreto?

D. FÉLIX.

  Sí, mas no aqueste.

D. JUAN.

                      Mirad
  Que puede nuestra amistad
  Dilatar en mí el efeto
  De verle, mas no excusalle.

D. FÉLIX.

  Pues mirad cómo ha de ser,
  Porque no le habeis de ver.

D. JUAN.

  Saliéndonos á la calle.

D. FÉLIX.

  Guiad donde quisiereis vos,
  Que á guardarle estoy dispuesto. _(Vanse.)_

       *       *       *       *       *


_Calle._


ESCENA IX.

DON PEDRO, _que se encuentra con_ DON FÉLIX, DON JUAN Y HERNANDO, _al
salir de la casa_.

D. PED.

  ¡Don Juan, Don Félix! ¿qué es esto?
  ¿Dónde vais así los dos?

D. FÉLIX.

  Paseándonos vamos.

D. PED.

                     No
  Es la deshecha bastante
  A desmentir el semblante;
  Y habiendo llegado yo
  A tiempo que ya empuñadas
  De ambos las espadas ví,
  No habeis de pasar de aquí.

D. JUAN.

  Prevenciones excusadas
  Son las vuestras, vive el cielo.

HERNAN.

  No son, que mi amo y Don Juan
  A reñir, Don Pedro, van.

D. FÉLIX.

  Calla, pícaro. _(Vase Hernando.)_

D. PED.

                 ¿Qué duelo
  Hay, que entre amigos lo sea
  Que no se pueda ajustar,
  Félix, ántes de llegar
  Al último trance? Vea
  Yo que haceis esto por mí,
  Y sepa la causa.

D. FÉLIX.

                   Yo
  No he de decirla, que no
  Me está á mí bien.

D. JUAN.

                     A mí sí,
  Que no quiero que se diga
  Que sobre la obligacion
  De huésped, es sinrazon
  La que á este trance me obliga.
  Y pues que sois caballero,
  Que nos dejaréis reñir,
  La ocasion he de decir...

D. FÉLIX.

  No direis; porque primero
  Yo...

D. PED.

        Tened.

D. FÉLIX.

  _(Ap.)_      ¡Oh quién pudiera
  Su discurso suspender!

D. JUAN.

  Que quiero con vos hacer
  Lo que con otro no hiciera.
  Yo, Don Pedro, he fiado
  De Don Félix que estoy enamorado
  De una dama; y habiéndome valido
  Dél, no sólo[3] ayudarme ha pretendido,
  Pero contra su honor, contra su fama,
  Sé que festeja aquesta misma dama.
  Ved si es justa mi queja,
  Pues dándole un papel por esta reja...

    [3] No solo _no_ ha pretendido ayudarme.

D. PED.

  _(Ap.)_ ¡Qué es lo que escucho, cielos!

D. JUAN.

  Oí (que oyen mucho contra sí los celos)
  Que dijo la tercera
  Que el dueño suyo Doña Eugenia era.
  Su nombre dije, poco habrá importado
  El haberla nombrado,
  Siendo quien sois.

D. FÉLIX.

  _(Ap.)_            Con nuevas penas lucho.

D. PED.

  Esperad, que no importa, sino mucho,
  Porque aquese desvelo
  Me toca á mí con ambos, ¡vive el cielo!
  Con vos, pues habeis sido
  De Eugenia amante, que es la que he seguido;
  Y con él, pues de vos á oir he llegado
  Que está Don Félix de ella enamorado:
  De suerte que en los dos vengar prevengo
  La razon que teneis y la que tengo.

D. JUAN.

  Si vos os declarais de Eugenia bella
  Amante, cuando yo muero por ella,
  Ya con vos es mayor empeño el mio,
  Pues ya son dos de quien mis penas fío,
  Y dos los que me ofenden.

D. FÉLIX.

  Dos son tambien los que agraviar pretenden
  Mi amistad, presumiendo
  Que, siendo yo quien soy, á ambos ofendo,
  Cuando en mi valor hallo
  Que al uno por el otro su amor callo,
  Y excusar el empeño solicito,
  Pasando la fineza á ser delito.

D. JUAN.

  ¿Fineza es, cuando impío...

D. PED.

                              Cuando ingrato...

D. JUAN.

  Con falsa fe...

D. PED.

                  Con fementido trato...

LOS DOS.

  Ofendeis mi amistad?

D. FÉLIX.

                       Oidme primero,
  Pues á los dos satisfacer espero.

D. JUAN.

  Pláticas acortemos,
  Y puesto que tenemos
  Nuestro duelo empezado,
  Venid conmigo.

D. PED.

                 Habiendo yo llegado
  A tiempo que he sabido
  Que los dos me ofendeis, ¿cómo he podido
  Dejar de ir con los dos?

D. FÉLIX.

                           Y ¿cómo puedo
  Yo dejar que los dos con tal denuedo
  Presumais que traidor puedo haber sido?

LOS TRES.

  De ambos está ofendido
  Mi valor.

D. FÉLIX.

            Por mi honor volver espero.

D. JUAN.

  Calle la lengua pues, y hable el acero.

_(Riñen los tres.)_


ESCENA X.

DON ALONSO, DON TORIBIO.—DON FÉLIX, DON JUAN, DON PEDRO.

D. TORIB.

  _(Dentro)_
  ¡Pendencia hay á la puerta de mi casa!

_(Salen Don Alonso y Don Toribio con espadas desnudas.)_

D. ALON.

  ¿Cómo entre tres amigos eso pasa?

D. JUAN.

  Guárdeos Dios, que ya el duelo está acabado.

_(Vase.)_

D. ALON.

  Esperad, porque habiendo yo llegado,
  Ofendeis mi valor...

D. PED.

                       Nada esto ha sido.
  (_Ap._ Seguir quiero á Don Juan, pues ya se ha ido.)

_(Vase.)_

D. TORIB.

  Tenedlos, tio; que para ajustarlo,
  Sobre mi ejecutoria han de jurarlo.
  Aguardad; que ya vengo,
  Miéntras voy á sacarla; que la tengo
  Metida en las alforjas, como vino,
  Porque no se me ajase en el camino.

D. ALON.

  Merezca yo saber qué furia airada
  Os ha obligado aquí á sacar la espada.

D. FÉLIX.

  Nació esta competencia
  Sobre una diferencia
  Que en el juego los tres hemos tenido;
  Y habiendo vos venido
  A tan buena ocasion, no fuera justo
  Que entre amigos durara este disgusto.
  Perdonadme, señor, y dad permiso
  Que los siga.

D. ALON.

                Será muy cuerdo aviso.
  Id, Don Félix, con Dios, que sabe el cielo
  Que siento no cumplir hoy con el duelo,
  Habiéndome aquí hallado.

_(Vase Don Félix.)_

  (_Ap._ Pero es tal mi cuidado,
  Que no éntre Don Toribio en mi sospecha,
  Que más con él me importa la deshecha.)

_(Vanse.)_

       *       *       *       *       *


_Cuarto de Eugenia en casa de Don Alonso._


ESCENA XI.

DON TORIBIO, _muy preocupado, trayendo á_ DON ALONSO _de la mano_.

D. ALON.

  ¿De qué tan pensativo
  Habeis quedado?

D. TORIB.

                  Imaginando vivo,
  Si nuestra solariega sangre acierta
  En que riñendo, tio, á nuestra puerta,
  Se vayan atufados
  Sin ir los dos muy bien descalabrados,
  Y áun los tres.

D. ALON.

                  ¡Qué notable desvarío!
  Pues ¿qué nos toca su disgusto?

D. TORIB.

                                  ¡Ay, tio!
  ¡Si hablara yo!...

D. ALON.

                     ¿De qué es el sentimiento?

D. TORIB.

  De mucho.

D. ALON.

            Pues hablad.

D. TORIB.

                         Estadme atento.
  Cuando yo iba á buscar fílis
  Y fuisteis vos á traerme,
  Desengañado de que
  Burla de mi prima fuese,
  Siendo hablilla que las damas
  Decir por donaire suelen;
  Al volver á casa, oimos
  Voces, diciendo impaciente
  Clara que un hombre habia en ella.

D. ALON.

  Es verdad, y yendo á verle,
  No le hallamos, aunque toda
  La anduvimos.

D. TORIB.

                Pues de aquese
  Exámen que en ella hicimos
  Todo mi dolor procede,
  Todas mis penas se causan,
  Y todos mis celos penden.

D. ALON.

  ¿Por qué?

D. TORIB.

            Fáltame el aliento,
  La voz duda, el labio teme...
  Porque como no dejamos
  Nada por ver diligentes,
  Detrás de la cama (¡ay triste!)
  De Eugenia...

D. ALON.

  _(Ap.)_       ¡Cielos, valedme!

D. TORIB.

  Ví...

D. ALON.

        ¿Qué? ¿Al hombre?

D. TORIB.

                          ¡Mas nonada!
  ¿Verle y no darle la muerte?
  ¿No bastó ver...

D. ALON.

                   Proseguid.

D. TORIB.

  Una clara seña, un fuerte
  Indicio de que á deshora
  En el cuarto salga y éntre?

D. ALON.

  Ved, sobrino, qué decís:
  No algun engaño os empeñe
  A decir...

D. TORIB.

             ¿Cómo que engaño,
  Si lo ví más claramente
  Que cinco y cinco son diez,
  Y diez y diez serán veinte?

D. ALON.

  Pues ¿qué visteis?

D. TORIB.

                     Una escala
  Que Eugenia escondida tiene.

D. ALON.

  ¿Escala escondida?

D. TORIB.

                     Sí,
  Y de hartos pasos, con fuertes
  Cuerdas y hierros atada.

D. ALON.

  ¡Vive Dios, si verdad fuese,
  Que habia!...

D. TORIB.

                ¿Cómo verdad,
  Si sólo porque la vieseis,
  Os traigo aquí, cuando solo
  Está el cuarto? Un punto breve
  Esperáos: vereis cuán presto
  Aquí la mirais patente. _(Vase.)_

D. ALON.

  ¡Ay de mí! No en vano, cielos,
  Previne ausentar prudente
  De la corte á Eugenia. Pero
  Si ya Don Toribio tiene
  Tan vivas sospechas, ¿cómo
  Es posible que la llave?
  Pues ya...

_(Vuelve Don Toribio con un guardainfante.)_

D. TORIB.

             Mirad si es verdad...
  Con más de dos mil pendientes
  De gradas, aros y cuerdas.

D. ALON.

  ¡Necio, loco, impertinente!
  ¿Esa es escala?

D. TORIB.

                  Y escala
  Que si se desdobla, debe
  Poderse escalar con ella,
  Segun las revueltas tiene,
  La torre de Babilonia.
  Esto es para quien lo entiende.
  No la sé armar.

D. ALON.

                  ¡Vive Dios,
  Que no sé cómo consiente
  Mi cólera no deciros
  Mil pesares! porque ese
  Es guardainfante, no escala.

D. TORIB.

  ¿Guarda... qué?

D. ALON.

                  ¡Qué impertinente!
  Guardainfante.

D. TORIB.

                 Peor es eso
  Que esotro. ¿Qué infante tiene
  Mi prima, que este le guarde?

D. ALON.

  Hablar con vos es hacerme
  Perder el juicio. No entienda
  Aquesto nadie: volvedle
  Donde estaba, y estimadme,
  Bárbaro, y agradecedme
  Que no os digo mil locuras. _(Vase.)_

D. TORIB.

  Escalado seas mil veces,
  Guardainfante de mi prima,
  Quienquiera que fuiste y fueses:
  ¡Bueno me han puesto por tí
  De bárbaro impertinente!...
  Y hasta saber el oficio
  Que en cas de mis primas tienes,
  No he de parar.

_VOCES._

  _(Dentro.)_     Pára, pára.

D. ALON.

  _(Dentro.)_ Pues que ya mis hijas vienen,
  Poned luces en su cuarto.


ESCENA XII.

MARI-NUÑO.—DON TORIBIO.

MARI-NU.

  ¡Ay de mí! que en él hay gente.
  ¿Quién es?

D. TORIB.

             Yo soy, que no es nadie.

MARI-NU.

  ¿Qué haces aquí desta suerte,
  Con aquese guardainfante?

D. TORIB.

  Aquí, si saberlo quieres,
  Me estaba pensando cosas...

MARI-NU.

  Sitio habrá donde las pienses.
  Suelta, y mira no te hallen
  Aquí dentro cuando lleguen,
  Que ya vienen.

D. TORIB.

                 Mira tú
  No me obligues á que vengue
  El pasado mojicon.

MARI-NU.

  Mejor será, si lo adviertes,
  No quieras que te dé otro.

D. TORIB.

  ¿Qué va que no es mayor que este?

_(Dala una puñada.)_

  ¡Ay, que me han muerto! ¡Señores,
  Acudid á socorrerme!
  ¡Ay, que me matan!


ESCENA XIII.

EUGENIA, CLARA, DON ALONSO, BRÍGIDA.—DON TORIBIO, MARI-NUÑO.

D. ALON.

                     ¿Qué es esto?

CLARA.

  ¡Qué voces!

EUGENIA.

              ¿Qué ruido es este?

D. TORIB.

  Mari-Nuño, mi señora,
  Estando en este retrete,
  Porque la dije no más
  Que buenas noches tuviese,
  Puso las manos en mí.

MARI-NU.

  Mas me dijo...

_(Ap. á Don Alonso, oyéndolo Don Toribio.)_

                 Pues pretende
  Que le favorezca yo,
  Porque dice que no quiere
  Señora de guardainfante,
  Y trae por testigo este,
  De quien está haciendo burla.

D. TORIB.

  ¡Qué testimonio tan fuerte!

MARI-NU.

  _(Ap.)_ A un traidor dos alevosos.

D. ALON.

  _(Ap. á Mari-Nuño.)_
  Advertid vos que no lleguen.
  A entender nada las dos,
  _(Ap. á Don Toribio.)_
  Que de vuestras sencilleces,
  O ignorancias ó locuras,
  Estoy cansado de suerte...
  Pero hablemos de otra cosa,
  No sean delirios siempre.

_(A las damas.)_

  ¿Cómo en la fiesta os ha ido?

EUGENIA.

  Como á quien viene, señor,
  De ver el triunfo mayor
  Que nuestra España ha tenido
  Desde que su monarquía
  A ser la mayor llegó.

D. ALON.

  Ya que no lo he visto yo,
  De algun consuelo sería
  Oirlo de las dos aquí.

EUGENIA.

  Yo, señor, te contaré
  Lo que me acuerdo. (_Ap._ Veré
  Si desvelar puedo así
  La pena en que me ha tenido
  La competencia cruel
  Que vió Clara en su papel.)

CLARA.

  _(Ap. á Mari-Nuño.)_
  ¿Viste á Félix?

MARI-NU.

                  Y advertido,
  No dudo que venga.

CLARA.

                     Pues
  Véle á abrir.

MARI-NU.

                ¿Cómo, si aquí
  Todos están?

CLARA.

               Mira, así.
  (_A su padre._ Como atento nos estés,
  Lo que ella olvide, señor,
  Yo acordárselo pretendo.)

_(Ap. á Mari-Nuño.)_

  ¿Entiéndesme?

MARI-NU.

  Ya te entiendo.

EUGENIA.

  Oirás la fiesta mayor
  Que habrás oido en tu vida.

CLARA.

  Y vos oid tambien.

D. TORIB.

                     ¿Pues no?

CLARA.

  _(Ap. á Mari-Nuño.)_
  Vé por él, miéntras que yo
  Les doy con la entretenida.

_(Vase Mari-Nuño.)_


ESCENA XIV.

DON ALONSO, CLARA, EUGENIA, DON TORIBIO, BRÍGIDA.

EUGENIA.

  Llegó el dia que trocando
  La divina Marïana
  En felices posesiones
  Perezosas esperanzas,
  De Madrid amanecieron,
  Para su dichosa entrada,
  En felices aparatos
  Cubiertas calles y plazas.
  Todas las vimos, porque
  Transcendiendo por las vallas
  Fingidas de jaspe y bronce,
  Llegamos adonde estaba
  En el Prado un arco excelso
  Que á las nubes se levanta.

CLARA.

  Aquí en el nacional traje
  Madrid de su antigua usanza,
  Esperó á su nueva Reina,
  Vestida de blanco y nácar;
  Y para significar
  De sus afectos las ánsias
  Con que liberal quisiera
  Poner el mundo á sus plantas,
  Ya que no la puso el mundo,
  Puso, por lo ménos, tantas
  Significaciones dél,
  Que en este arco y los que faltan
  Representó de sus cuatro
  Partes las coronas várias
  Que en él amante la ofrece
  Quien la mereció monarca;
  Y así esta parte fué Europa,
  Como principal estancia,
  Donde sus imperios tienen
  Las demas por tributarias.

EUGENIA.

  Querer pintar que en él vimos
  En casi vivas estatuas
  A Castilla y á Leon,
  Por los reinos; Alemania
  Por la cuna, y por la fe
  De la religion á Italia,
  Sin otras muchas señales,
  Imposible es ya, pues basta
  Que en este arco y los demas
  Apelemos á la estampa,
  Cuando lo expliquen sus letras
  Latinas y castellanas.

CLARA.

  Solo por mayor diremos
  Que á las cuatro dilatadas
  Partes del mundo, en quien tuvo
  Dominio el planeta de Austria,
  Correspondieron los cuatro
  Elementos, siendo en claras
  Significaciones, doctos
  Reversos de sus fachadas:
  Y así á Europa se dió el aire,
  Por ser en quien más templadas
  Sus influencias se gozan
  Dulces, süaves y blandas.

EUGENIA.

  Y como del aire es
  El águila remontada
  Emperatriz, cuyo nido
  Favorable aspira el aura,
  El águila coronó
  Este elemento, adornada
  De jeroglíficos que
  Todos del aire se sacan.

CLARA.

  A esta puerta pues, la Villa
  (La ceremonia acabada
  Del besamano) empezó
  (Haciendo al compas la salva,
  No sólo de los clarines,
  Las trompetas y las cajas,
  Sino de la voz del pueblo,
  Que es la más sonora salva)
  A caminar con el palio,
  Con tanto aplauso, con tanta
  Majestad, que no se vió
  En términos de vasalla
  Nadie con más causa humilde,
  Ni soberbia con más causa.

EUGENIA.

  De aquí pues á la carrera
  De San Jerónimo pasa,
  Donde no ménos vistoso
  La recibió el triunfo de Austria.

CLARA.

  De sesenta y dos coronas
  Que en la India rinden á España
  Feudo, los bultos de algunas
  Significaron las ánsias
  De servir su buena Reina
  Con dones y empresas cuantas
  Mide este imperio al Oriente,
  Donde su poder alcanza.

EUGENIA.

  Y como Asia es la mayor
  Parte del mundo, que abraza
  Gánges, Nilo, Eufrates, Tígris,
  Señora de tierras tantas,
  Fué su elemento la tierra,
  En quien se vió coronada
  La melena del leon,
  Como su mayor monarca.

CLARA.

  Llegó pues el Sol, del Sol
  A la Puerta, en cuya estancia
  África en el triunfal arco,
  A vista suya se planta.
  Y así, todas sus pinturas
  Fueron las fuerzas y plazas
  Que España en África goza,
  Desde que dos reinas santas,
  Política una en Madrid,
  Victoriosa otra en Granada,
  Arrancaron las raíces
  Desta venenosa planta.
  A África correspondiendo
  El fuego, ó por su abrasada
  Libia, ó porque ha de ser hoy
  La Puerta del Sol su estancia,
  El sol, planeta de fuego,
  Entre pirámides altas
  Se vió colocado, bien
  Como exaltado en su casa.

EUGENIA.

  Siguióse la Platería,
  De tal manera adornada,
  Que sólo un arte tan noble
  Así pudiera ilustrarla;
  Pues casi desde este arco
  Se corrieron dos barandas
  De bichas y de columnas,
  Que empezándose desde altas
  Pirámides, prosiguieron,
  Hasta que en otras rematan,
  Poblando sus corredores,
  Por una y por otra banda,
  Aparadores cubiertos
  De diamantes, oro y plata.

CLARA.

  La América en otro arco
  A Santa María estaba,
  En cuyo templo el fiel culto
  El _Te Deum laudamus_ canta
  Fueron divinas empresas
  Cuantas dió el agua á sus aras,
  Siendo perennes milagros
  Manzanares y Jarama.

EUGENIA.

  En la Plaza de Palacio
  Animados en dos basas,
  Que de Himeneo y Mercurio
  Sostenian las estatuas,
  Dos triunfales carros ví,
  De cuya fábrica rara
  Fué la significacion,
  Si es que me atrevo á explicarla,
  Que Mercurio, de los dioses
  Embajador, su jornada
  A la vista de Palacio
  Feneció; y así, acabada
  La fatiga del camino,
  A Himeneo se la encarga,
  Porque uno su culto empiece
  Donde otro su culto acaba.

CLARA.

  Con este acompañamiento,
  Al compas de voces várias,
  Que del esposo y la esposa
  Decian las alabanzas...

EUGENIA.

  En un bruto que parece
  Que sabía que llevaba
  Todo un cielo sobre sí,
  Segun la noble arrogancia
  Con que obedecia soberbio
  Al impulso que le manda,
  Llegó nuestra invicta Reina
  A las puertas de su alcázar.

D. ALON.

  Tal la relacion ha sido,
  Que aunque el no verlo da enojos,
  El deseo de los ojos
  Se suple con el oído.

D. TORIB.

  No á mí, que aquese deseo
  Nunca tuve.

D. ALON.

             ¿Por qué no?

D. TORIB.

  Como esas bodas ví yo.

D. ALON.

  ¿Dónde?

D. TORIB.

          En Cángas de Tineo,
  Cuando los concejos todos
  Se juntan para llevar
  Las novias á otro lugar,
  Entonando varios modos
  De bailes y de cantares,
  Que es una fiesta bien rara.
  Si de alguno me acordara,
  Se os quitaran mis pesares.

D. ALON.

  Dejad locuras, por Dios.—
  Brígida, á alumbrarme ven,
  Que ya recogerme es bien.

_(Vanse Don Alonso y Brígida.)_


ESCENA XV.

CLARA, EUGENIA, DON TORIBIO.

CLARA.

  ¿Por qué no os recogeis vos?

D. TORIB.

  Porque para recogerme,
  Falta salir de un cuidado.

CLARA.

  ¿Qué cuidado?

D. TORIB.

                No he cenado;
  Y tras esto, otro ha de hacerme
  Perder el juicio.

CLARA.

                    ¿Qué es?

D. TORIB.

  Vos dijisteis que habia en mí
  Más en que vengaros.

CLARA.

                       Sí.

D. TORIB.

  Decidme la causa pues.

CLARA.

  _(Ap. á él.)_ La causa es que á Eugenia, á quien
  (_Ap._ Dél asegurarme quiero
  Para la ocasion que espero.)
  Vos decís que quereis bien,
  A otro favoreció.

D. TORIB.

                    ¡Ay cielos!

CLARA.

  Si averiguarlo quereis,
  Bien fácilmente podeis...

D. TORIB.

  Si esto oyeran mis abuelos,
  ¿Qué dijeran?

CLARA.

                Pues estando
  Un rato en ese balcon,
  Oireis la conversacion
  Que tiene en la calle, hablando
  Con un hombre por la reja
  De su cuarto.

D. TORIB.

                ¿Cómo qué?
  En el balcon me estaré,
  Si acaso el dolor me deja,
  Sin chistar, de penas lleno.

_(Disimuladamente abre un balcon, métese en él y cierra.)_

CLARA.

  (_Ap._ Ya éste no me estorbará,
  Pues cerrado se estará
  Toda la noche al sereno.)
  Eugenia. (_Ap._ Bueno será
  Engañarla.)


ESCENA XVI.

CLARA, EUGENIA.

EUGENIA.

              ¿Qué me quieres?

CLARA.

  Avisarte cuánto eres
  Infeliz.

EUGENIA.

           ¿En qué?

CLARA.

                    En que está
  Mi padre tan sospechoso
  (Pues no sé qué, que ha pasado,
  Mari-Nuño le ha contado
  Acerca de que celoso
  Uno y otro amante tuyo
  Hoy á esta puerta riñeron),
  Que sus sospechas le hicieron
  Desvelar, segun arguyo,
  Que no se acuesta. Por Dios,
  Que si tienes que temer,
  Me lo digas, para hacer
  Como hermana.

EUGENIA.

                Si á los dos
  En el coche y en la reja
  Viste que los despedí,
  Y que no ha quedado en mí
  Ni áun el ruido de la queja,
  ¿Qué más de mi parte puedo
  Haber hecho, ni saber
  Puedo ahora qué he de hacer?

CLARA.

  Yo sí.

EUGENIA.

         ¿Qué es?

CLARA.

                  Perder el miedo,
  Puesto que inocente estás,
  Y cerrada en mi aposento,
  Desvelar tu pensamiento;
  Que yo, desvelando más
  Tu inocencia, allá entraré,
  Diciendo que estás dormida,
  Y mostrándome ofendida
  A su enojo, le diré
  Muy bien dicho que no tiene
  Razon, si en sospechar da
  De quien tan segura está.

EUGENIA.

  Mi vida, hermana, previene
  Tu amistad; y porque más
  De mí asegurarse quiera,
  Ciérrame tú por defuera. _(Entrase.)_

CLARA.

  ¿Eso habia de hacer? _(Cierra.)_ Ya estás
  Conmigo en campaña, Amor.
  Aquesta es la vez primera
  Que te ví el rostro: no quiera
  Vencer tan presto el rigor
  De tus iras.—¡Mari-Nuño!


ESCENA XVII.

MARI-NUÑO; _despues_, DON FÉLIX.—CLARA; DON TORIBIO, _encerrado en un
balcon_.

CLARA.

  ¿Dónde está aquel caballero?

MARI-NU.

  En mi aposento, señora,
  Rato há que oculto le tengo,
  Miéntras que la relacion
  A todos tenía suspensos.

CLARA.

  Esto por Eugenia hago.

MARI-NU.

  Por eso yo te obedezco.

CLARA.

  Díle que salga á esta cuadra.

MARI-NU.

  Voy. _(Vase, y sale Don Félix.)_

D. FÉLIX.

       Aunque rendido vengo
  A serviros, es mayor
  Mi pena que el rendimiento.

CLARA.

  ¿De qué?

D. FÉLIX.

           De ver que mi aviso
  Ni vuestra cordura han hecho
  El efecto que esperamos,
  Sino tan contrario efecto,
  Que los dos conmigo hoy
  A vuestra puerta riñeron;
  Y saliendo vuestro padre
  Y vuestro primo á este tiempo,
  Queriendo acudir á todo,
  A nada acudí, supuesto
  Que ni á uno ni otro alcanzar
  Pude; y estoy con recelo
  De que se hayan encontrado,
  Puesto que ninguno ha vuelto,
  Siendo ambos huéspedes mios.
  Y aunque por ellos lo siento,
  Lo siento por vos con más
  Ventajas, pues si os confieso
  Una verdad, me debeis
  Vos mayor fineza que ellos.

CLARA.

  ¿Yo mayor fineza?

D. FÉLIX.

                    Sí.

CLARA.

  ¿Cómo?

D. FÉLIX.

         Perdonad, os ruego,
  Porque no puedo decirlo,
  Aunque ya dicho lo tengo.

CLARA.

  ¡Dicho lo teneis, y no
  Podeis decirlo! No entiendo
  Tan nuevo enigma.

D. FÉLIX.

                    Yo sí.

CLARA.

  Declaráos más.

D. FÉLIX.

                 No puedo,
  Que si el sentimiento es
  Por ser mis amigos, cierto
  Será, por ser mis amigos,
  El callar mi sentimiento. _(Ruido dentro.)_


ESCENA XVIII.

DON JUAN, _y despues_ MARI-NUÑO.—DICHOS.

D. JUAN.

  _(Dentro.)_ ¡Válgame el cielo!

D. FÉLIX.

                                 ¿Qué voces
  Son las que estamos oyendo?

CLARA.

  En el jardin fué. _(Sale Mari-Nuño.)_

MARI-NU.

                    ¡Señora!

CLARA.

  ¿Qué hay Mari-Nuño? ¿Qué es eso?

MARI-NU.

  Por las tapias del jardin
  Se ha arrojado un hombre dentro,
  A cuyo ruido, tu padre
  Baja ya de su aposento.

CLARA.

  ¡Triste de mí! ¿Qué he de hacer,
  Si os ven aquí?

D. FÉLIX.

                  Buen remedio:
  Yo por aqueste balcon
  Saldré á la calle primero
  Que me vea.

CLARA.

              No le abrais.

D. FÉLIX.

  ¿No es mejor?

_(Abre un balcon, y halla á Don Toribio.)_

D. TORIB.

                Esténse quedos,
  No hagan ruido, que ya el hombre
  A la reja llega, y quiero
  Oir lo que habla.

D. FÉLIX.

                    Hombre, ¿quién eres?

D. TORIB.

  ¿Quién os mete á vos en eso?
  ¿Métome yo en quién sois vos?
  Agradecedme que tengo
  Que hacer aquí, que si no,
  A fe que habia de saberlo.

_(Enciérrase en el balcon.)_

D. FÉLIX.

  ¿Quién vió tan extraño lance?

MARI-NU.

  Ya en el jardin se oye estruendo.

CLARA.

  Apartémonos de aquí.

_(Abren la puerta por donde se retiró Eugenia, y vanse por ella Clara y
Mari-Nuño; Don Félix se esconde, como Don Toribio, en otro balcon.)_


ESCENA XIX.

DON PEDRO.—DON FÉLIX Y DON TORIBIO, _ocultos_.

D. PED.

  Viendo mis rabiosos celos
  Que abriendo la puerta entró
  Mi enemigo hasta aquí dentro
  Sin poderlo yo estorbar,
  Que llegar no pude á tiempo,
  Por las tapias del jardin
  A entrar me atreví resuelto
  A vengar... Pero ¡qué miro!
  Que es su padre, vive el cielo,
  Y brioso, con otro hombre
  Riñendo sale á este puesto.


ESCENA XX.

_Sale_ DON ALONSO _riñendo con_ DON JUAN.—DON PEDRO; DON FÉLIX,
_oculto_; DON TORIBIO, _en el balcon_.

D. ALON.

  Al esfuerzo de mi brazo,
  De mis iras al aliento.
  Pues me han hecho dos agravios
  Tu voz y tu atrevimiento,
  Los dos vengaré... ¡Ay de mí!
  Que van mis penas creciendo,
  Pues cuando pensé de uno,
  Dos de quien vengarme tengo.

D. FÉLIX.

  _(Saliendo del balcon donde estaba escondido.)_
  Tened la espada, Don Juan.
  Don Alonso, detenéos.

D. JUAN.

  Mira si traidor amigo
  Eres, pues aquí te encuentro.

D. FÉLIX.

  Oid, sabreis que enemigo
  No soy, ni suyo, ni vuestro.

D. ALON.

  ¡Dentro de mi casa dos
  Enemigos!

D. FÉLIX.

            Detenéos.

D. PED.

  (_Ap._ Aunque estorbar aquí deba
  De Don Alonso el empeño,
  Primero venganza pide
  Lo rabioso de mis celos.)
  Si por aquese balcon

_(A Don Félix, que se ha quedado delante del balcon donde está Don
Toribio.)_

  Te pasó el atrevimiento
  De aquesa ingrata á mis ojos,
  En tí he de vengar primero
  Los celos con que te busco.
  Baja abajo, ó vive el cielo
  Que esta pistola...

D. TORIB.

  _(Saliendo del balcon.)_ ¿Pistola?
  Hombre del diablo, está quedo,
  Que no es eso lo que yo
  Te dije. Pero ¡qué veo!
  ¿Qué es esto, tio?

D. ALON.

                     A mi lado
  Os poned.

D. PED.

  _(Ap.)_   Pues que le abrieron
  La ventana, llegaré
  A matarle; que no temo,
  Ya que estoy muerto á su dicha,
  Quedar á sus manos muerto.

D. JUAN.

  Traidor, tras tí... Mas ¿qué miro?
  ¿Por la ventana resuelto
  Así os entrais?

D. PED.

                  ¿Qué os admira?
  Si tanto ruido me ha puesto
  En obligacion de entrar
  A saber lo que es.

D. ALON.

                     Suspenso
  En repetidos agravios,
  No sé á cuál he de ir primero.

D. FÉLIX.

  Tenéos, señor Don Alonso,
  Que trances de honor, el cuerdo
  Los venga con su prudencia
  Antes que con el acero:
  Y si me escuchais, no dudo
  Quedeis honrado y contento.

D. ALON.

  Uno entró por mi jardin,
  Otro por mi reja; pero
  Vos que aquí dentro os hallais,
  ¿Por dónde entrasteis primero?
  Que haciéndome el mismo agravio,
  Me venís á dar consejo.

D. TORIB.

  Entraria por la escala,
  Que escala habia para ello.

D. FÉLIX.

  Yo soy tan interesado
  En este lance, que pienso
  Que vine á serviros más
  A todos, que no á ofenderos,
  Pues fué á excusarle; mas ya
  Que conseguirlo no puedo
  De una manera, de otra
  Lo intentaré: estadme atentos.
  Doña Eugenia me ha tenido
  En aqueste cuarto, á efecto
  De estorbar entre los dos...


ESCENA XXI.

EUGENIA, CLARA.—DICHOS.

EUGENIA.

  _(Dentro.)_ ¿Qué escucho? Dejar no puedo
  De salir, al oir mi nombre.

CLARA.

  _(Dentro.)_ Tente, no salgas.

_(Salen Clara y Eugenia.)_

EUGENIA.

                                Sí quiero,
  Que ya me importa saber
  Qué es aqueste fingimiento.
  ¡Yo te he tenido (¿qué dices,
  Hombre?) en mi cuarto! _(A Don Félix.)_

D. FÉLIX.

                         Tenéos,
  Que yo Doña Eugenia he dicho,
  No vos. _(Señala á Clara.)_

D. ALON.

          ¿Cómo, cómo es eso?
  ¿Luego tú eras la que un hombre
  Escondido tenías dentro?

EUGENIA.

  ¿Luego tú con nombre mio,
  Clara, la traicion has hecho?

D. TORIB.

  ¿Luego tú por eso á mí
  Me tenías al sereno,
  Hecho avestruz del amor?

LOS TRES.

  ¿Qué es esto, ingrata? ¿Qué es esto?

CLARA.

  Esto es que por estorbar
  De Eugenia yo los empeños,
  No pude estorbar el mio;—
  Y pues que sois caballero, _(A Don Félix.)_
  No en el riesgo me dejeis,
  Cuando á otra sacais del riesgo.

D. FÉLIX.

  ¿Qué es dejaros? Con mil vidas
  Habeis de ver que os defiendo;
  Pues no amando la que es dama
  De mis amigos, bien puedo.

D. JUAN.

  Pues supuesto que ya quedan
  Desvanecidos mis celos,
  Yo os ayudaré.

D. PED.

                 Yo y todo.

D. ALON.

  ¿Hay tan grande atrevimiento?

D. TORIB.

  ¡Quién tuviera aquí un lanzon
  De tres que en mi casa tengo!

D. ALON.

  A mis ojos y en mi casa,
  Nadie á mis hijas (¡ay cielos!)
  Defenderá que no sea
  Su esposo.

D. FÉLIX.

             Si basta eso,
  Yo lo soy suyo.

CLARA.

                  Y yo suya.

D. ALON.

  ¿Quién creyera que en el hierro
  Mayor, fuera quien cayera
  La mesurada más presto?

D. TORIB.

  ¿Quién no lo creyera? pues
  Siempre en el mundo lo vemos,
  Que las aguas mansas son
  De las que hay que fiar ménos,
  Y tienen mayor peligro
  Porque sin duda por eso,
  _Guárdate del agua mansa_
  Dijo un antiguo proverbio.

EUGENIA.

  Pues yo, señor, á tus plantas
  Humildemente te ruego
  Me des estado á tu gusto;
  Que yo con mi primo quiero
  Irme á la montaña, donde
  Te asegure por lo ménos
  De que nunca delincuentes
  Fueron mis esparcimientos.

D. TORIB.

  ¿A la montaña? Eso no,
  Porque allá llevar no quiero
  Ni fílis ni guardainfantes:
  Y así, con mi alforja al cuello,
  Donde está mi ejecutoria,
  Habeis de ver que me vuelvo
  Sin casar.

D. ALON.

             Ni yo tampoco;
  Que no tengo de dar dueño
  Tan bruto á una hija mia
  A quien más atencion debo,
  Sino darla á quien su madre
  La habia dado en casamiento,
  Y esperando mi licencia,
  Se quedó hasta ahora suspenso.

D. JUAN.

  A vuestras plantas humilde
  Os digo que soy el mesmo,
  Pues soy Don Juan de Mendoza.

D. ALON.

  Con esto es del mal el ménos.

D. PED.

  Pues quedo sin esperanza
  De mi amor, lograrla intento
  En pedir que perdoneis
  De nuestras faltas los yerros.

D. TORIB.

  Porque con la moraleja
  Del _Agua mansa_ y su ejemplo,
  Dando principio á serviros,
  Fin á la comedia demos.



ZARZUELAS.



EL LAUREL DE APOLO.



PERSONAS.


  APOLO, _de cazador_.
  CUPIDO, _de pastor_.
  SILVIO, _pastor galan_.
  CÉFALO, _pastor galan_.
  LAURO, _pastor_.
  ANTEO, _pastor_.
  DAFNE, _ninfa_.
  LIBIA, _ninfa_.
  FLORA, _labradora_.
  BATA, _villana_.
  RÚSTICO, _villano gracioso_.
  _Seis ninfas marinas_, músicas.
  _Música._
  _Coro de amor._
  _Coro de olvido._
  _Villanos._
  _Zagales._
  _Zagalas._


La accion pasa en Tesalia.



JORNADA PRIMERA.


_Campo y bosques á la orilla del Peneo._


ESCENA PRIMERA.

VILLANOS, DAFNE, CÉFALO, SILVIO.

VILLANOS.

  _(Dentro.)_ Huid, pastores, huid,
  Que anda en el monte la fiera.

DAFNE.

  _(Dentro.)_ ¿No hay quien me socorra?
  ¿No hay quien me defienda?

CÉFALO.

  _(Dentro.)_ Sí, miéntras yo viva.

SILVIO.

  _(Dentro.)_ Sí, mientras yo muera.

_(Salen Silvio y Céfalo, pastores galanes, trayendo entre los dos
desmayada á Dafne, vestida en traje de ninfa bizarra.)_

DAFNE.

  ¡Ay de mí, infelice!

CÉFALO.

  Ya nada hay que temas:
  Cóbrate y anima.

SILVIO.

  Descansa y alienta.

DAFNE.

  ¿Cómo podré, si he llegado
  A ver que me han socorrido,
  Silvio, á quien he aborrecido,
  Y Céfalo, á quien he amado?
  Y no habiendo uno estimado
  Mi amor, y otro sí, mi fiero
  Desden dudó cuál primero
  Lugar en mi riesgo adquiere,
  Quien logra lo que me quiere,
  O paga lo que le quiero.
  Y así, habré de suspender
  Las gracias, hasta apurar
  Qué accion es más singular,
  Obligar ó agradecer:
  Y pues hoy no habeis de ver,
  Vos favor, ni desden vos,
  Confórmeos el ciego dios;
  Que aunque me hallo agradecida,
  Es poca alhaja una vida
  Para partida con dos.

CÉFALO.

  Yo, hermosa Dafne, nací
  Más al estudio inclinado
  Que al amor; y habiendo hallado
  En ese siempre turquí
  Libro azul, en que aprendí
  Del docto maestro del dia
  Judiciaria astrología,
  Que habia de venir á ser
  La beldad de una mujer
  Su destruicion y la mia,
  Negué una y otra deidad
  De Amor y Vénus, y sólo
  En las cátedras de Apolo
  Mantuve mi libertad.
  Dígalo tu voluntad,
  Pues el dia que llegué
  A verme dichoso, en fe
  No de mi merecimiento,
  Sino en fe del cumplimiento
  De mi opuesto hado, dejé
  La patria con tan vil traza,
  Como el huir mi desdicha
  Desde luégo de una dicha,
  De miedo de una amenaza.
  Viendo, pues, cuánto embaraza
  La ausencia al amor, volví
  Creyendo que ya habria en tí
  Hecho su efecto veloz:
  A donde siendo tu voz
  La primer cosa que oí,
  A socorrerte llegué.
  Y aunque hasta aquí hablé grosero,
  Desde aquí perder no quiero
  El mérito que gané;
  Que si agradecido fué
  Mi afecto, y amante ha sido
  El de Silvio, yo he vencido;
  Pues si puede el más constante
  Ser noble sin ser amante,
  No sin ser agradecido.

SILVIO.

  Yo más ciencias no aprendí
  Que el arte de amar: si fué
  El mejor libro, no sé;
  Pero presumo que sí;
  Que si lo fué para tí
  Del sol el claro arrebol,
  El sol de Dafne crisol
  Fué de mi fe: ella dirá
  Si de ciencia á ciencia va
  Lo que va de sol á sol.
  Si tú ántes de sucedido,
  Hallaste que habia de ser
  Tu peligro una mujer,
  Yo hallé que ya lo habia sido;
  Y si, buscando un olvido,
  Tú te ausentaste, yo fiel
  Acudo á un rigor cruel:
  ¿Quién, pues, morirá mejor?
  ¿Tú por huir de un temor,
  O yo por volver á él?
  Haber á tiempo llegado
  Que la hayamos socorrido
  Los dos, es haber querido
  Ponerse una vez el hado
  De parte del desdichado,
  En quien con el desden crece
  El amor; que el que se ofrece
  Amado á cualquier fatiga,
  Satisface; mas no obliga:
  Cumple; pero no merece.
  Y aunque para la cuestion
  Basta la razon que he dado;
  Habiendo Dafne tomado
  Plazo á la satisfaccion,
  No quiero tener razon,
  Sino darme por vencido;
  Y así, que suspenda pido
  A quien las gracias previene;
  Que, áun en tenerla, no tiene
  Razon un aborrecido.
  Y para atajar la duda,
  La he de preguntar (dejando
  Al tiempo, que él sabe cuando
  Con el desengaño acuda),
  ¿Qué ocasion helada y muda,
  Despues que las voces dió,
  En la falda la dejó
  Del monte donde la hallamos?

CÉFALO.

  Dices bien.—Dafne, sepamos
  Qué fué tu peligro.

DAFNE.

                      Yo
  Os lo diré, agradecida
  A la dilacion, pues basta
  Que reconozca la deuda,
  Miéntras no sé á quién pagarla.
  Ya sabeis... (Pero es forzoso
  Que de noticias me valga,
  Que nunca por muchas sobran,
  Y tal vez por una faltan)
  Que este enmarañado monte,
  Que en Tesalia, nuestra patria,
  Es verde coluna, en quien
  Del cielo el eje descansa,
  Albergue fué de Fiton,
  Aquel mágico, que en várias
  Diabólicas ciencias diestro,
  Quitó á los dioses la sacra
  Adoracion de sus doctos
  Simulacros, pues que en claras
  Voces habló en esqueletos
  Mejor que ellos en estatuas.
  Oráculo pues de todas
  Las gentes destas montañas,
  Ya no eran Apolo y Vénus
  Sus auxiliares, con tanta
  Desestimacion, que habiendo
  En esas dos cumbres altas
  Dos templos suyos, apénas
  Vimos por edades largas
  En sus piadosos umbrales
  Ni áun huella de humana planta,
  Porque á la lóbrega gruta
  De Fiton era á quien daban
  La fe y el voto, teniendo
  Sus respuestas por más sábias.
  Viendo pues las dos deidades
  Ya sus antorchas sin llama,
  Sus altares sin ofrenda,
  Y sin víctimas sus aras,
  Ofendidas dispusieron,
  En religiosa venganza,
  Que Peneo, padre mio,
  En cuyas ondas de plata
  Me abortó marina ninfa,
  Embrion de fuego y agua,
  Rompiese el márgen, talando
  Con obedecida saña
  Las bárbaras poblaciones
  De todas estas comarcas:
  En cuya undosa avenida
  Todos del monte se amparan,
  Haciendo de sus peñascos,
  De sus troncos y sus ramas
  Contra pólvora de nieve
  Rebellines de esmeralda.
  Los sacerdotes de Apolo,
  Y de Vénus las sagradas
  Sacerdotisas, en vez
  De dar abrigo á sus ánsias
  Les intimaron sentencia
  De muerte: con que cerradas
  Las puertas de entrambos templos,
  Reconocieron ser causa
  De su estrago la ojeriza
  De los dioses; y trocada
  La estimacion de Fiton
  En ira, en cólera y rabia,
  En su mal vivo cadáver
  Ensangrentaron las armas.
  (¿Qué deja al enojo el que
  Por el desenojo mata?)
  Templó el homicidio el ceño,
  Reducida la amenaza
  De la inundacion al coto
  De las márgenes que hoy guarda;
  Pero apénas el peligro
  Cesó, cuando en vez de gracias,
  Dieron á los cielos quejas,
  Lamentando más la falta
  Del mago Fiton, que no
  La culpa que fué la causa:
  Con que enojados segunda
  Vez los dioses, la pasada
  Ruina trocaron en otra,
  Para cuya cruel, extraña
  Ira os prevengo, ya que
  Si hasta aquí supisteis, haya
  Novedad desde aquí, oyendo
  Lo que en vuestra ausencia pasa.
  El monte que zozobrado
  Bajel fué, y de la resaca
  A los embates quedó
  Mal enjuto de las claras
  Luces del sol, y no bien
  Oreado de las auras,
  En corrompidos vapores
  De ovas, légamos y lamas,
  Se pobló de inmundos monstruos
  Desde la cumbre á la falda,
  Entre cuyas venenosas
  Especies, la más tirana,
  Más horrorosa, más fiera,
  Más terrible y más infausta,
  Fué una escamada serpiente,
  Que abrigándose en la estancia
  De la cueva de Fiton,
  Motivó á las siempre vagas
  Supersticiones del vulgo,
  Ser de su cadáver alma.
  Esa pues ni ave, ni fiera,
  Ni pez, siendo así que en agua,
  En tierra y aire, pez, fiera
  Y ave, corre, vuela y nada;
  Sirviéndose para todo,
  En el aire de las alas,
  En la tierra de los piés,
  Y en el mar de las escamas;
  Con su anhélito el ambiente
  Infesta, siempre que brama;
  Y siempre que pace ó bebe,
  Con su espuma, ondas y plantas:
  Tanto, que apénas hay flor,
  Que no sea avenenada
  Cicuta, siendo ya en todo
  El orbe ponzoña amarga,
  Para el abuso de hechizos,
  De ilusiones y fantasmas,
  La ménos tocada yerba
  De los montes de Tesalia.
  No en esto solo el estrago
  De tanto escándalo pára,
  Sino en que, bandido monstruo
  De todas estas campañas,
  Los errados peregrinos
  Y moradores asalta
  Hasta que unos y otros sean
  De sus presas y sus garras
  Sangriento despojo: á cuyo
  Terror, viendo cuánto engaña
  Peligro que no escarmienta,
  Volvió á sus primeras ánsias
  El vulgo, reconociendo
  Que no hay medios que le valgan,
  Que no sean acudir
  Con dones, feudos y párias
  A los enojados dioses;
  Pues cuanto más los agravia
  Nuestro error, tanto más nuestro
  Rendimiento los aplaca.
  Y así, en divididas tropas
  De mil festivas escuadras,
  Que con varios instrumentos
  Himnos á ambos dioses cantan;
  Al templo de Apolo hoy suben,
  Los hombres por una banda,
  Y las mujeres por otra
  Al templo de Vénus, para
  Que ofrendas y sacrificios
  Mejoren sus esperanzas.
  Yo, que, al ruido, dejé el coro
  De ninfas, y acompañada
  De unos rústicos villanos,
  Seguir quise las estampas
  Del femenil escuadron,
  Sentí moverse unas matas;
  Y presumiendo que fuera
  Alguna pequeña caza
  Que llevar al sacrificio,
  Seguirla quise y matarla.
  Pero apénas la torcida
  Senda dejé, y de la aljaba
  Al arco puse la flecha,
  Cuando entre las verdes jaras
  De un ribazo, á quien servian
  De entretejida muralla
  Sobre dos desnudas peñas
  Cuatro mal vestidas zarzas,
  El monstruo ví, á cuyo horrible
  Asombro volvió la espalda
  La amedrentada cuadrilla,
  Y yo absortamente helada,
  «¿No hay quién me socorra?» juzgo
  Que dije, y di desmayada
  En tierra, donde no supe
  De mí (¡ay infelice!), hasta
  Que en los brazos de los dos
  Perdí el susto y cobré el habla.
  Y pues se deja inferir
  Que mañosamente incauta
  La fiera, estaba en acecho,
  Y al ver tanta gente y armas,
  A ocultarse al monte iria,
  Con el instinto que alcanza,
  Quizá heredado de quien
  La dió el nombre, pues la llaman
  Todos el monstruo Fiton;
  Y pues con su fuga pasa
  De un susto en otro la duda
  De á quién le debo las gracias;
  Por no agraviar á ninguno
  (Puesto que mujer que paga
  A dos, á ninguno obliga,
  Y ántes á entrambos agravia),
  Quiero á segunda experiencia
  Dejar la duda fiada:
  Y así, el que desde hoy (oid)
  Por mí una fineza haga,
  Será quien de mi socorro
  Merezca el triunfo y la palma.
  La fineza ha de ser que
  Tú, Céfalo, que con tanta
  Vanidad no amar blasonas,
  Finjas amar; tú, que amas,
  Silvio, finjas que aborreces:
  De manera que trocadas
  Las inclinaciones, vea
  Yo en tí rendimientos y ánsias,
  En tí olvidos y desdenes;
  Que el que con mayor ventaja
  Disimulare su afecto,
  Y el no afecto suyo traiga
  Más desmentido á mis ojos,
  Será el que vencido haya
  En la cuestion. Y porque

_(Dentro grita de villanos.)_

  Ya de entrambos templos bajan
  Las tropas haciendo á un tiempo
  Con festivas consonancias
  De instrumentos y de voces
  Unas á otras la salva,
  Cautelad vuestras pasiones;
  Que yo librando la paga
  Del socorro de mi vida
  A una experiencia tan rara,
  He de ver quién hace más
  En servicio de una dama:
  Quien lo que ama disimula,
  O finge lo que no ama.

SILVIO.

  Advierte que no es igual
  El partido; que me encargas,
  Dafne, á mí lo más difícil.

CÉFALO.

  ¿Qué lo más difícil llamas?

SILVIO.

  Disimular un afecto,
  Que mudo volcan del alma,
  Siempre está ardiendo, y no es
  Posible que modo haya
  Con que la llama se oculte,
  Para que sin humos arda.

CÉFALO.

  ¿Cuánto es más dificultoso
  Querer que donde no hay llama,
  Haya, ni áun humo, pues no
  Respira él donde ella falta?

SILVIO.

  Caer en defectos es fuerza
  El que disimula que ama,
  Pues lleva dentro de sí
  Quien lo contrario le manda.

CÉFALO.

  ¿Cuánto es más forzoso que
  En ellos quien finge caiga,
  Pues no lleva quien le acuerde
  El precepto que le encargan?

SILVIO.

  Sí, mas ¿cómo dormirá
  Afecto que no descansa,
  Teniendo siempre al oído
  Despertador que le llama?

CÉFALO.

  ¿Y cómo despertará
  A las horas señaladas
  El que sin despertador
  Goza el sueño en quietud blanda?

SILVIO.

  ¿Podrá representar bien
  Uno un papel, cuando anda
  Ofuscada la memoria
  Con los versos de otra farsa?

CÉFALO.

  Podrá atenerse al apunto,
  Que desde dentro le habla,
  Que es lo que no podrá hacer
  El que áun apunto le falta.

SILVIO.

  Fingir es accion que no
  Hace uno en hacerla nada,
  Pues hace por obediencia
  Lo que otros hacen por gala.

CÉFALO.

  Ménos el que disimula
  Hace, pues es cosa clara
  Que mandarle que no diga
  Es mandarle que no haga.

SILVIO.

  ¿Y no hace harto en padecer
  El que padeciendo calla?

CÉFALO.

  No, que el que calla no tiene
  La obligacion del que habla,
  Pues le obliga á que sea bueno,
  Y á esotro el callar le basta.

SILVIO.

  Quien finge...

CÉFALO.

                 Quien disimula...

SILVIO.

  No siente.

CÉFALO.

             No espera.

DAFNE.

                        Basta; _(Ruido dentro.)_
  Que el tiempo lo dirá... y más
  Cuando vuestra porfía atajan
  Las tropas, que ya del monte
  Al valle vuelven, mezcladas
  Unas con otras, bailando
  Al compas de lo que cantan.

SILVIO.

  Pues aunque tema ser yo
  Quien á lo más se adelanta,
  Desde aquí desengañado
  Mi amor, en tu vida, ingrata,
  Verás en mí sino olvidos,
  Desdenes, ceños, mudanzas.

DAFNE.

  Aun no sentidos, disuenan
  Los desaires.

CÉFALO.

                Porque nada
  Quede á deberte, divina
  Dafne, rendido á tus plantas,
  En tu vida en mí verás
  Sino amor, finezas y ánsias.

