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Title: Prosas Profanas - Volumen II de las Obras Completas
Author: Darío, Rubén
Language: Spanish
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*** Start of this LibraryBlog Digital Book "Prosas Profanas - Volumen II de las Obras Completas" ***


produced from images generously made available by The
Internet Archive/Canadian Libraries)



  Nota del Transcriptor:


  Se ha respetado la ortografía y la acentuación del original.

  Errores obvios de imprenta han sido corregidos.

  Páginas en blanco han sido eliminadas.

  Letras itálicas son denotadas con _líneas_.

  Las versalitas (letras mayúsculas de tamaño igual a las minúsculas)
  han sido sustituidas por letras mayúsculas de tamaño normal.



  PROSAS PROFANAS
  Y OTROS POEMAS



[Ilustración]

    PROSAS
   PROFANAS

     POR

  RUBÉN DARIO


  ILUSTRACIONES

       DE

  ENRIQUE OCHOA


Volumen II de las obras completas. Administración: Editorial MUNDO
LATINO

MADRID.



[Ilustración]

ES PROPIEDAD



PALABRAS LIMINARES


[Ilustración]

PALABRAS LIMINARES

_DESPUÉS de_ Azul.. _después de_ Los Raros, _voces insinuantes, buena y
mala intención, entusiasmo sonoro y envidia subterránea--todo bella
cosecha--, solicitaron lo que, en conciencia, no he creído fructuoso ni
oportuno: un manifiesto_.

_Ni fructuoso ni oportuno:_

a) _Por la absoluta falta de elevación mental de la mayoría pensante de
nuestro continente, en la cual impera el universal personaje clasificado
por Remy de Gourmont con el nombre de Celui-qui-ne-comprend-pas.
Celui-qui-ne-comprend pas es, entre nosotros, profesor, académico
correspondiente de la Real Academia Española, periodista, abogado,
poeta, rastaquouer,_

b) _Porque la obra colectiva de los nuevos de América es aún vana,
estando muchos de los mejores talentos en el limbo de un completo
desconocimiento del mismo Arte a que se consagran._

c) _Porque proclamando, como proclamo, una estética acrática, la
imposición de un modelo o de un código implicaría una contradicción._

_Yo no tengo literatura "mía"--como lo ha manifestado una magistral
autoridad--, para marcar el rumbo de los demás: mi literatura es mía en
mí--; quien siga servilmente mis huellas perderá su tesoro personal y,
paje o esclavo, no podrá ocultar sello o librea. Wagner a Augusta
Holmés, su discípula, dijo un día: "lo primero, no imitar a nadie, y
sobre todo, a mí". Gran decir._

[Ilustración]

_Yo he dicho, en la misa rosa de mi juventud, mis antífonas, mis
secuencias, mis profanas prosas--. Tiempo y menos fatigas de alma y
corazón me han hecho falta, para, como un buen monje artífice, hacer mis
mayúsculas dignas de cada página del breviario. (A través de los fuegos
divinos de las vidrieras historiadas, me río del viento que sopla
afuera, del mal que pasa.) Tocad, campanas de oro, campanas de plata,
tocad todos los días llamándome a la fiesta en que brillan los ojos de
fuego, y las rosas de las bocas sangran delicias únicas. Mi órgano es
un viejo clavicordio pompadour, al son del cual danzaron sus gavotas
alegres abuelos; y el perfume de tu pecho es mi perfume, eterno
incensario de carne, Varona inmortal, flor de mi costilla._

_Hombre soy._

[Ilustración]

_¿Hay en mi sangre alguna gota de sangre de África, o de indio chorotega
o nagrandano? Pudiera ser, a despecho de mis manos de marqués; mas he
aquí que veréis en mis versos princesas, reyes, cosas imperiales,
visiones de países lejanos o imposibles; ¡qué queréis! yo detesto la
vida y el tiempo en que me tocó nacer; y a un presidente de República no
podré saludarle en el idioma en que te cantaría a ti, ¡oh, Halagabal! de
cuya corte--oro, seda, mármol--me acuerdo en sueños..._

(_Si hay poesía en nuestra América, ella está en las cosas viejas: en
Palenke y Utatlán, en el indio legendario, y en el inca sensual y fino,
y en el gran Moctezuma de la silla de oro. Lo demás es tuyo, demócrata
Walt Whitman._)

_Buenos Aires; Cosmópolis._

_¡Y mañana!_

[Ilustración]

_El abuelo español de barba blanca me señala una serie de retratos
ilustres: "Este, me dice, es el gran don Miguel de Cervantes Saavedra,
genio y manco; éste es Lope de Vega, éste Garcilaso, éste Quintana." Yo
le pregunto por el noble Gracián, por Teresa la Santa, por el bravo
Góngora y el más fuerte de todos, don Francisco de Quevedo y Villegas.
Después exclamo: ¡Shakespeare! ¡Dante! ¡Hugo...! (Y en mi interior:
¡Verlaine...!)_

_Luego al despedirme--: "Abuelo, preciso es decíroslo: mi esposa es de
mi tierra; mi querida, de París."_

[Ilustración]

_¿Y la cuestión métrica? ¿Y el ritmo?_

_Como cada palabra tiene una alma, hay en cada verso, además de la
armonía verbal, una melodía ideal. La música es sólo de la idea, muchas
veces._

[Ilustración]

_La gritería de trescientas ocas no te impedirá, silvano, tocar tu
encantadora flauta, con tal de que tu amigo el ruiseñor esté contento de
tu melodía. Cuando él no esté para escucharte, cierra los ojos y toca
para los habitantes de tu reino interior. ¡Oh, pueblo de desnudas
ninfas, de rosadas reinas, de amorosas diosas!_

_Cae a tus pies una rosa, otra rosa, otra rosa. ¡Y besos!_

[Ilustración]

_Y la primera ley, creador: crear. Bufe el eunuco. Cuando una musa te dé
un hijo, queden las otras ocho en cinta._

                                                         R. D.

[Ilustración]



[Ilustración]

PROSAS PROFANAS


[Ilustración]

ERA UN AIRE SUAVE...

      ERA un aire suave, de pausados giros;
    El hada Harmonía ritmaba sus vuelos;
    E iban frases vagas y tenues suspiros
    Entre los sollozos de los violoncelos.

      Sobre la terraza, junto a los ramajes,
    Diríase un trémolo de liras eolias
    Cuando acariciaban los sedosos trajes,
    Sobre el tallo erguidas, las blancas magnolias.

      La marquesa Eulalia risas y desvíos
    Daba a un tiempo mismo para dos rivales:
    El vizconde rubio de los desafíos
    Y el abate joven de los madrigales.

      Cerca, coronado con hojas de viña,
    Reía en su máscara Término barbudo,
    Y, como un efebo que fuese una niña,
    Mostraba una Diana su mármol desnudo.

      Y bajo un boscaje del amor palestra,
    Sobre rico zócalo al modo de Jonia,
    Con un candelabro prendido en la diestra
    Volaba el Mercurio de Juan de Bolonia.

      La orquesta perlaba sus mágicas notas;
    Un coro de sones alados se oía;
    Galantes pavanas fugaces gavotas,
    Cantaban los dulces violines de Hungría.

      Al oir las quejas de sus caballeros
    Ríe, ríe, ríe, la divina Eulalia,
    Pues son su tesoro las flechas de Eros,
    El cinto de Cipria, la rueca de Onfalia.

      ¡Ay de quien sus mieles y frases recoja!
    ¡Ay de quien del canto de su amor se fíe!
    Con sus ojos lindos y su boca roja,
    La divina Eulalia, ríe, ríe, ríe.

      Tiene azules ojos, es maligna y bella;
    Cuando mira vierte viva luz extraña;
    Se asoma a sus húmedas pupilas de estrella
    El alma del rubio cristal de Champaña.

      Es noche de fiesta, y el baile de trajes
    Ostenta su gloria de triunfos mundanos.
    La divina Eulalia, vestida de encajes,
    Una flor destroza con sus tersas manos.

      El teclado armónico de su risa fina
    A la alegre música de un pájaro iguala.
    Con los staccati de una bailarina
    Y las locas fugas de una colegiala.

      ¡Amoroso pájaro que trinos exhala
    Bajo el ala a veces ocultando el pico;
    Que desdenes rudos lanza bajo el ala,
    Bajo el ala aleve del leve abanico!

      Cuando a media noche sus notas arranque
    Y en arpegios áureos gima Filomela,
    Y el ebúrneo cisne, sobre el quieto estanque,
    Como blanca góndola imprima su estela,

      La marquesa alegre llegará al boscaje,
    Boscaje que cubre la amable glorieta
    Donde han de estrecharla los brazos de un paje,
    que siendo su paje será su poeta.

      Al compás de un canto de artista de Italia
    Que en la brisa errante la orquesta deslíe,
    Junto a los rivales, la divina Eulalia,
    La divina Eulalia, ríe, ríe, ríe.

      ¿Fué acaso en el tiempo del rey Luis de Francia,
    Sol con corte de astros, en campos de azur,
    Cuando los alcázares llenó de fragancia
    La regia y pomposa rosa Pompadour?

      ¿Fué cuando la bella su falda cogía
    Con dedos de ninfa, bailando el minué,
    Y de los compases el ritmo seguía
    Sobre el tacón rojo, lindo y leve el pie?

      ¿O cuando pastoras de floridos valles
    Ornaban con cintas sus albos corderos,
    Y oían, divinas Tirsis de Versalles,
    Las declaraciones de sus caballeros?

      ¿Fué en ese buen tiempo de duques pastores,
    De amantes princesas y tiernos galanes,
    Cuando entre sonrisas y perlas y flores
    Iban las casacas de los chambelanes?

      ¿Fué acaso en el Norte o en el Mediodía?
    Yo el tiempo y el día y el país ignoro;
    Pero sé que Eulalia ríe todavía,
    ¡Y es cruel y eterna su risa de oro!

      1893.

[Ilustración]


[Ilustración]

DIVAGACIÓN

      ¿VIENES? me llega aquí, pues que suspiras,
    Un soplo de las mágicas fragancias
    Que hicieran los delirios de las liras
    En las Grecias, las Romas y las Francias.

      ¡Suspira así! Revuelen las abejas
    Al olor de la olímpica ambrosía,
    En los perfumes que en el aire dejas;
    Y el dios de piedra se despierte y ría.


      Y el dios de piedra se despierte y cante
    La gloria de los tirsos florecientes
    En el gesto ritual de la bacante
    De rojos labios y nevados dientes;

      En el gesto ritual que en las hermosas
    Ninfalias guía a la divina hoguera,
    Hoguera que hace llamear las rosas
    En las manchadas pieles de pantera.

      Y pues amas reir, ríe, y la brisa
    Lleve el son de los líricos cristales
    De tu reir, y haga temblar la risa
    La barba de los Términos joviales.

      Mira hacia el lado del boscaje, mira
    Blanquear el muslo de marfil de Diana,
    Y después de la Virgen, la Hetaira
    Diosa, su blanca, rosa y rubia hermana.

      Pasa en busca de Adonis; sus aromas
    Deleitan a las rosas y los nardos;
    Síguela una pareja de palomas
    Y hay tras ella una fuga de leopardos.

[Ilustración]

      ¿Te gusta amar en griego? Yo las fiestas
    Galantes busco, en donde se recuerde,
    Al suave són de rítmicas orquestas,
    La tierra de la luz y el mirlo verde.

      (Los abates refieren aventuras
    A las rubias marquesas. Soñolientos
    Filósofos defienden las ternuras
    Del amor, con sutiles argumentos,

      Mientras que surge de la verde grama,
    En la mano el acanto de Corinto,
    Una ninfa a quien puso un epigrama
    Beaumarchais, sobre el mármol de su plinto.

      Amo más que la Grecia de los griegos
    La Grecia de la Francia, porque en Francia,
    Al eco de las Risas y los Juegos,
    Su más dulce licor Venus escancia.

      Demuestran más encantos y perfidias
    Coronadas de flores y desnudas,
    Las diosas de Clodión que las de Fidias;
    Unas cantan francés, otras son mudas.

      Verlaine es más que Sócrates; y Arsenio
    Houssaye supera al viejo Anacreonte.
    En París reinan el Amor y el Genio.
    Ha perdido su imperio el dios bifronte.

      Monsieur Prudhomme y Homais no saben nada.
    Hay Chipres, Pafos, Tempes y Amatuntes,
    Donde el amor de mi madrina, un hada,
    Tus frescos labios a los míos juntes.)

      Sones de bandolín. El rojo vino
    Conduce un paje rojo. ¿Amas los sones
    Del bandolín, y un amor florentino?
    Serás la reina en los decamerones.

      (Un coro de poetas y pintores
    Cuenta historias picantes. Con maligna
    Sonrisa alegre aprueban los señores.
    Clelia enrojece, una dueña se signa.)

