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Title: Los sueños - Vol. 1
Author: Quevedo, Francisco de
Language: Spanish
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*** Start of this LibraryBlog Digital Book "Los sueños - Vol. 1" ***


                        NOTAS DEL TRANSCRIPTOR

En la versión de texto sin formatear las palabras en itálicas están
indicadas con _guiones bajos_.

La cubierta del libro fue agregada por el Transcriptor y ha sido puesta
en el dominio público.

El criterio utilizado para llevar a cabo esta transcripción ha sido el
de respetar las reglas de la Real Academia Española vigentes cuando se
imprimió la presente edición. Esto se aplica a las notas producidas
por el editor de la obra, Julio Cejador y Frauca. También se adecuó la
ortografía de las mayúsculas acentuadas a las reglas establecidas por
la RAE.

Sin embargo, en instancias en que el editor o el autor citan textos
de otras obras, el criterio seguido fue el de preservar la forma de
escritura original.

Errores evidentes de impresión y de puntuación han sido corregidos.

El Índice de capítulos, incluido al final en la publicación original,
ha sido trasladado al principio por el Transcriptor.


                   *       *       *       *       *


                                QUEVEDO


                         CLÁSICOS CASTELLANOS

                                QUEVEDO



                              LOS SUEÑOS
                                   I

               EDICIÓN Y NOTAS DE JULIO CEJADOR Y FRAUCA

                                MADRID
                       EDICIONES DE “LA LECTURA”
                                 1916



                             INTRODUCCIÓN


_Los Sueños_ fueron la obra principal que de 1606 a 1613 compuso el
joven satírico don Francisco de Quevedo Villegas (1580-1645); por
lo menos durante aquellos años escribió el de las _Calaveras_, el
_Alguacil alguacilado_ y el _Mundo por de dentro_. Es la obra que más
ha hecho sonar su nombre; fué el fruto ya maduro de hondo pensador, de
atento especulador de la ciencia de gobierno, de pintor maravilloso de
las costumbres, de satírico acerado de las lacras sociales, de espíritu
revoltoso y travieso y de estilista consumado.

La traza de fantasear un sueño para dar rienda suelta a su vena
bulliciosa, mordaz y festiva por el variado e inverosímil campo de la
sátira de costumbres, tomóla de la _Divina comedia_, del Dante; de las
_Danzas de la muerte_ medioevales; del _Fin del mundo y segunda venida
de Cristo_, atribuida al bienaventurado Hipólito; de las pinturas del
Bosco, y sobre todo, del gran satírico griego Luciano de Samosata, a
quien no menos, antes más a las claras, había ya Cristóbal de Villalón
imitado medio siglo había en la magnífica sátira que corría manuscrita
con el título de _Crotalón_. La diferencia es grande, aunque la fuente
de donde corren entrambas aguas la misma, y no menos el común intento
moralizador por medio de la sátira de las costumbres. Es Villalón más
helenista; más español, Quevedo. La ironía es allí enteramente clásica
y lucianesca, recontando un gallo sus anteriores vidas en diversos
estados, con el sosiego de la musa griega y la tranquila objetividad
de un narrador filósofo, que por nada se altera; aquí la ironía es
roja y chillona, sin matices melindrosos, española enteramente, sin
el envoltorio de gallos ni de caballeros andantes, como la envolvió
clásicamente Cervantes en novela de inventiva sin igual. Quevedo es
satírico de golpe y porrazo, de antuvión, diría él; es poeta subjetivo
y lírico, con lirismo empapado en hieles, embrazada la porra en vez de
la lira. Ni liras ni cítaras ni formingues son para los callosos dedos
de este gañán de la sátira. Nada hay aquí de narrativo en el fondo,
como en Luciano y Villalón, porque las pinturas se suceden sin atadero,
y son brochazos, ricos de colorido, mas sin composición que los trabe
y armonice, que no lo es apenas el flojísimo hilo que enlaza los
retazos en el todo del pensamiento del juicio final, o del endemoniado
alguacil, o de la farsa del mundo. Tanto es así, que las pinceladas
podrían pasar del uno a los otros en estos _Sueños_, y siempre estarían
en su propio lugar. Al cabo y a la postre, en el soñar, ni hay hilo
que trabe las escenas ni unidad de composición alguna. El espíritu
volandero y mariposeador de Quevedo no podía más libremente revolotear
que en lo desatado y ligero de un sueño. No había nacido para el
teatro, la novela u otras obras largas; hoy hubiera sido un terrible
periodista satírico.

Y de hecho _Los Sueños_ y demás sátiras de Quevedo son el periódico de
los tiempos de los Felipes III y IV.

No pocos rasgos debían de apuntar a personas y personajes, que hoy
desconocemos; aun así y todo, como el satírico ahonda más en el mundo
y en la vida común que el historiador y el dramaturgo, las obras de
Quevedo son la mejor pintura de aquella sociedad.

Dió Quevedo en la manera que más al justo le cuadraba. Y por eso mismo,
por la liviandad de su brillante fantasía y por el adecuado medio del
soñar, que para satirizar las costumbres y reírse de todo le ocurrió,
fué menos objetivo y sereno, menos clásico, de menor donosura que
Villalón y Luciano, y a la par de menor profundidad y menos filósofo
que ellos y que Lorenzo Gracián, que tras él vino a tomarle la vez.
_Los Sueños_ fueron la obra más propia de Quevedo: fué la primera que
comenzó, y tardó quince años en acabar, sin contar _La Hora de todos y
la fortuna con seso_, obra póstuma, y que no es más que otro de los
sueños, el mejor de ellos. En 1607 tenía acabados el _Sueño del juicio
final o de las Calaveras_, _El Alguacil endemoniado y el licenciado
calabrés_ o _El Alguacil alguacilado_. Adoleció en 1608 y fuése a
convalecer al Fresno de Torote, donde acabó el _Sueño del Infierno_ o
_Las Zahurdas de Plutón_. En 1612, retirado en la Torre de Juan Abad,
acabó probablemente el _Mundo por de dentro_. Vuelto de Sicilia y
muerto Felipe III (1621), desterrado a la misma Torre de Juan Abad,
escribió, además de otras obras, el _Sueño de la muerte_ o _Visita de
los chistes_.

_La hora de todos y la fortuna con seso_, titulada por su autor
_Fantasía moral_, es sátira que de moral y social se convierte, a los
pocos capítulos, en sátira política, colección de valientes cuadros
políticos y de costumbres de la época. Las alusiones punzantes
contra ministros y próceres, que esmaltan a cada paso el discurso,
retrajeron al autor de darlo a la estampa, contentándose con que
corriese manuscrito, escociendo a los zaheridos en él y preparando su
descrédito. Empeñado ya en una guerra abierta con el vanidoso Atlante
de la Monarquía, el Conde-Duque de Olivares y los a él allegados para
traficar descaradamente con la suerte y libertad de los ciudadanos y
monopolizar, fiado en la imbecilidad del Príncipe, los destinos de un
gran pueblo, escribió por los años de 1639 _La Isla de los monopantos_,
esto es, de los que se enseñoreaban del Poder. Desapareció este
desenfado satírico cuando, preso en diciembre de aquel año, fueron
entrados a saco sus papeles; pero alcanzada la libertad en 1644 y caído
el privado, lo incluyó en _La Hora_, capítulo XXXIX, cuando acabó de
limar esta obra en 1644, haciéndola copiar a su amanuense en 1655.

La historia del libro de los _Sueños_ puede resumirse, según don
Aureliano Fernández Guerra, cuya magnífica edición de las _Obras_ de
Quevedo, Madrid, 1880, es fuente indispensable tratándose del satírico,
de la manera siguiente. No puede asegurarse que en los quince años
que median entre 1612 y 1627 llegase a correr de molde ninguno de
ellos; pero debieron de imprimirse varias veces. Vieron por primera
vez en colección la luz pública fuera de los reinos de Castilla, en
Barcelona y en 1627, con el título de _Sueños y discursos de verdades
descubridoras de abusos, vicios y engaños de todos los oficios y
estados del mundo_. (_Tribunal de esta justa venganza_, pág. 37).

Esta edición sirvió de original a la de Valencia del mismo año y a la
de Pamplona de 1631. (Licencias de esta edición y singularmente la del
fol. 198). Con el rótulo _Desvelos soñolientos y verdades soñadas_
y la advertencia de que el libro salía _corregido y enmendado agora
de nuevo por el mismo autor y añadido un tratado de la Casa de locos
de amor_, los reimprimieron las prensas de Zaragoza en la primavera
del dicho año de 1627, ejemplar rarísimo, como todos los de estas
publicaciones primeras, y que se guarda en el Museo Británico. Allí se
conserva también la de Barcelona de 1629, que, adelantándola un año,
cita D. Nicolás Antonio. Tiene esta inscripción: _Desvelos soñolientos
y discursos de verdades soñadas, descubridoras de abusos, vicios y
engaños de todos los oficios y estados del mundo. En doce discursos.
Primera y segunda parte_. Después, en Lisboa, 1629.

Las prensas no daban abasto para saciar la curiosidad general
entretenida con aquellos sabrosos desenfados, mientras ponía lengua
la murmuración en que el libro se imprimiese constantemente fuera de
estos reinos, y se mostraba ofendida de algunas libertades e impurezas
desapacibles, disgustada de la extraña mezcla de lugares de la
Escritura con chistes y bufonerías, y horrorizada de los escandalosos
nombres, que el autor hubo de poner a sus discursos.

Los enemigos de Quevedo eran muchos y poderosos por la mano que había
tenido en los negocios de Sicilia, Nápoles y Venecia y por el favor que
gozó en la Corte de Felipe III. Cuando los enconados resentimientos
y la envidia le arrojaron entre cadenas y al destierro, entonces
se desarrebozaron sus émulos, satirizando torpemente su vida y sus
escritos. Con la dedicatoria del _Sueño de la muerte_ a doña María
Enríquez el año de 1622, coincide la licencia que se le concedió
para irse a curar a Villanueva de los Infantes de unas tercianas
malignas, y la libertad que se le dió, aunque con la prohibición de
entrar en la Corte ni acercarse a ella a diez leguas a la redonda,
cortapisa que desapareció por marzo del año siguiente. En febrero de
1624 ya formaba parte de la regia comitiva que acompañó a Felipe IV a
Andalucía, aposentándole en su propia casa de la Torre de Juan Abad; y
no menos el año 1626 fué con el Rey a las Corte de Barbastro, Monzón
y Barcelona. Aprovechando la holgura y libertad del reino de Aragón,
trató con el mercader Roberto Dupont y con el impresor Pedro Verges y
así pudo imprimir la _Política de Dios_, _El Buscón_ y _Los Sueños_.
Pero la fama creciente de Quevedo, acrecentada con el _Memorial por el
Patronato de Santiago_, publicado en febrero de 1628, recrudeció de
nuevo la malevolencia de los envidiosos, los cuales le pusieron mal con
el valido, el Conde-Duque de Olivares, hasta lograr que éste le metiese
en la cárcel por junio del mismo año de 1628 y le desterrase a la Torre
de Juan Abad, teniéndole allí preso desde abril hasta que se le mandó
tornar a la Corte en 29 de diciembre del mismo año.

El encierro no quebrantaba su entereza, y con el arrojo y libertad que
le inflamaron siempre, dirigió a Felipe IV un largo y valiente memorial
insistiendo en la defensa de Santiago y haciendo la suya propia contra
todos sus adversarios. Pedía licencia para la impresión; pero por no
echar más leña al fuego no le fué concedida.

Quevedo debió de conocer que sus adversarios no habían de cejar un
punto. Ello es que por entonces comenzó el Conde-Duque a tratar de
ganarse su voluntad y él se rindió, no ciertamente a las dádivas,
amenazas y persecuciones, pero sí a las muestras de amistad que le
dió el favorito, hasta llegar a imprimir el año de 1630 en Zaragoza
_El Chitón de las tarabillas_, en defensa del descabellado arbitrio de
Olivares sobre las minas y la baja de la moneda y en defensa del mismo
Conde-Duque. Por aquí acaso se explicará el inexplicable hecho de la
corrección y nueva redacción que hizo de _Los Sueños_, quitándoles
muchos pasajes de los que escandalizaban a los envidiosos y cuanto
aludía a la Escritura, a la Religión y a los clérigos y religiosos,
convirtiendo los _Sueños_ de cristianos en gentílicos.

A principios del año 1629 pidió al Tribunal de la Inquisición recogiese
todas las impresiones hechas en Aragón y otras partes fuera de los
reinos de Castilla, y con la censura de fray Diego del Campo y la del
padre Juan Vélez Zabala, calificadores ambos del Santo Oficio, dió en
Madrid a la estampa sus obras satírico-morales en aquel otoño (_Índice
expurgatorio_ publicado en 1640 por el inquisidor general don Antonio
de Sotomayor). Intitulóse el libro _Juguetes de la niñez y travesuras
del ingenio_, Madrid, 1629. Cambiáronse los nombres de cada uno de los
sueños resultando:

_El Sueño de las calaveras_, por _El Sueño del Juicio final_; _El
Alguacil alguacilado_, por _El Alguacil endemoniado_; _Las Zahurdas de
Plutón_, por _Sueño del Infierno_; _Visita de los chistes_, por _El
Sueño de la Muerte_.

Añadiéronse nuevos tratados: _El Libro de todas las cosas y otras
muchas más_; _Aguja de navegar cultos_; _La Culta latiniparla_, y _La
caldera de Pero Gotero_, refundida luego, en _El Entremetido y la
Dueña y el Soplón_. Desaparecieron los romances _El Nacimiento del
autor_, _El Cabildo de los gatos_, _Las dos aves y los dos animales
fabulosos_, _La Premática del tiempo_ y la _Casa de locos de amor_.

En fin, para imprimir por diez años los _Juguetes de la niñez_,
concedió licencia Su Majestad a Quevedo, a 20 de enero de 1631; y
Madrid (1788, 1794) Sevilla (1634, 1641) y Barcelona, (1635, dos
ediciones, 1695) los reprodujeron varias veces, ejemplares que la
rapacidad de libreros vergonzantes y la afición de los extranjeros
por las antiguas ediciones españolas han hecho rarísimos en nuestras
bibliotecas. Respetando la voluntad última del autor, se ha preferido
siempre imprimir esta edición de los _Juguetes de la niñez_. Pero
de esta redacción y corrección, si hoy se levantara Quevedo, cierto
estoy de que clamara amargamente: _Compulsus feci_. Huele demasiado a
teólogos escrupulosos no sólo todo lo variado y corregido, pero aun el
mismo título de _Juguetes de la niñez_. No lo eran ciertamente para
Quevedo, aunque así lo intituló por quitarse de enredos. Es la obra de
más valer que escribió, la de más maduro juicio, aunque escrita por
su mayor parte siendo todavía joven. Así lo pensaba su autor cuando
prosiguió por la misma vereda escribiendo, ya entrado en años, no
sólo la _Visita de los chistes_, sino _El Entremetido y la Dueña y el
Soplón_, y finalmente la obra póstuma y verdadero póstumo sueño, _La
Hora de todos y la fortuna con seso_. No son juguetes de niños,
sino filosofías de hombre muy maduro y asesado _Los Sueños de Quevedo_.
No es menester gran talento para comprenderlo; ¿y habrá quien crea que
para comprenderlo no lo tuvo el mismo Quevedo? ¿No se pasó toda la
vida satirizando las necedades de los hombres, poniéndolos al desnudo,
riéndose de sus ridiculeces? ¿Cómo le vamos a creer que escribió
“con ingenio _facinoroso_” sus _Sueños_ y que les puso “nombres más
_escandalosos_ que propios?” Los que se escandalizaron fueron sin duda
algunos teólogos a lo padre Niseno y los hipocritones de sus émulos. No
conocemos bien las apreturas en que se vió, aunque algo se traslucen
por lo poco que hemos historiado. Ello basta para saber que, si no
podemos juzgar en esta parte a Quevedo, afirmando que prevaricó y quedó
vencido y se desdijo feamente, lo cual dificultoso es de admitir en
varón de tanta entereza en tantas y tan graves persecuciones, sobre
todo la del Conde-Duque, cuando en la última vejez le empozó en la
mazmorra aquella del convento de San Marcos de León, donde por milagro
no acabó, tullido y lleno de enfermedades sus tristes días; por lo
menos basta para asegurarnos de que, si oficialmente y en lo de fuera,
fué su última voluntad la edición que llamó _Juguetes de la niñez_, en
lo de dentro de su pecho y en lo íntimo de su conciencia no fué así.

¿Por qué han de ser “más escandalosos que propios” los títulos
cristianos, que no los gentílicos? Un cristiano no sueña en el
despertar de _calaveras_, sino en el _juicio final_; no en las
_zahurdas de Plutón_, sino en el _infierno_; un cristiano ve
_ángeles_, _diablos_; ve a _Dios_ y a _su Madre_, y no a _Júpiter_ y a
_defensores_ y _verdugos_ abstractos; un cristiano gran satírico, ve
y pinta las necedades de monjas, frailes, curas y obispos, lo mismo y
con mayor dolor que las de sastres y escribanos. Nada de escandaloso
ni impropio vió y pintó el Dante, cuando esto vió y pintó, y no es por
ello la _Divina Comedia_ obra de “ingenio facinoroso”. “Con desprecio”
dice Quevedo que dejó los _Sueños_, tal como primero los había
escrito. Permítame que le diga, no que se engañó y quiso engañarnos,
sino que quiso engañar y engañó con ese prefacio a sus adversarios
teologizantes. Con este borrar de trozos y cambiar de palabras, para
quitar a los _Sueños_ todo color cristiano, como si no fuera una
sátira de cristianos y por un cristiano escrita, las alegorías hechas
a la fuerza mitológicas, quedaron frías, falsas y sin fuerza alguna;
los asuntos inverisímiles; el texto, a veces oscuro e indescifrable;
la obra entera, descolorida, falseada, indigna de un satírico como
Quevedo. La edición verdaderamente crítica de _Los Sueños_ acaso
exigiera que se imprimiesen juntamente con la redacción corregida dos
o más de las anteriores o lo que primitivamente escribió Quevedo,
sacándola de todas ellas, si ello fuera hacedero. En la mía he añadido
como notas todas las variantes, por manera que pueda restituirse la
redacción primitiva. _La fortuna con seso i la hora de todos, fantasía
moral. Autor Nifroscrancot Viveque Vasgel Duacense. Traducido de Latín
en Español, por Don Estevan Pluvianes del Padron, Natural de la villa
del Cuervo Pilona_, Zaragoza, 1650, 1651. Fué escrita en 1635 y acabada
en 1636. La copia del amanuense de Quevedo, hecha en 1645, paró en la
biblioteca de los Duques de Frías. En la Nacional (T. 153, pág. 236)
hay tres pliegos con este epígrafe: _Fortuna con seso y hora de todos.
Adiciones del original a lo impreso, erratas, y índice de los asuntos
que contiene._ La primera colección en que se incluyó debió de ser la
de Madrid, 1658. El _Nifroscrancot_ es el anagrama de _Don Francisco
de Quevedo Villegas_, que según el ms. de la Nacional (pág. 240), debe
leerse: _Nifroscancod Diveque Vasgello_.

                                                      JULIO CEJADOR.

 NOTA. Por razones editoriales dejamos para el tomo siguiente _El
 Mundo por de dentro_, que debiera ir antes de la _Visita de los
 Chistes_.



                                ÍNDICE


                                                             PÁG.

        INTRODUCCIÓN                                         VII


        Dedicatoria: A ninguna persona de todas cuantas
           Dios crió en el mundo                              3


        A los que han leído y leyeren                         7


        Advertencia de las causas de esta impresión. Don
           Alonso Messía de Leyva                            11


        EL SUEÑO DE LAS CALAVERAS                            21

           Al Conde de Lemos, Presidente de Indias           25

           Discurso                                          27


        EL ALGUACIL ALGUACILADO                              53

           Al Conde de Lemos, Presidente de Indias           57

           Al pío lector                                     59

           Discurso                                          61


        LAS ZAHURDAS DE PLUTÓN                               87

           Carta a un amigo suyo                             91

           Prólogo al ingrato y desconocido lector           93

           Discurso                                          95


        VISITA DE LOS CHISTES                               189

           A doña Mirena Riqueza                            193

           A quien leyere                                   195

           Discurso                                         197


                              LOS SUEÑOS



                              DEDICATORIA

                      A NINGUNA PERSONA DE TODAS
                     CUANTAS DIOS CRIÓ EN EL MUNDO

Habiendo considerado que todos dedican sus libros con dos fines, que
pocas veces se apartan: el uno, de que la tal persona ayude para la
impresión con su bendita limosna; el otro, de que ampare la obra de los
murmuradores, y considerando, por haber sido yo murmurador muchos años,
que esto no sirve sino de tener dos de quien murmurar: del necio, que
se persuade que hay autoridad de que los maldicientes hagan caso, y
del presumido, que paga con su dinero esta lisonja, me he determinado
a escribille a trochimoche[1] y a dedicarle a tontas y a locas[2], y
suceda lo que sucediere[3]. Quien le compra y murmura, primero hace
burla de sí, que gastó mal el dinero, que del autor[4], que se le hizo
gastar mal. Y digan y hagan lo que quisieren las Mecenas[5], que, como
nunca los he visto andar a cachetes con los murmuradores sobre si dijo
o no dijo, y los veo muy pacíficos de amparo[6], desmentidos de todas
las calumnias que hacen a sus encomendados, sin acordarse del libro
del duelo, más he querido atreverme que engañarme. Hagan todos lo que
quisieren de mi libro, pues yo he dicho lo que he querido de todos.
Adiós, Mecenas, que me despido de dedicatoria[7].


                                                              YO

                              NOTAS:

[1] _A trochimoche._ CORREAS, 517: “_Á trochimochi; hacer á
trochimochi._ (Por hacer la cosa mal y sin atención)”. Ídem, 507.
La frase, en su sentido propio, la oí a unos chalanes caminando por
una vereda entre dos cortijos de Córdoba. Preguntámosles que cómo
habían llegado tan presto de donde decían que venían: “Hemos venido á
‘trochimochi’. Esto es, _por trochas_ y atajos. El _mochi_ se añadió al
_trochi_ poniendo _mo-_ por _tro_-, como en _tus ni mus, cháncharras
máncharras, oste ni moste_”. (CEJADOR, _Leng. Cerv._, I, 77).

[2] _Á tontas y á locas._ CORR., 517: “_Á tontas y á locas; á tontas
y á bobas._ (Por necia y simplemente hacer algo)”. Ídem, 507: Súplese
_maneras_.

[3] _Suceda lo que sucediere_, modismo de proposición concesiva.
(_Leng. Cerv._, I, 265, 20). _Quij._, 1, 50. “Dude quien dudare”. Ídem,
1, 59: “Sea quien se quisiere”. Ídem, 2, 60: “Lleguen por do llegaren”.
Ídem, 2, 3: “Salga lo que saliere”.

[4] _Que del autor, primero... que del autor_, antes, más bien.

[5] _Mecenas_, el gran favorecedor de Virgilio y otros poetas.

[6] _Pacíficos de amparo_, que no se toman trabajo ni guerra por
ampararlos. _Desmentidos_ que desmienten. A. PÉREZ, _Viern. dom._ I
_cuar._, fol. 247: “En hábito desmentido que nadie los conozca”. TORR.,
_Fil. mor._, 13, 4: “Las barbas desmentidas, las muletas disimuladas”.
Quiere decir que no salen a las calumnias que se dicen de los libros
que se les dedican, que no salen por sus autores. _Desmentir_ era el
verbo propio para decirle a uno que miente, en el _libro_ o código _del
duelo_, y así juega aquí de él. ZABALETA, _Error_, 25: “El hombre noble
sabe que es grande mengua el mentir, por esto es tan grande su dolor
cuando le desmienten”. F. AGUADO, _Crist._, 20, 3: “Si dice que sí le
conoce le debemos desmentir y dalle en la cara con que no dice verdad”.

[7] _Me despido de dedicatoria_, dejarse de. GRAN., _Guía_, 1,
28, 1: “Tienen por dificultosísima esta empresa y así se despiden
della”. Siendo un libro de crítica, comienza Quevedo criticando las
dedicatorias de los libros.



                     A LOS QUE HAN LEÍDO Y LEYEREN


Yo escribí con ingenio facinoroso[8] en los hervores de la niñez,
más ha de veinte y cuatro años, los que llamaron _Sueños_ míos, y
precipitado, les puse nombres más escandalosos que propios. Admítaseme
por disculpa que la sazón de mi vida era por entonces más propia
del ímpetu que de la consideración. Tuve facilidad en dar traslados
a los amigos; mas no me faltó cordura para conocer que en la forma
que estaban no eran sufribles a la imprenta y así los dejé con
desprecio[9]. Cuando, por la ganancia que se prometieron de lo sabroso
de aquellas agudezas, sin enmienda ni mejora, algunos mercaderes
extranjeros[10] las pusieron en la publicidad de la imprenta, sacándome
en las canas lo que atropellé antes del primero bozo, y no sólo
publicaron aquellos escritos sin lima ni censura, de que necesitaban,
antes añadieron a mi nombre tratados ajenos, añadiendo en unos y
dejando en otros muchas cosas considerables, yo, que me vi padecer, no
sólo mis descuidos, sino las malicias ajenas, doctrinado del escándalo
que se recibía de ver mezcladas veras y burlas, he desagraviado mi
opinión y sacado estas manchas[11] a mis escritos, para darlos bien
corregidos, no con menos gracia, sino con gracia más decente, pues
quitar lo que ofende no es disminuir, sino desembarazar lo que agrada.
Y porque no padezcan las demasías[12] del hurto que han padecido los
demás papeles, saco de nuevo el de la _Culta latiniparla_ y el _Cuento
de cuentos_, en que se agotan las imaginaciones que han embarazado
mi tiempo. Tanto ha podido el miedo[13] de los impresores, que me ha
quitado el gusto que yo tenía de divulgar estas cosas, que me dejan
ocupado en su disculpa y con obligación a la penitencia de haberlas
escrito. Si vuesamerced, señor lector, que me compró facinoroso, no me
compra[14] modesto, confesará que solamente le agradan los delitos y
que sólo le son gustosos discursos malhechores.


                              NOTAS:

[8] _Facinoroso_, hoy facineroso, _facinor-is_, _facin-us_. _Quij._, 2,
49: “No soy ladrón ni persona facinorosa”. Se excusa Quevedo cobarde y
puerilmente, a mi parecer, de la soltura con que escribió primero _Los
Sueños_, que ahora da enmendados, acosado por tanta diatriba y saña de
sus émulos y temiendo no lograsen la suya con la Inquisición, aunque no
se había metido con él. Probablemente no los imprimió antes por tener
así más guardadas las espaldas, corriendo sólo las copias.

[9] _Des-precio_, menosprecio, poco aprecio.

[10] _Extranjeros_, de fuera de los reinos de Castilla, esto es, de
Aragón, Cataluña y Valencia, donde se imprimieron.

[11] _Sacar manchas_, quitarlas, común.

[12] _Las demasías_, los agravios que pudieran padecer estas dos obras,
si me las hurtaren, poniendo y quitando en ellas.

[13] El miedo que tengo de los impresores, genitivo objetivo.

[14] _Me compró_ cuando escribí mal; _no me compra_ cuando escribo
comedido.



               ADVERTENCIA DE LAS CAUSAS DESTA IMPRESIÓN
                      DON ALONSO MESSÍA DE LEYVA


Habiendo visto impresos en Aragón y en otras partes fuera del reino,
con nombre de DON FRANCISCO DE QUEVEDO VILLEGAS, estos discursos,
con tanto descuido y malicia, que entre lo añadido y olvidado, y
errores de traslados e imprenta, se desconocían de su autor, y más
teniéndolos yo trasladados de su original, determiné, dándole cuenta,
de restituirlos, limpiándolos del contagio de tantos descuidos, porque
se vea cuán de otra suerte en su primera edad juzgaba con la pluma,
sin apartarse de la enseñanza. Y es cierto no consintiera hoy esta
impresión, a no hallarse obligado por las muchas que destos propios
tratados se han hecho en toda la Europa, tan adulteradas, que le
obligaron a pedir al tribunal supremo de la Inquisición las recogiese,
imitando en esta modestia, aunque tan diferente, a Eneas Silvio, que
después de pontífice, mandó recoger algunas obras de este estilo que
había divulgado en la mocedad. Salen enteras, como se verá en ellas,
con cosas que no habían salido, y en todas se ha excusado la mezcla de
lugares de la Sagrada Escritura y alguna licencia que no era apacible.
Que, aunque hoy se lee uno y otro en el Dante, DON FRANCISCO me ha
permitido esta lima. Y aseguro en su nombre que procurará agradar
a todos, sin ofender a alguno, cosa que en la generalidad con que
trata de sólo los malos, forzosamente será bienquisto, sujetándose a
la censura de los ministros de la santa Iglesia romana en todo, con
intento cristiano y obediencia rendida.

                   *       *       *       *       *

_Estos discursos, en la forma que salen corregidos y en parte
aumentados, conozco por míos, sin entremetimiento de obras ajenas que
me achacaron, y todo lo pongo debajo de la corrección de la santa
Iglesia romana y de los ministros que tiene señalados para limpiar
errores y escándalos de las impresiones. Y desde luego, con anticipado
rendimiento, me retrato de lo que no fuere ajustado a la verdad
católica o ofendiere a las buenas costumbres._

                   *       *       *       *       *

 NOTA: Precédenles en la impresión de Pamplona, de 1631, las poesías y
 advertencias siguientes, parte de las cuales se hallan en la edición
 de Barcelona de 1629, y todo creo que debe hallarse en las de la misma
 ciudad y la de Valencia de 1627:


                     DEL DOCTOR DON MIGUEL RAMÍREZ

_Aprobación._

    Por comisión general
  De un buen Consejo miré
  Este libro, y no habla mal;
  Gracia y sal tiene, y a fe
  Que cura llagas su sal.
  Contra la fe en nada va,
  Consejos a tiempo da,
  Castiga a quien lo merece;
  Parecerá, si parece,
  Y así, imprimir se podrá.


                    DEL BACHILLER PEDRO DE MELÉNDEZ

_Aprobación._

    Por comisión general
  Del Consejo, sin pedillo,
  Vi este libro con cuidado,
  Y está bien, y bien mirado,
  ¿Quién puede contradecillo?
  Con discreción sin mentir
  Murmura por corregir
  Algunas malas costumbres;
  Quita de vicios vislumbres,
  Y así, se podrá imprimir.


                       DE DOÑA RAIMUNDA MATILDE

_Décima._

    Murmurando decir bien,
  Diciendo bien murmurar,
  De todos satirizar,
  Y hablar de todos tan bien,
  Sólo se hallará en quien
  Al mismo infierno ha bajado;
  Y aunque el bien ha deseado
  Y el mal desterrar procura,
  Es ya tal su desventura,
  Que el Que-vedó, ha quedado mal[15].

                  DEL CAPITÁN DON JOSÉ DE BRACAMONTE

_Dialogístico soneto entre Tomumbeyo Traquitantos, alguacil de la reina
Pantasilea, y Dragalvino, corchete._


                               ALGUACIL

    Por el alcázar juro de Toledo,
  Y voto al sacro Paladión troyano,
  Que tengo de vengarme por mi mano
  Y hacer manco del otro pie a Quevedo.


                               CORCHETE

    Y yo a la santa Inquisición, si puedo,
  Le tengo de acusar de mal cristiano,
  Probándole que cree en sueño vano
  Y que habló con demonios a pie quedo.


                               ALGUACIL

    Aquesto, Dragalvino, poco importa:
  Las verdades que dice tengo a mengua;
  Saberlas todos, esto me deshace
    El alma y corazón.


                               CORCHETE

                      Su lengua corta,
  Y publicarlas no podrá sin lengua;
  Que esto del murmurar la lengua lo hace.
    Mas temo, si lo hacemos,
  Según su pico y lengua me promete,
  Que, fuera una, no le nazcan siete.


                       DE DOÑA VIOLANTE MISEVEA

_Soneto a todo lector destos_ Sueños, _en defensa y alabanza del autor._

    Ola, lector, cualquiera que tú seas,
  Si aquestos _Sueños_ a leer llegares,
  Y de la vez primera te enfadares,
  Segunda, por tu vida, no los leas.
    Si te tocan, y acaso los afeas,
  Con que sueños son sueños, no repares,
  Que si como éstos son los que soñares,
  No pecarás, a fe, aunque en sueños creas.
    Pero si no te tocan, ve volando
  Y di a todas las gentes que los gusten,
  Que el premio es flor que esconde un basilisco;
    Que no murmuren más de don Francisco
  Ignorantes; ni es bien que a él se ajusten.
  Durmiendo sabe él más que otros velando.


                           EL AUTOR AL VULGO

    Si dices mal de mi Sueño,
  Vulgo, como tal harás;
  Más di, que con decir más,
  Dices bien dél y del dueño.
    Diga él mal, y tú también;
  Tú dél, y él de quien pretende,
  Que todo, para el que entiende,
  Le está a su gusto muy bien.
    Pues si es tu fin ser Marcial
  Y decir que es malicioso,
  Lo alabas por ingenioso
  Diciendo que dice mal.
    Mas, vulgo, pues sé quién eres,
  A la larga o a la corta
  Diga yo lo que me importa,
  Y di tú lo que quisieres.


                      AL ILUSTRE Y DESEOSO LECTOR

                                PRÓLOGO


“Refiérese, no sé si por modo de cuento gracioso y ficticio,
que estando una vez muy enfermo un soldado muy preciado de cortés y
ladino, entre muchas de sus oraciones, pregarias y protestaciones
que hacía, finalmente vino a rematarlas, diciendo: ‘Y Dios me libre
de las manos del señor diablo’ (tratándole siempre con esta cortesía
todas las veces que le nombraba). Reparó en esto último uno de los
circunstantes, preguntándole juntamente luego por qué llamaba señor
al diablo, siendo la más vil criatura del mundo; a que respondió tan
presto el enfermo, diciendo: ‘¿Qué pierde el hombre en ser biencriado?
¿Qué sé yo a quién habré de menester, ni en qué manos he de dar?’ Digo
esto, señor lector, porque, supuesto que nuestra lengua vulgar, a
diferencia de la latina, tiene un vuesamerced y otros varios títulos,
mayormente cuando no se conoce la calidad y estado de la persona con
quien se habla, por no parecer nadie descortés, y, por el consiguiente,
malquisto y aborrecido de todos, me ha parecido tratar a vuesamerced
con este lenguaje y término, bien diferente de cuantos yo he podido ver
en todos los prólogos de los libros al lector, escritos en romance,
donde tratan a vuesamerced con un tú redondo, que si no arguye mucha
amistad y familiaridad, por fuerza ha de ser argumento de que quien
habla es superior y mandón, y a quien se habla inferior y criado. Y
hanme movido a esto las mismas razones del susodicho soldado enfermo,
atendiendo y considerando a que es la cortesía la llave maestra para
abrir la voluntad y afición, y la que, costando poco, vale mucho, y
que, en resolución, no puedo perder nada en ser cortés; que antes
entiendo perdería mucho si no lo fuese; que quien ha menester es muy
necio si regatea cortesías, y más yo, que tanto necesito de todos
para que me compren este libro que saco a luz a mi costa, y para que,
comprado y leído, me le alaben, con que de camino inciten y muevan
unos a otros a que hagan lo mismo, y tenga con esto este libro lo que
merece su bondad, y mayor expedición y corrida, y yo mayor ganancia,
para que con esto queden todos aprovechados, yo vendiendo y los
otros comprando y leyéndole. Verdad sea que para esto último de que
alaben estas obras de ingeniosas y agudas, confío dará poco trabajo
y ningún cuidado a los aficionados a ellas y a su autor, pues ellas
propias se traen consigo la recomendación y alabanza y el _Quevedo
me fecit_; porque son tales, que sólo tal autor podía hacer obras de
tanta erudición y agudeza; y ellas, por tener tanto de entrambas,
sólo podían ser hijas de tal y tan raro ingenio. Que si el autor es y
debe ser conocido y celebrado por estas obras más que por cuantas ha
hecho y se le han impreso hasta hoy en su nombre, ellas también quedan
estimadas y calificadas por lo que son, con sólo saber (como ya todos
saben) que las hizo DON FRANCISCO QUEVEDO. Y con él y con ellas no me
da tanto cuidado como podía darme una de las razones que me movió a
tratar a vuesamerced con esta cortesía, considerando que no sé en qué
manos ni en qué lenguas ha de dar este libro, que sale agora al teatro
del mundo donde nunca faltan censurantes y malcontentos, que con toda
propiedad, se llaman Zoilos y críticos, días peligrosos a la salud de
los buenos entendimientos, de quienes se puede entender lo que dijo
el doctísimo jurisconsulto don Mateo López Bravo[16]: _Ridendi vero,
romanuli, et graeculi nostri, qui grammaticorum infantia superbi, et
omnium rerum quantum garruli, ignari, triplici lingua stulti, a doctis
noscuntur._ Porque si vuesamerced las lee, no de prisa ni a pedazos,
sino deespacio y con atención todo él, pues no es muy grande (si no
quiere que se le pasen algunas de sus muchas sutilezas y agudezas por
alto y por entre ringlones), soy más que cierto que no se quejará de
que ellas y quien las hizo esparciar y aceptador de personas[17],
sino que a todos habla y a todos dice la verdad clara y lisa y lo que
siente, sin rastro de lisonja; y si acaso escuece y pica, considere que
no es sino sólo porque cuanto se dice es verdad y desengaño, que todos
le quieren, y nadie por su casa; y así, no hay sino paciencia, y calle
y callemos, que sendas nos tenemos. Y harto mejor fuera quejarse de las
faltas tan grandes del mundo, que movieron al autor a hablar tan claro
contra ellas, diciendo la verdad; que por eso dijo bien cierto alcalde
que vió preso a un estudiante porque hizo una sátira en que decía las
faltas del lugar, que harto mejor fuera haber preso a los que las
tienen. Y cuando nada desto baste a que deje de haber quien se queje y
murmure destas obras y de su autor, quiero hacer acordar a vuesamerced,
señor lector, sea quien fuere, aquel cuentecillo de cierto clérigo
viejo, que tenía una higuera con sus higos ya sazonados y maduros, a
la cual, subiendo unos estudiantes a hacerles declinar jurisdicción
bucólica, pensando él, por ser corto de vista, que eran aves o algunas
crueles sabandijas, puso en ella espantajos hasta conjurarlos; pero,
viendo que nada desto aprovechaba, considerando cuán buenas son las
oraciones mezcladas en piedras (armas primeras del mundo), se resolvió
de tirarlas a estos tordos racionales, diciendo que también Dios había
dado virtud a las piedras como a las plantas y yerbas, y hízolo con tal
denuedo, que dió con ellos ramas abajo y muy bien descalabrados. Sin
propósito parecerá a vuesamerced este cuento, y será, o por no saberme
yo bien explicar, o por no quererme vuesamerced entender (que no hay
más mal sordo que el que no quiere oir); pero yo sé lo entenderá si
ahonda un poco en sus sentidos varios que le puede dar (como en todo
lo deste libro). Y por si acaso quiere que yo lo explique, con ser así
que _frustra exprimitur, quod tacite subintelligitur, l. jam dubitari_,
dígole que si acaso no le obliga la cortesía y humildad con que le
trato, mire lo que dice, y cómo y de qué murmura y dice mal, si del
autor del libro o de sus obras; y guárdese de alguna lluvia de piedras
de las muchas verdades duras y secas que este libro tiene y su autor
puede enviarle, que le descalabren y hagan caer de arriba abajo, quiero
decir, de su estado y buena opinión que tiene de sabio, y no haga le
tengan por ignorante, murmurador y soberbio maldiciente, y del número
de unos necios que quieren parecer sabios en no haber libro que bien
les parezca ni cosa de que no hagan burla y menosprecio. Y guárdense
no les suceda a los tales lo que al asno de Sileno, que puso Júpiter
entre las estrellas; que por ser ellas tan resplandecientes y claras, y
él _auribus magnis_, como advirtió Luciano, descubrió más su disforme
fealdad con grande infamia. Y adviertan que el epíteto del autor es
el satírico, y créanme, y no errarán, que es más que temeridad echar
piedras del tejado del vecino quien tiene el suyo de vidrio.

“Y nadie se maraville de que llame a vuesamerced con este título,
al parecer nuevo, de ilustre y deseoso lector, porque cuando no le
mereciera por la doctrina común y sabida del filósofo, que todo hombre
naturalmente desea saber, cosa que se alcanza con el estudio y atenta
lición y meditación de los libros buenos, doctos, agudos, ingeniosos
y claros; por sólo este libro (que lo es tanto como el que más) le
merecía muy en particular, pues es el que ha sido tan deseado, así
de cuantos han leído algo destos _Sueños_ y _Discursos_, como de los
que han oído referir y celebrar algunas o alguna de las innumerables
agudezas que contienen, lastimándose de verlos ir manuscritos, tan
adulterados y falsos, y muchos a pedazos y hechos un disparate, sin
pies ni cabeza, y tan desfigurados como el soldado desdichado que,
habiendo salido de su tierra para la guerra con bizarría, tallazo,
galas y plumas, vuelve a ella después de muchos años más desgarrado
y rompido que soldado, con un ojo menos, hecho un monóculo, medio
brazo, con una pierna de palo y todo él hecho un milagro de cera, bueno
para ofrecido, con el vestido de la munición, sin color determinado,
desconocido y roto, pidiendo limosna: como la cortesana que ha corrido
a Italia, Indias y la casa de Meca y del gran Solimán. Por lo cual,
cuantos han sabido que yo los tenía enteros y leídos por hombres doctos
y entendidos, con particular curiosidad y atención me han solicitado
con grandes instancias los hiciese comunes a todos, dándolos a la
impresión, asigurándome grande gusto, y, lo que más es, grande provecho
espiritual para todos, pues en ellos hallarán desengaños y avisos de lo
que pasa en este mundo y ha de pasar en el otro por todos, para estar
de todo bien prevenidos, que _mala praevisa minas nocent_. Con que me
he resuelto a condescender con el gusto y deseo de tantos, confiado en
que vuesamerced, señor lector, me agradecerá este trabajo y gasto con
comprarle; que con sólo esto me daré por satisfecho, y aun por pagado.
Y por la agudeza y sutil modo de hablar deste libro, porque no caiga en
alguna equivocación, ruego a vuesamerced que corrija las erratas que
hallare con su acostumbrada benignidad y clemencia, que también sería
demasiada presunción y mucha particularidad pretender que saliese este
libro sin ellas. Y porque entienda vuesamerced, señor lector, que le
deseo toda honra y provecho y guardarle de todo peligro, ruego a Dios
nuestro Señor le haga como el rey de las abejas, que contiene y da de
sí por la boca la dulzura de la miel, y no tiene aguijón por no quedar
muerto picando con él, como acontece a todas las demás abejas, que le
tienen, si bien en la cola y no en la boca; y le guarde de correctores
de vidas y obras ajenas, y sopladores de las suyas propias, que no se
venden, porque ellos venden en ellas a cuantos ven y tratan”.

He aquí el índice de los discursos en la edición de Barcelona, 1635, y
de Sevilla, 1641:


        DISCURSOS QUE SALEN EN ESTA IMPRESIÓN, AHORA AÑADIDOS,
                       QUE NUNCA SE HAN IMPRESO

  _El Libro de todas las cosas y otras muchas más_, fol. 88.
  _Aguja de navegar cultos_, fol. 97.
  _La Culta latiniparla_, fol. 99.


                              YA IMPRESOS

  _El Sueño de las Calaveras_, fol. 1.
  _El Alguacil alguacilado_, fol. 7.
  _Las Zahurdas de Plutón_, fol. 15.
  _El Mundo por de dentro_, fol. 41.
  _La Visita de los chistes_, fol. 53.
  _El Caballero de la Tenaza_, fol. 80.
  _El Entremetido y la Dueña y el Soplón_, fol. 105.
  _El Cuento de cuentos entero_, fol. 136.


                              NOTAS:

[15] Alude a la etimología que los heráldicos dan al apellido QUEVEDO,
suponiendo ridículamente que vale tanto como _que vedó_ y que hubo de
nacer de haber impedido uno de esta familia que los moros pasasen de
cierta puente en el valle de Toranzo.

[16] Lib. 2, _De regendi ratione_.

[17] El texto debe de estar viciado. Acaso deba leerse: “y quien las
hizo _esparcir sean aceptadores_ de personas”.



                       EL SUEÑO DE LAS CALAVERAS

Acabó de escribir QUEVEDO este _Sueño_ a 3 de abril de 1607, a los
veinte y siete años de su edad, según nota de su sobrino don Pedro
Aldrete, que dice Castellanos haber tenido a la vista. (Edición de
Madrid, 1840). Censuráronle a 1.º de julio de 1610 fray Antolín Montojo,
del Orden de Predicadores, y a 30 de julio de 1612, el franciscano
fray Antonio de Santo Domingo: aquél adversa, éste favorablemente.
Publicáronle por vez primera, junto con los otros, las prensas de
Barcelona, en 1627, y el mismo año, con algunas variantes, las de
Zaragoza, y dos después con grandes alteraciones, las de Madrid.
Intitulóse primero _El Sueño del Juicio final_, y ya desde 1629. Hemos
tenido presentes para nuestra impresión la de Pamplona, de 1631; la
de Barcelona (Lorenzo Deu), 1635; la de Madrid (Díaz de la Carrera),
1648; las más importantes colecciones de la última mitad de aquel siglo
y un precioso manuscrito de la Biblioteca Colombina (Aa., 141, 4),
letra de la primera década del siglo XVII. Al margen de las primeras
ediciones se ven distribuidas las personas que entran en _El Sueño_,
y, por su orden, son las siguientes: escribano, avariento, escribanos,
mercaderes, mujeres hermosas, casada, ramera, médico, juez, abogado,
tabernero, sastre, salteadores, capeadores, la locura, poetas,
enamorados y valientes, judíos, filósofos, procuradores, desgracias y
peste y pesadumbre (contra los médicos), Adán, reyes, Herodes, Pilatos,
maestros de esgrima, dispenseros, pasteleros, filósofos, poetas, Orfeo;
avariento, y cómo guarda los diez mandamientos; ladrones, escribanos,
Judas, Mahoma, Lutero, médico, boticario, barbero, abogado, cómico,
taberneros, sastres, ginoveses, caballero, sacristán, adúltera, Judas,
Mahoma, Lutero, alguaciles, corchetes, astrólogo, letrado, escribano,
alguaciles, avariento, médico, boticario.



                AL CONDE DE LEMOS, PRESIDENTE DE INDIAS


A manos de vuecelencia van estas desnudas verdades, que buscan, no
quien las vista, sino quien las consienta. Que a tal tiempo hemos
venido, que con ser tan sumo bien, hemos de rogar con él. Prométese
seguridad en ellas solas. Viva vuecelencia para honra de nuestra edad.

                               DON FRANCISCO DE QUEVEDO VILLEGAS.



                               DISCURSO


Los sueños dice Homero que son de Júpiter y que él los envía[18], y
en otro lugar, que se han de creer. Es así, cuando tocan en cosas
importantes y piadosas o las sueñan reyes y grandes señores, como se
colige del doctísimo y admirable Propercio en estos versos[19]:

  _Nec tu sperne piis venientia somnia portis:
  Quum pia venerunt somnia, pondus habent._

Dígolo a propósito que tengo por caído del cielo uno que yo tuve estas
noches pasadas, habiendo cerrado los ojos con el libro del Dante[20],
lo cual fué causa de soñar que veía un tropel de visiones. Y aunque en
casa de un poeta es cosa dificultosa creer que haya cosa de juicio, aun
por sueños, le hubo en mí por la razón que da Claudiano en la prefación
al libro segundo del _Rapto_, diciendo que todos los animales sueñan
de noche como sombras de lo que trataron de día. Y Petronio Arbitro
dice[21]:

  _Et canis in somnis leporis vestigia latrat._

Y hablando de los jueces:

  _Et pavido cernit inclusum corde tribunal._


Parecióme, pues, que veía un mancebo que, discurriendo por el aire,
daba voz de su aliento a una trompeta, afeando con su fuerza, en parte,
su hermosura. Halló el son obediencia en los mármoles y oídos en los
muertos, y así, al punto comenzó a moverse toda la tierra y a dar
licencia a los huesos que anduviesen unos en busca de otros. Y pasando
tiempo, aunque fué breve, vi a los que habían sido soldados y capitanes
levantarse de los sepulcros con ira, juzgándola por seña de guerra; a
los avarientos, con ansias y congojas, recelando algún rebato, y los
dados a vanidad y gula, con ser áspero el son, lo tuvieron por cosa de
sarao o caza. Esto conocía yo en las semblantes de cada uno, y no vi
que llegase el ruido de la trompeta a oreja que se persuadiese a lo que
era[22].

Después noté de la manera que[23] algunas almas huían, unas con asco
y otras con miedo, de sus antiguos cuerpos: a cuál faltaba un brazo, a
cuál un ojo. Y dióme risa ver la diversidad de figuras y admiróme la
Providencia en que, estando barajados unos con otros, nadie por yerro
de cuenta se ponía las piernas ni los miembros de los vecinos. Sólo en
un cementerio me pareció que andaban destrocando[24] cabezas y que vi
a un escribano que no le venía bien el alma y quiso decir que no era
suya, por descartarse della.

Después, ya que a noticia de todos llegó que era el día del juicio, fué
de ver cómo los lujuriosos no querían que los hallasen sus ojos[25],
por no llevar al tribunal testigos contra sí; los maldicientes, las
lenguas; los ladrones y matadores gastaban los pies en huir de sus
mismas manos.

Y volviéndome a un lado, vi a un avariento que estaba preguntando a uno
que, por haber sido embalsamado y estar lejos sus tripas, no hablaba
porque no habían llegado, si habían de resucitar aquel día todos los
enterrados, si resucitarían unos bolsones suyos.

Riérame si no me lastimara a otra parte el afán con que una gran
chusma de escribanos andaban huyendo de sus orejas[26], deseando no las
llevar por no oir lo que esperaban; mas solos fueron sin ellas los que
acá las habían perdido por ladrones: que por descuido no fueron los más.

Pero lo que más me espantó fué ver los cuerpos de dos o tres
mercaderes, que se habían vestido las almas del revés[27] y tenían
todos los cinco sentidos en las uñas[28] de la mano derecha.

Yo veía todo esto de una cuesta muy alta, cuando oí dar voces a mis
pies que me apartase. Y no bien lo hice, cuando comenzaron a sacar
las cabezas muchas mujeres hermosas, llamándome descortés y grosero,
porque no había tenido más respeto a las damas. Que aun en el infierno
están las tales y no pierden esta locura. Salieron fuera muy alegres
de verse gallardas y desnudas entre tanta gente que las mirase; aunque
luego, conociendo que era el día de la ira y que la hermosura las
estaba acusando de secreto, comenzaron a caminar al valle con pasos más
entretenidos.

Una, que había sido casada siete veces, iba trazando disculpas para
todos los maridos. Otra dellas, que había sido pública ramera, por
no llegar al valle no hacía sino decir que se le habían olvidado las
muelas y una ceja, y volvía y deteníase; pero, al fin, llegó a vista
del teatro y fué tanta la gente de los que había ayudado a perder y que
señalándola daban gritos contra ella, que se quiso esconder entre una
caterva de corchetes, pareciéndole que aquélla no era gente de cuenta
aun en aquel día.

Divirtióme desto un gran ruido que por la orilla de un río venía de
gente en cantidad tras un médico, que después supe que lo era en la
sentencia. Eran hombres que había despachado sin razón antes de tiempo
y venían por hacerle que pareciese, y, al fin, por fuerza, le pusieron
delante del trono.

A mi lado izquierdo oí como ruido de alguno que nadaba, y vi un juez,
que lo había sido, que estaba en medio de un arroyo lavándose las
manos[29], y esto hacía muchas veces. Lleguéme a preguntarle por qué se
lavaba tanto, y díjome que en vida sobre ciertos negocios se las habían
untado[30] y que estaba porfiando allí por no parecer con ellas de
aquella suerte delante de la universal residencia.

Era de ver una legión[31] de verdugos con azotes, palos y otros
instrumentos, cómo traían a la audiencia una muchedumbre de taberneros,
sastres y zapateros, que de miedo se hacían sordos, y, aunque habían
resucitado, no querían salir de la sepultura.

En el camino por donde pasaban, al ruido sacó un abogado la cabeza y
preguntóles que adónde iban. Y respondiéronle:

--Al tribunal de Radamanto[32].

A lo cual, metiéndose más adentro, dijo:

--Esto me ahorraré de andar después, si he de ir más abajo.

Iba sudando un tabernero de congoja, tanto, que, cansado, se dejaba
caer a cada paso, y a mí me pareció que le dijo un verdugo:

--Harto es que sudéis el agua y no nos la vendáis por vino.

Uno de los sastres, pequeño de cuerpo, redondo de cara, malas barbas y
peores hechos, no hacía sino decir:


--¿Qué pude hurtar yo, si andaba siempre muriéndome de hambre?

Y los otros le decían, viendo que negaba haber sido ladrón, qué cosa
era despreciarse de su oficio[33].

Toparon con unos salteadores y capeadores[34] públicos que andaban
huyendo unos de otros, y luego los verdugos cerraron con ellos,
diciendo que los salteadores bien podían entrar en el número, porque
eran a su modo sastres silvestres y monteses, como gatos del campo.
Hubo pendencia entre ellos sobre afrentarse los unos de ir con los
otros, y al fin, juntos llegaron al valle.

Tras ellos venía la locura en una tropa, con sus cuatro costados,
poetas, músicos[35], enamorados y valientes, gente en todo ajena
deste día. Pusiéronse a un lado[36]. Andaban contándose dos o tres
procuradores las caras que tenían, y espantábanse que les sobrasen
tantas, habiendo vivido descaradamente[37]. Al fin vi hacer silencio a
todos[38].

El trono era obra donde trabajaron la omnipotencia y el milagro.
Júpiter estaba vestido de sí mismo, hermoso para los unos y enojado
para los otros[39]. El sol y las estrellas, colgando de su boca; el
viento, tullido y mudo; el agua, recostada en sus orillas; suspensa la
tierra, temerosa en sus hijos. De los hombres[40], algunos amenazaban
al que les enseñó con su real ejemplo peores costumbres. Todos, en
general, pensativos: los piadosos, en qué gracias le darían[41], cómo
rogarían por sí, y los malos, en dar disculpas.

Andaban los procuradores mostrando en sus pasos y colores[42] las
cuentas que tenían que dar de sus encomendados, y los verdugos
repasando sus copias, tarjas[43] y procesos. Al fin, todos los
defensores estaban de la parte de adentro y los acusadores de la de
afuera. Estaban guardas[44] a una puerta tan angosta, que los que
estaban, a puros ayunos[45], flacos, aún tenían algo que dejar en la
estrechura.

A un lado estaban juntas las desgracias, peste y pesadumbres, dando
voces contra los médicos. Decía la peste que ella los había herido;
pero que ellos los habían despachado. Las pesadumbres, que no habían
muerto ninguno sin ayuda de los doctores. Y las desgracias, que todos
los que habían enterrado habían ido por entrambos.

Con eso los médicos quedaron con cargo de dar cuenta de los difuntos.
Y así, aunque los necios decían que ellos habían muerto más, se
pusieron las médicos con papel y tinta en un alto con su arancel, y, en
nombrando la gente, luego salía uno dellos, y en alta voz decía:

--Ante mí pasó a tantos de tal mes, etc.[46]

Pilatos se andaba lavando las manos muy apriesa, para irse con sus
manos lavadas[47] al brasero[48]. Era de ver cómo se entraban algunos
pobres entre media docena de reyes, que tropezaban con las coronas,
viendo entrar las de los sacerdotes tan sin detenerse[49].

Llegó en esto un hombre desaforado, lleno de ceño, y alargando la
mano, dijo:

--Ésta es la carta de examen[50].

Admiráronse todos. Dijeron los porteros que quién era, y él, en altas
voces, respondió:

--Maestro de esgrima examinado y de los más diestros del mundo[51].

Y sacando unos papeles del pecho, dijo que aquéllos eran los
testimonios de sus hazañas. Cayéronsele en el suelo, por descuido,
los testimonios, y fueron a un tiempo a levantarlos dos furias y un
alguacil, y él los levantó primero que las furias[52].

Llegó un abogado y alargó el brazo para asille y metelle dentro[53], y
él, retirándose, alargó el suyo, y dando un salto, dijo:

--Esta de puño es irreparable, y pues enseño a matar, bien puedo
pretender que me llamen Galeno. Que si mis heridas anduvieran en
mula[54], pasaran por médicos malos. Si me queréis probar, yo daré
buena cuenta.

Riéronse todos, y un oficial algo moreno le preguntó qué nuevas tenía
de su alma. Pidiéronle[55] no sé qué cosas y respondió que no sabía
tretas contra los enemigos della. Mandáronle que se fuese, y diciendo:

--Entre otro--se arrojó.

Y llegaron unos despenseros a cuentas, y no rezándolas, y en el ruido
con que venía la trulla[56], dijo un ministro:

--Despenseros son.

Y otros dijeron:

--No son.

Y otros:

--Sisón[57].

Y dióles tanta pesadumbre la palabra “sisón”, que se turbaron mucho.
Con todo, pidieron que se les buscase su abogado, y dijo un verdugo:

--Ahí está Judas, que es apóstol descartado.

Cuando ellos oyeron esto, volviéndose a otra furia, que no se daba
manos a[58] señalar hojas para leer, dijeron:


--Nadie mire, y vamos a partido y tomamos infinitos siglos de fuego.

El verdugo, como buen jugador, dijo:

--¿Partido pedís? No tenéis buen juego[59].

Comenzó a descubrir[60], y ellos, viendo que miraba, se echaron en
baraja de su bella gracia.

