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Title: Viage al Parnaso - La Numancia (Tragedia) y El Trato de Argel (Comedia) Author: Cervantes Saavedra, Miguel de, 1547-1616 Language: Spanish As this book started as an ASCII text book there are no pictures available. *** Start of this LibraryBlog Digital Book "Viage al Parnaso - La Numancia (Tragedia) y El Trato de Argel (Comedia)" *** images generously made available by the Bibliothèque nationale de France (BnF/Gallica) VIAGE AL PARNASO COMPUESTO POR MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA. DIRIGIDO A D. RODRIGO DE TAPIA, CABALLERO DEL HABITO DE SANTIAGO, &C. PUBLICANSE AHORA DE NUEVO UNA TRAGEDIA Y UNA COMEDIA INEDITAS DEL MISMO CERVANTES: AQUELLA INTITULADA LA NUMANCIA: ESTA EL TRATO DE ARGEL. EN MADRID POR _DON ANTONIO DE SANCHA_. ANO DE M. DCCLXXXIV. Se hallará en su Librería en la _Aduana Vieja_. _Con las Licencias necesarias._ _A DON RODRIGO DE TAPIA, CABALLERO DEL HABITO DE SANTIAGO, HIJO DEL SEÑOR DON PEDRO DE TAPIA, OIDOR DEL CONSEJO REAL, Y CONSULTOR DEL SANTO OFICIO DE LA INQUISICION SUPREMA._ Dirijo á Vm. este Viage que hice al Parnaso, que no desdice á su edad florida, ni á sus loables y estudiosos exercicios. Si Vm. le hace el acogimiento que yo espero de su condicion ilustre, él quedará famoso en el mundo, y mis deseos premiados. Nuestro Señor, &c. _Miguel de Cervantes Saavedra._ PROLOGO AL LECTOR. Si por ventura, Lector curioso, eres poeta, y llegare á tus manos (aunque pecadoras) este Viage, si te hallares en él escrito, y notado entre los buenos poetas, da gracias á Apolo por la merced que te hizo; y si no te hallares, tambien se las puedes dar. Y Dios te guarde. _D. AUGUSTINI DE CASANATE ROJAS_ EPIGRAMA Excute cæruleum, proles Saturnia, tergum, Verbera quadrigæ sentiat alma Tetys. Agmen Apollineum, nova sacri injuria ponti; Carmineis ratibus per freta tendit iter. Proteus æquoreas pecudes, modulamina Triton Monstra cavos latices obstupefacta sinunt. At caveas tantæ torquent quæ mollis habenas, Carmina si excipias nulla tridentis opes. Hesperiis Michaël claros conduxit ab oris In pelagus vates. Delphica castra petit. Imó age, pone metus, mediis subsiste carinis, Parnassi in littus vela secunda gere. ADVERTENCIA DEL EDITOR. Esta Advertencia que pudiera parecer escusada, respecto del Viage al Parnaso de Miguel de Cervantes, por ser mera reimpresion de un libro tan conocido, la exige la publicacion de las dos piezas igualmente poeticas, que ahora se dan á luz la primera vez. Una es tragica: y otra comica. Una se intitula La Numancia: la otra El Trato de Argel. De entrambas hace mencion, baxo estos mismos titulos en el Dialogo con el poeta Pancracio, en el Discurso del Canonigo de Toledo con el Cura Pero Perez, que se introduce en D. Quixote, y al fin de la comedia de los Baños de Argel, impresa el año de 1613. Estas dos son del número de aquellas veinte ò treinta comedias que escribió por los años de 1582. recien redimido del cautiverio de Argel, y de las quales dice que todas se representaron en los teatros de Madrid con gusto general del pueblo. Pero sin embargo de estos elogios, en ambas se observan ciertas irregularidades que las mancomunan con muchas de las que despues reprehendió tan justamente el mismo Cervantes. Porque el Trato de Argel no tanto merece el nombre de comedia, como el de una simple relacion lastimosa y tragica por lo comun, de los trabajos que padecian los cautivos cristianos en poder de los infieles, en cuya pintura entran tambien las reprobadas costumbres de unos y de otros, cuyos sucesos son tanto mas creibles en la pluma del autor, quanto que por él pasaron muchos de ellos; y asi se introduce en ella à sí mismo, como historiador verdadero. Por esto refiere con tanta puntualidad las varias calamidades de los cautivos: la venta de ellos en el zoco ò plaza de Argel: el peligro y facilidad con que renegaban los muchachos: los intentos y aventurados arbitrios que discurrian los cautivos para huir: los inclementes castigos con que por esto los atormentaban los moros: el martirio que padeció en Argel Frey Miguel de Aranda, caballero Valenciano, de la Orden de Montesa, en venganza de haber quemado vivo la Inquisicion de Valencia à un morisco, que pasandose à Berberia, profesó abiertamente el mahometismo, y dandose despues al corso, cayó en manos de aquel Tribunal: cuyo suceso refiere largamente el Padre Ahedo en su Historia de Argel. Tampoco omite las deshonestas aficiones con que las moras se inclinaban à los cautivos, y los moros à las cautivas, valiendose de hechicerías y encantos, con el vano intento de atraer y fixar las voluntades humanas: cosa freqüente entre ellos, como dice el mismo Ahedo: cuyos amores se complicaban con otros que los mismos cautivos se tenian. Asi Cervantes cuenta los de Aurelio y Silvia, cautivos enamorados, y presos por Mami Arnaut en la galera nueva de Malta llamada San Pablo, de cuya pérdida hace mencion el citado Ahedo, atribuyendo esta y otras desgracias à que las galeras de España eran muy pesadas, cuyo peso se aumentaba con el demasiado carguío de mercancias, sin ayudarle en un apuro nuestra gente, por tener a caso de menos valer echar mano al remo: todo lo qual sucedia al contrario en los moros, que usaban de embarcaciones mas veleras. Compraron estos esclavos Izuf y Zara, dos moros principales. Enamorase Zara de su cautivo Aurelio, y para inclinarle se vale de la hechicera Fátima, y no contenta con esto, hace tercera de su amor à Silvia. Izuf por su parte se aficiona à Silvia, y para rendirla se vale de los oficios de Aurelio. Aunque en esta comedia no se advierte una accion principal à que estén subordinados los demas incidentes, si algun episodio puede ocupar el lugar de ella, es esta complicación de afectos de amos y de esclavos: cuyo desenlace consiste en conceder el Rey Azan à Aurelio y Silvia, libertad para que vuelvan à España à solicitar dos mil ducados en que se rescataron, fiando de su palabra y buena fe el cumplimiento de esta condicion. Y el fin de toda la comedia es avistarse en el puerto de Argel el navio que traia la limosna de la Redencion, en que venia el Padre Fray Juan Gil, cuyo suceso fue tambien verdadero, pues este Religioso fue el que rescató à Cervantes. Tampoco se observan las unidades de tiempo ni de lugar. Pedro Alvarez y otro con-cautivo caminan noches y dias, huidos de sus amos; y perdiendo el camino Alvarez, se aparece un leon que se le enseña: cuyo extraordinario suceso atribuye à la intercesion de nuestra Señora de Montserrate. Introduce tambien figuras morales. La Necesidad y la Ocasion acosan à Aurelio para que condescienda con las importunas instancias de Zara. Asi tambien en la Numancia introduce à la España en forma de doncella, coronada de torres, informando del sitio que la tenia puesto Scipion; y considerando que solo por la parte por donde bañaba el rio la ciudad cercada, podia recibir socorro, le hace una dolorosa súplica para que se le preste: y en efecto, sale al teatro el Duero con tres muchachos que representan à tres riachuelos que desaguan en él, y despues de una larga arenga en que profetiza que los Godos en adelante, Atila, y el Duque de Alba D. Fernando Alvarez de Toledo harían guerra á Roma, la desaucia de todo remedio, y se sumerge en sus propias aguas. Facil hubiera sido y mas natural poner estos discursos en boca de las personas. Pero esta invencion fue tan del gusto de Cervantes, que se precia de haber sido el primero que introduxo en el teatro las figuras morales con general aplauso: si bien muchos años antes las vemos introducidas en la comedia de la Duquesa de la Rosa impresa por Juan de Timoneda el año de 1560. por Alonso de Vega, poeta y representante, como lo fue por aquellos tiempos Lope de Rueda. Por los años de 1598. compuso Lope de Vega una comedia intitulada: Los Cautivos de Argel, cuyo argumento es el mismo que el del Trato de Argel: y con efecto introduce en ella un cautivo llamado Saavedra, en cuya introduccion tubo sin duda presente à Cervantes. A lo menos supone sucedidos en el tiempo de su cautiverio los casos que refiere, que casi son identicos con los que se leen en el Trato de Argel: como son el martirio del Caballero de Montesa, las costumbres del Rey Azan, la complicacion de los amores de amos y cautivos, que es lo que se puede llamar la accion de la comedia. El desenlace es tambien casi identico, y se reduce à que Azan concede libertad à los dos amantes cautivos, que en Lope se llaman Leonardo y Marcela, con la misma condicion, que vueltos à España adquieran el precio de su rescate, y se lo remitan à Soliman su amo. Entre otras impropiedades, tampoco guarda Lope la unidad de tiempo; porque suponiendo como se ha dicho, los casos de su comedia sucedidos por los años de 1580. finge que desde Argel se veian los fuegos del castillo de Denia, donde con varios regocijos celebró D. Francisco de Sandoval y Roxas, Duque despues de Lerma, el casamiento de Felipe III. con la Reyna Doña Margarita, contraido el mencionado año de 1598. Esta conformidad de casos, de escenas, y aun de expresiones con el Trato de Argel, que se hallan en los Cautivos de Lope, prueba que éste tubo presente alguna copia de aquella comedia, que disfrutó plenamente; aunque siempre se echa de ver aquella facilidad, viveza y discrecion de Lope de Vega. Pero volvamos à Cervantes. El qual pensando muchos años despues que compuso el Trato de Argel, que todavia parecian bien sus versos, compuso otras ocho comedias; y viendo que ni los farsantes se las pedian, ni otros las apreciaban, se las vendió al librero Juan de Villarroel, que las imprimió el año de 1615. Hallase entre ellas una intitulada: Los Baños de Argel, que casi es idéntica, con la del Trato de Argel. Conserva en ella principalmente la complicacion de amores de amos y cautivos, aunque varía los nombres; porque estas aficiones ilicitas y contrapuestas de amos y esclavos hicieron tal impresion en Cervantes, que no solo las conserva en esta comedia renovada, sino que las repite en la Novela del Amante Liberal. Introduce de nuevo el amor de una hija de Agi Morato, moro rico de Argel, llamada Zara, que enamorada de D. Lope, uno de los cautivos del Baño, se comunicaba con él por medio de billetes que colgaba de una caña, con cuyo artificio le proveyó tambien de dineros. El desenlace ò desenredo es igualmente la libertad de los cautivos solicitada por el mismo D. Lope, que viniendo rescatado à España, vuelve à Argel con una barca, donde trae à todos los compañeros que caben en ella, y à Zara especialmente, con quien recibido el bautismo, se casa: suceso que no solo dice Cervantes fue verdadero, sino que le renovó en D. Quixote. Si en el Trato de Argel se notan impropiedades, no menos se observan en los Baños de Argel. Una de las mas extraordinarias de ésta es fingir que los moros vieron una armada de mas de trescientas galeras, representada en las nubes heridas por los rayos del sol, y oyeron los tiros, y vieron los fuegos: y pensando los Genizaros que la enviaba Felipe II. para conquistar aquella republica de piratas, se enfurecieron de tal modo, que para tener menos enemigos, hirieron à mas de veinte cautivos, y quitaron la vida à mas de treinta. Un erudito Anonimo reimprimió el año de 1749. estas ocho comedias, acompañandolas con un dilatado prologo en que intenta probar que las compuso su autor con el fin de ridiculizar las de su tiempo, que tanto solian pecar contra las reglas del arte; asi como escribió la Novela de D. Quixote con el de ridiculizar los libros de caballerias. Ultimamente el célebre Abate D. Xavier Lampillas pretende disculpar à Cervantes por un nuevo y singular camino. Dice que estas ocho comedias no son suyas; _sino que la malicia de los impresores publicó con su nombre y prologo aquellas extravagantes comedias, correspondientes al pervertido gusto del vulgo, suprimiendo las que verdaderamente eran de él, ò transformandolas en un todo_. Pero como los defectos de la del Trato de Argel, que Cervantes reconoce por suya, y de la qual dice se recitó con general aplauso, certifican de las irregularidades de las que despues él mismo dió à la estampa, se infiere que Cervantes no compuso sus comedias con el fin que le supone el mencionado Anonimo, que quiere hallar en ellas mas ingenio y artificio que el que tienen; y que por consiguiente no es admisible el arbitrio que escogitó el Abate Lampillas, aunque nacido de buen zelo por conservar la fama del autor de D. Quixote. Lo primero, porque él mismo se declara autor de ellas en la dedicatoria al Conde de Lemos, y en el prologo: y el estilo y discurso de ambas composiciones no permite sospechar que sean de otra pluma: lo segundo, porque no es creible que ninguno tubiese el atrevimiento de prohijar al verdadero autor à vista suya, unas obras agenas en lugar de las suyas propias; y quando asi hubiese sucedido, parece imposible que no se hubiese vindicado de semejante supercheria, habiendo sobrevivido à la publicacion mas de un año. Antes se infiere y se comprueba con estas comedias la doctrina del Doctor Juan Huarte alegada por el ingenioso P. Vicente de los Rios en la Vida de Miguel de Cervantes Saavedra: que para la aplicacion de los ingenios se debe examinar, no solo la ciencia que se adequa mas à cada uno, sino tambien si se acomoda mejor à la teorica que à la practica de aquella ciencia: porque estas requieren por lo comun, diferente indole de ingenio. En Cervantes, prosigue Rios, se verificó plenamente esta observacion. Nunca acertó à componer comedias, y poseia perfectamente su teorica, como lo acreditan muchos lugares de sus obras, y especialmente el Coloquio entre el Cura y el Canonigo de Toledo, que inserta en la primera parte de D. Quixote. Por los defectos expuestos del Trato de Argel, se puede hacer algún juicio de la Numancia, aunque es algo mas regular. [Illustration] VIAGE AL PARNASO. CAPITULO I. Un quidam caporal Italiano, De patria Perusino á lo que entiendo, De ingenio Griego, y de valor Romano, Llevado de un capricho reverendo, Le vino en voluntad de ir á Parnaso, Por huir de la corte el vario estruendo. Solo y á pie partióse, y paso á paso Llegó donde compró una mul antigua De color parda, y tartamudo paso: Nunca á medroso pareció estantigua Mayor, ni menos buena para carga, Grande en los huesos, y en la fuerza exigua: Corta de vista, aunque de cola larga, Escrecha en los hijares, y en el cuero Mas dura que lo son los de una adarga. Era de ingenio cabalmente entero, Caia en qualquier cosa facilmente Asi en Abril, como en el mes de Enero. Enfin sobre ella el poeton valiente Llegó al Parnaso, y fue del rubio Apolo Agasajado con serena frente. Contó, quando volvió el poeta solo Y sin blanca á su patria, lo que en vuelo Llevó la fama deste al otro polo. Yo que siempre trabajo y me desvelo Por parecer que tengo de poeta La gracia, que no quiso darme el cielo: Quisiera despachar á la estafeta Mi alma, ó por los aires, y ponella Sobre las cumbres del nombrado Oeta. Pues descubriendo desde alli la bella Corriente de Aganipe, en un saltico Pudiera el labio remojar en ella: Y quedar del licor süave y rico El pancho lleno: y ser de alli adelante Poeta ilustre, ó al menos manifico. Mas mil inconvenientes al instante Se me ofrecieron, y quedó el deseo En cierne, desvalido, é ignorante. Porque en la piedra que en mis hombros veo, Que la fortuna me cargó pesada, Mis mal logradas esperanzas leo. Las muchas leguas de la gran jornada Se me representaron que pudieran Torcer la voluntad aficionada, Si en aquel mismo instante no acudieran Los humos de la fama á socorrerme, Y corto y facil el camino hicieran. Dixe entre mí: si yo viniese á verme En la dificil cumbre deste monte, Y una guirnalda de laurel ponerme; No envidiaria el bien decir de Aponte, Ni del muerto Galarza la agudeza, En manos blando, en lengua Radamonte. Mas como de un error siempre se empieza, Creyendo á mi deseo, di al camino Los pies, porque di al viento la cabeza. Enfin sobre las ancas del destino, Llevando á la eleccion puesta en la silla Hacer el gran viage determino. Si esta cavalgadura maravilla, Sepa el que no lo sabe, que se usa Por todo el mundo, no solo en Casulla. Ninguno tiene, ó puede dar escusa De no oprimir desta gran bestia el lomo, Ni mortal caminante lo rehusa. Suele, tal vez ser tan ligera, como Va por el aire el aguila, ó saeta, Y tal vez anda con los pies de plomo. Pero para la carga de un poeta, Siempre ligera, qualquier bestia puede Llevarla, pues carece de maleta. Que es caso ya infalible, que aunque herede Riquezas un poeta, en poder suyo No aumentarlas, perderlas le sucede. Desta verdad ser la ocasion arguyo, Que tu, ó gran padre Apolo, les infundes En sus intentos el intento tuyo. Y como no le mezclas ni confundes En cosas de agibilibus rateras, Ni en el mar de ganancia vil le hundes; Ellos, ó traten burlas, ó sean veras, Sin aspirar á la ganancia en cosa, Sobre el convexo van de las esferas: Pintando en la palestra rigurosa Las acciones de Marte, ó entre las flores Las de Venus mas blanda y amorosa. Llorando guerras, ó cantando amores La vida como en sueño se les pasa, O como suele el tiempo á jugadores. Son hechos los poetas de una masa Dulce, süave, correosa y tierna, Y amiga del hogar de agena casa. El poeta mas cuerdo se gobierna Por su antojo valdio y regalado, De trazas lleno, y de ignorancia eterna. Absorto en sus quimeras, y admirado De sus mismas acciones, no procura Llegar á rico, como á honroso estado. Vayan pues los leyentes con letura, Qual dice el vulgo mal limado y bronco, Que yo soy un poeta desta hechura. Cisne en las canas, y en la voz un ronco Y negro cuervo, sin que el tiempo pueda Desbastar de mi ingenio el duro tronco: Y que en la cumbre de la varia rueda Jamas me pude ver solo un momento, Pues quando subir quiero, se está queda. Pero por ver si un alto pensamiento Se puede prometer feliz suceso, Seguí el viage á paso tardo y lento. Un candeal con ocho mis de queso Fue en mis alforjas mi reposteria, Util al que camina, y leve peso. A dios dixe á la humilde choza mia, A dios, Madrid, á dios tu, prado, y fuentes Que manan nectar, llueven ambrosía. A dios, conversaciones suficientes A entretener un pecho cuidadoso, Y á dos mil desvalidos pretendientes. A dios, sitio agradable y mentiroso, Do fueron dos gigantes abrasados Con el rayo de Jupiter fogoso. A dios teatros publicos, honrados Por la ignorancia que ensalzada veo En cien mil disparates recitados. A dios de S. Felipe el gran paseo, Donde si baxa, ó sube el Turco galgo, Como en gaceta de Venecia leo. A dios, hambre sotil de algun hidalgo, Que por no verme ante tus puertas muerto, Hoy de mi patria, y de mi mismo salgo. Con esto poco á poco llegué al puerto, A quien los de Cartago dieron nombre, Cerrado á todos vientos y encubierto. A cuyo claro y singular renombre Se postran quantos puertos el mar baña, Descubre el sol, y ha navegado el hombre. Arrojose mi vista á la campaña Rasa del mar, que truxo á mi memoria Del heroyco Don Juan la heroyca hazaña. Donde con alta de soldados gloria, Y con proprio valor y airado pecho Tuve, aunque humilde, parte en la vitoria. Alli con rabia y con mortal despecho El Otomano orgullo vió su brio Hollado y reducido á pobre estrecho. Lleno pues de esperanzas, y vacio De temor, busqué luego una fragata, Que efetuase el alto intento mio. Quando por la, aunque azul, liquida plata Ví venir un bagel á vela y remo, Que tomar tierra en el gran puerto trata. Del mas gallardo, y mas vistoso estremo De quantos las espaldas de Neptuno Oprimieron jamas, ni mas supremo. Qual este nunca vió bagel alguno El mar, ni pudo verse en el armada, Que destruyó la vengativa Juno. No fué del Vellocino á la jornada Argos tan bien compuesta y tan pomposa, Ni de tantas riquezas adornada. Quando entraba en el puerto la hermosa Aurora por las puertas del oriente, Salia en trenza blanda y amorosa. Oyose un estampido de repente, Haciendo salva la real galera, Que despertó y alborotó la gente. El son de los clarines la ribera Llenaba de dulcisima harmonia, Y el de la chusma alegre y placentera. Entrabanse las horas por el dia, A cuya luz con distincion mas clara Se vió del gran bagel la bizarria. Ancoras echa, y en el puerto pára, Y arroja un ancho esquife al mar tranquilo Con musica, con grita y algazara. Usan los marineros de su estilo, Cubren la popa con tapetes tales Que es oro, y sirgo de su trama el hilo. Tocan de la ribera los umbrales, Sale del rico esquife un caballero En hombros de otros quatro principales. En cuyo trage y ademan severo Vi de Mercurio al vivo la figura, De los fingidos dioses mensagero. En el gallardo talle y compostura, En los alados pies, y el Caduceo, Simbolo de prudencia y de cordura; Digo, que al mismo paraninfo veo, Que truxo mentirosas embaxadas A la tierra del alto coliseo. Vile, y apenas puso las aladas Plantas en las arenas venturosas Por verse de divinos pies tocadas: Quando yo revolviendo cien mil cosas En la imaginacion, llegué á postrarme Ante las plantas por adorno hermosas. Mandóme el dios parlero luego alzarme, Y con medidos versos y sonantes, Desta manera comenzó á hablarme: O Adán de los poetas, ó Cervantes! Qué alforjas y qué trage es este, amigo? Que asi muestra discursos ignorantes. Yo, respondiendo á su demanda, digo: Señor, voy al Parnaso, y como pobre Con este aliño mi jornada sigo. Y él á mí dixo: ó sobrehumano, y sobre Espiritu Cilenio levantado! Toda abundancia, y todo honor te sobre. Que enfin has respondido á ser soldado Antiguo y valeroso, qual lo muestra La mano de que estás estropeado. Bien sé que en la Naval dura palestra Perdiste el movimiento de la mano Izquierda, para gloria de la diestra. Y sé que aquel instinto sobrehumano Que de raro inventor tu pecho encierra, No te le ha dado el padre Apolo en vano. Tus obras los rincones de la tierra, Llevandolas en grupa Rocinante, Descubren, y á la envidia mueven guerra. Pasa, raro inventor, pasa adelante Con tu sotil disinio, y presta ayuda A Apolo; que la tuya es importante: Antes que el escuadron vulgar acuda De mas de veintemil sietemesinos Poetas, que de serlo están en duda. Llenas van ya las sendas y caminos Desta canalla inutil contra el monte, Que aun de estar á su sombra no son dinos. Armate de tus versos luego, y ponte A punto de seguir este viage Conmigo, y á la gran obra disponte. Conmigo segurisimo pasage Tendrás, sin que te empaches, ni procures Lo que suelen llamar matalotage. Y porque esta verdad que digo, apures, Entra conmigo en mi galera, y mira Cosas con que te asombres y asegures. Yo, aunque pense que todo era mentira, Entré con él en la galera hermosa, Y vi lo que pensar en ello admira. De la quilla á la gavia, ó estraña cosa! Toda de versos era fabricada, Sin que se entremetiese alguna prosa. Las ballesteras eran de ensalada De glosas, todas hechas á la boda De la que se llamó Malmaridada. Era la chusma de romances toda, Gente atrevida, empero necesaria, Pues á todas acciones se acomoda. La popa de materia extraordinaria, Bastarda, y de legitimos sonetos, De labor peregrina en todo, y varia. Eran dos valentisimos tercetos Los espaldares de la izquierda y diestra, Para dar boga larga muy perfetos. Hecha ser la crugia se me muestra De una luenga y tristisima elegia, Que no en cantar, sino en llorar es diestra. Por esta entiendo yo que se diria Lo que suele decirse á un desdichado, Quando lo pasa mal, pasó crugia. El arbol hasta el cielo levantado De una dura cancion prolija estaba De canto de seis dedos embreado. El, y la entena que por él cruzaba De duros estrambotes, la madera De que eran hechos claro se mostraba. La racamenta, que es siempre parlera, Toda la componian redondillas, Con que ella se mostraba mas ligera. Las jarcias parecian seguidillas De disparates mil y mas compuestas, Que suelen en el alma hacer cosquillas. Las rumbadas, fortisimas y honestas Estancias, eran tablas poderosas, Que llevan un poema y otro á cuestas. Era cosa de ver las bulliciosas Vanderillas que al aire tremolaban, De varias rimas algo licenciosas. Los grumetes, que aqui y alli cruzaban, De encadenados versos parecian, Puesto que como libres trabajaban. Todas las obras muertas componian O versos sueltos, ó sextinas graves, Que la galera mas gallarda hacian. Enfin con modos blandos y süaves, Viendo Mercurio que yo visto havia El bagel, que es razon, letor, que alabes, Junto á sí me sentó, y su voz envia A mis oidos en razones claras, Y llenas de suavisima harmonia, Diciendo: entre las cosas que son raras Y nuevas en el mundo y peregrinas, Verás, si en ello adviertes y reparas. Que es una este bagel de las mas dinas De admiracion, que llegue á ser espanto A naciones remotas y vecinas. No le formaron maquinas de encanto, Sino el ingenio del divino Apolo, Que puede, quiere, y llega, y sube á tanto. Formóle, ó nuevo caso! para solo Que yo llevase en él quantos poetas Hay desde el claro Tajo hasta Pactolo. De Malta el gran Maestre, á quien secretas Espias dan aviso que en oriente Se aperciben las barbaras saetas; Teme, y envia á convocar la gente Que sella con la blanca cruz el pecho, Porque en su fuerza su valor se aumente. A cuya imitacion Apolo ha hecho Que los famosos vates al Parnaso Acudan, que está puesto en duro estrecho. Yo, condolido del doliente caso, En el ligero casco, ya instruido De lo que he de hacer, aguijo el paso. De Italia las riberas he barrido, He visto las de Francia y no tocado, Por venir solo á España dirigido. Aqui con dulce y con felice agrado Hará fin mi camino á lo que creo, Y seré facilmente despachado. Tu, aunque en tus canas tu pereza veo, Serás el paraninfo de mi asunto, Y el solicitador de mi deseo. Parte, y no te detengas solo un punto, Y á los que en esta lista van escritos Diras de Apolo quanto aqui yo apunto. Sacó un papel, y en él casi infinitos Nombres vi de poetas, en que havia Yangueses, Vizcainos, y Coritos. Alli famosos vi de Andalucia, Y entre los Castellanos vi unos hombres, En quien vive de asiento la poesia. Dixo Mercurio: quiero que me nombres Desta turba gentil, pues tu lo sabes, La alteza de su ingenio con los nombres. Yo respondi: de los que son mas graves Diré lo que supiere, por moverte A que ante Apolo su valor alabes. El escuchó. Yo dixe desta suerte. VIAGE AL PARNASO. CAPITULO II. Colgado estaba de mi antigua boca El dios hablante; pero entonces mudo, Que al que escucha, el guardar silencio toca. Quando dí de improviso un estornudo, Y haciendo cruces por el mal aguero, Del gran Mercurio al mandamiento acudo, Miré la lista, y ví que era el primero El Licenciado JUAN DE OCHOA, amigo Por poeta y christiano verdadero. Deste varon en su alabanza digo Que puede acelerar y dar la muerte Con su claro discurso al enemigo. Y que si no se aparta y se divierte Su ingenio en la Gramatica Española, Será de Apolo sin igual la suerte; Pues de su poesia al mundo sola Puede esperar poner el pie en la cumbre, De la inconstante rueda, ó varia bola. Este que de los comicos es lumbre, Que el Licenciado POYO es su apellido, No hay nube que á su sol claro deslumbre. Pero como está siempre entretenido En trazas, en quimeras, é invenciones, No ha de acudir á este marcial ruido. Este que en lista por tercero pones: Que HIPOLITO se llama DE VERGARA, Si llevarle al Parnaso te dispones, Haz cuenta que en él llevas una jara, Una saeta, un arcabuz, un rayo, Que contra la ignorancia se dispara. Este, que tiene como mes de Mayo Florido ingenio, y que comienza ahora A hacer de sus comedias nuevo ensayo, GODINEZ es. Y estotro que enamora Las almas con sus versos regalados, Quando de amor ternezas canta ó llora, Es uno, que valdrá por mil soldados, Quando á la estraña y nunca vista empresa Fueren los escogidos y llamados: Digo que es DON FRANCISCO, el que profesa Las armas y las letras con tal nombre, Que por su igual Apolo le confiesa. Es DE CALATAYUD su sobrenombre. Con esto queda dicho todo quanto Puedo decir con que á la invidia asombre. Este que sigue es un poeta santo, Digo famoso: MIGUEL CID se llama, Que al coro de las musas pone espanto. Estotro que sus versos encarama Sobre los mismos hombros de Calisto, Tan celebrado siempre de la fama, Es aquel agradable, aquel bien quisto, Aquel agudo, aquel sonoro y grave Sobre quantos poetas Febo ha visto: Aquel que tiene de escribir la llave Con gracia y agudeza en tanto estremo, Que su igual en el orbe no se sabe: Es DON LUIS DE GONGORA, aquien temo Agraviar en mis cortas alabanzas, Aunque las suba al grado mas supremo. O tu, divino espiritu, que alcanzas Ya el premio merecido á tus deseos, Y á tus bien colocadas esperanzas: Ya en nuevos y justisimos empleos, DIVINO HERRERA, tu caudal se aplica, Aspirando del cielo á los trofeos. Ya de tu hermosa Luz clara y rica El bello resplandor miras seguro En la que alma tuya beatifica: Y arrimada tu yedra al fuerte muro De la inmortalidad, no estimas quanto Mora en las sombras deste mundo escuro. Y tú DON JUAN DE JAUREGUI, que á tanto El sabio curso de tu pluma aspira, Que sobre las esferas le levanto: Aunque Lucano por tu voz respira, Dexale un rato, y con piadosos ojos A la necesidad de Apolo mira: Que te están esperando mil despojos De otros mil atrevidos, que procuran Fertiles campos ser, siendo rastrojos. Y tú, por quien las musas aseguran Su partido, DON FELIX ARIAS, siente, Que por su gentileza te conjuran: Y ruegan que defiendas desta gente Non sancta su hermosura, y de Aganipe Y de Hipocrene la inmortal corriente. Consentiras tu á dicha participe Del licor suavisimo un poeta, Que al hacer de sus versos sude y hipe? No lo consentirás, pues tu discreta Vena abundante y rica, no permite Cosa que sombra tenga de imperfeta. Señor, este que aqui viene se quite, Dixe á Mercurio, que es un chacho necio, Que juega, y es de satiras su embite. Este sí que podrás tener en precio, Que es ALONSO DE SALAS BARBADILLO, A quien me inclino y sin medida aprecio. Este que viene aqui, si he de decillo, No hay para que le embarques, y asi puedes Borrarle. Dixo el dios: gusto de oillo. Es un cierto rapaz, que á Ganimedes Quiere imitar, vistiendose á lo godo, Y asi aconsejo que sin él te quedes. No lo harás con éste desse modo, Que es el gran LUIS CABRERA, que pequeño Todo lo alcanza, pues lo sabe todo. Es de la historia conocido dueño, Y en discursos discretos tan discreto, Que á Tacito verás, si te le enseño. Este que viene es un galan, sugeto De la varia fortuna á los baibenes, Y del mudable tiempo al duro aprieto. Un tiempo rico de caducos bienes, Y ahora de los firmes é inmudables Mas rico, á tu mandar firme le tienes. Pueden los altos riscos siempre estables Ser tocados del mar, mas no movidos De sus ondas en cursos variables. Ni menos á la tierra trae rendidos Los altos cedros Boreas, quando airado Quiere humillar los mas fortalecidos. Y éste que vivo exemplo nos ha dado: Desta verdad con tal filosofía DON LORENZO RAMIREZ es DE PRADO. Deste que se le sigue aqui, diria Que es DON ANTONIO DE MONROI, que veo En ello qué es ingenio y cortesia. Satisfacion al mas alto deseo Puede dar de valor heroico y ciencia, Pues mil descubro en él y otras mil creo. Este es un caballero de presencia Agradable, y que tiene de Torcato El alma sin alguna diferencia. De DON ANTONIO DE PAREDES trato, A quien dieron las musas sus amigas En tierna edad anciano ingenio y trato. Este que por llevarle te fatigas, Es DON ANTONIO DE MENDOZA, y veo Quanto en llevarle al sacro Apolo obligas. Este que de las musas es recreo, La gracia, y el donaire, y la cordura, Que de la discrecion lleva el trofeo: Es PEDRO DE MORALES, propria hechura Del gusto cortesano, y es asilo Adonde se repara mi ventura. Este, aunque tiene parte de Zoílo, Es el grande ESPINEL, que en la guitarra Tiene la prima, y en el raro estilo. Este, que tanto allá tira la barra, Que las cumbres se dexa atras de Pindo, Que jura, que vocea, y que desgarra, Tiene mas de poeta que de lindo, Y es JUSEPE DE VARGAS, cuyo astuto Ingenio y rara condicion deslindo. Este, á quien pueden dar justo tributo La gala y el ingenio, que mas pueda Ofrecer á las musas flor y fruto, Es el famoso ANDRES DE BALMASEDA, De cuyo grave y dulce entendimiento El magno Apolo satisfecho queda. Este es ENCISO, gloria y ornamento Del Tajo, y claro honor de Manzanares, Que con tal hijo aumenta su contento. Este que es escogido entre millares DE GUEVARA LUIS VELEZ es el bravo, Que se puede llamar quitapesares. Es poeta gigante, en quien alabo El verso numeroso, el peregrino Ingenio, si un Gnaton nos pinta, ó un Davo. Este es DON JUAN DE ESPAÑA, que es mas dino De alabanzas divinas que de humanas, Pues en todos sus versos es divino. Este por quien de Lugo están ufanas Las musas, es SILVEIRA, aquel famoso, Que por llevarle con razon te afanas. Este que se le signe, es el curioso Gran DON PEDRO DE HERRERA, conocido Por de ingenio elevado en punto honroso. Este, que de la carcel del olvido. Sacó otra vez á Proserpina hermosa, Conque á España y al Dauro ha enriquecido, Verasle en la contienda rigurosa, Que se teme y se espera en nuestros dias, Culpa de nuestra edad poco dichosa, Mostrar de su valor las lozanias. Pero qué mucho, si es aqueste el doto Y grave DON FRANCISCO DE FARIAS? Este, de quien yo fui siempre devoto Oraculo y Apolo de Granada, Y aun deste clima nuestro y del remoto, PEDRO RODRIGUEZ es. Este es TEJADA, De altitonantes versos, y sonoros Con magestad en todo, levantada. Este, que brota versos por los poros, Y halla patria y amigos donde quiera, Y tiene en los agenos sus tesoros, Es MEDINILLA, el que la vez primera Cantó el romance de la tumba escura, Entre cipreses puestos en hilera. Este, que en verdes años se apresura Y corre al sacro lauro, es DON FERNANDO BERMUDEZ, donde vive la cordura. Este es aquel poeta memorando, Que mostró de su ingenio la agudeza En las selvas de Erifile cantando. Este que la coluna nueva empieza, Con estos dos que con su ser convienen, Nombrarlos, aun lo tengo por baxeza. MIGUEL CEJUDO, y MIGUEL SANCHEZ vienen Juntos aqui, ó par sin par! en estos Las sacras musas fuerte amparo tienen. Que en los pies de sus versos bien cumpuestos, Llenos de erudicion rara y dotrina, Al ir al grave caso serán prestos. Este gran caballero, que se inclina A la leccion de los poetas buenos, Y al sacro monte con su luz camina, DON FRANCISCO DE SILVA es por lo menos: Qué será por lo mas? O edad madura, En verdes años de cordura llenos! DON GABRIEL GOMEZ viene aqui, segura Tiene con él Apolo la vitoria, De la canalla siempre necia y dura. Para honor de su ingenio, para gloria De su florida edad, para que admire Siempre de siglo en siglo su memoria, En este gran sugeto se retire Y abrevie la esperanza deste hecho, Y Febo al gran VALDES atento mire. Verá en él un gallardo y sabio pecho, Un ingenio sutil y levantado, Con que le dexe en todo satisfecho. FIGUEROA es estotro el Dotorado, Que cantó de Amarili la constancia En dulce prosa y verso regalado. Quatro vienen aqui en poca distancia Con mayusculas letras de oro escritos, Que son del alto asunto la importancia. De tales quatro siglos infinitos Durará la memoria, sustentada En la alta gravedad de sus escritos. Del claro Apolo la real morada Si viniere á caer de su grandeza, Será por estos quatro levantada. En ellos nos cifró naturaleza El todo de las partes, que son dinas De gozar celsitud, que es mas que alteza. Esta verdad, gran CONDE DE SALINAS, Bien la acreditas con tus raras obras, Que en los terminos tocan de divinas Tu, el de ESQUILACHE PRINCIPE, que cobras De dia en dia credito tamaño, Que te adelantas á tí mismo y sobras: Serás escudo fuerte al grave daño, Que teme Apolo con ventajas tantas, Que no te espere el esquadron tacaño. Tú, CONDE DE SALDAÑA, que con plantas Tiernas pisas de Pindo la alta cumbre, Y en alas de tu ingenio te levantas. Hacha has de ser de inextinguible lumbre, Que guie al sacro monte, al deseoso De verse en él, sin que la luz deslumbre. Tú, el de VILLAMEDIANA, el mas famoso De quantos entre Griegos y Latinos Alcanzaron el lauro venturoso: Cruzarás por las sendas y caminos Que al monte guian, porque mas seguros Lleguen á él los simples peregrinos. A cuya vista destos quatro muros Del Parnaso caerán las arrogancias De los mancebos sobre necios duros. O quántas, y quan graves circunstancias Dixera destos quatro, que felices Aseguran de Apolo las ganancias! Y mas si se les llega el de ALCAÑICES, Marques insigne, harán (puesto que hay una En el mundo no mas) cinco Fenices. Cada qual de por sí será coluna, Que sustente y levante el edificio De Febo sobre el cerco de la luna. Este (puesto que acude al grave oficio, En que se ocupa) el lauro y palma lleva, Que Apolo da por honra y beneficio. En esta ciencia es marabilla nueva, Y en la Jurispericia unico y raro, Su nombre es DON FRANCISCO DE LA CUEVA. Este, que con Homero le comparo, Es el gran DON RODRIGO DE HERRERA, Insigne en letras, y en virtudes raro. Este, que se le sigue es el DE VERA DON JUAN, que por su espada y por su pluma Le honran en la quinta y quarta esfera. Este, que el cuerpo y aun el alma bruma De mil, aunque no muestra ser christiano, Sus escritos el tiempo no consuma. Cayóseme la lista de la mano En este punto, y dixo el dios: con estos Que has referido está el negocio llano. Haz que con pies y pensamientos prestos Vengan aqui, donde aguardando quedo La fuerza de tan validos supuestos. Mal podrá DON FRANCISCO DE QUEVEDO Venir, dixe yo entonces; y él me dixo: Pues partirme sin él de aqui no puedo. Ese es hijo de Apolo, ese es hijo De Caliope musa, no podemos Irnos sin él, y en esto estaré fijo. Es el flagelo de poetas memos, Y echará á puntillazos del parnaso Los malos que esperamos y tememos. O, señor, repliqué, que tiene el paso Corto, y no llegará en un siglo entero. Deso, dixo Mercurio, no hago caso. Que el poeta que fuere caballero, Sobre una nube entre pardilla y clara Vendrá muy á su gusto caballero. Y el que nó, pregunté, qué le prepara Apolo? qué carrozas? ó qué nubes? Qué dromedario? ó alfana en paso rara? Mucho, me respondió, mucho te subes En tus preguntas, calla y obedece. Sí haré, pues no es infando lo que jubes. Esto le respondí, y él me parece Que se turbó algun tanto; y en un punto El mar se turba, el viento sopla y crece. Mi rostro entonces, como el de un difunto Se debió de poner, y sí haria, Que soy medroso á lo que yo barrunto. Vi la noche mezclarse con el dia, Las arenas del hondo mar alzarse A la region del aire, entonces fria. Todos los elementos vi turbarse, La tierra, el agua, el aire, y aun el fuego Vi entre rompidas nubes azorarse. Y en medio deste gran desasosiego Llovian nubes de poetas llenas Sobre el bagel, que se anegara luego, Si no acudieran mas de mil sirenas A dar de azotes á la gran borrasca, Que hacia el saltarel por las entenas. Una, que ser pensé Juana la Chasca, De dilatado vientre y luengo cuello, Pintiparado á aquel de la tarasca, Se