      ¿O un amor alemán?--que no han sentido
    Jamás los alemanes--: la celeste
    Gretchen; claro de luna; el aria; el nido
    Del ruiseñor; y en una roca agreste,

      La luz de nieve que del cielo llega
    Y baña a una hermosura que suspira
    La queja vaga que a la noche entrega
    Loreley en la lengua de la lira.

      Y sobre el agua azul el caballero
    Lohengrín; y su cisne, cual si fuese
    Un cincelado témpano viajero,
    Con su cuello enarcado en forma de S.

      Y del divino Enrique Heine un canto,
    A la orilla del Rhin; y del divino
    Wolfgang la larga cabellera, el manto;
    Y de la uva teutona el blanco vino.

      O amor lleno de sol, amor de España,
    Amor lleno de púrpuras y oros;
    Amor que da el clavel, la flor extraña
    Regada con la sangre de los toros;

      Flor de gitanas, flor que amor recela
    Amor de sangre y luz, pasiones locas;
    Flor que trasciende a clavo y a canela,
    Roja cual las heridas y las bocas.

[Ilustración]

      ¿Los amores exóticos acaso...?
    Como rosa de Oriente me fascinas:
    Me deleitan la seda, el oro, el raso.
    Gautier adoraba a las princesas chinas.

      ¡Oh, bello amor de mil genuflexiones;
    Torres de kaolín, pies imposibles,
    Tazas de té, tortugas y dragones,
    Y verdes arrozales apacibles!

      Ámame en chino, en el sonoro chino
    De Li-Tai-Pe. Yo igualaré a los sabios
    Poetas que interpretan el destino;
    Madrigalizaré junto a tus labios.

      Diré que eres más bella que la luna;
    Que el tesoro del cielo es menos rico
    Que el tesoro que vela la importuna
    Caricia de Marfil de tu abanico.

[Ilustración]

      Ámame, japonesa, japonesa
    Antigua, que no sepa de naciones
    Occidentales; tal una princesa
    Con las pupilas llenas de visiones,

      Que aún ignorase en la sagrada Kioto,
    En su labrado camarín de plata,
    Ornado al par de crisantemo y loto,
    La civilización de Yamagata.

      O con amor hindú que alza sus llamas
    En la visión suprema de los mitos,
    Y hace temblar en misteriosas bramas
    La iniciación de los sagrados ritos,

      En tanto mueven tigres y panteras
    Sus hierros, y en los fuertes elefantes
    Sueñan con ideales bayaderas
    Los rajahs, constelados de brillantes.

      O negra, negra como la que canta
    En su Jerusalem el rey hermoso,
    Negra que haga brotar bajo su planta
    La rosa y la cicuta del reposo...

      Amor, en fin, que todo diga y cante,
    Amor que encante y deje sorprendida
    A la serpiente de ojos de diamante
    Que está enroscada al árbol de la vida.

      Amame así, fatal cosmopolita,
    Universal, inmensa, única, sola
    y todas; misteriosa y erudita:
    Amame mar y nube, espuma y ola.

      Sé mi reina de Saba, mi tesoro;
    Descansa en mis palacios solitarios.
    Duerme. Yo encenderé los incensarios.
    Y junto a mi unicornio cuerno de oro,
    Tendrán rosas y miel tus dromedarios.

      Tigre Hotel, Diciembre 1894.

[Ilustración]


[Ilustración]

SONATINA

      LA princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa?
    Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
    Que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
    La princesa está pálida en su silla de oro,
    Está mudo el teclado de su clave sonoro;
    Y en un vaso olvidada se desmaya una flor.

      El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
    Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
    Y vestido de rojo piruetea el bufón.
    La princesa no ríe, la princesa no siente;
    La princesa persigue por el cielo de Oriente
    La libélula vaga de una vaga ilusión.

      ¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China,
    O en el que ha detenido su carroza argentina
    Para ver de sus ojos la dulzura de luz,
    O en el rey de las Islas de las rosas fragantes,
    O en el que es soberano de los claros diamantes,
    O en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

      ¡Ay! la pobre princesa de la boca de rosa,
    Quiere ser golondrina, quiere ser mariposa.
    Tener alas ligeras, bajo el cielo volar,
    Ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
    Saludar a los lirios con los versos de Mayo,
    O perderse en el viento sobre el trueno del mar.

      Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
    Ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
    Ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
    Y están tristes las flores por la flor de la corte;
    Los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
    De Occidente las dalias y las rosas del Sur.

      ¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
    Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
    En la jaula de mármol del palacio real;
    El palacio soberbio que vigilan los guardas,
    Que custodian cien negros con sus cien alabardas,
    Un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

      ¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
    (La princesa está triste. La princesa está pálida)
    ¡Oh, visión adorada de oro, rosa y marfil!
    ¡Quien volara a la tierra donde un príncipe existe
    (La princesa está pálida. La princesa está triste)
    Más brillante que el alba, más hermoso que Abril!

      Calla, calla, princesa,--dice el hada madrina--
    En caballo con alas, hacia acá se encamina,
    En el cinto la espada y en la mano el azor,
    El feliz caballero que te adora sin verte,
    Y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
    A encenderte los labios con su beso de amor!

[Ilustración]


[Ilustración]

BLASÓN


[Ilustración]

BLASÓN
     _Para la condesa de Peralta._

      EL olímpico cisne de nieve
    Con el ágata rosa del pico
    Lustra el ala eucarística y breve
    que abre al sol como un casto abanico.

      En la forma de un brazo de lira
    Y del asa de un ánfora griega
    Es su cándido cuello, que inspira
    Como prora ideal que navega.

      Es el cisne, de estirpe sagrada,
    Cuyo beso, por campos de seda,
    Ascendió hasta la cima rosada
    De las dulces colinas de Leda.

      Blanco rey de la fuente Castalia
    Su victoria ilumina el Danubio;
    Vinci fué su barón en Italia;
    Lohengrín es su príncipe rubio.

      Su blancura es hermana del lino,
    Del botón de los blancos rosales
    Y del albo toisón diamantino
    De los tiernos corderos pascuales.

      Rimador de ideal florilegio
    Es de armiño su lírico manto,
    Y es el mágico pájaro regio
    Que al morir rima el alma en un canto.

      El alado aristócrata muestra
    Lises albos en campo de azur,
    Y ha sentido en sus plumas la diestra
    De la amable y gentil Pompadour.

      Boga y boga en el lago sonoro
    Donde el sueño a los tristes espera,
    Donde aguarda una góndola de oro
    A la novia de Luis de Baviera.

      Dad, Condesa, a los cisnes cariño,
    Dioses son de un país halagüeño,
    Y hechos son de perfume, de armiño,
    De luz alba, de seda y de sueño.

[Ilustración]


[Ilustración]

DEL CAMPO

      ¡Pradera, feliz día! Del regio Buenos Aires
    Quedaron allá lejos el fuego y el hervor;
    Hoy en tu verde triunfo tendrán mis sueños vida,
    Respiraré tu aliento, me bañaré en tu sol.

      Muy buenos días, huerto. Saludo la frescura
    Que brota de las ramas de tu durazno en flor;
    Formada de rosales tu calle de Florida
    Mira pasar la Gloria, la Banca y el Sport.

      Un pájaro poeta, rumia en su buche versos;
    Chismoso y petulante, charlando va un gorrión;
    Las plantas trepadoras conversan de política;
    Las rosas y los lirios, del arte y del amor.

      Rigiendo su cuadriga de mágicas libélulas,
    De sueños millonarios, pasa el travieso Puck;
    Y, espléndida sportwoman, en su celeste carro,
    La emperatriz Titania seguida de Oberón.

      De noche, cuando muestra su medio anillo de oro,
    Bajo el azul tranquilo, la amada de Pierrot,
    Es una fiesta pálida la que en el huerto reina,
    Toca en la lira el aire su do-re-mi-fa-sol.

      Curiosas las violetas a su balcón se asoman.
    Y una suspira: «¡lástima que falte el ruiseñor!»
    Los silfos acompasan la danza de las brisas
    En un walpurgis vago de aroma y de visión.

      De pronto se oye el eco del grito de la pampa;
    Brilla como una puesta del argentino sol;
    Y un espectral jinete, como una sombra cruza,
    Sobre su espalda un poncho; sobre su faz, dolor.

      --«¿Quién eres, solitario viajero de la noche?»
    --«Yo soy la Poesía que un tiempo aquí reinó:
    ¡Yo soy el postrer gaucho que parte para siempre,
    De nuestra vieja patria llevando el corazón!»

[Ilustración]


[Ilustración]

ALABA LOS OJOS NEGROS DE JULIA

      EVA era rubia? No. Con negros ojos
    Vió la manzana del jardín: con labios
    Rojos probó su miel; con labios rojos
    Que saben hoy más ciencia que los sabios.

      Venus tuvo el azur en sus pupilas
    Pero su hijo no. Negros y fieros
    Encienden a las tórtolas tranquilas
    Los dos ojos de Eros.

      Los ojos de las reinas fabulosas,
    De las reinas magníficas y fuertes,
    Tenían las pupilas tenebrosas
    Que daban los amores y las muertes.

      Pentensilea, reina de amazonas,
    Judith, espada y fuerza de Betulia,
    Cleopatra, encantadora de coronas,
    La luz tuvieron de tus ojos, Julia.

      La negra, que es más luz que la luz blanca
    Del sol, y las azules de los cielos.
    Luz que el más rojo resplandor arranca
    Al diamante terrible de los celos.

      Luz negra, luz divina, luz que alegra
    La luz meridional, luz de las niñas,
    De las grandes ojeras, ¡oh, luz negra
    Que hace cantar a Pan bajo las viñas!

[Ilustración]


[Ilustración]

CANCIÓN DE CARNAVAL
       _Le carnaval s'amuse!
       Viens le chanter, ma Muse..._
                        BANVILLE.

    MUSA, la máscara apresta,
    Ensaya un aire jovial
    Y goza y ríe en la fiesta
        Del carnaval.

    Ríe en la danza que gira,
    Muestra la pierna rosada,
    Y suene, como una lira,
        Tu carcajada.

    Para volar más ligera
    Ponte dos hojas de rosa,
    Como hace tu compañera
        La mariposa.

    Y que en tu boca risueña,
    Que se une al alegre coro,
    Deje la abeja posteña
        Su miel de oro.

    Unete a la mascarada,
    Y mientras muequea un clown
    Con la faz pintarrajeada
        Como Frank Brown;

    Mientras Arlequín revela
    Que al prisma sus tintes roba
    Y aparece Pulchinela
        Con su joroba,

    Di a Colombina la bella
    Lo que de ella pienso yo,
    Y descorcha una botella
        Para Pierrot.

    Que él te cuente cómo rima
    Sus amores con la luna
    Y te haga un poema en una
        Pantomima.

    Da al aire la serenata,
    Toca el áuro bandolín,
    Lleva un látigo de plata
        Para el _spleen_.

    Sé lírica y sé bizarra;
    Con la cítara sé griega;
    O gaucha, con la guitarra
        De santos Vega.

    Mueve tu espléndido torso
    Por las calles pintorescas
    Y juega y adorna el corso,
        Con rosas frescas.

    De perlas riega un tesoro
    De Andrade en el regio nido,
    Y en la hopalanda de Guido,
        Polvo de oro.

    Penas y duelos olvida,
    Canta deleites y amores;
    Busca la flor de las flores
        Por Florida.

    Con la armonía le encantas
    De las rimas de cristal,
    Y deshojas a sus plantas,
        Un madrigal.

    Piruetea, baila, inspira
    Versos locos y joviales,
    Celebre la alegre lira
        Los carnavales.

    Sus gritos y sus canciones.
    Sus comparsas y sus trajes
    Sus perlas, tintes y encajes
        y pompones.

    Y lleve la rauda brisa,
    Sonora, argentina, fresca,
    La victoria de tu risa
        Funambulesca!


[Ilustración]

PARA UNA CUBANA

      POESÍA dulce y mística,
    Busca a la blanca cubana
    Que se asomó a la ventana
    Como una visión artística.

      Misteriosa y cabalística,
    Puede dar celos a Diana,
    Con su faz de porcelana
    De una blancura eucarística.

      Llena de un prestigio asiático,
    Roja, en el rostro enigmático,
    Su boca púrpura finge

      Y al sonreirse vi en ella
    El resplandor de una estrella
    Que fuese alma de una esfinge.


[Ilustración]

PARA LA MISMA

      MIRÉ al sentarme a la mesa,
    Bañado en la luz del día,
    El retrato de María,
    La cubana-japonesa.

      El aire acaricia y besa,
    Como un amante lo haría,
    La orgullosa bizarría,
    De la cabellera espesa.

      Diera un tesoro el Mikado
    Por sentirse acariciado
    Por princesa tan gentil,

      Digna de que un gran pintor
    La pinte junto a una flor
    En un vaso de marfil.

