By Author | [ A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z | Other Symbols ] |
By Title | [ A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z | Other Symbols ] |
By Language |
Download this book: [ ASCII ] Look for this book on Amazon Tweet |
Title: Fábulas y cuentos en verso - Selección Author: - To be updated Language: Spanish As this book started as an ASCII text book there are no pictures available. *** Start of this LibraryBlog Digital Book "Fábulas y cuentos en verso - Selección" *** NOTA DE TRANSCRIPCIÓN * Las cursivas se muestran entre _subrayados_ y las versalitas se han convertido a MAYÚSCULAS. * Los errores de imprenta han sido corregidos sin avisar. * Se ha respetado la ortografía del original impreso pero se han puesto tildes a las mayúsculas. * Las páginas en blanco han sido eliminadas. * Las notas a pie de página se han renumerado y colocado al final del libro. * Algunas ilustraciones se han desplazado ligeramente para no interrumpir un poema. FÁBULAS Y CUENTOS EN VERSO [Ilustración] BIBLIOTECA LITERARIA DEL ESTUDIANTE DIRIGIDA POR RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL TOMO I FÁBULAS Y CUENTOS EN VERSO SELECCIÓN HECHA POR MARÍA GOYRI DE MENÉNDEZ PIDAL _Dibujos de F. Marco._ _MADRID, MCMXXII_ INSTITUTO-ESCUELA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS TIPOGRAFÍA DE LA “REVISTA DE ARCHIVOS”, OLÓZAGA, 1, MADRID [Ilustración] ADVERTENCIA Hace tiempo que el Instituto-Escuela tropieza con bastantes inconvenientes para que las lecturas literarias de sus alumnos sean todo lo extensas y variadas que es menester; la misma dificultad tocarán, en más o menos grado, todos los profesores que se dedican a la enseñanza de la lengua y de la literatura españolas en sus primeros grados. Cierto que abundan las colecciones de trozos escogidos y que éstas cumplen un importante fin pedagógico, sirviendo para el examen en detalle de muy diversas cuestiones gramaticales o artísticas, pero no satisfacen la necesidad que el estudiante tiene de conocer y apreciar el conjunto mismo de la obra a que pertenecen esos trozos. Y para ese conocimiento de conjunto faltan los medios. El estudiante podría quizá remediarse asistiendo a una biblioteca; pero ésta, en muchas partes no existe, o no está suficientemente dotada; en otras ocasiones, la índole o la extensión de muchas obras que pueden hallarse en bibliotecas excede a la comprensión o capacidad propias de los primeros años de trabajo; y, en todo caso, si el lector puede tener en su mesa las obras que debe conocer, logrará siempre ganar mayor familiaridad con ellas. Es, pues, muy conveniente entregar al más fácil manejo del estudiante una colección literaria de las obras principales que por él deben ser conocidas. Por eso trabajamos hace tiempo en formar esta Biblioteca que ahora sale a luz y para la cual se hallan ya preparados gran parte de los textos, esperando mantener continuidad y rapidez en la publicación. No excluiremos enteramente de ella algunos extractos fragmentarios, como los de las antologías; pero serán extensos y pocos. En general se incluyen producciones literarias tomadas en su conjunto. Claro es, sin embargo, que muchas de las obras incluídas tienen que ser acortadas a fin de que, descartado lo excesivo o inconveniente, se haga su lectura fácil y llana para cualquier joven que no se haya de especializar en la literatura. La tarea, como bien se comprende, es delicada en extremo, sobre todo tratándose de obras de extensión considerable, como el _Amadís_, donde lo que se suprime es muchísimo más que lo que se conserva. Pero al eliminar trozos de cualquier composición se ha puesto todo cuidado y empeño en conservar tanto el pensamiento fundamental del autor como los pasajes principales en que ese pensamiento se manifiesta. También nos hemos prohibido alterar irrespetuosamente los textos y huímos de acortarlos con supresiones menudas y frecuentes que desfiguran el estilo del autor, cosas ambas que hemos sentido intolerables en algún ensayo de reducción que se ha publicado, por ejemplo, del _Quijote_. Proponiéndose la presente colección servir a una iniciación literaria bastante extensa, incluye piezas de muy diverso carácter: junto a las obras maestras, otras de diverso valor artístico o histórico, entre ellas algunas demasiado olvidadas (esperamos que en los jóvenes lectores podrá revivir fácilmente mucho del interés aventurero que encierran los _Historiadores de Indias_), llegando hasta un _Cancionero musical_ compuesto principalmente de cantos tradicionales. Incluímos también autores americanos. Dada la amplitud del propósito, lo reducido del espacio que nos hemos impuesto y las encontradas razones que pueden abogar por la inclusión o exclusión de una obra, se comprende que la selección tiene que ser discutible y expuesta a inevitables omisiones; especialmente se notarán éstas en los autores más recientes, pues aquí la falta es siempre menos sensible, por hallarse los libros modernos más al alcance de todos. Otros notarán más bien cierto exceso en la Colección, sobre todo pensando que, para los comienzos del estudio, varias de las obras aquí incluídas exceden a la comprensión y al gusto de un muchacho en los primeros años de su estudio. Pero nunca se tendrá bastante en cuenta que el aprendizaje de un niño, y, por último, el de un hombre también, se hace siempre a fuerza de percibir incompletamente aquellas cosas que exceden a la comprensión del instante y que esperan tiempo venidero para ser asimiladas de un modo más perfecto, ora con la conveniente repetición, ora sin ella. No de otro modo el niño aprende el lenguaje: sin darse él cuenta apenas de que tropieza en palabras ininteligibles, llegan éstas a iluminársele con plena comprensibilidad. Pero evidente es que no todas las obras aquí publicadas son para la edad primera. Como hay que abominar en la enseñanza del lenguaje excesivamente incomprensible, hay que evitar la lectura de aquello en que las dificultades se hagan notar demasiado. Para que pueda esquivarse tal escollo, esta Biblioteca ha procurado dos cosas. Primeramente trata de comprender aquellas principales obras maestras cuyo conocimiento es más urgente en la historia de nuestras letras. En segundo lugar ha de incluír ciertas obras que por su sencillez y carácter elemental cuadran a los primeros años de la vida y de los estudios mejor que otras obras de mayor significación y alcance artístico; pero aún esas obras han sido escogidas entre las que tienen por sí un positivo valor histórico. Véase, por ejemplo, cómo se puede ensanchar el habitual campo de las _Fábulas_ incluyendo en él nombres de muy altos autores. Reuniendo estas dos clases de material, la presente Biblioteca trata de incluír en treinta tomitos las obras cuyo conocimiento nos parece más esencial o más oportuno en los primeros años de la enseñanza, ordenándolas bajo el doble método de géneros y épocas, para que el conjunto pueda con facilidad ser entendido históricamente. Así los treinta volúmenes están formados obedeciendo a un canon literario, a un catálogo previamente establecido, de aquellas obras mejores que el estudiante debe frecuentar en el comienzo de sus estudios para adquirir los fundamentos de su cultura tradicional hispánica. Desea esta Biblioteca ser parte en aminorar el caso tan frecuente de los que se educaron en la más cerrada ignorancia de nuestra vida artística pasada y vivieron, y aun escribieron, ora venerando meros fantasmas de los nombres famosos que alegran su oído como una charanga estrepitosa, ora despreciándolos por apaciguar el disgusto de ignorarlos o el sinsabor de haber descubierto demasiado tarde figuras que debiera haber conocido antes y con mayor preparación para comprenderlas. Pero es necesario advertir muy encarecidamente que esta amplia orientación histórica, que consideramos base precisa de la educación literaria, no ha de aspirar nunca a la imitación de los autores estudiados, cosa pueril y funesta. La abundancia misma y la gran disparidad de los textos aquí reunidos indican bien claro que esta Biblioteca no se propone dar modelos para la imitación que cohiban la nativa frescura del que los estudia, sino que se propone algo más elevado y eficiente: quiere entrañar los principales productos literarios en la inteligencia del lector asiduo, para que el pensamiento y el lenguaje de éste se enriquezcan, y desenvolviéndose con fuerte arraigo en la tradición, tomen como punto de partida el pasado a fin de poder proseguir la línea de progreso que la tradición señala hacia lo por venir. Una espontaneidad ingenua y despreciadora de toda tradición convertiría la producción literaria de cada día en flor efímera y sin semilla. El ideario y el lenguaje de cada generación serían como un aposento cerrado, tan sin comunicación con las generaciones de ayer como sin acceso para las de mañana, despreciadoras también del pasado. Y no vale asegurar que la perfecta ignorancia de la tradición es prácticamente imposible. Una ingenuidad abandonada a aquellas impresiones tradicionales más cercanas o que como a la desbandada y a más no poder se entran por los resquicios, no producirá por lo común sino abortos sin completa gestación; estará siempre expuesta en máximo grado a ser presa incauta de cualquier éxito del momento que se le presente con aureola de novedad. Sólo cuando las impresiones se multiplican y se hacen densas, la espontaneidad está más segura de poder madurar en sí misma sus frutos, mejor y más conscientemente. R. MENÉNDEZ PIDAL. _Abril 1922._ [Ilustración] RAFAEL POMBO _Bogotá (Colombia), 1834; † 1912._ EL PINZÓN Y LA URRACA --Enséñame una canción --dijo la urraca habladora al gayo y diestro pinzón que saludaba a la aurora. --¿A ti? --repuso éste--. ¡Vaya! No te burlarás de mí; a pájaros de tu laya ¿quién pudo enseñarles, di? --¿Y por qué? --Porque es preciso para aprender, escuchar, y un charlatán nunca quiso dejar hablar, sino hablar. EL SOL Y EL POLVO Alzándose un furioso torbellino eclipsó el polvo al sol, y gritóle por mofa: --¡Astro divino! ¿Dónde estás? ¿Qué te hiciste?... -- Y su camino siguió en silencio el sol. Y cesó el huracán; y tornó al cieno el polvo vil; y en el azul sereno de gloria y pompa lleno siguió en silencio el sol. LA CANGREJA CONSEJERA --Anda siempre derecha, querida hijita --mamá Cangreja díjole a Cangrejita--; para ser buena obedece a tu madre cuanto te ordena. --Madre --responde aquélla--, voy a seguirte, no quiero en ningún caso contradecirte, ve tú delante, que dándome el ejemplo, lo haré al instante. [Ilustración] [Ilustración] MANUEL DEL PALACIO _Lérida, 1831; † 1906._ LOS PEDAZOS DE MÁRMOL Al pie de una cantera de mármol de Carrara varios gigantes bloques restos de una gran ruina semejaban, mientras otro, movido por cuerdas y palancas, a un carro conducían muchos obreros en alegre zambra. Diez poderosos bueyes, uncidos por el asta, iban la inmensa mole a llevar a través de la montaña; y cuando al recibirla rechinaron las tablas, oyóse en el espacio sordo rumor de voces y amenazas. --¿Por qué nos abandonas? --las piedras murmuraban--. ¿Qué buscas en tu orgullo fuera de estas regiones solitarias? --El hombre me ha elegido --respondió la arrastrada-- para que al mundo admire, centinela perpetuo de su fama. Si hasta hoy he sido roca, mañana seré estatua; no tengo yo la culpa de ser la más hermosa y la más blanca. --Piedad antes que enojo en nosotras hallaras, si cautiva a la fuerza de tu profanación no hicieras gala. Pero en vano te engríes, la vanidad te engaña, que aun cambiando de forma piedra serás, cual somos tus hermanas. Y antes de que te eleves del vulgo a las miradas, ¡no sabes tú los golpes de cincel y martillo que te aguardan! Los hombres en la tierra son mármoles con alma, y si éstos al labrarse dejan polvo, aquéllos dejan lágrimas. NATURALISMO Molidos de la jornada y con hambre, aunque risueños, dos estudiantes rondeños llegaron a una posada. Comenzaba a anochecer y entrambos, sin vacilar, acercáronse al hogar decididos a comer. Ligera cual una ardilla rubia moza les previno, con un buen jarro de vino, salchichón, pan y tortilla, que devoraron los dos sin tener que repetir, yéndose luego a dormir en paz y en gracia de Dios. A la mañana siguiente, rayando apenas el día, del ventero en compañía tomaron el aguardiente; y a seguida de pagar los caballos dispusieron, y alegres como vinieron se volvieron a marchar. No será el cuento profundo ni por él pido mercedes; pero ¿no lo hallan ustedes lo más natural del mundo? [Ilustración] [Ilustración] RAMÓN DE CAMPOAMOR[1] _Navia (Asturias), 1817; † 1901._ LOS HIJOS Y LOS PADRES Ni arrastrada un pastor llevar podía a una cabra infeliz que oía amante balar detrás al hijo, que, inconstante, marchar junto a la madre no quería. --¡Necio! --al pastor un sabio le decía--; al que llevas detrás, ponle delante; échate el hijo al hombro, y al instante la madre verás ir tras de la cría. Tal consejo el pastor creyó sencillo; cogió la cría y se marchó corriendo llevando al animal sobre el hatillo. La cabra sin ramal les fué siguiendo, mas siguiendo tan cerca al cabritillo, que los pies por detrás le iba lamiendo. LOS PADRES Y LOS HIJOS Un enjambre de pájaros metidos en jaula de metal guardó un cabrero, y a cuidarlos voló desde el otero la pareja de padres afligidos. --Si aquí --dijo el pastor-- vienen unidos sus hijos a cuidar con tanto esmero, ver cómo cuidan a los padres quiero los hijos por amor y agradecidos. Deja entre redes la pareja envuelta, la puerta abre el pastor del duro alambre, cierra a los padres y a los hijos suelta. Huyó de los hijuelos el enjambre, y como en vano se esperó su vuelta, mató a los padres el dolor y el hambre. LA CARAMBOLA Pasando por un pueblo un maragato llevaba sobre un mulo atado un gato, al que un chico, mostrando disimulo, le asió la cola por detrás del mulo. Herido el gato, al parecer sensible, pególe al macho un arañazo horrible; y herido entonces el sensible macho, pegó una coz y derribó al muchacho. Es el mundo, a mi ver, una cadena, do rodando la bola, el mal que hacemos en cabeza ajena refluye en nuestro mal, por CARAMBOLA. [Ilustración] EL CONCIERTO DE LOS ANIMALES Supuesto que respira, se hace oír, bien o mal, cualquier garganta; y en esto no hay mentira, pues mal o bien, el que respira, canta. Hablen, si no, mil animales duchos que dieron un concierto como muchos. Y es fama que el sentido no acompaña a los órganos vocales, por lo que ha sucedido que en la patria de dichos animales, cada cual, presumiéndose asaz diestro, gritó: --¡Caiga el león! ¡Fuera el maestro! Cayó la monarquía, y en república el reino convirtieron. --Vaya una sinfonía de nuestros triunfos en honor --dijeron--; cada uno cante cual le venga a mano; ya no más director; ¡muera el tirano! Comenzóse el concierto, “cá-cá-rá-cá”, gritando el polli-gallo; y al primer desacierto con un relincho contestó el caballo; “a-y-o, a-y-o”, siguió el pollino; “pí-pí-pí”, el colorín; “ufff”, el cochino. El “mís” y el “marramau” cantó el gato montés, cual tigre bravo; y con cierto “pau-pau” le acompañaba el indolente pavo; formando tan horrenda algarabía, que ni el mismo Luzbel la aguantaría. El león destronado, viendo el reino en desórdenes tan grandes, --Silencio --dijo airado, mostrando un arcabuz ganado en Flandes--; el rey va a dirigir: atrás, canalla. Y al verle cada cual, amorra y calla. --Vuelva a sonar la orquesta --siguió el tirano, de Nerón trasunto--, y ¡ay de la pobre testa de aquel que por gruñir me coma un punto! ¿Qué es replicar? No hay réplica ninguna. Palo o canción; vamos a ver: ¡a una! Y la orquesta empezando, “pí-pí”, “cá-cá-rá-cá”, “mís-mís”, “miau-miau” siguió después sonando “a-y-o, a-y-o”, “ufff-ufff”, “pau-pau”. Y tal sonó la música que alabo, que