Pero tales voces, como venían tras de un malaventurado pastelero[61],
no se oyeron jamás de hombres hechos cuartos, y pidiéndole que
declarase en qué les había acomodado sus carnes, confesó que en los
pasteles. Y mandaron que les fuesen restituidos sus miembros de
cualquier estómago en que se hallasen. Dijéronle si quería ser juzgado,
y respondió que sí, a Dios y a la ventura. La primera acusación decía
no sé qué de gato por liebre, tanto de huesos y no de la misma carne,
sino advenedizos, tanto de oveja y cabra, caballo y perro. Y cuando
él vió que se les probaba a sus pasteles haberse hallado en ellos más
animales que en el arca de Noé, porque en ella no hubo ratones ni
moscas, y en ellos sí, volvió las espaldas y dejólos con la palabra en
la boca.

Fueron juzgados filósofos, y fué de ver cómo ocupaban sus
entendimientos en hacer silogismos contra su salvación. Mas lo de
los poetas fué de notar que, de puro locos, querían hacer a Júpiter
malilla[62] de todas las cosas. Virgilio andaba con su _Sicelides
musae_[63], diciendo que era el nacimiento; mas saltó un verdugo y dijo
no sé qué de Mecenas y Octavia, y que había mil veces adorado unos
cuernecillos suyos, que los traía por ser día de más fiesta; contó no
sé qué cosas.

Y al fin, llegando Orfeo, como más antiguo, a hablar por todos, le
mandaron que se volviese otra vez a hacer el experimento de entrar en
el infierno para salir, y a los demás, por hacérseles camino, que le
acompañasen.

Llegó tras ellos un avariento a la puerta y fué preguntado qué quería,
diciéndole que los preceptos guardaban aquella puerta de quien no los
había guardado, y él dijo que en cosas de guardar era imposible que
hubiese pecado. Leyó el primero: “Amar a Dios sobre todas las cosas”,
y dijo que él sólo aguardaba a tenerlas todas para amar a Dios sobre
ellas. “No jurar”, dijo que, aun jurando falsamente, siempre había sido
por muy grande interés, y que así no había sido en vano. “Guardar las
fiestas”, éstas y aun los días de trabajo, guardaba y escondía. “Honrar
padre y madre”, siempre les quité el sombrero. “No matar”, por guardar
esto no comía, por ser matar la hambre comer. “De mujeres”, en cosas
que cuestan dineros, ya está dicho. “No levantar falso testimonio”.

--Aquí--dijo un verdugo--es el negocio, avariento. Que, si confiesas
haberle levantado, te condenas, y si no, delante del juez te le
levantarás a ti mismo.

Enfadóse el avariento, y dijo:

--Si no he de entrar, no gastemos tiempo.

Que hasta aquello rehusó de gastar. Convencióse con su vida y fué
llevado adonde merecía.

Entraron en esto muchos ladrones y salváronse dellos algunos ahorcados.
Y fué de manera el ánimo que tomaron los escribanos, que estaban
delante de Mahoma, Lutero y Judas, viendo salvar ladrones, que entraron
de golpe a ser sentenciados, de que les tomó a los verdugos muy gran
risa. Los procuradores comenzaron a esforzarse y a llamar abogados.

Dieron principio a la acusación los verdugos, y no la hacían en los
procesos que tenían hechos de sus culpas, sino con los que ellos habían
hecho en esta vida. Dijeron lo primero:

--Estos, señor, la mayor culpa suya es ser escribanos.

Y ellos respondieron a voces, pensando que disimularían algo, que no
eran sino secretarios. Los abogados comenzaron a dar descargo, que se
acabó en:

--Es hombre y no lo hará otra vez[64], y alcen el dedo.

Al fin se salvaron dos o tres, y a los demás dijeron los verdugos:

--Ya entienden.

Hiciéronles del ojo, diciendo que importaban allí para jurar contra
cierta gente[65]. Uno azuzaba testigos y repartía orejas[66] de lo que
no se había dicho y ojos de lo que no había sucedido, salpicando de
culpas postizas la inocencia.

Estaba engordando la mentira a puros enredos, y vi a Judas y a Mahoma
y a Lutero recatar desta vecindad, el uno, la bolsa, y el otro, el
zancarrón. Lutero decía:

--Lo mismo hago yo escribiendo.

Sólo se lo estorbó aquel médico que dije que, forzado de los que le
habían traído, parecieron él, un boticario y un barbero, a los cuales
dijo un verdugo que tenía las copias:

--Ante este doctor han pasado los más difuntos, con ayuda de este
boticario y barbero, y a ellos se les debe gran parte deste día.

Alegó un procurador por el boticario que daba de balde a los pobres;
pero dijo un verdugo que hallaba por su cuenta que habían sido más
dañosos dos botes de su tienda que diez mil de pica en la guerra,
porque todas sus medicinas eran espurias, y que con esto había hecho
liga con una peste y había destruido dos lugares.

El médico se disculpaba con él, y, al fin, el boticario[67] se
desapareció y el médico y el barbero andaban a daca mis muertes y toma
las tuyas.

Fué condenado un abogado porque tenía todos los derechos con
corcovas,[68] cuando, descubierto un hombre que estaba detrás déste a
gatas porque no le viesen, y preguntando quién era, dijo que cómico;
pero un verdugo, muy enfadado, replicó:

--Farandulero es, señor, y pudiera haber ahorrado aquesta venida
sabiendo lo que hay.

Juró de irse, y fuése sobre su palabra.

En esto dieron con muchos taberneros en el puesto, y fueron acusados de
que habían muerto mucha cantidad de sed a traición, vendiendo agua por
vino. Estos venían confiados en que habían dado a un hospital siempre
vino puro[69] para los sacrificios; pero no les valió, ni a los sastres
decir que habían vestido niños. Y así, todos fueron despachados como
siempre se esperaba.

Llegaron tres o cuatro extranjeros ricos, pidiendo asientos[70], y dijo
un ministro:

--¿Piensan ganar en ellos? Pues esto es lo que les mata. Esta vez han
dado mala cuenta y no hay donde se asienten, porque han quebrado el
banco de su crédito.

Y volviéndose a Júpiter, dijo un ministro:

--Todos los demás hombres, señor, dan cuenta de lo que es suyo; mas
éstos, de lo ajeno y todo.

Pronuncióse la sentencia contra ellos. Yo no la oí bien; pero ellos
desaparecieron.

Vino un caballero tan derecho, que, al parecer, quería competir con
la misma justicia que le aguardaba. Hizo muchas reverencias a todos
y con la mano una ceremonia, usada de los que beben en charco. Traía
un cuello tan grande, que no se le echaba de ver si tenía cabeza.
Preguntóle un portero, de parte de Júpiter, si era hombre. Y él
respondió con grandes cortesías que sí y que por más señas se llamaba
don Fulano, a fe de caballero. Rióse un ministro, y dijo:

--De codicia es el mancebo para el infierno.

Preguntáronle qué pretendía, y respondió:

--Ser salvado.

Y fué remitido a los verdugos para que le moliesen, y él sólo reparó en
que le ajarían el cuello.[71]

Entró tras él un hombre dando voces, diciendo:

--Aunque las doy, no tengo mal pleito[72]: que a cuantos simulacros
hay[73], o a los más, he sacudido el polvo.

Todos esperaban ver un Diocleciano o Nerón, por lo de sacudir el polvo,
y vino a ser un sacristán que azotaba los retablos. Y se había ya con
esto puesto en salvo; sino que dijo un ministro que se bebía el aceite
de las lámparas y echaba la culpa a una lechuza, por lo cual habían
muerto sin ella[74]; que pellizcaba de los ornamentos para vestirse,
que heredaba en vida las vinajeras y que tomaba alforzas a los oficios.
No sé qué descargo se dió, que le enseñaron el camino de la mano
izquierda.

Dando lugar unas damas alcorzadas[75], que comenzaron a hacer melindres
de las malas figuras de los verdugos, dijo un procurador a Vesta que
habían sido devotas de su nombre aquéllas: que las amparase. Y replicó
un ministro que también fueron enemigas de su castidad.

--Sí, por cierto--dijo una que había sido adúltera.

Y el demonio la acusó que había tenido un marido en ocho cuerpos; que
se había casado de por junto en uno para mil. Condenóse esta sola, y
iba diciendo:

--¡Ojalá supiera que me había de condenar, que no hubiera cansádome en
hacer buenas obras!

En esto, que era todo acabado, quedaron descubiertos Judas, Mahoma y
Martín Lutero. Y preguntando un ministro cuál de los tres era Judas,
Lutero y Mahoma, dijeron cada uno que él. Y corrióse Judas tanto, que
dijo en altas voces:

--Señor, yo soy Judas, y bien conocéis vos que soy mucho mejor que
éstos: porque, si os vendí, remedié al mundo, y éstos, vendiéndose a sí
y a vos, lo han destruido todo.

Fueron mandados quitar delante.

Y un abogado que tenía la copia, halló que faltaban por juzgar los
malos alguaciles y corchetes. Llamáronlos, y fué de ver que asomaron al
puesto muy tristes, y dijeron:

--Aquí lo damos por condenado: no es menester nada.

No bien lo dijeron, cuando, cargado de astrolabios y globos, entró
un astrólogo dando voces y diciendo que se habían engañado, que no
había de ser aquel día el del juicio, porque Saturno no había acabado
sus movimientos ni el de trepidación el suyo. Volvióse un verdugo, y,
viéndole tan cargado de madera y papel, le dijo:

--Ya os traéis la leña[76] con vos, como si supiérades que de cuantos
cielos habéis tratado en vida, estáis de manera que, por la falta de
uno solo en muerte, os iréis al infierno.

--Eso, no iré--dijo él.

--Pues llevaros han.

Y así se hizo.

Con esto se acabó la residencia y tribunal. Huyeron las sombras a su
lugar, quedó el aire con nuevo aliento, floreció la tierra, rióse el
cielo, Júpiter subió consigo a descansar en sí los dichosos y yo me
quedé en el valle. Y discurriendo por él, oí mucho ruido y quejas en
la tierra. Lleguéme por ver lo que había, y vi en una cueva honda,
garganta del averno[77], penar muchos, y, entre otros, un letrado,
revolviendo no tanto leyes como caldos[78]; un escribano, comiendo sólo
letras, que no había solo querido leer en esta vida; todos ajuares del
infierno. Las ropas y tocados de los condenados estaban prendidos, en
vez de clavos y alfileres, con alguaciles. Un avariento, contando más
duelos que dineros; un médico, pensando en un orinal, y un boticario,
en una medicina. Dióme tanta risa ver esto, que me despertaron las
carcajadas, y fué mucho quedar de tan triste sueño más alegre que
espantado.

Sueños son éstos que, si se duerme vuecelencia sobre ellos, verá que
por ver las cosas como las veo, las esperará como las digo.


                              NOTAS:

[18] _Ilíada_, A, 63: καὶ γάρ τ᾽ ὄναρ ἐκ Διός ἐστιν, “etenim somnium ex
Iove est”. _Ilíada_, B, 80: “Si otro cualquiera de los Aqueos hubiera
contado este sueño, lo desecharíamos y desmentiríamos; pero lo ha visto
el mejor de los Aqueos”.

[19] En el libro IV, elegía 7, v. 87. “Ni menosprecies los sueños
cuando vienen de las santas puertas: los sueños, cuando son santos,
son muy de ponderar”. De _estas puertas de los sueños_, en Homero,
_Odisea_, Δ, 809. De las clases de sueños y cuáles son como oráculos
trató Macrobio, _In somnum Scipionis_, c. 3; donde, además, declara
las _puertas del sueño_: de marfil las de los falsos, de cuerno las de
los verdaderos, trayendo lo que dijo Porfirio al explicar a Homero:
“Latet omne verum: hoc tamen anima, cum ab officiis corporis somno
eius paulum, libera est, interdum aspicit: non nunquam tendit aciem,
nec tamen pervenit. Et cum aspicit, tamen non libero et perfecto
lumine videt, sed interiecto velamine, quod nexus naturae caligantis
obducit... Hoc velamen cum in quiete ad _verum_ usque, aciem intro
spicientis admittit, de _cornu_ creditur, cuius ista natura est, ut
tenuatum visui pervium sit. Cum autem _a vero hebetat_ ac repellit
obtutum, _ebur_ putatur, cuius corpus ita natura densatum est, ut
ad quamvis extremitatem tenuitatis crassum, nullo visu ad ulteriora
tendente penetretur”. _Caído del cielo_ es lo que dice Quevedo por
piadoso; _pía_, voz religiosa que se empleaba con los manes o difuntos.

[20] _Con el libro del Dante._ En _C P_: _con el libro del beato
Hipólito (del) de la Fin del mundo y segunda venida de Cristo; lo cual
fué causa de soñar (yo) que veía el Juicio final. Y aunque en casa
de._--Περἰ τῆς συντελείας τοῡ χόσμου χαὶ περὶ τοῡ Ἀντιχριστοῡ χαι εἰς
τἠν δευτέραν παρoυσιαν τοῡ Kυρίoυ ἡμῶν Ἰησoῡ Xριστoῡ.

[21] _Satyricon_, pág. 368, edic. Michaele Hadrianide, Amstelodami,
1669. “Hasta ladra el perro soñando que ventea una liebre”. “Los que
tratan causas, leyes y el foro ven el tribunal metido en su aterrado
corazón”.

[22] _Que se persuadiese que era cosa de juicio. Después (C P)._

[23] _De la manera que_, trasposición idiomática de la preposición con
el relativo. (_Leng. Cerv._, I, 235). _Quij._, 2, 7: “Sé _al_ blanco
_que_ tiras”. Ídem, 1, 29: “Ya se ha dicho _de_ la mala manera _que_
Cardenio estaba vestido”.

[24] _Destrocar_, trocar y deshacer el trueque otra vez. CORR., p.
388: “Pelillos a la mar, que no hay destrocar”. CÉSPED. MENESES,
_Historias_, c. 81: “Cuando los casos de tanta gravedad llegan a
destrocarse sin remedio”. _Oro viejo_, 1, P. 57: “Que te coma y
te destrueque y te | vuelva a comer”. En _P, destrozando_; en _C,
destrocando cabezas y piernas y un escribano_. Los escribanos son para
Quevedo desalmados, sin conciencia, por venderla a sus clientes.

[25] Huye cada cual del miembro con que pecó, según el romance: “Ya me
comen, ya me comen | por do más pecado había”. Los lujuriosos pecan
contra la vergüenza, que es la guarda de la castidad y el instrumento
de la vergüenza son los ojos.

[26] _De sus orejas_, castigo del ladrón era el desorejarle.

[27] En _P: se habían calzado las almas al revés_.

[28] _Gente de uña_ se dicen los ladrones. T. RAMÓN, _Dom.
17 Trin., 2_: “En no haber a qué echar las uñas, adiós, que me mudo”.
QUEV., _Mus._, 7: “Y mira mi Perico, | que cuando te pidieren | las
doncellas de uña | como sortija, gente de la carda, | que te acuerdes
del ángel de la guarda”.

[29] CORR., 195: “_Lavo mis manos._ (Quiere decir sálgome a fuera de
culpa y del daño que pueden achacarme y venirme. Tómase del hecho y
dicho de Pilatos)”.

[30] _Untarle las manos_, con ungüento mejicano u oro. MANRIQUE,
_Laurea_, 1, 8, 3: “Llega el pleiteante, úntale las manos con escudos”.
Díjose del mancharse las manos con el soborno, al par de la conciencia.

[31] En _P: legión de demonios_. Y siempre después por _verdugos_.

[32] _Radamanto_, hijo de Júpiter y de Europa, hermano de Minos, y con
él juez en los infiernos. En _P_: _y respondiéronle_: “_Al justo juicio
de Dios, que era llegado_”. En _C_: _Respondió un diablo que al justo
juicio de Dios, el cual era ya llegado. Respondió: Esto me ahorraré._

[33] _De su oficio_, el más ladrón de todos, según dicen, por los
retazos que sisan: _No pasa un alma, todos son sastres. Cien sastres,
y cien molineros y cien tejedores, son trescientos ladrones._ (CORR.,
270). _El sastre que no hurta no es rico por la aguja._ (Ídem, 83).

[34] _Capeadores_, los que capeaban o hurtaban de noche capas, etc.

[35] _De músicos, poetas y locos, todos tenemos un poco._ A los que han
de añadirse los otros dos costados, el enamorado y el valentón: el que
es estas cuatro cosas es loco _por los cuatro costados, gente ajena
deste día_, esto es, _de juicio_.

[36] “Donde se estaban mirando los sayones judíos y los filósofos”.
Decían juntos, viendo a los Sumos Pontífices con sillas de gloria:
“Diferentemente se aprovecharon de las narices los Papas que nosotros,
pues con diez varas de ellas no olimos lo que teníamos entre manos”.
(Ms. de la Biblioteca Colombina).

[37] _Descaradamente_, sin cara propia, pues ponen una cara a cada
ocasión. Véase _Guzmán de Alfarache_, 2, 3, 7.

[38] “Hacíale también un silenciero de catedral, dando tales golpes
con su bastón, que acudieron a ellos más de mil calóndrigos, no pocos
racioneros y hasta un Obispo, un Arzobispo y un Inquisidor, trinidad
que se arañaba por arrebatarse una buena conciencia, que acaso andaba
por allí distraída, buscando a quién le viniese”. La censura tachó en
1612 este párrafo, que nunca llegó a imprimirse. Castellanos lo publicó
entre sus notas en la edición ilustrada que salió de la imprenta de
Mellado en 1840.

[39] En _C_ y _P_: _Dios estaba vestido de sí mismo, hermoso para los
santos y enojado para los perdidos._

[40] “Los hombres, unos tenían los ojos en Dios y otros en sí mismos.
Cuál miraba a la tierra y cuál amenazaba al que le enseñó con sus malas
costumbres y mal ejemplo”. (Ms. Colomb). “Toda la tierra y temerosa”
(_C_).--“temerosa en sus hijos; y cual amenazaba al que le enseñó con
su mal peores costumbres” (ídem).

[41] En _C_ y _P_: _Los justos en qué gracias darían á Dios cómo_.
Puso _piadosos_, que entre gentiles, hablando de _Júpiter_, era lo que
respondía a _justos_ y a _Dios_.

[42] _Colores_, como _caras_, que daba a entender antes. En _C_ y _P_:
_Andaban los ángeles custodios mostrando_. En _M_: _mostrando en los
pasos_.

[43] _Tarjas_, aquí golpes, azotes.

[44] _Estaban los diez mandamientos por guarda a una puerta_ (_B_) de
la de afuera. _Estaban los diez_ (_M_).

[45] _A puros ayunos_, a fuerza de ayunos. VALDERRAMA, _Ejerc. Sab. 2
cuar._: “Cuando a puros ruegos y porfías le sacó la bendición”.

[46] “Comenzóse la cuenta por Adán y, porque se vea si iba estrecha,
hasta de una manzana le pidieron cuenta tan rigorosa, que le oí decir a
Judas: ‛¿Qué tal la daré yo, que le vendí al mismo dueño un cordero’?

“Pasaron todos los primeros Padres, vino el Testamento nuevo,
pusiéronse en sus sillas al lado de Dios los apóstoles todos con el
santo Pescador. Luego llegó un diablo y dijo: ‘Éste es el que señaló
con toda la mano al que san Juan con un dedo, que fué el que dió la
bofetada a Cristo’. Juzgó el mismo su causa y dieron con él en los
entresuelos del mundo. Era de ver, etc”. (Ms.).

[47] _Con sus manos lavadas._ (Meterse sin ser llamado). (CORR.,
595), y sin haber puesto nada de su parte, tomado del no manchárselas
estándose mano sobre mano. A. ÁLVAREZ, _Silva_, _Fer. 4 dom. 2 cuar._,
14 c.: “Para que con sus manos lavadas se lo gocen”.

[48] _Brasero_ era el lugar donde quemaban al delincuente, y alude al
infierno. CARTUJANO, _Triunf._, 2: “Responda tablada con rostro quemado
| y en su brasero las carnes desnudas”.

[49] “Asomaron sus cabezas Herodes y Pilatos, y cada uno conocía en él,
aunque gloriosas, sus iras. Decía Pilatos: ‛Esto merece quien se dejó
gobernar por judigüelos’; y Herodes: ‛Yo no puedo ir al cielo, pues al
limbo no se querrían más (_fiar de mí_) los inocentes con las nuevas
que tienen de esotros’. Ello es fuerza de ir al infierno, que, en fin,
es posada conocida”. (Ms.).

[50] _Carta de examen_, tenía todo oficial, pues había de pasar por
él, de lo cual están llenas las _Ordenanzas_ de ciudades. Alude
Quevedo a don Luis Pacheco de Narváez, con quien tuvo un lance en
casa del Presidente de Castilla el año 1608. Discurríase con motivo
de las _Cien conclusiones_ de la verdadera destreza, que don Luis
acababa de publicar. Impugnólas Quevedo, sostúvolas el maestro, no
bastaron razones, se recurrió a la prueba, y al primer encuentro pegó
don Francisco a Narváez y derribóle el sombrero de la cabeza. Fueron
enemigos toda su vida. Dicen que Pacheco se juntó con Montalbán y
con el padre Niseno para escribir en 1635 el _Tribunal de la justa
venganza_. El libro de Narváez, que ha impreso Vindel en 1898, dice:
_Modo fácil y nuevo para examinarse los maestros en la Destreza de las
Armas y entender sus cien conclusiones ó fórmulas de saber, por Don
Luis Pacheco de Narváez, maestro del Rey nuestro señor, en la Filosofía
y Destreza de las Armas y Mayor en los Reynos de España_, Madrid, 1625.
La obra publicada en 1600, Madrid, llevaba por título: _Libro de las
grandezas de la espada, en que se declaran muchos secretos del que
compuso el comendador Jerónimo de Carranza._ De este libro se burla
Quevedo, no menos en la _Historia de la vida del Buscón Pablos_ (l. I,
c. 8).

[51] “y de los más ahigadados hombres del mundo y, porque lo crean,
vean aquí el testimonio de mis hazañas. Y fué a sacarlos del seno con
tanta prisa y cólera, que por mostrarlos se le cayeron en el suelo.
Luego al punto arremetieron dos diablos y un alguacil a levantarlos, y
vi que con mayor presteza levantó el alguacil los testimonios que los
diablos. Llegó un ángel y alargó el brazo para asirle y meterle y él
retirándose, etc.”. (Ms.).

[52] _Furias._ En _P_: _diablos_; lo mismo que antes, donde pone el
texto _verdugos_, trae _P_: _diablos_, gentilizando la obra en la
última redacción, y por _ángel_ corrigió _abogado_.

[53] _Metelle dentro_, ya ha dicho que _los defensores estaban de la
parte de adentro_.

[54] _En mula_ andaban los médicos.

[55] “Pidiéronle la cuenta de no sé qué cosas y tretas de su salvación
y él confesó que no sabía ninguna contra los enemigos del alma.
Mandáronle que se fuese por línea recta al infierno. A lo cual replicó
que le debían de tener por diestro de los del libro matemático, que él
no sabía qué era línea recta. Hiciéronselo aprender y descendió entre
todos. Llegaron haciendo cuenta unos despenseros, y conociéndolos en
el ruido con que venían y la trulla, etc”. (Ms.). Son términos de la
_destreza_.

[56] _La trulla_, el tropel ruidoso. _Crotalón_, 4: “Siempre andaba en
compañía de una trulla de clérigos santos”. S. HOROZCO, _Cancionero_,
p. 182: “No parece sino infierno tanta trulla y confusión”.

[57] _Sisón_, juega con el _sí son_ y el _sisón_ o el que sisa, como
suelen _los despenseros_. L. RUEDA, I, 13: “Que Luquillas es uno de los
mayores sisones del mundo”.

[58] _No darse manos a_, no parar de. A. ÁLV., _Silv. Dom. 2 adv._, 6
c., § 1: “Anduviese lista y servicial, no se dando manos a hacer”.

[59] GALINDO, _P_, 237: _¿Partido pide?_ _No tiene buen juego._ Es
darse a partido, entregarse con ciertas condiciones, propio del
vencido. VALDERR., _Ejerc. Sab. ceniz._: “El cual, viendo que no podía
escaparse, se dió a partido”.

[60] _Descubrir_, echar cartas y poner de manifiesto las sisas de
ellos, en el texto, por lo cual sigue la alegoría del juego, añadiendo
que _se echaron en baraja_, en confusión, en el infierno.

[61] Véase _Ordenanza 7 de los pasteleros_, de Valladolid: “no sea
osado (como por la malicia de las gentes alguna vez aya acaecido)
hacer pasteles, que no sean de vaca ó carnero o de venacion... no
vendan pasteles de vaca por de carnero ni en ninguna manera de cabron
ni cabra ni oveja”. Hablando de un ajusticiado, dice el mismo Quevedo
en _Tacaño_, I, 7: “Los pasteleros desta tierra nos consolarán,
acomodándole en los (pasteles) de a cuatro (reales)”.

[62] _Malilla_, del juego del tresillo o del hombre; echar la culpa de
todo a Júpiter. FONS., _Vid. Cristo_, 2, 1: “Son malillas del infierno,
que no solamente no estorban los intentos despeñados..., sino que los
atiza y asegura”. En _C_ y _P_: _querían hacer creer a Dios que era
Júpiter, y que por él decían ellos todas las cosas. Y Virgilio._

[63] _Sicelides musae_, comienzo de la égloga IV, “musas sicilianas”,
esto es, de Teócrito o bucólicas, pastoriles. Créese, con Eusebio,
Lactancio y Sanazaro, que cantó en ella _el nacimiento_ de Cristo: “Iam
redit et Virgo... | iam novo progenies coelo demittitur alto. | Tu modo
nascenti puero”... Literalmente trató del nacimiento del hijo de Asinio
Pollión, el año que triunfó por la toma de _Salonas_ en Dalmacia, y
alude a Octaviano. Vivía Virgilio junto a los huertos de Mecenas, su
grande amigo y favorecedor de todos los poetas. De Octavia, hermana
de Octaviano, Augusto, recibió gran suma de sextercios cuando le oyó
recitar el trozo de la _Eneida_ (6, 882), donde habla de su infortunado
hijo Marcelo, sucesor que iba a ser en el imperio y que murió a los
diez y ocho años. A estos dones de uno y otra alude Quevedo, no menos
que a ciertos cuernecillos de que hablan malas lenguas.

[64] “unos decían: ‘Son bautizados y miembros de la Iglesia’. No
tuvieron muchos dellos que decir otra cosa”. (El expresado Ms.). _Es
hombre._ TERENCIO, _Heautontim._, 1: “Homo sum: humani nihil a me
alienum puto”. “Como soy hombre, no tengo por ajenas las cosas de los
hombres”. Así responde Cremes a Menedemo, que le había dicho: “¿Tan
desocupado estás, Cremes, de tus cosas, que te vaga pensar en las
ajenas, y mayormente en las que no te importan nada?”

[65] “Y viendo ellos que por ser cristianos les daban más pena que a
los gentiles, alegaron que el ser cristianos no era por su culpa, que
los bautizaron cuando eran niños y que los padrinos la tenían. Digo de
verdad que vide a Mahoma, a Judas y a Lutero tan cerca de atreverse
a entrar en juicio, animados con ver salvar a un escribano, que me
espanté de que no lo hiciesen. Y sólo se lo estorbó un médico, porque,
forzado de los demonios y los que le habían traído, etc”. (Ms.).

[66] _Repartía orejas_, como falso testigo de oídas, _y ojos_, como
falso testigo de vista.

[67] En _C_ y _P_: _boticario fué condenado, y el médico y el barbero
(intercediendo S. Cosme y S. Damián) se salvaron._

[68] _Con corcovas_, tuertos o torcidos. En _S_, _corvas_; en _M_,
_encorvados_.

[69] En _C_: _vino para las misas_. En _P_: _vino puro para las misas_;
_pero_. Habiendo gentilizado la obra puso, por _misas_, _sacrificios_.
Igualmente, por _niños_, había en _M_: _niños jesuses_, y en _P_:
_vestido jesuses_, con lo que se entiende el _niños_ que quedó en la
última redacción.

[70] _Asientos_, retruécano de lugar donde asentarse y de tratos de
cambio: sobre todo, los genoveses tenían todo el dinero de España, y
era cosa sabida, por lo que añade que _habían quebrado el banco de
su crédito_. En _C_ y _P_: _ginoveses ricos_ por _extranjeros_, que
después puso.

[71] Así reprodujo este pensamiento el autor de _La Verdad sospechosa_:

    “Yo sé quien tuvo ocasión
  De gozar su amada bella,
  Y no osó acercarse a ella
  Por no ajar un canjilón”.


[72] CORR., 345: _Quien mal pleito tiene, a voces lo mete, o a barato
lo mete_.

[73] Por el gentílico _simulacros_ decían _C_ y _P_: _a cuantos santos
hay en el cielo_.

[74] _Sin ella, sin culpa_, que dice _C_.

[75] _Alcorzadas_, muy peripuestas, como la alcorza o pasta azucarada,
blanca y delicada, con que se bañan y adornan los dulces. QUEV., _Mus._
7, _r._ 3: “Los Adonis en azúcar | a quien amor alcorzaba”.

[76] _La leña_ de astrolabios y globos, causa de arder en los
infiernos. Juan Arias de Loyola y Luis de Fonseca Coutiño fueron
matemáticos, que en 1603 creyeron haber hallado el famoso _Punto fijo_.

[77] En _C_: _en una cierra honda_. En _M_ y _P_: _garganta del
infierno_.

[78] CORR., 479: “_Revolver caldos._ (Por meter en cuestión y cizaña;
_revolvedor de caldos_, el que revuelve y enmaraña pleitos y cosas)”.
En _C_: _había querido leer, todos ajuares del infierno. Y las ropas y
tocados de los condenados estaban presos con alguaciles: un avariento
estaba contando duelos más que dineros._



                        EL ALGUACIL ALGUACILADO


El licenciado, a quien de mano maestra pinta Quevedo, vivió
realmente. Llamábase don Jenaro Andreini, era capellán del conde de
Lemos y asistía a la parroquia de San Pedro el Real, de esta Corte.
Como viniese en peregrinación a España con el propósito de visitar el
sepulcro de Santiago en la capital de Galicia, le vió un deudo del
Conde ahuyentar los demonios. Cobróle afición, trájole a Madrid y en
breve el italiano logró fama de estupendo exorcista. Sus conjuros
frecuentes y exagerados fanatizaron a la plebe, llegando los escándalos
a tal punto, que el Santo Oficio tuvo por último que extrañarle
de estos reinos. (Carta de Quevedo, fecha en 1640, Archivo de la
Inquisición. Castellanos, notas de la edición de Madrid de 1840).
Siendo, como se verá, verdaderos demonios o peores los alguaciles,
el título equivale a _alguacil endemoniado_ o _demonio alguacilado_.
Y de hecho, _El alguacil endemoniado_ es el título en _C_ y _P_. Las
figuras que entran en el _Sueño_, y se ven oportunamente distribuidas
al margen en la edición de Pamplona (1631), son éstas, copiadas también
las anotaciones por el mismo orden que tienen: “Seis géneros de
alguaciles malos son como seis géneros de demonios, hipócrita, poetas,
poetas de comedias, procuradores, artillero, escribanos, sastre,
ciego, enamorados, sepultureros, pasteleros, astrólogos, alquimistas,
médicos, mercaderes, ministros malos, necios, aguador, taberneros,
mohatreros, venteros, enamorados, aduladores, cornudos, enamorados de
viejas, pintura de los demonios, sastres, italiano, reyes, mercaderes,
ginoveses, jueces, la justicia y la verdad, hurtar, alguaciles,
mujeres, mujeres feas se condenan más que hermosas, mujer vieja, lindo
y de zapatos blancos, pobres, diablo que predica y por qué”.



                AL CONDE DE LEMOS, PRESIDENTE DE INDIAS


Bien sé que a los ojos de vuecelencia es más endemoniado el autor
que el sujeto. Si lo fuere también el discurso, habré dado lo que
se esperaba de mis pocas letras, que, amparadas como de dueño de
vuecelencia y su grandeza, despreciarán cualquier temor. Ofrézcole
este discurso del _Alguacil alguacilado_: recíbale vuecelencia con la
humanidad que me hace merced, así yo vea en su casa la sucesión que
tanta nobleza y méritos piden.

Esté advertido vuecelencia que los seis géneros de demonios que
cuentan los supersticiosos y los hechiceros, los cuales por esta orden
divide Psello en el capítulo 2.º del _Libro de los demonios_[79],
son los mismos que las órdenes en que se distribuyen los alguaciles
malos. Los primeros llaman leliureones, que quiere decir ígneos; los
segundos, aéreos; los terceros, terrenos; los cuartos, acuátiles; los
quintos, subterráneos; los sextos, lucífugos, que huyen de la luz.
Los ígneos son los criminales, que, a sangre y a fuego, persiguen los
hombres. Los aéreos son los soplones, que dan viento. Ácueos son los
porteros, que prenden por si vació o no vació sin decir _agua va_,
fuera de tiempo, y, son ácueos, con ser casi todos borrachos y vinosos.
Terrenos son los civiles que a puras comisiones y ejecuciones destruyen
la tierra. Lucífugos, los rondadores, que huyen de la luz, debiendo la
luz huir dellos. Los subterráneos, que están debajo de tierra, son los
escudriñadores de vidas y fiscales de honras y levantadores de falsos
testimonios, que debajo de tierra sacan qué acusar y andan siempre
desenterrando los muertos y enterrando los vivos.


                              NOTAS:

[79] _Ex Michale Psello de Daemonibus, interpres Marsillius Fecinus._
Venetiis, M.D.XVI. El ejemplar que hemos tenido a la vista, de la
biblioteca de San Isidro, se ve apostillado, acaso por Quevedo. La
letra se parece a la de sus juveniles años.



                             AL PÍO LECTOR


Y si fueres cruel, y no pío, perdona. Que este epíteto natural
del pollo has heredado de Eneas[80], de quien desciendes. Y en
agradecimiento de que te hago cortesía en no llamarte benigno lector,
advierte que hay tres géneros de hombres en el mundo. Los unos que, por
hallarse ignorantes, no escriben, y éstos merecen disculpa por haber
callado y alabanza por haberse conocido. Otros, que no comunican lo que
saben; a éstos se les ha de tener lástima de la condición y envidia
del ingenio, pidiendo a Dios que les perdone lo pasado y les enmiende
lo por venir. Los últimos no escriben de miedo de las malas lenguas;
éstos merecen reprensión, pues, si la obra llega a manos de hombres
sabios, no saben decir mal de nadie; si de ignorantes, ¿cómo pueden
decir mal, sabiendo que si lo dicen de lo malo lo dicen de sí mismos? Y
si del bueno, no importa, que ya saben todos que no lo entienden. Esta
razón me animó a escribir el _Sueño de las calaveras_ y me permitió
osadía para publicar este discurso. Si le quieres leer, léele, y si
no, déjale, que no hay pena para quien no le leyere. Si le empezares a
leer y te enfadare, en tu mano está con que tenga fin donde te fuere
enfadoso. Sólo he querido advertirte en la primera hoja que este papel
es sólo una reprensión de malos ministros de justicia, guardando el
decoro que se debe a muchos, que hay loables por virtud y nobleza,
poniendo todo lo que en él hay debajo la corrección de la Iglesia
romana y ministros de buenas costumbres.

                              NOTAS:

[80] _Eneas_, a quien Virgilio apoda siempre _pío_, _pius_, por haber
cumplido con la religión y deberes que debía a sus antepasados,
trayendo a tanta costa suya, hasta Italia, sus venerandas cenizas. Que
tal fué el valor de _pius_. _De quien desciendes_, por el mocosuena del
_pío_, calificativo que suele darse al lector en los prólogos.



                               DISCURSO


Fué el caso que entré en San Pedro a buscar al licenciado Calabrés,
hombre de bonete de tres altos[81], hecho a modo de medio celemín, ojos
de espulgo[82], vivos y bulliciosos, puños de Corinto, asomo de camisa
por cuello, mangas en escaramuza y calados de rasgones, los brazos en
jarra y las manos en garfio[83]. Habla entre penitente y diciplinante,
los ojos bajos y los pensamientos tiples; la color, a partes hendida y
a partes quebrada, muy tardón[84] en las respuestas y abreviador en la
mesa; gran lanzador de espíritus, tanto, que sustentaba el cuerpo con
ellos[85]. Entendíasele de ensalmar, haciendo al bendecir unas cruces
mayores que las de los malcasados. Hacía del desaliño humildad[86],
contaba visiones, y, si se descuidaban a creerle, hacía milagros que me
cansó.

Éste, señor, era uno de los sepulcros hermosos, por de fuera
blanqueados y llenos de molduras, y por de dentro pudrición y gusanos;
fingiendo en lo exterior honestidad, siendo en lo interior del alma
disoluto y de muy ancha y rasgada conciencia. Era, en buen romance,
hipócrita, embeleco vivo, mentira con alma y fábula con voz. Halléle
solo[87] con un hombre, que, atadas las manos y suelta la lengua,
descompuestamente daba voces con frenéticos movimientos.


--¿Qué es esto?--le pregunté espantado.

Respondióme:

--Un hombre endemoniado.

Y, al punto, el espíritu respondió:

--No es hombre, sino alguacil. Mirad cómo habláis, que en la pregunta
del uno y en la respuesta del otro se ve que sabéis poco. Y se ha de
advertir que los diablos en los alguaciles estamos por fuerza y de mala
gana, por lo cual, si queréis acertarme, debéis llamarme a mí demonio
enaguacilado, y no a éste alguacil endemoniado, y avenisos mejor los
hombres con nosotros que con ellos, si bien nuestra cárcel es peor,
nuestro agarro, perdurable[88]. Verdugos y alguaciles malos parece
que tenemos un mismo oficio, pues, bien mirado, nosotros procuramos
condenar y los alguaciles también; nosotros, que haya vicios y pecados
en el mundo, y los alguaciles lo desean y procuran, al parecer, con
más ahinco, porque ellos lo han menester para su sustento y nosotros
para nuestra compañía. Y es mucho más de culpar este oficio en los
alguaciles que en nosotros, pues ellos hacen mal a hombres como ellos
y a los de su género, y nosotros no[89]. Fuera desto, los demonios lo
fuimos por querer ser como Dios, y los alguaciles son alguaciles por
querer ser menos que todos[90]. Persuádete que alguaciles y nosotros
somos de una profesión, sino que ellos son diablos con varilla, como
cohetes, y nosotros alguaciles sin vara, que hacemos áspera vida en el
infierno[91].

Admiráronme las sutilezas del diablo. Enojóse Calabrés, revolvió sus
conjuros, quísole enmudecer, y no pudo, y al echarle agua bendita
comenzó a huir y a dar voces, diciendo:

--Clérigo, cata que no hace estos sentimientos el alguacil por la
parte de bendita, sino por ser agua. No hay cosa que tanto aborrezca,
pues si en su nombre se llama _alguacil_, es encajada una _l_ en
medio[92]. Yo no traigo corchetes[93] ni soplones ni escribanito.
Quítenme la tara[94] como al carbón y hágase la cuenta entre mí y el
agarrador. Y porque acabéis de conocer quién son y cuán poco tienen de
cristianos, advertid que de pocos nombres que del tiempo de los moros
quedaron en España, llamándose ellos merinos[95], le han dejado por
llamarse alguaciles. Que alguacil es palabra morisca. Y hacen bien, que
conviene el nombre con la vida y ella con sus hechos.

--Eso es muy insolente cosa oírlo--dijo furioso mi licenciado--, y, si
le damos licencia a este enredador, dirá otras mil bellaquerías y mucho
mal de la justicia, porque corrige el mundo y le quita con su temor y
diligencia las almas que tiene negociadas.

--No lo hago por eso--replicó el diablo--, sino porque ése es tu
enemigo, que es de tu oficio[96]. Y ten lástima de mí y sácame del
cuerpo déste, que soy demonio de prendas y calidad y perderé después
mucho en el infierno por haber estado acá con malas compañías.

--Yo te echaré hoy fuera--dijo Calabrés--, de lástima de ese hombre,
que aporreas por momentos y maltratas: que tus culpas no merecen piedad
ni tu obstinación es capaz della.

--Pídeme albricias--respondió el diablo--si me sacas hoy. Y advierte
que estos golpes que le doy y lo que le aporreo, no es sino que yo y
él reñimos acá sobre quién ha de estar en mejor lugar y andamos a _más
diablo es él_.

Acabó esto con una gran risada: corrióse mi buen licenciado y
determinóse a enmudecerle. Yo, que había comenzado a gustar de las
sutilezas del diablo, le pedí que, pues estábamos solos, y él, como mi
confidente, sabía[97] mis cosas secretas, y yo como amigo, las suyas,
que le dejase hablar, apremiándole sólo a que no maltratase el cuerpo
del alguacil. Hízose así, y al punto dijo:

--Donde hay poetas, parientes tenemos en corte los diablos, y todos
nos lo debéis por lo que en el infierno os sufrimos: que habéis hallado
tan fácil modo de condenaros, que hierve todo él en poetas. Y hemos
hecho una ensancha[98] a su cuartel, y son tantos, que compiten en los
votos y elecciones con los escribanos. Y no hay cosa tan graciosa como
el primer año de noviciado de un poeta en penas, porque hay quien le
lleva de acá cartas de favor para ministros, y créese que ha de topar
con Radamanto y pregunta por el Cerbero y Aqueronte, y no puede creer
sino que se los esconden.

--¿Qué géneros de penas les dan a los poetas?--repliqué yo.

--Muchas--dijo--y propias. Unos se atormentan oyendo alabar las obras
de otros, y a los más es la pena el limpiarlos. Hay poeta que tiene mil
años de infierno y aun no acaba de leer unas endechillas a los celos.
Otros verás en otra parte aporrearse y darse de tizonazos sobre si
dirá faz o cara. Cuál, para hallar un consonante no hay cerco[99] en
el infierno que no haya rodado mordiéndose las uñas. Mas los que peor
lo pasan y más mal lugar tienen son algunos poetas de comedias, por
las muchas reinas que han hecho, las infantas[100] de Bretaña que han
deshonrado, los casamientos desiguales que han efetuado en los fines
de las comedias y los palos que han dado a muchos hombres honrados por
acabar los entremeses. Mas es de advertir que los poetas de comedias
no están entre los demás, sino que, por cuanto tratan de hacer enredos
y marañas, se ponen entre los procuradores y solicitadores, gente que
sólo trata deso.

Y en el infierno están todos aposentados así. Que un artillero que
bajó allá el otro día, queriendo que le pusiesen entre la gente de
guerra, como al preguntarle del oficio que había tenido dijese que
hacer tiros en el mundo, fué remitido al cuartel de los escribanos,
pues son los que hacen tiros[101] en el mundo. Un sastre, porque dijo
que había vivido de cortar de vestir[102], fué aposentado con los
maldicientes. Un ciego, que quiso encajarse con los poetas, fué llevado
a los enamorados, por serlo todos. Los que venían por el camino de los
locos[103], ponemos con los astrólogos, y a los por mentecatos, con los
alquimistas.

Uno vino por unas muertes, y está con los médicos. Los mercaderes
que se condenan por vender, están con Judas. Los malos ministros, por
lo que han tomado, alojan con el mal ladrón. Los necios están con los
verdugos. Y un aguador, que dijo había vendido agua fría, fué llevado
con los taberneros. Llegó un mohatrero tres días ha, y dijo que él se
condenaba por haber vendido gato por liebre, y pusímoslo de pies con
los venteros, que dan lo mismo. Al fin, el infierno está repartido en
estas partes.

--Oíte decir antes de los enamorados, y por ser cosa que a mí me toca,
gustaría saber si hay muchos.

--Mancha es la de los enamorados--respondió--que lo toma todo, porque
todos lo son de sí mismos: algunos, de sus dineros; otros, de sus
palabras; otros, de sus obras, y algunos, de las mujeres. Y destos
postreros hay menos que de todos en el infierno, porque las mujeres son
tales, que, con ruindades, con malos tratos y peores correspondencias
les dan ocasiones de arrepentimiento cada día a los hombres. Como
digo, hay pocos déstos; pero buenos y de entretenimiento, si allá
cupiera[104]. Algunos hay que en celos y esperanzas amortajados y en
deseos, se van por la posta[105] al infierno, sin saber cómo ni cuándo
ni de qué manera.

Hay amantes alacayados[106], que arden llenos de cintas; otros
crinitos[107], como cometas, llenos de cabellos, y otros que en los
billetes solos que llevan de sus damas ahorran veinte años de leña a la
fábrica de la casa, abrasándose lardeados[108] en ellos.

Son de ver los que han querido doncellas, enamorados de doncellas,
con las bocas abiertas y las manos extendidas. Déstos, unos se
condenaban por tocar sin tocar pieza, hechos bufones[109] de los otros,
siempre en vísperas del contento, sin tener jamás el día y con sólo
el título de pretendientes[110]. Otros se condenan por el beso[111],
brujuleando[112] siempre los gustos sin poderlos descubrir.

Detrás de éstos, en una mazmorra, están los adúlteros[113]: éstos
son los que mejor viven y peor lo pasan, pues otros les sustentan la
cabalgadura y ellos la gozan.

--Gente es ésta--dije yo--cuyos agravios y favores todos son de una
manera.

--Abajo, en un apartado muy sucio[114], lleno de mondaduras de rastro,
quiero decir, cuernos[115], están los que acá llamamos cornudos, gente
que aun en el infierno no pierde la paciencia. Que, como la llevan
hecha a prueba de la mala mujer que han tenido, ninguna cosa los
espanta.

Tras ellos están los que se enamoran de viejas, con cadenas[116].
Que los diablos de hombres de tan mal gusto[117] aún no pensamos que
estamos seguros. Y si no estuviesen con prisiones, Barrabás aún no
tendría bien guardadas las asentaderas dellos. Y tales como somos, les
parecemos blancos y rubios[118].

Lo primero que con éstos se hace es condenarles la lujuria y su
herramienta a perpetua cárcel.

Mas, dejando éstos, os quiero decir que estamos muy sentidos de
los potajes que hacéis de nosotros, pintándonos con garras sin ser
aguiluchos; con colas, habiendo diablos rabones[119]; con cuernos, no
siendo casados, y malbarbados siempre, habiendo diablos de nosotros
que podemos ser ermitaños y corregidores. Remediad esto. Que poco ha
que fué Jerónimo Bosco[120] allá, y, preguntándole por qué había hecho
tantos guisados de nosotros en sus sueños, dijo:

--Porque no había creído nunca que había demonios de veras.

Lo otro, y lo que más sentimos, es que, hablando comúnmente, soléis
decir:

--Miren el diablo del sastre, o diablo es el sastrecillo[121].

A sastres nos comparáis, que damos leña con ellos al infierno y aun
nos hacemos de rogar para recibirlos. Que, si no es la póliza[122] de
quinientos, nunca hacemos recibo, por no malvezarlos y que ellos no
aleguen posesión: _Quoniam consuetudo est altera lex_. Y como tienen
posesión en el hurtar y quebrantar las fiestas, fundan agravio si no
les abrimos las puertas grandes, como si fuesen de casa.

También nos quejamos de que no hay cosa, por mala que sea, que no
la deis al diablo, y, en enfadándoos algo, luego decís: “Pues el
diablo te lleve”. Pues advertid que son más los que se van allá que
los que traemos. Que no de todo hacemos caso. Dais al diablo un
maltrapillo[123] y no le toma el diablo, porque hay algún maltrapillo
que no le tomará el diablo. Dais al diablo un italiano, y no le toma el
diablo, porque hay italiano que tomará al diablo. Y advertid que las
más veces dais al diablo lo que él ya se tiene, digo, nos tenemos.

--¿Hay reyes en el infierno?--le pregunté yo.

Y satisfizo a mi duda, diciendo:

--Todo el infierno es figuras[124] y hay muchos de los gentiles,
porque el poder, libertad y mando les hace sacar a las virtudes de
su medio y llegan los vicios a su extremo, y, viéndose en la suma
reverencia de sus vasallos y con la grandeza puestos a dioses, quieren
valer punto menos y parecerlo, y tienen muchos caminos para condenarse
y muchos que los ayudan. Porque uno se condena por la crueldad, y,
matando y destruyendo, es una guadaña coronada de vicios y una peste
real de sus reinos. Otros se pierden por la cudicia, haciendo almacenes
de sus villas y ciudades a fuerza de grandes pechos, que, en vez de
criar, desustancian[125]. Y otros se van al infierno por terceras
personas y se condenan por poderes, fiándose de infames ministros. Y
es dolor verlos penar, porque, como bozales en trabajo, se les dobla
el dolor con cualquier cosa. Sólo tienen bueno los reyes que, como
es gente honrada, nunca vienen solos, sino con punta de dos o tres
privados, y a veces el encaje[126], y se traen todo el reino tras sí,
pues todos se gobiernan por ellos[127]. Aunque privado y rey es más
penitencia que oficio y más carga que gozo. Ni hay cosa tan atormentada
como la oreja del príncipe y del privado, pues de ella nunca escapan
pretendientes quejosos y aduladores, y estos tormentos los califican
para el descanso. Los malos reyes se van al infierno[128] por el camino
real, y los mercaderes, por el de la plata.

--¿Quién te mete ahora con los mercaderes?--dijo Calabrés.

--Manjar es que nos tiene ya empalagados a los diablos y ahítos, y aun
los vomitamos. Vienen allá a millares, condenándose en castellano y en
guarismo[129]. Y habéis de saber que en España los misterios de las
cuentas de los extranjeros son dolorosos para los millones que vienen
de las Indias[130], y que los cañones de sus plumas son de batería
contra las bolsas, y no hay renta que, si la cogen en medio el Tajo
de sus plumas y el Jarama de su tinta, no la ahoguen. Y, en fin, han
hecho entre nosotros sospechoso este nombre de asientos[131], que, como
significan otra cosa, que me corro de nombrarla, no sabemos cuándo
hablan a lo negociante o cuándo a lo deshonesto. Hombre destos[132] ha
ido al infierno que, viendo la leña y fuego que se gasta, ha querido
hacer estanco[133] de la lumbre. Y otro quiso arrendar los tormentos,
pareciéndole que ganará con ellos mucho. Éstos tenemos allá junto a los
jueces que acá los permitieron.

--¿Luego algunos jueces hay allá?

--¡Pues no!--dijo el espíritu--. Los jueces son nuestros faisanes,
nuestros platos regalados y la simiente que más provecho y fruto nos
da a los diablos. Porque de cada juez que sembramos, cogemos seis
procuradores, dos relatores, cuatro escribanos, cinco letrados y cinco
mil negociantes, y esto cada día. De cada escribano cogemos veinte
oficiales; de cada oficial, treinta alguaciles; de cada alguacil,
diez corchetes. Y si el año es fértil de trampas, no hay trojes en el
infierno donde recoger el fruto de un mal ministro.

--¿También querrás decir que no hay justicia en la tierra, rebelde a
los dioses?

--Y ¡cómo que no hay justicia! Pues ¿no has sabido lo de Astrea[134],
que es la justicia, cuando, huyendo de la tierra, se subió al cielo?
Pues por si no lo sabes, te lo quiero contar.

Vinieron la verdad y la justicia a la tierra. La una no halló
comodidad por desnuda ni la otra por rigurosa. Anduvieron mucho tiempo
así, hasta que la verdad, de puro necesitada, asentó con un mudo.

La justicia, desacomodada, anduvo por la tierra rogando a todos, y,
viendo que no hacían caso della y que le usurpaban su nombre para
honrar tiranías, determinó volverse huyendo al cielo. Salióse de las
grandes ciudades y cortes y fuése a las aldeas de villanos, donde por
algunos días, escondida en su pobreza, fué hospedada de la simplicidad
hasta que envió contra ella requisitorias la malicia. Huyó entonces
de todo punto, y fué de casa en casa pidiendo que la recogiesen.
Preguntaban todos quién era. Y ella, que no sabe mentir, decía que la
justicia. Respondíanle todos:

--Justicia[135], y no por mi casa; vaya por otra.

Y así, no entraba en ninguna. Subióse al cielo y apenas dejó acá
pisadas. Los hombres, que esto vieron, bautizaron con su nombre algunas
varas, que arden muy bien allá, y acá sólo tienen nombre de justicia
ellas y los que las traen[136]. Porque hay muchos déstos en quien la
vara hurta más que el ladrón con ganzúa y llave falsa y escala. Y
habéis de advertir que la codicia de los hombres ha hecho instrumento
para hurtar todas sus partes, sentidos y potencias, que Dios les
dió las unas para vivir y las otras para vivir bien. ¿No hurta la
honra de la doncella con la voluntad el enamorado? ¿No hurta con el
entendimiento el letrado, que le da malo y torcido a la ley? ¿No hurta
con la memoria el representante, que nos lleva el tiempo? ¿No hurta el
amor con los ojos, el discreto con la boca, el poderoso con los brazos,
pues no medra quien no tiene los suyos; el valiente con las manos, el
músico con los dedos, el gitano y cicatero[137] con las uñas, el médico
con la muerte, el boticario con la salud, el astrólogo con el cielo?
Y, al fin, cada uno hurta con una parte o con otra. Sólo el alguacil
hurta con todo el cuerpo, pues acecha con los ojos, sigue con los pies,
ase con las manos y atestigua con la boca, y, al fin, son tales los
alguaciles, que dellos y de nosotros defienden a los hombres[138] pocas
cosas.

--Espántome--dije yo--de ver que entre los ladrones no has metido a
las mujeres, pues son de casa.

--No me las nombres--respondió--, que nos tienen enfadados y cansados,
y, a no haber tantas allá, no era muy mala habitación el infierno,
y diéramos porque enviudáramos en el infierno mucho. Que, como se
urden enredos, y ellas, desde que murió Medusa la hechicera[139], no
platican[140] otro, temo no haya alguna tan atrevida que quiera probar
su habilidad con alguno de nosotros, por ver si sabrá dos puntos
más[141]. Aunque sola una cosa tienen buena las condenadas, por la cual
se puede tratar con ellas, que, como están desesperadas, no piden nada.

--¿De cuáles se condenan más: feas o hermosas?

--Feas--dijo al instante--, seis veces más, porque los pecados, para
aborrecerlos, no es menester más que cometerlos, y las hermosas,
que hallan tantos que las satisfagan el apetito carnal, hártanse y
arrepiéntense; pero las feas, como no hallan nadie, allá se nos van
en ayunas y con la misma hambre rogando a los hombres, y después que
se usan ojinegras y cariaguileñas, hierve el infierno en blancas y
rubias, y en viejas más que en todo, que, de envidia de las mozas,
obstinadas espiran gruñendo. El otro día llevé yo una de setenta años
que comía barro y hacía ejercicio para remediar las opilaciones, y se
quejaba de dolor de muelas porque pensasen que las tenía. Y con tener
ya amortajadas las sienes con la sábana blanca de sus canas y arada
la frente, huía de los ratones y traía galas, pensando agradarnos a
nosotros. Pusímosla allá por tormento al lado de un lindo déstos que
se van allá con zapatos blancos y de puntillas, informados de que es
tierra seca y sin lodos.

--En todo esto estoy bien--le dije--; sólo querría saber si hay en el
infierno muchos pobres.

--¿Qué es pobres?--replicó.

--El hombre--dije yo--que no tiene nada de cuanto tiene el mundo.

--¡Hablara yo para mañana![142]--dijo el diablo--. Si lo que condena
a los hombres es lo que tienen del mundo, y ésos no tienen nada, ¿cómo
se condenan?[143] Por acá los libros nos tienen en blanco. Y no os
espantéis, porque aun diablos les faltan a los pobres. Y a aunes más
diablos sois unos para otros que nosotros mismos. ¿Hay diablo como
un adulador, como un envidioso, como un amigo falso y como una mala
compañía? Pues todos éstos le faltan al pobre, que no le adulan, ni le
envidian, ni tiene amigo malo ni bueno ni le acompaña nadie. Éstos son
los que verdaderamente viven bien y mueren mejor. ¿Cuál de vosotros
sabe estimar el tiempo y poner precio al día, sabiendo que todo lo que
pasó lo tiene la muerte en su poder y gobierna lo presente y aguarda
todo lo por venir, como todos ellos?

--Cuando el diablo predica, el mundo se acaba. Pues ¿cómo, siendo
tú padre de la mentira--dijo Calabrés--, dices cosas que bastan a
convertir una piedra?

--¿Cómo?--respondió--. Por haceros mal y que no podáis decir que
faltó quien os lo dijese. Y adviértase que en vuestros ojos veo muchas
lágrimas de tristeza y pocas de arrepentimiento, y de las más se deben
las gracias al pecado, que os harta o cansa, y no a la voluntad, que
por malo le aborrezca.

--Mientes--dijo Calabrés--. Que muchos buenos hay hoy. Y ahora veo que
en todo cuanto has dicho has mentido, y en pena saldrás hoy de este
hombre.

Apremióle a que callase[144], y, si un diablo por sí es malo, mudo es
peor que diablo.

Vuecelencia, con curiosa atención, mire esto y no mire a quien lo
dijo[145]. Que por la boca de una sierpe de piedra sale un caño de
agua[146].


                              NOTAS:

[81] En _C_ y _P_: _clérigo de bonete_. _De tres altos_, de tres pisos
propiamente. SOLÍS, _Hist. Mej._, 3, 10: “Sería de hasta diez mil casas
de segundo y tercer alto”. A. ÁLV., _Silva_, _Magd._, 2 c., § 2: “No
es tela lisa, ni siempre de un peso; sino que tiene sus altos, como
brocado”. El mejor brocado era el de tres altos, primero el fondo de
la tela, segundo, la labor; tercero, el realce de plata, oro o seda
escarchada o brisada.

[82] _De espulgo_, investigadores, de espulgar. En _P_: _medio celemín;
orillo por ceñidor, y no muy apretado, puños de Corinto_. En _C_: _tres
altos: orillo por ceñidor, puños_.

