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Title: Viajes por Europa y América
Author: Mazariegos, Gorgonio Petano y
Language: Spanish
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Bibliothèque nationale de France (BnF/Gallica) at
http://gallica.bnf.fr



  VIAJES POR EUROPA Y AMÉRICA

  DE
  D. GORGONIO PETANO Y MAZARIEGOS


  PRECEDIDOS DE UN PRÓLOGO
  POR
  EL SR. D. PATRICIO DE LA ESCOSURA
  DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA


  PARIS
  LIBRERÍA FRANCESA É INGLESA DE J.H. TRUCHY
  26, BOULEVARD DES ITALIENS, 26

  PARIS.--IMPRENTA DE E. THUNOT Y Cª
  Calle Racine, 26, cerca del Odeon.

  1858



  A LA SAGRADA MEMORIA DE SU AMANTISIMO PADRE.

  EL AUTOR.



  A MI QUERIDO AMIGO EL SR. D. G. PETANO Y MAZARIEGOS.


  Mal inspirado está V., amigo mio, deseando que sea yo quien le
  escriba un prólogo para sus _Viajes_, libro que, por una parte,
  no necesita de ajenas recomendaciones por ser tan curioso y
  entretenido, como elegante y concienzudamente escrito; y que
  versa por otra sobre un asunto en el cual, mas acaso que en otro
  alguno, soy incompetente.

  Y ¡por Dios santo! que no se me alarme V. ni crea que hablo así
  ó por intempestiva modestia, ó por placer de sentar
  una paradoja.

  Nada de eso, amigo mio, nada de eso: dígole á V. lo que pienso,
  lo que es cierto: soy en materia de Viajes el mas incompetente
  de los mortales. Y sin embargo, ni puedo ni quiero negar, que
  pocos españoles hay tan _asendereados_ como yo; porque en
  efecto, desde el «primer sollozo de la cuna» hasta la fecha,
  pocos dias ha y quincuagésimal de mi vida, estoy corriendo por
  montes y valles, yendo de _Ceca_ en _Meca_,

        «Sin encontrar en la tierra
        Un punto donde parar,»

  como dice al Don Juan del _Hombre de Mundo_ el protagonista de
  aquella excelente comedia. Todo eso es cierto: niño aun, una
  persecucion política me traia primero á Francia, y luego á
  Inglaterra me enviaba: de regreso á España la vida militar
  paseándome primero de guarnicion en guarnicion, mas tarde con la
  guerra civil teniéndome siempre á caballo, hacíame correr una
  gran parte de nuestro pais, que despues acabé por decirlo así de
  visitar como empleado ó por negocios propios: cinco
  emigraciones, en fin, y algun viaje voluntario desde el año de
  1840 hasta el dia, me han obligado de nuevo y repetidamente á
  visitar las antiguas Galias y la Gran Bretaña, y dádome ocasion
  para ver la Bélgica, Portugal y una parte de la Alemania.

  Pero ni eso es _viajar_ ni Dios me ha hecho _viajero_, que entre
  los que tal nombre merecen y los simples _viandantes_ como yo,
  hay una diferencia inmensa. ¿Viajan por ventura el correo de
  Gabinete, aunque pase su vida entera corriendo los caminos
  reales, ó el fatuo que á Paris viene á barnizarse las uñas y
  olvidar el castellano, sin aprender el frances?

  _Viajar_ es un arte que supone un gran fondo de filosofía, un
  razonable capital de instruccion, el talento natural y la
  vocacion del observador, mucha rectitud de juicio, y tiempo
  ademas, y medios pecuniarios para utilizar todos los enumerados
  elementos.

  Suponga V. á un hombre siempre en movimiento mal de su grado;
  siempre habiéndoselas con la policía ó recelando tener que
  habérselas; preocupado el entendimiento por aspiraciones
  políticas; y con el corazon constantemente en el pais de que su
  mala suerte le aleja; y dígame en conciencia si tal hombre es ni
  puede ser nunca _viajero_ aunque mas tierras corra que el
  mismísimo _Judío Errante_.

  Tal es mi caso, amigo mio: he caminado mucho y viajado poco: y
  no obstante, tambien como V. soñaba yo allá en mis juveniles
  años en el placer de los viajes; extasiábame con _Robinson_,
  deleitábame con _Rolando_, no me detenia en engolfarme en el
  _Viajero universal_, y acaso acaso tuve mis tentaciones de tomar
  por modelo al _Jóven Anacársis_. Los únicos viajes que nunca me
  cautivaron fueron los del atildado alumno del insoportable
  _Mentor_, y todavía confieso á V. que no he podido reconciliarme
  con el célebre y para mí empalagoso libro del Sr. Fenelon. Pero
  vinieron los años y con ellos los trabajos; comencé á vagar y
  disipáronse naturalmente mis ilusiones de viajero.

  Mas dichoso V. que yo, mas perseverante en su vocacion, mejor
  dotado para su propósito por la naturaleza, va, jóven aun, á
  enriquecer nuestra literatura con un libro original y bien
  escrito de _Viajes_, género que se ha cultivado poco en España
  hasta el presente.

  Apruébolo sinceramente por el asunto y la feliz manera de
  desempeñarlo: lo aplaudo ademas porque creo que el conocimiento
  de los paises extranjeros puede ser para el nuestro un poderoso
  estímulo de adelanto en las vias del progreso en que con razon
  dice V. que ha penetrado hace ya años, y tambien un argumento
  para responder victoriosamente á los que nos acusan de estar aun
  en la barbarie sumidos.

  Hay ademas hoy en el mundo una señalada tendencia á suprimir las
  distancias, borrar las distinciones y confundir los intereses.
  Van desapareciendo poco á poco las antipatías de raza, van
  suavizándose las rivalidades de nacionalidad; las corrientes de
  la humanidad se muestran en su curso convergentes; y si la
  _unificacion_ está léjos todavía, no tan remota que el anteojo
  de la filosofía no la divise en lontananza.

  En tales circunstancias, amigo mio, el libro de V. que
  _presenta_ los Españoles á los extranjeros, y á estos aquellos,
  como es costumbre en la buena sociedad inglesa, cuando entre
  personas que no se conocen se halla un tercero con ámbas
  relacionado: el libro de V., digo, fácil y corrientemente
  escrito, observador sin pesadez, filósofo sin pretensiones,
  _presentándonos_ unos á otros, facilita el trato, y
  consecuentemente prepara la amistad.

  ¡Cómo no ha de aplaudir el libro de V. quien como yo desea con
  toda su alma una union de todos los pueblos, que acabe, si es
  posible, hasta con el nombre de la guerra, y en consecuencia
  haga que de uno á otro polo no haya mas imperio que el de la
  ley, y que esa sea siempre la expresion de la voluntad
  universal!

  Si no me es dado pues ni disertar científicamente sobre los
  viajes en general: si no me atrevo á decir á V. _pluma á pluma_
  ya que no cara á cara, todo lo bien que pienso, y que si no me
  engaño pensará el público de su interesante libro: puedo por lo
  ménos en conciencia, y sin temor de ofender la modestia del que
  le ha escrito, asegurar que no ganaríamos poco en que todos los
  jóvenes que viajan lo hiciesen con el fruto que V. y sobre todo
  en que, comprendiendo la deuda que todos con la patria tenemos,
  la pagaran como V. haciendo á su pais partícipe del resultado de
  sus estudios y observaciones.

  En la imposibilidad de hacerle á V. un prólogo, le escribo lo
  que pienso de sus _Viajes_: acepte V., amigo mio, acepte el
  óbolo de la incompetencia, y crea sobre todo que solo por
  aquello de que _impossibile nemo tenetur_, deja de complacerle
  tan por completo como lo deseara su sincerisimo y
  apasionado amigo:

  PATRICIO DE LA ESCOSURA.

  Paris, noviembre 1857.



  #DE COMO UN PRÓLOGO ES A VECES NECESARIO.#


  No es la moda la que coloca la pluma en mis manos: al contrario,
  he tenido necesidad de discutir conmigo mismo para convencerme
  de que al resumir en un volúmen las notas de mis viajes, me
  obedezco, sin tener en cuenta para nada que la moda es esta.

  Teniendo la pasion de la lectura y alentado por la buena acojida
  que han obtenido los diferentes ensayos literarios que he dado á
  la estampa, nada mas lógico que bosquejar el cuadro de
  mis viajes.

  ¡El viaje! esta ha sido mi constante aspiracion desde que tuve
  la edad de quince años. ¡Gracias mil á Dios que me ha otorgado
  la realizacion de mis ensueños, acariciados tanto tiempo por mi
  imaginacion!

  Sucedíame siempre una misma cosa cada vez que me paseaba en el
  campo. La idea del viaje, siempre compañera de mi memoria, era
  constantemente el tema seguro de mi conversacion: mirando
  siempre delante de mí, me impacientaba contra el horizonte que
  cerraba el paso á mi vista.

  Los límites que las encumbradas montañas trazaban naturalmente á
  mi curiosa mirada siempre ávida de penetrar á traves de los
  términos, cruzábales afanoso con el pensamiento; y solazaba mi
  fantasía con el bellísimo lienzo que en mi ilusion dibujaba.

  Un cielo nuevo, diferentes praderas y torrentes, aire mas
  dilatado, otros espacios, un _mas allá_ distinto del que siempre
  me encerraba en su estrecho ámbito; hé aquí mis deseos eternos.

  Estas eran mis frases; esta mi necesaria conclusion cada vez que
  regresaba del campo.

  La idea de visitar nuevos paises, se presentaba constantemente á
  mi imaginacion con un delicioso misterio que me fascinaba. La
  lengua, los trajes, las costumbres, toda la vida analizada en
  conjunto y en detalle, fingíala en mi deseo, como distinta y
  nueva, en parangon con la que yo conocia.

  Mas tarde, cuando entreví la utilidad de los viajes, por la
  instruccion y conocimiento del mundo que reportan, tomó carta de
  naturaleza dentro de mi cerebro--por decirlo así--la idea
  de viajar.

  Hoy, que afortunadamente he visitado algunos paises, dando
  cumplida satisfaccion á mis aspiraciones, justo y hasta
  necesario es que concrete en un solo cuadro los recuerdos de mis
  excursiones.

  No pretendo escribir un libro: si la frase no estuviera gastada,
  yo llamaria á este epítome _impresiones de viaje_, pero tantos
  son ya los que así han bautizado á sus apuntes, que yo me aparto
  á toda prisa de semejante diccion y concluyo este mal hilbanado
  prólogo rogando al lector que califique este trabajo del modo
  que mas cuadre á su gusto.

  Como quiera que sea, esta publicacion no es otra cosa que una
  galería de cuadros naturales tomados á la vista: los colores que
  empleo, tomados de mi pobre paleta, son débiles pero exactos.

  Y basta para un prefacio: era indispensable consignar que este
  libro no es hijo de la moda: si no me equivoco, lo he apuntado
  ya, y si no se entiende bien, sépase al ménos que yo he
  pretendido decirlo.



  #ESPAÑA#.


  La España, nuestra querida patria, tan calumniada por algunos
  extranjeros que con trivial ligereza han querido juzgarla, sin
  estudiar en modo alguno su estado actual, avanza rápidamente en
  el camino del progreso, y dentro de muy pocos años ocupará el
  importante rango que de hecho la pertenece en Europa.

  Cualquiera otra nacion del mundo que hubiera tenido que pasar
  por las duras pruebas que la nuestra, con sus revueltas
  políticas tan frecuentes, con sus inútiles gobiernos, con su
  fratricida y desoladora guerra civil de siete años, hubiera sido
  borrada de los mapas y fundido en cualquiera otra su deshecha
  nacionalidad. Nuestra querida patria, que á pesar de todo, ha
  guardado incólume hasta hoy su santa independencia, que vive
  vida propia, que trabaja y avanza y que toca ya las ventajas de
  un magnífico porvenir, ha probado al mundo con esta demostracion
  de pujante vitalidad propia, que se basta á sí misma y que
  merece ocupar un gran puesto en el congreso de los pueblos
  civilizados. Los dos altos y augustos sentimientos que viven en
  su corazon y la han conducido á salvo por en medio de
  tempestades y peligros, son el sentimiento religioso y el
  nacional: aquí amamos á Dios y á la patria; y estas dos
  poderosas virtudes que de luengos siglos poseemos, que guardamos
  con religiosa exactitud y que de seguro trasmitirémos á nuestros
  venideros, son dos poderosas palancas de porvenir y fuerza.

  Nuestra legislacion municipal, la mas rica, la mas libre, la mas
  antigua de Europa, nos ha dado una educacion intrínsecamente
  democrática, que ha engendrado en nuestras almas el innato amor
  á la libertad. En vano se nos hablará de la dinastía austríaca
  que ha gobernado nuestra España con las formas del absolutismo:
  nuestros ilustres comuneros de Castilla, combatiendo los
  primeros del mundo en batalla campal contra la tiranía de los
  Reyes, son una soberbia y altiva protesta que nuestro carácter
  escribió en los campos contra todo lo despótico. Nuestras
  costumbres, prácticamente libres, no importadas de parte alguna,
  son las mas democráticas de Europa: y al decir esto, ni hablamos
  de memoria ni avanzamos una aseveracion dudosa.

  En nuestra vida de viajero y de diplomático hemos tenido ocasion
  de estudiar de cerca y con detenimiento las costumbres de las
  sociedades de Europa: en ninguna ni nunca hemos encontrado la
  admirable igualdad práctica de nuestra España, donde en rigor no
  existen clases: aquí, entre nosotros, lo mismo hoy que en tiempo
  del absolutismo, todas las carreras y dignidades del Estado han
  sido accesibles al pueblo; de sus filas han salido ministros,
  generales, obispos, estadistas, todo: hoy, como siempre, están
  abiertas á todas las clases de la sociedad española las carreras
  todas: no tenemos aristocracia de hecho: el clero, el pueblo, la
  nobleza, la clase media, se mezclan y confunden en sus
  reuniones, en sus enlaces, en sus actos todos de la vida pública
  y privada. Como nuestra educacion ha sido eminentemente
  democrática, nuestras costumbres lo son tambien, y de ellas ha
  brotado espontáneamente el sentimiento de amor á la libertad que
  tenemos; y amando á Dios, á la libertad, y á la patria, el
  filósofo y el estadista pueden regocijarse y estar tranquilos;
  nosotros no podemos morir y el porvenir es nuestro.

  Esto en cuanto á la España moral: ahora vamos á visitar, aunque
  ligeramente, la España que los extranjeros han descrito, la
  España de difíciles comunicaciones y de atraso material.

  Madrid, que hoy empieza á ser conocido en toda Europa, es una
  gran capital que de nada carece: cielo espléndido, sociedad
  finísima y fácil, vida literaria pujante y fecunda, once teatros
  públicos, donde tienen su templo todos los géneros de la
  comedia, la música y el drama: artistas, literatos, filósofos,
  academias, museos: caminos de hierro á diferentes ciudades de
  importancia, abundancia de recursos literarios, paseos
  admirables, monumentos, calles y plazas como las de las primeras
  capitales de Europa, diferentes líneas férreas comenzadas que le
  darán una inmensa importancia dentro de cuatro á cinco años que
  todas estarán terminadas, movimiento periodístico inmenso,
  animacion, fisonomía, grandeza. Ese es el Madrid de hoy: esperad
  cinco años y será visitado por todos los viajeros de Europa, que
  de seguro hallarán en él una de las mas bellas ciudades de hoy:
  cuenta una poblacion de 300,000 habitantes.

  Barcelona, segunda capital de España, con cuatro caminos de
  hierro, abiertos al público hace años, con una vida industrial
  asombrosa, con sus innumerables fábricas de cuanto la industria
  conoce[1], con su puerto importante donde todos los dias tocan
  vapores de todos los paises, con sus tres teatros públicos, dos
  de ópera italiana, con sus doscientos treinta mil habitantes,
  con sus magníficas plazas y calles, sus monumentos, su
  prodigiosa animacion, su constante actividad, con sus buenos
  hoteles, sus paseos, su creciente prosperidad; Barcelona,
  concluimos, es una ciudad de alta significacion y de la
  importancia de cualquiera otra ciudad de Europa que como ella no
  sea capital de nacion.

  Valencia, ciudad pintoresca y animada, con una poblacion
  laboriosa y trabajadora, con su industria de seda tan avanzada,
  puerto de mar concurrido, mucho comercio, caminos de hierro á
  Játiva y al Grao, dos teatros públicos, muchas iglesias notables
  bajo el aspecto del arte, la campiña mas deliciosa que
  imaginarse puede, toda cultivada admirablemente palmo á palmo,
  con museo, casinos, sus periódicos, sus hermosas mujeres, su
  delicioso clima, su azulado cielo, su animacion habitual, y su
  poblacion de ciento cinco mil habitantes.

  Sus principales edificios son la catedral, el consulado, el
  Temple, el Hospital General, la Aduana, el palacio del Arzobispo
  y otros varios. Tiene universidad literaria muy concurrida,
  escuelas gratúitas, y casas de beneficencia en brillante estado.

  Entre los establecimientos penales descuella el presidio, que es
  un verdadero modelo y merece ser visitado por los extranjeros.
  Valencia ántes de un año estará unida á Madrid, Alicante,
  Almansa y Albacete por medio de un camino de hierro.

  Sevilla, con su Guadalquivir á los piés, con su célebre
  catedral, las casas consistoriales, la Audiencia, la Lonja, y
  otros muchos edificios notables; Sevilla es tambien una de las
  ciudades mas mercantiles de España, comercia en grande escala, y
  tiene una poblacion de ciento treinta mil almas. Su cultura es
  superior á todo elogio, pues hasta en las filas del pueblo se
  observan buenos modales y finura.

  Tiene Sevilla excelentes periódicos de literatura, academias, y
  aventajados artistas. Su cielo, su clima, sus mujeres son
  renombradas en toda Europa: los frutos deliciosos de su campiña
  son de lo mejor de su clase: tiene muy avanzadas las obras de
  sus ferrocarriles á Córdoba y Cádiz.

  Zaragoza la inmortal, la patria de los hijos esforzados, es
  tambien otra ciudad importante de España que he visitado tres
  veces. El camino de hierro que la pondrá en comunicacion con
  Madrid y Barcelona, que ántes de cuatro años estará abierto al
  público, pues en ámbas líneas se trabaja sin descanso, acrecerá
  muchísimo su actual significacion y la dará nueva vida
  é impulso.

  Zaragoza tiene magníficas iglesias que llaman la atencion del
  viajero y que merecen verse, como la Seo y Nuestra Señora
  del Pilar.

  Sus edificios mas notables son la Lonja y los palacios del
  Arzobispo y del General. Entre sus calles ocupa el primer lugar
  la del Coso, ancha, recta, despejada; hay muy buenos paseos al
  rededor de la ciudad. La agricultura constituye la principal
  riqueza de la capital de Aragon: tiene tambien sus periódicos y
  sus teatros: la poblacion es de cincuenta mil almas. El pueblo
  es eminentemente liberal, noble, esforzado, valiente, generoso.

  Cádiz y Málaga, otras dos ciudades de nuestra España que he
  visitado, se distinguen, la primera por su encantadora
  situacion, por su blancura y su excesiva limpieza, por su
  civilizacion avanzada.

  Es grande la vida literaria de Cádiz, donde se publican muy bien
  escritos periódicos y libros: tiene florecientes academias y
  dase culto esmerado á las artes: su sociedad es una de las mas
  cultas y finas de España.

  Sus mujeres, poderosamente hermosas, son uno de los mejores
  adornos de su sociedad. Cádiz tiene tres teatros públicos,
  calles y plazas elegantes, y el aspecto general de la ciudad es
  de lo mas agradable y pintoresco que idearse puede.

  Tiene caminos de hierro en explotacion á Jerez y al Puerto, y en
  construccion el de Sevilla.

  Málaga, industrial, puerto de mar, fábricas de fundicion, de
  tejidos, de hilados: buenos paseos, algunos edificios notables:
  sus célebres vinos.

  Hablo en mi libro únicamente de las ciudades que he visto; el
  viajero tiene todavía algunas otras dignas de ser visitadas:
  Granada, Córdoba, Toledo, Santiago, Leon, Salamanca.

  Continuando nuestra rápida reseña sobre España, vamos á
  consignar unos ligeros apuntes sobre algunas otras ciudades que
  tambien conocemos.

  Palencia, situada á ocho leguas de Valladolid y cuarenta de la
  capital de España, es una ciudad que, aunque de tercer órden,
  tiene una magnífica catedral, los palacios de Don Sancho y el
  Obispo, un elegante teatro, casino, y algunas buenas calles: su
  riqueza la constituye la agricultura.

  Tiene fábricas de harinas. La primera universidad que hubo en
  España se fundó en Palencia: se tiende á sus puertas el canal de
  Castilla que la pone en comunicacion con Alar y Valladolid; y
  hoy trabaja con fe en su camino de hierro.

  Valladolid, patria de Felipe II, es sin disputa la primera
  ciudad de la caballerosa y noble Castilla. Tiene universidad
  literaria muy concurrida, audiencia territorial, es capital de
  uno de los distritos militares de la Península, ciudad agrícola
  é industrial.

  Sus principales edificios son la catedral, obra magnífica del
  grande Herrera, que no está terminada; la universidad, de formas
  elegantes y de gusto arquitectónico; la célebre iglesia de San
  Pablo, con sus lindísimos pórticos, su esbelta arquitectura y
  lujo de ornamentacion; los arcos de Benavente, el palacio Real y
  algunos otros.

  Valladolid tiene muchas y buenas calles, algunas tiradas á
  cordel; paseos excelentes, como el _Campo Grande_ y las
  _Moreras_; bibliotecas públicas, teatros, sociedades literarias.
  Hoy empieza á ser un centro industrial de importancia: muchas
  fábricas de harinas, otras de tejidos de algodon, de loza, de
  hilados, de fundicion. Tiene treinta mil habitantes, canal
  navegable hasta Rioseco y Alar, y muy adelantadas las obras de
  su via férrea.

  Búrgos, ciudad de recuerdos y monumentos, merece tambien la
  visita del viajero. Su renombrada catedral, una de las mas
  bellas de Europa, es majestuosa, gallarda, elegante; ataviada
  con el manto gótico que sus arquitectos la vistieron, se
  presenta al espectador con todo el interes de un monumento
  del arte.

  Las _Huelgas_, célebre monasterio, fundado por Alfonso VIII,
  llama tambien la atencion del que viaja para estudiar. La
  iglesia de los Cartujos contiene un soberbio sepulcro consagrado
  á Don Juan II, digno de ser visto: es obra de arte admirable,
  fundido en mármol de Carrara, con rica pompa de relieves y con
  lujo de estatuaria.

  Búrgos tiene hoy poca importancia; su clima es sumamente frio y
  sus recursos son muy pocos: se visitan con gusto sus edificios
  notables y sus paseos, pero fuera de esto nada ofrece
  al viajero.

  Santander, ciudad perteneciente tambien á Castilla la Vieja, es
  un centro muy activo de nuestro comercio; tiene una vida pujante
  y animada y cuenta con grandes recursos y elementos de
  prosperidad. Puerto de mar muy concurrido, y depósito general de
  todas las harinas de Castilla, mantiene activas relaciones de
  comercio con toda América, y en especial con nuestras Antillas.

  Su muelle es uno de los mas bellos de España, un largo y
  elegante lienzo de magníficas casas constituye su frente
  principal. Cuando se terminen las obras del puerto, y esté
  abierta al público la línea férrea hasta Alar, una de cuyas
  secciones está ya en explotacion, Santander acrecerá mucho la
  importancia y significacion que hoy tiene.

  Cuéntanse en la ciudad algunos buenos edificios; las calles en
  general son rectas y despejadas: hay un lindo teatro y sus
  correspondientes casinos.

  Vitoria, San Sebastian é Irun, son las tres poblaciones de
  importancia que se encuentran en el camino de Madrid á Bayona.
  Sabido es que nuestras Provincias Vascongadas son un modelo de
  laboriosidad y cultura: allí la tierra no permanece ociosa, como
  en Aragon, que solo puede visitarse por tener el honor de
  penetrar dentro de los muros de la inmortal Zaragoza.

  Las Provincias Vascongadas, como he indicado, tienen el
  privilegio de atraer poderosamente la atencion de todo aquel que
  las visita. Sus moradores, lo mismo que los aragoneses, reflejan
  en sus expresivos rostros la honradez y franqueza.

  El pais todo está cuidadosamente cultivado: en los picos de las
  montañas ha plantado la vid la mano laboriosa del vasco.
  Cuéntanse innumerables carreteras, anchas, cómodas y bien
  construidas. La sencilla organizacion de sus tutelares gobiernos
  de provincia, favorece el desarrollo de la buena fe que á todos
  distingue, y los vínculos de la familia, santos en todas partes,
  son allí sagrados: de aquí la bondad de los habitantes, porque
  sabido es que el hogar doméstico es todo; si este es bueno, la
  sociedad, que es su reflejo, no puede ménos de serlo tambien.

  Vitoria, San Sebastian é Irun, son tres lindas ciudades, aseadas
  y hermosas, notables por su animacion y riqueza: abundan las
  fábricas de fundicion y el trabajo se hace _oir_ en todas
  partes. Vitoria y San Sebastian cuentan buenas plazas y
  edificios: Irun tiene una bonita casa de villa. De Irun á la
  frontera de Francia solo debo hacer notar una santa emocion que
  me conmovió. En el solemne instante de cruzar el puente del
  Vidasoa, mi corazon conmovido profundamente envió desde el
  extremo del puente un saludo de bendicion y de cariño á mi
  familia y á mi patria. Mi queridísima España, representada en
  Irun, que todavía devoraba con mis ojos, me atraía poderosamente
  hácia sí, y por dos veces consecutivas avancé hasta la mitad del
  puente para enviarla mis votos por su engrandecimiento y
  prosperidad.

  Habiendo dado demasiada extension al capítulo sobre España,
  vamos á terminarle consagrando ántes unas cortas líneas al
  estado actual de nuestros medios de comunicacion, y exponiendo
  algunas otras consideraciones generales sobre el estado actual
  de España.

  En materia de comunicaciones, tenemos carreteras generales en
  buen estado para las principales ciudades de España; los canales
  de Castilla, Aragon y otros: vapores para todas las líneas, y
  caminos de hierro de Madrid á Almansa y Alicante, de Valencia á
  Játiva, de Barcelona á Tarrasa, Granollers, Arenys de Mar y
  Martorell, de Cádiz á Jerez y al Puerto, de Reinosa á Alar, de
  Valencia al Grao, de Langreo á Gijon, de Tarragona á Reus: todas
  estas líneas están abiertas al público: en construccion
  avanzada, próximas á terminarse, tenemos la de Almansa á Játiva,
  y la de Madrid á Guadalajara tambien: estas dos líneas, ámbas
  grandes y de suma importancia, se darán al público ántes de un
  año: las líneas de Zaragoza á Barcelona, y de Madrid á
  Valladolid, en las que se trabaja sin descanso, se abrirán
  tambien á la circulacion pública ántes de tres años.

  En resúmen, España, que por causas conocidas de todos, ha
  tardado en comenzar sus vias férreas, toma hoy una noble
  revancha trabajando en todas direcciones y sin levantar mano.

  Esta es la España verdadera actual, no la que algunos viajeros
  han pintado: pronto la Europa toda tendrá ocasion de conocerla.
  Los inmensos recursos de todo género con que contamos, la
  fabulosa riqueza de su favorecido suelo, sus dos mares, sus
  rios, su delicioso clima, su próspera y floreciente agricultura,
  su industria y su comercio, en progreso constante; su poblacion
  de diez y ocho millones de habitantes, todas estas
  circunstancias reunidas, con su red de caminos de hierro que hoy
  construye aceleradamente, sus riquísimas y florecientes colonias
  de América y Asia, sus posesiones de Africa, y su portentosa
  riqueza, le aseguran un porvenir grande, digno de ella. Con un
  buen gobierno que tuviéramos por una docena de años, nuestro
  brillante porvenir llegaria mas pronto.

  En España tenemos once universidades literarias, á las que
  concurrieron en 1856 doce mil seiscientos tres estudiantes. Las
  escuelas públicas de instruccion que se cuentan en España son
  15,400, y los discípulos que asistieron á ellas en el mismo año
  1856 fueron en número de un millon ochocientos mil. Estas dos
  cifras hablan muy alto en favor del estado intelectual de
  España: fíjense bien los que pretendan hablar de nuestro pais en
  esas dos estadísticas, que son las que mejor traducen el estado
  intelectual de un pueblo.

  El número de periódicos políticos y literarios de todo género
  que se publicaban en España en 1856 fué el de doscientos
  ochenta. Esta elevadísima cifra, que tambien aboga en pro del
  grande amor á la lectura que se ha dispertado en nuestro pueblo,
  se aumenta todos los dias; cuéntanse muchísimas bibliotecas que
  publican á volúmen diario, y alguna de ellas tiene mas de
  cincuenta mil suscritores.

  No hay una sola poblacion en toda España, comprendiendo las de
  tercero y cuarto órden, que carezca de un teatro y de un casino
  con gabinete de lectura.

  Un pueblo que lee y que concurre al teatro, tiene una educacion
  culta, y demuestra que es digno de ser estudiado por los
  viajeros que se proponen conocer el espíritu de un pueblo,
  primera aspiracion de todo el que viaja con un noble objeto.

  Los establecimientos de beneficencia que el sentimiento
  cristiano español ha levantado entre nosotros componen un número
  crecidísimo y hablan muy alto en favor de nosotros. La España
  cuenta actualmente mas de doscientas casas de beneficencia que
  la caridad pública sostiene en su mayor parte. Las escuelas
  gratúitas fundadas en España para la educacion del pueblo, y en
  las cuales se da una instruccion esmerada, son en grande
  número tambien.

  Ya se comprenderá fácilmente que en este libro no nos ocupamos
  con detencion de nuestro pais: si la índole de una obra como
  esta, en la que solo están apuntadas las impresiones de un
  viaje, nos permitiera entrar en el exámen de su espíritu
  público, de la organizacion de la familia, de sus relaciones
  sociales, de su carácter digno y altivo, de sus grandes
  instituciones; entónces podríamos trazar un cuadro consolador y
  admirable. En otro libro que preparamos sobre el estado actual
  de la Europa, nos ocuparémos separadamente y con la extension
  necesaria de nuestra amada España.

  Aquí solo apuntamos detalles y algunos datos estadísticos de
  verdadero interes para el que desee conocer un poco la patria de
  Cervantes y Calderon.

  Habiendo trazado el cuadro de nuestros viajes por Europa y
  América, hemos creido de nuestro deber dar tambien un lugar en
  nuestras páginas á la España, con el único objeto de darla á
  conocer tal cual es, deshaciendo en cuanto podamos las
  equivocadas opiniones que de ella se han formado por muchos
  viajeros. Y como publicamos nuestro libro en Paris, haciendo
  ademas una edicion francesa, esperamos que nuestra patria será
  debidamente apreciada, con lo cual queda satisfecho nuestro
  primer deseo. Nosotros no pedimos mas que imparcialidad: así
  como en nuestro libro se encontrará un juicio desapasionado y
  exacto de cuanto hemos visto en las diferentes naciones que
  conocemos, del mismo modo reclamamos para España narraciones
  verídicas y justas.

  Nosotros para ser estimados y respetados no necesitamos mas que
  una circunstancia, una sola, la de ser estudiados y conocidos.

  Previa esta indispensable manifestacion, vamos á terminar
  nuestro capítulo sobre España, no sin consignar ántes algunas
  otras notas de importancia é interes para mejor conocer y
  apreciar el estado actual de España.

  El clero español, que en muchos pueblos de Europa suponen
  poderoso, y á quien atribuyen una inmediata influencia sobre la
  marcha social de España, ocupa una posicion inmensamente
  diferente de la que hasta hace poco disfrutaba, y carece de esa
  accion que los que no conocen nuestro pais le suponen.

  La revolucion política y social operada en España á consecuencia
  de la muerte de Fernando VII, ha emancipado para siempre al
  pueblo español de la influencia clerical que de un modo
  ilegítimo pesaba sobre él: las inmensas riquezas que la Iglesia
  española poseia, han sido vendidas por la nacion en su mayor
  parte: con la regeneradora medida de la desamortizacion, se ha
  prodigiosamente aumentado la riqueza pública, se ha impreso un
  poderoso movimiento de institucion al comercio y á la industria,
  se han creado muchos propietarios, se ha dado mayor vida á la
  agricultura, y se ha libertado el pueblo español de una
  influencia que le entorpecia en su majestuosa marcha.

  Yo, que me vanaglorio de ser cristiano, no quiero en modo alguno
  para el clero otra influencia que la de su talento y su virtud,
  ninguna otra; no quiero jamas un clero rico que influya bajo tal
  consideracion.

  Por fortuna la España no tiene que temer ese grande
  inconveniente: declarados justamente bienes de la nacion los que
  el clero retenía en su poder, y vendidos como están aunque por
  desgracia no todos, la influencia del clero español es hoy
  limitada y corta. Como en nuestra actual sociedad significa
  tanto, por desgracia, la riqueza, el clero ha perdido con los
  bienes que poseia la influencia que le daban: en los
  presupuestos de la nacion figuran las sumas con que el Estado
  atiende á los justos y necesarios gastos del culto y sus
  ministros: con esto solo se prueba que el clero no es rico, y no
  siéndolo como no lo es, no tiene otra influencia que la que de
  derecho le pertenece, la que le da su augusto ministerio y la
  que puedan prestarle sus virtudes y sus talentos.

  Con esta manifestacion quedan victoriosamente contestados
  cuantos suponen equivocadamente que el clero de nuestros dias en
  España ocupa el mismo puesto que el de hace cien años: no hay
  mas diferencia que la de un siglo, y la de un siglo de
  constante progreso.

  La clase media, que ántes que en ningun otro pueblo de Europa
  tomó puesto y lugar, definiendo sus títulos y aspiraciones ante
  el clero y la nobleza, porque nosotros apénas hemos conocido el
  feudalismo, tiene hoy entre nosotros grande importancia y
  significacion. Los mas ilustres representantes de la literatura,
  la política, la filosofía, las artes, la iglesia y la milicia
  han salido de sus filas: las eminencias todas del pais reconocen
  por orígen á la clase media, que es rica, ilustrada, numerosa.

  Nuestro ejército, aguerrido y valiente como el primero del
  mundo, se halla hoy en un estado de organizacion admirable. Yo,
  que soy enemigo de los ejércitos permanentes y que con profundo
  dolor reconozco hoy como una fatal necesidad, hasta que los
  gobiernos, cumpliendo con sus deberes, eduquen é instruyan al
  pueblo, no puedo ménos de admirar el estado del ejército
  español, que es brillantísimo.

  La marina de guerra, que fué un dia la primera de Europa, y que
  hace veinte años se hallaba en un lamentable estado de
  postracion y abandono, se fomenta y engrandece
  extraordinariamente en nuestros dias. Las construcciones de
  buques de guerra ocupan hoy nuestros arsenales, y cada año se
  aumenta nuestra armada, que muy pronto será respetable y
  numerosa. La prosperidad creciente y asombrosa de nuestras
  colonias de Asia y América, para cuya defensa tenemos
  constantemente en ellas mas de treinta buques de guerra, hace
  necesaria la grande proteccion con que hoy miramos á la armada.

  Nuestro comercio exterior, que cada dia aumenta los círculos y
  esferas de su accion, que se extiende y se presenta en remotos y
  nuevos mercados, cuenta tambien con una numerosa marina mercante
  que es un grande elemento de riqueza nacional.

  Si al terminarse la guerra civil de los siete años nuestro
  numeroso y aguerrido ejército hubiera ido á Africa, donde tanto
  hemos poseido y á donde debemos ir, hoy tendríamos mas
  posesiones que las que nos pertenecen; nuestro comercio se
  hubiera desenvuelto en mayor escala; las ambiciones militares
  hubieran tenido un noble palenque donde desarrollarse y crecer,
  y por último, nos hubiéramos visto libres de muchas discordias
  civiles que han trastornado la España.

  Entónces los triunfos de nuestras armas no hubieran costado á la
  patria tanto sacrificio, tanta desgracia. ¡Ojalá se hubiese
  hecho así! ¡Qué _hoy_ tan claro alumbraria nuestros horizontes!



  #FRANCIA#.


  Es un error muy admitido, especialmente en España, el que
  consiste en creer que la Francia toda es un pais de adelantos
  y progreso.

  La Francia, cuya iniciativa en los asuntos políticos de Europa
  le concede mucha importancia, tiene bastante que progresar aun
  para ponerse á nivel de otros pueblos en cuanto á ciencias,
  filosofía y artes; y considerada bajo el prisma de mejoras
  materiales, solo en estos últimos cuatro años es cuando ha
  comenzado á progresar.

  El sistema de centralizacion que el partido conservador
  entronizó en Francia de un modo exagerado, ha hecho que Paris
  sea la nacion, el corazon de la Francia, su brazo, su cabeza.
  Para ello ha sido necesario ménoscabar las libertades de los
  municipios y con ellas la vida de las provincias, su vida
  política, su accion gubernamental. Como Paris es verdaderamente
  una ciudad mágica y portentosa, donde se halla reunido todo lo
  mejor de la Francia, sus poetas, sus filósofos, sus pintores,
  sus literatos, sus hombres políticos; como en Paris vive el
  arte, como es el centro de todas partes, como es la sola ciudad
  que generalmente visita el viajero, de aquí el que se crea que
  la Francia es el primer pueblo. ¡Error! y error lamentable,
  porque Paris no es mas que la capital, y Paris no es la Francia
  para el filósofo, para el que pretende estudiar el estado
  del pueblo.

  Cuando se visitan las ciudades de segundo y tercer órden, se ve
  cuan atrasada está aun la Francia: la instruccion pública,
  seguro barómetro de un pueblo, léjos de ser general como en
  Suiza y Alemania, se encuentra rezagada y en un lamentable
  estado, siendo general en todos los pueblos, aun los mas
  próximos á las ciudades, encontrar una tercera parte del pueblo
  que no sabe leer ni escribir, siendo las mujeres las que ménos
  aprenden[2]. Hasta hace dos años, época del grande
  desenvolvimiento de los caminos de hierro, las ciudades de
  segundo y tercer órden estaban sin mas comunicaciones que las de
  unas incómodas é insoportables diligencias: el extranjero
  encontraba con mucha dificultad un hotel medio regular donde
  hospedarse: hoy todavía se cuentan en Francia bastantes
  diligencias, y en cuanto á los hoteles, son en mucho inferiores
  los que hoy existen á los de la Suiza, Holanda y otros paises.

  La filosofía del siglo XVIII, que ha dado al pueblo frances una
  educacion materialista, ha producido los resultados que hoy se
  tocan con gran desconsuelo de sus hombres pensadores. El pueblo
  frances apénas cree en otra cosa que en los goces; toda su
  ciencia se reduce á la duda y al sarcasmo. Sin fondo alguno, sin
  educacion literaria, sin instruccion bastante, escapa el
  espiritualismo á su corta concepcion; duda por sistema, y en vez
  de estudiar para aprender algo, se duerme en la ignorancia mas
  desconsoladora, en esa ignorancia estacionaria que no da un paso
  adelante ni atras; ese es el pueblo frances considerado bajo el
  aspecto de la inteligencia.

  Las ciudades de Francia que yo he visitado, y de las que hablaré
  ligeramente, son Bayona, Burdeos, Nancy, Strasbourg, Mulhouse,
  Amiens, Marsella, Lyon, Lille, Poitiers, Angulema, Tours,
  Perpignan, Narbona, Tolosa y Orleans.

  Habiéndome dirigido á Francia desde Madrid por Búrgos y las
  Provincias Vascongadas, segun he apuntado ya, la primera ciudad
  que salió á mi encuentro fué Bayona.

  Desde la misma frontera el viajero comienza á ver los hilos
  eléctricos que ponen en comunicacion instantánea á todos los
  departamentos con Paris.

  Este notabilísimo invento, debido al ilustre español Salvá, que
  en el año 1829 hizo en la Academia de Madrid los mas cumplidos
  ensayos, cuando ninguna nacion de Europa tenia aun la mas remota
  idea de él, le han utilizado los extranjeros ántes que nosotros.
  La Francia, en materia de comunicaciones, está hoy muy avanzada.

  En el mismo instante de entrar en su territorio, la policía se
  encarga de hacer presentar su pasaporte á todo viajero. La
  diligencia española que desde Búrgos llega hasta Bayona, sufre
  tambien á la entrada de Francia un escrupuloso registro; todos
  los equipajes son reconocidos, y lo primero que á los españoles
  se pregunta por los encargados de la oficina aduanera, es _que
  si llevan tabaco_.

  Tan luego como esta enojosa ocupacion se terminó, continuamos
  nuestro viaje hasta Bayona. Antes de llegar á esta ciudad, no
  obstante ser el trayecto tan corto, tuve lugar de acordarme de
  las casas de Beneficencia y de las formas con que se recibe á
  los extranjeros. Digo esto porque desde la frontera hasta Bayona
  encontré doce ó catorce mendigos que desde la carretera misma
  imploraban la compasion del viajero; esto por lo que se refiere
  á la organizacion del sistema de las casas de caridad pública;
  respecto á lo de las formas, dos veces nos pidieron los
  pasaportes, y dos veces fué detenida la diligencia desde la
  frontera hasta Bayona en cuya ciudad nos hicieron entregarlos de
  nuevo á las mismas puertas.

  Esta vigilancia continua que ciertamente molesta, en especial á
  los caractéres independientes, produce muy mal efecto. Mucho
  aplaudiria yo á los gobiernos que despues de adoptar las medidas
  necesarias que la tranquilidad de cada pueblo reclama,
  recibieran á los extranjeros con ménos lujo de accion
  gubernamental, con ménos formalidades.

  Antes de ocuparme de Bayona, pláceme consignar una observacion
  digna de ser notada. Algunos españoles traducidos que solo han
  llegado á la frontera de Francia, se esfuerzan en hacer creer
  que todo lo extranjero es bueno, é insoportable lo nacional. El
  descrédito que quieren hacer caer sobre el pais que los ha
  educado, se vuelve de rechazo sobre ellos. Yo, que me precio de
  ser eminentemente imparcial, diré á propósito de comunicaciones
  lo mismo que sobre todo, la verdad y nada mas que la verdad.

  La carretera de Madrid á Zaragoza, la de Madrid á Santander por
  Búrgos, la de Madrid á Bayona, la de Valencia á Madrid por las
  Cabrillas, y por último, todas las que abundan en las Provincias
  Vascongadas, son casi tan buenas y tan bien construidas y
  cuidadas como las de Francia, Italia y Suiza, que son las
  principales que he encontrado en Europa. El que diga lo
  contrario habla con prevencion é injusticia.

  Bayona tiene una soberbia campiña que hermosea
  extraordinariamente todo su término: la ciudad presenta muy buen
  aspecto; anchas y largas calles constituyen su elegante centro.
  Desde luego se apercibe el viajero que Bayona es ciudad de
  alguna importancia; la animacion que reina por todas partes
  habla en pro de su riqueza y movimiento comercial: vida
  literaria ninguna. Hoteles y algunos edificios notables
  embellecen el interior de la ciudad: las plazas, en general
  grandes y hermosas, entretienen agradablemente la atencion. Como
  el interes de una poblacion como Bayona se gasta pronto para el
  extranjero, tomé billete en la diligencia de Burdeos, que á las
  dos de la tarde parte del Hotel del comercio[3].

  Veinte horas poco mas ó ménos emplea la diligencia en su carrera
  de Bayona á Burdeos. La carretera que separa estas dos ciudades
  es buena como casi todas las de Francia. Es de notar que por
  todas partes se recrea y deleita la vista contemplando la
  cultivada campiña que se ostenta lozana en general. La Francia,
  que se ha visto libre de las prolongadas y eternas luchas que
  han desolado nuestra España; la Francia, que por otra parte
  cuenta con la enorme poblacion de 36,000,000 de habitantes y se
  halla muy bien enclavada en Europa, ha tenido tiempo y brazos
  suficientes para hermosear su terreno, poblándole como lo está
  de casas de campo, y cultivar con esmero y asiduidad la tierra
  que embellece los términos, acrecienta la riqueza pública, da
  ocupacion á sus moradores y adelanta el progreso público.