el mundo gritó absorto: --¡Bravo! ¡Bravo! Fué el concierto, antes loco, la maravilla, vive Dios, del arte; y aunque gruñendo un poco, cada animal desempeñó su parte; aprendiendo, en perjuicio de su testa, que sin buen director no hay buena orquesta. [Ilustración: El concierto de los animales.] LOS DOS GORRIONES --Llégame el comedero --dijo a un gorrión otro gorrión muy maula--. --Pues ábreme primero --contestó aquél --la puerta de la jaula. --¿Y si al verte ya libre, en tu embeleso, te vas sin darme de comer en pago? --¿Y quién me dice a mí --responde el preso-- que me abrirás si llenas el monago? Y en conclusión, por si ha de ser primero llegar el comedero o correr el alambre, quedóse el enjaulado prisionero y el hambriento volvióse con el hambre. ¡Digno amigo, por Dios, de tal amigo! Y ahora diréis, y bien, como yo digo: --¡Vaya, que son en ciertas ocasiones lo mismo que los hombres los gorriones! [Ilustración] SALVAR EL HONOR CON FRASES I EL GALLO Y LA LIEBRE Dijo un gallo a una liebre: --Huye, cobarde. --¿Cobarde yo? --la liebre respondía. Pero atisbando a un galgo nada tarde hasta más no poder cobarde huía. --Espera --dijo el gallo-- un Dios te guarde. ¿No llamas a eso huír, señora mía? Y antes que el galgo le acercase el morro, la liebre contestó: --No huyo, que corro. [Ilustración] II LA LIEBRE Y EL GALLO Gritó la liebre al gallo: --Anda, medroso. --Como el Cid --dijo el dueño del serrallo; mas, viendo no muy lejos a un raposo, hizo una acción que por medrosa callo. --Ten --la liebre exclamó--, gran Cid, reposo. --Pues ¿acaso esto es miedo? --siguió el gallo. Y al ver que se subía a un parapeto: --No --le dijo la liebre--, eso es respeto. [Ilustración] [Ilustración] ANTONIO DE TRUEBA _Bilbao, 1821; † 1889._ EL EJEMPLO Cuenta un autor, cuyo nombre no conservo en la memoria, porque fácilmente al hombre se le va el santo a la gloria; cuenta, repito, que un día en una ciudad que expresa, se sentó como solía una familia a la mesa. Según los datos completos que tenemos a la vista, constaba de los sujetos que marca la adjunta lista: un viejo temblón y cano; dos esposos, por lo visto hijo y nuera del anciano, y un niño travieso y listo. Cada cual con mucho celo el estómago repara; mas hete que al pobre abuelo se le escurre la cuchara, y como ésta es de metal, hace doscientos añicos un plato de pedernal, por más señas, de los ricos. El marido y la mujer gritan con mil desacatos: --¡A ese modo de romper no ganamos para platos! Continuó la pelotera, y cuentan que al otro día en un plato de madera el pobre viejo comía; mas tan mal se las compuso, como estaba tan temblón, que pan y manteles puso hechos una perdición. --¡Esto ya pasa de raya! --gritan marido y mujer--; levántese usted y vaya a la cocina a comer; y si allí no le conviene, vaya a comer al establo, que a todos dados nos tiene con su suciedad al diablo. En cuanto oyó este consejo o más bien, este mandato, bajó la cabeza el viejo y se largó con su plato; y desde aquella función despachaba en la cocina tristemente su ración por evitar tremolina. Llorando el anciano un día la ingratitud de sus hijos, sus tristes ojos tenía el pobre en su nieto fijos. Y al ver que un madero grueso el niño afanoso esconde, le dice: --¿Para qué es eso? Y su nieto le responde: --De este madero saldrá un plato de buena clase para que papá y mamá coman cuando yo me case. Y exclama el mísero anciano: --¡Hará lo que hacen conmigo! ¡Dios mío! ¡Tu santa mano puso en la culpa el castigo! LOS TRES AMIGOS Según Herder, un sujeto que tenía tres amigos a dos de ellos profesaba el más profundo cariño, y a la amistad del tercero se mostraba siempre frío. Cierto día fué acusado de un horroroso homicidio, y se hallaba con el alma como quien dice en un hilo, aunque era el hombre inocente de tan bárbaro delito. --Amigos míos, me acusan de un asesinato --dijo--, y el juez, según me han contado, está como un basilisco. Soy inocente, y deseo que vengáis los tres conmigo a declarar mi inocencia en calidad de testigos. Dió por excusa el primero unos asuntos precisos; acompañóle el segundo si bien un poco remiso, pero así que vió la turba de centinelas y esbirros que el tribunal custodiaban, volvió pies atrás, más listo que Cardona, temeroso de que le echaran los cinco. No esperaba el acusado mucho del tercer amigo; pero éste, fiel y animoso, compareció ante el ministro de la ley, y al acusado defendió tan a lo vivo que declarado inocente fué en aquel instante mismo. Tres amigos tiene el hombre en el mundo en que vivimos, ¿cómo se portan con él ante el tribunal divino? El _dinero_ es el primero de los tres en su cariño, y es el primero también que le abandona mezquino. Los _deudos_ y los _parientes_ tiene por segundo amigo; hasta junto a su sepulcro van haciendo pucheritos, mas se asustan de la muerte y se vuelven atrás listos diciendo a lo más: --Allá nos esperes muchos siglos. Por último, son las _obras buenas_ su tercer amigo, y aunque con indiferencia por él miradas han sido, de tal modo le defienden ante el tribunal divino, que al fin el manto de gracia cubre todos sus delitos. [Ilustración] LA PARTE DEL LEÓN[2] Fuéronse de caza sin perros ni trompas el león, el oso, el lobo y la zorra; y así que cazaron porción nada corta de cabras y ovejas y chotos y potras, --Hagamos --dijeron-- el reparto ahora e inmediatamente llenemos la andorga. --¿Quién se encarga de ello? --preguntó con sorna el león, sin duda buscando camorra--. --¡Yo! --responde el oso, cuya afición tonta es hacer el ídem. --Pues manos a la obra. Cuando en cuatro partes la caza amontona, al león el oso le dice que escoja una de las cuatro, que iguales son todas. --¡Tú partir no sabes! --gruñe con voz ronca el león al oso, que replicar no osa. Y ¡ham! de un dentellazo me lo descogota, y a la zorra dice con frase melosa: --Chiquita, el reparto vas a hacer tú ahora, que fío has de hacerlo a pedir de boca, pues como chiquita no eres maliciosa. En cinco montones la repartidora reparte la caza, y acabada su obra al león le dice con una graciosa reverencia: --Vuestra majestad escoja de estas cinco partes las tres que le tocan: como león, una, como monarca, otra, y otra como jefe... --Hola, hola, hola --dice el león--; veo que tú no eres boba. Y añade, moviendo de gusto la cola: --Di, ¿quién te ha enseñado todas esas cosas? --¿Quién, señor...? El oso, --contesta la zorra. [Ilustración] [Ilustración] EL LOBO Y EL CORDERO[3] El lobo y el cordero llegaron a un arroyo, el lobo atormentado más de hambre que de sed, y entre lobo y cordero sobrevino este diálogo, que a mí me suena como sobrevenido ayer: --Súbdito miserable, morirás, pues el agua que yo, tu rey, bebía, te atreviste a enturbiar. --¿Cómo, señor, haceros tal injuria he podido estando más abajo que vuestra majestad? --Si no lo has hecho ahora, lo hiciste hace seis meses. --Señor, si todavía de edad no tengo dos. --Pues si tú no lo has hecho, tu padre es quien lo haría, y es justo que ahora mismo sufras la expiación. Así diciendo, el lobo, sin conciencia ni entrañas hizo al cordero víctima de su voracidad; que siempre los tiranos, a falta de razones para oprimir al justo, razones falsas dan. [Ilustración] [Ilustración] CONCEPCIÓN ARENAL _El Ferrol, 1820; † 1893._ EL SOBRIO Y EL GLOTÓN Había en un lugarón dos hombres de mucha edad, uno de gran sobriedad y el otro gran comilón. La mejor salud del mundo gozaba siempre el primero, estando de enero a enero débil y enteco el segundo. --¿Por qué --el tragón dijo un día--, comiendo yo mucho más tú mucho más gordo estás? No lo comprendo, a fe mía. --Es --le replicó el frugal-- y muy presente lo ten, porque yo digiero bien, porque tú digieres mal. Haga de esto aplicación el pedante presumido si porque mucho ha leído cree tener instrucción, y siempre que a juzgar fuere la regla para sí tome: No nutre lo que se come, sino lo que se digiere. EL LOBO MURMURADOR Entre las breñas de un cerro, un día de gran nevada, un lobo a su camarada hablábale así de un perro: --Es un maldito vecino, tan camorrista y cruel, que para estar libre de él, ya se necesita tino. Ladrador para la gente, entrometido, goloso, suspicaz y cauteloso, en fin, un perro indecente. Pasaba en esta ocasión cerca de allí una raposa, paróse un tanto curiosa, y al oír la acusación dijo para su coleto: --Anda que te crea un bobo: perro a quien acusa un lobo, debe ser perro completo. En caso próspero o adverso no echarás nunca en olvido que es elogio el más cumplido la censura del perverso. [Ilustración] JUAN EUGENIO HARTZENBUSCH _Madrid, 1806; † 1880._ LAS ESPIGAS La espiga rica en fruto se inclina a tierra; la que no tiene grano se empina tiesa. Es en su porte modesto el hombre sabio y altivo el zote. LOS TRES QUEJOSOS --¡Qué mal --gritó la mona-- que estoy sin rabo! --¡Qué mal estoy sin astas! --repuso el asno--. Y dijo el topo: --Más debo yo quejarme, que estoy sin ojos. No reniegues, Camilo, de tu fortuna; que otros podrán dolerse más de la suya. Si se repara, nadie en el mundo tiene dicha colmada. [Ilustración] EL DROMEDARIO Y EL CAMELLO El camello le dijo al dromedario: --Comparado contigo, ¡cuánto más valgo! No cabe duda: yo tengo dos jorobas; tú tienes una. EL COMPRADOR Y EL HORTERA Cuentecillo forjado por deleite parecerá sin duda la contienda que se trabó en Madrid en una tienda de vinagre y aceite. Despachaba en la calle de Torija líquidos un muchacho madrileño; y otro, según la traza, lugareño, fué por aceite allí con su vasija. --Tú, cara de lechuza --dijo sin aprensión el forastero--, despáchame ligero, lléname bien la alcuza. --Cuando sepas hablar en castellano --le replicó el hortera-- sabrás que lo que tienes en la mano se llama la _aceitera_. --En toda tierra que garbanzos cría --contestó el provincial enardecido-- _alcuza_ siempre ha sido, y alcuza la nombramos en el día. --En tierra --dijo el otro-- de garbanzos, corre por aceitera solamente, y quien le ponga nombre diferente ha nacido entre malvas y mastranzos. El patán en sus trece se mantuvo; le rechazaba el horterilla listo: se incomodaron, y hubo, por consiguiente, la de Dios es Cristo. A las voces y apodos cachetina siguió, larga y furiosa: todo por una cosa que se puede llamar de entrambos modos. Pueril extravagancia es, pero comunísima en el hombre, no poner en disputa la sustancia y reñir por el nombre. [Ilustración] EL JUMENTO MURMURADOR --Señor, es fuerza que la sangre corra --dijo al león solícita la zorra--; sin cesar el estúpido jumento de ti murmura con furor violento. --¡Bah! --respondió la generosa fiera--, déjale que rebuzne cuanto quiera. Pecho se necesita bien mezquino para sentir injurias de pollino. EL AVARO Y EL JORNALERO[4] Todo su caudal guardaba cierto avariento cuitado en onzas de oro, metidas en un puchero de barro. Por tenerlo más seguro, fué con su puchero al campo: al pie de un árbol cavó, y lo enterró con recato. Amaneció al otro día hambriento y desesperado un jornalero, sin pan ni esperanza de ganarlo. Sacudió las faltriqueras, y hallando en una cuartos, sale, se compra una soga, y en seguida, como un rayo, se va al campo a que le quite los pesares el esparto. Trataba de ahorcarse, en fin, y escogió para ello el árbol que era del tesoro en onzas, inmóvil depositario. Al afianzar de una rama bien la soga el pobre diablo, se le hundió en el hoyo un pie y halló el puchero enterrado. Cogióle, besóle y fuese, y corriendo, a corto rato, sus preciosas amarillas vino a visitar el amo. La tierra encontró movida y el hoyo desocupado; pero de puchero y onzas no vió ni sombra ni rastro. Reparó en la soga entonces, y haciendo a la punta un lazo, se ahorcó para no vivir sin su tesoro adorado. Así el puchero y la soga mal o bien se aprovecharon: él en un hambriento, y ella en el cuello de un avaro. LAS INDIRECTAS DEL PADRE COBOS Célebres entre agudos y entre bobos las indirectas son del padre Cobos; mas como habrá sin duda quien aprecie que le declare alguno lo que fueron las tales indirectas en su especie, trasládole el informe que me dieron. Parece, pues, que había en cierta población de Andalucía un convento ejemplar, con un prelado, siervo de Dios perfecto y acabado, que de ciencia y paciencia era un portento; por lo cual, uno a uno, dió en irle a visitar a su convento, sin qué ni para qué, tanto importuno, que siempre andaba el pobre atropellado para cumplir las reglas de su estado. Era portero de la casa un lego, catalán o gallego, Cobos apellidado, Bartolomé de nombre, alto, robusto, de resuelto genial y un poco adusto. Llamóle el superior, y dijo: --Mire si puede hacer, por indirecto modo, que esa gente comprenda que de tanta visita me incomodo. --Yo haré que se retire la tal familia presto --respondió el motilón--. --Sí, ponga enmienda, pero indirectamente, por supuesto. --Fíe, padre, en el tino de Bartolo; para indirectas, ¡oh!, me pinto solo. Viene al siguiente día, madrugando solícito, un molesto. Llama. Tilín, tilín... --Ave María. Bartolo, sin abrir la portería, dice al madrugador: --Hermano, trate de ir a otro manantial que no se agote: desde hoy ningún _pegote_ pruebe de mi prior el chocolate. Oyendo el hombre la indirecta rara, se fué, brotando bermellón su cara. Llega un necio en seguida, y Cobos dice: --Excuse la venida: mientras el cargo ejerza de portero, no entra aquí ni _gandul_ ni _majadero_. Despedido el segundo visitante, cata el número tres. --Coja el portante --prorrumpe el fiero Cobos-- usiría: no está bien entre monjes un _espía_. Con una añadidura semejante, y en tono proferida nada blando, Bartolo a cada cual fué despachando; y desde entonces al prior bendito no perturbó en su celda ni un mosquito. Contento el padre, y a la par confuso, al lego preguntó: --¿De qué manera con aquella familia se compuso para que así de verme desistiera? --Fué cosa muy sencilla, mi querido prior --Cobos repuso--; cada quisque llevó su indirectilla, y huyó de mí la incómoda cuadrilla. --Cuénteme las discretas expresiones, cuya virtud a la razón los trajo. --Les dije la verdad: “Sois un atajo de tunos, de chismosos y de hambrones.” --¿A eso llama indirectas, en efecto? --Yo nunca en ellas fuí más circunspecto. --Pues, hermano, mentiras o verdades, sus indirectas son atrocidades. Dijo bien el prior; mas como hay entes en grado escandaloso impertinentes, échaseles también de buena gana tal cual indirectilla cobosiana. LA ALACENA Caminando un relator del Consejo de Ultramar, hizo noche en un lugar en casa de un labrador. Acompañaba al viajero un tal Ayerbe de Ruiz, mozo de experta nariz, pero insigne majadero. Cenaron en paz de Dios, trataron de madrugar y hubiéronse de acostar en una alcoba los dos. Veíanse en los costados de la estancia, frente a frente, iguales perfectamente, cuatro postigos cerrados. El un par era un balcón, el otro correspondía a una alacena en que había seis quesos de Villalón. Cogió el sueño tarde y mal el relator, y durmiendo soñó sentir el estruendo de un turbión descomunal. Cerca de la madrugada le dijo al Fulano Ayerbe: --Levántese usted y observe si huele a tierra mojada. Saltó Ayerbe de su lecho, y a tientas de mano y pie, por ir al balcón, se fué a la alacena derecho. Abrió, zampó la cabeza, y aunque miró y remiró, tan negro el boquete halló como el resto de la pieza. Pero un olor en seguida percibió en aquel recinto, que le pareció distinto del de tierra humedecida. Y entonces dijo el camueso con mucha formalidad: --No hay en el aire humedad; está oscuro y huele a queso. Así ciega y tontamente críticas hacen famosas los que no miran las cosas desde el punto conveniente. Tacha de oscuro y condena tal concepto Santillana, y es que huye de la ventana y se asoma a la alacena. EL CABALLO DE BRONCE Niños, que de siete a once, tarde y noche, alegremente, jugáis en torno a la fuente del gran