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Title: Metamorfóseos o Transformaciones (4 de 4)
Author: Nasón, Publio Ovidio
Language: Spanish
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*** Start of this LibraryBlog Digital Book "Metamorfóseos o Transformaciones (4 de 4)" ***

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(4 DE 4) ***

NOTA DE TRANSCRIPCIÓN

  * Las cursivas se muestran entre _subrayados_ y las versalitas se han
    convertido a MAYÚSCULAS.

  * Los errores de imprenta han sido corregidos.

  * La ortografía del texto original ha sido respetada, con
    normalización de las variantes a la grafía más frecuente y tildado
    de las mayúsculas.

  * Las notas a pie de página han sido renumeradas y colocadas al final
    del tomo.

  * Se han reubicado muy ligeramente algunas ilustraciones para que no
    interrumpan un párrafo. Asimismo se han dividido algunos párrafos
    para alojar una ilustración.

  * Se ha añadido al final un listado de las estampas numeradas que
    ilustran el tomo. El orden de las estampas 138 y 139 también aparece
    invertido en el original impreso.

  * Las páginas en blanco han sido eliminadas.



  METAMORFÓSEOS
  ó
  TRANSFORMACIONES DE OVIDIO.



  METAMORFÓSEOS

  ó

  TRANSFORMACIONES DE OVIDIO,

  TRADUCIDOS AL CASTELLANO

  CON ALGUNAS NOTAS PARA SU INTELIGENCIA,

  _POR DON FRANCISCO CRIVELL._


  NUEVA EDICION.


  TOMO IV.


  MADRID EN LA IMPRENTA REAL
  AÑO DE 1819.



  ÍNDICE
  de las Fábulas contenidas en este tomo.


LIBRO DUODÉCIMO.

                                                                    Pág.

  ARGUMENTO.                                                          1

  FÁBULA PRIMERA. _Una cierva sacrificada en lugar de Ifigenia._      3

  FÁB. II. _Combate de los Centauros y Lapitas._                     17


LIBRO DECIMOTERCIO.

  ARGUMENTO.                                                         40

  FÁBULA PRIMERA. _Ayax y Ulises se disputan las armas de
  Aquiles._                                                          42

  _Discurso de Ulises._ 51

  FÁB. II. _La sombra de Aquiles detiene á los griegos._             72

  FÁB. III. _Eneas y Anquises._                                      85

  FÁB. IV. _Polifemo._                                               92

  FÁB. V. _Glauco y Escila._                                        103


LIBRO DECIMOCUARTO.

  ARGUMENTO.                                                        107

  FÁBULA PRIMERA. _Circe._                                          109

  FÁB. II. _Dido recibe á Eneas en su palacio._                     115

  FÁB. III. _Eneas y la Sibila._                                    117

  FÁB. IV. _Eneas llega á Cayeta._                                  121

  FÁB. V. _Los compañeros de Ulises transformados en puercos._      128

  FÁB. VI. _Pico es amado de Circe._                                133

  FÁB. VII. _Los compañeros de Diomedes convertidos en aves._       142

  FÁB. VIII. _Las naves de Eneas convertidas en Ninfas._            149

  FÁB. IX. _Vertumno y Pomona._                                     156

  FÁB. X. _Ifis y Anaxarete._                                       161


LIBRO DECIMOQUINTO.

  ARGUMENTO.                                                        173

  FÁBULA PRIMERA. _Miscilo absuelto por la transformacion de las
  bolas negras en blancas._                                         175

  FÁB. II. _Esculapio es llevado á Roma._                           216

  FÁB. III. _César transformado en astro._                          224

  _Peroracion._                                                     232



[Ilustración: Thestorides, vincemus.]

LIBRO DUODÉCIMO.

_ARGUMENTO._


Entonces el padre Príamo, juntamente con sus hijos, hace las exequias
á Eaco, que tambien lo era, creyéndole muerto; pero alli no se halló
Páris por haber ido á la Grecia. Perseguido este por los griegos,
vieron en el puerto Aulide que un dragon se convierte en piedra.
Despues el invulnerable Cigno, habiendo sido muerto por Aquiles, se
convierte en cisne; asi como tambien la doncella Cenis se transformó
en otro tiempo en el jóven llamado Ceneo, y despues en ave. Nestor
refirió todas estas transformaciones, añadiendo á ellas la de
Periclimenes.

[Ilustración: (119) Diana se compadece de Ifigenia que iba á ser
sacrificada, y pone en su lugar una cierva.]



FÁBULA PRIMERA.

_UNA CIERVA SACRIFICADA EN LUGAR DE IFIGENIA._


El padre Príamo, ageno de que su hijo Esaco vivia, bien que
transformado en ave, llorábale amargamente por muerto: asimismo Hector
y los demas hermanos le habian hecho inútiles exequias en el túmulo,
que solo contenia su epitafio. No asistió á estas tristes ceremonias
su hermano Páris, el cual, habiendo despues robado á Elena, fue la
causa fundamental de una larga y sangrienta guerra, y de que viniesen
conjuradas contra Troya mil naves, y se formase una poderosa liga
de toda la Grecia, la cual hubiera tomado pronta venganza, si los
vientos contrarios no hubiesen impedido la salida del puerto, y la
imposibilidad de navegar no hubiese detenido la escuadra en Aulide,
puerto de Beocia, en que se hace mucha pesca. Aqui, segun costumbre de
la patria, dispuestos los sacrificios á Júpiter, apenas ardian sobre el
ara los fuegos sagrados, cuando se presenta á la vista de los griegos
un dragon, que trepaba por un plátano inmediato á las aras donde se
habian empezado los sacrificios, y en cuya copa habia un nido con ocho
pajarillos,[1] y la madre que revolteaba en torno de sus hijuelos, á
quienes juntamente con ella arrebató y engulló en su voraz vientre.
Todos quedaron atónitos con este agüero; pero Calcas, adivino infalible
de lo futuro, les dijo: „Alegraos, griegos, que venceremos: Troya
quedará reducida á cenizas; pero nos costará mucho tiempo y trabajo
el tomarla;” y para hacer creible su oráculo vaticinó que las nueve
aves significaban otros tantos años que habia de durar la guerra. La
serpiente, asi como estaba enroscada en las verdes ramas del plátano,
se transformó en piedra,[2] que conserva su antigua figura.

El violento Nereo[3] continúa inexorable, sin permitir que la escuadra
anclada en Aulide pudiese dar la vela por la furia del mar. Algunos
creian que Neptuno, como que habia trabajado en la obra de los muros
de Troya, queria por este medio favorecerla, é impedir su total ruina;
pero Calcas, que lo sabia como adivino, dijo que para que cesase
el embravecimiento del mar era preciso aplacar la ira de Diana,[4]
ofreciéndola en sacrificio la doncella Ifigenia, hija de Agamenon.
Despues que la causa pública pudo mas que el amor paterno, y la
dignidad Real mas que el ser su padre, los sacerdotes con las lágrimas
en los ojos pusieron junto al ara á Ifigenia para sacrificarla, con lo
cual se dió por satisfecha Diana,[5] y ocultándola en una espesa nube;
se cuenta que mientras se hacian las ceremonias y preces del sacrificio
sustituyó en su lugar una cierva, que fue por ella inmolada; y con esto
calmó la indignacion de Diana, y juntamente con ella la del mar; y las
mil naves, despues de haber padecido tanto, llegaron viento en popa á
las playas troyanas.

Hay en medio del universo un lugar situado entre la tierra, el mar
y las regiones celestes,[6] en el cual concurren y se juntan las
extremidades y confines de aquellas tres partes: desde este lugar se
divisa lo que pasa en todas ellas, aunque esté muy distante, y desde
él se oye y penetra la voz á los oidos de todos. La Fama lo habita, y
tiene su mansion ordinaria en la parte mas elevada del alcázar, en que
por todas partes se hallan innumerables entradas y salidas hasta en el
mismo techo; los umbrales no tienen puerta alguna con que cerrarse.
De dia igualmente que de noche está abierto: toda la casa es de metal
sonoro, en el que resuenan y se aumentan las voces,[7] volviéndolas
hácia fuera el eco, el cual redobla y repite lo que se le confia.
Dentro no hay descanso ni silencio en ninguna parte; pero con todo no
es formal clamor, sino un rumor de un sonido tenue y sordo, como el que
hacen las olas del mar oidas desde lejos, ó como los truenos cuando las
nubes estan muy retiradas. Una multitud de personas sin interrupcion
ocupa los pórticos del palacio, y el vulgo novelero é inconstante va y
viene sin cesar, y á cada instante se divulgan mil patrañas confundidas
con la verdad,[8] que no puede sacarse en limpio por la confusion y
desórden de las palabras, con las que los unos llenan de noticias á
los oidos desocupados, y los otros repiten en otra parte lo que han
oido contar: crece el número de ficciones, y el último á cuyos oidos
llegan las abulta con alguna cosa nueva que les añade. Alli residen la
necia credulidad y el temerario error, la vana alegría y el infundado
sobresalto, la sedicion que cunde y los susurros,[9] cuyo orígen no se
puede averiguar.

La Fama, á quien nada está oculto de cuanto pasa en el cielo, mar
y tierra, antes bien averigua lo que sucede en todo el orbe, habia
divulgado que los griegos iban á atacar á los troyanos con una poderosa
escuadra y tropas escogidas; con cuya noticia no se hallaban estos
desprevenidos, sino que tenian fortificadas las playas, puertos y
avenidas, recibiendo á los griegos con las armas en la mano, de forma
que Protesilao,[10] que fue el primero que se atrevió á poner el pie
en tierra, fue muerto á manos de Hector, trabándose una batalla tan
sangrienta, que costó á estos la muerte de aquel y de otros esforzados
capitanes, sin haberse conocido hasta entonces el valor de Hector.
Los troyanos por su parte experimentaron lo que podia y hasta donde
rayaba el valor de los griegos á costa de no poca sangre, con la que
estaban ya teñidas las playas sigeas,[11] pues Cigno, hijo de Neptuno,
habia por su mano quitado la vida á innumerables; y por otra parte
Aquiles desde su carro[12] con su lanza arrollaba á cuantos se le
ponian por delante, y buscando furioso por medio de las huestes á Cigno
ó á Hector, se encontró con aquel, porque á este le reservaban los
hados hasta el año décimo de aquella guerra, y aguijando á los blancos
caballos de su carro, lo dirigió contra el primero, y blandiendo su
lanza con denuedo y valentía, le dice: „Quien quiera que tú seas, ó
jóven, sírvate de consuelo en tu muerte el saber que vas á fenecer
á manos de Aquiles.” Esto dijo, y al mismo tiempo le acomete con
la lanza; pero aunque le acertó con ella, solo le hizo una ligera
contusion en el pecho. Entonces Cigno responde á Aquiles: „Hijo de
Tetis (pues ya tiempo há que la fama me dió noticias de tí), ¿por qué
te maravillas (y es cierto que se admiraba) de no haberme herido?
Este morrion y este escudo que ocupa mi siniestra mano mas me sirven
de adorno que de defensa, á la manera que los plumages sirven de
gala y adorno á las armas de Marte. Vaya sin embargo todo fuera, que
yo pelearé sin estos auxilios, y no por eso conseguirás herirme. Es
mucha ventaja el no ser yo hijo de una Nereida,[13] sino de aquel que
gobierna á Nereo, á sus hijas y á todo el mar.” Dicho esto, enristró
la lanza contra Aquiles con tan gentil denuedo, que traspasó el bronce
que debia detener el golpe, y penetró los nueve primeros cueros del
escudo, quedando detenida en el décimo. Sacóla Aquiles, y arremetió
á su enemigo con el mismo brio; pero de la misma manera resaltó
del cuerpo de Cigno sin hacerle herida alguna;[14] ni á la tercera
embestida pudo tampoco conseguirlo, aunque Cigno se presentaba á cuerpo
descubierto. Se enfureció no de otro modo que cuando el toro en el
espacioso circo se ve irritado cuando le da en los ojos el color de las
vestiduras de púrpura, embiste y se halla burlado. Aquiles registra
la punta de la lanza para reconocer si se le habia caido el hierro, y
viendo que estaba fijo en ella, dijo: „¿Con que esto consiste en la
debilidad de mi brazo, y este ha perdido todo el valor que antes tenia,
pues ciertamente le tuvo, ya cuando arruiné las murallas de Lirnesa,
ya cuando inundé á Tebas y Ténedos con la sangre de sus soldados, ya
cuando hice que el Caico corriese tambien teñido con la sangre que
vertieron los que moraban en sus orillas, y ya cuando Telefo fue herido
dos veces con mi lanza? y aun aqui en este mismo lance es valerosa mi
diestra, y lo ha sido con la muerte de tantos troyanos como se hallan
y veo amontonados por la playa.” Esto dijo, y poco confiado en sus
anteriores hazañas, probó á arrojar su lanza contra Menetes, soldado
plebeyo de Lidia, y traspasándole la malla, le atravesó el pecho, y
cayendo moribundo sobre la tierra, le sacó la misma lanza de la herida,
y dijo: „Esta sí que es mi diestra, y esta la lanza vencedora. Me he de
valer de estas mismas armas contra este enemigo, y quiera Dios tenga
el mismo éxito.” Dicho esto acomete á Cigno, y sin errar el golpe le
hiere en el hombro izquierdo; pero lo rechaza como si hubiera dado en
un duro peñasco. Sin embargo se veia sangre en donde habia recibido
el golpe: Aquiles se alegró; mas duró poco su alegría. La sangre era
de Menetes y no de Cigno. Enfurecido y ciego de cólera salta ligero
de su carro, y acometiendo á su enemigo con su reluciente espada,
advierte que esta penetraba la parma[15] del escudo y el yelmo, pero
no su duro cuerpo. No siguió mas con este modo de acometerle, sino que
volviendo al contrario la espada, descargó muchos golpes con el pomo
de ella en las sienes y cabeza. Atolondrado Cigno con los golpes se
retiraba, siguiéndole Aquiles, de modo que unas veces le hacia tropezar
y otras caer, sin dejarle ni permitirle ningun descanso. Llenóse Cigno
de pavor; se le anubló la vista, y cuando se retiraba andando hácia
atras, tropezó en una piedra que habia en medio del campo, y sobre ella
le derribó Aquiles con grande ímpetu, dejándole tendido boca arriba.
Entonces oprimiéndole el pecho con sus fuertes rodillas, le aprieta
á la garganta las ataduras del yelmo, y le ahogó, cortándole á un
tiempo la respiracion y la vida. Se disponia á despojar al vencido;
pero ve solo las armas sin el cuerpo, porque el Dios del mar lo habia
transformado en una blanca ave[16] del mismo nombre que antes tenia.

Á esta primera batalla sucedió una larga tregua, y las dos partes,
cansadas de la pérdida que habian sufrido, depusieron las armas.
En tanto que los troyanos guardan sus muros y los griegos sus
trincheras, llegó el dia festivo en que Aquiles, vencedor de Cigno,
hizo un sacrificio á Palas con la sangre de una novilla adornada con
cintas.[17] Luego que puso sobre las aras las entrañas que habia de
consumir el fuego, y el olor agradable á la Deidad se difundió por el
aire, se separó una parte de la víctima para los sacerdotes, y otra
para la mesa de los asistentes.[18] Sentáronse á comer los próceres en
sus lechos convivales, saciándose de carne asada, y con el suave vino
olvidaron sus cuidados y apaciguaron su sed. No hubo en este banquete
cántico que realzase ni la cítara[19] ni la flauta, sino que durante
el banquete y de sobre mesa se engolfaron en conversacion, siendo
la materia de ella el valor y los sucesos de las pasadas refriegas,
complaciéndose en referir cada uno los peligros á que se habia
arrojado y de que habia salido. ¿De qué otra cosa podia hablar Aquiles,
ó qué conversacion podia suscitarse mas á propósito delante de él?
Sobre lo que rodó mas la conversacion fue sobre el último certamen con
Cigno. Á todos pareció cosa admirable que el cuerpo de este jóven fuese
impenetrable é invulnerable, é hiciese rebotar el hierro de las lanzas
y demas armas. El mismo Aquiles se maravillaba de esto, y tambien los
griegos, cuando Nestor[20] les habló asi: „Es verdad que en vuestro
tiempo Cigno fue el solo despreciador del acero, á quien no ofendió
hierro alguno; pero yo mismo ví en otra ocasion á Ceneo, que se le
parecia en eso de no ser herido. Ceneo Perrebo,[21] repito, que, famoso
por sus hazañas, habitó en el monte Otris;[22] y lo que mas causaba
admiracion en él era haber nacido individuo del otro sexo.” Esta nueva
monstruosidad excitó la curiosidad de los circunstantes á rogarle
contase este suceso, y entre ellos Aquiles le dijo: „Sabio y elocuente
anciano, prudencia de nuestro siglo, dí ¿quién fue ese Ceneo (pues
todos tenemos deseos de saberlo), y cuál la causa para mudar de sexo?
¿En qué guerra lo conociste, y qué hazañas lo han hecho célebre? En una
palabra ¿quién fue su vencedor, si es que pudo ser vencido?”