llegó á mí, y me dixo: de un cabello Deste bagel estaba la esperanza Colgada á no venir á socorrello. Traemos, y no es burla, á la bonanza, Que estaba descuidada oyendo atenta Los discursos de un cierto Sancho Panza. En esto sosegose la tormenta, Volvió tranquilo el mar, serenó el cielo, Que al regañon el zéfiro le ahuyenta. Volvi la vista, y vi en ligero vuelo Una nube romper el aire claro De la color del condensado yelo. O marabilla nueva! ó caso raro! Vilo, y he de decillo, aunque se dude Del hecho que por brujula declaro. Lo que yo pude ver, lo que yo pude Notar fue, que la nube dividida En dos mitades á llover acude. Quien ha visto la tierra prevenida Con tal disposicion, que quando llueve, Cosa ya averiguada y conocida, De cada gota en un instante breve Del polvo se levanta ó sapo, ó rana, Que á saltos, ó despacio el paso mueve: Tal se imagine ver (ó soberana Virtud!) de cada gota de la nube Saltar un vulto, aunque con forma humana. Por no creer esta verdad estube Mil veces, pero vila con la vista, Que entonces clara y sin legañas tuve. Eran aquestos vultos de la lista Pasada los poetas referidos, A cuya fuerza no hay quien la resista. Unos por hombres buenos conocidos, Otros de rumbo y hampo, y Dios es Christo, Poquitos bien, y muchos mal vestidos. Entre ellos parecióme de haver visto A DON ANTONIO DE GALARZA el bravo, Gentilhombre de Apolo, y muy bien quisto. El bagel se llenó de cabo á cabo, Y su capacidad á nadie niega Copioso asiento, que es lo mas que alabo. Llovió otra nube al gran LOPE DE VEGA, Poeta insigne, á cuyo verso ó prosa Ninguno le aventaja, ni aun le llega. Era cosa de ver marabillosa De los poetas la apretada enjambre, En recitar sus versos muy melosa. Este muerto de sed, aquel de hambre: Yo dixe, viendo tantos con voz alta, Cuerpo de mi con tanta poetambre! Por tantas sobras conoció una falta Mercurio, y acudiendo á remedialla, Ligero en la mitad del bagel salta. Y con una zaranda que alli halla, No sé si antigua, ó si de nuevo hecha, Zarandó mil poetas de gramalla. Los de capa y espada no desecha, Y destos zarandó dos mil y tantos, Que fue neguilla entonces la cosecha. Colabanse los buenos y los santos, Y quedabanse arriba los granzones, Mas duros en sus versos que los cantos. Y sin que les valiesen las razones, Que en su disculpa daban, daba luego Mercurio al mar con ellos á montones. Entre los arrojados se oyó un ciego, Que murmurando entre las ondas iba De Apolo con un pésete y reniego. Un sastre (aunque en sus pies flojos estriba, Abriendo con los brazos el camino) Dixo: sucio es Apolo, asi yo viva. Otro (que al parecer iba mohino, Con ser un zapatero de obra prima) Dixo dos mil, no un solo desatino. Trabaja un tundidor, suda, y se anima Por verse á la ribera conducido, Que mas la vida que la honra estima. El esquadron nadante reducido A la marina, vuelve á la galera EL rostro con señales de ofendido. Y uno por todos dixo, bien pudiera Ese chocante embaxador de Febo Tratarnos bien, y no desta manera. Mas oigan lo que dixo: yo me atrevo A profanar del monte la grandeza, Con libros nuevos, y en estilo nuevo. Calló Mercurio, y á poner empieza Con gran curiosidad seis camarines, Dando á la gracia ilustre rancho y pieza. De nuevo resonaron los clarines, Y asi Mercurio lleno de contento, Sin darle mal aguero los delfines, Remos al agua dió, velas al viento. VIAGE AL PARNASO. CAPITULO III. Eran los remos de la real galera De esdrujulos, y dellos conpelida Se deslizaba por el mar ligera. Hasta el tope la vela iba tendida, Hecha de muy delgados pensamientos, De varios lizos por amor tegida. Soplaban dulces y amorosos vientos, Todos en popa, y todos se mostraban Al gran Viage solamente atentos. Las sirenas en torno navegaban, Dando empellones al bagel lozano, Con cuya ayuda en vuelo le llevaban. Semejaban las aguas del mar cano Colchas encarrujadas, y hacian Azules visos por el verde llano. Todos los del bagel se entretenian, Unos glosando pies dificultosos, Otros cantaban, otros componian. Otros de los tenidos por curiosos Referian sonetos, muchos hechos A diferentes casos amorosos. Otros alfeñicados y deshechos En puro azucar, con la voz süave, De su melifluidad muy satisfechos, En tono blando, sosegado y grave, Eglogas pastorales recitaban, En quien la gala y la agudeza cabe. Otros de sus señoras celebraban En dulces versos de la amada boca Los escrementos que por ella echaban. Tal huvo á quien amor asi le toca, Que alabó los riñones de su dama, Con gusto grande, y no elegancia poca. Uno cantó, que la amorosa llama En mitad de las aguas le encendia, Y como toro agarrochado brama. Desta manera andaba la poesia De uno en otro, haciendo que hablase Este Latin, aquel algaravia. En esto sesga la galera vase Rompiendo el mar con tanta ligereza, Que el viento aun no consiente que la pase. Y en esto descubriose la grandeza De la escombrada playa de Valencia Por arte hermosa y por naturaleza. Hizo luego de sí grata presencia El gran DON LUIS FERRER, marcado el pecho De honor, y el alma de divina ciencia. Desembarcóse el dios, y fue derecho A darle quatro mil y mas abrazos, De su vista y su ayuda satisfecho. Volvió la vista, y reiteró los lazos En DON GUILLEN DE CASTRO, que venia Deseoso de verse en tales brazos. CHRISTOVAL DE VIRUES se le seguia, Con PEDRO DE AGUILAR, junta famosa De las que Turia en sus riberas cria. No le pudo llegar mas valerosa Esquadra al gran Mercurio, ni él pudiera Desearla mejor, ni mas honrosa. Luego se descubrió por la ribera Un tropel de gallardos Valencianos, Que á ver venian la sinpar galera. Todos con instrumentos en las manos De estilos y librillos de memoria, Por bizarria y por ingenio ufanos. Codiciosos de hallarse en la vitoria, Que ya tenian por segura y cierta, De las heces del mundo y de la escoria. Pero Mercurio les cerró la puerta: Digo, no consintió que se embarcasen, Y el porque no lo dixo, aunque se acierta. Y fue, porque temió que no se alzasen, Siendo tantos y tales con Parnaso, Y nuevo imperio y mando en él fundasen. En esto viose con brioso paso Venir al magno ANDRES REY DE ARTIEDA, No por la edad descaecido ó laso. Hicieron todos espaciosa rueda, Y cogiendole en medio, le embarcaron, Mas rico de valor que de moneda. Al momento las ancoras alzaron, Y las velas ligadas á la entena, Los grumetes apriesa desataron. De nuevo por el aire claro suena El son de los clarines, y de nuevo Vuelve á su oficio cada qual sirena. Miró el bagel por entre nubes Febo, Y dixo en voz que pudo ser oida: Aqui mi gusto y mi esperanza llevo. De remos y sirenas impelida La galera se dexa atras el viento, Con milagrosa y prospera corrida. Leiase en los rostros el contento Que llevaban los sabios pasageros, Durable, por no ser nada violento. Unos por el calor iban en cueros, Otros por no tener godescas galas En trage se vistieron de romeros. Hendia entanto las Neptuneas salas La galera del modo como hiende La grulla el aire con tendidas alas. Enfin llegamos donde el mar se estiende, Y ensancha y forma el golfo de Narbona, Que de ningunos vientos se defiende. Del gran Mercurio la cabal persona Sobre seis rezmas de papel sentada Iba con cetro y con real corona: Quando una nube, al parecer preñada, Parió quatro poetas en crugia, O los llovió, razon mas concertada. Fue el uno aquel, de quien Apolo fia Su honra, JUAN LUIS DE CASANATE, Poeta insigne de mayor quantía. El mismo Apolo de su ingenio trate, El le alabe, él le premie y recompense, Que el alabarle yo sería dislate. Al segundo llovido el Uticense Catón no le igualó, ni tiene Febo, Quien tanto por él mire, ni en él piense. Del Contador GASPAR DE BARRIONUEVO Mal podrá el corto flaco ingenio mio Loar el suyo asi como yo debo. Llenó del gran bagel el gran vacio El gran FRANCISCO DE RIOJA al punto Que saltó de la nube en el navio. A CHRISTOVAL DE MESA vi alli junto A los pies de Mercurio, dando fama A Apolo, siendo dél propio trasunto. A la gavia un grumete se encarama, Y dixo á voces: la ciudad se muestra Que Genova del dios Jano se llama. Dexese la ciudad á la siniestra Mano, dixo Mercurio, el bagel vaya Y siga su derrota por la diestra. Hacer al Tiber vimos blanca raya Dentro del mar, haviendo ya pasado La ancha Romana y peligrosa playa. De lexos vióse el aire condensado Del humo, que el estrombalo vomita, De azufre, y llamas, y de horror formado. Huyen la isla infame, y solicita El suave poniente, asi el viage Que lo acorta, lo allana y facilita. Vimonos en un punto en el parage, Do la nutriz de Eneas piadoso Hizo el forzoso y ultimo pasage. Vimos desde alli á poco el mas famoso Monte que encierra en sí nuestro emisfero, Mas gallardo á la vista y mas hermoso. Las cenizas de Titiro y Sincero Están en él, y puede ser por esto Nombrado entre los montes por primero. Luego se descubrió, donde echó el resto De su poder naturaleza amiga, De formar de otros muchos un compuesto. Vióse la pesadumbre sin fatiga De la bella Partenope, sentada A la orilla del mar, que sus pies liga. De castillos y torres coronada, Por fuerte y por hermosa en igual grado Tenida, conocida y estimada. Mandóme el del aligero calzado, Que me aprestase y fuese luego á tierra A dar á los LUPERCIOS un recado. En que les diese cuenta de la guerra Temida, y que á venir les persuadiese Al duro y fiero asalto, al cierra, cierra, Señor, le respondí, si acaso huviese Otro que la embaxada les llevase, Que mas grato á los dos hermanos fuese, Que yo no soy; sé bien que negociase Mejor. Dixo Mercurio: no te entiendo, Y has de ir antes que el tiempo mas se pase. Que no me han de escuchar estoy temiendo, Le replique, ya si el ir yo no importa, Puesto que en todo obedecer pretendo. Que no sé quien me dice, y quien me exhorta, Que tienen para mi, á lo que imagino, La voluntad, como la vista corta. Que si esto asi no fuera, este camino Con tan pobre recamara no hiciera, Ni diera en un tan hondo desatino. Pues si alguna promesa se cumpliera De aquellas muchas, que al partir me hicieron, Lléveme Dios si entrára en tu galera. Mucho esperé, si mucho prometieron, Mas podra ser, que ocupaciones nuevas Les obligue á olvidar lo que dixeron. Muchos, señor, en la galera llevas, Que te podrán sacar el pie del lodo, Parte, y escusa de hacer mas pruebas. Ninguno, dixo, me hable dese modo, Que si me desembarco y los envisto, Voto á Dios, que me traiga al Conde, y todo. Con estos dos famosos me enemisto, Que haviendo levantado á la poesia Al buen punto en que está, como se ha visto: Quieren con perezosa tirania Alzarse como dicen á su mano Con la ciencia que á ser divinos guia. Por el solio de Apolo soberano Juro ... y no digo mas: y ardiendo en ira Se echó á las barbas una y otra mano. Y prosiguió diciendo: el DOTOR MIRA, Apostare, sino lo manda el Conde, Que tambien en sus puntos se retira. Señor galan, parezca: á qué se asconde? Pues á fé por llevarle, si él no gusta, Que ni le busque, aseche, ni le ronde. Es esta empresa acaso tan injusta, Que se esquiven de hallar en ella quantos Tienen conciencia limitada y justa? Carece el cielo de poetas santos? Puesto que brote á cada paso el suelo Poetas, que lo son tantos y tantos? No se oyen sacros hymnos en el cielo? La harpa de David allá no suena, Causando nuevo acidental consuelo? Fuera melindres, y cese la entena, Que llegue al tope, y luego obedeciendo Fue de la chusma sobre buenas buena. Poco tiempo pasó, quando un ruido Se oyó, que los oidos atronaba, Y era de perros aspero ladrido. Mercurio se turbó, la gente estaba Suspensa al triste son, y en cada pecho El corazon mas valido temblaba. En esto descubrióse el corto estrecho, Que Scila, y que Caribdis espantosas, Tan temeroso con su furia han hecho. Estas olas que veis presuntuosas En visitar las nubes de contino, Y aun de tocar el cielo codiciosas. Venciólas el prudente peregrino Amante de Calipso, al tiempo quando Hizo, dixo Mercurio, este camino. Su prudencia nosotros imitando, Echaremos al mar en que se ocupen, Entanto que el bagel pasa volando. Que entanto que ellas tasquen, roan, chupen Al misero que al mar ha de entregarse, Seguro estoy que el paso desocupen. Miren si puede en la galera hallarse Algun poeta desdichado acaso, Que á las fieras gargantas pueda darse. Buscaronle, y hallaron á LOFRASO, Poeta militar Sardo, que estaba Desmayado á un rincon marchito y laso: Que á sus diez libros de Fortuna, andaba Añadiendo otros diez, y el tiempo escoge, Que mas desocupado se mostraba. Gritó la chusma toda: al mar se arroje, Vaya Lofraso al mar sin resistencia. Por Dios, dixo Mercurio, que me enoje. Cómo? y no será cargo de conciencia Y grande echar al mar tanta poesia? Puesto que aqui nos hunda su inclemencia? Viva Lofraso, entanto que dé al dia Apolo luz, y entanto que los hombres Tengan discreta alegre fantasia. Tocante á ti, ó Lofraso, los renombres, Y epitetos de agudo y de sincero, Y gusto que mi comitre te nombres. Esto dixo Mercurio al caballero, El qual en la crugia en pie se puso Con un rebenque despiadado y fiero. Creo que de sus versos le compuso, Y no sé como fue, que en un momento, O ya el cielo, ó Lofraso lo dispuso, Salimos del estrecho á salvamento Sin arrojar al mar poeta alguno, Tanto del Sardo fue el merecimiento. Mas luego otro peligro, otro importuno Temor amenazó, sino gritára Mercurio, qual jamas gritó ninguno. Diciendo al timonero: á orza, pára, Amainese de golpe, y todo á un punto Se hizo, y el peligro se repara. Estos montes que veis que están tan juntos, Son los que Acroceraunos son llamados, De infame nombre, como yo barrunto. Asieron de los remos los honrados, Los tiernos, los melifluos, los godescos; Y los de á cantimplora acostumbrados. Los frios los asieron y los frescos, Asieronlos tambien los calurosos, Y los de calzas largas y greguescos. Del sopraestante daño temerosos, Todos á una la galera empujan, Con flacos y con brazos poderosos. Debaxo del bagel se somurmujan Las sirenas que dél no se apartaron, Y á si mismas en fuerzas sobrepujan. Y en un pequeño espacio la llevaron A vista de Corfú, y á mano diestra La isla inexpugnable se dexaron. Y dando la galera á la siniestra Discurria de Grecia las riberas, Adonde el cielo su hermosura muestra. Mostravanse las olas lisongeras, Impeliendo el bagel suavemente, Como burlando con alegres veras. Y luego al parecer por el oriente, (Rayando el rubio sol nuestro orizonte Con rayas rojas, hebras de su frente;) Gritó un grumete y dixo: el monte, el monte, El monte se descubre, donde tiene Su buen rocin el gran Belorofonte. Por el monte se arroja, y á pie viene Apolo á recebirnos. Yo lo creo, Dixo Lofraso, ya llega á la Hipocrene. Yo desde aqui columbro, miro y veo Que se andan solazando entre unas matas Las musas con dulcisimo recreo. Unas antiguas son, otras novatas, Y todas con ligero paso y tardo Andan las cinco en pie, las quatro á gatas. Si tu tal ves, dixo Mercurio, ó Sardo Poeta, que me corten las orejas, O me tengan los hombres por bastardo. Dime, porqué algun tanto no te alejas De la ignorancia, pobretón, y adviertes Lo que cantan tus rimas en tus quejas? Porqué con tus mentiras nos diviertes De recibir á Apolo qual se debe, Por haver mejorado vuestras suertes? En esto mucho mas que el viento leve Baxó el lucido Apolo á la marina A pie, porque en su carro no se atreve. Quitó los rayos de la faz divina, Mostróse en calzas y en jubon vistoso, Porque dar gusto á todos determina. Seguiale detras un numeroso Esquadron de doncellas bailadoras, Aunque pequeñas, de ademan brioso. Supe poco despues, que estas señoras, Sanas las mas, las menos mal paradas. Las del tiempo y del sol eran las horas. Las medio rotas eran las menguadas, Las sanas las felices, y con esto Eran todas en todo apresuradas. Apolo luego con alegre gesto Abrazó á los soldados, que esperaba Para la alta ocasion que se ha propuesto. Y no de un mismo modo acariciaba A todos, porque alguna diferiencia Hacia con los que él mas se alegraba. Que á los de señoria y excelencia Nuevos abrazos dió, razones dixo, En que guardó decoro y preeminencia. Entre ellos abrazó á DON JUAN DE ARGUIJO, Que no sé en qué, ó como, ó quando hizo Tan aspero viage y tan prolijo. Con él á su deseo satisfizo Apolo y confirmó su pensamiento, Mandó, vedó, quitó, hizo y deshizo. Hecho pues el sinpar recebimiento, Do se halló DON LUIS DE BARAHONA, Llevado alli por su merecimiento. Del siempre verde lauro una corona Le ofrece Apolo en su intencion, y un vaso Del agua de Castalia y de Elicona. Y luego vuelve el magestoso paso, Y el esquadron pensado y de repente Le sigue por las faldas del Parnaso. Llegóse enfin á la Castalia fuente, Y en viendola infinitos se arrojaron Sedientos al cristal de su corriente. Unos no solamente se hartaron, Sino que pies y manos, y otras cosas Algo mas indecentes se lavaron. Otros mas advertidos, las sabrosas Aguas gustaron poco á poco, dando Espacio al gusto, á pausas melindrosas. El brindez y el caraos se puso en vando, Porque los mas de bruces, y no á sorbos El suave licor fueron gustando. De ambas manos hacian vasos corbos Otros, y algunos de la boca al agua Temian de hallar cien mil estorbos. Poco á poco la fuente se desagua, Y pasa en los estomagos bebientes, Y aun no se apaga de su sed la fragua. Mas dixoles Apolo: otras dos fuentes Aun quedan Aganipe é Hipocrene, Ambas sabrosas, ambas excelentes. Cada qual de licor dulce y perene, Todas de calidad aumentativa Del alto ingenio que a gustarlas viene. Beben, y suben por el monte arriba, Por entre palmas, y entre cedros altos, Y entre arboles pacificos de oliva. De gusto llenos y de angustia faltos, Siguiendo á Apolo el esquadron camina, Unos á pedicox, otros á saltos. Al pie sentado de una antigua encina Vi á ALONSO DE LEDESMA, componiendo Una cancion angelica y divina. Conocíle, y á él me fui corriendo Con los brazos abiertos como amigo, Pero no se movió con el estruendo. No ves, me dixo Apolo, que consigo No está Ledesma ahora, no ves claro Que está fuera de sí, y está conmigo? A la sombra de un mirto, al verde amparo GERONIMO DE CASTRO sesteaba, Varon de ingenio peregrino y raro. Un motete imagino que cantaba Con voz suave; yo quedé admirado De verle alli, porque en Madrid quedaba. Apolo me entendió, y dixo: un soldado Como este no era bien que se quedara Entre el ocio y el sueño sepultado. Yo le truxe, y sé como, que á mi rara Potencia no la impide otra ninguna, Ni inconveniente alguno la repara. En esto se llegaba la oportuna Hora á mi parecer de dar sustento Al estomago pobre, y mas si ayuna; Pero no le pasó por pensamiento A Delio que el exercito conduce, Satisfacer al misero hambriento. Primero á un jardin rico nos reduce, Donde el poder de la naturaleza, Y el de la industria mas campea y luce. Tuvieron los Hesperidas belleza Menor, no le igualaron los Pensiles En sitio, en hermosura y en grandeza. En su comparacion se muestran viles Los de Alcinoo, en cuyas alabanzas Se han ocupado ingenios bien sotiles: No sugeto del tiempo á las madanzas, Que todo el año primavera ofrece Frutos en posesion, no en esperanzas. Naturaleza y arte alli parece Andar en competencia, y está en duda Qual vence de las dos, qual mas merece. Muestrase balbuciente y casi muda, Si le alaba la lengua mas experta De adulacion y de mentir desnuda. Junto con ser jardin, era una huerta, Un soto, un bosque, un prado, un valle ameno, Que en todos estos titulos concierta. De tanta gracia y hermosura lleno, Que una parte del cielo parecia El todo del bellisimo terreno. Alto en el sitio alegre Apolo hacia, Y alli mandó que todos se sentasen A tres horas despues de mediodia. Y porque los asientos señalasen El ingenio y valor de cada uno, Y unos con otros no se embarazasen; A despecho y pesar del importuno Ambicioso deseo, les dió asiento En el sitio y lugar mas oportuno. Llegaban los laureles casi á ciento, A cuya sombra y troncos se sentaron Algunos de aquel numero contento. Otros los de las palmas ocuparon, De los mirtos, y yedras, y los robles Tambien varios poetas albergaron. Puesto que humildes, eran de los nobles Los asientos qual tronos levantados, Porque tú, ó envidia, aqui tu rabia dobles. Enfin, primero fueron ocupados Los troncos de aquel ancho circuito, Para honrar á poetas dedicados, Antes que yo en el numero infinito Hallase asiento: y asi en pie quedeme Despechado, colerico y marchito. Dixe entre mí: es posible que se estreme En perseguirme la fortuna airada, Que ofende á muchos y á ninguno teme? Y volviendome á Apolo con turbada Lengua le dixe lo que oirá el que gusta Saber, pues la tercera es acabada, La quarta parte desta empresa justa. VIAGE AL PARNASO. CAPITULO IV. Suele la indignacion componer versos, Pero si el indignado es algun tonto, Ellos tendrán su todo de perversos. De mí yo no sé mas, sino que pronto Me halle para decir en tercia rima Lo que no dixo el desterrado al Ponto. Y asi le dixe á Delio: no se estima, Señor, del vulgo vano el que te sigue Y al arbol sacro del laurel se arrima. La envidia y la ignorancia le persigue, Y asi envidiado siempre y perseguido El bien que espera, por jamas consigue. Yo corté con mi ingenio aquel vestido, Con que al mundo la hermosa _Galatea_ Salió para librarse del olvido. Soy por quien _La Confusa_ nada fea Pareció en los teatros admirable, Si esto á su fama es justo se le crea. Yo con estilo en parte razonable He compuesto _Comedias_, que en su tiempo Tuvieron de lo grave y de lo afable. Yo he dado en Don Quixote pasatiempo Al pecho melancolico y mohino En qualquiera sazon, en todo tiempo. Yo he abierto en mis _Novelas_ un camino, Por do la lengua Castellana puede Mostrar con propriedad un desatino. Yo soy aquel que en la invencion excede A muchos, y al que falta en esta parte, Es fuerza que su fama falta quede. Desde mis tiernos años amé el arte Dulce de la agradable poesia, Y en ella procuré siempre agradarte. Nunca voló la pluma humilde mia Por la region satirica, baxeza Que á infames premios y desgracias guia. Yo el soneto compuse que asi empieza, Por honra principal de mis escritos: _Voto á Dios que me espanta esta grandeza_. Yo he compuesto _Romances_ infinitos, Y el de los zelos es aquel que estimo, Entre otros que los tengo por malditos. Por esto me congojo y me lastimo De verme solo en pie, sin que se aplique Arbol que me conceda algun arrimo. Yo estoy, qual decir suelen, puesto á pique Para dar á la estampa al gran _Persiles_, Con que mi nombre y obras multiplique. Yo en pensamientos castos y sotiles, Dispuestos en soneto de á docena, He honrado tres sugetos fregoniles. Tambien al par de _Filis_ mi _Filena_ Resonó por las selvas, que escucharon Mas de una y otra alegre cantilena. Y en dulces varias rimas se llevaron Mis esperanzas los ligeros vientos, Que en ellos y en la arena se sembraron. Tuve, tengo y tendré los pensamientos, Merced al cielo que á tal bien me inclina, De toda adulacion libres y esentos. Nunca pongo los pies por do camina La mentira, la fraude y el engaño, De la santa virtud total ruina. Con mi corta fortuna no me ensaño, Aunque por verme en pie, como me veo, Y en tal lugar, pondero asi mi daño. Con poco me contento, aunque deseo Mucho. A cuyas razones enojadas, Con estas blandas respondió Timbreo: Vienen las malas suertes atrasadas, Y toman tan de lejos la corriente, Que son temidas, pero no escusadas. El bien les viene á algunos derepente, A otros poco á poco y sin pensallo, Y el mal no guarda estilo diferente. El bien que está adquirido, conservallo Con maña, diligencia y con cordura Es no menor virtud, que el grangeallo. Tu mismo te has forjado tu ventura, Y yo te he visto alguna vez con ella, Pero en el imprudente poco dura. Mas si quieres salir de tu querella, Alegre, y no confuso, y consolado Dobla tu capa, y sientate sobre ella. Que tal vez suele un venturoso estado, Quando le niega sin razon la suerte, Honrar mas merecido, que alcanzado. Bien parece, señor, que no se advierte, Le respondí, que yo no tengo capa. El dixo: aunque sea asi, gusto de verte. La virtud es un manto con que tapa Y cubre su indecencia la estrecheza, Que esenta y libre de la envidia escapa. Incliné al gran consejo la cabeza. Quedeme en pie: que no hay asiento bueno, Si el favor no le labra, ó la riqueza. Alguno murmuró, viendome ageno Del honor que pensó se me debia, Del planeta de luz y virtud lleno. En esto pareció que cobró el dia Un nuevo resplandor, y el aire oyóse Herir de una dulcisima harmonia. Y en esto por un lado descubrióse Del sitio un esquadron de ninfas bellas, Con que infinito el rubio dios holgóse. Venia enfin, y por remate dellas Una resplandeciendo, como hace El sol ante la luz de las estrellas. La mayor hermosura se deshace Ante ella, y ella sola resplandece Sobre todas, y alegra y satisface. Bien asi semejaba, qual se ofrece Entre liquidas perlas y entre rosas La aurora que despunta y amanece. La rica vestidura, las preciosas Joyas que la adornaban, competian Con las que suelen ser marabillosas. Las ninfas que al querer suyo asistian En el gallardo brio y bello aspecto, Las artes liberales parecian. Todas con amoroso y tierno afecto, Con las ciencias mas claras y escogidas, Le guardaban santisimo respeto. Mostraban que en servirla eran servidas, Y que por su ocasion de todas gentes En mas veneracion eran tenidas. Su influjo y su reflujo las corrientes Del mar y su profundo le mostraban, Y el ser padre de rios y de fuentes. Las yerbas su virtud la presentaban, Los arboles sus frutos y sus flores, Las piedras el valor que en sí encerraban. El santo amor castisimos amores, La dulce paz su quietud sabrosa, La guerra amarga todos sus rigores. Mostrabasele clara la espaciosa Via, por donde el sol hace contino Su natural carrera y la forzosa. La inclinacion, ó fuerza del destino, Y de qué estrellas consta y se compone, Y como influye este planeta ó sino. Todo lo sabe, todo lo dispone La santa y hermosisima doncella, Que admiracion como alegria pone. Preguntele al parlero, si en la bella Ninfa alguna deidad se disfrazaba, Que fuese justo el adorar en ella. Porque en el rico adorno que mostraba, Y en el gallardo sér que descubria, Del cielo, y no del suelo semejaba. Descubres, respondió, tu boberia, Que ha que la tratas infinitos años, Y no conoces que es la Poesia. Siempre la he visto envuelta en pobres paños, Le repliqué: jamas la vi compuesta Con adornos tan ricos y tamaños: Parece que la he visto descompuesta, Vestida de color de primavera En los dias de cutio y los de fiesta. Esta que es la poesia verdadera, La grave, la discreta, la elegante, Dixo Mercurio, la alta y la sincera, Siempre con vestidura rozagante Se muestra en qualquier acto que se halla, Quando á su profesion es importante. Nunca se inclina, ó sirve á la canalla Trobadora, maligna y trafalmeja, Que en lo que mas ignora, menos calla. Hay otra falsa, ansiosa, torpe y vieja, Amiga de sonaja y morteruelo, Que ni tabanco, ni taberna dexa. No se alza dos, ni aun un coto del suelo, Grande amiga de bodas y bautismos, Larga de manos, corta de cerbelo. Tomanla por momentos parasismos, No acierta á pronunciar, y si pronuncia, Absurdos hace, y forma solecismos. Baco donde ella esta, su gusto anuncia, Y ella derrama en coplas el poleo, Compa, y vereda, y el mastranzo, y juncia. Pero aquesta que ves, es el aseo, La gala de los cielos y la tierra, Con quien tienen las musas su bureo, Ella abre los secretos y los cierra, Toca y apunta de qualquiera ciencia La superficie y lo mejor que encierra. Mira con mas ahinco su presencia, Verás cifrada en ella la abundancia De lo que en bueno tiene la excelencia. Moran con ella en una misma estancia La divina y moral Filosofia, El estilo mas puro y la elegancia. Puede pintar en la mitad del dia La noche, y en la noche mas escura El alba bella que las perlas cria. El curso de los rios apresura, Y le detiene, el pecho á furia incita, Y le reduce luego á mas blandura. Por mitad del rigor se precipita De las lucientes armas contrapuestas, Y da vitorias, y vitorias quita. Verás como le prestan las florestas Sus sombras, y sus cantos los pastores, El mal sus lutos y el placer sus fiestas, Perlas el Sur, Sabea sus loores, El oro Tiber, Hibla su dulzura, Galas Milan, y Lusitania amores. Enfin ella es la cifra, do se apura Lo provechoso y honesto, y deleitable, Partes con quien se aumenta la ventura. Es de ingenio tan vivo y admirable, Que á veces toca en puntos que suspenden, Por tener noséque de inescrutable. Alabanse los buenos, y se ofenden Los malos con su voz, y destos tales Unos la adoran, otros no la entienden. Son sus obras heroicas inmortales, Las liricas suaves, de manera Que vuelven en divinas las mortales. Si alguna vez se muestra lisongera, Es con tanta elegancia y artificio, Que no castigo, sino premio espera. Gloria de la virtud, pena del vicio Son sus acciones, dando al mundo en ellas De su alto ingenio, y su bondad indicio. En esto estaba, quando por las bellas Ventanas de jazmines y de rosas, Que amor estaba á lo que entiendo en ellas; Divisé seis personas religiosas Al parecer de honroso y grave aspeto, De luengas togas, limpias y pomposas. Preguntele á Mercurio, por qué efeto Aquellos no parecen y se encubren, Y muestran ser personas de respeto? A lo que él respondió: no se descubren Por guardar el decoro al alto estado Que tienen, y asi el rostro todos cubren. Quién son, le repliqué, si es que te es dado Decirlo? Respondióme: no por cierto, Porque Apolo lo tiene asi mandado. No son poetas? Sí. Pues yo no acierto A pensar por qué causa se desprecian De salir con su ingenio á campo abierto. Para qué se embobecen y se anecian, Escondiendo el talento que da el cielo A los que mas de ser suyos se precian? Aqui del Rey: qué es esto? qué recelo, O zelo les impele á no mostrarse Sin miedo ante la turba vil del suelo? Puede ninguna ciencia compararse Con esta universal de la poesia, Que limites no tiene do encerrarse? Pues siendo esto verdad, saber querria Entre los de la carda, cómo se usa Este miedo, ó melindre, ó hipocresia? Hace Monseñor versos, y rehusa Que no se sepan, y él los comunica Con muchos, y á la lengua agena acusa Y mas que siendo buenos, multiplica La fama su valor, y al dueño canta Con voz de gloria, y de alabanza rica. Qué mucho pues? sino se le levanta Testimonio á un Pontifice poeta, Que digan que lo es? por Dios que espanta. Por vida de Lanfusa la discreta, Que si no se me dice quien son estos Togados de bonete y de muceta: Que con trazas y modos descompuestos Tengo de reducir á behetria, Estos tan sosegados y compuestos. Por Dios, dixo Mercurio, y á fe mia, Que no puedo decirlo, y si lo digo, Tengo de dar la culpa á tu porfia. Dilo, señor, que desde aqui me obligo De no decir que tu me lo dixiste, Le dixe: por la fe de buen amigo. El dixo: no nos cayan en el chiste, Llegate á mí, dirételo al oido, Pero creo que hay mas de los que viste. Aquel que has visto alli del cuello erguido, Lozano, rozagante y de buen talle, De honestidad y de valor vestido: Es el DOTOR DON FRANCISCO SANCHEZ: dalle Puede qual debe Apolo la alabanza, Que pueda sobre el cielo levantalle. Y aun mas su famoso ingenio alcanza, Pues en las verdes hojas de sus dias Nos dá de santos frutos esperanza. Aquel que en elevadas fantasias, Y en éstasis sabrosos se regala, Y tanto imita las acciones mias, Es el MAESTRO ORENSE, que la gala Se lleva de la mas rara eloquencia Que en las aulas de Atenas se señala. Su natural ingenio con la ciencia, Y ciencias aprendidas le levanta Al grado que le nombra la excelencia. Aquel de amarillez marchita y santa, Que le encubre de lauro aquella rama, Y aquella hojosa y acopada planta: FRAY JUAN BAPTISTA CAPATAZ se llama, Descalzo y pobre, pero bien vestido, Con el adorno que le da la fama. Aquel que del rigor fiero de olvido Libra su nombre con eterno gozo, Y es de Apolo y las musas bien querido, Anciano en el ingenio, y nunca mozo, Humanista divino, es segun pienso El insigne DOCTOR ANDRES DEL POZO. Un Licenciado de un ingenio inmenso Es aquel, y aunque en trage Mercenario Como á señor le dan las musas censo: RAMON se llama, auxilio necesario Con que Delio se esfuerza y vé rendidas Las obstinadas fuerzas del contrario. El otro, cuyas sienes ves ceñidas Con los brazos de Dafne en triunfo honroso, Sus glorias tiene en Alcalá esculpidas. En su ilustre teatro vitorioso Le nombra el cisne en canto no funesto, Siempre el primero como á mas famoso. A los donayres suyos echó el resto Con propiedades al gorron debidas, Por haverlos compuesto ó descompuesto. Aquestas seis personas referidas, Como están en divinos puestos puestas, Y en sacra religion constituidas: Tienen las alabanzas por molestas, Que les dan por poetas y holgarian Llevar la loa sin el nombre acuestas. Porqué, le pregunté, señor porfian Los tales á escribir y dar noticia De los versos, que paren y que crian? Tambien tiene el ingenio su codicia, Y nunca la alabanza se desprecia, Que al bueno se le debe de justicia, Aquel que de poeta no se precia, Para qué escribe versos y los dice? Porqué desdeña lo que mas aprecia? Jamas me contenté, ni satisfice De hipocritas melindres. Llanamente Quise alabanzas de lo que bien hice. Con todo quiere Apolo, que esta gente Religiosa se tenga aqui secreta, Dixo el dios que presume de eloquente. Oyose en esto el son de una corneta, Y un trapa, trapa, aparta, afuera, afuera, Que viene un gallardisimo poeta. Volví la vista y vi por la ladera. Del monte un postillon y un caballero Correr, como se dice, á la ligera. Servia el postillon de pregonero Mucho mas que de guia, á cuyas voces En pie se puso el esquadron entero. Preguntóme Mercurio: no conoces Quien es este gallardo, este brioso? Imagino que ya le reconoces. Bien, le respondi: que es el famoso Gran DON SANCHO DE LEIVA, cuya espada Y pluma harán á Delio venturoso. Venceráse sin duda esta jornada Con tal socorro: y en el mismo instante, Cosa que parecia imaginada, Otro favor no menos importante Para el caso temido se nos muestra, De ingenio, y fuerzas, y valor bastante. Una tropa gentil por la siniestra Parte del monte se descubrió: ó cielos, Que dais de vuestra providencia muestra! Aquel discreto JUAN DE VASCONCELOS Venia delante en un caballo vayo, Dando á las musas Lusitanas zelos. Tras él el capitan PEDRO TAMAYO Venia, y aunque enfermo de la gota, Fue al enemigo asombro, fue desmayo. Que por él se vió en fuga, y puesto en rota, Que en los dudosos trances de la guerra Su ingenio admira y su valor se nota. Tambien llegaron á la rica tierra, Puestos debaxo de una blanca seña, Por la parte derecha de la sierra Otros, de quien tomó luego reseña Apolo: y era dellos el primero El joven DON FERNANDO DE LODEÑA: Poeta primerizo insigne, empero En cuyo ingenio Apolo deposita Sus glorias para el tiempo venidero. Con magestad real, con inaudita Pompa llegó, y al pie del monte para Quien los bienes del monte solicita: El Licenciado fue JUAN DE VERGARA El que llegó, con quien la turba ilustre En sus vecinos medios se repara. De Esculapio y de Apolo gloria, y lustre, Sino digalo el santo bien partido, Y su fama la misma envidia ilustre. Con él fue con aplauso recebido El docto JUAN ANTONIO DE HERRERA, Que puso en fil el desigual partido. O quien con lengua en nada lisongera, Sino con puro afecto en grande exceso, Dos que llegaron alabar pudiera! Pero no es de mis hombros este peso, Fueron los que llegaron los famosos Los dos Maestros CALVO Y VALDIVIESO. Luego se descubrió por los undosos Llanos del mar una pequeña barca Impelida de remos presurosos: Llegó, y al punto della desembarca El gran DON JUAN DE ARGOTE Y DE GAMBOA En compañia de DON DIEGO ABARCA, Sugetos dinos de incesable loa, Y DON DIEGO XIMENEZ Y DE ENCISO Dió un salto á tierra desde la alta proa. En estos tres la gala y el aviso Cifró quanto de gusto en sí contienen, Como su ingenio y obras dan aviso. Con JUAN LOPEZ DEL VALLE otros dos vienen Juntos alli, y es PAMONES el uno, Con quien las musas ogeriza tienen. Porque pone sus pies por do ninguno Los puso, y con sus nuevas fantasias Mucho mas que agradable es importuno. De lexas tierras por incultas vias Llegó el brabo Irlandes DON JUAN BATEO, Xerxes nuevo en memoria en nuestros dias, Vuelvo la vista, á MANTUANO veo, Que tiene al gran Velasco por Mecenas, Y ha sido acertadisimo su empleo. Dexarán estos dos en las agenas Tierras, como en las proprias dilatados Sus nombres, que tú, Apolo, asi lo ordenas. Por entre dos fructiferos collados (Habrá quien esto crea, aunque lo entienda?) De palmas y laureles coronados, El grave aspecto del ABAD MALUENDA Pareció, dando al monte luz y gloria, Y esperanzas de triunfo en la contienda. Pero de qué enemigos la vitoria No alcanzará un ingenio tan florido? Y una bondad tan digna de memoria? DON ANTONIO GENTIL DE VARGAS, pido Espacio para verte, que llegaste De gala y arte, y de valor vestido; Y aunque de patria Ginoves, mostraste Ser en las musas castellanas doto, Tanto que al esquadron todo admiraste. Desde el Indio apartado del remoto Mundo llegó mi amigo MONTESDOCA, Y el que anudó de Arauco el nudo roto. Dixo Apolo á los dos: á entrambos toca Defender esta vuestra rica estancia De la canalla de verguenza poca. La qual de error armada y de arrogancia Quiere canonizar y dar renombre Inmortal y divino á la ignorancia. Que tanto puede la aficion, que un hombre Tiene á sí mismo, que ignorante siendo, De buen poeta quiere alcanzar nombre. En esto otro milagro, otro estupendo Prodigio se descubre en la marina, Que en pocos versos declarar pretendo Una nave á la tierra tan vecina Llegó, que desde el sitio donde estaba, Se ve quanto hay en ella, y determina. Demás de quatro mil salmas pasaba, Que otros suelen llamarlas toneladas, Ancha de vientre y de estatura brava: Asi como las naves que cargadas Llegan de la oriental india á Lisboa, Que son por las mayores estimadas. Esta llegó desde la popa á proa Cubierta de poetas, mercancia De quien hay saca en Calicut y en Goa. Tomole al roxo dios alferecia Por ver la muchedumbre impertinente, Que en socorro del monte le venia. Y en silencio rogó devotamente, Que el vaso naufragase en un momento Al que gobierna el humido tridente. Uno de los del numero hambriento Se puso en esto al borde de la nave, Al parecer mohino y mal contento: Y en voz, que ni de tierna ni suave Tenia un solo adarme, gritando (Dixo tal vez colerico, y tal grave) Lo que impaciente estuve yo escuchando, Porque vi sus razones ser saetas, Que iban mi alma y corazon clavando. O tú, dixo, traidor, que los poetas Canonizaste de la larga lista, Por causas y por vias indiretas: Dónde tenias, Magancés, la vista Aguda de tu ingenio, que asi ciego Fuiste tan mentiroso coronista? Yo te confieso, ó barbaro, y no niego Que algunos de los muchos que escogiste Sin que el respeto te forzase ó el ruego, En el debido punto los pusiste; Pero con los demas sin duda alguna Prodigo de alabanzas anduviste. Has alzado á los cielos la fortuna De muchos, que en el centro del olvido Sin ver la luz del sol, ni de la luna, Yacian: ni llamado, ni escogido