caballo de bronce que hay en la plaza de Oriente. Suspended vuestras carreras, pues hace calor, y oíd una historia muy de veras, y de las más lastimeras que se cuentan por Madrid. Ese caballo... Yo empleo esta expresión, algo tonta, porque en mi conciencia creo que decir _caballo_ es feo, no atendiendo a quien le monta. Felipe cuarto es el tal; pero el uso general, que tiene fuerza de ley, hace que, olvidando al rey, se nombre al irracional. La razón yo no la sé; a muchos la pregunté y nadie fundarlo supo; en fin, _caballo_ diré, mas ha de entenderse _grupo_. Ese caballo, años ha estaba, como quizá sabréis sin que yo lo indique, dentro del Retiro, allá frente a la casa del _Dique_[5]. Allí da el jardín frescura con sus aguas y verdor, y el canoro ruiseñor tiene morada segura de enemigo cazador. Allí al caballo volaban con fácil y presto arranque mil pájaros que llegaban a beber en el estanque, cuyas ondas le cercaban. Allí, con reserva poca, le corría todo entero la turba intrépida y loca, y hallábale un agujero que tuvo el jaco en la boca. Y tal la disposición fué del tal, que por afuera sufría la introducción de un pajarillo cualquiera del tamaño de un gorrión. Por adentro era al revés: bien que el intruso pasara cabeza y cuello; después, no hallando en qué afianzara ni las alas ni los pies, ellos no eran de provecho, y eran ellas el estorbo; y empujando con despecho le hería garganta y pecho el borde cortante y corvo. Y víctima el animal de su imprudencia fatal, que fuga no permitía, bregaba mientras podía por la cárcel de metal. Donde, triste, prisionero, pidiendo en vano merced, sobre muchos que primero tuvieron su paradero, perece de hambre y de sed. Mil avecillas, buscando sombra densa en el estío, mil en el invierno, cuando ya lloviendo, ya nevando, traspasábalas el frío, embocáronse en la panza del caballo, que en venganza debió decir para sí: --Renunciad a la esperanza, pájaros que entráis en mí. Con el tiempo se mudó del jardín en que habitó, a la plaza donde está, y entonces se desarmó el cuerpo que encima va. Y los cóncavos secretos del cuadrúpedo cruel aparecieron repletos de plumas y de esqueletos de aves, tragadas por él. Mano de piedad movida cerró, como era razón, el menudo pozo Airón, que se sorbió tanta vida de pajarillo simplón. Dañosa curiosidad los condujo a muerte cruda. ¡Ay! ¡Cuántos en nuestra edad por la brecha de la duda se abisman en la impiedad! Abismo donde pedir favor al mortal discurso no basta para salir; él nos deja sin recurso desesperar y morir. LA REBANADITA DE PAN[6] Ya sentado a su mesita Basilio para cenar, en su cuarto, sin llamar, entrósele una visita. Era una bella señora la que invadió el domicilio, diciendo: --Yo soy, Basilio, una sabia encantadora. Sé que no eres haragán, y es escasa tu fortuna: por tu bien, me has de dar una rebanadita de pan. Una onza tan sólo quiero, y otra pediré mañana: préstelas de buena gana el honrado jornalero. --Nada me sobra, en verdad; una hija tengo y un hijo y mujer --el hombre dijo--, mas no le hace: bien, tomad. Y con buen talante y fe la rebanada partió Basilio; la recibió la encantadora y se fué. La esperaba con ahinco Basilio al siguiente día: volvió la señora mía trescientos sesenta y cinco. Y era en la pobre morada grande el júbilo y contento de todos, en el momento de ofrecer la rebanada. Cumplido el año, tornó la mágica pedigüeña con la cara más risueña que en el año se le vió; y de un elegante escriño roscas empezó a sacar y en los brazos a ensartar a padres, a niña y niño; y díjoles: --Os presento junto el pan que recibí de vosotros; eso sí, viene con algún aumento. No es magnífico el socorro, pero él os hace merced; esta lección aprended de la maga del ahorro. Según deis, os volverá beneficio, grande o chico: la receta de ser rico en vuestras manos está. ¿Queréis feliz situación para los días de anciano? Sed hormigas en verano, como enseña Salomón. A SU TIEMPO CADA COSA Una zorra iba huyendo por una loma de un mastín que llevaba casi a la cola. Por encima volando la ve una alondra, que en el aire piaba muy sin zozobra. --Oye --dice a la que huye-- mi voz sonora. --¡Para música vamos! --dijo la zorra--. Divertir quiere a todos cierta persona, y por no ser a tiempo los incomoda. [Ilustración] MIGUEL AGUSTÍN PRÍNCIPE _Caspe (Aragón), 1811; † 1863._ EL PAPEL Y EL TRAPO A un pobre Trapo que en el suelo estaba el Papel desdeñaba, diciéndole: --¡Anda, sucio! No te acerques, que yo estoy limpio, rozagante y terso, y no quiero por todo el Universo tu contacto sufrir, ni que me empuerques. --¡Miren el necio --contestó el Guiñapo-- y cuál mi acceso en evitar se empeña! Mas ya que así me ultraja y me desdeña, dígame usted, seo Guapo: ¿Cómo tan pronto en su altivez olvida que fué un Harapo quien le dió la vida, y que antes que Papel ha sido Trapo? Quien de la plebe descender entienda no la desdeñe, aunque sobre ella ascienda, no sea que por mucho que se eleve, pueda alguno decir: --¿Veis el desprecio con que nos mira el tal? Pues ese necio, antes de ser lo que es, ha sido plebe. EL TIEMPO PERDIDO De un jardín en el pozo solía divertirse cierto mozo horas pasando enteras y mortales en subir y bajar sus dos pozales; su objeto era llenarlos de dicho pozo en el profundo abismo, y subirlos arriba y derramarlos, no en el jardín sino en el pozo mismo. Viólo un anciano, y con su voz machucha le dijo: --¿Sabes, joven, que no entiendo ese tu afán tremendo en fatigar la soga y la garrucha? Si al verte sacar agua en tal manera te viese al menos arrojarla fuera, vería yo algún fin en tu trabajo; pero ¿a qué es esperar ansia tan viva en subir y subir el agua arriba para luego otra vez volverla abajo? --Yo me divierto --el mozo le contesta-- con este rudo afán que a usted molesta; mas ya que usted se pone a reprendello, ¿sabrá decirme lo que pierdo en ello? El viejo le replica: --¡Joven loco, pierdes el tiempo! ¿Te parece poco? [Ilustración] FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA _Granada, 1789; † 1862._ EL TOPO Y EL GUSANO DE LUZ Por una estrecha hendidura sacó la cabeza un topo, con poca carne en los huesos y mucha piel en los ojos. No sabe si es noche o día; pero siente en el contorno a un gusanillo de luz, y le dice de este modo: --Ufano puedes estar, tamaño como un gorgojo, llevando en parte vedada la linterna por adorno: ya la muestras, ya la ocultas, tan altivo y orgulloso como fanal que en la torre enseña el puerto al piloto. --No tal --contestó el gusano--, que mi pequeñez conozco; mas a ninguno hago daño, y algún bien procuro a otros. Doy luz, oculto en la hierba, sobre las plantas me poso, y los insectos acuden a guarecerse en su tronco. Ni destruyo las raíces, ni las semillas me como, ni por temor a los hombres bajo la tierra me escondo. Esto dijo el gusanillo; y lo dijo con tal tono, que el dañino animalejo quedó aún más ciego de enojo: fué a replicar, y no pudo; sintió encendérsele el rostro, y, murmurando entre dientes, metióse dentro de un hoyo. Así en el mundo sucede: que los más torpes y tontos, al que brilla poco o mucho le zahieren envidiosos. EL ZAGAL Y EL NIDO --¿Dónde vas, zagal cruel; dónde vas con ese nido, riendo tú, mientras pían esos tristes pajarillos? Su madre los dejó solos en este momento mismo para buscarles sustento y dárselo con su pico... Mírala cuán azorada echa menos a sus hijos, salta de un árbol a otro, va, torna, vuela sin tino: al cielo favor demanda con acento dolorido, mientras ellos en tu mano baten el ala al oírlo... Tú también tuviste madre, y la perdiste aún muy niño, y te encontraste en la tierra sin amparo y sin abrigo... Las lágrimas se le saltan al cuitado pastorcillo, y, vergonzoso y confuso, deja en el árbol el nido. [Ilustración] [Ilustración] ANDRÉS BELLO _Caracas (Venezuela), 1781; † 1865._ LA ARDILLA, EL DOGO Y EL ZORRO Madama Ardilla con un Dogo fiero, compadre antiguo suyo y compañero, salió al campo una tarde a solazarse. Entretenidos iban en gustosa conversación, y hubieron de alejarse tanto, que, encapotada y tempestuosa, los sorprendió la noche a gran distancia de su común estancia. Otra posada no se les presenta que en una alta encina añosa y corpulenta; el hueco tronco ofrece albergue y cama a nuestro Dogo: la ligera Ardilla se sube de tres brincos a una rama y lo mejor que puede se acuclilla. Danse las buenas noches, y dormidos quedaron luego. A lo que yo barrunto, eran las doce en punto, hora propicia al robo y al pillaje, cuando aportaba por aquel paraje uno de los ladrones forajidos de más renombre: un Zorro veterano, terror de todo el campo comarcano en leguas veinte y treinta a la redonda, en torno al árbol ronda, alza el hocico hambriento de palpitante carne; atisba, husmea, y ve a la Ardilla en su elevado asiento: ya su imaginación la saborea y la boca se lame, y la cola menea; mas ¿cómo podrá ser que a tanta altura, si no le nacen alas, se encarame? Iba casi a decir “no está madura”, cuando le ocurre una famosa idea. --Bella señora mía, vuesa merced perdone --le decía-- si interrumpo su plácido reposo. Después de tanto afán, cuando el consuelo de hallarla me concede al fin el cielo no puedo contener el delicioso júbilo que de mi alma se apodera. ¿No me conoce usted? Su buena madre hermana fué de mi difunto padre. Tengo el honor de ser su primo hermano. ¡Ay! en su hora postrera el venerable anciano me encomendó que luego en busca fuera de su sobrina y la mitad le diera de la hacenduela escasa que al salir de esta vida nos ha dejado. A mi paterna casa sea usted, pues, mil veces bien venida, y déjeme servirla en el viaje de escudero y de paje. ¿Qué es lo que duda usted? ¿Qué la detiene que de una vez no viene a colmar mi ventura, en lazo estrecho juntando el suyo a mi amoroso pecho? Ella, que por lo visto era ladina, a par que vivaracha y pizpireta, y al instante adivina la artificiosa treta, así responde al elocuente Zorro: --Fineza tanta, mi querido primo, y el liberal socorro del piadoso difunto, que en paz descanse, como debo, estimo. Bajar quisiera al punto; pero, ya veis... ¡Mi sexo!... A la entrevista es menester que asista, si lo tenéis a bien, un deudo caro, que de mis años tiernos fué el amparo; es persona discreta, a quien podéis tratar sin etiqueta, y que holgará de conoceros. Vive en ese cuarto bajo; llamadle. Don Marrajo, dándose el parabién de su fortuna, que le depara, según él concibe, dos presas en vez de una, con la mayor frescura y desahogo fué, en efecto, y llamó. Pero la suerte se vuelve azar. Despierta airado el Dogo, se abalanza, le atrapa y le da muerte. Esta sencilla historia nos advierte a un tiempo, hija querida, tres importantes cosas: de un seductor las artes alevosas, de la maldad el triste paradero, y lo que vale en lances de la vida la acertada elección de un compañero. [Ilustración] [Ilustración] FÉLIX MARÍA DE SAMANIEGO _La Guardia (Álava), 1745; † 1806._ EL CAMELLO Y LA PULGA Al que ostenta valimiento cuando su poder es tal que ni influye en bien ni en mal, le quiero contar un cuento. En una larga jornada un camello muy cargado exclamó ya fatigado: --¡Oh qué carga tan pesada! Doña Pulga, que montada iba sobre él, al instante se apea y dice arrogante: --Del peso te libro yo. El Camello respondió: --Gracias, señor Elefante. LA ALFORJA En una alforja al hombro llevo los vicios; los ajenos, delante; detrás, los míos. Esto hacen todos: así ven los ajenos, mas no los propios. [Ilustración] [Ilustración] EL CUERVO Y EL ZORRO En la rama de un árbol, bien ufano y contento, con un queso en el pico estaba el señor Cuervo. Del olor atraído un Zorro muy maestro le dijo estas palabras, a poco más o menos: --Tenga usted buenos días, señor Cuervo, mi dueño; vaya que estáis donoso, mono, lindo en extremo; yo no gasto lisonjas y digo lo que siento; que si a tu bella traza corresponde el gorjeo, juro a la diosa Ceres, siendo testigo el cielo, que tú serás el Fénix de sus vastos imperios. Al oír un discurso tan dulce y halagüeño, de vanidad llevado quiso cantar el Cuervo. Abrió su negro pico, dejó caer el queso, y el muy astuto Zorro, después de haberle preso le dijo: --Señor bobo, pues sin otro alimento quedáis con alabanzas tan hinchado y repleto, digerid las lisonjas mientras digiero el queso. Quien oye aduladores nunca espere otro premio. [Ilustración] EL PERRO Y EL COCODRILO Bebiendo un Perro en el Nilo al mismo tiempo corría. --Bebe quieto --le decía un taimado Cocodrilo--. Díjole el Perro prudente: --Dañoso es beber y andar; pero ¿es sano el aguardar a que me claves el diente? ¡Oh qué docto Perro viejo! Yo venero su sentir en esto de no seguir del enemigo el consejo. LAS DOS RANAS Tenían dos ranas sus pastos vecinos: una en un estanque, otra en un camino. Cierto día a ésta aquélla le dijo: --¿Es creíble, amiga, de tu mucho juicio, que vivas contenta entre los peligros, donde te amenazan al paso preciso los pies y las ruedas, riesgos infinitos? Deja tal vivienda, muda de destino, sigue mi dictamen y vente conmigo. En tono de mofa, haciendo mil mimos, respondió a su amiga: --¡Excelente aviso! ¡A mí novedades! Vaya ¡qué delirio! Eso sí que fuera darme el diablo ruido. ¡Yo dejar la casa que fué domicilio de padres, abuelos, y todos los míos, sin que haya memoria de haber sucedido la menor desgracia desde luengos siglos! --Allá te compongas, mas ten entendido, que tal vez sucede lo que no se ha visto. Llegó una carreta a este tiempo mismo, y a la triste Rana tortilla la hizo. Por hombres de seso muchos hay tenidos, que a nuevas razones cierran los oídos. Recibir consejos es un desvarío: la rancia costumbre suele ser su libro. [Ilustración] LA ZORRA Y EL BUSTO Dijo la Zorra al Busto después de olerlo: --Tu cabeza es hermosa, pero sin seso. Como éste hay muchos, que aunque parecen hombres, sólo son bustos. EL RAPOSO, LA MUJER Y EL GALLO Con las orejas gachas y la cola entre piernas se llevaba un Raposo un Gallo de la aldea. Muchas gracias al alba que pudo ver la fiesta al salir de su casa Juana la madruguera. Como una loca grita: --¡Vecinos, que le lleva! ¡Que es el mío, vecinos! Oye el Gallo las quejas, y le dice al Raposo: --Dile que no nos mienta, que soy tuyo y muy tuyo. Volviendo la cabeza le responde el Raposo: --Oye, gran embustera, no es tuyo, sino mío: él mismo lo confiesa. Mientras esto decía, el Gallo libre vuela, y en la copa de un árbol canta que se las pela. El Raposo burlado, huyó, ¡quién lo creyera! Yo, pues, a más de cuatro muy zorros en sus tretas, por hablar a destiempo les vi perder la presa. [Ilustración] [Ilustración] EL LEÓN VENCIDO POR EL HOMBRE Cierto artífice pintó una lucha en que, valiente, un hombre tan solamente a un horrible León venció. Otro León, que el cuadro vió, sin preguntar por su autor, en tono despreciador dijo: --Bien se deja ver que es pintar como querer y no fué León el pintor. [Ilustración: La lechera.] LA LECHERA Llevaba en la cabeza una lechera el cántaro al mercado con aquella presteza, aquel aire sencillo, aquel agrado, que va diciendo a todo el que lo advierte: --¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte! Porque no apetecía más compañía que su pensamiento, que alegre le ofrecía inocentes ideas de contento. Marchaba sola la feliz lechera, y decía entre sí de esta manera: --Esta leche vendida, en limpio me dará tanto dinero; y con esta partida un canasto de huevos comprar quiero, para sacar cien pollos que al estío me rodeen cantando el pío, pío. Del importe logrado de tanto pollo mercaré un cochino; con bellota, salvado, berza, castaña, engordará sin tino; tanto, que puede ser que yo consiga el ver cómo le arrastra la barriga. Llevarélo al mercado; sacaré de él sin duda buen dinero; compraré de contado una robusta vaca y un ternero que salte y corra toda la campaña hasta el monte cercano a la cabaña. Con