„Aunque el largo tiempo, respondió Nestor, haya borrado de mi memoria
el recuerdo de muchas cosas que ví en mis primeros años, no obstante
me acuerdo de otras infinitas; pero de todo cuanto he presenciado en
paz y en guerra no hay cosa que se me haya quedado mas impresa que la
historia que me preguntais; y si mi larga edad me hace recomendable en
la referencia de las muchas cosas que en ella he visto, he vivido ya
doscientos años, y estoy entrado en el tercer siglo. Cenis, hija de
Elato, fue la mas bella de las doncellas de Tesalia, cuya hermosura
avasalló y despreció el corazon de muchísimos pretendientes por
las ciudades circunvecinas y por las tuyas, porque fue, ó Aquiles,
tu prima: quizá el mismo Peleo la hubiera tambien pretendido; pero
ó estaba ya casado con tu madre,[23] ó á lo menos contratado el
matrimonio con ella. En suma Cenis no quiso casarse; y paseándose
un dia por la solitaria playa del mar, fue violentada por Neptuno,
segun asi se decia públicamente, y para recompensar la injuria de
haberla desflorado le dijo: „Pide lo que te acomode, que todo te será
concedido.” Asi tambien lo aseguraba la fama. „Esta injuria que me has
hecho, replicó Cenis, me hace desear una cosa grande y singular, y
es que me concedas el dejar de hoy en adelante el ser muger para que
no me vuelva á suceder semejante desgracia en lo sucesivo: este don
equivaldrá á todos cuantos me puedas conceder.” Articuló estas últimas
palabras con un sonido mas grave y bronco, y podia su voz equivocarse
con la de hombre, como que ya efectivamente lo era, pues el Dios del
mar le habia otorgado su peticion, y sobre esto, que no pudiese ser
herido ni morir á hierro. Despidióse Ceneo alegre con tales dones, y
pasaba su vida juvenil en las ocupaciones y egercicios propios del
hombre, recorriendo las campiñas de Tesalia, donde adquirió mucha
reputacion.”

[Ilustración: (120) Combate sangriento entre Centauros y Lapitas
suscitado en las bodas de Piritóo.]



FÁBULA II.

_COMBATE DE LOS CENTAUROS Y LAPITAS._


„Habia casado Piritóo,[24] hijo del atrevido Ixion, con la bella
Hipodamia, y convidó á los fieros Centauros á la boda, la cual se
celebraba en una cueva cercada de arboledas, y los hizo sentar á las
mesas que estaban puestas por órden. Asistieron á ella los próceres
de Tesalia, y yo tambien era uno de los convidados.[25] La confusa
multitud de ellos hacia en la estancia un alegre ruido: cantóse el
himeneo, humeando entre tanto las aras con las aromas que se quemaban.
Presentóse despues la novia mas hermosa que todas, rodeada y acompañada
de un gran número de casadas y doncellas. Todos dimos la enhorabuena
á Piritóo, y le felicitamos por su union con muger tan hermosa. Pero
salieron vanos los anuncios que le hicimos de su felicidad; porque en
aquel momento Eurito, el mas fiero de los Centauros, enardecido asi
con el vino que habia bebido como con la vista de la recien casada,
poseido de la embriaguez mezclada con la lascivia, echó á rodar las
mesas del convite, y arrebató con violencia á Hipodamia, asiéndola por
los cabellos. Cada uno de los demas Centauros robó la que se le antojó
ó la que pudo, de manera que parecia el saqueo de una ciudad tomada
por asalto, y en la casa no se oia otra cosa que mugeriles lamentos.
Al punto nos levantamos todos, y Teseo, tomando la palabra el primero,
dijo: „¿Qué locura, ó Eurito, te enagena para atreverte á maltratar asi
á Piritóo, estando yo con vida? ¿Ignoras acaso que á un mismo tiempo
ofendes en una á dos personas?” Para hacerle ver que sus amenazas no
eran vanas aparta á los que le detenian, recobra y le quita la novia
que habia robado. El Centauro quedó suspenso y sin poder articular
palabra, porque á la verdad ningunas tenia, ni menos razon alguna para
sostener el insulto que habia cometido; pero apelando á los hechos,
acometió con sus furiosas manos al rostro de Teseo, recuperador de
Hipodamia, y le descargó un furioso golpe en el pecho. Por casualidad
habia alli inmediato una gran copa antigua, en cuyo metal estaban
sobrepuestas de bajo relieve muchas figuras que hermoseaban su
superficie, y aumentaban su rigidez y aspereza; y tomándola Teseo, la
tiró con furia al rostro de Eurito, con cuyo golpe empezó á arrojar
por la herida y por la boca borbotones de sangre y vino y gran parte
de los sesos, y de este modo cayó en tierra boca arriba. Los demas
Centauros, enardecidos con la muerte de su hermano, empezaron todos á
gritar á una voz: „Al arma, al arma,” infundiéndoles mayor aliento el
vino que habian bebido. Al principio de la pelea volaban los vasos,
cántaros y calderos que se tiraban los unos á los otros, haciendo
armas para la guerra de lo que solo era á propósito para los convites.
Amico, hijo de Orfion, sin respetar al templo cogió un enorme candelero
de muchos mecheros ardiendo, y levantándolo en alto, como la segur
del sacrificio que va á herir el blanco cuello de un toro, le deja
caer sobre la frente del Lapita Celadon, y le quebranta los huesos
del rostro, de modo que de desfigurado no es conocido; cuyo golpe le
hizo saltar los ojos, la nariz se introdujo en la boca, y quedó pegada
al paladar. Belates Peleo le derriba en tierra, quedándole la barba
pegada al pecho, con un pie que arrancó de una mesa de acebo, y al
segundo golpe le hizo escupir los dientes mezclados con negra sangre,
y le envió á las oscuridades del tártaro. Grineo, mirando con rostro
airado al altar junto al cual estaba de pie, dijo: „¿Por qué no
echamos tambien mano de estas aras en esta refriega?” Al mismo tiempo
arrebata el altar que humeaba, y lo arroja al medio del escuadron de
los Lapitas, y aplana á dos de ellos, á Broteo y á Orion: este era hijo
de Micale, famosa maga, quien por medio de sus encantos tenia el poder
de hacer bajar á pesar suyo á la luna de la órbita por donde discurre.
„No quedarás sin castigo si encuentro alguna arma con que darte,” dijo
Exadio; y tomando las astas de un ciervo que estaban colgadas por voto
de una alta viga, acometió á Grineo, y le sacó los ojos con las puntas,
parte de los cuales venia envuelta en ellas, y parte mezclada con la
sangre que le corria por la barba.

„Reto, tomando de en medio de las aras el mayor tizon, deshizo á Carax
toda la sien derecha, cubierta de su rojo cabello, que empezó á arder
con la llama voraz del modo que arden las secas aristas, y quemándose
la sangre que le salia de la herida, dió un grande estallido, como el
que suele dar el hierro encendido, el cual, sacado de la fragua y
metido en el agua por el herrero con las tenazas, silba y rechina.
Viéndose herido Carax, sacudió el fuego voraz de sus encrespados
cabellos, y cargando sobre sus hombros un umbral que arrancó de la
tierra, y que apenas podria llevarle un carro, no podia tirarle al
enemigo por su enorme peso, y dejándole caer, lo aplanó á él y á
Cometes su compañero que estaba á su lado. Reto, que no podia contener
el gozo que le causaba este suceso, dijo: „¡Plegue á Dios que suceda
lo mismo á todos los demas de tu partido, y se defiendan con la
valentía que tú!” Y menudeando golpes con el tizon medio encendido,
le rompió las vertebras del cuello y parte de la cabeza, y los huesos
quebrantados nadaban entre los sesos. Ufano con la victoria, se dirigió
contra Evagro, Corito y Drias; y habiendo muerto á Corito, que aun no
tenia pelo de barba, le dijo Evagro: „Por cierto que es una grande
hazaña el haber dado la muerte á un muchacho.” Reto no le dejó hablar
mas, pues metiéndole el tizon por la boca, se lo introdujo hasta el
pecho.

„Á tí tambien, ó Drias, te acometió fuertemente con el mismo tizon en
torno de tu cabeza; pero no fue con el mismo suceso, porque tomando
otro mayor tizon, que ya no humeaba, rechazaste el ímpetu del que
estaba orgulloso con tantas muertes, y le fijaste con él un golpe en
la cerviz, que le hizo dar un gran gemido, y costándole dificultad
el sacar el tizon, cuyos pedazos se le habian introducido entre los
huesos, echó á huir bañado en sangre. Tambien huyeron Orneo, Licabas
y Medon, herido en el hombro derecho, asi como tambien Pisenor, Taumas
y Mermeros, que aunque en la carrera superaba á todos, le estorbaba el
correr una herida que habia recibido. Igualmente huyeron Folo, Melaneo,
Abas, diestro cazador de jabalíes, y el adivino Astilo, que en vano
pretendia disuadir á los suyos de la refriega. Viendo este que tambien
huia Neso por temor de ser herido: „No huyas, le dice, ni tengas
miedo, porque tú estas destinado[26] para ser muerto con las flechas
de Hércules.” Aunque tambien huian Eurinomo, Lícidas, Areo é Imbreo,
no por eso dejaron de morir á manos del valeroso Drias: igualmente
Ceneo recibió una herida de consideracion cuando iba huyendo, porque
volviendo la cabeza, le dio Drias un fuerte golpe en el entrecejo.

„Tanto alboroto y confusion no basta á despertar al embriagado Afidas,
el cual tenia en una mano asida débilmente una copa, y estaba tendido
sobre una piel de oso en profundo sueño. Forbas, viéndole en aquella
disposicion, le abrió la boca con los dedos, y le dijo: „Conviene que
mezcles el vino con agua de la laguna Estigia,” y al mismo tiempo sin
decir otra palabra, arrimándose á él, le lanzó un dardo que le atravesó
la garganta, dejándole en la postura que yacia. La sangre salpicó sobre
la piel y la copa que tenia; muere sin sentir su muerte, y sus ojos se
cerraron para siempre.

„En esta situacion ví á Petreo, que se empeñaba en arrancar una grande
encina, y cuando estaba abrazado á ella forcejeando á un lado y á
otro para sacarla, Piritóo le atravesó por las espaldas con su lanza,
y penetrando el pecho, se quedó clavada en el tronco de la encina.
Decíase que el valor de Piritóo habia dado muerte á Lico y á Cromis;
pero se grangeó menos lauro con esto que matando á Helops y Dictis. El
primero fue muerto de un saetazo, que atravesándole las sienes por el
lado derecho, vino á parar en la oreja siniestra; Dictis, que corria la
cuesta abajo huyendo con temblor de Piritóo, cayó de un despeñadero, y
tronzando con el peso de su cuerpo un gran quejigo, se quedaron en él
pegadas las tripas. Salió á tomar la venganza Afareo; y cuando iba á
tirar á Piritóo una gruesa piedra que habia arrancado de la montaña,
se puso delante Teseo con un pesado palo de encina, y dándole con él
un terrible golpe, le quebró el brazo, y contento con dejarlo inútil
para el combate, no cuidó de quitarle la vida por falta de tiempo;
y saltando con ligereza sobre las espaldas del Centauro Bianor, no
acostumbrado á llevar mas carga sobre sí que á sí mismo, le aprieta
las costillas con las rodillas, y sujetándole con la mano izquierda
la cabellera, le desfiguró á palos el rostro y la boca amenazadora, y
le quebrantó las sienes. Con el mismo palo de encina echó á tierra á
Nedimo y á Licotas, diestro en el dardo, á Hipason, cuya barba larga
le cubria el pecho, y á Rifeo, que habitaba las encumbradas selvas, á
Tereo, que solia llevar á su casa los osos vivos, cazados en los montes
Hemonios.

„Demoleon, envidioso de que Teseo pelease con tan buen suceso,
hizo esfuerzos para arrancar de un espeso bosque un viejo pino, y
no habiendo podido, tiró contra su enemigo el pedazo que se habia
quebrado; pero Teseo, inspirado de la Diosa Palas, ó á lo menos asi
queria hacerlo creer, hurtó el cuerpo y evitó el golpe; pero no dió
en vago, porque separó el hombro y el brazo izquierdo del cuello de
Crantor. Este habia sido, generoso Aquiles, escudero de tu padre, y
Amintor, Rey de los Dolopes, vencido en la guerra, se lo habia dado
en prenda y seguridad de la paz que habia hecho con él. Viéndole
este desde lejos despedazado, le dijo: „Recibe, querido Crantor, el
mas agraciado de todos los jóvenes, esta ofrenda que te hago en vez
de las exequias;” y enardecido con el mayor furor tiró su lanza con
toda su fuerza á Demoleon, la cual le rompió y atravesó el costado, y
quedándose clavada en los huesos, en ellos se veia blandear. Demoleon,
haciendo mil esfuerzos para sacársela, solo pudo arrancar el asta,
porque el hierro se habia quedado clavado en el pulmon. El dolor le
daba fuerzas y acrecentaba el valor, y aunque herido se levanta contra
su enemigo, y le sacude coces con sus pies de caballo; pero Peleo,
oponiendo su morrion y escudo, y asiéndolos fuertemente, recibió en
ellos las patadas, y defendió de ellas su cuerpo; y arremetiendo al
enemigo, de un solo golpe le atravesó entrambos costados de hombre y
de caballo. Antes de esto habia dado muerte á saetazos y desde lejos á
Phlegron y á Hilas, y en combate y lucha trabada á Hifinóo, á Clanis
y á Dorilas, que llevaba cubierta su cabeza con una piel de lobo,
armada con unas astas de buey, y teñida en sangre de los muertos que
habian caido en el combate. Yo,[27] á quien el enemigo aumentaba las
fuerzas, le dije: „Ahora verás cuan inferiores son tus astas á mi
lanza,” tirándosela al mismo tiempo con el mayor denuedo: el Centauro
para evitar el golpe opuso su mano derecha, defendiendo con ella la
frente; pero traspasándola la lanza, se quedó clavada en ella. Este
golpe le hizo dar un grande grito; y Peleo, que estaba mas cerca que
yo, viéndole que temblaba, y que estaba rendido con la cruel herida, le
metió la espada por medio del vientre. Dió el Centauro un gran salto,
con el cual se le cayeron las tripas al suelo, y se las pisaba y hacia
pedazos, y enredándosele entre los pies, le impedian el andar, hasta
que por último, quedándosele vacío el vientre, cayó en el suelo muerto.

„Tampoco á tí, Cilaro, te aprovechó en la refriega tu extremada
hermosura, si es que es susceptible de ella la raza de los Centauros.
Empezaba á apuntarle la barba de color de oro, y el cabello del mismo
color le ondeaba sobre los hombros: tenia un semblante vigoroso y
agradable, al cual correspondia el cuello, los hombros, las manos, el
pecho y todo lo que tenia de hombre, pues todo parecia sacado á torno y
hecho por manos de artífices; y no era menos proporcionado al rostro de
hombre lo que tenia de caballo, porque añadiendo á su figura un cuello
y cabeza de esta última especie, pareceria ser el de Castor.[28] Sus
ancas eran anchas, el pecho levantado y nervioso, la piel negra como la
pez, la cola blanca, y del mismo color sus piernas. No habia jóven en
toda la especie de Centauros que no le amase; pero sola Hilonome, la
mas bella de todas las Centauras que habitaban las selvas, le conquistó
para sí, y le atrajo á su cariño con caricias, halagos y declarándole
su amor, para lo cual se componia con cuanta cultura y ornato puede
adaptarse á los miembros de una Centaura, como era peinarse el cabello,
cuidar de rociarlo con agua del mar, ensortijarlo con violetas, rosas
y azucenas, lavarse la cara dos veces al dia con el agua que corria de
una fuente que estaba en la cumbre de la selva Pagasea, y bañarse en
el rio otras dos veces; y no vestia ni adornaba sus hombros y brazo
izquierdo con otras pieles que las mejores y mas escogidas, y que le
acrecentasen su hermosura. Cilaro é Hilonome se amaban mutuamente, y
no podian separarse el uno del otro: juntos vagaban por los montes,
juntos entraban en las grutas, y juntamente habian ido á las bodas de
Piritóo, y no se habian alejado el uno del otro durante el choque.
Un dardo tirado casualmente, no se sabe de quien, vino á dar en el
pecho de Cilaro á la parte inferior del cuello; penetróle la herida el
corazon, el cual, despues de sacado el hierro, se le quedó yerto y frio
con todo el cuerpo. Al punto Hilonome abraza los moribundos miembros
del Centauro; le aplica su mano sobre la herida para detener la sangre
que corria, y juntando la boca con la suya, procura inspirarle vida, é
impedir que exhale su espíritu. Luego que le vió muerto, prorumpiendo
en expresiones que yo no pude entender á causa del ruido y gritería,
tomó el mismo dardo que habia causado la muerte al Centauro, y
echándose sobre él, se le clavó, y murió abrazada á su marido.

