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Title: Fábulas y cuentos en verso - Selección
Author: - To be updated
Language: Spanish
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*** Start of this LibraryBlog Digital Book "Fábulas y cuentos en verso - Selección" ***

NOTA DE TRANSCRIPCIÓN

  * Las cursivas se muestran entre _subrayados_ y las versalitas se
    han convertido a MAYÚSCULAS.

  * Los errores de imprenta han sido corregidos sin avisar.

  * Se ha respetado la ortografía del original impreso pero se han
    puesto tildes a las mayúsculas.

  * Las páginas en blanco han sido eliminadas.

  * Las notas a pie de página se han renumerado y colocado al final
    del libro.

  * Algunas ilustraciones se han desplazado ligeramente para no
    interrumpir un poema.



  FÁBULAS Y CUENTOS
  EN VERSO



[Ilustración]



  BIBLIOTECA LITERARIA DEL ESTUDIANTE
  DIRIGIDA POR RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL
  TOMO I

  FÁBULAS
  Y CUENTOS
  EN VERSO

  SELECCIÓN HECHA POR
  MARÍA GOYRI DE MENÉNDEZ PIDAL
  _Dibujos de F. Marco._


  _MADRID, MCMXXII_
  INSTITUTO-ESCUELA
  JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS



TIPOGRAFÍA DE LA “REVISTA DE ARCHIVOS”, OLÓZAGA, 1, MADRID



[Ilustración]

ADVERTENCIA


Hace tiempo que el Instituto-Escuela tropieza con bastantes
inconvenientes para que las lecturas literarias de sus alumnos sean
todo lo extensas y variadas que es menester; la misma dificultad
tocarán, en más o menos grado, todos los profesores que se dedican a
la enseñanza de la lengua y de la literatura españolas en sus primeros
grados.

Cierto que abundan las colecciones de trozos escogidos y que éstas
cumplen un importante fin pedagógico, sirviendo para el examen en
detalle de muy diversas cuestiones gramaticales o artísticas, pero no
satisfacen la necesidad que el estudiante tiene de conocer y apreciar
el conjunto mismo de la obra a que pertenecen esos trozos.

Y para ese conocimiento de conjunto faltan los medios. El estudiante
podría quizá remediarse asistiendo a una biblioteca; pero ésta, en
muchas partes no existe, o no está suficientemente dotada; en otras
ocasiones, la índole o la extensión de muchas obras que pueden
hallarse en bibliotecas excede a la comprensión o capacidad propias de
los primeros años de trabajo; y, en todo caso, si el lector puede tener
en su mesa las obras que debe conocer, logrará siempre ganar mayor
familiaridad con ellas. Es, pues, muy conveniente entregar al más fácil
manejo del estudiante una colección literaria de las obras principales
que por él deben ser conocidas.

Por eso trabajamos hace tiempo en formar esta Biblioteca que ahora
sale a luz y para la cual se hallan ya preparados gran parte de los
textos, esperando mantener continuidad y rapidez en la publicación.
No excluiremos enteramente de ella algunos extractos fragmentarios,
como los de las antologías; pero serán extensos y pocos. En general se
incluyen producciones literarias tomadas en su conjunto.

Claro es, sin embargo, que muchas de las obras incluídas tienen que
ser acortadas a fin de que, descartado lo excesivo o inconveniente,
se haga su lectura fácil y llana para cualquier joven que no se haya
de especializar en la literatura. La tarea, como bien se comprende,
es delicada en extremo, sobre todo tratándose de obras de extensión
considerable, como el _Amadís_, donde lo que se suprime es muchísimo
más que lo que se conserva. Pero al eliminar trozos de cualquier
composición se ha puesto todo cuidado y empeño en conservar tanto el
pensamiento fundamental del autor como los pasajes principales en que
ese pensamiento se manifiesta. También nos hemos prohibido alterar
irrespetuosamente los textos y huímos de acortarlos con supresiones
menudas y frecuentes que desfiguran el estilo del autor, cosas ambas
que hemos sentido intolerables en algún ensayo de reducción que se ha
publicado, por ejemplo, del _Quijote_.

Proponiéndose la presente colección servir a una iniciación literaria
bastante extensa, incluye piezas de muy diverso carácter: junto a
las obras maestras, otras de diverso valor artístico o histórico,
entre ellas algunas demasiado olvidadas (esperamos que en los jóvenes
lectores podrá revivir fácilmente mucho del interés aventurero que
encierran los _Historiadores de Indias_), llegando hasta un _Cancionero
musical_ compuesto principalmente de cantos tradicionales. Incluímos
también autores americanos. Dada la amplitud del propósito, lo reducido
del espacio que nos hemos impuesto y las encontradas razones que pueden
abogar por la inclusión o exclusión de una obra, se comprende que la
selección tiene que ser discutible y expuesta a inevitables omisiones;
especialmente se notarán éstas en los autores más recientes, pues aquí
la falta es siempre menos sensible, por hallarse los libros modernos
más al alcance de todos.

Otros notarán más bien cierto exceso en la Colección, sobre todo
pensando que, para los comienzos del estudio, varias de las obras aquí
incluídas exceden a la comprensión y al gusto de un muchacho en los
primeros años de su estudio. Pero nunca se tendrá bastante en cuenta
que el aprendizaje de un niño, y, por último, el de un hombre también,
se hace siempre a fuerza de percibir incompletamente aquellas cosas que
exceden a la comprensión del instante y que esperan tiempo venidero
para ser asimiladas de un modo más perfecto, ora con la conveniente
repetición, ora sin ella. No de otro modo el niño aprende el lenguaje:
sin darse él cuenta apenas de que tropieza en palabras ininteligibles,
llegan éstas a iluminársele con plena comprensibilidad.

Pero evidente es que no todas las obras aquí publicadas son para la
edad primera. Como hay que abominar en la enseñanza del lenguaje
excesivamente incomprensible, hay que evitar la lectura de aquello en
que las dificultades se hagan notar demasiado.

Para que pueda esquivarse tal escollo, esta Biblioteca ha procurado
dos cosas. Primeramente trata de comprender aquellas principales obras
maestras cuyo conocimiento es más urgente en la historia de nuestras
letras. En segundo lugar ha de incluír ciertas obras que por su
sencillez y carácter elemental cuadran a los primeros años de la vida y
de los estudios mejor que otras obras de mayor significación y alcance
artístico; pero aún esas obras han sido escogidas entre las que tienen
por sí un positivo valor histórico. Véase, por ejemplo, cómo se puede
ensanchar el habitual campo de las _Fábulas_ incluyendo en él nombres
de muy altos autores.

Reuniendo estas dos clases de material, la presente Biblioteca trata
de incluír en treinta tomitos las obras cuyo conocimiento nos parece
más esencial o más oportuno en los primeros años de la enseñanza,
ordenándolas bajo el doble método de géneros y épocas, para que el
conjunto pueda con facilidad ser entendido históricamente. Así los
treinta volúmenes están formados obedeciendo a un canon literario, a
un catálogo previamente establecido, de aquellas obras mejores que el
estudiante debe frecuentar en el comienzo de sus estudios para adquirir
los fundamentos de su cultura tradicional hispánica.

Desea esta Biblioteca ser parte en aminorar el caso tan frecuente
de los que se educaron en la más cerrada ignorancia de nuestra
vida artística pasada y vivieron, y aun escribieron, ora venerando
meros fantasmas de los nombres famosos que alegran su oído como una
charanga estrepitosa, ora despreciándolos por apaciguar el disgusto
de ignorarlos o el sinsabor de haber descubierto demasiado tarde
figuras que debiera haber conocido antes y con mayor preparación para
comprenderlas.

Pero es necesario advertir muy encarecidamente que esta amplia
orientación histórica, que consideramos base precisa de la educación
literaria, no ha de aspirar nunca a la imitación de los autores
estudiados, cosa pueril y funesta. La abundancia misma y la gran
disparidad de los textos aquí reunidos indican bien claro que esta
Biblioteca no se propone dar modelos para la imitación que cohiban
la nativa frescura del que los estudia, sino que se propone algo
más elevado y eficiente: quiere entrañar los principales productos
literarios en la inteligencia del lector asiduo, para que el
pensamiento y el lenguaje de éste se enriquezcan, y desenvolviéndose
con fuerte arraigo en la tradición, tomen como punto de partida el
pasado a fin de poder proseguir la línea de progreso que la tradición
señala hacia lo por venir.

Una espontaneidad ingenua y despreciadora de toda tradición convertiría
la producción literaria de cada día en flor efímera y sin semilla.
El ideario y el lenguaje de cada generación serían como un aposento
cerrado, tan sin comunicación con las generaciones de ayer como sin
acceso para las de mañana, despreciadoras también del pasado. Y no vale
asegurar que la perfecta ignorancia de la tradición es prácticamente
imposible. Una ingenuidad abandonada a aquellas impresiones
tradicionales más cercanas o que como a la desbandada y a más no poder
se entran por los resquicios, no producirá por lo común sino abortos
sin completa gestación; estará siempre expuesta en máximo grado a ser
presa incauta de cualquier éxito del momento que se le presente con
aureola de novedad. Sólo cuando las impresiones se multiplican y se
hacen densas, la espontaneidad está más segura de poder madurar en sí
misma sus frutos, mejor y más conscientemente.

  R. MENÉNDEZ PIDAL.

_Abril 1922._



[Ilustración]

RAFAEL POMBO

_Bogotá (Colombia), 1834; † 1912._


EL PINZÓN Y LA URRACA

      --Enséñame una canción
    --dijo la urraca habladora
    al gayo y diestro pinzón
    que saludaba a la aurora.
      --¿A ti? --repuso éste--. ¡Vaya!
    No te burlarás de mí;
    a pájaros de tu laya
    ¿quién pudo enseñarles, di?
      --¿Y por qué? --Porque es preciso
    para aprender, escuchar,
    y un charlatán nunca quiso
    dejar hablar, sino hablar.


EL SOL Y EL POLVO

      Alzándose un furioso torbellino
          eclipsó el polvo al sol,
    y gritóle por mofa: --¡Astro divino!
    ¿Dónde estás? ¿Qué te hiciste?... -- Y su camino
          siguió en silencio el sol.
      Y cesó el huracán; y tornó al cieno
    el polvo vil; y en el azul sereno
          de gloria y pompa lleno
          siguió en silencio el sol.


LA CANGREJA CONSEJERA

      --Anda siempre derecha,
        querida hijita
    --mamá Cangreja díjole
        a Cangrejita--;
        para ser buena
    obedece a tu madre
        cuanto te ordena.
      --Madre --responde aquélla--,
        voy a seguirte,
    no quiero en ningún caso
        contradecirte,
        ve tú delante,
    que dándome el ejemplo,
        lo haré al instante.

[Ilustración]



[Ilustración]

MANUEL DEL PALACIO

_Lérida, 1831; † 1906._


LOS PEDAZOS DE MÁRMOL

      Al pie de una cantera
    de mármol de Carrara
    varios gigantes bloques
    restos de una gran ruina semejaban,
    mientras otro, movido
    por cuerdas y palancas,
    a un carro conducían
    muchos obreros en alegre zambra.
    Diez poderosos bueyes,
    uncidos por el asta,
    iban la inmensa mole
    a llevar a través de la montaña;
    y cuando al recibirla
    rechinaron las tablas,
    oyóse en el espacio
    sordo rumor de voces y amenazas.
    --¿Por qué nos abandonas?
    --las piedras murmuraban--.
    ¿Qué buscas en tu orgullo
    fuera de estas regiones solitarias?
    --El hombre me ha elegido
    --respondió la arrastrada--
    para que al mundo admire,
    centinela perpetuo de su fama.
    Si hasta hoy he sido roca,
    mañana seré estatua;
    no tengo yo la culpa
    de ser la más hermosa y la más blanca.
    --Piedad antes que enojo
    en nosotras hallaras,
    si cautiva a la fuerza
    de tu profanación no hicieras gala.
    Pero en vano te engríes,
    la vanidad te engaña,
    que aun cambiando de forma
    piedra serás, cual somos tus hermanas.
    Y antes de que te eleves
    del vulgo a las miradas,
    ¡no sabes tú los golpes
    de cincel y martillo que te aguardan!
      Los hombres en la tierra
    son mármoles con alma,
    y si éstos al labrarse dejan polvo,
    aquéllos dejan lágrimas.


NATURALISMO

      Molidos de la jornada
    y con hambre, aunque risueños,
    dos estudiantes rondeños
    llegaron a una posada.
      Comenzaba a anochecer
    y entrambos, sin vacilar,
    acercáronse al hogar
    decididos a comer.
      Ligera cual una ardilla
    rubia moza les previno,
    con un buen jarro de vino,
    salchichón, pan y tortilla,
      que devoraron los dos
    sin tener que repetir,
    yéndose luego a dormir
    en paz y en gracia de Dios.
      A la mañana siguiente,
    rayando apenas el día,
    del ventero en compañía
    tomaron el aguardiente;
      y a seguida de pagar
    los caballos dispusieron,
    y alegres como vinieron
    se volvieron a marchar.
      No será el cuento profundo
    ni por él pido mercedes;
    pero ¿no lo hallan ustedes
    lo más natural del mundo?

[Ilustración]



[Ilustración]

RAMÓN DE CAMPOAMOR[1]

_Navia (Asturias), 1817; † 1901._


LOS HIJOS Y LOS PADRES

      Ni arrastrada un pastor llevar podía
    a una cabra infeliz que oía amante
    balar detrás al hijo, que, inconstante,
    marchar junto a la madre no quería.
      --¡Necio! --al pastor un sabio le decía--;
    al que llevas detrás, ponle delante;
    échate el hijo al hombro, y al instante
    la madre verás ir tras de la cría.
      Tal consejo el pastor creyó sencillo;
    cogió la cría y se marchó corriendo
    llevando al animal sobre el hatillo.
      La cabra sin ramal les fué siguiendo,
    mas siguiendo tan cerca al cabritillo,
    que los pies por detrás le iba lamiendo.


LOS PADRES Y LOS HIJOS

      Un enjambre de pájaros metidos
    en jaula de metal guardó un cabrero,
    y a cuidarlos voló desde el otero
    la pareja de padres afligidos.
      --Si aquí --dijo el pastor-- vienen unidos
    sus hijos a cuidar con tanto esmero,
    ver cómo cuidan a los padres quiero
    los hijos por amor y agradecidos.
      Deja entre redes la pareja envuelta,
    la puerta abre el pastor del duro alambre,
    cierra a los padres y a los hijos suelta.
      Huyó de los hijuelos el enjambre,
    y como en vano se esperó su vuelta,
    mató a los padres el dolor y el hambre.


LA CARAMBOLA

      Pasando por un pueblo un maragato
    llevaba sobre un mulo atado un gato,
    al que un chico, mostrando disimulo,
    le asió la cola por detrás del mulo.
      Herido el gato, al parecer sensible,
    pególe al macho un arañazo horrible;
    y herido entonces el sensible macho,
    pegó una coz y derribó al muchacho.
      Es el mundo, a mi ver, una cadena,
          do rodando la bola,
    el mal que hacemos en cabeza ajena
    refluye en nuestro mal, por CARAMBOLA.

[Ilustración]


EL CONCIERTO DE LOS ANIMALES

      Supuesto que respira,
    se hace oír, bien o mal, cualquier garganta;
          y en esto no hay mentira,
    pues mal o bien, el que respira, canta.
      Hablen, si no, mil animales duchos
    que dieron un concierto como muchos.
      Y es fama que el sentido
    no acompaña a los órganos vocales,
    por lo que ha sucedido
    que en la patria de dichos animales,
    cada cual, presumiéndose asaz diestro,
    gritó: --¡Caiga el león! ¡Fuera el maestro!
      Cayó la monarquía,
    y en república el reino convirtieron.
      --Vaya una sinfonía
    de nuestros triunfos en honor --dijeron--;
    cada uno cante cual le venga a mano;
    ya no más director; ¡muera el tirano!
      Comenzóse el concierto,
    “cá-cá-rá-cá”, gritando el polli-gallo;
          y al primer desacierto
    con un relincho contestó el caballo;
    “a-y-o, a-y-o”, siguió el pollino;
    “pí-pí-pí”, el colorín; “ufff”, el cochino.
      El “mís” y el “marramau”
    cantó el gato montés, cual tigre bravo;
          y con cierto “pau-pau”
    le acompañaba el indolente pavo;
    formando tan horrenda algarabía,
    que ni el mismo Luzbel la aguantaría.
      El león destronado,
    viendo el reino en desórdenes tan grandes,
      --Silencio --dijo airado,
    mostrando un arcabuz ganado en Flandes--;
    el rey va a dirigir: atrás, canalla.
    Y al verle cada cual, amorra y calla.
      --Vuelva a sonar la orquesta
    --siguió el tirano, de Nerón trasunto--,
          y ¡ay de la pobre testa
    de aquel que por gruñir me coma un punto!
    ¿Qué es replicar? No hay réplica ninguna.
    Palo o canción; vamos a ver: ¡a una!
      Y la orquesta empezando,
    “pí-pí”, “cá-cá-rá-cá”, “mís-mís”, “miau-miau”
          siguió después sonando
    “a-y-o, a-y-o”, “ufff-ufff”, “pau-pau”.
      Y tal sonó la música que alabo,
    que el mundo gritó absorto: --¡Bravo! ¡Bravo!
      Fué el concierto, antes loco,
    la maravilla, vive Dios, del arte;
          y aunque gruñendo un poco,
    cada animal desempeñó su parte;
    aprendiendo, en perjuicio de su testa,
    que sin buen director no hay buena orquesta.

[Ilustración: El concierto de los animales.]


LOS DOS GORRIONES

      --Llégame el comedero
    --dijo a un gorrión otro gorrión muy maula--.
      --Pues ábreme primero
    --contestó aquél --la puerta de la jaula.
      --¿Y si al verte ya libre, en tu embeleso,
    te vas sin darme de comer en pago?
      --¿Y quién me dice a mí --responde el preso--
    que me abrirás si llenas el monago?
    Y en conclusión, por si ha de ser primero
                    llegar el comedero
                    o correr el alambre,
    quedóse el enjaulado prisionero
    y el hambriento volvióse con el hambre.
    ¡Digno amigo, por Dios, de tal amigo!
    Y ahora diréis, y bien, como yo digo:
    --¡Vaya, que son en ciertas ocasiones
    lo mismo que los hombres los gorriones!


[Ilustración]

SALVAR EL HONOR CON FRASES

I

EL GALLO Y LA LIEBRE

      Dijo un gallo a una liebre: --Huye, cobarde.
    --¿Cobarde yo? --la liebre respondía.
    Pero atisbando a un galgo nada tarde
    hasta más no poder cobarde huía.
    --Espera --dijo el gallo-- un Dios te guarde.
    ¿No llamas a eso huír, señora mía?
    Y antes que el galgo le acercase el morro,
    la liebre contestó: --No huyo, que corro.

[Ilustración]


II

LA LIEBRE Y EL GALLO

      Gritó la liebre al gallo: --Anda, medroso.
    --Como el Cid --dijo el dueño del serrallo;
    mas, viendo no muy lejos a un raposo,
    hizo una acción que por medrosa callo.
    --Ten --la liebre exclamó--, gran Cid, reposo.
    --Pues ¿acaso esto es miedo? --siguió el gallo.
    Y al ver que se subía a un parapeto:
    --No --le dijo la liebre--, eso es respeto.