este pensamiento enajenada, brinca de manera, que a su salto violento el cántaro cayó. ¡Pobre lechera! ¡Qué compasión! ¡Adiós, leche, dinero, huevos, pollos, lechón, vaca y ternero! ¡Oh loca fantasía! ¡Qué palacios fabricas en el viento! Modera tu alegría, no sea que saltando de contento, al contemplar dichosa tu mudanza, quiebre su cantarillo la esperanza. No seas ambiciosa de mejor o más próspera fortuna, que vivirás ansiosa, sin que pueda saciarte cosa alguna. No anheles, impaciente, el bien futuro; mira que ni el presente está seguro. [Ilustración] LOS GATOS ESCRUPULOSOS ¡Qué dolor! Por un descuido Mizifuf y Zapirón se comieron un capón en un asador metido. Después de haberse lamido trataron en conferencia si obrarían con prudencia en comerse el asador. --¿Le comieron? --No, señor: Era caso de conciencia. EL VIEJO Y LA MUERTE[7] Entre montes por áspero camino, tropezando con una y otra peña, iba un Viejo cargado con su leña, maldiciendo su mísero destino. Al fin cayó, y viéndose de suerte que apenas levantarse ya podía, llamaba con colérica porfía una, dos y tres veces a la Muerte. Armada de guadaña en esqueleto la Parca se le ofrece en aquel punto; pero el Viejo, temiendo ser difunto, lleno más de temor que de respeto, trémulo la decía, y balbuciente: --Yo... señora... os llamé desesperado; pero... --Acaba: ¿qué quieres, desdichado? --Que me carguéis la leña solamente. Tenga paciencia quien se cree infelice, que aun en la situación más lamentable es la vida del hombre siempre amable: el viejo de la leña nos lo dice. LA MONA Subió una Mona a un nogal, y cogiendo una nuez verde en la cáscara la muerde, con que le supo muy mal. Arrojóla el animal, y se quedó sin comer. Así suele suceder a quien su empresa abandona porque halla, como la Mona, al principio que vencer. [Ilustración] LOS DOS AMIGOS Y EL OSO A dos amigos se aparece un Oso: el uno, muy medroso, en las ramas de un árbol se asegura: el otro, abandonado a la ventura, se finge muerto repentinamente. El Oso se le acerca lentamente; mas como este animal, según se cuenta, de cadáveres nunca se alimenta, sin ofenderle le registra y toca, huélele las narices y la boca, no le siente el aliento ni el menor movimiento, y así se fué diciendo sin recelo: --Este tan muerto está como mi abuelo. Entonces el cobarde, de su grande amistad haciendo alarde, del árbol se desprende muy ligero, corre, llega y abraza al compañero; pondera la fortuna de haberle hallado sin lesión alguna, y al fin le dice: --Sepas que he notado que el Oso te decía algún recado. ¿Qué pudo ser? --Diréte lo que ha sido: estas dos palabritas al oído: “Aparta tu amistad de la persona que si te ve en el riesgo te abandona.” [Ilustración] LA ZORRA Y LAS UVAS Es voz común que a más del mediodía, en ayunas la Zorra iba cazando: halla una parra; quédase mirando de la alta vid el fruto que pendía. Causábale mil ansias y congojas no alcanzar a las uvas con la garra, al mostrar a sus dientes la alta parra negros racimos entre verdes hojas. Miró, saltó y anduvo en probaduras; pero vió el imposible ya de fijo; entonces fué cuando la Zorra dijo: --No las quiero comer: No están maduras. No por eso te muestres impaciente, si se te frustra, Fabio, algún intento; aplica bien el cuento, y di: _No están maduras_, frescamente. [Ilustración] [Ilustración] EL CONGRESO DE LOS RATONES[8] Desde el gran Zapirón, el blanco y rubio, que después de las aguas del diluvio fué padre universal de todo gato, ha sido Miauragato quien más sangrientamente persiguió a la infeliz ratona gente. Lo cierto es que obligada de su persecución, la desdichada, en Ratópolis tuvo su congreso. Propuso el elocuente Roequeso echarle un cascabel, y de esa suerte al ruido escaparían de la muerte. El proyecto aprobaron uno a uno. ¿Quién lo ha de ejecutar? Eso, ninguno. --Yo soy corto de vista. --Yo, muy viejo. --Yo, gotoso--, decían. El consejo se acabó como muchos en el mundo. Proponen un proyecto sin segundo: le aprueban. Hacen otro. ¡Qué portento! ¿Pero la ejecución? Ahí está el cuento. [Ilustración: El Congreso de los ratones.] EL CHARLATÁN --Si cualquiera de ustedes se da por las paredes o arroja de un tejado y queda a buen librar descostillado, yo me reiré muy bien, importa un pito, como tenga mi bálsamo exquisito. Con esta relación un chacharero gana mucha opinión y más dinero, pues el vulgo, pendiente de sus labios, más quiere a un Charlatán que a veinte sabios. Por esta conveniencia los hay el día de hoy en toda ciencia que ocupan, igualmente acreditados, cátedras, academias y tablados. Prueba de esta verdad será un famoso doctor en elocuencia, tan copioso en charlatanería, que ofreció enseñaría a hablar discreto con fecundo pico, en diez años de término, a un borrico. Sábelo el rey, le llama, y al momento le manda dé lecciones a un jumento; pero bien entendido que sería, cumpliendo lo ofrecido, ricamente premiado, mas cuando no, que moriría ahorcado. El doctor asegura nuevamente sacar un orador asno elocuente. Dícele callandito un cortesano: --Escuche, buen hermano; su frescura me espanta; a cáñamo me huele su garganta. --No temáis, señor mío --respondió el Charlatán--, pues yo me río; en diez años de plazo que tenemos, el rey, el asno o yo ¿no moriremos? Nadie encuentra embarazo en dar un largo plazo a importantes negocios; mas no advierte que ajusta mal su cuenta sin la muerte. LA CIGARRA Y LA HORMIGA[9] Cantando la Cigarra pasó el verano entero, sin hacer provisiones allá para el invierno. Los fríos la obligaron a guardar el silencio y a acogerse al abrigo de su estrecho aposento. Vióse desproveída del preciso sustento, sin mosca, sin gusano, sin trigo, sin centeno. Habitaba la Hormiga allí tabique en medio, y con mil expresiones de atención y respeto, la dijo: --Doña Hormiga, pues que en vuestros graneros sobran las provisiones para vuestro alimento, prestad alguna cosa con que viva este invierno esta triste Cigarra, que alegre en otro tiempo nunca conoció el daño, nunca supo temerlo. No dudéis en prestarme, que fielmente prometo pagaros con ganancias, por el nombre que tengo. La codiciosa Hormiga respondió con denuedo, ocultando a la espalda las llaves del granero: --¡Yo prestar lo que gano con un trabajo inmenso! Dime, pues, holgazana: ¿Qué has hecho en el buen tiempo? --Yo --dijo la Cigarra--, a todo pasajero cantaba alegremente sin cesar ni un momento. --¡Hola! ¿Conque cantabas cuando yo andaba al remo? Pues ahora que yo como, baila, pese a tu cuerpo. [Ilustración] [Ilustración] TOMÁS DE IRIARTE _Santa Cruz de Orotava, Canarias, 1750; † 1791._ LOS DOS CONEJOS Por entre unas matas, seguido de perros (no diré corría) volaba un Conejo. De su madriguera salió un compañero, y le dijo: --Tente; amigo, ¿qué es esto? --¿Qué ha de ser? --responde--, sin aliento llego... dos pícaros galgos me vienen siguiendo. --Sí --replica el otro--; por allí los veo; pero no son galgos. --Pues ¿qué son? --Podencos. --¿Qué? ¿Podencos dices? Sí; como mi abuelo. Galgos y muy galgos; bien vistos los tengo. --Son podencos: vaya, que no entiendes de eso. --Son galgos, te digo. --Digo que podencos. En esta disputa llegando los perros, pillan descuidados a mis dos conejos. Los que por cuestiones de poco momento dejan lo que importa, llévense este ejemplo. [Ilustración] EL GOZQUE Y EL MACHO DE NORIA Bien habrá visto el lector en hostería o convento un artificioso invento para andar el asador. Rueda de madera es con escalones, y un perro metido en aquel encierro le da vueltas con los pies. Parece que cierto Can que la máquina movía, empezó a decir un día: --Bien trabajo, y ¿qué me dan? ¡Cómo sudo! ¡Ay, infeliz! Y al cabo por gran exceso, me arrojarán algún hueso que sobre de esa perdiz. Con mucha incomodidad aquí la vida se pasa; me iré, no sólo de casa, mas también de la ciudad. Apenas le dieron suelta, huyendo con disimulo, llegó al campo, en donde un Mulo a una noria daba vuelta. Y no le hubo visto bien cuando dijo: --¿Quién va allá? Parece que por acá asamos carne también. --No aso carne, que agua saco, --el Macho le respondió--. --Eso también lo haré yo --saltó el Can--, aunque estoy flaco. Como esa rueda es mayor, algo más trabajaré. ¿Tanto pesa...? Pues ¿y qué? ¿No ando la de mi asador? Me habrán de dar, sobre todo, más ración, tendré más gloria... Entonces el de la noria le interrumpió de este modo: --Que se vuelva le aconsejo a voltear su asador, que esta empresa es superior a las fuerzas de un Gozquejo. ¡Miren el Mulo bellaco, y qué bien le replicó! Lo mismo he leído yo en un tal Horacio Flaco, que a un autor da por gran yerro cargar con lo que después no podrá llevar: esto es, que no ande la noria el Perro. [Ilustración] [Ilustración] LA ARDILLA Y EL CABALLO Mirando estaba una Ardilla a un generoso Alazán, que dócil a espuela y rienda se adiestraba en galopar. Viéndole hacer movimientos tan veloces y a compás, de aquesta suerte le dijo con muy poca cortedad: --Señor mío: de ese brío, ligereza y destreza no me espanto; que otro tanto suelo hacer, y acaso más. Yo soy viva, soy activa, me meneo, me paseo, yo trabajo, subo y bajo; no me estoy quieta jamás. El paso detiene entonces el buen potro, y muy formal, en los términos siguientes respuesta a la Ardilla da: --Tantas idas y venidas, tantas vueltas y revueltas, quiero, amiga, que me diga: ¿son de alguna utilidad? Yo me afano, mas no en vano. Sé mi oficio, y en servicio de mi dueño tengo empeño de lucir mi habilidad. Conque algunos escritores ardillas también serán, si en obras frívolas gastan todo el calor natural. [Ilustración] LA COMPRA DEL ASNO Ayer por mi calle pasaba un borrico, el más adornado que en mi vida he visto. Albarda y cabestro eran nuevecitos, con flecos de seda rojos y amarillos. Borlas y penacho llevaba el pollino, lazos, cascabeles y otros atavíos; y hechos a tijera, con arte prolijo, en pescuezo y anca dibujos muy lindos. Parece que el dueño, que es, según me han dicho, un chalán, gitano de los más ladinos, vendió aquella alhaja a un hombre sencillo; y añaden que al pobre le costó un sentido. Volviendo a su casa, mostró a sus vecinos la famosa compra, y uno de ellos dijo: --Veamos, compadre, si este animalito tiene tan buen cuerpo como buen vestido. Empezó a quitarle todos los aliños; y bajo la albarda, al primer registro, le hallaron el lomo asaz malferido, con seis mataduras y tres lobanillos, amén de dos grietas y un tumor antiguo que bajo la cincha estaba escondido. --¡Burro --dijo el hombre--, más que el burro mismo soy yo, que me pago de adornos postizos! A fe que este lance no echaré en olvido; pues viene de molde a un amigo mío, el cual a buen precio ha comprado un libro bien encuadernado que no vale un pito. EL NATURALISTA Y LAS LAGARTIJAS Vió en una huerta dos Lagartijas cierto curioso naturalista. Cógelas ambas y a toda prisa quiere hacer de ellas anatomía. Ya me ha pillado la más rolliza; miembro por miembro ya me la trincha; el microscopio luego le aplica. Patas y cola, pellejo y tripas, ojos y cuello, lomo y barriga, todo lo aparta y lo examina. Toma la pluma, de nuevo mira, escribe un poco, recapacita. Sus mamotretos después registra, vuelve a la propia carnicería. Varios curiosos de su pandilla entran a verle. Dales noticia de lo que observa: unos se admiran, otros preguntan, otros cavilan. Finalizada la anatomía, cansóse el sabio de Lagartija; soltó la otra, que estaba viva. Ella se vuelve a sus rendijas, en donde, hablando con sus vecinas, todo el suceso les participa. --No hay que dudarlo, no --les decía--; con estos ojos lo vi yo misma. Se ha estado el hombre todito un día mirando el cuerpo de nuestra amiga. ¿Y hay quien nos trate de sabandijas? ¿Cómo se sufre tal injusticia, cuando tenemos cosas tan dignas de contemplarse y andar escritas? No hay que abatirse, noble cuadrilla; valemos mucho, por más que digan. ¿Y querrán luego que no se engrían ciertos autores de obras inicuas? Les honra mucho quien los critica. No seriamente, muy por encima deben notarse sus tonterías; que hacer gran caso de Lagartijas, es dar motivo de que repitan: --Valemos mucho, por más que digan. EL TOPO Y OTROS ANIMALES Ciertos animalitos, todos de cuatro pies, a la gallina ciega jugaban una vez. Un Perrillo, una Zorra y un Ratón, que son tres; una Ardilla, una Liebre y un Mono, que son seis. Este a todos vendaba los ojos, como que es el que mejor se sabe de las manos valer. Oyó un Topo la bulla, y dijo: --Pues, pardiez, que voy allá, y en rueda me he de meter también. Pidió que le admitiesen; y el Mono, muy cortés, se lo otorgó (sin duda para hacer burla de él). El Topo a cada paso daba veinte traspiés, porque tiene los ojos cubiertos de una piel; y a la primera vuelta, como era de creer, facilísimamente pillan a su merced. De ser gallina ciega le tocaba la vez; y ¿quién mejor podía hacer este papel? Pero él, con disimulo, por el bien parecer, dijo al Mono: --¿Qué hacemos? Vaya, ¿me venda usted? Si el que es ciego y lo sabe, aparenta que ve, quien sabe que es idiota, ¿confesará que lo es? [Ilustración: El topo y otros animales.] EL OSO, LA MONA Y EL CERDO Un Oso con que la vida ganaba un piamontés, la no muy bien aprendida danza ensayaba en dos pies. Queriendo hacer de persona, dijo a una Mona: --¿Qué tal? Era perita la Mona, Y respondióle: --Muy mal. --Yo creo --replicó el Oso--, que me haces poco favor. Pues qué, ¿mi aire no es garboso? ¿No hago el paso con primor? Estaba el Cerdo presente, y dijo: --¡Bravo! ¡Bien va! ¡Bailarín más excelente no se ha visto ni verá! Echó el Oso, al oír esto, sus cuentas allá entre sí, y con ademán modesto hubo de exclamar así: --Cuando me desaprobaba la Mona, llegué a dudar; mas ya que el Cerdo me alaba, muy mal debo de bailar. Guarde para su regalo esta sentencia un autor: “Si el sabio no aprueba, ¡malo!; si el necio aplaude, ¡peor!” LOS DOS LOROS Y LA COTORRA De Santo Domingo trajo dos Loros una señora. La isla es mitad francesa y otra mitad española; así, cada animalito hablaba distinto idioma. Pusiéronles al balcón, y aquello era Babilonia. De francés y castellano hicieron tal pepitoria, que al cabo ya no sabían hablar ni una lengua ni otra. El francés del español tomó voces, aunque pocas; el español al francés casi se las toma todas. Manda el ama separarlos, y el francés luego reforma las palabras que aprendió de lengua que no es de moda. El español, al contrario, no olvida la jerigonza, y aun discurre que con ella ilustra su lengua propia. Llegó a pedir en francés los garbanzos de la olla; y desde el balcón de enfrente una erudita Cotorra la carcajada soltó, haciendo del Loro mofa. Él respondió solamente, como por tacha afrentosa: --_Vos no sois que una purista_. Y ella dijo: --¡A mucha honra!