„Me parece que estoy viendo á Feocomes, el cual llevaba sobre sus
hombros seis pieles de leon, cosidas las unas á las otras. Este
Centauro ocultaba con ellas lo que tenia de hombre y de caballo;
y habiendo arrojado un enorme tronco que pudieran arrastrar con
dificultad dos yuntas de bueyes, le abrió de arriba abajo la cabeza al
hijo de Fonoleno, y le salen los sesos magullados por ojos, narices,
oidos y boca, asi como suele salir la leche coagulada al pasarla por un
tamiz de mimbres, ó como otro cualquier licor por la criba de pequeños
agujeros. Mas yo, mientras el bárbaro se entretenia en despojarle de
las armas, tu padre, ó Aquiles, testigo fidedigno de lo que digo, sabe
que le atravesé el vientre con mi espada. Al mismo tiempo cayeron al
rigor de su filo Chtonio y Teleboas. El primero llevaba una horquilla
de dos puntas, y el segundo un dardo con que me hirió: aqui están las
señales, porque las cicatrices se conservan en mí todavía. Entonces
debia haber ido á la toma de Troya, y á lo menos, si no podia vencer,
hubiera retardado los progresos que Hector hacia con sus armas. Pero
en aquel tiempo ó no habia nacido este, ó era muy jóven, y ahora
mi cansada edad está sin fuerzas. ¿Para qué te he de referir que
Perifantes venció á Pireto, Centauro de dos formas, y que Ampico en la
parte posterior del celebro clavó una punta, ó lanza sin hierro, de
cerezo silvestre al otro Centauro Oeclo cuando iba huyendo, y metiendo
ruido con todos sus cuatro pies: que Macareo mató al Lapita Erigdupo,
clavándole de parte á parte una barra de hierro en el pecho, y que Neso
atravesó de un saetazo la ingle de Cimelo? No creas que Mopso, hijo
de Ampico, se ocupó solo en pronosticar lo futuro.[29] Dió muerte
tambien al Centauro Odites, lanzándole una flecha, con la que pegándole
la lengua á la barba, y esta á la garganta, no pudo proferir ni una
palabra. Ceneo por su parte habia quitado la vida á cinco de ellos,
á Estifelo, Bromo, Antimaco, Helimo y Piracmon, que llevaba por arma
una segur. Aunque no me queda en la memoria de qué manera murieron, no
obstante me acuerdo de sus nombres y número.

„Latreo, corpulento y fornido de miembros, armado de los despojos de
Haleso, á quien habia vencido, vuela para oponerse á los progresos de
Ceneo, cuya edad era entre jóven y viejo, su fuerza juvenil, pero su
cabeza estaba poblada de canas: este, arrogante con su morrion, espada
y pica macedonia,[30] poniéndose al frente de uno y otro escuadron,
empezó á blandear la pica y á correr en círculo, y llenando el aire de
descompasadas voces y amenazas, dijo á Ceneo estas palabras: „¿Piensas
acaso, Cenis, porque tú siempre serás para mí Cenis, es decir, una
muger y no hombre, que he de sufrir tu atrevimiento? ¿Has olvidado
por ventura tu débil sexo para atreverte á venir á las manos conmigo?
¿No te acuerdas por qué medio adquiriste la forma engañosa de varon
y en premio de qué hazaña? Reflexiona que naciste muger, y lo que ha
pasado por tí; vete á tomar la rueca y la almohadilla de coser; emplea
tus dedos en hilar estambre, y deja los combates para los hombres
barbados.” Á estas fanfarronadas Ceneo le tiró un dardo, y se lo clavó
en el costado por la parte en que se juntaba lo que tenia de hombre y
de caballo. El Centauro, enfurecido con la herida, dió un golpe con
su pica al jóven Ceneo en el rostro que llevaba descubierto. Esta
rebotó como los granizos cuando caen sobre un tejado, ó como cuando se
tiran piedrecillas sobre un tambor: entonces el Centauro arremete y le
embiste mas de cerca, empeñándose en esconderle su espada en el duro
costado; pero este negó la entrada al acero. „No te me escaparás, le
dijo, pues si se ha embotado la punta, y con ella no puedo herirte, te
degollaré con el filo de en medio;” y tirándole reveses de lado, le
tenia asido con su largo brazo. Los golpes sonaban como si diesen en un
mármol; y la hoja saltó hecha pedazos cuando dió en su cuello. Luego
que le mostró Ceneo el poco fruto de sus armas en herir sus miembros,
le dice al atónito Centauro: „Ea pues, veamos ahora si mis armas
tienen mejor temple que las tuyas para herirte,” y le clavó hasta la
empuñadura la mortífera espada por la espalda, y moviendo y revolviendo
las entrañas con la mano introducida en la herida, hízosela mucho mas
crecida. Los demas Centauros al ver esto arremeten rabiosos, y todos
disparan contra él sus dardos; pero estos resaltan y se caen sin que
ninguno pudiese herirle, ni sacarle una gota de sangre con tantos
golpes.

„Este nuevo prodigio los tenia atónitos, y Monico exclama diciendo:
„¡Esto es una grande afrenta! Todos nosotros somos vencidos por solo
uno que apenas es hombre, sin embargo de que él es quien lo es en
realidad, y nosotros con nuestras cobardes hazañas somos mugeres, como
él lo fue antes. ¿De qué nos aprovechan los agigantados miembros?
¿De qué las duplicadas fuerzas que la naturaleza reunió en nosotros
de caballo y de hombre? Si un enemigo tan poco temible es nuestro
vencedor, creo no somos hijos de ninguna Diosa ni del temerario Ixion,
que se atrevió á dirigir sus deseos á la suprema Juno, pues nos vemos
vencidos de un enemigo que solo es medio hombre. Caigan sobre él
peñascos, árboles, troncos y montes enteros revueltos y confusos, y
con todo esto arranquémosle el alma. Carguemos sobre él toda la leña
de una selva que le impida la respiracion, y el peso hará lo que no
pueden hacer las heridas.” Dijo esto, y echando mano de un árbol que
acaso habia arrancado el viento impetuoso, lo vibró contra Ceneo.
Sus compañeros siguieron su egemplo, y en breve el monte Otris quedó
despoblado de árboles, y Pelion sin sombras. Agoviado Ceneo con la
grande mole, hizo algunos esfuerzos por levantarse, forcejeando con
sus duros hombros contra los troncos que le oprimian; pero creciendo
el monton enorme de la leña, y tapándole el rostro y cabeza, ya no
podia respirar. Unas veces se desanimaba, otras se esforzaba por sacar
la cabeza al aire, y á sacudir de sí la fagina que sobre él habian
arrojado. Algunas veces con sus esfuerzos la movia, y hacia temblar
aquella inmensa mole, á la manera que el monte Ida tiembla con los
terremotos. No se sabia si era muerto ó vivo, y unos opinaban que
sofocado con el monton de leña habia bajado al abismo; pero Mopso
nos quitó la duda, diciéndonos haber visto salir volando por el aire
transparente de entre aquellos acinados árboles una ave con plumas
rojas, la cual fue la primera y última que he visto de su especie. El
adivino Mopso luego que la vió discurrir por los reales con sosegado
vuelo, y que cantaba al rededor en alta voz, siguiéndola con los ojos y
juntamente con el corazon, dijo: „Salve, Ceneo, honor y gloria de los
Lapitas, en otro tiempo el sin igual varon, y ahora la sola ave de tu
especie.” Nadie tuvo dificultad en creerlo por la autoridad de quien lo
decia. El dolor que nos causó la pérdida de este Lapita aumentó nuestra
ira, y no pudimos sufrir que uno hubiese sido oprimido por tantos
enemigos; y no dejamos de las manos las armas que nos hacia manejar
con furia el dolor, hasta que habiendo muerto á los mas de ellos, los
restantes huyeron, y los dispersó la noche.”

Tlepolemo, habiendo oido la relacion del combate de los Centauros y
Lapitas que habia contado Nestor, no sufrió con ánimo tranquilo el
que no hubiese hecho mencion de Hércules, y se le hubiese pasado en
silencio, y dijo á Nestor: „Me maravillo mucho de que no te hayas
acordado de las hazañas de mi padre, el que en su edad avanzada me
solia contar muchas veces el combate que tuvo con los Centauros,
cómo los venció y sujetó.” Entonces Nestor, llenándose de tristeza,
le respondió: „¿Por qué me traes á la memoria tales desgracias, y me
obligas á renovar el llanto ya enjuto con los años, y á que tenga que
confesar el odio que tuve á tu padre por las ofensas que me hizo? Él
egecutó ciertamente hazañas increibles, llenó al mundo de beneficios,
que quisiera poder ocultar; pero ni tampoco he alabado á Deifobo,
á Polidamante ni al mismo Hector, porque ¿quién se ha de empeñar en
alabar á su enemigo? Hércules tu padre arruinó los muros de Mesena en
otro tiempo, y destruyó las inocentes ciudades de Elis y Piles sin
motivo, y trajo la guerra á sangre y fuego hasta mi mismo reino; y
aunque omita decirte otros muchos que mató, no podré dejar al silencio
que de doce hermanos que éramos, hijos de Neleo, todos jóvenes, no
quedó ninguno sino es yo, porque á todos quitó la vida: que los demas
hubiesen sido vencidos por sus superiores fuerzas al cabo es tolerable;
pero parece increible la victoria que consiguió y la muerte que dió
á Periclimenes, uno de ellos, á quien Neptuno nuestro abuelo habia
concedido el tomar y dejar las formas y figuras que se le antojase.
Este, despues de haber variado y transformádose vanamente en todas las
formas y figuras, se convierte en el ave[31] que en sus corvas uñas
lleva los rayos de Júpiter, que tanto la estima; y valiéndose de las
ventajas que le da esta figura, maltrata á su enemigo con las uñas y
encorvado pico, hiriéndole la cara. Hércules, mientras Periclimenes
estaba en alto con las alas tendidas, le dispara una saeta muy segura,
y le hiere con ella entre el ala y el costado; y aunque la herida no
era grave, le cortó los nervios, y no pudiendo mover el ala ni volar,
cayó en tierra, y oprimida con el peso de su cuerpo, la saeta que
traia presa en el ala le traspasó todo, saliendo la punta por la parte
contraria inmediata á la garganta. ¿Te parece pues, Tlepolemo, gefe
de los rodios, que yo debo celebrar las hazañas de tu padre Hércules?
La venganza que tomaré por la muerte de mis hermanos será omitir sus
hechos heroicos; y esto no obstante seremos los dos amigos.”

Luego que Nestor acabó de hablar con tanta gracia y elocuencia,
repitieron los brindis, se levantaron de sus asientos, y lo que restaba
de la noche lo dieron al sueño. Pero el Dios que con su tridente
pone en calma los mares alterados y los gobierna, no podia olvidarse
como padre, ni dejar de sentir la muerte que Aquiles dió á su hijo
Cigno, ni que este se hubiese transformado en ave, y esta memoria y
el aborrecimiento del cruel Aquiles, que excedia los límites de lo
regular, encendia cada dia mas su ira. En fin, despues de casi diez
años que iban pasados en la guerra de Troya, habló á Apolo, diciéndole
de este modo: „Ó el mas amado de los hijos de mi hermano, tú que me
ayudaste á edificar los muros troyanos, ¿cómo es que no te lamentas
cuando los ves que estan ya á punto de caer? ¿Cómo es que no te causa
dolor la muerte de tantos millares de soldados que los defienden?
¿Por qué no se te aparta de la memoria (por no nombrar á todos) la
imagen de Hector arrastrado al rededor de las murallas, y no tienes
en consideracion que el feroz Aquiles, mas cruel que la misma guerra,
destructor de lo que nosotros edificamos, esté todavía vivo? Venga
él mismo á las manos conmigo, y verá lo que puede mi tridente; pero
supuesto que no nos es dado pelear cara á cara contra el enemigo,
muera con tu saeta cuando menos lo piense.” Convino Apolo en ello, y
dejándose llevar de su propia ira y de la de su tio, encubierto en
una nube se pone en medio del campo troyano, en el que vió que Páris
disparaba sus saetas contra los griegos, causando la muerte á muchos de
la clase comun: llegóse á él, y manifestándose un Dios, le dice: „¿Para
qué malogras tus saetas tiñéndolas en sangre plebeya? Si tomas interes
por los tuyos, dispáralas contra Aquiles, y venga en él la muerte que
ha dado á tus hermanos.”

Dijo esto; y mostrándole á Aquiles, que derribaba en tierra con su
espada á muchos troyanos, enderezó contra él el arco de Páris, y con
su propia mano le ayudó á dirigir la mortal saeta. Si el viejo Príamo
despues de la muerte de su hijo Hector pudiese tener algun gozo, solo
seria el ver que tú, ó Aquiles, fueses vencido y muerto por el cobarde
robador de Elena. Pero si habias de morir por una mano afeminada,
quisieras mas y te fuera mas decoroso haber sido muerto á los golpes de
la hacha de Pentesilea, Reina de las Amazonas. Ya este guerrero, terror
de los troyanos, honor y defensa de los griegos, caudillo insuperable
en la guerra, habia sido quemado en la pira, y le habia consumido el
mismo Dios que lo habia armado:[32] ya era ceniza, y del grande Aquiles
solo quedaba un no sé qué, que no era bastante para llenar una pequeña
urna; pero aun vive su gloria, que llena todo el orbe, el cual solo es
la correspondiente medida de sus hazañas, y esta es igual al mérito
de Aquiles, que nunca morirá ni sentirá las regiones tartáreas. Para
que mejor se conozca su valor basta saber que por su escudo se suscitó
una contienda entre los griegos, y por obtener sus armas se toman las
armas. Diomedes no se atreve á pretenderlas, ni Ayax, hijo de Oileo,
ni Menelao, hijo menor de Atreo, ni tampoco Agamenon ni los demas
capitanes. Ayax, hijo de Telamon, y Ulises fueron los que disputaron
esta gloria. Agamenon, por no exponerse al resentimiento de aquel de
los dos pretendientes que quedase vencido en el certamen, mandó sentar
en medio de los reales á los capitanes griegos, y deja en manos de
ellos la decisión de esta contienda.



[Ilustración]

LIBRO DECIMOTERCIO.

_ARGUMENTO._


Despues de la muerte de Aquiles, ocasionada por Neptuno, Ayax y Ulises
tienen una contienda sobre sus armas. Habiendo Ayax muerto por esta
causa, su sangre se convierte en la flor llamada jacinto. Despues de la
ruina de Troya Hécuba se transforma en perra, cuya desgracia como fuese
llorada de todos los Dioses, la Aurora lloraba tan solamente á Memnon,
ya convertido en ave. Eneas, saliendo prófugo de Troya, se presenta
á Anio, cuyas hijas habian sido transformadas en palomas; desde alli
penetra á varios lugares célebres por las transformaciones. Luego que
por remate de sus viages arribó al Lacio, emprende la guerra contra
Turno.



FÁBULA PRIMERA.

