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Title: Metamorfóseos o Transformaciones (3 de 4)
Author: Nasón, Publio Ovidio
Language: Spanish
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*** Start of this LibraryBlog Digital Book "Metamorfóseos o Transformaciones (3 de 4)" ***

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(3 DE 4) ***

NOTA DE TRANSCRIPCIÓN

  * Las cursivas se muestran entre _subrayados_ y las versalitas se han
    convertido a MAYÚSCULAS.

  * Los errores de imprenta han sido corregidos.

  * La ortografía del texto original ha sido respetada, con
    normalización de las variantes a la grafía más frecuente y tildado
    de las mayúsculas.

  * Las notas a pie de página han sido renumeradas y colocadas al final
    del tomo.

  * Se han reubicado muy ligeramente algunas ilustraciones para que no
    interrumpan un párrafo. Asimismo se han dividido algunos párrafos
    para alojar una ilustración.

  * Se ha añadido al final un listado de las estampas numeradas que
    ilustran el tomo. Las estampas del libro Nono no aparecen en el
    original en el orden de su numeración.

  * Las páginas en blanco han sido eliminadas.



  METAMORFÓSEOS
  ó
  TRANSFORMACIONES DE OVIDIO.



  METAMORFÓSEOS

  ó

  TRANSFORMACIONES DE OVIDIO,

  TRADUCIDOS AL CASTELLANO

  CON ALGUNAS NOTAS PARA SU INTELIGENCIA,

  _POR DON FRANCISCO CRIVELL._


  NUEVA EDICION.


  TOMO III.


  MADRID EN LA IMPRENTA REAL
  AÑO DE 1819.



  ÍNDICE
  de las Fábulas contenidas en este tomo.


LIBRO OCTAVO.

                                                                   Pág.

  ARGUMENTO.                                                         1

  FÁBULA PRIMERA. _Minos pone sitio á Megara._                       3

  FÁB. II. _Teseo mata al Minotauro._                               12

  _Dédalo hace alas para sí y su hijo Icaro._                       15

  FÁB. III. _Icaro cae al mar._                                     17

  FÁB. IV. _Perdix convertido en ave._                              20

  FÁB. V. _Meleagro mata el jabalí de Calidonia._                   23

  FÁB. VI. _Teseo se detiene en casa de Aqueloo._                   41

  FÁB. VII. _Filemon y Baucis._                                     46

  _La hambre se apodera de Eresicton._                              53

  FÁB. VIII. _Metra toma diferentes formas._                        59


LIBRO NONO.

  ARGUMENTO.                                                        62

  FÁBULA PRIMERA. _Combate de Aqueloo._                             64

  FÁB. II. _Rapto de Deyanira._                                     71

  FÁB. III. _Muerte de Hércules._                                   75

  FÁB. IV. _Apoteosis de Hércules._                                 83

  FÁB. V. _Lucina retarda el parto de Alcmena._                     85

  FÁB. VI. _Driope convertida en lotos._                            89

  FÁB. VII. _Biblis transformada en fuente._                        98

  FÁB. VIII. _Ifis transformada en varon._                         113


LIBRO DÉCIMO.

  ARGUMENTO.                                                       122

  FÁBULA PRIMERA. _Eurídice muere de la mordedura de una
    serpiente._                                                    124

  FÁB. II. _Bajada de Orfeo á los infiernos._                      126

  FÁB. III. _Orfeo toca la lira en el monte Rodope._               131

  FÁB. IV. _Cipariso transformado en ciprés._                      133

  FÁB. V. _Rapto de Ganimedes._                                    136

  FÁB. VI. _Jacinto transformado en flor._                         138

  FÁB. VII. _Los Cerastes convertidos en toros._                   142

  FÁB. VIII. _Pigmalion._                                          144

  FÁB. IX. _Mirra convertida en árbol._                            149

  FÁB. X. _Nacimiento de Adonis._                                  161

  FÁB. XI. _Venus y Adonis._                                       163

  FÁB. XII. _Venus y Adonis sobre el cesped._                      166

  FÁB. XIII. _Carrera de Hipomenes y Atalanta._                    167

  FÁB. XIV. _Hipomenes convertido en leon y Atalanta en leona._    176

  FÁB. XV. _Muerte de Adonis._                                     179


LIBRO ONCENO.

  ARGUMENTO.                                                       181

  FÁBULA PRIMERA. _Orfeo despedazado por las Bacantes._            183

  FÁB. II. _Baco deja la Tracia._                                  188

  FÁB. III. _Apolo y Midas._                                       192

  FÁB. IV. _Proteo predice las bodas de Tetis y Peleo._            197

  FÁB. V. _Naufragio de Ceix._                                     208

  FÁB. VI. _Hesperia huye de Esaco._                               228



[Ilustración]

LIBRO OCTAVO.

_ARGUMENTO._


Despues que Minos puso sitio y tomó á Megara, Niso fue transformado
en gavilan y Escila en cogujada. Desde aqui aquel volvió á Creta,
donde estaba el Minotauro encerrado en el laberinto. Habiendo muerto
á este Teseo, y volviendo con Ariadna á su patria, la abandonó en
el camino. De aqui la llevó Baco, y colocó su corona en el cielo.
Queriendo Icaro volar en pos de su padre de la isla de Creta, cayó y
se ahogó en el mar; y cuando estaba aquel haciéndole las exequias,
fue visto por Perdix, en que poco antes habia sido transformado Acalo
su sobrino. Llamado Teseo para matar el jabalí de Calidonia, murió
Meleagro, y fueron transformadas sus hermanas en aves, llamadas de su
nombre Meleágrides. Despues, hospedado por Aqueloo, vió á las Náyades
convertidas en las islas Equinades. La posibilidad de estos hechos
la prueba Lelex con el egemplo de Baucis y Filemon transformados en
árboles, su casa en templo, y su aldea en laguna. Finalmente añade
Aqueloo las transformaciones de Proteo y Metra, y las suyas, de que
habia usado en otro tiempo cuando se vió oprimido de Hércules por causa
de Deyanira.

[Ilustración: (82) La enamorada Escila es despreciada de Minos por
traidora.]



FÁBULA PRIMERA.

_MINOS PONE SITIO Á MEGARA._


Luego que el lucero de la mañana, ahuyentadas las tinieblas de la
noche, restituyó el claro dia, dejó de soplar el solano, y las nubes
llovedoras se iban levantando, el suave austro facilita la navegacion
á los soldados de Eaco y á Céfalo, quienes habiéndose hecho á la vela,
arribaron felizmente á Atenas en menos tiempo que lo que creian. Entre
tanto Minos, tomadas y asoladas las playas de Megara, dirigió la fuerza
de su egército contra esta ciudad, en que reinaba Niso,[1] cuya suerte
y seguridad del reino consistia en un cabello encarnado[2] que tenia en
medio de las canas. Ya habia seis veces la luna llenado su redondez,[3]
y aun duraba el sitio, sin que la fortuna, que entre los dos volaba,
se hubiese declarado por ninguno de los dos partidos. Era el Real
palacio de Megara una torre edificada sobre sus muros armoniosos, en
los cuales se cuenta que Apolo dejó depositada su dorada lira, y que
su sonido se comunicó á las piedras. Escila[4] en tiempo de paz solia
subir muchas veces á esta torre, y entretenerse en hacer resonar las
piedras de los muros, tirando á ellos algunas piedrecillas. Durante
el sitio iba tambien por ver desde alli los ataques y encuentros
sangrientos de Marte que se daban al rededor de la ciudad. Como hacia
mucho tiempo que el enemigo estaba acampado, ya conocia por sus nombres
á los principales oficiales, sus armas, caballos, y modo de pelear.
Especialmente habia observado á su capitan[5] con mas atencion de la
que era menester para su tranquilidad. En su opinion Minos si cubria
su cabeza con el morrion soberbio, con su penacho era gallardo; si
tomaba el refulgente escudo, le caia bien; si lanzaba el asta con
sus brazos, alababa sus fuerzas y destreza, y juraba que Apolo no
era mas diestro en disparar del arco las saetas. Cuando se quitaba
el morrion para montar á caballo,[6] y sujetarle haciendo egercicio,
salia fuera de sí, y llamaba dichoso al dardo que él manejaba, y
venturosas á las riendas que tocaba con la mano. La venian ímpetus
(si la fuera decente) de salirse á pasear entre el egército enemigo,
y arrojarse de lo alto de la torre por caer en el campo de su amante;
en fin estaba dispuesta á abrirle las puertas de bronce de la ciudad,
ó á egecutar otra cualquiera cosa que fuese en favor de Minos. Sentada
en lo alto de la torre, y tendiendo la vista al pabellon Real de su
enamorado: „No sé, decia, si debo alegrarme ó entristecerme con esta
deplorable guerra: siento á la verdad que Minos sea enemigo de quien
le ama; pero si no hubiera guerra ¿cómo yo le pudiera conocer? ¡Oh!
¡si quisiera terminarla aceptándome á mí en rehenes, y que siendo yo
prenda de la paz me llevase consigo! Gallardo Minos, Príncipe el mas
hermoso de todos, si la que te dió á luz[7] fue tan hermosa como tú,
con razon se enamoró Júpiter de ella. Seria yo muy feliz si conducida
en alas por los aires pudiese volar á tu campamento, y manifestándome
á tí, y confesándote mi amor, preguntarte qué querrias te diese por
ser mio, que todo seria otorgado, con tal que no pidieses el reino de
mi padre. Porque mejor quisiera perder las esperanzas de mi amor,
que conseguirlas por una traicion. Aunque muchas veces sucede que la
clemencia del vencedor hace mas suave la condicion de los vencidos. La
guerra que Minos hace para vengar la muerte de su hijo[8] es justa; y
puesto que la razon y fortuna estan de su parte, no podremos dejar de
ser vencidos; y si este fuese el fin y la suerte de esta ciudad, ¿para
qué ha de allanar Marte los muros, pudiendo hacerlo mi amor? De este
modo podrá vencer sin muertes, sin dilacion, y sin exponerse á recibir
ninguna herida. ¡Ay de mí! Mucho temo, querido Minos, la suerte que
rezelo, y es que alguno sin conocerte te hiera; digo sin conocerte,
porque ¿quién será tan cruel que sabiendo quién eres, se atreva á
dirigir su lanza contra tí? Elijo y me resuelvo á entregarme, dando mi
patria en dote, y poner asi fin á esta guerra; pero de nada sirve el
estar resuelta á ello: las puertas de la ciudad estan cerradas, y mi
padre tiene las llaves; á él solo temo; solo él retarda mis deseos.
¡Ojalá permitieran los Dioses que me hallara sin padre! Pero cualquiera
se figura que es un Dios; la fortuna se burla de los vanos ruegos.
Cualquiera otra, abrasada en un amor tan grande, ya hubiera vencido
todos los obstáculos que se opusiesen á su pasion; y ¿qué? ¿tendré yo
menos valor para vencerlos, aunque me sea necesario pasar por entre
el fuego y el hierro? Pero no tengo necesidad de exponerme á tantos
riesgos; solo necesito del cabello de mi padre. Él será para mí mas
precioso que el oro; hará mi felicidad, y pondrá colmo á mis deseos.”

Estando Escila revolviendo en su imaginacion estos pensamientos,
sobrevino la noche, y las tinieblas, tan propias para fomentar nuestras
inquietudes, aumentaron su atrevimiento. Apoderábase ya el primer
sueño de los cuerpos fatigados con los trabajos del dia, y he aqui la
ocasion en que entrando esta pérfida sin ser sentida en el aposento de
su padre, le corta (¡oh atrocidad!) el fatal cabello. Ufana la Princesa
con este precioso depósito, á quien el crímen daba nuevo atrevimiento,
sale de la ciudad apresurada; y atravesando el campo enemigo, llega
á la tienda de Minos, á quien, sorprendido de verla, habló de esta
manera: „Príncipe, no te admires de ver á la hija de Niso, que viene
á entregarte su patria y Dioses: el amor ha sido el consejero de esta
maldad. Toma este purpúreo cabello, prenda de mi amor, y no eres dueño
de él solo, sino de la vida de mi padre; solo tu corazon te pido por
premio de un servicio tan importante.” Minos, turbado con la idea de
tal maldad, rehusando recibirle, la dijo: „¡Deshonra de nuestro siglo,
los Dioses te destierren de su reino, y te nieguen el beneficio de
la tierra y el mar![9] Ciertamente yo no consentiré que la isla de
Creta,[10] en que Júpiter tuvo su cuna, y que es mi reino, admita en su
recinto á quien cometió tal atrocidad.”

Despues que hubo dicho estas palabras se hizo dueño de la ciudad,
impuso leyes á los vencidos,[11] y mandó dar la vela á sus naves
forradas de cobre. Viéndose Escila tan cruelmente despreciada, se
entrega á todos los transportes de su ira; y dando rienda á su furia,
con el cabello desgreñado y las manos extendidas, exclama diciendo:
„¿Adónde huyes, ingrato? ¿Por qué no llevas contigo á la que te ha
procurado la victoria? ¿Tú sabes, oh pérfido, que te he preferido á mi
padre y patria, y sin embargo me abandonas con tanta vileza? ¿Qué?
¿no pudieron moverte ni mi amor, ni el fatal presente que te hice, ni
el colocar en tí todas mis esperanzas? ¡Desgraciada de mí! ¿Adónde me
volveré ya desamparada? ¿Á mi patria? Ya no existe para mí; y aunque
existiera, mi perfidia me ha desterrado para siempre de ella. ¿Á la
vista de mi padre, que sacrílega te entregué? Los ciudadanos dignamente
me aborrecen; los comarcanos se horrorizan de un egemplo semejante,
y con razon temerian que egecutase con ellos igual vileza. Me he
desterrado de toda la redondez de la tierra por solo la isla de Creta.
¿Y tienes valor para impedirme la entrada en ella? ¿Asi me desamparas,
ingrato? No, no eres hijo de Europa, sino nacido quizá en alguna de las
Sirtes,[12] ó de una tigre de Armenia, ó de Escila,[13] que ocasiona
mil naufragios. No, no eres hijo de Júpiter, como presumes, convertido
en toro para robar á tu madre, porque esto es solo una vana ficcion
que inventaron para darte un orígen ilustre. El toro á quien debes tu
nacimiento era mucho mas que fiero, y nunca conoció los efectos de
amor. ¡Oh padre mio, dame el castigo que merezco! ¡y vosotros muros que
poco há he vendido, regocijaos al verme sufrir con razon tantos males!
Confieso que los merezco, y que soy digna de morir; pero ya que muera
sea á manos de aquellos á quienes he ofendido. ¿Por qué tú que venciste
con mi delito quieres ahora tomar venganza de él? El crímen que yo he
cometido ha sido en beneficio tuyo, y contra mi padre y patria. ¡Oh!
¡y qué digna es de tenerte por marido aquella que concibió por un toro
un amor detestable, y que dió á luz al monstruo Minotauro![14] ¿Pero
mis tristes lamentos llegan acaso á tus oidos? Los vientos se llevan
mis vanas palabras, del mismo modo que impelen y esparcen tus naves.
Ya, ya no me admiro de que tu muger Pasifae antepusiese un toro á tu
amor. Mas fiero eras tú que él. ¡Ay infelice de mí! ¡Cuán alegre se
aleja el ingrato surcando las olas, que impelen los remos causando tan
grande ruido! Pero en vano procuras alejarte de mí; te seguiré á todas
partes, y asida á la popa de tu nave, atravesaré los anchurosos mares.”
Apenas acabó de decir esto cuando se arroja al mar, é infundiéndola
fuerzas el amor, llega nadando hasta la nave de Minos, en la que se
detiene á pesar suyo. Niso, su padre, que ya se habia transformado en
gavilan, la vió desde el medio de los aires, sostenido en ellos con
sus alas rojas, y arrojándose sobre ella, procura despedazarla con
su encorvado pico; pero ella con el temor deja la popa, y en vez de
caer al mar se sostiene en el aire bajo la forma de aquella especie de
cogujada, que trae su nombre del cabello que cortó á su padre.



FÁBULA II.

_TESEO MATA AL MINOTAURO._


Minos luego que desembarcó en Creta hizo á Júpiter el sacrificio de
cien toros que le tenia ofrecido, y colgó en su palacio los despojos
y trofeos[15] de su victoria. Entre tanto crecia de dia en dia el
Minotauro, monstruo de dos formas, y oprobio de la casa de este
Príncipe. Era fruto del loco amor de Pasifae. Minos determinó tener
oculta esta afrenta de su casa, encerrándole en el laberinto que
edificó Dédalo, famoso arquitecto, con unas calles intrincadas, en que
se perdia el tino con sus vueltas y revueltas.[16]

[Ilustración: (83) Teseo mata al Minotauro y sale del laberinto de
Creta.]

No de otra manera que el precipitado Meandro gira en los campos
de Frigia, y fluye y refluye con retorcida corriente,[17] y
saliéndose á sí mismo al encuentro como si quisiera ver correr sus
aguas caudalosas, unas veces se vuelve hácia su nacimiento, y otras
hácia el mar, sin que se pueda formar idea de su incierto curso; asi
Dédalo habia intrincado el laberinto con tantas calles que se cruzaban
y volvian á encontrar unas en otras, que apenas pudo él mismo hallar
la salida. ¡Tan enmarañada como esto estaba aquella morada! En este
laberinto pues fue donde se encerró el Minotauro; este monstruo se
habia saciado dos veces con la sangre de los jóvenes y doncellas que
los atenienses pagaban en tributo cada nueve años; pero le domó uno de
los que salieron en el tercer sorteo, que fue Teseo, el cual con un
hilo que ató á la entrada del laberinto, y que al efecto le habia dado
Ariadna, hija de Minos, salió de él felizmente despues de haber muerto
al Minotauro, y se llevó robada á la Princesa á la isla de Naxos, en
donde desentendido de cuanto la debia, tuvo la crueldad de dejarla
abandonada. Viéndola en esta triste situacion, y compadecido Baco de
su suerte y de sus quejas, la dió sus brazos, la consoló, y la ayudó.
Con la idea de hacer inmortal la memoria de una Princesa tan amable,
este Dios la quitó de la frente la corona que la adornaba, y la tiró
y colocó en el cielo. Cuando volaba por los aires las piedras de la
corona se convirtieron en estrellas, y en una constelacion que conserva
la especie y figura de una corona, y se halla en medio de la que se
llama Dragon.



_DÉDALO HACE ALAS PARA SÍ Y SU HIJO ICARO._


Dédalo entre tanto, fastidiado de Creta, y del largo destierro que en
ella sufria, se dejó arrebatar del amor de su patria; y como por todas
partes estuviese cercado del mar, dijo: „Aunque la tierra y las olas
me estan cerradas por el tirano,[18] no podrá este cerrarme el camino
de los aires. No se extenderá su imperio hasta esta region, aunque
sea señor del mundo entero, y yo sabré abrirme paso por ella para mi
patria.”

Apenas dijo esto empezó á meditar un proyecto, que nadie hasta entonces
habia imaginado. Tomó algunas plumas, y las puso en órden, empezando
por las pequeñas, y concluyendo por las mayores, imitando las alas
de las aves que se crian en los montes, á la manera que una rústica
zampoña se compone de cañas desiguales. Ató con lino las grandes,
y pegó con cera las pequeñas, y en esta disposicion las encorvó en
aquella proporcion que se observa en las alas naturales. El muchacho
Icaro, que estaba con Dédalo su padre, ignorando que trabajaba para su
ruina, ya con rostro alegre recogia las plumas que el viento habia
arrebatado, ya ablandaba entre sus dedos la cera que debia unirlas;
tambien algunas veces con sus juegos sencillos estorbaba la admirable
obra del padre. Luego que esta se concluyó hizo Dédalo la prueba
tomando vuelo, y se elevó con el movimiento del aire.

[Ilustración: (84) El calor del Sol derrite la cera que pegaba las
alas de Icaro, y cae al mar.]



FÁBULA III.

_ICARO CAE AL MAR._


Acomodó tambien otras alas á su hijo, diciéndole de esta manera:
„Procura, Icaro mio, guardar un buen medio cuando vueles por los aires,
porque si vas muy bajo se entorpecerán las plumas con los vapores
del agua, y si muy alto el calor del sol puede abrasarlas. Camina
entre estos dos extremos, y te mando que no mires á Bootes,[19] ni te
acerques á la Osa helada ni al Orion:[20] sígueme siempre á mí como á
tu guia.” Le instruye en las reglas del vuelo, y acaba de ajustar á
sus hombros las alas: temblábanle las manos al viejo, y le caian las
lágrimas por las mejillas al tiempo de acomodárselas y de darle sus
consejos. Últimamente, despues de haberle besado por la última vez,
emprendió su vuelo delante para mostrarle el camino, cuidadoso siempre
del hijo, y con su egemplo le exhorta á que le siga, enseñándole el
nuevo y dañoso arte: asi como el ave cuando saca á volar desde el alto
nido sus tiernos hijuelos, ni mas ni menos Dédalo movia sus alas,
é iba siempre mirando á las de su hijo. Se pasman viéndolos volar
el pescador que tenia echada á los peces su trémula caña, el pastor
que se apoyaba en su cayado, y el labrador en su esteva, creyendo y
teniendo todos por Dioses á los que volaban por los aires. Ya Dédalo é
Icaro habian dejado á su izquierda la isla de Samos, tan célebre por
el culto de Juno, la de Delos y Paros, y miraban á su derecha las de
Lebinto y Calimne, tan fecunda en miel, cuando el jóven Icaro empezó
á alegrarse temerariamente con el vuelo, y abandonó á su guia por
elevarse mas alto, arrebatado del deseo de volar hasta el cielo: en
esta disposicion el calor del cercano sol ablandó la cera que sujetaba
las plumas, y derritiéndose y deshaciéndose las alas, ya volaba con los
desnudos brazos, careciendo de remos con que sostenerse sobre el aire;
y llamando en vano á su padre, cayó en el mar, que se llamó Icaro de
su nombre. „Icaro, Icaro, exclama su desgraciado padre (aunque habia
dejado de serlo), ¿donde te hallas? ¿En qué pais te buscaré, hijo mio?”
Cuando pronunciaba estas tristes palabras vió en las aguas las plumas.
Despues que maldijo la destreza de su arte, hizo las exequias á Icaro,
dándole sepultura en la isla cerca de la cual habia perdido la vida, y
que se apellidó despues con su nombre.



FÁBULA IV.

_PERDIX CONVERTIDO EN AVE._


Mientras Dédalo daba sepultura[21] á su desgraciado hijo le vió desde
las ramas de una encina la parlera perdiz, única y no vista ave hasta
aquel tiempo, y en la que poco antes habia sido convertido Perdix ó
Acalo, sobrino de Dédalo: empezó á sacudir las alas, y á manifestar con
su canto la alegría de que Dédalo pagase asi su delito, y la injuria
que le habia hecho, porque Acalo, siendo de doce años y de una índole
acomodada para aprender, su madre, hermana de Dédalo, se lo habia
confiado para que le enseñase é instruyese en las artes, no sabiendo
lo que de ello habia de resultar. Observando cierto dia con alguna
atencion la espina que los peces tienen en medio, trabajó sobre este
modelo un pedazo de hierro, y habiendo hecho una sierra, tuvo la gloria
de haber sido el inventor de un instrumento utilísimo.

[Ilustración: (85) Perdix es precipitado por su envidioso tio, pero
Minerva le transforma en Perdiz.]

Él fue tambien el primero que unió dos hierros iguales, de modo que
el uno quedase inmóvil en tanto que el otro daba vuelta á la redonda,
y fue de este modo el inventor del compas. Dédalo, envidioso de los
progresos que hacia el jóven, lo despeñó de lo alto de la torre de
Minerva,[22] é hizo correr la voz que habia caido por acaso; pero
felizmente no pereció,[23] porque Minerva, que siempre ha favorecido á
los ingenios, lo cubrió de plumas, transformándole en ave. La eficacia
antigua de su veloz ingenio se comunicó á sus pies y alas, y conservó
su mismo nombre. No obstante, como se acuerda aun de su caida, no se
atreve á remontar mucho el vuelo,[24] ni á hacer sus nidos en los
árboles; vuela cerca de la tierra, y pone sus huevos en los vallados.

Ya Dédalo habia llegado á Sicilia, donde su benigno Rey Cócalo le
defendió á fuerza de armas del poder y persecucion de Minos: y ya
el reino de Atenas por la hazaña de Teseo[25] se habia libertado
del vergonzoso tributo que hasta entonces habia pagado á Creta, y
en reconocimiento de ello se ofrecian sacrificios á Minerva y á
Júpiter:[26] los templos estaban magníficamente adornados; el incienso
ardia en ellos, y corria la sangre de las víctimas.

[Ilustración: (86) Meleagro presenta á Atalanta la cabeza del Jabalí
de Calidonia.]



FÁBULA V.

_MELEAGRO MATA EL JABALÍ DE CALIDONIA._


La fama de este Príncipe[27] de tal modo se habia extendido por todas
las ciudades de la Grecia y Peloponeso,[28] que de todas partes
acudian en sus grandes necesidades á implorar su auxilio; y aunque la
ciudad de Calidonia tenia la gloria de poseer á Meleagro, imploraba
rendida el favor del jóven con solícitos ruegos. Un monstruoso jabalí,
ministro de la venganza de Diana, irritada contra los de Calidonia,
asolaba sus campos, y esta era la causa de su solicitud. Oeneo, Rey de
esta desgraciada ciudad, queriendo dar gracias á los Dioses por una
abundante cosecha que le habian dado, ofreció las primicias de los
granos á Céres, las del vino á Baco, y las del aceite á Minerva. Todos
los demas Dioses, empezando desde los agrestes, tuvieron parte en estos
donativos y ofrecimientos: solo de Diana no se hizo aprecio; y mientras
el incienso ardia en todos los otros templos, el suyo quedó olvidado.
Tambien los Dioses se dejan llevar de la ira;[29] y Diana poseida
de ella: „No quedará impune esta accion, dijo entonces; y ya que se
publique el no habérseme tributado el debido honor, no se dirá que lo
he sufrido sin tomar venganza;” y por este desprecio que de ella se
hizo envió á los campos de Calidonia un jabalí, que excedia en magnitud
á los mayores toros de la herbosa Epiro, tanto cuanto estos exceden á
los de Sicilia. Centelleaban los ojos de este monstruo con la sangre
y fuego que en ellos se traslucian; su espantosa cerviz estaba áspera
y horrorosa con las espesas cerdas que á manera de puas formaban como
un vallado ú haz de lanzas apiñadas. De su boca caia y corria por los
lados una herviente espuma, que de ella hacia salir un ronco gruñido;
los colmillos eran iguales á los dientes de los elefantes; arrojaba
rayos por la boca, y el centelleante aliento que exhalaba agostaba las
yerbas y flores. Unas veces destruia los sembrados cuando apenas habian
nacido, otras cuando estaban maduros y sazonados, sacando las lágrimas
de los ojos á los míseros labradores. Las eras y trojes quedaban sin
el grano que esperaban. Desgajaba el monstruo los sarmientos con sus
racimos, y los ramos de las siempre verdes olivas cargados de fruto.
Tambien se enfurecia contra los rebaños, sin que bastasen á defenderlos
los pastores ni los perros, ni á las vacadas los fieros toros. Todas
las gentes huian, y nadie se contemplaba seguro sino encerrado dentro
de las murallas. En este conflicto Meleagro, y los jóvenes que para el
efecto escogió, se enardecieron con el deseo de adquirir fama. Eran
estos los gemelos Castor y Polux,[30] sobresalientes el uno en la
pelea de los cestos, y el otro en la ecuestre; Jason,[31] inventor de
la primer nave que se vió sobre el mar; Teseo con su amigo Piritoo;
los dos hijos de Tetis, Toxeo y Plexipo; Linceo, hijo de Afareo; el
ligero Idas, y Ceneo, que habia mudado el sexo; el feroz Leucipo, y
Acasto, certero en las saetas; Drias, y Fenix, hijo de Amintor; los
dos hijos de Actor, Eurito y Cleto, y Fileo, que habia venido de
la Elide; Telamon, y Peleo, padre del grande Aquiles, con Admeto,
hijo de Feretis; Yolas, Beocio de nacion; el diligente Eurition, y
Equion, invencible en la carrera; Lelex, de la ciudad de Locris;
Panopeo, Hileo, el feroz Hipaso, y Nestor,[32] que se hallaba entonces
en la flor de la juventud, con otros que Hipocoonte envió de la
antigua Amicla; Laertes, padre de Ulises, el Parrasio Anceo, el sagaz
Ampicides, y Anfiarao,[33] á quien aun no habia vendido su muger; y
últimamente Atalanta, hija de Speneo, hermosísima doncella, honor del
bosque Liceo, y natural de Texea, en Arcadia. Llevaba recogida con una
hebilla la extremidad de su vestido, y su cabello con un solo nudo.
De su hombro izquierdo pendia una aljaba de marfil, y el arco en la
mano izquierda: en esto consistia todo su adorno; y su rostro reunia
la belleza y donaire gentil de una doncella, y virginal de un jóven.
El verla Meleagro, el desearla, y el encenderse en un oculto amor, fue
todo á un tiempo; pero no tenia á su favor el Dios de esta pasion.
Decia pues entre sí: „Feliz aquel que sea su esposo.” No tuvo tiempo
de decir mas, ni se atrevia á hablarla, porque instaba y urgia el dar
principio á la caza del jabalí.

El bosque donde se juntaron estos jóvenes, como nunca se habia
cortado, estaba muy enmarañado y espeso; la falda empezaba llana,
y elevándose poco á poco, era una atalaya de los campos. Luego que
estuvieron juntos en él todos los de la empresa, unos tienden las
redes, otros quitan las cadenas á los perros, y otros siguen el rastro
y huellas del jabalí, con deseos de ojearlo, sin que les desanime el
peligro. Alli se descubria un valle, y en lo mas profundo de él una
laguna, á la que iban á desaguar algunos arroyos engrosados con las
lluvias, y sus márgenes estaban coronadas de sauces, juncos, cañas
y otras plantas palustres. Excitado el jabalí, que se ocultaba en
esta espesura, se lanzó como un rayo hácia los cazadores. Por donde
pasaba iba destrozando el monte, y causando un espantoso ruido. Los
resueltos jóvenes comenzaron á gritar, y le presentaron el venablo
para detenerlo; pero pasó todas las barreras, y apartó á fuerza de
dentelladas á los perros, que se oponian á su veloz carrera. Erró el
golpe Equion, que fue el primero que le disparó un dardo, que vino á
dar ya flojo en un árbol. Jason hubiera acertado si hubiera tirado el
suyo con menor violencia; pero por la fuerza que llevaba se pasó de
largo sin herirle. Ampicides, invocando entonces á Febo, le hizo esta
súplica: „Astro del dia, si la veneracion que siempre te he rendido,
y te continúo tributando, ha sido de tu aprobacion, concédeme acertar
el tiro al blanco á que nos dirigimos.” Apolo oyó su ruego en cuanto
pudo: el dardo tocó al jabalí; pero sin herirle, porque Diana le habia
despojado del hierro en el camino.[34] Sin embargo el golpe acrecentó
el furor de la fiera, y vibró de sus ojos y boca un fuego semejante al
de un rayo; y cual máquina[35] que bate con impetuosidad los muros de
una ciudad, ó una torre llena de soldados, asi el monstruo se arroja
con furor en medio de los cazadores. Eupalamon y Pelagon, que estaban
á la derecha, fueron derribados, y sus cuerpos retirados por sus
compañeros. No pudo evitar un golpe mortal Enesimo, hijo de Hipocoonte,
pues de una dentellada le desbarató á tiempo que temblando se disponia
á salvarse huyendo. Nestor hubiera perecido antes de ir á la guerra de
Troya; pero se libró apoyando su lanza en el suelo, con la cual saltó á
un árbol que estaba inmediato, y desde él se estuvo mirando seguro al
jabalí de quien habia huido. Este, habiendo afilado sus dientes en el
tronco de una encina, confiado en sus nuevas armas, amenaza de muerte
á los que le perseguian, y dió á Oritia una gran dentellada en un
muslo. Los dos hijos de Tíndaro,[36] que aun no habian sido recibidos
en el número de los Dioses, montados en dos soberbios caballos, mas
blancos que la misma nieve, blandiendo ambos las lanzas, le hubieran
herido si no se hubiese metido en un lugar del bosque tan espeso, que
era impenetrable no solo á los caballos, sino aun á los mismos dardos.
Telamon,[37] que quiso perseguirlo con demasiado ardor, tropezó en la
raiz de un árbol, y cayó inclinado; y mientras Peleo su hermano lo
levantaba, Atalanta de un flechazo hirió al jabalí debajo de la oreja,
aunque levemente. No se alegró menos que ella Meleagro de este suceso.
Se dice que fue el primero que vió correr la sangre de la herida, y la
mostró á sus compañeros; y dirigiéndose á esta Princesa: „Conseguirás,
la dijo, el honor que has merecido por tu valor.” Avergonzáronse con
esto los varones que estaban presentes; se acaloraron unos á otros por
medio de grandes gritos, y arrojaron sobre la bestia una lluvia de
dardos; pero con tal desórden, que la misma multitud impedia acertar el
golpe.

El Arcadio Anceo, que iba armado con una hacha de dos cortes, picado
de este mal suceso y del discurso de Meleagro, habló á los que le
acompañaban de este modo: „Vais á ver, ó jóvenes, cuanta ventaja lleva
el brazo del hombre al de la muger: aunque la misma Diana defendiese
á este monstruo con sus propias armas, á pesar suyo será mi diestra
el instrumento de su muerte.” Despues que pronunció este soberbio y
temerario discurso tomó su hacha con ambas manos, y levantándose sobre
las puntas de los pies para dejarla caer con mas impetuosidad, iba á
herirle; pero el jabalí le ganó la accion, y dirigiéndose adonde era
mas segura y pronta la muerte, le rasgó las ingles de una dentellada.
Cayó con la herida, y sus entrañas desprendidas caian entre la sangre
que regaba la tierra. Teniendo Piritoo su venablo en la mano, iba á
arrojarse sobre el espantable monstruo, cuando Teseo, asustado del
riesgo que corria, le dijo desde lejos: „Detente, mitad de mi vida,[38]
y á quien yo estimo mas que á mí mismo: no conviene á tu valor alejarte
mucho de nosotros; el arrojo imprudente de Anceo ha causado su ruina.”
Dijo esto, y tiró al jabalí su dardo con tanta fuerza y destreza, que
seguramente le hubiera herido, si la rama de un árbol no lo hubiese
estorbado. Jason, que le disparó el suyo, en vez de herir la fiera
atravesó á un perro de parte á parte, y lo cosió con la tierra.

Meleagro le disparó dos, uno despues de otro; pero con suerte muy
diferente, pues el uno se clavó en la arena, y el otro hirió al jabalí
en medio de la espalda; y mientras se enfurece, dando mil vueltas á
la redonda por arrancarse el dardo de la herida, y vomita rios de
espuma mezclada con sangre con un ruido espantable, preséntase el
autor de la herida, y le atraviesa el venablo por medio del cuerpo.
Todos sus compañeros manifiestan su alborozo con una gran gritería,
y se apresuran á tocar con sus manos las del vencedor. Maravillados
á la vista del monstruo, cuyo cuerpo cubria un espacio considerable
de tierra, aun no se juzgan seguros para acercarse; pero no obstante
cada uno ensangrienta en él su dardo. Meleagro, teniendo el pie sobre
la cabeza para cortársela, habló á Atalanta en estos términos: „Toma
este despojo que de derecho me toca, y participa de la gloria de esta
victoria.”[39] Al punto que acabó de decirlo la dió por despojo la
áspera piel con las punzantes cerdas y cabeza del jabalí, de cuya boca
salian los agudos colmillos. Atalanta quedó contenta con el presente,
y prendada del que lo hacia; pero todos los demas cazadores tuvieron
envidia, y se pusieron á murmurar, de los cuales los dos hijos de
Testio, extendiendo los brazos, clamaron altamente: „Ea pues, muger,
deja esos despojos; no nos quites la gloria que nos es debida; no te
dejes alucinar de tu hermosura por este mérito, ni te expongas á perder
y á alejar para siempre de tí al que enamorado de ella te hace este
regalo;” y diciendo esto la arrebatan la piel de las manos, quitándole
á él con esta accion el derecho que á ella tenia. No se acomodó á
consentirlo Meleagro, y montando en cólera les dijo: „Aprended,
ladrones de la honra agena, la diferencia que hay de los hechos á las
amenazas.” Despues de estas pocas palabras atravesó con su espada el
pecho de Plexipo, que no rezelaba tal cosa; y hallándose Toxeo dudoso
en resolverse, pues por una parte deseaba vengar á su hermano, y por
otra temia igual desgracia, se vió sorprendido y atravesado con la
misma espada, caliente todavía con la sangre de Plexipo.