-- ¡Vaya, que los Loros son lo mismo que las personas! LA CAMPANA Y EL ESQUILÓN En cierta catedral una Campana había que sólo se tocaba algún solemne día. Con el más recio són, con pausado compás, cuatro golpes o tres solía dar no más. Por esto y ser mayor de la ordinaria marca celebrada fué siempre en toda la comarca. Tenía la ciudad en su jurisdicción una aldea infeliz, de corta población, siendo su parroquial una pobre iglesita con chico campanario a modo de una ermita, y un rajado Esquilón, pendiente en medio de él, era allí quien hacía el principal papel. A fin de que imitase aqueste campanario al de la catedral, dispuso el vecindario que despacio y muy poco el dichoso Esquilón se hubiese de tocar sólo en tal cual función, y pudo tanto aquello en la gente aldeana, que el Esquilón pasó por una gran campana. Muy verosímil es, pues que la gravedad suple en muchos así por la capacidad; dígnanse rara vez de despegar sus labios, y piensan que con esto imitan a los sabios. EL PEDERNAL Y EL ESLABÓN Al Eslabón de cruel trató el Pedernal un día, porque a menudo le hería para sacar chispas de él. Riñendo éste con aquél, al separarse los dos, --Quedaos --dijo-- con Dios. ¿Valéis vos algo sin mí? Y el otro responde: --Sí, lo que sin mí valéis vos. Este ejemplo material todo escritor considere que largo estudio no uniere al talento natural. Ni da lumbre el pedernal sin auxilio de eslabón, ni hay buena disposición que luzca faltando el arte; si obra cada cual aparte ambos inútiles son. EL BURRO FLAUTISTA Esta fabulilla, salga bien o mal, me ha ocurrido ahora por casualidad. Cerca de unos prados que hay en mi lugar, pasaba un borrico por casualidad. Una flauta en ellos halló, que un zagal se dejó olvidada por casualidad. Acercóse a olerla el dicho animal, y dió un resoplido por casualidad. En la flauta el aire se hubo de colar, y sonó la flauta por casualidad. --¡Oh --dijo el Borrico--, qué bien sé tocar! ¡Y dirán que es mala la música asnal! Sin reglas del arte borriquitos hay, que una vez aciertan por casualidad. [Ilustración] [Ilustración] PEDRO DE SALAS _Siglo XVII._ EL RATÓN DEL CAMPO Y EL CORTESANO[10] A un ratón cortesano otro salvaje dió rústico hospedaje. En parca mesa su pobreza profesa; aunque arrastrados, sus más ricos bocados le franquea: desechos de la aldea, cualque orujo y mijo allí le trujo. El mejor plato fué un zatico mulato. El estadista ratón, con grave vista, al campesino dice: --¡Triste, mezquino, miserable! ¿Cómo te es tolerable aquesta vida? Si tan lauta comida hay en la aldea, a quien tal la desea bien le cuadre. ¡No más campo, compadre! Ven conmigo y verás cuánto va de amigo a amigo. Paso a paso por una y otra cueva al palacio le lleva, y muy sin ruido le previene al descuido que esté alerta a todo són de puerta. Por estrados ricamente alfombrados, cañas juegan, saltan, retozan, bregan y ya hambrientos entran con pasos lentos la despensa, adonde, sin ofensa de enemigos, en dos quesos amigos le sepulta. De aquí por senda oculta le endereza a su mayor riqueza, que atesora una alacena. Agora entre conservas le dice: --¿Vuestras hierbas, ermitaño, daros han todo un año tan buen día? Mirad la gloria mía. ¡Este es banquete y no el vuestro, pobrete! Al mejor plato oyen que maulla un gato, habla una puerta. --¡Ay! ¡Nuestra muerte es cierta! --el cortesano al ratón aldeano triste exclama. Turbado se derrama cada uno por su hueco oportuno. El ratoncillo agreste halló un portillo a dicha rara, y volviendo la cara hacia el palacio, respirando despacio, dice: --¡Oh fuego en tal desasosiego! Tus manjares más dulces, rejalgares son. ¿Tus gustos compras con tales sustos? ¿Muerte al ojo? ¡No más corte! Yo escojo en paz mis hierbas, no en guerra tus conservas, con tal costa, que tu ancha puerta angosta al temor viene, y tu regalo mil venenos tiene. (_Afectos divinos._ Valladolid, 1638.) [Ilustración] JOSÉ DE CAÑIZARES _Madrid, 1676; † 1750._ LO CIERTO POR LO DUDOSO[11] ¡Ay de vosotros, si acaso dejáis torticeramente el bien que está asegurado por el que en duda os prometen! Contaros quiero aquel cuento, que ya cuido que sabedes, del Can que al agua llegó con la presa que hurtó alegre; y reparando al pasar que el espejo transparente del arroyo le ofrecía, en la fugitiva especie de la sombra, otro pedazo mayor que el que asido tiene, engañado y codicioso abrió, por trocar las suertes, la boca, para agarrar el otro; pero, pardieces, que el pedazo que soltó, llevado de la corriente, sin ambos a dos le deja, que eso y mucho más merece quien por la sombra desprecia la realidad que posee. (_La heroica Antona García_, jornada 2.ª) [Ilustración] [Ilustración] FRANCISCO DE LA TORRE _N. en Tortosa (Tarragona) hacia 1620; † hacia 1680._ AL ROMPER EL ALBA A cierto Clérigo, que era madrugador impaciente, le esperaba mucha gente para la misa primera. Tarde el Clérigo llegó, y al querer con mucha prisa salir a decir su misa, la alba de un clavo se asió, y aquí dijo, haciendo salva a la gente en pronto alarde: --Señores, no vengo tarde pues vengo al romper el alba. (_La confesión con el Demonio_, jornada 2.ª) [Ilustración] AGUSTÍN MORETO _Madrid, 1618; † 1669._ RESPUESTA DE PERO GRULLO De frailes acompañado pasaba un entierro un día, y uno, a quien le parecía el entierro autorizado, a un fraile con inquietud --¿Quién ha muerto? --preguntó--, y el fraile le respondió: --El que va en el ataúd. (_Industrias contra finezas_, jornada 2.ª, escena XIII.) CODICIA DE LO PROHIBIDO Vaya un ejemplo. En mi tierra había una doncellita opilada, con gran riesgo, de puro comer ceniza. Sus padres la reservaban del brasero y la cocina, de suerte que cuando ella la daba alcance, embutía ceniza al sabor del hurto como si fueran mellizas. Llegó del caso a la muerte; y el dotor que la asistía para curarla fingió que su muerte era precisa si de ceniza un brasero no comiese cada día. Ella pidió luego a gritos tan sabrosa medicina. Trajéronla un gran brasero, y al comenzar a embestilla, como ya allí le faltaba el sabor de prohibida (que a nuestro ruin apetito da sazón la culpa misma), a cada bocado della la hallaba más desabrida. Viendo que obraba el remedio, la daba el dotor gran prisa, diciendo: --Señora, coma, que eso le importa la vida. Y ella, harta ya, entre los dedos repasaba la ceniza, y a fuer de tomar tabaco con cada polvo escupía. Porfiábala el dotor, y ella, del todo rendida, dijo: --Señor, yo no puedo; quítenla allá, muera o viva. Y desde allí le quedó tanto horror a la codicia, que de quince días antes, pensando que ya venía, lloraba en Carnestolendas el miércoles de Ceniza. (_Yo por vos y vos por otro_, jornada 1.ª, escena II.) LA FRUTA PROHIBIDA Mira: siendo yo muchacho había en mi casa vendimia, y por el suelo las uvas nunca me daban codicia. Pasó este tiempo, y después colgaron en la cocina las uvas para el invierno; y yo, viéndolas arriba, rabiaba por comer dellas, tanto, que trepando un día por alcanzarlas, caí y me quebré las costillas. (_El desdén con el desdén_, jornada 1.ª, escena I.) [Ilustración] POR LA PUENTE, QUE ESTÁ SECO Iba camino un abad muy gordo y muy reverendo; llegando a un río, intentó pasar el vado, y saliendo un pastor, le dijo: --Advierta que ayer se ahogó un pasajero porque erró el vado. El abad preguntó al pastor tosiendo: --¿Cuánto hay desde aquí a la puente? --Dos leguas y media pienso --dijo el pastor. Y el Abad le respondió entre un regüeldo: --Si el que se ahogó hubiera ido por la puente, aunque está lejos, desde ayer acá ya hubiera pasado el río. Y el freno torciendo a la mula, dijo: --Por la puente, que está seco. (_No puede ser..._, jornada 1.ª, escena IV.) EL DESAFÍO Desafió a otro un portugués, y le esperaba en un monte, que el subir a su horizonte cansara a un gato montés. Llegó allá el desafiado, muerto del paso prolijo, y en viendo al contrario, dijo, molido y desalentado: --Yo no me puedo mover; ¿para qué me llamó aquí? Y él respondió: --Porque así teño menos que facer. (_El caballero_, jornada 2.ª, escena I.) EL PLACER DE LA VENGANZA Un vizcaíno insufrible por una calle iba andando, y en una reja, pasando, se dió un codazo terrible. Enfurecido, aunque en vano, volvió a la reja culpada, y le dió tan gran puñada, que se destroncó la mano. Irritóse, y a dos brazos tomó, sacando la espada, y allí a pura cuchillada la hizo en la reja pedazos. Mas creyéndose vengado partió, diciendo a su modo: --¿Manos rompes, quiebras codo? Pues toma lo que has llevado. [Ilustración] [Ilustración] CRISTÓBAL DE MONROY _Alcalá de Guadaira, 1612; † 1649._ LA NATURALEZA PUEDE MÁS QUE EL ARTE[12] GAZUL. La poesía es adquirida. TRIPULINO. Es don de naturaleza. ALFONSO. El arte la perfecciona, y aun muchas veces la inventa. TRIPULINO. Eso no, que es diferente arte de naturaleza. ALFONSO. ¿Con qué lo pruebas? TRIPULINO. Escucha: aquesa disputa mesma tuvieron dos hombres; uno con industria y diligencia enseñó un gato a tener con las manos una vela, y cuando estaba cenando le asistía así a la mesa, y éste decía que el arte vence la naturaleza; mas el de opinión contraria puso un ratón allí cerca, y el gato, así que le vió, corrió, soltando la vela, y embistió con el ratón; dando con esta advertencia a entender que más que el arte puede la naturaleza. (_El encanto por los celos_, jornada 3.ª) [Ilustración] [Ilustración] ANTONIO DE SOLÍS _Alcalá, 1610; † 1686._ NO ERA NADA LO DEL OJO Pegáronle una pedrada a un hombre por un enojo, tan en buen punto pegada, que le echaron fuera un ojo, como quien no dice nada. Preguntóle al cirujano si el ojo, con el dolor, perdería; y él, ufano, le respondió: --No, señor, que yo le tengo en la mano. (_El doctor Carlino_, jornada 2.ª) [Ilustración] JUAN DE MATOS FRAGOSO _Alvito (Portugal), 1614?; † 1692._ EL PERRO Y EL ASNO[13] A su casa a descansar volvía un hombre de fuera, y un perrillo que tenía, comenzándole a hacer fiestas, en los hombros le saltaba. Estaba un pollino cerca y tuvo envidia del perro, y de la misma manera quiso halagar a su amo, y poniéndose en dos piernas le derribó una quijada. Saca tú la consecuencia. (_Lorenzo me llamo_, jornada 3.ª) AFEITAR POR AMOR DE DIOS De limosna y sin dinero la barba hacía a un pastor con la navaja peor, desazonado, un barbero. Como la navaja estaba con mil mellas que tenía, el cabello no partía, pero el rostro desollaba. Conoció el pastor el yerro, mas vió ser fuerza que calle. En este tiempo en la calle le daban palos a un perro. --¿Qué será aquello? --decía el barbero a sus oídos, como con los alaridos el perro les aturdía. Respondió el pastor allí, viendo que en saberlo escarba: --Deben de hacerle la barba de limosna, como a mí. (_Callar siempre es lo mejor_, jornada 3.ª, y _El redentor cautivo_, jornada 2.ª, en colaboración con Sebastián de Villaviciosa.) EL DUENDE En una casa había un duende, y hacíales muchos daños a los que en ella vivían: ya les daba con un jarro, ya les quitaba la ropa, ya les tiraba los platos. Los pobres, para librarse, mudarse de allí trataron a otro barrio, y aquel día que ellos se estaban mudando, viniendo el dueño de casa ya por los postreros trastos, al duende vió, que bajaba por la escalera, cargado con todos ellos, y el hombre le preguntó muy despacio: --¿Dónde vas? Y el duende dijo: --Allá; pues ¿no nos mudamos? A que él replicó: --Si es eso, y has de seguirnos los pasos, quedarnos aquí es mejor, y excusarnos el trabajo. (_El Job de las mujeres, Santa Isabel, reina de Hungría_, jornada 2.ª) LA MULA DEL DOCTOR[14] Un barbero en un cuartago visitaba a cierto enfermo que tenía una apostema con unos dolores fieros. Alargábase la cura, y el paciente echaba verbos. --Hermano, tened paciencia --decía el quirurgo diestro--, que este achaque va despacio, que en el hipocondrio interno tenéis una hidropesía; alcanzadme ese tintero, porque quiero recetaros un nuevo eficaz remedio. Y al darle el pobre la pluma el caballo, que era inquieto, asentóle la herradura y le reventó el divieso, con que al punto le cesaron los dolores al enfermo, sintiéndose mejorado, y quedó a voces diciendo: --Vive Dios que mejor cura el caballo que el maestro. (_Ver y creer_, jornada 1.ª) [Ilustración] [Ilustración] JUAN PÉREZ DE MONTALBÁN _Madrid, 1602; † 1638._ TESTIGO RECUSADO Tenía un lindo borrico para sus necesidades cierto alcalde, y como un día un su compadre llegase a pedírsele prestado, él, por librarse de darle, dijo que estaba en el monte; pero como rebuznase el borrico a esta sazón, dijo el otro: --¿Veis, compadre, cómo el borrico está en casa y que vos os engañasteis? A lo cual, muy enojado el alcalde, sin turbarse, le respondió: --No está tal, y miente quien lo pensare, que aunque el borrico lo dice con suspiros desiguales, yo digo aquí lo contrario, y es muy mal dicho, que nadie más crédito quiera dar a un borrico, que a un alcalde, siendo yo un hombre de bien y el burro un _pécora campi_. (_Los hijos de la fortuna_, jornada 1.ª) [Ilustración] [Ilustración] FRANCISCO DE LEYVA _Málaga, mediados del siglo XVII._ LA PRECIPITACIÓN Un mozo, enfermo tenía de los ojos a su padre, y curarlo pretendía, que en efecto lo quería como si fuera su madre. El remedio procurando, en un libro que se halló de medicina, hojeando, un capítulo encontró de lo que andaba buscando. “Abrojos para los ojos” el primer renglón decía, y, sin leer más sus arrojos, como estrella que Dios guía, fué al campo a buscar abrojos. Dos almorzadas muy buenas trajo, y que quiso o no quiso, al padre que ve en sus penas, en los ojos al proviso le puso un par de docenas. Un lienzo muy apretado encima le puso luego, con que al padre desdichado le saltaron de contado los ojos, y quedó ciego. A leer volvió con enojos los renglones, y al mirarlos despacio, vieron sus ojos: “Para los ojos, abrojos son buenos para sacarlos.” (_La dama presidente_, jornada 1.ª) EL LOCO POR LA PENA ES CUERDO[15] En Sevilla un loco había de tema tan desigual que una piedra de un quintal al hombro siempre traía, y al perro de cualquier casta que dormido podía ver, dejábasela caer, con que quedaba hecho plasta. Con un podenco afamado de un sombrerero encontró, a cuestas la ley le echó y dejólo ajusticiado. Indignado el sombrerero, con un garrote salió y dos mil palos le dió y tras cada golpe fiero muchas veces repetía: --¿Que era podenco no viste, loco infame? Fuese el triste y luego, aunque un gozque vía, mastín, o perro mostrenco, al irle la piedra a echar, volviéndola a retirar, decía: --Guarda, es podenco. (_No hay contra un padre razón_, jornada 2.ª) [Ilustración] [Ilustración] ÁLVARO CUBILLO DE ARAGÓN _N. en Granada a principios de siglo XVII._ EL BURRO ENTRE DOS PIENSOS Pusiéronle dos montones a un borrico de cebada, toda limpia y ahechada como unos gordos piñones. Y puesto el asno en efecto a igual distancia apartado, se halló tan embarazado (porque era un asno discreto), que dudando a cuál iría, apeteciendo y dudando, se quedó a los dos mirando, sin comer todo aquel día. (_El amor como ha de ser_, acto 1.º) MALDICIÓN DE CORCOVADO Hurtáronle a un corcovado una ropilla, y como era hecha a su medida y como para una tortuga hecha, cuando echó menos el hurto, no hizo mayor diligencia que decir contra el ladrón: --Plegue a Dios que bien le venga. (_El invisible príncipe del baúl_, acto 1.º) [Ilustración] [Ilustración] SEBASTIÁN DE VILLAVICIOSA _Floreció a mediados del siglo XVII._ EL SUEÑO ENGAÑOSO Soñaba un hombre una noche que le venía gran suma de doblones del gran Cairo, y en una cabalgadura soñó que iba a recibirlos, y al irlos a echar la uña, viendo un montonazo de oro, por apear de la mula, ¡zas!, se cayó de la cama, y sobre una piedra aguda se abrió un jeme de cabeza, y vino a quedarse, en suma, sin dineros y sin sueño, descalabrado y a oscuras. (_Nuestra Señora del Pilar_, jornada 1.ª) [Ilustración] JACINTO DE HERRERA _N. en Madrid a fines del siglo XVI._ EL EMBUSTERO Dijéronle a un caballero la murmuración que había de lo mucho que mentía, y él dijo a un paje: --Yo quiero enmendarme; a ti te encargo que te estés siempre conmigo, y si algunos cuentos digo, cuando vieres que me alargo en lo que voy a decir, tírame, estando allí junto, de la capa al mismo punto, y no me dejes mentir. Esperó el paje ocasión, y su amo en la primera de mentir, que en fin ya era aquella su inclinación, dijo: --En una casa mía tengo sala de mil pasos de largo, y no son escasos. --¿Y cuántos de ancho tenía? --preguntó luego un oyente--. A que el paje le tiró de la capa y respondió: --Seis pasos tasadamente. Replicaron los demás: --Pues ¿cómo así lo trazaste, que a sala tan larga echaste seis pasos de ancho no más? Y a los que le preguntaron respondía él al pasar: --Más le quisiera yo echar, sino que no me dejaron. (_Duelo de honor y amistad_, jornada 2.