  Sin episodio ni incidente alguno notable entré en Burdeos.

  Esta populosa ciudad, una de las primeras de Francia, anuncia
  ántes de entrar en su recinto lo importante de su significacion
  política y comercial. El viajero que llega á Burdeos procedente
  de Bayona, atraviesa una larga calle de tres cuartos de legua,
  cerrada con imponentes y majestuosos lienzos, que desemboca en
  una gran plaza.

  Algunos elegantes palacios embellecen la ciudad; un considerable
  número de hoteles, servidos regularmente, ofrecen comodidad
  al viajero.

  El comercio de la poblacion empujado por el grande sistema de
  comunicaciones que por tierra y por mar facilitan allí las
  relaciones, presta bastante vida á todo. Su celebrado víñedo,
  que tanta riqueza supone, adorna de un modo espléndido la
  campiña. Las tiendas de comercios de la ciudad, vestidas casi
  con tanto lujo como las de Paris y Lóndres, comunican á su
  aspecto ese aire de fiesta que tanto gusta á la moda de
  decoracion actual.

  El teatro de Burdeos es un vasto edificio de piedra con cuatro
  fachadas de elegantes columnas, gallarda pompa de construccion y
  con riqueza de detalles arquitectónicos. Visto solamente su
  exterior, sobrepuja á los primeros de Europa tanto por su
  grandeza material como por su bizarra contestura. La sala no
  corresponde á la magnificencia que desde fuera anuncia:
  recientemente se ha decorado el interior, ántes de que yo le
  visitara, pero sin embargo es muy inferior á lo que prometen sus
  espaciosos y elegantes vestíbulos, su soberbia galería circular.
  Los palcos son desmesuradamente grandes y están vestidos con
  chocarrera decoracion: las lunetas pobres y estrechas.

  Lo que falta á Burdeos es poblacion: el número de habitantes que
  contiene no está en relacion con la grandeza de la ciudad, así
  es que el silencio la rodea. Las Catacumbas y algunos cuantos
  edificios que embellecen la poblacion, son dignos de que el
  extranjero los visite.

  Burdeos puede considerarse como un gran pórtico que da entrada á
  Paris: la idea que su conjunto imprime en el ánimo, prepara y
  medio dibuja las colosales proporciones de la soberbia ciudad
  que se llama Paris. Diferentes empresas de carruajes hacen el
  servicio del interior de la ciudad.

  El afan con que yo deseaba llegar cuanto ántes á la capital de
  Francia, me hizo abandonar mas pronto á Burdeos. La grande
  distancia que separa á estas dos capitales la recorre el viajero
  en doce horas, merced al excelente camino de hierro que las une.
  Al dirijirme desde mi hotel al embarcadero tuve ocasion de ver
  un largo y bien construido puente próximo á la estacion, que mas
  tarde he vuelto á ver y que se distingue por su elegante y
  sólida construccion. Cerca de la ciudad existe un puente
  colgante que vale una visita.

  Elegante y espacioso es el embarcadero del camino de hierro;
  tomé billete de primera clase en tren directo, cosa que aconsejo
  á todos tanto por la economía de tiempo como por la mayor
  seguridad que ofrece, y apénas sonaron las ocho de la mañana en
  el reloj de la estacion, rompió su majestuosa marcha el tren.

  Aquí podria combatir bajo cierto aspecto el sistema de viajes
  por camino de hierro como prosáicos, en el sentido de que hacen
  inútil la hermosura y juventud de la naturaleza, que al
  rapidisimo vuelo con que uno marcha le es imposible admirar.
  Efectivamente; la poesía de los paisajes diferentes que presenta
  la naturaleza, así como el encanto de sus cuadros variados y
  frescos, pasan completamente desapercibidos á traves del rápido
  curso con que se precipitan los carruajes arrastrados por
  el fuego.

  En cambio y compensacion casi suficiente, pueden á su vez
  objetar los que no se cuidan de las bellezas del campo, que vale
  mucho mas prescindir de la poesía que soportar las incomodidades
  casi insoportables en un largo viaje, de la vetusta y molesta
  diligencia.

  Mi voto en esta cuestion pertenece sin vacilar un momento á las
  locomotoras. Me entusiasma y complace leer los prodigios que
  Dios ha escrito en ese libro majestuoso que se llama la
  naturaleza, pero no es ménos cierto que me asusta y desalienta
  ese cerrado cajon de madera que se llama diligencia y yo
  apellido tortura. Sí, no ofrece la menor duda: los caminos de
  hierro son los preferidos por todo el mundo; aparte de sus
  inmensas ventajas de inaudita y pasmosa celeridad, ademas de su
  cómoda disposicion, tienen tambien su poesía especial. Las
  columnas de humo blanquísimo que suben en forma de corona desde
  el momento en que rompe su marcha majestuosa el tren, el vuelo
  solemne é imponente de su carrera, que parece conducir por el
  aire á los carruajes, tiene tambien su poesía.

  Elegantes coches de ocho asientos, anchos, cómodos, espaciosos,
  ofrecen al viajero la mas cumplida comodidad: una tupida
  alfombra recoje los piés, que pueden colocarse del modo y forma
  que mas acomode: de noche tiene dentro cada carruaje luz
  clarísima para que el viajero lea. Desfilan á su vista durante
  el dia con la prodigiosa celeridad de un sueño, las campiñas y
  los pueblos. Si estas magníficas ventajas pueden parangonarse
  con el penoso encarcelamiento del estrecho calabozo que con
  nombre de _berlinas_ (algo propio sin duda) ofrecen las
  diligencias, dígalo alguno si se atreve.

  La via férrea de Burdeos á Paris es rica en obras notables:
  hállanse abiertos en su carrera trece ó catorce túneles de
  consideracion, sólida y elegantemente construidos. Pasan de
  treinta los puentes ligeros que le hermosean; el terraplen y la
  nivelacion hábilmente verificados, prestan á la marcha de los
  carruajes movimiento suave é igual. De corta en corta distancia
  adornan é interrumpen el camino elegantes estaciones de forma
  graciosa y moderna, donde se sirven con el mismo lujo que en los
  mas afamados hoteles, comidas y almuerzos. Los numerosos
  dependientes que por toda la línea llenan el servicio, pregonan
  en alta voz á la llegada de los trenes, los nombres de las
  estaciones. El plazo que en los trenes directos se concede á los
  viajeros para comer, es sumamente corto. De Burdeos á Paris, que
  hay una distancia de cien leguas castellanas, solo nos detuvimos
  á comer en dos estaciones, permitiéndonos solamente quince
  minutos en una y treinta en otra: todo es necesario para cruzar,
  como se cruza, tan larga distancia en el brevísimo término de
  doce horas.

  Sin que se sepa por qué, pues la via está perfectamente acabada,
  es frecuente en averías el camino de hierro de Burdeos á Paris.

  La semana ántes de atravesarle yo hubo un tren descarrilado, si
  bien afortunadamente no ocurrieron desgracias. Esta escena,
  acaecida diferentes veces ya á pesar de haberse empezado á
  explotar hace poco tiempo, se repitió el dia en que yo le crucé.
  Eran ya las ocho de la noche, y despues de haber tenido un
  felicísimo viaje, nos hallábamos á poca distancia de Paris
  cuando de repente advertimos que el tren se habia detenido.
  Despues de aguardar un cuarto de hora sin preguntar la causa,
  porque suponíamos que instantáneamente comenzaria de nuevo su
  marcha, y viendo que continuábamos en el mismo sitio, nos
  decidimos á preguntar la razon. El tren que nos habia precedido
  hallábase detenido despues de tres horas porque la máquina se
  habia descarrilado. Los carruajes estaban en medio de la via y
  el paso del nuestro era imposible. Tres horas poco mas ó ménos
  sufrimos la inesperada detencion que el tren anterior nos
  originó: ninguna desgracia felizmente hubo de lamentarse. Una
  vez despejada la via, avanzó nuestra máquina y á la una y media
  de la noche entramos en la ciudad que se llama Paris.

  De Burdeos hasta la capital de Francia halla el viajero una
  campiña soberbia, por todas partes cultivada, pueblos grandes,
  vegetacion lozana, y las importantes poblaciones de Libourne,
  Anguleme, Poitiers, Tours y Orléans.

  Ya lo he apuntado mas de una vez y todavía tendré ocasion de
  repetirlo: he atravesado la Francia en toda su extension, desde
  la frontera de España hasta la de Suiza, cruzando una distancia
  de trescientas leguas. Por todas partes, sin exceptuar un palmo
  de tierra, todo está cultivado: los alambres telegráficos no se
  pierden jamas de vista: estas dos consideraciones hablan muy
  alto, son las que me llamaron sin tregua la atencion: las
  quisiera encontrar en toda España.

  La verdadera civilizacion consiste en el trabajo, que engendra
  buenos ciudadanos, ennoblece las almas, acrecienta la pública
  riqueza y mata la holganza. Los gobiernos que han construido las
  vias férreas, y los pueblos que han abierto los senos de la
  tierra con el arado, merecen una alta estima.

  Vamos á entrar en Paris.



  #PARIS#.


  Así como en los siglos de fe religiosa hacíanse peregrinaciones
  de todas partes para ir á visitar los Santos Lugares, la tumba
  de Santiago el Apóstol, ó las venerandas reliquias de Roma,
  actualmente se dirijen todos los curiosos de todas las naciones
  á _Paris_, la ciudad de las ciudades.

  Y en verdad que merece la pena: el arte que nació en el Oriente,
  que tuvo mas tarde por patria á Grecia y que por último se
  guareció en Roma, habita hoy en Paris. En este poderoso bazar
  del lujo y de la pompa, tiene en nuestros dias su templo. El
  extranjero que llega por vez primera á Paris está seguro de
  fastidiarse los tres primeros dias con el tumulto de su
  incansable movimiento y la febril agitacion de aquella vida.
  Pero muy pronto la reaccion comienza, y la idea que primero se
  presenta es la de continuar en su recinto todo el
  tiempo posible.

  Vuelvo á recordar al lector que no pretendo bosquejar
  sucintamente la historia de los lugares que visito: prescindo
  del Paris antiguo, y voy á limitarme á reseñar algunas de sus
  principales maravillas: no consulto ni abro ningun libro, de
  memoria escribo, y solo los recuerdos dictan mis descripciones.
  Esto no quiere decir que habrá inexactitudes; eso no: yo hago
  mencion solamente de lo que he visto por mí mismo: lo que quiero
  significar es que no mencionaré todo, porque ni ese es mi objeto
  ni corresponde á un libro de esta índole. Yo visité en la
  capital de Francia lo que quizá muchos no se acuerdan de ver; en
  esto como en todo, el gusto especial de cada uno forma regla
  aparte. Yo haré relacion de lo que he visto.

  Al dia siguiente de mi llegada á la capital de Francia, fuíme al
  Cuartel Latino á visitar dos casas célebres: la que habitó
  últimamente Robespierre y aquella en que vivia Marat cuando la
  heróica Carlota Corday libró á la humanidad de tan
  furibundo demagogo.

  Los recuerdos viven por todas partes en Paris: los barrios
  situados del otro lado del Sena encierran muchos monumentos y
  edificios notables. Allí está la celebrada Sorbona, de donde han
  salido hombres eminentes; la Escuela de Medicina, donde ha
  brillado últimamente el ilustre español Orfila; la Escuela de
  Artes, en la que se da muy buena enseñanza.

  Allí está el Panteón, donde descansan los restos de Rousseau y
  otras muchas notabilidades; es un sólido y elegante edificio de
  piedra con dos órdenes de columnas corintias y esbelta
  arquitectura; allí está la iglesia de Nuestra Señora, que Victor
  Hugo ha inmortalizado y que hoy profanan con reparaciones
  bárbaras: es un templo colosal y majestuoso que hace pensar en
  la fe de nuestros mayores; gótico y riquísimo en decoracion,
  presenta un soberbio é imponente golpe de vista. A su lado se
  encuentra el Hotel-Dieu, vasto hospital, bien organizado, pero
  algo sombrío; le falta aire, ventilacion.

  Hállase tambien del otro lado del rio el famoso Luxembourg, con
  sus recuerdos eternos, sus lucidos jardines y su pompa
  arquitectural: allí está tambien la magnífica iglesia de San
  Sulpicio, con una gran plaza delante, adornada con una
  elegantísima fuente que tiene las estatuas de Fenelon, Bossuet,
  Massillon y Bourdaloue. Todos los cuatro frentes de la plaza
  están cerrados con bellos edificios: allí está tambien el
  Instituto, morada de los sabios de la Francia: allí está tambien
  el palacio del nunca olvidado cardenal Mazarino: allí está el
  teatro del Odeon, donde trabajaba en 1854 el distinguido
  Laferriere, que en el teatro de la cruz de Madrid dió algunas
  funciones hace siete años. Por último del otro lado del Sena,
  aparte de muchos monumentos y edificios notables que yo
  prescindo de mencionar, aparte de sus elegantes plazas y calles,
  donde el comercio abre sus lujosas tiendas; en el cuartel
  Latino, digo, habita la gente mas alegre de Paris, los
  estudiantes.

  El Sena, que divide las dos grandes ciudades que componen Paris,
  es un lindo rio; y digo lindo, porque se encuentra adornado con
  muchos y elegantes puentes, entre los que descuellan el Nuevo y
  el de las Artes, el del Instituto y el del Carrousel. Solo
  viendo el rio puede formarse una idea exacta de su belleza, de
  su animacion. Un número increible de ómnibus y carruajes que
  jamas concluye cruza eternamente por sus puentes; la gente que
  de dia y de noche les atraviesa es tambien innumerable. Figúrese
  el lector el Sena, con sus ondas tranquilas surcadas por vapores
  de corta fuerza, cubierto de trecho en trecho por elegantes
  puentes, con espaciosas casas de baños, iluminado profusamente
  por el gas, con un mundo de gente y carruajes que hacen vacilar
  los puentes, con árboles frondosos á derecha é izquierda, y por
  último, con la decoracion de dos ciudades que le cercan y le
  sitian presentando cada una en línea paralela de sus riberas á
  lo largo, un lienzo soberbio de palacios y monumentos que la
  vista no puede abarcar.

  El Louvre y las Tullerías por un lado, con la plaza de la
  Concordia, la primera del mundo, los Campos Elíseos, dichosos y
  afortunados jardines que no tienen rival por el otro, el palacio
  de los Diputados, _Notre-Dame_, Santa Capilla, el Instituto,
  etc., etc. Figúrense, digo, si pueden con la imaginacion un
  cuadro semejante, y hallarán la verdad de lo que es el Sena
  observado desde el puente de las Artes á las doce de un
  dia sereno.

  El Paris del lado de acá del rio, el Paris moderno, contrapuesto
  al del Cuartel Latino, es la residencia del mundo elegante. Se
  compone de inmensos é innumerables barrios, á cual mas ricos en
  palacios suntuosos y elegantes casas. Las calles rectas, anchas
  y ventiladas, presentan un aspecto siempre agradable; las
  tiendas elegantes que hacen de Paris un solo comercio con muchas
  puertas, la edificacion alta y de moderno gusto, el paso
  constante de una multitud que siempre varía, todo reunido forma
  un bello y animado cuadro.

  La gran calle de Rivoli, que tiene una prodigiosa extension, y
  que dará la vuelta á la ciudad, es la mas majestuosa y soberbia
  via que puede hallarse despues del Boulevard. Este, que cruza el
  corazon de Paris, largo de una legua, es lo que no puede
  describirse, es lo que se necesita ver. Anchísimo, recto,
  sembrado de árboles á derecha é izquierda, con aceras tan
  capaces por sí solas como las calles de muchas ciudades,
  cubierto de un extremo á otro por una red de carruajes que de
  dia y de noche se precipitan los unos tras los otros, henchido
  del millon y medio de habitantes que cuenta Paris, pues todo el
  mundo cruza al ménos una vez al dia por él, vestido de un
  extremo al otro con el oriental lujo de sus millares de tiendas;
  este boulevard merece verse con preferencia á cualquiera
  capital, y digo capital, porque Paris es el boulevard, y el
  boulevard por si solo és una capital.

  Con la iglesia de la Magdalena, que mas que templo cristiano
  semeja un edificio griego consagrado al culto de las artes,
  ábrese por un lado ese animado teatro que se llama boulevard[4].
  Todo lo que puede contener una opulenta ciudad se encuentra
  reunido en esta hermosa calle de una legua de extension,
  anchísima y recta como he apuntado ya. Palacios, monumentos,
  estatuas, teatros, arcos de piedra colosales, lienzos de
  altísimas casas de bella forma, pasajes de asiática elegancia,
  hoteles y cafés en fabuloso número, todo lo que puede soñarse
  reside allí. Su movimiento no tiene imágen ni término: á todas
  horas está cubierto de gente y carruajes desde el principio
  hasta el fin. Al cruzarle durante el dia, se acuerda
  involuntariamente el que compara y estudia de esas descripciones
  que aun nos quedan de las ciudades de la antigüedad oriental,
  que aunque de otro género, mas elevado, se componian de
  magnificencias y grandezas. El boulevard es una calle
  cosmopolita: en él se oyen hablar todas las lenguas, y se ven
  todos los trajes.

  Ya que he mentado la iglesia de la Magdalena, voy á señalar al
  extranjero el sitio desde el que puede experimentar una emocion
  de entusiasmo como la que yo sentí.

  Colocado el observador en el vestíbulo de la entrada principal
  de la iglesia, mirando á la calle Real, se desplega delante de
  su atónita vista un verdadero panorama. A la izquierda el
  boulevard, que por sí solo forma un majestuoso cuadro: á la
  derecha una dilatada y espaciosa plaza, y en frente lo que el
  pincel apénas puede reproducir. Hé aquí el frente: la calle
  Real, recta, ancha, elegante, casas altísimas y bellas,
  palacios, carruajes, árboles: al concluir la calle, y todo en
  línea recta, las esplendentes fuentes de la plaza de la
  Concordia, el obelisco traido de Egipto, el puente del mismo
  nombre de la plaza, y cerrando el cuadro, el Palacio de los
  Diputados, por detras del cual asoma su alta cabeza la cúpula
  del cuartel de Inválidos.

  Si puede reunirse mas riqueza de accidentes y detalles, es
  cuestion que solo puede resolverla favorablemente la plaza de la
  Concordia, á la cual voy á conducir inmediatamente al lector.

  Desconfío de poder dibujar con tintas exactas tan portentoso
  sitio. Es cosa sabida que no tiene rival en el mundo. Héla aquí:
  colocándose en el centro, que mira al arco de la Estrella, se
  destacan á la derecha los opulentos palacios del Ministerio de
  la marina y del Guarda-Muebles: en medio de ellos, la calle
  Real, cerrada por la iglesia de la Magdalena: á la izquierda el
  palacio de los Diputados. Frente por frente del sitio en que
  estamos colocados, el gigantesco Arco del Triunfo, monumento
  admirable de arte en cuyos muros se hallan inscritos todos los
  nombres de las batallas de Napoleon; y haciendo una vuelta
  completa desde nuestro punto de vista, dando exacto frente al
  Arco, se alcanza el inmenso palacio de las Tullerías rodeado de
  jardines y de estatuas.

  Añadamos ahora que á nuestro mismo pié se levanta orgulloso el
  obelisco de Lucsor. Miremos las pródigas fuentes que nos cercan:
  el Sena que corre á muy poca distancia, los grupos de estatuas
  que por todas partes vemos, los monumentos, iglesias y palacios
  que se divisan, los bosques de árboles que nos rodean, el Paris
  de la izquierda y el Paris de la derecha, los Campos Elíseos que
  se extienden á nuestros piés, y una vez reunida en un solo golpe
  de vista tan profusa copia de bellezas, llamemos, que ya es
  tiempo de hacerlo, _hermosa_ á la plaza de la Concordia.

  Cuenta Paris mil y doscientos hoteles de primer órden, y
  respecto al número de _maisons meublées_, que nosotros podemos
  llamar casas de huéspedes, es incalculable.

  Las diferentes empresas de ómnibus que hay en la capital tienen
  doce mil carruajes: el número de los coches particulares no
  tiene cifra. Parten de Paris líneas de caminos de hierro para
  todas las fronteras, y los embarcaderos de las estaciones son
  otros tantos palacios: merece especial mencion el de
  Estrasburgo, al cual se va por la calle del mismo nombre que
  desemboca en el Boulevard. Esta calle, larga y ancha, se ha
  abierto y construido de exprofeso, para dar frente á la
  magnífica estacion de la citada via férrea. Hoy comunica con el
  boulevard de Sebastopol.

  El Escorial de Francia, ó lo que es mas propio, el panteon de
  los reyes franceses, se halla situado en la abadía de San
  Dionisio, fuera de Paris á distancia de una media legua. Para
  irle á visitar hay como para todo una grande facilidad. En la
  calle del mismo nombre que sale al boulevard, hay dos empresas
  de ómnibus que de hora en hora mandan un carruaje: tambien hay
  via férrea.

  La abadía, severa, imponente y majestuosa, es uno de los mejores
  templos de Francia. Su arquitectura elegante es gótica, sin
  mezcla de escuelas, y cautiva y sorprende su belleza. En las
  bóvedas subterráneas del templo reposan en tumbas de mármol
  todos los que fueron monarcas de la Francia.

  Los mercados de Paris son tambien dignos de ser vistos[5].

  La moda de los pasajes, fuerte en Paris, mas que en parte
  alguna, embellece extraordinariamente la capital. Existe un gran
  número y todos por la noche brillan como una ascua con su
  pródiga iluminacion de gas.

  La plaza del _Hotel-de-Ville_, célebre por el increible número
  de ejecuciones que allí se han hecho, ántes y despues de la
  revolucion, presenta el majestuoso palacio que la da nombre;
  palacio que puede considerarse como el cuartel general de todas
  las revoluciones. Allí estuvo el sanguinario tribunal de que fué
  presidente Robespierre, y allí se formó el gobierno
  provisional de 1848.

  Una de las mas bellas calles de Paris es la de la _Paz_, que
  desemboca en la plaza de _Vendóme_, donde se levanta la altísima
  columna de hierro que sustenta á la estatua de Napoleon[6].
  Merecen citarse tambien las calles de Richelieu, Vivienne,
  Saint-Denis, Chaussée-d'Antin, Saint-Martin, Rivoli, Sebastopol,
  y otras ciento, todas hermosas, rectas, largas, y aun
  _estratégicas_.

  Las obras del Louvre, hoy terminadas, y en las que en 1854 se
  trabajaba de dia y de noche, aturden y admiran. Los dos palacios
  de las Tullerías y el del Louvre reunidos, forman un todo que
  dificulto tenga igual. Aconsejo á los amantes de las artes que
  visiten los museos riquísimos del Louvre, de los que mas
  adelante me ocupo.

  En los Campos Elíseos, aparte de los infinitos espectáculos que
  allí se ofrecen, acaba de construir la competencia nacional,
  puesta frente á frente de la inglesa, un soberbio palacio de
  cristal, mejor dicho de piedra, para templo de la exposicion
  universal que debe verificarse en mayo de este mismo año. El
  palacio es inmenso y magnífico, aunque de formas un tanto
  pesadas; riqueza y arte, nada se ha omitido.

  Los teatros de Paris, en número de veinte y seis, están
  constantemente llenos: aparte de ser mucha la aficion de los
  franceses hácia todo lo que distrae y entretiene, siquiera sea
  lo mas fútil y ligero, hay en los teatros muy buenos actores, y
  en la capital un considerable número de extranjeros que sin
  cesar se renuevan y acuden á todas partes.

  El teatro frances, situado al extremo de la calle de Richelieu,
  merece verse con preferencia á los demas porque embellece y
  honra su escena la célebre Rachel, reputada en toda Europa como
  la primera trágica de la época[7]. Ademas de contar el teatro
  con esta inspirada actriz, todo el cuadro de la compañía es lo
  mas selecto de Francia, porque para ser actor de él se necesita
  haber adquirido muchos triunfos.

  La sala del teatro de la grande ópera, la mas elegante y capaz
  de todas, no es ni con mucho tan bella y majestuosa como la de
  nuestro teatro Real; bien es cierto que el teatro de Oriente no
  tiene rival. En Paris hay teatros para todos los géneros y
  públicos: teatro para la ópera francesa, teatro para la ópera
  italiana, teatro para la grande ópera, para vaudeville, para la
  tragedia, para los furibundos melodramas de horca y cuchillo,
  para la buena comedia, para todo.

  Existe ademas un gran número de teatros pequeños donde hacen sus
  habilidades los discípulos de Cagliostro, los Macallisters _et
  tutti quanti_. En el Hipódromo, próximo al arco de la Estrella,
  se parodiaban en 1854 las batallas de la guerra de Oriente, pero
  con suma precision y verdad.

  En los mismos Campos Elíseos, aparte de sus jardines, bosques y
  palacios, cuéntanse innumerables cafés, fondas, salones de baile
  y todo lo que idearse puede: tambien adorna el citado paseo el
  Circo de la Emperatriz, de sólida y esbelta construccion.

  Hay tambien muchas sociedades de baile donde las sueltas y
  alegres modistas danzan con los estudiantes. El salon de Santa
  Cecilia, situado en el Boulevard, es uno de los mejores así como
  el de Barthelemy y Vauxhall. En materia de espectáculos de todo
  género, Paris sobrepuja á todas las capitales de Europa, inclusa
  Lóndres: sabido es que los franceses aman lo ligero sobre todas
  las cosas.

  Mas tarde hablaré del Paris moral.

  Paris tiene muchos y buenos templos, admirables paseos, riqueza
  de monumentos y grandes edificios: plazas portentosas y barrios
  elegantes como ciudades: teatros, carruajes, animacion,
  bullicio, grandeza. Ese es Paris tal como yo le ví, verdadero,
  atolondrador, entusiasta, portentoso. No sé lo que he escrito
  porque lo hago sin órden. Apunto todo lo que mi memoria me va
  recordando.

  No pretendo en manera alguna haberlo dicho todo: Paris necesita
  un libro, estos son _recuerdos_. Continuemos.

  El Paris moral, del cual se ocupan muy poco los que le visitan
  una vez, es un Paris sombrío y terrible, digno de ser estudiado
  por un filósofo que pretenda conocer el porvenir de un pueblo.

  La sociedad francesa, merced á su educacion materialista, apénas
  cree otra cosa que en los goces materiales, que son como si
  dijéramos su dogma. Como el dinero sea el objeto del culto, la
  sociedad francesa, y en especial la de Paris, es presa del
  lucro, de la ganancia fácil, inmediata, sea ó no moral.

  La fuente de la riqueza es el trabajo: fuera de él se busca en
  Paris y se adquiere con los auxiliares que se ofrecen, ora la
  prostitucion ora el vicio. Los hombres, las mujeres, corren
  desatentados en confuso torbellino en busca del dinero, y un
  vértigo les empuja, una sed hidrópica de oro los consume.

  Así se encuentran otros muchos pueblos de Europa, próximos á un
  tempestuoso desquiciamiento que necesariamente ha de traer el
  agio de las bolsas. El feudalismo del dinero pesa hoy sobre los
  pueblos, mas terrible aun que el de la edad media; este oprimia
  á nombre de ciertos principios, que aunque ridículos, tenian
  algo de noble y de grande en la forma; el de nuestros dias es
  miserable y torpe, no tiene mas lema ni escudo que el dinero,
  que es su religion, su política, su moral, su blason, todo: el
  dinero, y nada mas que el dinero. Con él oprimen á las
  sociedades, imponen la ley á los gobiernos, hacen imposible la
  libertad: una docena de banqueros judíos presta dinero á todos
  los gobiernos de la cristiana Europa; dan la ley á todas las
  bolsas, favorecen y estimulan la ambicion del dinero, á
  cualquier precio adquirido. La fiebre del oro encenaga las
  fuentes de la moralidad pública, y esclaviza á los pueblos,
  porque un pueblo corrompido no puede llegar á ser libre:
  sustituyen á Dios con el dinero, al que se da culto público en
  todas partes y en especial en sus templos-bolsas.

  La revolucion, el dia en que pida cuentas, demolerá hasta en sus
  cimientos las bolsas, y hará imposible el reinado del oro, el
  mas miserable de todos.

  Volviendo á Paris, del que una digresion casi involuntaria me ha
  separado, en la capital de Francia, es donde recibe mas culto
  que en parte alguna del mundo el dinero; allí se santifican
  todos los medios para adquirirlo, allí ese ardiente deseo habita
  los corazones, allí es absolutamente necesario adquirir dinero,
  y el que no lo alcanza es considerado como hombre sin talento,
  ¡es horroroso!

  La sociedad francesa corre presurosa á un abismo. Un gobierno
  que fecunde los manantiales de la moralidad pública con buenas
  leyes y con ejemplos, que mate el agio, que ennoblezca el
  trabajo, que predique la augusta santidad de las modestas
  fortunas del pueblo, noblemente adquiridas con el sudor de la
  frente, detendria quizá la catástrofe que nos amenaza.

  Un gobierno libre conoce, interviene, examina todo, se da
  trasparencia á los actos todos; la discusion y la publicidad
  libérrimas matan esas secretas miserias que componen la vida de
  los agiotistas; con un gobierno libre, se pregonan y
  anatematizan todas las concusiones; la libertad ocupa los ánimos
  en cosas elevadas, hace vivir á los ciudadanos en una esfera de
  aspiraciones nobles, de sentimientos grandes.

  Al estudiar las estadísticas se ve que la corrupcion se propaga
  rápidamente en Paris, y á la manera de una asquerosa lepra, que
  amenaza consumir el cuerpo social. En Paris apénas existe la
  familia, y sin esta la sociedad no es posible: los hoteles y los
  restaurants son los que reunen en su mayor parte á los
  habitantes de la capital á la hora de la comida: una gran parte
  de la poblacion de Paris come todo el año fuera de su casa, y
  careciendo de hogar, santuario de las afecciones, se disuelve
  en la calle.

  Puede asegurarse que casi la mitad de la poblacion de Paris come
  fuera de su casa todo el año.

  ¿Cómo se forman los vínculos santos de amor que deben unir á los
  individuos de una misma familia, á los ramos de un mismo árbol?
  Imposible: imposible la educacion de los hijos, que se
  perfecciona en casa, al calor del hogar; imposibles las
  afecciones que nacen, crecen, se desarrollan y viven dentro de
  casa, y solo allí; imposible la familia, que se dispersa y vive
  en la calle, y siendo imposible la familia, imposible es tambien
  la sociedad; y esto es lo que sucede en Paris, esto es lo que yo
  he visto, estas son las costumbres sociales de la capital de
  Francia, que muchos presencian sin pararse á deducir
  consecuencias; esto es lo que ven todos los extranjeros.

  Medítese bien sobre su significacion; esto es importante, por
  eso lo deduzco y apunto.

  En Paris se compran y se venden fácilmente las afecciones, se
  trafica con todo, y el culto único y universal es el que se
  consagra al dinero. Todos los dias se registran procesos
  escandalosos capaces de desconsolar al filósofo que ménos crea
  en la perfectibilidad del humano linaje; se suceden unas á otras
  las bancarrotas que ponen en desolacion á las familias y asustan
  al observador; los suicidios se repiten con una tremenda
  frecuencia que pone susto en el alma: los tribunales se ocupan
  casi sin tregua en conocer asuntos infamantes que reprueba toda
  moral, por poco sólida que sea: y todos estos actos que acabo de
  enunciar pasan á la luz del dia y se registran en las
  estadísticas: ¿quién será capaz de ocuparse de las acciones que
  no se juzgan, de las escenas secretas que desgarran el alma
  todos los dias en el interior de las familias?

  Si se estudian las estadísticas de la vida moral de Paris se ve
  que las cifras desconsoladoras y terribles se aumentan cada año:
  los matrimonios deshechos, los suicidios, las nuevas casas de
  juego, las grandes fortunas que se desploman, las aterradoras
  miserias que aparecen, los procesos de los tribunales que se
  duplican, las casas de correccion que se llenan, en una palabra,
  los datos que cada año se publican referentes al estado moral de
  la sociedad de Paris, son bastantes para desalentar el ánimo y
  casi postrar la fe en el progreso.

  Este es el Paris moral que nosotros hemos visto, y apartándonos
  de tan triste cuadro, vamos á continuar nuestra visita á traves
  de sus principales monumentos y de su fisonomía material,
  animada y brillante en sumo grado.

  Las iglesias mas notables que yo he visitado en Paris, son la
  Catedral, San Sulpicio, la Magdalena, San Germain l'Auxerrois,
  la Santa Capilla, San Vicente de Paul, San Esteban del Monte, y
  Santa Clotilde.

  La Magdalena, de la que en otro lugar me ocupo ligeramente, es
  un lindísimo edificio artístico, que presenta sus cuatro
  fachadas elegantes, con su respectivo órden cada una de columnas
  corintias; es un monumento esbelto y airoso, que semeja un
  templo griego, un liceo, una academia. El interior corresponde á
  la que anuncia su gallarda presencia de fuera, y participa
  tambien del gusto poco cristiano de su fachada. En el cuadro del
  altar mayor aparece Napoleon, á quien nosotros no teniamos
  noticia de que se hubiera canonizado: bien es verdad que tambien
  le hemos visto en Milan, coronando una de las elegantes agujas
  de su magnífica catedral.

  Notre-Dame, de la cual tambien hablamos en otro lugar, es un
  imponente y majestuoso templo, donde hacen actualmente
  reparaciones bárbaras que desfiguran su venerable fisonomía.
  Tambien la iglesia de San Sulpicio merece ser vista.

  La iglesia de San Esteban del Monte, cuyo magnífico interior
  sorprende por su elegancia arquitectural y su gusto y severo
  estilo, ha sido teatro últimamente de un gran crímen que puso en
  conmocion á todo Paris. Dentro de esta iglesia el asesino Vergé
  sepultó un cuchillo en el corazon del venerable arzobispo de
  Paris Monseñor Sibour.

  San Germain l'Auxerrois merece tambien la visita del viajero; su
  elegante construccion, aunque de formas un tanto aplastadas, sus
  estilos diferentes que constituyen un conjunto bizarro, su
  belleza interior, forman un todo muy bueno y hacen de San
  Germain una de las mas hermosas iglesias de Paris.

  San Vicente de Paul, con su elegante y airoso pórtico de
  columnas, sus dos torres, y su cuerpo principal tan gallardo,
  llama tambien la atencion del que busca el arte y el gusto
  monumental: el interior es severo y religioso.

  La Santa Capilla, tocando con el Palacio de Justicia, es un
  prodigio de arte: de formas airosas y orientales, de pureza de
  líneas, de severidad arquitectural. La ligera y graciosa torre
  que se levanta como una corona, seria doblemente bella si los
  modernos, que pretenden adornarlo todo, no la hubieran
  desfigurado convirtiéndola en un objeto de quincallería, tantos
  son los dorados con que la han vestido. De todos modos, el
  viajero no puede dispensarse de visitar el templo; es magnífico
  y venerable. Prescindo aquí de su historia porque no es ese mi
  objeto en este lugar.

  Santa Clotilde, situada del otro lado del Sena, es una verdadera
  joya: al observar su juventud, escrita en su construccion, se
  experimenta un sentimiento de asombro. En nuestro siglo que
  marcha tan aprisa, y en esta época en que las construcciones
  para ser buenas han de exigir poco tiempo, se ha levantado en
  Santa Clotilde un templo gótico puro, sin mezcla de gustos ni
  estilos. Es una iglesia bellísima y digna de ser vista: acaba de
  ser terminada y entregada al culto público. Delante de su
  elegante fachada principal, se extiende una espaciosa plaza
  sembrada de jardines, que embellece el cuadro.

  El verdadero monumento que cuenta hoy Paris, es el Louvre, unido
  como está ya á las Tullerías. Parece mentira que en este siglo
  ligero que tan aprisa marcha, sin detenerse jamas en obras de
  larga duracion, hayan podido verificarse y en tan corto plazo
  las obras colosales del Louvre.

  Ya se ha unido con las Tullerías, y forma un todo sin rival: la
  gran plaza del Carrousel, portentosamente admirable, es quizá la
  mas imponente de Europa: el arte, del cual se prescinde con
  sobrada frecuencia en las modernas construcciones, brilla
  majestuoso en las obras increibles del Louvre: los buenos
  arquitectos italianos y franceses que han dirijido los trabajos,
  han levantado un templo glorioso para el arte: las formas, el
  gusto arquitectural, las buenas tradiciones conservadas, la
  severidad de los estilos, la lujosa construccion, el aire
  imponente que respira, todo el conjunto así como los detalles,
  sorprenden y admiran. Digna de aplauso es la constancia con que
  el actual primer magistrado de la Francia ha emprendido y
  terminado tan gigantescas obras.

  Aconsejo á los que visitan Paris que se detengan con frecuencia
  delante del Louvre, hay mucho que estudiar, hay mucho
  que admirar.

  Tambien merecen una visita especial y detenida los ricos museos
  que embellecen el interior, en particular los de pintura y
  escultura. Este último, bien ordenado y bastante rico, contiene
  entre otras obras admirables las estatuas griegas del Gladiador
  y de la Vénus, que llenan de asombro el ánimo y hacen la
  apología de la Grecia artística: imposible cosa mas admirable,
  son modelos, son obras eternas, son prodigios de arte.

  El museo de pinturas, donde brillan las diferentes escuelas que
  conocemos, reclama muchas visitas de todo aquel que ama el noble
  arte de Rafael y Murillo. La escuela mas rica que se ostenta en
  las galerías del Louvre es la flamenca, con sus pléyadas
  brillantes de inspirados artistas, con sus lienzos animados.

  La escuela italiana, poderosamente espléndida, luce tambien en
  el Louvre con toda su pompa: en el salon cuadrado, el mas rico
  de todos, se leen al pié de lienzos sin rival, las ilustres
  rúbricas de Rafael, Ticiano, Rubens, Pablo Verones, Tintoreto,
  Leonardo de Vinci, y Murillo, que en medio de aquellos hijos del
  genio, proclama con dos inmortales Vírgenes la pujanza de la
  escuela española, que tambien brilla con todo su valiente
  esplendor en los salones del Louvre.

  La escuela francesa, mas rica allí que en ningun otro museo,
  cuenta tambien con las principales obras de sus inspirados
  maestros: en resúmen, el que visita Paris, no puede dispensarse
  en modo alguno de ver los museos del Louvre.

  Los teatros de Paris, estudiados con detencion, contristan
  profundamente el ánimo: la moral pública sale eternamente mal
  parada: es sumamente difícil asistir á la representacion de una
  comedia en la cual no haya una mujer que engaña á su marido, es
  un detalle casi indispensable.

  Verdad es que el escritor dramático que vive en Paris, que
  estudia la sociedad y la traduce en la escena, no encuentra á
  todas horas nobles tipos que retratar ... pero de todos modos
  las formas del diálogo, el público español, el público ingles,
  no las puede aceptar nunca.

  En España comprendemos de otro modo el teatro, será sin duda
  porque nuestra familia es otra. Esto por lo que hace al teatro
  moralmente considerado: si hablamos de sus salas y orquestas
  nada bueno podemos apuntar, absolutamente nada; en todo Paris,
  no hay un gran teatro, ni uno; orquestas, solo pueden oirse las
  de la Opera, que es magnífica, y las de los Italianos y
  Opera-Cómica; las demas son orquestas de provincia.

  Las formas del diálogo, un tanto desenvueltas y libres,
  contribuyen tambien á la impresion de disgusto que producen las
  citadas comedias en el ánimo del que está acostumbrado á una
  literatura dramática digna y moral, que sin ser fanática ni
  supersticiosa, respeta siempre la moral, enseña máximas
  consoladoras, ofrece tipos nobles, y no ofende jamas el pudor de
  las madres ni de las hijas.

  El estudio mas consolador que yo he hecho en Paris ha sido el de
  la lectura diaria de la seccion de _pérdidas_ que contienen los
  periódicos. El alma descansa y se regocija leyendo como yo he
  leido todos los dias los anuncios que hacen las personas pobres
  de haber encontrado braceletes de oro, billetes de banco,
  alhajas preciosas, y lo que es mas aun, monederos y bolsillos
  con cantidades respetables en metálico: lo publican para que
  llegue á conocimiento de sus dueños y pasen á recojerlos. ¡Es
  admirable, es magnífico, es consolador! Ejemplos como los que
  cito se ven todos los dias, y los que les dan en general, son
  personas que carecen de todo recurso, pobres trabajadores,
  desgraciados. ¡Magnífico! ¡yo recojo este dato con mucho placer
  en mi libro! ¡es un dato consolador!

  El alumbrado público de Paris deja mucho que desear y está muy
  léjos de corresponder á la grandeza de la capital. El que quiera
  persuadirse de la verdad de esta asercion, que se pasee un
  domingo por Paris despues de la una de la noche, ó cualquiera
  otro dia de la semana. Hay mas faroles en las tiendas que en la
  calle: esto sucede en el mismo boulevard: tan luego como se
  cierran las tiendas y hoteles que tienen alumbrado, las calles
  de Paris se ofrecen un tanto oscuras porque de farol á farol hay
  una gran distancia, y la luz llega con mucha dificultad. Las
  calles de Richelieu, Vivienne, Montmartre y otras ciento,
  tienen, despues de las doce de la noche, una luz dudosa y opaca;
  esta es la verdad.

  Continuemos nuestro paseo por la gran ciudad.

  La fisonomía de Paris cambia todos los dias, hermoseándose; el
  que hace seis años visitó sus monumentos y sus calles, encuentra
  hoy tantas reformas y novedades, que apénas puede reconocerle.
  Aparte de los trabajos colosales del Louvre, que la imaginacion
  no acierta á comprender hayan sido ejecutados en tan corto
  plazo, la calle de Rivoli, majestuosa y soberbia, viene á
  aumentar la admiracion del viajero. En todos los barrios de la
  gran capital, se han derribado centenares de casas miserables,
  sobre cuyas ruinas se levantan hoy palacios y elegantes
  edificios.

  Las obras del mercado de los granos, delante de la iglesia de
  San Eustaquio, sitio que afeaba Paris, se han realizado en breve
  término, y hoy existen magníficos mercados. El boulevard de
  Sebastopol, obra que en cualquiera otro pais hubiera durado ocho
  ó diez años, está próximo á terminarse del todo, embelleciendo
  mas y mas Paris. El Bois de Boulogne, los Campos Elíseos, los
  barrios todos han cambiado de aspecto: el Paris del año 40
  desaparece completamente para dar lugar á una nueva ciudad.

  El que se propone estudiar en Paris tiene mas medios que en
  parte alguna del mundo, y por teatros de observacion provechosa
  y útil, tiene, ademas de sus bibliotecas, periódicos, teatros y
  academias, tiene, decimos, el boulevard, libro de mil capítulos
  de profunda enseñanza, tiene los barrios de los obreros, los de
  la aristocracia, los del comercio, los de los desgraciados, el
  curiosísimo de los traperos: las estadísticas, el alta y baja de
  la bolsa, las oscilaciones de la política europea, el vuelo de
  los periódicos, el tumultuoso estruendo de sus orquestas y
  bullentes placeres: la tremenda soledad de la desgracia y la
  miseria, las grandes fortunas pasando al lado de las heróicas y
  sufridas desgracias, el volcánico y abrasador placer que bulle
  agitado por todas partes y que grita sin tregua para que no se
  oiga la desentonada voz de la desgracia: los contrastes mas
  tremendos, las ruinas y las miserias, la gloria y el dinero: la
  calma mas perfecta, siempre pronta á convertirse en furiosa
  tempestad, el oscuro porvenir y el incierto presente: la
  creencia y la fe al lado del escepticismo y la burla: lo grande
  mezclado con lo pequeño, todos los contrastes, enfin, todos.
  Ningun estudio mas provechoso, ninguna enseñanza mas útil que la
  que se adquiere estudiando esa ciudad monstruo que se
  llama Paris.

