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Title: Cacionero de Lope de Stúñiga - Códice del siglo XV. Author: Stúñiga, Lope de Language: Spanish As this book started as an ASCII text book there are no pictures available. *** Start of this LibraryBlog Digital Book "Cacionero de Lope de Stúñiga - Códice del siglo XV." *** NOTA DEL TRANSCRIPTOR: —Los errores obvios de impresión y puntuación han sido corregidos. —Se ha mantenido la acentuación del libro original, que difiere notablemente de la utilizada en español moderno. COLECCION DE LIBROS ESPAÑOLES RAROS Ó CURIOSOS. TOMO SÉPTIMO. LIBRO INTITULADO EL CORTESANO, COMPUESTO POR D. LUIS MILAN. LIBRO DE MOTES DE DAMAS Y CABALLEROS, POR EL MISMO. [Illustration: LOGO] MADRID, IMPRENTA Y ESTEREOTIPIA DE ARIBAU Y C.^a (SUCESORES DE RIVADENEYRA), calle del Duque de Osuna, núm. 3. 1874. [Illustration] ADVERTENCIA PRELIMINAR. HACE mucho tiempo que la obra intitulada EL CORTESANO, que compuso y publicó el caballero valenciano D. Luis Milan, es tenida entre los bibliófilos por un libro de los más raros de nuestra antigua literatura; tanto que uno de los más entendidos, el Sr. D. Vicente Salvá, decia en 1826: «Es uno de los más escasos de cuantos hay en idioma castellano; Ximeno no tuvo ocasion de ver ninguna de las dos ediciones que menciona de 1561 y 65, tal es su rareza: este ejemplar es de la primera edicion, y está completo áun cuando aparenta carecer de portada, pues nunca la tuvo. Perteneció á don Gregorio Mayans»[1]. A incluirla en nuestra coleccion nos ha movido, no sólo su extraordinaria rareza, sino tambien su indudable mérito, pues áun cuando la obra de Milan no admite comparacion con la de Castiglioni, que le sirvió de modelo, tiene más interes para nosotros bajo el punto de vista español, porque al hacer una exacta descripcion de las costumbres y manera de vivir de aquella época en el palacio del duque de Calabria[2], pinta tambien, y admirablemente por cierto, la sociedad de entónces haciendo figurar en su libro, no personajes ficticios, sino lo más escogido de los nobles y poetas valencianos; es, en una palabra, la resurreccion del siglo XVI, y hace pasar ante nuestra vista los saraos, fiestas y trajes de su tiempo. Más afortunados nosotros que el señor Salvá, tenemos noticia de seis ejemplares de EL CORTESANO[3]; todos los cuales tienen, como ya advirtió aquel distinguido bibliófilo, la página primera en blanco, empezando al reverso el libro, de modo que éste no llegó á tener portada; rareza que en sentido inverso se encuentra en otro del mismo Luis Milan, titulado: _El Maestro ó música de vihuela_[4], pues hemos visto en los ejemplares que de él se conservan en la Biblioteca de Palacio y en la de nuestro querido amigo el Sr. D. Pascual de Gayángos que en la portada tienen el fólio 2, lo cual parece indicar debieron tener otra anterior ó al ménos una ante-portada; porque de no ser así, no se concibe empiece la numeracion en ese fólio, siguiendo luégo correlativa. Ximeño asegura[5] que de EL CORTESANO se hicieron dos ediciones, una en 1561, y otra cuatro año despues, ó sea en 1565; pero creemos se equivocó en esto, pues todos los ejemplares que se conservan y hemos podido ver son de la primera, que es la que debia ser más rara, así como se equivocó tambien al citar dos ediciones (1534 y 1535) del libro _El Maestro ó música de la vihuela_, siendo una sola, con la fecha en la portada de 1535 y en el colofon la de 1536, que es cuando concluyó de imprimirse. Hubiéramos deseado dar en esta advertencia algunas noticias de D. Luis Milan, ademas de las que sobre él traen Ximeno, Rodriguez, Fuster, Cerdá y demas autores que han escrito sobre bibliografía valenciana, pero nuestros esfuerzos para procurárnoslas han sido inútiles, así como tambien los del distinguido bibliófilo Sr. D. Manuel Cerdá, que á instancia nuestra se prestó á hacer investigaciones en Valencia con el mismo objeto, y con una eficacia que le agradecemos vivamente; ni en el Dietario del Ayuntamiento de dicha ciudad, ni en otros papeles de aquel tiempo que ha examinado aparece hasta ahora el nombre de D. Luis Milan. En cambio, nuestros lectores verán hoy reimpreso otro libro de este autor, del que no da noticia alguna, que sepamos, ninguno de sus biógrafos, tan raro es. El único ejemplar que se conoce del _Libro de motes_ ó _Juego del mandar_ se conserva en la Biblioteca Nacional y procede de la del Sr. D. Serafin Estébanez Calderon; fáltanle dos hojas, cuya falta, que nos ha sido imposible subsanar, indicamos en la reimpresion con puntos suspensivos. Tambien publicamos un exacto facsímile de su portada, que creemos verán con gusto nuestros lectores. Lugar oportuno nos parece éste para hacer mencion de otra obra titulada EL CORTESANO, inédita, desconocida, y cuyo autor no sabemos quién fuese. A la buena amistad del Sr. D. Manuel de Goicoechea, entendido Bibliotecario de la Academia de la Historia, debimos la noticia de existir en la Biblioteca de esta corporacion un manuscrito de letra del siglo XVI que se titula EL CORTESANO, y á cuyo título se veia añadido de letra de Don Bartolomé José Gallardo el nombre de D. Luis Milan. Examinado por nosotros el citado manuscrito, nos hemos convencido no ser de D. Luis Milan, ó al ménos no ser igual ni parecido al que corre impreso con el nombre de este autor, ignorando el motivo que tendria persona tan competente como el Sr. Gallardo para atribuírselo: desgraciadamente el libro nos parece incompleto; pero así y todo, creemos no merece el olvido en que hasta ahora ha estado sepultado. F. DEL V. J. S. R. [Illustration] [Illustration] LIBRO INTITULADO EL CORTESANO. DIRIGIDO Á LA CATÓLICA REAL MAGESTAD DEL INVICTISIMO DON FELIPE, POR LA GRACIA DE DIOS REY DE ESPAÑA, NUESTRO SEÑOR, ETC.; COMPUESTO POR DON LUIS MILAN. DONDE SE VERÁ LO QUE DEBE TENER POR REGLAS Y PRÁCTICA; REPARTIDO POR JORNADAS. MOSTRANDO SU INTINCION POR HUIR PROLIXIDAD DEBAXO ESTA BREVEDAD; SIRVIENDO DE PRÓLOGO Y DIRECCION, Y UTILIDAD ESTA PRESENTE CARTA. C. R. M. HÁLLASE por escrito que en una plaza de Roma, nombrada Campo Marcio, se abrió la tierra, y por la abertura salian grandes llamas de fuego, y crescia cada dia de manera que toda la ciudad fuera consumida en poco tiempo si no se remediára; y preguntado por los romanos al oráculo, su ídolo, qué remedio ternian, respondió que echasen por aquella abertura la mejor cosa que debaxo del cielo fuese criada. Y determinaron que era el hombre, y de los hombres el caballero armado de todas armas buenas. Eligieron al valeroso Curcio romano, pues él, de muy bueno, voluntariamente quiso perder la vida porque su patria no se perdiese; y así vino, acompañado de toda Roma, muy ricamente armado, y puso á su caballo una venda en los ojos, porque rehusaba la muerte que su señor no temia, y en haberse echado Curcio en el fuego cerróse luégo la abertura; por donde se determina que el caballero armado virtuoso es la mejor criatura de la tierra, y para tener perfecta mejoría debe ser cortesano, que es en toda cosa saber bien hablar y callar donde es menester. Las armas de este caballero han de ser un yelmo de consideracion, que sea bien considerado en dichos y hechos, y una goleta de temperancia, que no coma sino para vivir, y no viva para comer, porque el hombre destemplado de comer y beber: Quien de sí fuere vencido Nunca bien podrá vencer; y un peto animoso, que ofrezca su pecho á cualquier contrario para reparo de quien justamente lo habrá menester, con un volante diligente, porque no se pierda lo bien hecho, por negligencia, y un espaldar de sufrimiento, para, que traiga á sus espaldas la carga que debe el caballero; y la doble pieza de esperar para que espere qualquier encuentro que fuere obligado; y unos brazales de esecuciones para que esecute, defendiendo lo bueno y ofendiendo lo malo, en su caso y lugar; y unos guardabrazos defensivos para defender á los brazos de su República, militar, eclesiástico, real, conforme á justas leyes; y unas manoplas liberales para que tenga manos abiertas para dar la vida á quien debe; y un arnés de piernas bien andantes, para que anden por pasos mostrando el paso para pasar á él y á otros á la verdadera vida, pues el caballero debe pasearse por este mundo dando exemplo y leyes de bien vivir. Sabido que hube el mayor presente que á un príncipe se podia hacer, segun la determinacion de los romanos, que es un caballero bien armado cortesano, viendo que éste representaba á vuestra Real Magestad, dije: Muy bien será presentar _quod Cæsaris Cæsari_, y así presento al César lo que es de César, pues por lo que vemos se espera lo que se cree de vuestra católica Magestad. Este caballero armado cortesano que por presente doy, hice de la manera que diré: hablándome con ciertas damas de Valencia, que tenian entre manos el _Cortesano_ del conde Baltasar Castillon, dixeron qué me parescia dél, yo dije: Más querria ser vos conde Que no don Luis Milan, Por estar en esas manos Donde yo querria estar. Respondieron las damas: Pues haced vos un otro, para que allegueis á veros en las manos que tanto os han dado de mano. Probé hacelle y ha allegado á tanto, que no le han dado de mano, sino la mano para levantalle. Tiene estas partes que diré: Dá modos y avisos de hablar sin verbosidad, ni afectacion, ni cortedad de palabras que sea para esconder la razon, dando conversaciones para saber burlar á modo de palacio. Representa la córte del real duque de Calabria y la reina Germana, con todas aquellas damas y caballeros de aquel tiempo, habilitando algunos que para dar placer fueron habilitados por el Duque, haciendo que hablen en nuestra lengua valenciana como ellos hablaban, pues muchos que han escrito usaron escribir en diversas lenguas, para bien representar el natural de cada uno. El principio deste libro comienza representando una caza que hacen la Reina y el Duque, donde fuí mandado que pusiese por obra el Cortesano, que las damas mandaron que hiciese y que lo dirigiese á vuestra Real Magestad, pues con mucha razon se le debia, y así tuve por muy buena ventura ser tan bien mandado como está dirigido. Suplico á vuestra Real Magestad reciba este presente como dice el filósofo, quel menor servicio, con voluntad, vale más que el mayor sin ella. [Illustration] [Illustration] JORNADA PRIMERA DEL PRESENTE CORTESANO. EN el tiempo deleitoso de la hermosa primavera, cuando todo el mundo, para conservacion de la vida humana, saliendo del estremo invierno, entra en estos dos suaves hermanos Abril y Mayo, enramados con guirnaldas de flores y frutos, se hizo una real caza de monte de las damas y caballeros que aquí verán. Salió el real duque de Calabria y la reina Germana, muy ricamente vestidos de terciopelo carmesí, broslados de hilo de oro, por invincion muchas matas de retama, que los granos dellas eran muy gruesas y finas perlas orientales de gran valor, diciendo á todas las damas: _Mi invincion traigo por mote_. A esto respondió la Reina con unos celos cortesanos, y dixo: La retama es mi amor, Y vos della el amargor. Dixo el Duque sonriendo: Mi amor es la retama, Por mostrar sobrado amor, Que en mí no está el amargor, Sino en mi dama. Gilot salió, que el Duque le habia vestido, de terciopelo verde, con una mona en la cabeza encima de una montera, y el mote que sacó decia: _Por remedar_, y y dixo á la Reina: Vostra altesa adevine qué vol dir la mona que yo he tret per invincio, que la retama clar parla que lo Duch mon senyor diu que no sols la ama, mas la reama. Respondió la Reina: Gilote, yo te adevinaré tu invincion: El Duque, mi señor, es lo verde que traes, que está en verdor, que se madurará su amor, y la mona por remedar, que en amor quiere engañar, como suelen todos los falsos hombres; y tú sales por majadero, que majarás en este banquete, por alcahuete. Gilote respondió: Seynora, vostra altesa es exida huy ab lo peu esquerre, y tot lo dia va coxo qui ab mal pensament hix de casa. Nom veurá mes en tota sa vida en jornades de plaer, que los celosos son gasta festes. Si de aci avant no acomana los cels á la cambrera don Ana de Dicastillo quels hi guarde en la cambra, que estes navarres son tan guardoses, que perzo he posat nom Navarra á una goza mia, per ques bona guardaroba. A esto respondió la camarera y dixo: Gilote, á la Reina, mi señora, no le pesa que seas alcahuete del Duque, mi señor, que pues no se puede escusar por haber tantos dese oficio, más vale que tú lo seas que no el Reverendo canónigo Ester. Respondió á la camarerael Canónigo, diciendo: Donos reverent ab tal sobrescrit, seynora don Ana, ¿qui li ha dit que yo so alcabot? Dixo la camarera: Señor canónigo Ester, en verdad que no se lo alevanto, que Gilote me lo ha dicho, y no sé qué me crea. Tomóse á reir como quien regaña el Canónigo, y dixo: La dob es bo pera uns guants, diu que no me alleva; allevantmo ab un no sé qué me crea, Senyora don Ana, yo li diré per quen diu alcabot lo bellaco de Gilot: En dies passats porti unes mendacions á la sua Beatriz de part de don Luis Vich, pera yo tenir entrada en sa casa, y Gilot haguen sentiment que estaba amagat escoltantme, y feuse á la finestra cridant com un orat: Veyns, veyns, socorreume, que un lladre tinch en casa. Y venint tot lo veynat diguerenli: ¡Á hon es lo lladre: Y ell dix: Vel vos aquí; lo canonge Ester es quem vol robar la honra, portant alcaboteries á la mia Beatriz, que pijor es que lladre un alcabot. Prenguérense á riure y dexárenlo tots pera qui es, que tal es com ell qui creu al orat. Salió á esta caza don Luis Vique y la señora doña Mencía Manrrique, su mujer, con unas ropas de terciopelo morado, pasamanadas de oro y plata, llenas de unos ojales con un ojo en cada uno dellos, y el mote decia _Vi que vi_; y como la señora doña Mencía oyó al canónigo Ester, que habia traido á Beatriz de Gilote encomiendas de parte de D. Luis Vique, su marido, dixo: Señor canónigo Ester, si no hubiera emprestado mis celos á la señora doña Violante Mascó, mi vecina, que los ha bien menester, yo me hiciera celosa por haber traido vuesa reverencia encomiendas á Beatriz de Gilote de parte de D. Luis Vique, mi señor; y áun que os amparastes del nombre de mi marido para entrar en su casa, más me siento deso que si fuérades tercero, que no es bien tomar nombre honrado para hacer deshonras. Respondió el Canónigo, y dixo: Señora doña Mencía, Gilot es lo cornut, y vosa merced la celosa, y yo lo alcabot; parme que danzan los furios los tres, y lo señor D. Luis Vich, son marit, sen riu; dexen esta danza, que en jornades de plaer lo furios no sa de fer. Don Luis Vique, confirmando la razon del Canónigo, dixo á su mujer: Señora, el señor canónigo Ester dice bien y obra mal; disimúlense los celos en esta jornada y no gastemos la fiesta, pues yo disimulo la reverenda traicion que se me ha hecho, que entre en casa de Beatriz de Gilote el Canónigo, como alcahuete mio, para alzarse con ella. Vino á esta caza D. Luis Margarite y la señora doña Violante, su mujer, con ropas muy bien divisadas y ricas, de terciopelo, aforradas de tela de oro; y entre unos recamos y brosladuras de cañutillo estaban unas medallas, y en las del marido los rostros dél y su mujer que se miraban el uno al otro, y el mote decia: _Viola ante mi deseo que la veo_. Y en las medallas que la señora doña Violante traia estaban unas manos con el puño cerrado, y el dedo más pequeño alto, que se nombra el margarite, y el mote decia: Mi mano muestra con razon Quién está en mi corazon. Llegóse riendo la señora doña Violante Mascó, y dixo á la señora doña Mencía: Yo vuelvo los celos que vuestra merced me ha emprestado, que más los ha menester que yo, segun va embeatrizado el Sr. don Luis, su marido, de Beatriz de Gilote, y no lo tome por mote; pues le he oido decir aquí que el canónigo Ester le ha hecho una reverenda traicion, que no se puede adevinar si son burlas las que pueden ser véras. Respondió la señora doña Mencía: Señora doña Violante Mascó, yo quiero cobrar mis celos, y de aquí adelante no me los ampreste más que no se los emprestaré, pues burla dellos, sino á la señora doña Castellana Belvis, su cuñada, que me han dicho que por no ser celosa dice su marido que no es amorosa, y va á buscar el amor de fuera de casa; y porque sea más casero no debe dexar un dia en la semana de ser celosa, que á maridos que se desmandan los celos los enfrenan, y si muerden el freno como á caballos desbocados, y pasan la carrera hasta á donde quieren, quando se cansarán ó alcanzarán volverán á su casa, y conoscerán que su mujer les mostraba con los celos los recelos que tenian de su perdicion; que no hay amor sin celos, ni cordura sin recelos. Dixo don Luis Margarite: Señora doña Mencía, beso las manos de vuestra merced de los celos que ha emprestado á mi mujer, que yo lo deseaba, diciéndole cadal dia: mujer, haceos celosa porque no engordeis, que si más engordais, yo me buscaré un festejo flaco y unos amores éticos. Y desparóme un dia con unos celos rabiosos que bien parescen emprestados, pues se lo rie en ser yo fuera casa con una castellana, camarera suya, que se nombra Mariseca. Dixo la señora doña Violante: Señor marido, pues quereis que hagamos la tortilla de celos que hacen Joan Fernandez y su mujer, séanos juez la señora doña Mencía; y diga si tengo de ser celosa de marido que cadal dia va de boda en boda festejando toda Valencia, dándome á entender que festeja por competir de burlas con el comendador Montagudo, por ver cómo se hace celoso, y he caido en la cuenta que suelen con las burlas encubrirse las véras. Vino á esta caza don Pedro Mascó y la señora doña Castellana Belvis, su mujer, con unas ropas de terciopelo encarnado, todas brosladas de unos manzanos al natural, las hojas verdes y la fruta colorada, con unos letreros de oro colgados dellos, y tenian unas letras que, haciendo de cada una dellas sílaba, dicen: _Él es de ella y ella es de él_, como dice este letrero: L. S. D. L. A. Y. L. A. S. D. L.; conformando á esta voluntad el manzano y la manzana, quel uno procede del otro. Fué tan buena esta invincion como la burla que la señora doña Castellana pasó diciendo: Señora doña Mencía, yo recibo la merced que me hizo cuando dixo á la señora doña Violante, mi cuñada, que me emprestaria celos para que un dia en la semana sea celosa, porque le han dicho que por no tener celos don Pedro, mi señor, me tiene por desamorada y vase á buscar nuevos amores fuera de casa; suplico á vuestra merced me los empreste, que para luégo es tarde lo que mucho es menester. Dixo la señora doña Mencía: Señora doña Castellana, tome vuestra merced, que con un abrazo se debe emprestar y volver lo que es para bien hacer. La señora doña Castellana dixo: Agora que soy celosa verá mi marido qué cosa son jinetes, por más que él sea buen jinete. Respondióle su marido: Señora mujer, si como dixo jinetes dixera jinetas, que son raposas, guardára mis pollos que no me los coma. Dixo la señora doña Castellana: Pues por mucho que los guardeis yo comeré dellos. Su marido se rió y dixo: Eso sería la comida que hizo una mujer de Hierusalen, que, estando cercada por Vespasiano, emperador de Roma, y su hijo Tito, teniéndola en gran aprieto, al fin de diez años que duró la guerra, vinieron los cercados en tan gran rabia de hambre, que una viuda hebrea, de las que estaban dentro la ciudad, dió la muerte á un solo hijo que tenía mochacho, haciéndolo quatro quartos y comióselo. Dixo la señora doña Castellana: ¿Esos son los pollos? ¿y de qué gallina los habeis sacado? que si son vuestros hijos y de buena casta, no los comeré como la mujer hebrea, sino criarlos he para que no se pierdan, que los celos de la mujer no han de ser para hacer receloso á su marido. Salió Joan Fernandez de Heredia y la señora doña Hierónima, su mujer, con unas ropas de terciopelo azul, recamadas de hilo de plata y oro, broslados unos ruiseñores, que son páxaros que no cantan ni muestran alegrarse sino en la primavera, y el mote decia: Gozan del que yo quisiera Cantar en la primavera. Doña Hierónima dióse cata que su marido habia sacado la invincion y el mote por una prima suya, y con un zuño dijo: Señor marido, Hablemos un poco al oido. Y él respondió: Señora mujer, Guárdeme Dios de tal hacer. Dixo la señora doña Hierónima: Vos temeis que yo os dixera Quién es vuestra primavera, Ques tan falsa para vos, Como sois falsos los dos: Decidle ques por demas Quella me vesite más, Pues que vuestros ruiseñores Cantan que me sois traidores. Dixo Joan Fernandez: ¿Quién os hizo trovadora, Mi señora, Quién os hizo trovadora? Dixo la señora doña Hierónima, su mujer: Por trovar vuestras maldades, Digo en versos las verdades. Que meresceis que yo diga Que vestis mujer y amiga; Pues dos jaulas parescemos, Destas aves que traemos; Ya nos dicen farsa es ésta, Paxareros son de fiesta; Yo me voy, quedaos con Dios, Que corrida voy con vos. La Reina, viendo que se iba, le dijo: doña Hierónima, por me hacer placer, y pesar á quien os quiere mal, que volvais, que nunca se debe hacer lo que el enemigo quiere. La señora doña Hierónima volvió á la Reina y dixo: Señora, con tan gran favor Yo seré tan socorrida Que no me veré corrida Sino por mi corredor. Dijo Joan Fernandez, su marido: ¿Quién os ha mal enojado, Mi buen amor, Que me hicistes corredor? Respondióle su mujer: ¿Quién os hizo pajarero, Caballero, Quién os hizo pajarero? La Reina le dijo: Señora doña Hierónima, más querria ser vos que yo, que muy gran cordura es saber enojarse y desenojarse cuando es menester. Vino á esta caza don Diego Ladron y la señora doña María, su mujer, y por lo que le pareció, él no salió vestido de fiesta y ella sí, con una ropa de terciopelo negro, toda broslada de unas sierpes, muy al natural, que tenian cortado del pescuezo un tercio y de la cola otro tanto, y en una montera que de lo mismo traia estaba este letrero: En el medio está lo bueno; Que en los estremos Se pierden los que perdemos. Paresció esta invincion y mote muy bien á todos y alabáronselo mucho, y don Diego dixo: Señores, todos pienso que me engañais, si no me desengaña la señora doña Hierónima, que del señor Joan Fernandez, su marido, desengañado estoy, que las más veces burla alabando el que va lisonjeando. Dixo la señora doña Hierónima: Señor don Diego, pues yo no soy lisonjera, dice mi marido que tengo mala condicion, yo tengo por mal acondicionado el corazon falsificado, que por eso se dice: vé con él y guarte dél. Lo que yo siento de invincion es, que á nosotras habeis hecho sierpes y á vos apoticario, que para que nos puedan comer, que no emponzoñemos, nos habeis hecho sacar á la señora, vuestra mujer, cortadas las cabezas y colas, mostrando que las mujeres tenemos la ponzoña en la cabeza y en los piés, de mal parleras y muy andariegas, y encobris esta malicia con el aviso que dais en el mote, diciendo: _En los extremos se pierden los que perdemos._ Vos y mi marido sois en esto médico y apoticario, que ordenais contra mujeres. Yo creo que tan poca paz tiene su mujer en casa como yo en la mia, pues no son portapaces los maridos que son desplaces. Dixo don Diego: Señora doña Hierónima, yo no pensé decir tanto, ni he dexado de tocar mucho, mas yo, de lo mucho que dixe, no he querido decir tanto de lo malo que vuestra merced ha sacado; y por esto se dice: no hay nada mal dicho si no es mal tomado, como ha hecho agora vuestra merced, que ha sospechado que para decir mal de mujeres hice sacar á mi mujer doña María las sierpes por invincion, y no ha sido sino por la semejanza que tiene la sierpe á lo que dice el mote, y es que así como tiene en el medio gran virtud, y en los estremos, que son la cabeza y cola, ponzoña, así se ve que en el medio está lo bueno, donde consiste la virtud para bien obrar, que en los extremos, que hacen perder, se pierden los que los siguen. Mi intincion no fué hacer sierpes á las damas, mas vuestra merced, para hacernos médico y apoticario, á vuestro marido y á mí, contra mujeres, habeis hecho esta glosa, y lo demas, dexo á Joan Fernandez, su marido, que lo dirá mejor que yo. Armóle á Juan Fernandez ir á la mano á la señora doña Hierónima, por vengarse de las que ella le habia dado y dixo: Señora mujer, quien tiene la cola de paja, del fuego se teme; como vos sois una sierpe para mí, habeis sospechado que el señor don Diego Ladron las hizo sacar para motejar á las mujeres, y cuando por esto lo hubiese hecho, no teneis que enojaros, pues se dice: sed prudentes como serpientes, esto tienen por quien las crió, que es la prudencia, y la ponzoña por la serpiente, que á la primera mujer engañó; ya veis qué mal os viene porque os hayan acomparado á serpientes, diciendo la mesma verdad que son de su naturaleza sábias, y cuando no lo quieren ser es por creer á Lucifer, que les dice que hagan lo que les vedan. Respondió la señora doña Hierónima y dixo: Señoras, preicador es mi marido y yo no lo sabía, sepamos dónde preica la cuaresma y vamos á oille, yo creo que será á casa de don Anton Vilaragut, que por lo que allí hace y dice le hizo don Luis Milan una obra, donde le hace en ella Adan y á doña Antona Vilaragut y de Heredia Eva; que no se cazaria mejor cosa en esta caza que don Luis Milan la hiciese correr por aquí como á liebre, á ruego de todas las damas, que yo creo que lo hará si una dama de las que han salido aquí se lo manda, que nadi puede mandar si no es bien mandado. Dixo Joan Fernandez: Señora mujer, si tales liebres levantais contra mí en esta caza, yo las haré correr á mis galgos. Respondió don Luis Milan: Señor Joan Fernandez, si la dama que la señora doña Hierónima, vuestra mujer, ha dicho, lo manda, mis coplas saldrán, y no serán vuestros galgos tan corredores que las corran, pues nunca las mias quedaron corridas de las vuestras. Salió don Francisco Fenollet á esta caza, y la señora doña Francisca, su mujer, vestidos de monte, con ropas y monteras de terciopelo amarillo, aforradas de tela de plata, con muchas guchilladas y prendederos de oro, y el mote decia: Sus ojos son prendederos Que los mios aprendaron; Amarillo me dexaron, ¿Cómo pude meresceros? Dixo don Francisco: Bien habeis escaramuzado con la señora vuestra mujer, señor Joan Fernandez. Caballero de frontera Sois en todo, mi señor, Siempre escaramuzador Por de dentro y por de fuera. Respondióle Joan Fernandez: Don Francisco, ballestero, Con virote habeis tirado, Que muy mal está encarado Quien hiere su compañero. Don Diego Ladron, que vió escaramuzar á motes á don Francisco y á Joan Fernandez, entró en la escaramuza y dixo: ¿Jugais á pasa Gonzalo? Señores, decídnoslo, Que tambien jugaré yo, Si Joan es el Gonzalo. Don Luis Milan atravesó como á valedor de Joan Fernandez, y, mostrando defendelle, le hirió sin sacar sangre y dixo: Dexad vos ese mi Joan, Que no sufre papirote, Sino á quien le da en el mote Más del palo que del pan. Joan Fernandez revolvió sobre don Diego y don Luis, y con una piedra mató estos dos páxaros y descalabró á don Francisco, diciendo: Mirad qué Milan y Diego, Para competir conmigo; Don Francisco, nuestro amigo, Sedles vos mozo de ciego. Vino á esta caza don Miguel Fernandez y la señora doña Ana, su mujer, con ropas de monte de terciopelo naranjado, llenas de muchos oidos broslados, que estaban entre unas obras, que hacian muy buen matiz, de cordoncillo de hilo de plata y seda verde; y los motes que en sus monteras traian, decia el del marido: Todo estoy hecho oidos En sentiros, por oiros. Y el de la señora doña Ana, su mujer, decia: Toda estoy hecha oidos, Del que oigo de maridos. Dixo don Miguel Fernandez: Señora mujer, vuestros oidos querria ser, por oir si os dice algunas mentiras contra mí vuestra Castellana Marinuevas, que por vuestra autoridad no la debríades escuchar, que mujer novicholera, nunca fué buena casera. Dijo la señora doña Ana: Señor marido, vos querríades ser mis oidos, yo querria ser los vuestros, por saber si es verdad lo que decis en vuestro letrero, que os volveis todo oidos en sentirme por oirme, que yo creo lo debeis decir por huirme, segun huis muchas veces de casa; que el marido mal casero canta en otro gallinero. Salió á esta caza don Baltasar Mercader y la señora doña Isabel Ferrer, su mujer, vestidos de terciopelo verde, con muchas flores de jazmil, brosladas de hilo de plata, y el mote decia: Como flor es de jazmil El amor de poca fe, Que entre manos secasé. Dixo don Baltasar Mercader: Señora mujer, ¿cómo le paresce este nuestro letrero que hice para decir una gran verdad? Respondió la señora doña Isabel: Señor marido, mucho querria saber en quién ha probado vuestra merced esta verdad, que por mí no se puede entender. Dixo don Baltasar: Señora, muy poco há que se probó con la vida de mi hermano don Berenguer Mercader, que murió de amores por una dama que se le casó, pensando que estaba tan casada en la voluntad dél como no lo fué, pues pudo casar con otro y descasar á quien tan casado estaba de amor con ella; no digo que por ser mujer tuvo poca fe, sino porque no fué hombre en agradescer, que tan de véras es el amor que mata, como es de burlas el que no da vida; pues piensan que todo le es debido á la dama que matando pone en fama. Dixo la señora doña Isabel, su mujer: Señor, dicho me ha la señora doña Ana Mercader que le ha parescido muy bien todo lo que vuestra merced ha dicho, sino tacharnos á las mujeres de poca fe, y alabar á los hombres de agradescidos, que no quedan desculpados los que culpan á mujeres, si ellos quedan infamados; y lo más dirá la dama que he nombrado, pues lo siente mejor que yo. Respondió la señora doña Ana Mercader: Señora doña Isabel, no tengo parescer sino el de vuestra merced; aquí está don Luis Milan, que, yo creo, segun ha escuchado á vuesa merced, que guarda muy bien esta razon que ha dicho, y ella es tan avisada que descubrirá el parescer de algunos para mostrar lo que sienten, pues hay razones que no debrian hablar en ellas, sino el que puede entendellas. Entendamos por qué trae las víboras en el vestido que ha sacado, que bien viene invincionado, y dígalo, por vida de quien las sacó. Dixo don Luis Milan: Señora doña Ana, lo que se debe callar no es de decir, y lo que se puede decir no es de callar. Las mejores invinciones son las que ellas mismas hablan sin letrero, y éstas apénas las hallan sino los bien invincionados cortesanos, como fué el Almirante de Castilla, que traia un corazon de piedrazufre, que nombrándole, dice la intincion del que le trae; y don Fernando de Torres, baile general de nuestra Valencia, que sacó la vela de la nave que nombran contramesana, que claro dice: contra mí es Ana; y nuestro caballero valenciano don Baltasar Romani, que traia un sino de libra, que es uno de los sinos del cielo, que esta invincion quiere decir: si, no, delibra; como es verdad que si ó no delibra al que espera. Y un otro que por Ana traia una partesana, que claro dice: parte es Ana, queriendo decir que Ana es parte para matar ó dar la vida; y ésta que yo he sacado, que son las víboras, que ellas mismas son el letrero, pues dicen por el que las trae, vivo horas, que bien se puede decir que en esta vida no se vive sino horas; Que las horas del pesar Más son que las del reposo, Pues que se puede mudar Lo venturoso. Y el que se acordáre desto no estará sin sintir, Que las horas del pesar, Que es el morir, Más son que las del placer, Que es el vivir. Salió don Berenguer Aguilar y la señora doña Leonor Gualvez, su mujer, con unos vestidos de terciopelo leonado; y el marido traia unos círculos redondos de plata, con un leon de oro dentro dellos, que tenian este letrero: Leonor de oro es mi invincion, Como muestra este leon. Y la mujer sacó unas águilas volando, brosladas de hilo de oro, y en una montera traia el mote que decia: _Tras águilas fué mi volar._ Dixo don Berenguer á la señora su mujer: Una dama me ha dicho que por haber casado con vuestra merced me pueden decir el marido de la gala y que no me faltaba sino que me dixesen Martin, pues ya tenía la gala. Dígame cómo se ha de entender esto, que yo no lo entiendo. Respondió la señora doña Leonor: Señor, pregunte vuesa merced al señor Joan Fernandez, qué quiso decir esta dama, que no la entiendo, por qué queria que le dijesen á vuestra merced Martin, si ya no es ella por quien se dixo esta cancion, ¿Por qué no tramas tela, Di, Berenguela? Respondió Joan Fernandez: Señora doña Leonor, pues vuestra merced lo manda, y el señor don Berenguer se lo rie, digo que esa dama quisiera ser Berenguera, y como no lo ha sido, se burla de lo que ella quisiera ser burlada, y quiere decir que pues el señor don Berenguer alcanzó renombre de marido de la gala, que si le dixesen Martin le dirian Martingala. Don Berenguer se corrió de la risa que este apodo levantó, y dixo: Señor Joan Fernandez, ese nombre mejor sería para vuestra merced, pues un tiempo usó la martingala en las calzas, quando se iba de cámaras de baxas coplas, que contra don Luis Milan trobó, que pullas las llamo yo. Respondió Joan Fernandez: Si el Milan dice que son pullas, yo lo otorgaré, y de otra manera no. Dixo don Luis Milan: Pues el Sr. Joan Fernandez se fia de mí, yo no digo que son pullas, sino repullones, y dígalo su excelencia, si fueron coplones lo que respondió á mis coplas, y séanos juez. Respondió el Duque: Si yo tengo de ser el juez, para bien juzgar he de oir las dos partes cuando yo daré audiencia, que será mejor despues de haber cazado, porque los monteros traen los sabuesos que no los pueden tener de sentir los puercos, que no deben estar léxos; y en esto levantaron un gran puerco, y maltrató los perros que le asieron, y el Duque demandó una porquera y mató al puerco, y presentóle á la Reina con este requiebro: Un muerto presenta á otro; Que el amor Mata y hace matador. La Reina respondió al requiebro del Duque con una risa, y dixo, á mí me dicen: _Je vus entendo ben._ Y el Duque respondió: Y á mí me nombran _Sans mal pensier_; y porque es así como digo, qualquier de la compañía que mate caza, preséntela á quien quisiere y no á mí, por quitar de sospecha á vuestra alteza que la tomo para presentalla á damas; pues no quiero hacer presente sino á quien no soy ausente, que es á la Reina, mi señora. Levantóse un otro puerco muy fiero, y matóle don Luis Vique, y presentóle á la señora doña Mencía su mujer, con este requiebro: Presento de lo que dais, Muerto, pues que vos matais. Dixo la señora doña Mencía: No sabía yo que fuese matadora, por esto el médico de nuestra casa no sabía decirme el otro dia qué mal era el de vuestra merced; agora veo que mejor están los amadores enfermos que estando buenos. Dixo el Duque: Señora doña Mencía á esa razon no se le puede responder estando á las manos, sino á las lenguas en conversacion de damas, y no entre puercos. Yo me acordaré della á su tiempo, porque vuestra merced nos la haga de dárnosla á entender. Salió un puerco muy bravo que puso espanto á todas las damas, porque iba entre las mulas, y mató la de la señora doña Violante Mascó; y don Luis Margarite, su marido, saltó del caballo y púsose á las espaldas su mujer, y el puerco vino para ellos, y este galan le puso la espada por la boca hasta la empuñadura, y muerto el puerco, dixo este requiebro: Cuando en vos me vi salvar De la muerte que moria, Nunca llegaré á pagar Con esta muerte la mia. Dixo la señora doña Violante, su mujer: No me ganaréis á requiebros más de lo que ya me habeis ganado, y respondió con este otro: Si de muerte os he librado, Fué porque vos me librastes; Con lo que vos me pagastes He pagado. Don Pedro Mascó se fué con los monteros de ciervos, y no tardó mucho á venir con un ciervo que habia muerto, y trúxole con los cantores del Duque que delante dél venian cantando: _Sicut cervus ad fontes aquarum_, viene el ciervo del marido que su mujer le ha herido. Dixo la señora doña Castellana, su mujer: Señor don Pedro, el que hizo ese cantar muy gran verdad ha dicho, porque así como el ciervo herido va á las fuentes de las aguas, con el mismo deseo viene el marido á su mujer, si della ha sido herido ántes de casar. Dixo el Duque: Señora doña Castellana, guardemos esa razon, que hay mucho que decir, para la conversacion que se terná en la comida desta caza, que yo la sacaré por postre, pues á vuestro marido le dió tan buenas primerías. Dixo la señora doña Hierónima, mujer de Joan Fernandez: Señor Duque, su servidor y mi marido he visto de aquí trabado con un puerco al pié de aquel montecico, y parésceme que su caballo está mal herido; mándeme dar un caballo y una lanza, que yo le quiero socorrer. Héle allá, agora le veo, y está á pié, muerto debe ser su caballo. Socorrieron el Duque y todos los caballeros, y hallaron á Joan Fernandez á caballo sobre el puerco, asido de las orejas con la mano izquierda, y con la derecha dándole de puñaladas, que ya le tenía casi muerto, caido entre sus piernas. Levantóse de tierra y vió venir con el socorro á su mujer, con un caballo y una lanza á la jineta; y como su marido Joan Fernandez la vió venir de tal manera, rióse v díxole: doña Hierónima, ¿á quién veníades á socorrer, á mí ó al puerco? Y ella le respondió: Yo os respondo con lo que dixo el Duque de Ferrara en un socorro que hizo á los franceses contra los españoles en la batalla de Rávena, que viendo los dos campos muy trabados y perdidos, para acaballos del todo, mandó desparar su artillería á todos y dijo: _Tutti son inimici._ Rieron mucho y Joan Fernandez respondió: Señora mujer, pues decis que á los dos teneis por enemigos, á mí y al puerco, bien será que yo le presente á la primavera vuestra amiga, que nos terná por amigos, con este mote: Recebid este presente Mi seniora primavera, Que mi mujer le comiera, Sino por un accidente. Respondióle doña Hierónima: Sepamos por qué decis que yo comiera el puerco, sino por un acidente, que ninguno tengo para dejar de comelle, sino ser mal casada. Dixo Joan Fernandez: Pues sabed, señora mujer, que, hablando de véras, el puerco es vuestro, que matándole me dixo: Yo me dexo á tu mujer, y así os le presento con este cantar: Mal casada, no te enojes, Que me matan tus amores. Y ella le respondió con este otro: ¡Ay, señoras, si se usase Que quien mal marido tiene Que lo dexase! Y así se volvieron cantando y riendo, para alegrar á las señoras, que tristes estaban hasta que vieron á Joan Fernandez sin peligro. No muy léjos deste placer donde estaban, se levantó un puerco muy fiero, y don Diego Ladron tomó una lanza y fué para él, y dióle una lanzada por los costados, que le pasó de parte á parte; y el puerco le rompió la lanza con los colmillos, y le hirió el caballo, y dixo estas palabras: Mahoma, no me faltes. Joan Fernandez se rió, diciendo: A no decirse vuestro caballo Mahoma, pensáramos que sois moro. Respondióle don Diego: Mas ántes yo lo soy despues que moro con vuestra amistad, aunque más lo parescistes vos el tiempo que trujistes la turca de grana, que enojastes en traella á dos veranos de caliente y á tres inviernos de frio, que don Luis Milan se acordó desto en una copla que os hizo haciéndoos turquesa quando sacastes una ropa larga, de paño azul, como la que traen los pregonamuertos de la cofradía de Santiago, que si don Luis Milan la quiere decir y vos no os correis, seréis mucho de palacio. Dixo Joan Fernandez: Sólo por paresceros cortesano sufriré papirotes del Milan, cuanto más coplas. Dixo don Luis Milan: Bien será decilla, y no os corrais, que de color os mudais. No se vió mejor empresa, Ni azuleja más galana, Tan turco sois con la grana Como con lazul turquesa. Azulejo, mi señor. Turquesa contra caida; No tengais ningun temor, Que no caeréis de amor En vuestra vida. Dixo Joan Fernandez: Pues habeis empezado la escaramuza de coplas, vos seréis como Moriana, bien servida y mal contenta de mis respuestas; y recebid ésta con perdon que os hace búfalo, por ser animal que aborresce la grana, y á toda cosa que con ella está. Pues mi ropa azul aborrecistes por vos haber sacado tras ella mi turca de grana que me quisistes matar á motes cuando la traia, así como el búfalo quiere quitar la vida á quien la trae; y la respuesta que doy á vuestra copla es ésta: Nombrar mi ropa azuleja, De azulejo fué tomado, Paresce que habeis sacado Vestido de ropa vieja. Turco y turquesa me heciste, Corriste carrera vana, Búfalo me parecistes, Que lazul aborrecistes Por la grana. Don Francisco Fenollet, como no es muy amigo de cazar puercos, siguió á los monteros de ciervos, y vino con un ciervo cariblanco, que tenía el pié derecho negro, y cuando fueron en vista y oida de la señora doña Francisca, su mujer, venía delante del ciervo cantando Olivarte, cantor del Duque, este romance: Aquel ciervo cariblanco Que corre por aquel llano, Quien fuere mi caballero, Tráigamelo á la mano. Dias há que yo ensoñé Que mi mal no será sano Si no me traen un ciervo Cariblanco y rabicano. Con el pié derecho negro, Que no es de señal villano Por la propiedad que tiene, Que sabella no es en vano. Quien comiere deste ciervo De Cupido será hermano; No le matará el amor, Que no le dará de mano. En acabar de cantar Olivarte, don Francisco le presentó á la señora, su mujer, y le dixo: Señora, con el romance que hice por servicio de vuesa merced, ántes de seros marido, os he presentado este ciervo cariblanco, que la ventura me ha hecho cazar, para que se cumpliese mi deseo de presentaros lo que yo represento. Ciervo cazado del amor Para ser vuestro amador. Dixo la señora doña Francisca: Señor, si las señales no mienten, vuesa merced las tiene de buen marido, que hasta agora no tengo de qué quejarme, sino que anda mucho en burlas con Gilot. Que á las veces salen véras Las burlas que son terceras. Dixo Gilot: Señora doña Francisca, totes les celoses son com á cigales, que en cantar una responen molges. La Reina ha comenzat lo cant, que de cels es un encant; y la señora doña Mencía fa lo contralt, que son marit ne stá malalt, y vosa merced es un tenor sospitos, que pijor es que la tos; y la seniora doña Hierónima lo contrabaix, puix son marit va tos temps baix en amors, Que pijor es que dolor De mal frances, Baix amor en caballers. Don Miguel Fernandez vió un ciervo no muy léjos de donde estaban, y dixo á la señora doña Ana, su mujer: Yo quiero ir á matalle como á servidor, y no como á marido, porque si lo presento á vuestra merced le tomará de mejor gana, pues yo le daré con mejor modo. Y tomó un arcabuz de un montero, y mató el ciervo y presentóselo con este requiebro: Tenedme por recebido Ciervo, vuestro servidor, Y sabráos mucho mejor Que de marido. Dixo la señora doña Ana, su mujer: No le tomára Si como á marido le presentára, Y en presentalle como á servidor, Le tomo con más amor, que, para conservarse la voluntad entre los casados, siempre ha de saber como á servidor el marido, porque no sea tenida en poco la mujer, Pues en ser casada es olvidada, Lo que no debria ser, Que la guerra en la posada Peor mal no puede ser. Dixo el Duque: Señora doña Ana, porque no le responda su marido á esta plática, que ha menester hora más desocupada, dejémosla para despues de la comida por lo que se dice: Lo que á muchos toca, Con pocos no se platica. Levantaron un puerco y vino hácia donde estaba don Baltasar Mercader, y tomó una lanza, y dixo á la señora doña Isabel, su mujer: En nombre vuestro le daré lanzada, porque no se me vaya; y mató el puerco, y dióselo con este requiebro: Si con vos no le hiriera, No muriera. Respondió la señora doña Isabel: No es tan mortal Mi lanzada, Pues que no puedo matar Vuestro burlar. Venía don Berenguer Aguilar corriendo tras un ciervo que habia herido al pié de un monte, á vista de todos, y vino á morir delante de la señora doña Leonor Gualvez, su mujer, y presentóselo con este requiebro: Por vuestra vista murió El que os miró. Dixo don Luis Milan: Basilisco ha hecho el señor don Berenguer á vuesa merced, que mata con la vista. Díganos en qué está muerto, Que no lo entiendo por cierto; Que en la carne está engordando Y en su espíritu burlando. Creo que esta muerte debe ser Que murió de gran placer Por haber con vos casado, Y vióse resucitado, Más sabido Por habella conoscido. Ya era mediodia, y el Duque mandó que cesase la caza, y dixo: Buena caza habemos hecho, Como hacen en cazar Los que cazan para dar A su provecho. Hora será de comer, Que ya espero esta comida, Pues comer es para vida Gran placer. Dixo don Francisco Fenollet: ¿Trovador es vuestra excellencia? Respondió el Duque: No soy sino perdedor. Dixo don Luis Milan: Nadi pierde por otro sino por sí. Replicó Joan Fernandez: En el merescer está el tener. Respondió don Diego Ladron: Nadi meresce sino á quien se le paresce. Todos allegaron con gran regocijo á la comida, que fué en Liria, y sentados que fueron á la mesa, dieron muy buen tocino con vino blanco y azúcar, y dixo el Duque: Gilot, muy buenos principios son éstos, del tocino de Aragon deben ser, que tú lo debes conoscer. Respondió Gilot: Señor, gran merces del mot quem habeu donat; juheu me habeu fet, mas no so cobart, á un canonge ne fas part, ques diu Ester, que sé que lin fas gran placer. El Canónigo le tiró un bofeton, y erró á él, y dió al paje del mal recaudo, y los dos para vengarse trujeron dos halcones muertos de hambre, y soltáronlos al Canónigo, que sin bonete en la cabeza estaba delante el Duque, y asidos dél le picaron en la calva y él gritando, y Gilot y el paje teníanle, porque los halcones estuviesen como en barra asidos con las uñas dél; y quedó tan ensangrentado que si el Duque no le socorriera, muerto fuera, y el paje le apodó, y díxole: Señor mosen Agron, ¿Cómo os fué con mi halcon? Y él respondió: Y á vos, patge del ganget, ¿Cóm vos va ab lo meu bufet? A ruego de las damas el Duque los perdonó, y mandó que no se desmandasen más de manos. Sacaron unas aves asadas de tan estraño olor y sabor, que de no conocellas les pusieron nombre las desconocidas. El gobernador Cabanillas, por haber tomado el cargo desta comida, no le vimos hasta la hora del comer y dixo: Ninguno sabe el nombre destas aves sino yo, que de las Indias me han enviado dellas poco há, y en Benizano y Bolbait las hago criar dentro en los castillos, porque son de tan gran sentido que sirven por sentinelas, pues por poco ruido que sientan de noche dan grandes voces, y hace la guardia una dellas despierta, como está la grulla con la mano alta y una piedra en ella, miéntras las otras duermen, porque si se aduerme, al caer de lo que tiene entre las uñas despierta, y desta manera no puede dormir, que por esto no me ha de tener en poco su excelencia de las muchas que yo he traido aquí, teniendo la propiedad que tienen para centinelas, que guarda fuerzas se debrian nombrar, y no el nombre que tienen. Dixo el Duque: Cabanillas, nadi alcanza lo que vos, pues alcanzais hasta las Indias á tener lo que dellas no alcanzan reyes. Decime, por vida de la Reina, mi señora, qué nombre tienen, si es tan bueno como el que vos les habeis puesto. Respondió Cabanillas: Señor, soy contento; el nombre dellas es perdizajeras. Dixo doña Hierónima, la mujer de Joan Fernandez: Esto, perdices son con ajos, que el nombre se lo dice, pues nombrando una que se dirá perdizajera, lo dice claro. Rieron mucho de la burla de Cabanillas, y el Duque le dixo cómo las habian aparejado; y él respondió: Ponen dentro dellas agiaceite, de manera que no pueda salir, y al asar incorpórase todo en la perdiz, y queda tan desconoscida como conoscida de la señora doña Hierónima, por ser muy enemiga de los ajos, que su marido no los osa comer en su casa, porque un dia le corrió con el majadero que los habian hecho y arrojóselo; y él vino huyendo á mi casa, á hora de comer, hediendo á los ajos y díxome: Señor, acógeme en vuestra mesa, que huyendo vengo del majadero, que nunca estuvo más donoso en su vida, por los donaires que aquel dia dixo, y fueron tales, que doña Elena, mi nuera, le puso nombre Joan Donaire. Dixo Joan Fernandez: Señor Cabanillas, buen sermon habeis estudiado para venir á decirme Joan Donaire. Bien será que sepan lo que á vos os siguió en otra comida que don Guerau Bou estuvo en ella y me dixo que Juan Vilarrasa, vuestro sobrino, convidó á comer á su huerta á fray Palomo, que aquella cuaresma preicaba en Valencia, y convidóle para oirle, que era muy buen decidor. Y al hora que se asentaban á la mesa, vuestra merced entró y dixo: _Pax vobis_, y sentóse á comer, y don Juan Vilarrasa fuése á la cocina por no oir vuestros cuentos católicos del tiempo del Rey Católico; que fueron tantos, que nunca el fraile pudo envidar con los suyos, y á cada paso vuesa merced decia: Esto que digo en este cuento don Juan Vilarrasa lo sabe tan bien como yo. Y él respondió de la cocina, donde estaba, gritando: Noy sé res de quant diu, puix mal profit me ha fet entrar lo frare que nunca la dexat parlar. Y en irse vuesa merced, el fraile os puso nombre el gobernador Campanillas, porque quando ellas tañen nadie puede hablar. Despues de las perdices dieron pavones de las Indias y de los nuestros, y dixo don Diego Ladron: Apostaré que al señor Joan Fernandez mejor le parecerán los pavones indianos que los de Valencia, aunque para lo que siempre hace en sus amores, mejor le debrian parescer los nuestros, pues los contrahace estando en rueda como están ellos con las plumas muy hermosas, que son las que don Luis Milan le pasa por la nariz, y son tantas que queda emplumado. Pues digámosle Joan de Rueda, y no lo digo porque sea como Lope de Rueda, que no hace farsas como él. Dixo don Francisco Fenollet: Si él es más amigo de los pavones indianos, yo le diré Juan pavon indiano. Joan Fernandez le respondió con esta copla, que de presto hizo: Cuervos habeis parescido, Que muy mal habeis picado, La ropa me habeis rasgado, Que sangre no m’ha salido. No seais corveadores, Qu’es muy malo corvear; Alquilaos á podar, Pues sabeis á podadores. Don Diego y don Francisco, que se oyeron apodar á cuervos, dixeron á las damas si era bueno el apodo, y en qué les parescia que fuesen corveadores, como Joan Fernandez les habia dicho en su copla; y que lo pensasen entre tanto que respondian cada uno á la copla con otra suya, y dixo don Francisco: Paresce que os enojastes Por deciros Joan pavon; Y’os apodo al abejon, Pues que siempre le jugastes. En las burlas deste juego Siempre haceis sentir el palo: Comenzad á rezar luégo, De las manos de don Diego _Sed liberanos à malo_. Y tras esta copla de don Francisco Fenollet salió la de don Diego Ladron y es ésta: Si cuervo os he parescido, Lagarto me semejais, Con vuestra cola gastais Lo que os sale del sentido. Yo no he visto mejor pieza, Digámosle Joan Lagarto; Pues la cola gasta harto Lo que adoba su cabeza. Dixeron las damas á don Francisco Fenollet y á don Diego Ladron: Con mucha razon os apodó Juan Fernandez á cuervos por aquello que dice; ántes que dices diga que la señora doña Hierónima, su mujer, lo ha dicho, que si les apodó su marido á cuervo, fué porque no le apodasen primero á él cuervo, que mejor le estuviera, pues siempre la va picando; que yerros son del marido y la mujer, decirse cuentos para quedar descontentos. Tras los pavones sacaron muy grandes pasteles, y fueron nombrados copos de amor, con muchas aves en ellos, y de todas carnes, que buenos los hacen; y el Duque presentó uno á la Reina con este requiebro: En este copo de amor Le presento á su alteza Una ave, ques mi firmeza. Don Luis Vique dió otro á la señora doña Mencía, su mujer, y dixo: En este copo de amor Por ave mia os presento, De Mencía es mi contento. Don Luis Margarite dió otro á la señora doña Violante, su mujer, y dixo: Este copo del amor Por ave os presento yo, Que se nombra, vuestro so. Don Pedro Mascó dió otro á la señora doña Castellana, su mujer, y dixo: En este copo de amor De vos y de mí está lleno De un ave, ques gusto bueno. Joan Fernandez dió otro á la señora doña Hierónima, su mujer, con este dicho: En este copo de amor Os presento un ave hermosa, Qu’es la vuestra mariposa. Don Diego Ladron dió otro á la señora doña María, su mujer, y dixo: En este copo de amor Os presento un muy gran dón, Un ave vuestro Ladron. Don Francisco Fenollet dió otro á la señora doña Francisca, su mujer, y dixo: En este copo de amor Por ave Francisco doy, Pues que de Francisca soy. Don Miguel Fernandez dió otro á la señora doña Ana Mercader, su mujer, y dixo: En este copo de amor N’os presentó cosa vana Por ave la mayorana. Don Baltasar Mercader dió otro á la señora doña Isabel, su mujer, con este dicho: En este copo de amor Doy lo que de vos más quiero, Un ave qu’es, mucho quiero. Don Berenguer Aguilar dió otro á la señora doña Leonor Gualvez, su mujer, y dixo: En este copo de amor A mi Leonor se da Por ave mi aguila. Tras estos copos de amor sacaron muchas maneras de potajes: manjar blanco de amor en blanco, y mirrauste de mal miraste, y diamante del amante, y aves cocidas de escocidas, y escodillas de salsas de falsas, y salchichones de burlones, y longanizas de falsas risas, y sobreasadas de refalsadas, y pollastres de desastres, y porcellas de querellas, y cabritos de malditos, y cabezas de ternera de parleras, y tortras de mal de otras, y empanadillas de rencillas; y por postres dieron peras de mal esperas, y queso de mal seso, y aceitunas de importunas, y camuesas de feezas, y ragea de mal se vea, y muchas maneras de confituras de amarguras; todo Fué con tanto cumplimiento, Que por burla como á cuento He sacado Los manjares que he burlado, Que hablando muy de véras Sin falsete, Nunca fué mejor banquete. Acabada que fué la comida, dixo el Duque: Quien promete en deuda se mete. Yo prometí ser juez para juzgar cuál de los dos, ó Joan Fernandez, ó don Luis Milan, agora podeis decir las coplas que os hecistes, que, oidas las dos partes, yo diré mi parescer. Dixo don Luis Milan: Pues vuestra excelencia lo manda, y estamos en juicio, tengámosle los que habernos de ser juzgados en ser bien sufridos, Que en el lugar de las verdades Decir mentiras, son maldades. Y tratando muy gran verdad digo, que Joan Fernandez vino al juego de la pelota muy canicular en los dias caniculares, en cuerpo, sin capa, vestido de monte ó de mote, con un sayo y calzas y montera de paño, y un jubon algodonado de fustan; todo tan verde que no vino nada maduro, con tan grandes calores como hacia, que no se podia vivir con tafetanes; y diciéndome don Francisco Fenollet: ¿Qué risa es ésta que se ha levantado tan grande? yo le dixe: Del cielo viene lo que por castigo se hace, ¿no veis cuál ha venido nuestro amigo, un Enero en Juliol hecho un verderol? Y por esto le hice estas tres coplas, que si comienzan con puntos de música, fué por burlar de la suya, pues burla de la de todos, y recíbalo con paciencia. Que poco enoja La burla que desenoja. Dixo Joan Fernandez: Decildas, que las burlas sin dañar nunca obligan á enojar. Señor, ut, re, mi, fa, sol, Joan Fernandez sin par, Ogaño os podrán pescar En la mar por verderol. Un tiempo fuistes pajel Trayendo turca de grana, Yo no sé por cuál desgana Dejastes la color dél, Por una esperanza vana. Suplicos se os acuerde Sobre tal caso escribir, Si no, habrémos de decir, Adelante los del verde. Y á refran tan conoscido, Por quitar murmuradores, Dad razon á trovadores, Si de verde os sois vestido Por ir verde en los amores. Por mote no lo tomeis, Pues es pregunta que os pido, Si no, yo seré el corrido, Si vos desto os correis. Y perdone la ocasion Que lo verde me ha dado, Que por verderol, pescado Entre platos y un limon, Al Duque os he presentado. Dixo Joan Fernandez: Con un cuento quiero responder al yerro que sintió don Luis Milan, de malas coplas que le hice, por contentar á quien contentando descontenta. Que peor no puede ser Que á malos apetitos complacer. Y siguióse que el Rey de Portugal hizo hacer un exercicio para hacer galanes, y fué que armó un maestro de gala porque amostrase á hacer el galan á quien lo hubiese menester para bien servir á damas, porque no se daba licencia de servirlas sino á quien fuese examinado oficial de la gala, y si el caballero sirviendo á su dama hacia algun nescio pecado, ella le daba la pena que merescia. Y como el mayor de todos los pecados fuese hacer malas coplas, hizo un portugues á un competidor suyo unas, que sabian á pullas por ser mentirosas y de bajo estilo; y la pena que su dama le dió, fué despedirle de servidor, y él iba diciendo: Por facer malas coplas Perdí miña amor, Doleyvos de meu dolor. Yo soy este portugues, que por lo mismo fuí despedido de una dama que serviamos don Luis Milan y yo, y despidióme con este cantar de muertos: No me sirvais, caballero, Ios con Dios, Que quien hace malas coplas, _Nescio vos_. Yo quedé tan arrepentido, que luégo rasgué todas las malas coplas que pude haber, y de nuevo le respondí á todas las suyas con las que agora le responderé á cuantas me dirá; y respondo á las del verderol, que me ha hecho, con éstas: Señor: re, mi, fa, sol, la, Respondo al ut, re, mi, fa, sol; Vuestro galan. De vos se queja mi águila, Que la hizo verderol Vuestro milan. En el vuelo se ha mostrado Vuestro milan, como en caja, En amor. Quien tras águila ha volado, Si por verderol se abaja, Es pescador. Vos haceis lo que hacer suele El milan en su volar Por vivir sano. Que por muy alto que vuele, L’habemos visto abajar Por un liviano. Ese milan que teneis Daltibajo es su gran vuelo En llano y sierra. Cantad lo que vos haceis, Que vuelo hasta el cielo Y quedo en tierra. Las damas os desengañan, Que n’os quieren mirar más Si las mirais. Pues vuestras cosas engañan, Todo es Pedro por demas Si festejais. Dicen que os han descubierto Que sois muy desamorado En amores. Qu’el primer dia sois muerto, Y al tercer resucitado Sin dolores. Dixo don Luis Milan: Señor Duque, si estuviese en mi mano, lloraria por no dar en reir de lo que diré, que no sé cómo lo diga, que ya me rio del sayete de paño naranjado que sacó el señor Joan Fernandez para ruar, ó reir á hora de vueltas; y estaba guarnescido con una trepilla, ó tripilla cortesana de tercioperro negro, que tan negro terciopelo nunca vi. Pues fué tan reido por la trepilla, como trepado de todos, por ser tan corto como vizcaíno, y tan estrecho como catalan, que don Diego Ladron, en una copla que le hizo, le dixo que era sayo-paje, y don Francisco Fenollet, en otra, le apodó á sayo-mono, y yo, á cuera-sayo, como en esta copla vuestra excelencia verá: No caigo bien en la cuenta, Y he caido de quién es, Que ese sayo que traés Á los dos os descontenta. Para sayo más es cuera, Para cuera más es sayo, Librea pensé que fuera; Digámosle sayo-cuera, Ó si quereis, cuera-sayo. RESPUESTA DE JOAN FERNANDEZ. Pues tambien canta estrambotes Á mi sayo su milan, Si quisiese ser truhan, Ganaríale á motes. Cuera-sayo le decis, Y no está de vos quejoso, Que si vos os lo vestis, Decirle han sayo Luis, Que se ensaya á ser donoso. COPLA DE DON DIEGO LADRON Á JOAN FERNANDEZ. Ya tengo perdido el norte, No puedo saber quién es, Ese sayo que traés Debe ser de vuestro corte. Ó de vuestra corte traje, Me paresce, señor Juan, Dalde luégo á un truhan, Que paresce sayo-paje. RESPUESTA DE JOAN FERNANDEZ Á DON DIEGO LADRON. Pues el norte que perdistes Os hizo perder la gala, Don Diego Ginagala Á mi sayo parescistes. Sayo-paje le apodastes, Y él á vos os ha apodado Á galan Ginagalado, Pues de Ginagala hablastes. COPLA DE DON FRANCISCO FENOLLET Á JOAN FERNANDEZ. Espantados vais los dos, Vos y el sayo que traeis; ¿Cómo los dos n’os correis, Vos con él, y él con vos? Dende agora y’os perdono, Y podréis os dél servir, Si me le dejais decir Que parece sayo-mono. RESPUESTA DE JOAN FERNANDEZ Á DON FRANCISCO FENOLLET. Si los dos nos espantamos, Yo y mi sayo naranjado, Fué de veros espantado Por lo que de vos burlamos. Para hacer una comedia, Yo le dixe á mi sayete, Mejor fueras fenollete Que sayo-mono de Heredia. Dixo don Luis Milan: Item más, salió el señor Joan Fernandez por la iglesia mayor, sin capa y con el sayo desabrochado, para oir, la oncena qu’es la misa de los perezosos. Y fué tan mortal este pecado, que nadie lo quiso absolver, sino el Obispo de Fez de vuestra excellencia, que perdona de todos los pecados, y porque supo que no pecó en dia de fiesta, ni por mostrar su gentil cuerpo, sino por remedar á un caballero mallorquin que quiso poner este mal uso en nuestra Valencia; y fué tan reido, qu’el señor Joan no osó más volver á pecar en este pecado, y por esto fué de las damas perdonado. Pero no se me fué sin copla, y es ésta: Dicho me han, señor don Joan, Que se toma residencia En la ciudad de Valencia Del oficio de galan. El pueblo está alborotado, Que en cuerpo y desabrochado Remedais al mallorquin: Decidme, ¿qu’es vuestro fin, Que de risa m’he finado? RESPUESTA DE JOAN FERNANDEZ. Dicho me han, señor don Luis, Que os han hecho juez de gala, Buena será para mala, Si juzgais como servis. Rey fué mal aconsejado, Creo que vos lo aconsejastes, Á vos y á él ha engañado, Á él porque á vos l’ha dado, Y á vos porque lo tomastes. RÉPLICA DE DON LUIS MILAN. Yo quiero renunciar Al oficio de galan, Mejor será para tal Joan, Pues sabe tambien juzgar. De razon me alcanzais, Que mejor que yo juzgais, L’ajeno y vuestro decis, Vos hablais como vestis, Y vestis como hablais. RESPUESTA DE JOAN FERNANDEZ. Vos sois muy buen danzador, Y danzais para reir, Del són os veo salir Para ser gran tañedor. Harto fué salir del són, Sacarnos, como á desastre, Á mis vestidos y razon, Aquel juez sois de Aragon Que ahorcó tejedor por sastre. DON LUIS MILAN. Yo por sastre os he tomado, Que vos no sois tejedor, Ordidor ni tramador, Sino de muy mal cortado. Y aunque