DAFNE.

  Aun fingidos suenan bien
  Rendimientos. (_Ap._ ¡Ay del alma
  Que se da á tan vil partido,
  Como vivir engañada
  De afecto que agravia huyendo,
  Y afecto que amando agravia!)


ESCENA II.

_Salen por un lado_ FLORA, BATA Y OTRAS ZAGALAS; _y por otro salen_
LAURO, RÚSTICO Y OTROS ZAGALES, _todos con instrumentos, cantando y
bailando_.—DAFNE, CÉFALO, SILVIO.

CORO 1.º

  _(de zagalas.)_ _¡Viva la gala..._

CORO 2.º

  _(de zagales.)_                  _¡Viva la gala..._.

CORO 1.º

  _De la madre del Amor..._

CORO 2.º

  _Del hijo del alba..._

CORO 1.º

  _De la diosa de la hermosura,_
  _El donaire y la gracia!_

CORO 2.º

  _Del que es dios en valles y montes,_
  _De flores y plantas!_

TODOS.

  _¡Viva la gala, viva la gala_
  _De la madre del Amor,_
  _Del hijo del alba!_

ZAG.ª 1.ª

  _¡Viva la gala de aquella_
  _Clara vespertina estrella,_
  _Que en seguir del sol la huella_
  _La primera se señala!_

TODOS.

  _¡Viva la gala!_

ZAGAL 1.º

  _¡Viva la gala de aquel_
  _Siempre amante, siempre fiel_
  _Astro, que en saliendo él_
  _Todos los demas iguala!_

TODOS.

  _¡Viva la gala!_

BATA.

  Tambien mi copra ha de ir.

RÚSTICO.

  Y la mia.

UNOS.

            Vaya.

OTROS.

                  Vaya.

BATA.

  ¡Viva la gala dichosa
  De la que en el cielo es diosa,
  Y por acá es otra cosa,
  No sé si buena ó si mala!

TODOS.

  _¡Viva la gala!_

RÚSTICO.

  ¡Viva la gala, y la accion
  Del padre de Faraon,
  Que ha de matar al figon,
  Que á sí solo se regala!

TODOS.

  _¡Viva la gala, viva la gala_
  _De la madre del Amor,_
  _Del hijo del alba!_

DAFNE.

  Decidme, galan pastor...

RÚSTICO.

  Fuera, que conmigo habra.

DAFNE.

  Decidme, zagala bella...

BATA.

  Y conmigo.

DAFNE.

             ¿Qué es la causa
  De que tan alegres todos
  Volvais á vuestras cabañas,
  Despues de los sacrificios
  Que habeis hecho?

BATA Y RÚSTICO.

                    Oye, y sabrásla.

BATA.

  La diosa Véras...

RÚSTICO.

                    El dios
  Pollo...

BATA.

           Calla, tonto.

RÚSTICO.

                         Calla,
  Sabida.

BATA.

          Yo he de decirla.

RÚSTICO.

  Eso no: yo he de contarla.

BATA.

  A mí me la pescudó,
  Pues dijo «bella zagala.»

RÚSTICO.

  Y á mí, pues dijo «galan
  Pastor.»

LAURO.

           Quita, loco.

FLORA.

                        Aparta,
  Necia.

RÚSTICO.

         ¿Es más galan pastor
  Usted que yo?

BATA.

                ¿Es más bizarra
  Zagala usted que yo?

FLORA Y LAURO.

                       Oye,
  Dafne, y sabrás lo que pasa.

LAURO.

  Mas si va á decirlo Flora,
  La primacía he de darla;
  Que la urbanidad más ruda
  Se precia de cortesana
  Con la belleza.

FLORA.

                  Aunque no
  Lo es la mia, he de aceptarla.
  Al templo de Vénus, Dafne
  Bella, deidad soberana
  De las ninfas del Peneo,
  Llegamos, donde postradas
  Todas, hicimos rendida
  Adoracion á sus plantas.
  Las ofrendas que llevamos
  Pusimos sobre sus aras,
  Y en devota aclamacion,
  Mezclamos en voces altas
  Endechas que el temor llora,
  Con himnos que el amor canta.
  La diosa (que hasta las diosas
  Con las dádivas se ablandan)
  En voz de su estatua dijo
  Que el sacrificio aceptaba,
  Y que el Amor, descendiendo
  De su soberano alcázar,
  Con las plumas de sus flechas
  En las plumas de sus alas,
  Sería quien presto nos diese
  De aquesta fiera venganza.

LAURO.

  Lo mismo Apolo nos dijo,
  Y que usando de las armas
  Con que Délfos, cazador
  Le vió un tiempo en sus montañas,
  A Tesalia disfrazado
  Vendria: en cuya esperanza
  Volvemos cantando todos
  En hacimiento de gracias...

ELLA Y TODOS.

  _¡Viva la gala_
  _De la madre del Amor_
  _Del hijo del alba!_

DAFNE.

  Pues yo, hasta llegar tambien
  A la orilla que de nácar
  Guarnece el sacro Peneo,
  Con tales nuevas, ufana
  Con todos iré.

SILVIO.

                 Y tras tí
  Quien adora las estampas
  De tu pié.

DAFNE.

             ¿Tan presto yerras,
  Silvio, el papel que estudiabas?

SILVIO.

  Olvidóseme que habia
  De olvidar; mas ya, tirana,
  Mas ya, aleve, mas ya, fiera,
  Equivocando las ánsias
  Que padezco verdaderas,
  Con las que desmiento falsas,
  Iré huyendo de tu vista. _(Vase.)_

DAFNE.

  Céfalo, ¿cómo no tratas
  Seguirme cuando me ausento?

CÉFALO.

  ¡Ah, sí! no se me acordaba
  De que estoy enamorado.
  Ya voy siguiendo tus claras
  Luces.

DAFNE.

         ¡Qué mal se domeñan
  Inclinaciones contrarias!

FLORA.

  Hasta llegar á la orilla
  Vaya de música.

TODOS.

                  Vaya.
  _(Cantan.)_
  _¡Viva la gala, viva la gala_
  _De la madre del Amor,_
  _Del hijo del alba;_
  _De la diosa de la hermosura,_
  _El donaire y la gracia;_
  _Del que es dios en valles y montes,_
  _De flores y plantas!_
  _¡Viva la gala_
  _De la madre del Amor,_
  _Del hijo del alba!_

_(Vanse cantando y bailando, y quedan Bata y Rústico.)_


ESCENA III.

RÚSTICO, BATA.

RÚSTICO.

  ¿No es bueno que hasta el bailar
  Por valles y montes cansa?

BATA.

  Rústico, ¿cómo te quedas?

RÚSTICO.

  Cansado me quedo, Bata,
  A tomar aliento, aunque
  Si viera que te quedabas
  Tú, me fuera por no verte.

BATA.

  Mal el pergeño me pagas
  Con que pienso que te quiero,
  Si es que el magin no me engaña.

RÚSTICO.

  Pues engáñete el magin,
  Si es posible; que yo hasta
  Que encuentre á quien me merezca,
  No he de amar.

BATA.

                 Pues, alimaña,
  ¿Quién que te merezca quieres
  Sino una desesperada
  Como yo?

RÚSTICO.

           Pues ¿habrá más
  De estarme, como me estaba,
  Morgollo de amor?

BATA.

                    Pues él
  Venir tiene á las montañas,
  Yo me quejaré á él de tí.

RÚSTICO.

  ¿Cómo, díme, mentecata,
  Le has de conocer, si Amor
  Para venir se disfraza?

BATA.

  Los dioses, áun disfrazados,
  Dan de quién son señas craras,
  Que no habran como mosotros.

RÚSTICO.

  Pues ¿de qué manera habran?

BATA.

  Con tan dulce melodía,
  Tan süave consonancia,
  Que siempre suena su voz
  Como música en el alma:
  Y así, en oyéndole que hace
  Gorgoritas de garganta,
  Cátale Dios.

RÚSTICO.

               El sabello
  Es bien, porque todos hagan
  Esa distincion. Mas díme,
  ¿Todo lo que dicen cantan?

BATA.

  Cuando habran entre sí,
  ¿Qué sé yo lo que les pasa?
  Fuera de que ¿quién les quita
  Que tal vez?...


ESCENA IV.

VILLANOS.—DICHOS.

VILLANOS.

  _(Dentro.)_     A la montaña,
  Pastores.

OTROS.

  _(Dentro.)_ Al bosque.

OTROS.

  _(Dentro.)_            Al rio.

OTROS.

  _(Dentro.)_ Al monte.

OTROS.

  _(Dentro.)_           Por aquí ataja.

BATA.

  Pero ¿qué es esto?

VILLANOS.

  _(Dentro.)_        Pastores,
  Huid del valle, porque baja
  A él la fiera.

BATA.

                 ¡Ay de mí triste!

RÚSTICO.

  De mí alegre, si te agarra
  Primero que á mí.

BATA.

                    No hará,
  Que asida yo á tus espaldas,
  Primero ha de dar contigo.

_(Al huir él, se ase ella de sus espaldas sin verla: él huye, y ella
tras él.)_

RÚSTICO.

  ¡Ay señores! ya me agarra,
  Ya me trincha, ya me muerde,
  Ya me engulle, ya me masca.

BATA.

  ¿Qué tiembras, que áun no es la fiera,
  Mentecato, quien te traga?

RÚSTICO.

  Pues ¿quién me tiene?

BATA.

                        Yo soy.

RÚSTICO.

  Aun peor está que estaba;
  Que fiera por fiera, no
  La quedas á deber nada.
  Mas yo huiré por esos trigos.

BATA.

  Y yo por esas cebadas.

_(Desásese de ella, y al entrarse cada uno por su lado, sale por el de
Bata Cupido vestido de pastor, y Apolo de cazador por el otro, cantando
todo lo que representan.)_


ESCENA V.

CUPIDO, APOLO.—RÚSTICO, BATA.

APOLO.

  _Díme, bárbaro pastor..._

CUPIDO.

  _Díme, rústica villana..._

APOLO.

  _Si fueron las voces tuyas..._

CUPIDO.

  _Si fueron tuyas las ánsias..._

APOLO.

  _¿En cuál destas duras quiebras..._

CUPIDO.

  _¿En cuál destas peñas altas..._

APOLO.

  _Es donde el monstruo se oculta?_

CUPIDO.

  _Es donde la fiera anda?_

RÚSTICO.

  Aunque usted me lo pescude
  Con armonía tan branda...

BATA.

  Aunque saberlo pretenda
  Usted con dulzura tanta...

RÚSTICO.

  Que me da á entender que es Pollo,
  Que viene en su busca á caza...

BATA.

  Que piense que es Escopido,
  Que ya ha venido á matarla...

RÚSTICO.

  No estó para echar el huelgo.

BATA.

  No estó para echar el habra.

RÚSTICO.

  Si ella quedó de venir...

BATA.

  Serpiente es de su palabra.

RÚSTICO.

  Por ahí esperarla puede. _(Vase.)_

BATA.

  Por ahí puede aguardarla. _(Vase.)_


ESCENA VI.

APOLO Y CUPIDO, _sin verse_.

CUPIDO.

  Ya podeis pedir albricias,
  Altos montes de Tesalia...

APOLO.

  Ya, incultas selvas, podeis
  Alentar con esperanzas...

CUPIDO.

  Pues disfrazado pastor,
  Amor á vosotros baja.

APOLO.

  Pues en vosotros, fingido
  Cazador, Apolo anda.

CUPIDO.

  A aquella parte parece
  Que se han movido las ramas.

APOLO.

  Ruido entre aquellos peñascos
  Han hecho troncos y plantas.

CUPIDO.

  ¿Si será el monstruo el que esconden?

APOLO.

  ¿Si es el Fiton el que guardan?

CUPIDO.

  Mas ¡qué miro!

APOLO.

                 Mas ¡qué veo!

CUPIDO.

  ¿Qué te admira?

APOLO.

                  ¿Qué te espanta?

CUPIDO.

  Verte de cazador. ¿Dónde
  Están de Admeto las vacas?

APOLO.

  Mirarte á tí de pastor
  En monte de fieras tantas.

CUPIDO.

  ¿Por qué, si matar al fiero
  Fiton mi madre me manda?

APOLO.

  Porque no sé que se hiciesen
  Para los montes tus armas.
  _(Canta.)_ _No desdores, Cupido,_
  _Tu arco y tus flechas;_
  _Que es desaire de hermosas_
  _Que maten fieras._

CUPIDO.

  _(Canta.)_ _Antes quiero que vean,_
  _Sagrado Apolo,_
  _Que del Amor las armas_
  _Lo rinden todo._

APOLO.

  _Teme á los despenados,_
  _No diga alguno_
  _Que tus flechas se emplean_
  _Bien en los brutos._

CUPIDO.

  _Cuando el bruto no sienta_
  _De qué mal muere,_
  _Sentirá por lo ménos_
  _Sentir que siente._

APOLO.

  _Tu peligro recela;_
  _Que no es trofeo_
  _Tan gran monstruo de un niño_
  _Desnudo y ciego._

CUPIDO.

  _Aunque el Amor es ciego,_
  _Desnudo y niño,_
  _¿Cuándo le ha retirado_
  _Ningun peligro?_

APOLO.

  _Yo he venido á esta empresa_
  _Y ha de ser mia._

CUPIDO.

  _¿Quién habrá, sin ser loco,_
  _Que á Amor compita?_

APOLO.

  _Quien á tí adelantando_
  _Su valor, sepa_
  _De sus rayos adonde_
  _Corre la fiera;_
  _Y ántes que tú llegues,_
  _La habré postrado._

CUPIDO.

  _Si tus rayos enferman,_
  _Matan mis rayos:_
  _Y así, aunque tú la encuentres,_
  _Dirá mi esfuerzo..._


ESCENA VII.

VILLANOS, _y luego_, LIBIA.—APOLO, CUPIDO.

VILLANOS.

  _(Dentro.)_ ¡Ay qué terror! ¡Qué asombro!

LIBIA.

  _(Dentro.)_ ¡Valedme cielos!

APOLO.

  Mas ¿qué voces son estas?

CUPIDO.

  No sé, que solo
  Sé que el escucharlas
  Me tiene absorto. _(Sale Libia huyendo.)_

LIBIA.

  Gallardos cazadores,
  Que segun inferir
  Deja al hombro el carcaj
  Y en la mano el marfil,
  Sin duda á nuestros montes
  De vecino confín
  Venís buscando caza,
  Sin ver donde venís:
  Mujer infeliz soy;
  Pues estais dos, partid
  Con deudas de mujer
  Lástimas de infeliz,
  Y dadme amparo. Libia,
  De Vénus (¡ay de mí!)
  Sacerdotisa soy:
  Viendo al templo subir
  Las zagalas del valle,
  Con unas de quien fuí
  Deuda ó amiga, quise
  El camino partir;
  Y habiéndolas dejado
  En el bello jardin
  Que hace la falda al monte;
  Bien como astuto vil
  Aspid, que disfrazado
  Se disimula, ví
  Que al paso me salia
  Fiton, de quien á oir
  Habreis llegado que es
  Terror deste país.
  Pero ¿qué me detengo?
  (¡Ay triste!) en referir
  Su furia y mi peligro,
  Si en mi alcance tras mí...
  Mas al verle no puedo,
  No puedo proseguir;
  Que es mordaza al hablar
  El lazo del sentir.

APOLO.

  No temas, Libia bella,
  Que delante de tí,
  De tu vida seré
  Defensa yo.

LIBIA.

              Al oir
  Lo dulce de tu voz,
  Me das á presumir
  Que eres deidad que el cielo
  Da en mi amparo.

CUPIDO.

                   ¡Ay de mí!

_(Cáesele el arco y flecha.)_

  Que al verte de tan cerca,
  Arco y flecha perdí.

APOLO.

  ¿Por qué, Amor, en su amparo
  No intentas preferir?

CUPIDO.

  Por no vencerle á él,
  Sin que él te venza á tí. _(Vase retirando.)_

APOLO.

  _(Siguiéndole.)_ No es eso, sino que
  Amor en cualquier lid,
  Si entra al principio osado,
  Sale cobarde al fin.
  Y para que conozcas
  Mi esfuerzo, este sutil
  Arpon, rayo sin llama,
  Pájaro sin matiz,
  Cometa de los aires,
  Verás volar y herir,
  Siendo el Fiton mi triunfo. _(Vase.)_


ESCENA VIII.

LIBIA.

LIBIA.

  ¡Qué valiente á salir
  Al paso va á la fiera!
  Y ¡qué fiera (¡ay de mí!)
  Ella le mira! entrambos
  Vibrando á un mismo fin,
  Ella sus aceradas
  Navajas de marfil,
  Y él de su arco la cuerda.
  ¡Qué tiro tan feliz!
  Que falseando á la escama
  Las conchas que bruñir
  Pudo, al temple del sol,
  Del aire el esmeril,
  Al corazon penetra,
  A cuyo tiro ví,
  Revoloteando el ala,
  De la inhiesta cerviz
  El crinado copete
  Desmelenar la crin.
  Por boca y por heridas
  Ya verter, ya escupir
  De venenosa nieve,
  De infestado carmin
  Dos fuentes ven las flores;
  Y tanto, que al teñir
  Su tez, lo que topacio
  Nació, muere rubí.
  Túmulo es de esmeralda
  El risco, al sacudir
  La cola; pues le hace
  Sus bóvedas abrir,
  En cuyo seno ya
  Rendido, convertir
  Se oye el fiero bramar
  En tímido gemir.
  Y pues amedrentados
  Huyen todos de aquí,
  Venid vosotras, ninfas
  Del Peneo, venid,
  Cuantas de sus cristales
  El líquido viril
  En bóvedas de nácar,
  Plata y coral vivís:
  Venid pues á mis voces.


ESCENA IX.

_Salen seis_ NINFAS _vestidas de escamas y tocadas de corales y perlas,
y_ DAFNE, _y por otra parte_ RÚSTICO.—LIBIA.

TODAS.

  _(Cantan.)_ _¿Qué nos quieres, nos dí,_
  _Que á todas á tu acento_
  _Obligas á salir_
  _Del cristalino albergue_
  _Que habitamos?_

RÚSTICO.

                  Y á mí
  De entre aquesas dos peñas,
  Adonde me escondí,
  Porque áun no dejó el miedo
  Ánimo para huir.

LIBIA.

  Que las rendidas gracias
  Deis al que reducir
  Pudo nuestro temor
  Al más glorioso fin.
  Allí Fiton herido
  Yace, y triunfante aquí
  Quien pudo darle muerte.


ESCENA X.

APOLO.—DICHOS.

NINFAS.

  _(Cantando.)_ _¿Quién eres, oh gentil_
  _Jóven, que tanto triunfo_
  _Llegaste á conseguir?_

APOLO.

  _(Cantando.)_ _Apolo soy, oh ninfas,_
  _Que del azul zafir_
  _A cumpliros bajé_
  _La palabra que os di:_
  _Y aunque quiso el Amor_
  _Conmigo competir,_
  _El triunfo ha sido mio._

RÚSTICO.

  Yo lo quise decir,
  Cuando el Amor dijeron
  Que habia de venir;
  Porque ¿qué habia de hacer
  Un niño, sino huir
  Del coco?


ESCENA XI.

CUPIDO, _al paño_.—DICHOS.

LIBIA.

            ¿Qué esperais?
  Llegad todas, rendid
  Las vidas á sus plantas.

CUPIDO.

  _(Ap.)_ ¡Que esto pase por mí!

TODAS.

  Todas á ellas estamos.

DAFNE.

  Y yo la más feliz.
  Pues por hija me toca
  De Peneo aplaudir
  Tan gran victoria, quiero
  Matizar y pulir
  De jazmin y de rosa
  Una guirnalda, á fin
  De coronar tus sienes;
  Y pues deste pensil
  Se vienen á la mano
  Desde el lirio al jazmin,
  Las flores ciento á ciento,
  Las rosas mil á mil... _(Hace una guirnalda.)_
  Admite (¡oh sacro Apolo!)
  En honra desta lid,
  Hoy por todas de Dafne
  El don... Mas ¡ay de mí!

_(Al ir á ponerle á Apolo la guirnalda, se le cae, quedando con las
manos sobre la cabeza de Apolo.)_

  Que al ponerle en tu frente,
  Deslumbrada al ofir
  De tus rayos, en tierra
  Se cayó.

APOLO.

           Eso es decir
  Que si jazmin y rosa
  Mi frente han de ceñir,
  Vienen á estar de más,
  Con el florido Abril
  De tus labios y manos,
  La rosa y el jazmin.

DAFNE.

  No es, ¡ay triste!

APOLO.

                     Pues ¿qué es?

DAFNE.

  No sé más de que al ir
  A coronar tus sienes
  Con mi guirnalda, ví
  Que otra de verdes hojas
  Flechaba contra mí
  Ardientes rayos, cuyo
  Pavor me hace afligir
  Tanto, que sin fatigas
  Del cincel y el buril,
  Parece que animado
  Tronco, el hado de mí
  Va labrando una estatua.

LIBIA.

  No, bella Dafne, así
  Des al agüero el dia;
  Y en tanto que subir
  Pueda al templo la fiera
  A adornar su piel vil
  Del dintel de su puerta
  El grabado perfil,
  Hasta él, acompañando
  A su deidad, venid,
  Cantándole la gala.

RÚSTICO.

  Yo, pues que no perdí
  En el pasado susto
  Mi frauta y tamboril,
  Y de lance me hallo
  Ninfo barbado aquí,
  Por el camino haré
  El són; y áun he de ir
  Haciendo de repente
  Las copras del festin,
  Dando la vaya á Amor,
  Y el triunfo á Apolo.

NINFA 1.ª

                        Dí,
  Que todas á tu modo,
  Por más solaz, seguir
  Queremos tus frialdades.

RÚSTICO.

  Pues todas prevenid
  Las conchas y los ramos
  De coral, que soprir
  Puedan los estrumentos.

_(Toman todas ramos colorados y unas tarjetas á modo de conchas, con
que hacen el son.)_

NINFA 2.ª

  Ya están.

RÚSTICO.

            ¿Empiezo?

TODOS.

                      Sí.

DAFNE.

  _(Ap.)_ Fuerza es con todas ¡cielos!
  Mis penas desmentir.

APOLO.

  _(Ap.)_ Mira en mi aplauso, Amor,
  Qué caso hacen de tí.

CUPIDO.

  _(Ap.)_ Pues que de celos muero,
  Nunca más Amor fuí;
  Pero de mi venganza
  Presto llegará el fin. _(Vase.)_


ESCENA XII.

DICHOS, _menos_ CUPIDO.

RÚSTICO.

  _(Canta.)_ _Ninfas que el rio y el prado_
  _Vuestro igual albergue es,_
  _Siendo en semanas del hado_
  _Sábados del Amor, pues_
  _No sois carne ni pescado,_
  _Sabed que Apolo y Amor_
  _Jugaban este verano,_
  _Y Apolo como es dotor,_
  _Salió á la primera mano_
  _Triunfando de matador._
  _Amor, al verse arrastrado,_
  _Un triunfo sirvió de pié,_
  _Y dejó el juego, picado,_
  _Sin hacer baza, porqué_
  _No hace baza Amor baldado._
  _Con que de Apolo el clamor_
  _Dijo, viendo su osadía,_
  _Tiritando de temor:_
  _Titirití, que de Apolo es el dia,_
  _Titirití, que no del Amor._ _(Bailan.)_

TODOS.

  _Titirití, que de Apolo es el dia,_
  _Titirití, que no del Amor._

RÚSTICO.

  _Titirití, que el rapaz ceguezuelo..._

TODOS.

  _Titirití._

RÚSTICO.

  _Corrido ha quedado..._

TODOS.

  _Titirití._

RÚSTICO.

  _Pues de miedo ha dejado..._

TODOS.

  _Titirití._

RÚSTICO.

  _Caer el arco en el suelo..._

TODOS.

  _Titirití._

RÚSTICO.

  _Porque el sol mató al vuelo..._

TODOS.

  _Titirití._

RÚSTICO.

  _Al monstruo traidor..._

TODOS.

  _Titirití._

RÚSTICO.

  _Con un pasador,_
  _Cuando con una modorra podia._

TODOS.

  _Titirití, que de Apolo es el dia,_
  _Titirití, que no del Amor._



JORNADA SEGUNDA.


ESCENA PRIMERA.

CUPIDO; RÚSTICO, Y CORO DE MÚSICA, _dentro_.

RÚSTICO.

  _(Dentro.)_ Vuelva el festivo rumor
  De la métrica armonía,
  Repitiendo con primor:
  _Titirití, que de Apolo es el dia,_
  _Titirití, que no del Amor._

CORO.

  _(Dentro.)_ _Titirití_, etc.

CUPIDO.

  ¡Que estos baldones, cielos,
  Me obliguen á sentir
  Miedos de un bruto, cuando
  Me debiera lucir
  El no ser brutos triunfos para mí!
  Mas ya, cobrado el arco
  Y flecha que perdí,
  Verá el celeste coro
  Que al que venció vencí.
  Flecha de oro su pecho
  Para amar, ha de herir,
  Cuando el de Dafne, á quien
  Tejer las flores ví,
  Flecha de plomo hiera;
  Porque los dos así
  Lleguen, aborreciendo
  Y amando, á discurrir
  Que no son brutos triunfos para mí.
  Y porque contra todos
  Será en vano esparcir
  Flechas, el aire tengo,
  Pues dios del aire fuí,
  De infestar.—¡Ah del Eco!


ESCENA II.

_La ninfa_ ECO.—CUPIDO.

ECO.

  ¿Qué quieres?

CUPIDO.

                Fiar de tí
  A mi honor la venganza.

ECO.

  ¿De qué suerte?

CUPIDO.

                  Oye.

ECO.

                       Dí.

CUPIDO.

  En todos tus espacios
  Voz no has de repetir
  Que no sea _Amor_. _Amor_
  Tu coro ha de decir;
  Que yo haré que ninguno
  Sus ecos llegue á oir,
  Que no muera al encanto
  De amar y de sentir.

ECO.

  Sí haré; que tu venganza
  Tambien me toca á mí,
  Pues muriendo de amor,
  Es lustre mio decir
  Que no son brutos triunfos para tí.

_(Dentro grita de pastores.)_

CUPIDO.

  Pues á esparcir entre esas
  Voces, que contra mí
  Prosiguen el aplauso
  De mi opuesto adalid,
  Las tuyas, entre tanto
  Que yo voy á fundir
  Arpones que publiquen
  Que es mi poder feliz,
  Contra las fieras no,
  Contra los dioses sí.

ECO.

  Bien harás, que el que sepan
  Tambien me importa á mí...

LOS DOS.

  Que no son brutos triunfos para tí.

_(Vase Cupido.)_

ECO.

  Y así en tanto á ese efecto
  Mi coro interrumpir
  Verás de su alborozo
  El placer. _(Vase.)_


ESCENA III.

APOLO, DAFNE, FLORA, LIBIA, RÚSTICO, VILLANOS, NINFAS; _despues_, ECO Y
CORO.

DAFNE.

  _(Dentro.)_ Proseguid,
  Y hasta perder su esplendor
  De vista en la noche fria,
  No cese alegre el rumor.

_(Vuelven otra vez á salir todos bailando, como entraron.)_

TODOS.

  _Titirití, que de Apolo es el dia,_
  _Titirití, que no del..._

_(Pasa por entre ellos Eco cantando, y todos se suspenden.)_

ECO.

  _¡Amor, amor, amor!_

LIBIA.

  Nunca el eco ha respondido
  Tan dulcemente veloz.

DAFNE.

  Dices bien, pues es su voz
  Boreal iman del sentido.

APOLO.

  ¿Qué es lo que os ha suspendido,
  Que á todos turbar se ve?

FLORA.

  No sé más de que quedé
  Yo absorta.

LAURO.

              Yo tan sin mí
  Que no sé lo que sentí.

RÚSTICO.

  Yo sí, pues que no lo sé.

VILL. 1.º

  ¡Qué ánsia!

VILL. 2.º

              ¡Qué pena!

VILL. 3.º

                         ¡Qué horror!

VILL. 4.º

  ¡Qué pasmo!

VILL. 5.º

              ¡Qué desconsuelo!

VILL. 6.º

  ¡Qué sentimiento!

TODOS.

                    ¿Quién, cielo,
  El aire inficiona?

CORO 1.º, _que es el de Amor_.

  _(Dentro.)_        _Amor._

_(Vase cada uno por su parte.)_

APOLO.

  Oid, esperad.

DAFNE.

                Es error;
  Que si el amor ofendido
  Contagio del aire ha sido,
  Advierte que á tu poder
  Mayor monstruo que vencer
  Le queda que el que ha vencido. _(Vase.)_

APOLO.

  Pues no le temais, que lleno
  El aire de otra armonía,
  Pues es la música mia,
  Vencerá el encanto ajeno.—
  Íris bella.


ESCENA IV.

ÍRIS.—APOLO.

ÍRIS.

              ¿Qué me quieres?

APOLO.

  Que pues tormentas reduces,
  Y á la merced de mis luces
  Deidad de las nubes eres,
  Remontando á ellas las aves,
  De cuya música he sido
  Maestro, solamente olvido
  Digan tus coros süaves;
  Para que de mí vencido
  Amor, temple su furor,
  Dando á venenos de amor
  Contravenenos de olvido.

ÍRIS.

  Tú verás que el primer medio
  De lograr su desengaño,
  Será prevenir el daño,
  Porque cuiden del remedio. _(Vase Apolo.)_


ESCENA V.

ÍRIS, CORO DE AMOR Y CORO DE OLVIDO, _dentro_.

ÍRIS.

  _(Canta.)_ _¡Hola, aho, ah del valle, pastores!_
  _Huid, porque anda otra fiera en el monte_
  _Y fiera más fiera en saña y rigor,_
  _O el eco lo diga en sus ecos._

CORO 1.º

  _(Dentro.)_                             _Amor._

ÍRIS.

  _Amor enojado,_
  _Amor ofendido, Amor desdeñado,_
  _¿Qué fiera mayor?_
  _O el eco lo diga en sus ecos._

CORO 1.º

  _(Dentro.)_                     _Amor._

ÍRIS.

  _Y así, pues amor los ecos esparcen,_
  _Aquí repitan olvido las aves;_
  _Porque competido_
  _De Amor el agravio y de Apolo el favor,_
  _Publiquen en lides de olvido y amor,_
  _Los ecos..._

CORO 1.º

  _(Dentro.)_   _Amor._

ÍRIS.

                        _Las aves..._

CORO 2.º

  _(Dentro.)_                         _Olvido._

TODOS.

  _Porque competido_
  _De Amor el agravio y de Apolo el favor_
  _Publiquen en lides de olvido y amor,_
  _Los ecos amor y las aves olvido._ _(Vase Íris.)_


ESCENA VI.

_Salen como oyendo la música SILVIO por la parte del olvido, y_ CÉFALO
_por la del amor_.—CORO DE AMOR Y CORO DE OLVIDO, _dentro_.

CÉFALO.

  ¿Los ecos amor?

SILVIO.

                  ¿Las aves olvido?

CÉFALO.

  Despues que haciendo porfía,
  Por no dejarme vencer
  De Silvio, di en aprender
  Cómo á Dafne fingiria
  Que la amaba, noche y dia
  Siento en el alma un ardor
  Tal, que hecho tema el dolor,
  Me parece que he traido
  Tras mí una voz que al oido
  Siempre está diciendo...

CORO DE ECO.

  _(Dentro.)_              _Amor._

SILVIO.

  Desde que por merecer
  Con Dafne, di en estudiar
  Cómo se ha de desvelar
  Lo que se ha de padecer,
  Tal aprension di en hacer,
  Que, dueño de mi sentido,
  No sé qué ilusion ha sido
  La que me sigue veloz,
  Que parece que una voz
  Siempre está diciendo...

CORO DE ÍRIS.

  _(Dentro.)_              _Olvido._

CÉFALO.

  Qué fuera, que (como aquel
  Que domestica una fiera,
  Cuando ya la considera
  Rendida, obediente y fiel,
  Juega con ella, y cruel
  Vuelve á su primer furor)
  Familiarmente traidor,
  Viendo que con él jugaba,
  Vuelva contra mí su brava
  Natural violencia...

CORO DE ECO.

  _(Dentro.)_          _Amor._

SILVIO.

  ¿Qué fuera, que como quien
  Teme un veneno violento,
  Suele hacer dél alimento,
  Porque cuando se le den,
  El mal se convierta en bien,
  Hubiera mi afecto sido?
  Pues de un olvido he temido
  Morir; y buscando el medio,
  Se ha venido á hacer remedio
  Del olvido el mismo...

CORO DE ÍRIS.

  _(Dentro.)_            _Olvido._

CÉFALO.

  Tal vez oí que por ensayo,
  Polvorista artificial
  Fingió un trueno de metal
  Y encendió contra sí el rayo.
  Mucho en mi mortal desmayo
  Recelo que mi valor
  Muera á manos de mi error,
  Pues cuando á ensayarme llego
  De amor al fuego, su fuego
  Revienta contra mí...

CORO DE ECO.

  _(Dentro.)_           _Amor._

SILVIO.

  A un hombre, que adoleció
  De un mal que no conocia,
  Aleve enemigo un dia
  Con la herida que le dió
  El mal le manifestó,
  Y quedó convalecido:
  Yo así, del olvido herido,
  Le tuve por homicida,
  Hasta ver que me dió vida,
  Por darme muerte el...

CORO DE ÍRIS.

  _(Dentro.)_            _Olvido._

CÉFALO.

  ¿Qué nuevo afecto traidor
  Triunfa de mi libertad?

SILVIO.

  ¿Qué auxiliar nueva deidad
  Se declara en mi favor?

CORO DE ECO.

  _(Dentro.)_ _Amor._

CORO DE ÍRIS.

  _(Dentro.)_         _Olvido._

SILVIO.

  ¿Olvido?

CORO DE ECO.

  _(Dentro.)_ _Amor._

CÉFALO.

  ¿Amor?

LOS DOS.

         Pero es error...

CÉFALO.

  Haber delirios temido...

SILVIO.

  Haber favores creido...

LOS DOS.

  Por más que en vago rumor...

LOS DOS Y LOS COROS.

  _Publiquen en lides de Apolo y Amor._

CORO DE ECO.

  _(Dentro.)_ _Los ecos amor._

CÉFALO.

  Los ecos amor.

CORO DE ECO.

  _(Dentro.)_    _Las aves olvido._

SILVIO.

                 Las aves olvido.


ESCENA VII.

DAFNE.—CÉFALO, SILVIO.

DAFNE.

  ¡Los ecos amor, las aves olvido!
  Por salir de una ilusion,
  Viéndôs, pastores, aquí,
  Vengo á saber... (_Ap._ ¡Ay de mí!
  Que Céfalo y Silvio son.)

SILVIO.

  Pues ¿de qué es la suspension?

CÉFALO.

  Prosigue: ¿qué causa fué
  La que te trajo?

DAFNE.

                   No sé,
  Que aunque saberla quisiera,
  No que de ninguno fuera
  De los dos.

LOS DOS.

              ¿Por qué?

DAFNE.

                        Porque
  Temo que á vuestra porfía
  Volvais; y habiéndome hallado
  Bien con no haber declarado
  A quién la vida debia;
  No la experiencia querria
  De la pasada cuestion,
  Que acuerde la obligacion.

SILVIO.

  Por mí, poco que temer
  Tienes; que yo sabré hacer
  Desprecio la pretension.
  Que ya, sin que sienta cuerdo
  El mirarme aborrecido,
  Solo me acuerdo en mi olvido,
  Que de que olvido me acuerdo.
  Nada ya en perderte pierdo,
  Y así, no temas, oh bella
  Dafne, que hable en mi querella.

DAFNE.

  ¿Qué más, para mi pesar,
  En ella quieres hablar,
  Que hablando, no hablar en ella?
  Que si el que ha de fingir eres
  Traer tus penas escondidas,
  Fingiendo lo que me olvidas,
  Me acuerdas lo que me quieres.

SILVIO.

  Bien hasta aquí, ingrata, infieres;
  Pero viendo desde aquí
  Que vivo tan sobre mí
  Que áun fingido no me quejo,
  Y con Céfalo te dejo
  Por ir huyendo de tí,
  Verás que mi olvido halló
  Causas que tú no previenes;
  Pues falso con los desdenes
  Pude no estarlo, mas no
  Con los celos; y pues yo
  Me ausento sin los recelos,
  Los sustos ni los desvelos
  De ver al competidor,
  ¿Cómo llevará tu amor
  El que se deja sus celos? _(Vase.)_

DAFNE.

  Oye, espera.


ESCENA VIII.

DAFNE, CÉFALO.

CÉFALO.

               No cruel
  Tu voz le detenga, no;
  Que eso es querer que halle yo
  Los celos que dejó él.

DAFNE.

  Tú, ¿por qué?

CÉFALO.

                Porque yo fiel
  Amante tuyo, rendido
  A tus plantas, el perdido
  Tiempo que no te amé, lloro:
  Y pues tu hermosura adoro,
  A pesar de aquel temido
  Hado, no tras ese fiero
  Desden vayas ofendida;
  Que si él finge que te olvida,
  Yo no finjo que te quiero.

DAFNE.

  La misma razon infiero
  Que en él, en tí, y no sé á quién
  El premio mis ánsias den;
  Pues amor y olvido igual,
  Aunque él no lo fingió mal,
  Tambien tú lo finges bien:
  Y pues conocer se deja
  Cuánto fué mi exámen necio,
  Ni desto he de hacer aprecio,
  Ni de aquello he de hacer queja,
  Y así, de entrambos se aleja
  Corrido mi desengaño.

CÉFALO.

  ¿De qué?

DAFNE.

           De que es igual daño,
  Pesando males y bienes,
  Oir por engaño desdenes
  Que favores por engaño. _(Yéndose.)_

CÉFALO.

  No, si á este campo venías
  Con la duda que no sé,
  Te vuelvas con ella, en fe
  De no oir las ánsias mias:
  Y pues de mí no la fías,
  A que otro la diga espero
  Dar lugar; que el dia primero
  Que sabes que sé querer,
  No quiero más que saber
  Que sé que sabes que quiero. _(Vase.)_


ESCENA IX.

DAFNE, _y despues_ LOS DOS COROS, _dentro_.

DAFNE.

  En segunda confusion
  De la que traje, me veo;
  Que aunque de uno y otro creo
  Ser su variada pasion
  Efectos de la cuestion,
  Con todo eso, habiendo habido
  Mudanza en mí, la he creido
  En ellos. ¿Quién, vil temor,
  A Céfalo mudó?

CORO 1.º

  _(Dentro.)_    _Amor._

DAFNE.

  ¿Quién á Silvio trocó?

CORO 2.º

  _(Dentro.)_            _Olvido._

DAFNE.

  Olvido y amor oí:
  Ya son en la pena mia
  Dos las dudas que traia,
  Porque si sólo hasta aquí
  Pudo introducir en mí
  Una voz helado ardor,
  Ya es abrasado temor
  El que otra ha introducido,
  Oyendo que ha competido
  El agravio y el favor.

LOS DOS COROS.

  _(Dentro.)_
  _Publiquen en lides de Apolo y Amor,_
  _Los ecos amor, las aves olvido._

DAFNE.

  En los palacios de Atlante,
  Dicen que una fuente habia,
  Que al que más libre bebia,
  Le dejaba más amante,
  Y que otra, poco distante,
  Al que amante la gustaba,
  Libre en su olvido dejaba:
  Sin duda, de ambos cristales
  Las cláusulas desiguales
  Estas son: pues yo, que amaba
  A Céfalo, cuando atiendo
  A esta hechizada armonía;
  Yo, que á Silvio aborrecia,
  Cuando estoy estotra oyendo,
  No sé ni de cuál me ofendo,
  Ni de cuál me obligo, no.
  ¿Habrá, ya que amor causó
  Un efecto, quien aquí
  Diga el que otro causó?


ESCENA X.

APOLO.—DAFNE.

APOLO.

  _(Dentro.)_             Sí.

DAFNE.

  ¿Quién á eso se atreve? _(Sale Apolo.)_

APOLO.

                          Yo.
  Yo, que habiéndome tú dicho
  Que habia otro más rebelde
  Monstruo que vencer, no quise
  Dejar el duelo pendiente.
  Y así, al veneno de amor
  Busqué el antídoto fuerte
  Del olvido, porque sólo
  El olvido al amor vence.


ESCENA XI.

_Pasa por lo alto_ CUPIDO, _tirando flechas._—APOLO, DAFNE.

CUPIDO.

  _(Ap.)_ Ahora lo verás, y pues
  Esperé á esta ocasion, vuelen
  Invisibles flechas, que una
  Apague lo que otra enciende. _(Vase.)_

DAFNE.

  En la parte que me toca,
  Mi altivez te lo agradece,
  Pues libre de una pasion,
  De un instante acá, parece
  Que todo el Etna del pecho
  En cenizas se convierte,
  Pesándome el corazon,
  Segun que oprimido siente
  No sé qué grave delirio,
  Más que si de plomo fuese.

APOLO.

  ¡Qué fuera (¡ay de mí!), qué fuera,
  Que al exhalarse el ardiente
  Etna de tu pecho, en mí
  Prendan sus iras crueles!

DAFNE.

  ¿Cómo?

APOLO.

         Como dividiendo
  Los contrarios accidentes
  De nieve y fuego, ha partido
  En mí el fuego, en tí la nieve...

DAFNE.

  ¿Qué causa? Dí.

APOLO.

                  Tu hermosura.

DAFNE.

  ¿No la habias visto otras veces?

APOLO.

  Sí, pero lo que se ve,
  No es, Dafne, lo que se atiende.
  ¿Ahora sabes que el influjo
  Reservado punto tiene,
  Y que no siempre es hermoso
  Aun lo que es hermoso siempre,
  Pues no lo es cuando lo es,
  Sino cuando lo parece?

DAFNE.

  No sé, porque solo (¡ay triste!)
  Sé que un hielo me estremece.

APOLO.

  Yo, que un incendio me abrasa.

DAFNE.

  Yo, que un pasmo me suspende
  Tanto, que me obliga á que
  De aquel presagio me acuerde,
  Pues si allí fuí vivo tronco,
  Muerta estatua aquí.

APOLO.

                       Detente.

DAFNE.

  ¿A qué?

APOLO.

         A que con solo oirme,
  Tan no visto dolor temples.

DAFNE.

  El respeto de mirarte
  Deidad, y el temor de verte
  Deidad ofendida, me hace
  Que huya de tí.

APOLO.

                  Si me temes
  Como á deidad ofendida,
  Yo sabré por complacerte
  Que el estilo de deidad
  Con el de mortal se mezcle,
  Usando de entrambas voces.

DAFNE.

  ¿De qué suerte?

APOLO.

                  Desta suerte.
  Bellísima hermosa Dafne,
  ¿Ves ese monte eminente
  Que expuesto al rigor del hielo
  Y á la saña de la nieve,

_(Canta.)_

  _Humilde, postrado y rendido padece_
  _Helados rigores del cano Diciembre?_
  Pues apénas el Abril
  Bordará su esfera verde,
  Cuando le verás ceñido
  De rosas y de claveles,

_(Canta.)_

  _Ufano gozando, contento y alegre_
  _Matiz en las flores, cristal en las fuentes._
  Pasará la primavera,
  Y en jóven edad ardiente
  El estío, su esmeralda
  Verás que en oro guarnece,

_(Canta.)_

  _Brotando la falda del rústico albergue_
  _Campañas de flores en golfos de mieses._
  Llegará el otoño, y no
  Habrá yerto árbol, que fértil,
  De varios frutos no veas
  Todas sus ramas pendientes,

_(Canta.)_

  _Brindando á la vista y al gusto igualmente_
  _Hermoso el agrado y goloso el deleite._
  Deste pues círculo entero
  Del año soy rey, y deste
  Compuesto triunfo de horas,
  Dias, semanas y meses,

_(Canta.)_

  _El dueño serás, bella Dafne, si quieres_
  _Feriarme á tan sólo un favor tus desdenes._
  ¿Qué lágrima que la aurora
  En líquido aljófar vierte,
  Y en cuajada perla guarda
  La concha que se la bebe,

_(Canta.)_

  _No será á tu oído, si al zarcillo pende,_
  _Susurro que diga que de mí te acuerdes?_
  ¿Qué oculta vena en sus minas
  De plata ú de oro, obediente,
  O ya al yunque que la ablanda,
  O ya al torno que la tuerce,

_(Canta.)_

  _No será tratable esplendor cuando llegues_
  _A ver que en tus ropas se borda ó se teje?_
  ¿Qué rebelde piedra, dócil
  No pulirá lo rebelde,
  Si cuando el cincel la gasta,
  Y cuando el buril la muerde,

_(Canta.)_

  _Es para que sea blanca, roja ó verde,_
  _Ya flor en tu pecho, ya estrella en tu frente?_
  El ignorado perfume,
  Que hasta hoy ninguno entiende
  Si la ballena le aborte,
  O si el escollo le engendre,

_(Canta.)_

  _Despues que te sirva en curadas pieles,_
  _Fénix de tu olfato, le haré que se queme._
  Y áun cuando te agrade, Dafne,
  Que te sirva el mismo fénix,
  Será en tu estrado su hoguera
  Brasero de tus tapetes.

_(Canta.)_

  _Y en fin, porque sólo adorarte..._

DAFNE.

                                       Suspende
  La voz, que cuando no fuera
  Por mí, dejara de verte
  Por ver que con lo que dices
  Contradices lo que sientes.

APOLO.

  ¿Yo?

DAFNE.

       ¿No publicas olvido?

APOLO.

  Sí.

DAFNE.

      ¿Pues qué hay de que te quejes,
  Si nadie de que le aprendan
  Lo que él enseña, se ofende?

_(Canta.)_

  _Que dar un consejo y sentir que le acepten,_
  _Es formar un monstruo de opuestas especies._
  Fuera de que si al Amor
  Vencer, Apolo, pretendes,
  No se vence Amor amando.

APOLO.

  ¡Ay, que ya no es amor este!

DAFNE.

  Luego si este no es amor,
  No tengo qué agradecerte. _(Yéndose.)_

APOLO.

  Sí, no siendo amor, porque
  Es adoracion, sí tienes;
  Y así... _(Ásela del vestido.)_

DAFNE.

           Suelta, y no me sigas,
  Pues que tú mismo me ofreces

_(Canta.)_

  _Con la leccion de que libre te olvide,_
  _Tambien la razon de que esquiva te deje._

_(Vase.)_

APOLO.

  ¡Con mi antídoto me matan!
  ¡Ay de mí infeliz mil veces!
  Gusano de seda he sido,
  Yo me he labrado mi muerte.
  Pero ¿qué importa, qué importa,
  Ni que amor de mí se vengue,
  Ni que tú?...


ESCENA XII.

VILLANOS, RÚSTICO, BATA, FLORA, LAURA.—APOLO.


VILLANOS.

  _(Dentro.)_   Allí está, llegad
  Todos.

APOLO.

         Mas ¿qué estruendo es este,
  Que me embaraza á que siga
  Sus pasos? _(Salen Bata y Rústico.)_

BATA.

             Escucha.

RÚSTICO.

                      Atiende.

BATA.

  Habiendo, Pollo, sabido...

RÚSTICO.

  Cuantos el rústico albergue...

BATA.

  De los montes de Tesalia...

RÚSTICO.

  Habitan, lo que te deben...

BATA.

  No sólo en matar figones...

RÚSTICO.

  Sino en vencer juntamente...

BATA.

  Los encantos del Amor...

RÚSTICO.

  Pues trabucando calletres...

BATA.

  Vine á olvidar yo á ese tonto...

RÚSTICO.

  Vine á amar yo á esa serpiente...

BATA.

  Y habiendo tambien sabido...

RÚSTICO.

  Cuanto las ninfas alegres...

BATA.

  Del Peneo ambas victorias...

RÚSTICO.

  De mí ayudadas, celebren...

BATA.

  Con diversos instrumentos...

RÚSTICO.

  Todos en tu busca vienen...

BATA.

  Alegremente festivos...

RÚSTICO.

  Diciendo...

BATA.

              De aquesta suerte...

  _(Salen todos los zagales cantando y bailando.)_

TODOS.

  _(Cantan.)_ _¡Viva Apolo, viva,_
  _Pues sólo puede_
  _Vencedor llamarse_
  _Quien al Amor vence!_

APOLO.

  ¡Ay de mí! que ya estas voces,
  Más que me obligan, me ofenden.

BATA.

  _(Canta.)_ _Préstame esta noche_
  _Tu arco y tus flechas,_
  _Que me importa la vida_
  _Matar dos dueñas._
  _Y sólo pueden_
  _Matar dueñas arpones_
  _Que matan sierpes._

TODOS.

  _¡Viva Apolo, viva,_
  _Pues sólo puede_
  _Vencedor llamarse_
  _Quien al Amor!..._

APOLO.

                      _Cesen,
  Villanos, vuestros aplausos;
  Que miente vuestra voz, miente
  Vuestro acento, si de mí
  Publica que sólo puede
  Vencedor llamarse
  Quien al Amor vence._

UNOS.

  ¿Qué es esto?

OTROS.

                ¿Qué le habrá dado?

RÚSTICO.

  No sé; pero el que quijere
  Vivir, guárdese del sol
  El dia que se enfurece.

APOLO.

  Huid todos, huid de mí,
  Villanos, viles, aleves;
  Que ya es baldon y no aplauso
  El decir que sólo puede
  Vencedor llamarse
  Quien al Amor vence.

FLORA.

  Huye, Laura. _(Vase.)_

LAURA.

               Flora, huye. _(Vase.)_

TODOS.

  Sí, que está loco parece.

BATA.

  Debe de durar la luna
  De hebrero, en cuya creciente,
  Ni cuando anochece sabe,
  Ni sabe cuando amanece. _(Vase.)_

_(Vanse todos, quiere huir Rústico, y le detiene Apolo.)_


ESCENA XIII.

APOLO, RÚSTICO.

APOLO.

  No huyas tú.

RÚSTICO.

  _(Ap.)_      ¡Por fuerza hube
  Yo de ser el que cogiese!

APOLO.

  ¿Qué temes?

RÚSTICO.

              ¿Qué he de temer?
  Que me dé como dar suele
  Cuando madura membrillos.
  Mas diga lo que me quiere.

APOLO.

  Yo ví á Dafne...

RÚSTICO.

                   Yo tambien.

APOLO.

  Y sentí en un punto breve,
  No sé qué ofensa que halaga,
  No sé qué halago que ofende.

RÚSTICO.

  Eso no sentí yo; que eso
  La gente ruin no lo siente.

APOLO.

  Dijo que de una pasion
  Se olvidaba: en que se infiere
  Que tiene amor.

RÚSTICO.

                  Sí tendrá,
  Porque es cosa que se tiene.
  Pero ántes que pasemos
  Adelante, ¿qué le mueve
  A no habrar con la armonía
  Que solía?

APOLO.

             ¿Cómo quieres,
  Destemplado el corazon,
  Que la voz no se destemple?
  Yo es fuerza que lleve el dia
  A los campos de Occidente,
  Y porque sepa en mi ausencia
  Si hay quien su quietud desvele,
  Tú la noche en este valle
  Has de estar, porque me cuentes
  Si ella del sacro Peneo
  Deja el cristalino albergue,
  Y sale á hablar á su orilla
  Con su amante.

RÚSTICO.

                 Hé aquí que él viene,
  Y que ella sale, y se enojan
  Que sin ser vecino aceche,
  Y dan conmigo en el rio:
  Con que yo ahogado y tú ausente
  No das conmigo hasta dar
  Con el signo de los peces.

APOLO.

  Yo haré que en tí reparar
  Nadie pueda.

RÚSTICO.

               ¿De qué suerte?

APOLO.

  Haciendo que transformado
  En árbol, ninguno á verte
  Llegue, que por tronco no
  Te tenga.

RÚSTICO.

            ¡El diablo me lleve
  (Maldicion que se habrá oido
  En Tesalia pocas veces),
  Si tal esperare! _(Vase.)_

APOLO.

                   Aguarda.
  Mas ¿qué importa que te alejes
  Para no ser racional
  Planta entre esotras viviente,
  El dia que mi deidad
  Puede fingirla aparente?
  Y tú, en tanto, hermosa Íris,
  Del olvido no te acuerdes;
  Deja que la voz de Amor
  Veloz en sus ecos suene.
  Ame, y no olvide.

  _(Vase Apolo, y vuelve Rústico convertido en árbol.)_

RÚSTICO.

                    ¡Valedme,
  Dioses de mi devocion,
  Pues que lo sois, Baco y Céres,
  En este aprieto, en que ya
  Mi pié en raíz se convierte,
  En corteza mi pellejo,
  Y de la planta á la frente
  En ramas mis brazos, y hojas
  Mi melena y mi copete!


ESCENA XIV.

DAFNE, _despues_, CÉFALO.—RÚSTICO, _hecho árbol_.

DAFNE.

  _(Para sí.)_ En aquesta soledad,
  Supuesto que ya anochece,
  Libre de Apolo, será
  Bien que á mis solas me queje.

_(Sale Céfalo.)_

RÚSTICO.

  _(Entre sí.)_ Peor es esto, que á esta parte
  Parece que siento gente.