Fue el gran pastor de Iberia, el gran BERNARDO, Que de la VEGA tiene el apellido. Fuiste envidioso, descuidado y tardo, Y á las Ninfas de Henares y Pastores, Como á enemigos les tiraste un dardo, Y tienes tu poetas tan peores Que estos en tu rebaño, que imagino Que han de sudar, si quieren ser mejores. Que si este agravio no me turba el tino, Siete trobistas desde aqui diviso, A quien suelen llamar de torbellino, Con quien la gala, discrecion y aviso Tienen poco que ver, y tu los pones Dos leguas mas allá del paraiso. Estas quimeras, estas invenciones Tuyas te han de salir al rostro un dia, Si mas no te mesuras y compones. Esta amenaza y gran descortesia Mi blando corazon llenó de miedo, Y dió al traves con la paciencia mia. Y volviendome á Apolo con denuedo Mayor del que esperaba de mis años, Con voz turbada y con semblante acedo, Le dixe: con bien claros desengaños Descubro, que el servirte me grangea Presentes miedos de futuros daños. Haz, ó señor, que en publico se lea La lista que Cilenio llevó á España, Porque mi culpa poca aqui se vea. Si tu deidad en escoger se engaña, Y yo solo aprobé lo que él me dixo, Porqué este simple contra mí se ensaña? Con justa causa y con razon me aflixo, De ver como estos barbaros se inclinan A tenerme en temor duro y prolixo. Unos, porque los puse me abominan: Otros, porque he dexado de ponellos, De darme pesadumbre determinan. Yo no sé como me avendré con ellos, Los puestos se lamentan, los no puestos Gritan, yo tiemblo destos y de aquellos. Tú, señor, que eres dios, dales los puestos Que piden sus ingenios: llama, y nombra Los que fueren mas habiles y prestos. Y porque el turbio miedo que me asombra, No me acabe, acabada esta contienda, Cubreme con tu manto y con tu sombra. O ponme una señal, por do se entienda Que soy hechura tuya y de tu casa: Y asi no havrá ninguno que me ofenda. Vuelve la vista, y mira lo que pasa, Fue de Apolo enojado la respuesta, Que ardiendo en ira el corazon le abrasa. Volvila, y vi la mas alegre fiesta, Y la mas desdichada y compasiva, Que el mundo vió, ni aun la verá qual esta. Mas no se espere que yo aqui la escriba, Sino en la parte quinta, en quien espero Cantar con voz tan entonada y viva, Que piensen que soy cisne, y que me muero. VIAGE AL PARNASO. CAPITULO V. Oyó el señor del humido tridente Las plegarias de Apolo, y escuchólas Con alma tierna y corazon clemente. Hizo de ojo, y dió del pie á las olas, Y sin que lo entendiesen los poetas En un punto hasta el cielo levantólas. Y él por ocultas vias y secretas Se agazapó debaxo del navio, Y usó con él de sus traidoras tretas. Hirió con el tridente en lo vacio Del buco, y el estomago le llena De un copioso corriente amargo rio. Advertido el peligro, al aire suena Una confusa voz, la qual resulta De otras mil que el temor forma y la pena. Poco á poco el bagel pobre se oculta En las entrañas del ceruleo y cano Vientre, que tantas animas sepulta. Suben los llantos por el aire vano De aquellos miserables, que suspiran Por ver su irreparable fin cercano. Trepan y suben por las jarcias, miran Qual del navio es el lugar mas alto, Y en él muchos se apiñan y retiran. La confusion, el miedo, el sobresalto Les turba los sentidos, que imaginan Que desta á la otra vida es grande el salto. Con ningun medio ni remedio atinan; Pero creyendo dilatar su muerte Algun tanto á nadar se determinan. Saltan muchos al mar de aquella suerte, Que al charco de la orilla saltan ranas Quando el miedo, ó el ruido las advierte. Hienden las olas del romperse canas, Menudean las piernas y los brazos, Aunque enfermos estan, y ellas no sanas. Y en medio de tan grandes embarazos La vista ponen en la amada orilla, Deseosos de darla mil abrazos. Y sé yo bien, que la fatal quadrilla Antes que alli, holgara de hallarse En el compas famoso de Sevilla. Que no tienen por gusto el ahogarse, Discreta gente al parecer en esto, Pero valioles poco el esforzarse. Que el padre de las aguas echó el resto De su rigor, mostrandose en su carro Con rostro airado y ademan funesto. Quatro delfines, cada qual bizarro, Con cuerdas hechas de tegidas obas Le tiraban con furia y con desgarro. Las ninfas en sus humidas alcobas Sienten tu rabia, ó vengativo Nume, Y de sus rostros la color les robas. El nadante poeta que presume Llegar á la ribera defendida, Sus ayes pierde y su teson consume. Que su corta carrera es impedida De las agudas puntas del tridente, Entonces fiero y aspero homicida. Quien ha visto muchacho diligente Que en goloso á si mesmo sobrepuja Que no hay comparacion mas conveniente, Picar en el sombrero la granuja, Que el hallazgo le puso alli ó la sisa, Con punta alfileresca, ó ya de aguja: Pues no con menor gana, ó menor prisa Poetas ensartaba el Nume airado Con gesto infame, y con dudosa risa. En carro de cristal venia sentado, La barba luenga y llena de marisco, Con dos gruesas lampreas coronado. Hacian de sus barbas firme aprisco La Almeja, el Morsillon, Pulpo y Cangrejo, Qual le suelen hacer en peña ó risco. Era de aspecto venerable y viejo, De verde, azul y plata era el vestido, Robusto al parecer y de buen rejo. Aunque como enojado, denegrido Se mostraba en el rostro, que la saña Asi turba el color como el sentido. Airado contra aquellos mas se ensaña Que nadan mas, y saleles al paso, Juzgando á gloria tan cobarde hazaña. En esto, ó nuevo y milagroso caso, Dino de que se cuente poco á poco, Y con los versos de Torcato Taso. Hasta aqui no he invocado, ahora invoco Vuestro favor, ó musas! necesario Para los altos puntos en que toco. Descerrajad vuestro mas rico almario, Y el aliento me dad que el caso pide, No humilde, no ratero, ni ordinario. Las nubes hiende el aire, pisa y mide La hermosa Venus Acidalia, y baxa Del cielo que ninguno se lo impide. Traia vestida de pardilla raja Una gran saya entera hecha al uso, Que le dice muy bien, quadra y encaja. Luto que por su Adonis se le puso, Luego que el gran colmillo del berraco A atravesar sus ingles se dispuso. A fe que si el mocito fuera Maco, Que él guardára la cara al colmilludo, Que dió á su vida, y su belleza saco. O valiente garzon, mas que sesudo, Cómo estándo avisado, tu mal tomas, Entrando en trance tan horrendo y crudo? En esto las mansisimas palomas Que el carro de la diosa conducian Por el llano del mar, y por las lomas: Por unas y otras partes discurrian, Hasta que con Neptuno se encontraron, Que era lo que buscaban y querian. Los dioses que se ven, se respetaron, Y haciendo sus zalemas á lo moro, De verse juntos en estremo holgaron. Guardaronse real grave decoro, Y procuró Ciprinia en aquel punto Mostrar de su belleza el gran tesoro. Ensanchó el verdugado, y dióle el punto Con ciertos puntapies que fueron coces Para el dios que las vió y quedó difunto. Un poeta llamado DON QUINCOCES Andaba semivivo en las saladas Ondas dando gemidos y no voces. Con todo dixo, en mal articuladas Palabras: o, señora, la de Pafo, Y de las otras dos islas nombradas, Muevate á compasion el verme gafo De pies y manos, y que ya me ahogo, En otras Linfas que las del Garrafo. Aqui será mi Pira, aqui mi rogo, Aqui será QUINCOCES sepultado, Que tuvo en su crianza Pedagogo. Esto dixo el mezquino, esto escuchado Fue de la diosa con ternura tanta, Que volvió á componer el verdugado. Y luego en pie y piadosa se levanta, Y poniendo los ojos en el viejo, Desembudó la voz de la garganta: Y con cierto desden y sobrecejo, Entre enojada y grave, y dulce dixo Lo que al humido dios tuvo perplejo. Y aunque no fue su razonar prolixo, Todavia le truxo á la memoria Hermano de quien era y de quien hijo. Representole quan pequeña gloria Era llevar de aquellos miserables El triunfo infausto, y la cruel vitoria. El dixo: si los hados inmudables No huvieran dado la fatal sentencia Destos en su ignorancia siempre estables. Una brizna no mas de tu presencia Que viera yo, bellisima señora, Fuera de mi rigor la resistencia. Mas ya no puede ser, que ya la hora Llegó donde mi blanda y mansa mano Ha de mostrar que es dura y vencedora. Que estos de proceder siempre inhumano, En sus versos han dicho cien mil veces, Azotando las aguas del mar cano. Ni azotado, ni viejo me pareces, Replicó Venus, y él le dixo á ella: Puesto que me enamoras no enterneces. Que de tal modo la fatal estrella, Influye destos tristes, que no puedo Dar felice despacho á tu querella. Del querer de los hados solo un dedo, No me puedo apartar, ya tu lo sabes, Ellos han de acabar, y ha de ser cedo. Primero acabarás que los acabes, Le respondió madama, la que tiene De tantas voluntades puerta y llaves. Que aunque el hado feroz su muerte ordene, El modo no ha de ser á tu contento, Que muchas muertes el morir contiene. Turbóse en esto el liquido elemento, De nuevo renovóse la tormenta, Sopló mas vivo y mas apriesa el viento. La hambrienta mesnada, y no sedienta, Se rinde al uracan recien venido, Y por mas no penar muere contenta. O raro caso y por jamas oido, Ni visto! ó nuevas y admirables trazas De la gran reina obedecida en Gnido! En un instante el mar de calabazas Se vió quajado, algunas tan potentes, Que pasaban de dos, y aun de tres brazas. Tambien hinchados odres y valientes, Sin deshacer del mar la blanca espuma, Nadaban de mil talles diferentes. Esta trasmutacion fue hecha en suma Por Venus de los languidos poetas, Porque Neptuno hundirlos no presuma. El qual le pidió á Febo sus saetas, Cuya arma arrojadiza desde aparte A Venus defraudara de sus tretas. Negóselas Apolo; y veis do parte Enojado el vejon con su tridente, Pensandolos pasar de parte á parte; Mas este se resbala, aquel no siente La herida, y dando esguince se desliza, Y él queda de la colera impaciente. En esto Boreas su furor atiza, Y lleva antecogida la manada, Que con la de los cerdas simboliza. Pidióselo la diosa aficionada A que vivan poetas zarabandos, De aquellos de la seta almidonada: De aquellos blancos, tiernos, dulces, blandos, De los que por momentos se dividen En varias setas, y en contrarios vandos. Los contrapuestos vientos se comiden A complacer la bella rogadora, Y con un solo aliento la mar miden: Llevando á la piara gruñidora, En calabazas y odres convertida A los reynos contrarios del aurora. Desta dulce semilla referida España, verdad cierta, tanto abunda, Que es por ella estimada y conocida. Que aunque en armas y en letras es fecunda Mas que quantas provincias tiene el suelo, Su gusto en parte en tal semilla funda. Despues desta mudanza que hizo el cielo, O Venus, ó quien fuese, que no importa Guardar puntualidad como yo suelo, No veo calabaza, ó luenga ó corta, Que no imagine que es algun poeta Que alli se estrecha, encubre, encoge, acorta. Pues qué quando veo un cuero, ó mal discreta Y vana fantasia, asi engañada, Que á tanta liviandad estás sugeta! Pienso que el piezgo de la boca atada Es la faz del poeta transformado En aquella figura mal hinchada. Y quando encuentro algun poeta honrado, Digo, poeta firme y valedero, Hombre vestido bien y bien calzado, Luego se me figura ver un cuero, O alguna calabaza, y desta suerte Entre contrarios pensamientos muero, Y no sé si lo yerre, ó si lo acierte, En que á las calabazas y á los cueros, Y á los poetas trate de una suerte. Cernìcalos que son lagartigeros No esperen de gozar las preeminencias Que gozan gabilanes no pecheros. Puestas en paz pues ya las diferencias De Delio, y los poetas transformados En tan vanas y huecas apariencias: Los mares y los vientos sosegados, Sumergiose Neptuno mal contento En sus palacios de cristal labrados. Las mansisimas aves por el viento Volaron, y á la bella Cipriana Pusieron en su reyno á salvamento. Y en señal que del triunfo quedó ufana, Lo que hasta alli nadie acabó con ella, Del luto se quitó la saboyana. Quedando en cueros tan briosa y bella, Que se supo despues que Marte anduvo Todo aquel dia, y otros dos tras ella. Todo el qual tiempo el escuadron estuvo Mirando atento la fatal ruina, Que la canalla transformada tuvo. Y viendo despejada la marina Apolo del socorro mal venido, De dar fin al gran caso determina. Pero en aquel instante un gran ruido Se oyó, con que la turba se alboroza, Y pone vista alerta, y presto oido. Y era quien le formaba una carroza Rica, sobre la qual venia sentado El grave DON LORENZO DE MENDOZA, De su felice ingenio acompañado, De su mucho valor y cortesia, Joyas inestimables, adornado. PEDRO JUAN DE REJAULE le seguia En otro coche insigne Valenciano, Y grande defensor de la poesia. Sentado viene á su derecha mano JUAN DE SOLIS, mancebo generoso, De raro ingenio en verdes años cano. Y JUAN DE CARVAJAL, Dotor famoso, Les hace tercio, y no por ser pesado Dexan de hacer su curso presuroso. Porque el divino ingenio al levantado Valor de aquestos tres que el coche encierra, No hay impedirle monte, ni collado. Pasan volando la empinada sierra, Las nubes tocan, llegan casi al cielo, Y alegres pisan la famosa tierra. Con este mismo honroso y grave zelo, BARTOLOME DE MOLA, y GABRIEL LASO Llegaron á tocar del monte el suelo. Honra las altas cimas de Parnaso DON DIEGO, que de SILVA tiene el nombre, Y por ellas alegre tiende el paso. A cuyo ingenio, y sin igual renombre Toda ciencia se inclina y le obedece, Y le levanta á ser mas que de hombre. Dilatanse las sombras, y descrece El dia, y de la noche el negro manto Guarnecido de estrellas aparece. Y el esquadron que havia esperado tanto En pie, se rinde al sueño perezoso De hambre y sed, y de mortal quebranto. Apolo entonces poco luminoso, Dando hasta los Antipodas un brinco, Siguió su accidental curso forzoso. Pero primero licenció á los cinco Poetas titulados á su ruego, Que lo pidieron con estraño ahinco, Por parecerles risa, burla y juego Empresas semejantes; y asi Apolo Condecendió con sus deseos luego. Que es el galan de Dafne unico y solo En usar cortesia sobre quantos Descubre el nuestro, y el contrario polo. Del lobrego lugar de los espantos Sacó su hisopo el languido Morfeo, Con que ha rendido y embocado á tantos, Y del licor que dicen que es Leteo, Que mana de la fuente del olvido, Los parpados bañó á todos arreo. El mas hambriento se quedó dormido, Dos cosas repugnantes, hambre y sueño, Privilegio á poetas concedido. Yo quedé enfin dormido como un leño, Llena la fantasia de mil cosas, Que de contallas mi palabra empeño, Por mas que sean en sí dificultosas. VIAGE AL PARNASO. CAPITULO VI. De una de tres causas los ensueños Se causan, ó los sueños, que este nombre Les dan los que del bien hablar son dueños. Primera, de las cosas de que el hombre Trata mas de ordinario: la segunda Quiere la medicina que se nombre, Del humor que en nosotros mas abunda. Toca en revelaciones la tercera, Que en nuestro bien mas que las dos redunda. Dormí, y soñé, y el sueño la tercera Causa le dió principio suficiente, A mezclar el ahito y la dentera. Sueña el enfermo, á quien la fiebre ardiente Abrasa las entrañas, que en la boca Tiene de las que ha visto alguna fuente. Y el labio al fugitivo cristal toca, Y el dormido consuelo imaginado Crece el deseo, y no la sed apoca. Pelea el valentisimo soldado Dormido, casi al modo que despierto Se mostró en el combate fiero armado. Acude el tierno amante á su concierto, Y en la imaginacion dormido llega Sin padecer borrasca á dulce puerto. El corazon el avariento entrega En la mitad del sueño á su tesoro, Que el alma en todo tiempo no le niega. Yo, que siempre guardé el comun decoro En las cosas dormidas y despiertas, Pues no soy Troglodita ni soy Moro; De par en par del alma abrí las puertas, Y dexé entrar al sueño por los ojos Con premisas de gloria y gusto ciertas. Gocé durmiendo quatro mil despojos, Que los conté sin que faltase alguno, De gustos que acudieron á manojos. El tiempo, la ocasion, el oportuno Lugar correspondian al efeto, Juntos y por sí solo cada uno. Dos horas dormí, y mas á lo discreto, Sin que imaginaciones ni vapores El celebro tuviesen inquieto. La suelta fantasia entre mil flores Me puso de un pradillo, que exhalaba De Pancaya y Sabea los olores. El agradable sitio se llevaba Tras sí la vista que durmiendo, viva Mucho mas que despierta se mostraba. Palpable vi, mas no sé si lo escriba, Que á las cosas que tienen de imposibles, Siempre mi pluma se ha mostrado esquiva. Las que tienen vislumbre de posibles, De dulces, de suaves y de ciertas Explican mis borrones apacibles. Nunca á disparidad abre las puertas Mi corto ingenio, y hallalas contino De par en par la consonancia abiertas. Cómo puede agradar un desatino Si no es que de proposito se hace, Mostrandole el donaire su camino? Que entonces la mentira satisface Quando verdad parece, y está escrita Con gracia, que al discreto y simple aplace. Digo, volviendo al cuento, que infinita Gente vi discurrir por aquel llano, Con algazara placentera y grita: Con habito decente y cortesano Algunos, á quien dió la hipocresia Vestido pobre; pero limpio y sano. Otros de la color que tiene el dia Quando la luz primera se aparece Entre las trenzas de la aurora fria. La variada primavera ofrece De sus varias colores la abundancia, Con que á la vista el gusto alegre crece. La prodigalidad, la exorbitancia Campean juntas por el verde prado Con galas que descubren su ignorancia. En un trono del suelo levantado, (Do el arte á la materia se adelanta Puesto que de oro y de marfil labrado) Una doncella ví desde la planta Del pie hasta la cabeza asi adornada, Que el verla admira, y el oirla encanta. Estaba en él con magestad sentada, Giganta al parecer en la estatura, Pero aunque grande, bien proporcionada. Parecia mayor su hermosura Mirada desde lejos, y no tanto Si de cerca se ve su compostura. Lleno de admiracion, colmo de espanto, Puse en ella los ojos, y vi en ella Lo que en mis versos desmayados canto. Yo no sabré afirmar si era doncella, Aunque he dicho que sí, que en estos casos La vista mas aguda se atropella. Son por la mayor parte siempre escasos De razon los juicios maliciosos En juzgar rotos los enteros vasos. Altaneros sus ojos y amorosos Se mostraban con cierta mansedumbre, Que los hacia en todo estremo hermosos. Ora fuese artificio, ora costumbre, Los rayos de su luz tal vez crecian, Y tal vez daban encogida lumbre. Dos ninfas á sus lados asistian, De tan gentil donaire y apariencia, Que miradas las almas suspendian. De la del alto trono en la presencia Desplegaban sus labios en razones, Ricas en suavidad, pobres en ciencia. Levantaban al cielo sus blasones, Que estaban por ser pocos ó ningunos, Escritos del olvido en los borrones. Al dulce murmurar, al oportuno Razonar de las dos, la del asiento, Que en belleza jamas le igualó alguno, Luego se puso en pie, y en un momento Me pareció, que dió con la cabeza Mas allá de las nubes, y no miento: Y no perdió por esto su belleza, Antes mientras mas grande, se mostraba Igual su perfecion á su grandeza: Los brazos de tal modo dilataba, Que de do nace adonde muere el dia Los opuestos estremos alcanzaba. La enfermedad llamada hidropesia Asi le hincha el vientre, que parece Que todo el mar caber en él podia. Al modo destas partes asi crece Toda su compostura, y no por esto, Qual dixe, su hermosura desfallece. Yo atonito esperaba ver el resto De tan grande prodigio, y diera un dedo Por saber la verdad segura, y presto. Uno, y no sabré quien, bien claro y quedo Al oido me habló, y me dixo: espera, Que yo decirte lo que quieres puedo. Esta que ves, que crece de manera, Que apenas tiene ya lugar do quepa, Y aspira en la grandeza á ser primera: Esta que por las nube sube y trepa Hasta llegar al cerco de la luna (Puesto que el modo de subir no sepa.) Es la que confiada en su fortuna Piensa tener de la inconstante rueda El exe quedo, y sin mudanza alguna. Esta que no halla mal que le suceda, Ni le teme atrevida y arrogante, Prodiga siempre, venturosa y leda: Es la que con disignio extravagante Dió en crecer poco á poco hasta ponerse Qual ves en estatura de gigante. No dexa de crecer por no atreverse A emprender las hazañas mas notables, Adonde puedan sus estremos verse. No has oido decir los memorables Arcos, anfiteatros, templos, baños, Termas, porticos, muros admirables: Que á pesar y despecho de los años, Aun duran sus reliquias y entereza, Haciendo al tiempo y á la muerte engaño? Yo, respondi por mí, ninguna pieza Desas que has dicho, dexo de tenella Clavada y remachada en la cabeza. Tengo el sepulcro de la viuda bella, Y el Coloso de Rodas alli junto, Y la lanterna que sirvió de estrella. Pero vengamos de quien es al punto Esta, que lo deseo. Haráse luego, Me respondió la voz en baxo punto. Y prosiguió, diciendo: á no estar ciego Huvieras visto ya quien es la dama: Pero enfin tienes el ingenio lego. Esta que hasta los cielos se encarama Preñada, sin saber como, del viento, Es hija del deseo y de la fama. Esta fue la ocasion y el instrumento En todo y parte de que el mundo viese No siete marabillas, sino ciento. Corto numero es ciento: aunque dixese Cien mil y mas millones, no imagines, Que en la cuenta del numero excediese. Esta conduxo á memorables fines, Edificios que asientan en la tierra, Y tocan de las nubes los confines. Esta tal vez ha levantado guerra, Donde la paz suave reposaba Que en limites estrechos no se encierra. Quando murió en las llamas, abrasaba El atrevido fuerte brazo y fiero, Esta el incendio horrible resfriaba. Esta arrojó al Romano caballero En el abismo de la ardiente cueva, De limpio armado, y de luciente azero. Esta tal vez con marabilla nueva, (De su ambiciosa condicion llevada) Mil imposibles atrevida prueba. Desde la ardiente Libia hasta la helada Citia lleva la fama su memoria, En grandiosas obras dilatada. Enfin ella es la altiva vanagloria, Que en aquellas hazañas se entremete, Que llevan de los siglos la vitoria. Ella misma á sí misma se promete Triunfos y gustos, sin tener asida A la calva ocasion por el copete. Su natural sustento, su bebida, Es aire, y asi crece en un instante Tanto, que no hay medida á su medida. Aquellas dos del placido semblante Que tiene á sus dos lados, son aquellas Que sirven á la maquina de Atlante. Su delicada voz, sus luces bellas, Su humildad aparente, y las lozanas Razones, que el amor se cifra en ellas, Las hacen mas divinas que no humanas, Y son, (con paz escucha y con paciencia) La adulacion y la mentira hermanas. Estas están contino en su presencia, Palabras ministrandole al oido, Que tienen de prudentes aparencia. Y ella qual ciega del mejor sentido, No ve que entre las flores de aquel gusto, El aspid ponzoñoso está escondido. Y asi arrojada con deseo injusto En cristalino vaso prueba y bebe El veneno mortal, sin ningun susto. Quien mas presume de advertido, pruebe A dexarse adular, verá quan presto Pasa su gloria como el viento leve. Esto escuché: y en escuchando aquesto, Dió un estampido tal la gloria vana, Que dió á mi sueño fin dulce y molesto. Y en esto descubrióse la mañana, Vertiendo perlas y esparciendo flores, Lozana en vista, y en virtud lozana. Los dulces pequeñuelos ruiseñores Con cantos no aprendidos le decian Enamorados della mil amores. Los silgueros el canto repetian, Y las diestras calandrias entonaban La musica, que todos componian. Unos del esquadron priesa se daban, Porque no los hallase el dios del dia En los forzosos actos en que estaban. Y luego se asomó su señoria, Con una cara de tudesco roja, Por los balcones de la aurora fria. En parte gorda, en parte flaca y floja, Como quien teme el esperado trance, Donde verse vencido se le antoja. En propio toledano y buen romance Les dió los buenos dias cortesmente, Y luego se aprestó al forzoso lance. Y encima de un peñasco puesto enfrente Del esquadron, con voz sonora y grave Esta oracion les hizo de repente. O espiritus felices, donde cabe La gala del decir, la sutileza De la ciencia mas docta que se sabe! Donde en su propia natural belleza Asiste la hermosa poesia Entera de los pies á la cabeza! No consintais por vida vuestra y mia, (Mirad con que llaneza Apolo os habla) Que triunfe esta canalla que porfia. Esta canalla digo que se endiabla, Que por darles calor su muchedumbre, Ya su ruina, ó ya la nuestra entabla. Vosotros de mis ojos gloria y lumbre, Faroles do mi luz de asiento mora, Ya por naturaleza, ó por costumbre, Haveis de consentir que esta embaidora, Hipocrita gentalla se me atreva, De tantas necedades inventora? Haced famosa y memorable prueba De vuestro gran valor en este hecho, Que á su castigo y vuestra gloria os lleva. De justa indignacion armad el pecho, Acometed intrepidos la turba, Ociosa, vagamunda, y sin provecho. No se os dé nada, no se os dé una burba, (Moneda Berberisca, vil y baxa) De aquesta gente, que la paz nos turba. El son de mas de una templada caja, Y el del pifaro triste y la trompeta, Que la colera sube, y flema abaxa; Asi os incite con virtud secreta, Que despierte los animos dormidos En la facion que tanto nos aprieta. Yá retumba, ya llega á mis oidos Del esquadron contrario el rumor grande, Formado de confusos alaridos. Ya es menester, sin que os lo ruegue, ó mande, Que cada qual como guerrero experto, sin que por su capricho se desmande, La orden guarde y militar concierto, Y acuda á su deber como valiente Hasta quedar, ó vencedor ó muerto. En esto por la parte de poniente Pareció el escuadron casi infinito De la barbara, ciega, y pobre gente. Alzan los nuestros al momento un grito Alegre, y no medroso; y gritan, arma, Arma resuena todo aquel distrito; Y aunque mueran, correr quieren al arma. VIAGE AL PARNASO. CAPITULO VII. Tu, Beligera musa, tú, que tienes La voz de bronce, y de metal la lengua, Quando á cantar del fiero Marte vienes: Tú, por quien se aniquila siempre y mengua El gran genero humano: tú, que puedes Sacar mi pluma de ignorancia, y mengua: Tu, mano rota, y larga de mercedes; Digo en hacellas: una aqui te pido, (Que no hará que menos rica quedes.) La soberbia y maldad, el atrevido Intento de una gente mal mirada Ya se descubre con mortal ruido. Dame una voz al caso acomodada, Una sotil y bien cortada pluma, No de aficion, ni de pasion llevada. Para que pueda referir en suma Con purisimo y nuevo sentimiento, Con verdad clara, y entereza suma, El contrapuesto y desigual intento De uno y otro esquadron, que ardiendo en ira, Sus vanderas descoge al vago viento. El del vando catolico, que mira Al falso y grande al pie del monte puesto, Que de subir al alta cumbre aspira; Con paso largo, y ademan compuesto, Todo el monte coronan, y se ponen A la furia, que en loca ha echado el resto. Las ventajas tantean, y disponen Los animos valientes al asalto, En quien su gloria y su venganza ponen. De rabia lleno y de paciencia falto Apolo su bellisimo estandarte Mandó al momento levantar en alto. Arbolole un MARQUES, que el propio Marte Su briosa presencia representa Naturalmente, sin industria y arte. Poeta celeberrimo y de cuenta, Por quien, y en quien Apolo soberano Su gloria y gusto, y su valor aumenta. Era la insinia un cisne hermoso y cano, Tan al vivo pintado, que dixeras, La voz despide alegre al aire vano. Siguen al estandarte sus vanderas De gallardos alfereces llevadas, Honrosas por no estar todas enteras. Las cajas á lo belico templadas Al milite mas tardo vuelven presto, De voces de metal acompañadas. GERONIMO DE MORA llegó en esto, Pintor excelentisimo y poeta, Apeles y Virgilio en un supuesto: Y con la autoridad de una gineta, (Que de ser capitan le daba nombre) Al caso acude y á la turba aprieta. Y porque mas se turbe, y mas se asombre El enemigo desigual y fiero Llegó el gran BIEDMA de inmortal renombre. Y con él GASPAR DE AVILA, primero Sequáz de Apolo, á cuyo verso y pluma, Iciar puede envidiar, temer Sincero. Llegó JUAN DE MEZTANZA, cifra y suma De tanta erudicion, donaire y gala, Que no hay muerte, ni edad que la consuma. Apolo le arrancó de Guatimala, Y le truxo en su ayuda para ofensa De la canalla en todo estremo mala. Hacer milagros en el trance piensa CEPEDA, y acompañale MEGIA, Poetas dinos de alabanza inmensa. Clarisimo esplendor de Andalucia, Y de la Mancha el sin igual GALINDO Llegó con magestad y bizarria. De la alta cumbre del famoso Pindo Baxaron tres bizarros Lusitanos (A quien mis alabanzas todas rindo.) Con prestos pies y con valientes manos Con FERNANDO CORREA DE LA CERDA, Pisó RODRIGUEZ LOBO monte y llanos. Y porque Febo su razon no pierda El grande DON ANTONIO DE ATAIDE Llegó con furia alborotada y cuerda. Las fuerzas del contrario ajusta y mide Con las suyas Apolo, y determina Dar la batalla, y la batalla pide. El ronco són de mas de una bocina, Instrumento de caza y de la guerra, De Febo á los oidos se avecina. Tiembla debaxo de los pies la tierra De infinitos poetas oprimida, Que dan asalto á la sagrada sierra. El fiero general de la atrevida Gente, que trae un cuervo en su estandarte, Es ARBOLANCHES, muso por la vida. Puestos estaban en la baxa parte, Y en la cima del monte, frente á frente Los campos de quien tiembla el mismo Marte: Quando una, al parecer discreta gente, Del catolico vando al enemigo Se pasó, como en numero de veinte. Yo con los ojos su carrera sigo, Y viendo el paradero de su intento, Con voz turbada al sacro Apolo digo: Qué prodigio es aqueste? qué portento? O por mejor decir, qué mal aguero, Que asi me corta el brio y el aliento? Aquel tránsfuga que partió primero, No solo por poeta le tenia, Pero tambien por bravo churrullero. Aquel ligero que tras él corria, En mil corrillos en Madrid le he visto Tiernamente hablar en la poesia. Aquel tercero que partió tan listo, Por satirico, necio, y por pesado Sé que de todos fue siempre mal quisto. No puedo imaginar como ha llevado Mercurio estos poetas en su lista. Yo fui, respondió Apolo, el engañado; Que de su ingenio la primera vista Indicios descubrió que serian buenos Para facilitar esta conquista. Señor, repliqué yo, crei que agenos Eran de las deidades los engaños, Digo, engañarse en poco mas ni menos. La prudencia que nace de los años, Y tiene por maestra la experiencia, Es la deidad que advierte destos daños. Apolo respondió: por mi conciencia, Que no te entiendo, algo turbado y triste Por ver de aquellos veinte la insolencia. Tu, SARDO militar LOFRASO, fuiste Uno de aquellos barbaros corrientes, Que del contrario el numero creciste. Mas no por esta mengua los valientes Del esquadron catolico temieron, Poetas madrigados y excelentes. Antes tanto corage concibieron Contra los fugitivos corredores, Que riza en ellos y matanza hicieron. O falsos y malditos trobadores, Que pasais plaza de poetas sabios, Siendo la hez de los que son peores. Entre la lengua, paladar y labios Anda contino vuestra poesia, Haciendo á la virtud cien mil agravios. Poetas de atrevida hipocresia, Esperad, que de vuestro acabamiento Ya se ha llegado el temeroso dia. De las confusas voces el concento Confuso por el aire resonaba De espesas nubes condensando en viento. Por la falda del monte gateaba Una tropa poetica, aspirando A la cumbre que bien guardada estaba. Hacian hincapie de quando en quando, Y con hondas de estallo y con ballestas Iban libros enteros disparando. No del plomo encendido las funestas Balas, pudieran ser dañosas tanto, Ni al disparar pudieran ser mas prestas. Un libro mucho mas duro que un canto A JUSEPE DE VARGAS dió en las sienes, Causandole terror, grima y espanto. Gritó, y dixo á un soneto: tú, que vienes De satirica pluma disparado, Porqué el infame curso no detienes? Y qual perro con piedras irritado, Que dexa al que las tira, y va tras ellas, Qual si fueran la causa del pecado, Entre los dedos de sus manos bellas Hizo pedazos al soneto altivo, Que amenazaba al sol y á las estrellas. Y dixole Cilenio: ó rayo vivo Donde la justa indignacion se muestra En un grado y valor superlativo, La espada toma en la temida diestra, Y arrojate valiente y temerario Por esta parte que el peligro adiestra. En esto del tamaño de un breviario Volando un libro por el aire vino, De prosa y verso que arrojó el contrario. De verso y prosa el puro desatino Nos dió á entender que de ARBOLANCHES eran Las Avidas pesadas de contino. Unas Rimas llegaron, que pudieran Desbaratar el esquadron christiano, Si acaso vez segunda se imprimieran. Dióle á Mercurio en la derecha mano Una satira antigua licenciosa, De estilo agudo, pero no mui sano. De una intricada y mal compuesta prosa, De un asunto, sin jugo y sin donaire, Quatro Novelas disparó PEDROSA. Silvando recio, y desgarrando el aire, Otro libro llegó de rimas solas Hechas al parecer como al desgaire. Viólas Apolo y dixo, quando viólas: Dios perdone á su autor, y á mí me guarde De algunas Rimas sueltas españolas. Llegó EL PASTOR DE IBERIA, aunque algo tarde, Y derribó catorce de los nuestros, Haciendo de su ingenio y fuerza alarde. Pero dos valerosos, dos maestros, Dos lumbreras de Apolo, dos soldados, Unicos en hablar, y en obrar diestros: Del monte puestos en opuestos lados Tanto apretaron á la turba multa, Que volvieron atras los encumbrados. Es GREGORIO DE ANGULO el que sepulta La canalla, y con él PEDRO DE SOTO, De prodigioso ingenio, y vena culta. Doctor aquel, estotro unico y doto Licenciado, de Apolo ambos sequaces Con raras obras y animo devoto. Las dos contrarias indignadas haces Ya miden las espadas, ya se cierran Duras en su teson y pertinaces. Con los dientes se muerden y se aferran Con las garras, las fieras imitando, Que toda piedad de sí destierran. Haldeando venia, y trasudando El autor de LA PICARA JUSTINA, Capellan lego del contrario vando. Y qual si fuera de una culebrina Disparó de sus manos su librazo, Que fue de nuestro campo la ruina. Al buen TOMAS GRACIAN mancó de un brazo, A MEDINILLA derribó una muela, Y le llevó de un muslo un gran pedazo. Una despierta nuestra centinela Gritó: todos abaxen la cabeza, Que dispara el contrario otra Novela. Dos pelearon una larga pieza, Y el uno al otro con instancia loca De un embion, con arte y con destreza, Seis seguidillas le encajó en la boca, Con que le hizo vomitar el alma Que salió libre de su estrecha roca. De la furia el ardor, del sol la calma Tenia en duda de una, y otra parte La vencedora y pretendida palma. Del cuervo en esto el lobrego estandarte Cede al del cisne, porque vino al suelo Pasado el corazon de parte á parte. Su alferez, que era un ANDALUZ mozuelo Trobador repentista, que subia Con la soberbia mas allá del cielo, Helosele la sangre que tenia, Murióse quando vió que muerto estaba La turba pertinaz en su porfia. Puesto que ausente el gran LUPERCIO estaba Con un solo soneto suyo hizo Lo que de su grandeza se esperaba. Descuadernó, desencajó, deshizo Del opuesto esquadron catorce hileras, Dos criollos mató, hirió un mestizo. De sus sabrosas burlas y sus veras El magno CORDOVES un cartapacio Disparó, y aterró quatro vanderas. Daba ya indicios de cansado y lacio El brio de la barbara canalla, Peleando mas flojo y mas despacio. Mas renovóse la fatal batalla Mezclandose los unos con los otros, Ni vale arnes, ni presta dura malla, Cinco melifluos sobre cinco potros Llegaron, y envistieron por un lado, Y llevaronse cinco de nosotros. Cada qual como moro ataviado, Con mas letras y cifras, que una carta De Principe enemigo y recatado. De romances moriscos una sarta, Qual si fuera de balas enramadas, Llega con furia y con malicia harta. Y á no estar dos esquadras avisadas De las nuestras del recio tiro y presto, Era fuerza quedar desbaratadas. Quiso Apolo indignado echar el resto De su poder y de su fuerza sola, Y dar al enemigo fin molesto. Y una sacra cancion, donde acrisola Su ingenio, gala, estilo y bizarria BARTOLOME LEONARDO DE ARGENSOLA, Qual si fuera un petrarte Apolo envia, Adonde está el teson mas apretado, Mas dura, y mas furiosa la porfia. _Quando me paro á contemplar mi estado_ Comienza la cancion, que Apolo pone En el lugar mas noble y levantado. Todo lo mira, todo lo dispone Con ojos de Argos, manda, quita y veda, Y del contrario á todo ardid se opone. Tan mezclados están, que no hay quien pueda Discernir qual es malo, ó qual es bueno, Qual es GARCILASISTA, ó TIMONEDA. Pero un mancebo de ignorancia ageno, Grande escudriñador de toda historia, Rayo en la pluma, y en la voz un trueno, Llegó, tan rica el alma de memoria, De sana voluntad y entendimiento, Que fue de Febo y de las musas gloria. Con este acelerose el vencimiento, Porque supo decir: este merece Gloria, pero aquel no, sino tormento. Y como ya con distincion parece El justo y el injusto combatiente, El gusto al paso de la pena crece. Tú PEDRO MANTUANO el excelente, Fuiste quien distinguió de la confusa Maquina el que es cobarde del valiente. JULIAN DE ALMENDARIZ no reusa, Puesto que llegó tarde, en dar socorro Al rubio Delio con su ilustre musa. Por las rucias que peino, que me corro De ver que las comedias endiabladas Por divinas se pongan en el corro. Y á pesar de las limpias y atildadas Del comico mejor de nuestra Esperia Quieren ser conocidas y pagadas. Mas no ganaron mucho en esta feria, Porque es discreto el vulgo de la corte, Aunque le toca la comun miseria. De llano no le deis, dadle de corte, Estancias Polifemas, al poeta Que no os tuviere por su guia y norte. Inimitables sois, y á la discreta Gala que descubris en lo escondido, Toda elegancia puede estar sugeta. Con estas municiones el partido Nuestro se mejoró de tal manera, Que el contrario se tuvo por vencido. Cayó su presuncion soberbia y fiera, Derrumbanse del monte abaxo quantos Presumieron subir por la ladera, La voz prolija de sus roncos cantos El mal suceso con rigor la vuelve En interrotos y funestos llantos. Tal huvo, que cayendo se resuelve De asirse de una zarza ó cabrahigo, Y en llanto á lo de Ovidio se disuelve. Quatro se arracimaron á un quejigo Como enjambre de abejas desmandada, Y le estimaron por el lauro amigo. Otra quadrilla virgen por la espada Y adultera de lengua, dió la cura A sus pies de su vida almidonada. BARTOLOME llamado DE SEGURA El toque casi fue del vencimiento, Tal es su ingenio, y tal es su cordura. Resonó en esto por el vago viento La voz de la vitoria repetida Del numero escogido en claro acento. La miserable, la fatal caida De las musas del limpio tagarete Fue largos siglos con dolor plañida. A la parte del llanto (ay me!) se mete Zapardiel famoso por su pesca, Sin que un pequeño instante se quiete. La voz de la vitoria se refresca, Vitoria suena aqui, y alli vitoria, Adquirida por nuestra soldadesca, Que canta alegre la alcanzada gloria. VIAGE AL PARNASO. CAPITULO VIII. Al caer de la maquina excesiva Del esquadron poetico arrogante Que en su no vista muchedumbre estriba: Un poeta, mancebo y estudiante, Dixo: caipaciencia, que algun dia Será la nuestra, mi valor mediante. De nuevo afilaré la espada mia, Digo mi pluma, y cortaré de suerte Que dé nueva excelencia á la porfia. Que ofrece la comedia, si se advierte, Largo campo al ingenio, donde pueda Librar su nombre del olvido y muerte. Fue desto exemplo JUAN DE TIMONEDA, Que con solo imprimir se hizo eterno Las comedias del gran LOPE DE RUEDA. Cinco vuelcos daré en el propio