  Entre los paseos deliciosos de Paris, descuella en primer
  término el Bois de Boulogne, el sitio de recreo mas admirable
  que capital alguna de Europa puede ofrecer.

  Sus frondosas calles de árboles cortados con el arte mas
  acabado, sus lagos y cascadas, sus praderas deliciosas, sus
  jardines y artísticos bosquecillos componen un conjunto tan
  alegre y risueño, tan bello y elegante, que cualquier pintor
  delicado no podrá ménos de contemplar absorto y complacido, sus
  proporciones, sus cuadros, sus luces y sombras, su
  poesía, enfin.

  Dentro de su prodigiosa extension se ostenta con el lujo de una
  primavera privilegiada, el soberbio _Pré Catelan_, deliciosísimo
  sitio de recreo que reune la mas rica y variada coleccion de
  flores de Europa. Las fiestas de noche que allí se dan en medio
  del incendio de luces con que brillan, semejan un cuento de
  hadas: sus orquestas y teatros, entre los que ocupa el primer
  lugar el llamado de las flores, por serlo así en realidad: sus
  canales y puentes, sus montañitas y cascadas, le convierten en
  un jardin encantador. Al Bois de Boulogne acuden en número
  fabuloso los carruajes mas elegantes de Paris, y la multitud se
  pasea y se esparce complacida en medio de su grandeza.

  En el Bois de Boulogne existen ademas otros varios jardines; hay
  restaurants, casas suizas, cafés, etc., etc. Al lado de la gran
  cascada se extiende la llanura de _Longchamps_, donde tienen
  lugar las carreras de caballos.

  Las líneas de ómnibus que recorren Paris en todas direcciones
  pasan de treinta, todas cuentan un crecido número de carruajes y
  prestan un gran servicio al público ademas de animar la capital
  con su movimiento y su vida. La tarifa de sus precios es lo mas
  cómodo imaginable; por tres sueldos en la imperial y seis dentro
  del ómnibus, se recorre toda una línea, que generalmente se
  compone de una gran distancia cruzando Paris de un extremo
  á otro.

  Los coches de plaza, regidos desde el último mes de agosto por
  una nueva tarifa, ofrecen tambien en su bien entendido servicio
  cuantas comodidades pueden apetecerse: su número es grande, sus
  estaciones se reparten por toda la capital; así es que el
  viajero encuentra tan luego como lo desea un carruaje á su
  servicio. Entre los coches de propiedad particular, las líneas
  de ómnibus, las empresas de coches de plaza, carros y vehículos
  de toda especie, el número de carruajes que circula por el
  interior de Paris se eleva al fabuloso de ciento setenta mil.
  Segun la nueva tarifa puede tomarse actualmente un carruaje por
  minutos, no teniendo obligacion de pagar como ántes una hora,
  sino el tiempo empleado; cada carruaje tiene un reloj fijo para
  indicar el momento en que se toma.

  Los alrededores de la colosal metrópoli son tambien dignos de
  ser visitados por mas de un concepto. Aparte del esmero y gusto
  con que está cultivada la campiña, amenizan y hermosean sus
  términos los muchos y alegres pueblos que aparecen por todas
  partes. Como las comunicaciones son tan fáciles, merced á los
  caminos de hierro, el extranjero que desea estudiar y conocer
  los alrededores de Paris puede conseguir su objeto en pocos
  dias. En el embarcadero de la calle de San Lázaro encontrará de
  cuarto en cuarto de hora trenes que le conducirán á _Asnières,
  Ville d'Avray, Sevres, Versailles, San Cloud, San Germain_, por
  precios sumamente cómodos. En la misma estacion de la calle de
  San Lázaro hay una línea férrea para visitar _Passy_ y
  _Auteuil_, pasando por _Batignoles, Courcelles, Porte Maillot_ y
  _Bois de Boulogne_. Dirigiéndose el extranjero al camino de
  hierro del Norte, puede tambien visitar en media hora tres
  deliciosos pueblos, entre los que descuella por su belleza
  Enghien, con su tranquilo lago, que cercan lindísimas casas de
  campo. A cualquier punto que el viajero se dirija y cualquiera
  que sea la direccion de sus excursiones, tiene la seguridad de
  encontrar cafés, hoteles y restaurants en abundancia. Como tanto
  se han impulsado en estos últimos años los trabajos de las
  líneas férreas de Francia, Paris está en comunicacion
  instantánea con todas las capitales de Europa, así es que
  diariamente llegan en gran número los viajeros que de todas las
  partes del mundo vienen á visitarle. El número de extranjeros
  que afluye de todas las partes de la tierra se eleva á una cifra
  verdaderamente increible, y en Paris, moderna Babilonia, óyense
  hablar todas las lenguas y se ven todos los trajes.

  Las cárceles de Paris que hace muy pocos años dejaban mucho que
  desear, han mejorado bastante su sistema y organizacion, y hoy,
  aunque no pueden servir de modelo, valen ciertamente una visita
  detenida cuando se pretende aprender comparando.

  Las estaciones de las líneas férreas, edificios que tienen para
  mí mas importancia que cualquiera otro establecimiento público,
  por su alta significacion en la cruzada santa de las ideas, que
  ellos trasmiten á los pueblos, haciéndolos conocer entre sí, son
  verdaderos palacios en Paris. Las de _Strasbourg_ y _Lyon_, la
  del _Norte_ y la de la calle de _San Lázaro,_ todas son
  espaciosas y grandes, todas hermosean Paris y todas le animan,
  depositando en la gran ciudad todos los dias innumerables
  viajeros que de todas las naciones conocidas se presentan
  impacientes de conocerla gran metrópoli: el movimiento
  es inmenso.

  Las bibliotecas públicas con que cuenta Paris son muchas y
  notables, mereciendo ser citadas la Imperial de la calle
  Richelieu, la del Instituto, Escuela de medicina, Santa
  Genoveva, Louvre y otras varias.

  La prensa periódica de Paris, que desde el advenimiento de Luis
  Napoleon está regida por leyes restrictivas que hacen muy
  difícil su existencia, apénas merece mencionarse, contándose
  únicamente periódicos literarios de algun valor y vida propia,
  uno de cuyos órganos principales es el _Fígaro,_ redactado por
  escritores de verdadero ingenio.

  Los jardines públicos donde tan alegremente se baila en el
  verano, así como los salones de conciertos, reunen en sus
  fiestas un gran número de extranjeros, que ávidos corren tras el
  bullicio y el placer que Paris ofrece en una copa de oro siempre
  llena. Los jardines de _Mabille_ y _Château des Fleurs_, las
  fiestas de noche del _Pré Catelan_, los conciertos que dirije
  _Musard_ son otros tantos centros de animacion y movimiento que
  ninguna ciudad en el mundo presenta como Paris, Roma moderna.

  Todo lo que halaga los sentidos, cuanto puede satisfacer la
  vista, el refinamiento mas acabado, en fin, de los placeres
  todos, bulle y se ostenta por todas partes y bajo todas formas
  en esa ciudad soberbia que aventaja en corrupcion como en
  grandeza á todas las capitales. En Paris se satisfacen todos los
  gustos, todos los deseos, porque se da culto al placer y se ha
  estudiado hasta la perfeccion la manera de aturdirse en
  lo frívolo.

  Los cafés y restaurants de Paris no pueden contarse, tan
  fabuloso es su número. Al notar la afluencia tumultuosa que se
  disputa la entrada en los citados sitios, diríase que Paris come
  en la calle, que la familia no existe: y á la verdad que no
  seria muy aventurada semejante asercion; pues todo pensador que
  estudie la familia en Paris estamos seguros que se desconsolará
  profundamente. El soplo de duda con que los enciclopedistas
  empañaron las creencias todas, el tremendo ridículo con que
  agobiaron el matrimonio, han hecho profundamente escépticos á
  los franceses, que creyendo en la soberana fuerza del dinero,
  apénas sospechan en la mujer, la madre, la esposa, la compañera.

  Otra costumbre hay en Paris y en toda la Francia en general que
  no dudamos calificar de bárbara y cruel: nos referimos á la
  ceremonia de acompañar al cementerio el mas próximo pariente del
  finado. Es ciertamente terrible y da lugar á sospechar falta de
  afecciones; marchan á pié detras del convoy fúnebre que guarda
  una persona adorada, á otra que le fué inmediata y querida:
  ninguna ley, ninguna costumbre del mundo pueden obligar al
  corazon á que se quiebre y se rompa en tan tremenda prueba;
  jamas el alma apasionada podrá prestarse á un suplicio tan duro.
  Marchar á pié á la última morada conduciendo un sér amado, y
  ofreciendo su dolor al público indiferente en tan solemne
  trance, es una terrible lucha que necesariamente ha de producir,
  ó una muerte al alma, ó una indiferencia glacial: no hay medio.

  Y haciendo aquí un punto final, miremos otra fisonomía de Paris
  que sea mas consoladora y alegre; visitemos esos sitios que la
  revolucion gloriosa del 93 ha hecho célebres é inmortales.

  Aquí se reunia la Convención: Luis XVI pasó por esta calle al
  dirigirse á la guillotina: desde aquí alcanzo la plaza de la
  Bastilla, donde el pueblo desplegó su omnipotencia; esta casa
  que sale á nuestro paso cobijó á Mirabeau, palanca poderosa de
  la revolucion que trabajó en pro de sus triunfos mas de lo que
  él suponia; aquí vivió Marat; Camille Desmoulins soñó tiernas
  escenas de amor al lado de su amada Lucila en el cuarto que
  estamos visitando; en este palacio de la plaza de la Greve, se
  reunia el tribunal que presidió Robespierre; hé aquí la morada
  de Danton; miremos en nuestro derredor al pueblo que nos cerca,
  es el mismo que con el pendon de la libertad por guia ha paseado
  la Europa; estos que nos rodean son los del año 30, los de las
  jornadas del 48; aquí se resuelven hoy todas las cuestiones de
  Europa; Paris es en nuestros dias la capital del mundo; aquí
  vive el secreto del porvenir: Voltaire vivió en la casa que
  ahora contemplamos; mirad esa modesta vivienda que cobijó á
  Rousseau; el arte habita hoy esta metrópoli; Rossini y
  Meyerbeer, Verdi y Auber, los poetas y los filósofos, los
  artistas y los políticos, toda la aristocracia europea del
  talento, pasa á nuestro lado; los monumentos nos cercan, la
  actividad nos aturde.

  ¿Dónde van tan precipitados esos miles de carruajes que se
  atropellan en tumulto los unos tras los otros? ¿Por qué tanto
  ruido, tanta alegría?

  ¿Dónde está Dios? ¿le habeis visto en Paris?... Y las
  estadísticas de los tribunales, ¿las habeis consultado con
  detencion? ¿ Visitais la _Morgue_ y la buhardilla del obrero al
  salir de la Opera ó de casa de Vachette?

  ¿Ois como hablan todas las lenguas á vuestro lado? ¿Habeis
  entrado en los templos de todos los cultos que allí viven? ¿Por
  qué esa fiebre que agita Paris? ¿ No es verdad que la gloria
  tiene tambien allí su asiento?

  ¡Ah! ciudad encantada y deliciosa! yo te aclamo y te conjuro á
  la vez; tú me das alegrías bullentes, delicias al espíritu y
  dolores á la reflexion! Tú eres una y múltiple, tú eres un
  monstruo y una joya: en tí se estudia y se aprende, tú eres un
  libro colosal, yo quiero vivir contigo, yo quiero leerte, yo
  quiero verte acostar y levantarte, yo quiero estar cerca de tí.

  Aunque el lector lo sienta como yo, es preciso abandonar Paris:
  siguiendo mi itinerario hemos visitado Bayona, Burdeos, y la
  gran ciudad: ahora, continuarémos nuestra corta expedicion por
  Francia y acto continuo nos trasladarémos á la patria de
  Guillermo Tell.

  Habiendo hecho ya una ligera mencion de Burdeos y Bayona,
  apuntaré algunos detalles ántes de terminar el capítulo de
  Francia, sobre algunas otras ciudades de la misma nacion, que
  he visitado.

  Lyon es importante por su floreciente industria: mucho
  movimiento: algunas calles elegantes, hoteles regulares, buenos
  paseos y edificios: recuerdos históricos de interes.

  Marsella, fisonomía animada y bulliciosa, muy concurrido puerto
  de mar, líneas férreas de pujante vida, edificios modernos de
  importancia, buenos hoteles, elegantes tiendas, aménos
  alrededores.

  Lyon, Burdeos, Marsella, Estrasburgo, son sin duda alguna las
  principales ciudades de Francia: las de segundo y tercer órden
  que conozco no valen en verdad una descripcion separada, á no
  ser Narbona, que por lo pobre y mezquina, ni puede compararse
  con la mas desvalida de nuestra España: en Narbona se carece de
  todo, es una aldea grande; y bueno es dejar sentado, para los
  que sospechan que la Francia es Paris, que pueden contarse otras
  varias ciudades que en nada aventajan á Narbona.

  Yo no extraño que así sea: todas las naciones del mundo están
  aun en via de progreso: en Francia, como en todas partes,
  existen todavía ciudades antiguas que no han sido mejoradas:
  hago mencion de estas ciudades atrasadas para contestar á los
  que conociendo solamente Paris, se atreven á afirmar que la
  nacion toda se encuentra en un estado perfecto de mejoras y
  adelantos.

  Por lo demas, esta es la Francia que yo he visto: este es el
  Paris que conozco, el Paris que he visitado detenidamente cinco
  veces con objeto de estudiarle.

  El lector, mal que le pese abandonar la opulenta metrópoli que
  se llama Paris, se viene conmigo á visitar otros paises, á
  contemplar otras bellezas. El sitio donde ahora nos dirijimos,
  es sobradamente pintoresco para excitar el interes y la
  curiosidad: vamos á trasladarnos á la renombrada y poética
  Suiza, al suelo donde vive la libertad, á la patria de Guillermo
  Tell. Allí la naturaleza desplega cuadros tranquilos y
  admirables: allí tiene grandes escenas que copiar el pintor,
  allí tiene consoladoras reflexiones que recojer el estadista:
  en marcha.

  La bellísima estacion del camino de hierro de Estrasburgo, de la
  cual he hecho ya mencion, fué mi punto de partida.

  Como desde Bayona á Burdeos, tomé asiento de primera clase en el
  tren del correo, que sale á las ocho de la noche. De Paris á
  Basilea, que es la primera ciudad de Suiza, entrando por
  Estrasburgo, hay una distancia de ciento cuarenta leguas, que
  recorrí en el brevísimo tiempo de diez y seis horas, con la
  mayor comodidad, y sin el mas ligero accidente, pues el camino
  de hierro de que hablo es quizá el mejor de la Francia.

  Es ciertamente prodigioso y admirable el vuelo de las vias
  férreas. El dia cinco de noviembre, á las ocho de la noche,
  estaba yo en Paris; el dia seis, es decir el siguiente, á las
  doce de la mañana, almorcé en Basilea, Suiza.

  Esto no necesita comentarios; con nada se recompensa tal manera
  de viajar. Carruajes magníficos, elegantes y mullidos, de ocho
  asientos, donde cojen doce, lo que permite un gran desahogo,
  tubos de hierro, llenos de agua caliente, perfectamente
  forrados, se renuevan en cada estacion. Puestos á lo largo,
  sobre la alfombra de los carruajes, sirven para apoyar los piés,
  y conservar un grato calor durante la travesía. El servicio de
  toda la línea no deja nada que desear. La campiña desde Paris
  hasta la frontera suiza, con mucho esmero cultivada, palmo
  á palmo.

  Cerca de los límites de Francia, se asienta la ciudad de
  Estrasburgo, patria del inmortal Guttemberg, que sin pensarlo
  emancipó la humanidad. Estrasburgo es una ciudad rica y
  populosa, con su celebrada catedral y su torre difícil; hay
  buenos hoteles. En este punto se descansa un cuarto de hora; los
  viajeros, y los equipajes que siguen á Suiza, se trasladan á
  otro tren.

  De Paris á Basilea, la Champagne, admirable y rica, y Nancy,
  ciudad importante.

  A las ocho de la mañana, doce horas justas despues de haber
  salido de Paris, parti de Estrasburgo, entrando en Basilea á las
  cuatro horas.

  De Estrasburgo á Basilea, los Vosges, deliciosas montañas; la
  Alsacia, castillos, ruinas góticas, monasterios, capillas:
  Mulhouse, industria floreciente y paisajes alegres y variados.

  Al entrar en Suiza, empieza á disfrutarse ya de la libertad de
  aquel pais. Nadie me pidió el pasaporte, nadie me dijo una
  palabra, ni registró mis cofres persona alguna.

  La decoracion de la naturaleza cambia de repente al entrar en
  Suiza.

  Vamos á Basilea.



  #SUIZA.#


  El que ha visitado nuestras Provincias Vascongadas, tiene una
  idea muy aproximada ya de la pintoresca Suiza.

  Lagos numerosos, interminables cordilleras de montañas,
  caprichosamente cortadas, valles por todas partes de eterna
  verdura, praderas espaciosas y torrentes artísticos, cascadas, y
  bosques de árboles, paisajes risueños sembrados de elegantes y
  ligeras quintas esparcidas por todo el pais: los históricos
  Alpes coronados de blanquísima nieve, la limpidez de los rios
  que corren por su centro; todos estos accidentes bellísimos que
  la naturaleza ofrece por todas partes en Suiza, forman un
  conjunto delicioso, orígen de las seductoras descripciones que
  en tantos libros se encuentran de ella.

  Viéndola con alguna detencion, se comprende que haya sido teatro
  fecundo de admirables escenas para los pintores.

  Basilea, situada á corta distancia de la frontera de Francia,
  que concluye en el pueblecito de San Luis, es la primera
  poblacion importante que se encuentra en la antigua Helvecia.

  Célebre en lo antiguo, por haberse celebrado en su recinto dos
  concilios ecuménicos, y por haber sido cuna de muchos hombres
  notables, se ofreció á mi recuerdo con mas interes del que en
  efecto dispierta en el ánimo del viajero.

  Una de las principales bellezas que tiene para mí Basilea, es el
  celebrado Rin, rio, que como elegantemente dice madame de Stael,
  semeja el genio tutelar de la Alemania, con sus ondas puras,
  rápidas, majestuosas, como la vida de un antiguo héroe.

  El Rin efectivamente es magnífico, parece inalterable, á juzgar
  por la eterna serenidad de sus cristales. Los sitios que él
  recorre participan de su quietud. En Basilea, punto en que le ví
  por primera vez, se presenta tranquilo, é imponente por su
  grandeza. Corre silencioso á los piés de la catedral, y á la
  izquierda se pierde en lontananza, como una inmensa sábana de
  luz: á la entrada de la ciudad hay un larguísimo puente que
  salva toda la anchura del rio.

  La catedral de Basilea, situada en la plaza del Mercado, merece
  visitarse bajo diferentes aspectos. Su arquitectura es gótica, y
  por lo tanto notable y digna de verse. Consta de tres naves: en
  su sacristía actual, se celebró el famoso concilio, en el cual
  fué destronado el papa Eugenio IV. La tumba del famoso filósofo
  Erasmo, autor del _Elogio de la Locura_, se encuentra dentro de
  la misma iglesia.

  Apénas llegué á Basilea, hice lo que en las demas ciudades que
  visito por vez primera: me lanzo á la calle para ver lo que haya
  digno de atencion. Para llegar á la Catedral me condujo la
  casualidad por la plaza del Mercado, y la impresion que me causó
  oir el detestable aleman que en dicho punto se habla, no podré
  describirla; solo recuerdo perfectamente que es tan áspero y
  gutural como la música mas destemplada y ronca.

  Basilea es una de las ciudades mas ricas de Suiza; sus
  relaciones comerciales, y su próxima situacion á la Francia, la
  dan mucha importancia. La ciudad tiene algunos edificios
  notables: la construccion de las casas, diferente de la de los
  demas paises, y especial de la Suiza, es muy digna de
  atencion[8].

  La madera, abundantísima y excelente, puesta allí por todas
  partes por la mano sabia de la Providencia, en compensacion de
  las nieves y los hielos que hacen tan frio el pais, es el
  elemento principal de la edificacion.

  Esbeltas y graciosas son efectivamente todas las casas; con sus
  lienzos de incrustaciones en madera, pulida y hábilmente
  trabajada, ofrecen un espectáculo tan nuevo como curioso.
  Limpias y brillantes lucen á los rayos del sol, porque con el
  frio y la nieve la madera conserva eternamente su tersura y
  solidez, sin que jamas suceda lo que en los paises meridionales
  que hacen de la madera un fácil combustible, volviéndolas el
  calor esponjosas y dispuestas siempre á inflamarse.

  El frio de quince grados bajo cero que se experimenta en algunos
  cantones, como el de Berna, ha hecho sabios á los indígenas en
  materia de precauciones contra su rigor. Es de notar la
  costumbre acertadísima de colocar dobles puertas en todas las
  habitaciones de las casas; cada una se abre y se cierra en
  sentido inverso. Como la madera es tan sólida, y no está sujeta
  á las influencias atmosféricas, que pueden aumentar ó disminuir
  su volúmen, ajustan herméticamente, haciendo imposible la
  entrada de la mas insignificante columna de aire. Con las
  ventanas sucede lo mismo. Las componen dobles vidrieras que
  abrigan mucho las habitaciones, porque son impenetrables á la
  temperatura de fuera.

  Los poêles, estufas que yo llamaré, son unos aparatos
  admirablemente dispuestos, que se encuentran en todas las casas
  de Suiza: cada dos habitaciones tiene regularmente un poêle:
  fabricados con ladrillo, y muy bien preparados, se calientan por
  la mañana, y templan la estancia para todo el dia: aproximando
  las manos á los azulejos limpísimos que forman su capa exterior
  se experimenta un gratísimo calor.

  En la Biblioteca de Basilea ví un ejemplar del _Elogio_, con
  notas marginales del mismo Erasmo, con dibujos de su
  amigo Holbein.

  En el Museo el retrato de Lutero, y el de Holbein.

  Para ir á Berna desde Basilea es preciso resignarse á la
  diligencia, pues el camino de hierro que ha de unir ámbas
  ciudades, se encuentra solo en proyecto: felizmente la travesía
  se hace en doce horas, y con todas las comodidades posibles[9].

  Lo primero que me ocurre consignar, es el admirable estado de
  las carreteras de Suiza. Sin ceder á ningunas de las mejores de
  Europa, las sobrepujan en número. De Berna solamente, ciudad que
  solo cuenta treinta mil habitantes, parten diez y nueve
  carreteras, tan sólidas, tan lisas, tan cuidadas, tan bellas,
  que nada dejan que desear.

  Admira doblemente semejante estado de las vias públicas,
  recordando que el pais, subdividido en tantos gobiernos como
  cantones, y pobre como es, apénas se comprende quién y cómo las
  ha hecho. Hay verdadera profusion de carreteras, lujo de
  comunicaciones, todas buenas: los hilos eléctricos cruzan la
  Suiza entera en todas direcciones. Caminos de hierro desde
  Basilea á Estrasburgo, Paris, Francfort, Berna.

  Durante los meses de febrero y marzo, en los que todo el pais
  semeja una sábana sola con tres palmos de nieve, lo que hace el
  paisaje monótono, porque es el mismo en todas partes, las
  diligencias tienen la originalidad de rodar sin ruedas, y con
  gran velocidad. Unos trineos de madera, dispuestos en forma de
  cajas, reciben sobre sí el carruaje, y los dos listones que
  forman su base, resbalan admirablemente bien sobre el pavimento,
  de nieve y hielo. Los caballos arrastran las diligencias con mas
  facilidad que si estuvieran armadas como en el resto del año,
  con ruedas, y el movimiento es tan igual y tan suave como el de
  los caminos de hierro.

  A las ocho horas de haber salido de Basilea[10], entré en Berna,
  notando la extraña costumbre que tienen todos los mayorales de
  diligencias de la Suiza de tocar una corneta al entrar y salir
  en las poblaciones: hace muy buen efecto, porque todos ejecutan
  algun aire del pais que da mas suavidad al movimiento.

  Estamos en Berna.



  #BERNA.#


  La capital federal de la Suiza, bañada por el rio Aar, que la
  cerca por todas partes, cuenta treinta mil almas de poblacion.
  El interior de la ciudad ofrece muy poco que observar: se
  compone de sesenta á ochenta calles solamente, tan uniformes y
  parecidas, que molesta y fatiga la monotonía de su conjunto:
  todas tienen soportales cubiertos, necesarios para la nieve.

  Entre los edificios mas principales de Berna, descuella la
  Catedral, que aunque pequeña, es bella, porque es gótica.

  El ridículo protestantismo, que blasona de liberal, y protector
  de las obras de la inteligencia, cuya omnímoda supremacia
  proclama, se ha ensañado estúpidamente con todas las imágenes de
  santos tallados en piedra, que embellecian y decoraban todo el
  exterior de la catedral, dejando únicamente intacta una alegoría
  escrita en piedra, que corona la puerta principal de la iglesia,
  y sobre la cual se ven algunos papas que se han condenado por
  sus crímenes: hé aquí el protestantismo, que en nombre de la
  libertad, mutila con la picota de la burla y la ignorancia, la
  riqueza arquitectural con que la estatuaria gótica bordaba las
  fachadas de los templos. Inútil pretension; el escarnio que
  pretendieron arrojar sobre el catolicismo, patrono de las artes,
  se volvió de rechazo contra ellos. Desfigurando la catedral como
  lo han hecho, dejan atras á las tribus de Atila, que se
  prosternaban llenas de entusiasmo delante de las maravillas del
  arte arquitectónico-cristiano.

  El palacio Erlack, que contiene la oficina del presidente de la
  confederacion, es otro edificio notable. El grande hospital,
  situado en una ancha calle, que puede llamarse plaza, merece ser
  visitado por mas de un concepto: el servicio interior no deja
  nada que desear: la belleza del edificio es digna del objeto á
  que está destinado. El lema escrito sobre su puerta es
  magnífico, _Christo in Pauperibus_: es un modelo[11].

  Sobre todos los edificios de Berna, sobresale por su hermosura y
  grandeza el nuevo palacio del Parlamento, recientemente
  terminado. Es una soberbia mole de piedra, de tres cuerpos, de
  esbelta arquitectura, gótica en su mayor parte: el interior
  corresponde á lo que desde fuera anuncia. No está terminado
  completamente.

  Berna tiene universidad literaria á la cual concurren de 150 á
  200 estudiantes por año. A propósito de letras, pláceme
  consignar que la Suiza tiene organizada la instruccion como
  ninguna nacion de Europa. Y séame permitido protestar que en
  esta asercion nada hay exagerado: tengo el hábito de estudiar
  ántes de emitir un juicio.

  He visto por mí mismo las universidades y escuelas de Suiza,
  casi en su mayor parte: he leido las estadísticas, he comparado,
  y encuentro que la Francia está muy atras, sumamente rezagada, y
  á una larga distancia de la Suiza.

  Tan extendida está la instruccion en la antigua Helvecia, que es
  sumamente difícil, sino imposible, encontrar un hombre del
  pueblo que no sepa leer y escribir. Casi todos, ademas de su
  lengua, hablan el frances en la Suiza alemana. Por su parte la
  Suiza francesa, con la ciudad de Ginebra á su cabeza, una de las
  mas avanzadas de Europa, no se queda detras.

  Bueno es apuntar aquí mismo una observacion digna, que en este
  momento se me ocurre. La instruccion en Francia, y en otros
  paises, ha servido para aumentar la cifra de las estadísticas
  criminales, por estar mal dirigida: en Suiza sucede lo
  contrario. En el momento en que escribo estas líneas, recuerdo
  que hace mas de medio año que estoy en Berna, ciudad de treinta
  mil habitantes. Este número de personas, en el plazo de seis
  meses, dia por dia, no han visto cometer ni siquiera un robo, ni
  un asesinato, ni una herida, ni una disputa. Esta reflexion
  aislada y sin comentarios, habla muy alto: agreguemos otra que
  aumenta su importancia. El proletarismo es la plaga social de
  Suiza, abundan por todas partes los mendigos....

  La pobreza y la instruccion ¿no engendrarian por todas partes
  desbordamientos sociales? estudien los políticos miopes sobre
  este contraste.

  No sucede así en Francia; allí el pueblo es bastantemente
  grosero, literariamente hablando; tiene un barniz de cortesanía
  que está en la sangre, pero lee y escribe en corto número y con
  dificultad.

  Los alrededores de Berna son, como toda la Suiza, admirables:
  praderas de eterna verdura, cascadas, torrentes, montañas, casas
  de campo. Las carreteras, á nivel de las mejores de Europa, se
  ofrecen en abundancia por todas partes, con una verdadera
  prodigalidad.

  Hay en Suiza, volviendo á la instruccion pública, el fabuloso
  número de cinco mil quinientas escuelas, á las que acuden
  cuatrocientos mil discípulos. Estas dos cifras, teniendo en
  cuenta que la poblacion de toda la Suiza se compone solamente de
  dos y medio millones de habitantes, habla con incontestable
  elocuencia en pro del estado intelectual del pais.

  Los establecimientos penales de Berna se hallan muy bien
  organizados: tanto los hombres como las mujeres de las
  prisiones, son empleados con especialidad en los trabajos
  del campo.

  En Suiza existe la verdadera libertad política á que aspiran en
  vano las demas naciones. La accion del gobierno, que en todos
  los paises se siente á todas horas y en todas las operaciones,
  no interviene en los hábitos del pueblo suizo. En ninguna parte
  se encuentra un soldado; los agentes de policía en corto número,
  tolerantes y humildes, en contraste con los de otras naciones,
  apénas se dejan ver, absteniéndose muy bien de prácticar esa
  serie de ataques á la libertad individual que parece constituir
  su principal instituto en ciertos paises.

  Los agentes del poder en Suiza, empezando por el presidente de
  la Confederacion Federal, son extremadamente humildes y
  modestos. He conocido dos, el coronel Frey-Herosée, y el doctor
  Furrer, ámbos instruidos, modestos, hombres de Estado, probos y
  rectos. Desconocen el lujo, viven como el último ciudadano, y se
  mezclan con todos. ¡Tienen _seis mil_ fr. de sueldo anual!

  La estadística, que forma la verdadera historia de los pueblos,
  presenta en la antigua Helvecia con respecto á instruccion y
  moralidad caractéres propios de la civilizacion, datos
  consoladores, cifras envidiables.

  Entre los lagos mas notables de la Suiza, sobresale y descuella
  el de Lucerna, ciudad católica, y una de las primeras. A todas
  horas encuentra el viajero que llega á Lucerna lindísimos
  vapores que cómoda y económicamente le conducen á los mas
  pintorescos sitios de la Suiza. Durante el verano, los
  extranjeros de todos los paises, es decir, los viajeros de toda
  Europa, recorren el lago de Lucerna.

  La villa de Thun [12], distante cinco leguas de Berna, tiene
  tambien un precioso lago, como lo son todos los del pais, patria
  de ellos. Thun tiene su hermoso hotel de Buenavista y está
  rodeado de deliciosas montañas.

  Ginebra, ciudad la mas avanzada de la Confederacionon Helvética,
  es sin disputa bajo el aspecto literario uno de los primeros
  centros de Europa. Calvino fundó una universidad. La Biblioteca
  principal de Ginebra contiene 60,000 volúmenes. Patria de muchos
  hombres notables, entre ellos Rousseau, Calvino, madame Stael,
  Lesage, Huber y otros muchos, conserva hoy sus tradiciones
  literarias. Hay en Ginebra un buen número de periódicos
  políticos, gabinetes de lectura, sociedades literarias,
  academias y demas centros de inteligencia, brillando en su seno
  muchos hombres distinguidos. Allí conocí muchos profesores
  eminentes, y el político Fazy. El mejor paseo de Ginebra es el
  de la Isla con una estatua dedicada á Rousseau.

  Bajo el aspecto político, es Ginebra la verdadera capital
  federal: cierto es que en Berna reside el gobierno, cierto que
  allí se reune la Asamblea Federal, pero no lo es ménos que en
  Berna nada se dice ni discute como en Ginebra: en la ciudad de
  Calvino la política dramatiza todo, la discusion se mantiene
  siempre animada.

  El comercio de Ginebra es tambien mas importante que el de
  Berna: dentro de tres años acrecerá la importancia de esta
  ciudad con el camino de hierro que la unirá con Lyon; hoy está
  terminado y abierto al público: hay escelentes hoteles como el
  de _Lóndres_ sobre el lago de Leman. Los mejores hoteles de
  Berna son el de la _Couronne_ y el del _Faucon_.

  El lago de Ginebra es delicioso [13]: surcado por lindos y
  cómodos vapores, que hacen la travesía de Lausanne, ofrece un
  espectáculo admirable. Comodidad y economía encuentra el viajero
  para ir á Ginebra desde Lausanne por el lago: el golpe de vista
  es admirable; se ve la altísima cabeza del Monte Blanco, los
  _Glaciers, Chamouny_, los _Alpes_.

  La celebrada relojería de Ginebra merece ciertamente la pena de
  verse; se construyen cien mil relojes cada año, casi todas las
  tiendas ofrecen relojes del pais. La Suiza exporta muchos miles
  para toda Europa y América.

  Friburgo, ciudad católica tambien, tiene unos paseos y
  alrededores asombrosos: casi todos los extranjeros que visitan
  la Suiza, se dirijen á Friburgo para oir los célebres órganos de
  la catedral y ver su atrevido puente colgante.

  Los lagos de Interlaken y Brienz, cerca de Thun: los once que se
  divisan desde Righi, el de los cuatro cantones, todos, porque
  esa es la verdad, todos merecen seguramente un viaje: tienen los
  lagos una belleza especial que seduce y enamora.

  Nada mas admirable que su aspecto: están casi todos rodeados de
  azules y transparentes montañas coronadas de blanquísima nieve:
  la suavísima tranquilidad de sus azules ondas, que surcan
  lindísimos vapores, el cielo límpido azul que le sirve de
  cúpula, cerrado por las altísimas montañas que le sirven de
  marco, como el de Interlaken, hacen del lago un deliciosísimo
  recreo que la imaginacion no alcanza, que solo su vista ofrece.

  Los espléndidos y abundantes hoteles que por toda la Suiza se
  encuentran, servidos como ningunos de Europa, la lujosísima
  opulencia de carreteras admirables, y digo opulencia porque ese
  nombre conviene á un pais donde por todas partes se multiplican:
  lo cómodo y bien dispuesto de sus muelles diligencias, todo esto
  unido á sus pintorescos sitios hacen de la Suiza en el verano la
  residencia escojida de todos los viajeros de Europa.

  La Suiza, que á pesar de su cortísima riqueza pública, de sus
  insignificantes impuestos y de su exagerada modestia posee tan
  fabuloso número de carreteras-modelos, ha entrado tambien ya en
  la mejora de los caminos de hierro, y no se halla todo el pais
  cruzado de caminos férreos porque carece de recursos pecunarios,
  no por otra cosa, y porque el terreno todo es montañoso.

  A pesar de los cuantiosos gastos que exigen obras de esta
  naturaleza, y de los poquísimos elementos del pais, cuéntanse ya
  abiertas al público y en explotacion cinco líneas diferentes,
  que aunque de corta extension son utilísimas. De Bâle ó Basilea
  parten dos; de Zurich otra, y de Lausanne é Yverdun las
  restantes, ademas de la de Ginebra á Lyon. Se trabaja mucho en
  su continuacion, y se emprenden otras nuevas.

  Lo que es un verdadero secreto para el viajero, es el admirable
  estado de todas las carreteras de Suiza, á pesar de que por
  ninguna parte se encuentra un peon caminero, gendarme ni
  cosa parecida.

  Parece ciertamente cosa de magia: la Suiza ni tiene ni puede
  sostener mas que un reducidísimo número de empleados en razon á
  su facilísima organizacion y su modestia y falta de recursos
  combinados: con mucho trabajo se encuentra un peon caminero de
  los pocos que hay. Es sumamente raro ver uno: pues bien, á pesar
  de todo, no hay en Europa mejores carreteras. La seguridad que
  ofrecen es absoluta, un año próximamente he habitado la Suiza,
  en ese largo tiempo no se ha cometido ni siquiera un robo, ni
  una tentativa. Pues con esto sucede como en las carreteras:
  admirables sin peones camineros, segurísimas sin un gendarme.

  Las praderas y las fuentes abundan por todas partes: no se andan
  veinte pasos en todo el territorio de la Confederacion sin
  encontrar airosas casas y poéticos prados. Puede decirse que la
  poblacion reside en el campo. Con esta circunstancia, unida á
  sus valles, cascadas, lagos y montañas, los viajes por la
  antigua Helvecia son un verdadero placer.

  De los tres millones próximamente de habitantes que constituyen
  la nacion, hay una tercera parte de católicos: el resto se
  compone de protestantes y judíos, estos en corto número. El
  protestantismo en Suiza, está, como en todas partes, subdividido
  en infinitas sectas, cada una de las cuales pretende poseer la
  verdad ... lo que basta para juzgarle, pero en Suiza existe la
  verdadera tolerancia religiosa, y todos los cultos se respetan y
  se estimulan mutuamente.

  En Berna, ciudad que yo he habitado ordinariamente, como
  residencia del cuerpo diplomático, solo existe una iglesia
  católica: las demas, inclusa la Catedral, están destinadas al
  culto protestante, que carece de ceremonias y solemnidades de
  todo género. Durante el verano, se dan conciertos en la
  Catedral, como en un teatro, con objeto de hacer oir á los
  extranjeros el celebrado órgano de dicha iglesia.

  La legislacion civil y criminal de cada canton es diferente;
  como lo son la lengua y la religion. Entre otras muchas
  sentencias que he tenido la curiosidad de leer, resalta la
  siguiente por su originalidad.

  Un ciudadano suizo, del canton de Zurich, avecindado en el de
  Schwitz, el mas antiguo de la Helvecia, fabricó cuarenta monedas
  falsas, de veinte centimos cada una de valor, lo cual, reducido
  á nuestro modo de contar, forma la insignificante suma de
  treinta reales. Descubierto su crímen y reducido á prision, ha
  sido condenado á «cinco dias de ayuno en la prision,
  extrañamiento del canton por diez años y cuarenta palos.» Este
  es el tenor testual de la sentencia. Como esta he tenido ocasion
  de leer otras de diferentes cantones. Como documento original,
  he creido conveniente apuntarle en mi libro.

  Esta sentencia, con otras muchas de este género, que con
  frecuencia se pronuncian en Suiza, da muy mala idea de la
  cultura del pueblo en general. A pesar de esto, el estado del
  pais es floreciente, y la estadística criminal mas reducida que
  en ninguna otra parte de Europa. ¿Puede esto explicarse?
  difícilmente: este es uno de los muchos fenóménos que la vida de
  los pueblos ofrece en su conjunto, y que escapan al análisis.

  Las universidades de Suiza son tres: Basilea, Zurich y Berna: el
  año 1855, asistieron á ellas 166 estudiantes de medicina, 350 de
  teología, 400 de derecho y 500 de filosofía.

  Publícanse en Suiza 225 periódicos en las tres lenguas del pais,
  alemana, italiana y francesa; hay diferentes bibliotecas,
  sociedades literarias y academias.

  Ginebra, segun he apuntado ya, es la primera ciudad de la
  Confederacion Helvética, considerada como centro de las
  ilustraciones literarias del pais, como residencia de los
  hombres políticos mas avanzados. Tan luego como se concluyan las
  líneas férreas que han de reunir Ginebra á Lyon y Berna, la
  patria de madame Stael, importante ya bajo todos aspectos,
  acrecerá prodigiosamente en significacion.

  El carácter pacífico de los suizos, rasgo peculiar de las razas
  germánicas, que tan gobernables las hace, en ninguna ocasion le
  he estudiado mejor que en las reuniones del pueblo todos
  los domingos.

  En los hoteles de segundo y tercer órden, reúnense habitualmente
  crecido número de familias, con mujeres, hijos y esposos. Se
  sientan pacíficamente al lado de una mesa, beben su
  indispensable cerveza, hablan, rien, cantan en coro, pero jamas
  disputan. Importa muy poco que la cerveza, con su accion
  inflamable, pueda calentar el cerebro, importa muy poco que en
  una misma pieza, y en diferentes mesas, haya á veces reunidas
  trescientas personas que fuman, cantan y beben, no importa,
  ninguna botella se rompe, ninguna silla se estropea, nadie
  disputa, todos se retiran habitual y tranquilamente á sus casas
  para volverse á reunir el próximo domingo.

  Aplíquese esta costumbre á nuestra raza latina, ora sea
  francesa, italiana ó española; á la media hora de estar reunidos
  se han roto la cabeza algunos de los convidados, y cada vez que
  se encuentren juntos bebiendo habrá disputas. Esta diferencia
  característica, aplicándola en sentido mas alto é importante,
  explica en algun modo la facilidad con que se gobiernan las
  razas germánicas y la causa de los trastornos casi continuos de
  los pueblos latinos.

  El año de 1855, segun datos oficiales, se celebraron en Suiza
  16,270 matrimonios: el número de niños nacidos en dicho año fué
  de 363,40, y el de niñas el de 33,660, lo que forma un total de
  70,000 nacidos. Sabido es, y en otro lugar lo decimos, que la
  poblacion total de la antigua Helvecia no llega á tres millones.
  Las defunciones acaecidas en el mismo año de 1855 fueron en
  número de 55,500 personas. Los matrimonios pueden calcularse á
  razon de uno por cada 147 habitantes, un nacido por cada 34, y
  una defunción por cada 43 personas. El sexo masculino, contra lo
  que generalmente sucede en otros climas, vive en Suiza ménos que
  el femenino; tampoco hay muchos ejemplos de longevidad en
  ningun sexo.

  Con respecto á su industria, de la que en otro lugar nos
  ocupamos, tenemos que añadir datos muy preciosos sobre el
  comercio que ha hecho en 1856 con los Estados-Unidos de América.

  En los doce meses de 1856, la Suiza ha remesado á los
  Estados-Unidos de América las siguientes partidas: en relojes,
  por valor de 2,404,575 dollars; en tejidos de seda, por valor de
  4,875,636 dollars; en artículos de algodon y bordados, por valor
  de 641,927 dollars; en sombreros, cintas de seda, por valor de
  444,135; total de sus remesas 8,368,074 dollars; cada dollar son
  20 r., 20 mrs.

  Esta crecidísima suma para un pais pequeño como la Suiza, y
  producto de su comercio con una sola nacion, demuestra
  palpablemente cuan grande es el progreso de su industria, que
  vende con ventaja sus artefactos en todos los paises y que
  fomenta tan grande comercio. En relojería, el canton de
  Neuchatel solo, segun datos oficiales, ha construido en 1856
  1,600,000 relojes: añádase á esta extraordinaria cifra el
  inmenso número de relojes que en Ginebra se fabrican, y se
  comprenderá la importancia immensa de su relojería.

  La casa de Echer Wyss y compañía en Zurich, cuyos
  establecimientos industriales ocupan medio barrio de la ciudad,
  da trabajo á 3,000 operarios, y de la citada casa salen todos
  los dias magníficas máquinas de vapor y excelentes aparatos de
  todo género. La sedería tambien es otra industria floreciente
  que prospera en el mismo canton.

  En 1855 se contaban en Suiza quince establecimientos de banco, ó
  giro, con un capital de 64 millones de francos: la circulacion
  de billetes en el referido año fué por valor de 10 millones
  francos y el giro total ascendió en todo el año á 1,354,111,309
  fr., suma muy respetable y muy elevada atendiendo á la poblacion
  y riqueza social de la Suiza. El crédito de que goza la nacion,
  merced á sus sabios gobiernos y excelentes é inmejorables
  instituciones, es el mas envidiable; y prácticamente se ha visto
  con motivo de la cuestion con la Prusia, habiéndose ofrecido á
  la Suiza por banqueros de todos los paises cuanto dinero pudiera
  necesitar.

  La industria se encuentra tambien en Suiza floreciente y en un
  estado de prosperidad envidiable: allí todo se mejora, todo
  progresa, á la sombra de buenas leyes fielmente ejecutadas.