_AYAX Y ULISES SE DISPUTAN LAS ARMAS DE AQUILES._


Sentáronse los capitanes griegos, y las tropas, que estaban en pie,
formaban en círculo, cuando Ayax, señor del siete veces doblado
escudo,[33] no cabiendo en sí de enojo, se levanta, tiende la vista con
ceño airado á la playa de Sigeo en que estaba la armada, y alargando
las manos hácia la escuadra: „¡Ó Júpiter![34] exclama: ¿cómo se permite
que teniéndose esta controversia á la vista de esas naves, se quiera
Ulises comparar conmigo? ¿Ese Ulises, que no tuvo valor para oponerse
al incendio que Hector las puso, y del que yo las liberté y reservé
de sus voraces llamas? El pelear con voces de elocuencia y vanagloria
es cosa mas fácil y hacedera que el combatir con las manos armadas de
valor; ni á mí me será fácil aquel modo, ni él podrá adelantar ni hacer
cosa alguna por este medio, y cuanto yo le excedo en los combates,
tanto vale él en su facundia y sus astucias.[35]

[Ilustración: (121) Ayax y Ulises pretenden las armas de Aquiles; se le
adjudican á Ulises.]

„No juzgo del caso, ó griegos, el recordaros mis hazañas, porque
todos vosotros las habeis visto. Ulises será quien tenga necesidad de
contar las suyas, pues las hizo de noche, y sin testigos que pudiesen
publicarlas.[36] Confieso que es grande el premio que pido; pero deja
desairado mi honor, y me roba mucha parte de él el atreverse Ulises
á hacerme competencia en una cosa, que aunque para él es grande, el
obtenerla yo no aumentará mi gloria. Él ya se ha llevado la recompensa
de esta contienda; porque cuando fuere vencido se dirá que compitió
conmigo, y bastante fama adquiere con esto. Mas yo, aun cuando se
pudiese poner en duda mi valor, siempre seria preferido por mi nobleza
como hijo de Telamon, que militando bajo las banderas del valeroso
Hércules, se halló en la toma de Troya, y ademas fue á la expedicion
de los Argonautas á la isla de Colcos. Mi abuelo es Eaco, uno de los
tres jueces de aquella triste mansion, en que Sísifo, hijo de Eolo, se
afana en vano en subir á la cumbre un gran peñasco. Júpiter reconoció
á Eaco por hijo suyo, y de este modo vengo á ser el tercero despues
de Júpiter. Pero no quiero, griegos, que esta noble descendencia me
aproveche ni sirva para mi causa, si al mismo tiempo no estoy enlazado
con el grande Aquiles. Primo mio era como hijo de un hermano de mi
padre, y pido sus armas como por un derecho hereditario. ¿Quieres tú,
Ulises, ingerirte en los derechos y timbres de una agena familia y de
la gente de Eaco, siendo tú descendiente de Sísifo, y muy parecido á
él en los fraudes y los hurtos? ¿Acaso el haberme yo alistado primero
que tú á esta guerra para concurrir á ella sin que fuese necesario
buscarme y descubrirme,[37] deberá ser motivo para que se me nieguen
estas armas? ¿Será mas digno de ellas el que tomó las suyas despues que
yo, y el que rehusó venir á la guerra aparentando una locura, hasta
que Palamedes, mas astuto que él, aunque sin utilidad suya, antes bien
en su perjuicio,[38] descubrió la estratagema de su ánimo cobarde,
y le trajo contra su voluntad? No será seguramente razon que lleve
y se le den estas honrosas armas al que tanto rehusaba tomar otras,
ni concurrir á esta guerra, y que yo que vine primero, y me expuse á
los mayores peligros, padezca el deshonor de verme privado de ellas,
y de un don que se me debe por derecho de parentesco. ¡Ojalá que la
locura de Ulises hubiera sido cierta, ó se la hubiese creido por tal,
y que este consejero de maldades[39] no hubiese venido con nosotros á
esta guerra contra Troya; porque entonces Filoctetes, hijo de Pean,
no estuviera detenido en la isla de Lemnos[40] con afrenta y desdoro
nuestro! Alli, segun se dice, encerrado en las silvestres cuevas, pones
en movimiento á los mismos peñascos con tus gemidos, y demandas á
Ulises el castigo que merece, y á la verdad que si hay justicia en las
deidades, no las demandas en vano. El mismo Filoctetes (¡ay de mí!),
que juró en nuestra coalicion, y que era uno de los próceres de ella,
sucesor y poseedor de las flechas de Hércules, tan necesarias para
la empresa, consumido al presente de enfermedad y hambre, se viste de
las plumas, y se alimenta de la carne de las aves, en cuya caza emplea
las flechas que deberian servir, segun los hados, contra Troya, y sin
las que no puede ser tomada. Pero al fin él vive, y vive porque no
siguió ni acompañó á Ulises, y fue abandonado por este. El desgraciado
Palamedes querria tambien haber sido desamparado como Filoctetes, pues
entonces viviria, ó á lo menos aunque hubiese muerto, hubiera sido con
mas honra, y sin la mancha y calumnia que le forjó Ulises en venganza
de haberle descubierto y convencido en su fingida locura, atribuyéndole
que tenia trazada la traicion de vender y entregar á los troyanos el
campo griego, cuya calumnia y ficcion persuadió manifestando el oro
de la venta, que él mismo habia hecho poner y ocultar en la tienda
de Palamedes. De esto se infiere y deduce que para lo que sirve es
para privarnos de los mejores soldados, desterrando á unos y quitando
la vida á otros: ¡asi pelea, y asi es temible Ulises! Aunque sea mas
elocuente que Nestor, no podrá sincerarse con su elocuencia del delito
é ignominia de haberle dejado desamparado, y no haberle ayudado en el
peligro en que se vió; pues aunque fatigado con su vejez, herido su
caballo y sin poder huir, llamaba á Ulises en su socorro, este huyó
y le dejó en el peligro. No es esto una cosa que yo haya fingido:
Diomedes, hijo de Tideo, es buen testigo de ello, el cual, aunque
le llamaba y reprendia porque asi dejaba abandonado á Nestor, nada
consiguió, ni pudo detenerlo en su cobarde fuga.

„Los Dioses miran con justicia las cosas humanas. Ulises necesita ahora
el socorro que antes negó á Nestor; y como él le desamparó, asi debia
él tambien ser desamparado, y sufrir la ley que él mismo se habia
impuesto. No obstante llama á sus compañeros; voy á su socorro; lo
veo amilanado, pálido con el temor, y horrorizado de la muerte que le
amenazaba; opongo en su defensa la mole de mi escudo, con el que cubrí
al que estaba tendido en el suelo, y libré de la muerte (poca alabanza
merezco por esto) á un soldado bien cobarde. Si con esto no desistes
afrentado de tu temeraria pretension, volvamos otra vez al lugar donde
fue la pelea: vuélvete á poner á la vista del enemigo que te hirió y
te causó tanto temor, ampárate de mi escudo, y pelearás defendido con
él. Despues que le liberté, el que antes no podia tenerse en pie por
las heridas, no le fueron impedimento estas para huir con la mayor
velocidad.

„Se presenta Hector, trayendo en su favor todas las deidades. Por donde
quiera que se arroja no tú solo tiemblas, Ulises, sino tambien los mas
esforzados. ¡Tan grande es el terror que causa! Salgo al encuentro
á este enemigo, que venia orgulloso con tanta carnicería como habia
causado, y le derribé boca arriba, tirándole una gran piedra. Yo solo
salí á su desafio, al que provocaba á todos los capitanes griegos uno
á uno: vosotros hicisteis votos porque me tocase á mí la suerte, y
con efecto me tocó, y se cumplieron vuestros deseos. Si me preguntais
cual fue el fin del desafio, basta deciros que tengo la gloria de no
haber sido vencido por él. Cuando los troyanos, auxiliados del mismo
Júpiter, acometieron á hierro y fuego á la escuadra griega ¿adónde
estaba entonces el elocuente Ulises? Yo solo la salvé[41] con mi valor
y denuedo, asegurando vuestra vuelta. ¿Podreis negarme las armas que
pido en recompensa de las mil naves libertadas? Si me es lícito decir
verdad, mas cuenta tengo con el honor de las armas que con el propio
mio; á lo menos la gloria es igual, puesto que Ayax es solicitado para
las armas, y no las armas para Ayax. Compare ahora Ulises con mis
hazañas el haber muerto á Reso y al cobarde Dolon, y asimismo haber
hecho prisionero á Heleno, hijo de Príamo, y haber robado la efigie
de Palas: todo esto lo hizo de noche y acompañado de Diomedes. Si por
tan leves hazañas se han de dar estas armas, divididlas, y dad la
mayor parte á Diomedes; pero á Ulises ¿para qué le sirven, cuando es
un soldado que no pelea con armas, sino que solo tiene habilidad para
engañar al incauto enemigo con hurtos y traiciones? El mismo resplandor
del morrion que brilla con el luciente oro descubrirá y manifestará al
engañador cuando con él oculte su semblante. La cabeza de Ulises no
podrá sufrir el gran peso de aquel, y tambien la lanza Pelia[42] será
pesada y gravosa á sus débiles brazos; ni el escudo en que está grabado
todo el mundo será conveniente á su siniestra tímida, y acostumbrada
solo á hurtos y vilezas. ¿Por qué te atreves, obstinado, á pretender un
premio y unas armas que no puedes manejar, y que te han de debilitar?
Pero si el pueblo griego, juzgando erradamente, te concediere estas
armas, servirán en tí para verte despojado de ellas, y no para infundir
con ellas miedo y terror á los enemigos; y si recurres, cobarde, á la
fuga, que es en lo que á todos llevas ventaja, te será impedimento para
emprenderla su pesadez. Añade á esto que tu escudo, como que rara vez
se ha visto en combates, está entero é intacto, y el mio, acribillado
á flechazos, necesita ya arrinconarse por inútil, y que se me dé otro
nuevo. Últimamente ¿para qué nos cansamos en palabras? sean las obras
las que decidan esta controversia; arrójense esas armas del valeroso
Aquiles en medio del campo enemigo, y mandad que sea condecorado con
ellas aquel que consiga arrojarse sobre las mismas y recuperarlas.”

Con esto puso fin Ayax á su discurso, y sus últimas palabras fueron
acompañadas é interrumpidas con los clamores y gritería de todo el
vulgo. Entonces levantándose Ulises, y fijando por un pequeño espacio
y como pensativo sus ojos en la tierra,[43] los alzó despues á los
jueces; y viendo que estaban esperando que hablase, dijo con mucha
gracia y elegancia lo siguiente.



_DISCURSO DE ULISES._


„Griegos, si mis votos y deseos, y tambien los vuestros, hubiesen sido
oidos por los Dioses, no habria necesidad de entrar en esta competencia
sobre dar sucesor á estas armas; y tu, ó invencible Aquiles, gozarias
de ellas y nosotros de tí; pero pues á mí y á vosotros los adversos
hados nos negaron estos deseos, y nos privaron de tan esforzado
guerrero (al decir esto fingió que lloraba, y se enjugaba las lágrimas
con la mano), ¿quién mejor podrá suceder á Aquiles que aquel por cuyo
medio vino y fue traido á vuestro campo? Á Ayax no debe servir ni
aprovecharle que, como ciertamente lo es, haya parecido estúpido en
su arenga, y tampoco á mí debe perjudicarme, ó griegos, mi ingenio,
que siempre os fue provechoso, ni mi elocuencia, tal cual ella sea,
excite envidia y desconcepto porque ahora la emplee en mi defensa,
cuando tantas veces la he empleado en la vuestra, y no es vituperable
el que cada uno en alguna ocasion haga alarde de sus propias hazañas,
porque el linage, la antigua ascendencia, y lo que nosotros no hemos
hecho, con dificultad podremos llamarlo nuestro.[44] Pero pues Ayax se
ha jactado, y ha alegado por mérito que es segundo nieto de Júpiter,
debo decir que el mismo Júpiter es tronco de mi descendencia, y que
Ayax y yo estamos con él en igual grado, porque yo tuve por padre á
Laertes, de quien lo fue Arcesio, y este fue hijo de Júpiter, con
la circunstancia de que en esta mi ascendencia no hubo ninguno que
fuese condenado y desterrado.[45] Mercurio es tambien otro blason
que se me añade por parte de madre; de modo que por ambas líneas soy
descendiente de los Dioses. Pero no solicito estas armas porque mi
padre no haya incurrido en fratricidio alguno como el de aquel: nada
de esto quiero me valga, ni que se decida esta causa por otra cosa que
por los méritos; pero tampoco deberá aprovechar á Ayax el que su padre
Telamon fuese hermano de Peleo, ni en esta controversia debe servir
el órden ni derecho de parentesco, sino solo el honor, el valor y el
mérito personal; porque si estas armas se hubieran de dar por herencia
ó por deudo, estando vivos Peleo y Pirro, aquel padre, y este hijo del
magnánimo Aquiles, ¿que entrada puede tener el derecho de herencia
que reclama Ayax? Por lo mismo estas armas deberian enviarse á Ptian
ó á la isla de Esciros,[46] donde residen respectivamente aquellos
dos. Tambien Teucro es primo hermano de Aquiles lo mismo que Ayax, y
con todo ¿pide acaso estas armas, ni recuerda semejante derecho para
conseguirlas? La controversia se versa sobre los méritos de cada uno,
y sobre si las hazañas en que Ayax tiene tanta confianza son mayores
que las mias. No me será fácil, ni de pronto podré acordarme de los
servicios y méritos que tengo contraidos por la causa comun de toda la
Grecia; pero me servirá para referir algunos el órden y la serie con
que fueron sucediendo.

„Tetis, habiendo sabido por el oráculo que su hijo[47] habia de
morir en esta guerra, para preservarle de que viniese á ella le
ocultó, vistiéndole de muger, en la isla de Esciros, con cuya falacia
habia engañado á todos, y tambien al mismo Ayax; pero no á mí, que
trasluciendo el artificio, usé el de fingirme mercader; y entrando con
requisitos y adornos del otro sexo, ocultas entre ellos unas armas,
al ver que eligió una lanza y un escudo, descubriéndole por este
medio, le dije: „Hijo de Tetis, á tí reservan los hados el suceso
de la guerra;[48] sin tí no puede ser tomada Troya; ¿por qué pues
te ocultas, y rehusas ir á destruirla?” Y asiéndole por la mano, os
traje al esforzado de quien se esperaban las pasmosas hazañas que su
valor ha egecutado en esta guerra; de forma que puedo alabarme de que
cuanto ha hecho Aquiles ha sido egecutado por mí. Yo soy[49] el que
vencí al valiente Telefo en el combate de la lanza, y el que, movido
de sus ruegos, le curé y sané despues de vencido. Á mí debe atribuirse
la conquista y ruina de Tebas, la de Lesbos, la de Ténedos, Crisa y
Cila,[50] ciudades dedicadas á Apolo, y tambien la de Esciros; y del
mismo modo y por la misma razon debe atribuírseme la conquista de
Lirnesa y la entera destruccion de sus muros; y sin recordaros otras
muchas hazañas, debeis haceros cargo de que yo fuí el que maté á
Hector, trayendo á vuestro campo quien le venciese y diese la muerte.
Pido estas armas por aquellas con que descubrí á Aquiles, y con que
le armé y traje á esta guerra; cuando era vivo se las dí, y debo
reclamarlas despues de su fallecimiento.

„Todos los griegos, sabido el robo de Elena,[51] tomaron parte en el
dolor y afrenta de Menelao, y mancomunados todos, armaron una escuadra
de mil naves, con la que llenaron el puerto de Aulide; pero fueron en
él detenidas, porque ó no soplaban los vientos, ó los que soplaban les
eran contrarios; sobre lo que consultado el oráculo, respondió que los
vientos serian favorables, sacrificando á Diana la inocente hija de
Agamenon. Resistíase á esto su padre, y se enfurecia contra los mismos
Dioses, adelantándose en él el cariño y piedad de padre al caracter de
Rey; pero yo le trastorné, y convencí con mi sagacidad á que pospusiese
el cariño paternal, y antepusiese á él la utilidad de la causa pública.
Confiésolo, y perdóneme Agamenon esta confesion, que manejé y obtuve
una dificil causa ante un juez adverso; pero pude convencerlo á que
apreciase mas su alabanza que su propia sangre, ponderándole con mis
persuasiones la utilidad comun, el agravio y afrenta de su hermano,
y la confianza que en él habia depositado toda la Grecia, dándole el
mando, y haciéndole caudillo de la comun empresa. Convencido y conforme
el padre con el sacrificio de su hija, se me encargó que fuese á
convencer á la madre, para la cual no valian persuasiones, y por lo
mismo era menester echar mano de las astucias; y si á esta comision
hubiera ido Ayax, nada hubiera concluido, y aun no nos hubieran venido
los vientos favorables que necesitaban nuestras velas, y estaríamos
detenidos en Aulide.