CÉFALO.

  En lo florido, la senda
  Es esta en que Dafne viene.

RÚSTICO.

  _(Entre sí.)_ Y áun á esotra, y si el escaso
  Crepúsculo ver consiente,
  Mezclando luces y ramas,
  Entre lo rojo lo verde,
  Dafne es la que viene allí,
  Y Céfalo el que allí viene.
  Mas ¿qué sería si él fuera
  El galan que Apolo teme?
  Atienda pues; que quizá
  El placer será dos veces
  Placer, cuando ahora lo sepa,
  Y despues cuando lo cuente.

DAFNE.

  _(Para sí.)_ Deshecha fortuna mia,
  ¿Qué nuevo delirio es este,
  Que no veo, que no oigo
  Cosa alguna en que no encuentre
  Aborrecimiento? Tanto,
  Que á mí misma me parece
  Que me aborrezco (¡ay de mí!)
  Desde aquel instante, desde
  Aquel punto...

CÉFALO.

                 Hermosa Dafne,
  Perdona; que no consiente
  El nuevo afecto que en mí
  Quieren los hados que reine,
  Que no te siga, porque
  El recelo de que pienses
  Que es fingido amor, me hace
  Que tras tí...

DAFNE.

                 La voz suspende;
  Que fingido ó no, no sabes
  A cuán mala ocasion vienes.
  Y si quieres que yo crea
  Que es verdad el que me quieres,
  O que crea que lo finges
  Tan bien que me lo parece,
  Una fineza lo diga.

CÉFALO.

  ¿Qué fineza?

DAFNE.

               Que me dejes
  Con mi soledad.

CÉFALO.

                  No sé
  Que sea fineza decente,
  Que el que desdenes estima
  Se vaya por no oir desdenes.
  Trátame mal; pero no
  Tan mal que de tí me alejes.

DAFNE.

  Haz esto por mí.

CÉFALO.

                   Sí haré,
  Porque veas claramente
  Que sólo obedece quien
  A tanta costa obedece.
  Mas partamos el camino,
  Y puesto que yo me ausente,
  Quede quien te hable por mí
  El rato que aquí estuviere.

DAFNE.

  ¿Quién ha de hablarme?

CÉFALO.

                         Este tronco,
  En cuya corteza...

RÚSTICO.

  _(Para sí.)_       Ese
  Es mi pellejo.

CÉFALO.

                 Mi amor
  Dejará escrito con este
  Puñal un mote...

RÚSTICO.

  _(Para sí.)_     ¡Mal haya
  El primer impertinente
  Que inventó motes!

  _(Céfalo escribe con el puñal.)_

CÉFALO.

                     Que diga
  «Céfalo por Dafne muere.» _(Vase.)_

RÚSTICO.

  _(Para sí.)_ Y yo por Céfalo y Dafne.

DAFNE.

  Vuelva, pues que vuelvo á verme
  A mis solas, á mis quejas.—
  ¡Qué hielo!... Mas Silvio es éste.
  Con su tema vendrá.


ESCENA XV.

SILVIO.—DAFNE, RÚSTICO.

SILVIO.

                      ¿Aquí
  Dafne, estabas?

DAFNE.

                  Por no verte
  A tí, ni á nadie, busqué
  Esta soledad. Si vienes
  A proseguir tus fingidos
  Desaires, el paso tuerce,
  Y déjame, que ya sé
  Lo bien que lo finges. Véte,
  Silvio; que á solas me importa
  Quedar... ó yo me iré.

SILVIO.

                         Tente;
  Que no tan solo en tu busca[4]
  Vengo, pero si supiese
  Que aquí estabas, no llegara;
  Porque áun fingidos no quieren
  Acordarse mis pesares
  De que fueron tus placeres.
  Acaso por aquí vine,
  Y porque falsa no quedes
  Presumiendo que es deshecha
  De haberte seguido, deje
  En este tronco mi olvido
  Quien mi mudanza te acuerde.

    [4] No tan sólo no vengo en tu busca, etc.

_(Va á escribir en el árbol, y vuélvese Rústico de espaldas.)_

RÚSTICO.

  _(Para sí.)_ Ya está escrita aquesa plana,
  Y si otros la hoja vuelven,
  Yo vuelvo el tronco y la hoja.

SILVIO.

  Aquí verás, si lo lees,
  Si te busco ó no, pues dice... _(Escribe.)_
  «A Dafne Silvio aborrece.» _(Vase.)_


ESCENA XVI.

DAFNE, RÚSTICO.

DAFNE.

  Yo lo agradezco.

RÚSTICO.

                   Yo no.

DAFNE.

  ¿Quién habló aquí?

RÚSTICO.

                     Sea quien fuere.

DAFNE.

  Voz, ¿cúya eres?

RÚSTICO.

                   De una planta,
  Para melon excelente,
  Porque es de cáscara escrita.

DAFNE.

  ¿Las plantas hablan y sienten?

RÚSTICO.

  Presto lo verás, si á mí
  Te acercas.

DAFNE.

              ¡Cielos, valedme!
  Que al oir que lo veré
  Presto, el pecho se estremece,
  El corazon se retira,
  El aliento desfallece:
  Tanto, que aunque ya las sombras
  De la noche al alba vencen,
  Embargada del asombro
  Con que esta voz me suspende,
  Aun no acierto á retirarme.
  ¡Presto lo veré! Mil veces
  Sienta absorta, tema muda,
  Arda helada y ciega tiemble. _(Vase.)_


ESCENA XVII.

RÚSTICO, _y luégo_ APOLO.

RÚSTICO.

  Ve aquí que ya para mí
  Siete años la noche tiene,
  Pues ya ha cerrado, y Apolo
  De mí no se acuerda. Advierte,
  Oh rubio padre del dia,
  Que es hora de que despiertes;
  Que no daré un cuarto por
  Enamorado que duerme. _(Sale Apolo.)_

APOLO.

  Apénas la blanca aurora
  Doró la cima eminente
  Deste monte, cuando á él
  Mis sentimientos me vuelven,
  Fiando el pértigo del carro
  A Etonte y Flegon. Aqueste
  Es el árbol que dejé
  Por espía: á saber llegue
  Qué vió en mi ausencia. Mas él
  Que me responde, parece,
  Antes que se lo pregunte:
  Pues un mote escrito tiene
  En la corteza, que dice:
  _(Lee.)_ «Céfalo por Dafne muere.»
  ¡Oh mal hayas tú, porque
  Lo primero que en tí encuentre,
  Sean mis celos!

RÚSTICO.

                  ¿Con eso
  Se viene ahora?

APOLO.

                  No quede
  Hoja en tí...

RÚSTICO.

  _(Ap.)_       Vuelva la hoja,
  Porque ya que esto le pese,
  Estotro le desenoje.

APOLO.

  Que no tale, que no queme...

_(Da Apolo con el puñal en las ramas, y Rústico se vuelve de espaldas.)_

RÚSTICO.

  Aquesos son mis cabellos:
  Usted no me los repele.

APOLO.

  Porque otra vez no me digas...
  _(Lee.)_ «A Dafne Silvio aborrece.»

RÚSTICO.

  _(Ap.)_ Ya con esto lo he enmendado,
  Pues es fuerza que se huelgue.

APOLO.

  ¡Esto más, infame tronco,
  Rudo padron de mi muerte,
  Y áun de dos muertes! supuesto
  Que no sé cuál más me ofende,
  O el que ama lo que amo,
  O el que lo que amo aborrece.

RÚSTICO.

  _(Ap.)_ Por activa y por pasiva
  Lo erré.

APOLO.

           Pero en mal tan fuerte
  No es ocasion de que arguya
  Quién más al alma se atreve,
  El que mi gusto disfama
  O el que mi gusto apetece.

RÚSTICO.

  Pues ¿qué culpa tengo yo?

APOLO.

  Nada me digas, y vuelve,
  Rústico, á tu primer forma;
  Que no quiero que me cuentes
  Más.

RÚSTICO.

       ¿Qué más, si te he contado
  Que dos á Dafne divierten,
  Como quien quiere la cosa,
  Y como quien no la quiere? _(Vase.)_

APOLO.

  ¿Qué distinto fuego, cielos,
  De otro cualquier fuego es este,
  Que aborreciendo ó amando
  Contrarios vientos le encienden?


ESCENA XVIII.

DAFNE.—APOLO.

DAFNE.

  _(Sin ver á Apolo.)_ El mismo temor que anoche
  De aquí me ausentó, me vuelve
  Con el dia, persuadida
  A que sus sombras, que siempre
  Horrores engendran, fueron
  Ilusiones aparentes,
  Y á desengañarme... Pero
  Apolo está aquí.

APOLO.

                   Detente,
  Si ya no es que vergonzosa
  De que sepa de quien eres
  Aborrecida y amada,
  Tirana la fuga intentes.

DAFNE.

  Si hubieras sabido, Apolo,
  Que era yo la que imprudente
  Amaba ó aborrecia,
  Fuera bien irme y no verte;
  Mas ¿por qué el que me aborrezcan
  O me amen, ha de ponerme
  En fuga tuya?

APOLO.

                Porque
  No sé qué estimacion pierde,
  O aborrecida ó amada,
  Una mujer, sea quien fuere,
  Que el saber que tiene hechos
  Los oídos á desdenes
  O á favores, facilita
  La accion de quien se la atreve.

DAFNE.

  Antes se la dificulta;
  Que aborreciendo igualmente
  Al que aborrece y al que ama,
  A entrambos afectos tiene
  Cerrado el paso: y lo pruebo.

APOLO.

  ¿De qué suerte?

DAFNE.

                  Desta suerte.

_(Vase huyendo y él tras ella, y vuelven por otra parte, sin cesar la
representacion.)_

APOLO.

  Aunque otra vez huyas, no,
  Como otra vez, detenerme
  Podrán villanos festejos.

DAFNE.

  Sus alas Amor me preste.

APOLO.

  ¿Cómo ha de dar contra sí
  Sus alas Amor? _(Éntranse.)_

DAFNE.

  _(Dentro.)_    Si atiende
  Que es miedo el que á mí me valga,
  Para que de tí se vengue. _(Salen.)_

APOLO.

  Si es venganza tuya, ingrata,
  Tu rigor, yo he de vencerle
  Triunfando dél y de tí. _(Entran.)_

DAFNE.

  _(Dentro.)_ Tarde ó nunca podrás.

APOLO.

  _(Dentro.)_                       ¿Eres
  El dia de hoy, que del sol huyes?

DAFNE.

  _(Dentro.)_ Soy el de ayer, que no vuelve.

APOLO.

  _(Dentro.)_ No eres sino el de mañana,
  Pues á manos del sol vienes.

_(Salen: Apolo alcanza á Dafne, y detiénela.)_

DAFNE.

  ¡Dadme vuestro favor, dioses!

APOLO.

  ¿Cómo un dios contra otro puede?

DAFNE.

  ¿No pudo Amor contra tí?

APOLO.

  Ya es fuerza que lo confiese.

DAFNE.

  Y que yo á los cielos pida
  Amparo.

APOLO.

          Porque no lleguen
  A oir sus voces... ¡bella Íris!
  Haz que las tuyas las lleven
  Confusas al aire.

DAFNE.

                    ¡Eco!
  Porque al alcázar celeste
  Suban, repitan las tuyas
  Mis ánsias.

APOLO.

              Todas se mezclen.


ESCENA XIX.

MÚSICA, _dentro_.—APOLO, DAFNE.

DAFNE.

  Dioses, cielo, luna, estrellas...

MÚSICA.

  _(Dentro.)_ _Dioses, cielo, luna, estrellas..._

DAFNE.

  Montes, mares, prados, fuentes...

MÚSICA.

  _(Dentro.)_ _Montes, mares, prados, fuentes..._

_(Todo esto se ha de representar huyendo ella, y desasiéndose de él
siempre que la alcance, sin llegar á lucha.)_

DAFNE.

  Troncos, riscos, plantas, flores...

MÚSICA.

  _(Dentro.)_ _Troncos, riscos, plantas, flores..._

DAFNE.

  Aves, brutos, fieras, peces...

MÚSICA.

  _(Dentro.)_ _Aves, brutos, fieras, peces..._

DAFNE.

  Dadme amparo...

MÚSICA.

  _(Dentro.)_     _Dadme amparo..._

DAFNE.

  Socorredme...

MÚSICA.

  _(Dentro.)_   _Socorredme..._

DAFNE.

  De un tirano...

MÚSICA.

  _(Dentro.)_     _De un tirano..._

DAFNE.

  De un aleve.

MÚSICA.

  _(Dentro.)_  _De un aleve._

APOLO.

  ¿Ves cómo nadie te oye?

DAFNE.

  Veo que todos me ofenden.
  ¡Gran Peneo, padre mio!...

MÚSICA.

  _(Dentro.)_ _Gran Peneo, padre mio..._

DAFNE.

  Por tu honor y mi honor vuelve...

MÚSICA.

  _(Dentro.)_ _Por tu honor y mi honor vuelve..._

DAFNE.

  No permitas...

MÚSICA.

  _(Dentro.)_    _No permitas..._

DAFNE.

  Que yo llegue...

MÚSICA.

  _(Dentro.)_      _Que yo llegue..._

DAFNE.

  A ver ántes...

MÚSICA.

  _(Dentro.)_    _A ver ántes..._

DAFNE.

  Mi desdicha que mi muerte.

MÚSICA.

  _(Dentro.)_ _Mi desdicha que mi muerte._

APOLO.

  Primero, ingrata, en mis brazos
  Que te alivien y consuelen
  Los dioses á quien invocas,
  Ni los cielos á quien mueves,
  Verá el Amor...

DAFNE Y MÚSICA.

  _(Dentro.)_     No verá.

_(Da vuelta un peñasco con Dafne, y queda á sus espaldas un laurel, con
quien se abraza Apolo.)_

APOLO.

  ¡Hados! ¿qué prodigio es este?
  ¡La beldad que á abrazar iba
  Entre mis brazos, convierten
  En yerto tronco los dioses,
  Que de su llanto se duelen!
  A cuyo prodigio pasman,
  A cuyo asombro fallecen,
  Aun más que ella mis sentidos;
  Pero no mi fuego ardiente:
  Pues á su pompa postrado,
  Es bien que idólatra quede
  A serlo más de sus hojas,
  Que de mis rayos las gentes,
  Adorando su hermosura,
  Aun en su cadáver siempre.


ESCENA XX.

_Sale_ CUPIDO _y todos los demas, como él los va llamando._—APOLO;
DAFNE, _convertida en laurel._

CUPIDO.

  ¡Íris bella!

ÍRIS.

               ¿Qué me mandas? _(Sale.)_

CUPIDO.

  ¡Eco hermosa!

ECO.

                ¿Qué me quieres? _(Sale.)_

CUPIDO.

  ¡Sábia Libia!

LIBIA.

                ¿Qué me ordenas? _(Sale.)_

CUPIDO.

  ¡Silvio ingrato!

SILVIO.

                   ¿Qué pretendes? _(Sale.)_

CUPIDO.

  ¡Céfalo amante!

CÉFALO.

                  ¿Qué dices? _(Sale.)_

CUPIDO.

  ¡Ninfas del Peneo!

NINFAS.

                     ¿Qué emprendes? _(Salen.)_

CUPIDO.

  ¡Pastores del valle!

ZAGALES.

                       ¿A qué
  Nos llamas? _(Salen.)_

CUPIDO.

              Oidme, atendedme.
  Bien sabeis que mi desaire
  Fué (ya lo he dicho otras veces)
  No ser mis armas capaces
  De brutos, que amor no sienten.
  El triunfo disteis á Apolo;
  Y para que llegue á verse
  Quién triunfa con más ventajas,
  Quién más aplausos merece,
  Quien vence fieras, ó quien
  Vence al dios que fieras vence;
  Volved los ojos, vereis
  Que á un tronco adorando muere,
  Porque esto de adorar troncos
  De sus ídolos lo aprende.

APOLO.

  Lo que por baldon, Amor,
  Me dices, es bien acepte
  Por blason de mis hazañas;
  Que mi mayor triunfo es este
  De saber amar, ya que
  Confieso que tú me vences,
  Pues solo amar sabe el que ama
  Aun más allá de la muerte.
  Dafne es esta, que á los dioses
  Con su llanto compadece
  Tanto, en culto de su honor,
  Que en árbol me la convierten,
  Tan raro que, vegetable
  Jeroglífico, contiene
  Su duracion en lo eterno,
  Su juventud en lo verde.
  Y yo, porque desde aquí
  Por sagrado le venere
  El mundo, elijo sus hojas
  Para lauro de mis sienes;
  Siendo su nombre _laurel_,
  A quien ni el ábrego hiele,
  Ni el cierzo abrase, gozando
  De iguales verdores siempre.
  Del rayo estará seguro;
  Y para que más se aumente
  Su honor, con él sus victorias
  Han de coronar los reyes.

BATA.

  Y añade que en las batallas
  De aceitunas y escabeches
  Será general.

TODOS.

                A todos
  Tan gran prodigio suspende.

RÚSTICO.

  Sino á mí, que ya sé á qué
  Sabe el ser tronco viviente.

CÉFALO.

  A mí sí, pues en mí el hado
  Su influjo cumplió inclemente,
  Y me ha de costar la vida
  Quedar llorando su muerte.

SILVIO.

  Yo, aunque libre de su amor
  Viva, á los dos aconseje
  Que, en lôr suyo, de sus ramas
  Llevemos.

TODOS.

            Bien nos adviertes.

APOLO.

  Tened, esperad, que no
  A todos se les concede
  Ese honor.

TODOS.

             Pues ¿para quién
  Le guardas?

APOLO.

              Su dueño tiene;
  Que yo de la astrología
  Que en ese globo celeste
  Cada dia leo, sé
  Que habrá rey tan excelente
  Que por su valor invicto,
  Que por su ingenio prudente
  Y por su persona amable,
  Le merezca solamente.

TODOS.

  ¿Qué rey?

APOLO.

            El segundo Cárlos,
  De tantos gloriosos reyes
  Heredero, que no solo
  Consiga el alto honor deste
  Primero laurel del mundo,
  Mas el de todos, de suerte
  Que venga á ser su corona
  El laurel de los laureles:
  Cuyo generoso nombre,
  El dia que se celebre,
  Será comun alborozo
  De tantas diversas gentes,
  Que no habrá parte en el orbe
  Que desde Oriente á Occidente
  No le festeje y le aplauda.

CUPIDO.

  Yo (á quien como Amor compete
  La celebridad del dia,
  Pues ninguno habrá que niegue
  Que el amor de los vasallos
  Patrimonio es de los reyes),
  A pesar de Apolo (puesto
  Que aunque él el laurel defiende,
  No es triunfo suyo el dia que
  Yo le gozo y él le siente),
  Tengo de ser quien humilde
  De sus hojas á ofrecerle
  Llegue la triunfal guirnalda.

TODOS.

  Todos ufanos y alegres
  Te acompañaremos.

APOLO.

                    Yo,
  Vencido de Amor dos veces,
  A ese fin seré el primero
  Que su heroico nombre intente,
  Si el alba le cuenta á dias,
  Que el tiempo á siglos le cuente.
  Pues todos haciendo caso
  La imaginacion, que puede
  Persuadirnos á la dicha
  De que merecemos verle,
  Postrados (como si aquí
  Le tuviésemos presente)
  El sacro _Laurel de Apolo_,
  Con festivos parabienes,
  Ofrezcamos á sus plantas,
  Por si por dicha merece,
  Siendo don nuestro, ceñir
  El rizo Ofir de sus sienes.
  Y porque la voz de amor
  En todos á un tiempo suene,
  Pues es de todos, conmigo
  Decid lo que yo dijere.

CUPIDO.

  _(Canta.)_ _Señor, amor en sombras..._

TODOS Y MÚSICA.

  _Señor, amor en sombras..._

CUPIDO.

  _De fabulosos dioses..._

TODOS Y M.

  _De fabulosos dioses..._

APOLO.

  _(Canta.)_ _Y del amor vencido..._

TODOS Y M.

  _Y del amor vencido..._

APOLO.

  _El César de los orbes..._

TODOS Y M.

  _El César de los orbes..._

ÍRIS.

  _(Canta.)_ _El arco de la paz..._

TODOS Y M.

  _El arco de la paz..._

ÍRIS.

  _Que vuestro imperio logre..._

TODOS Y M.

  _Que vuestro imperio logre..._

ECO.

  _(Canta.)_ _El eco que le esparza..._

TODOS Y M.

  _El eco que le esparza..._

ECO.

  _En siempre heroicas voces..._

TODOS Y M.

  _En siempre heroicas voces..._

TODOS.

  Todos humildemente...

MÚSICA.

  _Todos humildemente..._

TODOS.

  A vuestras plantas ponen...

MÚSICA.

  _A vuestras plantas ponen..._

TODOS Y M.

  _Aquel laurel que pisa_
  _La falda deste monte._ _(Bailando.)_

CUPIDO.

  _(Canta.)_ _Y pues hoy es el dia..._

TODOS Y M.

  _Y pues hoy es el dia..._

CUPIDO.

  _Que amor sus triunfos goce..._

TODOS Y M.

  _Que amor sus triunfos goce..._

CUPIDO.

  _Dénos la que ha de ser..._

TODOS Y M.

  _Dénos la que ha de ser..._

CUPIDO.

  _Amor de los amores..._

TODOS Y M.

  _Amor de los amores..._

  _(Canta Apolo, repitiendo siempre la música, y todos.)_

APOLO.

  _(Canta.)_ _Apolo os lo suplica,_
  _previniendo esplendores,_
  _Con que si á vos laureles,_
  _A ella rayos coronen._

ÍRIS.

  _(Canta.)_ _En cuya paz, el aire_
  _Nos dé tan feliz prole..._

ECO.

  _(Canta.)_ _Que el eco de su fama_
  _Llene mares y montes._

CÉFALO.

  De suerte que á ser venga...

SILVIO.

  En unidad conforme...

BATA.

  Todo en ella finezas...

RÚSTICO.

  Y todo en vos blasones...

TODOS.

  Siendo aqueste laurel
  Cuando ambas sienes dore...

MÚSICA.

  _Bandera de los aires,_
  _Garzota de las flores._

TODOS.

  De suerte que á ser venga,
  Cuando ambas sienes dore
  Este laurel, que pisa
  La falda deste monte,
  Bandera de los aires,
  Garzota de las flores.



LA PÚRPURA DE LA ROSA.



PERSONAS.


  ADÓNIS.
  MARTE.
  AMOR.
  VÉNUS.
  BELONA.
  EL TEMOR.
  EL DESENGAÑO.
  EL RENCOR.
  LA ENVIDIA.
  LA IRA.
  LA SOSPECHA.
  CHATO, _villano_.
  DRAGON, _soldado_.
  FLORA, _ninfa_.
  CINTIA, _ninfa_.
  CLORI, _ninfa_.
  LIBIA, _ninfa_.
  CELFA, _villana_.
  _Soldados._
  _Villanos.—Músicos._



JORNADA ÚNICA.


_El teatro será de bosque, y van saliendo_ FLORA, CINTIA, CLORI Y
LIBIA, _cada una de por sí, cantando en estilo recitativo, mirando al
vestuario, y huyendo, como con asombro y admiracion._

FLORA.

  Al bosque, al bosque, monteros;
  Que osadamente veloz
  Va en alcance de una fiera
  La hermosa madre de Amor.

CINTIA.

  Ventores, al valle, al valle;
  Que empeñado su valor,
  Se fía en que la hermosura
  Aun vence más que el arpon.

CLORI.

  Al monte, al monte, sabuesos;
  Que bien tendrá su esplendor
  Contra los hombres poder;
  Mas contra los brutos no.

LIBIA.

  Lebreles, al llano, al llano;
  Que del cerdoso terror,
  Errado el tiro, embestida,
  Peligra su perfeccion.

FLORA.

  Id...

CINTIA.

        Llegad...

CLORI.

                  Corred...

LIBIA.

                            Volad...

LAS DOS.

  Que el cansancio...

OTRAS DOS.

                      Que el temor...

TODAS.

  Ha desmayado en nosotras
  Vida, alma, aliento y accion.

VÉNUS.

  _(Dentro.)_ ¡Ay infelice! ¿No hay
  Quien me dé amparo y favor?
  ¿No hay quien me socorra ¡cielos!
  En tan fiero lance?

ADÓNIS.

  _(Dentro.)_         Yo,
  Yo, que vivo iman del blando
  Boreal norte de tu voz,
  Pude en tu amparo llegar
  A tan felice ocasion...


_Saca_ ADÓNIS _en brazos á_ VÉNUS.

  Que acometido sin culto
  Lo hermoso de lo feroz,
  Solicitaba apagar
  Su mejor estrella al sol.
  Y adelantando á la planta
  La saeta (que debió
  De haber quitado la pluma
  A una ala del corazon),
  Tremolada en su cerviz,
  Púa añadida se vió,
  Como en sagrado castigo
  De tan sacrílego error:
  Con cuyo acertado impulso
  El bandido bruto atroz
  Dejó de seguirte, á tiempo
  Que de tu fuga el pavor
  Tropezó en tu ligereza,
  Para que llegando yo,
  Te recibiese en mis brazos:
  Con que no queda deudor
  Tu riesgo á mi beneficio,
  Pues tan presto le pagó,
  Que ha dejado la fineza
  Ajada del galardon.

VÉNUS.

  Ya que del pasado susto,
  Gallardo hermoso garzon,
  Mis fatigados alientos
  Cobran la respiracion;
  Y más viendo que la herida
  Fiera, manchando el verdor,
  Al monte á emboscarse vuelve,
  Con que más segura estoy;
  Sepa quién eres.

TODAS.

                   Y sepan
  Cuantas á su adoracion
  Asisten, á quién deudoras
  De tan gran dádiva son
  Como la vida de Vénus.

ADÓNIS.

  ¿Tú eres Vénus?

VÉNUS.

                  Sí, yo soy,
  Deidad y reina de Chipre.
  ¿Mas de qué es la suspension?

ADÓNIS.

  De haber llegado á mirar
  Prodigio tan superior,
  Como que naciese nieve
  Para que engendrase ardor.
  ¿Tú eres la madre de aquel
  Desnudo vendado dios,
  Que por más que dore el hierro,
  Nunca ha dorado el error?
  ¿De aquel escándalo niño,
  Tan siempre niño, que no
  Es mayor que el dia que nace,
  Y crece á no ser mayor?
  ¿De aquel tirano caudillo,
  Que en la lid de una pasion
  Hizo sinrazon, haciendo
  Prisionera la razon?
  ¿De aquel intruso poder,
  Que con el mismo dolor
  Que en la prision atormenta,
  Entretiene en la prision?
  Pues perdona, que aunque sea
  Mi más heroico blason
  Haberte dado la vida,
  Triunfo ha de ser no menor
  No darte aplauso, porque
  Veas que Adónis llegó
  Solo en el mundo á lograr
  En una victoria dos.

VÉNUS.

  Oye, no porque pretenda
  Aplausos tuyos, sino
  Porque sepa quién blasona
  Con tan libre presuncion.

ADÓNIS.

  Quien aborrecido hijo
  Tan desde luego nació
  De sus padres, que áun en ellos
  No supo qué era aficion.
  Mirra, mi madre, lo diga,
  Pues apénas me engendró,
  Cuando en odio del concepto,
  Hurto de amante traicion,
  Su mismo padre mi vida
  Y su vida abandonó,
  Tanto, que la dió la muerte:
  Cuya mísera afliccion
  En sus últimos alientos
  Los dioses compadeció,
  Convirtiéndola en un árbol,
  De cuyo llorado humor,
  Guardando el nombre de _mirra_
  Nací bastardo embrion,
  Maldecido de mis padres,
  Y con tan gran maldicion,
  Como que de un amor muera.
  Considere tu atencion,
  Si en mi horóscopo primero
  Aborto de un tronco soy;
  Si despues llevo tras mí
  El heredado temor
  De que de amor muera, puedo
  No aborrecer al Amor.
  A cuya causa, dejando
  La comercial poblacion
  De los hombres, de las fieras
  Vivo una y otra mansion,
  Tan huésped de las montañas,
  Que muchas veces dudó
  Su mismo vulgo, si era
  La caza ó el cazador.
  Y así, á mis hados, no á mí,
  Culpa, cuando ves que voy
  Huyendo de tí, en alcance
  Del bruto que de mí huyó;
  Que he de rematarle, ya
  Que es tan rudo mi valor,
  Que huyo de las hermosuras
  Y de las fierezas no. _(Vase.)_

VÉNUS.

  Oye, aguarda, escucha, espera
  Advirtiendo que no es don
  Para una dama una vida
  Que afrenta su estimacion.
  Tenedle, cielos.

_Quiere seguirle Vénus, y sale_ MARTE _al encuentro._

MARTE.

                   ¿A quién,
  Hermosa Vénus, tu voz
  Ansiosa llama, y de quién
  Forma quejas?...

VÉNUS.

  _(Ap.)_         ¡Muerta estoy!

MARTE.

  Que, segun al eco oí
  (Que es tan liberal ladron,
  Que hurtándote el medio acento,
  Entero me le llevó),
  Tu estimacion ofendida
  Se lamenta: y es baldon
  Que tú te quejes al cielo
  Estando en la tierra yo.
  ¿Qué es esto, Vénus?

VÉNUS.

                       No sé.

MARTE.

  Considera que aunque estoy
  Tan rendido á tu desden,
  Tan postrado á tu favor,
  No por eso no soy Marte;
  Que ántes por eso lo soy,
  Pues osar á una hermosura
  Es el ánimo mayor.
  ¿Ves el militar estruendo,
  Ves el bélico furor
  Con que me aclaman las lides
  Por su más guerrero dios,
  Y más hoy, que Egnido y Délfos,
  Islas de Marte y el Sol,
  Arden en guerras, á cuya
  Causa, ausente de tí estoy?
  Pues todos mis triunfos, todas
  Mis victorias, no lo son,
  Hasta llegar á tí más
  Vencido que vencedor.
  Y así, no porque rendido
  Me veas, juzgues que no
  Te sabré vengar. ¿Quién pues
  Te ofende?

VÉNUS.

  _(Ap.)_    ¡Qué confusion!
  Si le digo lo que ha sido,
  Ha de mostrar su rigor
  Contra ese jóven; y aunque
  Pasó á desaire el favor,
  No es desaire que me obligue
  Mas que á sentirle.

MARTE.

                      ¿Pues no
  Respondes?

VÉNUS.

             ¿Para qué quieres
  Que te diga que el temor
  De que te ame sin cariño,
  Llega á tan mala ocasion,
  Que acordándome de que
  Fuimos fábula los dos
  De los dioses... yo... si... cuando...
  —Mas perdona, que no estoy
  Para proseguir; que un susto,
  Un delirio, una ilusion,
  Un letargo, han embargado
  Alma y vida. (_Ap._ Muerta voy.) _(Vase.)_

MARTE.

  ¿Qué extrañeza es esta, cielos,
  Que en Vénus mi afecto halló,
  Que más que me calla el labio,
  Me dice la turbacion?
  ¿Qué es esto, Flora?

FLORA.

  (_Ap._               ¡Ay de mí!
  Que su fiera condicion
  No es para burlas.) No sé:
  Clori lo dirá mejor. _(Vase.)_

MARTE.

  Clori, ¿qué es esto?

CLORI.

                       Saliendo
  A caza al primer albor...
  Mas Cintia te lo dirá. _(Vase.)_

MARTE.

  Cintia.

CINTIA.

          Yo nada, señor,
  Sé: mejor lo dirá Libia. _(Vase.)_

MARTE.

  Libia.

LIBIA.

  _(Ap.)_ Sin apelacion
  He quedado para otra.

MARTE.

  ¿Qué es esto?

LIBIA.

                Tristezas son
  De tu ausencia.

MARTE.

                  Mientes, mientes:
  Que á ser amante pasion,
  Los que ayer fueron halagos,
  No fueran despegos hoy.
  Díme qué ha sido, ó la muerte...

LIBIA.

  Suspende, Marte, la accion;
  Que en efecto soy criada,
  Aunque de deidad lo soy.
  Vénus siguió un jabalí...
  Y como, en fin, no es razon
  Que acierte con ningun puerco
  Ningun amoroso arpon,
  Erró el tiro: con que él
  Tan grosero la embistió,
  Que peligrara, si un bello
  Airoso galan garzon
  No la socorriera.

MARTE.

                    Calla,
  No prosigas, ten la voz.
  Si no era para callado
  Lo que Libia me contó,
  ¿Por qué me lo calló Vénus?
  Aquí hay segunda intencion.
  ¡Cuánto, cielos, se adelanta
  La amante imaginacion!

_(Dentro cajas y trompetas.)_

UNOS.

  _(Dentro)_ ¡Arma, arma!

OTROS.

  _(Dentro.)_             ¡Guerra, guerra!

UNOS.

  _(Dentro.)_ ¡Viva Marte!

OTROS.

  _(Dentro.)_              ¡Viva el Sol!

MARTE.

  ¿Pero qué lejano acento,
  Ocupando la region
  Del aire, llega á mi oido?
  ¿Quién trae estos ecos?


_Aparece_ BELONA _en un arco íris._

BELONA.

                          Yo,
  Que al fin, como hermana tuya,
  Interesada en tu honor,
  Vengo, Marte, á persuadirte
  Que vuelvas por tu opinion;
  Pues los de Délfos, sabiendo
  Que te ausenta tu pasion,
  Porque el Sol se lo ha contado,
  (Que no calla nada el Sol),
  Los ejércitos de Egnido
  Asaltan, y tu favor
  Aclaman cuantos en él
  Te dan sacra adoracion:
  A cuya causa mi ira,
  Siempre tuya, le pidió
  A Juno el arco de Íris,
  Para que vuelvas veloz
  A auxiliar tus gentes, que
  Dicen en marcial clamor...

_(Dentro cajas y clarines.)_

SOLDADOS.

  _(Dentro.)_ ¡Arma, arma! ¡Guerra, guerra!

UNOS.

  _(Dentro.)_ ¡Viva Marte!

OTROS.

  _(Dentro.)_              ¡Viva el Sol!

BELONA.

  ¿Qué aguardas, pues?

MARTE.

                       ¡Ay, Belona!
  Que has venido en ocasion,
  Que rémora de mis iras
  Cobardes sospechas son.
  Pero mi fama es primero,
  Vamos; que en viendo que doy
  Fuerza á mi gente, verás
  Que la quito á mi temor,
  Volviendo donde... Mas esto
  Lo dirá el tiempo mejor,
  Cuando, si á verdades pasan
  Sospechas que ahora son,
  Diga el eco en más sangrientas
  Lides de celos y amor...

TODOS.

  _(Dentro.)_ ¡Arma, arma! ¡Guerra, guerra!
  ¡Viva Marte! ¡Viva el Sol!


_Despliégase el íris, baja_ BELONA, _y arrebatando á Marte, desaparecen
los dos, y salen_ CELFA Y CHATO.

CHATO.

  ¿Sabrás, Celfa, responder
  A una duda?

CELFA.

              A buen seguro.

CHATO.

  Desde que eres mi mojer,
  ¿Qué será...

CELFA.

               Dí.

CHATO.

                   Que de puro
  Verte, no te puedo ver?

CELFA.

  ¿Sabrás responderme á mí
  Tú á otra duda?

CHATO.

                  Creo que sí.

CELFA.

  Aborrida yo tambien,
  ¿Por qué no te quiero bien,
  Ya que me muero por tí?

CHATO.

  Penas se toman y dan,
  A un rofian enseñar plugo.

CELFA.

  Y en favor del tal rofian
  Yo ví azotar al verdugo.

CHATO.

  Yo enterrar al sacristan.

CELFA.

  A todos su mismo error
  El pago da.

CHATO.

              No lo niego,
  Y porque lo veas mejor,
  Yo conocí un vêdor ciego.

CELFA.

  Y yo sordo á un auditor.
  Mas dónde el discurso irá
  A parar, saber espero.

CHATO.

  Todo marido es arriero
  Que lleva cargas, y va
  A dar en su paradero.
  Cuando á ver á Vénus bella
  El dios Marte viene aquí,
  ¿A qué efecto hace mi estrella
  Que sea el mártes para ella,
  Y el agüero para mí?
  ¿Qué soldadillo es aquel
  Que suele venir con él?

CELFA.

  ¿Soldadillo? Es ilusion;
  Porque no es sino dragon.

CHATO.

  ¿Quién vió pena más cruel?
  ¿Dragon?

CELFA.

           Sí, que de dragones
  Marte allá en sus escuadrones
  Diz que se sirve.

CHATO.

                    ¡Ay de mí!
  Mas si es dragon, ¿cómo, dí,
  Tú con él á hablar te pones
  Cada noche en el jardin,
  Adonde á Vénus servimos?

CELFA.

  ¡Ay! ¡qué maldito magin!

CHATO.

  Ello dirá... y pues venimos
  A este monte, solo á fin
  De hacer leña, yo sabré
  Cortar un garrote, que
  Diga si es dragon ó no.

UNOS.

  _(Dentro.)_ Guarda la fiera.

OTROS.

  _(Dentro.)_                  To, to.

OTROS.

  _(Dentro.)_ De aquella montaña al pié
  La he descubierto.

CELFA.

                     ¡Ay de mí!

CHATO.

  No te asustes, que por tí
  Deben de decirlo: espera.

UNOS.

  _(Dentro.)_ A la falda, á la ribera.


_Sale_ ADÓNIS.

ADÓNIS.

  Decidme si por aquí
  Herida, al amanecer
  Visteis, villanos, correr
  Una fiera.

CHATO.

             En todo el dia
  No he visto, por vida mia,
  Más fiera que mi mujer.
  Si á ella, que bastante indicio
  Da de ser fiera rabiosa,
  Busca tan noble ejercicio,
  Aunque para vos no es cosa,
  Ahí está á vueso servicio. _(Vase.)_

CELFA.

  No hagais caso de un villano
  Tan tosco, rudo y grosero. _(Vase.)_

ADÓNIS.

  El jabalí sigo en vano,
  Y pues no alcanzarle es llano,
  Descansar á sombra quiero
  Deste risco, pues me ofrece,
  Matizado de colores,
  En la alfombra que guarnece,
  Verde lecho, que parece
  Mullido catre de flores.

_(Échase en el suelo.)_

  ¡Cuánto vive aquí mejor
  Ociosa la voluntad,
  Que en el alcázar mayor,
  Donde la deidad de amor
  A mi costa sea deidad!
  Dígalo en la verde esfera
  Desta estancia lisonjera
  Cansancio que en sueño pára;
  Pues no durmiera si amara,
  O no amara si durmiera.


_Quédase dormido, y salen_ VÉNUS Y LAS NINFAS.

VÉNUS.

  Pues extremos que él vió,
  O cajas que yo oí,
  Ausentaron á Marte,
  Dejadme discurrir
  Sin mí y conmigo á solas,
  El ameno país
  Destos montes, en cuyo
  Marañado confín
  He de ver (¡ay de mí!)
  Si hallo el descanso donde le perdí.

FLORA.

  Considera...

VÉNUS.

               No tienes,
  Flora, que me decir.

LIBIA.

  Mira...

VÉNUS.

          ¿Qué he de mirar?

CINTIA.

  Advierte...

VÉNUS.

              No he de oir.

CLORI.

  ¿Tanto de una tristeza
  Te dejas vencer?

VÉNUS.

                   Sí.
  Dejadme pues, dejadme
  Sola, todos os id.

TODAS.

  A pesar del amor
  Que nos lleva tras tí,
  Te dejaremos. _(Vanse.)_

VÉNUS.

                Ya
  Que las eché de aquí,
  He de ver (¡ay de mí!)
  Si hallo el descanso donde le perdí.
  ¿Qué género de ánsia,
  Altos montes, decid,
  Qué especie de penar,
  Linaje de sentir,
  Es el que en mí ha engendrado
  Haber llegado á oir
  Baldones del amor
  A espíritu tan vil,
  Que su deidad infama?
  Y no tan solo aquí
  Mis sentimientos cesan,
  Sino que siendo así,
  Que obligada y quejosa
  Es forzoso impedir
  Lisonjas de lo noble,
  Injurias de lo ruin,
  En cuyos dos extremos,
  Quedando á discurrir
  Si podrá agradecer
  Quien tiene que sentir,
  He de ver...

ADÓNIS.

  _(Soñando.)_ ¡Ay de mí!
  Que me da muerte á quien la vida di.

VÉNUS.

  Mas ¿qué triste lamento
  Intenta interrumpir
  Mis penas con sus penas?
  La voz se oyó hácia allí.
  ¿Qué miro? Sobre un risco
  Que supo persuadir
  Al cansancio que era
  Florido trasportin,
  Del venatorio afan
  Treguas dando á la lid,
  Sobre la aljaba de oro
  Y el arco de marfil
  Dormido el jóven yace.
  ¡Oh si hubiera (á decir
  Vuelvo otra vez, y ciento
  Vuelvo otra vez y mil)
  Cómo entre agradecida
  Y quejosa, partir
  Pudieran el camino
  Lo ilustre y lo civil!
  ¿Daréle muerte? No.
  ¿He de vengarme? Sí.
  ¡Oh si hubiera un matar
  Que no fuera morir!
  Pero sí habrá; que yo
  Llegando á prevenir
  Cómo sin morir muera,
  Y viva sin vivir,
  He de ver...

ADÓNIS.

  _(Soñando.)_ ¡Ay de mí...

VÉNUS.

  Si hallo el descanso donde le perdí.

ADÓNIS.

  _(Soñando.)_
  Que me da muerte á quien la vida di!

VÉNUS.

  ¡Oh tú, velero dios,
  Que en campos de zafir
  Relámpago sin luz,
  Pájaro sin matiz,
  Huyendo mi regazo,
  No hay remoto confín
  Que no corras veloz,
  Que no vueles sutil,
  Oye mi voz!


AMOR, _en lo alto_.

AMOR.

              ¿Qué quieres,
  Oh tú, cuyo gemir
  No sin causa acredita
  Lo hermoso de infeliz?
  Que ya á tu invocacion,
  Del diáfano viril
  Cortando las esferas
  Me ves, para asistir
  A tus lamentos, ser
  De sus nubes neblí,
  Sus páramos centauro,
  Sus piélagos delfin
  Siendo en su azul pensil
  Árbitro de un cenit y otro cenit.
  ¿Qué quieres, pues?

VÉNUS.

                      Que veas
  Que hay quien tenga sin tí
  Vagabundo el pensar
  Y ocioso el discurrir.
  Dormido yace el que,
  Despierto, tu gentil
  Deidad desdeña, pues
  Montaraz adalid
  Blasona que ha sabido
  Tu yugo sacudir,
  Sin que su blando lazo
  Le agobie la cerviz.
  Y aunque en una ocasion
  La vida le debí,
  Atenta á todo...

AMOR.

                   No
  Tienes que proseguir,
  Puesto que para mí
  El delito le basta de dormir.
  Del favor y la ira
  El concepto entendí,
  Y para que herir veas
  Su pecho sin herir,
  Este dorado arpon,
  Pasando á serpentín,
  Dese bruto diamante
  Abrasado buril,
  Verás que áspid de fuego
  Muerde su pecho, á fin
  De que los dos vengados
  Con tiro tan feliz,
  Apuremos así
  Si es el amar matar y no morir.

_(Dispara una flecha, que da en el corazon de Adónis, y vuela, y Adónis
despierta asombrado.)_

ADÓNIS.

  ¡Favor, cielos divinos!
  ¡Dioses, piedad!

VÉNUS.

                   ¿Quién, dí,
  Te obliga á que des voces?
  Que al llegarlas á oir
  Veloz vengo, por ver
  Si fuese tan feliz
  Que el favor te pagase.

ADÓNIS.

  Si tú estabas aquí,
  No en vano presumí,
  Que me da muerte á quien la vida di.

VÉNUS.

  ¿Qué ha sido esto?

ADÓNIS.

                     No sé,
  Que á sombra me dormí
  De estos troncos, y como
  Se suelen repetir
  En fantasmas del sueño
  De aquello que ántes ví
  Las especies, soñé
  Que el fiero jabalí
  Que á tí te daba muerte,
  Volviendo contra mí
  Las aceradas, corvas
  Navajas de marfil,
  Con mi sangre manchaba
  Las rosas, que hasta aquí
  De nieve fueron, para
  Que fuesen de carmin.
  Y no solo á este susto
  Del sueño me rendí,
  Pero sañudo áspid,
  Que debió de encubrir
  De su traidor veneno,
  De su ponzoña vil
  La astucia entre uno y otro
  Macilento alhelí,
  El corazon me ha herido,
  Pues al restituir
  El sentido, áun no cesa
  El sentimiento en mí:
  De suerte que despierto,
  Duran en afligir
  Ansias que fabriqué,
  Temores que fingí,
  Pasando ¡ay infeliz!
  La sombra á luz, el pasmo á frenesí.

VÉNUS.

  La pesadez de un sueño
  Tal vez suele seguir
  Al más despierto: y pues
  No es lo que presumí,
  En paz queda.

ADÓNIS.

                ¿Tan presto
  Quieres volverte?

VÉNUS.

                    Sí,
  Que baldones de amor
  No he de volver á oir.

ADÓNIS.

  No hace poco el que enmienda
  Sus yerros; y si fuí
  Grosero una vez, no otra
  Lo seré.

VÉNUS.

           ¿Cómo así?

ADÓNIS.

  Como al verte sabré
  Forzar y reprimir
  Aquel amenazado
  Influjo en que nací.

VÉNUS.

  ¿Pues no me viste entónces?

ADÓNIS.

  Confieso que te ví;
  Pero no te miré.

VÉNUS.

  ¿Y hay cómo distinguir
  El ver del mirar?

ADÓNIS.

                    ¿Pues
  Hay quien ignore...

VÉNUS.

                      Dí.

ADÓNIS.

  Que el ver es solo ver,
  Y el mirar advertir?

VÉNUS.

  Y bien, ¿qué es lo que adviertes?

ADÓNIS.

  Que te llevas tras tí
  En tus rizos del sol
  Todo el dorado ofir,
  Del aura en tus alientos
  Todo el humo sutil,
  Que en destiladas gomas
  Cualquiera es ámbar gris;
  Del monte en tu coturno
  Todo el bello matiz,
  Que en cintas de esmeralda
  Son lazos de rubí;
  Del abril en tu seno,
  O blanco ó carmesí,
  Todo el candor y nácar
  Del clavel y el jazmin:
  De suerte que dejando
  Sin tí el sol sin lucir,
  La aura sin respirar,
  El monte sin vestir,
  Y el abril, en efecto,
  Sin lograr y pulir
  Las flores ciento á ciento,
  Las rosas mil á mil,
  Quedan mustios sin tí
  El sol, el aura, el monte y el abril.

VÉNUS.

  ¡Qué atrasadas lisonjas!

ADÓNIS.

  Perdona, que he de ir
  Siguiendo tu hermosura.

VÉNUS.

  ¿A qué, si en mi jardin,
  Que ya desde esta parte
  Se deja descubrir,
  De atalaya un laurel
  Que abraza amante vid,
  Todo es amor? Por señas,
  Que dél á recibir
  A su deidad las ninfas,
  En alegre festin,
  Salen al paso...—y tú,
  Para llegar aquí,
  No temes las fierezas,
  Y las bellezas sí.

ADÓNIS.

  ¡Ay! que no sé qué afecto...

VÉNUS.

  No has de pasar de aquí.

ADÓNIS.

  Me hace no obedecer.

VÉNUS.

  Y agradecer á mí. _(Vanse.)_

       *       *       *       *       *


_Múdase el teatro en el de jardin, y por las puertas salen, cantando y
bailando_, LAS NINFAS, CELFA Y CHATO.

TODAS.

  _Corred, corred, cristales,_
  _Plantas, vivid, vivid,_
  _Aves, cantad, cantad,_
  _Flores, lucid, lucid,_
  _Pues que vuelve Vénus_
  _Hermosa y gentil,_
  _Trayendo despojos_
  _De amor tras sí,_
  _Porque nadie pueda_
  _Exento decir_
  _Que el vivir no amando_
  _Se llama vivir._
  _Corred, vivid, cantad, lucid._

VÉNUS.

  ¿Que aun no te vuelves?

ADÓNIS.

                          No.

VÉNUS.

  ¿Y á entrar te atreves?

ADÓNIS.

                          Sí.

VÉNUS.

  Entra, pues, y vosotras
  Alegres proseguid.

MÚSICA.

  _Corred, corred, cristales,_
  _Plantas, vivid, vivid_, etc. _(Vanse.)_


_Tocan cajas y trompetas, y habiendo dicho dentro los primeros versos,
salen_ MARTE, BELONA, DRAGON Y SOLDADOS.

BELONA.

  La planta fugitiva
  Del laurel ceda al roble.

TODOS.

                            ¡Marte viva!

MARTE.

  Mejor, Belona, fuera
  Decir la aclamacion que Marte muera;
  Pues aunque de blasones
  Victorioso en Egnido me corones
  De Délfos, ¿qué ha importado,
  Si en Chipre estoy á una ilusion postrado,
  Cuyos vanos recelos
  Ni celos son ni dejan de ser celos?

BELONA.

  Siendo de amor, no infama
  Los heroicos asuntos de la fama.

DRAGON.

  Y más cuando en abono
  De que pueda un barbado hablar, en tono
  De falsete, cariño,
  Llorando viejo y caducando niño,
  No tiene otra disculpa,
  Para no ser ridícula su culpa,
  Que decir que de Marte
  Es hijo Amor...

MARTE.

                  Estaba por quitarte
  Mil vidas...

DRAGON.

               Ten la mano:
  Y ese recado á monseñor Vulcano.

MARTE.

  Que si de Marte fuera
  Bastardo hijo el Amor, no introdujera,
  Vilmente lisonjero,
  Que valga más lo hermoso que lo fiero,
  Temor que hoy en mí lucha.

BELONA.

  ¿Cómo?

MARTE.

         Nadie aquí quede. Ahora escucha;

_(Vanse Dragon y soldados.)_

  Que el fuego en que me abraso
  Tú sola has de saber.

BELONA.

                        Pues habla paso.


_Hablan los dos en secreto, y sale_ EL AMOR, _disfrazado, como
recelándose._

AMOR.

  _(Ap.)_ Ya que la altivez de Adónis,
  Viendo ahora á Vénus, fué
  (Pues en sus jardines yace)
  Rendimiento y no altivez;
  Receloso de que Marte
  Lo ha de llegar á saber;
  Sin alas, arco ni aljaba
  Vengo á asistirle; porque
  Como esté á la mira Amor
  Sin ser conocido dél,
  El más receloso amante
  Nada que le digan crê.
  Hablando con mi enemiga
  Belona está: ¡oh si entender
  Algo pudiera! La sombra
  Me valga de este laurel. _(Retírase.)_

MARTE.

  Hasta aquí me dijo Libia,
  Y aunque el que vida la dé
  Un bello jóven, no importa,
  Importa que ella...

BELONA.

                      Deten
  La voz, que entre aquellas ramas
  Ruido he sentido. ¿Quién
  En acecho de los dos
  Hace las hojas cancel?

MARTE.

  ¿Quién contra mi órden...

AMOR.

  _(Ap.)_                   ¡Ay triste!

MARTE.

  Aquí ha quedado? _(Descubre al Amor.)_

AMOR.

  _(Ap.)_          Si él
  Me conoce, muerto soy,
  Pues ha de querer saber
  La causa de mi disfraz.

MARTE.

  ¿Quién eres, díme, y á qué
  Te ocultas entre estas ramas?

AMOR.

  Soy quien... sí... cuando, porqué...

MARTE.

  No te turbes; que no sabes
  Cuánto sospechosa es
  Para mí una turbacion;
  Y más cuando llego á ver
  Lo que se parece á otra
  Que, traidoramente infiel,
  Calló, troncada en la voz,
  Y habló pálida en la tez.
  ¿Quién eres, pues?

AMOR.

                     Quien, si tú
  No lo sabes, no lo sé.

MARTE.

  ¿Si no lo sé, no lo sabes?

AMOR.

  No, que tú lo has de saber
  Primero que yo lo diga.

MARTE.

  Yo lo ignoro.

AMOR.

                Yo tambien.

MARTE.

  ¿Enigmas me hablas ahora?—
  ¡Hola!


_Salen_ DRAGON Y SOLDADOS.

SOLDADOS.

         ¿Qué mandas?

MARTE.

                      Prended
  Aquese jóven.

AMOR.

                Será
  Esta la primera vez...

MARTE.

                         ¿Qué?

AMOR.

  Que otro me prenda á mí,
  Y yo no le prenda á él.

BELONA.

  ¿Pues cómo escapar podrás
  Solo de tanto poder?

AMOR.

  Ya que depuse las alas,
  Me he de valer de los piés. _(Vase.)_

MARTE.

  Tenelle, que es el Amor.

BELONA.

  ¿Cómo es posible sea él,
  Sin conocerle hasta ahora?

MARTE.

  No eso admiracion te dé,
  Porque el amor de un celoso
  No es fácil de conocer,
  Hasta que otras señas digan
  Si es amor ó no lo es.
  Y pues decir que ninguno
  A él le ha podido prender,
  Y que ha depuesto las alas,
  Lo ha declarado más bien.
  Seguidle todos, seguidle;
  Que ya me importa saber

_(Vanse los soldados.)_

  De su disfraz la intencion.
  Pero yo en su alcance iré.