[83] “rosario en mano, disciplina en cinto, zapato grande y de ramplón,
y oreja sorda; habla entre penitente y diciplinante, derribado el
cuello al hombro, como el buen tirador que apunta al blanco, mayormente
si es blanco de Méjico o de Segovia; los ojos bajos y muy clavados en
el suelo, como el que cudicioso busca en él cuartos, y los pensamientos
tiples, etc”. (Edición de Pamplona de 1631).

[84] “tardón en la misa y abreviador en la mesa”. (La misma y el Ms. de
la Biblioteca Colombina).

[85] “gran cazador de diablos, tanto que sustentaba el cuerpo a puros
espíritus”. (Ídem). Sobre estos endemoniados pueden leerse las obras de
los números 602, 867 y 1057 de la Biblioteca Gallardo.

[86] “Traía en la capa remiendos sobre sano; hacía del desaliño, etc”.
(Ídem).

[87] “en la sacristía”. (Edic. de Pamplona de 1631 y el Ms. Colomb).

[88] “cuanto no se puede encarecer, pues nosotros huimos de la cruz y
ellos la toman por instrumento para hacer mal. ¿Quién podrá negar que
demonios y alguaciles no tenemos un mismo oficio?” (Edic. de Pamplona,
1631, y el Ms. Colomb).

[89] “que somos ángeles, aunque sin gracia”. (Edic. de Pamplona y el
Ms. Colomb).

[90] “Así que, por demás te cansas, padre, en poner reliquias a éste,
pues no hay santo que si entra en sus manos no quede para ellas”.
(Ídem).

[91] “todos somos de una orden, sino que los alguaciles son diablos
calzados y nosotros diablos recoletos, que hacemos áspera vida en el
infierno”. (Ídem). _Con varilla_, la de autoridad, que llevaba en la
mano.

[92] “aborrezcan los alguaciles, pues aun por no verla en su nombre,
llamándose propiamente aguaciles, han encajado una l en medio,
llamándose _alguaciles_” (Ms. Colomb). _En-aguacil-ado_, dijo antes,
por decirse también _aguacil_.

[93] _Corchetes_, los subordinados que acompañaban al alguacil y
llevaban presos a los que él les mandaba, que por eso se llamaban
así. _Soplones_, los que le daban el soplo y aviso de lo que pasaba;
_escriban-ito_, que tomaba por escrito las notas.

[94] _Tara_, lo que se rebaja del peso en las mercancías por razón del
casco o caja en que vienen encerradas.

[95] Quiere decir que son más moriscos que cristianos. Los moriscos
convertidos eran harto malos cristianos comúnmente. _Merino_ fué el
gobernador y juez, y también el sayón o alguacil.

[96] _Ése es tu enemigo_..., refrán. “Figulus figulum odit”.

[97] “confesor, sabía”, etc. (Edición de Pamplona). _El tribunal de
la justa venganza_, pág. 125, llama la atención sobre esta especie de
haber sido confesor de Quevedo el licenciado Andreini.

[98] _Ensancha_, posverbal de ensanchar, como _ensanche_. ARGENSOLA,
_Maluc._, 8: “Se terraplenó y levantó con sus ensanchas”.

[99] _Cerco_, cada región, tomado del Dante. En _C_: _no hay cerro en
el infierno que no hayan rodeado_.

[100] “adúlteras”. (Ms. Colomb). Critica los resobados asuntos.

[101] CORR., 631: “_Hacer tiro._ (Por hacer engaño)”.

[102] GALINDO, _C_, 1255: “_Cortarle de vestir._ Aquél de quien se
murmura decimos que se le corta de vestir, como que se le toma la
medida de su talle, traza y costumbre”. FONSECA, _Amor. Dios_, 1, 32:
“Pónense en la iglesia mayor, sobre la losa del canónigo, cinco o seis
de los que cortan de vestir sin ser sastres”.

[103] “Otro que dijo que enterraba difuntos, fué acomodado con los
pasteleros. Los que vienen por locos, ponémoslos con los astrólogos”...
(Ms. Colomb).

[104] _Si allá cupiera_, hubiera lugar para entretenimiento.

[105] _Por la posta_, corriendo. T. RAMÓN, _Concept._, p. 60: “Que
le pongan fuego en sus cebadas, con que le hizo venir por la posta”.
_Sold. Píndaro_, 1, 1: “Recobrándose en las perdidas fuerzas, no sólo
mejoró por la posta, mas dentro de quince días se halló fuera de
riesgo”.

[106] _Alacayados_, hechos lacayos. Corrijo así, como en _B_, el
_alacayuelos_ de _C_. Las cintas son las que regalaban las damas a sus
enamorados.

[107] _Crinitos_, latinismo, con cabellera.

[108] _Lardeados_, envueltos en los billetes, como la carne en
lardo. _G. Alf._, 1, 3, 3: “Traía descubierta la cabeza, la barba
rapada, reluciéndole el pellejo, como si se le lardearan con tocino”.
_Esteban._, 6: “Seis libras de tocino de lardear”. En _C_: _Son de ver
los amantes de monjas con las bocas abiertas y las manos estendidas,
condenados por tocar._ Este texto aclara el que quedó confuso en la
corrección definitiva. Sobre estos amoríos monjiles, hay de aquel
tiempo una valiente y desenfadada composición poética en la sección de
Manuscritos de la Biblioteca Nacional, que no copio por lo larga y sus
puntas y collar de obscena; parece de Quevedo.

[109] _Bufones_, hazmerreír; en _B_: _buscones_; en _C_: _los otros,
metiendo y sacando los dedos por las orejas, y en vísperas._

[110] _Pretendientes_. En _C_: _y con título de pretendientes de
Antecristo._

[111] “Están a su lado los que han querido doncellas y se han condenado
por el beso, como Judas, brujuleando siempre los gustos”. (Ms. Colomb).
En _P_: _por el beso como Judas._

[112] _Brujulear_, atisbar, mirar al blanco propiamente, mirar por el
agujerito de la puntería de la escopeta. TORR., _Fil. mor._, 4, 2:
“Brujuleando su punto con todo tiento, apenas había disparado, cuando
se vió su flecha en”.

[113] _Adúlteros_, así en _C_, y quito _aduladores_, que en la última
corrección no viene a cuento, como se ve por lo que sigue.

[114] “En un sitio apartado están los curas y los frailes, polillas de
los casados, martirio de los solteros y perseguidores, a trueque de
indulgencias mentidas, de toda mujer de belleza en rostro o de ocultas
gracias, aun cuando la rodee la toca, la guarde el velo y la defienda
fuerte reja, que todo cede al poder de su corona sin ser reyes”. (Ms.
antiguo que poseyó don José Muso y Valiente, citado por Castellanos,
edición de 1840, pág. 387).

[115] Es curiosa la siguiente noticia: “De cuernos se dijo
_cornudo_..., y de _cornudo_ han derivado los de Madrid, entre nuestras
casadas, en cierta lengua que ha descubierto el Marqués del Valle, que
tiene en Nueva España un muy buen valle y lugar que llaman Cuerna-Vaca,
con el cual se vió un pleito con uno de los mayores cornudos que hay
de aquí allá, y creo para mí que el mejor derecho que éste tenía al
lugar eran sus propios cuernos, puesto que parecía disparate a quien
no sabía tan bien como yo esta historia. Bastaría que el Marqués se
quiso concertar con él y darle la mitad del lugar con este partido:
que pues el lugar se llamaba _Cuerna-Vaca_, él tomase para sí los
cuernos, y para el Marqués la vaca. Y contentárase de la partición el
pobre gentilhombre, sino que su mujer jamás lo quiso consentir ni se
pudo acabar con ella, diciendo que, cuernos por cuernos, Valladolid
en Castilla y que por la vaca lo había ella, que no por los cuernos,
teniéndolos sembrados por su casa”.--_Paradoxa._--_Trata que no
solamente no es cosa mala, dañosa ni vergonzosa ser un hombre cornudo,
mas que los cuernos son buenos, honrosos y provechosos._ (Biblioteca
Colombina, Aa, 141, 4, folio 89). El autor siguió los ejércitos del
emperador Carlos V.

[116] _Con cadenas_, en _G_: _todos atados con cadenas_.

[117] _Las asentaderas_; en _C_: _bien guardada la trasera de ellos; y
tales cuales somos._ Todo esto, sodomía harto manifiesta, propia, dice,
de los que se enamoran de viejas.

[118] Siendo tan feos, les parecemos guapos.

[119] _Rabones, sin rabo._ Quito el _no_, como en _C_, que trae la
edición corregida y no viene bien. _Coloquio de los perros_: “Tenía un
asno rabón”.

[120] Jerónimo van Alken o van Aken, llamado el Bosco o Bosch, pintor
holandés, nacido en 1450, 1460 o 1462, y muerto en 1516, precursor de
Goya en las aguas fuertes, y de Rops, simbolista moralizador con el más
crudo realismo, verdadero misionero por medio de pinturas horribles de
duendes, diablos y endriagos, y añadamos maravillosas. En España se
guardan las más de ellas, en el Prado y en El Escorial.

[121] En _P_: _sastrecillo. El diablo no es sastre_.

[122] _Póliza_, orden breve y firmada, que se da por escrito, para
percibir o cobrar algún dinero.

[123] _Maltrapillo_, el malvestido y golfo. FERRER, _S. Andr._:
“Sucede que llega un maltrapillo y sobre cosa que no monta un maravedí
mueve pendencia en el mesón”. _Esteban._, 7: “Déjela voacé venir, seo
maltrapillo”. _Dar al diablo o a los diablos_ es de enfado: lléveselo
el diablo. CORR., 573: “_Dar a los diablos._ (Por enfadarse; estar dado
a los diablos, enfadado)”. Ídem, 278: “Dad al diablo la llave, marido,
que a todas puertas abre”.

[124] _Figuras_, por personaje insigne, lumbrera, es una mamarrachada
galicista, pues figura tiesa y figurón es de lo que se les trata con
Quevedo. _Pragm. tiempo_: “Declaramos que sean tenidos por figuras los
que a nadie quitan la gorra, y más si es de puro arrogantes”.

[125] _Desustancian_. TIRSO, _Prud. muj._, 2, 20: “Y para que a todos
sobre, | desustanciad al rey menos, | que no son vasallos buenos | los
que a su rey tienen pobre”.

[126] _Encaje_. Habiendo dicho _con punta de_, esto es, con el pico o
añadidura de, pone aquí encaje, por _puntas y encajes_ o adornos de
gorguera y vestiduras y tirando con el retruécano al _encaje_ o _ley
del encaje_, que dice Cervantes, o sea la distribución de la justicia
_se le encaja_ al rey en la mollera.

[127] “Dichosos vosotros, españoles, que sin merecerlo sois vasallos
y gobernados por un rey tan vigilante y católico, a cuya imitación os
vais al cielo, y esto si hacéis buenas obras (y no entendáis por ellas
palacios suntuosos, que éstos a Dios son enfadosos, pues vemos nació en
Belén, en un portal destruido); no cual otros malos reyes, que se van
al infierno por el camino real”, etc. (Edición de Pamplona, 1631).

[128] “Allá tenemos un rey que hace poco llegó de acá, y si no
fuera porque su mujer y un hijo que nos mandó antes, le atormentan,
arañándole por asesino de sus vidas, lo pasara bien, porque en el
tiempo que reinó en el mundo nos llenó el infierno de leña y de diablos
ya amaestrados en el oficio. Mozo fué recomendado por él, que enciende
el mayor hornillo de un soplo, y que a una vuelta de pala echa a la
caldera un centenar de inquisidores. A éstos les pesa más por ser del
oficio, y nosotros les damos más con que seguir allá el ejercicio que
aquí tuvieron”. (Ms. de Muso y Valiente, ya citado). Cuando la censura
no consintió que este párrafo corriese, hubo de recelar que alguien
pudiera ver aludidos en él a Felipe II, a su mujer doña Isabel de la
Paz, al príncipe don Carlos y al cardenal Espinosa.

[129] “Más almas nos ha dado Disanzon y Plasencia que Mahoma”. (Ms.
Colomb). En _C_: _España los ministros de las cuentas._ En _C_ y _P_:
_cuenta de los ginoveses son._

[130] _De las Indias._ Que se tardaba la flota o que se adelantaba
la necesidad de las guerras, ello es que a cada paso el rey y los
particulares, en farsas y en las Gradas de Sevilla, recurrían a los
ginoveses, Fúcares y demás cambios, que todos eran extranjeros, los
cuales les prestaban a buen interés y con mil géneros de mohatras más
o menos paliadas, hasta con los famosos _cambios secos_. A ello alude
Quevedo, y hablan en ello todos los tratadistas de cambios y usuras.
_Tajo_ de la pluma, la punta que se tajaba.

[131] _Asiento_ es _contrato_, concierto u obligación, anotación
escrita de una partida, y de _aquí asentista_ o arbitrista, y además el
trasero. En _C_: _asientos, que como significan traseros, no sabemos._

[132] En _C_: _negociante ni cuando a lo bujarrón._

[133] _Estanco_ o _monipodio_ que decían, esto es, _monopolio_, como
el del _Coloquio de los perros_. MERCADO, _Tratos_, 2, 8: “Haciendo
monipodio con sus consortes y compañeros... Que se conciertan los
mercaderes de no abajar de tanto (que llamamos los castellanos
monipodio). Lo primero en el Código sub rub. de monipodiis”... Véanse
Leyes del reino, don Alf. XI, t. 7, part. 5: “Cotas y posturas ponen
los mercaderes entre sí, haciendo juros y cofradías, que se ayuden
unos a otros, poniendo precio entre sí”. _Atravesar_ llamaban a este
estancar y acaparar unos cuantos toda la mercadería para venderla
después a como ellos les parecía, de lo cual véase a MERCADO, _Trat._,
2, 20: “Los que usan atravesar todo un género de ropa, o la mayor parte
della, para que, teniéndola ellos toda, la puedan vender como quisieren
y siempre quieren a precios excesivos y exorbitantes. Unos toman todas
las perlas o todo el oro que ha venido en la flota, o todos los ruanes
o todas las holandas o todos los anascotes o todas las rajas que vienen
de Bretaña o Francia o todo el aceite de Valcargado o del Ajarafe. En
Indias, o todos los vinos que han llegado o todo el herraje o todas las
sedas”.

[134] _Astrea._ Los poetas, entre ellos Arato (96), cuentan cómo,
echada la Justicia de la tierra por los desafueros de los hombres,
se remontó al cielo, y ésta creen ser _Astrea_, o hija de Astreo,
celebrada como la constelación _Virgo_. “Paulatim deinde ad superos
Astraea recessit”. (_Juvenal Sat._, 6).

[135] “extrema per illos | Iustitia excedens terris vestigia fecit”.
A lo que dice Natal Alejandro (_Mythologia_, 2, 2): “Nam quanto
simpliciores erant homines, tanto iustiores erant natura: ubi legum
volumina in civitatibus, quasi Astraeae testamenta composita sunt, illa
simplicitas paulatim ad rusticos homines extra civitatem recessit”.

[136] “los que la tienen. Y es de manera que tornó a bajar en Cristo
después, y la justicia de acá la hizo de ella; porque hay muchos déstos
en quien la vara hurta más que el ladrón”. (Ms. Colomb). “Algunas varas
que, fuera de las cruces, arden algunas”. (_C_ y _P_).

[137] _Cicatero_, ladrón de bolsas o _cicas_. L. RUEDA, 1, 100: “A los
que cortan bolsas (llamamos) sicateros”. _Rinc. Cort._: “Manifiéstese
la cica”.

[138] En _P_: _defiende a los hombres la Santa Iglesia romana._ La
Iglesia defiende de diablos y alguaciles; según el texto: pocas cosas
libran a los hombres de diablos y alguaciles.

[139] _Medusa_, que petrificaba con el mirar de sus ojos y enhechizaba
con su hermosísima cabellera.

[140] _Platicar_ por _practicar_ era común.

[141] “_Sabe un punto más que el diablo._ (Por agudeza, y el vulgo dice
de las mujeres que saben un punto más que el diablo, y es que para lo
que quieren salen con extraordinario pensamiento)”. CORREAS, 565.

[142] _Hablara yo para mañana; hablara yo para el tercio de la casa o
para otro año._ (Dícese al que ya tarde acabó de decir lo que debía o
quería). CORREAS.

[143] En _C_: _¿cómo se han de condenar? Por allá los libros._ _En
blanco_, sin apuntar un solo pobre.

[144] En _C_ y _P_: _Usó de sus exorcismos y sin poder yo con él, le
apremió a que callase._

[145] En _C_ y _P_: _a quien lo dijo; que Herodes profetizó y por la
boca._

[146] “en la quijada de un león hay miel y el salmo dice que a veces
recebimos _salutem ex inimicis nostris et de manu qui oderunt nos_”.
(Ms. Colomb).



                        LAS ZAHURDAS DE PLUTÓN


Véanse las figuras y asuntos que le componen, según se notan
al margen en la edición de 1631: “Camino del cielo, camino del
infierno, taberneros, hipócritas, ricos, pobres, discretos, necios,
negociantes, reyes, eclesiásticos, soldados, seguir la virtud,
mujeres interesadas, sastres, libreros, cocheros, bufones, truhanes y
juglares, chocarreros, aduladores, marido que vende su mujer, mujer
pública, faranduleros, zapateros, pasteleros, corchetes y alguaciles,
mercader, plateros y buhoneros, caballero hidalgo y noble, honra
mundana, valentía, capitanes, caballero, dueñas, padres que dejan ricos
a sus hijos, necios que dicen: _¡Oh quién hubiera!_, los que abusan
de la misericordia de Dios, tintureros, cornudos, sodomitas, viejas,
muertos de repente, nadie muere de repente, que todo es avisos de la
muerte, boticarios, barberos, zurdos, mujeres feas y que se pintan,
memoria del bien perdido, gusano de la conciencia, sabios y doctos,
escandalosos, taberneros, Judas, diablos, dispenseros, Judas, mujeres
hermosas y malos letrados, malas mujeres, escribanos, alguaciles,
enamorados, penséque, amor, poetas, los que no saben pedir a Dios,
los que no cumplen los votos y promesas, hijos que no se acuerdan
de sus padres muertos, ensalmadores y saludadores, saludadores,
astrólogos y alquimistas, corchetes, sastres, alquimistas, astrólogos,
supersticiosos, quirománticos, geométrico, mujeres hermosas, los
vicios, herejes antes de Cristo, inmortalidad del alma, herejes después
de Cristo, Mahoma, herejes, Lutero e impugnación de sus errores y
defensa de las imágenes, defensa de las buenas obras y pasión de
Cristo, Lucifer y su galería, emperadores, reyes, aposento de Lucifer
y quién hay en él, alguaciles, coronistas, pesquisidores, doncellas,
demandadores, madres postizas”.



                         CARTA A UN AMIGO SUYO


Envío a vuesamerced este discurso tercero al _Sueño_ y al _Alguacil_,
donde puedo decir que he rematado las pocas fuerzas de mi ingenio,
no sé si con alguna dicha. Quiera Dios halle algún agradecimiento mi
deseo, cuando no merezca alabanza mi trabajo, que con esto tendré
algún premio de los que da el vulgo con mano escasa. Que no soy tan
soberbio que me precie de tener envidiosos, pues de tenerlos, tuviera
por gloriosa recompensa el merecerlos tener. Vuesamerced, en Zaragoza,
comunique este papel, haciéndole la acogida que a todas mis cosas,
mientras yo acá esfuerzo la paciencia a maliciosas calumnias, que al
parto de mis obras, sea aborto, suelen anticipar mis enemigos. Dé Dios
a vuesamerced paz y salud. Del Fresno y mayo 3 de 1608.


                                DON FRANCISCO DE QUEVEDO VILLEGAS.



                PRÓLOGO AL INGRATO Y DESCONOCIDO LECTOR


Eres tan perverso, que ni te obligué llamándote pío, benévolo
ni benigno en los más discursos porque no me persiguieses, y, ya
desengañado, quiero hablar contigo claramente. Este discurso es del
infierno. No me arguyas de maldiciente, porque digo mal de los que
hay en él, pues no es posible que haya dentro nadie que bueno sea. Si
te parece largo, en tu mano está: toma el infierno que te bastare y
calla. Y si algo no te parece bien, o lo disimula piadoso o lo enmienda
docto. Que errar es de hombres y ser herrado de bestias o esclavos. Si
fuere oscuro, nunca el infierno fué claro; si triste y melancólico,
yo no he prometido risa. Sólo te pido, lector, y aun te conjuro por
todos los prólogos, que no tuerzas las razones ni ofendas con malicia
mi buen celo. Pues, lo primero, guardo el decoro a las personas, y
sólo reprendo los vicios, murmuro los descuidos y demasías de algunos
oficiales, sin tocar en la pureza de los oficios, y, al fin, si te
agradare el discurso, tú te holgarás, y si no, poco importa: que a mí
de ti ni de él se me da nada.--_Vale._



                               DISCURSO


Yo, que en el _Sueño_ vi tantas cosas y en el _Alguacil alguacilado_ oí
parte de las que no había visto, como sé que los sueños, las más veces,
son burla de la fantasía y ocio del alma, y que el malo nunca dijo
verdad[147], por no tener cierta noticia de las cosas que justamente
se nos esconden[148], vi, guiado de mi ingenio, lo que se sigue, por
particular providencia, que fué para traerme en el miedo la verdadera
paz.

Halléme en un lugar favorecido de naturaleza por el sosiego
amable, donde, sin malicia, la hermosura entretenía la vista, muda
recreación y sin respuesta humana, platicaban las fuentes entre las
guijas y los árboles por las hojas, tal vez cantaba el pájaro, ni sé
determinadamente si en competencia suya o agradeciéndoles su armonía.
Ved cuál es de peregrino nuestro deseo, que no hallo paz en nada desto.
Tendí los ojos, codicioso de ver algún camino por buscar compañía,
y veo, cosa digna de admiración, dos sendas[149] que nacían de un
mismo lugar, y una se iba apartando de la otra, como que huyesen de
acompañarse.

Era la de mano derecha tan angosta, que no admite encarecimiento,
y estaba, de la poca gente[150] que por ella iba, llena de abrojos
y asperezas y malos pasos. Con todo, vi algunos que trabajaban en
pasarla; pero, por ir descalzos y desnudos, se iban dejando en el
camino, unos, el pellejo; otros, los brazos; otros, las cabezas; otros,
los pies, y todos iban amarillos y flacos. Pero noté que ninguno de
los que iban por aquí miraba atrás, sino todos adelante. Decir que
puede ir alguno a caballo es cosa de risa. Uno de los que allí estaban,
preguntándole si podría yo caminar aquel desierto a caballo, me
dijo[151]:

--Déjese de caballerías y caiga de su asno.

Y miré con todo eso, y no vi huella de bestia ninguna. Y es cosa de
admirar que no había señal de rueda de coche ni memoria apenas de que
hubiese nadie caminado en él por allí jamás. Pregunté, espantado desto,
a un mendigo, que estaba descansando y tomando aliento, si acaso había
ventas en aquel camino o mesones en los paraderos. Respondióme:

--Venta aquí, señor, ni mesón, ¿cómo queréis que le haya en este
camino, si es el de la virtud? En el camino de la vida--dijo--, el
partir es nacer, el vivir es caminar, la venta es el mundo, y, en
saliendo della, es una jornada sola y breve desde él a la pena o a la
gloria.

Diciendo esto, se levantó y dijo:

--Quedaos con Dios, que en el camino de la virtud es perder tiempo el
pararse uno y peligroso responder a quien pregunta por curiosidad y no
por provecho.

Comenzó a andar dando tropezones y zancadillas y suspirando. Parecía
que los ojos, con lágrimas, osaban ablandar los peñascos a los pies y
hacer tratables los abrojos.

--¡Pesia[152] tal!--dije yo entre mí--; pues tras ser el camino tan
trabajoso, ¿es la gente que en él anda tan seca y poco entretenida?
¡Para mi humor es bueno!

Di un paso atrás y salíme del camino del bien. Que jamás quise
retirarme de la virtud que tuviese mucho que desandar ni que descansar.
Volvíme a la mano izquierda y vi un acompañamiento tan reverendo,
tanto coche, tanta carroza cargada de competencias al sol en humanas
hermosuras y gran cantidad de galas y libreas, lindos caballos, mucha
gente de capa negra y muchos caballeros. Yo, que siempre oí decir:
“Dime con quién andas y diréte quién eres”, por ir con buena compañía
puse el pie en el umbral del camino, y, sin sentirlo, me hallé
resbalado en medio de él, como el que se desliza por el hielo, y topé
con lo que había menester. Porque aquí todos eran bailes y fiestas,
juegos y saraos; y no el otro camino, que, por falta de sastres,
iban en él desnudos y rotos, y aquí nos sobraban mercaderes, joyeros
y todos oficios. Pues ventas, a cada paso, y bodegones, sin número.
No podré encarecer qué contento me hallé en ir en compañía de gente
tan honrada[153], aunque el camino estaba algo embarazado, no tanto
con las mulas de los médicos como con las barbas de los letrados,
que era terrible la escuadra dellos que iba delante de unos jueces.
No digo esto porque fuese menor el batallón de los doctores, a quien
nueva elocuencia llama ponzoñas graduadas, pues se sabe que en las
universidades estudian para tósigos[154]. Animóme para proseguir mi
camino el ver, no sólo que iban muchos por él, sino la alegría que
llevaban y que del otro se pasaban algunos al nuestro y del nuestro al
otro, por sendas secretas.

Otros caían que no se podían tener, y entre ellos fué de ver el cruel
resbalón que una lechigada[155] de taberneros dió en las lágrimas,
que otros habían derramado en el camino, que, por ser agua, se les
fueron los pies y dieron en nuestra senda unos sobre otros. Íbamos
dando vaya a los que veíamos por el camino de la virtud más trabajados.
Hacíamos burla dellos, llamábamosles heces del mundo y desecho de la
tierra. Algunos se tapaban los oídos y pasaban adelante. Otros, que se
paraban a escucharnos, dellos desvanecidos de las muchas voces y dellos
persuadidos de las razones y corridos de las vayas, caían y se bajaban.

Vi una senda por donde iban muchos hombres de la misma suerte que
los buenos, y desde lejos parecía que iban con ellos mismos, y,
llegado que hube, vi que iban entre nosotros. Éstos me dijeron que
eran los hipócritas, gente en quien la penitencia, el ayuno, que en
otros son mercancía del cielo, es noviciado del infierno[156]. Iban
muchas mujeres tras éstos, los cuales, siendo enredo con barba y
maraña con ojos y embeleco, andaban salpicando de mentira a todos,
siendo estanques donde pescan adrollas[157] los embustidores. Otros
se encomiendan a ellos, que es como encomendarse al diablo por
tercera persona. Éstos hacen oficio la humildad y pretenden honra,
yendo de estrado en estrado y de mesa en mesa. Al fin conocí que iban
arrebozados para nosotros; mas para los ojos eternos, que abiertos
sobre todos juzgan el secreto más escuro de los retiramientos del alma,
no tienen máscara. Bien que hay muchos buenos; mas son diferentes
déstos, a quien antes se les ve la disimulación que la cara y alimentan
su ambiciosa felicidad de aplauso de los pueblos, y, diciendo que son
unos indignos y grandísimos pecadores y los más malos de la tierra,
llamándose jumentos, engañan con la verdad, pues siendo hipócritas,
lo son al fin. Iban éstos solos aparte, y reputados por más necios
que los moros, más zafios que los bárbaros y sin ley, pues aquéllos,
ya que no conocieron la vida eterna ni la van a gozar, conocieron la
presente y holgáronse en ella; pero los hipócritas, ni la una ni la
otra conocen, pues en ésta se atormentan y en la otra son atormentados.
Y, en conclusión, déstos se dice con toda verdad que ganan el infierno
con trabajos.

Todos íbamos diciendo mal unos de otros: los ricos tras la riqueza, los
pobres pidiendo a los ricos lo que Dios les quitó. Van por un camino
los discretos, por no dejarse gobernar de otros, y los necios, por no
entender a quien los gobierna, aguijan a todo andar. Las justicias
llevan tras sí los negociantes; la pasión, a las malgobernadas
justicias, y los reyes, desvanecidos y ambiciosos, todas las
repúblicas[158].

Vi algunos soldados, pero pocos, que por la otra senda infinitos iban
en hileras ordenados, honradamente triunfando; pero los pocos que
nos cupieron acá era gente que, si, como habían extendido el nombre
de Dios jurando, lo hubieran hecho peleando, fueran famosos. Dos
corrilleros[159] solos iban muy desnudos, que, por la mayor parte,
los tales, que viven por su culpa, traen los golpes en los vestidos
y sanos los cuerpos. Andaban contando entre sí las ocasiones en que
se habían visto, los malos pasos que habían andado, que nunca éstos
andan en buenos pasos. Nada los oíamos[160]; sólo, cuando por encarecer
sus servicios dijo uno a los otros ¿qué digo, camarada?, ¡qué trances
hemos pasado y qué tragos!, lo de los tragos se les creyó[161]. Miraban
a estos pocos los muchos capitanes, maestres de campo, generales de
ejércitos, que iban por el camino de la mano derecha enternecidos.
Y oí decir a uno dellos que no lo pudo sufrir, mirando las hojas de
lata[162] llenas de papeles inútiles que llevaban estos ciegos:

--¿Qué digo? ¿Soldados por acá? ¿Esto es de valientes, dejar este
camino, de miedo de sus dificultades? Venid, que por aquí de cierto
sabemos que sólo coronan[163] al que vence. ¿Qué vana esperanza os
arrastra con anticipadas promesas de los reyes? No siempre con almas
vendidas es bien que temerosamente suene en vuestros oídos: “Mata o
muere”. Reprended la hambre del premio, que de buen varón es seguir la
virtud sola y de cudiciosos los premios no más, y, quien no sosiega en
la virtud y la sigue por el interés y mercedes que se siguen, más es
mercader que virtuoso, pues la hace a precio de perecederos bienes.
Ella es don de sí misma: quietaos en ella.

Y aquí alzó la voz, y dijo:

--Advertid que la vida del hombre es guerra[164] consigo mismo y
que toda la vida nos tienen en armas los enemigos del alma, que nos
amenazan más dañoso vencimiento. Y advertid que ya los príncipes tienen
por deuda nuestra sangre y vida, pues perdiéndolas por ellos, los más
dicen que los pagamos y no que los servimos. ¡Volved, volved!


Oyéronlo ellos muy atentamente,[165] y, enternecidos y enseñados, se
encaminaron bien con los demás soldados.

Iban las mujeres al infierno tras el dinero de los hombres, y los
hombres tras ellas y su dinero, tropezando unos con otros.

Noté cómo, al fin del camino de los buenos, algunos se engañaban y
pasaban al de la perdición. Porque, como ellos saben que el camino[166]
es angosto y el del infierno ancho, y al acabar veían al suyo ancho y
el nuestro angosto, pensando que habían errado o trocado los caminos,
se pasaban acá, y de acá allá los que se desengañaban del remate del
nuestro.

Vi una mujer que iba a pie, y espantado de que mujer se fuese al
infierno sin silla o coche, busqué un escribano que me diera fe
dello, y en todo el camino del infierno pude hallar ningún escribano
ni alguacil. Y como no los vi en él, luego colegí que era aquél
el camino[167] y este otro al revés. Quedé algo consolado y sólo
me quedaba duda que cómo yo había oído decir que iban con grandes
asperezas y penitencias por el camino dél[168], y veía que todas se
iban holgando, cuando me sacó desta duda una gran parva de casados,
que venían con sus mujeres de las manos, y que la mujer era ayuno del
marido, pues por darle la perdiz y el capón, no comía, y que era su
desnudez, pues por darle galas demasiadas y joyas impertinentes iba
en cueros, y, al fin, conocí que un malcasado tiene en su mujer toda
la herramienta necesaria para la muerte, y ellos y ellas, a veces el
infierno portátil.

Ver esta asperísima penitencia me confirmó de nuevo en que íbamos bien.
Mas duróme poco, porque oí decir a mis espaldas:

--Dejen pasar los boticarios.

--¿Boticarios pasan?--dije yo entre mí--: ¡al infierno vamos!

Y fué así, porque al punto nos hallamos dentro por una puerta como de
ratonera, fácil de entrar e imposible de salir por ella.

Y fué de ver que nadie en todo el camino dijo: “Al infierno vamos”, y
todos, estando en él, dijeron muy espantados: “En el infierno estamos”.

--¿En el infierno?--dije yo muy afligido--. No puede ser.

Quíselo poner a pleito. Comencéme a lamentar de las cosas que dejaba
en el mundo: los parientes, los amigos, los conocidos, las damas. Y
estando llorando esto, volví la cara hacia el mundo y vi venir por el
mismo camino, despeñándose a todo correr, cuanto había conocido allá,
poco menos. Consoléme algo en ver esto, y que, según se daban priesa a
llegar al infierno, estarían conmigo presto. Comenzóseme a hacer áspera
la morada y desapacibles los zaguanes.

Fuí entrando poco a poco entre unos sastres que se me llegaron, que
iban medrosos de los diablos. En la primera entrada hallamos siete
demonios escribiendo los que íbamos entrando. Preguntáronme mi
nombre. Díjele, y pasé. Llegaron a mis compañeros y dijeron que eran
remendones, y dijo uno de los diablos:

--Deben entender los remendones en el mundo que no se hizo el infierno
sino para ellos, según se vienen por acá.

Preguntó otro diablo cuántos eran. Respondieron que ciento, y replicó
un verdugo malbarbado, entrecano:

--¿Ciento y sastres? No pueden ser tan pocos; la menor partida que
habemos recibido ha sido de mil y ochocientos. En verdad que estamos
por no recibirles.

Afligiéronse ellos, mas, al fin, entraron. Ved cuáles son los malos,
que es para ellos amenaza el no dejarlos entrar en el infierno. Entró
el primero un negro, chiquito, rubio, de mal pelo[169]. Dió un salto en
viéndose allá, y dijo:

--Ahora acá estamos todos[170].

Salió de un lugar donde estaba aposentado un diablo de marca mayor,
corcovado y cojo, y, arrojándolos en una hondura muy grande, dijo:

--Allá va leña.

Por curiosidad, me llegué a él y le pregunté de qué estaba corcovado y
cojo, y me dijo, que era diablo de pocas palabras:

--Yo era recuero[171] de remendones, iba por ellos al mundo, y de
traerlos a cuestas, me hice corcovado y cojo. He dado en la cuenta y
hallo que se vienen ellos mucho más apriesa que yo los puedo traer.

En esto hizo otro vómito dellos el mundo y hube de entrarme, porque no
había dónde estar ya allí, y el monstruo infernal empezó a traspalar, y
diz que es la mejor leña que se quema en el infierno remendones de todo
oficio, gente que sólo tiene bueno ser enemiga de novedades.

Pasé adelante por un pasadizo muy escuro, cuando por mi nombre me
llamaron. Volví a la voz los ojos, casi tan medrosa como ellos, y
hablóme un hombre que, por las tinieblas, no pude divisar más de lo que
la llama que le atormentaba me permitía.

--¿No me conoce?--me dijo--. A...

Ya lo iba a decir, y prosiguió tras su nombre: “el librero. Pues yo
soy”.

¡Quién tal pensara! Y es verdad, Dios, que yo siempre lo sospeché,
porque era su tienda el burdel de los libros, pues todos los cuerpos
que tenía eran de la gente de la vida, escandalosos y burlones. Un
rótulo que decía: “Aquí se vende tinta fina, papel batido y dorado”,
pudiera condenar a otro que hubiera menester más apetitos por ello.

--¿Qué quiere?--me dijo viéndome suspenso tratar conmigo estas cosas--.
Pues es tanta mi desgracia, que todos se condenan por las malas obras
que han hecho, y yo y algunos libreros nos condenamos por las obras
malas que hacen los otros y por lo que hicimos barato de los libros en
romance y traducidos de latín, sabiendo ya con ellos los tontos lo que
encarecían en otros tiempos los sabios. Que ya hasta el lacayo latiniza
y hallarán a Horacio en castellano en la caballeriza.

Más iba a decir, sino que un demonio le comenzó a atormentar con
humazos[172] de hojas de sus libros y otro a leerle algunos dellos. Yo,
que vi que ya no hablaba, fuíme adelante, diciendo entre mí:

--Si hay quien se condena por obras malas ajenas, ¿qué harán los que
las hicieron propias?

En esto iba, cuando en una gran zahurda andaban mucho número de ánimas
gimiendo y muchos diablos con látigos y zurriagas azotándolos. Pregunté
qué gente eran, y dijeron que no eran sino cocheros. Y dijo un diablo
lleno de cazcarrias, romo y calvo, que quisiera más, a manera de decir,
lidiar con lacayos. Porque había cochero de aquéllos que pedía aun
dineros por ser atormentado, y que la tema de todos era que habían de
poner pleito a los diablos por el oficio, pues no sabían chasquear los
azotes[173] tan bien como ellos.

--¿Qué causa hay para que éstos penen aquí?--dije.

Y tan presto se levantó un cochero viejo de aquéllos, barbinegro y
malcarado, y dijo:

--Señor, porque, siendo pícaros, nos venimos al infierno a caballo y
mandando.

Aquí le replicó el diablo:

--¿Y por qué calláis lo que encubristeis en el mundo, los pecados que
facilitasteis y lo que mentisteis en un oficio tan vil?

Dijo un cochero que lo había sido de un caballero, y aun esperaba que
le había de sacar de allí:

--No ha habido tan honrado oficio en el mundo de diez años a esta
parte, pues nos llegaron a poner cotas y sayos vaqueros, hábitos largos
y valona, en forma de cuellos bajos[174]. ¿Cómo supieran condenarse las
mujeres de los pícaros en su rincón, si no fuera por el desvanecimiento
de verse en coche? Que hay mujer destos de honra postiza, que se fué
por su pie al don[175], y por tirar una cortina, ir a una testera,
hartará de ánimas a Perogotero[176].

--Así--dijo un diablo--, soltóse el cocherillo y no callará en diez
años.

--¿Qué he de callar--dijo--, si nos tratáis de esta manera, debiendo
regalarnos? Pues no os traemos al infierno la hacienda maltratada,
arrastrada y a pie, llena de lodos, como los siempre rotos escuderos,
zanqueando y despeados, sino sahumada[177], descansada, limpia y en
coche. Por otros lo hiciéramos, que lo supieran agradecer. Pues ¡decir
que merezco yo eso por barato y bienhablado y aguanoso[178], o porque
llevé tullidos a misa, enfermos a comulgar o monjas a sus conventos! No
se probará que en mi coche entrase nadie con buen pensamiento. Llegó a
tanto, que por casarse y saber si una era doncella se hacía información
si había entrado en él, porque era señal de corrupción. ¿Y tras desto
me das este pago?

--Vía[179]--dijo un demonio mulato y zurdo.

Redobló los palos y callaron. Y forzóme ir adelante el mal olor de los
cocheros, que andaban por allí.

Y lleguéme a unas bóvedas, donde comencé a tiritar de frío y dar diente
con diente, que me helaba. Pregunté, movido de la novedad de ver frío
en el infierno, qué era aquello, y salió a responder un diablo zambo,
con espolones y grietas, lleno de sabañones, y dijo:

--Señor, este frío es de que en esta parte están recogidos los bufones,
truhanes y juglares chocarreros, hombres por de más y que sobran en el
mundo y que están aquí retirados, porque, si anduvieran por el infierno
sueltos, su frialdad[180] es tanta, que templaría el dolor del fuego.

Pedíle licencia para llegar a verlos. Diómela y calofriado[181]
llegué, y vi la más infame casilla del mundo y una cosa, que no habrá
quien lo crea, que se atormentaban unos a otros con las gracias que
habían dicho acá. Y entre los bufones vi muchos hombres honrados, que
yo había tenido por tales. Pregunté la causa y respondióme un diablo
que eran aduladores y que por esto eran bufones de entre cuero y
carne[182]. Y repliqué yo cómo se condenaban, y me respondieron[183]:

--Gente es que se viene acá sin avisar, a mesa puesta y a cama
hecha[184], como en su casa. Y en parte, los queremos bien, porque
ellos se son diablos para sí y para otros y nos ahorran de trabajos
y se condenan a sí mismos, y por la mayor parte, en vida, los más ya
andan con marca del infierno. Porque, el que no se deja arrancar los
dientes por dinero, se deja matar hachas[185] en las nalgas o pelar las
cejas. Y así, cuando acá los atormentamos, muchos dellos, después de
las penas, sólo echan menos las pagas. ¿Veis aquél?--me dijo--. Pues
mal juez fué, y está entre los bufones, pues por dar gusto no hizo
justicia, y a los derechos, que no hizo tuertos[186], los hizo bizcos.

Aquél fué marido descuidado, y está también entre los bufones, porque
por dar gusto a todos, vendió el que tenía con su esposa, y tomaba a
su mujer en dineros como ración y se iba a sufrir[187]. Aquella mujer,
aunque principal, fué juglar, y está entre los truhanes, porque por dar
gusto, hizo plato[188] de sí misma a todo apetito.

Al fin, de todos estados entran en el número de los bufones, y por
eso hay tantos que, bien mirado, en el mundo todos sois bufones,
pues los unos os andáis riendo de los otros, y en todos, como digo,
es naturaleza y en unos pocos oficio. Fuera déstos, hay bufones
desgranados y bufones en racimos. Los desgranados son los que de uno en
uno y de dos en dos andan a casa de los señores. Los en racimo son los
faranduleros miserables de bululú[189], y déstos os certifico que, si
ellos no se nos viniesen por acá, que nosotros no iríamos por ellos.

Trabóse una pendencia adentro, y el diablo acudió a ver lo que era. Yo,
que me vi suelto, entréme por un corral adelante, y hedía a chinches
que no se podía sufrir.

--A chinches hiede--dije yo--: apostaré que alojan por aquí los
zapateros.

Y fué así, porque luego sentí el ruido de los bojes y vi los
tranchetes. Tapéme las narices y asoméme a la zahurda donde estaban, y
había infinitos. Díjome el guardián:

--Éstos son los que vinieron consigo mismos, digo, en cueros[190].
Y como otros se van al infierno por su pie, éstos se van por los
ajenos[191] y por los suyos y así vienen tan ligeros.

Y doy fe de que en todo el infierno no hay árbol ninguno chico ni
grande y que mintió Virgilio en decir que había mirtos en el lugar de
los amantes, porque yo no vi selva ninguna, sino en el cuartel que dije
de los zapateros, que estaba todo lleno de bojes, que no se gasta otra
madera en los edificios.

Estaban todos los zapateros vomitando de asco de unos pasteleros, que
se les arrimaban a las puertas, que no cabían en un silo[192], donde
estaban tantos, que andaban mil diablos con pisones atestando almas de
pasteleros y aún no bastaban.

--¡Ay de nosotros--dijo uno--, que nos condenamos por el pecado de la
carne[193], sin conocer mujer, tratando más en huesos!

Lamentábase bravamente, cuando dijo un diablo:

--Ladrones, ¿quién merece el infierno mejor que vosotros, pues habéis
hecho comer a los hombres caspa y os han servido de pañizuelos los de a
real, sonándoos en ellos, donde muchas veces pasó por caña el tuétano
de las narices? ¿Qué de estómagos pudieran ladrar, si resucitaran los
perros que les hicistes comer? ¿Cuántas veces pasó por pasa la mosca
golosa y muchas fué el mayor bocado de carne que comió el dueño del
pastel? ¿Qué de dientes habéis hecho jinetes[194] y qué de estómagos
habéis traído a caballo, dándoles a comer rocines enteros? ¿Y os
quejáis, siendo gente antes condenada que nacida, los que hacéis así
vuestro oficio? Pues ¿qué pudiera decir de vuestros caldos? Mas no soy
amigo de revolver caldos. Padeced[195] y callad enhoramala. Que más
hacemos nosotros en atormentaros que vosotros en sufrirlo. Y vos andad
adelante, me dijo a mí, que tenemos que hacer éstos y yo.

Partíme de allí y subíme por una cuesta donde en la cumbre y alrededor
se estaban abrasando unos hombres en fuego inmortal, el cual encendían
los diablos, en lugar de fuelles, con corchetes, que soplaban mucho
más. Que aun allá tienen este oficio[196] y son abanicos de culpas y
resuello de la provincia y vaharada[197] del verdugo.

Vi un mercader que poco antes había muerto.

--¿Acá estáis?--dije yo--. ¿Qué os parece?

¿No valiera más haber tenido poca hacienda y no estar aquí?

Dijo en esto uno de los atormentadores:

--Pensaron que no había más y quisieron con la vara de medir sacar
agua de las piedras[198]. Éstos son--dijo--los que han ganado como
buenos caballeros el infierno por sus pulgares[199], pues a puras
pulgaradas[200] se nos vienen acá. Mas ¿quién duda que la oscuridad
de sus tiendas[201] les prometía estas tinieblas? Gente es ésta--dijo
al cabo muy enojado--que quiso ser como Dios, pues pretendieron ser
sin medida; mas Él, que todo lo ve, los trajo de sus rasos[202] a
estos nublados, que los atormenten con rayos. Y si quieres acabar de
saber cómo éstos son los que sirven allá a la locura de los hombres,
juntamente con los plateros y buhoneros, has de advertir que, si Dios
hiciera que el mundo amaneciera cuerdo un día, todos éstos quedaran
pobres, pues entonces se conociera que en el diamante, perlas, oro
y sedas diferentes, pagamos más lo inútil y demasiado y raro que lo
necesario y honesto. Y advertid ahora que la cosa que más cara se os
vende en el mundo es lo que menos vale, que es la vanidad que tenéis.
Y estos mercaderes son los que alimentan todos vuestros desórdenes y
apetitos.

Tenía talle[203] de no acabar sus propiedades, si yo no me pasara
adelante, movido de admiración de unas grandes carcajadas que oí. Fuíme
allá por ver risa en el infierno, cosa tan nueva.

--¿Qué es esto?--dije.

Cuando veo dos hombres dando voces en un alto, muy bien vestidos con
calzas atacadas. El uno con capa y gorra, puños como cuellos y cuellos
como calzas. El otro traía valones y un pergamino en las manos. Y a
cada palabra que hablaban, se hundían siete u ocho mil diablos de risa
y ellos se enojaban más. Lleguéme más cerca por oírlos, y oí al del
pergamino, que, a la cuenta, era hidalgo, que decía:

--Pues si mi padre se decía tal cual y soy nieto de Esteban tales y
cuales, y ha habido en mi linaje trece capitanes valerosísimos y de
parte de mi madre doña Rodriga desciendo de cinco catedráticos los más
doctos del mundo, ¿cómo me puedo haber condenado? Y tengo mi ejecutoria
y soy libre de todo y no debo pagar pecho.

--Pues pagad espalda--dijo un diablo.

Y dióle luego cuatro palos en ellas, que le derribó de la cuesta. Y
luego le dijo:

--Acabaos de desengañar, que el que desciende del Cid, de Bernardo y
de Gofredo[204], y no es como ellos, sino vicioso como vos, ése tal
más destruye el linaje que lo hereda. Toda la sangre, hidalguillo,
es colorada. Parecedlo en las costumbres y entonces creeré que
descendéis del docto, cuando lo fuéredes o procuráredes serlo, y si
no, vuestra nobleza será mentira breve en cuanto durare la vida. Que
en la chancillería del infierno arrúgase el pergamino y consúmense las
letras, y, el que en el mundo es virtuoso, ése es el hidalgo, y la
virtud es la ejecutoria que acá respetamos, pues aunque descienda de
hombres viles y bajos, como él con divinas costumbres se haga digno de
imitación, se hace noble a sí y hace linaje para otros. Reímonos acá de
ver lo que ultrajáis a los villanos, moros y judíos, como si en éstos
no cupieran las virtudes, que vosotros despreciáis.

Tres cosas son las que hacen ridículos a los hombres: la primera,
la nobleza; la segunda, la honra; la tercera, la valentía. Pues es
cierto que os contentáis con que hayan tenido vuestros padres virtud
y nobleza para decir que la tenéis vosotros, siendo inútil parto del
mundo. Acierta a tener muchas letras el hijo del labrador, es arzobispo
el villano que se aplica a honestos estudios, y los caballeros que
descienden de buenos padres, como si hubieran ellos de gobernar el
cargo que les dan, quieren, ¡ved qué ciegos!, que les valga a ellos,
viciosos, la virtud ajena de trescientos mil años, ya casi olvidada, y
no quieren que el pobre se honre con la propia.

Carcomióse el hidalgo de oir estas cosas, y el caballero que estaba a
su lado se afligía, pegando los abanillos[205] del cuello y volviendo
las cuchilladas de las calzas.

--Pues ¿qué diré de la honra mundana? Que más tiranías hace en el
mundo y más daños y la que más gustos estorba. Muere de hambre un
caballero pobre, no tiene con qué vestirse, ándase roto y remendado,
o da en ladrón, y no lo pide, porque dice que tiene honra; ni quiere
servir, porque dice que es deshonra. Todo cuanto se busca y afana dicen
los hombres que es por sustentar honra. ¡Oh, lo que gasta la honra! Y
llegado a ver lo que es la honra mundana, no es nada. Por la honra no
come el que tiene gana donde le sabría bien. Por la honra se muere la
viuda entre dos paredes. Por la honra, sin saber qué es hombre ni qué
es gusto, se pasa la doncella treinta años casada consigo misma. Por la
honra, la casada se quita a su deseo cuanto pide. Por la honra, pasan
los hombres el mar. Por la honra, mata un hombre a otro. Por la honra,
gastan todos más de lo que tienen. Y es la honra mundana, según esto,
una necedad del cuerpo y alma, pues al uno quita los gustos y al otro
el descanso. Y porque veáis cuáles sois los hombres desgraciados y cuán
a peligro tenéis lo que más estimáis, hase de advertir que las cosas
de más valor en vosotros son la honra, la vida y la hacienda. La honra
está en arbitrio de las mujeres; la vida, en manos de los doctores, y
la hacienda en las plumas de los escribanos.

--Desvaneceos, pues, bien, mortales--dije yo entre mí--. ¡Y cómo se
echa de ver que esto es el infierno, donde, por atormentar a los
hombres con amarguras, les dicen las verdades.

Tornó en esto a proseguir, y dijo:

--¡La valentía! ¿Hay cosa tan digna de burla? Pues, no habiendo
ninguna en el mundo sino la caridad, con que se vence la fiereza de
otros y la de sí mismo y la de los mártires, todo el mundo es de
valientes; siendo verdad que todo cuanto hacen los hombres, cuanto han
hecho tantos capitanes valerosos como ha habido en la guerra, no lo han
hecho de valentía, sino de miedo. Pues el que pelea en la tierra por
defendella, pelea de miedo de mayor mal, que es ser cautivo y verse
muerto, y el que sale a conquistar los que están en sus casas, a veces
lo hace de miedo de que el otro no le acometa, y los que no llevan este
intento, van vencidos de la cudicia.

--¡Ved qué valientes! ¡A robar oro y a inquietar los pueblos apartados,
a quien Dios puso como defensa a nuestra ambición mares en medio y
montañas ásperas! Mata uno a otro, primero vencido de la ira, pasión
ciega, y otras veces de miedo de que le mate a él. Así, hombres que
todo lo entendéis al revés, bobo llamáis al que no es sedicioso,
alborotador y maldiciente; sabio llamáis al malacondicionado,
perturbador y escandaloso; valiente, al que perturba el sosiego,
y cobarde, al que con bien-compuestas costumbres escondido de las
ocasiones, no da lugar a que le pierdan el respeto. Éstos tales son en
quien ningún vicio tiene licencia.

--¡Oh, pesia tal!--dije yo--. Más estimo haber oído este diablo que
cuanto tengo.

Dijo en esto el de las calzas atacadas muy mohíno:

--Todo eso se entiende con ese escudero; pero no conmigo, a fe de
caballero--y tornó a decir caballero tres cuartos de hora--. Que es
ruin término y descortesía. ¡Deben de pensar que todos somos unos!

Esto les dió a los diablos grandísima risa. Y luego, llegándose uno a
él, le dijo que se desenojase y mirase qué había menester y qué era la
cosa que más pena le daba, porque le querían tratar como quien era. Y
al punto dijo:

--¡Bésoos las manos! Un molde para repasar el cuello.

Tornaron a reír y él a atormentarse de nuevo.

Yo, que tenía gana de ver todo lo que hubiese, pareciendo que me había
detenido mucho, me partí. Y a poco que anduve, topé una laguna muy
grande como el mar, y más sucia, adonde era tanto el ruido, que se me
desvaneció la cabeza. Pregunté lo que era aquello, y dijéronme que
allí penaban las mujeres que en el mundo se volvieron dueñas. Así supe
cómo las dueñas de acá son ranas del infierno, que eternamente como
ranas están hablando, sin tono y sin son[206], húmedas y en cieno, y
son propiamente ranas infernales. Porque las dueñas ni son carne ni
pescado[207], como ellas. Dióme grande risa el verlas convertidas en
sabandijas tan pierniabiertas y que no se comen sino de medio abajo,
como la dueña, cuya cara siempre es trabajosa y arrugada.

Salí, dejando el charco a mano izquierda, a una dehesa donde estaban
muchos hombres arañándose y dando voces, y eran infinitísimos y tenía
seis porteros. Pregunté a uno qué gente era aquélla tan vieja y tan en
cantidad.

--Éste es--dijo--el cuarto de los padres que se condenan por dejar
ricos a sus hijos, que, por otro nombre, se llama el cuarto de los
necios.

--¡Ay de mí!--dijo en esto uno--. Que no tuve día sosegado en la otra
vida ni comí ni vestí por hacer un mayorazgo, y después de hecho, por
aumentarle. Y en haciéndole, me morí sin médico, por no gastar dineros
amontonados. Y apenas espiré, cuando mi hijo se enjugó las lágrimas con
ellos. Y cierto de que estaba en el infierno por lo que vió que había
ahorrado, viendo que no había menester misas, no me las dijo ni cumplió
manda mía. Y permite Dios que aquí para más pena le vea desperdiciar lo
que yo afané, y le oigo decir:

--Ya se condenó mi padre. ¿Por qué no tomó más sobre su ánima y se
condenó por cosas de más importancia?

--¿Queréis saber--dijo un demonio--qué tanta[208] verdad es ésa?
Que tienen ya por refrán en el mundo contra estos miserables decir:
“Dichoso el hijo que tiene a su padre en el infierno”.[209]

Apenas oyeron esto, cuando se pusieron todos a aullar y darse de
bofetones. Hiciéronme lástima, no lo pude sufrir, y pasé adelante.

Y llegando a una cárcel oscurísima, oí grande ruido de cadenas y
grillos, fuego, azotes y gritos. Pregunté a uno de los que allí estaban
qué estancia era aquélla, y dijéronme que era el cuarto de los de:
_¡Oh, quién hubiera!_[210]

--No lo entiendo--dije--. ¿Quién son los de _¡oh, quién hubiera!?_

Dijo al punto:

--Son gente necia que en el mundo vivía mal y se condenó sin
entenderlo, y ahora acá se les va todo en decir: ¡Oh, quién hubiera
oído misa! ¡Oh, quién hubiera callado! ¡Oh, quién hubiera favorecido al
pobre! ¡Oh, quién no hubiera hurtado!

Huí medroso de tan mala gente y tan ciega y di en unos corrales con
otra peor. Pero admiróme más el título con que estaban aquí, porque
preguntándoselo a un demonio, me dijo:

--Estos son los de: ¡Dios es piadoso!

--¡Dios sea conmigo!--dije al punto--. Pues ¿cómo puede ser que la
misericordia condene siendo eso de la justicia? Vos habláis como diablo.

--Y vos--dijo el maldito--, como ignorante, pues no sabéis que la mitad
de los que están aquí se condenan por la misericordia de Dios. Y si
no, mirad cuántos son los que, cuando hacen algo malhecho y se lo
reprenden, pasan adelante y dicen: “Dios es piadoso y no mira en
niñerías; para eso es la misericordia de Dios tanta”. Y con esto,
mientras ellos haciendo mal esperan en Dios, nosotros los esperamos acá.

--Luego ¿no se ha de esperar en Dios y en su misericordia?--dije yo.

--No lo entiendes--me respondieron--. Que de la piedad de Dios se ha
de fiar, porque ayuda a buenos deseos y premia buenas obras; pero no
todas veces con consentimiento de obstinaciones. Que se burlan a sí las
almas, que consideran la misericordia de Dios encubridora de maldades
y la aguardan como ellas la han menester, y no como ella es, purísima
y infinita en los santos y capaces della, pues, los mismos que más en
ella están confiados, son los que menos la dan para su remedio. No
merece la piedad de Dios quien, sabiendo que es tanta, la convierte
en licencia y no en provecho espiritual. Y de muchos tiene Dios
misericordia que no la merecen ellos. Y en los más es así, pues nada de
su mano pueden, sino por favor, y el hombre que más hace es procurar
merecerla. Porque no os desvanezcáis y sepáis que aguardáis siempre al
postrero día lo que quisiérades haber hecho al primero y que las más
veces está pasado por vosotros lo que teméis que ha de venir.

--Esto se ve y se oye en el infierno. ¡Ah, lo que aprovechara allá uno
destos escarmentados!

Diciendo esto, llegué a una caballeriza donde estaban los tintoreros,
que no averiguara un pesquisidor quiénes eran, porque los diablos
parecían tintoreros y los tintoreros diablos. Pregunté a un mulato, que
a puros cuernos tenía hecha espetera la frente, que dónde estaban los
sodomitas, las viejas y los cornudos. Dijo:

--En todo el infierno están. Que ésa es gente que en vida son diablos,
pues es su oficio traer corona de hueso[211]. De los sodomitas y
viejas, no sólo no sabemos dellos, pero ni querríamos saber que
supiesen de nosotros. Que en ellos peligran nuestras asentaderas, y
los diablos por eso traemos colas. Porque, como aquéllos están acá,
habemos menester mosqueador de los rabos. De las viejas, porque aun acá
nos enfadan y atormentan, y, no hartas de vida, hay algunas que nos
enamoran; muchas han venido acá muy arrugadas y canas y sin diente ni
muela, y ninguna ha venido cansada de vivir. Y otra cosa más graciosa,
que si os informáis dellas, ninguna vieja hay en el infierno. Porque
la que está calva y sin muelas, arrugada y lagañosa de pura edad y
de puro vieja, dice que el cabello se le cayó de una enfermedad, que
los dientes y muelas se le cayeron de comer dulce, que está jibada de
un golpe. Y no confesará que son años, si pensara[212] remozar por
confesarlo.