„Encargóseme tambien que fuese de embajador á Troya, y requiriese á
esta corte sobre la restitucion de Elena: penetré en ella cuando aun
estaba abundante y llena de esforzados guerreros, y alli perorando
sin temor y con energía la causa que me habia encargado toda la
Grecia, acusé á Páris; pedí la restitucion de Elena, y reclamé la
devolucion del rico equipage que con ella habia sido robado. Con el
fuego y energía de mi persuasion intimidé al Rey Príamo y á Antenor
su pariente, y los convencí á que se resolviesen á restituirnos á
Elena; pero Páris, sus hermanos y los demas que le acompañaron en el
robo se opusieron, y quisieron acometernos y maltratarnos. Bien te
acuerdas de esto, Menelao, y por mas señas que aquel dia estuviste
conmigo en el primer aprieto y peligro. Seria prolija en demasía mi
narracion si hubiese de referir las muchas cosas que con mis consejos
y con mis manos hice y obré en utilidad de toda la Grecia en el largo
tiempo de esta guerra. Despues de los primeros combates se encerraron
los troyanos en sus murallas, sin querer presentarse en campo abierto
hasta el décimo año. ¿Qué hacias entre tanto, Ayax, puesto que ninguna
otra cosa sabes sino pelear? ¿De qué utilidad eras, y para qué cosas
servias? Pues si á mí me preguntas qué era lo que yo hacia en el tiempo
que tú eras inútil, yo me empleaba en tramar asechanzas al enemigo; en
ceñir y fortificar los fosos; consolar á los aliados para que sufriesen
con tolerancia tan larga guerra; enseñar y proyectar los medios de
abastecer nuestro campamento, y los de armarnos; y últimamente yo
acudia á cuanto exigia la necesidad del egército, y á cuanto requeria
el uso de mi persona.

„Agamenon, fingiéndose avisado por Júpiter en un falso sueño, propuso
en el congreso de los griegos que se desistiese de la comenzada
guerra, cuya opinion pudo sostener é hizo prevalecer, haciendo á
Júpiter autor de ella. Ayax para contradecirla, é insistir en que se
continuase la guerra hasta la destruccion de Troya, dijo que pelearia,
que era lo único que podia hacer; pero ¿con esto detendria á los que
ya empezaban á retirarse? ¿Cómo es que no pudo detenerlos tomando él
mismo las armas, y exhortándolos á que imitasen su egemplo? No era
esto mucho pedir á quien solo proferia baladronadas. Pero ¿cómo habia
de detenerlos y esforzarlos á continuar la guerra, cuando él mismo era
uno de los que iban huyendo? Yo lo ví, Ayax, y me llené de vergüenza
al ver que volvias las espaldas, y te disponias á soltar con afrenta
las velas á tus naves. Entonces sin detenerme esforcé mi voz diciendo:
„¿Qué es lo que haceis, griegos? ¿Qué locura es la que os incita á
dejar el cerco de Troya, que ya está para ser tomada? ¿Qué es lo que
llevais á vuestras casas sino afrenta y deshonra despues de diez años
de guerra?” Con estas y otras expresiones, en que el dolor me hizo
prorumpir con energía y elocuencia, conseguí detener y reducir á los
que ya habian vuelto las espaldas, y puesto las naves en disposicion
de retirarse. Con esto Agamenon mudó de intento, y empezó á convocar y
reunir á los aliados que estaban llenos de terror: Tersitas persistia
prorumpiendo en dicterios contra Agamenon y los demas Reyes, sin que
Ayax se atreviese á contenerle ni á hablarle una palabra; pero yo le
hice callar, castigándole su insolencia. Redoblé entonces mi energía;
y exhortando contra el enemigo á los temerosos soldados, les volví á
infundir con mi voz el valor que ya tenian desmayado y perdido.

„Desde este momento cuento por mio todo lo que Ayax hizo ó pudo hacer
con valor y fortaleza, porque yo fuí quien le detuvo en su fuga,
y á quien por lo mismo deben atribuirse sus hechos posteriores.
Ninguno de los griegos pidió ni escogió á Ayax para alguna empresa;
pero á mí Diomedes me eligió para las suyas, y partió conmigo sus
hazañas, emprendiéndolas con la confianza y seguridad de que llevaba
por compañero á Ulises. Es cosa muy singular y honrosa el que entre
tantos millares de griegos yo solo fuese el elegido por Diomedes,
sin comprometer esta eleccion á la suerte.[52] Salí acompañándole; y
trepando los dos por los peligros de la noche y del enemigo, maté á
Dolon, troyano, que con el mismo intento que nosotros habia salido á
ser espía de nuestro campo; pero no le maté hasta haberle precisado
á descubrir todos los secretos, y hasta saber de él cuáles eran
los proyectos de la pérfida Troya. Habiéndolos comprendido, y no
teniendo mas que saber, podia ya retirarme cubierto de este honor
y satisfaccion. Pero no contento con ello, penetré hasta la tienda
de Reso,[53] y le asesiné y á sus compañeros en sus mismos reales;
con lo que vencedor, y cumplidos mis votos y deseos, me entré en su
carro, y me volví en él en triunfo. Negadme ahora las armas de aquel
héroe, cuyos caballos habia pedido Dolon, y le habian ofrecido los
troyanos por precio y premio en el caso de victoria, y sea enhorabuena
mas acreedor á ellas Ayax, y mas dignos de atencion sus méritos. ¿Qué
necesidad hay de haceros á la memoria las huestes de Licio Sarpedon,
destruidas y desbaratadas con mi espada? Con derramamiento de mucha
sangre hice caer y dí la muerte á Ceramon, hijo de Ifitis, á Alastor, á
Cromio, á Alcandro, á Halio, á Noemon, á Pritanis, á Chersidamante, á
Toon, á Charope y á Ennomon, que habia venido con funesta estrella, y
por último á otros muchos de menos fama, que murieron á impulsos de mi
valor bajo las mismas murallas de Troya. Griegos, no quiero persuadiros
ni sorprenderos con vanas palabras; hablen por mí las heridas que he
recibido peleando; aqui está mi cuerpo lleno de ellas, y toda la parte
anterior de él; miradlas (esto dijo desabrochándose el vestido); estas
son las que ha recibido mi pecho combatiendo en vuestra defensa.

„Pero Ayax en todo el tiempo que ha durado esta guerra no ha derramado
ni una gota siquiera de su sangre, y por lo tanto tiene el cuerpo sin
cicatriz alguna. ¿Qué importa que se jacte de que defendió y libertó
nuestras naves de los troyanos y de Hector, que venia auxiliado del
mismo Júpiter? No puedo negarle ni dejar de confesar esta hazaña,
porque no soy tan maligno que vitupere los esforzados hechos; pero
no es razon que se atribuya á sí solo la gloria y el honor, que debe
comunicar con alguno de nosotros que concurrieron con él á aquel
suceso. Patroclo, nieto de Actor, armado con las armas de Aquiles,
repelió y detuvo el ímpetu de los troyanos y de su defensor Hector,
é impidió el proyecto de poner fuego á nuestras naves. Tambien se
jacta Ayax, sin hacer mencion de Agamenon, de Menelao ni de mí, de
que sorteado entre nueve salió al desafio con Hector, atribuyendo á
valor y osadía esta accion á que le obligó la suerte. Pero ¿cuál fue,
esforzadísimo[54] Ayax, el suceso y fin de tu combate? El resultado fue
el haber salido Hector de él sin que le hubieses hecho herida alguna.

„¡Desdichado de mí! con cuánto dolor me veo precisado á acordarme de
aquel triste momento en que Aquiles, nuestro muro y defensa, perdió su
vida á manos de Páris. Ni las lágrimas, ni la afliccion ni el temor me
fueron impedimento para ir, tomar su cadaver que yacia en la tierra,
y trasportarlo sobre mis hombros; sí, sobre estos mismos hombros
traje el cuerpo de Aquiles, y tambien esas armas que ahora pretendo
se me adjudiquen. Tengo fuerzas suficientes para manejarlas por mas
pesadas que sean, y tengo ánimo noble para saber agradecer y conservar
la honra que en ello se me haga. Ciertamente que la cerúlea Tetis
hubiera empleado bien la solicitud y cuidado que tuvo por su hijo,
para que ahora sus armas, fabricadas por un Dios, y que son obra tan
artificiosa, pasasen á un soldado visoño, rudo y sin ingenio. Si él no
comprende lo que se halla grabado en el escudo; á saber, el Océano,
las tierras que ciñe, las constelaciones del alto cielo, las Pléyades,
las Híades, la Osa, que nunca se baña en el mar, muchas y diversas
ciudades, y Orion con su refulgente espada, ¿para qué pide y pretende
unas armas cuyos emblemas no entiende? ¿De qué le aprovecha el haberme
tachado de que rehusé el venir á esta guerra, huyendo con artificio
y simulacion los peligros de ella, y echarme en rostro y argüirme de
que me alisté despues que él? ¿No conoce que en esto arguye tambien y
reprende al mismo Aquiles? Si el fingir fue delito, ambos nos valimos
de ficciones; si la tardanza fue culpa, yo vine al campo mas pronto que
Aquiles. Á mi me detuvo y obligó á fingir el cariño de mi esposa, y á
aquel el de su madre. Primero procuramos desempeñar las obligaciones
que debíamos á estas, y despues las que debemos á vosotros y á toda la
Grecia, y con esto no temo ya el no poder defenderme de una falta en
que tambien incurrió el mismo Aquiles. Este fue hallado y descubierto
por el ingenio de Ulises; pero Ulises no lo fue por el de Ayax.

„Nada tiene de extraño ni debemos admirarnos de que su suelta y necia
lengua se haya atrevido á calumniarme, cuando á vosotros tambien se
atrevió á imputaros un vergonzoso delito; porque si en mí fue torpe
el haber acusado falsamente á Palamedes, como él ha querido decirlo,
á vosotros no os hace mucho honor el haberle condenado por una falsa
acusacion. Pero hay ademas que ni Palamedes pudo sincerarse de un
tan grande y tan manifiesto delito, ni vosotros os gobernasteis por
relaciones y justificaciones, sino que visteis el oro que constituia
el cuerpo de este delito. Ni tampoco soy culpado en que Filoctetes
quedase y esté detenido en la isla de Lemnos; este es un delito que
mas bien recae sobre vosotros, porque lo consentisteis y aprobasteis.
Yo no negaré que le aconsejé y reduje á que se quedase, y no se
expusiese á los peligros y trabajos del camino y de la guerra, sino
que antes bien procurase con el descanso mitigar y curar los fuertes
dolores que le causaba la herida que se hizo con una de las flechas
que traia de Hércules; acomodóse á mi consejo, y vive por haberlo
tomado. Mi consejo no solamente fue fiel, sino que como ha tenido unas
felices resultas, hace tambien fiel al consejero. Pero pues, segun
los hados, no puede ser tomada ni destruida Troya sin Filoctetes,[55]
y es necesario hacerle venir con las flechas de Hércules, no me deis
á mí esta comision; encargádsela á Ayax, que él con su persuasiva y
elocuencia tendrá mas habilidad para templar su enojo, y la ira de que
se halla agitado por las calamidades que padece, y sabrá reducirle con
alguna astucia á que venga con sus flechas á concluir esta guerra.
Esta empresa solo es propia para mi sagacidad; y si yo no hago uso de
mi ingenio y prudencia, que siempre se han desvelado en vuestro favor,
mas fácil será que el Gimois corra hácia su nacimiento; que el monte
Ida[56] quede despojado de sus frondosas arboledas, y que la Grecia
dé socorro á Troya, que el que la necia astucia de Ayax pueda seros
de algun provecho, y reducir y traer á aquel héroe. Aunque te halles,
Filoctetes, inexorable y poseido de la mayor dureza; aunque estés
irritado contra todos los aliados, contra Agamenon y contra mí; aunque
con infinitas execraciones desees sin término mi muerte; aunque todos
tus anhelos sean apoderarte de mí, beber mi sangre, y cogerme bajo tu
jurisdiccion y potestad, como tú estuviste bajo la mia, yo te entraré
con mis astucias, y con ellas conseguiré reducirte y traerte conmigo;
y si la fortuna no me fuese desgraciada, conseguiré apoderarme de tus
flechas, del mismo modo que me apoderé del troyano adivino Heleno, como
desconcerté los oráculos y hados de Troya, y como conseguí sacar y
traerme por medio de los enemigos la estatua de Minerva, á cuya hazaña
no puede compararse ninguna de las que ha hecho Ayax; pues sin este
robo, y mientras Troya conservase el Paladion, era inconquistable, y
no permitian los hados fuese destruida. Para esta empresa[57] ¿dónde
estaban y de qué servian la jactanciosa fortaleza y las fanfarronadas
de Ayax? ¿Cómo es que este temió el ir allá? Y ¿cómo es que solo Ulises
se atrevió á penetrar por las centinelas, arriesgarse á los peligros
de la noche, y por medio de las espadas de los enemigos no solo
asaltar las murallas de Troya, sino entrarse hasta el mismo palacio y
templo, sacar de él la estatua de la Diosa, y volver y llegar con ella
á vuestro campo, trepando por los mismos peligros? Si yo no hubiera
concluido esta empresa y allanado este inconveniente, de nada serviria
toda nuestra expedicion, ni que estuviese en ella el hijo de Telamon,
armado con su escudo forrado de siete cueros. En aquella noche conseguí
yo la victoria de Troya; entonces la vencí, despojándola del Paladion,
que era puntualmente en lo que consistia el ser inconquistable.

„No estés, Ayax, dando á entender con acciones y medias palabras
que Diomedes me acompañó á esta empresa: su parte le toca tambien
en ella; pero tambien tú debes acordarte de que cuando fuiste á la
defensa de la escuadra no fuiste solo; á tí te acompañaron muchos, á
mí solo Diomedes. Si este gran capitan no estuviera bien cerciorado
de que el sabio es mas útil que el guerrero, y de que la prudencia es
mayor mérito que el temerario valor, tambien se hubiera manifestado
pretendiente á estas armas, y lo mismo hubiera hecho Ayax, hijo de
Oileo, que ha tenido mas moderacion que tú. Tambien las hubiera
pretendido el feroz Euripilo, Toas, hijo de Andremon, Idomeneo, Merion,
su paisano, y Menelao.[58] Todos los cuales, aunque esforzados, y que
no son inferiores ni de menor mérito y valor que el tuyo, cedieron
reconociendo la ventaja de mi prudencia. Tú tienes esfuerzo para los
combates; pero te falta el ingenio, y necesita ser dirigido por el
mio. Tú tienes fuerzas sin prudencia; mas yo con mi sagacidad preveo
lo futuro. Tú puedes pelear; pero Agamenon acuerda y elige con mi
consejo el tiempo y la coyuntura en que pueden y deben empeñarse los
combates. Tú solo eres útil en el cuerpo; pero yo tambien lo soy en
el ánimo y el ingenio: en suma, tanto te llevo de ventaja, cuanto
excede el piloto al marinero y el capitan al soldado; porque en mí es
el ingenio mas esforzado y valiente que el brazo, y en aquel está y
consiste el principal vigor. Ahora bien, próceres de Grecia, declarad
este gran premio á quien tanto se ha desvelado por vosotros, y por
tantos cuidados y fatigas como en el largo tiempo de esta guerra he
tenido y desempeñado en vuestro favor; añadid á mis méritos este
título mas, que sea recompensa de ellos. Ya nos falta muy poco para
concluir esta guerra, pues yo he removido todos los inconvenientes que
lo impedian por disposicion de los hados, y me glorío que he tomado á
Troya, haciendo de modo que pueda ser tomada. Por la esperanza pues de
nuestros aliados; por los muros de Troya, que ya estan para arruinarse;
por las deidades tutelares de ella, que yo con intrepidez les quité y
saqué de su seno, y por lo demas que aun pienso hacer y obrar, si es
que queda alguna cosa que deba hacerse con sabiduría y consejo; y si
falta algo que arguya audacia, dificultad, y sea el último término del
hado y ruina de Troya, no os olvideis de mí, ni me negueis este premio;
y cuando no estimeis que se me deben dar estas armas, concededlas (y
muestra el simulacro fatal de Minerva) á esta efigie, que es la mas
acreedora de los que las pretenden.”