  Conocida es en Europa y América la admirable relojería de
  Ginebra, que despues de surtir á todo el mundo con sus acabados
  productos, aumenta todos los dias la riqueza de la ciudad,
  embellece sus magníficas tiendas y aumenta la riqueza de la
  ilustradísima y sabia Ginebra, que ve levantarse al rededor de
  su prodigioso lago soberbios edificios de moderna construccion,
  que nada tienen que envidiar á los mejores de cualquiera otra
  capital de Europa. Ginebra, que sobresale en Europa por sus
  academias y sus sabios, que tiene una vida literaria, que guarda
  sus tradiciones, que está poderosamente hermoseada por la
  naturaleza con su Monte Blanco, su lago, y su admirable
  decoracion, tiene, ademas de su brillante relojería, otras
  muchas y avanzadas industrias, sobresaliendo tambien en toda la
  Europa en el arte de montar diamantes y en todo lo que se
  refiera á joyería.

  El canton de San Gall[14] cuenta con sus celebradas blondas y
  encajes, industria avanzadísima, que cada dia prospera mas.

  El canton de Zurich ocupaba en 1855 en la manufactura de seda
  30,000 trabajadores, contando 24,000 telares.

  El canton de Basilea, industrioso tambien por excelencia y muy
  comercial, es uno de los mas ricos de la Suiza. Su capital,
  Basilea, tiene muchas y respetables casas de comercio, caminos
  de hierro á Francia, Alemania y centro de Suiza, bancos y
  establecimientos industriales, muchas relaciones comerciales y
  riqueza y prosperidad siempre crecientes. Excelentes fábricas de
  papel y seda: se fabrican instrumentos de música.

  El canton de Soleure, católico en su mayor parte, se distingue
  tambien con sus fábricas de gas, de algodon, tabaco, y
  papeles pintados.

  El canton de Glaris descuella y sobresale por sus excelentes
  fábricas de paños; es muy industrioso como tambien el de
  Neuchatel.

  Los principales rios de Suiza son el Rin, el Aar, el Reuss, el
  Orbe, y el de Sane: entre los lagos de recuerdos está el de
  Bienne, cerca de Berna, en el cual estuvo Rousseau.

  El canton del Tesino, agricultura floreciente, fábricas de
  sombreros de paja, mucha riqueza, católico. Tiene tambien, como
  todos los cantones de la pintoresca Helvecia, sus tranquilos y
  poéticos lagos, entre los que descuella el _Mayor_, que tuve el
  gusto de admirar sentado largo tiempo á sus orillas con un libro
  en la mano.

  El canton de Soleure, cuya capital baña el Aar, es muy
  comercial, tiene fábricas de algodon, de gas, tabaco y otras
  industrias: el de Turgovia, industrial y fabril; muchas fábricas
  de tejidos de seda: Schaffhouse, capital del canton del mismo
  nombre, y patria del grande historiador Muller, tiene tambien
  mucho comercio por el Rin.

  En Lausana, uno de los cantones que sobresalen por sus
  establecimientos literarios y piadosos, existe un colegio de
  ciegos digno de ser visitado y objeto de admiracion merecida.

  Fundado con el alto y cristiano pensamiento de educar y recojer
  á los infelices privados del esencial órgano de la vista, no
  pregunta á ninguno de sus patrocinados cual es su nacionalidad:
  admite y recoje á todos los ciegos que se presentan, de
  cualquier pais y religion que sean; tiene esa magnífica
  circunstancia.

  El año de 1855, época en que yo residia en Suiza, entraron en el
  establecimiento de Lausana 207 ciegos: de este crecido número
  solo 47 pagaron su asistencia, siendo educados y alimentados
  gratuitamente por el establecimiento los 160 restantes del
  número de los que entraron en el año.

  El colegio cuenta con un magnífico local, excelentes profesores,
  muy buena alimentacion, sabio sistema, condiciones de higiene,
  prácticas admirables, y en fin, cuanto desearse puede. Los
  ciegos aprenden música é idiomas, entre las diferentes
  asignaturas que componen la enseñanza; el colegio cuenta con muy
  buenas máquinas para enseñar la música, siendo verdaderamente
  una institucion admirable.

  El pueblo suizo es majestuoso, sencillo, patriarcal, pastor,
  laborioso, cultivador, piadoso, patriota, soldado, y por encima,
  y como sirviendo de corona, libre, eminentemente libre, ¡dichoso
  pueblo! ¡Dios vele eternamente por su santa independencia! Un
  pueblo que tiene tan magnífica historia debe ser libre y tiene
  indisputable derecho á serlo. Voy á consignar aquí en mi libro
  una página de oro de tu libro historial; esa página se abre el
  17 de noviembre de 1307, fecha memorable, fecha eterna.

  El dia 17 de noviembre de 1307 se reunieron los treinta
  patriotas eminentes fundadores de la Suiza: el sitio que
  escojieron para celebrar su asamblea fué el pintoresco
  promontorio de Grutli, que con veneracion piadosa he visitado, y
  allí, con los corazones fuertes, en presencia de Dios, y
  resueltos á crear un pueblo, pronunciaron el siguiente
  juramento:

  «Nosotros juramos en presencia de Dios, delante del cual los
  reyes y los pueblos son iguales, de luchar y morir por nuestros
  hermanos, de obrar y sentir en comun, de no sufrir violencias ni
  tampoco cometer nosotros mismos injusticias, de respetar los
  derechos y propiedades del conde de Hapsbourg, de no hacer
  ningun mal á los vireyes, pero sí de poner un término á
  su tiranía.»

  ¡Sublime y noble juramento que cumplieron! fundando la
  independencia de esa magnífica Suiza, que plegue á Dios
  conservar siempre libre. Los primeros que prestaron ese
  magnífico juramento tan elocuente, tan moral, tan patriótico,
  fueron los insignes patricios Walter, Furst, Stauffacher,
  Melchthal, Werner, nombres augustos que la Suiza reconocida
  guarda y guardará eternamente en su memoria.

  En la reunion del 17 de noviembre de 1307, se acordó que el dia
  del levantamiento general fuese el 1° de enero de 1308.

  En la aldea de Altorf, que he visitado dos veces, tuvo lugar la
  tremenda escena con Gesler y Guillermo Tell, que tuvo precision
  de apuntar y tirar su flecha á la manzana que colocaron sobre la
  cabeza de su hijo ... uno de los suplicios mas bárbaros que
  jamas han sido impuestos á padre alguno.

  En la misma aldea de Altorf, hay una fuente de piedra coronada
  con la estatua de Tell tirando su flecha.

  La Suiza es la moderna Arcadia; Guillermo Tell era pescador, su
  pueblo pertenece al canton de Uri, que con los de Schwitz y
  Unterwald componen los tres primeros cantones que formaron la
  liga y el fundamento de la nacionalidad suiza. A estos tres
  cantones se unieron los primeros, Lucerna, Zurich, Glaris, Zug y
  Berna: al terminar el siglo XV, entraron á reforzar la liga los
  cantones de Soleure y Friburgo: Basilea, Apenzel y Schaffhouse
  fueron admitidos en ella al comenzar el siglo XVI.

  Estos trece cantones confederados constituyeron la célebre liga
  helvética, que por espacio de mas de trescientos años
  combatieron con gloria para todos, y vergüenza para el Austria,
  que nada pudo conseguir, á excepción de las muchas derrotas que
  soportó, no obstante sus ejércitos y recursos, mayores que los
  de los suizos.

  El año 1798, se cambió la constitución de la Suiza: las
  repúblicas de Ginebra y de Mulhouse, en union con el obispado de
  Basilea, se incorporaron, mejor dicho, fueron incorporadas a
  Francia. En tiempo de Napoleon, y despues de una gloriosa
  revolucion, se redactó el acta de _mediación,_ por la cual la
  Suiza formó una confederacion compuesta de diez y nueve
  cantones. A la caida de Napoleon, por una acta del congreso de
  Viena (1815), recobró la Suiza las cesiones hechas á la Francia,
  á excepción de Mulhouse; adquirió parte del territorio de Gex y
  de la Saboya, con lo cual quedó mas completo el nuevo canton de
  Ginebra. Desde entónces formó una confederacion de veinte y dos
  cantones que hoy por ventura existe, libre y próspera.

  En 1848, se ha redactado una nueva constitución mas conforme con
  el estado actual de la Suiza, y mas beneficiosa para su
  organizacion política [15]. El principal redactor de esta
  constitución, que fué presidente de la Asamblea en 1848, es el
  coronel Ochsenbein, persona dignísima y de eminentes cualidades,
  y á la cual he tenido el gusto de conocer y tratar.

  En mayo de 1855, el tribunal cantonal de Obwald, en Suiza,
  pronunció la siguiente sentencia, original por mas de
  un concepto.

  Un ciudadano suizo, culpable de un robo verificado en una
  iglesia de Samen, ha sido condenado á lo siguiente: «Un cuarto
  de hora de argolla, vigilado por el verdugo, á 60 palos dados
  públicamente por el ejecutor de la justicia, á tirar durante
  cinco años de un carretón, á diez años de internacion en su
  distrito natal, á no poder casarse jamas, á la pérdida de sus
  derechos civiles y políticos, á ejercicios piadosos, á hacer
  penitencia en la iglesia, con un báculo en la mano, y una cuerda
  al cuello, á daños y perjuicios y á los gastos del juicio.»

  Los establecimientos penales de la Suiza, están en perfecta
  consonancia con su admirable estado de progreso. Un régimen
  interior ejemplar y religioso, los trabajos del campo, el buen
  sistema de alimentacion, la enseñanza que reciben, los ejemplos
  morales que se les ofrecen, las prácticas religiosas á que
  tienen que consagrarse, todo en una palabra es admirable y no
  deja nada que desear. He visitado los de Berna, Friburgo,
  Ginebra, Lucerna y algunos otros, y en todas partes he
  encontrado el mismo órden, la misma exactitud.

  La instruccion pública, que es la estadística de la
  inteligencia, la que con plena verdad patentiza con sus cifras
  el estado de un pueblo, está en Suiza á una altura superior á la
  de los demas estados de Europa. Sus datos consoladores, sus
  riquísimos anales, que componen el verdadero libro historial de
  la Suiza, manifiestan la apremiante necesidad en que se
  encuentran los demas gobiernos de Europa de difundir y propagar
  la instruccion, sin la cual los pueblos no pueden ser libres,
  sin la cual los pueblos no prosperan, sin la cual no hay vida
  posible: porque el embrutecimiento del pueblo es la razon de ser
  de las tiranías, es el apoyo de los despotismos.

  He tenido complacencia en comparar la estadística de la
  instruccion publica en Suiza con la de Francia, Inglaterra,
  Austria y Prusia, y la diferencia notabilísima que hay en favor
  de la libre Suiza, proclama en voz alta y con la
  incontrovertible elocuencia de los números, el próspero estado
  de la Suiza bajo el aspecto intelectual, y la superioridad con
  que aventaja á los demas pueblos en la propagacion de lo que á
  todos se debe, de la instruccion, que al ver como la regatean
  los gobiernos de algunos pueblos, diríase que no pertenece de
  derecho á todo hombre, á todo ciudadano.

  Los gobiernos al propagar la instruccion, al educar á todas las
  clases, y á todos los individuos, no hacen mas que cumplir con
  su deber; para algo se han reunido los hombres en sociedad: no
  es solamente con el objeto de pagar los impuestos y soportar las
  cargas de la nacion; el estado por su parte, les debe
  proteccion, defensa de sus derechos si son atacados, instruccion
  gratuita; es un deber imprescindible, y faltan á todo lo pactado
  los gobiernos que no lo práctican, y cometen una usurpacion, y
  autorizan á los pueblos á no reconocer su autoridad.

  Volviendo ahora á Suiza de la que una digresion necesaria me ha
  apartado un momento, basta consignar que existen en la
  Confederacion Suiza 5,500 escuelas, á las que concurrieron en el
  año de 1855 430,107 discípulos. Esas dos cifras admirables, en
  un pueblo de ménos de tres millones de ciudadanos, bastan para
  colocarla en un alto y envidiable puesto: esos datos relevan de
  todo comentario, hablan por sí solos mejor que todas las frases.

  Los hospitales y demas establecimientos de beneficencia, están
  en relacion con sus instituciones y adelantos: la caridad
  cristiana, la primera de las virtudes, está magistralmente
  entendida y prácticada en los establecimientos piadosos de
  la Suiza.

  Cuéntanse tambien muchas y admirables casas de enagenados; á
  media legua de Berna, se levanta un majestuoso edificio
  destinado á la asistencia y curacion de los pobres locos: es
  admirable bajo todos conceptos, y como él son los demas que he
  visto en diferentes cantones; el de los alrededores de Berna
  está magníficamente situado; delante se ostentan verdes y
  lozanas praderas, un abundoso y pintoresco bosque le rodea, y le
  circuyen los Alpes, con sus elevadas cumbres.

  El gobierno de la Suiza es el único que puede llamarse
  verdaderamente libre, eminentemente popular. Segun la
  constitución de 1848, que se venera y se práctica, que no es una
  ley escrita, sino una verdad realizada, los pueblos son los que
  hacen todo interviniendo, como es lógico y de pleno derecho, en
  todos los asuntos del Estado.

  Los negocios locales los dirije y resuelve el consejo de cada
  canton, cuyos individuos elige el pueblo: los asuntos generales
  de la confederacion están del mismo modo encomendados al pueblo:
  la asamblea federal, compuesta de los diputados de toda la
  nacion, elige el presidente y los ministros de la confederacion;
  y como los diputados son los genuinos representantes del pueblo,
  la gobernacion es siempre popular, como debiera serlo en
  todas partes.

  Los presidentes de la confederacion son elegidos por solo un
  año: al terminar su magisterio, ponen de manifiesto todos sus
  actos, son juzgados por la opinion pública, y se retiran
  tranquilos, entrando su sucesor cada año á ejercer la suprema
  magistratura.

  La eleccion de ministros la hace tambien la asamblea federal:
  los poderes de los ministros duran seis años, ejercen sus cargos
  bajo la presidencia del primer ciudadano de la confederacion,
  presentan sus actos dos veces por año al juicio de la asamblea,
  y terminados sus poderes, vuelven á su condicion anterior ó son
  reelegidos si se han hecho dignos.

  Las elecciones de presidente y ministros se hacen del modo mas
  patriótico y tranquilo: la Suiza no conoce esa libertad
  tumultuosa que otros pueblos proclaman equivocadamente: en Suiza
  es pública la vida de todos los ciudadanos: el que mas ama la
  justicia y la libertad, el que mas se acerca al buen ciudadano,
  es elejido y votado por la Asamblea, que representa el pueblo.

  De este modo, la gobernacion del Estado reune todas las
  condiciones de acierto deseables: todos los ciudadanos, desde el
  primero al último, intervienen en la gestion de la cosa pública,
  de este modo están perfectamente garantidos los derechos del
  pueblo. Los sueldos modestísimos de los empleados públicos
  aligeran las cargas públicas, y hacen que la Suiza se vea libre
  de esa enfermedad que se llama empleomanía, y que tan funestos
  resultados produce en algunos pueblos de Europa.

  El presidente de la confederacion, magistrado supremo, de igual
  categoría que cualquier soberano, tiene _seis mil francos de
  sueldo al año_ que es todo el tiempo que dura su cargo: vive
  modestamente, sin criados, sin carruajes, sin fausto: y su
  autoridad es tan respetada como la del primer soberano de
  Europa, porque la autoridad en Suiza es la ley. He conocido dos
  presidentes, el coronel Frey-Herosée, y el doctor Furrer, ámbos
  probos, rectos, ilustradísimos, modestos.

  En Suiza tienen tambien la inmensa dicha de no conocer los
  ejércitos permanentes, carga pesadísima que en los demas pueblos
  de Europa aumenta los presupuestos, hace imposible la economía y
  dificulta el reinado de la libertad. Todo suizo es soldado, y
  cuando la patria lo necesita, se levanta en veinte y cuatro
  horas un poderoso ejército, que no está asalariado, y que solo
  combate por la patria.

  Este es el cuadro exacto de la confederacion suiza, consolador
  para los que amamos la libertad, consolador para el filósofo,
  para el estadista, para el político.

  Dos son los problemas difíciles que yo encuentro actualmente en
  Suiza, y los únicos que pueden ofrecerse en contraste á sus
  grandes progresos y admirables instituciones: el pauperismo, y
  el indiferentismo religioso que trabaja sus sectas innumerables
  de protestantes.

  La crudeza del clima, la poca extension del territorio, y la
  modesta riqueza pública de la Suiza, explican el pauperismo, que
  existe, no por las leyes, de ninguna manera; no á causa de su
  organizacion, sino porque la Suiza es pobre, y porque el clima
  es duro. No está en sus defectos sociales el pauperismo, no; es
  una fatal consecuencia que puede irse amenguando, como se hace,
  pero que no puede extirparse de repente. No obstante su grande
  número de mendigos, y su popularizada instruccion, la
  estadística criminal es la mas corta de Europa, no solo
  comparada con los estados grandes, sino tambien con los de ménos
  é igual poblacion. De todos modos el pauperismo en Suiza es un
  difícil problema.

  El otro es mas general, y de grande importancia para el porvenir
  de un pueblo. He penetrado en todos los templos de las
  diferentes comuniones protestantes que hay en Suiza, he asistido
  á sus ceremonias, he presenciado sus solemnidades, y en todos
  los templos y por todas partes, solo he encontrado un terrible
  indiferentismo, peor que la falta de creencias: un pueblo
  indiferente en religion podria concluir por serlo en política y
  en moral, y ese pueblo se perderia. La filosofía panteista
  alemana, tan popularizada en Suiza, es la causa originaria de la
  indiferencia religiosa.

  Esperemos que esa enfermedad desaparezca; yo así lo espero, y
  así lo quisiera, pues un pueblo tan grande y tan sabiamente
  gobernado, necesita para conservarse, creer en Dios, dispensador
  de todo bien, y Padre de todos los pueblos.

  Y aquí termina mi capítulo sobre la Suiza, pueblo de mi
  predileccion y en cuya prosperidad tanto me intereso. ¡Dios vele
  por la independencia de su suelo!



  #INGLATERRA#.


  La impresion que el viajero recibe dirijiéndose á Lóndres desde
  Paris, como yo lo hice, es triste, verdaderamente triste.

  La bulliciosa alegría que rebosa por todas partes en la animada
  capital de Francia, contrasta de un modo singular con la fria y
  reservada gravedad de Lóndres. En el momento de llegar á Calais
  ó Boulogne, comienzan á divisarse las nebulosas costas
  de Albion.

  La travesía de Paris á Lóndres, que se verifica en el brevísimo
  término de doce horas, es agradable y fácil. Al reflexionar
  sobre la corta distancia que separa ámbas naciones, parece
  mentira que se encuentren tan marcadas y profundas diferencias:
  nada mas cierto sin embargo: las doce horas de distancia,
  significan otra religion, otra lengua, otras costumbres, otro
  carácter, otras leyes, otra familia, otra manera de vivir.

  Para el que ama el estudio y procura recoger con cuidado las
  observaciones que la vida de un pueblo ofrece, es sumamente útil
  el viaje á Inglaterra.

  El pueblo ingles solo tiene en el continente apologistas ó
  detractores: unos condenan su civilizacion, otros la encomian y
  preconizan, sin que acierten á formular un juicio imparcial que
  condene lo malo y aplauda lo que sea bueno.

  Yo no abrigo la pretension de juzgar con entera exactitud la
  Inglaterra: ni la índole de este libro se acomoda á un detenido
  estudio de su civilizacion, ni he vivido bastante tiempo en su
  seno para poderla apreciar con pleno conocimiento de causa.

  A pesar de todo, y sin contar para nada con las opiniones
  emitidas hasta hoy sobre Inglaterra; prescindiendo de toda
  prevencion, y limitándome á exponer en un breve capítulo las
  observaciones que yo he tenido lugar de hacer, expondré mi
  juicio sobre la Inglaterra con la misma imparcialidad que he
  usado al ocuparme de las demas naciones que conozco. Ni emplearé
  calificaciones duras ni emitiré elogios apasionados; contaré lo
  que he visto y nada mas.

  Es una opinion casi recibida generalmente, la de creer que la
  Inglaterra marcha á la cabeza de la civilizacion; no admitiendo
  yo semejante teoría, es de suponer que mis apreciaciones no sean
  por todos admitidas: yo las expondré sin embargo, con la
  seguridad de que son fundadas.

  Lo primero que yo me apresuro á consignar con satisfaccion, es
  el admirable estado de la familia en Inglaterra. Esta
  institución social, tan eminente, principal fundamento de un
  pueblo, se halla sabiamente comprendida y organizada del otro
  lado del canal de la Mancha.

  La familia inglesa, seguro cimiento de la moral pública, vive en
  el órden y en las afecciones: con sus excelentes circunstancias
  educa buenos hijos para la sociedad, y buenos ciudadanos para la
  patria. El legislador que organice un hogar doméstico con sabia
  economía, trabaja en pro de la sociedad, que es su reflejo. En
  la familia inglesa hay algo que yo no quisiera ver; como por
  ejemplo las leyes que hacen un tanto dura la condicion de la
  mujer, pero á pesar de todo, no puedo ménos de admirarla.

  Sentadas estas breves apuntaciones que he creido necesario
  consignar, ántes de conducir al lector á Inglaterra, vamos á
  ponernos en marcha.

  Salí de Paris á las ocho de la noche en tren directo. A la una
  de la madrugada llegué á Calais, embarcándome por la vez
  primera: la travesía hasta Douvres la hice en dos horas, sin
  haber sentido la mas leve incomodidad.

  En Douvres nos registraron apénas el equipaje, nos dieron un
  documento para poder salir de Inglaterra, vieron nuestros
  pasaportes, recobramos el camino de hierro, y á las cuatro horas
  entramos en Lóndres.

  Deliciosa es ciertamente la campiña que el viajero encuentra
  desde Douvres á Lóndres. Verdes y abundantes prados donde pastan
  numerosos rebaños de ganado lanar, adornan y embellecen el
  paisaje. Al entrar en la colosal ciudad, es decir, al llegar al
  embarcadero de London-Bridge el tren que nos conducia, pasó por
  en medio de otros cinco que en diferentes direcciones marchaban,
  todos con grande número de coches, henchidos de gente.

  Tan portentosa actividad, tan grande número de líneas férreas
  arrancando de un solo punto, dan una excelente idea del
  movimiento industrial del pueblo ingles.

  Tocóme por casualidad entrar en domingo en la nebulosa ciudad, y
  la impresion que recibí fué la que experimentan todos los
  extranjeros que llegan por la primera vez en semejante dia;
  tristísima, de aburrimiento.

  La iglesia anglicana, que desde la época de la reforma se
  gobierna de un modo especial, prohibe en su _libre_ fanatismo
  toda vida y todo movimiento en el dia del domingo. Ciérranse los
  comercios y oficinas de todo género, ciérranse los
  establecimientos públicos, ciérrase todo, á excepción de los
  clubs y tabernas, donde desde cierta hora de la tarde se
  destapan las botellas y se abren los labios.

  Contrastes como los que he visto en Lóndres, no los ofrece
  pueblo alguno del mundo. El domingo, dia de silencio y de
  recojimiento, en el que todo está cerrado, en el que no hay
  espectáculos, en el que á nada puede jugarse en los cafés, ese
  dia he visto en los jardines de Cremorne-Gardens la procacidad
  la mas descarada: en ese mismo sitio de recreo no habia música
  ni habia baile porque era domingo, pero no es ménos cierto, que
  á pesar de la _religiosidad oficial_, las mujeres públicas
  paseaban á centenares, ofendiendo escandalosamente la moral
  pública. En Lóndres, el domingo, es preciso comer pan de la
  víspera porque no puede cocerse en semejante dia.

  Durante mi permanencia en Lóndres en julio de 1855 tuvo lugar la
  famosa escena de Hyde-Park, nueva en su género. La policía
  disolvió los grupos repartiendo muchos golpes y haciendo
  prisiones: el pueblo por su parte, se contentó con silbar á los
  _policemen_ y resistir un poco. El bill que se habia presentado
  al parlamento, prohibiendo las bebidas al pueblo en el dia del
  domingo, único de la semana en que descansa, y en el cual tiene
  cerradas las bibliotecas y el mismo palacio de cristal, donde
  pudiera aprender algo, el bill que negaba al pueblo lo que la
  aristocracia se concede profusamente[16], ese bill digo, que
  produjo las reuniones del pueblo en el parque[17], las escenas
  con la policía, y el miedo de los nobles, fué retirado ántes de
  discutirse.

  La nobleza de Inglaterra, que tiene el escandaloso monopolio de
  la riqueza, del poder, el bienestar y las regalias todas, empezó
  en ese dia á conocer que su reinado puede terminar. La
  organizacion social del pueblo ingles, su _vida práctica_ que he
  visto, las mil y mil barrerás que le separan de la aristocracia,
  esas desigualdades insultantes que allí se ven, esos
  privilegios-leyes que destruyen la igualdad social, atacan la
  dignidad humana y adulan el orgullo de unos cuantos, todo ese
  viejo edificio ingles, casi feudal, á pesar de todos los
  discursos que se hacen por todo el mundo, diciendo que la
  Inglaterra marcha á la cabeza de la civilizacion, puede caer un
  dia en astillas, á impulsos del hacha revolucionaria, á impulsos
  de un movimiento, quizá mas próximo é inevitable que lo que casi
  todos creen.

  El que quiera hablar de la orgullosa Albion, que se venga á
  Lóndres á visitar las clases, _á ver la vida_, á escuchar la
  respiracion social.

  He tenido la satisfaccion de ver confirmadas las opiniones que
  por escrito habia yo formulado ántes de viajar por Inglaterra.
  La libertad en Inglaterra es como todo lo que allí existe,
  _nueva, sui generis_: hay mil fenóménos y contradicciones casi
  indescifrables; pero por encima de todo, dominando todos los
  ruidos, sirviendo de punto culminante y resolviendo todo, la
  Inglaterra para tratar los asuntos de fuera es _comercial,
  negociante, inglesa_, ni conoce paises, lenguas ni religiones,
  suma, resta, y multiplica. Dentro, en su casa, es despótica para
  con el débil, el ignorante y el pobre ... y yo quiero la
  libertad general, que empieze por comprender al pobre, al
  ignorante y al débil: dentro es aristocrática, orgullosa, tiene
  _clases_[18], y esa sola palabra insulta.

  Por ventura la revolucion moral está próxima, y nada en verdad
  mas necesario, nada mas lógico, nada mas legal. La Inglaterra
  necesita aun reformas: el pueblo necesita un cambio radical,
  profundo; Cromwell ni supo ser ni fué nunca revolucionario; era
  un fanático de mas ambicion que talento, y ántes que amigo del
  pueblo lo fué de la hipocresía religiosa que le movia: y basta,
  vengamos á nuestro viaje.

  El aspecto de las principales calles de Lóndres es magnífico: el
  movimiento de los miles de carruajes de todas especies que
  inundan la poblacion, el inmenso gentío que pulula siempre en
  todas direcciones y por todas partes; sus millares de tiendas,
  todo el conjunto de tanta vida comercial, ofrece algo de
  maravilloso é imponente.

  Los miles de ómnibus, porque se cuentan por miles los que
  circulan por todas las calles, ofrecen algo de nuevo para el que
  guste de hacer observaciones, enfermedad que yo tengo en sumo
  grado; puede decirse con toda propiedad que los habitantes de
  Lóndres están viajando todo el año sin salir de la capital de
  Inglaterra: vense en todos los ómnibus señoras que entran y
  salen con sus pequeños sacos de noche, lo mismo que en las
  diferentes líneas de caminos de hierro que dentro de Lóndres
  hay, para ir de un barrio á otro.

  Las distancias son enormes, colosales, esto se comprende
  fácilmente con solo hacer una observacion. La mayor parte de las
  casas de Lóndres, casi todas, están ocupadas por una sola
  familia; los habitantes ascienden á mas de dos millones y medio;
  figúrese pues el lector si la extension de la ciudad
  será grande.

  El Támesis, que separa el Lóndres industrial del comercial y
  elegante, ofrece tambien un portentoso cuadro de animacion, con
  los colosales edificios que bordan sus riberas, con los
  elegantes puentes que le interrumpen, con el grande número de
  vapores que llenos de gente le cruzan á todas horas.

  Atolondra y pasma la ruidosa animacion de Lóndres: el tumulto y
  agitacion de Paris es agradable, es animado, es de otro género:
  en la ciudad inglesa todo es carbon de piedra, fardos de telas;
  todas las casas de Inglaterra tienen el mismo color sombrío, los
  tejados están henchidos de chimeneas, todas están ennegrecidas,
  no hay una sola casa de fisonomía alegre, el humo de la
  fabricacion y la tristeza de la atmósfera, siempre viuda del
  sol, han pintado con sombra toda la construccion inglesa.

  La casa mas modesta de Lóndres vista interiormente es linda y
  curiosa: todo está ordenado y limpio. Un pequeño jardinito, de
  dos varas de extension, se tiende como una alfombra delante de
  la puerta, que capítulo está cercada por una verja de hierro.

  Las plazas de Lóndres son magníficos jardines que abundan con
  lujosa profusion por todas partes: la vista de tanto jardin, el
  gran número de parques que existe, y el rico y verde arbolado
  que llena todos los sitios, embellece extraordinariamente la
  poblacion, distrae la vista de la monotonía de las casas y
  purifica y mejora sin duda alguna el estado de la atmósfera,
  siempre cargada de carbon.

  Los teatros de Lóndres no valen lo que debieran ni corresponden
  á la grandeza de la ciudad. En _Covent-Garden_ oí á la Grisi, á
  Mario, Tamburini, Lablache, etc., y á decir verdad no me
  emocionaron, eran celebridades históricas, nada mas: el teatro,
  que tiene su paraíso como el Real de Madrid, es grande, pero
  pobre, esterior é interiormente.

  El de _Drury-Lane_, donde tambien habia ópera, y de cuya
  compañía formaba parte el tenor español Puig, es oscuro, con
  incómodas localidades y un público excéntrico.

  Los jardines públicos del otro lado del Támesis, y los de
  Cremorne-Gardens en el barrio de Chelsea, son muy buenos;
  profusion de alumbrado de gas, profusion de flores y verdura,
  música, circo, fuegos artificiales. Las calles mas hermosas de
  Lóndres son la del Regente, la de Oxford, y Portland-Place.
  Picadilly y Bond-Street son los sitios mas elegantes.
  ¡Espectáculo repugnante! todos los dias se ven en las calles
  hombres y mujeres ébrios.

  Las iglesias de Lóndres, desde que existe el protestantismo, han
  perdido toda su belleza y magnificencia: nada en verdad mas
  triste y frio que penetrar en la soberbia iglesia de San Pablo,
  de igual forma que San Pedro de Roma; la desnudez absoluta del
  templo, en el cual no se ve un solo altar ni imágen alguna de
  santo, el vacío prosáico de aquellas inmensas naves que nada
  dicen, la ausencia completa de la solemnísima pompa que acompaña
  á la ceremonia católica, todas estas circunstancias reunidas
  hacen de San Pablo un esqueleto frio, que solo despierta dos
  emociones: la de la grandeza del sentimiento que le dió vida, la
  de la pequeñez del que le ha disecado, que le ha muerto.

  Lo mismo sucede con la famosa abadía de Westminster, llena, como
  San Pablo, de objetos profanos, estatuas de marinos, bustos de
  hombres de estado, tumbas de reyes y literatos.

  Como escribo mi libro guiado por los recuerdos, necesito el
  desórden con que la memoria me cuenta; ántes que se me olvide,
  quiero consignar que en la abadía de Westminster hay un rincon
  que se llama de los _poetas_, donde están los ilustres
  trovadores de Albion, faltando, que me chocó mucho, pues al
  momento lo noté, la tumba de Byron.

  Un sentimiento de hipocresía ha negado al ilustre poeta el
  consuelo de dormir entre Shakespeare y sus dignos compañeros.

  La iglesia es una soberbia creación gótica, en toda la pureza de
  su imponente gallardía: Westminster es, sin duda alguna, uno de
  los mejores templos que he visto. En frente está el famoso
  Parlamento, magnífico y colosal edificio, gótico todo, purísimo,
  admirable.

  La fachada que mira al rio, cuyas aguas le lamen humildemente,
  es rica de arte y decoracion. Las obras que se han hecho y
  continuan haciéndose, son prodigiosas; van gastados millones de
  libras esterlinas. Las dos torres colosales y altísimas, una de
  las cuales está concluida, colocadas como están formando un
  lienzo, el que da frente á la Abadía, son por sí solas dos
  monumentos de arte, admirables y magníficos, llenos de un
  riquísimo manto de adornos góticos, del mas delicado trabajo.

  Esto solo las torres; despues, el edificio es colosal, augusto,
  sorprendente. Para entrar en él, el primer salon bajo que se
  cruza, es el mismo en que fué juzgado Cárlos I°, el mismo en que
  se reunia el largo Parlamento, el mismo que Cromwell desocupó de
  la manera que todos saben.

  Es un soberbio salon, cubierto de labores de arte y con una
  lindísima techumbre. Al cruzarle en toda su extension se
  presenta una escalera, al fin de la cual se ofrece un saloncito
  de forma circular; á la derecha, la cámara de los lores, á la
  izquierda, la de los comunes.

  Las dos son pequeñas, pero magníficas: mucha semejanza con el
  coro de una iglesia católica: soberbias maderas, profusion de
  molduras y dorados, gusto sajon-gótico.

  El interior de las cámaras, en medio de una sesion, es un
  espectáculo curiosísimo. Excepto el que habla, todos tienen sus
  sombreros puestos, túmbanse en los cojines, muchos duermen
  cómodamente, otros hablan; la tribuna destinada para el público
  es pequeña: todo es lo mismo en Inglaterra, formas, apénas se da
  participación al pueblo en las sesiones de las cámaras: en el
  centro del salon y sobre una mesa, está la corona y el cetro de
  la Albion; el canciller, ó presidente, viste un traje
  ridículamente extraño: cubre su cabeza la histórica peluca
  blanca con que se vienen adornando los presidentes desde el
  orígen del Parlamento.

  La sala de sesiones de la cámara de los Comunes es mayor que la
  de los Lores: ámbas están elegantemente vestidas con el
  ornamento gótico mas escojido. Frente al Parlamento hay una
  estatua del célebre Canning.

  La moda de las estatuas ha llevado á los ingleses hasta el
  extremo: Wellington, que sin la oportuna ayuda de los prusianos,
  es derrotado en Waterlóo: Wellington, que vuelto á Lóndres
  despues de esta batalla, se ha dormido al compas de los vítores
  que le han dirijido, sin cuidarse para nada del ejército ingles,
  cuya organizacion por él descuidada ha producido los desastres
  de Oriente, ese Wellington, digo, tiene en Lóndres tres ó cuatro
  estatuas, cinco ó seis calles con su nombre, y otros tantos
  _squares_ ó plazas, en donde se lee Wellington.

  Todos los extremos se tocan: en nuestra España las escaseamos
  hasta el punto de negárselas á muchos que las merecen: en
  Inglaterra las prodigan hasta el abuso.

  El sentimiento monárquico tambien, ó al ménos su apariencia, se
  halla escrito por todas partes en Lóndres: aparte de los
  infinitos establecimientos nacionales, que allí se llaman
  _reales_, todos los carruajes públicos llevan una corona, y
  debajo escrito _Victoria reina_.

  En el paseo de Hyde-Park, no puede entrar en carruaje mas que la
  aristocracia; los coches de alquiler, siquiera conduzcan al
  hombre mas virtuoso é ilustre del mundo, no tienen entrada en el
  paseo ... juzguen esto los que declaman tan alto en loor de esa
  nacion....

  Entre las plazas de Lóndres que merecen ser vistas, descuellan
  las de Trafalgar y Waterloo: ámbas son grandísimas, con
  soberbios edificios, y sus correspondientes estatuas de Nelson y
  Wellington.

  La Cité, que por sí sola es una verdadera ciudad, llama
  poderosamente la atencion del viajero: ella encierra en su seno
  la Bolsa, el Banco, el Correo, San Pablo y mil otros
  establecimientos de giro mercantil, que hacen de su recinto el
  punto mas animado del globo sin duda alguna.

  A una de sus calles sale el puente de Lóndres[19], cubierto
  eternamente por encima de carruajes y peatones: por debajo, de
  vapores. A la izquierda del fin del puente está el embarcadero
  de la línea de hierro de Paris, Southampton y otras seis
  ó siete.

  El centro de la Cité necesita verse para llegar á comprender la
  posibilidad de un movimiento tan enorme: millares de carruajes
  cubren el suelo en todas direcciones, es imposible cruzar de un
  lado de la calle á otro; solo marchando con estraordinaria
  precaucion se libra uno de ser atropellado; no por la torpeza de
  los cocheros, que sea dicho con verdad tienen mas destreza que
  en parte alguna, sino por el increible número de coches que en
  círculo y en confuso torbellino se confunden y aprietan.

  El lord corregidor es el rey de la Cité; para entrar en su
  recinto la reina, necesita la venia de aquel funcionario: los
  polizontes de la Cité se diferencian de los de Lóndres en los
  vivos de las mangas: á propósito de policía, recuerdo que solo
  para el Támesis hay en Lóndres una policía especial.

  Los ómnibus que circulan por la Cité como por toda la capital de
  Inglaterra, son como diligencias: de trecho en trecho y á horas
  precisas renuevan los tiros; eso solo prueba las distancias de
  la colosal London.

  Lo que seguramente posee Inglaterra de mas valor, es sin duda
  alguna el famoso palacio de cristal. Ni Lóndres, ni todas las
  provincias del Reino-unido, tienen cosa mas admirable: es un
  monumento prodigioso, es la realizacion brillante de una grande
  idea, es un título de gloria, es una página de oro.

  Para ir á visitar el famoso templo de la industria, hay trenes
  de diez en diez minutos: la travesía se hace en un cuarto de
  hora poco mas. El embarcadero parte del centro de un barrio, y
  los vagones vuelan por encima de los tejados al tiempo de salir:
  la vista de Lóndres desde los carruajes en semejante momento,
  ofrece algo de curioso y de nuevo que no puede ménos de llamar
  la atencion.

  Al llegar al palacio, se presentan al viajero dilatados y
  espléndidos jardines, que son como la alfombra que se tiende al
  pié del edificio: fuentes y estanques en abundancia hermosean el
  lienzo que la vegetacion ofrece, siempre lozana en Inglaterra.

  Cerrando el cuadro se levanta el majestuoso palacio, todo de
  cristal, soberbio y admirable. Tres grandes y anchas rampas, con
  graderías y estatuas de piedra y mármol, dan entrada al pié del
  palacio. Tres cuerpos colosales forman el frente; cierran los
  flancos otros nuevos, recientemente levantados.

  El palacio tiene, ademas del bajo, otros tres pisos. Abundan en
  profusa riqueza los espléndidos salones, entre los que
  descuellan el del patio de los leones de la Alhambra, fielmente
  copiado. El salon egipcio, con decoracion pura de jeroglíficos y
  estatuaria egipcia: el asiático, con pomposa elegancia, y otros
  muchos de que yo no me acuerdo.

  Dentro del palacio, y en medio de los salones, hay lo que en
  Paris he visto copiado, fuentes abundosas y elegantes, árboles
  de todos los climas, flores en profusion.

  Las infinitas columnas que mantienen el palacio, todo de
  cristal, y que parece sustentado en los aires, son de hierro,
  esbeltas, finas, elegantes. La brillante claridad de todo el
  edificio, como de cristal que son sus lienzos, el perfume de las
  flores que en sus salones crecen, el canto de los abundantes
  pájaros que allí viven, la rica decoracion que viste todo, el
  murmullo de las copiosas fuentes que brotan en medio de los
  salones, la vista de la campiña, que sin obstaculo alguno se
  ofrece por todas partes, rodeando el edificio, todo este
  conjunto reunido, me causó una gratísima emocion.

  Al pié del edificio una banda militar ejecuta todos los sábados
  escogidas piezas de música. Inútil es añadir que para que nada
  falte, dentro del palacio hay un hotel, abundantemente surtido,
  con su correspondiente cocina inglesa.

  Los palacios que la Reina tiene en Lóndres no valen ciertamente
  la pena: son buenos edificios, cercados de elegantísimos
  parques, con ganados y estanques, como el de Whitehall cerca de
  la Abadía, pero no son monumentales. Los lores tienen muy buenos
  hoteles casi todos en _squares_, plazas que son fragantes
  bosques de árboles y jardines, que por todo Lóndres se
  encuentran.

  La torre de Lóndres, célebre por las catástrofes de que ha sido
  templo, solo á traves del prisma histórico de los recuerdos,
  ofrece interes. Hállase situada á la izquierda del puente de
  Lóndres, desde el cual se goza un magnífico panorama, con una
  ciudad á cada lado del rio, con vapores elegantes que sin cesar
  cruzan, con templos y palacios en abundancia á derecha é
  izquierda, con Richmond al fin de un lado, y con la torre de
  Lóndres al otro.

  Lóndres es solo agradable para los ingleses: así como Paris es
  la ciudad de todos los extranjeros del mundo, la capital inglesa
  no puede gustar mas que á los hijos del pais. La sociedad es la
  mas difícil é innaccesible: si un extranjero no es _introducido_
  no hará una sola relacion aunque permanezca un año, pero una vez
  _introducido_, la sociedad es agradable y fácil. La cocina
  inglesa, que no todos los extranjeros aman, es la única que hay,
  porque escasean los hoteles y restaurants de Paris, y escaseando
  hay que someterse.

  El carácter de la ciudad es serio y grave, los domingos
  horriblemente tristes, solo el comercio, y nada mas que el
  comercio, constituye la vida inglesa: aunque hay teatros y
  diversiones, excepto los domingos, es inútil buscar la alegría,
  no se halla en parte alguna: es difícil, sino imposible, comer á
  gusto del individuo: en una palabra, Lóndres no hace nada por
  los extranjeros; Paris, todo: en la capital de Francia encuentra
  el viajero la realizacion de todos sus gustos, su manera de
  vivir; en la capital inglesa, es preciso plegarse al ajeno
  estilo, renunciar á lo conocido y agradable: en Paris se olvida
  uno si ha salido de su patria, en Lóndres nunca se deja de ser
  extranjero.

  La razon se explica fácilmente: son dos pueblos antípodas en
  todo: hábitos, antecedentes, carácter, modo de vivir, todo
  diferente, todo distinto: esto en cuanto á los extranjeros en
  general: yo de mí sé decir que aunque en Lóndres recorrí y gusté
  cuantos placeres ofrece la capital, aunque viví en una buena
  casa, y estuve constantemente obsequiado, salí de su recinto no
  con pena, como me sucede al abandonar Paris, sino sin trabajo:
  contento, sí, muy contento, de haber visitado la curiosa capital
  de los ingleses, satisfecho del viaje que juzgo necesario para
  el que quiere estudiar la sociedad inglesa, pero sin el
  sentimiento mas pequeño, sin violencia alguna.

  Lóndres, en 1856, ha dado al mundo un espectáculo repugnante: la
  propiedad y la vida amenazadas é inseguras; los ciudadanos, en
  medio de las calles, apaleados; los robos y los insultos hechos
  de dia en medio de la metrópoli; los caminos todos de los
  alrededores de Lóndres cubiertos de mendigos, que se ocupaban en
  acometer y maltratar á las mujeres desvalidas.

  Esto en cuanto á la seguridad individual: la higiene pública ha
  tenido los enemigos siguientes: aparte de sus nieblas, frios y
  lluvias, se han adulterado en Lóndres, segun datos oficiales,
  todos los artículos alimenticios. Estos mismos géneros se han
  vendido con pesos falsos, de suerte, que ademas de falsearse con
  perjuicio de la salud pública todos los artículos de primera
  necesidad, se vendian con pesos y medidas falsas ... esto no
  necesita comentarios, y estos hechos son oficiales, publicados
  por el gobierno ingles, para enseñanza de los que atribuyen á
  Lóndres una civilizacion pujante, avanzada y llena de vida.