[Ilustración]



[Ilustración]

ANTONIO DE TRUEBA

_Bilbao, 1821; † 1889._


EL EJEMPLO

      Cuenta un autor, cuyo nombre
    no conservo en la memoria,
    porque fácilmente al hombre
    se le va el santo a la gloria;
      cuenta, repito, que un día
    en una ciudad que expresa,
    se sentó como solía
    una familia a la mesa.
      Según los datos completos
    que tenemos a la vista,
    constaba de los sujetos
    que marca la adjunta lista:
      un viejo temblón y cano;
    dos esposos, por lo visto
    hijo y nuera del anciano,
    y un niño travieso y listo.
      Cada cual con mucho celo
    el estómago repara;
    mas hete que al pobre abuelo
    se le escurre la cuchara,
      y como ésta es de metal,
    hace doscientos añicos
    un plato de pedernal,
    por más señas, de los ricos.
      El marido y la mujer
    gritan con mil desacatos:
    --¡A ese modo de romper
    no ganamos para platos!
      Continuó la pelotera,
    y cuentan que al otro día
    en un plato de madera
    el pobre viejo comía;
      mas tan mal se las compuso,
    como estaba tan temblón,
    que pan y manteles puso
    hechos una perdición.
      --¡Esto ya pasa de raya!
    --gritan marido y mujer--;
    levántese usted y vaya
    a la cocina a comer;
      y si allí no le conviene,
    vaya a comer al establo,
    que a todos dados nos tiene
    con su suciedad al diablo.
      En cuanto oyó este consejo
    o más bien, este mandato,
    bajó la cabeza el viejo
    y se largó con su plato;
      y desde aquella función
    despachaba en la cocina
    tristemente su ración
    por evitar tremolina.
      Llorando el anciano un día
    la ingratitud de sus hijos,
    sus tristes ojos tenía
    el pobre en su nieto fijos.
      Y al ver que un madero grueso
    el niño afanoso esconde,
    le dice: --¿Para qué es eso?
    Y su nieto le responde:
      --De este madero saldrá
    un plato de buena clase
    para que papá y mamá
    coman cuando yo me case.
      Y exclama el mísero anciano:
    --¡Hará lo que hacen conmigo!
    ¡Dios mío! ¡Tu santa mano
    puso en la culpa el castigo!


LOS TRES AMIGOS

      Según Herder, un sujeto
    que tenía tres amigos
    a dos de ellos profesaba
    el más profundo cariño,
    y a la amistad del tercero
    se mostraba siempre frío.
    Cierto día fué acusado
    de un horroroso homicidio,
    y se hallaba con el alma
    como quien dice en un hilo,
    aunque era el hombre inocente
    de tan bárbaro delito.
      --Amigos míos, me acusan
    de un asesinato --dijo--,
    y el juez, según me han contado,
    está como un basilisco.
    Soy inocente, y deseo
    que vengáis los tres conmigo
    a declarar mi inocencia
    en calidad de testigos.
    Dió por excusa el primero
    unos asuntos precisos;
    acompañóle el segundo
    si bien un poco remiso,
    pero así que vió la turba
    de centinelas y esbirros
    que el tribunal custodiaban,
    volvió pies atrás, más listo
    que Cardona, temeroso
    de que le echaran los cinco.
    No esperaba el acusado
    mucho del tercer amigo;
    pero éste, fiel y animoso,
    compareció ante el ministro
    de la ley, y al acusado
    defendió tan a lo vivo
    que declarado inocente
    fué en aquel instante mismo.
      Tres amigos tiene el hombre
    en el mundo en que vivimos,
    ¿cómo se portan con él
    ante el tribunal divino?
    El _dinero_ es el primero
    de los tres en su cariño,
    y es el primero también
    que le abandona mezquino.
    Los _deudos_ y los _parientes_
    tiene por segundo amigo;
    hasta junto a su sepulcro
    van haciendo pucheritos,
    mas se asustan de la muerte
    y se vuelven atrás listos
    diciendo a lo más: --Allá
    nos esperes muchos siglos.
    Por último, son las _obras
    buenas_ su tercer amigo,
    y aunque con indiferencia
    por él miradas han sido,
    de tal modo le defienden
    ante el tribunal divino,
    que al fin el manto de gracia
    cubre todos sus delitos.


[Ilustración]

LA PARTE DEL LEÓN[2]

      Fuéronse de caza
    sin perros ni trompas
    el león, el oso,
    el lobo y la zorra;
    y así que cazaron
    porción nada corta
    de cabras y ovejas
    y chotos y potras,
    --Hagamos --dijeron--
    el reparto ahora
    e inmediatamente
    llenemos la andorga.
    --¿Quién se encarga de ello?
    --preguntó con sorna
    el león, sin duda
    buscando camorra--.
    --¡Yo! --responde el oso,
    cuya afición tonta
    es hacer el ídem.
    --Pues manos a la obra.
    Cuando en cuatro partes
    la caza amontona,
    al león el oso
    le dice que escoja
    una de las cuatro,
    que iguales son todas.
    --¡Tú partir no sabes!
    --gruñe con voz ronca
    el león al oso,
    que replicar no osa.
    Y ¡ham! de un dentellazo
    me lo descogota,
    y a la zorra dice
    con frase melosa:
    --Chiquita, el reparto
    vas a hacer tú ahora,
    que fío has de hacerlo
    a pedir de boca,
    pues como chiquita
    no eres maliciosa.
    En cinco montones
    la repartidora
    reparte la caza,
    y acabada su obra
    al león le dice
    con una graciosa
    reverencia: --Vuestra
    majestad escoja
    de estas cinco partes
    las tres que le tocan:
    como león, una,
    como monarca, otra,
    y otra como jefe...
    --Hola, hola, hola
    --dice el león--; veo
    que tú no eres boba.
    Y añade, moviendo
    de gusto la cola:
    --Di, ¿quién te ha enseñado
    todas esas cosas?
    --¿Quién, señor...? El oso,
    --contesta la zorra.

[Ilustración]


[Ilustración]

EL LOBO Y EL CORDERO[3]

      El lobo y el cordero llegaron a un arroyo,
    el lobo atormentado más de hambre que de sed,
    y entre lobo y cordero sobrevino este diálogo,
    que a mí me suena como sobrevenido ayer:
    --Súbdito miserable, morirás, pues el agua
    que yo, tu rey, bebía, te atreviste a enturbiar.
    --¿Cómo, señor, haceros tal injuria he podido
    estando más abajo que vuestra majestad?
    --Si no lo has hecho ahora, lo hiciste hace seis meses.
    --Señor, si todavía de edad no tengo dos.
    --Pues si tú no lo has hecho, tu padre es quien lo haría,
    y es justo que ahora mismo sufras la expiación.
    Así diciendo, el lobo, sin conciencia ni entrañas
    hizo al cordero víctima de su voracidad;
    que siempre los tiranos, a falta de razones
    para oprimir al justo, razones falsas dan.

[Ilustración]



[Ilustración]

CONCEPCIÓN ARENAL

_El Ferrol, 1820; † 1893._


EL SOBRIO Y EL GLOTÓN

      Había en un lugarón
    dos hombres de mucha edad,
    uno de gran sobriedad
    y el otro gran comilón.
      La mejor salud del mundo
    gozaba siempre el primero,
    estando de enero a enero
    débil y enteco el segundo.
      --¿Por qué --el tragón dijo un día--,
    comiendo yo mucho más
    tú mucho más gordo estás?
    No lo comprendo, a fe mía.
      --Es --le replicó el frugal--
    y muy presente lo ten,
    porque yo digiero bien,
    porque tú digieres mal.
      Haga de esto aplicación
    el pedante presumido
    si porque mucho ha leído
    cree tener instrucción,
    y siempre que a juzgar fuere
    la regla para sí tome:
    No nutre lo que se come,
    sino lo que se digiere.


EL LOBO MURMURADOR

      Entre las breñas de un cerro,
    un día de gran nevada,
    un lobo a su camarada
    hablábale así de un perro:
      --Es un maldito vecino,
    tan camorrista y cruel,
    que para estar libre de él,
    ya se necesita tino.
      Ladrador para la gente,
    entrometido, goloso,
    suspicaz y cauteloso,
    en fin, un perro indecente.
      Pasaba en esta ocasión
    cerca de allí una raposa,
    paróse un tanto curiosa,
    y al oír la acusación
      dijo para su coleto:
    --Anda que te crea un bobo:
    perro a quien acusa un lobo,
    debe ser perro completo.
      En caso próspero o adverso
    no echarás nunca en olvido
    que es elogio el más cumplido
    la censura del perverso.



[Ilustración]

JUAN EUGENIO HARTZENBUSCH

_Madrid, 1806; † 1880._


LAS ESPIGAS

      La espiga rica en fruto
    se inclina a tierra;
    la que no tiene grano
    se empina tiesa.
    Es en su porte
    modesto el hombre sabio
    y altivo el zote.


LOS TRES QUEJOSOS

      --¡Qué mal --gritó la mona--
    que estoy sin rabo!
    --¡Qué mal estoy sin astas!
    --repuso el asno--.
    Y dijo el topo:
    --Más debo yo quejarme,
    que estoy sin ojos.
      No reniegues, Camilo,
    de tu fortuna;
    que otros podrán dolerse
    más de la suya.
    Si se repara,
    nadie en el mundo tiene
    dicha colmada.

[Ilustración]


EL DROMEDARIO Y EL CAMELLO

      El camello le dijo
    al dromedario:
    --Comparado contigo,
    ¡cuánto más valgo!
    No cabe duda:
    yo tengo dos jorobas;
    tú tienes una.


EL COMPRADOR Y EL HORTERA

      Cuentecillo forjado por deleite
    parecerá sin duda la contienda
    que se trabó en Madrid en una tienda
    de vinagre y aceite.
      Despachaba en la calle de Torija
    líquidos un muchacho madrileño;
    y otro, según la traza, lugareño,
    fué por aceite allí con su vasija.
      --Tú, cara de lechuza
    --dijo sin aprensión el forastero--,
    despáchame ligero,
    lléname bien la alcuza.
      --Cuando sepas hablar en castellano
    --le replicó el hortera--
    sabrás que lo que tienes en la mano
    se llama la _aceitera_.
      --En toda tierra que garbanzos cría
    --contestó el provincial enardecido--
    _alcuza_ siempre ha sido,
    y alcuza la nombramos en el día.
      --En tierra --dijo el otro-- de garbanzos,
    corre por aceitera solamente,
    y quien le ponga nombre diferente
    ha nacido entre malvas y mastranzos.
      El patán en sus trece se mantuvo;
    le rechazaba el horterilla listo:
    se incomodaron, y hubo,
    por consiguiente, la de Dios es Cristo.
      A las voces y apodos
    cachetina siguió, larga y furiosa:
    todo por una cosa
    que se puede llamar de entrambos modos.
      Pueril extravagancia
    es, pero comunísima en el hombre,
    no poner en disputa la sustancia
    y reñir por el nombre.


[Ilustración]

EL JUMENTO MURMURADOR

      --Señor, es fuerza que la sangre corra
    --dijo al león solícita la zorra--;
    sin cesar el estúpido jumento
    de ti murmura con furor violento.
    --¡Bah! --respondió la generosa fiera--,
    déjale que rebuzne cuanto quiera.
    Pecho se necesita bien mezquino
    para sentir injurias de pollino.


EL AVARO Y EL JORNALERO[4]

      Todo su caudal guardaba
    cierto avariento cuitado
    en onzas de oro, metidas
    en un puchero de barro.
    Por tenerlo más seguro,
    fué con su puchero al campo:
    al pie de un árbol cavó,
    y lo enterró con recato.
    Amaneció al otro día
    hambriento y desesperado
    un jornalero, sin pan
    ni esperanza de ganarlo.
    Sacudió las faltriqueras,
    y hallando en una cuartos,
    sale, se compra una soga,
    y en seguida, como un rayo,
    se va al campo a que le quite
    los pesares el esparto.
    Trataba de ahorcarse, en fin,
    y escogió para ello el árbol
    que era del tesoro en onzas,
    inmóvil depositario.
    Al afianzar de una rama
    bien la soga el pobre diablo,
    se le hundió en el hoyo un pie
    y halló el puchero enterrado.
    Cogióle, besóle y fuese,
    y corriendo, a corto rato,
    sus preciosas amarillas
    vino a visitar el amo.
    La tierra encontró movida
    y el hoyo desocupado;
    pero de puchero y onzas
    no vió ni sombra ni rastro.
    Reparó en la soga entonces,
    y haciendo a la punta un lazo,
    se ahorcó para no vivir
    sin su tesoro adorado.
    Así el puchero y la soga
    mal o bien se aprovecharon:
    él en un hambriento, y ella
    en el cuello de un avaro.


LAS INDIRECTAS DEL PADRE COBOS

      Célebres entre agudos y entre bobos
    las indirectas son del padre Cobos;
    mas como habrá sin duda quien aprecie
    que le declare alguno lo que fueron
    las tales indirectas en su especie,
    trasládole el informe que me dieron.
      Parece, pues, que había
    en cierta población de Andalucía
    un convento ejemplar, con un prelado,
    siervo de Dios perfecto y acabado,
    que de ciencia y paciencia era un portento;
    por lo cual, uno a uno,
    dió en irle a visitar a su convento,
    sin qué ni para qué, tanto importuno,
    que siempre andaba el pobre atropellado
    para cumplir las reglas de su estado.
    Era portero de la casa un lego,
    catalán o gallego,
    Cobos apellidado,
    Bartolomé de nombre, alto, robusto,
    de resuelto genial y un poco adusto.
    Llamóle el superior, y dijo: --Mire
    si puede hacer, por indirecto modo,
    que esa gente comprenda
    que de tanta visita me incomodo.
    --Yo haré que se retire
    la tal familia presto
    --respondió el motilón--. --Sí, ponga enmienda,
    pero indirectamente, por supuesto.
    --Fíe, padre, en el tino de Bartolo;
    para indirectas, ¡oh!, me pinto solo.
    Viene al siguiente día,
    madrugando solícito, un molesto.
    Llama. Tilín, tilín... --Ave María.
    Bartolo, sin abrir la portería,
    dice al madrugador: --Hermano, trate
    de ir a otro manantial que no se agote:
    desde hoy ningún _pegote_
    pruebe de mi prior el chocolate.
    Oyendo el hombre la indirecta rara,
    se fué, brotando bermellón su cara.
    Llega un necio en seguida,
    y Cobos dice: --Excuse la venida:
    mientras el cargo ejerza de portero,
    no entra aquí ni _gandul_ ni _majadero_.
    Despedido el segundo visitante,
    cata el número tres. --Coja el portante
    --prorrumpe el fiero Cobos-- usiría:
    no está bien entre monjes un _espía_.
    Con una añadidura semejante,
    y en tono proferida nada blando,
    Bartolo a cada cual fué despachando;
    y desde entonces al prior bendito
    no perturbó en su celda ni un mosquito.
    Contento el padre, y a la par confuso,
    al lego preguntó: --¿De qué manera
    con aquella familia se compuso
    para que así de verme desistiera?
    --Fué cosa muy sencilla,
    mi querido prior --Cobos repuso--;
    cada quisque llevó su indirectilla,
    y huyó de mí la incómoda cuadrilla.
    --Cuénteme las discretas expresiones,
    cuya virtud a la razón los trajo.
    --Les dije la verdad: “Sois un atajo
    de tunos, de chismosos y de hambrones.”
    --¿A eso llama indirectas, en efecto?
    --Yo nunca en ellas fuí más circunspecto.
    --Pues, hermano, mentiras o verdades,
    sus indirectas son atrocidades.
      Dijo bien el prior; mas como hay entes
    en grado escandaloso impertinentes,
    échaseles también de buena gana
    tal cual indirectilla cobosiana.


LA ALACENA

      Caminando un relator
    del Consejo de Ultramar,
    hizo noche en un lugar
    en casa de un labrador.
      Acompañaba al viajero
    un tal Ayerbe de Ruiz,
    mozo de experta nariz,
    pero insigne majadero.
      Cenaron en paz de Dios,
    trataron de madrugar
    y hubiéronse de acostar
    en una alcoba los dos.
      Veíanse en los costados
    de la estancia, frente a frente,
    iguales perfectamente,
    cuatro postigos cerrados.
      El un par era un balcón,
    el otro correspondía
    a una alacena en que había
    seis quesos de Villalón.
      Cogió el sueño tarde y mal
    el relator, y durmiendo
    soñó sentir el estruendo
    de un turbión descomunal.
      Cerca de la madrugada
    le dijo al Fulano Ayerbe:
    --Levántese usted y observe
    si huele a tierra mojada.
      Saltó Ayerbe de su lecho,
    y a tientas de mano y pie,
    por ir al balcón, se fué
    a la alacena derecho.
      Abrió, zampó la cabeza,
    y aunque miró y remiró,
    tan negro el boquete halló
    como el resto de la pieza.
      Pero un olor en seguida
    percibió en aquel recinto,
    que le pareció distinto
    del de tierra humedecida.
      Y entonces dijo el camueso
    con mucha formalidad:
    --No hay en el aire humedad;
    está oscuro y huele a queso.
      Así ciega y tontamente
    críticas hacen famosas
    los que no miran las cosas
    desde el punto conveniente.
      Tacha de oscuro y condena
    tal concepto Santillana,
    y es que huye de la ventana
    y se asoma a la alacena.


EL CABALLO DE BRONCE

      Niños, que de siete a once,
    tarde y noche, alegremente,
    jugáis en torno a la fuente
    del gran caballo de bronce
    que hay en la plaza de Oriente.
      Suspended vuestras carreras,
    pues hace calor, y oíd
    una historia muy de veras,
    y de las más lastimeras
    que se cuentan por Madrid.
      Ese caballo... Yo empleo
    esta expresión, algo tonta,
    porque en mi conciencia creo
    que decir _caballo_ es feo,
    no atendiendo a quien le monta.
      Felipe cuarto es el tal;
    pero el uso general,
    que tiene fuerza de ley,
    hace que, olvidando al rey,
    se nombre al irracional.
      La razón yo no la sé;
    a muchos la pregunté
    y nadie fundarlo supo;
    en fin, _caballo_ diré,
    mas ha de entenderse _grupo_.
      Ese caballo, años ha
    estaba, como quizá
    sabréis sin que yo lo indique,
    dentro del Retiro, allá
    frente a la casa del _Dique_[5].
      Allí da el jardín frescura
    con sus aguas y verdor,
    y el canoro ruiseñor
    tiene morada segura
    de enemigo cazador.
      Allí al caballo volaban
    con fácil y presto arranque
    mil pájaros que llegaban
    a beber en el estanque,
    cuyas ondas le cercaban.
      Allí, con reserva poca,
    le corría todo entero
    la turba intrépida y loca,
    y hallábale un agujero
    que tuvo el jaco en la boca.
      Y tal la disposición
    fué del tal, que por afuera
    sufría la introducción
    de un pajarillo cualquiera
    del tamaño de un gorrión.
      Por adentro era al revés:
    bien que el intruso pasara
    cabeza y cuello; después,
    no hallando en qué afianzara
    ni las alas ni los pies,
      ellos no eran de provecho,
    y eran ellas el estorbo;
    y empujando con despecho
    le hería garganta y pecho
    el borde cortante y corvo.
      Y víctima el animal
    de su imprudencia fatal,
    que fuga no permitía,
    bregaba mientras podía
    por la cárcel de metal.
      Donde, triste, prisionero,
    pidiendo en vano merced,
    sobre muchos que primero
    tuvieron su paradero,
    perece de hambre y de sed.
      Mil avecillas, buscando
    sombra densa en el estío,
    mil en el invierno, cuando
    ya lloviendo, ya nevando,
    traspasábalas el frío,
      embocáronse en la panza
    del caballo, que en venganza
    debió decir para sí:
    --Renunciad a la esperanza,
    pájaros que entráis en mí.
      Con el tiempo se mudó
    del jardín en que habitó,
    a la plaza donde está,
    y entonces se desarmó
    el cuerpo que encima va.
      Y los cóncavos secretos
    del cuadrúpedo cruel
    aparecieron repletos
    de plumas y de esqueletos
    de aves, tragadas por él.
      Mano de piedad movida
    cerró, como era razón,
    el menudo pozo Airón,
    que se sorbió tanta vida
    de pajarillo simplón.
      Dañosa curiosidad
    los condujo a muerte cruda.
    ¡Ay! ¡Cuántos en nuestra edad
    por la brecha de la duda
    se abisman en la impiedad!
      Abismo donde pedir
    favor al mortal discurso
    no basta para salir;
    él nos deja sin recurso
    desesperar y morir.