infierno Por hacer recitar una que tengo Nombrada: _El Gran Bastardo de Salerno_. Guarda Apolo, que baxa guarde rengo El golpe de la mano mas gallarda Que ha visto el tiempo en su discurso luengo. En esto el claro són de una bastarda Alas pone en los pies de la vencida Gente del mundo perezosa y tarda. Con la esperanza del vencer perdida No hay quien no atienda con ligero paso, Si no á la honra, á conservar la vida. Desde las altas cumbres de Parnaso De un salto uno se puso en Guadarrama, Nuevo, no visto, y verdadero caso. Y al mismo paso la parlera fama Cundió del vencimiento la alta nueva, Desde el claro Caistro hasta Jarama. Lloró la gran vitoria el turbio Esgueva, Pisuerga la rió, rióla Tajo, Que en vez de arena granos de oro lleva. Del cansancio, del polvo, y del trabajo Las rubicundas hebras de Timbreo Del color se pararon de oro baxo. Pero viendo cumplido su deseo, Al son de la guitarra Mercuriesca Hizo de la gallarda un gran paseo. Y de Castalia en la corriente fresca El rostro se lavó, y quedó luciente Como de acero la segur Turquesca. Pulióse luego, y adornó su frente De magestad mezclada con dulzura, Indicios claros del placer que siente. Las reynas de la humana hermosura Salieron de do estaban retiradas, Mientras duraba la contienda dura: Del arbol siempre verde coronadas, Y enmedio la divina Poesia, Todas de nuevas galas adornadas. MELPOMENE, TERSICORE, Y TALIA, POLIMNIA, URANIA, ERATO, EUTERPE, Y CLIO, Y CALIOPE, hermosa en demasia Muestran ufanas su destreza y brio, Tegiendo una entricada y nueva danza Al dulce son de un instrumento mio. Mio, no dixe bien, mentí á la usanza Del que dice propios los agenos Versos, que son mas dinos de alabanza. Los anchos prados, y los campos llenos Están de las esquadras vencedoras, (Que siempre van á mas, y nunca á menos) Esperando de ver de sus mejoras El colmo con los premios merecidos Por el sudor y aprieto de seis horas. Piensan ser los llamados escogidos Todos á premios de grandeza aspiran, Tienense en mas de lo que son tenidos: Ni á calidades, ni riquezas miran, A su ingenio se atiene cada uno, Y si hay quatro que acierten, mil deliran. Mas Febo, que no quiere que ninguno Quede quexoso dél, mandó á la Aurora, Que vaya, y coja _in tempore oportuno_ De las faldas floriferas de Flora Quatro tabaques de purpureas rosas, Y seis de perlas de las que ella llora. Y de las nueve por estremo hermosas Las coronas pidió, y al darlas ellas En nada se mostraron perezosas. Tres, á mi parecer, de las mas bellas A Partenope sé que se enviaron, Y fue Mercurio el que partió con ellas. Tres sugetos las otras coronaron Alli en el mesmo monte peregrinos, Con que su patria y nombre eternizaron. Tres cupieron á España, y tres divinos Poetas se adornaron la cabeza, De tanta gloria justamente dinos. La envidia, monstruo de naturaleza, Maldita, y carcomida, ardiendo en saña A murmurar del sacro dón empieza. Dixo: será posible que en España Haya nueve poetas laureados? Alta es de Apolo, pero simple hazaña. Los demas de la turba defraudados Del esperado premio, repetian Los himnos de la envidia mal cantados. Todos por laureados se tenian En su imaginacion antes del trance, Y al cielo quejas de su agravio envian. Pero ciertos poetas de romance Del generoso premio hacer esperan A despecho de Febo presto alcance. Otros, aunque latinos, desesperan De tocar del laurel solo una hoja, Aunque del caso en la demanda mueran. Vengase menos el que mas se enoja, Y alguno se tocó sienes y frente, Que de estar coronado se le antoja. Pero todo deseo impertinente Apolo resfrió, premiando á quantos Poetas tuvo el esquadron valiente. De rosas, de jazmines y amarantos Flora le presentó cinco cestones, Y la Aurora de perlas otros tantos. Estos fueron, letor dulce, los dones Que Delio repartió con larga mano Entre los poetisimos varones. Quedando alegre cada qual, y ufano Con un puño de perlas y una rosa, Estimando el premio sobrehumano. Y porque fuese mas marabillosa La fiesta y regocijo, que se hacia Por la vitoria insigne y prodigiosa, La buena, la importante Poesia Mandó traer la bestia, cuya pata Abrió la fuente de Castalia fria. Cubierta de finisima escarlata, Un lacayo la truxo en un instante, Tascando un freno de bruñida plata. Envidiarle pudiera Rocinante Al gran Pegaso de presencia brava, Y aun Billadoro el del señor de Anglante. Con no sé quantas alas adornaba Manos y pies, indicio manifiesto, Que en ligereza al viento aventajaba. Y por mostrar quan agil y quan presto Era, se alzó del suelo quatro picas, Con un denuedo y ademan compuesto. Tú, que me escuchas, si el oido aplicas Al dulce cuento deste gran Viage, Cosas nuevas oiras de gusto ricas. Era del bel troton todo el herrage De durisima plata diamantina, Que no recibe del pisar ultrage. De la color que llaman columbina, De raso en una funda trae la cola, Que suelta con el suelo se avecina. Del color del carmin ó de amapola Eran sus clines y su cola gruesa, Ellas solas al mundo, y ella sola. Tal vez anda despacio, y tal á priesa, Vuela tal vez, y tal hace corbetas, Tal quiere relinchar, y luego cesa. Nueva felicidad de los poetas! Unos sus escrementos recogian En dos de cuero grandes barjuletas. Pregunté, para qué lo tal hacian? Respondióme Cilenio á lo vellaco Con no sé que vislumbres de ironia: Esto que se recoge, es el tabaco, Que á los vaguidos sirve de cabeza De algun poeta de celebro flaco. Urania de tal modo lo adereza, Que puesto á las narices del doliente, Cobra salud, y vuelve á su entereza. Un poco entonces arrugué la frente, Ascos haciendo del remedio estraño, Tan de los ordinarios diferente. Recibes, dixo Apolo, amigo, engaño. Leyome el pensamiento. Este remedio De los vaguidos cura, y sana el daño. No come este rocin lo que en asedio Duro y penoso comen los soldados, Que están entre la muerte y hambre en medio. Son deste tal los piensos regalados, Ambar y almizcle entre algodones puesto, Y bebe del rocio de los prados. Tal vez le damos de almidon un cesto, Tal de algarrobas con que el vientre llena, Y no se estriñe, ni se va por esto. Sea, le respondi, muy norabuena, Tieso estoy de celebro por ahora, Vaguido alguno no me causa pena. La nuestra en esto universal señora, Digo la poesia verdadera, Que con Timbreo y con las musas mora, En vestido subcinto á la ligera El monte discurrió, y abrazó á todos, Hermosa sobre modo, y placentera. O sangre vencedora de los Godos! Dixo: de aqui adelante ser tratada Con mas suaves y discretos modos Espero ser, y siempre respetada Del ignorante vulgo que no alcanza, Que puesto que soy pobre, soy honrada. Las riquezas os dexo en esperanza, Pero no en posesion, premio seguro Que al reyno aspira de la inmensa holganza. Por la belleza deste monte os juro, Que quisiera al mas minimo entregalle Un privilegio de cien mil de juro. Mas no produce minas este valle, Aguas sí, salutiferas y buenas, Y monas que de cisnes tienen talle. Volved á ver, ó amigos, las arenas Del aurifero Tajo en paz segura, Y en dulces horas de pesar agenas. Que esta inaudita hazaña os asegura Eterno nombre, entanto que dé Febo Al mundo aliento, y luz serena y pura. O marabilla nueva, ó caso nuevo, Digno de admiracion que cause espanto, Cuya estrañeza me admiró de nuevo! Morfeo, el dios del sueño por encanto Alli se apareció; cuya corona Era de ramos de beleño santo. Flogisimo de brio y de persona, De la pereza torpe acompañado, Que no le dexa á visperas, ni á nona. Traia al silencio á su derecho lado, El descuido al siniestro, y el vestido Era de blanda lana fabricado. De las aguas que llaman del olvido, Traia un gran caldero, y de un hisopo Venia como aposta, prevenido. Asía á los poetas por el hopo, Y aunque el caso los rostros les volvia En color encendida de piropo, El nos bañaba con el agua fria, Causandonos un sueño de tal suerte, Que dormimos un dia y otro dia. Tal es la fuerza del licor, tan fuerte Es de las aguas la virtud, que pueden Competir con los fueros de la muerte. Hace el ingenio alguna vez que queden Las verdades sin credito ninguno, Por ver que á toda contingencia exceden. Al despertar del sueño asi importuno, Ni vi monte, ni monta, dios, ni diosa, Ni de tanto poeta vide alguno. Por cierto estraña y nunca vista cosa, Despavilé la vista, y parecióme Verme en medio de una ciudad famosa. Admiración y grima el caso dióme, Torné á mirar, porque el temor ó engaño No de mi buen discurso el paso tome. Y dixeme á mi mismo: no me engaño. Esta ciudad es Napoles la ilustre, Que yo pisé sus ruas mas de un año: De Italia gloria, y aun del mundo lustre, Pues de quantas ciudades él encierra, Ninguna puede haver que asi le ilustre. Apacible en la paz, dura en la guerra, Madre de la abundancia y la nobleza, De Eliseos campos, y agradable sierra; Si vaguidos no tengo de cabeza, Pareceme que está mudada en parte De sitio, aunque en aumento de belleza. Qué teatro es aquel donde reparte Con él quanto contiene de hermosura, La gala, la grandeza, industria y arte? Sin duda el sueño en mis palpebras dura, Porque este es edificio imaginado, Que excede á toda humana compostura. Llegose en esto á mí disimulado Un mi amigo, llamado Promontorio, Mancebo en dias, pero gran soldado. Creció la admiracion viendo notorio Y palpable, que en Napoles estaba, Espanto á los pasados acesorio. Mi amigo tiernamente me abrazaba, Y con tenerme entre sus brazos, dixo: Que del estar yo alli mucho dudaba. Llamóme padre, y yo llamele hijo. Quedó con esto la verdad en punto, Que aqui puede llamarse punto fijo. Dixome Promontorio: yo barrunto, Padre, que algun gran caso á vuestras canas Las trae tan lejos ya semidifunto. En mis horas mas frescas y tempranas Esta tierra habité, hijo, le dixe, Con fuerzas mas briosas y lozanas. Pero la voluntad que á todos rige, Digo el querer del cielo, me ha traido A parte que me alegra mas que aflige. Dixera mas, sino que un gran ruido De pifaros, clarines y tambores Me azoró el alma, y alegró el oido. Volví la vista al són, vi los mayores Aparatos de fiesta que vió Roma En sus felices tiempos, y mejores. Dixo mi amigo: Aquel, que ves que asoma Por aquella montaña contrahecha, Cuyo brio al de Marte oprime y doma, Es un alto sugeto, que deshecha Tiene á la envidia en rabia, porque pisa De la virtud la senda mas derecha. De gravedad y condicion tan lisa, Que suspende y alegra á un mismo instante, Y con su aviso al mismo aviso avisa. Mas quiero antes que pases adelante En ver lo que verás si estas atento, Darte del caso relacion bastante. Será DON JUAN DE TASIS de mi cuento Principio, porque sea memorable, Y lleguen mis palabras á mi intento. Este varon en liberal notable, Que una mediana Villa le hace Conde, Siendo rey en sus obras admirable. Este, que sus haberes nunca esconde, Pues siempre los reparte, ó los derrama, Ya sepa adonde, ó ya no sepa adonde: Este, á quien tiene tan en fil la fama, Puesta la alteza de su nombre claro, Que liberal y prodigo le llama: Quiso prodigo aqui, y alli no avaro, Primer mantenedor ser de un torneo, Que á fiestas sobrehumanas le comparo. Responden sus grandezas al deseo Que tiene de mostrarse alegre, viendo De España y Francia el regio himeneo. Y este que escuchas, duro, alegre estruendo, Es señal que el torneo se comienza, Que admira por lo rico y estupendo. Arquímedes el grande se averguenza De ver que este teatro milagroso Su ingenio apoque, y á sus trazas venza. Digo pues que el mancebo generoso, Que alli deciende de encarnado y plata, Sobre todo mortal curso brioso, Es el CONDE DE LEMOS, que dilata Su fama con sus obras por el mundo, Y que lleguen al cielo en tierra trata: Y aunque sale el primero, es el segundo Mantenedor, y en buena cortesia Esta ventaja califico y fundo. El DUQUE DE NOCERA, luz y guia Del arte militar, es el tercero Mantenedor de este festivo dia. El quarto, que pudiera ser primero, Es DE SANTELMO el fuerte CASTELLANO, Que al mesmo Marte en el valor prefiero. El quinto es otro Eneas el Troyano, Arrociolo, que gana en ser valiente Al que fue verdadero, por la mano. El gran concurso y numero de gente Estorbó que adelante prosiguiese La comenzada relacion prudente. Por esto le pedí que me pusiese Adonde sin ningun impedimento El gran progreso de las fiestas viese. Porque luego me vino al pensamiento De ponerlas en verso numeroso, Favorecido del Febeo aliento. Hizolo asi, y yo vi lo que no oso Pensar, no que decir, que aqui se acorta La lengua y el ingenio mas curioso. Que se pase en silencio es lo que importa, Y que la admiracion supla esta falta El mesmo grandioso caso exôrta. Puesto que despues supe que con alta Magnifica elegancia y milagrosa, Donde ni sobra punto ni le falta, El curioso DON JUAN DE OQUINA en prosa La puso, y dió á la estampa para gloria De nuestra edad, por esto venturosa. Ni en fabulosa, ó verdadera historia Se halla que otras fiestas hayan sido, Ni puedan ser mas dignas de memoria. Desde alli, y no sé como, fui traido Adonde vi al gran DUQUE DE PASTRANA Mil parabienes dar de bien venido: Y que la fama en la verdad ufana Contaba que agradó con su presencia, Y con su cortesia sobrehumana: Que fue nuevo Alexandro en la excelencia Del dar, que satisfizo á todo quanto Puede mostrar real magnificencia: Colmó de admiracion, llenó de espanto. Entré en Madrid en trage de romero, Que es grangeria el parecer ser santo. Y desde lexos me quitó el sombrero El famoso ACEVEDO, y dixo: á Dio, Voi siate il ben venuto, cabaliero; So parlar Zenoese, & Tusco anchio. Y respondi: la vostra signoria Sia la ben trovata, patron mio. Topé á LUIS VELEZ, lustre y alegria, Y discrecion del trato cortesano, Y abracéle en la calle á medio dia. El pecho, el alma, el corazon, la mano Di á PEDRO DE MORALES y un abrazo, Y alegre recebi á JUSTINIANO. Al volver de una esquina sentí un brazo Que el cuello me ceñia, miré cuyo, Y mas que gusto me causó embarazo: Por ser uno de aquellos (no rehuyo Decirlo) que al contrario se pasaron, Llevados del cobarde intento suyo. Otros dos al del Layo se llegaron, Y con la risa falsa del conejo, Y con muchas zalemas me hablaron. Yo socarron, yo poeton ya viejo Volviles á lo tierno las saludes, Sin mostrar mal talante, ó sobrecejo. No dudes, ó letor caro, no dudes, Sino que suele el disimulo á veces Servir de aumento á las demas virtudes. Dinoslo tú, David, que aunque pareces Loco en poder de Aquis, de tu cordura, Fingiendo el loco, la grandeza ofreces. Dexélos esperando coyuntura Y ocasion mas secreta para dalles Vejamen de su miedo, ó su locura. Si encontraba poetas por las calles, Me ponia á pensar, si eran de aquellos Huidos, y pasaba sin hablalles. Ponianseme yertos los cabellos De temor no encontrase algun poeta, De tantos que no pude conocellos; Que con puñal buido, ó con secreta Almarada me hiciese un abugero Que fuese al corazon por via reta. Aunque no es este el premio que yo espero De la fama, que á tantos he adquirido Con alma grata, y corazon sincero. Un cierto mancebito cuellierguido, En profesion poeta, y en el trage A mil leguas por Godo conocido: Lleno de presuncion y de corage Me dixo: bien sé yo, señor Cervantes, Que puedo ser poeta, aunque soy page. Cargastes de poetas ignorantes, Y dexastesme á mí, que ver deseo Del Parnaso las fuentes elegantes. Que caducais sin duda alguna creo: Creo, no digo bien: mejor diria Que toco esta verdad, y que la veo. Otro, que al parecer de argenteria, De nacar, de cristal, de perlas y oro Sus infinitos versos componia, Me dixo bravo, qual corrido toro: No sé yo para que nadie me puso En lista con tan barbaro decoro. Asi el discreto Apolo lo dispuso, A los dos respondí, y en este hecho De ignorancia ó malicia no me acuso. Fuime con esto, y lleno de despecho Busqué mi antigua y lobrega posada, Y arrogéme molido sobre el lecho: Que cansa quando es larga una jornada. ADJUNTA _AL PARNASO._ Algunos dias estuve reparandome de tan largo viage, al cabo de los quales salí á ver y á ser visto, y á recebir parabienes de mis amigos, y malas vistas de mis enemigos, que puesto que pienso que no tengo ninguno, todavia no me aseguro de la comun suerte. Sucedió pues que saliendo una mañana del monesterio de Atocha, se llegó á mí un mancebo al parecer de veinte y quatro años, poco mas ó menos, todo limpio, todo aseado y todo crugiendo gorgoranes, pero con un cuello tan grande y tan almidonado, que creí que para llevarle fueran menester los hombros de otro Adlante. Hijos deste cuello eran dos puños chatos, que comenzando de las muñecas, subian y trepaban por las canillas del brazo arriba, que parecia que iban á dar asalto á las barbas. No he visto yo yedra tan codiciosa de subir desde el pie de la muralla donde se arrima, hasta las almenas, como el ahinco que llevaban estos puños á ir á darse de puñadas con los codos. Finalmente la exôrbitancia del cuello y puños era tal, que en el cuello se escondia y sepultaba el rostro, y en los puños los brazos. Digo pues que el tal mancebo se llegó á mí, y con voz grave y reposada me dixo: es por ventura vm. el señor Miguel de Cervantes Saavedra, el que ha pocos dias que vino del Parnaso? A esta pregunta creo sin duda, que perdí la color del rostro, porque en un instante imaginé y dixe entre mí: si es este alguno de los poetas que puse, ó dexé de poner en mi Viage, y viene ahora á darme el pago que él se imagina se me debe? Pero sacando fuerzas de flaqueza, le respondí: yo, señor, soy el mesmo que vm. dice: qué es lo que se me manda? El luego en oyendo esto, abrió los brazos, y me los echó al cuello, y sin duda me besára en la frente, si la grandeza del cuello no lo impidiera, y dixome: vm. señor Cervantes, me tenga por su servidor y por su amigo, porque ha muchos dias que le soy muy aficionado asi por sus obras, como por la fama de su apacible condicion. Oyendo lo qual respiré, y los espiritus que andaban al borotados se sosegaron: y abrazandole yo tambien con recato de no ajarle el cuello, le dixe: yo no conozco á vm. sino es para servirle; pero por las muestras bien se me trasluce que vm. es muy discreto y muy principal: calidades que obligan á tener en veneracion á la persona que las tiene. Con estas pasamos otras corteses razones, y anduvieron por alto los ofrecimientos, y de lance en lance me dixo: vm. sabrá, señor Cervantes, que yo por la gracia de Apolo soy poeta, ó á lo menos deseo serlo, y mi nombre es Pancracio de Roncesvalles. _Miguel_. Nunca tal creyera, si vm. no me lo hubiera dicho por su mesma boca. _Pancracio_. Pues porqué no lo creyera vm? _Mig_. Porque los poetas por marabilla andan tan atildados como vm. y es la causa, que como son de ingenio tan altaneros y remontados, antes atienden á las cosas del espiritu, que á las del cuerpo. Yo, señor, dixo él, soy mozo, soy rico, y soy enamorado: partes que deshacen en mí la flogedad que infunde la poesia: por la mocedad tengo brio; con la riqueza con que mostrarle: y con el amor con que no parecer descuidado. Las tres partes del camino, le dixe yo, se tiene vm. andadas para llegar á ser buen poeta. _Pan_. Quales son? _Mig_. La de la riqueza y la del amor. Porque los partos de los ingenios de la persona rica y enamorada son asombros de la avaricia, y estimulos de la liberalidad, y en el poeta pobre la mitad de sus divinos partos y pensamientos se los llevan los cuidados de buscar el ordinario sustento. Pero digame vm. por su vida: de qué suerte de menestra poetica gasta ó gusta mas? A lo que respondió: no entiendo eso de menestra poetica. _Mig_. Quiero decir que á qué genero de poesia es vm. mas inclinado? al lirico, al heroico, ó al comico? A todos estilos me amaño, respondió él; pero en el que mas me ocupo, es en el comico. _Mig_. Desa manera habrá vm. compuesto algunas comedias. _Pan_. Muchas, pero solo una se ha representado. _Mig_. Pareció bien? _Pan_. Al vulgo no. _Mig_. Y á los discretos? _Pan_. Tampoco. _Mig_. La causa? _Pan_. La causa fue, que la achacaron que era larga en los razonamientos, no muy pura en los versos, y desmayada en la invencion. Tachas son estas, respondí yo, que pudieran hacer parecer mal á las del mesmo Plauto. Y mas, dixo él, que no pudieron juzgalla, porque no la dexaron acabar segun la gritaron. Con todo esto la echó el autor para otro dia: pero porfiar, que porfiar: cinco personas vinieron apenas. Creame vm. dixe yo, que las comedias tienen dias, como algunas mugeres hermosas: y que esto de acertarlas bien, va tanto en la ventura, como en el ingenio: comedia he visto yo apedreada en Madrid, que la han laureado en Toledo: y no por esta primer desgracia dexe vm. de proseguir en componerlas, que podrá ser que quando menos lo piense, acierte con alguna que le dé credito y dineros. De los dineros no hago caso, respondió él; mas preciaria la fama, que quanto hay: porque es cosa de grandisimo gusto, y de no menos importancia ver salir mucha gente de la comedia, todos contentos, y estar el poeta que la compuso á la puerta del teatro, recibiendo parabienes de todos. Sus descuentos tienen esas alegrias, le dixe yo, que tal vez suele ser la comedia tan pesima, que no hay quien alce los ojos á mirar al poeta, ni aun él pára quatro calles del coliseo, ni aun los alzan los que la recitaron, avergonzados y corridos de haverse engañado y escogidola por buena. Y vm. señor Cervantes, dixo él, ha sido aficionado á la caratula? ha compuesto alguna comedia? Sí, dixe yo: muchas, y á no ser mias, me parecieran dignas de alabanza, como lo fueron: _Los Tratos de Argel: La Numancia: La gran Turquesca: La Batalla Naval: La Gerusalen: La Amaranta ó La del Mayo: El Bosque amoroso: La Unica y la vizarra Arsinda_, y otras muchas de que no me acuerdo; mas la que yo mas estimo, y de la que mas me precio, fue y es, de una llamada _La Confusa_, la qual, con paz sea dicho de quantas comedias de capa y espada hasta hoy se han representado, bien puede tener lugar señalado por buena entre las mejores. _Pan_. Y agora tiene vm. algunas? _Mig_. Seis tengo con otros seis entremeses. _Pan_. Pues porqué no se representan? _Mig_. Porque ni los autores me buscan, ni yo les voy á buscar á ellos. _Pan_. No deben de saber que vm. las tiene. _Mig_. Sí saben, pero como tienen sus poetas paniaguados, y les va bien con ellos, no buscan pan de trastrigo; pero yo pienso darlas á la estampa, para que se vea de espacio lo que pasa apriesa, y se disimula, ó no se entiende quando las representan; y las comedias tienen sus sazones y tiempos coma los cantares. Aqui llegabamos con nuestra platica, quando Pancracio puso la mano en el seno, y sacó dél una carta con su cubierta, y besandola, me la puso en la mano: leí el sobrescrito y vi que decia desta manera. A Miguel de Cervantes Saavedra, en la calle de las Huertas, frontero de las casas donde solia vivir el Principe de Marruecos, en Madrid. Al porte: medio real, digo diez y siete maravedís. Escandalizome el porte, y de la declaracion del medio real, digo diez y siete. Y volviendosela le dixe: estando yo en Valladolid llevaron una carta á mi casa para mí, con un real de porte: recibióla y pagó el porte una sobrina mia, que nunca ella le pagára; pero dióme por disculpa, que muchas veces me havia oido decir que en tres cosas era bien gastado el dinero: en dar limosna, en pagar al buen medico, y en el porte de las cartas ora sean de amigos, ó de enemigos, que las de los amigos avisan, y de las de los enemigos se puede tomar algun indicio de sus pensamientos. Dieronmela, y venia en ella un soneto malo, desmayado, sin garbo, ni agudeza alguna, diciendo mal del Don Quixote, y de lo que me pesó, fue del real, y propuse desde entonces de no tomar carta con porte: asi que, si vm. le quiere llevar desta, bien se la puede volver, que yo sé que no me puede importar tanto como el medio real que se me pide. Riose muy de gana el señor Roncesvalles, y dixome: aunque soy poeta, no soy tan misero que me aficionen diez y siete maravedis. Advierta vm. señor Cervantes, que esta carta por lo menos es del mesmo Apolo: él la escribió no ha veinte dias en el Parnaso, y me la dió para que á vm. la diese. vm. la lea, que yo sé que le ha de dar gusto. Haré lo que vm. me manda, respondí yo: pero quiero que antes de leerla, vm. me le haga de decirme, como, quando, y á qué fue al Parnaso? Y él respondió: como fui, fue por mar, y en una fragata que yo y otros diez poetas fletamos en Bercelona: quando fui, fue seis dias despues de la batalla que se dió entre los buenos y los malos poetas: a que fui, fue á hallarme en ella por obligarme á ello la profesion mia. A buen seguro, dixe yo, que fueron vms. bien recebidos del señor Apolo. _Pan_. Sí fuimos, aunque le hallamos muy ocupado á él, y á las señoras Pierides, arando y sembrando de sal todo aquel termino del campo donde se dió la batalla. Preguntéle para qué se hacia aquello, y respondióme, que asi como de los dientes de la serpiente de Cadmo havian nacido hombres armados, y de cada cabeza cortada de la Hidra que mató Hercules, habian renacido otras siete, y de las gotas de la sangre de la cabeza de Medusa se havia llenado de serpientes toda la Libia; de la mesma manera de la sangre podrida de los malos poetas que en aquel sitio havian sido muertos, comenzaban á nacer del tamaño de ratones otros poetillas rateros, que llevaban camino de henchir toda la tierra de aquella mala simiente, y que por esto se araba aquel lugar, y se sembraba de sal, como si fuera casa de traidores. En oyendo esto, abri luego la carta, y vi que decia. APOLO DELFICO A MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA. SALUD. El señor Pancracio de Roncesvalles, llevador desta, dirá á vm. señor Miguel de Cervantes, en qué me halló ocupado el dia que llegó á verme con sus amigos. Y yo digo, que estoy muy quejoso de la descortesia que conmigo se usó en partirse vm. deste monte sin despedirse de mí, ni de mis hijas, sabiendo quanto le soy aficionado, y las musas por el consiguiente; pero si se me dá por disculpa que le llevó el deseo de ver á su Mecenas el gran conde de Lemos en las fiestas famosas de Napoles, yo la acepto y le perdono. Despues que vm. partió deste lugar, me han sucedido muchas desgracias, y me he visto en grandes aprietos, especialmente por consumir y acabar los poetas que iban naciendo de la sangre de los malos que aqui murieron, aunque ya, gracias al cielo y á mi industria, este daño está remediado. No sé si del ruido de la batalla, ó del vapor que arrojó de sí la tierra, empapada en la sangre de los contrarios, me han dado unos vaguidos de cabeza, que verdaderamente me tienen como tonto, y no acierto á escribir cosa que sea de gusto, ni de provecho: asi, si vm. viere por allá que algunos poetas, aunque sean de los mas famosos, escriben y componen impertinencias y cosas de poco fruto, no los culpe, ni los tenga en menos, sino que disimule con ellos; que pues yo que soy el padre y el inventor de la poesia, deliro y parezco mentecato, no es mucho que lo parezcan ellos. Envio á vm. unos privilegios, ordenanzas y advertimientos, tocantes á los poetas: vm. los haga guardar y cumplir al pie de la letra, que para todo ello doy á vm. mi poder cumplido quanto de derecho se requiere. Entre los poetas que aqui vinieron con el señor Pancracio de Roncesvalles, se quejaron algunos de que no iban en la lista de los que Mercurio llevó á España, y que asi vm. no los havia puesto en su Viage. Yo les dixe, que la culpa era mia y no de Vm. pero que el remedio deste daño estaba en que procurasen ellos ser famosos por sus obras, que ellas por sí mismas les darian fama y claro renombre, sin andar mendigando agenas alabanzas. De mano en mano, si se ofreciere ocasion de mensagero, ire enviando mas privilegios, y avisando de lo que en este monte pasare. Vm. haga lo mesmo, avisandome de su salud, y de la de todos los amigos. Al famoso Vicente Espinel dará vm. mis encomiendas, como á uno de los mas antiguos y verdaderos amigos que yo tengo. Si D. Francisco de Quevedo no huviere partido para venir á Sicilia, donde le esperan, toquele vm. la mano, y digale que no dexe de llegar á verme, pues estaremos tan cerca; que quando aqui vino, por la subita partida no tuve lugar de hablarle. Si vm. encontrare por allá algun transfuga de los veinte que se pasaron al vando contrario, no les diga nada, ni los aflija, que harta mala ventura tienen, pues son como demonios, que se llevan la pena y la confusion con ellos mesmos, do quiera que vayan. Vm. tenga cuenta con su salud, y mire por sí, y guardese de mí, especialmente en los caniculares, que aunque le soy amigo, en tales dias no va en mi mano, ni miro en obligaciones, ni en amistades. Al señor Pancracio de Roncesvalles tengale vm. por amigo, y comuniquelo; y pues es rico no se le dé nada que sea mal poeta. Y con esto nuestro señor guarde á vm. como puede y yo deseo. Del Parnaso á 22. de Julio, el dia que me calzo las espuelas para subirme sobre la Canicula, 1614. Servidor de Vm. _Apolo Lucido_ En acabando la Carta, vi que en un papel aparte venia escrito. _PRIVILEGIOS, ORDENANZAS, y advertencias, que Apolo envia á los poetas Españoles_. Es el primero, que algunos poetas sean conocidos tanto por el desaliño de sus personas, como por la fama de sus versos. Item, que si algun poeta dixere que es pobre, sea luego creido por su simple palabra, sin otro juramento ò averiguacion alguna. Ordenase, que todo poeta sea de blanda y de suave condicion, y que no mire en puntos, aunque los traiga sueltos en sus medias. Item, que si algun poeta llegáre á casa de algun su amigo ò conocido, y estuviere comiendo y le convidare, que aunque él jure que ya ha comido, no se le crea en ninguna manera, sino que le hagan comer por fuerza, que en tal caso no se le hara muy grande. Item, que el mas pobre poeta del mundo, como no sea de los Adanes y Matusalenes, pueda decir que es enamorado, aunque no lo esté, y poner el nombre á su dama como mas le viniere á cuento, ora llamandola Amarili, ora Anarda, ora Clori, ora Filis, ora Filida, ò ya Juana Tellez, ò como mas gustare, sin que desto se le pueda pedir ni pida razon alguna. Item, se ordena que todo poeta de qualquier calidad y condicion que sea, sea tenido y le tengan por hijodalgo en razon del generoso exercicio en que se ocupa, como son tenidos por cristianos viejos los niños que llaman de la piedra. Item, se advierte que ningun poeta sea osado de escribir versos en alabanzas de principes y señores, por ser mi intencion y advertida voluntad, que la lisonja ni la adulacion no atraviesen los umbrales de mi casa. Item, que todo poeta comico, que felizmente huviere sacado á luz tres comedias, pueda entrar sin pagar en los teatros, si ya no fuere la limosna de la segunda puerta, y aun esta, si pudiese ser, la escuse. Item, se advierte que si algun poeta quisiere dar á la estampa algun libro que él huviere compuesto, no se dé á entender que por dirigirle á algun Monarca, el tal libro ha de ser estimado, porque si él no es bueno, no le adobará la direccion, aunque sea hecha al prior de Guadalupe. Item, se advierte que todo poeta no se desprecie de decir que lo es, que si fuere bueno, será digno de alabanza, y si malo, no faltará quien lo alabe, que quando nace la escoba &c. Item, que todo buen poeta pueda disponer de mí, y de lo que hay en el cielo á su beneplacito: conviene á saber, que los rayos de mi cabellera los pueda trasladar y aplicar á los cabellos de su dama, y hacer dos soles sus ojos, que conmigo serán tres, y asi andará el mundo mas alumbrado; y de las estrellas, signos y planetas puede servirse de modo, que quando menos lo piense, la tenga hecha una esfera celeste. Item, que todo poeta á quien sus versos le huvieren dado á entender que lo es, se estime y tenga en mucho, ateniendose á aquel refran: ruin sea el que por ruin se tiene. Item, se ordena que ningun poeta grave haga corrillo en lugares públicos, recitando sus versos, que los que son buenos en las aulas de Atenas se havian de recitar, que no en las plazas. Item, se da por aviso particular que si alguna madre tuviere hijos pequeñuelos, traviesos y llorones, los pueda amenazar y espantar con el coco, diciendoles: guardaos, niños, que viene el poeta fulano, que os echará con sus malos versos en la sima de Cabra, ò en el pozo Airon. Item, que los dias de ayuno no se entienda que los ha quebrantado el poeta que aquella mañana se ha comido las uñas al hacer de sus versos. Item, se ordena que todo poeta que diere en ser espadachin, valenton y arrojado, por aquella parte de la valentia se le desague y vaya la fama que podia alcanzar por sus buenos versos. Item, se advierte que no ha de ser tenido por ladron el poeta que hurtare algun verso ageno, y le encajare entre los suyos, como no sea todo el concepto y toda la copla entera, que en tal caso tan ladron es como Caco. Item, que todo buen poeta, aunque no haya compuesto poema heroico, ni sacado al teatro del mundo obras grandes, con qualesquiera aunque sean pocas pueda alcanzar renombre de Divino, como le alcanzaron Garci Laso de la Vega, Francisco de Figueroa, el capitan Francisco de Aldana, y Hernando de Herrera. Item, se da aviso que si algun poeta fuere favorecido de algun principe, ni le visite á menudo, ni le pida nada, sino dexese llevar de la corriente de su ventura, que el que tiene providencia de sustentar las sabandijas de la tierra y los gusarapos del agua, la tendrá de alimentar á un poeta por sabandija que sea. En suma, estos fueron los privilegios, advertencias y ordenanzas que Apolo me envió, y el señor Pancracio de Roncesvalles me truxo, con quien quede en mucha amistad, y los dos quedamos de concierto de despachar un propio con la respuesta al señor Apolo, con las nuevas desta Corte. Darase noticia del dia para que todos sus aficionados le escriban. _LA NUMANCIA._ TRAGEDIA DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA. INTERLOCUTORES. CIPION. JUGURTA. GAYO MARIO. DOS EMBAXADORES DE NUMANCIA. SOLDADOS ROMANOS. QUINTO FABIO. MAXIMO: _hermano de Cipion_. [Illustration:_Mar de la Cruz la invidib. J.J. Fabregat la grave._] JORNADA I. SCENA I. _Salen_ CIPION _y_ JUGURTA. CIPION. Esta dificil y pesada carga Que el senado Romano me ha encargado, Tanto me aprieta, me fatiga y carga, Que ya sale de quicio mi cuidado: Guerra de curso tan estraño y larga, Y que tantos Romanos ha costado, Quién no estará suspenso al acabarla, O quién no temerá de renovarla? JUGURTA. Quién, Cipion? quien tiene la ventura Y el valor nunca visto, que en tí encierras, Pues con ello y con él está segura La victoria y el triunfo destas guerras. CIPION. El esfuerzo regido con cordura Allana al suelo las mas altas sierras, Y la fuerza feroz de loca mano Aspero vuelve lo que está mas llano: Mas no hay que reprimir á lo que veo. La furia del exercito presente, Que olvidado de gloria y de trofeo Yace embebido en la lascivia ardiente: Esto solo pretendo, esto deseo Volver á nuevo trato á nuestra gente, Que enmendado primero el que es amigo, Sujetaré mas presto al enemigo. Mario? _Sale_ GAYO MARIO. GAYO MARIO. Señor? CIPION. Haz que á noticia venga De todo nuestro exercito en un punto, Que sin que estorbo alguno le detenga Parezca en este sitio todo junto, Porque una breve platica ó arenga Les quiero hacer. GAYO MARIO. Harelo en este punto. CIPION. Camina, porque es bien que sepan todos Mis nuevas trazas y sus viejos modos. _Vase_ GAYO MARIO. JUGURTA. Séte decir, señor, que no hay soldado Que no te tema juntamente y te ame; Y porque ese valor tuyo estremado De Antartico á Calisto se derrame, Cada qual con feroz animo osado, Quando la trompa á la ocasión le llame, Piensa de hacer en tu servicio cosas Que pasen las hazañas fabulosas. CIPION. Primero es menester que se refrene El vicio que entre todos se derrama, Que si este no se quita, en nada tiene Con ellos que hacer la buena fama: Si este daño común no se previene, Y se dexa arraigar su ardiente llama, El vicio solo puede hacernos guerra Mas que los enemigos desta tierra. _Dentro se echa este vando, haviendo primero tocado á recoger el atambor_. Manda nuestro General Que se recojan armados Luego todos los soldados En la plaza principal, Y que ninguno no quede De parecer á esta vista, So pena que de la lista Al punto borrado quede. JUGURTA. No dudo yo, señor, sino que importa Regir con duro freno la milicia, Y que se dé al soldado rienda corta Quando él se precipita en la injusticia: La fuerza del exercito se acorta Quando va sin arrimo de justicia, Aunque mas le acompañen á montones Mil pintadas vanderas y esquadrones. _A este punto han de entrar los mas soldados que pudieren, y_ GAYO MARIO, _armados á la antigua, sin arcabuces, y_ CIPION _se sube sobre una peñuela que está en el tablado, y mirando á los soldados, dice:_ CIPION. En el fiero ademan, en los lozanos Marciales aderezos y vistosos Bien os conozco, amigos, por Romanos; Romanos digo, fuertes y animosos; Mas en las blancas delicadas manos Y en las teces de rostros tan lustrosos Allá en Bretaña pareceis criados, Y de padres Flamencos engendrados. El general descuido vuestro, amigos, El no mirar por lo que tanto os toca, Levanta los caidos enemigos, Y vuestro esfuezo y opinion apoca. Desta ciudad los muros son testigos Que aun hoy están qual bien fundada roca, De vuestras perezosas fuerzas vanas, Que solo el nombre tienen de Romanas. Pareceos, hijos, que es gentil hazaña Que tiemble del Romano nombre el mundo, Y que vosotros solos en España Le aniquileis y echeis en el profundo? Qué floxedad es esta tan estraña? Qué floxedad? si mal yo no me fundo, Es floxedad nacida de pereza, Enemiga mortal de fortaleza. La blanda Venus con el duro Marte Jamas hacen durable ayuntamiento: Ella regalos sigue, él sigue el arte Que incita á daños, y á furor sangriento: La Cipria diosa estese agora á parte, Dexe su hijo nuestro aloxamiento: Que mal se aloxa en las marciales tiendas Quien gusta de banquetes y meriendas. Pensais que solo atierra la muralla El ariete de ferrada punta, Y que solo atropella la batalla La multitud de gente y armas junta? Si el esfuerzo y cordura no se halla Que todo lo previene y lo barrunta, Poco aprovechan muchos esquadrones, Y menos infinitas municiones. Si á militar concierto se reduce Qualquier pequeño exercito que sea, Vereis que como sol claro reluce, Y alcanza las victorias que desea: Pero si á floxedad él se conduce, Aunque abreviado el mundo en él se vea, En un momento quedará deshecho Por mas reglada mano y fuerte pecho. Averguenceos, varones esforzados, Ver que á nuestro pesar con arrogancia Tan pocos Españoles y encerrados Defiendan este nido de Numancia. Diez y seis años son y mas pasados, Que mantienen la guerra y la jactancia De haver vencido con feroces manos Millares de millares de Romanos. Vosotros os venceis, que estais vencidos Del baxo antojo femenil liviano, Con Venus y con Baco entretenidos, Sin que á las armas estendais la mano. Correos agora, sino estais corridos, De ver que este pequeño pueblo Hispano Contra el poder Romano se defienda, Y quando mas rendido, mas ofenda. De nuestro campo quiero en