mucho habeis reido, Del són no me soy salido, Que despues que os guié, De tal baja y’os saqué, Que en el alta os he metido. DE JOAN FERNANDEZ. L’alta y baja que nombrastes Es de vuestra condicion, Alto sois de presuncion Y muy bajo copleastes. Contrabajo sois de tono Por burlar de bajo traje, Siendo contralto en linaje, Quien dixera sayo-mono, Sayo-cuera y sayo-paje. DON DIEGO LADRON. Tened al Rey, trovadores, Qu’el Rey me ha dado poder Que presos pueda traer Á quien son copleadores. Copleadores paresceis Porque mucho os encendeis, Que burlas n’os han de alargar, Ya os podeis espabilar, Que gran pábilo teneis. Dixo el Duque: Tiene razon, don Diego Ladron, que las burlas no deben ser largas aunque sean buenas, que si turan mucho, pueden hacer mal estómago, por ser de mala digestion el burlar, y si son pocas puédense digerir; y pues los caballeros no deben reñir de burlas, no se ha de burlar para que puedan reñir de véras, porque sufriendo muchas, parescen hombres de burlas, y siendo pocas, no apocan á los burladores en sufrillas. Yo doy por tan buenas vuestras coplas, que no sé á quién dar la mejoría, despues que se ha mejorado Joan Fernandez en rasgar las malas coplas, que, por mal consejo, hizo contra don Luis Milan. Dixo don Francisco Fenollet: Señor, agora le pueden decir, Joan Fernandez adobado como guante, pues ha sido tan bueno el adobo de la dama que le despidió, que ha mejorado de coplas en las burlas. Y vuestra excelencia, para acabar de bien juzgar, no debe atajar que digan las demas que se hicieron, para que vea si son tan buenas las que vernán como las pasadas, que volviéndose á encender, yo los espabilaré y departiré con otra copla, como lo hizo don Diego Ladron. Dixo el Duque: Don Francisco, bien me parece lo que decis, aguarden tiempo y lugar que venga á buen propósito, y podrán tornar á volar el águila del Joan y el milan de don Luis, y agora tratemos de las muy avisadas y graciosas razones que estas señoras dixeron ántes de cazar, que yo las atajé para que mejor platicásemos dellas despues de la comida. Y agora diga la señora doña Mencía la suya. Dixo la señora doña Mencía: Señor, lo que yo dixe fué, que mejor están los amadores estando malos que buenos, porque la dolencia de los que aman es salud para la honra de sus damas, pues estando malos sus servidores, muestran no estar sanos de favores, y estar los galanes dolientes, desfavorecidos, es sanidad para ellos; pues no andan atrevidos sino para bien servir y no enojar; que si estuviesen sanos de bien tratados, andáran descuidados en el servicio de sus damas, pensando que no pueden parescer mal, de cualquier manera que sirvan, los que por buenos servicios han allegado á parescer bien y van engañados; que los que se descuidan son los que se pierden. Y como mi señor don Luis Vique tiene bien probado ser esto lo mejor, siendo marido se trata conmigo como á servidor, y á quien tal hace, meresce que nunca le contradiga su mujer. Dixo el Duque: Señora doña Mencía, no hay más que decir, sino dígalo el señor don Luis Vique, su marido. Dixo don Luis Vique; Señora mujer, yo ensoñé, quando os era servidor, que os habia de ser buen marido, porque siendo leal la dama cuando es amiga, no puede ser desleal cuando es mujer, que si ántes de casar, cuando ella manda, se dexa mandar de la razon, despues de casada no se puede desmandar para dar pasion. Siempre vi en vuesa merced, cuando os servia, lo que debe hacer la dama á su servidor cuando no merece competidor, pues vió en mí que no lo merescia, ni por desleal para seros traidor, ni por atrevido para mal serviros, ni por confiado para prometerme, ni por descuidado para yo faltaros; que ni yo me confié de meresceros, ni me desconfié para olvidaros. Y así la ventura os hizo mia, pues vió que todo era vuestro, y con el modo que le gané la voluntad, como á servidor, la quiero conservar como á marido, pues vuesa merced se hizo amar como amiga, que habia de ser mi mujer. Que las amigas que son buenas para mujeres, agradan mas que las mujeres que son buenas para amigas. Dixo Joan Fernandez: Señora doña Mencía, por lo que vuesa merced ha dicho, ha mostrado qu’el señor don Luis Vique, su marido, va tan enfermo de vuestro amor como cuando os era servidor; y á mi parescer no se vió Luis más sano. Díganos en qué está mal, si es dolor de quixal. Dixo don Francisco Fenollet: No puede ser mal de muelas, Que sería gritador; Más paresce mal de amor. Dixo don Diego Ladron: Más parece el mal del tordo. Dixo don Luis Milan: Más será el del gavilan, que, por gentileza, á la mañana suelta la presa. Dixo la señora doña Mencía: Señores desamorados, como no teneis amor, habeis burlado del mal de mi señor don Luis Vique; Don Francisco Fenollet ha acertado, que deste mal fué oleado. Dixo don Luis Milan: Y cuán oleado, y áun batizado del agua del palo, que mal frances fué su amor. Dixo don Francisco Fenollet: Ximeno, por su mal conoce el ajeno. Dixo Joan Fernandez: Don Francisco, vos no quereis acabar de conoscer ese milan; por él se dixo: El mal de milano, las alas quebradas y el pico sano. Dixo don Luis Milan: Señor Joan Fernandez, pues quereis que tenga pico, repico. Bien se os acuerda, cuando fuisteis dama de don Enéas Ladron, que os sacó á danzar en el Real, estando en sarao la Reina, mi señora, y su excelencia, y vos no le negastes vuestro cuerpo, que parescistes la reina Dido, que iba danzando con su Enéas troyano, como vos con el vuestro, que parescia Enéas gitano, que por parescernos vos tan feo para dama como él para galan, le apodamos á Camafeo, y á vos á dama fea. Pues fué el caso tan feo, que no hallamos con qué salvaros, sino con Lope de Rueda, que lo quisistes contra-hacer por dar placer á costa vuestra, como esta copla muestra: Bueno vais, señor don Joan, Puesto estais en buena fama, Y’os tenía por galan, Y hanme dicho que sois dama. Bien podeis cantar de hoy más Aquella triste sonada De Dido, la desdichada: Enéas, pues que te vas Y me dejas tan burlada. RESPUESTA DE JOAN FRNANDEZ. Cantó l’alba la perdiz, Más le valiera dormir, Pues danzastes con Betriz Para darnos que reir. Gilot lo supo despues Que con su Betriz danzastes, Pues de su casa llevastes Á la vuestra el mal frances, Que á don Francisco pegastes. Don Francisco los departió y dixo: Tené al Rey, no más burlar, Que ya dais mucha ocasion, Como á don Diego Ladron Quando os quiso espabilar. No paseis más adelante, Y de mal frances no hablemos; Enviémoslo á Alicante, Que lo embarquen á Levante, Que los tres harto tenemos. Dixo el Duque: Yo quiero poner en medio, para departir como maestro de esgrima, la vara, y es del palo del canónigo Ester. Dixo el Canónigo: Señor, un dia me diréu lo canonge boix, puix me habeu fet de palo. Dixo el Duque: Canónigo, por mi vida, no haya más, pues no sois para ménos; y diga la señora doña Castellana Belvis la razon que en la caza le dixe que la dexase para agora. Respondió la señora doña Castellana: Vuestra Excelencia manda que diga lo que no querrian oir los malos maridos. Yo dixe, quando don Pedro, mi señor, me presentó el ciervo con los cantores, que para conoscer si estuvieron enamorados de véras los amadores, ántes de casar, que siendo casados, siempre han de venir delante sus mujeres, como á servidores, para ser buenos maridos, con mucho deseo á beber de la fuente del deseo de su mujer; porque en perderse los deseos, reinan los menosprecios. Y por esto las menospreciadas son las mal casadas. Y hombres menospreciadores Siempre saben á traidores, Y desleales, Abren puerta para males. Vengan pues con el deseo que viene el ciervo herido al agua, y creerá la mujer que su marido no se dice don Olvido, como en este cuento oirán. Una señora amiga mia, siendo mal casada, siempre nombraba á su marido don Olvido, y él le puso nombre á ella doña Olvidada. Hiciéronles esta cancion: Si quereis saber quién son Don Olvido y doña Olvidada, Mal marido y mal casada. El Duque se rió de buena gana y dixo: Señora doña Castellana, atapado nos ha las bocas, aunque no para reir, que no hay más que decir. Caballeros, sirvamos á nuestras mujeres como amigos, y ellas servirnos han como á mujeres. Dixo Joan Fernandez: Señor, vuestra Excelencia da unos consejos que saben á conejos casolanos, que son mal sanos; gran trabajo es hacer el siervo para ser señor, por esto rehusó de casar un sabio que en este cuento diré. El Petrarca, siendo canónigo de Padua, dispensaba el Papa que casase con madona Laura, por quien él mostró estar tan enamorado della, como en sus Triunfos y sus sonetos se ve, y consentia que viviese con sus rentas eclesiásticas si se casaba, porque no escandalizase con amor temporal á su hábito eclesiástico; y él, no queriendo casar, respondió al Papa: No quiero trocar los placeres del amiga por los enojos de la mujer. Dixo doña Hierónima, mujer de Joan Fernandez: Senyores, quin preycador de bulles falses es mont marit; non prengau ninguna, que totes les que ell preyca porten al infern. Respondióle su marido: Mujer, engañada vais, que poco há me aparesció una mujer que murió de amores de su marido, y díxome que era salvada por haber tomado una bulla que yo preyco, y es, que ninguna mujer se puede salvar si no muere de amores de su marido. Dixo doña Hierónima, su mujer: De tal marit com vos, ¿Qui pot morir de amors? Que jaus diuen Joan farcer, Puix farçes feu de la muller. La Reina rió mucho y dixo: Doña Hierónima, siempre querria que hablásedes en valenciano, que en vuestra boca es gracioso; las dos podemos cantar: Mal me quieren mis comadres, Porque les digo las verdades. Y diga, Gilot, ¿quién son las comadres? Dixo Gilot: Senyora, puix vostra altesa ho mana, yo diré qui son les comares ab est cuento. En lo carrer de la Nau dos dones eren grans amigues per ser enemigues de sos marits, baralléuenlos cada dia, y ells deyen: Vosastres no sou dones, sino homens; y elles responien: Homens som, puix vosastres sou dones no fentnos parir, y posárenlos nom, les comares. Nou dich perque sa Excellencia y Joan Ferrandiz ó siem en cara que may han fet parir á ses mullers. Dixo Joan Fernandez: Gilot, ¿tú no sabes que á su Excelencia y á mí nos han parido dos mujeres? Que este mal de ser estériles no está en nosotros, sino en las rabiosas, Que por maravilla paren Las que rabias conciben, Pues que matan y no viven, segun dice la regla de medicina. Dixo doña Hierónima, su mujer: Senyora, ¿qui li par á vostra altesa de mont marit? ¿Quin metge y buller que es? ab bulles falses que preica, diu que posa dones en parais, y ab regles fingides de medisina nos infama que som rabioses, y per ço no parim. No sería mal acusarlo, que l’atre dia tragueren á la scala un buller falsari y un metge no doctorat. Dixo la Reina: Doña Hierónima, por adúltero meresceria más ser sacado á la vergüenza, pues tiene tan poca que nos dice cara á cara que les han parido dos mujeres. Dixo el Duque: ¿Vuestra alteza sabe lo que me ha dicho al oido Joan Fernandez? díxome: Mire qué primor diré, que diciendo una gran mentira que nos han parido dos mujeres, diré una gran verdad; que dos mujeres, que son nuestras madres, nos han parido. Dixo la Reina: Eso teneis los hombres engañadores, que de las verdades haceis mentiras y de las mentiras verdades. Mudemos de nuevas, que en casos hay que es bien mudar para desenojar. Dixo don Miguel Fernandez: Si como dixo vuesa alteza mudemos de nuevas, dixera mudemos de costumbres, las mujeres no serian tan rabiosas, y los maridos serian más caseros, y mi mujer y yo terniamos mejor vida, porque siempre le digo: Mujer, mudemos de nuevas; y ella me responde: Marido, mudavos de costumbres; yo le respondo: Mujer, vos de condicion. Y la señora doña Ana, su mujer, le dixo: Dexad vos la que habeis tomado de vuestro hermano Joan Fernandez, yo dexaré la que tengo de la señora doña Hierónima, su mujer, pues las dos más tenemos los maridos mozeros que dameros por tener gustos bajos, que no son sino de cortesanos de rameras cortesanas, bien mereceis el nombre que os han puesto las damas, que en veros dicen: Hé aquí los viejos mozos, y dicen bien, pues sois viejos para vuestras mujeres, y mozos para las mozas de vuestra casa, que siempre andais á caza dellas, que peor es que de moxcas. Tomó la mano don Berenguer, y dixo: Señora mujer, pues á decir condiciones de casados va, yo diré la vuestra y la mia, y su alteza séanos juez cuál de las dos es mejor; yo le digo á doña Leonor, mi mujer, cantando por casa: Tus ojos, Leonor, Mis enemigos son; y ella me responde con este otro cantar: Quitad el caballero Los ojos de mí, No mireis ansí. Dixo la señora doña Leonor á la Reina: Pues vuestra alteza es nuestro juez, dígame si tengo razon de mirar de mal ojo á marido que viene fuera casa tomado de mala vista, que todo el año tenemos los dos mal de ojos, él de perderme de vista, yo de buscalle con la mia, que sombra está de asombrado de bajos amores, pues siguiéndole me huye, y huyéndole me sigue como sombra; que ya le pueden decir lo que dicen las damas á don Francisco Fenollet, que vuestra alteza lo debria saber de don Luis Milan por un cuento donoso que dél me contó. Dixo la Reina que lo contase. Don Luis Milan respondió: Que no convenia decir cuento tan bajo delante su alteza. Dixo don Francisco: Si lo decis, yo diré otro de vos, mucho peor. Yo le respondí: Porque vea su alteza quál corrió lança más baja de vos ó yo, quiero decille; sepa vuestra alteza que el cuento es éste: Yo visité á don Francisco, que estaba mal de unos amores bajos, que yo se lo conoscí por este villancico que me dixo: Herediano es el mi amor, Herediano es Quien me le hizo aragonés. Y contóme que tenía amores con una hermosa cortesana aragonesa, que se decia Herediana; y pensando estar sólo en esta baja que danzaba, supo que un mercader ginoves, nombrado micer Maltevollo, tenía amores con ella, y don Francisco quísola dejar y no pudo de muy herediano. Quedó don Francisco con este concierto que Herediana no diese más de un hora al dia á Maltevollo, y si más se detenia y no se queria ir de casa, salia don Francisco amortajado con una mortaja de tela negra diciendo: Guarda la sombra, guarda la sombra; y Herediana decia: Ios, ios, Maltevollo, que ya viene la sombra de mi padre del otro mundo, que me quiere matar porque sea buena; y no queriendo irse Maltevollo, por comer una buena cena que se habia hecho traer, salió otra vez la sombra diciendo: Vate, Maltevollo; y él decia: Prima vollo manjar. Y él que no, y el otro que sí, y abrazáronse los dos y rodaron la escalera abaxo. Maltevollo huyó con la cabeza quebrada, y don Francisco cerró la puerta y comióse la cena de Maltevollo; y quedó desta caida cojo de reputacion, y por esto le dicen las damas don Francisco Sombra, que sombra es quien de baxos amores se asombra. Don Francisco dixo: Pues nos habeis resfriado con mi cuento, yo escallentaré con el vuestro de risa. Bien se os acuerda que estando vos enamorado de una criada de una dama que serviades, en pago desta baja traicion burlaban de vos desta manera: La señora hacia con su criada que os hiciese estar en un árbol de su huerta haciendo el mochuelo toda la noche, porque no fuésedes descubierto, esperando que la criada os diese entrada, y cuando hubieron muchas noches burlado de vos, una noche que su marido de la señora era fuera Valencia, subieron ella y su criada al terrado, y decian: Mal canta este mochuelo, Matémosle; y vos deciades: No tireis piedras, Que yo cantaré bien. Y ellas decian: ¿Qué, los mochuelos hablan? vos algun ladron debeis ser; respondíades vos: No soy sino mochuelo de amores; y ellas á tirar piedras y vos hacer el mochuelo, hasta que os derribaron del árbol abajo, y fuístesos apedreado como el gallo de Carnestoliendas. Que peor es que mochuelo Quien sirve la señora, Y pára en ser mozero. El chiste que hicistes sobre esto quiero decir, pues tan bueno es para contar como para hacer reir, y es éste: Quéjome de una dama D’ella á ella. Que no puedo estar sin vella Y no la veo. Vengo yo d’este deseo Á llorar. Miedo tengo de cegar, Mejor sería. Pues no veo á quien querria, Que sois vos. Alabado sea Dios, Que os crió, Para que cegase yo, Que ya lo’stoy. Pues no veo por do voy Á las gentes. Diciendo van entre dientes, Hélo, hélo. Vuelto se nos ha mochuelo, Que tal sería. Cierto no ve de dia Y va mirando. Vémosle estropezando En sus amigos. Señales son y testigos De su muerte. Dícenme: muy mala suerte Habeis tenido. Yo les digo: no ha sido Sino buena; Que no ver no me da pena, Pues no veo Á la que más ver deseo, Que’s mi dama. Dícenme si me defama, Yo les digo: Las obras son el testigo Del amor. ¿Veisme ciego amador Y burlais? Plega á Dios que os veais Como yo. Mas no de quien me cegó. Dixo la señora doña Violante Mascó: Dios lo guarde á mi marido De mochuelo, Que no lo está de ser mozero. Respondió don Luis Margarit, su marido: Guardado estoy de mozero, Pero no de ser mochuelo. Dixo la señora doña Mencía: No temo yo de mi marido que se me haga mochuelo ni mozero desvergonzado viéndose tan bien casado; que cantando va por casa: Soy mozo y vergonzoso, Soy mozo. Respondió don Luis Vique, su marido: Quien de vos se vió mochuelo, ¿Cómo puede ser mozero? Dixo doña Castellana Belvis: Como gavilan en mano, Tan leal fué mi mochuelo. Que jamas le vi mozero. Dixo don Pedro Mascó, su marido: Señora mujer, quien no asegura no prende. La señora doña Ana Mercader dixo: Claro se deja entender, Que no fiemos de maridos Que aseguran por prender. Respondió don Miguel Fernandez, su marido: No me entiendo yo en esto, Que jamas os fuí travieso. Dixo Joan Fernandez: Nunca son creidos los que tienen sus mujeres por maridos. Respondió la señora doña Hierónima, su mujer: ¿Cómo os va de calor? que de frio no digo nada. Dixo don Diego Ladron: Señora doña Hierónima, habiendo salido el señor Joan Fernandez y vuesa merced una primavera de amor, ni él puede tener frio ni vuestra merced calor. Dixo la señora doña María, su mujer: Piénsase el ladron que todos son de su condicion. Dixo la señora doña Isabel Ferrer: Señora hermana, No correis carrera vana, Que ladron tengo yo el mio, Que mi prima no le fio. Respondió don Baltasar Mercader, su marido: Si mal es de quien no deben confiar, peor es de quien se debe no fiar. Dixo don Berenguer Aguilar: nunca pudo engordar mi mujer de no fiar. Respondió la señora doña Leonor: Mi señor don Berenguer, De engordar mucho el marido Enflaquece la mujer. El Duque y la Reina se holgaron mucho destas cortesanías destos caballeros y damas, y dixo: Bien sería que don Luis Milan pusiese por obra el Cortesano que le mandaron las damas que hiciese; yo respondí: Si vuestra Excellencia me avisa diciendo las partes que ha de tener el Cortesano, Yo sabré hacer lo que no sabria, Que del Rey se ha de tomar cortesanía. Dixo el Duque: Yo diré mi parescer y esos caballeros digan el suyo: Que en las cosas de gran sér, El Rey con los caballeros Tiene muy buen parescer. REGLAS DEL CORTESANO. Comenzó el Duque y dixo: Á mí me paresce que el Cortesano ha de tener estas reglas: saber hablar y callar donde es menester, que no en todos tiempos ni en todo lugar ni á toda persona es bien hablar, sino en su caso y lugar; que si se habla en tiempos que pueden causar algun mal, mejor es callar; ni ménos se ha de hablar en el lugar que se debe tener silencio, que ha de ser en la casa de Dios, cuando se ha de rezar ó tener atencion á los oficios que se dicen, y asimesmo en los lugares y casas reales estando delante del Rey, por la fidelidad y acato que se le debe, sino cuando él lo manda, ó hay ocasion ó interroga que delante dél se hable; ni ménos se debe hablar á la persona qu’es prohibido, como escomulgado con participantes, por no menospreciar la Iglesia de Dios que lo manda; ni con hereje ni moro, sino por necesidad ó conversion dellos, y en este caso es bueno ser amigo del amigo, qu’es Dios, y enemigo de su enemigo, ni en lo temporal nadie debe ser amigo de su enemigo para encender fuego en lugar de matalle, y lo demas diga quien quisiere. Dixo don Diego Ladron: Pues vuestra Excelencia lo manda, digo, que el Cortesano no debria hablar sino de aquello que él sabe, pues qualquier que habla lo que no comprende, descubre lo que no entiende. Ni ménos debe hacer lo que ignora ó lo que no puede, que muestra saber poco, y poder ménos quien mal se atreve. Dixo Juan Fernandez: Yo diria que el Cortesano debe hablar siempre á buen propósito, que apénas hay cosa mal dicha á buen propósito ni bien hablada fuera dél, hora sea moviendo conversacion, ó respondiendo á quien la mueve, pues sería conversacion despropositada, como si se hablase de alegría en tiempo de tristeza, si ya no se hiciese para alegrar á uno que se holgase lo sanase de triste un alegre donoso. Dixo don Francisco Fenollet: Yo digo que el Cortesano siempre debe estar en lo que hace y dice, por no parescer descuidado, como en este cuento diré: Iban camino dos caminantes, y pasando por un pajar dixo el uno: ¡oh qué buena paja es ésta! y de allí á una hora respondió el otro: para albardas. Esta paja se les podria dar á comer á los que no están en lo que están, ni traen cuenta con quien les habla, que no se ha de responder tarde para luégo, ni luégo para tarde. Otros hay que no están en lo que hacen, como hacia un justador portugues que nunca engozaba la lanza sino cuando su contrario lo habia encontrado, y decia que se le hacia gran traicion de encontralle ántes que él engozase; quiso ser juzgado, y el Rey de Portugal, que era el juez, juzgó y dixo: Descuidado justador, Nan juste mais en amor. Dixo don Luis Milan: El Cortesano ha de ser padre de la verdad, hijo del modo, hermano de la crianza, pariente de la gravedad, varon con ley, amigo de limpieza y enemigo de pesadumbre; y por mostrar cómo lo entiendo, digo, que debe ser tan verdadero como el padre á sus hijos, tratando mucha verdad con ellos para que sean verdaderos, mostrando amor y correccion donde se debe, que en casos hay que si mostrase voluntad sería tenido en poco; y porque no lo sea, no le han de ver la cara para ser temido, sino obras para ser amado, que no debe causar menosprecio quien ha de ser respetado; y en todo lo que ha de tratar verdad ha de ser muy verdadero, sino cuando va de burlas placentero. Tambien ha de ser hijo del modo por lo que diré: Un filósofo, haciendo vida en un desierto, vió una muy hermosa ninfa y demandóle quién era, y ella le respondió: Soy la Justicia; dixo el filósofo: ¿De dónde veniste? respondió: Vine del cielo; prosiguió el filósofo diciendo: ¿Por qué vas por desiertos? dixo la Justicia: Porque donde yo reinaba han muerto mi padre, que do el modo se pierde, justicia no reina. Por donde se ve que el modo es padre de la justicia y del Cortesano, que, para ser justo y llegado á razon, ha de ser su hijo y de su condicion. Tambien ha de ser hermano de la crianza, como en este cuento mostraré: Topáronse cazando dos cazadores, muy lindos hombres; dixo el uno al otro: Tan bien me paresces, que yo querria saber tu nombre y de qué vives. Respondióle: Á mí me dicen don Venturoso, y vivo de cazar lo que desdichados no alcanzan; yo tambien querria saber lo mesmo de tí. Dixo el otro: Á mí me nombran don Bien-criado, y vivo de cazar lo que mal criados pierden; el Cortesano debe ser el uno que es don Bien-criado y cazará siempre lo que mal criados vienen muchas veces á perder, que es el cielo y la tierra; y puede ser el otro que es don Venturoso, porque el cielo da la ventura á quien trabaja de ganalle con bondades y no parencerias, como debe ser la crianza, que no ha de ser fingida para engañar, sino verdadera para contentar. Tambien ha de ser pariente de la gravedad, como en este cuento diré: Un caballero de muy gran presencia y gravedad topó con una reina, de gran hermosura y auctoridad, que se paseaba sola por una deleitosa floresta, y díxole: Señora, ¿quién sois, que tanto contentais á quien os mira? respondióle: Yo soy la Reina de la gravedad; dixo el caballero: ¿Y por qué vais sola? respondió ella: Más vale soledad que mala compañía, que la gravedad ha de ir acompañada de virtudes y sola de vicios. Tambien ha de ser varon con ley, como dixo un valeroso caballero castellano, en la guerra de Granada, nombrado don Manuel de Leon, que siendo muy amado, por su gran valentía, de un moro no ménos valiente que él, que se decia Muza, que fué cativado en una escaramuza, y trabajando el rey don Fernando y la reina doña Isabel que se hiciese cristiano, viéndose muy importunado, dixo: Yo no haré sino lo que me aconsejáre don Manuel Leon, mi gran amigo. Fué á hablalle por mandado de los reyes y díxole: Muça, si tú te pasas á nuestra ley y de corazon no fueres della, ni serás de la tuya ni de la nuestra, y quedarás hombre sin ley; no dexes de serlo, que no debe estar sin ley un momento el corazon para ser todo varon. Muy bien mostró este caballero tener lo que aconsejaba; pues hallándose en Roma, asaltado de malhechores una noche, hizo tan maravillosas cosas en armas, que siendo los contrarios muchos, los hizo pocos, venciendo á todos, huyendo de su gran corazon; y viendo esta hazaña un romano, dixo á su mujer lo que don Manuel de Leon habia hecho, y ella, enamorada de su gran valor, fuese á él y contóle lo que su marido le habia dicho, ofresciéndose para cumplir su voluntad si della se queria servir. A esto respondió él: Ios, señora, que muy mala obra haria yo á quien me la hizo tan buena, que fué vuestro marido; que jamas está sin ley l’agradescido. Tambien ha de ser el Cortesano enemigo de pesadumbre, Que si fuere pesadilla No le cumple ir en Castilla Ni en córte de Portugal; que á pesados hacen mal y burlan dellos. Sepan más Que’l buen galan, Sus vestidos y ademan Han de ser buenas razones, Honestas calzas y jubones, Capas y sayos. Que si visten Como mayos De colores, ha de ser En justas y cañas, Por amores. Y al usado, honesto y limpio y adobado de buenos guantes adobados, porque no den mala olor, de cuero de mal servidor: Que no debe mal oler El vestido cortesano Porque no le den de mano camisas y pañizuelos limpios y de buen olor Y si fuese servidor, En la gorra una invincion, Que el otro monerías son. Tambien debe tener el Cortesano buen estilo de hablar. Que á los muy malos vocablos Gasta bocas digo yo, Que bocajes engendró. Y si viene á burlar en conversacion, jugar del vocablo da buen son Á los muy buenos oidos, Que nunca serán reidos Y podrán hacer reir. Que agudeza muy graciosa, apénas es enojosa, como dixo un cortesano á otro de amor mal sano: Por demas sois en la gala. Dixo el otro: Mas no Pedro por demas, Como vos en una sala. Y algunas veces en burlar: Prosa y verso debe hablar. Y debaxo esta alegría, No calle filosofía. Muy de véras, Que las burlas hacen véras. Tambien ha de ser amigo de limpieza el Cortesano, como nos muestra aquel animal nombrado herminio, que por no caer en el lodo que los caçadores le ponen para caçalle, se dexa tomar. Con más razon debe ser limpio el Cortesano, siendo herminio de damas por ir mucho entr’ellas: lo que no son dos medio galanes nuestros amigos. Que no son de los cumplidos los que en bajos aposentos hacen nidos. Dixo don Diego Ladron: Ya sé por quién preguntais. Dixo Joan Fernandez: Por Herediano decis. Dixo don Francisco Fenollet: No lo dice sino por su mochuelo. Dixo el Duque: No he visto tan grandes véras parar en tan buenas burlas; volvamos á Valencia, que yo daré mucho de mí si dan de sí las damas y caballeros que aquí están para que nazca este Cortesano, que no le faltarán comadres y compadres en esta compañía cortesana, y batizarle ha el canónigo Ester y póngale nombre luégo. Senyor, yo so content, y de ara li pose nom el Pico, puix piccará mes que una picaraza. Respondió don Luis Milan: Armad vuestra giba Porque no reciba. Dixo Joan Fernandez: Yo la armaré Con lo que sé. Dixo el canónigo: Armaula ab vostra muller Y picau tots á plaer, Que molt poch y fareu mella Ab tal rodella. Y restau pera corps Picadors, Que buitrera sou de mors. Y dió de espuelas á su cuartago, y á más correr de corrido se fué diciendo: Als corps, als corps. Y los pajes tras él gritando al tartugote, canónigo giba, mendrugo Ster, y así se fué, y nosotros tras él finados de risa hasta llegar á Valencia, y determinóse en el camino que los cuatro á quien el Duque dió cargo que traigamos la córte en peso, fuésemos nombrados desta manera: Que don Diego Ladron se nombrase Diego en él; y don Francisco Fenollet, Francisconio; y Joan Fernandez, Joanin; y don Luis Milan, Milanteo, como nos verán nombrados en las pláticas que pasarémos en esta córte, y aquí se acaba la primera jornada. [Illustration] JORNADA SEGUNDA. _Y en ella verán que los caballeros de los nombres mudados no quisieron dexar los suyos, que no se debe dexar nombre de buen renombre._ _La conversacion della será declarar al principio debaxo jocosidad el presente_ SONETO. Con alta voz yo cantaré llorando, Pues es llorar cantar penalidades, Á fin de bien diré muchas verdades, Que muchos van por esto sospirando. Mi fin será que vayan escuchando Para mostrar las fieras crueldades, Qu’el dios de amor, por campos y ciudades, Á sombras va con sombras espantando. ¿Sabeis quién es el dios d’amor nombrado? Tené por fe qu’es nuestro mal deseo, Por desear desvergonzadamente; Desnudo va quien es desvergonzado, No le creais, que no es Dios ni lo creo, Que lo qu’es Dios no reina malamente. Dice Joan Fernandez: Don Luis Milan, vos decis en el presente soneto vuestro estos versos que dicen: Con alta voz yo cantaré llorando, Pues es llorar cantar penalidades. Maravillado estoy de vos, que nos quereis dar á entender que se pueda cantar llorando; acompaña-muertos debeis ser, que paresce que lloran cantando, y queréisnos cantar á muertos entre vivos. Dixo don Luis Milan: Señor Joan Fernandez, no os debeis maravillar de lo que puede ser, que cantar versos de penalidades es llorar cantando; bien sé que vos lo sabeis mejor que yo, pues sois llorador y cantador en amores, que de vuestra dama he sabido que una noche os tomó por mochuelo, que fuera mejor por mozuelo, para parescelle bien vuestro canto, que por no sello le parecistes mal; sino, dígalo vuestro amigo don Francisco Fenollet, que se entiende de cantos de mochuelos, si lo pareceis; pues de aborrecido de las damas, por ser más mocero que damero, pareceis que llorais cantando. Dixo don Francisco Fenollet: Señor don Luis Milan, jugador debeis ser de axedrez, que dais jaque á uno y mate á otro; á Joan Fernandez dixistes mochuelo, y á mí que me entiendo de cantos de mochuelos; pues sabed que cantan por vos este cantar: Pajarero sois d’amor, Mi señor, Pajarero sois d’amor. Sino, dígalo si lo pareceis don Diego Ladron, pues sois de su condicion. Dixo don Diego Ladron: Señor don Francisco, vos dixistes á don Luis Milan que debia ser jugador de ajedrez, y vos lo sois de espada de dos manos, pues con tanto osar acometeis á dos, diciendo que don Luis y yo somos pajareros en amores, y nuestros pájaros, respondiendo por nosotros, dicen de vos cantando: Engañado andais sirviendo, Nuestro amigo, Que en amor sois papahigo. Callad y callemos, que sendas no tenemos, y Joan Fernandez pida á don Luis Milan que nos acabe á declarar su soneto. Dixo Joan Fernandez: Señor don Luis, pues sois colmena de miel, acabad de darnos á comer della sin abejas, que hasta agora no la habemos gustado sin ellas; pues nos han picado vuestros motes, que todo lo tenemos por bien empleado porque acabeis el dulce panal de vuestro soneto. Dixo don Luis Milan: Señor Joan Fernandez, y’os agradezco, pues no me habeis dicho colmenero, que vuestra lengua lo queria decir y vuestro seso no lo sufrió, por ser tan sabido como donoso; pues en vos se ve cuanto bien paresce este dicho: Primero debe venir Al seso que no á la boca La palabra, pues nos toca Para dar muerte ó vivir. Y pues me hicistes colmena, y’os haré della el colmenero, qué á la miel me supo el beso, y acabaré de dar á comer el panal de mi soneto, que, por ser á causa vuestra, será de miel; y pues sois traga-versos, empezad á comer estos dos, que dicen ansí: Á fin de bien diré muchas verdades, Que muchos van por esto sospirando. Quiero decir que yo diré las verdades á los penados amadores para que sepan guardarse de las mentiras que se dan á entender, confiándose mucho para seguir lo que les hace sospirar, como á Joan Fernandez cada dia le sigue, que se confia merescer en amores tanto, como desmerece en dexarse engañar de una tercera, que le da á entender ser verdades las mentiras que le dice para engañarle, y no la quiere creer de las verdades para desengañarle, como oiréis en este cuento que os diré: Una tercera de Joan Fernandez emprendió de metelle en casa, diciéndole que su señora lo sabía, y no era verdad, y encerrólo en un gallinero dándole á entender que era el más seguro lugar para no ser descubierto, y que cantase alguna vez haciendo el gallo, que su señora subiria á esta señal; y como él un dia cantase, la señora dixo: ¿De dónde nos ha venido este gallo que nos canta en casa? y la criada le respondió: No lo sé, suba vuestra merced arriba y vello ha; y como las dos subiesen y la señora viese á Joan Fernandez en el gallinero, díxole: ¿Quién sois vos que estais ahí? respondióle: Señora, soy el gallo de la pasion; y la señora se fué riendo y él se quedó hasta la noche, que la criada lo echó de allí, lleno de piojos de gallinas. Dixo Joan Fernandez: Pues vos habeis dicho un cuento de mí, yo diré un otro de vos, y es éste: Sepan que don Luis Milan se halló en una huerta pasada media noche, y era en una casa fuera de la ciudad donde él hacia entradas y salidas siguiendo sus aventuras en amores, y, como quisiese salir, halló la puerta falsa cerrada, y el hortelano tan borracho que nunca le pudo despertar. Fuéle forzado aguardar hasta la mañana, y al gran ladrar que un perro de la huerta hacia, el señor de casa con dos criados salió á ver por qué ladraba el perro. Y don Luis Milan, que los vió venir en punto de guerra, subióse en una higuera por no ser conoscido, y con un arcabuz que traia, amenazábales de arriba, diciendo: Guarda el arcabuz, y ellos decian: ¿Quién sois, quién sois? y él díxoles: Higo soy, higo soy. Y ellos, finados de risa, abrieron la puerta y él salió corriendo y ellos dándole grita, al higo, al higo, y así se salvó por donoso, haciéndose higo, como yo en el gallinero gallo. Dixo don Luis Milan: Señor Joan Fernandez, si quereis trocar, yo me comeré vuestro gallo y vos comeos mi higo con el cuarteto de miel que os daré, que son estos cuatro versos del soneto: Mi fin será que vayan escuchando Para mostrar las fieras crueldades, Qu’el dios d’amor, por campos y ciudades, Á sombras va con sombras espantando. Digo que mi fin es avisar que vayan escuchando los que están ó podrian estar enamorados, para saber las fieras crueldades que el dios de amor hace por campos y ciudades, desde el mayor hasta el menor, espantando con sombras que son todas sus cosas, á sombras que no son hombres, como le ha seguido á don Francisco, que sabiendo que’l dios de amor no tiene poder si no se lo da el amada para enamorar á su amador, ó el amador para enamorar á su amada, siendo tan sabido, no se ha podido guardar destas armas de Cupido, que sombras son para quien resistirle puede, y el que se deja vencer dél es más sombra que hombre; digámosle, pues, don Francisco sombra; aparéjese don Diego Ladron á comer la postre de mi soneto, que son estos seis versos, nombrados tercetos: ¿Sabeis quién es el dios d’amor nombrado? Tené por fe qu’es nuestro mal deseo, Por desear desvergonzadamente. Desnudo va quien es desvergonzado, No le creais, que no es Dios ni lo creo, Que lo qu’es Dios no reina malamente. DECLARACION DE LOS DICHOS VERSOS. Con gran curiosidad he sacado en limpio quién podia ser este Cupido, nombrado dios de amor de la mentira, y pintado, como le veis, de la verdad, y hallaréis que en los enamorados viciosos es nuestro deseo que, por desear desvergonzadamente, le pintan desnudo como á desvergonzado y ciego, pues lo son todas sus cosas, y con armas para hacer mal, pues siempre lo hace, que cuanto más da placer, no está sin dar pesar; nómbranle aquello que él no es, pues lo que es Dios no reina malamente, para que don Diego Ladron crea en lo que es Dios, y no en quien no lo puede ser, como de muy enamorado, le tomé un dia por el mismo dios de amor. Dijo don Diego Ladron: Nunca he visto buena postre y mal provecho sino agora, habeisme convidado á tercetos y hanme sabido á motes, ni los unos ni los otros me han parescido mal por ser vos el convidador; pagar os quiero esta comida con este cuento que oiréis: El almirante de Castilla convidó á unos portugueses, y fueron servidos de truhanes á la mesa porque les diesen de motes, y dióles por comida no más de ruiseñores, que son aves de poca carne y mucho cantar; y como ellos estuviesen muertos de hambre y hartos de risa por haber comido poco y reido mucho, con los truhanes, dixeron: Señor Almirante, mais manjares é ménos donaires. Don Luis Milan, yo no he dicho esto sino porque nos deis más sonetos y ménos motes, aunque todo es tan bueno que por vos se puede decir: Cada cosa en su lugar, imposible es enojar. Dixo don Luis Milan: Responder os quiero con otro cuento, y es éste: Un señor tenía un barbero en su casa, y era tan loco, que siempre queria hacer el donoso, y tan importuno, que jamas se apartaba de su señor quebrándole la cabeza de mucho hablar; tanto, que de sus locuras adolesció de dolores de cabeza que tenía muy á menudo, y para sanalle, untábale la cabeza en tomalle el dolor, y en lugar de sanar, más adolescia. Cayó en la cuenta su señor que su barbero le habia adolescido, y díxole: Véte de mi casa, que yo no sé que sepas hacer otra cosa sino quebrarme la cabeça y untarme los cascos; que ni sabios verbosos ni ignorantes graciosos. Dixo don Francisco Fenollet: Don Luis Milan, pues don Diego Ladron os quebró la cabeza con su cuento, y vos os habeis bien pagado con el vuestro, untalde los cascos con otro soneto y quedarémos de las burlas en paz, con tan buenas véras como vos nos dais. Respondió don Luis Milan: Soy contento si no salle algun cuento fuera de tiempo, que los cuentos, para nunca enojar, han de ser en su lugar. Aseguralde y salir ha; y respondieron: Él se asegura tanto como está seguro de no parescer mal, y con esta seguridad, el soneto salió diciendo: De mí dirán aquel refran muy cierto: Quien no’s á sí, ¿á quién podrá ser bueno? Escarmentad por bien en mal ajeno, Y no burleis de quien muchos ha muerto. No sea, pues, mi prédica en desierto, Que mal amor peor es que veneno, Pues deste mal á mí mismo condeno Por despertar á quien no va despierto. Ya veis que fué d’aquel tan gran maestro Del griego rey, Alexandre nombrado, Que fué d’amor de su mujer vencido. Della se vió con freno ir de diestro, Y respondió: Deste gran rey burlado, ¿Qué harás tú, si yo no me he valido? Dixo Joan Fernandez: Don Luis Milan, lo que en vos sobra, en nosotros falta para alabaros; mucho debeis á Dios, merescimiento habréis de amprar á toda la letanía de los santos para pagar tan gran deuda, como debeis á quien os crió, porque vos avisais muy avisadamente en vuestro soneto á todos que escarmienten en mal ajeno mirando el vuestro, y no desperdicien lo bueno que vos aconsejais y el mal que Cupido puede hacer, trayendo por exemplo lo que le siguió al gran Aristotil con la mujer del rey Alexandre, su discípulo, que en este cuento oirán: El príncipe de los filósofos, nombrado Aristotil, siendo maestro del rey Alexandre, se enamoró de la mujer de su discípulo, y de muy enamorado se desvergonzó á pedille lo que no debia, y ella, burlando dél, le otorgó lo que no debiera, diciéndole: Aristotil, yo soy contenta de hacer cuanto me pides, si tú te dejas enfrenar y ensillar de mi mano en secreto, sólo para que yo tenga contento de mí, que pudo mi hermosura vencer á tu gran saber; y teniéndole encerrado de la manera que habeis oido, como á bestia, hizo venir á su marido Alexandre para que viese á su maestro; y muy espantado de velle como estaba, le dixo: ¡Oh Aristotil! tú, que me avisabas con todo tu saber que me guardase de ser vencido y sojuzgado de mujer, ¿te has dexado vencer? Respondióle como á sabio, aunque estaba como bestia: ¡Oh Alexandre! agora te debes más guardar viendo que yo no me pude defender, ¿qué harás tú si no te guardas? que á mí me han traido en lo que estó. Dixo don Luis Milan: Señor Joan Fernandez, gracias os hago, pues habeis declarado mejor que yo supiera declarar mi soneto; si vos me emprestais vuestra lengua, que tanto bien sabe alabar burlando, y’os emprestaré mis manos para que tañendo desenojeis lo que me habeis enojado burlando de mí con tanto alabarme cara á cara, que de corrido estoy para correr á pedir socorro á don Diego Ladron, que responda por mí y me vengue de vos, como hizo un portugues en este cuento que os contaré: Vino á Castilla un portugues, y dixo que era venido para vender donaires á castellanos, y viniendo un castellano á mercalle un donaire, el portugues le dixo: Castelau, ¿cuánto m’habeis de dar que heu vos faça donoso? y respondió el castellano: Pagaros he con un cuento muy bueno desto que se siguió en Lisboa, que oiréis: Fué un castellano á Portugal diciendo que los portugueses habian enviado á Castilla para que viniese algun castellano á mostralles ser donosos, que el Rey de Portugal lo pagaria muy bien, y que él venía allí para maestro de donaires; y parando escuela, tenía muchos criados del Rey que les avezaba á ser donosos desta manera: hacíales desnudar y metíales al sol en el verano quando más hervia, y dábales aire con unos fuelles por la boca, que abierta con un badajo tenian, y en ver á su discípulo bien hinchado, hacíale atapar la boca y el aire salia por detras con muchos truenos; convidaba á los vecinos para que viesen si sabian bien estos donaires. Y ellos decian: Castelau, fazey boca donosa que rabos donosos son. Y en oir esto el portugues que era venido á vender donaires á Castilla, fuése de corrido diciendo: Vo correndo á Portugal á trazer socorro de un muito donoso portugues que nos vengue de un frio castelau. Señor Joan Fernandez, esto he dicho por ir corriendo de corrido para que venga don Diego Ladron á vengarme de vos, que sois tal cortesano que alabais para burlar, pues sabe á burla alabar con palabras para hacer reir como vos hecistes, diciendo que yo debia tanto á Dios, que para pagalle habia menester amprar merescimientos á toda la letanía de los sanctos. Yo voy por don Diego Ladron que me venga á socorrer. Dixo don Diego Ladron: No será menester, que muy bien he oido lo que habeis pasado con Joan Fernandez, y no le quedais deudor, que muy bien le habeis pagado; sino, dígalo don Francisco, que los dos estábamos escuchando de la cuadra de fuera mirando una pintura que yo saqué, y en oir la escaramuza de los dos, fué parte para que dejásemos de gozar con los ojos de la buena pintura que teníamos entre manos, para recrearnos con los oidos de oiros á los dos. Dixo don Francisco: Señor don Diego, vos habeis movido una question diciendo que no le debe nada don Luis Milan á Joan Fernandez, que no la podrémos apaciguar sino con mostralles vuestra pintura; sacalda, que bien menester será; dádmela, que yo la quiero amostrar, porque si los dos vienen á reñir, yo me porné entre ellos, y en ver el retrato de su dama, todos se convertirán en ojos, que no ternán manos para desacatarse delante della, haciendo besar, como á portapaz, esta pintura, pues es el retrato de la dama que van servidores don Luis Milan y Joan Fernandez. Parésceme que acontecerá con esta tabla deste retrato, lo que aconteció en nuestra Valencia con un otra tablilla de un sancto que hacia reñir y hacer paz, como en este cuento diré: Iba un chocarrero por Valencia, vestido como fraile, pidiendo con un sancto que traia pintado en una tablilla, que por esto le decian el fraile de la posteta, y en hallar alguno que al seguro le podia hacer besar la tablilla, metíase tras el hombre y hacíasela besar por fuerza y pedíale caridad, y como alguno no se la queria dar con el modo que la pedia, díxole uno, que no merescia caridad paz que reñir hacia; y el fraile gritaba diciendo que no creian en el sancto, y ellos que sí, y él que no, venian á las manos alguna vez sobre esto, y diciéndole un departidor que hiciese paz con el hombre que habia reñido, díxole el fraile: No haré paz si no la paga al sancto, y siendo contento su contrario dixo: Yo doy caridad á un sancto por hacer paz con un diablo. Y tornando á nuestro propósito, hé aquí la tabla del retrato de vuestra dama, que fuerza tiene para paz lo que puede hacer reñir. Dixo Joan Fernandez: Yo querria mucho saber cómo ha venido en manos de don Diego este retrato, porque á mí me la hurtaron por temor de mi mujer, que un dia reñimos por ella sobre esto que oiréis: Yo la tenía en mis manos solo encerrado en una cámara y decíale: Más te quiero yo pintada que á mi mujer viva, pues tú me desenojas en mirarte, y mi mujer me enoja en mirarme, ella de braveza me mata, y tú de benina me resucitas, y como ella me viese y oyese por la cerradura de la puerta, abrió y entró diciendo: Á mis manos habeis de morir, don traidor; yo díxele: Buena mujer, teneos allá, que no soy quien vos pensais, nombraisme don traidor y á mi vez me dicen don leal. Respondió: No sois sino don diablo; pues estais idolatrando en esa diablesa pintada, que más lo va ella de afeites que vos la teneis en esa tablilla. Respondíle: Á lo que me decis que soy diablo, agora me habeis acertado el nombre, que para ser uno galan ha de ir tras las almas como él va, aunque yo no lo soy para vos, que nunca iré tras vuestra alma siendo tan rabiosa; y á lo que decis que esta dama va de afeites más pintada que aquí está en la pintura, ¿n’os acordais que un dia os desconocí en una fiesta, muy pintada de afeites, y tomándoos por otra os decia de amores y vos me respondistes: Ciego, rézame una oracion; y conociéndo’s en el habla os dixe: Más os querria pintada y muda que despintada hablando? Dixo don Luis Milan: Señor Joan Fernandez, vos pretendeis que el retrato de nuestra dama es vuestro, yo no otorgaré jamas sino qu’es mio, porque yo le hice pintar y hurtáronlo de casa del pintor, y creo que vos lo habeis hecho, pues estaba en vuestro poder; y porque se vea qu’es mio, hé allí aquella señal, que llorando de vella tan hermosa pintada como desapiadada viva, cayó una lágrima mia sobre su mano y hizo aquel agujero que veis, y de presto demandé tinta y papel, haciendo una glosa á este villancico que tan á mi propósito hecho está, que en el postrer verso le hallaréis de cada copla destas que yo os diré agora: Tengo tanto sentimiento De lo que me haceis sentir, Que siento tanto el morir Cuanto mi vivir no siento. Deste mal saco este bien, Que estoy hecho un Hieremías, Que por vuestro gran desden, Lloran mi Hierusalen _Las tristes lágrimas mias_. Mi Hierusalen en mí, Es la triste de mi vida, Que la veo tan caida Cuanto yo de vos caí. No alcanzo un válaos Dios, De caida tan mortal, Que llorando para dos, De no hacer señal en vos, _En piedras hacen señal_. Son tan grandes mis enojos, Que sangre vengo á sudar, Y me siento distillar Agua amarga por los ojos. De mí tiene piedad Cualquïer fiero animal, Qu’en tan grande crueldad, En todos hay caridad, _Y en vos nunca, por mi mal_. Señor Joan Fernandez, muy gran menoscabo de mi honra sería sufrir que aquella que está siempre en mi pensamiento, que yo hice pintar, la dexe estar en quien, ni viva ni pintada, la quiere tanto como yo. Respondió Joan Fernandez: Don Luis Milan, ántes moriré que yo otorgue lo que decis, ni consienta lo que vos quereis, y pues nadie la puede querer más que yo, no está bien que esté sin mí quien no puede estar sin ella. Dixo don Diego Ladron: Yo quiero responder á lo que el señor Joan Fernandez dixo quando vió el retrato de su dama en mi poder, que holgaria mucho de saber cómo habia venido á mis manos; y ha de saber que visitando un dia su mujer con una dama que á su casa habia traido, nos contó la question que tuvo por ella con el señor Joan Fernandez, que aquí nos ha contado, y llorando me rogó que le sacase una diablesa que pintada tenía en casa; yo díxele que la mostrase y sacóla, y en ver el retrato, conoscí quién era la dama y llevémela, y así ha venido á mi poder; que no querria causase enojo entre sus competidores la que da en miralla tanto placer á sus servidores; y para escusar que no viniésedes á las manos, querria veros á las lenguas, con lo que diré; que entreis en campo los dos á daros de motes, y serémos jueces don Francisco y yo, y el que mejor nos parecerá que lo ha hecho, se lleve el retrato: pareció tanto bien á todos, cuanto parece mal reñir los competidores, que el competir descubre quién sabe servir. Comenzó los motes don Luis Milan, y dixo: Señor Joan: Si tan bueno fuésedes en casa como en calle, n’os hubiera puesto nombre vuestra mujer, Encasamalo. Respondió Joan Fernandez: Señor don Luis, si tan bien acabásedes en los amores como empezais, n’os hubieran puesto por nombre las damas, Enmalacaba. Dixo don Luis Milan: Señor Joan, dicho me han que sois en amores perrigalgo, que levantais liebres y otro las mata. Respondió Joan Fernandez: Señor don Luis, no creais lo que os dicen de mí, que tambien me han dicho de vos que sois en amores perro mestizo, que levanta liebre y mata lagarto. Dixo don Luis Milan: Señor Joan, apodo’s al muy frio caballero catalan, que le cantaban en Barcelona: Del galan de don Dimas Nous ne cal tenir enveja. Dixo Joan Fernandez: Don Luis Milan, apodo’s á Calisto, que siempre decia: Yo Melibeo só; y vos siempre decis: Yo Margarite só. Dixo don Luis Milan: Señor Joan, camaleon me pareceis en amores, que mudais muchos festejos y colores; que por esto os hice esta copla á un vestido morado que sacastes de la color que iba vestida la mujer que servíades entónces, y la copla es ésta: ¿Es morada intincion, Ó intincion enamorada, Ó es condicion mudada, Vuelta en camaleon? Camaleon sois, mi señor, Esto cierto debe ser, Qu’en mudar de nuevo amor, Os vestis de la color Que se viste la mujer. No más, no más, dixeron don Diego y don Francisco, que fueron jueces dellos, y dieron el retrato de su dama á don Luis Milan, que ganar en el campo muy gran verdad muestra, pues la señal que mostró de su lágrima era testigo de la verdad. Rogaron á don Luis Milan que sacase un otro soneto, y fué tan bueno para desenojar á Joan Fernandez, que no sin razon dixo: El soneto me cata. Quiero pasar por todos estamentos, Dende el mayor hasta el menor convido Para comer con Vénus y Cupido, Y gustarán guisados descontentos. Pocos irán de su manjar contentos, Pues es comer muy tarde digirido, El nombre dél se nombra dolorido Por dar dolor de muchos sentimientos. Al que darán manjar de venturosos Muy buena pro terná de su comida, No morirá del mal de enamorado; Que d’este mal mueren presumptuosos, Que es condicion jamas no digirida, Que bien sufrir de todos es loado. Dixo don Diego Ladron: Don Luis Milan, tales son vuestras cosas que á Joan Fernandez matais de envidia mala, y á don Francisco dais la vida de envidia buena, porque la mala quiere deshacer lo bueno de todo, y la buena no quiere gastar lo qu’es de alabar; al uno haceis hacer cara de perro cuando regaña de envidioso, y al otro cara de papagayo risueño. Dixo Joan Fernandez: Don Diego, pues apodastes nuestras caras, yo’s apodo la vuestra á cara de truhan pedigüeño, que no se la pueden ver de zuño quando no le quieren dar lo que pide. Demandásteme unas espuelas, y si fuera freno n’os lo negára, pues lo habeis más menester. Dixo don Francisco: Don Diego, vos habeis hallado lo que buscábades, que buscando lo que no conviene se halla lo que no cumple, como halló un truhan que iba buscando los cinco piés del carnero, y él no tiene sino cuatro, porque un médico le habia dicho que si le hallaba y comia dél sería muy donoso; y pensando dónde le podria hallar, díxole un otro truhan: Yo he comido dél, y por esto soy más donoso de lo que ántes era, tú le hallarás en su lugar donde yo le hallé, que fué en una cocina de frailes; y creyéndole, entróse por ella vestido como fraile á hora de comer, y reconocia las ollas si le hallaria, y viniendo los que servian y viendo que no era el cocinero del monesterio, lleváronlo delante del superior dellos, y sabido todo el caso por que era venido, mandóle desnudar y dar disciplina: y cuando le azotaban decíanle: ¿Que buscábades, don ladron? y él gritando decia: El cinquen pié del carnero; y respondian dándole: Ya le teneis, ya le teneis, id para donoso. Fuése desnudo huyendo, y topó con el médico que le habia aconsejado, y díxole riendo: ¡Oh, cómo estás donoso! tú debes haber comido del pié que te dixe; respondióle el truhan: Tal pase por tí; y contóle todo lo que le siguió; y el médico le dixo: Agora ternás que contar para hacer reir con el pié del carnero que te dieron á comer los frailes. Yo creo, don Diego, que, segun sois donoso, vos habeis comido dél, que muchas veces le vais á buscar. Respondió don Diego Ladron: Don Francisco, mejor puedo yo deciros donoso que vos á mí, que dese pié que decis que voy buscando andais vos coxqueando, como acontesció á un caballero aragones en Barcelona, que en este cuento oiréis: Siendo visorey don Fadrique de Portugal, mandó que ningun cojo anduviese de noche por la ciudad, porque muchos lo hacian para engañar, y como una noche topase uno, mandóle llevar preso, y era el caballero aragones, que competia con él en amores, y díxole: Señor visorey, vení conmigo á la prision, pues estamos los dos en ella por amores, que del pié que yo coxqueo coxqueais vos tambien; dixo el Visorey: Soltalde, Que harto preso está Quien d’amores cojo va. Don Francisco, teneos por entendido que dos de un mal se conocen por señal; dejadme revolver con don Luis Milan sobre el postrer soneto que nos ha dicho, que no se ha de tratar poco de lo mucho ni mucho de lo poco. Oidme, don Luis Milan: Vos decis en vuestro soneto que del mayor hasta el menor convidais á todos, para comer con Vénus y Cupido, y gustarán guisados descontentos; comeos vos solo tal guisado si mal provecho ha de hacer; mesonero catalan debeis de ser en amores, que dais mal á comer y haceisos pagar á vuestro placer. Dixo don Luis Milan: Yo he convidado de lo que Cupido da á comer á los que maltrata, que pocos irán de su manjar contentos, pues es muy tarde ó nunca digirido en el estómago desdichado; y si alguna vez, del mucho calor enamorado, lo viene á digirir, para estar contento ha de ser con grandes trabajos que muelan el ahito desdeñado, untándose con el ungüento que le nombran «el porfiado», compuesto por la receta que dice, porfía mata venado. Esta es la comida de los desdichados, que por estar muy descomidos, para que no pierdan del todo el apetito del contento y desesperen, se les da una postre italiana, que la nombran: Qui la seque la vince, y á los que darán manjar de venturosos muy buena pro ternán de su comida, pues no morirán del mal de enamorados, que le nombran morrion; pues desto mueren presumptuosos, y no los humildes que lavan su cara con agua de alegría de lágrimas de placer, que da tan buen olor, más que el agua almizcada, pues el almizque della es buen modo, y el algalia crianza, y el ámbar agradescimiento; que la almizquera italiana la compone de la recepta que dice: Humil amante vince dona altiera. Lo que en todos los soberbios es al contrario, pues tienen condicion para hacer estómagos acedos, que bien sufrir de todos es loado, y no como vos, que siempre sois tan mal sufrido como aborrescido. Dixo don Diego Ladron: Don Luis Milan, ¿n’os acordais de los amores de Belerma y Durandarte? que siendo desterrado por mandado de su emperador Carlo, y volviendo á la córte perdonado, halló á Gaiferos servidor de Belerma, sin haber dado él ocasion, y quejándose desta traicion, dejó de servirla, diciendo: Que por no sufrir ultraje Moriré desesperado, mostrando que la dama ha de mostrarse enojada si la sirve otro caballero, si ya su servidor no le ha dado ocasion para despedille si le ha sido desleal; y si esta culpa no tiene y su mucho amor le hace volver á servirla, ha de ser con gran arrepentimiento de su dama, y pues ella causó la pena, debe traer en un letrero este mote: Digo mi culpa. Pues ya veis cómo por esta ley de agradecimiento que se tenía en aquel tiempo, no era bien qu’el caballero desdeñado fuese bien sufrido, pues sabeis que y’os visité estando doliente en la cama, deste mal, y dixísteme una glosa vuestra á este villancico que dice: _Desdeñado soy d’amor, Guarde os Dios de tal dolor._ GLOSA. El mayor mal de los males Que el amor nos da á sentir, Lo que no pueden sufrir Los más simples animales, Es tan malo de pasar, Por ser esta mar mayor, Que me vengo ahogar Cuando yo quiero cantar, _Desdeñado soy d’amor_. Es mi vida ya un poca, Si della querrán saber, Que en el gesto se ha de ver Cuando está muda la boca. Á muerte soy condenado, Trátanme como á traidor; No vale ser coronado Por leal enamorado, _Guarde os Dios de tal dolor_. Dixo don Luis Milan: Señor don Diego, reir me hecistes cuando os oí decir si me acordaba de los amores de Durandarte y Belerma, como si fuéramos de aquel tiempo. Si Dios os guarde, ¿habeis tenido mal frances? que de ahí os debe venir sacar amores de Francia; en la boca habeis debido tener este mal, que siempre teneis en ella á los franceses. Decíme, ¿qué os parece deste romance? Mala la vistes, franceses, La caza de Roncesvalles; Don Cárlos perdió la honra, Murieron los doce pares. Respondió don Diego Ladron: Paréceme tan bien como muy mal de la traicion que Galalon hizo, pues por él fueron vendidos y muertos de los moros los que no bastára matar todo el mundo, si apercibidos y no solos tomáran á don Roldan y á Oliveros y á Durandarte, que bien parece que le sois amigo en la glosa que hicistes á su romance, que dice: Durandarte, Durandarte, Buen caballero probado, que si gana os toma de tañer y cantalle, aquí tengo una muy buena vihuela y damas que os escucharán, que están en visita con doña María mi mujer. Respondió don Luis Milan: Señor don Diego, soy contento si n’os enojais que despues de este romance cante un otro, y podrá ser que os sane del mal frances que mostrais tener en la afeccion francesa, que traeis como á gorra en la cabeza. Dixo don Diego: No respondo á vuestra lengua por más presto oir tañer vuestras manos; yo voy á presentallas á las damas de la visita, de parte vuestra, que sé que os haré gran placer, y luégo volveré con el recaudo. Dixo don Francisco: No seais músico y no ternéis terceros; si fuese de don Luis Milan, yo le cantaria á don Diego: El diablo trae á su casa con que llore. Su pago sería que le quedase competidor el tañedor, como hizo aquel nuestro caballero valenciano nombrado Diaz, que trayéndole un gran amigo suyo á tañer á una dama que servia, se enamoró della, y el otro dia hallóle dando vueltas á caballo por su calle y díjole: ¿Anoche músico y hoy competidor? no seréis más mi tañedor; y Diaz le respondió: No siam mes amichs. Dixo Joan Fernandez: Muy gran necedad es traer á tañer amigo que puede enamorar y enamorarse de vuestra amiga, que si él es para enamorar, n’os quejeis della, pues le traeis hombre que tenga lo que vos no teneis para contentar, y si es para enamorarse n’os quejeis dél, pues le fuisteis tercero, quejaos de vos mismo; por lo que dice el italiano: Non te fidar, e non saray gabato. Dixo don Diego: Don Luis Milan, hé aquí un paje que os trae un buen recaudo de parte de las damas, que no sé yo con qué pagueis una tan gran merced sino con una ingratitud á modo de encarecer, mas no de hacer, aunque dice el refran: No se puede pagar lo que no tiene precio; como quiso decir un caballero castellano, aquí en Valencia, al rey Francisco de Francia, cuando vino preso, saliendo de visitar á la reina Germana, francesa; y las palabras qu’el caballero le dixo fueron éstas: Syra, vuestra Majestad va preso de tal Emperador, Que en velle se volverá En placer vuestro dolor. Y tan gran merced no puede pagarse sino con una ingratitud, y el Rey de Francia lo hizo mejor que se lo dixo; que en pago de habelle dado el Emperador libertad y á su hermana por mujer, en ser en Francia le rompió la paz y le movió nueva guerra; no querria, don Luis Milan, que, en pago de esta merced que os he hecho hacer á las damas, fuésedes tan ingrato como fué el Rey de Francia, pues sería peor mal frances el vuestro que no el mio. Paje, dile el recaudo que le traes de parte de las damas, que buena pro me haga. Dixo el paje: Señor don Luis Milan, mi señora y las señoras que arriba están, mueren de deseo de veros y oiros, y dicen que si vuestra merced tiene el mismo deseo, podréis cantar: Nunca fuera caballero De damas más bien querido. Respondió don Luis Milan: Paje, diréis á todas esas señoras que os envian, que yo les beso las manos y cumpliré su deseo, pues el mio muere porque me vean y oigan, y responderé á su romance con este villancico: Si amores m’han de matar, Agora ternán lugar. Dixo don Diego Ladron: Don Luis Milan, vamos, vamos, que yo temo de cantar: D’este mal moriré, madre, D’este mal moriré yo. Y en ser todos delante las damas, don Diego tomó de la mano á don Luis Milan, diciendo: Señoras, hé aquí á Orfeo Que yo le querria más feo. Dixo la señora doña Leonor Gualvez: Señor don Diego: Nunca os vi tener temor Á ningun competidor, Y agora veo Que Narciso teme á Orfeo. Dixo don Luis Milan: Señora doña Leonor, con una glosa quiero responder á vuestra merced, que me mandó hacer una dama á este MOTE. _Guárdeme Dios de mí._ GLOSA. Si Narciso se ahogo De sí mismo enamorado, Tened de vos más cuidado, Pues que ménos se perdió En haber á vos cobrado. Y pues más teneis razon De la que tuvo de sí, Traed con gran devocion El mote por oracion, _Guárdeme Dios de mí_. Con más razon debe temer de su hermosura, señora doña Leonor, que n’os acontezca como á Narciso, pues siendo ménos la dél que la vuestra, se turbó, de sí mismo enamorado, mirándose en una fuente donde cayó y murió ahogado; mande vuestra merced al Narciso, que habeis nombrado que traiga consigo el mote por oracion, porque no se ahogue si se turba mirándose muy hermoso en la fuente de vuestra hermosura. Dixo Joan Fernandez: Señor don Luis Milan, para celos sería bueno vuestro requiebro, pues decis que el Narciso que la señora doña Leonor ha nombrado pasa peligro de ahogarse, mirándose muy hermoso en la fuente de su hermosura, que si no me engaño, no es feo quien en su dama se mira Narciso; tales celos como los vuestros no los hay en Portugal. Dixo la señora doña Ana: Señora doña Leonor, departa vuestra merced á Joan Fernandez y á don Luis Milan, que si tales cortesanos dan en alabar vuestra hermosura, no quedará qué alabar para nosotras ni quien alabe la nuestra, que don Diego Ladron no está para alabarnos, que tomado está de ojo y don Francisco de boca. Dixo la señora doña Leonor: Señora doña Ana, no tengo qué departir, pues no tienen qué partir conmigo los cortesanos que ha nombrado, depártalos vuestra merced, ó desencante á don Diego y á don Francisco, que están encantados mirando vuestra gracia y hermosura. Dixo don Diego: Señora doña Leonor, diga vuestra merced á la señora doña Ana que si yo estoy tomado de ojo, ella no lo está de boca, pues no mira lo que habla, sino dígalo don Francisco, que tambien ha muerto su pájaro como el mio con la piedra que nos ha tirado; cure de su comendador Montagudo, que va tan ciego de miralla como ella por no velle, y vayan á Sancta Lucía que los sane. Dixo don Francisco: Don Diego, n’os maravilleis deso, que la señora doña Ana se burla de todos por ir de véras con uno, y es su marido, que lo quiere tanto, que hizo apedrear á su Montagudo una noche porque le hacia cantar á la puerta: «La bella malmaridada» á un ciego. Dixo la señora doña Hierónima: Yo quiero responder por la señora doña Ana por las pedradas que decis que tiró; habeis de saber que no tira piedras sino quien no piensa tirallas, que en su seso está quien sabe lo que hace, que no es tirar piedras adonde se debe, pues hay galanes que lo piensan y no lo son, que para sello, en todo lo deben ser, que el ojo y la boca, la mano y el pié no se han de mover sino para contentar á las damas, que don Diego bien mostró estar en pasion y no en razon, pues habló lo que no quiso entender; que la señora doña Ana no mató su pájaro ni el de don Francisco, pues no fué la que tiró, sino piedra iman que nos tira á querella; que no fué mal decir lo que dixo, que de muy enamorados el uno estaba tomado de ojo y el otro de boca, que de pensar es que lo hizo para hacelles hablar, pues se perdia mucho en ellos callar. Dixo la señora doña María: Paréceme que convidamos don Luis Milan á una vihuela y dámosle á comer palabras; callemos, qu’es gran desacato que su tañer calle por nuestro hablar, y este descuido que habemos tenido merece ser perdonado, pues oyéndole hablar hace olvidar su tañer, y tañendo se olvida su hablar. Dixo don Luis Milan: Señora doña María, no he visto descuido con tan buen adobo como este que vuestra merced ha adobado; no le ponga tal nombre, que no ha sido sino cuidado para que yo oyendo palabras tan cuerdas lo fuesen las de mi vihuela, que, remedando armonía, de tan dulce conversacion saque el mal espíritu de la envidia del cuerpo de Joan Fernandez, como hacia el arpa de David al rey Saul; y por hacer lo que me rogó don Diego, lo primero que cantaré será la glosa que hice al romance de Belerma y Durandarte quando se dejó de servirla, y es ésta: Ya no es él, perdido está El que no cura de fama, Que el galan sin servir dama Fuera de camino va. Vuelve, vuelve, caballero, No quieras desesperarte, Que en tu amor tan verdadero Siempre serás tú el primero, _Durandarte, Durandarte_. ¿Cómo estás de tí tan fuera, Que tán fuera estás de mí? Ménos de tí conoscí Que si no te conosciera. No te venza la pasion, Sino la de enamorado, Y á mayor satisfacion Prueba y tente á la razon, _Buen caballero probado_. No estés tanto sin acuerdo, Pues tan acordado eras Que en las burlas y las véras Nadie se halló más cuerdo. Para tu mortal dolor Gran remedio te sería, Que d’aquel tan gran favor Aceptarte servidor, _Acordar se te debria_. Quien del tiempo se olvida El tiempo se olvida dél, Mucho es para sí cruel Quien lo fué para su vida. Tanto un tiempo te acordabas Cuanto fuistes envidiado, Y pues todo lo alegrabas, Muestra ser lo que mostrabas. _D’aquel buen tiempo pasado_. No parece que pasaba Cuando el tiempo entretenias, Las tinieblas despedias Y la noche se aclaraba. Tus mayores devaneos Eran en tí perficiones, Pues que fueron tus arreos Cuándo en justas y torneos, _Cuándo en galas y envinciones_. Nunca fué tal amador En amar como tú fuiste. Siempre alegre sobre triste Por no descubrir favor. No porque te hice favores Á mi costa y á tu grado, Sino alivio de dolores, Pues penando sin clamores _Publicabas tu cuidado_. Tu mirar fué por mirarme Con acatamiento y honra, Nunca fuiste á mi deshonra Sino para más honrarme. Durandarte solias ser, Y dudo haberte conocido, Porque está sin conocer, Sin oir, hablar, ni ver. _Agora desconocido_. Estos ruegos no lo son, Pues que yo doy por testigo Lo pasado, y lo que digo Abonando mi intincion. No te ruego yo por mí, Pues lo tienes tan probado, Lo que te ruego es por tí, Que no siendo tú sin mí, _Di ¿por qué me has olvidado?