En todos los próceres se advirtieron conmociones é indicios de que
quedaban convencidos y persuadidos en favor de Ulises, á quien
declararon las armas, y entonces se vió por experiencia el valor y
poder de la elocuencia, y que el sabio y discreto prefirió al guerrero,
y se alzó con las armas del fuerte Aquiles. Ayax, que solo y sin
compañía salió al desafio de Hector, y que tantas veces resistió al
hierro, al fuego y al mismo Júpiter, no pudo resistir á su propia ira.
Vencióle el dolor; y tomando su espada, dijo: „Á lo menos esta es mia;
esta no la pide Ulises; de esta debo usar contra mí mismo, y el acero,
que tantas veces se manchó con la sangre de los troyanos, ahora debe
emplearse en derramar la de su señor; porque Ayax no debe ser vencido
por otro alguno que por sí mismo.” Al decir esto se lo clavó y escondió
en su pecho, sin poder volver á sacarle de él hasta que le expelió la
impetuosidad de la sangre que salia de la herida, con la que rociada
la tierra, brotó de la raiz de un verde césped una flor de color de
púrpura, idéntica en todo á la que antes habia nacido de la sangre de
Jacinto,[59] en cuyas hojas estan escritas unas letras que pueden
apropiarse tanto á la edad pueril como á la viril, con la diferencia de
que en la de Ayax designan el nombre, y en la de Jacinto su queja.

Vencedor Ulises en la contienda de las armas, se embarcó para Lemnos,
patria de Ipsifile, hija del Rey Toas, y para aquellas tierras
que quedaron infames desde la muerte que las mugeres dieron á sus
maridos,[60] é hizo este viage con el fin y designio de reducir á
Filoctetes, y traerle, como lo consiguió, á la liga contra Troya con
las flechas de Hércules, con el auxilio de las cuales se concluyó y
puso fin á la guerra, quedando destruida Troya, muerto su Rey Príamo, y
su infeliz muger Hécuba perdió por último la forma humana, y convertida
en perra, espantó las regiones extrañas con sus nuevos ladridos. Ardia
el Ilion, alcázar de Troya, situada en el estrecho en el que termina
el dilatado Helesponto; y antes de apaciguarse el fuego, el anciano
Príamo habia sido sacrificado á Júpiter, en cuya ara derramó su ya fria
sangre. Casandra su hija, sacerdotisa de Febo, asida con violencia de
los cabellos para apartarla de su padre, se resistia levantando en
vano sus manos al cielo. Los griegos vencedores se apoderan, como de
una poco honrosa presa, de las mugeres troyanas, que para impedirlo se
acogian á los encendidos templos, y se abrazaban á las estatuas de los
Dioses patrios. Astianacte, hijo de Hector, fue despeñado de aquella
misma torre, desde la cual habia visto y le habia mostrado su madre
muchas veces á su padre Hector, que peleaba por los suyos, y defendia
el reino de sus abuelos.[61]



FÁBULA II.

_LA SOMBRA DE AQUILES DETIENE Á LOS GRIEGOS._


Ya en fin convidaba el viento á los griegos á hacerse á la vela, y
soplando favorable hacia resonar las desplegadas velas, y los pilotos
mandaban é instaban al embarque. Las prisioneras troyanas, besando la
tierra, se quejaban y clamaban por ser separadas de ella con violencia:
con gritos y gemidos dieron el último á Dios á Troya; y embarcándose
por fuerza, abandonaron para siempre la desgraciada ciudad, que aun
humeaba. La última que se embarcó entre todas fue Hécuba (¡espectáculo
tan lamentable!), la cual fue hallada y sacada por Ulises de en medio
de los sepulcros de sus hijos, asida á los túmulos, y besando los
huesos; pero antes de ser arrebatada desahogó su cariño en las cenizas
de su hijo Hector, las cuales tomó y guardó en su seno, y al mismo
tiempo dejó en lugar de ellas en el sepulcro su cano cabello, como
pobre despojo de la que solo tenia el cabello y las lágrimas que poder
ofrecerle. Sobre la orilla opuesta á la Frigia, donde estuvo Troya, hay
una tierra habitada de los tracios.

[Ilustración: (122) La sombra de Aquiles detiene á los Griegos que se
volvian á su patria.]

Alli estaba el opulento palacio del Rey Polimnestor, á quien Príamo
habia enviado secretamente á su hijo Polidoro para que le educase, y
para alejarlo de los peligros á que hubiera estado expuesto durante la
guerra. Este consejo hubiera sido muy sabio, á no haber enviado con
su hijo riquezas capaces de provocar á un hombre avaro, é inducirlo
á los mayores delitos. En efecto, despues que el impío Rey de Tracia
supo que los griegos se habian apoderado de Troya, violó los derechos
mas sagrados, degolló al jóven Polidoro; y como si el delito pudiera
desvanecerse con el cuerpo, lo arrojó al mar.

El hijo de Atreo[62] fondeó con su escuadra en la playa de Tracia
mientras se tranquilizaba el mar y amainaban los vientos. Aqui de
repente se apareció Aquiles, saliendo de una abertura que hizo la
tierra, con la misma corpulencia y ferocidad, y con el mismo semblante
amenazador que cuando vivia. Acometió con su espada á Agamenon,
diciéndole: „¿Qué es esto, griegos, asi os retirais sin acordaros de
mí, y la memoria de mi valor queda de este modo enterrada conmigo?
No debeis hacerlo ni retiraros, dejando sin honor mi sepulcro, en el
cual es preciso sacrifiqueis á Polixena[63] á mis manes.” Dicho esto
desapareció; y obedeciendo todos á la amenazadora sombra de Aquiles,
arrebataron del regazo de su madre á esta desgraciada doncella, que
era entonces su único consuelo, y la infeliz con una fortaleza mas
que mugeril fue conducida al túmulo para ser sacrificada al busto[64]
de Aquiles: la cual muy sobre sí fue acercada al altar, y al tiempo
de ir á descargarle el golpe, como viese á Neoptolemo[65] que estaba
de pie con el cuchillo en la mano, y tenia clavados los ojos en su
semblante, le dijo: „Descárgale, y derrama con él mi noble sangre; yo
no te lo impido; esconde ese cuchillo en mi pecho ó en mi garganta:
aqui los tienes ambos descubiertos; porque siendo yo Polixena, no
puedo acomodarme á la esclavitud, y prefiero morir, aunque sé muy bien
que mi sacrificio no servirá para aplacar á ninguna deidad, y por lo
mismo debes ahorrar inútiles ceremonias. Solo desearia que mi muerte
pudiera ocultarse á mi madre. Ella me estorba y disminuye la alegría de
mi sacrificio, aunque no debe llorar tanto mi muerte como los riesgos
á que queda expuesta su vida. Vosotros, griegos, ahora, pues lo pido
con razon, apartaos á lo lejos para que mi sombra pueda bajar libre
á la mansion de Pluton, y abstened vuestras manos de mancillar á una
doncella que se conservó siempre casta. Mi sangre libre será mas acepta
á aquel, quien quiera que sea, á quien procurais aplacar con mi muerte.
Si hay alguno entre vosotros á quien conmuevan estos mis últimos deseos
y súplicas, la hija del Rey Príamo, no una esclava, es la que os ruega
que sin exigir precio alguno, y sin que tenga que comprar con oro, sino
con sus lágrimas, el triste derecho de mi sepulcro,[66] entregueis
mi cuerpo á mi madre, la cual cuando era rica y podia compraba estas
gracias á mucho precio.” Al acabar de decir esto, el concurso echó á
llorar, no pudiendo contener sus lágrimas como ella las contenia. El
mismo ministro del sacrificio,[67] llorando y como forzado abrió su
pecho descubierto, escondiendo en él el cuchillo. Herida mortalmente,
sus fuerzas la abandonan, cae, y mostró á la misma muerte intrépido
semblante. Aun cuando caia tuvo cuidado de cubrir con su ropa las
partes que se debian ocultar y conservar el decoro de su casto pudor.

Las troyanas recogieron el cadaver; y repasando en su memoria los
muchos que de la casa Real habian fallecido, y la mucha sangre que se
habia derramado de la familia de Príamo, unas veces suspiraban por la
infeliz Polixena, y otras por tí, Hécuba, Reina madre, en quien ya no
veian mas que una sombra de la antigua felicidad del Asia, reducida ya
á un triste despojo, que como mala suerte nadie queria le tocase en el
repartimiento, y que el vencedor Ulises la hubiera despreciado, á no
ser porque era madre del guerrero Hector, sin cuya circunstancia con
dificultad se hubiera hallado quien la hubiese querido por esclava.
Esta Reina desgraciada, abrazada al yerto cadaver de su esforzada hija,
derramó sobre él y sobre su herida las lágrimas que tantas veces habia
derramado por su patria, por sus hijos y por su marido. Besábale, y se
heria el pecho, tiñendo en la fria sangre sus canas; y despues de
haberle maltratado, prorumpió en muchas y lastimosas expresiones; pero
particularmente en las siguientes:

[Ilustración: (123) Las damas Troyanas llevan en hombros á Polixena que
acaba de espirar.]

„Hija querida (pues ya no me queda otra), último dolor de tu triste
madre, ya has espirado, y veo que mi pecho se halla penetrado de tus
propias heridas; has muerto á la violencia de ellas para que no se
verifique que yo pierda á ninguno de los mios de muerte natural. Yo
estaba persuadida que por ser hembra estarias segura del cuchillo;
pero has muerto á la violencia de él. La calamidad de Troya y el furor
de Aquiles, destruidor de nuestra familia, te ha alcanzado á tí y á
todos tus hermanos. Cuando murió á manos de Páris y con las flechas
de Apolo dije entre mí con confianza: „Ahora ya no tenemos que temer
á Aquiles;” pero veo que me engañé, y que debia de haberle temido aun
despues de muerto: sus cenizas aun en el sepulcro se enfurecen contra
nosotros; y en el túmulo mismo sentimos y experimentamos la crueldad
de este enemigo. Veo que he sido fecunda, y he criado hijos para
que hayan sido víctimas del furor de Aquiles. La gran Troya ha sido
destruida hasta los cimientos,[68] y con este triste fin se ha acabado
la pública calamidad; pero no para mí, para quien aun está y permanece
Troya en pie, y mi dolor aun no ha terminado su carrera. Yo que poco
há estaba en la cumbre de mi felicidad con mi marido el Rey Príamo,
cercada de hijos, yernos y nueras, ahora me hallo desterrada, pobre,
arrancada y separada de los sepulcros de los mios, y destinada para
esclava de Penélope, muger de Ulises, la que me enseñará á las matronas
de Itaca, ocupada en el vil ministerio de hilar, y les dirá: „Esta es
aquella esclarecida madre de Hector; esta es la que fue Reina y muger
de Príamo.” Despues, hija mia, de haber perdido á tantos, tú, que eras
sola la que quedabas para consolar los amargos llantos de tu madre, has
expiado con tu sangre el sepulcro del enemigo. Para él te parí, y para
que fueses sacrificada en sus exequias. ¿Para qué quedo yo con vida?
¿Es posible que soy tan dura é insensible que no la pierdo? ¿Qué es lo
que para en adelante aguardo? ¿Y para qué me reserva mi cansada vejez?
¿Para qué otra cosa, crueles Dioses, dilatais mi triste vida sino para
que vea nuevas desgracias? ¿Quién creeria que Príamo se pudiese llamar
feliz despues de la destruccion de Troya? Ciertamente lo es en haber
muerto, y no ser testigo, hija mia, de tu violenta muerte, y haber
perdido á un tiempo la vida y el reino. Serviríame de consuelo, hija
mia, hija de Reyes, el ver que se te hacian las debidas exequias, y que
tu cadaver fuese colocado en el panteon de tus abuelos. Pero esta dicha
ya se acabó para nuestra casa; y tu madre no tiene otros dones con que
honrar tu sepulcro que sus lágrimas, y el dolor de dejarte sepultada en
la extrangera arena. Todo lo he perdido ya; solo me queda Polidoro, el
mas querido y el mas pequeño de mis hijos varones, que vive en estas
regiones encomendado á Polimnestor, Rey de ellas, al cual podrá ser de
utilidad y provecho el que se prolongue algo mi triste vida. Debo pues
apresurarme, y emplear estos instantes de ella en lavar[69] la cruel
herida de Polixena y su rostro salpicado con la sangre.”

Dijo esto; y dirigiéndose á la playa con pasos tardos, y arrancándose
sus pocas canas, iba diciendo la infeliz: „Troyanas, dadme un cántaro
para sacar y traer un poco de agua.” Estando en esto vió arrojado en
la playa el cadaver de su hijo Polidoro, cubierto de grandes heridas, y
muerto violentamente á flechazos por traicion de Polimnestor. Al verle
empezaron á gritar las troyanas; pero Hécuba enmudeció por la fuerza
de su dolor, el cual le comprimió la voz y las lágrimas, reprimiendo
hácia adentro las que sus ojos empezaban á brotar; y semejante á un
duro peñasco se queda yerta, y unas veces dirige la vista á la parte
contraria, otras levanta al cielo sus airados ojos, y otras los dirige
á mirar el rostro y heridas de su hijo; pero mas principalmente á
estas. Ensáñase y monta en cólera, en la cual enardecida, determinó
vengarse como si aun fuera Reina, y se quedó absorta, discurriendo la
especie de venganza que habia de tomar contra Polimnestor. Asi como se
enfurece la leona á quien han quitado sus cachorrillos, y encontrando
las huellas del robador, las sigue, y persigue al enemigo antes de
verle; del mismo modo Hécuba, despues que mezcló la ira con el llanto,
olvidada de su edad, pero no de su valor, se dirige al palacio del Rey
Polimnestor, autor de la cruel muerte de Polidoro; pide audiencia, y
conseguida le dice venia á mostrarle y entregarle una cantidad de oro
que habia quedado escondida para que se la diera á su hijo. Creyólo
Polimnestor, y poseido de su anhelo y acostumbrada avaricia, se retiró
con ella á un lugar secreto, en donde mostrándose halagüeño, la dijo:
„No te detengas, Hécuba; dame ese oro para tu hijo, pues te juro por
los Dioses de entregarle fielmente lo que ahora me des y lo que antes
he recibido.” Ella le miraba con aspecto terrible al tiempo que estaba
hablando y jurando tales falsedades; y no cabiendo ya en sí de ira,
arremete á Polimnestor, le ase fuertemente, llamando en su auxilio á
las matronas cautivas, le mete los dedos en los ojos, se los saca,
y extrae hasta las mejillas, haciéndola valerosa su propia ira; y
metiendo despues la mano en los huecos llenos de sangre, le arranca,
no los ojos porque ya no los tenia, sino el sitio donde aquellos
estuvieron. La gente de Tracia, irritada y ofendida por el estrago
hecho en la persona de su Rey, acometió á Hécuba, tirándola flechas y
piedras; pero esta con un ronco murmullo iba corriendo á morder las
piedras que la tiraban, y cuando se disponia y preparaba á hablar, en
lugar de voces prorumpió en ladridos, convertida ya en perra. Todavía
permanece el lugar donde acaeció esta aventura, y tiene el nombre
del suceso. La desgraciada Hécuba aun despues de su transformacion
conservaba la memoria de sus antiguas calamidades, y afligida aullaba
y ladraba por los campos de Tracia, y su desgracia conmovió y lastimó á
los troyanos, á los griegos, y hasta á los mismos Dioses; de tal modo
que la misma Juno, muger y hermana de Júpiter, confesaba y decia que
Hécuba no merecia ser castigada con tanto rigor.