BELONA.

  ¡Ay de tí, si á Amor que huye
  Intentas seguir!

MARTE.

                   ¿Por qué?

BELONA.

  Porque nadie sigue á Amor,
  Que en mayor riesgo no dé.

MARTE.

  ¿Qué mayor que no apurar
  Que aquí disfrazado esté
  Y no le conozca yo? _(Vase.)_

BELONA.

  Sitiad el monte, corred
  La campaña. _(Vase.)_

DRAGON.

              ¿Quién vió andar
  A ojeo de amor, ni quién
  Amó, sino como yo,
  Que si á Celfa quiero bien,
  Es sólo el rato que importa
  A la maraña? _(Vase.)_

BELONA.

  _(Dentro.)_  Romped
  Los riscos.

_VOCES._

  _(Dentro.)_ Al valle, al llano.


_Sale_ AMOR.

AMOR.

  Favor los cielos me den;
  Que sin alas, el aliento
  Empieza á desfallecer.
  Aquí hay una quiebra: ella
  Me ha de amparar y valer
  Contra las iras de Marte.

DESENG.

  _(Dentro.)_ Sí hará, que este el centro es
  Donde siempre pára Amor.

DRAGON.

  _(Dentro.)_ De aquella montaña al pié
  Entra á una gruta.

MARTE.

  _(Dentro.)_        Aunque fuera
  Al báratro, entrara en él.

       *       *       *       *       *


_Entra_ AMOR _por un lado y sale por otro, en cuyo espacio se ve el
teatro de la gruta, y él no hace más que atravesar por ella, y salen_
MARTE Y DRAGON.

DRAGON.

  En poco nos ha engañado,
  Que yo pienso que lo es,
  Segun horroroso y triste
  Se nos muestra.

MARTE.

                  Dices bien,
  Pues nunca la planta, pues nunca la vista
  Pisó temerosa, previno confusa
  Tan lóbrega estancia, mansion tan horrible,
  Prision tan funesta ni cárcel tan dura.
  A la escasa luz que dispensa
  El torpe bostezo que entreabre la gruta
  (Porque el sol que de miedo no pasa,
  De léjos la acecha, áun más que la alumbra),
  Melancólico espacio diviso
  De negras paredes, que teas ahuman,
  Colgadas de grillos, cadenas y lazos,
  Trofeos que infaman deidad que no ilustran.

DRAGON.

  Aun no sólo mirados asombran
  Despojos tan viles, mas oidos asustan.

_(Dentro ruido de cadenas.)_

MARTE.

  Dices bien, que al compas de arrastradas
  Prisiones, llorosos lamentos se escuchan.

DRAGON.

  Atiende, quizá sabrás quién avisa
  Del fúnebre centro en la esfera nocturna.

MÚSICA.

  _(En tono triste, dentro.)_
  _¡Ay de aquel que en principio de celos,_
  _Huyendo el Amor, no le deja que huya!_

MARTE.

  ¿Ay de aquel que en principio de celos,
  Huyendo el Amor, no le deja que huya?
  ¿Quién eres, oh tú, que la ajena desdicha,
  Mirándola mia, la tienes por tuya?

TEMOR.

  _(Dentro.)_
  _Quien pena..._

SOSPECH.

  _(Dentro.)_
           _Quien siente..._

ENVIDIA.

  _(Dentro.)_
                      _Quien gime..._

IRA.

  _(Dentro.)_
                               _Quien llora..._

TEMOR.

  _Tu asombro._

SOSPECH.

              _Tu pena._

ENVIDIA.

                       _Tu queja._

IRA.

                                 _Tu angustia._

MARTE.

  Mi angustia, mi queja, mi pena, mi asombro,
  ¿Hay quien lamente?

TODOS.

                      Sí, pues que pronuncia:
  _¡Ay de aquel que en principio de celos,_
  _Huyendo el Amor, no le deja que huya!_

MARTE.

  A pesar del pavor, de quién eres
  Haré hoy experiencia la que era pregunta.


_Va saliendo cada figura con su verso_, EL TEMOR _con una hacha_, LA
SOSPECHA _con un anteojo de larga vista_, LA ENVIDIA _con un áspid_, LA
IRA _con un puñal, todas con mascarillas, y vestidas de negro._

TEMOR.

  _Quien vive..._

SOSPECH.

              _Y no vive..._

ENVIDIA.

                         _Quien muere..._

IRA.

                                      _Y no muere..._

TEMOR.

  _Entre ánsias..._

SOSPECH.

                _Asombros..._

ENVIDIA.

                          _Horrores..._

IRA.

                                    _Y furias..._

MARTE.

  Del oido pasando á los ojos,
  De nuevo al principio se vuelven mis dudas.
  ¿Has visto jamás tan pálidas sombras?

DRAGON.

  ¿Yo habia de ver tan horrendas figuras?

MARTE.

  ¿Quién sois, decid, y qué bóveda es esta,
  Que tiene (¡ay de mí!) tal familia por suya?

TEMOR.

  _Esta es de los celos..._

SOSPECH.

                      _La mísera cárcel..._

ENVIDIA.

  _Adonde de Amor..._

IRA.

                _Siempre paran las fugas._

TODAS.

  _¡Ay de aquel que en principio de celos,_
  _Huyendo el Amor, no le deja que huya!_

MARTE.

  ¿Quién eres, oh tú, que con trémula antorcha
  Saliéndole al paso, al que alumbras deslumbras?

TEMOR.

  Yo soy aquel miedo que tiene el que ama
  De cuánto achacosa es cualquier hermosura;
  Y así, tropezando en primeros temores,
  Le sirvo la luz, y déjole á oscuras,

_(Apaga la luz.)_

  Porque busca con ella su daño,
  Y luégo le pesa de hallar lo que busca.

MARTE.

  Y tú, que á un cristal parece que, corta
  De vista, le estás graduando las lunas,
  ¿Quién eres?

SOSPECH.

               Yo soy la Sospecha, que al miedo
  Le piso la sombra.

MARTE.

                     Y bien, ¿qué procuras?

SOSPECH.

  Que artificioso este anteojo de vidrio,
  Creciendo los grados á cuanto presuma,
  Represente de un álamo un monte,
  De un átomo un mar, de una gota una lluvia.

ENVIDIA.

  Y yo, que siguiendo anteojos de aumento,
  Doy luego por ciertas ajenas fortunas,
  Anudando un áspid á otro,
  De envidia en mi seno les doy la cicuta.

IRA.

  Con que á la Envidia siguiendo la Ira,
  Los áspides que ella enlaza y anuda,
  En víboras yo convierto de acero,
  Que para venganzas afilen sus puntas.

LAS CUAT.

  _Y las cuatro, que somos las guardas_
  _Del preso que yace en prision tan oscura,_
  _Al peregrino el riesgo avisamos;_
  _Mas todos le oyen y nadie le escucha._

MARTE.

  Pues ya que el aviso decís cuánto en vano
  Al peregrino el riesgo le anuncia,
  Ya que yo entré, ¿quién el preso es de celos?

TODAS.

  _Aquella vejez helada y caduca..._


_Vese dentro de la gruta_ EL DESENGAÑO, _con barba larga, vestido de
pieles, y con prisiones._

TEMOR.

  _Qué triste..._

SOSPECH.

            _Padece..._

ENVIDIA.

                  _Postrada..._

IRA.

                          _Rendida..._

TEMOR.

  _Fatigas..._

SOSPECH.

         _Desprecios..._

ENVIDIA.

                   _Baldones..._

IRA.

                           _Y injurias..._

MARTE.

  Quién es, sepa pues.

TODAS.

                       _Es el Desengaño,_
  _Por quien repetimos, ya solas, ya juntas:_
  _¡Ay de aquel que en principio de celos,_
  _Huyendo el Amor, no le deja que huya!_

DESENG.

  ¡Oh tú, que venciendo á todos,
  A tí solo no te vences,
  Y con humanas pasiones,
  Divinas señas desmientes!
  Sabrás que en aquesta cárcel
  Para que nadie le encuentre,
  Con várias guardas los celos
  Preso al Desengaño tienen.
  Pero ya que huyendo Amor,
  Escapar de tí pretende,
  A estos umbrales, adonde
  Su fatiga va á dar siempre,
  Mira, ¿qué quieres de mí?
  Pues alcanzarle á él no puedes,
  Porque en llegando aquí, todas
  Sus pompas se desvanecen.

MARTE.

  ¿Qué quieres que de tí quiera,
  Quien siguiendo á un ciego viene,
  Que visto se desconoce,
  Y no visto no se entiende,
  Sino saber con qué causa
  Hoy disfrazado pretende
  Asistirme y huir de mí?

DESENG.

  Si á tanto empeño te atreves,
  Díle al Temor que te traiga,
  La Sospecha que te acerque,
  La Envidia que te desmaye,
  Como al Rencor que te aliente.

_(Descubre un espejo, y vese en él lo que dicen las coplas.)_

LAS CUAT.

  Sí haremos, para que juntas
  Corriendo la nube débil
  Este empañado cristal
  Veas claro y transparente.

MARTE.

  Ya lo está.

DESENG.

              ¿Qué ves en él?

DRAGON.

  Señores, ¿qué encanto es este?

MARTE.

  De las campañas de Chipre
  El más deleitoso albergue,
  En cuya apacible estancia
  Festivos coros alegres
  De ninfas, la falda al monte
  Van floreciendo dos veces.

DRAGON.

  Hasta Chato y Celfa van.

MARTE.

  Pues eso ¿por qué te ofende?

DRAGON.

  Porque las mujeres proprias
  No han de ser proprias mujeres.
  ¿Faltábala con quien ir
  A una pícara insolente
  Que no fuese su marido?

MARTE.

  Calla, bárbaro, y atiende.
  Ya el ojeo pasa, y ya
  Por várias sendas descienden
  Vénus y un gallardo jóven,
  Que amorosos y corteses,
  Con los brazos se saludan,
  Y el uno al otro se ofrece
  Los despojos de la caza.
  ¡Que aquesto mire! ¡Oh aleve
  Cristal! perezca tu luna,
  Aun cuando la del sol fuese,
  Si es verdad porque es verdad,
  Y si mientes porque mientes.

TODOS.

  Aunque quebrarla pretendas,
  No hayas miedo que la quiebres.

MARTE.

  ¿Por qué?

TODOS.

            Porque el desengaño
  Sus sombras desaparece,
  Luego que antídotos suyos,
  Que sanan con lo que duelen,
  Dando la muerte dan vida.

MARTE.

  ¿De qué suerte?

TODOS.

                  Desta suerte.

_(Dentro ruido como de terremoto, y desaparecen el Desengaño, y las
otras cuatro figuras.)_

MARTE.

  ¿Quién crêrá que Marte huya
  De ver prodigio tan fuerte? (Vase.)

DRAGON.

  Ni ¿quién que Dragon de Celfa
  Celos maridales siente? _(Vase.)_

       *       *       *       *       *


_Cúbrese la gruta y vense los jardines, y en ellos_ VÉNUS _sentada_,
ADÓNIS _en sus faldas, y_ LAS NINFAS; CHATO Y CELFA.

VÉNUS.

  En tanto que declinando
  El sol sus ardores temple
  Para volver á la caza,
  Porque conmigo no eches
  Ménos á tu inclinacion,
  Descansar, Adónis, puedes
  En estos jardines.

ADÓNIS.

                     ¿Qué
  Echará ménos quien tiene,
  Cuando merecen sus dichas
  Las dichas que no merecen,
  Afianzada en tus favores
  La costa de tus desdenes?

VÉNUS.

  Vosotras, porque no haya
  Cosa que no le deleite,
  Cantad algo.

CHATO.

               Celfa, ven
  A hacer unos ramilletes
  Para el nuevo amo.

CELFA.

                     Veamos
  Cómo una música puede
  Parecer entre otra.

CHATO.

                      Como
  Entre lo rojo lo verde.

CORO 1.º DE NINFS.

  _No puede Amor_
  _Hacer mi dicha mayor._

CORO 2.º DE NINFS.

  _Sí puede Amor._

CORO 1.º

  _No puede Amor_
  _Ni mi deseo_
  _Pasar del bien que poseo;_
  _Porque crecer el empleo_
  _De tan divino favor,_
  _No puede Amor._

CORO 2.º

  _Sí puede Amor..._

LOS DOS.

  _Hacer mi dicha mayor._

ADÓNIS.

  Aunque la letra que oí
  En lo primero que ofrece,
  Que habla conmigo parece,
  Pues yo el más dichoso fuí,
  Perdona, si
  En lo segundo mi error
  Funda mejor
  Su dicha.

VÉNUS.

            ¿De qué manera?

ADÓNIS.

  Como la contienda era
  De vuestro dulce primor...

ÉL Y CORO 1.º

  _No puede Amor_
  _Hacer mi dicha mayor._

ÉL Y CORO 2.º

  _Sí puede Amor_
  _Hacer mi dicha mayor._

ADÓNIS.

  La dicha no merecida
  Se posee desairada;
  Que mal puede estar hallada
  Sin achaques de perdida;
  Y mi vida
  Más quisiera merecer,
  Que poseer:
  Luego si Amor puede dar
  Dicha que es más singular
  Cuanto hay de mérito á error...

ÉL Y CORO 2.º

  _Bien puede Amor_
  _Hacer mi dicha mayor._

VÉNUS.

  Dicha que á ser dicha crece,
  Aun ántes que sea esperanza,
  Es dicha del que la alcanza,
  Mas no del que la merece:
  Y si se ofrece
  La dicha sin merecella,
  Dando cuanto puede en ella
  De mérito y de valor...

ELLA Y CORO 1.º

  _No puede Amor_
  _Hacer mi dicha mayor._

ADÓNIS.

  El que sin proprio interes
  Logró dichas semejantes,
  Haberlas logrado ántes
  Podrá merecer despues:
  Luego si es
  Suya en la segunda accion
  La estimacion
  Que hacer de su dicha puede
  Y en ella Amor le concede
  Que pueda quedar mejor...

ÉL Y CORO 2.º

  _Bien puede Amor_
  _Hacer mi dicha mayor._

VÉNUS.

  Servir el favorecido
  No es en leyes del cuidado
  Mérito de enamorado,
  Que es deuda de agradecido.
  Y el más rendido
  Podrá agradecer y amar;
  Mas no aumentar
  Los grados á la fineza;
  Que es ser nieve cuando empieza,
  Y cuando fallece ardor.

ELLA Y CORO 1.º

  _No puede Amor_
  _Hacer mi dicha mayor._

ADÓNIS.

  No hace poco el que agradece.

VÉNUS.

  El que agradece, ¿qué hace?

ADÓNIS.

  Por lo ménos satisface.

VÉNUS.

  Satisface y no merece.

ADÓNIS.

  En fin, ofrece
  Lo que puede su ventura.

VÉNUS.

  Es locura,
  Si ofrece y no sacrifica.

ADÓNIS.

  ¿Eso no implica?

VÉNUS.

                   No implica;
  Que una vez mio el favor...

ELLA Y CORO 1.º

  _No puede Amor_
  _Hacer mi dicha mayor._

ADÓNIS Y CORO 2.º

  _Sí puede Amor_
  _Hacer mi dicha mayor._


_Sale_ AMOR.

AMOR.

  Sí puede y no puede Amor
  Hacer la dicha mayor.
  No puede, pues que no puede
  Crecer las delicias;
  Y sí puede, supuesto que puede
  Torcer las desdichas.
  Marte, á quien quise asistir,
  Temiendo sus iras,
  Penetró del disfraz y el acecho
  La cauta malicia.
  Y como hácia el Desengaño
  Es siempre mi huida,
  A pesar de las guardas de celos,
  Rompió sus ruinas.
  Habiendo en su espejo visto...
  Mas ¿qué hay que repita,
  Si los montes, que al verle estremece,
  Mejor te lo avisan?
  Mira tú pues qué defensa
  Poner solicitas,
  Pues celosa su furia amenaza
  A quien...

VÉNUS.

              No prosigas:
  Y tú, Adónis, porque aquí
  No te halle su vista,
  De aqueste jardin pasando á los montes,
  Restaura tu vida.

ADÓNIS.

  ¿Cómo puedo, ingrata Vénus,
  Ya más que benigna,
  Asaltado tambien de sospechas,
  Que es fuerza me embistan,
  Dejando tu vida á riesgo,
  Cuidar de la mia?

VÉNUS.

  En cuanto á tus celos, tener á un tirano
  Temor, no es caricia:
  Y en cuanto á mi vida, piensa
  Que está defendida;
  Porque como aquí á tí no te encuentre,
  En nada peligra.
  Huye pues, huye á los montes.

ADÓNIS.

  Venció mi porfía;
  Que Amor pudo, pues pudo sin celos
  Hacer más mis dichas. (Vase.)

TODAS.

  Aunque él huya, ¿como tú
  A verle te animas?

VÉNUS.

  Como industria habrá con que enfrene
  Sus sañas altivas.

AMOR.

  ¿Qué industria hay contra los celos?

VÉNUS.

  La siempre encendida
  Fragua en que á Júpiter forja Vulcano
  Los rayos que vibra.
  Para el abrasado temple
  Que montes fulmina,
  De venenosas aguas se vale,
  Leteas y Estigias.
  Destas pues rompiendo los diques
  Las furias impías,
  Haré que estas fuentes sus tósigos corran,
  En voz de mis ninfas,
  Cuyas disonantes voces
  Verás que al oirlas,
  Adormecido el sentido... Mas esto
  Su efecto lo diga,
  Cuando al callado conjuro...

_(Dentro ruido.)_

AMOR.

  Si deso te fías,
  Prevente; que á mí el asombro de verle
  De aquí me retira. _(Vase.)_

VÉNUS.

  Ninguna huya de vosotras.


_Sale_ MARTE.

MARTE.

  Aleve enemiga,
  En quien como en mí humanas pasiones
  Se mienten divinas,
  ¿Juzgaste que tus engaños,
  Traiciones, mentiras,
  Pudieran jamás á sospechas de Marte
  Negar sus noticias?
  ¿Dónde está el amante que
  Mudable acaricias?
  Que no quiero que empiece por tuya
  Venganza que es mia.
  No en lo débil debe el rayo...

VÉNUS.

  Suspende las iras;
  Que vienes no bien informado de alguna
  Loca fantasía.
  _(Ap.)_ Ya es tiempo: ¿qué esperais, Furias?

_(Corren las fuentes.)_

MARTE.

  Por más que te finjas
  No culpada en mis celos, en vano
  Negarlos codicias,
  Porque ¿cómo?... Pero ¿quién
  De aliento me priva?
  ¿Quién la lengua entorpece y las voces
  Del labio me quita?
  Porque ¿cómo puedes?... ¡Cielos!
  El juicio delira,
  La razon fallece, y la luz
  Se pierde de vista.

VÉNUS.

  ¿Ves como tus sinrazones
  Los dioses castigan?
  Habla pues: ¿en qué fundas tus quejas?

MARTE.

  No puedo decirlas.


_Adormécese_ MARTE, _y sale_ BELONA.

BELONA.

  Sí puedes; que yo, que á todo
  Estoy á la mira,
  Al ruidoso estruendo del agua
  Que impura te hechiza,
  Con otro estruendo sabré
  Vencer la malicia.

VÉNUS.

  ¿Tú? ¿cómo?

BELONA.

              Al metal haciendo que brame,
  Y al parche que gima.
  Suenen idiomas de Marte,
  Y en voces altivas
  Confundid un rüido con otro,
  Y viva el que viva.

_(Cajas dentro.)_

_VOCES._

  _(Dentro.)_ ¡Al arma, celos, al arma!
  Que agravios obligan,
  Y para venganzas á Marte despiertan,
  Alientan y animan.

MARTE.

  _(Despierta.)_ ¿Qué nuevo espíritu en mí
  Es bien que revista
  Este estrépito de armas, que cobra
  Mis sañas perdidas?

VÉNUS.

  _(Ap.)_ Si voces de agua y de fuego
  Contrarias militan,
  Las del aire excedan á todas.

MARTE.

  ¿Juzgaste, enemiga?...

NINFAS.

  _(Dentro.)_ _No al arma, celos, no al arma;_
  _Que ofensas se olvidan,_
  _Y al letargo adormida la queja,_
  _Ni llore ni gima._

MARTE.

  Aunque cobrado pretenda
  Volver á mis iras, _(Adormecido.)_
  No puedo, ¡ay de mí!

BELONA.

  Prosiga el estruendo.

VÉNUS.

  Las voces prosigan.

_(Cajas.)_

_VOCES._

  _(Dentro.)_ ¡Al arma, celos, al arma,
  Que agravios obligan!...

NINFAS.

  _(Dentro.)_ _No al arma, celos, no al arma;_
  _Que ofensas se olvidan._

_VOCES._

  Y para venganzas á Marte despiertan,
  Alientan y animan.

NINFAS.

  _Y al letargo adormida la queja,_
  _Ni llore ni gima._

MARTE.

  De una confusion en otra
  No sé lo que elija,
  Entre aguas que aduermen, acentos que elevan
  Y cajas que incitan.

BELONA.

  Y en fin, ¿á qué te resuelves?

VÉNUS.

  Dí, ¿qué determinas?

MARTE.

  Sin vengarme en tu vida, tirana,
  Vengarme en tu vida.
  Y pues tu cobarde amante
  Huyó de mi vista,
  Tras él he de ir, penetrando los montes,
  Llevando por guia
  Estos dos villanos, que
  Sus faldas y cimas
  Registren conmigo, pues saben adónde
  El temor le retira.

CELFA Y CHATO.

  Nosotros tal no sabemos.

MARTE.

  Venid pues aprisa.

LOS DOS.

  Aun yendo despacio, iremos cansados.

MARTE.

  Venid.

_(Vanse Marte, Belona, Celfa y Chato.)_

LOS DOS.

  ¡Qué desdicha!

VÉNUS.

  Porque no le busque y le halle,
  Esferas divinas,
  Empañad desos velos azules
  Las luces que brillan.
  Y tú, Júpiter, pues sabes
  Lo que es amar, mira
  Que nunca mejor que ahora empleaste
  Los rayos que vibras,
  Pues nunca mejor se emplean
  Sagradas tus iras.

       *       *       *       *       *


_Vase con sus ninfas, y con esta música se muda el teatro en monte, y
vuelve_ MARTE, _trayendo de la mano á_ CHATO Y CELFA.

MARTE.

  Pues sabeis por donde fué,
  ¿Quién duda que sepais dónde
  Este cobarde se esconde?

CELFA.

  Yo, señor Marte, no sé
  Más de que muy asustado
  Huir de su vista previno.

CHATO.

  Bien como hijo de vecino
  De los que entran por un lado,
  Y por un lado tambien
  Los escapa su temor,
  Luego que señor mayor
  Llama á la puerta.

CELFA.

                     Mas quien
  Tan parto es destas montañas,
  Es cierto que á ellas vendria.

MARTE.

  Pues al albergue de guía
  Me servid, que en sus entrañas
  Tiene.

CHATO.

         Es vana pretension;
  Que no sabemos allá.

MARTE.

  De otra manera será.

CELFA.

  ¿De qué manera?

MARTE.

  _(Llamando.)_   ¡Dragon!

CHATO.

  No al Dragon llamar intente,
  Que anda en su conversacion;
  Que no hace falta el Dragon
  Adonde está la serpiente.

MARTE.

  ¡Dragon!

CHATO.

           A huir me acomodo.

MARTE.

  ¡Dragon!

CHATO.

           ¡Ay triste de mí!
  ¿Hácia dónde está?


_Salen_ DRAGON Y SOLDADOS.

DRAGON.

                     Hácia aquí,
  Esperándote, del modo
  Que tú me mandaste, estoy.
  ¿Qué quieres?

MARTE.

                Que estos villanos,
  Atados de piés y manos,
  A estos troncos queden hoy.

_(Los soldados atan á Chato, y Dragon á Celfa. Vanse los soldados.)_

DRAGON.

  En fin, ingrata, has venido
  A mis manos.

CELFA.

               Pues ¿en qué
  Te he ofendido?

DRAGON.

                  Yo lo sé.

_VOCES._

  _(Dentro.)_ Huid, pastores.

MARTE.

                              ¿Qué ruido
  Es este?


_Salen_ VILLANOS _huyendo por delante de ellos, y despues_ ADÓNIS,
_flechado el arco_.

UNOS.

           Huid, que del monte
  El herido jabalí,
  Que há tantos dias que aquí
  Es terror deste horizonte,
  Baja al valle, donde vuelva
  A hacer estragos mayores.

OTROS.

  Huid, zagales.

OTROS.

                 Huid, pastores.

TODOS.

  Al llano, al bosque, á la selva. _(Vanse.)_

ADÓNIS.

  No temais; que si le alcanza
  Mi altiva velocidad,
  Lo que ántes fué agilidad,
  Ahora será venganza,
  Como primero instrumento
  De mi desdicha cruel. _(Vase.)_

CHATO.

  Pues el que busca es aquel
  Que atras va dejando el viento,
  ¿Para qué nos quiere ya?

MARTE.

  Dices bien, aquél es, sí,
  El que tan dichoso ví;
  Y pues tras la fiera va,
  En que empezó la primera
  Fineza suya el Amor,
  Empiece de mi furor
  Tambien la ira. ¡Oh tú, Megera,
  Que de las tres furias eres
  La que más á Marte asiste!
  En aquel bruto reviste
  Toda la saña que adquieres.
  Vean prados, montes, cielos,
  Que en venganza de una injuria
  De toda una infernal furia
  Nada les sobra á los celos. _(Vase.)_

CHATO.

  Con que aquí ya no hay que hacer.

DRAGON.

  Sí hay, por si falta lugar
  Despues.

CHATO.

           ¿Qué es?

DRAGON.

                    No más que dar
  De coces á su mujer.

CHATO.

  Si eso solo falta,
  Y á usted le importa,
  Ahí (por eso se dijo)
  Me las den todas.

CELFA.

  Pues ¿por qué á mí de coces,
  Seor Dragoncillo?

DRAGON.

  Por conjunta persona
  De su marido.
  ¿No le basta á un pobre hombre
  Sufrirla en casa,
  Sino que á los ojeos
  Con él se vaya?

CELFA.

  ¿Qué delito es ese,
  Si hay en tal tiempo
  Maridos que no sirven
  En los ojeos?

DRAGON.

  Aunque nunca estorben,
  Es fuerte cosa
  Ser la mujer grillo,
  ¿No basta esposa?
  Y áun si fuera con otro,
  Poco importara;
  Pero ¡con su marido! _(Pegándola.)_

CELFA.

  Basta.

DRAGON.

         No basta.

CHATO.

  _(Ap.)_ El Dragon es un santo,
  ¿Quién vió, señores,
  Gente más ajustada
  Que los dragones?

DRAGON.

  Quédese ella para ella,
  Y él para un asno. _(Vase.)_

CHATO.

  Y áun por eso he tenido
  Tan lindo rato.

CELFA.

  ¡Que cargarme de coces
  Le deje un tonto!

CHATO.

  Hija, esas son las cargas
  Del matrimonio.

CELFA.

  Bien ves, pícaro, infame,
  Cómo me ha puesto.

CHATO.

  Y por no verlo, diera
  Volver á verlo.

CELFA.

  ¿Que á tu esposa dejes
  Que den de coces?

CHATO.

  Como aquesos trabajos
  Pasan los hombres.

CELFA.

  Pues en tí he de vengarme
  De sus desprecios. _(Embiste con él.)_

CHATO.

  Para mí tendreis manos.

ADÓNIS.

  _(Dentro.)_ ¡Valedme, cielos!

CHATO.

  Pero ¿quién á su cargo
  Toma mi queja?

CELFA.

  Aun mayores prodigios
  Hay en la selva;
  Pues en desmandadas tropas
  De esparcidos escuadrones
  Todas las ninfas de Vénus
  Huyendo vienen.


_Sale_ VÉNUS, _suelto el cabello, medio desnuda, ensangrentadas las
manos._

VÉNUS.

                  Pastores,
  Decidme (¡ay de mí!), decidme
  Si dijeron unas voces
  «¡Piedad, cielos!»

ADÓNIS.

  _(Dentro.)_        ¡Piedad, cielos!

VÉNUS.

  ¡Favor, dioses!

ADÓNIS.

  _(Dentro.)_     ¡Favor, dioses!

VÉNUS.

  Mas no teneis que decirme,
  Si ellas mismas me responden
  Que es cuyo temo el gemido,
  Y cuyo imagino el golpe.
  Suyo es, sin duda, ¡ay de mí!
  Y aunque tan cerca se oye,
  No sé si osaré llegar
  A examinarlo.


_Sale_ BELONA.

BELONA.

                No oses,
  Pues áun yo compadecida
  Troqué á lástimas rencores
  Al ver tus penas; y así
  Digo otra vez que no oses
  Si no quieres ver tan fiero
  Trágico asunto, tan torpe,
  Como ver que salpicando
  Los más cándidos albores,
  No sé qué vivo cadáver
  Desde la cumbre de un monte
  Rosas deshojadas vierte
  A un valle que las recoge.

VÉNUS.

  Yo he de ver quién es.


_Salen_ LIBIA Y LAS NINFAS.

LIBIA.

                         No veas,
  Que yo al temer que en horrores
  O su gemido me aflija
  O su queja me congoje,
  Vengo huyendo con el miedo
  De que sea el que así llore
  El más venturoso amante
  Y el más desdichado jóven.

VÉNUS.

  ¿No es peor dudarlo?

BELONA.

                       No,
  Que la duda no supone
  Lo que la evidencia, y temo
  Como la verdad te informe,
  Que sientas saber quién es
  El que en pena tan enorme
  Con su sangre les infunde
  Nuevo espíritu á las flores.

VÉNUS.

  Entre temer y apurar
  Término no se conoce.

BELONA.

  Sí conoce, cuanto dista
  Que el mal se dude ó se ignore;
  Y así, ¿para qué has de ver
  Que humana púrpura corre?...

TODAS.

  Tanto, que della animadas,
  Cada flor es un Adónis.

VÉNUS.

  ¡Un Adónis! ¡Ay de mí!
  ¿Cómo, soberanos dioses,
  Cielo, sol, luna y estrellas,
  Riscos, selvas, prados, bosques,
  Aves, frutos, fieras, peces,
  Troncos, plantas, rosas, flores,
  Fuentes, rios, lagos, mares,
  Ninfas, deidades y hombres,
  Sufrís tal estrago?


_Sale_ MARTE.

MARTE.

                      Como
  La paz me dió más blasones
  En un pastoril albergue
  Que la guerra entre unos robles:
  A cuya causa, tirana,
  No hubo en todo este horizonte
  Ni risco que no examine,
  Ni peñasco que no toque;
  Tanto, que no dirá uno
  Que el rencor de mis rencores
  Le dejó por escondido
  O le perdonó por pobre;
  Hasta que la misma fiera,
  De mi ofensa primer móvil,
  Primer móvil de mi ira,
  Halló al que de mí se esconde.
  Y porque mejor lo veas,
  Llega, fiera, llega donde,
  Bien herido y mal curado,
  Se alberga un dichoso jóven...


_Descúbrese á_ ADÓNIS, _muerto entre unas flores._

VÉNUS.

  ¡Ay infelice de mí!
  Injusto amante, que pones
  En la fuerza de tus sañas
  La fuerza de tus amores;
  Aunque tirano te vengues,
  Por lo ménos no blasones,
  Que sin tirarle Amor flechas
  Le coronó de favores:
  Flechas le tiró el Amor,
  Temida deidad de Jove,
  Tanto, que porque tus celos
  Su mayor triunfo no borren,
  Vivirá á su ruego eterno,
  Aunque ahora en él y en mí notes
  Las venas con poca sangre,
  Los ojos con mucha noche. _(Cae sin aliento.)_

TODAS.

  Con la fuerza del dolor
  Cayó desmayada sobre
  Las rosas, y sus espinas
  Van violando sus colores...

       *       *       *       *       *


_La parte superior del teatro será de cielo: vese un sol que se va
poniendo, y al mismo tiempo sale una estrella: el_ AMOR _está en lo
alto, y_ VÉNUS Y ADÓNIS _van subiendo, cada uno á su lado._

AMOR.

  Porque vean que no en vano,
  Cuando en púrpura se tornen,
  Le halló en el campo aquella
  Vida y muerte de los hombres,
  Júpiter, pues, conmovido
  O indignado de que goce
  Sin los imperios de un alma
  Los de una vida tu nombre,
  Desa derramada sangre
  Quiere que una flor se forme,
  Y que de aquella se vistan
  Roja púrpura las flores,
  Para que en tierra y en cielo
  Estrella y flor se coloquen:
  A cuya causa, subiendo
  Donde entrambos se coronen,
  Verás que desde este dia,
  Con la nueva luz de Adónis,
  Sale la estrella de Vénus
  Al tiempo que el sol se pone.

TODOS.

  El horror de la tragedia
  A vuestra vista se esconde,
  Viendo que ya todo es dichas.

MARTE.

  No es todo sino rigores,
  Al ver que á triunfos de Amor
  Otra vez mis celos tornen,
  Supuesto que Flor y Estrella
  Ascienden Vénus y Adónis,
  Al tiempo que se ve el sol _(Suben.)_
  Entre pardos arreboles,
  Y la enemiga del dia
  Su negro manto descoge.

VÉNUS.

  Pues porque mejor lo digas,
  Los dulces acentos oye...

ADÓNIS.

  Con que nos aclama á un tiempo
  La música de dos orbes.

TODOS.

  _A pesar de los celos_
  _Sus triunfos logre_
  _El Amor, colocados_
  _Vénus y Adónis:_
  _Y reciban ufanas_
  _Y eternas gocen_
  _Las estrellas su estrella,_
  _Su flor las flores._

BELONA.

  A cuyo aplauso festivo
  Fin á su fábula pone
  _La púrpura de la rosa,_
  Volviendo á decir las voces...

TODOS.

  _A pesar de los celos_
  _Sus triunfos logre_
  _El Amor, colocados_
  _Vénus y Adónis:_
  _Y reciban ufanas_
  _Y eternas gocen_
  _Las estrellas su estrella,_
  _Su flor las flores._

_(Iguálanse con el Amor, escóndense los tres y el sol, queda la
estrella, y dase fin.)_



AUTOS SACRAMENTALES.



LA CENA DEL REY BALTASAR.



PERSONAS.


  EL REY BALTASAR.
  IDOLATRÍA, _dama_.
  VANIDAD, _dama_.
  DANIEL, _viejo_.
  PENSAMIENTO.
  MUERTE.
  UNA ESTATUA, _á caballo_.
  MÚSICOS.



_Jardin magnífico del palacio de Baltasar, con un cenador y un muro al
fondo._


ESCENA PRIMERA.

_Sale_ EL PENSAMIENTO, _vestido de loco, de muchos colores_, Y DANIEL,
_tras él, deteniéndole._

DANIEL.

  Espera.

PENSAM.

          ¿Qué he de esperar?

DANIEL.

  Advierte.

PENSAM.

            ¿Qué he de advertir?

DANIEL.

  Óyeme.

PENSAM.

         No quiero oir.

DANIEL.

  Mira.

PENSAM.

        No quiero mirar.

DANIEL.

  ¿Quién respondió dese modo
  Nunca á quien le preguntó?

PENSAM.

  Yo, que sólo tengo yo
  Desvergüenza para todo.

DANIEL.

  ¿Quién eres?

PENSAM.

               Cuando esto ignores,
  Vengo á ser yo el ofendido.
  ¿No te lo dice el vestido
  Ajironado á colores,
  Que, como el camaleon,
  No se conoce cuál es
  La principal causa? Pues
  Oye mi difinicion.
  Yo, de solos atributos
  Que mi sér inmortal pide,
  Soy una luz que divide
  A los hombres de los brutos.
  Soy el primero crisol
  En que toca la fortuna,
  Más mudable que la luna
  Y más ligero que el sol.
  No tengo fijo lugar
  Donde morir y nacer,
  Y ando siempre, sin saber
  Dónde tengo de parar.
  La adversa suerte ó la altiva
  Siempre á su lado me ve;
  No hay hombre en quien yo no esté,
  Ni mujer en quien no viva.
  Soy en el rey el desvelo
  De su reino y de su estado;
  Soy en el que es su privado
  La vigilancia y el celo;
  Soy en el reo la justicia,
  La culpa en el delincuente,
  Virtud en el pretendiente,
  Y en el próvido malicia;
  En la dama la hermosura,
  En el galan el favor,
  En el soldado el valor,
  En el tahur la ventura,
  En el avaro riqueza,
  En el mísero agonía,
  En el alegre alegría,
  Y en el triste soy tristeza;
  Y, en fin, inquieto y violento,
  Por donde quiera que voy
  Soy todo y nada, pues soy
  El humano Pensamiento.
  Mira si bien me describe
  Variedad tan singular,
  Pues quien vive sin pensar
  No puede decir que vive.
  Esto es si en comun me fundo;
  Mas hoy en particular
  Soy el del rey Baltasar,
  Que no cabe en todo el mundo.
  Andar de loco vestido
  No es porque á solas lo soy,
  Sino que en público estoy
  A la prudencia rendido;
  Pues ningun loco se hallara
  Que más incurable fuera,
  Si ejecutara y dijera
  Un hombre cuanto pensara;
  Y así lo parecen pocos,
  Siéndolo cuantos encuentro,
  Porque, vistos hácia dentro,
      Todos somos locos,
      Los unos y los otros.
  Y en fin, siendo loco yo,
  No me he querido parar
  A hablarte á tí, por mirar
  Que no es compatible, no,
  Que estemos juntos los dos;
  Que será una lid cruel,
  Porque, si tú eres Daniel
  (Que es decir _Juicio de Dios_),
  Mal ajustarse procura
  Hoy nuestra conversacion,
  Si somos, en conclusion,
  Tú juicio, y yo locura.

DANIEL.

  Bien podemos hoy un poco
  Hablar los dos con acuerdo,
  Tú subiéndote á ser cuerdo,
  Sin bajarme yo á ser loco;
  Que aunque es tanta la distancia
  De acciones locas y cuerdas,
  Tomando el punto á dos cuerdas,
  Hacen una consonancia.

PENSAM.

  Responderte á todo intento,
  Y es consecuencia perfeta,
  Que lo que alcanza un profeta
  Se lo diga el Pensamiento.

DANIEL.

  Díme, ¿de qué es el placer
  Que ahora vuelas celebrando?

PENSAM.

  De la boda estoy pensando,
  Que hoy Babilonia ha de ver,
  El aplauso superior.

DANIEL.

  Pues, ¿quién, dí, se ha de casar?

PENSAM.

  Nuestro rey Baltasar,
  De Nabucodonosor
  Hijo, en todo descendiente.

DANIEL.

  ¿Quién es la novia feliz?

PENSAM.

  La gallarda emperatriz
  De los reinos del Oriente,
  Cuna donde nace el dia.

DANIEL.

  ¿Ella es idólatra?

PENSAM.

                     ¡Pues!
  Y tan idólatra es,
  Que es la misma Idolatría.

DANIEL.

  ¿Él no estaba ya casado
  Con la humana Vanidad
  De su imperio y majestad?

PENSAM.

  Su ley licencia le ha dado
  De dos mujeres, y áun mil;
  Y aunque Vanidad tenía,
  Vanidad é Idolatría
  Le hacen soberbio y gentil;
  Juicio de Dios, ó Daniel,
  Que todo es uno; que así
  Lo dice el texto.

DANIEL.

                    ¡Ay de mí!

PENSAM.

  ¿Habiais de casar con él,
  Que tanto lo sentís vos?
  (_Ap._ Mal en decírselo hice.)

DANIEL.

  ¡Ay de tí, reino infelice!
  ¡Ay de tí, pueblo de Dios!

PENSAM.

  Si va á decir la verdad,
  Vos estais ahora pensando
  Que él celebra bodas, cuando
  Llorais en cautividad
  Vosotros; y es el dolor
  De que esta boda no sea
  Con la Sinagoga hebrea,
  Por quedar libres, y por...
  Pero la música suena; _(Suenan chirimías.)_
  Presto á otra cosa pasé.
  Miéntras Babilonia ve
  Qué recibimiento ordena
  A su reina, que los dos
  Nos retiremos nos dice.

DANIEL.

  ¡Ay de tí, reino infelice!
  ¡Ay de tí, pueblo de Dios! _(Retíranse.)_


ESCENA II.

DANIEL, EL PENSAMIENTO, _retraidos.—Tocan chirimías, y salen_
BALTASAR Y LA VANIDAD, _y por otra parte_ LA IDOLATRÍA, _bizarra_, Y
ACOMPAÑAMIENTO.

BALTAS.

  Corónese tu frente
  De los hermosos rayos del Oriente,
  Si ya la pompa suya
  No es poca luz para diadema tuya,
  Gentil Idolatría,
  Reina en mi imperio y en el alma mia.
  En hora feliz vengas
  A la gran Babilonia, donde tengas
  En mi augusta grandeza
  Dosel debido á tu imperial belleza,
  Rindiéndose á tus plantas
  Cuantas estatuas, cuantas
  Imágenes y bultos
  Dan holocaustos, fabrican cultos
  A tu aliento bizarro,
  En oro, en plata, en bronce, en piedra, en barro.

IDOLAT.

  Baltasar generoso,
  Gran rey de Babilonia poderoso,
  Cuyo sagrado nombre,
  Porque al olvido, porque al tiempo asombre,
  El hebreo sentido
  Le traduce _tesoro_, que escondido
  Está; la Idolatría,
  Emperatriz de la mansion del dia
  Y reina del Oriente,
  Donde jóven el sol resplandeciente
  Más admirado estuvo,
  De quien la admiracion principio tuvo,
  Hoy á tu imperio viene
  Por el derecho que á tus aras tiene;
  Pues desde que en abismos sepultado,
  Del gran diluvio el mundo salió á nado,
  Fué este imperio el primero
  Que introdujo, político y severo,
  Dando y quitando leyes,
  La humana Idolatría de los reyes,
  Y la divina luégo
  De los dioses en lámparas de fuego.
  Nembroth hable adorado,
  Y Moloc, en hogueras colocado,
  Pues los dos merecieron este extremo,
  Nembroth por rey, Moloc por Dios supremo,
  De donde se siguieron
  Tantos ídolos, cuantos hoy se unieron
  A estas bodas propicios,
  Pues las ven, en confusos sacrificios,
  Treinta mil dioses bárbaros que adoro
  En barro, en piedra, en bronce, en plata, en oro.

PENSAM.

  _(Aparte á Daniel.)_
  Aquesta sí que es vida:
  Haya treinta mil dioses, á quien pida
  Un hombre, en fin, lo que se le ofreciere,
  Porque éste otorgue lo que aquél no diere;
  Y no tú, que importuno
  Tienes harto con uno,
  Que de oillo me espanto.
  ¿Y un solo Dios puede acudir á tanto
  Como tiene que hacer?

DANIEL.

  _(Aparte al Pensamiento.)_ Cuando lo sea
  En más su mano universal se emplea.

BALTAS.

  Habla á la hermosa Vanidad, que ha sido
  Mi esposa; y pues las dos habeis nacido
  De un concepto, á las dos unir procura
  Mi ambicion. ¡Qué belleza! ¡Qué hermosura!

_(Mirando á las dos, y él en medio.)_

IDOLAT.

  Dáme, soberbia Vanidad, los brazos.

VANIDAD.

  Eternos han de ser tan dulces lazos.

IDOLAT.

  Envidia la beldad tuya me diera,
  Si lo divino que envidiar tuviera.

VANIDAD.

  Celos tu luz me diera, por los cielos;
  Pero la Vanidad no tiene celos.

BALTAS.

  _(Ap.)_ Un dia me amanece en otro dia,
  Y entre la Vanidad é Idolatría,
  La más hermosa, el alma temerosa
  Duda; porque cualquiera es más hermosa,
  Cuando con el aplauso lisonjero
  Rey me apellido y Dios me considero.

IDOLAT.

  ¿De qué te has suspendido?

VANIDAD.

  ¿De qué te has divertido?

BALTAS.

  Tu gran beldad ¡oh Idolatría! me admira;
  Tu voz ¡oh Vanidad! dulce me inspira,
  Y así, porque divierta mi tristeza,

_(A las dos.)_

  Movido de tu aliento y tu belleza,
  Hoy á las dos pretendo
  Desvanecer y enamorar, haciendo
  La Idolatría alarde de mis glorias,
  Cuando la Vanidad de mis victorias.
  De aquel soberbio Nabuco,
  A cuyo valor y á cuya
  Majestad obedecieron
  Hado, poder y fortuna;
  De aquel rayo de Caldea,
  Que, desde la esfera suya
  Flechado, Jerusalen
  Llora su abrasada injuria;
  De aquel que á cautividad
  Redujo la sangre justa
  De Israel, transmigracion
  Que hoy en Babilonia dura;
  De aquel que robó del templo
  Vasos y riquezas sumas,
  Despojo sagrado ya
  De mi majestad augusta;
  De aquel, en fin, que á los campos
  Pació la esmeralda bruta,
  Medio hombre, medio fiera,
  Monstruo de vello y de pluma,
  Hijo soy, deidades bellas;
  Y porque le sostituya,
  Como en el reino, en la fama,
  Como en la fama, en la furia,
  Los altos dioses que adoro
  De tal condicion me ilustran,
  Que no dudo que en mi pecho
  O se repita ó se infunda
  Su espíritu, y que heredada
  El alma, tambien se infunda
  En mi cuerpo, si es que dos
  Pudieron vivir con una.
  No el sér, pues, rey soberano
  De cuanto el Tígris circunda,
  De cuanto el Eufrates baña
  Y de cuanto el sol alumbra
  Por tantas provincias, que
  A sólo verlas madruga
  (Porque no se cumpla el dia
  Sin que la tarea se cumpla),
  La sed de tanta ambicion
  O satisface ó apura;
  Y sólo me desvanece,
  Sea valor ó sea locura,
  Tener sobre aquestos montes
  Jurisdiccion absoluta,
  Porque éstos son de Senar
  Aquella campaña ruda
  Que entre la tierra y el cielo
  Vió tan estupenda lucha,
  Cuando los hombres osados,
  Con valor y sin cordura,
  Armaron contra los dioses
  Fábricas que al sol encumbran.
  Y para que sepas tú,
  Vanidad, de cuánto triunfas,
  Y cuánto tú, Idolatría,
  Vienes á mandar, escucha:
  Estaba el mundo gozando
  En tranquila edad segura
  La pompa de su armonía,
  La paz de su compostura,
  Considerando entre sí
  Que de una masa confusa
  (Que ha llamado la Poesía
  Cáos, y nada la Escritura)
  Salió á ver la faz serena
  De esta azul campaña pura
  Del cielo, desenvolviendo,
  Con lid rigurosa y dura,
  De las luces y las sombras
  La vanidad con que se aunan,
  De la tierra y de las aguas
  El nudo con que anudan,
  Dividiendo y apartando
  Las cosas, que cada una
  Son un mucho de por sí,
  Y eran nada todas juntas.
  Consideraba que halló
  La tierra, que ántes inculta
  É informe estuvo, cubierta
  De flores que la dibujan;
  El vago viento poblado
  De las aves que le cruzan;
  El agua hermosa habitada
  De los peces que la surcan;
  Y el fuego con estas dos
  Antorchas, el sol y luna,
  Lámparas del dia y la noche,
  Ya solar, y ya nocturna;
  Que se halló, en fin, con el hombre,
  Que es de las bellas criaturas
  Que Dios, por mayor milagro,
  Hizo á semejanza suya.
  Con esta hermosura vano,
  No hay ley á que le reduzca:
  ¡Tan antiguo es en el mundo
  El ser vana la hermosura!
  Vano y hermoso, en efecto,
  Eterna mansion se juzga,
  Sin parecerle que haya,
  Por castigo de sus culpas,
  Guardado un universal
  Diluvio que le destruya;
  Y con esta confianza,
  En solo vicios se ocupan
  Los hombres, mal poseidos
  De la soberbia y la gula,
  De la envidia y la avaricia,
  Ira, pereza y lujuria.
  Enojados, pues, los dioses,
  A quien nada hay que se encubra,
  Trataron de deshacer
  El mundo, como á su hechura.
  No á diluvios, pues, de rayos
  Se vió la cólera suya
  Fiada, á incendios sí de agua,
  Porque la majestad suma
  Tal vez con nieve fulmina,
  Y tal vez con fuego inunda.
  Cubrióse el cielo de nubes
  Densas, opacas y turbias;
  Que como estaba enojado,
  Por no revocar la justa
  Sentencia, no quiso ver
  De su venganza sañuda
  Su mismo rigor; y así,
  Entre tinieblas se oculta,
  Entre nubes se enmaraña,
  Porque áun Dios, con ser Dios, busca,
  Para mostrar su rigor,
  Ocasion, si no disculpa.
  El principio fué un rocío
  De los que á la aurora enjuga
  Con cendales de oro el sol;
  Luego una apacible lluvia
  De las que á la tierra dan
  El riego con que se pula;
  Luego fueron lanzas de agua,
  Que nubes y montes juntan,
  Teniendo el cuento en los montes,
  Cuando en las nubes las puntas;
  Luego fueron desatados
  Arroyos; creció la furia;
  Luego fueron rios; luégo
  Mares de mares. ¡Oh suma
  Sabiduría, tú sabes
  Los castigos que procuras!
  Bebiendo sin sed el orbe,
  Hecho balsas y lagunas,
  Padeció tormento de agua
  Por bocas y por roturas;
  Los bostezos de la tierra,
  Que por entre abiertas grutas
  Suspiran, cerrado ya
  En prision ciega y oscura
  Tuvieron al aire; y él,
  Que por dónde salir busca,
  Brama encerrado, y al fiero
  Latido que dentro pulsa,
  Las montañas se estremecen
  Y los peñascos caducan.
  Aqueste freno de arena,
  Que pára á raya la furia
  De ese marino caballo,
  Siempre argentado de espuma,
  Le soltó todas las riendas,
  Y él, desbocado, procura,
  Corriendo alentado siempre,
  No parar cobarde nunca.
  Las fieras, desalojadas
  De sus estancias incultas,
  Ya en las regiones del aire,
  No es mucho que se presuman
  Aves; las aves, nadando,
  No es mucho que se introduzcan
  A ser peces; y los peces,
  Viviendo las espeluncas,
  No es mucho que piensen ser
  Fieras, porque se confundan
  Las especies; de manera
  Que en la deshecha fortuna,
  Entre dos aguas (que así
  Se dice que está el que duda),
  El pez, el bruto y el ave
  Discurren, sin que discurran,
  Dónde tiene su mansion
  La piel, la escama y la pluma.
  Ya al último parasismo
  El mundo se desahucia,
  Y en fragmentos desatados
  Se parte y se descoyunta;
  Y como aquel que se ahoga,
  A brazo partido lucha
  Con las ondas, y ellas hacen
  Que aquí salga, allí se hunda;
  Así el mundo, agonizando,
  Entre sus ánsias se ayuda.
  Aquí un edificio postra,
  Allí descubre una punta,
  Hasta que rendido ya
  Entre lástimas y angustias,
  De cuarenta codos de agua
  No hay parte que no se cubra,
  Siendo á su inmenso cadáver
  Todo el mar pequeña tumba.
  Cuarenta auroras á mal
  Echó el sol, porque se enlutan
  Las nubes y luz, á exequias
  Desta máquina difunta.
  Sólo aquella primer nave,
  A todo embate segura,
  Elevada sobre el agua,
  A todas partes fluctúa,
  Tan vecina á las estrellas,
  Y á los luceros tan junta,
  Que fué alguno su farol,
  Y su linterna fué alguna.
  En ésta, pues, las reliquias
  Del mundo salvó la industria
  De Noé, depositando
  Todas sus especies juntas;
  Hasta que el mar reducido
  A la obediencia que jura,
  Se vió otra vez, y otra vez
  La tierra pálida y mustia,
  Desmelenada la greña,
  Llena de grietas y arrugas,
  La faz de la luz apénas
  Tocada, pero no enjuta,
  Asomó entre ovas y lamas
  La disforme catadura,
  Y en retórico silencio,
  Agradecida, saluda
  Del arco de paz la seña,
  Pajiza, leonada y rubia.
  Segundo Adan de los hombres,
  Con generacion segunda,
  El mundo volvió á poblar
  De animales y criaturas.
  Nembroth, hijo de Canaan,
  Que las maldiciones suyas
  Heredó (estirpe, en efecto,
  Aborrecida y injusta),
  Las provincias de Caldea
  Con sus familias ocupa
  Y sus hijos, cada uno
  De tan disforme estatura,
  Que era un monte organizado
  De miembros y de medulas.
  Estos, pues, viendo que un arca
  Al mundo salvó, procuran
  Con fábrica más heroica
  Con máquina más segura,
  Hacer contra los enojos
  Del cielo una fuerza, cuya
  Majestad en los diluvios
  Los guarde y los restituya.
  Ya para la excelsa torre
  Montes sobre montes juntan.
  Y la cerviz de la tierra,
  De tan pesada coyunda
  Oprimida, la hacen que
  Tanta pesadumbre sufra,
  Bien que con el peso gima,
  Bien que con la carga cruja.
  Crece la máquina, y crece
  La admiracion, que la ayuda
  A ser dos veces mayor,
  Pues no hay gentes que no acudan
  A su edificio, hasta ver
  Que la inmensa torre suba
  A ser támbico pilar,
  A ser dórica columna,
  Embarazo de los vientos
  Y lisonja de la luna.
  Ya con la empinada frente
  La esfera abolla cerúlea,
  Y con el cuerpo en el aire,
  Tanto estorba como abulta;
  Pero en medio desta pompa,
  Deste aplauso, esta ventura,
  La cortó el cielo los pasos,
  Porque el mirar le disgusta
  Escalar de sus esferas
  La sagrada arquitectura;
  Y porque no por asalto
  Ganarle el hombre presuma,
  Quiere que en los que la labran
  Tal variedad se introduzca
  De lenguas, que nadie entienda
  Aun lo mismo que articula.
  Suenan en todos á un tiempo
  Destempladas y confusas
  Voces, que el sentido humano
  Hasta entónces no oyó nunca.
  Ni este sabe lo que dice,
  Ni aquel sabe lo que escucha;
  Porque desta suerte el órden,
  O se pierda, ó se confunda.
  Setenta y dos lenguas fueron
  Las que los hombres pronuncian
  En un instante, que tantas
  Quiere el cielo que se infundan.
  En setenta y dos idiomas
  Repetido se divulga
  El eco, y desesperados
  Los hombres ya, sin que arguyan
  La causa, huyen de sí mismos,
  Si hay álguien que de sí huya.
  Cesa el asalto, porque
  No quede memoria alguna
  De tan glorioso edificio,
  De fábrica tan augusta.
  Preñada nube á este tiempo,
  Para que más le confunda,
  Hace herida, que su vientre
  Humo exhale y fuego escupa,
  Siendo de su atrevimiento
  Ella misma sepultura,
  Haciendo de sus ruïnas
  Pira, monumento y urna.
  Yo, pues, viendo que mi pecho
  La fama á Nembroth le hurta,
  Creo que quedar entónces
  Tantas cenizas caducas,
  Fué porque yo la acabase,
  Pues en mí á un tiempo se juntan
  Vanidad y Idolatría,
  Con que á tantos rayos luzca.
  Pues si tú me das aliento
  Con que al imperio suba,
  Si tú me aplacas los dioses,
  Si tú, Vanidad, me ayudas,
  Si tú, Idolatría, me amparas,
  ¿Quién duda, decid, quién duda
  Que atrevido, y no postrado,
  Tan grande promesa cumpla?
  Y así quiero que las dos
  Reineis en mi pecho juntas:
  Idólatra á tu belleza,
  Y vano con tu hermosura,
  Sacrificando á tus dioses,
  Mereciendo tus fortunas,
  Adorando tus altares,
  Logrando tus aventuras,
  En láminas de oro y plata,
  Que caracteres esculpan,
  Vivirá mi nombre eterno
  A las edades futuras.