_ RESPUESTA DE DURANDARTE. Ya, señora, no soy yo, Pues no sois, señora, vos; La que se sirve de dos, Nunca amor en ella entró. Razon hay de sospechar Que burlais mucho de véras, Pues mudastes en mudar Con las obras el hablar, _Palabras son lisonjeras_. Si tan grande voluntad Tan abierta n’os mostrára. Yo no viera cara á cara Tanto vuestra crueldad. Voluntad tan verdadera Nunca tan mal s’ha pagado, Pues m’he visto en vos quien era Por lo que mostrais afuera, _Señora, de vuestro grado_. En mis ojos mostraré Siempre seros tan amigos, Cuanto vos muy enemigos Los hicistes sin por qué. Mientra ojos mirarán, Bien verán cuanto y’os quise, y por lo que en mí verán, Todos os preguntarán _Que si yo mudanza hice_. Si algun tiempo vos quejais. No hay razon para quejaros, Pues mostrais apïadaros De quien n’os apïadais. Si se viene á tocar Lo que habeis falsificado, En la piedra de mi amar Se verá que mi mudar _Vos, señora, lo heis causado_. Yo querria mas no puedo, No decir lo que se muestra, Que lo qu’es á culpa vuestra De vergüenza tengo miedo. Y aunque en damas no es tan mal No tener ley en no veros, Siendo yo tanto leal, En vos fué más que mortal, _Pues amastes á Gaiferos_. Y si esto á vos infama, Sálveos esta razon Que en nosotros es traicion Lo que no es traicion en dama. El quejar solo me queda Á mí triste agraviado, Pues fortuna siempre rueda, Imposible era estar queda _Cuando yo fuí desterrado_. Es la ley en los destierros Sufrir pena por un yerro, Mas en mi triste destierro Yo la sufro por dos yerros. El otro fué vos consentir, Servidor, en mi viaje, Que por esto he de morir Por sufrir y más sufrir, _Y por no sufrir ultraje_. Como si fuera traidor Me habeis dado la sentencia, Haceisme sin competencia Y distes me competidor. Nunca fué tan mala suerte, Ni se vió tal desterrado, Ni habrá quien lo concierte, Y pues todo sabe á muerte, _Moriré desesperado_. FIN. Agora quiero cantar en este romance una gran verdad española, contra una error francesa que defiende don Diego por tener mal frances, y es la pasion que tiene por los franceses, diciendo que la batalla que tuvieron en Roncesvalles con nuestros españoles, si fueron vencidos fué por la traicion que su Galalon les hizo convidándoles á una caza, que fué batalla, donde fueron vencidos y muertos muchos de los doce pares; y la verdad española es esta que oiréis en este romance: Mala la vistes, franceses, La caza de Roncesvalles, Que salida fué de Francia Para alzaros con España. Cuando don Alonso el Casto Llamó al Emperador Carlo Para conquistar los moros De Castilla cativada, Prometiéndole su reino Si hacia esta jornada, Y españoles no quisieron Mostrar gente acobardada, Que el gran leon español Bravo Bernaldo del Cárpio, Fué muy valerosa lanza Y gran cortador d’espada. Salió con sus españoles Defendiendo vuestra entrada En la muy cruel batalla De Roncesvalles nombrada. Don Cárlos perdió la honra, Murieron los doce Pares, Porque fuera tiranía Francia reinar en España. Dixo don Diego: Don Luis Milan, y’os agradezco lo que vos debeis agradecerme; pues yo seré causa que os agradezcan las desagradecidas el servicio que les habeis hecho en dejarlas encantadas de vuestro cantar y tañer; y vos, con el romance que habeis cantado de la batalla de Roncesvalles, me habeis sanado del mal frances que tenía defendiendo la error francesa contra la verdad española. Dixo la señora doña Leonor: Señor don Diego, de grado os reñiria, sino por no hacer paz con vos; que no es bien reñir donde es mal hacer paz. ¿Para qué habeis dicho á don Luis Milan que somos desagradecidas? Meresceríades que lo fuésemos para vos, pues lo sois para nosotras, porque os quejásedes con la cabeza quebrada hasta que va Juliana os curase, que es vuestra enxarmadora. Dixo don Diego: Señora doña Leonor, mucho me tira vuestra merced hoy con flecha, y si fuese la de la bella Laura por quien Petrarca decía «Amor ma posto como seño, astrale», yo quedaria tambien asaetado de vuestra mano como verian en este letrero: «Le onor più que la vitta.» Dixo la señora doña Ana: Tiene razon la señora doña Leonor, pues nos decis ingratas para que don Luis Milan tome por achaque lo que decís y no se deje más oir, diciendo de nosotras lo que de los necios se dice: los que no tienen sentir, no saben agradecer. Pues agora veréis cómo se lo agradezco yo con lo que le diré: don Luis Milan dad muchas gracias á Dios, que don Diego tiene envidia de vos. Y no es poco Que desto se vuelva loco, Que sólo de vos lo está Quien nunca envidiado há. Dixo la señora doña Hierónima: Señora doña Ana, vuestra merced ha envidado con un dos vale, que si don Luis Milan no valiese por tres, no revidaria con este envite: Si n’os hubiera oido, Pluguiera Dios que no fuera, Porque yo no aborreciera Cuantos han por mi tañido. Dixo la señora doña María: Don Luis Milan, con un cuento quiero alabaros: Cuando yo era dama de la Reina, iba servidor un caballero gran músico de una de palacio amiga mia, y cuando le tañia atapábase los oidos diciendo: No se debe oir lo que no es de agradecer. Dixo Joan Fernandez: Señoras, como á pan bendito habeis gustado y comido á don Luis Milan; rezando cada una su oracion de alabanzas, él quedará bien alabado aunque luégo olvidado; pues la condicion de las damas es, pan comido compañía deshecha; sino, dígalo don Francisco si es verdad. Respondió don Francisco: Amén, amén, dixo tio Vámonos luégo á cenar, Que diez horas son ya dadas Y es bien irnos acostar. AQUÍ SE ACABA LA SEGUNDA JORNADA Y COMIENZA LA TERCERA. [Illustration] [Illustration] JORNADA TERCERA. Y COMIENZA DON LUIS MILAN. Muy solo me hallo la hora que no estoy en compañía de Joan Fernandez, por ser de tan buen gusto que para maestresala de damas sería bueno, pues los manjares que les daria serian de tan buen sabor como don Francisco los sabe guisar, qu’es tan buen cocinero de tales potajes como don Diego para mayordomo de la Gala-gineta. Dixo Joan Fernandez: Don Luis Milan, buenos oficios nos habeis dado; á don Diego hicistes mayordomo de la Gala-gineta y á mí maestresala de damas, y á don Francisco cocinero, que de enojado no quiere entrar si no le desenojais en dalle otro oficio más honrado. Diréis que nos habeis mucho alabado, pues decis de mí que yo les daria manjares de muy buen sabor, y juraria que ha sido vuestra intincion hacerme donoso de damas. Y’os lo agradezco si vos me otorgais: que más vale en todo sello que parescello, pues de los donaires que á mí me sobran se podria hacer un Perico de Ayala, que fué donoso, y de los que á vos faltan se haria un Perico de hielo, pues sois frio. Dixo don Diego: Pues Joan Fernandez se ha vengado, yo me quiero vengar. Don Luis Milan, vos decis de mí que parezco mayordomo de la Gala-gineta, bien sé que diréis que lo habeis dicho por alabarme de galan jinete, y creeria que no burlais sino por este romance que me dice que sois burlador y es éste: La Gina-gala, la gala-gineta, donde mostrais que por no decirme á la descubierta mayordomo de la Gina-gala, habeis dicho de la Gala-gineta, burlando de mi gala; pues habeis de saber que de la mia se podria hacer un don Antonio de Velasco, y de la vuestra un don Antonio Vellaco de travieso y avisado. Dixo don Francisco: Adargaos, adargaos, don Luis Milan, que no quiero tomaros desadargado, sino cubierto de la adarga que vos teneis, y es que despues que habeis quebrado la cabeza á motes, os adargais con decir, no lo dixe por tanto. Y á los que tales cañas tiran, tiralles á traicion no lo sería, pues á todos excusa aquella ley que dice: A traidor, traidor y medio. Esto sería vuestro pago, si no quedase tan pagado y contento de vos, que con un soneto que nos digais quedarémos satisfechos. Dixo don Luis Milan: Primero quiero mostrar la poca culpa que tengo y la mucha que vosotros teneis, pues no os puedo desculpar que sentis mucho, de sentir poco, que sería yo sentir poco de lo mucho que sentis; y pues así es, que no teneis desculpa de ignorancia, quiero mostrar vuestra malicia, y comienzo por Juan Fernandez: Él dice que juraria que mi intincion fué decille donoso de damas; ya que fuese así, no debe ser mal tomado lo que no es mal dicho, si ya no tiene cola de paja que d’el fuego teme, pensando que yo le decia truhan; y si creyese que tal ha pensado, por tal lo ternia, mas como todos le tengan por galan, yo no lo puedo tener por truhan; hízose ignorante, que fué sacarse un ojo por sacarme á mí los dos, diciendo que de mi gala se podria hacer un Perico de hielo de frio que soy, yo digo que más quiero ser de hielo que de Ayala y truhan; por él se podria decir: trocastes Rebolledo por Giron, no sé si teneis razon. Agora quiero haberlas con don Diego y decille que haga buen broquel, pues don Francisco me dixo que me adargase, que bien es satisfacer á cortesías y á descortesías, pues dixo que de mi gala se podria hacer un don Antonio Vellaco de travieso y avisado, yo digo que por lo mismo se puede hacer dél un don Antonio del Asco. Dixo don Francisco: No más, por vida de vuestras damas, que si Marina bailó, tómese lo que ganó, y quítese el enojo con lo que desenoja don Luis Milan, que ya le veo la risa en la cara y el soneto que nos quiere decir en la boca. Dixo don Luis Milan: Yo haré lo que mandeis, pues es de buen cortesano, que sois, querer que mudemos de conversacion; que cuando los motes pican, para que no saquen sangre es bien mudar de nuevas: que el divertir hace vivir. Y oigan el soneto: El gran Sanson se queja de su amiga, Que fué un varon muy fuerte en los hebreos; Por ella fué vendido á Filisteos, Sus enemigos, puesto en gran fatiga. ¿Por qué dirán amiga al enemiga Siendo enemigos nuestros sus deseos? Impropios nombres son por casos feos, Nombrémosla como es razon se diga. La de Sanson fué Dálida nombrada, Dálida es bien que nombre yo la mia, Pues siempre vi las caras del olvido. Mostró en la una ser de mí pagada, Yo vi en la otra que no me queria, Que entre enemigos va quien es vendido. Dixo don Diego: Don Luis Milan, nunca he oido mejor parecer que el vuestro, ni mejores quejas que las de Sanson; mucho querria saber cómo pasó esta tan gran traicion, vender Dálida su amigo á sus enemigos. Dixo don Luis Milan: Y’os lo diré: Ya habréis oido decir la fuerza de Sanson cuán grande fué y la gran amor que á su amiga Dálida tuvo, pues oid el pago que della recibió, y fué este que diré: Deseando saber los filisteos, sus enemigos, en cuál parte del cuerpo tenía Sanson las fuerzas, rogaron á su amiga Dálida y diéronle mucho tesoro para que lo supiese, y como ella trabajase saberlo, rogaba con gran importunidad á su amigo Sanson se lo dixese, y él, no sospechando que lo quisiese saber por mal suyo mostrándole ella tan buena amor como él la mostraba, díxole: Dálida, tú sabrás que la gran fuerza que yo tengo es por gracia que Dios me ha dado, y por ser así sé que la tengo en unos cabellos que en medio de mi cabeza están, y si á mí me los cortasen, yo perderia todas mis fuerzas; y rogándole ella que se los dejase cortar para ver si era verdad lo que él decia, consintió que se los cortase, y viéndole sin las fuerzas que primero tenía, esecutó su traicion y dió entrada á los filisteos, sus enemigos, y sacáronle los ojos y dejáronle vivo para hacer burla dél; y por no morir muchas veces con esta vida muerte, determinó de acabar sus tristes dias desta manera que diré: Sintiendo ya cobradas sus fuerzas por haberle crecido los cabellos que Dálida le habia cortado, hízose guiar á un templo donde gran multitud de filisteos estaban, y abrazóse con unas columnas que sostenian todo aquel edificio y derribólas; donde murieron sus enemigos, y él por vengarse dellos. Dixo don Diego: Don Luis Milan, gran espanto pone la gran traicion que Dálida hizo á su amigo Sanson, que por interese del tesoro que hubo de los filisteos vendiese tan gran riqueza como fué la fuerza de Sanson para defension de los hebreos; una Dálida querria dar á Joan Fernandez para que anduviese como Sanson, sin ojos, entre las damas, rezando entre dientes por oracion la letanía que se rezó al dios d’amor cuando le ahorcaron en la justa de un amador, que desamador le digo yo, y que dixese, de las crueles damas, _libera nos, Domine_, para que armasen contra él uno otro ciego que le respondiese, contra el mocero Joan Fernandez, _te rogamos audi nos_. Dixo Joan Fernandez: Don Diego, vos decis que me querríades ver una Dálida por amiga para que me acontesciese lo que le acontesció á Sanson, y si yo en tal me viese, á vuestra puerta rezaria los setenta y dos nombres que las damas os han puesto, para que se guarden de vos los que n’os conocen, y en esto les haria tan gran placer como vos les haceis pesar con vuestra lengua. Respondió don Diego: Joan Fernandez, si á mí me quieren mal las damas por la lengua, á vos n’os quieren bien por la boca, que os hiede de tomar y dar paz con ella donde os sería mejor tener guerra; lo que yo digo es esto que dice don Luis Milan en su soneto con estos versos: ¿Por qué dirán amiga al enemiga Siendo enemigos nuestros sus deseos? Dixo don Luis Milan: Don Diego, no me revolvais con las damas, que en mi boca no les parescerá mal esa razon como en la vuestra que teneis bocaje; pues bien entendido, como yo lo digo, no es decir mal, que impropio nombre es decir amiga á la que hace obras de enemiga. Dixo don Francisco: Donoso sois, don Luis Milan, pues qué, ¿querríades vos que se os diese en amores lo que no se meresce, para que de no poderlo digirir de poco merescello os ahitase y que os matase una poplejía desamorada? Dexaos d’eso y no vais tras lo imposible por no parecer á Joan Fernandez y á don Diego; que vos y él os querríades que el amor os trujese con el plato de vuestro apetito, la perdiz que deseais comer en los amores; y si esto no se hace, luégo decis que el amiga es enemiga, pues no cumple vuestros deseos. Dixo Joan Fernandez: Don Francisco maestr’escuela pareceis, pues habeis entrado en esta disputa como á determinador, con decir que don Luis Milan y yo vamos tras lo imposible diciéndonos lo que el refran dice: Tras lo imposible van los locos; ¿quién os ha dicho que nosotros tenemos esta locura? ¿supistes lo de la paloma de Mahoma que decia que por ella lo sabía todo? De ser moro en amores, venis á creer que don Luis Milan y yo tenemos lo que vos debeis tener, por lo que dicen: Piénsase el ladron que todos son de su condicion. Dixo don Luis Milan: Departiros quiero con un cuento, pues me habeis dado con el hierro: El gran poeta Dante Florentino fué tan donoso como avisado, y los florentines le tenian en tanto como él los tenía en poco, por ver la ciudad de Florencia poblada de hombres que tenian de lo mucho poco, y de lo poco mucho; enhadado desto, desaparecióles de manera que iba entre ellos y no le podian hallar, y no podiendo vivir sin él no sabian qué hacerse para hallarlo; aconsejóles un sabio filósofo, y díxoles: El Dante es tan sabio que no le hallarán sino para responder y dar cabo á una muy avisada razon que la oyese comenzada y no acabada, porque no terná sufrimiento que esté sin acabar lo que está bien empezado; y’os aconsejaria que fuésedes diciendo por la ciudad estas palabras: ¿Qui sà lo bene? ¿Qui sà lo bene? Y diciendo los florentines esto, oyeron al Dante que iba disfrazado entre ellos, y respondióles: Qui ha provato lo male, qui ha provato lo male; que quiere decir: Aquel sabe el bien, que ha probado el mal. Yo he dicho esto sólo para mostrar que pues tanto he probado el mal del amor, sé qué cosa es bien, aunque nunca he gustado á qué sabe, como á don Francisco que le supo á miel rosate colado, y á Joan Fernandez á miel de azúcar, y á don Diego á vino cocho, que les alargaron con dulzuras los amores burlando dellos. Y por yo ser estado muchas veces acuchillado á casa del cirujano del amor que es el sufrimiento, dixe en mi soneto, como harto experimentado, que no se debia nombrar amiga la qu’es enemiga, y para prueba desto, truje por ejemplo á Dálida, que mejor se podia decir enemiga que amiga, pues hizo tales obras á Sanson. Dixe más, que poner impropios nombres son por casos feos, pues es impropio nombre decir enemiga á la que deberia ser amiga de su naturaleza, que por lo uno parece fiera, y por lo otro pareceria más hermosa; no lo digo por lo que ha dicho don Francisco, que yo querria que el amor me presentase la perdiz que deseo comer en los amores, y no me ha querido entender, pues lo que yo digo es esto: La dama puede hacer bien sin daño suyo, y á ésta se debe decir amiga, y á la que hace el contrario desto, la deben nombrar enemiga, que por sello la mia, quiero nombralla Dálida, pues siempre me mostró las caras del olvido, que son buena cara y mala obra, mostrando en la una esperanza y en la otra desesperacion; y así vamos vendidos como quien va entre enemigos. Dixo don Francisco: Don Luis Milan, jugador de pasa pasa debeis ser; dixistes que pues os habiamos dado con el hierro, nos queríades dar con el cuento, y por sutilmente que habeis pasado las galas de vuestra gala, habemos sentido el hierro de tal cuento, acomparastes os al Dante y á nosotros á los florentines, haciendo mucho vuestras cosas y deshaciendo las nuestras. Dixo don Diego: De aquí adelante os nombrarémos don Luis Milan de Piedra-iman, pues tirais la piedra y escondeis la mano; dixistes que los florentines tienen de lo poco mucho y de lo mucho poco, y acomparándonos á los florentines, ha sido decirnos, á tú lo digo, hijuela, entiéndete tú, mi nuera. Dixo Joan Fernandez: Don Luis Milan, perro escusero me pareceis, que mordeis sin ladrar, embozado habemos vuestro perro con estos apodos que os hacemos, pues no respondeis. Dixo don Luis Milan: Pues esperaos un poco y vello heis; á don Francisco que me apodó á jugador de pasa pasa, yo le respondo con el nombre que le han sacado las damas, y es don Francisco pasa pasa, que no quieran que pare en ellas; y á don Diego que me dixo que me podian decir don Luis Milan de Piedra-iman le respondo que se le puede decir don Diego de Piedra-zufre, pues tiene la color dél; y á Joan Fernandez que me apodó á perro escusero, le respondo con lo que le dice su mujer: Joan, perro mocero, que va tras mozas carnicero. Dixo don Francisco: Bien os habeis pagado don Luis Milan, y’os doy la mejoría si me decis quién son las damas y por qué me dixeron don Francisco pasa pasa. Dixo don Luis Milan: Las damas no diré; la causa por que sacaron el nombre, fué porque pasando vos por allí os cantó la una dellas este cantar: Pasau el tempo que fuy enamorato. Dixo don Francisco: ¡Ay que ya sé quién es! ¡ay que ya sé quién es! Dixo don Luis: Sospirastes, Baldoynos, os podemos cantar. Respondió Joan Fernandez: Yo quiero responder por mi amigo don Francisco que se ha pasado á los franceses con un sospiro; y á vos, don Luis, se os puede decir: Vuestro Milan, señora, vuela por la cola. Dixo don Luis: Y á vos, Joan, se os puede cantar esto que siempre cantais: En hora mala me perdereis, mozas, para vosotras. Dixo don Diego: Yo quiero departir estos motes para que mejor acabemos el dia; vamos á casa de Joan Fernandez que hay una visita de damas, y son doña Mencía y doña Luisa, y doña Violante y doña Castellana, cuatro estrellas, y están esperando una farsa que si verdad es lo que me han dicho, no puede ser sino muy escelente por ser de don Luis Milan, y entre tanto que no viene, sacará un soneto quien tan bien nos provee dellos; vamos, que á tal fiesta ya tardamos, porque alleguemos con tiempo para aguardar al Duque y á la Reina, que vienen á favorecer la fiesta de la señora doña Hierónima. Dixo don Luis Milan: Bien será si os parece que enviemos un recaudo á la señora doña Hierónima, que sería desacato entrar en su casa sin licencia, porque no seamos tenidos por licenciados, aunque su marido Joan Fernandez nos aseguraria como dia de fiesta: Que todos pueden entrar los que merecen lugar. Dixo Joan Fernandez: Bien conoceis á mi mujer, mejor fuera para marido; yo me habré de asegurar con vosotros de alguna riña, que Dios nos guarde della, no olvidemos en el recaudo á las otras damas porque me valgan si reñimos mi mujer y yo, y ordenalde vos, que don Francisco está desordenado despues que sospiró, y don Diego piensa en hacer una buena entrada porque yo la tenga con mi mujer. Dixo don Luis: Pues así mandais que sea yo lo haré. Paje, iréis á la señora doña Hierónima y decilde que estos caballeros y yo besamos las manos de su merced y de las otras señoras, y les suplicamos nos den licencia para visitallas, que no la queremos sino de su mano, aunque la daria la fiesta que se harán Joan Fernandez y su merced. Volvió el paje con la respuesta y dixo: Señores, las damas dicen que agora será fiesta por venir tales caballeros á ella, y que suban de manera que no abajen. Dixo don Diego: Señoras, á mí se me han de dar estas albricias, las damas porque les truje tales caballeros, y los caballeros porque les he traido á tales damas. Respondió la señora doña Mencía: Señor don Diego, las albricias que demandais á fiestas se os darán. Replicó don Diego: Si á fiestas se me dan D’aquellas que yo querria, Siempre deudor le sería. Dixo don Luis Milan: Mucho tenemos que agradecer á don Diego, que nos dió parte de fiesta, que aunque no se nos haga la ternemos. Respondió la señora doña Luisa: Don Luis Milan, con razon debeis hacer gracias á quien os ha dado parte de fiesta que seréis el todo della. Dixo don Francisco: Señoras, si no adoleciera poco há de un sospiro oyendo un nombre de una dama, yo cayera malo viendo aquí las que veo. Respondió la señora doña Violante: Señor don Francisco, estaos con vuestro sospiro, que si es leal no os hará mal. Dixo Joan Fernandez: Con tan buena vista como ésta, quien la tuviese en una celada, bien se podria justar y ganar precio. Respondió la señora doña Castellana: Señor Joan Fernandez, no querais vista en celada, que no asegura, que es peligrosa armadura. Dixo don Diego: Señoras si deseasen lo que don Luis Milan desea, oirian algun soneto suyo, que sus palabras son mejores que las obras de otros, y desenojalde, que hace rostro de enojado por ser alabado; mándenle que diga sonetos á damas, que por decir sonsonetos, ése debe ser su deseo. Dixo la señora doña Mencía: Con licencia destas señoras, pues me lo mandan, diré si nuestros ruegos han de aprovechar, conforme serán nuestros deseos, para oir tan buenas palabras como tienen sus obras. Don Luis Milan respondió: Señora doña Mencía, con tan buen mandado, ¿quién no se dejará mandar? y adonde con obras se ha de servir no debe ser con palabras, y no se me enojen del sonsoneto, pues la fin no es de enojar de éste SONETO. Es tan comun burlar de quien os ama, Que deste mal las más andais dolientes, Y no burlais hablándolo entre dientes, Que siempre vais tras ciervos á la brama. No es mal decir lo qu’es pública fama, Hay un refran comun entre las gentes, Haz siempre bien y á quien no pares mientes, Que bien hacer da buena mesa y cama. Pues es perder seguir un mal camino Que va á parar al más profundo infierno ¿Por qué quereis salir de vuestro estado? Y aunque yo soy de merecer indino, Pues vos teneis de mí todo gobierno, Tenga de vos no ser d’amor burlado. Dixo la señora doña Luisa: Señora doña Mencía, ¿qué le parece cómo nos trata en este soneto don Luis Milan de burladoras, diciéndonos que las más de nosotras andamos dolientes deste mal burlando de quien nos ama? y por más encarecello dice que burlamos tan de véras, como los monteros del rey don Alfonso iban tras ciervos y osos, segun dice este cantar: Tres monteros Matan el oso, Monteros son Del rey don Alfonso. Y si él fuese el oso, yo le cantaria: Villanos le maten al oso. Dixo la señora doña Mencía Señora doña Luisa, paréceme que nos ha hecho mataciervos, y ellos no se dejan matar, por ser muy grandes corredores, que no hay saeta de amor que los alcance, que los hombres muy de burlas no pueden ser muy de véras, y éstos son los que toman las burlas de véras y las véras de burlas; y de esto que nos alevanta nunca nos pedirá perdon, pues escusa su pecado diciendo, que no es maldecir de aquello qu’es pública fama, ser nosotras burladoras de quien nos ama, qu’es la mayor infamia que puede ser, pues la ley nos manda que amemos á quien nos desama; cierto él se irá al infierno por donoso y no le valdrán sus donaires para salvarse de las penas que á los infamadores dan. Dixo la señora doña Castellana: Pues lo bueno es que se nos ha hecho consejero diciendo que sigamos aquel refran que dice: Haz siempre bien y no mires á quién, que bien hacer da buena mesa y cama. Tras eso anda él, y merece, por lo que nos alevanta, que el amor le dé cama de galgo y mesa de hospital. Respondió la señora doña Violante: Él verná á ser confesor, pues nunca fué mártir en amores; ermitaño de Monte Olivete le querria ver, que yo iria á confesarme con él, pues preica tan bien como veis, diciendo que irémos al más profundo infierno si no vamos por el camino de su voluntad, y es que amemos á quien nos ama, y debe ser que á él le debe ir mal en amores y querria ser amado, como muestra á la fin del soneto diciendo á su dama: Que pues ella tiene el gobierno suyo bien mandado y enfrenado, hecho caballo de amor, que no le ensille burlando dél, como hacia Laura á su Petrarca, que lo gobernaba como á caballo bien enfrenado, que, en desmandarse de confiado, le daba una sofrenada, y en acobardarse de triste, le aflojaba la rienda, segun nos contaba don Luis Milan un dia delante su Margarita, que de velle muy triste le dixo: Alégrate, que pues escribes como el Petrarca, yo leeré tus obras como Laura. Dixo don Diego: Señoras, mudar de bien en mejor es gran cordura; si parece á vuestras mercedes, vamos al Real y presentemos al Duque y á la Reina la farsa, y nosotros harémos otra con sus damas, porque sepan nuestro palacio ser tan bueno como el suyo. Respondió la señora doña Mencía: Señor don Diego, yo soy de su parecer, que tan bueno es mudar de bien en mejor, como es malo de mal en peor. Ya querria que estuviésemos allá por meter la guerra en casa ajena y sacarla de la nuestra, pues aquí ya estaba comenzada contra don Luis Milan y sus valedores, y vos, señor don Diego, empezaréis la escaramuza con las amazonas de la Reina que pelean diciendo: Que no se pueden decir damas sino las de palacio, y nosotras entrarémos á pelear con ellas como á valedoras vuestras. Dixo don Diego: Señora doña Mencía con tal valenza la victoria tenemos cierta, vamos: Que mucho se gasta en tardar lo que se debe ejecutar. Hé aquí el Duque que ya sale del Real, á buen tiempo allegamos: Señor, mande vuestra excelencia que se haga la farsa en el Real y será sacar de necesidad á don Luis Milan, que las damas que traemos habian movido una escaramuza contra él, que no podia acampar de muerto ó preso, y pues aquí verá cara de rey, será salvo, puesto que más vale ser buen preso que mal libertado. Dixo el Duque: Bien me parece lo que habeis determinado, id al apear de la Reina. Joan Fernandez llegó primero y dixo: Vuestra alteza sírvase de mí para tablas de apear y serémos el Cristóbal y el Jesus, pues siempre le tiene en la boca cuando me ve, como si yo fuese el enemigo. Dixo la Reina: Por mi fe yo no me fiaria de vos por un refran que dicen en valenciano; doña Hierónima, adevinaldo y responded á vuestro marido, que yo no acertaré. Respondió la señora doña Hierónima: Mes val ase quem porte, que caball quem derroque; no se si acerti á dir lo que vostra altesa volia. Dixo Joan Fernandez: Mirad qué duda, para decir mal del marido, si habia de acertar la mujer. Dixo don Diego: Vuestra alteza y su excelencia sean nos jueces quien terná más razon, ó las damas de su casa ó las de Valencia, en lo que dirémos. Señora doña Beatriz de Osorio: Vuestra merced y estas otras señoras de palacio, lo quieren ser tanto, que emprenden á defender que no se pueden decir damas sino las que están en él; y seréis la torre de Babilonia que quiso subir tan alto cuanto abajó: Que no se debe comenzar lo que no se puede acabar. Respondió la señora doña Beatriz: Don Diego, pues decis que somos la torre de Babilonia, vos sois el que la mandó hacer, que de soberbio era un Lucifer; lo de nosotras no es soberbia, sino ley. Dixo don Francisco: Señora doña Beatriz, no puede ser ley lo que en ley no está; en Castilla debe ser hecha sólo para contra Valencia, que segun las gentes dicen, suegra y nuera son entrambas. Dixo la señora doña Joana de Guzman: Don Francisco, en Castilla no hacen leyes para contra Valencia, y si yo las hiciese diria: Don Francisco y burlador padre y hijo son entrambos. Dixo Joan Fernandez: Si vuestra merced hiciese esa ley, aquí le harian otra que diria: Doña Joana de Guzman Ley no tiene á su galan. Dixo doña Joanilla de Dicastillo, y es esta á quien la reina decia marido: Reina, pues le soy marido, Si más sufre esta porfía, De vos me descasaría. La Reina le dixo: Doña Joanilla, No lo tengo á maravilla, Que ley no quieras tener En marido ser. Dixo la señora doña María de Tobar: No hablemos más de leyes, que en los hombres se perdieron, y volvamos en lo que primero hablamos; Que en Castilla no se llama Si no es de palacio, dama. Dixo don Luis Milan: Señora doña Merina: Mucho va eso al reves, Que el palacio no hace dama, Sino la que dama es. Dixo el Duque: No se hable más desto, que don Luis Milan me ha quitado de la boca lo que yo queria decir, y vuestra alteza, pues es juez conmigo, no sea amiga del amigo de pasion, sino enemiga del enemigo de razon. Dixo la Reina: Yo no me apartaré de la razon, que por mis damas no quiero tener pasion: Sino por don Pedro Milan, Que es mi galan. Dixo la señora doña Mencía: Pues su excelencia y alteza han determinado que pasemos por damas, pasarémos á servirlas como galanes, que yo quiero requebrarme con la señora doña Beatriz de Osorio, Que es tan hermosa, Que es muy poco hacella rosa. Respondió doña Beatriz de Osorio: Señora doña Mencía: Los ojos que nos verán Nunca vieron, Y los que os vieron ménos Si n’os conocieron. Dixo la señora doña Luisa: Señora Doña Joana: Si yo fuese tan galan Como vos sois muy galana, Sería el mejor Guzman Por tal Guzmana. Respondió doña Joana de Guzman: Señora Doña Luisa: Nos dirán como al frisado: Cayó la frisa Y queda la risa, Pues sois brocado. Dixo la señora doña Violante: Señora doña Merina de Tobar: Quien á vos ha de llevar, Muerto no estará en marina De vuestra mar. Respondió doña Merina de Tobar: Señora doña Violante: Pues sois otra Bradamente, Querria ser Para vos otro Rugier. Dixo la señora doña Castellana: Señora doña Joana de Dicastillo: Mucho quedará ufano Quien será de su castillo El castellano. Respondió la señora doña Joana: Señora doña Castellana: De mi dedo sois anillo, Vos sereis de mi castillo El castellana. Dixo don Diego: Estos amores que se dicen las damas de Valencia con las del Real, se encienden mucho; Joan Fernandez, pues sois llorador en amores, llorad y matarán vuestras lágrimas este fuego. Respondió Joan Fernandez: Don Diego, mejor sería matalle con el hielo de vuestra frialdad, pues os pueden hoy cantar: Fuente fria, fuente fria, Fuente fria sois, señor; Pues atravesais con hombres Donde hay damas de primor. Dixo don Francisco: Yo voy por la farsa para atajar la que hacen don Diego y Joan Fernandez, y no será menester, que ya me parece que entran. Todo el mundo esté atento y sin mucho reir, que don Miramucho, que es el Milan, si reimos demasiado nos terná por hombres de farsa y burlará de nuestras risadas con aquello que dice: Un reir demasiado Juzgan por muy alocado. Guardemos, pues, la autoridad y vergüenza, que donde se pierde, tarde se cobra, y callemos, que ya comienzan. * * * * * El Capitan de las galeras de la religion de Sanct Joan comienza y dice: Duque, todo rey sin falta, Hoy son justos veinte dias, Que con grandes alegrías Partimos todos de Malta. Y saliendo de Isladeras Dió al través la Capitana Y las otras tres galeras Con fortuna tan de véras Van corriendo Tramontana. La fortuna ya pasada Fletamos un bergantin, Y embarcámonos á fin Para hacer esta jornada. Medio dia no pasó Que acudió Griego y Levante, Y en un punto nos echó Que sueño me pareció Ser tan presto en Alicante. Demos gracias á Dios Y hacer siempre buena cara, Pero quién no se alegrára Sino en ver, señor, á vos. Caballeros esforzados, Hagamos cara de hierro, Que tras casos desastrados Parecer regocijados Nadi lo terná por yerro. Si hacemos de donosos N’os debeis maravillar, Que así suelen espantar La fortuna valerosos. Y fortuna de espantada En no darnos cata della, Nos ha puesto en tal posada Que si es el Real nombrada, Es por quien hoy posa en ella. Lo que agora diré yo Es de estar enamorado, Que si el mar no m’anegado Fué por quien negado so. Y tened esto por cierto, Como es muy cierto el morir, Que la mar, como á muerto, Por echarme á tan buen puerto, He cobrado aquí el vivir. Dixo otro Comendador: Perdone sobre este paso Por la parte que me toca, Que no es bien calle mi boca Pues d’amores me traspaso. Si no me negó este mar, Fué tambien por ser negado En aquella del amar, Donde amor hace tragar El morir que ya he tragado. Dixo otro Comendador: ¡Ay amor! ¿yo qué diré? Habla tú por mi agora, Negóme una señora Que yo nunca la negué. Y al tiempo que me negaba En mi alta mar de amor De lo mucho que lloraba, Un paje se me ahogaba Si no fuera nadador. Dixo otro Comendador: No es mi pena así tan poca Como la que se ha contado, Pues de sed me só ahogado Teniendo el agua á la boca. ¿Como me negára aquí En aquesta mar salada, Pues huye el agua de mí, Si por la que no bebí Siento mi vida negada? Dixo otro Comendador: Nunca fuera acontecido Ni jamas ojos lo vieran, Que los peces me comieran Siendo ya d’amor comido. Que donosa cosa fuera, Todo fuera por demas, Que ballena me comiera, Y si fuera que tal fuera Verme por vos un Jonas. Dixo otro Comendador: Yo solo fuí sabidor De lo que nos sucedió, Pues á mí me apareció Por Santelmo, el Dios d’amor. Díxome que no quisiese Esta aparicion contar, Porque en tal fortuna viese Quién sería el que dixese Amor nos puede salvar. Dixo otro Comendador: Pensamientos fueron vanos Sino en mar d’amor negarnos, Pues no podemos negarnos Muertos d’amorosas manos. Pues negar no nos podemos Mártires enamorados, De reir es que pensemos, Por mucho que naveguemos, Que podamos ser negados. Dixo Otro Comendador: Mucho fuera gran dolor Que muriéramos negados, Siendo tan enamorados, Si no fuera en mar d’amor. Y pues no podia ser, Ya yo estaba confiado Que no me podia perder; Que en la mar de mi querer Ya estoy hecho un pescado. Prosigue el Capitan: Como al eco parecieron, Desculpados son, señor, Que en oir hablar d’amor Todos ellos respondieron. Y tambien porque se vea Que coxquean en amar, Que cojo d’amor no afea Cuando la dama no es fea La que hace coxquear. Las damas por quien andamos En amores tan de véras Vienen en las tres galeras Por ver cómo peleamos. Peleando en su presencia Serémos fuertes guerreros Contra toda otra potencia; Que no hallan resistencia Amadores caballeros. Suplicamos su excelencia Por un correo sin tardar, Mande luégo atalayar Por la costa de Valencia. Que de todos tomen lenguas Si habrán visto las galeras, Porque algun aviso venga, Que sería muy gran mengua Descuidarse en las de véras. Gilot y Joan de Sevilla Podrán ir en tal despacho, Que harán muy poco empacho Al caballo ni á la silla. Tan ligeros siempre están De cabezas y de piés, Que sin duda volarán y por donde pasarán Cada cual dirá quién es. Mándeles, señor, venir, Vaya un paje bien criado, Tráiganles mucho á su grado Los que han de hacer reir. Si me da la comision, Presto los despacharé, Porque haré la provision Más conforme á la razon Que yo en ellos hallaré. Manda el Duque que partais Para hacer luégo un viaje, Por correos de aventaje, Pues siempre en todo volais. Iréis hasta á Gibraltar Muy en seso y muy de véras Orillas siempre á la mar, Y mandad atalayar Si verán nuestras galeras. Vuelven Joan de Sevilla y Gilot, y dicen que una armada de turcos han tomado las tres galeras y están en Dénia, y dice el capitan: A consejo, á consejo, Que bien será menester, Dadme todos parecer Cada cual como hombre viejo. Que el consejo en perficion En los viejos floresció, Que en mozos hay confusion Si no fué el de Scipion Cuando á Roma libertó. Dixo Otro Comendador: Caballeros de Sanct Joan, Oyan todos este mote, Á las armas moriscote, Que bien menester serán. Por armas quiero mi dama Del turco que la tuviere, Que ganalla por la fama Es mejor que por la cama, Véngame lo que viniere. Dixo Otro Comendador: Yo pedir quiero la mia, Que no vivo ya sin ella, Porque estar tanto sin vella Ya parece cobardía. Batallar será por fe, Pues por fe será el motivo, Y si muero ganaré, Y si preso, ya yo sé Á qué sabe ser cativo. Dixo otro Comendador: Yo tambien no veo el hora, Pues que sé que ha de vencer La que m’ha de dar poder Para hacella vencedora. Ella es la que vencerá Con su fuerza y mi persona, Pues á mí vencido m’há Desta suerte dias ha Mi dulce brava leona. Dixo otro Comendador: Por metelles más espanto Vamos presto, que ya es tarde, Que me dirá de cobarde Mi señora en tardar tanto. Suenen, suenen nuestras mallas, Vaya, vaya muy de véras, Peleemos por ganallas Y será vencer batallas Y cobrar nuestras galeras. Dixo otro Comendador: Ya veis que siento en tardar, Pues que traigo yo en mis armas: Mis arreos son las armas, Mi descanso es pelear. Mi costumbre esta es Por vencer al Dios d’amor, Ya veis si será gran pres Libertar la que despues Puede hacerme vencedor. Dixo otro Comendador: Yo tambien de armas me arreo, Peleando por vencer, Pero no para ofender La que causa mi deseo. Esta es ya mi condicion, Mi señora la causó, Pues ya veis si es gran razon, Para salir de prision, Que la deje presa yo. Dixo otro Comendador: Mi señora, ¿qué dirá, Qué podrá decir de mí, Sino que si estoy aquí, Es por no estar todo allá? Este mote contradice, Que por oracion lo digo; Pues que por ella lo hice, Siempre mi boca lo dice: Cuando ménos más contigo. Dice el Capitan: Pues teneis tanto en memoria Cada uno vuestra dama, Caballeros de gran fama, Y’os prometo la victoria. Yo no quedo en la posada, De gana de verme en ello, Primero será mi espada, Por quien mi vida colgada Tiene siempre de un cabello. Va el Capitan, y viene con los turcos, con quien han de combatir los Comendadores uno á uno, para lo que veréis, y dice: Caballeros, sedlo en todo, Ya veis qu’el turco me espera, Si Dios quiere que aquí muera, Regíos con muy buen modo. Turco, vuélvete cristiano Y dame mi linda amada, Que esto te será más sano, Y sino, pon luégo mano Como yo pongo á mi espada. Vence el Capitan al turco y cobra su dama griega, y dícele: Gracias hago á mi Dios, Gran victoria me ha dado, Pues que vos la habeis ganado, Que yo no venzo sin vos. Respóndele su dama: Caballero de verdad, De muy alto corazon, Siempre estuve en libertad, Porque en vuestra gran bondad Nunca se siente prision. Pelea otro Comendador. Si tan turco más no fueses, Como hasta aquí has sido, Harás muy mejor partido Si mi dama me volvieses. Y sino, pon mano luégo Al espada como yo, Y verás que si te ruego, Es porque no vayas ciego Para aquel que te crió. Dice á su dama: Vuestra es esta mi victoria, Vos, señora, la vencistes, Pues que siempre lo tuvistes De vencer en mi memoria. Su dama responde: Caballero, vuestra es, Nunca vos seréis vencido De valiente y muy cortés, Porque muy tarde verés, Cortesano ser perdido. Pelea otro Comendador. Turco, oye lo que digo, Deja tu secta enemiga, Y á mí vuélveme mi amiga Y yo volverm’he tu amigo. Y sino, guarte de mí, Que de tí guardado estoy, Que la ley en que nascí Me defenderá de tí Por la fe que yo le doy. Dice á su dama: Gracias á Dios verdadero, Mi dama llevó el mejor, Qu’ella ha sido el vencedor Siendo yo su prisionero. Su dama responde: Caballero, vos vencistes A mí y al turco en verdad, Á él, pues que lo rendistes, Y á mí, porque causa distes De cobrar yo libertad. Pelea otro Comendador, y dice: Lástima tengo de tí Siendo tan turco en tu ley, Yo terné contigo ley Si tú la ternas con mí. Déjame mi dama ya, Que contigo va corrida, Y sino, aquí estará Quien dejártela hará, Ó tú dejarás la vida. Vence al turco y cobra su dama griega, y dícele: Señora, ser no pudiera, Pues que fuera sin razon Ser vos en mi corazon Y que turco me venciera. Respóndele su dama: Caballero vencedor, Á vos se ha de atribuir, Que teniendo tanto amor, No habia matador, Sino vos hacer morir. Pelea otro Comendador, y dice: Turco, no lo seas tanto, Y conviértete á Dios, Y pornáse entre los dos Paz con l’Espíritu Sancto. Y por dama cobrarás La reina Vírgen María, Y mi griega dejarás, Y sino, conoscerás Que rogar no es cobardía. Gana en el combate á su dama, y dícele: Señora, Dios que os crió, Permitió lo que ha sido, Que si el turco fué vencido, Vos sois la que le venció. Respóndele su dama: Caballero, para dos, Aunque fuesen más romanos, Haced gracias á Dios, Que no se dirá por vos: Más tuvo lengua que manos. Pelea otro Comendador, y dice: Yo ternía por mejor, Turco, que te convirtieses, Y mi dama me volvieses, Porque toda es desamor. Créeme, que yo lo sé, Déjala qu’es muy ingrata, Y sino, aparejaté, Que tal cual la cobraré, Aunque más y más me mata. Cobra su dama y dícele: Lo que dixe engaño era, Señora, para engañar, Que de vos sale el matar, Si el turco aquí muriera. Respóndele su dama: Buen caballero engañoso Y muy sabio en combatir, Vuestro engaño gracïoso Á vos hizo venturoso Y á mí me hizo reir. Pelea otro Comendador. ¿Quién te puso en tal favor, Turco mal aventurado? ¿Quién te hizo enamorado, Siendo el mismo desamor? Déxame, mi dama, Can, Que no es hueso de roer; Vuélvesela á su galan, Que tus ojos no verán Que yo te la deje ver. Dice á su dama: Vos, victorïosa dama, Sois semblante al Amazona, Que al gran Héctor en persona Quiso ver por su gran fama. Respóndele su dama: Si yo el Amazona soy, Vos sois Héctor ciertamente, Que si tal renombre os doy, Es por lo que hecistes hoy Contra un turco tan valiente. Pelea otro Comendador, y dice: Pues que cada cual venció Á su turco con gran fama, Turco, vuélveme mi dama, Pues que para mí nasció; Y sino, sé convidado, Que si me acampares vivo, Nunca serás libertado Por haber tú cativado Á quien me tiene cativo. Cobra su dama, y dícele: Mi señora, ya me veis, Que vos misma os libertastes, Vos sois la que peleastes, Pues que todo lo venceis. Respóndele su dama: Caballero, no burlais Mucho, gran verdad decis, Que los que d’amor penais, Fuerzas son con que matais Las fuerzas con que moris. Quedan vencidos los turcos y cativos, y requiébranse los Comendadores con sus damas. Caballero: Qué triunfo, qué victoria, Toda de gloria tan llena, Ganar damas para pena, Que la pena toda es gloria. Dama: Caballero, bien mostrais Cuánto en todo mereceis, Pues que tanto nos honrais, Que las penas que pasais Por gran gloria las teneis. Caballero: Diga qué sintió, señora, Ver á sus piés d’un reves, Cuando el Turco vió á sus piés, Siendo dél trïunfadora. Dama: Lo que yo podré decir, Alabar, señor, á Cristo, Que entre la muerte y vivir, Vos me habeis hecho reir, que en tal caso no s’ha visto. Caballero: Señora, bien es saber Cóm’os fué de servidores, Y á los turcos de favores, Que otro no podia ser. Dama: A mi Turco le ha ido Como vos lo habeis gustado, Que segun me ha tenido, Tan mandado l’he tuvido, Que jamas s’ha desmandado. Caballero: Yo tambien tengo un dolor; Pues ser otra no podia, Que favor al Turco haria, Más de miedo que de amor. Dama: Eso no pudiera ser Que de miedo yo le amase; Que esperando su valer, No tenía qué temer, Que más no me asegurase. Caballero: Turcos requiebros dirian, Turcos tan enamorados, Dama: No merecen ser burlados, Pues que tanto nos querian. Caballero: Celos querria tener Si licencia me daïs. Dama: Bien los habeis menester, Pues mostrais ménos querer De lo que, señor, mostrais. Caballero: Señora, ¿qué le presento El Turco su servidor? Dama: Lo que pudo y buen amor, Pues con obras lo mostró, L’arco y flechas que traia, En mis manos todo estaba. Caballero: Ya vuestra merced tenía Arco y flechas, pues heria Con los ojos que miraba. Caballero: Señora, ¿quién me dirá Este tiempo que n’os vi, Si os acordastes de mí, Que yo siempre estuve allá.? Dama: Nadi os lo dirá, señor, Como yo con más razon, Pues perdí todo temor, Confiando en la valor De vuestro gran corazon. Caballero: ¡Oh quién supiese, señora, Si sentistes unos tiros, No de bronzo, mas suspiros Que os tiraba cada hora! Dama: Sí sentí, pues allegaron Las pelotas hasta mí, Y á los turcos espantaron, Que’en mi boca retumbaron, Que por eco os respondí. El Capitan: Ea ya, señores, ea, Vamos, vamos á danzar, Porque yo quiero estorbar Con danzar esta pelea. Sea trisca, sí querrán, Y cantemos en la fiesta, Y las damas callarán, Y callando mostrarán Que el callar dan por respuesta. Dama: Fiesta de tanto placer No se puede festejar Con bailar y no cantar, Por vengarme en responder. Caballero: Damas que vengar se quieren, Pues no quieren amistades, Respondan lo que quisieren, Que pues matan y no mueren, Cantar quiero las verdades. Canta el caballero: En mi gesto se os amuestra Gran amor, Y en el vuestro á culpa vuestra Hay desamor. Siempre estoy mirando al cielo Cuando yo n’os puedo ver, Y vos daisme por placer Del pelillo pelo á pelo. Callo y mi gesto os amuestra Gran amor, Y en el vuestro á culpa vuestra Hay desamor. Respuesta de la dama: Si en el gesto se ha de ver Cuanto quereis, Poco mostrais el querer Que me teneis. Vos mostrais en vuestro gesto que teneis muy poco amor, Que tan sano servidor No podrá estar mal dispuesto. Ya por vos no puede ser Que amor mostreis, Pues que nunca por querer Enflaqueceis. Canta Otro caballero: Yendo y viniendo Vóyme enamorando, Una vez riendo, Y otra vez llorando. N’es la de mi ciego Voluntad pequeña; Mas arde mi fuego Si le añaden leña. Vánmela añadiendo, Mis ojos mirando, Una vez riendo, Y otra vez llorando. Respuesta de la dama: Cuando más os veo Ir apasionado, Más y ménos creo Que estais namorado. Más amor y ménos Veo en su manera, Más amor de fuera, Y de dentro ménos. Sois otro Teseo Muy falsificado, Más y ménos creo Que estais namorado. Canta otro caballero: Cuando más y más os miro, Más sospiro. Tanto tengo que mirar En su gesto muy hermoso, Que me hace sospirar, Pues no soy su venturoso. Si me quiero retirar De miraros, como os miro, Más sospiro. Respuesta de la dama: Si os creyese cantaría, Sospirastes Baldoínos Las cosas que más queria. No tengo mucha razon De cantar este cantar, Pues que vuestro sospirar Muy falsos sospiros son; Si n’os correis cantaria: Sospirastes, Baldoínos, Las cosas que más queria. Canta otro caballero: ¡Ay que me matais! Caballero, ¿qué teneis? Señora, muerto m’habeis. Por mi vida que os burlais. ¿Cómo puedo yo burlar Burlas que son tan de véras, Pues matais de mil maneras Para más enamorar? Cruelmente me matais. Caballero, ¿qué teneis? Señora, muerto m’habeis. Por mi vida que os burlais. Respóndele su dama: Caballero burlador. Mas lo sois vos, mi señora. ¿Para qué os burlais d’amor? Porque vos sois burladora. Huélgome que lo otorgais, No habeis menester tormento. Por vida vuestra, que miento, Que vos sois la que burlais. ¿Para qué os burlais d’amor? Tened vergüenza en mal hora. Más burlais vos, mi señora, Que yo no soy burlador. Canta otro caballero: Vaya, vaya, en hora mala, Vaya, vaya. He perdido mi dormir, Y no le quiero cobrar. Porque más quiero morir Que vivir para penar. No lo quiero más buscar Si Dios me vala, Vaya, vaya, en hora mala, Vaya, vaya. Respuesta de su dama: Venga, venga, en hora buena, Venga, venga. Dicen si quiero un truhan, Que burla de servidores, Burlára de mi galan, Que quiere morir d’amores. Dalles ha, pues son traidores, Mala strena, Venga, venga, enhorabuena, Venga, venga. Canta otro caballero: Loco estoy del mal que siento; Piedras me haceis tirar, Búscame mi entendimiento, Yo no lo quiero cobrar. Mucho más vale ser loco, Que morir con la cordura, Yo moria poco á poco, Y hora vivo con locura. Con ser loco estoy contento; Pues no siento mi penar, Búscame mi entendimiento, Yo no lo quiero cobrar. Respuesta de su dama: Un loco tengo donoso, Por amar No quiere el seso cobrar. Yo querria que sanase, Vále buscando su seso, Tírale piedras y vase Como si fuese sabueso. Muestra tener más reposo En loquear, No quiere el seso cobrar. Canta otro caballero: Con dolores descorteses Voy cantando por las calles: Mala la vistes, franceses, La caza de Roncesvalles. Tengo mal frances d’amor, Qu’es peor que mal frances, Que jamas curado es Sino de quien da el dolor; Deste mal há muchos meses Que me sienten por las calles, Mala la vistes, franceses, La caza de Roncesvalles. Respuesta de su dama: Buena pro os haga, señor, Buena pro. Mal frances teneis d’amor, Tenéoslo. Mal frances d’amor no sé, Buscad quién os l’ha pegado; Yo n’os tengo enamorado, Que nunca vistes por qué. Buena pro os haga el dolor, Buena pro, Mal frances teneis d’amor, Tenéoslo. Canta otro caballero: No sé qué me digo, No sé qué me hago, Dame amor un higo, Y tómole por pago. Tal os pague amor Á cuantos burlais, Pues que no tragais Higos por amor. Ya no estoy conmigo, No sé qué me hago, Dame amor un higo Y tómole por pago. Respóndele su dama: Si l’amor n’os da un higo, Y’os daré una castañeta, Pues teneis falsa riseta De enemigo. Vos teneis muy buena paga, Pues que de burlas servis, Buena pro, señor, os haga, Ya que todo os lo reis. Vuestra cara es el testigo, Tomad una castañeta, Pues teneis falsa riseta De enemigo. * * * * * No más trisca y acabemos Con tener debida ley; Pues vieron casa de rey, Á los turcos libertemos. Y mandémosles bailar, Pues su mal volvió alegría, Que no sentirán pesar, Pues se vean libertar Para volverse á Turquía. Turcos, pues lo mereceis, Cobrad vuestra libertad, Y si lo mandais, bailad Como en Turquía soleis. Y por más regocijar Dia, que tan dia fué, Que en placer volvió el pesar, Le podrémos acabar Con un torneo de pié. Esto es lo que hacer debemos, Vamos por las armas, vamos, Pues con armas nos honramos, Con las armas acabemos. Y vosotros no dejeis De bailar, pues dais placer, Que tambien pareceréis, Con el baile que haréis. Que podréis entretener. Acabado el torneo se acaba la farsa con esta copla: Si nos da, señor, licencia, Volvernos hemos á Malta, Aunque parece que falta Vista en no ver su excelencia. La fortuna que pasamos, Pasarémos en no veros; Que si dulce lo gustamos, Muy amargo lo esperamos Lo que se pierde en perderos. Dixo el Duque: Don Luis Milan, bien habeis mostrado que no son farsas las que vos haceis, pues de vuestras burlas se pueden sacar avisadas véras, y de las véras avisadas burlas, como mostraron: _Los comendadores, por mi mal os vi_; que esto puede cantar Juan Fernandez, vuestro competidor, pues los vió, para tener envidia de vos, por habellos hecho tan cortesanos en las burlas como en las véras. Dixo don Luis Milan: Si las de vuestra excelencia no fuesen burlas para favorecer, creeria que son véras para burlar, que de reyes es burlando hacer mercedes, como oirán en este cuento: Nuestro valenciano Penarroja, comendador de Christus, viviendo con el rey Manuel de Portugal, fuéle á demandar casamiento, y díxole: Decey, Comendador, ¿habeis casado por trato ó por amores? y respondióle: No, señor, sino por trato; y el Rey le dixo: ¿He vídevos ella? Quiso decir con esta burla, que si le habia visto ella ántes de casar, siendo tan feo, nunca le tomára por marido, y si habia casado por amores, creyéralo, pues no hay amor feo; y despues de haber burlado con él, le dió más de lo que demandó; que burlas de reyes mercedes son. Dixo Joan Fernandez: Don Luis Milan, las burlas de su excelencia lo han sido para mí, y no para vos, pues me ha dicho que vi los Comendadores de vuestra farsa por mi mal, para tener envidia de vos; y téngola, pues habeis sabido hacer lo que os diré con este romance: Más pesar he de vos, Conde, Pues no sois de envidiar En armar las cortesanas Damas para farsear. Dixo don Luis Milan: Juan Fernandez, lo que yo hice de burlas vos lo haceis de véras, como en este contra romance al vuestro oiréis: Siempre os vi, señor don Juan, Armado de cortesanas Contra damas muy galanas Por ser muy bajo galan. Dixo don Diego: No teneis razon, Joan Fernandez, de buscar tachas donde no las hay, que os tacharán; tachador real de córtes pareceis, ó coracero en poner tachas en la coraza de don Luis Milan, teniendo tan fuertes launas de respuestas, que no las pasarán vuestros hierros, que por ser de amores bajos, cuentos son para burlar. Dixo don Francisco: Don Diego, bien habeis defendido á don Luis Milan, vuestro amigo, perro ropero me habeis parecido, de aquellos que les dicen, guarda la ropa, guarda la ropa. Dixo la señora doña Beatriz de Osorio: Señora doña Mencía, donoso ha sido don Francisco, que á don Luis Milan ha hecho hacer risa de perro, y mereceria que se quedase con ella, pues los mofadores parece que regañan riendo quando quieren mofar. Dixo la señora doña Mencía: Señora doña Beatriz, no puede parecer don Luis Milan á lo que no paresce, que no siendo perras sus cosas, haga risa de perro; más parece á risa de córte, que risas de avisados reprensiones son. Dixo la señora doña Violante: Señora doña Merina de Tovar, ¿qué le parece destas dos lanzas que han corrido estas señoras? ¿á quién daria vuestra merced la mejoría,? que el merecimiento no debe estar sin precio. Dixo doña Merina de Tovar: La señora doña Mencía corrió mejor lanza, pues socorrió á don Luis Milan, que estaba corrido de verse apodado á risa de perro, por haber sido mucho reido. Y la señora doña Beatriz de Osorio no corrió mala lanza, pues corrió á don Luis Milan, que ha sido echar lanza en Fez, lo que yo les doy es lo que se traen consigo, que el merecimiento no está sin precio. Dixo la señora doña Luisa: Señora doña Joana de Guzman, adevinar querria lo que vuestra merced piensa y debe ser; que tiene muy risueño el servidor, y es señal de poco amor. Respondió la señora doña Joana de Guzman: Señora doña Luisa, mi servidor no rie de poco amor, mas ríese de lo que sé. Dixo la señora doña Castellana: Señora doña Joana de Dicastillo, ¿de qué puede reir el servidor de la señora doña Juana de Guzman? ¿si se rie que le dicen don Donoso, y nunca dice donaires? Respondió la señora doña Joana de Dicastillo: Señora doña Castellana, á jornadas es donoso, que el otro dia acertó á decir uno á su dama, y fué que la apodó á saboga, que tenía gusto para contentar, y espinas para ahogar, y ella le dixo: que tenía donaires de pescador. Y él respondió: Si pescase vuestro amor, Sería buen pescador. Y ella replicó: No me dejaré pescar En vuestra mar. Y él se fué desavenido con ella, y así está como halcon encapirotado, que no dice nada. Dixo don Luis Milan: Muy contento estó de la señora doña Beatriz de Osorio, que me apodó á risa de perro, porque me hizo mercurino, de la propiedad del planeta Mercurio, que le pintan la cabeza de perro, por ser muy sentido y entendido; y así risa de perro es de avisado, que apénas ha de mostrar los dientes cuando rie, mostrando que siente lo bueno y lo malo de la conversacion, y á lo bueno ha de reir como quien alaba, y á lo malo como quien reprende. Dixo que yo reia regañando cuando queria mofar, y en esto quiso decir mal de mí, ó no me entendió, que mejor mostró la señora doña Mencía entenderme, en lo que respondió por mí; y aunque en mí no haya tanto bien como dixo, en su mercad hay aviso para hacerme más de lo que soy, pues puso nombre risa de córte, á la que la señora doña Beatriz dixo de perro; que no es perra ni mofadora la risa que al reprendido mejora. Dixo Joan Fernandez: Don Luis Milan, mucho querria