Junto a éstos estaban unos pocos dando voces y quejándose de su
desdicha.

--¿Qué gente es ésta?--pregunté.

Y respondióme uno dellos:

--Los sin ventura, muertos de repente.

--Mentís--dijo un diablo--. Que ningún hombre muere de repente; de
descuidado y divertido, sí. ¿Cómo puede morir de repente quien dende
que nace ve que va corriendo por la vida y lleva consigo la muerte?
¿Qué otra cosa veis en el mundo sino entierros, muertos y sepulturas?
¿Qué otra cosa oís en los púlpitos y leéis en los libros? ¿A qué
volvéis los ojos que no os acuerde de la muerte? Vuestro vestido que
se gasta, la casa que se cae, el muro que se envejece y hasta el sueño
cada día os acuerda de la muerte, retratándola en sí. Pues ¿cómo puede
haber hombre que se muera de repente en el mundo, si siempre lo andan
avisando tantas cosas? No os habéis de llamar, no, gente que murió
de repente, sino gente que murió incrédula de que podía morir así,
sabiendo con cuán secretos pies entra la muerte en la mayor mocedad y
que en una misma hora, en dar bien y mal, suele ser madre y madrastra.

Volví la cabeza a un lado y vi en un seno muy grande apretura de almas
y dióme un mal olor.

--¿Qué es esto?--dije.

Y respondióme un juez amarillo, que estaba castigándolos:

--Éstos son los boticarios, que tienen el infierno lleno de
bote en bote[213]. Gente que, como otros buscan ayudas[214] para
salvarse, éstos las tienen para condenarse. Éstos son los verdaderos
alquimistas, que no Demócrito Abderita en la _Arte sacra_, Avicena,
Géber ni Raimundo Lull. Porque ellos escribieron cómo de los metales
se podía hacer oro y no lo hicieron ellos, y, si lo hicieron, nadie lo
ha sabido hacer después acá; pero estos tales boticarios de la agua
turbia, que no clara, hacen oro y de los palos[215], oro hacen de las
moscas, del estiércol; oro hacen de las arañas, de los alacranes y
sapos, y oro hacen del papel, pues venden hasta el papel en que dan
el ungüento. Así que sólo para éstos puso Dios virtud en las yerbas y
piedras y palabras, pues no hay yerba, por dañosa que sea y mala, que
no les valga dineros, hasta la ortiga y cicuta; ni hay piedra que no
les dé ganancia, hasta el guijarro crudo, sirviendo de moleta[216].
En las palabras también, pues jamás a éstos les falta cosa que les
pidan, aunque no la tengan, como vean dinero, pues dan por aceite de
matiolo[217] aceite de ballena, y no compra sino las palabras el que
compra. Y su nombre no había de ser boticario, sino armeros; ni sus
tiendas no se habían de llamar boticas, sino armerías de los doctores,
donde el médico toma la daga de los lamedores[218], el montante de
los jarabes y el mosquete de la purga maldita, demasiada, recetada
a mala sazón y sin tiempo. Allí se ve todo esmeril de ungüentos, la
asquerosa arcabucería de melecinas con munición de calas. Muchos déstos
se salvan; pero no hay que pensar que, cuando mueren, tienen con qué
enterrarse.

Y si queréis reír ved tras ellos los barberillos cómo penan, que en
subiendo esos dos escalones, están en ese cerro.

Pero pasé allá y vi, ¡qué cosa tan admirable y qué justa pena!, los
barberos atados y las manos sueltas, y sobre la cabeza una guitarra y
entre las piernas un ajedrez con las piezas de juego de damas. Y cuando
iba con aquella ansia natural de pasacalles a tañer, la guitarra le
huía. Y cuando volvía abajo a dar de comer una pieza, se le sepultaba
el ajedrez. Y ésta era su pena. No entendí salir de allí de risa.

Estaban tras de una puerta unos hombres, muchos en cantidad, quejándose
de que no hiciesen caso dellos, aun para atormentarlos. Y estábales
diciendo un diablo, que eran todos tan diablos como ellos, que
atormentasen a otros.

--¿Quién son?--le pregunté.

Y dijo el diablo:

--Hablando con perdón, los zurdos[219], gente que no puede hacer
cosa a derechas, quejándose de que no están con los otros condenados,
y acá dudamos si son hombres o otra cosa. Que en el mundo ellos no
sirven sino de enfados y de mal agüero. Pues, si uno va en negocios y
topa zurdos, se vuelve como si topara un cuervo o oyera una lechuza.
Y habéis de saber que, cuando Scévola[220] se quemó el brazo derecho
porque erró a Porsena, que fué, no por quemarle y quedar manco, sino
queriendo hacer en sí un gran castigo, dijo:

--Así, ¿que erré el golpe? Pues en pena he de quedar zurdo.

Y cuando la justicia manda cortar a uno la mano derecha por una
resistencia, es la pena hacerle zurdo, no el golpe. Y no queráis más,
que, queriendo el otro echar una maldición muy grande, fea y afrentosa,
dijo:

    Lanzada de moro izquierdo
  te atraviese el corazón[221].

Y en el día del juicio todos los condenados, en señal de serlo,
estarán a la mano izquierda. Al fin es gente hecha al revés y que se
duda si son gente.

En esto me llamó un diablo por señas y me advirtió con las manos que no
hiciese ruido. Lleguéme a él y asoméme a una ventana, y dijo:

--Mira lo que hacen las feas.

Y veo una muchedumbre de mujeres, unas tomándose puntos[222] en
las caras, otras haciéndose de nuevo, porque ni la estatura en los
chapines, ni la ceja con el cohol[223], ni el cabello en la tinta,
ni el cuerpo en la ropa, ni las manos con la muda, ni la cara con el
afeite, ni los labios con la color, eran los con que nacieron ellas. Y
vi algunas poblando sus calvas con cabellos que eran suyos[224] sólo
porque los habían comprado. Otra vi que tenía su media cara en las
manos, en los botes de unto y en la color.

--Y no queráis más de las invenciones de las mujeres--dijo un
diablo--; que hasta resplandor tienen sin ser soles ni estrellas. Las
más duermen con una cara y se levantan con otra al estrado, y duermen
con unos cabellos y amanecen con otros. Muchas veces pensáis que
gozáis las mujeres de otro y no pasáis el adulterio de la carne. Mirad
cómo consultan con el espejo sus caras. Éstas son las que se condenan
solamente por buenas siendo malas.

Espantóme la novedad de la causa con que se habían condenado aquellas
mujeres, y, volviendo, vi un hombre asentado en una silla a solas, sin
fuego ni hielo, ni demonio ni pena alguna, dando las más desesperadas
voces que oí en el infierno, llorando el propio corazón, haciéndose
pedazos a golpes y a vuelcos.

--¡Válgame Dios!--dije en mi alma--. ¿De qué se queja éste no
atormentándole nadie?

Y él, cada punto doblaba sus alaridos y voces.

--Dime--dije yo--: ¿qué eres y de qué te quejas, si ninguno te
molesta, si el fuego no te arde ni el hielo te cerca?

--¡Ay!--dijo dando voces--, ¡que la mayor pena del infierno es la mía!
¿Verdugos te parece que me faltan? ¡Triste de mí, que los más crueles
están entregados a mi alma! ¿No los ves?--dijo.

Y empezó a morder la silla y a dar vueltas alrededor y gemir.

--Velos, que sin piedad van midiendo a descompasadas culpas eternas
penas. ¡Ay, qué terrible demonio eres, memoria del bien que pude
hacer y de los consejos que desprecié y de los males que hice! ¡Qué
representación tan continua! Déjasme tú y sale el entendimiento con
imaginaciones de que hay gloria que pude gozar y que otros gozan a
menos costa que yo mis penas! ¡Oh, qué hermoso que pintas el cielo,
entendimiento, para acabarme! Déjame un poco siquiera. ¿Es posible que
mi voluntad no ha de tener paz conmigo un punto? ¡Ay, huésped, y qué
tres llamas invisibles y qué sayones incorpóreos me atormentan en las
tres potencias del alma! Y cuando éstos se cansan, entra el gusano de
la conciencia, cuya hambre en comer del alma nunca se acaba: vesme
aquí, miserable y perpetuo alimento de sus dientes.

Y diciendo esto, salió la voz:

--¿Hay en todo este desesperado palacio quien trueque sus almas y sus
verdugos a mis penas? Así, mortal, pagan los que supieron en el mundo,
tuvieron letras y discursos y fueron discretos: ellos se son infierno y
martirio de sí mismos.

Tornó amortecido a su ejercicio con más muestras de dolor. Apartéme de
él medroso, diciendo:

--¡Ved de lo que sirve caudal de razón y doctrina y buen entendimiento
mal aprovechado! ¡Quien se lo vió llorar solo y tenía dentro de su alma
aposentado el infierno!

Lleguéme, diciendo esto, a una gran compañía, donde penaban en diversos
puestos muchos, y vi unos carros en que traían atenaceando muchas almas
con pregones delante. Lleguéme a oir el pregón, y decía:

--Éstos manda Dios castigar por escandalosos y porque dieron mal
ejemplo.

Y vi a todos los que penaban, que cada uno los metía en sus penas, y
así pasaban las de todos como causadores de su perdición. Pues éstos
son los que enseñan en el mundo malas costumbres, de quien dijo Dios
que valiera más no haber nacido[225].

Pero dióme risa ver unos taberneros que se andaban sueltos por todo el
infierno, penando sobre su palabra, sin prisión ninguna, teniéndola
cuantos estaban en él. Y preguntando por qué a ellos solos los dejan
andar sueltos, dijo un diablo:

--Y les abrimos las puertas. Que no hay para qué temer que se irán del
infierno gente que hace en el mundo tantas diligencias para venir.
Fuera de que los taberneros trasplantados acá, en tres meses son tan
diablos como nosotros. Tenemos sólo cuenta de que no lleguen al fuego
de los otros, porque no lo agüen.

Pero, si queréis saber notables cosas, llegaos a aquel cerco. Veréis en
la parte del infierno más hondo a Judas con su familia descomulgada de
malditos dispenseros.

Hícelo así, y vi a Judas, que me holgué mucho, cercado de sucesores
suyos y sin cara[226]. No sabré decir sino que me sacó de la duda
de ser barbirrojo[227], como le pintan los extranjeros por hacerle
español, porque él me pareció capón. Y no es posible menos ni que tan
mala inclinación y ánimo tan doblado se hallase sino en quien, por
serlo, no fuese ni hombre ni mujer. ¿Y quién sino un capón tuviera tan
poca vergüenza? ¿Y quién sino un capón pudiera condenarse por llevar
las bolsas? ¿Y quién sino un capón tuviera tan poco ánimo que se
ahorcase sin acordarse de la mucha misericordia de Dios? Ello[228] yo
creo por muy cierto lo que fuere verdad; pero capón[229] me pareció que
era Judas. Y lo mismo digo de los diablos, que todos son capones, sin
pelo de barba y arrugados, aunque sospecho que, como todos se queman,
que el estar[230] lampiños es de chamuscado el pelo con el fuego, y
lo arrugado, del calor. Y debe ser así porque no vi ceja ni pestaña y
todos eran calvos.

Estaba, pues, Judas muy contento de ver cuán bien lo hacían algunos
dispenseros en venirle a cortejar y a entretener, que muy pocos me
dijeron que le dejaban de imitar. Miré más atentamente, y fuíme
llegando donde estaba Judas, y vi que la pena de los dispenseros era
que, como a Titio[231] le come un buitre las entrañas, a ellos se las
descarnaban dos aves, que llaman sisones[232]. Y un diablo decía a
voces de rato en rato:

--Sisones son dispenseros y los dispenseros, sisones.

A este pregón se estremecían todos, y Judas estaba con sus treinta
dineros atormentándose[233]. Yo le dije:

--Una cosa querría saber de ti: ¿por qué te pintan con botas y dicen
por refrán _las botas de Judas_[234]?

--No porque yo las truje--respondió--; mas quisieron significar,
poniéndome botas, que anduve siempre de camino para el infierno y por
ser dispensero. Y así se han de pintar todos los que lo son. Ésta fué
la causa, y no lo que algunos han colegido de verme con botas, diciendo
que era portugués, que es mentira; que yo fuí...

Y no me acuerdo bien de dónde me dijo que era, si de Calabria[235], si
de otra parte.

--Y has de advertir que yo sólo soy el dispensero, que se ha condenado
por vender; que todos los demás, fuera de algunos, se condenan por
comprar[236]. Y en lo que dices que fuí traidor y maldito en dar a mi
Maestro por tan poco precio, tienes razón, y no podía hacer yo otra
cosa, fiándome de gente como los judíos[237], que era tan ruin, que
pienso que, si pidiera un dinero más por él, no me lo tomaran. Y porque
estás muy espantado y fiado en que yo soy el peor hombre que ha habido,
ve ahí debajo y verás muchísimos tan malos. Vete--dijo--, que ya basta
de conversación, que no los escurezco.

--Dices la verdad--le respondí.

Y acogíme donde me señaló, y topé muchos demonios en el camino, con
palos y lanzas, echando del infierno muchas mujeres hermosas y muchos
malos letrados. Pregunté por qué los querían echar del infierno a
aquéllos solos, y dijo un demonio:

--Porque eran de grandísimo provecho para la población del infierno en
el mundo: las damas, con sus caras y con sus mentirosas hermosuras y
buenos pareceres, y los letrados, con buenas caras y malos pareceres.

Y que así los echaban porque trujesen gente.

Pero el pleito más intrincado y el caso más difícil que yo vi en el
infierno fué el que propuso una mujer condenada con otras muchas por
malas, enfrente de unos ladrones, la cual decía:

--Decidnos, señor, ¿cómo ha de ser esto de dar y recibir, si los
ladrones se condenan por tomar lo ajeno y la mujer por dar lo suyo?
Aquí de Dios, que, si el ser puta es ser justicia, si es justicia dar a
cada uno lo suyo, pues lo hacemos así, ¿de qué nos culpan?

Dejé de escucharla, y pregunté, como nombraron ladrones, dónde estaban
los escribanos.

--¡Es posible que no hay en el infierno ninguno ni le pude topar en
todo el camino!

Respondióme un verdugo:

--Bien creo yo que no toparíades ninguno por él.

--Pues ¿qué hacen? ¿Sálvanse todos?

--No--dijo--; pero dejan de andar y vuelan con plumas. Y el no haber
escribanos por el camino de la perdición no es porque infinitísimos que
son malos no vienen acá por él, sino porque, es tanta la prisa con que
vienen, que volar y llegar y entrar es todo uno, tales plumas se tienen
ellos, y así no se ven en el camino.

--Y acá--dije yo--, ¿cómo no hay ninguno?

--Sí hay--me respondió--; mas no usan ellos de nombre de escribano,
que acá por gatos los conocemos. Y para que echéis de ver qué tantos
hay, no habéis de mirar sino que, con ser el infierno tan gran casa,
tan antigua, tan maltratada y sucia, no hay un ratón en toda ella, que
ellos los cazan.

--Y los alguaciles malos, ¿no están en el infierno?

--Ninguno está en el infierno--dijo el demonio.

--¿Cómo puede ser, si se condenan algunos malos entre muchos buenos que
hay?

--Dígoos que no están en el infierno porque en cada alguacil malo, aun
en vida, está todo el infierno en él.

Santigüéme y dije:

--Brava cosa es lo mal que los queréis los diablos a los alguaciles.

--¿No los habemos de querer mal, pues, según son endiablados los malos
alguaciles, tememos que han de venir a hacer que sobremos nosotros para
lo que es materia de condenar almas y que se nos han de levantar con el
oficio de demonios y que ha de venir Lucifer a ahorrarse de diablos y
despedirnos a nosotros por recibir a ellos?

No quise en esta materia escuchar más, y así, me fuí adelante, y por
una red vi un amenísimo cercado, todo lleno de almas, que, unas con
silencio y otras con llanto, se estaban lamentando. Dijéronme que era
el retiramiento de los enamorados. Gemí tristemente viendo que aun
en la muerte no dejan los suspiros. Unos se respondían en sus amores
y penaban con dudosas desconfianzas. ¡Oh, qué número dellos echaban
la culpa de su perdición a sus deseos, cuya fuerza o cuyo pincel los
mintió las hermosuras! Los más estaban descuidados por _penséque_,
según me dijo un diablo.

--¿Quién es _penséque_--dije yo--, o qué género de delito?

Rióse, y replicó:

--No es sino que se destruyen, fiándose de fabulosos semblantes, y
luego dicen _pensé que_ no me obligara, _pensé que_ no me amartelara,
_pensé que_ ella me diera a mí y no me quitara, _pensé que_ no tuviera
otro con quien yo riñera, _pensé que_ se contentara conmigo solo,
_pensé que_ me adoraba, y así, todos los amantes en el infierno están
por _pensé que_. Éstos son la gente en quien más ejecuciones hace el
arrepentimiento y los que menos sabían de sí. Estaba en medio dellos el
amor, lleno de sarna, con un rótulo que decía:

    No hay quien este amor no dome
  Sin justicia o con razón,
  Porque es sarna y no afición
  Amor que se pega y come.

--¿Coplica hay?--dije yo--. No andan lejos de aquí los poetas.

Cuando, volviéndome a un lado, veo una bandada de hasta cien mil dellos
en una jaula, que llaman los Orates en el infierno. Volví a mirarlos, y
díjome uno, señalando a las mujeres:

--¿Qué digo? Esas señoras hermosas todas se han vuelto medio camareras
de los hombres, pues los desnudan y no los visten.

--¿Conceptos gastáis aun estando aquí? Buenos cascos tenéis--dije yo.

Cuando uno entre todos, que estaba aherrojado y con más penas que
todos, dijo:

--¡Plegue a Dios, hermano, que así se vea el que inventó los
consonantes! Pues porque en un soneto

    Dije que una señora era absoluta,
  Y, siendo más honesta que Lucrecia,
  Por dar fin al cuarteto, la hice puta.
    Forzóme el consonante a llamar necia
  A la de más talento y mayor brío:
  ¡Oh, ley de consonantes, dura y recia!
    Habiendo en un terceto dicho lío,
  Un hidalgo afrenté tan solamente,
  Porque el verso acabó bien en judío.
    A Herodes otra vez llamé inocente,
  Mil veces a lo dulce dije amargo
  Y llamé al apacible impertinente.
    Y por el consonante tengo a cargo
  Otros delitos torpes, feos, rudos,
  Y llega mi proceso a ser tan largo,
    Que, porque en una octava dije escudos,
  Hice sin más ni más siete maridos
  Con honradas mujeres ser cornudos.
    Aquí nos tienen, como ves, metidos
  Y por el consonante condenados.
  ¡Oh, míseros poetas desdichados,
  A puros versos, como ves, perdidos!

--¡Hay tan graciosa locura--dije yo--, que, aun aquí, estáis sin
dejarla ni de cansaros della! ¡Oh, qué vi dellos!

Y decía un diablo:

--Ésta es gente que canta sus pecados como otros los lloran, pues en
amancebándose, con hacerla pastora o mora, la sacan a la vergüenza en
un romancico por todo el mundo. Si las quieren a sus damas, lo más que
les dan es un soneto o unas octavas, y si las aborrecen o las dejan,
lo menos que les dejan es una sátira. ¡Pues qué es verlas cargadas de
pradicos de esmeraldas, de cabellos de oro, de perlas de la mañana, de
fuentes de cristal, sin hallar sobre todo esto dinero para una camisa
ni sobre su ingenio! Y es gente que apenas se conoce de qué ley son.
Porque nombre es de cristianos, las almas de herejes, los pensamientos
de alarbes y las palabras de gentiles.

--Si mucho me aguardo--dije entre mí--, yo oiré algo que me pese.

Fuíme adelante y dejélos con deseo de llegar adonde estaban los que no
supieron pedir a Dios. ¡Oh, qué muestras de dolor tan grandes hacían!
¡Oh, qué sollozos tan lastimosos! Todos tenían las lenguas condenadas a
perpetua cárcel y poseídos del silencio. Tal martirio, en voces ásperas
de un demonio, recibían por los oídos:

--¡Oh, corvas almas, inclinadas al suelo, que con oración logrera y
ruego mercader y comprador os atrevistes a Dios y le pedistes cosas
que, de vergüenza de que otro hombre las oyese, aguardábades a coger
solos los retablos! Pues ¿cómo? ¿Más respeto tuvisteis a los mortales
que al Señor de todos? Quien os ve en un rincón, medrosos de ser oídos,
pedir mormurando, sin dar licencia a las palabras que se saliesen de
los dientes, cerrados de ofensas:

--¡Señor, muera mi padre y acabe yo de suceder en su hacienda; llevaos
a vuestro reino a mi mayor hermano y aseguradme a mí el mayorazgo;
halle yo una mina debajo de mis pies, el Rey se incline a favorecerme y
véame yo cargado de sus favores!

--Y ved--dijo--a lo que llegó una desvergüenza que osastes decir.

Y haced esto, que si lo hacéis, yo os prometo de casar dos huérfanas,
de vestir seis pobres y de daros frontales.

--¡Qué ceguedad de hombres: prometer dádivas al que pedís, con ser
la suma riqueza! Pedistes a Dios por merced lo que Él suele dar por
castigo, y, si os lo da, os pesa de haberlo tenido cuando morís, y,
si no os lo da, cuando vivís, y así, de puro necios, siempre tenéis
quejas. Y si llegáis a ser ricos por votos, decidme, ¿cuáles cumplís?
¿Qué tempestad no llena de promesas los santos? Y ¿qué bonanza tras
ellas no los torna a desnudar, con olvido, de toques de campanas? ¿Qué
de preseas ha ofrecido a los altares la espantosa cara del golfo? Y
¿qué dellas ha muerto y quitado de los mismos templos el puerto? Nacen
vuestros ofrecimientos de necesidad; y no de devoción. ¿Pedisteis[238]
alguna vez a Dios paz en el alma, aumento de gracia, favores suyos o
inspiraciones? No, por cierto; ni aun sabéis para qué son menester
estas cosas ni lo que son. Ignoráis que el holocausto, sacrificio y
oblación que Dios recibe de vosotros es de la pura conciencia humilde
espíritu, caridad ardiente. Y esto, acompañado con lágrimas, es moneda,
que aun Dios, si puede, es cudicioso en nosotros. Dios, hombres, por
vuestro bien gusta que os acordéis dél, y, como, si no es en los
trabajos, no os acordáis, por eso os da trabajos, porque tengáis dél
memoria. Considerad vosotros, necios demandadores, cuán brevemente se
os acabaron las cosas, que importunos pedisteis a Dios. ¡Qué presto os
dejaron y cómo, ingratos, no os fueron compañía en el postrer paso!
¿Veis cómo vuestros hijos aún no gastan de vuestras haciendas un real
en obras pías, diciendo que no es posible que vosotros gustéis dellas,
porque si gustárades en vida hiciérades algunas? Y pedís tales cosas
a Dios, que muchas veces, por castigo de la desvergüenza con que las
pedís, os las concede. Y bien, como suma sabiduría, conoció el peligro
que tenéis en saber pedir, pues lo primero que os enseñó en el _Pater
noster_ fué pedirle; pero pocos entendéis aquellas palabras donde Dios
enseñó el lenguaje con que habéis de tratar con Él.

Quisieren responderme; mas no les daban lugar las mordazas.

Yo, que vi que no habían de hablar palabra, pasé adelante, donde
estaban juntos los ensalmadores[239] ardiéndose vivos, y los
saludadores también condenados por embestidores. Dijo un diablo:

--Veislos aquí a estos tratantes en santiguaduras, mercaderes de
cruces, que embelesaron[240] el mundo y quisieron hacer creer que podía
tener cosa buena un hablador. Gente es esta ensalmadora, que jamás
hubo nadie que se quejase dellos. Porque, si les sanan antes, se lo
agradecen, y si los matan, no se pueden quejar. Y siempre les agradecen
lo que hacen y dan contento. Porque, si sanan, el enfermo los regala,
y si matan, el heredero les agradece el trabajo. Si curan con agua y
trapos la herida, que sanara por virtud de naturaleza, dicen que es por
ciertas palabras virtuosas, que les enseñó un judío. ¡Mirad qué buen
origen de palabras virtuosas! Y si se enfistola[241], empeora y muere,
dicen que llegó su hora y el badajo[242] que se la dió y todo. Pues
¿qué es de oir a éstos las mentiras que cuentan de uno, que tenía las
tripas fuera en la mano en tal parte, y otro, que estaba pasado por las
ijadas? Y lo que más me espanta es que siempre he medido la distancia
de sus curas, y siempre las hicieron cuarenta o cincuenta leguas de
allí, estando en servicio de un señor, que ha ya trece años que murió,
porque no se averigüe tan presto la mentira, y por la mayor parte,
estos tales que curan con agua, enferman ellos por vino. Al fin, éstos
son por los que se dijo: “Hurtan que es bendición”[243], porque con la
bendición hurtan, tras ser siempre gente ignorante. Y he notado que
casi todos los ensalmos están llenos de solecismos. Y no sé qué virtud
se tenga el solecismo por lo cual se pueda hacer nada. Al fin, vaya do
fuere, ellos están acá algunos, que otros hay buenos hombres, que, como
amigos de Dios, alcanzan dél la salud para los que curan: que la sombra
de sus amigos suele dar vida.

Pero para ver buena gente, mirad los saludadores[244], que también
dicen que tienen virtud.

Ellos se agraviaron, y dijeron que era verdad que la tienen. Y a esto
respondió un diablo:

--¿Cómo es posible que por ningún camino se halle virtud en gente que
anda siempre soplando?

--Alto--dijo un demonio--, que me he enojado. Vayan al cuartel de los
porquerones[245], que viven de lo mismo.

Fueron, aunque a su pesar. Y yo abajé otra grada por ver los que
Judas me dijo que eran peores que él, y topé en una alcoba muy grande
una gente desatinada, que los diablos confesaban que ni los entendían
ni se podían averiguar con ellos. Eran astrólogos y alquimistas.
Éstos andaban llenos de hornos y crisoles, de lodos, de minerales, de
escorias, de cuernos, de estiércol, de sangre humana, de polvos y de
alambiques. Aquí calcinaban, allí lavaban, allí apartaban y acullá
purificaban. Cual estaba fijando el mercurio al martillo, y, habiendo
resuelto la materia viscosa y ahuyentado la parte sutil, lo corruptivo
del fuego, en llegándose a la copela, se le iba en humo. Otros
disputaban si se había de dar fuego de mecha o si el fuego o no fuego
de Raimundo[246] había de entenderse de la cal o si de luz efectiva
del calor, y no de calor efectivo de fuego. Cuales, con el signo de
Hermete, daban principio a la obra magna, y en otra parte miraban
ya el negro blanco y le aguardaban colorado. Y juntando a esto _la
proporción de naturaleza, con naturaleza se contenta la naturaleza, y
con ella misma se ayuda_, y los demás oráculos ciegos suyos, esperaban
la reducción de la primera materia, y, al cabo, reducían su sangre a
la postrera podre, y, en lugar de hacer del estiércol cabellos, sangre
humana, cuernos y escoria oro, hacían del oro estiércol, gastándolo
neciamente. ¡Oh, qué de voces que oí sobre el padre muerto ha
resucitado y tornarlo a matar! ¡Y qué bravas las daban sobre entender
aquellas palabras tan referidas de todos los autores químicos!:

--¡Oh! Gracias sean dadas a Dios, que de la cosa más vil del mundo
permite hacer una cosa tan rica[247].

Sobre cuál era la cosa más vil se ardían. Uno decía que ya la había
hallado, y, si la piedra filosofal[248] se había de hacer de la cosa
más vil, era fuerza hacerse de corchetes. Y los cocieran y distilaran
si no dijera otro que tenían mucha parte de aire para poder hacer
la piedra, que no había de tener materiales tan vaporosos. Y así se
resolvieron que la cosa más vil del mundo eran los sastres, pues cada
punto se condenaban y que era gente más enjuta.

Cerraran con ellos, si no dijera un diablo:

--¿Queréis saber cuál es la cosa más vil? Los alquimistas. Y así,
porque se haga la piedra, es menester quemaros a todos.

Diéronles fuego y ardían casi de buena gana sólo por ver la piedra
filosofal.

Al otro lado no era menos la trulla de astrólogos y supersticiosos. Un
quiromántico[249] iba tomando las manos a todos los otros que se habían
condenado, diciendo:

--¡Qué claro que se ve que se habían de condenar éstos por el monte de
Saturno![250]

Otro que estaba a gatas con un compás, midiendo alturas y notando
estrellas, cercado de efemérides y tablas, se levantó y dijo en altas
voces:

--Vive Dios[251] que, si me pariera mi madre medio minuto antes, que
me salvo: porque Saturno, en aquel punto, mudaba el aspecto y Marte se
pasaba a la casa de la vida, el escorpión perdía su malicia y yo, como
di en procurador, fuí pobre mendigo[252].

Otro tras él, andaba diciendo a los diablos, que le mortificaban, que
mirasen bien si era verdad que él había muerto: que no podía ser, a
causa que tenía Júpiter por ascendente y a Venus en la casa de la vida,
sin aspecto ninguno malo, y que era fuerza que viviese noventa años.

--Miren--decía--que les notifico que miren bien si soy difunto, porque
por mi cuenta es imposible que pueda ser esto.

En esto, iba y venía, sin poderlo nadie sacar de aquí.

Y para enmendar la locura déstos, salió otro geométrico, poniéndose
en puntos con las ciencias, haciendo sus doce casas gobernadas por el
impulso de la mano y rayas a imitación de los dedos, con supersticiosas
palabras y oración. Y luego, después de sumados sus pares y nones,
sacando juez y testigos, comenzaba a querer probar cuál era el
astrólogo más cierto. Y si dijera _puntual_, acertara, pues es su
ciencia de punto, como calza[253] sin ningún fundamento, aunque pese a
Pedro de Abano[254], que era uno de los que allí estaban, acompañando a
Cornelio Agripa, que, con una alma[255], ardía en cuatro cuerpos de sus
obras malditas y descomulgadas, famoso hechicero.

Tras éste vi, con su poligrafía y esteganografía, a Trithemio[256],
que así llaman al autor de aquellas obras escandalosas, muy enojado con
Cardano,[257] que estaba enfrente, porque dijo mal dél solo y supo ser
mayor mentiroso en sus libros de _Subtilitate_, por hechizos de viejas
que en ellos juntó.

Julio César Scaligero[258] se estaba atormentando por otro lado en
sus _Ejercitaciones_, mientras pensaba las desvergonzadas mentiras que
escribió de Homero y los testimonios que le levantó por levantar a
Virgilio aras, hecho idólatra de Marón.

Estaba riéndose de sí mismo Artefio[259], con su mágica, haciendo
las tablillas para entender el lenguaje de las aves, y Checol de
Áscoli[260], muy triste y pelándose las barbas, porque, tras tanto
experimento disparatado, no podía hallar nuevas necedades que escribir.

Teofrasto Paracelso[261] estaba quejándose del tiempo que había gastado
en la alquimia; pero contento en haber escrito medicina y mágica, que
nadie la entendía, y haber llenado las imprentas de pullas a vuelta de
muy agudas cosas.

Y detrás de todos estaba Hubequer[262] el pordiosero, vestido de los
andrajos de cuantos escribieron mentiras y desvergüenzas, hechizos
y supersticiones, hecho su libro un Ginebra de moros, gentiles y
cristianos.

Allí estaba el secreto autor de la _Clavicula Salomonis_[263] y el que
le imputó los sueños. ¡Oh, cómo se abrasaba burlado de vanas y necias
oraciones el hereje que hizo el libro _Adversus omnia pericula mundi_!

¡Qué bien ardía el Catan[264] y las obras de Races!

Estaba Taysnerio[265] con su libro de fisonomías y manos, penando
por los hombres, que había vuelto locos con sus disparates. Y reíase,
sabiendo el bellaco que las fisonomías no se pueden sacar ciertas de
particulares rostros de hombres que, o por miedo o por no poder, no
muestran sus inclinaciones, y las reprimen, sino sólo de rostros y
caras de príncipes y señores sin superior, en quien las inclinaciones
no respetan nada para mostrarse.

Estaba luego un triste autor[266], con sus rostros y manos, y los
brutos concertando por las caras la similitud de las costumbres.

A Escoto[267] el italiano vi allá, no por hechicero y mágico, sino por
mentiroso y embustero.

Había otra gran copia, y aguardaban sin duda mucha gente, porque había
grandes campos vacíos. Y nadie estaba con justicia entre todos estos
autores, presos por hechiceros, si no fueron unas mujeres hermosas,
porque sus caras lo fueron solas en el mundo. ¡Oh, verdaderos hechizos!
Que las damas sólo son veneno de la vida, que perturbando las potencias
y ofendiendo los órganos a la vista, son causa de que la voluntad
quiera por bueno lo que ofendidas las especies representan. Viendo
esto, dije entre mí:

--Ya me parece que vamos llegándonos al cuartel de esta gente.[268]

Dime priesa a llegar allá, y al fin asoméme a parte donde, sin
favor particular del cielo, no se podía decir lo que había. A la
puerta estaba la Justicia espantosa, y en la segunda entrada, el
Vicio desvergonzado y soberbio, la Malicia ingrata e ignorante, la
Incredulidad resoluta y ciega y la Inobediencia bestial y desbocada.
Estaba la blasfemia insolente y tirana llena de sangre, ladrando por
cien bocas y vertiendo veneno por todas, con los ojos armados de
llamas ardientes. Grande horror me dió el umbral. Entré y vi a la
puerta la gran suma de herejes antes de nacer Cristo[269]. Estaban los
ofiteos[270], que se llaman así en griego de la serpiente que engañó a
Eva, la cual veneraron, a causa de que supiésemos del bien y del mal.
Los cainanos[271], que alabaron a Caín porque, como decían, siendo
hijo del mal, prevaleció su mayor fuerza contra Abel. Los sethianos,
de Seth. Estaba Dositheo[272] ardiendo como un horno, el cual creyó
que se había de vivir sólo según la carne y no creía la resurrección,
privándose a sí mismo (ignorante más que todas las bestias) de un bien
tan grande. Pues, cuando fuera así que fuéramos solos animales como
los otros, para morir consolados habíamos de fingirnos eternidad a
nosotros mismos. Y así llama Lucano, en boca ajena, a los que no creen
la inmortalidad del alma: _Felices errore suo_, dichosos con su error,
si eso fuera así, que murieran las almas con los cuerpos.

--¡Malditos!--dije yo--: siguiérase que el animal del mundo a quien
Dios dió menos discurso es el hombre, pues entiende al revés lo que
más importa, esperando inmortalidad. Y seguirse hía que a la más
noble criatura dió menos conocimiento y crió para mayor miseria la
naturaleza, que Dios no. Pues quien sigue esa opinión no lo fíe.

Estaba luego Saddoc, autor de los Sadduceos[273]. Los fariseos estaban
aguardando al Mesías, no como Dios, sino como hombre[274].

Estaban los heliognósticos[275] devictiacos, adoradores del sol; pero
los más graciosos son los que veneran las ranas, que fueron plaga a
Faraón, por ser azote de Dios.

Estaban los musoritos[276] haciendo ratonera al arca a puro ratón de
oro.

Estaban los que adoraron la Mosca accaronita[277]: Ozías, el que quiso
pedir a una mosca antes salud que a Dios, por lo cual Elías le castigó.

Estaban los troglodytas[278], los de la fortuna del cielo[279], los de
Baal[280], los de Asthar[281], los del ídolo Moloch[282], y Renfan[283]
de la ara de Tofet[284], los puteoritas,[285] herejes veraniscos de
pozos, los de la serpiente de metal.[286]

Y entre todos sonaba la baraúnda y el llanto de las judías,
que, debajo de tierra, en las cuevas, lloraban a Thamur[287] en
su simulacro. Seguían los bahalitas,[288] luego la Pitonisa[289]
arremangada, y detrás los de Asthar y Astharot,[290] y al fin, los que
aguardaban a Herodes, y desto se llaman herodianos.[291]

Y hube a todos éstos por locos y mentecatos.

Mas llegué luego a los herejes que había después de Cristo:[292] allí
vi a muchos, como Menandro[293] y Simón Mago,[294] su maestro.

Estaba Saturnino[295] inventando disparates.

Estaba el maldito Basílides[296] heresiarca.

Estaba Nicolás[297] antioqueno, Carpócrates[298] y Cerintho[299] y el
infame Ebión.[300]

Vino luego Valentino[301], el que dió por principio de todo el mar y
el silencio.

Menandro[302], el mozo de Samaria, decía que él era el Salvador y que
había caído del cielo, y por imitarlo, decía detrás del Montano[303]
frigio que él era el Parácleto. Síguenle las desdichadas Priscilla y
Maximilla heresiarcas. Llamáronse sus secuaces catafriges, y llegaron a
tanta locura, que decían que en ellos, y no en los apóstoles, vino el
Espíritu Santo.

Estaba Nepos[304], obispo, en quien fué coroza la mitra, afirmando
que los santos habían de reinar con Cristo en la tierra mil años en
lascivias y regalos.

Venía luego Sabino[305], prelado hereje arriano, el que en el concilio
Niceno llamó idiotas a los que no seguían a Arrio.

Después, en miserable lugar, estaban ardiendo por sentencia de
Clemente, pontífice máximo que sucedió a Benedicto, los templarios,
primero santos en Jerusalén y luego, de puro ricos, idólatras y
deshonestos[306].

¡Y qué fué ver a Guillermo, el hipócrita de Anvers, hecho padre de
putas, prefiriendo las rameras a las honestas y la fornicación a
la castidad! A los pies de éste yacía Bárbara, mujer del emperador
Sigismundo[307], llamando necias a las vírgenes, habiendo hartas.
Ella, bárbara como su nombre, servía de emperatriz a los diablos, y,
no estando harta de delitos ni aun cansada, que en esto quiso llevar
ventaja a Mesalina, decía que moría el alma y el cuerpo y otras cosas
bien dignas de su nombre.

Fuí pasando por éstos y llegué a una parte donde estaba uno solo
arrinconado y muy sucio, con un zancajo[308] menos y un chirlo por la
cara, lleno de cencerros, y ardiendo y blasfemando.

--¿Quién eres tú--le pregunté--, que entre tantos malos eres el peor?

--Yo--dijo él--soy Mahoma.

Y decíaselo el tallecillo, la cuchillada y los dijes de arriero.

--Tú eres--dije yo--el más mal hombre que ha habido en el mundo y el
que más almas ha traído acá.

--Todo lo estoy pasando--dijo--, mientras los malaventurados de
africanos adoran el zancarrón o zancajo que aquí me falta.

--Picarón--dije--, ¿por qué vedaste el vino a los tuyos?

Y me respondió:

--Porque si tras las borracheras que les dejé en mi Alcorán les
permitiera las del vino, todos fueran borrachos.

--Y el tocino, ¿por qué se lo vedaste, perro esclavo, descendiente de
Agar?

--Eso hice por no hacer agravio al vino, que lo fuera comer torreznos
y beber agua, aunque yo vino y tocino gastaba. Y quise tan mal a los
que creyeron en mí, que acá los quité la gloria y allá los perniles y
las botas. Y, últimamente, mandé que no defendiesen mi ley por razón,
porque ninguna hay ni para obedecella ni sustentalla; remitísela a
las armas y metílos en ruido para toda la vida. Y el seguirme tanta
gente no es en virtud de milagros, sino sólo en virtud de darles la
ley a medida de sus apetitos, dándoles mujeres para mudar, y, por
extraordinario, deshonestidades tan feas como las quisiesen, y con esto
me seguían todos. Pero no se remató en mí todo el daño: tiende por ahí
los ojos y verás qué honrada gente topas.

Volvíme a un lado y vi todos los herejes de ahora, y topé con
Maniqueo[309]. ¡Oh, qué vi de calvinistas arañando a Calvino! Y entre
éstos estaba el principal, Josefo Scalígero[310], por tener su punta de
ateísta y ser tan blasfemo, deslenguado y vano y sin juicio.

Al cabo estaba el maldito Lutero, con su capilla y sus mujeres,
hinchado como un sapo y blasfemando, y Melanchthon[311] comiéndose las
manos tras sus herejías.

Estaba el renegado Beza,[312] maestro de Ginebra, leyendo, sentado en
cátedra de pestilencia, y allí lloré viendo el Enrico Estéfano.[313]
Preguntéle no sé qué de la lengua griega, y estaba tal la suya, que no
pudo responderme sino con bramidos.[314]

Espantóme, Enrico, de que supieses nada. ¿De qué te aprovecharon tus
letras y agudezas? Más le dijera si no me enterneciera la desventurada
figura en que estaba el miserable penando.[315]

Estaba ahorcado de un pie Helio Eobano hesso,[316] célebre poeta,
competidor de Melanchthon. ¡Oh, cómo lloré mirando su gesto torpe con
heridas y golpes y afeados con llamas sus ojos![317]

Dime prisa a salir deste cercado, y pasé a una galería, donde estaba
Lucifer cercado de diablas que también hay hembras como machos. No
entré dentro, porque no me atreví a sufrir su aspecto disforme; sólo
diré que tal galería tan bien ordenada no se ha visto en el mundo,
porque toda estaba colgada de emperadores y reyes vivos como acá
muertos. Allá vi toda la casa otomana,[318] los de Roma por su orden.

Vi graciosísimas figuras: hilando a Sardanápalo, glotoneando a
Eliogábalo, a Sapor emparentando con el sol y las estrellas. Viriato
andaba a palos tras los romanos, Atila revolvía el mundo, Belisario
ciego acusaba a los atenienses.[319]

Llegó a mí el portero y me dijo:

Lucifer manda que, porque tengáis qué contar en el otro mundo, que
veáis[320] su camarín.

Entré allá. Era un aposento curioso y lleno de buenas joyas. Tenía cosa
de seis o siete mil cornudos y otros tantos alguaciles manidos.

--¿Aquí estáis?--dije yo--. ¿Cómo, diablos,[321] os había de hallar en
el infierno, si estábades aquí?

Había pipotes de médicos y muchísimos coronistas, lindas piezas,
aduladores de molde[322] y con licencia. Y en las cuatro esquinas
estaban ardiendo por hachas cuatro malos pesquisidores.[323] Y todas
las poyatas, que son los estantes, llenas de vírgenes rociadas,
doncellas[324] penadas como tazas,[325] y dijo el demonio:

--Doncellas son, que se vinieron al infierno con las doncelleces
fiambres, y por cosa rara se guardan.

Seguíanse luego demandadores[326], haciendo labor con diferentes sayos,
y de las ánimas había muchos, porque piden para sí mismos y consumen
ellos con vino cuanto les dan[327].

Había madres postizas[328] y trastenderas de sus sobrinas y
suegras[329] de sus nueras, por mascarones alrededor.

Estaba en una peaña[330] Sebastián Gertel[331], general en lo de
Alemaña contra el Emperador, tras haber sido alabardero suyo.

No acabara yo de contar lo que vi en el camino si lo hubiera de
decir todo. Salíme fuera y quedé como espantado, repitiendo conmigo
estas cosas. Sólo pido a quien las leyere, las lea de suerte que el
crédito que les diere le sea provechoso para no experimentar ni ver
estos lugares, certificando al lector que no pretendo en ello ningún
escándalo ni reprensión sino de los vicios[332], pues decir de los que
están en el infierno no puede tocar a los buenos. Acabé este discurso
en el Fresno[333], a postrero de abril de 1608, en 28 de mi edad[334].


                              NOTAS:

[147] En _P_: _y que el diablo nunca dijo verdad._ Llamamos el malo al
diablo.

[148] _Se nos esconden._ En _P_: _nos esconde Dios, vi, guiado del
ángel de mi guarda, lo que se sigue, por particular providencia de
Dios._ La corrección evita todo lo que mira a lo religioso.

[149] _Dos sendas._ El mito que traen Jenofonte (_De dictis et factis
Socratis_, l. 2) y Ateneo (_Dipn._, l. 12, c. 1), y cuenta así JUAN DE
PINEDA (_Agric. crist._, 7, 7): “Siendo Hércules mancebo, llegó por
un camino adonde se repartía en dos, y el de la mano derecha era muy
áspero y estrecho y se llamaba de la virtud, y el de la mano izquierda
muy ancho y llano y andadero era el de los vicios y pecados. Como él
allí llegó, reparó un poco, pensando lo que le cumpliría más, y vió
venir para sí dos mujeres, la una de las cuales, adelantándose de la
otra, llegó a él muy compuesta y afeitada y con melindres de ramera,
y le convidó al camino de los deleites, que le prometía con poco
trabajo; mas llegando poco después la otra, vestida de blanco y con
muy honesto y grave semblante, le avisó que se guardase de aquella
engañadora, que le prometía vivienda enemiga de bondad, por la cual se
perdería. Insistió mucho que la siguiese a ella por el camino más arduo
y angosto, en el cual puso Dios el trabajoso sudor antes de la virtud,
porque, considerándolo atentamente, vería que lo que se da barato es
cosa vil, mas lo precioso siempre vale caro, y que ni Dios ni buenos
amigos se pueden ganar sin diligencias trabajosas. Con los consejos
de la blanca virtud determinó Hércules de se meter por el camino de
la virtud, significado por el brazo diestro de la letra de Pitágoras
(_Y_), que al principio sube agro y angosto y en el fin pára en anchura
llana y holgada con perpetuidad”.

[150] _De la gente_..., _de_ causal, a causa de.

[151] En _P_: _me dijo: S. Pablo le dejó para dar el primer paso a esta
senda. Y miré. Caballerías_, ejercicios a caballo, y, metafóricamente,
fantasías. _Jineta_, p. 30: “De muchas maneras se corre con lanza y
mil reglas hay escritas desta caballería”. VALDERRAMA, _Ejerc. Fer.
5 dom. pas._: “Ni pasear las plazas haciendo caballerías, que ya no
está gallardo ni para eso”. GALINDO, 655: “_Cayó de su asno_, del
desengañado del error, que defendía por ignorancia crasa”. El error del
ignorante es asno que lleva caballeros a muchos.

[152] _Pesia_, pese a. _Pedr. Urdem._, 3: “¿Son por ventura mostrencas
| mis gallinas, pesiatal?” TIRSO, _No hay peor sordo_, 1: “Yo entonces
le dije: ¡Pesia | a tal! no es el perro mío”.

[153] _Gente honrada_, de probidad, irónicamente, gente perdida, como
aquí.

[154] _Tósigo_, ponzoña, o hierba de ballesteros, que es lo que
propiamente τόξιχος suena en griego, de τόξον arco, por emponzoñar con
ella las flechas.

[155] _Lechigada_, camada, conjunto de crías propiamente, de _lecho_.
Contra los taberneros, que bautizan el vino.

[156] “Había muchas mujeres tras éstos besándoles las ropas, que en
besar algunas son peores que Judas, porque aquél besó (aunque con ánimo
traidor) la cara del Justo, Hijo de Dios y Dios verdadero, y ellas
besan los vestidos de otros tan malos como Judas. Atribúyolo, más que a
devoción (a algunas) a golosina en el besar. Otras iban cogiéndoles de
las capas para reliquias, y algunas cortan tanto, que da sospecha que
lo hacen más por verlos en cueros o desnudos, que por fe que tengan con
sus obras. Otras se encomiendan a ellos en sus oraciones, que es como
encomendarse al diablo por tercera persona. Vi alguna pedirles hijos,
y sospecho que marido que consiente en que pida hijos a otro la mujer,
se dispone a agradecérselo si se les diere. Esto digo por ver que,
pudiendo las mujeres encomendar sus deseos y necesidades a san Pedro, a
san Pablo, a san Juan, a san Agustín, a santo Domingo, a san Francisco
y otros santos que sabemos que pueden con Dios, se den a éstos que
hacen oficio la humildad y pretenden irse al cielo de estrado en
estrado y de mesa en mesa. Al fin conocí que iban éstos arrebozados”,
etc. (Edición de Pamplona, 1631).

[157] _Adrollas_, trapazas y engaños, sobre todo comprando o vendiendo
al fiado. OÑA, _Postrim._, 1, 1, 8: “Tantas adrollas y trapazas
inventadas en daño del bien común”. En Aragón, trola y drola; en
Galicia, drola; en Germanía, droll, embuste. _Embustidor_, embustero,
de _embustir_, cuyo posverbal es _embuste_.

[158] “repúblicas. No faltaron en el camino muchos eclesiásticos,
muchos teólogos”. (Edic. de Pamplona, 1631).

[159] _Corrilleros_, los soldados fanfarrones, rompepoyos, que se
pasan el día sentados, contando al corrillo de gente que les rodea mil
hazañas embusteras.

[160] “Y nada desto les creíamos, teniéndoles por mentirosos, sólo
cuando por encarecer”, etc. (Edición de Pamplona, 1631).

[161] “porque hacíanse recuas de mosquitos que les rodeaban las bocas
golosas del aliento parlero, del mucho mosto que habían colado”. (Ídem).

[162] _Hojas de lata_, donde aún hoy llevan la licencia los soldados
licenciados del servicio, y entonces llevaban los testimonios y fees de
sus hechos de armas y merecimientos.

[163] _Coronan._ En _P_: _coronan al que legítimamente peleare._ De San
Pablo: “Non coronatur nisi legitime certaverit”. (2 _Timot._, 2, 5).

[164] “Militia est vita hominis super terram”. (_Job_, 7, 1).

[165] “Atentamente y corridos de lo que les decían, como unos leones se
entraron en una taberna. Y tan”. (Edición de Pamplona, 1631). El texto
corregido perdió este brío y quedó sosísimo.

[166] “del cielo”. Ídem.

[167] “del cielo”. Ídem.

[168] “por el otro camino”. (Edición de Bruselas de 1660).

[169] _De mal pelo._ Hay cien frases en castellano que aluden al
_bueno_ o _mal pelo_ y _pelaje_, tomadas del de los animales, que,
estando _lucios_ y gordos, _les luce_ el pelo, y mal cebados, lo
presentan malo.

[170] _Acá estamos todos_, frase hecha, sobre todo de negros,
igualándose con los demás blancos; en el texto viene muy a cuento entre
diablos negros.

[171] _Recuero_, trajinero con recuas.

[172] _Humazos_, que se daba por las narices (_humo a narices_), con
lana encendida, a las mujeres que padecían de flato o mal uterino, o
los muchachos, al dormido, en las narices, con papel encendido, etc.
VILLALVA, _Empr._, 2, 34: “Como se queda la colmena cuando le dan
humazo, desamparándola y huyendo las abejas”. FONS., _Vid. Cristo_,
3, 2, 14: “Ya le den humazos a las narices..., para el demonio eran
pebetes, para Dios eran humazos”.

[173] _Chasquear los azotes_, menearlos con chasquido. F. AGUADO,
_Crist._, 44: “La conciencia tiene el azote en la mano, y antes que el
hombre se desmande, le chasquea y después revuelve sobre él”.

[174] “de cuellos bajos; por lo que parecíamos confesores en saber
pecados, y supimos muchas cosas nosotros que no las supieron ellos”.
(Edic. de Pamplona, 1631).

[175] “a don, como a la pila santa catecúmena, que por tirar”. Ídem.

[176] _Perogotero_, Pero Botero, Satanás, que así le llaman, por andar
entre pez, como los boteros.

[177] _Sahumado_ decíase de lo muy bien dispuesto y a gusto,
propiamente perfumado con sahumerios. En particular, “encareciendo que
cobrará y hará volver y pagar algo”. (CORR., 566). _Quij._, I, 4: “De
pagaros... un real sobre otro y aun sahumados”. _G. Alf._, I, 3, 3:
“Nos ponían la moneda sobre la tabla, sahumada y lavada con agua de
ángeles”.

[178] “Los demás cocheros, en comparación de mis mosquitos eran ranas.
No se probará”, etc. (Edición de Barcelona de 1635). _Aguanoso_ lo
suele decir Quevedo por aguado, el que sólo bebe agua y no vino.

[179] _Vía_, paso, abran paso o camino, mientras le azotaba, como el
verdugo al que pasea por las acostumbradas. El abuso de los coches en
aquel tiempo y lo que con ellos se cometía, hizo se diesen pragmáticas,
y hay alusiones a ello en todos los escritores.

[180] _Frialdad_, sosera en los chistes, poca gracia, y _frío_ se
dice del soso en el gracejar. J. PIN., _Agr._, 1, 8: “Ateneo dice
una frialdad”. F. SILVA, _Celest._, 29: “Decidor y desenvuelto como
Grajales, que no otro tan lindo como Felides, si fuera frío”.

[181] _Calofriado_, por el frío que da escalofríos o calofríos. CÉSPED.
MENESES, _Historias_, c. 44: “Dejando aquel pecho de mármol con unos
calofríos que si no procedieran de amor”.

[182] _De entre cuero y carne_, que hieren mucho más, como los que con
bromas pesadas y murmuraciones dan que sentir. CÁCERES, _ps._ 63: “Son
hombres, que traen las lenguas bien amoladas y afiladas. Cortan entre
cuero y carne”.

[183] “respondieron que como se condenan otros por no tener gracia,
ellos se condenan por tenerla o quererla tener”. (Edic. de Pamplona,
1631).

[184] CORR., 21: “_A mesa puesta y cama hecha._ (Entiéndese venir,
sentarse y ser admitido)”. Ídem, 567: “_Sentarse a mesa puesta._ (El
que no pone cuidado y nada le cuesta)”. Ídem, 54: “_Asentaisos a mesa
puesta con vuestras manos lavadas y poca vergüenza_”.

[185] _Matar hachas_, apagarlas.

[186] _Tuerto_, torcido, lo contra derecho. GALINDO, _D_, 414: “_A
veces con el tuerto llega el hombre a su derecho_, o _con un poco de
tuerto_”.

[187] _Sufrir_, condescender, vendiéndola a otros por dinero. _Sufrir_
es tolerar, y sólo por galicismo lo emplean hoy como _padecer_; véase
_Lazarillo_, mi edición.

[188] _Hacer plato_ es servir; metafóricamente, ofrecer con
ostentación, ostentar. FONSECA, _Amor de Dios_, 37: “Sentóle consigo
a la mesa y mandó a sus criados trujesen una espalda de carnero y
haciéndole el plato”. CÁCERES, _ps._ 40: “Hace honra de la maraña
que me tiene urdida. Hace plato de la traición que usa conmigo”.
Ídem, _ps._ 48: “Aquellos que hacen ostentación y plato de sus muchas
riquezas”.

[189] Acerca de esta clase de comediantes dice en su _Viaje
entretenido_ Agustín de Rojas: “Pues sabed que hay ocho maneras
de compañías y representantes, y todas diferentes: bululú, ñaque,
gangarilla, cambaleo, garnacha, bojiganga, farándula y compañía. El
_bululú_ es un representante solo, que camina a pie y pasa su camino
y entra en el pueblo, habla al cura y dícele que sabe una comedia y
alguna loa, que junte al barbero y sacristán y se la dirá, porque le
den alguna cosa para pasar adelante. Júntanse éstos y él súbese sobre
una arca y va diciendo: ‘Ahora sale la dama y dice esto y esto’. Y va
representando y el cura pidiendo limosna en un sombrero. Y junta cuatro
o cinco cuartos, algún pedazo de pan y escudilla de caldo que le da el
cura, y con esto sigue su estrella y prosigue su camino hasta que halla
remedio”.

[190] _En cueros_, en que tratan los zapateros.

[191] _Por los_ pies _ajenos_, que calzan.

[192] _Silo_, granero debajo de tierra. HERRERA, _Agr._, 1, 6: “El
grano... de silo soterraño”.

[193] _Pecado de carne_, por engañar metiendo en los pasteles carne
mala y prohibida y huesos machacados.

[194] _Jinetes_, por la carne de caballo, metida en los pasteles, y
_estómagos_ a caballo sobre rocín, que también metían en ellos.

[195] _Padeced_, no dice _sufrid_, que es padecer con paciencia.

[196] _Este oficio_, de soplones, de ir con el soplo, como lo explica
en lo que sigue.

[197] _Vah-ar-ada_, tufarada de _vah-o_. _Buscón_, 23: “Bébase, me
dijo, esta media azumbre de vino puro, que, si no da vaharada, no
parecerá valiente. Ellos y los malditos alguaciles. Por soplar,
daban crueles voces. Uno de ellos decía: ‘Yo al justo vendí: ¡Que me
persiguen!’ Dije yo entre mí: ‘¡Al Justo vendiste! Éste es Judas’. Y
lleguéme con codicia de ver si era barbinegro o bermejo, cuando le
conozco, y era un mercader”, etc. (Edición de Pamplona, 1631).

[198] Pensaron los ladronazos que no había más y quisieron con la vara
de medir hacer lo que Moisés con la vara de Dios y sacar agua de las
piedras.

[199] _Por sus pulgares_, con trabajo, y díjose propiamente del
menearlos al hilar. CORR., 633: “_Hilado con estos pulgares, por mis
pulgares._ (Encarece el cuidado de hilarlo)”.

[200] _Pulgar-ada_ es medida del ancho del dedo pulgar, el cual se
llamó así del servir para matar las pulgas: _Éste mata los cocos_,
como dice la formulilla para enseñar al niño los nombres y usos de los
dedos. _Siglo pitagór._, 7: “¿Piensas que es esta tela terciopelo | que
crece a pulgaradas?”--Dice que _a puras pulgaradas_, a puro medir se
van los mercaderes al infierno.