[Ilustración]


[Ilustración]

BOUQUET


[Ilustración]

BOUQUET

      Un poeta egregio del país de Francia,
    Que con versos áureos alabó el amor,
    Formó un ramo armónico, lleno de elegancia,
    En su _Sinfonía en Blanco Mayor_.

      Yo por ti formara, Blanca deliciosa,
    El regalo lírico de un blanco _bouquet_,
    Con la blanca estrella, con la blanca rosa
    Que en los bellos parques del azul se ve.

      Hoy que tú celebras tus bodas de nieve,
    (Tus bodas de virgen con el sueño son)
    Todas sus blancuras, Primavera, llueve
    Sobre la blancura de tu corazón.

      Cirios, cirios blancos, blancos, blancos lirios.
    Cuellos de los cisnes, margarita en flor,
    Galas de la espuma, ceras de los cirios
    Y estrellas celestes tienen tu color.

      Yo al enviarte versos de mi vida arranco
    La flor que te ofrezco, blanco serafín:
    ¡Mira cómo mancha tu corpiño blanco
    La más roja rosa que hay en mi jardín!

[Ilustración]


[Ilustración]

EL FAISÁN

    DIJO sus secretos el faisán de oro:--
    En el gabinete mi blanco tesoro,
    De sus claras risas el divino coro

    Las bellas figuras de los gobelinos,
    Los cristales llenos de aromados vinos,
    Las rosas francesas en los vasos chinos.

    (Las rosas francesas, porque fué allá en Francia
    Donde en el retiro de la dulce estancia
    Esas frescas rosas dieron su fragancia.)

    La cena esperaba. Quitadas las vendas,
    Iban mil amores de flechas tremendas
    En aquella noche de Carnestolendas.

    La careta negra se quitó la niña,
    y tras el preludio de una alegre riña
    Apuró mi boca vino de su viña

    Vino de la viña de la boca loca,
    Que hace arder el beso, que el mordisco invoca.
    ¡Oh los blancos dientes de la loca boca!

    En su boca ardiente yo bebí los vinos,
    y pinzas rosadas, sus dedos divinos,
    Me dieron las fresas y los langostinos.

    Yo la vestimenta de Pierrot tenía,
    Y aunque me alegraba y aunque me reía,
    Moraba en mi alma la melancolía.

    La carnavalesca noche luminosa
    Dió a mi triste espíritu la mujer hermosa,
    Sus ojos de fuego, sus labios de rosa.

    Y en el gabinete del café galante
    Ella se encontraba con su nuevo amante,
    Peregrino pálido de un país distante.

    Llegaban los ecos de vagos cantares;
    Y se despedían de sus azahares
    Miles de purezas en los bulevares.

    Y cuando el champaña me cantó su canto,
    Por una ventana vi que un negro manto
    De nube, de Febo cubría el encanto.

    Y dije a la amada de un día:--¿No viste
    De pronto ponerse la noche tan triste?
    ¿Acaso la Reina de luz ya no existe?

    Ella me miraba. Y el faisán cubierto de plumas de oro:
              --«¡Pierrot! ten por cierto
    Que tu fiel amada, que la Luna, ha muerto!»

[Ilustración]


[Ilustración]

GARÇONNIERE
      _A. G. Grippa._

      COMO era el instante, dígalo la musa
    Que las dichas trae, que las penas lleva:
    La tristeza pasa, velada y confusa;
    La alegría, rosas y azahares nieva.

      Era en un amable nido de soltero,
    De risas y versos, de placer sonoro;
    Era un inspirado cada caballero,
    De sueños azules y vino de oro.

      Un rubio decía frases sentenciosas:
    Negando y amando las musas eternas
    Un bruno decía versos como rosas,
    Dos sonantes rimas y palabras tiernas.

      Los tapices rojos, de doradas listas,
    Cubrían panoplias de pinturas y armas,
    Que hablaban de bellas pasadas conquistas,
    Amantes coloquios y dulces alarmas.

      El verso de fuego de D'Anunzio era
    Como un son divino que en las saturnales
    Guiara las manchadas pieles de pantera.
    A fiestas soberbias y amores triunfales.

      E iban con manchadas pieles de pantera,
    Con tirsos de flores y copas paganas
    Las almas de aquellos jóvenes que viera
    Venus en su templo con palmas hermanas.

      Venus, la celeste reina que adivina
    En las almas vivas alegrías francas
    Y que les confía, por gracia divina,
    Sus abejos de oro, sus palomas blancas.

      Y aquellos amantes de la eterna Dea,
    A la dulce música de la regia rima,
    Oyen el mensaje de la vasta Idea
    Por el compañero que recita y mima.

      Y sobre sus frentes que acaricia el lauro,
    Abril pone amable su beso sonoro,
    Y llevan gozosos, sátiro y centauro.
    La alegría noble del vino de oro.


[Ilustración]

EL PAIS DEL SOL
      _Para una artista cubana._

      JUNTO al negro palacio del rey de la isla de Hierro--(¡oh,
    cruel, horrible destierro!)--¿cómo es que
    tú, hermana harmoniosa, haces cantar al cielo gris,
    tu pajarera de ruiseñores, tu formidable caja musical?
    ¿No te entristece recordar la primavera en que
    oiste a un pájaro divino y tornasol
                      en el país del sol?

      En el jardín del rey de la isla de Oro--(¡oh, mi
    ensueño que adoro!)--fuera mejor que tú, harmoniosa
    hermana, amaestrases tus aladas flautas, tus
    sonoras arpas; tú que naciste donde más lindos nacen
    el clavel de sangre y la rosa de arrebol,
                      en el país del sol!

      O en el alcázar de la reina de la isla de Plata
    (Schubert, solloza la _Serenata_...) pudieras también,
    hermana harmoniosa, hacer que las místicas aves
    de tu alma alabasen dulce, dulcemente, el claro de
    luna, los vírgenes lirios, la monja paloma y el cisne
    marqués. La mejor plata se funde en un ardiente crisol,
                      en el país del sol!

      Vuelve, pues, a tu barca, que tienes lista la vela--(resuena,
    lira, Céfiro, vuela)--y parte, harmoniosa
    hermana, a donde un príncipe bello, a la orilla del
    mar, pide liras, y versos y rosas, y acaricia sus rizos
    de oro bajo un regio azul parasol,
                      en el país del sol.


    New-Yoy, 1893.

[Ilustración]


[Ilustración]

MARGARITA
      _In memoriam..._

    RECUERDAS que querías ser una Margarita
    Gautier? Fijo en mi mente tu extraño rostro está,
    Cuando cenamos juntos, en la primera cita,
    En una noche alegre que nunca volverá.

    Tus labios escarlatas de púrpura maldita
    Sorbían el champaña del fino baccarat;
    Tus dedos deshojaban la blanca margarita
    «¡Sí... no... sí... no...» y sabías que te adoraba ya!

    Después, ¡oh flor de Histeria! llorabas y reías;
    Tus besos y tus lágrimas tuve en mi boca yo;
    Tus risas, tus fragancias, tus quejas, eran mías.

    Y en una tarde triste de los más dulces días,
    La Muerte, la celosa, por ver si me querías,
    ¡Como a una margarita de amor, te deshojó!

[Ilustración]


[Ilustración]

MÍA

      MÍA: así te llamas.
    ¿Qué más harmonía?
    Mía: luz del día,
    Mía: rosas, llamas.

      ¡Qué aroma derramas
    En el alma mía
    Si sé que me amas,
    ¡Oh Mía! ¡oh Mía!

      Tu sexo fundiste
    Con mi sexo fuerte,
    Fundiendo dos bronces.

      Yo triste, tu triste...
    ¿No has de ser entonces
    Mía hasta la muerte?


[Ilustración]

DICE MIA

      MI pobre alma pálida
    Era un crisálida.
    Luego mariposa
    De color de rosa.

      Un céfiro inquieto
    Dijo mi secreto...
    --¿Has sabido tu secreto un día?

      ¡Oh Mía!
    Tu secreto es una
    Melodía en un rayo de luna...
    --¿Una melodía?

[Ilustración]


[Ilustración]

HERALDOS

      ¡HELENA!
    La anuncia el blancor de un cisne.

      ¡Makheda!
    La anuncia un pavo real.

      ¡Ifigenia, Electra, Catalina!
    Anúncialas un caballero con un hacha.

      ¡Ruth, Lía, Enone!
    Anúncialas un paje con un lirio.

      ¡Yolanda!
    Anúnciala una paloma.

      ¡Clorinda, Carolina!
    Anúncialas un paje con un ramo de viña.

      ¡Sylvia!
    Anúnciala una corza blanca.

      ¡Aurora, Isabel!
    Anúncialas de pronto
    Un resplandor que ciega mis ojos.

      _¿Ella?_
    (No la anuncian. No llega aún.)


[Ilustración]

ITE, MISSA EST
      _A. Reynaldo de Rafael._

      YO adoro a una sonámbula con alma de Eloisa
    Virgen como la nieve y honda como la mar;
    Su espíritu es la hostia de mi amorosa misa
    Y alzo al són de una dulce lira crepuscular.

      Ojos de evocadora, gesto de profetisa,
    En ella hay la sagrada frecuencia del altar;
    Su risa es la sonrisa suave de Monna Lisa.
    Sus labios son los únicos labios para besar.

      Y he de besarla un día con rojo beso ardiente;
    Apoyada en mi brazo como convaleciente
    Me mirará asombrada con íntimo pavor;

      La enamorada esfinge quedará estupefacta,
    Apagaré la llama de la vestal intacta
    ¡Y la faunesa antigua me rugirá de amor!

[Ilustración]


COLOQUIO DE LOS CENTAUROS
         _A Paul Groussac._


[Ilustración]

COLOQUIO DE LOS CENTAUROS

    EN la isla en que detiene su esquife el argonauta
    Del inmortal Ensueño, donde la eterna pauta
    De las eternas liras se escucha--: Isla de oro
    En que el tritón elige su caracol sonoro
    Y la sirena blanca va a ver el sol--un día
    Se oye un tropel vibrante de fuerza y de armonía.

    Son los Centauros. Cubren la llanura. Les siente
    La montaña. De lejos, forman són de torrente
    Que cae; su galope al aire que reposa
    Despierta, y estremece la hoja del laurel-rosa.

    Son los Centauros. Unos enormes, rudos; otros
    Alegres y saltantes como jóvenes potros;
    Unos con largas barbas como los padres-ríos,
    Otros imberbes, ágiles y de piafantes bríos,
    y de robustos músculos, brazos y lomos aptos
    Para portar las ninfas rosadas en los raptos.

    Van en galope rítmico. Junto a un fresco boscaje,
    Frente al gran Océano, se paran. El paisaje
    Recibe de la urnal matinal luz sagrada
    Que el vasto azul suaviza con límpida mirada.
    Y oyen seres terrestres y habitantes marinos
    La voz de los criados cuadrúpedos divinos.

QUIRÓN

    Calladas las bocinas a los tritones gratas,
    Calladas las sirenas de labios escarlatas.
    Los carrillos de Eolo desinflados, digamos
    Junto al laurel ilustre de florecidos ramos
    La gloria inmarcesible de las Musas hermosas
    Y el triunfo del terrible misterio de las cosas.
    He aquí que renacen los lauros milenarios;
    Vuelven a dar su lumbre los viejos lampadarios;
    Y anímase en mi cuerpo de Centauro inmortal
    La sangre del celeste caballo paternal.

RETO

    Arquero luminoso, desde el zodiaco llegas;
    Aun presas en las crines tiene avejas griegas;
    Aun del dardo herakleo muestras la roja herida
    Por do salir no pudo la esencia de tu vida.
    ¡Padre y Maestro excelso! Eres la fuente sana
    De la verdad que busca la triste raza humana:
    Aun Esculapio sigue la vena de tu ciencia;
    Siempre el veloz Aquiles sustenta su existencia
    Con el manjar salvaje que le ofreciste un día,
    y Herakles, descuidando su masa, en la harmonía
    De los astros, se eleva bajo el cielo nocturno...

QUIRÓN

    La ciencia es flor del tiempo: mi padre fué Saturno.

ABANTES

    Himnos a la sagrada Naturaleza; al vientre
    De la tierra y al germen que entre en las rocas y entre
    Las carnes de los árboles, y dentro humana forma
    Es un mismo secreto y es una misma norma,
    Potente y sutilísimo, universal resumen
    De la suprema fuerza, de la virtud del Numen.