ª) [Ilustración] LA ZORRA Y EL LEÓN[16] Murmuraban del león que tenía mal aliento de boca, y él descontento de tener esta opinión, como es rey este animal, mandó que todos le oliesen la boca, y luego dijesen si le olía bien o mal. El que llegaba decía: --Mal le huele a vuestra alteza. Y él, con enojo y braveza, le mataba y le mordía. Fué la zorra y preguntada --¿Huéleme mal? --respondió: --Tengo romadizo yo y no he podido oler nada. (_Duelo de honor y amistad_, jornada 2.ª) [Ilustración] LUIS DE BELMONTE BERMÚDEZ _N. en Sevilla, 1587._ LOS ARQUEÓLOGOS Pleiteaban ciertos curas de San Miguel y Santa Ana, probando el uno y el otro la antigüedad de su casa; y el de San Miguel un día, que acaso se paseaba por el corral de su iglesia, descubrió mohosa y parda una losa y ciertas letras, que gastó tiempo en limpiarlas; dicen: _Por aquí Selím_... Partió como un rayo a casa del obispo, y dijo a voces: --Mi justicia está muy llana, ilustrísimo señor; esta piedra era la entrada de alguna cueva, por donde el moro Selím entraba para guardar los despojos en la pérdida de España. Quedó confuso el Obispo; pero el cura de Santa Ana, que estaba presente, dijo: --Vamos a ver dónde estaba esa piedra tan morisca, que tan castellano habla. Fuéronse los dos, y entrando a la misma parte, hallan rompida otra media losa, y que juntándolas ambas, dicen: _Por aquí se limpian las letrinas de esta casa_. (_La Renegada de Valladolid_, jornada 1.ª) [Ilustración] [Ilustración] ANTONIO MIRA DE AMESCUA _1578-1640_ LA CIGARRA Y LA HORMIGA[17] La hormiga de su hormiguero sacaba con alegría lo que en el verano había recogido en su granero. Llegó una cigarra y dijo: --De aqueso me puedes dar, pues no lo puedo ganar, que es el invierno prolijo. Mas la hormiga con gobierno le respondió en canto llano: --Pues cantaste en el verano, danza, hermana, en el invierno. (_Lo que le toca al valor_, jornada 3.ª) [Ilustración] DON PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA _Madrid, 1600; † 1681._ POR UN CERO De una dama era galán un vidriero, que vivía en Tremecén, y tenía un grande amigo en Tetuán. Pidióle un día la dama que a su amigo le escribiera que una mona remitiera; y como siempre quien ama se desvela en conseguir lo que su dama le ordena, por escoger una buena tres o cuatro envió a pedir. El tres o cuatro escribió en guarismo el majadero: y como es allí la _o_ cero, el de Tetüán leyó: “Amigo, para personas a quien tengo voluntad, luego al punto me enviad trescientas y cuatro monas.” Hallóse afligido el tal; pero mucho más se halló el vidriero cuando vió contra su frágil caudal, dentro de muy pocos días, apearse con estruendo trescientas monas, haciendo trescientas mil monerías. (_El secreto a voces_, jornada 1.ª, escena XIII.) [Ilustración] COMEDIMIENTO Y ASTUCIA A cuatro o cinco chiquillos daba de comer su padre cada día; y como eran tantas porciones iguales, un día se olvidó de uno. Él, por no pedir (que es grave desacato de los niños), estábase muerto de hambre. Un gato maullaba entonces, y dijo el chiquillo: --¡Zape! ¿De qué me pides los huesos, si aún no me han dado la carne? (_El pintor de su deshonra_, jornada 3.ª, escena XXI.) [Ilustración] EL CONSUELO Cuentan de un sabio que un día, tan pobre y mísero estaba, que sólo se sustentaba de unas hierbas que cogía. --¿Habrá otro--entre sí decía-- más pobre y triste que yo? Y cuando el rostro volvió halló la respuesta, viendo que iba otro sabio cogiendo las hojas que él arrojó. (_La vida es sueño_, jornada 1.ª) DESPRECIO DE LA GRANDEZA HUMANA Medita un poco este ejemplo: Un filósofo que estaba en un monte, o en un valle (que no importa a la maraña que esté en bajo o esté en alto), vió un soldado que pasaba; se puso a parlar con él, y al fin de pláticas largas, le dijo: --¿Posible ha sido, que nunca has visto la cara de Alejandro, nuestro César, de aquel cuyas alabanzas le coronan de laureles y rey del orbe le aclaman? El filósofo le dijo: --¿No es un hombre? ¿Qué importancia tendrá el verle más que a ti? O si no (para que salgas desa adulación común), del suelo una flor levanta, llévala y dile a Alejandro que digo yo que me haga sola una flor como ella. Verás luego que no pasan trofeos, aplausos, glorias, lauros, triunfos y alabanzas de lo humano, pues no puede, después de victorias tantas, hacer una flor tan fácil, que en cualquier campo se halla. (_La cisma de Ingalaterra_, jornada 2.ª, escena II.) PASIÓN DE POETA Oye lo que sucedió a un poeta con su ama: Como dicen que se inflama de un espíritu su pecho, de cuyo ardor satisfecho es el corazón la llama, él enfurecido estaba, y tanto se divertía del afecto que llevaba, que todo cuanto escribía a voces representaba. Llegó al paso de un león a aquella misma ocasión que con la comida entraba el ama, y como él estaba llevado de su pasión: --¡Guarda el león! --con voz fiera dijo--. Y el ama ligera, que ya temió sus cosquillas, con puchero y escudillas rodó toda la escalera, diciendo: --¡Ay, Virgen Sagrada, librad a Mari-Guisada de sus uñas importunas! Quedando el amo en ayunas, y la rucia ama, rodada. (_Lances de amor y fortuna_, jornada 3.ª, escena IV.) CULPAR AL PRÓJIMO DE LA FALTA PROPIA Sordo un hombre amaneció, y viendo que nada oía de cuanto hablaban, decía: --¿Qué diablos os obligó a hablar hoy de aquesos modos? Volvían a hablarle bien, y él decía: --¡Hay tal! ¡Que den hoy en hablar quedo todos!, sin persuadirse a que fuese suyo el defecto. Tú así presumes que no está en ti la culpa; y aunque te pese, es tuya, y no la conoces, pues das, sordo, en la locura de no entender la hermosura que el mundo te dice a voces. (_El pintor de su deshonra_, jornada 2.ª, escena II.) POR NO HABLAR CLARO Pues mal hace en no decirlo claro: dolores y penas no se han de decir por frases. Dolíale a un hombre una muela; vino un barbero a sacarla, y estando la boca abierta: --¿Cuál es la que duele? --dijo--. Dióle en culto la respuesta, --La penúltima --diciendo--. El barbero, que no era en penúltimas muy ducho, le echó la última fuera. A informarse del dolor acudió al punto la lengua, y dijo en sangrientas voces: --La mala, maestro, no es ésa. Disculpóse con decir: --¿No es la última de la hilera? --Sí --respondió--; mas yo dije penúltima, y ucé advierta que penúltimo es el que junto al último se asienta. Volvió mejor informado, a dar al gatillo vuelta, diciendo: --En efecto, ¿es de la última la más cerca? --Sí --dijo--. --Pues vela aquí, --respondió con gran presteza, sacándole la que estaba penúltima; de manera que quedó, por no hablar claro, con la mala y sin dos buenas. (_Los dos amantes del cielo_, jornada 2.ª, escena VI.) CONTENTAR A TODOS Hay cerca de Ratisbona dos lugares de gran fama, que el uno Ágere se llama, y el otro, Macarandona. Un solo cura servía, humilde siervo de Dios, a los dos, y así a los dos misa las fiestas decía. Un vecino del lugar de Macarandona fué a Ágere, y oyendo que el cura empezó a cantar el prefacio, reparó en que a voces aquel día _Gratias agere_, decía, y a Macarandona no. Con lo cual muy enojado dijo: --El cura gracias da a Ágere, como si acá no le hubiéramos pagado sus diezmos--. Cuando escucharon tan bien sentidas razones los nobles macarandones, los bodigos le sisaron. Viéndose desbodigar, al sacristán preguntó la causa. Él se la contó, y él dió desde allí en cantar, siempre que el prefacio entona, por que la ofrenda se aplique: _Tibi semper et ubique gratias a Macarandona_. (_El secreto a voces_, jornada 2.ª, escena XVIII.) LOS HUÉSPEDES QUÉ GUSTO DAN... Llegando una compañía de soldados a un lugar, empezó un villano a dar mil voces, en que decía: --Dos soldados para mí. --Lo que excusar quieren todos --dijo uno--, ¿con tales modos pides? Y él respondió: --Sí; que aunque molestias me dan cuando vienen, es muy justo admitirlos, por el gusto que me hacen cuando se van. (_El pintor de su deshonra_, jornada 1.ª, escena III.) LA MANDA DEL SOLDADO Un soldado de hartos bríos, muriéndose, así decía: --Ítem, es voluntad mía que los camaradas míos me lleven en mi ataúd; a quien quiero se les dé treinta reales, para que los beban a mi salud. (_Los dos amantes del cielo_, jornada 2.ª, escena XVII.) EL GANGOSO Cautivó un moro a un gangoso; y él, bien o mal, como pudo, se fingió en la nave mudo, por no hacer dificultoso su rescate; de manera que cuando el moro le vió defectüoso, le dió muy barato. Estando fuera del bajel: --Moro --decía--, no soy mudo, hablar no ignoro. A quien oyéndolo el moro, de esta suerte respondía: --Tú fuiste gran mentecato en fingir aquí el callar; porque si te oyera hablar, aún te diera más barato. (_Los dos amantes del cielo_, jornada 2.ª, escena XVII.) [Ilustración] APRENDIERA BUEN OFICIO De una fiesta a su lugar volvía un tamborilero, y un fraile también volvía de la fiesta a su convento. El tamborilero iba en un burro caballero, y el fraile a pie. Preguntóle el padre: --¿De dónde bueno? --De tañer --dijo-- esta flauta y este tamboril. --Por eso --le preguntó--, ¿qué le han dado? Él respondió: --Poco, cierto: cincuenta reales, comido y bebido, que no es menos, llevado y traído; sin otros regalillos que aquí tengo. --¿Eso es poco? --dijo el padre--. Pues yo de predicar vengo, y ni aun de comer me han dado, y como ve, a pie me vuelvo. El tamborilero entonces dijo enojado y soberbio: --Pues tamborilero y padre predicador ¿es lo mesmo? Aprendiera buen oficio, y no se quejara deso, que no somos todos unos frailes y tamborileros. (_De una causa dos efectos_, jornada 2.ª, escena IX.) [Ilustración] EL MAL PINTOR Un mal pintor compró una mala casa, y muy contento, un mal amigo llevó a enseñarla; lo primero fué un mal aposento y dijo: --¿Veis este mal aposento? Pues dejádmele blanquear, y que yo le pinte luego de mi mano todo él, las paredes y los techos, y veréis qué bueno queda. A que el amigo, risueño dijo: --¡Bueno quedará!, mas si le pintáis primero, y le blanqueáis después, quedará mucho más bueno. (_Los dos amantes del cielo_, jornada 1.ª, escena IV.) LA LIBERALIDAD Pobre y miserable un día llegó a los pies de Alejandro el doctísimo Tebandro, celebrado en la poesía; y queriendo con alguna merced el César ufano hacer paces, aunque en vano, entre el ingenio y fortuna, le dió tan preciosos dones, que desvanecer pudieran a la ambición cuando fueran los átomos ambiciones. Suspenso el sabio quedó sin responder, temeroso a la merced, y dudoso Alejandro preguntó: --¿Cómo el bien das al olvido y a la memoria el agravio? ¿Tú cómo puedes ser sabio, siendo desagradecido? A quien Tebandro miró, diciendo: --Si el gusto está en la mano del que da, y del que recibe no, yo no debo agradecerte el bien que me haces aquí. Tú has de agradecerme a mí el darte yo desta suerte ocasión en que mostró tu pecho grandeza tal, pues no fueras liberal si no fuera pobre yo. (_Saber del mal y del bien_, jornada 1.ª, escena XII.) EL CIEGO Un ciego en Londres había tal, que no determinaba los bultos con quien hablaba en el resplandor del día: Y una noche que llovía (como una de las pasadas) a cántaros y a lanzadas, por las calles caminando, se iba mi ciego alumbrando con unas pajas quemadas. Uno que le conoció, dijo: --Si no os alumbráis, ¿para qué esa luz lleváis? Y el ciego le respondió: --Si no veo la luz yo, la ve el que viene, y así no encuentra conmigo aquí; con que aquesta luz que ves, si no es para ver yo, es para que me vean a mí. (_La cisma de Ingalaterra_, jornada 1.ª, escena VI.) REGATEO [Uno] llamó al sacristán y le dijo: --¿Cuánto quiere vuesarced por enterrarme? Él dijo, supongo: --Veinte reales. --¿Quiere diez y seis? --dijo. --Más costa me tiene --le replicó el sacristán--. A que respondió el doliente: --Pues mire si le está bien y entiérreme en diez y siete, porque no me moriré como un cuarto más me cueste. (_Dicha y desdicha del nombre_, jornada 3.ª, escena V.) PARA ABLANDAR LA CAMA Con hambre y cansancio un día a una posada llegó cierto fraile, y preguntó a la huéspeda qué había de comer. --Si una gallina no mato --le dijo ella--, nada hay. --¿Quién podrá comella --respondió con gran mohina-- acabada de matar? --Tierna estará --replicó la huéspeda--, porque yo sé un secreto singular con que se ablande--. Y cogiendo la polla, que viva estaba, vió que los pies la quemaba, con que a nuestro reverendo muy blanda le pareció; y aunque el hambre pudo hacello, atribuyéndolo a aquello, en la cama se acostó. Estaba la cama dura, tanto que le tenía inquieto; y él, cayendo en el secreto, pegarla a los pies procura la luz. Dijo al ver la llama la huéspeda: --Padre, ¿qué es eso?-- Y él dijo: --Nuestra ama, porque se ablande la cama, quemo a la cama los pies. (_No siempre lo peor es cierto_, jornada 2.ª, escena XIII.) [Ilustración] [Ilustración] FRANCISCO DE ROJAS Y ZORRILLA _Toledo, 1607; † 1648._ LA MULA DEL DOCTOR[18] Apeóse un médico a hablar a otro médico estafermo a la puerta de un enfermo que él venía a visitar de una postema o flemón que en la garganta tenía, y sobre cómo vivía trabaron conversación, y para hablar sin trabajo la mula al portal envía: es a saber que vivía el enfermo en cuarto bajo. La mula con desenfado, con gualdrapa y ornamento, se fué entrando al aposento adonde estaba acostado. El enfermo, que sintió herraduras, con dolor dijo: --Aqueste es el doctor. Sacó el pulso, y no miró. La mula, que miró el brazo sin saber sus accidentes, tomó el pulso con los dientes con grande desembarazo. Él volvió el rostro con tema y salió a echarla en camisa, pero dióle tanta risa que reventó la postema. El médico que la vió, para que el mozo la agarre le dijo a la mula: --¡Arre! Y él dijo al médico: --¡Jo! Señor doctor, yo he quedado absorto del caso y mudo; la postema, que él no pudo, su mula me ha reventado; y si esto otra vez me pasa, aunque el caso me atribula, envíeme acá su mula y quédese usted en casa. (_También la afrenta es veneno_, jornada 3.ª) EL COCHINO Pues un cuento, Dios te libre, sobre ti a plomo se cae. En cierta parte del mundo, que aquí no importa la parte, había una grande hechicera que volvía en animales diferentes a los hombres. A unos los hacía elefantes, a otros gatos, a otros perros; a otros tigres muy galanes, y a otros torpes lechones. En fin, cuanto la nadante arca encerró de Noé, tenía ella en dos corrales. Llegó un hombre que sabía el contrahechizo al paraje en que estaba, y empezó con desenfado galante a ir desencantando hombres, que a sus formas naturales volvían dando mil brincos del contento de librarse. Llegó a uno, a quien la forma de cochino abominable cubría, y hacía gran fuerza con conjuros y ademanes por desencantarle; mas porque no le desencanten lo que hacía era gruñir, andar hacia atrás y darle. El tal desencantador se mataba por librarle; mas el maldito lechón le dijo, haciendo visajes: --Yo gusto de ser cochino; vuesa merced no se canse. (_La más hidalga hermosura_, jornada 1.ª) [Ilustración] [Ilustración] JUAN RUIZ DE ALARCÓN _N. en Méjico, hacia 1581; † 1639._ EL OFENSOR OFENDIDO Oye este caso, señor: En una casa en que había conversación cierto día salieron al corredor dos solos, que una cuestión tenían que averiguar, y en ella le vino a dar uno a otro un bofetón. Pues el que le recibió, a grandes voces y apriesa dijo al otro: --Tomaos ésa. La gente, que dentro oyó el golpe, y no vió la mano, atribuyó la victoria al que cantaba la gloria tan orgulloso y ufano. Y así, con esta invención, vino a quedar agraviado aquel mismo que había dado al contrario el bofetón. (_La prueba de las promesas_, acto 3.º) EL COBARDE Sacó la espada un valiente contra un gallina, y huyendo el cobarde, iba diciendo: --Hombre, que me has muerto, tente. Acudió gente al ruïdo, y uno, que llegó a buscarle la herida para curarle, viendo que no estaba herido, dijo: --¿Qué os pudo obligar a decir, si no os hirió, que os ha muerto? Y respondió: --¿No me pudiera matar? (_Los pechos privilegiados_, acto 2.