saber cómo se ha de reir para alabar ó para reprender, que yo nunca he oido ni visto risas que hablen, sino agora. Respondió don Luis Milan: Señor Joan Fernandez, razon sería que me hubiésedes entendido las risas que me habeis hecho hacer muchas veces; que por responder á lo que me habeis preguntado, contaré lo que á muchos caballeros y á mí nos contastes en el Real, delante su excelencia; y dixistes que viniendo muy tarde á dormir, pasada media noche, os desnudastes solo por no ser sentido; despertó vuestra mujer, muy brava y celosa riñéndos mucho, y como le sobrase la razon, á vos os faltaba para respondelle, y siempre callando os acostastes; y ella, de muy enojada, dándoos empujones os trajo hasta la orilla al despeñadero, y como vos os vistes tan apretado, porque no os derribase de su cama, dixístesnos que le tirastes una púa, y ella os dixo: _Vade retro_, Satanas, que mi marido no era tan sucio; y huyendo de la cama, y vos tras ella le respondistes: Mujer, no soy Satanas, sino puerco espin, que cuando le aprietan tira púas. Y preguntándome el Duque qué me habia parecido del cuento, yo le respondí: Señor, preguntaldo á mi risa; y él me dixo: ¿Qué, las risas hablan? yo le dixe: Cuando el reir es con zuño y gesto de menosprecio, entónces es reprender, y el sonreir con gesto amoroso es alabar, que harto hablan las risas, que descubren á los ánimos lo que sienten. Si Joan Fernandez me cree, ántes se dejará despeñar de la cama, que hacer más el puerco espin. Dixo Joan Fernandez: Bien será mudar de nuevas, porque mi mujer se ha parado colorada y está corrida. Yo le he hecho del ojo que disimule, y no sé si lo hará. Respondió la señora doña Hierónima: No cumple hacerme del ojo, ni del dedo, que calle, pues no es para disimular lo qu’es mal disimularlo; que sufrir la mujer al marido, no ha de ser para que la tenga en poco como vos haceis, que á su excelencia quiero pedir justicia de vos, que os mande no saqueis cuentos sobre mí. Dixo Joan Fernandez: Mujer, mirad lo que decis, que nunca saqué cuentos sobre vos, que siempre quereis que yo esté debajo, y á vuestro mando, que yo no he casado con mujer, sino con hombre; y así cuando las damas me preguntan qué hace doña Hierónima, vuestra mujer, yo les digo: Señoras, no se puede vivir con don Hierónimo, mi marido, que yo soy la mujer, pues ella no lo quiere ser. Respondió la señora doña Hierónima: Si yo no hiciese el hombre, ninguna mujer ternia segura en casa de vos; y á tal marido tal mujer. Dixo la Reina: Doña Hierónima, reir me habeis hecho de buena gana; amostráme cómo haré el hombre, pues vuestro marido ha mostrado al Duque, mi señor, á ir tras las de su casa. Respondió el Duque: Vuestra alteza es tan celosa, que á mí me ha hecho celoso, y por esto voy tanto tras sus damas, para guardallas. Dixo Joan Fernandez: De la boca me lo quitó vuestra excelencia, que eso mismo le queria decir á doña Hierónima, mi mujer. Respondió la señora doña Hierónima: ¿Qué le parece á vuestra alteza, qué buen médico y apotecario son? mejor visitan las sanas de casa que las enfermas; que yo estando enferma poco há, halló al mio mi hermana vestido como á médico, tentando el pulso á una criada mia, y díxole: Hermano, ¿qué es eso que haceis? y él respondió: Señora, no soy quien pensais, que el médico de casa soy. Dixo don Francisco: Si vuestra alteza y su excelencia mandan, aquí está á la puerta un Rey d’armas que viene á publicar un cartel; entrará si le dan licencia. Dixo el Duque: Hacelde entrar, que el corazon me dice qu’es alguna fiesta que don Luis Milan quiere hacer en servicio de su dama. Entró el Rey d’armas, y publicó este cartel, que dice: Muy altos príncipes y señores: Yo Miraflor de Milan, caballero errante, os hago saber que soy llegado á esta tierra, por dar cabo á una aventura, ó acabar mi desventura, y es que hallándome por el reino de Frigia, en el puerto Tenedo, donde la griega armada tuvo diez años sitiada Troya, salí de mi galera, y siendo en tierra sentí una voz que me dixo: Sube en ese monte nombrado Ida, que delante tienes, donde Páris Alexandre fué criado, y estuvo hasta que hizo el juicio á las diosas, dando la manzana de oro á la Vénus, por más hermosa que la Juno y la Pallas, y sabrás lo que has de hacer. Y subiendo hallé al entrada dél la fuente de Policena, que el retrato della, en bulto de cristal, sobre una columna estaba, echando agua por un caño de oro que en los pechos tenía con un letrero que decia: Quien d’esta agua gustará, Hermosura beberá. Yo, queriendo beber della para que me viese hermoso la que feo le parecia salió un caballero armado de unas muy hermosas y ricas armas, con unas letras de oro por ellas sembradas, que decian: Yo soy Achíles, mandado Que l’agua de Policena No deje beber de grado Si Cupido no lo ordena. Yo, que vi la guarda desta fuente ser Achíles, pensando cómo podia ser esto, estuve más espantado que de verme en batalla con él; que la muerte no deshonra cuando el matador da honra. Y viniendo á palabras, me dixo: Nadi merece gustar del agua que no pude beber; que do falta el merecer, nadi se debe probar. Yo, que me vi despreciado, holgué que me dió ocasion de ensañarme con él, y respondíle: No estará sin merecer, Quien ventura le quisiere, Desta agua dejar beber. Y él metiendo mano á su espada y yo á la mia, combatimos gran rato, hasta que sentimos una voz que dixo: Achíles, deja beber Del agua de Policena Á Miraflor á su placer. Y él con un gran sospiro desapareció, que no vi por dónde se fué; yo, bebido que hube del agua, vime en ella tan hermoso como ántes era feo. Pasé más adelante, y vi un otra, nombrada la fuente de Casandra, hija de Priamo, rey de Troya, que profetizó la destruccion de los troyanos y no fué creida; y asimismo estaba un retrato della de bulto, de piedra amatiste, sobre una columna, con un caño que de la frente le salia, echando agua por él, con este letrero que decia: Quien d’esta agua beberá, La sciencia de Casandra Alcanzará. Yo, queriendo beber della, vime delante un caballero con unas armas negras y unos letreros de oro por ellas, que decian: Corebbo soy por querer, Que si amor no me lo manda, De mi señora Casandra Su agua no dexe beber. Conociendo que este caballero era Corebbo, que la hermosura de Casandra le hizo enemigo de sus amigos, y amigo de sus enemigos, como amor suele hacer, que por selle servidor, siendo griego, sirvió á los troyanos contra sus griegos en la guerra que tuvieron, y viendo que de Troya habian hurtado sus enemigos á Casandra, su señora, salió sólo contra ellos, y peleó de tal manera, que su dama se salvó y él fué muerto allí por ella; y viniendo él y yo á las armas, por defenderme que no bebiese del agua, sentimos la misma voz que le dijo: Corebbo, Cupido manda Que del agua de Casandra Á Miraflor dejes beber. Desapareció, que ni sé cómo vino ni por dónde se fué, y bebí del agua, que me pareció de tal gusto como lo que da á gustar; pues que nadi se hartaria de beber sabiduría. Y pasando más adelante, hallé un otra, nombrada la fuente de Elena, mujer del rey Menelao, griego, que fué robada de Páris Alexandre, hijo del rey Priamo de Troya, en venganza del robo que hizo Hércules, griego, de Hesiona, troyana, hija del rey Loomedon, troyano, que entónces reinaba, llevándola á Grecia, que fué causa de la destruccion de Troya; y vi, como en las pasadas fuentes, que esta hermosa Elena estaba de bulto damantino retratada sobre una columna, con un caño que de la teta izquierda le salia, echando agua por él, con un letrero que decia: Quien d’esta agua beberá, Otro Páris en amores se verá. Yo, queriendo beber della, con gran desseo de verme tan venturoso como Páris en amores, vi venir á gran prisa un caballero muy hermoso, armado de muy ricas y hermosas armas, con un arco y saeta encarada para mí, con un letrero que en la ventanilla de la celada traia, que desta manera decia: Páris só que voy en pena Sino cuando vengo á ver Para no dejar beber L’agua de la reina Elena. Yo, que por el letrero conocí que este caballero era Páris Alexandre, hijo del rey Priamo de Troya, que siendo preñada dél la Reina, su madre, ensoñó que paria una hacha quemando á toda Troya; y sabido por el Rey, su marido, de los sabios que tenía, que este sueño significaba la destruccion y pérdida de todo su reino, mandó por consejo dellos que luégo en nacer lo matasen; y como nació este infante muy hermoso, su madre no tuvo corazon de hacelle matar, y mandó á una criada suya que ántes del dia lo echase al pié deste monte Ida, secretamente que nadi lo supiese, y que lo dejase allí; viniendo el dia, fué hallado por un pastor, que lo crió como á hijo suyo hasta que fué hombre, y saliendo muy gran luchador, que jamas halló quien le venciese, llevólo el pastor que lo habia criado á una fiesta de lucha que en Troya se hizo, donde venció á Hector y á todos sus hermanos; y espantados dél, quisieron saber quién era y supieron toda su historia. Y conocido ser hijo del Rey, por decir la Reina que no lo habia hecho matar, alegráronse todos y quedó con ellos; yo, pensando con el arte que me hacian ver lo que via, muy espantado fuí á beber del agua, y Páris tiróme una saeta que en mi escudo quedó enclavada, y echando mano á las espadas, turó muy gran rato nuestra batalla, hasta que nos departió la misma voz que siempre oido habia, que le dixo: Páris, deja tu furor, Que mi voluntad ordena Que de la fuente de Elena Beba el agua Miraflor. Y desapareciendo como los otros, yo pude beber del agua desta fuente de Elena, que tal sabor tenía como Páris la gustó, al principio dulce y á la fin muy amarga; pues fué muerto de Pirro, hijo de Achíles, á quien Páris mató en el templo de Pállas, viniendo sobre seguro á tratar con la reina Hecuba y su hija Policena, para casar con ella; y si allí le mató Páris con engaño, fué porque Achíles habia muerto á Hector en la batalla á traicion, no osando acometelle cara á cara, que por traidor era tenido entónces quien tal hacia. Pasé más adelante y vine á parar en una muy hermosa plaza que en medio de lo más alto deste monte estaba, con un palacio real que el rey Priamo habia mandado hacer para cuando venía á cazar en este deleitoso monte, lleno de caza y muchos deleites, que al parecer todo animal allí vivia más tiempo; que el deleite virtuoso conserva la vida hasta el término della: y recreando de ver estas maravillas, vime delante un hombre de maravillosa presencia, y díxome: Sígueme y no receles, que entre enemigos no va quien favorecido está, de la manera que tú has sido en esta aventura de las fuentes, quedando más hermoso y más sabio y más venturoso, por haber alcanzado con tanta honra á beber del agua dellas. Tomóme de la mano y fuimos á parar donde paran los favorecidos de Cupido, que fué en la sala del alegría, pues todo parece que reia, y vi á Cupido y á su madre asentados sobre dos grifos de oro, que en el aire por maravilloso artificio estaban, con este letrero que desta manera decia: Por la tierra y por la mar Vuelan grifos del Amor, Desde el rey hasta el pastor, Qu’es reir y sospirar. Yo, con el acato que debia, hablé desta manera al Amor: ¡Oh Cupido! no sé cómo servirte las grandes mercedes que me has hecho, que por tu mano haya sido merecedor de beber el agua de las tres fuentes que en este monte tuyo están, que, por ser de tanto valor, muy pocos beberán dellas si no es por tu favor; yo te suplico me mandes con qué te sirva porque sepa lo mejor, y respondiendo con estas amorosas palabras, me dixo: ¡Oh Miraflor de Milan! tan pagado estoy de tí como tú deudor á mí, que por lo que mereces te he pagado, y no por cuanto hecistes ni harás por mí; tu has de partir luégo para la ciudad de Valencia de Aragon, mi mortal enemiga, pues reino tan poco en ella, que me ahorcaron en una justa, como tú sabes, que sólo en tí quedé vivo por una obra que en honra mia heciste, mostrando tu gran lealtad y la poca que los jueces tuvieron en dejarme ahorcar contra razon, siendo los aventureros que me defendian ganadores y perdedores de perdidos, pues á la fin fuí ahorcado por ser muy desconocidos; donde se vió el poco amor que tienen y el mucho que hay en tí, pues se ve que por ser desamorados, las damas hacen gestos á los caballeros burlando dellos, y ellos guiñan dellas de cola de ojo, que dias hay que no se conocen los unos á los otros, pues ellos parecen tuertos por guiñar, y ellas desamoradas por mofar, y de aquí viene que se van cantando: No fie nadi d’amor, Qu’es mudable y burlador. Y así no se fian unos de otros, que si un caballero quiere servir, ha de dar fianzas que no ha de guiñar, y ellas dar fiadores que no han de mofar; y en llegando á tu Valencia, enviarás un cartel por el rey d’armas mio, que de aquí llevarás nombrado el Revolvedor, y mandarle has presentar de parte tuya á los desamorados valencianos tuyos, y tomarás por querella, que, por el desacato que me hicieron y menosprecio de ahorcarme, les combatirás que me fueron traidores en un torneo de pié, á tres golpes de pica y cinco de espada; y porque vean cómo pago á mis leales amadores, como tú eres, escríbeles las maravillas que en este monte te hice ver, y la gran honra y provecho que has ganado por combatir con tan nombrados caballeros y beber del agua destas tres fuentes, de tanto valor y propiedad como son; agora véte y harás como quien eres, que yo nunca te faltaré. Y así me partí el más contento hombre que del amor se partió, por donde os desafío con ese cartel de hoy en un mes en la plaza Mayor, dicha el Mercado, con las condiciones y armas y querella que aquí tengo dicho; y el combatir será sobre el monte Ida que allí veréis, y al subir dél me hallaréis á mí primero, defendiendo que no beban del agua de la fuente que yo guardaré, y el que mejor lo hiciere que yo tenga libertad de pasar adelante, si querrán probarse con Achíles y Corebbo y Páris, que allí estarán guardando sus fuentes que no beban del agua dellas, y el que pudiere pasar y vencer todos estos caballeros, y llegáre al palacio real del dios d’amor, que allí verán, su madre, la diosa Vénus, le alcanzará perdon que no esté en desgracia de su hijo Cupido, y daránle un anillo nombrando el venturoso, con un letrero en torno dél que dirá: Quien anillo llevará del amor, Será anillo de su dedo el servidor. Dixo el Duque: En mi vida oí cartel que más placer me diese, por haber contado la maravillosa y extraña aventura de las fuentes del monte Ida. Si en libertad estuviese, yo iria á probarme en ella, que no es caballero el que no emplea su vida por alcanzar honra y fama, mayormente donde se alcanzaria tan gran provecho bebiendo del agua destas tres fuentes, que dellas se alcanza hermosura, que yo la querria para parecer bien á la Reina, mi señora, y sabiduría para disimular los celos que tengo de don Pedro Milan, y ventura para que no me fuese más contraria. Dixo la Reina: Y’os digo, por mi fe, que si fuese caballero, me iria á probar en esta aventura por ganar hermosura para parecer bien á don Pedro Milan, mi servidor, y sabiduría para saber cómo le va al Duque, mi señor, en amores, y ventura para ser más querida dél. Dixo don Francisco: Si una dama me diese licencia, yo iria á probarme en ella, y si alcanzase la hermosura, no la querria, sino para matar de celos á un competidor mio, y la sabiduría para saber si una dama burla de mí ó no, en hacerme un higo debajo manga que me hace en verme, y la ventura para que fuese venturoso con ella, que siempre me desengaña en ponerme á la ventana una mona cuando le doy vueltas. Dixo don Diego: Si no fuese que soy desdichado en aventuras, no tardaria de verme en ésta, que muy poco se aventura para lo que se gana; y si alcanzase la hermosura, la querria por no tener que agradecer mucho á mi dama, que los feos han de agradecer que los dejen servir, y á los hermosos se les ha de sufrir, pues hermoso alegre y feo entristecen; y si alcanzase sabiduría la emplearia para que nunca me acabasen de entender, que lo entendido desprecia el no saber que nada aprecia; y si alcanzase la ventura, no la querria sino para no tomar lo que se alcanza con ella, pues mucho mejor sabe lo que por merecer se posee, como dixo un criado favorecido en este cuento que oiréis: Un rey muy soberbio no queria hacer mercedes por merecer sino por ventura, pretendiendo que todo servicio se le debia de deuda debida, y queriendo usar desta mala plática, mandó henchir muchas arcas la metad de caras que hacian gestos para burlar, y las otras de mano de fe, que tienen solo un dedo alto, y los que habian de recibir las mercedes abrian las arcas, y el que abria arca que hacia gestos de burlar, decíale el Rey: Toma deso que tú me das, que la ventura le paga á quien de su señor se burla; y el que abria arca de fe el Rey le decia: Toma deso que tú me das, y hacíale mercedes. Y el criado favorecido no quiso abrir arca ninguna y dixo: No quiero bien por ventura, Sino por merecimiento, Que no puede dar contento Lo que se da por locura. Dixo Joan Fernandez: Si mi mujer no quisiese ser el marido, ternía libertad de irme á probar en esta aventura, que tan hombre me hallo para pelear con hombres, como mujer para resistir á mi mujer, y si alcanzase la hermosura, no la querria sino para que una dama no dixese una mentira de celos, porque se ha dado á entender que ando tras de una camarera suya, y cuando paso por su puerta á hora de vueltas, arremete á su criada, y dándole pellizcos, le dice: Toma, porque te festeja don Feo, y su criada le dice: No es sino don Hermoso; No es sino feo; No es sino hermoso: alborotan toda la casa hasta que las departen; y si alcanzase la sabiduría no la emplearia sino para saber cuándo andan de véras ó de burlas los amores desta criada de la dama de los pellizcos, diciendo yo por un agujero que le hablo, decidme, por vuestra vida: ¿Andáis conmigo de burlas ó de véras? y respóndeme: Un dia de burlas y otro de véras, porque veais quién son mujeres; y si alcanzase la ventura, no la querria sino para ganar de venturoso lo que gano de porfiado, que diez años, los mejores de mi vida, me ha costado una moza aragonesa, y díceme cuando conmigo se enoja: Andad para porfiado. Yo le digo: No soy sino venturoso en haberos alcanzado; y ella me dice: No sois sino porfioso, que nunca me fuistes agradoso. Yo dígole: Andad para moza; y ella me dice: Andad para viejo. Yo le digo: Troquemos si pensais que os he enojado; y respóndeme: Ya he trocado, que bien troca quien mejora. Dixo don Luis Milan: Yo me he de ver en esta aventura y si alcanzase la hermosura, no la querria sino para hacer celoso á Joan Fernandez, con nuestra competencia, porque va diciendo que nuestra dama le dice que me gana de gentil-hombre lo que yo le gano de más valido entre damas, y él me gana de jugador de pelota á largas, lo que yo le gano á la cuerda, y él me gana á la jineta lo que yo le gano á la brida, pues no me voy tanto della como él; y si alcanzase la sabiduría no la emplearia sino para saber qué le pasa por la cabeza á Joan Fernandez cuando vuelve los ojos en blanco y mira al cielo, y dice, tan blanco el ojo, que yo creeria que alguna moza se le ha ido de las redes quando retiga los ojos, y si alcanzase la ventura, no la querria sino para ganalla donde Juan Fernandez la pierde, y perdella donde él la gana; Que segun dicen las gentes, Entre damas siempre pierde, Y con mozas siempre gana. Dixo el Duque: Horas dan, ya debe ser muy tarde, aunque no les querria dejar ir sin una condicion que nos veamos mañana, á la hora misma, así como estamos, que mucho querria más largamente platicásemos de la córte del rey Priamo de Troya, desde el principio de este reino hasta su malaventurado fin. Y sea sin falta, porque si Joan Fernandez la hace, don Luis Milan le ganará quince y treinta, con la ventaja que mostraria tenelle ganándole á este juego. _Aquí se acaba la tercera jornada._ [Illustration] [Illustration] JORNADA CUARTA. Y DICE DON LUIS MILAN. Señor Joan Fernandez, el Duque me ha enviado un paje para que vaya con la dama, que ayer llevé, y quiere que le traiga una montería que tengo hecha del Rey de Troya con sus damas y caballeros, y que tenga cuidado de haceros ir, porque no perdais el juego de falta: yo querria que viniésedes, para que si os tengo de ganar, no sea por la falta que vos haréis en faltarnos, porque no digan que si yo gané en la conversacion fué por vos no estar en ella; aunque más os conviene ir á vos que á mí, pues dirian las damas que no osais veros conmigo en el campo cerrado de la gala, que es en sarau, donde más se muestra quien es galan, pues el que no lo fuese en sala no lo será en calle, que por más que vaya bien vestido y encabalgado, no será sino don Juan Mula, ó don Pedro Caballo: y tomad el primer consejo del enemigo y venid, que yo me voy, y vos, paje, id á casa de don Diego y don Francisco y Joan Fernandez, que menester será, segun se ha ido enojado, para que no hagan falta, sino á todos les ganaré el juego. Va el paje del Duque á casa de Joan Fernandez, y llama y respóndele una criada. _Paje._ ¿Quién está en su casa? ¿quién está en su casa? _Criada._ El que no está en la ajena. _Paje._ Mirad qué fria razon. Mas pensé que habia de estar en casa ajena el que está en la suya. ¿Quién está arriba? ¿quién está arriba? _Criada._ El que no está abajo. _Paje._ ¡Oh cuerpo de mí qué frialdad! Esta debe ser la que dicen mozuela de Caraza. _Criada._ Ved si sois vos el que dicen Tirte allá, que no quiero, Mozuelo Rodrigo, Tirte allá, que no quiero Que burles conmigo. _Paje._ Mejor os podrian decir á vos mozuela de Logroño; pues estais engroñada con quien n’os merece nada. Salid, veamos con quién hablo, si es del palacio ó del establo. _Criada._ Vos debeis ser del establo, que yo de palacio soy; pues á tales preguntas como haceis, tales respuestas mereceis. Mi señor Joan Fernandez contaba á la señora, su mujer, el otro dia, que tenía un criado, que donde quiera que lo enviaba, siempre le traia mal recaudo, y púsole nombre paje del mal recaudo, y porque le daban grita los pajes sobre esto, lo despidió; quizá debeis ser vos: esperad, y decírselo he. Señor, á vuestra merced creo que viene un criado del Duque, y cierto debe ser el paje del mal recaudo que vuestra merced despidió. Díxole Juan Fernandez: Dile que suba, veamos si me trae algun mal recaudo, que peor se le llevará. Dixo el paje: El Duque mi señor me ha mandado que yo viniese á no sé quién, para que no falte de ir allá, como ayer le ofreció, que para luégo es tarde. Respondióle Joan Fernandez: Paje, mirad bien á quién os envian, que á mí no me nombran Noséquién. Dixo el paje: Señor, ya sé que no le dicen Noséquién, sino Nosécómo, que no me acordaba de su nombre sino del que vuestra merced me puso, que por él voy corrido y habré de irme de Valencia. Respondióle Joan Fernandez: ¿Y por qué me habeis puesto por nombre Nosécómo? Dixo el paje: Parecióme, señor, que los nombres y apodos han de ser conformes al parecer y condicion de los apodados, y con razon se le puede decir el señor Nosécómo, pues no se puede saber cómo han de contentar á vuestra merced; y por no enhadalle más voy á don Diego, por lo mismo que á vuestra merced soy enviado. Respondióle Joan Fernandez: Paje, Ios para burlador, Que mejor vais apodado Que vos sois apodador. Vase el paje para casa de don Diego Ladron y dice: Si tan mal me va en casa de don Diego como en la de Joan Fernandez, yo podré cantar: Estos mis cabellos, madre, Dos á dos se los lleva el aire. Pues me han dado tal pelillo el señor y su criada, ella debe pelar á su amo. Ya veo casa de don Diego, y una criada á la ventana, que le dicen la Peladilla; en nombre de Dios, y échome á nadar. _Paje._ ¡Ah, señora Peladilla! ¿está vuestro señor en casa? _Pelad._ Señor Pelado, no sé sino que para vos no hay nadi. _Paje._ Ea, por mi vida, diga la verdad, aunque pocas veces la soleis decir. _Pelad._ A lo ménos agora no he dicho mentira, pues pareceis gurrion pelado. No sé de qué gavilan habeis acampado. _Paje._ Del que vos acampastes, pues tuvo presa con vos toda la noche. _Pelad._ Toma esa pedrada, porque se os acuerde de la mentira que decis, y del nombre que me habeis sacado. _Paje._ ¡Ay! ¡ay! que me ha escalabrado la calabacilla de romero, que no hay media bebida en ella. Salió don Diego y dixo: ¿Qué es esto? ¿qué es esto, paje de mal recaudo? ¿qué teneis vos que ver con mis criadas, que le sacais nombres? Respondió el paje: Señor, ¿mas qué tienen ellas que ver conmigo, que me han sacado nombre gurrion pelado? Dixo don Diego: Pues así es que los dos os habeis motejado, y estais al cabal, no se hable más en ello; que vos habeis picado como á gurrion pelado, y ella á vos como á peladilla. Decidme si sois venido con algun recaudo. Respondió el paje: Señor, sí; que el Duque me envia á vuestra merced se le acuerde del sarau que está aplazado hoy en el Real, pues el suyo le hace valer á veinte y cuatro. Dixo don Diego: Paje, diréis á su excelencia que luégo soy allá, que aquí aguardo á Joan Fernandez y á don Luis Milán, para ir, que me han enviado á decir que están armándose de motes para contra mí, porque yo haga lo mismo, que bien lo habrémos menester don Francisco y yo. Partióse el paje para casa de don Francisco y dixo: Con temor voy á casa de don Francisco para que vaya, y, si no me engaño, yo soy de bodas, que Guzmana veo qu’es peor que perra parida, que, de celos de sus hijos, á cuantos entran en su casa muerde. ¡Ah, señora Guzmana! ¿por qué se entró de la ventana? _Guzm._ Por el paje del mal recaudo, si lo conosceis. _Paje._ Tan bien le conozco como á Guzmana de los afeites. _Guzm._ Mirad el murciégano, traga-morcillas, con qué ojos me mira; él no tiene vista para ver los papirotes que le dan cara cara, y ve los afeites que yo no traigo. _Paje._ No hablemos de mala vista, que el otro dia vi que os entrastes en casa de mosen Calamoja, por la grita que os dió un hombre, que topastes con él, haciéndole saltar la sangre de las narices, y él fué tras vos para ensangrentaros, y vos huyendo, os iba diciendo: A la lechuza, á la lechuza Guzmana de los afeites, encuentra-hombres, que no ve de dia. Salió don Francisco y díxole: ¿Qué alboroto es éste, Guzmana, con el paje del mal recaudo? ¿entendeisos los dos? Respondió Guzmana: El diablo le entienda á este pan perdido, mendrugo de casas, que, de bellaco, ratones no quieren comer dél; revesado de mesones, que yo me espanto cómo está en casa del Duque, si ya no es criado del secretario Sis. Dixo don Francisco: Paz, paz, con que no la hagais de boca, que engendraréis como víboras, que mata la hembra su macho al engendrar: Que mi Guzmana y vos ponzoña sois los dos. Vino don Luis Milan y dixo: ¡Ah señor don Francisco! hénos aquí ya con nuestras damas; la señora doña Mencía os está esperando al cabo de la escalera, que no se alcanza esto de damas. Mereceríades ser el ahorcado, y que os diese la vuelta, pues os haceis desear de quien sería mejor desealla. Respondió don Francisco: Don Luis Milan, mucho mejor es hacerse desear, que no aborrecer. Dixo don Luis Milan: Responda la señora doña Violante, pues es para responder por los dos. Dixo la señora doña Violante: Cabalgue presto, y vamos á recoger la señora doña Mencía, Que donde se puede perder, Quien se hace desear, Le vernán aborrecer. Allegaron á casa de la señora doña Mencía, y díxole don Francisco: Señora, diera yo mil vidas por vella hecha leon de cabo de escalera, por morir á sus manos, pues se podria decir este mote que yo en una justa saqué: Quien á vuestras manos muere, ¿Qué más quiere? Respondió la señora doña Mencía: Señor don Francisco, bueno es hacer del enojado las damas, por oir un adobo de tal galan como vos sois; que de leona que estaba al cabo de la escalera, por vos tardar tanto os matára, sino que vemos por el letrero de las manos que nos habeis dicho que ya n’os queda vida para que se os pueda dar la muerte; sino, dígalo la señora doña Castellana, si es verdad. Respondió la señora doña Castellana: Señora doña Mencía, nunca la he visto recibir engaño sino agora; y no es maravilla, que no son engañados sino los que no saben engañar. ¿No ve vuestra merced que don Francisco es el gato pajarero de nuestra vecina, que saltando tras pájaras por los tejados, aunque caya de muy alto, siempre cae de piés y queda sano? La señora doña Luisa se rie, díganos de qué. Respondió la señora doña Luisa: Señoras, de lo que yo me rio es que pocos dias há me contaron este cuento de don Francisco; él iba haciendo el gato de noche, por encubrir el rumor que hacia en un tejado por donde pasaba á cazar pájaras, y resbalando cayó de muy alto sobre un gran monton de plumas de almohadas, que de ventura halló para acampar la vida; y dióse gran prisa de maullar, porque nadi se hubiese pensado que fuese gato; y como el ruido de la caida fué grande, subió la señora de casa para ver lo que era, y vió un hombre casi todo cubierto de las plumas, maullando, y díxole: ¿Quién sois vos, que maullais? y él conosciéndola respondióle: Vuestro gato soy, señora; y ella mandó secretamente que subiesen agua, diciendo: Echalde agua, porque no se me muera el gato, echalde agua; y quedó tan gato mojado, que nunca más ha maullado en amores. El Duque vió venir las damas, y envióles el paje y dixo: Su excellencia ha visto á vuestras mercedes de la ventana de su aposento, y mandóme que las guiase allá, donde las aguarda la Reina. Dixo la Reina: Bien seais venidas, amigas mias; á esos caballeros que os han traido no digo nada, pues vienen á endechar, que el Duque mi señor quiere resuscitar hoy muertos, con una montería, que me han dicho que nos trae, de las damas y caballeros de Troya, don Luis Milan. Dixo el Duque: Señora, no veo el hora cuando oirla, que Joan Fernandez me ha dicho que es muy buena; óyala vuestra alteza, y será poner gana á don Luis Milan para decirnos lo que sabe de los troyanos, y si de lástima vienen las damas á llorar, en oir la crueldad que los griegos tuvieron con las damas troyanas, quedarán piadosas, que no podrán reirse de los que matan de amores; y roguemos á don Luis Milan que lea, que ya está con la obra en las manos, esperando que vuestra alteza se lo mande. Dixo la Reina: Don Luis Milan, por vida de don Pedro Milan, vuestro primo, que leais, que y’os prometo de oir de buena gana por ser la obra milana. Respondió don Luis Milan: Con el favor de vuestra alteza será el obra del alteza que será, por oir quien la oirá. Y dice así: Damas salian de Troya, A una montería van, ¡Cuán hermosa y cuán galan Iba Elena! Presa va d’una cadena De oro fino, y de amor, Por la saya al derredor Bien labrada. Toda va invincionada, De rubís toda salió, Pues que Páris la robó A su grado. Saya del oro tirado, Pues d’amor tirada fué, Cuando con Páris se fué Para Troya. En sus pechos una joya Con un rico diamante, Por aquel hermoso amante, Amiga d’ella. Parecia una estrella De hermosura que guiaba, Mano á mano la llevaba Su amado. Todo su vestir broslado D’unas hachas que ardian, Y con letras que decian: Ardo yo. La madre que lo parió Ensoñó dél, que paria Una hacha que ardia A su ciudad. Invincion de crueldad, Pues que le costó la vida, D’él ni della no entendida, Mas gustada. Elena muy regocijada, Para más placer mostrar, Entonó este cantar Y cantó: Ojos que me veis en Troya, No seré más griega, no, Pues que Páris me robó. Fuerza tuvo de tirano, Pues que me pudo tirar, Gran cosario es en la mar Del amor este troyano. Ya no está más en mi mano Sino ser troyana yo, Pues que Páris me robó. Aquí salen á la caza Trohilo y Policena: Como un sol luégo salió Policena tan hermosa, Qu’es muy poco hacella diosa De hermosura. Su cuerpo, gesto y postura No se pueden alabar, Pues turbaban en mirar Toda vista. Tan graciosa sobre trista, Que fingia su alegría, Y en lo poco que reia Bien mostraba. Señalar lo que esperaba De su fin muy desastrada, Que por Pyrro degollada Se vió en Troya. ¡Oh resplandeciente joya! Tu hermosura te dejó, Pues á Pyrro no mató Tu hermosura. Caso fué de desventura Que se habia de seguir, Qu’el remedio del morir Es la muerte. Siguiendo su mala suerte, Sobre triste muy galan, Mano á mano los dos van, Trohilo y ella. Ella en todo ya una estrella, Y él un otro Héctor troyano, Despues de Héctor su hermano, En los troyanos. Ella y él que dos hermanos, Pues de bien invincionados, Los dos fueron muy nombrados Este dia. De un carmesí traia Una saya recamada De hilo plata, broslada, Toda estrellas. Y un sol eclipsado entr’ellas, Hecho de tan subtil arte, Que no parecia arte, Mas verdad. Vióse en él escuridad, Y d’estrellas resplandor; Invincion fué de dolor Y profecía. Las estrellas que de dia Todo eclipsi hace ver, Las más veces suele ser Muy gran mal. Harto fué mala señal De la muy triste jornada, De su Troya asolada Y todos ellos. Iba en rubios cabellos, Y tan claros rayos daban, Que los del sol se espantaban Y escondian. Enlazaban cuantos vian, Y ansí iban enlazados, Con muchos ojos colgados Della y dellos. Sino, dígalo de aquellos Achíles el fuerte griego, Si fueron rayos de fuego En que murió. Fué el vestido que sacó Trohilo muy señalado, De un carmesí broslado De leones. Ellos dicen quién él es, Que Trohilo fué un leon, Tal que puso en ocasion De perderse Á los griegos y volverse, Que mucho desconfiaban, Pues en Trohilo cobraban Los troyanos Las victoriosas manos De Héctor, que ya no vivia; Mas fortuna no queria Que así fuese, Porque Troya se perdiese, Como veis que se perdió; Policena se entonó, Muy suave, Á cantar como aquel ave Que la nombran ruiseñor: Aguas de la mar, Miedo he Que en vosotras moriré. Ondas turbias saladas, Al mejor de mi dormir, Ensueño que m’a de venir Por vosotras, malas hadas, Mil veces os he ensoñadas, Miedo he Que en vosotras moriré. Aquí salen Héctor y Andrómaca: Salió la mayor valor De hombre humano, Héctor era el troyano, Flor de la caballería, que con su gran valentía Estorbó Que griego no desembarcó Aquel dia que allegaron, Que ni tierra le ganaron Ni pudieran, Si los hados no quisieran; Pues aquel griego poder Todo se pensó perder En aquel dia. Mar de sangre parecia, El mar junto á la tierra, De la gran matanza y guerra Que Héctor hizo. Un griego le contrahizo Aquel dia en pelear, Ajaz Thalomon sin par, Por que vió, Desde el puerto Tenedo, Los griegos en perdicion, Y salió como un leon En sólo ver Que Héctor pudiera vencer Sólo á la griega armada, Fuese contra aquella espada Hectorea, Que tanto nombrada está Del gran Héctor invencible, Con denuedo muy terrible Y gran osar. Que al Héctor hizo hablar, De sus fuerzas espantado: ¡Oh caballero esforzado! Yo te ruego, Pues eres valiente griego, Que te conozca por nombre, Pues te conozco por hombre En tu persona. Hijo soy de Exiona, Yo soy Ajaz Thalomon. Esto fué la perdicion De troyanos, Que Héctor retiró sus manos, Este dia de los griegos, Que Ajaz Thalomon, á ruegos, Lo alcanzó. Por lo cual desembarcó El armada griega en paz, Por amor del fuerte Ajaz, Su primo hermano. Héctor, el valor troyano, De oro y verde ha salido Muy broslado su vestido De hazañas. D’él huyendo alimañas, Osos, tigres y leones Salvajes, sierpes, dragones, Que en miralle, No osaban esperalle, Que tan conoscido era, Por temor de una fiera Sin razon. Como del fuerte varon, Achíles dado por suerte, Para que diese la muerte Al desdichado De Héctor, muerto más por hado Que no por quien le mató, Porque nunca le esperó Cara cara, Tanto tiempo, que esperára Lo que suceder pudiera, Y buscó nueva manera Y ocasion. No sé si fué á traicion, Pues se puede presumir, No pudiéndolo sufrir En batalla. En razon y escrito se halla Que fué muerto á cautela, Porque muriese la vela Que velaba, Y á los griegos espantaba, Que si Héctor no muriera, Troya nunca se perdiera. Salió con él La joya de tal joyel, Con la saya de coronas Que la Reina de Amazonas Se la dió; Sólo porque meresció Hombre de tal merescer, Gloriosa tal mujer. ¡Oh qué dama! Más hermosa por la fama De mujer de tal ventura, Que la misma hermosura Como á dea, La reina Pantasilea, La miraba y la acató, Cuando la saya le dió Por el nombre De mujer de tan gran hombre. Las coronas que traia, Son por las que merescia, Y ganó De los reyes que mató Sobre Troya, su marido. Un sol era su vestido; Relucia De la grande pedrería, Finas, de muy gran valor, Por el muy fino valor D’él y della. Iba Andrómaca tan bella Como Héctor muy galan, Mano á mano los dos van, Y ella cantando: ¡Oh qué fresco y claro dia, Si no turban tristes hados La alegría! Rosas d’esta pradería, Cogidas y por coger, Bien nos va con el placer, Pues nos hace compañía; Buena va la montería, Si no turban tristes hados La alegría. Aquí salen Corebbo y Casandra: Tras éstas salió una dama Como radial cometa, Casandra, la gran profeta No creida. Con una invincion subida Y una ropa muy extraña, Y broslada una montaña Toda fuegos. Que si no estuvieran ciegos Los troyanos de valientes, Vieran estos accidentes Ser mortales. Proveyeran á los males Como Casandra decia, Que la ciega valentía Es peligrosa. Con su cara piadosa Entre dientes sospirando, Como quien rie llorando Descubria Que el placer no es alegría Con sospecha de pesar. Todo fué profetizar Su montaña, Porque viese cuanto daña No creer lo porvenir, Pues lo puede descubrir El alto cielo. Gran cordura es el recelo, Que Casandra lo mostró; La montaña que sacó Figuraba Troya, como se quemaba Rocafuerte su Illion, Quemada sin defension De aquel fuego De los griegos más que griegos, Pues sus llamas más quemaron, Cuanto más agua echaron En llorar, Damas tan de apiadar, Que aquel fuego se apiadára, Si sintiera y él gustára Lo que hacia. Su Corebbo la seguia Con tan acatado amor, Cuanto fué gran servidor De Casandra. Sacó d’una Salamandra Un vestir todo broslado, D’un raso fino encamado; Iba tal, Como aquel que va en su mal, Vivo en pena como el ciego, Pues viviendo en su gran fuego D’amador, Trasportado todo amor, Tal cual veis siempre se vió Salamandra, que vivió En la llama Desta tan hermosa dama, Como muestra su invincion. No salió con su intincion El desdichado, Porque no se vió casado Con Casandra, su señora, D’él en todo matadora, Pues murió, Cuando sólo acometió A los griegos que llevaban Su Casandra, que apartaban De Troyanos. Por decilles los humanos Casos que eran por venir, Corebbo paró en morir, De tal suerte, Que su vida está en su muerte, Siguiendo su suerte mala; Los dos van la mesma gala Este dia Lealtad y cortesía Eran sus guardadores, Pues fiaban sus amores Sólo dellos. _Corebbo._ ¿Quién pudiese merecellos, Casandra, tus pensamientos? _Casandra._ No ternias muy contentos Tus cuidados. _Cor._ Ya los viese aposentados En la casa de los mios. _Cas._ Nascerian desvaríos De dolor. _Cor._ Hijos de mi grande amor, No podrian enojar, Que un muy buen desvariar No enoja. _Cas._ Corebbo, vuelve la hoja. _Cor._ Vuelta está, señora, ya, Si en mí leer querrá Tu mercé. _Cas._ Que verdades que hallaré, No quiero decir mentiras. _Cor._ Verdad dices que me tiras, Verdad es. _Cas._ Corebbo, vuelve otra vez La hoja como se estaba, Porque no desvariaba Tanto aquélla. _Cor._ Pues tu mano escribe en ella, No las aguas de carbon, Que letras de tu mano son. _Cas._ ¡Ay, Corebbo, Cómo salle lindo el Febo Con sus rayos tan dorados! _Cor._ Rayos son enamorados, Que han salido De mi sol tan relucido Por tu amor, Que inflamado de amador He dorado, Este sol que nos ha dado La mañana tan hermosa. _Cas._ Háblese ya de otra cosa, Pues el cielo Habla lo que yo recelo Por sus cursos naturales. _Cor._ Celos tienen d’esos males Venideros, Mis males tan verdaderos, Los mios son de llorar, Que ésos suélelos mudar La ventura. Prevenillos es cordura, Y no ser previsto d’ellos; Mas llorar ántes de vellos Es flaqueza. Casandra, tu fortaleza Debe ser que te ha dejado, Contra mí l’han empleado Tristes hados. No serán muy malhadados, Pues con tus fuerzas haré Lo que nunca emprenderé Con la mia. En mí está tu valentía, Pues á mí me conquistó, Otro Héctor seré yo De tí animado. Á tus dioses he jurado De servirte en esta guerra Hasta ver libre tu tierra Ó morir. Cuando me verás salir De Troya contra los griegos, No me olvides en tus ruegos, Con tus dioses. No descanses ni reposes De rogar siempre por mí, Porque tuyo vuelva á tí, Pues soy tuyo. _Cas._ Ya se está eso de suyo, Que á mí tocará el rogar, Qu’el sentir y el sospirar Cerca están. Los dioses te defenderán Mientra yo libre seré, Lo demas yo callaré Para agora. _Cor._ Baste, baste, mi señora, Ya no más tanta tristeza, ¿Por qué empleas la crueza Contra tí? Vamos como van aquí, No turbemos la alegría, Tal el gesto cual el dia Ha de ser. Y trabaja en contrahacer Alegría de alegrar, Pues tú sola me has de dar Alegría. Tal cual veis fué en este dia Esta dama tan penada, Cuanto fué disimulada Á la vista. Iba entre alegre y trista, Contrahaciendo al natural; Como quien saca d’un mal Un provecho, Sacó risa del despecho Por mostrar alegre cara, Que no hay quien la juzgára Ser fingida. Fué Casandra tan sabida, Como era sin igual, Venció el arte al natural Y cantó: Si ventura no se muda, Las señales Claro muestran nuestros males. Veo cursos inhumanos, Contra Troya muy irados, Cuanto veo descuidados De creerme los troyanos. Si no se vuelven humanos, Las señales Claro muestran nuestros males. Aquí salen Enéas y Crehusa, su mujer: Salió Crehusa, Tal que nadi la rehusa De hacelle acatamiento, Que real merescimiento Merescia. Como esmalte parecia La real sangre de Enéas, Que una dea entre estas deas Pareció. Y unos nublos que sacó Broslados sobre su manto; Á Casandra puso espanto Con razon. Pues esta triste invincion, Un sol que sacó nublaba, Y entre los nublos mostraba Algun claror. ¡Ay Crehusa, gran temor Estos nublos me han puesto! ¿Cómo saliste con esto, Qu’es agüero De algun caso venidero Que señala una traicion? ¡Oh Casandra,! mi intincion Ninguna fué, Sueño es esto que ensoñé, Desta linda montería, Y ensoñaba que traia Este manto; Parescióme bien, y tanto Cuanto temes ser verdad, Pues que no fué vanidad Mi soñar. Crehusa, quiero declarar Lo que tu invincion declara, Ese sol que no se aclara Es nuestro Rey, Que ni lealtad ni ley Dos troyanos le ternán, Su claror le nublarán A gran traicion. Venderánle su Illion, Qu’es su Troya tan nombrada, Y entrará la griega armada Con gran fuego. Que ni lágrimas ni ruego Este fuego amatará, Que en ser griego quemará Toda Troya. Basta ya, que no nos oya Tu Enéas y Antenor, Que han perdido la color De sus caras; Debe ser porque declaras, Casandra, esta perdicion, Muda de conversacion, Pon esperanza, Que tras fortuna hay bonanza, Pues se suele ella mudar. Por tal plática atajar, Dixo Enéas. ¡Oh Crehusa! nada creas Desto que Casandra dice, Pues fortuna contradice Y se muda. Casandra paróse muda, y Antenor jamas habló, y Corebbo atravesó Contra Enéas. Tú no hables cosas feas, Que no son de caballero, Mi amor muy verdadero Es tan leal, Que si te sufro hablar mal De Casandra, mi señora, Mi lengua será traidora Si yo callo. Enéas quiso vengallo, Que su gesto lo decia, Pero tuvo cortesía A las damas, Cuyas honras, cuyas famas, Han de ser muy acatadas, Servidas y muy amadas, Aunque son Crueles de condicion. De Corebbo paresció Que fué ley lo que él habló, Y él callar De Enéas quiso mostrar, Que en su caso el sufrimiento Es gran dón de entendimiento Y cordura. Fué vestido en su ventura, Enéas en este dia, Que de tornasol traia Un vestido. Naturalmente ha salido De colores variando, Que quien males va pensando Va alterado. Que la fuerza del cuidado De la mala inclinacion, Va alterando el corazon, Y la cara A veces blanca la para, Y á veces muy colorada, Y á ratos mortificada Muy cetrina; Segun l’ánimo se inclina, Tal el gesto se nos muestra, Porque en él está la muestra Como en paño. Que temor y amor y engaño, Ó vergüenza ó corrimiento, Ó traicion ó descontento Veis en él. La invincion fué muy cruel, Que lo más que se mostraban, Fuego y sangre señalaban Sus vislumbres. Qu’él vestir y las costumbres Muy conformes siempre van; Pues traia este galan Unas Y griegas. ¡Oh troyanas gentes ciegas! En los casos venideros Invinciones son agüeros A las veces. Veis por haces y en enveses, En vestidos y invinciones, Vuestras claras prediciones A la clara, Que Casandra las declara, Y no las quereis creer; Víspera está de perder La ceguedad. Cantad, señora, cantad, Dixo Casandra á Crehusa, Que Enéas no rehusa De oiros. Esto no quiero deciros De qué modo os huirá, Que la noche lo dirá Que yo sé. Crehusa no le dió fe, Porque Enéas se lo dixo, Que jamas le contradijo Por hacer El oficio de mujer, Y cantó con un cantar Que no siendo de alegrar Alegró: Contra ventura No se ha de buscar placer Que poco tura. Muy mal se puede alegrar Quien con el cielo está en guerra, Qu’el placer no está en la tierra, Pues que no suele turar. No sé reir, sino llorar Contra ventura, Que pesar es el placer Que poco tura. Aquí salen el rey Priamo y la reina Hecuba, su mujer. El rey Priamo salió, Todo honra y valentía, En su real montería Muy ufano, Con un laurel en su mano Prometiéndose victoria, Y triunfó de gran gloria, Confiando Qu’él y Héctor triunfando De la griega montería, Con toda su caballería Triunfarán, Y á los griegos vencerán; Tanto de Héctor confiaba, Que Héctores con él miraba A sus hermanos. Sacó lleno de unas manos Un vestido esta jornada, Con una espada sacada En cada mano; Qu’el poder fuerte troyano Esto por armas usó, Y por tal su Rey sacó Tal invincion, Mostrando su gran corazon Que á los griegos venceria Y en las armas se veria La verdad. Hablar quiero en libertad Y á los ánimos mover, Que digan su parecer Sin pasion, Que verdad está en razon. Digan pues ¿cómo y por qué Tan contraria les fué La fortuna? Que no hay persona alguna Que no haga vencedor Al gran Héctor sin temor, Y sin igual, Muy valiente natural, Qu’el vencido no’s vencido, Si de sí jamas lo ha sido. Yo diré; Por lo que ya dicho hé De los griegos y troyanos, Porque en armas y á las manos Y en crueldad, Quisieron saber la verdad De quien más razon tenía, La troyana valentía Como creo. De Hércules un caso feo Con razon se está quejando, De su gran osar hablando, Como se engaña El que fia en gente extraña, Qu’es la que no’s conocida, Que en gente desgradescida No hay fe. Sin pasion yo culparé Al ingrato Hércules, Pues que tan sabida es Su historia. Triunfando con gran gloria De sus hechos y hazañas Volviendo de las Españas, A sus tierras, Vencedor siempre en sus guerras, Y de sí mismo vencido, Fué mucho bien recebido, Como hermano, Del rey Laumedon, troyano, Con amor, brazos abiertos, Recógele por sus puertos En su Troya. Vista aquella hermosa joya, Del rey Priamo hermana, Exiona, de galana Un trofeo, Si ella hermosa, él no feo, Sino fuera en el error Que fué vencido d’amor De mujer. Quien jamas se vió vencer, A Exiona se llevó, Que pues ella le robó, Robó á ella. Esta princesa doncella Se vió en Grecia llevada De Hércules muy acatada Y afírmase Con Thalomon casada fué, Y el troyano corazon Dixo qu’esto fué traicion, Pues la casó, Con modo que despreció Hércules á los troyanos. Con las armas á las manos Fué propuesto De tomar venganza d’esto, Y así se determinó, Que Páris troyano robó La reina Elena. Que fué recompensa y pena, Y de Troya perdicion, Porque siempre con razon Vence fortuna. La razon se vió ser una Que los griegos han tenido Para haber Troya vencido, Y ésta fué, Que el rey Menalao, sin por qué, Pagó el robo de Hércules, Que de fortuna fué reves Roballe Helena. Dieran á Hércules pena Si á Exiona les robó, Pues d’él sólo procedió Y de otri no; Por donde claro se vió De Troya la perdicion Con soberbio corazon Que tuvieron, Los troyanos se perdieron, Que las venganzas erradas Del cielo son castigadas; Que el castigo Ha de ser al enemigo, Que en la culpa es más culpado Para ser justificado. Y bien mirado, Hércules va desculpado, Que buen fin no es con traicion Pues casó con Thalomon Exiona. Que Páris robó persona Casada, que fué adulterar Con quien no pudo casar. Salido ha La Real reina Hecuba, En esta caza y montería, Con la mesma fantasía Que sacó Su marido Priamo, Toda su ropa broslada De manos con una espada En cada mano. Y allegando en un gran llano De altos montes rodeado, Allí fué determinado De montear: Y ántes de nadi cazar, Casandra en un árbol subió, Y á los troyanos habló D’esta manera: ¡Oh troyanos! mejor fuera Que primero se pensára Y nò se determinára, Qu’el pensar Ántes del determinar, En los casos ha de ser, Y éste es el mejor saber. Estais ciegos En la guerra contra griegos Que determinado habeis, Y tan ciegos que no veis Que los agüeros Se nos muestran muy guerreros Y de griegos muy amigos; Señales son y testigos Que hace el cielo. No quereis tener recelo De lo que se ha de tener, Al cielo se ha de temer En la guerra, Para vencer en la tierra; Volved en paz vuestra espada En guerra qu’es mal pensada, Que la luna Nos muestra mala fortuna, Que en fuego y sangre la vemos, En sacrificios que hacemos Para saber D’esta guerra que ha de ser. Sacrifiquemos primero Ántes que se vea agüero Esta jornada, Para ver si está mudada Fortuna en nuestro favor, Y esto será lo mejor D’este dia. La troyana valentía Y sus fuertes corazones Burlaron de las razones D’esta infanta. Decian, no nos espanta Hado en casos venideros, Do suelen mentir agüeros, Qu’es todo error. Casandra, no pongas temor, Díxo Héctor, su hermano, Que á un corazon villano Vence opinion. El fuerte siempre ésta en razon, Nunca se deja vencer, Que siempre vence al temer La vergüenza. Tú harás poca valenza A tu padre y tus hermanos, Si acobardas los villanos Corazones. Confia con tus razones, Pon á todos esperanza, Que el cielo pone mudanza En fortuna. Que sin confianza alguna La valor se perderia, Y se desesperaria El esperar. Fortuna suele mudar Los agüeros y señales De cuerpos celestiales, Pues su sér En todo es el mayor poder. Y Trohilo, su hermano, Dió á Casandra otra mano Y díxole: Casandra, desespérate, Pues no te falta otra cosa Que persona muy medrosa Muerta está. Acaba y muérete ya, Y no pongas cobardía, Que medrosa compañía Tarde venció. Páris la mano tomó Diciendo, Casandra hermana, En creer no seas vana Qu’es mal agüero. No creas tan de ligero En los sueños ni en agüeros, Qu’es de ingenios ligeros Agüero ser. Cree en el mayor poder En los casos por venir, Que en lo que suele mentir No pongas fe. Enéas desto rióse; Los troyanos muy turbados, Con los rostros enojados De alteracion, Temieron alguna traicion, Que el corazon siempre avisa, Respondieron á la risa De Enéas: Yo no sé si nos deseas Que nos venga bien ó mal, Tú nos puedes ser leal, Mas tu modo No lo muestra ser en todo, Enéas dixo enojado: Nadi debe ser culpado Sino el obrar, Qu’el efecto es de juzgar, Y no las demostraciones, Que juzgar los corazones Sólo es dado A quien todo lo ha criado; Que por lo que yo he reido No debo ser reprendido, Qu’el reir No se puede corregir, Hasta que se declaró Porqué rie el que rió. Doy por testigo Al cielo de lo que digo, Pues sólo sabe mi intincion. Jamas me dixo el corazon Que guerreeis Con quien guerrear quereis; Y no lo tengáis á risa, Qu’el buen corazon avisa Justificado, Quando no está apasionado. El rey Priamo habló: Pues guerra se determinó Por mar y tierra, No hay hablar sino de guerra. En esto salió un leon, Y Héctor con gran corazon Le mató; Su leona arremetió A Trohilo, y él á ella, Y matóla sin temella. Párís corria Tras un oso que huia, Y tiróle una saeta, Y él volvió como cometa Y abrazóle, Y Páris luégo matóle; Y Corebbo arremetió A una tigre y la tomó, Y bien atada, A Casandra presentada Fué por él d’esta manera: Sea de mi linda fíera La vencida, Pues por ella tiene vida. Enéas arrojó un dardo A un fiero leon pardo, Y en ser herido, Viéronse á brazo partido, Y Enéas fué el matador, Que era de muy gran valor. Salió el Rey Y arremetió á un bravo buey, Y de un golpe le mató Que la cabeza le cortó. Todo el dia Hicieron carnicería Á muchas fieras matando, Y volviéronse cantando, En anochecer, A Troya con muy gran placer. Hicieron fiestas y fuegos Toda la noche con juegos Y alegría, Teniendo esta montería Por agüero de vencer A todo el griego poder. Dixo el Duque: Don Luis Milan y vos Joan Fernandez, haceme placer que os vais de aquí, si no quereis morir los dos esta noche. Dixo don Luis: Señor Joan, supliquemos á su excelencia nos haga saber por qué nos manda ir de aquí si no queremos morir; y si yo no me engaño yo querria adevinallo, y es que vos haceis gestos de envidioso y yo de vanaglorioso, de veros que estais muerto de envidia d’esta montería de Troya por haberla hecho yo, que si vos la hiciérades, la rezárades por puertas como á oracion de ciego. Dixo don Diego: Yo lo queria decir si don Luis Milan no lo dixera, que los gestos que Joan Fernandez hacia oyendo la montería, eran de envidioso, quocando como á mono, que meresceríades por pena d’este pecado que vos y vuestros descendientes quedásedes con caras de monos que quocan, y les quedase por nombre el linaje de los monos, así como quedó el de los bailadores, que bailando muchos hombres y mujeres en fiestas del sancto Nacimiento, pasaron por una iglesia en Alemaña al tiempo que preicaban, y el obispo maldíjoles por el desacato y menosprecio que hicieron á la casa de Dios, y quedaron toda su vida hasta la muerte bailando, heredando esta pena sus descendientes, que vuestro hijo parece que ya la ha heredada. Dixo Joan Fernandez: Porque no muera de vanagloria don Luis Milan, quiero rogalle que hagamos una máxcara para mañana á la noche, aquí en el Real, contrahaciendo su montería y prometo de hacelles envidiosos porque no me digan envidioso, pues soy mejor para envidiado. Dixo don Francisco: Señor Duque, si Joan Fernandez nos ha de hacer envidiosos diciendo donaires, no consienta que los diga á costa de la señora doña Hierónima, su mujer, que yo vi lo queria decir á vuestra Excelencia, y por atajar este fuego lo quise yo decir, y no se fie d’él que se le destiene la ballesta, y dé fianzas que no hará el donoso, pues no’s gracioso sino quien lo es; que d’esta manera negocié yo con Enguera en casa del Romano, donde jugábamos muchos caballeros, como en este cuento contaré: Enguera nos enojaba mucho que se destenia su ballesta, y por ser caballero de baja calidad y conversacion, lo echamos del juego, y estando algunos dias en la entrada de casa aguardando si le dejariamos subir á jugar, yo le dixe: Enguera, yo recabaré con estos caballeros que os dejen subir si vos dais fianzas por las ignocencias, y dióme á mí por fianza y subió. Si mi amigo Joan me promete que no hará el donoso á costa de su mujer, yo le seré fiador. Dixo Joan Fernandez: Don Francisco, pasado os sois á los franceses contra mí, no se me da nada, por vos se puede decir: Ó teneis miedo á los moros, Ó en Francia teneis amiga. Respondió don Francisco: No tengo miedo á los moros, Ni en Francia tengo amiga, Mas tú moro y yo cristiano Traemos muy gran porfía. Con los malos trajes que sacais, lisiado de mal vestido, que si don Luis Milan á coplas n’os tuviera la rienda, fuérades el monstruo de la gala, que pudieran ganar con vuestra ropa los truhanes, mostrándola diciendo: Hé aquí las ropas de Joan de mal traje. Dixo el Duque: Demos parte á la noche y Joan Fernandez y don Francisco hagan paz, que si están en guerra no ternemos cierta la máxcara, y vuestra alteza y esas señoras, que ellos han traido, tomen la palabra haciéndolos jurar por vida de sus damas, porque sepamos quién son; y no se olviden á don Diego, como á revolvedor, ni á don Luis Milan, que es mátalas callando: y comience la Reina, mi señora. Dixo la Reina: Joan Fernandez, hacé paz con don Francisco, por vida de vuestra mujer. Respondió Joan Fernandez: Si vuestra alteza me jurára, por la vida que nunca da vuestra mujer, fuera mejor jura; pues ni ella la tiene de brava, ni yo la tengo si no fuera de mi casa. Dixo la señora doña Hierónima: Per vos se dix, bell en banch y mal en casa. Dixo la señora doña Mencía: Don Francisco, pues hoy os mando como acompañador mio, hacé paz con Joan Fernandez, por vida de vuestra dama, y nombralda, que el Duque lo manda. Respondió don Francisco: Pues vuestra merced lo manda, Yo haré paz con el Joan, Y este mote es mi refran: _Quien me manda Me desmanda_. Dixo la señora doña Luisa: Don Diego, No dejeis de entrar en paz, Pues que sois revolvedor, Que os querrá muy mal l’amor. Por vida de vuestra dama, nombralda, que el Duque lo manda. Respondió don Diego: Yo entraré en la paz, señora, Por vida de quien oirán, Que en esta hierba lo verán: _Anapelo es matadora_. Dixo la señora doña Violante: Don Luis Milan, pues manda el que se deja mandar, hacé paz con Joan Fernandez, por vida de vuestra dama y nombralda, que el Duque lo manda. Respondió don Luis Milan: Pues mandar es ser mandado, En paz quiero siempre estar, Mi dama quiero nombrar; De su nombre soy nombrado Margarite por amar. Dixo el Duque: Vámonos á dormir, Mi Reina gentil, Vámonos á dormir, y venga mañana la máxcara á prima noche. _Aquí acaba la jornada cuarta._ [Illustration] JORNADA QUINTA. Y DICE EL DUQUE. Señora, si le parece, enviemos á las damas y caballeros á rogalles que sea el sarao y máxcara despues de mañana, por no poderse hacer más; y vaya el canónigo Ester de parte de vuestra alteza, y de la mia el paje del mal recaudo, que no les faltarán motes y apodos, á la giba del uno y al mal nombre del otro, y ternémos parte de las burlas por relacion de los burladores, que yo comenzaré la plática para que riamos. Dixo la Reina: Paréceme tan bien como al canónigo Ester no le parecerá, que siempre dice le hago ir á convidar damas para fiestas, que no las querria mandar, por hallar criadas que se desmandan con su giba. Hélos aquí á los dos; por su mal vienen los que para bien nunca se hallan. Canónigo, diréis de mi parte á las damas que mañana habian de venir á la fiesta, que el Duque, mi señor, la manda alargar hasta despues de mañana, por estar ocupado, y que no dejen de acudir por nos hacer placer. Respondió el canónigo Ester: Senyora, tos temps me posa vostra altesa á les banyes dels bous pera que burlen de la mia gepa. Doneli quitasio, puix li han posat nom, la gepa Stera mana festes. Yo iré ab la ballesta parada, puix no faltarán á la mia gepa aljaba, virots quem tirarán pera tornarlos á tirar. Dixó el Duque: Paje de mal recaudo, irás de mi parte á don Luis Milan, y á Juan Fernandez, y á don Diego, y á don Francisco, á decilles lo mismo que la Reina, mi señora, envia á decir á las damas, y en cuanto has de hacer ten buen seso. Respondió el Paje: Señor, lo uno hará, mas el otro, que es tener buen seso, no sé si podré yendo en compañía del canónigo Ester, que para defender su giba, manos y lengua sería menester. Dixo el Canónigo: ¿Com se pot comportar asó, que la Reina vulla fer corro de bous tot l’any ab mí, enviantme á convidar dames, que par que sia andador de festes, y ara, per millor adobaro, lo Duch, mon senyor, fa venir en ma companyía aquest tava del patje, que tos temps me va picant en la gepa, quem fa rabejar com á macho de lloguer? Renegau de senyors que pera riure donen ocasió ques riguen de sos criats. El paje le respondió: Vamos, señor Canónigo, y, aunque me ha dicho que soy tavano de su giba, yo le prometo de no picar esta jornada en ella, sino cuanto podré para defendella, y por señal que lo haré, quiero cantar, para daros placer, esta cancion catalana: Bella, de vos so enamoros, Gibeta mia, Tos temps sospir pensant en vos La nit y’l dia. Dixo el Canónigo: Puix tú has cantat pera mí, yo vull cantar pera tú. Tot lo mon me stá mirant Com si fos una donsella, Si bem veu anar galant, Lladre so per maravella. El paje le dixo: ¿Qué es eso, Canónigo? ¿ladron me dices? Para ésta, que yo lo diga á nuestro obispo de Fez que os excomulgue y no os absuelva hasta que me hayais restituido la fama, irregular, tartuga de mujeres, que por vuestro vecindado siempre les andais en torno de las haldas con una guitarra tañendo y cantando este cantar: Comed de mi tartugado, La de lo verdugado. El Canónigo le dixo: Vesten, endemoniat, davant de mí, _per Deum vivum_, _per Deum vivum_; Jesus, Jesus, desaparegut es. Per cert ara crech que deu ser lo familiar del italiá que tenim en casa. Y o’m vull donar presa en lo que tinch de fer, per tornar pres á contar al Duch, mon senyor, ques’ guarde del patje del mal recaudo y li fasa la creu si li ve davant; que cert deu ser dimoni, puix ab conjurs me ha desaparegut. A Joan Fernandez veig á la finestra de sa casa, ab sa muller, espantat estich, pau es esta de hostaler cathalá, que may la fa ab sa muller sino quant la vol engañar. ¡Ah señor Joan Fernandez! ¡ah señor! entrat sen es de la finestra, nom’ ha degut conexer, ó nom’ ha oit, que no sen fora entrat. Dixo Joan Fernandez: Ántes de haberos oido os he huido y me soy entrado; subí y guardaos de Maricorta, mi criada, que bien lo habeis menester. El Canónigo dixo: Vejam qui es esta Maricorta, que si les paraules son tals com lo seu nom, cerca quit parle. ¡Ah senyora Maricorta! ¿estam segures? Fora d’aquí, fora d’aquí, ¿quin diable de gosa es ésta que ma exquexada la clocha? Salió riendo Joan Fernandez y dixo: Hexe d’ahí, hexe d’ahí, Maricorta; diablo haya parte en el cazador y en tí, que no te tiene atada estando parida. Perdone, señor Canónigo, que pensaba que le queríades hurtar sus hijos, que dicho le han que sois hurta perrillos. Respondió muy enojado el Canónigo: Hábit de sent Pere, ¿asó es la Maricorta criada vóstra? ¿desta manera feu lo graciós? Altres grasies pensaba que tenien millors en vostra casa; persous ha posat nom vostra muller, Encasamalo. Dixo la