  Con respecto á la moral pública, los tribunales de Lóndres se
  han ocupado en 1856 de un inmenso número de procesos que
  traducen una corrupcion general de costumbres.

  Las cárceles han recibido un contingente extraordinario, cuyo
  número desconsuela; se han cometido robos escandalosos por
  empleados públicos, así como por agentes de compañías de caminos
  de hierro; los nombres de Robbson Redpath, y otros, cuyos actos
  criminales tanto han escandalizado á la moral pública; las
  catástrofes de Dean Paul, Sadler y otros; los suicidios, los
  actos de embriaguez; los 36,000 obreros que pasearon las calles
  de Lóndres, hambrientos, miserables, sin trabajo; los 1,200
  millones de libras esterlinas gastados en la guerra de Oriente,
  que han aumentado enormemente la deuda pública, que como una
  losa de mármol pesa sobre la Inglaterra, todos estos
  acontecimientos reunidos forman un conjunto poco envidiable para
  un pueblo que se llama libre y civilizado.

  Los divorcios, que ultrajando la moral y el pudor, se _arreglan
  con dinero_, rebajando la dignidad humana y escarneciendo á la
  mujer, son otro cuadro tremendo que ningun pueblo debiera
  ofrecer á la consideracion pública.

  Lo que ha salvado hasta hoy á la sociedad inglesa, el timbre mas
  alto que tienen, su gran dote, es el respeto que todos los
  ingleses profesan á la ley, y su acendrado amor patrio. Sin
  estas dos condiciones, en especial la primera, la revolucion
  hubiera llamado ya imponente á las puertas de Inglaterra, y la
  sociedad entera se hubiera conmovido hasta en sus cimientos.

  En 1856, nacieron en Lóndres 44,159 niños, y 42,674 niñas:
  fallecieron del sexo masculino 28,894 personas, y 26,892 del
  femenino; el número total de habitantes que contaba Lóndres en
  diciembre del mismo año, era de 2,616,246, cifra crecidísima, y
  la mayor de todas las capitales de Europa.

  Segun una memoria publicada en Lóndres en enero de 1857, las
  personas que viajaron por el Támesis en todo el año de 1856
  fueron en número de cuatro millones. Esta crecidísima cifra, que
  parecerá exagerada al que no ha visitado Lóndres, no sorprende
  en modo alguno al que ha visto el número extraordinario de
  vapores que durante todo el dia cruzan el Támesis, conduciendo
  generalmente cada uno cuantas personas cojen sobre los puentes.

  Marchan con gran velocidad, y al pasar por debajo de los puentes
  del rio, bajan instantáneamente sus chimeneas sin detener la
  marcha, volviendo á levantarlas inmediatamente despues de cruzar
  el arco por donde atraviesan.

  El golpe de vista que ofrece el Támesis, en un dia claro del mes
  de julio, es magnífico y grande: el rio imponente y anchísimo,
  con sus magníficos puentes, y surcado por innumerables vapores;
  y cercando el rio, por ámbas riberas, dos grandes lienzos de
  palacios, iglesias, monumentos: es un admirable sitio de recreo
  la vista del Támesis.

  Los establecimientos penales de Lóndres, que hace pocos años se
  hallaban en un estado lamentable, han recibido últimamente
  grandes mejoras, y su situacion actual es digna de ser estudiada
  por los viajeros.

  Cuéntanse en Lóndres diferentes bibliotecas públicas
  perfectamente organizadas y servidas: los museos de historia
  natural, escultura, artes y pintura, son dignos de visitarse con
  detenimiento por las riquezas que contienen: en el de pinturas
  hay obras portentosas que admirar de las diferentes escuelas que
  conocemos.

  Otra de las grandes conquistas que el pueblo ingles ha hecho
  desde que está gobernado constitucionalmente, es el respeto que
  se profesa á la seguridad individual.

  Es magnífico y admirable; y al consignarlo aquí, tengo una
  verdadera satisfaccion, y desearia que los demas gobiernos de
  Europa imitaran en este punto á la Inglaterra. Lo mismo se puede
  decir de sus sabias leyes sobre imprenta, institucion alta,
  augusta y civilizadora, á la que deben los pueblos cuanto bueno
  poseen, tribuna pública de la sociedad, defensora de los
  oprimidos; sí, la Inglaterra ha comprendido mejor que nadie el
  gran poder de la imprenta, por eso le acata y le respeta, por
  eso la prensa inglesa es libre. ¡Ojalá lo sean pronto todas las
  prensas de Europa!

  Manchester, Liverpool y Southampton, son las ciudades que
  conozco de Inglaterra ademas de Lóndres.

  Una vez que ya hemos escrito todo lo que de la capital de
  Inglaterra nos ha llamado la atencion, vamos á apuntar unas
  breves noticias relativas á las ciudades industriales arriba
  mencionadas.

  Liverpool, que en muy pocos años ha aumentado su poblacion de un
  modo fabuloso, y que en la senda de los adelantos fabriles
  marcha con paso resuelto y en continuo progreso, cuenta hoy con
  una poblacion de 250,000 habitantes.

  Sus líneas férreas, que la ponen en rápida comunicacion con
  Lóndres, Manchester, y otros muchos puntos, aumentan su
  importancia. La ciudad es grande y hermosa; pertenece al condado
  de Lancaster; su situacion favorable, como punto intermedio
  entre Irlanda é Inglaterra, la proporciona grandes ventajas
  comerciales.

  El rio Mersey baña sus alrededores, y la inmensa fabricacion que
  ocupa la actividad industrial de la ciudad, engrandece todos los
  dias su importancia y significacion.

  Hay hoteles excelentes, bastantes edificios de consideracion y
  algunas calles muy buenas.

  Lo que el viajero debe visitar en Liverpool, como en todas las
  poblaciones industriales de la Albion, son los establecimientos
  fabriles, verdaderos centros del poder ingles, teatros de su
  grandeza, monumentos de su civilizacion.

  La mecánica con todos sus prodigiosos adelantos, la industria,
  con sus progresos, el órden admirable que reina, los productos
  que ofrecen, todo es digno de ser visto, todo merece estudiarse.

  Los alrededores de Liverpool son tambien deliciosos, y para
  recorrerlos hay mucha facilidad, valen la pena de ser vistos.

  De Liverpool me dirijí á Manchester, perteneciente como
  Liverpool al condado de Lancaster, y centro principal de la
  industria; cuenta con una poblacion de 200,000 almas, cuando
  hace un siglo era una pequeña é insignificante ciudad de
  cuarto órden.

  La industria, floreciente y poderosa como en Liverpool, es la
  que ha dado tan rápido vuelo á la ciudad. Está situada sobre el
  rio Irwell, y cuenta con mas de trescientas máquinas de vapor,
  cuyo crecidísimo número parece increible: funcionan en
  Manchester mas de 30,000 telares, y prestan vida y movimiento á
  su actividad prodigiosa. Sus líneas férreas á Liverpool, Lóndres
  y otros puntos aumentan todos los dias su riqueza.

  De esta ciudad, diré lo mismo que de Liverpool, que es preciso
  visitar los establecimientos fabriles con preferencia á todo;
  son en Inglaterra las grandes obras nacionales, los monumentos.

  Tiene Manchester edificios majestuosos, hoteles, paseos,
  hermosas calles, y una animacion industrial pujante. Tambien son
  dignos de visitarse, como en Liverpool, los deliciosos
  alrededores de la ciudad.

  Si el extranjero tiene intencion de permanecer bastante tiempo
  en Manchester ó cualquiera otra ciudad de Inglaterra, necesita
  absolutamente, si no quiere aburrirse, hacerse presentar á algun
  _club_, único medio de conocer la sociedad y de distraerse en
  algun modo. Una vez presentado lo pasará bien.

  Como Manchester es visitado por muchos extranjeros, y como su
  fabricacion y comercio le prestan mucha importancia, hay
  bastante animacion en sus calles y paseos: los hoteles son
  regulares; cuéntanse muy pocos edificios notables, como arte.

  Y aquí terminan nuestros ligeros apuntes sobre Manchester y
  Liverpool. De Southampton hablaré despues; ahora nos trasladamos
  á _Italia_.



  #ITALIA#.


  El viaje á Italia le hice desde Suiza. Salí de la capital
  federal en la diligencia de Lucerna, travesía corta y deliciosa
  que se verifica en once horas. Llegado á Lucerna me trasladé á
  Fluelen por el lago de los Cuatro Cantones.

  Nada mas poético, nada mas agradable que cruzar la distancia
  intermedia entre Lucerna y Fluelen: el tiempo que se emplea es
  el de dos horas y media.

  Los pequeños vapores que viajan de un punto á otro, ofrecen
  comodidad y aseo.

  Al comenzar la travesía, el viajero contempla admirado las
  encumbradas montañas de Riggi y Pilato, coronadas de nieve, que
  esconden su cabeza en las nubes. A medida que el vapor avanza,
  surcando las azuladas ondas del lago, que rodean montañas de
  córtes y perfiles caprichosos, los recuerdos históricos de
  Guillermo Tell van presentándose á la vista, el interes crece y
  se dispierta, la travesía se hace corta y agradable.

  Recuérdase con placer que en ese mismo lago se libró el ilustre
  Tell de los sicarios de Gesler que preso le conducian á Lucerna,
  despues del tremendo castigo á que le condenó el tirano,
  obligándole á tirar sobre la cabeza de su hijo.

  Los sitios todos que recorrió Tell ínterin permaneció escondido;
  la capilla donde los fundadores de la Suiza se congregaron,
  todos esos recuerdos agradables renacen en el ánimo del viajero
  con toda la fuerza y verdad de un acontecimiento de la víspera.

  Las cordilleras de montañas que en forma de graciosos
  anfiteatros rodean el lago, el cielo que se refleja en las olas,
  la armonía del conjunto, todo habla al alma.

  A las dos horas y media estábamos en Fluelen[20].

  Al llegar á este último punto, tomé billete hasta Milan, y como
  Fluelen se encuentra al mismo pié de los Alpes, por el lado de
  San Gotardo, cuya carrera era la que yo seguia, empezamos desde
  el momento á subir.

  La diligencia nos condujo por una admirable y soberbia carretera
  hasta llegar á una legua del San Gotardo, convento que, como el
  de San Bernardo, se halla situado en la cima de los Alpes.

  Solo víéndolo, puede uno formarse idea exacta de lo que voy á
  referir: el que no ha hecho ese camino duda.

  Desde Fluelen hasta el Hospital, sitio en que tuvimos que
  abandonar la diligencia, para marchar del modo que mas adelante
  diré, subimos constantemente las infinitas pendientes de esos
  centenares de montañas que puestas las unas sobre las otras
  forman lo que llamamos Alpes.

  Cascadas estupendamente atronadoras y magníficas que descienden
  impetuosas de lo alto de los Alpes; rios tormentosos, que corren
  gritando entre peñascos, salpicados de espuma, blanquísima como
  la plata; precipicios de mayor extension que la que puede medir
  el ojo humano; puentes como el del Diablo, perfectamente
  designado con ese nombre, por debajo del cual ruge con la
  poderosa voz de su cólera el impetuosísimo Reuss, que rompe
  entre piedras, con un espantoso ruido; abismos de profundidad
  espantosa; montañas de nieve del grueso de veinte y tres varas
  que amagan desplomarse: todo esto, reunido, forma el camino
  desde Fluelen hasta el Hospital.

  Al llegar á este punto tuvimos que dejar la diligencia, porque
  la nieve, no limitándose como ántes á cubrir los costados,
  llenaba la carretera.

  Seis pequeños cajones de madera, llamados trineos, sin ruedas,
  sin cubierta, de media vara de altos, y lo mismo de anchos,
  fueron los encargados de recibir á todos los que veníamos en la
  diligencia. En cada cajoncito, nos colocamos dos viajeros, en
  otros nuestros equipajes; y cada cajoncito, arrastrado por un
  caballo, empezó á resbalar con trabajo por aquella carreta
  henchida de nieve.

  A derecha é izquierda lienzos de grandísimo espesor de nieve
  congelada amenazaban cubrirnos de un momento á otro:
  cuatrocientos hombres con hachas, tendidos á lo largo del
  camino, iban abriéndonos paso.

  Antes que se me olvide, voy á consignar el efecto de aquella
  inmensa blancura; deslumhra, y no puede soportarse: todos los
  hombres que allí trabajan tienen anteojos verdes: nosotros
  tuvimos precision de mirar siempre á un punto fijo, á la ropa de
  nuestros gabanes negros.

  Rodando con dificultad, con precipicios espantosos á los lados,
  incómodos en los estrechos cajones, llegamos á la cima de los
  Alpes, á una altura de que solo víéndolo se cree possible
  llegar; tanto habíamos subido.

  Allí, sobre la cima, se levanta el San Gotardo, muchas veces ya
  cubierto por la nieve, y vuelto á reedificar; solo quedan dos
  monjes: la casa estaba casi toda cubierta de nieve, era en el
  mes de junio....

  En diciembre nadie pasa, ni los pájaros. No hay voces
  bastantemente entusiastas con que pregonar la grandeza de los
  Alpes: el Océano como los Alpes dan la idea del infinito,
  traducen Dios, inspiran el recojimiento. ¡Bien haya mi viaje á
  Italia, que tan grande emocion me produjo con la presencia de
  sus Alpes!

  Una vez allí era preciso bajar, por supuesto en los mismos
  vehículos: rodando lentamente y con un exquisito cuidado, fuimos
  descendiendo por un estrechísimo sendero, por encima de la
  carretera, pero con un fondo de treinta varas de nieve.

  Una tras otra bajamos doce colosales montañas, creyendo
  encontrar en cada falda la suspirada llanura: ¡vana esperanza!
  para descender de aquella prodigiosa elevacion, donde están las
  fuentes del Rin, del Tesino, del Reuss, y de otros muchos
  rios, lo cual solo prueba la tremenda altura que será, era
  necesario bajar, bajar, y bajar siempre.

  Puedo asegurar que no sentí ningun frio á pesar de aquella
  temperatura, las emociones me mantuvieron el calor: nada mas
  portentoso que semejante viaje; pueden con gusto aceptarse los
  riesgos que se corren, á trueque de verlo una vez.

  Millares de cascadas blanquísimas, valles inmensos atestados de
  nieve, rios que se despeñan, montañas de córtes y perfiles
  sorprendentes, rios que corren por debajo de una espesa y
  petrificada capa de nieve; una carretera portentosamente
  soberbia, que basta para inmortalizar al ingeniero que la
  dirijió por en medio de aquellos altísimos montes de nieve
  eterna; todo es admirable, todo es grandioso, todo es sublime.

  A as seis horas de tan penosísimo y espuesto viaje, y con gran
  contentamiento de todos, encontramos la diligencia que nos
  esperaba. Ocupamos nuestros respectivos asientos, y despues de
  seis horas, siempre bajando, llegamos á Bellinzona, capital del
  Tesino[21], donde descansamos una hora.

  Todo el camino es admirable: de Bellinzona á la frontera de
  Italia se encuentra el Lago Mayor, con sus cristalinas y
  azuladas ondas: la campiña está bien cultivada, recuerdo que el
  víñedo está plantado con mucho gusto, abrazadas las vides,
  formando pabellones.

  En todos los pueblos del canton del Tesino, se ven en las
  paredes imágenes de santos, en especial de la Virgen. Como
  pueblo italiano que es, en todo se ve la mano del clero: aunque
  forma parte de la Confederacion Helvética, conserva toda la
  fisonomía italiana.

  El dia 1° de junio, á medio dia, llegué á la frontera lombarda,
  sitio llamado _Ponte Chiasso._

  Al momento ví los austríacos que tanto debian hacerme sufrir en
  el resto del viaje por Italia, con sus medidas sobre pasaportes.

  Me bastó ver su dominacion en Venecia y Lombardía para sentir y
  llorar la suerte de Italia. En fin, sigo mi viaje; de otro modo,
  escribiria muy largo contra los austríacos.

  Registraron minuciosamente los equipajes, ojearon los
  pasaportes, los embadurnaron con sellos y visas, y seguimos en
  la diligencia.

  A los quince minutos de la frontera, se presenta el célebre lago
  de _Como_, lindísimo y poético como todos los lagos, que tanto
  me encantan.

  La campiña de _Como_ es riquísima, semeja un paraíso: todo está
  cultivado, y la vegetacion mas hermosa engalana todos los
  términos. Muchos y elegantes palacios se levantan al rededor del
  delicioso lago: muchos y elegantes jardines completan el cuadro
  de _Como_.

  Chocóme y me gustó ver la mantilla española en la mayor parte de
  las mujeres: la peina que en Valencia llevan las mujeres del
  pueblo adornaba tambien las cabezas de las italianas. _Como_ es
  un lugar encantador: desde allí seguimos á _Camerlata_, que está
  tocando, y allí tomamos el camino de hierro hasta Milan, pasando
  por Monza, donde estaba Radetzky.

  El tiempo que se emplea desde Camerlata á Milan, es el de una
  hora poco mas: el movimiento es desigual é incómodo, la
  nivelacion no está bien hecha: los coches son buenos, soberbia
  la campiña.

  Los vagones, en Milan y Venecia, tienen todos puertas de
  comunicacion entre sí: no se ha hecho para comodidad del
  público: es para dar paso á la policía, que recorre todo el
  tren, pidiendo y recojiendo los pasaportes: dan un documento con
  el cual se recoje en Milan. Le preguntan al viajero á que hotel
  va á hospedarse, cuanto tiempo piensa permanecer, etc.,
  etc., etc.

  No quiero dejar correr la pluma porque la paciencia se acaba.

  Entré en Milan el dos de junio hospedándome en el _Hotel de la
  Ville_, en el Corso, frente por frente á la iglesia de San
  Cárlos Borromeo.

  La Catedral es lo primero que debe visitarse: blanquísima como
  una paloma, como de mármol que es toda, gallarda y esbelta, con
  su rica arquitectura y su prodigiosa decoracion de estatuas, que
  se cuentan por miles.

  La catedral de Milan, soberbio y magnífico monumento que el
  cristianismo ha levantado, es una obra colosal que solo la fe de
  nuestros mayores pudo construir. Monumentos de la importancia de
  esta iglesia, traducen altos sentimientos de verdadero amor á
  las artes y de portentosa fe cristiana. Es un pensamiento muy
  generoso el de emprender una obra que no puede verse terminada
  por los mismos que la empiezan: hay patriotismo y abnegacion en
  acto semejante. Todas las catedrales góticas que cuenta la
  Europa, son otros tantos poemas que afirman la grandeza de los
  siglos que las levantaron.

  La catedral de Milan, principiada en 1276, no está hoy mismo
  terminada: tan colosal es su plan. Napoleon hizo concluir la
  fachada principal en la cual hay diferentes gustos y
  arquitecturas. El conjunto del edificio, sorprendente y
  magnífico, produce una grata emocion en el ánimo: tiene la forma
  de una cruz, gallarda, esbelta, blanquísima, deslumbrante.

  El espléndido ropaje gótico que viste, su prodigiosa decoracion
  de estatuas, sus atrevidas flechas, sus elegantes detalles, sus
  formas galanas, todo hiere la imaginacion, todo admira y seduce.
  Coronando el edificio, y sobre la aguja mas alta, se destaca
  impalpable y aérea la estatua de la Virgen, fundida en bronce,
  esbelta y admirable; su actitud atrevida revela un gran
  pensamiento, apénas tocan sus delicados piés el ligero pedestal
  que la sustenta; se lanza á los aires, toca apénas la tierra y
  esconde su cabeza en las nubes, es la corona del templo.

  Lo que causa verdadera pena al ánimo, es el observar las
  mutilaciones horribles que los viajeros, en su mayor parte
  ingleses, han prácticado con un grande número de estatuas de las
  infinitas que coronan el templo. Es un verdadero sacrilegio
  maltratar las obras del genio y dejar atras á los bárbaros, que
  sin duda las respetarian. Nosotros desearíamos que se adoptasen
  medidas severas para impedir que los que visitan la Catedral
  tocasen á objeto alguno.

  Es un prodigioso espectáculo el que ofrece al espectador que se
  coloca en lo alto del Domo, el poblado bosque de estatuas que
  coronan las gallardas agujas que suben hasta perderse en las
  nubes; su número parece fabuloso, pasan de seis mil las
  que existen.

  La fachada principal se compone de cinco cuerpos elegantes, con
  sus soberbias puertas de entrada. Solo por el lado de la fachada
  principal se presenta el edificio en su majestuosa grandeza; los
  demas lienzos de su elegante construccion aparecen ocultos entre
  las apiñadas casas que le cercan, lo cual produce una verdadera
  pena, pues la Catedral merecia presentarse sola y despejada á la
  admiracion del viajero.

  El interior del templo es tambien suntuoso é imponente: cinco
  naves inmensas cruzan la iglesia en toda su longitud, y otra
  nave lateral, tan grande por sí sola como una iglesia, forma una
  elegante cruz. Detras del altar mayor se abren tres grandes
  rosetas de ciento cuarenta y cuatro cristales cada una, pintadas
  con la mayor riqueza de colores imaginable.

  El coro, unido al altar mayor, es magnífico: adornado con
  primorosos bajos relieves; debajo está la tumba de San Cárlos,
  que merece verse.

  La mejor calle de Milan es la del Corso, especie de boulevard,
  aunque sin árboles y sin grande anchura; le adornan algunos
  palacios y buenos edificios, muchos y elegantes comercios,
  cafés, y hoteles (albergos).

  Cerca de la catedral, á su izquierda, está el palacio imperial,
  donde habitó Napoleon: merece verse; encierra algunos buenos
  cuadros y hay una magnífica capilla, soberbios salones y
  objetos de arte.

  La plaza de armas, donde está el arco de la Paz, es colosalmente
  grande: no dejó de chocarme en el acto que lo ví, el castillo y
  las fortificaciones vecinos del arco de la _Pace_: al pié del
  arco, que es magnífico, y sobre el cual se levantan ocho enormes
  caballos de bronce formando una alegoría dedicada á Napoleon, se
  tiende el camino del Simplon.

  La plaza de San Fedelle, aunque pequeña, es muy linda, la
  adornan buenos edificios.

  San Cárlos Borromeo, frente por frente del _Hotel de la Ville_
  es una iglesia nueva, de forma circular y elegante. Tocando con
  la iglesia hay un pasaje, único que ví en Milan.

  La Bolsa tiene tambien su palacio correspondiente.

  Los cafés son buenos, se sirven baratos y excelentes sorbetes.
  Hay muchos y buenos coches de alquiler; por las calles de Milan
  se va en carruaje con mucha comodidad, hay en todas las calles
  dos listones de baldosa por donde resbalan las ruedas, de modo
  que el movimiento es suavísimo, y la celeridad grande. En el
  Corso hay jardines públicos á imitacion de los de Mabille de
  Paris, pero no tan buenos.

  El Museo de pinturas está en un gran palacio donde se halla la
  Biblioteca, y donde habia exposicion de artes cuando le visité.

  Es preciso dirijirse á la iglesia de Santa María de la Gracia,
  cubierta como está su bizarra arquitectura, con el color
  histórico del tiempo, y una vez en la iglesia y aun sin ir á
  Santa María es necesario ver á todo precio el famoso cuadro de
  Leonardo de Vinci, que representa la cena de Jesucristo con los
  Apóstoles: este magnífico cuadro que los frailes mutilaron
  bárbaramente, y los profanos al arte restauraron de un modo
  torpe, se encuentra en una habitacion del claustro de Santa
  María, que hoy sirve de cuartel: está pintado en la pared, y es
  una inspiracion sublime del célebre Vinci.

  En Milan como en todas las poblaciones de Italia, existe un
  número grande de iglesias, algunas notables, sin incluir la
  catedral, que es un prodigio del arte.

  En materia de comunicaciones tiene Milan caminos de hierro á
  Camerlata y Treviglio: este último, que es el de Venecia, estará
  muy pronto terminado completamente: hay diligencias para casi
  todas las ciudades de Italia: las carreteras, en general, son
  magníficas.

  El célebre teatro de la Scala, donde oí á nuestro compatriota
  Echebarria en la ópera _El Profeta_, es majestuoso en el
  interior, sin llegar, como ninguno de los que he visto en todos
  mis viajes, á la grandeza de nuestro coliseo de Oriente. El
  exterior de la Scala es pobre y de muy mal gusto: tiene la
  apariencia de una casa particular, y una entrada reducida, de
  tan pésimo gusto como la del teatro de Oriente de Madrid por el
  lado de palacio, cuya forma es la misma.

  La escena está muy bien servida en la Scala, no deja nada que
  desear; excelente y numerosa orquesta, mediana compañía.

  No dejaré de consignar, ya que me acuerdo, que durante la
  representacion guardan sus sombreros todos los espectadores que
  hay de pié en el parterre y que se situan á derecha é izquierda
  entre la pared y las butacas: costumbre que no me pareció
  extremadamente galante.

  Hay en Milan muchos y buenos coches públicos, regulares hoteles,
  gabinetes de lectura, teatros, paseos, buenos cafés y muchas
  mujeres hermosas.

  Los austríacos, de quienes hablaré poco, porque me exalto al
  solo recuerdo, patrullan dia y noche por la ciudad, hacen sonar
  sus sables en la primera fila de butacas de la Scala, que les
  pertenece, impiden pensar y hablar, etc.

  De Milan, me dirijí á la poética, desgraciada y heróica Venecia.
  Salí de Milan en línea de hierro hasta Treviglio, una hora de
  camino: allí tomé un ómnibus que me condujo en tres horas á
  Cucallo, y de allí á Venecia en camino de hierro, empleando
  nueve horas.

  Las estaciones de las líneas férreas que arrancan de Milan, son
  pobres y están mal hechas: al subir á los carruajes es necesario
  enseñar el pasaporte que piden en el camino diez ó doce veces
  dentro de los mismos vagones, segun se va marchando.

  Los alrededores de Milan son admirables: les he visto por tres
  líneas distintas, y por todas partes la campiña se ostenta
  lozana, y enriquecida con una vegetacion profusa. De Milan á
  Treviglio no se encuentra ningun pueblo de importancia: de
  Cucallo á Venecia, se encuentran las ciudades de Brescia,
  Verona, Vicenza y Padua: todas, excepto la última, á la
  izquierda yendo á Venecia desde Milan.

  La primera que se encuentra es Brescia, ciudad de cuarenta mil
  habitantes, situada al pié y sobre una montaña: solo la ví de
  paso; tiene muy lindo aspecto, y muchas y elegantes torres.
  Entre Brescia y Verona, se presenta el lindísimo lago de Garda,
  de treinta millas de extension, el mayor de Italia, desde el
  cual por medio de excelentes vapores se hace el viaje á Trento,
  al Tirol y otros varios puntos.

  Verona, ciudad importantísima, tiene sesenta mil habitantes, una
  agricultura floreciente, industria de sedas y otros ramos de
  riqueza pública, á la cual sacan los austríacos el 25 por
  ciento, segun tuve lugar de observar enterándome por medio de
  algunos contribuyentes. Verona como Brescia está situada tambien
  sobre una montañita, se presenta en forma de anfiteatro, tiene
  muchas y buenas iglesias entre las que descuella la catedral,
  edificios, paseos, un caudaloso rio con elegantes puentes,
  buenos hoteles y cafés.

  La mejor calle de Verona es la Nueva; siguiendo hasta su fin se
  encuentra el palacio de Radetzky, al cual da entrada un patio
  sombrío. En la misma calle se ve el palacio donde en 1815 se
  reunió el congreso en que se conjuró contra la
  libertad española.

  La gran plaza de Verona es muy notable por contener todavía
  dentro de su recinto un soberbio coliseo, construido por los
  Romanos: se conserva casi completo, con sus anfiteatros: hoy en
  vez de las luchas, se ejecutan comedias durante el dia.

  Hay tambien en Verona, considerada como monumental, un arco
  romano, de triunfo, que sirvió para la entrada de un emperador:
  en la calle en que está este arco se conservan todavía los
  listones de baldosas de la via que conducia á Roma, para cuya
  ciudad, á pesar de tan grande distancia, habia como desde todas
  excelentes caminos.

  Ví tambien, porque con interes lo busqué, una piedra que queda
  ya solamente de la tumba de Julieta, la apasionada de Romeo.

  El rio Adige rodea casi toda la ciudad. Hay por de contado, pues
  están allí los austríacos, murallas, fosos, cañones,
  fortificaciones.

  Al lado del camino de hierro, se encuentra el Campo Santo.

  Hay siempre en Verona, como punto céntrico entre Milan y
  Venecia, 30 á 40,000 tudescos.

  Despues de Verona se pasa por Vicenza, ciudad de treinta mil
  habitantes: un poco ántes de llegar, y situados sobre una
  elevacion, se ven los restos de los castillos mismos que
  habitaron los célebres Montecchi y Capuleti. Vicenza tiene, como
  es indispensable en Italia, muchas iglesias; aunque no ví la
  ciudad, conté al pasar mas de treinta torres, entre las que
  descuella una altísima.

  La campiña, desde Milan hasta cerca de Venecia, es soberbia y
  admirable: el cielo azul, sereno, bellísimo; el aspecto de las
  ciudades que salen al paso, encantador.

  Despues de Vicenza sigue Padua, con cincuenta mil habitantes, un
  crecidísimo número de iglesias, buenos y muchos edificios: entre
  los templos descuella el titular de San Antonio de Padua, donde
  se conservan reliquias del mismo.

  Despues de Padua, se llega á la mágica Venecia, donde entré á
  las ocho de la noche. Momentos ántes de penetrar en la encantada
  ciudad, se cruza, en el ferrocarril por supuesto, un soberbio
  puente de piedra de media legua de largo, compuesto de 222 ojos,
  obra que costó veinte millones de reales: se llama puente de San
  Segundo. Le han construido para que el camino de hierro pudiera
  llegar hasta dentro de Venecia, como llega, pues el embarcadero
  está á la entrada del gran canal.

  Se cruza por medio de él, y conducido por el vapor, el conjunto
  de lagunas que cercan la ciudad por el lado de Padua: como el
  puente no tiene mas anchura que la necesaria, y desde los
  vagones no se ve, el viajero se figura atravesar el mar con un
  ferrocarril que resbala por su superficie.

  Yo, aunque la obra es notable, hubiera deseado que no la
  hicieran, pues con él han quitado á Venecia su fisonomía de
  flotante y poética, aislada como está entre las aguas que la
  cercan por todas partes.

  Al apearme en Venecia, entré con los demas viajeros en la sala
  de equipajes, en la cual todo el mundo tiene obligacion de
  descubrirse; no por cortesía, sino porque están allí los
  austríacos, mas insolentes que en parte alguna. Antes de llegar
  y en el mismo camino de hierro, nos recogieron los pasaportes;
  al apearnos, nos preguntaron nuestros nombres, nos hicieron
  designar el hotel adonde nos dirigíamos, y los dias que
  pensábamos permanecer en su recinto. Nos registraron los
  equipajes, y despues tuvieron la bondad de dejarnos seguir á
  nuestros hoteles....

  Una góndola me condujo desde el desembarcadero del camino de
  hierro, al hotel de la Luna, donde permanecí.

  Era de noche, habia luna; para llegar á mi hotel, cruzamos
  muchas calles, es decir muchos canales: el movimiento, las luces
  del cielo, los recuerdos que se agolpaban á mi imaginacion del
  poderío antiguo de la república veneciana, los infinitos
  palacios de mármol que ví hasta llegar al hotel, el número de
  góndolas que se cruzaban, las palabras dulces que mi gondolero
  cambiaba con otro de su oficio cada vez que doblaba una esquina,
  para evitar un choque; las músicas que oí al pasar por enfrente
  de la soberbia plaza de San Márcos, todo este conjunto
  hiriéndome poderosamente la fantasía, hizo que oyera yo con
  disgusto la voz del gondolero, anunciándome que habíamos
  llegado al hotel.

  Inmediatamente que me dieron un cuarto en el hotel y guardé mi
  equipaje, me lancé á la calle, y á los dos pasos, pues el hotel
  de la Luna está tocando, me encontré de improviso en la plaza de
  San Márcos.

  Describir mi emocion no es posible; diré si puedo lo que ví, y
  lo diré como todo lo que va escrito, ayudado solo por los
  recuerdos, sin querer consultar un libro, mis recuerdos y mi
  cartera; allí apunto siempre mis impresiones.

  La plaza de San Márcos, mas larga que ancha, tiene la sin rival
  basílica de San Márcos, formando la fachada principal: á la
  izquierda un palacio que ocupa todo el lienzo de las antiguas
  procuradurías; á la derecha el Palacio del Emperador, todo el
  lado, y da vuelta á la Piazzetta: y en frente de la basílica
  otro cuerpo majestuoso; hé aquí los cuatro frentes de la
  gran plaza.

  A la izquierda de la iglesia, se levanta aislada una alta torre
  que llaman Campanella.

  Arcos prodigiosos, de gusto, de arte, de belleza, de formas, dan
  vuelta á las tres fachadas de la plaza. Debajo de ellas se
  ofrecen entre un profuso alumbrado de gas centenares de
  elegantes tiendas y cafés.

  La plaza de San Márcos, como toda Venecia, sin exceptuar una
  sola calle, está muy bien embaldosada.

  A las doce del dia, es curioso ir á la plaza de San Márcos á ver
  dar de comer á las palomas: centenares de ellas, que pasean
  constantemente en medio de la multitud, y á las cuales nadie
  molesta, comen su racion en medio de la plaza. Un veneciano rico
  dejó en su testamento una manda con este objeto.

  El Palacio Ducal, que está unido á la basílica de San Márcos, es
  uno de esos palacios que sueña una fantasía acalorada, es la
  realizacion de un sueño: es una grande obra monumental, á cuyo
  pié hay dos columnas traidas de Asia, un grupo de Alejandría,
  con cuatro antiquísimas figuras pegadas á la pared; describo sin
  órden, segun mis apuntes taquigráficos, segun me
  acuerdo, adelante.

  La fachada principal del Palacio del Dux se construyó á mediados
  del siglo XIV, bajo la direccion del maestro Buono, aunque
  algunos pretenden que fué Calendario el arquitecto.

  De cualquiera modo, es un edificio mágico y admirable, de estilo
  gótico, y uno de esos prodigios del arte que tanto abundan
  en Italia.

  La osadía de la construccion del Palacio Ducal tiene algo de
  verdaderamente temerario: el inmenso cuerpo superior, mole
  pesadísima y abultada, tiene por todo fundamento y base dos
  series de ligeras y esbeltas columnas. El material le componen
  exclusivamente los mármoles blanco y rojo: todos los chapiteles
  de las columnas son obras maestras de arte.

  Las fachadas de este mismo palacio que miran al canal y á la
  iglesia de San Márcos, son mas modernas que la principal: son
  obra del renacimiento: los estilos de ellas son diferentes,
  hábilmente combinados; los arcos ogivales juegan con los arcos
  redondos resultando una miscelánea pintoresca y magnífica; los
  mármoles de diferentes colores que componen su material, son de
  los mejores, y la vista se recrea contemplando tan
  soberbio palacio.

  A su poderosa belleza se agrega la excelente situacion que
  ocupa: unido á la portentosa basílica de San Márcos, con fachada
  admirable sobre la _Piazzetta_, con lienzos soberbios del lado
  del canal, con grandes edificios en frente, con la plaza de San
  Márcos al lado.

  Esto en cuanto á su exterior: ahora vamos á penetrar en sus
  inmensos salones, ricos de arte y elegancia: pero ántes de
  llegar á su cuerpo principal tendrémos ocasion de detenernos á
  admirar la espléndida escalera de los Gigantes.

  La escalera de los Gigantes, construida en el siglo XV, parece
  una mentira: un artesonado brillante, unas labores que no se
  ejecutan en cera; al pié hay dos colosales estatuas de mármol,
  Neptuno y Marte. La escalera de oro propiamente llamada tal con
  tallados del metal de su nombre, con un lujo de decoracion de
  que no hay ejemplo, con un prodigioso gusto artístico, con
  artesonados y techumbres de maravillas, con gradas de mármol y
  pórfido, con tallados de estatuas de maestros, en una palabra,
  con milagros.

  El Palacio Ducal se compone de muchos salones: el del Gran
  Consejo, donde se reunian 1,500 miembros, contiene todos los
  retratos de los duxes que han presidido la república: falta el
  de Marino Faliero que fué decapitado; en lugar del retrato, hay
  un cuadro que cuenta el trágico suceso.

  La techumbre, vestida de molduras, está cubierta de cuadros
  magníficos de Pablo Verones, Ticiano, Tintoreto, etc.

  En la pared principal del salon, hay un cuadro portentoso de
  Tintoreto, el mayor de los conocidos; llena la pared, representa
  el Paraíso; es un modelo de dibujo, colorido, pensamiento y
  ejecucion; es una obra maestra tiene, mas de cuatrocientas
  figuras: es admirable.

  En el centro del salon hay dos inmensos globos; á la izquierda,
  entrando, hay en un estante de libros varios manuscritos de
  Petrarca, Catulo y otros escritores ilustres.

  El salon del senado, magnífico como todos los del Palacio Ducal;
  hay dos inmensos cuadrantes que en vez de minuteros tienen los
  signos del zodíaco para señalar las horas: cuadros de los
  primeros artistas, techo de molduras, puertas de ébano.

  El salon de mapas contiene grandes y excelentes grabados que
  designan todos los viajes y descubrimientos que hizo el famoso
  veneciano Marco Polo, que fué de los primeros que visitaron
  la América.

  El salon del Consejo de los inquisidores de estado, que se
  componia de tres miembros, está poblado de lienzos del Verones,
  soberbios, como todos los que brotaron de su paleta: el
  pavimento de este salon, como el de todos, es de mosáico el mas
  precioso de mármoles incrustados.

  El salon de embajadores, donde el presidente de la república, el
  Dux, recibía á los ministros de las cortes extranjeras, tiene
  puertas de ébano y cedro, traidas de la iglesia de Santa Sofía
  de Constantinopla, sillería admirable, cuadros.

  El salon del Consejo de los Diez con lienzos tallados
  maravillosamente.

  Salon de delaciones, con cuatro puertas y un buzón, por donde
  sin ser visto se denunciaba á los conspiradores; y ahora que
  hablo de conspiradores, bueno es añadir que las prisiones, de
  estado están separadas del Palacio Ducal solo por un canal
  estrecho, que salva un puente de piedra, por el cual pasaban los
  presos desde el palacio ducal á la prision.

  Este puente que une ámbos edificios se llama puente de los
  Suspiros, llamado oportunamente así, por los lamentos que
  naturalmente exhalaban al cruzarle todos los que se veian
  privados de su libertad.

  Los escritores franceses, que tienen el buen talento de
  equivocar todo, y de juzgar ligeramente, han descrito las
  prisiones con negros y románticos colores: yo las he visitado,
  están en el mismo estado que cuando las construyeron: no son
  alegres como no lo es calabozo alguno, pero nada tienen de
  lúgubres; el Gran Canal está delante, por el lado las baña otro
  canal, algunos morian ahogados con solo abrir la puerta de su
  calabozo, eran rarísimos.

  En el salon del gran Concilio, colocándose en el balcon
  principal, el que está enfrente del Gran Canal, se goza de un
  punto de vista de que no hay ejemplo; el canal de San Márcos á
  los piés, en frente los soberbios edificios de la Aduana y la
  iglesia de la Salud; á la derecha el Palacio del Emperador;
  jardines, canales, góndolas, el mar, buques, palacios.

  Todo el cuadro del balcon por fuera está adornado de estatuas;
  entre ellas hay una que el sublime Canova hizo á la edad de
  catorce años.

  Todo el exterior del Palacio Ducal presenta el aspecto mas
  pintoresco, gallardo y artístico posible: sus elegantes arcadas,
  sus esbeltas columnas, sus millares de ogivas, sus calados
  maravillosos, sus diferentes estilos entre los que domina el
  árabe, todo es soberbio, todo es magnífico.

  No he visto palacio alguno en Europa mas admirable, bajo todos
  aspectos, como riqueza, como arte.

  La razon se comprende: Venecia ha sido por espacio de catorce
  siglos una poderosa y pujante república: ella ha hecho las
  conquistas de San Juan de Acre, de Constantinopla, de parte de
  la Grecia: Venecia ha sido por mucho tiempo el pirata ilustrado
  de los mares; sus hombres de estado, sus marinos, sus pintores,
  sus generales, sus conquistadores, no tenian otra ciudad que
  engalanar mas que Venecia, y de aquí el que esta ciudad sea una
  sultana oriental, engalanada como una reina: sus conquistadores
  la han traido de Grecia caballos de bronce, estatuas, columnas
  de Constantinopla; ébanos, cedros, ágata, mármoles, columnas; de
  todas partes han traido atavíos á su ciudad querida, que sentada
  sobre las aguas, rodeada de lagunas, y pobre en su orígen, pues
  solo contaba una docena de pescadores, ha ido creciendo y
  brillando, con los talentos y conquistas de los esforzados hijos
  que ha engendrado.

  Aparte de sus generales y conquistadores ilustres, ella ha dado
  nacimiento al Ticiano, á Tintoreto, á Canova, á mil y mil
  celebridades, que la han llenado de cuadros y estatuas, de
  cuadros y estatuas modelos; solo así se cree ser cierto lo que
  el viajero ve en Venecia; solo recordando su historia, se
  explica y comprende su magnífica grandeza.

  La basílica de San Márcos, que solo tiene en el mundo un rival,
  San Pedro de Roma, aunque le supera en algo, es otro de los
  portentos de Venecia: cuanto mas se ve, mas crece el asombro,
  cuanto mas se examina mas necesidad hay de acordarse de la
  historia, para admitir como cierto lo que se ve; tantos son los
  prodigios que contiene.

  En todo el templo no hay un solo átomo de madera comun: oro,
  mármol, pórfido, ébano, cedro, ágata, plata, estos son los
  elementos: la iglesia tiene tres naves; todas las tres naves,
  todas las paredes, todo el pavimento, se compone de cuadros y
  alegorías estupendas de mosáico de mármol: este prodigioso
  trabajo, verificado en el siglo XIII, cuando apénas se conocia
  en el mundo artístico el mosáico, haria honor á nuestros dias.

  No dejo correr mi entusiasmo porque deseo que el lector se
  emocione por sí mismo con la sola descripcion.

  ¿Qué puede decirse de una iglesia que tiene paredes, techo y
  pavimento, sembrado de preciosos mosáicos en mármol? ¿Qué puede
  decirse de los ilustres venecianos que comprendieron y
  ejecutaron obra tan magna?

  El altar mayor, sencillísimo y elegante, se compone de cuatro
  columnas de pórfido, robadas á Santa Sofía de Constantinopla:
  las cuatro asombrosas columnas están coronadas de una cúpula de
  pórfido tambien: todas las puertas del templo son de bronce,
  incrustadas de estatuas, diríase es el templo de Salomon. El
  oratorio de la cruz, que segun se entra está á la izquierda, en
  el centro de la iglesia, fué traido tambien de Constantinopla;
  la cupulita elegante que le cubre, es de ágata, de pórfido, de
  oro, no hay mármol, allí seria vulgar, comun; cuatro columnitas
  esbeltas de pórfido de brillantes colores, un Cristo divino.

  Tiene el templo dos órganos, un soberbio coro lleno de
  portentosos mosáicos, abundancia de estatuaria, canónigos con
  traje de obispos, millares de columnas de mármoles, y jaspes los
  mas preciosos.

  La basílica cuenta con cinco cúpulas vestidas de mosáicos: la
  puerta de la sacristía, toda de bronce con el retrato del
  Ticiano, todas esas maravillas reunidas y otras muchas de que no
  hago mencion, porque de todo no puedo acordarme y porque mis
  apuntes, tomados en la misma iglesia, son cortos, forman el
  interior de San Márcos.