todo caso Que salgan las infames meretrices, Que de ser reducidos á este paso Ellas solas han sido las raices. Para beber no quede mas de un vaso, Y los lechos un tiempo ya felices, Llenos de concubinas, se deshagan, Y de fagina y en el suelo se hagan. No me huela el soldado á otros olores, Que al olor de la pez y de resina, Ni por gulosidad de los sabores Traiga aparato alguno de cocina, Que el que busca en la guerra estos primores, Muy mal podrá sufrir la corazina: No quiero otro primor ni otra fragrancia En tanto que Español viva en Numancia. No os parezca, varones, escabroso Ni duro este mi justo mandamiento, Que al fin conocereis ser provechoso, Quando aquel consigais de vuestro intento. Bien sé se os ha de hacer dificultoso Dar á vuestras costumbres nuevo asiento; Mas sino las mudais, estará firme La guerra, que esta afrenta mas confirme. En blandas camas, entre juego y vino Hallase mal el trabajoso Marte; Otro aparejo busca, otro camino, Otros brazos levantan su estandarte; Cada qual se fabrica su destino; No tiene aqui fortuna alguna parte; La pereza fortuna baxa cria, La diligencia imperio y monarquia. Estoy con todo esto tan seguro De que al fin mostrareis que sois Romanos, Que tengo en nada el defendido muro Destos rebeldes barbaros Hispanos, Y asi os prometo por mi diestra y juro Que si igualais al animo las manos, Que las mias se alarguen en pagaros, Y mi lengua tambien en alabaros. _Miranse los soldados unos à otros, y hacen señas à uno de ellos_, GAYO MARIO, _que responda por todos, y asi dice:_ GAYO MARIO. Si con atentos ojos has mirado, Inclito General, en los semblantes Que á tus breves razones han mostrado Los que tienes agora circunstantes, Qual havreis visto sin color, turbado, Y qual con ella, indicios bien bastantes De que el temor y la verguenza á una Los aflixe, molesta, é importuna: Verguenza de mirarse reducidos A terminos tan baxos por su culpa, Que viendo ser por tí reprehendidos No saben á su falta hallar disculpa: Temor de tantos yerros cometidos; Y la torpe pereza que los culpa, Los tiene de tal modo, que se holgaran Antes morir que en esto se hallaran. Pero el lugar y tiempo que les queda Para mostrar alguna recompensa, Es causa que con menos fuerza pueda Fatigar el rigor de tal ofensa: De hoy mas con presta voluntad y leda El mas minimo de estos cuida y piensa De ofrecer sin reves á tu servicio La hacienda, vida y honra en sacrificio. Admite pues de sus intentos sanos El justo ofrecimiento, señor mio, Y considera alfin que son Romanos, En quien nunca faltó del todo el brio. Vosotros, levantad las diestras manos En señas que aprobais el voto mio. SOLDADOS. Todo lo que aqui has dicho confirmamos, Y lo juramos. TODOS. Sí juramos. CIPION. Pues arrimada á tal ofrecimiento Crecerá desde hoy mas mi confianza, Creciendo en vuestros pechos ardimiento, Y del viejo vivir nueva mudanza; Vuestras promesas no se lleve el viento, Hacedlas verdaderas con la lanza, Que las mias saldran tan verdaderas Quanto fuere el valor de vuestras veras. SOLDADO. Dos Numantinos con seguro vienen A darte, Cipion, una embaxada. CIPION. Porqué no llegan ya? en qué se detienen? SOLDADO. Esperan que licencia les sea dada. CIPION. Si son embaxadores, ya la tienen. SOLDADO. Embaxadores son. CIPION. Dales entrada, Que aunque descubra cierto ó falso pecho El enemigo, siempre es de provecho. Jamas la falsedad vino cubierta Tanto con la verdad, que no mostrase Algun pequeño indicio, alguna puerta Por donde su maldad se investigase: Oir al enemigo es cosa cierta Que siempre aprovechó, antes que dañase, Y en las cosas de guerra la experiencia Muestra que lo que digo, es cierta ciencia. _Entran dos Embaxadores Numantinos_, PRIMERO _y_ SEGUNDO. PRIMERO. Si nos das, buen señor, grata licencia De decir la embaxada que traemos, Do estamos, ó ante sola tu presencia, Todo á lo que venimos te diremos. CIPION. Decid, que á donde quiera doy audiencia. PRIMERO. Pues con ese seguro que tenemos, De tu real grandeza concedido, Dare principio á lo que soy venido. Numancia, de quien yo soy ciudadano, Inclito General, á tí me envia Como al mas fuerte Cipion Romano, Que ha cubierto la noche, ó visto el dia, A pedirte, señor, la amiga mano En señal de que cesa la porfia Tan trabada y cruel de tantos años, Que ha causado sus propios y tus daños. Dice que nunca de la ley y fueros Del Romano senado se apartára, Si el insufrible mando y desafueros De un consul y otro no la fatigára: Ellos con duros estatutos fieros Y con su estrecha condicion avara Pusieron tan gran yugo á nuestros cuellos, Que forzados salimos dél y de ellos, Y en todo el largo tiempo que ha durado Entre ambas partes la contienda, es cierto Que ningun General hemos hallado Con quien poder tratar de algun concierto. Empero agora, que ha querido el hado Reducir nuestra nave á tan buen puerto, Las velas de la guerra recojemos, Y á qualquiera partido nos ponemos. Y no imagines que temor nos lleva A pedirte las paces con instancia, Pues la larga experiencia ha dado prueba Del poder valeroso de Numancia: Tu virtud y valor es quien nos ceba, Y nos declara que será ganancia Mayor de quantas desear podremos Si por señor y amigo te tenemos. A esto ha sido la venida nuestra: Respondenos, señor, lo que te place. CIPION. Tarde de arrepentidos dais la muestra, Poco vuestra amistad me satisface, De nuevo ejercitad la fuerte diestra, Que quiero ver lo que la mia hace, Ya que ha puesto en ella la ventura La gloria mia, y vuestra desventura: A desverguenza de tan largos años Es poca recompensa pedir paces: Seguid la guerra, renovad los daños, Salgan de nuevo las valientes haces. EMBAXADOR SEGUNDO. La falsa confianza mil engaños Consigo trae: advierte lo que haces, Señor, que esa arrogancia que nos muestras, Renovará el valor en nuestras diestras; Y pues niegas la paz, que con buen zelo Te ha sido por nosotros demandada, De hoy mas la causa nuestra con el cielo Quedará por mejor calificada, Y antes que pises de Numancia el suelo, Probarás do se estiende la indignada Furia de aquel que siendote enemigo, Quiere serte vasallo y fiel amigo. CIPION. Teneis mas que decir? PRIMERO. No: mas tenemos Que hacer, pues tu, señor, ansi lo quieres, Sin querer la amistad que te ofrecemos, Correspondiendo mal á ser quien eres. Pero entonces verás lo que podemos, Quando nos muestres tu lo que pudieres: Que es una cosa razonar de paces, Y otra romper por las armadas haces. CIPION. Verdad dices, y ansi para mostraros Si sé tratar en paz, y obrar en guerra, No quiero por amigos aceptaros, Ni lo seré jamas de vuestra tierra, Y con esto podeis luego tornaros. SEGUNDO. Que en esto tu querer, señor, se encierra? CIPION. Ya he dicho que sí. SEGUNDO. Pues sús al hecho: Que guerras ama el Numantino pecho. _Salense los Embaxadores y_ QUINTO FABIO, _hermano de_ CIPION _dice_. El descuido pasado nuestro ha sido El que os hace hablar de aquesa suerte; Mas ya ha llegado el tiempo, ya es venido, Do vereis nuestra gloria y vuestra muerte: CIPION. El vano blasonar no es admitido De pecho valeroso, honrado y fuerte, Templa las amenazas, Fabio, y calla, Y tu valor descubre en la batalla, Aunque yo pienso hacer que el Numantino Nunca á las manos con nosotros venga Buscando de vencerle tal camino, Que mas á mi provecho le convenga: Yo haré que abaxe el brio y pierda el tino, Y que en sí mesmo su furor detenga. Pienso de un hondo foso rodeallos, Y por hambre insufrible subjetallos: No quiero ya que sangre de Romanos Colore mas el suelo desta tierra: Basta la que han vertido estos Hispanos En tan larga, reñida, y cruda guerra: Exercitense agora vuestras manos En romper y cabar la dura tierra, Y cubranse de polvo los amigos Que no lo estan de sangre de enemigos: No quede de este oficio reservado Ninguno que le tenga preminente: Trabaje el decurion como el soldado, Y no se muestre en esto diferente: Yo mismo tomare el hierro pesado, Y romperé la tierra facilmente. Haced todos qual yo, y vereis que hago Tal obra con que á todos satisfago. QUINTO FABIO. Valeroso señor y hermano mio, Bien nos muestras en esto tu cordura, Pues fuera conocido desvario Y temeraria muestra de locura, Pelear contra el loco airado brio Destos desesperados sin ventura: Mejor será encerrallos, como dices, Y quitarles al brio las raices. Bien puede la ciudad toda cercarse, Sino es la parte por do el rio la baña. CIPION. Vamos, y venga luego á efectuarse Esta mi nueva poco usada hazaña, Y si en nuestro favor quiere mostrarse El cielo, quedará subjeta España Al senado Romano solamente Con vencer la soberbia de esta gente. SCENA II. _Sale una doncella coronada con unas torres y trae un castillo en la mano, la qual significa_ ESPAÑA, _y dice:_ ESPAÑA. Alto, sereno, y espacioso cielo, Que con tus influencias enriqueces La parte que es mayor desde mi suelo, Y sobre muchos otros le engrandeces, Muevate á compasion mi amargo duelo, Y pues al afligido favoreces, Favoreceme á mí en ansia tamaña, Que soy la sola desdichada España. Bastete ya que un tiempo me tuviste Todos mis fuertes miembros abrasados, Y al sol por mis entrañas descubriste El reyno escuro de los condenados: A mil tiranos, mil riquezas diste, A Fenices y Griegos entregados Mis reynos fueron, porque tu has querido, O porque mi maldad lo ha merecido. Será posible que contino sea Esclava de naciones estrangeras, Y que un pequeño tiempo yo no vea De libertad, tendidas mis banderas? Con justisimo titulo se emplea En mí el rigor de tantas penas fieras, Pues mis famosos hijos y valientes Andan entre sí mesmos diferentes. Jamas en su provecho concertaron Los divididos animos briosos, Antes entonces mas los apartaron Quando se vieron mas menesterosos; Y ansi con sus discordias convidaron Los barbaros de pechos codiciosos A venir y entregarse en mis riquezas, Usando en mí y en ellos mil cruezas. Sola Numancia es la que sola ha sido Quien la luciente espada sacó fuera, Y á costa de su sangre ha mantenido La amada libertad suya primera: Mas ay! que veo el termino cumplido, Y llegada la hora postrimera Do acabará su vida y no su fama, Qual Fenix renovandose en la llama! Estos tan muchos timidos Romanos, Que buscan de vencer cien mil caminos, Rehuyen de venir mas á las manos Con los pocos valientes Numantinos. O si saliesen sus intentos vanos, Y fuesen sus quimeras desatinos, Y esta pequeña tierra de Numancia, Sacase de su perdida ganancia! Mas ay! que el enemigo la ha cercado No solo con las armas contrapuestas Al flaco muro suyo, mas ha obrado Con diligencia estraña y manos prestas, Que un foso por la margen trincheado Rodea la ciudad por llano y cuestas; Sola la parte por do el rio se estiende, De este ardid nunca visto se defiende. Ansi estan encogidos y encerrados Los tristes Numantinos en sus muros; Ni ellos pueden salir ni ser entrados, Y estan de los asaltos bien seguros; Pero en solo mirar que están privados De exercitar sus fuertes brazos duros, Con horrendos acentos y feroces La guerra piden ó la muerte á voces. Y pues sola la parte por do corre Y toca á la ciudad el ancho Duero, Es aquella que ayuda y que socorre En algo al Numantino prisionero, Antes que alguna maquina ó gran torre En sus aguas se funde, rogar quiero Al caudaloso conocido rio, En lo que puede ayude el pueblo mio. Duero gentil, que con torcidas vueltas Humedeces gran parte de mi seno, Ansi en tus aguas siempre veas envueltas Arenas de oro qual el Tajo ameno, Y ansi las ninfas fugitivas sueltas, De que está el verde prado y bosque lleno, Vengan humildes á tus aguas claras, Y en prestarte favor no sean avaras, Que prestes á mis asperos lamentos Atento oido, ó que á escucharlos vengas, Y aunque dexes un rato tus contentos, Suplicote que en nada te detengas: Si tú con tus continos crecimientos Destos fieros Romanos no me vengas, Cerrado veo ya qualquier camino A la salud del pueblo Numantino. _Sale el_ RIO DUERO _con otros muchachos vestidos de rio como él, que son tres riachuelos que entran en_ DUERO. DUERO. Madre y querida España, rato havia Que hirieron mis oidos tus querellas, Y si en salir acá me detenia Fue por no poder dar remedio á ellas. El fatal, miserable, y triste dia Segun el disponer de las estrellas Se llega de Numancia, y cierto temo Que no hay dar medio á su dolor extremo. Con Orvion, Minuesa, y tambien Tera Cuyas aguas las mias acrecientan, He llenado mi seno en tal manera, Que los usados margenes rebientan; Mas sin temor de mi veloz carrera, Qual si fuera un arroyo, veo que intentan De hacer lo que tú, España, nunca veas, Sobre mis aguas, torres y trincheas. Mas ya que el revolver del duro hado Tenga el ultimo fin estatuido Deste tu pueblo Numantino amado, Pues á terminos tales ha venido, Un consuelo le queda en este estado, Que no podran las sombras del olvido Escurecer el sol de sus hazañas, En toda edad temidas por estrañas. Y puesto que el feroz Romano tiende El paso agora por tu fertil suelo, Y que te oprime aqui, y alli te ofende Con arrogante y ambicioso zelo, Tiempo vendrá, segun que ansi lo entiende El saber que á Proteo ha dado el cielo, Que esos Romanos sean oprimidos Por los que agora tienen abatidos. De remotas naciones venir veo Gentes que habitarán tu dulce seno Despues que como quiere tu deseo Havrán á los Romanos puesto freno: Godos serán, que con vistoso arreo, Dexando de su fama el mundo lleno, Vendrán á recogerse en tus entrañas, Dando de nuevo vida á sus hazañas. Estas injurias vengará la mano Del fiero Atila en tiempos venideros, Poniendo al pueblo tan feroz Romano Sujeto á obedecer todos sus fueros, Y portillos abriendo en Vaticano: Tus bravos hijos, y otros estrangeros Harán que para huir vuelva la planta El gran Piloto de la nave santa. Y tambien vendrá tiempo en que se mire Estar blandiendo el Español cuchillo Sobre el cuello Romano, y que respire Solo por la bondad de su caudillo El grande Albano: hará que se retire El Español exercito; sencillo No de valor, sino de poca gente, Que iguala al mayor numero en valiente. Y quando fuere ya mas conocido El propio hacedor de tierra y cielo, Aquel que ha de quedar estatuido Por visorrey de Dios en todo el suelo, A tus Reyes dará tal apellido, Qual viere que mas quadra con su zelo: Catolicos serán llamados todos, Succesion digna de los fuertes Godos. Pero el que mas levantará la mano En honra tuya y general contento, Haciendo que el valor del nombre Hispano Tenga entre todos el mejor asiento, Un Rey será, de cuyo intento sano Grandes cosas me muestra el pensamiento: Será llamado, siendo suyo el mundo, El Segundo Filipo sin segundo. Debaxo deste imperio tan dichoso Serán á una corona reducidos Por bien universal y tu reposo Tres reynos hasta entonces divididos: El giron Lusitano tan famoso Que un tiempo se cortó de los vestidos De la ilustre Castilla, ha de zurcirse De nuevo, y á su estado antiguo unirse. Qué invidia, y qué temor, España amada, Te tendrán las naciones estrangeras, En quien tu teñirás tu aguda espada, Y tenderás triunfando tus banderas! Sirvate esto de alivio en la pesada Ocasion, por quien lloras tan de veras, Pues no puede faltar lo que ordenado Ya tiene de Numancia el duro hado. ESPAÑA. Tus razones alivio han dado en parte, Famoso Duero, á las pasiones mias, Solo porque imagino que no hay parte De engaño alguno en estas profecias. DUERO. Bien puedes de eso, España, asegurarte, Puesto que tarden tan dichosos dias, Y á Dios, porque me esperan ya mis Ninfas. ESPAÑA. El cielo aumente tus sabrosas linfas. JORNADA II. SCENA I. INTERLOCUTORES TEOGENES, _y_ CORABINO, _con otros quatro Numantinos, Gobernadores de Numancia, y_ MARQUINO, _hechicero, y un_ CUERPO MUERTO, _que saldrá á su tiempo. Sientanse á consejo, y los quatro Numantinos que no tienen nombres, se señalan asi_: PRIMERO, SEGUNDO, TERCERO, QUARTO. TEOGENES. Pareceme, varones esforzados, Que en nuestros daños con rigor influyen Los tristes signos y contrarios hados, Pues nuestra fuerza y maña desminuyen: Tienennos los Romanos encerrados, Y con cobardes mañas nos destruyen, Ni con matar muriendo no hay vengarnos, Ni podemos sin alas escaparnos. Y no solo á vencernos se despiertan Los que havemos vencido veces tantas, Que tambien Españoles se conciertan Con ellos á segar nuestras gargantas. Tan gran maldad los cielos no consientan; Con rayos hieran las ligeras plantas Que se mueven en daño del amigo, Favoreciendo al perfido enemigo. Mirad si imaginais algún remedio Para salir de tanta desventura, Porque este largo y trabajoso asedio Solo promete presta sepultura. El ancho foso nos estorva el medio De probar con las armas la ventura, Aunque á veces valientes, fuertes brazos, Rompen mil contrapuestos embarazos. CORABINO A Jupiter pluguiera soberano Que nuestra juventud sola se viera Con todo el bravo exercito Romano A donde el brazo rodear pudiera! Que alli el valor de la Española mano La mesma muerte poco estorvo fuera Para dexar de abrir ancho camino A la salud del pueblo Numantino. Mas pues en tales terminos nos vemos, Que estamos como damas encerrados, Hagamos todo quanto hacer podremos Para mostrar los animos osados: A nuestros enemigos convidemos A singular batalla, que cansados De este cerco tan largo, ser podría Quisiesen acabarle por tal via. Y quando este remedio no suceda A la justa medida del deseo, Otro camino de intentar nos queda, Aunque mas trabajoso á lo que creo: Este foso y muralla que nos veda El paso al enemigo que alli veo, En un tropel de noche le rompamos Y por ayuda á los amigos vamos. NUMANTINO PRIMERO. O sea por el foso ó por la muerte De abrir tenemos paso á nuestra vida; Que es dolor insufrible el de la muerte, Si llega quando mas vive la vida; Remedio á las miserias es la muerte, Si se acrecientan ellas con la vida, Y suele tanto mas ser excelente, Quanto se muere mas honradamente. SEGUNDO. Con qué mas honra pueden apartarse De nuestros cuerpos estas almas nuestras Que en las Romanas armas arrojarse Y en su daño mover las fuertes diestras? En la ciudad podrá muy bien quedarse Quien gusta de cobarde dar las muestras, Que yo mi gusto pongo en quedar muerto En el cerrado foso ó campo abierto. TERCERO. Esta insufrible hambre macilenta Que tanto nos persigue y nos rodea, Hacen que en vuestro parecer consienta, Puesto que temerario y duro sea, Muriendo, escusaremos tanta afrenta; Mas quien morir de hambre no desea, Arrojese conmigo al foso, y haga Camino á su remedio con la daga. QUARTO. Primero que vengais al trance duro Desta resolucion que haveis tomado, Pareceme ser bien, que desde el muro Nuestro fiero enemigo sea avisado, Diciendole que dé campo seguro A un Numantino, y otro su soldado, Y que la muerte de uno sea sentencia Que acabe nuestra antigua diferencia. Son los Romanos tan soberbia gente, Que luego aceptarán este partido, Y si lo aceptan, creo firmemente Que nuestro amargo daño ha fenecido, Pues está Corabino aqui presente, Cuyo valor me tiene persuadido Que él solo contra tres bravos Romanos Quitará la victoria de las manos. Tambien será acertado, que Marquino, Pues es un agorero tan famoso, Mire qué estrella, qué planeta ó signo Nos amenaza muerte, ó fin honroso, Y si puede hallar algun camino Que nos pueda mostrar si del dudoso Cerco cruel, do estamos oprimidos, Saldremos vencedores ó vencidos. Tambien primero encargo que se haga A Jupiter solene sacrificio, De quien podremos esperar la paga Harto mayor que nuestro beneficio; Curese luego la profunda llaga Del arraigado acostumbrado vicio, Quiza con esto mudará de intento El hado esquivo, y nos dará contento. Para morir jamas le falta tiempo Al que quiere morir desesperado: Siempre seremos á sazon y á tiempo Para mostrar muriendo el pecho osado, Mas porque no se pase en valde el tiempo, Mirad si os cuadra lo que aqui he ordenado, Y sino os pareciere, dad un modo Que mejor venga, y que convenga á todo. MARQUINO. Esa razon que muestran tus razones, Es aprobada del intento mio, Haganse sacrificios y oblaciones, Y pongase en efecto el desafio: Que yo no perderé las ocasiones De mostrar de mi ciencia el poderio: Yo sacaré del hondo centro escuro Quien nos declare el bien ó el mal futuro. TEOGENES. Yo desde aquí me ofrezco, si os parece Que puede de mi esfuerzo algo fiarse, De salir á este duelo que se ofrece, Si por ventura viene á efectuarse. CORABINO. Mas honra tu valor raro merece, Bien pueden de tu esfuerzo confiarse Mas dificiles cosas y mayores, Por ser el que es mejor de los mejores; Y pues tú ocupas el lugar primero De la honra y valor con causa justa, Yo que en todo me cuento por postrero, Quiero ser el Haraldo desta justa. PRIMERO. Pues yo con todo el pueblo me prefiero Hacer de lo que Jupiter mas gusta, Que son los sacrificios y oraciones, Si van con enmendados corazones. SEGUNDO. Vamonos, y con presta diligencia Hagamos quanto aqui propuesto havemos, Antes que la pestifera dolencia De la hambre nos ponga en los extremos. TERCERO. Si tiene el cielo dada la sentencia De que en este rigor fiero acabemos, Revoquela, si acaso la merece La justa enmienda que Numancia ofrece. SCENA II. _Salen primero dos Soldados Numantinos_ MORANDRO, _y_ LEONCIO. LEONCIO. Morandro amigo, á do vas, O ácia do mueves el pie? MORANDRO. Si yo mismo no lo sé, Tampoco tu lo sabras. LEONCIO. Cómo te saca de seso Tu amoroso pensamiento? MORANDRO. Antes despues que le siento Tengo mas razon y peso. LEONCIO. Eso ya está averiguado Que el que sirviere al amor, Ha de ser por su dolor Con razon muy mas pesado. MORANDRO. De malicia ó de agudeza No escapa lo que dixiste. LEONCIO. Tu mi agudeza entendiste, Mas yo entiendo tu simpleza. MORANDRO. Qué, soy simple en querer bien? LEONCIO. Sí, si ya el querer no se mide, Como la razon lo pide, Con quando, como, y á quien. MORANDRO. Reglas quies poner á amor? LEONCIO. La razon puede ponellas. MORANDRO. Razonables serán ellas, Mas no de mucho primor. LEONCIO. En la amorosa porfia A razon no hay conocella. MORANDRO. Amor no va contra ella Aunque de ella se desvia. LEONCIO No es ya contra la razon, Siendo tú tan buen soldado, Andar tan enamorado En esta estrecha ocasion? Al tiempo que del dios Marte Has de pedir el furor, Te entretienes con amor, Que mil blanduras reparte? Ves la patria consumida, Y de enemigos cercada, Y tu memoria turbada Por amor de ella se olvida? MORANDRO. En ira mi pecho se arde Por verte hablar sin cordura: Hizo el amor por ventura A ningun pecho cobarde? Dexo yo la centinela Por ir donde está mi dama? O estoy durmiendo en la cama Quando mi capitan vela? Hasme tu visto faltar De lo que debo á mi oficio, Por algun regalo ó vicio, Ni menos por bien amar? Y si nada me has hallado De que deba dar disculpa, Porqué me das tanta culpa De que sea enamorado? Y si de conversacion Me ves que ando siempre ageno, Mete la mano en tu seno, Veras si tengo razon. No sabes los muchos años Que tras Lira ando perdido? No sabes que era venido El fin de mis tristes daños, Porque su padre ordenaba De darmela por muger, Y que Lira su querer Con el mio concertaba? Tambien sabes que llegó En tan dulce coyuntura Esta fuerte guerra dura, Por quien mi gloria cesó. Dilatose el casamiento Hasta acabar esta guerra, Porque no está nuestra tierra Para fiestas y contento. Mira quan poca esperanza Puedo tener de mi gloria, Pues está nuestra victoria Toda en la enemiga lanza. De la hambre fatigados, Sin medio de algun remedio, Tal muralla y foso en medio, Pocos, y esos encerrados. Pues como veo llevar Mis esperanzas del viento, Ando triste y descontento Ansi qual me ves andar. LEONCIO. Sosiega, Morandro, el pecho, Vuelve al brio que tenias, Quizá por ocultas vias Se ordena nuestro provecho: Que Jupiter soberano Nos descubrirá camino, Por do el pueblo Numantino Quede libre del Romano; Y en dulce paz y sosiego De tu esposa gozarás, Y las llamas templarás Deste tu amoroso fuego, Que para tener propicio Al gran Jupiter tonante, Hoy Numancia en este instante Le quiere hacer sacrificio. Ya el pueblo viene y se muestra Con las victimas é incienso. O Jupiter, padre imenso! Mira la miseria nuestra. _Han de salir agora dos Numantinos vestidos como sacerdotes antiguos, y traen asido de los cuernos en medio de entrambos un carnero grande, coronado de oliva ó yedra, y otras flores, y un paje con una fuente de plata y una toalla al hombro, otro con un jarro de plata lleno de agua, otro con otro lleno de vino, otro con otro plato de plata con un poco de incienso, otro con fuego y leña, otro que ponga una mesa con un tapete, donde se ponga todo esto, y salgan en esta scena todos los que huviere en la comedia en habito de Numantinos, y luego los sacerdotes, y dexando el uno el carnero de la mano, diga:_ SACERDOTE PRIMERO. Señales ciertas de dolores ciertos Se me han representado en el camino, Y los canos cabellos tengo yertos. SACERDOTE SEGUNDO. Si acaso yo no soy mal adevino, Nunca con bien saldremos desta impresa. Ay desdichado pueblo Numantino! PRIMERO. Hagamos nuestro oficio con la priesa Que nos incitan los agueros tristes. SEGUNDO. Poned, amigos, acia aqui esa mesa, El vino, encienso y agua, que trugistes, Poneldo encima, y apartaos afuera, y arrepentios de quanto mal hicistes, Que la oblacion mejor y la primera Que se debe ofrecer al alto cielo, Es alma limpia y voluntad sincera. PRIMERO. El fuego no le hagais, vos, en el suelo, Que aqui viene brasero para ello, Que ansi lo pide el religioso zelo. SEGUNDO. Lavaos las manos, y limpiaos el cuello. PRIMERO. Dad aca el agua: el fuego no se enciende? UNO. No hay quien pueda, señores, encendello? SEGUNDO. O Jupiter! qué es esto que pretende De hacer en nuestro daño el hado esquivo? Cómo el fuego en la tea no se enciende? UNO. Ya parece, señor, que está algo vivo. PRIMERO. Quítate afuera, ó flaca llama escura, Que dolor en mirarte ansi, recibo. No miras como el humo se apresura A caminar al lado del Poniente, Y la amarilla llama mal sigura Sus puntas encamina acia el Oriente? Desdichada señal, señal notoria Que nuestro mal y daño está presente. SEGUNDO. Aunque lleven Romanos la victoria De nuestra muerte, en humo ha de tornarse Y en llamas vivas nuestra muerte y gloria. PRIMERO. Pues debe con el vino rociarse El sacro fuego, dad aca ese vino, Y el incienso tambien que ha de quemarse. _Rocian el fuego, y á la redonda con el vino, y luego ponen el incienso en el fuego, y dice el_ SEGUNDO. Al bien del triste pueblo Numantino Endereza, ó gran Jupiter, la fuerza Propicia, del contrario amargo signo. PRIMERO. Ansi como este ardiente fuego fuerza A que en humo se vaya el sacro incienso, Ansi se haga al enemigo fuerza, Para que en humo eterno, padre inmenso, Todo su bien, toda su gloria vaya, Ansi como tu puedes, y yo pienso. SEGUNDO. Tengan los cielos su poder á raya Ansi como esta victima tenemos, Y lo que ella ha de haber, él tambien haya. PRIMERO. Mal responde el aguero, mal podremos Ofrecer esperanza al pueblo triste, Para salir del mal que poseemos. _Hagase ruido debaxo del tablado con un barril lleno de piedras, y disparese un cohete volador._ SEGUNDO. No oyes un ruido, amigo? viste El rayo ardiente que pasó volando? Presago verdadero desto fuiste. PRIMERO. Turbado estoy, de miedo estoy temblando, O qué señales en el ayre veo! Qué amargo fin nos van pronosticando! No ves un esquadron airado y feo De unas aguilas fieras, que pelean Con otras aves en marcial rodeo? SEGUNDO. Solo su esfuerzo y su rigor emplean En encerrar las aves en un cabo, Y con astucia y arte las rodean. PRIMERO. Tal señal vitupero, y no la alabo, Aguilas imperiales vencedoras: Tu verás de Numancia presto el cabo. SEGUNDO. Aguilas, de gran mal anunciadoras, Partios, que ya el aguero vuestro entiendo, Ya el efecto, contadas son las horas. PRIMERO. Con todo, el sacrificio hacer pretendo Desta inocente victima, guardada Para aplacar el dios del rostro horrendo. O gran Pluton, á quien por suerte dada Le fue la habitacion del reyno oscuro, Y el mando en la infernal triste morada, Ansi vivas en paz, cierto y seguro De que la hija de la sacra Ceres Corresponde á tu amor con amor puro, Que en todo aquello que en provecho vieres Venir del pueblo triste que te invoca, Lo allegues, qual se espera de quien eres; Atapa la profunda escura boca Por do salen las tres fieras hermanas, A hacernos el daño que nos toca, Y sean de dañarnos tan livianas _Quite algunos pelos al carnero y echelos al ayre_. Sus intenciones, que las lleve el viento: Y ansi como yo baño y ensangriento Este cuchillo en esta sangre pura Con alma limpia y limpio pensamiento, Ansi la tierra de Numancia dura Se bañe con la sangre de Romanos, Y aun les sirva tambien de sepultura. _Aqui ha de salir por los huecos del tablado un demonio hasta el medio cuerpo, y ha de arrebatar el carnero, y meterle dentro, y tornar luego á salir, y derramar y esparcir el fuego, y todos los sacrificios_. Mas quien me ha arrebatado de las manos La victima? qué es esto, dioses santos? Qué prodigios son estos tan insanos? No os han enternecido ya los llantos Deste pueblo lloroso y afligido, Ni la sagrada voz de nuestros cantos? SEGUNDO. Antes creo que se han endurecido, Qual se puede inferir de las señales Tan fieras como aqui han acontecido; Nuestros vivos remedios son mortales, Toda es nuestra pereza diligencia, Y los bienes agenos nuestros males. UNO DEL PUEBLO. Enfin, dado han los cielos la sentencia De nuestro fin amargo y miserable, No nos quiere valer ya su clemencia. OTRO. Lloremos pues en son tan lamentable Nuestra desdicha, que en la edad postrera Dél y de nuestro esfuerzo siempre se hable. Marquino haga la experiencia entera De todo su saber, y sepa quanto Nos promete de mal la lastimera Suerte, que ha vuelto nuestra risa en llanto. _Salense todos, y quedan solos_ MORANDRO _y_ LEONCIO. MORANDRO. Leoncio, qué te parece? Tendrán remedio mis males Con estas buenas señales, Que aqui el cielo nos ofrece? Tendrá fin mi desventura Quando se acabe la guerra? Que será quando la tierra Me sirva de sepultura? LEONCIO. Morandro, al que es buen soldado Agueros no le dan pena, Que pone la suerte buena En el animo esforzado; Y esas vanas apariencias Nunca le turban el tino, Su brazo es su estrella y signo, Su valor sus influencias; Pero si quieres creer En este notorio engaño, Aun quedan, si no me engaño, Experiencias mas que hacer, Que Marquino las hará, Las mejores de su ciencia, Y el fin de nuestra dolencia Ser bueno, ó malo sabrá. Pareceme que le veo: En que estraño trage viene! MORANDRO. Quien con feos se entretiene No es mucho que venga feo: Será acertado seguirle? LEONCIO. Acertado me parece Por si acaso se le ofrece Algo en que poder servirle. _Aquí sale_ MARQUINO _con una ropa negra de bocaci ancha, y una cabellera negra, y los pies descalzos, y en la cinta traerá, de modo que se le vean, tres redomillas llenas de agua, la una negra, la otra teñida con azafran, y la otra clara; y en la una mano una lanza barnizada de negro, y en la otra un libro, y viene_ MILVIO _con él, y asi como entran, se ponen á un lado_ LEONCIO _y_ MORANDRO. MARQUINO. Dó dices, Milvio, que está el joven triste? MILVIO. En esta sepultura está enterrado. MARQUINO. No yerres el lugar do le pusiste. MILVIO. Nó, que con esta piedra señalado Dexé el lugar adonde el mozo tierno Fue con lagrimas tiernas sepultado. MARQUINO. De qué murió? MILVIO. Murió de mal gobierno: La flaca hambre le acabó la vida, Peste cruel, salida del infierno. MARQUINO. En fin, que dices, que ninguna herida Le cortó el hilo del vital aliento, Ni fue cancer, ni llaga su homicida? Esto te digo, porque hace al cuento De mi saber, que esté este cuerpo entero, Organizado todo, y en su asiento. MILVIO. Havrá tres horas que le di el postrero Reposo, y le entregué á la sepultura, Y de hambre murió, como refiero. MARQUINO. Está muy bien, y es buena coyuntura La que me ofrecen los propicios signos Para invocar de la región oscura Los feroces espiritus malignos: Presta atentos oidos á mis versos. Fiero Pluton, que en la region oscura Entre ministros de animos perversos Te cupo de reynar suerte y ventura, Haz, aunque sean de tu gusto adversos, Cumplidos mis deseos, y en la dura Ocasion que te invoco, no te tardes Ni á ser mas oprimido de mí aguardes. Quiero que al cuerpo que aquí está enterrado, Vuelvas el alma que le daba vida, Aunque el fiero Caron del otro lado La tenga en la ribera denegrida, Y aunque en las tres gargantas del airado Cerbero esté penada y escondida, Salga, y torne á la luz del mundo nuestro, Que luego tornará al escuro vuestro; Y pues ha de salir, salga informada Del fin que ha de tener guerra tan cruda, Y desto no me encubra ó calle nada, Ni me dexe confuso y con mas duda La platica desta alma desdichada, De toda ambiguidad libre y desnuda Tiene de ser. Inviala, qué esperas? Esperas á que hable con mas veras? No revolveis la piedra, desleales? Decid, ministros falsos, qué os detiene? Cómo? no me haveis dado ya señales De que haceis lo que digo, y me conviene? Buscais con deteneros vuestros males, O gustais de que yo al momento ordene De poner en efecto los conjuros Que ablandan vuestros fieros pechos duros? Ea pues, vil canalla, mentirosa, Aparejaos á duro sentimiento, Pues sabeis que mi voz es poderosa De doblaros la rabia y el tormento. Dime traidor esposo de la esposa Que seis meses del año á su contento Está sin tí, haciendote cornudo,[A] Porqué á mis peticiones estás mudo? Este hierro bañado en agua clara Que al suelo no tocó en el mes de Mayo, Herirá en esta piedra, y hará clara Y patente la fuerza deste ensayo. [Footnote A: _Alusión á las puntas ó cuernos de la luna, quando crece ó mengua_.] _Con el agua de la redoma clara baña el hierro de la lanza, y luego hiere en la tabla, y debaxo ó sueltense cohetes, ó hagase el rumor con el barril de piedras_. Ya parece, canalla, que á la clara Dais muestras de que os toma cruel desmayo. Qué rumores son estos, ea malvados, Que alfin venis, aunque venis forzados? Levantad esta piedra, fementidos, Y descubridme el cuerpo que aqui yace. Qué es esto? qué tardais? á dó sois idos? Cómo mi mandado al punto no se hace? No os curais de amenazas, descreidos? Pues no espereis que mas os amenace: Esta agua negra del Estigio lago Dará á vuestra tardanza presto el pago. Agua de la fatal negra laguna, Cogida en triste noche, escura y negra, Por el poder que en ti junto se auna, A quien otro poder ninguno quiebra, ...... diabolica importuna, Y á quien la primer forma de culebra Tomó, conjuro, apremio, pido y mando, Que venga á obedecerme aqui volando. _Rocia con el agua la sepultura, y abrese_. O mal logrado mozo, sal ya fuera, Y vuelve á ver el sol claro y sereno; Dexa aquella region do no se espera En ella un dia sosegado y bueno; Dame, pues puedes, relacion entera De lo que has visto en el profundo seno Digo, de aquello á que mandado eres, Y mas, si al caso toca, y tu pudieres. _Sale el_ CUERPO _amortajado, con un rostro de mascara, descolorido, como de muerto, y va saliendo poco á poco, y en saliendo, dexase caer en el teatro sin mover pie ni mano hasta su tiempo_. Qué es esto? no respondes? no revives? Otra vez has gustado de la muerte? Pues yo haré que con tu pena avives, Y tengas el hablar á buena suerte, Pues eres de los nuestros, no te esquives De hablarme y responderme, mira, advierte Que si callas, haré que con tu mengua Sueltes la atada y encogida lengua. _Rocia el cuerpo con el agua amarilla, y luego le azota con un azote_. Espiritus malignos, no aprovecha? Pues esperad, saldrá el agua encantada Que hará mi voluntad tan satisfecha, Quanto es la vuestra perfida y dañada, Y aunque esta carne fuera polvos hecha, Siendo con este azote castigada, Cobrará nueva aunque ligera vida, Del aspero rigor suyo oprimida. _Menease y estremecese el cuerpo á este punto_. Alma rebelde, vuelve al aposento Que pocas horas ha desocupaste. _El_ CUERPO. Cese la furia del rigor violento, Tuyo, Marquino, baste, triste, baste La que yo paso en la region escura, Sin que tú crezcas mas mi desventura. Engañaste, si piensas que recibo Contento de volver á esta penosa, Misera y corta vida, que aora vivo, Que ya me va faltando presurosa; Antes me causas un dolor esquivo, Pues otra vez la muerte rigurosa Triunfará de mi vida y de mi alma, Mi enemigo tendrá doblada palma, El qual con otros del escuro vando, De los que son sujetos á aguardarte, Está con rabia en torno, aqui esperando A que acabe, Marquino, de informarte Del lamentable fin, del mal nefando, Que de Numancia puedo asegurarte, La qual acabará á las mismas manos De los que son á ella mas cercanos. No llevarán Romanos la victoria De la fuerte Numancia, ni ella menos Tendrá del enemigo triunfo ó gloria, Amigos y enemigos, siendo buenos, No entiendas que de paz havrá memoria, Que rabia alverga en sus contrarios senos: El amigo cuchillo el homicida De Numancia será, y será su vida, _Arrojase en la sepultura, y dice_: Y quedate, Marquino, que los hados No me conceden mas hablar contigo, Y aunque mis dichos tengas por trocados, Al fin saldrá verdad lo que te digo. MARQUINO. O tristes signos, signos desdichados, Si esto ha de suceder del pueblo, amigo, Primero que mirar tal desventura, Mi vida acabe en esta sepultura. _Arrojase_ MARQUINO _en la sepultura_. MORANDRO. Mira, Leoncio, si ves, Por do yo pueda decir, Que no me haya de salir Todo mi gusto al reves! De toda nuestra ventura Cerrado está ya el camino, Sino, digalo, Marquino, El muerto, y la sepultura, LEONCIO. Que todas son ilusiones, Quimeras y fantasias, Agueros y hechicerias, Diabolicas invenciones: No muestres que tienes poca Ciencia en creer desconciertos, Que poco cuidan los muertos De lo que á los vivos toca. MILVIO. Nunca, Marquino, hiciera Desatino tan estraño, Si nuestro futuro daño Como presente no viera: Avisemos este caso Al pueblo, que está mortal; Mas para dar nueva tal Quién podrá mover el paso? JORNADA III. SCENA I. INTERLOCUTORES CIPION, JUGURTA, _y_ GAYO MARIO. CIPION. En forma estoy contento en mirar como Corresponde á mi gusto la ventura, Y esta libre nacion soberbia domo Sin fuerzas, solamente con cordura. En viendo la ocasion, luego la tomo, Porque sé que si corre, y se apresura, Y si se pasa, en cosas de la guerra El credito consume y vida atierra. Juzgabades á loco desvario Tener los enemigos encerrados, Y que era mengua del Romano brio, No vencerlos con modos mas usados: Bien sé que lo havrán dicho, mas yo fio Que los que fueren practicos soldados, Diran que es de tener en mayor cuenta La victoria que menos es sangrienta. Qué gloria puede haver mas levantada En las cosas de guerra que aqui digo, Que sin quitar de su lugar la espada Vencer y sujetar al enemigo? Que quando la victoria es grangeada Con la sangre vertida del amigo, El gusto mengua que causar pudiera La que sin sangre tal, ganada fuera. _Aqui ha de sonar una trompeta desde el muro de Numancia_. QUINTO FABIO. Oye, señor, que de Numancia suena El són de una trompeta, y me asiguro Que decirte algo desde allá se ordena, Pues el salir acá lo estorva el muro. Corabino se ha puesto en una almena, Y una señal