Altea iba á dar gracias á los Dioses por la victoria que su hijo
acababa de alcanzar, cuando encontró los dos cadáveres de sus hermanos,
que los llevaban á Calidonia. Sorprendida al verlos empezó á llorar,
y á llenar de lamentos toda la ciudad, y se vistió de luto, dejando
las galas. Pero luego que supo que su hijo era el homicida de sus dos
tios, dejó de llorar, y sus lágrimas se convirtieron en deseo de la
venganza.[40] Cuando parió á Meleagro, las tres Parcas[41] pusieron
un tizon en el fuego, é hilándole la vida, dijeron: „Tanto tiempo
damos á este recien nacido cuanto tarde en consumirse este tizon.”
Retiráronse las Diosas despues de haber proferido la sentencia, y Altea
quitó del fuego el fatal tizon que ardia, y apagándole con agua, le
tuvo guardado mucho tiempo en lo mas escondido de la casa, y de este
modo conservó y dilató la vida de su hijo. Sacó pues Altea el tal
tizon, y mandando traer teas y otros combustibles, les puso fuego por
su propia mano. Cuatro veces fue á poner el tizon en las llamas, y
otras tantas se detuvo, vacilando entre el amor del hijo y el de los
hermanos: el horror de tan gran delito la ponia pálida; un instante
despues, ardiendo en ira, se le encendian los ojos y rostro;[42]
unas veces le tenia cruel y amenazador, y otras manifestaba piedad y
compasion; y aunque el fiero dolor de su ánimo la enjugaba algun tanto
las lágrimas, con todo le corrian algunas: y á la manera que una nave,
á quien opuestamente impelen hácia una parte el viento y hácia otra
las corrientes, siente dos violencias, y unas veces se deja llevar
de la una y otras de la otra; del mismo modo Altea fluctúa entre dos
contrarios afectos: unas veces depone la ira, y otras se vuelve á
enfurecer, y á empezar á ser mas bien hermana que madre, haciéndose
piadosa con la impiedad para aplacar con la sangre de su hijo los manes
de sus hermanos. Dejóse por último arrastrar de la ira, y volviendo á
tomar el tizon: „Abrase, dijo, este leño fatal que tengo en mis crueles
manos mis mismas entrañas;” y poniéndose inmediata á las tumbas de sus
hermanos, prosiguió diciendo á las tres Furias:

„Diosas, que estais establecidas para castigar los delitos, sed
testigos del sacrificio que voy á ofrecer: por vengarme incurro en una
maldad; pero una muerte se ha de castigar con otra muerte; á un delito
se ha de añadir otro delito, y á un funeral otro funeral: destrúyase
esta impía casa por duplicados lutos. ¿Será razon que mi marido Oeneo
goce con felicidad de su hijo vencedor, y que Testio mi padre quede
sin sus dos hijos? Mejor es que ambos lloren á un tiempo por un mismo
motivo; y vosotras, sombras de mis hermanos, almas queridas, que
acabais de bajar á la mansion tenebrosa, experimentad los efectos[43]
del oficio que os voy á dedicar, y aceptad las exequias que os preparo
con el desgraciado fruto de mi vientre; pero ¡ay de mí! ¿adonde me
arrebata este ciego furor? Hermanos, perdonadme que soy madre, y mis
manos no se atreven á llevar adelante lo comenzado: confieso que
mereció morir. Conozco que el delito de mi hijo es digno de muerte;
pero no me atrevo, y rehuso castigar con ella al que le cometió.
Y ¿qué? ¿ha de quedar impune, para que vencedor y engreido con su
triunfo obtenga el reino de Calidonia? Y vosotros, queridos hermanos,
¿quedareis reducidos á un poco de ceniza y sombras heladas? No, no
lo toleraré por vida mia; muera el delincuente, y lleve al sepulcro
todas las esperanzas de su padre, el reino y la ruina de su patria.
Pero ¡ah! ¿son acaso estos dignos sentimientos de una madre? ¿Qué? ¿me
olvido de los piadosos deseos paternales y de los trabajos que pasé
por su respecto diez meses? ¡Ojalá que se hubiera consumido al primer
incendio del fuego que pusieron las Parcas, y ojalá que yo lo hubiera
consentido! Hijo mio, tú has vivido hasta ahora por un beneficio
mio, y ahora morirás por tu delito:[44] experimenta el castigo de tu
iniquidad, y restitúyeme la vida que te he dado dos veces, la primera
por haberte parido, y la segunda por haber separado del fuego el
tizon fatal, ó mátame, y enviáme al sepulcro con mis hermanos. Deseo
vengarles, y no puedo. ¿Á qué me resolveré en fin? ¿Qué haré? Por una
parte se presentan á mis ojos las heridas de mis hermanos, y la imágen
de sus crueles muertes; por otra el amor y nombre de madre me abaten el
ánimo. ¡Desdichada de mí! Mal será que venzais; pero venced, hermanos,
y despues que os haya hecho estas exequias, os seguiré tambien al
sepulcro.” Luego que Altea acabó este razonamiento, volviendo el rostro
y temblando,[45] echó con sus manos el funesto tizon en medio de las
llamas.

El leño fatal al caer en ellas ó se resistió, ó á lo menos lo pareció,
y comenzó á arder como contra la voluntad de la hoguera. Meleagro,
aunque ausente y sin saberlo, se iba abrasando á proporcion que el
tizon ardia, y sintiendo abrasársele las entrañas con un oculto
fuego,[46] que procuraba sufrir y vencer con su valor. Afligíale el
verse perecer con una muerte lenta y sin derramar sangre, y llamaba
felices las heridas de que poco antes habia muerto Anceo peleando con
el jabalí. Sus últimas palabras fueron clamar con gemidos á su anciano
padre, á sus hermanos y hermanas, á su consorte, y acaso tambien
llamaba á su madre. Crecian á un mismo compas el fuego en que ardia el
tizon y el en que se abrasaba Meleagro: por falta de materia se iban
empezando á apaciguar, y cuando acabó de arder el tizon acabó tambien
la vida de Meleagro,[47] y su espíritu se exhaló como un leve vapor,
quedando poco á poco el fuego reducido á una blanca ceniza. Con la
noticia de un accidente tan funesto toda la ciudad de Calidonia se
consterna en extremo; los jóvenes y viejos, los grandes y el vulgo
se afligen. Por todas partes no se oyen sino llantos y gemidos; las
mugeres vestidas de luto se arrancan los cabellos;[48] el desgraciado
Oeneo, tendido en el suelo y cubierto de ceniza y polvo, se queja
tristemente por haberse prolongado sus dias hasta este fatal momento:
nada digo de Altea, su madre, quien no habiendo podido sobrevivir á la
desesperacion á que le habia reducido un delito tan enorme, se atravesó
el corazon con un puñal.

Pero aunque Dios me hubiera dado cien expeditas lenguas; aunque yo
pudiera hacerlas hablar dignamente, y aunque yo solo poseyera todos
los talentos de las Diosas que habitan el Helicon, no me seria
posible pintar toda la afliccion y tristes ayes de las hermanas de
este Príncipe. Vestidas de luto se golpean sus pechos cárdenos; y
mientras el cadaver de su hermano está en el féretro, le calientan
y vuelven á calentar, besando el cuerpo y el lecho donde yace, y
despues de estar reducido á cenizas aplican tambien estas á su pecho.
Tendidas delante de su sepulcro besan la losa en que su nombre estaba
esculpido, regándola con sus lágrimas, continuando su dolor hasta que
Diana, saciada en fin (si puede decirse asi) de las calamidades de la
deplorable familia de Oeneo, las transformó en aves.[49] Los cuerpos
de estas desgraciadas Princesas, exceptuando á Gorge y Deyanira, se
cubren de plumas; sus brazos se truecan en largas alas, y la boca en
duro pico, y asi transformadas hace que vuelen por los aires.

[Ilustración: (87) El rio Aqueloo detiene á Teseo y le ruega descanse
en su casa.]



FÁBULA VI.

_TESEO SE DETIENE EN CASA DE AQUELOO._


Teseo, despues de concluida la caza comun de Calidonia, á que habia
sido convidado, regresándose á Atenas, le cerró el camino y le hizo
detener el rio Aqueloo, que iba fuera de madre con la abundancia de
lluvias. „Entra en mi casa, ilustre y generoso Teseo, le dijo el Dios
de este rio,[50] y no te expongas á la impetuosidad de las corrientes.
Cuando como ahora se enfurecen, suelen arrastrar en su corriente
troncos macizos, y voltear grandes piedras con un espantable ruido. Yo
le he visto algunas veces derribar las casas mas sólidas, próximas á
la ribera, y arrastrar los rebaños y sus apriscos, sin que la fuerza
de los toros ni la ligereza de los caballos pudiesen salvarlos de la
violencia de sus ondas. Muchas veces las nieves derretidas han formado
torrentes impetuosos, que se han llevado á los jóvenes mas robustos.
Mejor será sin duda que aguardes aqui, y descanses en mi casa hasta que
el rio baje á las márgenes que le enfrenan.” „Yo acepto, dijo Teseo,
tu hospedage y tus consejos, y me aprovecharé con gusto de ellos.”
Despues de este cumplimiento se dirigieron á la habitacion de este
Dios. Era una gruta hecha de rocallas y piedras pómez, cuya bóveda
estaba hermoseada de conchas de varios colores, colocadas con mucho
arte, y el pavimento bordado de musgo y cesped. Luego que llegó la hora
de comer, Teseo y sus compañeros se sentaron en los lechos que les
tenian preparados;[51] Piritoo estaba á un lado, y el Trecieno Lelex
á otro.[52] Este héroe era entonces de bastante edad, y sus cabellos
empezaban ya á emblanquecerse. Aqueloo, alegre con tener en su casa un
huesped como Teseo, hizo sentar tambien á todos sus compañeros, que
habia juzgado dignos de tal honor. Despues que estuvieron colocados,
una porcion de hermosas Ninfas descalzas cubrieron la mesa de manjares;
y concluida la comida y retiradas las viandas, sirvieron el vino en
un vaso guarnecido de piedras preciosas. Entonces Teseo, tendiendo
la vista á los mares que tenia presentes, dijo: „¿Qué lugar es aquel
(señalándole con el dedo) que se divisa desde aqui? Te suplico nos
digas el nombre de aquella isla, ó por mejor decir de todas las que
estan en aquel parage, pues parece no ser una sola.” „Juzgas muy bien,
le respondió Aqueloo, hay cinco islas en aquel sitio; pero estan tan
inmediatas unas de otras, que á la vista parecen una sola; y para que
te cause menos admiracion la venganza tan cruel que Diana tomó contra
los de Calidonia, voy á referirte la historia de estas islas. En esta
comarca habia en otro tiempo cinco Náyades, que habiendo sacrificado
diez toros, convidaron al sacrificio á todas las deidades del
campo,[53] y sin acordarse de mí tuvieron un festivo baile. Ofendido de
este desprecio, engrosé las olas de mi rio, enfureciéndome tanto como
en mi mayor creciente, terrible en el aliento y en las olas, arranqué
selvas y campos enteros, y con ellos llevé hasta el mar las Ninfas que
hasta entonces no se habian acordado de mí. Mis olas y las del mar
dividieron este pequeño continente, y formaron de este modo las cinco
Equinades[54] que ves.”

„Entre todas esas islas, continuó, ¿no observas la que está mas
distante? Llámanla la isla de Perimela. Era una Ninfa á quien yo
amaba, y á quien hice perder el nombre de doncella; lo que su padre
Hipodamante llevó á mal, y en venganza arrojó á su hija á lo profundo
del mar desde un alto escollo para que pereciese. Yo la recibí al caer,
y llevándola sobre mí á nado: „Ó Neptuno, exclamé, Dios del mar, á
quien tocó por suerte el cetro de la segunda porcion del mundo, y á
quien todos los rios rinden homenage mezclando sus aguas con las que
estan bajo tu poder, asiste aqui, y escucha apacible mis plegarias.
Yo he causado la ruina de esta Ninfa, que ahora tengo sobre mis
brazos; y si su padre fuera racional y justo, ó por mejor decir si no
hubiera sido tan impío, sin duda se hubiera compadecido de ella, y á
mí me hubiera perdonado: poderoso Dios, hágante mella mis lágrimas,
y concede un lugar seguro á esta infeliz, precipitada á las olas
por la inhumanidad de su padre; ó haz de modo que ella se convierta
en el lugar de su habitacion, porque aun asi tendré el consuelo de
circundarla con mis aguas.” Condescendió Neptuno inclinando la cabeza,
á cuya insinuacion se retiraron todas las aguas de aquel sitio. Sin
embargo continuaba nadando Perimela; yo mismo tocaba su pecho, que aun
palpitaba con bastante timidez; y cuando me regocijaba con este tacto
advertí que empezaba á endurecerse su cuerpo, y que sus entrañas se
reconcentraban en la tierra, y cubriéndola enteramente quedó convertida
en isla.”



FÁBULA VII.

_FILEMON Y BAUCIS._


Despues de esta narracion calló Aqueloo, y todos se quedaron admirados
de una cosa tan portentosa; pero Piritoo, hijo de Ixion, que no
tenia respeto á los Dioses, y que era de ánimo feroz, se burló de la
credulidad de sus compañeros. „Tú nos cuentas, dijo á Aqueloo, unas
patrañas, y juzgas que los Dioses son todopoderosos, y quitan y ponen á
las cosas sus figuras.” Todos se quedaron espantados, y ninguno aprobó
semejantes blasfemias; y tomando la mano Lelex, grave ya en edad y
prudencia, dijo asi: „Es inmenso y no tiene fin el poder del cielo, y
los Dioses hacen todo lo que quieren; y para que menos lo dudes has de
saber que en los montes de Frigia hay una encina inmediata á un tilo,
cercada con un pequeño muro; yo mismo ví el parage cuando Piteo me
envió á este pais, en que reinaba en otro tiempo su padre. Bien cerca
hay un estanque, que antes fue tierra habitable, y ahora es una laguna
frecuentada de cuervos marinos y cercetas. Júpiter en figura de hombre
mortal vino al tal sitio, acompañado de su hijo Mercurio sin alas ni
caduceo.

[Ilustración: (88) Júpiter y Mercurio hallan hospitalidad en casa de
Filemon y Baucis.]

„Despues que en muchas casas pidieron hospedage, y les fue negado,
llegaron por último á una pequeña cabaña, cubierta de paja y cañas
palustres, en la que los recibieron con mucho agasajo Filemon y Baucis
su muger, anciana llena de piedad, como tambien su marido. Los dos
de igual edad se habian casado muy jóvenes, y envejecido en aquella
pobre choza. Pobres y sin bienes habian sabido con su virtud disminuir
los riesgos de la indigencia. Ellos solos en esta cabaña eran los
señores y criados, y componian toda la familia; ellos mismos daban las
órdenes, y ellos las egecutaban. Luego que Júpiter y Mercurio entraron
bajando la cabeza, porque la puerta era muy baja, Filemon les rogó que
descansaran, presentándoles unos asientos, sobre los cuales Baucis
puso un poco de paja para que estuviesen con mas comodidad: despues
desenvolvió la caliente ceniza, y buscó entre ella algunas pequeñas
brasas que habian quedado del dia anterior, y poniendo sobre ellas
hojas y virutas secas, á fuerza de soplar con fatigado aliento estas
concibieron llamas; y para cebarlas arrancó del techo de la choza
algunos manojos y ramos menudos, y partiéndolos en trozos, los aplicó
á un pequeño caldero que habia puesto con agua á la lumbre, y al mismo
tiempo cortó y preparó unas verduras que su marido habia cogido en un
pequeño huerto: él entre tanto alcanzó con una horquilla una espaldilla
de tocino que estaba colgada en una negra viga, y cortando de ella
una pequeña parte, la puso á cocer en el agua hirviendo del caldero.
Para que á los Dioses no se les hiciese largo el tiempo que gastaban
en disponer la comida, les entretuvieron con varias conversaciones. En
un rincon pendia de una asa encorvada un barreño de haya, que Filemon
llenó de agua para que se lavasen los pies.[55] Habia tambien en medio
de la choza un tarimon ó lecho de madera de sauce con los pies de lo
mismo, sobre el cual estaba un jergon rehenchido de suaves ovas, en el
cual extendió la vieja Baucis una manta que solia servirles para los
dias de fiesta, bien que vil y despreciable, y acomodada á la armadura
de sauce. Sentáronse en él los Dioses, y Baucis arregazada y temblando
de vejez puso la mesa; pero por desgracia tenia desigual un pie, y lo
remedió poniendo debajo un pedazo de teja. Despues que la enderezó,
limpió y cubrió con hierba buena, sirvió y puso sobre ella aceitunas
aderezadas, cerezas, otras hierbas y raices conservadas y adobadas
en vino, queso y algunos huevos asados en el rescoldo,[56] y todo
servido en platos de barro. Un jarro de la misma materia, con unos
vasos de haya bien encerados por dentro, componian toda la bajilla.
Despues de esto sirvieron la comida condimentada,[57] y vino, que
no era muy añejo, y por postres[58] nueces, higos pasos, sazonados
dátiles, ciruelas, manzanas olorosas y uvas recien cogidas, todo en
un canastillo, y en medio de todo ello un blanco panal. La comida era
á la verdad frugal; pero dada con buen semblante, y lo que vale mas
que todo con una sincera voluntad. Entre tanto las dos buenas personas
advirtieron que el jarro se llenaba por sí cuando quedaba vacío, y
que el vino se aumentaba en vez de disminuirse. Atónitos á la vista
de este prodigio, se pasman, y levantan sus manos trémulas al cielo,
pidiendo perdon á sus huéspedes de la comida y del poco aparato de
ella. Quedábales aun un ganso que guardaba la cabaña, é iban á matarlo;
pero como tenia alas, cansa á Baucis y Filemon, pesados con la edad,
y los burla por mucho rato, y al fin huyendo de ellos se acogió á
los mismos Dioses, quienes, despues que impidieron le matasen, se
dieron á conocer, anunciándoles al mismo tiempo la justa venganza que
querian tomar de toda aquella impía poblacion. „Vosotros, les dijeron,
quedareis libres del castigo; abandonad al punto vuestra cabaña, y
seguidnos: venid con nosotros á la cumbre del monte.” Filemon y Baucis
obedecen la órden; y sostenidos en sus báculos, hacen esfuerzos para
subir á la cima. No estaban ya de ella tan distante cuanto alcanza
el tiro de una saeta, cuando vuelven la vista, y ven todo el pais
anegado, excepto su casa. Pasmándose de ver este prodigio, y llorando
la triste suerte de sus vecinos, advierten que su reducida cabaña se
habia convertido en templo. Las rústicas vigas que la sostenian antes
se volvieron columnas magníficas; la paja que la cubria se convirtió
en oro, y el suelo estaba enlosado con riquísimos mármores, y la
puerta adornada de escultura y bajos relieves; en una palabra, toda
la mansion brillaba con el oro. Admirados estaban aun cuando Júpiter
les habló en estos términos: „Justo anciano, y tú, digna esposa de
un marido tan virtuoso, decidme lo que deseais, y podeis pedirlo con
seguridad.” „Todos nuestros deseos, le respondió Filemon con Baucis,
despues de haber consultado por un breve espacio con su muger, se
limitan á ser los sacerdotes de este nuevo templo; y porque siempre
hemos vivido en una perfecta union, quisiéramos tambien morir en un
mismo dia: concédeme la gracia de no ver el sepulcro de mi esposa, ni
que ella sobreviva á mi funeral.” Júpiter vino bien en otorgarles su
peticion, y ellos sirvieron en el templo el resto de su vida. Luego que
llegaron á una extrema vejez, un dia que se hallaban sentados en las
gradas del templo, y que hablaban de sus extraños acaecimientos, Baucis
advirtió de repente que el cuerpo de Filemon se cubria de hojas, y él
observó que lo mismo sucedia á su muger. Viendo en seguida ambos que
la corteza empezaba á llegar hasta la cabeza, prorumpieron mientras
pudieron en estas mutuas expresiones: „Á Dios, querida esposa,” le dijo
tiernamente Filemon; „Á Dios, querido esposo,” le respondió Baucis.
Apenas pronunciaron estas palabras cuando sus bocas se cerraron para
siempre. Un morador de Tiana muestra aun alli los troncos de estos dos
árboles, el uno cerca del otro. Esta es, añadió Lelex, la historia
que me han contado unos viejos dignos de que se les dé crédito, y que
no tenian ningun interes en engañarme. Yo mismo he visto las ramas de
estos árboles adornadas de ramilletes y guirnaldas, y aun algunas puse
yo diciendo: „De este modo recompensan los Dioses la piedad, y honran
despues de su muerte á los que les han dado culto durante su vida.”

Este discurso, pronunciado por un hombre tan sabio como Lelex, habia
hecho mella en los ánimos, y especialmente en el de Teseo, quien
manifestaba muchos deseos de saber los maravillosos hechos de los
Dioses. Aqueloo, que lo notó, apoyado sobre su brazo le habló asi: „Hay
muchos que han sido transformados conservando siempre su nueva forma, y
hay otros que no la han conservado, sino que han ido transformándose en
otras muchas figuras, como tú, ó famoso Proteo,[59] habitador del mar,
que te has dejado ver algunas veces bajo la forma de un jóven, otras
bajo la de un leon, de un furioso jabalí, de una culebra que causaba
espanto, de un toro, de una piedra y de un árbol. Unas veces tomabas
toda la fluidez del agua, y se hacia un rio, y otras se convertia en
fuego, elemento contrario al agua.”



_LA HAMBRE SE APODERA DE ERESICTON._


„No tenia menos poder y eficacia, prosiguió Aqueloo, para transformarse
en varias figuras la hija de Eresicton,[60] muger de Autólico. Su padre
era uno de aquellos impíos que desprecian á los Dioses, y que jamas les
ofrecen sacrificios. Dicen de él que tuvo la temeridad de cortar con
una segur una encina, y de destruir un bosque antiguo,[61] dedicados á
Céres. Estaba aquella en medio del tal bosque, y casi le ocupaba ella
sola; de cuyas ramas pendian cintas, guirnaldas y pinturas ofrecidas
por votos, y promesas conseguidas de la divinidad de este lugar. Muchas
veces habian danzado las Dríadas debajo de esta encina; y otras,
asiéndose de las manos, rodearon lo grueso de su tronco, que tenia
quince codos de circunferencia, y que excedia á los demas árboles en
la misma proporcion que ellos exceden á la yerba. Mas nada de todo eso
sirvió de estorbo á Eresicton para mandar á sus criados que cortasen
aquel privilegiado árbol; y como viese que no se atrevian á obedecerle,
quitando á uno de ellos el hacha: „No le valdrá, dijo, á este tronco
para dejar de caer á tierra el estar dedicado á Céres, ni el que fuera
la misma Diosa la que habitase en él.” Dichas estas palabras, empezó á
darle los primeros golpes; pero apenas fue herido el árbol cuando se
le vió temblar, y demostrar su sentimiento;[62] las hojas, las ramas y
bellota de que estaba cubierto mudaron de color. Cortada la corteza,
empezó á correr sangre en lugar de humor con tanta abundancia, como la
de un grueso toro cuando se inmola como víctima al pie de los altares.
Á la vista de este prodigio todos los circunstantes se pasmaron; y
uno de ellos, despues de haber abominado la maldad que su amo iba
á cometer, quiso quitarle la hacha; pero mirándole Eresicton con
indignacion: „Recibe, le dijo, cortándole la cabeza con la misma hacha,
el premio de tu piadoso corazon,” y continuó repitiendo los golpes
en la encina. De lo interior del árbol salió una voz que articulaba
estas palabras: „Yo soy una Ninfa querida de Céres, que habito este
árbol; has cortado el hilo de mi vida, y en el momento de mi muerte
pronostico las penas que estarán bien presto sobre tí por este hecho, y
es el único consuelo con que rindo mi vida.” El impío Eresicton, poco
asustado de la amenaza, continúa hiriendo el árbol; y viendo que ya
se movia á fuerza de tantos golpes, tirado de un lazo cayó, y derribó
muchos árboles con el peso. Atónitas las Dríadas con el daño del bosque
y suyo, se visten de luto, y tristes se presentan á Céres, pidiéndola
castigue una accion tan cruel. Manifestando la bellísima Céres por un
movimiento de cabeza, que hizo temblar todos los campos y mieses de que
estaban cubiertos, que les otorgaba su demanda, le traza un desgraciado
castigo, si él fuera digno de que alguno le tuviera lástima por sus
acciones, que era el despedazarlo por medio de una cruel hambre; la
cual, porque no conviene á la Diosa (pues los hados no permiten que se
junte Céres y la hambre),[63] habló á una de las Ninfas que habian ido
á implorar su socorro en estos términos:

„En la extremidad de la helada Escitia hay un lugar triste y tenebroso,
donde no se encuentran sembrados ni árboles.[64] Este horroroso clima,
en que reina un frio eterno, es la mansion de la amarillez, del temblor
y de la hambre. Parte y dile á esta de mi órden que se introduzca hasta
el interior de las perversas entrañas del sacrílego Eresicton; que haga
de modo que nada pueda saciarla, y que sean inútiles por su obstinacion
en atormentarle todos los socorros que yo proporciono contra la hambre.
Y porque no te amedrente lo largo del camino, he aqui te presento mi
carro, y estos dragones[65] que te conducirán por medio de los aires.”
Subiendo la Ninfa á él, llegó en poco tiempo á la Escitia sobre la
cumbre del monte Cáucaso, donde encontró á la hambre en medio de un
campo cubierto de piedras, que arrancaba algunas escasas yerbas con
las uñas y dientes. Tenia el cabello erizado y desgreñado, los ojos
hundidos y cárdenos, el rostro amarillo, los labios denegridos, los
dientes podridos con el sarro, su piel acartonada y transparente, por
la cual se le podian ver las entrañas, y los huesos sobresalian á
las escasas carnes de sus lomos. Su pecho parecia que pendia, y que
se sostenia de la textura del espinazo, y por vientre solo se veia
el lugar donde debia estar colocado. Su gran flaqueza descubria sus
músculos y nervios; y los huesos de sus rodillas y tobillos presentaban
el aspecto de unos globos. Luego que la vió la Ninfa de lejos (porque
no se atrevió á acercar), la intimó la órden de la Diosa. Á pesar de
esta precaucion en el poco tiempo que tardó, y en el lugar distante
en que se hallaba, se sintió penetrada de la hambre; y volviendo las
riendas á los dragones de su carro, se restituyó por los aires á
Tesalia.

La hambre, aunque muy contraria á Céres, cumplió sus órdenes. Conducida
por los vientos llegó á la casa de Eresicton. Era de noche, y en
medio del profundo sueño que tenia embargados sus sentidos todos, le
estrecha entre sus brazos. Introduciéndose despues en sus entrañas
la horrible Diosa, derramó su veneno en su boca, garganta y pecho,
haciéndole circular por sus venas. Despues que cumplió la órden de
Céres abandonó una tierra donde reinaba la abundancia, y se volvió al
clima estéril que es su mansion ordinaria. Eresicton estaba todavía
entregado á la dulzura del reposo, bien que ya remiso, cuando empezó
á sentir los rigores de la hambre. En las fantasmas del sueño creia
comer, y movia la boca y dientes como si verdaderamente hubiese comido,
fatigando de este modo su garganta por la vana representacion de un
manjar imaginario. Luego que despertó sintió devorar por la hambre
mas cruel asi su famélica garganta como los senos de sus entrañas, y
mandó buscar sin la menor dilacion los alimentos que producen el mar,
la tierra y el aire. Cuando su mesa estaba cubierta con profusion, se
quejaba de que no tenia con que saciarse, y en medio de la abundancia
buscaba codiciosamente con que satisfacer la hambre que le devoraba. Lo
que podia ser bastante para alimentar á ciudades y pueblos enteros no
le era suficiente: cuanto mas comia tanto mas deseaba comer: asi como
el mar, que recibe en su vasto seno todos los rios de la tierra sin que
sus aguas rebosen; ó como el fuego, que devora toda la leña que se le
arroja, y lejos de entibiar su ardor por la cantidad de las materias
que consume, cobra nuevas fuerzas á proporcion de la cantidad.”

[Ilustración: (89) La Hambre, por órden de Céres, esparce su veneno
sobre Eresicton.]



FÁBULA VIII.

_METRA TOMA DIFERENTES FORMAS._


„Asi Eresicton, despues de haber engullido todas las viandas que
le habian servido, pide otras: lo que come no hace sino acrecentar
su hambre, y siempre queda en su vientre un vacío que no se puede
llenar. Ya con ella habia consumido todos sus bienes; pero esta no se
disminuia, y la llama de su voraz gula se aumentaba cada vez mas. En
fin, despues de haberse metido en el vientre todo su caudal y riqueza,
solo le quedaba una hija, á la que, digna por cierto de mejor padre,
vendió. Metra (asi se llamaba), viéndose en la esclavitud, alargó
sus brazos hácia el mar, que no distaba de la casa de su amo, é hizo
esta súplica á Neptuno: „Ó Dios de las olas, á quien yo agradé en
otro tiempo, líbrame del indigno estado en que me hallo; tú debes
esta recompensa á una doncella que correspondió á tu amor.” Neptuno
oyó la súplica de Metra, y á presencia de su amo, que la acompañaba,
muda de figura en la de un pescador. Viendo el amo á su lado un hombre
que tenia una caña en la mano, le dijo: „Quien quiera que seas, asi
el mar te sea propicio como para enriquecerte la pesca, te ruego me
digas si has visto y donde está una jóven mal vestida y desgreñada,
que poco há estaba en esta playa: yo acabo de verla en la ribera, y
por sus huellas infiero que no está muy lejos de aqui.” Metra, que
conoció la utilidad que la resultaba ya de esta mudanza, se alegró de
que su amo la preguntase sobre su situacion, y le respondió: „Siempre
tuve la vista fija en estas aguas, y cuidadoso he estado aplicado á mi
ministerio y egercicio; y para persuadirte mejor que lo que te digo es
cierto, consiento que Neptuno haga mi pesca infructuosa, si ha habido
en esta playa mucho tiempo há mas hombre ni muger que yo.” El amo,
dándole crédito, se retiró con el engaño, y Metra recobró su primera
forma. Viendo Eresicton que su hija tenia el poder de transformarse,
la vendió á diferentes personas, y ya bajo la forma de vaca, ya bajo
la de yegua, ave y ciervo, servia á mantener, aunque él no lo merecia,
la insaciable hambre de su padre;[66] pero á poco tiempo se burlaba de
los compradores escapándose; mas viendo que ninguno de estos socorros
bastaban á satisfacer la cruel hambre que le atormentaba, tomó por
último la desesperada resolucion de morderse sus propios miembros,
sustentando el miserable su mismo cuerpo con los pedazos que de él se
arrancaba.”

„Pero ¿por qué, continuó Aqueloo, he de contaros egemplos extraños,
cuando yo mismo tengo el poder de transformarme en tres diferentes
figuras? Unas veces parezco lo que ahora soy; otras me vuelvo en
culebra, y otras en toro; y entonces consiste toda mi fuerza en las
astas. Pero por desgracia ahora solo tengo una, como ves; la otra me la
han arrancado.” Á cuyas tristes palabras siguieron los suspiros de su
corazon.

[Ilustración]



LIBRO NONO.

_ARGUMENTO._


Deyanira envió á Hércules el vestido con el cual perdió la vida, y fue
trasladado al cielo despues de haber convertido á Licas en una roca.
Entonces Alcmena partió adonde estaba Yole, y la contó como Galantis
habia sido transformada en comadreja, y Yole la refirió que una
hermana suya habia sido convertida en árbol. Durante esta conferencia
se les presenta Yolao despues de haber recobrado su juventud por
medio de Hebe. Y Júpiter con el egemplo de Eaco demuestra que esto
no podia suceder á todos. Mileto, huyendo de Júpiter, se retiró al
Asia, y procreó á Biblis y Cauno, por cuyo amor consumida aquella, se
transformó en fuente. Lo que hubiera causado mayor admiracion á todos,
á no ser por Ifis, que poco antes y en el mismo dia de sus bodas se
habia convertido en varon.



FÁBULA PRIMERA.

_COMBATE DE AQUELOO._


Habiendo preguntado Teseo á Aqueloo la causa de su lamento, y de
faltarle una de sus astas, el rio, que tenia ceñidas sus sienes y
sus descompuestos cabellos con una guirnalda de cañas, le respondió
en estos términos: „Me pides ciertamente una cosa que sirve para
entristecerme; porque ¿quién habrá que habiendo sido vencido quiera
acordarse y hacer relacion de la pelea? Con todo la contaré por el
órden con que sucedió, puesto que no fue tan vergonzoso el ser vencido,
como decoroso el haber peleado. En mi desgracia tengo el consuelo de
haber sido Hércules mi vencedor. Tú sin duda habrás oido hablar de
Deyanira, hermosísima doncella. Ella fue la esperanza y el motivo de
envidia de muchos pretendientes. Entre ellos fuí yo á la corte de
Calidonia para pedirla á su padre Oeneo. Habiéndola Hércules pedido
igualmente, propusimos ambos á su padre que nos recibiese por yernos;
en vista de lo cual los demas pretendientes se retiraron, cediendo
todos el campo á Hércules y á mí.

[Ilustración: (90) Aqueloo se transforma en Toro para combatir con
Hércules.]

[Ilustración: (96) Hércules, esclavo de la hermosura de Onfale, se
deja desarmar é hila con ella.]

„Aquel alegaba por mérito que era hijo de Júpiter; la fama que
habia adquirido por sus trabajos, y el haber concluido gloriosamente
todas las empresas en que le habia empeñado Juno. Yo en contra de esto
(teniendo por una cosa vergonzosa el que mi deidad se rindiese en la
pretension á un mortal, pues Hércules aun no era Dios)[67] oponia mis
méritos y cualidades, diciendo á Oeneo: „Mírame como á Rey y director
de las aguas, y que con mucho rodeo llevo mi corriente por el medio de
tu reino: no seré yo un yerno que haya venido de regiones extrangeras,
sino uno de tu mismo pueblo, y que soy y compongo una parte de él.
No se me puede echar en cara que Juno me tenga aborrecimiento como á
Hércules,[68] ni me haya impuesto la pena de avanzar á tantos trabajos
y empresas. No debes tú, Hércules, alabarte de haber nacido de Alcmena,
porque en ello debes confesar ó que falsamente te atribuyes por padre á
Júpiter, ó que si verdaderamente lo fue, lo consiguió por medio de un
delito. Aplicándote esta distincion, marcas á tu madre con la nota de
adúltera. Escoge lo que mas te acomode, ó no es verdad que Júpiter sea
tu padre, ó si lo es, ha sido tu nacimiento afrentoso.” Cuando yo decia
estas cosas me miraba Hércules con ojos airados, y sin poder contener
el ardor de su ira me respondió en estos términos: „Yo tengo mas
expeditas las manos que la lengua. Con tal que te venza peleando, nada
importa que me hagas ventaja en el hablar.” Al acabar de pronunciar
esto me acometió con ferocidad; y como yo habia hablado con tanta
arrogancia, me pareció indecoroso el dejar de admitir el combate.[69]
Arrojé mi verde vestido, opuse mis brazos, encorvé algo mis manos
hácia el pecho, y preparé todos mis miembros para la pelea.