LA REBANADITA DE PAN[6]

      Ya sentado a su mesita
    Basilio para cenar,
    en su cuarto, sin llamar,
    entrósele una visita.
      Era una bella señora
    la que invadió el domicilio,
    diciendo: --Yo soy, Basilio,
    una sabia encantadora.
      Sé que no eres haragán,
    y es escasa tu fortuna:
    por tu bien, me has de dar una
    rebanadita de pan.
      Una onza tan sólo quiero,
    y otra pediré mañana:
    préstelas de buena gana
    el honrado jornalero.
      --Nada me sobra, en verdad;
    una hija tengo y un hijo
    y mujer --el hombre dijo--,
    mas no le hace: bien, tomad.
      Y con buen talante y fe
    la rebanada partió
    Basilio; la recibió
    la encantadora y se fué.
      La esperaba con ahinco
    Basilio al siguiente día:
    volvió la señora mía
    trescientos sesenta y cinco.
      Y era en la pobre morada
    grande el júbilo y contento
    de todos, en el momento
    de ofrecer la rebanada.
      Cumplido el año, tornó
    la mágica pedigüeña
    con la cara más risueña
    que en el año se le vió;
      y de un elegante escriño
    roscas empezó a sacar
    y en los brazos a ensartar
    a padres, a niña y niño;
      y díjoles: --Os presento
    junto el pan que recibí
    de vosotros; eso sí,
    viene con algún aumento.
      No es magnífico el socorro,
    pero él os hace merced;
    esta lección aprended
    de la maga del ahorro.
      Según deis, os volverá
    beneficio, grande o chico:
    la receta de ser rico
    en vuestras manos está.
      ¿Queréis feliz situación
    para los días de anciano?
    Sed hormigas en verano,
    como enseña Salomón.


A SU TIEMPO CADA COSA

      Una zorra iba huyendo
    por una loma
    de un mastín que llevaba
    casi a la cola.
      Por encima volando
    la ve una alondra,
    que en el aire piaba
    muy sin zozobra.
      --Oye --dice a la que huye--
    mi voz sonora.
    --¡Para música vamos!
    --dijo la zorra--.
      Divertir quiere a todos
    cierta persona,
    y por no ser a tiempo
    los incomoda.



[Ilustración]

MIGUEL AGUSTÍN PRÍNCIPE

_Caspe (Aragón), 1811; † 1863._


EL PAPEL Y EL TRAPO

      A un pobre Trapo que en el suelo estaba
    el Papel desdeñaba,
    diciéndole: --¡Anda, sucio! No te acerques,
    que yo estoy limpio, rozagante y terso,
    y no quiero por todo el Universo
    tu contacto sufrir, ni que me empuerques.
      --¡Miren el necio --contestó el Guiñapo--
    y cuál mi acceso en evitar se empeña!
    Mas ya que así me ultraja y me desdeña,
    dígame usted, seo Guapo:
    ¿Cómo tan pronto en su altivez olvida
    que fué un Harapo quien le dió la vida,
    y que antes que Papel ha sido Trapo?
      Quien de la plebe descender entienda
    no la desdeñe, aunque sobre ella ascienda,
    no sea que por mucho que se eleve,
    pueda alguno decir: --¿Veis el desprecio
    con que nos mira el tal? Pues ese necio,
    antes de ser lo que es, ha sido plebe.


EL TIEMPO PERDIDO

      De un jardín en el pozo
    solía divertirse cierto mozo
    horas pasando enteras y mortales
    en subir y bajar sus dos pozales;
    su objeto era llenarlos
    de dicho pozo en el profundo abismo,
    y subirlos arriba y derramarlos,
    no en el jardín sino en el pozo mismo.
    Viólo un anciano, y con su voz machucha
    le dijo: --¿Sabes, joven, que no entiendo
    ese tu afán tremendo
    en fatigar la soga y la garrucha?
    Si al verte sacar agua en tal manera
    te viese al menos arrojarla fuera,
    vería yo algún fin en tu trabajo;
    pero ¿a qué es esperar ansia tan viva
    en subir y subir el agua arriba
    para luego otra vez volverla abajo?
    --Yo me divierto --el mozo le contesta--
    con este rudo afán que a usted molesta;
    mas ya que usted se pone a reprendello,
    ¿sabrá decirme lo que pierdo en ello?
    El viejo le replica: --¡Joven loco,
    pierdes el tiempo! ¿Te parece poco?



[Ilustración]

FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA

_Granada, 1789; † 1862._


EL TOPO Y EL GUSANO DE LUZ

      Por una estrecha hendidura
    sacó la cabeza un topo,
    con poca carne en los huesos
    y mucha piel en los ojos.
    No sabe si es noche o día;
    pero siente en el contorno
    a un gusanillo de luz,
    y le dice de este modo:
      --Ufano puedes estar,
    tamaño como un gorgojo,
    llevando en parte vedada
    la linterna por adorno:
    ya la muestras, ya la ocultas,
    tan altivo y orgulloso
    como fanal que en la torre
    enseña el puerto al piloto.
      --No tal --contestó el gusano--,
    que mi pequeñez conozco;
    mas a ninguno hago daño,
    y algún bien procuro a otros.
    Doy luz, oculto en la hierba,
    sobre las plantas me poso,
    y los insectos acuden
    a guarecerse en su tronco.
    Ni destruyo las raíces,
    ni las semillas me como,
    ni por temor a los hombres
    bajo la tierra me escondo.
      Esto dijo el gusanillo;
    y lo dijo con tal tono,
    que el dañino animalejo
    quedó aún más ciego de enojo:
    fué a replicar, y no pudo;
    sintió encendérsele el rostro,
    y, murmurando entre dientes,
    metióse dentro de un hoyo.
      Así en el mundo sucede:
    que los más torpes y tontos,
    al que brilla poco o mucho
    le zahieren envidiosos.


EL ZAGAL Y EL NIDO

      --¿Dónde vas, zagal cruel;
    dónde vas con ese nido,
    riendo tú, mientras pían
    esos tristes pajarillos?
    Su madre los dejó solos
    en este momento mismo
    para buscarles sustento
    y dárselo con su pico...
    Mírala cuán azorada
    echa menos a sus hijos,
    salta de un árbol a otro,
    va, torna, vuela sin tino:
    al cielo favor demanda
    con acento dolorido,
    mientras ellos en tu mano
    baten el ala al oírlo...
    Tú también tuviste madre,
    y la perdiste aún muy niño,
    y te encontraste en la tierra
    sin amparo y sin abrigo...
      Las lágrimas se le saltan
    al cuitado pastorcillo,
    y, vergonzoso y confuso,
    deja en el árbol el nido.

[Ilustración]



[Ilustración]

ANDRÉS BELLO

_Caracas (Venezuela), 1781; † 1865._


LA ARDILLA, EL DOGO Y EL ZORRO

      Madama Ardilla con un Dogo fiero,
    compadre antiguo suyo y compañero,
    salió al campo una tarde a solazarse.
    Entretenidos iban en gustosa
    conversación, y hubieron de alejarse
    tanto, que, encapotada y tempestuosa,
    los sorprendió la noche a gran distancia
    de su común estancia.
    Otra posada no se les presenta
    que en una alta encina añosa y corpulenta;
    el hueco tronco ofrece albergue y cama
    a nuestro Dogo: la ligera Ardilla
    se sube de tres brincos a una rama
    y lo mejor que puede se acuclilla.
    Danse las buenas noches, y dormidos
    quedaron luego. A lo que yo barrunto,
    eran las doce en punto,
    hora propicia al robo y al pillaje,
    cuando aportaba por aquel paraje
    uno de los ladrones forajidos
    de más renombre: un Zorro veterano,
    terror de todo el campo comarcano
    en leguas veinte y treinta a la redonda,
    en torno al árbol ronda,
    alza el hocico hambriento
    de palpitante carne; atisba, husmea,
    y ve a la Ardilla en su elevado asiento:
    ya su imaginación la saborea
    y la boca se lame,
    y la cola menea;
    mas ¿cómo podrá ser que a tanta altura,
    si no le nacen alas, se encarame?
    Iba casi a decir “no está madura”,
    cuando le ocurre una famosa idea.
    --Bella señora mía,
    vuesa merced perdone --le decía--
    si interrumpo su plácido reposo.
    Después de tanto afán, cuando el consuelo
    de hallarla me concede al fin el cielo
    no puedo contener el delicioso
    júbilo que de mi alma se apodera.
    ¿No me conoce usted? Su buena madre
    hermana fué de mi difunto padre.
    Tengo el honor de ser su primo hermano.
    ¡Ay! en su hora postrera
    el venerable anciano
    me encomendó que luego en busca fuera
    de su sobrina y la mitad le diera
    de la hacenduela escasa
    que al salir de esta vida
    nos ha dejado. A mi paterna casa
    sea usted, pues, mil veces bien venida,
    y déjeme servirla en el viaje
    de escudero y de paje.
    ¿Qué es lo que duda usted? ¿Qué la detiene
    que de una vez no viene
    a colmar mi ventura, en lazo estrecho
    juntando el suyo a mi amoroso pecho?
    Ella, que por lo visto era ladina,
    a par que vivaracha y pizpireta,
    y al instante adivina
    la artificiosa treta,
    así responde al elocuente Zorro:
    --Fineza tanta, mi querido primo,
    y el liberal socorro
    del piadoso difunto,
    que en paz descanse, como debo, estimo.
    Bajar quisiera al punto;
    pero, ya veis... ¡Mi sexo!... A la entrevista
    es menester que asista,
    si lo tenéis a bien, un deudo caro,
    que de mis años tiernos fué el amparo;
    es persona discreta,
    a quien podéis tratar sin etiqueta,
    y que holgará de conoceros. Vive
    en ese cuarto bajo;
    llamadle. Don Marrajo,
    dándose el parabién de su fortuna,
    que le depara, según él concibe,
    dos presas en vez de una,
    con la mayor frescura y desahogo
    fué, en efecto, y llamó. Pero la suerte
    se vuelve azar. Despierta airado el Dogo,
    se abalanza, le atrapa y le da muerte.
      Esta sencilla historia nos advierte
    a un tiempo, hija querida,
    tres importantes cosas:
    de un seductor las artes alevosas,
    de la maldad el triste paradero,
    y lo que vale en lances de la vida
    la acertada elección de un compañero.

[Ilustración]



[Ilustración]

FÉLIX MARÍA DE SAMANIEGO

_La Guardia (Álava), 1745; † 1806._


EL CAMELLO Y LA PULGA

      Al que ostenta valimiento
    cuando su poder es tal
    que ni influye en bien ni en mal,
    le quiero contar un cuento.
    En una larga jornada
    un camello muy cargado
    exclamó ya fatigado:
    --¡Oh qué carga tan pesada!
    Doña Pulga, que montada
    iba sobre él, al instante
    se apea y dice arrogante:
    --Del peso te libro yo.
    El Camello respondió:
    --Gracias, señor Elefante.


LA ALFORJA

      En una alforja al hombro
    llevo los vicios;
    los ajenos, delante;
    detrás, los míos.
      Esto hacen todos:
    así ven los ajenos,
    mas no los propios.

[Ilustración]


[Ilustración]

EL CUERVO Y EL ZORRO

      En la rama de un árbol,
    bien ufano y contento,
    con un queso en el pico
    estaba el señor Cuervo.
    Del olor atraído
    un Zorro muy maestro
    le dijo estas palabras,
    a poco más o menos:
    --Tenga usted buenos días,
    señor Cuervo, mi dueño;
    vaya que estáis donoso,
    mono, lindo en extremo;
    yo no gasto lisonjas
    y digo lo que siento;
    que si a tu bella traza
    corresponde el gorjeo,
    juro a la diosa Ceres,
    siendo testigo el cielo,
    que tú serás el Fénix
    de sus vastos imperios.
    Al oír un discurso
    tan dulce y halagüeño,
    de vanidad llevado
    quiso cantar el Cuervo.
    Abrió su negro pico,
    dejó caer el queso,
    y el muy astuto Zorro,
    después de haberle preso
    le dijo: --Señor bobo,
    pues sin otro alimento
    quedáis con alabanzas
    tan hinchado y repleto,
    digerid las lisonjas
    mientras digiero el queso.
    Quien oye aduladores
    nunca espere otro premio.

[Ilustración]


EL PERRO Y EL COCODRILO

      Bebiendo un Perro en el Nilo
    al mismo tiempo corría.
    --Bebe quieto --le decía
    un taimado Cocodrilo--.
    Díjole el Perro prudente:
    --Dañoso es beber y andar;
    pero ¿es sano el aguardar
    a que me claves el diente?
      ¡Oh qué docto Perro viejo!
    Yo venero su sentir
    en esto de no seguir
    del enemigo el consejo.


LAS DOS RANAS

      Tenían dos ranas
    sus pastos vecinos:
    una en un estanque,
    otra en un camino.
    Cierto día a ésta
    aquélla le dijo:
    --¿Es creíble, amiga,
    de tu mucho juicio,
    que vivas contenta
    entre los peligros,
    donde te amenazan
    al paso preciso
    los pies y las ruedas,
    riesgos infinitos?
    Deja tal vivienda,
    muda de destino,
    sigue mi dictamen
    y vente conmigo.
    En tono de mofa,
    haciendo mil mimos,
    respondió a su amiga:
    --¡Excelente aviso!
    ¡A mí novedades!
    Vaya ¡qué delirio!
    Eso sí que fuera
    darme el diablo ruido.
    ¡Yo dejar la casa
    que fué domicilio
    de padres, abuelos,
    y todos los míos,
    sin que haya memoria
    de haber sucedido
    la menor desgracia
    desde luengos siglos!
    --Allá te compongas,
    mas ten entendido,
    que tal vez sucede
    lo que no se ha visto.
    Llegó una carreta
    a este tiempo mismo,
    y a la triste Rana
    tortilla la hizo.
      Por hombres de seso
    muchos hay tenidos,
    que a nuevas razones
    cierran los oídos.
    Recibir consejos
    es un desvarío:
    la rancia costumbre
    suele ser su libro.


[Ilustración]

LA ZORRA Y EL BUSTO

      Dijo la Zorra al Busto
        después de olerlo:
    --Tu cabeza es hermosa,
        pero sin seso.
      Como éste hay muchos,
    que aunque parecen hombres,
        sólo son bustos.


EL RAPOSO, LA MUJER Y EL GALLO

      Con las orejas gachas
    y la cola entre piernas
    se llevaba un Raposo
    un Gallo de la aldea.
    Muchas gracias al alba
    que pudo ver la fiesta
    al salir de su casa
    Juana la madruguera.
    Como una loca grita:
    --¡Vecinos, que le lleva!
    ¡Que es el mío, vecinos!
      Oye el Gallo las quejas,
    y le dice al Raposo:
    --Dile que no nos mienta,
    que soy tuyo y muy tuyo.
    Volviendo la cabeza
    le responde el Raposo:
    --Oye, gran embustera,
    no es tuyo, sino mío:
    él mismo lo confiesa.
    Mientras esto decía,
    el Gallo libre vuela,
    y en la copa de un árbol
    canta que se las pela.
    El Raposo burlado,
    huyó, ¡quién lo creyera!
      Yo, pues, a más de cuatro
    muy zorros en sus tretas,
    por hablar a destiempo
    les vi perder la presa.

[Ilustración]


[Ilustración]

EL LEÓN VENCIDO POR EL HOMBRE

      Cierto artífice pintó
    una lucha en que, valiente,
    un hombre tan solamente
    a un horrible León venció.
    Otro León, que el cuadro vió,
    sin preguntar por su autor,
    en tono despreciador
    dijo: --Bien se deja ver
    que es pintar como querer
    y no fué León el pintor.

[Ilustración: La lechera.]


LA LECHERA

      Llevaba en la cabeza
    una lechera el cántaro al mercado
    con aquella presteza,
    aquel aire sencillo, aquel agrado,
    que va diciendo a todo el que lo advierte:
    --¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!
      Porque no apetecía
    más compañía que su pensamiento,
    que alegre le ofrecía
    inocentes ideas de contento.
    Marchaba sola la feliz lechera,
    y decía entre sí de esta manera:
      --Esta leche vendida,
    en limpio me dará tanto dinero;
    y con esta partida
    un canasto de huevos comprar quiero,
    para sacar cien pollos que al estío
    me rodeen cantando el pío, pío.
      Del importe logrado
    de tanto pollo mercaré un cochino;
    con bellota, salvado,
    berza, castaña, engordará sin tino;
    tanto, que puede ser que yo consiga
    el ver cómo le arrastra la barriga.
      Llevarélo al mercado;
    sacaré de él sin duda buen dinero;
    compraré de contado
    una robusta vaca y un ternero
    que salte y corra toda la campaña
    hasta el monte cercano a la cabaña.
      Con este pensamiento
    enajenada, brinca de manera,
    que a su salto violento
    el cántaro cayó. ¡Pobre lechera!
    ¡Qué compasión! ¡Adiós, leche, dinero,
    huevos, pollos, lechón, vaca y ternero!
      ¡Oh loca fantasía!
    ¡Qué palacios fabricas en el viento!
    Modera tu alegría,
    no sea que saltando de contento,
    al contemplar dichosa tu mudanza,
    quiebre su cantarillo la esperanza.
      No seas ambiciosa
    de mejor o más próspera fortuna,
    que vivirás ansiosa,
    sin que pueda saciarte cosa alguna.
    No anheles, impaciente, el bien futuro;
    mira que ni el presente está seguro.

[Ilustración]


LOS GATOS ESCRUPULOSOS

      ¡Qué dolor! Por un descuido
    Mizifuf y Zapirón
    se comieron un capón
    en un asador metido.
    Después de haberse lamido
    trataron en conferencia
    si obrarían con prudencia
    en comerse el asador.
    --¿Le comieron? --No, señor:
    Era caso de conciencia.


EL VIEJO Y LA MUERTE[7]

      Entre montes por áspero camino,
    tropezando con una y otra peña,
    iba un Viejo cargado con su leña,
    maldiciendo su mísero destino.
      Al fin cayó, y viéndose de suerte
    que apenas levantarse ya podía,
    llamaba con colérica porfía
    una, dos y tres veces a la Muerte.
      Armada de guadaña en esqueleto
    la Parca se le ofrece en aquel punto;
    pero el Viejo, temiendo ser difunto,
    lleno más de temor que de respeto,
      trémulo la decía, y balbuciente:
    --Yo... señora... os llamé desesperado;
    pero... --Acaba: ¿qué quieres, desdichado?
    --Que me carguéis la leña solamente.
      Tenga paciencia quien se cree infelice,
    que aun en la situación más lamentable
    es la vida del hombre siempre amable:
    el viejo de la leña nos lo dice.


LA MONA

      Subió una Mona a un nogal,
    y cogiendo una nuez verde
    en la cáscara la muerde,
    con que le supo muy mal.
    Arrojóla el animal,
    y se quedó sin comer.
      Así suele suceder
    a quien su empresa abandona
    porque halla, como la Mona,
    al principio que vencer.