[201] _La oscuridad de sus tiendas_, buscada a propósito para engañar,
y así muchos colgaban telas delante de ellas. _Ordenanz. Valladol._,
24: “Otrosi ordenamos y mandamos que ningun mercader de sedas y paños,
lienzos y fustanes o sargas tenga en las luces de sus tiendas o votivas
colgada ninguna cosa con las que pueda oscurecer ni menos delante de
las puertas de las dichas tiendas, si no fuere de manera que libremente
pueda entrar la claridad por todo el grandor de ellas”.

[202] _Raso_, tela, y el cielo limpio de nubes. MÁRQUEZ, _Tr. Jer._, 2,
3: “El viento deja el cielo raso”.

[203] _Talle de_ CERV., _Cuev. de Salam._: “Así tiene el talle de
hablar por el colodrillo como por la boca”. _Laber. amor_, 1: “_Talle
tienen_ los mozos de avisados”.

[204] Se acuerda Quevedo del comienzo del c. IV, parte 3.ª, _De Rege_,
de Mariana.

[205] _Aban-illos_, pliegues, y dijéronse por su parecido al aban-illo
o aban-ico, de _aban-o_, que se derivó del vannus o aventador latino.
LOPE, _Entrem. Marq. Alf._, t. II, p. 276: “El abano es de su gusto”.
LOPE, _Vaq. Moraña_, t. VII, p. 568: “¡Qué abanillo! Una sartén”.
_Abanillos_ son lo que, a la francesa, llaman hoy feamente _plisé_,
y que de ordinario se decía _aban-ino_, otro diminutivo de _aban-o_,
LOPE, _Dorotea_, 2, 5: “Tengo que almidonar tres o cuatro abaninos
de cadeneta”. _Cuchillada_, abertura a lo largo para adorno en los
vestidos, que se viese el aforro de otro color. _Calzas_ eran los
calzones; _atacadas_, cuando se ajustaban mucho y se atacaban con
muchas agujetas por la cintura para que estuviesen firmes y sin arrugas.

[206] _Sin tono y sin son_, sin ton ni son, a destiempo, sin discreción
ni substancia en lo que dicen. CORR., 564: “_Salir sin ton ni son._
(Cuando uno habla sin tiempo ni sazón)”. Díjose acaso del cantor que se
salía del tono y sonido que le acompañaba, saliéndose de tono, y más
ciertamente del bailar fuera de sazón, sin música.

[207] CORR., 553: “_Ni es carne ni pescado._ (Como el que ni ata ni
desata y no es para nada)”.

[208] _Que tanto_, cuanto. VALDÉS, _Corint._: “Por estas contraseñas
se conoce qué tanto tiene el hombre de esta caridad”. _Entremeses_, s.
XVII, p. 55: “Sabéis que tanto lo quieren, que ha enseñado a mi amo el
amo, amas, amavi”.

[209] CORR., 288: “_Dichoso el hijo, que tiene a su padre en el
infierno._ (El italiano)”. Ídem, 300: “_Guay del hijo, que el padre va
a Paraíso_”.

[210] Son los del _penséque_. CORR., 388: “_Penseque, asneque, burreque
con sus parientes._ (Añádenlo al que se excusa diciendo ‘pensé
que’)”. Del pensar por considerar y por dar pienso al asno, esto es,
a sí propio. CORR., 388: “_Penseque, asneque y burreque_, todos son
hermanos. (Trata de asno y burro al que pierde la cosa y se excusa con
‘pensé que’)”. _A penseque y a creíque los ahorcaron en Madrid._ L.
GRAC., _Crit._, 2, 13: “Y señalaron pienso a los penseque”. Es el _Non
putaram_, de Cicerón.

[211] _Corona de hueso_, cuernos.

[212] _Si pensara_, aunque pensara. En el _Quijote_ passim (_Leng.
Cervantes_, 1, 265, 8).

[213] _Lleno de bote en bote_, lleno, frase conocida y con el
retruécano de los botes o vasijas de la botica. L. GRAC., _Crit._, 1,
7: “No faltó quien dijo que estaba de bote en bote vacía”. Q. BENAV.,
1, 270: “La triste casa del mundo | de bote en bote está llena | de los
locos que”.

[214] _Ayudas_, lavativas.

[215] _De los palos_, que sirven para medicinas, sobre todo alude al
que servía para las bubas, “el palo santo” o guayaco, que dice Lucas
Hidalgo en su magnifica apología de estas bravas señoras (_Diálog. de
apacible entretenimiento_, 3, 2). De este palo, árbol americano, trata
Monardes (_Drog. Ind., f._ II), y fué introducido en España en 1508 y
en Italia en 1517. Conocidas son las coplas de Cristóbal de Castillejo
“en alabanza del palo de las Indias, estando en la cura dél”. De todas
esas cosas que recuenta Quevedo, y de otras, se hacían medicinas y los
boticarios oro y dinero.

[216] _Moleta_, muela pequeña para moler colores, medicinas, etc.
PALOMINO, _Mus. Pict._, 5, 3, 5.

[217] _Aceite de matiolo._ De los raros aceites y ungüentos véase
LAGUNA, _Dioscórides_, 1, c. 28 y siguientes, y es de notar entre las
porquerías de la añeja medicina lo siguiente: “Tratando de los aceites,
Dioscórides hace juntamente mención de tres especies de suciedades que
solían en su tiempo cogerse. Era la una y la primera de todas aquélla
que de los que se bañaban después de untados, nadaba sobre el agua
del baño. Por la segunda entiende el sudor, que se raía de los que se
ejercitaban en las palestras, el cual era envuelto con polvo y tierra,
tenía necesariamente más cuerpo. La tercera suciedad era la que se
cogía de las paredes y de las estatuas de la palestra”. _Matiolo_ es
una crucífera, _mathiola_, o alhelí blanco.

[218] _Lamedor_, composición pectoral, de consistencia media entre
electuario y jarabe, y se daba a los enfermos para que, poco a poco,
la dejasen deslizar por la garganta al pecho; por tomarse lamiendo.
FRAGOSO, _Cirug. Simpl._, voz _violeta_: “Sin el lamedor ordinario,
se hace de las violetas un jarabe purgativo con la novena infusión
de ellas y azúcar fino”. _Mosquete_ y _esmeril_ son armas de fuego
antiguas.

[219] _Zurdos._ Supersticiones viejas. La del zurdo se funda en no ser
derecho, sino siniestro, y las cosas siniestras o los siniestros son
desgracias. La del cuervo, en ser negro, y malo y negro es todo uno
en castellano y en la etimología latina. La de la lechuza, en ser ave
nocturna.

[220] _Scévola_, así llamado _de scaevus_, zurdo. El cuento lo traen
Plutarco (_Poplicola_, 17), Valerio Máximo (3, 3, 1), Floro (I, 10),
Silio (8, 385) y Livio (2, 12). Queriendo matar a Porsena, rey de
Etruria, por error, no conociéndolo, mató a uno de los cortesanos
del Rey. Para castigar su mano, que así erró el golpe, la puso en el
fuego, teniéndola en él hasta consumirse. De aquí tomó el nombre de
_Scaevola_, esto es, zurdo, _scaevus_, σχαιός, porque desde entonces no
le quedó más que la zurda.

[221] EN CORREAS, 191: “_Lanzada de moro izquierdo, que atraviese el
corazón_”. (De un romance).

[222] _Tomarse puntos_ es coserse los puntos sueltos de la media, y
de ahí coserse algún chirlo o herida. Tan de nuevo se hacen con los
afeites, que éstos se llamaron _mudas_, por mudarse con ellas el color
del rostro y manos.

[223] El _cohol_ o _alcohol_ con que se alcoholaban, como todavía
las moras y los moritos, para que se les agranden los ojos, que los
llevan llenos de churretes negros. De ello traté en mi edición de _La
Celestina_.

[224] _Con cabellos_ ajenos, como hoy con las trenzas de muertos o de
chinos, que gastan las mujeres.

    “Carmina Paulus emit,
  Recitat sua carmina Paulus:
  Nam quod emas, potes dicere iure tuum”.

Que escribió un célebre humanista imitando a Marcial, el cual dice (l.
I, ep. 30):

    “Fama refert nostros te, Fidentine, libellos
  Non aliter populo, quam recitare tuos.
  Si mea vis dici, gratis tibi carmina mittam.
  Si dici tua vis, haec eme, ne mea sint”.

    “Se ruge, Fidentino, que mis obrillas
  las lees a la gente, cual si fueran tuyas.
  Si quieres que pasen por mías, te las enviaré de balde.
  Si quieres que pasen por tuyas, cómpralas, para que dejen
                                        [de ser mías”.


[225] MATEO, 26, 24: “Bonum erat ei, si natus non fuisset homo ille”.

[226] _Sin cara_, descarados, desvergonzados.

[227] _Barbirojo_. TIRSO, _Mari Hernánd._, 1, 10: “Que acá son | los
jodíos barbirojos”. Ídem, _Vergonz. en Palac._, 1, 4: “Tenéis el
cabello rubio, | no hay que fiar dese pelo”. Es tradición haber sido
Judas de poca barba y roja, y debe fundarse esto en que los de tal
barba son tenidos por traidores y malos. CORR., 402: “_Poca barba y
bermeja color, debajo de Dios no le hay peor_”. Ídem, 304: “_Barba
roja y mal color, debajo del cielo no le hay peor_”. Ídem, 388: “_Pelo
bermejo, mala carne y peor pellejo_”. Ídem, 54: “_Asno cojo y hombre
rojo y el demuño todo es uno_”. Ídem, 123: “_En ruin ganado poco hay
que escoger y en barba roja menos que creer_”. Ya antes (edic. de
Pamplona, 1631, nota 191) dice el texto, hablando de Judas: “Lleguéme
con codicia de ver si era barbinegro o bermejo”. En _Tac._, 13,
el dómine Cabra es de _pelo bermejo_. En _Perinola_: “Eso dijo la
pelijudas, una bermejuela abuchornada de rizos”. _Peliju(d)as_ llaman
en Andalucía a las de pelo rojo.

[228] _Ello._ CORR., 536: “_Ello._ (Esta palabra _ello_ comienza muchas
veces ociosa y se entremete baldíamente en muchas ocasiones: otras es
pronombre)”. _Píc. Just._, 1, 2: “Ello, yo no sé por qué mi padre no me
llamó la torda”. Ídem, 2, 1, 2, 3: “Ello, nunca faltan bellacos”.

[229] En _P_: _muy cierto lo que manda la Iglesia Romana; pero en el
infierno, capón._

[230] _Que el estar_, repetido el _que_, _sospecho que... que el
estar_. Era común, por la claridad, cuando se corta la frase por un
inciso cualquiera.

[231] _Titio_, por haber pretendido deshonrar a Latona. Véase Virgilio
(_Eneida_, 6), Ovidio (_Metam._, 4), Horacio (_Od._, 3, 4), Tíbulo (1,
3), Píndaro (_Pit._, 4), etc.

[232] _Sisón_, especie de francolín ceniciento. _Diálog. montería_,
13: “Los sisones gallardos y pintados, que vuelan con tanta gala, que
parece que silban con las alas, hiriendo el viento, de donde se les
debió de poner el nombre que tienen”. Además es el que sisa, como los
despenseros saben hacerlo.

[233] “Tenía un bote junto a sí. No me sufrió el corazón a no decirle
algo. Y así, llegándome cerca, le dije: ‘¿Cómo, traidor infame sobre
todos los hombres, vendiste a tu Maestro, a tu Señor y a tu Dios
por tan poco dinero?’ A lo cual respondió: ‘Pues vosotros, ¿por qué
os quejáis deso? Que sobrado de bien os estuvo, pues fué el medio y
arcaduz para vuestra salud. Yo soy el que me he de quejar y fuí a quien
le estuvo mal, y ha habido herejes que me han tenido con veneración,
porque di principio en la entrega a la medicina de vuestro mal. Y no
penséis que soy yo solo el Judas; que, después que Cristo murió, hay
otros peores que yo y más ingratos, pues no sólo le venden, pero le
venden y compran, azotan y crucifican, y, lo que es más que todo,
ingratos a vida y pasión y muerte y resurrección, le maltratan y
persiguen en nombre de sus hijos. Y si yo lo hice antes que muriese,
con nombre de apóstol y dispensero, este bote lo dice, que es el de la
Madalena, que codicioso quería que se vendiese y se diese a pobres, y
ahora es una de las mayores penas que tengo ésta, ver lo que quería
para remediar pobres, vendido. Porque todo lo aplicaba a vender, y
después, por salir con mi tema y vender el ungüento, vendí al Señor que
le tenía, y así remedié más pobres que quisiera’. ‘Ladrón, dije yo,
que no me pude reportar, pues, si viendo a la Madalena a los pies de
Cristo te tocó la codicia de riqueza, cogieras las perlas de las muchas
lágrimas que lloraba, hartáraste de oro con las hebras de cabellos que
arrancaba de su cabeza y no cudiciaras su ungüento con alma boticaria.
Pero una cosa querría saber de ti: por qué te pintan con botas’,” etc.
(Edición de Pamplona, 1631).

[234] Sólo hallo en CORREAS, 192: “_Las botas de Tobías._ (Es apodo
ordinario a botas viejas de camino)”.

[235] _De Calabria_, alude acaso a Calabrés, el del _Alguacil
alguacilado_.

[236] _Por comprar_, sisando en las compras.

[237] _Los judíos_ fueron siempre tenidos por avariciosos, sobre todo
de dinero, así siempre se dieron a mercadear. CORR., 275: _Judío para
la mercadería y fraile para la hipocresía; o judío por la mercadería y
fraile por la hipocresía._ Ídem, 33: _Al judío dalde un palmo y tomará
cuatro._ Ídem, 275: _Judío ni puerco, no le metas en tu güerto._

[238] “lo que conviene? No por cierto”, etc. (Edic. de Barcelona, 1635).

[239] _Ensalmadores_, los que curan con ensalmos; _saludadores_, los
mismos, porque dan salud. Corren todavía por ahí las _nóminas_ o
_lóminas_, que llaman, y son oraciones antiguas, corrompidas, medio en
latín y medio en romance, que venden todos estos embustidores contra el
aojo y otras enfermedades de niños y de ganados.

[240] _Santiguaduras_ o _santiguaderas_, acción de santiguar los
ensalmadores. QUEV., _Tac._, 16: “El cual se había hecho ensalmador
con unas santiguaderas y oraciones que había aprendido de una vieja”.
_Santiguar_ es hacer la cruz sobre enfermo o endemoniado. CASTILLO,
_S. Domingo_, 1, 1, 45: “No me echéis esa maldición, padre mío, decía
el hereje, sino santiguadme, como soléis, con la señal de la cruz”.
_Lozana andal._, 216: “Yo sé ensalmar y encomendar y santiguar cuando
alguno está aojado, que vieja me rezó, que era saludadora como yo;
sé quitar ahitos, sé para las lombrices, sé encantar la terciana...
Sé sanar la sordera y sé ensolver sueños, sé conocer en la frente la
phisionomía y la chiromancia en la mano y prenosticar”.

[241] _Enfistolarse_ o _afistolarse_ la herida; convertirse en fístula.
_Selvagia_, 3: “Pone la triaca saludable en la infistolada y encurable
herida”. P. VEGA, _ps._ 3, 5, 1: “Vinieron las llagas a afistolarse”.

[242] _Badajo_, dícese metafóricamente al bobo y necio. S. HOROZCO,
_Cancionero_, p. 16: “Pues bien sacado de cuajo | de ambos el ser y
valor, | cada cual sin gran trabajo | podrie ser gentil badajo | de
la campana mayor”. L. RUEDA, _Eufem._, 1: “Superlativo quieres decir,
badajo”.

[243] _Hurtan que es bendición._ CORR., 633: “_Hurtar la bendición._
(Llegar primero que el otro al bien y provecho)”.

[244] _Los saludadores_, propiamente curanderos que dan la salud del
mal de rabia. Diz que tienen una cruz en el cielo de la boca, que nacen
en Viernes Santo, a las tres de la tarde, y no sé qué más. Contra dicho
mal suele dar el saludador al mordido de perro rabioso pan sin sal
para sanarlo. Mediante una bendición, y más comúnmente algunos esputos
que arroja en una jofaina de agua, ve en el fondo la figura del perro
y en su aspecto conoce si estaba o no rabioso. Chupa la ponzoña de la
herida, bendice los ganados con su soplo y aliento en el nombre de
Dios, con los que los preserva de enfermedad, a lo cual alude Quevedo
al decir luego que andan _siempre soplando_, y en la Jácara 1: “Gran
saludador de culpas, | un fuelle de Satanás”. Igualmente soplan al
que tiene mal de corazón. F. AGUADO, _Cristiano_, 74: “Alude en estas
palabras el Apóstol al oficio que hacen los saludadores con los que
padecen mal de corazón, a los cuales, cuando los derriba el accidente
en tierra, ellos, con un soplo suave, los ponen en pie”. J. PIN.,
_Agr._, 24, 38: “Los saludadores curan con el soplo”.

[245] _Los porquerones viven_ de soplar o ir con el soplo al alguacil.
Llamaban así a los corchetes o ministros de justicia. _Comed.
Florin._, 10: “Los que acompañan los alguaciles, que llaman aquí
porquerones.--Alguno que tiene envidia a su oficio, les llama tal
nombre”.

[246] Además de _Raimundo Lulio_ y los citados, fueron maestros de
la alquimia Rosino, Alchindo, Morieno, Gilgilides, Jever, Pitágoras,
Avicena, Alberto Magno, Aristóteles, el Panteo, etc, etc. Sobre todo,
metió ruido el libro de Juan Francisco Pico Mirandulano, de _Auro
conficiendo_. Pero nadie hizo oro, sino que gastó el suyo y el de sus
amigos.

[247] “Y sobre que cada uno quería decir cuál era la cosa más vil se
ardían todos”. (Edic. de Barcelona, 1635).

[248] _La piedra filosofal_ llamaban a la materia vil, de la cual
soñaban poderse hacer oro puro.

[249] _Quiromántico_, adivino por las rayas y demás señales de la mano.

[250] _Monte de Saturno_, la carnosidad que hay en la base del dedo
del corazón o medio o dedo de Saturno; el pulgar es el dedo de Venus y
monte de Venus toda su gran base, y así, de Júpiter el índice, de Apolo
el anular, de Mercurio el meñique, con sus montes correspondientes.
Del monte de Saturno baja una línea hacia abajo por toda la palma de
la mano, que llaman línea de Saturno o de la suerte. Sin duda, los
quirománticos la tienen de irse al infierno.

[251] _Vive Dios._ Sacaba el horóscopo este astrólogo judiciario,
levantando figuras para averiguar qué astro ascendía en el meridiano en
el momento de nacer él mismo.

[252] “Otro corría seguido de una tarasca con uñas de a vara y rabo de
macho, como vara de alcalde manchego, que le atenazaba con un asador,
diciéndole: ‘Aguarda, salta-tumbas, come-estolas y arañón de altares;
págame las dos hijas que me robaste en el honor en el campanario de tus
hazañas, y que cansado remitistes, por hechiceras, a la hoguera del
Santo Oficio’. ‘Cierto’, gritaron dos furias vestidas de sambenitos,
por cuyas caperuzas salían negras llamas, y arremetieron a él. El pobre
iba dando alaridos que me horrorizaron”. (Lo suprimió la censura en la
primera edición, según Castellanos, tomo I, pág. 399).

[253] _Calza_, hecha de punto de media.

[254] _Pedro de Abano_, médico y astrólogo. Nació en 1250, en la aldea
de Abano, cerca de Padua. El nombre latino de aquel pueblo es Aponus,
y por esto se le llamaba Pedro de Apono o Aponensis y también Pedro de
Padua. En Medicina poseía todos los conocimientos de su siglo; pero
añadió a ellos los sueños todos y delirios de la astrología judiciaria.
Acusado de mágico y hereje, fué por la Inquisición perseguido y
procesado.

[255] _Henrico Cornelio Agripa_, a quien el padre Martín del Río da el
nombre de archimago, Paulo Jovio el de portentoso ingenio, Luis Vives
el de milagro de todas las ciencias y Gabriel Naudeo compara con Argos;
nació en Colonia en 1486 y llegó a hablar ocho idiomas. Secretario
del emperador Maximiliano, soldado en Italia bajo las órdenes de
Antonio de Leiva, médico y jurista en Francia y España, teólogo en su
patria y en Lombardía y libre y atrevido y soberbio en toda Europa,
fué médico, historiador y consejero de Príncipes, amigo singular de
Cardenales y Obispos, y en todas partes inconstante y malquisto.
Escribió diferentes obras, y entre ellas las que más celebridad le
dieron, son: _De incertitudine et vanitate scientiarum declamatio
invectiva_, impresa por vez primera en 1527, donde intenta probar no
haber nada ni más pernicioso ni de mayor peligro para la vida de los
hombres y para la salud de sus almas que las ciencias y las artes. _De
occulta philosophia libri III_, publicada en Amberes, 1531, por la
cual se le acusó de mágico y arrojó a una prisión en Bruselas. Aunque
sus escritos le confiesan apreciador de Lutero, y Melanchthon, jamás
abrazó la religión reformada; bien que es difícil averiguar la religión
de un hombre que a diestro y siniestro repartía recetas para hacer
sahumerios, hechizos y talismanes. Murió en Grenoble, en un hospital,
por los años de 1535.

[256] “harto de demonios, ya que en vida parece que siempre tuvo hambre
dellos, muy enojado con Cardano”, etc. (Edic. de Pamplona, 1631).

_Juan Trithemio_, historiador y teólogo, tomó su apellido de
Trittenheim, lugar del electorado de Tréveris, donde nació en 1462.
Vistió el hábito de San Benito y por muchos años fué abad del
monasterio de Spanhein, y después en Wurtzbourg, donde falleció en
1516. Escribió muchas obras históricas, utilísimas para el conocimiento
de la Edad Media; otras muchas espirituales y místicas y otras de
filosofía oculta, que dieron al autor fama de hechicero. Estas últimas
son: primera, _Philosophia naturalis de Geomantia_, arte de adivinar
por medio de líneas, puntos y figuras trazadas en la tierra; segunda,
_Tratado de Alquimia_; tercera, la _Polygraphia_, en seis libros.
No entiende por este nombre Trithemio una miscelánea de diferentes
asuntos o distintos géneros, sino el modo de escribir una misma
palabra de varias maneras, para lo cual enseña trece alfabetos nuevos,
compuestos de letras tomadas de idiomas extranjeros o de caracteres
arbitrarios. Esto contribuyó a perfeccionar y extender, por medio de
cifras, las comunicaciones diplomáticas; cuarta, _Steganographia,
hoc est, ars per occultam scripturam animi sui voluntatem absentibus
aperiendi_. Las voces inauditas y caprichosas de que está lleno este
libro enigmático hicieron creer que era de nigromancia. No contiene
otra cosa que secretos ingeniosos de extender cartas, y jamás fué otro
el intento de su autor que el de servir con ellos a Felipe, duque de
Baviera. Con motivo de lo que dice Quevedo sobre la _Polygraphia_ y
_Steganographia_, el erudito y juicioso Feijóo deduce que ni las vió
ni tuvo bastante noticia de estos dos libros de un sabio y ejemplar
religioso. El primero de ellos nunca ha ofrecido, ni podido ofrecer a
nadie, reparo alguno; mas la Inquisición de España, lo mismo que el
autor de _Las Zahurdas de Plutón_, condenaron sin fundamento el segundo.

[257] _Jernimo Cardan o Cardano_, médico y geómetra, nació el 1501 en
Pavía. Contribuyó mucho a los adelantamientos de las Matemáticas; pero
se dejó arrastrar de las extravagancias y locura de los astrólogos y
nigromantes. Baste decir que afirmaba tener un demonio asistente, que
le inspiraba sus escritos. Formaba horóscopos de todos los personajes
de su tiempo, y, cuando los sucesos desmentían sus predicciones,
atribuíalo, no a incertidumbre del arte, sino a ignorancia del artista.
Murió de setenta y cinco años, y sus dos tratados _De subtilitate
rerum_ y _De rerum varietate_, sobre todo, abrazan el conjunto de sus
conocimientos en Física, Metafísica e Historia natural: vivo ejemplo
de los errores deplorables en que suelen caer hombres de no vulgar
ingenio. Sus obras se imprimieron en 10 volúmenes en folio, Ginebra,
1620.

[258] _Julio César Scaligero_, del territorio veronés, estudió en Padua
la Medicina y las bellas letras. Nombrado médico del Obispo de Agen, se
connaturalizó en Francia, donde murió en 1558. Tuvo disputas literarias
con Erasmo y Cardano, y, como éste, su espíritu familiar. Fué mediano
poeta y el mejor prosista de aquel siglo, obligando con su ejemplo y
censura a que observasen los escritores las reglas de la Gramática e
hiciesen su estilo más claro y elegante. Su gusto, sin embargo, era
pésimo y disparatadas sus opiniones acerca del mérito de los antiguos
vates. Conociendo las reglas de crítica, hablando de ellas con acierto,
siempre las aplicó desatinado, privándole una severidad caprichosa de
estimar y saborear las obras de los grandes maestros. Escribió contra
el libro _De subtilitate_, de Cardano. Increíble parece que prefiriese
Virgilio a Homero y a todo lo griego lo latino, con ser una hijuela e
imitación todo el arte romano del helénico.

[259] _Artefio_ (_Artephius_), filósofo hermético, vivía hacia el año
1130, musulmán o judío. Suyos son los tratados siguientes: primero,
_Clavis majoris sapientiae_; segundo, _Liber secretus_; tercero, _De
characteribus planetarum, cantu et motibus avium, rerum praeteritarum
et futurarum, lapideque philosophico,_ que es el que refiere Quevedo;
cuarto, _De vita propaganda_, que dice el bueno de Artefio concluyó a
la edad de 1025 años; quinto, _Speculum speculorum_.

[260] _Cecco d’Ascoli._ Por este nombre es conocido _Francisco
Stabili_, natural de aquella populosa ciudad de la marca de Ancona.
La palabra _Cecco_ no es otra cosa que un diminutivo de _Francesco_.
Nació en 1257, y en Bolonia explicó Filosofía y Astrología. Acusado a
la Inquisición por hablar mal de la fe, quitóle el Tribunal los títulos
de doctor y maestro, prohibióle enseñar y le impuso una multa. Por
sustraerse al castigo, refugióse en Florencia, donde los admiradores
del Dante y Cavalcanti, ingenios a quienes el Cecco había censurado
con torpe saña, uniéndose a los jueces del Santo Oficio, le quemaron
como hereje en 1327, a los setenta años de su edad. Absurda y bárbara
sentencia, que en vano se busca fundada en el comentario de Stabili,
_In sphaeram Joannis de Sacrobosco_, aun cuando lo coloque Martín del
Río entre los escritores supersticiosos, ni en el indigesto poema
_L’Acerba_, baturrillo de física, historia natural, moral, filosofía
y visiones astrológicas. Publicaron la primera de estas dos obras los
moldes de Basilea en 1485, y la segunda vió la luz en Brescia, sin
año de impresión, que es sumamente rara. Quevedo, en vez de _Cecco
d’Ascoli_, dijo en las primeras ediciones _Mizaldo_. Antonio Mizaldo,
monsluciano, gran charlatán, publicó por los años de 1549 y 1551 las
obras siguientes: primera, _Cometographia: crinitarum stellarum quas
mundus nunquam impunè vidit, aliorumqué ignitorum aëris phaenomenorum
natura et portenta, duobus libris philosophicè juxta ac astronomicè
expediens_, París, 1549, en 4.º; segunda, _Planetologia, rebus
astronomicis, medicis, et philosophicis eruditè referta_, Lyon, 1551,
en 4.º. En _M_, _F_, _P_: _aves; y Misaldo muy triste._

[261] _Teofrasto Paracelso_, famoso alquimista del siglo XVI, nació en
Suiza en 1493. Después de recorrer la mayor parte de Europa y parte
del Asia, ejerció la Medicina en Alemania con extraordinaria fama, que
se granjeó por su charlatanería. Murió en un Hospital de Saltzburgo
(1541), sumido en la pobreza, en edad de cuarenta y ocho años, quien se
vanagloriaba de poseer los secretos de trasmutar en oro los metales y
de prolongar por muchos siglos la vida.

[262] _Ubecherio_ y _Vbequer_ estampan dos muy antiguos manuscritos
de la _Biblioteca de las Cortes_, que fueron de don Luis de Salazar
y Castro: F. 3, L. 31, págs. 107 y 94. _Hubequer_ las impresiones de
Ruán, 1629; Pamplona, 1631; Barcelona, 1635; Madrid, 1648. _Habequer_
la de Bruselas, de 1660, y desde entonces todas.

[263] _Clavícula de Salomón._ El padre Martín del Río, hablando del
origen de la magia, dice: “A estos desatinos entrelazan torpemente
la autoridad de Salomón, a quien atribuyen cierta _Clavícula_ y
_otro gran volumen dividido en siete partes_, lleno de sacrificios y
encantamientos de demonios. Los judíos y alárabes de España dejaban
por derecho hereditario a sus sucesores este libro y por él adoraban
algunas maravillas y cosas increíbles. La Inquisición entregó a las
llamas cuantos ejemplares pudo haber de estas obras, y ojalá ni
siquiera uno solo hubiera dejado a vida”. Teófilo Folengo, en la
_Macaronea_, XVIII, dice de ellas:

  “En Salamonis habet liber hic pentacula plumbi.
  Aspice cum quantis sunt compassata figuris”.


[264] _El Catan_, Cattan o Catanes (Cristóbal), filósofo hermético
suizo, nacido en Ginebra, escribió _Géomane_, _livre non moins plaisant
et recréatif_, etc. _Le tout suis en lumière par Gabriel du Préan._
París, 1577; Londres, 1591; París, 1558. _Rázes_ o _Rasis_, célebre
médico y fecundísimo escritor persa. En la Edad Media corrieron por
Europa, como de obras suyas, bárbaras traslaciones latinas, y le
atribuyó mil delirios la malicia y la ignorancia, utilizando la noticia
de haber escrito Rázes un libro de medicina mística o talismánica,
apoyado en la influencia de los astros o en la de torpes figuras de
animales. _Latan_ dice el manuscrito de la _Biblioteca de las Cortes_,
L. 31, pág. 95.

[265] _Juan Taysnerio_ (Taisnier), capellán del emperador Carlos V
en la empresa de Túnez (1535), peregrino estudioso en África y en
Asia, maestro de Matemáticas en Roma y Ferrara, músico del Arzobispo
de Colonia, retirándose a su patria Ath, en el Hainau, publicó un
Tratado sobre el imán, que fué muy útil para los navegantes, escrito
algunos años había por Pedro Peregrini. Apropióse también otra obra
_De motu locali et perpetuo_; mas la que en justicia le pertenece es
una que imprimió con el título _De Sphaera_. También sacó a luz un
libro de _Physionomia_, que, según Gabriel Naudeo, fué compuesto por
Bartolomé Cocles. El deseo de adquirir riquezas le hizo dedicarse a
la quiromancia y al arte de adivinar y predecir lo futuro, con que
engañaba al bajo pueblo, vendiéndole a muy caro precio sus groseras
mentiras. Envejecióse en este oficio y murió lleno de ignominia en 1598.

[266] _Un triste autor._ Llámale Quevedo _Cicardo Eubino_ en todas las
ediciones anteriores a los _Juguetes de la niñez_. _Eylhardo Lubino_
dice el manuscrito de la _Biblioteca de las Cortes_, L. 31, pág 95.
Acaso deba leerse _Siccardo_ _Eugubino_, tomando el sobrenombre de
Eugubio o Gubio, lugar del ducado de Urbino.

[267] _Miguel Scoto_ nació en el condado de Fife (_Escocia_), en el
reinado de Alejandro II. Vivió algunos años en Francia y, noticioso
de que el emperador Federico II favorecía las ciencias, pasó a la
Corte de este Príncipe y exclusivamente se dedicó al estudio de la
Medicina y de la Química. Se cree que murió en 1291. Su afición a las
ciencias ocultas le ocasionó ser blanco de las críticas severas de
Pico de la Mirándula en su obra contra los astrólogos. Boccaccio, en
sus _Novelas_, habla de él como de un hábil mágico. Folengo, en su
_Macaronea_, afirma lo propio en estos versos:

  “Ecce Michaelis de Incantu Regula Scoti,
  Qua post sex formas cerae fabricantur imago
  Demonii Sathan, Saturni facta piombo.
  Cui suffimigio per sirica rubra cremato,
  Hac (licet obsistant) coguntur amare puellae”.

En fin, Dante le representa de la propia manera en el _Infierno_:

  “Quell’ altro che ne’ fianchi è cossi poco,
  Michele Scotto fu, che veramente
  Delle magiche frode seppe il giuoco”.

Landino, expositor de Dante, cuenta que muchas veces convidaba Scoto
a sus amigos sin aparejar manjares ningunos; pero, sentado a la mesa,
hacía venir por obra del diablo infinitos y preciosos de la cocina de
los más prepotentes Monarcas de la tierra. Añade que, siendo astrólogo
(matemático) del Emperador de Alemania, le señaló el lugar en que había
de morir y que el mismo Scoto se predijo su muerte. Porque muchos
italianos le tuvieron por español, cuando este hombre exclusivamente
pertenece a la historia de Italia, cuéntale con harta razón Quevedo
entre los de aquel país. Escribió _Physiognomia et de homninis
procreatione_, libro que se imprimió en 1477. Ítem: _Quaestio curiosa
de natura solis et lunae_, esto es, de la naturaleza del oro y de la
plata para la pretendida trasmutación de los metales.

[268] “de la gente peor que Judas”. (Edic. de Pamplona. 1635).

[269] Quevedo, para estos argüídos de herejes antes de la venida de
Cristo, no hizo sino compilar el _Catálogo de las herejías_, formado
por el Obispo de Brescia, Filastrio, varón doctísimo en las Sagradas
Escrituras, amigo y familiar de San Ambrosio de Milán. Floreció en
el imperio de Teodosio por los años de 380. _Philastrii episcopi
brixiensis haereseon catalogus._ (Basilea, 1528, sin noticia del
impresor, que debe de ser Juan Fabro).

[270] _Ofitas_ (_ophitae_). Advierte Filastrio que deben contarse los
primeros entre los herejes anteriores al Salvador, como que atribuían
alguna fuerza divina a la serpiente, suponiéndola arrojada del primer
cielo a otro, por haber dado a Eva la ciencia del bien y el mal, que de
allí trascendió a todo el género humano.

[271] _Cainanos_. _Caiani_ los llama Filastrio. Habla éste en seguida
de la herejía de los _sethianos_, quienes deliraban suponiendo que en
el principio, creados los dos hijos de Adán y constituidos ángeles en
disensión (tenían a los varones y a las hembras por dioses y diosas),
la virtud femenil se retiró al cielo por la muerte de Abel el justo.
Eva entonces creyó necesario parir al justo Seth, que le sustituyese,
y en él puso un espíritu de gran virtud para destruir a las virtudes
enemigas. Más adelante hubo herejes que aseguraban que Cristo era el
mismo Seth.

[272] A _Dositheo_, mágico de Samaria, que pretendió ser el Mesías, se
le reputa primer heresiarca. Es sabido que los samaritanos seguían la
ley de Moisés como los judíos, como ellos esperaban al Mesías. Dositheo
pensó, valiéndose de la magia, pasar por enviado de Dios y tuvo treinta
discípulos predilectos, que sostuvieron tamaña impostura. Observaba la
circuncisión y guardaba el ayuno, y, para hacer creer que había subido
al cielo, dicen que se encerró en una cueva y que allí se dejó morir
de hambre. Fué, según San Jerónimo, maestro y guía de los saduceos.
Estimaban sus sectarios en mucho la virginidad, y una de sus peculiares
costumbres era la de permanecer por espacio de veinticuatro horas en la
misma postura que tenían al comenzar el sábado. Simón Mago perteneció a
esta secta, que hasta el siglo VI duró en Egipto. En _P_: _Dorileo_; en
_B_: _Dotileo_.

[273] Los _saduceos_ (_sadducaei_) tomaron su nombre de _Saddoc_,
discípulo de Dositheo, quien afirmó la herejía de su maestro.
Profesaban la locura de Epicuro más bien que la divina ley, no
esperando en la otra vida premio ni castigo, y sosteniendo, por
consiguiente, que ni el temor ni la esperanza debían ser parte para
odiar el vicio y abrazar la virtud. Predicó el Redentor contra esta
pestífera herejía. En _P B_: _Estaba luego Aspad_, _autor_.

[274] En el Catálogo siguen, después de los _fariseos_, los
_samaritanos_, _nazareos_ y _essenos_.

[275] En _P_: _Eliogaristas_; en _B_: _Eliogaristas_, _Divictiacos_.

[276] _Musoritos._ (_Reg._, I, cap. 6). En P B: _muscoritos._

[277] _Mosca accaronita._ Beel-zebub (esto es, señor de las moscas) era
el ídolo de la ciudad de Accaron. (_Reg._, IV, 1; _Math._, X, 25).

[278] _Troglodytas_, voz griega, que designa los que idolatran en
cavernas escondidas, sin cuidarse de labrar casas ni cultivar tierras.
Este nombre es imaginario, porque sobre la visión del profeta Ezequiel
(c. 8, vv. 8, 9, 10 y 11), que vió idolatrar a setenta ancianos,
imaginó Filastrio que lo ejecutaban ocultos en cuevas, no siendo sino
en edificios, y el que hizo el índice de Filastrio, equivocado así, los
llamó _trogloditas_.

[279] _Los de la fortuna_ (_o reina_) _del cielo_. Era la luna o Iside
o Diana. (_Ierem._, XLIV, 17).

[280] _Baal_, que significa _señor_, era el ídolo de los samaritanos y
moabitas. Unos le creen Marte y otros Júpiter, en cuya representación
le adoraban los sidonios y como a supremo hacedor los caldeos. Éstos
al sol llamaron _Baal_ y los fenicios le veneraban por criador único
del firmamento. Baal fué un rey de los tirios, cuyo nombre, conservado
en la memoria de los hombres, llegó a convertirse en el de un dios.
(_Num._, XXII, 41; _Jud._, VI, 25; _Philastrii_, 6).

[281] Los _astharitas_ veneraban y ofrecían sacrificios a Astar,
simulacro de los sidonios, y a Camos, escándalo de Moab, ídolos de
hombres y mujeres, a quienes ofrecían sacrificios. Así como los
gentiles entendían por _Baal_ todos los dioses, del propio modo todas
las diosas por _Astar_ o _Astaroth_; aunque Astaroth o Astarthe en el
presente caso es propiamente la Venus siria, nacida en Tiro y casada
con Adonis. (_Jud._, II, 11; _Reg._, IV, cap. XXIII, 13; Cicerón, _De
nat. deor._, III. 23). En _P B_: _los de Astarot_.

[282] _Moloch_ o _Mélech_ (esto es, _rey_), dios de los ammontas:
créese que era el sol. En su honor, Salomón hizo edificar un templo en
el monte Olivete, que el rey Josías quemó y redujo a polvo. Para la
superstición de este ídolo había consagrado cierto valle al Oriente de
Jerusalén, llamado Topheth. (III, _Reg._, XI, 5, 6, 7; _Act._, VII, 43).

[283] _La estrella de Rempham_ se cree que fuese la de Saturno.
(_Act._, VII, 43). En _P B_: _Moloch y Temphan_.

[284] _El ara de Topheth_ estaba en el valle del hijo de Ennom, al
pie del monte Moria. Se llamó Topheth (tambor) porque los sacerdotes
del ídolo de Moloch tocaban tambores para que no se enterneciesen los
israelitas oyendo los gritos de sus propios hijos e hijas, a quienes,
ofrecidos en holocausto, devoraban las llamas lastimosamente. (_Reg._,
IV, cap. XXIII; _Math._, 10, v. 22).

[285] _Puteoritas_. Filastrio incluye estos herejes en su Índice,
tomando la letra y no el sentido metafórico del versículo 13, cap.
II de Jeremías. _Herejes veraníseos_ los nombran las ediciones de
Pamplona, 1631, y Barcelona, 1635, lo que parece un yerro de imprenta,
no obstante que una y otra lo escriban del propio modo. En _P B_:
_pateoritas_.

[286] _Los de la serpiente de metal._ Moisés la hizo por mandado del
Señor para que su pueblo se acordase del milagro que obró con Israel,
librándolo de aquellos mortíferos reptiles. Abandonados los judíos a
la impiedad, ofrecían inciensos al simulacro, como si fuera un dios, y
tuvo Ezequías, para restaurar la pureza del culto, que hacer pedazos la
serpiente de bronce. (_Reg._, IV, cap. XVIII, 4).

[287] _Thamur_ es el mismo Faraón, rey de Egipto en los tiempos de
Moisés. Las mujeres de Judea, sentadas en derredor de su simulacro,
le adoraban con grandes llantos y gemidos. (_Philast._, 9). En _P B_:
_lloraba Shamar_.

[288] Los _bahalitas_ o _belitas_ adoraban en cuevas escondidas a Belo
y sus hijos. Este rey del Oriente fué el primer autor de la idolatría y
del sacerdocio entre los caldeos. (Ídem). En _P B_: _dathalitas_.

[289] _La pythonisa_ y los pythones eran los magos y adivinos. Quitólos
y acabó con ellos el piadoso rey Josías. (_Reg._, lib. I et IV, cap.
XXVIII et XXIII).

[290] Los de _Asthar y Astharoth_ son cuantos adoran figuras de hombres
y mujeres, y con este nombre genérico se conocen los que después de la
muerte de Josué y de los ancianos cayeron en abominaciones. (_Jud._,
II, 12 et 13).

[291] Los _herodianos_ confesaban la resurrección y recibían la ley y
los profetas, esperando como el Cristo a Herodes, rey de los judíos.
(_Philast._, 12).

[292] Para los herejes posteriores a la venida de Jesucristo se valió
Quevedo, buscando siempre lo más raro, según su genio, además del
índice de Filastrio, de los Catálogos de Juan Ravisio Textor. _Joannis
Ravissi Textoris Officinae._ Lugduni, 1585, t. II.

[293] _Menandro_, mago de Samaria y discípulo de Simón, hizo porque le
creyesen el salvador bajado del Olimpo para la salud de los hombres.
Decía que su bautismo libraba de vejez y enseñaba que no se podía
vencer a los ángeles con ningún pacto, sino con los recursos de la
magia.

[294] _Simón Mago_, samaritano, alucinó con sus artes depravadas a
muchos en Palestina, hasta el punto de que le veneraban como a padre.
En Roma, imperando Claudio, logró ser tenido por Dios y dicen que
honrado con aras y sacrificios. Fué autor de la _simonía_, esto es, dar
lo espiritual en precio de cosas temporales. Pretendiendo volar por los
aires, en la capital del mundo, delante de Nerón, cayó por oración de
San Pedro y murió, dejando manifiesta su impostura.

[295] _Saturnino_, antioqueno, discípulo de Menandro, cuyas máximas
siguió; deliraba estableciendo el sistema de la creación del mundo por
los ángeles y negaba que Cristo se hubiese hecho hombre. Reputaba la
vida como funesto presente, era la continencia uno de los principales
puntos de su herejía y condenaba las nupcias. En _P B_: _Saturno_.

[296] _Basílides_, heresiarca del siglo II, fué natural de Alejandría,
discípulo de Menandro y maestro de Marción. Sus desatinos cundieron
por todo el Egipto. Creía en la metempsícosis. Enseñaba que de un Dios
único e innato provino el entendimiento, de éste el verbo, de éste el
sentido, de éste y de la virtud la sabiduría, y de ambas procedieron el
principado, las potestades y los ángeles. Decía que ellos fueron los
autores del mundo, dieron principio al bien y al mal que le gobierna,
y que las inteligencias angélicas, distribuidas en trescientos sesenta
y cinco órdenes, presidían otros tantos cielos; que el Hijo de Dios,
enviado para libertar al género humano, sólo tomó el aspecto de hombre
y que fué crucificado bajo la figura de Simón Cirineo. Murió en 131.

[297] _Nicolao_, antioqueno, cabeza de la secta de los nicolaítas,
suponen que fué uno de los siete diáconos elegidos por los Apóstoles,
de quienes hubo de separarse y de la Doctrina verdadera, cayendo en
lastimosos errores; pero varios santos Padres creen que los nicolaítas
quisieron autorizar su herejía con el nombre del antiguo diácono.
Estos sectarios rechazaban la ley del matrimonio, pretendiendo que
las mujeres fuesen comunes. Llamáronse gnósticos, esto es, sabios y
espirituales.

[298] _Carpócrates_, heresiarca, natural de Alejandría, vivió en los
tiempos de Hadriano. Educado en la filosofía platónica, sostuvo la
existencia de un ser supremo y de los ángeles derivados de él por una
infinidad de generaciones. Creía que eran las almas emanaciones de la
divinidad; pero que, habiendo degenerado de su origen celeste, fueron
condenadas a estar unidas a cuerpos mortales. Reputaba a Jesucristo
puramente hombre engendrado por San José. Admitió un dios bueno y otro
malo.

[299] _Cerintho_, heresiarca famoso del tiempo de los Apóstoles;
nació en Antioquía, de una familia judaica. Estudió con los célebres
filósofos de la escuela de Alejandría, y, trasladándose a Jerusalén, se
alzó cabeza de una facción compuesta de judíos conversos que, uniendo
las ceremonias de la ley antigua con los preceptos del Evangelio, se
oponían a la predicación de la fe del Crucificado a los gentiles. Por
ello, anatematizado Cerintho y separado de la comunión de los fieles,
pasó al Asia, y mezclando ideas de la filosofía oriental con doctrinas
judaicas y cristianas, formó una secta, que se extendió por varias
provincias. Tiénesele por inventor del error de los milenarios carnales
y groseros.

[300] _Ebión_, su discípulo, cuyos sectarios se llamaban ebionitas;
negó la divinidad de Cristo, sosteniendo que con el Evangelio se había
de guardar la ley de Moisés, que fué también error de los nazareos. En
_P_: _Elión_; en _B_: _Abión_.

[301] _Valentino_, egipcio, a mediados del siglo II ambicionaba y no
logró un obispado. El despecho le hizo caer en tales demencias, que
admitía hasta treinta dioses, a quienes llamaba _aeonas_. Dijo que
Jesucristo tomó cuerpo celeste y no de las entrañas de María. En _P B_:
_Valentiniano_.

[302] _Menandro_, _el mozo de Samaria_, es el mismo de quien se habló
antes.

[303] _Montano_, heresiarca del siglo II, nació en Ardaban, pueblo
de la Misia. Abrazó el Cristianismo creyendo ascender a las primeras
dignidades eclesiásticas, y no habiéndolo alcanzado, se propuso que le
venerasen profeta. Como se atrajese a dos damas de la Frigia, llamadas
_Priscilla_ y _Maximilla_, que abandonaron con extraña locura a sus
maridos por seguirle, comenzó a predicar que era el profeta escogido
para revelar a los hombres las verdades que no estaban en estado de oir
en tiempos de los Apóstoles. La severidad de su moral y las rigorosas
penitencias que imponía a sus discípulos atrajéronle considerable
número de partidarios, que se llamaron _cataphryges_, quienes le daban
el nombre de Paracleto. Murió, según la opinión más cierta, en 212. El
grande Tertuliano se inficionó en la herejía de los montanistas. En
_P_: _Prisca_; en _B_: _Prisea._

[304] Hubo un obispo en Egipto llamado _Nepos_, que decía, como
Cerintho, que los santos reinarán con Cristo mil años en la tierra en
deleites sensuales y groseros.

[305] _Sabino_, obispo de Heraclea, llamó a todos los cristianos que
en el Concilio Niceno anatematizaron a Arrio, idiotas, perezosos y de
ingenio enfermizo.

[306] Este período falta en las ediciones de Pamplona y Barcelona de
1631 y 1635.

[307] El emperador Sigismundo, muerta su primera mujer María de
Hungría, de quien no tuvo hijos, se casó con Bárbara, cuyo padre era
Herman, conde de Cillei. Bárbara fué tan mala como Isabel de Baviera,
su contemporánea y pariente, mereciendo por su disolución y vicios el
nombre de _Mesalina de Alemania_. Isabel, hija de este matrimonio, casó
con Alberto de Austria.

[308] _Zancajo_, el hueso que forma el talón, y lo pone por el
_zancarrón_, o hueso del pie desnudo y sin carne, y _el de Mahoma_
dícese por sus huesos, que van a visitar los moros en la mezquita de
Meca. Los _cencerros_, por haber sido recuero, y tales son los _dijes
de arriero_, que después pone.

[309] _Manes_, hereje persa, que vino a Roma imperando Aureliano. Sus
discípulos son llamados _maniqueos_. Establecía dos principios, uno a
otro contrario, siendo el malo autor de las bodas, de las comidas de
carne y del vino. Afirmaba que él de una virgen era hijo, y que fué
educado en las selvas. Ponía en Cristo una sola naturaleza, la divina,
y suponía fantástica la humana, por no creer verisímil que Dios hubiese
querido padecer.

[310] _Josepho Scalígero_, uno de los más célebres filólogos de
Francia, fué hijo de Julio César Scalígero, y nació en 1540. Dotado
de prodigiosa memoria y de tanto tesón para el estudio, llegó a saber
trece lenguas e instruirse profundamente en las bellas letras, la
historia, la cronología y las antigüedades. Hízose protestante a la
edad de veintidós años, absteniéndose de tomar parte en las tenaces
contiendas religiosas de su época. Consagróse a corregir y explicar los
autores antiguos, y, aun cuando les atribuye frecuentemente sus propias
ideas, no por eso dejó de ilustrarlos. Murió en 1609.

[311] _Felipe Melanchthon_ nació en Breten, en el Bajo Palatínado, año
de 1497. Llamábase Schwart-Erde, que en alemán quiere decir tierra
negra. Tomó por consejo de un tío el otro nombre, que en griego
significa lo mismo. Dió muestras desde muy temprano de una disposición
extraordinaria para las letras, y a los veintiún años fué nombrado
catedrático de Griego en Wittemberg. Allí trabó amistad con Lutero,
que enseñaba Teología, y de común acuerdo trabajaron para restablecer
la Reforma. El carácter de Melanchthon era tan dulce como arrebatado y
bilioso el de Lutero. Por esta causa fué escogido aquél para redactar
su célebre confesión de Ausburg. Murió en 1560, dejando escritas muchas
obras, la mayor parte en defensa del protestantismo. CORR., 596:
“_Comerse las manos._ (Por lo que se come con gusto)”. _Gitanilla_:
“Cuando le sepas, has de gustar del de modo que te comas las manos tras
él”.

[312] _Teodoro Beza_ nació en Vezelai, pequeña ciudad del Nivernais,
año de 1519. Estudió en París y vivió mucho tiempo en Francia, donde
gozaba pingües beneficios eclesiásticos. Retiróse a Ginebra en 1548 y
públicamente abrazó la Reforma. Atrajo a estas opiniones a Antonio de
Borbón y Juana de Navarra, su mujer; concurrió al coloquio de Poissy;
sucedió a Calvino en todos sus empleos, y falleció de ochenta y seis
años.

[313] “doctísimo”. (Edic. de Pamplona de 1631). _Henrico Stéphano_
nació en París, año de 1528, de una familia de sabios impresores. Sus
conocimientos extraordinarios en las lenguas griega, latina y vulgares
de Europa, el trabajo que puso en restaurar y anotar las obras de los
antiguos, sus frecuentes viajes en busca de manuscritos preciosos y
la comunicación con todos los ingenios de su época, le dieron grande
nombradía. Como abrazase la religión reformada, echó sobre sí el odio
de los católicos, atrayéndole la animadversión de muchos literatos la
crítica mordaz que usaba contra los que no seguían sus opiniones. Murió
en el Hospital de Lyon, 1598.

[314] “¡Válame Dios, dije, llegándome a Lutero como a mal hombre, por
no decir como a mal fraile: te atreviste a decir que no se habían
de adorar las imágenes, si en ellas no se adora sino la espiritual
grandeza que a nuestro modo representan! Si dices que para acordarte
de Dios no has menester imágenes, es verdad y no te las dan para
eso, sino para que te muevan afectos la representación de la verdad
que reverenciamos y del Señor que amamos sobre todo bien. Como los
enamorados, que el retrato de su dama no le traen para acordarse della,
pues ya presuponen memoria della en acordarse de que la traen, sino
para deleitarse con la parte que se les concede del bien ausente.
Dices también que Cristo pagó por todos y que no hay sino vivir como
quisiéremos, porque el que me hizo a mí sin mí, me salvará a mí sin mí.
Bien me hizo a mí sin mí; pero hecho, siente que yo destruya su obra
y manche su pintura y borre su imagen. Y si, como confiesas, sintió
en el primer hombre tanto un pecado, que por satisfacerle mostrando
su amor murió, ¿cómo te dejas decir que murió para darnos libertad de
pecar quien siente tanto que pequemos? Y si murió y padeció Cristo
para enseñarnos lo que cuesta un pecado y lo que hemos de huirle,
¿de dónde coliges que murió para darnos licencia para hacer delitos?
Que satisfizo por todos es verdad, ¿luego no tenemos que trabajar
nosotros? Mientes, pues hay que trabajar en no caer en otros y pagar
los cometidos delitos. Enojóse Dios por un pecado, cuando no le debemos
sino la creación sola, y ¿no sentiría las culpas, cuando le debemos
redempción costosa y trabajosa? Espántome, Lutero, de que supieses
nada. ¿De qué te aprovecharon tus letras y agudeza? Más le dijera, si
no me enterneciera la desventurada figura en que estaba el miserable
Lutero. Estaba ahorcado”, etc. (Edic. de Pamplona, 1631, y Ms. de la
Bibl. de las Cortes, F. 3, pág. 109; L. 31, pág. 98).

[315] En _P_: _estaba el miserable Lutero. Estaba ahorcado penando
Helyovano, este célebre._

[316] _Helio Eobano hesso._ Este sobrenombre indica su patria en el
Hesse, donde nació en 1488. Fué mirado como uno de los primeros poetas
latinos de su época. La necesidad le obligó a emprender la Medicina y
escribió un Tratado sobre la dieta, que fué recibido con mucho aplauso.
Tuvo comunicación estrecha con los sabios más distinguidos de la
Alemania protestante y murió en 1540.

[317] “No pude sino suspirar”. (Edic. de Pamplona, 1631).

[318] “Miré por los españoles y no vi corona ninguna española: quedé
contentísimo, que no lo sabré decir”. (Ídem).

[319] “y Julio César estaba llamando de traidores a Bruto y Casio. ¡Oh
cuáles andaban el mal obispo don Olpas y el conde don Julián, pisando
su propia patria y manchándose en sangre cristiana! Allí vi colgados
otros muchos de todas naciones, cuando se llegó a mí el portero y
dijo:”, etcétera. (Ms. de la Biblioteca de las Cortes, F. 3, y L. 31,
págs. 110 y 100).

[320] _Que... que veáis_, repetida la conjunción a causa del inciso.

[321] _¿Cómo, diablos._ Aquí _diablos_ es a manera de voto o
exclamación de extrañeza, por tenerse al diablo como autor de
maravillas.

[322] _De molde_, por sus historias impresas, _y con licencia_.

[323] _Pesquisidores_, por el abuso de malpesquisar.

[324] “ocicadas, doncellas preñadas como tazas”; y dijo el demonio:
“Doncellas son que vinieron al infierno con... fiambre, y por cosa rara
se guardan acá”. (Ídem, págs. 110 y 101); “con los virgos fiambres”
(_P_).

[325] _Penadas como tazas_, que eran de cuello muy angosto, para que
con pena o a duras penas saliese el licor y más lentamente se dejase
saborear. PEDRO VEGA, _ps._ 7. v. 11, d. 3: “Las copas, que llaman
penadas, porque escasean la bebida, tarda en colar, dura y son mayores
sus sabores”. QUEV., _Poem. her._, 1: “Que a las tazas penadas echan
retos”.

[326] _Demandadores_, que se visten diferentemente y como que se
disfrazan para mendigar. Y demandadores para las ánimas, que se lo
gastan en beber.

[327] En _P_: _porque piden para sus misas y consumen ellos con vino,
cuanto les dan, sin ser sacerdotes._ (Edic. de Pamplona, 1631).

[328] En vez de mascarones había en el camarín _madres postizas_ o sean
terceronas que se hacen madres de las jóvenes que ofrecen, o que venden
a sus sobrinas como en trastienda, escondidamente.

[329] En el Ms. citado, por _suegras_ léese _terceras_.

[330] _Peaña_ o _peana_ se decía. T. RAMÓN, _Dom. 21_, _Trin._ 1: “Le
tenemos en los sacrarios y peañas sacramentado”. J. PIN., _Agr._, 5,
26: “También se mostró en la peaña el nombre de Academia, luego que la
nombrastes”.

[331] Sebastián Quartel, general en Alemania contra el Emperador, tras
haber sido su alabardero, tabernero en Roma y borracho en todas partes.
(Ms. de la Biblioteca de las Cortes, F. 3, y L. 31, págs. 111 y 102). En
_P R_: _Sebastián Gortel._

[332] “por los cuales los hombres se condenan y son condenados”. (Ms.,
ídem).

[333] En _B_: _Fresno, 31 de abril de 1608._ Y añade: _sub correctione
sanctae Matris ecclesiae_ (P).

[334] Castellanos (tomo 1, pág. 428, impresión de 1840) estampó
que poseía una censura del _Sueño del infierno_ hecha por fray
Antonio Méndez de Santo Domingo. Hoy, según me manifiesta--dice don
Aureliano--, no es ya dueño de aquel documento. En él parece que se
veía inserto y anatematizado un largo párrafo de la papisa Juana, que
el mismo señor Castellanos publicó en el lugar referido. Si es, como se
supone, de Quevedo, razón tuvo el censor oponiéndose a que afease obra
de tan ingenioso escritor un rasgo de ningún interés, de muy escaso
gracejo y de no pequeño escándalo. No se encuentra en ninguno de los
antiguos manuscritos.