Hércules me tiró algunos puñados de polvo,[70] y yo tambien le puse
amarillo con la arena que le tiré. Unas veces me acometia por la
cerviz, otras por las rodillas para ver si podia asirme, y en fin
me acometia por todas partes. Mi peso y mole me defendia, y en vano
intentaba sujetarme. No de otro modo me defendia yo que una roca, á
quien combaten las olas con grande ímpetu y ruido, y ella se está
inmóvil y defendida con su propio peso. Nos separamos un poco; pero
inmediatamente entramos en el combate. Estuvimos invencibles, y
resueltos á no ceder. El pie del uno oprimia al del otro, el pecho al
pecho, los dedos á los dedos y la frente á la frente. No de otra manera
pelean los fuertes toros cuando el premio del vencedor es una pujante
novilla de las que se apacientan en el bosque: quédanse mirándolos las
demas reses llenas de pavor, ignorando cual será el vencedor. Hércules
inútilmente pretendió tres veces desembarazarse de mí; á la cuarta
lo consiguió, y al punto (confieso ingenuamente la verdad) me apartó
impelido de su mano, y se cargó sobre mi espalda. Si se me cree (porque
no busco gloria con narraciones falsas), me pareció que tenia encima
una montaña. Apenas podia jugar mis brazos por el mucho sudor que por
ellos me corria, y por mas esfuerzos que hice no pude desprenderme de
él; apretábame mas y mas sin dejarme respirar ni volver á recobrar mis
fuerzas, y de este modo se enseñoreó de mi cuello y cabeza. Entonces,
arqueando algo el cuerpo, y afirmando las rodillas sobre la tierra,
solo me faltaba levantar la cabeza, pero como el peso me oprimia, la
tenia pegada al suelo, pegándose las arenas á mis labios. Viéndome
inferior en fuerzas, recurro á mis astucias;[71] y transformándome en
una larga culebra, me deslicé y desprendí de Hércules, el cual viendo
que me enroscaba, y que esgrimiendo mi lengua de tres puntas, daba
fuertes y espantosos silbidos, en lugar de intimidarse soltó la risa
burlándose de mi estratagema, y dijo: „El vencer y despedazar las
culebras es una hazaña que no me era desconocida cuando aun estaba en
la cuna.[72]

[Ilustración: (95) Hércules ahoga á Anteo que se oponia á su transito
para África.]

Aunque tú fueses mayor que los demas dragones, ¿cómo te podrias
comparar con la Hidra de Lernea?[73] Era esta fecunda, y se
multiplicaba con las heridas, pues de cien cabezas que tenia ninguna
le corté sin que al instante le renaciesen en su lugar otras dos. Yo
domé á este monstruo, que crecia y se multiplicaba con la mutilacion,
y cuyas cabezas se ramificaban con las que renacian en lugar de las
cortadas, y por último la vine á dar muerte, y acabé con todas sus
cabezas. En comparacion de aquel monstruo ¿qué piensas eres tú, que
convertido en una aparente culebra, te vales de armas agenas, y te
ocultas en una figura prestada?” Apenas dijo esto cuando me apretó
con sus manos y enlazados dedos lo mas estrecho del cuello. Veíame
comprimido como si me apretasen la garganta con unas tenazas, y
procuraba en vano desasirla de entre sus dedos. Viéndome vencido, y
que solo me quedaba el recurso de mudar tercera figura, me transformo
de repente en un toro feroz, y en esta forma me pude desprender de mi
enemigo. Él me echó sus brazos, y me asió por el lado izquierdo; y
aunque yo huia, me seguia sin desprenderse, hasta que cogiéndome por
las astas, las abatió hasta el suelo, y me tendió sobre la arena. No
paró aqui mi desgracia, sino que con la fuerza que hacia me arrancó una
de las astas. Las Náyades la llenaron de frutas y flores olorosas, y
la dedicaron á la abundancia, significada en la cornucopia.”[74] Luego
que Aqueloo acabó esta relacion se presentó una Ninfa con el cabello
esparcido y el vestido arregazado como Diana, la cual traia en esta
cornucopia las mas sazonadas frutas del otoño, y cubrió con ellas la
mesa para que sirviesen de postres.

[Ilustración: (91) Deyanira es robada por el Centauro Neso.]



FÁBULA II.

_RAPTO DE DEYANIRA._


Llegó el siguiente dia, y al comenzar el sol á dorar las cumbres de
los montes partieron Teseo y sus compañeros, sin esperar á que el rio
se aplacase y enfrenase su corriente. Aqueloo se metió en el agua
para ocultar en ella su cabeza despojada de una asta. Esta pérdida
era lo único que le afligia y afeaba, porque en lo demas no padeció
menoscabo alguno; sin embargo, la disformidad de su cabeza la reparaba
ocultándola con una guirnalda de sauces ó cañas verdes.

Tambien al feroz Centauro Neso le sentó mal su ardiente amor á la
bella Deyanira, y le costó el haber perdido la vida á la violencia
de una flecha que le disparó Hércules, con la cual le traspasó todo
el cuerpo por las espaldas. Fue el caso que regresando Hércules á su
patria en compañía de su nueva esposa, llegó á la ribera del rápido
Eveno,[75] que engrosado con las aguas del invierno iba mas caudaloso
que nunca, y no podia pasarse por sus frecuentes remolinos. Viéndole
Neso determinado á pasar, y que le detenia el cuidado de su muger,
y la imposibilidad de atravesar con ella el rio, se llegó á él, y
jactándose de la valentía de su cuerpo, y de que tenia bien conocidos
y experimentados los vados, le dijo: „Yo me encargaré de poner á
Deyanira en la otra orilla: tú procura usar de tus fuerzas, y pasar
el rio á nado.” Aceptó Hércules, y entregó al Centauro á Deyanira
llena de sobresalto, y que se resistia á ello, rezelándose tanto del
Centauro como del rio. En seguida asi conforme estaba vestido de su
piel de leon, y armado con la aljaba (pues la clava y el arco los habia
tirado á la contrapuesta orilla), dijo: „Ya que he empezado la empresa
enviando delante á mi esposa, atraviese yo tambien el enfurecido rio.”
Sin detenerse mas se arrojó á la corriente sin buscar el vado, ni por
donde aquella fuese mas mansa, dejándose llevar del ímpetu de las aguas.

Luego que Hércules llegó á la otra orilla, al tiempo de recoger su
clava y arco oyó los gritos que daba su muger, porque el Centauro
intentaba robarla. „¿Adónde, exclamó, ó ladron, te arrebata la vana
confianza de la ligereza de tus pies?[76] Á tí hablo, Neso, monstruo
de dos formas, atiéndeme, y no me robes lo que es mio. Si el respeto
que me debes no te mueve, á lo menos la rueda donde tu padre está
atado[77] debia contenerte en lo que te está prohibido; pero no te
me escaparás, pues aunque confias en la ligereza de tus pies de
caballo, te alcanzaré, no con mis pies, sino con mis flechas.” Asi lo
verificó, pues al concluir estas últimas palabras disparó una, con
la que le atravesó por las espaldas en medio de su carrera. La corva
lengüeta penetró hasta el pecho, y salió algo fuera de él. Despues que
el Centauro se sacó la flecha, su sangre, mezclada con el veneno de
la Hidra[78] de Lernea, saltó con ímpetu por ambas heridas. Procuró
recogerla el Centauro; y viéndose ya cercano á espirar, dijo entre sí:
„Á lo menos no moriré sin vengarme;” y dió á Deyanira la camisa en que
habia empapado su sangre, haciéndola creer que era un regalo, del cual
se podria servir contra el olvido de su marido, y para que este siempre
la amase.

[Ilustración: (92) Hércules se tiende sobre la pira, y Filoctetes la
prende fuego.]



FÁBULA III.

_MUERTE DE HÉRCULES._


Mucho tiempo pasó desde este suceso, y las hazañas del valeroso
Hércules se habian ya extendido por todo el mundo, asi como se habia
divulgado el odio de Juno; y este héroe vencedor de la Oechalia
preparaba á Júpiter un sacrificio para darle gracias por las victorias
que habia conseguido, cuando la fama vocinglera, que se complace en
confundir lo verdadero con lo falso, y que abultando los objetos,
hace monstruos de las cosas mas pequeñas, informó á Deyanira que su
marido estaba enamorado de Yole.[79] El amor es crédulo: Deyanira,
penetrada de dolor con la nueva, apeló al principio á las lágrimas,
y la desdichada disminuia asi su dolor con el llanto. Mas despues
reflexionando un poco: „¿De qué me aprovechan, dijo, estas lágrimas
inútiles, en que quizá se complacerá la adúltera? Ella llega, y es
menester anticiparme, é impedir que ocupe mi tálamo nupcial. ¡Miserable
de mí! ¿qué partido he de tomar? ¿Manifestaré mis quejas, ó las
guardaré en silencio? ¿Me volveré á Calidonia, ó me detendré en este
pais? ¿Saldré de casa, ó ya que no pueda otra cosa la impediré la
entrada? ¿Qué habrá que extrañar, ó Meleagro, si al considerar que
soy tu hermana me preparas á una accion varonil, y sacrificando á la
adúltera, hago ver á la posteridad de qué es capaz una muger ofendida?”

Despues de haber revuelto en su imaginacion mil diferentes ideas,
Deyanira con el designio de atraer á su marido, y volver á encender
su amor hácia ella, prefirió el medio de enviar la vestidura que
estaba empapada con la sangre de Neso,[80] la cual al efecto entregó
á Licas, sin prever que lo que enviaba seria la causa de su llanto y
su dolor: al darle la vestidura le encargó se la entregase á su marido
en su nombre con expresiones y voces llenas de blandura y de cariño.
Recibió Hércules la camisa de Deyanira emponzoñada con la sangre de
la Hidra de Lernea, y se la vistió para hacer con ella el sacrificio,
y al tiempo de quemar el incienso, y de derramar el vino sobre el
ara,[81] se avivó con el calor la fuerza del veneno, y encendiéndose
en llamas, se difundió por todo su cuerpo. Mientras pudo reprimió con
su acostumbrada fortaleza los gemidos; pero despues de vencida la
paciencia con el mal, desamparó el altar y sacrificio, é hizo resonar
el monte Oeta con sus clamores. Hizo los mayores esfuerzos para rasgar
la mortal camisa; pero cuando tiraba de ella rasgaba y se arrancaba
la piel, á la que aquella estaba asida fuertemente; y por lo mismo
(causa horror el referirlo) con las diligencias de quitarse la camisa
descubria sus despedazados miembros, y hasta sus huesos, y la sangre
que salia rechinaba á la manera de un hierro encendido cuando se mete
en agua fria, y hervia aquella con el calor del veneno. Las voraces
llamas le consumian las entrañas: un negro sudor corria por todo el
cuerpo: los nervios medio abrasados sonaban, y las medulas se derretian
con la oculta podre. Entonces, levantando las manos al cielo, exclama:
„Cruel Juno, regocíjate ahora con mis calamidades; regocíjate mirando
desde lo alto esta peste que me consume; ceba bien tu fiero corazon, y
por último, si se ha de tener misericordia aun de los enemigos (pues
yo lo soy tuyo), quítame esta vida aborrecida y destinada á trabajos y
sufrimientos, y que no miro ya sino con horror. La muerte será para mí
un beneficio, y tal que sea decente y conveniente á una madrastra. ¿No
soy pues aquel Hércules que vengó á los Dioses del cruel Busiris,[82]
que profanaba sus templos con la sangre de sus huéspedes? ¿No soy yo el
que venció al fiero Anteo,[83] á pesar del socorro que le prestaba la
Tierra su madre? ¿No soy yo á quien no espantaron el monstruoso Gerion
ni el Cancerbero, aquel de tres formas, y este de tres cabezas?[84]
¿Mis brazos no sujetaron las astas de aquel fiero toro que asolaba
la Creta?[85] ¿No experimentaron su valor la Elide,[86] el lago de
Estinfale[87] y el bosque de Partenia?[88] ¿Mi valor no concluyó la
empresa de conquistar y traerme el tahalí[89] bordado de oro de la
Reina de las Amazonas, y las manzanas de las Hespérides, guardadas por
un dragon que nunca dormia? ¿Pudieron resistirme los Centauros, ni el
fiero jabalí que destruia toda la Arcadia, ni aprovechó á la Hidra el
aumentar sus fuerzas, ni redoblar para mas daño suyo sus cabezas? Pero
¿qué me aprovecha todo esto, ni el haber acometido á los caballos de
Diomedes, mantenidos con sangre y carne humana, cuyos pesebres estaban
llenos de destrozados miembros, y haberlos dado muerte, quedando
envuelto en la misma desgracia su señor? Á la violencia de estos mis
brazos yace vencido y muerto el espantoso leon de Nemea: con mis
hombros sostuve el cielo, y defendí á los Dioses.[90] Últimamente
la cruel Juno mas pronto se cansó en mandarme imposibles que yo en
vencerlos y egecutarlos; pero ahora me veo acometido de una nueva
calamidad, á la cual no puede resistir ni mi valor ni mis armas. En
lo íntimo de mis pulmones anda errante un fuego consumidor, que se
difunde y ceba en todos mis miembros. Con todo esto, y cuando yo me
abraso, tiene y goza salud Euristeo:[91] á vista de esto, y de que
tal se permite, ¿habrá quien pueda creer que hay Dioses?” Al acabar
Hércules de decir esto echó á correr por las alturas del monte Oeta, á
la manera que un toro cuando se ve herido llevando clavada la flecha,
y ha huido el que le hizo la herida: unas veces se le veia dar gemidos,
otras temblando, otras intentando arrancarse todos sus vestidos, otras
derribando los árboles é irritándose contra los montes, ó levantando
las manos al cielo, é implorando el socorro de su padre. En este estado
vió á Licas temblando, que procuraba ocultarse en la concavidad de un
peñasco; y como tenia toda su rabia reconcentrada por el gran dolor, le
dijo: „¿Eres tú pues, desgraciado, el que me ha traido este fatal don?
¿Eres tú el autor de mi muerte?” Trémulo y pálido Licas, tímidamente se
excusaba; pero al tiempo que se disponia á pedir misericordia, Alcides
lo coge por medio del cuerpo, sin embargo de que se le resistia, y
despues de haberle volteado muchas veces, lo arrojó al mar de Eubea con
mas violencia que una piedra disparada de una honda. El cuerpo de este
desgraciado se endureció en el aire, como las gotas de agua que el frio
Aquilon congela y convierte en nieve ó granizo; y helándose la sangre
con el miedo, fue convertido en aquel pequeño peñasco que aun hoy se ve
en el mar Eubeo con las señales de figura humana, al cual no se atreven
los marineros á pisar, como si lo hubiera de sentir, y le llaman Licas.

Despues de esto, ó Hércules, cortas muchos árboles del monte Oeta,
con los que construyes una pira; y dando tu arco, aljaba y flechas á
Filoctetes para que las llevase á la guerra de Troya, te vales de su
ministerio para que pusiese fuego á la pira, y antes que las voraces
llamas llegasen á apoderarse de toda ella, subes á lo mas alto,
tiendes la piel del leon de Nemea, y poniendo la clava por cabecera,
te recuestas en la hoguera con tanta serenidad y con semblante tan
apacible, como un convidado que coronado de una guirnalda de flores se
sienta á una mesa abundante de viandas y de vasos llenos de vino.

[Ilustración: (93) Hércules sube al cielo, y Júpiter le coloca entre
los Dioses.]



FÁBULA IV.

_APOTEOSIS DE HÉRCULES._


La hoguera estaba ya encendida, y la llama sonaba por todos lados, y
abrasaba el cuerpo de Hércules, que la miraba con serenidad, cuando los
Dioses temieron por el vengador de la tierra; lo cual viendo Júpiter
(que conoció la pena que tenian), les habló con alegre semblante de
esta manera: „Ese temor, ó Dioses, es un deleite para mí, y me alegro,
porque soy gobernador y padre de un reconocido pueblo, y porque mi
hijo tambien está seguro con vuestro favor:[92] pues aunque esto se
le da por sus grandes hazañas, no obstante yo os quedo obligado. Pero
porque los corazones fieles no teman con vano miedo, ningun cuidado
tienen que daros esas llamas del monte Oeta, porque el que todo lo
venció tambien saldrá triunfante del fuego, y no le sentirá sino en lo
que por parte de madre tiene de mortal, porque lo que tiene de mí es
eterno, inmortal é incombustible. Luego que se purifique de lo mortal
determino recibirle en el cielo, y confio que esta disposicion mia será
agradable á todos vosotros; y si alguno no obstante siente que Hércules
sea Dios, y quiere negarle el premio que yo le doy, debe hacerse el
cargo de que le tiene merecido, y forzosamente lo aprobará.” Todos los
Dioses se conformaron con la resolucion de Júpiter; y la misma Juno al
parecer todo lo aprobó menos las últimas palabras, que le parecieron
duras, y se la notó que las oyó con algun sentimiento. En tanto habia
consumido la llama cuanto Hércules tenia de mortal:[93] no le quedó
cosa que pudiese conocérsele de su anterior figura, ni de lo que tenia
de la semejanza de su madre; solo conservó aquello en que se parecia
á Júpiter, su padre. Al modo que la renovada culebra, dejada la piel,
suele remozarse y resplandecer con las nuevas escamas, asi Hércules,
despues de haber perdido lo que tenia de terrestre, tomó vigor en su
mejor parte, y empezó á parecer mayor, y á hacerse digno de veneracion
por su augusta gravedad; al cual arrebatando Júpiter en una carroza
tirada de cuatro caballos entre las demas nubes, lo colocó en el número
de los Dioses.

[Ilustración: (94) Lucina aterra á Galantis y la transforma en
Comadreja.]



FÁBULA V.

_LUCINA RETARDA EL PARTO DE ALCMENA._


Atlante se resintió con el nuevo peso[94] que cargaba en el cielo
que sostenia sobre sus hombros. Pero Euristeo aun no habia depuesto
su antigua ira, y conservaba en los hijos de Hércules el odio atroz
que habia tenido al padre. Mas Alcmena, natural de Argos, entrada ya
en años, se hallaba fatigada con continuos cuidados, y solo tenia á
Yole para consuelo de su vejez: esta la sufria las impertinencias de
su ancianidad, y con ella comunicaba sus desgracias, y la referia los
trabajos de su hijo Hércules, públicos y notorios á todo el orbe. Hilo,
hijo de Hércules, cumpliendo con lo que le dejó encargado su padre,
recibió á Yole por su muger con todo amor y cariño. Llegó el tiempo
de que esta se hizo embarazada; y estando cercana al parto, la habló
Alcmena de esta manera: „Los Dioses te sean favorables, y te concedan
una hora pequeña cuando llegue el caso de que, acometida de los dolores
del lance que esperas, invoques á Lucina,[95] auxiliadora de las que
paren con timidez, y no te suceda lo que á mí, que la tuve contraria
por el odio y precepto de Juno, pues cuando ya se acercaba el dia del
nacimiento de Hércules, y habia yo entrado en el décimo mes,[96] el
peso me extendia y abultaba el vientre en tal manera, que solo con
verle podrias conocer que solamente Júpiter podria ser el autor de
una cosa tan grande como la que ocultaba en él. Ya no podia tolerar
mas las molestias que me causaba mi embarazo: aun ahora cuando te lo
estoy contando se apodera de mis miembros un frio temblor que me hace
estremecer, y el acordarme de ello es una reliquia de los dolores que
entonces padecí. Siete noches y otros tantos dias estuve luchando
con ellos, y ya cansada de padecer, levantando mis brazos al cielo,
invocaba á gritos á Lucina para que me socorriese en la dificultad de
mi parto. Ella es verdad que vino, pero mal impresionada, pues queria
quitarme la vida por complacer á la implacable Juno. Luego que oyó mis
lamentos se sentó ante la puerta; y poniendo la rodilla derecha sobre
la izquierda, y entrelazando sus dedos unos con otros,[97] pronunció
con voz baja algunas palabras mágicas para dilatarme el parto. Yo me
esforzaba, y como loca me desahogaba en vanas injurias contra Júpiter,
llamándole ingrato: yo deseaba morir, y daba unos gritos y gemidos
capaces de mover á las duras peñas. Las matronas tebanas, que habian
acudido á mi socorro, hacian por mí inútiles votos, y procuraban
consolarme en mi dolor. Galantis, una de mis criadas, de mediana
esfera, que tenia el cabello rojo, y era muy pronta en hacer lo que se
le mandaba, á quien yo amaba por su buen servicio, entendió no sé qué
hacia la contraria Juno;[98] y mientras entra y sale muchas veces de
mi aposento, vió á la Diosa sentada en el umbral de la puerta, que
tenia los brazos sobre las rodillas, enlazados los dedos. „Tú, quien
quiera que seas, la dijo, alégrate, que mi ama acaba de parir, y se
han cumplido sus votos.” Levántase espantada la Diosa que preside los
partos, y separó las manos, que hasta aquel punto habia tenido juntas
y cruzadas, y al instante, quitado este impedimento, se facilitó y
verificó mi parto. Aseguran que Galantis se rió por haber engañado á
la Diosa. Esta, viéndose asi burlada, asiéndola por los cabellos la
arrastró; y al tiempo que queria levantarse de la tierra la convirtió
en comadreja. Galantis, bajo esta transformacion, no perdió su antigua
agilidad ni color; la cual, por haber favorecido á la parturienta con
una mentira, pare por la boca sus hijuelos, y frecuenta como antes las
casas.”

[Ilustración: (97) Driope corta unas flores de Lotos, ninfa convertida
en árbol, y sufre igual suerte.]



FÁBULA VI.

_DRIOPE CONVERTIDA EN LOTOS._


Concluyó Alcmena su narracion con un suspiro, que la hizo arrancar
la memoria de su antigua criada, y su nuera, viéndola afligida, la
habló de esta manera: „Cuando te aflige y conmueve, ó madre mia, la
transformacion de una persona extraña, ¿qué harias si yo te contase
las desgracias de una hermana mia? Habré de referírtelo, aunque las
lágrimas y el dolor me embargan el uso de la lengua. Driope, la mas
distinguida en Oechalia por su hermosura, fue hermana mia solo de
padre, é hija única de distinta madre. Despues que Apolo la privó con
violencia de su virginidad, la recibió Andremon por su esposa, y los
dos vivian en un consorcio feliz.

„Hay un lago que presenta la figura de una playa cuesta arriba, con una
orilla cuesta abajo, cuya cumbre está coronada de mirtos. Vino aqui
Driope ignorante de su suerte lastimosa; y para que mas te lastime
el suceso, habia venido con la idea de ofrecer coronas de flores á
las Ninfas de este sitio. Ella traia en sus brazos un niño, que aun
era de pecho, y no habia cumplido un año. No lejos del lago habia un
pomposo lotos, cubierto de flores que imitaban el color de la púrpura,
y ofrecian esperanza de copioso fruto. Driope habia cortado de él unas
flores, que para diversion dió á su hijo; y yo queria hacer lo mismo
(porque me hallaba con mi hermana), cuando ví que destilaban gotas de
sangre las flores, y que las ramas del árbol se movian con trémulo
horror. En fin, segun hoy refiere la ignorante gente del campo, una
Ninfa llamada Lotos, huyendo del infame Priapo, fue transformada en
este árbol.

„Ignoraba esto mi hermana, la cual, como quisiese atónita volver atras,
y retirarse despues de haber venerado á las Ninfas, sintió que sus pies
se habian fijado con raices, é intentando arrancarlos, no podia de
ninguna manera mover sino lo alto, creciendo la corteza desde abajo,
y poco á poco llega á cubrirla las ingles. Luego que esto advirtió
quiso arrancarse los cabellos; pero se llenó la mano de hojas, de las
cuales estaba ya cubierta su cabeza. Mas el infante Anfiso (á quien su
abuelo Eurito le puso este nombre), poniéndose á mamar, advirtió que
se habian endurecido los maternos pechos, y que no sacaba leche por
mas que chupaba. Yo era testigo del cruel suceso sin poder favorecer á
mi hermana; y teniéndola abrazada, retardaba cuanto podia al tronco y
las ramas que creciesen. Y confieso que entonces deseé quedar cubierta
dentro de la misma corteza.

„Habiendo llegado á este tiempo mi padre y Andremon, me preguntaron
por Driope: „Vedla aqui,” les dije, mostrándoles el lotos; besan el
tronco, que aun estaba caliente, y se llegan postrados á la raiz de
un árbol. Ya nada tenia mi hermana que no fuera árbol sino el rostro,
y sus lágrimas corrian por las ramas y hojas que la rodeaban. Como
su boca la tenia aun libre, tuvo tiempo de herir nuestros oidos con
estas quejas: „Si algun crédito se debe dar á los infelices, juro por
las Divinidades que yo no he merecido este castigo: sin culpa padezco
esta pena: inocente he vivido; y si miento, produzca secas las hojas
de que me veo vestida, y cortada con aguda segur, venga á ser pasto
de las llamas. No obstante quitadme allá este niño, y entregadlo á
una nodriza; haced que mame muchas veces á la sombra de este árbol, y
que juegue debajo de él; y cuando pueda hablar haced que salude á su
madre, y con tristes acentos diga: „Mi madre se oculta dentro de este
tronco.” Pero no obstante que huya de los lagos, y que no coja flores
de ningun árbol; que juzgue que cualquiera oculta debajo de la corteza
alguna deidad. Quedaos con Dios, esposo querido, hermana y padre; y si
alguna piedad teneis, no permitais que la hacha cortante llegue á las
ramas de este árbol, ni que los ganados roan sus hojas; y como ya no me
hallo en estado de hacer el menor movimiento para abrazaros, llegaos
vosotros mismos á darme esta última prueba de mi amistad, y acercad
á mi hijo para que le bese por la última vez. Quedad con Dios, que
ya no puedo hablar mas, porque la corteza me llega hasta el cuello,
y soy toda árbol hasta la coronilla de la cabeza. No os empeñeis en
cerrarme los ojos con vuestras manos.[99] Sin que vosotros hagais
conmigo este último oficio, la corteza me los oculta y cierra ya.” Al
decir esto dejó á un mismo tiempo de ser y de hablar, y despues de su
transformacion los ramos se mantuvieron calientes por mucho tiempo.”

Mientras Yole contaba este desgraciado suceso, Alcmena, llorando
igualmente, limpiaba con sus manos las lágrimas que derramaba Yole,
y un nuevo suceso les templó toda su tristeza, porque Yolao, hermano
de Yole, entró en el cuarto en que estaban casi vuelto niño, á quien
apuntaba el bozo en las mejillas, y restituido el rostro al estado en
que le habia tenido en sus primeros años.[100]

Hebe, hija de Juno, le habia concedido este beneficio, obligada de
los ruegos de su marido; y como estuviese resuelta á hacer juramento
de que en adelante no haria á ninguno otra semejante gracia, no se lo
permitió Temis, diciéndola en tono de vaticinio lo siguiente:[101]
„Ten entendido, ó Diosa, que la ciudad de Tebas ya empieza á
encenderse en guerras de discordias: Capaneo no podrá ser vencido
sino por los rayos de Júpiter: los dos hermanos[102] se acometerán
y darán muerte á un mismo tiempo: abriéndose la tierra se tragará
al vaticinador Anfiarao,[103] que bajará vivo á ver sus manes: su
hijo[104] vengará la muerte de su padre con la de su madre, en cuyo
hecho será á un mismo tiempo piadoso y delincuente;[105] y atónito
con sus propios males, privado del juicio, y desterrado de su casa,
será agitado con la presencia de las Furias y con la sombra y figura
de su misma madre, hasta que su muger[106] le pida el fatal collar de
oro que le habia prometido, y hasta que yendo á recobrarle de la que
antes habia tenido y abandonado, le den muerte sus cuñados, hijos de
Fegeo, por cuya causa, y para vengarla Calirroe, su segunda muger,
pedirá con instancias al gran Júpiter que aumente los años á sus dos
tiernos hijos, y este, movido de sus ruegos, se apropiará la gracia
y habilidad de su nuera é hijastra Hebe, y convertirá de repente
en varones perfectos á los niños hijos de Alcmeon para la referida
venganza.”[107]

Despues que Temis, présaga de lo futuro, acabó de proferir el anterior
vaticinio, todos los Dioses movian entre sí varias conversaciones,
y murmuraban ¿por qué no habian de tener los demas la potestad de
trocar las edades como la tenia Hebe? La Aurora se quejaba de que
eran muchos los años de su marido,[108] y necesitaba remozarse. Céres
se entristecia al ver que se envejecia su amado Jasion.[109] Vulcano
quisiera ver remozado á su hijo Erictonio, y Venus á Anquises. En fin
cada uno de los Dioses tenia de quien cuidar, y la tumultuosa sedicion
crecia con el favor de los que tomaban partido por los quejosos,
hasta que Júpiter se explicó en estos términos: „Si algun respeto me
teneis, ¿adonde os precipitais? ¿Está acaso alguno persuadido que puede
frustrar la disposicion de los hados? Por el destino se ha remozado
Yolao, y los hijos de Calirroe por los hados, y no por ambicion ni por
la fuerza deben ser transformados en hombres desde la edad de niños.
Para que vosotros lleveis esto con mas conformidad, sabed que yo
tambien estoy sujeto á los hados; y si tuviera facultad para trocar sus
disposiciones, no estaria Eaco mi hijo consumido de vejez, y Radamanto
disfrutaria de la perfecta flor de su edad con mi hijo Minos,[110] que
se ve hoy despreciado por el funesto peso de los años, los cuales son
causa de que no reine con el órden que antes.” Las razones de Júpiter
convencieron á los Dioses, é interrumpieron sus quejas, viendo cargados
y oprimidos de la vejez á Radamanto, Eaco y Minos, el cual en su edad
florida habia sido espanto de las grandes naciones, que temblaban de
solo su nombre. Ahora debilitado con la vejez, le causa miedo y rezelo
Mileto,[111] ensoberbecido con el vigor y fortaleza de la juventud, y
con ser hijo de Apolo; y aunque rezeloso de que se le pueda rebelar y
quitarle el reino, no se atreve á desterrarle de él.



FÁBULA VII.

_BIBLIS TRANSFORMADA EN FUENTE._


Espantado, ó Mileto, de un sueño, te retiras voluntariamente, y
surcando el mar Egeo en una ligera nave, entras en el Asia, donde,
despues de haber edificado una ciudad, á la que pones tu nombre,
conoces á la bella Ciane,[112] hija de Meandro, de quien tuviste un
hijo llamado Cauno y una hija llamada Biblis, mellizos, y de singular
hermosura. Biblis puede servir de egemplo y escarmiento para que las
doncellas no tengan otras pasiones que las lícitas, pues encendida
y abrasada en el amor de su hermano Cauno, traspasó los límites del
cariño fraternal; no le amaba como hermana á hermano, ni se contenia
en el modo con que debia amarle. Es cierto que ella no conoció al
principio que era fuego de amor su vehemente inclinacion á Cauno, y
creia que no pecaba en besarle y abrazarle repetidas veces: engañada
mucho tiempo con la falaz sombra de piedad,[113] poco á poco crecia
su amor, y ya no visitaba al hermano sin presentarse bien engalanada,
deseando con vivas ansias ser tenida por hermosa; y si alli habia
alguna que la llevase ventaja, tenia envidia.

[Ilustración: (98) Biblis, buscando á su hermano, es transformada en
fuente.]