[Ilustración]


LOS DOS AMIGOS Y EL OSO

      A dos amigos se aparece un Oso:
    el uno, muy medroso,
    en las ramas de un árbol se asegura:
    el otro, abandonado a la ventura,
    se finge muerto repentinamente.
    El Oso se le acerca lentamente;
    mas como este animal, según se cuenta,
    de cadáveres nunca se alimenta,
    sin ofenderle le registra y toca,
    huélele las narices y la boca,
    no le siente el aliento
    ni el menor movimiento,
    y así se fué diciendo sin recelo:
    --Este tan muerto está como mi abuelo.
    Entonces el cobarde,
    de su grande amistad haciendo alarde,
    del árbol se desprende muy ligero,
    corre, llega y abraza al compañero;
    pondera la fortuna
    de haberle hallado sin lesión alguna,
    y al fin le dice: --Sepas que he notado
    que el Oso te decía algún recado.
    ¿Qué pudo ser? --Diréte lo que ha sido:
    estas dos palabritas al oído:
    “Aparta tu amistad de la persona
    que si te ve en el riesgo te abandona.”


[Ilustración]

LA ZORRA Y LAS UVAS

      Es voz común que a más del mediodía,
    en ayunas la Zorra iba cazando:
    halla una parra; quédase mirando
    de la alta vid el fruto que pendía.
      Causábale mil ansias y congojas
    no alcanzar a las uvas con la garra,
    al mostrar a sus dientes la alta parra
    negros racimos entre verdes hojas.
      Miró, saltó y anduvo en probaduras;
    pero vió el imposible ya de fijo;
    entonces fué cuando la Zorra dijo:
    --No las quiero comer: No están maduras.
      No por eso te muestres impaciente,
    si se te frustra, Fabio, algún intento;
    aplica bien el cuento,
    y di: _No están maduras_, frescamente.

[Ilustración]


[Ilustración]

EL CONGRESO DE LOS RATONES[8]

      Desde el gran Zapirón, el blanco y rubio,
    que después de las aguas del diluvio
    fué padre universal de todo gato,
    ha sido Miauragato
    quien más sangrientamente
    persiguió a la infeliz ratona gente.
    Lo cierto es que obligada
    de su persecución, la desdichada,
    en Ratópolis tuvo su congreso.
    Propuso el elocuente Roequeso
    echarle un cascabel, y de esa suerte
    al ruido escaparían de la muerte.
    El proyecto aprobaron uno a uno.
    ¿Quién lo ha de ejecutar? Eso, ninguno.
    --Yo soy corto de vista. --Yo, muy viejo.
    --Yo, gotoso--, decían. El consejo
    se acabó como muchos en el mundo.
    Proponen un proyecto sin segundo:
    le aprueban. Hacen otro. ¡Qué portento!
    ¿Pero la ejecución? Ahí está el cuento.

[Ilustración: El Congreso de los ratones.]


EL CHARLATÁN

      --Si cualquiera de ustedes
    se da por las paredes
    o arroja de un tejado
    y queda a buen librar descostillado,
    yo me reiré muy bien, importa un pito,
    como tenga mi bálsamo exquisito.
    Con esta relación un chacharero
    gana mucha opinión y más dinero,
    pues el vulgo, pendiente de sus labios,
    más quiere a un Charlatán que a veinte sabios.
    Por esta conveniencia
    los hay el día de hoy en toda ciencia
    que ocupan, igualmente acreditados,
    cátedras, academias y tablados.
    Prueba de esta verdad será un famoso
    doctor en elocuencia, tan copioso
    en charlatanería,
    que ofreció enseñaría
    a hablar discreto con fecundo pico,
    en diez años de término, a un borrico.
    Sábelo el rey, le llama, y al momento
    le manda dé lecciones a un jumento;
    pero bien entendido
    que sería, cumpliendo lo ofrecido,
    ricamente premiado,
    mas cuando no, que moriría ahorcado.
    El doctor asegura nuevamente
    sacar un orador asno elocuente.
    Dícele callandito un cortesano:
    --Escuche, buen hermano;
    su frescura me espanta;
    a cáñamo me huele su garganta.
    --No temáis, señor mío
    --respondió el Charlatán--, pues yo me río;
    en diez años de plazo que tenemos,
    el rey, el asno o yo ¿no moriremos?
      Nadie encuentra embarazo
    en dar un largo plazo
    a importantes negocios; mas no advierte
    que ajusta mal su cuenta sin la muerte.


LA CIGARRA Y LA HORMIGA[9]

      Cantando la Cigarra
    pasó el verano entero,
    sin hacer provisiones
    allá para el invierno.
    Los fríos la obligaron
    a guardar el silencio
    y a acogerse al abrigo
    de su estrecho aposento.
    Vióse desproveída
    del preciso sustento,
    sin mosca, sin gusano,
    sin trigo, sin centeno.
    Habitaba la Hormiga
    allí tabique en medio,
    y con mil expresiones
    de atención y respeto,
    la dijo: --Doña Hormiga,
    pues que en vuestros graneros
    sobran las provisiones
    para vuestro alimento,
    prestad alguna cosa
    con que viva este invierno
    esta triste Cigarra,
    que alegre en otro tiempo
    nunca conoció el daño,
    nunca supo temerlo.
    No dudéis en prestarme,
    que fielmente prometo
    pagaros con ganancias,
    por el nombre que tengo.
    La codiciosa Hormiga
    respondió con denuedo,
    ocultando a la espalda
    las llaves del granero:
    --¡Yo prestar lo que gano
    con un trabajo inmenso!
    Dime, pues, holgazana:
    ¿Qué has hecho en el buen tiempo?
    --Yo --dijo la Cigarra--,
    a todo pasajero
    cantaba alegremente
    sin cesar ni un momento.
    --¡Hola! ¿Conque cantabas
    cuando yo andaba al remo?
    Pues ahora que yo como,
    baila, pese a tu cuerpo.

[Ilustración]



[Ilustración]

TOMÁS DE IRIARTE

_Santa Cruz de Orotava, Canarias, 1750; † 1791._


LOS DOS CONEJOS

      Por entre unas matas,
    seguido de perros
    (no diré corría)
    volaba un Conejo.
      De su madriguera
    salió un compañero,
    y le dijo: --Tente;
    amigo, ¿qué es esto?
      --¿Qué ha de ser? --responde--,
    sin aliento llego...
    dos pícaros galgos
    me vienen siguiendo.
      --Sí --replica el otro--;
    por allí los veo;
    pero no son galgos.
    --Pues ¿qué son? --Podencos.
      --¿Qué? ¿Podencos dices?
    Sí; como mi abuelo.
    Galgos y muy galgos;
    bien vistos los tengo.
      --Son podencos: vaya,
    que no entiendes de eso.
    --Son galgos, te digo.
    --Digo que podencos.
      En esta disputa
    llegando los perros,
    pillan descuidados
    a mis dos conejos.
      Los que por cuestiones
    de poco momento
    dejan lo que importa,
    llévense este ejemplo.

[Ilustración]


EL GOZQUE Y EL MACHO DE NORIA

      Bien habrá visto el lector
    en hostería o convento
    un artificioso invento
    para andar el asador.
      Rueda de madera es
    con escalones, y un perro
    metido en aquel encierro
    le da vueltas con los pies.
      Parece que cierto Can
    que la máquina movía,
    empezó a decir un día:
    --Bien trabajo, y ¿qué me dan?
      ¡Cómo sudo! ¡Ay, infeliz!
    Y al cabo por gran exceso,
    me arrojarán algún hueso
    que sobre de esa perdiz.
      Con mucha incomodidad
    aquí la vida se pasa;
    me iré, no sólo de casa,
    mas también de la ciudad.
      Apenas le dieron suelta,
    huyendo con disimulo,
    llegó al campo, en donde un Mulo
    a una noria daba vuelta.
      Y no le hubo visto bien
    cuando dijo: --¿Quién va allá?
    Parece que por acá
    asamos carne también.
      --No aso carne, que agua saco,
    --el Macho le respondió--.
    --Eso también lo haré yo
    --saltó el Can--, aunque estoy flaco.
      Como esa rueda es mayor,
    algo más trabajaré.
    ¿Tanto pesa...? Pues ¿y qué?
    ¿No ando la de mi asador?
      Me habrán de dar, sobre todo,
    más ración, tendré más gloria...
    Entonces el de la noria
    le interrumpió de este modo:
      --Que se vuelva le aconsejo
    a voltear su asador,
    que esta empresa es superior
    a las fuerzas de un Gozquejo.
      ¡Miren el Mulo bellaco,
    y qué bien le replicó!
    Lo mismo he leído yo
    en un tal Horacio Flaco,
      que a un autor da por gran yerro
    cargar con lo que después
    no podrá llevar: esto es,
    que no ande la noria el Perro.

[Ilustración]


[Ilustración]

LA ARDILLA Y EL CABALLO

      Mirando estaba una Ardilla
    a un generoso Alazán,
    que dócil a espuela y rienda
    se adiestraba en galopar.
      Viéndole hacer movimientos
    tan veloces y a compás,
    de aquesta suerte le dijo
    con muy poca cortedad:
          --Señor mío:
          de ese brío,
          ligereza
          y destreza
          no me espanto;
          que otro tanto
    suelo hacer, y acaso más.
          Yo soy viva,
          soy activa,
          me meneo,
          me paseo,
          yo trabajo,
          subo y bajo;
    no me estoy quieta jamás.
      El paso detiene entonces
    el buen potro, y muy formal,
    en los términos siguientes
    respuesta a la Ardilla da:
          --Tantas idas
          y venidas,
          tantas vueltas
          y revueltas,
          quiero, amiga,
          que me diga:
    ¿son de alguna utilidad?
          Yo me afano,
          mas no en vano.
          Sé mi oficio,
          y en servicio
          de mi dueño
          tengo empeño
    de lucir mi habilidad.
      Conque algunos escritores
    ardillas también serán,
    si en obras frívolas gastan
    todo el calor natural.

[Ilustración]


LA COMPRA DEL ASNO

      Ayer por mi calle
    pasaba un borrico,
    el más adornado
    que en mi vida he visto.
    Albarda y cabestro
    eran nuevecitos,
    con flecos de seda
    rojos y amarillos.
    Borlas y penacho
    llevaba el pollino,
    lazos, cascabeles
    y otros atavíos;
    y hechos a tijera,
    con arte prolijo,
    en pescuezo y anca
    dibujos muy lindos.
      Parece que el dueño,
    que es, según me han dicho,
    un chalán, gitano
    de los más ladinos,
    vendió aquella alhaja
    a un hombre sencillo;
    y añaden que al pobre
    le costó un sentido.
    Volviendo a su casa,
    mostró a sus vecinos
    la famosa compra,
    y uno de ellos dijo:
    --Veamos, compadre,
    si este animalito
    tiene tan buen cuerpo
    como buen vestido.
    Empezó a quitarle
    todos los aliños;
    y bajo la albarda,
    al primer registro,
    le hallaron el lomo
    asaz malferido,
    con seis mataduras
    y tres lobanillos,
    amén de dos grietas
    y un tumor antiguo
    que bajo la cincha
    estaba escondido.
    --¡Burro --dijo el hombre--,
    más que el burro mismo
    soy yo, que me pago
    de adornos postizos!
      A fe que este lance
    no echaré en olvido;
    pues viene de molde
    a un amigo mío,
    el cual a buen precio
    ha comprado un libro
    bien encuadernado
    que no vale un pito.


EL NATURALISTA Y LAS LAGARTIJAS

      Vió en una huerta
    dos Lagartijas
    cierto curioso
    naturalista.
    Cógelas ambas
    y a toda prisa
    quiere hacer de ellas
    anatomía.
    Ya me ha pillado
    la más rolliza;
    miembro por miembro
    ya me la trincha;
    el microscopio
    luego le aplica.
    Patas y cola,
    pellejo y tripas,
    ojos y cuello,
    lomo y barriga,
    todo lo aparta
    y lo examina.
    Toma la pluma,
    de nuevo mira,
    escribe un poco,
    recapacita.
    Sus mamotretos
    después registra,
    vuelve a la propia
    carnicería.
    Varios curiosos
    de su pandilla
    entran a verle.
    Dales noticia
    de lo que observa:
    unos se admiran,
    otros preguntan,
    otros cavilan.
    Finalizada
    la anatomía,
    cansóse el sabio
    de Lagartija;
    soltó la otra,
    que estaba viva.
    Ella se vuelve
    a sus rendijas,
    en donde, hablando
    con sus vecinas,
    todo el suceso
    les participa.
    --No hay que dudarlo,
    no --les decía--;
    con estos ojos
    lo vi yo misma.
    Se ha estado el hombre
    todito un día
    mirando el cuerpo
    de nuestra amiga.
    ¿Y hay quien nos trate
    de sabandijas?
    ¿Cómo se sufre
    tal injusticia,
    cuando tenemos
    cosas tan dignas
    de contemplarse
    y andar escritas?
    No hay que abatirse,
    noble cuadrilla;
    valemos mucho,
    por más que digan.
      ¿Y querrán luego
    que no se engrían
    ciertos autores
    de obras inicuas?
    Les honra mucho
    quien los critica.
    No seriamente,
    muy por encima
    deben notarse
    sus tonterías;
    que hacer gran caso
    de Lagartijas,
    es dar motivo
    de que repitan:
    --Valemos mucho,
    por más que digan.


EL TOPO Y OTROS ANIMALES

      Ciertos animalitos,
    todos de cuatro pies,
    a la gallina ciega
    jugaban una vez.
      Un Perrillo, una Zorra
    y un Ratón, que son tres;
    una Ardilla, una Liebre
    y un Mono, que son seis.
      Este a todos vendaba
    los ojos, como que es
    el que mejor se sabe
    de las manos valer.
      Oyó un Topo la bulla,
    y dijo: --Pues, pardiez,
    que voy allá, y en rueda
    me he de meter también.
      Pidió que le admitiesen;
    y el Mono, muy cortés,
    se lo otorgó (sin duda
    para hacer burla de él).
      El Topo a cada paso
    daba veinte traspiés,
    porque tiene los ojos
    cubiertos de una piel;
      y a la primera vuelta,
    como era de creer,
    facilísimamente
    pillan a su merced.
      De ser gallina ciega
    le tocaba la vez;
    y ¿quién mejor podía
    hacer este papel?
      Pero él, con disimulo,
    por el bien parecer,
    dijo al Mono: --¿Qué hacemos?
    Vaya, ¿me venda usted?
      Si el que es ciego y lo sabe,
    aparenta que ve,
    quien sabe que es idiota,
    ¿confesará que lo es?

[Ilustración: El topo y otros animales.]


EL OSO, LA MONA Y EL CERDO

      Un Oso con que la vida
    ganaba un piamontés,
    la no muy bien aprendida
    danza ensayaba en dos pies.
      Queriendo hacer de persona,
    dijo a una Mona: --¿Qué tal?
    Era perita la Mona,
    Y respondióle: --Muy mal.
      --Yo creo --replicó el Oso--,
    que me haces poco favor.
    Pues qué, ¿mi aire no es garboso?
    ¿No hago el paso con primor?
      Estaba el Cerdo presente,
    y dijo: --¡Bravo! ¡Bien va!
    ¡Bailarín más excelente
    no se ha visto ni verá!
      Echó el Oso, al oír esto,
    sus cuentas allá entre sí,
    y con ademán modesto
    hubo de exclamar así:
      --Cuando me desaprobaba
    la Mona, llegué a dudar;
    mas ya que el Cerdo me alaba,
    muy mal debo de bailar.
      Guarde para su regalo
    esta sentencia un autor:
    “Si el sabio no aprueba, ¡malo!;
    si el necio aplaude, ¡peor!”


LOS DOS LOROS Y LA COTORRA

      De Santo Domingo trajo
    dos Loros una señora.
    La isla es mitad francesa
    y otra mitad española;
    así, cada animalito
    hablaba distinto idioma.
    Pusiéronles al balcón,
    y aquello era Babilonia.
    De francés y castellano
    hicieron tal pepitoria,
    que al cabo ya no sabían
    hablar ni una lengua ni otra.
    El francés del español
    tomó voces, aunque pocas;
    el español al francés
    casi se las toma todas.
      Manda el ama separarlos,
    y el francés luego reforma
    las palabras que aprendió
    de lengua que no es de moda.
    El español, al contrario,
    no olvida la jerigonza,
    y aun discurre que con ella
    ilustra su lengua propia.
    Llegó a pedir en francés
    los garbanzos de la olla;
    y desde el balcón de enfrente
    una erudita Cotorra
    la carcajada soltó,
    haciendo del Loro mofa.
    Él respondió solamente,
    como por tacha afrentosa:
    --_Vos no sois que una purista_.
    Y ella dijo: --¡A mucha honra!--
    ¡Vaya, que los Loros son
    lo mismo que las personas!


LA CAMPANA Y EL ESQUILÓN

      En cierta catedral una Campana había
    que sólo se tocaba algún solemne día.
    Con el más recio són, con pausado compás,
    cuatro golpes o tres solía dar no más.
    Por esto y ser mayor de la ordinaria marca
    celebrada fué siempre en toda la comarca.
    Tenía la ciudad en su jurisdicción
    una aldea infeliz, de corta población,
    siendo su parroquial una pobre iglesita
    con chico campanario a modo de una ermita,
    y un rajado Esquilón, pendiente en medio de él,
    era allí quien hacía el principal papel.
      A fin de que imitase aqueste campanario
    al de la catedral, dispuso el vecindario
    que despacio y muy poco el dichoso Esquilón
    se hubiese de tocar sólo en tal cual función,
    y pudo tanto aquello en la gente aldeana,
    que el Esquilón pasó por una gran campana.
      Muy verosímil es, pues que la gravedad
    suple en muchos así por la capacidad;
    dígnanse rara vez de despegar sus labios,
    y piensan que con esto imitan a los sabios.


EL PEDERNAL Y EL ESLABÓN

      Al Eslabón de cruel
    trató el Pedernal un día,
    porque a menudo le hería
    para sacar chispas de él.
    Riñendo éste con aquél,
    al separarse los dos,
    --Quedaos --dijo-- con Dios.
    ¿Valéis vos algo sin mí?
    Y el otro responde: --Sí,
    lo que sin mí valéis vos.
      Este ejemplo material
    todo escritor considere
    que largo estudio no uniere
    al talento natural.
    Ni da lumbre el pedernal
    sin auxilio de eslabón,
    ni hay buena disposición
    que luzca faltando el arte;
    si obra cada cual aparte
    ambos inútiles son.


EL BURRO FLAUTISTA

      Esta fabulilla,
    salga bien o mal,
    me ha ocurrido ahora
    por casualidad.
      Cerca de unos prados
    que hay en mi lugar,
    pasaba un borrico
    por casualidad.
      Una flauta en ellos
    halló, que un zagal
    se dejó olvidada
    por casualidad.
      Acercóse a olerla
    el dicho animal,
    y dió un resoplido
    por casualidad.
      En la flauta el aire
    se hubo de colar,
    y sonó la flauta
    por casualidad.
      --¡Oh --dijo el Borrico--,
    qué bien sé tocar!
    ¡Y dirán que es mala
    la música asnal!
      Sin reglas del arte
    borriquitos hay,
    que una vez aciertan
    por casualidad.