IDOLAT.

  A tus piés verás que estoy
  Siempre firme y siempre amante.

VANIDAD.

  Siempre, Baltasar, constante
  Luz de tus discursos soy.

IDOLAT.

  Y si á los dioses te igualas,
  Yo por dios te haré adorar.

VANIDAD.

  Yo, porque puedas volar
  Daré á tu ambicion mis alas.

IDOLAT.

  Sobre la deidad más suma
  Coronaré tu arrebol.

VANIDAD.

  Yo, para subir al sol,
  Te haré una escala de pluma.

IDOLAT.

  Estatuas te labraré,
  Que repitan tu persona.

VANIDAD.

  Yo al laurel de tu corona
  Más hojas añadiré.

BALTAS.

  Dadme las manos las dos;
  ¿Quién de tan dulces abrazos
  Podrá las redes y lazos
  Romper?

DANIEL.

          ¡La mano de Dios! _(Adelantándose.)_

BALTAS.

  ¿Quién tan atrevido aquí
  A mis voces respondió?

PENSAM.

  Yo no he sido.

BALTAS.

                 Pues ¿quién?

DANIEL.

  Yo.

BALTAS.

      Pues, hebreo, ¿cómo así
  Os atreveis vos, que fuisteis
  En Jerusalen cautivo?
  ¿Vos, que humilde y fugitivo
  En Babilonia vivisteis...
  Vos, mísero y pobre, vos,
  Así me turbais? ¿Así?
  ¿Quién ya libraros de mí
  Podrá? _(Va á sacar la daga.)_

DANIEL.

         La mano de Dios.

BALTAS.

  ¡Tanto puede una voz, tanto,
  Que de oirla me retiro!
  De mi paciencia me admiro;
  De mi cólera me espanto.
  Enigma somos los dos;
  Cuando tu muerte pretende
  Mi furor, ¿quién te defiende,
  Daniel?

DANIEL.

          La mano de Dios.

PENSAM.

  ¡Lo que en la mano porfía!

VANIDAD.

  _(A Baltasar.)_ Déjale; que su humildad
  Desluce mi vanidad.

IDOLAT.

  Y su fe mi idolatría.

BALTAS.

  Vida tienes por las dos.—
  Y que viva me conviene,
  Porque vea que no tiene
  Fuerza la mano de Dios.

_(Vase con la Vanidad y la Idolatría.)_


ESCENA III.

DANIEL, EL PENSAMIENTO.

PENSAM.

  De buena os habeis librado,
  Y yo estimo la leccion,
  Pues en cualquiera ocasion
  En que me vea apretado,
  Sé cómo me he de librar,
  Pues sin qué ni para qué,
  «La mano de Dios» diré,
  Y á todos haré temblar;
  Y pues de mano los dos
  Solamente nos ganamos,
  Mano á mano nos partamos:
  Id á la mano de Dios. _(Vase.)_


ESCENA IV.

DANIEL; _luégo_ LA MUERTE.

DANIEL.

  ¿Quién sufrirá tus inmensas
  Injurias, Autor del dia?
  Vanidad y Idolatría
  Solicitan tus ofensas.
  ¿Quién podrá, quién (de mi fe
  En esta justa esperanza),
  Tomar por vos la venganza
  Deste agravio?

_(Sale la Muerte con espada y daga, de galan, con un manto lleno de
muertes.)_

MUERTE.

                 Yo podré.

DANIEL.

  Fuerte aprension, ¿qué me quieres,
  Que entre fantasmas y sombras,
  Me atemorizas y asombras?
  Nunca te he visto; ¿quién eres?

MUERTE.

  Yo, divino profeta Daniel,
  De todo lo nacido soy el fin;
  Del pecado y la envidia hijo cruel,
  Abortado por áspid de un jardin.
  La puerta para el mundo me dió Abel,
  Mas quien me abrió la puerta fué Cain,
  Donde mi horror introducido ya,
  Ministro es de las iras de Jehová.
  Del pecado y la envidia, pues, nací,
  Porque dos furias en mi pecho estén:
  Por la envidia caduca muerte di
  A cuantos de la vida la luz ven;
  Por el pecado muerte eterna fuí
  Del alma, pues que muere ella tambien;
  Si de la vida es muerte el espirar,
  La muerte, así, del alma es el pecar.
  Si _Juicio_, pues, _de Dios_ tu nombre fué,
  Y del juicio de Dios rayo fatal
  Soy yo, que á mi furor postrar se ve
  Vegetable, sensible y racional,
  ¿Por qué te asombras tú de mí? ¿Por qué
  La porcion se estremece en tí mortal?
  Cóbrate, pues, y hagamos hoy los dos,
  De Dios tú el juicio, y yo el poder de Dios.
  Aunque no es mucho que te asombres, no,
  Aun cuando fueras Dios, de verme á mí;
  Pues cuando él de la flor de Jericó
  Clavel naciera en campos de alhelí,
  Al mismo Dios le estremeciera yo
  La parte humana, y al rendirse á mí,
  Turbaran las estrellas su arrebol,
  Su faz la luna y su semblante el sol.
  Titubeara esa fábrica infeliz,
  Y temblara esa forma inferior;
  La tierra desmayara su cerviz,
  Luchando piedra á piedra y flor á flor;
  A media tarde, jóven infeliz,
  Espirara el dia el resplandor,
  Y la noche su lóbrego capuz
  Vistiera por la muerte de la luz.
  Mas hoy sólo me toca obedecer,
  A tí, Sabiduría, prevenir;
  Manda pues; que no tiene que temer
  Matar el que no tiene que morir.
  Mio es el brazo, tuyo es el poder;
  Mio el obrar, si tuyo es el decir;
  Harta de vidas sed tan singular,
  Que no apagó la cólera del mar.
  El más soberbio alcázar, que ambicion,
  Si no lisonja, de los vientos es;
  El muro más feliz, que oposicion,
  Si no defensa, de las bombas es,
  Fáciles triunfos de mis manos son,
  Despojos son humildes de mis piés.
  Si el alcázar y muro he dicho ya,
  ¿Qué será la cabaña? ¿Qué será?
  La hermosura, el ingenio y el poder
  A mi voz no se pueden resistir,
  De cuantos empezaron á nacer,
  Obligacion me hicieron de morir;
  Todas están aquí, ¿cuál ha de ser
  La que hoy, juicio de Dios, mandas cumplir?
  Que el concepto empezado más veloz
  No acabará de articular la voz.
  Entre aquella vital respiracion
  Que desde el corazon al labio hay,
  Pararé el movimiento y el accion,
  Al artificio que un suspiro tray;
  Cadáver de sí mismo el corazon,
  Verás, rotos los ejes, cómo cay,
  Sepulcro ya la silla en que era rey,
  Justo decreto de precisa ley.
  Yo abrasaré los campos de Nembroth,
  Yo alteraré las gentes de Babel,
  Yo infundiré los sueños de Behemot,
  Yo verteré las plagas de Israel,
  Yo teñiré la viña de Naboé,
  Y humillaré la frente á Jezabel,
  Yo mancharé las mesas de Absalon
  Con la caliente púrpura de Amon;
  Yo postraré la majestad de Acab,
  Arrastrado en su carro de rubí;
  Yo con las torpes hijas de Moab
  Profanaré las tiendas de Zambrí;
  Yo tiraré los chuzos de Joab;
  Y si mayor aplauso fías de mí,
  Yo inundaré los campos de Senar
  Con la sangre infeliz de Baltasar.

DANIEL.

  Severo y justo ministro
  De las cóleras de Dios,
  Cuya vara de justicia
  Es una guadaña atroz;
  Ya que el tribunal divino
  Representamos los dos,
  No quiera, no, que el decreto
  Del libro, que es en rigor
  _De acuerdo_, aunque ya en los hombres
  Es _libro de olvido_ hoy,
  Ejecutes, sin que ántes
  Le hagas con piadosa voz
  Los justos requirimientos,
  Que pide la ejecucion.
  Baltasar quiere decir
  _Tesoro escondido_, y yo
  Sé que en los hombres las almas
  Tesoro escondido son.
  Ganarle quiero; y así,
  Sólo licencia te doy
  Para que á Baltasar hagas
  Una notificacion.
  Recuérdale que es mortal,
  Que la cólera mayor
  Antes empuña la espada
  Que la desnuda; así yo
  Que la empuñes te permito,
  Mas que la desnudes, no. _(Vase.)_


ESCENA V.

LA MUERTE.

MUERTE.

  ¡Ay de mí! ¡Qué grave yugo
  Sobre mi cerviz cayó!
  Sobre mis manos, ¡qué hielo!
  Sobre mis piés, ¡qué prision!
  De tus preceptos atado,
  ¡Oh inmenso Juicio de Dios!
  La Muerte está sin aliento,
  La cólera sin razon.
  Para acordarle no más
  Que es mortal, de mi rigor
  Sola una vislumbre basta,
  De mi mal sola una voz.—


ESCENA VI.

LA MUERTE, EL PENSAMIENTO.

PENSAM.

  ¿Quién me llama?

MUERTE.

                   Yo soy
  Quien te llamo.

PENSAM.

                  Y yo
  Soy quien quisiera en mi vida
  No ser llamado de vos.

MUERTE.

  Pues ¿qué es lo que tienes?

PENSAM.

                              Miedo.

MUERTE.

  ¿Qué es miedo?

PENSAM.

                 Miedo es temor.

MUERTE.

  ¿Qué es temor?

PENSAM.

                 ¿Temor? Espanto.

MUERTE.

  ¿Qué es espanto?

PENSAM.

                   ¿Espanto? Horror.

MUERTE.

  Nada deso sé lo que es;
  Que jamás lo tuve yo.

PENSAM.

  Pues ¿lo que no teneis dais?

MUERTE.

  Por no tenerle le doy.
  ¿Adónde está Baltasar?

PENSAM.

  En un jardin con las dos
  Deidades que adora.

MUERTE.

                      Ponme
  Con él; llévame veloz
  A su presencia.

PENSAM.

                  Sí haré,
  Porque no tengo valor
  Para negarlo.

MUERTE.

                ¡Qué bien,
  Justo precepto de Dios,
  A hacerle de mí memoria
  En su pensamiento voy! _(Vanse los dos.)_


ESCENA VII.

_Salen_ BALTASAR, IDOLATRÍA Y VANIDAD.

IDOLAT.

  Señor, ¿qué grave tristeza...

VANIDAD.

  ¿Qué grave pena, señor...

IDOLAT.

  Tu discurso desvanece?

VANIDAD.

  Turba tu imaginacion?

BALTAS.

  No sé qué pena es la mia...


ESCENA VIII.

DICHOS.—EL PENSAMIENTO Y LA MUERTE.

PENSAM.

  _(A la Muerte.)_
  Llega; que allí está.

BALTAS.

                        Que estoy
  Pensando en las amenazas
  De aquella mano de Dios,
  Cuál ha de ser el castigo
  Que me ha prometido.

_(Vase retirando el Pensamiento, y deja ver tras sí á la Muerte.)_

MUERTE.

                       Yo.

BALTAS.

  ¿Qué es esto que miro, cielos?
  Sombra, fantasma ó vision,
  Que voz y cuerpo me finges,
  Sin que tengas cuerpo y voz,
  ¿Cómo has entrado hasta aquí?

MUERTE.

  ¿Cómo? Si es la luz el sol,
  Yo soy la sombra, y si él
  La vida del mundo, yo
  Del mundo la Muerte. Así,
  Entro yo como él entró,
  Porque de luces á sombras
  Esté igual la posesion.

IDOLAT.

  _(Ap.)_ ¿Quién es este, que el miralle
  Le retira de los dos?

BALTAS.

  ¿Cómo á cada paso tuyo
  Vuelve atras mi presuncion?

MUERTE.

  Porque das tú atras los pasos,
  Que yo hácia adelante doy.

PENSAM.

  _(Ap.)_ La culpa tuve en traerle;
  Que soy un traidor traedor.

BALTAS.

  ¿Qué me quieres y quién eres,
  O luz ó sombra?

MUERTE.

                  Yo soy
  Un acreedor tuyo, y quiero
  Pedirte como acreedor.

BALTAS.

  ¿Qué te debo? ¿qué te debo?

MUERTE.

  Aquí está la obligacion,
  En un libro de memorias.

_(Saca un libro de memorias.)_

BALTAS.

  Éste es engaño, es traicion,
  Porque esta memoria es mia;
  A mí, á mí se me perdió.

MUERTE.

  Es verdad, mas las memorias
  Que tú pierdes, hallo yo.—
  Lee.

BALTAS.

       «Yo el gran Baltasar,
  De Nabucodonosor
  Hijo, confieso que el dia
  Que el vientre me concibió
  De mi madre, fué en pecado,
  Y recibí (¡helado estoy!)
  Una vida, que á la Muerte
  He de pagar (¡qué rigor!)
  Cada y cuando que la pida;
  Cuya escritura pasó
  Ante Moisés, los testigos
  Siendo Adan, David y Job.»—
  Yo lo confieso, es verdad;
  Mas no me ejecutes, no;
  Dáme más plazo á la vida.

MUERTE.

  Liberal contigo soy,
  Porque áun no está declarada
  Hoy la justicia de Dios;
  Y para que se te acuerde
  Ser, Baltasar, mi deudor,
  De la gran Sabiduría
  Este memorial te doy.

_(Vase, dándole un papel.)_


ESCENA IX.

BALTASAR, LA IDOLATRÍA, LA VANIDAD, EL PENSAMIENTO.

BALTAS.

  (_Abre el papel y lee._)
  «Así habla en un proverbio
  Del espíritu la voz:
  _Polvo fuiste, y polvo eres,_
  _Y polvo has de ser_.»—¿Yo, yo
  Polvo fuí, siendo inmortal?
  ¿Siendo eterno, polvo soy?
  ¿Polvo he de ser, siendo inmenso?
  Es engaño, es ilusion.

_(Anda el Pensamiento alrededor de Baltasar.)_

PENSAM.

  Yo, como loco, en efecto,
  Vueltas y más vueltas doy.

BALTAS.

  ¿No es deidad la Idolatría?

PENSAM.

  _(A la Idolatría.)_ Acá me vengo con vos.

BALTAS.

  ¿La Vanidad no es deidad?

PENSAM.

  (A la Vanidad.) Ahora con vos estoy.

_(Anda alrededor de las dos.)_

BALTAS.

  ¡Cuál anda mi pensamiento
  Vacilando entre las dos!

IDOLAT.

  _(A la Vanidad.)_
  ¿Qué contendrá aquel papel,
  Que tanto le divirtió
  De nosotras?

_(Quítale la Vanidad el memorial.)_

VANIDAD.

               Desta suerte
  Lo veremos.

PENSAM.

              ¡Noble accion!
  La memoria de la Muerte
  La Vanidad le quitó.

BALTAS.

  ¿Qué es lo que pasa por mí?

VANIDAD.

  Hojas que inútiles son,
  El viento juegue con ellas.

_(Hace pedazos el papel y lo arroja.)_

BALTAS.

  ¿Aquí estábades las dos?

IDOLAT.

  ¿Qué ha sido esto?

BALTAS.

                     No lo sé;
  Una sombra, una ilusion,
  Que ocupó mi fantasía,
  Que mi discurso ocupó;
  Pero ya se fué la sombra,
  Desvaneciendo su horror.
  ¿Qué mucho que temerosa
  La noche huyese, si vió
  Que en vuestros ojos divinos
  Madrugaba el claro sol?
  Y no á los mios, parece
  Que solamente salió
  Esa luz que me ilumina,
  Que me alumbra ese esplendor,
  Sino á todo el jardin; pues
  Obscuro el rubio arrebol
  Del sol estaba hasta veros,
  Y viéndoos amaneció
  Segunda vez, porque como
  Dos soles y auroras sois,
  Él no se atrevió á salir
  Sin licencia de las dos.

VANIDAD.

  Sí, soles somos y auroras,
  Por su antigua adoracion;
  El sol es la Idolatría,
  Yo la aurora, que inferior
  Soy á los rayos; y así,
  A ella debe el resplandor
  El valle que goza, pues
  Cuando entre sombras durmió,
  No la despertó la aurora;
  Que otro sol la despertó.

IDOLAT.

  Concedo que aurora seas,
  Y concédote que soy
  Yo el sol, por rendirme á tí;
  Porque al hermoso candor
  De la aurora el sol le debe
  Todo el primero arrebol;
  Y así, siendo la primera,
  Su luz, que le iluminó,
  La luz del aurora ha sido
  Más bella que la del sol,
  Pues salió primero al valle,
  Y ántes que él amaneció.

PENSAM.

  La hermosura y el ingenio
  Se compiten en las dos,
  Y pues convida el jardin
  Con la dulce emulacion
  De las flores y las fuentes,
  Sobre el lecho que tejió
  Para sí la primavera
  Os sentad. Lisonjas son
  Los pájaros y las ramas,
  Haciendo blando rumor
  Al aire, que travesea
  Entre las hojas veloz,
  Donde aromas de cristal
  Y pastillas de ámbar son
  Las fuentecillas risueñas
  Y el prado lleno de olor.

_(Siéntanse todos, y en medio Baltasar, y la Idolatría le quita el
sombrero y con el penacho le hace aire.)_

IDOLAT.

  Yo con el bello penacho
  De las plumas que tejió
  La Vanidad, escogidas
  De la rueda del pavon,
  Te haré aire.

PENSAM.

                Pues ¿conmigo
  No fuera mucho mejor,
  Que soy sutil abanillo
  Del pensamiento? Aunque no;
  Que más parezco en la cara
  Abanillo del Japon.

VANIDAD.

  Yo con músicos cantando,
  Pararé el aire á mi voz.

BALTAS.

  La música del aurora
  No me sonará mejor,
  Cuando saludando al dia
  Entre uno y otro arrebol
  Le daban la bienvenida,
  Perla á perla y flor á flor.

VANIDAD.

  _(Cantando.)_ _Ya Baltasar es deidad,_
  _Pues le rinde en este dia_
  _Estatuas la Idolatría,_
  _Y templos la Vanidad._


ESCENA X.

DICHOS.—LA MUERTE.

MUERTE.

  _(Ap.)_ Aquí apacible voz suena,
  Donde con trágico estilo
  Llora un mortal cocodrilo,
  Canta una dulce sirena;
  ¿Tampoco pudo la pena
  De mi memoria, que ha sido
  De la Vanidad olvido?
  Pues ya mi sombra le asombra,
  A ver si puede mi sombra
  Lo que mi voz no ha podido.
  Con el opio y el beleño
  De los montes de la luna
  Entorpezca su fortuna
  Mi imágen pálida, el sueño.
  Sea de su vida dueño
  (En que se acuerde de mí)
  Un letargo, un frenesí,
  Una imágen, un veneno,
  Un horror de horrores lleno.

_(Quédase dormido Baltasar.)_

VANIDAD.

  ¿Parece que duerme?

IDOLAT.

                      Sí.

VANIDAD.

  Pues entre sueños espero,
  Porque al despertar se halle
  Ufano, representalle
  Un aplauso lisonjero. _(Vase.)_

IDOLAT.

  Yo significarle quiero
  Dónde el vuelo ha de llegar
  De mi deidad singular. _(Vase.)_

PENSAM.

  Mi afan aquí descansó,
  Pues sólo descanso yo
  Cuando duerme Baltasar. _(Échase á dormir.)_


ESCENA XI.

BALTASAR Y EL PENSAMIENTO, _dormidos_.—LA MUERTE.

MUERTE.

  Descanso del sueño hace
  El hombre ¡ay Dios! sin que advierta
  Que cuando duerme y despierta,
  Cada dia muere y nace;
  Que vivo cadáver yace
  Cada dia, pues (rendida
  La vida á un breve homicida)
  Que es su descanso, no advierte
  Una licion que la Muerte
  Le va estudiando á la vida.
  Veneno es dulce que, lleno
  De lisonjas, desvanece,
  Aprisiona y entorpece;
  ¡Y hay quien beba este veneno!
  Olvido es, de luz ajeno,
  Que aprisionado ha tenido
  En sí uno y otro sentido,
  Pues ni oyen, tocan ni ven,
  Informes todos; ¡y hay quien
  No se acuerda deste olvido!
  Frenesí, pues á sí
  Várias especies atray,
  Que goza inciertas; ¡y hay
  Quien ame este frenesí!
  Letargo es, á quien le di
  De mi imperio todo el cargo,
  Y con repetido embargo
  Del obrar y el discurrir,
  Enseña al hombre á morir;
  ¡Y hay quien busque este letargo!
  Sombra es, que sin luz asombra,
  Que es su obscura fantasía
  Triste oposicion del dia;
  ¡Y hay quien descanse á esta sombra!
  Imágen, al fin, se nombra
  De la Muerte, sin que ultrajen,
  Sin que ofendan, sin que atajen
  Los hombres su adoracion,
  Pues es sola una ilusion;
  ¡Y hay quien adore esta imágen!...
  Pues ya Baltasar durmió,
  Ya que el veneno ha bebido
  Y ha olvidado aquel olvido,
  Ya que el frenesí pasó,
  Ya que el letargo sintió,
  Ya de horror y asombro lleno
  Vió la imágen, pues su seno
  Penetra horror, que se nombra
  Ilusion, letargo y sombra,
  Frenesí, olvido y veneno;
  Y pues Baltasar durmió,
  Duerma, á nunca despertar,
  Sueño eterno Baltasar
  De cuerpo y alma.

_(Saca la espada y quiere matarle.)_


ESCENA XII.

DICHOS.—DANIEL.

DANIEL.

                    Eso no.

_(Detiene el brazo á la Muerte.)_

MUERTE.

  ¿Quién tiene mi mano?

DANIEL.

                        Yo,
  Porque el plazo no ha llegado.
  Número determinado
  Tiene el pecar y el vivir,
  Y el número ha de cumplir
  Ese aliento, ese pecado.

MUERTE.

  Llegarán (¡hado cruel!),
  Cumpliránse (¡pena fiera!),
  Para que algun justo muera,
  Tus semanas, Danïel,
  Y no un pecador. ¡Oh fiel
  Juez de la ejecucion mia!
  ¿Qué espera? Que si este dia
  Logra una temeridad,
  Oye allí la Vanidad,
  Mira allí la Idolatría


ESCENA XIII.

BALTASAR Y EL PENSAMIENTO, _dormidos_.—LA MUERTE, DANIEL, LA VANIDAD,
LA IDOLATRÍA.—UNA ESTATUA.

_(Ábrese una apariencia á un lado, y parece una estatua de color de
bronce, á caballo, y la Idolatría teniéndole el freno; y al otro
lado, sobre una torre, aparece la Vanidad, con muchas plumas, y un
instrumento en la mano.)_

IDOLAT.

  Baltasar de Babilonia,
  Que á las lisonjas del sueño,
  Sepulcro tú de tí mismo,
  Mueres vivo y vives muerto...

VANIDAD.

  Baltasar de Babilonia
  Que en el verde monumento
  De la primavera, eres
  Un racional esqueleto...

BALTAS.

  _(Entre sueños.)_
  ¿Quién me llama? ¿Quién me llama?
  Mas, si á mis fantasmas creo,
  Ya, Vanidad, ya te miro;
  Ya, Idolatría, te veo.

IDOLAT.

  Yo, la sacra Idolatría,
  Deidad que del sol desciendo,
  A consagrarte esta estatua,
  Del supremo alcázar vengo,
  Porque tenga adoracion
  Hoy tu imágen en el suelo.

VANIDAD.

  Yo, la humana Vanidad,
  Que en los abismos me engendro,
  Y naciendo entre los hombres,
  Tengo por esfera el cielo;
  Para colocar la estatua,
  Este imaginado templo
  Te dedico, que de pluma
  He fabricado en el viento.

BALTAS.

  _(Entre sueños.)_
  ¡Qué triunfos tan soberanos!
  ¡Qué aplausos tan lisonjeros!
  Ofréceme, Idolatría,
  Altares, aras, inciensos,
  Y adórense mis estatuas
  Por simulacros excelsos.
  Tú, Vanidad, sube, sube
  A coronarte al imperio;
  Ilústrese una volando,
  Ilústrese otra cayendo.

_(Baja la estatua y sube la torre, y cantan versos Vanidad é
Idolatría.)_

IDOLAT.

  _(Cantando.)_
  _¡Bajad, estatua, bajad!_
  _A ser adorada id._

VANIDAD.

  _(Cantando.)_
  _¡A ser eterno subid,_
  _Templo de la Vanidad!_

IDOLAT.

  _¡Corred, bajad!_

VANIDAD.

  _¡Subid, volad!_

LAS DOS.

  _Pues hoy de los vientos fía..._

IDOLAT.

  _Estatuas la Idolatría..._

VANIDAD.

  _Y templo la Vanidad._

MUERTE.

  Suéltame, Daniel, la mano;
  Verás qué osado y soberbio
  Acabo, como Sanson,
  Con el ídolo y el templo.

DANIEL.

  Ya yo te la soltaré,
  Veloz cometa de fuego,
  En siendo tiempo al rigor;
  Pero hasta que sea tiempo,
  Aquesa estatua de bronce
  Le dé otro mental acuerdo,
  Que trompeta de metal,
  Tocada por mi precepto,
  Será trompeta de juicio.

MUERTE.

  A los dos está bien eso,
  Que en tocando la trompeta,
  A su voz el universo
  Todo espirará; y así,
  ¡Oh tú, peñasco de acero!
  ¿Qué espíritu aborrecido
  Vive por alma en tu pecho?
  Deidad mentida de bronce,
  Desengáñate á tí mesmo. _(Vase con Daniel.)_


ESCENA XIV.

BALTASAR Y EL PENSAMIENTO, _dormidos_.—LA VANIDAD, LA IDOLATRÍA, LA
ESTATUA.

ESTATUA.

  ¡Baltasar!

BALTAS.

             ¿Qué es lo que quieres,
  Ilusion ó fingimiento,
  Que me matas, que me afliges?

ESTATUA.

  Oye, y velen á mi aliento
  Hoy los sentidos del alma,
  Miéntras duermen los del cuerpo;
  Que contra la idolatría
  Aspid de metal me vuelvo,
  Porque como el áspid, yo
  Muera á mi mismo veneno;
  Y en tanto que el labio duro
  Del bronce articula acentos,
  Enmudezcan esas voces,
  Que son lisonjas del viento.
  Yo soy la Estatua que vió
  Nabuco, hecha de diversos
  Metales, con piés de barro,
  A quien una piedra luégo
  Deshizo, piedra caída
  Del monte del Testamento.
  No la adoracion divina
  Tiranices á los cielos,
  Que yo por verme adorar
  De tres jóvenes hebreos,
  El horno de Babilonia
  Encendí, donde su esfuerzo
  Al fuego se acrisoló,
  Y no se deshizo al fuego.
  Sidrac, Misac y Abdenago
  Son vivos testigos desto.
  Los dioses que adoras son
  De humanas materias hechos;
  Bronce adoras en Moloc,
  Oro en Astarot, madero
  En Baal, barro en Dagon,
  Piedra en Baalin, y hierro
  En Moab; y hallando en mí
  El _juicio de Dios_ inmenso,
  A mis voces de metal
  Os rendid las dos, rompiendo
  Las plumas y las estatuas.

_(Sube la estatua y baja la torre.)_

VANIDAD.

  ¡Que me abraso!

IDOLAT.

                  ¡Que me hielo!

VANIDAD.

  Ya á los rayos de otro sol
  He desvanecido el vuelo.

IDOLAT.

  Y yo á la luz de otra fe,
  Mis sombras desaparezco.

_(Cúbrese la apariencia con la estatua, la Vanidad y la Idolatría.)_


ESCENA XV.

BALTASAR, EL PENSAMIENTO.

BALTAS.

  _(Despertándose.)_
  ¡Oye, espera, escucha, aguarda!
  ¡Oh, no me niegues tan presto
  Tal vanidad, tal ventura!

_(Despierta el Pensamiento.)_

PENSAM.

  ¿De qué das voces? ¿Qué es esto?

BALTAS.

  ¡Ay, Pensamiento! No sé;
  Pues cuando deidad me miento,
  Pues cuando señor me aclamo
  Y de mi engaño recuerdo,
  Solas tus locuras hallo,
  Solas tus locuras veo.

PENSAM.

  Pues ¿qué es lo que te ha pasado?

BALTAS.

  Yo ví en el pálido sueño
  Donde estaba descansando
  Todo el aplauso que tengo.
  Subia mi Vanidad
  A dar con su frente al cielo;
  Bajaba mi Idolatría
  Desde su adorado imperio.
  Aquella un templo me daba;
  Ésta una estatua, y al tiempo
  Que ésta y aquélla tenía
  Hecha la estatua y el templo
  Una voz de bronce, una
  Trompeta, que áun ahora tiemblo,
  De aquella abrasó las plumas,
  Desta deshizo el intento,
  Quedando el templo y la estatua
  Por despojos de los vientos...
  ¡Ay de mí! la Vanidad
  Es la breve flor de almendro,
  La Idolatría la rosa
  Del sol; aquella, al primero
  Suspiro, se rinde fácil
  A las cóleras del cierzo;
  Ésta á la ausencia del dia
  Desmaya los rizos crespos;
  ¡Breve sol y breve rosa
  De las injurias del tiempo!


ESCENA XVI.

BALTASAR, EL PENSAMIENTO, LA IDOLATRÍA.

IDOLAT.

  No ha de vencer mis glorias
  Una voz, ni un engaño mis victorias;
  Triunfe la pompa mia,
  En esta noche de la luz del dia.—
  Baltasar, soberano
  Príncipe, rey divino más que humano,
  Miéntras que suspendido
  Diste al sueño la paz de tu sentido,
  Treguas del pensamiento,
  Mi amor, á tus aplausos siempre atento,
  Velaba en tus grandezas;
  Que no saben dormirse las finezas.
  Una opulenta cena,
  De las delicias y regalos llena
  Que la gula ha ignorado,
  Te tiene prevenida mi cuidado,
  Adonde los sentidos
  Todos hallan sus platos prevenidos.
  En los aparadores
  La plata y oro brillan resplandores,
  Y con ricos despojos
  Hartan la hidropesía de los ojos.
  Perfumes lisonjeros
  Son aromas de flores, en braseros
  De verdes esmeraldas,
  Que Arabia la feliz cria en sus faldas;
  Para tí solo plato,
  Que el hambre satisface del olfato.
  La música acordada,
  Ni bien cerca de tí, ni retirada,
  En numeroso acento suspendido,
  Brinda á la sed con que nació el oido.
  Los cándidos manteles,
  Bordados de azucenas y claveles,
  A dibujos tan bellos,
  Que hace nuevo valor la nieve en ellos,
  Son al tacto süave
  Curiosidad que lisonjearle sabe.
  Néctares y ambrosías,
  Frias bebidas (basta decir frias),
  Destiladas de rosas y azahares,
  Te servirán á tiempo entre manjares,
  Porque con salva y aparato justo
  Alternen con las copas hoy al gusto;
  Y porque aquéstas sean
  En las que más tus triunfos hoy se vean,
  Los vasos que al gran Dios de Israel sagrados
  Trujo Nabucodonosor robados
  De aquella gran Jerusalen, el dia
  Que al Oriente extendió su monarquía,
  Manda, señor, traellos;
  Hoy á los dioses brindarás con ellos,
  Profanando el tesoro
  De tu templo los ídolos que adoro.
  Postres serán mis brazos,
  Fingiendo redes y inventando lazos,
  Cifrando tus grandezas,
  Tus pompas, tus trofeos, tus riquezas,
  Este maná de amor, donde hacen plato
  Olfato, ojos y oidos, gusto y tacto.

BALTAS.

  En viéndote, me olvido
  De cuantos pensamientos he tenido,
  Y despierto á tu luz hermosa, creo
  Más que lo que imagino, lo que veo;
  Sólo tu luz podia
  Divertir la fatal melancolía
  Que mi pecho ocupaba.

PENSAM.

  ¡Eso sí, vive el cielo! que esperaba,
  Segun estás de necio,
  Que de tal cena habias de hacer desprecio;
  Haya fiesta, haya holgura;
  Deja el llanto esta noche: mi locura
  A borrachez se pasa...
  Pero todo se cae dentro de casa.

BALTAS.

  Los vasos que sirvieron en el templo,
  Eterna maravilla sin ejemplo,
  A sacerdotes de Israel, esclavo,
  Sírvanme á mí tambien.

PENSAM.

                         Tu gusto alabo.

BALTAS.

  Vayan por ellos.


ESCENA XVII.

BALTASAR, EL PENSAMIENTO, LA IDOLATRÍA, LA VANIDAD.—MÚSICA,
ACOMPAÑAMIENTO.

VANIDAD.

                   Excusado ha sido;
  Que ya la Vanidad los ha traido.

IDOLAT.

  Sacad las mesas presto
  A aqueste cenador.

PENSAM.

                     ¿A mí? ¿Qué es esto?

VANIDAD.

  Pues ¿quién habla contigo?

PENSAM.

  ¿Quien dice cenador no habla conmigo?
  Pues si yo he de cenar, señora, es cierto
  Que soy el cenador; y ahora advierto
  Que por mí se haría
  Aquella antigua copla que decia:
  _¡Para mí se hicieron cenas,_
  _Para mí, que las tengo por buenas!_
  _¡Para mí, para mí,_
  _Que para cenar nací!_

_(Sacan la mesa con vasos de plata, y van sirviendo platos de comida á
su tiempo.)_

BALTAS.

  Sentáos las dos, y luégo por los lados
  Sentáos todos mis deudos y criados;
  Que cena donde están por tales modos
  Vasos del templo, es cena para todos;
  Y las gracias que demos, celebrando
  Hoy á los dioses, ha de ser cantando.

MÚSICA.

  _Esta mesa es este dia_
  _Altar de la Idolatría,_
  _De la Vanidad altar;_
  _Pues adornan sin ejemplo_
  _Todos los vasos del templo_
  _La cena de Baltasar._

_(Pónense á cenar todos.)_


ESCENA XVIII.

DICHOS.—LA MUERTE, _disfrazada_.

MUERTE.

  _(Ap.)_ A la gran cena del Rey
  Disfrazado ahora vengo;
  Pues en esta cena estó
  Escondido y encubierto,
  Entre los criados suyos
  Que podré encubrirme creo.
  Descuidado á Baltasar
  De mis memorias le veo,
  Cercado de sus mujeres
  Y los grandes de su reino.
  Los vasos que Salomon
  Consagró al Dios verdadero,
  Y donde sus sacerdotes
  Los sacrificios hicieron,
  Sus aparadores cubren...
  ¡Oh juicio de Dios eterno!
  Suelta ya tu mano, suelta
  La mia, porque ya el peso
  De sus pecados cumplió
  Con tan grande sacrilegio.

BALTAS.

  Dadme de beber.

_(Toma el Pensamiento los platos y come.)_

PENSAM.

  _(A la Muerte.)_ ¡Hola, aho,
  Camarada! ¿no oís aquello?
  Llevad de beber al Rey,
  Miéntras que yo estoy comiendo.

MUERTE.

  (_Ap._ Por criado me han tenido;
  Servirle la copa quiero,
  Pues no podrá conocerme
  Quien está olvidado y ciego.
  Este vaso del altar
  La vida contiene, es cierto,
  Cuando á la vida le sirve
  De bebida y de alimento;
  Mas la muerte encierra, como
  La vida; que es argumento
  De la muerte y de la vida,
  Y está su licor compuesto
  De néctar y de cicuta,
  De triaca y de veneno.)—
  Aquí está ya la bebida.

_(Llega á dar la bebida al Rey.)_

BALTAS.

  Yo de tu mano la acepto.
  ¡Qué hermoso vaso!

MUERTE.

  _(Ap.)_            Ay de tí,
  Que no sabes lo que hay dentro.

IDOLAT.

  El Rey bebe; levantáos todos.

_(Levántanse todos.)_

BALTAS.

  Glorias de mi imperio,
  En este vaso del Dios
  De Israel brindo á los nuestros.
  ¡Moloc, dios de los asirios,
  Viva! _(Bebe despacio.)_

PENSAM.

        La razon haremos;
  Sólo hoy me parecen pocos
  Treinta mil dioses, y pienso
  Hacer la razon á todos.

IDOLAT.

  Cantad miéntras va bebiendo.

MÚSICA.

  _Esta mesa es este dia_
  _Altar de la Idolatría,_
  _De la Vanidad Altar,_
  _Pues le sirven sin ejemplo_
  _El cáliz, vaso del templo,_
  _En que bebe Baltasar..._

_(Suena un trueno muy grande.)_

BALTAS.

  ¡Qué extraño ruido! ¿Qué asombro
  Alborota con estruendo,
  Tocando al arma las nubes,
  La campaña de los vientos?

IDOLAT.

  Como bebiste, será
  Salva que te hacen los cielos
  Con su horrible artillería.

VANIDAD.

  De sombra y de horror cubiertos,
  Nos esconden las estrellas.

MUERTE.

  ¡Cuánto las sombras deseo,
  Como padre de las sombras!

BALTAS.

  Caliginosos y espesos
  Cometas el aire vano
  Cruzan, pájaros de fuego;
  Bramidos da de dolor
  Preñada nube, gimiendo;
  Parece que está de parto,
  Y es verdad, pues de su seno
  Rompió ya un rayo, abrasado
  Embrïon que tuvo dentro;
  Y siendo su fruto el rayo,
  Ha sido el bramido un trueno.

_(Da un gran trueno, y con un cohete de pasada sale una mano, que
vendrá á dar á donde habrá en un papel escritas estas letras: _Mané_,
_Techél_, _Farés_.)_

  ¿No veis? ¡ay de mí! ¿no veis
  Que rasgado, que rompiendo
  El aire trémulo, sobre
  Mi cabeza está pendiendo
  De un hilo que en la pared
  Toca? ¡y si su forma advierto,
  Una mano es, una mano,
  Que la nube al monstruo horrendo
  Le va partiendo á pedazos!
  ¿Quién vió, quién, rayo compuesto
  De artérias? No sé, no sé
  Lo que escribe con el dedo;
  Porque en habiendo dejado
  Tres breves rasgos impresos,
  Otra vez sube la mano
  A juntarse con el cuerpo...
  Perdido tengo el color,
  Erizado está el cabello,
  El corazon palpitando
  Y desmayado el aliento.
  Los caracteres escritos,
  Ni los alcanzo ni entiendo,
  Porque hoy es Babel de letras
  Lo que de lenguas un tiempo.

VANIDAD.

  Un monte de fuego soy.

IDOLAT.

  Y yo una estatua de hielo.

PENSAM.

  Yo no soy monte ni estatua,
  Mas tengo muy lindo miedo.

BALTAS.

  Idolatría, tú sabes
  De los dioses los secretos.
  ¿Qué dicen aquellas letras?

IDOLAT.

  Ninguna de ellas acierto,
  Ni áun el carácter conozco.

BALTAS.

  Tú, Vanidad, cuyo ingenio
  Ciencias comprendió profundas
  En magos y en agoreros,
  ¿Qué lees? dí. ¿Qué lees?

VANIDAD.

                            Ninguna
  Se da á partido á mi ingenio;
  Todas, todas las ignoro.

BALTAS.

  ¿Qué alcanzas tú, Pensamiento?

PENSAM.

  ¡A buen sabio lo preguntas!
  Yo soy loco, nada entiendo.

IDOLAT.

  Daniel, un hebreo que ha sido
  Quien interpretó los sueños
  Del árbol y de la estatua,
  Lo dirá.


ESCENA XIX.

DICHOS.—DANIEL.

DANIEL.

           Pues oid atentos:
  _Mané_ dice que ya Dios
  Ha numerado tu reino;
  _Techél_, y que en él cumpliste
  El número, y que en el peso
  No cabe una culpa más;
  _Farés_, que será tu reino
  Asolado y poseido
  De los persas y los medos.
  Así la mano de Dios
  Tu sentencia con el dedo
  Escribió, y esta justicia
  La remite por derecho
  Al brazo seglar; que Dios
  La hace de tí, porque has hecho
  Profanidad á los vasos,
  Con baldon y con desprecio;
  Porque ningun mortal use
  Mal de los vasos del templo,
  Que son á la ley de gracia
  Reservado sacramento,
  Cuando se borre la escrita
  De las láminas del tiempo.
  Y si profanar los vasos
  Es delito tan inmenso,
  Oid, mortales, oid,
  Que hay vida y hay muerte en ellos,
  Pues quien comulga en pecado
  Profana el vaso del templo.

BALTAS.

  ¿Muerte hay en ellos?

MUERTE.

                        Sí, cuando
  Yo los sirvo, que soberbio
  Hijo del pecado soy,
  A cuyo mortal veneno,
  Que bebiste, has de morir.

BALTAS.

  Yo te creo, yo te creo,
  A pesar de mis sentidos,
  Que torpes y descompuestos,
  Por el oido y la vista,
  A tu espanto y á tu estruendo,
  Me están penetrando el alma,
  Me están traspasando el pecho.—
  Ampárame, Idolatría,
  Deste rigor.

IDOLAT.

               Yo no puedo,
  Porque á la voz temerosa
  De aquel futuro misterio
  Que has profanado en los vasos
  Hoy en rasgos y bosquejos,
  Todo el valor he perdido,
  Postrado todo el aliento.

BALTAS.

  Socórreme, Vanidad.

VANIDAD.

  Yo soy humildad del cielo.

BALTAS.

  Pensamiento...

PENSAM.

                 Tu mayor
  Contrario es tu Pensamiento,
  Pues no quisiste creerle
  Tantos mortales acuerdos.

BALTAS.

  Daniel.

DANIEL.

          Soy juicio de Dios;
  Está ya dado el decreto,
  Está el número cumplido,
  Baltasar.

PENSAM.

           _Nulla est redemptio._

BALTAS.

  ¡Todos, todos me dejais
  En el peligro postrero!
  ¿Quién ampararme podrá
  Deste horror, deste portento?

MUERTE.

  Nadie; que no estás seguro
  En el abismo, en el centro
  De la tierra.

BALTAS.

                ¡Ay, que me abraso!

MUERTE.

  Muere, ingrato.

_(Saca la espada y dale una estocada, y luégo se abraza con él, como
que luchan.)_

BALTAS.

                  ¡Ay que me muero!
  ¿El veneno no bastaba,
  Que bebí?

MUERTE.

            No; que el veneno
  La muerte ha sido del alma,
  Y ésta es la muerte del cuerpo.

BALTAS.

  Con las ánsias de la muerte,
  Triste, confuso y deshecho,
  A brazo partido lucho,
  El cuerpo y alma muriendo.
  ¡Oid, mortales, oid
  El riguroso proverbio
  Del _Mané_, _Techél_, _Farés_,
  Del juicio de Dios Supremo!
  ¡Al que vasos profana
  Divinos postra severo,
  Y el que comulga en pecado
  Profana el vaso del templo!

_Éntranse luchando los dos, y tras ellos el Pensamiento._


ESCENA XX.

LA IDOLATRÍA, LA VANIDAD, DANIEL.—_Luego_ LA MUERTE.

IDOLAT.

  De los sueños de mi olvido
  Como dormida despierto;
  Y pues á la Idolatría
  Dios no excepta, segun veo,
  En la sábana bordada
  De tantos brutos diversos
  Como Cristo mandará
  Que mate y que coma Pedro,
  ¡Quién viera la clara luz
  De la ley de gracia, cielos,
  Que ahora es la ley escrita!

_(Sale la Muerte, de galan, con espada y daga, y el manto lleno de
muertes.)_

MUERTE.

  Bien puedes verla en bosquejo
  En la piel de Gedeon,
  En el maná del desierto,
  En el panal de la boca
  Del leon, en el cordero
  Legal, en el pan sagrado
  De proposicion.

DANIEL.

                  Y si esto
  No lo descubre, descubra
  En profecía este tiempo
  Esta mesa transformada
  En pan y vino; estupendo
  Milagro de Dios, en quien
  Cifró el mayor Sacramento.

_(Descúbrese, con música, una mesa con pié de altar, y en medio un
cáliz y una hostia, y dos velas á los lados.)_

IDOLAT.

  Yo, que fuí la Idolatría,
  Que di adoracion á necios
  Ídolos falsos, borrando
  Hoy el nombre de mí y de ellos,
  Seré Latría, adorando
  Este inmenso Sacramento.
  Y pues su fiesta celebra
  Madrid, al humilde ingenio
  De Don Pedro Calderon
  Suplid los muchos defectos;
  Y perdonad nuestras faltas
  Y las suyas, advirtiendo
  Que nunca alcanzan las obras
  Donde llegan los deseos.



LA VIDA ES SUEÑO.



PERSONAS.


  EL PODER.
  LA SABIDURÍA.
  EL AMOR.
  LA SOMBRA.
  LA LUZ.
  EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS.
  EL HOMBRE.
  LA TIERRA.
  EL AIRE.
  EL FUEGO.
  EL ENTENDIMIENTO.
  EL ALBEDRÍO.
  MÚSICOS.


MEMORIA DE LAS APARIENCIAS.

El primer carro ha de ser un globo, lo más capaz que pueda dar de sí la
fachada del carro. Su primer cuerpo ha de estar pintado de boscajes,
y entre ellos varios animales, y el globo lineado como mapa de esfera
terrestre, y entre sus líneas cuajado de rosas y flores, lo más hermoso
que se pueda. Ha de haber delante dos árboles de recortado, en que
descanse á su tiempo el medio globo, que se ha de abrir en dos mitades;
y de la que quede fija, ha de salir una mujer, caballera en un leon
corpóreo.

El segundo carro ha de ser otro globo, igual en sus tamaños al
primero, con diferencia de que su pintura ha de ser en su primer cuerpo
de nubarrones y estrellas, y en su globo lineado como esfera celeste,
con signos é imágenes del zodiaco, y todo con resplandores. Tambien se
ha de abrir á su tiempo, descansando la mitad, que cae en dos columnas
de recortado, pintadas como pirámides de fuego, y ha de salir de otra
mitad, que queda fija, otra mujer, caballera en una salamandra, tambien
corpórea.

El tercer carro ha de ser otro globo igual á los dos, con diferencia
de que su pintura sea de color de mar, cuajado entre ondas cerúleas,
todo de diversos pescados. Su mitad ha de descansar sobre otros dos
piés, pintados de ovas, conchas y corales y demas adornos marinos, y
salir dél otra mujer, caballera en un delfin corpóreo.

El cuarto carro, en correspondencia de los tres, ha de ser pintado de
color de aire, cuajado de diversas aves. Ha de descansar su medio globo
en dos bichas, con dos pájaros en su remate; la mujer que ha de salir
de él ha de venir sobre un águila corpórea.

En uno destos globos ha de haber en lo bajo del tablado hecha una
gruta, que ha de abrirse á su tiempo, y verse en ella un hombre dormido
sobre un peñasco; y porque una mejor con su pintura, podrá ser en el
globo terrestre.—_D. Pedro Calderon de la Barca._



_Region fantástica del universo, recien sacada de la nada.—Se ven las
esferas del Aire, del Agua, de la Tierra y del Fuego._


ESCENA PRIMERA.

_De sus respectivas esferas salen_ LA TIERRA, _cabalgando en un leon_,
EL FUEGO _en una salamandra_. EL AGUA, _en un delfin_, _y_ EL AIRE _en
un águila_. _Apéanse, y asiendo á un tiempo de una corona que habrá en
el escenario, luchan en rueda, por llevársela.—Dentro las voces de_ EL
PODER, LA SABIDURÍA Y EL AMOR.—MÚSICA.

AGUA.

  ¡Mia ha de ser la corona!

AIRE.

  ¡El laurel ha de ser mio!

TIERRA.

  ¡No hará miéntras yo no muero!

FUEGO.

  ¡No será miéntras yo vivo!

AGUA.

  Este lazo de los cuatro,
  Nunca hasta aquí dividido,
  No ha de romperse si yo
  No reino.

TIERRA.

            Que en el principio
  Dios hizo el cielo y tierra
  Se dirá; luego debido
  Me es el vasallaje, siendo
  La que á los tres me anticipo,
  Pues será de fe que á mí
  A par del cielo me hizo.

AIRE.

  Tierra, que árida y vacía
  Estás, que así ha de decirlo
  La misma letra, si soy
  El Aire, á cuyos alivios
  Has de beber los alientos,
  ¿Por qué compites conmigo?

AGUA.

  El espíritu de Dios,
  Inspirado de sí mismo
  Sobre las aguas fluctúa,
  Que son la faz del abismo;
  Luego si sobre las aguas
  El Espíritu divino
  De Dios es llevado, al Agua
  Debeis los demas rendiros.

FUEGO.

  Un globo y masa confusa,
  Que poéticos estilos
  Llamarán _cáos_, y _nada_
  Los profetas, compusimos
  Los cuatro; pues ¿por qué, siendo
  Hija hermosa de mis visos,
  La luz la primera criatura
  Con que á todos ilumino,
  Quereis que el Fuego no sea
  De los cuatro el preferido?

_(Luchan los cuatro.)_

TIERRA.

  ¿Tú el preferido?—Agua, deja
  Libres los términos mios...

AGUA.

  Déjeme el Aire los brazos
  de mis mares y mis rios.

AIRE.

  En dejándome á mí el Fuego
  La presa de mis suspiros.

FUEGO.

  Cuando me deje la Tierra,
  Opaco cuerpo que ciño,
  Resplandecer y lucir. _(Luchando siempre.)_

TIERRA.

  Con Aire y Agua compito.

AIRE.

  Yo con el Agua y el Fuego,
  Que son los dos con quien lidio.

AGUA.

  Yo con el Aire y la Tierra.

FUEGO.

  Yo con la Tierra y contigo.

_(Dicen dentro á un mismo tiempo iguales Poder, Sabiduría y Amor los
versos que repetirá la música, y los cuatro _elementos_ se suspenden.)_

LOS TRES.

  Agua, Tierra, Fuego y Aire...

MÚSICA.

  _Agua, Tierra, Fuego y Aire_...

LOS TRES.

  Que contrariamente unidos...

MÚSICA.

  _Que contrariamente unidos..._

LOS TRES.

  Y unidamente contrarios...

MÚSICA.

  _Y unidamente contrarios..._

LOS TRES.

  En lucha estais, dividíos.

LOS CUATRO ELEM.

  ¿Quién nos lo manda?


ESCENA II.

LOS CUATRO ELEMENTOS. _Se desasen, partiendo la corona; y salen_ EL
PODER, _anciano venerable, y_ SABIDURÍA Y AMOR, _de galanes_.