Sin embargo no conocia aun el estado de su corazon, y no formaba
ningun deseo; pero interiormente se quemaba: ya le llama señor; ya
aborrece el nombre de pariente; ya quiere mas que Cauno la llame
Biblis que hermana. No obstante despierta no se atreve á poner en su
ánimo esperanzas obscenas; pero dormida se le representa muchas veces
lo que ama; y tambien le parece que tiene al lado á su hermano, y se
avergüenza de esto, aunque yace dormida. Despedido el sueño calla por
algun rato, y despues vuelve á recordar lo que ha soñado; y dudosa en
el partido que debe tomar, habla entre sí de este modo: „¡Infeliz de
mí! ¿Qué quiere decir lo que he soñado esta noche? Si yo no quisiera
que se verificase, ¿cómo ó por qué me acometen estos sueños? Es
cierto que Cauno parece bello aun á los ojos de sus enemigos. Él me
gusta, y lo amaria apasionadamente si no fuera mi hermano, porque
le contemplaria digno de mi tálamo; pero me perjudica el ser yo su
hermana. Solo pueden adoptarse y tener entrada en mi corazon estas
ideas como cosa de un sueño; pero tal que nunca llegue á verificarse,
ni yo á intentarlo. En esta forma y por via de sueño repítase muchas
veces en mi imaginacion la dulzura de él, pues en él no hay testigo
alguno, y sí un agradable placer. ¡Ó Venus! ¡Ó alado Cupido! ¡Cuán
suave seria para mí semejante sueño! ¡Qué complacencia tan grande
tendria! ¡Cómo me rendiria y se rendirian mis medulas á la dulzura de
él! ¡Qué impreso se quedaria en mi memoria! ¡cuán breve su duracion!
y ¡cuán ligera y pequeña la noche, como envidiosa de mi placer! ¡Ó,
si no fueras mi hermano, y pudiera casarme contigo, qué bien pudiera
ser nuera de tu padre! ¡Y qué bien, ó Cauno, podrias ser yerno del
mio! ¡Ó si los Dioses dispusiesen que todas las cosas nos fuesen á
los dos comunes fuera de los padres y abuelos! Yo desearia que tú
fueses de mas generosa estirpe que yo, y que no tuviésemos unos mismos
progenitores. Ignoro pues cual será la dichosa que se case contigo,
pues para mí por desgracia tengo los mismos padres que tú, no puedes
ser otra cosa que mi hermano, y tendremos los dos solo aquello que nos
estorba y perjudica. Pero ¿por ventura han sido vanos y no significan
algo mis sueños? ¿Qué eficacia tienen estos? ¿No suelen ser anuncio
de la verdad? Mejor órden hay entre los Dioses, pues ellos se casaron
con sus hermanas. Saturno tuvo por muger á su hermana Opis, el Océano
á Tetis y Júpiter á Juno; pero siendo estos derechos y privilegios de
las Deidades, ¿de qué me sirve el comparar los usos humanos con los
celestiales, y los enlaces de los hombres con los de los Dioses? El
partido que debo tomar es ó expeler de mi corazon este ilícito amor,
ó, si esto no puedo conseguir, desear la muerte, dejarme en efecto
morir, y que me pongan amortajada en el féretro, en el cual recibiré
algunos ósculos de mi hermano. Pero aunque yo me decida á no abandonar
el amor que me abrasa, para llevarle al complemento se necesita la
voluntad de los dos. Enhorabuena que esté pronta la mia; pero la
suya se resistirá, imaginándolo una maldad. Los hijos de Eolo no se
detuvieron en casarse con sus hermanas; pero ¿de donde me han venido
á mí estas noticias? ¿Por qué me valgo de estos egemplos? ¿Adónde voy
á parar? Apartaos de mí, llamas obscenas, y no ame yo á mi hermano de
otro modo que el que conviene y es lícito á una hermana. Pero si él se
hubiera enamorado primero de mí, ¿acaso tendria yo inconveniente en
ser indulgente y condescendiente á su amor? Luego si yo no llevaria
á mal que él se me descubriese, y no despreciaria sus solicitudes,
me hallo autorizada para descubrirme á él, y manifestarle las mias.
¿Mas cómo podré hablar y confesarle mi amor? Este me precisará á ello;
sí, podré hacerlo; y si me detuviese el pudor, un billete misterioso
será el medio para declararle mi pasion.” Resolvióse pues á ello, y
esta determinacion aquietó su ánimo vacilante. Incorporóse pues un
poco; y apoyándose sobre el codo siniestro, dijo: „Vea Cauno lo que
ha de hacer, pues yo resuelvo descubrirle mi loca pasion. Pero ¡ay de
mí! ¿adonde me precipito? ¿Qué fuego es este que se alimenta de mi
imaginacion?” Tomando en la diestra la pluma, y en la siniestra la
tabla encerada,[114] empezó á disponer con su mano trémula las voces
y palabras que detenidamente meditaba. Al empezar ya duda; escribe,
y condena lo escrito; vuelve á escribir, y lo borra;[115] muda,
tilda y aprueba; unas veces omite, otras vuelve á poner lo omitido.
En fin no sabe lo que quiere ni lo que aprueba, y todo lo que iba á
escribir la desagrada, asomándosela al rostro el color del pudor[116]
mezclado con el de la osadía. Tenia ya escrito hermana, y desaprobó y
borró esta voz, y por último se resolvió á escribir lo siguiente: „Tu
amante te envia la salud que ella no tendrá si tú no se la das, pues
se avergüenza de manifestar su nombre. Si me preguntas lo que quiero,
desearia podértelo decir sin manifestar quien soy, y que no supieses
que soy Biblis antes de haberme asegurado la esperanza de conseguir mis
deseos. Mi languidez,[117] mis ojos muchas veces húmedos, mis suspiros
nacidos de una causa oculta en mi interior, mis repetidos abrazos y
besos, que si los notaste no podian parecer de hermana, pudieron serte
indicios de que mi pecho estaba poseido de tu amor. No obstante, aunque
mi corazon estaba gravemente herido, aunque el fogoso furor estaba
dentro de mí, hice[118] todos los esfuerzos que pude (los Dioses me
son testigos) para tranquilizarme. ¡Ay triste! peleé mucho tiempo para
huir de las violentas armas de Cupido: padecí mucho mas de lo que
puedes imaginarte en la resistencia de una jóven. En fin he quedado
rendida, y me veo obligada á confesarlo, y á pedirte condesciendas á
mis tímidos deseos. Tú solo puedes conservar ó perder á esta amante.
Elige cual de estas dos cosas quieres egecutar. No te ruega esto
tu enemiga, sino la que estando muy emparentada contigo, solicita
estarlo aun mas, y unirse con unos vínculos mas estrechos que los de
la sangre. Quédese para los ancianos el examen de las leyes, y el
inquirir qué sea ó no lo lícito y lo honesto: y qué es lo que aquellas
permiten ó prohiben: el inconsiderado amor es propio de nuestros años.
Todavía ignoramos lo que sea lícito; creemos que todo lo es, y en
esto imitamos los egemplos de los grandes Dioses: á nosotros no nos
pondrán impedimento ni el cruel padre, ni el temor ni la reverencia
de la fama: no nos dejamos asustar de vanas fantasmas. Ocultaremos
nuestro amor bajo el nombre de hermanos. Yo tengo libertad de hablar
contigo en secreto y en público, y como hermanos nos son permitidos
los ósculos y los abrazos. ¡Qué poco falta para que seamos felices!
Apiádate de la que te confiesa su amor, y de la que no lo hiciera
si no fuera precisada del último extremo á que ha llegado su amoroso
ardor. Y no quieras que se escriba en mi triste sepulcro la causa de mi
muerte.”[119]

Habia ya llenado todo el billete, y aun tuvo que poner á la márgen
las últimas palabras. Inmediatamente envolvió y cerró lo que
delincuentemente habia escrito, sellándolo con su anillo,[120] al
que para ello humedeció con sus lágrimas, porque la lengua se le
habia quedado absolutamente sin saliva. Vergonzosa llamó á uno de sus
criados, y despues de haberle halagado le dijo: „Lleva, ó fidelísimo,
este billete á mi... y despues de largo rato añadió hermano.” Al darle
al criado se le cayó de las manos. Turbóse con el agüero;[121] pero sin
embargo lo envió. Valiéndose el criado del tiempo y ocasion oportuna,
llega y entrega el cerrado billete. Luego que Cauno leyó los primeros
renglones fue tan grande su sorpresa, que le sobrecogió, y sin querer
continuar en la lectura le arrojó con ira, y conteniendo con dificultad
sus ímpetus de dar de bofetadas al criado, que estaba temblando, le
dijo: „Perverso apoyador de una maldad prohibida y execrable, retírate
al punto de mi presencia, pues si con quitarte la vida no ofendiera mi
propio pudor,[122] aqui mismo pagarías tu atrevimiento muriendo á mis
manos.”

Al oir esto se retiró lleno de pesar, y fue derecho á contar á Biblis
la desdeñosa repulsa de Cauno, y el fiero enojo con que le respondió
y amenazó. Al oirlo Biblis mudó de color, y un frio mortal se apoderó
de todo su cuerpo. Luego que recobró su sentido se volvió á encender
su pasion, y tan agitada estaba, que apenas pudo articular estas
palabras: „¡Bien empleada me está la repulsa que he sufrido![123]
¿Cómo pues me arrojé á la inconsiderada temeridad de descubrir mi
pasion? ¿Cómo tan prontamente tuve la ligereza de confiar á un billete
las expresiones que debia reservar y ocultar en mí? Yo me tengo la
culpa, pues antes debí valerme de expresiones ambiguas para explorar
su ánimo y parecer, y si seguiria y se acomodaria ó no á mis intentos
é inclinacion. Yo deberia haber notado cual era el viento que corria y
soplaba, soltando solo una vela para engolfarme con alguna seguridad,
y no haberlas desplegado todas de golpe á los vientos no conocidos.
No es extraño pues el haber dado en los escollos, y verme sumergida
en lo profundo del mar, sin que mi rumbo pueda ya retroceder.[124]
¿Cómo no me contuvo el ver que se oponian á mi amor y resolucion los
presagios nada equívocos, y que cuando iba á dar el billete al criado,
mandándole que le llevase, se me cayó de las manos, como anticipándome
el mal éxito de mis esperanzas? ¿No hubiera sido mas acertado esperar
á mejor coyuntura, ó desistir de mis deseos y retractar mi voluntad,
ó mas bien que todo dilatar mi resolucion para otro dia y tiempo mas
oportuno? El mismo Dios del amor me lo aconsejaba asi, y me daba
ciertos indicios del mal suceso, los que yo pude haber advertido si
mi pasion no me hubiese tenido fuera de mí.[125] Yo debiera haber
preferido el medio de no confiarme á un billete, sino haberle hablado
por mí misma, y boca á boca haberle descubierto mi amor. Entonces
hubiera visto, y tal vez le hubieran conmovido mis lágrimas: hubiera
visto el semblante de su amante. Pudiera haberle dicho muchas mas
cosas que las que contenia el billete. Pudiera haber echado mis brazos
á su cuello, aunque él lo hubiese querido resistir: haberme asido á
sus pies, y postrada á ellos pedirle se condoliese de mi triste vida;
y si me hubiese repelido, haber fingido un desmayo que me pusiese á
punto de espirar. ¡Ojalá hubiera hecho todas estas cosas! pues aunque
cada una de por sí no fuese suficiente, todas juntas quizás hubieran
podido ablandar la dureza y resistencia de su corazon. Acaso estaria
la culpa en el criado, que no fue en oportuna ocasion, y creo no supo
elegir la conducente coyuntura, ni escoger una buena hora en que su
ánimo estuviese tranquilo y de buen humor. Todas estas cosas sin duda
me perjudicaron; porque Cauno no es persona que haya nacido de alguna
tigre, ni su corazon es de pedernal, ni de hierro ni de diamante, ni
mamó la leche de alguna leona.[126] Por consiguiente él se rendiria á
mi amor, y lo que conviene es volverle á atacar, y no desistir yo de mi
empresa mientras que no me desampare este aliento vital. Si los hados
me permitiesen revocar lo que está hecho, primero y mas conveniente
seria no haberlo empezado; pero ya emprendido es preciso continuarlo,
y tratar de llevarlo adelante hasta la consecucion del fin;[127]
porque (aunque yo desista de mis deseos) él no podrá olvidarse de que
me atreví á manifestarle mi inclinacion, y tendrá por una veleidad
mi amor si ve que desisto de mi empresa, ó quizás le juzgará por una
asechanza y ardid para calumniarle, ó que me descubrí á él vencida no
del amor que abrasa mi pecho, sino de un deseo libidinoso. Últimamente
ya no puedo dejar de resolverme á tomar cualquiera arbitrio, aunque
sea pérfido y delincuente. Ya cometí el exceso de escribirle y
manifestarle mis deseos; y aunque no prosiga á mas, esto basta para
que no pueda conceptuarme ni llamarme inocente. Lo que falta hasta
conseguir mis intentos es mucho; pero muy poco lo que resta hasta
envolverme y complicarme en un sinnúmero de delitos.” Acabó Biblis
con esto su razonamiento, y era tanta la agitacion fiera de su ánimo,
que al paso que se arrepentia de haberse descubierto, le agradaba el
proseguir su empresa; y atropellando por toda moderacion, repitió sus
importunaciones, con las que la infeliz no adelantó mas que recibir
nuevos desprecios.

Viéndose Cauno expuesto y perseguido de su hermana, y que esta
nunca desistiria ni pondria fin á su pasion, determinó abandonar su
patria[128] y el riesgo de incurrir en la maldad; y retirándose á otra
region extraña, edificó en ella una ciudad de su nombre.[129] Dicese
que Biblis, afligida con la noticia de la ausencia de su hermano, quedó
como fuera de sí. Empezó á rasgarse sus vestidos hasta descubrirse el
pecho, y darse furiosa golpes en él y en los brazos; y últimamente
paró en hacer pública su locura, en confesarse á voces desesperanzada
de poder conseguir el prohibido amor de Cauno, y en dejar su casa y
patria, y salir en busca y seguimiento de su prófugo hermano. Las
mugeres de Caria la vieron ir dando gritos por sus campos como loca,
no de otro modo, ó hijo de Semele, que tus Bacantes de Tracia, cuando
agitadas con el tirso tuyo celebran cada tres años las orgias. Biblis,
dejando estas regiones, atravesó la de los guerreros Lelegas, la
Licia con su monte Cragon, la ciudad de Limires y la corriente del
rio Xanto, y últimamente la cima del famoso monte de la Chimera,[130]
y su volcan que está en medio de su cumbre, cuyo pecho y rostro eran
de leona y la cola de dragon. Ya no hallaba mas selvas ni campos que
correr, y fatigada de andar se dejó caer en el suelo, y reclinando
su cabeza sobre la dura tierra, se entregó á un profundo silencio,
y puso su boca sobre las marchitas hojas que caian de los árboles.
Las Ninfas que habitaban en el pais de los Lelegas intentaron muchas
veces el incorporarla con sus tiernos y delicados brazos: otras muchas
la persuadieron que moderase su amor; pero ella no admitia ningun
consuelo; se hacia sorda á las persuasiones; permanecia postrada sin
hablar, arrancando con sus uñas las verdes yerbas, y regándolas con
el arroyo de lágrimas que de sus ojos corria. Se dice que las Náyades
hicieron brotar debajo de ella un manantial que nunca pudiera secarse;
y á la verdad ¿qué mayor beneficio podian hacerle para aumentarla sus
lágrimas? Inmediatamente, asi como destila la goma del tronco del árbol
que se acaba de cortar, ó el tenaz betun mana de la hinchada tierra, ó
el agua que se congeló con el frio se derrite con el sol á la venida
del suave céfiro; del mismo modo Biblis, consumida con sus lágrimas, se
transforma en fuente, la cual aun ahora conserva el nombre de su señora
en aquellos valles, y brota al pie de una espesa y oscura encina.

[Ilustración: (99) Ifis es transformada en varon por la Diosa Isis
para que se case con Yanta.]



FÁBULA VIII.

_IFIS TRANSFORMADA EN VARON._


La noticia de este nuevo prodigio hubiera acaso admirado á las cien
ciudades de Creta, si en esta region no hubiera sucedido otro portento
bien semejante con la transformacion de la doncella Ifis. En la ciudad
de Festo, que está confinando con el reino de Creta, habia un hombre
poco conocido que se llamaba Ligdo, el cual era de lo mejor de la
plebe, y su hacienda no era mayor que su nobleza; pero era fiel y de
una vida irreprensible. Estando su muger embarazada y ya cercana al
parto, la habló de esta forma: „Dos cosas son las que deseo, y por las
que dirijo mis votos á los Dioses; la una que tengas un parto feliz,
y la otra que sea varon lo que des á luz; porque si es hembra, es mas
gravosa para mí, y la naturaleza me negó riquezas para poder dotarla; y
si esto sucediese, y parieses hembra, lo cual los Dioses no permitan,
mando y dispongo, aunque con mucha repugnancia (perdóneme el paternal
amor), el que se la dé la muerte.” Esto dijo, y ambos prorumpieron
en lágrimas, que les corrian y lavaban el rostro, tanto del que lo
mandaba como de la que recibia el precepto. Sin embargo Teletusa[131]
importunaba á su marido con inútiles ruegos, suplicándole no pusiese
su esperanza en tal apuro; pero Ligdo se mantuvo inflexible en su
resolucion. Apenas ella podia ya sostener la gravedad de su vientre por
estar muy adelantada, cuando á media noche Isis,[132] acompañada de su
pompa ordinaria, en apariencia de sueño se pone ante su lecho, ó á lo
menos asi le pareció que la veia. Tenia en su frente una media luna y
una real diadema de espigas, semejantes en el color al oro refulgente,
á la cual acompañaban el Dios Anubis[133] en figura de perro, la Diosa
Diana, Apis,[134] vario en colores, y el Dios que tiene el dedo en
la boca,[135] símbolo del silencio: habia tambien sistros;[136] y se
hallaba alli Osiris,[137] nunca bastantemente buscado; y tambien un
aspid, serpiente peregrina en la isla de Creta, llena de soporífero
veneno. La Diosa, hablando con Teletusa como si estuviese despierta,
la dijo: „Ó Teletusa, que eres una de las que me dan culto, depon tu
cuidado y temor, y procura engañar á tu marido. Cuando se verifique
tu parto no te detengas en criar lo que nazca, sea varon ó hembra.
Yo te soy una deidad propicia, y movida de tus ruegos te dispenso
mi socorro. No tendrás que quejarte de que diste culto á una Diosa
desagradecida.” Despues que Isis le hubo aconsejado esto desapareció.
La cretense Teletusa despertó con la alegría, se levantó de la cama,
se arrodilló, y alzando sus manos al cielo, hizo una deprecacion para
que se verificase su sueño. Llegó la hora de que le acometiesen los
dolores y se verificase el parto, en el cual dió á luz una hembra,
que la madre mandó criar ocultándolo al padre, al que persuadió ser
varon: él lo creyó, y este secreto estuvo reservado entre la madre
y el ama de leche. Ligdo cumplió las promesas que habia hecho á los
Dioses por que fuese varon, y puso á la prole el nombre de Ifis, que
era el de su abuelo: la madre se alegró del nombre, porque cuadraba
bien á ambos sexos: el artificio proseguia disfrazado, y servia para
ocultarlo piadosamente al marido: el vestido que le puso era de niño;
y el rostro tan acomodado á varon y hembra, que parecia hermosamente
ambas cosas. Habiendo cumplido la edad de trece años, su padre prometió
á Ifis por esposo á Yanta, hija de Telesto, la mas hermosa de todas las
doncellas de la ciudad: ambas eran de una edad é iguales en belleza, y
habian recibido de unos mismos maestros las primeras instrucciones. De
aqui resultó el apoderarse el amor del incauto corazon de entrambas,
y la herida fue igual á una y á otra, pero desigual la esperanza.
Yanta espera regocijada el tiempo de las bodas estipuladas, creyendo
y teniendo por hombre á Ifis, y que habia de ser su marido. Ifis ama
lo que no espera poder gozar, y esto mismo le aumenta su ternura,
y arde una doncella en el fuego de otra; y deteniendo apenas las
lágrimas, dice: „¿Qué fin es el que puedo prometerme en un amor tan
prodigioso, tan nuevo, y que en el mundo no tendrá egemplar? Hubiera
sido piedad el que los Dioses me hubieran privado de la vida, y si no
querian quitármela ni destruirme, á lo menos debieron haberme dado un
amor natural, y de la clase acostumbrada y correspondiente. No ama
ardientemente una vaca á otra, ni una yegua á otra yegua: el carnero
enamora á la oveja; la cierva sigue al ciervo; por este órden se aman
las aves, y entre todos los animales ninguna hembra se inclina á otra
hembra. Para verme en este apuro mas bien quisiera no haber nacido.
Pero Creta parece el teatro de todas las monstruosidades: Pasifae se
enamoró de un toro, es verdad; mas eran los dos de distintas especies;
y si vale decir la verdad, mi amor es mas desatinado que el de aquella,
pues en el de Pasifae hubo esperanza de verificarse y tener efecto,
como le tuvo con el engaño de tomar la artificiosa figura de una vaca,
y alli habia un amante que fuese engañado. Pero aqui y en mi amor,
aunque se reunan á favorecerme las astucias de todos los hombres,
aunque el mismo Dédalo vuelva volando con sus alas enceradas, ¿qué
podrá adelantar? ¿Por ventura podrá transformarme en varon por medio
de la destreza de sus artes? Ó cuando á mí no me vuelva, ¿podrá
transformar á Yanta para que asi pueda verificarse nuestro enlace?”
Despues, reconviniéndose á sí misma, decia: „Ifis, ¿por qué no entras
en acuerdo contigo, y por qué no apartas de tí unos deseos tan necios
y desnudos de consejo? Reflexiona que has nacido muger; y si no te
engañas á tí misma, desea solo lo que te es lícito desear, y ama lo que
debe amar una muger. La esperanza es el orígen y el alimento del amor,
y esta me la quita y destruye la imposibilidad del caso. Para abrazar
á mi amada Yanta no tengo el inconveniente de las centinelas, ni el
rezelo de un sospechoso marido, ni la aspereza de un padre, ni ella
se niega ni resiste á mis instancias. Mas con todo no puedo verificar
mis deseos, ni puedo ser feliz, aunque todas las cosas se reunan en mi
favor, ni aunque los hombres y los Dioses se desvelen en idear medios
de proporcionarlo. Es cierto que ninguna cosa de cuanto puedo desear de
las que conducen al complemento del amor me hace falta, y los Dioses
propicios me concedieron y facilitaron cuanto pudieron para fomentarle.
Lo mismo que yo quiero quiere ella, lo quiere su padre, y lo quiere
tambien el mio; pero no lo quiere ni lo permite la naturaleza, que
tiene mayor eficacia y poderío que todos ellos; y esta es sola la
que tengo en contra mia. Ya se acerca el deseado tiempo y el dia de
nuestras bodas, y en él será mia Yanta; pero de ningun modo será mia,
y ambas nos abrasaremos de sed en medio de las aguas. Tú, Juno, y tú,
Himeneo, ¿de qué aprovechará que asistais á unas bodas, en las cuales
no habrá marido, y seremos ambas novias?” Calló con esto la desgraciada
Ifis: Yanta por su lado no estaba menos enardecida y deseosa de que
llegase con celeridad el dia del himeneo. Teletusa, temiendo que las
bodas descubriesen el engaño, unas veces propone dilaciones, otras
finge indisposicion, muchas recurre á los pretextos de suponer que
habia tenido agüeros y sueños infaustos; pero ya llegaron á apurársele
los pretextos y ficciones de que se valia, y se acercaba el tiempo,
que hasta alli habia podido retardar, de celebrar las bodas, para las
que solo faltaba un dia, y en este apuro y afliccion se quitó y quitó
á su hija la cinta que recogia sus cabellos, y con ellos sueltos[138]
se encaminaron al templo de Isis, y asida al ara pronunció con el
mayor fervor esta deprecacion: „Divina Isis, que eres reverenciada
en Paretonio,[139] en los campos Marcóticos, en la isla de Paros y
en el Nilo dividido en siete bocas, suplícote que me favorezcas y
proporciones remedio á nuestro temor. En otro tiempo te ví, ó Diosa,
con las mismas insignias que te veo ahora; todas las conocí, como
igualmente á tus compañeras, las antorchas y el sonido de los sistros.
Yo cumplí la órden que me diste, y por haberla observado ve mi hija
la luz;[140] y si yo no he sido castigada por no haber obedecido á mi
marido, es un efecto de tu bondad y proteccion. Apiádate de estas dos
infelices, y ayúdalas con tu auxilio.” Esta súplica fue acompañada de
un torrente de lágrimas. Pareció que la Diosa habia movido su altar,
y con efecto lo habia conmovido. Las puertas del templo empezaron
á temblar. La media luna que la Diosa tiene en la cabeza se vió
resplandecer, y se oyó la armonía del sonoro sistro. Teletusa, alegre
con tan felices presagios, aunque no del todo segura, se echó fuera del
templo. Ifis la seguia con mas acelerado paso que el que acostumbraba.
Su rostro habia perdido algo de su blancura; se sentia con aumento de
fuerzas; su semblante era menos afeminado; sus cabellos mas cortos
y ensortijados; se siente mas vigoroso que cuando era muger: en
una palabra, queda hecho varon la que antes fue hembra. Cumplid ¡ó
agraciados! los votos que ofrecisteis[141] á estos templos, y en buena
hora regocijaos ya sin sobresaltos. Efectivamente se desempeñan de la
obligacion en que estaban, grabando alli esta breve inscripcion: _Ifis,
mudada en varon, cumplió exactamente las promesas que tenia hechas
cuando era muger_. Cuando los dorados rayos del sol alumbraban ya al
mundo el dia siguiente, Venus, Juno é Himeneo se congregan á celebrar
las bodas de los dos consortes, é Ifis transformada en hombre se
desposa con su querida Yanta.

[Ilustración]



LIBRO DÉCIMO.

_ARGUMENTO._


Himeneo, que habia asistido á las bodas de Ifis, partió desde ellas á
las de Orfeo; pero fue con mal agüero, pues de alli á poco perdió este
dos veces á Eurídice; una cuando murió mordida de una serpiente, y otra
cuando la sacaba de los infiernos. Orfeo con este suceso quedó tan
asombrado, como aquel á quien la vista del Cancerbero deja convertido
en piedra. Despues de esto, como para alivio de sus penas cantase al
son de su lira en un monte muchas y varias transformaciones, vinieron
á él y le rodearon todos los árboles de aquella montaña, y entre ellos
el pino en que habia sido convertido Atis, y el ciprés en que habia
sido transformado Cipariso.



FÁBULA PRIMERA.

_EURÍDICE MUERE DE LA MORDEDURA DE UNA SERPIENTE._


Desde las bodas de Ifis partió el Dios Himeneo por los aires cubierto
con un vestido amarillo, y llegó á las playas de Tracia, en donde fue
inútilmente invocado por Orfeo[142] para que asistiese á sus bodas. El
asistió efectivamente á ellas; pero ni profirió la cantinela nupcial,
ni fue con buen semblante ni con feliz agüero. La antorcha que tenia
en las manos no ardia ni se encendia, aunque se le aplicaba el fuego,
ni hacia otra cosa que rechinar y apagarse, despidiendo un humo que
hacia salir las lágrimas de los ojos. El suceso fue mas triste que los
anuncios; porque mientras la recien casada[143] andaba discurriendo por
un florido prado, acompañada de una tropa de Náyades, la acarreó la
muerte la mordedura que la hizo una serpiente en un talon.

[Ilustración: (100) Corriendo Eurídice por un prado con otras ninfas
es mordida por una serpiente y muere.]



FÁBULA II.

_BAJADA DE ORFEO Á LOS INFIERNOS._


Despues de haber llorado Orfeo la pérdida de su esposa, y haber llenado
los aires de ayes y lamentos, para hacerlos tambien resonar en la
region de las sombras, formó por último el atrevido designio de bajar á
los infiernos por la cueva y entrada que está en el monte Ténaro;[144]
y caminando por entre una multitud de leves sombras de las almas de
los que habian logrado el honor de la sepultura, se presentó ante
Proserpina y Pluton, que son los que reinan en aquella triste region, é
hiriendo las cuerdas armoniosas de su lira, las acompañó con la cancion
siguiente:

[Ilustración: (101) Saca Orfeo á Eurídice del Infierno y vuelve á
perderla por mirarla.]

„Ó Deidades del mundo subterráneo, adonde venimos á parar todos
los mortales, si dais licencia para que hable la verdad, omitiendo
preámbulos importunos, no he venido acá para ver la negra mansion de
los infiernos, ni para atar al Cancerbero de tres gargantas, ásperas
con las serpientes que las rodean. Mi esposa es la causa de mi
venida, que pisando una víbora, la mordió é infundió su veneno, y la
causó la muerte en los floridos años de su juventud: procuré sufrir
con paciencia esta desgracia, y confieso haber hecho cuanto pude para
conseguirlo; pero venció el amor: ese Dios, que es bien conocido allá
sobre la tierra: dudo si aqui lo será igualmente; pero me inclino á
creer que sí tambien lo es, pues á vosotros igualmente os ha ayuntado
el amor, si es que no miente la fama de que os unisteis por medio del
pasado rapto.[145] Yo pues os suplico, poderosos Dioses, por estos
lugares llenos de temor, por este caos, y por el pavoroso silencio de
este dilatado reino, que me deis á Eurídice, y anudeis el hilo de su
vida, que fue cortado fuera de sazon. Todos los vivientes os somos
deudores; y aunque dilatemos algo nuestra vida, tarde que temprano
todos caminamos á estas regiones. Estas son nuestras últimas moradas,
en que os podeis vanagloriar de tener un imperio eterno sobre el género
humano. Tambien Eurídice, cuando muera á su tiempo y en otra edad mas
avanzada, volverá á recaer en vuestra jurisdiccion. Solo os pido el uso
de algun tiempo por gracia y beneficio; pero si los hados se oponen á
mis deseos, vengo con determinacion de quedarme en estos lugares: gozad
enhorabuena de la muerte de dos.” Aquellas pálidas almas lloraban al
ver expresar los sentimientos de Orfeo, y al oir acompañar sus acentos
con su armoniosa lira. Tántalo[146] dejó de coger el agua que siempre
se le escapaba. La rueda de Ixion[147] se detuvo; los crueles buitres,
que despedazaban el hígado del desgraciado Ticio, le dieron algun
descanso; las hijas de Belo cesaron de echar agua en el tonel horadado,
que se vacia al paso que lo llenan; Sísifo se sentó sobre la piedra,
que está condenado á rodar sin pausa ni descanso. En esta ocasion
fue cuando se vió por primera vez llorar á las implacables Furias.
Proserpina y Pluton se enternecieron, y mandaron llamar á Eurídice, que
estaba entre las almas recien entradas, y vino cojeando[148] por causa
de la mordedura de la serpiente. Recíbela Orfeo bajo la condicion de
no volver atras los ojos hasta haber salido de los valles del Averno,
so pena de que la perderia, y seria nula la gracia.[149] En medio de
aquel profundo silencio trepan por un camino cuesta arriba lleno de
malezas, y en que habitaban la oscuridad y las mas densas tinieblas.
Ya les faltaba poco para llegar á la superficie de la tierra, y salir
de aquella oscura region, cuando Orfeo, temiendo en este sitio no se
cansase Eurídice, y deseoso de verla volvió la vista, y al punto fue
detenida y retirada hácia atras; y extendiendo sus brazos para asir
con ellos á su esposo, ó ser asida por él, no encontró ni palpó otra
cosa la infeliz que el viento deleznable, y muriendo con esto segunda
vez, no se quejó de que tuviese la culpa su marido. Porque ¿cómo habia
de quejarse de verse amada? Con esto le dió el último á Dios, que con
dificultad llegó á sus oidos, y fue tornada con violencia al oscuro
reino de donde habia salido. No causó menos pasmo á Orfeo la duplicada
muerte de su muger que á aquel pastor[150] que tímido vió á Cancerbero
encadenado por la garganta de en medio, el cual no perdió el pavor
hasta que se le trasmutó su naturaleza convirtiéndose en peñasco: ni
el referido pasmo de Orfeo fue menor que el de Oleno, que, cargando
sobre sí el delito de su muger, quiso parecer y aparentar que era reo,
el cual y Letea su esposa, engreida con su hermosura, y que en otro
tiempo se quisieron tiernamente, ahora son peñascos del monte Ida. El
desgraciado Orfeo volvió hácia atras en seguimiento de su muger, y se
esforzaba para pasar el rio Leteo; pero el barquero Aqueronte[151] se
lo prohibió, alejándole de su barca. Permaneció siete dias y otras
tantas noches á la ribera del rio infernal sin otro alimento que sus
lágrimas.

[Ilustración: (102) Orfeo atrae al son de su voz y de su lira á los
animales, rocas y árboles.]



FÁBULA III.

_ORFEO TOCA LA LIRA EN EL MONTE RODOPE._


En fin despues que Orfeo se quejó inútilmente de la crueldad de los
Dioses del infierno, se fue al monte Rodope y á Hemo, donde reina
el frio Aquilon. Pasáronse tres años sin haberse permitido al trato
de ninguna muger, ya porque le habia salido tan mal el casamiento,
ó ya porque le queria guardar á Eurídice la fidelidad que le habia
prometido. No obstante muchas Ninfas desearon casarse con él, y solo
las correspondió con desprecios, dedicándose á un amor inverso, que
de él aprendieron los pueblos de Tracia,[152] á quienes agradaba la
florida edad de los niños que aun no habian entrado en la juventud.

Sobre la cumbre de un collado se ostentaba una hermosa llanura de un
campo, que estaba siempre verde con la grama y otras yerbas. En este
sitio sin sombra fijó su residencia Orfeo, y en él tocaba su lira,
y al sonido de ella vinieron todos los árboles comarcanos á hacerle
sombra, atraidos del dulce sonido de la lira. No hicieron falta ni
dejaron de concurrir las encinas, los álamos blancos, los suaves tilos,
las hayas, los laureles, los avellanos, los fresnos, los abetos,
los carrascos, los plátanos, los acebos, los sauces, los lotos, el
box siempre verde, los brezos, los arrayanes de dos colores, y las
higueras. Tambien vinisteis vosotras, yedras trepadoras, juntamente
con las vides llenas de pámpanos, y los olmos vestidos de parras, los
quejigos, el madroño cargado de fruto encarnado, las erguidas palmas,
premio de los vencedores, el pino de áspera y recogida copa, grato á
la madre de los Dioses desde que Atis, sacerdote de esta Diosa, se
convirtió en él.

[Ilustración: (103) Queriendo darse la muerte Cipariso, es
transformado en Ciprés por Apolo.]



FÁBULA IV.

_CIPARISO TRANSFORMADO EN CIPRÉS._


Entre toda la multitud de árboles que acudieron al son de la lira de
Orfeo, vino tambien el ciprés, émulo de las pirámides, el cual, aunque
ahora es árbol, fue antes un muchacho querido de aquel Dios que con
las cuerdas arma y maneja la cítara y el arco.[153] El caso de su
transformacion fue el siguiente: Habia un corpulento ciervo dedicado
á las Ninfas de los campos de Cartea, el cual tenia unas astas de
tal elevacion y anchura, que le servian de sombrage á su cabeza: las
astas resplandecian con el oro, y de su delgado cuello iba pendiente
hasta los brazuelos un collar de piedras preciosas. Un medallon de
plata colgaba sobre su frente sujeto con unos pequeños lazos de cuero,
y de sus orejas pendian tambien sobre las sienes dos arracadas del
mismo metal. Este ciervo domesticado, y acostumbrado á no conocer el
miedo, solia entrar en las casas, y presentar su cuello aun á las
manos desconocidas para que lo halagasen; pero no obstante á nadie le
agradaba tanto como á tí, Cipariso, jóven el mas hermoso de toda la
isla de Cos.[154] Tú cuidabas de llevarlo á los pastos mas abundantes
y á las fuentes mas cristalinas. Unas veces entretejias sus astas con
variedad de flores, otras, acomodándote en su espalda, ibas con él de
una á otra parte, enfrenándole con un cabestro de color de púrpura.

Un dia de estío á la hora del mayor calor se echó el ciervo sobre
la yerba, viéndose muy fatigado, para tomar un poco el fresco á la
sombra de los árboles. El muchacho Cipariso, sin saber lo que se
hacia, le atravesó con una aguda flecha, y viéndole espirar de aquella
cruel herida, quedó sobrecogido de tal tristeza y desesperacion, que
resolvió darse á sí mismo la muerte. ¿Qué de cosas no le dijo Febo para
consolarle? Le amonesta que no se abandone á tanto sentimiento por una
cosa de tan poca consideracion; pero él seguia entregado á sus gemidos
y sentimiento, pidiendo á los Dioses que por último don le concediesen
que jamas interrumpiese sus lágrimas. Á puro llorar vino á derramar su
sangre por los ojos, y sus miembros empezaron á tomar un color verde,
á transformarse en erizada melena aquellos hermosos cabellos que poco
há pendian de su nevada frente; y endureciéndose poco á poco, se elevó
mirando rectamente al cielo, angostándose la copa hasta rematar en
punta. Fue muy sensible á Apolo esta transformacion de que habia sido
testigo, y suspirando: „Yo lloraré tu pérdida, le dijo, Cipariso; tu
llorarás la de otros, y asistirás siempre á los lúgubres llantos.”[155]



FÁBULA V.

_RAPTO DE GANIMEDES._


Aquellos eran los árboles que Orfeo habia atraido al rededor de sí, y
permanecia ordinariamente sentado á la sombra en medio de los animales
y aves, que el encanto de su voz hacia venir de todas partes. Un
dia despues que templó bien su lira, y conoció que las varias voces
concordaban, sin embargo de la diversidad de sonido, se puso á cantar
de este modo: „Ó Musa,[156] madre mia (pues todas las cosas estan
sujetas al imperio de Júpiter), inflama mi pecho para que mis versos
comienzen con sus alabanzas. Yo he celebrado ya muchas veces su poder;
y subiendo mi lira al tono heroico, canté en otro tiempo la victoria
que ganó sobre los gigantes, que abatió con los rayos[157] en los
campos de Phlegra: ahora conviene un estilo mas llano para cantar
los jóvenes que han sido amados por los Dioses, y las doncellas que,
entregadas á no permitidos amores, merecieron la justa pena de su
liviandad.

[Ilustración: (104) Júpiter transformado en Águila arrebata á
Ganimedes.]

„El Rey de los Dioses amó en otro tiempo con el mayor ardor al troyano
Ganimedes,[158] y para conseguir su amor queria deponer su divinidad, é
inventar una cosa en que transformarse diversa de la que él era; pero
no quiso trasmutarse en otra ninguna ave sino en águila, porque esta
era sola la que podia llevar sobre sí sus rayos. Puso por obra sin
demora esta su determinacion; tomó con efecto la figura de águila, y
rompiendo los aires con sus aparentes alas, bajó volando, y arrebató á
Ganimedes, y lo subió al olimpo, en donde, aunque á pesar de la zelosa
Juno, le hizo su copero, y le sirve la bebida del néctar.”



FÁBULA VI.

_JACINTO TRANSFORMADO EN FLOR._


„Á tí tambien, jóven Jacinto, te hubiera trasladado Apolo al cielo si
se lo hubieran permitido los hados; sin embargo tienes el privilegio
de la inmortalidad, que es cuanto pudo hacer en tu obsequio. Cuantas
veces expele la primavera al invierno, y cuantas saliendo el sol
del signo de Piscis entra en el de Aries, otras tantas te renuevas,
brotando tus flores en la verde pradera. Mi padre Apolo te amó mas
que á otro ninguno, y tanto que por tí abandonó el templo y oráculo
de Delfos,[159] frecuentando solo las riberas del rio Eurotas y la
ciudad de Esparta por visitarte: ni le gustaba la lira ni tampoco
las flechas, sino que enagenado de sí no se avergonzaba ni rehusaba
llevarte las redes, los perros, y acompañarte por los collados de los
ásperos montes, fomentando de este modo su pasion, y convirtiéndola en
costumbre.