[Ilustración]



[Ilustración]

PEDRO DE SALAS

_Siglo XVII._


EL RATÓN DEL CAMPO Y EL CORTESANO[10]

      A un ratón cortesano otro salvaje
    dió rústico hospedaje. En parca mesa
    su pobreza profesa; aunque arrastrados,
    sus más ricos bocados le franquea:
    desechos de la aldea, cualque orujo
    y mijo allí le trujo. El mejor plato
    fué un zatico mulato. El estadista
    ratón, con grave vista, al campesino
    dice: --¡Triste, mezquino, miserable!
    ¿Cómo te es tolerable aquesta vida?
    Si tan lauta comida hay en la aldea,
    a quien tal la desea bien le cuadre.
    ¡No más campo, compadre! Ven conmigo
    y verás cuánto va de amigo a amigo.
      Paso a paso por una y otra cueva
    al palacio le lleva, y muy sin ruido
    le previene al descuido que esté alerta
    a todo són de puerta. Por estrados
    ricamente alfombrados, cañas juegan,
    saltan, retozan, bregan y ya hambrientos
    entran con pasos lentos la despensa,
    adonde, sin ofensa de enemigos,
    en dos quesos amigos le sepulta.
    De aquí por senda oculta le endereza
    a su mayor riqueza, que atesora
    una alacena. Agora entre conservas
    le dice: --¿Vuestras hierbas, ermitaño,
    daros han todo un año tan buen día?
    Mirad la gloria mía. ¡Este es banquete
    y no el vuestro, pobrete! Al mejor plato
    oyen que maulla un gato, habla una puerta.
    --¡Ay! ¡Nuestra muerte es cierta! --el cortesano
    al ratón aldeano triste exclama.
    Turbado se derrama cada uno
    por su hueco oportuno. El ratoncillo
    agreste halló un portillo a dicha rara,
    y volviendo la cara hacia el palacio,
    respirando despacio, dice: --¡Oh fuego
    en tal desasosiego! Tus manjares
    más dulces, rejalgares son. ¿Tus gustos
    compras con tales sustos? ¿Muerte al ojo?
    ¡No más corte! Yo escojo en paz mis hierbas,
    no en guerra tus conservas, con tal costa,
    que tu ancha puerta angosta al temor viene,
    y tu regalo mil venenos tiene.

  (_Afectos divinos._ Valladolid, 1638.)



[Ilustración]

JOSÉ DE CAÑIZARES

_Madrid, 1676; † 1750._


LO CIERTO POR LO DUDOSO[11]

      ¡Ay de vosotros, si acaso
    dejáis torticeramente
    el bien que está asegurado
    por el que en duda os prometen!
    Contaros quiero aquel cuento,
    que ya cuido que sabedes,
    del Can que al agua llegó
    con la presa que hurtó alegre;
    y reparando al pasar
    que el espejo transparente
    del arroyo le ofrecía,
    en la fugitiva especie
    de la sombra, otro pedazo
    mayor que el que asido tiene,
    engañado y codicioso
    abrió, por trocar las suertes,
    la boca, para agarrar
    el otro; pero, pardieces,
    que el pedazo que soltó,
    llevado de la corriente,
    sin ambos a dos le deja,
    que eso y mucho más merece
    quien por la sombra desprecia
    la realidad que posee.

  (_La heroica Antona García_, jornada 2.ª)

[Ilustración]



[Ilustración]

FRANCISCO DE LA TORRE

_N. en Tortosa (Tarragona) hacia 1620; † hacia 1680._


AL ROMPER EL ALBA

      A cierto Clérigo, que era
    madrugador impaciente,
    le esperaba mucha gente
    para la misa primera.
      Tarde el Clérigo llegó,
    y al querer con mucha prisa
    salir a decir su misa,
    la alba de un clavo se asió,
      y aquí dijo, haciendo salva
    a la gente en pronto alarde:
    --Señores, no vengo tarde
    pues vengo al romper el alba.

  (_La confesión con el Demonio_, jornada 2.ª)



[Ilustración]

AGUSTÍN MORETO

_Madrid, 1618; † 1669._


RESPUESTA DE PERO GRULLO

      De frailes acompañado
    pasaba un entierro un día,
    y uno, a quien le parecía
    el entierro autorizado,
      a un fraile con inquietud
    --¿Quién ha muerto? --preguntó--,
    y el fraile le respondió:
    --El que va en el ataúd.

  (_Industrias contra finezas_, jornada 2.ª, escena XIII.)


CODICIA DE LO PROHIBIDO

      Vaya un ejemplo. En mi tierra
    había una doncellita
    opilada, con gran riesgo,
    de puro comer ceniza.
    Sus padres la reservaban
    del brasero y la cocina,
    de suerte que cuando ella
    la daba alcance, embutía
    ceniza al sabor del hurto
    como si fueran mellizas.
    Llegó del caso a la muerte;
    y el dotor que la asistía
    para curarla fingió
    que su muerte era precisa
    si de ceniza un brasero
    no comiese cada día.
    Ella pidió luego a gritos
    tan sabrosa medicina.
    Trajéronla un gran brasero,
    y al comenzar a embestilla,
    como ya allí le faltaba
    el sabor de prohibida
    (que a nuestro ruin apetito
    da sazón la culpa misma),
    a cada bocado della
    la hallaba más desabrida.
    Viendo que obraba el remedio,
    la daba el dotor gran prisa,
    diciendo: --Señora, coma,
    que eso le importa la vida.
    Y ella, harta ya, entre los dedos
    repasaba la ceniza,
    y a fuer de tomar tabaco
    con cada polvo escupía.
    Porfiábala el dotor,
    y ella, del todo rendida,
    dijo: --Señor, yo no puedo;
    quítenla allá, muera o viva.
    Y desde allí le quedó
    tanto horror a la codicia,
    que de quince días antes,
    pensando que ya venía,
    lloraba en Carnestolendas
    el miércoles de Ceniza.

  (_Yo por vos y vos por otro_, jornada 1.ª, escena II.)


LA FRUTA PROHIBIDA

      Mira: siendo yo muchacho
    había en mi casa vendimia,
    y por el suelo las uvas
    nunca me daban codicia.
    Pasó este tiempo, y después
    colgaron en la cocina
    las uvas para el invierno;
    y yo, viéndolas arriba,
    rabiaba por comer dellas,
    tanto, que trepando un día
    por alcanzarlas, caí
    y me quebré las costillas.

  (_El desdén con el desdén_, jornada 1.ª, escena I.)


[Ilustración]

POR LA PUENTE, QUE ESTÁ SECO

      Iba camino un abad
    muy gordo y muy reverendo;
    llegando a un río, intentó
    pasar el vado, y saliendo
    un pastor, le dijo: --Advierta
    que ayer se ahogó un pasajero
    porque erró el vado. El abad
    preguntó al pastor tosiendo:
    --¿Cuánto hay desde aquí a la puente?
    --Dos leguas y media pienso
    --dijo el pastor. Y el Abad
    le respondió entre un regüeldo:
    --Si el que se ahogó hubiera ido
    por la puente, aunque está lejos,
    desde ayer acá ya hubiera
    pasado el río. Y el freno
    torciendo a la mula, dijo:
    --Por la puente, que está seco.

  (_No puede ser..._, jornada 1.ª, escena IV.)


EL DESAFÍO

      Desafió a otro un portugués,
    y le esperaba en un monte,
    que el subir a su horizonte
    cansara a un gato montés.
      Llegó allá el desafiado,
    muerto del paso prolijo,
    y en viendo al contrario, dijo,
    molido y desalentado:
      --Yo no me puedo mover;
    ¿para qué me llamó aquí?
    Y él respondió: --Porque así
    teño menos que facer.

  (_El caballero_, jornada 2.ª, escena I.)


EL PLACER DE LA VENGANZA

      Un vizcaíno insufrible
    por una calle iba andando,
    y en una reja, pasando,
    se dió un codazo terrible.
      Enfurecido, aunque en vano,
    volvió a la reja culpada,
    y le dió tan gran puñada,
    que se destroncó la mano.
      Irritóse, y a dos brazos
    tomó, sacando la espada,
    y allí a pura cuchillada
    la hizo en la reja pedazos.
      Mas creyéndose vengado
    partió, diciendo a su modo:
    --¿Manos rompes, quiebras codo?
    Pues toma lo que has llevado.

[Ilustración]



[Ilustración]

CRISTÓBAL DE MONROY

_Alcalá de Guadaira, 1612; † 1649._


LA NATURALEZA PUEDE MÁS QUE EL ARTE[12]

GAZUL.

    La poesía es adquirida.

TRIPULINO.

    Es don de naturaleza.

ALFONSO.

    El arte la perfecciona,
    y aun muchas veces la inventa.

TRIPULINO.

    Eso no, que es diferente
    arte de naturaleza.

ALFONSO.

    ¿Con qué lo pruebas?

TRIPULINO.

                         Escucha:
    aquesa disputa mesma
    tuvieron dos hombres; uno
    con industria y diligencia
    enseñó un gato a tener
    con las manos una vela,
    y cuando estaba cenando
    le asistía así a la mesa,
    y éste decía que el arte
    vence la naturaleza;
    mas el de opinión contraria
    puso un ratón allí cerca,
    y el gato, así que le vió,
    corrió, soltando la vela,
    y embistió con el ratón;
    dando con esta advertencia
    a entender que más que el arte
    puede la naturaleza.

  (_El encanto por los celos_, jornada 3.ª)

[Ilustración]



[Ilustración]

ANTONIO DE SOLÍS

_Alcalá, 1610; † 1686._


NO ERA NADA LO DEL OJO

      Pegáronle una pedrada
    a un hombre por un enojo,
    tan en buen punto pegada,
    que le echaron fuera un ojo,
    como quien no dice nada.
      Preguntóle al cirujano
    si el ojo, con el dolor,
    perdería; y él, ufano,
    le respondió: --No, señor,
    que yo le tengo en la mano.

  (_El doctor Carlino_, jornada 2.ª)



[Ilustración]

JUAN DE MATOS FRAGOSO

_Alvito (Portugal), 1614?; † 1692._


EL PERRO Y EL ASNO[13]

      A su casa a descansar
    volvía un hombre de fuera,
    y un perrillo que tenía,
    comenzándole a hacer fiestas,
    en los hombros le saltaba.
    Estaba un pollino cerca
    y tuvo envidia del perro,
    y de la misma manera
    quiso halagar a su amo,
    y poniéndose en dos piernas
    le derribó una quijada.
    Saca tú la consecuencia.

  (_Lorenzo me llamo_, jornada 3.ª)


AFEITAR POR AMOR DE DIOS

      De limosna y sin dinero
    la barba hacía a un pastor
    con la navaja peor,
    desazonado, un barbero.
      Como la navaja estaba
    con mil mellas que tenía,
    el cabello no partía,
    pero el rostro desollaba.
      Conoció el pastor el yerro,
    mas vió ser fuerza que calle.
    En este tiempo en la calle
    le daban palos a un perro.
      --¿Qué será aquello? --decía
    el barbero a sus oídos,
    como con los alaridos
    el perro les aturdía.
      Respondió el pastor allí,
    viendo que en saberlo escarba:
    --Deben de hacerle la barba
    de limosna, como a mí.

  (_Callar siempre es lo mejor_, jornada 3.ª, y _El redentor
  cautivo_, jornada 2.ª, en colaboración con Sebastián de
  Villaviciosa.)


EL DUENDE

      En una casa había un duende,
    y hacíales muchos daños
    a los que en ella vivían:
    ya les daba con un jarro,
    ya les quitaba la ropa,
    ya les tiraba los platos.
    Los pobres, para librarse,
    mudarse de allí trataron
    a otro barrio, y aquel día
    que ellos se estaban mudando,
    viniendo el dueño de casa
    ya por los postreros trastos,
    al duende vió, que bajaba
    por la escalera, cargado
    con todos ellos, y el hombre
    le preguntó muy despacio:
    --¿Dónde vas? Y el duende dijo:
    --Allá; pues ¿no nos mudamos?
    A que él replicó: --Si es eso,
    y has de seguirnos los pasos,
    quedarnos aquí es mejor,
    y excusarnos el trabajo.

  (_El Job de las mujeres, Santa Isabel, reina de Hungría_, jornada
  2.ª)


LA MULA DEL DOCTOR[14]

      Un barbero en un cuartago
    visitaba a cierto enfermo
    que tenía una apostema
    con unos dolores fieros.
    Alargábase la cura,
    y el paciente echaba verbos.
    --Hermano, tened paciencia
    --decía el quirurgo diestro--,
    que este achaque va despacio,
    que en el hipocondrio interno
    tenéis una hidropesía;
    alcanzadme ese tintero,
    porque quiero recetaros
    un nuevo eficaz remedio.
    Y al darle el pobre la pluma
    el caballo, que era inquieto,
    asentóle la herradura
    y le reventó el divieso,
    con que al punto le cesaron
    los dolores al enfermo,
    sintiéndose mejorado,
    y quedó a voces diciendo:
    --Vive Dios que mejor cura
    el caballo que el maestro.

  (_Ver y creer_, jornada 1.ª)

[Ilustración]



[Ilustración]

JUAN PÉREZ DE MONTALBÁN

_Madrid, 1602; † 1638._


TESTIGO RECUSADO

      Tenía un lindo borrico
    para sus necesidades
    cierto alcalde, y como un día
    un su compadre llegase
    a pedírsele prestado,
    él, por librarse de darle,
    dijo que estaba en el monte;
    pero como rebuznase
    el borrico a esta sazón,
    dijo el otro: --¿Veis, compadre,
    cómo el borrico está en casa
    y que vos os engañasteis?
    A lo cual, muy enojado
    el alcalde, sin turbarse,
    le respondió: --No está tal,
    y miente quien lo pensare,
    que aunque el borrico lo dice
    con suspiros desiguales,
    yo digo aquí lo contrario,
    y es muy mal dicho, que nadie
    más crédito quiera dar
    a un borrico, que a un alcalde,
    siendo yo un hombre de bien
    y el burro un _pécora campi_.

  (_Los hijos de la fortuna_, jornada 1.ª)

[Ilustración]



[Ilustración]

FRANCISCO DE LEYVA

_Málaga, mediados del siglo XVII._


LA PRECIPITACIÓN

      Un mozo, enfermo tenía
    de los ojos a su padre,
    y curarlo pretendía,
    que en efecto lo quería
    como si fuera su madre.
      El remedio procurando,
    en un libro que se halló
    de medicina, hojeando,
    un capítulo encontró
    de lo que andaba buscando.
      “Abrojos para los ojos”
    el primer renglón decía,
    y, sin leer más sus arrojos,
    como estrella que Dios guía,
    fué al campo a buscar abrojos.
      Dos almorzadas muy buenas
    trajo, y que quiso o no quiso,
    al padre que ve en sus penas,
    en los ojos al proviso
    le puso un par de docenas.
      Un lienzo muy apretado
    encima le puso luego,
    con que al padre desdichado
    le saltaron de contado
    los ojos, y quedó ciego.
      A leer volvió con enojos
    los renglones, y al mirarlos
    despacio, vieron sus ojos:
    “Para los ojos, abrojos
    son buenos para sacarlos.”

  (_La dama presidente_, jornada 1.ª)


EL LOCO POR LA PENA ES CUERDO[15]

      En Sevilla un loco había
    de tema tan desigual
    que una piedra de un quintal
    al hombro siempre traía,
      y al perro de cualquier casta
    que dormido podía ver,
    dejábasela caer,
    con que quedaba hecho plasta.
      Con un podenco afamado
    de un sombrerero encontró,
    a cuestas la ley le echó
    y dejólo ajusticiado.
      Indignado el sombrerero,
    con un garrote salió
    y dos mil palos le dió
    y tras cada golpe fiero
    muchas veces repetía:
      --¿Que era podenco no viste,
    loco infame? Fuese el triste
    y luego, aunque un gozque vía,
      mastín, o perro mostrenco,
    al irle la piedra a echar,
    volviéndola a retirar,
    decía: --Guarda, es podenco.

  (_No hay contra un padre razón_, jornada 2.ª)

[Ilustración]



[Ilustración]

ÁLVARO CUBILLO DE ARAGÓN

_N. en Granada a principios de siglo XVII._


EL BURRO ENTRE DOS PIENSOS

      Pusiéronle dos montones
    a un borrico de cebada,
    toda limpia y ahechada
    como unos gordos piñones.
      Y puesto el asno en efecto
    a igual distancia apartado,
    se halló tan embarazado
    (porque era un asno discreto),
      que dudando a cuál iría,
    apeteciendo y dudando,
    se quedó a los dos mirando,
    sin comer todo aquel día.

  (_El amor como ha de ser_, acto 1.º)


MALDICIÓN DE CORCOVADO

      Hurtáronle a un corcovado
    una ropilla, y como era
    hecha a su medida y como
    para una tortuga hecha,
    cuando echó menos el hurto,
    no hizo mayor diligencia
    que decir contra el ladrón:
    --Plegue a Dios que bien le venga.

  (_El invisible príncipe del baúl_, acto 1.º)

[Ilustración]



[Ilustración]

SEBASTIÁN DE VILLAVICIOSA

_Floreció a mediados del siglo XVII._


EL SUEÑO ENGAÑOSO

      Soñaba un hombre una noche
    que le venía gran suma
    de doblones del gran Cairo,
    y en una cabalgadura
    soñó que iba a recibirlos,
    y al irlos a echar la uña,
    viendo un montonazo de oro,
    por apear de la mula,
    ¡zas!, se cayó de la cama,
    y sobre una piedra aguda
    se abrió un jeme de cabeza,
    y vino a quedarse, en suma,
    sin dineros y sin sueño,
    descalabrado y a oscuras.

  (_Nuestra Señora del Pilar_, jornada 1.ª)



[Ilustración]

JACINTO DE HERRERA

_N. en Madrid a fines del siglo XVI._


EL EMBUSTERO

      Dijéronle a un caballero
    la murmuración que había
    de lo mucho que mentía,
    y él dijo a un paje: --Yo quiero
      enmendarme; a ti te encargo
    que te estés siempre conmigo,
    y si algunos cuentos digo,
    cuando vieres que me alargo
      en lo que voy a decir,
    tírame, estando allí junto,
    de la capa al mismo punto,
    y no me dejes mentir.
      Esperó el paje ocasión,
    y su amo en la primera
    de mentir, que en fin ya era
    aquella su inclinación,
      dijo: --En una casa mía
    tengo sala de mil pasos
    de largo, y no son escasos.
    --¿Y cuántos de ancho tenía?
      --preguntó luego un oyente--.
    A que el paje le tiró
    de la capa y respondió:
    --Seis pasos tasadamente.
      Replicaron los demás:
    --Pues ¿cómo así lo trazaste,
    que a sala tan larga echaste
    seis pasos de ancho no más?
      Y a los que le preguntaron
    respondía él al pasar:
    --Más le quisiera yo echar,
    sino que no me dejaron.

  (_Duelo de honor y amistad_, jornada 2.ª)

[Ilustración]


LA ZORRA Y EL LEÓN[16]

      Murmuraban del león
    que tenía mal aliento
    de boca, y él descontento
    de tener esta opinión,
      como es rey este animal,
    mandó que todos le oliesen
    la boca, y luego dijesen
    si le olía bien o mal.
      El que llegaba decía:
    --Mal le huele a vuestra alteza.
    Y él, con enojo y braveza,
    le mataba y le mordía.
      Fué la zorra y preguntada
    --¿Huéleme mal? --respondió:
    --Tengo romadizo yo
    y no he podido oler nada.

  (_Duelo de honor y amistad_, jornada 2.ª)



[Ilustración]

LUIS DE BELMONTE BERMÚDEZ

_N. en Sevilla, 1587._


LOS ARQUEÓLOGOS

      Pleiteaban ciertos curas
    de San Miguel y Santa Ana,
    probando el uno y el otro
    la antigüedad de su casa;
    y el de San Miguel un día,
    que acaso se paseaba
    por el corral de su iglesia,
    descubrió mohosa y parda
    una losa y ciertas letras,
    que gastó tiempo en limpiarlas;
    dicen: _Por aquí Selím_...
    Partió como un rayo a casa
    del obispo, y dijo a voces:
    --Mi justicia está muy llana,
    ilustrísimo señor;
    esta piedra era la entrada
    de alguna cueva, por donde
    el moro Selím entraba
    para guardar los despojos
    en la pérdida de España.
    Quedó confuso el Obispo;
    pero el cura de Santa Ana,
    que estaba presente, dijo:
    --Vamos a ver dónde estaba
    esa piedra tan morisca,
    que tan castellano habla.
    Fuéronse los dos, y entrando
    a la misma parte, hallan
    rompida otra media losa,
    y que juntándolas ambas,
    dicen: _Por aquí se limpian
    las letrinas de esta casa_.