QUIRÓN

    ¡Himnos! Las cosas tienen un sér vital: las cosas
    Tienen raros aspectos, miradas misteriosas;
    Toda forma es un gesto, una cifra, un enigma;
    En cada átomo existe un incógnito estigma;
    Cada hoja de cada árbol canta un propio cantar
    Y hay un alma en cada una de las gotas del mar;
    El vate, el sacerdote, suele oir el acento
    Desconocido; a veces enuncia el vago viento
    Un misterio; y revela una inicial la espuma
    O la flor; y se escuchan palabras de la bruma.
    Y el hombre favorito del numen, en la linfa
    O la ráfaga encuentra mentor--; demonio o ninfa.

FOLO

    El biforme ixionida comprende de la altura,
    Por la materna gracia, la lumbre que fulgura,
    La nube que se anima de luz y que decora
    El pavimento en donde rige su carro Aurora,
    Y la banda de Iris que tiene siete rayos
    Cual la lira en sus brazos siete cuerdas; los mayos
    En la fragante tierra llenos de ramos bellos,
    Y el Polo coronado de cándidos cabellos.
    El ixionida pasa veloz por la montaña
    Rompiendo con el pecho de la maleza huraña
    Los erizados brazos, las cárceles hostiles;
    Escuchan sus orejas los ecos más sutiles:
    Sus ojos atraviesan las intrincadas hojas
    Mientras sus manos toman para sus bocas rojas
    Las frescas bayas altas que el sátiro codicia;
    Junto a la oculta fuente su mirada acaricia
    Las curvas de las ninfas del séquito de Diana;
    Pues en su cuerpo corre también la esencia humana
    Unida a la corriente de la savia divina
    Y a la salvaje sangre que hay en la bestia equina.
    Tal el hijo robusto de Ixión y de la Nube.

QUIRÓN

    Sus cuatro patas, bajan; su testa erguida, sube.

ORNEO

    Yo comprendo el secreto de la bestia. Malignos
    Séres hay y benignos. Entre ellos se hacen signos
    De bien y mal, de odio o de amor, o de pena
    O gozo: el cuervo es malo y la torcaz es buena.

QUIRÓN

    Ni es la torcaz benigna, ni es el cuervo protervo:
    Son formas del Enigma la paloma y el cuervo.

ASTILO

    El Enigma es el soplo que hace cantar la lira.

NESO

    ¡El Enigma es el rostro fatal de Deyanira!
    Mi espalda aun guarda el dulce perfume de la bella;
    Aun mis pupilas llama su claridad de estrella.
    ¡Oh, aroma de su sexo! ¡oh, rosas y alabastros!
    ¡Oh, envidia de las flores y celos de los astros!

QUIRÓN

    Cuando del sacro abuelo la sangre luminosa
    Con la marina espuma formara nieve y rosa,
    Hecha de rosa y nieve nació la Anadiomena.
    Al cielo alzó los brazos la lírica sirena,
    Los curvos hipocampos sobre las verdes ondas
    Levaron los hocicos; y caderas redondas,
    Tritónicas melenas y dorsos de delfines
    Junto a la Reina nueva se vieron. Los confines
    Del mar llenó el grandioso clamor; el universo
    Sintió que un hombre harmónico sonoro como un verso
    Llenaba el hondo hueco de la altura; ese hombre
    Hizo gemir la tierra de amor: fué para el hombre
    Más alto que el de Jove: y los númenes mismos
    Lo oyeron asombrados; los lóbregos abismos
    Tuvieron una gracia de luz ¡VENUS impera!
    Ella es entre las reinas celestes la primera,
    Pues es quien tiene el fuerte poder de la Hermosura.
    ¡Vaso de miel y mirra brotó de la amargura!
    Ella es la más gallarda de las emperatrices;
    Princesa de los gérmenes, reina de las matrices,
    Señora de las savias y de las atracciones,
    Señora de los besos y de los corazones.

EUIRITO

    ¡No olvidaré los ojos radiantes de Hipodamia!

HIPEA

    Yo sé de la hembra humana la original infamia.
    Venus anima artera sus máquinas fatales,
    Tras los radiantes ojos ríen traidores males,
    De su floral perfume se exhala sutil daño;
    Su cráneo obscuro alberga bestialidad y engaño.
    Tiene las formas puras del ánfora, y la risa
    Del agua que la brisa riza y el sol irisa;
    Mas la ponzoña ingénita su máscara pregona:
    Mejores son el águila, la yegua y la leona.
    De su húmeda impureza brota el calor que enerva
    Los mismos sacros dones de la imperial Minerva;
    Y entre sus duros pechos, lirios del Aqueronte,
    Hay un olor que llena la barca de Caronte.

ODITES

    Como una miel celeste hay en su lengua fina;
    Su piel de flor aun húmeda está de agua marina.
    Yo he visto de Hipodamia la faz encantadora,
    La cabellera espesa, la pierna vencedora.
    Ella de la hembra humana fuera ejemplar augusto;
    Ante su rostro olímpico no habría rostro adusto;
    Las Gracias junto a ella quedarían confusas,
    Y las ligeras Horas y las sublimes Musas
    Por ella detuvieron sus giros y su canto.

HIPEA

    Ella la causa fuera de inenarrable espanto:
    Por ella el ixionida dobló su cuello fuerte.
    La hembra humana es hermana del Dolor y la Muerte.

QUIRÓN

    Por suma ley un día llegará el himeneo
    Que el soñador aguarda: Cinis será Ceneo;
    Claro será el origen del femenino arcano:
    La Esfinge tal secreto dirá a su soberano.

CLITO

    Naturaleza tiende sus brazos y sus pechos
    A los humanos seres; la clave de los hechos
    Conócela el vidente; Homero con su báculo,
    En su gruta Deifobe, la lengua del Oráculo.

CAUMANTES

    El monstruo expresa un ansia del corazón del Orbe,
    En el Centauro el bruto la vida humana absorbe,
    El sátiro es la selva sagrada y la lujuria,
    Une sexuales ímpetus a la harmoniosa furia.
    Pan junta la soberbia de la montaña agreste
    Al ritmo de la inmensa mecánica celeste;
    La boca melodiosa que atrae en Sirenusa
    Es de la fiera alada y es de la suave musa;
    Con la bicorne bestia Pasifae se ayunta,
    Naturaleza sabia formas diversas junta,
    Y cuando tiende al hombre la gran Naturaleza,
    El monstruo, siendo el símbolo, se viste de belleza.

GRINEO

    Yo amo lo inanimado que amó el divino Hesiodo.

QUIRÓN

    Grineo, sobre el mundo tiene un ánima todo.

GRINEO

    He visto, entonces, raros ojos fijos en mí:
    Los vivos ojos rojos del alma del rubí;
    Los ojos luminosos del alma del topacio
    Y los de la esmeralda que del azul espacio
    La maravilla imitan; los ojos de las gemas
    De brillos peregrinos y mágicos emblemas.
    Amo el granito duro que el arquitecto labra
    Y el mármol en que duermen la línea y la palabra...

QUIRÓN

    A Deucalión y a Pirra, varones y mujeres
    Las piedras aun intactas dijeron: «¿Qué nos quieres?»

LICIDAS

    Yo he visto los lemures flotar, en los nocturnos
    Instantes, cuando escuchan los bosques taciturnos
    El loco grito de Atis que su dolor revela
    O la maravillosa canción de Filomela.
    El galope apresuro, si en el boscaje miro
    Manes que pasan, y oigo su fúnebre suspiro.
    Pues de la Muerte el hondo, desconocido Imperio,
    Guarda el pavor sagrado de su fatal misterio.

ARNEO

    La Muerte es de la Vida la inseparable hermana.

QUIRÓN

    La Muerte es la victoria de la progenie humana.

MEDÓN

    ¡La Muerte! Yo la he visto. No es demacrada y mustia
    Ni ase corva guadaña, ni tiene faz de angustia.
    Es semejante a Diana, casta y virgen como ella;
    En su rostro hay la gracia de la núbil doncella
    Y lleva una guirnalda de rosas siderales.
    En su siniestra tiene verdes palmas triunfales,
    y en su diestra una copa con agua del olvido.
    A sus pies, como un perro, yace un amor dormido.

AMICO

    Los mismos dioses buscan la dulce paz que vierte.

QUIRÓN

    La pena de los dioses es no alcanzar la Muerte.

EURETO

    Si el hombre--Prometeo--pudo robar la vida,
    La clave de la muerte serále concedida.

QUIRÓN

    La virgen de las vírgenes es inviolable y pura.
    Nadie su casto cuerpo tendrá en la alcoba obscura,
    Ni beberá en sus labios el grito de victoria,
    Ni arrancará a su frente las rosas de su gloria.

       *       *       *       *       *

    Mas he aquí que Apolo se acerca al meridiano.
    Sus truenos prolongados repite el Oceano.
    Bajo el dorado carro del reluciente Apolo
    Vuelve a inflar sus carrillos y sus odres Eolo.
    A lo lejos, un templo de mármol se divisa
    Entre laureles-rosa que hace cantar la brisa.
    Con sus vibrantes notas de Céfiro desgarra
    La veste transparente la helénica cigarra,
    Y por el llano extenso van en tropel sonoro
    Los Centauros, y al paso, tiembla la Isla de Oro.

[Ilustración]



[Ilustración]

VARIA
     _A Luis Berisso_.


[Ilustración]

EL POETA PREGUNTA POR STELLA

      LIRIO divino, lirio de las Anunciaciones;
    Lirio, florido príncipe,
    Hermano perfumado de las estrellas castas,
    Joya de los abriles.

      A ti las blancas dianas de los parques ducales;
    Los cuellos de los cisnes,
    Las místicas estrofas de cánticos celestes
    Y en el sagrado empíreo la mano de las vírgenes.

      Lirio, boca de nieve donde sus dulces labios
    La primavera imprime,
    En tus venas no corre, la sangre de las rosas pecadoras.
    Sino el ícor excelso de las flores insignes.

      Lirio real y lírico
    Que naces con la albura de las hostias sublimes
    De las cándidas perlas
    Y del lino sin mácula de las sobrepellices,
    ¿Has visto acaso el vuelo del alma de mi Stella,
    La hermana de Ligeia, por quien mi canto a veces es tan triste?

[Ilustración]


[Ilustración]

PÓRTICO[1]

     [1] Para el libro _En tropel_, del poeta español Salvador Rueda,
     1892.

      LIBRE la frente que el casco rehusa,
    Casi desnuda en la gloria del día,
    Alza su tirso de rosas la musa
    Bajo el gran sol de la eterna Harmonía.

      Es Floreal, eres tú, Primavera,
    Quien la sandalia calzó a su pie breve;
    Ella, de tristes nostalgias muriera
    En el país de los cisnes de nieve.

      Griega es su sangre, su abuelo era ciego;
    Sobre la cumbre del Pindo sonoro
    El sagitario del carro de fuego
    Puso en su lira las cuerdas de oro.

      Y bajo el pórtico blanco de Paros,
    Y en los boscajes de frescos laureles,
    Píndaro dióle sus ritmos preclaros,
    Dióle Anacreonte sus vinos y mieles.

      Toda desnuda, en los claros diamantes
    Que en la Castalia recaman las linfas,
    Viéronla tropas de faunos saltantes,
    Cual la más fresca y gentil de las ninfas.

      Y en la fragante, harmoniosa floresta,
    Puesto a los ecos su oído de musa,
    Pan sorprendióla escuchando la orquesta
    Que él daba al viento con su cornamusa.

      Ella resurge después en el Lacio,
    Siendo del tedio su lengua exterminio;
    Lleva a sus labios la copa de Horacio,
    Bebe falerno en su ebúrneo triclinio.

      Pájaro errante, ideal golondrina,
    Vuela de Arabia a un confín solitario,
    Y ve pasar en su torre argentina
    A un rey de Oriente sobre un dromedario;

      Rey misterioso, magnífico y mago.
    Dueño opulento de cien Estambules,
    Y a quien un genio brindara en un lago
    Góndolas de oro en las aguas azules.

      Ese es el rey más hermoso que el día,
    Que abre a la musa las puertas de Oriente;
    Ese es el rey del país Fantasía,
    Que lleva un claro lucero en la frente.

      Es en Oriente donde ella se inspira
    En las moriscas exóticas zambras;
    Donde primero contempla y admira
    Las cinceladas divinas alhambras;

      Las muelles danzas en las alcatifas
    Donde la mora sus velos desata,
    Los pensativos y viejos kalifas
    De ojos obscuros y barbas de plata.

      Es una bella y alegre mañana
    Cuando su vuelo la musa confía
    A una errabunda y fugaz caravana
    Que hace del viento su brújula y guía.

     Era la errante familia bohemia,
   Sabia en extraños conjuros y estigmas,
   Que une en su boca plegaria y blasfemia,
   Nombres sonoros y raros enigmas;

      Que ama los largos y negros cabellos,
    Danzas lascivas y finos puñales,
    Ojos llameantes de vivos destellos,
    Flores sangrientas de labios carnales.

      Y con la gente morena y huraña
    Que a los caprichos del aire se entrega,
    Hace su entrada triunfal en España
    Fresca y riente la rítmica griega.