[Ilustración: (105) Jugando Jacinto con Apolo, le mata un tejo que el
viento desvió.]

„Un dia cuando Titan se hallaba en medio de su carrera, queriendo
Apolo y Jacinto jugar al disco, se despojan de las ropas, y se ungen
con aceite segun costumbre; Apolo arrojó el primero el disco con tanta
fuerza y destreza, que penetrando la region del aire, dividió con su
violencia las nubes, y de alli á mucho tiempo empezó á bajar hácia la
dura tierra. Viéndolo Jacinto, sin prever el riesgo á que se exponia, y
embebido en el juego, echó á correr para coger el disco; pero al tiempo
que dió en el suelo saltó de rebote, y dió á Jacinto en el rostro,
haciéndole una mortal herida. Quedóse Apolo tan descolorido como el
mismo Jacinto; y reuniendo la carne que el golpe habia despedazado,
unas veces la unia á la restante, otras enjugaba la sangre que corria
de la herida, y otras procuraba contener su ya fugitivo espíritu,
aplicándole los remedios y yerbas mas medicinales.[160] Nada aprovechó
el arte, porque la herida era incurable. Al modo que las adormideras,
los lirios y violetas, quebrantados sus tallos, inclinan su cabeza
hácia la tierra, y ya no pueden erguirse, asi se inclinó su rostro al
tiempo de espirar, y el cuello y cabeza, faltos de vigor, se abatieron
sobre los hombros. Entonces Apolo: „Desfalleces, le dijo, Jacinto, en
tu primera edad, y veo que yo tengo la culpa de tu muerte. Tú eres
causa de mi dolor, y en tí vino á descargar mi golpe. Mi diestra debe
ser marcada con una señal que signifique tu muerte. Sí, yo soy la causa
y el autor de ella. Pero ¿en qué está mi culpa? Como no se quiera
dar este nombre al juego, y llamarse delito el haberte amado. ¡Ojalá
pudiera dar mi vida por la tuya ó morir contigo! Pero puesto que el
destino se opone á ello, reinarás siempre en mi memoria; mi canto y
mi lira jamas dejarán de publicar tus alabanzas, y convertido en una
nueva flor, estarán en tí escritos mis llantos y gemidos. Llegará
tambien un tiempo en que el fortísimo Ayax[161] se añada á esta flor,
y se lea en sus hojas su nombre.” Mientras Apolo decia estas cosas
la sangre de Jacinto, que habia caido y manchado las yerbas, dejó su
color, y convirtió en una flor mas resplandeciente que la púrpura de
Tiro, y tomó la forma que tiene el lirio, si este no fuera blanco y el
jacinto encarnado. No se contenta Apolo con esto; él es el primero que
le tributa honores; esculpe en las hojas sus suspiros, conteniendo la
triste inscripcion de _ay ay_ con las mismas funestas letras. La ciudad
de Esparta no tiene por afrenta el haber sido patria de Jacinto, antes
sí por un honor que dura hasta el presente tiempo, en el que se repiten
y celebran cada año con mucha pompa unas fiestas y juegos en su honor,
siguiendo la costumbre de los mayores.”



FÁBULA VII.

_LOS CERASTES CONVERTIDOS EN TOROS._


„Mas si se pregunta á la ciudad de Amatonta, abundante en metales,
si ella tiene por honor el haber sido patria de las Propétides, como
Esparta en haberlo sido de Jacinto, responderá que antes bien lo
tuvo por afrenta, del mismo modo que el haberlo sido de aquellos que
procreó en otro tiempo, los cuales, por tener dos cuernos en la frente,
se llamaron Cerastes. Frente de la casa de estos habia un templo y
ara dedicada á Júpiter, protector del hospedage, en la que se hacian
los mas abominables y tristes sacrificios. Cualquiera extrangero que
llegase á verla teñida y salpicada de sangre creeria que en ella se
habian sacrificado algunos ternerillos ó algunas ovejas de Chipre, y
no era eso, sino que las víctimas que en ella se habian ofrecido eran
los huéspedes y extrangeros que alli llegaban. Ofendida Venus de esta
abominacion, estaba resuelta á retirarse de sus ciudades y de toda la
region é isla de Chipre; pero reflexionándolo mejor, dijo:

[Ilustración: (106) Venus transforma en Toros á los Cerastes que
profanaban á Chipre.]

„¿En qué han pecado mis ciudades y estos campos, que me son tan
agradables? ¿Qué delito hay en ellos? Mejor es que los delincuentes
paguen su pena con el destierro ó con la muerte, ó con otro castigo que
venga á ser un medio entre estos dos. Y ¿cuál podrá ser este sino el
de transformarlos en otra diversa figura?” Venus vacilante en qué los
convertiria, vuelve la vista á los cuernos que tenian en su frente; y
ocurriéndola el dejarlos con ellos, los transformó en crueles toros.”



FÁBULA VIII.

_PIGMALION._


„Las Propétides[162] tampoco hicieron honor alguno á su patria, pues
ademas de ser obscenas se atrevieron á negar que Venus fuese Diosa,
por lo cual airada esta, se dice que las enardeció hasta el extremo de
que fuesen el primer egemplar de la prostitucion; y como perdieron el
pudor, y se les endureció la sangre en el rostro, poco á poco se fueron
convirtiendo en duros peñascos.

„Como antes de su transformacion las viese Pigmalion que pasaban su
vida en tan criminal disolucion, espantado de los vicios y desarreglos
en que naturalmente incurren las mugeres, las juró aborrecimiento, y
vivia en el estado de celibato, en el cual se mantuvo por mucho tiempo.
En el intermedio de él hizo felizmente y con mucho arte una estatua
de marfil, á la cual dió la forma de una muger tan hermosa, que ni
la naturaleza ni el arte llegaron á mas, y viéndola tan bella, se
enamoró de su estatua.

[Ilustración: (107) Pigmalion se enamora de la estatua que habia
hecho, y Venus la anima.]

„Su semblante era de una verdadera doncella: parecia que estaba viva,
y que queria moverse á no prohibírselo la modestia: ¡tan grande era
el primor que ocultaba el arte! Maravíllase Pigmalion, y se enciende
en su pecho un fuego de amor á la estatua como si estuviese viva.
Muchas veces la tocaba con sus manos dudando si era cuerpo viviente,
y no se atrevia á decir que fuese marfil: besábala, y le parecia que
le retornaba el cariño: la hablaba, la tenia en sus brazos, y se
persuadia que sus dedos se imprimian en los miembros como si fuesen
flexibles, temiendo que la impresion de ellos no la hiciese algun
daño ó contusion. Con la idea de complacerla unas veces la hacia
halagos, otras le traia conchas y piedrecillas, dones agradables á
las doncellas, diversos pajarillos y flores de mil colores, lirios,
bolitas pintadas y granos de ámbar. Tambien la adornaba con vestidos
de gala; poníala en los dedos lucidos anillos, y en el cuello largas
gargantillas, arracadas de piedras preciosas en sus orejas, y joyas
en su pecho. Todas estas cosas le caian muy bien; pero despojada de
ellas no estaba menos hermosa. Poníala en su cama llamándola su muger,
y como si tuviera sentido la colocaba y reclinaba sobre almohadas de
suaves plumas. Llegó el dia y festividad dedicada á Venus, el cual se
celebraba en la isla de Chipre con mucha solemnidad.[163] Ofrecíanse
sacrificios de blancas novillas, doradas sus extendidas astas, y
humeaban en los templos los ofrecidos inciensos. Pigmalion, despues
de haber hecho un sacrificio, se puso delante del altar, y con el
debido respeto hizo esta deprecacion: „Si podeis, ó Dioses, conceder
todo lo que se os pide, os ruego que la muger con quien me case (y
no atreviéndose á decir fuese la doncella que habia hecho de marfil,
pronunció en lugar de ello) sea semejante á la estatua que he formado.”
La refulgente Venus, que asistia á su festividad, conoció lo que queria
decir aquella deprecacion, y en señal de que venia bien en darle
gusto en lo que suplicaba, por tres veces se encendió por sí misma la
llama de una antorcha, y su piramidal punta se elevó por los aires.
Pigmalion, contento con este agüero, se volvió á su casa, y al punto
que entró en ella se dirigió á la estatua de su querida, y tentándola
le pareció que estaba caliente; que el marfil se ablandaba, y que
deponiendo su dureza, cedia á los dedos suavemente, á la manera que la
cera del monte Himeto[164] se ablanda á los rayos del sol, y se deja
manejar con los dedos, tomando varias figuras, y haciéndose mas dócil y
blanda con el manejo. Al verlo se pasma Pigmalion; se llena de un gran
gozo mezclado con temor, creyendo que se engañaba. Volvió segunda vez
á tocar la estatua, y se cercioró que era un cuerpo flexible, y que
las venas daban sus pulsaciones al explorarlas con los dedos. Entonces
Pigmalion pronunció las palabras mas enérgicas y acomodadas para dar
gracias á Venus; estrechó su rostro con el verdadero de su querida, y
sintiéndolo esta se llenó de rubor; y alzando su tímida vista, vió á
un mismo tiempo al cielo y á su amante. La Diosa Venus felicitó con
su asistencia el casamiento que ella misma habia proporcionado, y al
cabo de nueve meses la que antes habia sido estatua dió á luz á Epafo,
del cual la isla tomó el nombre. Tambien nació de ella y fue fruto de
este enlace Ciniras, el cual hubiera podido contarse entre los hombres
felices si no hubiera tenido sucesion.[165]

„Me veo en la ocasion de contar cosas obscenas y horrendas. Retírense
de aqui las doncellas y sus madres, pues no es razon las oigan: y si el
suceso que van á referir mis versos os agradare y entretuviere, tenedlo
por una novela, y no lo creais; y si lo creyéreis, creed tambien la
pena con que fue castigado. Si es posible y parece creible que se haya
cometido una maldad que aborrece la misma naturaleza, doy el parabien á
la nacion traciana, á nuestro reino y á nuestras tierras por hallarse
tan distantes de aquellas regiones en que sucedió la horrible maldad
que voy á referir. Enhorabuena que la Arabia sea abundante en amomo, en
cinamomo, en costo, en incienso y en otras flores y perfumes, con tal
que sea ella sola donde se crie la mirra, árbol nuevo, que se produjo á
costa de tal maldad.”

[Ilustración: (108) Desesperada Mirra se colgó; pero su Nodriza corta
el lazo y la libra.]



FÁBULA IX.

_MIRRA CONVERTIDA EN ÁRBOL._


„Abominable Mirra, no tienes disculpa excusándote con el amor, porque
este niega y repugna haberte herido sus armas, y se disculpa de que sus
incentivos te pudiesen incitar. Solo alguna de las infernales Furias
te abrasó con su horrible tea,[166] é inspiró en tí el venenoso hálito
de sus hinchadas víboras. Maldad abominable seria el que hubieses
aborrecido á tu padre; pero es mas abominable el que te enamorases
de él. Puesto que de todas partes concurrian á ser pretendientes
tuyos los próceres mas afamados, y la juventud de todo el Oriente se
presenta como á competencia á solicitar tus bodas, elige al que quieras
de todos ellos, con tal que en ellos no esté ni se cuente uno.[167]
Mirra, conociéndose arrebatada de su pasion, resistia cuanto podia á
un amor tan abominable, y decia entre sí: „¿Adónde me precipito? ¿Qué
es lo que intento? Deidades, piedad y reverencia paternal, sagrados
respetos y derechos de los padres, impedid que llegue á egecutarse
tal maldad, y oponeos á tan execrable deliro, á llamarse asi lo que
intento, porque puede con razon negarse que lo abominen y condenen la
piedad y la reverencia, pues vemos que los brutos y animales se enlazan
entre sí sin reparos ni respetos: no es torpe ni feo en la novilla el
tener por marido al toro su padre, ni al caballo el tener por muger á
su propia hija: por el mismo órden se conducen las aves y los demas
animales que andan y pacen reunidos en rebaños. Dichosos todos ellos,
pues se hallan sin trabas, y les es lícita esta libertad.[168] La
invencion de los hombres estableció unas extrañas leyes, que niegan y
prohiben envidiosamente lo que la naturaleza permite y dispensa.[169]
Con todo eso se cuenta que hay pueblos entre quienes la madre se casa
con el hijo, el padre con la hija, y crece la piedad[170] con el amor
duplicado. ¡Desgraciada de mí! ¡Que no hubiera tenido la suerte de
haber nacido en aquellas regiones, y me perjudicase la costumbre y
derecho de mi patria! Pero ¿de qué me sirve cavilar sobre estas cosas?
Alejaos de mí, esperanzas prohibidas. Es cierto que Ciniras es digno
de ser amado; pero solo como padre. De aqui infiero que si yo no fuese
su hija, podria enlazarme con él en lícito casamiento. La proximidad
es la que me perjudica; y si fuera extraña, seria mas asequible mi
esperanza. El corazon me inspira la resolucion de alejarme de aqui,
y abandonar el suelo patrio por evitar tan execrable delito; pero mi
loca pasion me detiene, porque presente podré recrearme con la vista
de Ciniras, con tocarle, hablarle y besarle, ya que no pueda ser otra
cosa mas. Pero ¿qué es esto que digo de mas, impía doncella, puedes
esperar alguna otra cosa mas? ¿No conoces el trastorno que causarias
en los nombres y en las leyes? Entonces serias una competidora de
tu madre, concubina de tu padre, hermana de tu propio hijo, y madre
de tu hermano. ¿No temes pues á las implacables Furias, que con la
hacha en la mano y los cabellos erizados de serpientes amedrentan sin
cesar á los delincuentes? Pero tú, puesto que aun no has cometido
la maldad en efecto, no la concibas en el ánimo, ni atropelles con
un gusto prohibido las poderosas leyes de la naturaleza. Imagínate
que él pueda inclinarse á quererte; pero la cosa no es permitida, y
le detendrá su misma piedad, y el acordarse de la prohibicion de la
ley. ¡Ay! ¡cuánto desearia yo que él estuviese poseido de un fuego
semejante al mio!” Con esto puso fin á su razonamiento; pero Ciniras,
á quien la multitud de los pretendientes de su hija le hacia dudar
sobre la eleccion, se los nombró todos, preguntándola á ella misma á
cual escogia por su marido. Enmudece al principio; y reclinándose como
desmayada sobre el rostro de su padre, se abrasa, y humedece sus ojos
con un ardiente llanto. Creyendo Ciniras que sus lágrimas y silencio
eran efecto de su modestia y pudor virginal, las interrumpe con su
mandato, la besa y enjuga sus mejillas. Causaron mucho gozo á Mirra
estas demostraciones de la terneza de su padre, y preguntada por este á
quien de los pretendientes queria elegir por esposo, le respondió que
á uno que en todo se le asemejase. Ciniras aplaudió sin entender la
respuesta de su hija, teniéndola por obediencia y subordinacion, y la
dijo: „Persevera, hija mia, en ser siempre tan obediente y piadosa.”
Mirra, que oyó la palabra piedad que su padre habia pronunciado, bajó
el rostro avergonzada de su delito. Á la media noche, cuando todos
estan descuidados y entregados al sueño, Mirra desvelada se abrasaba
en el fuego de su amor, y resolvia en su imaginacion sus locos deseos.
Unas veces desconfia, otras se resuelve á probar fortuna, y á intentar
el ponerlos en egecucion. Ya se avergüenza, ya se inflama, y por mas
que discurre no halla ni le adapta medio ni modo alguno de egecutar su
proyecto; y á la manera que un grande árbol herido con los golpes de la
segur, cuando ya resta poco para acabarlo de cortar, no se sabe hácia
qué lado podrá caer, y se teme por todas partes, asi el ánimo de Mirra,
agitado de tantos y tan varios impulsos, duda entre los medios que debe
escoger, y no encuentra medio ni reposo sino en la muerte. Resuélvese á
ella, se levanta precipitada con la determinacion de echarse un dogal
á la garganta; y teniendo ya para ello atado al techo el cíngulo que
al efecto se quitó, dijo: „Á Dios, querido Ciniras, sabe que tu amor
es la causa de mi muerte.” Dijo esto, y al momento acomodó el lazo á
su descolorido cuello. Se cuenta que su fiel aya, que dormia en la
pieza inmediata, oyó el confuso ruido de las voces. Levántase asustada,
abre la puerta, y viéndola en la disposicion que estaba, puesto en el
cuello el lazo para ahorcarse, empieza á dar voces, se da golpes, se
hiere el pecho, la desata y quita el lazo, y le hace pedazos. Despues
la estrecha entre sus brazos, derrama un torrente de lágrimas, y la
pregunta la causa de su desesperacion. Queda enmudecida la doncella,
é inmóvil fija sus ojos en el suelo, sintiendo que su ama la hubiese
hallado en aquella accion, y la estorbase darse la muerte. La anciana
la insta de nuevo; y descubriendo sus canas y ya arrugados pechos, la
ruega con mucho ahinco por la leche que la dió, y por los desvelos que
padeció en criarla, que la comunique su dolor, cualquiera que él fuese.
Mirra gimiendo con alguna indignacion repelió sus ruegos. La anciana
persiste en averiguar la causa, prometiéndola todo su favor. „Dime,
hija mia, la decia, ¿qué es lo que te aflige? No me niegues el gusto y
consuelo que tendré en aliviarte. No me servirá de estorbo la vejez. Si
el amor causa tu mal, tengo yerbas virtuosas y encantos para curarlo:
si alguno te ha fascinado, serás purificada con las ceremonias mágicas:
últimamente si los Dioses vengadores quieren castigarte, yo sabré
aplacarlos con los sacrificios. Yo no puedo atribuir á otra cosa alguna
mas que á las referidas la causa de tu desesperacion, porque tus bienes
y tu casa no padecen ninguna quiebra ni menoscabo, y viven y estan
sanos tu madre y tu padre.” Al oir Mirra la palabra padre arrancó un
triste suspiro de lo íntimo de su pecho, y el ama, aunque comprendió
que podia proceder de algun amor, no sospechó que pudiese ser de los
nefarios y prohibidos. Tenaz en su propósito de averiguarlo, la hace
instancias á que la manifieste la causa de su desesperacion, fuese
de la clase que fuese; y viendo que no daba otra respuesta que la de
deshacerse en lágrimas, la tomó en su regazo, y abrazando estrechamente
su cuello con sus débiles brazos, la dijo: „Ya he penetrado lo que ello
es: tú estás enamorada; anímate y depon tu temor, y confia en que mi
industria y mi eficacia te serán útiles para proporcionarte el logro
de tus deseos, sin que jamas lo llegue á entender tu padre.” Mirra se
soltó furiosa de los brazos de su ama, y echándose boca abajo sobre la
cama y mordiendo la ropa, la dijo: „Apártate de aqui por vida tuya, y
déjame ocultar mi vergüenza con el llanto;” y como el ama redoblase las
instancias, la respondió: „No seas importuna, vete de aqui, ó deja de
preguntarme la causa de mi dolor, porque es una maldad lo que pretendes
saber.” Llenóse de horror la vieja; y alargando sus manos trémulas con
la edad y con el miedo, se postró rendida á los pies de su alumna; unas
veces la acaricia, otras la amedrenta si no la descubre el secreto,
amenazándola que descubrirá y publicará el delito que intentaba cometer
cuando la halló á punto de quitarse la vida con el dogal al cuello,
y por el contrario la aseguraba su ayuda y favor para el logro de su
amor si se descubria. Mirra algo animada se incorporó, y echándose al
cuello de su ama, la riega el pecho con sus lágrimas. Mil veces intenta
descubrir su debilidad, y otras tantas detiene los acentos. En fin,
cubriéndose el rostro con su ropa: „¡Ah! dijo suspirando, ¡qué dichosa
es mi madre con ser esposa de mi padre!” No dijo mas, y concluyó con
un suspiro; pero la aya, que comprendió el sentido de estas palabras,
entró en un temblor que la penetró hasta los huesos, se llenó de pavor,
y se le erizaron los plateados cabellos. Persuadióla cuanto pudo por
si podia apartarla de una pasion tan criminal. Penetra Mirra lo justo
de sus persuasiones; pero sin embargo estaba resuelta á morir si no
daba satisfaccion á sus deseos. „Vive, la dijo entonces el aya: tú
gozarás de tu propio...” y calló, no atreviéndose á decir _padre_, y
la asegura con juramento esta promesa. Era tiempo en que las matronas
vestidas de blanco celebraban la fiesta de Céres, y la ofrecian como
en primicias de sus cosechas guirnaldas de espigas; y era rito de esta
solemnidad el que en los nueve dias y noches que duraba las casadas
no podian cohabitar con sus maridos, y como Ceneris[171] era una de
las que asistian á la fiesta, quedóse solo el Rey Ciniras su marido.
Aprovechándose la oficiosa aya de esta coyuntura, se entró en su cámara
en ocasion que le halló algo trastornado con el vino, y le propuso bajo
un nombre supuesto el amor que le tenia una jóven, alabándole mucho
su hermosura. Preguntándola el Rey los años de la doncella, respondió
que era de la misma edad de su hija, de lo que informado, mandó se la
llevara. Al momento fue al cuarto de Mirra, y abrazándola la dijo:
„Alégrate, hija mia, pues ya te tengo proporcionada la victoria y el
logro de tus deseos.” Aunque esta noticia no causó sino una alegría
imperfecta á Mirra, y que su corazon le presagió alguna cosa funesta,
no obstante no dejó de regocijarse: tanta era la perturbacion en que la
tenia su pasion. Llegó la media noche, en que todo yacia en silencio
profundo, y el carro de Bootes habia ya torcido su direccion. Á esta
hora se encaminó Mirra al aposento de su padre á egecutar su torpe
deseo. La luna desamparó el cielo, ocultándose debajo del horizonte;
las estrellas se cubrieron de nubes negras y espesas, y la noche
quedó en una total oscuridad. Icario y Erigone,[172] vosotros que por
el amor paternal fuisteis colocados en el cielo, velasteis vuestro
rostro por no ser testigos de una accion tan abominable. Mirra tropezó
tres veces, y tres veces el fúnebre buho la presagió alguna desgracia
con su lúgubre canto. No obstante como la noche y las tinieblas la
hacian menos tímida, continuó su camino asida á la mano izquierda de
su aya, y de la derecha se servia para atinar el camino por medio
de la oscuridad. Llega por último á la entrada del cuarto de su
padre. Apenas entró cuando le temblaron las rodillas, vacilando las
piernas; mudó de color, y la faltaba el ánimo para proseguir. Cuanto
mas se acerca á su delito tanto mas se horroriza y arrepiente de su
atrevimiento, y quisiera poder volverse sin ser conocida. La vieja,
que la ve detenerse, la conduce é introduce, llevándola asida por la
mano, y al tiempo que la entregaba á Ciniras habló de esta manera:
„Esta es la persona que te he prometido,” y se retiró, dejándola en
el cuarto. Ciniras para acariciarla, alentarla y hacerla deponer el
temor es creible que alguna vez la llamase hija, y ella á él padre, y
de este modo no faltaron á la maldad los verdaderos nombres. Cometido
el incesto, del que fue consecuencia la gravidacion, se repitió por el
mismo órden otras noches, hasta que Ciniras, ansioso por ver y conocer
á su amante, hizo entrar una luz, á cuyo resplandor vió y comprendió
su delito, y que la cómplice era su hija. Callando y sin pronunciar
una palabra, porque no se lo permitia su dolor, arremetió á su espada,
y la desenvainó. Mirra al verlo echó á huir, y se ocultó y escapó de
la muerte favorecida de la oscuridad y de lo tenebroso de la noche,
á quienes debió poder escapar del palacio y salir á los dilatados
campos, y entregándose por ellos á la fuga, penetró peregrinando
hasta la Arabia, abundante en palmas, y se dejó atras las llanuras
de Pancaya, y despues de haber andado errante por espacio de nueve
meses, hallándose cansada de la fatiga de su viage, y aun mas de la
incomodidad de su embarazo, hizo alto en la region Sabea. Entonces sin
saber qué hacer, pues le era odiosa la vida, aunque temia la muerte,
hizo á los Dioses esta súplica: „Ó Dioses, si favoreceis á los que
confiesan su delito, yo me reconozco digna de la mayor pena: no rehuso
el merecido castigo. Mas para que yo no sea el oprobio y escándalo de
la tierra si vivo en ella, ó la vergüenza y espanto de los muertos si
bajo al reino tenebroso, arrojadme de ambos imperios, y mudándome mi
forma, negadme la vida y la muerte.” Estos votos y súplicas de Mirra
hallaron propicios á los Dioses, pues aun no las habia concluido cuando
la tierra empezó á cubrir sus pies, que se volvieron raices retorcidas,
capaces de sostener un robusto árbol. Sus huesos, que conservaron su
medula, formaron el tronco; su sangre se convirtió en jugo, sus brazos
y dedos se trocaron en las ramas, y su piel en dura corteza; la que
creciendo poco á poco, habia ya ocultado el elevado é hinchado vientre
y el pecho, y se dirigia á cubrir el cuello y cabeza, que era lo que
únicamente faltaba: no aguardó á tanto Mirra, sino que impaciente con
la tardanza se encogió un poco, y zabulló su rostro en la corteza que
venia creciendo. Aunque con la transformacion de su cuerpo perdió Mirra
el uso de todos los sentidos, conservó el llanto, pues del tronco se
destilan unas cálidas gotas, que corriendo por él á manera de lágrimas,
se congelan y forman una preciosa goma, que tiene y conserva el nombre
de Mirra, y perpetuarán la memoria y noticia de su transformacion á
todas las edades.”

[Ilustración: (109) Mirra pare á Adonis y es transformada en el árbol
de su nombre.]



FÁBULA X.

_NACIMIENTO DE ADONIS._


„El incestuoso feto que Mirra tenia en su vientre antes de su
transformacion creció,[173] y se puso despues de ella á punto de salir
á luz, para lo cual buscaba camino por donde echarse fuera, y dejar
el seno materno. El vientre se entumecia debajo de la corteza, y el
peso hacia extender y dilatar al árbol, sin que los dolores pudiesen
explicarse por falta de voz, ni en aquel aprieto de la parturienta
pudiese ser invocada Lucina. El árbol tomó una postura semejante á
la de una muger que hace esfuerzos para el parto, y encorvándose
daba continuos gemidos, y se humedecia con las gotas que destilaba á
manera de lágrimas. Lucina propicia acudió á los ramos y troncos que
tristemente rechinaban, aplicó á ellos sus manos, y pronunció las
palabras y cláusulas que sirven para facilitar los partos. Por la
eficacia de ellas se abrió el árbol, y por la abertura de su corteza
salió vivo un niño, y empezó á llorar. Las Náyades le pusieron sobre la
mullida yerba, y le ungieron y bañaron con las gotas que como lágrimas
destilaba el árbol. Hasta la misma Envidia alabaria la hermosura de su
rostro, pues era tal, que no le excedian los retratos que al vivo se
expresan del desnudo Amor; y para que entre estos y aquel no hubiera
diferencia con el adorno, pudiera muy bien quitársele á este el
carcax,[174] y acomodarse á aquel.”

[Ilustración: (110) Venus aconseja á Adonis que solo caze animales
indefensos.]



FÁBULA XI.

_VENUS Y ADONIS._


„El tiempo y la edad corren ocultamente, y no hay cosa mas veloz que
los años. Este niño, hijo de su hermana y de su abuelo, que poco antes
habia estado oculto en el árbol, y habia nacido de él, llegó, siendo
cada vez mas hermoso, desde la infancia á la juventud, y desde esta á
la edad varonil,[175] en la que excediéndose á sí mismo en belleza, fue
el objeto del amor de la Diosa Venus, y vino á vengar en ella el amor
que habia inspirado á su madre: fue pues el caso que el niño Cupido,
al tiempo que como hijo se acercó á dar un beso á su madre Venus, sin
advertirlo la clavó en el pecho la punta de una de sus flechas.[176]
La Diosa sintiéndose herida, arrojó y apartó de sí á su hijo Cupido;
y aunque al ir á mirarse la herida le pareció que era pequeña, era
mas profunda de lo que parecia. La flecha la encendió en el amor de
Adonis (que este era el nombre del hijo de Mirra), y este amor la hizo
descuidarse de las playas de Citera, y de frecuentar las islas de
Pafos, la de Cnido y la de Amatonta, abundante en metales.[177] Tambien
se ausentó del olimpo, al cual preferia á su Adonis. Á este ama, de
este no puede apartarse un momento; y la que antes estaba acostumbrada
á las delicias de estar á la sombra, y á adornarse para acrecentar
su hermosura, ahora, semejante á Diana, con el vestido arregazado y
descalza trepa por collados, selvas y ásperos peñascos con su amante,
azuzando á los perros, y dando alcance á las veloces liebres, ciervos,
gamos, y á los demas animales fáciles de cazar; pero se abstiene de
los bravos jabalíes, de los hambrientos lobos, de los osos armados
de sus uñas, de los leones hartos con la muerte de los ganados, y
amonesta á Adonis tema á unos animales tan peligrosos. „Tú puedes,
le decia, seguir con tu valor y denuedo á las bestias que huyen del
cazador. La osadía no es segura contra las fieras, á quienes dió armas
la naturaleza: no te expongas, querido jóven, temerariamente y con
peligro mio: mira que me estará y costará muy cara tu animosidad: ni tu
edad, ni tu hermosura, ni cuantas cosas me hicieron inclinarme á tí,
serán respetadas, ni detendrán á los leones, á los cerdosos jabalíes,
ni templarán la centellante vista ni impetuosidad de las fieras. No
olvides nunca que los rayos no son tan temibles como los colmillos de
los ásperos jabalíes, y que los rojos leones tienen ímpetu y una grande
saña, y estos últimos son para mí muy odiosos.” „¿Cuál es la causa,
la pregunta, que te estimula á darme tales consejos?” „Yo te la diré,
respondió Venus, y te referiré una monstruosa transformacion, á quien
dió causa una culpa que es ya bien antigua.”



FÁBULA XII.

_VENUS Y ADONIS SOBRE EL CESPED._


„Pero ya me siento fatigada del egercicio de la caza, á que no estoy
acostumbrada: este blanco álamo nos convida con su fresca y apacible
sombra, y la yerba de esta pradera nos ofrece blando lecho, en el que
me será de gusto y complacencia el disfrutar contigo, mi amable Adonis,
un rato de descanso.” En esto se reclinaron en la pradera; y Venus,
apoyada mas sobre aquel que sobre el suelo, dejando caer sobre su pecho
la cabeza, é interpolando á cada palabra los mas tiernos ósculos, le
refirió el suceso siguiente.”

[Ilustración: (111) Hipomenes vence con ardid en la carrera á
Atalanta.]



FÁBULA XIII.