ha hecho de seguro: Lleguemonos mas cerca. CIPION. Sea, lleguemos. GAYO MARIO. No mas: que dende aqui le entenderemos. _Ponese_ CORABINO _encima de la muralla con bandera blanca puesta en una lanza_. CORABINO. Romanos, ah Romanos, puede acaso Ser de vosotros esta voz oida? GAYO MARIO. Puesto que mas la baxes, y hables paso, Qualquiera tu razon será entendida. CORABINO. Decid al General, que acerque el paso Al foso, porque viene dirigida A él una embaxada. CIPION. Dila presto, Que yo soy Cipion. CORABINO. Escucha el resto. Dice Numancia, General prudente, Que consideres bien que ha muchos años Que entre la nuestra y tu Romana gente Duran los males de la guerra estraños, Y que por evitar que no se aumente La dura pestilencia destos daños, Quiere, si tu quisieres, acaballa, Con una breve y singular batalla. Un soldado se ofrece de los nuestros A combatir cerrado en estacada, Con qualquiera esforzado de los vuestros Por acabar contienda tan pesada, Y si los hados fueren tan siniestros, Que el uno quede sin la vida amada, Si fuere el nuestro, darse ha la tierra, Si el tuyo fuere, acabese la guerra: Y por seguridad deste concierto, Daremos á tu gusto los rehenes. Bien sé que en él vendrás, porque estás cierto De los soldados que á tu cargo tienes, Y sabes que el menor en campo abierto Hará sudar el pecho, el rostro y sienes Al mas aventajado de Numancia: Ansi que está sigura tu ganancia. Respondeme, señor, si estas en ello, Porque á la execucion se venga luego. CIPION. Donaire es lo que dices, risa, juego, Y loco el que pensase de hacello. Usad el medio del humilde ruego, Si quereis que se escape vuestro cuello De probar el rigor y filos diestros Del Romano cuchillo y brazos nuestros. La fiera que en la jaula está encerrada Por su selvatiquez y fuerza dura, Si puede alli con maña ser domada Y con el tiempo y medios de cordura, Quien la dexase ir libre y desatada, Daria grandes muestras de locura: Bestias sois, y por tales encerrados Os tengo donde haveis de ser domados: Mia será Numancia á pesar vuestro, Sin que me cueste un minimo soldado, Y el que teneis vosotros por mas diestro Rompa por ese foso trincheado, Y si en esto os parece que yo muestro Un poco mi valor acobardado, El viento lleve agora esta verguenza, Y vuelvale la fama quando os venza. _Vanse_ CIPION _y los suyos_. CORABINO. No escuchas mas, cobarde? ya te escondes? Enfadate la igual justa batalla? Mal con tu nombradia correspondes, Mal podrás deste modo sustentalla; En fin, como cobarde me respondes: Cobardes sois, Romanos, vil canalla, En vuestra muchedumbre confiados, Y no en los diestros brazos levantados. Perfidos, desleales, fementidos, Crueles, revoltosos y tiranos, Ingratos, codiciosos, mal nacidos, Pertinaces, feroces y villanos, Adulteros, infames, conocidos Por de industriosas, mas cobardes manos, Qué gloria alcanzareis en darnos muerte Teniendonos atados desta suerte? Encerrado escuadron, ó manga suelta En la campaña rasa, do no pueda Estorbar la mortal fiera revuelta El ancho foso y muro que la veda, Fuera bien que sin dar el pie la vuelta Y sin tener jamas la espada queda Ese exercito mucho bravo vuestro, Se viera con el poco flaco nuestro. Mas como siempre estais acostumbrados A vencer con ventajas y con mañas, Estos conciertos en valor fundados No los admiten bien vuestras marañas: Liebres en pieles fieras disfrazados, Load y engrandeced vuestras hazañas, Que espero en el gran Jupiter de veros Sujetos á Numancia y á sus fueros. _Baxase, y torna á salir luego con todos los Numantinos que salieron en el principio de la segunda jornada, excepto_ MARQUINO, _que se arrojó en la sepultura, y sale tambien_ MORANDRO. TEOGENES. En terminos nos tiene nuestra suerte, Dulces amigos, que será ventura Acabar nuestros daños con la muerte; Por nuestro mal, por nuestra desventura, Vistes del sacrificio el triste aguero, Y á Marquino tragar la sepultura: El desafio no ha importado un cero: De intentar que nos queda, no lo siento, Sino es acelerar el fin postrero. Esta noche se muestre el ardimiento Del Numantino acelerado pecho, Y pongase por obra nuestro intento: El enemigo muro sea deshecho, Salgamos á morir á la campaña, Y no como cobardes en estrecho. Bien sé que solo sirve esta hazaña De que á nuestro morir se mude el modo, Que con ella la muerte se acompaña. CORABINO. Con ese parecer yo me acomodo, Morir quiero rompiendo el fuerte muro, Y deshacelle por mi mano todo. Mas tieneme una cosa mal seguro, Que si nuestras mugeres saben esto, De que no haremos nada os aseguro. Quando otra vez tuvimos presupuesto De salir y dexallas, cada uno Fiado en su caballo y brazo diestro, Ellas que el trato á ellas importuno Supieron, al momento nos robaron Los frenos, sin dexarnos solo uno. Entonces el salir nos estorbaron, Y ansi lo harán agora facilmente, Si las lagrimas muestran que mostraron. MORANDRO. Nuestro disignio á todas es patente, Todas lo saben, ya no queda alguna Que no se quexa dello amargamente; Y dicen que en la buena ó ruin fortuna Quieren en vida y muerte acompañarnos, Aunque su compañia es importuna. _Aqui entran quatro ó mas mugeres de Numancia, y con ellas_ LIRA, _las mugeres traen unas figuras de niños en los brazos, y otros de las manos, excepto_ LIRA _que no trae ninguno_. Veislas aqui do vienen á rogaros, No las dexeis en tantos embarazos, Aunque seais de acero han de ablandaros. Los tiernos hijos vuestros en los brazos Las tristes traen: no veis con qué señales De amor les dan los ultimos abrazos? PRIMERA. Dulces señores nuestros, si en los males Hasta aqui de Numancia padecidos, Que son menores los que son mortales, Y en los bienes tambien que ya son idos, Siempre mostramos ser mugeres vuestras, Y vosotros tambien nuestros maridos, Porqué en las ocasiones tan siniestras Que el cielo airado agora nos ofrece, Nos dais de aquel amor tan cortas muestras? Hemos sabido, y claro se parece Que en las Romanas armas arrojaros Quereis, pues su rigor menos empece Que no la hambre de que veis cercaros, De cuyas flacas manos desabridas Por imposible tengo el escaparos. Peleando quereis dexar las vidas, Y dexarnos tambien desamparadas, A deshonras y muertes ofrecidas. Nuestro cuello ofreced á las espadas Vuestras primero, que es mejor partido, Que vernos de enemigos deshonradas. Yo tengo en mi intencion estatuido Que si puedo, haré quanto en mi fuere Por morir do muriere mi marido, Y esto mesmo hará la que quisiere Mostrar que no los miedos de la muerte Le estorban, de querer á quien bien quiere En buena, ó mala, en dulce, ó amarga suerte. OTRA. Qué pensais, varones claros? Revolveis aun todavia En la triste fantasia De dexarnos y ausentaros? Quereis dexar por ventura A la Romana arrogancia Las virgines de Numancia Para mayor desventura? Y á los libres hijos nuestros Quereis esclavos dexallos? No será mejor ahogallos Con los propios brazos vuestros? Quereis hartar el deseo De la Romana codicia, Y que triunfe su injusticia De nuestro justo trofeo? Serán por agenas manos Nuestras casas derribadas: Y las bodas esperadas Hanlas de gozar Romanos? En salir hareis error, Que acarrea cien mil yerros, Porque dexais sin los perros El ganado, y sin señor. Si al foso quereis salir Llevadnos en tal salida, Porque tendremos por vida A vuestros lados morir. No apresureis el camino Al morir, porque su estambre Cuidado tiene la hambre. De cercenarla contino. OTRAS. Hijos destas tristes madres, Qué es esto? cómo no hablais? Y con lagrimas rogais Que no os dexen vuestros padres? Basta que la hambre insana Os acabe con dolor, Sin esperar el rigor De la aspereza Romana. Decildes que os engendraron Libres, y libres nacistes, Y que vuestras madres tristes Tambien libres os criaron. Decildes que pues la suerte Nuestra va tan de caida, Que como os dieron la vida, Ansi mismo os den la muerte. O muros desta ciudad, Si podeis hablad, decid, Y mil veces repetid: Numantinos, libertad. Los templos, las casas nuestras Levantadas en concordia Os piden misericordia, Hijos y mugeres vuestras. Ablandad, claros varones, Esos pechos diamantinos, Y mostrad qual Numantinos Amorosos corazones: Que no por romper el muro Remediais un mal tamaño, Antes en ello está el daño Mas propincuo y mas seguro. LIRA. Tambien las tiernas doncellas Ponen en vuestra defensa El remedio de su ofensa, Y el alivio á sus querellas. No dexeis tan ricos robos A las codiciosas manos, Mirad que son los Romanos Hambrientos y fieros lobos. Desesperacion notoria Es esta que hacer quereis, A donde solo hallareis Breve muerte y larga gloria. Mas ya que salga mejor Que yo pienso, esta hazaña, Qué ciudad hay en España Que quiera daros favor? Mi pobre ingenio os advierte Que si haceis esta salida, Al enemigo dais vida, Y á toda Numancia muerte. De vuestro acuerdo gentil Los Romanos burlarán; Porque, decidme, qué harán Tres mil contra ochenta mil? Aunque estuviesen abiertos Los muros y sin defensa, Seriades con ofensa Mal vengados y bien muertos. Mejor es que la ventura Del daño que el cielo ordene, O nos salve, ó nos condene, De la vida ó sepultura. TEOGENES. Limpiad los ojos humidos del llanto, Mugeres tiernas, y tené entendido Que vuestra angustia la sentimos tanto, Que responde al amor nuestro subido, Ora crezca el dolor, ora el quebranto, Sea por nuestro bien diminuido, Jamas en vida ó muerte os dejaremos, Antes en muerte y vida os serviremos. Pensabamos salir al foso ciertos Antes de alli morir que de escaparnos, Pues fuera quedar vivos aunque muertos, Si muriendo pudieramos vengarnos; Mas pues nuestros disignios descubiertos Han sido, y es locura aventurarnos, Amados hijos y mugeres nuestras, Nuestras vidas serán de hoy mas las vuestras. Solo se ha de mirar que el enemigo No alcance de nosotros triunfo y gloria, Antes ha de servir él de testigo Que apruebe y eternice nuestra historia; Y si todos venis en lo que digo Mil siglos durará nuestra memoria, Y es que no quede cosa aqui en Numancia De do el contrario pueda haver ganancia. En medio de la plaza se haga un fuego, En cuya ardiente llama licenciosa Nuestras riquezas todas se echen luego Desde la pobre á la mas rica cosa, Y esto podeis tener á dulce juego, Quando os declare la intención honrosa Que se ha de efectuar, despues que sea Abrasada qualquier rica presea. Y para entretener por alguna hora La hambre que ya roe nuestros huesos, Hareis descuartizar luego á la hora Esos tristes Romanos que están presos, Y sin del chico al grande hacer mejora, Repartanse entre todos, que con esos Será nuestra comida celebrada Por estraña cruel necesitada. Amigos, qué os parece? estais en esto? CORABINO. Digo que á mi me tiene satisfecho, Y que á la execucion se venga presto De tan estraño y tan honroso hecho. TEOGENES. Pues yo de mi intencion os diré el resto Despues que sea lo que digo hecho. Vamos á ser ministros todos luego De encender el ardiente y rico fuego. MUGER PRIMERA. Nosotras desde aqui ya comenzamos A dar con voluntad nuestros arreos, Y á la vida las vuestras entregamos Como se han entregado los deseos. LIRA. Ea pues, caminemos, vamos, vamos, Y abrasense en un punto los trofeos Que pudieran hacer ricas las manos, Y aun hartar la codicia de Romanos. _Vanse todos, y al salir_ MORANDRO, _ase á_ LIRA _por el brazo, y detienela_. MORANDRO. No vayas tan de corrida, Lira, dexame gozar Del bien que me puede dar En la muerte alegre vida: Dexa que miren mis ojos Un rato tu hermosura, Pues tanto mi desventura Se entretiene en mis enojos. O dulce Lira, que sueñas Contino en mi fantasia Con tan suave harmonia Que vuelve en gloria mis penas! Qué tienes? qué estás pensando, Gloria de mi pensamiento? LIRA. Pienso como mi contento Y el tuyo se va acabando, Y no será su homicida El cerco de nuestra tierra, Que primero que la guerra Se me acabará la vida. MORANDRO Qué dices, bien de mi alma? LIRA. Que me tiene tal la hambre, Que de mi vital estambre Llevará presto la palma. Qué tálamo has de esperar De quien está en tal estremo, Que te aseguro que temo Antes de un hora espirar. Mi hermano ayer espiró De la hambre fatigado, Y mi madre ya ha acabado, Que la hambre la acabó. Y si la hambre y su fuerza No ha rendido mi salud, Es porque la juventud Contra su rigor se esfuerza. Pero como ha tantos dias Que no le hago defensa, No pueden contra su ofensa Las debiles fuerzas mias. MORANDRO. Enjuga, Lira, los ojos, Dexa que los tristes mios Se vuelvan corrientes rios Nacidos de tus enojos; Y aunque la hambre ofendida Te tenga tan sin compas, De hambre no morirás Mientras yo tuviere vida. Yo me ofrezco de saltar El foso y el muro fuerte, Y entrar por la misma muerte Para la tuya escusar. El pan que el Romano toca Sin que el temor me destruya, Lo quitaré de la suya Para ponerlo en tu boca. Con mi brazo haré carrera A tu vida y á mi muerte, Porque mas me mata el verte, Señora, de esa manera. Yo te traeré de comer A pesar de los Romanos, Si ya son estas mis manos Las mismas que solian ser. LIRA. Hablas como enamorado, Morandro, pero no es justo Que ya tome gusto el gusto Con tu peligro comprado. Poco podrá sustentarme Qualquier robo que harás, Aunque mas cierto hallarás El perderte que ganarme. Goza de tu mocedad En fresca edad y crecida, Que mas importa tu vida Que la mia, á la ciudad. Tu podrás bien defendella De la enemiga asechanza, Que no la flaca pujanza Desta tan triste doncella. Ansi que, mi dulce amor, Despide ese pensamiento, Que yo no quiero sustento Ganado con tu sudor. Que aunque puedas alargar Mi muerte por algun dia, Esta hambre que porfia, En fin nos ha de acabar. MORANDRO. En vano trabajas, Lira, De impidirme este camino, Do mi voluntad y signo Allá me convida y tira. Tu rogarás entretanto A los Dioses, que me vuelvan Con despojos que resuelvan Tu miseria y mi quebranto. LIRA. Morandro, mi dulce amigo, No vayas, que se me antoja Que de tu sangre veo roja La espada del enemigo. No hagas esta jornada, Morandro, bien de mi vida, Que si es mala la salida, Es muy peor la tornada. Si quiero aplacar tu brio, Por testigo pongo al cielo, Que de mi daño recelo Y no del provecho mio. Mas si acaso, amado amigo, Prosigues esta contienda, Lleva este abrazo por prenda De que me llevas contigo. MORANDRO. Lira, el cielo te acompañe: Vete, que á Leoncio veo. LIRA. Y á ti te cumpla el deseo, Y en ninguna parte dañe. LEONCIO _ha de estar escuchando todo lo que ha pasado entre su amigo_ MORANDRO _y_ LIRA. LEONCIO. Terrible ofrecimiento es el que has hecho, Y en él, Morando, se nos muestra claro Que no hay cobarde enamorado pecho, Aunque de tu virtud y valor raro Debe mas esperarse; mas yo temo Que el hado infeliz se muestre avaro. He estado atento al miserable estremo En que te ha dicho Lira que se halla, Indigno cierto á su valor supremo: Y que tu has prometido de libralla Deste presente daño, y arrojarte En las armas Romanas á batalla. Yo quiero, buen amigo, acompañarte, Y en empresa tan justa y tan forzosa Con mis pequeñas fuerzas ayudarte. MORANDRO. O mitad de mi alma! ó venturosa Amistad no en trabajos dividida, Ni en la ocasion mas prospera y dichosa! Goza, Leoncio, de la dulce vida, Quedate en la ciudad, que yo no quiero Ser de tus verdes años homicida: Yo solo tengo de ir, yo solo espero Volver con los despojos merecidos A mi inviolable fe y amor sincero. LEONCIO. Pues ya tienes, Morandro, conocidos Mis deseos, que en buena ó mala suerte Al sabor de los tuyos van medidos. Sabrás que no los miedos de la muerte De ti me apartarán un solo punto, Ni otra cosa (si la hay) que sea mas fuerte. Contigo tengo de ir, contigo junto He de volver, si ya el cielo no ordena Que quede en tu defensa allá difunto. MORANDRO. Quedate, amigo! queda enhorabuena, Porque si yo acabáre aqui la vida En esta empresa de peligro llena, Tu puedas á mi madre dolorida Consolar en el trance riguroso, Y á la esposa de mí tanto querida. LEONCIO. Cierto que estás, amigo, muy donoso En pensar que tú muerto, quedaria Yo con tal quietud y tal reposo, Que de consuelo alguno serviria A la doliente madre y triste esposa: Pues en la tuya está la muerte mia, Seguirte tengo en la ocasion dudosa, Mira como ha de ser, Morandro, amigo, Y en el quedarme no me hables cosa. MORANDRO. Pues no puedo estorvarte el ir conmigo, En el silencio de la noche oscura Tenemos de asaltar al enemigo; Lleva ligeras armas, que ventura Es la que ha de ayudar al alto intento, Que no la malla entretegida y dura: Lleva ansi mismo puesto el pensamiento En robar y traer á buen recado Lo que pudieres mas de bastimento. LEONCIO. Vamos, que no saldré de tu mandado. SCENA II. DOS NUMANTINOS. PRIMERO. Derrama, ó dulce hermano, por los ojos El alma en llanto amargo convertida, Venga la muerte y lleve los despojos De nuestra miserable y triste vida. SEGUNDO. Bien poco durarán estos enojos, Que ya la muerte viene apercebida Para llevar en presto y breve vuelo A quantos pisan de Numancia el suelo: Principios veo que prometen presto Amargo fin á nuestra dulce tierra, Sin que tengan cuidado de hacer esto Los contrarios ministros de la guerra; Nosotros mismos á quien ya es molesto Y enfadoso el vivir que nos atierra, Hemos dado sentencia inrevocable De nuestra muerte, aunque cruel, loable. En la plaza mayor ya levantada Queda una ardiente codiciosa hoguera, Que de nuestras riquezas ministrada Sus llamas sube hasta la quarta esfera: Alli con triste priesa acelerada Y con mortal y timida carrera, Acuden todos, como á santa ofrenda, A sustentar sus llamas con su hacienda. Alli la perla del rosado Oriente, Y el oro en mil vasijas fabricado, Y el diamante y rubí mas excelente, Y la extremada purpura y brocado En medio del rigor fogoso ardiente De la encendida llama es arrojado: Despojos do pudieran los Romanos Henchir los senos y ocupar las manos. _Aqui salen algunos cargados de ropa, y entran por una puerta y salen por otra_. Vuelve al triste espectáculo la vista, Verás con quanta priesa y quanta gana Toda Numancia en numerosa lista Aguija á sustentar la llama insana; Y no con verde leño y seca arista, No con materia al consumir liviana, Sino con sus haciendas mal gozadas, Pues se ganaron para ser quemadas. PRIMERO. Si con esto acabára nuestro daño, Pudieramos llevallo con paciencia, Mas ay! que se ha de dar, si no me engaño, De que muramos todos, cruel sentencia. Primero que el rigor barbaro estraño Muestre en nuestras gargantas su inclemencia, Verdugos de nosotros nuestras manos Serán, y no los perfidos Romanos. Han acordado que no quede alguna Muger, niño, ni viejo con la vida, Pues al fin la cruel hambre importuna Con mas fiero rigor es su homicida. Mas ves alli do asoma, hermano, una, Que como sabes, fue de mí querida Un tiempo, con estremo tal de amores, Qual es el que ella tiene de dolores. _Sale una muger con una criatura en los brazos, y otra de la mano_. MADRE. O duro vivir molesto! Terrible y triste agonia! HIJO. Madre, por ventura habria Quién nos diese pan por esto? MADRE. Pan, hijo, ni aun otra cosa Que semeje de comer! HIJO. Pues tengo de perecer De dura hambre rabiosa? Con poco pan que me deis, Madre, no os pediré mas. MADRE. Hijo, qué penas me das! HIJO. Pues qué, madre, no quereis? MADRE. Sí quiero; mas qué haré Que no sé donde buscallo? HIJO. Bien podeis, madre, comprallo, Si no yo lo compraré: Mas por quitarme de afan, Si alguno conmigo topa, Le daré toda esta ropa Por un mendrugo de pan. MADRE. Qué mamas, triste criatura! No sientes que á mi despecho Sacas ya del flaco pecho Por leche, la sangre pura? Lleva la carne á pedazos, Y procura de hartarte, Que no pueden mas llevarte Mis floxos, cansados brazos! Hijos del anima mia, Con qué os podré sustentar, Si apenas tengo que os dar De la propia carne mia? O hambre terrible y fuerte, Cómo me acabas la vida! O guerra, solo venida Para causarme la muerte! HIJO. Madre mia, que me fino, Aguijemos á do vamos, Que parece que alargamos La hambre con el camino. MADRE. Hijo, cerca está la casa Adonde echarémos luego En mitad del vivo fuego El peso que te embaraza. _Entrase_. JORNADA IV. SCENA I. _Tocase al arma con gran priesa, y á este rumor salen_ CIPION _con_ JUGURTA _y_ GAYO MARIO _al tablado_. CIPION. Qué es esto, capitanes? quién nos toca Al arma en tal sazon? es por ventura Alguna gente desmandada y loca Que viene á procurar su sepultura? O no sea algun motin el que provoca Tocar al arma en recia coyuntura: Que tan seguro estoy del enemigo, Que tengo mas temor al que es amigo. _Sale_ QUINTO FABIO _con la espada desnuda, y dice:_ QUINTO FABIO. Sosiega el pecho, General prudente, Que ya desta arma la ocasion se sabe, Puesto que ha sido á costa de tu gente, De aquella en quien mas brio y fuerza cabe; Dos Numantinos con soberbia fuerte, Cuyo valor será razon se alabe, Saltando el ancho foso y la muralla Han movido á tu campo cruel batalla. A las primeras guardias invistieron, Y en medio de mil lanzas se arrojaron, Y con tal furia y rabia arremetieron, Que libre paso al campo les dexaron: Las tiendas de Fabricio acometieron, Y alli su fuerza y su valor mostraron De modo, que en un punto seis soldados Fueron de agudas puntas traspasados. No con tanta presteza el rayo ardiente Pasa rompiendo el ayre en presto vuelo, Ni tanto la cometa reluciente Se muestra ir presurosa por el cielo, Como estos dos por medio de tu gente Pasaron, colorando el duro suelo Con la sangre Romana, que sacaban Sus espadas do quiera que llegaban. Queda Fabricio traspasado el pecho, Abierta la cabeza tiene Oracio, Olmida ya perdió el brazo derecho, Y de vivir le queda poco espacio. Fuele ansi mismo poco de provecho La ligereza al valeroso Estacio, Pues el correr al Numantino fuerte Fue abreviar el camino de su muerte. Con presta ligereza discurriendo Iban de tienda en tienda; hasta que hallaron Un poco de bizcocho, el qual cogieron; El paso y no el furor atras volvieron; El uno dellos se escapó huyendo, Al otro mil espadas le acabaron, Por donde infiero que la hambre ha sido Quien les dió atrevimiento tan subido. CIPION. Si estando deshambridos y encerrados Muestran tan demasiado atrevimiento, Qué hicieran siendo libres, y enterados En sus fuerzas primeras y ardimiento? Indomitos, al fin sereis domados, Porque contra el furor vuestro violento Se tiene de poner la industria nuestra, Que de domar soberbios es maestra. _Entrase_ CIPION _y los suyos, y luego tocase al arma en la ciudad, y al rumor sale_ MORANDRO _herido y lleno de sangre, con una cestilla blanca en el brazo izquierdo con algun poco de vizcocho ensangrentado, y dice:_ MORANDRO. No vienes, Leoncio, di? Qué es esto, mi dulce amigo? Si tú no vienes conmigo, Cómo vengo yo sin tí? Amigo, qué? te has quedado? Amigo, qué? te quedaste? No eres tú el que me dexaste, Sino yo el que te he dexado! Qué es posible que ya dan Tus carnes despedazadas Señales averiguadas De lo que cuesta este pan! Y es posible que la herida Que á tí te dexó difunto, En aqueste instante y punto No me quitó á mí la vida! No quiso el hado cruel Acabarme en paso tal Por hacerme á mí mas mal, Y hacerte á tí mas bien! Tú enfin llevarás la palma De mas verdadero amigo, Yo á desculparme contigo Enviaré bien presto el alma: Y tan presto, que el afan A morir me llama y tira, En dando á mi dulce Lira Este tan amargo pan: Pan ganado de enemigos, Pero no ha sido ganado, Sino con sangre comprado De dos sin ventura amigos. _Sale_ LIRA _con alguna ropa, como que la lleva á quemar, y dice:_ LIRA. Qué es esto que ven mis ojos! MORANDRO. Lo que presto no verán Segun la priesa se dan De acabarme mis enojos: Ves aqui, Lira; cumplida Mi palabra y mis porfias De que tú no moririas Mientras yo tuviese vida. Y aun podré mejor decir Que presto vendrás á ver Que á tí sobrará el comer, Y á mí faltará el vivir. LIRA. Qué dices, Morandro amado? MORANDRO. Lira, que acortes la hambre, Entretanto que la estambre De mi vida corta el hado. Pero mi sangre vertida Y con este pan mezclada, Te ha de dar, mi dulce amada, Triste y amarga comida. Ves aqui el pan que guardaban Ochenta mil enemigos, Que cuesta de dos amigos Las vidas que mas amaban. Y porque lo entiendas cierto Y quanto tu amor merezco, Ya yo, señora, perezco, Y Leoncio ya está muerto. Mi voluntad sana y justa Recibela con amor, Que es la comida mejor Y de que el alma mas gusta. Y pues en tormenta y calma Siempre has sido mi señora, Recibe este cuerpo agora Como recibiste el alma. _Caese muerto, y cogele en las faldas_ LIRA. LIRA. Morandro? dulce bien mio? Qué sentis, ó qué teneis? Cómo tan presto perdeis Vuestro acostumbrado brio? Mas ay triste sin ventura! Que ya está muerto mi esposo! O caso el mas lastimoso Que se vió en la desventura! Quién os hizo, dulce amado, Con valor tan excelente, Enamorado valiente, Y soldado desdichado? Hicistes una salida, Esposo mio, de suerte, Que por escusar mi muerte Me haveis quitado la vida! O pan de la sangre lleno Que por mí se derramó. No te tengo en cuenta yo De pan, sino de veneno! No te llegaré á mi boca Por poderme sustentar, Si ya no es para besar Esta sangre que te toca. _A este punto ha de entrar un muchacho hablando desmayadamente, el qual es_ HERMANO _de_ LIRA. HERMANO. Lira, hermana, ya espiró Mi padre, y mi madre está En terminos que ya, ya Morira qual muero yo. La hambre los ha acabado. Hermana mia, pan tienes? O pan, y quan tarde vienes Que ya no hay pasar bocado! Tiene la hambre apretada Mi garganta en tal manera, Que aunque este pan agua fuera, No pudiera pasar nada. Tomalo, hermana querida, Que por mas crecer mi afan, Veo que me sobra el pan Quando me falta la vida. _Caese muerto_. LIRA. Espiraste, hermano amado? Ni aliento ni vida tiene: Bien es el mal quando viene Sin venir acompañado! Fortuna, por qué me aquejas Con un daño y otro junto? Y por qué en un solo punto Huerfana y viuda me dexas? O duro esquadron Romano! Cómo me tiene tu espada De dos muertos rodeada, Uno esposo y otro hermano! A qual volveré la cara En este trance importuno, Si en la vida cada uno Fue prenda del alma cara! Dulce esposo, hermano tierno, Yo os igualaré en quereros, Porque pienso presto veros En el cielo ó el infierno! En el modo de morir A entrambos he de imitar, Porque el hierro ha de acabar Y la hambre mi vivir! Primero dare á mi pecho Una daga que este pan, Que á quien vive con afan Es la muerte de provecho. Qué aguardo? cobarde estoy! Brazo, ya os haveis turbado? Dulce esposo, hermano amado, Esperadme que ya voy! _A este punto sale una_ MUGER _huyendo, y tras ella un_ SOLDADO NUMANTINO _con una daga en la mano para matarla_. MUGER. Eterno padre, Jupiter piadoso, Favorecedme en tan adversa suerte! SOLDADO. Aunque mas lleves vuelo presuroso Mi dura mano te ha de dar la muerte. _Entrase la_ MUGER _adentro, y dice_ LIRA LIRA. El hierro agudo, el brazo belicoso Contra mi, buen soldado, le convierte; Dexa vivir á quien la vida agrada, Y quitame la mia que me enfada. SOLDADO. Puesto que es el decreto del Senado Que ninguna muger quede con vida, Quál será el bravo pecho acelerado Que en ese hermoso vuestro dé herida? Yo, señora, no soy tan mal mirado Que me precie de ser vuestro homicida: Otra mano, otro hierro ha de acabaros, Que yo solo naci para adoraros. LIRA. Esa piedad que quies usar conmigo, Valeroso soldado, yo te juro Y al alto cielo pongo por testigo, Que yo la estimo por rigor muy duro: Tuvierate yo entonces por amigo Quando con pecho y animo seguro Este mio afligido traspasáras, Y de la amarga vida me priváras. Pero pues quies mostrarte piadoso Tan en daño, señor, de mi contento, Muestralo agora en que á mi triste esposo Demos el funeral, ultimo asiento: Tambien á este mi hermano, que en reposo Yace, ya libre del vital aliento: Mi esposo feneció por darme vida, De mi hermano la hambre fue homicida. SOLDADO. Hacer lo que me mandas está llano Con condicion que en el camino cuentes, Quién á tu amado esposo y caro hermano Truxo á los postrimeros accidentes. LIRA. Amigo, ya el hablar no está en mi mano. SOLDADO. Qué tan al cabo estas? qué tal te sientes? Lleva á tu hermano, pues que es menor carga, Y yo á tu esposo, que mas pesa y carga. _Salense llevando los dos cuerpos_. SCENA II. _Sale una muger armada, con un escudo en el brazo izquierdo, y una lancilla en la mano, que significa la_ GUERRA, _trae consigo á la_ ENFERMEDAD, _arrimada á una muleta, y rodeada de paños la cabeza, con una mascara amarilla, y la_ HAMBRE _saldrá vestida con una ropa de bocací amarillo, y una mascara amarilla ó descolorida: pueden estas figuras hacellas hombres, pues llevan mascaras_. GUERRA. Hambre y Enfermedad, executoras De mis terribles mandos y severos, De vidas y salud consumidoras, Con quien no vale ruego, mando, ó fueros, Pues ya de mi intencion sois sabidoras, No hay para que de nuevo encareceros De quanto gusto me será y contento, Que luego, luego, hagais mi mandamiento: La fuerza incontrastable de los hados, Cuyos efectos nunca salen vanos, Me fuerza á que de mí sean ayudados Estos sagaces milites Romanos, Ellos serán un tiempo levantados, Y abatidos tambien estos Hispanos; Pero tiempo vendrá en que yo me mude, Y dañe al alto, y al pequeño ayude Que yo que soy la poderosa Guerra, De tantas madres detestada en vano, Aunque quien me maldice, á veces yerra, Pues no sabe el valor desta mi mano, Sé bien que en todo el orbe de la tierra Sere llevada del valor Hispano, En la dulce sazon que esten reynando Un Carlos, un Filipo, y un Fernando. ENFERMEDAD. Si ya la Hambre, nuestra amiga fida, No tuviera tomado con instancia A su cargo, de ser fiera homicida De todos quantos viven en Numancia, Fuera de mí tu voluntad cumplida, De modo que se viera la ganancia Facil y rica que el Romano huviera, Harto mejor de aquella que se espera. Mas ella, en quanto su poder alcanza, Ya tiene tal al pueblo Numantino Que de esperar alguna buena andanza Le ha tomado las sendas y el camino; Mas del furor la rigurosa lanza, Y la influencia del contrario signo Le trata con tan aspera violencia, Que no es menester hambre ni dolencia. El furor y la rabia, tus sequaces, Han tomado en sus pechos tal asiento, Que qual si fuese de Romanas haces, Cada qual de su sangre está sediento. Muertes, incendios, iras, son sus paces, En el morir han puesto su contento, Y por quitar el triunfo á los Romanos, Ellos mesmos se matan con sus manos. HAMBRE. Volved los ojos, y vereis ardiendo De la ciudad los encumbrados techos, Escuchad los suspiros que saliendo Van de mil tristes lastimados pechos; Oid la voz y lamentable estruendo De bellas damas, á quien, ya deshechos Los tiernos miembros en ceniza y fuego, No valen padre, amigo, amor, ni ruego. Qual suelen las ovejas descuidadas, Siendo del fiero lobo acometidas, Andar aqui y alli descarriadas Con temor de perder las simples vidas: Tal niños y mugeres delicadas, Huyendo las espadas homicidas Andan de calle en calle, ó hado insano! Su cierta muerte dilatando en vano. Al pecho de la amada nueva esposa Traspasa del esposo el hierro agudo, Contra la madre, ó nunca vista cosa! Se muestra el hijo de piedad desnudo: Y contra el hijo el padre con rabiosa Clemencia levantando el brazo duro, Rompe aquellas entrañas que ha engendrado, Quedando satisfecho y lastimado. No hay plaza, no hay rincon, no hay calle ó casa Que de sangre y de muertos no esté llena, El hierro mata, el duro fuego abrasa, Y el rigor ferocisimo condena: Presto vereis, que por el suelo rasa Está la mas subida y alta almena, Y las casas y templos mas crecidos En polvo y en ceniza convertidos. Venid, vereis que en los amados cuellos De tiernos hijos y muger querida, Teogenes afila y prueba en ellos De su espada el cruel corte homicida, Y como ya despues de muertos ellos Estima en poco la cansada vida, Buscando de morir un modo estraño Que causó con el suyo mas de un daño. GUERRA. Vamos pues, y ninguno se descuide De executar por eso aqui su fuerza, Y á lo que digo solo atienda y cuide, Sin que de mi intencion un punto tuerza. _Vanse_. SCENA III. _Sale_ TEOGENES _con dos_ HIJOS _pequeños y una hija y su_ MUGER. TEOGENES. Quando el paterno amor no me detiene De executar la furia de mi intento, Considerad, mis hijos, qual me tiene El zelo de mi honroso pensamiento! Terrible es el dolor que se previene Con acabar la vida en fin violento, Y mas el mio, pues al hado plugo Que yo sea de vosotros cruel verdugo. No quedareis, ó hijos de mi alma, Esclavos, ni el Romano poderio Llevará de vosotros triunfo ó palma, Por mas que á sujetarnos alce el brio; El camino mas llano que la palma De nuestra libertad el cielo pio Nos ofrece, nos muestra y nos advierte, Que solo está en las manos de la muerte. Ni vos, dulce consorte amada mia, Os vereis en peligro que Romanos Pongan en vuestro pecho y gallardia Los vanos ojos, y las torpes manos! Mi espada os sacará desta agonia, Y hará que sus intentos salgan vanos, Pues por mas que codicia los atiza, Triunfarán de Numancia en la ceniza. Yo soy, consorte amada, el que primero Di el parecer que todos pereciesemos Antes que al insufrible desafuero Del Romano poder sujetos fuesemos, Y en el morir no pienso ser postrero, Ni lo serán mis hijos. MUGER. Si pudiesemos Escaparnos, señor, por otra via, El cielo sabe si me holgaria; Mas pues no puede ser segun yo veo, Y está ya mi muerte tan cercana, Lleva de nuestras vidas tú el trofeo, Y no la espada perfida Romana, Mas pues que he de morir, morir deseo En el sagrado templo de Diana: Alla nos lleva, buen señor, y luego Entreganos al hierro, al lazo y fuego. TEOGENES. Ansi se haga, y no nos detengamos, Que ya á morir me incita el triste hado. HIJO. Madre, porqué llorais? adónde vamos? Teneos, que andar no puedo de cansado, Mejor será, mi madre, que comamos, Que la hambre me tiene fatigado. MADRE. Ven en mis brazos, hijo de mi vida, Do te daré la muerte por comida. _Vanse luego, y salen dos muchachos huyendo, y el uno de ellos ha de ser el que se arroja de la torre, que se llama_ VIRIATO, _y el otro_ SERVIO. VIRIATO. Por dónde quieres que huyamos, Servio? SERVIO. Yo por do quisieres. VIRIATO. Camina, qué floxo eres! Tú ordenas que aqui muramos. No ves, triste, que nos siguen Mil hierros para matarnos? SERVIO. Imposible es escaparnos De aquellos que nos persiguen; Mas dí, qué piensas hacer? O qué medio hay que nos cuadre? VIRIATO. A una torre de mi padre Me pienso ir á esconder. SERVIO. Amigo, bien puedes irte, Que yo estoy tan flaco y laso De hambre, que un solo paso No puedo dar ni seguirte. VIRIATO. Qué, no quies venir? SERVIO. No puedo. VIRIATO. Si no puedes caminar, Ahi te havrá de acabar La hambre, la espada, ó miedo. Y voime, porque ya temo Lo que el vivir desbarata, O que la espada me mata, O que en el fuego me quemo. _Vase y sale_ TEOGENES _con dos espadas desnudas, y ensangrentadas las manos, y como_ SERVIO _le ve venir, huyese y entrase dentro_. TEOGENES. Sangre de mis entrañas derramada, Pues sois aquella de los hijos mios: Mano contra ti mesma acelerada, Llena de honrosos y crueles brios: Fortuna en daño nuestro conjurada: Cielos de justa piedad vacios, Ofrecedme en tan dura amarga suerte Alguna honrosa aunque cercana muerte! Valientes Numantinos, haced cuenta Que yo soy algun perfido Romano, Y vengad en mi pecho vuestra afrenta, Ensangrentando en él la espada y mano. _Arroja la una espada de la mano_. Una de estas espadas os presenta Mi airada furia, mi dolor insano, Que muriendo en batalla no se siente Tanto el rigor del ultimo acidente: Y el que privare del vital sosiego Al otro, por señal de beneficio Entregue el desdichado cuerpo al fuego, Que este será bien piadoso oficio. Venid, qué os deteneis? acudid luego, Haced ya de mi vida sacrificio, Y esa terneza que teneis de amigos, Volved en rabia fiera de enemigos. _Un_ NUMANTINO. A quién, fuerte Teogenes, invocas? Qué nuevo modo de morir procuras? Paraqué nos incitas y provocas A tantas desiguales desventuras? TEOGENES. Valiente Numantino, sino apocas Con el miedo tus bravas fuerzas duras, Toma esa espada, y matate conmigo Ansi como si fuese tu enemigo, Que esta manera de morir me aplace En este trance mas que no otra alguna. NUMANTINO. Tambien á mí me agrada y satisface, Pues que lo quiere ansi nuestra fortuna; Mas vamos á la plaza adonde yace La hoguera á nuestras vidas importuna, Porque el que alli venciere, pueda luego Entregar el vencido al duro fuego. TEOGENES. Bien dices, y camina, que se tarda El tiempo de morir como deseo, Ora me mate el hierro, ó el fuego me arda, Que gloria nuestra en qualquier muerte veo. _Entrase_. SCENA IV. CIPION, JUGURTA, QUINTO FABIO, _y_ GAYO MARIO, _y algunos soldados Romanos_. CIPION. Si no me engaña el pensamiento mio, O salen mentirosas las señales, Que haveis visto en Numancia, del estruendo Y lamentable son, y ardientes llamas, Sin duda alguna que recelo y temo Que el barbaro furor del enemigo Contra su propio pecho no se vuelva: Ya no parece gente en la muralla, Ni suenan las usadas centinelas, Todo está en calma y en silencio puesto Como si en paz tranquila y sosegada Estuviesen los fieros Numantinos. GAYO MARIO. Presto podrás salir de aquesa duda, Porque si tu lo quieres, yo me ofrezco De subir sobre el muro, aunque me ponga Al riguroso trance que se ofrece, Solo por ver aquello que en Numancia Hacen nuestros soberbios enemigos. CIPION. Arrima pues, ó Mario, alguna escala A la muralla, y haz lo que prometes. GAYO MARIO. Id por la escala luego, y vos, Ermilio, Haced que mi rodela se me traiga, Y la celada blanca de las plumas, Que á fe que tengo de perder la vida, O sacar desta duda al campo todo. ERMILIO. Ves aqui la rodela y la celada, La escala vesla alli la trae Olimpio. GAYO MARIO. Encomendadme á Jupiter inmenso, Que yo voi á cumplir lo prometido. CIPION. Alza mas alta la rodilla, Mario, Y encoje el cuerpo, y cubre la cabeza: Animo, que ya llegas á lo alto. Qué ves? GAYO MARIO. O santos dioses! y qué es esto? JUGURTA. De qué te admiras? GAYO MARIO. De mirar de sangre Un roxo lago, y de ver mil cuerpos Tendidos por las calles de Numancia. CIPION. Qué no hay ninguno vivo? GAYO MARIO. Ni por pienso; A lo menos ninguno se me ofrece En todo quanto alcanzo con la vista. CIPION. Salta pues dentro, y miralo bien todo. _Salta_ GAYO MARIO _en la ciudad_. Siguele tu tambien, Jugurta, amigo; Mas sigamosle todos. JUGURTA. No conviene Al oficio que tienes esta impresa, Sosiega el pecho, buen señor, y espera Que Mario vuelva ó yo con la respuesta De lo que pasa en la ciudad soberbia: Tened bien esa escala. O cielos justos! Y quan triste espectáculo y horrendo Se me ofrece á la vista! ó caso estraño! Caliente sangre baña todo el suelo: Cuerpos muertos ocupan plaza y calles: Dentro quiero saltar y verlo todo. _Salta_ JUGURTA _en la ciudad, y dice_ QUINTO FABIO. QUINTO FABIO. Sin duda que los fieros Numantinos Del barbaro furor suyo incitados, Viendose sin remedio de salvarse, Antes quisieron entregar las vidas Al filo agudo de sus propios hierros, Que no á las vencedoras manos nuestras Aborrecidas dellos lo posible. CIPION. Con uno solo que quedase vivo No se me negaria el triunfo en Roma De haver domado esta nacion soberbia Enemiga mortal