señora doña Hierónima: Par vos que tinch rahó, señor Canonge. ¿Qui ha de comportar estes fredors, fer soltar la gosa parida pera que esquexe cloches? Puix habeu fet lo grasiós, donauli una nova. Dixo Joan Fernandez: Ya sin esto se la debia por un recuado que llevó de parte mia donde él sabe, y porque se la tengo aparejada nueva, le he hecho rasgar á Maricorta esa vieja que trae; que así como puse nombre proprio al paje del mal recaudo, por los malos recaudos que me traia, así por los buenos que vuestra reverencia me trae, le quiero decir de aquí adelante, el canónigo del buen recaudo. El Canónigo respondió: Vos per altrem preniu; nous burleu ab mí de tal manera, que pera repondre á mots que fan alcabot al motejar, abat y ballester so. Que en ma terra un temp nom deyen mosen Ster sino mosen Ballester. Que sta gepa que tinch, no es sino aljaba de passadors, pera passar apodadors daquest mon en laltre. Dixo la señora doña Hierónima: Riñen las comadres y dícense las verdades. O com he pres plaer de haber sabut que lo canonge Ster no es alcabot en les obres, sino en les paraules, perque los alcabots da paraules tots parlen com alcabotes. Cert y hoy peccaba, perdone senyor Canonge, que per tal lo tenia. Respondió el Canónigo: Cercau quius perdone, pera una sou los dos, que yo men vaig dient: _Quos diabolus conjungit homo non separet_. Lo recaudo que portaba men tornaba á casa, y es que la Reina y lo Duch, mos senyors, han allargat la festa pera despus demá; preguenvos que noy falteu, y que porteu millors mots que á mí me habeu donat. Ab por vaig á casa de don Diego, que per troneres tiren les mots les moces; que tostemps están en aguait, com á gent ques recela. Ya so prop la casa, senyar la vull ans que entre en ella. ¿Ah de casa? ¿Ah de casa? Respondió Marimancha, criada: ¿Ha de caso? ¿ah de caso? ¿para qué cruzais la casa? guardad n’os crucen la cara; si ya no lo haceis por entrar el diablo en ella, que sois vos. El canónigo dixo: ¿Qué tanta por teniu á la creu? ¿Per ventura han vos tret ab ella al cadafal? Dixo Marimancha: Rabo rastrando heme aquí, que no traigo sambenito. Mas porque veo sanmaldito, que sois vos, yo haré la señal de la cruz, que pienso que huiréis como á diablo, pues lo pareceis. Dixo el canónigo: ¿Ah senyor don Diego? ¿sou en casa? ¿sou en casa? Par que noy haja amo en ella, segons los criats fan á son plaer. Respondió don Diego, y dixo: ¿Qué es esto, señor Canónigo Ester? ¿A qué viene vuestra merced, y con quién está enojado? Respondió el Canónigo: Senyor don Diego, vaig y vinch, y vinch y vaig, y res no fas. Don Diego le respondió: Señor Canónigo, yo no entiendo este lenguaje; volvé á decirme por lo que venis, y declaraldo mejor que se deje entender. Salió Martineta, criada de casa, y dixo: Senyor yo declararé lo que vol dir. Vaig burlant, y vinch fredas, y res no fas. El Canónigo se santiguó, y dixo: No mes, no mes. Yo so nat en mala planeta, fins á Martineta burla de mí; yom despediré de la Reina y del Duch, si mes tinch de anar per cases de orats, convidant á festes que tan mal profit me fan, y vos senyor don Diego, enfrenau estes gates de vostra casa, que arrapen la cara, sino vindrem á creure que elles vos tenen enfrenat. Lo que you digui que no volgues entendre, es azó: Que vaig y vinch convidant á festes, y vinch y vaig á mon desgrat, y res no fas á mon plaer. Lo Duch vos fa saber, que allargat la festa pera despues demá; hy voldreu ser, sino á Deu siau que bens veurem. Per labit de sent Pere que si en casa de don Francisco me parlen de tal manera les criades, yols reganyaré les dents; ya veig una delles á la porta ab una mona que sta quocant, y reganyant les dents, y si ab mí les ha, yo so de bodes. Un patje veig á la finestra quey prench plaer. ¿Hola, hola, patje, com te dius, no respons? ¿es tom amo en casa, Malfaras? Dixo el paje: Mossen tartugo, ó tartuga, ¿quién os ha dicho que á mi me dicen mal farás? Pues venis tan bien hablado como mal carado, y peor dispuesto á pedir de mi amo, preguntaldo á la mona, pues teneis cara de mona. Quocalo mona, quocalo mona. Respondió el Canónigo: Rapaz aballau azí, que yous mostraré com habeu de parlar, y puix per vostres tacanieries la mona me ha squexat la clocha, si vostre amo no lam paga yo sé lo que faré. Senyor don Francisco, mirau quines bondats se fan en vostra casa, venint de par del Duch á fer vos saber que allargat la festa para despus demá; que demanant aquest patje vostre si stabeu en casa, la resposta quem a donat es que a embregat la mona ab mí, yam esquexat la clocha. Dixo don Francisco: Señor Canónigo, no tome enojo, que al paje yo le haré dar doscientos azotes, y mañana yo os pagaré la loba para que os hagais otra nueva, y podréis hacer paz con la mona, porque es muy aparentada en esta tierra con muchos monos que hay; y por quitar mal, ya que no teneis vergüenza, será bien que seais amigos vos y ella. Dixo el Canónigo: Algun dia tindrán fi estes fredors, y si lo Duch nou remedia, yo y posaré remey ab uns quants delats del camp de Tarragona, parents meus; y no passará axi com pensau, que dret men vaig al Duch. Señor yom vinch á despedir de vostra Excellencia, si nom llevau lo carrech de convida festes. Y lo demes quem resta á dir sobre azó, será contar les burles que man fet los criats destos cortesans, davant ells depus demá, que sitant de cor fossen com ells se pinten, no serien tan descortesos sos criats. Que en los servidors se veu lo senyor quál es. Dixo el Duque: Canónigo, descansad, que yo haré con la Reina que no tengais más ese oficio, sino guarda damas, ó guarda polvo. Dixo el Canónigo: ¿Yo nou dich que lo primer que burla de mí es vostra Excellencia? Guarda dames me ha fet com si fos molle de sastre, y guarda polvo pera ques seguen sobre mí. Yo men vaig á clamar á la Reina, y será exir del foch y donar en les brases. La Reina le dixo: ¿Qué es esto, canónigo Ester? por mi vida que no esteis enojado, sino haceros he cantar: ¿Quién os ha mal enojado, Mi buen amor, Quién os ha mal enojado? Yo que debia enojarme con vos por haberme hecho brasas de fuego, no lo estoy; ¿y vos enojaisos? El raton caza el gato; pues vos sois el uno, y el otro el Duque mi señor. Dixo el Duque: Canónigo, desenojaos, pues tambien hay para mí de las burlas de la Reina, mi señora, como para vos, que á mí me ha hecho gato, y á vos raton; y si lo dice por lo que vos sabeis, adevinado ha. El Canónigo respondió: Senyor, yo vull parlar clar, perque nom tinga per alcabot la Reina ma senyora, que si á vostra Excellencia diu gat per ser cazador de ses criades, yo no so rata que les rosegue de alcaboteríes. Yo men vaig á reposar, que si fora de casa me han verguejat, ací me han espalmat, que no ma restat pel en la roba. Dixo la Reina: Canónigo, quedemos en paz, que no os faltará pelo en la ropa, y hacé que no le tengais en la lengua, para burlar de los caballeros que decis que os han enojado por las casas que habeis ido. Y si les ganais en las burlas, yo os daré un vestido muy de véras, y será una lobera, y cuera de martas, y calzas de grana, y chapeu de terciopelo carmesí, con pluma y medalla, y mote que dirá: Soy canónigo d’amor, por una Hierónima que muerto me ha. El Canónigo respondió: Bese les mans de vostra altesa, ab ninguna cosa me podia desenujar sino ab la dama que ha nomenat, que l’mor ab lo que enuja desenuja. Dixo el Duque: Canónigo, espabilar os quiero, que gran pábilo teneis de muy encendido de amor. Respondió el Canónigo: Señor, pera demá será millor, y anem á dormir, que hora es. El paje del mal recaudo dixo: Señor don Luis Milan, vuestra merced sabrá que el canónigo Ester y yo salimos hoy de palacio, de parte del Duque y de la Reina, para que la máxcara se alargase hasta despues de mañana, dímosnos de motes y enojóse conmigo, porque el hombre que toma las burlas de véras, las véras toma de burlas, y fuíme para entender en lo que á vuestra merced diré: Yo tengo un amigo que tiene un familiar, y habemos concertado él y yo de hacer por arte mágica la máxcara de la montería de Troya, que vuestras mercedes querian hacer, y harémosla contrahecha al natural, cada uno de los troyanos en su propia figura, como por esta arte se puede hacer; y tras éstos, entrará una contramáxcara de los más fuertes y valientes griegos, que sobre Troya estuvieron y la tomaron, y combatirán un torneo de pié, uno á uno, y serán: El rey Priamo, troyano, con el rey Agamenon, griego, y Páris con el rey Menalao, porque robó á la reina Helena, su mujer; y Trohilo, troyano, con el rey Diomedes, griego; y Héctor con Achíles, y Enéas, troyano, con Ayax Thalomon, griego, y acabarán con una folla; vuestras mercedes no saquen la suya, pues más al natural será ésta; y diga al Duque lo que yo le he dicho, y cada vez que mandára cesar el combatir, haga señalar á un trompeta; y acabado el torneo, oirán una música y cantarán un romance de cada uno de los troyanos y griegos, y acabará la fiesta. Yo me voy á ponello por obra. Dixo don Luis Milan: Don Diego, á vuestra casa soy venido para lo que oiréis; el paje del mal recaudo no lo será agora, pues con él lo ternemos muy bueno, que no se halla ninguno de quien no se pueda haber algun placer, y por esto es bien no dar ocasion de estar con nadie mal, sino con quien no se puede estar bien. Hame dicho que no tomemos trabajo de hacer la máxcara nosotros, que él la hará más al natural, con un amigo suyo que tiene familiar; por eso avisad á don Francisco y á Joan Fernandez de lo que pasa. Dixo Joan Fernandez: Avisados estamos, que todo lo habemos oido don Francisco y yo, y parésceme que la debemos vender al Duque y á la Reina por nuestra, por ser la más importante máxcara que haya sido, en ver tan valerosos caballeros en su propia forma. Don Francisco le respondió: Engañado andais en trajos, Mi buen amigo, No digais que n’os lo digo. ¿No veis que vuestra disposicion no parescerá á la de los troyanos ni griegos, ni ménos las fuerzas? pues se dice d’ellos que arrojaban en aquel tiempo con la mano una piedra tan grande como vos sois, cuando en amores os volveis de piedra; aunque don Luis Milan no puede creer que en vos pueda entrar amor, por más que os haya hecho embojar y encasillar una ramera; perdonad, que romera quise decir, y la razon que dice es ésta, que cada uno se inclina más á su semblante, como el caballero á la dama, y que no puede ser verdadero amor de hombre alto con mujer baja, que yo más le diré vicio que voluntad verdadera, la que tuvo Anníbal á la ramera que le detuvo en Cannas, cuando no siguió la victoria de la batalla que venció á los romanos, que pudiera entrarse por Roma como por su casa, segun dice Petrarcha en este soneto: _Vince Anníbal, et non sepe usar poi_. Dixo don Luis Milan: Don Francisco, porque no piense Joan Fernandez que me haceis placer en irle á la mano, yo la quiero tomar por él, y responderos á quanto le habeis culpado. A lo que le dixistes: Engañado andais en trajos, Mi buen amigo, No digais que n’os lo digo. A esto os respondo, que si él dixo que vendiésemos por nuestra la máxcara de los troyanos y griegos al Duque, fué bueno para malo, y pues tuvo esta bondad, vos no la tuvistes en corregirlo; y si le dixistes que su disposicion y fuerzas no son tan grandes como las de Héctor, bien podria ser tenido por él, pues defiende lo que nadi defenderia para ofender á buenos ojos, que no es menester poco valor defender malos trajos y baxos amores, segun vos decis; que yo no digo sino que de ser buen maestro de trajos, podria ser mayoral de los sastres y provincial de los amores, que por más que digais que los tiene bajos, la baja dél es alta, pues los danza remedando á tan grandes hombres como oiréis, que si él encasilló y embojó por amores en Liria, Hércules hiló, y Virgilio estuvo en un cesto, y Aristótil enfrenado y ensillado; que, por remedar á grandes hombres, á nadi deben culpar si se puede desculpar, sino dígalo mastre Zapater que viene por la calle, veisle allá, llamémosle. ¡Ah, señor mastre Zapater! vuestra merced viene á tan buen tiempo, como la nave que nuestro sanct Vicente Ferrer dixo que venia preicando en Barcelona, que fué gran remedio para matar la hambre que tenian los catalanes. Dixo Joan Fernandez: Don Luis Milan, pues si supiésedes cómo sabe matar la hambre el señor mastre Zapater, con más razon lo podríades decir; tan buenos manjares da en su hortecico para los cuerpos de sus amigos, como en el púlpito para los espíritus; vos más querríades los que da para el cuerpo que los que le quereis pedir agora para el espíritu. Dixo don Diego: Joan Fernandez, yo quiero responder por don Luis Milan, vos no dejais de tener buen palacio, mas teneis malas cámaras, pues huelen á mal decir, ¿de dónde sabeis vos que don Luis Milan querria más que el señor mastre Zapater le matase la hambre del cuerpo que la del espíritu? Yo bien sé que os ha movido á decillo por jugar del vocablo de la hambre que don Luis Milan sacó; y vos, por mostrar que es mucho del palacio levantar conversacion jugando del vocablo, hablais como diablo. Pues el buen dejo del avisado ha de ser dulce, y no como del truhan, que es amargo; que lo mejor del cortesano es que el burlado quede contento del burlador, y quien esto no sabe hacer, déjese de burlar si no quiere enojar, que si malas burlas apénas se pueden sufrir á ley de honra de un truhan, no es razon se sufran á un galan, que lo que enoja no es cortesanía sino descortesía, que puesto que no obliga á honra uno que vive de hacer el loco, pero no se le ha de sufrir que desautorice la autoridad, porque la reputacion no se pierda en ser reida de quien debe ser acatada, que los ignorantes no tienen ojo sino á la risa; y por lo que se puede decir que entre avisados se sufre burlar lo que entre simples no se debe hablar, tengo por bien que don Luis Milan disimule y dé en callar, y Joan Fernandez en no enojar, que la cólera en todos tiempos se debe templar. Dixo don Francisco: Don Diego habló tan bien como entiende, y entiende tan bien como habla; no se ha dicho mejor licion sobre el caso. Lo que yo querria añadir con su licencia es esto: El cortesano no es obligado sino á callar, quando no está para bien hablar si no es á juego forzado, que no hay muestra quando la honra y obligacion obligan á responder, como es á satisfacer injurias, ó á preguntas que sois obligado á dar respuestas. Dixo mastre Zapater: Yo alabo esta conversacion, por la mejor que he oido sobre el caso, en lo que es buena, y no puedo alabarla en lo que es mala, y en lo que es buena es en aquello que hace un cortesano buen cristiano, y en lo que es mala es en lo que hace un cortesano mal cristiano. Todo lo que don Diego habló es tan bueno, que no hay que reprender, sino alabar; pues no puede ser buen cortesano que sea avisado para el cuerpo y nescio para el alma, que si vamos tras agudezas de palacio perjudiciales á nuestro prójimo, para hacer reir á los cuerpos hacen llorar á las almas, pues en la córte celestial dan grandes penas por las culpas; que tan buen cortesano ha de ser para la córte del cielo como para la de la tierra, porque nunca contentará al Criador el que deshace la criatura burlando della. Que las burlas que hacen Perder la reputacion Al burlado y burlador, Castígalas el Criador. Pues las más veces el burlado queda honrado del burlador por justicia del Señor; que si el burlado queda para los necios derreputado, el burlador es condenado de los sabios por malhechor. La conclusion d’esto es ésta: Lo que no querria nadi para sí, no le quiera para otri, pues para ser verdadero sabio, no puede ser sino haciendo lo qu’este dicho dice: Esta vida tan penada, Si quereis que en bien acabe, Aquel que se salva sabe Qu’el otro no sabe nada. Dixo don Luis Milan: Señor mastre Zapater, gran jornada ha sido ésta, en ser vuestra merced en ella, pues vuestro decir ataja porfías y vuestro saber adoba razones. Mucho debe á Dios por lo que le dió, pues por él tanto alcanzó; y pues tan bueno es para todo, téngase por corregidor de la gala, porque algunos la hacen ginagala. Unos hay que dicen malicias encubiertas con palabras á dos sentimientos, para salvarse con decir: Yo no dixe á mala fin lo que me han tomado por mal, y si á vuestras mercedes parece, con éstos se debe disimular por no obligarnos á responder. Hay otros que declarando la malicia dicha por otro, con boca ajena dicen mal por la suya; y por esto hay un refran en valenciano que dice: Qui la splana la gasta, como hizo don Diego, que, interpretando la hambre que dixo que me mataria el señor mastre Zapater, hizo malicia de lo que no debia ser; y por esto no es bien hablar por otri, sino en absencia de vuestro amigo si le perjudican, como en este cuento diré: Un caballero castellano dixo una malicia con palabras cubiertas á un portugues competidor suyo, y no respondiéndole, quiso un otro castellano responder por el portugues, declarando la burla encubierta que su competidor le habia dicho, y enojado d’esto el portugues dixo al castellano que por él habia respondido: Castelau, vos falais con tres bocas, con la vostra é con la miña é con vuestro rabo, que en Portugal rabo é quien fala mal. Y pues tal Zapater tenemos, que sabe calzar á la medida de cada uno, declárenos si hay errores que tengan desculpa ó no, que por esto llamamos á vuestra merced. Dixo mastre Zapater: Yo diré cristianamente lo que d’esto siento; pues los cortesanos no dejan de sello por ser buenos cristianos, mucho deben huir todos de los errores que no tienen desculpa, como son aquellos por quien se pierde la honra y el alma, que agora oireis: Nadi debe venir á ménos de su palabra sino en lo que no se debe cumplir, como prometer lo imposible y obligarse á lo que no podéis; que si uno prometiese dar su hija por mujer, ó hacerla religiosa, y ella no quisiese uno ni otro, no’s tenido á tener su palabra, y si la tuviese, sería ir al infierno; ni ménos debe tenella quien prometiera casarse por tercera persona, si ántes de ser casado mudase de parecer; verdad es que son tenidos por muy vanos y de poco saber los que prometen lo que no deben ni pueden tener, y por esto es de muy sabio prometer lo que se puede y debe tener, y despues de prometido, no dexarlo de cumplir por ninguna cosa, porque el hombre sin verdad, cuando la dice no’s creido y queda sin autoridad, que sin ella todas las habilidades de los hombres son tenidas en poco, y muestran ser poco de la misma verdad los que no son della. Tambien derreputa mucho la traicion, pues el cielo y la tierra no la pueden sufrir, no tardando en dalle la pena que merece. No’s de callar el ladronicio, pues el ladron es tan derreputado y aborrecido, que Alexandre, príncipe muy bueno, tuvo tan gran ódio con los ladrones, que, segun Elio Lampidio escribe d’él, en viendo uno dellos, luego iba para sacarle el ojo con su dedo, y tan gran rencor tenía á los infamados de algunos hurtos, que si acaso les veia se le alteraba el corazon, que venía á echar cólera por la boca, y así se le abrasaba el gesto con la gran ira, que no podia hablar. ¡Oh noble enojo y de ánimo generoso, como en este cuento oiréis! Un varon de los que falsamente nombran honrados, habiendo sido algunas veces culpado de hurtos, quiso presumptuosamente, con favor de algunos reyes, sus amigos, subir á la órden de caballería, y como fuese luégo tomado por ladron, preguntó Alexandre á los reyes, por cuyo favor habia sido caballero aquel varon, que le dixesen que pena tenian entre ellos los ladrones, y respondieron que la horca, y así le mandó luégo ahorcar diciendo: No merece honrada muerte quien tuvo deshonrada caballería. No’s de callar la cobardía cuán vil cosa es, pues apoca y derreputa tanto cualquier hombre, que no se debria dar honra alguna á quien no tiene ninguna, pues no está bien dar oficio honrado á quien no le puede honrar; que los cargos y oficios y gobiernos no los debrian tener los de flaco ánimo, habiendo tanto menester la fortaleza como la sabiduría para dar buena cuenta de sí, que muy poco aprovecha la sabieza para gobernar, si falta la osadía para esecutar; y considerando los reyes de España cuanto conviene la fortaleza de ánimo al caballero para dar buena cuenta de su oficio, no se da la cruz de Santiago á quien se le pruebe que haya perdido honra, como en este cuento oiréis: Vino un caballero á demandar la cruz, y probadas todas las cosas que suele probar la órden, si era bueno para recibille por comendador, determinaron de dársela, y estando para recibilla, él les demandó á que era obligado, y ellos le dixeron: Primeramente habeis por fuerza de ser valiente; y él les respondió: Si quereis que lo sea de grado, si no quedaos con Dios, que no quiero valentía por fuerza, y así se fué que no le recibieron, pues mostró ser cobarde. Gran virtud es la fortaleza de corazon, mas ha de ir siempre apegada con virtudes, pues no puede ser buena si no es virtuosa, ni ser alabada sino entrando en los peligros que puedan honrar y no deshonrar; y así se determina, de los que son obligados por oficios y gobiernos y cargos, que se hayan de ofrecer á los peligros por sus repúblicas y fidelidades, y no temer la muerte, que para siempre hace vivir, y en general obliga á todos conservar honra virtuosa conforme á su estamento, y no irla á buscar, que son locos los que las más veces que la buscan la pierden, pues quien busca honra con perjuicio de otri, la pierde con daño suyo; piérdense muchos en no medir su corazon con su poder, que gran corazon sin gran poder es gran locura. Dixo Joan Fernandez: Señor mastre Zapater, preguntaron á uno que habia oido preicar á san Bernardo, que dixese cómo le habia parecido, y respondió: _Vidi hominem, et audivi angelum_. Así me ha parecido vuestra merced. Dixo don Diego: Decí, Joan Fernandez, ¿cómo hablais latin? ó vos le teneis ó no; si vos le teneis, ¿dónde le tuvistes tanto tiempo escondido? ¿fué en Andilla ó en Liria, donde vos sois Leriano, ó en casa de mosen Rodela, de quien sois vos rodelero? ¿Ó en casa de don Anton, Donde vos sois un Sanson, No faltando Dalida, Que siempre vendido os há? Y si latin no teneis, Suplíco’s que no le hableis. Que veo reir al Paje del mal recaudo y apodaros há el Papagayo del papa Paulo, veneciano, que habló en latin muy cortesano. Dixo el Paje del mal recaudo: Señores, _pax vobis para nobis_, tras la puerta oí un latin que dixo mi señor Joan Fernandez, y no esté nadí espantado, que mucho há que es latinado y muy buen griego, que su maestro fué Diego y Juan de Sevilla. Dixo Joan Fernandez: Don Diego, hacé buen broquel, pues habeis sacado contra mí vuestra lengua espada; luenga queria decir, y la teneis tan larga como la mula del portugues, que en este cuento oiréis: Tenía un portugues una mula que lo más cabalgaba con ella porque la hacia rebuznar cuando le daban de motes, y tenía la lengua tan larga, que la traia colgando fuera de la boca; y sirviendo á una dama, competia con él un otro portugues, gran motejador, que por no respondelle daba siempre en callar, y fatigándose un dia de muchos motes que le daba delante la dama que servian, dió ocasion su competidor que un paje le motejase como vos lo habeis hecho agora conmigo, por el latin que ha sacado el Paje del mal recaudo á causa vuestra, y diciéndole su dama cómo no respondia por sí á los motes que le daban, respondió: A motes mulos responda meu mula, que ten larga lengua é muito rebuzna. Dixo don Francisco: Departir querria á don Diego y Joan Fernandez con un otro cuento que diré: Competian don Antonio de Velasco y don Juan de Mendoza sirviendo á una dama de la reina doña Isabel, mujer del Rey Católico, y dándose de motes un dia delante el Rey y la Reina donde estaba su dama, dixo don Antonio á don Juan: _Pregunta._ Decidme, pues sois galan, Por vida d’una Doñana, A deciros doña Juana, ¿Fuera yo vuestro don Juan? _Respuesta._ Don Antonio de Velasco, Vos seríades buen hombre, Sino por vuestro renombre, Que diciendo está Ve lasco. _Preg._ Don Juan, adeviná, Por vida de nuestra dama, A cuál de los dos desama, Pues adevinado está. _Resp._ Adevino que á los dos, Qu’es el pago que esperamos, Que pensando que burlamos, Burlará de mí y de vos. _Preg._ Otra cosa decir quiso Vuestra boca, si mandais, Que segun lo que mostrais, Vos creeis ser un Narciso. _Resp._ Para yo bien responder, Lo que vos callais me toca, Uno teneis en la boca, y otro es vuestro parecer. _Preg._ ¿Para qué vais sospirando Por amores noche y dia, Que yo no sospiraria, Para sospirar burlando? _Resp._ Más nos dais vos que decir Con los ojos lloradores, Pues que no llorais d’amores, Sino es de mucho reir. _Preg._ Pañizuelos sois d’amor, Siempre traeis pañizuelo, No llorais d’amor un pelo, Y mostrais ser llorador. _Resp._ Mi llorar es de manera Como yo siento l’amor, Quien adentro es llorador, Nunca llora lo de fuera. _Preg._ Al cielo siempre mirais, Digan os tan blanco el ojo, ¿Para qué tomais enojo De lo que n’os enojais? _Resp._ Si yo voy mirando al cielo, Vos tambien sois estrellero, Vais buscando aquel lucero Que perdisteis en el suelo. _Preg._ Vuestro amor es estafeta, Que de gran desdicha trota, No correis á la extradiota, Sino siempre á la jineta. _Resp._ Si estafeta soy d’amor, Soy lo siempre de aventaja, Pues á vos os dan la paja, Y á mí el grano d’amador. _Preg._ Si una dama sospirase, Por cierto yo creeria Que por vos sospiraria, Aunque de mí se acordase. _Resp._ Aunque sois engañador, Vos n’os engañais agora, Que dama sospiradora No será de vuestro amor. _Preg._ Estais d’amor tan relleno, Que podeis dar á los dos, Y teniéndole de vos, Para malo será bueno. _Resp._ Del relleno que burlais, Que por burla lo quereis. Tan vacío quedaréis, Como vos d’amor estais. _Preg._ Desengaños desde agora, No vivais más engañado, No estais mas enamorado De lo que en vos enamora. _Resp._ Nunca vi mayor engaño, Vos mirais con tal antojo, Veis un no sé qué en mi ojo, Y no veis vuestro mal año. _Preg._ La mano os daré de grado, Si vos no le dais del pié, Que de porfiar gané, Más que no de porfiado. _Resp._ Yo no quiero vuestra mano, Ántes y’os daré la mia, Que en tomarla perdería La que yo gané de mano. _Preg._ En paz debemos quedar, Y en amores en abierto, De los motes quedo muerto, Pero no del motejar. _Resp._ De la paz yo no me esquivo, Sea como vos mandais, Cuando más muerto quedais, Dais á entender que sois vivo. Dixo don Luis Milan: Don Francisco, don Francisco, ¡quién no te las entendiese! Mostrastes querer departir, y daréis más que partir; habeis sacado los motes de los más galanes cortesanos que en el mundo fueron, ¿y quereis con tizones matar tizones, y con carne departir carne y perro? Vos no buscastes sino guerra; que envidiosos no sufren á mayores, que por no mostrar que lo fueron don Antonio de Velasco y don Joan de Mendoza, se matarán á motes don Diego y Joan Fernandez. Dixo Joan Fernandez: Mirá qué duda, apercibíos don Diego que ya soy con vos; y si quereis ayudador, sea don Luis Milan, que cuanto más monos más ganancia. Perdonad que moros quise decir, pues lo sois en amores. Dixo don Diego: mucho estais gallardo, Joan, mucho estais gallardo, y no sé de qué, pues cuando fuistes á la córte, lo ménos que parecistes fué de lo que más os confiais. Que la ocasion muestra el varon, como dice este mote: Nadie se confie, no, Hasta ver dónde allegó, Que no está en el parecello, Sino en sello. Y por qué no es bien disimular lo que no se debe, responderé á vuestros donaires, pues van por los aires cantando: Mi gavilan, señora, Por los aires vola. Y él no vuela sino de noche como murciégalo, cazando moscas de ramo, que son rameras. Perdonad que romeras quise decir, que Joan Fernandez es romero en amores, que el otro dia le cantaba la cortesana de su córte doña Antona de don Anton de Vilaragut y de Heredia: Romerico, tú que vienes De donde serrana está, Di, ¿cómo d’amor te va? Y n’os maravilleis si me he destemplado con vos en sacar vuestras romeras, pues tambien os destemplastes con don Luis Milan y conmigo, apodándonos á monos, que’s un género de milicias, que dan un bofeton con un perdon, como este dicho dice: Al juego del abejon Parece el muy mal burlar, Perdon piden para dar Un bofeton. Dixo Joan Fernandez: Don Diego, más motes teneis en el cuerpo que un meson de camino, para general de mesoneros seríades bueno, pues no hay meson que no esté don Diego Ladron en este mote: Ladron de nadi Sino de mí. De manera que si os perdemos, hallarémos á don Diego Ladron de meson en meson, que por cierto Mas es gala Mesonera, Que de sala; el que va escribiendo por mesones en carbon sus intinciones. Merece ser muy burlada la gala qu’es mascarada, como oiréis en este cuento: Un portugues era muy galan, sobre callado, y un castellano competia con él en amores, y era galan muy fanfarron que jamas callaba; y estando los dos un dia delante la dama que servian, el castellano, pensando ganalle la dama por decidor, dábale muchos motes; y el portugues en acabar el castellano, le corrió con este apodo que le hizo: Castelau, heu vos apodo á meson de camino geno de motes. Don Diego, tenéme por entendido, pues sabeis á resabido. Dixo don Luis Milan: Más cortesano fué el portugues que no el castellano, que la trecha para matar un verboso decidor es callarle hasta que ha revesado toda su verbosidad, y en acabar darle con un apodo, ó con un cuento tal, que sienta el hierro con que no saque sangre, como hizo este portugues, que le apodó muy al natural al verboso castellano que pensaba ganalle la dama á motes; esto es la cosa que más debria enfadar á las damas, y no sólo no reirse de servidores, motejadores pesados, mas debrian mostrar enojarse, porque se pierde el acato que se debe tener delante la dama, y la autoridad del motejador por parecer truhan más que galan, y tambien la del motejado, pues parece atambor de guerra que tocan alarma con él. Lo que yo haria en tal necedad, hacer lo que hizo este portugues, que callando por no parecer truhan, como su competidor, tuvo más saber y más autoridad y más vergüenza y crianza, que son cuatro cosas, que teniéndolas un servidor feo, le hacen parecer hermoso, y no tenellas, á un hermoso hacen parecer feo, como en este cuento oiréis. Tenía una dama dos servidores, el uno muy galan, sobre callado, y el otro muy verboso decidor, y el callado no era hermoso y el verboso era gentil-hombre; y como algunas veces el verboso fatigase á motes al callado, delante la dama que servian, oyéndolo un dia una muy amiga suya le dixo: Señora, ¿há mucho tiempo que tura esta farza? y ella respondió: Muy poco para lo que yo me doy cata d’esto, y mucho para lo que me enfada d’ello; mostrando que nadi se debe catar de lo qu’es bien disimular y mostrar enojarse de lo que puede desacatar. Y turando mucho este mal palacio, díxole el servidor callado á la dama que servian: Señora, aunque á mí me cueste la vida dejar de serviros, más quiero perdella que enojaros, ¿qué manda vuestra merced que se haga d’este mal palacio? ¿irnos hemos ó quedarémos en vuestro servicio? Dixo ella: pues á mí habeis dexado el cargo, oid lo que diré á los dos: Quedad vos para feo hermoso, y vos íos para hermoso feo; y así se fué el verboso bien pintado, pues la locura hace feo al hermoso, y quedó por servidor el callado, pues la cordura hace hermoso al que es feo. Dixo Joan Fernandez: Don Diego, aunque don Luis Milan ha embarrerado esta lanza de conversacion, tan deleitosa como provechosa para estorbar nuestros motes, no se deben excusar los caballeros dejar de hacer lo que la honra les obliga, porque no parece caballero sin ella, y aunque don Francisco se reirá que nos ha hecho picar, mejor es que se ría de lo que honrar nos puede, que d’aquello que deshonrar nos podria; si dejásemos de vernos en el campo de la gala que las armas son buenos motes que han de señalar sin sacar sangre; como en las armas de burlas de la esgrima, no parece bien ejecutar las veras porque no digan: No’s hombre de véras quien en las burlas muestra las véras; y pues esto es lo mejor, reciba este mote como á servidor: JOAN FERNANDEZ. No está mucho á su placer, Aunque en su placer está, El galan que mal le va Y muy bien al parecer. DON DIEGO LADRON. No he visto mejor pintor, Bien os habeis retratado; En las veras vais burlado, Y en las burlas don favor, JOAN FERNANDEZ. Del ojo está lisiado, El tomado de mal ojo, Porque da muy gran enojo Un ojo desamorado. DON DIEGO LADRON. Vos teneis lo que decis, De mal ojo estais tomado, L’ojo teneis regañado, Que regañando reís. JOAN FERNANDEZ. Del amor van condenados Los galanes á galeras, Que nos tiran por troneras Motes que son atronados. DON DIEGO LADRON. Vos burlais de tal manera, Que de vos eso si suena, Porque relampega y truena Vuestra gala por tronera. JOAN FERNANDEZ. Galan de ademanes frios, Que sus guantes siempre estira, Y ojos en blanco sospira, Hace venir calosfríos. DON DIEGO LADRON. Lo mejor que vos teneis Cuando no teneis que hablar, Vuestros guantes estirar, Que rasgados los traeis. JOAN FERNANDEZ. Gran ventaja nos llevais, Y aunque no sería poca, Si hablásedes de boca Lo que con dedos hablais. DON DIEGO LADRON. Cuando con los dedos hablo, Quiero señalar á todos, Que vuestros cuentos y apodos Los den todos al diablo. JOAN FERNANDEZ. Ó vestí como hablais, Ó hablá como vestís, Que de aquello que reís, A reir mucho nos dais. DON DIEGO LADRON. No burlemos del vestir, Pues que no teneis vestidos Que merezcan ser reidos. Sino para hacer reir. Dixo mastre Zapater: Mucho me he holgado d’este palacio tan avisado, que nos ha hecho reir sin perjuicio de nadi, que la conversacion que perjudica es de perro que ladra y muerde; y cree que los hombres de mala lengua, los más hacen mala fin, y el diablo va muy apegado con ellos, como en este cuento, que fué verdad, oiréis: Un labrador tenía muy mala lengua, y tuvo el mal espíritu en figura de perro siete años en su casa, y cada sábado desaparecia, que no sabian qué se hacia, y no volvia hasta el domingo de mañana; y como se dieron cata d’esto, un hijo de casa tuvo cuidado de no perdelle de ojo, y vió que se iba fuera del lugar, y siguióle una legua hasta que fué á parar al pié de un monte, donde le esperaban muchos perros que se pusieron á bailar, y á ratos se mordian y ladraban, y el hijo del labrador, muy espantado, contó á su padre todo lo que habia visto; y volviendo el perro, fué atado con una cadena y conjurado por el cura del lugar, que le dixese si era el diablo y lo demas que dél queria saber, y respondió que sí, y que estaba esperando al señor d’aquella casa para llevárselo cuando se muriese, que, por ser muy maldiciente y jurador, era compañero suyo, y que ya se lo hubiera llevado sino porque decia cada sábado el rosario de la Vírgen María, y que los otros perros con quien bailaba eran demonios como el que aguardaban, y hacian compañía á maldicientes y juradores, para llevarlos al infierno cuando pudiesen. Porque veais quién es el compañero del maldiciente y jurador; y si el Paje del mal recaudo, que delante se lo digo, no deja de ser blasfemo y de mala lengua, creeré que el perro, que muchas veces va tras él, es algun familiar, y no lo tengais á burla, que más demonios van que moxcas entre los hombres que nos tientan á mal decir y hacer; así como los ángeles, custodios nuestros, nos aconsejan á bien obrar, por donde en las voluntades que teneis, si son buenas, conoceréis que vuestro ángel custodio os aconseja, y si son malas, el mal espíritu, que si don Luis Milan quiere echarle de aquí, taña un poco, que no faltará el demonio de la envidia que alguno terná á su música, y saliéndole del cuerpo, podrá alabar las obras de Dios que el envidioso deshacer quiere; guárdense de la envidia, que pierden por ella al Criador y á la criatura. Dixo don Luis Milan: Denme la vihuela, que para luégo es tarde, para sanar un envidioso. Oyamos qué horas tocan; las doce han dado: mudemos de parecer, que si agora tañese y cantase, me apodaria el señor Joan Fernandez á galo relóx, que canta á media noche. Mejor será dexarlo para mañana á la noche, delante el Duque y la Reina, que me han mandado les dé una cena de lengua y manos, tañendo y cantando la aventura del monte Parnaso, donde me vi. Vuestras mercedes podrán decir ántes de la mia cada uno la suya, que nunca faltan aventuras á quien buenas las busca; y quedando con este concierto acabamos la noche, que no lo parescia con tal compañía; que dia es todo conversar con muy buen modo. _Acaba la quinta jornada._ [Illustration] [Illustration] JORNADA SEXTA. Y halláronse todos al Real á la hora que tenian concertado de ir, y dixo don Luis Milan: Sepan vuestra alteza y su excelencia que yo vengo esta noche para hacer un descargo del cargo que tenía, de dar la cena que me mandaron de lengua y manos, de tañer y cantar, y á la postre daré por confituras la aventura del monte Parnaso, donde fuí probado y puesto en muy gran peligro, por la residencia que me tomaron; y porque no se me enojen los que esperan la música, quiero tomarme la licencia para darla, que para no dar pesar licencia se puede tomar. Y denme la vihuela que me han traido, y cantaré con esta primera obra las obras que las damas suelen hacer. Y es una carta, que para ganar, si á cartas jugára, el resto del amor ganára; y dice así: Carta mia, pues que vas En pasos de tanta gloria, Si no son en mi memoria, No te acuerdes de mi más; No vuelvas de tal manera, Que me hagas más mortal De lo que yo ántes era, Porque no seas mensajera De mi bien para mi mal. Y en llegar delante aquella, Do mi voluntad te envia, Para conocer si es ella, Conocerás que no es mia; Y despues de conoscida, Para que quiera leerte, Di que sólo fué tu ida A mostralle con mi vida Un traslado de mi muerte. Preséntale mi corazon, Donde siempre se verá Quien bien retratada está, Segun es su condicion; Muy perfeta al natural El amor la retrató, Pues le soy en todo tal Para sufrir tanto mal, Cuanto yo contento estó. Lévale mi entendimiento, Porque vea en lo que entiendo, Que velando ni durmiendo, No le busco descontento; Basta lo que le he buscado, Aunque no soy de culpar, Que si estoy enamorado, Téngame por desculpado, Pues es para enamorar. Mi memoria le presenta Por espejo que se vea, Como está en mí su idea Muy hermosa y mal contenta; Es tan grande su hermosura, Que aunque no me quiera ver, Contemplando su figura, Todo gusto de tristura Se me convierte en placer. Muéstrale mi voluntad Cuanto está llena de fe, Aunque sabe que yo sé Que no duda la verdad; La verdad trastrueca y muda, Nómbrame desamador, Que para mostrarse cruda, Pone la verdad en duda, No dudando de mi amor. Preséntale mi sentido, Si es á su contentamiento, Cuando tengo sentimiento De verme su aborrecido; Que si yo no me sentia De ser d’ella despreciado, Tan mal le pareceria, Por lo que no sentiria Como por demasiado. Mi pensamiento doliente De pensar en su dolencia, Le pornás en su presencia, Si le terná por presente; Dile que dentro de mí Tan presente siempre está, Que el tiempo que no está en si, Tanto yo la tengo aquí, Cuanto no me tiene allá. Muéstrale mi gran sufrir, Aunque tú lo mostrarás, Cuando por mí te verás Estos tormentos sentir; Luégo te dará un tormento, Que es muy recio de pasar, Tal que en decillo lo siento, Y es el descontentamiento, Que ella me suele mostrar. Y tras este tan cruel, Luégo un otro te dará, Que nunca te mirará Por no mirar mi papel; Otro tormento de fuego Te dará mucho peor, Y será darte gran fuego, Que te vayas luégo, luégo, Por ser yo su servidor. Y por cuanto has de hacer No seas desacatada, Sino, tú serás rasgada, Y rompido mi placer; Y si vieres sentimiento De alguna voluntad, Di con mucho acatamiento, Ved qué tal es su tormento, Que vos le tengais piedad. Bien sé luégo que dirá: ¿Quién te puso en tal locura, De ponerte en aventura Por quien ventura no ha? Di, que piedad de ver Un dolor de verme tal, Que podria merescer Que holgase de leer Una letra de mi mal. Dile más, cómo me dejas Esperando tu venida, Entre la muerte y la vida, Dando de mi vida quejas; Y que son de calidad Las quejas de mi pasion, Que pueden poner piedad A la mesma crueldad, Ántes que á su corazon. Y si algo se le antoja En decille que es cruel, Dile que lo dice aquel A quien ya el vivir enoja; Y á quien ya su mal le tiene Tal, que dice el que no sabe: Pues que sabes dó me viene, Trabaja que más no pene, Ó que mi pena m’acabe. FIN. Dixo el Duque: Don Luis Milan, no se podrá decir por esta carta: de las cartas placer hube, de las palabras pesar. Respondió Joan Fernandez: Yo le perdono la confianza que tuvo ántes de cantar, cuando dixo que si á cartas con esta carta jugára, el resto del amor ganára; aunque no me ganaria si en amor fuese mi competidor. Yo le hiciera una primera, que primero en l’amor fuera de bien querido, de mejor haber servido. Dixo don Diego Ladron: A lo ménos de confiado el resto le teneis ganado, y á las veces lo que engaña desengaña, como muestran vuestros trabajos en amores, que son desengañadores, de esa confianza vuestra como se muestra. Dixo don Francisco: Más estais vos confiado por haber desengañado á tal Joan, que sus pensamientos van volando como mariposas, que se queman tras hermosas de gran lumbre, por rodar por alta cumbre. Dixo el Duque: Muy bien habeis discantado sobre la carta que ha cantado don Luis Milan; pues mejor discantaréis si las siete angustias canta, que l’amor hace pasar á quien más siente en amar; y por vida de quien más quereis, que las canteis. Y don Luis Milan respondió: Por vida de quien lo mandó cantaré, y son estas que diré: LAS SIETE ANGUSTIAS DE AMOR. Canten los gozos de amor Los que sienten alegrías, Y yo las angustias mias, Pues que siento su dolor; Y dirélas lamentando Con voz de extraña tristura, Ofreciéndolas llorando Á la perfeta figura Que siempre estoy contemplando. La primera angustia siento, Causada del desear, Cuando n’os puedo mirar Sino con el pensamiento; Pues si es gran padecer No veros y contemplaros, Ved cuán mayor debe ser, Cuando yo alcanzo á miraros, Y vos no me quereis ver. La segunda angustia triste Siente más el más sufrido, Porque el gesto va vestido De lo que l’alma se viste; Esta es sin comparacion Por sufrir lo que se siente, Que si pena el corazon, Amor escribe en la frente De que pena la pasion. La tercera angustia alcanza El servidor á la hora Que conoce en su señora Ser perdida su esperanza; Pues mi esperanza perdida, ¿Quien la perdió como yo? ¿Quien la tuvo tan sin vida, Que primero se secó Ántes que fuese nacida? La cuarta por mi dolor, Que mil veces he gustado, Es aquel cruel desgrado Que mostrais con disfavor; Ora ved qué tal me siento, Si es firme mi firmeza, Que con tal conocimiento, No puede vuestra crueza Estragar mi sufrimiento. La quinta angustia parezco De muerto y descolorido, Que estoy muerto en vuestro olvido, Y vivo en lo que padezco; ¿Quién se vió tan olvidado, Que ante vos se halle ausente, Sino yo desesperado, En mi mal siempre presente, Y en su presencia pasado? La sexta sentí en veros, Qu’es el temor de enojaros, Mas quien no puede ganaros, ¿Por qué ha de temer perderos? Quien nunca tuvo favores, ¿Por qué teme disfavor? Porque en el trato de amores Se confia el amador Con sospechas y temores. La setena y la mayor Es la angustia del partir; ¡Oh, cuán grave es de sufrir Si dejais competidor! Pues si es cosa conocida Al tiempo del despediros Ser gran trance la partida, Más es no poder partiros Cuando ella está partida. Hé aquí, gentil señora, Las siete angustias d’amor. Que siéndo’s tan servidor, Siento cadal dia y hora. No me perdí, mas perdí En esta triste jornada Lo que sentiréis de mí; Siete años te serví Sin de tí alcanzar nada. Dixo el Duque: Si tan poca pena diesen en sentirlas como en oirlas, ántes serian gozos que angustias, pues tanto alegra vuestra música. Respondió Joan Fernandez: Señor, el uno y l’otro creo que son, parecen gozos por lo poco que siente angustias de amor don Luis Milan, y no dejan de parecer por lo mucho que muestra sentirlas cantando que de amor se va burlando. Dixo don Francisco Fenollet: Para saber desto la verdad, cantemos tras las angustias los gozos de amor, que siendo las dos obras suyas, en cantar se verá, Que si él se alegrára, Nos dirá su corazon, Que sus angustias gozos son. Dixo don Diego Ladron: Si los cantais, sean por don Pedro Milan y gozos nos parecerán, pues su alteza os hará mucho favor cantando por su servidor. Don Luis le respondió: Para gozos parecer, Así lo entiendo de hacer. Y son éstos: Siete gozos cantar quiero Que el amor me hace sentir, Por mostrar Que por más y más que muero, Siento gozo de sufrir Por amar. Si por ser vuestro sufrido Quiere amor que por constante Valga más, No me vea tan perdido Que en lugar de ir adelante Vuelva atras. El primer gozo de amor Que siente el enamorado Donde ama, Verse en honra el amador, Por estar bien empleado Puesto en fama. Es tan grande este contento, Que jamas dejo de veros No mirándoos, Porque mira el pensamiento Con los ojos del quereros Contemplándoos. El segundo gozo siente L’amador cuando recrea En los amores, Que de aquello se contente, Que ninguna cosa afea Disfavores. Como yo que siempre quedo Tan contento de que quiera Y tan ufano, Que si me diera su dedo, Nunca yo el villano hiciera Con la mano. El tercero gozo gusta Quien mostró bien parecer Do quiere bien, Que su gusto no desgusta, Pues en cuanto debe hacer Parece bien. Recibir querria engaño, Que vuestra merced me quiere Para vos, Para huir al desengaño, Porque no me desespere De los dos. El cuarto gozo diré, Que’n veros siempre he sentido Todo gloria, Pensar que no moriré De la muerte del caido De memoria. D’este gozo gozará Quien nació bajo la estrella, Que ella es él, Ya veis, pues, si vivirá, Quien será para ser della, Y ella d’él. El quinto gozo contenta, Pues es cosa muy probada Ser mejor, Cuando se remata cuenta Que se toma d’el amada Al amador. Ésta nunca tomé yo, Que si de vos la tomára A vuestro grado, Quien de veros se pagó, De ménos se contentára Ser pagado. El sexto gozo es mirarse Los amantes muy hermosos En amar, Que si son para mostrarse, Son amores más gustosos De gustar. Lo que gusto no gustais, Señora, de la hermosura Que teneis, Porque todo lo matais, Pues que sois mata figura De quien veis. El seteno gozo digo, Si sois de mi parecer, Qu’es más gustado, Si el amiga y el amigo, Vinieren á poseer Lo deseado. Si es muy dulce merecello, Más y más es el gustallo Con descargo; ¿Quereis ver qu’es poseello? Que hace dulce el deseallo Siendo amargo. Dixo el Duque: Don Luis Milan, alegremente habeis cantado los gozos de amor, sepamos por quién los cantastes, que si fué por vuestro primo don Pedro Milan, Habeis sido muy galan, Por mostrar Que gozos sienten en amar, Aunque tengan disfavores, Los que rien en amores. Don Diego Ladron dixo: Señor, no se podrá decir eso por Joan Fernandez, que por tenerlos lloradores, alcatara es en amores, que se dice en valenciano alambique, que destila por sus ojos y nariz lágrimas por Beatriz de don Anton, que agua rosada son para ella; pues en la redoma della, qu’es su engaño, caen para su mal año. Respondió Joan Fernandez: Don Diego, Burlas de mozo de ciego Pareció vuestro burlar, Cuando para hacer reir, Pullas le hacen cantar. Dixo don Francisco: Bien parece que son gozos Los que el Milan ha cantado; Pues nos han regocijado. Agora os digo Que de gozos es amigo En los amores, Que no sufre disfavores; Pues que no es de los que lloran, Sino de quien va cantando. Buenas obras enamoran, Malas van desamorando. Dixo don Luis Milan: Órganos hacen de mí, Que mis flautas han tañido Como les ha parecido. No faltó buen manchador, Que’s el Duque, mi señor, Pues ha dado tan buen aire, Que me tañió don Donaire; El Fenollet, nuestro amigo, Que don Donaire yo le digo De esta vez; Que’es mal aire de traves, Que la mar levanta en puerto; Pues levanta un desconcierto, Que jamas sufrí en amores Disfavores. Don Francisco le respondió: Si me pagais una verdad, por lo que dicho me habeis, yo sé que lo otorgaréis por lo que sé, y si quereis, la cantaré. Y es la más linda cancion Que glosastes con razon; Y diréla con la glosa, Que la hicistes muy hermosa. Y esta cancion por respuesta Os quiero dar En este nuestro burlar. _De piedra puedo decir Que son nuestros corazones; El mio en sufrir pasiones Y el vuestro en no las sentir._ _Ha causado mi ventura Lo que más tuve temor, He topado con l’amor Haciendo mi sepultura._ _En su piedra vi esculpir Dos contrarios corazones; El mio en sufrir pasiones, Y el vuestro en no las sentir._ GLOSA. Sufro por vos tanto daño, Cuanto por sufrillo es honra, Que en su caso no es deshonra Sufrimiento tras engaño. De este bien tan mal estoy, Que estoy cerca d’el morir; Que por do quiera que voy, Si me preguntan quién soy, _De piedra puedo decir_. Es ya tanto lo que sufre Mi sufrido corazon, Que traigo por invincion Corazon de piedra zufre. Vos de no sentir dolor, Yo de sufrir sus pasiones, De este amor y desamor, De piedra dice el amor _Que son nuestros corazones_. Tales corazones dos En el mundo no se han visto, Esto hace el Antechristo, Qu’es l’amor que teneis vos. Dos contrarios se han juntado En nuestras dos condiciones, El vuestro desamorado, Que no siente ser amado, _El mio en sufrir pasiones_. Tanto siento vuestra culpa, Cuanto á mí me da gran pena, Que tenella yo por buena Del que digo me desculpa. Entre amor y desamores Siento muerte en mi vivir; Pues tengo por valedores, El mio en sentir dolores, _Y el vuestro en no las sentir_. Sóbrame tanta razon, Cuanto vos teneis muy poca, Que no hallo en vuestra boca Lo que en vuestro corazon. Ya no tengo á quién quejarme, Muerto estoy en mi ventura; Todo bien viene á faltarme, Qu’este mal para matarme _Ha causado desventura_. Mi mano sintió quién es Lo cruel de vuestra mano, Con el pié me dais de mano, Pues me veis á vuestros piés. Ya yo estaba temeroso De caer malo de amor, Mas es mal contagioso, Que se pega al más medroso _Lo que más tuve temor_. Mucho milagrosamente Una vez de amor curé, Y hartas veces yo juré De quitar inconviniente. Viendo causa yo cerraba Los ojos d’este temor, Del amor me desviaba, Cuando más d’él me apartaba _He topado con l’amor_. Yo estaba muy espantado, Que no estando ya con él, No pudiese huir d’él, Y vi ser juego forzado. Y aunque más miré por mí, Me mató vuestra hermosura, Y tan muerto me sentí, Que luégo al amor le vi _Haciendo mi sepultura_. Con el duro mármol frio D’ese vuestro desamor, Labrando estaba el amor En este sepulcro mio Estas letras que decian: Muerto estaba por morir, Y matar no le querian; Y otras más que se leian _En su piedra vi esculpir_. Esta sepultura honrada, Pues deshonra se me hacia, Pues que por ella le via Ser mi vida deshonrada. Lo que ser vuestro me honraba, Gastaban dos condiciones, La vuestra me despreciaba Y era porque lo causaba _Dos contrarios corazones_. Tan desavenidos fueron Vuestro corazon y el mio, Que muy duro mármol frio L’uno al otro se volvieron. De vos tengo compasion Que n’os tengan compasiones, Porque veo á perdicion, El vuestro en no sentir pasion, _El mio en sufrir pasiones_. Con tal condicion tan dura, Hacer paz sería excusado, Que el amor reconciliado En ningun tiempo asegura. Quien no sabe agradecer, Nunca puede en paz vivir; Mi corazon veo perder De pasiones padecer, _Y el vuestro en no las sentir_. Dixo el Duque: Bueno ha sido el manchador, Que por manchar ha sonado La glosa que s’a cantado; Pues burló como á galan El Fenollet al Milan, Que de piedra corazones Tenian en sus pasiones, Don Francisco de sufrillas Y el Milan de no sentillas; Por lo que le motejó Que nunca angustias sintió, Sino gozos en amar; Diciendo qu’es burlador en amores, Que todo se pasa en flores; Y el coge d’este burlar, Frutos por disimular. Respondió Joan Fernandez: ¿Qué frutos puede coger? Camuesas deben de ser Encamusadas, De mal frances desnarigadas. Respondióle don Luis Milan: Esas vos las conoceis, Que d’esas camuesas comeis, Cuando con mosen Rodela Cenais á lumbre de vela, Embelesado, Pues os tiene encandilado Con una cierta Beatriz, Que postiza la nariz La tragais, Y por coplas alabais Su gesto; qu’es todo risa, Que tragueis nariz postiza. El Duque dixo: Yo sería de parecer que las damas de vuestra alteza oyesen la música de don Luis Milan, que mucho lo desean; mándelas venir, Que sin damas los galanes No se muestran lo que son, Que piedra toque es la ocasion. Las damas de la Reina vinieron; que la señora doña Leonor Gualvez, que’s guion de la gala, habló á voluntad de todas y dixo: ya que en jubileo de música nos hallamos, pues por jubileo se deja oir don Luis Millan, las damas quieren mostrar: Que de sabio es no mandar El mandador, Que mandado es muy mejor. Como verémos en vos, que os dejaréis mandar de las damas en dalles cuanto os pedirán; y la primera quiero ser yo, que os mando me canteis sonetos vuestros, porque gustemos de los sonsonetos, que nos harán bien callar y mejor hablar para entendellos. Don Luis Milan respondió: Señora doña Leonor, si por jubileo me dejo oir, no se maraville vuestra merced, pues por jubileo se dejan ver las damas, y no para sacar almas de penas, por donde, siguiendo yo sus pisadas, no me perderé. Que no es bien dejar pisar lo que debe estar en pié; yo no soy tan desmandado de no dejarme mandar donde soy muy bien mandado. Y pues aquí está mi palomando que mandar me puede, yo me doy por mandado. Dixo el Duque: Bien muestra en su hablar don Luis Milan que los milanes vinieron de los griegos con Hércules en Italia, pues habla con la brevedad d’ellos, como agora ha dicho en este vocablo, palomando, queriendo decir palo y mando. Y en los motes que se dieron el Joan y el Milan para ganar el retrato de su dama, hay otro que dice Encasamalo por abreviar lo que dicen en valenciano: Bell en banch y mal en casa. Y el nombre que agora ha puesto á don Francisco, que dice Dondonaire, queriéndole decir en valenciano Don, dona, aire, haciéndole fuelle, que es mal aire lo que da; y tambien nos ha dicho poco há que la ocasion es piedratoque, queriendo decir que es piedra de toque, que descubre á cada uno de qué metal es; y muchos otros que ha dicho, imitando á los lacedemonios griegos en esta brevedad, que con sólo un vocablo se diga una sentencia, que los latinos muy poco lo acertaron á decir. Fué este modo de hablar en tanto tenido, que Petrarcha recita en su libro _De próspera y adversa fortuna_, una palabra que solia decir Andromaca, mujer de Héctor, á su marido, y era ésta, Demome, que quiere decir: Buen hombre, tu gran corazon te echará á perder. Es tan cortesano el corto hablar, que _vorria sensa parlar eser inteso_; y no le estorbemos el gran mandamiento que le han hecho, que cante sus sonetos. Respondió don Luis Milan: La mejor respuesta que se puede dar, obedecer á buen mandar; y empezó á cantar este SONETO. 4. 7. Si voluntad merece ser pagada Por cual razon, no soy d’esto pagado, Diréisme vos, pues has mal deseado Mal desear, pagalle con no nada. Respondo yo, qu’es muy perjudicada Mi gratitud, que nunca os ha enojado, Respondereis que debe ser juzgado Lo que sin ley no es cosa bien juzgada. Si fuese yo juez d’esto, aunque soy parte, Con gran razon daria ley en esto, Que lealtad gran lealtad merece. Pues buen amor no tiene ningun arte, Y en bien amar á todos gano el resto, Quien meresció jamas no desmerece. Dixo don Diego: Don Luis Milan, en pleito habeis traido vuestra dama, y respondistes por ella, haciéndoos procurador de los embargos, respondiendo contra vos, como hizo un portugues que emplazó delante justicia á la que servia, diciendo al juez: Nan deis por muller á meu competidor miña dama, que eu la queiro, ella dice que nan me queire, eu torno á decir que la queiro, que amor primero he casamenteiro. Rieron mucho del portugues, que por pleito queria á quien no le queria. Dixo don Luis Milan: Don Diego, yo respondo á vuestro bocaje, como respondí á un estorbamúsica, que le dije: Yo tengo un atapabocas, que es éste SONETO. Hermosa maya, llena de mil flores Y extrañas hierbas, de propiedades Sanais con ellas mil enfermedades, Que de miraros sanan amadores. Y á mí no sanan, d’estos mis dolores, Que hierbas fueron vuestras crueldades, Que entosicaron nuestras voluntades, La vuestra y mia para desamores. La vuestra hicieron de ponzoña llena, Que emponzoñada voluntad se muestra, La mia siento desto entosicada. Y aunque está siempre para amaros buena, Va muy doliente, por no verse vuestra, Qu’el rostro muestra voluntad dañada. Joan Fernandez sospiró, y su mujer le dixo: Vos me par que sou lo que anava venent sospirs per Valencia. Y él respondió: Yo no los vendí, Mas ellos me vendieron Cuando’s vi. Díxole ella: ¿Y per que os han venut? ¿Per que yous compri mercat pera mal marit? Dixo él: No por eso, sino porque habia de mercar brava mujer para sospirar. Que pensando que fuérades una maya, sois una desmaya, que siempre desmayo de vuestra mala condicion, que hierbas son. Que al médico moro fuí que me sanase, y para sanar me hizo estar en su casa ocho dias, acostado en una cama llena de hierbas de montaña, y algunas dellas pinchaban, que me hacian dar voces, y el moro decia: ¿Sufris hierbas en vuestra casa para matar, y no sufrireis para sanar? Yo diciendo no sufriré, y él que sí, yo que no, salvéme dél como de vuestra merced haciendo el puerco espin. Dixo su mujer: Don Luis Milan llanzau de aci aquest porch espi, ó feulo callar á mots, que sols vos lo embozau, quant los dos vos motejau. Y don Luis respondió: Para hacerle yo callar, á su fumeto será con este SONETO. 4. 7. Para mi bien y por mi mal os veo, Pues me mirais con rostro muy irado, No siento yo que esté por mí enojado, Pues que por vos con todas me peleo. Digo que sois un otra doña Iseo, Yo don Tristan, de triste desamado, No digo aquel don Tristan muy amado, Que desamor lo vuelve todo feo. ¿Quereisme mal, pues mi ventura quiso, Y no quereis que esté peor que muestro, Que el bien no sé dónde tiene la posada? Queredme bien y verm’heis un Narciso Para probar que tal parezco vuestro; Que hermosa está la cara qu’es amada. Dixo don Diego: Señor Joan, tanto os toca este soneto, que á ser silla y vos caballo no lo podríades sufrir, por lo que os siguió cuando dixistes de amores á una cortesana de la córte, que le demandastes como se decia, y ella respondió: A mí me dicen doña Iseo, y vos sospiraste diciendo: Yo soy vuestro don Tristan, Que por veros, mi señora, Pasé yo la mar salada; Pues que veros enamora. Y ella os respondió: Vos no sois mi don Tristan, Que pasó la mar salada, Mejor sois para ensalada De truhan. Cerró la ventana y entróse, y unos escuchamores que os escucharon os apodaron á don Joan ensalada. Y don Luis Milan les departió con este SONETO. 4. 7. Tan triste estoy, que vivo muy mal sano, No sé si son mis pensamientos sanos, Quizá es mejor morir de vuestras manos, Las que me dais, pues que me dais de mano. Pues vos sabeis cuál me será más sano, Mejor será dejarlo en vuestras manos, Que yo no haré lo que suelen villanos, Que si les dan toman dedo y la mano. Yo sé muy bien, si en tal caso se viese Vuesa merced, si fuese caballero, Que dedo y más de tal mano quisiese. Que por mandar aquel César primero, Tuvo por ley, que ley no se tuviese, Que por mejor se muda ley por fuero. Dixo don Francisco: Vengar quiero á Joan Fernandez con este cuento que diré: Una noche estaba en una calle escuchando á don Diego, que decia los amores de Audallá á la criada de una dama que servia, y díxole: Dadme el dedo, que no tomaré la mano, pues no soy villano; y ella fiando dél dióle el dedo y él tomóle la mano, que fué parte para subir donde estaba. El señor sintió ruido, y reconosciendo casa topó con don Diego, que con una sábana se habia envuelto gritando: Alma soy que voy en pena, y el señor le soltó un perro de ayuda diciendo: Cómete esa alma, que un perro comerá otro, y vos saltastes por la ventana y el perro tras vos, haciendo tan gran alborote, que las damas del vecindado salieron á las ventanas con lumbres, y conosciéndoos dixeron: Señor don Diego ensabanado, ¿cómo vais aperreado? y vos respondistes: Quien tras perras va aperreado será; y las criadas d’ellas en veros os dicen, don Diego ensabanado. Dixo don Luis Milan al Duque: Señor, si más salen cuentos, yo no sacaré sonetos. Y todos dixeron que no dirian más. La Reina dixo: Don Luis Milan tiene razon, que cuando la música es de caballero, hase de escuchar si ya él no quiere hablar. Y él dixo este SONETO. 4. 7. De bien y mal mi vida se sostiene, Porque el vivir se vaya conservando, Con sólo el bien no va el saber reinando, Pues no es pesar el mal que de vos viene. Amor, amor, pues mandas que yo pene, Sostiéneme, que muero deseando; No vea yo que vas de mí burlando, Qu’en posta voy y nadi me detiene. Corro al morir, y muerte no me quiere, Cansado estoy, y siento gran descanso, Quiero llorar, y voy de mí riendo. Sé que dirá quien tal por vos se viere: Fiero leon, amor le vuelve manso, Que gran amor de sombras va temiendo. SONETO INTERCALADO. Gran bien durmiendo vengo á ensoñarme, No sé yo en sueños qu’es lo que me crea, Séos decir que tanto me recrea, Que yo querria nunca despertarme. Dicen que sueños son gran vanidad, Y á veces vemos ser muy verdaderos, Mas veo mal en todos mis agüeros, Que hijos son de vuestra crueldad. ¿Amor, amor, qué tengo de creer? Pues tú me haces reir y llorar, Hazme dormir, pues huelgo de ensoñar. Que vanidad á ratos da placer. O bien ó mal de tí sepa lo cierto, Que es en fin pena un vivir incierto. SONETOS. 6. 