_CARRERA DE HIPOMENES Y ATALANTA._


„Acaso habrás oido hablar de una doncella que llevaba ventajas en la
carrera á los hombres mas ligeros. La voz que acerca de esto corrió no
fue ciertamente una fábula. Es evidente que los aventajaba, y no era
fácil decidir en qué se aventajaba mas, si en la ligereza de sus pies
ó en su hermosura. Habiendo esta doncella consultado al oráculo sobre
la eleccion de un esposo, le respondió aquel: „Atalanta, no te conviene
tener marido. Huye del consorcio; pero no podrás huir, y tendrás la
desgracia de carecer, aunque viva, de tí misma,[178] siendo convertida
en otra forma.” Amedrentada con la respuesta del oráculo, resolvió
vivir soltera, frecuentando las selvas sombrías en el egercicio de la
caza.[179] Cuando se veia importunada de la multitud de pretendientes
los despedia y excluia con una terrible condicion, diciéndoles: „Si
me he de casar con alguno de vosotros, ha de ser con el que me exceda
en la carrera: apostad todos á correr conmigo: si yo fuese vencida,
será el premio mi mano y mi consorcio; pero si yo venciere, la muerte
será el castigo del vencido. Esta ha de ser la ley del certamen.” Ella
ciertamente era una condicion cruel; pero la hermosura tiene mucho
atractivo y eficacia. Sujetóse á esta dura ley una grande y temeraria
multitud de pretendientes. Hipomenes, que habia concurrido movido de
la curiosidad de ver el certamen de la carrera, instruido de la dura
ley con que se hacia: „¿Es posible, dijo, que haya hombre que solicite
á una muger, exponiéndose á tanto riesgo y peligro?” Al tiempo que
desaprobaba los excesivos amores de los jóvenes descubrió á Atalanta
con el velo quitado,[180] y al ver su hermosura, el aire y gracia de su
cuerpo (que era como el mio, ó como el tuyo si fueses muger),[181] se
quedó pasmado, y alzando las manos dijo: „Perdonadme, jóvenes amantes,
á quienes sin razon poco hace tuve por temerarios, por no estar
informado de la calidad del premio á que aspirábais.” Alabando asi á
Atalanta, concibe amor por ella; del amor pasa luego á la envidia, y
desea que ningun jóven corra mas velozmente que ella. „¿Por qué, dice,
no he de probar yo fortuna en esta competencia? Los Dioses favorecen
siempre á los atrevidos.” Mientras Hipomenes se decia á sí mismo estas
razones vió pasar á Atalanta; y aunque iba con la misma velocidad que
una ave ó una saeta de Escitia, no obstante tuvo tiempo de admirar su
belleza, que habia tomado incremento con el egercicio de la carrera.
El aire con que corria, tremolando los lazos de su calzado, daba nuevo
impulso á sus ligeras plantas; tambien hacia ondear sus cabellos sobre
las espaldas mas blancas que el marfil, y agitaba las lazadas de las
ligas, que se la veian debajo de las rodillas, y el egercicio de la
carrera sonroseaba la blancura de su rostro, no de otro modo que cuando
la luz, penetrando por un velo ó cortina encarnada, pinta de color
encarnado la blancura de la pieza que ilumina. Mientras Hipomenes nota
admirado todas estas bellezas llega Atalanta al fin de la carrera, en
la que salió vencedora, y mereció se la diese el premio de la corona.
Suspiran los vencidos, y padecen el castigo segun las leyes del
combate. Poco amedrentado Hipomenes con el suceso de estos jóvenes,
se presentó en la palestra, y fijando la vista en Atalanta, la habla
de esta manera: „¿Qué gloria puede tributarte la fácil victoria de
los cobardes? Contiende conmigo; y si mi fortuna me hiciere vencedor,
no te avergonzarás de haber sido vencida por un pretendiente de mi
gerarquía, porque mi padre es Megareo, hijo de Onquestio, y nieto de
Neptuno, de modo que yo vengo á ser biznieto del Rey de las aguas:
mi valor no es menor que mi nobleza; y si yo soy vencido, tendrás un
grande y memorable nombre por haber vencido á Hipomenes.” Mientras
decia estas cosas Atalanta le miraba con semblante halagüeño,[182]
é incierta de si le estaria mejor vencerle ó ser vencida, habló en
estos términos: „¿Qué deidad contraria y opuesta á los hombres de
gallardía y gentileza se propone perder á este jóven? ¿Quién es el que
le inspira á que pretenda mi casamiento con peligro de su amable vida?
En mi sentir no me considero acreedora á que por mí se exponga á tanto
riesgo; no me mueve á compasion su gallardía, aunque ella es tal que
pudiera conmoverme, sino el verle aun tan jóven. No él sino su edad
es la que me compadece; y ¿qué diré siendo testigo de su valor, y del
desprecio que muestra á la muerte? ¿Qué cuando le contemplo en cuarto
grado descendiente de Neptuno? ¿Qué al ver un amor tan fino que estima
mi mano mas que su vida, y se resuelve á morir si la dura suerte le
negase el vencerme? Ilustre extrangero, le dijo, desiste ahora que
estás en tiempo, y abandona la pretension de un enlace que te expone
á perder la vida. Mi casamiento es cruel y costoso. Hallarás otras
infinitas que apetezcan casarse contigo, pues eres digno de ser amado
por cualquiera discreta jóven. Mas ¿por qué, prosiguió, me tomo yo
estos cuidados por este jóven, á quien no desanima el egemplar de los
muchos que han sufrido la muerte por haber sido vencidos? Allá se las
avenga; muera, pues él lo quiere; y sin escarmentar con la desgracia
de tantos pretendientes, parece que le desagrada el vivir. Pero ¿será
puesto en razon que muera únicamente porque intenta vivir en union
conmigo?[183] ¿Será buena recompensa del amor que me manifiesta el
que sufra la muerte, que él en verdad no merece? Todo el lauro de mi
victoria no podrá mitigar el disgusto y resentimiento que tendré de
haberlo vencido; pero en caso de que incurra en esta desgracia, no
será culpa mia, sino de su temeridad. ¡Ah, inconsiderado jóven, si
te allanaras á desistir de tu empresa! ¡Ah, si ya que eres temerario
fueras mas ligero que yo! ¡Qué femenil hermosura se descubre en tu
pueril semblante! ¡Ah, infeliz Hipomenes, no querria haber sido vista
por tí! Ciertamente eres digno de vivir; y si yo fuese mas feliz, y los
importunos y contrarios hados no me prohibiesen el estado conyugal,
serias tú el solo con quien yo apeteceria casarme.” Concluyó su
razonamiento; y como poco experimentada, y por primera vez acometida
del amor, ama sin advertirlo y sin saber lo que hace. El padre de
Atalanta y todos los espectadores instaban sobre que se continuase el
certamen de la carrera; y estando para principiarla, Hipomenes invocó
mi proteccion[184] con el mayor fervor, diciendo: „Ayude y favorezca
Venus Citerea[185] mi atrevimiento, y proteja este amor que en mí ha
fomentado.” Conmovíme, lo confieso, con esta rendida súplica, que el
blando viento hizo llegase á mis oidos; pero como ya iba á empezar la
carrera, quedaba muy poco tiempo para usar de arbitrios en su favor.
En la isla de Chipre[186] hay un campo, que sus naturales le llaman
Tamaseno. Este sitio, que es la mejor parte de la isla, me fue dedicado
por los antiguos, y mandaron que se agregase en dote á mi templo. En
medio de este campo hay un árbol, cuyas hojas y frutos son de oro. Yo
volvia de él en esta sazon, y traia en la mano tres manzanas de oro que
habia cogido. Lleguéme á Hipomenes sin que nadie pudiese verme sino él
solo, y le enseñé al dárselas el uso que habia de hacer de ellas. Á la
señal que hicieron las trompetas el uno y la otra partieron á un tiempo
de los señalados límites con la mayor ligereza. Parecia que sus pies
apenas tocaban la arena. Al verlos se creeria que podrian correr sobre
el mar sin humedecer sus plantas, y sobre las espigas de las secas
mieses sin ajarlas.[187] Animaban á Hipomenes las voces y aplausos de
los espectadores, que gritaban diciendo: „Ahora, ahora, Hipomenes, es
la ocasion de que te esfuerces; corre ligero; usa ahora de todas tus
fuerzas; date priesa, que tú alcanzarás la victoria.” No es fácil de
decidir á quien de los dos agradaban mas estos aplausos, si á Hipomenes
ó á Atalanta. ¡Cuántas veces, pudiendo ella dejarle atras, se detuvo de
intento! ¡Y con cuánta dificultad apartaba la vista que en él llevaba
clavada! Fatigado Hipomenes de tan larga carrera, respiraba ya un
aliento seco y anhelante, y aun faltaba mucho para llegar al término
de la carrera. Entonces arrojó una de las tres manzanas. Pasmóse
Atalanta al verla, y deseosa de cogerla torció la carrera para alzarla.
Entre tanto Hipomenes la cogió ventaja, y empezaron á victorearle los
espectadores. Mas ella repara la detencion y el tiempo perdido con
la veloz carrera, y deja atras al jóven. Aunque Hipomenes volvió á
detenerla arrojando otra manzana, volvió á alcanzarle y á dejársele
atras. Ya solo faltaba el último tercio de la carrera cuando Hipomenes
me hizo esta súplica: „Asísteme ahora, ó Diosa, y haz que me aproveche
este don que benéfica me has hecho.” Al pronunciar estas palabras
arrojó con fuerza la tercera manzana hácia un lado para que perdiese
la direccion en ir por ella, y volver á la carrera. Pareció que la
doncella dudaba si iria ó no á cogerla; pero yo con mi inspiracion la
incliné á que se determinase, y al tiempo de cogerla aumenté el peso
de la manzana, y la impedí su velocidad con esta detencion y con el
mayor peso de aquella. Últimamente porque mi narracion no se extienda
mas que aquella carrera, Atalanta quedó vencida, é Hipomenes vencedor
obtuvo su premio.”



FÁBULA XIV.

_HIPOMENES CONVERTIDO EN LEON Y ATALANTA EN LEONA._


„Dime ahora, querido Adonis, ¿no era yo digna de que Hipomenes me
hubiese rendido gracias y ofrecido el honor del incienso y de los
sacrificios por semejante favor? Pues has de saber que ni me las
tributó ni me ofreció sacrificios. Me dejé arrebatar de la ira mas
violenta; y sintiendo vivamente este desprecio, me indigné contra
ambos, é hice en ellos un castigo tal que me asegurase de ulteriores
desprecios. Pasaban un dia junto á un templo, que escondido en una
espesa selva habia en otro tiempo edificado por voto á la madre de los
Dioses el esclarecido Equion.[188] Como se hallaban fatigados del largo
camino, se sentaron á la sombra para descansar. Alli asaltó á Hipomenes
un intempestivo deseo del uso conyugal, promovido por mí. Cerca del
templo habia un lugar retirado de escasa luz, formado naturalmente de
las peñas, á manera de una cueva, y que habia sido consagrado desde la
mas remota antigüedad, y alli los sacerdotes habian colocado muchos
simulacros de madera de los antiguos Dioses. Entraron en este sitio, y
le profanaron con una accion tan agena de su santidad. Los Dioses por
no ver este sacrilegio volvieron los ojos, y Cibeles dudó si sumergiria
á los delincuentes en la laguna Estigia; pero le pareció que este
castigo era muy leve para un delito tan enorme. Al punto pues se cubren
sus cuellos de rojas crines; sus dedos se encorvan en uñas; los hombros
se convierten en espaldas; todo el peso carga sobre los pechos; con la
cola barren la superficie de la arena; en el rostro se ve pintada la
saña, y en vez de palabras pronuncian un espantoso murmullo, y tienen
por tálamo las selvas: en una palabra, fueron transformados en leones,
animales temidos de todos, y dóciles para el carro de Cibeles. Tú pues,
amado Adonis, huye de estas fieras, y de todas aquellas que en vez de
huir y volver la espalda presentan su cuerpo y pecho á los que les
acometen. Evita su encuentro, no sea que tu osadía sea perjudicial á
tí y á mí, que mas que tú sentiré tu desgracia.” Despues que Venus dió
este consejo á Adonis, tomó el camino por los aires en un carro tirado
de cisnes. Pero Adonis, dejándose llevar de su valor, no se aprovechó
de las advertencias de Venus.”

[Ilustración: (112) Venus llora á su querido Adonis herido por un
jabalí.]



FÁBULA XV.

_MUERTE DE ADONIS._


„Los perros de Adonis, que seguian el rastro, echaron del bosque un
jabalí, y cuando iba á salir de la selva le hirió de través con una
flecha. Al punto el feroz animal sacudió el dardo ensangrentado, y
con sus colmillos corvos siguió á Adonis, que temblaba y buscaba
donde guarecerse; se los clavó todos debajo de la ingle, y lo arrojó
moribundo en la roja arena. Venus, conducida por medio de los aires
en su ligero carro, no habia llegado aun á la isla de Chipre, y de
lejos oyó los suspiros de su moribundo amante, y volvió hácia alli el
ligero carro: luego que desde la alta region le vió desmayado, y que se
revolcaba en su misma sangre, bajó; y rasgando sus delgados vestidos,
se arranca los cabellos, se hiere el pecho lastimosamente, y quejándose
de los hados, les dice: „No han de estar todas las cosas sujetas á
vuestro poder. Querido Adonis, quedarán para siempre vestigios de mi
llanto y sentimiento por tí, y en memoria de tu muerte se repetirá y
celebrará todos los años una fiesta en que se imitará y representará
mi llanto y mi dolor. Tu sangre será convertida en flor. Asi como
tú, Proserpina, pudiste en otro tiempo convertir á tu rival[189] en
olorosa yerbabuena, ¿no podré yo tambien, sin que se me atribuya á mal,
convertir á Adonis en otra yerba?”

„Despues que dijo esto roció con néctar oloroso la sangre de Adonis,
que hinchándose como aquellas gotas de agua que al caer forman menudas
y transparentes ampollas, en menos de una hora salió de la sangre una
flor colorada semejante á la de la granada. Esta flor es de corta
duracion, porque siendo de poco vigor y de mucha ligereza, la marchitan
los vientos, de quienes tomó el nombre de amapola.”

[Ilustración]



LIBRO ONCENO.

_ARGUMENTO._


Despues que las mugeres de Tracia, agitadas del entusiasmo de Baco,
despedazaron á Orfeo, se convirtieron en árboles. Baco se retira de
la Tracia; y por la restitucion de Sileno remuneró á Midas con la
gracia de que convirtiese en oro todo lo que tocase. Y como este don le
acarrease mas daño que provecho, se bañó en el rio Pactolo, y trocó en
oro sus arenas. Despues, por haber desempeñado mal el papel de juez,
Apolo le hizo nacer orejas de asno, y en seguida edificó los muros de
Troya, revestido de forma humana. Habiéndose Hércules apoderado de la
ciudad, dió á Telamon á Hesione por muger, en suposicion de haberse
Peleo casado ya con Tetis despues de sus varias transformaciones; y
habiendo ido á verse con Ceix, en parte vió y en parte entendió que
Dedalion se habia convertido en alcon, y un lobo en piedra. Alcione,
despues de haber visto en un sueño el naufragio de su marido, ella y
este se transformaron en aves. Luego que algunos los vieron volar por
los aires se acordaron que en otro tiempo Esaco, que entonces vivia, se
habia transformado en cuervo marino.

[Ilustración: (113) Las Bacantes de Tracia que mataron á Orfeo son
transformadas en árboles.]



FÁBULA PRIMERA.

_ORFEO DESPEDAZADO POR LAS BACANTES._


Mientras Orfeo halagaba y atraia con la dulzura de su canto
la ferocidad de los animales, árboles y peñascos, las jóvenes
Ciconas,[190] cubiertas con pieles de fieras, lo vieron desde un alto
en el monte Rodope, que estaba cantando sus versos al son de la lira.
Una de ellas, dejando agitar el cabello á discrecion de los vientos:
„He aqui, dice, nuestro capital enemigo.” Y diciendo y haciendo le
tiró al rostro el tirso, que como estaba entretejido de pámpanos, solo
le hizo una ligera contusion: otra le tiró una piedra, la cual quedó
sin efecto en el aire á la armonía de su voz y lira, y se arrojó á
sus pies como pidiéndole perdon por su enfurecido atrevimiento: sin
embargo se empeñaron las demas en una temeraria pelea, sin observar
modo por estar dominadas del mas loco furor. Las armas que le
disparaban hubieran perdido sin dificultad su fuerza con la eficacia
del canto de Orfeo, si la confusa gritería, los tambores, las flautas
y cornetas, las voces y los aullidos de estas mugeres Bacantes no
hubieran confundido el son de la lira. En medio de este tumulto fue
herido el desgraciado Orfeo con las piedras que le tiraron; y despues
que las Ménades[191] dispersaron las aves, serpientes y la multitud
de animales, que encantados de sus dulces acentos formaban un cerco
al rededor de él, se vuelven con las sangrientas manos contra Orfeo,
y le rodean como las aves que ven á la lechuza en medio del dia, ó
como los perros al rededor de un ciervo que sueltan por la mañana
para diversion del pueblo en el anfiteatro. Ellas le acometen por
todas partes, y le tiran los tirsos verdes, que no estaban destinados
para este uso. Unas le arrojan terrones, otras ramas arrancadas de
los árboles, otras guijarros; y porque no faltasen armas á su loco
furor, acaeció que cerca de alli habia unos labradores que barbechaban
la tierra, y otros no lejos la cavaban, ganando el preciso sustento
con el sudor de su rostro; los cuales, como vieron el escuadron de
mugeres, huyeron y dejaron los instrumentos de su penoso trabajo; á
saber, pesados rastrillos y azadones. Las Bacantes se apoderaron de
estas armas, y aun arrancaron á los bueyes los cuernos, y volvieron
á acometer al desgraciado Orfeo, que en vano les tendia las manos
para aplacarlas; y esta fue la primera vez que no movió con su voz á
los que le oian. En fin ellas le mataron sacrílegamente, y su alma
(¡ó Júpiter poderoso!) se exhaló á los vientos[192] por aquella misma
boca que articulaba aquellos dulces sones, y que tantas veces oyeron
los peñascos y entendieron los animales. Por tí, desgraciado Orfeo,
hicieron sentimiento las aves, las fieras, los peñascos; y las mismas
selvas, que muchas veces acudieron al son armonioso de tu lira, te
lloraron con amargas lágrimas. Los árboles despojados de sus hojas, los
rios crecidos con las lágrimas que derramaron, las Náyades y Dríades
vestidas de luto y esparcidos los cabellos, tambien fueron sensibles
á tu muerte: sus miembros estaban esparcidos por todas partes: su
cabeza y lira cayeron en el Hebro;[193] y cuando iban por medio de
la corriente (¡cosa maravillosa!) empieza la lira no sé que triste
lamento, y su misma lengua, aunque sin vida, unos murmullos lúgubres y
lastimosos, que los ecos repetian en las riberas de este rio. Luego
que entraron en el mar, y las olas y vientos las arrojaron á las playas
de Lesbos, una fiera serpiente acomete á la cabeza de Orfeo, que yacia
en la arena extraña, lame sus cabellos mojados con el agua de que
estaba bañada, y abre su boca para desfigurar su rostro; pero cuando
iba á morderla, Apolo la convirtió en piedra antes que la cerrase, y
la dejó en la actitud de una culebra que va á morder. La sombra de
Orfeo bajó al infierno, y despues que reconoció todos los lugares que
habia visto en otro tiempo, pasó á los campos Elíseos, y encontrando á
su amada Eurídice, la abrazó con la mayor ternura. Desde este momento
no se separan un punto; unas veces se pasean juntos; otras la deja ir
delante, y otras la precede él; pero asegurado siempre de que aunque
vuelva el rostro atras para mirarla, no la volverá otra vez á perder.

No permitió Baco quedase esta maldad sin castigo; y sintiendo la
pérdida de un hombre que era el corifeo de sus sacrificios,[194] al
punto convirtió en árboles á todas las mugeres de Tracia que cooperaron
á la maldad y estuvieron presentes. Extendidos los dedos de sus pies,
se pegaron en la sólida tierra en el órden que se seguian, y echaron
raices. Y al modo que la ave, luego que se ve presa en el lazo que el
astuto cazador ocultó, se revuelve, se agita, y hace mil esfuerzos,
que solo sirven para apretar mas el lazo que la tiene presa; asi estas
Bacantes, luego que se vieron presas, pegadas en la tierra, atónitas
procuraban en vano la fuga; pero las raices las detenian, y no las
dejaban proseguir en sus saltos bacanales; y mientras se paran á mirar
donde estan sus dedos, sus pies y sus uñas, ven que las rodillas se
iban vistiendo de madera; y queriendo golpear tristemente con las
manos, herian la misma madera, la cual fue creciendo hasta convertir
en tronco los muslos, el pecho, los hombros y los brazos extendidos en
ramas.



FÁBULA II.

_BACO DEJA LA TRACIA._


No contento Baco con esta venganza, desampara la Tracia, teatro funesto
de la muerte de Orfeo. Acompañado de mejor coro, se va á los viñedos
del Tomolo y á las riberas del Pactolo,[195] aunque en aquel tiempo no
tenia las arenas de oro, ni era envidiado de los hombres. Los Sátiros
y Bacantes acompañaban á este Dios; pero Sileno no pudo seguirle: unos
labradores frigios le hallaron vacilante, asi con la edad como con el
vino de que estaba poseido; y despues que le adornaron con guirnaldas y
flores, lo llevaron al Rey Midas, á quien Orfeo y el ateniense Eumolpo
habian enseñado los ritos de los sacrificios de Baco. Luego que este
Príncipe reconoció á Sileno por compañero de aquel Dios, y por uno de
los que intervenian en sus sacrificios, celebró con una gran fiesta
la llegada de tal huesped, la que duró diez dias y diez noches, y al
amanecer del undécimo el mismo Rey placentero fue á los campos
lidios, y lo restituyó á Baco su alumno.

[Ilustración: (114) Sileno, adornado de pámpanos, es presentado á
Midas, quien lo entrega á Baco.]

Alegre este Dios por haber recibido á su ayo, mandó al Rey de Frigia
pidiese el don que gustase. Entonces Midas, que no preveia las funestas
consecuencias de su demanda: „Concédeme, le dice, la gracia de que
se convierta en oro todo cuanto tocare mi cuerpo.” Concedióle Baco
al momento lo que deseaba; le dió un don que le habia de ser nocivo,
y sintió que no le hubiese pedido otro mejor. El Rey se retiró muy
contento por la gracia fatal que habia obtenido; y aun no asegurándose
bien de ella, iba tocando todas las cosas que encontraba para hacer
experiencia de si seria ó no verdad: cortó una rama verde de una
encina, y al punto fue convertida en una rama de oro. Tomó una piedra
del suelo, y tambien se puso roja como el oro: tocó un terron, y se
convirtió luego en masa de oro fino. Arrancó unas espigas de trigo, y
al momento se convirtieron en oro. Cogió una manzana de un árbol, y
juzgaria cualquiera que era del jardin de las Hespérides. Apenas tocó
las puertas de su palacio cuando resplandecen maravillosamente. Si
se lavaba las manos, el agua se teñia de un color que podria engañar
á Dánae.[196] Encantado Midas de una virtud tan extraordinaria, se
entregaba á todos los trasportes de su alegría, cuando le avisaron
que la mesa estaba puesta, y grandemente provista de viandas. Luego
que se sentó en la mesa y tomó el pan, don precioso de Céres, lo
halló convertido en oro. Si llevaba á la boca cualquier manjar para
satisfacer su apetito, cuando lo iba á comer lo hallaba convertido
en oro resplandeciente. Cuando le dieron de beber vino mezclado con
agua, no tragó sino oro líquido. Atónito con la novedad de un mal tan
extraordinario, rico y pobre á un mismo tiempo, aborrece una opulencia
que le costaba tan cara, y se arrepiente de haberla deseado. En medio
de la abundancia no puede satisfacer su hambre ni apagar la sed que
le abrasa la garganta, y con justa razon le atormentaba el oro, que
ya aborrecia. Entonces levantando las manos al cielo, dijo: „Ó padre
Leneo, perdóname; confieso haber delinquido: por vida tuya que tengas
misericordia de mí, y me libres de este precioso metal que me aflige.”
El piadoso Dios, mirando ya con benignidad al que confesaba su pecado,
le restituyó á su antiguo estado, y en premio del beneficio de haber
restituido á Sileno le revocó el don que le habia concedido: „Para no
verte bañado del oro que malamente codiciaste, ve, le dice, al rio
vecino á la famosa Sardes,[197] y caminando agua arriba, sigue por
el collado de la ribera hasta que llegues á su nacimiento: mete la
cabeza en las espumosas aguas que forman su raudal copioso, y lava á un
tiempo tu cuerpo y el delito cometido.”[198] Midas, obedeciendo esta
órden, se encaminó al rio y se entró en el agua, á la que de su cuerpo
se transfirio la virtud aurífica,[199] y desde entonces sus arenas
se convirtieron en oro; y cuando sale de madre se inundan los campos
vecinos de arenas doradas. Aborreciendo Midas las riquezas, frecuentaba
las selvas y campos, acompañando en ellos al Dios Pan, el cual de
continuo se retiraba á las grutas de los montes; pero el trato de este
Dios no le abrió mas el ingenio. Quedóse con la insensatez, que habia
de acarrearle los daños que habia ya experimentado.



FÁBULA III.

_APOLO Y MIDAS._


El Tomolo es una montaña de dificil subida, que se extiende desde
Sardes hasta la pequeña ciudad de Hipepa. Es muy elevada y escarpada,
y de su cumbre se descubren los anchos mares. En esta montaña cantaba
Pan sus versos á las jóvenes Ninfas al son de la encerada flauta,
jactándose de que excedia al canto de Apolo. Desafióle, y se aplazó
la competencia, haciendo juez de ella al Tomolo. El anciano juez toma
asiento en lo mas elevado de su misma cumbre para que los árboles
separados no le impidiesen oir; y ciñéndose una guirnalda de encina,
de la cual pendian las bellotas hasta las sienes, dijo al Dios Pan:
„Por el juez no hay detencion.” Pan empezó luego á cantar al son de
su flauta agreste, y embelesó á Midas (que á la sazon se hallaba
presente) con la inculta música. Despues que Pan acabó, Tomolo volvió
su semblante á Febo, y todos los árboles del monte hicieron lo mismo, y
se inclinaron á él.

[Ilustración: (115) Apolo pone orejas de asno á Midas en castigo de su
mala sentencia.]

Apolo, coronado de laurel cortado del Parnaso, y vestido de una ropa
rozagante de color de púrpura que arrastraba hasta el suelo,[200]
tomó en su mano izquierda su lira embutida de marfil y piedras
preciosas, y en la derecha el plectro, y en esta actitud empezó á tocar
con tanta delicadeza, que enagenado Tomolo con su dulzura, manda que
la flauta de Pan ceda la victoria á la lira de Apolo. Agradó á todos
el parecer y sentencia del monte: solo Midas dijo que era injusta. No
queriendo Delio que unas orejas tan insensatas conservasen la figura
humana, se las alargó, cubrió de pelo blanco, é hizo movibles; en una
palabra, las orejas de hombre se trocaron en orejas de asno perezoso.
Lo demas de su cuerpo le quedó como de antes, castigándole solo en la
parte que habia pecado. Midas procuraba ocultar esta deformidad, y la
tapaba con una tiara[201] purpúrea; pero el criado que solia cortarle
el pelo cuando crecia le vió las largas orejas; mas no se atrevió á
descubrir á nadie este defecto. Incomodado de guardar este secreto,
que no podia retener en sí,[202] se fue á un lugar retirado, hizo
un hoyo en la tierra, y en él con voz sumisa depositó el secreto que
su señor tenia orejas de asno, y despues, tapando el hoyo, se retiró
dejándolo escondido en él. Algun tiempo despues empezó á crecer alli
un espeso cañaveral; y habiendo pasado un año, crecidas ya las cañas,
descubrieron el secreto, pues agitadas por el viento de mediodia,
articularon con el manso ruido las palabras que se habian escondido en
el hoyo por el criado, y publicaron que su amo tenia orejas de asno.

Despues que Apolo se vengó de Midas se retiró del monte Tomolo;
y conducido por la vaga region del aire, pasó el estrecho del
Helesponto,[203] é hizo alto en los estados de Laomedonte. Á la derecha
está el promontorio de Sigeo, á la izquierda el de Reteo,[204] y en
medio de este espacio hay un antiguo altar dedicado á Júpiter. Desde
alli vió Apolo á Laomedonte, que edificaba los muros de la nueva Troya,
y que estos, como una obra tan grande, adelantaban poco, y por lo mismo
requeria el edificio crecidas sumas. Sin detenerse toma figura humana,
juntamente con el Dios que rige el golfo hinchado con el tridente, y
presentándose entrambos al Príncipe, se ofrecen á construir los muros
de la ciudad por cierta cantidad de dinero que estipulan. Acabada la
obra, el Rey faltó á su palabra, negándose á pagar, y añadiendo por
cúmulo de su perfidia juramentos falsos. „Tu delito, le dijo el Dios
del mar, no quedará sin castigo.” La venganza siguió á la amenaza,
y desde aquel momento suelta todas las aguas del mar á las playas
de la avarienta Troya con tanta impetuosidad, que en poco tiempo se
inundó todo el pais, los campos se anegaron, y las riquezas de los
labradores quedaron sepultadas debajo de las olas. Poco satisfecho
con un castigo tan terrible, exigió tambien que la hija de Laomedonte
fuese acometida de un monstruo marino. Atan á Hesione á un peñasco,
y Hércules la libra. Este héroe pide al padre de la Princesa el tiro
de caballos que le habia prometido por un servicio tan importante. El
Rey, siempre pérfido, le niega la paga de tan señalado servicio, y
Hércules se apodera de los muros de Troya, que por dos veces habian
sido perjuros.[205] Telamon recibe á Hesione por recompensa, porque
el ilustre Peleo su hermano, que tambien habia acompañado á Hércules
á esta expedicion, ya se habia casado con una Diosa.[206] Aunque este
Príncipe era nieto de Júpiter, no obstante no se honraba tanto con su
nacimiento como con este nuevo enlace, puesto que era el solo mortal
que podia vanagloriarse de tener á una Diosa por muger, en vez de que
muchas personas podian gloriarse de traer su orígen del Soberano de los
Dioses.

[Ilustración: (116) Tetis oye á Proteo que la pronostica tendrá un
hijo mas poderoso que su Padre.]



FÁBULA IV.

_PROTEO PREDICE LAS BODAS DE TETIS Y PELEO._


Hablando cierto dia el anciano Proteo con Tetis, le dijo: „Diosa del
mar, tú serás madre de un hijo de tan gran valor, que excederá á su
padre en la valentía de sus hazañas, y tendrá mas fama que él.” Júpiter
pues, aunque estaba penetrado de un amoroso fuego, rehusa las bodas de
Tetis para evitar que naciese de ella un hijo que excediese á su mismo
padre, y que hubiese en el universo cosa mas poderosa que él, y manda
que su nieto Peleo suceda en sus deseos, y se case con la Diosa. Hay
un seno en Tesalia de la figura de una hoz, formado por unas lenguas
de tierra que entran en el mar. Seria muy buen puerto si tuviera mas
profundidad; pero en él apenas cubre el agua la arena. La playa es tan
maciza, que ni se estampan en ella las huellas, ni hay estorbo para
andar, ni está cubierta de ovas. Cerca de alli hay una selva de mirtos
cargados de arrayanes verdinegros; en medio de ella hay una gruta de
tal modo fabricada, que se duda si es obra del arte ó de la naturaleza;
no obstante hay indicios para creer que es mas bien obra del arte. Á
esta gruta, ó Tetis, solias venir desnuda muchas veces, sentada sobre
un enfrenado delfin, y en ella te acometió Peleo estando dormida; y
porque no quisiste consentir á sus deseos se dispuso á la violencia,
echándote los brazos al cuello; y hubiera conseguido lo que deseaba si
no te hubieras valido de tus acostumbradas artes, transformándote en
diferentes figuras. Primeramente te dejaste ver bajo la forma de una
ave, y él no obstante te tenia agarrada bajo de esta figura: despues
te transformaste en un gran árbol, y Peleo no se desasia de él; pero
cuando te convertiste en una tigre manchada se amedrentó y te soltó.
Entonces dirigiéndose á los Dioses del mar, les ofrece un sacrificio,
derramando vino sobre el mar con las entrañas de la víctima, y hace
humear el incienso en su honor, hasta que el adivino Proteo dijo desde
en medio del piélago: „Ó hijo de Eaco,[207] tus deseos se cumplirán:
serás dichoso; pero es necesario sorprender á Tetis cuando descansa
dormida en su fresca cueva, y atarla con tales cordeles y prisiones que
no pueda escaparse. Si cien figuras mudare por vencerte, aprisiónala
sin intimidarte hasta que se vuelva á su primera forma.” Apenas
Proteo pronunció estas últimas palabras cuando se ocultó en el mar.
El sol estaba entonces al fin de su carrera, y su carro iba á entrar
en el Océano, cuando la hermosa Tetis, dejando el mar, va á la cueva
donde acostumbraba descansar. Apenas Peleo la habia atado cuando toma
diferentes figuras, hasta que sintió que estaba aprisionada en todas
ellas. Entonces en fin extendiendo sus brazos por todas partes, dió
un gran gemido, y habló asi á su amante: „Peleo, solo con el socorro
de algun Dios quedas victorioso.” Al decir esto volvió á su primera
figura; consintió en casarse con él, y fue madre del gran Aquiles.

Dichoso Peleo con este himeneo y con el nacimiento de un hijo tan
ilustre, hubiera gozado de una felicidad perfecta, á no haberla turbado
el fratricidio de su hermano Foco, por cuyo delito fue desterrado de
la casa de su padre, y se acogió á Trachinia, region de la Tesalia,
donde pacíficamente reinaba Ceix, hijo de Lúcifer, que en su rostro
ostentaba muy bien el resplandor de su padre; pero en aquel tiempo le
tenia oscurecido por el dolor de la muerte de su hermano Dedalion.
Luego que Peleo, fatigado del camino y de la pena de su destierro,
llegó á Trachinia, y entró en la ciudad con poco acompañamiento,
dejando antes en un sombrío valle no lejos de sus muros los rebaños y
vacadas que traia consigo, se presentó al Rey, y haciéndole una grande
reverencia con las manos tendidas, en las que llevaba una señal de
paz,[208] le refirió quien era, quien era su padre, y la causa que
pretextó de la fuga de su casa, callando y ocultando el fratricidio que
habia cometido, pidiéndole que le acogiese en la ciudad ó en algun otro
lugar de sus estados. Ceix le respondió con rostro apacible en estos
términos: „Mis estados estan abiertos á cualquiera persona por humilde
que sea, y mi reino hace gala de esmerarse en la hospitalidad; mi ánimo
benigno se inflama mas á egercerla, y le son poderosos impulsos tu
esclarecido nombre, y el ser descendiente de Júpiter. No pierdas el
tiempo en plegarias: cuanto pidas te será concedido; elige lo que te
acomode entre todo lo que ves, y ¡ojalá hubieras llegado y lo hubieras
visto en mejor estado!” En este punto comenzó Ceix á llorar, y Peleo y
sus compañeros le preguntaron cual era la causa de tanto sentimiento, á
los cuales respondió asi: „Acaso creereis que la ave[209] que vive de
rapiñas, y es el terror de las demas aves, lo fue siempre, y estuvo
vestida de plumas como ahora; pues no es asi: hace poco tiempo que
era hombre, y ha conservado despues de su transformacion el ánimo,
ferocidad y violencia que tenia antes. Llamábase Dedalion, y tuvo por
padre al astro precursor de la Aurora, y que desaparece el último.[210]
Como yo siempre he amado la paz, he empleado todos mis cuidados por
conservarla en mis estados y familia; mi hermano por el contrario tenia
toda su complacencia en las sangrientas guerras. El valor con que desde
su transformacion persigue á las palomas tisbeas, lo empleó antes en
sujetar naciones enteras y Reyes poderosos. Tenia una hija dotada
de gran belleza llamada Quione, que á la edad de catorce años era
pretendida de muchos amantes. Volviendo un dia acaso Febo y Mercurio,
aquel de Delfos, y este del monte Cileno, la vieron ambos, y ambos se
enamoraron de ella. El primero quiso esperar la noche para declararla
su pasion; pero Mercurio, sin diferir mas tiempo, tocó el rostro de la
doncella con su caduceo, que tiene la virtud de infundir sueño: ella se
duerme con el contacto poderoso, y en el sueño fue violentada por él.
Luego que llegó la noche Apolo toma la figura de vieja, y bajo de esta
apariencia tomó lo que ya otro habia disfrutado. Al cabo de nueve meses
parió dos hijos: el uno fue Autólico, que parecido en todo á su padre
Mercurio, y de su misma índole y astucia, era ingenioso, é inclinado
á todo robo, y sabia hacer de lo negro blanco y de lo blanco negro.
De Febo nació Filamon, hombre aventajado por su voz y lira. Pero ¿qué
aprovecha á Quione haber agradado á dos Dioses, haber tenido dos hijos
tan célebres, ser hija de un padre tan valiente, y nieta del dueño y
Soberano de los Dioses? Hay muchos á quienes son dañosos la gloria y
los honores, y esto le sucedió á Quione, pues se atrevió á preferirse
á Diana y á llamarla fea,[211] poniendo faltas á su hermosura; de lo
que ofendida la Diosa, se dejó arrebatar de la vehemente pasion de la
ira contra ella, diciendo: „Ya que no le agrada mi rostro, tendrá que
sufrir mis hechos;” y al momento encorvó el arco, y de un flechazo
atravesó la lengua sacrílega. Herida Quione mortalmente, hace vanos
esfuerzos por hablar; su voz la abandona, y pierde la vida envuelta en
su misma sangre. Yo entonces abrazándola tiernamente, sufrí en obsequio
de la piedad todo el dolor que cabe en el corazon de un tio, y procuré
consolar á mi hermano; pero este, como padre, recibió el consuelo no
de otro modo que los peñascos insensibles la agitacion estrepitosa de
las olas del mar, y se abandonó á los lamentos por la pérdida de su
hija. Pero luego que la vió en la pira, cuatro veces tuvo ímpetus de
arrojarse á ella, é impedido otras tantas de que lo egecutase, echó
á huir con precipitacion, y á la manera que lo hace un novillo, que
estimulado del aguijon de los tábanos ó moscardones, se arroja por las
asperezas y por donde no hay senda ni camino. En la precipitacion de
su carrera me parecia que iba aumentándose su velocidad mas que la que
puede tener un hombre: quien le viese juzgaria que tenia alas en los
pies. Nos fue imposible alcanzarlo, y veloz con el deseo de perder la
vida, llegó á la altura del Parnaso; y habiéndose precipitado de un
alto peñasco, tuvo Apolo misericordia de él, convirtiéndole en ave, y
sosteniéndolo en el aire con alas repentinas que le dió al tiempo de
caer. Su boca fue mudada en un pico corvo, y sus uñas se encorvaron
igualmente como lo estan los anzuelos. Conservó en su transformacion su
antigua inclinacion, y unas fuerzas superiores al tamaño de su cuerpo.
En fin vuelto gavilan, es enemigo de todas las aves, y les hace sentir
una parte de los males que él mismo sufre.”