      Mira las cumbres de Sierra Nevada,
    Las bocas rojas de Málaga, lindas,
    Y en un pandero su mano rosada
    Fresas recoge, claveles y guindas.

      Canta y resuena su verso de oro,
    Ve de Sevilla las hembras de llama,
    Sueña y habita en la Alhambra del moro;
    Y en sus cabellos perfumes derrama.

      Busca del pueblo las penas, la flores,
    Mantos bordados de alhajas de seda,
    Y la guitarra que sabe de amores,
    Cálida y triste querida de Rueda;

      (Urna amorosa de voz femenina,
    Caja de música de duelo y placer:
    Tiene el acento de un alma divina,
    Talle y caderas como una mujer.)

      Va del tablado flamenco a la orilla
    Y ase en sus palmas los crótalos negros,
    Mientras derrocha la audaz seguidilla
    Bruscos acordes y raudos alegros.

      Ritma los pasos, modula los sones,
    Ebria risueña de un vino de luz,
    Hace que brillen los ojos gachones,
    Negros diamantes del patio andaluz.

      Campo y pleno aire refrescan sus alas;
    Ama los nidos, las cumbres, las cimas;
    Vuelve del campo vestida de galas,
    Cuelga a su cuello collares de rimas.

      En su tesoro de reina de Saba,
    Guarda en secreto celestes emblemas;
    Flechas de fuego en su mágica aljaba,
    Perlas, rubíes, zafiros y gemas.

      Tiene una corte pomposa de majas.
    Suya es la chula de rostro risueño,
    Suyas las juergas, las curvas navajas
    Ebrias de sangre y licor malagueño.

      Tiene por templo un alcázar marmóreo,
    Guárdalo esfinge de rostro egipciaco,
    Y cual labrada en un bloque hiperbóreo,
    Venus enfrente de un triunfo de Baco.

      Dentro presenta sus formas de nieve,
    Brinda su amable sonrisa de piedra,
    Mientras se enlaza en un bajo-relieve
    A una driada ceñida de hiedra.

      Un joven fauno robusto y violento,
    Dulce terror de las ninfas incautas,
    Al son triunfante que lanzan al viento
    Tímpanos, liras y sistros y flautas.

      Ornan los muros mosaicos y frescos,
    Áureos pedazos de un sol fragmentario,
    Iris trenzados en mil arabescos,
    Joyas de un hábil cincel lapidario.

      Y de la eterna Belleza en el ara,
    Ante su sacra y grandiosa escultura,
    Hay una lámpara en albo carrara.
    De una eucarística y casta blancura.

      Fuera, el frondoso jardín del poeta
    Ríe en su fresca y gentil hermosura;
    Ágata, perla, amatista, violeta,
    Verdor eclógico y tibia espesura.

      Una andaluza despliega su manto
    Para el poeta de música eximia;
    Rústicos Títiros cantan su canto;
    Bulle el hervor de la alegre vendimia.

      Ya es un tropel de bacantes modernas
    El que despierta las locas lujurias;
    Ya húmeda y triste de lágrimas tiernas,
    Da su gemido la gaita de Asturias.

      Francas fanfarrias de cobres sonoros,
    Labios quemantes de humanas sirenas,
    Ocres y rojos de plazas de toros,
    Fuegos y chispas de locas verbenas.

       *       *       *       *       *

      Joven homérida, un día su tierra
    Vióle que alzaba soberbio estandarte,
    Buen capitán de la lírica guerra,
    Regio cruzado del reino del arte.

      Vióle con yelmo de acero brillante,
    Rica armadura sonora a su paso,
    Firme tizona, broncíneo olifante,
    Listo y piafante su excelso pegaso.

      Y de la brega tornar vióle un día
    De su victoria en los bravos tropeles,
    Bajo el gran sol de la eterna Harmonía,
    Dueño de verdes y nobles laureles.

      Fué aborrecido de Zoilo, el verdugo.
    Fué por la gloria su estrella encendida.
    Y esto pasó en el reinado de Hugo,
    Emperador de la barba florida.

[Ilustración]


[Ilustración]

ELOGIO DE LA SEGUIDILLA

      METRO mágico y rico que al alma expresas
    Llameantes alegrías, penas arcanas,
    Desde en los suaves labios de las princesas
    Hasta en las bocas rojas de las gitanas.

      Las almas harmoniosas buscan tu encanto,
    Sonora rosa métrica que ardes y brillas,
    Y España ve en tu ritmo, siente en tu canto
    Sus hembras, sus claveles, sus manzanillas.

      Vibras al aire alegre como una cinta,
    El músico te adula, te ama el poeta;
    Rueda en ti sus fogosos paisajes pinta
    Con la audaz policromia de su paleta.

      En ti el hábil orfebre cincela el marco
    En que la idea-perla su oriente acusa,
    O en tu cordaje harmónico formas el arco
    Con que lanza sus flechas la airada musa.

      A él tu voz en baile crujen las faldas,
    Los piececitos hacen brotar las rosas
    E hilan hebras de amores las Esmeraldas
    En ruecas invisibles y misteriosas.

      La anudaluza hechicera, paloma arisca,
    Por ti irradia, se agita, vibra y se quiebra,
    Con el lánguido gesto de la odalisca
    O las fascinaciones de la culebra.

      Pequeña ánfora lírica de vino llena
    Compuesto por la dulce musa Alegría
    Con uvas andaluzas, sal macarena,
    Flor y canela frescas de Andalucía.

      Subes, creces y vistes de pompas fieras;
    Retumbas en el ruido de las metrallas,
    Ondulas con el ala de las banderas,
    Suenas con los clarines de las batallas.

      Tienes toda la lira: tienes las manos
    Que acompasan las danzas y las canciones;
    Tus órganos, tus prosas, tus cantos llanos
    Y tus llantos que parten los corazones.

      Ramillete de dulces trinos verbales,
    Javalina de Diana la Cazadora,
    Ritmo que tiene el filo de cien puñales,
    Que muerde y acaricia, mata y enflora.

      Las Tirsis campesinas de ti están llenas
    Y aman, radiosa abeja, tus bordoneos;
    Así riegas tus chispas las nochebuenas
    Como adornas la lira de los Orfeos.

      Que bajo el sol dorado de Manzanilla
    Que esta azulada concha del cielo baña,
    Polítona y triunfante, la seguidilla
    Es la flor del sonoro Pindo de España.

      Madrid, 1892.

[Ilustración]


[Ilustración]

EL CISNE
      _A Ch. Del Gouffre._

      FUÉ en una hora divina para el género humano.
    El Cisne antes cantaba sólo para morir.
    Cuando se oyó el acento del Cisne wagneriano
    Fué en medio de una aurora, fué para revivir.

      Sobre las tempestades del humano oceano
    Se oye el canto del Cisne; no se cesa de oir,
    Dominando el martillo del viejo Thor germano
    O las trompas que cantan la espada de Argantir.

      ¡Oh Cisne! ¡Oh sacro pájaro! Si antes la blanca Helena
    Del huevo azul de Leda brotó de gracia llena,
    Siendo de la Hermosura la princesa inmortal,

      Bajo tus blancas alas la nueva Poesía,
    Concibe en una gloria de luz y de harmonía
    La Helena eterna y pura que encarna el ideal.

[Ilustración]


[Ilustración]

LA PÁGINA BLANCA
      _A. A. Lamberti._


      Mis ojos miraban en hora de ensueños
               la página blanca.


      Y vino el desfile de ensueños y sombras.
    Y fueron mujeres de rostros de estatua,
    Mujeres de rostros de estatuas de mármol,
    ¡Tan tristes, tan dulces, tan suaves, tan pálidas!

    Y fueron visiones de extraños poemas,
    De extraños poemas de besos y lágrimas,
    ¡De historias que dejan en crueles instantes
    Las testas viriles cubiertas de canas!

    ¡Qué cascos de nieve que pone la suerte!
    ¡Qué arrugas precoces cincela en la cara!
    ¡Y cómo se quiere que vayan ligeros
    Los tardos camellos de la caravana!

    Los tardos camellos--,
    Como las figuras en un panorama--,
    Cual si fuese un desierto de hielo,
    Atraviesan la página blanca.

                Este lleva
                una carga
    De dolores y angustias antiguas,
    Angustias de pueblos, dolores de razas;
    ¡Dolores y angustias que sufren los Cristos
    Que vienen al mundo de víctimas trágicas!

                Otro lleva
                en la espalda
    El cofre de ensueños, de perlas y oro,
    Que conduce la Reina de Saba.

                Otro lleva
                una caja
    En que va, dolorosa difunta,
    Como un muerto lirio la pobre Esperanza.

      Y camina sobre un dromedario
                la Pálida,
    La vestida de ropas obscuras,
    La Reina invencible, la bella inviolada:
                La Muerte.

                Y el hombre,
    A quien duras visiones asaltan,
    El que encuentra en los astros del cielo
    Prodigios que abruman y signos que espantan,

                Mira al dromedario
                de la caravana
    Como al mensajero que la luz conduce,
    ¡En el vago desierto que forma
                la página blanca!

[Ilustración]


[Ilustración]

AÑO NUEVO
     _A J. Piquet._

    A las doce de la noche por las puertas de la gloria
    Y el fulgor de perla y oro de una luz extraterrestre,
    Sale en hombros de cuatro ángeles, y en su silla gestatoria,
                          San Silvestre.


    Más hermoso que un rey mago, lleva puesta la tiara,
    De que son bellos diamantes Sirio, Arturo y Orión;
    Y el anillo de su diestra, hecho cual si fuese para
                          Salomón.

    Sus pies cubren los joyeles de la Osa adamantina,
    Y su capa raras piedras de una ilustre Visapur;
    Y colgada sobre el pecho resplandece la divina
                          Cruz del Sur.

    Va el pontífice hacia Oriente ¿va encontrar el áureo barco,
    Donde al brillo de la aurora viene en triunfo el rey Enero?
    Ya la aljaba de Diciembre se fué toda por el arco
                          Del Arquero.

    A la orilla del abismo misterioso de lo Eterno
    El inmenso Sagitario no se cansa de flechar;
    Le sustenta el frío Polo, lo corona el blanco Invierno,
    Y le cubre los riñones el vellón azul del mar.

    Cada flecha que dispara, cada flecha es una hora;
    Doce aljabas, cada año, para él trae el rey Enero;
    En la sombra se destaca la figura vencedora
                           Del Arquero.

    Al redor de la figura del gigante se oye el vuelo
    Misterioso y fugitivo de las almas que se van,
    y el ruido con que pasa por la bóveda del cielo
    Con sus alas membranosas el murciélago Satán.
    San Silvestre bajo el palio de un zodiaco de virtudes,
    Del celeste Vaticano se detiene en los umbrales
    Mientras himnos y motetes canta un coro de laudes
                          Inmortales.
    Reza el santo y pontifica; y al mirar que viene el barco
    Donde en triunfo llega Enero,
    Ante Dios bendice al mundo; y su brazo abarca el arco
                          y el Arquero.

[Ilustración]


[Ilustración]

SINFONÍA EN GRIS MAYOR

      EL mar como un vasto cristal azogado
    Refleja la lámina de un cielo de zinc;
    Lejanas bandadas de pájaros marchan
    El fondo bruñido de pálido gris.

      El sol como un vidrio redondo y opaco
    Con paso de enfermo camina al cenit;
    El viento marino descansa en la sombra
    Teniendo de almohada su negro clarín.

      Las ondas que mueven su vientre de plomo
    Debajo del muelle parecen gemir.
    Sentado en un cable, fumando su pipa,
    Está un marinero pensando en las playas
    De un vago, lejano, brumoso país.

      Es viejo ese lobo. Tostaron su cara
    Los rayos de fuego del sol del Brasil;
    Los recios tifones del mar de la China
    Le han visto bebiendo su frasco de gin.

      La espuma impregnada de yodo y salitre
    Ha tiempo conoce su roja nariz,
    Sus crespos cabellos, sus biceps de atleta,
    Su gorra de lona, su blusa de dril.

      En medio del humo que forma el tabaco
    Ve el viejo el lejano, brumoso país,
    A donde una tarde caliente y dorada
    Tendidas las velas partió el bergantín...

      La siesta del trópico. El lobo se adureme.
    Ya todo lo envuelve la gama del gris.
    Parece que un suave y enorme esfumino
    Del curvo horizonte borrara el confín.

      La siesta del trópico. La vieja cigarra
    Ensaya su ronca guitarra senil,
    Y el grillo preludia un solo monótono
    En la única cuerda que está en su violín.