  (_La Renegada de Valladolid_, jornada 1.ª)

[Ilustración]



[Ilustración]

ANTONIO MIRA DE AMESCUA

_1578-1640_


LA CIGARRA Y LA HORMIGA[17]

      La hormiga de su hormiguero
    sacaba con alegría
    lo que en el verano había
    recogido en su granero.
      Llegó una cigarra y dijo:
    --De aqueso me puedes dar,
    pues no lo puedo ganar,
    que es el invierno prolijo.
      Mas la hormiga con gobierno
    le respondió en canto llano:
    --Pues cantaste en el verano,
    danza, hermana, en el invierno.

  (_Lo que le toca al valor_, jornada 3.ª)



[Ilustración]

DON PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA

_Madrid, 1600; † 1681._


POR UN CERO

      De una dama era galán
    un vidriero, que vivía
    en Tremecén, y tenía
    un grande amigo en Tetuán.
      Pidióle un día la dama
    que a su amigo le escribiera
    que una mona remitiera;
    y como siempre quien ama
      se desvela en conseguir
    lo que su dama le ordena,
    por escoger una buena
    tres o cuatro envió a pedir.
      El tres o cuatro escribió
    en guarismo el majadero:
    y como es allí la _o_ cero,
    el de Tetüán leyó:
      “Amigo, para personas
    a quien tengo voluntad,
    luego al punto me enviad
    trescientas y cuatro monas.”
      Hallóse afligido el tal;
    pero mucho más se halló
    el vidriero cuando vió
    contra su frágil caudal,
      dentro de muy pocos días,
    apearse con estruendo
    trescientas monas, haciendo
    trescientas mil monerías.

  (_El secreto a voces_, jornada 1.ª, escena XIII.)

[Ilustración]


COMEDIMIENTO Y ASTUCIA

      A cuatro o cinco chiquillos
    daba de comer su padre
    cada día; y como eran
    tantas porciones iguales,
    un día se olvidó de uno.
    Él, por no pedir (que es grave
    desacato de los niños),
    estábase muerto de hambre.
    Un gato maullaba entonces,
    y dijo el chiquillo: --¡Zape!
    ¿De qué me pides los huesos,
    si aún no me han dado la carne?

  (_El pintor de su deshonra_, jornada 3.ª, escena XXI.)

[Ilustración]


EL CONSUELO

      Cuentan de un sabio que un día,
    tan pobre y mísero estaba,
    que sólo se sustentaba
    de unas hierbas que cogía.
    --¿Habrá otro--entre sí decía--
    más pobre y triste que yo?
    Y cuando el rostro volvió
    halló la respuesta, viendo
    que iba otro sabio cogiendo
    las hojas que él arrojó.

  (_La vida es sueño_, jornada 1.ª)


DESPRECIO DE LA GRANDEZA HUMANA

      Medita un poco este ejemplo:
    Un filósofo que estaba
    en un monte, o en un valle
    (que no importa a la maraña
    que esté en bajo o esté en alto),
    vió un soldado que pasaba;
    se puso a parlar con él,
    y al fin de pláticas largas,
    le dijo: --¿Posible ha sido,
    que nunca has visto la cara
    de Alejandro, nuestro César,
    de aquel cuyas alabanzas
    le coronan de laureles
    y rey del orbe le aclaman?
    El filósofo le dijo:
    --¿No es un hombre? ¿Qué importancia
    tendrá el verle más que a ti?
    O si no (para que salgas
    desa adulación común),
    del suelo una flor levanta,
    llévala y dile a Alejandro
    que digo yo que me haga
    sola una flor como ella.
    Verás luego que no pasan
    trofeos, aplausos, glorias,
    lauros, triunfos y alabanzas
    de lo humano, pues no puede,
    después de victorias tantas,
    hacer una flor tan fácil,
    que en cualquier campo se halla.

  (_La cisma de Ingalaterra_, jornada 2.ª, escena II.)


PASIÓN DE POETA

      Oye lo que sucedió
    a un poeta con su ama:
    Como dicen que se inflama
    de un espíritu su pecho,
    de cuyo ardor satisfecho
    es el corazón la llama,
      él enfurecido estaba,
    y tanto se divertía
    del afecto que llevaba,
    que todo cuanto escribía
    a voces representaba.
      Llegó al paso de un león
    a aquella misma ocasión
    que con la comida entraba
    el ama, y como él estaba
    llevado de su pasión:
      --¡Guarda el león! --con voz fiera
    dijo--. Y el ama ligera,
    que ya temió sus cosquillas,
    con puchero y escudillas
    rodó toda la escalera,
    diciendo: --¡Ay, Virgen Sagrada,
    librad a Mari-Guisada
    de sus uñas importunas!
    Quedando el amo en ayunas,
    y la rucia ama, rodada.

  (_Lances de amor y fortuna_, jornada 3.ª, escena IV.)


CULPAR AL PRÓJIMO DE LA FALTA PROPIA

      Sordo un hombre amaneció,
    y viendo que nada oía
    de cuanto hablaban, decía:
    --¿Qué diablos os obligó
      a hablar hoy de aquesos modos?
    Volvían a hablarle bien,
    y él decía: --¡Hay tal! ¡Que den
    hoy en hablar quedo todos!,
      sin persuadirse a que fuese
    suyo el defecto. Tú así
    presumes que no está en ti
    la culpa; y aunque te pese,
      es tuya, y no la conoces,
    pues das, sordo, en la locura
    de no entender la hermosura
    que el mundo te dice a voces.

  (_El pintor de su deshonra_, jornada 2.ª, escena II.)


POR NO HABLAR CLARO

      Pues mal hace en no decirlo
    claro: dolores y penas
    no se han de decir por frases.
    Dolíale a un hombre una muela;
    vino un barbero a sacarla,
    y estando la boca abierta:
    --¿Cuál es la que duele? --dijo--.
    Dióle en culto la respuesta,
    --La penúltima --diciendo--.
    El barbero, que no era
    en penúltimas muy ducho,
    le echó la última fuera.
    A informarse del dolor
    acudió al punto la lengua,
    y dijo en sangrientas voces:
    --La mala, maestro, no es ésa.
    Disculpóse con decir:
    --¿No es la última de la hilera?
    --Sí --respondió--; mas yo dije
    penúltima, y ucé advierta
    que penúltimo es el que
    junto al último se asienta.
    Volvió mejor informado,
    a dar al gatillo vuelta,
    diciendo: --En efecto, ¿es
    de la última la más cerca?
    --Sí --dijo--. --Pues vela aquí,
    --respondió con gran presteza,
    sacándole la que estaba
    penúltima; de manera
    que quedó, por no hablar claro,
    con la mala y sin dos buenas.

  (_Los dos amantes del cielo_, jornada 2.ª, escena VI.)


CONTENTAR A TODOS

      Hay cerca de Ratisbona
    dos lugares de gran fama,
    que el uno Ágere se llama,
    y el otro, Macarandona.
      Un solo cura servía,
    humilde siervo de Dios,
    a los dos, y así a los dos
    misa las fiestas decía.
      Un vecino del lugar
    de Macarandona fué
    a Ágere, y oyendo que
    el cura empezó a cantar
      el prefacio, reparó
    en que a voces aquel día
    _Gratias agere_, decía,
    y a Macarandona no.
      Con lo cual muy enojado
    dijo: --El cura gracias da
    a Ágere, como si acá
    no le hubiéramos pagado
      sus diezmos--. Cuando escucharon
    tan bien sentidas razones
    los nobles macarandones,
    los bodigos le sisaron.
      Viéndose desbodigar,
    al sacristán preguntó
    la causa. Él se la contó,
    y él dió desde allí en cantar,
      siempre que el prefacio entona,
    por que la ofrenda se aplique:
    _Tibi semper et ubique
    gratias a Macarandona_.

  (_El secreto a voces_, jornada 2.ª, escena XVIII.)


LOS HUÉSPEDES QUÉ GUSTO DAN...

      Llegando una compañía
    de soldados a un lugar,
    empezó un villano a dar
    mil voces, en que decía:
      --Dos soldados para mí.
    --Lo que excusar quieren todos
    --dijo uno--, ¿con tales modos
    pides? Y él respondió: --Sí;
      que aunque molestias me dan
    cuando vienen, es muy justo
    admitirlos, por el gusto
    que me hacen cuando se van.

  (_El pintor de su deshonra_, jornada 1.ª, escena III.)


LA MANDA DEL SOLDADO

      Un soldado de hartos bríos,
    muriéndose, así decía:
    --Ítem, es voluntad mía
    que los camaradas míos
      me lleven en mi ataúd;
    a quien quiero se les dé
    treinta reales, para que
    los beban a mi salud.

  (_Los dos amantes del cielo_, jornada 2.ª, escena XVII.)


EL GANGOSO

      Cautivó un moro a un gangoso;
    y él, bien o mal, como pudo,
    se fingió en la nave mudo,
    por no hacer dificultoso
      su rescate; de manera
    que cuando el moro le vió
    defectüoso, le dió
    muy barato. Estando fuera
      del bajel: --Moro --decía--,
    no soy mudo, hablar no ignoro.
    A quien oyéndolo el moro,
    de esta suerte respondía:
      --Tú fuiste gran mentecato
    en fingir aquí el callar;
    porque si te oyera hablar,
    aún te diera más barato.

  (_Los dos amantes del cielo_, jornada 2.ª, escena XVII.)

[Ilustración]


APRENDIERA BUEN OFICIO

      De una fiesta a su lugar
    volvía un tamborilero,
    y un fraile también volvía
    de la fiesta a su convento.
    El tamborilero iba
    en un burro caballero,
    y el fraile a pie. Preguntóle
    el padre: --¿De dónde bueno?
    --De tañer --dijo-- esta flauta
    y este tamboril. --Por eso
    --le preguntó--, ¿qué le han dado?
    Él respondió: --Poco, cierto:
    cincuenta reales, comido
    y bebido, que no es menos,
    llevado y traído; sin otros
    regalillos que aquí tengo.
    --¿Eso es poco? --dijo el padre--.
    Pues yo de predicar vengo,
    y ni aun de comer me han dado,
    y como ve, a pie me vuelvo.
    El tamborilero entonces
    dijo enojado y soberbio:
    --Pues tamborilero y padre
    predicador ¿es lo mesmo?
    Aprendiera buen oficio,
    y no se quejara deso,
    que no somos todos unos
    frailes y tamborileros.

  (_De una causa dos efectos_, jornada 2.ª, escena IX.)

[Ilustración]


EL MAL PINTOR

      Un mal pintor compró una
    mala casa, y muy contento,
    un mal amigo llevó
    a enseñarla; lo primero
    fué un mal aposento y dijo:
    --¿Veis este mal aposento?
    Pues dejádmele blanquear,
    y que yo le pinte luego
    de mi mano todo él,
    las paredes y los techos,
    y veréis qué bueno queda.
    A que el amigo, risueño
    dijo: --¡Bueno quedará!,
    mas si le pintáis primero,
    y le blanqueáis después,
    quedará mucho más bueno.

  (_Los dos amantes del cielo_, jornada 1.ª, escena IV.)


LA LIBERALIDAD

      Pobre y miserable un día
    llegó a los pies de Alejandro
    el doctísimo Tebandro,
    celebrado en la poesía;
      y queriendo con alguna
    merced el César ufano
    hacer paces, aunque en vano,
    entre el ingenio y fortuna,
      le dió tan preciosos dones,
    que desvanecer pudieran
    a la ambición cuando fueran
    los átomos ambiciones.
      Suspenso el sabio quedó
    sin responder, temeroso
    a la merced, y dudoso
    Alejandro preguntó:
      --¿Cómo el bien das al olvido
    y a la memoria el agravio?
    ¿Tú cómo puedes ser sabio,
    siendo desagradecido?
      A quien Tebandro miró,
    diciendo: --Si el gusto está
    en la mano del que da,
    y del que recibe no,
      yo no debo agradecerte
    el bien que me haces aquí.
    Tú has de agradecerme a mí
    el darte yo desta suerte
      ocasión en que mostró
    tu pecho grandeza tal,
    pues no fueras liberal
    si no fuera pobre yo.

  (_Saber del mal y del bien_, jornada 1.ª, escena XII.)


EL CIEGO

      Un ciego en Londres había
    tal, que no determinaba
    los bultos con quien hablaba
    en el resplandor del día:
    Y una noche que llovía
    (como una de las pasadas)
    a cántaros y a lanzadas,
    por las calles caminando,
    se iba mi ciego alumbrando
    con unas pajas quemadas.
      Uno que le conoció,
    dijo: --Si no os alumbráis,
    ¿para qué esa luz lleváis?
    Y el ciego le respondió:
    --Si no veo la luz yo,
    la ve el que viene, y así
    no encuentra conmigo aquí;
    con que aquesta luz que ves,
    si no es para ver yo, es
    para que me vean a mí.

  (_La cisma de Ingalaterra_, jornada 1.ª, escena VI.)


REGATEO

      [Uno] llamó al sacristán
    y le dijo: --¿Cuánto quiere
    vuesarced por enterrarme?
    Él dijo, supongo: --Veinte
    reales. --¿Quiere diez y seis?
    --dijo. --Más costa me tiene
    --le replicó el sacristán--.
    A que respondió el doliente:
    --Pues mire si le está bien
    y entiérreme en diez y siete,
    porque no me moriré
    como un cuarto más me cueste.

  (_Dicha y desdicha del nombre_, jornada 3.ª, escena V.)


PARA ABLANDAR LA CAMA

      Con hambre y cansancio un día
    a una posada llegó
    cierto fraile, y preguntó
    a la huéspeda qué había
      de comer. --Si una gallina
    no mato --le dijo ella--,
    nada hay. --¿Quién podrá comella
    --respondió con gran mohina--
      acabada de matar?
    --Tierna estará --replicó
    la huéspeda--, porque yo
    sé un secreto singular
      con que se ablande--. Y cogiendo
    la polla, que viva estaba,
    vió que los pies la quemaba,
    con que a nuestro reverendo
      muy blanda le pareció;
    y aunque el hambre pudo hacello,
    atribuyéndolo a aquello,
    en la cama se acostó.
      Estaba la cama dura,
    tanto que le tenía inquieto;
    y él, cayendo en el secreto,
    pegarla a los pies procura
      la luz. Dijo al ver la llama
    la huéspeda: --Padre, ¿qué es
    eso?-- Y él dijo: --Nuestra ama,
    porque se ablande la cama,
    quemo a la cama los pies.

  (_No siempre lo peor es cierto_, jornada 2.ª, escena XIII.)

[Ilustración]



[Ilustración]

FRANCISCO DE ROJAS Y ZORRILLA

_Toledo, 1607; † 1648._


LA MULA DEL DOCTOR[18]

      Apeóse un médico a hablar
    a otro médico estafermo
    a la puerta de un enfermo
    que él venía a visitar
      de una postema o flemón
    que en la garganta tenía,
    y sobre cómo vivía
    trabaron conversación,
      y para hablar sin trabajo
    la mula al portal envía:
    es a saber que vivía
    el enfermo en cuarto bajo.
      La mula con desenfado,
    con gualdrapa y ornamento,
    se fué entrando al aposento
    adonde estaba acostado.
      El enfermo, que sintió
    herraduras, con dolor
    dijo: --Aqueste es el doctor.
    Sacó el pulso, y no miró.
      La mula, que miró el brazo
    sin saber sus accidentes,
    tomó el pulso con los dientes
    con grande desembarazo.
      Él volvió el rostro con tema
    y salió a echarla en camisa,
    pero dióle tanta risa
    que reventó la postema.
      El médico que la vió,
    para que el mozo la agarre
    le dijo a la mula: --¡Arre!
    Y él dijo al médico: --¡Jo!
      Señor doctor, yo he quedado
    absorto del caso y mudo;
    la postema, que él no pudo,
    su mula me ha reventado;
      y si esto otra vez me pasa,
    aunque el caso me atribula,
    envíeme acá su mula
    y quédese usted en casa.

  (_También la afrenta es veneno_, jornada 3.ª)


EL COCHINO

      Pues un cuento, Dios te libre,
    sobre ti a plomo se cae.
    En cierta parte del mundo,
    que aquí no importa la parte,
    había una grande hechicera
    que volvía en animales
    diferentes a los hombres.
    A unos los hacía elefantes,
    a otros gatos, a otros perros;
    a otros tigres muy galanes,
    y a otros torpes lechones.
    En fin, cuanto la nadante
    arca encerró de Noé,
    tenía ella en dos corrales.
    Llegó un hombre que sabía
    el contrahechizo al paraje
    en que estaba, y empezó
    con desenfado galante
    a ir desencantando hombres,
    que a sus formas naturales
    volvían dando mil brincos
    del contento de librarse.
    Llegó a uno, a quien la forma
    de cochino abominable
    cubría, y hacía gran fuerza
    con conjuros y ademanes
    por desencantarle; mas
    porque no le desencanten
    lo que hacía era gruñir,
    andar hacia atrás y darle.
    El tal desencantador
    se mataba por librarle;
    mas el maldito lechón
    le dijo, haciendo visajes:
    --Yo gusto de ser cochino;
    vuesa merced no se canse.

  (_La más hidalga hermosura_, jornada 1.ª)

[Ilustración]



[Ilustración]

JUAN RUIZ DE ALARCÓN

_N. en Méjico, hacia 1581; † 1639._


EL OFENSOR OFENDIDO

      Oye este caso, señor:
    En una casa en que había
    conversación cierto día
    salieron al corredor
      dos solos, que una cuestión
    tenían que averiguar,
    y en ella le vino a dar
    uno a otro un bofetón.
      Pues el que le recibió,
    a grandes voces y apriesa
    dijo al otro: --Tomaos ésa.
    La gente, que dentro oyó
      el golpe, y no vió la mano,
    atribuyó la victoria
    al que cantaba la gloria
    tan orgulloso y ufano.
      Y así, con esta invención,
    vino a quedar agraviado
    aquel mismo que había dado
    al contrario el bofetón.

  (_La prueba de las promesas_, acto 3.º)


EL COBARDE

      Sacó la espada un valiente
    contra un gallina, y huyendo
    el cobarde, iba diciendo:
    --Hombre, que me has muerto, tente.
      Acudió gente al ruïdo,
    y uno, que llegó a buscarle
    la herida para curarle,
    viendo que no estaba herido,
      dijo: --¿Qué os pudo obligar
    a decir, si no os hirió,
    que os ha muerto? Y respondió:
    --¿No me pudiera matar?

  (_Los pechos privilegiados_, acto 2.º, escena XII.)

[Ilustración]


EL SABIO ENTRE LOS LOCOS

      . . . . . . . . . . . . . . . .
    Un aguacero cayó
    en un lugar, que privó
    a cuantos mojó de seso.
      Y un sabio que por ventura
    se escapó del aguacero,
    viendo que al lugar entero
    era común la locura,
      mojóse y enloqueció,
    diciendo: --En esto ¿qué pierdo?
    Aquí, donde nadie es cuerdo,
    ¿para qué he de serlo yo?

  (_El examen de maridos_, acto 1.º, escena XV.)


DESPUÉS DE YO MUERTO

      Diógenes, cuando veía
    su fin cercano, mandó
    no enterrarse; replicó
    un su amigo que sería
      pasto su cuerpo de fieras.
    Él dijo: --Un palo tendré
    con que me defenderé.
    --Pues dime: ¿No consideras
      --su amigo le replicó--
    que muerto, ni sentirás
    ni defenderte podrás?
    Y el sabio le respondió:
      --Luego son tus miedos vanos;
    que si he de estar sin sentido,
    ¿qué importa más ser comido
    de fieras que de gusanos?