Ceix continuaba aun refiriendo las calamidades de su hermano, cuando
Anetor, pastor de los ganados de Peleo, llegó apresurado con el aliento
anhelante, y dijo: „¡Ay Peleo, Peleo, vengo á anunciarte una gran
desgracia!” Peleo le manda se la diga, y el Rey de Trachinia queda
suspenso y temblando del miedo. „Yo habia conducido, respondió Anetor,
tus novillos á las playas cuando[212] el sol altísimo en medio de la
esfera habia subido tanto cuanto le faltaba para descender á su ocaso:
unos echados sobre la roja arena miraban desde alli las cristalinas
llanuras del mar; otros con paso perezoso andaban errantes en aquellas
cercanías, y otros en fin se habian metido en el agua para refrescarse,
y solo se les veia el cuello. Cerca del mar hay un templo, en cuya
construccion no se empleó oro ni mármol, sino unas toscas vigas,
é inmediato á él un antiguo bosque sombrío con la espesura de sus
árboles, dedicado todo á Nereo[213] y á las Nereidas. Un pescador que
estaba en la playa enjugando sus redes me informó de que el templo
estaba dedicado á aquellos Dioses. Inmediato á este templo hay una
laguna cercada de espesos sauces, la que se formó con el agua que
rebosa del mar. Del fondo de este pantano sale de repente un lobo fiero
de un tamaño enorme, haciendo un estruendo tan espantoso, que amedrentó
á todos los lugares comarcanos. Una espuma mezclada con sangre negra
le salia de la boca, y sus ojos centelleaban llamas. Mas impelido de
la rabia que de la hambre, no tanto por satisfacer á esta cuanto por
saciar á aquella con la muerte de los bueyes, á unos hiere, y á otros
derriba causándoles la muerte. Algunos de mis compañeros, heridos del
lobo por querer defender al ganado, perdieron su vida. La playa y las
primeras olas se tiñen de sangre, y en todas las lagunas comarcanas
resuenan los bramidos de las reses heridas. No perdamos tiempo,
continúa; la menor dilacion nos será perniciosa. Armémonos todos, que
es el recurso único que nos queda para ir á salvar lo que se pueda
escapar del furor de este monstruo.” Asi habló Anetor. Peleo, menos
movido por esta pérdida que por la memoria de su delito, comprendió que
la Nereida queria que estas calamidades fuesen venganza y sacrificio
á un tiempo en alivio de Foco su hijo. Ceix manda que todos tomen sus
armas, y él se disponia á ir con ellos; pero su muger Alcione, que lo
entendió por el ruido que habia en palacio, salió precipitada de su
cuarto á medio peinar, y abandonando al aire sus cabellos, se arrojó
al cuello de su marido, y con persuasiones y lágrimas le rogaba que
no fuese él á aquella empresa, y que procurase guardar su vida, en
la que consistia la suya propia. „Deja, ó Reina, la dijo Peleo, tus
honestos y piadosos temores. La oferta que Ceix me ha hecho prueba su
bondad y generosidad; pero no es mi ánimo aprovecharme de ella, ni
perseguir con las armas á tan nuevo monstruo, sino adorar y suplicar á
la Deidad del mar que me ha afligido con tal desgracia.” Cerca de la
playa habia una elevada torre, y un fanal en lo mas alto de ella para
direccion y regocijo de los navegantes. Suben á ella, y miran con dolor
á los toros muertos y tendidos en la playa, y al monstruo que habia
causado tantos estragos con la piel toda teñida de sangre. Entonces
Peleo, tendiendo las manos hácia la ribera del dilatado mar, ruega á
la cerúlea Psamate[214] que deponiendo su saña, les sea propicia. La
Nereida no se ablandó con las palabras y súplicas de Peleo. Tetis, su
muger, la suplicó por su marido, y consiguió el perdon; pero el lobo,
cebado en la dulzura de la sangre, perseveraba en la cruel matanza,
hasta que en la accion de estar despedazando la cerviz de una novilla
fue transformado en piedra por la Diosa: el color indicaba que ya no
era lobo, ni habia ya para qué temerle, aunque el cuerpo conservaba
la forma y figura de fiera. El destino no permitió á Peleo permanecer
mas tiempo prófugo en los estados de Ceix: errante y fugitivo aportó
á Tesalia, y alli tomó venganza de Acasto, dándole la muerte por la
traicion[215] que en otro tiempo habia intentado contra él.



FÁBULA V.

_NAUFRAGIO DE CEIX._


Perturbado Ceix con las calamidades de su hermano y las que siguieron
á estas, dispone ir á consultar al oráculo de Apolo, que existia
en la ciudad de Claros, porque el bandido Forbas,[216] unido con
los Phlegios, tenia interceptados los caminos del templo de Delfos.
Comunicó anticipadamente esta su resolucion Ceix á su querida muger,
que al oirla se quedó helada, y su semblante pálido á la manera del
box, corriéndole las lágrimas por las mejillas. Tres veces procuró
hablar, y tres veces se lo impidió el llanto y los sollozos, que
interrumpian sus amantes quejas.

[Ilustración: (117) Ceix, que va á consultar el oráculo de Apolo, se
despide de Alcione.]

„¿Qué culpa, decia, he cometido yo, carísimo esposo mio, que asi ha
trocado tu cariño? ¿Donde está aquel cuidado y desvelo que solias tener
por mí? Ya no te es dificil el ausentarte y dejar á tu Alcione.[217]
Ya te agrada el hacer un largo viage; y ya quieres mas bien tenerme
ausente que en tu compañía. Si tu viage lo hicieras por tierra, solo
me causaria pena y dolor, pero no sobresalto. Los mares me amedrentan:
solo el pensar en él me causa horror. Poco há que he visto sobre la
playa los tristes fragmentos de un naufragio; y muchas veces he leido
los epitafios[218] de los túmulos que no ocultaban los cadáveres. No
te dejes llevar de la falaz confianza de que tienes por suegro á Eolo,
que egerce su imperio sobre los vientos, reprimiendo su impetuosidad en
una cárcel, y cuando le place con esta sujecion queda el mar en calma;
porque una vez sueltos se apoderan de todo el Océano; nada hay que se
les oponga; toda la tierra y todo el mar quedan á su arbitrio. Tambien
agitan las nubes del cielo con fieros torbellinos, y las hacen vibrar
los resplandecientes rayos y centellas. Cuanto mas bien los conozco
(y los conozco muy bien, porque los ví muchas veces cuando era niña
en la casa de mi padre), tanto mas estoy persuadida de que deben ser
temidos. Pero si tu resolucion, carísimo esposo, no se puede alterar
con mis plegarias, y estás constantemente determinado á hacer este
viage, llévame contigo, y correremos ambos una misma suerte: entonces
no tendré que temer lo que me vea precisada á sufrir: ambos en union
mutua toleraremos lo que sobreviniese, y entrambos en union correremos
los riesgos de los extendidos mares.” Con estos ruegos y lágrimas de
Alcione se conmovió Ceix, porque no era inferior su cariño hácia su
esposa; pero ni se resolvia á mudar de propósito, ni se atrevia á
llevar consigo á Alcione, y exponerla á que fuese participante de los
peligros. Díjole muchas cosas tiernas que consolasen su tímido corazon;
pero no por esto se aquietó Alcione, ni aprobó la causa del viage.
En fin para disminuir en lo posible el dolor que iba á causarle esta
funesta separacion, añadió este lenitivo, con el cual tranquilizó el
espíritu de su muger. „Cualquiera detencion será larga y enfadosa para
mí; pero te juro por los brillantes resplandores de mi padre que si el
destino no se opone á mi vuelta, me verás antes que la luna por dos
veces llene de luz su hermosa faz.”[219] Luego que con estas promesas
la aseguró de su pronta vuelta, mandó al punto botar al agua una nave,
y equiparla con todas sus jarcias y demas utensilios.

Al momento que la vió aparejada Alcione se llenó de horror, como
adivinando lo que habia de suceder; dejó correr algunas lágrimas, le
abrazó tiernísimamente, y al tiempo de decirle con voz triste el último
á Dios cayó desmayada. Los marineros, aunque Ceix buscaba pretextos
para detenerse, aplicaron á sus fuertes pechos las dos órdenes de
remos, y con golpes comparados empiezan á remar. Alcione, algo
recobrada de su desmayo, levantó sus llorosos ojos, y vió á su marido
que estaba de pie en la encorvada popa, y desde ella le hacia señas
con la mano, á las que ella correspondia con otras tantas. Cuando ya
se habia alejado, y la vista no alcanzaba á distinguirle y conocerle,
se contentaba con ver la nave fugitiva, y cuando ya esta no podia
distinguirse por la gran distancia, miraba las velas tremoladas del
viento en lo alto de los mástiles. Luego que se perdieron de vista de
todo punto las velas, se volvió afligida á su aposento, y se echa en la
cama, la cual le renueva sus lágrimas, acordándose de lo que faltaba
en ella. En tanto se alejaba la nave; y como el viento daba en popa,
dejaron de remar, y extendiendo todas las velas, las hinchaban los
vientos favorables que soplaban.

Habrian hecho poco menos de la mitad de la travesía, alejados de una
y otra playa, cuando á la entrada de la noche empezó el viento á
soplar con mas fuerza, y á ponerse el mar blanco con las encrespadas
olas.[220] Inmediatamente ordena el piloto que se recojan las velas,
y que las aten á las antenas; pero la contraria tempestad impide la
egecucion de lo mandado, y el estrépito del mar agitado impedia que las
voces llegasen á los oidos. Todos andaban diligentes: unos se apresuran
á quitar los remos, otros á cubrir el costado para impedir que el agua
entrase, otros á recoger las velas: estos sacan el agua que habia hecho
la nave, y la vierten en el mar, aquellos bajan las antenas; pero todo
se egecuta con desórden y atropellamiento. Entre tanto se aumenta la
deshecha tempestad, y los desenfrenados vientos, soplando á un tiempo
de partes contrarias, se enfurecen en una terrible guerra, y agitan
las olas, confundiéndolas unas con otras. El mismo piloto se pasma, y
confiesa que ni está en sí, ni sabe el estado en que se halla la nave,
ni qué mande, ni qué prohiba en tanta confusion y apuro, en el que ya
es inútil toda la destreza de su arte. Confúndense, formando el mayor
estrépito, los clamores de los marineros, los crujidos de las cuerdas
y masteleros, el bramido de las olas que se baten unas con otras, y los
espantosos truenos en que las nubes se desgajan. El mar, embravecido
por los vientos, levanta sus olas hasta el cielo, y rocía con ellas
las nubes: unas veces cuando el agua barre las rojas arenas se vuelve
del color de ellas, y otras es mas negra que la de la laguna Estigia:
algunas veces se allana y emblanquece con las espumas que suenan, y la
nave es juguete de todas estas causas impelentes: ya parece que elevada
sobre las olas como montañas mira desde alli á la profundidad de un
valle y al mismo Aqueronte; y ya abatida á lo ínfimo por las mismas
olas las ve desde la profundidad tocar en el cielo. Azotada por ellas
la nave en sus costados, hace un ruido semejante al del ariete cuando
derriba los muros de una guarnecida ciudad. Y á la manera que dos
fieros leones, tomando fuerza con la carrera, suelen acometer con furor
á los venablos que les presentan, asi las olas, confundidas con los
vientos que las alteran, atacan la tablazon de la nave, sobre la cual
se levantaban. Ya se aflojan y desencajan los clavos, y despegándose la
brea, se descubren aberturas, que dan entrada á las ondas que amenazan
con la muerte. Las nubes se resuelven en copiosas lluvias, y parecia
que sobre el mar caia todo el cielo, ó que aquel entumecido subia á
ocupar el asiento de este. Las velas se empapan con la lluvia, y las
aguas del mar se mezclan con las del cielo. Ningun astro se ve brillar
en él, antes bien por el contrario la oscuridad de la tempestad, junta
con la de la noche, aumenta el horror de las tinieblas. Si se ve alguna
claridad es la de los relámpagos y rayos, que parecia abrasaban las
aguas. Las olas tambien saltan á las corvas junturas de la nave; y como
el soldado que se aventaja á todos los demas cuando repetidas veces
asalta á los muros de una ciudad defendida, y por último consigue entre
mil combatientes trepar á ellos estimulado del deseo de la gloria;
del mismo modo, despues que las violentas olas batieron mucho tiempo
los altos costados de la nave, los sobrepuja el ímpetu de la ola
décima,[221] que es la mayor y mas terrible, y combatiendo á aquella
ya quebrantada, no desiste de la empresa hasta apoderarse de ella, y
venir á llenar todo el buque, á la manera de la toma de una plaza de
armas. No interrumpen las olas el asalto; y habiendo entrado muchas
veces en la nave, empiezan todos á temblar, del mismo modo que sucede
en una plaza cuando ven que de los enemigos unos toman ya posesion de
sus muros desde adentro, despues de haberla los otros batido y minado
por de fuera. Desfallece el arte; los ánimos desmayan, y todas las olas
que se ven venir se temen como causadoras de otras tantas muertes. De
los marineros unos no pueden contener las lágrimas, otros se llenan de
estupor, otros llaman felices á los que mueren y son sepultados con
fúnebre aparato en tierra,[222] otros hacen promesas á los Dioses, y
levantando en vano los brazos, piden socorro al cielo que no ven:[223]
acuérdase aquel de su padre y hermanos; este de sus hijos, de su casa y
de lo que dejó en ella: Ceix solo se acuerda de Alcione: de su boca no
sale otra palabra que Alcione; y siendo ella sola el objeto de su amor,
se alegra de que no se halle en su compañía. Querria mirar hácia las
playas de su patria, y dirigir hácia su casa las últimas ojeadas; pero
no puede discernir en qué sitio se halla por la terrible agitacion del
mar, por la oscuridad que causan las negras nubes, por estar cargado
de ellas todo el cielo, y por ser por la misma causa dobladamente
oscura la noche. La impetuosidad de un llovioso torbellino derriba el
mástil, y hace pedazos el timon; y animosa la ola con tales despojos,
sobreponiéndose como vencedora, se eleva en forma de arco sobre todas
las demas, y cayendo precipitada, no de otro modo que si se lanzasen
el monte Atos y el Pindo arrancados de sus estables asientos en medio
del mar, con su peso y con su impulso sumerge hasta lo profundo la
nave, en la cual se ahogó gran parte de los marineros, quedando solo
los pocos que pudieron asirse á las tablas y fragmentos de ella: Ceix,
asido á uno con la mano que solia empuñar el cetro, invocaba en vano
á Eolo y Lúcifer, su suegro y padre; pero mas frecuentemente repetia
cuando nadaba el nombre de su esposa Alcione. De esta sola se acuerda,
á esta sola llama, deseando que despues de su muerte las olas llevasen
á su presencia su cadaver, y que este fuese enterrado por ella. Cuando
asi zozobraba entre las olas, y estas le dejaban respirar, pronunciaba
claro el nombre de Alcione, y confusamente y entre dientes cuando le
cubrian la cabeza. Mientras estaba en esta disposicion, una encrespada
y negra ola, que formaba un grande arco, se rompe, cae á plomo sobre
él, y cubriéndole de agua le sumerge.

El Lucífero su padre estuvo aquella noche oscuro y desconocido; porque
como no podia bajar del cielo en aquel triste momento, cubrió su rostro
con densas nubes. Alcione entre tanto, ignorante de tan calamitosa
desgracia de su esposo, estaba contando las noches de su ausencia; y
esperando vanamente su vuelta, preparaba los vestidos con que habia
de engalanarse cuando volviese, y las joyas con que ella habia de
adornarse en aquel suspirado momento. Ofrecia inciensos á todos los
Dioses, y principalmente en los templos de Juno, y se postraba ante
las aras por su marido que ya no existia, y rogaba por su salud y su
vuelta, y porque la prefiriese siempre y no se enamorase de otra;
pero de tantos votos y súplicas esta última era sola la que se podia
verificar. La Diosa, no queriendo ya que se le rogase mas por la salud
de un difunto, ni se ofreciesen por él sacrificios en sus aras, llamó
á Iris, y la dijo: „Iris, fidelísima embajadora mia, marcha al punto
al palacio del Dios del sueño, y dile de mi parte que envie á Alcione
un sueño que la represente la imágen de su marido que ha padecido
naufragio, y la haga entender esta verdad.” Apenas dijo esto, Iris,
vestida de mil colores, y señalando en el cielo su corvo[224] arco, se
encaminó como se lo habia ordenado al palacio del Sueño, que estaba
oculto entre unos peñascos.

En el pais de los Cimerios[225] hay una cueva dilatada en la concavidad
de una montaña, en donde el perezoso Sueño tiene su palacio y
habitacion: jamas penetran en ella los rayos del sol, ni cuando nace,
ni cuando está en lo mas alto, ni cuando se pone: la tierra exhala
unas densas nieblas mezcladas de oscuridad, y la escasa luz de aquel
sitio es como la del crepúsculo: jamas los gallos anuncian alli la
vuelta de la Aurora: jamas los perros, guardas fieles de una casa,
ni los ánsares, mas sagaces todavía que estos, interrumpen con su
ladrar ni graznidos el tranquilo reposo que alli reina. Ni la fiera,
ni los ganados, ni las ramas agitadas del viento, ni las voces de los
hombres hacen ruido alguno: aquella es propiamente la mansion del
mudo silencio. De lo mas bajo del peñasco sale un arroyo, que alguno
diria ser el Leteo, cuya corriente, causando un dulce murmullo en
las piedrecillas, convida á dormir. Á la puerta de la cueva se crian
fecundas adormideras[226] y otras muchas yerbas, de las cuales la
noche extrae el jugo soporífero, y lo esparce por el orbe oscuro de
la tierra. En toda la casa hay puerta alguna cuyo quicial rechine al
abrirla ó cerrarla, ni tampoco hay ningun guarda á su entrada. En medio
de ella hay una alta cama, cuya armadura es de ébano, sus colchones de
plumas, todo negro como la ropa que la cubria: en ella yacia el Dios
del sueño con sus miembros como desfallecidos y desmayados. Al rededor
de la cama estaban postrados una multitud de vanos sueños, que saben
remedar todo género de figuras, y que son tantos en número como aristas
tiene la mies, hojas las selvas, y la playa granos de arena. Al entrar
Iris en esta cueva apartó con las manos los sueños que estorbaban su
paso, y se acerca á la cama del Dios: iluminóse la estancia con el
resplandor de su vestido, que hiriendo los pesados y soñolientos ojos
de aquel, se los hizo abrir, aunque con dificultad, y levantar la
vista un poco, volviéndose al momento á quedar medio dormido; pero
por último despertó algo, y levantando la cabeza, y tocándose el pecho
con la trémula barba, y apoyado sobre el hombro izquierdo, le preguntó
á Iris (pues desde luego la conoció) cual era la causa de su venida.
Ella entonces le dijo: „¡Ó Sueño! que eres el mas agradable de todos
los Dioses: ¡ó Sueño! descanso de las fatigas, tranquilidad del ánimo,
enemigo del desasosiego, que halagas y reparas para que continúen el
trabajo los miembros fatigados con las diarias tareas, dispon que los
sueños que remedan á la perfeccion las verdaderas figuras, vayan á
Trachinia, y presentándose á Alcione bajo la imágen del Rey Ceix su
esposo, le representen su naufragio. Juno es quien lo ordena, y me ha
encargado esta diligencia.” Despues que Iris desempeñó el precepto de
Juno se retiró, porque no podia tolerar mas la eficacia soporífera
ni los vapores soñolientos de aquella casa, y sintiéndose acometida
del sueño, se apresuró y volvió por el mismo arco en que poco antes
habia venido. Entonces el Dios, de entre la multitud de los sueños
que rodeaban su cama, escogió á Morfeo, artífice é imitador de las
figuras.[227] Ninguno con mas destreza que él remeda y representa
cuando se le manda el modo de andar, la fisonomía, el eco y sonido de
la voz, los vestidos y las palabras que son mas usadas del que quiere
figurar; pero este sueño solo imita y representa á los hombres; mas
el otro, á quien los Dioses llaman Icelo, y los hombres Fobetor, se
reviste de la figura de fiera, de ave, de serpiente, y de los demas
seres del reino animal. Hay otro de tercera especie, llamado Fantaso,
que se transforma en tierra, en peñasco, en agua, en madero, y en
cualquiera cosa inanimada. Estos tres sueños solo frecuentan de noche
los palacios de los Reyes, de los Grandes y Generales, y representan
sus figuras; los demas sirven para la plebe. De estos no hizo caso el
Dios anciano, y de aquellos tres hermanos eligió á Morfeo para que
desempeñase el encargo y mandato de Juno que le habia intimado Iris, y
al punto volvió á dejar caer su cabeza cargada de sueño, y se cubrió
con la ropa de la cama.

Morfeo vuela por la oscuridad sin que sus alas hiciesen ruido alguno,
y en pocos instantes llegó á Trachinia, y depuestas las alas, tomó
la figura de Ceix, y se presentó ante la cama en que dormia Alcione,
descolorido como un difunto, sin vestido alguno, y destilando agua
su barba y cabellos. Entonces recostándose sobre el lecho, y con
lágrimas que le caian por las mejillas dijo de este modo: „¿Conoces á
tu Ceix, desgraciada esposa mia? ¿Se ha desfigurado mi rostro con la
muerte? Mírame, y me conocerás fácilmente; pero en lugar de tu marido
hallarás solo su sombra. Tus votos, ó Alcione, y tus sacrificios de
nada me sirvieron: he muerto; no te prometas ni esperes vanamente
volverme á ver. El austro llovedor se enfureció contra la nave en el
mar Egeo; levantó una deshecha tempestad, y la sumergió con un fuerte
torbellino: yo clamaba invocando y repitiendo en vano tu nombre, y
en esta actitud inundaron y cubrieron mi boca las olas. No son estas
noticias dadas por un autor sospechoso, ni estás oyendo vagos rumores:
yo mismo que estoy presente te anuncio mi desgracia y mi naufragio.
Levántate prontamente; abandónate al llanto; vístete de luto, y no
permitas que mi sombra baje al tártaro, morada de las almas, sin haber
sido llorada.” Morfeo dijo todo esto imitando la voz de Ceix, de modo
que Alcione creia que era él: tambien remedó su llanto y todas sus
acciones y disposicion. Alcione entre sueño empezó á gemir, llorar y á
extender los brazos, y en vez del cuerpo de su marido abrazó el aire
sutil, y empezó á exclamar: „Detente, ¿dónde te vas? ambos partiremos
juntos.” Turbada con la voz que habia oido, y con la figura que habia
visto de su marido, despertó sobresaltada, y á la luz que habian
entrado los criados que acudieron á sus voces, registró mirando á todas
partes si estaba alli el que poco antes habia visto, y no hallándole
en parage alguno, empezó á sacudir y golpear con la mano el rostro y
pecho, á rasgar sus vestidos, y á arrancarse los cabellos, diciendo á
su aya, que la preguntaba la causa de su llanto: „Ya no hay ni tienes
á Alcione; ya no existe; feneció con su querido Ceix; no te empeñes
en consolarme: murió ahogado en el mar, y acabo de verlo, le conocí,
y al irle á coger las manos para detenerle, y que no se fuese, se me
desvaneció como sombra, y sombra bien propia, expresiva y verdadera de
mi idolatrado esposo, aunque no tenia aquella alegría de semblante que
antes, sino que le ví descolorido, desnudo, y con el cabello destilando
agua todavía. Sí; este es el mismo sitio donde estuvo el infeliz:” y
miraba si en él habia dejado alguna huella ú otra señal, y entonces
soltando las riendas á su dolor, hablando con su esposo, á quien aun
imaginaba presente, se quejaba de este modo: „Ó desgraciado Ceix, tu
naufragio era lo que yo temia, y lo que me anunciaba el corazon, y por
eso te rogaba tan encarecidamente que no te apartases de mi compañía,
ni te entregases á la inconstancia de los vientos; pero ya que ibas
á perecer ¡ojalá me hubieras llevado contigo! ¡Ay! ¡y cuán bien me
hubiera estado el ir en tu compañía, pues no hubiera vivido apartada
de tí un momento, y hubiéramos muerto juntos! Ahora muero sin tí, y
aunque ausente soy despojo de las olas en que fuiste sumergido, y sin
embargo de estar lejos, el mismo mar es el sepulcro de mi cadaver.
La memoria de tu naufragio no será mas cruel que el mar y las olas
que te anegaron, si tuviera gusto en alargar mas mi vida y sobrevivir
á tu desgracia; pero no sobreviviré ni me apartaré de tí, y te seré
compañera en la muerte, y si en el sepulcro y la urna no se uniesen
nuestros huesos, á lo menos estarán unidos nuestros nombres en el
epitafio.” El dolor no la dejó proseguir, pues cuando iba á pronunciar
las palabras eran interrumpidas con el llanto[228] y con los gemidos
en que la hacia prorumpir la afliccion de su corazon.

Luego que amaneció salió fuera de su palacio dirigiéndose á la playa,
buscando afligida el sitio desde el cual habia estado mirando la
partida de su marido: en él se detuvo; y observándole detenidamente,
decia: „Desde aqui se hizo á la vela; aqui fue en esta misma playa
donde al partirse me dió los últimos abrazos;” y cuando estaba mirando
y remirando todas estas cosas, tendió su vista hácia el mar, y á larga
distancia vió nadando sobre el agua una cosa que parecia un cadaver.
Al principio no podia distinguirse lo que era; pero acercándose con
las olas, llegó á conocerse que era un cuerpo, y aunque ignoraba quien
fuese, se conmovió y asustó considerándole de algun náufrago, y como
si se condoliese de un desconocido dijo: „¡Ó infeliz, cualquiera que
seas, é infeliz de tu esposa si eres por ventura casado!” El cuerpo
se fue acercando poco á poco, con las olas, y cuanto mas lo mira
Alcione, tanto mas se aumenta su turbacion. En fin cuando ya estaba
cerca de la playa y á distancia que pudiese ser conocido, le miró con
mas atencion; y viendo que era su marido, exclamó: „Él es, él es;” y
al mismo tiempo se hiere el rostro, arranca sus cabellos, rasga sus
vestidos, y extendiendo hácia Ceix sus trémulas manos, dice: „¡Asi,
carísimo esposo, asi, infeliz, vuelves á mí para acrecentar mi dolor!”
y arrebatada del mas fiero sentimiento, dió un gran salto que parecia
vuelo, y efectivamente lo era, y se puso sobre una especie de muelle
que servia para que en él se quebrara y amansara la impetuosidad de las
olas, y desde alli convertida en ave, é hiriendo el aire con las alas
que la acababan de nacer, iba volando sobre la superficie de las aguas,
y al mismo tiempo en lugar de lamentos su boca convertida en pico
proferia un sonido triste y lastimoso. Mas luego que llegó á tocar el
cuerpo de Ceix lo abrazó con sus recientes alas, y empezó á besarle con
el duro pico. Aquellos que habian acudido á la ribera, observando que
el cadaver se incorporaba algo, dudaban si seria porque hubiese sentido
las caricias de su esposa, ó si el ímpetu de las olas le habia hecho
tomar aquel movimiento; pero fue porque las habia sentido, y porque
apiadándose de ellos los Dioses, los convirtieron en aves. Desde esta
transformacion se conservan el mismo mutuo amor; y durante los siete
dias[229] que la hembra está en huevos en el nido, sostenido sobre
la superficie del agua, el mar está tranquilo y navegable; y Eolo, en
obsequio de sus nietos,[230] tiene los vientos encerrados para que no
salgan á alborotar los mares.



FÁBULA VI.

_HESPERIA HUYE DE ESACO._


Entre los que fueron testigos de aquel espectáculo habia un hombre
anciano que alabó el amor y fidelidad de los dos esposos. Otro que
estaba cercano á él, ó acaso el mismo, dijo: „Si lo permitió la suerte,
este tambien que mirais surcar el mar, y traer las piernas encogidas
(enseñándoles el mergo, cuyo cuello es espacioso, y que por alli
pasó casualmente), es de familia Real; y si quereis subir hasta sus
antepasados por su órden, hallareis que desciende de Ilo y de Asaraco,
y de Ganimedes arrebatado por Júpiter, del viejo Laomedonte y de
Príamo,[231] en cuyo tiempo fue destruida Troya, y que fue hermano[232]
del famoso Hector; el cual, si no hubiera sido transformado en la
flor de la juventud, acaso no hubiera sido inferior á Hector por sus
famosas hazañas, aunque este era hijo de Hécuba, hija de Dimantes, y
aquel, que se llamaba Esaco, de una Ninfa campestre llamada Alexirroe,
que lo parió á escondidas en el monte Ida. Este tal Esaco no gustaba
de las ciudades, y retirado del magnífico palacio, frecuentaba los
secretos montes y los retirados campos, y no asistia sino alguna que
otra vez á la corte de su padre: no obstante nada se le notaba de
rusticidad en sus costumbres, ni su corazon era insensible al amor.
Cierto dia, despues de haberla buscado por todas las selvas, halló y
vió á la hermosa Hesperia, hija del rio Cebreno,[233] que en la ribera
de él estaba enjugándose al sol los cabellos, que tenia tendidos sobre
sus hombros. Luego que le vió echó á huir la Ninfa, como la espantada
cierva huye de un lobo, ó como un ánade apartado del lago, que ve al
gavilan que va á arrojarse sobre él. Esaco, á quien el amor dió alas
(como el miedo parecia haberlas dado á la Ninfa), la persigue con
ligereza; pero una víbora que se ocultaba en la yerba la pica en un
pie,[234] y esparciéndose el veneno en su cuerpo, dejó á un tiempo de
correr y vivir. Desesperado Esaco de un accidente tan funesto, abraza
tiernamente á la Ninfa, que acababa de exhalar el último aliento, y
exclama: „Pésame, pésame de haberte perseguido; pero yo no rezelaba
esto, ni á tanta costa tuya pretendia la victoria. Querida Ninfa,
nosotros dos te hemos quitado la vida. La víbora te hirió, y yo he
sido la causa principal. Yo seria mas delincuente que ella si con mi
muerte no vengara la tuya.” Despues que dijo estas palabras se arrojó
al mar desde un alto peñasco. Tetis, apiadándose de él, lo recibió
con suavidad y blandura; lo cubrió de plumas en tanto que fluctuaba
sobre el mar, y de este modo le impidió morir, aunque él no deseaba
sobrevivir á su amada Hesperia. Indignado contra la mano favorable
que le protege, se queja de la crueldad del destino que le obliga á
vivir. Con las nuevas alas se levanta en el aire, despues se arroja con
impetuosidad para precipitarse; pero sus plumas interrumpen el ímpetu
de la caida. Esaco se enfurece, se sumerge en lo profundo, buscando en
vano medios con que darse la muerte que huye de él. El amor le pone
flaco: las canillas y cuello se alargan: la cabeza la tiene distante
del cuerpo: ama las aguas; y como se sumerge sin cesar, le ha quedado
el nombre de mergo.[235]



NOTAS


[1] Fue uno de los cuatro hijos de Pandion, Rey de Atenas, y hermano de
Progne y Filomela.

[2] Era el hado que mientras tuviese aquel cabello no podia perder el
reino.

[3] Perífrasis, por la que quiere decir seis meses.

[4] Era hija del Rey Niso.

[5] Minos.

[6] Esto denota cuán antigua sea el arte de la equitacion, cuyo orígen,
que fue anterior á la guerra de Troya, dió causa y fundamento á la
fábula y ficcion de los Centauros, á quienes hacian medio hombres y
medio caballos.

[7] Fue Europa, madre de Minos, que le hubo de Júpiter, de quien fue
robada, segun ya antes queda dicho.

[8] Fue Androgeo, muerto por Teseo.

[9] Alude á la pena del parricidio, que era la privacion del uso de
todos los elementos á un tiempo, porque la traicion de Escila era
virtualmente un parricidio.

[10] En esta isla fingieron que habian tenido su nacimiento la mayor
parte de los Dioses y de las Diosas.

[11] Entre ellas fue la del tributo de cierto número de jóvenes y
doncellas para echarlos al Minotauro, entre los cuales cupo la suerte
al mismo Teseo, que fue libertado por Ariadna.

[12] Habla de los Sirtes del África, que son unos bancos de arena
dilatados é intransitables.

[13] La tal Escila fue hija de Forco; y Circe, zelosa porque amaba á
Aglauco, de quien ella estaba enamorada, envenenó el estanque donde
Escila se bañaba, y luego que entró en él quedó convertida en piedra
de medio cuerpo abajo, y llena de horror se precipitó en el mar de
Sicilia, donde es y forma uno de los escollos opuesto al de Caribdis.

[14] Pasifae, enamorada de un toro, hizo que Dédalo la fabricase una
vaca de madera; y valiéndose de ella, gustó con él las delicias de
Venus.

[15] El trofeo era un tronco que se fijaba en el sitio donde el
egército enemigo empezaba á volver la espalda, y en él se colgaban las
armas y despojos que se habian tomado; y de este principio se originó
el trasladar y colocar los trofeos en los escudos heráldicos.

[16] El Minotauro encerrado en el laberinto, y retirado de la vista del
público, es símbolo y geroglífico del sigilo, principalmente en las
materias de Estado; y el sigiloso senado de Roma le tomó por empresa, y
le colocó en las banderas de sus egércitos con esta inscripcion: S. P.
Q. R.

[17] Del rio Meandro se dice que es tan tortuoso en los giros, vueltas
y remolinos de sus aguas, que no puede discernirse hácia qué parte
corre; y este rio es símbolo y geroglífico de los doctores y escritores
oscuros y confusos, que no es fácil comprender qué es lo que dicen.

[18] Este le habia encerrado en el laberinto por haber servido á
Pasifae en sus amores.

[19] Es una constelacion septentrional llamada la Osa menor, por otro
nombre el Boyero, la que se finge ser Arcas, hijo de la Ninfa Calisto,
transformado en oso, y trasladado despues al cielo.

[20] Es otra constelacion de las pluviosas, y que causan tempestades,
en la que fue transformado por Júpiter un hombre llamado Orion, que
nació sin madre de la orina de aquel, de la de Neptuno y de la de
Mercurio, recogidas y guardadas en el cuero de un buey.

[21] La humacion era el modo mas frecuente de sepultar los cadáveres;
pues aunque tambien hubo la ambustion y otros varios modos y ritos,
no eran estos tan frecuentes, como propios y peculiares de solas las
personas de elevado carácter y de opulencia.

[22] Era un alcázar elevado de Atenas, desde el cual Dédalo despeñó
y precipitó á su sobrino; y el llamarle el poeta torre de Minerva es
porque la ciudad de Atenas estaba dedicada á esta falsa deidad.

[23] Esto confirma aquel adagio latino: _Ars non sini perire_, en cuya
comprobacion se suele citar el suceso de Arion, arrojado de la nave con
su lira, y recibido por un delfin que le sacó á la playa.

[24] Modo ingenioso de descubrir el poeta el orígen de las
inclinaciones de la perdiz, y de su ratero y nada elevado vuelo por el
temor de otra caida. Á este modo y por otro símil nos pintó el mismo
Ovidio en otra parte el escarmiento aun en los irracionales, diciendo:
_Qui semel est læsus, falleci piscis ab hamo omnibus unca sui putat ni
esse cibis_.

[25] Fue la de haber muerto al Minotauro, segun queda ya notado.

[26] Dos deidades tutelares de Atenas, y las que principalmente se
reverenciaban en esta ciudad.

[27] Teseo.

[28] Es lo que ahora llamamos el Archipiélago.

[29] ¡Qué ceguedad la de los gentiles, que no se avergonzaban de adorar
deidades poseidas de las mas torpes pasiones, y que tomaban las mas
terribles venganzas por cosas de poco momento!

[30] Fueron hijos de Júpiter y Leda.

[31] Fue el principal y capitan de los Argonautas, que en la nave Argo
hicieron el viage á Colcos á la conquista del vellocino de oro.

[32] Este fue el mas longevo que conocieron los griegos, pues se afirma
que vivió mas de trescientos años.

[33] Fue hijo de Oeclo, y Ovidio le denomina con el patronímico de
Oeclides. Tuvo fama de grande adivino; y previendo por su arte que
moriria en la guerra de Tebas, se ocultó, y le descubrió su muger
Erifile.

[34] Diana sostenia y favorecia al jabalí como enviado por ella, y
Apolo á los cazadores como Dios de la caza.

[35] Las máquinas de batir y asaltar los muros y las plazas eran en lo
antiguo para el asalto las torres, y para batir el ariete, las vineas y
el testudo, cuya descripcion puede verse en Juan Ravisio Testor.

[36] Estos eran Castor y Polux, conocidos por el patronímico de
Tindárides.

[37] Fue hermano de Peleo, tio carnal de Aquiles, y padre de Ayax, el
que disputó con Ulises sobre las armas de aquel, segun se verá en el
libro 13.

[38] Es famosa en la fábula la amistad de Teseo y Piritoo, la que llegó
al extremo de que habiendo ambos hecho el concierto de que ninguno de
ellos hubiese de casar con muger que no fuese hija de Júpiter, bajaron
al infierno á robar á Proserpina.