6. Cabellos principian, cabellos fenecen Mis altos cuidados de vida y de muerte, De tales cabellos se cuelga mi suerte, Que matan al oro y al sol escurecen. Mi vista se altera mirándome en ellos, Del todo turbado ni veo ni atino, De mucho atinaros estoy tan sin tino, Que vengo á estar léjos estando cabellos. Los rayos de Febo si ciegan no matan, Mas vuestros cabellos me matan y ciegan, Son rayos que pasan, traspasan y allegan, Á ojos de un alma, que con ellos atan. De cada cabello me veo colgado, Temiendo no quiebre de muy desdichado. Mortal dolor con quien amor tormenta, No me tormentes, dame algun sosiego, Pues siempre otorgo por más que reniego, Que soy de amor perdido á mi cuenta. Soy como aquel que tienen al tormento, Y estando en él, del gran dolor se aduerme, Así me sigue para sostenerme; Pensando en vos se aduerme el sentimiento. Cruel amor, no tal, cual es tu nombre, Manda al dolor, que más no me tormente, Que aquella parte en mí que más te siente, Muere y revive por quedar más hombre, Que buen pensar es gusto que descansa, Y en los tormentos su dolor amansa. Allá me voy, á dó el amor me guia, Soy como aquel que va en su pensamiento, Qu’está muy fuera del conoscimiento, Sino d’aquel que está en su fantasía ¿Pensando en vos quién ha de estar en sí Que por idea en vos no se transforme? Estoy sin vos, y en vos tanto conforme, Que voy conmigo, y nunca voy en mí. Ni pié ni mano, la boca ni l’ojo, No mandan ya, pues tal señora reina, Reinas en mi tan absoluta reina, Qu’en mí es placer aquello qu’es enojo Ó bien ó mal, avenga como quiera, Vos sola sois mi voluntad postrera. Yo voy buscando todos los lugares, Para miraros si podria veros, Y en descubrirme no quereis volveros, Y hállome vuelto para ver pesares. No sé yo cómo pueda sostenerme, ¡Miraros siempre y vos nunca mirarme! Bien podrá ser que amor pueda cegarme, Mas nunca hará qu’en vos no pueda verme. Dos ojos tengo y son para llorar, Pues que no ven lo que ver querrian, Dos rios son que siempre correrian, Si dellos fuese vuestro amor la mar; Y aunque éstos pierda, vuestra merced crea Que tengo mil que os miran por idea. SONETOS INTERCALADOS. Á todo el mundo doy de mí descargo Del bien que os quiero y mal que me quereis; Ya veis, señora, lo que vos haceis, Que de mi muerte tengais tanto cargo. Dirán de vos que fuistes matadora, Y vos diréis que yo mismo me he muerto, Dirá el amor en tal caso lo cierto, Qu’en vos estaba ser remediadora. Sé que diréis que no pudo haber medio Entre mi mal y vuestra gran bondad, Todos dirán que en vuestra piedad Estaba el bien de todo mi remedio; Que siendo siempre tanto valerosa, La piedad en vos no’s es viciosa. Pensando en vos un no sé qué me enoja; Sélo sentir y no dar á entender Es un amargo en medio del placer Qu’el mundo da por lo que se le antoja. Muy gran mal es y cuento mucho largo, Ser esto en todo tan naturalmente, Que piense en vos muy mucho dulcemente, Y un no sé qué lo vuelva todo amargo. Soy como aquel que muestra ser mortal, Que su accidente da señal de muerte, Si no mudais de mal en bien mi suerte, Dadme por muerto deste grave mal. Y es lacidente ser desconfiado, Señal de muerte en cualquier estado. SONETOS. 5. 6. Al pié d’un monte cerca de una fuente, En un bell prado muy verde y florido, Pasciendo estaba su triste sentido, Cogiendo flores un pastor doliente. De mal d’amores era su accidente, Que sospiraba nombrando Cupido; Yo sospirando d’él fuí conoscido, Que amor dó reina descubre su gente. Y platicando de nuestros amores, Cada cual dixo que fué su venida; Él iba en busca de sana-dolores, Qu’es una hierba que d’amor olvida; Yo la que nombran acuerda amadores, Que cualquier calza segun su medida. D’un árbol d’amor yo vi que colgaba Una guirnalda de muy lindas flores, Muchas pastoras y muchos pastores Se la ensayaban y á nadi encajaba. Y en la cabeza que muy bien entraba, Era dichosa y amada en amores; L’árbol nombraban manzano d’amores, Y era malsano de quien no sanaba. L’amor me mandó que yo me probase, Dixo riendo que d’él no temiese, Con grande temor probé esta aventura. Y ántes fué seca que yo la ensayase, Porque esperanza ninguna tuviese, Qu’el engañoso jamas asegura. SONETOS. 4. 7. Linda Thamar, más bella que la rosa Del mes de Abril, cogida en la mañana, Saliendo el sol con su estrella Diana, Qu’en ver á vos se vuelve envidiosa. El sol está miránd’os tan hermosa, Como el galan que mira su galana, Rie de ver á su estrella tan vana, Que competir no es bien con mayor cosa. ¿Qué haré yo mirando vuestra cara, Sino seguir al sol que os ha mirado Y sospirar de mi triste ventura? Que no pensé que tanto me costára, Que por amar me viese despreciado, Que despreciar es contra la natura. Supe d’amor una cosa excusada, Su condicion cual es en desdichados, Y díxome que los trae engañados, Promételes y no les tiene nada. Quise dejar la empresa comenzada, Y en comenzar vinieron mis soldados, Temor y amor, que estaban espantados, Que yo de vos hiciese retirada. Dixéronme, mejor es hacer cara Que no dejar de ver cara tan bella, Á bien ó mal venga lo que viniere. Sin este mal, menor mal me matára, Que proseguir con muy buena querella, No muere no, que vive cuando muere. SONETO INTERCALADO. ¡Oh quién pudiese vivir sin deseo Por no saber qué cosa es desear! ¡Oh quién pudiese nunca sospirar Por no mostrar l’amor qu’en vos no veo! Son el deseo y el sospiro hermanos, Y mi tristeza d’ellos es su madre, Vuestro desden les es natural padre, Y yo el seráu de tales cortesanos. Séos decir que mil requiebros siento Dentro de mí dó está vuestra idea, Que nadi hay que á vos, señora, vea, Que no esté mal d’alegre descontento; Y es este mal como quien se sonrie, Que dentro llora y defuera rie. SONETO. 4. 7. Como el dulzor de la dulce armonía Hace acordar cualquier tiempo pasado, Tañendo yo, lloro de enamorado Lo que no soy, á lo que ser solia. La suavidad de vuestra melodía, Si vos cantais sois como aquel pescado Que hace dormir lo que soy olvidado, Y hace ensoñar toda la pena mia. Despiértame teneros en memoria, Qu’es un reloj que me está despertando, Y en acordar me hallo como añoria, Que agua doy, mi gran ardor regando, Y siempre en vos hallo seca mi gloria, Que sequedad todo lo va secando. SONETOS. 5. 6. Nasció cuando os vi lo que no quisiera, Que siempre vivió de vos maltratado, Tuvo por nombre lo que m’ha quedado Desventurado, destraña manera. Y es el mal hado que el cielo me diera, Él sabe por qué yo fuí malhadado; Que muere en nascer, cualquier desdichado, Que en veros mostró mi estrella quién era. Parezco la flor que muere nasciendo, Que nasce en nascer la linda mañana Del Mayo gentil, que el mundo recrea. Y dándole el sol se seca muriendo, Tal soy y seré por vuestra Diana, Que ver y cegar verá quien os vea. Siempre querria con vos endeudarme Para deberos, y no estais contenta, Que nunca poneis la cruz en mi cuenta, Y en cruz me teneis por crucificarme. No por rematar, mas por rematarme Haceisme la cruz, de muy descontenta, Yo digo que vos haceis la contenta, y vos decis no, por no contentarme. Yo me pagára de ser mal pagado Para que vieran que no sois deudora, Que buen pagador de todos es grado. Y vos, por mostrar no ser mi señora, Nunca mostraste que os fuese criado, Que muy mal querer se muestra do mora. SONETO INTERCALADO. Sintiendo voy d’amor gran agonía, La cara traigo de color de tierra, Ya viene por llevarme quien entierra, Que ya murió del todo mi alegría. Matóla vuestra grande guerrería, Que siempre m’habeis hecho cruel guerra, Venciéndome en el llano y en la sierra, Que son mi corazon y fantasía. Vos m’habeis hecho el corazon muy llano, Que guerra del amor lo allana todo, Y allanará la ciencia más subida. Ganástesme el castillo, y castellano Mi entendimiento con mi leal modo, Que muy alto subir da gran caida. SONETOS. 5. 6. Del paraxismo d’amor voy tollido, Ya m’he venido d’aquel infernado Para sí mismo, Cupido malvado, Que sólo es de sí quien siempre lo ha sido. Por vos me gané, por vos m’he perdido, Gané por servir y soy mal pagado, No quereis cuenta del bien que he gastado, Por no tomalla de haberos servido. ¿Qué os costaria decirme, burlando, Quieres ser sano, y yo que os dixese, Ya fuese por vos, pues soy vuestro, muerto? Que no sana mal, que va deseando, Si no es con dotor que como vos fuese, Que bien aplicar da luégo en lo cierto. Tiro mi querer el mal que tirado Lo malo de vos, que mal os hacia Mal paresceros de noche y de dia, Que dar mal por bien es mucho mal dado. Vos estais sana, que y’os he sanado, Mata venado será mi porfía, Yo estoy malsano, morirme querria, Por ver si de vos sería llorado. Soy como el ámbar que tira pajuela, Y así vuestro mal de vos á mí tiro, Que y’os doy mi fe que más nunca os duela; Pues siempre seréis por quien yo sospiro, Que vos para mí sois siempre mi estrella, Mas yo para vos no soy lo que miro. SONETO. 4. 7. Rosa d’Abril, cogida en la mañana, Saliendo el sol con sus rayos dorados, Muy gran olor sentimos los penados, Pues huele bien lo que de vos nos sana. El Dios d’amor os saca á la ventana, L’aire de vos da vista á los cegados, Milagros son que vos haceis contados, Dejaros ver por dar salud humana. Cobran vivir mis cinco sentimientos, Vee mi ver en ver quien le ha cegado, El toque más que vivo ya se toca, Gustar y oler reviven más contentos, Pues cobra más del que perdió el cobrado, Vive el oir oyendo buena boca. SONETOS. 5. 6. Yo sentí en veros el mal no temido, Por lo que dicen del mal de terciana Nunca fué visto, se toca campana, Tangan á muertos, que siempre lo he sido. Malenconía de verme en olvido En las entrañas de vuestra desgana, Causaron en mí la vida malsana, Que vivo por vos, y nunca he vivido. Terciana d’amor es mucho más fuerte, De frio mayor y más callentura, Que mis contrarios de vos y mí vienen. D’estar fria vos mi frio es de muerte, De yo no lo estar la vida me tura, Que mal qu’es por bien extremos sostienen. Señala las horas el Norte su estrella, Que Norte del cielo d’amor sois, señora, Mas nunca señala vengais en buen hora, Quien horas amuestra de muerte por vella. Es muy mal agüero miralla y perdella, Su cara me dice que vaya en malhora, La mala ventura muestra do mora, Que vista señala lo qu’es de creella. Es como quien pierde, quien ha de perderos El mar que navega de vuestra belleza, Qu’el Norte su estrella do pierde la cobra. Pues va navegando por no meresceros Por Indias crueles de vuestra crueza, Que todo bien falta do mucho mal sobra. SONETOS INTERCALADOS. Pensando en vos está mi pensamiento, Alegre y triste por diversas vias, Dase á entender no sé qué alegrías, Que alegre error amando da contento. ¡Qué dulce rato, qué embelesamiento Es l’amador creer sus fantasías! Matar podrian estas niñerías, Que peligroso es gran contentamiento. Provee amor con vuestra gran cordura Que en el placer se mezcle la tristeza, Mareas son de amor que mengua y cresce; En la creciente sube mi ventura, En la menguante que es vuestra crueza Baja en l’amar d’amor quien n’os merece. Dulce cuidado y amargo deseo Me tienen puesto en prision muy contenta, Contento estoy de vida descontenta, Pues fué por ver y por lo que no veo. No sé yo cómo ni con quién peleo, Que con mi cuenta no se traiga cuenta, Todo lo veo mucho á mi descuenta, Mi mucho amor y el que de vos no creo. ¡Oh dulce mal con hiel siempre á la boca Acaba ya de darme muerte ó vida Por ver cuál es el fin de mi ventura. Si soy de vida, ¿cómo es ya tan poca? Si soy de muerte, acorta mi partida, Que mal d’amor sin fin no tiene cura. Dixo la Reina: Don Luis Milan, por vida de Matalinda y Matacruel, que canteis las coplas que por esto hecistes, y de palabra nos conteis la historia. Señora, porque sepan mejor las coplas á vuestra alteza, ántes de cantar diré lo que me siguió: Yo hablaba algunas noches á una burladora que servia, y cada noche la desconocia, que todolo suele mudar el engañar. Yo le dixe: Tantas mutaciones de hablar haceis, que no sé con quién hablo: decíme ¿cómo habeis nombre? Respondióme: A mí me dicen una noche Matalinda y otra Matacruel. Díxele: Si con tantos servidores No poneis tela, señora, No sois buena burladora. Por eso Joan Fernandez jura muchas veces por vida de Matalinda, y don Francisco os dixo en una fiesta: Ios para Matacruel; que por bajo que lo dixo, mucho más bajo fué él que no se ha de descuidar el buen hablar. Bien será porque sepamos que baile de tres bailamos; que d’esto unas coplas haga, y serán reseña y paga para pagar tales fiestas, y son éstas: Gran bien es pensar en vos, Y gran mal tambien, señora, Contemplaros matadora Para dar muerte á los dos. La vuestra quiero mostrar, Que ya os huyen de cruel, La mia no es de dudar, Que Cain sois en matar, Yo en morir un otro Abel. ¿Matalinda no bastára Que os quedaba por renombre, Que Matacruel por nombre Os pregonan cara á cara? Dejad nombre de traidor, Que cruel sabe á traicion; Todos os tienen temor, Sino yo, que os tengo amor Á razon ó sin razon. Si lo haceis porque n’os sigan, Siendo más para seguiros, Es vos misma perseguiros Que Matacruel os digan. Como hierba os dejarán No cogida de recelo; Que en los berros la hallarán, Y en veros luégo dirán Huyamos del anapelo. Muy mejor seréis nombrada Matalinda de lindeza, Que del nombre de crueza Quedaréis desacatada. Que si á vos os van nombrando Matacruel de crueldad, Quedaré por vos en bando, Y con todos peleando Que es mentira la verdad. Bien sé que os enojarán, Mas debeislo de sufrir, Cuando vos oiréis decir: No lo hagais, no lo dirán. Basta que lo vengue yo Con obras, y responder Que si en otras amargó, En vos dulce paresció Lo que amor nos da á comer. No penseis que voy tras pago, Que bien sé con qué pagais; De vos misma os olvidais, Cuanto más de lo que yo hago. Aunque más está en razon, Que haceis del olvidado, Para dar satisfaccion, Que teneis por condicion Corazon desacordado. Vos teneis mucho por gala Reiros á costa ajena, Es muy mala para buena, Y muy buena para mala. Si al contrario paresciese, Muy mejor paresceria, Porque de vos se dixese: Quien de vos, señora, fuese, De ninguna más sería. Mudad de costumbre ya, Que por vuestro bien lo digo, Y haréis de todo enemigo, Que enemigo no será. Si me fuesen más traidores Que fué Júdas para Dios, Por oir de vos loores, Más quiero competidores Que velles huir de vos. Dixo el Duque: Don Luis Milan, si os cansais de cantar, n’os canséis de contar más sonetos, que no son para cansar los graciosos sonsonetos. Dixo don Diego Ladron: y decidnos la razon cómo quedará un soneto para que sea perfecto. Item, don Francisco dixo: Por quitar un dixo dixo De perversos pareceres, Que juzgan á sus placeres, Decidnos lo que sabeis De los sonetos que haceis. Joan Fernandez se rió y díxoles: Aquí estoy yo que lo diré. Ellos han de ir muy derechos, Que no puedan coxquear, Porque el morisco Alatar No los vea ir contrechos. Item, más han de mostrar, El sol que no esté nublado; Que no vayan á buscar Lo presente y lo pasado De la razon, Que nublados muchos son. Item, más han de tener, Que si querrán dellos coger Frutos para alguna dama, Que no sean todo rama, Que enramadas son de fiestas De verano Los que son pajar sin grano. Item más no queden frios, Que si dicen desvaríos En los modos del hablar, Guárdense de no topar Con don Artal. Dixo don Luis Milan: Burla burlando, El Joan dixo verdades, Que burlas no son maldades Avisando. Y pues ya no he de cantar, Sino contar los sonetos, Bien podrémos discantar Los sonsonetes. Y comiencen á templar, que bien hay que discantar en mí. SONETO. 4. 7. No porfiar hablando descontentos, Dos cosas son que dan bien al oido, Sabido ser y ser muy bien sufrido, Que la valor sufrida es en tormentos. Dama real, vos dais merescimientos Como da el Rey, que todo l’es debido; Mas crueldad y desagradescido, Parescen mal en todos estamentos. Mi reina sois, yo soy vuestro vasallo, Mandar podeis á tuerto ó á derecho, El tuerto soy, pues vos me habeis cegado. Derecho no, que cojo y manco me hallo, Su crueldad me tiene muy deshecho, Por bien mirar me veo mal mirado. Dixo don Diego: Templado ó destemplado, yo quiero discantar sobre este soneto, que yo sé una glosa d’él y es: Que don Francisco y Joan Fernandez servian á dos viudas que en una casa estaban, y burlaban d’ellos en secreto, y en público no traian cuenta con ellos. Solian hablar alguna noche de una ventana, y ellos de una huerta, y de muy enamorados, algunas veces se desconcertaban, y ellas les decian: Don Joan tuerto, todo estais un desconcierto. Y él respondia: Si he hablado desconcierto, allá me teneis un concierto. La otra decia: Don Cojo Francisco, ¿quién os puso en tal arrisco? Respondió él: Si soy don Cojo Francisco, allá me teneis un pellizco. Y ellas, enojadas de alabarse de lo que no era verdad, me contaron que una noche les dejaron entrar en casa para pagarse d’ellos, y encerrólos en una cocina una criada d’ellas, diciendo que allí estaban más secretos; y las viudas de una ventana hacíanles arrojar un agua almangrentada á sus criadas, diciendo todas: Don Joan tuerto deslenguado, bien estais almangrentado; tomad, don Cojo Francisco, pues mentis con el pellisco. Y fuéronse como merescian por el terrado de casa, que les dió salida una vecina. ¿Qué meresce quien deshonra? Que no se le haga honra. Dixo don Luis Milan: Hagamos honra á este SONETO. 4. 7. Yo retraté su gesto muy hermoso, Y téngole perfeto retratado, Cuando no estais haciendo el desdeñado, Que feo está mirar muy desdeñoso. Rato me dais que no sé qu’es reposo Cuando mirais, mirar desamorado; Tal me parais, de vos muy mal parado, Que muérdome las manos de rabioso; Y en veros tal, rabiosa por matarme, Corriendo voy á ver vuestro retrato Por descansar mirand’os en pintura. Y el dios d’amor, por más desengañarme, Húrtamela por darme muy mal rato, Que del mortal le huye su natura. Dixo don Francisco: Señor Duque, este soneto recita la farsa que Joan Fernandez hacia, y era que en su oratorio tenía el retrato que hurtó á don Luis Milan de la dama que servian, y en ella hacerle mala cara, luégo le decia: Yo me voy á ver vuestro buen gesto, pues este que me haceis no es sino el de Marifea, vuestra favorecida; que el compañero sella como sello. Y con gran prisa iba á su casa, y algunas veces no hallaba el retrato, y él decia cantando: ¿Dónde estás, que no te veo? ¿Qu’es de tí, pintura mia? Vuelve, que verte deseo, Si estás en la morería. Y esto cantaba porque sospechaba que una mora hechicera, de quien él estaba hechizado d’amores, se la tenía, porque le dió á entender qu’el dios d’amor se lo traia. Y era que una criada de su mujer se lo llevaba á la mora para composar á Joan Fernandez cuando se lo volvia, partiéndose las dos la composicion. Dixo don Luis Milan: Tan buena me ha sabido la glosa, que por oir otra diré luégo este otro SONETO. 4. 7. Seguir á quien ningun respeto tiene Sino mandar y nunca ser mandado, Es de cruel que manda su criado, Y d’este mal alguna merced viene. Mas yo de vos, por más y más que pene, Por bien servir no soy galardonado, Mas de tener por vos ser muy honrado, Que mal qu’es bien en honra nos sostiene. Contento estoy d’estar en vuestro puesto, Vos no debeis del mio estar contenta, Pues nunca estais en puesto de mi juego. Parésceme juego de cañas esto; Tirámosnos las cañas d’esta cuenta, Yo juego bien, y vos haceis mal juego. Dixo Joan Fernandez: Adargaos, don Diego, que vos recebiréis. Bien se os acuerda que una vieja de sesenta años se os hacia moza de afeites y mechuelas de cabellos rubios, dándole á entender que la servíades: Que la natural cordura en ningun tiempo asegura; y vos íbades tras una sobrina suya secretamente, y cuando ella se dió cata del engaño, matábala á pellizcos, diciendo: Toma, porque te festeja don Diego el desbocado, que á tu puesto se es pasado; y la sobrina, pellizcada por vos, en una fiesta os dixo: No me sirvais, caballero, Ios con Dios, Que pellizcada voy por vos. Dixo don Luis Milan: Si Martina bailó, tómese lo que ganó; porque baile otra Marina, quiero decir otro SONETO. 4. 7. Espejo sois d’amor desamorado Para quien es á vos muy enojoso, Mírase en vos, y no se ve hermoso, Que feo está un rostro desdeñado. Y el que será muy hecho á vuestro grado Parecerá Narciso glorioso, Que gentil es un feo venturoso, Y no es gentil quien es desventurado. Tal os miré, cual quedo por memoria, Un Lucifer muy desfavorecido, Vos un Luzbel de muy gran hermosura. soy Luzmal, caido de la gloria, Pues deseé ser yo con vos unido, Que pena da lo que se desmesura. Dixo don Diego: Juan Fernandez, este soneto os va cantando: Joan, arte, Joan, arte, Buen caballero probado, Acordarte se debria D’aquel buen tiempo pasado. De lo que pasó por vos, que diciendo muchas veces: Espejo mio, espejo mio, á una cara de luna de fuego que vos servíades, que pensando que la motejábades, se enfadó tanto desta frialdad que os dixo: No me lo digais más, que me enojais; y estando un dia enrubiándose los cabellos en su terrado, y vos escondido en un gallinero de su casa, hecistes el gallo porque se volviese á miraros, y en veros le dixistes: Espejo mio, y ella os le tiró á la cara diciendo: A quien no pensando enoja, volvelle la hoja. Pues tan bien me pagan, hé aquí un otro SONETO. 4. 7. Nunca pensé que mal por bien viniese, Y mal por bien por vos me ha venido, Vínome: el mal, y todo m’ha tollido, Que mal frances pensé luégo que fuese. Yo le rogué su nombre me dixese, Y díxome: yo soy nombrado olvido, Vengo á matar á quien bien ha servido, Que el dios d’amor mandó que yo lo hiciese. Doña cruel tu dama fué la parte, Ventura el juez, yo soy verdugo della, Dice el pregon: éste es el desdichado. Que siempre fué d’amor un Durandarte, Y mándanle que muera por no vella, Que muerte dá no ver lo deseado. Dixo Joan Fernandez: Don Diego, este soneto debia ir como carta nueva por Valencia cuando fuistes infamado de mal frances, que vuestra dama os dixo en una fiesta: No se llegue más á mí quien se pasa á los franceses; y una amiga suya lo declaró, que no se debe declarar lo que puede enojar, y dixo: Eso mal frances será, señor, de bajo amor. Otra dama dixo: No es ese mal por cierto, sino que su dama le ha dicho que no la vea ni oya mas, y él, por obedecerla, trae la gorra encima de los ojos por no vella, y algodones en los oidos por no oilla; que por esto sacó un ahorcado en una justa, con este mote: ahorcado amador, ni ve ni oye d’amor. Dixo don Luis Milan: Resucite el ahorcado con este SONETO. 4. 7. Temor y amor, amor es verdadero, Y de temor en veros me santigo, Pregúntanme si veo al enemigo, Yo digo sí, que de enemiga muero. Y del amor queriendo como os quiero, Vengo á temblar si alguna cosa os digo, Por acertar errando voy conmigo Que ce por be y’os digo en cuanto quiero. No respondeis; si toco vuestra aldaba Dais en callar, al son de mi sospiro, Vengo á parar en mármol convertido. Y para estar como primero estaba, Despárame Cupido nuevo tiro, Que nuevo mal recuerda amortecido. Dixo don Diego: Yo traia una dama á vesita un dia, y salió tras canton un caballero, y en topar con nosotros se santiguó; yo díxele: Joan Cruzado, ¿de qué os santiguais? ¿veis al enemigo? respondióme: Sí, que de enemiga muero. Pareció tan galan, que no quisiera que tambien nos pareciera el señor Joan Fernandez. Dixo don Luis Milan: A este cuento no se ha de responder agora por no estorbar este SONETO. 4. 7. La perramor es esta perra mia, Que pena fué, pues me mordió rabiando, N’os enojeis si os voy acomparando Al animal que más veros querria. Es muy leal á aquel que dél se fia, Es todo amor á quien lo está halagando, No es ella ansí, mas siempre va ladrando Para morder lo que sanar debria. Curar debeis la llaga que me hecistes Con piedad que damas hermosea, Que, vivo yo, mejor seréis servida. No seais vos lo que no sois ni fuistes, Que puesto que sois de hermosura dea, Lo que no es Dios no sea mata vida. Dixo Joan Fernandez: Con otro cuento muy mejor respondo á don Diego Apodador; y es éste, que los dos nos hallamos en una vesita de damas en casa de mi hermana doña Marquesa, y él vendió este soneto por suyo, y díxolo para decir perra á una que servia de las que estaban allí, y su dama le dixo: Don Diego Perramor, ¿de quién andais servidor? Respondió por él un otra dama, que él se lo rogó: De sí mismo se enamora, que Perramor es su señora. Dixo otra: Y cuán perro es el señor que mordiendo va d’amor. Y vos os fuistes, un pañizuelo rasgando, como perro rabiando. Dixo don Luis Milan: Pues Joan Fernandez se ha vengado, oyan si querrán oir otro SONETO. 5. 6. Quien osaria por mucho que osase, Tener tal ser de ser atrevido, Probarse con vos á brazo partido Si no fuese ya que desvariase, Si mi loquear en esto parase Pues fuese por vos su seso perdido, Meresceria lo que es merescido, Quien hizo al loco que le perdonase. Á ley de razon si estoy loqueando, Pues vos lo causais, yo soy desculpado, Que no tiene ser quien es para poco. Si loco con vos me viese luchando, Debria de ser de vos perdonado, Que no es buen amor si no es amor loco. Dixo don Diego: Este soneto hará saber á quien no sabe unos requiebros lirianos, que en Liria dixo el señor don Joan Fernandez, y son éstos; hallóse en una vesita de una partera liriana, que le tenian hecho un liriano de amores, y díxole este soneto que habia amparado á don Luis Milan, y en haberlo dicho desampararon las mujeres la vesita, pensando que quisiese luchar con alguna de ellas, que de todas iba servidor á jornadas; y él se fué tras ellas diciendo: no le huyais al loco de amor si es buen luchador. Dixo don Luis Milan: pues se vió tan mareado el señor Joan Fernandez en Liria, oya al propósito un otro SONETO. 4. 7. El marear que el mar d’amor nos hace, Es muy peor qu’el mar que se navega, El mar d’amor muy más veces reniega Y mueve más, pues con placer desplace. Desplácenos con lo que más nos place, Con el mirar que nos contenta y ciega, Y este placer á mucha gente niega, Y en tierra y mar amor hace y deshace. Digámosle del mar suyo almirante, Que es el marqués de libertad perdida, Duque tambien de voluntad humana. Conde de paz, sino reina levante, Y rey del fin y reina sin medida, Que amor es rey do voluntades gana. Dixo Joan Fernandez: Este otro soneto hará saber cómo le fué al señor don Diego acompañando unas damas que fueron á ver las galeras de don Álvaro de Bazan, y en ser luégo en barca se mareó en tanta manera, que le pusieron nombre don Diego mareado, y volviéronlo á tierra y á su casa en una litera á la noche, y las damas le iban cantando: Mal amar os prueba mucho, Caballero, Debe ser de mal parlero. Y él respondió: Mareado estoy d’amor, Que dado me han competidor. Dixo don Luis Milan: Para sanar este mareado d’amor que se conhorte con lo que dice: _Solatium est miseris socios habere penates_, doy este SONETO INTERCALADO. Soñado he lo que no fué soñado, La triste muerte de Leandro y Hero, Amor y muerte fué con ellos Nero, Que amor se vuelve muerte al desdichado. De su torre por él se ha arrojado En ver que se ahogó su caballero, Pasando el mar d’amor tan verdadero, Sus vidas con sus muertes han casado. Tal soy, como Leandro, más que muerto Por olas d’este mal de mi enemiga, Vos no sois Hero, sino Nero mia. Aquél pasando el mar gozó de puerto Los dias que vivió con su fatiga, Yo por mejor Leandro ser querria. Dixo don Francisco: Mejor se hallaria ahora una Nero á cada paso que media Hero en medio mundo. Dixo la señora doña Leonor Gualvez: Por no haber ya ningun Leandro no se halla Hero alguna. Respondió Joan Fernandez: Esta casta de enamorados yo la he conservado hasta agora, que no ha mucho que estaba yo hecho un Leandro medio muerto de amores al pié de una torre, y no faltó una Hero que pensando que yo estaba muerto se quiso echar, si yo no echára de presto un sospiro que la detuvo, que no se echó de la torre abajo por mí, y dixo: A no sospirar mi Leandro, yo me desesperaba como Hero. Dixo don Luis Milan: Nunca fuera caballero De damas tan bien querido, Como fué Joan Leandro De una Hero que no ha sido. Y no porque no se hallen Heros y Leandros, mas no se hallará Leandro en tal Joan, que sus amores flojos van; Pues que no osaria nadar Por aquel brazo de mar, Que á nado le pasaba Leandro cuando nadaba, Una legua por la mar, Para á su Hero llegar. Dixo la Reina: Perdido se ha l’amor En Valencia, Aunque no en una excelencia. Respondió el Duque: Ni ménos perdido le han Un alteza y un milan. Replicó la Reina: Para hacer que no me enojen Sus amores, Sácame mis burladores. Dixo la señora doña Margarita de Peralta: Ya no se hallarán Leandros Amadores, Sino landres en amores. Respondióle Joan Fernandez: Pues yo sé una Hero sin falta, Qu’es una linda Peralta, Que el galan que la sirviese, Leandro por ella volviese. Dixo la señora doña Beatriz de Osorio: Si un Leandro verdadero Fuesen hoy dia á buscar, Para nunca sospirar, En don Diego Maltequiero Este amor podrán hallar. Respondióle don Diego Ladron: Si una verdadera Hero Buscan para burladora, Osorio es esta señora, Que se nombra doña Nero. Dixo la señora doña Marina de Tobar: Si un Leandro amor se hallase, L’amor resucitaria; Y si mucho se buscase, En don Francisco se hallaria. Respondióle don Francisco: Señora doña Marina, Si en ella un Hero viese, Y Leandro me volviese, No me ahogue su Marina. Dixo don Luis Milan: Hero en latin quiere decir yo seré, si una Leonor Galan d’esto se quiere servir, la serviré. Respondió la señora doña Leonor: Si Leandro quereis ser, ¿Cómo puede faltar Hero Á un amor muy verdadero? Dixo el Duque: Ya veis cuán infamada está Valencia, que no hay amor en ella; y esto no viene sino por un gran descuido que se tiene, que no quieren ser buenos oficiales los caballeros en su oficio, que es saber á maestro en todo lo que no debe ignorar un caballero, que para ganar buen nombre críanos naturaleza, y quiere que se ayude el hombre; y exercitándose en las virtudes, el cielo da la gracia para alcanzarlas y la paga para remunerarlas, porque no hay bien sin amigo ni mal sin castigo: y así como la verdadera justicia remunera lo bueno y castiga lo malo, los príncipes para ser buenos deben galardonar á los buenos y castigar á los malos, que el galardon hace los hombres mejores y el castigo que no sean peores. Mucha culpa tienen los padres si sus hijos se pierden á culpa dellos, pues hay algunos que tienen más cuidado de hacer un buen caballo que un hombre bueno; y por esto dixo un cortesano portugues, á quien fué demandado qué le parescia de una ciudad muy nombrada que habia visto: Heu e visto muytos homos boos para cavalos e muytos cavalos boos para homes; queriendo decir lo más malo que una república podia tener y lo mejor que poseer debria, que son hombres, como hacia un filósofo viendo su ciudad de Aténas muy perdida por falta de hombres, que iba de dia con una lanterna encendida poniéndola á la cara de cuantos topaba, y decíanle qué buscaba, y él respondió: Busco hombres y no los hallo. Y por esto don Luis Milan dixo que el caballero bien aderezado sólo de cuerpo, y no de alma, le podrian decir don Pedro Mula ó don Juan Caballo; y tornando á nuestro propósito, para que el amor se cobrase en Valencia, sería menester hacer leyes para algunas damas, que no se descuidasen de hacer lo que deben, y á los caballeros que supiesen cómo las han de servir, y sería de parescer que mañana, despues de haber comido, acudiesen aquí las damas que venir querrán, para que se hiciesen á voluntad de todos estas leyes, que no reina amor ni rey sin tener ley. Paresció bien á todos, y quedaron con este concierto. El otro dia no vieron el hora cómo acudir y acudieron muchos caballeros y damas á esta sala-córte, que se tuvo en la sala mayor del Real, donde el Duque y la Reina se pusieron sobre un teatro de quince gradas en alto, y los caballeros en un cadalso y las damas en otro, y el Duque proponiendo, dixo: Señores, Valencia está muy infamada por todo el mundo, de muy desamorada, que ningun amor hay en ella; para que se cobre el amor y la fama della, fuy de parescer que, á voluntad de todos los que aquí están, se hagan leyes para que las damas sean bien servidas, y los caballeros que lo habrán menester sepan en qué las han de servir, y diga cada uno de qué está agraviado del otro, y concertados todos haráse ley sobre ello. Comenzó don Rodrigo de Borja, y dixo: Yo estoy agraviado d’esto que hacen las damas, no dan crédito en amores que caballero tenga amor, y hanse vuelto burladoras, y el galan más burlador, que perdido el crédito se pierde el amor. Respondió la señora doña Ángela de Aragon y del Milan, condesa de Almenara, y dixo: Señor don Rodrigo, si las damas lo son, no han de sufrir á los caballeros que digan á la que sirven requiebros sin sospirar, que es indicio de burlar, ni ménos se requiebren sino con sus damas; que l’amor que es chocarrero, no sospira y es parlero. Sobre esto hizo el Duque esta primera ley: Lo que está en ley sea ley Que sospire el servidor, Y si no es sospirador, Tenga con su dama ley. Y será la que y’os digo Que requiebro nunca diga, Sino sólo á su amiga, Sino, denle al enemigo. Dixo don Diego Ladron: yo estoy muy agraviado de la mala condicion que las damas tienen, que siempre nos muestran zuño, que nublos de piedra son zuños de mala condicion, y temiendo de pedradas huimos de nuboladas. Respondió la señora doña Mencía Manrique: Señor don Diego, merescen ser apedreados y ver zuños muy nublados los que tienen tan poco miramiento, que sin saber la condicion de su dama la sirva el caballero, pues es cierto, quien contra condicion irá, piensa servir y enojará. El Duque rió mucho de los zuños nublados, y hizo esta segunda ley: Deben saber la condicion De cualquier servida dama, Para bien servir quien l’ama, Pues está mucho en razon. Que contentacion no da Sin la condicion seguir, Que pensando bien servir, Deservir parescerá. Dixo don Berenguer Aguilar: Yo tengo un agravio de las damas, que son mucho descuidadas, que nunca responden á lo dicho sino, ¿qu’es eso que me habeis dicho? que nunca bien responderá quien nunca está en lo que está. Respondió la señora doña Castellana Belvis: Señor don Berenguer, si lo que me han dicho es verdad, vuestra merced más tira á engordar que á festejar; y si es ansí, los descuidados con descuidos son pagados. El Duque hizo sobre este caso esta tercera ley: No deben ser descuidados Que muestran desamorados, Que descuido es accidente Que muestra quien poco siente. El que falta en aguardar Falta muestra en el amar, Qu’el amor muy más se muestra En las obras que á la muestra. Dixo Joan Fernandez: yo tengo un muy grande agravio que las damas nos hacen, y es la deslealtad que tienen, que poco há se estaban alabando en una vesita, deciendo: Pues tenemos el palomando sobre los amadores, hagamos que sientan el palo porque no tengan el mando. Respondió la señora doña Hierónima su mujer: Tostemps feu lo Margarit, per vesites aguartant encenser que va encensant, fum de noyes vos han dit. Dixo el Duque: Nunca mejor apodo se dixo, encensero de humo de nuevas. Señor don Luis Margarit, avisadamente dió ocasion la señora doña Hierónima que hablase, que mucho se pierde en callar un buen hablar; y escuchen, que á todos comprende esta cuarta ley. Nadi sea desleal En obrar, mirar, ni hablar, Que traicion es en amar; Vamos todos al igual. Y para muy justa ser Tengan libertad si quieren, A quien ley no le tuvieren Que no la haya de tener. Dixo don Luis Margarit: Señora doña Hierónima, pues me hizo encensero, yo quiero encensar para humo quitar entre damas y caballeros; Cupido me aparesció esta noche pasada y díxome: Tú has de proponer mañana en la sala-córte un agravio que se hace muy grande en los amores, que da ocasion de mucho mal y es éste; que los enamorados nunca deben reñir con sus competidores, por no dar que hablar á miradores echando juicios temerarios sobre las honras de las amadas y amadores, que la causa del reñir ha de ser para alabar y no infamar. Mas no deben negarse las cortesías á la italiana; háblanse sin tener gana por quitar mal decir y mal pensar, y la estrecha amistad no la deben detener, que es muy malo de comer, en la mesa, que es traicion ó gran simpleza. Que la dama no sea fia, de simple ó falsa compañía; y es de tener por mucho mal parecer. Respondió la señora doña Hierónima: Ab molta raó he donat occasió que vossa merce parlas. No se puede decir más donde responder es ménos. Al Duque le paresció muy bien, haciendo sobre esto esta quinta ley: No paresce bien que sirve Reñir con el competidor, Qu’es locura ó poco amor El que sirve si desirve. Y da mucho que hablar De lo que no es bien decir, Y si debe de reñir, Sea para más honrar. Dixo don Francisco Fenollet: Un grande agravio quiero proponer por parte de la Vénus, madre de Cupido, qu’esta noche me vino en sueños y díxome: Mañana en la sala-córte has de proclamar que no se consienta mentir mal, sino bien, en los amores; yo le dixe que me dixera cuál era mal ó bien mentir. Respondióme: Aquel es mentir bestial, qu’es causador de mucho mal, y el que mal no puede hacer es mentir para placer. Entendido que hube que hay buenas mentiras, yo desculpé á Joan Fernandez de sus cuentos, pues no son yerros, aunque lo son por ser de baja nascion, que de bajos podrian ser contrabajos de música desentonada, pues que todos son risada para bocas de reir, que se rien sin sentir, como papagayos son risueños sin intencion. Dixo la señora doña Violante Mascó: Si supiese quién sana de mucho reir querria desto sanar, para no dar que hablar si rio de no sentir, qu’es peor que mal pensar. Dixo el Duque: Tan bien me ha parecido lo que ha dicho la señora doña Violante como todos lo verán en esta sexta ley: Cuando no s’ha de burlar Nadi sea fementido, Que no debe ser creido Quien no puede acreditar. Y lo que burlar se puede, Sea para dar placer, Mentir con tan gran saber, Que por verdadero quede. Dixo don Luis Vique: Esta mañana, cuando amanescia, entre durmiendo y velando, sentí una voz de mujer que mostraba ir en pena como la que sintió Julio César, estando para pasar el rio Rubicon, cuando se determinó hacer guerra contra los romanos sus enemigos, que por lo que le dixo esta vision, vino en conocimiento ser la ciudad de Roma, que le contó las grandes fatigas que sintió por las crueles guerras y mala voluntad que entre sus ciudadanos habia; por donde yo tambien he venido á conoscer quién es ésta que me aparesció. Y es la ciudad de Valencia, diciendo que yo hiciese una figura que la representase delante vuestra excelencia para que la desagraviase de los agravios que está agraviada; y dejóme en un papel escrito todo lo que por parte suya se habia de suplicar. Ya la veo entrar, desagráviela vuestra excelencia para que torne á ser Valencia. Hecha la entrada y acato debido al Duque, dixo: Excelentísimo señor, yo estoy agraviada de las damas que están hechas tan á su placer, que todos los servicios que les hacen sus servidores los toman á burlas; que no es de burlar lo que no se debe olvidar; y aunque todo se les debe, debrian quedar deudoras para mostrarse agradecidas y no desconocidas. Yo me veo muy mal pagada dellas, que siendo mis hijas me hacen obras de enemigas; pues con los menosprecios que hacen se retiran los que las sirven de servirlas, que bien dice este dicho: Por do se piensa ganar se pierde el desengañar. Piensan ganar mucho con despreciar algunos que no son para servirlas ni para ser sus criados, y ellos quedan sin oirlas ni verlas de maltratados. Que no es bien dar ocasion perderse la reputacion, pues la dellas y dellos se pierde en perderse la crianza, que cada uno dellos podria decir al otro, viendo la vuestra se pierde la mia. Suplico á vuestra excelencia, pues ha hecho leyes para los caballeros, se haga para las damas; y todos haciendo lo que deben yo seré Valencia, que agora no soy sino Desvalencia. Luego salió con un agravio don Joan de Cardona y dixo: Señor, yo estoy maravillado de las damas, que por haber la primera dellas sojuzgado al primer hombre, quieren tener el mando sobre nosotros, que nunca mejor cosa se dixo, que decille palomando, haciendo al hombre palo, y á la mujer mando. Y no lo digo por los casados que no están desto agraviados, sino de los por casar, que mejor paresceria no fuesen maltratados los que no pueden llegar con quien aman á ser casados, que si no son para maridos en más deben ser tenidos, en servir sin esperar galardon por bien amar; y por esta razon las damas se debrian dejar servir de todos los caballeros, porque no se pierda lo que tanto se gana. Respondió la señora doña Margarita de Peralta, y dixo: Mucho se ha maravillado el señor don Juan de Cardona, y ha quedado una flor de maravillas, que huele bien lo que ha dicho y parece mal, pues no se usa; temiendo estoy que se han de secar sus flores á la salida del sol de mi razon, que ya sale y digo: Que del palomando que ha dicho, lo mejor d’este nombre es que el hombre sea palo para sostener el cuerpo de los trabajos que tiene el deseo del amor, y la mujer ha de ser el mando para moderar su mal desear de los apetitos desmesurados que vuestro Cupido tiene; y si á vuestra excelencia le parece que yo he ganado este palomando, qu’es tener nosotras el mando para que no se desmanden los malos deseos de los que nos sirven, póngalo en la ley que se ha de hacer. Dixo el Duque: En razon está todo cuanto ha dicho la señora doña Margarita de Peralta, que su nombre dice: _Per alta piace_, como dirá esta séptima ley: Por alta place la dama Que bien mandando manda, Pues que no se desmanda, Mande la buena fama. Quiero decir, señores, Que el mando esté en mujeres, Por moderar placeres Que gastan los amores. Don Joan de Cardona salió con otro agravio, y dixo: Los caballeros estamos muy agraviados de las damas que no se quieren tener á ley, mostrando la poca que tienen en dejarse servir de muchos caballeros; y si dicen que nadi puede forzar á no ser bien quisto es muy gran verdad, mas puédense mostrar con demostraciones las intinciones, que en la cara pueden ver lo que siente de pesar ó de placer. Responderán las damas que si no se puede atajar de ser amadas, ménos se podrá excusar si l’amor les hace fuerza para amar, y páguenme de procurador por haber respondido lo que nunca respondieran; porque jamas han otorgado, que mujeres han amado. Dixo la señora doña Beatriz de Osorio: No hay don Joan más avisado Que sólo en él paresce bueno, Si habla el suyo y l’ajeno. Una cosa me paresce decir que se ha olvidado, que aquello que no toca, suélelo callar la boca, y es que si la dama muestra estar descontenta del que la sirve, sea desculpada quien no consiente ser amada. Dixo el Duque: Muy poco trabajo hay de hacer leyes entre los muy bien hablados, que hablando hablan leyes avisados. Y pues ya está platicada diréla más abreviada, esta muy importante octava ley: Las damas que con ley van, Nunca deben consentir Que las haya de servir Sino sólo su galan. Si no se puede atajar, Muestre con demostracion Que no está en su corazon Lo que no puede excusar. El almirante de Aragon salió con luto por la muerte de don Berenguer Mercader, que murió d’amores por una crueldad que las damas usan, y dixo: Grande agravio nos hacen las damas, que siendo gasta hombres, no quieren dalles adobo, que á ser guantes los adobarian No sé qué sufrimiento basta, que una dama de nuestra tierra la haya puesto sobre los ojos al muerto qu’he nombrado, porque le vino cuerdo para servirla, y ella le volvió insensible de mucho sentir lo que le despreció. Razon sería que al servidor, que le trastornan el seso, diesen adobo con ámbar de bien tratar, y almizque le compasion y que dixesen: Cuerdo es bien amador que pierde el seso de amor, y si no pudiera hablar, diga yo le haga callar y diga, si locuras dice, no me enoja lo que dice, y si dice necedades, conténtense de haber traido al hombre fuera de sentido. Respondió la señora doña Marina de Tovar: Muy bien ha pintado el señor Almirante á su placer y á nuestro pesar, si él fuera dama peor le sabria sufrir locuras y necedades en amores que ganarle sus competidores; yo quiero ser de su parte, pues es el todo de la razon, que en ley está, quien hizo el loco que lo sufra, como dice este cantar: Quien gasta debe adobar. Dixo el Duque: No se debe responder donde todo es aprender, y doy por respuesta la vuestra plática, que es esta novena ley: La dama que su hermosura Hace al hombre enloquecer, Quien hace el seso perder, Súfralo como cordura. Que de ser bien avisado, Se pierde el seso por amar; Adóbelo para adobar Lo que muy bien ha gastado. Don Miguel Fernandez dixo: Si no fuese gastar el dia llorando, demandaria justicia d’esto. Las damas ayudan á mal morir á sus servidores, que riendo se mueren de amores, y el hacer morir riendo es matarnos halagando. Yo creo que les dan á comer de la hierba de Cerdeña, que se dice matariendo, que riendo d’él se muere, quien do no le quieren quiere; y ésta es la hierba de Cerdeña que le dan, que por ser de mal querer, qu’es mala tierra, con la vida nos entierra. Yo, señor, suplico por vos á vuestra excelencia, y por todos los enamorados, que por esto ley se haga, que no den reseña y paga en amores burlar de los servidores á cada rincon, qu’es matar á gran traicion, como muestra este dicho: La autoridad de matar no la tiene de burlar. Dixo la Reina: Don Miguel, vos habeis puesto en el baile del amor á quien más que todos baila, que es el Duque, mi señor. Yo quiero responder por las damas, que las hecistes hechiceras con la hierba de Cerdeña, que vos le pusistes nombre matarriendo, y la vuestra se dice mátalascallando, que vuestra mujer lo dice, que sois desencamina casados. No sé por qué habeis demandado lo que no habeis menester, que negar se le puede á quien pide lo que no debe. Vos nunca sois estado en la cama por amor, y temeisos de morir, y más será del desamor que teneis, que todos mueren éticos d’ese mal; yo sería de parescer que no se haga ley, para que las damas dejen de burlar de burladores, que sería desigual en los amores. Dixo el Duque: Santiguar me quiero para esta ley, pues no puedo sino hacer justicia, y temo de ser justiciado de la Reina, mi señora, que ya sin esto es matadora, cuanto más haciendo esta ley, que todas cantarán contra mí: Enemiga le soy, madre, Aquel caballero yo, Mal enemiga le só. Yo sé que les pasará el enojo cuando se verán mejor servidas con esta última decena ley: No burlen más de galanes, So pena de ser burladas, Que seguir malas pisadas, Se pierden los capitanes; Y tambien las capitanas, Que si más se burlarán, Lo que d’esto ganarán, Correrán carreras vanas. Dixo el Duque: Señores, yo les quiero convidar á lo que soy convidado. Bajemos á la huerta, que mis cantores quieren hacer la fiesta del Mayo que hacen en Italia, y con razon meresce ser tan celebrado este mes; sino, dígalo mastre Zapater para que sepamos lo mejor d’esta fiesta en qué está, y lo que más le parescerá decirnos, que será un buen dejo d’esta sala-córte que aquí se ha tuvido. Mastre Zapater, como lo era de crianza y saber, dió el obrar por respuesta, y dixo: El saber y poder del Criador de todo lo criado es tal y tan grande, que fué cosa conveniente no dejarse comprender, que de no saber perfectamente lo que su Majestad es, venimos á saber claramente qué cosa es Dios; por donde se viene á considerar que aquello qu’es más saber y poder que todas las criaturas, es el Criador, á quien debemos adorar y creer. Grande engaño recibieron en este mundo los que dieron crédito á Lucifer, como fueron los idólatras y mahométicos que le creyeron y adoraron, pues siendo criatura, no podia ser él creador, sino quien á él habia creado; y pues esto no tiene contradicion, ménos la tiene para creer qu’es Dios, considerar la gran providencia y gobierno que en todo tiene, y contemplando su casa y oficios d’ella, se ve quién es Su Majestad, como en los criados se conoce cuál es el señor d’ellos; pues lo conoscerémos por el sér y dignidad y operaciones de los ángeles, que el espiritual ser d’ellos nos dice que nadi lo supo ni pudo crear sino el Creador; y asimismo que siendo de mayor dignidad que los hombres, ha sabido y podido hacer que nos sirvan por custodios y medianeros, alcanzándonos gracias para ir al cielo, que son las operaciones d’ellos. Tambien es de considerar en los otros cuerpos celestiales, que son el sol y la luna para alumbrar la tierra, y los signos y planetas y estrellas, los efectos que hacen por sus influencias y las inclinaciones que dan á en debajo su curso nasce, por ser cuerpos superiores, y nosotros inferiores á ellos, y tanto, que si por menosprecio tenemos osar de hablar y entrar donde algun mal espíritu está de los que sentimos por el mundo, nos asombran y matan, sino los que tienen mando sobre ellos, que son sacerdotes y seculares por divina virtud; por donde se concluye que la primera causa sólo es Dios, de quien proceden todas las segundas causas, que son las criaturas. Y por esto, respondiendo á lo que vuestra excelencia me ha mandado, digo que sólo al mes de Mayo dan las estrellas influencias para engendrar todos los metales, que por mineros de la tierra se engendran, como el oro y plata y los otros, y tambien todo género de piedras preciosas, y tienen más virtud las hierbas en este mes que en todo el año por el rucío que cae del cielo sobre la tierra, que es manná cogido en muchas partes para medicinar los cuerpos humanos; y vistas las grandes excelencias y provechos que se alcanzan en este mes de Mayo, vinieron los romanos y muchas naciones á celebrar esta fiesta, por la que el cielo nos hace en darnos tan grandes tesoros como nos da, y para ser católicas estas alegrías, han de ser dando gracias á quien las da, que es nuestro Señor Dios, de quien todas las criaturas proceden y son hechas. En acabar mastre Zapater abajaron á la huerta del Real, donde hallaron un aparato de la manera que oirán. Estaba un cielo de tela, pintado tan natural que no parescia artificial, con un sol de vidro como vidriera, que los rayos del otro verdadero daban en él, y le hacian dar luz, no faltando estrellas que por sutil arte resplandecieron á la noche. Debajo dél habia una bellísima arboleda, con unos paseaderos de obra de cañas, cubiertas de arrayan, y entre ellos unas estancias en cuadro, hechas de lo mesmo; y en medio de este edificio estaba una plaza redonda, arbolada al entorno de cipreses con asentaderos, donde estaba una fuente de plata, que sobre una columna tenía la figura de Cupido, que la representaba un mochacho muy hermoso con el arco sin cuerda, asegurando con este mote que en una guirnalda traia: sin cuerda por no acordar. En el remate de la columna estaba este letrero: Soy la fuente del deseo, que su deseo alcanzará quien d’esta agua beberá. Tenia en la mano izquierda un ramo de flores, y en la mano derecha un guion real con una plancha de oro por bandera, con estos versos en ella, que muestran, moralizando á Cupido, quién es: El muy grande niño de muchos señor, Desnudo con alas y nunca cansadas, Con arco y saetas de plomo y doradas, en yerra le llama el gran dios d’amor. ¿Sabeis quién es este de tanto valor? Cupido se dice, y es nuestro deseo Que cuando codicia d’amor lo más feo, Pierde lo bueno y es todo dolor. Entónces desnudo, muy desvergonzado, Razon le contempla, y muchos le pintan, Sin ver, pues no ve qu’es mal deseado Volar con dos alas de vicio malvado, Y voluntad mala que el bueno despintan. El arco su fuerza primero nos tira, Saeta dorada que toma de grado, Las otras de plomo despues que ha tomado, Penando las siente quien ama en su ira. Los que se probaban en esta aventura habian de beber del agua, y al que no se queria dar secábase la fuente, y ántes de gustar della habian de publicar lo que deseaban. Estando en este deleite sintieron que venian los del Mayo con gran música de todo género de instrumentos, que tañeron en esta fiesta, y subieron á las ventanas para ver la entrada dellos. Venía delante de todos un Confaloner, con un caballo blanco cubierto de una red de oro guarnecida de muchas flores, y el vestido de lo mismo con un estandarte de seda verde, broslado todo de flores, y una guirnalda en la cabeza, de lo mesmo, sobre una cabellera, y él era rubio y dispuesto, hermoso y desbarbado. Venian en torno dél, vestidos en figura de ninfas, los cantores de su excelencia cantando: Bien venga el magio El Confaloner selvagio. Con este triunfo entraron en la huerta del Real, y en ser delante el Duque y la Reina, el Confaloner selvagio dixo: Yo soy el Mayo, hijo de naturaleza humana, representador del placer con flores y frutos, para recreacion de las criaturas, que debilitadas salen de la frialdad del invierno, enemigo de la vida humana, y renovador de la virtud, pues conmigo renueva lo que el invierno envejece. Proveedor de la salud, con hierbas de maravillosas virtudes, conservador del contento, porque el deleite no se pierda; traia este mote en la guirnalda de su cabeza: Quien es Mayo pasa el año. Habló luégo una de las que le acompañaban, que venía vestida de una ropa montesina, toda broslada de montes con un mote que decia: Por montes se debe andar, por no abaxar, y dixo: Yo soy la ninfa de los montes, que habito en el monte Olimpo, que está en la Grecia, de quien muchas naciones contaron el tiempo, porque los griegos hacian unos juegos en él de cuatro en cuatro años, que principiaron el año cccc. y vj. despues de la destruccion de Troya. Y los romanos de cien en cien años hacian sacrificios en él, que por ser más alto que las nubes y los vientos, siempre hallaban la ceniza de los cienaños pasados como las dejaban. Habló un otra que venía vestida con una ropa toda broslada de ondas de aguas del mar, y el mote decia: los que mejor triunfaron mis aguas ensangrentaron, y dixo: Yo soy la ninfa de las aguas, que lo más habito en la profundidad della, entre las gentes que habitan en lo interior del medio de la tierra, que son nombradas gente de agua, que estando lo más dentro della no los mata. Habló un otra que venía vestida de una ropa toda broslada de muy lindas arboledas, y el mote decia: por mis florestas no matan calorosas fiestas. Y dixo: Yo soy la ninfa de las florestas que lo más habito por Flándes y Alemania, donde las gentes dejan las poblaciones y viven en las florestas, que son muy arboladas, para que la furia del sol, cuando está en Leon, no pueda entrar en ellas. Cada una d’estas ninfas traian muchas vestidas como ellas venian, que fué cosa de ver, y oirles tañer la diversidad de instrumentos que tañeron. Levantóse Joan Fernandez diciendo: Yo quiero ser el primero que me probaré en esta aventura, y dixo: Yo tengo deseo de alcanzar que mi mujer en los dias caniculares no tenga celos de mí, que peor es que cigarra, que en todo el dia no calla, y temo que no reviente; y en allegarse á beber el agua se le secó, y él echó un Reniego de mí Porque me casé, Que si no me casára No me encativára Por una Beneita Que nunca lo fué. Su mujer se llegó á probarse, y dixo: Yo tinch un desig, que bon profit me faza, que estigues en la caza, tostems mon marit y nom cazas en casa, que mi posa brasa. Quiso beber del agua y no salió; y su marido le dixo: ¿qué haré yo, que el agua huye de vos? Don Diego Ladron llegó á beber del agua, y dixo: Yo tengo un deseo, que las damas perdiesen los deseos, que peores son que de preñadas, que no les podeis negar lo que piden, porque no muevan, y no dejan de mover, que no están firmes en querer. La fuente se le secó, y él dixo: Las damas le habrán hecho del ojo que no saliese, que cuando sus ojos tiran por la mira del enojo, tan blanco el ojo. Llegó á probarse la señora doña María de Robles su mujer, y dixo: Yo tengo un deseo, que mi señor don Diego tuviese deseos de preñada de bien parir, que si no pareciese mal no le faltarian comadres y compadres para batizar, y sé que le pornian por nombre don Diego Git y Calla, que no hallo qué es saber galan y hacerse mal querer. Respondió su marido: Si me hago mal querer es por sanar una celosa, que sois vos: que mucho se debe hacer para conservar á la mujer. Dixo ella: Verdad es, mas nadi debe ser bueno con mal ajeno. Al Duque les paresció tan bien está plática, que dixo á la Reina: Señora, probarme quiero en esta aventura, pues hace tanbien hablar, que Julio César fué en Asia por aprender retórica de Apolonio, astrólogo. Que todo se debe probar por saber muy bien hablar. Tomó de la mano á la Reina, y en ser delante la fuente, dixo: Yo deseo ser deseado de vuestra alteza y no aborrecido; y en querer beber del agua no salió. Rióse mucho la Reina, y dixo: Todo se le hace mal á mal pensar, yo me quiero probar por ver cómo me irá. Tal voy al agua, como cierva herida, y no soy creida, porque tengo por marido un descreido. Yo digo que tengo un deseo de preñada, y es de no ser olvidada del Duque, mi señor, que cualquier que no se quiere es muy gran olvidador; allegar quiero al agua, ya la veo seca, pues todo se me deseca, que mucho daña si ventura desengaña. El Duque se rió, y dixo: Señora, cabales estamos de risas y deseos, vuestra alteza de mal pensar perdió; que sin tocar nunca es bien determinar. La Reina dixo: ¿Amigo sois de tocar? Respondió, no, sino de destocar, d’eso pues reniego yo. Señora, no me ha entendido, que de no tocar ha sido mi destocar. A otro perro con ese hueso. Dixo Joan Fernandez: Señora, si perra dixera por mi mujer lo entendiera; puix sou gos, seré yo gosa, per ser vos un Barbarosa ab cent mullers. Hágolo por haber hijos, para mostrar que en vos se toma no engendrar, y no en mí. Mes val que estigam axí, que si fill tingues de vos sería masa graciós. Dixo don Luis Margarit: Departir quiero estos amores d’estos señores; probarme quiero que de un gran deseo muero. La señora, su mujer, dixo: Los deseos de maridos no merescen ser cumplidos, porque son parientes de la traicion. Respondió su marido: Vuestra merced lo verá, qu’el agua no me faltará por mostrar que os soy leal á bien y á mal. Y digo que mi deseo, que ninguna me mirase porque en vos no idolatrase. Que al parangon se muestra más la perficion, y en llegarse á la fuente se le secó. Su mujer se le rió cara á cara, y dixo: Cuán cierto está que no engaña la ventura, vuestro deseo fué engañarme, queriendo darme á entender desear no ser mirado por no idolatrar en mí, y todo vais falsificado, pues huis siempre de mí; y no fuig qui á casa torna. Dixo la señora doña Joana Pallas: Señora doña Violante, amagau lo valenciá, que castellans van per la terra, que per burlar de nostra llengua nos furten les peraules, y pórtenles á Castella pera fer farses ab ella, que mones son de Valencia, parlant ab reverencia. Dixo Joan Fernandez: D’esas monerías don Diego se ha burlado con cuentos valencianos de castellanos, y hánselo muy bien pagado, que burlar del burlador es de avisado. Dixo don Francisco: Yo quiero probar en qué parará un deseo que tengo, y es, si he de comer un higo que me hacen en una relogía; y queriendo beber del agua se le secó. Dixo la señora doña Francisca, su mujer: Yo conozco la higuera de ese higo, que por esto vos sacastes en las cañas papahigo y no le paparéis; por eso no subais á la higuera que sabeis, que dicho me ha que no deja cogerse, que bajar es el subir que ha de perderse. Yo tambien quiero probar un buen deseo en qué tiene de parar, y es que nunca os mirasen otros ojos sino los mios, porque estaria al seguro que no seríades burlado, pues los más hombres que se enamoran, son de ojos burladores, que los miran, y por ellos no sospiran, ántes hacen sospirar. Que el mirar de la mujer, lo más es para burlar. El agua se me ha secado, vos ternéis, señor marido, muchos higos y burlado. Don Pedro Mascó y la señora doña Castellana, su mujer, llegaron á probarse, y dixo el marido: Yo deseo nunca ser olvidado de una valenciana y castellana, que cuando más y más las miro más sospiro; y probó á beber del agua y secóse. Dixo la señora, su mujer: Pues me tengo de probar, deseo no desear á un Pedro más contento de sí mesmo que de mí, que no está léjos de aquí; y queriendo beber del agua se le secó. Dixo el marido: Señora mujer, decidme quién es el Pedro más contento que habeis deseado, que todo estoy demudado, mas no mudado en desamor, que no se muda un buen amor. Y ella respondió: Y’os lo diré, si vos me decis quién son las dos que deseais no ser olvidado dellas. Él se rió, y dixo: Mirad cuánto ciegan los celos, que os habeis desconocido; pues nombránd’os yo Valenciana y Castellana, que sois vos, os habeis hecho celosa pensando que fuesen dos; picado habeis, no lo negueis. Ella se rió, y dixo: Tambien habeis vos picado Del Pedro que os he nombrado, Más contento de sí mesmo Que de mí; Pues sois vos si estais aquí. Don Baltasar Mercader llegó á probarse en la aventura, y dixo: Yo tengo un deseo que pocos le tienen, de morir primero que mi mujer, porque yo me desesperaria si ella me faltase, y de otra parte no lo querria, porque de celos yo iria al infierno si otro la gozase; alargó la mano para beber del agua y secóse la fuente. Y la señora doña Isabel, su mujer, dixo: Yo tambien quiero probarme con el mismo deseo que mi señor don Baltasar tiene, y de las dos cosas que él ha deseado, la que ménos querria quiero, y es, que su merced se muriese primero porque nadi d’él gozase si por ventura se casase, que por ventura habria de ser segun me suele querer; y el agua se le secó y sospiró. Don Luis Vich tomó de la mano á la señora doña Mencía, su mujer, y dixo: Señora, vamos á probarnos en esa aventura, que mostrar quiero cuanto os quiero, y es mi deseo que vuestra merced creyese de mí que despues que la miré he cegado para cuantas he mirado, que topándolas voy como á ciego, y perdon les pido luégo diciéndoles: Hag’os saber que mis ojos