º, escena XII.) [Ilustración] EL SABIO ENTRE LOS LOCOS . . . . . . . . . . . . . . . . Un aguacero cayó en un lugar, que privó a cuantos mojó de seso. Y un sabio que por ventura se escapó del aguacero, viendo que al lugar entero era común la locura, mojóse y enloqueció, diciendo: --En esto ¿qué pierdo? Aquí, donde nadie es cuerdo, ¿para qué he de serlo yo? (_El examen de maridos_, acto 1.º, escena XV.) DESPUÉS DE YO MUERTO Diógenes, cuando veía su fin cercano, mandó no enterrarse; replicó un su amigo que sería pasto su cuerpo de fieras. Él dijo: --Un palo tendré con que me defenderé. --Pues dime: ¿No consideras --su amigo le replicó-- que muerto, ni sentirás ni defenderte podrás? Y el sabio le respondió: --Luego son tus miedos vanos; que si he de estar sin sentido, ¿qué importa más ser comido de fieras que de gusanos? (_Hazañas del Marqués de Cañete_, acto 2.º) QUIEN PIDE, ALCANZA Callando, ¿quién persuadió? ¿Quién venció sin intentar? ¿Quién obligó sin rogar? ¿Quién sin pedir alcanzó? Aun con los dioses, que entienden las humanas intenciones, a fuerza de peticiones negocian lo que pretenden; y al fin, para concluír, oye una comparación: Al tribunal del león llegó una oveja a pedir justicia de un carnicero lobo, que un hijo le había muerto, de dos que tenía; y con el otro cordero que vivo quedó, postrada, por dalle más compasión, ante los pies del león, calló un rato, o bien turbada, o bien por encarecer desta suerte de su mal el extremo, que es señal de gran pena enmudecer. Estaba hambriento el león, y como calló la oveja, o no previno su queja, o no quiso su intención entender; hízose bobo, y fingiendo que pensaba que el cordero le endonaba, hizo lo mismo que el lobo. La oveja, con agonía balando, empezó al momento a declaralle el intento con que allí venido había. Mas él dijo: --No negaras tanto la voz a los labios: si era contar tus agravios tu fin, al punto empezaras, hablando, a informarme dellos; que en esto de corazones sabemos más los leones de comellos que entendellos. (_La amistad castigada_, acto 2.º, escena IV.) EL RUIN CON MANDO Juntó cortes el león, estando enfermo una vez, para elegir un juëz a quien la jurisdicción de sus reinos encargase. Los animales, atento a que es tan manso el jumento, pidieron que él gobernase. Tomó, al fin, la posesión; y por dalle autoridad, junto con la potestad, sus uñas le dió el león. Parabién le vino a dar luego con grande alegría un rocín, que ser solía su amigo; y él, por usar del poder, dos uñaradas le dió al amigo inocente; y viéndose injustamente las carnes acribilladas, dijo llorando el rocín: --No tienes tú culpa, no, sino quien uñas le dió a un animal tan ruin. El león, airado y fiero, le quitó con el oficio las uñas, y al ejercicio le hizo volver de arriero. Pues hombre que oficio empuñas, sabe templado ejercello, pues a tantos, por no hacello, has visto quitar las uñas. (_La crueldad por el honor_, acto 2.º, escena V.) LA CORNEJA CON PLUMAS AJENAS Bien lo pudiera entender quien la fabulilla vieja supiera de la corneja, que ha mucho ya que por ser tan común nadie contó, y de puro no contada es de muchos ignorada, y así he de contarla yo, porque al caso se acomoda; y tú, para disculpar a Leonor, la has de escuchar. Asistir quiso a la boda del águila, mas se halló la corneja tan sin galas, que adornó el cuerpo y las alas de varias plumas que hurtó a otras aves; de manera que apenas llegó a las bodas, cuando conocieron todas sus plumas, y la primera el águila la embistió a cobrarlas con tal furia, que para la misma injuria ejemplo a las otras dió. --Detente. ¿Qué rabia es ésta? --dijo la corneja--. Advierte que sólo por complacerte, y por venir a tu fiesta más brillante, las hurté. Y el águila respondió: --Necia, ¿por ventura yo pudiera culpar tu fe, siendo tu fortuna escasa, cuando galas no trujeras? O con las tuyas vinieras, o estuviéraste en tu casa. (_No hay mal que por bien no venga_, acto 2.º, escena VIII.) [Ilustración] [Ilustración] FRAY GABRIEL TÉLLEZ, TIRSO DE MOLINA _Madrid, 1571?; † 1648._ EL LEÓN Y LA RAPOSA[19] Estaba cojo una vez un león viejo --no es nuevo quien anda mucho mancebo estar cojo a la vejez--. Como no podía cazar, y andaba solo y hambriento, aguzó el entendimiento para comer sin andar; y llamando a cortes reales, mandó por edicto y ley que atendiendo que era rey de todos los animales, acudiesen a su cueva. Fueron todos, y asentados, dijo: --Vasallos honrados, a mí me han dado una nueva extraña, y que me provoca a pesadumbre y pasión, y es que dicen que al león le huele muy mal la boca. No es bien que un sujeto real, de tantos brutos señor, en vez de dar buen olor, a todos huela tan mal. Y así, buscando el remedio, hallo que a todos os toca, que llegándoos a mi boca, veáis si al principio o medio alguna muela podrida huele mal, por que se saque, y desta suerte se aplaque afrenta tan conocida. Metióse con esto adentro, y entrando de uno en uno, no vieron salir ninguno. La raposa, que es el centro de malicias, olió el poste; y convidándola a entrar para ver y visitar al león, respondió: --¡Oste! Y asomando la cabeza, dijo: --Por no ser tenida por tosca y descomedida, no entro a ver a vuestra alteza; que como paso trabajos, unos ajos he almorzado, y para un rey no hay enfado como el olor de los ajos. Por aquesta cerbatana vuestra alteza eche el aliento; que si yo por ella siento el mal olor, cosa es llana que hay muela con agujero, y el sacalla está a otra cuenta, que yo estoy sin herramienta y en mi vida fuí barbero. (_El pretendiente al revés_, acto 1.º, escena XII.) LA MULA DEL DOCTOR[20] Tuvo un pobre una postema (dicen que oculta en un lado) y estaba desesperado de ver la ignorante flema con que el doctor le decía: --En no yéndoos a la mano en beber, moríos, hermano, porque esa es hidropesía. Ordenóle una receta, y cuando le llegó a dar la pluma para firmar, la mula, que era algo inquieta, asentóle la herradura (emplasto dijera yo) en el lado, y reventó la postema, ya madura; con que cesando el dolor, dijo, mirándola abierta: --En postemas, más acierta la mula que su doctor. (_El amor médico_, acto 1.º, escena I.) EL ASNO Y EL COCHINO[21] Señor Juan de Silva, escuche: Crió un villano en su casa un cochino y un jumento. Al cochino regalaba tanto, que al jumento mismo daba envidia, que esta falta es muy de asnos. Llegó el día de San Martín, y escuchaba el asno grandes gruñidos. Asomóse a una ventana, y vió al mísero cochino, el cuchillo a la garganta, que roncaba sin dormir. --¿Para aquesto le engordaban? --dijo el asno--. Voime al monte por leña, venga mi albarda. (_Adversa fortuna de D. Álvaro de Luna_, jornada 2.ª, escena IV.) MEJOR GOZA EL BIEN QUIEN DESDE EL MAL VINO A ÉL Yo sé de cierto señor algo regalado y tierno que, acostándose el invierno, después que el calentador la cama le sazonaba, se levantaba en camisa, y dando causa a la risa, desnudo se paseaba. Burlábase de él su gente y juzgaba a desvarío que tiritase de frío y diese diente con diente quien abrigarse podía; mas él, después de haber dado sus paseos, casi helado a la cama se volvía, diciendo: --Para estimar el calor que ahora adquiero es necesario primero el frío experimentar. (_La Fingida Arcadia_, jornada 1.ª) [Ilustración] [Ilustración] LOPE DE VEGA _Madrid, 1592; † 1635._ PERDICES ME MANDA MI PADRE QUE COMA Un cuento en esta ocasión te diré muy semejante: Tenía un viejo estudiante, a tu traza y condición, un hidalgo en Salamanca, y escribióle que comiese lo más barato que hubiese en aquella plaza franca. Preguntaba qué valía una vaca a sus criados, y como veinte ducados el comprador respondía, replicaba: --¿Y dos perdices? --Cuatro reales. --Pues comer perdices y obedecer. . . . . . . . . . . . . . . . . (_Sembrar en buena tierra_, acto 1.º) SI EL BURRO CAE, NADA Preguntóle un caminante a un labrador qué llevaba en una carga, y él dijo, previniendo la desgracia: --Yo, nada, si cae el jumento (que era de vidrios la carga). (_¡Si no vieran las mujeres!_..., acto 2.º, escena IV.) EL MAL HACE APRECIAR EL BIEN En mi tierra, un azotado dió al verdugo cien escudos por que se los diese mudos, que era honrado y delicado. En saliendo por la puerta así la mano asentó, que al primero que le dió le dejó la espalda abierta. El hombre volvió del yugo la cabeza al golpe fiero y díjole: --¿Y el dinero? Y aquí respondió el verdugo: --Todos habían de ser como éste, y así sabrá en qué obligación me está por el dinero de ayer; que si quedo se los diera, bien sabe que no podía conocer la cortesía de los que adelante espera. (_Las cuentas del Gran Capitán_, acto 2.º) [Ilustración] [Ilustración] EL LABRADOR, SU HIJO Y EL ASNO Yo no sé cómo ha de ser, que me sucede, señor, como al otro labrador que llevó el asno a vender. Que él y un hijo que tenía iban a pie tras la bestia y la gente con molestia ver libre el asno sufría. Subió el viejo, y no faltó quien dijo: --El mozo lleváis a pie, y caballero vais. Luego el viejo se bajó y subió el mozo; mas luego hubo quien dijo: --El anciano va a pie, y el mozo villano va caballero, ¡oh mal fuego! El viejo entonces subió con el mozo, y un lugar entero empezó a gritar: --¿Dos en un asno? Eso, no. Viendo tal desasosiego, los pies le ató, y en un pino llevaba al hombro el pollino de él y del hijo; mas luego se burlaron de los dos, diciendo: --¿Desa manera lleváis, necios, quien pudiera mejor llevaros a vos? El viejo entonces, tomando el asno, le despeñó a un río, y sospecho yo, que en estas vísperas ando, que viendo el ingenio mío, que no puede contentar a todos, habrá de dar con todo el asno en el río. (_Con su pan se lo coma_, acto 2.º) ERROR SALVADO Mandóle pintar la Cena a un pintor un bachiller, y acabada, fuéla a ver, y hallóla de gente llena. Trece apóstoles contó, y dijo muy espantado: --Todo este lienzo está errado, no pienso pagarle yo. Un apóstol aquí está de más. Y el sabio pintor dijo: --Llevadla, señor, que éste, en cenando, se irá. (_Amar sin saber a quién_, acto 3.º, escena I.) CENSURAR ES FÁCIL Escriben que Cicerón, oyendo al representante Galo, que en Roma triunfante tuvo excelente opinión, vió silbar y murmurar, y que comenzó a decir: --Mancebos, el escribir es ingenio, y no el silbar. Y esto al hombre se prohibe, porque en diferencia igual, silba cualquier animal, pero sólo el hombre escribe. (_Lo que ha de ser_, acto 1.º, escena VIII.) NO FIRMES CARTA QUE NO LEAS Dijo un rey a un secretario que escribiese a cierto reino le hiciesen cien alabardas. Los reyes nunca hablan recio, y por no le preguntar, escribió al reino que luego le enviasen cien albardas. Despacháronselas presto; y estando el rey a un balcón con el secretario mesmo, vió venir las cien albardas; y diciéndole: --¿Qué es esto?, le respondió que traían lo que él mandó; a quien discreto replicó el Rey: --Repartamos desta manera las ciento: las cincuenta para mí, que firmo lo que no leo, y las otras para vos, pues más ligero que cuerdo hacéis lo que no entendéis. [Aplicar podéis el cuento.] (_La llave de la honra_, acto 1.º, escena XVI.) EL LEÑADOR Y LA MUERTE[22] Escucha el cuento: Un caduco viejo, con años ochenta, traía leña de un monte hasta la ciudad de Atenas; como era tanto el trabajo, rogaba a la muerte fiera que le llevase, diciendo: --¡Ven, Muerte! Muerte, ¿no llegas? Oyóle la Muerte un día y con la armadura seca se puso al viejo delante; habló en los huesos sin lengua: --Dime, ¿qué quieres? --le dijo--. Y el viejo temblando en verla: --Que me ayudes a cargar este hacecillo de leña. (_Quien más no puede_, acto 2.º) NORMA DE PRIVADOS Pésame, pues no es pequeño principio de aborrecer un criado el entender que sabe más que su dueño. De cierto rey se contó que le dijo a un gran privado: --Un papel me da cuidado, y si bien le he escrito yo, quiero ver otro de vos, y el mejor escoger quiero. Escribióle el caballero, y fué el mejor de los dos. Como vió que el Rey decía que era su papel mejor, fuése, y díjole al mayor hijo, de tres que tenía: --Vámonos del reino luego, que en gran peligro estoy yo. El mozo le preguntó la causa, turbado y ciego; Y respondióle: --Ha sabido el Rey que yo sé más que él; [y el alto no sufre a aquel que en algo le haya excedido.] (_El perro del hortelano_, acto 1.º, escena XVII.) EL ASNO Y LA DIOSA MENDO. Pues ¿a quién llevan dinero que reciba mal a quien se lo lleva? TELLO EL VIEJO. Dices bien, y agradecértelo quiero; que en un librillo he leído que en un jumento llevaban una diosa, que adoraban con el respeto debido los que la vían pasar, hincándose de rodillas, cuyas altas maravillas pudo el jumento pensar (como en fin era jumento) que eran por él, y paróse. Viéndolo el dueño, enfadóse del soberbio pensamiento, y pegándole muy bien, le dijo con voz furiosa: --No es a ti, sino a la diosa. Que es esto mismo también; y así, pidiendo primero del compararte perdón, las honras del Rey no son, Tello, a ti, sino al dinero. (_Los Tellos de Meneses_, 1.ª parte, acto 3.º, escena I.) [Ilustración] [Ilustración] EL PERRO Y EL ASNO[23] Isopo cuenta que había un hombre en cierta nación que para su recreación una perrilla tenía; ésta, al entrar cada día en su casa, si tardaba, le halagaba y retozaba, por cuya causa a la mesa con la más segura presa el señor la regalaba. Atalayando un jumento desde su caballeriza que porque le solemniza le daba siempre sustento, con asnal atrevimiento una mañana salió, y en dos pies se levantó, y puso en el pecho todo las manos llenas de lodo, y aun dicen que le besó. Y al punto el señor mandó que le diesen muchos palos, en lugar de los regalos que entre sus piensos pensó. (_El más galán portugués_, acto 2.º) EL CASCABEL AL GATO[24] Juntáronse los ratones para librarse del gato, y después de largo rato de disputas y opiniones, dijeron que acertarían en ponerle un cascabel, que andando el gato con él guardarse mejor podían. Salió un ratón barbicano, colilargo, hociquirromo, y encrespando el grueso lomo dijo al senado romano, después de hablar culto un rato: --¿Quién de todos ha de ser el que se atreva a poner ese cascabel al gato? (_La esclava de su galán_, acto 1.º, escena X.) PERDER LO CIERTO POR LO DUDOSO[25] Un perro una vez pasaba otro río como el Duero, y un pedazo de carnero entre los dientes llevaba. La sombra, que no era poca, dentro de las aguas vió, y por cogerla soltó lo que llevaba en la boca. Fué a asirla, y su desvarío el perro al instante vió; volvió a su carne, y halló que se la llevó el tal río. (_El milagro por los celos_, jornada 3.ª) EL SOBERBIO Y EL HUMILDE Se criaba un arbolillo en una huerta, y rogaba al que de él más cerca estaba, que era su muerte y cuchillo, que le dejase crecer; y el olmo presuntüoso, de sus ramas ambicioso, ni el sol le dejaba ver. --Arbolillo --le decía--, conténtate con vivir donde me puedas servir. Pero llegó al fin el día en que la villa intentó ensanchar el verde suelo, y el olmo atrevido al cielo cortado al suelo cayó. El arbolillo, ya dueño del sol, dijo: --Estos asaltos da la fortuna a los altos; más me quiero ser pequeño. (_El desconfiado_, acto 2.º) EL SOBERBIO ABATIDO Escribe Esopo que había hecho burla el roble fuerte de la débil caña. Advierte lo que a los dos pasó un día: Vino un viento, y el altivo roble, fuerte, resistió tanto, que el tronco sacó de su cimiento nativo. Pero la caña humillada por encima le dejó que pasase, y él pasó sin que la ofendiese en nada. Y ansí, cesando la guerra, la caña se alzó como antes, y el roble las arrogantes ramas dejó por la tierra. (_Los hidalgos del aldea_, acto 3.º) CONTENTARSE CON SU ESTADO Cuentan acá los pastores que a Júpiter se quejó un monte (presumo yo que de los montes mayores), diciéndole: --Gran señor, cuanto has criado se muda; si yo estoy firme, es sin duda que tengo poco valor. Los que estaban encumbrados bajan tan bajos que espantan, y a sus puestos se levantan los que estaban derribados. Alguno fué pobre ayer que hoy tiene suma riqueza, y otro viene a gran pobreza que tuvo inmenso poder. ¿Cómo yo nunca soy más de aquel ser en que nací? Pero respondióle así: --¡Oh necio! Engañado estás. Déjalo todo mudar, pues firme puedes vivir; que quien no pudo subir, tampoco pudo bajar. (_El hijo de los leones_, acto 2.