[39] De esto se puede inferir cuán antigua sea la costumbre de que al
que mata la fiera en una caza clamorosa le dan la cabeza, y la trae y
pone por trofeo sobre las puertas de su casa, como aun en el dia se
observa.

[40] Violencia bien pintada de la pasion de la venganza, pues hizo que
Altea suspendiese el llanto por la muerte de sus hermanos, y pasase
desde él á la mas negra y dificil iracundia, tocando el grado de furor
y escandecencia.

[41] Cloto, Laquesis y Átropos, las cuales fingieron tenian á su
arbitrio la vida de los hombres, y señalaban el término y duracion de
ella al tiempo del nacimiento.

[42] Fuerte contraste de dos violentas y contrarias pasiones, cuyos
rasgos pinta el poeta con viveza, describiendo la prontitud con que
Altea pasa de la una á la otra.

[43] Dice esto porque pensaban los gentiles que las almas se aplacaban
y aliviaban con la venganza y desagravio de su muerte.

[44] Modo ingenioso con que quiere disculpar su impiedad.

[45] Primer y funesto efecto de la maldad, que aun antes de cometerla
hace que se violente y tiemble para egecutarla el delincuente.

[46] En una forma muy semejante á esta, aunque provenida de otra causa,
fingieron haber muerto Hércules en el monte Oeta, como se dirá adelante.

[47] En esto alude á la persuasion en que estaban los gentiles, y que
aun llegó á nuestros tiempos, de que las encantadoras y hechiceras
forman unas figuras ó muñecos á quienes atormentan, y lo que padece la
figura lo siente el original.

[48] Ceremonia fúnebre que se hacia en las exequias, quitándose algo
del cabello, y arrojándolo en la pira si aquellas eran por ambustion, ó
en el sepulcro si eran por humacion.

[49] Estas aves en que fueron transformadas las hermanas se llamaron
Meleágrides, y en la mas comun opinion son las gallinas africanas, de
que tanto aprecio hacian los romanos en sus cenas en tiempo de Horacio,
que las denomina con el nombre de _afra avis_.

[50] Como en cada cosa creian los gentiles existia una deidad, fingian
haberlas en los rios; y la figura mitológica con que las pintaban era
la de un hombre, cuya cabeza estaba coronada de ovas, y que destilaba
agua por todo su cuerpo, y principalmente por los cabellos y la barba.

[51] Eran los lechos ó camillas que llamaban convivales, en las que mas
bien se recostaban que se sentaban á la mesa, como nosotros lo hacemos.

[52] En cada camilla se acomodaban tres: el del medio era el lugar
preferente, y este parece dieron á Teseo.

[53] Las deidades campestres eran el Dios Pan, los Sátiros, los Faunos,
los Rios, las Ninfas Náyades, que habitaban en las fuentes, y las
Dríadas y Hamadríadas en los árboles.

[54] Estas fueron unas Ninfas convertidas en islas por no haber llamado
á Aqueloo á un sacrificio, al que habian convidado á todos los rios.

[55] Era un rito y ceremonia del hospedage.

[56] Todas estas cosas eran pertenecientes á la primera parte de la
comida, que se llamaba _gustatio_.

[57] Segunda parte de la comida.

[58] Eran la conclusion ó la tercera parte.

[59] Es muy vulgar y sabida la fábula de Proteo, de quien se dijo y
fingió que tomaba las formas y figuras que queria, y esta fábula se
acomoda á las personas que, como suele decirse, hacen á muchas caras.

[60] Fue Metra, doncella de Tesalia, de quien se cuenta el suceso que
refiere esta fábula.

[61] Era costumbre el plantar un bosque al rededor de los templos,
el cual, lo mismo que estos, estaba dedicado á la deidad del templo.
De esto tenemos egemplares en las santas Escrituras, que refieren la
piedad y zelo de algunos de los Reyes de Judá y de Israel, que para
desterrar la idolatría destruyeron los templos de los ídolos y los
bosques que los rodeaban; y en la gentilidad se tenia por una especie
de impiedad y sacrilegio el cortar los árboles de estos bosques.

[62] Esta demostracion no era del árbol, sino de la deidad que creian
haber en él.

[63] Céres era la Diosa de las mieses, y en el lenguage de los poetas
significaba el pan, como Baco el vino, segun se colige de aquello _sine
Cerere et Baccho friget Venus_; y como donde hay pan no puede haber
hambre, por eso dice aqui el poeta que no pueden juntarse el hambre y
Céres.

[64] Elegante descripcion de la habitacion de la hambre.

[65] Esta es una de las inconsecuencias que se notan en los poetas,
pues atribuye al carro de Céres los dragones que eran propios del de
Saturno.

[66] Con el dinero que sacaba de las ventas.

[67] Hércules fue hijo de Júpiter y Alcmena, muger que fue de
Anfitrion; y para prepararle aquel á la apoteosis ó deificacion dispuso
ponerle al pecho de su muger Juno al tiempo que esta estaba durmiendo;
y como despertase y advirtiese el engaño de que estaba mamando un hijo
que no era suyo, sino de su rival Alcmena, se retiró de pronto el
pecho, y la leche que de él corrió se extendió por el cielo, y de ella
se formó aquella blanca línea, que en idioma griego se llama _galaxia_,
y comun y vulgarmente se la denomina la _via lactea_, y en España el
_caminito de Santiago_.

[68] El odio que Juno tuvo á Hércules consistia en ser hijo de su
rival, y en que Júpiter habia prometido hacer Dios, y llenar de
felicidades á lo que naciese de Alcmena; y por eso, valiéndose de
Euristeo, le empeñó á tantas empresas y trabajos, con el fin de que
pereciese en ellos antes de llegar á ser Dios.

[69] Tan antiguo como esto es el tener por indecoroso y por caso de
menos valer el no admitir el desafio, sin dar entrada á la reflexion de
que es mas afrentoso y repugnante y una mal entendida idea del pundonor
el complicarse en la costumbre bárbara é inhumana del desafio.

[70] Como los atletas y luchadores peleaban desnudos, y ademas untados
con aceite, usaban del ardid de tirarse polvo y arena el uno al otro
para poderse asir, de modo que no fuese tan fácil el resbalarse y
desprenderse.

[71] Eran el uso de la facultad que tenia ó le atribuian de poder mudar
varias formas y figuras, como Proteo, Vertumno y la hija de Eresicton,
de la que ya queda hablado.

[72] Es muy vulgar y sabido que la primera hazaña de Hércules fue la
de despedazar, estando aun en la cuna, dos serpientes que Juno envió
contra él para que le ahogasen entre sus roscas.

[73] El vencimiento de este monstruo fue uno de los doce combates á que
Juno empeñó á Hércules para acabar con él, y que pereciese en alguno de
ellos. Era la tal Hidra una serpiente que tenia ó la fingian con cien
cabezas, y cortándole una renacian dos en su lugar; y el modo que tuvo
Hércules de acabar con ella fue usar del cauterio, aplicando un tizon
encendido á cada cabeza que cortaba, con que impidió el que renaciesen
las otras dos.

[74] Varios é inconsecuentes estan los poetas y mitológicos en este y
otros puntos; unas veces hacen á la cornucopia el asta de Aqueloo, y
otras la de la cabra Amaltea, que crió á Júpiter. Sea lo uno ó sea lo
otro, la cornucopia es una asta á quien las Ninfas llenaron de flores y
frutas, y que se tiene y toma por símbolo de la abundancia.

[75] Era un rio de Etolia, que desaguaba en el mar de Corinto.

[76] Alude á los de caballo que atribuian á los Centauros, á quienes
hacian medio hombres y medio caballos.

[77] Por estas expresiones acuerda Hércules al Centauro el castigo de
su padre Ixion, que por haberse atrevido á robar á Juno fue condenado
en el infierno á la pena de la rueda; pero de nada sirvió este
recuerdo, pues á los impíos y estragados no les detiene ni hace en
ellos impresion alguna el miedo del castigo.

[78] Las flechas de Hércules estaban envenenadas con la sangre de la
Hidra, y de este modo se las dió á Filoctetes, y las tenia este, y era
necesario concurriese con ellas á la guerra de Troya; pues segun los
hados no podia ser conquistada ni tomada sin las flechas de Hércules.

[79] Fue hija de Eurito, con la cual casó despues un hijo de Hércules
llamado Hilo.

[80] Creia que la virtud de la camisa era la de atraer á Hércules á su
amor, é ignoraba que estaba envenenada.

[81] Ceremonia que se llamaba libacion.

[82] Fue hijo de Neptuno, tirano de Egipto, que sacrificaba á los
huéspedes y extrangeros.

[83] Fue un gigante, hijo de la Tierra, con quien peleó Hércules; y
advirtiendo que siempre que le dejaba caer se levantaba con mayor
fuerza, y que la Tierra su madre le daba mas vigor, le levantó en el
aire, y alli le venció y quitó la vida.

[84] Gerion, Rey fabuloso de los de España, fingieron que eran tres
hombres reunidos en uno, y que tenia tres cabezas, seis brazos y seis
pies; como el Cancerbero un monstruo de tres cabezas, segun queda ya
anotado, y ambos fueron vencidos por Hércules.

[85] Va refiriendo Hércules sus doce famosos combates, y el toro de
quien hace expresion es el Minotauro de Creta.

[86] Aqui toca una de sus doce empresas, que fue limpiar las
caballerizas de Augias, Rey de la Elide, echando en ellas la corriente
del rio Alfeo.

[87] Otro de los trabajos de Hércules, que fue el matar las perniciosas
aves que por el lago Estinfale, cerca del cual habitaban, se llamaron
Estinfáledes, las cuales eran de una portentosa corpulencia, tenian las
alas y plumas de hierro, y destrozaban los campos y los vivientes, y
Hércules mató algunas á flechazos, y las demas huyeron de aquel sitio,
espantadas del ruido que les hacia con dos planchas de metal.

[88] En este bosque cazó Hércules una cierva muy ligera, que tenia los
pies de bronce y los cuernos de oro.

[89] En latin llamado _balteus_: era el cíngulo que en la victoria
de las Amazonas quitó á Hipólita, su Reina, y lo trajo y entregó á
Euristeo, que por consejo de Juno le habia empeñado en esta empresa.

[90] Habla de la guerra que contra ellos hicieron los gigantes.

[91] Fue hijo de Estenelo y Alcmena, y hermano uterino de Hércules.
Júpiter impuso á este la obediencia á Euristeo, que por ardid de
Juno habia nacido primero, ofreciéndole el premio de inmortalizarle,
y hacerle Dios luego que hubiese cumplido los trabajos que aquel le
señalase, de lo que sabedora Juno instigó á Euristeo á que le impusiese
los mayores imposibles, con el fin de hacerle perecer en alguno de
ellos: por eso se indigna Hércules de que Euristeo, siendo tan malo,
tuviese salud y felicidad, y él con todo su valor y proezas se hallase
penetrado de aquel fuego, y á punto de morir.

[92] Este consistia en que los demas Dioses votaron por la deificacion
de Hércules, y se conformaron en que se le diese este honor en premio
de sus muchos trabajos.

[93] Estas imágenes de que usa el poeta dan idea de que los gentiles
tuvieron alguna confusa noticia del purgatorio, y de la purificacion
que en él reciben las almas.

[94] Este peso era la gran mole de Hércules, que como añadidura cargó
con lo demas del cielo sobre los hombros de Atlante.

[95] Era la Diosa Juno, á quien con el nombre de Lucina invocaban en
los partos, y creian asistir á ellos, y los facilitaba.

[96] Digan ahora lo que quieran los fisicos y sus modernas
observaciones, fue opinion comun en lo antiguo que el tiempo del
embarazo en las mugeres eran nueve meses cumplidos, despues de los
cuales, y entrado ya el décimo, se verificaba el parto.

[97] El cruzar las rodillas y los dedos la tal Lucina era accion para
detener el parto, y el extenderlos para facilitarlos.

[98] La criada Galantis comprendió que la postura de Juno era una maña
para dificultar el parto, y trazó el ardid que aqui se refiere para
hacerla mudar de postura, y que aquel se facilitase.

[99] Era rito comun de los antiguos gentiles el que el mas cercano
pariente cerraba los ojos al moribundo.

[100] Semejante transformacion y renovacion hizo Medea con Eson, padre
de Jason, al cual, siendo ya muy anciano, lo remozó, volviéndole á la
edad de cuarenta años menos, como ya se dijo en el libro séptimo.

[101] Todo lo que sigue es un oráculo en que Temis anunciaba lo que
habia de suceder.

[102] Fueron Eteocles y Polinice, hijos de Edipo, que los hubo en su
madre Jocasta, con quien se casó sin conocerla.

[103] Fue un adivino, que previendo que no volveria de la guerra de
Tebas, se excusó y ocultó por no ir á ella; pero le descubrió Erifile,
su muger, y al punto que llegó á Tebas, siguiendo el partido de
Polinice, se abrió la tierra, y se le tragó vivo.

[104] Fue Alcmeon, hijo de Anfiarao, el cual obedeciendo el precepto
que le dejó su padre, mató á su madre Erifile.

[105] Llámale piadoso porque vengó la muerte de su padre, y delincuente
porque con la de su madre se hizo matricida.

[106] Fue Calirroe, hija del rio Aqueloo, con quien Alcmeon se casó
últimamente, habiendo abandonado á Alfesibea, hija de Fegeo, á la cual
habia dado el fatal collar de oro que habia quitado á su madre Erifile
cuando la mató. Calirroe, casada ya con Alcmeon, le pidió el tal
collar; y yendo á recobrarle de Alfesibea, fue muerto por los hermanos
de esta; y para que vengasen la muerte de su padre pidió Calirroe á
Júpiter que de repente hiciese hombres perfectos á sus dos hijos, que
eran niños, y Júpiter se lo concedió.

[107] Hasta aqui el oráculo de Temis.

[108] Era Titon, que por ser ya muy viejo decian se quedaba en la cama,
y ella se levantaba primero, y salia en su carro esparciendo flores, y
derramando el rocío.

[109] Fue hijo de Júpiter y Electra, y querido de Céres.

[110] Eaco, Radamanto y Minos eran tres hijos de Júpiter, á quienes
este, por la justicia que observaron en la tierra, constituyó despues
que murieron por jueces del infierno.

[111] En la mas comun opinion fue hijo de Apolo, hermano de Pasifae, y
cuñado de Minos, á quien viéndole ya viejo y débil, trataba de quitarle
el reino; pero espantado por un sueño que le envió Júpiter, desistió
del proyecto, y se retiró al Asia.

[112] Es otra diversa de la que dió á Céres los primeros indicios de
Proserpina: fue hija del tortuoso rio Meandro, y tuvo por hijos á
Biblis y Cauno.

[113] Por esta voz se entiende el cariño fraternal, al que Biblis
pensaba le era lícito soltar la rienda.

[114] La escritura en aquellos tiempos se hacia en unas tablas
enceradas, y con unas puntas de hierro que servian de plumas, y se
llamaba _stilo_, y de aqui vino el usarse de esta voz para significar
el modo particular con que cada uno escribe.

[115] Como las letras se delineaban y abrian sobre la cera, era fácil
el volverla á juntar y borrarlas, y á esto llamaban _litura_, de donde
vino la voz _litterae_.

[116] El color del pudor es la palidez, y el de la osadía el sonroseo
del rostro.

[117] Indicios y señales las mas evidentes de la oculta pasion del amor.

[118] Excusas muy frecuentes y comunes de los que se dejan arrastrar de
la violencia de una pasion.

[119] De esto es fácil conjeturar la costumbre antigua de poner en las
inscripciones sepulcrales ó epitafios la especie de muerte, y la causa
de ella.

[120] Entonces se autorizaban los escritos, imponiendo en ellos el
sello que cada uno tenia en su propio anillo, y era una señal que
equivalia á la rúbrica que ahora usamos.

[121] Hasta de las cosas mas fútiles y casuales hacian asunto los
gentiles para tirar de ellas sus agüeros.

[122] Dice esto, porque el quitarle la vida hubiera sido descubrir el
secreto que queria ocultar, y poner en opiniones su propio honor.

[123] Á las resoluciones inconsideradas y temerarias presto sigue el
arrepentimiento.

[124] Todo lo dicho es una alegoría muy oportuna, perfecta y acabada.

[125] Confiesa la violencia de la pasion, cuyo primer efecto es
deslumbrar y obcecar al que se rinde á ella.

[126] Esto da á entender cuán antigua sea la opinion de la eficacia
que se atribuye á la leche y á la lactancia para formar la índole é
inclinacion en los niños; y esto deberia detener á las madres que
separan de sí á sus propios hijos, y los abandonan á una ama, cuya
índole y propiedades ignoran.

[127] Si se dió entrada á una pasion, y llegó á apoderarse del corazon,
pronto se hace robusta, y llega á ser obstinacion.

[128] En lances y apuros de esta clase el mejor medio es huir.

[129] Llamóse Cauna, en la Caria, ciudad poco saludable en el estío y
otoño.

[130] Era un monte en la Licia, en el que habia un volcan semejante al
Etna de Sicilia. Los poetas fingieron que la Chimera era un monstruo
que tenia la cabeza y anterior parte del cuerpo de leon, que vomitaba
llamas, el medio de cabra, y la parte posterior de dragon; y hubo de
dar ocasion á esta fábula el que la cima del monte Chimera era habitada
de leones, el medio algo mas suave de cabras, y la falda pedregosa
de serpientes. Belerofonte venció y mató á la Chimera, segun lo toca
Alciato en uno de sus emblemas.

[131] Asi se llamaba la muger de Ligdo.

[132] Era la principal deidad que veneraban los egipcios. Fue la
doncella Iö, á quien Júpiter para ocultarla de Juno transformó en
vaca: aquella la dió á guardar al gigante Argos, que tenia cien ojos,
y despues que Mercurio se los adormeció todos, y le cortó la cabeza,
Júpiter la trasladó al Egipto, donde restituida á su primera figura,
fue venerada con el nombre de Isis. Sus atributos eran la media luna
sobre la cabeza, el sistro, y otros varios que mas adelante indica
Ovidio, describiendo el aparato con que se presentó en sueño á Teletusa.

[133] Era Mercurio en figura de perro.

[134] Era otra deidad de Egipto, venerada en figura de buey de varios
colores.

[135] Era Harpócrates, filósofo griego, á quien pintaban con el dedo
puesto sobre la boca, y le hacian símbolo del silencio.

[136] Eran unos instrumentos de metal, de que usaban los sacerdotes
egipcios en los sacrificios de Isis.

[137] Este puede confundirse con Apis, y le atribuian la figura de
toro. Cuando se perdia le buscaban con gran tristeza, y al hallarle
hacian demostraciones con mucha alegría.

[138] El soltarse los cabellos era nota y demostracion de afliccion.

[139] Este y los demas sitios que nombra eran las principales ciudades
de Egipto en que se reverenciaba á Isis.

[140] Quiere decir que estaba viva, pues la reservó de la muerte con la
traza que la dió Isis de que la fingiese varon.

[141] Aqui se da á entender que lo que ofrecieron en el templo de Isis
fue algun cuadro ó pintura del suceso, á cuyo pie estaria la pequeña
inscripcion que mas abajo se refiere, de lo que se colige cuán antiguo
es el uso de llevar y colgar los votos y promesas en los templos.

[142] La invocacion que hacian á Himeneo para que asistiese á las
bodas y las felicitase puede verse en aquel verso de Catulo _Hymen, o
Hymenaee_, _Hymenades, o Hymenaee_. Orfeo fue hijo de Apolo y de la
Musa Caliope, el mas diestro en la lira y en el cántico. Habilidad que
hubo de ser don de Apolo su padre, á quien los mitólogos hacen Dios de
la música y de la medicina.

[143] Era Eurídice, que pocos dias despues de las bodas murió de la
mordedura de una serpiente, y Orfeo su marido bajó con su lira al
infierno á pedir á Pluton y Proserpina se la restituyesen.

[144] Era un monte de Laconia, en el cual habia una profunda cueva, que
creian ser la entrada para bajar á los infiernos.

[145] Alude á la fábula del rapto de Proserpina, que ya queda tocado en
el libro quinto.

[146] Por haber puesto en una cena á Júpiter y Mercurio á su hijo
Pelope fue condenado al infierno á la pena de estar en un rio y
huírsele el agua, y las frutas de un árbol que estaba sobre su cabeza,
cuando queria beber ó comer: es símbolo de los avarientos, que no gozan
de lo que tienen.

[147] Fue el padre de los Centauros, que los hubo en una nube que tenia
la figura de Juno, y fue condenado al tormento de la rueda. Este y los
demas tormentos que toca el poeta se suspendieron al embeleso y melodía
del cántico de Orfeo.

[148] Esto indica el errado concepto que tenian de los espíritus, á
quienes daban configuracion corporal.

[149] Esta fábula se hubo de confarcinar sobre la confusa noticia que
hubieron de tener los gentiles del suceso de la muger de Loth, que por
haber mirado atras cuando huia de Sodoma con su marido é hijas quedó
convertida en una estatua de sal.

[150] Tócase aqui de paso la fábula de un pastor, que al ver á
Cancerbero, á quien Hércules sacó del infierno, y le traia por las
ciudades de Grecia atado con una cadena por el cuello del medio, se
quedó pasmado, y se convirtió en peñasco.

[151] Era el barquero, que en su barca pasaba las almas al otro lado
del rio; pero no admitia en ella á las de los que no habian sido
sepultados. En esta barca finge Virgilio haber pasado Eneas y la Sibila
para llegar á ver á su padre Anquises.

[152] Los gentiles tuvieron sin duda noticia de lo que refiere Moises
de las ciudades nefandas Sodoma y Gomorra &c., abrasadas con fuego del
cielo por sus execrables maldades; pero ellos, como acostumbraban,
envolvieron el terrible suceso con sus fábulas.

[153] Este es Apolo.

[154] Una de las Cícladas, en el mar Egeo.

[155] Dice esto porque el ciprés es árbol fúnebre, que se plantaba
junto á los sepulcros, y cuyas ramas se ponian en señal de luto y
tristeza á las puertas de los que habian muerto.

[156] Por esta invocacion empieza el cántico Orfeo, en el cual injirió
las muchas transformaciones que se refieren en este y el siguiente
libro, y llama á la Musa su madre, porque, segun ya queda dicho, era
hijo de Caliope.

[157] Dos especies de ellos atribuian á Júpiter; unos que llamaban
menores, con los que suponian destrozaba los edificios y los árboles,
y otros que llamaban mayores y trisulcos, con los cuales creian heria
y derribaba las montañas, y de estos fabulizan se valió en la guerra
contra los gigantes.

[158] Fue hijo del Rey Tros, de quien tomó su nombre la ciudad de
Troya, y por su hermosura Júpiter le arrebató transformado en águila
para que le sirviese de copero en lugar de Hebe.

[159] Fue famoso el templo y oráculo de Apolo de la isla de Delfos, en
el que la sacerdotisa, llena de entusiasmo y con ademanes de locura,
daba desde la trípode las respuestas mas oscuras y confusas, y engañaba
con ellas á los que venian á consultar.

[160] Como que era y le hacian el inventor y Dios de la medicina, la
que por esto se llama aun en el dia arte ó facultad Apolinia.

[161] Fue hijo de Telamon, que desesperado por la repulsa en el
certamen con Ulises sobre las armas de Aquiles, se mató con su espada,
y de su sangre empapada en la tierra brotó la flor del jacinto, escrito
en sus hojas el _ay_, nota de dolor, con la diferencia de que en la que
fue convertido el jóven Jacinto estaba primero la _y_, y se leia _ya_,
y en la que brotó de la sangre de Ayax al contrario _ay_.

[162] Fueron unas doncellas de Chipre, que por haber sido las primeras
que se prostituyeron, segun se cuenta en la fábula siguiente, dieron
ocasion á la de que Venus las convirtió en peñascos.

[163] Como cada deidad tenia su influencia y dominio en su diverso
territorio, pues Juno dominaba en Samos, Apolo en Delfos, Diana en
Éfeso, y asi las demas, Venus era Diosa de Chipre, y asi la llama
Horacio en aquella oda que empieza: _Sic te Diva potens Cypri._

[164] Hace mencion de la cera de este monte, porque era la mas
exquisita, y sus abejas y colmenas las mas afamadas, como puede verse
en el libro 4.º de los Geórgicos de Virgilio.

[165] Los hijos viciosos son la afrenta de los padres, y es desgracia
el tenerlos, asi como los virtuosos y bien criados son el honor y la
felicidad de ellos.

[166] Pintaban á las Furias con un azote en la mano, una humosa tea en
la otra, y una cabellera de víboras enroscadas.

[167] Quiere decir su padre.

[168] Discursos de una muger que se halla obcecada por una pasion, y
que prueban el gran trastorno que causan las pasiones.

[169] Antes bien lo detesta y aborrece.

[170] El amor, inclinacion y oficios paternales del padre á los hijos,
y de estos á aquel, se llamaba y conocia entre los gentiles con el
nombre de piedad.

[171] Era la muger de Ciniras y madre de Mirra.

[172] Son dos constelaciones asi llamadas, inmediatas la primera al
Boote, vulgarmente llamado el Carro, y la segunda al signo de Virgo, en
las cuales fueron convertidos un padre y una hija de aquellos nombres.

[173] Es cosa bien ridícula que el feto pudiese vivir y crecer despues
de transformada en árbol su madre; pero tal es la naturaleza de las
fábulas y ficciones poéticas, que confunden lo sensitivo con lo
vegetativo.

[174] Pinta á Adonis de un modo que solo le falta el carcax para
equivocarse con Cupido.

[175] Progresos y sucesion de las edades del hombre.

[176] Á las flechas de Cupido atribuian la eficacia de incitar al amor.

[177] Ciudades y regiones dedicadas á Venus, y en que esta asistia.

[178] Énfasis con que desde el principio indica la transformacion de
Atalanta.

[179] Parece que la caza era un egercicio acomodado al celibato, y
por eso se dedicó á ella Atalanta, el jóven Hipólito y otros algunos
célibes que cuenta la fábula, aunque la doncella Calisto y otras muchas
no estuvieron seguras en dicho egercicio.

[180] Para empezar la carrera.

[181] En este paréntesis habla Venus de sí misma.

[182] Primer paso, expresion é indicio del amor de que ya estaba
penetrada Atalanta por Hipomenes.

[183] Fluctuacion y combate, que elegantemente denota los rápidos
progresos del amor de Atalanta.

[184] Es la de Venus, en cuya boca pone el poeta la referencia de esta
fábula.

[185] Es un epíteto de Venus por la isla de Citera, que la estaba
dedicada.

[186] Otra de las dedicadas á Venus, de quien tomó el epíteto de Cipria.

[187] Hipérboles elegantes de la ligereza de los dos corredores.

[188] Fue uno de los compañeros de Cadmo en la fundacion de Tebas.

[189] Fue una Ninfa querida de Pluton llamada Menta, á quien, zelosa
Proserpina, convirtió en yerbabuena.

[190] Nombres gentilicios de los habitadores de unos pueblos de Tracia;
pero aqui se toma por las Bacantes.

[191] Epíteto de las Bacantes.

[192] Error filosófico, renovado en el dia por los novadores y
libertinos.

[193] Rio de Tracia.

[194] Orfeo habia enseñado á los de Tracia los ritos y ceremonias de
las orgias ó fiestas de Baco.

[195] El primero es un monte y el segundo un rio de la Lidia, cuyas
arenas fingieron ser de oro por el suceso que se referirá despues.

[196] Toca aqui la fábula de Dánae, hija de Acrisio, encerrada por su
padre en una torre para libertarla de Júpiter, y de cuya diligencia se
burló este Dios.

[197] Capital de la Lidia, que fue corte del Rey Creso, edificada á las
inmediaciones del rio Pactolo.

[198] Tambien los gentiles tenian sus expiaciones y purificaciones por
ablucion.

[199] Es la virtud de convertirlo todo en oro.

[200] Era la que los griegos llamaban _palla_, vestidura talar propia
de aquella nacion, como lo era la toga de los romanos.

[201] Era un adorno de la cabeza, como la mitra, las vendas, las
diademas, &c.

[202] Este criado seria semejante á aquel que pinta Plauto, el que
decia de sí: _Rimosus ego sum, ac illac perfluo._

[203] Llamado hoy los Dardanelos ó el Bósforo de Tracia.

[204] Dos promontorios en la region de Troya: en el segundo y á la
playa del mar estaba el sepulcro de Aquiles, y entre los dos un altar
dedicado á Júpiter Panonfeo.

[205] Una vez faltando Laomedonte al contrato que habia hecho con Apolo
y Neptuno, y otra faltando á la palabra que habia dado á Hércules.

[206] Era Tetis.

[207] Peleo.

[208] Un ramo de oliva.

[209] Gavilan.

[210] Lúcifer.

[211] No puede hacerse mayor injuria ni que mas sensacion cause que
llamar fea á una muger que presume de deidad.

[212] Al medio dia.

[213] Uno de los Dioses marinos, y padre de las Nereidas.

[214] Fue una de las Nereidas, madre de Foco, que habia sido muerto por
Peleo, y queria vengar la muerte de su hijo con el estrago de los toros.

[215] Fue la de haberle sacado con pretexto de casa, y dejádole en el
campo sin armas para que fuese despedazado por las fieras en despique
del odio que le concibió por la calumnia que Hipólita, muger de Acasto,
levantó contra Peleo, acusándole de que habia querido atreverse á su
honestidad; y favorecido Peleo de Mercurio, que le dió una espada
fabricada por Vulcano, cuando volvió á Tesalia mató con ella á Acasto y
á su muger.

[216] Fue un facineroso de Tesalia, que tenia interceptado el camino
del oráculo de Delfos, y por último fue muerto por Apolo para que no
impidiese la frecuencia de su templo.

[217] Era hija de Eolo, Dios de los vientos, y muger de Ceix.

[218] Se llamaban aquellas inscripciones que se ponian en los edificios
sepulcrales en que habia algun cadaver, y cenotafios las que se
contenian en edificios en que no habia cadaver, y que se erigian á la
memoria de algun difunto.

[219] Perífrasis de dos meses.

[220] Principio de la tempestad, cuya elegante descripcion se sigue.

[221] Por la undécima se entiende la mas grande y terrible por la
perfeccion que contiene, y significa el número decenario, y á este modo
dijo el mismo Ovidio en el libro 1.º de sus Tristes:

    _Qui venit hic fluctus supereminet omnes,_
      _Posterior nono est, undecimoque prior._

[222] Tenian por fortuna el no morir en el mar ni carecer del honor de
la sepultura, sin el cual, como ya antes queda anotado, creian no poder
pasar la barca de Aqueronte.

[223] Elegante pintura del conflicto de los que estan para naufragar.

[224] Es el arco celeste, compuesto de tantos colores, del cual dijo
Virgilio:

    _Mille trahit varios adverso sole colores._

[225] Con mucha oportunidad y propiedad coloca el palacio del Sueño
en el pais de los Cimerios, que hoy es la costa del mar Negro, region
oscura y fria, y muy acomodada para influir sueño.

[226] En esta y siguientes expresiones reune los atributos y
circunstancias del sueño, y que provocan á él.

[227] En tres clases ó especies dividian los sueños, unos que
representaban á los hombres, otros á las fieras y demas animales, y
otros á todas las demas cosas inanimadas. Al principal de los primeros
llamaban Morfeo, al de los segundos Icelo, y al de los terceros
Fantaso: estos tres representaban las cosas á los Reyes y personages,
y los demas acometian á la plebe, y Morfeo fue enviado á representar á
Alcione el naufragio de su marido.

[228] Una expresion tan viva y vehemente como esta se halla en Séneca,
el que en la tragedia Tiestes dice en el acto 5.º: _Venit in medias
voces gemitus._

[229] Llámanse dias alcioneos, en los cuales el mar está tranquilo, y
ocurren á la salida del invierno: algunos dicen ser nueve.

[230] Son los polluelos de los alciones, á quienes llama nietos de Eolo
por provenir de Alcione, su hija, convertida en ave de esta especie.

[231] Todos los antecedentes fueron Reyes de Troya.

[232] Habla de Esaco.

[233] Era un riachuelo de la region de Troya.

[234] De igual casualidad fingieron haber muerto Eurídice, muger de
Orfeo, segun ya queda dicho.

[235] Este nombre es tomado del verbo latino _mergo, is_, que significa
zabullirse.



LISTA DE ESTAMPAS NUMERADAS


Estampa 82: La enamorada Escila es despreciada de Minos por traidora.

Estampa 83: Teseo mata al Minotauro y sale del laberinto de Creta.

Estampa 84: El calor del Sol derrite la cera que pegaba las alas de
Icaro, y cae al mar.

Estampa 85: Perdix es precipitado por su envidioso tio, pero Minerva le
transforma en Perdiz.

Estampa 86: Meleagro presenta á Atalanta la cabeza del Jabalí de
Calidonia.

Estampa 87: El rio Aqueloo detiene á Teseo y le ruega descanse en su
casa.

Estampa 88: Júpiter y Mercurio hallan hospitalidad en casa de Filemon y
Baucis.

Estampa 89: La Hambre, por órden de Céres, esparce su veneno sobre
Eresicton.

Estampa 90: Aqueloo se transforma en Toro para combatir con Hércules.

Estampa 96: Hércules, esclavo de la hermosura de Onfale, se deja
desarmar é hila con ella.

Estampa 95: Hércules ahoga á Anteo que se oponia á su transito para
África.

Estampa 91: Deyanira es robada por el Centauro Neso.

Estampa 92: Hércules se tiende sobre la pira, y Filoctetes la prende
fuego.

Estampa 93: Hércules sube al cielo, y Júpiter le coloca entre los
Dioses.

Estampa 94: Lucina aterra á Galantis y la transforma en Comadreja.

Estampa 97: Driope corta unas flores de Lotos, ninfa convertida en
árbol, y sufre igual suerte.

Estampa 98: Biblis, buscando á su hermano, es transformada en fuente.

Estampa 99: Ifis es transformada en varon por la Diosa Isis para que se
case con Yanta.

Estampa 100: Corriendo Eurídice por un prado con otras ninfas es
mordida por una serpiente y muere.

Estampa 101: Saca Orfeo á Eurídice del Infierno y vuelve á perderla por
mirarla.

Estampa 102: Orfeo atrae al son de su voz y de su lira á los animales,
rocas y árboles.

Estampa 103: Queriendo darse la muerte Cipariso, es transformado en
Ciprés por Apolo.

Estampa 104: Júpiter transformado en Águila arrebata á Ganimedes.

Estampa 105: Jugando Jacinto con Apolo, le mata un tejo que el viento
desvió.

Estampa 106: Venus transforma en Toros á los Cerastes que profanaban á
Chipre.

Estampa 107: Pigmalion se enamora de la estatua que habia hecho, y
Venus la anima.

Estampa 108: Desesperada Mirra se colgó; pero su Nodriza corta el lazo
y la libra.

Estampa 109: Mirra pare á Adonis y es transformada en el árbol de su
nombre.

Estampa 110: Venus aconseja á Adonis que solo caze animales indefensos.

Estampa 111: Hipomenes vence con ardid en la carrera á Atalanta.

Estampa 112: Venus llora á su querido Adonis herido por un jabalí.

Estampa 113: Las Bacantes de Tracia que mataron á Orfeo son
transformadas en árboles.

Estampa 114: Sileno, adornado de pámpanos, es presentado á Midas, quien
lo entrega á Baco.

Estampa 115: Apolo pone orejas de asno á Midas en castigo de su mala
sentencia.

Estampa 116: Tetis oye á Proteo que la pronostica tendrá un hijo mas
poderoso que su Padre.

Estampa 117: Ceix, que va á consultar el oráculo de Apolo, se despide
de Alcione.





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