dejo en casa mirando siempre á mi mujer. Dixo la señora doña Mencía: Tan casados son nuestros deseos como nosotros, pues deseo lo mismo de vuestra merced, que si deja los ojos en casa para siempre mirarme, no quedan los mios en la posada por irse tras él; que si en ella tengo de ver, con los ojos de mi hija ha de ser, que no veo sino con los de Doñana. Llegaron estos dos tan casados en su voluntad á beber del agua y no se les dió, que Cupido que la daba la quitó porque no muriesen de placer de verse favorecer más que todos del amor, que fuera hacer gran sinsabor. Don Berenguer Aguilar llegó á probarse, y dixo: Yo deseo que la señora doña Leonor, mi mujer, me tuviese por tan buen casado que no dejase cantar por casa á su criada Marinsueña: Mal casada, no te enojes; que cantando le va esta cancion por meternos en quistion, que en ser en Valencia estas castellanas, son revuelve-casados y descasa-maridos. Dixo la señora doña Leonor: Quien se da mal á entender, se va á perder. Respondió su marido: Quien se da á mal sospechar, va á mal andar, como hace Marinsueña, que debe ensoñar que yo soy mal marido, y serlo he, porque ella vaya á cantar á otra casa; y queriendo beber del agua, se le secó, y á su mujer le rogó que no se probase en ella, que enojado estuvo d’ella. Don Miguel Fernandez tuvo por cierto que se cumpliria un deseo que tenía, y llegó á la fuente á probarse, y dixo: Yo tengo un deseo de ser muy leal en amores si me guardasen lealtad, mas no se usa, que mal uso descubre quien es confuso, bien sé que hablo contra mí, mas yo sé quién obra contra nosotros en seguir y perseguir las damas á sus amadores, con este diabólico uso, nombrado deslealtad, que tantos quieren cuantos ven de servidores, y á todos hacen disfavores; y queriendo beber del agua, se le secó, y dixo: Desculpado so si no tengo lealtad, que no quiere esta bondad, Cupido, nuestro deseo, por seguir l’amor más feo en los amores, que nascen de mal amor desamores. Dixo la señora doña Ana, su mujer: Buen pintor es mi marido, Á su placer ha pintado, Falsas nos ha retratado, Guárdeos Dios de arrepentido. Todas l’han amenazado Que será bien combatido. Y’os prometo de no ayudaros, que bien dicen: Quien mal busca, presto le halla. Yo quiero tambien probarme en esta aventura, y es mi deseo que no viese lo que veo cuando me enoja, que ver mal, males antoja; y en llegar á beber del agua se le secó, y dixo: Ya me temia que jamas alcanzaria dejar de ver en amores refalsados amadores. Señoras, demos mala postre á mi marido, que esta plática ha movido. Vinieron dos disfrazados á probarse en esta aventura, y el uno venía armado de cuerpo con unas muy ricas armas, llenas de flores esmaltadas sobre planchas de oro de martillo y en un chapeu que traia una red de oro colgaba, que su rostro le atapaba, y este mote en él traia, Miraflor de Milan. Y el otro venía en cuerpo muy bien vestido, como á soldado, de terciopelo carmesí, con unos ojos en blanco mirando al cielo, broslados entre muchas alas de oro de martillo, esmaltadas, y en un sombrerete de lo mismo traia este mote que decia: El deseo siempre vela, mira y vuela. Y en ser delante la fuente para decir sus deseos, el uno que en su mote representaba ser el deseo, quiso comenzar á decir lo que deseaba, y el otro, que venía armado, le dixo razonando á modo de diálogo lo que oiréis en este razonamiento: _Miraflor._ Paso, paso, mi Deseo, N’os pongais á desear Lo que n’os puede matar De la muerte que ya veo. _Deseo._ ¿Y que muerte podeis ver, Que no sea más placer El morir por gentil dama, Que despues de muerto ser? Más se vive por la fama. Ya yo sé Lo que de Leriano fué, Que murió por Laureola; Mártir con tal laureola, Que laurel d’amores fué. _Mir._ Deseo, n’os engañeis, N’os perdais de confiado, Que do vos habeis entrado, Nunca pienso que saldréis. _Des._ ¿Y qué mal puede venir, Que no sea más vivir Morir bien enamorado? Que si envida fué nombrado, Mucho más es en morir. Ya sé yo Que por lo que deseó Leandro, su linda Hero Murió de lo que yo espero, Que en l’amar se ahogó. _Mir._ Deseo, dejad razones, No paseis más adelante, Vos pornéis á vuestro amante Por mil bocas de leones. _Des._ ¿Y qué afrenta le verná? Pues que más leon será En cualquier inconviniente, Que el cobarde es más valiente Cuando enamorado está. Ya está visto, Que por desear Calisto A su linda Melibea, Murió del que yo me vea, Pues no fué d’ella malquisto. _Mir._ Deseo porfiador, No salgais de la barrera, Hablemos de talanquera, Que mata el toro d’amor. _Des._ ¿Y qué muerte darnos puede, Que muy más muerto no quede El que por temor olvida? Que amor mata y da la vida Cuando todo lo procede. Yo bien veo Que Sanson y su deseo Por su Dalida murió, Cuando el templo derribó Con el pueblo filistéo. _Mir._ Deseo, creedme, pues, Desear es gran fatiga, Mate da cualquier amiga, Si amor juega al ajedres. _Des._ ¿Y qué mate nos dará? Pues su mano matará, Que muy más es ganador El que pierde por amor, Cuando bien perdido está. Ya contemplo Que Achíles murió en el templo Deseando á Policena, Que si desear da pena, Troya queda por ejemplo. _Mir._ Deseo, no me enojeis, Que tambien ternéis vos parte, Recelad de cada parte, Que enemigos hallaréis. _Des._ ¿Y de qué parte vernán? Sé que no nos matarán Si de nuestra dama vienen, Que de muertos que nos tienen, Poco que matar hallarán. Bien sé que avino Que por desear Tarquino Á Lucrecia su romana, Él quedó muerto en Toscana, Que de Roma huyendo vino. _Mir._ Deseo, ya podeis ver Lo que nos puede seguir, Si vos n’os dejais regir, Yo no me podré valer. _Des._ ¿Y qué seso bastará? Quien tal dama mirará, Que se pueda regir más, Pues que tú mirado la has, Quien la vió la deseará. Calla, pues, Que amor pasa todo arnes, Si con esta dama mata, Nombrada Margarimata, Que en su nombre está quien es. Pues nombraste la dama que has nombrado, no se puede excusar el desear que hasta agora t’he rogado; hícelo porque mostrases la razon que tengo yo de siempre ser de quien yo so; y así deseo lo que tú deseas, nunca estar en libertad, que pueda tener deseos sino de servir á la señora que serle su servidor hace ser muy gran señor. Alargó la mano, y el agua se le dió, y Cupido le habló desta manera: Miraflor de Milan, si yo te he dejado beber del agua desta fuente del Deseo, ha sido porque el Cupido que yo represento me aparesció esta mañana, y me dixo que no te negase el agua del Deseo, pues deseas en los amores para merescer favores, y que no te niegue cuanto me pedirás, pues tan bien deseado has. Toma esta carta que me dió para tí, y mira lo que mandas de mí. Con lacato que se toma una carta real la tomé y le sopliqué me dixese por qué habia negado el agua en dia que nos mostró con su invincion que á ninguno enojaria; respondióme: Por probar de paciencia, que mucho se contenta amor de bien sufrido amador. Agora yo la daré, que á buen sufrir se le debe sin pedir. Todos bebieron con gran placer desta agua que tan buen sabor tenía, como el efecto que hacia; el Duque y la Reina quisieron saber quién yo era, yo respondí: Mi nombre traigo por mote; dixéronme: ¿Luego vos debeis ser aquel Miraflor de Milan que nos hizo publicar con el rey darmas el cartel de la aventura del monte Ida, donde vos os hallasteis muy favorecido de Cupido? quitéme el disfraz y dixe: Yo soy quien siempre fué muy gran servidor de vuestra alteza y su excelencia. Rieron mucho de mi arreboz tan disimulado, que buen engañar no enoja al engañado; mandáronme que leyese la carta, yo dixe: Quien me la dió debe saber si en público se ha de leer, dársela quiero, y él la tomó, y á todos la carta leyó, que ansí decia: Buen amador con quien amor recrea, No l’amador por quien fuí ahorcado, Deten la fiesta, que yo te he mandado, Del monte Ida, porque yo la vea. Mandamos esta carta que se lea Para mostrar lo que he determinado, Que por mi mano seas muy honrado, Porque mejor de tus manos lo sea. Yo llevaré mi madre en compañía, Y ella dará jornada d’este dia. Las damas que tenian amenazado á don Miguel Fernandez vinieron todas juntas contra él, y dixéronle que se pusiese en punto de guerra, que le querian dar la batalla que tenía aplazada, y fué de mujeres á maridos, porque fueron valederos d’él, y ellas de la señora doña Ana, su mujer, y por excusar prolijidad en esta escaramuza, serán señalados los caballeros, cuando hablan, con una C., y las damas con una D., y comenzó la señora doña Ana Mercader: _Dama._ Señor don Miguel, Olvido. _Caballero._ Señora Doña Ana, Acuerdo, Para tener desacuerdo, Siempre os vi contra el marido. _D._ Dígame, señora hermana, ¿No está muy bien apodado? Dichli pájaro pintado, Vestit de vert y de grana. _C._ Decid, señora mujer, ¿Qué os ha hecho don Miguel? _D._ Perque vos sou tal com ell, Pensi dar en lo terrer. _C._ Señora doña Leonor, ¿Com li va de mal marit? _D._ Mejor era servidor; Respondre vull al envit, Doña Juana Pallas so, També cante exa cansó. Don Diego mal querer, ¿Porque no entrais en batalla? _C._ Don Diego git y calla Me ha puesto mi mujer, Con un mote de Milan Os respondré muy conforme: Non despertar el can que dorme. _D._ Muy mejor está durmiendo Que vellando, mal marido. _C._ Porque no tenga sentido, ¿Quereis que no esté sintiendo, Señora doña Isabel? ¿De qué visten los maridos? _D._ De raposos van vestidos, Que huelen á mala piel. _C._ Señora mujer, ¿qué es eso, Que raposo me decis? _D._ Un poco dello vestis, Que en amores sois travieso. _C._ Señora doña Violante, Mi mujer, ¿Amazona quereis ser? _D._ No soy sino Bradamante De bien querer, Aunque vos no sois Rugier. _C._ Señora doña Mencía, ¿A franceses os pasais? Quien os hizo en este dia Lo que nunca me mostrais. _D._ Perdone, señor don Luis, Que no puedo paz tener; engarme quiero por ver Si es placer cuando reñis. _C._ Doña brava Castellana, ¿Armastes hoy la ballesta Contra mí? _D._ Don Pedro, mala semana Y peor dia de fiesta, Veisla aquí. _C._ Bravas andan las señoras, Que Doñana, mi mujer, Las saca al corro. _D._ Don Miguel, poco enamoras, Salidnos vos á correr Que no me corro. _C._ Don Miguel, teneos bien, N’os derribe de la silla Vuestra mujer. _D._ Joan Fernandez Desden, Corregidor de Castilla, Debeis ser. _C._ Diga, señora Doñana, ¿Hale entrado por la boca Mi mujer? _D._ Fet habeu carrera vana, Caball sou que mol se toca De llauger. El Duque se rió mucho d’este palacio, y dixo d’esta manera: Señores, nunca fué mejor batalla, que los muertos son de risa, y los vivos d’amores quedan cativos. Las mesas están paradas para cenar, váyanse luégo á sentar, porque miéntras cenarémos, alabanzas oirémos de las damas de Valencia, que serán en un _toma vivo te lo do_, que cantarán todos mis cantores, y dirá Olivarte sólo la copla de cada dama tañendo y cantando; y porque será tarde cuando de aquí saldrémos, yo hago franco á don Luis Milan para agora de la aventura del monte Parnaso que nos ofresció de contar, con que nos quede deudor della para cuando se la demandarémos, que buena deuda, pedir se debe, y comience la música á darnos por principio d’esta dulce cena el TOMA VIVO TE LO DO. Para quien falta mi pluma, Aunque sea de Milan; Que las garzas altas van, Pues de damas son la suma. Son las cuatro de Aragon, Que en Doñana os mostraré Un noli me tangere, Que de César diz que son. _Toma vivo te lo do._ Para una Perellosa, En muy buen oro engastada, Que cuando será tocada La hallarán muy más preciosa. Es de tal quilate bella, Qu’es para dorar su oro, Que á mí me ha vuelto moro Y no he renegado della. _Toma vivo te lo do._ Para una doña Francisca De Mascó y Castellví, Por amores me perdí, Cantará quien se le arrisca. Aunque no se olvidará, Y si me cobrase hoy dia, Otra vez me perderia Quien tambien perdido está. _Toma vivo te lo do._ Para doña Gracía Ladron, Que de sí retrato está, Pues en ella se verá Su nombre por condicion. Lo que en todos es desgracia, Es muy grande gracia en vos Tener tales nombres dos, Ladron puesto en tanta gracia. _Toma vivo te lo do._ Para una doña Desprecia, Que desprecia toda hermosa, Sino mi linda preciosa, Y es en todo otra Lucrecia. Y aunque trae luto agora, Luégo le podrá vestir Quien la mire por servir, Pues en todo es matadora. _Toma vivo te lo do._ Para una doña Ventura, De la hermosura Marquesa, Pues nasció para deesa De la mesma hermosura. Hable un marqués, dígalo Quien es esta Madalena, Pues que lo sacó de pena La pena que ella le dió. _Toma vivo te lo do._ Para una doña Leonor, Qu’es en todo tanta dama, Y Gualvez, qu’es en la fama Con las de mayor valor. Es de tanta perficion, Como en ella se verá, Si viene otra reina Sabba Para ver su Salomon. _Toma vivo te lo do._ Para doña Ana Mercader, Pues con su mercadería A todos abatiria, Y no para abatidos ser. Todos s’abaten en vella, Nadi deja de servilla, Aunque perderá la silla Quien irá encontrado d’ella. _Toma vivo te lo do._ Para tres puertas al cielo Que harán perder de vista, Si no es águila la vista Que las mire d’este suelo. Adevínelas, señor, Que la segunda es muy linda, Mariángel, Cathalinda, Joanamor. _Toma vivo te lo do._ Para una matadora, Qu’es en todo mucho bella, Quien dirá quien fuere d’ella, Sano era, mas no agora. Aunque cierto yo diria Qu’es contraria á su nombre, Que María sana al hombre Y en ella no sanaria. _Toma vivo te lo do._ Para doña Theodora De Carroz y de Artes, Que de tan gran arte es, Que á las damas enamora. Porque no es poco saber No matar envidiosas, Que son las ménos hermosas Delante su parescer. _Toma vivo te lo do._ Para una aragonesa D’Aragon y de Casada, Doña Francisca nombrada, Que era toda gentileza. Dígalo quien lo dirá, Qu’es su don Juan Valterra, Que no está debajo tierra Quien bien enterrado está. _Toma vivo te lo do._ Para dos de gran blason, Doña Mencía doña Ana, Quien d’ellas muere no sana, Madre y hija entrambas son. Son de hermosura tan bella, Como no tiene respuesta, Que no paresce ser fiesta Si las dos no son en ella. _Toma vivo te lo do._ Para las tres saboyanas De la casa de Saboya, Que quien ménos vea y oya Las dará por muy galanas. Todas son tan angeles, De hermosura valenciana, Doña Beatriz y Doñana, Con doña Francisca tres. _Toma vivo te lo do._ Para una Doñana Blanes, Qu’es de muy alta casada, Que si no fuese casada, Casaria mil galanas. Casados con su parescer, Irian ciegos tras ella, Pues nasció debajo estrella Para siempre estrella ser. _Toma vivo te lo do._ Para una su cuñada, Mujer de Blanes, su hermano, Que no le darán de mano De graciosa y avisada. Pues que tiene tal aviso, Qu’el espejo en que se mira, Tras su marido sospira, Pues en él ve un Narciso. _Toma vivo te lo do._ Para quien nada le falta Que pueda tener, señora, Que un Milan voló en buen hora, Por volar garza tan alta. Sepan, pues, qu’es esta dama Doña Joana de Cardona, Que muy caro da persona Que tiene mucho de fama. _Toma vivo te lo do._ Para una linda Pallas, Con un Margarit casada, Que por servir no da nada, Que servirla es por demas. Porqu’es escupir al cielo, Que se volverá á la cara, Pues es cosa mucho cara Lo sin precio en este suelo. _Toma vivo te lo do._ Para una d’este són, Que sin honra á nadi da, Que no es como Dalidá, Aunque es mujer de Sanson. Adevinénmela, pues, Que entre todas damas cabe Que don Pedro Sans lo sabe, Pues que su medalla es. _Toma vivo te lo do._ Para doña Beatriz Vique, Pues es dama tan de ver, Que de quien no debe ser Por demas es que repique. Tiene pacto con ventura, Que terná della contento, Que muy gran merescimiento Tarde para en desventura. _Toma vivo te lo do._ Para dos lindas Violantes, Madre y hija son las dos, Que mucho deben á Dios, Pues que son muy importantes. Pallas serán y Pujadas, Pues que suben á tal alto, Que daria mortal salto Quien siguiese sus pisadas. _Toma vivo te lo do._ Para tres de muy gran vuelo, Garzas son estas Garcías, Que si viviera Macías, Muriera tras este vuelo. Doña Joana lo dirá, Villarasa, linda dama, Que si tal señuelo llama, Qualquier ave le verná. _Toma vivo te lo do._ Para una qu’es el norte De hermosura en el amar. Estrella del navegar, Guia del galan de córte. Doña Joana Jofre es ésta, De los cortesanos guía, Que estrellas á mediodia Hace ver á quien le cuesta. _Toma vivo te lo do._ Para tres lindas cometas Que sacan rayos de fuego, Quien los mira queda ciego D’estas lindas Fenolletas. Cuando se muestran en fiesta, Señalan caso de muerte, Para el de muy mala suerte, Que con ellas no hará fiesta. _Toma vivo te lo do._ Para dos que están vecinas, Que la una es milanesa, Y la otra es ferraresa, Muy hermosas clavellinas; Pues que son d’ellas claveles, Dos que con mucho de ver, Un Milan con un Ferrer, Que parescen dos joyeles. _Toma vivo te lo do._ Para una Sanoguera, Señora de Catarroja, Que prometo que no acoja En este lugar quinquisera. Dícese doña María Sanoguera mucho bella, Que cualquier dirá por ella, Por María yo amaría. _Toma vivo te lo do._ Para una doña Joana Que la gracia está en su nombre, Vida y muerte dará al hombre De Vilanova y galana. Es de muy gran hermosura, Hija del Rey del amor, Pues da vida al amador Que le da la sepoltura. _Toma vivo te lo do._ Para dos cuñadas bellas Doña Esperanza Despes, Qu’el oro y ruchicler es, Con doña Joana Centellas. Son la más bella cadena Que s’ha visto en los nascidos, Pues que tienen sus maridos Libertados y en cadena. _Toma vivo te lo do._ Para una Castellví Que nombran doña Rafela, Quien tras su castillo vela, Mejor vellador no vi. Fortaleza tanto bella Nunca se podrá ganar, Porque no llega el amar A tomar almena della. _Toma vivo te lo do._ Para quien valen por ciento Que siempre serán nombradas, Ejemplo y paz de cuñadas Por su gran avisamiento. Doña Castellana es una, Y el otra doña Violante, Que de poniente á levante Como ellas fué ninguna. _Toma vivo te lo do._ Para doña Dorotea Pellicer y de Scribá, Que bien para mal le va, Pues no es matadora fea. Es de tal arte sabida, Que no se puede atinar, Que sabe tambien matar, Qu’en la muerte da la vida. _Toma vivo te lo do._ Para una linda Cardona, Paloma del alto cielo, Que siempre la veis al cielo, Pues del cielo es su persona. Un Milan, gran volador, Por ser alto su volar, Se vinieron á cazar, Que no fué caza mejor. _Toma vivo te lo do._ Para tres Borjas Joanas, Que Joanas son y Borjas, Sayas traen con alforjas De mil gracias y ademanes. De sobrinas tienen talle Del gran Honorat Joan, Qu’es el más gentil galan Que se vió de sala y calle. _Toma vivo te lo do._ Para una doña Luisa Penarroja y de Pujadas, Que no terná malas hadas Quien por ella tenga risa. Guay de quien hará llorar, Porqu’es dama tan en todo, Que en servirla de mal modo, Luégo puede comulgar. _Toma vivo te lo do._ Para una doña Mencía Margarit y de Mascó, Quien á tí no te buscó Todo bien desmerescia. Más linda que Cleopatra, De las más lindas que vi, Por idolatrar en tí, Muerta estás por idolatra. _Toma vivo te lo do._ A doña Agraida Parda, Y á su hermana la Rubina, Que con su doña Agustina Danzarán alta y gallarda, Porque son tan altas tres, Y de tanta gallardía, Que baja no danzaria Quien danzase con sus piés. _Toma vivo te lo do._ A las lindas escribanas Que están siempre bajo velo, Como imágines del cielo, Aunque estén á sus ventanas. Ellas y Vilaragudas Gustan de cualquier que pasa, Pues el gusto más traspasa De las más bellas y agudas. _Toma vivo te lo do._ Para doña Madalena Sanoguera y de Pujadas, Que en seguille las pisadas, Será gloria toda pena Es de tal contentacion Todo lo que veis en ella, Que lo que no fuere della Todo es descontentacion. _Toma vivo te lo do._ Para una gentileza, Que en su cruz no morirá, Á quien crucificará Si es Andres de tal Andresa. Cuando se nos mostrará Veréis si digo verdad, Que ciega va en claridad, Voluntad que ciega está. _Toma vivo te lo do._ Para aquella muy galana, De don Diego Ladron hija, Qu’en la gala poco aguija Quien no va tras doña Joana. Qu’ella tiene por legado Que su padre le dejó, Qu’el galan que la sirvió, Quede por galan marcado. _Toma vivo te lo do._ Para otra Doñana Vique, Que de Betera es señora, Que de todo se enseñora Quien no halla le replique. Que yo le consejaría No viese á Margarimata, Qu’es Margarita que mata, Que tambien la mataria. _Toma vivo te lo do._ Para una doña Marquesa, Qu’es Condesa d’Almenara, Que le huirán la cara, Si no es mi gran milanesa. De la cerda de do viene, Cuelga luégo al que la mira, Que por mucho que sospira, Mucho ménos vida tiene. _Toma vivo te lo do._ Para tres lindas Vidalas, Que la una es Aguilar, Águilas son en volar, Que muy altas van sus galas. Guárdeme Dios el Milan, Aunque ya guardado está, Que la garza muerto le ha, Que mata todo galan. _Toma vivo te lo do._ Para un Ángel y Angelá, Devinen quién puede ser, Que sin ver se puede ver Qu’en ser Ángel se verá. Y es el Ángel su marido, Adevinénmela pues, Esa dama Borja es, Que á los dos he conoscido. _Toma vivo te lo do._ Para un otra su hermana, Que bien la conoscerán, Que en su gracia la verán Castellana en valenciana. Es de Borja y gran saber, Y en todo gobernadora, Pues gobierna esta señora Un gobernador Ferrer. _Toma vivo te lo do._ Para una Alponta y Parda De mi parte tú irás, Y en llegando le dirás Fuera, fuera, guarda, guarda; Aquí traigo un motecillo, Miren bien lo que diré, Y es esto que cantaré: Moriana en el castillo. _Toma vivo te lo do._ Para dos lindas que vi, Que son para más que tres, Que la una Parda es, Y la otra es Castellví. Adevinen la cancion, Pues no son desconoscidos Los nombres de los maridos, Que ellas Vilanovas son. _Toma vivo te lo do._ A doña Laudomia irás, Que un galan dixo por ella, Ésta es cierto la más bella Qu’en mi gala vi jamas. Ésta remontó mi córte, Por ella sé qu’es amor, Laudo mia sorte amor, Laudo mia sorte. _Toma vivo te lo do._ A una que fué y será Doña Marquesa de Heredia, Que su gala fué comedia Que jamas enfadará. Porque puso ley en gala Para hacer un servidor, Que en servirla fué señor Y galan de calle y sala. _Toma vivo te lo do._ Para una doña María De Robles, que robles son Que colgaron un ladron, Que ella sola lo podia. El mayor ladron ha sido Don Diego Ladron d’ella; Pues quedó colgado en vella, Y ella d’él para marido. _Toma vivo te lo do._ Para una doña Raphela, Que de Almunia fué mujer, Que paresce que fué ayer, Que siempre se nos revela. Nunca en gala puso cisma, Que si quieren batizar Una dama singular De su gala toman crisma. _Toma vivo te lo do._ A Doñana Mompalau, Que si el Petrarcha la viera, Su madona Laura fuera, Pues de gala fué un serau. Dama de sala y ventana Mejor qu’ella no se vió, Pues por ella se acertó Sacar la contramesana. _Toma vivo te lo do._ A dos hijas de esta dama, Que en la gala las verés, Las columnas de Hercules, Que d’ella dejan gran fama. Doña Ines, doña Merina, Son los nombres d’estas bellas, Pues dirán d’estas estrellas Su virtud á bien inclina. _Toma vivo te lo do._ Para una Borja y Aguilar Que nombran doña Angela, Que en todo es tal aguila, Que otro Joan puede mostrar. Un buey en sus armas tiene Que d’ellas es su defendedor, Que luégo mata al servidor, Que servilla no conviene. _Toma vivo te lo do._ Para dos lindas estrellas Que inclinan á sus maridos, Que ni ojos ni oidos Tienen sino es para ellas. Adevinen quién serán El de Borja y Granullés, Que en ellos conoscerés Por otras no trocarán. _Toma vivo te lo do._ Para una Ángela condesa Que ninguna le aventaja, Porque á la natura ataja Cuando salle esta deesa. Dícele, tu sér y modo Mucho mal te lo pagára Quien te dió una almenára Meresciendo un mundo todo. _Toma vivo te lo do._ Véte al otro mundo, vé Á doña Isabel Ferrer, Mujer de Joan Mercader, Que por ella rico fué. Pues ganó ciento por uno Y jamas fué logrería; Pues con tal mercadería Fué más rico que ninguno. _Toma vivo te lo do._ Para doña Violante De Pallas y de Artes, Que de un Ximen Perez es Que no es mejor en Levante. No hay perro que aquí le ladre, Que madre y hija son joyel, Y en la hija veis Rachel, Y á Lucrecia en su madre. _Toma vivo te lo do._ Para una gobernadora De Borja y de Cabanillas, Que sallen las siete cabrillas Cuando salle esta señora. Las cabrillas son estrellas Que sallen con su gran norte, Cuando salle con su córte Para ser guion de vellas. _Toma vivo te lo do._ Para la la estrella Diana, Doña Hierónima Exarque, Que no hay quien no se embarque En su nave capitana. Señora fué de Callosa, Y era para hacer callar A quien la oyera hablar, Y dar habla á toda cosa. _Toma vivo te lo do._ Para una doña María Valterra, mas no enterrada, Que sobre ella es levantada En muy gran altanería. Un valenciano justador Por ella sacó en cimera Un palmito, y el mote era: Devall terra es lo millor. _Toma vivo te lo do._ Para doña María Flos, Que fué flor de aquesta tierra, Plantada en esta Valterra, Que un jardin fueron las dos. Dígalo el Comendador Montagut que la sirvió, Que á gato de algalia olió Quien fué della servidor. _Toma vivo te lo do._ Para una de gran norte Vilanova y Catalá, Que en vella cualquier dirá Cata la dama de Córte. Que Joan Fernandez quiso Hacer una cortesana Del córte d’esta galana, Y perdióse en su aviso. _Toma vivo te lo do._ A doña Esperanza Despes, Que mujer fué de Sanctángel, Que por ella tuvo el Ángel, Pues en todo un ángel es. Y ella su Despes por él, Pues tuvo gran esperanza, Que temia una esperanza Que parió como un pincel. _Toma vivo te lo do._ Para su suegra Centellas, Que fué del Conde d’Oliva, De su boca la saliva, Que sal fué para las bellas. Provision fueron sus minas De sal, pues fué tan salada Que mejor fuera nombrada Doña Francisca Salinas. _Toma vivo te lo do._ Para quien fué tal mujer Como fué su embajador, Vique fué muy gran señor Por tal dama poseer. Doña Violante fué De Ferrer y Castellví, Que castillo tal no vi, Ni tal castellan veré. _Toma vivo te lo do._ Para una doña Luisa, La mujer de don Ramon Peromaza y de Ladron, Pues rey fué con ella en Frisa. Y á su doña Violante, Qu’es hermana d’esta dama, Que las dos van en la fama Con un plus ultra adelante. _Toma vivo te lo do._ Para una dama de talle, Que señora fué de Heriza, Que presto será ceniza Lo que de Valencia salle. El contento que no tura Nos mostró esta doña Joana, Que pasa carrera vana Quien para en mala ventura. _Toma vivo te lo do._ Para un otra doña Joana Cañavate y Corverán, Que jamas la picarán Cuervos á tal corverana. Cuervos son los maldicientes, Pues tal viuda no se vió, Que ninguno la picó, Haciendo picar á las gentes. _Toma vivo te lo do._ Para doña Margarita Corverán y de Cruilles, Que no sé sino decilles Que este nombre nunca ahita. Este nombre es de virtud, Que hermosea á quien le tiene, Porque siempre les sostiene Hermosura y joventud. _Toma vivo te lo do._ Para tres de admiracion Margaritas preciosas, Borjas son estas tres diosas, Juno, Pallas, Vénus son. Que si yo les fuese el juez, La manzana les daria Á las tres, pues que veria Que una Vénus son las tres. _Toma vivo te lo do._ Para una doña Francisca, Qu’es señora de la Daya, Que mata como azagaya, Qu’es una lanza morisca. Pasará de parte á parte Al galan que irá tras ella, Porque mata la que es bella Sobre honestidad sin arte. _Toma vivo te lo do._ Para quien no se desmanda, Y manda á un gobernador Que fué siempre mandador Sino desta que le manda. Ésta que n’os he nombrado, Boyl es, castiza casa, Manda á don Juan Vilarrasa, Por ser d’ella bien mandado. _Toma vivo te lo do._ Para una Villarrasa, Que no es villa, mas ciudad, Que ladrona voluntad No le verán por su casa. Su nombre es doña Rafela, Llena de propiedades, Que robando voluntades, Nunca robarán las della. _Toma vivo te lo do._ Para doña Joana Aguilon, Que de peste se murió, Pues á quien ella hirió Nunca tuvo defension. Que la peor landre es ésta, Ser herido de la dama, Cuando amando nos desama, Defendiéndose de honesta. _Toma vivo te lo do._ Para dos de grande primor, Joan Fernandez, cantad vos, De las dos hermanas dos, A mi mátame la mayor. Y diréis muy gran verdad Sinos asis á dos ramas, Que Beneitas son las damas Isabel, Hieronima. Dixo el Duque: Don Luis Milan, no paseis más adelante, pues habeis parado tan bien, que hecistes parar muy colorado al que estaba sin color de vuestro «toma vivo te lo do» que por Joan Fernandez se pudiera decir: toma muerto te lo do; pues lo estaba tanto, que si fuera envidioso como es envidiado, creyera que lo estaba de vos. Dixo don Francisco: Acertado ha vuestra excelencia, que Joan Fernandez me ha dicho que no ha oido mejor toma vivo te lo do, ni ha visto tal toma muerto te lo do, como estaba don Diego de envidia de no haberlo hecho él. Dixo don Diego: Don Francisco, pareceisme sacabuche, pues del buche de Joan Fernandez habeis sacado lo que habeis dicho contra mí por vuestra boca; y vos, Joan Fernandez, me pareceis ventosa, que por vos ha salido el humor malencólico de don Francisco, que vuestra malicia le ha engendrado para dañarme, diciendo que yo estaba un toma muerto te lo do, de envidia de don Luis Milan de su toma vivo te lo do; y decis verdad, que no puede haber cosa buena que no sea envidiada, ni cosa mala que no sea reprendida. Dixo Joan Fernandez: Don Diego, pues nos habeis apodado, á don Francisco á sacabuche, y á mí á ventosa, y’os apodo á vos á cinfoynero de perro bailador, que nunca tañe la cinfoyna sino para sacar dineros; y es el perro vuestro pensamiento, que siempre va rondando, como á bailador, para embaucar á quien de vos se deja; sino, dígalo la córte á cuántos habeis embaucado, para sacarles presentes, tañendo las cuerdas de vuestra armonía; pues lo son tanto que saben sacar joyas burlando de vuestros valencianos en Castilla, como vuestro padre don Luis Ladron de Castellanos en Portugal, que es oficio de lisonjeros, que por él vos podrian decir don Diego lisonjero. Dixo don Francisco: Joan Fernandez, pues vos os habeis vengado de don Diego en apodarle á cinfoynero, yo le apodo á melcochero, que se hace pagar mala miel por buena á los que no tienen gusto, como se siguió en Portugal en este cuento que oiréis: Un castellano melcochero iba vendiendo melcocha en Portugal diciendo «á la buena melcocha, á la buena melcocha», y un portugues díxole: Melcochero castelau, nan dezis ben, que sendo os castelaos suzios, muito mejor direis, «á la boa merda cocha, á la boa merda cocha». Dixo don Diego: Don Francisco, á vuestro cuento sucio y al de Joan Fernandez frio, quiero responder con un cuento que oiréis: Dos volteadores allegaron en tiempo de Julio César á Roma, y prometieron hacer espantar y reir á cuantos les mirasen, fuéles mandado que volteasen en el Coliseo, porque todos los que quisiesen los pudiesen ver, y voltearon vestidos de la cintura arriba, y de la cintura abajo desnudos; y hacian tales vueltas que de muy peligrosas espantaban, y de muy desvergonzadas hacian reir, porque mostraban todas sus desvergüenzas volteando. Acabado que hubieron, fueron á los senadores y á Julio César que les miraban, á pedir por paga lo que mandasen, y fué mandado que se les diese de lo que ellos habian dado para hacer reir, y ansí fueron puestos en sendos asnos á caballo, de la misma manera que habian volteado, mostrando sus desvergüenzas, y mandáronles dar cien azotes por paga á cada uno, y el pregon decia: A los desvergonzados sean en sus desvergüenzas azotados. Por donde se puede entender que á todos los que hacen, ó dicen, ó piden con desvergüenza, es bien pagalles con la misma moneda d’esta manera; á los que hacen algun placer desvergonzadamente, sean pagados con desvergüenza como éstos fueron, y á los que dicen desvergüenzas para hacer reir, desvergonzarse para hacelles llorar; y á los que piden con desvergüenza lo que no deben, no dalles nada, y decilles lo que yo diré á vosotros, y es esto: Viendo la vuestra se pierde la mia, que con la poca vergüenza que me habeis motejado, os he respondido. Dixo el Duque: Qué os parece, mastre Zapater, qué buenas lanzas han corrido estos caballeros cortesanos, y cuán poco se han corrido de los apodos que se han hecho, mostrando la severidad que los avisados han de tener para mostrar que ni en las burlas ni en las véras deben salir de seso, sino estar siempre en consideracion, para bien responder y obrar en todo lo que conviene, como mostró Julio César en su primera edad, que siendo de la parte de Mario, fué preso de los contrarios, y traido delante Sila. Y rogándole todos que lo soltase por ser muy mancebo, respondióles: ¡Oh caballeros! ¿para qué rogais que yo dé libertad y vida á quien muestra su presencia, qu’es para dar y quitar libertades y vidas? ¿No veis vosotros que en él hay muchos Marios? Yo haré lo que me rogais, sólo por mostrar que tengo tan poco miedo de Mario como él muestra tener de Sila. Véte, Julio César, y dirás á tu Mario que si te he dado la vida, es por tener muy poco miedo á los que le parescen á él. Palabras fueron como de tal varon, mostrando lo que debe hacer el hombre sabio para mostrar ser fuerte; que en ninguna ocasion contraria, ni en burlas ni en véras, muestre ser vencido. Mastre Zapater: Señor, parésceme que no se puede decir por vuestra excelencia lo que dice nuestro valenciano: Qui la esplana la gasta, pues ha declarado tan bien las burlas d’estos caballeros cortesanos, que ha mostrado el fruto que se debe coger de los que echan flores por la boca; y si los que leen y oyen razones avisadas, no gustan de lo que vuestra excelencia ha gustado, no muestran entender lo que leen y oyen, que si lo entendiesen, ó trabajasen de entendello, haríanse avisados, que muchos lo serian si quisiesen; diránme algunos que no hay quien no quisiese ser avisado, mas como sea dón de Dios, él lo da á donde quiere. A esto les respondo con lo que dice el Papa á los judíos que le están esperando con sus cerimonias, cuando vuelve á Roma de la coronacion que le hacen en San Joan de Letran, y son estas palabras: _Lex vestra est bona, sed est male intellecta_. Diciéndoles, vuestra ley es buena, mas es mal entendida de vosotros. Así se puede decir á los que dicen que nuestro Señor Dios da la gracia adonde quiere, verdad decis, mas entendeislo mal si creeis que si á unos da gracia especial de sabiduría por nacer debajo la estrella que nascen, ó por lo que á su Majestad le place, que á los otros no la dará. Esto es muy gran error, porque Dios tiene prometido, dicho por su boca, que á ninguno dejará de dar gracia y gloria, que trabajará de alcanzarla haciendo buenas obras, con que nadi se confie que por sus propios merescimientos meresce el Paraíso, sino por virtud de la muerte y pasion de Jesu-Christo, nuestro redentor. Gilot: Señor mestre Sabater, puix axí es com vos dieu, yo bem puch salvar vivint ab ma amiga Beatriz si fas bones obres. El canonge Ster: Demonium habet; y es lo dimoni la sua Beatriz, que li deu preicar esta taulegia, que vivint amigat pot anar á Parays ab lo diable al cos. Gilot: Blasfemavit, que ma dit que yo tinch lo diable al cos tenintlo ell en la gepa, que si per Beatriz ho diu, no te tall de diablesa com la mare del seu corbinet Ster, que cascunani la lloguen pera ballar ab los diables de la roca de intern. El Canonge: ¿Nos pijor que cada nit es llogue la tua Beatriz, ó farsatriz pera ballar vestida con á home en la farsa de Lope de Rueda, y tornát á casa ab lo porró plé de oli per paga, com á beata almoynera? Gilot: Senyor Duch, ¿pera que teniu aquest tartugot? nous entraré mes en casa, si nol llansau á la gola del vall, ó donaulo al bachiller Molina que vaja á Castella ab ell, que per los hostals del camí guanyará á diner, mostrantlo; dient que es lo diable de Viterbo, y fará millor guany que ab les medalles que amostra. Molina: Gilot, nunca creí tanto como agora que un loco hiciese ciento, que sacado me has de donde estaba escondido para escuchar lo que en mi vida he oido ni visto como agora, que en banquete tan bien banqueteado, todos estén tan firmes, que ninguno ha perdido los estribos ni la silla, sino el canónigo, que te los ha hecho perder en tocarte á Beatriz; y tú en tocalle á la madre de su hijo Corbinet Ster le has hecho perder su silla giba, que no se la veo á cuestas, segun anda derecho en disparates. El Canonge: Gilot, ara tens sabata de ton peu, lo diable te ha fet tocar esta cigala que pera tots ni haurá, que per ser tan gran charrador, en casa de mestre Sabater li han posat nom lo bachiller Cigala. Gilot: Canonge, armeuvos los dos contra ell, posauvos de espatles, y servirnos ha per rodella la vostra gepa á vos y á mí, y yo tirarvos he per lleu, y restarme ab la gepa enrodellat, y ab les vostres lleuhades farem un corro de bous, y lo bou será Malfarás, patge del mal recaudo. Molina: Señor Duque, grandes humores se son movidos aquí con mi venida; vuestra excelencia calle y mire, y póngase en talanquera porque no le dé algun liviano d’estos que Gilot quiere tirar al canonge Ester. Canonge: Bachiller Cigala, rebeume está lleuhada. Molina: ¿Qué bellaquería es ésta? ¿Al bachiller Molina se habia de hacer este desacato, tirarme un liviano de véras? Gilot: Canonge, molt me pesa del que habeu fet, baix sou anat un poch. Molina: ¿Qué te parece, Gilot, cuán bajo ha ido? Gilot: Senyor bachiller, es anat tan baix que á mim pesa, que si ell me creguera, vosa merced en les galtes la rebera. Molina: Cuán cierto está, que palabra á dos sentimientos en boca de bellaco ha de parar en ser bellaca. Yo pensé que Gilot decia á mosen Ester que habia hecho gran bajedad en tirar buetago á tal hombre como yo, que pienso que en mi cuerpo no le tengo, por no quererme dar naturaleza cosa tan baja. Y no lo dixo el bellaco sino porque habia hecho el golpe bajo, pues no me habia dado en el rostro como él quisiera. Yo quiero responder á este botegazo lo que respondió el duque de Cardona pasado, que entrando por un corro de toros, que por él se hacia en Valencia, vino un buetago volando de los que suelen volar en tales fiestas valencianas, y dióle en el rostro, y dixo: Per altri me ha pres lo lleu. Así puedo yo decir; lo que más d’esto siento es que su excelencia se haya reido de lo que habia de castigar por holgarse más con Gilot que conmigo, por parecelle mejor sus letras que las mias, y á esto respondo con este cuento que diré: Un señor de Italia de casa de Colunna holgábase mucho de tener truhanes y locos en su casa, y tenía uno como Gilot muy desvergonzado y atrevido, y reprendiéndole un filósofo por ver que todo era de locos y muy poco de sabios, trabajó mucho de tener en su servicio al Dante; y por no ser este Colunnes dantista, sino truhanista, el truhan era muy favorescido y el Dante muy olvidado, y estando muy arrinconado y siempre mudo al rincon de una sala donde aquel dia se hacia gran fiesta, el truhan diciendo y haciendo muchas locuras para hacer reir, traia una ropa muy rica á cuestas que su señor le habia dado, y pasando por donde estaba el Dante, díxole burlando dél: Qui sa far el bufone e rico garzone. Respondióle el Dante: Quando io troverò un signore simile à me, como tu hai trovato simile à te, sarò rico. Gilot: Senior Duch, bona lans ha pegada aquest Bachiller Cigala. Duque: Gilot, á tí te lo pegó, que á mí poco me tocó, que por divertir locos se pueden sufrir, qu’es muy grande enfermedad estar siempre en gravedad; si no, dígalo Molina cuando muere su harina; a donaires y razones mostrando por los mesones las medallas que ha llevado; y en habelles acabado de preicar, él se convida á cenar con el más embaucado, y queda bien aposentado de mesa y cama. En cada lugar ó villa hasta llegar á Castilla. Y es muy gran sabiduría la buena truhanería; pues mejora al decidor, y da placer al señor, si no queda por refran que el señor es el truhan, y el truhan es el señor. Gilot: No he oit cosa que millor me donas á les orelles que lo que vostra excellencia á dit pera que tot hom vixca, lo albarda pera que no muira de fam, y lo señor del mal de gravetat. Mas ab tot azó en son seni esta algunes hores lo canonge Ster. El Canonge: Mas no cuant toca lo teu relonge. Gilot: Habieu de dir ab lo vostre batall. Malfaras: Señor Canónigo: Razon tiene Gilot; pues no le dejastes acabar la razon que comenzado habia. Parescístesme gato zarpador, que con la zarpa quita la carne de la boca del perro, como el otro dia nos hizo reir á todos los pajes estando á la mesa, que yo llamé al perro del cocinero que estaba emprisionado en la cámara de su señor dos dias habia, por haberle comido su comida, y soltéle porque moria de hambre, y díxele: Sírveme de paje, y darte he á cenar; y estándome delante rabeando de placer, como el Canónigo está con el rabo de su loba delante la señora doña Hierónima, trujéronme un buen pedazo de carnero sin cortar, y ántes que yo le tomase ya le vi en la boca del perro, y un gatazo como el Canónigo que le estaba detras, tiróle un zarpazo y quitóle la meitad de la boca, y dame á mí con el otra zarpa en las narices porque no cobrase mi carne, y fuéronse huyendo hasta la cámara donde cenaba el secretario Sis, y yo tras ellos diciendo «á los ladrones del gato Ester y perro Gilot», que me han hurtado la cena; y tomámoslos, y el secretario dió la sentencia que cortase la nariz al perro Gilot y el rabo al gato Ester. Lo uno está por hacer, porque el perro es amigo mio, y lo otro está hecho, que no sé quién ha cortado el rabo de la loba del canónigo Ester. _El Canonge._ Habit de Sempere, ¿cóm se poden comportar aquestes tacanyeries; que vajen per ací taya rabos? Als potreros de mules se comporta azó, que nos faria sino davant vostra excellentia, que tot so riu. _El Duque._ Canónigo, n’os enojeis, que yo os daré otra loba mejor, y será la señora doña Hierónima, pues ha sido loba en escoger á vos por servidor. _El Canonge._ Vostra excellencia per pabil de ciri de morts me deu tenir, que espabilant me van ací, ab les ullades que contra mí li veig fer. Nom tinga ningu per pabil, que nou so, niu vull ser, com alguns ques dexen espabilar. _Gilot._ Señor Duch, bom remey, si no vol ser pa bil, fiavil pa, que pijor es que de centeno. _Joan Fernandez._ Señor Canónigo, Gilot dice bien, que porque no os digan pabil, os debeis dexar decir vil pa. _El Canonge._ Yo so content, si vos acabau ab la señora doña Hierónima, vostra muller, que menje de mí. Que los caballers que fan lo donos, ab cobles y cuentos y gistes de tan poca vergonya com vos feu, tots parent en ser alcabots de sa muller; si no digau lo cuento del porch espí, y lo del armat, que molt á costa vostra y della feren. _Juan Fernandez._ Mira qué tacha, que teniendo bandos mi mujer conmigo me armase yo; y estando tras una puerta de una cámara armado y desnudo, entró en busca mia diciendo: Adónde es este traidor de mi marido. Yo díxele, héle aquí cómo os espera; y ella dió voces diciendo: Dones, correu, que mont marit es tornat orat. Yo díxele mira cuán endiablada y brava sois, que tengo de ir por casa siempre armado para valerme con vos; y ella tornóse á reir y díxome: Axous val, que yous aguera mort, sius trobara desarmat, y hicimos paz. _El Canonge._ Lo mal no está en fero, sino en diro, que be sé yo que les dones braves, lo marit ben armat les amansa, y á voltes noi basta quien ha menester algun companyo, que si me portaba mí, yous posare tanta pau en vostra casa, que li poran dir lo templum pacis com lo dels Romans. _Joan Fernandez._ No entraréis vos en este templum pacis que decis, sino como salió un truhan que habia entrado en achaque de hacer oracion á la diosa de aquel templo, y halláronle con una moza, y mandaron que anduviesen ella y él desnudos por Roma azotando el uno al otro; y él, cuando le daba, le decia: _Toma, vivo te lo do_, y ella á él: _Toma, porque se cansó_. Y si quereis veros en esto, yo tengo en casa una mozuela de Logroño, que por mucho que le digais toma vivo te lo do, ella os responderá toma porque se cansó. _El Duque._ No riamos más, que pienso reventar; las doce dan agora; vámonos á reposar, y no falte nadi de los que estamos aquí, que la máscara de Malfarás, de los griegos y troyanos, es cierto mañana á la noche. Acudieron todos el otro dia en el mismo lugar, y el Canónigo Ester estaba en una ventana aguardando á la máscara para dar aviso al Duque, y dixo: Senyor Duch, puix me habe fet Monjuhí lo de Barcelona, ja he descubert los cuatro galeons galans ab la conserva que tostemps porten de les quatre galeres, que per la capitana, que es la señora doña Hierónima, he dit galeres, que vol dir galan eres. _El Duque._ Canónigo, por vos se puede decir, no con quien nasces, sino con quien pasces. Nacistes catalan y habeisos hecho galan sirviendo la señora doña Hierónima, que de aquí en adelante os haré nombrar mosen Hierónimo Ester. _El Canonge._ Señor, á la darrería yo exiré de vostra casa orat y plé de noms; vostra excellencia no fia huy contra mí, que yo vull pagarme á mots destos cortesans per les burles que en ses cases me feren lo dia quels allargui la máscara pera huy; que á senyors que á sos criats dexan ser amos, be será tenirlos á ells per criats. Yo vaig á rebrels al apear, que allí vull comensar la escaramusa. ¡Ah, senyor Joan Fernandez! á la trocada me par que dansau huy la baxa; vos portau á la senyora doña Isabeth, vostra cunyada, y altri us porta la muller; millor sou pera porta homes que pera porta mullers. _Joan Fernandez._ Señor Canónigo, ni con la señora doña Isabel se puede danzar baja ni con vos alta. _Doña Isabeth._ Senyor Canonge, dexeu burlas á part, ¿trobaria en son poder un poch de tortugat? ¿que volen los metges, quem prenga una novena? _El Canonge._ Senyora doña Isabeth, ¿trovaria yo en poder de vosa merce un poch de codonyat pera guarit de unas cambres que man vengut del mals mots de vostre portador? _Doña Hierónima._ Senyor Canonge, yo he sabut del vostre mal, que son cambres de cels que teniu de la vostra Corbina, mare del vostre fill Corbinet Ster. Yous enviaré mel rosada alexandrine, qu’es millor que lo codonyat que demanau. _Joan Fernandez._ Señor Canónigo, tiznado os sois parado en nombraros á vuestra negra Corbina, que de tal molino, tal harina. _El Canónigo._ Senyora doña Gracia, encara que vosa merce sia filla de la senyora doña Isabeth y nevoda de la senyora doña Hierónima, responga per mí á estos mots quem ha pegat. Que en son cas y lloch, ab una filla es bó vengarse de una mare, y ab una neboda de una tia. _Doña Gracia._ En verdad que no teneis razon de quejaros, que motes de damas favores son. Si no dígalo don Diego Ladron. _Don Diego._ Señora doña Gracia, el Canónigo me parece que ha venido á trasquilar y queda trasquilado, como carnero sardo de cuatro cuernos, que de la tisera queda bravo, que no hay rodela que lo espere; si me empresta la que trae á cuestas, yo le esperaré. _El Canonge._ Don Diego, Esperaume ab lo broquer de roble queus ha portat vostra muller, y sil vos pase, restar vos han los corns del meu moltó per llesió, y á Deu siau, que allá en la sala tindré camp á vostra gala. _Don Diego._ Dalde grita, pajes; dalde grita: Al lobo, al lobo, gibalgaba, mandafiestas, tartugote, carnero sardo, gurrion pelado. _El Duque._ ¿Qué es esto, Canónigo? ¿Qué grita es la que siento? ¿Cómo venis mudado de color? _El Canonge._ Senyor, yo ya estich com á roba pelada al coll de corredor, que tot hom me corre y fa menyspreu de mí, per conoxer en vostra excellencia quey pren plaer, puix sen riu. Lo diable me ha fet moure la escaramusa vaix, que tots me han perdut la vergonya, hanme avisat los patges com á gosos, que si non fora devot de senta Quiteria, me haguerent rosegat. Yo’m vull retraure en la mia cambra y exiré desfresat com á frare ab la máscara que vostra excellencia me ha donat, y nom descobra, que vull aguaytar á la senyora doña Hierónima y á mon competidor com li va ab ella, y será fugir de orats en lloch estret, que nos pochs saber. _Joan Fernandez._ Vuestra excellencia sabrá que el Canónigo Ester nos ha salido á recibir al descabalgar, y ha hecho entrada en nosotros como á lobo que acomete ganado, que si no le resistiéramos, queria hacer presa, segun venía hambriento de carne, y desvergonzado carnicero con los motes que á nuestras damas ha dado; y como ha visto tan gran resistencia, púsose á huir, y los pajes como á perros tras él dándole grita: Al lobo, al lobo, con una de nombres que le han sacado, que ha sido la mejor fiesta que aquí se hará hoy. _El Duque._ Yo he visto cuanto habeis pasado por donde nadi me podia ver, porque de mí se partió con una modorra para recibiros, que yo quedára con ella si dejára de gustar cosa tan de ver; y cuando volvió para mí, venía como lobo acosado y peor; pues le acosaban pajes, que son peores que perros: Díxome que se iba á retraer á su cámara y salir como á fraile en máscara para acechar á la señora doña Hierónima, vuestra mujer, y á un competidor que tiene para ver cómo le va. _Joan Fernandez._ Señor Duque, don Luis Vich hizo lo mismo cuando servia á doña Violante Almunia, su mujer. Disfrazóse como armado de Juéves Santo para ver cómo le iba á un competidor suyo que ella le daba á entender que no hacia caso d’él; y como él le hallase en una iglesia aguardándola, allegóse á ella armado y alzó la ventanilla del helmete, y díxole: Dona Violant, preneu esta figa y una alta pijor pera tal competidor. _Don Luis Milan._ No tuvo mal parescer don Luis Vich de acechar y probar lo que se debe, porque de dos cosas me paresce que es bien hacer prueba ántes de fiar de ellas, y son del amigo y del amiga d’esta manera; amprar á vuestro amigo en todas aquellas cosas que vos haríades por él para saber qué teneis en él, que no es justo tenga más en vos de lo que teneis en él; y la otra prueba es á la amiga, ora sea para casar con ella ó no, porque si no la hallais tal que sea buena para mujer y casais con ella, quejaos de vos, que los descontentos son muy malos de digerir cuando es la culpa del que siente la pena. _Don Diego._ No he visto de una burla salir mejor cosa de véras, que de la burla de don Luis Vich sacar tan gran verdad don Luis Milan. Bien se puede decir, el hombre que es muy de hecho, de burlas saca provecho. _Don Francisco._ Pues la boca de don Luis Milan nunca da pesar sino á pesar suyo, y siempre toma placer para dalle, no nos daria mal rato con un soneto, pues tiene tal dejo, que nunca los deja de memoria de quien los oye, como este dicho dice: Lo que es mucho de acordar, tarde se puede olvidar. _El Duque._ Si nos ha de aprovechar, dése por mí rogado. _Don Luis Milan._ Yo me doy por su mandado, Pues sabe tan bien mandar. SONETO INTERCALADO. Un hijo sé que nasce de ignorancia, Y es tal que siempre va enojando á todos, Y nómbrase por nombre Error de modos, Que nunca de enojar salió ganancia. De vos, señora, á él hay gran distancia; Mas yo osaré decir en mis apodos Que en crueldad sois un rey de los godos, Que conquistais Italia, España y Francia. Italia, en mí de vos muy sojuzgada, Es donde estais, que es mi memoria vuestra, Y España es mi razon por vos nombrada. Que más reinais en ella que se muestra, Y es Francia en mí de vos muy guerreada, Mi voluntad que nunca os fué siniestra. _El Duque._ Pues tal hijo nos ha engendrado este soneto tan natural, adevinemos en quién le hallarémos á él y á su madre; y comience mastre Zapater, y no se excuse, que me enojará. _Mastre Zapater._ Señor, no hay cosa que hacer se deba que yo no la haga por no enojar á vuestra excelencia, aunque más querria deservir-le callando que enojarle hablando. _El Duque._ Haciendo vuestro oficio nunca me enojaré; pues tan bien sabeis hablar como callar lo que se debe. _Mastre Zapater._ Usando de mi oficio, que es decir las verdades, y vuestra excelencia del suyo, que es ser amigo de ellas, digo: Que este hijo nombrado Error de modos, que este soneto, tan acertadamente, dice que su madre es la ignorancia, en ningunas personas lo hallo yo mejor que en los privados que mandan para mal hacer á los príncipes, porque si ellos me dicen que no pueden tener Error de modos, los que no pueden ser privados sino con avisados modos. A esto respondo: Que aunque la privanza sea para bien hacer, no debe ser para mandar al príncipe, sino para ser mandado de él, como dice este dicho: Mal hay en aquel bien que mal del bien se sigue. Pues la potestad Real que Dios da, tal se ha de conservar como de quien viene; mostrando que no proceden las esecuciones sino de quien tiene el poder, que es el Rey, y no de quien lo quiere tener, que es el privado; y esto porque no se siga ser malquisto el príncipe mandado; pues el bien no debe dar por su criado, y así, bien considerado, no puede tener sabios modos el que los tiene tan errados, que quiera mandar á uno para ser aborrecido de muchos; pues al fin es ignorancia el saber que con él se han de perder. _Molina._ Señor mastre Zapater, ya sé por quién preguntais; vos habeis calzado, como á buen zapatero, á un pié que sabeis de qué coxquea; y oya un cuento de un muy notable príncipe que jamas se dejó mandar de manera que pareciese ser mandado. Julio César, como nació para príncipe, siempre lo fué, y rogándole los senadores y cónsules de Roma muy mucho que cobrase á su mujer, que él habia repudiado, diciéndole que le hacia gran sinrazon por no parescer en ella causa alguna para ser repudiada y dejada d’él. Respondió Julio César: Quien no calza el zapato no sabe dónde le duele, yo que lo calzo sé dónde me toca. _Gilot._ Trompetes y clarins sent, la máscara deu venir, yo vull anar á la finestra per veure si venen. Senyor Duch, cert es la máscara espant posa de veurela; tots venen armats, y son tan grans, que par que fien pagans. _El Duque._ Calla, Gilot, que más dices de lo que piensas, y estemos atentos y gocemos de las invinciones y motes, y del combatir, que será cosa de ver. _Malfarás._ Porque vuestra excellencia mejor goce de ver las invinciones que traen los de la máscara, está ordenado que al pasar cada uno d’ellos l’estará delante hasta que señale que pase; yo voy á guiallos, que cerca están. Señor, este que delante está vuestra excellencia es el rey Priamo de Troya. Mire qué lindas armas doradas trae, con el juego del ajedres de diamantes y rubis, que por invincion sobre ellas lleva, y el mote en la celada que dice: Yo di el jaque, y fortuna me dió el mate. Pues mire vuestra excelencia este otro que viene, que ya delante tiene. El muy valeroso y nombrado Héctor troyano, que lindas armas verdes que trae, cubiertas de hiedra de esmeraldas, qu’es es el árbol que más tura, y jamas pierde la hoja si no le roe gusano. Y el mote dice: Mi hiedra no morirá, que en su muerte vivirá. Y este que agora viene, que ya delante su excelencia está, si le viese desarmado diria por su hermosura lo que yo diré: Este es Páris Alexandre el troyano, que juzgó las res deesas y robó á la reina Elena, y porque él fué más robado de su gran hermosura, mire cómo la trae retratada sobre sus armas, que tan hermosas son por ella como desdichadas por él. Y el mote decia: Retrato de la hermosura y desventura. Y este otro que delante tiene, es el fuerte Trohilo, troyano, hermano del gran Héctor, á quien él paresció tanto en las armas, que por esto las ha sacado verdes como las d’él, con muchas manos de oro de martillo sobre ellas. Y el mote dice: Poco valen muchas manos contra casos inhumanos. Y este postrero del puesto de los troyanos, que aquí está, es Enéas, troyano, sobrino del rey Priamo. Mire cuán bien proporcionado y grande era, y qué bien invincionadas armas que trae, llenas de medallas de emperadores romanos que representan los que d’él vinieron. Y el mote dice: Al que guia la ventura en peligros asegura. Tras estos verná el puesto de los griegos, ya entran. Mire vuestra excelencia este primero que viene, que ya delante tiene, cómo muestra su presencia que es Agamenon, griego, rey de Micena, capitan de todo el exército de los griegos contra los troyanos, en la guerra de Troya. ¡Oh, cuán espantosas armas trae! de color de fuego y sangre son. Y el mote dice: Do no es bien que valga ruego, á sangre y fuego. Este otro que viene es Menalao, griego, rey de Lacedemonia, marido de Helena, la que robó Páris, troyano, hermano de Héctor, en recompensa del robo de Hesiona, hermana de Priamo, rey de Troya, que Hércules Griego robó á los troyanos. Qué bien invincionadas y ricas armas que trae, con relieves de oro de martillo, que hacen unos corazones abrasados sobre brasas de fuego de esmalte de ruchicler. Y el mote dice: Corazones abrasados arden hasta ser vengados. Agora entra el muy fuerte Achílles, griego, hijo de Peleo, rey de Tesalia, que mató á Héctor y Trohilo en la guerra de Troya; envidiado de Alexandro Magno por la pluma de Homero, que muy altamente de sus hazañas escribió. Mire las más fuertes y ricas armas que se han hecho fabricadas de Vulcano. Y el mote dice: Las mejores que se halláran si á Policena armáran. Este que agora viene es Ajaz Telamon, griego, hijo de Hesiona, hermana del rey Priamo, y la que Hércules Griego robó de Troya. Fué tan fortísimo en armas, que puso espanto á Héctor cuando los dos combatieron y se vinieron á conocer por primos hermanos; de quien Héctor, siguiendo el costumbre antiguo, tomó el Baltheo, que es el militar, y él le dió un cuchillo que Ajaz se mató con él, porque los griegos, demandando Ulíxes y él las armas de Achíles, despues de muerto, las dieron al tímido Ulíxes y las negaron al muy temido Ajaz. No sin gran propósito debe traer sobre las armas aquellos animales que la hembra mata al macho al engendrar, y los hijos matan la madre al nacer, que son víboras. Oya el letrero lo que dice: Víbora es mal parescer; lo que muere al engendrar, mata al nascer. Diomedes, el muy valeroso y sabio griego, hijo de Thideo es este que ve, que despues de muerto Achíles y Ajaz era el más valiente y osado de los griegos. Mire qué ricas y bien invincionadas armas que trae, con muchos ojos cerrados por todas ellas. Y el mote que dice: A ojos cerrados se han de mirar cuidados. Ya que todos fueron entrados, estando donde hablan de combatir, hecha que fué la señal, vinieron con muy gran saña uno para el otro, el rey Priamo, troyano, y el rey Agamenon, griego, y en haber rompido sus picas pusieron mano á las espadas, que gran espanto ponian los golpes que se daban, y el Duque mandó señalar al trompeta porque las damas habian perdido la color de sus caras de la ferocidad dellos, y cesaron de combatir. Luégo tras éstos vino al palenque el invincible Héctor, troyano, con muy gran braveza contra el ferocísimo Achíles, griego, y diéronse tan grandes encuentros de picas, que la tierra que pisaban temblaba; y poniendo mano á sus espadas, salian tan grandes centellas de fuego de los espantosos golpes que se daban, que las damas, de temor de ser abrasadas, señalaron al Duque, y el trompeta señaló y cesaron de combatir. Vino como un bravísimo toro agalochado al palenque el rey Menalao, griego, marido de Helena, contra el muy fuerte Páris, troyano, que lo esperó con más ferocidad que ira, por tenerle su mujer, que el agraviador debe ser defendedor. Rompió Menalao las tres picas, que bien mostró estar picado, y daba tan fuertes golpes, que Páris se desapiadó; y viniendo á las espadas, hicieron tales cosas, que si el uno mostró ser hermano de Héctor, el otro peleó como Achíles; pues la mayor parte de las lumbres se mataron del aire que movian los grandes golpes que se daban. Señaló el trompeta, y el combate dellos cesó. Vinieron dos tan furiosos al palenque, que bien mostró la honra no tener respeto á parentesco, y era Trohilo, troyano, y Ajaz Telamon, griego; diéronse tan grandes golpes de pica, que Gilot, de gran miedo, se echó á los piés del Duque, y dixo: Señor, llansau diables de vostra casa, que axó no son homes. Y el canónigo Ester se puso en las espaldas de la señora doña Hierónima, y díxole: Señora, nos troba al cor sino aun lo te l’amor; y viniendo á las espadas, tan grandes fueron los golpes que se dieron, que Héctor dixo: No pelean como primos aunque son primos hermanos; y el trompeta señaló y dejaron de combatir. Los postreros fueron Enéas, troyano, y Diómedes, griego, que del golpe de la primera pica dió con la rodilla en el suelo, y á la segunda que rompieron, Enéas perdió un paso de tierra, y á la tercera pensaron caer. Pusieron mano á las espadas, y los golpes fueron tales, que de temblar todo aquello, algunas gorras, que damas traian en las cabezas, cayeron. El Duque mandó señalar al trompeta y dejaron de combatir uno á uno, y arremetieron cinco á cinco, unos contra otros al palenque, y de la gran furia dieron con él en tierra, que temblando estaban las hojas de los árboles. El grande aire que levantaron del combatir, la mayor parte de las lumbres mataron; las damas se pusieron detras sus caballeros; el Real pensaron que cayera del terremoto que sintieron, que paresce que el mundo se hundia de la cruel batalla y grandes golpes que se daban, que jamas sintieron el trompeta que señalaba que cesasen; y estando en esto se pararon como encantados, porque entró Apolo tañendo con su cítara, que compuso para representar á la dulce armonía que los siete cielos de las planetas hacen. Este fué un gran sabio de Grecia, y el primero que halló el arte de la medicina; tuvo un hijo que se decia Astrolapio, que amplió mucho esta ciencia; murió herido de rayo celestial, y la gente bárbara quemó todos sus libros, y de allí adelante no quisieron más medicinarse, creyendo que Dios le habia muerto porque daba veneno mezclado con la medicina, y por esto no la usaron por tiempo de cien años, hasta que Athanases, rey de Persia, que fué docto en ella, la resucitó. Este Apolo fué aplicado al cuarto planeta, qu’es el sol, despues de muerto Entró en esta fiesta con la ninfa nombrada Syringa, que tan dulcemente cantaba, como él con la cítara tañia. Fué de tan gran suavidad esta música por lo que