  (_Hazañas del Marqués de Cañete_, acto 2.º)


QUIEN PIDE, ALCANZA

      Callando, ¿quién persuadió?
    ¿Quién venció sin intentar?
    ¿Quién obligó sin rogar?
    ¿Quién sin pedir alcanzó?
      Aun con los dioses, que entienden
    las humanas intenciones,
    a fuerza de peticiones
    negocian lo que pretenden;
      y al fin, para concluír,
    oye una comparación:
    Al tribunal del león
    llegó una oveja a pedir
      justicia de un carnicero
    lobo, que un hijo le había
    muerto, de dos que tenía;
    y con el otro cordero
      que vivo quedó, postrada,
    por dalle más compasión,
    ante los pies del león,
    calló un rato, o bien turbada,
      o bien por encarecer
    desta suerte de su mal
    el extremo, que es señal
    de gran pena enmudecer.
      Estaba hambriento el león,
    y como calló la oveja,
    o no previno su queja,
    o no quiso su intención
      entender; hízose bobo,
    y fingiendo que pensaba
    que el cordero le endonaba,
    hizo lo mismo que el lobo.
      La oveja, con agonía
    balando, empezó al momento
    a declaralle el intento
    con que allí venido había.
      Mas él dijo: --No negaras
    tanto la voz a los labios:
    si era contar tus agravios
    tu fin, al punto empezaras,
      hablando, a informarme dellos;
    que en esto de corazones
    sabemos más los leones
    de comellos que entendellos.

  (_La amistad castigada_, acto 2.º, escena IV.)


EL RUIN CON MANDO

      Juntó cortes el león,
    estando enfermo una vez,
    para elegir un juëz
    a quien la jurisdicción
      de sus reinos encargase.
    Los animales, atento
    a que es tan manso el jumento,
    pidieron que él gobernase.
      Tomó, al fin, la posesión;
    y por dalle autoridad,
    junto con la potestad,
    sus uñas le dió el león.
      Parabién le vino a dar
    luego con grande alegría
    un rocín, que ser solía
    su amigo; y él, por usar
      del poder, dos uñaradas
    le dió al amigo inocente;
    y viéndose injustamente
    las carnes acribilladas,
      dijo llorando el rocín:
    --No tienes tú culpa, no,
    sino quien uñas le dió
    a un animal tan ruin.
      El león, airado y fiero,
    le quitó con el oficio
    las uñas, y al ejercicio
    le hizo volver de arriero.
      Pues hombre que oficio empuñas,
    sabe templado ejercello,
    pues a tantos, por no hacello,
    has visto quitar las uñas.

  (_La crueldad por el honor_, acto 2.º, escena V.)


LA CORNEJA CON PLUMAS AJENAS

      Bien lo pudiera entender
    quien la fabulilla vieja
    supiera de la corneja,
    que ha mucho ya que por ser
      tan común nadie contó,
    y de puro no contada
    es de muchos ignorada,
    y así he de contarla yo,
      porque al caso se acomoda;
    y tú, para disculpar
    a Leonor, la has de escuchar.
    Asistir quiso a la boda
      del águila, mas se halló
    la corneja tan sin galas,
    que adornó el cuerpo y las alas
    de varias plumas que hurtó
      a otras aves; de manera
    que apenas llegó a las bodas,
    cuando conocieron todas
    sus plumas, y la primera
      el águila la embistió
    a cobrarlas con tal furia,
    que para la misma injuria
    ejemplo a las otras dió.
      --Detente. ¿Qué rabia es ésta?
    --dijo la corneja--. Advierte
    que sólo por complacerte,
    y por venir a tu fiesta
      más brillante, las hurté.
    Y el águila respondió:
    --Necia, ¿por ventura yo
    pudiera culpar tu fe,
      siendo tu fortuna escasa,
    cuando galas no trujeras?
    O con las tuyas vinieras,
    o estuviéraste en tu casa.

  (_No hay mal que por bien no venga_, acto 2.º, escena VIII.)

[Ilustración]



[Ilustración]

FRAY GABRIEL TÉLLEZ, TIRSO DE MOLINA

_Madrid, 1571?; † 1648._


EL LEÓN Y LA RAPOSA[19]

      Estaba cojo una vez
    un león viejo --no es nuevo
    quien anda mucho mancebo
    estar cojo a la vejez--.
      Como no podía cazar,
    y andaba solo y hambriento,
    aguzó el entendimiento
    para comer sin andar;
      y llamando a cortes reales,
    mandó por edicto y ley
    que atendiendo que era rey
    de todos los animales,
      acudiesen a su cueva.
    Fueron todos, y asentados,
    dijo: --Vasallos honrados,
    a mí me han dado una nueva
      extraña, y que me provoca
    a pesadumbre y pasión,
    y es que dicen que al león
    le huele muy mal la boca.
      No es bien que un sujeto real,
    de tantos brutos señor,
    en vez de dar buen olor,
    a todos huela tan mal.
      Y así, buscando el remedio,
    hallo que a todos os toca,
    que llegándoos a mi boca,
    veáis si al principio o medio
      alguna muela podrida
    huele mal, por que se saque,
    y desta suerte se aplaque
    afrenta tan conocida.
      Metióse con esto adentro,
    y entrando de uno en uno,
    no vieron salir ninguno.
    La raposa, que es el centro
      de malicias, olió el poste;
    y convidándola a entrar
    para ver y visitar
    al león, respondió: --¡Oste!
      Y asomando la cabeza,
    dijo: --Por no ser tenida
    por tosca y descomedida,
    no entro a ver a vuestra alteza;
      que como paso trabajos,
    unos ajos he almorzado,
    y para un rey no hay enfado
    como el olor de los ajos.
      Por aquesta cerbatana
    vuestra alteza eche el aliento;
    que si yo por ella siento
    el mal olor, cosa es llana
      que hay muela con agujero,
    y el sacalla está a otra cuenta,
    que yo estoy sin herramienta
    y en mi vida fuí barbero.

  (_El pretendiente al revés_, acto 1.º, escena XII.)


LA MULA DEL DOCTOR[20]

      Tuvo un pobre una postema
    (dicen que oculta en un lado)
    y estaba desesperado
    de ver la ignorante flema
      con que el doctor le decía:
    --En no yéndoos a la mano
    en beber, moríos, hermano,
    porque esa es hidropesía.
      Ordenóle una receta,
    y cuando le llegó a dar
    la pluma para firmar,
    la mula, que era algo inquieta,
      asentóle la herradura
    (emplasto dijera yo)
    en el lado, y reventó
    la postema, ya madura;
      con que cesando el dolor,
    dijo, mirándola abierta:
    --En postemas, más acierta
    la mula que su doctor.

  (_El amor médico_, acto 1.º, escena I.)


EL ASNO Y EL COCHINO[21]

      Señor Juan de Silva, escuche:
    Crió un villano en su casa
    un cochino y un jumento.
    Al cochino regalaba
    tanto, que al jumento mismo
    daba envidia, que esta falta
    es muy de asnos. Llegó el día
    de San Martín, y escuchaba
    el asno grandes gruñidos.
    Asomóse a una ventana,
    y vió al mísero cochino,
    el cuchillo a la garganta,
    que roncaba sin dormir.
    --¿Para aquesto le engordaban?
    --dijo el asno--. Voime al monte
    por leña, venga mi albarda.

  (_Adversa fortuna de D. Álvaro de Luna_, jornada 2.ª, escena
  IV.)


MEJOR GOZA EL BIEN QUIEN DESDE EL MAL VINO A ÉL

      Yo sé de cierto señor
    algo regalado y tierno
    que, acostándose el invierno,
    después que el calentador
      la cama le sazonaba,
    se levantaba en camisa,
    y dando causa a la risa,
    desnudo se paseaba.
      Burlábase de él su gente
    y juzgaba a desvarío
    que tiritase de frío
    y diese diente con diente
      quien abrigarse podía;
    mas él, después de haber dado
    sus paseos, casi helado
    a la cama se volvía,
      diciendo: --Para estimar
    el calor que ahora adquiero
    es necesario primero
    el frío experimentar.

  (_La Fingida Arcadia_, jornada 1.ª)

[Ilustración]



[Ilustración]

LOPE DE VEGA

_Madrid, 1592; † 1635._


PERDICES ME MANDA MI PADRE QUE COMA

      Un cuento en esta ocasión
    te diré muy semejante:
    Tenía un viejo estudiante,
    a tu traza y condición,
      un hidalgo en Salamanca,
    y escribióle que comiese
    lo más barato que hubiese
    en aquella plaza franca.
      Preguntaba qué valía
    una vaca a sus criados,
    y como veinte ducados
    el comprador respondía,
      replicaba: --¿Y dos perdices?
    --Cuatro reales. --Pues comer
    perdices y obedecer.
    . . . . . . . . . . . . . . . .

  (_Sembrar en buena tierra_, acto 1.º)


SI EL BURRO CAE, NADA

      Preguntóle un caminante
    a un labrador qué llevaba
    en una carga, y él dijo,
    previniendo la desgracia:
    --Yo, nada, si cae el jumento
    (que era de vidrios la carga).

  (_¡Si no vieran las mujeres!_..., acto 2.º, escena IV.)


EL MAL HACE APRECIAR EL BIEN

      En mi tierra, un azotado
    dió al verdugo cien escudos
    por que se los diese mudos,
    que era honrado y delicado.
      En saliendo por la puerta
    así la mano asentó,
    que al primero que le dió
    le dejó la espalda abierta.
      El hombre volvió del yugo
    la cabeza al golpe fiero
    y díjole: --¿Y el dinero?
    Y aquí respondió el verdugo:
      --Todos habían de ser
    como éste, y así sabrá
    en qué obligación me está
    por el dinero de ayer;
      que si quedo se los diera,
    bien sabe que no podía
    conocer la cortesía
    de los que adelante espera.

  (_Las cuentas del Gran Capitán_, acto 2.º)

[Ilustración]


[Ilustración]

EL LABRADOR, SU HIJO Y EL ASNO

      Yo no sé cómo ha de ser,
    que me sucede, señor,
    como al otro labrador
    que llevó el asno a vender.
      Que él y un hijo que tenía
    iban a pie tras la bestia
    y la gente con molestia
    ver libre el asno sufría.
      Subió el viejo, y no faltó
    quien dijo: --El mozo lleváis
    a pie, y caballero vais.
    Luego el viejo se bajó
      y subió el mozo; mas luego
    hubo quien dijo: --El anciano
    va a pie, y el mozo villano
    va caballero, ¡oh mal fuego!
      El viejo entonces subió
    con el mozo, y un lugar
    entero empezó a gritar:
    --¿Dos en un asno? Eso, no.
      Viendo tal desasosiego,
    los pies le ató, y en un pino
    llevaba al hombro el pollino
    de él y del hijo; mas luego
      se burlaron de los dos,
    diciendo: --¿Desa manera
    lleváis, necios, quien pudiera
    mejor llevaros a vos?
      El viejo entonces, tomando
    el asno, le despeñó
    a un río, y sospecho yo,
    que en estas vísperas ando,
      que viendo el ingenio mío,
    que no puede contentar
    a todos, habrá de dar
    con todo el asno en el río.

  (_Con su pan se lo coma_, acto 2.º)


ERROR SALVADO

      Mandóle pintar la Cena
    a un pintor un bachiller,
    y acabada, fuéla a ver,
    y hallóla de gente llena.
      Trece apóstoles contó,
    y dijo muy espantado:
    --Todo este lienzo está errado,
    no pienso pagarle yo.
      Un apóstol aquí está
    de más. Y el sabio pintor
    dijo: --Llevadla, señor,
    que éste, en cenando, se irá.

  (_Amar sin saber a quién_, acto 3.º, escena I.)


CENSURAR ES FÁCIL

      Escriben que Cicerón,
    oyendo al representante
    Galo, que en Roma triunfante
    tuvo excelente opinión,
      vió silbar y murmurar,
    y que comenzó a decir:
    --Mancebos, el escribir
    es ingenio, y no el silbar.
      Y esto al hombre se prohibe,
    porque en diferencia igual,
    silba cualquier animal,
    pero sólo el hombre escribe.

  (_Lo que ha de ser_, acto 1.º, escena VIII.)


NO FIRMES CARTA QUE NO LEAS

      Dijo un rey a un secretario
    que escribiese a cierto reino
    le hiciesen cien alabardas.
    Los reyes nunca hablan recio,
    y por no le preguntar,
    escribió al reino que luego
    le enviasen cien albardas.
    Despacháronselas presto;
    y estando el rey a un balcón
    con el secretario mesmo,
    vió venir las cien albardas;
    y diciéndole: --¿Qué es esto?,
    le respondió que traían
    lo que él mandó; a quien discreto
    replicó el Rey: --Repartamos
    desta manera las ciento:
    las cincuenta para mí,
    que firmo lo que no leo,
    y las otras para vos,
    pues más ligero que cuerdo
    hacéis lo que no entendéis.
    [Aplicar podéis el cuento.]

  (_La llave de la honra_, acto 1.º, escena XVI.)


EL LEÑADOR Y LA MUERTE[22]

      Escucha el cuento: Un caduco
    viejo, con años ochenta,
    traía leña de un monte
    hasta la ciudad de Atenas;
    como era tanto el trabajo,
    rogaba a la muerte fiera
    que le llevase, diciendo:
    --¡Ven, Muerte! Muerte, ¿no llegas?
    Oyóle la Muerte un día
    y con la armadura seca
    se puso al viejo delante;
    habló en los huesos sin lengua:
    --Dime, ¿qué quieres? --le dijo--.
    Y el viejo temblando en verla:
    --Que me ayudes a cargar
    este hacecillo de leña.

  (_Quien más no puede_, acto 2.º)


NORMA DE PRIVADOS

      Pésame, pues no es pequeño
    principio de aborrecer
    un criado el entender
    que sabe más que su dueño.
      De cierto rey se contó
    que le dijo a un gran privado:
    --Un papel me da cuidado,
    y si bien le he escrito yo,
      quiero ver otro de vos,
    y el mejor escoger quiero.
    Escribióle el caballero,
    y fué el mejor de los dos.
      Como vió que el Rey decía
    que era su papel mejor,
    fuése, y díjole al mayor
    hijo, de tres que tenía:
      --Vámonos del reino luego,
    que en gran peligro estoy yo.
    El mozo le preguntó
    la causa, turbado y ciego;
      Y respondióle: --Ha sabido
    el Rey que yo sé más que él;
    [y el alto no sufre a aquel
    que en algo le haya excedido.]

  (_El perro del hortelano_, acto 1.º, escena XVII.)


EL ASNO Y LA DIOSA

MENDO.

    Pues ¿a quién llevan dinero
    que reciba mal a quien
    se lo lleva?

TELLO EL VIEJO.

                 Dices bien,
    y agradecértelo quiero;
    que en un librillo he leído
    que en un jumento llevaban
    una diosa, que adoraban
    con el respeto debido
    los que la vían pasar,
    hincándose de rodillas,
    cuyas altas maravillas
    pudo el jumento pensar
    (como en fin era jumento)
    que eran por él, y paróse.
    Viéndolo el dueño, enfadóse
    del soberbio pensamiento,
    y pegándole muy bien,
    le dijo con voz furiosa:
    --No es a ti, sino a la diosa.
    Que es esto mismo también;
    y así, pidiendo primero
    del compararte perdón,
    las honras del Rey no son,
    Tello, a ti, sino al dinero.

  (_Los Tellos de Meneses_, 1.ª parte, acto 3.º, escena I.)

[Ilustración]


[Ilustración]

EL PERRO Y EL ASNO[23]

      Isopo cuenta que había
    un hombre en cierta nación
    que para su recreación
    una perrilla tenía;
    ésta, al entrar cada día
    en su casa, si tardaba,
    le halagaba y retozaba,
    por cuya causa a la mesa
    con la más segura presa
    el señor la regalaba.
      Atalayando un jumento
    desde su caballeriza
    que porque le solemniza
    le daba siempre sustento,
    con asnal atrevimiento
    una mañana salió,
    y en dos pies se levantó,
    y puso en el pecho todo
    las manos llenas de lodo,
    y aun dicen que le besó.
      Y al punto el señor mandó
    que le diesen muchos palos,
    en lugar de los regalos
    que entre sus piensos pensó.

  (_El más galán portugués_, acto 2.º)


EL CASCABEL AL GATO[24]

      Juntáronse los ratones
    para librarse del gato,
    y después de largo rato
    de disputas y opiniones,
      dijeron que acertarían
    en ponerle un cascabel,
    que andando el gato con él
    guardarse mejor podían.
      Salió un ratón barbicano,
    colilargo, hociquirromo,
    y encrespando el grueso lomo
    dijo al senado romano,
      después de hablar culto un rato:
    --¿Quién de todos ha de ser
    el que se atreva a poner
    ese cascabel al gato?

  (_La esclava de su galán_, acto 1.º, escena X.)


PERDER LO CIERTO POR LO DUDOSO[25]

      Un perro una vez pasaba
    otro río como el Duero,
    y un pedazo de carnero
    entre los dientes llevaba.
      La sombra, que no era poca,
    dentro de las aguas vió,
    y por cogerla soltó
    lo que llevaba en la boca.
      Fué a asirla, y su desvarío
    el perro al instante vió;
    volvió a su carne, y halló
    que se la llevó el tal río.

  (_El milagro por los celos_, jornada 3.ª)


EL SOBERBIO Y EL HUMILDE

      Se criaba un arbolillo
    en una huerta, y rogaba
    al que de él más cerca estaba,
    que era su muerte y cuchillo,
      que le dejase crecer;
    y el olmo presuntüoso,
    de sus ramas ambicioso,
    ni el sol le dejaba ver.
      --Arbolillo --le decía--,
    conténtate con vivir
    donde me puedas servir.
    Pero llegó al fin el día
      en que la villa intentó
    ensanchar el verde suelo,
    y el olmo atrevido al cielo
    cortado al suelo cayó.
      El arbolillo, ya dueño
    del sol, dijo: --Estos asaltos
    da la fortuna a los altos;
    más me quiero ser pequeño.

  (_El desconfiado_, acto 2.º)


EL SOBERBIO ABATIDO

      Escribe Esopo que había
    hecho burla el roble fuerte
    de la débil caña. Advierte
    lo que a los dos pasó un día:
      Vino un viento, y el altivo
    roble, fuerte, resistió
    tanto, que el tronco sacó
    de su cimiento nativo.
      Pero la caña humillada
    por encima le dejó
    que pasase, y él pasó
    sin que la ofendiese en nada.
      Y ansí, cesando la guerra,
    la caña se alzó como antes,
    y el roble las arrogantes
    ramas dejó por la tierra.

  (_Los hidalgos del aldea_, acto 3.º)


CONTENTARSE CON SU ESTADO

      Cuentan acá los pastores
    que a Júpiter se quejó
    un monte (presumo yo
    que de los montes mayores),
      diciéndole: --Gran señor,
    cuanto has criado se muda;
    si yo estoy firme, es sin duda
    que tengo poco valor.
      Los que estaban encumbrados
    bajan tan bajos que espantan,
    y a sus puestos se levantan
    los que estaban derribados.
      Alguno fué pobre ayer
    que hoy tiene suma riqueza,
    y otro viene a gran pobreza
    que tuvo inmenso poder.
      ¿Cómo yo nunca soy más
    de aquel ser en que nací?
    Pero respondióle así:
    --¡Oh necio! Engañado estás.
      Déjalo todo mudar,
    pues firme puedes vivir;
    que quien no pudo subir,
    tampoco pudo bajar.

  (_El hijo de los leones_, acto 2.º, escena XI.)