de nuestro nombre, Constante en su opinion, presta, arrojada Al peligro mayor y duro trance, De quien jamas se alabará Romano Que vió la espalda vuelta al Numantino, Cuyo valor, cuya destreza en armas Me forzó con razon á usar el medio De encerrarlos qual fieras indomables, Y triunfar dellos con industria y maña, Pues era con las fuerzas imposible. Pero ya me parece vuelve Mario. GAYO MARIO _torna á salir por las murallas, y dice:_ GAYO MARIO. En valde, ilustre General prudente, Han sido nuestras fuerzas ocupadas, En valde te has mostrado diligente, Pues en humo y en viento son tornadas Las ciertas esperanzas de victoria, De tu industria contino aseguradas: El lamentable fin y triste historia De la ciudad invicta de Numancia, Merece ser eterna la memoria. Sacado han de su pérdida ganancia, Quitado te han el triunfo de las manos, Muriendo con magnanima constancia. Nuestros disignios han salido vanos, Pues ha podido mas su honroso intento, Que toda la potencia de Romanos. El fatigado pueblo en fin violento Acabó la miseria de su vida, Dando triste remate al largo cuento. Numancia está en un lago convertida De roxa sangre y de mil cuerpos llena, De quien fue su rigor propio homicida: De la pesada y sin igual cadena Dura de esclavitud se han escapado Con presta audacia de temor agena. En medio de la plaza levantado Está un ardiente fuego temeroso, De sus cuerpos y haciendas sustentado. A tiempo llegué á verle, que el furioso Teogenes, valiente Numantino, De fenecer su vida deseoso, Maldiciendo su corto amargo signo, En medio se arrojaba de la llama Lleno de temerario desatino. Y al arrojarse, dixo: ó clara fama, Ocupa aqui tus lenguas y tus ojos En esta hazaña que á cantar te llama! Venid, Romanos, ya por los despojos Desta ciudad en polvo y humo envueltos, Y sus flores y frutos en abrojos. De alli con pies y pensamientos sueltos Gran parte de la tierra he rodeado, Por las calles y pasos mal revueltos, Y á un solo Numantino no he hallado Que poderte traer vivo siquiera Para que fueras dél bien informado Por qué ocasion, de qué suerte ó manera Cometieron tan grande desvario, Apresurando la mortal carrera. CIPION. Estaba por ventura el pecho mio De barbara arrogancia y muertes lleno, Y de crueldad justisima vacio? Es por ventura de mi condicion ageno Usar benignidad con el rendido, Como conviene al vencedor que es bueno? Mal por cierto tenìades conocido El valor en Numancia de mi pecho, Para vencer y perdonar nacido. QUINTO FABIO. Jugurta te hará mas satisfecho, Señor, de aquello que saber deseas, Que vesle vuelve lleno de despecho. _Torna_ JUGURTA _por la mesma muralla_. JUGURTA. Prudente General, en vano empleas Mas aqui tu valor, vuelve á otra parte La industria sin igual de que te arreas. No hay en Numancia cosa en que ocuparte, Todos son muertos ya, solo uno creo Que queda vivo, para el triunfo darte. Alli en aquella torre, segun veo, Alli denantes un muchacho estaba, Turbado en vista, y de gentil arreo. CIPION. Si eso fuese verdad, eso bastaba Para triunfar en Roma de Numancia, Que es lo que mas agora deseaba. Lleguemonos allá, y haced instancia Como el muchacho vuelva á nuestras manos Vivo, que es lo que agora es de importancia. VIRIATO _desde la torre_. Dónde venis? ó qué buscais, Romanos? Si en Numancia quereis entrar por suerte, Hareislo sin contraste á pasos llanos. Pero mi lengua desde aqui os advierte Que yo las llaves mal guardadas tengo Desta ciudad, de quien triunfó la muerte. CIPION. Por esas, joven, deseoso vengo, Y mas de que tu hagas experiencia Si en este pecho piedad sostengo. VIRIATO. Tarde, cruel, ofreces tu clemencia, Pues no hay en quien usarla, que yo quiero Pasar por el rigor de la sentencia. Que consuelo amargo lastimero De mis padres y patria tan querida Causó el ultimo fin terrible y fiero. QUINTO FABIO. Dime, tienes por suerte aborrecida, Ciego de un temerario desvario, Tu floreciente edad, tu tierna vida? CIPION. Templa, pequeño joven, templa el brio Y subjeta el valor tuyo y pequeño Al mayor de mi honroso poderio. Que desde aqui te doy mi fe, y empeño Mi palabra, que solo de ti seas Tú mismo el propio y conocido dueño. Y que de ricas joyas y preseas Vivas lo que vivieres, abastado, Como yo podré darte, y tu deseas, Si á mi te entregas, y te das de grado. VIRIATO. Todo el furor de quantos ya son muertos En este pueblo, en polvo reducido, Todo el huir los pactos y conciertos, Ni el dar á sujecion jamas oido, Sus iras y rencores descubiertos Está en mi pecho todo junto unido; Yo heredé de Numancia todo el brio, Ved si pensar vencerme es desvario. Patria querida, pueblo desdichado, No temas ni imagines que delire De lo que debo hacer en ti engendrado, Ni que promesa ó miedo me retire, Ora me falte el suelo, el cielo, el hado, Ora á vencerme todo el mundo aspire, Que imposible será que yo no haga A tu valor la merecida paga. Que si á esconderme aqui me truxo el miedo De la cercana y espantosa muerte, Ella me sacará con mas denuedo, Con el deseo de seguir tu suerte; Del vil temor pasado, como puedo Haré ahora la enmienda osado y fuerte, Y el error de mi edad tierna inocente Pagaré con morir osadamente. Yo os aseguro, ó fuertes ciudadanos, Que no falte por mí la intencion vuestra De que no triunfen perfidos Romanos, Si ya no fuere de ceniza nuestra. Saldrán conmigo sus intentos vanos, Ora levanten contra mí su diestra, O me asesaren con promesa cierta, A vida y á regalos, ancha puerta. Teneos, Romanos, sosegad el brio, Y no os canseis en asaltar el muro, Que aunque fuera mayor el poderio Vuestro, de no vencerme os aseguro. Pero muestrese ya el intento mio, Y si ha sido el amor perfecto y puro Que yo tuve á mi patria tan querida, Asegurelo luego esta caida. _Aqui se arroja de la torre, y dice_ CIPION. CIPION. O nunca vista memorable hazaña, Dina de anciano y valeroso pecho, Que no solo á Numancia, mas á España Has adquerido gloria en este hecho! Con tu viva virtud, y heroica, estraña Queda muerto y perdido mi derecho: Tú con esta caida levantaste Tu fama, y mis victorias derribaste. Que fuera aun viva, y en su ser Numancia Solo porque vivieras, me holgara, Que tu solo has llevado la ganancia Desta larga contienda, ilustre y rara. Lleva pues, niño, lleva la jactancia, Y la gloria que el cielo te prepara, Por haver, derribandote, vencido Al que subiendo queda mas caido. _Suena una trompeta, y sale la_ FAMA. FAMA. Vaya mi clara voz de gente en gente, Y en dulce y suavisimo sonido Llene las almas de un deseo ardiente De eternizar un hecho tan subido. Alzad, Romanos, la inclinada frente, Llevad de aqui este cuerpo, que ha podido En tan pequeña edad arrebataros El triunfo que pudiera tanto honraros: Que yo que soy la Fama pregonera, Tendré cuidado, enquanto el alto cielo Moviere el paso en la subida esfera, Dando fuerza y vigor al baxo suelo, De publicar con lengua verdadera, Con justo intento, y presuroso vuelo El valor de Numancia, unico y solo, De Batro á Tile, y de uno al otro Polo. Indicio ha dado esta no vista hazaña Del valor que en los siglos venideros Tendrán los hijos de la fuerte España, Hijos de tales padres herederos: No de la muerte la feroz guadaña, Ni los cursos de tiempos tan ligeros Harán que de Numancia yo no cante El fuerte brazo y animo constante: Hallo sola en Numancia todo quanto Debe con justo titulo cantarse Y lo que puede dar materia al canto, Para poder mil siglos ocuparse La fuerza no vencida, el valor tanto, Dino de en prosa y verso celebrarse, Mas pues de esto se encarga mi memoria, Dese feliz remate á nuestra historia. _FIN DE LA TRAGEDIA_. _EL TRATO DE ARGEL_ COMEDIA DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA INTERLOCUTORES. AURELIO. SEBASTIAN. SAAVEDRA. PEDRO ALVAREZ. FRANCISCO Y JUAN: _muchachos_. SU PADRE Y MADRE. SILVIA. _Todos cautivos_. FATIMA, Y ZARA: _moras_. LA NECESIDAD. LA OCASION. UN DEMONIO. IZUF: _Rey de Argel, moro_. BAYRAN: _moro_. OTRO MORO. UN CAUTIVO, _que se va_. DOS MERCADERES. UN PREGONERO. UN LEON. JORNADA I. AURELIO, FATIMA, ZARA, SAAVEDRA, SEBASTIAN, PEDRO ALVAREZ, _cautivos todos tres_. AURELIO. Triste y miserable estado, Dura esclavitud amarga, Donde es la pena tan larga Quan corto el bien y abreviado! O purgatorio en la vida, Infierno puesto en el mundo, Mal que no tiene sigundo, Estrecho do no hay salida, Cifra de quanto dolor Se reparte en los dolores, Daño, que entre los mayores Se ha de tener por mayor, Necesidad increible, Muerte creible y palpable, Trato misero intratable, Mal visible é invisible, Toque, que nuestra conciencia Descubre si es valerosa, Pobre vida trabajosa, Retrato de penitencia! Callese aqueste tormento, Que segun me es enemigo No llegará lo que digo A un punto de lo que siento. Ponderese mi dolor Con decir, bañado en lloros, Que mi cuerpo está entre moros, Y el alma en poder de amor. Del cuerpo y alma es mi pena, El cuerpo ya veis qual va, El alma rendida está A la amorosa cadena. Pense yo que no tenia Amor poder entre esclavos; Mas en mí sus recios clavos Muestra mas su gallardìa. Qué buscas en la miseria, Amor, de gente cautiva? Dexala que muera ó viva Con su pobreza y laceria. No ves que el hilo se corta De esa tu amorosa estambre Aqui con sed y con hambre A la larga ó á la corta? Mas creo, pues no has querido Olvidarme en este estrecho, Que has visto sano mi pecho, Aunque tan roto el vestido. Desde agora claro entiendo Que el poder que en tí se encierra, Abraza el cielo y la tierra, Y mas que no comprehendo. Una cosa te pidiera, Si en esa tu condicion Una sombra de razon Por entre mil sombras viera, Y es, que pues fuiste la causa De acabarme y destruirme, En el contino herirme Hagas un momento pausa. Yo no te pido que salgas De mi pecho, pues no puedes, Antes te pido que quedes, Y en este trance me valgas. Del lugar do me pusiste, Me procuran derribar: Pero quién podrá acabar Lo que una vez, tú, subiste? Ya viene Zara y su arenga. Ay enfadosa porfia! Como que me falte el dia Antes que la noche venga! Valedme, Silvia, bien mio, Que si vos me dais ayuda, De guerra mas ardua y cruda Llevar la palma confio. ZARA. Aurelio? AURELIO. Señora mia? ZARA. Si tú por tal me tuvieses, A fe que luego hicieses Lo que ruego, sin porfia. AURELIO. Lo que tu quieres, yo quiero, Porque al fin, te soi esclavo. ZARA. Esas palabras alabo, Mas tus obras vitupero. AURELIO. Quál ha sido por mí hecha Que en ella no te complaces? ZARA. Aquellas que no me haces, Me tienen mal satisfecha. AURELIO. Señora, no paro mas: Por agua me parto luego. ZARA. Otra agua pide mi fuego Que no la que tu trairás. No te vayas, está quedo. AURELIO. De leña hay falta en la casa. ZARA. Basta la que á mi me abrasa. AURELIO. Mi amo. ZARA. No tengas miedo. AURELIO. Dexame, señora, ir, Que vendrá Izuf mi señor. ZARA. Quien queda con tanto amor, Mal te dexará partir. AURELIO. No hay para que mas porfies: Señora, dexame ya. ZARA. Aurelio, llegate acá. AURELIO. Mejor es que te desvies. ZARA. Ansi, Aurelio, me despides? AURELIO. Antes te hago favor, Si con el compas de amor Lo compasas y lo mides. No miras que soi christiano Con suerte y desdicha mala? ZARA. El amor todo lo iguala, Dame, por señas la mano. FATIMA. Zara, señora mía, Digote que me he admirado, Mirando lo que ha pasado Tu altivez y fantasia: Ver, por cierto es gentil cosa Indigna de ser notada, De un cristiano enamorada Una mora tan hermosa; Y lo que mas llega al cabo Tu aficion tan sin medida Es de ver que estás rendida A un cristiano que es tu esclavo. Y monta que corresponde El galan á lo que quieres: Perdoname, fragil eres. ZARA. Dónde vas? FATIMA. Bien sé yo adonde. ZARA. Dulce amiga verdadera, Lo que dices no lo niego; Mas qué haré? que amor es fuego Y mi voluntad es cera. Y puesto que el daño veo Y el fin do habré de parar, Imposible es contrastar Las fuerzas de mi deseo. Vuelve tu lengua é intento A combatir esta roca, Que no será gloria poca Gozar de su vencimiento. FATIMA. Quiero en esto complacerte, Pues al fin puedes mandarme. Cristiano, vuelve á mirarme, Que no es mi rostro de muerte. AURELIO. Mas que muerte me causais Con vuestros inducimientos; Dexame con mis tormentos, Porque en vano trabajais. FATIMA. No veis como se retira El bravo en su pundonor: Ansi entiende él del amor Como el asno de la lira. AURELIO. Cómo quieres que yo entienda De amor en esta cadena? ZARA. Eso no te cause pena, Que luego se hará la enmienda: Las dos te la quitaremos. AURELIO. Muy mijor será dexalla, Que no quiero con quitalla Pasar de un estremo á estremo. FATIMA. A qué estremo pasarás? AURELIO. Quitando al cuerpo este hierro, Cairé en otro mayor yerro, Que al alma lastime mas. FATIMA. Almas teneis los cristianos? AURELIO. Sí, y tan ricas y estremadas, Quanto por Dios rescatadas. FATIMA. Qué! son pensamientos vanos. Pero si almas teneis, De diamante es su labor, Pues en la fragua de amor Muy mas os endureceis. Aurelio, resolucion: Ten cuenta en lo que te digo, No quieras ser tan amigo De tu ostinada opinion. Ya te ves sin libertad, Entre hierros apretado, Pobre, desnudo, cansado, Lleno de necesidad, Sujeto á mil desventuras, A palos, á bofetones, A mazmorras, á prisiones Donde estás de dia á escuras. Libertad se te promete, Los hierros te quitarán, De paño te vestirán, No hay temor de oscuro brete. Cuzcuz, pan blanco á comer, Gallinas en abundancia, Y aun havrá vino de Francia, Si vino quieres beber. No te piden lo imposible, Ni trabajos demasiados, Sino blandos, regalados, Dulces lo mas que es posible. Goza de la coyuntura Que se te pone delante, No hagas del inorante, Pues muestras tener cordura. Mira tu señora Zara, Y lo mucho que merece, Mira que al sol escurece La luz de su rostro clara. Contempla su juventud, Su riqueza, nombre y fama, Mira bien que agora llama A tu puerta la salud. Considera el interes Que en hacer esto te toca, Que hay mil que pondrán la boca Donde ella pone los pies. AURELIO. Has dicho, Fatima? FATIMA. Sí. AURELIO. Quiéres que responda yo? FATIMA. Responde. AURELIO. Digo que no. ZARA. Ay Ala! qué es lo que oí? AURELIO. Yo digo que no conviene Pedirme lo que pedís, Porque muy poco advertís El peligro que contiene. FATIMA. Qué peligro puede haver, Queriéndolo tu señora? AURELIO. La ofensa, que siendo mora A Mahoma viene á hacer. ZARA. Dexame ya con Mahoma, Que agora no es mi señor, Porque soy sierva de amor, Que el alma sujeta y doma. Echa ya el pecho por tierra, Y levantate á mi cielo. AURELIO. Señora, tengo un recelo Que me consume y atierra. FATIMA. Dí, qué recelas de mí? AURELIO. Señora, de que no veo Ningun atajo ó rodeo Como complacerte á tí. En mi ley no se recibe Hacer yo lo que me ordenas, Antes con muy graves penas Y amenazas se prohibe. Y aun si bautismo tuvieras, Siendo como eres casada, Fuera cosa harto escusada Si lo que pides pidieras. Por eso yo determino Antes morir, que hacer Lo que pide tu querer, Y en esto estaré contino. ZARA. Aurelio, estás en tu seso? AURELIO. Antes por estar en él, Soi para tí tan cruel. ZARA. Ay desdichado subceso! Es posible que tan poco Valgan mis ruegos contigo? FATIMA. Sin duda que este enemigo Es muy cuerdo, o es muy loco _Aparte._ Ruin, sin razón ni compas, Nacido de vil canalla, Pensabades ya triunfalla, Holgando sin mas ni mas? Necio, tanta fantasia Pensais que hablamos de veras? Antes de mal rayo mueras Primero que pase el dia. Conmigo las has de haber, Y de modo, que te aviso Que dirá el que nunca quiso: Mas me valiera querer. No estés, Zara, descontenta, Dexa el remedio en mi mano, Que á este falso cristiano, Yo le haré que se arrepienta. ZARA. No es bien que por mal se lleve. FATIMA. Ni bien llevallo por bien. ZARA. Cese, Aurelio, tu desden. FATIMA. Con eso el falso se atreve. Ve, señora, al aposento, Que en esta pena crecida O yo perderé la vida, O tu tendrás tu contento. _Vanse las moras, y queda_ AURELIO. AURELIO. Padre del cielo, en cuya fuerte diestra Está el gobierno de la tierra y cielo, Cuyo poder acá y allá se muestra Con amoroso, justo, y santo zelo; Si tu luz, si tu mano no me adiestra A salir deste caos, temo y recelo Que como el cuerpo está en prisión esquiva, Tambien el alma ha de quedar cautiva. Do estás, Silvia hermosa? qué distino, Qué fuerza insana de inplacable hado El curso de aquel prospero camino Tan sin causa y razon nos ha cortado? O estrella! ó suerte! ó fortuna! ó signo! Si alguno de vosotros ha causado Tamaña perdicion, desde aqui digo Que mil cuentos de veces os maldigo. Yo morire por lo que al alma toca, Antes de hacer lo que mi ama quiere. Firme he de estar qual bien fundada roca, Que en torno el viento y mar combate y hiere: Que sea mi vida mucha, que sea poca Importa poco, solo el que bien muere Puede decir que tuvo larga vida, Y el que mal, una muerte sin medida. _Entrase_ AURELIO, _y sale_ SAAVEDRA _y_ PEDRO ALVAREZ, _y_ SEBASTIAN _á su tiempo_. SAAVEDRA. En la veloz carrera apresuradas Las horas del ligero tiempo veo Contra mí con el cielo conjuradas. Queda atras la esperanza y no el deseo, Y ansi la vida de la muerte della El mal, el daño augmentan que poseo. Ay dura, iniqua, inexorable estrella! Como por los cabellos me has traido Al terrible dolor que me atropella! PEDRO ALVAREZ. El llanto en tales tiempos es perdido, Pues si llorando el cielo se ablandara, Ya le huvieran mis lagrimas movido. A la adversa fortuna alegre cara Debe mostrar el pecho generoso, Que á qualquier mal buen animo repara. SAAVEDRA. El cuello enflaquecido al trabajoso Yugo de esclavitud amarga puesto, Bien ves que á cuerpo y alma es peligroso; Y mas aquel que tiene presupuesto De dexarse morir, antes que pase Un punto al modo del vivir honesto. PEDRO ALVAREZ. Si acaso yo tus obras imitase, Forzoso me seria que al momento En brazos de la hambre me entregase. Bien sé que en el cautivo no hay contento, Mas no quiero crecer yo mi fatiga, Teniendo siempre en ella el pensamiento. A mi patrona tengo por amiga, Tratame qual me ves, huelgo y paseo, Cautivo soi, el que quisiere diga. SAAVEDRA. Triunfa, hermano, y goza ese trofeo, Que si por ser cautivo te hermoseas, Yo sé que es torpe, desgraciado y feo. PEDRO ALVAREZ. Hermano Saavedra, si te arreas De ser predicador, esta no es tierra Do alcanzarás el fruto que deseas. Dexate deso, escucha de la guerra Que el gran Felipe hace, nueva cierta, Y un poco el pesar de ti destierra. Dicen que una fragata de Biserta Llegó esta noche, y alli viene un cautivo Que ha dado vida á mi esperanza muerta. Quitole libertad el hado esquivo De Malaga pasando á Barcelona, Cautivólo Mamí, cosario altivo. En su manera muestra ser persona De calidad, y que es exercitado En el duro exercicio de Belona. Dice el numero cierto que ha pasado De soldados á España, forasteros, Sin los tres tercios nuestros que han baxado: Los Principes, señores, caballeros Que á servir á Filipo van de gana; Los naturales y los estrangeros. Y la muestra hermosisima lozana Que en Badajoz el Rey hacer pretende, De la pujanza de la union cristiana. Dicen en esto, que ninguno entiende El disignio del Rey, y el hablar desto El grande y el pequeño se defiende. SAAVEDRA. Rompeos ya, cielos, y inviadnos presto El librador de nuestra amarga guerra, Si ya en el suelo no le teneis puesto. Quando llegué vencido en esta tierra Tan nombrada en el mundo, que en su seno Tanto pirata encubre, acoge y cierra, No pude al llanto detener el freno: Que á pesar mio, sin saber lo que era, Me vi el marchito rostro de agua lleno, Ofreciendo á mis ojos la rivera, Y el monte, donde el grande Carlos tuvo Levantada en el ayre su bandera, Y el mar que tanto esfuerzo no sostuvo, Pues movido de invidia de su gloria, Airado entonces mas que nunca estuvo; Y estas cosas moviendo en mi memoria, Las lagrimas truxeron á los ojos, Forzadas de desgracia tan notoria. Pero si el alto cielo en darme enojos No está con mi ventura conjurado, Y aqui no lleva muerte mis despojos, Quando me vea en mas felice estado, O si la suerte, ó si el favor me ayuda A verme ante Filipo arrodillado, Mi temerosa lengua casi muda Pienso mover en la real presencia, De adulacion y de mentir desnuda, Diciendo: alto señor, cuya potencia Sugetas trae las barbaras naciones Al desabrido yugo de obediencia: A quien los negros indios con sus dones Reconocen honesto vasallage, Trayendo el oro acá de sus rincones, Despierte en tu real pecho coraje La desverguenza con que una bicoca Aspira de contino á hacerte ultraje. Su gente es mucha, mas su fuerza es poca, Desnuda, mal armada, que no tiene En su defensa fuerte, muro ó roca. Cada uno mira si tu armada viene, Para dar á los pies el cargo y cura De conservar la vida que sostiene. De la esquiva prisión amarga y dura, Adonde mueren quince mil cristianos, Tienes la llave de su cerradura. Todos de allá, qual yo, puestas las manos, Las rodillas por tierra, sollozando, Cercados de tormentos inhumanos, Poderoso señor, te están rogando Vuelvas los ojos de misericordia A los suyos, que están siempre llorando: Y pues te dexa agora la discordia, Que tanto te ha oprimido y fatigado, Y á mas andar te sigue la concordia, Haz, buen Rey, que sea por tí acabado Lo que con tanta audacia y valor tanto Fue por tu amado padre comenzado. Con solo ver que vas, pondrá un espanto A la barbara gente, que adivino Yo desde aqui su perdida y quebranto. Quién dubda que el real pecho benigno No se muestre, en oyendo la tristeza Donde están estos miseros contino? Mas ay! como se muestra la baxeza De mi tan rudo ingenio, pues pretendo Hablar tan baxo ante tan alta alteza. Mas la ocasion es tal, que me defiende. Mas á todo silencio poner quiero, Que temo que mi platica te ofende, Y al trabajo me llaman, á do muero. _Sale_ SEBASTIAN, _Cautivo_. SEBASTIAN. Hase visto cosa igual? Hay tierra tan sin concordia, Do falta misericordia, Y sobra la crueldad? Donde se hallará disculpa De maldad tan insolente, Que pague el que es inocente, Por el que tuvo la culpa? O cielos! qué es lo que he visto! Este sí que es pueblo injusto, Donde se tiene por gusto Matar los siervos de Cristo. O España! patria querida, Mira qual es nuestra suerte, Que si allá das justa muerte, Quitan acá justa vida. PEDRO ALVAREZ. Sebastian, dinos que tienes, Que hablas razones tales? SEBASTIAN. Una infinidad de males, Y una pobreza de bienes. SAAVEDRA. En ser, como eres esclavo, Se encierra todo dolor. SEBASTIAN. Otra pena muy mayor Me tiene á mí tan al cabo. PEDRO ALVAREZ. De donde puede causarse La pena que dices brava? SEBASTIAN. De una vida que hoy se acaba, Para jamas acabarse. Ya sabeis que aqui en Argel Se supo como en Valencia Murió por justa sentencia Un morisco de Sargel. Digo que en Sargel vivia, Puesto que era de Aragon, Y al olor de su nacion Pasó el perro á Berberia: Y aqui cosario se hizo Con tan prestas crueles manos, Que con sangre de cristianos La suya bien satisfizo. Andando en corso, fue preso, Y como fue conocido, Fue en la Inquisicion metido, Do le formaron proceso, Y alli se le averiguó Como siendo bautizado, De Cristo havia renegado, Y en Africa se pasó: Y que por su industria y mañas, Traidores tratos esquivos Havian sido cautivos Mas de seiscientos cristianos. Y como se le probaron Tantas maldades y errores, Los justos Inquisidores Al fuego le condenaron. Supose del moro acá, Y la muerte que le dieron, Porque luego lo escribieron Los moriscos que hay allá. La triste nueva sabida Por los parientes del muerto, Juran y hacen concierto De dar al fuego otra vida. Buscaron luego un cristiano Para pagar este escote, Y hallaronlo sacerdote, Y de nacion Valenciano. Pidieron este á gran priesa Para executar su hecho, Porque vieron que en el pecho Traia la cruz de Montesa. La qual señal de victoria Que le cupo en buena suerte, Si en el suelo le dió muerte, En el cielo le dió gloria. Porque esta gente sin luz, Que en él tal señal han visto, Pensando matar á Cristo Matan al que trae su cruz. A su amo le compraron, Y aunque eran pobres, á un punto El dinero todo junto De limosna le allegaron. En nuestro pueblo cristiano Por Dios se pide á la gente, Para sanar al doliente, No para matar al sano. Mas entre esta descreida Gente y maldito lugar, No piden para sanar, Mas para quitar la vida. Hoy en poder de sayones He visto al siervo de Dios No solamente entre dos, Pero entre dos mil ladrones. Iba el sacerdote justo, Entre injusta gente puesto, Marchito y humilde el gesto, A morir por Dios con gusto. Todo el pueblo se desvela En darle penas dobladas, Qual le da mil bofetadas, Qual sus blancas canas pela. Las manos que á Dios tuvieron Mil veces, hoy son tenidas De dos sogas retorcidas, Con que atras se las asieron. Al yugo de otro cordel, El humilde cuello lleva, Haciendo mil moros prueba, Quanto pueden tirar del. A ningun lado miraba Que descubra un solo amigo, Que todo el pueblo enemigo Entorno le rodeaba. Con voluntad tan dañada Procuran su pena y lloro, Que se tuvo por mal moro, Quien no le dió bofetada. A la marina llegaron Con la victima inocente, Do con barbaria insolente A una ancora le ligaron. Dos ancoras á una mano Vi yo alli en contrario zelo, Una de hierro en el suelo, Y otra de fe en el cristiano. Y la una á la otra asida, La de hierro se convierte En dar cruda y presta muerte, La de fe en dar larga vida. Ved si es bien contrario el zelo De las dos en esta guerra; La una del suelo afierra, La otra se ase del cielo, Y aunque corra tal fortuna Que asombre el cuerpo y el alma, Como si estuviese en calma, No hay desasirse ninguna. Sin yerro al hierro ligado El siervo de Dios se hallaba, Y en el cuerpo atado, andaba Espiritu desatado. El cuerpo no se rodea, Que le ata mas de un cordel, Mas el espiritu del Todos los cielos pasea. La canalla, que se enseña A hacer nueva crueldad, Truxeron gran cantidad De seca y nudosa leña: Y una espaciosa corona Hicieron luego con ella, Dexando encerrada en ella La santa humilde persona. Y aunque no tienen sosiego Hasta verle ya espirar, Para mas le atormentar Encienden lejos el fuego. Quieren, como el cocinero Que en su oficio mas mirase, Que se ase y no se abrase La carne de aquel cordero. Sube el humo al ayre vano, Y á veces le dá en los ojos, Quema el fuego los despojos Que le vienen á la mano. Vase arrugando el vestido Con el calor violento, Y el fuego poco contento Busca lo mas escondido. Combatenle fuegos dos, El uno humano y visible, El otro santo invisible, Que es luego de amor de Dios. Yo no sé á qual mas debia, Puesto que á los dos pagaba, Al que el cuerpo le abrasaba, O al que el alma le encendia. Los que estaban á mirarle, La ira ansi se les previerte, Que mueren por darle muerte, Y entretienense en matarle. Y en medio deste tormento No movió el santo varon La lengua á formar razon Que fuese de sentimiento. Antes dicen, y yo he visto, Que si alguna vez hablaba, En el ayre resonaba Y cielo el nombre de Cristo. Y quando en el agonia Ultima el santo se vio, Cinco ó seis veces llamó La Virgen Santa Maria. Al fuego el ayre le atiza, Y con tal ardor revuelve, Que poco á poco resuelve El santo cuerpo en ceniza. Mas ya que morir le vieron, Tantas piedras le tiraron, Que con ellas acabaron Lo que las llamas no hicieron. O santo Esteban segundo Que me asigura tu zelo, Que miraste abierto el cielo En tu muerte desde el mundo! Queda el cuerpo en la marina Quemado y apedreado, Y el alma vuelo ha tomado Acia la region divina. Queda el moro muy gozoso Del injusto yerro hecho, El turco está satisfecho, Y el cristiano temeroso. Yo he venido á referiros Lo que no pudistes ver, Si os lo ha dexado entender Mis lagrimas y suspiros. SAAVEDRA. Dexa el llanto, amigo, ya, Que no es bien que se haga duelo Por los que se van al cielo, Sino por quien queda acá. Que aunque parece ofendida A humanos ojos su suerte, El acabar con tal muerte Es comenzar nueva vida. Mide por otro nivel Tu llanto, que no hay paciencia Que las muertes de Valencia Se venguen aqui en Argel. Muestrase allá la justicia En castigar la maldad, Muestra acá la crueldad Quanto puede la injusticia. SEBASTIAN. En tan amarga querella Quién detendrá los gemidos? Ellos con culpa punidos, Nosotros muertos sin ella. PEDRO ALVAREZ. Bastabanos ser cautivos Sin tener mas desconciertos, Que si allá queman los muertos, Abrasan aca los vivos. Usa Valencia otros modos En castigar renegados, No en publico condenados, Mueran á tosigo todos. Mas un moro viene aca, No estemos juntos aqui, Saavedra por alli, Yo y Sebastian por aca. _Entranse_. JORNADA II. _Salen_ AURELIO _y_ IZUF. IZUF. Trescientos escudos dí, Aurelio, por la doncella, Y estos dí al turco, que á ella Alma y vida le rendí, Y es poco, segun es bella. Vendiómela de aburrido, Diciendo que no ha podido, Mientras la tuvo en poder, En ningun modo traer Al amoroso partido. Pusela en casa de un moro, Sin osarla traer acá, Y alli está donde ella está Todo mi bien y tesoro, Y quanta gloria amor da. Alli se ve la bondad, Junta con la crueldad Mayor, que se vió en la tierra, Y juntas sin hacer guerra Belleza y honestidad. No pueden prometimientos Ablandar su duro pecho; Veme en lagrimas deshecho, Y ofrece siempre á los vientos Quantos servicios la he hecho. No echa de ver su ventura, Ni como el dolor me aprieta Poco apoco suspirando, Antes quando yo mas blando, Entonces ella mas dura. A casa quiero traella Para entregarte en tu mano Mi gozo mas soberano, Quizá tu podrás movella, Siendo como ella cristiano. Y desde aqui te prometo, Que si conduces á efeto Mi amorosa voluntad, De darte la libertad, Y serte amigo perfeto. AURELIO. En todo lo que quisieres, He, señor, de complacerte, Por ser tu esclavo, y por verte Que melindres de mugeres Te traigan de aquesta suerte. De qué nacion es la dama Que te enciende en esa llama, Sin mirar en su interes? IZUF. Española dicen que es. AURELIO. El nombre? IZUF. Silvia se llama. AURELIO. Silvia? Una Silvia venia A donde yo me embarqué, Y segun que yo miré, No en tanto alli se tenia. IZUF. Esa es: yo la compré. AURELIO. Si es esa, yo sé decir Que es hermosa sin mentir, Y que no es tan cruda, altiva, Que su condicion esquiva A ninguno haga morir. Traela á casa, señor, luego, Y ten las riendas al miedo, Y tu verás si yo puedo, Como á mis manos y ruego Amaine el casto denuedo. IZUF. Yo voy, y mientras se ordena Su venida, por estrena Del contento que me has dado, Yo dire á mi renegado Que te quite esa cadena. _Vase_. AURELIO. Qué es esto, cielos, que he oido? Es mi Silvia? Silvia es cierto; Es posible, hado incierto! Que he de ver quien me ha tenido Vivo en muerte, en vida muerto? Esta es mi Silvia, á quien llamo, A quien sirvo, y á quien amo Mas que todo lo del suelo. Gracias hago y doy al cielo Que á los dos ha dado un amo. Tregua tengan mis enojos Entre tanta desventura, Pues por estraña ventura Vendrán á mirar mis ojos Tan singular hermosura. Y si della está rendido Mi amo, está conocido Que el que la acertó á mirar, Era imposible escapar De preso, ó de mal herido. Y pues tan lascivos brios El descubre en sus amores, Si nos vemos, sus dolores Se encubrirán, y los mios Le diré que son mayores. Y mientras pudiere ver Su hermosura y gentil ser, Templaré mi desconsuelo, Hasta que disponga el cielo De los dos lo que ha de ser. _Vase_. _Salen_ DOS MERCADERES. MERCADER. Al fin, Aydar, que en Cerdeña Habeis hecho la galima? AYDAR. Sí, y no de poca estima, Segun salió en la reseña. MERCADER. Dicen que os dieron caza De Napoles las galeras. AYDAR. Sí dieron, mas no de veras, Que el peso las embaraza. El ladron que va á hurtar, Para no dar en el lazo Ha de ir muy sin embarazo, Para huir, para alcanzar. Las galeras de cristianos, Sabe, sino lo sabeis, Que tienen falta de pies, Y que no les sobran manos. Y la causa es, porque van Tan llenas de mercancias, Que aunque vogasen seis dias, Un ponton no alcanzarán. Nosotros á la ligera, Y sueltos como el fuego, Y en dandonos caza, luego Pico al viento, ropa fuera, Las obras muertas abaxo, Arbol y antena en crugia, Y ansi hacemos nuestra via Contra el viento, sin trabajo. Pero alli tiene la honra El cristiano en tanto estremo, Que asir en un trance el remo Le parece que es deshonra. Y mientras ellos allá En sus trece estan honrados, Nosotros dellos cargados Venimos sin honra acá. MERCADER. Esa honra y ese engaño Nunca les salga del pecho, Pues nuestro mayor provecho Nace de su propio daño. Un mozo de poca edad De esos Sardos, comprar quiero. AYDAR. Ya los trae el pregonero Vendiendo por la ciudad. _Entra el_ PREGONERO _moro vendiendo los dos_ MUCHACHOS, _y la_ MADRE _y el_ PADRE. PREGONERO. Hay quien compre los chiquitos, Y el viejo que es el grandazo, Y la vieja y su embarazo? Pues á fe que son bonitos. Deste me dan ciento y dos, Deste docientos me dan. Pero no le llevarán. Pasa acá, perrazo, vos. JUAN. Qué es esto, madre? por dicha Vendennos aquestos moros? MADRE. Sí, hijo, que sus tesoros Les crece nuestra desdicha. PREGONERO. Hay quien á comprar acierte El niño y la madre juntos? MADRE. O terribles tristes puntos, Mas amargos que la muerte! PADRE. Sosegad, señora, el pecho, Que pues mi Dios lo ha ordenado Ponernos en este estado, El sabe por que lo ha hecho. MADRE. Destos hijos tengo pena, Que no sé por donde han de ir. PADRE. Señora, dexad cumplir Lo que el alto cielo ordena. MERCADER. Quanto dan deste? decid. PREGONERO. Ciento y dos escudos dan. MERCADER. Por ciento y diez darle han? PREGONERO. No, sino pasais de ahi. MERCADER. Está sano? PREGONERO. Sano está. _Abrele la boca_. MERCADER. Abre, no tengas temor. JUAN. No me la saque, señor, Que ella mesma se cairá. MERCADER. Piensa que sacalle quiero El rapaz alguna muela? JUAN. Paso, señor, no me duela, Tenga, paso, que me muero. AYDAR. Destotro quánto dan dél? PREGONERO. Ducientos escudos dan. AYDAR. Y por quanto le darán? PREGONERO. Trecientos piden por él. AYDAR. Si te compro, serás bueno? FRANCISCO. Aunque vos no me compreis, Seré bueno. AYDAR. Serlo heis? FRANCISCO. Ya lo soi, sin ser ageno. MERCADER. Por este doi ciento y treinta. PREGONERO. Vuestro es, venga el dinero. MERCADER. En casa daroslos quiero. MADRE. El corazon me revienta! MERCADER. Comprad, compañero, esotro. Ven, niño, vente á holgar. JUAN. Señor, no he de dexar Mi madre por ir con otro. MADRE. Ve, hijo, que ya no eres Sino del que te ha comprado. JUAN. Ay madre! haveisme dexado? MADRE. Ay cielo, quan cruel eres! MERCADER. Anda, rapaz, ven conmigo. JUAN. Vamonos juntos, hermano? FRANCISCO. No puedo, ni está en mi mano, El cielo vaya contigo. MADRE. O mi bien, y mi alegria, No se olvide de ti Dios! JUAN. Dónde me llevan sin vos, Padre mio, y madre mia? MADRE. Quieres que hable, señor, A mi hijo un momento? Dame ese breve contento, Pues será eterno el dolor. MERCADER. Quanto quisieres le dí, Pues será la vez postrera. MADRE. Sí, pues esta es la primera Que en este trance me vi. JUAN. Tenéme con vos aqui, Madre, que voy no sé donde. MADRE. La ventura se te asconde, Hijo, pues yo te parí. Hase escurecido el cielo, Turbado los elementos, Conjurado mar y vientos Todos en mi desconsuelo. No conoces tu desdicha, Aunque estas bien dentro della, Puesto que el no conocella Lo puedes tener por dicha. Lo que te ruego, alma mia, Pues ya el verte se me impide, Es que nunca se te olvide Rezar el Ave Maria. Que esta Reyna de bondad, De virtud y gracia llena, Ha de librar tu cadena, Y ponerte en libertad. AYDAR. Mira la mala cristiana Que consejo dá al muchacho, Sí, que no estaba borracho Como tú, falsa, liviana. JUAN. Madre, alfin que no me quedo? Qué me llevan estos moros? MADRE. Contigo van mis tesoros. JUAN. A fe que me ponen miedo. MADRE. Mas miedo me queda á mí De verte ir á do vas, Que nunca te acordarás De Dios, de tí, ni de mí; Porque estos tus tiernos años Qué prometen sino aquesto? Entre iniqua gente puesto, Fabricadora de engaños. PREGONERO. Calla vieja, mala pieza, Sino quieres por mas mengua, Que lo que dice tu lengua Venga á pagar tu cabeza. Destotro hay quién dé mas, Que es mas bello y mas lozano, Que no su pequeño hermano? AYDAR. Dí, por quanto le darás? PREGONERO. No os he dicho, que trecientos Escudos de oro por cuenta? AYDAR. Quiés ducientos y cinquenta? PREGONERO. Eso es dar voces al viento. AYDAR. Enamorado me ha El donaire del garzon; Yo los doi en conclusion. PREGONERO. Dinero, y señal me da. AYDAR. Como te llamas me dí. FRANCISCO. Señor, Francisco me llamo. AYDAR. Pues has mudado de amo, Muda el Francisco en Maami. FRANCISCO. Eso no, señor patron, Francisco me has de llamar. AYDAR. El palo os hará mudar El nombre, y aun la intencion. FRANCISCO. Pues me aparta el hado insano De vos, señor, qué mandais? PADRE. Hijo mio, que vivais Como bueno y fiel cristiano. MADRE. Hijo, no las amenazas, No los gustos y regalos, No los azotes ni palos, No los conciertos ni trazas, No todo quanto tesoro Cubre el cielo, y sol ha visto Te mueva dexar á Cristo Por seguir al pueblo moro. FRANCISCO. En mí se verá si puedo, Pues mi buen Jesús me ayuda, Como en mi alma no muda La fe, la promesa y miedo. PREGONERO. O qué cristiano se muestra El rapaz! pues yo os prometo Que alceis á tantico aprieto El brazo, y la mano diestra. Estos rapaces cristianos Al principio muchos lloros, Y despues se vuelven moros Mejor que los mas ancianos. _Vanse_. JORNADA III. _Salen_ IZUF, SILVIA, _y_ ZARA, _y un_ MORO. IZUF. Dexad, Silvia, el llanto ahora, Poned tregua al ansia brava, Que no os compré para esclava, Sino para ser señora. Mira que imagino y creo Que vuestra gran desventura, Para daros mas ventura Ha traido este rodeo. Con vos fortuna en su ley No usa de nuevas leyes, Que esclavos se han visto reyes, Pero vos sois mas que rey. Limpiad ya esos bellos ojos Que sujetan quanto miran, Y al tiempo que se retiran, De alma llevan los despojos. Y no cubra el blanco velo Esa divina hermosura, Que es como la nieve pura. Que impide la luz del cielo. SILVIA. Esme ya tan natural, Señor, el llanto y tormento, Que si me dexa un momento, Lo tengo por mayor mal; Aunque sí estoi y estaré Alegre al obedeceros, Pues distes tantos dineros Por mí, sin saber por que. Porque os prometo, señor, Que de miseria y pobreza Tengo quanto de riqueza, Si la riqueza es dolor. Y de dolor soi tan rica, Quanto por darme pasion Este caudal, la ocasion Por puntos le multiplica. IZUF. Silvia, vives engañada, Que yo no quiero de tí, Sino que quieras de mí Ser servida y regalada. Que el provecho que yo espero, Silvia, de haverte comprado, Es ver tu rostro estremado, Y no doblar el dinero. Que el amor que se mejora En mostrar su fuerza brava, Me ha hecho esclavo de esclava, Esclava que es mi señora. Y quedo tan satisfecho De perder la libertad, Que alabo la crueldad Deste crudo y nuevo pecho. Y porque lo que aqui digo Lo entiendas, Silvia, mejor, Nunca me llames señor, Sino siervo ó caro amigo. SILVIA. Aunque tamaña mudanza Ha hecho el cielo en mi estado, No entiendas se me ha olvidado El termino de crianza. Bien sé como he de llamarte, Y sé que es de obligacion, Que en lo que fuere razon, Procure de contentarte. IZUF. Tu habla tan comedida, Tu donaire, y gracia, y ser Claro me dá á entender Que eres, Silvia, bien nacida. Y aunque pudiera