  En cuanto al exterior, no tiene nada que no sea tambien
  prodigioso. Encima de la puerta principal de la iglesia, por la
  parte de fuera, hay tres enormes caballos de bronce traidos de
  Aténas: sirvieron en Roma para adornar un arco el dia de la
  entrada de Neron. Napoleon se los llevó á Paris, despues han
  sido devueltos y colocados de nuevo donde están. Delante de la
  iglesia, se levantan tres altísimas astas de cedro donde se
  izaban las banderas de la república ... ahora el pabellón
  austríaco.

  En la _piazzetta_ de San Márcos, tocando con la Plaza y dando el
  frente al Gran Canal, dos gigantes columnas de granito, traidas
  de Alejandría, coronadas la una por una estatua de San Teodoro,
  primer patron de Venecia, la otra por un leon, símbolo de la
  fuerza: son de una sola pieza, admirables.

  La fachada de San Márcos, que da frente al reloj llamado de los
  leones, porque hay dos de mármol, tiene en la pared, entre
  millares de mosáicos, un adorno persa, quizá el único en Europa;
  representa Ceres, en un carro tirado por dos leones.

  Todas las fachadas de la basílica, sin contar la principal con
  sus pórticos elegantes, sus estatuas á centenares, su exquisito
  gusto, su fisonomía admirable y nueva, su lujo arquitectural,
  son obras maestras, son museos.

  Volviendo al Palacio Ducal donde tantos portentos se esconden,
  nadie salga de su recinto sin ver el museo de escultura que hay
  en uno de sus infinitos salones.

  El museo de escultura que existe en el Palacio Ducal de fenecía,
  depósito de tesoros artísticos, se halla en uno de sus
  bajos salones.

  Aparte de la belleza artística del salon, de sus elegantes
  ornamentos, y de su lindísima techumbre, cuéntanse entre las
  muchas obras, modelo de escultura que le enriquecen, dos
  estatuas originales del rey de los escultores, de Fidias mismo.

  La pureza de las formas, la suavidad de los contornos, la finura
  prodigiosa de las líneas, todo revela el cincel griego: Canova,
  digno rival de Fidias, ha enriquecido tambien este delicioso
  gabinete de escultura con obras brotadas de su mente: cuéntanse
  cinco ó seis bustos acabados de este maestro.

  La escultura egipcia está tambien allí dignamente representada:
  Roma y Aténas han dado tambien su contingente. La antigüedad,
  presente allí bajo el prisma histórico, artístico, reprende en
  elocuente silencio la esterilidad de tantos siglos como se han
  hundido en el rio de las generaciones sin llegar á su altura.

  El arte moderno, poderosamente inspirado, se afana noblemente
  por vengar con sus adelantos el atraso de los siglos pasados:
  allí está Canova, gloria de nuestros dias, allí está Sansovino,
  moderno tambien, que ha llenado á Venecia de prodigiosas
  estatuas: allí están Victoria y otros muchos: aconsejo á todos
  los viajeros que no salgan del Palacio Ducal sin visitar
  el museo.

  El muelle de Venecia es verdaderamente pintoresco: cuando la
  ciudad tenia vida propia y era una respetada república que
  contaba con una valiente y poderosa armada, debia fascinar de
  encanto. A sus orillas están los artísticos lienzos del palacio
  que llaman del Emperador: la admirable fachada del Palacio Ducal
  que mira al Gran Canal; el lindo puente de la Paja; las
  prisiones, unidas, segun he apuntado ya, al Palacio Ducal por
  medio del Puente de los Suspiros; el Adriático; enfrente, las
  admirables iglesias de la Salud, la de San Jorge, el bello
  edificio de la Aduana, el canal de la Judea, rodeado de iglesias
  y palacios; infinidad de góndolas que á manera de coches de
  plaza aguardan, arrullándose dulcemente, al que primero se
  llega: las embarcaciones del comercio extranjero á la embocadura
  del Adriático: todo, todo es admirable.

  ¡Plegue á Dios que la dominacion austríaca concluya pronto y
  para siempre! Plegue á Dios que los italianos sacudan ese
  espíritu de provincialismo que ha hecho imposible su unidad
  nacional, matando su independencia! ¡Plegué á Dios que yo vuelva
  á Venecia, la encantadora, pero sin ver á los austríacos!

  Me acuerdo en este instante del nombre del general que mandaba
  en Venecia cuando estuve; llámase Gorgoski, de nacion polaco, y
  á propósito me ocurre una reflexion.

  El emperador de Austria, que tiene súbditos de tan diferentes
  paises, lenguas y costumbres, sigue la táctica de mandar á
  Italia guarnicion de húngaros, á Hungría italianos y tudescos, y
  así en las demas provincias de su imperio. Oprime con los
  oprimidos ... ¿Porqué no se ponen de acuerdo los húngaros de
  Italia, y los italianos de Hungría, para dar la libertad y la
  independencia á sus respectivos paises? ¿porqué sirven de
  instrumento á la tiranía del mismo que á unos y otros ha
  sometido y esclavizado? ¿Porqué?... triste es decirlo, pero
  figúrome no equivocarme si encuentro la respuesta con solo
  consultar el corazon humano.

  Somos propensos á oprimir, amamos la libertad y nos place
  dominar: ese mismo húngaro, ese mismo italiano que han combatido
  con denuedo, cada uno en su casa, para sacudir el yugo y
  conquistar la independencia, se prestan fácilmente á tiranizar
  en el extranjero, sirven de guardia pretoriana al que con gloria
  combatieron, y se vejan y esclavizan entre sí, con grande
  contentamiento del que los impera....

  ¡Miseria humana! ¡adelante y basta! me olvido de mis viajes y de
  todo en recordando á los austríacos.

  Hay en Venecia muchas y maravillosas iglesias: la de San
  Nicolas, próxima al Campo de Marte, junto al embarcadero del
  camino de hierro, es uno de los templos mas antiguos de la
  ciudad; su color histórico, si se me permite la expresion, hace
  su fachada interesante. Es pequeña, pero muy linda, es la
  parroquia de los pescadores, primitivos fundadores de Venecia.

  San Sebastian, situada tambien junto al Campo de Marte, tiene un
  aspecto muy gallardo, corona el edificio una elegante cúpula, y
  á los lados de esta, se levantan pomposamente dos esbeltas
  torres. La Salud, templo erigido por los venecianos al
  terminarse una peste que diezmó la ciudad, se ostenta magnífico
  enfrente de la _Piazzetta_ de San Márcos, tocando con la Aduana:
  consta de cinco fachadas elegantes, adornadas cada una con
  graciosas columnas que coronan los órdenes jónico y corintio
  confundidos, con muchas y admirables estatuas.

  Es increible el número de estas que hay en Venecia: cada iglesia
  es un museo propiamente dicho, cuadros y estatuas, pero nada
  vulgar, todo obras del genio, por todas partes están Tintoreto,
  Verones, el Ticiano, por todas partes se encuentran Canova,
  Sansovino.

  La iglesia de la Salud, cuajada de estatuas, tiene su torre, su
  cúpula, sus cinco fachadas; el interior, con monumentos y
  adornos de arte exquisitos.

  La iglesia de San Juan y San Pablo, en el Campo del mismo
  nombre, admirable; estilos gótico y bizantino: á la puerta del
  templo hay un monumento de mármol dedicado á un general: la
  iglesia consta de tres naves, la enriquecen estatuas de Canova y
  Vitoria, cuadros de Pablo Verones, Ticiano y Tintoreto: el
  pavimento es de mármol; hay diferentes tumbas de duxes; entre
  ellos está la de Steno, miembro que fué del Consejo de los Diez,
  y uno de los que condenaron á muerte á Faliero; hay tres
  estatuas de bronce debidas al cincel de Sansovino, un cuadro de
  José, el Españoleto. En una capilla magnífica de la misma
  iglesia, está el portentoso cuadro de la Crucifixion, por
  Tintoreto: la batalla de Lepanto, por el mismo. En esta capilla
  está el altar del Rosario, erigido inmediatamente despues de la
  célebre batalla naval de Lepanto; está rodeado de cuadros y
  estatuas maravillosas, las paredes que rodean el altar están
  elegantemente vestidas de bajos relieves admirables, con
  estatuas de Torreti, maestro que fué de Canova: las tres naves
  del templo son altísimas.

  Tocando con la iglesia se halla el Hospital civil, con fachada
  de mármol y cedro.

  La iglesia de los Jesuitas, del otro lado del Gran Canal, con
  fachadas ricas de estatuas de mármol que apoyan columnas
  corintias: el pavimento del interior, mármol; la techumbre de
  frescos. Entrando, el primer altar de la izquierda, un cuadro
  inimitable del gran Ticiano; representa el martirio de San
  Lorenzo, obra maestra, como todo lo que brotó de su inspirada
  paleta. Las paredes de la iglesia, mosáico; el púlpito,
  esculpido en mármol griego, de forma gallarda, de ejecucion
  asombrosa: próximo al altar mayor, á la izquierda, un divino
  lienzo del Tintoreto representa el Paraíso: el presbiterio tiene
  un pavimento de mármol incrustado, tan maestramente hecho que es
  necesario, indispensable, tocarlo con las propias manos para
  persuadirse de que no es una alfombra. El tabernáculo es de
  lapiz lazuli; por todos lados hay estatuas de Sansovino; la pila
  de agua bendita es de mármol de Egipto.

  ¿No es verdad que parece mentira tanto arte, tanto genio
  reunido? ¿No son museos, y museos admirables, las iglesias de
  Venecia? ¿No es ciertamente notable que en una sola iglesia haya
  todo lo que brevemente he apuntado?

  ¡Ah! nada como Venecia, su impresion me durará siempre, el arte
  está allí en todas partes, ¡y qué arte! ¡qué arte!

  Y aquí solo se leen los apuntes de mi cartera, no todo lo ví,
  hay mucho mas, es admirable.

  Recorriendo mis apuntes veo que hay todavía algo que decir de la
  iglesia de la Salud: en su sacristía, hay cuatro cuadros del
  Ticiano, gloria del arte; uno de ellos representa San Márcos:
  hay en la misma iglesia de la Salud una capilla separada
  dedicada á la Virgen, dos elegantes columnitas, estatuas de
  mármol; se edificó en 1670 despues de una asoladora epidemia; la
  peste está allí representada por una vieja, excelente idea. En
  todo el templo no se ve otra cosa que mármol, jaspes preciosos,
  Ticianos, Sansovinos; la forma de la iglesia es circular,
  soberbia cúpula, cuadros de Jordan.

  Este desórden es el que á mí me place; despues de haber descrito
  la iglesia de la Salud en una de las anteriores páginas, he
  vuelto á ocuparme de ella; la razon es muy sencilla, hojeando la
  cartera de viajes he encontrado nuevos detalles: los traslado á
  este libro, precipitadamente escrito. Con este método, el lector
  sigue el mismo rumbo, el mismísimo itinerario que yo seguí en
  Venecia: si describo en dos sitios un mismo lugar, prueba de que
  le visité dos veces.

  La iglesia del Redentor, situada del otro lado del canal de
  _Giudecca_, de la Judea, es soberbia como todas, y ántes de que
  se me olvide, séame permitido referir ligeramente una escena que
  me conmovió al ir á visitar la iglesia.

  Era el 18 de junio si no me equivoco: habia procesion en el
  barrio de los pescadores, San Nicolas. Yo, al llegar en mi
  góndola al pié de la iglesia del Redentor, pregunté á un hombre
  que se aproximó, como hacen siempre que las góndolas tocan en la
  orilla, le pregunté, digo, cuál era la funcion que se celebraba
  aquel dia. El hombre á quien me dirijí era un venerable anciano,
  pobremente cubierto con un raido traje.

  Al oir mi pregunta dobló la cabeza, y despues de un silencio
  religioso de algunos minutos, me dijo con acento emocionado:
  «Antiguamente, en tiempo de la república, cuando yo era un
  muchacho, se celebraba una gran fiesta: todos los pescadores,
  ataviados con sus mejores galas, venian en procesion á esta
  iglesia, habia mucha animacion, mucho contento, mucha alegría:
  hoy ... no hay nada, señor, silencio y tristeza ... la patria no
  existe....»

  Mi carácter, que ávido busca estas emociones por todas partes,
  mi opinion respecto á los austríacos, la ancianidad respetable
  del veneciano que tenia delante de mí, su acento tierno y
  sentido, todo me penetró en el alma, todo me conmovió.

  Como no hay nada á mis ojos mas sagrado que el amor de Dios, la
  familia, la patria y la libertad, como ví profundamente triste
  al hombre anciano que acababa de hablar, como supuse que le
  seria dolorosa la idea de morir, él, tan anciano, dejando á la
  patria en poder de los tiranos, quise consolarle, quise
  consolarme á mi mismo, augurando la próxima emancipacion de la
  heróica y abatida Venecia, le hablé con calor, con pasion, segun
  mi costumbre, segun mis creencias: y su entusiasmo, nunca
  muerto, se despertó, y su fisonomía, plegada por el tiempo y el
  sufrimiento, se dilató animándose, y me tendió una de sus
  trémulas manos que yo me apresuré á estrechar, y juntos llamamos
  á Venecia en apoyo de Venecia, y juntos pedimos á Dios la
  emancipara, y juntos desahogamos el corazon; yo tan
  emocionado como él.

  ¡Pobre Venecia! esto me pasó, no he podido ménos de contarlo;
  continuemos nuestro paseo á la iglesia del Redentor.

  Tiene, como todas, bellezas de arte, cuadros y estatuas,
  elegantísima fachada, gusto arquitectónico, formas y estilo.

  A la entrada del Gran Canal, las iglesias de San Simeon y Cármen
  Descalzo: ámbas de mármol, en su mayor parte, sabor monumental,
  primorosos adornos, fisonomía artística.

  El templo de San Eustaquio, próximo al elegantísimo palacio de
  Pésaro, en el Gran Canal, admirable tambien.

  Visité por de contado, al dia siguiente de llegar á Venecia, las
  célebres é históricas casas que habitaron Canova, Ticiano, y el
  Petrarca. Ví tambien en el Palacio Ducal el cuarto en que estuvo
  preso el immortal Silvio Pellico.

  La casa que habitó Canova tiene una inscripcion sobre la puerta
  que lo indica; está en una plazuelita que se llama de
  San Márcos.

  La del Ticiano es de pobre aspecto, cuatro ventanas y un
  jardinito: hállase situada en una callejuela sin salida, próximo
  á la calle del Aguardiente.

  Venecia tiene 150 canales, que son sus calles; están cruzados
  por 340 puentes, entre los cuales descuella el de Rialto[22] á
  la salida del Gran Canal.

  Todas las calles de Venecia, sin exceptuar una, están
  embaldosadas, de modo que se marcha con la mayor comodidad:
  abundan los comercios y tiendas elegantes; el número de ellos
  que cuenta la ciudad, segun observé en una estadística que
  busqué en Venecia, es el de 5,200.

  Hay, segun los datos de la municipalidad, 20,000 casas, y
  160,000 habitantes.

  En materia de teatros públicos solo ví tres, y no creo que haya
  mas: el de Fenice, que es el principal y muy bueno; el de Apolo,
  y el de la Malibran: no habia compañía de ópera cuando
  yo estuve.

  En cambio se oyen músicas todas las noches en la bellísima plaza
  de San Márcos: de los muchos cafés que allí se encuentran, y de
  los cuales el de _Florian_ es el mejor, sacan mesas y sillas á
  la plaza, que toda está perfectamente embaldosada. Allí acude
  mucha gente, y los delicados sorbetes que se sirven se toman
  agradablemente oyendo diferentes cuadrillas de músicos y
  cantantes que se suceden en el órden de sus conciertos al aire
  libre. Por lo regular, mejor dicho de seguro, cada grupo de
  músicos tiene por postulante una encantadora veneciana, de ojos
  negros y perfecta hermosura. Inútil es añadir que recoje
  bastantes _esbancigas_, moneda austríaca que allí circula, del
  valor de una lira italiana.

  Ya que por incidencia he hablado de las venecianas, bueno será
  decir que son arrogantemente hermosas: las mujeres mas bellas
  que he encontrado en todos mis viajes. No es extraño pues que el
  Ticiano adorne sus inspirados lienzos con tan raras y
  sorprendentes bellezas que nos parecen ideales: los originales
  de sus seductoras mujeres los hallaria por todas partes, se
  paseaban á su lado, no hizo mas que copiar. Son verdaderamente
  admirables las venecianas: sabido es que nuestras arrogantes
  españolas son celebradas en toda Europa por su belleza; pues yo,
  todo lo que puedo decir, á pesar de mi inmenso amor patrio, es
  que no sobrepujan á las hijas de la un tiempo poderosa y temida
  república reina del Adriático.

  Vamos ahora á los encantados palacios de Venecia.

  El famoso Gran Canal, teatro de tanto recuerdo, por cuyas
  serenas ondas han cruzado tantos valientes capitanes, tantos
  inspirados artistas, tantas hermosas mujeres, tantos arrojados
  marinos, todo el senado y aristocracia veneciana en sus
  elegantísimas góndolas: ese celebrado canal, que ha escuchado
  tantas palabras de amor, tantas serenatas de trovadores, que ha
  presenciado tantas citas, que ha servido de palenque á la
  bulliciosa alegría de sus animadísimos carnavales, ese lindísimo
  canal, que víó cercar sus riberas por ámbos lados de estupendos
  palacios de mármol, que se víó surcado, sin quejarse, por tantos
  centenares de lujosísimas góndolas; ese histórico canal, que
  crecia en magnificencia y hermosura todos los dias á compas de
  las conquistas venecianas que le adornaban de mármoles y jaspes
  preciosos; ese canal, digo, contemporáneo de la grandeza de la
  república, es hoy testigo tambien de su postracion y
  abatimiento.

  Parecióme al recorrerle de un extremo á otro, las diferentes
  veces que le crucé, que solo me paseaba por en medio de ruinas y
  escombros: su rica historia de conquistas y aventuras hablábame
  con el silencio y la soledad.

  En vano dirijí mis afanosas miradas á los innumerables palacios
  que bordan el canal; cerrados están todos sus balcones y
  ventanas: las góndolas no están como en lo antiguo ancladas á
  las puertas de los palacios esperando á los venecianos que con
  sus elegantes vestimentas le cruzaban sin cesar: todo es
  silencio y tristeza, todo es soledad y ruinas ... ¡tanto mejor!
  así es como debe estar la patria el dia que ha perdido su
  independencia ... vestida de luto, llorosa, afligida.

  Yo me alegro que los austríacos busquen inútilmente la histórica
  animacion de Venecia: el silencio los rodea, viven solos,
  enteramente aislados, ni un solo paisano se reune jamas con el
  tudesco, viven con el arma al brazo; el silencio de la ciudad
  que en su desgracia llora, les reprende su cobarde usurpacion.

  ¡Ah! ¿cuándo será libre? siempre me llevan los recuerdos, no lo
  puedo remediar, iba á hablar de los palacios y no sé cuanto he
  escrito en un minuto: vamos atras.

  Entre todos los bellísimos palacios del Gran Canal, descuella y
  sobresale el de Pésaro: se compone de tres cuerpos, cada uno
  enriquecido con esbeltas columnas de los mas preciados mármoles,
  vestido con el brillante ropaje de las arquitecturas gótica y
  árabe: con un opulento lujo de preciosos ornamentos que léjos de
  hacerle degenerar en churigueresco aumentan la belleza de su
  severidad.

  Tres grandes puertas en forma de arco le dan entrada por el lado
  del Canal Grande: hállase como todos rodeado de agua, novedad
  deliciosa para el viajero. Para llegar á sus puertas es preciso
  ir en una góndola: las primeras gradas de la escalera que le dan
  acceso, hállanse cubiertas por el agua: se atracan las graciosas
  embarcaciones á unas astas que á las puertas de los palacios se
  encuentran, y se penetra con toda comodidad en el vestíbulo.

  Los patios, con elegantes columnas de mármol; la regia escalera
  principal, embellecida con magníficas estatuas; todo el interior
  en una palabra, aunque silencioso y triste, correspondiendo á la
  admirable fachada del canal.

  Nada ciertamente mas artísticamente bello que el palacio de
  Pésaro, situado al centro del Gran Canal y unido al de Catalina
  Cornaro, reina que fué de Chipre. El palacio de Pésaro, como
  todos los del Gran Canal, está solo y triste, deshabitado y en
  abandono; hanse ya casi extinguido las familias de los senadores
  y de los duxes: como falta la patria falta todo: los palacios
  portentosos que allí abundan se venden por insignificantes
  cantidades: la célebre Taglioni posee tres en el Gran Canal: con
  lo que la han costado apénas podrian pagarse los cimientos
  de uno solo.

  El palacio de Catalina Cornaro es hoy oficina del Monte de
  Piedad ... es un gallardo y majestuoso edificio, que, como todos
  los del Gran Canal, costó millones; fué animadísimo teatro de
  bailes, reuniones y aventuras; hoy ... recuerdo triste de un
  pueblo que fué nacion, y al presente _provincia_ de Austria.

  Frente por frente al de Catalina Cornaro se levanta el palacio
  de Cadoro, admirable y bello: á su lado el de Marcello, donde
  existe un opulento depósito de antigüedades de arte muy digno de
  ser visitado; conócese en Venecia bajo el nombre de coleccion
  _Riccheti_: hay muchos y buenos cuadros, estatuas, mosáicos,
  pedrería, tapices, molduras, cuanto puede desearse: allí compré
  un reloj que me dijeron haber pertenecido á Catalina Cornaro,
  figura que yo he tratado de dibujar en mi primer ensayo
  dramático.

  El palacio de Gritti, próximo al puente de Rialto, en su mayor
  parte de mármol, admirable. Este palacio, como otros muchos que
  hay hácia el fin del Gran Canal, tiene por fuera, en sus
  paredes, nada ménos que frescos del inmortal Ticiano: las
  lluvias, el tiempo y la incuria, han medio borrado los sublimes
  toques del gran maestro.

  Así es todo Venecia: maravilloso y sorprendente, pues sorprende
  y maravilla ciertamente ver que lo que ningun palacio de las
  grandes ciudades de Europa tiene apénas en su interior, frescos
  del Ticiano, los palacios de Venecia, la oriental, porque así es
  preciso llamarla corrigiendo el mapa, los tienen por fuera.

  Tocando tambien con el puente de Rialto, el palacio bellísimo de
  Manin[23], último dux, que por su sobra de buena fe y falta de
  energía fué causa del triunfo de Napoleon. Los estilos de este
  palacio, los de casi todos los del Gran Canal, son gótico,
  corintio, árabe y paladio, felizmente combinados, sin mezclarse.

  Otro de los mas elegantes palacios del Gran Canal es el de
  Foscari, triste como está, mas seductor aun: es todo gótico,
  soberbio, admirable. Se encuentra á la revuelta ó recodo del
  Canal, da frente á los cinco palacios de Mocénigo y al de la
  familia Cornaro.

  Tocando con el de Foscari, el palacio Balbi, donde habitó
  Napoleon: el de enfrente, uno de los cinco de Mocénigo, sirvió
  de morada al ilustre Byron; allí escribió los primeros cantos de
  su _Don Juan_.

  Palacio del Hotel de la Villa, allí cerca, frente al palacio que
  fué Embajada de España: al lado un elegante puente de hierro que
  hace poco han construido.

  Entrando en el Gran Canal, por el desembarcadero del camino de
  hierro, á la izquierda, frente á una iglesia, un medio palacio,
  de historia original. Perteneció á Francini, noble veneciano que
  tenia dos hijos: al morir, dispuso que heredasen por iguales
  partes, y no habiéndose convenido de modo alguno, en razon á la
  perversidad del uno, se demolió exactamente la mitad del hermoso
  palacio, quedando dividido por el medio segun se ve hoy todavía.

  Hácia el centro del canal, los palacios de la duquesa de Berry,
  de Don Juan, el hermano de Montemolin, y del duque de Burdeos.

  El palacio de Bellas Artes, tambien en el Gran Canal, encierra
  milagros de arte; nadie salga de la encantada ciudad sin
  visitarlo.

  La sala de la Asuncion, llamada así por el cuadro del Ticiano
  del mismo asunto, es verdaderamente una joya de inmenso valor.
  Aparte del lienzo que da nombre á la sala, y que por sí solo
  puede enriquecer cualquier museo de Europa, hay Tintoretos y
  Veroneses divinos á derecha é izquierda: allí están tambien la
  primera y la última de las obras del gran Ticiano, cinco
  soberbias telas en la techumbre, cuatro de Verones, otro del
  inmortal veneciano, incrustados entre preciosas molduras.

  Un portentoso prodigio del Tintoreto, dando frente al cuadro de
  la Asuncion.

  En otra sala que hay contigua, es preciso permanecer un par de
  horas por lo ménos: la coleccion de diseños de Rafael que allí
  se ofrece á la admiracion, es por sí sola un precioso museo: al
  lado de los diseños se ostentan inimitables ocho ó diez cabezas
  del Ticiano: no hay nada mas admirable; y en esta misma sala
  tambien, para que nada falte al interes del arte, poderosamente
  sobreexcitado y satisfecho ya, se encuentra perfectamente
  conservada en una caja de cristal la mano derecha del gran
  Canova: la misma que manejó el cincel que ha producido tan
  asombrosas estatuas.

  A propósito de hombres célebres, y ahora que me viene á la
  memoria, tambien visité la casa que habitó Goldoni, el autor de
  tan buenas comedias.

  Otra visita indispensable en Venecia es la del Seminario
  Patriarcal, próximo á la iglesia de la Salud.

  Allí abundan, como por toda la ciudad encantada, las obras de su
  mas distinguido hijo, cuadros del Ticiano: el Verones ha escrito
  tambien su inspirado nombre en soberbias telas que allí brillan.

  La fábrica de tabacos, con un espacioso y bello edificio, se
  halla junto al Campo de Marte, detras de San Nicolas; merece
  verse; coleccion admirable de mujeres encantadoras, de belleza
  artística.

  Hay en Venecia buenos hoteles y cafés, tiendas elegantes,
  profuso alumbrado de gas, sociedad amabilísima y fácil,
  bibliotecas, muchísimos edificios notables, buenas librerías.

  No tengo mas apuntes que consultar: escrito queda cuanto mi
  memoria recuerda haber visto; salí de la ciudad para regresar á
  Milan, con la cabeza y el corazon henchidos de recuerdos que
  conservaré toda mi vida, con fervientes deseos de volver un dia,
  con ardientes plegarias por la emancipacion de la
  ciudad querida.

  Con lo que yo ví, hay asunto para un volúmen; yo me he limitado
  á trazar en compendio, y segun el órden de mis apuntes, todo lo
  que queda apuntado.

  Saludemos nuevamente á Venecia y emprendamos el camino de
  _Turin_.

  Pero ántes de salir de Venecia, tengo que apuntar una cosa que
  habia olvidado.

  El mismo dia que llegué á Venecia, chocóme, y lo pregunté,
  porqué las airosas góndolas que recorren las calles están
  vestidas de luto, con bayetas negras.

  Yo, con mi carácter exaltado, supuse, ántes de preguntarlo, que
  seria una manifestacion de luto nacional por la pérdida de la
  independencia; halagué esta idea, y temí que no fuera cierto mi
  pensamiento, y en verdad no lo era.

  Un veneciano que tenia pretensiones de erudito, me contó con
  aire melodramático la historia de Faliero y su trágica muerte,
  haciendo partir de este acontecimiento la costumbre de tener
  enlutadas las góndolas.

  Esta explicacion no me satisfizo, porque bien se deja entender
  que aparte de que fué justa y ejemplar la sentencia de Marino,
  el senado y el dux no hubieran tolerado una manifestacion tan
  contraria á sus soberanos decretos.

  Nada repuse á mi compañero, callé y tan luego como supe donde
  estaba la Biblioteca, hice lo que siempre que tengo una duda,
  busco inmediatamente el medio de resolverla.

  En mi calidad de extranjero, nada tenia de extraña mi pregunta:
  me dirijí al que me pareció ser director del Establecimiento, y
  con extrema cortesía satisfizo mi curiosidad.

  La cuestion es muy sencilla: los nobles de Venecia, dados á la
  opulencia y al lujo, empezaron con sus elegantísimas góndolas,
  que es como si dijéramos coches de gala, á oscurecer las del
  dux. El fausto fué creciendo cada dia: el Gran Canal víóse
  henchido de magníficas góndolas, con incrustados de márfil, con
  estupendas molduras, con cortinajes y pabellones de damasco.
  Despertóse un sentimiento muy pronunciado de rivalidad que dió
  orígen á enemistades, duelos, y crecidísimos dispendios en
  las familias.

  El momento habia llegado; el Senado veneciano, que jamas se
  dejaba imponer, y que en mas de una ocasion tuvo arranques que
  no correspondian á un poder republicano, dispuso, é hizo bien á
  mi juicio, en atencion á las fatales consecuencias que producia,
  que todas las góndolas, sin exceptuar una, fueran iguales, y
  estuvieran cubiertas con una bayeta negra.

  La ley se ejecutó, y hoy está aun en vigor; hé aquí todo
  explicado.

  De Venecia regresé á Milan deteniéndome en Verona: ya he hablado
  de esta ciudad. En Milan visité de nuevo la catedral, y teniendo
  que volver á Suiza sin atravesar los Alpes por el peligroso y
  encantador paso del San Gotardo, decidí dirigirme á Turin, para
  entrar en Suiza por el Monte Cenis y la Saboya: así lo ejecuté.

  En Milan tomé billete en la diligencia hasta Novara, cuya
  distancia se recorre en siete horas.

  La carretera es sobradamente buena, no deja nada que desear;
  pintoresca y deliciosa la campiña.

  Al cruzar la frontera de Milan para entrar en territorio
  piamontes, ántes de Novara, la policía austríaca detuvo una hora
  la diligencia, nos registraron los equipajes, hojearon y visaron
  los pasaportes; y con el pecho prodigiosamente dilatado, con el
  júbilo del que sale de un calabozo para recobrar la libertad
  querida, con el alivio de una ponderosa carga que me oprimia,
  salí del territorio que profanan los tudescos, y pisé el
  libérrimo suelo del _Piamonte_.

  Habia salido de Milan á las seis de la mañana, entré en Novara á
  las dos de la tarde. Inmediatamente se agolparon á mi cabeza
  todos los recuerdos de Cárlos Alberto, y solo así me interesó
  Novara, que en verdad tiene poco que ver.

  Quizá un pensamiento de ambicion fué causa de la derrota de
  Cárlos Alberto; quizá la ambicion que en Novara se mostró fué
  orígen de deplorables acontecimientos... ¿Quién sabe si á no ser
  por ella Milan y la heróica Venecia no hubieran sacudido su
  ominoso yugo?

  En Novara estuve una hora: á las tres de la tarde subí á uno de
  los coches del tren que salia para Turin, y á las diez de la
  noche entré en la capital del Piamonte.

  El camino de hierro que une Turin con Novara está muy bien
  acabado; sus terraplenes y nivelaciones, acertadamente
  concluidos, prestan al movimiento de los carruajes una
  facilidad suma.

  Ninguna poblacion notable se encuentra en todo el trayecto: la
  campiña es deliciosa y alegre, está bien cultivada: las
  estaciones todas muy animadas, el servicio está bien atendido.

  A media legua de Turin hicimos alto: todos los viajeros y
  equipajes se trasladaron á los ómnibus que aguardaban, media
  hora despues entramos en Turin.

  El camino de hierro no estaba completamente terminado mas que
  hasta el sitio indicado. Hoy llega á Turin.



  #TURIN.#


  La capital del Piamonte, que yo habia soñado bellísima, es una
  ciudad muy linda, no puede negarse, pero extremadamente monótona
  é insustancial.

  Todas sus calles están cortadas por el mismo patron; fastidia y
  cansa una igualdad tan estudiada: sus arcadas magníficas, que
  prudentemente repartidas hubieran dado fisonomía á la ciudad,
  hermoseándola, encierran la vista en círculo tan limitado y
  monótono que cansan hasta el disgusto.

  Aunque la ciudad es pequeña abundan las colosales plazas: la mas
  bella para mí es la de _Victorio Emmanuel_, al extremo de
  la ciudad.

  Su extension es prodigiosa; hállase circuida por tres fachadas
  de indispensables arcos, elevados y espaciosos como todos.
  Ciérrase en forma de semicírculo por el lado de la larga calle
  que conduce en línea recta á la plaza del _Palazzo Vecchio_.

  A los piés de la inmensa plaza se tiende el histórico Pó, con
  sus cristalinas y abundantes ondas. Desde el centro de la citada
  plaza se ofrece un cuadro muy pintoresco: el caudaloso rio, que
  salva un elegante puente de piedra de cinco arcos, al fin del
  cual, y dando frente, se levanta la iglesia de la _Gran Madre di
  Dio_, con su esbelta cupulita por corona, y un humilde peristilo
  con columnatas por frente: á derecha é izquierda y cerrando el
  horizonte, artísticas montañas, vestidas pomposamente
  de verdura.

  A la derecha, y situado sobre una pintoresca colina, se presenta
  un convento de frailes; á la izquierda, la bellísima iglesia de
  la _Superga_, con elegantes columnas, dos torres y una
  airosa cúpula.

  Antes de pasar adelante quiero apuntar la impresion que me
  produjo la vista de los frailes.

  En Venecia fué donde por primera vez pude examinar de cerca un
  monje. Acostumbrado á oir hablar de ellos desde mi niñez, en el
  sentido que hoy se hace; persuadido yo de que es una institucion
  que pasó para fortuna de la humanidad, y que pasó para no volver
  jamas; sin tener una idea precisa de ellos, porque en España
  fueron abolidos cuando yo tenia siete años, confieso francamente
  que al pasar junto á mí el primero que se ofreció á mi vista en
  Venecia, me separé espontáneamente por un movimiento casi
  repulsivo.

  Le observé con curiosidad suma, y cuando le perdí de vista, me
  felicité nuevamente, como lo habia hecho otras veces, de que no
  les hubiera en mi pais.

  Estoy hasta la evidencia convencido de que los monjes han pasado
  para siempre y por fortuna; las instituciones humanas todas
  tienen su época.

  Otra de las buenas plazas de Turin es la de _Carignano_: ancha y
  espaciosa, con majestuosos edificios.

  La plaza del Palacio Viejo, detras del cual reside el rey de
  Cerdeña en un edificio que llaman palacio, por equivocacion sin
  duda, es grande y despejada como todas las de la ciudad: á ella
  desembocan las calles mas elegantes, donde el comercio tiene sus
  lujosas tiendas[24].

  El Palacio Viejo, que aislado se ofrece en medio de la plaza, no
  logró interesarme un minuto á pesar de su antigüedad venerable y
  su color histórico. Sus lienzos desiguales y abandonados, sus
  viejos torreones, su balconaje oscuro y pobre, su mezquina
  estatura que no llega ni con mucho á la talla de los palacios,
  todo su conjunto en una palabra no ofrece nada que admirar,
  razon por la que seguimos adelante, y á la verdad que es un
  apuro no pequeño para mí, que no sé donde llevar al lector: ¡tan
  diferente es Turin de Venecia[25]!

  Uno de los mas bellos ornamentos de la capital del Piamonte para
  mí, es natural, y nada debe á los hombres.

  Hablo de los magníficos Alpes, siempre portentosamente
  admirables, con su secular cabellera de blanquísima nieve.

  El nombre de la nacion indica sobradamente la situacion de los
  Alpes en Turin: _Piamonte_, es decir, al pié de los montes.

  Efectivamente, al entrar en muchas calles de Turin, rectas y
  llanas en su mayor parte, preséntanse de repente los Alpes,
  cerrando el horizonte, cerrando la calle, materialmente al pié.
  Esta soberbia decoracion, que tanto me seduce y encanta,
  hermosea á mis ojos las calles de _Torino_, cierra
  majestuosamente los horizontes con montañas de plata que al
  esplendor del sol deslumbran, nos ofrece dentro de la ciudad las
  espléndidas magnificencias con que Dios engalanó su perfecta
  obra, y embellece todo, el cuadro y los accidentes.

  Esta tan íntima vecindad de los Alpes, hace que el invierno en
  Turin sea excesivamente frio, si bien se neutraliza su accion
  como en Suiza por la frecuencia y abundancia de las nieves.

  Las iglesias de Turin, consideradas bajo el aspecto del arte, no
  ofrecen absolutamente nada que admirar[26].

  Es Turin quizá la única poblacion de Italia que carece de
  templos monumentales, de iglesias donde el arte brilla: recorrí
  muchas y no encontré una sola que merezca un elogio, se entiende
  bajo la calificacion de artística.

  Uno de los sitios mas pintorescos de los alrededores de Turin es
  el llamado _Vigna della Regina_: frondosidad y verdura, alegres
  y blancas casas, colinas lindísimas.

  A poca distancia del Puente del Pó, que une como ya he dicho la
  plaza de Victor Manuel á la iglesia de la Gran Madre de Dios,
  acaba de construirse un puente colgante que yo crucé despues de
  haber pagado una corta cantidad que exigen por el paso, segun
  sucede en Lóndres en varios puentes.

  El _Dora_ corre tambien por Torino.

  Una gran calle, anchísima y espaciosa, con dobles filas de
  árboles, rodea la ciudad por un lado; es un paseo muy bueno que
  hermosea la proximidad del Pó.

  En Turin existen muchas librerías que surte en su mayor parte el
  comercio de Paris: encuéntranse muchos y buenos libros: los
  gabinetes de lectura y las bibliotecas, así como los demas
  establecimientos literarios de Turin, están bien montados y
  comprendidos.

  En materia de hoteles y cafés hay abundancia, en especial de los
  últimos, que por todas partes se encuentran. Los teatros, á
  excepción del Real, son de pobre aspecto; estaban muy poco
  animados cuando yo los ví: bien es verdad que la trágica Ristori
  con toda la compañía del primer teatro de verso de Turin se
  hallaba en Paris, donde despues la ví.

  Asistí á una representacion de la _Linda_ en un miserable teatro
  llamado _Cervino_, teatro que está á la derecha de la plaza de
  Victor Manuel.

  La compañía era detestable; la orquesta de provincia; el
  interior del llamado teatro difícil de describir: la _Linda_ que
  cantaron, muy fea, con perdon de Donizetti; que sea dicho con
  verdad no la hubiera conocido. El mejor teatro de Turin es
  el Real.

  Una de las visitas que ningun extranjero debe dispensarse en
  Turin es la del Museo Egipcio.

  El edificio en que se halla la coleccion egipcia es un antiguo
  palacio que está en una de las principales calles de Turin, la
  calle Nueva.

  En el mismo establecimiento hay una corporacion literaria y un
  gabinete de agricultura.

  Segun me dijeron en Turin, la coleccion de momias y bustos
  egipcios de que hablo, fué reunida y comprada por un frances que
  queria vendérsela á Luis Felipe. Parece que no habiéndose
  convenido en el precio, Cárlos Alberto ofreció lo que pedian y
  la obtuvo, enriqueciendo de este modo su pais con una rara y
  preciosa coleccion.

  En el piso bajo del edificio, ocupan dos salones, estatuas,
  bustos, columnas y restos de templos, todo egipcio puro, con sus
  correspondientes jeroglíficos y sus ininteligibles
  inscripciones.

  Es curiosísima esta coleccion, y digna por mas de un concepto de
  ser visitada.

  Allí, en presencia de aquellas columnas, la antigüedad renace, y
  el Egipto, que ántes que la Grecia misma fué cuna del saber y de
  una civilizacion muy adelantada, sobre todo en artes, se ostenta
  todavía jóven y artístico.

  Hay allí cinco ó seis estatuas de los infinitos dioses que el
  politeismo egipcio creó para halagar sucesivamente todas las
  pasiones, aun las mas torpes. Tambien se encuentran en esta
  coleccion cuatro ó cinco templos egipcios en miniatura; dan una
  exacta y cumplida idea de los verdaderos, porque contienen hasta
  el mas pequeño detalle.

  En el último piso están las momias, perfectamente conservadas é
  intactas, despues de los siglos que cuentan.

  Entre ellas hay una de un sacerdote egipcio de remota
  antigüedad: cuéntanse diez y seis ó diez y ocho admirablemente
  conservadas.

  El gabinete de historia natural es tambien curioso: se compone
  de riquísimas colecciones de aves, cuadrúpedos, pájaros, etc.,
  etc., en muy buen número.

  Hay unos empleados muy amables, que, mediante cierto saludo
  expresivo de manos, explican y enseñan todo.

  Allí tambien, como en el nuestro de Madrid, se enseña muy bien
  disecado y puesto el colosal esqueleto de un megaterio.

  Los tres reinos mineral, animal y vegetal con sus diferentes
  ramificaciones y familias, están dignamente representados con
  ricas colecciones. El gabinete ocupa diferentes salones; los
  objetos están muy bien clasificados.

  El museo de pinturas, cerca del palacio que habita Victor
  Manuel, es pobremente pobre y apénas merece una hora de exámen:
  compónese en su mayor parte de copias, y los buenos maestros de
  las escuelas de Venecia, Florencia y Roma no aparecen por allí.

  El aspecto general de Turin, es el de un pueblo que cuenta
  cuatro dias de existencia; todo es nuevo, todo es reciente,
  todo moderno.

  En vano se pregunta el viajero donde están los edificios que en
  todas partes existen de las generaciones que fueron; inútil es
  querer buscar el Turin del dia anterior; no se le encuentra,
  porque no existe.

  Esta circunstancia, muy atendible para mí, que busco en un
  pueblo sus antecedentes y su pasado, unida á la de su cansada
  monotonía de un todo igual, me hicieron abandonar Turin á los
  pocos dias de mi llegada.

  Esto mismo creo sucederá á todos los extranjeros que como yo
  vayan con el único objeto de visitarle.

  El sistema de comunicaciones, desde que el Piamonte ha entrado
  de buena fe en la senda de un pueblo constitucional, que marcha
  sin obstáculos á su desenvolvimiento y progreso, ha recibido un
  impulso importantísimo, que ayudando á su presente enriquece ya
  el porvenir, porque sabido es que las comunicaciones son hoy una
  segura fuente de progreso y riqueza.

  Parten de Turin diferentes líneas férreas bien construidas y
  llenas de vida y animacion.

  Por todos los sitios que recorren van repartiendo vida y
  movimiento, aproximan los pueblos á la capital; cambian
  ventajosamente, y con utilidad general, todos los productos;
  promueven las obras de utilidad y de recreo por donde pasan, y
  aumentan en una palabra la riqueza pública, como sucede en todos
  los paises que cuentan buenas comunicaciones.

  De Turin hay caminos de hierro á Novara, Génova, Alejandría y
  Suse, al mismo pié de los Alpes.

  Las líneas todas son muy importantes, en especial las de Novara
  y Génova: los carruajes son buenos, excelente nivelacion,
  movimiento y servicio.

  El camino de hierro de Turin á Suse, línea de unas catorce
  leguas españolas, habla muy alto en pro del Piamonte. La línea,
  importante bajo todos aspectos, marcha por el lado de los Alpes,
  y en direccion á la Saboya, venciendo grandes obstáculos
  materiales, como son las faldas de esos tremendos montes que
  rodean Turin.

  Esta fué la que yo escojí para regresar á Suiza.

  Salí de Turin á las tres de la tarde: á las cuatro y media
  llegamos á Suse, tocando materialmente con el Monte Cenis, y por
  consiguiente con inmensas alturas que subir.

  Su paso por allí es ya imposible; yo habia tomado billete desde
  Turin á Ginebra: llegado á Suse subí á la diligencia, tirada por
  catorce vigorosas mulas, y despues de subir constantemente nueve
  horas, llegamos á la cima del altísimo monte, coronado de nieve
  resplandeciente.

  Eran las dos y media de la madrugada; en un hotel que allí
  existe tomamos café con leche, y seguimos nuestro camino, que
  desde allí es de descenso, y de descenso constante, no
  interrumpido un momento hasta llegar al mismo Ginebra.

  El camino es soberbio, imponente, magnífico: los Alpes, esos
  portentosos montes que he tenido el sin igual placer de cruzar
  por diferentes sitios; esas altísimas montañas que el grande
  hijo de Cartago atravesó el primero, por uno de los milagros que
  abortó su genio, se ofrecieron de nuevo á mi admiracion al
  atravesar la Saboya.