representaba y los efectos que hace, que hizo cesar la gran batalla de los troyanos y griegos. Representaron á Syringa y Apolo muy al natural dos grandes músicos, que cantaron los romances que oiréis, y el primero es del rey Priamo de Troya, que es este presente ROMANCE. ¡Oh buen Priamo troyano, Rey de los fuertes troyanos, Héctor muestra y sus hermanos, Tales hijos de tal padre. Tu mujer, y d’ellos madre, Se volvió perra ladrando, La noche que vió quemando Troya con todo tu estado. Cuando te vió degollado De manos de Pirro el griego, Que bien era griego fuego, Pues con agua más ardia. Lágrimas todo lo vía De tus hijas y troyanas, ¡Oh entrañas inhumanas De Pirro, perro cruel! Llevarate en Grecia con él Para más honrado ser, Que no triunfa el vencer, Vencido de crueldad. Reinó tu prosperidad Cincuenta dos años vida, Hasta ser Troya perdida Con tu corona real. De dolor que das señal, Que no hay persona alguna, Que no llore tu fortuna, Y á tu Héctor sin igual. Del gran Héctor, troyano, es este otro ROMANCE. Héctor, príncipe troyano, ¿Quién terná sabiduría, Que no falten las palabras Cantando tu valentía? La mujer del griego Ulixes A su marido escribia Que por Grecia el nombre de Héctor Muy gran espanto ponia. Y ella, cuando le nombraban, Su rostro el color perdia, Temiendo que su marido A sus manos moriria. Fué de griegos tan temido, Que nadi se le atrevia A esperalle uno á uno, Sino con gran compañía. Los griegos por temor dél Dejáran su guerrería, Sino que Eritrea dixo Que Troya se perderia. El más fuerte de los griegos A la fin desflaquecia, Que tu muy gran fortaleza A todos siempre vencia. Llegó el dia de tu muerte, Que fortuna lo queria, Achíles y la traicion Se juntaron aquel dia. No te vino cara á cara Porque mucho la temia, Que si por traicion no fuera Nadi matar te podia. De Páris Alexandre, troyano, es este otro ROMANCE. Páris Alexandre hermoso, Hijo del buen rey de Troya, Caro te costó la joya De los griegos que llevastes. Al rey Menalao robastes Su linda mujer Helena, Cual la culpa tal la pena A tu Troya le fué dada. A traicion le fué robada Á Menalao su mujer, Y á traicion se vió perder Troya y su gran Illion. Tú mataste con razon Achíles que lo mereció, Que si á traicion Héctor mató, Con lo mismo te vengaste. A la fin tambien pagaste, Siguiendo tu mala suerte, Que Pirro te dió la muerte, Hijo de quien tú mataste. Del fuerte Trohilo, troyano, es este otro ROMANCE. Trohilo, fuerte troyano, Si fortuna lo quisiera, Héctor nunca muerto fuera, Pues en tí vivo se vía. Tu muy grande valentía A los griegos espantaba, Que cualquier griego pensaba No volver más á su tierra. Tú dieras fin á la guerra Cuando vino el Amazona Á socorrer en persona Á tu Héctor, que halló muerto. Puso gran fuego en el puerto Y quemó la griega armada, Porque estaba confiada Vencer con tu corazon. Todos dirán con razon Achíles no te mató, Sino aquel que te crió, Que secretos de Dios son. Del valeroso troyano Enéas es este otro ROMANCE. La noche que Troya ardia Partióse Enéas troyano, Navegando por las mares, Á Cartago es allegado, Ciudad de la reina Dido, Do fué bien aposentado, Él y todos sus troyanos Por su puerto s’han entrado. En llegar delante d’ella, A sus piés s’ha arrodillado; Apiádate, señora, D’este Enéas desdichado. Esta Reina piadosa Dixo: Bien seas llegado; Cuéntame, troyano Enéas, De Troya lo que ha pasado. Reina Dido, pues que mandas Renovar dolor llorado, Yo te contaré llorando Troya cómo ha quedado. Diez años tuvieron griegos Guerra sobre nuestro estado, Y á la fin de los diez años Su real fué levantado; Fingiendo volverse á Grecia, En sus naves s’han entrado, Dejaron un hombre en tierra, Que Sinon era nombrado. Dixo que en la griega armada Ya se habian embarcado, Yo huí la noche ántes Y escondíme en este prado, Porque me cupo la suerte Que fuese sacrificado, Por placar al dios Neptuno Y el mar no estuviese irado. Dejaron este caballo De manera bien labrado, Por el Paladion de Pallas Que de Troya os han hurtado. Creimos Sinon el griego, De sus griegos consejado, Para darnos á entender Todo lo por él contado. Yo les dixe que quemasen El caballo, que era engaño, Por su mal no me creyeron Y á la ciudad fué llevado. Haciendo fiestas de Baco, Los troyanos se han turbado, Y quedáronse durmiendo, Que el placer es descuidado. Y pasada media noche, Salieron los del caballo; Los griegos desembarcaron, Y por Troya s’han entrado. Dieron fuego á toda Troya, Nuestro Rey fué degollado, Y delante dél sus hijos, Sólo yo soy acampado. Entre tanto fuego y sangre, De Héctor fuí aconsejado, Que volvió del otro mundo, De los dioses enviado. Díxome, véte, Enéas, A buscar nuevo reinado; Lleva los dioses de Troya, Que por esto te han guardado. Lleva tu padre y tu hijo, Y entra en mar aconsolado, Que los dioses te dirán Que serás bien fortunado. Que si el cielo no quisiera Derribar á nuestro estado, A traicion no me matára Achíles falsificado, Por la muerte de Patroclo, Su amigo muy amado, Que maté delante Troya Con las armas d’él armado. Pensando que fuese Achíles, Derribéle del caballo, Y cortéle la cabeza Y enviéle muy honrado. Lo que yo no fuí de griegos, Que muerto fuí deshonrado, Fuera los muros de Troya Siete veces arrastrado. Abracémonos, Enéas, En lugar tan desdichado, Donde yo perdí mi reino, Y tú te vas desterrado. Del rey Agamenon, griego, capitan de todos los griegos, es este otro ROMANCE. El griego Rey de Micena, Agamenon, puso mano, Para vengar su hermano De quien le robó su Helena. Como alma que va en pena Por la Grecia discurriendo, Arma, arma, va diciendo, Venguémonos de troyanos. Todos con armas en manos, Mil naves juntado han; Haciéndole capitan, De troyanos se vengaron. A su Troya les quemaron, No dexando rosa á vida; Mas si Troya fué perdida, Fué porque su Héctor murió. Agamenon se volvió Vencedor para su tierra, Y halló en su casa guerra, Pues que fué muerto de Egisto. Nunca tal guerra s’ha visto, Que los más d’ellos murieron; Vencidos y quien vencieron, Que mal fin en mal acaba. De Menalao, griego, rey de Lacedemonia, es este otro ROMANCE. El rey de Lacedemonia, Menalao, de sí salió, Su real ropa rasgó Y echó su corona en tierra. Toda Grecia estaba en guerra Por el robo de su Helena, Lo que más le daba pena Verse menospreciado. Venir Páris tan osado A su tierra á ser traidor, De su padre embajador, Para robar su mujer. Juntóse muy gran poder Por la tierra y por la mar, Para Troya conquistar, Y en diez años la tomaron. Cien mil vidas les costaron, Y muy más ántes que ménos, Murieron tantos de buenos, Que gran valor se perdió. Si el rey Priamo murió, Con sus hijos tan nombrados, Muchos griegos señalados Sobre Troya se quedaron. Las manos de Héctor mataron Tantos, que si él no muriera, Menalao nunca se viera Cobrar más su reina Helena. Del fuerte Ajaz Thelamon es este otro ROMANCE. Aquel fuerte caballero De sangre, griego y troyano, Del gran Héctor primo hermano, Ajaz Thelamon nombrado, A Héctor tuvo espantado Cuando los dos pelearon, Y á la fin se abrazaron Despues que se conoscieron. Dos presentes se hicieron, Héctor dél quiso tomar, El Baltheo militar, Y un cuchillo á él le dió. Ajaz con él se mató Por la ingratitud que hicieron Los griegos, que no le dieron Lo que mucho merescia. Las armas de Achíles pedia, Y á Ulíses fueron dadas, Por sentencia juzgadas Con pasion y ceguedad. Danlas á la flojedad, y al valor se las quitaron, Que jueces que tal juzgaron Dejan gran enemistad. Del fuerte Achíles, griego, es este otro ROMANCE. Achíles el fuerte griego Á Héctor ha amenazado, Porque le mató á Patroclo, Su amigo muy amado. A buscarle fué por Troya, Y en un templo le ha hallado, Con la reina Helena hablando, Que Páris habia robado. En mirarse el uno al otro Los dos se han demudado, Achíles con grande enojo D’esta suerte le ha hablado. Ya no veo el hora, Héctor, Las treguas hayan pasado, Para mostrarte en el campo Cuánto estoy de tí enojado. Yo espero vengar la muerte Que á Patroclo le has dado, Malamente le mataste, Tú serás dello pagado. Héctor le dixo, Achíles, Falsamente has hablado, Que yo no maté á Patroclo Como hombre acobardado. Que jamas temí las armas, Como tú lo has mostrado, Cuando te halló Ulíses Como mujer disfrazado. Del rey Peleo, tu padre, Y de tí fué ordenado, Por no verte en esta guerra, Que te habia amedrentado. Mas si tú tanto deseas Ver tu Patroclo vengado, Combatámonos los dos Mañana en campo aplazado. Y será con un concierto Por nuestros campos jurado, Que si tú vences á mí, Harémos vuestro mandado. Y si yo te venzo á tí, Todos esteis á mi grado. Pláceme dixo Achíles, Y su guante le ha dado. Los griegos no lo quisieron, Por haberse ya probado Héctor más fuerte que Achíles, Aunque no más esforzado. Del muy sabio y esforzado Diomedes, griego, es este otro ROMANCE. Diomedes el buen griego, Tan fuerte como avisado, Muertos Achíles y Ajaz, A los griegos ha emparado. Él hizo venir á Pirro, Hijo de Achíles, nombrado Porque vengase la muerte Que á su padre habian dado. Diómedes le traia En batallas á su lado, Que con al les parescia Achíles haber cobrado. Esforzó al griego poder Que estaba desanimado, Que Diómedes tomó Troya, De muy sabio y esforzado. No volvió más á su casa, Porque se vió mal casado, De Troya se fué por mar, Y en Pulla fué bien llegado. Parte del reino de Dauno, De fortuna le fué dado, Cerca del monte Gargano Ciudades ha edificado. Los suyos edificaron Nápoles por su mandado, Y en la isla Diomedea Otros suyos han poblado. De su nombre la nombraron Por ser nombre tan nombrado, Donde está su cuerpo hoy dia, Honradamente enterrado. En ser acabados los romances se fueron tras Apolo y la ninfa los del torneo, y movióse una conversacion que turó hasta el dia, con mucha diversidad de pláticas graves y jocosas. Y por excusar prolixidad, donde veréis C. hablará caballero, y con la D. dama. Comenzó el Duque y dixo: Platiquemos de condiciones, que son menester muchos pareceres para dejarse bien entender, y pues yo he movido esta plática, haré las preguntas para sacar respuestas de tales cortesanos, que no serán menester réplicas. Díganme, pues, ¿de qué viene una condicion que no se deja acabar de entender? _C._ Señor, yo diria que de sabio ó de loco le viene á quien tal condicion tiene, que muy gran locura es no dejarse entender para bien hacer; y gran saber es no descubrir la intincion que sea para perdicion, como se sigue entre enemigos, que saben proveer contra quien se deja comprender; no lo digo por las mujeres, aunque algunas dellas tienen esta condicion, que en habelle entendido se rien de su marido; y éstas son las que no quieren bien á sí ni á otri, y no sé de qué viene, querríalo saber para aprender. _D._ A las que sabes mueras, aunque no tengo que responder por mí, sino por vos, que modorra me paresce que teneis en esto que hablado habeis. _C._ Señora, no es modorra, sino modo razonable, que bien es que no sepa la mujer, si no es leal su marido, que encubrir esto es de sabido. _D._ A otro perro con ese hueso. _C._ Por mi mujer lo debe decir, que perra y perro es en roer, que nada le puedo esconder, que más sabe que el diablo, pues entiende lo que callo y cuanto hablo. _D._ Diable so pera entendreu, perque us llanci la diablesa pintada, quem portas á casa plena de afeyts. _C._ Señora doña Hierónima: Non in die festo. _D._ Don Luis Milá, feu del resto, que com aguant lom adobau, que no put á mal marit, quant los dos vos coblejau. _C._ Señora mujer, el latin que don Luis Milan os ha dicho, se nombra adoba lenguas; una tiene adobada de ternera, ¡ojalá la vuestra fuera! _D._ Si tan malos fuesen los lenguados como son los deslenguados, no los nombrarian los franceses perdigones de mar. Dixo el Duque: Buenas lanzas se han corrido, que bocas bien enfrenadas no hacen embarreradas, y volvamos la hoja. Decíme de que viene la muy mala condicion de celosos. _C._ Los celos, señor, son hijos del amor, los buenos son legítimos, que son los avisados, y los malos son bastardos, que son los necios; los locos son alborotadores, como los de Gilot; los necios son rebuznadores como los del canónigo Ster; los sabios son falsirisueños, como los de don Luis Milan, que los tiene risueños sobre tristes, mostrando con una falsa risa que siente lo que de palabra no se debe dar á sentir. Dixo el Duque: Por mejor tengo no mostrar celoso sino receloso secreto, apartando todo lo que puede mal hacer con sabio modo, que, aunque sea poco el fuego, descuido lo enciende todo. _D._ Si justicia se hiciese de celos, cuántos hombres veriamos á la casa de locos. _C._ No quedarian las mujeres en la posada, que un casado poco há envió á su perrochia para que tocasen la campana, diciendo que tenía fuego en su casa, y los que fueron á socorrelle dixéronle: ¿A dó está el fuego, que no le vemos? y él respondió: En los celos de mi mujer lo hallaréis, que peor son que fuego celos de mujer, que no se puede socorrer. Dixo el Duque: Tan buenas son estas lanzas como las pasadas, pasemos adelante. Mucho querria saber qué os paresce de una condicion demasiadamente dulce. _D._ Señor, la bona condicion ha de ser agredolsa com á magrana de Xativa, que lo dols de les mullers fa bon agre en los marits, y esta es bona mixtura pera conservar la honra deis casats. Dixo el Canónigo: Veritat es, sino que á voltes si mescla algun gasta honres. Respondió Gilot: Almenys no les gastará un tartugot gasta pa tal com vos, espanta pardals, aborrit de cuants hostals es anat per festejador orat. _D._ Gil, may te vist tan grasiós com ab lo meu servidor mosen Coster, que may entra en lo terrer mosen Ster. _C._ Paso, señora doña Hierónima, que el Canónigo no’s quien quiera, que hijo es de una panadera, y quedó pan lisiado al enhornar. Dixo Gilot: Be dieu señor Joan, que al enfornar se fan los pans geperuts. Dixo el Duque: ¿Pues tan gran mar ha levantado el gasta honras del canónigo Ster? sepamos qué cosa es honra, y dígalo mastre Zapater, que lo sabrá mejor; y rogado de todos, dixo: Yo diria, no apartándome de la ley de Dios, que la honra es el valor de cualquier persona, mas ha de ser la que á Dios place, y no la que Lucifer quiere; y así es mucho de notar que con sola su palabra, diciendo fiat, fueron hechas todas las criaturas, y pudiendo con lo mismo echar á Lucifer del cielo, no quiso su Majestad que fuese echado, sino resistiendo á modo de batalla sus ministros los buenos ángeles, mostrando que justamente se puede resistir y pelear por la verdadera honra, que es conservar justicia y verdad, como ellos hicieron á voluntad de Dios, resistiendo y peleando contra la injusticia y la mentira, que es el diablo; por donde nos debemos mirar siempre en Cristo, nuestro señor inmaculado, espejo de cristal, siguiendo aquellas letras que dicen en torno d’él: _Omnis vita Christi actio nostra est_. Diciendo que toda la vida de Cristo debemos imitar, peleando por la justa honra, conservando lo que Dios nos da; y es de entender por su ley, como mandó á los judíos, que siempre fueron vencedores peleando por la honra de Dios, y así no osó Alexandre conquistarlos, porque le dixo un filósofo que si estaban en gracia de su Dios, no lo emprendiese, que se perderia. Tambien es lícito pelear por el natural rey con justa guerra, y por el bien comun, y asimismo defendiendo cada uno su vivienda cuando con injusticia se la quieren quitar, y ésta es la verdadera honra; la falsa es la que Lucifer ha introducido en el mundo usando las armas contra caridad y justicia, siguiendo la voluntad, y no la razon, en perjuicio del prójimo para perdicion de quien tal hiciese. _C._ Señor Duque, yo hallo á mi cuenta, tratando de la honra, que los más injuriados los unos lo son á culpa suya, y otros por falta de buenos juzgadores. Los hombres, para vivir honradamente, debrian guardarse mucho de todas las ocasiones por donde les puede venir deshonra, y si no dan ocasion y se ven en ella, nunca debrian satisfacer á las injurias con obras donde se puede con palabras, que es falta de razon ó gran soberbia que las más veces hace perder. Otros hay que son tenidos por deshonrados sin culpa, de quien no saben juzgar de honras, que debrian, para ser buenos jueces, saber los casos que obligan á satisfaccion, y hallarán que son muy pocos; y para muy bien gobernarse, débese tomar consejo de quien tiene calidades para darle bueno, y son éstas: Que sea experimentado y no apasionado, ni interesado, ni sospechoso, y sabido en lo que aconseja, que los más consejos están lisiados por falta de buenos consejeros, por quien se siguen grandes deshonras y pérdidas; y en deshonra venida por mujeres, no obliga sino aquella que por descuido ó consentimiento del deshonrado le viene, como es descuidarse no proveyendo á las deshonras que seguir se pueden, ó consintiendo á las que ven venir ó tienen en su casa; y si á quien toca ha proveido en todo lo que debe, no puede tener deshonra por la de otro quien por sí no la tiene. Dixo el Duque: Muy bien se ha tratado de la honra, y mal se trata d’ella cuanto más va, y en cosa que tanto importa calzar se debrian con este zapatero y armarse de tal caballero, pues se puede decir por ellos: Quien las sabe las tañe, y no como algunos, que primero las tañen que las saben. Decidme, pues, qué os parece de una condicion descuidada. Respondió el bachiller Molina: Señor, á esa condicion la nombran cuerpo de buen tiempo; yo puse por nombre á un nuestro caballero castellano don Pedro Melacha, por ser tan descuidado y dulzacho, que más cuidado tenía de hacer perros de caza que de sus hijos, que por haberlos mal criado, todos murieron á mala muerte; y por la gran culpa que tuvo, un dia le aparecieron como á galgos en una caza, y á bocados le mataron diciendo que venian por él para llevarle al infierno, adonde los habia hecho ir. Todas las repúblicas que están perdidas es por ser perdidos sus caballeros, que debrian los padres d’ellos apartarlos de sí en la primera edad para que se hiciesen hombres por casas de reyes y señores; que la propria tierra ni la cara del padre nunca hacen perfecto hombre al hijo; y así, porque no desasosegasen á su tierra ni á los suyos, solian los romanos echar fuera de Roma á los mancebos en la edad desasosegada de quince hasta veinte años, ó en la guerra, ó para saber letras por casas ajenas, porque volviesen más hombres para regir y conservar su tierra. Y si por necesidad algun romano pedia á los senadores que le dejasen su hijo, habia de entrar fianza por las innocencias d’él para pagar cualquier pena que le fuese dada por justicia; y si no tenía posibilidad el padre, á costa del público tesoro criaban á su hijo para que no se perdiese, y así quedaban hombres bien mandados para saber mandar. Hay una costumbre mala, que se nombra gasta criados, y es que los señores no debrian tomar criado ni vasallo de otro, y si esto se usase, ninguno se despidiria si no hallase quien los recogiese, y sería gran bien, pues no habria gasta buenos, sino adoba malos. _D._ Nos pot dir per vos aquel cantar que diu: Que no puede ser, señor bachiller, que no puede ser, puix noy falta algun don Pedro Melacha que de fats á molts fan tornar orats, que tot home fa lo galan enfastijan, y la mor es de natura que fa parer be la oradura com he llegit en uns tercetes de don Luis Milá, que en los darrers versos diu: Ved amor en qué nos trae, y haga parescer bien la locura. Don Luis Milan tomó una vihuela, qu’esta señora le dió para que cantase este diálogo de amores, que es razonamiento de un galan y una dama en los presentes TERCETOS. _G._ Cuando más miro más estoy mirando, Si podré ver en vuestros lindos ojos Lo que de vos, señora, voy buscando. _D._ Tú buscas, amador, muchos enojos, Que yo no puedo dar sino tristeza; Quien busca mal, coger quiere abrojos. _G._ No puede ser de vuestra gran belleza Puedan coger sino gran alegría, Que no puede mentir naturaleza. _D._ Mentir suelen señales cadal dia, Que muchas veces corre gran fortuna Quien de la mar bonanza se confia. _G._ Bien sé que no hallarán firmeza alguna, Por más que vuestra mar muestre bonanza, Que no tiene mujer amor ninguna. No tengo yo, señora, confianza Que s’ha de ver en puerto mi navío, Qu’el aire me es contrario de esperanza. Si veis alguna vez que yo me rio, Doyme á entender que no soy desdichado, Pues me tienen por vuestro más que mio. Con mal me tengo por muy bien pagado, Yo me pagué de lo que me enamora, Verme de tal señora enamorado. Un loco fué d’amor de su señora, Gracioso, que la amor muda natura, Que á velle iban muchos de hora en hora. Por ver y oir locuras de cordura, Decia, ved amor en qué nos trae, Que haga parescer bien la locura. _Fin._ Dixo una dama: No he oido mejores tercetos, por decir en poco mucho, y ser tan mesurados, que si tales fuesen los que se desmesuran en festejos, no dixera la señora doña Juana Pallas lo que quiso decir de los que se desigualan en servir donde no debrian. Decidnos, ¿qué mesura se debe usar al que no iguala, que allegue á festejar? _C._ Al que se desmesura hacelle poca mesura, y esto se ha de entender por los festejos hormigueros, que son como las hormigas, que yendo por tierra van más seguras, y en hallarse con alas quieren volar para en mal parar. Dixo el Duque: No creo que mejor se haya tratado de condiciones que agora; pues se trata del adobo que pueden tomar los que se querrán adobar: decíme, ¿qué os parece de la condicion miserable? Dixo mastre Zapater: Señor, el avaro para la verdadera gloria es mísero, y para la vana es liberal, que no hay mal que no haga quien con el bien no la hace; que cierto está que hará muchos males quien no puede hacer bien con los bienes temporales; pues el cativo del oro es peor que del moro, porque éste trabaja de salir de cativerio, y el otro cuanto más va más lo quiere ser, por lo que dice el poeta: _Crescit amor numi quantum ipsa pecunia crescit_. Él no tiene el amor que á todos debe: pues no da de lo que Dios dado lo há, para poder remediar aquel mal de la pobreza, que la dió para probar la paciencia, que sana cualquier dolencia causada del pecador; que médico es el Criador, que en la piscina se vió la llaga y medicina. Dixo el Duque: Lo que se pierde, de mastre Zapater no se cobrará por ningun bachiller, aunque fuese Molina. Respondió mastre Zapater: Nunca vi mejor Molina, Que tan bueno es su salvado, Que se salva por harina. Dixo el Bachiller: Vos y Juvenal Con el bien decis del mal. El Duque atajó este satírico palacio, y dixo: Decíme, ¿qué os parece de una condicion perezosa, que se descuida de lo que deberia tener cuidado para no verse juzgado; y decid los dos primero, el Zapater y Molina: pues dará tan buena harina, que el Zapater avisado no la terná por salvado. Respondió Molina: Dixo Aníbal cuando Quinto Fabio Máximo Romano se honró dél con sus mañas: _Et romani suum Anibalem habent_. Esto se puede decir por vuestra excelencia d’esta manera: _Et Valentini suum Juvenalem habent_. _D._ Vaja fora lo llatí, que mon marit noy entra aci, qu’es tan verbos que si no parla está rabios, que yol sent ja rosegant lo llatí que estant parlant. _C._ Mujer, _quid mihi aut tibi_? Eso que decis de mí debeis vos hacer aquí, que roeis de rabiosa toda cosa. _D._ Señor marit, ¿de cuán enzá parlau llatí? don Anton lous fa parlar, qu’es lo vostre familiar. Dixo mastre Zapater al Duque: Señor, en la condicion perezosa que vuestra excelencia manda que yo hable, nadi se debe enojar de lo qu’es de aprovechar. En los príncipes hallo yo que la condicion perezosa es muy dañosa, y para bien gobernar á sus pueblos debrian mandar tener siempre en su córte un embajador por parte de su república, y un Juez de residencia contínuo dél en ella, para que del embajador supiese mejor lo que ha menester su tierra si está mal gobernada, y del juez de residencia fuese remediada, informando á su príncipe para que diese la pena condigna á quien la meresce, porque no se la den á él de perezoso en el otro mundo, que Jesucristo nuestro redentor no rehusó cualquier trabajo para redimirnos. Dixo el Duque: No he oido mejor licion para bien gobernarse los príncipes, que si esto se hiciese como debe, muchos se salvarian que se pierden: decíme, ¿qué os parece de la condicion parlera? Dixo don Luis Milan: Señor, la condicion parlera se dice ventera, por ser llena de viento, que la verbosidad es enemiga del buen hablar, y para ser uno bien hablado, si á vuestra excelencia le paresce, debe tener estas partes: Estar siempre en su pensamiento para pensar ántes que hable si es bueno ó malo lo que quiere hablar, que despues de mal hablado, si se ha de remediar, se verá ser remendado, y para guardarse de errar, sólo en lo que sabe debe hablar, sopena de ser tenido por nescio ó loco ó atrevido. Tambien debe considerar cada uno para lo que es bueno en la conversacion, porque hay unos que son buenos sólo para recitar, y quien no fuese para más, recite lo que habrá oido ó visto ó leido, por no ser tenido en ménos si habla más de lo debido. Otros hay que saben inventar razones, y quien tal gracia tuviere no lo deben atajar, pues desobliga á quien lo oyera de hablar. En ningun tiempo ni lugar deben estorbar á la persona que habla si es para dejarle hablar, que es una licencia que descubre muy licenciado á quien se la toma, que la mala crianza es gasta buenos, y la buena adoba malos. Dícese una razon de don Hernando de Abajos, marqués de Pescara, que fué tan excelente cortesano como guerrero, pues tanto venció con avisadas palabras como por armas. Fué tenido por tan sabio y valeroso, que con su fama venció el gran Antonio de Leiva al rey de Francia una jornada que los franceses le tenian banderas dentro Pavía, y valióse con una estafeta que hizo entrar corriendo por Pavía diciendo: Victoria, victoria, que el Marqués de Pescara ha vencido á Lanzon, y viene en vuestro socorro; que puso tanto temor en los enemigos como esfuerzo en los españoles, pues vencieron á los franceses. Solia decir este invencible capitan cortesano que la obligacion de hablar es una pesada carga, y cuando alguno hablando bien desobligaba de hablar, no sólo debrian callar y escucharle, mas hacerle gracias, como hizo un portugués á un castellano competidor suyo, que no le daba lugar que hablase delante la dama que servian, y dixo: Portugués, ¿por qué no hablais? y él le respondió: Castelau, heu vos faço gracias que falais por los dos, e vos agradesceime que amo por mí e por vos. _D._ Mejor estoy con el portugués, que el callado amor muy mejor es. _C._ Y si algo quieren demandar, ¿han de callar? _D._ A quien pide lo qu’es malo, dalle del palo. _C._ Y si meresce del pan, ¿qué le darán? _D._ Si ha de ser para casar, d’este pan le pueden dar. _C._ ¿Y si no es casamentero? _D._ Ame, sirva y sospire, que un amor muy verdadero, un no, suele volver sí, que diciéndoles de no, á muchos casados ví que la ventura los casó. _C._ Señora, nombrarse debria doña Esperanza, pues que la da. _D._ Y vos don desesperado, de mal hablado. _C._ ¿De no dar nada estais enojada? _D._ Jugador de pasa pasa debeis ser. _C._ Eso mismo soy, señora, pues me decis pasa pasa en mal hora. _D._ A Dalmau me semejais, que figura por punto mostrais. _C._ Mas ántes he mostrado el punto, pues en tal punto he venido, que la tengo retratada en mi posada. _D._ ¿Quién os ha dado licencia de retratarme? _C._ El que á vos os dió poder para matarme, qu’es vuestra gran hermosura, que en vella vi su pintura en mí pintada por idea aposentada. _D._ Hablad alto, que n’os oigo lo que hablais. _C._ Alto hablo, pues no es bajo sino lo que me abajais. _D._ Altibajo debeis ser, y no brocado, pues andais desvariado. _C._ Alto es todo el amador cuando no es bajo su amor. _D._ Callad un poco, que dirán si hablar os oyen que sois loco, que por no dar á entender que os atreveis, disimulo lo que haceis, que un buen disimular vale más que mal hablar. Dixo el Duque: Mal estoy con la parlería inconsiderada, que bestia es desenfrenada. Nasce desta mala madre una peor hija nombrada Verbosidad, y los que la tienen para no ser enojosos de verbosos debrian tener en su memoria una recámara de muchas diversidades de razones, tomadas de lo mejor que leen y oyen y ven, que sin leer, oir ni ver no se puede bien saber; y haciéndose avisados desta manera la lengua verbosa se convertiria ensabrosa, y será muy bien oida hablando como sabida; pues sea la conclusion, que la parlería inconsiderada no debe ser creida ni escuchada si con arte no se hiciere avisada, que tanto cansa un verboso alocado como descansa un hablador avisado. _D._ Mala estoy de unos requiebros largos, que ribetes viejos son. _C._ Serán de mi competidor, que viejo muestra ser su amor. _D._ Guardad que no sean vuestros, que á ropavejeros han apodado vuestros amores, que de viejos amadores tomais cuentos, pues de largos paran siempre en descontentos. Dixo el bachiller Molina: Señor Duque, á jaraves apodo á los malos amores, que mueven malos humores, si se dicen fuera tiempo y lugar que á veces suelen matar de frialdad, purgallos luégo es sanidad, y la purga debria ser despedilles con este cantar: No me sirvais, caballeros, Ios con Dios, Que purgada estoy por vos. _C._ Señor Bachiller, á vos habemos menester; sarnoso sois en amores, que rascando sacais sangre con humores. Mejor sería que preicásedes las leyes que se han hecho en la Salacorte para que no se pierda el amor, que no haceros purgador con tales purgas y jaraves, que sea despedido el amador de su amada. Guardaos de aquel refran que dice: El que hace cudolete le meresce en su posada. Dixo el Duque: Don Luis Milan, ¿en qué punto teneis el Cortesano que las damas os mandaron hacer? _C._ Señor, ya está hecho y heme visto en una gran batalla por defendelle de quien vuestra excelencia oirá: La noche pasada, ántes del dia, salí al campo para ver en el curso de las estrellas si ternía contrarios mi libro, y buscando mi estrella, que es el planeta Març, vi que muchos cometas estaban encarados contra él con unas colas de fuego, y él echaba tan gran resplandor que en un cuarto de hora desaparecieron sus contrarios por tener dominio sobre las batallas. Este curso señalaba que los cometas eran invidiosos, que siempre señalan mal, y si no se ha de seguir en la persona que ha nascido debaxo el planeta Març, él se oposa delante d’ellos y queda vencedor. Este planeta, por ser mi estrella, señaló ser mi libro, que será vencedor de sus envidiosos, pues señala el cielo quien bien ó mal terná en el suelo. Y trasportado todo en este curso, vine á parar en unos campos solitarios al pié de un monte tan alto que parescia que llegaba al cielo, arbolado de maravillosos y odoríferos árboles, donde vi una hermosa ninfa extrañamente vestida, con una ropa de color de cielo, y por guarnicion al entorno traia el arco Iri con unas letras de oro por toda ella que decian: El arco Iri y la verdad salen por seguridad. Admirado de ver tan extraña belleza, la saludé y dixe: Señora, pues fuí venturoso para veros, séalo para conoceros, que ya lo querria, pues asegurais de tristura, como hace el arco Iri, que asegura. Respondióme: Yo soy hija de la Razon, la ninfa de la verdad, y somos del alto Dios, á quien servimos las dos; sígueme, que para tu bien he venido. Tomóme de la mano y subimos á lo más alto de este monte, donde vi una muy hermosa plaza con una cerca torreada de extraña y muy fuerte fina piedra, grabadas unas letras por ella, que decian: _In ratione fortitudo, in fortitudine ratio_. En medio d’esta plaza estaba una casa-fuerza real, toda labrada de la misma piedra de la cerca. Las cubiertas eran de oro de martillo, y los suelos de plata, labrado todo de maravillosos esmaltes y figuras de notables varones que en este mundo tuvieron gran verdad y fe. Tenian debaxo sus piés muchos envidiosos en figura de perros, que son los animales que más envidia tienen. El nombre d’esta maravillosa casa estaba en la puerta del entrada intitulado con este letrero: _Domus rationis, ubi residentiadatur_. La ninfa de la verdad me entró en una sala donde la Razon estaba sobre un trono real, que por estar donde reinaba, tenía debajo sus piés á la Voluntad, su enemiga, en figura de una cortesana mundanal, vestida de tornasol, con este letrero en sus manos, que decia: _Sine ratione voluntas sub pedibus ejus_. En vella me arrodillé á sus piés y pedíle la mano para que me la diese de correction, si mi Cortesano la merescia en la residencia que tomar me queria, que la Ninfa me dixo haberlo procurado contra envidia y su pasion, porque en mí no se perdiese, si la tengo, la razon. Y esta Reina que la representaba me dixo estas palabras: Yo te hice venir para tomarte la residencia que te conviene dar, porque no te la tome quien no la puede tomar, que de razon sólo juzga la Razon. Mucho holgaré que me digas la intincion y obra de tu Cortesano, pues sé la de los que te van á la mano, que son el Invidioso y el Ignorante y el Loco, que ya entran á contradecirte, que es el oficio d’ellos; ten paciencia y reposo, que mejor es envidiado que envidioso. El primero que entró fué el Invidioso en figura de un viejo muy arrugado, de color de alacran, mirando de cola de ojo como á traidor, con una ropa toda de lenguas de fuego, y unas letras al entorno por guarnicion, que decian: _Ponam solium meum super astra c[oe]li, et similis ero altissimo_. Luégo despues entró el Ignorante en figura de un sordo que no gusta de lo que no siente, con una ropa de muy grosero paño, y un mote en un sombrero, que decia: _Nescio vos_. El postrero que entró fué el Loco en figura de un hombre desnudo desvergonzado, con un letrero en sus manos, diciendo: _Quod habeo vobis do_. Mandóme la Razon que yo hablase primero, y dixe: Envidioso, dime, ¿qué ha de tener un libro para ser cual debe? Respondióme: Ser bueno. Yo le dixe: Más pensé que ser malo; tanto se dixeran el Nescio y el Loco, tus hermanos. Respondieron: ¿De qué te maravillas? ¿de haberte dicho la verdad nuestro hermano? y levantaron una gran risa, que bien parescia de quién era; y díxeles: Y’os respondo con lo que dixo un filósofo á un amigo suyo, que le decia que entrasen en una casa; respondióle el filósofo: Yo no entro en casa que se sienten las risas del cabo de la calle. Y volviendo á tí las razones, Envidioso, sabrás que para bien juzgar ha de saber el que juzga las partes que debe tener lo juzgado para ser bueno, y si tú las supieras, respondieras á mi pregunta, que cuatro cosas habia menester un libro para ser bueno. La primera que ha de tener, ser útil, porque todo lo que hay en el libro pueda aprovechar para lo que es hecho, como hallarán en este tu envidiado, que tiene muchas sentencias de filosofía y muchas jocosidades y cuentos para aprobacion de razones; tiene estilos para saber hablar y escribir á modo de córte, á quien yo he querido tanto imitar, que por la brevedad de palabras y la verbosidad que no tiene, será menester leerle á espacio y con atencion para mejor gustar lo que no se gusta sin pensar. La segunda que debe tener, ser delectable, prosiguiendo de bien en mejor todo lo que tratáre, porque no enfade y ponga gana de leerle muchas veces, para que mejor quede lo bueno d’él en la memoria del lector; y por esto he tratado con diversos lenguajes que á tí, Envidioso, te han hecho deslenguado, no mirando que muchos autores extranjeros lo han hecho, que no dices mal sino por decille de tu natural. La tercera que ha de tener, ser inventivo, para que no sea aborrescido por ladron si le hallan con el hurto en las manos, porque las tuyas no le azoten como á verdugo, que por el mal uso no tiene piedad, y ésta es gran desvergüenza del que hace con obras ajenas libro suyo; que por huir de tus envidiosos azotes me guardé de ser ladron de la primera hasta la postrera letra d’este libro, qu’está libre, si no de tu envidia, que no le hallará la razon ni la verdad, fuera de la historia, que no es hurto, para que tú le puedas ahorcar. La cuarta que ha de tener es arte, servando las partes de la retórica: tratar cada cosa en su lugar, principio, medio y fin, con sus preparaciones y colores retóricos para autorizar lo que propone y acaba, poniendo gran fuerza en las palabras atractivas para traer los ánimos á lo que el autor quiere. Esto es lo que ha de tener un buen libro y un buen orador en el hablar y escribir, que si tú la tuvieses, no ternias de qué tener envidia, que el envidioso muéstrase defectuoso, y á su envidiado hace más aventajado. La intincion mia en este Cortesano ha sido representar todo lo que en córtes de príncipes se trata: diversidad de lenguas, por las diversas naciones que suele tener; uso de todos los estilos, usando del altiloco en las cosas altas, que son consejos y pareceres para gobernar nuestra vida y estados; sirviéndome del mediocre para las conversaciones jocosas de graves cortesanos, exercitando el ínfimo para las pláticas risueñas de donosos y truhanes, que por secretos y públicos lugares de señores, alivian de las pesadumbres de los negocios y gravedades. Yo pido de merced á quien leyere este libro, que mire la intincion de cada cosa para lo que fué hecha, que no hay bajedad mal dicha si está como debe, ó para alegrar y divertir d’aquello que turando mucho enfada, ó para hacer preparaciones, que de las burlas se saquen provechosas véras; y si no saben juzgar, pidan lo que ignoran á quien lo entiende, porque les pueda aprovechar para no dexar de leer y más saber. Mandó la Razon al Envidioso que hablase, y él queria y no sabía, que contra razon no podia ni acertaba, que era señal que hablaba contra verdad; _quia fortior est veritas_. Y visto la Razon el efecto que hace la Verdad, que turba los sentidos á sus contrarios delante d’ella, hizo parte por sí misma para que la Razon juzgase quién la tenía, que tratando della, la Verdad está agraviada si van contra la Razon, que madre y hija entrambas son. Y el juicio que la Razon hizo, fué avisar á todos que aprovechasen con estos presentes versos: CARMINA CONSONANTIA DUODECIM SYLLABARUM, IN OCTAVA RIMA. _Si de longe vides et profundus eris, Respice per librum eius horizontem Utilem suavem, gustabis hunc fontem Si liber in libro, teipsum videris; Synon si non eris, agam tibi gratias, Ulysses ne fias, in forma fallace; Crede mihi, lector, audi, vide et tace; Quod tibi non velis alteri non facias._ Fué impresa la presente obra en la insigne ciudad de Valencia, en casa de Joan de Arcos, corregida á voluntad y contentamiento del autor. Año MDLXI. Vt. Blasius Navarro. [Illustration] Libro de motes de damas y caualleros: Intitulado el juego de mádar. Lo puesto por don Luys Milan. Dirigido a las damas. [Illustration] [Illustration] [Illustration] PRÓLOGO. _Señoras damas: resplandeciente virtud: estrellas relumbrantes: glorias de los caballeros: espejo de gala: celestial hermosura: exemplo de crianza: graciosa conversacion: leyes y mando en la tierra para dar vida y muerte y fama de inmortal memoria. ¿Quién será tan ignorante que no conozca todo lo sobredicho ser poca alabanza, para tanto merecimiento? No hay ninguno que ignore que con mucha razon os podemos decir señoras damas, pues sois tan señoras que no hay poder humano que sea poder delante el vuestro. Si no, dígame alguno ¿qué poder humano hay en esta vida que pueda hacer una tan gran cosa como las damas hacen, en mudar un hombre y hacelle todo otro de lo que es? ninguno en este mundo podrá hacer de un cobarde valiente y ni de un avaro liberal, sino estas tan poderosas señoras, que mudan condicion, sér y vida al hombre que por ellas es hombre. Tambien con mucha razon os podemos decir resplandeciente virtud, pues siendo la mesma virtud resplandeceis tanto en virtudes, que cegais á todos los ojos que con vicio os miran, como el rayo del sol á la vista humana, y dais tan clara y fuerte vista á los ojos que con virtud os miran, como tiene el águila mirando el rayo del sol. Tambien con mucha razon os podemos decir estrellas relumbrantes, pues pareciendo por la tierra entre la vulgar gente, relumbrais como las estrellas del cielo entre las tinieblas de la noche. Tambien con mucha razon os podemos decir gloria de los caballeros, pues todo lo que parece trabajo por servir las damas es gloria; que si la gloria es descanso de trabajos, y contentamiento de vista, y alegría de pensamientos, ¿qué otra cosa es el trabajo del caballero, sirviendo su dama como caballero, sino descanso? ¿Y qué mayor contentamiento en este mundo para la vista que ver una gentil dama? ¿ni qué mayor alegría de pensamiento que veros servidor de quien os hace tan señor? No parece el señor ser tan señor, ni el caballero tan caballero, sino sirviendo las damas con tales servicios, que el trabajo se convierta en descanso, y el mirar en contentamiento, y el pensar en alegría. Tambien con mucha razon os podemos decir espejo de gala, pues nunca se tiene el caballero ni es tenido por perfecto galan, de muy bien adereszado de cuerpo y de alma, sino cuando las damas dicen que lo es; pues si el caballero no es galan si las damas no lo dicen, con mucha razon las podemos tener por la misma gala, pues el buen parescer dellas es espejo de gala, donde nos habemos de mirar para parescer bien. Tambien con mucha razon os podemos decir celestial hermosura, pues ninguna hermosura paresce tanto ser venida del cielo como la de las damas y señoras. Que aunque toda hermosura es criada por el Criador de todos, en las damas se paresce más aquello que dice_: Signatum est super nos lumen vultus tui, Domine. _Tambien con mucha razon os podemos decir exemplo de crianza, pues la mayor cortesía de los caballeros no es tanto como la menor cortesía de las damas, porque en ellas no hay menor ni poco, sino mayor y mucho, pues el gran merescimiento dellas todo lo meresce. Tambien con mucha razon os podemos decir graciosa conversacion, pues sois la misma gracia, y en tanta manera, que si un caballero habla una razon sábia, y una dama dice una otra razon avisada, en más y por más graciosa será tenida la de la dama que la del caballero, por la poca turbacion de ingenio que siempre tienen y la mucha que nosotros delante dellas tenemos, y por aquel gran privilegio que tienen por haberse dicho en la más alta de todas_: Gracia plena. _Tambien con mucha razon os podemos decir leyes y mando en la tierra para dar vida y muerte y fama de inmortal memoria, pues ninguna ley humana hace tanto sentir que la vida parezca muerte, y la muerte vida, sino la ley y mando de las damas, porque si un caballero es desfavorecido ó desdeñado dellas, todo lo que es vida le paresce muerte, pues sabe á muerte su vida, y todo lo que le paresce muerte por amarlas y servirlas es vida, pues les da fama de inmortal memoria. Considerando, pues, tan gran merecimiento y valor de tan poderosas y excelentes señoras, ¿quién no trabajará en servirlas y alabarlas sino el que ni es para uno ni para otro? Y por no ser yo tenido por tal, ofrezco mi voluntad por obra, pues ninguna obra, por grande que fuese, sería sino voluntad para servir tan grandes señoras, y por esta razon este libro, intitulado el_ Juego de mandar, _es pequeño, pues tambien lo sería aunque fuese grande. Recíbanlo como á pequeño servicio y gran voluntad, y rescebido desta manera el libro será grande, e yo el más dichoso servidor de damas._ LA MANERA COMO SE HA DE JUGAR ESTE JUEGO DE MANDAR. Teniendo un caballero el libro entre sus manos cerrado, suplicará á una dama que le abra, y abierto que le haya, hallarán una dama y un caballero pintados cada uno con un mote delante sí. El de la dama será para mandar el caballero, el cual ha de ser muy obediente, pues por la obediencia que ha de tener en hacer lo que le mandará la dama, tiene mote á su propósito en el libro; y el caballero que no será obediente sea condenado por las damas en lo que les pareciere, y echado de la sala. Despues otro caballero y otra dama harán lo mismo que los primeros han hecho, y todos los otros despues, por su órden, hasta que las damas manden cesar el juego. [Illustration] [Illustration] Alzad los ojos al cielo Sospirando si podeis, Que muy presto alcanzaréis Tanto cuanto monta un pelo. * * * * * Pues quereis que yo lo diga, Yo haré vuestro mandado, Pero siento gran fatiga, Que muriendo por mi amiga No parezca enamorado. * * * * * Levantaos á bailar, Que con tal disposicion Bien podeis bailar sin són. No paresceria loco En bailar sin són por vos Si bailásemos los dos. * * * * * Buscaréis por estas damas, Y decilde, si hay Merina, Yo la mar, vos la marina. Merina, Yo la mar d’amar muy dina, Pues mi corazon ha echado, Como hombre ahogado, De la mar á la marina. * * * * * Levantaos y decid Un requiebro á la dama Que aquí ménos os ama. Ninguna tan mal me quiere, Como vos m’habeis mostrado; Pues á vos soy enviado, Sufridme lo que os dijere. * * * * * Descalzaos los zapatos, Y si os hieden vuestros piés, Calzaros heis al reves. Yo bien me descalzaré, Y por lo que me haceis, Plega Dios que’n mí halleis Zapato de vuestro pié. * * * * * Sospirad un gran sospiro D’aquellos que vos soleis Cuando ménos mal teneis. Con las burlas que decis, Y el mal que me haceis, Más sospiros sacaréis De los que vos me pedis. * * * * * Buscando entre estas damas, Decid, si Ursola hubiere, Quien os vió, ¿como no muere? * * * * * No será tirar de loco, Mas de cuerdo, Si por vos el seso pierdo. * * * * * Limpiaos las narices Que no diga algun donoso Que sois sucio e mocoso. Tambien lloran mis narices Lo que lloro con mis ojos, Lágrimas de mis enojos. * * * * * Yo os ruego, pues tengo mando, Que canteis, Por ver si parescéreis Como pareceis callando. Cantar mal y porfiar Es muy malo, Cuando más os dan del palo. Que del pan del bien amar. * * * * * Buscaréis por estas damas, Y si hay Jerónima, Decilde cómo le va. Jerónima Decirme ha, va como va, Yo diré, no como debe, Pues que sé qu’ella no bebe Con el cáliz que me da. * * * * * Jugad á pasa Gonzalo Vos y el que está cabo vos, Y reirme de los dos. Si jugamos á pasar, El Gonzalo quiero ser Para daros más placer. * * * * * Limpiaos vuestros ojos Y pestañas, Que están llenos de lagañas. Secáronse por mi mal Lágrimas de mis entrañas, Y han quedado en las pestañas Secas por una señal. * * * * * Id pidiendo con un guante Para ver lo que os darán Todas cuantas aquí están. Yo bien andaré pidiendo Lo que mucho ha menester Este pobre de placer. Buscando por estas damas, Decilde, si hay Mencía, Hermosura y alegría. Mencía, Quien os hizo bien sabía Que criaba en vos dos cosas, Hermosura entre hermosas, Y entre tristes alegría. * * * * * Yo os mando que toqueis palmas, Pues yo sé que poco á poco Vos las tocaréis de loco. Yo lo haré como mandais, Que ya há mucho que las toco, Que por vos he vuelto loco. * * * * * A la noche yo querria Que canteis en la vihuela: Nadie de mi mal se duela, Pues que todo es alegría. A la noche cantaré, Nadie de mi mal se duela, Pues el mismo me consuela. * * * * * Arrancaos dos cabellos De vuestras barbas muy presto Sin hacer señal ni gesto. Hé aquí ya dos cabellos, Mas si yo fuese de ellas, A cabellos ó cabellas Me querria ver con ellos. * * * * * Buscaréis por estas damas, Y diréis, si hay Raphela: Quien os ama siempre vela. Raphela, Quien os ama siempre vela, Que durmiendo está velando Quien á vos está ensoñando. * * * * * Yo os mando que os asenteis Al cabo d’aquella sala, Que de léjos vuestra gala Muy mejor la venderéis. ¿Qué aprovecha que yo esté Léjos de poder hablaros, Pues estoy para alcanzaros Tan cerca como yo sé? * * * * * Un deseo me ha tomado De veros cómo correis, Si no os correis. Un otro deseo tengo D’alcanzaros, por mi vida, De corrida. * * * * * Yo os mando que me sirvais Ciertos dias la semana, Y si estoy de mala gana, Que por do venis volvais. Si atras he de volver, Cuando tal os hallaré, Cierto está que caeré, Pero no de bien querer. * * * * * Buscaréis por estas damas, Y si Aldonza hay diréis: Vos sabeis á qué sabeis. Aldonza sabe Sólo ella á lo que sabe, Que quien quiere gustar della, Gustará sólo en vella Lo que en ella nunca cabe. * * * * * Yo os mando que no hableis Por espacio de un hora, Porque no nos enojeis A criada ni á señora. Yo haré vuestro mandado, Mas á veces yo no mando, Pues harto habla callando Quien de vos es mal tratado. * * * * * No quiero que esteis sentado Hasta tanto que os lo diga, Por ver si ternéis fatiga De haberos yo mandado. Vos holgais de verme en pié Para más cansar mis piés; Yo querria estar en tres Por lo que me cansaré. * * * * * Iréis con ojos cerrados A tocar á la pared Y pedirme una merced. La merced que y’os pido Pues cegado me habeis, Que vos, señora, me guieis. * * * * * Buscaréis por estas damas, Y decid á Isabel Matadora no cruel. Isabel Tiene el nombre de Abel Y las obras de Caín, Dos contrarios en un fin, Matadora no cruel. * * * * * Levantaos á saltar, Que saltando ganaréis Algun baque que daréis. Si saltando yo pudiese Dar un baque do querria, Nunca me levantaria. * * * * * No lo hagais de mala gana, Que n’os pienso hacer enojo; Cerradnos una ventana Y seréis de ella cerrojo. Tiro de tan cruel guerra Busque á otro que escalabre, Que á dó una se cierra Otra ventana se abre. * * * * * Meteos á la ventana Hasta que seais llamado Ó saludado. Yo iré con condicion, Que si no soy saludado Sea yo de vos llamado. * * * * * Buscaréis por estas damas, Y decilde, si hay Juana, En la gala muy galana. Juana, En la gala muy galana, Y hermosa entre hermosas, Y á quien matan estas cosas Nunca sana. * * * * * Extendeos en el suelo, Como hombre amortecido, Y echad un gran gemido. Vos, señora, sois el suelo, y yo soy el extendido Enterrado en vuestro olvido. * * * * * Levantaos con dos otros, Y los tres sin lision Jugaréis al abejon L’abejon sabeis que dice, Cuando él hace zun zon, Que las damas falsas son. * * * * * Allegad á una dama Y decilde en confision Una muy buena razon. Véome con tanta pena Y con tanta turbacion, Que no estando en razon, ¿Cómo la diré muy buena? * * * * * Buscaréis por estas damas, Y decilde á Leonor: Quien os sirve es muy señor. Leonor, Quien la sirve es muy señor, Pero no della, Que vencido queda en vella. * * * * * Mandad luchar á dos pajes, Y si el vuestro es vencedor, Vos lo seréis en amor. Nunca me veré perdido, Ni mi paje perdedor, Pues que yo soy en amor Vencedor de bien vencido. * * * * * Quitaos de la cabeza Vuestra gorra, porque creo Que con ella estais más feo. Yo me quitaré la gorra, Pero no de la cabeza, Que en vos nunca se estropieza. * * * * * En el suelo arrodillado Soplicad á una dama Que os mande meter en fama De muy frio enamorado. Agora, por Dios eterno, Veo mi trabajo en vano, Pues que siendo un verano Me tienen por un invierno. * * * * * Buscando por estas damas, Decilde, si hay Francisca, Quien os ama bien s’arrisca. Francisca, Quien os ama bien s’arrisca, Que si muere por tal dama, Siempre vivirá su fama. * * * * * Yo os mando que digais De cuantas soy servidor, Para daros por traidor. A traidoras ser traidor, Pues no hay otro remedio Que á traidor traidor y medio. * * * * * Por mostrar qué gesto haceis, Reios sin alegría Con una risada fria. Vuestro amor anda tan frio, Que helando mi placer, El reir frio ha de ser. * * * * * Yo os mando que digais De las gracias que soleis, Y que vos os las riais, Que solo las reiréis. Yo haré lo acostumbrado Vuestras gracias diciendo, Y ellas me han tan maltratado, Que no quedaré riendo. * * * * * Buscaréis por estas damas, Y diréis á Margarita: Vuestra gracia es infinita. Margarita, Es su gracia infinita, Tanto que los que la miran La dessean y sospiran. * * * * * Jugaréis otro y vos Con las manos á la esgrima, Y el que quedará encima Sea señor de los dos. Hartas veces he jugado Con mis males á la esgrima, Pero nunca fuí encima, Pues no os he señoreado. * * * * * Y’os mando, si vos quereis, Que digais una mentira D’aquellas que vos soleis. Nunca mentí, por mi fe, En deciros que soy vuestro, Pues lo siento y lo muestro. * * * * * Bajad bajo á la entrada Y subid con gran presencia, Y haréis una reverencia A la que n’os tiene en nada. Aunque no me tenga en nada No me quiero maldecir, Pues me veo ya subir La escalera del entrada. * * * * * Buscaréis por estas damas Si hubiere Chatalina, Y decilde que es divina. Chatalina En sus obras es divina, Y humana cuando mira Al galan que la sospira. * * * * * Id pidiendo con un guante, Para ver lo que os darán Todas cuantas aquí están. Yo bien andaré pidiendo Lo que más ha menester Este pobre de placer. * * * * * Haceos á la ventura, Y decid á dos ó tres Que os digan qué hora es. Las horas de gran contento, Cuando las quieren contar Más presto suelen pasar. * * * * * Abajad bajo á la puerta Y pedid á dos ó tres Cuanto tenemos del mes. Si ha de ser en mi favor, Dende agora os lo muestro, Si me asentais por vuestro En libro de servidor. * * * * * Buscaréis por estas damas Si hay Ángela alguna, Y decilde, sola una. Ángela, Ángel es, ángel será, Y á quien ella es el bueno Siempre está de gloria lleno. * * * * * Punchad vuestra mala lengua Con un alfilé delgado, Pues que sois tan mal hablado. Porque sienta mayor mengua Ha causado mi pasion, Qu’en hablar mi corazon Lo borra todo la lengua. * * * * * Menazalda con el dedo A quien vos sois servidor, Por ver si hará de miedo Lo que no hace d’amor. Pláceme, mas yo recelo Qu’esta burla cueste cara, Pues será escupir al cielo Y volverme á la cara. * * * * * Volved los ojos en blanco, Mostrando muy grande enojo, Y diréos tan blanco el ojo. De haber sido tan franco Y de verme tan cativo, Volveré, pues que no vivo, Mis tristes ojos en blanco. * * * * * Buscaréis por estas damas Si hay alguna Esperanza, Y diréis sin confianza. Esperanza, En su nombre hay confianza Y en sus obras no es tal, Pues á mí me hacen mal. * * * * * Meté el dedo en vuestra boca Y mordelde con gran saña, Y será muy buena maña Si engañais alguna loca. Ninguna veo tan loca Que se deje ya engañar, Sino mordiendo el lugar Con que se gana la boca. * * * * * Preguntad á una dama Si llegais á treinta años, Que, segun vuestros engaños. Mas nos muestra vuestra fama. Si engañando á quien engaña Perdones s’han alcanzado, ¿Cuántos habeis vos ganado? Echad fuera esos pajes, Vayan fuera de la sala, Pues pareceis maestresala. * * * * * Muy mejor pareceria, De mayor nombre y fama, Maestro en cama. * * * * * Buscad bien por estas damas Si hallais alguna Ines, Y decilde: una es. Ines, En el mundo una es, Sola Fénix en el mundo, Sin igual ni sin segundo. * * * * * Pues que sois buen cazador, Haced con un pañezuelo Un señuelo. A quien yo haré señuelo Me verná tarde ó temprano A la mano. * * * * * Id delante una dama Y decilde un donaire De buen aire. Yo iré delante aquella Que no sé sino mirarla Y contemplarla. * * * * * Preguntad á una dama Si sois para ser amado O desamado. A quien yo preguntaré Ya yo sé qué me dirá, Segun os va. * * * * * Buscaréis por estas damas, Diréis á Beatriz, Tú mi sola emperatriz. Beatriz Es mi sola emperatriz; Y hame muerto con justicia, Pues no mata con malicia. * * * * * Pues que sois un espantajo, Espantad una doncella Y n’os allegueis á ella. Si suelen morir d’amores, Mejor soy para matar Que no soy para espantar. * * * * * Preguntad á una dama, Si mostrais en ser callado Enamorado. Yo se lo preguntaré, Y en mi gesto lo verá Y creerá. * * * * * Mal os está vuestra gorra; Ensayadla á uno ó dos Si estará mejor que á vos. Gorra que tan bien criada Siempre ha sido para vos, ¿Por qué burlais de los dos? * * * * * Buscaréis por estas damas, Y si Anna se hallará, Decilde vos mi manná. Anna Es como una manna D’allá del cielo caida, Muy sabrosa é bien sabida. * * * * * Soplicad á vuestra dama Que por toda una semana N’os mire de mala gana. Ya quisiese mi ventura Que á mirarme se volviese, Y fuese como quisiese. * * * * * Vuestra capa está bien hecha, Y en mirarla he conocido De la bolsa que ha salido, En ser corta y tan estrecha. Ya yo sé lo que mandais Que sea muy largo y hecho, Que quien es corto y estrecho Con razon lo motejais. * * * * * Estiraos esas calzas, Que no diga algun donoso Que son calzas de gotoso. Son tan viejos mis amores, Que de viejos han rugado Mis carrillos y calzado. * * * * * No es dese cuerpo esa capa, Y pues no es de galan, Ensayalda algun truhan. Pues quereis que me la quite, Vístasela el más gracioso, Y será vuestro donoso. * * * * * La dama qu’en su mote está, Si la veis en esta sala, Decilde con mucha gala: Laudomia, Laudomia. Laudomia es La que siempre fué despues, Y ántes della De su nombre la más bella. * * * * * Preguntad á una dama Que de qué os ha venido Estar tan descolorido. Desque perdí la esperanza, Que es color del amador, He perdido la color. * * * * * Preguntad á una dama Cuándo, poco más ó ménos, Seréis vos de los muy buenos. Muy bueno para bellaco Soy yo siempre y seré En lo que sé. * * * * * Si la veis en esta sala, Decilde á Violante: Ya soy vuestro diamante. Violante, Yo soy vuestro diamante Falso, pues que ser no puedo Anillo de vuestro dedo. * * * * * Sabed de cuantas aquí están, O de quien querréis pedillo, Si destar flaco, amarillo, Sois salido tan galan. Donde sobra tanto afan, Con razon puedo decillo, Que yo soy el amarillo, Y lo flaco es el galan. * * * * * Si hallais en esta sala A María, Decilde: yo os amaria. María, Con razon os amaria Como hombre, Si no por vuestro gran nombre. * * * * * Vuestro amor viejo y rugado Bien será que lo mudeis, Porque ya n’os pareceis, Que andais muy corcovado. Ponerme quiero una muda Y mudar nuevo amor Para parescer mejor, Que quien muda Dios le ayuda. * * * * * Saquen algo de comer, Que ver quiero si maxcais De la suerte que hablais. El que no puede tragar Ningun bien en sus pasiones, Maxca siempre las razones. * * * * * A la muy linda Felipa Decilde muy sospirando: Con vos tiene amor gran mando. Felipa, A vos sólo se aplica Este mote tan señor: Toda cosa vence amor. * * * * * Quitaos la capa y sayo, Y verémos si el jubon Es mejor que no el sayon. Lo encubierto es lo mejor, Que lo que se puede ver No da tanto de placer. * * * * * Enviadle un recaudo A quien mal recaudo os da, Por ver qué responderá. Ella me responderá Lo que siempre suele hacer, El callar por responder. * * * * * Id delante una dama Con mesura Y decilde la ventura. Yo le diré la ventura, Que bien la sé por su mano, Pues me convirtió en gitano Lo cruel de su hermosura. * * * * * Si la veis en esta sala, Diréis á la linda Elena, Vos la gloria, yo la pena. E lena, Vos la gloria, yo la pena, Pues no soy por mi tristura Vuestro Páris en ventura. * * * * * Preguntad á una dama, Si teneis de gracioso Tan poco como de hermoso. No soy cierto gracioso, Pero doy gracias á Dios Que si no soy para vos, Para otra soy hermoso. * * * * * Decilde que os adevine Una dama Qué soñastes en la cama. Mucho más quiero creer Lo que ella pensará Que lo que adevinará. * * * * * Si Hipólita veréis, Decilde de vuestra parte: Hermosura y muy gran arte. Hipólita, Quien la vee bien verá Que es hermosa y de gran arte, Pues en todo tiene parte. * * * * * Pues siempre mirais al cielo, Pareciendo un estrellero, Salid á ver el lucero. No soy muy mal estrellero, Pues que voy mirando aquella Que de damas es estrella Y de galanes lucero. * * * * * Pintad luégo en la pared, Con un carbon, Quién os tiene el corazon. La pared es mi afficion, Y el nombre que pintaré Es la que siempre terné, Y ella á mí mi corazon. * * * * * Decilde, si es aquí, Ala linda castellana, Vos sois la estrella Diana. Castellana, Vos sois la estrella Diana, Que trae la luz del dia A quien vuestra lumbre guia. * * * * * Haced un poco el truhan, Que yo sé que todo el año Lo haceis á vuestro daño. Yo lo hago todo el año Por daros placer, señora, Y vos haceislo cada hora Sólo por hacerme daño. * * * * * Salid á mirar el cielo, Para ver si podréis vellas A tal hora las estrellas. Ya de aquí veo el cielo Y aquella que ver me hacia Estrellas á mediodía * * * * * Decilde, pues la servis, A la linda Estephanía, Venado mata porfía. Estephanía, Venado mata porfía, Que no porfía venado, Pues en vos está probado. * * * * * Por las rayas de mi mano Divinad, si sois muy diestro, Qué tiempo de vida muestro. No teneis más de vivir Del que vos me daréis vida, Pues es cosa conocida Que quien mata ha de morir. * * * * * Decid á cuantos aquí están: Dios loado, Pues que ya sois acabado. Sepan cuantos aquí están Que vos me habeis acabado, Dios loado. Fué impressa la presente obra en la Metropolitana ciudad de Valencia, por Francisco Diaz, romano, en el año de Mil y D. y xxxv á xxviiii dias del mes de Octubre. [Illustration] FOOTNOTES: [1] Catálogo de Salvá, publicado en Lóndres, 1826-29, parte 1.ª, pág. 142. [2] Don Fernando de Aragon duque de Calabria y Príncipe de Taranto, fué hijo de D. Fadrique, rey de Nápoles; casó con doña Germana de Fox, viuda del rey D. Fernando el Católico, y en segundas nupcias con doña Mencía Mendoza, segunda marquesa del Zenete: murió en 1551. [3] Dos hay en la Biblioteca Nacional, otro en la Colombina, en Sevilla, otro tiene nuestro querido amigo el Sr. D. Pascual de Gayángos; el Sr. D. Ricardo Heredia tiene el que fué de Salvá, y por último don Blas Hernandez el que perteneció á D. Bartolomé José Gallardo. [4] Libro de mvsica de vihuela de mano, intitulado El Maestro, el qual trahe el mesmo estilo y órden que un maestro traheria con un discípulo principiante: mostrandole ordenadamente desde los principios toda cosa que podria ignorar para entender la presente obra. Año 1535. Fól. [5] Escritores del reino de Valencia. Valencia, 1747-49, tomo 1.º, pág. 137. *** End of this LibraryBlog Digital Book "Cacionero de Lope de Stúñiga - Códice del siglo XV." *** Copyright 2023 LibraryBlog. All rights reserved.