PODER.

                       El Poder,
  Que eternamente infinito
  Pudo...

SABID.

          La Sabiduría,
  Que supo desde el principio
  Disponerlo así.

AMOR.

                  El Amor,
  Que de los dos procedido,
  Tambien lo quiso.

AGUA.

                    ¿De suerte,
  Que un mismo Poder...

AIRE.

                        Que un mismo
  Saber...

TIERRA.

  Que un mismo querer...

FUEGO.

  En tres personas distinto...

AGUA.

  Y en sola una voluntad...

AIRE.

  Juntarnos y dividirnos...

LOS CUATRO ELEM.

  Quiso, supo, pudo?

LOS TRES.

                     Sí,
  Porque pudo, supo y quiso.

AGUA.

  A esa voz...

AIRE.

               A ese precepto...

TIERRA.

  A ese imperio...

FUEGO.

                   A ese dominio...

AGUA.

  Yo me humillo.

AIRE.

                Yo obedezco.

TIERRA.

  Yo me postro.

FUEGO.

                Yo me rindo.

LOS CUAT.

  Y de la pasada lid
  En la pretension desisto.

PODER.

  Oid, que no por eso cesa
  Vuestro campal desafío,
  Que aunque enemigos no os quiero,
  Tampoco no os quiero amigos.
  A ser vuestras cualidades
  Una, ¿no fuera preciso
  Con natural simpatía
  Uno en otro convertiros,
  Y que os mezclárades juntos
  Para no durar distintos?
  Y ahora, á contrario, á ser várias
  Las cualidades, ¿no es visto
  Que tambien habia de hacer
  La antipatía lo mismo,
  Y os desavinierais para
  No conservaros contiguos?
  Luego convino que haya
  Cualidades en que uniros,
  Y que haya cualidades
  En que oponeros convino;
  Pues en una parte opuestos,
  Y en otra parte benignos,
  Es fuerza que eslabonados,
  Cuando vaya á dividiros
  El odio, os tenga el amor;
  Y que, amigos y enemigos,
  Dureis conformes y opuestos
  Lo que duraren los siglos.

SABIDUR.

  Y ya que el Sumo Poder
  A los cuatro ha dividido.
  Mantenidos en igual
  Balanza, igual equilibrio,
  Entre la Sabiduría
  A dar los puestos y oficios
  Que habeis de tener, vea el orbe
  Que si la creacion ha sido
  Atribucion del Poder,
  Lo es de la ciencia el arbitrio;
  Divididas, pues, las aguas
  De las aguas, su nativo
  Curso en el cielo un hermoso
  Firmamento cristalino
  Forme, para que elevado
  El fuego á eminente sitio,
  En él temple sus ardores,
  Comunicándose tibio
  Al aire; el aire ciñendo
  En vagaroso circuito
  Al agua, que se quedó
  Inferior, haga lo mismo,
  Templando sus humedades;
  Y ella, en undoso recinto
  Componga una agregacion
  De cristales, cuyos vidrios,
  Siempre inquietos, nunca rompan
  De sus márgenes los grillos;
  Para que desocupados
  De la tierra los distritos,
  Los hombros descubra, en quien
  Descanse el grave, el prolijo
  Peso de tanto eminente
  Universal edificio.

AMOR.

  Y ya que la agregacion
  De alegóricos sentidos
  Da la creacion al Poder,
  Y el órden de sus designios
  A la Sabiduría; bien
  Dará al Amor el cariño
  De verlos con nuevos dones
  Ufanos y enriquecidos,
  Y así, al Fuego adornen sol
  Y luna, estrellas y signos,
  Presidiendo al dia y la noche,
  Uno en rayos y otro en visos.
  Al Aire pueblen las aves,
  Hermoseando sus vacíos
  Los matices de las alas,
  Los cánticos de los picos.
  Al Agua habiten los peces,
  Primeros bajeles vivos,
  Que surquen su esfera á tornos,
  Que naden su seno á giros.
  Troncos, plantas, frutos, flores,
  En vistosos laberintos
  La tierra cubran, en quien,
  Ya familiares, ya esquivos,
  Diversos brutos habiten,
  Teniendo para su asilo
  Los domésticos las selvas,
  Los montaraces los riscos.
  Y pues del Poder criados,
  Y de la Ciencia instruidos,
  Y adornados del Amor
  Os veis, sed agradecidos
  Al Señor, cuyo Poder,
  Ciencia y Amor os bendijo;
  Bendecidle, pues, vosotros
  En dulces cantos é himnos.

FUEGO.

  Sí haremos, porque en el dia
  Del Señor, los regocijos
  Tambien son cultos; y supuesto
  Que las cuatro esferas fuimos
  Organizadas debajo
  De compas métrico y ritmo,
  Vaya de música y baile,
  Diciendo todas conmigo... _(Cantando.)_
  _Cuanto en Fuego, Aire, Agua y Tierra..._

MÚSICA.

  _Cuanto en Fuego, Agua, Aire y Tierra..._

FUEGO.

  _Vuela, sulca, nada y yerra..._

MÚSICA.

  _Vuela, sulca, nada y yerra..._

FUEGO.

  _Y en sí las obras encierra..._

MÚSICA.

  _Y en sí las obras encierra..._

FUEGO.

  _De Poder, Ciencia y Amor..._

MÚSICA.

  _De Poder, Ciencia y Amor..._

FUEGO.

  _¡Bendecid al Señor!_

MÚSICA.

  _¡Bendecid al Señor!_

FUEGO.

  _Ángeles, criaturas bellas,_
  _Cielo, sol, luna y estrellas,_
  _Con vuestro hermoso esplendor..._

MÚSICA.

  _¡Bendecid al Señor!_

AIRE.

  _(Canta.)_ _Nubes de blando rocío,_
  _Primavera, invierno, estío,_
  _Niebla, luz, sombra y albor..._

MÚSICA.

  _¡Bendecid al Señor!_

TIERRA.

  _(Canta.)_ _Montes, valles y collados,_
  _Y cuanto en selvas y prados_
  _Hay desde el cedro á la flor..._

MÚSICA.

  _¡Bendecid al Señor!_

AGUA.

  _(Canta.)_ _Mares, rios, balsas, fuentes,_
  _Y cuanto en vuestras corrientes_
  _Vive á merced de su amor..._

MÚSICA.

  _¡Bendecid al Señor!_

FUEGO.

  Ya, Señor, que el hacimiento
  De gracias abrió el camino
  Para que, quebrado el hielo
  Del temor, pueda contigo
  Ó por ser lenguas el Fuego,
  Ó por ser el más activo,
  Hablar de parte de todos,
  Que me escuches te suplico.
  El duelo en que nos hallaste
  Fué, no tan sólo nacido
  De nuestras contrariedades,
  Mas tambien de nuestros bríos;
  Procurando cada uno
  Ser al otro preferido;
  Porque siendo, como es,
  Este inferior edificio
  De la fábrica del orbe
  Un conquistado dominio,
  Reino aparte de tu imperio
  Y colonia de tu impíreo,
  Para mantenerse en paz
  Y justicia, le es preciso
  Tener uno que prefiera
  A los demas; pues no ha sido
  Posible que se conserve
  Neutral un cetro diviso,
  Y no teniendo heredero
  Tú, que pueda preferirnos,
  Uno de los cuatro es fuerza
  Que haya, Señor, de regirnos,
  Si no es ya que tus favores,
  De nuestra razon movidos,
  Nos provean de un virey,
  Alcaide, juez ó ministro,
  A quien en tu nombre demos
  La obediencia; que no es digno
  Que alumbre el Fuego, la Tierra
  Fructifique, el centro frio
  Divida climas, el Aire
  Aliente, y todos remisos
  No sepamos para quién
  Tanto aparato previno,
  Beneficios que, no usados,
  Dejen de ser beneficios.

LOS CUAT.

  Esto es, Señor, lo que humildes
  Todos á tus piés pedimos.

PODER.

  Gran corte del universo,
  Leales vasallos mios,
  Desistid de la contienda
  Que los cuatro habeis tenido,
  Pues por poneros en paz,
  Quiero un secreto deciros,
  Que hasta ahora de mi mente
  Para ninguno ha salido.
  Yo, que sin necesidad
  De criaturas, de edificios,
  De pompas y majestades,
  En principio, sin principio,
  Para fin, tambien sin fin,
  Dentro estaba de mí mismo,
  Por ostentarme criador,
  Saqué, con sólo decirlo,
  Del ejemplar de mi idea
  Las obras que ya habeis visto.
  Estando, pues, en mi trono,
  Cercado de los ministros
  Que más hermosos, más puros
  Crié para mi servicio,
  Les revelé cómo habia,
  Por mostrarme más benigno,
  Más liberal, más amable,
  Para mi esposa elegido,
  Y reina suya, á la humana
  Naturaleza, cuyo hijo
  Heredero por la gracia
  Sería del imperio mio.
  Uno, pues, de los vasallos,
  El más sabio, hermoso y lindo,
  De su ciencia y su hermosura
  Soberbio y desvanecido,
  Por no jurar vasallaje
  A inferior ser, atrevido
  Se opuso á mis providencias;
  Dispuesto á sus precipicios,
  Tocó al arma en mis estados,
  Y con opuestos caudillos,
  Vinieron á la batalla
  Las virtudes y los vicios.
  Ya alentado el bronce suena,
  Ya responde el parche herido,
  Ya cruje armado el acero...
  Mas ¿para qué lo repito,
  Si en arrastrados despojos,
  Es con eterno castigo
  El clarin de mi victoria
  La trompa de su gemido?
  Viendo mi primer cuidado
  En esta parte perdido,
  Pues la criatura mejor
  Oponerse al Criador quiso,
  Escarmentando (bien puedo
  En esta frase decirlo,
  Que no es baja voz que á mí
  Me escarmienten los delitos),
  Quise, acudiendo á mis ciencias,
  Consultarme á mí conmigo,
  Si en la segunda criatura,
  Sujeto hermoso que elijo
  Para mi heredero, habia
  De sucederme lo mismo;
  A cuyo efecto mi eterna
  Sabiduría me dijo...

SABIDUR.

  Yo, que sé todas las ciencias,
  De que son fieles testigos
  Los astros (pues que no hay
  En todo ese azul zafiro,
  Encuadernado volúmen
  De quien el sol es registro,
  Ninguno que por su nombre
  No llame, adverso ó propicio);
  Yo, para quien el presente
  Tiempo solamente es fijo,
  Pues si miro hácia el pasado,
  Y si hácia el futuro miro,
  Es tiempo presente todo,
  Futuro ó pasado siglo;
  Habiendo con mi presencia
  En ese dorado libro
  De once hojas de cristal
  Previsto al hombre, he previsto
  Que si del lóbrego seno
  De la tierra, el duro silo
  De sus entrañas, el ciego
  Vientre de su obscuro limbo
  (Donde sin sér, alma y vida,
  Discurso, eleccion ni aviso,
  En metáfora de cárcel
  Hasta ahora le has tenido),
  Le sacas á luz, no ménos
  Ingrato y desconocido
  Te será el hombre que el ángel,
  Poniendo en tan gran conflicto
  A todo el género humano,
  Que, á sombra de su delito,
  Sea el ámbito del orbe
  Tan heredad del abismo,
  Que nazcan de sus raíces
  El pasmo, el susto, el peligro;
  El adulterio, el rencor,
  El hurto y el homicidio.
  Pero ¿qué mucho, si habiendo
  Una vez introducido
  La palidez de la muerte
  Sus últimos parasismos,
  Será tan universal
  El morir? Pues si yo mismo,
  En tu nombre, para enmienda
  De sus errores, admito
  Humano sér; áun yo...

PODER.

                        Cesa,
  Que el Amor se ha enternecido.

AMOR.

  Sí; pero no sin consuelo,
  Que pueda servir de alivio.
  Los amenazados riesgos
  No son, Poder, tan precisos,
  Que hayan de ser, pues no fueran
  Coartando al hombre el arbitrio,
  Ni mérito las virtudes,
  Ni demérito los vicios.
  Si todo este suntuoso
  Aparato, en quien admiro
  En el Fuego lo brillante,
  En el Aire lo lucido,
  En el mar lo prodigioso,
  Como en la Tierra lo rico,
  Para el hombre lo criaste,
  Y es él el que te ha debido
  La tarea de seis dias,
  ¿No disuena á un Amor pío
  Hacerlo para él, y no
  Hacerle á él? y si los cinco
  Talentos que le has de dar
  Han de ser cinco sentidos,
  Si tres potencias los tres,
  Y si uno razon y juicio,
  Deja que el Entendimiento,
  Con el racional instinto
  Le advierta del bien y el mal,
  Dándole un libre Albedrío
  Con que use del mal ó el bien,
  Que ya una vez concebido
  En tu soberana idea,
  No ser el que en ella ha sido,
  Dejando de ser, sin ser,
  En darle por merecido
  El castigo ántes del yerro;
  Pues no puede haber castigo,
  Como no ser el que fuera.
  Y así, como Amor te pido,
  Nazca el hombre y sepa el hombre
  Que aqueste imperio y tu empíreo
  Por sí mismo ha de ganarle,
  O perderte por sí mismo.

PODER.

  Aquello (vuelvo al discurso)
  La Sabiduría me dijo,
  Y esto me dijo el Amor,
  Cuando me tenía indeciso
  Si en la segunda criatura
  Me sucediera lo mismo
  Que en la primera; con que
  De la ciencia prevenido,
  Y movido del Amor,
  Que aunque en los tres no distingo
  Mayor ni menor esmero,
  Ni postrero, siempre inclino
  Más el Poder al Amor,
  A sacar me determino
  De la prision del no sér,
  A sér este oculto hijo,
  Que ya de mi mente ideado
  Y de la tierra nacido,
  Ha de ser príncipe vuestro.
  Y así, sin que haya sabido
  Quién es, por dejar abierto
  A la experiencia un resquicio,
  Hoy del damasceno campo,
  A un hermoso alcázar rico,
  Que á oposicion de azul cielo,
  Será verde paraíso,
  Le trasladaré, y en él,
  Despues que con mis auxilios
  Le haya su luz ilustrado,
  Le daré el raro prodigio
  De la Gracia por esposa.
  Si procediere benigno,
  Atento, prudente y cuerdo,
  Obedecedlo y servidlo,
  Durando en su vasallaje;
  Mas si procediere altivo,
  Soberbio é inobediente,
  No le conozcais dominio,
  Arrojadle de vosotros;
  Pues, como el Amor ha dicho,
  Puesta su suerte en sus manos,
  El logro ó el desperdicio,
  O por sí le habia ganado,
  O por sí le habia perdido.
  ¿Juraislo así?

LOS CUATRO ELEM.


                 Sí juramos.

TIERRA.

  Y yo, en fe de que lo admito,
  De los limos de la tierra
  Con este polvo te sirvo,
  Para su formacion.

AGUA.

                     Yo,
  Para amasar ese limo,
  Te daré el cristal.

AIRE.

                      Yo luégo,
  Porque cobre el quebradizo
  Barro, en su materia, forma,
  Te daré el vital suspiro,
  Que hiriendo en su faz le anime.

FUEGO.

  Y yo, aquel fuego nativo,
  Que con natural calor
  Siempre le conserve vivo.

PODER.

  Venid, pues, y al hombre hagamos.

_(Los elementos entre sí.)_

AGUA.

  ¿_Hagamos_, en plural dijo?

AIRE.

  Sí.

AGUA.

      Pues ¿cómo, si con solo
  _Hágase_, todo se hizo,
  _Hágase_ no dijo al hombre?

FUEGO.

  Ese es evidente indicio,
  Que puso en él más cuidado
  Que en todo.

PODER.

               ¿Qué aguardais? Idos
  A esperarle y recibirle
  En el alcázar que os digo,
  Donde, guiado de la gracia,
  Sean aplausos festivos
  Su primer salva.

FUEGO.

                   Primero
  Iremos, Señor, contigo,
  Hasta el damasceno campo,
  Volviendo á decir el himno...

MÚSICA.

  _Cuanto en Fuego, Aire, Agua y Tierra._

_(La Sombra sale por una parte, y por otra se van; y la Sombra repite
lo que cantan.)_

SOMBRA.

  Cuanto en Fuego, Aire, Agua y Tierra.

MÚSICA.

  _Vuela, brilla, sulca y yerra..._

SOMBRA.

  Vuela, brilla, sulca y yerra...

MÚSICA.

  _Y en sí las sombras encierra..._

SOMBRA.

  Y en sí las sombras encierra...

MÚSICA.

  _De Poder, Ciencia y Amor,_
  _¡Bendecid al Señor!_ _(Vanse.)_

SOMBRA.

  De Poder, Ciencia y Amor,
  ¡Bendecid al Señor!


ESCENA III.

LA SOMBRA.

SOMBRA.

  ¿Cuándo el acento fué rayo veloz,
  Trueno el eco, relámpago la voz,
  Flecha el aire, dogal
  El suspiro, el anhélito puñal,
  Sino hoy, que contra mí
  Las cláusulas del cántico que oí,
  El relámpago, el rayo, el trueno son
  Dogal, flecha y puñal del corazon?
  ¡Oh qué mal ejemplar
  Al áspid mi quebranto ha de dejar;
  Pues siendo el áspid yo
  Que de la luz huyendo, se escondió,
  Resulta ser en él
  La música el conjuro más cruel!
  Pero miente el dolor,
  Que si él se da á partido, no el furor,
  La ira, la rabia, el pasmo, el frenesí,
  Que ha introducido en mí
  Que del no sér pasando el hombre al sér,
  Esposo de la luz haya de ser,
  Siendo la sombra en tálamo feliz,
  A su opuesta, jurada emperatriz
  Del universo; pero no haré tal;
  ¡Oh, máteme el dolor ántes que el mal!
  ¡Ni del profundo horror,
  Cuna del susto y tumba del pavor,
  En quien es el vivir,
  Morir eterno para no morir!
  ¡Patria horrible y crüel
  Del odio infame, del rencor infiel,
  Escuela del penar,
  Mansion del llanto, casa del pesar;
  Reino de confusion,
  Babel del siglo, lóbrega mansion
  Del espanto, el asombro y la crueldad!
  ¡Ah del centro, de cuya obscuridad
  La Sombra arrastra el lóbrego capuz!
  ¡Ah del negado auxilio de la luz,
  Línea del mal, antípoda del bien,
  Ciudad sin Dios! ¡Ah del abismo!


ESCENA IV.

LA SOMBRA.—_Sale_ EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS.

PRÍNCIPE.

  ¿Quién pudo á su invocacion
  Obligarme, rompiendo la prision
  De infaustos calabozos, á salir
  A perturbar de tanto azul zafir
  El puro rosicler,
  Pues demudaron, al llegarme á ver,
  Desde el mayor hasta el menor farol,
  Su faz la luna, y su semblante el sol?
  ¿Quién, pues, quién me llamó?

SOMBRA.

  ¿Quién pudiera, lucero, sino yo,
  Que sombra soy, valerme de quien es
  Príncipe de tinieblas?

PRÍNCIPE.

                         Díme, pues,
  ¿Qué es tu intento?

SOMBRA.

                      Yo fuí
  Pálida tez del cáos...

PRÍNCIPE.

                         Ya lo ví
  Cuando en pálida tez
  Apagó mi esplendor tu lobreguez.

SOMBRA.

  Nació la luz, con que,
  Arrugándome el manto...

PRÍNCIPE.

                          Ya lo sé,
  Huyendo de ella, con cobarde ardid
  Rodeaste el orbe.

SOMBRA.

                    Rota, pues, la lid
  Entre los dos, el cuarto dia llegó.

PRÍNCIPE.

  En que el sol de la luz se apoderó.

SOMBRA.

  Viéndose, pues, con ella iluminar...

PRÍNCIPE.

  Los ámbitos del Aire, Tierra y Mar...

SOMBRA.

  Se tomó para sí...

PRÍNCIPE.

  El dia, y te dejó la noche á tí.

SOMBRA.

  No solamente esa disparidad...

PRÍNCIPE.

  Os tiene en interior enemistad...

SOMBRA.

  Pero causa mayor
  Nos tiene en otra enemistad peor.

PRÍNCIPE.

  Esa es la que no sé.

SOMBRA.

  No me atajes, que yo te la diré.
  En la magia que aprendí
  En el monte de la luna,
  Templo de la noche, una
  Proposicion anteví,
  En que autoridades sumas
  (Que ahora no importa alegar,
  Pues su fama ha de volar
  Con las alas de sus plumas),
  Símbolo á la luz harán
  De Gracia, de Culpa á mí.
  Mira si con causa aquí
  Místicos sentidos dan
  A mis rencores disculpa;
  Pues la luz, por mi desgracia,
  Será imágen de la Gracia,
  Y la Sombra de la Culpa.
  Este principio asentado
  A que Luz y Sombra son
  Culpa y Gracia, mi pasion
  Pase á segundo cuidado.
  Este rey, cuyo Poder,
  Cuya Ciencia y cuyo Amor
  Le han ostentado señor
  De cuanto se llega á ver,
  Tiene un hijo. No te asombre,
  Que hasta hoy oculto le encierra
  En el vientre de la Tierra,
  Primera madre del Hombre;
  Asómbrete que de todo
  Príncipe quiere que sea,
  A cuyo efecto su idea
  Le está sacando del lodo
  En que yace, para hacer
  Que, de todo el mundo dueño,
  Sea otro mundo pequeño,
  Última obra del Poder,
  Última obra de la Ciencia,
  En alma y vida que cobra,
  Del Amor última obra
  En la divina asistencia;
  Que... mas decirlo no es bien
  A quien puede verlo; llega,
  Pues á los dos no se niega
  Ver lo que espíritus ven.
  Mira el seno en que le tuvo,
  Despues de haberle formado
  En su mente encarcelado.
  Mira, despues que le hubo
  Dado la materia el limo,
  Cómo, informe el embrion,
  Quedó sin vital accion.
  Mira...

PRÍNCIPE.

          Pasmo, lloro y gimo
  Al verlo.

SOMBRA.

            Cuán liberal,
  Despues que la estatua obró,
  Y en un suspiro la dió
  Vida y alma racional,
  Como, en su gracia criado
  En original justicia,
  Le da contra mi malicia
  Luz la luz; con que guiado
  Lo traslada á un paraíso,
  Adonde cobre, despues
  Que haya sabido quién es,
  Sobrenatural aviso
  De ciencias del mal y el bien.

PRÍNCIPE.

  ¡Oh humana naturaleza!
  ¡Con qué horror, con qué tristeza
  Mis pasadas ruinas ven
  Tus dichas ya; y más despues
  Que sé que es, por mi desgracia,
  La hermosa Luz de la gracia
  La primer cosa que ves!

       *       *       *       *       *


_País peñascoso.—Una gruta._


ESCENA V.

EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS Y LA SOMBRA, _á un lado_.—EL HOMBRE, _en
la gruta_, _vestido de pieles_, y LA LUZ DE LA GRACIA, _con un hacha en
la mano_.

GRACIA.

  Hombre, imágen de tu Autor,
  De esa enorme cárcel dura
  Rompe la prision obscura.
  A la voz de tu Criador.

HOMBRE.

  ¿Qué acento, qué resplandor
  Ví, si es esto ver; oí,
  Si es oir esto? que, hasta aquí,
  Del no sér pasando al sér,
  No sé más que no saber
  Qué soy, qué seré, ó qué fuí.

GRACIA.

  Sigue esta luz, y sabrás
  De ella lo que fuiste y eres;
  Mas de ella saber no esperes
  Lo que adelante serás;
  Que eso tú solo podrás
  Hacer que sea malo ó bueno.

HOMBRE.

  _(Sale de la gruta.)_ De mil confusiones lleno
  Te sigo. ¡Oh qué torpe el paso
  Primero doy!

LUZ.

               No es acaso
  Que de libertad ajeno
  Nazca el hombre.

HOMBRE.

                   Pues ¿por qué,
  Si ese hermoso luminar
  (Que á un tiempo ver y cegar
  Hace) otra criatura fué,
  Apénas nacer se ve,
  Cuando con la majestad
  De su hermosa claridad
  Azules campos corrió,
  Teniendo más alma yo,
  Tengo ménos libertad?
  ¿Por qué, si es que es ave aquella
  Que, ramillete de pluma,
  Va con ligereza suma
  Por esa campaña bella,
  Nace apénas, cuando en ella
  Con libre velocidad
  Discurre la variedad
  Del espacio en que nació,
  Teniendo más vida yo,
  Tengo ménos libertad?
  ¿Por qué, si es bruto el que á bellas
  Manchas salpicó la piel
  (Gracias al docto pincel
  Que áun puso primor en ellas),
  Apénas nace y las huellas
  Estampa, cuando á piedad
  De bruta capacidad,
  Uno y otro laberinto
  Corre, yo, con más instinto,
  Tengo ménos libertad?
  ¿Por qué, si es pez el que en frio
  Seno nace y vive en él,
  Siendo argentado bajel,
  Siendo escamado navío,
  Con alas que le dan brío
  Surca la vaga humedad
  De tan grande inmensidad
  Como todo un elemento,
  Teniendo yo más aliento,
  Tengo ménos libertad?
  ¿Qué mucho, pues, si se ve
  Torpe el hombre en su creacion,
  Que tropiece la razon
  Donde ha tropezado el pié?
  Y pues hasta hora no sé
  Quién soy, quién seré, quién fuí,
  Ni más de que ví y oí,
  Vuelva á sepultarme dentro
  Ese risco, en cuyo centro
  Se duela mi autor de mí.

LUZ.

  Sí hará, y aunque te han dejado,
  A manera de dormido,
  Tus sentidos sin sentido,
  De mirarte á tí admirado,
  De esa suerte transformado
  Irás tras mi luz al real
  Palacio, donde leal
  Aplausos todos te den.

MÚSICA.

  _(Dentro.)_ _¡Ven, Hombre, ven!_

LUZ.

  Y pues en ventura igual
  La Gracia te lleva á que sepas del bien,
  No apagues su luz, y sepas del mal.

MÚSICA.

  _Y pues en ventura igual_, etc.


ESCENA VI.

EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS, LA SOMBRA.

SOMBRA.

  ¿Qué dirás, si el juicio aplicas
  A una obra tan superior?

PRÍNCIPE.

  ¿Quién es el Hombre, Señor,
  Que tanto le magnificas?
  Pues aunque en barro le diste
  Primer materia, si toco
  Lo inmortal del alma, poco
  Ménos que el ángel le hiciste.
  Y áun en más le sublimaste,
  Pues siguiendo el esplendor
  De la Gracia, de tu honor
  Y gloria le coronaste,
  Vistiendo su desnudez
  Rico aparente vestido,
  Que en el místico sentido
  Significará tal vez
  La cándida estola hermosa,
  Que, de virtudes tesoro,
  Será en el ropaje de oro
  Que dé el esposo á la esposa.
  ¡Y esto en trono soberano,
  Donde tan liberal obras,
  Que sobre todas las obras
  De tu poderosa mano
  Rey le constituyes; pues
  En su terrenal esfera,
  Desde el ave hasta la fiera
  Todo se rinde á sus piés!

MÚSICA.

  _(Dentro.)_ _¡Venid, corred, volad, Elementos,_
  _A dar la obediencia al Príncipe vuestro!_

PRÍNCIPE.

  ¡Y tan de balde, ay de mí,
  Como que no esté sujeto
  A más que á un leve preceto!

SOMBRA.

  ¿Precepto dijiste?

PRÍNCIPE.

  Sí.

SOMBRA.

  Pues contra todo ese sér,
  Majestad, pompa y honor
  Vuelva á vivir mi dolor,
  Si hay precepto que romper;
  No en sofistería aparente
  Lo fundo.

PRÍNCIPE.

  Dímelo, pues.

SOMBRA.

  ¿La Sombra imágen no es
  De la Culpa?

PRÍNCIPE.

  Es evidente.

SOMBRA.

  La Culpa, si introducida
  Se ve, ¡que será, no advierte,
  Otra imágen de la muerte!

PRÍNCIPE.

  Es cierto.

SOMBRA.

             Miéntras la vida
  Durare, tambien el sueño
  ¿De la muerte no será
  Otra imágen?

PRÍNCIPE.

               Claro está.

SOMBRA.

  Luego posible es mi empeño,
  Si al hombre en su paz le asombra,
  Sueño que de muerte es
  Imágen, muerte despues
  Que es culpa, y culpa que es sombra;
  Confeccionemos, pues, lleno
  De opio, beleño y cicuta,
  En flor, en planta ó en fruta,
  Tal hechizo ó tal veneno,
  Que, de sentidos ajeno,
  Rompa el precepto, y postrado,
  Deshecho y aniquilado,
  Duerma letargo tan fiero,
  Que inhábil para heredero
  Despierte del real estado.

PRÍNCIPE.

  El veneno ó el hechizo
  Fácil á los dos será
  De confeccionar; mas ya
  Que suponga que se hizo,
  ¿Cómo ha de lograr su fin?

SOMBRA.

  Si á mí áspid me han de llamar,
  Y á tí basilisco, ¿entrar
  Quién nos quitará al jardin?
  Ven, y el disfraz pensaremos
  Que entre sus troncos y flores
  Oculte nuestros rencores,
  Por más que ahora escuchemos...

ELLOS Y MÚSICA.

  _Venid, corred, volad, Elementos,_
  _A dar la obediencia al Príncipe vuestro._

_(Vanse.)_

       *       *       *       *       *


_Jardin._


ESCENA VII.

_Salen_ LOS ELEMENTOS _cantando, y sacando en las manos ricos vestidos
para_ EL HOMBRE.—EL ENTENDIMIENTO, EL ALBEDRÍO, LA LUZ, _con el hacha,
y_ EL HOMBRE _detras, y miéntras cantan le van vistiendo como dicen los
versos_.

MÚSICA.

  _Venid, corred, volad, Elementos,_
  _A dar la obediencia al Príncipe vuestro_.

TIERRA.

  _Flores, sus sendas cubrid;_
  _¡Venid, venid!_

AGUA.

  _Fuentes, sus espejos sed;_
  _¡Corred, corred!_

AIRE.

  _Auras, su calor templad;_
  _¡Volad, volad!_

FUEGO.

  _Rayos, su pompa asistid;_
  _¡Lucid, lucid!_

MÚSICA Y LOS CUAT.

  _Y en fin, jurándole rey_
  _De alcázar, monte y jardin,_
  _¡Venid, corred, volad, lucid!_

LUZ.

  Ya que en vuestro poder queda,
  Donde ántes de confirmarme,
  O por sí pueda ganarme,
  O por sí perderme pueda,
  Servidle hasta ver si atento,
  Para rey y esposo mio,
  Usa bien de su Albedrío,
  O mal de su Entendimiento. _(Vase.)_


ESCENA VIII.

EL HOMBRE, LOS ELEMENTOS, EL ALBEDRÍO, LA LUZ, EL ENTENDIMIENTO.

LOS CUAT. ELEM.

  _(Cantan.)_
  _Por tí, á su obediencia_
  _Todos le ofrecemos..._

TIERRA.

  _La Tierra sus flores._

AGUA.

  _El Agua su espejo._

AIRE.

  _Sus auras el Aire._

FUEGO.

  _Sus luces el Fuego._

MÚSICA.

  _Sirviéndole á un tiempo_
  _Luces, auras, espejos y flores_,
  _El Agua, la Tierra, el Aire y el Fuego_.

HOMBRE.

  ¡Cielos! ¿qué es eso que veo?
  ¿Qué es esto, cielos, que miro,
  Que si lo dudo me admiro,
  Y me admiro si lo creo?
  ¿Yo de galas adornado,
  De músicas aplaudido,
  De sentidos guarnecido,
  De potencias ilustrado?
  ¿En este instante no era
  Del centro la masa dura
  Mi triste prision obscura?
  Pues ¿quién me trajo á una esfera
  Tan rica, tan suntuosa
  Y tan florida, que en ella
  La más reluciente estrella
  Aun no se atreve á ser rosa?
  Otra vez vuelva á dudar,
  Y otras mil, quién soy, quién fuí
  Ó quién seré.

ENTEND.

                De eso á mí
  Me ha tocado el informar:
  Polvo fuiste, polvo eres,
  Y polvo despues serás.

ALBED.

  _(Al hombre.)_ Ya que en su servicio estás,
  ¿Para qué afligirte quieres,
  Sin ver cuánto escandaliza
  Que pase tu mal humor
  El que es Juéves del Señor
  A Miércoles de Ceniza?
  Si fuiste polvo, ya eres
  La más perfecta criatura
  Que vió del sol la luz pura;
  Y pues á todas prefieres,
  No sólo en lo humano, no
  Sólo en lo racional, pero
  En ser príncipe heredero
  Del Rey, que hoy te declaró,
  Goza la felicidad,
  Sin que te entristezca nada.

HOMBRE.

  Más tu despejo me agrada,
  Que aquella severidad.
  Saber de los dos intento
  Quién sois en servicio mio.

ALBED.

  Yo soy tu libre Albedrío.

HOMBRE.

  Y tú ¿quién?

ENTEND.

               Tu Entendimiento.

HOMBRE.

  ¿Cómo el primer dia tan cano
  Estás?

ENTEND.

         Éste es claro indicio
  De que las canas del juicio
  Amanecen más temprano
  Que las del poco saber.

ALBED.

  Si por mí lo dices, yo
  Sé lo que me basta.

HOMBRE.

                      No
  Más; y pues que mi sér
  Sé ya que á todos prefiere,
  ¿Quién me mete en discurrir?
  Dejarme quiero servir,
  Y venga lo que viniere.
  Cantad.

ENTEND.

          Sea la cancion
  Algun verso que le acuerde
  Lo que gana ó lo que pierde
  En seguir más mi opinion
  Que no la del Albedrío.

HOMBRE.

  Tú, miéntras me halaga el canto,
  Vuelve á encarecerme cuánto
  Es superior el sér mio.

_(Vanle vistiendo miéntras cantan.)_


ESCENA IX.

DICHOS.—_Salen_ LA SOMBRA Y EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS, _de villanos_.

MÚSICA.

  _Sobre áspid y basilisco_
  _Seguro pisará el Hombre,_
  _Si de basilisco y áspid_
  _Los peligros reconoce._
  _Y atento al precepto,_
  _Mira que se esconden_
  _Infestando flores y frutos,_
  _El uno en los frutos, y el otro en las flores._

PRÍNCIPE.

  _(Aparte.)_ A mala ocasion venimos,
  Pues le avisa en esas voces
  Sagaz el Entendimiento
  Que si el precepto no rompe...

ÉL Y MÚS.

  _Sobre áspid y basilisco_
  _Seguro pisará el hombre._

SOMBRA.

  _(Aparte.)_ Ya que aquí de jardineros
  El disfraz nos desconoce,
  No nos demos por vencidos
  Del Entendimiento noble...

ÉL Y MÚS.

  _Sí de basilisco y áspid_
  _Los peligros reconoce._

SOMBRA.

  Pues, villano el Albedrío,
  Será posible le informe
  Al contrario; y así, ocultos,
  Hasta tener ocasiones
  De introducir el veneno,
  Prosigan nuestros rencores...

ÉL Y MÚS.

  _Infestando las flores y frutos,_
  _El uno en los frutos, y el otro en las flores._

HOMBRE.

  En fin, ¿que heredero soy
  De este imperio?

ALBED.

                   ¿Quién lo duda?

ENTEND.

  Quien sepa que no lo eres
  Hasta lograr la ventura
  De que, confirmado en Gracia,
  Ella sea esposa tuya.
  Bien esa letra lo ha dicho,
  Pues ha dicho que se ocultan
  Basilisco y áspid donde
  Puede ser que alguna fruta
  Avenenada...

HOMBRE.

               Suspende
  La voz. (_Ap._ ¡Cuánto me disgusta
  Su anciano temor!) Y dime _(A Albedrío.)_
  Tú, porque su enfado suplas,
  ¿Cómo, si príncipe soy,
  Un sepulcro fué mi cuna?

ALBED.

  Si el Albedrío en las penas
  No es posible que concurra,
  No le toca al Albedrío
  Responder á esta pregunta.

ENTEND.

  Al Entendimiento sí,
  Que á él le es dado que discurra.
  Los justos juicios del Rey,
  Tu padre, por causas justas,
  Hasta hoy no te declararon;
  Y ser las entrañas duras
  De la Tierra tu prision,
  Fué porque en alta fortuna
  Tengas entendido...

HOMBRE.

                      ¿Qué?

ENTEND.

  Que si á la ley no te ajustas,
  Quedó en la cuna labrada
  La materia de la tumba.

HOMBRE.

  Ya temia yo que habia
  De ser tu respuesta angustia.
  No me hables más, que me afliges.—
  Y díme tú, que me adulas,
  ¿Sobre príncipe heredero,
  Es verdad que la criatura
  Más perfecta soy del orbe?

ALBED.

  Tú mismo al verte lo juzga.—
  Agua, el espejo.

_(Va á llegar la Sombra, y al ver el espejo se retira.)_

PRÍNCIPE.

  _(Ap. á Sombra.)_ En él puedes,
  Pues basilisco me anuncian
  Que es veneno de la vista,
  Poner la mortal cicuta.

SOMBRA.

  _(Al Príncipe.)_ Si haré, mas ¡ay infelice!

PRÍNCIPE.

  _(A la Sombra.)_ ¿De qué te asombras y turbas?

SOMBRA.

  _(Al Príncipe.)_ De haber visto en el cristal
  Un rasgo, viso ó figura
  De un espejo no manchado,
  Cuya siempre intacta luna
  No ha de empeñar el aliento
  De la Sombra de la Culpa.

_(Llega el Agua, y se mira el Hombre al espejo.)_

AGUA.

  En este cuajado vidrio
  Del agua que el valle inunda,
  Puedes verte al natural
  Retratado.

HOMBRE.

             ¡Oh sábia, oh suma
  Omnipotencia! ¿Yo soy
  Aquel que allí se dibuja,
  Como aquellos, que hasta aquí
  No llegué á mirarlos nunca,
  Son los ojos que lo ven,
  Los labios que lo pronuncian,
  Y así las demas facciones?...
  Otra vez repite, y muchas,
  Que es verdad que soy la obra
  Que la potencia absoluta
  Guardó para la postrera.
  ¡Qué fábrica tan augusta!
  Si fuera primera, no
  Llegara á tener segunda.
  Dices bien: la más perfecta
  Criatura soy.

ENTEND.

                Es sin duda,
  Supuesto que el Hacedor
  Te hizo á semejanza suya;
  Pero si de él recibiste
  La perfeccion que te ilustra,
  ¿De qué te glorias, supuesto
  Que la gozas sin ser tuya?

HOMBRE.

  Sí es, supuesto que la gozo:
  Y no tu vejez caduca
  Siempre á mis gustos opuesta
  Esté, ó podrá ser que alguna
  Vez me halles...

ALBED.

                   Fuego, la espada.

PRÍNCIPE.

  _(Ap. á Sombra.)_ Pon el veneno en su punta,
  Pues áspid de acero es
  Cualquiera espada desnuda.

_(Va á llegar la Sombra, y se retira al ver la espada.)_

SOMBRA.

  _(Al Príncipe.)_ Sí haré. Mas no, no haré tal.

PRÍNCIPE.

  _(A Sombra.)_ ¿Otra vez al ir te asustas?

SOMBRA.

  _(Al Príncipe.)_ Sí, que está en su guarnicion
  Un adorno que la cruza,
  De quien es fuerza que yo
  Atemorizada huya.

_(Llega el Fuego, y cíñele la espada.)_

FUEGO.

  Ésta, señor, es la espada
  De aquellos dos córtes, cuya
  Cuchilla templada al fuego
  Está del alma, tan pura,
  Que no hay hierro que no ablande,
  No deshaga, no consuma
  Y purifique.

ENTEND.

               Sí; pero
  Advierte que, si la empuñas,
  Se significan en ella
  Las cuatro virtudes juntas:
  La hoja es la Justicia; el pomo
  La Fortaleza, y se aunan
  En ser la Templanza el puño,
  Y la vaina la Cordura.
  Si usas mal de ella, con ella
  Te herirás; mas si bien usas,
  Vencerás tus enemigos.

HOMBRE.

  ¿Qué enemigos? ¿Habrá alguna
  Criatura que contra mí,
  Ni imagine, ni presuma
  Oponerse?

ALBED.

            Aire, el sombrero.

PRÍNCIPE.

  _(A Sombra.)_ Puesto que en el Aire triunfas
  Del ave, cuando tus sombras
  Sus resplandores sepultan,
  Y son del aire las aves,
  Pon el hechizo en sus plumas.

_(Va á llegar, y tambien se retira.)_

SOMBRA.

  _(Al Príncipe.)_ Sí haré. Mas tampoco puedo.

PRÍNCIPE.

  _(A Sombra.)_ ¿Tercera vez te atribulas?

SOMBRA.

  _(Al Príncipe.)_ Sí, que entre las demas aves,
  Volar miro al cielo una
  Tan remontada, que, llena
  De gracia, hasta el sol se encumbra,
  Donde no puede alcanzarla
  Todo el vuelo de la Culpa.

AIRE.

  Las plumas que de tu fama
  Serán alas con que subas
  Al más eminente solio,
  El dia que en reales nupcias,
  Siendo esposo de la Gracia,
  Te corone su hermosura,
  Son éstas.

ALBED.

             ¡Qué bien te está
  De sus tremoladas plumas
  El rizado airon!

ENTEND.

                   Alhajas
  De Aire adornan, mas no ilustran:
  Dígalo el pavon, y toma
  Ejemplo en la pompa suya,
  No sea su deshecha rueda
  La rueda de tu fortuna.

HOMBRE.

  Este sabio Entendimiento
  Mucho mi paciencia apura.

ALBED.

  Pues para que te diviertas,
  Sin que su vejez te pudra,
  Tierra, llega, llega, y goce
  En tus flores la blandura
  De sus aromas.

PRÍNCIPE.

  _(A Sombra.)_  Y en flores,
  Que son edades caducas,
  ¿Pondrás el veneno?

SOMBRA.

  _(Al Príncipe.)_    Sí...
  Pero tambien me perturba
  Una cándida azucena,
  Junto á una rosa purpúrea,
  De cuyo vírgen albor
  Quiere el cielo se produzca
  Un enamorado lirio,
  Que en lo cárdeno me ofusca,
  Sombra de mi misma sombra.

PRÍNCIPE.

  _(A Sombra.)_ Si hasta las flores te angustian,
  De este prodigioso árbol,
  Que á su sombra nos oculta,
  Toma esta manzana; en ella
  Nuestras iras ejecuta,
  Y ya que en la flor no puedas,
  Pon el veneno en la fruta.

SOMBRA.

  _(Al Príncipe.)_ Muestra; que nunca más áspid,
  Si es que me vale la industria...

TIERRA.

  En estas flores la Tierra,
  Para tu halago tributa
  Sus matices, y...

SOMBRA.

                    Eso á mí
  Toca; que tú, Tierra inculta,
  Silvestres flores le dieras,
  A no ser mi agricultura
  La que diera á sus primores
  Arreboles que las pulan.
  Y pues te toca el que nazcan,
  Y á mí me toca el que luzcan,
  Más mias son.

TIERRA.

                ¿Cuándo la Tierra
  Rendir sus frutos rehusa?

HOMBRE.

  ¿Quién eres, bella zagala,
  Que sobre la Tierra triunfas,
  Tan dueño de sus caudales,
  Que para tí los usurpas,
  Sin que ella te los defienda:
  Y nueva aurora segunda,
  Das á entender que amaneces
  En bella oposicion suya,
  _Compitiendo con las selvas_
  _Donde las flores madrugan?_

SOMBRA.

  Soy, no tan sólo en la Tierra
  Agricultora, que estudia
  Esmerar sus obras; pero
  Tan sábia, que en ella apura,
  Y en los demas elementos,
  Las cualidades ocultas.
  Caracteres para mí
  En valles, montes y grutas,
  Son sus plantas las estrellas,
  En su campaña cerúlea,
  Mis oráculos de fuego
  Son, del Agua las espumas
  Mis libros: y porque lea
  Lo que sus vuelos anuncian,
  Siendo para mí del año
  Cualquiera estacion fecunda,
  _Los pájaros en el viento_
  _Forman abriles de plumas._

HOMBRE.

  ¡Qué raro bello prodigio!—
  Albedrío; ¿viste nunca
  Hermosura más discreta?

ALBED.

  Yo no entiendo de hermosuras,
  Mas para que á mí me agrade
  Basta ver que á tí te gusta.

ENTEND.

  Y para que á mí me ofenda,
  Ver que tú no lo repugnas.
  Advierte, Señor, que anda
  Con humano rostro una
  Serpiente en estos jardines,
  Tan incautamente astuta,
  Que Agua, Fuego, Tierra y Aire,
  Siendo negra noche obscura,
  _De su belleza engañados,_
  _Por aurora la saludan._
  Teme, pues, que puede ser,
  Si la miras, si la escuchas,
  Tu culpa escucharla y verla.

HOMBRE.

  ¿Qué importará, si en disculpa
  De esa culpa, mis sentidos,
  Por más que tú los acusas,
  _En viendo sus bellos ojos,_
  _Quedan vanos de su culpa?_

SOMBRA.

  Pues porque tu entendimiento
  No cauteloso me arguya
  Y la verdad de mis magias
  A experiencia se reduzca,
  Toma esta dorada poma;
  Si una vez su sabor gustas,
  Verás que no solamente
  En tí mis ciencias infunda,
  Pero que inmortal te haga,
  Para que no puedas nunca,
  Igualándote al poder
  Del Rey, perder de esta augusta
  Majestad la accion, que hoy
  No puedes decir que es tuya.
  Del tiempo, que allá en la Tierra
  Te ocultó, venga la injuria:
  Come, y como el Rey, serás
  Eterno edades futuras.

HOMBRE.

  Mucho me ofreces, y mucho
  De la poma la dulzura
  Brindando está al apetito.

ALBED.

  Pues ¿qué esperas? pues ¿qué dudas?
  Llega, y come de ella.

ENTEND.

                         No,
  Albedrío, á eso le induzcas;—
  Ni tú á tocarle te atrevas. _(De rodillas.)_

HOMBRE.

  No entre los dos te introduzcas
  A embarazarlo tú.

ENTEND.

                    Mira
  Que quizá en el Aire fundas
  Altas torres, y que suelen
  Ser soñadas las venturas;
  Y podrá ser, si despiertas,
  Que entre fantasmas confusas
  Todo esto vuelva á la nada.

HOMBRE.

  Ya ése es tema de locura
  Más que lealtad: quita, quita,
  Villano.

ENTEND.

           Atiende, que usas
  Muy mal de tu Entendimiento,
  Si atropellado le injurias.

HOMBRE.

  Peor usas tú de tu dueño,
  Pues atrevido le luchas,
  Sin ver que desde ese muro
  Puedo arrojarte á esas duras
  Peñas.

ENTEND.

         No podrás, sin que
  A tí mismo te destruyas.

HOMBRE.

  ¿Cómo que no podré? Pero
  Las fuerzas lo dificultan,
  No el valor.—Llega, Albedrío;
  Tú á despeñarle me ayuda.

ALBED.

  Sí haré, pues sin mí no puedes.

AGUA.

  Mira...

TIERRA.

        Advierte...

FUEGO.

                 Atiende...

AIRE.

                         Escucha...

HOMBRE.

  ¡Nadie á mi furia se oponga,
  Ó teman todos mi furia!

_(Arrójanle entre los dos al vestuario, como precipitado.)_

ENTEND.

  _(Dentro.)_ ¡Ay de tí, más que de mí!

PRÍNCIPE.

  _(Ap.)_ Bien se ha logrado la industria.

ELEMENTOS.

  ¿Qué has hecho, Hombre?

HOMBRE.

                          Despeñar
  A mi Entendimiento, y una
  Vez despeñado, sin él
  Comer la vedada fruta.
  Muestra. Mas ¿qué es esto? ¡Cielo! _(Come.)_

_(Terremoto.)_

FUEGO.

  Es que mis rayos se anublan.

TIERRA.

  Que se estremecen mis montes.

AGUA.

  Que mis cristales se enturbian.

AIRE.

  Que mis vientos se embravecen.


ESCENA X.

DICHOS.—_Sale_ LA LUZ _con una hacha encendida_.

LUZ.

  Pues todo el orbe caduca,
  Grande daño hay. Elementos,
  ¿Qué es esto?

SOMBRA.

                ¿A quién lo preguntas,
  Si mejor de tí podrás
  Saberlo, viendo la pura _(Apágale el hacha.)_
  Luz de la Gracia apagada
  De la Sombra de la Culpa?

_(Vase con el Príncipe.)_


ESCENA XI.

EL HOMBRE, EL ALBEDRÍO, LA LUZ, LOS CUATRO ELEMENTOS.

HOMBRE.

  ¡Ay de mí infeliz, que todo
  El orbe he dejado á escuras!

LUZ.

  ¡Ay dél, pues será tu error
  Miserable herencia suya!

HOMBRE.

  Albedrío, ¿dónde (¡ay triste!)
  Estás?

ALBED.

         En vano me buscas,
  Que nadie con Albedrío
  Padece: él á las holguras
  Induce, mas no á las penas. _(Vase.)_


ESCENA XII.

DICHOS, _menos_ EL ALBEDRÍO.

HOMBRE.

  ¿Tierra?...

TIERRA.

              ¿Qué es lo que procuras
  De mí, si ya son sangrientas
  Espinas mis rosas rubias?

HOMBRE.

  ¿Agua?...

AGUA.

            No esperes de mí,
  Sino procelosas lluvias,
  Que tal vez el mundo aneguen.

HOMBRE.

  ¿Fuego, Aire?...

AIRE.

                   En mí no presumas
  Más que ráfagas que talen.

FUEGO.

  Y en mí rayos que destruyan.

HOMBRE.

  Todos ¡ay de mí! sus iras
  Sin Albedrío ejecutan;
  Mas no sin Entendimiento,
  Que áun despeñado me acusa.
  ¿Qué frenesí, qué letargo,
  Qué ira, qué rabia, qué furia,
  Se va de mí apoderando?
  El áspid era sin duda
  El que, con humano rostro,
  Bien que inhumana hermosura,
  Me dió la hechizada poma;
  Pues helado el pecho, muda
  La voz, balbuciente el labio,
  Turbada la vista, ruda
  La razon, ciego el discurso,
  Torpe el sentido, confusa
  La vida, y suspensa el alma,
  Me han dejado la escultura
  Del barro no más; pues sólo,
  Bronca informe estatua bruta,
  Tengo ojos, y no ven;
  Tengo oidos, y no escuchan;
  Tengo manos, y no tocan;
  Tengo labios, y no gustan;
  Tengo piés, y no se mueven;
  Tengo voz, y no pronuncia;
  Y en fin, sin Entendimiento,
  Ni Albedrío que me acudan,
  Tengo aliento que no alienta,
  Y corazon que no pulsa.
  Hasta la piadosa llama
  Que á estos jardines me alumbra,
  A fuer de luz recien muerta,
  Ya no arde, sino ahuma.
  ¿Qué mucho, pues, ¡ay de mí!
  Si todos me desahucian,
  Que en brazos de letal sueño,
  Negra Sombra de la Culpa,
  Pues dejó á la muerte viva,
  Deje á la vida difunta? _(Caése como aletargado.)_

AGUA.

  ¡Qué asombro!

AIRE.

                ¡Qué pasmo!

FUEGO.

                            ¡Qué ánsia!

TIERRA.

  ¡Qué pena!

LUZ.

             ¡Qué desventura!


ESCENA XIII.

EL HOMBRE, _dormido_; LA LUZ, LOS CUATRO ELEMENTOS.—_Salen_ PODER,
CIENCIA Y AMOR.

PODER.

  ¿De qué son vuestros lamentos?

LUZ.

  Si á humano modo te ajustas,
  A preguntar lo que sabes,
  Dígalo esta luz ya obscura.

FUEGO.

  Dígalo la mia eclipsada.

TIERRA.

  Díganlo mis flores mustias.

AIRE.

  Destemplados mis alientos.

AGUA.

  Mis claras corrientes turbias.

LUZ.

  Y en fin, dígalo, Señor,
  Ver que, deshecha tu hechura...

LOS CUAT.

  Dejando viva á la muerte,
  Dejó á la vida difunta.

PODER.

  ¡Oh eterna Sabiduría,
  Bien sus peligros anuncias!
  ¡Oh eterno Amor, mal el Hombre
  De tus beneficios usa!
  ¿Qué mucho, pues, que tal vez
  Digan sacras Escrituras
  Que me pesó de haber hecho
  Al Hombre? Y pues su fortuna,
  Puesta en sus manos, no fué
  Bastante á que se reduzca,
  Retírate, Gracia, tú. _(Hácelo la Luz.)_
  Vosotros, ya sin ninguna
  Obediencia, retiradle _(A los Elementos.)_
  A él tambien; que á la profunda
  Tierra de donde salió
  Es bien que se restituya.
  Dejádsele allí á esa fiera
  Poderosa Sombra injusta,
  Que contra su Entendimiento
  Cautelosamente triunfa.
  Sufra, llore, gima y sienta
  Cuánto un pecado le muda,
  Al ver de un instante á otro
  Que el que en su primera cuna
  Durmió en brazos de la Gracia,
  Despierta en los de la Culpa.