º, escena XI.) LAS MUELAS Y EL HOMBRE A Júpiter se quejaron las muelas del hombre un día, diciendo a su señoría los años que trabajaron desde la muela primera, mascando lo que comía, y que por dolor de un día luego las echaban fuera. Don Júpiter le riñó, y él respondió: --¿Qué he de hacer, si no dejan de doler? A quien luego replicó: --Hombre, sufre, pues te toca, el dolor, que bien podrás; que después te alegrarás de ver tu muela en tu boca. (_Porfiar hasta morir_, acto 3.º, escena XII.) ESCARMENTAR EN CABEZA AJENA[26] La zorra, el asno y león, un día que a caza fueron, sobre un prado la pusieron para hacer su partición. Dijo el león al jumento: --Parte esa caza. Y el bobo hizo tres partes del robo: dió la suya al león hambriento. Viendo el león que le daba parte igual, agarró de él y deshízole cruel porque con él se igualaba. Luego a la zorra miró, y dijo: --Parte esa presa. La zorra tomó la presa más pequeñita que halló, y dió al león lo demás, que le dijo: --¿Cómo has hecho tan a gusto de mi pecho partes, pues tanta me das? Respondió: --Mi habilidad y cauta naturaleza me enseñó que a tu grandeza rinda mi flaca humildad. Por cuyas cuerdas razones me río yo de jumentos que igualan sus pensamientos a los soberbios leones. (_Obras son amores_, acto 3.º) EL LOBO Y EL CORDERO[27] Bebía un cordero humilde de un arroyo en la corriente por lo bajo, y en lo alto un lobo voraz y aleve; y como matar quería al corderillo inocente, --Mira que me enturbias --dijo-- el agua; tan recio bebes. El cordero respondió: --Lobo amigo, pleito quieres; si estoy en bajo y tú en alto, tú la enturbias, tú me ofendes. ¿Qué tienen que ver mis deudos, que el agua en lo bajo beben, contigo, que estás en alto, si no es que pleito pretendes? (_La hermosura aborrecida_, acto 2.º, escena VI.) [Ilustración] LA GATA MUJER[28] ¡Plegue al cielo que no sea como aquel hombre de Atenas, que pidió a Venus le hiciese mujer, con ruegos y ofrendas, una gata dominica, quiero decir, blanca y negra! Estando en su estrado un día con moño y naguas de tela, vió pasar un animal de aquestos, como poetas, que andan royendo papeles, y dando un salto ligera de la tarima al ratón, mostró que en naturaleza la que es gata, será gata; la que es perra, será perra, _in saecula saeculorum_. . . . . . . . . . . . . . . . . (_El castigo sin venganza_, acto 3.º) LA GATA MUJER Cierta fabulilla trata que un hombre quiso a una gata, de suerte que cada día a Júpiter le pedía con ofrendas de oro y plata se la volviese mujer. Júpiter lo vino a hacer; y estando el hombre casado, y ella sentada en su estrado viendo cantar y tañer, dicen que un ratón pasó, y apenas ella le vió cuando, corriendo tras él, le dió uñarada cruel y al primero ser volvió. (_El Príncipe Perfecto_, 1.ª parte, acto 2.º, escena XIV.) LA GATA MUJER Las fábulas nos cuentan que una gata de tal manera amaba un hombre rico, que pidió a Juno, y dió un blandón de plata que la hiciese mujer, y a mí la aplico. La diosa, por no ser al dón ingrata, mudóle en rostro humano el negro hocico, la piel pelosa en cuerpo deseado, y fué su casamiento celebrado. Mas como en el estrado viese un día pasar unos ratones, como antes arrojóse tras ellos la que había tratado en liviandades semejantes[29]. (_Ejemplo de casadas_, acto 2.º) EL ASNO Y EL COCHINO[30] [Al amor de la lumbre], en un librillo, leía esotra noche mi carillo, pienso que eran las _trápulas_ de Esopo, que un asno, viendo a un puerco como un topo siempre echado a pacer en la pocilga, con envidia que el ánima pecilga decía: --Que éste engorde y yo trabaje, que el mozo el pan, y el amo a veces baje cáscaras de melón y otros regalos, y a mí con agua y leña me den palos. Pero llegado el día de San Lucas, agarraron al puerco, y al pescuezo pusieron el cuchillo; y cuando el asno oyó los gritos, dijo: --Hermano puerco, si para eso os engordaba el amo, igual es trabajar; asno me llamo. (_Con su pan se lo coma_, acto 1.º) GRATITUD Feroz león la planta, fiera en vano, atravesada de la dura espina, muestra al esclavo, y a curarle inclina, humilde el inhumano, al sabio humano. Vele después salir en el romano Anfiteatro, y que a morir camina, y paga la piadosa medicina rendido al pie que le curó la mano. Pues si humilla un león tanta fiereza, ¿quién hay que corresponda con mal trato a quien debe piedad, honra y nobleza? Siendo un león de la amistad retrato, corrida puede estar naturaleza el día que ha formado un hombre ingrato. (_Amar sin saber a quién_, acto 2.º, escena III.) [Ilustración] [Ilustración] BALTASAR DEL ALCÁZAR _Sevilla, 1530; † 1606._ DESENGAÑO Quiso Mercurio saber, juzgándose sin segundo, la estimación que en el mundo su deidad pudo tener. Y halló ser necesario para enterarse del hecho, irse a la tienda derecho de un pintor imaginario. Y así en ello resumido, hizo al punto su viaje, mudado el divino traje, para no ser conocido, sin mirar cuán fácil es, al escarbar la gallina, descubrir la aguda espina que le lastima los pies. Vido llena la oficina de tablas artificiosas, todas de dioses y diosas de belleza peregrina. También vió la suya entre ellas, que a su parecer ultraja las demás con la ventaja que el sol hace a las estrellas. Hallóse a todo presente el artífice discreto, con quien el dios inquieto tuvo el coloquio siguiente: --Esta tabla principal de Júpiter ¿cuánto vale? --Esa de ordinario sale vendida en medio real. --Y ésta de la diosa Juno, ¿en qué se suele vender? --Esta, por ser de mujer, suele venderse por uno. --Y esta del famoso dios Mercurio ¿en qué sueles dalla? --De balde suele llevalla quien me compra esotras dos. Amargóle esta verdad, pero juzgó sin pasión que la propia estimación no suele dar calidad, y que los que más están con su estimación casados, sólo tienen de estimados lo que los otros les dan. [Ilustración] [Ilustración] JUAN RUIZ, ARCIPRESTE DE HITA Del “_Libro de Buen amor_” escrito en 1330. EL MUR DE MONFERRADO E EL MUR DE GUADALAJARA Mur de Guadalajara un lunes madrugara fuese a Monferrado, a mercado andaba; un mur de franca barba recibiol’ en su casa, convidol’ a yantar e diole una faba. Estaba en mesa pobre buen gesto e buena cara, con la poca vianda buena voluntad para, a los pobres manjares el placer los repara; pagos’ del buen talante mur de Guadalajara. La su yantar comida, el manjar acabado, convidó el de la villa al mur de Monferrado que el martes quisiese ir ver el su mercado, e como él fué suyo, fuese él su convidado. Fué con él a su casa e diol’ mucho de queso, mucho tocino lardo, que non era salpreso, enjundias e pan cocho sin ración e sin peso; con esto el aldeano tovos’ por bien apreso. Manteles de buen lienzo, una blanca talega bien llena de farina, el mur allí se allega; mucha honra le fizo e servicio quel’ plega, alegría, buen rostro, con todo esto se llega. Está en mesa rica mucha buena vïanda, un manjar mejor que otro amenudo y anda, e demás buen talente, huésped esto demanda: solaz con yantar buena todos los homes ablanda. Do comían e folgaban, en medio de su yantar, la puerta del palacio comenzó a sonar; abríala su señora, dentro quería entrar. Los mures, con el miedo, fuxieron al andar. Mur de Guadalajara entró en su forado; el huésped acá e allá fuía deserrado, non tenía lugar cierto do fuese amparado, estovo a lo escuro a la pared arrimado. Cerrada ya la puerta e pasado el temor, estaba el aldeano con miedo e con tremor; falagábal’ el otro deciendol’: --Amigo, señor, alégrate e come de lo que has más sabor. Este manjar es dulce, sabe como la miel. Dixo el aldeano al otro: --Venino yaz en él; el que teme la muerte, el panal le sabe fiel; a ti solo es dulce, tú solo come dél. Al home con el miedo nol’ sabe dulce cosa, non tiene voluntad clara la vista temerosa; con miedo de la muerte, la miel non es sabrosa, todas cosas amargan en vida peligrosa. Más quiero roer faba seguro e en paz que comer mil manjares corrido e sin solaz; las viandas preciadas con miedo son agraz, todo es amargura do mortal miedo yaz. Porque tanto me tardo, aquí todo me mato del miedo que he habido cuando bien me lo cato; como estaba solo, si viniera el gato, allí me alcanzara e me diera mal rato. Tú tienes grandes casas, mas hay mucha compaña; comes muchas vïandas, aquesto te engaña: buena es mi pobreza en segura cabaña, que mal pisa el home, el gato mal rascaña. Con paz e seguranza es buena la pobreza, al rico temeroso es pobre la riqueza, siempre tiene recelo e con miedo tristeza; la pobredad alegre es segura nobleza. LA RAPOSA E EL CUERVO La marfusa un día con la fambre andaba, vido el cuervo negro en un árbol do estaba grand pedazo de queso en el pico levaba, ella con su lisonja tan bien lo saludaba: --¡Oh cuervo tan apuesto!, del cisne eres pariente, en blancura en dono fermoso, reluciente más que todas las aves cantas muy dulcemente; si un cantar dixieres, diré yo por él veinte. Mejor que la calandria nin el papagayo, mejor gritas que tordo, nin ruiseñor, nin gayo; si agora cantases, todo el pesar que trayo me tirarías en punto más que otro ensayo. Bien se cuidó el cuervo que con el gorjear placía a todo el mundo más que con otro cantar; creyó que la su lengua e el su mucho graznar alegraba las gentes más que otro juglar. Comenzó a cantar, la su voz a ercer el queso de la boca hóbosele a caer; la gulhara en punto se lo fué a comer; el cuervo con el daño hobo de entristecer. Falsa honra e vana gloria y el risete falso dan pesar e tristeza e daño sin traspaso: muchos cuidan que guarda el viñadero el paso, e es la magadaña que está en el cadahalso. [Ilustración] [Ilustración] [Ilustración] ÍNDICE PÁGS. ADVERTENCIA V RAFAEL POMBO El pinzón y la urraca 1 El sol y el polvo 2 La cangreja consejera 2 MANUEL DEL PALACIO Los pedazos de mármol 4 Naturalismo 6 RAMÓN DE CAMPOAMOR Los hijos y los padres 8 Los padres y los hijos 9 La carambola 10 El concierto de los animales 11 Los dos gorriones 15 Salvar el honor con frases 16 ANTONIO DE TRUEBA El ejemplo 18 Los tres amigos 20 La parte del león 23 El lobo y el cordero 26 CONCEPCIÓN ARENAL El sobrio y el glotón 28 El lobo murmurador 29 JUAN EUGENIO HARTZENBUSCH Las espigas 31 Los tres quejosos 31 El dromedario y el camello 33 El comprador y el hortera 33 El jumento murmurador 35 El avaro y el jornalero 36 Las indirectas del padre Cobos 37 La alacena 40 El caballo de bronce 42 La rebanadita de pan 46 A su tiempo cada cosa 48 MIGUEL AGUSTÍN PRÍNCIPE El papel y el trapo 49 El tiempo perdido 50 FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA El topo y el gusano de luz 51 El zagal y el nido 52 ANDRÉS BELLO La ardilla, el dogo y el zorro 54 FÉLIX M. DE SAMANIEGO El camello y la pulga 58 La alforja 59 El cuervo y el zorro 60 El perro y el cocodrilo 62 Las dos ranas 63 La zorra y el busto 65 El raposo, la mujer y el gallo 66 El león vencido por el hombre 68 La lechera 71 Los gatos escrupulosos 73 El viejo y la muerte 73 La mona 74 Los dos amigos y el oso 75 La zorra y las uvas 76 El congreso de los ratones 78 El charlatán 81 La cigarra y la hormiga 82 TOMÁS DE IRIARTE Los dos conejos 85 El gozque y el macho de noria 87 La ardilla y el caballo 90 La compra del asno 92 El naturalista y las lagartijas 94 El topo y otros animales 97 El oso, la mona y el cerdo 101 Los dos loros y la cotorra 102 La campana y el esquilón 103 El pedernal y el eslabón 104 El burro flautista 105 PEDRO DE SALAS El ratón del campo y el cortesano 107 JOSÉ DE CAÑIZARES Lo cierto por lo dudoso 109 FRANCISCO DE LA TORRE Al romper el alba 111 AGUSTÍN MORETO Respuesta de Pero Grullo 112 Codicia de lo prohibido 112 La fruta prohibida 114 Por la puente, que está seco 115 El desafío 116 El placer de la venganza 116 CRISTÓBAL DE MONROY La naturaleza puede más que el arte 118 ANTONIO DE SOLÍS No era nada lo del ojo 120 JUAN DE MATOS FRAGOSO El perro y el asno 121 Afeitar por amor de Dios 122 El duende 122 La mula del doctor 123 JUAN PÉREZ DE MONTALBÁN Testigo recusado 125 FRANCISCO DE LEYVA La precipitación 127 El loco por la pena es cuerdo 128 ÁLVARO CUBILLO DE ARAGÓN El burro entre dos piensos 130 Maldición de corcovado 131 SEBASTIÁN DE VILLAVICIOSA El sueño engañoso 132 JACINTO DE HERRERA El embustero 133 La zorra y el león 135 LUIS DE BELMONTE Los arqueólogos 136 ANTONIO MIRA DE AMESCUA La cigarra y la hormiga 138 CALDERÓN DE LA BARCA Por un cero 139 Comedimiento y astucia 141 El consuelo 142 Desprecio de la grandeza humana 142 Pasión de poeta 143 Culpar al prójimo de la falta propia 144 Por no hablar claro 145 Contentar a todos 146 Los huéspedes qué gusto dan... 147 La manda del soldado 148 El gangoso 148 Aprendiera buen oficio 150 El mal pintor 152 La liberalidad 152 El ciego 154 Regateo 154 Para ablandar la cama 155 FRANCISCO DE ROJAS Y ZORRILLA La mula del doctor 157 El cochino 158 JUAN RUIZ DE ALARCÓN El ofensor ofendido 161 El cobarde 162 El sabio entre los locos 163 Después de yo muerto 163 Quien pide, alcanza 164 El ruin con mando 165 La corneja con plumas ajenas 167 TIRSO DE MOLINA El león y la raposa 169 La mula del doctor 171 El asno y el cochino 172 Mejor goza del bien quien desde el mal vino a él 173 LOPE DE VEGA Perdices me manda mi padre que coma 175 Si el burro cae, nada 176 El mal hace apreciar el bien 176 El labrador, su hijo y el asno 178 Error salvado 179 Censurar es fácil 180 No firmes carta que no leas 180 El leñador y la muerte 181 Norma de privados 182 El asno y la diosa 183 El perro y el asno 185 El cascabel al gato 186 Perder lo cierto por lo dudoso 187 El soberbio y el humilde 187 El soberbio abatido 188 Contentarse con su estado 189 Las muelas y el hombre 190 Escarmentar en cabeza ajena 191 El lobo y el cordero 192 La gata mujer 193 La gata mujer 194 La gata mujer 194 El asno y el cochino 195 Gratitud 196 BALTASAR DEL ALCÁZAR Desengaño 197 ARCIPRESTE DE HITA El mur Monferrado e el mur de Guadalajara 200 La raposa y el cuervo 202 NOTAS [1] Campoamor escribió las fábulas de los quince a los veintitrés años. [2] Ver la pág. 191. Se incluyen a veces fábulas del mismo asunto para poder establecer comparaciones. [3] Ver el mismo asunto en la pág. 192. [4] Arreglo de un cuento de don Agustín Moreto. [5] Así fué llamada por mucho tiempo la que estaba a orilla del estanque mayor del Retiro. [6] Escrita con motivo de la inauguración del nuevo edificio destinado a Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Madrid en el año de 1875. [7] Ver el mismo asunto en la pág. 181. [8] Ver el mismo asunto en la pág. 186. [9] Ver el mismo asunto en la pág. 138. [10] Incluyo esta fábula como muestra de una versificación que estuvo en boga a fines del siglo XVI y comienzos del XVII, en que se ensayaron multitud de extravagancias rítmicas. [11] Ver el mismo asunto en la pág. 187. [12] Ver págs. 193 y 194. [13] Ver el mismo asunto en la pág. 185. [14] Véase el mismo asunto en las págs. 157 y 171. [15] El asunto de este cuento es el mismo que incluye Cervantes en el _Quijote_, parte II, cap. II. [16] Compárese pág. 169. [17] Ver pág. 82. [18] Ver págs. 123 y 171. [19] Ver pág. 135. [20] Ver págs. 123 y 157. [21] Ver pág. 195. [22] Ver pág. 73. [23] Ver pág. 121. [24] Ver pág. 78. [25] Ver pág. 109. [26] Ver pág. 23. [27] Ver pág. 26. [28] Ver pág. 118. [29] He puesto aquí estas tres fábulas seguidas como muestra de la facilidad que tenía Lope de Vega para tratar múltiples veces un mismo asunto sin repetirse en la forma. [30] Ver pág. 172. *** End of this LibraryBlog Digital Book "Fábulas y cuentos en verso - Selección" *** Copyright 2023 LibraryBlog. All rights reserved.