esperar De tí un rescate crecido, A tal termino he venido, Que tu me has de rescatar. Mas entanto que á la clara Veas quanto hago por tí, Ven, Silvia, vente tras mí, Verás á tu ama Zara. SILVIA. Vamos, señor, en buena hora. IZUF. Silvia, no tanto señor, Pues la ventura y amor Os ha hecho á vos mi señora. ZARA. Seais, Izuf, bien llegado: Cuya es la esclava? IZUF. Mia. SILVIA. Vuestra soi, señora mia. IZUF. Vuestra es, yo la he comprado. ZARA. Por cierto la compra es bella, Si qual hermosa, es honesta. Decid, señor, quanto cuesta? IZUF. Dado he mil doblas por ella. ZARA. Espera ser rescatada? IZUF. De muy rica tiene fama. ZARA. Su nombre? IZUF. Silvia se llama. ZARA. Es doncella, ó es casada? SILVIA. Casada soy, y doncella. ZARA. Cómo es eso, Silvia, dí? SILVIA. Señora, ello es ansi, Que ansi lo quiso mi estrella. El cielo me dió marido No para que le gozase, Sino para que quedase Yo perdida, y él perdido. MORO. Izuf, á llamar te invia El Rey apriesa nuestro Azan. IZUF. Dónde está? MORO. En el Duan, Metido en grande agonia. Amés, Xemí, Zaragá, Y los Balucos Baxies, Y todos los Debaxies, Y el Daxés están allá. Hanse juntado á consejo Sobre que se ha averiguado Que el Rey de España ha juntado De guerra grande aparejo. Dicen que va á Portugal, Mas temese no sea maña, Y es bien que tema su saña Argel, que le hace mas mal. En la guerra hay mil ensayos, De fraudes y astucias llenos, Acullá suenan los truenos, Aca disparan los rayos. IZUF. Vamos, que el cielo que toma Por suya nuestra defensa, A España hará con su ofensa Sujeta y sierva á Mahoma. Y vos, señora, ordenad A Silvia lo que ha de hacer; Y vos, Silvia, á su querer Sujetad la voluntad. ZARA. Cristiana, de donde eres? Eres pobre, ó eres rica? De suerte ensalzada ó chica? No me lo niegues, si quieres; Porque soi qual tú muger, Y no de entrañas tan duras, Que tus tristes desventuras No me hayan de enternecer. SILVIA. Señora, soi de Granada, Y de suerte ansi abatida, Qual lo muestra el ser vendida, Y á cada paso comprada. Dicen que fui rica un tiempo, Pero toda mi riqueza Se ha vuelto en mayor pobreza, Y ha pasado con el tiempo. ZARA. Has algun tiempo tenido Enamorado deseo? SILVIA. Al estado en que me veo El crudo amor me ha traido. ZARA. Fuiste acaso bien querida? SILVIA. Fuilo, y quise con ventaja Tal, que apenas la mortaja Borrará fe tan subida. ZARA. Fuiste querida primero, U empezó el amor de tí? SILVIA. Primero querida fui Del que quise, querre, y quiero. ZARA. Es mozo? SILVIA. Y aun gentilhombre. ZARA. Es cristiano? SILVIA. Pues qué moro? No sale de su decoro Quien ha de cristiano nombre. ZARA. Y es pecado querer bien A un moro? SILVIA. Yo no sé nada, Sé que es cosa reprobada, Y á cristianos no está bien. ZARA. Y querer mora á cristiano? SILVIA. Eso tú mejor lo entiendes. ZARA. Ay Silvia, como me ofendes Y me lastimas temprano! SILVIA. Yo, mi señora, en qué suerte? ZARA. Escucha, y te lo diré, Que escuchandome, bien sé Que vendrás á enternecerte. Has de saber, ó Silvia, que estos dias, Partieron deste puerto con buen viento Doce baxeles de cosarios todos, Y con prospero viento caminaron, A vuelta de las islas de Cerdeña, Y alli en las calas, vueltas y revueltas, Y puntas que la mar hace y revuelve, Se fueron á esconder, estando alerta De algun baxel de Genova, ó España, O de otra nacion, que no fuese Francesa: Y presto un bravo viento se levanta Que Maestral se llama, cuya furia Dicen los marineros que es tan grande, Que las tupidas velas y las jarcias Del mas recio navio y mas armado No pueden resistirle, y es forzoso Acudir al abrigo mas cercano, Si su rigor acaso lo concede. Las levantadas olas y el ruido Del atrevido viento detenia Los cosarios baxeles en los cabos, Sin dexarles salir al mar á viento, Y en otra parte con furor insano Mostrando su braveza fatigaba Una galera de cristiana gente Y de riquezas llena, que corriendo Por el hinchado mar sin remo alguno Venia á su alvedrio, temerosa De ser sorbida de las bravas hondas; Pero despues al cabo de tres dias Del recio mar y viento contrastada, Descubrió tierra, y fue el descubrimiento De su mayor dolor y desventura, Porque á la misma isla de San Pedro Vino á parar, á donde recogidos Estaban los baxeles enemigos, Los quales, de la presa codiciosos, Salen, y de ardor belico adornados A la galera acometen destrozada, Y de solos deseos defendida: Una pelota pasa en el momento Al Capitan el pecho, y á su lado Del Lusitano fuerte muerto cae Un caballero ilustre Valenciano. El robo, las riquezas, los cautivos, Que los turcos hallaron en el seno De la triste galera, me ha contado Un cristiano que alli perdió la dulce Y amada libertad, para quitarla A quien quiere rendirse á su rendido. Y este cristiano, Silvia, este cristiano, Este cristiano, Silvia, es quien me tiene Fuera del ser que á moras es debido, Fuera de mi contento y alegria, Fuera de todo gusto, y estoi fuera, Que es lo peor, de todo mi sentido. Compróle mi marido, y está en casa, Y puesto que con lagrimas y ruegos, Con suspiros, ternezas, y con dadivas Procuro de ablandar su duro pecho Al mio, que contino es blanda cera, El suyo se me muestra de diamante: Ansi que, Silvia hermana, como has dicho Que al cristiano no es licito dé gusto En cosas del amor á mora alguna, Tus razones me tienen ofendida, Y con aquesas mismas se defiende Aurelio, á quien ha hecho tan cristiano El cielo para darme á mi la muerte. SILVIA. Aurelio, dices, que por nombre tiene Ese cristiano? ZARA. Ansi se llama. SILVIA. La galera que dices segun creo Se llamaba San Pablo, y era nueva, De la sacra religion de Malta, Yo en ella me perdi, y aun imagino Que conozco á ese Aurelio, y es un mozo De rostro grave, y de nacion Hispana. ZARA. Sin dubda has acertado, Silvia mia, Quién es este enemigo de mi gloria? Es caballero, ó rustico aldeano? Que todo lo parece en su postura, Y dura condicion, el talle ilustre De la ciudad, la condicion del monte. SILVIA. A mí pobre escudero me parece, Segun en la galera se trataba, Que de su hacienda no sé mas, señora. ZARA. Ni yo sé que te diga, Silvia mia, Sino que á tal estremo soi venida, Que le tengo de amar sea quien se fuere; Solo te ruego, que procures, Silvia, De ablandar esta fiera tigre Hircana, Y atraerle con dulces sentimientos A que sienta la pena que padece Esta misera esclava de su esclavo: Y si esto, Silvia, haces, yo te juro Por todo el Alcoran de buscar modo Como con brevedad alegre vuelvas Al patrio dulce suelo deseado. SILVIA. Dexa, señora, el cargo á Silvia dello, Que tu verás lo que mi industria hace Por gusto tuyo y por provecho mio. JORNADA IV. _Salen los tres morillos, y los cautivos, que van unos por agua y otros por leña, que son_ SAAVEDRA, SEBASTIAN, PEDRO ALVAREZ. MORILLO. Don Juan no venir, y no fuxir, aca morir. OTRO MORO. Aca morir. OTRO MORO. Aca morir, no fuxir, aca morir. SAAVEDRA. Vendrá su hermano el inclito Filipo, El qual sin duda ya venido hoviera, Si la cerviz indomita y erguida Del luterano Flandes no ofendiese Tan sin verguenza su Real Corona. MORILLO. No rescatar, no fuxir, Don Juan no venir, aca morir. PEDRO ALVAREZ. Si él acaso viniera, yo sé cierto, Murierades vosotros, gente infame. OTRO MORO. Don Juan no venir, no fuxir, aca morir. PEDRO ALVAREZ. Primero veré yo puestas por tierra Estas flacas murallas, y este nido Y cueva de ladrones abrasado, Pena que justamente le es debida A sus continuos y nefandos vicios. SAAVEDRA. Será nunca acabar si respondemos, Dexalos ya, Pedro Alvarez, amigo, Que ellos se cansarán; y dime agora Si todavia piensas de huirte. PEDRO ALVAREZ. Y cómo? SAAVEDRA. En qué manera? PEDRO ALVAREZ. Por tierra, Que no puedo de otra suerte ni otro modo. SAAVEDRA. Pues un negocio tal ansina emprendes? PEDRO ALVAREZ. Pues qué quieres que haga, Saavedra? Que mis ancianos padres ya son muertos, Y un hermano que tengo, se ha entregado En la hacienda y bienes que dexaron, El qual es tan avaro, que aunque sabe La esclavitud amarga que padezco, No quiere dar para librarme della Un real de mi mismo patrimonio. Como esto considero, y veo que tengo Un amo cruel, como tu sabes, El qual piensa que soi yo caballero, Y que no hay modo que limosna alguna Llegue á dar el dinero que él me pide, Y la insufrible vida que padezco, De hambre, desnudez, cansancio y frio, Determino morir antes huyendo, Que vivir una vida tan mezquina. SAAVEDRA. Has hecho la mochila? PEDRO ALVAREZ. Sí, ya tengo Cosa de diez libras de vizcocho bueno. SAAVEDRA. Pues hay de aqui á Oran sesenta leguas, Y no piensas llevar mas de diez libras? PEDRO ALVAREZ. No, porque tengo ya hecha una pasta De harina y huevos, y con miel mezclada, Y cocida muy bien, la qual me dicen, Que dá muy poco della gran sustento. Si aquesto me faltare, algunas yerbas Pienso comer con sal, que tambien llevo. SAAVEDRA. Zapatos llevas? PEDRO ALVAREZ. Tres pares buenos. SAAVEDRA. Sabes bien el camino? PEDRO ALVAREZ. Ni por pienso. SAAVEDRA. Pues cómo piensas ir? PEDRO ALVAREZ. Por la marina, Que agora como es tiempo de verano, Los alarbes todos á la sierra Se retiran, buscando el fresco viento. SAAVEDRA. Llevas algunas señas por do entiendas Qual es de Oran la deseada tierra? PEDRO ALVAREZ. Sí llevo, y sé que he de pasar primero Dos rios, el uno dellos es nombrado El rio del Azafran, que está aqui junto, El otro, de Hiquina, que es mas lexos, Cerca de Mostagan, y aunque derecha, Está una levantada y alta cuesta, Que dicen que se llama el cerro Gordo, Y puesto encima della se descubre Frente por frente un monte, que es la silla Que sobre Oran levanta la cabeza. SAAVEDRA. Caminarás de noche? PEDRO ALVAREZ. Quién lo dubda? SAAVEDRA. Por montañas, por montes, por honduras Te atreves á pasar en las tinieblas De la cerrada noche, sin camino Ni senda que te guie á donde quieres? O libertad, y quanto eres amada! Amigo caro, el cielo santo haga Salir con buen subceso tu trabajo, Que yo me voi al mio, que es ya hora. Dios te acompañe. PEDRO ALVAREZ. Y él vaya contigo. _Sale la Mora al encanto, en entrandose estos._ FATIMA. El esperado punto es ya llegado Que pide la no vista hechiceria, Para poder domar el no domado Pecho, que domará la ciencia mia. Por la region del cielo estrellado Carro lleva la noche oscura y fria, Y la ocasion me llama, do haré cosas Horrendas, estupendas y espantosas. El cabello dorado al ayre suelto Tiene de estar, el cuerpo desceñido, Descalzo el pie derecho, el rostro vuelto Al mar, á donde el sol sea zabullido, Al brazo este sartal será revuelto De las piedras preñadas que en el nido Del aguila se hallan, y esta cuerda Con mi intincion la virtud suya acuerda. Aquestas cinco cañas, que cortadas Fueron en la luna llena por mi mano, En esta misma forma acomodadas, Lo que quiero harán fácil y llano. Tambien estas cabezas arrancadas Del gavilo, serpiente en el verano, Hasta en la obra me aprovechan, Y aun estos granos si en el suelo se echan. Esta carne quitada de la frente Del ternezuelo potro quando nace, Cuya virtud probada y excelente En todo mi deseo satisface, Envuelta en esta yerba, á quien el diente Tocó del corderillo quando nasce, Hará que Aurelio venga qual cordero Mansisimo y humilde á lo que quiero. Esta figura que de cera es hecha, En el nombre de Aurelio fabricada, Será con dura mano y blanda flecha Por medio el corazon atravesada: Quedará luego Zara satisfecha De aquella voluntad desordenada, Y el helado cristiano vendrá luego Ardiendo en amoroso y vivo fuego. A vosotros, ó justo Radamonte Y Minos, que con leyes inmutables En los obscuros reynos del espanto Regis las almas tristes miserables, Si acaso tiene fuerza el ronco canto, O murmurios de versos deleytables, Por ellos os conjuro, ruego y pido Ablandeis este pecho endurecido. Rapida, Ronca, Run, Ras, Parisforme, Grandura, Denclifaz, Pantasilonte, Ladrante, tragador, falso y disforme, Arbarico pestifero del monte, Erebo, engendrador del rostro inorme De todo fiero Dios, á punto ponte, Ven sin detenerte á mi presencia, Sino desprecias la Zoroastria ciencia. FURIA. La fuerza incontrastable de tus versos Y murmurios perversos me han traido Del reyno del olvido á obedecerte; Mas, ó mora, que el verte en esta impresa Infinito me pesa, porque entiendo Que es ir tiempo perdiendo. FATIMA. Por qué causa? FURIA. Pon al conjurar pausa, y al momento Satisfaré tu intento en lo que pides, Si acaso tu te mides y acomodas Con mis palabras todas y consejos: Todos tus aparejos son en vano, Porque un pecho cristiano que se arrima A Cristo, poco estima hechicerias: Por muy diversas vias te conviene Atraerle á que pene por tu amiga. FATIMA. Ansi que esta fatiga no aprovecha? FURIA. En valde ha sido hecha, mas escucha, Que con presteza mucha y sin rodeo Cumplirás tu deseo en este modo. En el Infierno todo no hay quien haga Mas cruda y fiera plaga entre cristianos, Aunque tengan mas sanos corazones Y limpias intinciones, que es la dura Necesidad que apura la paciencia: No tiene resistencia esta pasion. La otra es la Ocasion, si estas dos vienen Y con tu Aurelio tienen estrecheza, Verás á su braveza derribada Y en blandura trocada, y con sosiego Regalarse en el fuego de Cupido. FATIMA. Pues esas dos te pido que me invies, Y que no te desvies desta impresa. FURIA. Tu mandado haré con toda priesa. _Vanse_. _Salen_ AURELIO _y_ SILVIA. AURELIO. Dado me ha la fortuna por discuento De todo mi trabajo, Silvia mia, La gloria del mirarte, y el contento. Mi pena será vuelta en alegria De hoy mas, pues que te veo, Silvia amada, Y mi cerrada noche en claro dia. SILVIA. Yo soi, mi bien, la bien afortunada, Pues que torno á gozar de tu presencia, De lo que estaba ya desconfiada. AURELIO. Cómo os ha ido, esposa, en esta ausencia, En poder desta gente, que no alcanza Razon, virtud, almas, conciencia? SILVIA. Como he tenido y tengo la esperanza Puesta en el hacedor de tierra y cielo, Con cristiana y sigura confianza Por su bondad, aun tengo el casto velo, Y tanto con su ayuda santa espero No tener de mancharle algun recelo. AURELIO. Sabras, esposa amada, que el artero Y vengativo amor ha salteado Con aspero rigor airado y fiero El pecho de mi ama, y le ha llagado De una llaga incurable, pues le tiene Deste pecho que es tuyo, enamorado, Y á do quiera que voi conmigo viene, Y segun que la mora me declara, Solo con el mirarme se entretiene. SILVIA. Todo ese cuento ya me ha dicho Zara, Y me ha pedido que yo á vos os pida No querais desdeñarla ansi á la clara: Tambien no pasa menos triste vida Izuf, nuestro amo, que tambien me adora Con fe, que á lo que creo, no es fingida. AURELIO. O pobre moro, y desdichada mora, Cómo inviais en vano al vano viento Vuestros vanos suspiros de hora en hora! Tambien me ha dicho Izuf todo su intento, Y me ha rogado, que yo á vos os ruegue Algun alivio deis á su tormento; Mas antes con airada furia llegue Una saeta que me pase el pecho, Y esta alma de las carnes se despegue, Que tan á costa mia su provecho Y tan en daño nuestro procurase, Aunque él queda de mí bien satisfecho. SILVIA. Si en este caso, Aurelio, nos bastase Mostrar á estos voluntad trocada, Sin que el daño adelante mas pasase, Tendrialo por cosa yo acertada, Porque deste fingir se grangearia El no estorbarnos nuestra vista amada: Decir á Zara que por causa mia No te muestras tan aspero, y al moro Decir que mucho puede tu porfia, Y guardando los dos este decoro Con discrecion, podremos facilmente Aplacar con el vernos nuestro lloro. AURELIO. El parecer que has dado es excelente, Y harase qual ordenas, y entre tanto Quizá se aplacará el hado inclemente: Yo escribiré á mis padres el quebranto En que estamos los dos: tú, Silvia, puedes Escribir á los tuyos otro tanto. Y porque á veces tienen las paredes, Como dicen, oidos, Silvia mia, Agradeciendo al cielo estas mercedes, Pasemos esta platica á otro dia. _Vanse_. _Salen_ PEDRO ALVAREZ _que se va, y otro_ CAUTIVO _que huye, y dos_ MOROS _que le cogen y le vuelven_. PEDRO ALVAREZ. Este largo camino, Tanto pasar de breñas y montañas, Y el bramido contino De fieras alimañas Me tienen de tal suerte, Que pienso de acabarlo con la muerte. El pan se me ha acabado, Y roto entre xarales el vestido, Los zapatos rasgados, El brio consumido, De modo que no puedo Un pie del otro pie pasar un dedo. Ya la hambre me aquexa, Y la sed insufrible me atormenta, Ya la fuerza me dexa, Y espero desta afrenta Salir con entregarme A quien de nuevo quisiere cautivarme. Y he ya perdido el tino, No se qual es de Oran la cierta via; Ni senda, ni camino, La triste suerte mia Me ofrece; y qué hace al caso? Que aunque le hallase, no hay mover el paso. Virgen bendita y bella, Remediadora del linage humano, Sed vos aqui la estrella, Que en este mar insano Mi pobre barca guie, Y de tantos peligros la desvie. Virgen de Monserrate, Que esas asperas sierras haceis cielo, Inviadme rescate, Sacadme deste duelo, Pues es hazaña vuestra Al misero caido dar la diestra. Entre estas matas quiero Esconderme pues que es entrado el dia, Aqui morir espero. Santisima Maria, En este trance amargo El cuerpo y alma dexo á vuestro cargo. _Sale un Leon y echase junto á él, y sale luego el otro_ CAUTIVO _que tambien se va_. CAUTIVO. Estas pisadas no son De moro, por cierto, no, Cristiano las estampó, Que con la mesma intincion Debe de ir, que llevo yo. De alarbes las pisadas Son anchas y mal formadas, Porque es ancho su calzado, El nuestro mas escotado, Y ansi son diferenciadas. Yo seguro que no está Muy lexos de aqui escondido, Porque el rastro he ya perdido; Mas el sol alto va ya, Y yo mal apercibido. Aqui me quiero esconder, Hasta que al anochecer Torne á seguir mi viage, Que en este mismo parage Mostagan viene á caer. Porque el sol sale de alli, El norte acia allá se inclina, No está lexos la marina. O qué mal estoy aqui! Buen Jesús, tú me encamina, Que mucho alarbe pasa Por esta campaña rasa: Si me he acertado á esconder, No me despido de ver Mis hijos, muger, y casa. _Entran dos_ MOROS _por él_. MORO. Zaramir ara furir. _Recuerda_ PEDRO ALVAREZ. PEDRO ALVAREZ. Santo Dios, qué es lo que veo, Que aunque sois fiero Leon, Saltos me dá el corazon; Cumplido se ha mi deseo, Libre soi ya de pasion. Pues lo quiere mi ventura Este con su fuerza dura Mis dias acabará, Y su vientre servirá Al cuerpo de sepultura. Pero tanta mansedumbre No se vio ansi facilmente En animal tan valiente, Aunque su fiera costumbre Muestra á las veces clemente. Mas quién sabe si movido El cielo de mi gemido, Este leon me ha inviado Para ser por él tornado Al camino que he perdido? Sin duda es divina cosa, Y asegurame este intento, Que en mí espiritu siento Con fuerza marabillosa, Y nuevo y crecido aliento. Y ya es caso averiguado Que otro leon ha llevado A la Goleta un cautivo, Que le halló en un monte esquivo Huido y descarriado. Obra es esta, Virgen pia, De vuestra divina mano, Porque ya está claro y llano, Que el hombre que en vos confia, Espera, y no confia en vano. Espérame, compañero, Que ya determino y quiero Seguir do quiera que fueres, Que ya me parece que eres, No leon, sino cordero. JORNADA V. _Empiezanla_ PEDRO ALVAREZ, _y el_ LEON. PEDRO ALVAREZ. Nunca menos con afan He caminado camino, Y segun que yo imagino, No está muy lexos Oran: Gracias te doy, Rey divino. Virgen pura, á vos alabo, Y ruegoos lleveis al cabo Tan estraña caridad, Que si me dais libertad, Prometo seros esclavo. _Entrase_. _Sale_ OCASION _y_ NECESIDAD. OCASION. Necesidad, fiel executora De qualquiera delito que se ofrece, La publica Ocasion y la secreta Ya ves quan apremiadas y forzadas Del cruel infernal habemos sido, Para venir á combatir la roca Del pecho encastillado de un cristiano Que está rebelde, y mas, que no teme Del niño y fiero dios la grande fuerza. Es menester que esta le solicites, Y te le muestres siempre á todas horas En el comer, en el beber, en todas Las cosas que pensare y pretendiere. Yo de mi parte de contino pienso Ponermele delante, y la miseria De mis pocos cabellos ofrecerle, Y detener mi vuelo, porque pueda Asirme della, cosa poco usada De mi ligera condicion y presta. NECESIDAD. Bien puedes, Ocasion, estar segura, Que yo hare por mi parte marabillas, Si tu favor y ayuda no me falta. Pero ves aqui viene el indomable, Apercibete, hermana, y derribemos La vana presuncion deste cristiano. _Sale_ AURELIO. AURELIO. Qué no ha de ser posible, pobre Aurelio, El defenderte desta mora infame, Que por tantos caminos te persigue? Sí será, sino me niega el cielo El favor que hasta aqui no me ha negado. De mil astucias usa y mil maneras Para traerme á su lascivo intento, Ya me regala, ya me vitupera, Ya me mata de hambre y de miseria. NECESIDAD. Grande es por cierto, Aurelio, la que tienes. AURELIO. Grande necesidad es la que paso. NECESIDAD. Rotos traes los zapatos y el vestido. AURELIO. Zapatos y vestido tengo rotos. NECESIDAD. En un pellejo duermes, y en el suelo. AURELIO. En el suelo me acuesto, y en un pellejo. OCASION. Pues yo sé, si quisieses, que hallarias Ocasion de salir dese trabajo Muy presto, sin contraste, á poca costa. AURELIO. Pues yo sé, si quisiese, que hallaria Ocasion de salir deste trabajo Muy presto, sin contraste, á poca costa. OCASION. Con no mas que querer á tu ama Zara, O con dar muestras solo de querella. AURELIO. Con no mas de querer bien á mi ama, O fingir que la quiero, me bastaba. Mas quién podrá fingir lo que no quiere? NECESIDAD. Necesidad te fuerza á que lo hagas. AURELIO. Necesidad me fuerza á que lo haga. OCASION. Quán rica es para tí, y quan hermosa! AURELIO. Quán rica y quán hermosa que es mi ama! NECESIDAD. Y liberal, que hace mas al caso, Que te dará á montón lo que quisieres. AURELIO. Y siendo liberal y enamorada, Darame todo quanto le pidiere. OCASION. Estraña es la ocasion que se te ofrece. AURELIO. Estraña es la ocasion que se me ofrece, Mas no podrá torcer mi hidalga sangre, De lo que es justo, y á sí misma debe. OCASION. Quién tiene de saber lo que tu haces? Que un pecado secreto aunque sea grave, Cerca tiene el remedio y la disculpa. AURELIO. Quién tiene de saber lo que yo hago? Y un pecado secreto, aunque sea grave, Cerca tiene el remedio y la disculpa. OCASION. Y mas, que la ocasion mil ocasiones Te ofrecerá secretas y escondidas. AURELIO. Y mas, que á cada paso se me ofrecen Infinitas secretas ocasiones. Cerrar quiero con una. Aurelio, paso, Que no es de caballero lo que piensas, De lo que á Cristo y á su sangre debes. NECESIDAD. Misericordia tiene y tubo Cristo, Con que perdona siempre las ofensas Que por necesidad pura se hacen. AURELIO. Pero bien sabe Dios que aqui me fuerza Pura necesidad, y esta reciba El cielo por disculpa de mi culpa. OCASION. Ahora es tiempo, Aurelio, ahora puedes Asir á la ocasion por los cabellos, Mira quan blanda, dulce y amorosa La mora hermosa viene á tu mandado. _Sale_ ZARA. ZARA. Aurelio, solo estás? AURELIO. Y acompañado. ZARA. De quién? AURELIO. De un amoroso pensamiento. ZARA. Quién fue la causa? AURELIO. Si te la dixese, Podrá ser que ya no me llamases Riguroso ó cruel desamorado. NECESIDAD. Obrando va tu fuerza, compañera. OCASION. Pues no ha de obrar? Escucha en lo que pára. ZARA. Sigueme, Aurelio, y entremos en mi casa. _Vase_. AURELIO. Sí seguiré, señora, que ya es tiempo De obedecerte, pues que soi tu esclavo. NECESIDAD. Por tierra va, Ocasion, el fundamento Del bizarro cristiano, yá se rinde. OCASION. Tales combates juntos le hemos dado. Entremonos con Zara en su aposento, Y allá de nuevo, quando Aurelio entrare, Tornaremos á dalle tientos nuevos. _Entranse_ NECESIDAD _y_ OCASION, _y queda_ AURELIO. AURELIO. Aurelio, dónde vas? para dó mueves El vagaroso paso? quién te guia? Con tan poco temor de Dios te atreves A contentar tu loca fantasia? Las ocasiones faciles y leves Que el lascivo regalo al alma invia, Tienen de persuadirte y derribarte, Y al vano y torpe amor blando entregarte. Es este el levantado pensamiento, Y el proposito firme que tenias, De no ofender á Dios, aunque en tormento Acabases tus torpes tristes dias? Tan presto has ofendido y dado al viento Las justas y amorosas fantasias, Y ocupas la memoria de otras vanas, Deshonestas, infames, y livianas? Vaya lexos de mí el intento vano, Afuera pensamiento mal nascido, Que el loco enredador de amor insano De otro mas limpio amor será rompido, Cierto, cristiano soy, y he de vivir cristiano; Y aunque á terminos tristes conducido, Dadivas, promesas, ó astucias y arte, No harán que un punto de mi Dios me aparte. _Sale_ FRANCISQUITO _cautivo_. FRANCISCO. Has visto, Aurelio, á mi hermano? AURELIO. Dices Juanico? FRANCISCO. Sí. AURELIO. Poquito ha que le ví. FRANCISCO. O santo Dios soberano. AURELIO. Padeceis algun tormento? FRANCISCO. Sí, una fatiga Que no sé como la diga Segun la pena que siento. Y no querais saber mas Para entender mi cuidado, Sino que mi hermano ha dado El anima á satanas. AURELIO. Ha renegado por dicha? FRANCISCO. Dicha llamas renegar? Si él lo viene á efectuar, Ello será por desdicha. Ha dado ya la palabra, Que esto, hermano, es lo que siento, De ser turco, y este intento Con regalos siempre labra. AURELIO. Vesle, Francisco, á do asoma; Bizarro viene por cierto. _Entra_ JUANICO, _vestido como turco bizarro_. FRANCISCO. Estos vestidos le han muerto: Que él, qué sabe de Mahoma? AURELIO. Vengais norabuena, Juan. JUAN. No sabeis que ya me llamo: AURELIO. Cómo? JUAN. Ansi como mi amo. FRANCISCO. En qué modo? JUAN. Soliman. FRANCISCO. Tosigo fuera mejor, Que envenenára aquel hombre Que á este ha mudado el nombre. Qué es lo que dices, traidor? JUAN. Pero poquito de aquesto, Que yo lo diré á mi amo, Porque Soliman me llamo, Me amenaza, bueno es eso. FRANCISCO. Abrazame, dulce hermano. JUAN. Hermano, de quando acá? Apartese el perro allá, No me toque con la mano. FRANCISCO. Porqué conviertes en lloro Mi contento, hermano mio? JUAN. Ese es grande desvario: Hay mas gusto que ser moro? Mira este galan vestido Que mi amo me le ha dado, Y otro tengo de brocado Muy mas rico y mas pulido. Alcuzcuz como sabroso, Corbeta de azucar bebo, Y el carden, que es dulce, bebo, Y el pilao, que es provechoso, Y en valde trabajaré De aplacarme con tu lloro; Mas si tú quieres ser moro, A fe que lo acertarás, Toma mis consejos sanos Y veraste mejorado; Y quedaos, porque es pecado Hablar tanto con cristianos. _Vase con mucha gravedad, haciendo burla._ AURELIO. Hay desventura igual en todo el suelo! Qué red tiene el demonio aqui tendida, Con que estorba al cristiano ir al cielo! FRANCISCO. O tierna edad, quan presto eres vencida! Siendo en esta Sodoma requestada Y con falsos regalos combatida. AURELIO. O quan bien la limosna es empleada En rescatar muchachos, que en sus pechos No está la santa fe bien arraigada! O si de hoy mas en caridad deshechos Se viesen los cristianos corazones, Y fuesen en el dar no tan estrechos, Para sacar de grillos y prisiones Al cristiano cautivo, especialmente A los niños de flacas intenciones! Esta santa obra en sí tan excelente, Que en ella sola estan todas las obras Que al cuerpo y alma tocan juntamente. Al que rescatas, de peligro cobras; Reduces á su patria al peregrino, Quitasle de cien mil y mas zozobras, De hambre que le aflige de contino, Y de la insufrible sed y de consejos, Que procura cerrarles el buen camino, De muchos y continuos aparejos Que aqui tiene el demonio, con que toma A muchachos estraños, y aun á viejos. O fementida seta de Mahoma, Ancha, lasciva, poco escrupulosa, Con qué facilidad los simples doma! FRANCISCO. Mandasme, buen Aurelio, alguna cosa? AURELIO. Dios te guie, Francisco, ten paciencia; Que la mano bendita poderosa Curará de tu hermano la dolencia. _Entra_ SILVIA. SILVIA. Dó vas, Aurelio, dulce amado esposo? AURELIO. A verte, Silvia, pues tu vista sola Es el perfeto alivio á mis trabajos. SILVIA. Tambien á verte yo, mi caro Aurelio, Es el remedio de mis graves penas. _Abrazanse y salen sus amos_. ZARA. Perra, esto se sufre ante mis ojos? IZUF. Falso, traidor, esclavo con la esclava? ZARA. No, no, señor, no tiene culpa Aurelio, Que al fin es hombre, sino aquesta perra esclava. IZUF. La esclava no, señora, este malvado, Forzador, inventor de mil embustes, Tiene la culpa destas desverguenzas. ZARA. Si esta lamida, si esta descarada, No diera la ocasion, no se atreviera Aurelio á ansi abrazarla estrechamente. AURELIO. No por cierto, señores, no ha nacido Nuestra desenvoltura de ocasiones Lascivas segun dan las muestras dello, Sino que á Silvia le rogaba ahora Me hiciese una merced, que ha muchos dias Que se la pido, y no por mi interese, Y ella tambien á mí me havia persuadido Que un servicio le hiciese, que conviene Para servir mejor la casa vuestra, Y por havernos concedido entrambos Aquello que pedia el uno al otro, En señal de contento nos hallastes De aquel modo que vistes, abrazados, Sin manchar los honestos pensamientos. IZUF. Es verdad esto, Silvia? SILVIA. Verdad dice. IZUF. Que le pediste tú á él? SILVIA. Poco te importa Saber lo que yo á Aurelio le pedia. ZARA. Concediotelo al fin? SILVIA. Como yo quise. IZUF. Entraos á dentro, que por fuerza os creo, Porque si no os creyese, convendria Castigar vuestra culpa con mil penas. _Vanse_. Sabreis, señora, que en este mismo punto, Viniendo por el Zoco, me fue dicho Como el Rey me mandaba que llevase A Silvia y á Aurelio á su presencia, Y tengo para mí, que algun tresleño Y mal cristiano, que á los dos conoce, Al Rey debe de haver ya declarado Como son de rescate estos cautivos, Y como el Rey está tan mal conmigo, Porque aceptar no quise el cargo y honra De reparar los fosos y murallas, Quieremelos quitar sin dubda alguna. ZARA. El remedio que en esto se me ofrece, Es advertir á Aurelio que no diga Al Rey que es caballero, sino un pobre Soldado que iba á Italia, y que esta Silvia Es su muger, y si esto el Rey resiste, No querra por el tanto que costaron, Quitartelos, que el precio es muy subido. IZUF. Muy bien dices, señora: bien, entremos Y demos este aviso á los dos juntos. _Entranse, y salen á poner un estrado con quatro almohadas para el_ REY, _donde se sienta, y salen acompañandole quatro ó cinco moros, y tambien sale delante el chiquillo renegado_ JUANICO. REY. De ira y de dolor hablar no puedo, Y es la ocasion de mi pesar insano El ver que Don Antonio de Toledo Ansi se me ha escapado de la mano. Los Arraces ufanos, con el miedo Que yo no les tomase su cristiano, A Tituan con priesa lo llevaron, Y en siete mil ducados le tallaron. Un tan ilustre y rico caballero Por tal vil precio distes, vil canalla? Tanto os acudiciastes al dinero? Tan grande os pareció que era la talla, Que le añadistes otro compañero, El qual solo pudiera bien pasalla? Francisco de Valencia no podia Pagar solo por sí mayor quantia? En fin, favorecióle la ventura Que pudo mas que no mi diligencia, Que esta es la que concluye y asegura Lo que no puede hacer humana ciencia. Conocieron en tiempo y coyuntura, Y huyeron de no verse en mi presencia, Que si yo á Don Antonio aqui hallara, Cinquenta mil ducados me pagara. Del conde de Alba hermano es, y sobrino De una principalisima Duquesa, Y en perderse perdió en este camino Ser General en una ilustre impresa. Airado el cielo, se mostró benigno En hacerle cautivo, y darse priesa A darle libertad por tal rodeo, Que no pudo pedir mas el deseo. Pero pues ya no puede remediarse, El tratar mas en ello es escusado. Mirad si viene alguno á querellarse. MORO. Señor, aqui está Izuf el renegado. REY. Entre, con intencion de aparejarse A obedecer en todo mi mandado, Sino, á fe que le trate en mi presencia Qual merece su necia inobediencia. Dónde están tus cautivos? IZUF. Allá fuera. REY. Quánto diste por ellos? IZUF. Mil ducados. REY. Yo los daré por ellos. IZUF. No se espera De tu valor agravios tan sobrados. REY. En esto me replicas? IZUF. Da siquiera Algun alivio en parte á mis cuidados. El esclavo te doy, Rey, sin dinero, Y dexame la esclava, por quien muero. REY. Tal osaste decir, cristiano infame? Llevalde abaxo, y dalde tanto palo Hasta que con su sangre se derrame El deseo que tiene torpe y malo. IZUF. Dame, señor, mi esclava, y luego dame La muerte en fuego, en hierro, en gancho ó palo. REY. Quitadmele delante, acabad presto. IZUF. Por pedir mi hacienda soy molesto? _Aqui sacan al Cautivo que se huyó, y le cogieron, y sacanle con una cadena._ MORO. Mi zara fugir. REY. Dónde ibas, di, cristiano? CAUTIVO. Procuraba Llegarme á Oran, si el cielo lo quisiera. REY. Dónde cautivaste? CAUTIVO. En el Almadraba. REY. Tu amo? CAUTIVO. Ya murió, que no debiera, Pues me ha dexado en poder De una tan braba muger, Que no la iguala una fiera. REY. Español eres? CAUTIVO. En Malaga nacido. REY. Bien lo muestras en ser tan atrevido, O tu Raxa caud, dalde seiscientos palos En las espaldas muy bien dados, Y luego le dad otros quinientos En la barriga, y en los pies cansados. CAUTIVO. Tan sin ley ni razon tantos tormentos Tienes para el que huye, aparejados? REY. Chito, Chifuz, Brequede, atalde, Abrilde, desollalde, y aun matalde, _Metenle_. No sé que raza es esta destos perros Cautivos Españoles. Quién se huye? Españoles. Quién no cura de los yerros? Españoles. Quién hurtando nos destruye? Españoles. Quién comete otros errores? Españoles: en cuyo pecho el cielo influye Un animo indomable, acelerado, Al bien y al mal contino aparejado. Una virtud en ellos he notado, Que guardan su palabra sin rebeses; Y en esta mi opinion me han confirmado Dos caballeros Sosas, Portugueses: Don Francisco tambien ha asigurado Que tiene el sobrenombre de Meneses, Los quales sobre su palabra han sido Enviados á España, y lo han cumplido. Don Fernando de Ormaza tambien fuese Sobre su fe y palabra, y asi ha hecho, Un mes antes que el termino cumpliese, Tal paga, con que quedo satisfecho: Con darles libertad sin interese Sé que acrecientan mi provecho, Que como van sobre su fe prendados, Pidoles los rescates tresdoblados. Bayran, sal allá fuera y llama luego Un cristiano de Izuf, Que quiero que grangee en su sosiego Por ver si mi opinion es verdadera, De pérdida y ganancia es este juego. BAYRAN. Señor, del bien hacer siempre se espera Galardon, y si falta en este suelo, La paga se dilata para el cielo. _Entra_ AURELIO. REY. Ya sé quien eres, cristiano, Tu virtud, valor, y suerte, Y sé que presto has de verte En el patrio suelo Hispano. Esta Silvia es tu muger? AURELIO. Si señor. REY. Y adonde ibas Quando en las aguas esquivas Perdiste todo el placer? AURELIO. Yo te lo diré, señor, En verdaderas razones. De otro Rey y otras prisiones Fui yo esclavo, que fue amor. Desta Silvia enamorado Andube un tiempo en mi tierra, Y la fuerza desta guerra Me ha traido á este estado. Cumpli en esto mi deseo, Y pensando ir á Milan, Truxome el hado á este afan De esclavitud, do me veo. REY. No pierdas la confianza En esta vida importuna, Pues sabes que de fortuna La condicion es mudanza. Yo te daré libertad A tí y á Silvia al momento, Si teneis conocimiento De pagar tal voluntad. Mil ducados he de dar Por los dos, y lo que quiero Que me deis dos mil, empero Haveismelo de jurar. Y asi sobre vuestra fe Os partireis luego á España. AURELIO. Señor, á merced tamaña Qué gracias te rendiré? Yo prometo de inviallos Dentro de un mes sin mentir, Aunque los sepa pedir Por Dios, ó sino roballos. REY. Pues luego os aparejad, Y la primera saetia Tomad de España la via, Que á los dos doy libertad. AURELIO. El suelo y cielo te trate Qual merece tu bondad, Y toma mi voluntad Por prenda de mi rescate. Que yo perderé la vida O cumpliré mi palabra, Que este bien ya escarba y labra En mi sangre bien nacida. MORO. Señor, un navio viene. REY. De qué parte? MORO. Gavia tiene. REY. Debe ser de mercancia. MORO. Mi señor, ansi se suena, Que la mercancia es buena. REY. Si es limosna? MORO. Si será. REY. Vamos. Tú, Aurelio, procura Tu partida, y ten cuidado De aquello que me has jurado. AURELIO. Crezca el cielo tu ventura. Gracias te doy, eterno Rey del cielo, Que tan sin merecerlo has permitido Que por la mano de quien mas temia, Tanto bien, tanta gloria me ha venido. _Entra_ FRANCISCO _cautivo, y luego los otros tres_. FRANCISCO. Albricias, caro Aurelio, que es llegado Un navio de España, y todos dicen, Que es de limosna, cierto, en el qual viene Un frayle Trinitario, cristianisimo, Amigo de hacer bien, y conocido, Porque ha estado otra vez en esta tierra Rescatando cristianos, y dió exemplo De una gran cristiandad y gran prudencia. Su nombre es Fray Juan Gil. AURELIO. Mira no sea Fray Jorge de Olivares, que es de la orden De la Merced, que aqui tambien ha estado, De no menos virtud y entendimiento, Tanto, que ya despues que obo despendido Veinte mil ducados que traia, En otros siete mil quedó empeñado. O caridad estraña, ó santo pecho! SAAVEDRA. Qué buen dia, compañeros, La limosna está en el puerto, Mi remedio tengo cierto, Porque aqui me traen dineros. SEBASTIAN. No tengo bien ni le espero, Ni en mi tierra siento quien Me pueda hacer algun bien. OTRO. Pues yo no me desespero. FRANCISCO. Dios nos ha de remediar, Hermanos, mostrad buen pecho, Que el Señor que nos ha hecho, No nos tiene de olvidar. Roguemosle como á padre Nos vuelva, y á nuestra Señora, Pues es nuestra intercesora Su madre, que es nuestra madre. Porque con su santo medio Nuestro bien está seguro, Que ella es nuestra fuerza y muro, Nuestra luz, nuestro remedio. SAAVEDRA _haciendo oracion_. SAAVEDRA. Vuelve, Virgen santisima Maria, Tus ojos, que dan luz y gloria al cielo, A los tristes que lloran noche y dia, Regando con sus lagrimas el suelo. Socorrednos, bendita Virgen pia, Antes que este mortal corporeo velo Quede sin alma en esta tierra dura, Y carezca de usada sepultura. SEBASTIAN. Virgen bendita, que del Padre eterno Fuiste escogida, para dar el fruto Que quebrantó las puertas del infierno, Y del primer pecado quitó el luto, Vuelve tu rostro piadoso y tierno A la grande miseria, y al tributo Que aqui pasamos en tan triste calma, Pues está en peligro cada dia el alma. OTRO. En vos, Virgen dulcisima Maria, Entre Dios y los hombres medianera, De nuestro mar incierto cierta guia, Virgen, entre las virgenes primera, En vos, Virgen y madre, en vos confia Mi alma, que sin vos en nadie espera, Que me haveis de sacar con vuestras manos De dura servidumbre de paganos. AURELIO. Si yo, Virgen sagrada, he merecido De tu misericordia bien tan alto, Quándo podré mostrarme agradecido, Tanto, que no quede corto y falto? Recibid mi deseo, que subido Sobre un cristiano obrar, dará tal salto, Que toque ya, olvidado deste suelo, El alto trono del impirio cielo. Y en tanto que se llega el tiempo y punto De poner en efecto mi deseo, Al ilustre auditorio que está junto, En quien tanta bondad decierno y veo, Si ha estado mal sacado este trasunto De la vida de Argel y Trato feo, Pues es bueno el deseo que he tenido, En nombre del autor, perdon les pido. _FIN DE LA COMEDIA_. *** End of this LibraryBlog Digital Book "Viage al Parnaso - La Numancia (Tragedia) y El Trato de Argel (Comedia)" *** Copyright 2023 LibraryBlog. All rights reserved.