                         VISITA DE LOS CHISTES


Las impresiones anteriores al año de 1629 tienen al margen del texto
las notillas que copiamos a continuación, y que, expresando el asunto
de cada párrafo, constituyen el argumento, digámoslo así, de toda la
obra; “Médicos, recetas, cirujanos, sacamuelas, barberos, habladores,
chismosos, mentirosos, entremetidos, la muerte, enfadosos, habladores
y entremetidos, médicos, los tres enemigos del alma, el dinero contra
los tres enemigos del alma, las postrimerías, el infierno, el juicio,
malas nuevas, el llanto, el dolor, envidia, la discordia, casamenteros
y sastres, la muerte de amores, la muerte de frío, la muerte de
miedo, avarientos, la muerte de risa, Joan de la Encina, el Rey que
rabió, el rey Perico, Mateo Pico, nigrománticos, ginoveses, honra,
maridos, mujeres, letrados, pleitos y pleitear, Venecia, cómo se ha de
tratar con los Reyes y Príncipes, Rey de España, Agrages, Arbalias,
Chisgaravís, Pero Grullo, profecías y verdades de Pero Grullo, dinero,
el dinero es como las mujeres, casados, escribanos y ginoveses, el
otro, Calaínos, Cantipalos, dueña Quintañona, don Diego de Noche,
Cochitehervite, Trochimoche, doña Fáfula, comedias, autos del Corpus,
entremeses, Marizápalos, Marirrabadilla, Marta con sus pollos, alma de
Garibay, Perico de los palotes, Pateta, Juan de las calzas blancas,
Pedro por demás, el bobo de Coria, Pedro de Urde-males, san Macarro,
san Leprisco y san Ciruelo, santo de Pajares, fray Jarro y san Porro,
don Diego de Noche, Diego Moreno, marido cornudo”.



                         A DOÑA MIRENA RIQUEZA


Harto es que me haya quedado algún discurso después que vi a
vuesa merced[335], y creo que me dejó éste por ser de la muerte. No
se lo dedico porque me lo ampare; llévoselo yo porque le mejore.
Designio interesado[336] es el mío, para la enmienda de lo que puede
estar escrito con algún desaliño, o imaginado con poca felicidad.
No me atrevo yo a encarecer la invención, por no acreditarme de
invencionero[337]. Procurado he pulir el estilo y sazonar la pluma con
curiosidad. Ni entre la risa me he olvidado de la doctrina. Si me han
aprovechado el estudio[338] y la diligencia, le remito a la censura,
que vuesa merced hiciera dél, si llega a merecer que le mire. Y podré
yo decir entonces que soy dichoso por sueños. Guarde Dios a vuesa
merced, que lo mismo hiciera yo. En la prisión y en la Torre, a 6 de
abril de 1622.

                              NOTAS:

[335] “veo a vuesa merced”. (Edic. de Pamplona, 1631: Barcelona, 1635,
y todas las posteriores).

[336] “el mayor designio interesado es el mío para la enmienda”. (Ídem).

[337] _Invencionero._ T. RAM., _Dom._, 14, 6: “Algunos grandes, grandes
invencioneros de trajes”.

[338] _Estudio_, así en _A_; en la corregida y de don Aureliano:
_estilo_.



                            A QUIEN LEYERE


He querido que la muerte acabe mis discursos como las demás cosas.
Quiera Dios que tenga buena suerte. Este es el quinto sueño[339]; no me
queda ya que soñar. Y si en la _Visita de los Chistes_ no despierto, no
hay que aguardarme[340]. Si te pareciere que ya es mucho sueño, perdona
algo la modorra que padezco; y si no, guárdame el sueño[341], que yo
seré sietedurmiente[342] de las tales figuras. _Vale._[343]


                              NOTAS:

[339] “tratado al _Sueño del juicio_, al _Alguacil endemoniado_, al
_Infierno_ y al _Mundo por de dentro_”. (Ms. de la Biblioteca Nacional
y la edición de Pamplona, 1631).

[340] “Y si en la _Visita de la muerte_”. (Ídem).

[341] _Guardarle el sueño_, cuidarle mientras duerme. ZAMORA, _Monarq.
mist._, 2, 5: “Que aquel haber de guardar el sueño a otro a costa del
suyo”.

[342] _Sietedurmiente_, muy dormilón, aludiendo a los sietedurmientes,
que diz no despertaron en muchos años. Fueron siete hermanos que
sufrieron martirio en Éfeso en tiempo de Decio. Habiéndose ocultado
en una caverna, fueron emparedados en ella de orden del Emperador.
Halláronse ciento cincuenta y siete o ciento ochenta y cuatro años
después dormidos en el mismo lugar y vivieron un día. (BALT. ALCÁZ.,
_Biblióf. Andal._, p. 163). Nótese que _siete_ indica muchedumbre,
así _sietepicos_ es la muy parlera, _sieteencarado_ el muy disimulado
(_Autos del siglo_ XVI, 3, 285); _sietedoblar_, doblar muchas veces.
J. PIN., _Agr._, 5, 40: “Un portal que por sietedoblar los ecos;
_sietecueros_, tumor en el dedo; _sietecolores_, cierto pajarito
americano; _siete-cabezas_, el que la tiene grande”.

[343] “postrimerías. _Vale_”. (Edic. de Pamplona).



                               DISCURSO


Están siempre cautelosos y prevenidos los ruines pensamientos, la
desesperación cobarde y la tristeza, esperando coger a solas a un
desdichado para mostrarse alentados con él. Propia condición de
cobardes, en que juntamente hacen ostentación de su malicia y de su
vileza. Por bien que lo tengo considerado en otros, me sucedió en mi
prisión. Pues habiendo, o por acariciar mi sentimiento o por hacer
lisonja a mi melancolía, leído aquellos versos que Lucrecio escribió
con tan animosas palabras[344], me vencí de la imaginación, y debajo
del peso de tan ponderadas palabras y razones me dejé caer tan postrado
con el dolor del desengaño que leí, que ni sé si me desmayé advertido o
escandalizado. Para que la confesión de mi flaqueza se pueda disculpar,
escribo por introducción a mi discurso la voz del poeta divino, que
suena ansí, rigurosa con amenazas tan elegantes:

    _Denique si vocem rerum natura repente
  Mittat et hoc alicui nostrum sic increpet ipsa:
  Quid tibi tantopere est, mortalis, quod nimis aegris
  Luctibus indulges? Quid mortem congemis ac fles?
  Nam si grata fuit tibi vita anteacta, priorque,
  Et non omnia pertusum congesta quasi in vas
  Commoda perfluxere atque ingrata interiere:
  Cur non, ut plenus vitae, conviva, recedis?
  Aequo animoque capis securam, stulte, quietem?_

Entróseme luego por la memoria de rondón Job dando voces y diciendo:

    Al fin, hombre nacido[345]
  De mujer flaca, de miserias lleno,
  A breve vida como flor traído,
  De todo bien y de descanso ajeno,
  Que, como sombra vana,
  Huye a la tarde y nace a la mañana.

Con este conocimiento propio acompañaba luego el de la vida, que
hicimos, diciendo:

    Guerra es la vida del hombre[346]
  Mientras vive en este suelo,
  Y sus horas y sus días,
  Como las del jornalero.

Yo, que arrebatado de la consideración, me vi a los pies de los
desengaños, rendido, con lastimoso sentimiento y con celo enojado,
repetí a éstos en la fantasía:

    ¡Qué perezosos pies, qué entretenidos[347]
  Pasos lleva la muerte por mis daños!
  El camino me alargan los engaños
  Y en mí se escandalizan los perdidos.
    Mis ojos no se dan por entendidos,
  Y, por descaminar mis desengaños,
  Me disimulan la verdad los años
  Y les guardan el sueño a los sentidos.
    Del vientre a la prisión vine en naciendo,
  De la prisión iré al sepulcro amando,
  Y siempre en el sepulcro estaré ardiendo:
    Cuantos plazos la muerte me va dando,
  Prolijidades son, que va creciendo,
  Porque no acabe de morir penando.

Entre estas demandas y respuestas, fatigado y combatido (sospecho
que fué cortesía del sueño piadoso, más que de natural), me quedé
dormido. Luego que desembarazada el alma se vió ociosa sin la tarea
de los sentidos[348] exteriores, me embistió desta manera la comedia
siguiente, y así la recitaron mis potencias a escuras, siendo yo para
mis fantasías auditorio y teatro.

Fueron entrando unos médicos a caballo en unas mulas, que con
gualdrapas negras parecían tumbas con orejas. El paso era divertido,
torpe y desigual, de manera que los dueños iban encima en mareta[349]
y algunos vaivenes de serradores; la vista asquerosa de puro pasear
los ojos por orinales y servicios; las bocas emboscadas en barbas, que
apenas se las hallara un brazo; sayos con resabios de vaqueros[350];
guantes en infusión, doblados como los que curan[351]; sortijón[352] en
el pulgar con piedra tan grande, que cuando toma el pulso pronostica
al enfermo la losa. Eran éstos en gran número, y todos rodeados de
platicantes[353], que cursan en lacayos, y, tratando más con las mulas
que con los doctores, se gradúan de médicos. Yo, viéndolos, dije:

--Si déstos se hacen estos otros, no es mucho que estos otros nos
deshagan a nosotros.

Alrededor venía gran chusma y caterva de boticarios con espátulas
desenvainadas y jeringas en ristre, armados de cala[354] en parche,
como de punta en blanco. Los medicamentos que éstos venden, aunque
estén caducando en las redomas de puro añejos, y los socrocios[355]
tengan telarañas, los dan, y así son medicinas redomadas[356] las
suyas. El clamor del que muere empieza en el almirez del boticario,
va al pasacalles[357] del barbero, paséase por el tableteado[358] de
los guantes del dotor, y acábase en las campanas de la iglesia. No hay
gente más fiera que estos boticarios. Son armeros de los dotores: ellos
les dan armas. No hay cosa suya que no tenga achaques de guerra y que
no aluda a armas ofensivas. Jarabes que antes les sobran letras para
jara[359], que les falten. Botes[360] se dicen los de pica; espátulas
son espadas en su lengua; píldoras son balas; clísteres y melecinas,
cañones; y así se llaman cañón de melecina. Y bien mirado, si así se
toca la tecla de las purgas, sus tiendas son purgatorios, y ellos los
infiernos, los enfermos los condenados[361], y los médicos los diablos.
Y es cierto que son diablos los médicos, pues unos y otros andan tras
los malos y huyen de los buenos, y todo su fin es que los buenos sean
malos y que los malos no sean buenos jamás.

Venían todos vestidos de recetas y coronados de erres[362]
asaeteadas, con que empiezan las recetas. Y consideré que los dotores
hablan a los boticarios diciendo: _Recipe_, que quiere decir _recibe_.
De la misma suerte habla la mala madre a la hija, y la codicia al
mal ministro. ¡Pues decir que en la receta hay otra cosa que erres
asaeteadas por delincuentes, y luego _Ana_, _Ana_,[363] que juntas
hacen un Annás para condenar a un justo! Síguense uncias y más
onzas:[364] ¡qué alivio para desollar un cordero enfermo! Y luego
ensartan nombres de simples, que parecen invocaciones de demonios:
_Buphthálmus_,[365] _opopánax_, _leontopétalon_, _tragoríganum_,
_potamogéton senos pugillos_, _diacathalicon_, _petroselinum_,
_scilla_ y _rapa_. Y sabido qué quiere decir tan espantosa baraúnda
de voces tan rellenas de letrones, son zanahoria, rábanos y perejil
y otras suciedades. Y como han oído decir que quien no te conoce
te compre,[366] disfrazan las legumbres porque no sean conocidas y
las compren los enfermos. _Elingatis_[367] dicen lo que es lamer,
_catapotia_ las píldoras, _clyster_ la melecina, _glans_ o _balanus_ la
cala, y _errhinae_ el moquear. Y son tales los nombres de sus recetas
y tales sus medicinas, que las más veces, de asco de sus porquerías y
hediondeces con que persiguen a los enfermos, se huyen las enfermedades.

¿Qué dolor habrá de tan mal gusto, que no se huya de los tuétanos
por no aguardar el emplasto de Guillén Serven[368] y verse convertir
en baúl una pierna o muslo donde él está? Cuando vi a éstos y a los
dotores, entendí cuan mal se dice para notar diferencia aquel asqueroso
refrán: “Mucho va del c... al pulso”;[369] que antes no va nada, y
sólo van los médicos, pues inmediatamente desde él van al servicio y
al orinal a preguntar a los meados lo que no saben, porque Galeno los
remitió a la cámara y a la orina. Y como si el orinal les hablase al
oído, se le llegan a la oreja, avahándose[370] los barbones con su
niebla. ¿Pues verles hacer que se entienden con la cámara por señas,
y tomar su parecer al bacín, y su dicho a la hedentina[371]? No les
esperara un diablo. ¡Oh malditos pesquisidores contra la vida, pues
ahorcan con el garrotillo, degüellan con sangrías, azotan con ventosas,
destierran las almas, pues las sacan de la tierra de sus cuerpos sin
alma y sin conciencia!

Luego se seguían los cirujanos cargados de pinzas, tientas[372],
cauterios, tijeras, navajas, sierras, limas, tenazas y lancetones.
Entre ellos se oía una voz muy dolorosa a mis oídos, que decía:

--Corta, arranca, abre, asierra, despedaza, pica, punza, ajigota[373],
rebana, descarna y abrasa.

Dióme gran temor, y más verlos el paloteado que hacían con los
cauterios y tientas. Unos huesos se me querían entrar de miedo dentro
de otros. Híceme un ovillo.

En tanto vinieron unos demonios con unas cadenas de muelas y dientes,
haciendo bragueros, y en esto conocí que eran sacamuelas, el oficio
más maldito del mundo, pues no sirven sino de despoblar bocas y
adelantar la vejez. Éstos, con las muelas ajenas y no ver diente, que
no quieran ver antes en su collar que en las quijadas, desconfían[374]
a las gentes de Santa Polonia, levantan testimonios a las encías y
desempiedran las bocas. No he tenido peor rato que tuve en ver sus
gatillos[375] andar tras los dientes ajenos, como si fueran ratones, y
pedir dineros por sacar una muela, como si la pusieran.

--¿Quién vendrá acompañado desta maldita canalla?--decía yo.

Y me parecía que aun el diablo era poca cosa para tan maldita gente,
cuando veo venir gran ruido de guitarras. Alegréme un poco. Tocaban
todos pasacalles y vacas. Que me maten si no son barberos. Ellos[376],
que entran. No fué mucha habilidad el acertar. Que esta gente tiene
pasacalles infusos y guitarra gratis data[377]. Era de ver puntear[378]
a unos y rasgar a otros. Yo decía entre mí:

--¡Dolor de la barba, que, ensayada en saltarenes[379], se ha de ver
raspar y del brazo, que ha de recibir una sangría, pasada por chaconas
y folías!

Consideré que todos demás ministros del martirio, inducidores de la
muerte, estaban en mala moneda y eran oficiales de vellón y hierro
viejo, y que solos los barberos se habían trocado en plata[380]. Y
entretúveme en verlos manosear una cara, sobajar otra[381] y lo que se
huelgan con un testuz en el lavatorio.

Luego comenzó a entrar una gran cantidad de gente. Los primeros eran
habladores. Parecían azudas[382] en conversación, cuya música era peor
que la de órganos destemplados. Unos hablaban de hilván[383], otros
a borbotones, otros a chorretadas, otros habladorísimos hablaban a
cántaros. Gente que parece que lleva pujo de decir necedades, como si
hubiera tomado alguna purga confeccionada de hojas de Calepino[384] de
ocho lenguas. Éstos me dijeron que eran habladores de diluvios, sin
escampar[385] de día ni de noche. Gente que habla entre sueños, y que
madruga a hablar. Había habladores secos[386] y habladores que llaman
del río o del rocío y de la espuma; gente que graniza de perdigones.
Otros que llaman tarabilla[387]; gente que se va de palabras como de
cámaras, que hablan a toda furia. Había otros habladores nadadores, que
hablan nadando con los brazos hacia todas partes y tirando manotadas
y coces. Otros jimios, haciendo gestos y visajes. Venían los unos
consumiendo a los otros.

Síguense los chismosos, muy solícitos de orejas, muy atentos de
ojos, muy encarnizados de malicia. Y andaban hechos uñas de las vidas
ajenas, espulgándolos[388] a todos. Venían tras ellos los mentirosos,
contentos, muy gordos, risueños y bien vestidos y medrados, que, no
teniendo otro oficio, son milagro del mundo, con un gran auditorio de
mentecatos y ruines.

Detrás venían los entremetidos, muy soberbios y satisfechos y
presumidos, que son las tres lepras de la honra del mundo. Venían
injiriéndose en los otros y penetrándose en todo, tejidos y enmarañados
en cualquier negocio. Son lapas de la ambición[389] y pulpos de la
prosperidad. Estos venían los postreros, según pareció, porque no entró
en gran rato nadie. Pregunté que cómo venían tan apartados, y dijéronme
unos habladores, sin preguntarlo yo a ellos:

--Estos entremetidos son la quinta esencia de los enfadosos, y por eso
no hay otra cosa peor que ellos.

En esto estaba yo considerando la diferencia tan grande del
acompañamiento y no sabía imaginar quién pudiese venir.

En esto entró una que parecía mujer, muy galana y llena de coronas,
cetros, hoces, abarcas, chapines, tiaras, caperuzas, mitras, monteras,
brocados, pellejos, seda, oro, garrotes, diamantes, serones, perlas y
guijarros. Un ojo abierto y otro cerrado y vestida y desnuda de todas
colores. Por el un lado era moza y por el otro era vieja. Unas veces
venía despacio y otras apriesa. Parecía que estaba lejos y estaba
cerca. Y cuando pensé que empezaba a entrar, estaba ya a mi cabecera.

Yo me quedé como hombre que le preguntan qué es cosa y cosa[390],
viendo tan extraño ajuar y tan desbaratada compostura. No me
espantó; suspendióme, y no sin risa, porque, bien mirado, era figura
donosa[391]. Pregúntele quién era, y díjome[392]:

--La muerte.

¿La muerte? Quedé pasmado. Y apenas abrigué al corazón algún aliento
para respirar, y, muy torpe de lengua, dando trasijos[393] con las
razones, la dije:

--Pues ¿a qué vienes?

--Por ti--dijo.

--¡Jesús mil veces! Muérome según eso.

--No te mueres--dijo ella--; vivo has de venir conmigo a hacer una
visita a los difuntos. Que pues han venido tantos muertos a los vivos,
razón será que vaya un vivo a los muertos y que los muertos sean oídos.
¿Has oído decir que yo ejecuto sin embargo? Alto, ven conmigo.

Perdido de miedo, le dije:

--¿No me dejarás vestir?

--No es menester--respondió--. Que conmigo nadie va vestido, ni soy
embarazosa. Yo traigo los trastos de todos, porque vayan más ligeros.

Fuí con ella donde me guiaba. Que no sabré decir por dónde, según iba
poseído del espanto. En el camino la dije:

--Yo no veo señas de la muerte[394], porque allá nos la pintan unos
huesos descarnados con su guadaña.

Paróse y respondió:

--Eso no es la muerte, sino los muertos, o lo que queda de los vivos.
Estos huesos son el dibujo sobre que se labra el cuerpo del hombre. La
muerte no la conocéis, y sois vosotros mismos vuestra muerte. Tiene la
cara de cada uno de vosotros, y todos sois muertes de vosotros mismos.
La calavera es el muerto, y la cara es la muerte. Y lo que llamáis
morir es acabar de morir, y lo que llamáis nacer es empezar a morir,
y lo que llamáis vivir es morir viviendo. Y los huesos es lo que de
vosotros deja la muerte y lo que le sobra a la sepultura. Si esto
entendiérades así, cada uno de vosotros estuviera mirando en sí su
muerte cada día y la ajena en el otro, y viérades que todas vuestras
casas están llenas della y que en vuestro lugar hay tantas muertes
como personas, y no la estuviérades aguardando, sino acompañándola y
disponiéndola. Pensáis que es huesos la muerte y que hasta que veáis
venir la calavera y la guadaña no hay muerte para vosotros, y primero
sois calavera y huesos que creáis que lo podéis ser.

--Dime--dije yo--: ¿qué significan éstos que te acompañan, y por qué
van, siendo tú la muerte, más cerca de tu persona los enfadosos y
habladores que los médicos?

Respondióme:

--Mucha más gente enferma de los enfadosos que de los tabardillos y
calenturas, y mucha más gente matan los habladores y entremetidos
que los médicos. Y has de saber que todos enferman del exceso o
destemplanza de humores; pero, lo que es morir, todos mueren de los
médicos que los curan. Y así, no habéis de decir, cuando preguntan:
“¿De qué murió Fulano?”, de calentura, de dolor de costado, de
tabardillo, de peste, de heridas, sino murió de un dotor Tal que le
dió, de un dotor Cual. Y es de advertir que en todos los oficios, artes
y estados se ha introducido el don en hidalgos, en villanos[395]. Yo
he visto sastres y albañiles[396] con don y ladrones y galeotes en
galeras. Pues si se mira en las ciencias, en todas hay millares. Sólo
de los médicos ninguno ha habido con don, pudiéndolos tener muchos; mas
todos tienen don de matar, y quieren más din[397] al despedirse que don
al llamarlos.

En esto llegamos a una sima grandísima, la muerte predicadora y yo
desengañado. Zambullóse sin llamar, como de casa, y yo tras ella,
animado con el esfuerzo que me daba mi conocimiento tan valiente.
Estaban a la entrada tres bultos armados a un lado y otro monstruo
terrible enfrente, siempre combatiendo entre sí todos, y los tres con
el uno y el uno con los tres. Paróse la Muerte, y díjome:

--¿Conoces a esta gente?

--Ni Dios me la deje conocer--dije yo.

--Pues con ellos andas a las vueltas--dijo ella--desde que naciste.
Mira cómo vives--replicó--. Éstos son los enemigos del hombre: el Mundo
es aquél, éste es el Diablo y aquélla la Carne[398].

Y es cosa notable que eran todos parecidos unos a otros, que no se
diferenciaban. Díjome la Muerte:

--Son tan parecidos, que en el mundo tenéis a los unos por los otros.
Piensa un soberbio que tiene todo el mundo, y tiene al diablo. Piensa
un lujurioso que tiene la carne, y tiene al demonio[399]. Y así anda
todo.

--¿Quién es--dije yo--aquél que está allí apartado, haciéndose pedazos
con estos tres con tantas caras y figuras?

--Ése es--dijo la Muerte--el Dinero, que tiene puesto pleito a los
tres enemigos del alma, diciendo que quiere ahorrar de émulos y que
adonde él está no son menester, porque él solo es todos tres enemigos.
Y fúndase para decir que el dinero es el diablo, en que todos decís:
“Diablo es el dinero” y que “Lo que no hiciere el dinero, no lo hará el
diablo”, “Endiablada cosa es el dinero”.

Para ser el Mundo, dice que vosotros decís que “No hay más mundo que el
dinero”, “Quien no tiene dinero, váyase del mundo”; al que le quitan el
dinero decís que “Le echan del mundo”, y que “Todo se da por el dinero”.

Para decir que es la carne el dinero, dice el Dinero: “Dígalo la
Carne”, y remítese a las putas y mujeres malas, que es lo mismo que
interesadas.

--No tiene mal pleito el Dinero--dije yo--, según se platica por allá.

Con esto, nos fuimos más abajo, y, antes de entrar por una puerta muy
chica y lóbrega, me dijo:

--Estos dos, que saldrán aquí conmigo, son las postrimerías.

Abrióse la puerta, y estaban a un lado el infierno y el que llaman
juicio[400] de Minos[401], así me dijo la Muerte que se llamaban.
Estuve mirando al infierno con atención, y me pareció notable cosa.
Díjome la Muerte:

--¿Qué miras?

--Miro--respondí--al Infierno, y me parece que le he visto otras veces.

--¿Dónde?--preguntó.

--¿Dónde?--dije--. En la codicia de los jueces, en el odio de
los poderosos, en las lenguas de los maldicientes, en las malas
intenciones, en las venganzas en el apetito de los lujuriosos, en la
vanidad de los príncipes. Y donde cabe el infierno todo, sin que se
pierda gota, es en la hipocresía de los mohatreros de las virtudes, que
hacen logro del ayuno y del oir misa. Y lo que más he estimado es haber
visto el juicio de Minos, porque hasta ahora[402] he vivido engañado,
y ahora veo el Juicio como es. Echo de ver que el que hay en el mundo
no es juicio ni hay hombre de juicio, y que hay muy poco juicio en el
mundo. ¡Pesia tal!--decía yo--. Si deste juicio hubiera allá, no digo
parte, sino nuevas creídas, sombra o señas, otra cosa fuera. Si los que
han de ser jueces han de tener deste juicio, buena anda la cosa en el
mundo. Miedo me da de tornar arriba, viendo que, siendo éste el juicio,
se está aquí casi entero, y que poca parte está repartida entre los
vivos. Más quiero muerte con juicio que vida sin él.

Con esto, bajamos a un grandísimo llano, donde parecía estaba
depositada la oscuridad para las noches. Díjome la Muerte:

--Aquí has de parar, que hemos llegado a mi tribunal y audiencia.

Aquí estaban las paredes colgadas de pésames. A un lado estaban las
malas nuevas, ciertas y creídas y no esperadas; el llanto, en las
mujeres engañoso, engañado en los amantes, perdido de los necios y
desacreditado en los pobres. El dolor se había desconsolado y creído, y
solos los cuidados estaban solícitos y vigilantes, hechos carcomas de
reyes y príncipes, alimentándose de los soberbios y ambiciosos. Estaba
la envidia con hábito de viuda, tan parecida a dueña, que la quise
llamar Álvarez o González. En ayunas de todas las cosas, cebada en sí
misma, magra y exprimida. Los dientes, con andar siempre mordiendo de
lo mejor y de lo bueno, los tenía amarillos y gastados. Y es la causa
que lo bueno y santo, para morderlo, no llega a los dientes; mas nada
bueno le puede entrar de los dientes adentro[403]. La discordia estaba
debajo della, como que nacía de su vientre, y creo que es su hija
legítima. Ésta, huyendo de los casados, que siempre andan a voces, se
había ido a las comunidades y colegios, y, viendo que sobraba en ambas
partes, se fué a los palacios y cortes, donde es lugarteniente de los
diablos. La ingratitud estaba en un gran horno, haciendo de una masa de
soberbia y odio demonios nuevos cada momento. Holguéme de verla, porque
siempre había sospechado que los ingratos eran diablos y caí entonces
en que los ángeles, para ser diablos, fueron primero ingratos. Andaba
todo hirviendo de maldiciones.

--¿Quién diablos--dije yo--está lloviendo maldiciones aquí?

Díjome un muerto que estaba a mi lado:

--¿Maldiciones queréis que falten donde hay casamenteros y sastres, que
son la gente más maldita del mundo, pues todos decís: “Mal haya quien
me casó”, “Mal haya quien con vos me juntó”, y los más, “Mal haya quien
me vistió”?

--¿Qué tiene que ver--dije yo--sastres y casamenteros en la audiencia
de la muerte?

--¡Pesia tal!--dijo el muerto, que era impaciente--. ¿Estáis loco?
Que, si no hubiera casamenteros, ¿hubiera la mitad de los muertos y
desesperados? ¡A mí me lo decid, que soy marido! Cinco, como bolo[404],
y se me quedó allá la mujer y piensa acompañarme otros diez[405]. Pues
sastres, ¿a quién no matarán las mentiras y largas de los sastres y
hurtos? Y son tales, que para llamar a la desdicha peor nombre, la
llaman desastre, del sastre, y es el principal miembro de este tribunal
que aquí veis.

Alcé los ojos y vi la Muerte en su trono, y a los lados, muchas
muertes. Estaba la muerte de amores, la muerte de frío, la muerte de
hambre, la muerte de miedo y la muerte de risa, todas con diferentes
insignias. La muerte de amores estaba con muy poquito seso[406]. Tenía,
por estar acompañada, porque no se le corrompiese por la antigüedad, a
Píramo y Tisbe[407], embalsamados, y a Leandro y Hero y a Macías, en
cecina, y algunos portugueses derretidos. Mucha gente vi que estaba
ya para acabar debajo de su guadaña, y, a puros milagros del interés,
resucitaban.

En la muerte de frío vi a todos los ricos, que, como no tienen mujer ni
hijos ni sobrinos[408] que los quieran, sino a sus haciendas, estando
malos, cada uno carga en lo que puede y mueren de frío.

La muerte de miedo estaba la más rica y pomposa y con acompañamiento
más magnífico, porque estaba toda cercada de gran número de tiranos
y poderosos. Éstos mueren a sus mismas manos, y sus sayones con sus
conciencias[409], y ellos son verdugos de sí mismos, y sólo un bien
hacen en el mundo, que, matándose a sí de miedo, recelo y desconfianza,
vengan de sí propios a los inocentes. Estaban con ellos los avarientos,
cerrando cofres, arcones y ventanas, enlodando resquicios, hechos
sepulturas de sus talegos, y pendientes de cualquier ruido del viento,
los ojos hambrientos de sueño, las bocas quejosas de las manos, las
almas trocadas en plata y oro.

La muerte de risa era la postrera, y tenía un grandísimo cerco de
confiados y tarde arrepentidos. Gente que vive como si no hubiese
justicia y muere como si no hubiese misericordia. Éstos son los que,
diciéndoles: “Restituid lo mal llevado”, dicen: “Es cosa de risa”.
“Mirad que estáis viejo y que ya no tiene el pecado que roer en vos:
dejad la mujercilla que embarazáis inútil, que cansáis enfermo; mirad
que el mismo diablo os desprecia ya por trasto embarazoso y la misma
culpa tiene asco de vos”. Responden: “Es cosa de risa, y que nunca se
sintieron mejores”. Otros hay que están enfermos, y, exhortándolos a
que hagan testamento, que se confiesen, dicen que se sienten buenos y
que han estado de aquella manera mil veces. Éstos son gente que están
en el otro mundo y aún no se persuaden a que son difuntos.

Maravillóme esta visión, y dije, herido del dolor y conocimiento:

--¡Diónos Dios una vida sola y tantas muertes! ¡De una manera se nace
y de tantas se muere! Si yo vuelvo al mundo, yo procuraré empezar a
vivir.

En esto estaba, cuando se oyó una voz que dijo tres veces:

--Muertos, muertos, muertos.

Con esto se rebulló el suelo y todas las paredes, y empezaron a salir
cabezas, brazos y bultos extraordinarios. Pusiéronse en orden con
silencio.

--Hablen por su orden--dijo la Muerte.

Luego salió uno con grandísima cólera y priesa y se vino para mí, que
entendí que me quería maltratar, y dijo:

--Vivos de Satanás, ¿qué me queréis, que no me dejáis muerto y
consumido? ¿Qué os he hecho que, sin tener parte en nada, me disfamáis
en todo y me echáis la culpa de lo que no sé?

--¿Quién eres--le dije con una cortesía temerosa--que no te entiendo?

--Soy yo--dijo--el malaventurado _Juan de la Encina_[410], el
que, habiendo muchos años que estoy aquí, toda la vida andáis, en
haciéndose un disparate, o en diciéndole vosotros, diciendo: “No
hiciera más _Juan de la Encina_; daca los disparates de _Juan de la
Encina_”. Habéis de saber que para hacer y decir disparates, todos
los hombres sois _Juan de la Encina_, y que este apellido de Encina
es muy largo en cuanto a disparates. Pero pregunto si yo hice los
testamentos en que dejáis que otros hagan por vuestra alma lo que no
habéis querido hacer. ¿He porfiado con los poderosos? ¿Teñíme la barba
por no parecer viejo? ¿Fuí viejo, sucio y mentiroso? ¿Llamé favor el
pedirme lo que tenía? ¿Enamoréme con mi dinero y el quitarme lo que
tenía? ¿Entendí yo que sería bueno para mí el que a mi intercesión
fué ruin con otro que se fió dél? ¿Gasté yo la vida en pretender con
qué vivir, y, cuando tuve con qué, no tuve vida que vivir? ¿Creí las
sumisiones del que me hubo menester? ¿Caséme por vengarme de mi amiga?
¿Fuí yo tan miserable que gastase un real segoviano en buscar un cuarto
incierto? ¿Pudríme[411] de que otro fuese rico o medrase? ¿He creído
las apariencias de la fortuna? ¿Tuve yo por dichosos a los que al lado
de los príncipes dan toda la vida por una hora? ¿Heme preciado de
hereje y de malreglado en todo y peor contento, porque me tengan por
entendido? ¿Fuí desvergonzado por campear de valiente? Pues si _Juan de
la Encina_ no ha hecho nada desto, ¿qué necedades hizo este pobre _Juan
de la Encina_? Pues en cuanto a decir necedades, sacadme un ojo[412]
con una. Ladrones, que llamáis disparates los míos y parates[413] los
vuestros, pregunto yo: ¿_Juan de la Encina_ fué acaso el que dijo:
“Haz bien y no cates a quién[414]”, habiendo de ser al contrario: “Si
hicieres bien, mira a quién”? ¿Fué _Juan de la Encina_ quien, para
decir que uno era malo, dijo: “Es hombre que ni teme ni debe”[415],
habiendo de decir que ni teme ni paga? Pues es cierto que la mejor
señal de ser bueno es ni temer ni deber, y la mayor de la maldad, ni
temer ni pagar. ¿Dijo _Juan de la Encina_: “De los pescados, el mero;
de las carnes, el carnero[416]; de las aves, la perdiz, de las damas,
la Beatriz”? No lo dijo, porque él no dijera sino: “De las carnes, la
mujer; de los pescados[417], el carnero; de las aves, el Ave María, y
después la presentada[418]; de las damas, la más barata”. Mirad si es
desbaratado _Juan de la Encina_: no prestó sino paciencia, no dió sino
pesadumbres; él no gastaba con los hombres que piden dinero ni con las
mujeres que piden matrimonio. ¿Qué necedades pudo hacer _Juan de la
Encina_, desnudo por no tratar con sastres, que se dejó quitar de la
hacienda por no haber menester letrados, que se murió antes de enfermo
que de curado, para ahorrarse el médico? Sólo un disparate hizo, que
fué, siendo calvo, quitar a nadie el sombrero, pues fuera menos mal ser
descortés que calvo, y fuera mejor que le mataran a palos porque no se
quitaba el sombrero, que no a apodos porque era calvario[419]. Y si por
hacer una necedad anda _Juan de la Encina_ por todos esos púlpitos y
cátedras, con votos, gobiernos y estados, enhoramala para ellos, que
todo el mundo es monte[420] y todos son Encinas.

En esto estábamos, cuando, muy estirado y con gran ceño, emparejó[421]
otro muerto conmigo, y dijo:

--Volved acá la cara; no penséis que habláis con _Juan de la Encina_.

--¿Quién es vuesamerced--dije yo--, que con tanto imperio habla, y
donde todos son iguales presume diferencia?

--Yo soy--dijo--el _Rey que rabió_[422]. Y si no me conocéis, por
lo menos no podéis dejar de acordaros de mí, porque sois los vivos
tan endiablados, que a todo decís que se acuerda del _Rey que rabió_,
y, en habiendo un paredón viejo, un muro caído, una gorra calva, un
ferreruelo lampiño, un trabajazo rancio, un vestido caduco, una mujer
manida de años y rellena de siglos, luego decís que se acuerda del _Rey
que rabió_. No ha habido tan desdichado rey en el mundo, pues no se
acuerdan dél sino vejeces y harapos, antigüedades y visiones[423]. Y ni
ha habido rey de tan mala memoria ni tan asquerosa ni tan carroña[424]
ni tan caduca, carcomida y apolillada. Han dado en decir que rabié, y
juro a Dios que mienten; sino que han dado todos en decir que rabié, y
no tiene ya remedio. Y no soy yo el primero rey que rabió ni el solo,
que no hay rey, ni le ha habido, ni le habrá, a quien no levanten que
rabia. Ni sé yo cómo pueden dejar de rabiar todos los reyes. Porque
andan siempre mordidos por las orejas de envidiosos y aduladores que
rabian.

Otro, que estaba al lado del _Rey que rabió_, dijo:

--Vuesa merced se consuele conmigo, que soy el _rey Perico_[425],
y no me dejan descansar de día ni de noche. No hay cosa sucia, ni
desaliñada, ni pobre, ni antigua, ni mala, que no digan que fué en
tiempo del _rey Perico_. Mi tiempo fué mejor que ellos pueden pensar.
Y para ver quién fuí yo y mi tiempo y quién son ellos, no es menester
más que oíllos, porque en diciendo a una doncella; ahora la madre:
“Hija, las mujeres, bajar[426] los ojos y mirar a la tierra, y no a
los hombres”, responden: “Eso fué en tiempo del _rey Perico_; los
hombres han de mirar a la tierra, pues fueron hechos della, y las
mujeres al hombre, pues fueron hechas dél”. Si un padre dice a su hijo:
“No jures, no juegues, reza las oraciones cada mañana, persígnate en
levantándote, echa la bendición a la mesa”, dice que: “Eso se usaba en
tiempo del _rey Perico_”. Ahora le tendrán por un maricón si sabe[427]
persignarse, y se reirán dél si no jura y blasfema. Porque en nuestros
tiempos más tienen por hombre al que jura que al que tiene barbas.

Al que acabó de decir esto se llegó un muertecillo muy agudo, y sin
hacer cortesía, dijo:

--Basta lo que han hablado, que somos muchos y este hombre vivo está
fuera de sí y aturdido.

--No dijera más _Mateo Pico_[428], y vengo a eso sólo.

--Pues, bellaco vivo, ¿qué dijo _Mateo Pico_, que luego andáis _si
dijera más, no dijera más?_ ¿Cómo sabéis que no dijera más _Mateo
Pico_? Dejadme tornar a vivir sin tornar a nacer: que no me hallo bien
en barrigas de mujeres, que me han costado mucho, y veréis si digo más,
ladrones viejos. Pues si yo viera vuestras maldades, vuestras tiranías,
vuestras insolencias, vuestros robos, ¿no dijera más? Dijera más y
más, y dijera tanto, que enmendárades el refrán, diciendo: “Más dijera
_Mateo Pico_”. Aquí estoy, y digo más, y avisad desto a los habladores
de allá; que yo apelo deste refrán con las mil y quinientas[429].

Quedé confuso de mi inadvertencia y desdicha en topar con el mismo
_Mateo Pico_. Era un hombrecillo menudo, todo chillido, que parecía que
rezumaba[430] de palabras por todas sus conjunturas, zambo de ojos y
bizco de piernas, y me parece que le he visto mil veces en diferentes
partes.

Quitóse de delante y descubrióse una grandísima redoma de vidrio.
Dijéronme que llegase, y vi jigote, que se bullía en un ardor[431]
terrible, y andaba danzando por todo el garrafón, y poco a poco se
fueron juntando unos pedazos de carne y unas tajadas, y déstas se
fué componiendo un brazo, un muslo y una pierna, y, al fin, se coció
y enderezó un hombre entero. De todo lo que había visto y pasado me
olvidé, y esta visión me dejó tan fuera de mí, que no diferenciaba de
los muertos.

--¡Jesús mil veces!--dije--. ¿Qué hombre es éste, nacido en
guisado[432], hijo de una redoma?

En esto, oí una voz que salía de la vasija, y dijo:

--¿Qué año es éste?

--De seiscientos y veintidós[433]--respondí.

--Este año esperaba yo.

--¿Quién eres--dije--, que, parido de una redoma, hablas y vives?

--¿No me conoces?--dijo--. La redoma y las tajadas, ¿no te advierten
que soy aquel famoso nigromántico de Europa[434]? ¿No has oído decir
que me hice tajadas dentro de una redoma para ser inmortal[435]?

--Toda mi vida lo he oído decir--le respondí--; mas túvelo por
conversación de la cuna y cuento de entre dijes[436] y babador. ¿Qué tú
eres? Yo confieso que lo más que llegué a sospechar fué que eras algún
alquimista, que penabas en esa redoma, o algún boticario. Todos mis
temores doy por bien empleados por haberte visto.

--Sábete--dijo--que[437] mi nombre no fué del título que me da la
ignorancia, aunque tuve muchos; sólo te digo que estudié y escribí
muchos libros, y los míos quemaron, no sin dolor de los doctos[438].

--Sí, me acuerdo--dije yo--. Oído he decir que estás enterrado[439] en
un convento de religiosos; mas hoy me he desengañado.

--Ya que has venido aquí--dijo--, desatapa esa redoma.

Yo empecé a hacer fuerza y a desmoronar tierra con que estaba enlodado
el vidrio de que era hecha, y díjome:

--Espera. Dime primero[440]: ¿hay mucho dinero en España? ¿En qué
opinión está el dinero? ¿Qué fuerza alcanza? ¿Qué crédito? ¿Qué valor?

Respondíle:

--No han descaecido las flotas de las Indias, aunque los extranjeros
han echado unas sanguijuelas[441] desde España al cerro del Potosí, con
que se van restañando las venas y a chupones se empezaron a secar las
minas.

--¿Ginoveses[442] andan a la zacapela[443] con el dinero?--dijo
él--. Vuélvome jigote. Hijo mío, los ginoveses son lamparones del
dinero, enfermedad que procede de tratar con gatos[444]. Y vese que
son lamparones porque sólo el dinero que va a Francia[445] no admite
ginoveses en su comercio. ¿Salir tenía yo, andando esos usagres de
bolsas[446] por las calles? No digo yo hecho jigote en redoma, sino
hecho polvos en salvadera quiero estar antes que verlos hechos dueños
de todo.

--Señor nigromántico--repliqué yo--, aunque esto es así, han dado
en adolecer de caballeros en teniendo caudal, úntanse de señores y
enferman de príncipes. Y con esto y los gastos y empréstidos[447] se
apolilla la mercancía y se viene todo a repartir en deudas y locuras. Y
ordena el demonio que las putas vendan las rentas reales dellos, porque
los engañan, los enferman, los enamoran, los roban, y después los
hereda el consejo de Hacienda. La verdad adelgaza y no quiebra[448];
en esto se conoce que los ginoveses no son verdad, porque adelgazan y
quiebran.

--Animádome has--dijo--con eso. Dispondréme a salir desta vasija--como
primero me digas en qué estado está la honra en el mundo.

--Mucho hay que decir en esto--le respondí yo--. Tocado has una tecla
del diablo. Todos tienen honra, y todos son honrados, y todos lo
hacen todo caso de honra. Hay honra en todos estados, y la honra se
está cayendo de su estado, y parece que está ya siete estadios debajo
tierra. Si hurtan, dicen que por conservar esta negra de honra, y
que quieren más hurtar que pedir. Si piden, dicen que por conservar
esta negra honra, y que es mejor pedir que no hurtar. Si levantan un
testimonio, si matan a uno, lo mismo dicen; que un hombre honrado[449]
antes se ha de dejar morir entre dos paredes, que sujetarse a nadie;
y todo lo hacen al revés. Y al fin en el mundo todos han dado en la
cuenta, y llaman honra a la comodidad y con presumir de honrados y no
serlo se ríen del mundo.

--El diablo puede salir a vivir en ese mundecillo--dijo él[450]--.
Considérome yo a los hombres con unas honras títeres, que chillan,
bullen y saltan, que parecen honras, y mirado bien son andrajos y
palillos[451]. ¿El no decir verdad será mérito? ¿El embuste y la
trapaza, caballería? ¿Y la insolencia, donaire? Honrados eran los
españoles cuando podían decir deshonestos y borrachos[452] a los
extranjeros; mas andan diciendo aquí malas lenguas que ya en España
ni el vino se queja de malbebido ni los hombres mueren de sed. En mi
tiempo no sabía el vino por dónde subía a las cabezas, y ahora parece
que se sube hacia arriba[453]. Pues los maridos, porque tratamos de
honras, considero yo que andarán hechos buhoneros[454] de sus mujeres,
alabando cada uno a sus agujas. Hay maridos calzadores, que los meten
para calzarse la mujer con más descanso y sacarlos fuera ellos. Hay
maridos linternas, muy compuestos, muy lucidos, muy bravos, que vistos
de noche a escuras parecen estrellas, y llegados cerca son candelilla,
cuerno y hierro, rata por cantidad. Otros maridos hay jeringas, que
apartados atraen, y llegando se apartan. Pues la cosa más digna de
risa es la honra de las mujeres, cuando piden su honra, que es pedir
lo que dan. Y si creemos a la gente y a los refranes que dicen:
“Lo que arrastra honra[455]”, la honra del marido son las culebras
y las faldas. No estoy dos dedos[456] de volverme jigote, dijo el
nigromántico, para siempre jamás: no sé qué me sospecho. Dime, ¿hay
letrados?

--Hay plaga de letrados--dije yo--. No hay otra cosa sino letrados.
Porque unos lo son por oficio, otros lo son por presunción, otros por
estudio, y déstos pocos, y otros (éstos son los más) son letrados
porque tratan con otros más ignorantes que ellos (en esta materia
hablaré como apasionado), y todos se gradúan de dotores y bachilleres,
licenciados y maestros, más por los mentecatos con quien tratan que
por las universidades, y valiera más a España langosta perpetua que
licenciados al quitar[457].

--Por ninguna cosa saldré de aquí--dijo el nigromántico--. ¿Eso pasa?
Ya yo[458] los temía, y por las estrellas alcancé esa desventura, y por
no ver los tiempos que han pasado embutidos de letrados me avecindé en
esta redoma, y por no los ver me quedaré hecho pastel en bote.

Repliqué:

--En los tiempos pasados, que la justicia estaba más sana, tenía
menos dotores, y hala[459] sucedido lo que a los enfermos, que cuantas
más juntas de dotores se hacen sobre él, más peligro muestra y peor le
va, sana menos y gasta más. La justicia, por lo que tiene de verdad,
andaba desnuda; ahora anda empapelada como especias. Un Fuero-Juzgo
con su _maguer_ y su _cuemo_[460], y _conusco_ y _faciamus_ era
todas las librerías. Y aunque son voces antiguas, suenan con mayor
propiedad, pues llaman sayón al alguacil y otras cosas semejantes.
Ahora ha entrado una cáfila de Menoquios, Surdos y Fabros, Farinacios
y Cujacios[461], consejos y decisiones y responsiones y lecciones
y meditaciones. Y cada día salen autores, y cada uno con tres
volúmenes: _Doctoris Putei_[462], 1. 6, vol. 1, 2, 3, 4, 5, 6 hasta 15;
_Licenciati Abbatis De Usuris_; _Petri Cusqui In Codicem_; _Rupis_,
_Brutiparcin, Castani_; _Montocanense De Adulterio et Parricidio_;
_Cornazano_, _Rocabruno_, etc.[463] Los letrados todos tienen un
cimenterio por librería, y por ostentación andan diciendo: “Tengo
tantos cuerpos”. Y es cosa brava que las librerías de los letrados
todas son cuerpos sin alma, quizá por imitar a sus amos.

No hay cosa en que no nos dejen tener razón; sólo lo que no dejan
tener a las partes es el dinero, que le quieren ellos para sí. Y los
pleitos no son sobre si lo que deben a uno se lo han de pagar a él,
que eso no tiene necesidad de preguntas y respuestas; los pleitos son
sobre que el dinero sea de letrados y del procurador sin justicia, y
la justicia sin dinero de las partes. ¿Queréis ver qué tan[464] malos
son los letrados? Que si no hubiera letrados, no hubiera porfías; y si
no hubiera porfías, no hubiera pleitos; y si no hubiera pleitos, no
hubiera procuradores; y si no hubiera procuradores, no hubiera enredos;
y si no hubiera enredos, no hubiera delitos; y si no hubiera delitos,
no hubiera alguaciles; y si no hubiera alguaciles, no hubiera cárcel;
y si no hubiera cárcel, no hubiera jueces; y si no hubiera jueces, no
hubiera pasión; y si no hubiera pasión, no hubiera cohecho. Mirad la
retahila de infernales sabandijas que se produce de un licenciadito, lo
que disimula una barbaza y lo que autoriza una gorra. Llegaréis a pedir
un parecer, y os dirán:

--Negocio es de estudio. Diga vuesamerced que ya estoy al cabo. Habla
la ley en propios términos.

Toman un quintal de libros, danle dos bofetadas hacia arriba y hacia
abajo, y leen de priesa[465], arremedando un abejón; luego dan un gran
golpe con el libro patas arriba sobre una mesa, muy esparrancado[466]
de capítulos, y dicen:

--En el propio caso habla el jurisconsulto. Vuesamerced me deje los
papeles, que me quiero poner bien en el hecho del negocio, y téngalo
por más que bueno, y vuélvase por acá mañana en la noche. Porque estoy
escribiendo sobre la tenuta[467] de Trasbarras; mas por servir a
vuesamerced lo dejaré todo.

Y cuando al despediros le queréis pagar, que es para ellos la verdadera
luz y entendimiento del negocio que han de resolver, dice, haciendo
grandes cortesías y acompañamientos:

--¡Jesús, señor!

Y entre Jesús y señor alarga la mano, y para gastos de pareceres se
emboca un doblón.

--No he de salir de aquí--dijo el nigromántico--hasta que los pleitos
se determinen a garrotazos. Que en el tiempo que por falta de letrados
se determinaban las causas a cuchilladas, decían que el palo era
alcalde[468], y de ahí vino: Júzguelo el alcalde de palo. Y si he de
salir, ha de ser sólo a dar arbitrio a los reyes del mundo; que quien
quisiere estar en paz y rico, que pague los letrados a su enemigo para
que lo embelequen[469] y roben y consuman. Dime, ¿hay todavía Venecia
en el mundo?

--Sí la hay--dije yo--: no hay otra cosa sino Venecia y venecianos.

--¡Oh! doyla al diablo--dijo el nigromántico--por vengarme del mismo
diablo, que no sé que pueda darla a nadie, sino por hacerle mal.
Es república ésa que, mientras que no tuviere conciencia, durará.
Porque si restituye lo ajeno, no le queda nada. ¡Linda gente! La
ciudad fundada en el agua; el tesoro y la libertad, en el aire; la
deshonestidad, en el fuego.

Y, al fin, es gente de quien huyó la tierra y son narices de las
naciones y el albañal de las monarquías, por donde purgan las
inmundicias de la paz y de la guerra. Y el turco los permite por
hacer mal a los cristianos; los cristianos, por hacer mal a los
turcos, y ellos, por poder hacer mal a unos y a otros, no son moros ni
cristianos. Y así dijo uno dellos mismos en una ocasión de guerra, para
animar a los suyos contra los cristianos:

--Ea, que antes fuisteis venecianos que cristianos.

--Dejemos eso, y dime: ¿hay muchos golosos de valimientos de los
hombres del mundo?

--Enfermedad es--dije yo--ésa de que todos los reinos son hospitales.

Y él replicó:

--Antes casas de orates entendí yo; mas según la relación que me
haces, no me he de mover de aquí. Mas quiero que tú les digas a esas
bestias que en albarda tienen la vanidad y ambición, que los reyes y
príncipes son azogue en todo. Lo primero, el azogue, si le quieren
apretar, se va: así sucede a los que quieren tomarse con los reyes
más mano de lo que es razón. El azogue no tiene quietud: así son los
ánimos por la continua mareta de negocios. Los que tratan y andan con
el azogue, todos andan temblando: así han de hacer los que tratan con
los reyes, temblar delante dellos de respeto y temor, porque, si no,
es fuerza que tiemblen después hasta que caigan. ¿Quién reina ahora en
España, que es la postrera curiosidad que he de saber, que me quiero
volver a jigote, que me hallo mejor?

--Murió Filipo III--dije yo.

--Fué santo Rey y de virtud incomparable--dijo el nigromántico--, según
leí yo en las estrellas pronosticado.

--Reina Filipo IV días ha--dije yo[470].

--¿Eso pasa?--dijo--. ¿Que ya ha dado el tercero cuarto para la hora
que yo esperaba?

Y diciendo y haciendo subió por la redoma y la trastornó y salió fuera.
Iba diciendo y corriendo:

--Más justicia se ha de hacer ahora por un cuarto que en otros tiempos
por doce millones[471].

Yo quise partir tras él, cuando me asió del brazo un muerto, y dijo:

--Déjale ir. Que nos tenía con cuidado a todos. Y cuando vayas al
otro mundo, di que _Agrages_ estuvo contigo, y que se queja que le
levantéis: _Agora lo veredes._ Yo soy _Agrages_. Mira bien que no he
dicho tal. Que a mí no se me da nada que ahora ni nunca lo veáis. Y
siempre andáis diciendo: _Ahora lo veredes, dijo Agrages._ Sólo ahora,
que a ti y al de la redoma os oí decir que reinaba Filipo IV, digo
que ahora lo veredes. Y pues soy _Agrages_, ahora lo veredes, dijo
_Agrages_[472].

Fuése, y púsoseme delante, enfrente de mí, un hombrecillo, que parecía
remate de cuchar[473], con pelo de limpiadera, erizado, bermejizo y
pecoso.

--Dígote sastre[474]--dije yo.

Y él tan presto dijo:

--Oir, que no pica[475]. Pues no soy sino solicitador. Y no pongáis
nombres a nadie. Yo me llamo _Arbalias_, y os lo he querido decir para
que no andéis allá en la vida: “Es un _Arbalias_”, a unos y a otros,
sin saber a quién[476] lo decís[477].

Muy enojado, a mí se llegó un hombre viejo, muy ponderado de testuz,
de los que traen canas por vanidad, un gran haz de barbas, ojos a la
sombra muy metidos[478], frentaza llena de surcos, ceño descontento
y vestido que, juntando lo extraordinario con el desaliño, hacía
misteriosa la pobreza.

--Más despacio te he menester que _Arbalias_--me dijo--. Siéntate.

Sentóse y sentéme. Y como si le dispararan de un arcabuz, en figura de
trasgo se apareció entre los dos otro hombrecillo, que parecía astilla
e _Arbalias_, y no hacía sino chillar y bullir. Díjole el viejo, con
una voz muy honrada[479]:

--Idos a enfadar a otra parte, que luego vendréis.

--Yo también he de hablar--decía, y no paraba.

--¿Quién es éste?--pregunté.

Dijo el viejo:

--¿No has caído en quién puede ser? Éste es _Chisgaravís_[480].

--Docientos mil déstos andan por Madrid--dije yo--, y no hay otra cosa
sino Chisgaravises.

Replicó el viejo:

--Éste anda aquí cansando los muertos y a los diablos; pero déjate
deso y vamos a lo que importa. Yo soy _Pedro_, y no _Pero Grullo_, que
quitándome una _d_ en el nombre, me hacéis el santo, fruta[481].

Es, ¡Dios!, verdad que, cuando dijo _Pero Grullo_, me pareció que le
vía[482] las alas[483].

--Huélgome de conocerte--repliqué--. ¿Qué, tú eres el de las
profecías, que dicen de _Pero Grullo_[484]?

--A eso vengo--dijo el profeta estantigua[485]--; deso debemos de
tratar. Vosotros decís que mis profecías son disparates, y hacéis mucha
burla dellas. Estemos a cuentas. Las profecías de _Pero Grullo_, que
soy yo, dicen así:

    Muchas cosas nos dejaron[486]
  Las antiguas profecías:

  Dijeron que en nuestros días
  Será lo que Dios quisiere.

Pues, bribones, adormecidos en maldad, infames, si esta profecía se
cumpliera, ¿había más que desear? Si fuera lo que Dios quisiere, fuera
siempre lo justo, lo bueno, lo santo; no fuera lo que quiere el diablo,
el dinero y la cudicia. Pues hoy lo menos es que Dios quiere y lo más
lo que queremos nosotros contra su ley. Y ahora el dinero es todos los
quereres, porque él es querido y el que quiere, y no se hace sino lo
que él quiere, y el dinero es el Narciso, que se quiere a sí mismo y no
tiene amor sino a sí[487]. Prosigo:

    Si lloviere hará lodos,
  Y será cosa de ver
  Que nadie podrá correr
  Sin echar atrás los codos.

Hacedme merced de correr los codos adelante y negadme que esto no es
verdad. Diréis que de puro verdad es necedad: ¡buen achaquito, hermanos
vivos! La verdad, ansí, decís que amarga; poca verdad decís que es
mentira, muchas verdades, que es necedad. ¿De qué manera ha de ser la
verdad para que os agrade? Y sois tan necios, que no habéis echado de
ver que no es tan profecía de _Pero Grullo_ como decís, pues hay quien
corra echando los codos adelante, que son los médicos, cuando vuelven
la mano atrás a recibir el dinero de la visita al despedirse, que toman
el dinero corriendo y corren como una mona al que se lo da porque le
maten.

    El que tuviere tendrá,
  Será el casado marido,
  Y el perdido más perdido,
  Quien menos guarda y más da.

Ya estás diciendo entre ti: “¿Qué perogrullada es ésta?” _El que
tuviere, tendrá_--replicó luego--. Pues así es. Que no tiene el que
gana mucho ni el que hereda mucho ni el que recibe mucho; sólo tiene el
que tiene y no gasta. Y quien tiene poco, tiene, y si tiene dos pocos,
tiene algo, y si tiene dos algos, más es, y si tiene dos mases, tiene
mucho, y si tiene dos muchos, es rico. Que el dinero (y llevaos esta
doctrina de _Pero Grullo_) es como las mujeres, amigo de andar y que le
manoseen y le obedezcan, enemigo de que le guarden, que se anda tras
los que no le merecen y, al cabo, deja a todos con dolor de sus almas,
amigo de andar de casa en casa. Y para ver cuán ruin es el dinero, que
no parece sino que ha sido cotorrera[488], habéis de ver a cuán ruin
gente le da el Señor, y en esto conoceréis lo que son los bienes deste
mundo, en los dueños dellos. Echad los ojos por esos mercaderes, si no
es que estén ya allá, pues roban los ojos. Mirad esos joyeros, que, a
persuasión de la locura, venden enredos resplandecientes y embustes de
colores, donde se anegan los dotes de los recién casados. ¡Pues qué,
si vais a la platería! No volveréis enteros. Allí cuesta la honra,
y hay quien hace creer a un malaventurado se ciña su patrimonio al
dedo[489], y, no sintiendo los artejos el peso, está ahullando en su
casa. No trato de los pasteleros y sastres, ni de los roperos, que son
sastres a Dios y a la ventura[490] y ladrones a diablos y desgracia.
Tras éstos se anda el dinero. Y ¿no tendrá asco cualquier bien aliñado
de costumbres y pulido de conciencia de comunicarle ningún deseo?
Dejemos esto y vamos a la segunda profecía, que dice: _Será_ _el casado
marido_. Vive el cielo de la cama (dijo muy colérico, porque hice no
sé qué gesto oyendo la grullada), que si no os oís con mesura y si os
rezumáis de carcajadas[491], que os pele las barbas. Oíd noramala, que
a oir habéis venido y a aprender. ¿Pensáis que todos los casados son
maridos? Pues mentís, que hay muchos casados solteros y muchos solteros
maridos. Y hay hombre que se casa para morir doncel y doncella que se
casa para morir virgen de su marido. Y habéisme engañado y sois maldito
hombre, y aquí han venido mil muertos diciendo que los habéis muerto a
puras bellaquerías. Y certifícoos que si no mirara..., que os arrancara
las narices y los ojos, bellaconazo, enemigo de todas las cosas. Reíos
también de esta profecía:

    Las mujeres parirán
  Si se empreñan y parieren,
  Y los hijos que nacieren
  De cuyos fueren serán.