[Ilustración]


[Ilustración]

LA DEA
      _A Alberto Ghiraldo._

      ALBERTO, en el propíleo del tiempo soberano
    Donde Renan rezaba, Verlaine cantado hubiera.
    Primavera una rosa de amor tiene en la mano
    Y cerca de la joven y dulce Primavera

      Término su sonrisa de piedra brinda en vano
    A la desnuda náyade y a la ninfa hechicera
    Que viene a la soberbia fiesta de la pradera
    y del boscaje, en busca del lírico Sylvano.

      Sobre su altar de oro se levanta la Dea,--
    Tal en su aspecto icónico la virgen bizantina--
    Toda belleza humana ante su luz es fea;

      Toda visión humana, a su luz es divina:
    Y esa es la virtud sacra de la divina Idea
    Cuya alma es una sombra que todo lo ilumina.

[Ilustración]


[Ilustración]

EPITALAMIO BÁRBARO
      _A Lugones._

      EL alba aun no aparece en su gloria de oro.
    Canta el mar con la música de sus ninfas en coro
    y el aliento del campo se va cuajando en bruma.
    Teje la náyade el encaje de su espuma
    Y el bosque inicia el himno de sus flautas de pluma.

      Es el momento en que el salvaje caballero
    Se ve pasar. La tribu aulla y el ligero
    Caballo es un relámpago, veloz como una idea.
    A su paso, asustada, se para la marea;
    La náyade interrumpe la labor que ejecuta
    Y el director del bosque detiene la batuta.

      --«¿Qué pasa?» desde el lecho pregunta Venus bella,
    Y Apolo:
      --«Es Sagitario que ha robado una estrella.»

[Ilustración]



[Ilustración]

VERLAINE
      _A Angel Estrada, poeta._


[Ilustración]

RESPONSO


    PADRE y maestro mágico, liróforo celeste
    Que al instrumento olímpico y a la siringa agreste
            Diste tu acento encantador;
    Panida! Pan tú mismo, que coros condujiste
    Hacia el propíleo sacro que amaba tu alma triste,
            Al són del sistro y del tambor!

    Que tu sepulcro cubra de flores Primavera,
    Que se humedezca el áspero hocico de la fiera,
            De amor si pasa por allí;
    Que el fúnebre recinto visite Pan bicorne;
    Que de sangrientas rosas el fresco Abril te adorne
            Y de claveles de rubí.

    Que si posarse quiere sobre la tumba el cuervo,
    Ahuyenten la negrura del pájaro protervo,
            El dulce canto de cristal
    Que Filomena vierta sobre tus tristes huesos,
    O la harmonía dulce de risas y de besos,
            De culto oculto y florestal.

    Que púberes canéforas te ofrenden el acanto,
    Que sobre tu sepulcro no se derrame el llanto,
            Sino rocío, vino, miel:
    Que el pámpano allí brote, las flores de Citeres,
    Y que se escuchen vagos suspiros de mujeres
            Bajo un simbólico laurel!

    Que si un pastor su pífano bajo el frescor del haya,
    En amorosos días, como en Virgilio, ensaya,
            Tu nombre ponga en la canción;
    Y que la virgen náyade, cuando ese nombre escuche,
    Con ansias y temores entre las linfas luche,
            Llena de miedo y de pasión.

    De noche, en la montaña, en la negra montaña
    De las Visiones, pase gigante sombra extraña,
            Sombra de un Sátiro espectral;
    Que ella al centauro adusto con su grandeza asuste;
    De una extra-humana flauta la melodía ajuste
            A la harmonía sideral.

    Y huya el tropel equino por la montaña vasta;
    Tu rostro de ultratumba bañe la luna casta
            De compasiva y blanca luz;
    Y el Sátiro contemple sobre un lejano monte
    Una cruz que se eleve cubriendo el horizonte
            Y un resplandor sobre la cruz!

[Ilustración]


[Ilustración]

CANTO DE LA SANGRE
      _A Miguel Estrada._

      SANGRE de Abel. Clarín de las batallas.
    Luchas fraternales; estruendos, horrores;
    Flotan las banderas, hieren las metrallas,
    Y visten la púrpura los emperadores.

      Sangre del Cristo. El órgano sonoro.
    La viña celeste da el celeste vino;
    Y en el labio sacro del cáliz de oro
    Las almas se abrevan del vino divino.

      Sangre de los martirios. El salterio.
    Hogueras; leones, palmas vencedoras;
    Los heraldos rojos con que del misterio
    Vienen precedidas las grandes auroras.

      Sangre que vierte el cazador. El cuerno.
    Furias escarlatas y rojos destinos
    Forjan en las fraguas del obscuro Infierno
    Las fatales armas de los asesinos.

      ¡Oh sangre de las vírgenes! La lira.
    Encanto de abejas y de mariposas.
    La estrella de Venus desde el cielo mira
    El purpúreo triunfo de las reinas rosas.

      Sangre que la Ley vierte.
    Tambor a la sordina.
    Brotan las adelfas que riega la Muerte
    y el rojo cometa que anuncia la ruina.

      Sangre de los suicidas. Organillo.
    Fanfarrias macabras, responsos corales,
    Con que de Saturno celébrase el brillo
    En los manicomios y en los hospitales.

[Ilustración]



RECREACIONES ARQUEOLÓGICAS
      _A Julio L. Jaimes._


[Ilustración]

I.--FRISO

      CABE una fresca viña de corinto
    Que verde techo presta al simulacro
    Del Dios viril, que artífice de Atenas
    En intacto pentélico labrara,
    Un día alegre, al deslumbrar el mundo
    La harmonía del carro de la Aurora,
    Y en tanto que arrullaban sus ternezas
    Dos nevadas palomas venusinas
    Sobre rosal purpúreo y pintoresco,
    Como Olímpica flor de gracia llena,
    Vi el bello rostro de la rubia Eunice.
    No más gallarda se encamina al templo
    Canéfora gentil, ni más riente
    Llega la musa a quien favor prodiga
    El divino Sminteo, que mi amada
    Al tender hacia mí sus tersos brazos.

       *       *       *       *       *

      Era la hora del supremo triunfo
    Concedido a mis lágrimas y ofrendas
    Por el poder de la celeste Cipris,
    Y era el ritmo potente de mi sangre
    Verso de fuego que al propicio numen
    Cantaba ardiente de la vida el himno.
    Cuando mi boca en los bermejos labios
    De mi princesa de cabellos de oro
    Licor bebía que afrentara al néctar,
    Por el sendero de fragantes mirtos
    Que guía al blanco pórtico del templo,
    Súbitas voces nuestras ansias turban.

       *       *       *       *       *

      Lírica procesión al viento esparce
    Los cánticos rituales de Dionisio,
    El evohé de las triunfales fiestas,
    La algazara que enciende con su risa
    La impúber tropa de saltantes niños,
    Y el vivo son de músicas sonoras
    Que anima el coro de bacantes ebrias.
    En el concurso báquico el primero,
    Regando rosas y tejiendo danzas.
    Garrido infante, de Eros por hermoso
    Emulo y par, risueño aparecía.
    Y de él en pos de las ménades ardientes,
    Al aire el busto en que su pompa erigen
    Pomas ebúrneas; en la mano el sistro,
    Y las curvas caderas mal veladas
    Por las flotantes, desceñidas ropas,
    Alzaban sus cabezas que en consorcio
    Circundaban la flor de Citerea
    Y el pámpano fragante de las viñas.
    Aun me parece que mis ojos tornan
    Al cuadro lleno de color y fuerza:
    Dos robustos mancebos que los cabos
    De cadenas metálicas empuñan,
    Y cuyo porte y músculos de Ares
    Divinos dones son, pintada fiera
    Que felino pezón nutrió en Hircania,
    Con gesto heroico entre la turba rigen;
    Y otros dos un leopaldo cuyo cuello
    Gracias de Flora ciñen y perfuman
    Y cuyos ojos en las anchas cuencas
    De furia henchidos sanguinosos giran.
    Pétalos y uvas el sendero alfombran,
    Y desde el campo azul do el Sagitario
    De coruscantes flechas resplandece,
    Las urnas de la luz la tierra bañan.

       *       *       *       *       *

      Pasó el tropel. En la cercana selva
    Lúgubre resonaba el grito de Atis,
    Triste pavor de la inviolada ninfa.
    Deslizaba su paso misterioso
    El apacible coro de las Horas.
    Eco volvía la acordada queja
    De la flauta de Pan. Joven gallardo,
    Más hermoso que Adonis y Narciso,
    Con el aire gentil de los efebos
    Y la lira en las manos, al boscaje
    Como lleno de luz se dirigía.
    Amor pasó con su dorada antorcha.
    Y no lejos del nido en que las aves,
    Las dos aves de Cipris, sus arrullos
    Cual tiernas rimas a los aires dieran,
    Fuí más feliz que el luminoso cisne
    Que vió de Lada la inmortal blancura,
    Y Eunice pudo al templo de la diosa
    Purpúrea ofrenda y tórtolas amables
    Llevar el día en que mi regio triunfo
    Vió el Dios viril en mármol cincelado
    Cabe la fresca viña de Corinto.

[Ilustración]


[Ilustración]

II.--PALIMPSESTO

      _ESCRITA en viejo dialecto eolio
    Hallé esta página dentro un infolio
    Y entre los libros de un monasterio
    Del venerable San Agustín,
    Un fraile acaso puso el escolio
    Que allí se encuentra; dómine serio
    De flacas manos y buen latín.
    Hay sus lagunas._

      ...Cuando los toros
    De las campañas, bajo los oros
    Que vierte el hijo de Hiperión,
    Pasan mugiendo, y en las eternas
    Rocas salvajes de las cavernas
    Esperezándose ruge el león;

      Cuando en las vírgenes y verdes parras
    Sus secas notas dan las cigarras,
    Y en los panales de Himeto deja
    Su rubia carga la leve abeja
    Que en bocas rojas chupa la miel,
    Junto a los mirtos, bajo los lauros,
    En grupo lírico van los centauros
    Con la harmonía de su tropel.

      Uno las patas rítmicas mueve,
    Otro alza el cuello con gallardía
    Como en hermoso bajo-relieve
    Que a golpes mágicos Scopas haría;
    Otro alza al aire las manos blancas
    Mientras le dora las fincas ancas
    Con baño cálido la luz del sol;
    Y otro saltando piedras y troncos
    Va dando alegres sus gritos roncos
    Como el ruido de un caracol.

      Silencio. Señas hace ligero
    El que en la tropa va delantero;
    Porque a un recodo de la campaña
    Llegan en donde Diana se baña.
    Se oye el ruido de claras linfas
    Y a la algazara que hacen las ninfas.
    Risa de plata que el aire riega
    Hasta sus ávidos oídos llega;
    Golpes en la onda, palabras locas,
    Gritos joviales de frescas bocas,
    Y los ladridos de la traílla
    Que diana tiene junto a la orilla
    Del fresco río, donde está ella
    Blanca y desnuda como una estrella.

      Tanta blancura que al cisne injuria
    Abre los ojos de la lujuria:
    Sobre las márgenes y rocas áridas
    Vuela el enjambre de las cantáridas
    Con su bruñido verde metálico,
    Siempre propicias al culto fálico.
    Amplias caderas, pie fino y breve;
    Las dos colinas de rosa y nieve...
    Cuadro soberbio de tentación!
    ¡Ay del cuitado que a ver se atreve
    Lo que fué espanto para Acteón!
    Cabellos rubios, mejillas tiernas,
    Marmóreos cuellos, rosadas piernas,
    Gracias ocultas del lindo coro,
    En el herido cristal sonoro;
    Seno en que hiciérase sagrada copa;
    Tal ve en silencio la ardiente tropa.

      ¿Quién adelanta su firme busto?
    ¿Qirón experto? ¿Folo robusto?
    Es el más joven y es el más bello;
    Su piel es blanca, crespo el cabello,
    Los cascos finos, y en la mirada
    Brilla del sátiro la llamarada.
    En un instante, veloz y listo,
    A una tan bella como Kalisto,
    Ninfa que a la alta diosa acompaña,
    Saca de la onda donde se baña:
    La grupa vuelve, raudo galopa;
    Tal iba el toro raptor de Europa
    Con el orgullo de su conquista.

      ¿A dó va Diana? Viva la vista
    La planta alada, la cabellera
    Mojada y suelta; terrible, fiera,
    Corre del monte por la extensión;
    Ladran sus perros enfurecidos;
    Entre sus dedos humedecidos
    Lleva una flecha para el ladrón.

      Ya a los centauros a ver alcanza
    La cazadora; ya el dardo lanza,
    Y un grito se oye de hondo dolor:
    La casta divina de la venganza
    Mató al raptor...
    La tropa rápida se esparce huyendo,
    Forman los cascos sonoro estruendo.
    Llegan las ninfas. Lloran. ¿Qué ven?
    En la carrera la cazadora
    Con su saeta castigadora
    A la robada mató También.