LAS MUELAS Y EL HOMBRE

      A Júpiter se quejaron
    las muelas del hombre un día,
    diciendo a su señoría
    los años que trabajaron
      desde la muela primera,
    mascando lo que comía,
    y que por dolor de un día
    luego las echaban fuera.
      Don Júpiter le riñó,
    y él respondió: --¿Qué he de hacer,
    si no dejan de doler?
    A quien luego replicó:
      --Hombre, sufre, pues te toca,
    el dolor, que bien podrás;
    que después te alegrarás
    de ver tu muela en tu boca.

  (_Porfiar hasta morir_, acto 3.º, escena XII.)


ESCARMENTAR EN CABEZA AJENA[26]

      La zorra, el asno y león,
    un día que a caza fueron,
    sobre un prado la pusieron
    para hacer su partición.
      Dijo el león al jumento:
    --Parte esa caza. Y el bobo
    hizo tres partes del robo:
    dió la suya al león hambriento.
      Viendo el león que le daba
    parte igual, agarró de él
    y deshízole cruel
    porque con él se igualaba.
      Luego a la zorra miró,
    y dijo: --Parte esa presa.
    La zorra tomó la presa
    más pequeñita que halló,
      y dió al león lo demás,
    que le dijo: --¿Cómo has hecho
    tan a gusto de mi pecho
    partes, pues tanta me das?
      Respondió: --Mi habilidad
    y cauta naturaleza
    me enseñó que a tu grandeza
    rinda mi flaca humildad.
      Por cuyas cuerdas razones
    me río yo de jumentos
    que igualan sus pensamientos
    a los soberbios leones.

  (_Obras son amores_, acto 3.º)


EL LOBO Y EL CORDERO[27]

      Bebía un cordero humilde
    de un arroyo en la corriente
    por lo bajo, y en lo alto
    un lobo voraz y aleve;
    y como matar quería
    al corderillo inocente,
    --Mira que me enturbias --dijo--
    el agua; tan recio bebes.
    El cordero respondió:
      --Lobo amigo, pleito quieres;
    si estoy en bajo y tú en alto,
    tú la enturbias, tú me ofendes.
    ¿Qué tienen que ver mis deudos,
    que el agua en lo bajo beben,
    contigo, que estás en alto,
    si no es que pleito pretendes?

  (_La hermosura aborrecida_, acto 2.º, escena VI.)


[Ilustración]

LA GATA MUJER[28]

      ¡Plegue al cielo que no sea
    como aquel hombre de Atenas,
    que pidió a Venus le hiciese
    mujer, con ruegos y ofrendas,
    una gata dominica,
    quiero decir, blanca y negra!
    Estando en su estrado un día
    con moño y naguas de tela,
    vió pasar un animal
    de aquestos, como poetas,
    que andan royendo papeles,
    y dando un salto ligera
    de la tarima al ratón,
    mostró que en naturaleza
    la que es gata, será gata;
    la que es perra, será perra,
    _in saecula saeculorum_.
    . . . . . . . . . . . . . . . .

  (_El castigo sin venganza_, acto 3.º)


LA GATA MUJER

      Cierta fabulilla trata
    que un hombre quiso a una gata,
    de suerte que cada día
    a Júpiter le pedía
    con ofrendas de oro y plata
      se la volviese mujer.
    Júpiter lo vino a hacer;
    y estando el hombre casado,
    y ella sentada en su estrado
    viendo cantar y tañer,
      dicen que un ratón pasó,
    y apenas ella le vió
    cuando, corriendo tras él,
    le dió uñarada cruel
    y al primero ser volvió.

  (_El Príncipe Perfecto_, 1.ª parte, acto 2.º, escena XIV.)


LA GATA MUJER

      Las fábulas nos cuentan que una gata
    de tal manera amaba un hombre rico,
    que pidió a Juno, y dió un blandón de plata
    que la hiciese mujer, y a mí la aplico.
      La diosa, por no ser al dón ingrata,
    mudóle en rostro humano el negro hocico,
    la piel pelosa en cuerpo deseado,
    y fué su casamiento celebrado.
      Mas como en el estrado viese un día
    pasar unos ratones, como antes
    arrojóse tras ellos la que había
    tratado en liviandades semejantes[29].

  (_Ejemplo de casadas_, acto 2.º)


EL ASNO Y EL COCHINO[30]

      [Al amor de la lumbre], en un librillo,
    leía esotra noche mi carillo,
    pienso que eran las _trápulas_ de Esopo,
    que un asno, viendo a un puerco como un topo
    siempre echado a pacer en la pocilga,
    con envidia que el ánima pecilga
    decía: --Que éste engorde y yo trabaje,
    que el mozo el pan, y el amo a veces baje
    cáscaras de melón y otros regalos,
    y a mí con agua y leña me den palos.
    Pero llegado el día de San Lucas,
    agarraron al puerco, y al pescuezo
    pusieron el cuchillo; y cuando el asno
    oyó los gritos, dijo: --Hermano puerco,
    si para eso os engordaba el amo,
    igual es trabajar; asno me llamo.

  (_Con su pan se lo coma_, acto 1.º)


GRATITUD

      Feroz león la planta, fiera en vano,
    atravesada de la dura espina,
    muestra al esclavo, y a curarle inclina,
    humilde el inhumano, al sabio humano.
      Vele después salir en el romano
    Anfiteatro, y que a morir camina,
    y paga la piadosa medicina
    rendido al pie que le curó la mano.
      Pues si humilla un león tanta fiereza,
    ¿quién hay que corresponda con mal trato
    a quien debe piedad, honra y nobleza?
      Siendo un león de la amistad retrato,
    corrida puede estar naturaleza
    el día que ha formado un hombre ingrato.

  (_Amar sin saber a quién_, acto 2.º, escena III.)

[Ilustración]



[Ilustración]

BALTASAR DEL ALCÁZAR

_Sevilla, 1530; † 1606._


DESENGAÑO

      Quiso Mercurio saber,
    juzgándose sin segundo,
    la estimación que en el mundo
    su deidad pudo tener.
      Y halló ser necesario
    para enterarse del hecho,
    irse a la tienda derecho
    de un pintor imaginario.
      Y así en ello resumido,
    hizo al punto su viaje,
    mudado el divino traje,
    para no ser conocido,
      sin mirar cuán fácil es,
    al escarbar la gallina,
    descubrir la aguda espina
    que le lastima los pies.
      Vido llena la oficina
    de tablas artificiosas,
    todas de dioses y diosas
    de belleza peregrina.
      También vió la suya entre ellas,
    que a su parecer ultraja
    las demás con la ventaja
    que el sol hace a las estrellas.
      Hallóse a todo presente
    el artífice discreto,
    con quien el dios inquieto
    tuvo el coloquio siguiente:
      --Esta tabla principal
    de Júpiter ¿cuánto vale?
    --Esa de ordinario sale
    vendida en medio real.
      --Y ésta de la diosa Juno,
    ¿en qué se suele vender?
    --Esta, por ser de mujer,
    suele venderse por uno.
      --Y esta del famoso dios
    Mercurio ¿en qué sueles dalla?
    --De balde suele llevalla
    quien me compra esotras dos.
      Amargóle esta verdad,
    pero juzgó sin pasión
    que la propia estimación
    no suele dar calidad,
      y que los que más están
    con su estimación casados,
    sólo tienen de estimados
    lo que los otros les dan.

[Ilustración]



[Ilustración]

JUAN RUIZ, ARCIPRESTE DE HITA

Del “_Libro de Buen amor_” escrito en 1330.


EL MUR DE MONFERRADO E EL MUR DE GUADALAJARA

      Mur de Guadalajara un lunes madrugara
    fuese a Monferrado, a mercado andaba;
    un mur de franca barba recibiol’ en su casa,
    convidol’ a yantar e diole una faba.
      Estaba en mesa pobre buen gesto e buena cara,
    con la poca vianda buena voluntad para,
    a los pobres manjares el placer los repara;
    pagos’ del buen talante mur de Guadalajara.
      La su yantar comida, el manjar acabado,
    convidó el de la villa al mur de Monferrado
    que el martes quisiese ir ver el su mercado,
    e como él fué suyo, fuese él su convidado.
      Fué con él a su casa e diol’ mucho de queso,
    mucho tocino lardo, que non era salpreso,
    enjundias e pan cocho sin ración e sin peso;
    con esto el aldeano tovos’ por bien apreso.
      Manteles de buen lienzo, una blanca talega
    bien llena de farina, el mur allí se allega;
    mucha honra le fizo e servicio quel’ plega,
    alegría, buen rostro, con todo esto se llega.
      Está en mesa rica mucha buena vïanda,
    un manjar mejor que otro amenudo y anda,
    e demás buen talente, huésped esto demanda:
    solaz con yantar buena todos los homes ablanda.
      Do comían e folgaban, en medio de su yantar,
    la puerta del palacio comenzó a sonar;
    abríala su señora, dentro quería entrar.
    Los mures, con el miedo, fuxieron al andar.
      Mur de Guadalajara entró en su forado;
    el huésped acá e allá fuía deserrado,
    non tenía lugar cierto do fuese amparado,
    estovo a lo escuro a la pared arrimado.
      Cerrada ya la puerta e pasado el temor,
    estaba el aldeano con miedo e con tremor;
    falagábal’ el otro deciendol’: --Amigo, señor,
    alégrate e come de lo que has más sabor.
      Este manjar es dulce, sabe como la miel.
    Dixo el aldeano al otro: --Venino yaz en él;
    el que teme la muerte, el panal le sabe fiel;
    a ti solo es dulce, tú solo come dél.
      Al home con el miedo nol’ sabe dulce cosa,
    non tiene voluntad clara la vista temerosa;
    con miedo de la muerte, la miel non es sabrosa,
    todas cosas amargan en vida peligrosa.
      Más quiero roer faba seguro e en paz
    que comer mil manjares corrido e sin solaz;
    las viandas preciadas con miedo son agraz,
    todo es amargura do mortal miedo yaz.
      Porque tanto me tardo, aquí todo me mato
    del miedo que he habido cuando bien me lo cato;
    como estaba solo, si viniera el gato,
    allí me alcanzara e me diera mal rato.
      Tú tienes grandes casas, mas hay mucha compaña;
    comes muchas vïandas, aquesto te engaña:
    buena es mi pobreza en segura cabaña,
    que mal pisa el home, el gato mal rascaña.
      Con paz e seguranza es buena la pobreza,
    al rico temeroso es pobre la riqueza,
    siempre tiene recelo e con miedo tristeza;
    la pobredad alegre es segura nobleza.


LA RAPOSA E EL CUERVO

      La marfusa un día con la fambre andaba,
    vido el cuervo negro en un árbol do estaba
    grand pedazo de queso en el pico levaba,
    ella con su lisonja tan bien lo saludaba:
      --¡Oh cuervo tan apuesto!, del cisne eres pariente,
    en blancura en dono fermoso, reluciente
    más que todas las aves cantas muy dulcemente;
    si un cantar dixieres, diré yo por él veinte.
      Mejor que la calandria nin el papagayo,
    mejor gritas que tordo, nin ruiseñor, nin gayo;
    si agora cantases, todo el pesar que trayo
    me tirarías en punto más que otro ensayo.
      Bien se cuidó el cuervo que con el gorjear
    placía a todo el mundo más que con otro cantar;
    creyó que la su lengua e el su mucho graznar
    alegraba las gentes más que otro juglar.
      Comenzó a cantar, la su voz a ercer
    el queso de la boca hóbosele a caer;
    la gulhara en punto se lo fué a comer;
    el cuervo con el daño hobo de entristecer.
      Falsa honra e vana gloria y el risete falso
    dan pesar e tristeza e daño sin traspaso:
    muchos cuidan que guarda el viñadero el paso,
    e es la magadaña que está en el cadahalso.

[Ilustración]


[Ilustración]



[Ilustración]

ÍNDICE


                                          PÁGS.

  ADVERTENCIA                                 V


  RAFAEL POMBO

  El pinzón y la urraca                       1

  El sol y el polvo                           2

  La cangreja consejera                       2


  MANUEL DEL PALACIO

  Los pedazos de mármol                       4

  Naturalismo                                 6


  RAMÓN DE CAMPOAMOR

  Los hijos y los padres                      8

  Los padres y los hijos                      9

  La carambola                               10

  El concierto de los animales               11

  Los dos gorriones                          15

  Salvar el honor con frases                 16


  ANTONIO DE TRUEBA

  El ejemplo                                 18

  Los tres amigos                            20

  La parte del león                          23

  El lobo y el cordero                       26


  CONCEPCIÓN ARENAL

  El sobrio y el glotón                      28

  El lobo murmurador                         29


  JUAN EUGENIO HARTZENBUSCH

  Las espigas                                31

  Los tres quejosos                          31

  El dromedario y el camello                 33

  El comprador y el hortera                  33

  El jumento murmurador                      35

  El avaro y el jornalero                    36

  Las indirectas del padre Cobos             37

  La alacena                                 40

  El caballo de bronce                       42

  La rebanadita de pan                       46

  A su tiempo cada cosa                      48


  MIGUEL AGUSTÍN PRÍNCIPE

  El papel y el trapo                        49

  El tiempo perdido                          50


  FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA

  El topo y el gusano de luz                 51

  El zagal y el nido                         52


  ANDRÉS BELLO

  La ardilla, el dogo y el zorro             54


  FÉLIX M. DE SAMANIEGO

  El camello y la pulga                      58

  La alforja                                 59

  El cuervo y el zorro                       60

  El perro y el cocodrilo                    62

  Las dos ranas                              63

  La zorra y el busto                        65

  El raposo, la mujer y el gallo             66

  El león vencido por el hombre              68

  La lechera                                 71

  Los gatos escrupulosos                     73

  El viejo y la muerte                       73

  La mona                                    74

  Los dos amigos y el oso                    75

  La zorra y las uvas                        76

  El congreso de los ratones                 78

  El charlatán                               81

  La cigarra y la hormiga                    82


  TOMÁS DE IRIARTE

  Los dos conejos                            85

  El gozque y el macho de noria              87

  La ardilla y el caballo                    90

  La compra del asno                         92

  El naturalista y las lagartijas            94

  El topo y otros animales                   97

  El oso, la mona y el cerdo                101

  Los dos loros y la cotorra                102

  La campana y el esquilón                  103

  El pedernal y el eslabón                  104

  El burro flautista                        105


  PEDRO DE SALAS

  El ratón del campo y el cortesano         107


  JOSÉ DE CAÑIZARES

  Lo cierto por lo dudoso                   109


  FRANCISCO DE LA TORRE

  Al romper el alba                         111


  AGUSTÍN MORETO

  Respuesta de Pero Grullo                  112

  Codicia de lo prohibido                   112

  La fruta prohibida                        114

  Por la puente, que está seco              115

  El desafío                                116

  El placer de la venganza                  116


  CRISTÓBAL DE MONROY

  La naturaleza puede más que el arte       118


  ANTONIO DE SOLÍS

  No era nada lo del ojo                    120


  JUAN DE MATOS FRAGOSO

  El perro y el asno                        121

  Afeitar por amor de Dios                  122

  El duende                                 122

  La mula del doctor                        123


  JUAN PÉREZ DE MONTALBÁN

  Testigo recusado                          125


  FRANCISCO DE LEYVA

  La precipitación                          127

  El loco por la pena es cuerdo             128


  ÁLVARO CUBILLO DE ARAGÓN

  El burro entre dos piensos                130

  Maldición de corcovado                    131


  SEBASTIÁN DE VILLAVICIOSA

  El sueño engañoso                         132


  JACINTO DE HERRERA

  El embustero                              133

  La zorra y el león                        135


  LUIS DE BELMONTE

  Los arqueólogos                           136


  ANTONIO MIRA DE AMESCUA

  La cigarra y la hormiga                   138


  CALDERÓN DE LA BARCA

  Por un cero                               139

  Comedimiento y astucia                    141

  El consuelo                               142

  Desprecio de la grandeza humana           142

  Pasión de poeta                           143

  Culpar al prójimo de la falta propia      144

  Por no hablar claro                       145

  Contentar a todos                         146

  Los huéspedes qué gusto dan...            147

  La manda del soldado                      148

  El gangoso                                148

  Aprendiera buen oficio                    150

  El mal pintor                             152

  La liberalidad                            152

  El ciego                                  154

  Regateo                                   154

  Para ablandar la cama                     155


  FRANCISCO DE ROJAS Y ZORRILLA

  La mula del doctor                        157

  El cochino                                158


  JUAN RUIZ DE ALARCÓN

  El ofensor ofendido                       161

  El cobarde                                162

  El sabio entre los locos                  163

  Después de yo muerto                      163

  Quien pide, alcanza                       164

  El ruin con mando                         165

  La corneja con plumas ajenas              167


  TIRSO DE MOLINA

  El león y la raposa                       169

  La mula del doctor                        171

  El asno y el cochino                      172

  Mejor goza del bien quien desde el mal
    vino a él                               173


  LOPE DE VEGA

  Perdices me manda mi padre que coma       175

  Si el burro cae, nada                     176

  El mal hace apreciar el bien              176

  El labrador, su hijo y el asno            178

  Error salvado                             179

  Censurar es fácil                         180

  No firmes carta que no leas               180

  El leñador y la muerte                    181

  Norma de privados                         182

  El asno y la diosa                        183

  El perro y el asno                        185

  El cascabel al gato                       186

  Perder lo cierto por lo dudoso            187

  El soberbio y el humilde                  187

  El soberbio abatido                       188

  Contentarse con su estado                 189

  Las muelas y el hombre                    190

  Escarmentar en cabeza ajena               191

  El lobo y el cordero                      192

  La gata mujer                             193

  La gata mujer                             194

  La gata mujer                             194

  El asno y el cochino                      195

  Gratitud                                  196


  BALTASAR DEL ALCÁZAR

  Desengaño                                 197


  ARCIPRESTE DE HITA

  El mur Monferrado e el mur de
    Guadalajara                             200

  La raposa y el cuervo                     202



NOTAS


[1] Campoamor escribió las fábulas de los quince a los veintitrés años.

[2] Ver la pág. 191. Se incluyen a veces fábulas del mismo asunto para
poder establecer comparaciones.

[3] Ver el mismo asunto en la pág. 192.

[4] Arreglo de un cuento de don Agustín Moreto.

[5] Así fué llamada por mucho tiempo la que estaba a orilla del
estanque mayor del Retiro.

[6] Escrita con motivo de la inauguración del nuevo edificio destinado
a Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Madrid en el año de 1875.

[7] Ver el mismo asunto en la pág. 181.

[8] Ver el mismo asunto en la pág. 186.

[9] Ver el mismo asunto en la pág. 138.

[10] Incluyo esta fábula como muestra de una versificación que estuvo
en boga a fines del siglo XVI y comienzos del XVII, en que se ensayaron
multitud de extravagancias rítmicas.

[11] Ver el mismo asunto en la pág. 187.

[12] Ver págs. 193 y 194.

[13] Ver el mismo asunto en la pág. 185.

[14] Véase el mismo asunto en las págs. 157 y 171.

[15] El asunto de este cuento es el mismo que incluye Cervantes en el
_Quijote_, parte II, cap. II.

[16] Compárese pág. 169.

[17] Ver pág. 82.

[18] Ver págs. 123 y 171.

[19] Ver pág. 135.

[20] Ver págs. 123 y 157.

[21] Ver pág. 195.

[22] Ver pág. 73.

[23] Ver pág. 121.

[24] Ver pág. 78.

[25] Ver pág. 109.

[26] Ver pág. 23.

[27] Ver pág. 26.

[28] Ver pág. 118.

[29] He puesto aquí estas tres fábulas seguidas como muestra de la
facilidad que tenía Lope de Vega para tratar múltiples veces un mismo
asunto sin repetirse en la forma.

[30] Ver pág. 172.




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