¿Veis que parece bobada de Pero Grullo? Pues yo os prometo que si se
averiguara esto de los padres, había de haber una confusión de daca mi
mayorazgo y toma tu herencia. Hay en esto de las barrigas mucho que
decir, y, como los hijos es una cosa que se hace a escuras y sin luz,
no hay quien averigüe quién fué concebido a escote ni quién a medias,
y es menester creer el parto, y todos heredamos por el dicho del
nacer[492], sin más acá ni más allá. Esto se entiende de las mujeres,
que meten oficiales; que mi profecía no habla con la gente honrada, si
algún maldito como vos no lo tuerce. ¿Cuántos pensáis que el día del
juicio conocerán por padre a su paje, a su escudero, a su esclavo y
a su vecino? Y ¿cuántos padres se hallarán sin descendencia? Allá lo
veréis.

--Esta profecía y las demás--dije yo--, no las consideramos allá desta
manera, y te prometo que tienen más veras de las que parecen, y que,
oídas en tu boca, son de otra suerte. Y confieso que te hacen agravio.

--Pues oye--dijo--otra:

    Volaráse con las plumas,
  Andaráse con los pies,
  Serán seis dos veces tres.

_Volaráse con las plumas._ Pensáis que lo digo por los pájaros, y os
engañáis, que eso fuera necedad. Dígalo por los escribanos y ginoveses,
que éstos nos vuelan con las plumas el dinero[493] de delante. Y porque
vean en el otro mundo que profeticé de los tiempos de ahora y que hay
_Pero Grullo_ para los que vivís, llévate este mendrugo de profecías,
que a fe que hay que hacer en entenderlo. Fuése y dejóme un papel en
que estaban escritos estos ringlones[494] por esta orden:

    Nació viernes de Pasión
  Para que zahorí[495] fuera,
  Porque en su día muriera
  El bueno y el mal ladrón.
    Habrá mil revoluciones
  Entre linajes honrados,
  Restituirá los hurtados,
  Castigará los ladrones.
    Y si quisiere primero
  Las pérdidas remediar,
  Lo hará sólo con echar
  La soga tras el caldero[496].
    Y en estos tiempos que ensarto
  Veréis (maravilla extraña)


  Que se desempeña España
  Solamente con un Cuarto[497].
    Mis profecías mayores
  Verán cumplida la ley
  Cuando fuere Cuarto el rey
  Y cuartos[498] los malhechores.

Leí con admiración las cinco profecías de _Pero Grullo_, y estaba
meditando en ellas, cuando por detrás me llamaron. Volvíme y era un
muerto muy lacio y afligido, muy blanco[499] y vestido de blanco, y
dijo:

--Duélete de mí, y, si eres buen cristiano, sácame de poder de los
cuentos de los habladores y de los ignorantes, que no me dejan
descansar, y méteme donde quisieres.

Hincóse de rodillas, y, despedazándose a bofetadas, lloraba como niño.

--¿Quién eres--dije--, que a tanta desventura estás condenado?

--Yo soy--dijo--un hombre muy viejo, a quien levantan mil testimonios
y achacan mil mentiras. Yo soy el _Otro_, y me conocerás, pues no
hay cosa que no la diga el _Otro_. Y luego, en no sabiendo cómo dar
razón de sí, dicen: “Como dijo el _Otro_”.[500] Yo no he dicho nada
ni despego la boca. En latín me llaman _Quidam_, y por esos libros
me hallarás abultando ringlones y llenando cláusulas. Y quiero, por
amor de Dios, que vayas al otro mundo y digas cómo has visto al _Otro_
en blanco y que no tiene nada escrito y que no dice nada ni lo ha de
decir ni lo ha dicho, y que desmiente desde aquí a cuantos le citan y
achacan lo que no saben, pues soy autor de los idiotas y el texto de
los ignorantes. Y has de advertir que en los chismes me llaman _Cierta
persona_; en los enredos, _No sé quién_; en las cátedras, _Cierto
autor_, y todo lo soy el desdichado _Otro_. Haz esto y sácame de tanta
desaventura y miseria.

--Aún aquí estáis, ¿y no queréis dejar hablar a nadie?--dijo un muerto
hablando, armado de punta en blanco, muy colérico; y asiéndome de un
brazo, dijo:

--Oíd acá, y pues habéis venido por estafeta de los muertos a los
vivos, cuando vais[501] allá decidles que me tienen muy enfadado todos
juntos.

--¿Quién eres?--le pregunté.

--Soy--dijo--_Calaínos_.

--¿_Calaínos_ eres?--dije--. No sé cómo no estás desainado, porque
eternamente dicen: “Cabalgaba _Calaínos_[502]”.

--¿Saben ellos mis cuentos? Mis cuentos fueron muy buenos y muy
verdaderos. Y no se metan en cuentos conmigo.

--Mucha razón tiene el señor _Calaínos_--dijo otro que se allegó--. Y
él y yo estamos muy agraviados. Yo soy _Cantimpalos_. Y no hacen sino
decir: “El ánsar de _Cantimpalos_[503], que salía al lobo al camino”.
Y es menester que les digáis que me han hecho de asno ánsar, y que
era asno el que yo tenía, y no ánsar, y los ánsares no tienen que ver
con los lobos, y que me restituyan a mi asno en el refrán y que me le
restituyan luego y tomen su ánsar: justicia con costas, y para ello,
etc.

Con su báculo venía una vieja o espantajo, diciendo:

--¿Quién está allá a las sepulturas?

Con una cara hecha de un orejón[504], los ojos en dos cuévanos de
vendimiar, la frente con tantas rayas y de tal color y hechura que
parecía planta de pie; la nariz, en conversación con la barbilla, que
casi juntándose hacían garra, y una cara de la impresión del grifo;
la boca, a la sombra de la nariz, de hechura de lamprea[505], sin
diente ni muela, con sus pliegues de bolsa a lo jimio, y apuntándole
ya el bozo de las calaveras en un mostacho erizado; la cabeza, con
temblor de sonajas y la habla danzante; unas tocas muy largas sobre el
monjil negro; esmaltada de mortaja la tumba, con un rosario muy grande
colgando, y ella corva, que parecía, con las muertecillas que colgaban
dél, que venía pescando calaverillas chicas. Yo, que vi semejante
abreviación del otro mundo, dije a grandes voces, pensando que sería
sorda:

--¡Ah, señora! ¡Ah, madre! ¡Ah, tía! ¿Quién sois? ¿Queréis algo?

Ella, entonces, levantando el _ab initio et ante saecula_[506] de la
cara, y parándose, dijo:

--No soy sorda, ni madre ni tía; nombre tengo y trabajos, y vuestras
sinrazones me tienen acabada.

¡Quién creyera que en el otro mundo hubiera presunción de mocedad, y en
una cecina[507] como ésta! Llegóse más cerca, y tenía los ojos haciendo
aguas, y en el pico de la nariz columpiándose una moquita, por donde
echaba un tufo de cimenterio. Díjela que perdonase y pregúntele su
nombre. Díjome:

--Yo soy _Dueña Quintañona_.[508]

--Qué, ¿dueñas hay entre los muertos?--dije maravillado--. Bien hacen
de pedir cada día a Dios misericordia más que _requiescant in pace_,
descansen en paz; porque si hay dueñas, meterán en ruido a todos.
Yo creí que las mujeres se morían cuando se volvían dueñas, y que
las dueñas no tenían de morir, y que el mundo está condenado a dueña
perdurable, que nunca se acaba; mas ahora que te veo acá, me desengaño
y me he holgado de verte. Porque por allá luego decimos: “Miren la
_Dueña Quintañona_, daca la _Dueña Quintañona_”.

--Dios os lo pague y el diablo os lleve--dijo--, que tanta memoria
tenéis de mí y sin habello yo de menester. Decid: ¿no hay allá dueñas
de mayor número que yo? Yo soy _Quintañona_; ¿no hay deciochenas y
setentonas? Pues ¿por qué no dais tras dellas y me dejáis a mí, que ha
más de ochocientos años que vine a fundar dueñas al infierno, y hasta
ahora no se han atrevido los diablos a recibirlas, diciendo que andamos
ahorrando penas a los condenados y guardando cabos de tizones como
de velas, y que no habrá cosa cierta en el infierno? Y estoy rogando
con mi persona al purgatorio y todas las almas dicen en viéndome:
“¿Dueña?, no por mi casa”. Con el cielo no quiero nada, que las dueñas,
en no habiendo a quién atormentar y un poco de chisme[509], perecemos.
Los muertos también se quejan de que no los dejo ser muertos como lo
habían de ser, y todos me han dejado en mi albedrío si quiero ser
dueña en el mundo; mas quiero estarme aquí, por servir de fantasma en
mi estado toda la vida y sentada a la orilla de una tarima guardando
doncellas, que son más de trabajo que de guardar. Pues, en viniendo
una visita, ¿aquel _llamen a la dueña?_[510] Y a la pobre dueña todo
el día le están dando su recaudo todos. En faltando un cabo de vela,
_llamen a Álvarez, la dueña le tiene_. Si falta un retacillo de algo,
_la dueña estaba allí_. Que nos tienen por cigüeñas, tortugas y erizos
de las casas, que nos comemos las sabandijas. Si algún chisme hay,
_¡alto!, a la dueña_. Y somos la gente más bien aposentada en el mundo,
porque en el invierno nos ponen en los sótanos y los veranos en los
zaquizamíes[511]. Y lo mejor es que nadie nos puede ver: las criadas,
porque dicen que las guardamos; los señores, porque los gastamos; los
criados, porque nos guardamos; los de fuera, por el _coram vobis_[512]
de responso, y tienen razón, porque ver una de nosotras encaramada
sobre unos chapines, muy alta y muy derecha, parecemos túmulo vivo.
Pues ¡cuando en una visita de señoras hay conjunción de dueñas! Allí se
engendran las angustias y sollozos, de allí proceden las calamidades y
plagas, los enredos y embustes, marañas y parlerías, porque las dueñas
influyen[513] acelgas y lantejas y pronostican candiles y veladores y
tijeras de despabilar. Pues ¡qué cosa es levantarse ocho viejas como
ocho cabos de años[514] o ocho sin cabo, ensabanadas, y despedirse
con unas bocas de tejadillo[515], con unas hablas sin hueso, dando
tabletadas con las encías y poniéndose cada una a las espaldas de su
ama a entristecerlas, las asentaderas bajas, trompicando y dando de
ojos, adonde en una silla, entre andas y ataúd, la llevan los pícaros
arrastrando! Antes quiero estarme entre muertos y vivos pereciendo que
volver a ser dueña. Pues hubo caminante que, preguntando dónde había de
parar una noche de invierno, yendo a Valladolid, y diciéndole que en
un lugar que se llama Dueñas, dijo que si había adónde parar antes o
después. Dijéronle que no, y él a esto, dijo:

--Más quiero parar en la horca que en Dueñas[516].

Y se quedó fuera, en la picota. Sólo os pido, así os libre Dios de
dueñas (y no es pequeña bendición, que para decir que destruirán a uno
dicen que le pondrán cual digan dueñas[517], ¡mirad lo que es decir
dueñas!); ruégote[518] encarecidamente que hagas que metan otra dueña
en el refrán y me dejen descansar a mí, que estoy muy vieja para andar
en refranes y querría andar en zancos, porque no deja de cansar a una
persona andar de boca en boca.

Muy angosto, muy a teja vana, las carnes de venado, en un cendal, con
unas mangas por gregüescos y una esclavina por capa y un soportal por
sombrero, amarrado a una espada, se llegó a mí un rebozado y llamóme en
la seña de los sombrereros.

--Ce, ce--me dijo.

Yo le respondí luego. Llegúeme a él y entendí que era algún muerto
envergonzante[519]. Pregúntele quién era.

--Yo soy el malcosido y peor sustentado _don Diego de Noche_[520].

--Más precio haberte visto--dije yo--que a cuanto tengo. ¡Oh, estómago
aventurero! ¡Oh, gaznate de rapiña! ¡Oh, panza al trote! ¡Oh, susto
de los banquetes! ¡Oh, mosca de los platos! ¡Oh, sacabocados de los
señores! ¡Oh, tarasca de los convites y cáncer de las ollas! ¡Oh,
sabañón de las cenas! ¡Oh, sarna de los almuerzos! ¡Oh, sarpullido del
mediodía! No hay otra cosa en el mundo sino cofrades, discípulos y
hijos tuyos.

--Sea por amor de Dios--dijo _don Diego de Noche_--, que esto me
faltaba por oir; mas, en pago de mi paciencia, os ruego que os
lastiméis de mí, pues en vida siempre andaba cerniendo las carnes
el invierno por las picaduras del verano, sin poder hartar estas
asentaderas de gregüescos; el jubón en pelo sobre las carnes, el más
tiempo en ayunas de camisa, siempre dándome por entendido de las
mesas ajenas; esforzando, con pistos de cerote y ramplones[521],
desmayos de calzado; animando a las medias a puras sustancias de hilo
y aguja. Y llegué a estado en que, viéndome calzado de geomancía[522],
porque todas las calzas eran puntos, cansado de andar restañando el
ventanaje[523], me entinté la pierna y dejé correr. No se vió jamás
socorrido de pañizuelos mi catarro, que, afilando el brazo por las
narices, me pavonaba de romadizo. Y si acaso alcanzaba algún pañizuelo,
porque no le viesen al sonarme, me rebozaba, y, haciendo el coco[524]
con la capa, tapando el rostro, me sonaba a escuras. En el vestir he
parecido árbol, que en el verano me he abrigado y vestido y en el
invierno he andado desnudo.

No me han prestado cosa que haya vuelto: hasta espadas, que dicen que
no hay ninguna sin vuelta[525], si todos me las prestasen, todas serían
sin vuelta. Y con no haber dicho verdad en toda mi vida y aborrecídola,
decían todos que mi persona era buena para verdad desnuda y amarga. En
abriendo yo la boca, lo mejor que se podía esperar era un bostezo o
un parasismo, porque todos esperaban el: _déme vuesa merced, présteme
hágame merced_, y así estaban armados de respuestas. Y en despegando
los labios, de tropel se oía: _No hay qué dar, Dios le provea, cierto
que no tengo, yo me holgara, no hay un cuarto._

Y fuí tan desdichado, que a tres cosas siempre llegué tarde. A pedir
prestado llegué siempre dos horas después, y siempre me pagaban con
decir:

--Si llegara vuesamerced dos horas antes, se le prestara ese dinero.

A ver los lugares llegué dos años después, y en alabando cualquier
lugar, me decían:

--Ahora no vale nada; ¡si vuesamerced lo viera dos años ha!

A conocer y alabar las mujeres hermosas llegué siempre tres años
después, y me decían:

--Tres años atrás me había vuesamerced de ver, que vertía sangre por
las mejillas.

Según esto, fuera harto mejor que me llamaran _don Diego Después_, que
no _don Diego de Noche_. Decir que después de muerto descanso, aquí
estoy y no me harto de muerte: los gusanos se mueren de hambre conmigo
y yo me como a los gusanos de hambre, y los muertos andan siempre
huyendo de mí, porque no les pegue el _don_ o les hurte los huesos o
les pida prestado. Y los diablos se recatan de mí, porque no me meta de
gorra a calentarme y ando por estos rincones introducido en telaraña.
Hartos don Diegos hay allá, de quien pueden echar mano.

Déjenme con mi trabajo, que no viene muerto que luego no pregunte por
_don Diego de Noche_. Y diles a todos los _dones_[526] a teja vana,
caballeros chirles, hacia-hidalgos y casi-dones, que hagan bien por mí.
Que estoy penando en una bigotera de fuego, porque, siendo gentilhombre
mendicante, caminaba con horma y bigotera[527] a un lado y molde para
el cuello y la bula en el otro. Y esto y sacar mi sombra[528] llamaba
yo mudar mi casa.

Desapareció aquel caballero visión, y dió gana de comer a los muertos,
cuando llegó a mí, con la mayor prisa que se ha visto, un hombre alto
y flaco, menudo de facciones, de hechura de cerbatana, y, sin dejarme
descansar, me dijo:

--Hermano, dejadlo todo presto, luego, que os aguardan los muertos, que
no pueden venir acá, y habéis de ir al instante a oírlos y hacer lo que
os mandaren sin replicar y sin dilación luego.

Enfadóme la prisa del diablo del muerto, que no vi hombre más
súpito[529], y dije:

--Señor mío, esto no es cochite hervite[530].

--Sí es--dijo muy demudado--. Dígoos que yo soy _Cochitehervite_, y el
que viene a mi lado (aunque yo no le había visto) es _Trochimochi_, que
somos más parecidos que el freír y el llover.

Yo, que me vi entre _Cochitehervite_ y _Trochimochi_, fuí como un rayo
donde me llamaban.

Estaban sentadas unas muertas a un lado, y dijo _Cochitehervite_:

--Aquí está _doña Fáfula_[531], _Mari-Zápalos_ y _Mari-Rabadilla_.

Dijo _Trochimochi_:

--Despachen, señoras, que está detenida mucha gente.

_Doña Fáfula_ dijo:

--Yo soy una mujer muy principal.

--Nosotras somos--dijeron las otras--las desdichadas que vosotros los
vivos traéis en las conversaciones disfamadas.

--Por mí no se me da nada--dijo _doña Fáfula_--; pero quiero que sepan
que soy mujer de un mal poeta de comedias, que escribió infinitas y que
me dijo un día el papel:

--Señora[532], tanto mejor me hallara en andrajos en los muladares, que
en coplas en las comedias cuanto no lo sabré encarecer.

Fuí mujer de mucho valor y tuve con mi marido el poeta mil pesadumbres
sobre las comedias, autos y entremeses. Decíale yo que por qué cuando
en las comedias un vasallo, arrodillado, dice al rey: _Dame esos
pies_, responde siempre: _Los brazos será mejor._ Que la razón era en
diciendo. _Dame esos pies_, responder: _¿Con qué andaré yo después?_
Sobre la hambre de los lacayos y el miedo, tuve grandes peloteras[533]
con él. Y tuve buenos respetos: que le hice mirar al fin de las
comedias por la honra de las infantas, porque las llevaba de voleo[534]
y era compasión. No me pagarán esto sus padres dellas en su vida.
Fuíle a la mano en los dotes de los casamientos para acabar la maraña
en la tercera jornada, porque no hubiera rentas en el mundo. Y en una
comedia, porque no se casasen todos, le pedí que el lacayo, queriéndole
casar su señor con la criada, no quisiese casarse ni hubiese remedio,
siquiera porque saliera un lacayo soltero. Donde mayores voces tuvimos,
que casi me quise descasar, fué sobre los autos del Corpus. Decíale yo:

--Hombre del diablo, ¿es posible que siempre en los autos del Corpus
ha de entrar el diablo? con grande brío, hablando a voces, gritos
y patadas, y con un brío que parece que todo el teatro es suyo y
poco para hacer su papel, como quien dice: “¡Huela[535] la casa al
diablo[536]!” Por vida vuestra que hagáis un auto donde el diablo no
diga esta boca es mía, y, pues tiene por qué callar, no hable y que
hable quien puede[537] y tiene razón, y enójese en un auto. Que, aunque
es la misma paciencia, tal vez se indignó y tomó el azote y trastornó
mesas y tiendas y cátedras y hizo ruido.

Hícele que, pues podía decir Padre eterno, no dijese Padre eternal; ni
Satán, sino Satanás: que aquellas palabras eran buenas cuando el diablo
entra diciendo bú, bú, bú[538] y se sale como cohete. Desagravié los
entremeses, que a todos les daban de palos[539], y con todos sus palos
hacían los entremeses. Cuando se dolían dellos:

--Duélanse--decía yo--de las comedias, que acaban en casamientos y son
peores, porque son palos y mujer.

Las comedias, que oyeron esto, por vengarse, pegaron los casamientos
a los entremeses, y ellos, por escaparse y ser solteros, algunos se
acaban en barbería, guitarricas y cántico.

--¿Tan malas son las mujeres--dijo _Mari-Zápalos_[540]--, señora _doña
Fáfula_[541]?

_Doña Fáfula_, enfadada y con mucho toldo, dijo:

--¡Miren con qué nos viene ahora _Mari-Zápalos_!

Si vengo, no vengo, se quisieron arañar, y así se asieron, porque
_Mari-Rabadilla_[542], que estaba allí, no pudo llegar a meterlas en
paz, que sus hijos por comer cada uno en su escudilla, se estaban dando
de puñadas.

--Mirad--decía _doña Fáfula_--que digáis en el mundo quién soy.

Decía _Mari-Zápalos_:

--Mirá que digáis cómo la he puesto.

_Mari-Rabadilla_ dijo:

--Decidles a los vivos que si mis hijos comen cada uno en su escudilla,
qué mal les hacen a ellos. ¡Cuánto peores son ellos, que comen en la
escudilla de los otros, como _don Diego de Noche_ y otros cofrades de
su talle!

Apartéme de allí, que me hendía la cabeza, y vi venir un ruido de
piullidos[543] y chillidos grandísimos y una mujer corriendo como una
loca, diciendo:

--Pío, pío.

Yo entendí que era la reina Dido, que andaba tras el pío Eneas[544] por
el perro muerto a la zacapela, cuando oigo decir:


--Allá va _Marta_ con sus pollos[545].

--Válate el diablo, ¿y acá estás? ¿Para quién crías esos pollos?--dije
yo.

--Yo me lo sé--dijo ella--: criólos para comérmelos, pues siempre
decís: “Muera _Marta_ y muera harta[546]”. Y decildes a los del mundo
que quién canta bien después de hambriento y que no digan necedades,
que es cosa sabida que no hay tono como el del ahíto[547]. Decildes que
me dejen con mis pollos a mí y que repartan esos refranes entre otras
_Martas_, que cantan después de hartas[548]. Que harto embarazada estoy
yo acá con mis pollos, sin que ande inquieta en vuestro refrán[549].

¡Oh, qué voces y gritos se oían por toda aquella sima! Unos corrían a
una parte y otros a otra, y todo se turbó en un instante. Yo no sabía
dónde me esconder. Oíanse grandísimas voces que decían:

--Yo no te quiero, nadie te quiere.

Y todos decían esto. Cuando yo oí aquellos gritos, dije:

--Sin duda, es éste algún pobre, pues no le quiere nadie: las señas de
pobre son, por lo menos.

Todos me decían:

--Hacia ti, mira que va a ti.

Y yo no sabía qué me hacer, y andaba como un loco mirando dónde huir,
cuando me asió una cosa, que apenas divisaba lo que era, como sombra.
Atemoricéme, púsoseme en pie el cabello, sacudióme el temor los huesos.

--¿Quién eres, o qué eres o qué quieres--le dije--, que no te veo y te
siento?

--Yo soy--dijo--el alma de _Garibay_, que ando buscando quién me
quiera, y todos huyen de mí, y tenéis la culpa vosotros los vivos, que
habéis introducido decir que el alma de _Garibay_ no la quiso Dios ni
el diablo[550]. Y en esto decís una mentira y una herejía. La herejía
es decir que no la quiso Dios: que Dios todas almas quiere y por todas
murió[551]. Ellas son las que no quieren a Dios. Así que Dios quiso
el alma de _Garibay_ como las demás. La mentira consiste en decir que
no la quiso el diablo. ¿Hay alma que no la quiera el diablo? No por
cierto. Que, pues él no hace asco de la de los pasteleros, roperos,
sastres ni sombrereros, no lo hará de mí. Cuando yo viví en el mundo,
me quiso una mujer calva y chica, gorda y fea, melindrosa y sucia, con
otra docena de faltas. Si esto no es querer el diablo, no sé qué es el
diablo, pues veo, según esto, que me quiso por poderes, y esta mujer,
en virtud dellos, me endiabló, y ahora ando en pena por todos estos
sótanos y sepulcros. Y he tomado por arbitrio volverme al mundo y andar
entre los desalmados corchetes y mohatreros, que, por tener alma, todos
me reciben. Y así, todos éstos y los demás oficios deste jaez tienen el
ánima de _Garibay_. Y decildes que muchos dellos, que allá dicen que el
alma de _Garibay_ no la quiso Dios ni el diablo, la quieren ellos por
alma y la tienen por alma, y que dejen a _Garibay_ y miren por sí.

En esto desapareció con otro tanto ruido. Iba tras ella gran chusma
de traperos, mesoneros, venteros, pintores, chicarreros y joyeros,
diciéndola:

--Aguarda, mi alma.

No vi cosa tan requebrada. Y espantóme que nadie la quería al entrar y
casi todos la requebraban al salir.

Yo quedé confuso cuando se llegaron a mí _Perico de los Palotes_[552]
y _Pateta, Juan de las calzas blancas, Pedro por demás, el Bobo de
Coria, Pedro de Urdemalas_, así me dijeron que se llamaban, y dijeron:

--No queremos tratar del agravio que se nos hace a nosotros en los
cuentos y en conversaciones, que no se ha de hacer todo en un día.

Yo les dije que hacían bien, porque estaba tal con la variedad de cosas
que había visto, que no me acordaba de nada.

--Sólo queremos--dijo _Pateta_--que veas el retablo que tenemos de los
muertos a puro refrán.

Alcé los ojos y estaban a un lado el _santo Macarro_[553] jugando
al abejón, y a su lado el de _santo Leprisco_[554]. Luego, en medio,
estaba _san Ciruelo_[555] y muchas mandas y promesas de señores y
príncipes aguardando su día, porque entonces las harían buenas, que
sería el día de _san Ciruelo_. Por encima dél estaba el _santo de
Pajares_[556] y _fray Jarro_, hecho una bota, por sacristán junto a san
Porro[557], que se quejaba de los carreteros. Dijo _fray Jarro_, con
una vendimia por ojos, escupiendo racimos y oliendo a lagares, hechas
las manos dos piezgos y la nariz espita, la habla remostada con un
tonillo del carro:

--Éstos son santos que ha canonizado la picardía con poco temor de Dios.

Yo me quería ir y oigo que decía el _santo de Pajares_:

--Ah, compañero, decildes a los del siglo que muchos picarones, que
allá tenéis por santos, tienen acá guardados los pajares, y lo demás
que tenemos que decir se dirá otro día.

Volví las espaldas y topé cosido conmigo a _don Diego de Noche_,
rascándose en una esquina, y conocíle y díjele:

--¿Es posible que aún hay que comer en vuesamerced, señor don Diego?

Y díjome:

--Por mis pecados soy refitorio y bodegón de piojos. Querría
suplicaros, pues os vais y allá habrá muchos y acá no se hallan
por el bienparecer, que ando muy desabrigado, que me enviéis algún
mondadientes. Que, como yo lo traiga en la boca, todo me sobra, que
soy amigo de traer las quijadas hechas jugador de manos, y, al fin, se
masca y se chupa y hay algo entre los dientes, y, poco a poco, se roe.
Y si es de lentisco, es bueno para las opilaciones.

Dióme grande risa y apartéme dél huyendo, por no lo ver aserrar con
las costillas un paredón a puros concomos[558].

Dando gritos y alaridos venía un muerto, diciendo:

--A mí me toca, yo lo sabré, ello dirá, entenderémonos, ¿qué es esto?

Y otras razones tales.

--¿Quién es éste tan entremetido en todas las cosas?

Y respondióme un difunto:

--Éste es _Vargas_[559], que, como dicen: _Averígüelo Vargas_, viene
averiguándolo todo.

Topó en el camino a _Villadiego_. El pobre estaba afligidísimo,
hablando entre sí. Llamóle, y dijóle:

--Señor _Vargas_, pues vuesamerced lo averigua todo, hágame merced de
averiguar quién fueron las de _Villadiego_, que todos las toman. Porque
yo soy _Villadiego_[560], y en tantos años no lo he podido saber ni las
echo menos, y querría salir, si es posible, deste encanto.

_Vargas_ le dijo:

--Tiempo hay, que ahora ando averiguando cuál fué primero, la mentira
o el sastre. Porque si la mentira fué primero, ¿quién la pudo decir si
no había sastres? Y si fueron primero los sastres, ¿cómo pudo haber
sastres sin mentira? En averiguando esto, volveré.

Y con esto se desapareció. Venía tras él _Miguel de Vergas_, diciendo:

--Yo soy el Miguel de las negaciones, sin qué ni para qué, y siempre
ando con un no a las ancas: _Eso no, Miguel de Vergas_[561]. Y nadie me
concede nada, y no sé por qué ni qué he hecho.

Más dijera, según mostraba pasión, si no llegara una pobre mujer
cargada de bodigos y llena de males y plañiendo.

--¿Quién eres--la dije--, mujer desdichada?

--La _manceba del Abad_--respondió ella--, que anda en los cuentos
de niños partiendo el mal con el que le va a buscar, y así dicen las
empuñadoras de las consejas[562]: “Y el mal para quien le fuere a
buscar y para la _manceba del Abad_”. Yo no descaso a nadie; antes hago
que se casen todos. ¿Qué me quieren, que no hay mal, venga por donde
viniere, que no sea para mí?

Fuése y quedó a su lado un hombre triste, entre calavera y mala nueva.

--¿Quién eres--le dije--, tan aciago, que, como dicen, para martes[563]
sobras?

--Yo soy--dijo _Mátalascallando_[564], y nadie sabe por qué me llaman
así, y es bellaquería, que quien mata es a puro hablar, y ésos son
_Mátalashablando_. Que las mujeres no quieren en un hombre sino que
otorgue, supuesto que ellas piden siempre. Y si quien calla otorga,
yo me he de llamar _Resucítalascallando_. Y no que andan por ahí unos
mozuelos con unas lenguas de portante[565] matando a cuantos los oyen,
y así hay infinitos oídos con mataduras.

--Así es verdad--dijo _Lanzarote_--, que a mí me tienen ésos consumido
a puro lanzarotar con si viene o no viene de Bretaña, y son tan grandes
habladores, que, viendo que mi romance dice:

    Doncellas curaban dél
  Y dueñas de su rocino,

han dicho que de aquí se saca que en mi tiempo las dueñas eran mozos
de caballos, pues curaban del rocino[566]. ¡Bueno estuviera el rocín
en poder de dueñas! ¡El diablo se lo daba! Es verdad, y yo no lo puedo
negar, que las dueñas, por ser mozas, aunque fuese de caballos, se
entremetieron en eso, como en otras cosas; mas yo hice lo que convenía.

--Crean al señor _Lanzarote_--dijo un pobre mozo sencillo, humilde y
caribobo--, que yo lo certifico[567].

--¿Quién eres tú, que pretendes crédito entre los podridos?

--Yo soy el pobre _Juan de buena alma_[568], que ni me ha aprovechado
tener buen alma ni nada para que me dejen ser muerto. ¡Extraña cosa,
que sirva yo en el mundo de apodo! Es _Juan de buen alma_, dicen al
marido que sufre y al galán que engañan y al hombre que estafan y al
señor que roban y a la mujer que embelecan. Yo estoy aquí sin meterme
con nadie.

--Eso es nonada--dijo _Juan Ramos_--, que, voto a Cristo, que los
diablos me hicieron tener una gata. Más me valiera comerme de ratones,
que no me dejan descansar: daca la gata de _Juan Ramos_[569], toma la
gata de _Juan Ramos_. Y ahora no hay doncellita ni contadorcito, que
ayer no tenía que contar sino duelos y quebrantos, ni secretario, ni
ministro, ni hipócrita, ni pretendiente, ni juez, ni pleiteante, ni
viuda, que no se haga la gata de _Juan Ramos_. Y todo soy gatas, que
parezco a febrero[570]. Y quisiera ser antes _sastre del Campillo_ que
_Juan Ramos_.

Tan presto saltó el _sastre del Campillo_[571], y dijo que quién metía
a _Juan Ramos_ con el sastre. Y él dijo que no mejoraba de apellido,
aunque mudaba de sexo.

--Pues dijeran el gato de _Juan Ramos_, y no la gata.

Si dijeran, no dijeran, el sastre desconfió de las tijeras y fió de
las uñas[572], con razón, y empezóse una brega del diablo. Viendo tal
escarapela[573][574], íbame poco a poco y buscando quién me guiase,
cuando, sin hablar palabra ni chistar, como dicen los niños, un muerto
de buena disposición, bien vestido y de buena cara, cerró conmigo. Yo
temí que era loco y cerré con él. Metiéronnos en paz. Decía el muerto:

--Déjenme a ese bellaco, deshonrabuenos[575]. Voto al cielo de la
cama[576], que le he de hacer que se quede acá.

Yo estaba colérico y díjele:

--Llega y te tornaré a matar, infame, que no puedes ser hombre de bien:
llega, cabrón.

¡Quién tal dijo! No le hube llamado la mala palabra, cuando otra vez se
quiso abalanzar a mí y yo a él. Llegáronse otros muertos y dijeron:

--¿Qué habéis hecho? ¿Sabéis con quién habláis? ¿A _Diego Moreno_[577]
llamáis cabrón? ¿No hallastes sabandijas de mejor frente?

--¿Qué, éste es _Diego Moreno_?--dije yo.

Enójeme más y alcé la voz, diciendo:

--Infame, pues ¿tú hablas? ¿Tú dices a los otros deshonrabuenos? La
muerte no tiene honra, pues consiente que éste ande aquí. ¿Qué le he
hecho yo?

--Entremés[578]--dijo tan presto _Diego Moreno_--. ¿Yo soy cabrón
y otras bellaquerías que compusiste a él semejantes? ¿No hay otros
Morenos de quien echar mano? ¿No sabías que todos los Morenos, aunque
se llamen Juanes[579], en casándose se vuelven Diegos y que el color de
los más maridos es moreno? ¿Qué he hecho yo que no hayan hecho otros
muchos más? ¿Acabóse en mí el cuerno? ¿Levánteme yo a mayores con la
cornamenta? ¿Encareciéronse por mi muerte los cabos de cuchillos y los
tinteros? Pues ¿qué los ha movido a traerme por tablados? Yo fuí marido
de tomo y lomo[580], porque tomaba y engordaba: sietedurmientes[581]
era con los ricos y grulla con los pobres, poco malicioso. Lo que podía
echar a la bolsa no lo echaba a mala parte. Mi mujer era una picaronaza
y ella me disfamaba, porque dió en decir:

--Dios me le guarde[582] a mi _Diego Moreno_, que nunca me dijo malo ni
bueno.

Y miente la bellaca, que yo dije malo y bueno ducientas veces. Y si
está el remedio en eso, a los cabronazos que hay ahora en el mundo
decildes que se anden diciendo malo y bueno, a sus mujeres, a ver si
les desmocharán[583] las sienes y si podrán restañar el flujo del
hueso. Lo otro: yo dicen que no dije malo ni bueno, y es tan al revés,
que en viendo entrar en mi casa poetas, decía ¡malo!; y en viendo salir
ginoveses[584], decía ¡bueno! Si vía con mi mujer galancetes, decía
¡malo!; si vía mercaderes, decía ¡bueno! Si topaba en mi escalera
valientes, decía ¡remalo!; si encontraba obligados y tratantes, decía
¡rebueno! Pues ¿qué más bueno y malo había de decir? En mi tiempo hacía
tanto ruido un marido postizo[585], que se vendía el mundo por uno y no
se hallaba. Ahora se casan por suficiencia y se ponen a maridos como a
sastres y escribientes. Y hay platicantes de cornudo y aprendices de
maridería. Y anda el negocio de suerte, que, si volviera al mundo, con
ser el propio _Diego Moreno_, a ser cornudo, me pusiera a platicante
y aprendiz delante del acatamiento de los que peinan medellín[586] y
barban de cabrío.

--¿Para qué son esas humildades--dije yo--si fuiste el primer hombre
que endureció[587] de cabeza los matrimonios, el primero que crió
desde el sombrero vidrieras de linternas, el primero que injirió los
casamientos sin montera? Al mundo voy solo a escribir de día y de noche
entremeses de tu vida.

--No irás esta vez--dijo.

Y asímonos a bocados, y a la grita y ruido[588] que traíamos, después
de un vuelco que di en la cama, diciendo: “¡Válgate el diablo! ¿Ahora
te enojas, propia condición de cornudos enojarse después de muertos?”...

Con esto me hallé en mi aposento tan cansado y tan colérico como si la
pendencia hubiera sido verdad y la peregrinación no hubiera sido sueño.
Con todo eso, me pareció no despreciar del todo esta visión y darle
algún crédito, pareciéndome que los muertos pocas veces se burlan y
que, gente sin pretensión y desengañada, más atienden[589] a enseñar
que a entretener.


                              NOTAS:

[344] Lib. III, v. 945. _De rerum natura._ En fin, si de repente
abriera la boca la naturaleza y nos reprochara diciéndonos a cualquiera
de nosotros: “¿A qué tanto hacer sentimiento, o mortal, y entregarte al
amargo llanto? ¿A qué te congojas y lloras por haber de morir? Porque,
si agradable te fué el pasado y anterior vivir y no se fué todo en
balde, lo agradable y desagradable, como cayendo en saco roto, ¿cómo no
sales ya del convite de la vida bien repleto y cómo, necio, no abrazas
con ánimo sosegado el seguro descanso?”

[345] _Homo natus de muliere_, etc. (Cap, 14).

[346] _Militia est vita hominis super terram_, etc. (Job, 7).

[347] “le tomé a Job aquellas palabras de la boca, con que empieza su
dolor a descubrirse”: _Pereat dies in gua natus sum_, etc., cap. III:

   “Perezca el primero día
  En que yo nací a la tierra,
  Y la noche en que el varón
  Fué concebido, perezca.
   “Vuélvase aquel día triste
  En miserables tinieblas;
  No le alumbre más la luz,
  Ni tenga Dios con él cuenta.
   “Tenebroso torbellino
  Aquella noche posea;
  No esté entre los días del año,
  Ni entre los meses la tengan.
   “Indigna sea de alabanza,
  Solitaria siempre sea;
  Maldíganla los que el día
  Maldicen con voz soberbia;
   “Los que para levantar
  A Leviatán se aparejan,
  Y con sus escuridades
  Se escurecen las estrellas.
   “Espere la luz hermosa,
  Y nunca clara luz vea,
  Ni el nacimiento rosado
  De la aurora envuelta en perlas.
   “Porque no cerró del vientre
  Que a mí me trujo las puertas,
  Y porque mi sepultura
  No fué mi cuna primera”.

“Entre estas demandas”, etc. (Ms. de la Biblioteca Nacional y la edic.
de Pamplona de 1631).

[348] “traba de los sentidos”. (Edic. de Pamplona).

[349] _En mareta_ es el movimiento de las olas del mar, cuando se
empiezan a levantar con el viento. P. VEGA, 1, 10, 2: “Cuando se
levanta mareta, claro está que menea y bambolea a los que están
dentro”. _Licenc. Vidriera_: “Fatigan las maretas”. _Marete_ es casi
lo mismo. _Diál. montería_, 11: “Las vueltas que da (el lebretón) con
que muele a los galgos, las cuales llamamos los cazadores regates y
maretes”. Y _mar-ot-ear_, en Córdoba lo tengo oído por huir y volver la
res, defendiéndose con maña de los perros que la acosan.

[350] _Sayo vaquero_, vestido exterior para todo el cuerpo, atacado por
una abertura atrás en lo que hace de jubón. Después lo usaron los niños
y se llamaba sólo vaquero. LOPE, _Rim. Sagr._, f. 173: “El sayo vaquero
| de color de nácar”.

[351] _Como los que curan_, los que se están curando y curtiendo en
infusión de perfumes, de ámbar, etc.

[352] La gran sortija de los médicos era tan conocida como la de los
Obispos. En éstos indica el desposorio de Cristo con su Iglesia; en
aquéllos hubo de provenir de las virtudes curanderas que a las piedras
se atribuían, y así en el anillo llevaban una bien grande.

[353] _De platicantes_, que practicaban curando o cuidando de las mulas
de sus amos los médicos, por lo que los llama lacayos.

[354] _Cala_, la tienta del cirujano, con que va penetrando y tanteando
lo hondo de la herida. Dice _de cala en parche, como de punta en
blanco_, en el sentido etimológico de la segunda frase, que es el de
apuntando al blanco, y así apuntando con la cala a la piel del herido o
al parche de la herida.

[355] _Socrocio_, emplasto o pítima de color de azafrán, de
_subcroceum_, _croceum_, de azafrán. BURG., _Gatom._, 1: “Que alguna
vez el ocio | es de las armas cordial socrocio”.

[356] _Redomado_, que han pasado largo tiempo en redoma, y que es
doblada, cautelosa, que se dijo del no manifestar claramente la
intención, sino tenerla muy guardada, como en redoma. QUEV., _Tac._,
21: “Con una alcorzada y otra redomada”. Q. BENAV., 1, 147: “¡Pues y a
unos bellacotes redomados!”

[357] _Pasacalles_ y pasacalle, música de la guitarra. _Tacaño_, 10:
“Tocando un pasacalles, publicas en las costillas de cinco laudes
(azotando)”. NAVARRETE Y RIVERA, _Esc. del danzar_: “Quisiera un baile
nuevo...--¿Un pasacalle? | Eso es de azotados. | Dios me libre de
bailes arriesgados”.

[358] _Tableteado_, tecleado o acción de teclear o tabletear con los
dedos tomando el pulso.

[359] _Jara_, saeta o palo arrojadizo. _Quij._, 2, 23: “Que no la
alcanzara una jara”.

[360] _Bote_, vaso de botica, y golpe arrojando o botando lanza, pica,
pelota. NISENO, _Juev., 3_, _Cuar., 2_: “Desdeñando los acerados botes
de las lanzas”.

[361] “a muerte”. (Edic. de Barcelona, 1635).

[362] _Erres_, la _R_, que significa _Récipe_ en las recetas, de donde
se dijo _darle_ o _echarle un récipe_ por reprenderle, por lo amargas
que solían ser las medicinas. A los delincuentes asaeteaba la Santa
Hermandad en Peralvillo, junto a Ciudad Real.

[363] _Ana_, cifra con que los médicos denotan que sean de peso o
partes iguales los ingredientes de una receta. Véase en “Clásicos
Castellanos” mi edición de HITA, 1335. _Annás_, sumo sacerdote en
Jerusalén, depuesto por Valerius Gratus para cuando Jesús murió; pero
que todavía conservaba una preeminencia real y para los judíos era el
único pontífice legítimo, aunque los romanos habían nombrado a su yerno
Caifás. Al uno y al otro llevaron preso a Jesús, o al _Justo_ para que
le condenasen.

[364] _Uncias_ u onzas, en las recetas, como se ve en el lugar citado
del Arcipreste.

[365] _Buphthalmus_, planta llamada ojo de buey; _opopanax_, el zumo de
la panacea, hierba silvestre llamada heraclio; _leontopétalon_, especie
de col, cuya raíz, bebida en vino, es medicinal contra el veneno de
las serpientes; _tragoriganum_, orégano cabruno; _potamogeton senos
pugillos_, seis puñados de hierba potamogéton, que nace en lugares
acuosos; _diacathalicon_, electuario hecho de cañafístola, ruibarbo,
tamarindos, etc.; _petroselinum_, especie de perejil que nace entre
las piedras; _scilla_, cebolla albarrana; _rapa_, nabo. En cuantas
ediciones se han hecho de este _Sueño_ durante dos siglos se han
apurado los desatinos al estampar tales nombres. Los manuscritos aún
están más disparatados.

[366] “_El que no te conoce te compre._ Usamos deste refrán para
encarecer las faltas que alguno tiene; tómase la metáfora de la
cabalgadura que tiene tachas encubiertas, que si no es encubriéndolas y
concertándose con el albéitar que no las diga, no se puede vender”. (S.
BALLESTA.)

[367] _Elingatis_, de _elingere_, lamer; _catapotium_, píldora que se
traga sin mascar; _clyster_, la ayuda, melecina o lavativa; _glans_
o _balanus_, cala, mecha que se hace con jabón, aceite, sal y otros
ingredientes para exonerar el vientre; _errhinae_, medicina que se toma
para estornudar.

[368] _Guillén Servén_; en _B_: _Guillén Cervén_.

[369] CORR., 550: “_Lo que va del c... al pulso._ (En lo que hay gran
diferencia)”. Ídem, 200: _Lo que va del c... al pulso._ Ídem, 475:
_Mucho va del c... al pulso._ Ídem, 335: _¿Qué tiene que ver el c...
con el pulso?_

[370] _Avahándose_, llenándose de vaho los médicos de grandes barbas.
HERR., _Agr._, 3, 3: “Y cuanto pro hace el estiércol a las raíces...
tanto daño hace el humo dello al árbol avahando la flor”. VILLALVA,
_Empres._, 2, 21: “Querría, pues, el demonio quitarle la lisura y buena
tez y avahar si pudiese este espejo en que se mira Dios”.

[371] _Hedentina_, hedor fuerte y malo. HERR., _H. Ind. Dec._, 3, 2, 8:
“Dormían entre los muertos y estaban en perpetua hedentina, de donde
nació la peste, que acabó a muchos”.

[372] _Tienta_, hierro para tentar el cirujano la herida. TORR.,
_Filos, mor._, 2, 1: “Es también como la tienta del zurujano, que hurga
la herida”.

[373] _Ajigotar_, hacer jigote o menuzos, desmenuzar.

[374] _Desconfían_, hacen desconfiar de _Santa Polonia_, abogada del
dolor de muelas, factitivo.

[375] _Gatillo_, para arrancar muelas, y juega del vocablo.

[376] _Ellos_ (son), helos que entran.

[377] _Gratis data_, en plural neutro, de los dones y gracias
espirituales.

[378] _Puntear_ la guitarra es pizcar las cuerdas; _rasgar_ o
_rasguearla_, arrastrar los dedos por ellas.

[379] _Saltaren_, _chacona_, _folía_, varias tocatas, cantos y bailes
de la época, en que entendían los barberos, como hasta poco ha.

[380] En _P B_: _en plata y oro._

[381] En _P B_: _sobajar una zalea._

[382] _Azuda_, noria para sacar agua.

[383] _De hilván_, seguidamente, hilvanando razones como en hilo
seguido.

[384] _Calepino_ (Ambrosio), famoso autor del Diccionario en siete
lenguas, a las cuales éstos añadían la suya.

[385] _Escampar_, aclararse el cielo nublado, dejando de llover. QUEV.,
_Jac_. 8: “Llueva cárceles mi cielo | diez años sin escampar”.

[386] _Secos_, que no chispean salivillas al hablar.

[387] _Tarabilla_, la cítola o tarara del molino, que golpetea y dícese
del charlatán ser una tarabilla. (CORR., 607).

[388] _Espulgar_, examinar cuidadosamente, como quien se espulga.
_Quij._, 2, 60: “Acudieron los bandoleros a espulgar al rucio y a no
dejarle cosa de cuantas en las alforjas y la maleta traía”. _Diál.
perr._: “Para recebir un criado, primero le espulgan el linaje”.

[389] _Sólo paz de la ambición_, dice el ejemplar de Pamplona de
1631; _Solapas de la ambición_, el de Barcelona, 1635, y todas las
impresiones posteriores hasta la de don Aureliano.

[390] _Cosa y cosa_, o como en _P B_: _cosi y cosa_, o _cosicosa_, o
_quisicosa_, o _cosillina_ en León, o _recosita_ en Segovia, es la
adivinanza y enigma. BALT. VITOR., 2, 411: “Un enigma o cosicosa”.
TIRSO, _Mari Hern._, 2, 10: “Ven acá, ¿qué es cosicosa, | que lo que
adoro aborrezco, | lo que me pesa hallar busco, | lo que me abrasa es
de yelo?”

[391] “(como vulgarmente se dice)”. (Edic. de Barcelona, 1635).

[392] “y díjome sin más ni más, con una voz muy seca y delgada” (_A_).

[393] _Trasijos_, de trasijado o estrecho de ijares, el de ijar que
forma un hueco o hundimiento más o menos hondo. Quiere decir que
hablaba cortando las razones, como el que va ijadeando, lo cual se
hace hundiendo los ijares al alentar de cansado. D. MURILLO, _Juev.
dom._, 4 cuar.: “Es un pobre, flaco, trasijado”. A. PÉREZ, _Ceniza_,
f. 32: “Como el perro de buena raza, cuantos más palmos echa de lengua
y más ijadeando va, es señal que por más suya lleva la presa”. _G.
Alfarache_, 1, 2, 7: “Andando en este cuidado solícito, dándole mil
trasijos”.

[394] _Ya sé, veo señas de la muerte, porque a ella nos la pintan_,
imprimieron todos los ejemplares antiguos. Ibarra y Sancha: _Ya se ven
señales_, etc., y así todos los modernos. El Ms. fija la verdadera
lección, que adoptamos nosotros.

[395] “y en frailes, como se ve en la Cartuja”. (Ms. de la Bibl.
Nacional y la edic. de Pamplona, 1631).

[396] “clérigos millares, teólogos muchos y letrados todos”. (Ms. ídem).

[397] _Din_, _din-ero_, contribuyendo a ello el sonsonete de la moneda
menuda, que suena con _i_, y el de la gorda, que suena _o_, y así
_din_, _don_ y _din dan_. _Bañ. Arg._, 1: “Como yo soy sacristán, |
toco el din, el don y el dan”. Q. BENAV., 1, 56: “¿Quién la tañe?--La
campana. |--¿Quién la canta?--El sacristán. | Din, dan, din, dan”.

[398] “tres enemigos del alma”. (Ms.).

[399] “Así que quien tiene el uno, tiene a todos tres”. (Ms.).

[400] “al otro el juicio, así me dijo la muerte”, etc. (Edición de
Pamplona. 1631).

[401] _Minos_, el otro juez gentílico de los infiernos.

[402] “porque hasta agora”, etc. (Edición de Pamplona, 1631).

[403] _No entrarle de los dientes adentro_, no gustarle, tenerle
inquina a la cosa o persona. CORR., 562: “_No me entra de los dientes
adentro; no me entró nunca, no me entrará._ (Dícese de uno que no se
quiere bien)”.

[404] “cuarto, como bolo”. (Edic. de Barcelona, 1635). Acaso _cinca_,
término del juego de bolos, cuando la bola no entra por la caja, cuando
no va rodando, cuando no pasa por la raya, y al birlar, cuando no birla
siete bolos y en otros lances, según ponen por condición los jugadores,
en estos casos se pierden cinco rayas. Quiere decir que es marido y le
sucedió mal con su mujer.

[405] “de otros diez” (_A_). Que a su mujer le sucederá doblemente mal,
perdiendo diez rayas.

[406] “como siempre”. (Edic. de Barcelona, 1635).

[407] _Píramo y Tisbe_, etc. De todos estos amantes hablé en mi
edición de _La Celestina_. A los portugueses llamaban _sebosos_ por lo
amartelados, pegajosos y derretidos de amor; pero acaso primeramente
de los _suevos_. ROSAL: “Los portugueses se llamaron sevosos, por
suevosos, de los suevos, que sortearon con los alanos la parte
occidental de España, y los alanos asentaron en Galicia y Asturias, los
suevos en Portugal”.

[408] “obispos y prelados y a los más eclesiásticos, que como no
tienen”, etc. (El Ms. y la edición de Pamplona, 1631). Así debe leerse
el texto para que sea recto el sentido.

[409] “por quien se dijo: _Fugit impius, nemine
persequente._--_Proverb._, XXVIII, 1”. (Ídem).

[410] Nació en 1469, y joven, siguió la corte, logrando colocación en
la casa y familia del primer duque de Alba don Fadrique de Toledo,
donde se distinguió en representaciones privadas: músico, poeta
y cómico gracioso. Por junio de 1496 se publicó en Salamanca el
_Cancionero de las obras de Juan del Encina_, colección importantísima
para la historia literaria de aquel tiempo, en la cual se encuentran
imitaciones y traducciones no infelices de Virgilio, romances de algún
artificio, piezas dramáticas, verdaderos albores de nuestro teatro, y
_El Arte de trobar_, lleno de noticias sumamente curiosas. Incluyó en
el _Cancionero_ los _Disparates trobados_, que comienzan:

    “Anoche, de madrugada,
  Ya después de mediodía”, etc.,

que cerca de tres siglos después en más de una ocasión parodió el autor
de las _Fábulas literarias_, y, como los farsantes del siglo XVI los
acomodasen en lugar de loa y entremés al aderezar las representaciones
dramáticas, hiciéronlos populares en toda España y quedaron por
proverbio en el vulgo. Véase Cejador, _Hist. Leng. y Liter. Cast._,
I, 433. _Esteban._: “Mientras vos queréis ganar premios con vuestros
disparates de Juan de la Encina”.

[411] _Pudrirse_, sentir demasiado males ajenos, como en el _Hospital
de los podridos_, de _Cervantes_ (?).

[412] _Sacarle el ojo_, como _quebrarle el ojo_, es el mayor daño que
se puede hacer a una persona. ZAMORA, _Mon. mist._, 3. Visit.: “Ella,
la que pudo quebrar el ojo al demonio”. _G. Alf._, 2, 2, 1: “No pudo
este filósofo... quebrarle los ojos con mayor golpe o pedrada que
con llamarle hombre sin amigos”. _Mirones_: “Su madre, en lugar de
consolarla, sacábale los ojos con los dedos”. A. PÉREZ, _Viern. dom._,
1 cuar, f. 271: “Toda Jerusalén, que a un grito le quería hundir y
sacar los ojos porque llevaba aquella carga”.

[413] _Parates_, burlesco vocablo, quitado el _dis._

[414] CORR., 490: “_Haz bien y no cates a quién; haz mal y guárdate”._
(Con letras de oro había de estar escrito este refrán, digno de la
nobleza y caridad española, que no le he visto en otra lengua. Haz
bien y no cates a quién; la otra parte: haz mal y guárdate, aunque
está en imperativo, por concordar con el primero, aquí es condicional,
y quiere decir: si hicieres mal, guárdate, y debajo de esto, por la
consecuencia del daño que se te seguiría, amonesta que no hagas mal,
que así como del bien se coge fruto cierto, aunque se haga a los que
no pensamos ver más, así también del mal se recibe castigo por caminos
no pensados; es la razón que Dios está a la mira para premiar el bien
y castigar el mal. Algunos escarmentados truecan las palabras y dicen:
“Haz mal y no cates a quién; haz bien y guárdate”. Lo primero, según
leyes del mundo, porque hay muchos que hacen mal y no son castigados, y
se pasean libres hasta que lo pagan por juicio de Dios, y porque para
hacer mal no son menester rodeos, y de suyo se está dicho que se deben
guardar. Lo segundo, haz bien y guárdate, se dice con escarmiento y
aviso, por ser tan ordinario recibir daño por hacer bien, de que hay
muchos ejemplos cada día, como quien presta no cobra, si cobra, no tal,
si tal, enemigo mortal; por fianzas, cuántos vemos perdidos y cuántas
quejas de ingratitudes y malas correspondencias, y así amonesta al que
hiciere bien, mire cómo le hace, y se abroquele para el daño como se
fía para pagar; si da la mano a uno que se ahoga, désela de manera que
se asegure primero, y tenga cuidado para que el otro no le lleve detrás
de sí a lo hondo y se ahoguen entrambos)”. Deshace Quevedo refranes,
riéndose irónicamente de ellos, como de los idiotismos en el _Cuento de
cuentos_, “siendo contra el Espíritu Santo, que dice: _Si benefeceris,
scito cui feceris, et erit gratia in bonis tuis multa_; si hicieres
bien”, etc. (Edic. de Pamplona y el Ms.).

[415] CORR., 214: “_Ni teme ni debe._ (Dícese de un atrevido y arrojado
y de un desvergonzado)”.

[416] SORAPAN, _Medic._, 14: “De las carnes, el carnero; de los
pescados, el mero”.

[417] _De los pescados, el carnero_, como el refrán. _De las aves, el
lechón_, o _De las aves que vuelan, el cebón, el cerdo, el cochino_.

[418] _La presentada_, la regalada por otro.

[419] _Calvario_ de cruces, por los malos apodos que le colgaron. En
_A_: _era calvo._

[420] “es muerte, y todos son Encinas”. (Todos los impresos. El
manuscrito es únicamente quien dice _monte_).

[421] _Emparejó con. Vid. Núñ. Alba_, p. 96: “Cuando emparejó con
nuestros escuadrones”. QUEV., _Tac._, 12: “Emparejando le saludé”.
CÁCERES, _ps._ 49: “Emparejabas con el que más corría”.

[422] CORR., 107: “_El rey que rabió; y llevaba la manta arrastrando_”.
Suele decirse _El rey que rabió por gachas_, o ser algo _del tiempo del
rey que rabió por gachas_, queriendo indicar tiempo muy antiguo, cuando
hasta los Reyes tenían desdichas y dificultades, lo cual es de todo
tiempo. Es, pues, irónico el refrán, y no hay que buscar tal rey, pues
siempre los habrá. _Gachas_ debe interpretarse por graves dificultades,
como en vascuence suena y lo da a entender lo otro de _y llevaba la
manta arrastrando_.