[Ilustración]


[Ilustración]

EL REINO INTERIOR
      _A Eugenio de Castro_
            _...with Psychis, my soul!
                        Poe._

      UNA selva suntuosa
    En el azul celeste su rudo perfil calca.
    Un camino. La tierra es de color de rosa,
    Cual la que pinta fra Doménico Cavalca
    En sus Vidas de santos. Se ven extrañas flores
    De la flora gloriosa de los cuentos azules,
    Y entre las ramas encantadas, papemores
    Cuyo canto extasiara de amor a los bulbules.
    (_Papemor_: ave rara, _Bulbules_: ruiseñores.)

       *       *       *       *       *

      Mi alma frágil se asoma a la ventana obscura
    De la torre terrible en que ha treinta años sueña.
    La gentil Primavera primavera le augura.
    La vida le sonríe rosada y halagüeña.
    Y ella exclama: «¡Oh fragante día! ¡Oh sublime día!
    Se diría que el mundo está en flor; se diría
    Que el corazón sagrado de la tierra se mueve
    Con un ritmo de dicha; luz brota, gracia llueve.
    ¡Yo soy la prisionera que sonríe y que canta!»
    Y las manos liliales agita, como infanta
    Real en los balcones del palacio paterno.

       *       *       *       *       *

    ¿Qué són se escucha, són lejano, vago y tierno?
    Por el lado derecho del camino, adelanta
    El paso leve una adorable teoría
    Virginal. Siete blancas doncellas, semejantes
    A siete blancas rosas de gracia y de harmonía
    Que el alba constelara de perlas y diamantes.
    ¡Alabastros celestes habitados por astros:
    Dios se refleja en esos dulces alabastros!
    Sus vestes son tejidas del lino de la luna.
    Van descalzas. Se mira que posan el pie breve
    Sobre el rosado suelo como una flor de nieve.
    Y los cuellos se inclinan, imperiales, en una
    Manera que lo excelso pregona de su origen.
    Como al compás de un verso su suave paso rigen.
    Tal el divino Sandro dejara en sus figuras,
    Esos graciosos gestos en esas líneas puras.
    Como a un velado són de liras y laudes,
    Divinamente blancas y castas pasan esas
    Siete bellas princesas. Y esas bellas princesas
    Son las siete Virtudes.

       *       *       *       *       *

    Al lado izquierdo del camino y paralela-
    Mente, siete mancebos--oro, seda, escarlata,
    Armas ricas de Oriente--hermosos, parecidos
    A los satanes verlenianos de Ecbatana,
    Vienen también. Sus labios sensuales y encendidos,
    De efebos criminales, son cual rosas sangrientas;
    Sus puñales de piedras preciosas revestidos
    --Ojos de víboras de luces fascinantes--
    Al cinto penden; arden las púrpuras violentas
    En los jubones; ciñen las cabezas triunfantes
    Oro y rosas; sus ojos, ya lánguidos, ya ardientes,
    Son dos carbunclos mágicos de fulgor sibilino,
    Y en sus manos de ambiguos príncipes decadentes,
    Relucen como gemas las uñas de oro fino.
    Bellamente infernales,
    Llenan el aire de hechiceros beneficios
    Esos siete mancebos. Y son los siete Vicios,
    Los siete poderosos pecados capitales.

       *       *       *       *       *

      Y los siete mancebos a las siete doncellas
    Lanzan vivas miradas de amor. Las Tentaciones.
    De sus liras melifluas arrancan vagos sones.
    Las princesas prosiguen, adorables visiones
    En su blancura de palomas y de estrellas.

       *       *       *       *       *

      Unos y otras se pierden por la vía de rosa,
    Y el alma mía queda pensativa a su paso.
    --¡Oh! ¿qué hay en ti, alma mía?
    «¡Oh! ¿qué hay en ti, mi pobre infanta misteriosa?
    ¿Acaso piensas en la blanca teoría?
    Acaso
    ¿Los brillantes mancebos te atraen, mariposa?»

       *       *       *       *       *

      Ella no me responde.
    Pensativa se aleja de la obscura ventana,
    --Pensativa y risueña,
    De la Bella-durmiente-del-Bosque tierna hemana--
    Y se adormece en donde
    Hace treinta años sueña.

       *       *       *       *       *

      Y en sueño dice: «¡Oh dulces delicias de los cielos!
    ¡Oh tierra sonrosada que acarició mis ojos!
    --¡Princesas, envolvedme con vuestros blancos velos!
    --¡Príncipes, estrechadme con vuestros brazos rojos!»

[Ilustración]


[Ilustración]

COSAS DEL CID
      _A Francisco A. de Icaza._

      CUENTA Barbey, en versos que valen bien su prosa
    Una hazaña del Cid, fresca como una rosa,
    Pura como una perla. No se oyen en la hazaña
    Resonar en el viento las trompetas de España,
    Ni el azorado moro las tiendas abandona
    Al ver al sol el alma de acero de Tizona.

      _Babieca_ descansando del huracán guerrero,
    Tranquilo pace, mientras el bravo caballero
    Sale a gozar del aire de la estación florida.
    Ríe la primavera, y el vuelo de vida
    Abre lirios y sueños en el jardín del mundo.
    Rodrigo de Vivar pasa, meditabundo.
    Por una senda en donde, bajo el sol glorioso,
    Tendiéndole la mano, le detiene un leproso.

      Frente a frente, el soberbio príncipe del estrago
    Y la victoria, joven, bello como Santiago,
    Y el horror animado, la viviente carroña
    Que infecta los suburbios de hedor y de ponzoña.

      Y al Cid tiende la mano el siniestro mendigo,
    Y su escarcela busca y no encuentra Rodrigo.
    --¡Oh, Cid, una limosna!--dice el precito.
                                          --Hermano
    Te ofrezco la desnuda limosna de mi mano!--
    Dice el Cid; y, quitando su férreo guante, extiende
    La diestra al miserable, que llora y que comprende.

       *       *       *       *       *

      Tal es el sucedido que el Condestable escancia
    Como un vino precioso en su copa de Francia.
    Yo agregaré este sorbo de licor castellano:

       *       *       *       *       *

      Cuando su guantelete hubo vuelto a la mano
    El Cid, siguió su rumbo por la primaveral
    Senda. Un pájaro daba su nota de cristal
    En un árbol. El cielo profundo desleía
    Un perfume de gracia en la gloria del día.
    Las ermitas lanzaban en el aire sonoro
    Su melodiosa lluvia de tórtolas de oro;
    El alma de las flores iba por los caminos
    A unirse a la piadosa voz de los peregrinos,
    Y el gran Rodrigo Díaz de Vivar, satisfecho,
    Iba cual si llevase una estrella en el pecho.
    Cuando de la campiña, aromada de esencia
    Sutil, salió una niña vestida de inocencia,
    Una niña que fuera una mujer, de franca
    Y angélica pupila, y muy dulce y muy blanca.
    Una niña que fuera un hada o que surgiera
    Encarnación de la divina primavera.

      Y fué al Cid y le dijo: «Alma de amor y fuego,
    Por Jimena y por Dios un regalo te entrego,
    Esta rosa naciente y este fresco laurel.»

      Y el Cid, sobre su yelmo las frescas hojas siente
    En su guante de hierro hay una flor naciente,
    Y en lo íntimo del alma como un dulzor de miel.

[Ilustración]


[Ilustración]

DEZIRES, LAYES Y CANCIONES


[Ilustración]

DECIRES, LAYES Y CANCIONES


_Dezir._

(A la manera de Johan de Duenyas.)

      REINA Venus, soberana
    capitana
    de deseos y pasiones,
    en la tempestad humana
    por ti mama
    sangre de los corazones.
    Una copa me dió el sino
    y en ella bebí tu vino
    y me embriagué de dolor,
    pues me hizo experimentar
    que en el vino del amor
    hay la amargura del mar.

      Di al olvido turbulento
    sentimiento,
    y hallé un sátiro ladino
    que dió a mi labio sediento
    nuevo aliento,
    nueva copa y nuevo vino.
    Y al llegar la primavera,
    en mi roja sangre fiera
    triple llama fué encendida:
    yo al flamante amor entrego
    la vendimia de mi vida
    bajo pámpanos de fuego.

      En la fruta misteriosa,
    ámbar, rosa,
    su deseo sacia el labio,
    y en viva rosa se posa,
    mariposa,
    beso ardiente o beso sabio.
    ¡Bien haya el sátiro griego
    que me enseñó el dulce juego!
    En el reino de mi aurora
    no hay ayer, hoy ni mañana;
    danzo las danzas de ahora
    con la música pagana.


FFINIDA

      Bella a quien la suerte avara
    ordenara
    martirizarme a ternuras,
    dió una negra perla rara
    Luzbel para
    tu diadema de locuras.


_Otro Dezir._

      Ponte el traje azul que más
    conviene a tu rubio encanto.
    Luego, Mía, te pondrás
    otro, color de amaranto,
    y el que rima con tus ojos
    y aquel de reflejos rojos
    que a tu blancor sienta tanto.

      En el obscuro cabello
    pon las perlas que conquistas;
    en el columbino cuello
    pon el collar de amatistas,
    y ajorcas en los tobillos
    de topacios amarillos
    y esmeraldas nunca vistas.

      Un camarín te decoro
    donde sabrás la lección
    que dió a Angélica Medoro
    y a Belkiss dió Salomón;
    arderá mi sangre loca,
    y en el vaso de tu boca
    te sorberé el corazón.

      Luz de sueño, flor de mito,
    tu admirable cuerpo canta
    la gracia de Hermafrodito
    con lo aéreo de Atalanta;
    y de tu beldad ambigua
    la evocada musa antigua
    su himno de carne levanta.

      Del ánfora en que está el viejo
    vino anacreóntico bebe;
    Febo arruga el entrecejo
    y Juno arrugarlo debe,
    mas la joven Venus ríe
    y Eros su filtro deslíe
    en los cálices de Hebe.


_Lay._

(A la manera de Johan de Torres.)

         ¿Qué pude yo hacer
       para merecer
       la ofrenda de ardor
       de aquella mujer
       a quien, como a Ester,
       maceró el Amor?

         Intenso licor,
       perfume y color
       me hiciera sentir
       su boca de flor;
       díle el alma por
       tan dulce elixir.


_Canción._

(A la manera de Valtierra.)

         Amor tu ventana enflora
       y tu amante esta mañana
       preludia por ti una diana
       en la lira de la Aurora.

         Desnuda sale la bella,
       y del cabello el tesoro
       pone una nube de oro
       en la desnudez de estrella:
       y en la matutina hora
       de la clara fuente mana
       la salutación pagana
       de las náyades a Flora.

         En el baño al beso incita
       sobre el cristal de la onda
       la sonrisa de Gioconda
       en el rostro de Afrodita;
       y el cuerpo que la luz dora,
       adolescente, se hermana
       con las formas de Diana
       la celeste cazadora.

         Y mientras la hermosa juega
       con el sonoro diamante,
       más encendido que amante
       el fogoso amante llega
       a su divina señora.


FFIN

    Pan, de su flauta desgrana
    un canto que, en la mañana,
    perla a perla, ríe y llora.


_Que el amor no admite cuerdas reflexiones._

(A la manera de Santa Ffe.)

      Señora, amor es violento,
    y cuando nos transfigura
    nos enciende el pensamiento
    la locura.

      No pidas paz a mis brazos
    que a los tuyos tienen presos:
    son de guerra mis abrazos
    y son de incendio mis besos;
    y sería vano intento
    el tornar mi mente obscura
    si me enciende el pensamiento
    la locura.

      Clara está la mente mía
    de llamas de amor, señora,
    como la tienda del día
    o el palacio de la aurora.
    Y al perfume de tu ungüento
    te persigue mi ventura,
    y me enciende el pensamiento
    la locura.

      Mi gozo tu paladar
    rico panal conceptúa,
    como en el santo Cantar:
    _Mel et lac sub lingua tua._
    La delicia de tu aliento
    en tan fino vaso apura,
    y me enciende el pensamiento
    la locura.


_Loor._

(A la manera del mismo.)

      ¿A qué comparar la pura
    arquitectura
    de tu cuerpo? ¿A una sutil
    torre de oro y marfil?
    ¿O de Abril
    a la loggia florecida?
    Luz y vida
    iluminan lo inferior,
    y el amor
    tiene su antorcha encendida.

      Quiera darme el garzón de Ida
    la henchida
    copa, y Juno la oriental
    pompa del pavón real,
    su cristal
    Castalia, y yo, apolonida,
    la dormida
    cuerda haré cantar por la
    luz que está
    dentro de tu cuerpo prendida.

      La blanca pareja anida
    adormecida:
    aves que bajo el corpiño
    ha colocado el dios niño,
    rosa, armiño,
    mi mano sabia os convida
    a la vida.
    Por los boscosos senderos
    viene Eros
    a causar la dulce herida.