LOS CUAT.

  _Sufra, llore, gima, sienta..._

TIERRA.

  _El que por su desventura..._

FUEGO.

  _Dejando á la muerte viva..._

AGUA.

  _Deja á la vida difunta._

LOS CUAT.

  _Sufra, sienta, gima y llore..._

AIRE.

  _Quien, malogrando fortunas..._

AGUA.

  _Vino en brazos de la Gracia,_
  _Y vuelve en los de la Culpa._

MÚSICA.

  _¡Sienta, gima, llore y sufra_!

_(Vanse los Elementos, llevándose al Hombre.)_


ESCENA XIV.

EL PODER, LA SABIDURÍA, EL AMOR.

PODER.

  ¿Todavía enternecido,
  Amor, te muestras?

AMOR.

                     ¿Quién duda
  Que el Amor siempre es Amor?
  Y aunque tu sentencia es justa,
  Tambien lo es su apelacion:
  Que si en la celeste curia
  Decretado está que el Hombre
  La falta del Ángel supla,
  Capaz está de la enmienda.

PODER.

  Es infinita la injuria
  Contra infinito Poder,
  Y no puede dar ninguna
  Satisfaccion infinita
  Por sí el Hombre.

SABID.

                    Pues es una
  La voluntad de los Tres,
  Si el Poder pone la suya,
  Si la Sabiduría pone
  Con la obediencia la industria,
  Y el amor pone la obra,
  Persona hay que enmiende y supla
  La insuficiencia del Hombre;
  Pues la humanidad conjunta
  A la Sabiduría, como
  Hipostáticas se unan,
  Satisfaccion infinita
  Tendrá la infinita culpa.

LOS DOS.

  ¿Qué determinas, pues?

PODER.

                         Que
  Lo decretado se cumpla. _(Vase.)_

SABID.

  ¡Albricias, Hombre, que yo,
  Que anteviendo tus fortunas,
  Tambien anteví el reparo,
  Iré á enmendar tus angustias! _(Vase.)_

AMOR.

  ¡Albricias, Hombre, que ya
  Puedes pensar que se escuchan,
  Anticipando sus tiempos
  A las edades futuras,
  Angélicas voces, que
  Den á todas las criaturas,
  Con paz al Hombre en la Tierra,
  Gloria á Dios en las alturas!

       *       *       *       *       *


_La gruta en que apareció el Hombre al principio._


ESCENA XV.

_Salen_ LOS ELEMENTOS _con_ EL HOMBRE, _como primero, vestido de
pieles_.

AGUA.

  Aquí le hemos de dejar.

FUEGO.

  ¡Oh humana naturaleza!
  Vuelva su sér donde empieza,
  Como rio que del mar
  Sale, y vuelve al mar despues.

_(Pónenle una cadena.)_

TIERRA.

  Bien es, pues salió de mí,
  Que á mí se me vuelva.

AIRE.

                         Así
  Lo dirá el _Eclesiastés_. _(Vanse.)_


ESCENA XVI.

EL HOMBRE, _en sueños_.

HOMBRE.

  Ya, ya sé quién soy, y aunque
  La Tierra fuese mi madre,
  Competir puedo á mi padre;
  Pues sé sus ciencias, y sé
  Que inmortal príncipe soy
  Del orbe. Y pues ya me ví
  Su dueño... Mas ¡ay de mí _(Despierta.)_
  Infeliz! ¿Adónde estoy?
  ¿Esta no es de mi fortuna
  La primera prision fiera?
  ¿No es ésta aquella primera
  Bóveda que fué mi cuna?
  ¿No es ésta la desnudez
  En que primero me ví?
  ¿Qué se hicieron ¡ay de mí!
  La majestad, la altivez
  El obsequio, el aparato,
  Las músicas, los olores,
  Plumas, cristales y flores,
  Y en fin, el sublime ornato
  De reales ropas, cercado
  De gentes, cuyo desvelo
  Me asistió? ¡Válgame el cielo,
  Qué de cosas he soñado!...
  Pero ¿qué me desconfia
  Presumir que sueño fué,
  Si por lo ménos saqué
  De él, segun mi fantasía,
  Saber quién soy? No encerrado
  Viva, pues: salga á buscar
  El alcázar, y á cobrar,
  Pues es mio, el alto estado
  En que me ví... Pero ¡cielos!
  El orgullo reprimamos,
  Por si ahora tambien soñamos:
  Mas no, que heroicos anhelos
  Me llaman; y así iré. ¡Ay triste!
  Que áun es hoy mayor mi pena
  De lo que fué. ¿Qué cadena
  Es ésta, que me resiste
  Que salir pueda? Y áun no
  Pára en eso mi fortuna,
  Pues no hay criatura ninguna
  De que ya no tiemble yo,
  Viendo en todas cuatro esferas,
  Que afilan contra mí graves
  Uñas y picos las aves,
  Presas y garras las fieras.
  Si miro al sol, me da enojos,
  Pues no me alumbra y me abrasa;
  Frio el Aire, me traspasa;
  Si piso, toda es abrojos
  La Tierra; el Agua, que fué
  Claro espejo, me retrata
  Feo; si la sed me mata,
  Turbia está; y si el hambre ve
  Frutas, que á ellas no me atreva
  Dice, y por partido toma
  Que pan de dolores coma,
  Y agua de lágrimas beba.
  ¿Quién me dirá cuál ha sido
  En mis mudanzas más cierto,
  Lo que allá soñé despierto,
  O lo que aquí veo dormido?
  ¡Oh Luz, cuya llama bella,
  Deslumbrado me alumbró!
  ¿Quién me dirá de tí?


ESCENA XVII.

El HOMBRE.—_Sale_ LA SOMBRA.

SOMBRA.

                        Yo,
  Que ya estoy en lugar de ella.

HOMBRE.

  ¡Horrible aspecto que asombra,
  Mira que es contrario asunto,
  Que lo que á la Luz pregunte,
  Me lo responda la sombra!
  ¿Quién eres?

SOMBRA.

               ¿No me conoces?

HOMBRE.

  No, porque nunca te ví,
  Ni áun á lo léjos oí
  El sonido de tus voces.

SOMBRA.

  Esa es tu pena más fiera,
  Y ésta mi astucia más rara;
  Porque ¿qué al Hombre faltara,
  Si su culpa conociera?

HOMBRE.

  ¿Luego eres mi Culpa?

SOMBRA.

                        Sí.

HOMBRE.

  De tí huiré.

SOMBRA.

               ¿Cómo podrás,
  Si donde quiera que vas,
  Se va tu Culpa tras tí?
  Ni ¿dónde has de ir, si, aherrojado,
  Llevas arrastrando al pié
  La cadena que forjé
  Del hierro de tu pecado?

HOMBRE.

  Ahora ví, á su yerro atento,
  Ser por quien mi desvarío,
  Aplaudiendo al Albedrío,
  Despeñó al Entendimiento.

SOMBRA.

  Es verdad.

HOMBRE.

             ¿Luego no fué
  Sueño?

SOMBRA.

         Sí fué; que, pasada,
  ¿Qué ventura no es soñada?

HOMBRE.

  La que pasó; bien se ve
  En la distancia que haber
  Suele entre cierto y fingido,
  Que uno no ha sido, otro ha sido,
  Aunque ha dejado de ser.
  Y así, pues sé que es verdad
  Que, aunque en este estado estoy,
  Príncipe heredero soy,
  Y que aquella majestad
  No fué sueño, iré á cobralla.

SOMBRA.

  Sueño fué para ese empeño,
  Que toda la _Vida es Sueño_.

HOMBRE.

  Luego ésta lo es: con que se halla
  Tu réplica convencida,
  Porque si la _Vida es_
  _Sueño_, ¿no es fuerza despues
  Que duerma esta triste vida,
  Que á mejor vida despierte?

SOMBRA.

  No, que si para estos lazos
  Despertase allá en mis brazos,
  Será aquí en los de la muerte.

HOMBRE.

  ¿Quién, para pedir aliento
  Al Poder que me ha criado,
  En tal lucha despeñado
  No hubiera á su Entendimiento?


ESCENA XVIII.

EL HOMBRE, LA SOMBRA.—EL ENTENDIMIENTO.

ENTEND.

  ¿Qué importa que me despeñes
  Tú, para que yo no muera,
  Y en cualquier conflicto quiera
  Que por mí te desempeñes?

HOMBRE.

  ¡Qué lealtad!

SOMBRA.

                Es Vano intento;
  Porque ¿qué importa á mi brío,
  Si no cobra su Albedrío,
  Que cobre á su Entendimiento,
  El dia que merecer
  Ni desmerecer podrá
  Sin él?

ENTEND.

          Llámale, y vendrá.

HOMBRE.

  No me querrá obedecer,
  Que es vasallo muy infiel.

ENTEND.

  Aunque no quiera; pues...

HOMBRE.

                            Dí.

ENTEND.

  Como él te llevó tras sí,
  Tras tí puedes traerle á él;
  O yo le traeré arrastrando,
  Como tú el afecto des.

HOMBRE.

  Sí doy.


ESCENA XIX.

EL HOMBRE, LA SOMBRA.—_Saca_ EL ENTENDIMIENTO AL ALBEDRÍO _como por
fuerza_.

ENTEND.

          Pues ya está á tus piés.

ALBED.

  Fuerza es que obedezca, cuando
  Trocado tu afecto ví;
  Pues del modo que cruel
  Puedes despeñarle á él,
  Puede él arrastrarme á mí:
  ¿Qué me quieres, pues?

ENTEND.

                         Que apliques
  Una vez tu libre accion
  Al fuero de la razon.

HOMBRE.

  Que voluntario supliques
  Al Poder que me crió,
  Que perdone mi delito.

SOMBRA.

  Siendo, como es, infinito,
  Pues lo infinito ofendió,
  ¿Qué satisfaccion podrás
  Dar tú, que infinita sea,
  Por más que cobrarte vea
  Tu Entendimiento, y por más
  Que vea que tu Albedrío
  Se sujeta á la razon?

ENTEND.

  Ya que dar satisfaccion
  No pueda, podrá su pío
  Llanto al cielo enternecer,
  Para que la dé quien pueda;
  Pues poder al Poder queda,
  Saber le queda al Saber,
  Y amor al Amor, con que
  Entera satisfaccion
  Le saque de tu prision.

SOMBRA.

  ¿Quién ha dicho eso?

ENTEND.

                       La Fe.

SOMBRA.

  ¿Y cuándo eso será?

ENTEND.

                      Cuando
  En este valle, que hoy ves,
  Que de las lágrimas es,
  Logre, gimiendo y llorando,
  Que haciendo al abismo guerra,
  Digan edades futuras...

MÚSICA.

  _(Dentro.)_ _¡Gloria á Dios en las alturas,_
  _Y paz al Hombre en la Tierra!_

SOMBRA.

  ¿Qué lejanas voces ¡cielos!
  Tan desde otro siglo suenan
  Misteriosas, que áun en éste
  Me afligen y me atormentan?

HOMBRE.

  ¡Cielos! ¿Qué lejanas voces
  Tan misteriosas son estas,
  Que áun á vista del peligro
  Me alivian y me consuelan?

SOMBRA.

  Si de Sombra pasé á Sueño,
  Si de Sueño á Culpa, y de ella
  A Muerte, que introducida
  Me trajo á matar resuelta...

HOMBRE.

  Si de miserias pasé
  A dichas, si luégo de ellas
  A las miserias volví...

SOMBRA.

  ¿Qué me acobardan suspensas
  Unas dulces voces?

HOMBRE.

                     Bien
  Puede ser de las miserias
  Volver á cobrar las dichas,
  Pues dulces voces me alientan.

SOMBRA.

  Por más que digan sonoras...

HOMBRE.

  Puesto que repitan tiernas...

MÚSICA.

  _Gloria á Dios_, etc.

SOMBRA.

  Y pues él queda seguro
  En fe de que mis cadenas
  No podrán su Entendimiento
  Ni su Albedrío romperlas,
  Iré á saber del Lucero,
  Pues siempre fueron sus ciencias
  Mi oráculo, dónde ó cómo
  Se oyen, y quién las alienta. _(Vase.)_


ESCENA XX.

EL HOMBRE, EL ENTENDIMIENTO, EL ALBEDRÍO.

HOMBRE.

  Pues la Sombra se retira,
  Sin proseguir en mi ofensa,
  ¿Quién duda que nueva aurora
  Con nuevo sol amanezca?
  Llega, Entendimiento, tú;
  Tú, Albedrío, llega, llega;
  Desatadme estas prisiones.

ENTEND.

  No es posible deshacerlas,
  Por más que los dos pongamos
  Él la maña y yo la fuerza.

HOMBRE.

  ¡Ay infeliz! ¡Qué venturas,
  Que por mí pude perderlas,
  Por mí no pueda ganarlas!

ALBED.

  ¿De quién, siendo así, te quejas?

HOMBRE.

  De tí, villano.

ALBED.

                  ¿Hice yo
  Más que estar á tu obediencia?

ENTEND.

  Sí, pues entre el bien y el mal,
  Al mal le inclinaste.

ALBED.

                        Hicieras
  Lo que ahora; que el Albedrío
  Inclina, pero no fuerza.

HOMBRE.

  Calla, calla, que me afliges.—
  Díme tú, que me consuelas,
  ¿Cúya aquella voz sería?

ENTEND.

  No sé; pero alguna seña,
  O viso, ó rasgo, ó bosquejo,
  En alegórica idea
  Hoy de místico sentido,
  Pienso que nos representa
  Futuras venturas, pues
  Dijo, si bien se me acuerda...

MÚSICA.

  _(Dentro.)_ _Gloria á Dios_, etc.


ESCENA XXI.

EL HOMBRE, EL ENTENDIMIENTO, EL ALBEDRÍO.—_Fuera de la gruta_ LA
SABIDURÍA, _de peregrino_.

PEREG.

  _Gloria á Dios_, etc.

ALBED.

  Oid, que un galan peregrino,
  Las incultas asperezas
  Penetrando del desierto,
  Hácia esta parte atraviesa.

ENTEND.

  Fatigado del camino,
  Por estar todas sus sendas
  Llenas de abrojos y espinas,
  Bien en el cansancio muestra
  Que desnudez, hambre y sed
  Le afligen.

HOMBRE.

              Si es en las penas
  Consuelo, bien que penoso,
  Tener compañero en ellas,
  Llamadle ambos.

LOS DOS.

                  ¿Peregrino?

SABID.

  Si las dos voces concuerdan,
  A un tiempo, de Entendimiento
  Y Albedrío, bien espera
  El Hombre que á ellas responda.—
  ¿Quién me llama?

HOMBRE.

                   Quien desea
  Valerse de vos en tantas
  Desdichas como le cercan.
  El Hombre soy, despojado
  De la más feliz herencia,
  Por sugestion de un delito.

SABID.

  _(Ap.)_ Pues le llora y le confiesa,
  ¿Qué aguarda mi piedad?

HOMBRE.

                          Una
  Pálida, triste, funesta,
  No sé si Sombra, si Culpa
  Ó Muerte, que todo en ella
  Concurre, en esta prision,
  Amarrado á sus cadenas
  Me tiene, sin que Albedrío
  Ni Entendimiento romperlas
  Puedan; ved si podeis vos;
  Porque una vez rota, pueda
  Ir en busca de mi patria,
  Que su perdida grandeza,
  Aunque pasó como sueño,
  Como verdad atormenta.

SABID.

  _(Quítale la cadena.)_
  Ya estás libre, que yo solo
  Quebrantarlas puedo.

HOMBRE.

                       Deja
  Que humildemente rendido
  Me eche á tus plantas, y en ellas
  Confiese que tú rompiste
  Las ataduras, que eran
  Eslabones de mi Culpa;
  Y porque en su recompensa
  (Sacrificios de alabanzas)
  Tu nombre invocado vea
  El mundo, que, en hacimientos
  De gracias, gracias te vuelva,
  Voto hago... Pero no puedo
  Proseguir, porque la negra
  Sombra que dije, en mi busca
  Vuelve; sal á detenerla
  Al paso, miéntras que de estos
  Montes la fuga me ausenta,
  Donde, en fe de tu piedad,
  Su ira de vista me pierda.—
  Entendimiento, Albedrío,
  Venid, de aquí huyamos.

ALBED.

                          Esa
  Palabra gozando está
  De Dios.

_(Huye con el Hombre y el Entendimiento.)_


ESCENA XXII.

SABIDURÍA.

SABID.

           En fin, Hombre, dejas
  Tus prisiones en mis manos,
  Bien que con la diferencia
  De estar en tí como propias,
  Y estar en mí como ajenas.

_(Pónese la cadena, y recuéstase en la gruta.)_

  Mas yo las haré tan mias,
  Que á la Culpa lo parezcan,
  Hallándome en tu lugar:
  Sea cabal la fineza,
  ¡Oh Poder! ¡oh Amor! ya que
  Tosca piel y basta jerga
  Vistió la Sabiduría
  De humana naturaleza.


ESCENA XXIII.

LA SABIDURÍA.—EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS, LA SOMBRA.

SOMBRA.

  En fin, Lucero, ¿no sabes
  Quién fuese el dueño de aquellas
  Misteriosas voces?

PRÍNCIPE.

                     No,
  Que sin duda aquí se encierra
  Algun misterio, que Dios
  Para sí solo reserva.

SOMBRA.

  Ya que el dueño no me digas,
  Díme lo que infieres de ellas.

PRÍNCIPE.

  Que si al Hombre no le damos
  La muerte, ántes que suceda
  Su cumplimiento, perdido
  Es nuestro rencor.

SOMBRA.

                     Pues muera
  En su prision, ántes que
  Ese socorro le venga.

PRÍNCIPE.

  Llega, que rendido, ó bien
  Al sueño ó á la tristeza,
  Allí está.

SOMBRA.

             ¿No habia de estar,
  Si se forjó la cadena
  De su yerro y de su llama?
  ¿Quién habia de romperla?

PRÍNCIPE.

  Toma, y pues su culpa fué
  De un árbol la fruta, sea
  De otro la rama el castigo.

SOMBRA.

  No sé si podré.

PRÍNCIPE.

                  ¿Ahora tiemblas?
  ¡Siempre pronta al daño, y tarda
  Siempre á la ejecucion! Llega,
  Que contigo estoy.

SOMBRA.

                     Si tú
  Me influyes, ¿qué aguardo? ¡Muera
  En su culpa el Hombre!

_(Hiere á la Sabiduría.)_

SABID.

                         Antes
  Será para que sin ella
  Viva, siendo en ambos troncos,
  Dél la culpa y mia la pena.

SOMBRA.

  ¿Qué es esto, cielos? _(Terremoto.)_

PRÍNCIPE.

                        Mejor,
  «¿Qué es esto, abismos?» dijeras;
  Pues cielos y abismos, unos
  Se obscurecen y otros tiemblan.
  ¿A quién heriste? _(Terremoto.)_

SOMBRA.

                    No sé;
  Engañáronme las señas
  De humano traje y prisiones;
  Pero bien caro me cuesta,
  Pues, muerta la vida, vino
  A ser la muerte la muerta.

_(Caen á sus piés Sombra y Príncipe de las Tinieblas.)_

PRÍNCIPE.

  Muerta la muerte, el pecado
  Con ella morir es fuerza.


ESCENA XXIV.

LA SABIDURÍA.—LA SOMBRA Y EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS, _á sus
piés_.—_Salen, como asombrados_, HOMBRE, ENTENDIMIENTO Y ALBEDRÍO.

HOMBRE.

  ¿Qué mortal terror ó eclipse
  Los Elementos alteran
  Segunda vez contra mí?

ENTEND.

  Toda la naturaleza
  Sentimiento hace.

ALBED.

                    ¡Qué asombro!

HOMBRE.

  Si es porque rompí la fiera
  Prision, á ella volveré;
  Mas ¿qué es lo que miro en ella?

ALBED.

  Al Peregrino abrazado
  A un cruzado leño, y puesta
  La Sombra á sus piés, y el fiero
  Príncipe de las Tinieblas.

HOMBRE.

  ¿Quién me dirá si teatro
  Que á la vista representa
  Viva muerte y muerta vida,
  Es victoria ó es tragedia?

SABID.

  Victoria y tragedia es, puesto
  Que porque no te se siguiera,
  Y tú pudieras salvarte,
  En tu prision, con tus señas,
  Ellos me han dado la muerte,
  Y yo á ellos; de manera,
  Que es tragedia y es victoria;
  Pues que, supliendo tu ausencia,
  He dado á infinita culpa
  Infinita recompensa.

SOMBRA.

  Ya que sincopado el tiempo,
  En representable escena,
  El término de tres dias
  A sólo un instante abrevias,
  Volviendo de mí triunfante
  A segunda vida, vuelva
  Tambien yo á segunda ira.

PRÍNCIPE.

  Y yo á segunda soberbia.
  ¿Cómo su culpa en tu muerte
  Pudo quedar satisfecha,
  No pudiendo el Hombre en culpa
  Merecer satisfacerla?

SABID.

  Pudiendo en Gracia; pues siendo
  Verdadero Hombre, á quien ella
  Ni llegó, ni llegar pudo
  El que hizo propria la ajena,
  Bien el Hombre por el Hombre
  La deuda pagada deja.

PRÍNCIPE.

  Si corrompida la masa
  De su formacion primera,
  Comprende su primer culpa
  A toda su descendencia,
  ¿Cómo, si es deuda pagada,
  Queda obligado á la deuda?

SABID.

  Como contra la comun
  Mancha de esa triste herencia,
  Habrá Elemento que dé
  A la Gracia tal materia,
  Que en el umbral de la vida
  Esté á cobrarla á la puerta.

SOMBRA.

  Si todos los Elementos
  Se amotinan y rebelan
  Contra él, ¿qué Elemento habrá
  Que estar en su favor quiera?

SABID.

  Vuelto él á la Gracia, todos
  Volverán á la obediencia.


ESCENA XXV.

DICHOS.—LA LUZ, _con el hacha encendida_.

LUZ.

  Con que volviendo á vivir
  La Luz que dejaste muerta,
  Pues ya es materia de Gracia,
  Dé la Gracia la respuesta.
  El Agua es el Elemento,
  Y porque mejor lo veas,
  Ella misma lo dirá.—
  ¡Armonïosa Sirena
  De las ondas del Jordan!...


ESCENA XXVI.

DICHOS.—_Sale_ EL AGUA CON UNA CONCHA.

AGUA.

  Esta clara, pura, tersa,
  Natural Agua, que yo
  Del Jordan en las riberas
  En esta concha cogí,
  Lave del Hombre la ofensa.

_(Canta.)_

    _Pues que santificadas_
    _Sus ondas bellas,_
    _A mejor paraíso_
    _Le abren las puertas._

PRÍNCIPE.

  Cuando esa primera mancha
  Lavarse con Agua pueda,
  ¿Quién de la culpa actual
  Librarle podrá, si es fuerza
  Volverle ella á la prision,
  Siempre que él á pecar vuelva?

PODER.

  Pues es obra del Poder
  Dar poder á quien le absuelva,
  Como él su culpa confiese,
  Elemento habrá que tenga
  Materia tambien, en quien
  Otro Sacramento sea
  Preservacion de este daño,
  Dando al espíritu fuerzas;
  Con que en aumentos de Gracia,
  Pueda durar en la enmienda.

SOMBRA.

  ¿Qué materia ó qué Elemento
  Puede ser?


ESCENA XXVII.

DICHOS.—LA TIERRA.

TIERRA.

             El de la Tierra,
  Que en las espigas y vides
  Dará remota materia
  Al más alto Sacramento,
  Diciendo cuando la ofrezca...

_(Canta.)_

    _Creced, vides y espigas,_
    _Pues os espera_
    _La ventura de veros_
    _Viandas eternas._

PRÍNCIPE.

  ¿Qué es ser eterna vianda?
  ¿Vides y espigas sustentan
  Más que al cuerpo?

SABID.

                     Sí, que al alma
  Sustentan tambien.

SOMBRA.

                     ¿Cuándo esa
  Maravilla será?


ESCENA XXVIII.

DICHOS.—EL AIRE.

AIRE.

                  Cuando
  Esa remota materia
  Sea próxima, y al Aire
  Formar y pronunciar veas
  Tan misteriosas palabras,
  Que el pan en carne convierta;
  Y el vino en sangre, la voz
  De la Sabiduría inmensa;
  El dia que diga...

SABID.

                     ¡Esto es
  Mi Carne, y mi Sangre mesma!

PRÍNCIPE.

  Que el vino que es vino, el pan
  Que es pan, carne y sangre sea,
  Es dura proposicion.

AIRE.

  No es.

PRÍNCIPE.

         ¿Por qué razon?

AIRE.

                          Por ésta.

_(Canta.)_

    _¿Qué mucho de una cosa_
    _Que otra hacer pueda,_
    _Voz que de nada hizo_
    _Cielos y tierra?_

SOMBRA.

  ¿Y quién me dirá en qué forma
  Maravilla tan inmensa
  Se manifestará?


ESCENA XXIX.

DICHOS.—EL FUEGO, EL AMOR.

FUEGO.

                  El Fuego,
  Si atiendes, si consideras
  Que el Fuego es Amor. _(Sale el Amor.)_

AMOR.

                        Y Amor
  El que hace la fineza,
  Puesto que amando hasta el fin,
  Dejó ese tesoro en prendas;
  Y pues la forma preguntas,
  La forma, Sombra, es aquella.

FUEGO.

  Debajo de cuya blanca
  Nube de cándida oblea,
  El Fuego de Amor contiene,
  Con real divina asistencia,
  En carne y sangre, alma y vida;
  Porque mires, porque adviertas...

_(Canta.)_

    _Si en finezas várias_
    _Amor se muestra,_
    _¿Qué será en la fineza_
    _De las finezas?_

SOMBRA.

  De suerte, ¡ay de mí!...

PRÍNCIPE.

                           ¡Ay de mí!...

SOMBRA.

  Que en Aire, Agua, Fuego y Tierra...

PRÍNCIPE.

  Concha, espiga, voz y afecto...

SOMBRA.

  Tiene, goza, incluye y sella...

PRÍNCIPE.

  Perdon, vénia, amparo, asilo...

SOMBRA.

  Piedad, refugio y clemencia...

LOS DOS.

  ¿El Hombre en su culpa?

TODOS.

                          Sí.

SOMBRA.

  Pues ¿qué aguarda?...

PRÍNCIPE.

                        Pues ¿qué espera?...

SOMBRA.

  ¡Mi ira!

PRÍNCIPE.

           ¡Mi rabia!

SOMBRA.

                      ¡Mi furia!

PRÍNCIPE.

  Que á no mirar no se ausenta...

LOS DOS.

  ¿La Luz de la Gracia viva,
  Cuando va la Culpa muerta?

_(Vanse Sombra y Príncipe.)_


ESCENA ÚLTIMA.

EL PODER, LA SABIDURÍA, EL AMOR, LA LUZ, EL HOMBRE, EL ALBEDRÍO, EL
ENTENDIMIENTO, LOS ELEMENTOS.

HOMBRE.

  Absorto y confuso estoy,
  Gran Poder, Amor y Ciencia;
  Si esto tambien es dormir,
  A nunca despertar duerma.

PODER.

  Hombre que hice á imágen mia,
  Yo te saqué de la tierra;
  En real alcázar te puse;
  Perdióte tu inobediencia;
  A la tierra te volví,
  Y vuelvo á buscarte en ella,
  Donde, cobrado en mi Gracia,
  Quiero que tu esposa sea.
  Mira, pues, lo que me debes.

SABID.

  Mira lo que á mí me cuestas.

AMOR.

  Mira lo que yo te amo.

PODER.

  Y pues cuanto vives sueñas,
  Porque al fin la _Vida es Sueño_,
  No otra vez tanto bien pierdas;
  Porque volverás á verte
  Aun en prision más estrecha,
  Si con culpa en el letal
  Último sueño despiertas.

HOMBRE.

  La enmienda ofrezco á tus plantas.

ENTEND.

  Yo, aconsejarle á la enmienda.

ALBED.

  Yo, inclinarle á lo mejor.

LUZ.

  Yo, á que siempre en mi Luz tenga
  Auxilios que le iluminen.

FUEGO.

  Pues en feliz norabuena...

AGUA.

  Porque á todo el universo...

AIRE.

  Conste en todas cuatro esferas...

TIERRA.

  Se publique cómo el Hombre...

LAS CUAT.

  _(Cantan.)_
  _En Aire, Agua, Fuego y Tierra,_
  _Concha, espiga, voz y afecto,_
  _Tiene, goza, incluye y sella,_
  _Gracia, vénia, amparo, asilo,_
  _Piedad, refugio y clemencia._

HOMBRE.

  Y pues es de perdon dia,
  Nuestros defectos le tengan,
  Para que puedan mejor
  Repetir las voces nuestras.

MÚSICA.

  _¡Gloria á Dios en las alturas,_
  _Y paz al Hombre en la Tierra!_

_(Tocan chirimías, y cerrándose los carros se da fin al auto.)_



A DIOS POR RAZON DE ESTADO.



PERSONAS.


  EL INGENIO, _galan_.
  PENSAMIENTO, _loco_.
  LA GENTILIDAD.
  LA SINAGOGA.
  ÁFRICA.
  EL ATEISMO.
  SAN PABLO.
  EL BAUTISMO.
  LA CONFIRMACION.
  LA PENITENCIA.
  LA EXTREMAUNCION.
  EL ORDEN SACERDOTAL.
  EL MATRIMONIO.
  LA LEY NATURAL.
  LA LEY ESCRITA.
  LA LEY DE GRACIA.
  TRES MUJERES, _que cantan_.
  _Coros de Música._



A DIOS POR RAZON DE ESTADO.


_Suenan instrumentos, y miéntras se canta la primera copla, salen al
tablado_ EL PENSAMIENTO, _vestido de loco, como huyendo de_ EL INGENIO,
_que procura detenerle_.

MÚSICA.

  _Gran Dios, que ignoramos,_
  _Abrevia el tiempo,_
  _Y haz que te conozcamos,_
  _Pues te creemos._

INGENIO.

  ¿Dónde, Pensamiento, vas?
  Detente.

PENSAM.

           Si eres tan necio,
  Que haces pretension de que
  Se detenga el Pensamiento,
  ¿Cómo de sabio blasonas,
  Y altivamente soberbio
  Ingenio te llamas?

INGENIO.

                     Como
  Una cosa es que el Ingenio
  Pararte quiera, y otra es
  Que tú te pares; y puesto
  Que son actos encontrados
  Tu libertad y mi afecto,
  Pues cuando te he menester
  En las esferas del cielo,
  Sabes bajarte al abismo;
  Y si en el abismo quiero
  Hallarte, estás ya de esotra
  Parte del mar, revolviendo
  De uno á otro instante la inmensa
  Fábrica del Universo,
  Tan veloz, que el viento áun no
  Te alcanza, con ser tú el viento:
  Con todo, esta vez permite
  Que tenga, no digo imperio
  En tí, sino voluntad,
  Y conmovido á mi ruego,
  Párate, porque tú quieras
  Pararte, no porque quiero
  Pararte yo.

PENSAM.

              Sí lo haré,
  Persuadido, no sujeto;
  Que quiero aquesta vez, dócil,
  Hacer verdad el proverbio
  De que no hay loco tan loco,
  Que no esté algun rato cuerdo:
  ¿Qué me quieres, pues?

INGENIO.

                         Saber
  Adónde vas, que violento,
  Hoy más que nunca, me llevas
  Tras tí.

PENSAM.

           Los dulces acentos
  De una métrica armonía
  (Que es en repetidos ecos
  Sonoro enigma del aire,
  Cuyo sentido no entiendo)
  Me arrebatan á saber,
  Qué quieren decir, diciendo:

_(Música.)_

  _Gran Dios, que ignoramos,_
  _Abrevia el tiempo,_
  _Y haz que te conozcamos,_
  _Pues te creemos._

INGENIO.

  La misma duda que tienes
  Es tambien la que yo tengo,
  Y la misma confusion
  Que tú padeces, padezco;
  ¿A Dios, que ignoran, aclaman
  Esas gentes?

PENSAM.

               Sí, pues vemos
  Cuán claramente sus voces
  Lo publican, repitiendo:

_(Música.)_

  _Gran Dios, que ignoramos,_
  _Abrevia el tiempo._

INGENIO.

  ¿Pues cómo es posible que
  Den, ó bárbaros, ó ciegos,
  Culto á Dios, de quien no saben
  Qué Dios sea, prosiguiendo:

_(Música.)_

  _Haz que te conozcamos,_
  _Pues te creemos_?

PENSAM.

  Eso es lo que yo no sé,
  Y saber quisiera.

INGENIO.

                    ¿Luego
  Yendo á un mismo fin los dos,
  Así no iremos opuestos?

PENSAM.

  Claro está, pues á un fin mismo
  Van Ingenio y Pensamiento,
  Fuerza es por aquel instante
  Avenirse.

INGENIO.

            Segun eso,
  Ya por este instante amigos,
  Juntos hoy los dos, ¿podremos
  Penetrar lo enmarañado
  De ese monte, en cuyo centro
  Las voces se escuchan?

PENSAM.

                         Sí,
  Y de mi parte te ofrezco
  Asistirte, hasta que apures
  De sacrificio tan nuevo
  La causa, pues á los dos
  En alcance del misterio,
  A mí me toca el pensarlo,
  Y á tí te toca el saberlo.

INGENIO.

  Pues para que con mejor
  Noticia pueda el concepto
  (Que en embrion del alma, áun no
  informa órganos al cuerpo)
  En lo que ha de discurrir
  Hacerse capaz; primero
  Que lo discurra, á esta parte
  Ocultos, examinemos
  Voces y acciones.

PENSAM.

                    Bien dices,
  Y es á propósito el puesto,
  Que ya de aquí se descubre
  En el más oculto seno
  De esa bárbara montaña
  Un edificio soberbio.

_(Descúbrese una montaña, y vese la fábrica de un templo abierto á
todas partes, y en el frontispicio esta letra: _Ignoto Deo_.)_

INGENIO.

  Rústica caja sus riscos
  Son de la joya de un templo,
  Que en sus entrañas construye
  La gentilidad de aquestos
  Ingeniosos moradores
  De la Grecia.

PENSAM.

                Y aunque abierto
  A cuatro vientos está,
  Ni ara, ni altar tiene dentro,
  Ni imágen, ni simulacro,
  De quien se intitule dueño
  De su culto.

INGENIO.

               Solamente
  En el frontispicio veo
  Por clave á su medio punto,
  De un tarjeton el letrero,
  Como inscripcion, que dedica
  La fábrica de su bello
  Edificio.

PENSAM.

            ¿Y cómo dice
  La inscripcion?

INGENIO.

                  _Ignoto Deo._

PENSAM.

  ¿Al Dios ignorado?

INGENIO.

                     Sí.

PENSAM.

  ¿Pues cómo puede ser eso?
  Dios ignorado, ¿no implica
  Contradiccion?

INGENIO.

                 Y es tan cierto,
  Que á no ser comunicable
  Dios, no fuera Dios: lo pruebo
  Con que imperfecto el bien fuera
  No comunicado: luego
  No pudiendo el sér de Dios
  Ser nunca bien imperfecto,
  Ha de ser comunicado:
  Hable allá entre los Hebreos
  Aquel texto de Abacúe,
  En que le espera su pueblo,
  No sólo como hoy le adora
  En tantas obras inmenso,
  Pero tan comunicable,
  Que le trate el alma y cuerpo:
  Pero esto es de otro lugar,
  Y así desde éste escuchemos
  Qué género de Hostia dan
  Al Dios ignorado éstos
  Que, ignorándolo, le aclaman,
  Y ya alumbrados y ciegos,
  De su templo á los umbrales,
  Dicen cantando y tañendo:


_Salen la_ MÚSICA _cantando, y los hombres que puedan y mujeres
vestidas á lo romano, bailando, y detras_ LA GENTILIDAD, _con corona de
laurel, manto imperial, espada y bengala, y miéntras cantan va hácia el
templo_.

MUJER 1.ª

  _(Cantando.)_ Dios no sabido hasta ahora,
  Pues solamente por fe
  La Gentilidad te cree,
  Entre los dioses que adora;
  Permite que quien te ignora
  Te conozca, á cuyo efecto:

_(Bailando cruzados atravesados.—Música.)_

  _Gran Dios, que ignoramos,_
  _Abrevia el tiempo._

MUJER 2.ª

  Sér, que sólo imaginado,
  Te adivina la noticia,
  Tal vez Dios de la justicia,
  Y tal vez Dios del agrado;
  Permite que declarado
  Te merezca el amor nuestro.

_(Música.)_

  _Y haz que te conozcamos,_
  _Pues te creemos._

GENTILID.

  _(Cara á cara.)_ Dios de pocos prevenido
  Y de muchos esperado,
  A cuyas aras postrado
  Todo este pueblo ha venido;
  Ya que el Templo te ha ofrecido,
  Ven á poseer el Templo.

_(Música.)_

  _Y haz que te conozcamos,_
  _Pues..._

INGENIO.

             Deteneos,
  Suspended los regocijos,
  Las músicas y los versos,
  Que al viento entregados, leve
  Patrimonio son del viento;
  Y permitid á un errado
  Peregrino, á quien suspenso
  Trae del acento el iman
  (Si es que es iman el acento)
  Una razon de dudar
  En vuestros ritos, oyendo
  Que á un Dios, de quien no sabeis,
  Dais religiosos obsequios:
  ¿Cómo es posible que haya
  En la ignorancia pretexto
  Que á eso os persuada?

GENTILID.

                         ¿Quién eres,
  Advenedizo extranjero,
  Que sacrílego en dudarlo,
  Eres curioso en saberlo?

INGENIO.

  Si de dudar la razon
  No lo ha dicho, pues es cierto
  Que la razon de dudar
  Sólo le es dada al Ingenio,
  El dia que duda, á fin
  De saber, á cuyo efecto
  Trae, no sin causa, hoy así
  Aplicado el Pensamiento;
  El Ingenio soy humano,
  Cuyo nombre compusieron
  De tres etimologías
  Tres idiomas, pues el griego
  Dice que el Ingenio es
  Extension de entendimiento;
  Y por la divinidad
  Del alma dice el hebreo,
  Que es un no engendrado sér
  Del alma misma; añadiendo
  El latino, á que es del alma
  Parte, no engendrado, siendo
  El ingénito, de adonde
  El nombre toma; supuesto
  Que ingénito y no engendrado
  Viene á traducir lo mesmo;
  Cuyo acento, corrompido
  En hispanismos del tiempo,
  De aquel infinito sér
  Hizo síncopa el Ingenio.
  Y para que nada os quede
  Que dudar al argumento
  Que he de poneros en sacra
  Objecion del rito vuestro,
  Amante soy de las ciencias,
  Por cuyo rendido afecto,
  Siendo Philos el Amor,
  Y Sophia la Ciencia, puedo
  Decir que Philosophía
  Es la dama que más quiero.
  Desta, pues, enamorado,
  Es mi nombre, ó ha de serlo
  En la nueva alegoría
  Del acto que hoy represento,
  Yendo de historial sentido
  Y alegórico compuesto,
  Dionisio, que significa
  Lo acendrado y lo supremo
  De aquella divinidad
  Del alma, como diciendo
  Que es quinta esencia del alma
  El nombre de que me precio.
  Y si de curiosa acaso
  No lo crees, fácil es verlo,
  Que aquel que dijo Dionisio,
  Dijo (hable el Sacro Texto)
  Divinidad destilada,
  Que es decir, lo más intenso
  De la porcion de divina
  Que goza el alma, y si esto
  No basta para saber
  Quién soy, aunque fué mi empleo
  La escuela de Apolo, Marte
  Me admite entre sus estruendos,
  Cuando entre los aparatos
  De sus máquinas de fuego,
  No es el ménos estimado
  El arte del ingeniero;
  Y así, de Pago, que es
  Posesion ó heredamiento,
  Y de Aris, que es Marte, tomo
  El sobrenombre, añadiendo
  Al Dionisio que ántes dije,
  Pago y Aries, con que haciendo
  A Dionisio Aries y Pago
  Cabal mi nombre, á ser vengo
  A dos luces por los dos
  Sentidos, en el primero
  El de Dionisio Areopago,
  En el segundo el Ingenio:
  El Pensamiento, ese loco
  Que pocas veces atento
  Se ve á obedecer, me asiste;
  Con él y mi ciencia vengo
  Deseoso de saber
  Qué culto, qué rendimiento
  Es este que dais á un Dios,
  Si á la aclamacion atiendo,
  Que ignorais; porque quisiera
  Saber con qué fundamento
  Se da al templo, y no al altar
  Ni al simulacro.

GENTILID.

                   Oye atento,
  Que aunque en rigor no me toca
  Satisfacerte, pretendo
  Ya que á dos luces me hablas,
  Mostrar que á una y otra atiendo.
  Yo soy la Gentilidad,
  Cuyo nombre me dió el mesmo
  Significado del nombre,
  Pues las gentes que poseo,
  Por su grande multitud
  Me aclaman así, advirtiendo
  Que en las gentes el mayor
  Número á mi cargo tengo;
  Bien que negando mis Dioses
  El bárbaro Ateismo ciego,
  Muchas me llevó tras sí;
  Pero no es del caso esto,
  Y así, hablando de mí sola,
  A atar el discurso vuelvo.
  Yo soy la Gentilidad,
  Y aunque corte es de mi imperio
  Roma, por quien á segunda
  Luz tambien yo me interpreto
  Europa; esta parte de Asia
  Hoy me merece, asistiendo
  Al ceremonioso rito
  De los devotos festejos
  De un ignoto Dios, á cuya
  Causa ves sin ara el templo,
  Altar ni estatua, porque
  Aunque noticia tenemos
  Dél, es noticia remota;
  Y así, esperando y creyendo
  Que próxima la tengamos,
  Esta invocacion le hacemos,
  En fe de venturo Dios,
  Como aclamando y pidiendo
  Que al desocupado solio
  Venga á llenar el asiento.
  Paréceme que tú ahora
  Entre tí estarás diciendo:
  «¿Qué razon hay para que
  Yo espere nuevo Dios, puesto
  Que en la gentilidad mia,
  De uno el número pequeño
  No pudo hacer falta, cuando
  Más de tres mil Dioses tengo?»
  Pues para que no lo digas,
  Y sepas con qué pretexto
  Al nuevo ignorado Dios
  Culto y fábrica prevengo,
  Sabrás que es porque entre tantos,
  Sabios y doctos sujetos
  Como la Escuela de Atenas
  Laureó en sus cátedras, siendo
  De la gran Filosofía
  Honor, patria, lustre y centro,
  Los que más se señalaron
  Fueron los Estoicos, siendo
  Cuidado de sus estudios,
  De sus vigilias desvelo,
  El desprecio de la vida,
  Investigando, inquiriendo
  Y apurando siempre humildes
  (Si ya no es siempre soberbios)
  La sacra naturaleza
  De los Dioses, discurriendo
  En una primera causa,
  A cuyo cargo quisieron
  Que estuviese reducido
  El órden del Universo;
  Destos, pues, al creer que todo
  Debajo está de un gobierno,
  Y que con igual arbitrio
  Cuida algun poder inmenso
  Desde el hombre hasta el gusano
  Y desde el mayor lucero
  A la menor planta, dijo
  Uno habia un Dios Supremo,
  Todo manos, todo ojos,
  Todo oidos, á que luégo
  Causa añadió de las causas:
  Otro, que dijo muriendo,
  Ten de mí misericordia,
  Cuyos dos altos acuerdos
  Pusieron en esperanzas
  De que habia de venir tiempo
  Que este Dios, causa de causas,
  De ojos, manos y oidos lleno,
  Se nos declare y se dé
  A conocer; y así, á efecto
  De persuadirle con dones
  Y de obligarle con ruegos,
  En este sagrado monte,
  Que yace eminente en medio
  De Eliópoli, ciudad
  Del Sol, y Atenas, asiento
  De las Ciencias, consagró
  La vecindad de esos pueblos
  Ese alcázar, dedicando
  La majestad de ese templo
  Al ignoto Dios, á cuyos
  Umbrales cada año hacemos
  Festivas aclamaciones;
  Y pues que ya satisfecho
  Tu discurso, no le queda
  Réplicas al argumento,
  Nada respondas, sino
  Ociosamente suspenso,
  Atiende al alegre culto
  De nuestra música, puesto
  Que en materias de Fe, sólo
  Toca callar al Ingenio.

INGENIO.

  Bien dices, pues aunque ya
  Quiera responder, no puedo
  Segun me deja admirado
  De vuestro rito el pretexto;
  Y así, proseguid, que yo
  Ni lo pruebo ni repruebo.
  ¡Ay, Pensamiento, contigo
  Qué de cosas hablar tengo!

PENSAM.

  Pues luégo me las dirás,
  Que, por ahora, más quiero
  Introducirme en el baile,
  Que en la duda.

INGENIO.

                  Segun eso,
  No me cumples la palabra,
  Pues me dejas.

PENSAM.

                 No te dejo,
  Sino es póngome de esotra
  Parte por este momento;
  Que soy un poco alegrillo
  De cascos, y más deseo
  Verme por aqueste rato
  Bailando, que discurriendo.

INGENIO.

  Cuando tú no te pusieras
  De parte de sus festejos,
  Sus músicas y alegrías,
  Te pusiera yo, y áun tengo
  (Por notarlos de más cerca)
  De introducirme con ellos.

PENSAM.

  Pues va de máscara, y baile.

TODOS.

  De tono y letra mudemos.

GENTILID.

  ¿En él entras?

INGENIO.

                 Esto solo
  Es seguir mi Pensamiento.


_Empieza la máscara, guiando_ LA GENTILIDAD Y EL INGENIO, _y luego_ EL
PENSAMIENTO _y los demas_.

MÚSICA.

  _Al sacrificio del Dios Ignorado_
  _Acude devoto y festivo el afecto_.

_(Vueltas en cruz.)_

UNA VOZ.

  _Mostrando, si es causa de todas las causas,_
  _Que humano responda á la causa el afecto._

_(Dos coros.)_

TODOS.

  _Mostrando, etc._

MÚSICA.

  _Al sacrificio, etc._

OTRA VOZ.

  _Pidiendo, si es manos, oidos y ojos,_
  _Que venga á tocarnos, oirnos y vernos._

TODOS.

  _Pidiendo, etc_. _(Cruzados en ala.)_

MÚSICA.

  _Al sacrificio, etc._ _(Bandas hechas.)_

PENSAM.

  _Pues ya tres mil Dioses no valen por uno,_
  _Cuando el tres es uno y los otros son ceros._

_(Bandas deshechas.)_

MÚSICA.

  _Al sacrificio, etc._

_(Suena ruido de terremoto y se asustan.)_

TODOS.

  ¿Qué es esto, cielos? ¿qué es esto?

GENTILID.

  ¿Qué impensado terremoto
  En todos cuatro elementos
  Se amotina contra el sol?

PRIMERO.

  ¡Qué prodigio!

SEGUND.

                 ¡Qué portento!

TERCERO.

  ¡Qué maravilla!

CUARTO.

                  ¡Qué asombro!

_(Suena el terremoto siempre.)_

GENTILID.

  Abajo se viene el cielo.

TODOS.

  A las grutas de los montes
  Vamos todos á escondernos.


_Vanse, y quedan_ LA GENTILIDAD, EL INGENIO Y EL PENSAMIENTO.

PENSAM.

  De iras de Dios no es posible.

INGENIO.

  ¿Cómo pudo en un momento,
  Estando del sol y luna
  La interposicion tan léjos,
  Haberse eclipsado el sol,
  Sin que ella se ponga en medio?

GENTILID.

  ¿No eres el Ingenio?

INGENIO.

                       Sí.

GENTILID.

  Pues dínoslo tú.

INGENIO.

                   No puedo,
  Que el Ingenio humano áun no
  Se halla capaz de saberlo;
  Mas veme tú preguntando,
  Quizá iré yo respondiendo.

PENSAM.

  Y esté yo á lo que discurren
  Absorto, mudo y suspenso.

GENTILID.

  ¿Qué quiere ser, que el cielo obscurecido
  A media tarde de un tupido velo,
  En parda sombra el manto azul teñido,
  Envuelto en rubio ardor el negro hielo,
  Bien como para dar un estallido,
  Si se cae ó no se cae el cielo,
  Se turba, se desploma ó se estremece?

INGENIO.

  Que espira el cielo ó su Hacedor padece.

GENTILID.

  ¿Qué quiere ser, que el sol sin el ocaso
  Siente tan melancólica agonía,
  Que bandida la noche, le está al paso
  Para robarle la mitad del dia,
  Y que él, cobarde, á vista del fracaso,
  Se deje de su trágica osadía _(Terremoto.)_
  Tanto ultrajar, que súbito fallece?

INGENIO.

  Que espira el sol ó su Hacedor padece.

GENTILID.

  ¿Qué quiere ser, que errantes las estrellas,
  Cómplices de su robo, al mismo punto
  Que yace el dia, no resulte en ellas
  Para la noche áun el menor trasunto,
  Quedando todas las esferas bellas
  Como casa de Príncipe difunto,
  A donde nada en su lugar parece?

INGENIO.

  Que espiran hoy ó su Hacedor padece.

GENTILID.

  ¿Qué quiere ser, que en desigual fortuna
  La luna, al ver al sol, tan descaida,
  Atras vuelve y retrógrada la luna,
  La media edad se eclipse de la vida,
  Pues sin piedad, sin lástima ninguna,
  De sí misma sacrílega homicida,
  Baja la luz con que ella resplandece?

INGENIO.

  La luna espira ó su Hacedor padece.

GENTILID.

  ¿Qué quiere ser, que el mar gima violento,

_(Terremoto.)_

  Dando á la tierra horror, y que la tierra,
  Abiertos uno y otro monumento,
  Aborte los cadáveres que encierra,
  Que el fuego gire á escándalos del viento,
  Que el tiempo se haga á ráfagas la guerra,
  Con que del mundo el parasismo crece?

INGENIO.

  Que el mundo espira ó su Hacedor padece.

GENTILID.

  ¿Cubrirse el cielo, el sol obscurecerse,
  Faltar la luz, la luna ensangrentarse,
  Los astros irse, el mar embravecerse,
  La tierra piedra á piedra quebrantarse,
  El fuego helarse, el aire entumecerse,
  Y todo, en fin, que quiere ser turbarse
  Tanto, que vuelve todo el cáos parece?

INGENIO.

  Que todo espira ó su Hacedor padece.

GENTILID.

  ¿Que todo espira ó su Hacedor padece,
  Sólo me respondes?

INGENIO.

                     Sí.

GENTILID.

  ¿Pues cómo puede ser eso?
  ¿Quien dice Hacedor, no dice
  Primer principio?

INGENIO.

                    Concedo.

GENTILID.

  ¿Quien dice primer principio,
  No dice poder inmenso,
  De quien se origina todo
  Antes y despues eterno?

INGENIO.

  Concedo tambien.

GENTILID.

                   ¿Pues cómo,
  Si sólo un Dios puede serlo,
  Ha de padecer? ¿No implica
  Dios y pasible?

INGENIO.

                  Mal puedo
  Negarte la consecuencia,
  Si ya no es que á tu argumento
  Tu argumento te responda.

GENTILID.

  ¿De qué suerte?

INGENIO.

                  Con el mesmo:
  Si Dios ignorado implica,
  Y tú crees que puede haberlo,
  ¿Qué mucho que dude yo
  Que haya, el ejemplar siguiendo,
  Dios y pasible? Y así,
  Entre tu yerro y mi yerro,
  Tú creyendo y yo dudando,
  A discurrir me resuelvo.

GENTILID.

  ¿Qué?

INGENIO.

        Que aunque implique uno y otro
  Puede haber...

GENTILID.

                 Dí.

INGENIO.

                     Fundamento,
  Pues tú le estás ignorando,
  Para estar él padeciendo.

PENSAM.

  Entre una y otra razon,
  Ambas dudo y ambas creo;

_(Dando vueltas entre los dos.)_

  Y así, sin parar en una,
  De una en otra voy y vengo.

GENTILID.

  Yo no he de creer que haya
  Dios pasible.

PENSAM.

                A tí me atengo.

INGENIO.

  Yo, que haya ignorado Dios
  Tampoco creeré.

PENSAM.

                  A tí vuelvo.

GENTILID.

  Bien puede ser ignorado
  De mí, y de otro no.

PENSAM.

                       Esto es cierto.

INGENIO.

  Tambien puede padecer,
  No como Dios.

PENSAM.

                Tambien esto.

GENTILID.

  ¿Pues ha de ser otra cosa
  Siendo Dios?

PENSAM.

               Tu duda apruebo.

INGENIO.

  No sé; mas siendo Dios, todo
  Lo podrá.

PENSAM.

           La tuya aprecio.

GENTILID.

  Ese es error.

PENSAM.

                Tras tí voy.

INGENIO.

  Es engaño.

PENSAM.

             A tí me acerco.

LOS DOS.

  ¡Oh cuál anda entre los dos
  Vacilando el Pensamiento!

PENSAM.

  ¿Qué ha de hacer, si ambos iguales
  Tirais de mí tan á un tiempo,
  Que yendo y viniendo á entrambos,
  Descanso en ninguno tengo?

INGENIO.