[423] _Visiones_, viejas y viejos que parecen fantasmas.

[424] _Carroña_, adjetivado por Quevedo, propiamente es substantivo:
el cadáver a que acuden los buitres y grajos y lo dejan mondo en los
huesos.

[425] CORR., 521: “_El rey Grillo_, _el rey Perico_, _el rey Mandinga._
(De mandinga, por reyezuelos)”. Úsase como el anterior, denotando mal
tiempo, en que era rey un pobretón y para poco, lo cual confirma que
_el que rabió por gachas_ ha de entenderse como declaré con Correas, de
un rey que tuvo que sufrir desdichas. _Perico_ es diminutivo apocado y
despectivo de _Pero_ o Pedro. Hay quien acude a Chilperico; pero eso es
buscar ruidos de balde.

[426] _Bajar_, _mirar_, infinitivos, como imperativos (véase CEJADOR,
_Lengua de Cervantes_, I, 214).

[427] “mal tiempo si sabe”, etc. (Ediciones de Pamplona, 1631, y
Barcelona, 1635, y todos los impresos).

[428] CORR., 559: “_No dijera más Mateo Pico._ (A la cosa disparatada
que dicen)”. Llamó así el pueblo al que disparataba por mucho hablar,
por su _pico_, que es por lo que dice de él Quevedo que era _agudo_ y
que _sin hacer_ más _cortesía_ metía su cucharón.

[429] PEDRO VEGA, _ps._ 6, 4, 2: “Los que apelan con las mil y
quinientas aventuran tanta moneda como depositan, por ver su pleito en
mejores manos”. H. SANTIAGO, _Juev. dom._, 1 cuar., f. 155: “Aunque vee
tres sentencias conformes contra sí, apela con las mil y quinientas
al último y supremo tribunal de la misericordia”. Eran las mil y
quinientas doblas que depositaban para recurrir en última apelación
judicial en una de las salas del Consejo de Castilla. (_Novís.
Recopil._, l. 4, t. 5. l. 1).

[430] “que se rezumaba” (_A_); “coyunturas” (_A B_).

[431] “bullía en un hervor” (_A_).

[432] “nacido de un jigotado” (_A_).

[433] 1621 dice el Ms., copia muy antigua de lo que hasta fin de
aquel año tenía bosquejado Quevedo. Sin número son las erratas que la
desdoran por torpeza del amanuense, que no entendía los originales;
pero debemos a toda ley reconocerla como utilísima para aclarar y fijar
el texto de este Sueño, uno de los más estropeados por antiguos y
modernos impresores.

[434] “el marqués de Villena? ¿No has oído”, etc. (El manuscrito).

[435] Don Enrique de Villena fué nieto del Marqués de Villena, primer
Condestable de Castilla, y después Duque de Gandía, hijo del infante
don Pedro de Aragón. Tuvo don Enrique por madre a doña Juana, hija
bastarda del rey don Enrique III, y trabajó más en las ciencias que
en las armas, afición natural que en vano contrariaron sus padres,
queriéndole más caballero que letrado. La ignorancia, legislador
universal, le trató con desdén; la envidia extendió que el Marqués supo
mucho en el cielo y poco en la tierra; la malicia le disfamó con el
vulgo y con todas las generaciones: le dió los nombres de estrellero y
nigromante, haciendo aprender al vulgo que el Marqués dispuso que le
picasen y convirtiesen en jigote y le encerrasen en una redoma para
volver a segunda vida. Fué historiador y poeta y murió en Madrid de
cincuenta años, a 15 de diciembre de 1434. Depositaron su cuerpo en el
convento de San Francisco. (Fernán Pérez de Guzmán, _Generaciones y
semblanzas_, cap. XXVIII).

[436] _Dijes_, _dij_ ó dije en singular: evangelios, relicarios,
chupadores, campanillas y otras bujerías que ponen a los niños en
la garganta, etc., para preservarlos de algún mal, divertirlos o
adornarlos.

[437] “Sabe, dijo, que no fuí marqués de Villena, que ese título me
da la inocencia: llamáronme don Enrique de Villena, fuí infante de
Castilla; estudié y escribí”, etc. (El manuscrito). Pertenecióle el
marquesado de Villena legítimamente; pero fué desheredado de él,
quedando anulado su derecho por el mismo poder que se lo otorgara,
aún en vida del agraciado con él, su abuelo don Alfonso de Aragón,
disfrutándolo en tiempo de don Enrique dos Infantes de aquel reino.
Llamóse él siempre, en son de protesta, _de Villena_, no usando nunca
su apellido, así como su hija doña Isabel, que se llamó _de Villena_
(véase Felipe Benicio Navarro, en su edición del _Arte Cisoria_).

[438] Con motivo de esta quema bárbara, el bachiller de Cibdarreal
escribió al autor de _Las Trescientas_: “No le bastó a don Enrique de
Villena su saber para no morirse, ni tampoco le bastó ser tío del Rey
para no ser llamado por encantador. Dos carretas son cargadas de los
libros que dejó que al Rey le han traído; e porque diz que son mágicos
e de artes non cumplideras de leer, el Rey mandó que a la posada de
fray Lope de Barrientos fuesen llevados; e fray Lope, que más se cura
de andar del Príncipe que de ser revisor de nigromancias, fizo quemar
más de cien libros, que no los vió él más que el Rey de Marroecos, ni
más los entiende que el Deán de Cidá Rodrigo; ca son muchos los que
en este tiempo se fan dotos faciendo a otros insipientes e magos; e
peor es que se fazan beatos faciendo a otros nigromantes”. (_Epístola_
66). Sabido es que las _Cartas_ de Cibdarreal son apócrifas, pues se
escribieron el siglo XVII. El mismo Barrientos, en su _Tratado de las
especies de adivinanza_, dice al tratar del libro mágico del _Angel
Raziel_: “Este libro es aquél que después de la muerte de don Enrique
de Villena, tú, como rey christianissimo (era don Juan II), mandaste
a mí, tu siervo et fechura, que lo quemasse a vuelta de otros muchos,
lo cual yo puse en ejecución en presencia de algunos tus servidores, e
puesto que aquéste fué et es de loar, pero por otro respecto en alguna
manera es bueno de guardar los dichos libros, tanto que estuviessen
en guarda e poder de buenas personas fiables”. La _Crónica de D. Juan
II_ dice: “Fr. Lope miró los libros e fizo quemar _algunos e los otros
quedaron en su poder_”.

[439] “estabas enterrado en San Francisco de Madrid; mas hoy me he
desengañado”. (Ms.).

[440] “¿Hay paz en el mundo?” “Paz, respondí, universal. No hay guerra
con nadie”. “¿Eso pasa? Torna a tapar, que en tiempo de paz mandarán
los poltrones, medrarán los vicios, valdrán los ignorantes, gobernarán
los tiranos, tiranizarán los letrados, letradeará el interés, porque la
paz es enemiga (amiga) de pícaros. No quiero nada de allá fuera: bien
estoy en la redoma. Vuélvome jigote”. Afligióme grandemente, porque
empezaba ya a desmigajarse, y díjele: “Aguarda, que toda paz que no
se hace con buena (voluntad) es sospechosa. Paz rogada, y comprada
y pretendida es salsa y apetito para guerras. No hay para quién sea
la paz; porque si los ángeles dijeron: _Pax hominibus in terra bonae
voluntatis_, el sobrescrito de la paz viene a muy pocos de los que hoy
viven en el mundo. Está para dar un estallido; todo se va revolviendo”.
Con esto se sosegó y puesto en pie, dijo: “Con esperanzas de guerra
saldré de aquí, porque la necesidad fuerza que los príncipes conozcan
y diferencien al bueno del que lo parece. En la guerra se acaban las
raposerías de la pluma y la hipocresía de los dotores, y se restaña
el pujamiento de licenciados. Abre ahí; pero dime primero: ¿hay mucho
dinero en España?”, etc. (Ms.). El penúltimo párrafo confirma haberse
bosquejado la _Visita de los chistes_ en 1621, época en que terminaba
la tregua de doce años con los holandeses y en que dominaba en todos
los españoles el espíritu guerrero, por creer que dicha tregua y la paz
que hubo en gran parte del reinado de Felipe III fueron origen de todos
los males de la Monarquía. Rota la guerra en el mismo año y vistos
los desastrosos resultados de ella, la opinión varió completamente, y
Quevedo, al retocar su discurso, eliminó el párrafo.

[441] “Génova ha hecho unas sanguijuelas”, etc. (Ms. y edición de
Pamplona, 1631).

[442] _Los ginoveses_, con sus cambios, recambios y demás mohatras, se
llevaban todo el dinero de España.

[443] _Zacapela_, o _zacapella_ o _sacapela_, riña, como en
_pela-mela_, _pelotera_, _escara-pela_, _gara-pela_, del sacar y tirar
los pelos y a pelladas (CEJADOR, _Tesoro_, _Silbantes_, 196). _Cuento
de cuentos_: “La zacapela que traía la gente bajuna”.

[444] _Gatos_, tomado también aquí por bolsa, como se usaba de su piel
y aún se usa por Segovia y el resto de Castilla.

[445] “sana de esos lamparones, porque el rey de Francia no admite”,
etc. (Ms.). Decíase que el Rey de Francia tenía virtud de curar los
lamparones.

[446] “usajes de bolsas”. (Edic. de Pamplona y Barcelona y todos los
impresos). _Usagre_, especie de sarna acre que roe y come la carne
en perros, etc. J. PIN., _Agr._, 20, 3: “Y su desnudez y su sarna y
usagre”.

[447] _Empréstidos._ A. VENEG., _Agonía_, 3, 10: “Las limosnas y
empréstidos que hicieron”.

[448] CORR., 182: “La verdad adelgaza, mas no quiebra su hilaza”.


[449] “no ha de perdonar nada, que no ha de sufrir cosa ninguna; que el
hombre honrado antes”, etc. (Ms.).

[450] “mundo. El diablo puede salir a vivir en ese mundecillo, dijo el
Marqués. Considero yo” (_A_).

[451] _Palillos_, los bolillos de hacer encaje y randas, y dícese de lo
sin consistencia, substancia ni solidez. TIMONEDA, p. 225: “Que yo no
quiero llevar | mi vida puesta en palillos”. D. VEGA, _S. Dom._: “El
reino del mundo es reino de palillos y que tiene los fundamentos de
agua y lana”. CERV., _Juez div._: “Ya había yo de haber procurado algún
favor de palillos de aquí o de allí”. CABR., p. 485: “Justicia armada
sobre palillos”.

[452] “putos y borrachos” (_A_).

[453] “No había entonces otro puto sino _oxte_, que siempre fué _oxte
puto_, que todos eran mujeriegos, a puto el postrero; ahora me dicen
que los... se han introducido en barrigas”. (Ms.).

[454] CORR., 328: _Cada buhonero alaba sus agujas._

[455] _Lo que arrastra honra_, de las ropas rozagantes, y con ironía
del desaliño. _Grac._, _Crit._, 3, 6: “Antes lo que honra, arrastra y
trae a muchos más arrastrados que sillas”.

[456] _Dos dedos._ _Quij._, 1, 13: “No estoy en dos dedos de ponello
en duda”. Ídem, 2, 52: “No faltaron dos dedos para volverme loca de
contento”. Díjose del dedo como medida.

[457] _Al quitar_, de censos, ventas, etc., no perpetuas. TIRSO, _Vill.
Sagra._ 2, 2: “Hay parientes al quitar, | que son de casta de censos”.
Ídem, 3, 26: “Bodeguero de por vida, | no bodeguero al quitar”.

[458] _Ya yo_, así se decía y nunca _yo ya_. _Quij._, 1, 8: “Que ya yo
os conozco”. _Cal. Dimna_: “Ya yo oí decir”.

[459] “hale” (_A_).

[460] _Mujer_, en vez de la conjunción anticuada _maguer_, aunque,
estampan muchas ediciones antiguas y modernas. Todas, sin exceptuar una
siquiera, ilustrada o sin ilustrar, dicen _cuerno_ en lugar de _cuemo_,
adverbio también anticuado, que vale _como_: descuido ciertamente digno
de censura.

[461] _Santiago Menochius_, jurisconsulto, fué natural de Pavía y
profesor de Derecho en Padua por muchos años en el siglo XVI. Felipe
II le nombró consejero y Presidente del Consejo del Milanesado.
Murió en 1607. Sus obras componen ocho volúmenes en folio: la más
interesante es un tratado de _Praesumptionibus_, _conjecturis_, etc.
_Juan Pedro Surdo_ escribió, entre otras obras, las que llevan el
título de _Decisiones_, _Decisiones Senatus Mantuani_ y _Consilia_,
_sive responsa juris_, que he visto impresas desde el año de 1599 al
de 1611, en folio. _Juan Fáber_, _Fabre_ o _Le Fevre_, jurisconsulto,
murió en Angulema, de cuyo territorio era natural, en 1340. Escribió
un Comentario a la _Instituta_ y otra obra intitulada _Breviarium
in Codicem_. La primera se imprimió en Venecia en 1488, en folio.
_Próspero Farinacci_ nació en Roma el año de 1554. La colección de sus
obras, que todas tratan sobre los derechos civil y canónico, se compone
de 13 tomos en folio. Murió en 1618. _Jacques Cujas_ (Cuyacio), célebre
jurisconsulto, nació en Tolosa en 1520. Sus obras componen 10 tomos en
folio, reimpresas distintas veces.

[462] “Doctoris Putei in legem 6, volumen 1, 2, 3, 4, 5, 6, hasta
15. Licentiati Abtitis de Usuris, Petri Cusqui, in Codigum, Rupis,
Bruticarpin, Castani, Montoncanense de Adulterio, et Parricidio,
Cornarano, Rocabruno. (_Impresión de Pamplona, 1631._) Doctoris Putiri
in legem sextam, volumine 1.º, 2.º, 3.º, 4.º, 5.º, 6.º hasta 15.
Licenciati Nupti de Usuris, Petri Jusque in quodigum, Ruptis, Bruti,
Corpin, Castan, Monto, Canente de Adulterio, etc. Los letrados”...
(Ms.).

[463] _Doctoris Putei._ _Jacobus Puteus_ o _de Puteo_ escribió
las obras siguientes: _Decisiones_; _Decisiones Rotae Romanae_;
_Allegatio pro communitate Terrae Valentiae contra communitatem sancti
Salvatoris_, que, desde los años de 1583 a 1610 he visto impresas en
Venecia y en León de Francia. _De Bernabé Cornazzano_ conozco la obra
en folio intitulada _Novissimae decisiones Rotae Lucensis_, impresión
de Venecia de 1598. Casi todos los demás nombres de autores están
corruptos, en mi sentir. El asunto no merece la pena de que, por fijar
la verdadera forma en que deban escribirse, abandonemos otros trabajos;
tarea dificilísima además, por la multitud de libros que aparecían a
cada hora en aquella época sobre materias jurídicas, y cuya memoria se
ha perdido, y empresa aventurada tal vez, siendo posible que, a vueltas
de nombres verdaderos de autores, añadiese Quevedo otros imaginados.
_Petri Cusqui_ pudiera ser _Rochus de Curte_, que escribió _De jure
patronatus_, impreso en León de Francia, 1573. _Rupis_, acaso _J. B.
Lupi_, de quien es el tratado _De usuris et commerciis illicitis_.
_Brutiparcin_ es, a no dudar, _Jacobo de Butrigariis_, que escribió
_De oppositione compromissi, et ejus forma_. Para el nombre _Castani_
se ocurren los de _Bartolomé Chassaneo_, consejero del Parlamento de
París en 1531, y que publicó alguna obra jurídica, y del abad _Nicolao
Cataniense_, que escribió muchos Tratados sobre derecho pontificio.
Pero esto es hablar a Dios y a ventura.

[464] _Qué tan_, cuán. _Tac._, 1, 9: “Yo le diré a v. m. qué tan
doctos”.

[465] En lugar de _leen aprisa, arremedando un abejón_, que dice el
Ms. y pide el sentido, en la edición de Pamplona se estampa: _leen de
prisa, reméndanle un anexion_; en la de Barcelona: leen de priesa,
remedándole una anexion; Ibarra y Sancha imprimieron de propia
autoridad _remiéndanle una anexión_. No hay un ejemplar donde el
sentido esté recto.

[466] _Es-parr-anc-ado_, de _parr-ar_, extender (_Herr._, _Agr._, 2,
21) y anca. En Murcia _parr-anc-ana_ es la persona pequeña y gruesa;
en Andalucía, _a-parr-an-ado_. En Palencia _a parr-anqu-illas_ es a
horcajadas, extendidas las anquillas. _Entrem._: “Muy esparrancado de
ojos decía”. _Desparrancado_ en P. ESPINOSA, _Perro y Cal_.


[467] _Tenuta_, posesión de los frutos, rentas y preeminencias de
algún mayorazgo, que se goza hasta la decisión de la pertenencia de su
propiedad entre dos o más litigantes. _Recop._, l. 4, t. 19, l. 5.

[468] CORR., 545: _Un alcalde de palo lo mandará._ Esto es, de madera,
un zote, sin juicio; sino que Quevedo hace un chiste sobre _el palo_.

[469] _Lo embelequen_, lo engañen con embelecos.

[470] “dos días ha, dije yo”. (Ms.). Aquí llegaba Quevedo el 2 de abril
de 1621, cuando se extendió por su prisión de la Torre la noticia de la
muerte de Felipe III.

[471] Rasgo ingenioso, pero de amargo desconsuelo, porque pinta hasta
qué extremo habían prostituido los Tribunales en aquella época la
inmoralidad y la avaricia.

[472] _Agrajes_, sobrino de la reina Elisena, madre de Amadís de Gaula,
e hijo del rey Languines, es uno de los héroes del famoso libro de
Amadís, cuya lectura, muy común entre próceres e hidalgos en los siglos
XV y XVI, llevó al pueblo el adagio en fórmula de amenaza, que tan
galanamente se ridiculiza en este sitio. CORR., 57: _Agora lo veredes,
dijo Agrajes con sus pajes._ La expresión _Ahora lo veredes_ solían
decirla el mismo Agrajes y los demás caballeros, respondiendo a las
provocaciones de sus contrarios y remitiéndose a las manos. “Poniendo
mano a la espada, arremetió contra Florambel, diciendo: agora lo
veréis, don cobarde caballero” (_Florambel de Lucea_. 4, 1). “Ahora lo
veréis, dijo Amadís, y abajando su lanza se vino para él”. (_Amad. de
Grecia_, 2.ª pte., c. 48). “Ahora lo veredes, dijo Agrajes, respondió
don Quijote” (_Quij._, 1, 8).

[473] “hecho en remate de cuchara”. (Ms.).

[474] _Dígote sastre._ _Ser un sastre_ es ser un pillo, y por tal le
tuvo, viéndole con pelo como cerdas de limpiadera, erizado y bermejizo,
esto es, de pelo bermejo y malo, señal de ello.

[475] _Oir, que no pica._ Doy oídos, que eso no daña nunca.

[476] “mirar a quién”. (Ms.).

[477] Este período hállase en todos los impresos estragado y falto.
Muchos antiguos manuscritos escriben _Harbalias_. De _arbar_; en
Covarrubias, _harbar_, el cual dice que significa “hacer la cosa muy
de priesa, como harbar la plana el muchacho, cuando escribe de priesa
y mal”. _Quij._, 2, 4: “Porque no hará sino arbar, arbar, como sastre
en vísperas de pascuas”. Nótese que a esto alude Quevedo al tenerle
por sastre. J. ENC., 78: “Come, no nos tome | la cuaresma rellanados.
| Arbemos estos bocados”. Aquí vale arrebatar, y tal es su propio
valor, y lo supone Quevedo, diciendo era un solicitador y un sastre y
que parecía remate de cuchara; en fin, que no se ha de dar este nombre
a cualquiera, sino al solicitador. La _h_ de Covarrubias es de la
etimología que él le dió, del hebraico _harbagh_, cuatro, porque dice
que el que escribe mal hace cuatro letras por una. Véase su etimología
en CEJADOR, _Tesoro_, _R_, 48.

[478] “ojos a lo sombrero” (_B_).

[479] “honda y desenfadada”: “Idos”, etc. (Ms.).

[480] _Chisgaravís_, “el hombrecillo de poca substancia”. (ROSAL.)
Dícese del muchacho revoltoso, vivaracho y bullidor, y del revoltijo y
enredo: su etimología en el _Tesoro_, _Silbantes_, 5. L. GRAC., _Crit._
2, 1: “Aquél que sale hecho un Catón, ¿no era poco ha un chisgarabís?”

[481] _Me hacéis el santo_, _fruta_, me convertís en fruta, esto es,
en _Pero_, el santo, esto es, San _Pedro_. _Pero_ decíase antes por
_Pedro_, de donde _Per-ico_ y _Pé-ez_.

[482] _Vía_ se decía por _veía_.

[483] _Las alas_, como a _grullo_.

[484] Los villanos, cuando se les anuncia o explica lo que no requiere
explicación y no puede menos de suceder, cantan hoy todavía esta copla:

    Son esas profecías
  De Pero Grullo,
  Que a la mano cerrada
  Llamaba puño.

Y llámanse _perogrulladas_ aquellas verdades que de puro manifiestas,
afirmarlas es necedad. El autor de la _Pícara Justina_ escribió que
_Pero Grullo_ fué asturiano y que hay una profecía suya en Asturias
de que ha de venir por el río una avenida de oro y toneles de vino de
Ribadavia, y, por estar prevenidos para la pesca, los paisanos andan
siempre descalzos. Etimológicamente de _gorullo_, montón, es uno del
montón, un cualquiera. Es el que dice claramente verdades tontas,
necedades, y si la principal, que le atribuyen de que _a la mano
cerrada llamaba puño_, fué causa de su nombre, como pudiera, gorullo
aludiría al puño o amontonamiento de dedos. _Quij._, 2, 62: “No dijera
mas el profeta Perogrullo”. CORR., 432: _Vámonos a acostar, Pero Grullo,
que cantan los gallos a menudo; hilar, hilar, Teresita, que, si los
gallos cantan, no es hora._

[485] _Estantigua_, como quien dice visión, fantasma, y de su valor
traté en mi edición del _Lazarillo_.

[486] “dijeron”. (Ms.). “refieren”. (La impresión de Bruselas de 1660).

[487] Termina aquí el Ms. de Lastanosa, y tal vez lo que hasta fines
del año de 1621 tenía escrito el prisionero de la Torre de Juan Abad.

[488] _Cotorrera_, la que anda de cotorro en cotorro, parlanchina
y chismera, de donde la hembra del papagayo. PARRA, _Luz_, 1, 1:
“¿Qué diremos de tantos papagayos y qué de tantas cotorreras, que ni
entienden lo que piden a Dios ni saben lo que ruegan?” QUEV., _Rom._,
6: “De las mizas cotorreras”. En Aragón también es _cotorrero_ el que
asiste a toda diversión y quiere verlo y saberlo todo y parlarlo todo.
ROSAL: “Cotorrera, la que a tales lugares (cotorros o pedazos de tierra
o monte cercado, que dicen soto o sotillo) se retira con hombres, como
a lonja de sus torpes mercaderías, como de cárcava, carcaveras”.

[489] _Al dedo_, trocado en una sortija.

[490] “_A Dios y a ventura._ (Cuando nos arrojamos a lo dudoso en
confianza que Dios ayudará y podrá haber buena suerte)”. (Corr., 505).
Lo de _a diablos y desgracia_ es por contraste.

[491] “de risa”. (Edición de Madrid, 1648, y todas las siguientes).

[492] _Por el dicho del nacer_, por lo que se dice acerca de nuestro
nacimiento, de ser hijos de tales o cuales padres, sin otra certeza.

[493] _Nos vuelan... el dinero_, hacer volar, hacer que desaparezca,
llevándoselo, factitivo. P. VEGA, _ps._ 3, 8, 2: “Quedan firmes, no las
vuela el aire (las tejas)”. D. VEGA. _S. Pedro_: “Y el otro que la oye
(la palabra), la coge y la vuela, y así va pasando de lengua en lengua”.

[494] _Ringlón_, como _ringle_, _ringlera_, _ringla_, etc. ZAMORA,
_Mon. mist._, pte. 3, 86, 6: “Apenas he borrado ringlón, trasladado
hoja ni vuelto al molde razón ninguna”.

[495] _Zahorí._ Cree el vulgo que el zahorí, esto es, el que tiene
virtud para ver lo que hay debajo de la tierra, nace el Viernes Santo.
Alude a Felipe IV, el cual “nació en Valladolid, Viernes Santo, 8 de
abril 1605. Baptizóle en el Convento de S. Pablo, del Orden de Santo
Domingo, en la misma pila que fué baptizado este Santo, don Bernardo de
Rojas, Cardenal y Arzobispo de Toledo”. (GIL GONZÁL., DÁVILA, _Teatr.
Madrid_, p. 51).

[496] CORR., 141: “_Echar la soga tras el caldero._ (Es tras lo
perdido, soltar el instrumento y remedio con que se ha de obrar y echar
lo menos tras lo más)”.

[497] Con un Cuarto, con Felipe IV. Faltan esta redondilla y la
anterior en la edición de Barcelona, 1635; en la de Madrid, 1648, y,
menos en las de Pamplona, 1631, y Bruselas, 1660, en todas las demás,
antiguas y modernas. Únicamente la impresión de Ruán, 1629, incluye
la penúltima profecía, pero suprime la tercera. Sin duda, convencido
Quevedo de que el mal gobierno de Felipe IV hacía bueno el de su padre
y que los apuros y empeños del Tesoro, lejos de menguar, iban en
creciente, al reimprimir su discurso en 1629 echó abajo mucho de cuanto
le había hecho ver el buen deseo y las esperanzas, risueñas siempre, de
un nuevo reinado.

[498] _Y_ (hechos) _cuartos_, descuartizados.

[499] _Muy blanco_, por ser el _Otro_ un cualquiera, que está en
blanco, para que cada cual fantasee a quien se le antoje y lo escriba
en ese blanco.

[500] CORR., 361: “_Como dijo el otro._ (Dicen esto probando lo que
hacen, y a veces refiriendo un refrán al propósito)”.

[501] _Vais_, por _vayáis_, era común, y lo mismo en todo el indicativo
por el subjuntivo.

[502]

    “Ya cabalga Calaínos
  A las sombras de una oliva,
  El pie tiene en el estribo,
  Cabalga de gallardía”.

Así principia el romance de Calaínos, que cita Cervantes en su
_Quijote_, 2, 9, rústica improvisación de algún iletrado juglar sobre
asunto dado. El señor don Agustín Durán lo insertó en su _Romancero
general_, extrañando que pare en proverbio el refrán que dice: _Tan
malo como las coplas de Calaínos_; porque el romance es de los mejores
de su clase, su narración interesante y animada, sencillo y bien
sentido a veces, y menos pesado que otros.

Según el texto, lo más usual en tiempos de Quevedo era decir: _Cuentos
son ésos de Calaínos_, denotando los razonamientos o escritos
impertinentes y frívolos de cosas que no importan. Y se tomaba la frase
de las aventuras de aquel paladín señor de Montesclaros y Constantina
la llana, que vino a España a servir a Almanzor, rey de Sansueña, por
amores de su hija la infanta Sevilla. Pidióle ésta que le trajese en
arras tres cabezas de los doce Pares de Francia, y el valeroso alarbe
pereció en la empresa a manos de Roldán, después de haber vencido a
Baldovinos. No se remonta la antigüedad del romance de Calaínos más
allá del siglo xv, puesto que en él se habla del preste Juan, del
soldán de Babilonia y de las tierras del Gran Turco. CORR., 145:
“_Ya cabalga Calaínos; ya cabalga, ya se va._ (Quedó de unas de sus
coplas)”. Ídem, 548: “_Las coplas de Calaínos._ (Por cosa de poco
valor. Fué un moro)”. Ídem 558: _No se me da las coplas de Calaínos,
las coplas del perro de Alba._

[503] CORR., 75: “_El ánsar de Cantimplora, que salió al lobo al
camino._ (Adelante se dirá la gansa de Cantipalos, con su origen)”.
Ídem, 172: “_La gansa de Cantimpalos, que salía al lobo al camino._
Los de este lugar cuentan por tradición de los pasados que una mujer
llamada la _Gansa_ salía al camino de otro lugarejo vecino a tratar
a solas con el cura de allí, que se llamaba Lobo. Cantimpalos o
Cantipalos es cerca de Segovia; el otro lugarcillo del cura ya está
despoblado. El vulgo ha trocado este refrán en el otro: _El ánsar de
Cantimpalos o Cantimpalo_, porque a los nombres que empiezan en _A_,
aunque sean de hembras, se pone el artículo _el_: _el ánsar_ por _la
ánsar_, hembra”. Yo supongo que estos cuentos se inventaron después,
y que _cant-i-palo_ se aplicó al pueblo ése; pero que de suyo sólo
significaba _el ánsar_ o _ganso_ bobo, que él mismo se mete en peligro,
y por ello _cantos_ o piedras _y palos_ merece o le dan.

[504] _De un orejón_, muy arrugada.

[505] “lámpara” (dice la edición de Barcelona, 1635).

[506] El _ab initio et ante saecula_, frase del _Eccl._, 24, 14, para
indicar aquí la vejez de la vieja, desde la eternidad.

[507] _Cecina_, carne curada, por lo vieja.

[508] _Dueña_ se decía siempre en España por oposición a doncella; pero
dueña y doncella se comprendía en el nombre general de dama. Con el
tiempo, y en el siglo XVII, vino a circunscribirse el nombre de dueña,
aplicándose tan sólo a aquellas “luengas y repulgadas tocas, escogidas
para autorizar las salas y los estrados de señoras principales”, que
tan al revés de lo que debían usaban, según Cervantes, “su ya casi
forzoso oficio”. El mismo peregrino ingenio afirmaba que todas son
amigas de saber, entender y oler, y general en ellas la costumbre de
ser chismosas, llamándolas en _El celoso extremeño_ “perdición de mil
recatadas y buenas intenciones”. El pueblo, conforme a la irrecusable
autoridad de don Quijote, se burlaba de ellas, comparándolas a la
_dueña Quintañona_, quien fué nada menos que la Hebe de Lanzarote del
Lago, puesto que le escanciaba el vino, como canta el popular romance:

  “Nunca fuera caballero”, etc.

y la medianera en sus amores con Ginebra. _Quintañón_, _de cien años_,
como el quintal, cien libras, del muy viejo. GÓNGORA, _Dec. burl._: “De
un Serafín quintañón | el menor hoy blanco diente”.

[509] _Chisme_, murmuración, y a ella alude la que sigue, de la frase
_desenterrarle los huesos_, por murmurar, y díjose por la mayor
ignominia, que se hacía a los insignes malhechores, muertos sin castigo
legal, de desenterrarlos. CÁCER., _ps._ 72: “Les desenterraran los
huesos”. GALLO, _Job_, 30, 4: “Son dientes mordaces, y cuando no hallan
corteza de que morder, desentierran las raíces y aun los huesos de sus
abuelos para decir que no son virtuosos los que viven”.

[510] _Aquel_ dice: _llamen a la dueña_, esto es, cualquiera de casa
acude a ella.

[511] _En los sótanos_, guardados y calientes; _zaquizamíes_, en lo
alto y bien aireado.

[512] _Coram vobis_, ante vosotros. Es la presencia grave y autorizada
de uno, y así se dice que _tiene gran coramvobis_ el de tal presencia
y persona. J. POLO, pl. 123: “Éste es nuestro coramvobis; | mas no
es razón que le falte | el usado titulillo, | gran soplón de suae
aetatis”. De aquí la cara o rostro, y hoy la panza gorda y respetable.

[513] _Influyen_, pronostican, indican, verbo astrológico. Quiere
decir que auguran enfermo a quien cuidar y tarea nocturna, por ser dos
ocupaciones de las dueñas. De las _acelgas_ y _lentejas_ véase LAGUNA,
que dice ser resolutivas de opilaciones.

[514] _Cabo de año_, oficio religioso por un difunto al año de morir,
con su catafalco, etc.; viejas _sin cabo_, tan viejas que no tienen fin.

[515] _De tejadillo_, alude al llevar el manto encima de la frente,
dejándola descubierta, que así los labios y encías dejan descubierta la
boca sin dientes o _sin hueso_, que dice luego.

[516] _Dueñas_, población cerca de Valladolid, y todavía más de
Palencia. _La picota_ estaba a la salida de poblado y era algún
altozano, cuando lo había: allí estaba _el rollo_, por ser una columna
con su base, lugar de ignominia.

[517] CORR., 405: “_Púsele cual digan dueñas; poner cual digan dueñas._
(Es maltratar de arte que las dueñas hayan lástima y hablen de ello las
dueñas)”. Ídem, 597: “_Cual digan dueñas._ (Por tratar y poner mal)”.
Las dueñas charlan y chismean en sus juntas y nunca para bien.

[518] _Ruégote_, olvidando Quevedo el _os pido_, por el paréntesis.

[519] _Envergonzante_, vergonzante. QUEV., _Rom._, 76: “Mujer moza es
mucho gasto | para envergonzante lindo”. _Píc. Just._, 2, 2, 4, 3: “La
ramera envergonzante”. Aquí alude al _de Noche_, encubierto que tal
suena envergonzante, y como tal lo ha pintado antes Quevedo.

[520] Es _don Diego de Noche_ figura imaginada para significar
cualquier paseante embozado de los que viven de gorra, susto perpetuo
de los transeúntes, coco de los padres y maridos y acíbar nocturno
de los saraos y bailes de candil. Fué muy común en el siglo XVI
llamar también _don Fulano de Noche_ a los que hasta puesto el sol no
mostraban sus primores y habilidades. Argote de Molina, en la _Sucesión
de los Manueles_ nos ha conservado la memoria de don Pedro de Guzmán,
que llamaron don Pedro de Noche, por la dulzura de su garganta y
suavidad de su música, que tuvo sobre todos los que había entonces en
Castilla, la cual solamente de noche ejercitaba. Este don Diego es en
parte el _sablista_ moderno, que _sablea_ o _da sablazos_, esto es,
gorrón y pedigüeño. CORR., 582: “_Don Diego de noche._ (Poner don a
quien no le tiene, y para burlarse de mujeres enamoradas)”. Este dicho
de Correas alude a la explicación dada, que concuerda con lo que dice
Quevedo. _A lo tío Diego_ es en Andalucía obrar uno con socarronería,
afectando sencillez y procediendo con malicia. Tal los presuntuosos
del dicho de Correas, que ostentan lo que no tienen y con que se daba
vaya a las enamoradas, y tal el gorrón rebozado del texto y de la
explicación, donde _de noche_ indica el rebozo y la socarronería.

[521] _Ramplón_, dícese de la pieza de hierro que tiene las
extremidades vueltas, como herradura ramplona, y por extensión del
zapato tosco de mucha vuelta o que sobresale, y el zapato de patinar o
patín, ganchudo. COLOMA, _G. Fland._, 2: “Mandó hacer doce mil pares
de ramplones con que servirse de los hielos”. BARBAD., _Corr., vic._:
“Traía medias de cordellate y zapatos de ramplón”.

[522] _Geomancía_, adivinación por los cuerpos terrestres o por lineas
y círculos hechos en tierra.

[523] _Restañando el ventanaje_, remendar agujeros. _Entintar._ QUEV.,
_Letr. satír._, 10: “Yo conozco caballero, | que entinta el cabello en
vano”.

[524] _Hacer el coco_ es arrebujarse para meter miedo al niño con el
coco o bu o fantasma.

[525] _Vuelta de la espada_, torcimiento del filo o corte. SANTILLANA:
“No hay espada sin vuelta, ni puta sin alcahueta”. Juega del vocablo
_vuelta_, acción de devolver, como dicen los muchachos al recibir
una cosa: “¿Tiene tornillo? Pues al bolsillo. ¿Tiene tornaco? Pues
al bolchaco. ¿Tiene tornón? Pues al bolsón”. Al prestar algo suele
decirse: “Tiene tornillo”, esto es, que se ha de volver a su dueño.

[526] _Diles... los dones_, alude a la explicación de Correas.

[527] _Bigotera_, asiento enfrente de la testera, para que vaya el
criado u otra persona, en cupés y berlinas; además funda de gamuza o
badanilla para meter los bigotes, cuando se estaba en casa, para que no
se ajasen y para componerlos, como hoy se usan de otra clase.

[528] _Mi sombra_, dícelo por lo enjuto y delgado de su personilla,
como pudiera haber dicho _mi raspa_; por lo mismo le llama luego
_caballero visión_, cuya vista puso hambre en los muertos.

[529] _Súpito_, vulgar en todas partes. F. SILVA, _Celest._, 26: “Cata,
señora, que no seas tan súpita”.

[530] CORR., 363: “_Cochite hervite._ (Dícese a los que quieren las
cosas muy aceleradas)”. De _cocharse_, que se usa en Segovia, de
_cocho_ o cocido, y de _hervir_, y alude al _Antes cocho que hierva_.
CÁCER., _ps._ 105: Quisieron ellos que cochite hervite los metiera
luego Dios en la tierra, que les había prometido.

[531] ¿_Doña Fáfula_ será _doña Fábula_, corrompido el nombre por la
malicia de los villanos o de los mosqueteros, cruel pesadilla de los
poetas dramáticos? A valer esta conjetura, tendría entonces aquella
frase la misma significación que hoy tiene el manoseado chiste: _En la
comedia no salió al fin el argumento_, que algunas almas pandas y no
nada caritativas repiten cuando es trivial el asunto y se maneja con
ruda Minerva. Es crítica de comedias.

[532] “día: Señora, tanto” (_P_).

[533] CORR., 612: “_Tuvieron gran pelotera._ (Por gran grita y voces
alterando; varíase)”. Del enzarzarse riñendo, como haciéndose una
pelota.

[534] _De voleo_, de vuelo, en volandas, volando, esto es, de prisa.
CABR., p. 226: “Sus llagas y dolores le llevaban de voleo a la muerte”.
CÁCER., _ps._ 25: “Ello mesmo se le viene de voleo”.

[535] CORR., 302: _Güela la casa a hombre, y él iba rodando la
escalera._

[536] “y Cristo muy mansueto, que parece que apenas echa la habla por
la boca?” (Edición de Pamplona, 1631).

[537] “Cristo, pues puede”, etc. (Edición de Pamplona, 1631). Sin esta
corrección no se entiende lo que luego añade: _aunque es la misma
paciencia..._

[538] _Bu_, del soplar, y lo decía el diablo metiendo miedo en
comedias. S. BADAJ., 2, p. 73: “Diablo: Bubu, bu, bu, bu, bu, bu”.
Ídem, 1. p. 212: “Diablo: Bu, bu, bu, bu”. (CEJADOR, _Tesoro_, _B_, 2).

[539] En palos y riñas o en canto y baile acababan casi siempre; véanse
los de Lope de Rueda, Sánchez de Badajoz y Quiñones de Benavente.

[540] CORR., 617: “_Marizápalos._ (Por mujer desaliñada que arrastra
y da las faldas en los zancajos)”. Es por lo mismo la que ahuyenta
a todos, de ¡zape!, y así dice luego: “Mira que digáis cómo la he
puesto”. Además, la desechada de todos con el _¡zape!_ Así _Balcón de
Marizápalos_ fué el que improvisó en la plaza Mayor de Madrid Felipe
IV una noche para cierta favorita que no tenía dónde presentarse.
Fué además nombre de un baile. ZAMORA, _Gurruminas_: “Marizápalos
era muchacha | y enamoradita de Pedro Martín, | por sobrina del cura
estimada, | la gala del pueblo, la flor del abril”. D. TORRES, _Ronda
al uso_: “Marizápalos era”... _Bibl. Gallardo_, 2, 204: “Marizápalos
bajó una tarde | al fresco sotillo de Vaciamadrid... | Respondió
Marizápalos ¡zape! | levando sus voces cariños de miz”. Véase CEJADOR,
_Tesoro, Silb._, 212, _zápele_, etc.

[541] “doña Fábula” (_P_).

[542] CORR., 617: “_Marirrabadilla._ (Los desiguales y ruines que
quieren ser tanto como otros buenos)”. Los junto a la cola, dicen
también. CORR., 170: “_La necesidad obliga_ _al más desvalido nombre,
que es de Marirrabadilla._ (A sorrabar a otros, que así llaman al rogar
y pedir con sumisión)”. CORR., 118: “_Los hijos de Marirrabadilla, cada
uno en su escudilla_, o _En casa de Marirrabadilla, cada uno con su
escudilla. Estar como los hijos de Marirrabadilla_”. Esto es, que en
las familias como la de esta ruin señora, todos riñen por la comida.

[543] _Piullido_, de _pi-ular_ o pi-ar las aves cuando son pequeñas,
sobre todo los pollos, y úsase en Murcia; diminutivo _-ol_, de _pi-ar_.

[544] _Pius Aeneas_ le llama Virgilio.

[545] CORR., 71: “_Allá se lo haya Marta con sus pollos._ (El descuido
vulgar deshace la consonancia, habiendo de ser la postrera palabra
_Marta_)”. Ídem, 60: _Acá lo ha Marta con sus pollos._ Estos refranes
salieron de aquel otro de CORR., 353: _¿Con qué viene Marta, la que
los pollos harta?_ Ídem, 442: “_Marta, la que los pollos harta._
(A desdén de la impertinente)”. Y díjose del ser piadosa. CORR.,
449: _Más piadosa que Marta con sus pollos._ Ídem, 442: _Marta la
piadosa, que daba el caldo a los ahorcados._ Ídem, 442: _Marta la
piadosa, que mascaba el vino a los enfermos._ Ídem, 442: _Marta la
piadosa, que mascaba la miel a los dolientes._ Ídem, 442: “_Marta la
piadosa._ (Dícese a personas piadosas y a veces con ironía y reprende
imprudencias y blanduras dañosas)”. ¿Por qué a la mujer activa llamó
el pueblo _Marta_? Creo que por _Marta_, la que servía a Jesús, que la
reprendió por ello (_Luc._, 10, 40 y 41): _Satagebat... sollicita es._
Marta es la que marra y yerra o otros dichos, y así daba a sus pollos
lo contrario de lo que habían menester.

[546] CORR., 471: _Muera Marta y muera harta._

[547] CORR., 220: _No hay tono como el del pito._

[548] CORR., 309: _Bien canta Marta después de harta._

[549] CORR., 205: _Los pollos de María, que piden pan y danles agua._
TIMONEDA, p. 393: _Los pollos de Marta, que piaban por beber y dábanles
a comer._

[550] CORR., 359: “_Como el alma de Garibay, que ni la quiso Dios ni
el diablo._ (Cuando algo se da por perdido, se dice: tan perdido es
como el alma de Garibay)”. Es explicación de la etimología de Garibay,
aunque no falta la correspondiente leyenda, que trae SBARBI. Es el
desecho o aechaduras de la criba, _gari_, trigo, y _bay_, criba, en
éuskero, _criba de trigo_. Por eso del aechar se dijo _estar como el
alma de Garibay, que ni pena ni gloria_, indeciso, del estar meneándose
como el cedazo.

[551] “todas las almas quiere y por todas las almas murió” (_B_).

[552] CORR., 601: “_Perico de los palotes._ (Apodo de bobo y necio)”.
COVARR.: “Un bobo que tañía un tambor con dos palotes. El que se
afrenta de que le traten indecentemente, suele decir: Sí, que no soy yo
Perico el de los Palotes”. Protodemonio le llama el _Diablo cojuelo_,
10, y en los _Entrem. s. XVII_, 473: “Periquito el de los palotes | si
no tienes cuartos | que dame doblones”. Acaso, más que a los _palillos_
de tambor alude a los _palotes_ del que no sabe escribir; o a las
muletas del diablo cojuelo. _Pateta_, el diablo, como _Patillas_, el
diablo cojuelo, por lo aviesos que suelen ser y malos los cojos, que
cojo significan todos estos nombres, luego el diablo, y porque cuentan
las viejas que el diablo quedó cojo al caer despeñado del cielo, que
es decir que se hizo avieso y malo. CORR., 601: “_Llevárselo Pateta_,
perderse, irse al infierno”. _No dijera más Pateta_ (QUEV., _C. de
c._). “_Juan de las calzas blancas._ (Dícenlo por un difunto que salía
de la sepultura)”. (_Corr._, 571). LOPE, _Dorot._: “No para damas, que
las hacen piernas de difuntos, y desde Juan de las calzas blancas son
contra la pramática del buen gusto”. _Don. hablador_, 1, 7: “Me decía
por libre, saliendo de Santarsis como Juan de las calzas blancas, en
piernas a lo soldado, sin capa, sin sombrero ni cuello”. “_Pedro por
demás._ (Sin hacer nada)”. (CORR., 601). B. GARAY, 4. “_El Bobo de
Coria, que empreñó a su madre y a sus hermanas y preguntaba si era
pecado_”. (CORR., 88). Un cuento sobre ello hizo Villergas (_El tío
Camorra_, paliza 22, año 1848). “_Pedro de Urdemalas._ (Es tenido por
un mozo que sirviendo hizo muchas burlas a los que sirvió)”. (CORR.,
601). Añaden: _o todo el monte o nada._ Es el que urde muy malas artes,
y Cervantes hizo de él un entremés.

[553] _El santo Macarro jugando al abejón_ (CORR., 82). Vanle tiznando
la cara los demás, sustituyéndole el que se ríe, y él ha de estar muy
serio, zumbando como abejón. TORR., _Son. a M. A. Cast._: “Quiere
llamarse ingenio, si es macarro, | si trata los asuntos con desbarro”.
Confundióse con mocarro. Q. BENAV., 2, 266: “Ya que éste es | un
mocarro”. FIGUEROA, _Plaza_, f. 255. Díjose por las _muecas_ y visajes
del tiznado.

[554] CORR., 172: “_La de santo Leprisco._ (Dicho de donaire, como San
Ciruelo, San Pito)”. Sin duda, del _prisco_.

[555] CORR., 565: “_San Ciruelo._ (Por santo no determinado ni cierto,
y así, diciendo para tal día, es para nunca jamás)”. Dícese del torpe,
necio, y bruto y se dijo del santo, por la madera de ciruelo o de
prisco, de que salió alguna imagen de santo. _Entrem. romanc._: “Aunque
es largo mi negocio | la vuelta será muy breve: | el día de san Ciruelo
| o la semana sin viernes”.

[556] CORR., 519: “_El santo Pajares._ (Dicho a desdén)”. _El santo
de Pajares, que se quemó el santo y se salvó la paja._ Dícese santo
de Pajares del que, jugando, le van tiznando la cara sin haberse
de reír, so pena de tomar su lugar, lo cual se hacía con pajas o
cosa carbonizada. De aquí el refrán del que no supo mirar por sí,
aprovechando a otros, y del hipócrita y del parado y necio. _Comed.
Florin._, 9: “Pensé que eras un santillo.--De Pajares, que ardía él y
no la paja”. LOPE, _Dama boba_, 2, 8. “_Fray Jarro, fraile cucarro._
(Apodo a niños frailitos)”. (CORR., 583). Ídem, 87: _El fraile cucarro,
deja la misa y vase al jarro._ Decimos _A propósito, fray Jarro_, de lo
sin sazón ni ocasión, aludiendo al bebedor, que con cualquiera ocasión
echa mano al jarro, y sin duda era el fraile _cucarro_ o _cuco_ el
primero que tal costumbre tuvo.

[557] _San Porro_, dícese como _porro_, del bruto, por ser romo como
una porra.

[558] _Concomos_; _carcomos_ en _P_; _corcovos_ en la edic. corregida.
Es la acción de _concomerse_ o menear mucho los hombros, como sierra
al serrar. MORETO, _Las traves._, 3: “Hubo concomo de lomos?” Lo mismo
vale _concomio_.

[559] _Vargas_ podrá ser el alcalde de Corte por los años de 1480, a
quien cometía la averiguación de los memoriales la Reina Católica, u
otros varios que dice CORR., p. 66; pero de suyo es personificación
del monte muy enzarzado, y _Averígüelo Vargas_ alude al dicho
enzarzamiento. Monte y ramaje es lo que varga significa (_Tesoro_, _B_).

[560] Véase _La Celestina_ (mi edic). sobre _Villadiego_.

[561] _Eso no, Miguel de Vergas._ Tuvo principio en Salamanca. Fuera de
la puente hay una ermita de la Trinidad, donde, al pie de una imagen
de Dios Padre, se hizo pintar un devoto ciudadano llamado _Miguel de
Vergas_, con una copla que decía así:

    “Querría honra y provecho
  Y que nada me faltase,
  Y cuando Dios me llevase,
  Irme a la gloria derecho”.

Al pie de la copla escribió un estudiante: _Eso no, Miguel de Vergas._
(Doctor Francisco de El Rosal, _Biblioteca Nacional_, T. 127. _Origen y
etimología de todos los vocablos originales de la lengua castellana_,
alfabeto III, p. 31). CORREAS, p. 133, lo confirma: “_Eso no, Miguel de
Vergas, que tenéis muchos pecados”._ (Este refrán nació en Salamanca,
adonde hubo un ciudadano rico y que casó dos hijas con dos doctores
y hizo racionero un hijo, que después fué canónigo y tuvo otras
dignidades; y en la torre de la Trinidad, parroquia del arrabal, están
dos pinturas de bulto relevadas en la pared por la parte de afuera:
la una de Dios Padre y la otra de un hombre arrodillado delante, y
por los efectos ya vistos y por la postura de las figuras, fingió el
vulgo que Miguel de Vergas hace esta oración: “Señor, case yo mis
hijas con dotores y a mi hijo véale canónigo en la Iglesia mayor, y
después de mis días, llévame con vos a la gloria”. A esto dicen: “Eso
no, Miguel de Vergas”; y parece que lo dice el ademán de la pintura,
dando a entender que no puede haber dos glorias, acá y allá. Fué Miguel
de Vergas virtuoso y pío y hizo la dicha torre y reparó la iglesia y
fundó en ella una capilla para su entierro y lucióse su virtud en su
descendencia).

[562] _Empuñadura de conseja_, comienzo de cuento en fórmula
tradicional. CORR., 74: “Érase que se era, el bien para todos sea y el
mal para la manceba del abad”.

[563] “_En Martes, ni tu tela urdas ni tu hija cases._ (Opinión del
vulgo contra el martes, y nace de ser tenido Marte en la gentilidad por
dios de las batallas, y este planeta domina en ese día, y por eso le
tienen por aciago los ignorantes, tomándolo de la gentilidad, que no
hacía casamientos en martes por su dios de disensiones y batallas)”.
(CORR., 122). Ídem, 111: _En el martes, ni paños cortes ni hija cases._
Ídem. 122: _En martes, ni tu casa mudes, ni tu hija cases, ni tu ropa
tajes. Nacer en martes_ es ser desgraciado, como lo dice una canción
popular: “_Dar con la del martes_, con la mala”. (CORR., 575).

[564] _“Mátalas callando y tómalas a tiento y pálpalas a tiento o
a ciegas._ (Dícese del que con sosiego y secreto hace las cosas
cautamente)”. (CORR., 458). Esto es, del hipócrita. _Mátalas hablando_
lo inventa Quevedo al propósito, no menos que _Resucítalas callando_.
Yo creo se dijo propiamente de las pulgas.

[565] _Portante_, paso apresurado. QUEV., _Cart. Viaj._: “Soy tartamudo
de zancas y achacoso de portante”. _G. Alf._, 2, 3, 5: “Porque iba de
portante y según llevaba el paso presto saliéramos de muda”.

[566] Las aventuras de Lanzarote constituyen la parte festiva y amena
de los libros caballerescos de Artús o Arturo, príncipe de los silures,
que floreció a fines del siglo VI y fué el Pelayo de la Gran Bretaña
contra los sajones, dueños a la sazón de toda la isla. Instituyóse
en tiempos de este buen Rey, según la irrecusable autoridad de don
Quijote, la famosa Orden de la Tabla redonda, y pasaron sin faltar un
punto los amores de _don Lanzarote del Lago_ con la reina Ginebra,
hija del rey de Escocia y mujer de Artús, siendo mediadera de ellas y
sabidora la honrada _dueña Quintañona_, de donde nació aquel tan sabido
romance y tan decantado en nuestra España de

    “Nunca fuera caballero
  De damas tan bien servido
  Como fuera Lanzarote
  Cuando de Bretaña vino”.

Pasa como autor del libro de _Lanzarote_ Arnaldo Daniel, poeta
provenzal de fines del siglo XII.

[567] _Certifico_, lo abono, lo fío.

[568] CORR., 273: “_Juan de buen alma._ (A uno que es bonazo y flojo)”.
T. RAMÓN, _Dom. 17. Trin._ 5: “De unos Joanes de buena alma”. GRAN.,
_Comp._, 3, 3: “Los que en las religiones no tienen más que esta bondad
natural, no son más que un Juan de buen alma”. LAGUNA, _Diosc._, 4,
96: “Al que no es revoltoso ni sabe ofender a nadie, antes sufriendo
injurias y dando gracias por ellas pasa la vida, dicen que no es deste
mundo, sino un Juan de buen alma”.

[569] CORR., 173: _La gata de Juan Ramos cierra los ojos y abre las
manos._ QUEV., _C. de c._: “Con mucha sorna se vino mano sobre mano,
hecho gatica de Juan Ramos”. Dícese del que disimuladamente y con
melindre pretende una cosa, dando a entender que no la quiere, o que
se hace la muerta y boba. CORR., 173: “_La gata de Marirramos, que se
hacía muertecina para cazar los ratos._ (En éstos, unos dicen Juan
Ramos, otros Mari Ramos, otros Marcos)”. CORR., 87: “El gato de Marcos
Ramos, halaga con la cola y araña con las manos”. Ídem, 492: “_Hacer
del gato de Juan Hurtado._ (Es hacerse mojigato)”. _O hacer de la gata
muerta_ (CORR., 492).

[570] _Febrero_, mes de los gatos y gatas, que suele decirse a los
niños, cuando preguntan por qué andan alborotados y gritan, que _les
duelen las muelas_.

[571] _El sastre del Campillo o de Piedras Albas, que ponía de su casa
aguja y hilo, o el alfayate de la encrucijada, pone el hilo de su casa.
El sastre del cantillo, cosía de balde y ponía el hilo._ (CORR., 82).
_El sastre de Peralvillo, que hacía la costura de balde y ponía el
hilo_ (ídem, 82).

[572] _De las uñas_, por lo que hurta.

[573] _Escarapela_, riña. _F. Silva_, _Celest._, 23: “Si tú hubieras
visto en la escarapela que nos hemos visto”. (Véase _Tesoro_,
_Silbant._, 299).

[574] Todo lo anterior, desde el principio del párrafo, donde se habla
de _Vargas_, hasta este punto, falta en la edición de Pamplona, y debió
ser añadido por Quevedo en 1629. Ya en adelante conforman ésta y la de
Barcelona de 1635.

[575] _Deshonrabuenos_, el que murmura quitando la honra y el que
desdice de su linaje. J. POLO, pl. 223: “Volvedme mi honra, que sois
un deshonrabuenos”. CÁCER., _ps._ 21: “Dicen que soy deshonrabuenos”.
CORR., 579: _“Deshonra buenos y linajes._ (Al bellaco)”.

[576] _Al cielo_, y para desviar el voto del cielo añade _de la cama_.

[577] _Diego Moreno, de buena disposición, bien vestido y de buena
cara._ QUEV.: “Y para nosotros | vino la (edad) de cuerno, | rica de
ganados | y Diegos Morenos”.

[578] _Entremés_ o diversión de todos, dice Diego Moreno que le
hicieron. Es el consentidor, por lo cual dice antes Quevedo que iba
_bien vestido, y de buena cara_, y luego que fué _marido de tomo y
lomo, porque tomaba y engordaba_ de lo que ganaba su mujer.

[579] _Aunque se llamen Juanes_, esto es, sean bobos (_Celest._, mi
edic.), _se vuelven Diegos_, que viven de gorra, como hemos visto. Por
eso se llaman _Diego y Moreno_, por llamarse así los negros. J. RUFO,
_Apotegm._, f. 105, del 1596: “Al chico de cuerpo se le ha de llamar
mediano; al moreno, trigueño, y al negro, moreno”.

[580] “_De tomo y lomo._ (Por cosa fornida)”. (_Corr._, 758); esto es,
_muy marido_.

[581] _Sietedurmientes_, que ni oía ni veía a los que solicitaban a su
mujer, si eran ricos, y grulla, esto es, vigilante, si pobres: “cogen
una piedra pesada con el pie derecho y le levantan, porque si acaso se
duermen, cayendo la piedra, las despierta” (VALDECEBRO, _Aves_, 11, 50).

[582] _Dios me le guarde_..., es un consentidor.

[583] “desmocharan las testas” (_P_).

[584] _Poetas_, por ser pobres; _ginoveses_, por ser ricos.

[585] _Marido postizo_, el que siempre hace de acusativo, que padece,
mientras otros hacen de nominativo, que obra, en frase del _Guzmán de
Alforache_, en cuya pte. 2, l. 3, c. 5, se trata largamente de ellos.

[586] _Medellín_, acaso alude a los ganados extremeños, como en el
_barbar de cabrío_, o tener barbas de chivo.

[587] _Endureció_, con la cornamenta, y lo mismo da a entender con las
frases que siguen.

[588] _Y a la grita y ruido_..., _me desperté_, tenía intención de
escribir Quevedo; pero se le fué al cielo el santo y el período quedó
desbaratado.

[589] _Atienden_, sujeto de este verbo plural es el colectivo _gente_.


                         FIN DEL TOMO PRIMERO


                  ESTE LIBRO SE ACABÓ DE IMPRIMIR EN
                   LA TIPOGRAFÍA DE “LA LECTURA” EL
                   DÍA VII DE MARZO DEL AÑO MCMXVI



*** End of this LibraryBlog Digital Book "Los sueños - Vol. 1" ***

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