FFIN

      Señora, suelta la brida
    y tendida
    la crin, mi corcel de fuego
    va; en él llego
    a tu campaña florida.


_Copla Esparça._

(A la manera del mismo.)

      ¡La gata blanca! En el lecho
    maya se encorva, se extiende.
    Un rojo rubí se enciende
    sobre los globos del pecho.
    Los desatados cabellos
    la divina espalda aroman.
    Bajo la camisa asoman
    dos cisnes de negros cuellos


TORNADA LIBRE

      Princesa de mis locuras,
    que tus cabellos desatas,
    di, ¿por qué las blancas gatas
    gustan de sedas obscuras?

[Ilustración]


[Ilustración]

LAS ANFORAS DE EPICURO

_La espiga._


      MIRA el signo sutil que los dedos del viento
    Hacen al agitar el tallo que se inclina
    Y se alza en una rítmica virtud de movimiento.
    Con el áureo pincel de la flor de la harina
    Trazan sobre la tela azul del firmamento
    El misterio inmortal de la tierra divina
    Y el alma de las cosas que da su sacramento
    En una interminable frescura matutina.

      Pues en la paz del campo la faz de Dios asoma.
    De las floridas urnas místico incienso aroma
    El vastor altar en donde triunfa la azul sonrisa;

      Aún verde está y cubierto de flores el madero,
    Bajo sus ramas llenas de amor pace el cordero
    Y en la espiga de oro y luz duerme la misa.


_La fuente._

      Joven, te ofrezco el don de esta copa de plata
    Para que un día puedas calmar la sed ardiente,
    La sed que con fuego más que la muerte mata.
    Mas debes abrevarte tan sólo en una fuente,
    Otro agua que la suya tendrá que serte ingrata,
    Busca su oculto origen en la gruta viviente
    Donde la interna música de su cristal desata,
    Junto al árbol que llora y la roca que siente.

      Guíete el misterioso eco de su murmullo,
    Asciende por los riscos ásperos del orgullo,
    Baja por la constancia y desciende al abismo

      Cuya entrada sombría guardan siete panteras:
    Son los Siete Pecados las siete bestias fieras.
    Llena la copa y bebe: la fuente está en ti mismo.


_Palabras de la Satiresa._

      Un día oí una risa bajo la fronda espesa,
    Vi brotar de lo verde dos manzanas lozanas;
    Erectos senos eran las lozanas manzanas
    Del busto que bruñía de sol la Satiresa:

      Era una Satiresa de mis fiestas paganas,
    Que hace brotar clavel o rosa cuando besa;
    Y furiosa y riente y que abrasa y que mesa,
    Con los labios manchados por las moras tempranas.

      «Tú que fuiste, me dijo, un antiguo argonauta,
    Alma que el sol sonrosa y que la mar zafira,
    Sabe que está el secreto de todo ritmo y pauta

    En unir carne y alma a la esfera que gira,
    Y amando a Pan y Apolo en la lira y la flauta,
    Ser en la flauta Pan, como Apolo en la lira.


_La anciana._

      Pues la anciana me dijo: mira esta rosa seca
    Que encantó el aparato de su estación un día:
    El tiempo que los muros altísimos derrueca
    No privará este libro de su sabiduría.

      En esos secos pétalos hay más filosofía
    Que la que darte pueda tu sabia biblioteca;
    Ella en mis labios pone la mágica armonía
    Con que en mi torno encarno los sueños de mi rueca.

      «Sois un hada», le dije: «Soy un hada, me dijo:
    Y de la primavera celebro el regocijo
    Dándoles vida y vuelo a estas hojas de rosa.»

    Y transformóse en una princesa perfumada,
    Y en el aire sutil, de los dedos del hada
    Vólo la rosa seca como una mariposa.


_Ama tu ritmo..._

      Ama tu ritmo y ritma tus acciones
    Bajo su ley, así como tus versos;
    Eres un universo de universos
    Y tu alma una fuente de canciones.

      La celeste unidad que presupones
    Hará brotar en ti mundos diversos,
    Y al resonar tus números dispersos
    Pitagoriza en tus constelaciones.

      Escucha la retórica divina
    Del pájaro del aire y la nocturna
    Irradiación geométrica adivina;
    Mata la indificencia taciturna
    Y engarza perla y perla cristalina
    En donde la verdad vuelca su urna.


_A los poetas risueños._

      Anacreonte, padre de la sana alegría;
    Ovidio, sacerdote de la ciencia amorosa;
    Quevedo, en cuyo cáliz licor jovial rebosa;
    Banville, insigne orfeo de la sacra Harmonía,

      Y con vosotros toda la grey hija del día,
    A quien habla el amante corazón de la rosa,
    Abejas que fabrican sobre la humana prosa
    En sus Himetos mágicos mieles de poesía:

      Prefiero vuestra risa sonora, vuestra musa
    Risueña, vuestros versos perfumados de vino,
    A los versos de sombra y a la canción confusa

      Que opone el numen bárbaro al resplandor latino;
    Y ante la fiera máscara de la fatal Medusa,
    Medrosa huye mi alondra de canto cristalino.


_La hoja de oro._

      En el verde laurel que decora la frente
    Que besaron los sueños y pulieron las horas,
    Una hoja suscita como la luz naciente
    En que entreabren sus ojos de fuego las auroras;

      O las solares pompas, o los fastos de Oriente,
    Preseas bizantinas diademas de Theodoras,
    O la lejana Cólquida que el soñador presiente
    Y adonde los Jasones dirigirán las proras.

      Hoja de oro rojo, mayor es tu valía,
    Pues para tus colores imperiales evocas
    Con el triunfo de otoño y la sangre del día,

      El marfil de las frentes, la brasa de las bocas,
    y la autumnal tristeza de las vírgenes locas
    Por la Lujuria, madre de la Melancolía.


_Marina._

      Como al fletar mi barca con destino a Citeres
    Saludara a las olas, contestaron las olas
    Con un saludo alegre de voces de mujeres.
    Y los faros celestes prendían sus farolas,
    Mientras temblaba el suave crepúsculo violeta.
    «Adiós--dije--países que me fuisteis esquivos;
    Adiós peñascos enemigos del poeta;
    Adiós costas en donde se secaron las viñas,
    Y cayeron los términos en los vosques de olivos.
    Parto para una tierra de rosas y de niñas,
    Para una isla melodiosa
    Donde más de una musa me ofrecerá una rosa.»
    Mi barca era la misma que condujo a Gautier
    Y que Verlaine un día para Chipre fletó,
    Y provenía de
    El divino astillero del divino Watteau.
    Y era un celeste mar de ensueño,
    Y la luna empezaba en su rueca de oro
    A hilar los mil hilos de su manto sedeño.
    Saludaba mi paso de las brisas el coro
    Y a dos carrillos daba redondez a las velas.
    En mi alma cantaban celestes filomelas
    Cuando oí que en la playa sonaba como un grito.
    Volví la vista y vi que era una ilusión
    Que dejara olvidada mi antiguo corazón.
    Entonces, fijo del azur en lo infinito,
    Para olvidar del todo las amarguras viejas,
    Como Aquiles un día, me tapé las orejas.
    Y les dije a las brisas: «Soplad, soplad más fuerte;
    Soplad hacia las costas de la isla de la Vida.»
    Y en la playa quedaba desolada y perdida
    Una ilusión que aullaba como un perro a la Muerte.


_Dafne._

      ¡Dafne, divina Dafne! Buscar quiero la leve
    Caña que corresponda a tus labios esquivos;
    Haré de ella mi flauta e inventaré motivos
    Que extasiarán de amor a los cisnes de nieve.

      Al canto mío el tiempo parecerá más breve;
    Como Pan en el campo haré danzar los chivos;
    Como Orfeo tendré los leones cautivos,
    Y moveré el imperio de Amor que todo mueve.

      Y todo será, Dafne, por la virtud secreta
    Que en la fibra sutil de la caña coloca
    Con la pasión del dios el sueño del poeta;

      Porque si de la flauta la boca mía toca
    El sonoro carrizo, su misterio interpreta
    Y la armonía nace del beso de tu boca.


_La gitanilla._

A Carolus Durán.

      Maravillosamente danzaba. Los diamantes
    Negros de sus pupilas vertían su destello;
    Era bello su rostro, era un rostro tan bello
    Como el de las gitanas de don Miguel Cervantes.

      Ornábase con rojos claveles detonantes
    La redondez obscura del casco del cabello,
    Y la cabeza firme sobre el bronce del cuello
    Tenía la patina de las horas errantes.

      Las guitarras decían en sus cuerdas sonoras
    Las vagas aventuras y las errantes horas,
    Volaban los fandangos, daba el clavel fragancia;

      La gitana, embriagada de lujuria y cariño,
    Sintió cómo caída dentro de su corpiño
    El bello luis de oro del artista de Francia.


_A maestre Gonzalo de Berceo._

      Amo tu delicioso alejandrino
    Como el de Hugo, espíritu de España;
    Este vale una copa de champaña
    Como aquél vale «un vaso do bon vino».

      Mas a uno y otro pájaro divino
    La primitiva cárcel es extraña;
    El barrote maltrata, el grillo daña,
    Que vuelo y libertad son su destino,

      Así procuro que en la luz resalte
    Tu antiguo verso, cuyas alas doro
    Y hago brillar con mi moderno esmalte;

      Tiene la libertad con el decoro
    Y vuelve, como al puño el gerifalte,
    Trayendo del azul rimas de oro.


_Alma mía._

    Alma mía, perdura en tu idea divina;
    Todo está bajo el signo de un destino supremo;
    Sigue en tu rumbo, sigue hasta el ocaso extremo
    Por el camino que hacia la Esfinge te encamina.

    Corta la flor al paso, deja la dura espina;
    En el río de oro lleva a compás el remo;
    Saluda el rudo arado del rudo Triptolemo,
    Y sigue como un dios que sus sueños destina...

    Y sigue como un dios que la dicha estimula,
    Y mientras la retórica del pájaro te adula
    Y los astros del cielo te acompañan, y los

    Ramos de la Esperanza surgen primaverales,
    Atraviesa impertérrita por el bosque de males
    Sin temer las serpientes; y sigue, como un dios...


_Yo persigo una forma..._

    Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,
    Botón de pensamiento que busca ser la rosa;
    Se anuncia con un beso que en mis labios se posa
    Al abrazo imposible de la Venus de Milo.

    Adornan verdes palmas el blanco peristilo;
    Los astros me han predicho la visión de la Diosa;
    Y en mi alma reposa la luz como reposa
    El ave de la luna sobre un lago tranquilo.

    Y no hallo sino la palabra que huye,
    La iniciación melódica que de la flauta fluye
    Y la barca del sueño que en el espacio boga;

    Y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente,
    El sollozo continuo del chorro de la fuente
    Y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.

[Ilustración]



[Ilustración]


ÍNDICE


                                                     Págs.

  PALABRAS LIMINARES                                     7


                     PROSAS PROFANAS

  Era un aire suave                                     15

  Divagación                                            23

  Sonatina                                              33

  Blasón                                                39

  Del campo                                             43

  Alaba los ojos negros de Julia                        47

  Canción de Carnaval                                   51

  Para una cubana                                       57

  Para la misma                                         59

  Bouquet                                               63

  El Faisan                                             65

  Garçonnière                                           69

  El país del sol                                       73

  Margarita                                             77

  Mía                                                   79

  Dice Mía                                              81

  Heraldos                                              83

  Ite, missa est                                        85

  COLOQUIO DE LOS CENTAUROS                             89


                           VARIA

  El poeta pregunta por Stella                         107

  Pórtico                                              109

  Elogio de la seguidilla                              119

  El cisne                                             123

  La página blanca                                     125

  Año nuevo                                            129

  Sinfonía en gris mayor                               133

  La Dea                                               137

  Epitalamio bárbaro                                   139


                         VERLAINE

  Responso                                             143

  Canto de la sangre                                   147


                RECREACIONES ARQUEOLÓGICAS

  I. Friso                                             153

  II. Palimpsesto                                      159

  EL REINO INTERIOR                                    165

  Cosas del Cid                                        171

  Dezires, layes y canciones                           177

  Las Anforas de Epicuro                               189



[Ilustración]

ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE LIBRO EN MADRID, EN EL ESTABLECIMIENTO
TIPOGRÁFICO DE JOSÉ YAGÜES SANZ, EL DÍA XXXI DE JULIO DEL AÑO MCMXVII



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RUBÉN DARIO


cuidadosamente seleccionadas, corregidas e impresas en tomos de 300 a
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Se publica un volumen mensual.

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precios siguientes:

_Suscripción anual, o sea de doce volúmenes_:

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este trabajo. Cada tomo llevará distinta decoración.

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  EDITORIAL MUNDO LATINO
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  Ferraz, 21. Madrid.





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