  Valles profundos henchidos de nieve, cascadas bulliciosas y
  brillantes, precipicios de inconmensurable grandeza, el pequeño
  San Bernardo, colinas seculares de perfiles y contornos
  pintorescos, una asombrosa carretera que los salva y cruza desde
  el lado de Suse, cerca de Turin, hasta las mismas calles de
  Ginebra, todos estos accidentes reunidos, hicieron de mi viaje
  un estudioso y agradable recreo, que me produjo una no
  interrumpida serie de emociones halagüeñas.

  A media legua de Chambery, capital de la Saboya[27], empiezan á
  verse las magníficas y numerosas casas de campo que la
  aristocracia de Saboya y los ingleses y alemanes que viajan han
  levantado en su derredor. Es un delicioso sitio de recreo en los
  meses de verano, con la agradabilísima vecindad de los Alpes, el
  pintoresco Chamouny, el Monte Blanco, el hospicio de San
  Bernardo, y los _Glaciers_.

  La capital de la Saboya tiene muy pocos encantos para el
  viajero: solo hay dos calles buenas: al fin de la principal, se
  levanta un monumento consagrado á un hombre verdaderamente
  grande y modesto: es una fuente de mármol, coronada por una
  estatua de bronce, busto del ilustre ciudadano de Chambery[28]
  que legó parte de sus inmensos bienes á los pobres; que levantó
  y fundó con bienes raices propios la casa de expósitos, que
  detras de su estatua se levanta, que creó y dotó una escuela de
  educacion gratuita para los pobres, y que hizo enfin otras
  muchas obras de relevante caridad, que granjeándole el amor de
  los que le conocieron, le ha asegurado la veneracion de los que
  viven y el respeto de los que vendrán.

  Hay en Chambery dos buenos hoteles y otros muchos medianos, un
  teatrito, una catedral curiosa, algunos cafés, y una calle de
  tiendas elegantes.

  Desde Chambery á Ginebra, se encuentran algunos pueblos
  importantes: la campiña está bien cultivada, en cuanto se puede,
  y es muy limpio y alegre el aspecto de los pueblos que salen al
  paso desde Chambery á Ginebra.

  Llegué á esta última ciudad que ya he descrito al hablar de
  Suiza, y desde Ginebra á Berna, encontré mas comodidades que en
  ningun pueblo de Europa.

  Hice la travesía en catorce horas, pasando por Yverdon y
  Neuchatel, viajando en vapor por lagos, en vapor por tierra, en
  diligencia y en ómnibus, todo en poco tiempo, y
  admirablemente bien.

  Y aquí terminan mis apuntes del viaje á Italia: el recuerdo
  agradabilísimo de Venecia le guardará eterna y cuidadosamente mi
  memoria: ninguna de las grandes capitales que he visitado, tanto
  en Europa como en América, me ha producido la emocion que la
  reina del Adriático hizo en mi ánimo; bien es verdad que Venecia
  no se parece á ninguna ciudad.

  El paso de los Alpes por el San Gotardo merece por sí solo un
  viaje: buen recuerdo tambien.

  La Italia tiene excelentes carreteras, y los medios de
  comunicacion reciben todos los dias un grande impulso.

  El Piamonte marcha á la cabeza de los demas pueblos de Italia, y
  sus vias férreas bien construidas, abarcarán dentro de poco y
  sujetas á un solo centro comun, las diferentes provincias que
  constituyen el reino.

  Nada digo de Florencia, porque solo permanecí veinticuatro horas
  en su recinto; fáltame visitar detenidamente Roma y Nápoles. Y
  ahora que quedan recopiladas y en compendio mis impresiones de
  Italia, el lector me sigue á una corta expedicion al que fué un
  dia teatro de Lola Montes, y desde allí á Viena.



  #ALEMANIA.#


  De Berna á Munich, capital de Baviera, hay solamente un paseo.

  Esta circunstancia, que me proporcionaba el deseado placer de
  conocer en pequeño la Alemania, el pueblo mas pensador de
  Europa, me decidió á hacer un corto paseo de Berna á Munich, y
  de allí á Viena.

  Desde la capital federal de Suiza á Zurich, la diligencia
  recorre la distancia en trece horas: allí se toma el corto
  trecho que hay de camino de hierro, se vuelve á subir á la
  diligencia por tres horas, y se llega á la frontera bávara, y
  desde allí á Munich, camino de hierro, tres horas y media.

  Las comunicaciones en Alemania tienen algo de diferente de todas
  las demas de Europa: la grave formalidad que caracteriza á los
  hijos de la Germania, hasta en el mas insignificante detalle de
  la vida, imprime un carácter especial á todo lo que ellos hacen,
  á todo lo que ellos emprenden.

  La dignidad y el espíritu humilde reunidos, hacen de los
  alemanes unos seres complacientes y formales, que yo prefiero
  con mucho á la falsa é interesada cortesía de los franceses, á
  la seca y desabrida aspereza de los ingleses, y á la humillante
  insinuacion de los italianos.

  Yo amo la Alemania: he tenido la complacencia y la satisfaccion
  de ver confirmadas las opiniones que habia formado de las
  naciones de Europa que he visitado ántes de salir de España.

  Cierto es que para juzgar los pueblos es indispensable
  visitarlos: el frecuente y continuado trato con los extranjeros
  hace que desaparezca del todo y para siempre esa prevencion que
  para tratarlos tiene aun el hombre mas instruido, cuando no ha
  salido nunca de su pais. Se ven y aprenden muchas cosas nuevas,
  se ensancha el círculo de los conocimientos, se toma una idea
  cierta del estado de los pueblos que viven mas allá de las
  fronteras de su pais, se adquiere insensiblemente y sin
  advertirlo una suma de conocimientos especiales, se estudia, se
  ve, se toca, se compara, se discurre con exactitud sobre la
  grandeza y decadencia de las naciones. Se analiza el espíritu
  público de cada pueblo, se asiste á su vida interior, se aprende
  mucho en una palabra.

  No hay libro mas precioso que el del viaje, que es, por decirlo
  así, una geografía práctica: pero no es ménos cierto, reanudando
  mi truncado pensamiento, que hay ideas generales que puede uno
  formar sobre otros paises sin haber salido del suyo, y esas son
  precisamente las que yo he confirmado con mis viajes.

  Siempre mi predileccion al pasar revista á las naciones se la
  acordaba á la Alemania.

  Me apresuro á protestar contra la deduccion que pudiera hacerse
  suponiendo que en política yo prefiero el sistema de la mayor
  parte de los gobiernos alemanes: no, de modo alguno, y hasta
  inútil era esta protesta, pues escritas y publicadas están mis
  opiniones sobre el gobierno de Austria.

  No, no hablo de eso; hablo de la Alemania inteligente, de la
  Alemania pensadora, de la Alemania literata, de la Alemania
  estudiosa y grave, de la Alemania instruida y profunda.

  Es sin duda alguna la Alemania la nacion mas avanzada de Europa
  en letras; el pueblo que mas medita y lee, el pueblo que tiene
  mas conciencia literaria, mas rectitud pensadora, si se me
  permite la frase.

  Al entrar en Alemania empieza á sentirse ya el ruido de las
  prensas que gotean libros, el vuelo de los ilustrados periódicos
  que circulan: empiezan á verse graves fisonomías que el estudio
  y solo el estudio plega; no el tumulto político como en otros
  paises, no la aturdida existencia como en los mas.

  En Alemania, al reves que en Francia, se lee y estudia mas que
  se escribe. ¿Pero por ventura pueden compararse en algo esos
  dos pueblos?

  La España literaria es muy apreciada en Suiza y Alemania, y en
  Inglaterra tambien; en Alemania sobre todo, donde sin cesar se
  estudia y traduce, comenta y admira, el tesoro literario de
  nuestro pais.

  Pero vamos á entrar en Munich, que sinó no llegarémos nunca.

  Una circunstancia indispensable para el extranjero que visita la
  capital de Baviera y quiere sacar todo el partido posible, es
  ... la de saber sepultar en su estómago una docena por lo ménos
  de vasos de cerveza, por dia se entiende, si puede beber mas
  tanto mejor.

  No es broma lo que acabo de apuntar, es exacto, se bebe cerveza
  todo el dia y en todas partes, con ella se entablan las
  ilustradas polémicas literarias que forman la vida de Munich;
  ella segun parece facilita el uso de la palabra; discútense
  artes, literatura, historia, todos los dias, siempre; ¿pero
  cómo? admirable, admirable, con profundo conocimiento, con
  espíritu clarísimo, con sana y elevada crítica.

  En Alemania se pasa todos los dias revista á las literaturas de
  Europa, pero revista concienzuda, razonada, profunda.

  Para gozar del inmenso encanto, que para mí lo es, de discutir
  sobre letras, es necesario saber beber cerveza; no es la cerveza
  de Lóndres, no es la _pale-ale_ que dan en las tabernas de la
  capital de Albion y que los ingleses tanto aprecian, no, es una
  cerveza agradable que me gustó mucho, muchísimo, pues con ayuda
  de ella presencié animadas é interesantísimas discusiones.

  La primera visita del extranjero en Munich es la de la célebre
  galería de pinturas que enriquece la ciudad[29].

  Hay ciertamente mucho que ver y admirar en el museo de Munich.
  Se compone de nueve salas; hay colecciones soberbias de pintores
  flamencos y alemanes; riquísimos lienzos de la escuela italiana,
  y cuadros portentosos de la española; hay Murillos, Zurbaranes y
  Velasquezes; la galería de escultura es rica en monumentos de
  Grecia antiquísimos y en obras de Canova.

  A la formacion del museo de Munich ha presidido el órden y el
  buen gusto: el ilustrado monarca que ha estado al frente de la
  nacion hasta hace poco, ese monarca artista que ha hecho tantos
  viajes á Roma solo por estudiar, que tanto ha protegido á los
  artistas, ha consagrado muchos desvelos á la magnífica galería
  de que hablo.

  Todos los lienzos que allí se admiran, todos los cuadros que la
  constituyen, están cada uno en su puesto, ocupando el lugar que
  les pertenece en la historia del arte seguida allí paso á paso
  desde su orígen y desarrollo sucesivo hasta el apogeo de su
  gloria en tiempo de los Rafaeles y Murillos. En la colocacion de
  los cuadros se ve la mano entendida y sabia de los alemanes: no
  sucede así en otros museos que he visitado en otros paises: ¡qué
  desórden que traduce ignorancia!

  El inteligente en pintura tiene horas deliciosas que pasar en el
  museo de Munich: allí se estudia y se admira, hay muchas obras
  maestras, hay prodigios de arte, hay muchos lienzos soberbios; y
  como yo no soy pintor y en los museos me limito á admirar,
  concluyo recomendando á todos los que vayan á Munich no se
  salgan sin conocerle.

  Una de las mejores calles de Munich, que yo recorrí muchas
  veces, porque me placia estudiar aunque de paso la fisonomía de
  las tiendas y las casas, es la de _Ludwig-Strasse_, larga,
  ancha y bella.

  Los comercios y las tiendas, con ese carácter especial que yo
  encuentro en todo lo que es aleman, con esa exactitud y
  formalidad peculiares, merecen verse detenidamente. Entrando en
  los comercios, aunque no se compre, solo por el gusto que yo
  tengo en todos los pueblos extranjeros de ver y oir, de ver
  hasta los detalles, de oir la manera de expresarse, se aprende y
  se estudia.

  Aparte de esta calle, hay otras muy buenas y elegantes[30], pero
  es sin duda la mejor la citada. Tiene Munich un teatro magnífico
  de ópera próximo al Palacio Real, donde ademas se representan
  comedias: uno y otro en aleman, como sucede en Suiza, donde he
  oido casi todas las óperas del repertorio aleman. Cuéntanse
  otros varios teatros.

  El viajero encuentra en Munich excelentes hoteles, cafés y
  paseos: inútil es añadir que existen muchas ricas bibliotecas
  donde se lee y estudia mucho.

  La Biblioteca central, una de los mayores de Europa, es rica
  sobre todo en manuscritos: los hay del octavo y noveno siglos.
  La coleccion numismática es preciosísima y numerosa: monedas
  griegas y romanas de la mas alta antigüedad. Un libro magnífico
  que posee la citada biblioteca está enriquecido con grabados
  originales de Durero.

  La Biblioteca de la universidad se compone de 200,000 volúmenes:
  hay otras varias, así como academias, liceos, catedras,
  establecimientos literarios.

  La sociedad de canto de Munich se compone de nuevecientos
  miembros: se dan magníficos conciertos en el Odeon: cuéntanse
  muchos casinos.

  Las iglesias principales de la capital de Baviera son la de San
  Miguel, la catedral, con sus altas torres, la elegante iglesia
  de San Luis, y el lindísimo templo de San Pedro.

  La poblacion de Munich, segun el último censo, se compone de
  110,000 habitantes. Tienen, como en todas partes, establecida la
  libertad de cultos, pero la mayoría es católica en Munich.

  El templo de la Gloria, que se levanta gallardo sobre la altura
  Sendling, es de estilo dórico: contiene doscientos bustos de
  celebridades nacionales. Delante del edificio se admira una
  colosal y grandiosa estatua de bronce.

  El rio Isar corre cerca de Munich, y alegra y fertiliza su
  campiña. Merecen una visita los alrededores, y en especial el
  famoso sitio de recreo, llamado Schleissheim: dista media legua
  de la ciudad, y en él se conserva una preciosa coleccion de
  cuadros, entre cuyas firmas ilustres están Van-Dyck, Rubens,
  Tintoreto y otros privilegiados artistas.

  Las principales plazas de Munich son las de Maximiliano, José,
  Odeon, Panaderos y otras dos cuyos nombres no recuerdo.
  Cuéntanse algunas estatuas dedicadas á la Virgen, lo cual me
  llamó bastante la atencion, pues solo en Italia las habia visto.

  En Munich abundan los gabinetes de lectura; y tanto las casas de
  beneficencia como de instruccion están bien comprendidas.

  Las cárceles en su sistema y organizacion interior no dejan nada
  que desear.

  La familia, principal fundamento de una sociedad, descansa en
  Baviera sobre la ancha base de la moral, y del hogar doméstico
  salen excelentes ciudadanos.

  El pueblo sabe leer y escribir, y este santo pan del alma, que
  se llama instruccion, que regatean y escasean en muchas naciones
  de Europa los gobiernos, se otorga y se sirve abundantemente al
  pueblo en Munich y en la Alemania toda, en especial en Sajonia,
  que con la Suiza componen las dos naciones del mundo donde la
  instruccion está mas extendida.

  Uno de los magníficos edificios de Munich es el palacio real,
  tan bello en su interior como por fuera. Una de las salas de que
  consta se llama _Salon de las Hermosas_: allí están los retratos
  de todas las queridas que ha tenido el monarca, entre las que ví
  á nuestra turbulenta y célebre compatriota, la Lola Montes, en
  pintura se entiende. El palacio está elegantemente vestido y
  decorado; el arte y el buen gusto le llenan[31].

  La universidad de Munich, á la cual asisten jóvenes de todas las
  naciones, suministra á la capital de Baviera una agradable
  novedad para el extranjero.

  El contingente de estudiantes que allí se ven, diferentes de los
  de otros paises, en trajes, en costumbres, en todo, anima la
  ciudad, suministra asuntos á periodistas y escritores, da una
  cifra respetable por año á la estadística del consumo de cerveza
  y tabaco, asusta á mas de cuatro maridos, se bate en desafíos,
  discute, se mueve, bulle, hormiguea[32].

  El paseo de los Jardines próximo á las cuatro hermosas calles
  que se cruzan, formando tan pintoresco cuadro, es el punto de
  cita y reunion de la sociedad de Munich. Los jardines del Tivoli
  y Hofgarten son tambien deliciosos.



  #VIENA.#


  La capital del Austria, situada en una llanura, rodeada de
  muchas y variadas colinas, aparece desde luego á la vista del
  viajero como una ciudad de importancia.

  La descripcion que en mis apuntes encuentro es breve y concisa:
  habiendo solo permanecido quince dias en Viena, no me fué
  posible estudiar con detencion cuanto la capital contiene digno
  de ser visto: sin embargo, como mi única ocupacion en Viena
  fuera la de recorrer y visitar lo mas notable, creo que el
  capítulo sobre Viena, aunque corto, no dejará de contener
  algunos datos y noticias.

  De Leipsick y Praga, ciudades que solo visité al pasar, nada
  podré decir; por lo tanto entremos en Viena.

  El Danubio, ese imponente y majestuoso rio que ha presenciado
  tantas batallas y sido testigo de acontecimientos tan
  importantes, atraviesa y rodea Viena con sus ondas alguna vez
  turbulentas. El aspecto del rio, subdividido en tantos canales y
  cursos diferentes como en Viena ofrece, no responde á la idea de
  grandeza que de él se forma el que aun no le ha visitado.

  Las calles de Viena, á excepción de las modernas, son en general
  estrechas. El aspecto general de la ciudad no es el de una
  capital de la Alemania: la fisonomía de algunos palacios semeja
  mas bien la Italia. Hay sin embargo alguno que otro edificio
  gótico que recuerda la edad media y que presta colorido antiguo
  á la ciudad.

  La iglesia mas imponente y majestuosa de Viena es la de San
  Esteban: su elevado campanario domina todos los edificios y
  asoma su alta cabeza por encima de todo.

  El pensamiento religioso, simbolizado en San Esteban, corona
  todos los ruidos, sirve de cúpula á todas las ideas y ampara y
  patrocina todas las emociones. Como la iglesia sea el templo mas
  democrático posible, donde todas las desigualdades se nivelan, ó
  al ménos deba serlo, segun el pensamiento de Jesucristo, no
  encuentro que merezca censura la idea de dar á las iglesias
  cristianas la talla mas alta entre todos los edificios.

  La torre de San Esteban es un resúmen en cierto modo de la
  historia del Austria y de su arte: comenzada en 1100 solo ha
  podido levantarse airosa y esbelta en 1307, empleándose en su
  construccion mas de dos siglos y retratando en ella mil
  vicisitudes y recuerdos. El interior del templo responde á lo
  que desde fuera anuncia: es majestuoso y severo.

  La iglesia de los Agustinos vale la pena de ser vista por mas de
  un concepto: aparte de la belleza del edificio, el célebre
  Canova tiene allí una de las mejores páginas que en mármol ha
  escrito su inspirado cincel. La tumba de la archiduquesa
  Cristina, mausoleo magnífico que la vanidad ha levantado, dió
  orígen, y por ello ya merece perdonarse, á que Canova, el
  escultor sin rival, desplegara todo su talento en la obra. Los
  que amen las artes, por poco que entiendan de escultura, no
  salgan de Viena sin visitarla.

  Otro templo notable es el de San Pedro, construido el año 800
  por Carlo Magno. Su venerable antigüedad y su belleza artística
  atraen la mirada del observador y contentan la imaginacion, que
  gusta de contemplar un pasado tan lejano y sin embargo tan firme
  y robusto.

  En Viena, no obstante dominar casi exclusivamente la religion
  católica, tienen tambien la buena suerte de tolerar las demas:
  hay templos para todos los cultos, y colocados unos en frente de
  otros, no hay indiferencia ni hipocresía.

  El palacio del Emperador no es seguramente uno de los mejores de
  Europa; es modesto y nada mas: en el jardin que por un lado le
  adorna se levanta una estatua dedicada á Francisco I. La plaza
  de armas, próxima al palacio, da frente al Jardin del Pueblo,
  cuyo título no he comprendido aun; en la capital de un imperio
  gobernado con las formas absolutistas, me figuro que es lo que
  los franceses llaman una _plaisanterie_, aunque no del
  mejor gusto.

  Las calles principales son las de _Herngasse_, de los Señores,
  la _de la Puerta del Cielo_ y otras cuatro ó cinco. Me llamó
  mucho la atencion el observar que con bastante frecuencia el
  viajero encuentra en las calles y plazas columnas dedicadas á la
  Virgen, á la Trinidad y otros símbolos religiosos. Yo encuentro
  que las manifestaciones mas expresivas en materia de religion
  son las de las acciones verdaderamente cristianas, que huyen la
  luz y el espectáculo, ocultándose en el santuario de la
  conciencia. Pero en fin, como que tengo una singular
  complacencia en tolerar todo respetando las opiniones de los
  demas, nada digo en contra, emito solamente mi parecer.

  Las plazas mas grandes que yo tuve ocasion de ver en Viena, son
  la de la _Harina_ y la de _José_: ámbas son espaciosas y
  monumentales. El viajero que guste conocer lo antiguo de las
  ciudades, tiene diferentes visitas que hacer; hay algunos
  edificios que merecen ser vistos. Abundan las fuentes en las
  plazas, lo cual es muy bueno.

  Los establecimientos de beneficencia están admirablemente
  comprendidos y organizados en Viena: los pobres, esos
  desheredados de la fortuna, que el mundo apénas se digna mirar,
  la religion suavísima y tierna del Crucificado los recoje
  cariñosa y los abriga con amor en sus templos hospitales: los de
  Viena dejan muy poco que desear, son admirables.

  Los establecimientos literarios en Viena, como en toda Alemania,
  llaman poderosamente la atencion. Esta parte de la Europa, que
  la elegante Madame de Staël ha llamado la patria del
  pensamiento, y que es en verdad el oriente de donde nos viene la
  luz en materia de adelantos científicos, consagra un cariñoso
  cuidado á reunir libros y monumentos literarios.

  La biblioteca principal de Viena contiene 300,000 volúmenes,
  pero de obras escogidas, de tesoros de inteligencia y saber.
  Allí, los monumentos mas preciosos que la ciencia ha levantado,
  se encuentran reunidos: allí, en presencia de tanto y tan
  magnífico caudal de ideas, el hombre comprende su dignidad, su
  grandeza y los altos fines para que ha sido creado. Allí reina
  la inteligencia, soberana del mundo, allí se respira el aire de
  la gloria, allí se levantan esas altas pirámides que señalan el
  camino del mundo, allí están reunidos los héroes del
  pensamiento, los atletas de la inteligencia, allí está la
  verdadera aristocracia de la humanidad, que cuenta por blasones
  300,000 volúmenes: allí está el orgullo de las sociedades, la
  riqueza del porvenir, la gloria del pasado, el honor de las
  presentes edades.

  En la biblioteca de Viena, los filósofos, sabios y escritores de
  todos los climas y lenguas, hermanos, por el parentesco del
  alma, viven reunidos y en paz: allí está el mejor árbol
  genealógico posible del humano linaje; esos son los
  establecimientos que yo visito con placer y predileccion: nunca,
  en ningun pais, he procurado ver las armerías, arsenales de
  instrumentos de muerte que nada bueno pueden decir; las
  bibliotecas honran una nacion; yo así lo creo; y haciendo un
  punto á mis involuntarias reflexiones, digamos algo de la
  biblioteca de Viena.

  Las obras del Fénix de los ingenios españoles, del monstruo de
  fecundidad Lope de Vega, que en España no poseemos completas, se
  encuentran en la biblioteca de Viena, ocupando parte de una de
  sus principales salas y cuidadosamente cuidadas.

  La coleccion de manuscritos es riquísima é importante: los hay
  de muchos escritores latinos, españoles, franceses é italianos:
  los manuscritos del Taso que la biblioteca de Viena posee son
  preciosos y de gran valía: el número de manuscritos que
  enriquece la biblioteca se eleva á 16,000.

  Hay ademas en la capital del Austria cinco ó seis bibliotecas,
  con excelentes empleados á su frente y numerosas y preciadas
  colecciones de libros. Las academias, ateneos, y demas
  establecimientos literarios, responden á las necesidades
  intelectuales del pais.

  El Museo de pinturas es tambien notable: la sala italiana
  contiene cuadros de Andrea del Sarto, Ticiano, Verones, Vinci y
  otros; que al emperador de Austria le ha sido muy fácil adquirir
  merced á su dominacion en Milan y Venecia.

  La escuela española está dignamente representada en el museo de
  Viena por Velasquez, Murillo, Zurbaran y Gano, cada uno de los
  que tiene allí asombrosos lienzos de atrevida inspiracion.

  Van-Dyck, Rubens, Rembrandt y otros artistas de gran mérito
  enriquecen la coleccion de cuadros que allí se ha reunido.

  Seis son los teatros que cuenta Viena, en la ciudad y en los
  arrabales: el principal, situado cerca de la plaza de la
  _Harina_, y donde se canta la ópera italiana, vale muy poco,
  tanto por su escasa significacion artística como por su
  defectuosa construccion acústica. En los meses de abril, mayo y
  junio, temporada de la ópera italiana, se oyen en el teatro de
  Viena buenos cantantes.

  La vida en la capital del Austria tiene algo de la vida de una
  provincia: diríase que todo está allí reglamentado y que á hora
  fija y de antemano marcada todas las distracciones deben
  terminar. Los espectáculos comienzan muy pronto; á las diez de
  la noche todos los teatros y cafés están cerrados, y cada
  ciudadano se retira á su casa, lo mismo, exactamente lo mismo
  que en una ciudad de provincia, lo cual no es ciertamente muy
  agradable.

  El mejor paseo de Viena es el llamado del _Prater_, sitio muy
  agradable, plantado con muchos árboles y embellecido con la
  vecindad del Danubio. El _Prater_ es un punto de reunion muy
  ameno y frecuentado; hay tambien diferentes jardines públicos,
  bastante buenos.

  El teatro en Viena, como en toda la Alemania, se alimenta con
  traducciones: despues de Lessing, Schiller y Goëthe, que
  hicieron esfuerzos sobrehumanos para emancipar á su patria del
  tributo que pagan á las escenas extranjeras, nadie le ha
  levantado de su postracion: la literatura dramática, propiamente
  dicha, no existe en Alemania. Aparte de que la censura austríaca
  corta el vuelo á la imaginacion, falta en Alemania un centro
  donde haya lo que indispensablemente necesita un teatro para
  existir: autores, público y actores. En Alemania, merced á sus
  infinitas divisiones en pequeños reinos y ducados, todo está
  disperso, como el espíritu nacional, que apénas existe.

  Pero en cambio y compensacion suficiente, los estudios
  filosóficos, el individuo, ya que no la sociedad reunida,
  trabajan allí mas que en parte alguna del universo. La crítica,
  el estudio de las ciencias, la filosofía, las averiguaciones
  científicas, la polémica, el deseo del saber, la investigacion
  de los secretos del arte, la meditacion y el estudio, toman allí
  la principal parte de la vida, y de ahí el que los alemanes
  doten todos los dias el mundo con nuevas obras de ciencia y
  erudicion. Su clima y su espíritu, su lengua y sus costumbres
  los señalan como los mas á propósito para investigar,
  profundizar, descubrir: la filosofía trabaja la Alemania, muchas
  y variadas escuelas la dividen, grandes y provechosas polémicas
  la ilustran, discusiones admirables la iluminan. Ellos recojen
  atentamente el espíritu humano, le analizan y le traducen en
  libros. ¡Honor á la Alemania pensadora!

  Los escritores alemanes, que ántes de publicar obra alguna han
  estudiado mucho, que reciben una esmerada educacion literaria,
  que aprenden familiarmente tres ó cuatro lenguas, dedican todos
  los dias una especial atencion á nuestra rica literatura. Es
  necesario verlo para juzgar de la grande predileccion que los
  alemanes tienen por nuestra historia literaria.

  Aparte de haber traducido y comentado una y mil veces el
  portentoso Quijote, del cual casi todos los años publican una
  nueva edicion: aparte de representar con mucha frecuencia en
  todos los teatros alemanes comedias de nuestro teatro antiguo,
  traducen y representan tambien las de nuestro moderno
  repertorio.

  Breton, Hartzenbusch, Vega, Espronceda (en sus poesías y Diablo
  mundo) son familiares en todos los círculos literarios de la
  sabia Alemania: el mismo Zorrilla, que nada tiene de poeta
  dramático, ha visto su Don Juan Tenorio traducido y representado
  en toda Alemania.

  Se publican unas tras otras obras magníficas sobre nuestra
  historia antigua y moderna, sobre nuestra literatura, sobre
  nuestra novela: allí se conocen tan bien como en España mismo
  las obras y biografías de nuestros escritores, las cifras de
  nuestro movimiento literario, la vida de nuestras academias, el
  vuelo de nuestro periodismo, nuestra filosofía.

  Es admirable; yo tengo un inmenso placer al pagarlos este
  merecido y justo tributo de gratitud hácia su señalado amor á
  todo lo que es español.

  Ellos, con sus poderosos medios de comunicacion, con su pujante
  vida de movimiento literario, ponen en circulacion universal
  nuestras obras, y nos hacen leer en todas partes.

  A la España le toca por utilidad y gratitud aplicarse á estudiar
  y difundir los tesoros literarios de la Alemania, apartándose á
  todo escape de esa corrupcion y pobreza de la superficialidad
  francesa, que sin título alguno invade nuestros dominios
  literarios, extraviando la juventud, pervirtiendo el gusto, y
  cegando nuestra poderosa facundia original con manantiales de
  estéril trivialidad, de infecunda superchería.

  Concluyo mi corto capítulo de la Alemania, recomendando los
  excelentes hoteles de Munich, en especial los de la gran calle
  de Luis: están muy bien comprendidas las necesidades del
  viajero, y se sirve con excelente complacencia.

  Mucho deseo poder escribir muy pronto las impresiones de un
  viaje por toda la Alemania, nacion la mas estudiosa de Europa.

  Estamos en viaje y nos trasladamos á Portugal.



  #PORTUGAL.#


  Lisboa, capital del lusitano reino, tan celebrada por su belleza
  y grandiosidad, me produjo una impresion de desencanto; no
  satisfizo mis esperanzas.

  Yo que habia escuchado entusiastas descripciones de Lisboa; que
  la imaginaba pomposamente gallarda, con el arrullo del Tajo á
  sus piés; que á juzgar por lo que de su belleza habia leido
  dibujaba en mi fantasía un cuadro de Paris, desperté con
  disgusto de mi sueño al aspecto de la ciudad, no obstante verla
  por su lado mas pintoresco, desde el mar, sobre el Tajo, á sus
  piés, y á la luz de un hermoso sol naciente.

  El capítulo sobre Portugal será corto: solo conozco Lisboa, que
  he visitado dos veces.

  A las cinco de la mañana de un dia clarísimo del mes de julio,
  entró en la rada de Lisboa el vapor que desde Inglaterra
  me condujo.

  La ciudad, acostada todavía en el silencio, ofrecióse á mi vista
  por el prisma mas bello que tiene.

  El célebre Tajo, que un eminente poeta portugues ha cantado con
  tan rica inspiracion, se tiende humilde y manso á los piés de
  Lisboa: á juzgar por su riqueza de caudales, imita al poderoso
  mar en majestad, pero sus tranquilas ondas cristalinas, sin
  soberbia ni estruendo, confiesan su naturaleza de rio, pero de
  gran rio. La ciudad, profusamente extendida, presenta un ancho
  lienzo de casas en forma de anfiteatro, por estar como están
  edificadas sobre colinas que avanzan hácia el puerto.

  A la izquierda de Lisboa se distingue aunque confusamente el
  lindo sitio de Cintra; alcánzase tambien en lontananza el
  palacio de Belem y algunos otros edificios é iglesias.

  La bahía es verdaderamente espaciosa y admirable: tranquilas y
  serenas las olas del Tajo, reflejan en sus cristales los
  edificios de la ciudad, que se ostenta sentada sobre
  promontorios, artísticamente cortados.

  El interior de Lisboa ofrece poco que de notar sea: sus calles,
  con excepción de las modernas, bastantemente hermosas, están muy
  mal empedradas, contándose muchas, mas de la mitad, sin esta
  indispensable mejora, y en abandono completo.

  Las casas, pobremente edificadas y de mezquina estatura, pues en
  general solo se componen de uno y dos pisos, entristecen la
  ciudad y la vista del viajero, que busca en vano la fisonomía de
  una capital de nacion. Hay un crecidísimo número de callejuelas
  estrechas y poco limpias, que no harian honor á una aldea: el
  aspecto general de todo Lisboa no es de seguro el de una ciudad
  que se esmera en la policía de las calles.

  La desigualdad del terreno sobre que está sentada la capital
  lusitana, y el poco interes que se han tomado por su nivelacion
  posible, hacen que el que la visita y estudia se canse y fatigue
  al recorrer sus tortuosas calles, en cuesta la mayor parte.

  El terremoto que en el pasado siglo arruinó en su mayor parte
  Lisboa es causa de la absoluta carencia de monumentos y grandes
  edificios que hoy se nota.

  Lisboa cuenta sin embargo con algunas calles de moderna
  construccion, con buenas casas y elegantes comercios, animadas y
  de buen aspecto.

  Entre sus plazas principales sobresale la del Comercio;
  elegante, espaciosa y gallarda: frentes de hermosas casas la
  embellecen y adornan: en el centro se levanta sobre un pedestal
  la estatua de Don José: esta plaza tiene muy buena situacion,
  pues á sus piés está el puerto, desde el cual se ven los
  infinitos molinos de viento que rodean toda la ciudad y que
  hubieran proporcionado muchas peleas á nuestro inmortal Don
  Quijote si por allí se hubiera dirijido, pues son muchísimos los
  que á guisa de centinelas hacen la guardia á la capital,
  agitando sus enormes brazos, que en el verano parecen querer
  servir de abanicos que refresquen la atmósfera.

  Yo llegué á Lisboa en julio, y ciertamente no dejó de chocarme
  el aspecto de las mujeres del pueblo, envueltas en sus largas
  capas que las cubren de piés á cabeza.... Dijéronme que era un
  medio de preservarse del calor, y yo, por mas que hice, no pude
  comprender la utilidad de semejante preservativo contra el sol
  y el calor.

  El uso del paraguas para preservarse del sol, que mas tarde lo
  ví en América, donde se entiende, existe tambien en Lisboa.

  Otra plaza notable tambien es la de Don Pedro: uno de sus
  frentes le ocupa un teatro que estaban reparando cuando yo le
  ví. En el centro se levanta un elegante pedestal que debe
  sustentar una estatua: por lo visto los portugueses han tomado
  el gusto de las estatuas de Lóndres, donde abundan en gran
  cantidad: bueno es seguir las huellas de los que en Portugal son
  tan escuchados.

  La obra verdaderamente notable de Lisboa es el acueducto:
  depósito inmenso que surte á toda la ciudad de aguas potables.

  Su extension es verdaderamente prodigiosa, pues cuenta cerca de
  tres leguas: se compone de altos arcos de piedra, con galerías
  de pasmosa longitud. Los trabajos prácticados para tamaño
  establecimiento han sido colosales, empleándose en él
  cuantiosas sumas.

  Al entrar por su puerta principal se ofrece un elegante patio
  adornado de muchas columnas y estatuas: en su centro se ha
  construido un algibe de gran profundidad: en algunos sitios, que
  el terreno es sumamente desigual, los arcos que conducen las
  aguas son de una altura extraordinaria.

  En el piso superior hay una plataforma anchísima desde la cual
  se domina toda la ciudad, con la vista del puerto.

  Hay en Lisboa tres ó cuatro buenos hoteles entre los que merece
  especial mencion el de Braganza. Los cafés y establecimientos
  públicos son regulares: los palacios de Belem y las Necesidades
  parecen mas bien casas particulares.

  Hay pocos y feísimos carruajes de plaza: en las fuentes públicas
  noté el mismo uso de las cubas de nuestros gallegos. No ví
  ningun templo monumental ni de arte, la ciudad no es muy
  animada, y su grande poblacion apénas se ve.

  La vida del extranjero en Lisboa debe ser sumamente triste, si
  se atiende á los pocos recursos con que cuenta la ciudad: faltan
  caminos, no solamente de hierro, sinó de tierra. Los hilos
  eléctricos, mensajeros de luz que en todas las naciones se
  cruzan, faltan tambien en Lisboa.

  No conozco detalladamente toda la ciudad, pero en todas las
  calles y plazas que recorrí, busqué inútilmente gabinetes
  literarios, no pude encontrar uno. En materia de bibliotecas,
  una sola tuve ocasion de visitar.

  Hay en un extremo de la capital, pero dentro de su recinto
  todavía, un elegante paseo público, con buenos jardines y
  riqueza de árboles.

  La parte de la ciudad que da frente al puerto es la mas
  pintoresca y hermosa.

  Los teatros públicos son cuatro ó cinco, uno bastante bueno para
  la ópera italiana: la comedia portuguesa tiene su teatro, y las
  traducciones del frances tambien.

  Las mas concurridas calles de Lisboa son las que rodean la
  elegante plaza del Comercio.

  Portugal ha entrado de buena fe en la senda del gobierno
  constitucional: el ilustrado y jóven monarca que hoy ocupa el
  trono, impulsará no lo dudamos el progreso en la nacion
  lusitana: cuando las provincias se reunan con Lisboa por medio
  de líneas férreas, cuando la frontera de España se aproxime á
  Lisboa, cuando una union aduanera bien entendida la asimile á
  España, la capital de Portugal cobrará mucha importancia y
  significacion.

  Hasta que ese dia llegue, nosotros hacemos votos por la
  prosperidad de Portugal, nacion cuyo progreso y adelantamiento
  deseamos sinceramente.

  Y aquí, porque nada se me ocurre, porque creo que nada mas
  merece recordarse en este libro, termina esta ligera nota sobre
  la capital lusitana.

  De todas las capitales que he visitado, solo he dicho lo
  principal, sin extenderme demasiado aunque tenia asunto.

  Con Lisboa me sucede lo contrario: he procurado alargar la
  descripcion y no he podido; la culpa no es mia, la ciudad no me
  ofreció nada, mi curiosidad no se satisfizo, mis esperanzas
  fueron burladas.

  Lisboa como capital es ménos que Turin.



  #AMÉRICA.#


  Para dirijirme á Rio Janeiro desde Inglaterra me embarqué en
  Southampton, á bordo del vapor _Great Western_[33].

  La ciudad de Southampton, de la cual nada he dicho al ocuparme
  de Inglaterra, no merece mencion especial: es pequeña y triste:
  á excepción de su concurrido puerto nada ofrece de interesante
  al viajero. Por eso prescindo de su descripcion, y empiezo mi
  viaje marítimo.

  Yo no me habia embarcado nunca, pues aunque habia cruzado el
  canal de la Mancha sin experimentar incomodidad alguna, tan
  corta navegacion no merece el nombre de viaje marítimo.

  Al poco tiempo de haber salido de Southampton, la niebla espesa
  que casi todo el año envuelve las costas de Inglaterra, cercó
  nuestro buque y quedamos envueltos en la neblina.

  Entónces, el capitan, colocándose á la proa, mandó la operacion
  que ordinariamente se hace en estos casos, consistente en herir
  de minuto en minuto con un martillo una campana de metal, cuyos
  ecos anuncian la marcha del buque, con objeto de evitar un
  choque con cualquiera embarcacion, cosa que fácilmente sucederia
  sin este aviso.

  Cruzamos la ria de Southampton, el golfo de Gascuña, Finisterre;
  pasamos por enfrente de Burdeos, y al cuarto dia de viaje
  llegamos á Lisboa.

  El _Great Western_, vapor que me condujo, es una colosal
  embarcacion de 2,500 toneladas, con un puente de una extension
  prodigiosa y unos anchos y soberbios salones.

  Salimos de Inglaterra doscientos pasajeros, y cada uno tenia
  cómodamente su puesto en la mesa, pues el comedor es un
  magnífico salon. Los camarotes, de dos camas en su mayor parte,
  son estrechos y poco confortables.

  El trato que reciben los viajeros es bueno: á las nueve de la
  mañana se sirve el almuerzo, á medio dia el indispensable
  _lunch_ ingles, que equivale á tomar las once, á las cuatro una
  abundante comida, inglesa por de contado, á las siete el té con
  pan y manteca.

  De Southampton á Lisboa, todos los viajeros estuvimos en cama
  veinticuatro horas. El mar de Inglaterra y el golfo de Gascuña,
  constantemente agitados, dan al buque un movimiento continuo que
  no hay viajero que soporte sin incomodidad.

  En Lisboa nos detuvimos doce horas, continuando despues nuestra
  marcha por un mar sosegado y tranquilo, llegando á las treinta y
  seis horas á Madera.

  Esta bellísima isla que goza de un saludable clima y produce el
  celebrado vino que en todas las buenas mesas se sirve, merece un
  viaje. Ocho horas solamente descansamos en Madera, en cuyo
  tiempo visitamos parte de la isla, corriendo sobre los esbeltos
  y ligeros caballos que aguardan dispuestos y enjaezados á la
  orilla del mar siempre que llegan viajeros. Los alquilan por un
  moderado precio, y con su ayuda se goza del encanto que producen
  los pintorescos paisajes que por todas partes se ofrecen.

  Las calles de Madera, en cuesta en su mayor parte, están á
  derecha é izquierda sembradas de jardines frescos y lucidos, que
  con sus flores embalsaman el purísimo y fresco aire que allí
  se respira.

  La poblacion es pequeña y de corta importancia: hay dos ó tres
  hoteles, entre ellos uno ingles que está regularmente
  servido[34].

  De Madera salimos para Santa Cruz de Tenerife empleando cuarenta
  y ocho horas.

  Yo venia de recorrer paises extranjeros todos; hacía bastante
  tiempo que faltaba de España y tenia necesidad de hablar nuestra
  espléndida lengua y recordar á mi querida patria.

  Mis deseos se frustraron en parte: llegamos á Santa Cruz á las
  ocho de la noche, y habiendo dicho el capitan que solo nos
  detendríamos el tiempo necesario para dejar y recojer la
  correspondencia, ningun viajero saltó á tierra. Yo me desquité,
  hablando, hasta que el buque marchó, con los españoles que
  vinieron á bordo en sus pequeñas lanchas cargadas de naranjas,
  manzanas, ciruelas y otros deliciosos frutos.

  Entre las sombras de la noche, mi ávida mirada distinguia,
  aunque confusamente, la ciudad de Santa Cruz, que simbolizaba á
  mis ojos toda España, y saludándola con júbilo y emocion, la
  perdí de vista en el momento en que continuamos nuestro
  largo viaje.

  De Santa Cruz de Tenerife á San Vicente, en el Cabo Verde, se
  emplean cuatro dias.

  San Vicente, notable para mí, por ser el primer sitio del mundo
  donde ví lo que llaman _esclavos_, seres desgraciados tan dignos
  como el primer hombre _libre_, es un miserable lugar que cuenta
  solo una docena de casas: allí tiene la Empresa de los vapores
  depósito de carbon de piedra: esta es la causa de detenerse en
  semejante sitio, de otro modo nadie se pararia.

  Grupos de africanos, hombres, mujeres, niños, todos desnudos
  casi completamente, componen la corta poblacion de San Vicente.
  El alma se duele y el corazon se comprime al aspecto de
  semejante sitio: el clima de allí, casi abrasador, como tocando
  con el Africa que está, hace imposible toda vegetacion: falta
  tierra, aire, vida, seres humanos, todo falta allí.

  El número de esclavos africanos que allí habita, no tiene por
  alimento mas que el maiz, y no todos. No hay viajero que al
  desembarcar en San Vicente no se sienta mal á la vista de
  semejante cuadro: inmediatamente que nuestro vapor se proveyó
  del carbon necesario, dejamos las islas del Cabo Verde con
  general contentamiento.

  Al salir de San Vicente dió principio el verdadero viaje: nos
  engolfamos en pleno Océano, solos, en medio del poderoso
  Atlántico, sin mas testigos que Dios, sin otro horizonte que un
  círculo siempre el mismo, cerrado por todas partes por la
  inmensidad.

  Al salir de San Vicente, se despide el viajero de la tierra que
  no vuelve á ver en ocho dias; el mar y el cielo son su única
  perspectiva en todo ese tiempo.

  Hay algo de solemne y magnífico en un viaje por mar, por ese
  prepotente elemento que nos habla del infinito con la tremebunda
  voz de su cólera.