  Vénte conmigo, que yo,
  Que en mí le hallarás, te ofrezco.

GENTILID.

  ¿Cómo?

INGENIO.

         Como desvelada
  La confusion de mi Ingenio,
  En dos extremos tan grandes
  Como tu extremo y mi extremo,
  En tí imaginando un Dios,
  De ojos, manos y oidos lleno,
  Que, como dijiste, sea
  Causa de causas; y luégo
  En mí un Dios imaginado,
  A la vista de este estruendo,
  Que sea pasible, he de hacer
  De ambas dudas un compuesto
  Para asunto de este acto.

GENTILID.

  ¿De qué suerte?

INGENIO.

                  Discurriendo
  El mundo por cuantas leyes,
  Cuantos ritos, cuantos fueros
  Una y otra religion
  Tienen, hasta que mi anhelo,
  Haciendo razon de Estado
  La que ahora de dudar tengo,
  La causa halle de las causas
  Que tenga (toda oidos siendo,
  Toda ojos, toda manos)
  La conveniencia de serlo
  Para padecer.

GENTILID.

                Si intentas
  Hallar tal Dios, ¿dónde, ciego,
  Le has de hallar, sino es en mí,
  Que en todas partes le tengo?

INGENIO.

  En mí, pues Ingenio soy.

GENTILID.

  Mercurio es dios del ingenio.

INGENIO.

  Pues iré al cielo á buscarlo.

GENTILID.

  Júpiter es dios del cielo.

INGENIO.

  Pues buscaréle en la tierra.

GENTILID.

  Céres diosa es de su centro.

INGENIO.

  Iré á buscarle en los mares.

GENTILID.

  Neptuno es dios de su imperio.

INGENIO.

  En el fuego le hallaré.

GENTILID.

  Apolo es el dios del fuego.

INGENIO.

  El viento me dirá dél.

GENTILID.

  Juno es la diosa del viento.

INGENIO.

  Buscaréle en las campañas.

GENTILID.

  Marte es dios de sus estruendos.

INGENIO.

  Quizá estará en los jardines.

GENTILID.

  Sus dioses son Flora y Vénus.

INGENIO.

  En las paces de las córtes.

GENTILID.

  Minerva está en su gobierno.

INGENIO.

  En los bosques más incultos.

GENTILID.

  Diana es la diosa de ellos.

INGENIO.

  Pues el tiempo sabrá dél.

GENTILID.

  Saturno es el dios del tiempo:
  De suerte que no hallarás
  En todos cuantos objetos
  Te represente la idea,
  Te imagine el pensamiento,
  Parte donde no esté un dios
  Que yo adore.

INGENIO.

                Y áun por eso
  No le he de buscar en tí.

GENTILID.

  ¿Por qué?

INGENIO.

            Porque considero
  Que quien tiene muchos dioses,
  No tiene al que yo pretendo;
  Mayormente cuando en todos
  Los que me has nombrado advierto
  Que á las dos contradicciones
  De los dos discursos nuestros
  Añades otra, imposible
  De vencer.

GENTILID.

             Eso no entiendo
  Cómo.

INGENIO.

        Como en lo ignorado
  Y en lo pasible encubierto
  Puede algun misterio haber,
  Que por ahora no comprendo;
  Pero en lo pecaminoso
  No es posible haber misterio
  Que á la razon natural
  No repugne; pues más cierto
  Es de un Dios, en los delitos,
  Quitarlos que cometerlos.
  Hablen en Mercurio robos,
  En Júpiter fingimientos,
  En Apolo ánsias y amores,
  En Céres envidia, celos
  En Juno, en Saturno iras,
  En Dïana devaneos,
  Avaricias en Neptuno,
  Y entre Proserpina y Vénus
  Hable de Pluton el robo
  Y de Marte el adulterio;
  ¿Pues cómo he de hallar en tí
  Efecto útil, si en tí veo
  Pecaminosas las causas
  De las causas?

GENTILID.

                 El aliento
  Suspende: no, no prosigas,
  Pues basta que tan soberbio,
  Siendo mio, de mí huyas,
  Sin que hagas de mí desprecio.
  Ven, Pensamiento, conmigo;
  Deja ese loco.

PENSAM.

                 No puedo
  Ir tras tí.

GENTILID.

              ¿Por qué?

PENSAM.

                        Porque
  La agudeza hoy del Ingenio
  Tras la natural razon
  Me arrebata el Pensamiento.

GENTILID.

  Pues dejaréte con él,
  Que si la verdad confieso,
  Tampoco puedo apartarte
  Yo de su discurso. ¡Cielos!
  Si acaso, como imagino,
  Algun grande agravio vuestro
  Fué de este eclipse la causa,
  Yo os vengaré; y para esto
  Serán Tito y Vespasiano
  Los Césares de mi Imperio. _(Vase.)_

INGENIO.

  Ea, Pensamiento, vamos.

PENSAM.

  ¿Dónde hemos de ir?

INGENIO.

                      Trascendiendo
  (Supuesto que no se da
  En lo alegórico tiempo
  Ni lugar) todos los ritos,
  Hasta que halle ley en ellos
  De un Dios, que ignoto y pasible,
  Le cuadre á mi entendimiento.

PENSAM.

  No ha sido muy mal arbitrio,
  Para entablar este intento,
  Acompañarte de mí.

INGENIO.

  ¿Cómo?

PENSAM.

         Como el más severo
  Crítico no hará censura
  De ver que el mundo corremos,
  Si su pensamiento viene
  Siguiendo á tu pensamiento.

INGENIO.

  Dices bien, pues viendo al suyo
  Volar, dejará el ajeno,
  Sin que el ingenio padezca
  La objecion de otros ingenios.

PENSAM.

  Pues en esa confianza
  Ven; y ya que á tu concepto
  Desagradan muchos dioses,
  Pasemos de extremo á extremo;
  Vamos donde no hay ninguno.

INGENIO.

  ¿Cómo eso puede ser?

PENSAM.

                       Viendo
  Que aquel que de brutas pieles,
  Por significar su afecto
  En lo bárbaro del traje,
  Indio bozal y grosero
  Se muestra, es el Ateismo.


_Descúbrese un peñasco, y se ve en él_ EL ATEISMO _en el traje que
dicen los versos_.

INGENIO.

  ¿Qué hace?

PENSAM.

             Rendido está al sueño.

INGENIO.

  ¿Dia de tan grande asombro
  Duerme?

PENSAM.

          Sí.

INGENIO.

              Yo le despierto,
  Más del sosiego admirado,
  Que envidioso del sosiego.
  Ateismo.

ATEISMO.

  ¿Quién me llama?

INGENIO.

  Yo, que en busca tuya vengo.

ATEISMO.

  ¿Quién eres y qué me quieres
  Tú, que me das tantas voces?

INGENIO.

  ¿Al Ingenio no conoces?
  Bien se ve cuán bruto eres.

ATEISMO.

  ¿Tú eres el Ingenio?

INGENIO.

                       Sí,
  Y de tí saber quisiera...

ATEISMO.

  Si eres el Ingenio, espera,
  ¿Cómo dudas? Que yo oí
  Que el Ingenio respondia
  Cuando se le preguntaba;
  No que el Ingenio dudaba.

INGENIO.

  Esa es la excelencia mia.

ATEISMO.

  Dí cuál.

INGENIO.

           Saber preguntar,
  Para saber responder.

ATEISMO.

  Pues dí, ¿qué quieres saber
  De mí?

INGENIO.

         Deste singular
  Eclipse, que no hay persona
  A quien no haya estremecido,
  Viendo al sol obscurecido
  Desde la sexta á la nona,
  Qué es lo que has investigado,
  Porque reducir quisiera
  (Y en la tuya la primera)
  Las opiniones que he hallado
  Para todo el orbe.

ATEISMO.

                     Pues
  Si la mia he de decir,
  Lo que he llegado á inferir
  De este gran delirio es,
  Que como este cuerpo humano,
  Compuesto de cualidades,
  Sujeto está á enfermedades,
  Que le ocasiona el hermano
  Temple de sus cuatro humores,
  A que responden atentos
  Todos los cuatro elementos,
  Así á los hielos ó ardores
  De su destemplanza, está
  El Universo sujeto,
  A cuya causa este efecto
  Asombro á los otros da,
  No á mí, que su novedad
  No me asusta, al ver que es llano
  Que dió, como al cuerpo humano,
  Al mundo una enfermedad;
  Y así, por no discurrir
  Si moria ó si sanaba
  De ella, miéntras se pasaba
  La accesion, me eché á dormir.

INGENIO.

  ¿Luego tú no has discurrido
  En qué efecto ser pudiera
  De alguna causa primera?

ATEISMO.

  ¿Quién primera causa ha sido?

INGENIO.

  Un Dios, que vamos buscando
  Por todo el mundo los dos.

ATEISMO.

  ¿Un Dios?

INGENIO.

            Sí.

ATEISMO.

                ¿Qué cosa es Dios?

INGENIO.

  Eso voy investigando.

ATEISMO.

  Nunca en eso me cansara
  Yo, porque nunca creyera
  Que le hallara, ni pudiera.

INGENIO.

  En lo que dices repara,
  Que esta opinion satisfizo
  A cuantos el mundo ven
  Criado.

ATEISMO.

          A mí no.

INGENIO.

                   Pues dí, ¿quién
  Hizo este mundo?

ATEISMO.

                   Él se hizo.

INGENIO.

  ¿Quién, para nuestros provechos,
  Hizo con fábrica igual
  Esos orbes de cristal?

ATEISMO.

  Ahí nos los hallamos hechos.

INGENIO.

  ¿Quién aquese luminar
  Del sol, que es alma del dia,
  Y quién de la noche fria
  Con curso tan regular,
  Que del Oriente al Ocaso
  Accidente tal no ha habido
  Que los haya pervertido?

ATEISMO.

  Uno y otro sería acaso.

INGENIO.

  Y dí, ¿el acaso podia
  Darte á tí vida, alma y sér?
  ¿Quien dió ojos para ver,
  Todo ojos no sería?
  ¿Quien dió oidos, todo oidos?
  ¿Quien dió manos, manos todo?
  Y de aquese mismo modo
  En todos cuantos sentidos,
  Con superior armonía,
  Le dieron sér al no sér.

ATEISMO.

  Yo no hice más que nacer,
  Sin saber á qué nacia,
  Cómo ni cuándo; y así,
  No habrá razon que me cuadre:
  Como otro engendró á mi padre,
  Mi padre me engendró á mí.

INGENIO.

  Sí; ¿pero al primero, quién?

ATEISMO.

  ¿Del uno la corrupcion,
  Díme, no es generacion
  Del otro?

INGENIO.

            Sí.

ATEISMO.

                Luego bien
  Puedo pensar que la prima
  Materia se corrompió,
  Y al primer hombre engendró.

INGENIO.

  Y el alma que en él anima,
  ¿Pudo de corrupcion tal
  Engendrarse? ¿No lo ves,
  Siendo inmortal como es?

ATEISMO.

  ¿Luego el alma es inmortal?

INGENIO.

  Bien nos lo deja inferir
  La Divinidad que tray
  Consigo.

ATEISMO.

           Yo no sé que hay
  Más que nacer y morir;
  Y así, argumentos dejemos,
  Y porque amigos seamos,
  Comamos hoy y bebamos,
  Que mañana moriremos.

INGENIO.

  Calla, calla, que tan ciega
  Doctrina no se ha de oir,
  Pues no se debe argüir
  Con quien los principios niega.

PENSAM.

  Discursos buenos ni malos
  Con él no tienes que hacer,
  Que éstos no se han de vencer
  A razones, sino á palos.
  Amigo, si no hay primera
  Causa, ¿quién mueve mi accion
  A darte este mojicon? _(Dale un golpe.)_

ATEISMO.

  Loco.

INGENIO.

        Pensamiento, espera.

ATEISMO.

  ¿Pensamiento es? De él intento
  Huir, que no me ha de dar
  A mí placer ni pesar
  En mi vida el Pensamiento. _(Huye.)_

PENSAM.

  ¿Qué dices de esto?

INGENIO.

                      No en vano
  Confieso sus devaneos,
  De Theos Dios, y Antitheos
  El contra Dios; con que es llano
  Que los Ateistas son
  Por quien David repetia
  Que el no haber Dios lo decia
  El necio en su corazon.

PENSAM.

  Y áun ese es el argumento
  Con que una cancion que oí
  Lo prueba bien claro.

INGENIO.

                        Dí
  La cancion.

PENSAM.

              Escucha atento:
  _(Canta.)_ _En su corazon el necio_
  _Dijo á sus solas, no hay Dios:_
  _Luego hay Dios, pues hay quien supo_
  _Lo que él dijo á solas en su corazon._

INGENIO.

  Huir de este error conviene.

PENSAM.

  ¿Y dónde habrá en quien reposes,
  Si huyes de quien tiene dioses,
  Y huyes de quien no los tiene?

INGENIO.

  En quien tenga sólo uno;
  Que si un error á otro igualo,
  Tener muchos es tan malo
  Como no tener ninguno.

PENSAM.

  Pues si uno quieres hallar,
  África sus montes llenos
  De Ismaelitas y Agarenos
  Tiene, que de Ismael y Agar
  Descienden, y sólo un Dios
  Adora, á quien llama Alá,
  Que es Dios grande.

INGENIO.

                      ¿Sí? Pues ya
  Muero, porque á ver los dos
  Lleguemos el fundamento
  De esa ley.

PENSAM.

              Presto podrás,
  Puesto que para eso vas
  En alas del Pensamiento,
  Verla allí: en bailes, amores
  Y banquetes divertida
  Pasa lo más de su vida.

_(Dentro instrumentos.)_

INGENIO.

  Aunque adore un Dios, errores
  Debe de padecer, pues
  Canta cuando todo llora.

PENSAM.

  Atiende á su zambra ahora,
  Que de eso hablarás despues.


_Sale_ ÁFRICA, _de mora, y en el mismo traje_ MÚSICOS, _hombres y
mujeres, bailando todos los que pudieren_.

MÚSICA.

  _Bailá, Africanos, bailá,_
  _Que ya se os acerca el Profeta de Alá._

_(Dos cruzados.)_

ÁFRICA.

  Ya que en turbadas estrellas
  La mágica nuestra vió
  Aquel Profeta, que yo
  Previne en sus luces bellas,
  Diciendo este eclipse en ellas,
  Que presto á vernos vendrá... _(Vuelta.)_

MÚSICA.

  _Bailá, Africanos, bailá._

ÁFRICA.

  De nubes los aires llenos,
  Ni os den sustos ni desmayos,
  Que son su salva los rayos,
  Los relámpagos y truenos,
  Y pues los cielos serenos
  Aplacan su enojo ya...

_(La deshecha de la otra mudanza.)_

MÚSICA.

  _Bailá, Africanos, bailá._

INGENIO.

  Tente, ¿dónde vas?

PENSAM.

                     ¿No es llano,
  Que en oyendo són, no es
  Posible irme yo á los piés
  Como otros van á la mano?
  Y pues tenerme es en vano,
  Ya estamos todos acá.

MÚSICA.

  _Bailá, Africanos, bailá._

INGENIO.

  ¿Cómo, África hermosa, el dia
  De tan grande sentimiento
  En tierra, agua, fuego y viento
  Celebras con alegría?
  ¿Qué causa te mueve?

ÁFRICA.

                       ¿Quién
  Eres, que aunque ya te ví,
  No bien te conozco?

INGENIO.

                      A mí
  Pocos me conocen bien:
  El Ingenio soy humano.

ÁFRICA.

  Así, en casa de Abraham,
  Cuyas aras culto dan
  A un solo Dios Soberano,
  Te ví en Ismael, de quien
  Desciende mi monarquía;
  Por señas, que desde el dia
  Que con sagrado desden
  Le echó de casa, porque
  Unos ídolos le halló,
  No te ví más.

INGENIO.

                Es que yo
  Ese dia le falté,
  Pues con Ingenio mal pudo
  Los ídolos adorar.

ÁFRICA.

  Que un Dios se ha de venerar,
  Ni lo niego ni lo dudo.

INGENIO.

  Vida los cielos te den.

ÁFRICA.

  ¿De qué ese gozo te da?

INGENIO.

  De que parece que ya
  Me vas conociendo bien.
  Y puesto que un pensamiento
  En la adoracion de un Dios
  Hasta aquí asiste á los dos,
  ¿Qué fiesta es esta?

ÁFRICA.

                       Oye atento:
  Descendiente de Ismael,
  Ya lo dije, herencia mia
  La agarena monarquía
  Es en África; y aunque él
  Varios dioses adoró,
  Porque era gentil Agar
  Su madre, volvió á adorar
  A un solo Dios, á quien yo
  Hasta hoy veneré, bien que
  Sin preceptos, porque espero
  Que de este Dios verdadero
  Un profeta me los dé,
  Que en las ciencias prometido
  De mis morabitos sabios
  (Cuyos doctos astrolabios
  Agujas del sol han sido)
  Es cierto vendrá, bien como
  Allá para el mismo empleo
  Su Dios espera el hebreo,
  De quien los principios tomo
  Para mi ley, aunque inquieta
  La esperanza de los dos,
  Dicta que él aguarda á un Dios,
  Y yo aguardo su profeta.
  De esta, pues, fija esperanza
  De que ha de venir, pendiente
  Vivo; y siendo en mí evidente
  La fe de mi confianza,
  Con relámpagos y truenos
  Le esperan las ánsias mias,
  Como esotro á su Mesías.
  Y así, al ver los aires llenos
  Hoy de horror, he presumido
  Que son aparatos ciertos
  De su venida, y abiertos
  Los claustros de mi sentido,
  Fiestas le hago, como quien
  Con escándalos le espera.

INGENIO.

  Pues siendo desa manera,
  Aun no me conoces bien.

ÁFRICA.

  ¿Por qué?

INGENIO.

            Porque si buscando
  Hoy á un Dios vamos los dos,
  A donde no hay ley no hay Dios;
  Y pues le estás esperando,
  Es precisa consecuencia
  Que miéntras sin ley estés,
  Estés sin Dios; con que es
  Más justo hacer de tí ausencia
  Que no asistirte.

ÁFRICA.

                    ¿Pues qué
  Importa en mí ley no haya,
  Para que errada no vaya,
  Si primer principio fué,
  Que á mi opinion satisface,
  Pues no escogió sér ninguno,
  Que se salve cada uno
  En la religion que nace?

INGENIO.

  ¿Qué dices?

ÁFRICA.

              Lo que yo creo;
  Y si este dogma nos dan
  Los ritos del Alcorán,
  Que ya profesar deseo,
  ¿No la he de admitir?

INGENIO.

                        Pues dí,
  ¿No dices que hay solo un Dios?

ÁFRICA.

  Sí.

INGENIO.

      ¿Pues cómo puede en dos
  Leyes servirse? Vé aquí,
  Que una ley me da un precepto
  Y que otra ley no lo acepta;
  ¿Es justo que me prometa
  De dos causas un efecto?
  No, si á los dos desigualo,
  Y para salvarme fiel,
  ¿Cómo si es bueno sin él,
  Y cómo con él si es malo
  No te hace fuerza pensar,
  Que ateo que un Dios ignora,
  Y gentil que á otros adora,
  No se pueden conformar
  A un fin mismo? Siendo así,
  Que error en los tres arguya,
  ¿Quién podrá, en desgracia suya,
  Dél gozar sin él?

ÁFRICA.

                    A mí
  No me toca disputar
  Ley que espero no tener;
  Sólo el acero ha de ser
  El que la ha de sustentar;
  Y así, si apurar no quieres,
  Mira, has de ver y callar;
  Vuelva á cantar y bailar
  Cada uno con sus mujeres.

INGENIO.

  ¿Sus mujeres?

ÁFRICA.

                Sí.

INGENIO.

                    ¿Pues cuántas
  Hay que ese rito conceda?

ÁFRICA.

  Las que uno sustentar pueda.

PENSAM.

  ¡Linda ley!

ÁFRICA.

              ¿De qué te espantas?

INGENIO.

  De que á la razon no impida
  Que yo en dos esposas quiera
  Que me den un alma entera
  Y yo se la dé partida.
  Si es contrato natural
  Amor que confirma el trato,
  ¿Cómo puede ser contrato
  Lícito el que no es igual?
  ¿Yo he de querer y ofender
  A sus ojos lo que quiero?
  ¿Pues cómo ofendida espero
  Que no ofenda la mujer?
  Si, áun obligada, no es prenda
  Segura en ellas amor,
  ¿Cómo lo será el honor
  Ofendido?

PENSAM.

            No te ofenda
  Eso á tí, pues peor hallar
  Será (si apurarlo quieres)
  Que tenga un hombre mujeres
  Que no pueda sustentar.

INGENIO.

  ¿Y este precepto tambien
  Has de conservar en tí,
  Venido el profeta?

ÁFRICA.

                     Sí.

INGENIO.

  De aquí, Pensamiento, vén,
  Que ley que ya me propongo
  Fundar uno y otro error,
  No será ley en rigor.

PENSAM.

  ¿Qué será?

INGENIO.

             Secta.

PENSAM.

                    Y áun hongo.

INGENIO.

  Y si en ello has de creer
  Que pueda el que nazca y muera
  Salvarse en otra cualquiera,
  ¿Para qué la has menester?

ÁFRICA.

  Para mayor perfeccion.

INGENIO.

  ¿Perfeccion habrá en aquella
  Ley que me salva sin ella?

ÁFRICA.

  Sí, pues no fuera blason
  De Alá que me condenara
  En el rito que naciera
  Sin culpa mia.

INGENIO.

                 Sí fuera.

ÁFRICA.

  ¿Cómo?

INGENIO.

         La razon es clara:
  El Dios que hallar imagino
  Ha de ser un Ente.

ÁFRICA.

                     Dí.

INGENIO.

  De sí solo, en sí y por sí,
  Incomprensible y divino;
  Y siendo tal, cierto es que
  Dará su fe verdadera
  A quien quiera, y como quiera,
  Y cuando quiera, sin que
  Éste se pueda quejar
  De que al otro se la dió,
  Puesto que á todos dotó
  De razon para buscar
  La mejor, y mas el dia
  Que haya quien á todos fiel
  Nos dé testimonio dél,
  Y basta el que nos envía
  Cada dia su cuidado
  En tierra, aire, fuego y mar.

ÁFRICA.

  Ya digo que argumentar
  No es á mi cólera dado;
  Cantad y bailad, y no
  Caso hagais, sino desprecio
  De filósofo tan necio.

PENSAM.

  Lo mismo me hiciera yo
  Si pudiera, y por si no,
  Vuelva otra vez á cantar.

MÚSICA.

  _Bailá, Africanos, bailá,_
  _Que ya se os acerca el profeta Alá._

PENSAM.

  _Que ya se os acerca, etc._

TODOS.

  _Bailá, etc._ _(Vanse.)_

INGENIO.

  De un abismo en otro abismo
  Dando, Pensamiento, vas.

PENSAM.

  Pues un Dios tiene no más.

INGENIO.

  Pero sin ley, es lo mismo
  Que el no tenerle.

PENSAM.

                     Aun bien,
  Que es la Sinagoga aquella,
  Y hay un Dios, y ley en ella.

INGENIO.

  ¿Ley y un Dios? Conmigo ven;
  ¿Mas no es Pablo con quien viene,
  De quien me hizo amigo fiel
  La escuela de Gamaliel
  Por el ingenio que tiene?

PENSAM.

  Sí, llega.

INGENIO.

             Envuelto está en ira,
  Retírate hasta despues.

PENSAM.

  No es bueno lo que hablan, pues
  El Ingenio se retira.


_Sale la_ SINAGOGA _á lo judío, y_ SAN PABLO _á lo romano_.

SINAGOG.

  Aunque el Centurion me asombre,
  Diciendo con voz severa:
  Verdaderamente era
  Hijo de Dios este hombre;
  Y aunque por su rey le nombre,
  Despues de hazañas tan feas,
  Un ladron, y en las ideas
  De su mortal frenesí
  Diga: Acuérdate de mí
  Cuando en tu reino te veas;
  Aunque la naturaleza
  Haga el extremo que admiro
  Cuando al último suspiro
  Le ve inclinar la cabeza,
  Cubriéndose de tristeza
  Uno y otro luminar,
  Ni le he de crêr, ni he de dar
  A partido mi rencor;
  Pues muerto, ha de ser mayor
  Contra cuantos promulgar
  Su ley intentan; y así,
  Pablo, pues de tí me fío,
  Toma este decreto mio; _(Dásele.)_
  Parte á Damasco, que allí
  Crédito haber dado oí
  Sus bárbaros moradores
  A los extraños errores
  De aquesa ley, que infestando
  El orbe van publicando
  Cuatro humildes pescadores.

PABLO.

  Estimo honor y decreto;
  Y cree que es con una accion
  Ya en mi mano ejecucion
  Lo que era en tu voz precepto:
  Gentil y hebreo, á este efecto
  Uno y otro aplauso gano,
  Pues que me hicieron, no en vano,
  Gentil y hebreo á este fin
  La tribu de Benjamin
  Y los fueros del romano.
  Y así, cumpliendo con dos
  Causas, dirá mi cuidado
  Si Dios y Crucificado
  Son buenas señas de Dios,
  Salid por fiadora vos,
  Hermosa esfera, de que
  Tan ira vuestra seré,
  Que sea comun desmayo,
  Relámpago, trueno y rayo
  Pablo de esa nueva fe.

SINAGOG.

  _(Quédase como suspensa y que habla consigo.)_
  Así lo creo de tí.

PABLO.

  Dáme los brazos, y adios.

INGENIO.

  Ya se despiden los dos.

PENSAM.

  ¿No es Pablo tu amigo?

INGENIO.

                         Sí.

PENSAM.

  Llega á hablarle; quizá aquí
  Buen padrino en él tendrás.

INGENIO.

  ¿Pablo?

PABLO.

          ¿Ingenio?

INGENIO.

                    ¿Dónde vas?

PABLO.

  No puedo en el fin que sigo
  Detenerme á hablar contigo;
  Otro dia lo sabrás.

INGENIO.

  ¿Pues así al Ingenio dejas,
  Que amigo tan tuyo fué?

PABLO.

  Otra vez satisfaré
  Con más espacio á tus quejas.

INGENIO.

  Mira que de quien te alejas
  Soy yo.

PABLO.

          Ya lo veo; mas hoy
  Déjame, Ingenio, que voy
  Tan veloz, que hacer quisiera
  Que mi pensamiento fuera
  Mi caballo.

PENSAM.

              Yo lo soy,
  Pues bruto es el pensamiento
  De quien el ingenio va
  Atras dejándose.

INGENIO.

                   Ya
  Que huye mi conocimiento,
  Sin él á ella hablarla intento;
  Mas ¡ay! que al mirarla asombra.
  Sinagoga.

SINAGOG.

            ¿Quién me nombra?

_(Vuelve con espanto.)_

INGENIO.

  El Ingenio soy; ¿de qué
  Temes?

SINAGOG.

         Cualquier sombra fué
  Hoy de mi cadáver sombra,
  Segun hoy del Sabaoth
  La ira introduce cruel
  La confusion de Babel
  En el pueblo de Nembroth.
  Los sueños son de Behemot
  Cuantos padece mi pena;
  Y ya que á mí me enajena
  De mí mi discurso, dí,
  Si Ingenio eres, ya que aquí
  Llegaste, qué causa ordena,
  Ó, por decirlo mejor,
  Desordena, tierra y cielo,
  Que desde el pasado hielo
  De aquel súbito temblor,
  Que cubrió el mundo de horror,
  En mí no he vuelto; y así,
  Tú, si lo sabes, me dí,
  ¿Qué se hizo el dia aquel dia?

INGENIO.

  A eso tambien yo venía.

SINAGOG.

  ¿A qué?

INGENIO.

          A preguntarte á tí;
  Pero ya que me has ganado
  Hoy de mano en la pregunta,
  Lo que mi Ingenio barrunta,
  Viendo el orbe desahuciado,
  Es haber el fin llegado,
  O haber su Autor padecido;
  Y pues él restituido
  Se ve en su primer vigor,
  No ha sido él, sino su autor
  El que...

SINAGOG.

            No ha sido, no ha sido,
  Si ya no quieres que sea
  Autor suyo un sedicioso
  Nazareno, escandaloso,
  Que en Palestina y Judea,
  En Samaria y Galilea,
  Predicando aquestos dias
  Dió á entender que era el Mesías,
  Hijo de Dios verdadero,
  Que há tantos siglos que espero.

INGENIO.

  ¿Y qué es dél?

SINAGOG.

                 Las ánsias mias
  En un palo le pusieron
  En el mismo dia que fué
  El eclipse, para que
  Los que bárbaros oyeron
  Su doctrina y la creyeron,
  Misterio hagan del fracaso,
  Que acaso les salió al paso
  Al espirar.

IDOLAT.

              ¿Luego el dia
  El sol murió que él moria?

SINAGOG.

  Sí.

INGENIO.

      Pues no fué muy acaso.

SINAGOG.

  Sólo me faltaba ahora
  El que tú quisieses ser
  A dos sentidos, en uno
  Ingenio y en otro infiel,
  Para atreverte á dudar,
  Para arrojarlo á creer,
  Con los necios de mi pueblo,
  Si hice mal ó si hice bien.

INGENIO.

  ¿Hasta pensar é inferir
  A quién se ha negado?

SINAGOG.

                         A quien
  Infiera ó piense que yo
  No soy del Dios de Israel
  El bando favorecido
  Desde el prodigio de Oreb,
  Tribunal de luz, en cuya
  Consulta salió Moisés
  Por general de sus tropas,
  Hasta llegarse á poner
  En la prometida tierra,
  Que abunda de leche y miel.
  Si en esta, pues, prodigiosa
  Peregrinacion le hallé
  Todo ojos á mi mal,
  Todo manos á mi bien,
  Todo oidos á mi voz,
  Tan primera causa, que
  Todas las causas segundas
  Me obedecieron en él,
  ¿Quién me habia de trocar
  De agradecida en cruel?
  Del Bermejo mar lo diga
  La enjuta vereda, al ver
  Que fué amontonando ondas
  En uno y otro cancel,
  Montaña y pared, quien nunca
  Fué montaña ni pared.
  Entre una y otra columna
  El fuego lo diga, pues
  Tal vez me sirvió de antorcha
  Y de pabellon tal vez.
  La tierra lo diga, herida
  En Rafidin, pues correr
  Vió agua á las piedras, y el aire
  Al ver nevada su tez
  De aquella neutral vianda,
  Que en nubes de rosicler
  Cuajaba en maná la aurora,
  Lloviendo al amanecer,
  El aire el reparo al hambre,
  Como la tierra la sed;
  Si entre tantos beneficios
  Fué el mayor darme su ley
  En mármol escrita, siendo
  Su mismo dedo el cincel,
  Por quien la ley natural
  Vino á elevar y crecer
  Su primer candor, subiendo
  De dos preceptos á diez:
  ¿Cómo á tanto repetido
  Favor, á tanta merced
  (Como ántes dije), trocando
  El beneficio en desden,
  Ingrata la Sinagoga
  Habia de proceder,
  Dándole muerte á su Hijo?
  ¿Ni cómo podia ser
  El que sin estar cumplidas
  Las semanas de Daniel,
  Viniese sin aparatos,
  Que Isaías le prevé,
  Diciendo que ha de venir
  Con majestad y poder
  De relámpagos y truenos?
  Si al venir habian de ser,
  ¿Qué importara que al morir
  Los viésemos, para que
  Lo que fué acaso nos haga
  Sentir, dudar ó temer,
  Que lo que hubo de ser ántes
  Bastó que fuese despues?
  Y así, Ingenio, ó lo que eres
  (Que yo no me he de meter
  En si lo eres ó no), piensa
  Que á quien di la muerte, fué
  A un escandaloso jóven
  Que sedicioso, que infiel,
  Y amotinador del pueblo
  Para coronarse rey,
  En virtud de Belcebú
  Obró algun milagro, en fe
  De cuyo mágico arte
  Nos quiso dar á entender
  Que el prometido Mesías
  Estaba cumplido; y pues
  No pudo salvarse á sí,
  Discurre en si podrá ser
  Que á otros salvase: esto he dicho
  Porque astrólogo otra vez,
  No en el eclipse me arguyas,
  Que habrá para tí tambien
  Otro rencor, otra ira,
  Otra saña, otra esquivez,
  Otro azote ú otro acero,
  Otra cruz ú otro cordel. _(Vase.)_

INGENIO.

  ¿Pensamiento?

PENSAM.

                Nada digas,
  Que todas tus dudas sé.

INGENIO.

  ¿Pues qué sabes?

PENSAM.

                   Que has hallado.
  En la Sinagoga ley
  Que adora á un Dios, primer causa,
  Que ojos, manos y oidos es;
  Y con todo eso, te queda
  De averiguar y saber
  Lo que á lo posible toca.

INGENIO.

  Dices, Pensamiento, bien;
  Mas fáltate de añadir
  A esas dos razones...

PENSAM.

                        ¿Qué?

INGENIO.

  Que si adora, (como dijo)
  Solo un Dios, ¿cómo despues
  Dijo que á su Hijo esperaba?
  ¿Hijo y Padre fuerza no es
  Que sean dos? ¿Pues cómo á uno
  Adora solo?

PENSAM.

              No sé.

INGENIO.

  Y dejando esta razon
  Pendiente, ¿á qué causa, á qué
  Efecto espera á que venga
  (Segun nos lo dió á entender)
  De tu Dios el Hijo al mundo?
  Y cuando haya para qué,
  ¿Cómo pudo un hombre humano
  introducir que era él,
  Si lo era como hombre y Dios?
  Si no, ¿cómo al parecer
  (Túmulo de sus exequias)
  Vistieron de lobreguez,
  La tierra su verde alfombra,
  Y el cielo su azul dosel?
  En tan grandes confusiones,
  ¿Quién, cielos divinos, quién
  Sabrá responderme?

_VOZ._

                     Pablo.

_(Suena dentro un trueno, y vése como una luz de un relámpago.)_

INGENIO.

  ¿Qué estruendo es este?

_VOZ._

                          ¿Por qué
  Me persigues?

PABLO.

                ¡Ay de mí!

INGENIO.

  ¿Qué voz, qué ruido es aquel,
  Que parece que los cielos
  Se han desplegado otra vez,
  Aquí para iluminar,
  Y allá para obscurecer?

PENSAM.

  A las vislumbres de una
  Nube, que ha dado, al romper,
  Hojas de jazmin y rosa,
  Luz y voz, al parecer,
  Sobresaltado el caballo
  De Pablo, le arrastra.

INGENIO.

                         Vé,
  Pues eres tú más veloz,
  Llégale á favorecer.

PENSAM.

  Sí haré, por si cae en mí.


_Descúbrese á caballo, y vase cayendo, y recíbele el_ PENSAMIENTO, _y
le pasa, segun los versos, al_ INGENIO.

PABLO.

  El rayo, Señor, detén,
  Basta el trueno de tu voz.

PENSAM.

  Ayúdamele á tener,
  Que no basto, Ingenio, yo
  A levantarle.

INGENIO.

                Sí haré.


_Sale la_ SINAGOGA.

SINAGOG.

  Si Pablo muere, yo muero:
  ¿Qué es esto, Pablo?

PABLO.

                       Caer
  En el Pensamiento ántes,
  Y en el Ingenio despues.

_(Levántase como ciego.)_

  Ciego estoy; pero mal digo,
  Que nunca he llegado á ver
  Más que cuando estoy más ciego.

SINAGOG.

  Pues dí, no viendo, ¿qué ves?

PABLO.

  No conviene que lo diga
  El hombre al hombre.

SINAGOG.

                       ¿Por qué?

PABLO.

  Porque no es fácil decir
  Lo que es difícil saber.
  Sólo diré, que yo solo
  Me he levantado al reves,
  Pues otros caen al subir,
  Y yo he subido al caer.
  Al tercer cielo he llegado;
  Si fué en espíritu ó fué
  En cuerpo, no sé; que yo
  Solo sé que no lo sé.

SINAGOG.

  Ven á mis brazos, adonde
  Descanses.

PABLO.

             La accion detén,
  No halagüeñamente fiera _(Huye.)_
  Te acerques.

SINAGOG.

               ¿Con tal desden
  De tu Sinagoga huyes?

PABLO.

  Sí, escandalosa; sí, infiel;
  Sí, tirana; sí, alevosa;
  Sí, traidora; sí, cruel.

SINAGOG.

  ¿Pablo?

PABLO.

          Ya Pablo no soy,
  Ni vivo yo en mí.

SINAGOG.

                    ¿Pues quién?

PABLO.

  Cristo es el que vive en mí.

SINAGOG.

  ¿No es contra quien te envié?

PABLO.

  Sí, pero á luz de eficaz
  Auxilio, he sabido que es
  El crucificado Cristo,
  Que sentenció tu esquivez,
  Hijo de Dios verdadero.

SINAGOG.

  Bien que estás ciego se ve,
  O yo lo estoy, pues lo escucho
  Sin darte la muerte.

INGENIO.

                       Ten
  El acero, que por tí
  Le quiero yo convencer.

SINAGOG.

  Argúyele, Ingenio, tú,
  Que yo ni puedo ni sé.

INGENIO.

  ¿El Crucificado, dices,
  Que era Hijo de Dios?

PABLO.

                        Sí.

INGENIO.

                            ¿Pues
  Hay más de un Dios?

PABLO.

                      No.

INGENIO.

                          ¿Pues cómo
  Es Hijo de Dios, sin ser
  Dios tambien?

PABLO.

                Tambien es Dios.

INGENIO.

  ¿Pues cómo, si es Dios tambien,
  Solo un Dios son dos personas?

PABLO.

  Aun más son, porque son tres.

INGENIO.

  ¿Tres, y un Dios solo?

PABLO.

                         Sí.

INGENIO.

                             ¿Cómo?

PENSAM.

  A aquesto importa atender,
  Por si es Pablo el que á Dionisio
  Le llega á satisfacer.

PABLO.

  El bien no comunicado,
  ¿No fuera imperfecto bien?

INGENIO.

  Proposicion es que yo
  Dejé pendiente otra vez.

PABLO.

  ¿Sér que fuera comprendido
  De quien infinito no es,
  Fuera infinito sér?

INGENIO.

                      No,
  Claro está, porque caber
  Lo más no podia en lo ménos.

PABLO.

  Pues siendo infinito sér
  Dios, y siendo bien perfecto,
  Fuerza en una parte fué
  Comunicarse, y en otra
  El comunicarse á quien,
  Siendo él infinito, fuera
  Infinito como él;
  Pues si se comunicara
  A quien no lo podia ser,
  Quedara imperfecta toda
  Aquella distancia que
  Lo finito á lo infinito
  Dejara de comprender:
  Luego para que no haya
  En Dios imperfeccion, es
  Conveniencia de su esencia,
  Y precision de su sér,
  Por acto de entendimiento,
  Engendrar un Hijo, á quien
  Se comunique infinito:
  El Padre, que al Hijo ve,
  El Hijo, que mira al Padre,
  Llegándose á complacer
  Uno en otro, ¿no es preciso
  Proceda de amor tan fiel
  Un Espíritu que sea
  Igual á los dos, y que
  Procedido de los dos,
  No pueda entre ellos haber
  Por la comunicacion
  De personas, ni despues,
  Ni ántes, primero ó postrero
  Mayor ó menor?

INGENIO.

                 Sí.

PABLO.

                     Pues
  Una en los tres la deidad,
  Uno en los tres el poder,
  Uno en los tres el amor,
  Y uno en los tres el saber,
  Cierto es que en la esencia es uno,
  Siendo en las personas tres.

INGENIO.

  Sobre la natural luz
  Del Ingenio, que al fin es
  Parte del alma, he quedado
  Satisfecho, al parecer,
  Hasta aquí.

SINAGOG.

              Y hasta aquí yo
  Poco me debo ofender,
  Pues ver tres, y adorar uno,
  Me enseñó de Abraham la fe.

INGENIO.

  Pero este Hijo, ¿á qué á la tierra
  Habia de venir?

PABLO.

                  A que
  Siendo infinita la culpa
  Del hombre, satisfacer
  Lo finito á lo infinito
  No podia; y así, fué
  Piedad que el Hijo de Dios
  Satisfaciese por él,
  Encarnando en una Vírgen
  Madre, que ántes, y despues,
  Y entónces, permaneciese
  Siempre Vírgen, sin romper
  Grosero cierzo de humano
  Contacto la candidez
  Del boton de la azucena,
  Ni el capillo del clavel.

INGENIO.

  Hasta aquí, por respondido
  Tambien me doy.

SINAGOG.

                  Yo tambien;
  Pues es cierto que vendrá.

PABLO.

  Y áun que ha venido lo es.

SINAGOG.

  ¿Cómo que ha venido?

PABLO.

                       Como
  Al que diste muerte fué,
  Siendo el divino Mesías
  Que esperabas.

SINAGOG.

                 No era él,
  Pues que no trajo cumplidas
  Las semanas de Daniel.

PABLO.

  Sí era, pues tú no supiste
  Hacer los cómputos bien.

SINAGOG.

  No era, pues no vino en nube,
  Como Isaías prevé.

PABLO.

  Sí era, pues traje de siervo
  Dijo que traeria tambien.

SINAGOG.

  No era, pues que habia de dar
  Su venida que temer.

PABLO.

  Sí era, pues ese temor
  Dará al venir como Juez.

SINAGOG.

  No era, pues de humilde Madre
  Al hielo le ví nacer.

PABLO.

  Sí era, pues quedó en el parto
  Vírgen ántes y despues.

SINAGOG.

  No era, pues simples pastores
  Le adoraron en Belén.

PABLO.

  Sí era, pues á Belén vino
  A verle uno y otro rey.

SINAGOG.

  No era, pues á Egipto huye
  Temiendo ajeno poder.

PABLO.

  Sí era, pues derriba huyendo
  Los ídolos de Beel.

SINAGOG.

  No era, pues su Madre llora
  El que le llegó á perder.

PABLO.

  Sí era, pues le halló explicando
  Los misterios de la Ley.

SINAGOG.

  No era, pues en un desierto
  Se rindió al hambre y la sed.

PABLO.

  Sí era, pues huye vencido
  Espíritu inmundo dél.

SINAGOG.

  No era, pues ver su peligro
  No supo al irlo á prender.

PABLO.

  Sí era, pues todo era ojos,
  Haciendo á los ciegos ver.

SINAGOG.

  No era, pues de piés y manos
  Le ata nudoso cordel.

PABLO.

  Sí era, pues al impedido
  Todo era manos y piés.

SINAGOG.

  No era, pues á sordo ó mudo
  No sabe qué responder.

PABLO.

  Sí era, pues al mudo y sordo
  Todo lenguas y oidos fué.

SINAGOG.

  No era, pues muere pasible.

PABLO.

  Sí era, pues fué el padecer
  Como hombre, no como Dios.

SINAGOG.

  No era.

PABLO.

          Sí era.

INGENIO.

                  Suspended
  La cuestion; que al escuchar
  De tí que pasible fué _(A Pablo.)_
  Como hombre, no como Dios,
  Siendo Dios y hombre despues;

_(A la Sinagoga.)_

  De tí, que en el mundo, el mundo
  No le supo conocer
  En lo ignoto y lo pasible,
  La réplica tomaré.
  Que era manos, oidos y ojos
  Ese Hombre Dios (ó quien es),
  ¿Concedes?

SINAGOG.

             Negar no puedo
  Que hizo andar, oir y ver.

INGENIO.

  ¿Pues de qué le hiciste causa?

SINAGOG.

  De que dar quiso á entender
  (Escandalizando al pueblo)
  Que era Hijo de Dios.

INGENIO.

                        Saber
  Conviene si le esperabas.

SINAGOG.

  Sí esperaba.

INGENIO.

               ¿Pues en quién
  Esperándole podias
  Mejores señas tener,
  Pues no vino por tu mal
  Quien vino á otros á hacer bien?
  Pero quizá habrá otra causa
  Para condenarle: ¿Qué
  Delitos le averiguaste?

SINAGOG.

  ¿No bastó este?

INGENIO.

                  No, porque
  Hombre tan malo que quiso
  Hijo de Dios parecer,
  No siéndolo, fuerza era
  De dañada intencion ser,
  De maligno corazon,
  De depravado interes;
  Y lo habia de mostrar
  En otras costumbres, pues
  Los efectos manifiestan
  De los pechos el doblez.
  ¿Qué ambicion tuvo?

SINAGOG.

                      Ninguna;
  Descalzo de pierna y pié
  Peregrinó en pobre traje.

INGENIO.

  ¿Qué valimiento tener
  Con príncipes intentó?

SINAGOG.

  Ninguno, pues sólo fué
  Con humildes pescadores.

INGENIO.

  ¿Y qué medraron con él?

SINAGOG.

  Sola la necesidad
  De volverse al barco y red.

INGENIO.

  ¿A qué humano afecto, afecto
  Le viste?

SINAGOG.

            Ninguno sé.

INGENIO.

  Luego convencida estás;
  Pues no habia de querer
  Hacer tal delito ántes,
  Para ser bueno despues.
  Y así, oh tú, Gentilidad,
  Que traes por Roma el poder
  De Europa; Asia, que invencible
  Le traes por Jerusalen;
  Ciega secta, á quien le dió
  Por el África Ismael,
  Por América Ateismo,
  Que vive sin Dios ni Ley;

_(Salen los cuatro.)_

LOS CUAT.

  ¿Para qué otra vez nos llamas?

INGENIO.

  Para que todos noteis,
  Sin que ninguno alegar
  Pueda ignorancia despues,
  Que el Dios ignoto pasible,
  Que ojos, manos y oidos es,
  Y primer causa de causas,
  En boca de Pablo hallé.

SINAGOG.

  Primero que se lo digas,
  Muerte á uno y otro daré.

_(Saca la espada y se amparan los dos de la Gentilidad.)_

LOS DOS.

  Primero no.

SINAGOG.

              Pues ¿adónde
  Habeis de huir?

GENTILID.

                  A mis piés.

SINAGOG.

  ¿Quién eres, deidad hermosa,
  Que ceñida de laurel,
  Temor y respeto infundes
  A la Sinagoga?

GENTILID.

                 ¿Quién
  Sino la Gentilidad,
  Tuviera en tí ese poder?

SINAGOG.

  Es verdad; colonia hoy
  Es la gran Jerusalen
  De Roma; pero ¿á qué causa
  Aquí en persona te ves,
  Si hasta aquí sólo asististe
  En ella por su virey?

GENTILID.

  A causa de que sabiendo
  Cuanto apasionado juez,
  Has dado la muerte á un hombre,
  No sustanciándole bien
  El proceso, cuya injusta
  Sentencia ojeriza fué
  De los dioses, pues los cielos,
  En uno y otro vaiven,
  Al espirar titubearon,
  Casi arrancados del ej;
  A residenciarte traigo
  Ese ejército que ves,
  De cuyas tropas, llamada
  De aquella voz que escuché,
  A defender estas vidas
  Me he adelantado.

PABLO.

                    Y es bien,
  Que viendo la Sinagoga
  Me defiendas tú.

SINAGOG.

                   ¿Por qué?

PABLO.

  Porque la predicacion
  Hoy de la tercera ley,
  Que á la gentilidad pasa,
  Con esto explicada esté.

SINAGOG.

  ¿Qué tercera ley?

GENTILID.

                    A mí
  Eso me toca entender;
  Y pues á residenciarte
  Vengo, conviene saber
  Qué tercera ley ese Hombre
  Quiso introducir.

SINAGOG.

                    La ley
  Misma que yo me tenía
  (Como ya dije) en Moisés,
  Creciendo la natural
  De dos preceptos á diez.

GENTILID.

  Y la natural ¿cuál era?

SINAGOG.

  Ella lo dirá más bien,
  Que entre las caducas ruinas
  Desta deshecha pared,
  Yace lamentando el siglo,
  Que tan sin ella se ve.


_Descúbrese la_ LEY NATURAL _al pié de un árbol, el cual ha de tener
revuelta una serpiente_.

GENTILID.

  Ah de la Ley Natural,
  Atiende á mis voces.

LEY NAT.

                       ¿Quién
  De las malicias del mundo,
  Huyendo el vago tropel,
  Vuelve á pisar mis umbrales?

GENTILID.

  Quien de tí intenta saber
  Los fundamentos que Dios
  Puso en tu primero sér.

LEY NAT.

  Que amase á Dios más que á mí,
  Y á mi prójimo despues
  Como á mí, cuyo suave
  Yugo, paz y sencillez
  Se perturbó en este árbol,
  Pues desde entónces quedé
  Sujeta á las inclemencias
  De saber del mal y el bien.

GENTILID.

  Sobre esos dos fundamentos,
  Los que tuvisteis despues
  ¿Cuáles son?

PABLO.

               La Ley Escrita
  Tambien lo dirá.


_Ábrese el segundo carro, y en otro peñasco la_ LEY ESCRITA, _con las
tablas en la mano y la serpiente de metal, como pintan á Moisés_.

LEY ESC.

                   Sí haré,
  Pues á la Ley Natural
  Seguir la Escrita se ve,
  No tendrás ajeno Dios,
  Ni el nombre jurarás dél;
  Santifícale sus fiestas;
  Honra á quien te ha dado el sér;
  Ni homicida ni lascivo
  Seas; el ajeno bien
  No envidies, ni quieras de otro
  La hacienda ni la mujer.

GENTILID.

  ¿Qué quitó ó añadió á esto?


_Descúbrese la_ LEY DE GRACIA, _con una cruz en la mano, vendados los
ojos, como pintan la Fe_.

LEY DE G.

  Eso yo lo explicaré,
  Pues por Ley de Gracia soy
  La superior á las tres.
  No sólo esos diez preceptos
  Confirmó en mí; mas porque
  Su cumplimiento tuviese
  Fianza á no fallecer,
  Los fortaleció de siete
  Sacramentos, que allí ves
  De la Fuente de la Gracia
  Perennemente correr.


_Descúbrese una fuente, cuyo remate será hostia y cáliz y alrededor
los_ SIETE SACRAMENTOS, _teniendo cada uno en la mano una cinta blanca,
como caños que salen de la hostia_.

SINAGOG.

  ¿Y cuándo lo estableció?

BAUTISM.

  El Bautismo, claro es
  Que en el Jordan, donde el hombre
  Renace segunda vez.

CONFIRM.

  El de la Confirmacion,
  Cuando la mano á poner
  Llegó á la frente al infante,
  Diciendo que para ser
  Perfecto el varon, volviese
  Al puerto de la niñez.

PENITEN.

  El de Penitencia, cuando
  A Pedro le dió el poder
  De ligar y desligar,
  De hacer y de deshacer.

EXTREM.

  Y el de Extremauncion al mismo
  Tiempo, pues segundo de él,
  Él de todas sus reliquias
  Es la verdadera red.

ORDEN.

  El Orden sacerdotal,
  Cuando en la cena le ven
  Decir: esto siempre en mi
  Conmemoracion haced.

MATRIM.

  Y el de Matrimonio, cuando
  Architiclino le ve
  Autorizar el estado
  Con su presencia, y en él
  Convertir el agua en vino,
  Que sombra y figura fiel
  Es del de la Comunion,
  Que es el que en la Fuente ves
  Por corona de los siete,
  Más eminente á los seis,
  Reduciendo á un sacrificio
  Sólo de una y otra Ley
  Todo lo ceremoniado
  Por estar cifrado en el
  Cuerpo y Sangre de quien quiso
  Por nosotros padecer.

INGENIO.

  Hasta aquí todo tan justo
  Y tan suave yugo es
  El de una ley que conserva
  Los preceptos de las tres,
  Que debe el ingenio humano,
  Restituido al papel
  De Dionisio Areopagita,
  Llegándose á convencer
  De la doctrina de Pablo,
  Con la experiencia de que
  Nada su ley nos propone,
  Que bien á todos no esté
  El creerlo y el amarlo,
  Llegando á amar y creer
  Por razon de estado cuando
  Faltara la de la fe.

SINAGOG.

  Primero que yo lo crea
  Veré al mundo fallecer
  Con mayor ruina que cuando
  Le ví espirar.

ÁFRICA.

                 Yo tambien.

ATEISMO.

  Yo no, que haber Dios no dudo,
  Cuando que hay tambien Dios sé.

GENTILID.

  Ni yo, pues á uno no más
  Reduzco mi parecer.

PABLO.

  Y lo mismo harán los dos,
  Cuando el mundo venga á ser
  Sólo un Pastor y un rebaño.

PENSAM.

  Yo, que hasta ahora callé
  (Porque el Pensamiento es fuerza
  Que en esto pasmado esté),
  Con fiestas, con regocijos
  La verdad celebraré
  De esta verdad.

TODOS.

                  Y contigo
  Todos diciendo otra vez,
  Que debe el ingenio humano
  Llegarlo á amar, y creer
  Por razon de Estado cuando
  Faltara la de la fe.



ÍNDICE.


                                  Págs.

  COMEDIAS.

  No Siempre lo peor es cierto.      7

  Guárdate del agua mansa.         125


  ZARZUELAS.

  El laurel de Apolo.              259

  La púrpura de la rosa.           337


  AUTOS SACRAMENTALES.

  La cena del rey Baltasar.        395

  La vida es sueño.                451

  A Dios por razon de Estado.      523





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