  El mar, cuyos secretos permanecen en el misterio, que nuestra
  curiosidad no acierta á comprender, que la ciencia no explica,
  que nos habla con su eterno movimiento sin que podamos saber qué
  es lo que nos dice; el mar, digo, es soberbiamente majestuoso
  y grande.

  El hombre, que á pesar de su pequeña talla ha obrado prodigios
  de gigante, ora recojiendo el rayo en su mano, ora barrenando
  las montañas, ya descendiendo á las entrañas de la tierra para
  robarla sus guardados secretos, ya escalando el cielo para ver
  de cerca esas lumbreras que le cubren y cuya marcha ha
  averiguado; el hombre, que por todas partes imprime la huella de
  su paso, no ha conseguido nada del mar.

  El arrojo de los navegantes, á los que la industria humana ha
  prestado casas flotantes para cruzar las soledades del Océano;
  la ciencia, que una tras otra le ha suministrado al marino
  nuevas conquistas, con las cuales sabe donde va y por qué
  sitios, cuanto anda y adonde se encuentra; el vapor, que le ha
  facilitado marchar velozmente y en todas las épocas del año, sin
  tener que someterse como ántes á la poderosa ayuda de los
  vientos; todo en una palabra, solo ha servido para que los
  hombres se comuniquen, para estudiar y conocer el mundo, para
  grandes y poderosas conquistas, es verdad, pero no para imprimir
  la huella del hombre, pero no para marcarle con el sello del
  genio como el hombre hace con todas sus obras.

  El mar, el poderoso mar, quizá demasiado soberbio, no quiere que
  el hombre le señale.

  El hombre ha cambiado mil veces la faz de la tierra sembrando
  ciudades, cortando montañas, haciendo excavaciones inmensas,
  barrenando istmos: pues bien, la superficie del mar está hoy
  como al dia siguiente de haber brotado del soplo de Dios, y así
  estará hasta el último y postrero instante del mundo. Pasa una
  magnífica nave por las ondas del océano, abre un sulco,
  inmediatamente se avanzan nuevas olas y borran la huella; por
  eso gritan eternamente al rededor de un buque, se impacientan al
  sentirle, pero inmediatamente que pasa se lanzan á borrar
  sus trazas.

  El océano es la imágen de la inmensidad, el espejo de Dios, la
  brillante prueba de su existencia.

  Ocho dias estuve solo en pleno océano, sin otra cúpula que el
  firmamento, sin otro apoyo que el abismo.

  Es arrogantemente temerario el valor del hombre que se ha
  lanzado á ciegas en medio de los precipicios y las tempestades.

  No hablo en manera alguna de hoy; hoy no tiene ningun mérito un
  viaje al rededor del mundo, hoy todo se conoce, hoy hay medios.

  Me refiero á Colon, atalaya inmensa de las modernas edades que
  no tiene rival.

  Es necesario hacer un viaje á América para llegar á comprender
  el heroismo de Colon; de otro modo no se entiende; y mas que el
  heroismo de Colon, el de nuestros valientes compatriotas que
  componian la tripulacion de sus tres pequeñas embarcaciones.

  Sí, ellos son mas heróicos; Colon tenia el genio, el rayo de la
  inspiracion, la perspectiva de la gloria que le ha
  inmortalizado, por guia: él sabia adonde iba: los sencillos
  marineros que le acompañaban no, no conocian mas playas que las
  de España, no podian ni soñar con la existencia de otro mundo,
  se veian arrojados en una empresa que acobardaba á todos, que la
  Europa toda calificaba de locura, se vieron solos en medio de
  mares que nadie mas que el ojo de Dios habia visto, sin saber
  adonde iban ni por qué ruta: creyendo que la vuelta seria
  imposible y creyéndolo con razon é ignorando al propio tiempo si
  habria _llegada_, porque ellos nada sabian, porque entónces se
  ignoraba todo, porque no se sabia qué habia detras del mar. Es
  necesario hacer un viaje marítimo para comprender esto.

  Desde San Vicente hasta Pernambuco, primera poblacion del
  Brasil, que del otro lado de la línea se encuentra, empleó
  nuestro vapor ocho dias.

  La distancia que separa ámbas poblaciones es de 1,620 millas
  marítimas.

  Nada mas grande que la salida y puesta del sol vista desde un
  buque en pleno océano. Semeja el astro del mundo un inmenso
  globo de fuego resplandeciente: no parece sino que se levanta
  del seno de los mares, la ilusion es completa.

  El horizonte está cerrado por todas partes por un círculo de
  agua; allí, á bordo, en mitad del Atlántico, figúrase la
  imaginacion que la tierra toda está cubierta por el Océano,
  único elemento que se ve; de aquí el que parezca, con todas las
  apariencias de verdad, que el sol se levanta por la mañana del
  seno de las aguas, y que allí vuelve á acostarse cuando la
  tierra girando en el vacío ha hecho su movimiento diario al
  rededor de él.

  En el mar no se comprende el ateismo: tampoco tiene explicacion
  en la tierra, no, pero el Océano, con su voz inmortal, ora hable
  con la soberbia cólera de la tormenta, ora con la apacible
  majestad de su tranquilo y eterno flujo y reflujo, siempre
  publica la existencia de Dios, siempre pregona su poder, siempre
  canta su omnipotencia, siempre habla de la eternidad, siempre
  explica el infinito, siempre convence de la otra vida.

  Esos inmensos buques que cruzan hoy los mares, á pesar de sus
  gigantescas proporciones, están en el mar, en la relacion que un
  átomo en la materia, que un punto en el espacio. Una sola de las
  tremendas ondas que arrullan el Océano despedaza y convierte en
  astillas las mas pujantes escuadras.

  Esto habla muy alto en favor del hombre, que á pesar de su
  pequeñez, que en el Océano se palpa mejor que en parte alguna,
  se lanza atrevido á sulcar sus piélagos y abismos, marchando
  entre tempestades y truenos, solo, en una miserable lancha,
  porque eso es en el Océano el mas colosal navío, una lancha;
  allí va el hombre, solo, pero con Dios encima de su cabeza.

  Un viaje marítimo de ocho á diez dias es magnífico,
  sorprendente, admirable: es necesario hacerle para ver y oir á
  Dios, para comprender el mundo, para adivinar la inmensidad.

  Pero un viaje largo no siendo marino por vocacion es monótono,
  fatiga, cansa.

  En ocho dias pueden admirarse las bellezas de un cielo azul y
  transparente, visto desde el mar; el portentoso descenso del sol
  que sumerge su brillante cabellera en el seno de las aguas: la
  espantosa y dramática grandeza del mar poderosamente irritado:
  en una palabra, en ocho dias puede verse lo que en treinta, que
  fueron los que yo empleé en mi viaje, á pesar de que el vapor
  era el agente de nuestra marcha.

  Un tiempo tan largo en el puente de un buque fatiga. Al fin de
  los diez ó doce primeros dias las escenas se repiten, son las
  mismas, las emociones ningunas, y allí donde no hay emocion,
  alimento mio, no hay nada, hay el prosáico fastidio.

  Desde Pernambuco á Bahia empleamos cuarenta y ocho horas, y
  desde Bahia á Rio Janeiro cuatro dias.

  La distancia que acababa de recorrer, desde Southampton á la
  capital del Brasil, mi primer viaje marítimo, fué de 5,155
  millas, distribuidas del siguiente modo: de Rio Janeiro á Bahia,
  685 millas; de Bahia á Pernambuco, 380; de Pernambuco á San
  Vicente, 1,620; de San Vicente á Canarias, 850; de Canarias á
  Madera, 265; de Madera á Lisboa, 525; y de Lisboa á
  Southampton, 830.

  El ensayo fué bueno, tuve la suerte de no sufrir el mareo
  haciendo todo el viaje perfectamente bien.



  #BRASIL.#


  Rio Janeiro, capital del imperio del Brasil, es una ciudad de
  300,000 almas; magníficamente situada y con una soberbia y
  pintoresca bahía, una de las mayores del mundo.

  Sus calles principales son la _Rua Dereta_ y la _Rua d'Ouvidor_:
  la primera de estas es ancha y despejada; en el centro está el
  edificio de la Bolsa: es calle muy concurrida y de bastante
  animacion; tiene buenos comercios y cafés, empieza en la plaza
  de Palacio y termina cerca de una iglesia cuyo nombre
  he olvidado.

  La _Rua d'Ouvidor_ es la principal calle de Rio Janeiro, por la
  importancia de los elegantes comercios que la adornan: es recta
  y desemboca en la rua Dereta, que, como ya he indicado, es de
  las mejores de la ciudad. Tiene un grande número de elegantes
  tiendas, de franceses en su mayor parte, vestidas con el lujo de
  los comercios de las ciudades europeas: el empedrado es de lo
  mas detestable que puede imaginarse, y como las lluvias son muy
  frecuentes, apénas puede transitarse por la citada calle.

  El resto de las calles de Rio Janeiro, en general, está en un
  lamentable atraso, sin empedrar, descuidada su limpieza, y en
  estado de perfecto abandono.

  Hay un gran número de plazas, entre las que descuella, por su
  inmensa extension, la del Teatro _Provisorio_. Como carezca de
  grandes edificios, y no tenga proporciones, ni árboles, ni
  cultivo, ni adornos, solo ofrece á la vista del viajero una
  grande extension de terreno, que podria ser una magnífica plaza.

  En uno de sus lienzos están los palacios del Senado y la Cámara
  de los Diputados. En el centro de otro de los frentes está el
  Ministerio de Negocios Extranjeros, en una modesta casa que no
  me atrevo á llamar palacio. Enfrente se levanta el teatro
  _Provisorio_, destinado á la ópera italiana.

  El nombre del Teatro indica bastantemente lo que es,
  provisional; se construyó en un corto plazo de tiempo: ni tiene
  arquitectura, ni estilo, ni formas, ni pensamiento; es una obra
  ejecutada sin mas objeto que el de hacerla servir por poco
  tiempo para teatro, ínterin se construia otro, que aun no se
  ha empezado.

  De todos modos allí se canta la ópera italiana, y es en verdad
  un gran recurso para Rio Janeiro: en general hay buenas
  compañías; el gobierno contribuye al sostenimiento del Teatro
  con una subvencion de ocho mil duros anuales. La compañía que
  cantaba en 1856 era bastante buena: las dos primas donnas,
  mademoiselle la Grua y madame Charton, interpretaban muy bien
  sus papeles, como en cualquier teatro de Europa. Despues cantó
  la Steffenone, que últimamente ha brillado en los Italianos de
  Paris cantando con grande éxito _el Trovador_.

  Cuando yo salí de Rio Janeiro para regresar á Europa, estaban
  escriturados Tamberlik y la Dejean.

  Otra de las plazas que merecen mencionarse es la del _Rosario_,
  espaciosa, regular, y con mas proporciones que la del
  _Provisorio_. Tiene cuatro fachadas de casas regulares, y en el
  centro han plantado algunas docenas de árboles que la completan
  y hermosean. En uno de sus ángulos está el Teatro de San Pedro,
  consagrado á la comedia: se representan en portugues, piezas
  traducidas del frances y del español. Estando yo en Rio Janeiro
  un voraz incendio consumió por la segunda vez el coliseo.

  En otra plaza grande tambien, hay un jardin público, adonde
  acuden músicas militares los dias festivos: hay profusion de
  árboles y plantas tropicales, y está regularmente dispuesto,
  aunque falta gusto y órden.

  El jardin botánico, llamado así poco modestamente, está fuera de
  la ciudad y á una distancia de tres cuartos de legua. El
  descuido mas completo y la negligencia mas desdeñosa, convencen
  al que le visita del poco interes que sin duda inspira á los
  brasileños.

  Y en verdad que es una lástima, pues aparte de las dos
  magníficas colecciones de soberbios plátanos que le adornan,
  contiene una gran riqueza de plantas escojidas y muy estimadas,
  que brotan espontáneamente, quizá á despecho de los que cuidan
  el jardin. Tiene ademas una decoracion natural admirable; le
  circuyen como un precioso marco lienzos de pintorescas montañas,
  de muchos y graciosos contornos, de variedad de formas
  y colores.

  Los paseos de Rio Janeiro, completamente innecesarios, pues los
  habitantes del pais no acostumbran pasear, son regulares,
  distinguiéndose entre todos el de _Botafogo_, situado á la
  orilla del mar, con árboles, fuentes, y paseo de carruajes. Es
  bastante bueno y muy poco concurrido. El emperador pasea todos
  los domingos en carruaje cruzando siempre el de Botafogo en toda
  su extension.

  Los paseos del Acueducto, y del _Corcovado_, son muy
  pintorescos, en especial el último, que termina en la cresta de
  una alta montaña inclinada, de donde toma el nombre. Puede
  subirse á caballo hasta la misma cima, desde la que se alcanza
  un asombroso golpe de vista: el mar inmenso, las pintorescas
  montañas y la ciudad, se ofrecen en majestuoso conjunto al
  observador. Otro promontorio que embellece la Bahia es el
  llamado _Pan de azúcar_, designado así por su forma.

  Una de las mejoras de que disfruta Rio Janeiro hace ya bastantes
  años, es la del alumbrado de gas, con el cual están profusamente
  iluminadas sus principales calles y plazas. Tambien los
  carruajes de plaza son muy buenos y existen en grande número;
  los alquilan á precios fabulosamente caros. Cuéntanse diferentes
  líneas de ómnibus que hacen el servicio entre la ciudad y los
  arrabales: yo me detengo á hacer mencion de esto, porque es un
  adelanto en una ciudad tan alejada del movimiento europeo.

  Los hoteles son regulares en general, contándose dos buenos. Los
  tres mejores que hay dentro de la ciudad son el de Pfaroux, el
  de las cuatro Naciones, y el de Europa. Fuera de la ciudad, y en
  el camino de _Botafogo_, hay dos ingleses y uno frances: el
  mejor de todos, tanto de los de la ciudad, como de los de
  fuera, es el _Hôtel des Étrangers_ en la plaza de Catette.

  Es una gran casa, de moderna y elegante construccion, sólida,
  con anchas y magníficas habitaciones: un gran jardin al pié del
  mar, vistas admirables, comodidades muchas. El hotel todo está
  alumbrado por el gas: tiene baños, billares, y grande capacidad:
  en el Hotel de los Extranjeros, viven la mayor parte de los
  individuos del Cuerpo Diplomático extranjero.

  Hay otros diferentes hoteles en el interior de la ciudad, poco
  apetecibles ciertamente, pero buenos para las gentes del pais.
  Hay tambien en Rio Janeiro dos ó tres cafés donde sirven helados
  todo el año; la nieve la reciben de los Estados Unidos: y ahora
  hablarémos un poco de los elementos del pais.

  La riqueza del Brasil la constituyen el azúcar y el café: el
  café sobre todo es su principal ramo de riqueza.

  Buques de todos los paises cargan constantemente en sus puertos
  el citado artículo: el año de 1855, la provincia de Rio Janeiro
  sola exportó diez millones de arrobas de café: esta fabulosa
  cantidad la recoje con una regular cosecha sola la provincia de
  Rio: los diez millones de arrobas de café importaron treinta
  millones de duros, pues cada arroba se vende á 50 reales.

  El mercado principal que tiene el Brasil para dar salida á su
  café, es el de los Estados-Unidos de América, donde se vende mas
  de la mitad de lo que se recolecta.

  Los ferrocarriles que están en construccion acrecerán
  inmensamente tan luego como estén terminados la riqueza pública
  del Brasil, pues entónces será fácil y barato el trasporte del
  café desde las provincias del interior á los puertos del Brasil,
  trasporte que hoy se hace por medio de caballerías, con grandes
  dispendios y con el empleo necesario de mucho tiempo, porque
  ademas de ser grandes las distancias, faltan caminos.

  El azúcar es otro ramo de riqueza, pero no promete grande
  porvenir, pues su condicion, inferior en mucho á la de la isla
  de Cuba y otros puntos de América, la mantiene en un estado de
  depreciacion continua.

  Lo que constituye y forma la riqueza de un pueblo, lo que dota á
  un pais de porvenir, ademas de los elementos naturales, es su
  poblacion, y esto es lo que principalmente falta al imperio de
  Don Pedro II.

  Sus viciosas leyes de colonizacion, su clima, los pocos
  atractivos que ofrece al europeo, la falta de garantías con que
  asegurar el cumplimiento de las promesas que se hacen por medio
  de sus agentes á los europeos que desean emigrar, son causas
  poderosas que retraen al europeo que desea emigrar al Brasil,
  cuyo pais, con un territorio inmenso, mayor que el de la Europa
  entera, cuenta hoy dia siete millones no completos de
  habitantes, de los cuales dos son de negros.

  Terminadas sus vias férreas, y aumentada su poblacion, el Brasil
  tendrá un riquísimo porvenir.

  Hay en el Brasil el partido constitucional partidario del
  Imperio, y el bando republicano.

  Como es un pueblo nuevo, que acaba de entrar en la vida pública
  de las naciones, tiene alguna sinceridad política que sirve para
  que se practiquen en parte las formas representativas de su vida
  constitucional, único modo de que el Imperio subsista. La
  política que sigue en el exterior no tiene nada de
  constitucional; pretende imitar al mal llamado gobierno libre de
  los Estados-Unidos, y siguiendo sus huellas, hace, en la América
  del sur, lo que la república de Washington en el Norte;
  predomina en los estados vecinos, influye en su política y
  tiende al engrandecimiento continuo, aunque para ello sea
  preciso quebrantar leyes y atacar la independencia de
  los pueblos.

  Esta es la política del Brasil con los gobiernos de Montevideo,
  Buenos-Aires y el Paraguay: aduladores torpes han hecho creer á
  los gobiernos de Don Pedro II que el Brasil podia y debia seguir
  la conducta de los Estados-Unidos; que debia hacer en el Sur lo
  que ellos práctican en el Norte, y que siendo los dos pueblos
  mas fuertes de la América nada mas natural que marchar por el
  mismo camino.

  ¡Error! ¡error grosero! la raza anglo-sajona que puebla el Norte
  de América, no tiene analogía ni remota con la indefinible y
  degenerada latino-portuguesa que habita el Brasil.

  Los dos pueblos son diferentes en todo: en energía, en orígen,
  en religion, en leyes, en costumbres: la actividad de los
  norte-americanos solo puede compararse, en lo grande, con la
  característica pereza de los brasileños: se diferencian en todo,
  absolutamente en todo: hasta los climas son opuestos.

  El Brasil no ensanchará nunca sus fronteras, nunca; si hasta hoy
  han podido sus diplomáticos ejercer alguna influencia en las
  repúblicas de la Plata, débelo exclusivamente al lamentable
  estado de constante perturbacion de sus gobiernos, á la anarquía
  completa que allí ha reinado hasta hoy.

  Si la Confederacion argentina se organiza bajo bases sólidas de
  órden y progreso: si el Paraguay conserva su tranquilidad, el
  Brasil no ejercerá influencia alguna: sus consejos servirán solo
  para los brasileños: se encontrará rechazado, no lo dude un
  momento; si hoy es oido en Montevideo, mañana será desdeñado;
  ese mañana es el siguiente al en que se organicen gobiernos
  libres y estables.

  La vida en Rio Janeiro, mas cara que en ninguna capital de
  Europa, es muy poco agradable. El espíritu de sociabilidad,
  léjos de irse desarrollando, no parece sino que se recoje:
  faltan las reuniones, los bailes, los clubs, las recepciones,
  todos los medios, en fin, que se conocen en Europa para verse,
  conocerse, hablar, discutir.

  El extranjero que llega al Brasil tiene la seguridad de no ser
  presentado ni recibido en parte alguna: cada uno vive en su
  casa: esta circunstancia, unida á la de su clima, hace que todos
  los diplomáticos deseen abandonar el Brasil al poco tiempo de
  haber llegado.

  Faltan las bibliotecas, los museos, los monumentos, las
  Academias, todos los templos del arte y del pensamiento humano:
  la vida espiritual, la vida literaria no existe.

  En cambio, tiene la América el mismo apego que la Europa al
  dinero, tiene la molicie de sus vicios, con mayor intensidad; y
  al lado de su suelo espléndido, de su enérgica y lozana
  vegetacion, distínguese por su debilidad moral, su esterilidad
  inteligente; sí, porque sobrepujando como sobrepuja á la Europa
  en corrupcion y decadencia moral, está doscientos años mas atras
  que la Europa en el noble camino del saber: esa es la América,
  la vírgen, lozana y esplendente América.

  Cuando haya recibido la educacion literaria de la Europa, cuando
  se halle cruzada de líneas férreas, cuando llegue el venturoso
  dia de la abolicion de ese gran crímen social que se llama
  esclavitud; entónces, que no ahora, será la América un
  gran pais.

  Hoy está trabajado por la sed del oro; carece de comunicaciones,
  y está en la infancia del saber, porque como nueva que es en la
  vida pública de las naciones, necesita estudiar y crearse una
  historia y una literatura.

  Una de las visitas que el viajero no debe dispensarse en Rio
  Janeiro, es la del establecimiento de locos que está situado
  frente por frente del paseo de Bota-fogo y á orillas del mar.

  Un majestuoso edificio de nueva planta, que podemos muy bien
  llamar palacio, de formas elegantes, de sencilla, pero gallarda
  apariencia, de solidez y extension, se levanta al lado del mar
  en el lindo sitio de Bota-fogo, y sirve para hospital
  de dementes.

  La primera observacion que me ocurrió, fué la de notar que
  careciendo el emperador del Brasil de un palacio, pues los dos
  que tiene con ese nombre no son mas que casas, es un gran
  pensamiento el de alojar á los locos en una soberbia morada.

  Ignoro si los brasileños han advertido el contraste, en cuanto á
  mí, yo lo aprobé con toda mi alma, felicitándome de ver mejor
  alojados á los locos que al emperador; ¡ojalá sucediese lo mismo
  en todos los paises del mundo! los enfermos, los desgraciados,
  los dementes, necesitan indudablemente mas que los monarcas, las
  comodidades, el aseo, el aire sano, las grandes habitaciones: y
  en fin, yo entiendo que la desgracia es mas digna de un palacio,
  que todas las grandezas humanas.

  El establecimiento de locos de Rio Janeiro está á la altura de
  una casa de la misma índole de Europa: grande, espacioso, bien
  situado, con excelente policía interior: cosa rarísima en el
  Brasil: con buen sistema higiénico, con hábiles profesores, con
  muy buena asistencia.

  Los hospitales están tan bien regularmente comprendidos en el
  Brasil: en la capital existe uno bastante bueno, y se halla
  situado en un edificio de mas categoría é importancia que el
  palacio del emperador: es el único edificio un poco monumental
  que hay en todo el Brasil; se llama Hospicio de Pedro II.

  La instruccion pública comienza ahora á insinuarse; siendo como
  son esclavos los infelices que constituyen la mayor parte de la
  poblacion del imperio, están condenados á vivir como autómatas.

  Los gobiernos tienen buen cuidado de no sacar al negro de su
  embrutecimiento, porque temen que con la instruccion aprendan
  que son libres y hermanos de sus opresores.

  Faltan libros, bibliotecas, museos, vida intelectual en una
  palabra.

  La mas elegante morada del emperador está situada en Petrópolis,
  especie de sitio real, á siete leguas de Rio Janeiro[35].

  El camino se hace de un modo pintoresco y variado, en vapor por
  mar, en vapor por tierra, y en carruaje. Saliendo de Rio Janeiro
  el viajero se embarca en uno de los vapores que hacen la
  travesía, consistente en cruzar la bahía que dura cinco cuartos
  de hora: al desembarcar se toma el camino de hierro de Maná, que
  conduce hasta el pié de la sierra sobre la que se levanta
  Petrópolis.

  La línea férrea, mal construida, con detestables carruajes y
  pésimo movimiento, tiene la sola ventaja de ser muy corta, pues
  en media hora se recorre toda su extension: terminado el segundo
  viaje, se gravita la montaña en carruajes tirados por cuatro
  caballos; el tiempo que se emplea es el de una hora, con lo que
  termina la expedicion.

  En Petrópolis no hay nada que ver, absolutamente nada: es sitio
  de recreo por el viento fresco y puro que allí se respira: su
  grande altura es causa de que la temperatura sea fresca, eso
  es todo.

  Desde la cima de la sierra se alcanza el mar, las montañas y una
  deliciosa campiña. En Petrópolis, cuya poblacion apénas llega á
  200 habitantes, tiene un lindo palacio el emperador y allí pasa
  generalmente los meses de diciembre, enero y febrero, que son
  los de mas calor. Para los viajeros hay dos hoteles regulares,
  el de Oriente y el Ingles: hay algunos paseos y caballos
  de alquiler.

  Los principales puertos del imperio son Bahia, Pernambuco, Santa
  Catalina, Parahiba, Paranaguá, Pará.

  Pernambuco, ciudad desaseada en grado extremo, con calles
  miserables y casas humildísimas y sin limpieza alguna, no vale
  la incomodidad de ser vista, y digo incomodidad, porque lo es y
  no pequeña el desembarque en su puerto. Las olas están
  constantemente furiosas, y aparte el riesgo que se corre es
  largo y difícil el trayecto, porque las embarcaciones anclan á
  bastante distancia de la ciudad.

  El viajero que no sea comerciante, dará una prueba de muy buen
  gusto no visitando la citada ciudad de Pernambuco, donde fuera
  de su comercio de algodon y café, no encontrará mas que una
  absoluta falta de limpieza.

  Reinan casi siempre en Pernambuco enfermedades malignas.

  Bahia, antigua capital del Brasil, no tiene de notable mas que
  su cómoda bahía; la ciudad está edificada sobre la falda de una
  montaña y se presenta al viajero como en forma de anfiteatro.

  Las calles todas están sin empedrar, sucias y en muy mal estado:
  hay un jardin modestisimo que llaman paseo público, algunos
  edificios regulares, un teatro, tres ó cuatro hoteles, dos
  paseos, y esmerado deseo de demostrar al extranjero que la
  limpieza no es el fuerte de los brasileños; pues lo mismo en
  Bahia que Pernambuco y Rio Janeiro se distinguen por esa
  especialidad.

  En Bahia existe una universidad, á la que concurren muy pocos
  alumnos; cuenta con profesores brasileños: y basta con esto,
  porque propiamente hablando, en el Brasil no hay mas ciudad que
  Rio Janeiro: las demas del imperio son aldeas de mayor ó menor
  vecindario, segun la importancia de su comercio.

  El ejército del Brasil, compuesto en su mayor parte de negros y
  mulatos, está uniformado con toda la chocarrería posible,
  formando un divertido golpe de vista la formacion de sus
  batallones, donde juegan sin armonía todos los colores del
  arco íris.

  La marina empieza ahora á formarse, y el gobierno, comprendiendo
  que para la prosperidad del Brasil es absolutamente necesaria
  una regular armada, la fomenta y protege en cuanto puede.

  Como pais gobernado constitucionalmente, tiene el Brasil guardia
  nacional, que está mejor uniformada que el ejército.

  Uno de los adelantos positivos del Brasil es la popular
  institucion del jurado en materia civil criminal con que
  cuentan: como pais gobernado con formas representativas, tiene
  su parlamento, compuesto de dos cámaras que periódicamente se
  reunen para dirijir con los ministros los asuntos del imperio.

  La prensa periódica goza de una libertad ilimitada, de la cual
  no hacen muy buen uso ciertos periódicos que tuve ocasion de
  leer, usando voces impropias que solo se hallan en el
  diccionario de las tabernas. Hay cuatro periódicos políticos en
  Rio de alguna importancia: el mas antiguo de todos es el _Diario
  de Comercio_.

  Las principales casas de comercio del Brasil pertenecen á
  extranjeros; como tambien los establecimientos mas lujosos y
  cuanto tiene fisonomía europea: la actividad de los brasileños
  es limitada y corta, lo cual se comprende en razon á su clima y
  á las costumbres que han heredado de los portugueses.

  Las mujeres no son extremadamente agraciadas en general.

  El clima no es tan ardiente como generalmente se cree en Europa:
  solo tres meses del año el calor se deja sentir con alguna
  fuerza, aunque siempre muy soportable: los nueve meses
  restantes, la temperatura es muy soportable, siendo buena sobre
  todo en los meses de mayo, junio, julio y agosto, que son
  verdaderamente primaverales y magníficos.

  Llueve con mucha frecuencia en los meses de mayor calor, con lo
  cual se tempera bastante la atmósfera, y el viento _Pampero_,
  que con mucha frecuencia sopla, refresca y purifica el aire.

  Hace treinta y tres años que el Brasil se emancipó.

  En el Brasil existen todavía los frailes, lo cual es una
  verdadera calamidad, pues tienen en su poder una inmensa
  riqueza, que desamortizada haria prosperar el pais. El gobierno
  deberia decretar su venta inmediata; con ello ganaria mucho el
  Brasil, así como con la supresion de los monjes, cuya
  institucion ha pasado.



  #BUENOS-AIRES Y MONTEVIDEO.#


  De Rio Janeiro á Buenos-Aires y Montevideo se emplean cinco dias
  en vapor.

  La vida es enteramente distinta que en el Brasil: el clima, las
  costumbres, la lengua, todo es diferente.

  La sociedad es fácil y agradable: en Buenos-Aires, cuyo clima es
  delicioso, se cuentan algunos buenos edificios, cafés, hoteles,
  tiendas elegantes, muchos casinos, donde se reune una buena
  sociedad, excelentes paseos, dos teatros, hermosas mujeres.

  La agitacion política en que por desgracia viven casi siempre es
  verdaderamente lamentable: el dia en que se organicen de un modo
  definitivo y estable, dotando al pais de la tranquilidad
  que necesita.

  Buenos-Aires será una de las primeras capitales de la América
  del Sur.

  Su comercio empieza hoy á desarrollarse en grande escala: con
  los elementos de riqueza que posee puede llegar á ser mucho.

  Montevideo tambien es una ciudad alegre y animada: su fisonomía,
  semejante en un todo á la de Buenos-Aires, aunque en menor
  escala, dispierta tambien en el ánimo las mismas dolorosas
  reflexiones.

  Las convulsiones políticas que de luengos años la agitan, casi
  sin tregua, se han opuesto á su desarrollo y prosperidad: con
  sus sitios y bloqueos, han caido por tierra algunos de sus
  edificios....

  La poblacion se ha disminuido en vez de aumentar ... y dejando
  estas reflexiones, tristes para todos, y mas aun para un
  español, terminamos nuestro capítulo sobre América, haciendo
  votos sinceros por la prosperidad de la raza española que puebla
  sus regiones, raza noble, raza digna, que no puede perecer
  jamas, por mas que con sus desgracias haya hecho creer á la
  anglo-sajona del Norte que un dia la absorberá; no, no, ese dia
  es imposible, ese dia no llegará.



  #IMPRESIONES GENERALES#


  El viaje, que nosotros llamamos libro abierto de instruccion,
  donde tanto puede aprenderse: el viaje, que ensancha los
  horizontes de la inteligencia, recreando el ánimo, y
  ofreciéndole siempre nuevos y variados teatros de observacion:
  el viaje, que completa la mejor educacion, que proporciona el
  inmenso júbilo de contemplar las bellezas de la naturaleza, de
  pararse aturdido y absorto delante de los prodigios que guarda
  en su seno: el viaje, que dotando de nuevos conocimientos al que
  estudia, permite análisis comparativos de las civilizaciones de
  los pueblos entre sí; el viaje, que facilita el estudio de las
  costumbres, que dispierta el amor al estudio de las lenguas; el
  viaje, en resúmen, es para nosotros la mas perfecta de las
  educaciones, el mejor de los placeres, nuestra mas decidida
  inclinacion.

  La idea sola de un paseo por Francia, Suiza, Italia, ó
  cualquiera otro pais de Europa, nos produce una
  satisfaccion grande.

  Entrevemos, desde ántes de comenzar el viaje, una serie de
  emociones nuevas á cual mas agradables.

  Los trajes, la lengua, los usos y costumbres, la naturaleza,
  múltiple y una, se nos presentan con interes, con novedad, con
  encanto: nunca nos acordamos de las incomodidades que por
  precision deben soportarse viajando.

  Hoy, con las líneas férreas que cruzan la Europa, con los
  excelentes hoteles que en general se encuentran, no hay
  penalidades que sufrir.

  Aparte de nuestra pasion por los viajes, del íntimo
  convencimiento que tenemos de la instruccion que reportan,
  contamos con otra ventaja de mucha utilidad, que es la de
  amoldarnos instintivamente y sin estudio alguno, á los usos,
  costumbres, lengua y clima del pais donde nos encontramos.

  Sin dejar de ser nunca españoles, nos hallamos como en nuestra
  patria, allí donde viajamos, acomodándonos fácilmente á cuantas
  variaciones ofrecen entre sí los pueblos, en su manera de vivir
  en sociedad, de hablar, de sentir.

  Cuando por regla general el que viaja, permanece como extranjero
  en todas partes, nosotros tenemos la ventaja de asimilarnos y
  convenirnos con los nuevos paises que visitamos, y esto se
  realiza, sin estudio, espontáneamente.

  De aquí el que tan bien nos encontremos en todas partes.

  Y á la verdad, cada vez que atravesamos una frontera, oyendo
  hablar una nueva lengua, observando otra expresion en las
  fisonomías, deteniéndonos en las diferencias de trajes, un
  estudio agradable y provechoso comienza para nosotros, que con
  placer pretendemos conocer las dotes fisonómicas y particulares
  á cada una de esas grandes familias que se llaman naciones.

  Para muchos, la llegada á una ciudad de un pais extraño, que se
  visita por primera vez, es una impresion desagradable: porque en
  vano se cruzan calles y plazas pobladas de gentes que cruzan en
  todas direcciones: como que el viajero á ninguno conoce, como
  nadie le espera, como todas las fisonomías son nuevas, parece
  que entónces el título de extranjero entristece y desconsuela,
  haciendo sobre el ánimo una impresion dolorosa el estado de
  completo aislamiento en que se encuentra.

  Esto es lo que sucede á muchos, y en verdad que se comprende y
  explica; y no es ménos cierto que esta circunstancia desalienta
  á algunos, que afectados por el silencio de amistad que se hace
  en su alrededor, sufren los primeros dias á la llegada á nuevas
  poblaciones.

  Muy diferente es la impresion que nosotros recibimos al entrar
  en una ciudad desconocida.

  Sin que pretendamos, ni por asomo, hacer una protesta ridicula
  de excentricismo, nosotros, para ser verídicos, hemos de
  consignar que al contrario de lo que á muchos sucede, tenemos
  una singular complacencia en experimentar lo que hemos
  apuntado ántes.

  Las fisonomías nuevas, la seguridad de que nadie nos espera, el
  nuevo modo de hablar con que satisfacen nuestras preguntas,
  todas las diferencias de detalle que siempre se observan en un
  pueblo que uno visita por vez primera, nos sirven de ocasion
  para estudios aménos, nos prestan asunto para observaciones, nos
  distraen y entretienen agradablemente.

  Tan luego como entramos en una ciudad que desconocemos del todo,
  y un cuarto de hora despues de establecernos en un hotel,
  salimos á la calle, y sin guias, sin _commissionnaires_, solos
  completamente, avanzamos en la direccion que mas nos place.

  A la vista de un monumento, de una iglesia notable, de un
  edificio de valía, nos detenemos á visitarle, penetramos en los
  templos, vamos á los sitios de concurrencia, observamos por
  todas partes.

  Este es nuestro sistema, este nuestro particular placer: si como
  yo confieso, no es del gusto de todos, á mí me produce
  agradables impresiones, esa es la verdad.

  Los que viajan con un guia en la mano reciben solo de rechazo
  las ideas, juzgan con prevencion, hablan como el libro, y
  carecen del exquisito placer de recibir emociones directas.

  Antes de que penetren en una ciudad, el _Guia del Viajero_ que
  sin cesar hojean, les cuenta ya el número de edificios notables
  que es preciso visitar, la arquitectura especial de cada uno, el
  hotel á que se dirigen, las curiosidades dignas de ser vistas;
  en una palabra, reglamentan las visitas del viajero, le señalan
  el método que debe observar, le comunican apreciaciones y
  juicios previos, y le quitan la hermosa facultad de juzgar por
  sus propios ojos, de sentir por sus afecciones, de pensar segun
  su juicio, de apuntar notas que le dicten su gusto propio y su
  criterio particular, le anulan el viaje, le desencantan de
  antemano, le roban la ilusion de la novedad.

  Comprendo sin dificultad que muchos viajeros, quizá la mayor
  parte, juzgan y ven por sí mismos, sin adoptar las opiniones del
  redactor del _Guia_: ya sé que no todos se atienen á lo que
  leen; pero á pesar de todo su buen deseo de juzgar por sí, de
  ser independientes en sus observaciones, siempre hace algun
  efecto la lectura de las descripciones, la pintura de las
  costumbres y el juicio general de las costumbres y usos
  del pais.

  Con mi sistema de viajar, yo no siento mas emociones que las que
  directamente recibo de las personas que trato, de los monumentos
  que contemplo, de las costumbres que observo.

  Juzgo todo sin el agente intermediario del _Guia_, segun lo que
  veo, segun lo que siento. De este modo disfruto mas, porqué
  sabido es que cuando se conoce de antemano y por descripciones
  una ciudad, el encanto del misterio y la completa ignorancia de
  lo que es, que permite á la imaginacion crear paisaje y cuadros
  variados, desaparece por completo y no puede tener lugar.

  Aun en las grandes ciudades sigo el mismo órden: el azar y la
  casualidad son mis guias, sigo las calles que mejor me parecen,
  buscando las sorpresas agradables y pidiendo solo á la
  casualidad la ocasion de los monumentos.

  Recuerdo perfectamente que en mi primer viaje á Lóndres, tuve la
  satisfaccion de encontrarme de improviso, y sin sospecharlo
  siquiera, frente á frente del suntuoso y admirable edificio del
  Parlamento.

  La emocion mágica que experimenté contemplándole, de seguro que
  no la hubiera apreciado en su grande valor, si hubiese salido
  del hotel acompañado de un _cicerone_, que en el camino me
  hubiera descrito el edificio, ponderado la severidad de su
  gótica arquitectura y dádome una idea de su grandeza.

  Hé aquí porque huyo siempre de las noticias y descripciones
  anticipadas, quiero recibirlas por mí mismo.

  Apuntadas brevemente mis impresiones generales en los viajes, y
  recojidos mis extractos y notas, aunque en desordenada
  redaccion, terminamos este libro, sin pretensiones escrito.

  La ingenua y antigua usanza de reclamar el autor en la primera
  página de su obra, la indulgencia del lector, ha caido en desuso
  desgraciada ó afortunadamente. Aun á riesgo de aparecer
  desafecto á la moda actual, recomiendo aunque tarde mi humilde
  libro á la benevolencia de quien le hojee, ora sea con
  distraccion.

  Este breve compendio escrito de mis excursiones por Europa y
  América, traduce dos sentimientos, implica un doble deseo:
  levanto mi débil voz en esta estruendosa Roma moderna, que se
  llama Paris, para dar á conocer mi querida patria, y me cumplo
  la deuda que al comenzar mis viajes contraje de recojer mis
  impresiones y publicarlas.

  Temo que mi voz se apague en el ruido y sospecho que este libro
  no está cuidadosamente escrito: me queda sin embargo mi
  buen deseo.

  Paris, abril 1858.



  #FIN.#



  #INDICE.#

  A mi querido amigo el Sr. D. G. PETANO Y MAZARIEGOS
  De como un prólogo es á veces necesario
  España
  Francia
  Paris
  Suiza
  Berna
  Inglaterra
  Italia
  Turin
  Alemania
  Viena
  Portugal
  América
  Brasil
  Buenos-Aires y Montevideo
  Impresiones generales



  [Footnote 1: Que dan ocupacion á 60,000 obreros.]

  [Footnote 2: Segun la estadística publicada por el _Moniteur_ en
  julio de 1857, no han podido firmar sus contratos matrimoniales,
  por no saben leer ni escribir, _la tercera parte de los hombres
  y la mitad de las mujeres_.]

  [Footnote 3: Hoy se va de Bayona á Burdeos por camino de
  hierro.]

  [Footnote 4: Es inmenso, atraviesa el corazon de Paris, termina
  en la plaza de la Bastilla.]

  [Footnote 5: Merece una visita especial el colosal é imponente
  de las Hales, el mas vasto y elegante de Europa.]

  [Footnote 6: La columna esta fundida con los cañones que se
  tomaron en la batalla de Austerlitz.]

  [Footnote 7: Yo no participo de esa opinion. La Rachel vivia
  cuando yo visité por vez primera el teatro.]

  [Footnote 8: En los portales de todas las casas se leen los
  nombres de los inquilinos que las habitan: al lado de cada
  nombre se halla el tirador de la campanilla que corresponde
  al cuarto.]

  [Footnote 9: Hoy se va en camino de hierro hasta cerca de
  Berna.]

  [Footnote 10: El mejor hotel de Basilea es el de los tres Reyes,
  con una galería sobre el famoso Rin.]

  [Footnote 11: Todas las casas de beneficencia é instruccion en
  Suiza son lo mejor de Europa.]

  [Footnote 12: Junto al lago de Thun se celebra la renombrada
  fiesta federal.]

  [Footnote 13: Cercado por elegantes casas y palacios, aspecto de
  Paris, le cruzan varios puentes.]

  [Footnote 14: En la capital de este canton hay un magnífico
  archivo de manuscritos.]

  [Footnote 15: Las tradiciones aristocráticas de algunos
  cantones, que las municipalidades sostenían, han dejado
  de existir.]

  [Footnote 16: En sus numerosos clubs.]

  [Footnote 17: Donde oí al pueblo el célebre _Go to church_.]

  [Footnote 18: Hasta en la manera de llamar á las puertas se
  distinguen los ricos de los pobres; ¡esa es la
  libertad inglesa!]

  [Footnote 19: Visité el célebre túnel que se halla al pié del
  puente de Lóndres, obra innecesaria y de puro lujo.]

  [Footnote 20: Cerca de Fluelen, Altorf, patria de Guillermo
  Tell, con una fuente en honor suyo.]

  [Footnote 21: Tiene otras dos ciudades el Tesino, que son Lugano
  y Locarno; Bellinzona es la capital.]

  [Footnote 22: El puente de Rialto fué construido por Antonio de
  Porte.]

  [Footnote 23: Ludovico Manini estaba á la cabeza de la república
  veneciana cuando esta fué muerta por Napoleon en 1799.]

  [Footnote 24: En la plaza de San Carlo, un monumento dedicado á
  Manuel Filiberto, muy bueno, obra del escultor Marrochetti.]

  [Footnote 25: Aconsejo tambien al viajero que visite en Turin la
  galería Beaumont, soberbia coleccion de armaduras de los condes
  de la casa de Saboya.]

  [Footnote 26: Solo merece verse la capilla del Sudario en la
  catedral de San Juan; tiene una bóveda de mármol negro,
  bastante notable.]

  [Footnote 27: Cuando yo crucé la Saboya, Eugenio Sue se hallaba
  establecido en un pueblecito cerca de Chambery.]

  [Footnote 28: Cerca de Chambery, visité los sitios que describe
  y habitó Rousseau, entre ellos la casa Charmettes, donde pasaron
  sus amores con madame Warens, muchos recuerdos de Saboya.]

  [Footnote 29: La que existe en Dresde, capital de la Sajonia, es
  mucho mejor y mas rica.]

  [Footnote 30: Por ejemplo la nueva de Maximiliano, adornada con
  una soberbia estatua dedicada al general Devoy.]

  [Footnote 31: En una plaza cuyo nombre he olvidado se levanta un
  obelisco de bronce, en memoria de las guerras con Napoleon.]

  [Footnote 32: En esta misma universidad de Munich, estudió el
  célebre filósofo Schelling.]

  [Footnote 33: Este vapor, botado al agua en 1836, ha sido el
  primero que se ha construido en Europa de 2500 toneladas, y el
  primero que de sus dimensiones hizo viaje á América.]

  [Footnote 34: Madera puede decirse que es una isla inglesa,
  tantos son los ingleses que allí residen.]

  [Footnote 35: Hay en Petrópolis una colonia alemana.]





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