Aunque la Aurora habia favorecido siempre á los troyanos, no pudo
emplearse en sentir sus calamidades y las de Hécuba. Angustiábale
un cuidado mas cercano, y tenia que llorar la pérdida de su hijo
Memnon,[70] al cual vió perecer en los campos de Troya al ímpetu de
la lanza de Aquiles. Al verlo se le paró descolorido aquel rubicundo
color con que se deja ver por el horizonte al amanecer, y la hizo
esconderse entre las nubes. No pudo sufrir el triste espectáculo de
que el cadaver de su hijo fuese puesto en la pira, y suelto como tenia
el cabello se dirigió al gran Júpiter, y arrojándose á sus pies, le
dijo acompañando con las lágrimas estas palabras: „Aunque soy una
deidad de inferior órden á todas las que habitan el resplandeciente
cielo (pues mis templos son pocos y raros en todo el orbe), llego á tus
pies, no para que me concedas templos, dias festivos y de sacrificios,
y aras en que se quemen inciensos en mi honor, aunque no dejarias de
concederme estos dones, si tienes consideracion á que me hacen digna
de ellos los oficios que por tu órden desempeño, cuando sirvo de que
con mis crepúsculos no se confunda la noche con el dia ni la luz con
las tinieblas; pero no es este el cuidado que me trae, ni estoy en
estado de solicitar unas honras que creo tengo bien merecidas. Vengo
con la afliccion de haber perdido á mi hijo Memnon, que habiendo
venido con sus fuertes armas al socorro de Príamo su tio, fue muerto
en sus primeros años (pues asi lo quisieron los hados) por el valeroso
Aquiles. Yo te ruego pues, Soberano de los Dioses, le concedas algun
privilegio que le distinga de los demas mortales para que se consuele
una madre afligida.”

Júpiter convino en ello, y al momento la alta pira en que estaba el
cadaver de Memnon, consumida por el fuego, se desplomó, y los remolinos
del humo oscurecieron el aire, al modo que cuando los rios exhalan
las nieblas que nacen de ellos, y que los rayos del sol no pueden
penetrar. La negra pavesa se levanta en el aire, y unida se condensa,
formando un cuerpo que toma figura, color y movimiento del mismo fuego,
y que su ninguna pesadez le servia de alas, y le hacia remontarse. Esta
masa solo era al principio una especie informe de ave; poco despues,
siendo ave verdadera, hizo ruido con las alas. Al mismo tiempo sonaron
otras infinitas que salieron de las propias cenizas. Estas aves dan
tres vueltas volando al rededor de la hoguera, y tres veces el clamor
concorde sube á los aires, y se baten unas contra otras con tanto furor
y obstinacion, que caen cerca de la hoguera, como unas víctimas que se
sacrificaban á las cenizas de que habian sido formadas, demostrando en
esto que debian su ser á un varon esforzado. El autor le dió el nombre
á las aves: llamáronse de él Memnónides. Estas aves al cumplirse el año
vuelven al mismo sitio, y en él renuevan el combate, honrando de este
modo el sepulcro de este héroe. Cuando todos se afligian de oir ladrar
á la desgraciada Hécuba, la Aurora solo atendia á su propio dolor y
llanto, y desde entonces derrama lágrimas, que se convierten en rocío.

[Ilustración: (124) Del incendio de Troya se salva Eneas con su padre
Anquises y su hijo Ascanio.]



FÁBULA III.

_ENEAS Y ANQUISES._


No obstante, el destino no permitió que con la ruina de los muros
pereciese enteramente la esperanza de la reparacion de Troya. El
piadoso Eneas sacó sobre sus hombros á los Dioses penates y tutelares,
y en su padre llevó otra nueva deidad, que era para él una carga
venerable. Con la precipitacion solo pudo escoger, entre tantas
riquezas como dejaba, á su anciano padre y á su hijo Ascanio. Habiendo
salido prófugo del puerto de Antandros, pequeña ciudad de Frigia, con
su flota, y aprovechándose de un viento favorable, deja á un lado las
playas abominables de Tracia, y la tierra que aun estaba manchada con
la sangre de Polidoro, y entra con próspero viento, rodeado de sus
compañeros, en Delos, ciudad consagrada á Apolo. Anio, sacerdote de
este Dios, y Rey de la isla, le recibió favorablemente en el templo y
en su palacio; le enseña la ciudad, los dedicados templos, y los dos
árboles que en otro tiempo sirvieron de apoyo á Latona, y se asió de
ellos cuando parió á Apolo y á Diana. Despues de haber hecho un solemne
sacrificio, en el que quemaron incienso, derramaron vino sobre él,
y consumieron al fuego, segun solemne rito, las entrañas y fibras de
los animales sacrificados, se entraron en el Real palacio, y sentados
á la mesa, ricamente preparada, les sirvieron en ella los abundantes
dones de Céres y de Baco. En la conversacion de mesa el anciano y
piadoso Anquises dijo á Anio: „Sacerdote ilustre de Febo, ó yo estoy
engañado, y no me acuerdo muy bien, ó tenias un hijo y cuatro hijas
cuando vine la primera vez á esta ciudad.” Á lo que Anio afligido,
sacudiéndose la cabeza que tenia vendada con el blanco velo sacerdotal,
respondió: „No te engañas, ó heroico y venerable anciano; verdad es
que viste padre de cinco hijos á quien ahora (tanta es la inconstancia
de las cosas humanas) ves casi sin ninguno; porque ¿de qué me sirve
uno solo que tengo ausente, llamado Andros, en la isla denominada
de su nombre, en la cual está reinando por mí? Apolo le concedió el
don de comprender lo futuro, y Baco distinguió á mis hijas con otros
dones nunca oidos, porque todas las cosas que tocaban se convertian en
trigo, vino y aceite, y esto les servia para enriquecerse. Luego que
Agamenon, destruidor de los muros de Troya, supo que mis hijas poseian
este don (para que entiendas, querido Anquises, que á mí tambien me
tocó alguna parte en vuestras desgracias), usando de la fuerza de las
armas, me las tomó y arrebató con violencia de mi propio seno, para que
con el uso de su don abasteciesen á todo el egército de los griegos.
Habiendo hallado medio para escaparse cada una por donde pudo, las dos
aportaron á la isla de Eubea, y las otras dos á la de Andros, donde
reinaba su hermano. Inmediatamente una tropa de hombres armados entró
en sus estados, y le amenazaron con su destruccion si no entregaba á
sus hermanas. El amor que Andros les tenia cedió por último al temor
que le causaba el egército enemigo, y las entregó á los griegos: un
temor tan bien fundado puede servirle de disculpa: no tenia á su lado
para defender sus nuevos estados ni á Eneas ni á Hector, á estos dos
fuertes guerreros que durante diez años han resistido á todo el poder
de la Grecia. Ya se preparaban cadenas para aherrojar á mis hijas como
á unas esclavas, cuando levantando los brazos aun libres al cielo,
exclamaron: „¡Ó padre Baco, socórrenos, y no nos abandones en el apuro
en que nos vemos por causa del don que de tí recibimos!” Su súplica
fue oida; y el Dios que les otorgó el don, que acababan de invocar,
las socorrió, si se puede llamar socorro el perderlas para siempre de
un modo maravilloso. Nunca he podido saber de qué modo perdieron la
figura, ni aun ahora lo puedo decir. Todo lo que yo sé es que tomaron
plumas, y que fueron transformadas en palomas, aves consagradas á Venus
tu esposa.”

Anio y sus huéspedes, despues que con estos y otros tales razonamientos
acabaron la cena, dejaron la mesa, y se fueron á dormir. Levantáronse
al amanecer del dia siguiente, y fueron á consultar el oráculo de
Apolo, el cual respondió que buscasen á la antigua madre[71] y los
reinos que con Troya tenian enlace. El Rey Anio los despidió, dándoles
algunos dones y regalos; á Anquises un cetro; á Ascanio su nieto una
clámide y una aljaba, y á Eneas un gran vaso, que el tebano Terses le
habia enviado de regalo desde las regiones de Beocia en agradecimiento
de haber sido hospedado por él en su palacio. Este vaso habia sido
fabricado por Alcon, natural de Milas, el que habia cincelado en él
una larga serie de cosas, que eran las siguientes: una ciudad con
siete puertas, las cuales servian de nombre, que demostraba ser la
de Tebas. En las avenidas de la ciudad estaban delineadas exequias,
túmulos, hogueras encendidas, mugeres con la cabellera suelta y el
pecho descubierto, señal de su duelo y afliccion; Ninfas deshechas
en lágrimas; fuentes secas; árboles lánguidos y desnudos de hojas,
y ganados que pacian sobre estériles rocas. En medio de Tebas se
veian esculpidas las generosas hijas de Orion; una entregando su
pecho varonil y su cuello al cuchillo; otras atravesados sus cuerpos
con espadas, y todas en accion de ser sacrificadas por la salud de
su patria, conducidas por la ciudad con pompa y aparato fúnebre, y
quemadas en la hoguera, que para ello se veia en el sitio y parage
mas público: tambien se veia esculpido en el mismo vaso cómo de las
cenizas de estas valerosas mugeres, para que no pereciese el linage
de ellas, se formaron y salieron dos gallardos jóvenes, á quienes la
fama da el nombre de Coronas, y estos mismos hacian los honores de la
pompa fúnebre. En suma, sobre las muchas cosas que estaban grabadas
en el referido vaso, cerraban su labor unos ramos dorados de verde
acanto, que le hacian muy vistoso, y de una extremidad desigual y
resplandeciente. Los troyanos por su parte no dieron menores dones á
Anio, á quien regalaron una naveta para el incienso, una copa y una
brillante corona de oro esmaltada de piedras preciosas. Habiéndose
partido de alli los troyanos, acordándose de que traian su orígen de
Teucro,[72] dirigieron su rumbo y aportaron á Creta; pero no pudiendo
sufrir mucho tiempo el aire pestilente del pais, dejándose á un lado
muchas ciudades, dirigieron su derrota hácia los puertos de Italia.
Levantóseles una terrible tempestad,[73] que los agitó é hizo arribar
á un puerto de las islas Estrófades, donde les incomodó y amedrentó la
Harpía Hello, que habitaba alli con las otras sus hermanas, y tuvieron
que hacerse á la vela prontamente. Despues de haber pasado á Duliquio,
Itaca y Samos, islas del mar Jonio, que componian el reino del pérfido
Ulises, llegaron á la altura de Ambracia, célebre por la disputa que
en ella tuvieron los Dioses, conocida hoy por estar dedicada á Apolo
Actiaco. Vieron tambien una piedra llamada Indice, en la que habia sido
convertido el árbitro de la tal contienda. Asimismo dejaron atras á la
ciudad y selva Dodona, cuyas encinas estaban dotadas de habla, y daban
oráculos y respuestas, y pasaron tambien el seno Caonio, donde los
hijos del Rey Moloso, huyendo de un incendio, fueron transformados en
aves.



FÁBULA IV.

_POLIFEMO._


Siguiendo su navegacion, pasaron por la isla de los Feacienses,[74]
cuyos campos eran abundantes en toda especie de delicadas frutas.
Despues aportaron á Epiro y á Butroto, donde reinaba el adivino Heleno,
hijo de Príamo, y habia edificado esta ciudad á semejanza de Troya.
Desde aqui, advertidos por Heleno de las cosas que les habian de
suceder, todas las cuales les pronosticó fiel y exactamente, navegaron
á Sicilia, cuya isla se avanza en el mar por tres promontorios: el uno
llamado Pachino á la parte del mediodia; el otro Lilibeo al occidente,
y el último Peloro al norte. Por este entraron los troyanos, y con el
auxilio de los remos y favorable marea dieron fondo ya de noche en las
aguas de Zanclea.[75]

[Ilustración: (125) Despues de haber cantado Polifemo las alabanzas de
Galatea la ve que se entretenia con Acis.]

Á la derecha de esta costa está el escollo de Escila, y á la izquierda
el de Caribdis, que son dos remolinos que hacen peligrosa la
navegacion, porque el de Caribdis arrebata y se traga las naves, y
á largo trecho las vuelve á vomitar. El de Escila es de figura de una
doncella, cuyo vientre está ceñido de perros fieros, y (si es que no
han mentido los poetas) en algun tiempo fue verdadera doncella la tal
Escila,[76] y tuvo muchos pretendientes; pero despreciándolos á todos
se iba á las Ninfas del mar, de las cuales era en extremo querida,
y les contaba las burlas y desprecios que hacia á sus enamorados
pretendientes. Galatea, una de dichas Ninfas, en ocasion de estar
entregada á ella para que la peinase y adornase sus cabellos, la dijo
interpolando suspiros: „Tú á lo menos, hermosa doncella, eres apetecida
de gallardos y civilizados amantes, y puedes sin riesgo alguno, segun
que asi lo haces, corresponderles con desprecios y desvíos; pero yo
soy mas desgraciada, pues siendo Ninfa, hija de Nereo y de la cerúlea
Doris, y hermana de tantas Nereidas que me acompañan y defienden, no
pude evadirme del importuno amor del monstruoso Ciclope Polifemo[77]
sino por medio de las olas.” Al decir esto las lágrimas la impidieron
el continuar su narracion. Limpióselas Escila con sus blancos dedos,
y procuró consolarla diciendo: „Cuéntame, querida, tus cuidados; yo te
soy y te seré fiel; no me ocultes la causa de tu dolor.”

Galatea alentada con esto dijo á Escila lo siguiente: „El jóven Acis,
hijo de Fauno y de la Ninfa Simetis,[78] era las delicias de su padre
y de su madre; pero mucho mas bien era el embeleso mio, porque aunque
hermoso y apetecido de otras muchas, habia puesto solo en mí su cariño:
era de diez y seis años, y empezaba á apuntar la barba en sus tiernas
mejillas. Yo sin moderacion alguna correspondia al amor de este jóven,
y el Ciclope me importunaba á mí sin término con sus amores; y si me
preguntas cuál fue en mí mayor si el odio del Ciclope ó el amor de
Acis, te responderé que eran iguales, porque aborrecia tanto al uno
como amaba al otro. ¡Ó Venus, cuán grande es el poder de tu imperio!
Este fiero Ciclope, horror de las mismas cuevas y selvas, y de ningun
peregrino visto sin castigo, y menospreciador del alto Olimpo con sus
Dioses, siente en sí el amor y sus efectos; y cautivo de mi cariño, se
abrasa por mí, y olvida sus ganados, y las cuevas donde acostumbraba
habitar antes. Entonces empezó á tener algun cuidado de su compostura
y de agradarme. Ya se peina con un rastrillo los ásperos cabellos: ya
se corta la barba larga con una hoz, y se mira con complacencia en
la cristalina fuente, haciendo de ella espejo para componer su fiero
semblante. El amor le hizo ablandar su crueldad, su fiereza y la
inmensa sed de derramar sangre, y en esta suspension iban y volvian
las naves con seguridad por lo largo de la costa. En este intermedio
Telemo,[79] hijo de Eurimo, célebre adivino y diestro en los agüeros,
y que nunca se engañaba en ellos, vino á las cuevas del monte Etna de
Sicilia, y encontrando en ellas al terrible Polifemo, le dijo: „Ulises
será el que te saque el único ojo que tienes en medio de la frente.”
Rióse de ello Polifemo, y le respondió: „Necio adivino, tú te engañas
en tu pronóstico, porque ya otra me lo ha robado.” Asi desprecia el
enamorado Ciclope al que en vano le avisaba su verdadero peligro; y, ó
andando á paso precipitado huella aquellas playas, ó cansado se vuelve
á su oscura cueva. Hay un collado que con su larga punta se avanza
dentro del mar, y por ambos lados está cercado de olas. Subióse á él
Polifemo, y se sentó en medio, siguiéndole su rebaño, que habia dejado
atras y sin cuidar de guiarle, y poniendo junto á sus pies el pino que
tenia por báculo, y que pudiera servir de mástil de un navío, tomó su
flauta compuesta de cien cañas, y se puso á tocar. El sonido de su
pastoril instrumento atronó todo aquel monte y las vecinas playas, y
las hizo estremecer. Yo estaba escondida en el cóncavo de una piedra, y
sentada en el regazo de mi querido Acis, desde donde oí y conservo en
mi memoria que cantó al son de su flauta lo siguiente:

„Ó querida Galatea,[80] mas blanca que la nevada flor de la alheña,
mas florida que los prados, mas elevada que el alto álamo, mas
resplandeciente que el cristal, mas juguetona que el tierno cabritillo,
mas lisa que las conchas batidas con las continuas olas del mar,
mas agradable que el sol en el invierno y la sombra en el estío,
mas hermosa que la manzana pendiente del árbol, mas vistosa que el
lozano plátano, mas transparente que el hielo, mas sabrosa que la uva
madura, mas suave que las plumas del cisne y que la leche cuajada, y
si no huyes de mí y correspondes á mi amor, mas bella y lozana que el
regado jardin. Pero si le desprecias, eres mas feroz que un toro por
domar, mas dura que la vieja encina, mas falaz é inconstante que las
ondas, mas flexible que las varas del sauce y que los sarmientos de
las vides, mas insensible que las rocas, mas violenta que la corriente
de un rio, mas vana que el pavo real, mas activa que el fuego, mas
áspera que los abrojos, mas terrible que una osa recien parida, mas
sorda que las olas agitadas, mas cruel que la víbora pisada, y (lo que
especialmente quisiera quitarle si pudiera) mas ligera, no solo que el
ciervo amedrentado de los claros ladridos, sino tambien mas que los
veloces vientos. ¡Ah! Galatea, si bien me conocieses, te arrepentirias
sin duda de haber huido de mí, desaprobarias tus desvíos y retiro, y
te empeñarias en atraerme y retenerme contigo; pues yo soy dueño de
estas cuevas formadas de un vivo peñasco, que es una gran parte de
este monte, en las cuales no se siente el calor en medio del estío ni
el frio en los inviernos mas rigurosos. Los árboles que yo poseo estan
cargados de hermosísimas frutas. Tengo uvas que resplandecen como el
oro pendientes en parras enramadas; téngolas tambien de color de
púrpura: unas y otras las reservo para tí: tú misma por tu mano podrás
coger las delicadas moras, nacidas debajo de la sombra silvestre; las
cerezas del otoño, y las ciruelas no solo negras, sino tambien finas y
delicadas, y del color de la reciente cera. Si me admites por esposo,
tendrás abundancia de castañas y madroños, y todos los árboles tendrán
su fruta á tu disposicion. Todo este rebaño es mio, sin otras muchas
ovejas, que unas andan errantes por esos valles, otras estan ocultas
en las selvas, y otras encerradas en las cuevas. Si me preguntases
cuántas son, no podria decírtelo, porque el saber el número de sus
ganados es cosa de pobres. De la lozanía y hermosura de ellas no hay
necesidad de que me creas, cuando tú por tí misma puedes verlas, y
que traen unas ubres tan cargadas, que apenas las dejan andar. Tengo
los abrigados apriscos llenos de corderos; tengo tambien cabritos de
igual edad en otros corrales. Siempre tengo abundancia de leche; parte
de ella para beber, y parte para cuajarla y conservarla hecha quesos.
No pienses que tendrás solo para tus delicias los referidos y otros
regalos fáciles y vulgares, como son gamos, liebres, cabras, pichones,
el nido alcanzado del árbol, sino tambien dos cachorrillos de una osa,
hallados por mí en la cima de estos montes, y tan semejantes entre
sí, que apenas podrás distinguirlos, y servirán para que juegues y
te entretengas con ellos: cuando los hallé dije para mí: „Estos los
guardo para mi querida y para su diversion.” Ea pues, Galatea, hermosa
Nereida, saca y descubre tu cabeza de entre las aguas del mar, ven, y
no desprecies mis regalos. No pienses que soy tan desagraciado que no
pueda ser objeto de tu amor; poco hace que me estuve mirando en una
clara fuente, y no me pareció mal mi semblante y figura. Mira cuan alto
soy; no es Júpiter mayor en el cielo que yo con mi agigantado cuerpo,
pues vosotras soleis decir que reina alli no sé qué cierto Júpiter. Una
bien poblada cabellera sirve de adorno á mi rostro, y como si fuera un
bosque me tapa y cubre los hombros. No dejo de ser agraciado, ni debes
tenerme por horrible porque mi cuerpo esté cubierto de áspero pelo:
el árbol no está vistoso sin el adorno de las hojas: el caballo está
feo sin crines: las plumas son el adorno de las aves: la lana lo es de
las ovejas: la barba y el pelo parecen bien en el hombre. Es verdad
que solo tengo un ojo en medio de la frente; pero es del tamaño de un
escudo. ¿Y qué tenemos con eso? El sol siendo uno solo ¿no está viendo
todas las cosas del mundo desde el dilatado cielo? Reflexiona ademas
de esto que tengo por padre á Neptuno, señor de los mares, en que tú y
las demas Nereidas teneis vuestra morada: este será tu suegro. Apiádate
y oye mi súplica, pues por tí sola estoy rendido. Yo que desprecio
al cielo, á Júpiter y á sus rayos, te venero á tí, hermosa Nereida,
y tu ira es mas cruel y temible para mí que el mismo rayo. Me seria
tolerable el verme despreciado, si á todos despreciases igualmente;
pero ¿cómo he de sufrir el que con repulsa mia ames á Acis, y prefieras
sus brazos á los mios? Está bien que él se tenga por gallardo; pero en
el caso que tal te parezca á tí, cruel Galatea, lo que no me seria de
gusto, si llego á encontrarme con él, experimentará que mis fuerzas
corresponden á la mole de mi cuerpo. Le arrancaré vivas las entrañas,
y esparciré sus destrozados miembros por los campos y por los mares
en que tú habitas, para que alli puedas unirte con él despedazado.
Ciertamente que yo me abraso de amor por tí, y el fuego que me consume
se aumenta con tus desprecios. Me parece que el monte Etna con sus
fuerzas se ha trasladado á mi pecho, y tú, Galatea, te muestras
insensible.”

„Despues que Polifemo expresó asi sus quejas, se levantó (porque desde
el sitio en que yo estaba veia todo lo que hacia), y mas furioso que
un toro á quien quitan la vaca, sin poder detenerse, echó á correr
por las selvas y bosques. Como nos viese á Acis y á mí cuando menos
lo pensábamos, exclamó: „¿Que aqui estais? Bien os veo, y esta será
la última vez que volvais á estar juntos.” El grito que dió para
decir esto el airado Ciclope fue tan grande como su ira, y con él
se estremeció todo el monte Etna. Yo llena de miedo me escondí en
el mar inmediato, arrojándome á sus aguas. Acis recurrió á la fuga,
diciendo: „Suplícote, Galatea, me des favor: y vosotros, padres mios,
dadme auxilio; y ya que voy á perecer, admitidme en las aguas en que
reinais.” Seguíale el Ciclope, el que le tiró una gran piedra, que
arrancó de la montaña, y que era una parte de ella; y aunque solo le
alcanzó con una punta, le cogió todo el cuerpo. Mas no obstante yo hice
en esta ocasion lo que permitió el destino se hiciese, que fue el que
Acis recobrase la naturaleza de su abuelo, y se convirtiese en rio.
De su cuerpo, que estaba debajo del peñasco, empezó á manar un humor
encarnado, que á poco perdió el color, y tomó el del agua turbia de un
rio, la que se fue aclarando poco á poco. Ademas de esto el peñasco
que habia sido arrojado por el Ciclope empezó á henderse, y por las
aberturas que hizo nacieron y brotaron muchas cañas, que crecieron en
poco tiempo, y las aguas que brotaban de la concavidad del peñasco
hacian un delicioso sonido. No paró en esto la maravilla, pues de
repente se manifestó sobre el agua un gallardo jóven del medio cuerpo
arriba, cuya cabeza adornaba una corona de cañas entretejidas, el cual
solo se diferenciaba de Acis en que era mayor, y tenia el rostro mas
trigueño; pero aun asi era el mismo Acis convertido en un rio, que se
llamó y llama de su nombre.”

[Ilustración: (126) Enamorado Glauco de Escila, la refiere su
transformacion en Dios marino.]



FÁBULA V.

_GLAUCO Y ESCILA._


Luego que Galatea concluyó su referencia, las Nereidas que la
acompañaban se volvieron al mar, y Escila que iba con ellas, y no se
atrevia á exponerse á la merced de las olas, retrocedió y las dejó, y
unas veces se paseaba desnuda por la arena, y otras cuando se hallaba
fatigada se retiraba á bañarse á un remanso del mar. Estando empleada
en esto, he aqui que Glauco, natural de Antedon, nuevo habitador de
las aguas, transformado poco há en Dios marino, la vió y se enamoró de
ella. Escila huye á pesar de cuanto la dijo para detenerla; y dándola
alas el miedo, subió á la altura de una roca escarpada que domina al
mar, donde creyéndose segura, se puso á mirar con atencion al objeto
cuya vista le habia espantado, ignorando si era un monstruo ó un Dios
del mar. Admírala el color, los cabellos que le cubrian los hombros, y
que de la cintura para abajo remataba en pez. Glauco, que comprendió
la causa de su sorpresa, apoyándose en un escollo que estaba cerca de
ella, la dijo: „Bella Ninfa, no soy yo monstruo, no soy bestia feroz;
soy un Dios de las aguas: ni Proteo, ni Triton[81] ni Palemon[82]
tienen mayor potestad que yo en los mares. No hace mucho tiempo que
era mortal; pero inclinado á los mares, me gustaba andar y nadar en
ellos. Unas veces me entretenia en pescar con redes, y otras con caña.
Aquellas playas que yo frecuentaba confinaban con una verde pradera,
cuyos bordes formaban reunidamente las yerbas y las aguas. Las cabras,
las ovejas ni los demas ganados jamas pacieron en ella, ni aun las
oficiosas abejas van á coger el rocío de las flores de que está
esmaltada, ni para hacer coronas ó guirnaldas han cortado ninguna, y
la hoz siempre las ha perdonado. Yo fuí el primero que me senté sobre
esta agradable pradera, y en tanto que secaba mis redes, contaba los
peces que acababa de coger, y los echaba en la yerba, fuí sorprendido
de un prodigio que te parecerá ficcion (pero ¿qué interes tengo yo en
fingir?). Apenas estos peces habian tocado la yerba cuando empezaron
á moverse, y á saltar con la misma viveza como si estuviesen en el
agua. Mientras me detengo y juntamente me admiro de un portento tan
extraño, se huyeron todos al mar, dejando á su dueño y á la pradera. Me
pasmé, y dudoso mucho rato, inquiero cual sea la causa, si algun Dios
haya hecho este milagro, ó si fue la virtud de la yerba. „¿Es posible,
dije, que esta yerba tenga una calidad tan extraña?” Inmediatamente
cogí algunas, las llevé á la boca, y masqué. No bien habia llegado el
jugo á la garganta cuando al punto sentí que por dentro me temblaban
las entrañas, y que el pecho se arrebataba con el deseo de mudar de
naturaleza, que no me fue posible resistir mucho tiempo. „Á Dios,
exclamé, á Dios tierra, adonde nunca mas he de volver,” y al decir
estas palabras me zambullí en el mar. Los Dioses que lo habitan,
movidos á compasion, me recibieron entre ellos, y ruegan al Océano y
á Tetis que me quiten todo lo que tenia de mortal. Estas dos deidades
me purifican, quienes me mandan que repita nueve veces unos versos
misteriosos que me dijeron, y que meta el pecho en cien rios. Apenas
habia recibido esta órden cuando los rios que corrian de diversas
partes al mar y las aguas de este se juntaron y corrieron sobre mi
cabeza. Lo que te acabo de contar hasta aqui es cierto, y me acuerdo
perfectamente de ello; lo que me sucedió despues no puedo decírtelo;
turbado, como fuera de mí mismo, no tuve ningun conocimiento de lo
demas. Lo que yo sé es que al reflujo de las aguas me hallé otro
diverso del que antes era, tanto en el cuerpo como en el entendimiento.
Entonces ví por primera vez esta barba verde, esta melena que arrastro
por los anchurosos mares, estos grandes hombros, estos brazos, que
son del mismo color que mis cabellos y barba, en fin esta larga cola,
que tomó el lugar de mis muslos y piernas. Pero ¿de qué me sirve esta
figura? ¿De qué el ser Dios, si tú no te mueves á mi amor por todo
esto?” Escila se retira, y deja á Glauco que decia estas cosas, y se
preparaba para decir otras muchas mas. Él se enfurece, é irritado con
sus desprecios, se encamina al prodigioso palacio de Circe, hija del
Sol.



[Ilustración]

LIBRO DECIMOCUARTO.

_ARGUMENTO._


Eneas envió á Vénulo para pedir auxilio á Diomedes, cuyos compañeros
se convirtieron en aves: Vénulo no alcanzó el socorro, y vino mal
despachado, y á su vuelta pasó por el sitio en que en otro tiempo un
pastor habia sido convertido en acebuche. Las naves de Eneas en un
combate fueron transformadas en Ninfas, como tambien lo fue Ardea en
ave despues de la muerte de Turno, y el mismo Eneas fue hecho Dios
Indígete. Sucediéronle otros Reyes; y en el tiempo de Proca, uno de
ellos, floreció Pomona, á la cual amaba el Dios Vertumno, que tomando
la figura de una vieja, y contándola el suceso de Anaxarete, que
habia sido transformada en peñasco, la persuadió y conquistó, tomando
despues su propia figura de jóven. Andando el tiempo, en el reinado de
Numitor las aguas frias se volvieron cálidas, y su sucesor Rómulo fue
reverenciado con el nombre de Quirino, y su muger Hersilia con el de
Diosa Ora.

[Ilustración: (127) Circe envenena la cueva en que Escila solia
dormir.]



FÁBULA PRIMERA.

_CIRCE._


Glauco, que, como va dicho, era una de las deidades del mar, habia
ya dejado atras en su viage al monte Etna, debajo del cual estaban
oprimidos los gigantes,[83] y asimismo los campos de los Ciclopes, en
los cuales nunca habia entrado el rastrillo ni el arado, ni habian
sido beneficiados por las yuntas de los bueyes. Tambien habia dejado
atras á Zanclea y á Rego, que está enfrente, y habia atravesado el
peligroso estrecho, que contenido en dos cercanas playas, separa á
Sicilia de la Italia. Desde él, discurriendo por el mar Tirreno, llegó
á los collados abundantes de yerbas en que tenia su palacio y morada
Circe, hija del Sol, y que estaban habitados de una gran multitud de
fieras. Luego que la alcanzó á ver Glauco, la saludó, y ella á él, y
desempeñados estos cumplimientos, la dijo: „Diosa, ruégote te apiades
de otro Dios como tú: tú sola (si es que yo soy digno de ello) puedes
aliviar los tormentos de mi amor. Ningun Dios, ó excelsa hija del Sol,
puede conocer mejor que yo cuánta sea la eficacia de las yerbas, pues
por ellas me veo convertido en Dios y habitador del mar. Y para que no
ignores mas tiempo la causa de mi viage, yo ví á la bella Escila en la
ribera que está enfrente de Mesina, y con exceso me enamoré de ella.
Vergüenza me causa el referirte las súplicas, las promesas y halagos
que la hice, y el modo con que fuí despreciado. Tú pues, que eres tan
poderosa en los encantos, pronuncia, te ruego, á mi favor algunas
palabras encantadoras; ó si te parece mejor y de mayor eficacia el usar
de la de las yerbas, de que tienes tanto conocimiento, aplica al efecto
este poderoso medio. No vengo á que me cures y sanes las heridas y
tormento de mi amor, ni quiero que este se acabe y tenga fin, sino que
hagas que Escila se abrase igualmente en amor, y participe del ardor
que padezco.”

Circe pues (que era la mas ingeniosa y versada en los ardores del
amor, bien fuese por su disposicion natural, ó bien porque Venus
la diese esta pena en despique de que su padre el Sol la habia
descubierto cuando estaba entretenida con Marte) le respondió estas
palabras: „Mejor será que me ames á mí que te quiero, y deseo lo
mismo que tú, y que estoy poseída de un amor igual al que tú tienes
á Escila. No me avergüenzo en decirte que tienes mérito, y que no
debo detenerme en rogarte: y si me dieres alguna esperanza, créeme
te rogaré y me explicaré mas; y para que no dudes ni desconfies de
tu mérito y gallarda disposicion, vesme aqui que siendo Diosa, hija
del resplandeciente Sol, y que tanto puedo con mis encantos y con el
conocimiento y uso de las yerbas, te prometo ser tu esposa. Olvida
pues á una ingrata que te desprecia, y corresponde á una Diosa que te
ama: con este solo hecho quedarás vengado á un mismo tiempo de mí y
de ella.” Al oir Glauco que Circe procuraba inducirle á su amor con
tales razones, la respondió: „Primero se desconcertará el órden de la
naturaleza, y se criarán árboles en el mar y ovas en los montes, que yo
pueda, viviendo Escila, mudar y poner en otra mi amor.”

Indignóse al oir esto Circe; y como no podia ofender á Glauco por ser
ya Dios, ni aunque pudiera querria hacerlo por el amor que le tenia,
convirtió todo su furor contra la que veia preferida á sí misma; y
ofendida de ver despreciado su amor por causa del de Escila, al
momento cogió unas yerbas de jugo venenoso, las machacó, y despues dijo
sobre ellas algunas palabras[84] de las que usaba para sus encantos,
y vistiéndose de un ropage azul, se salió de su casa por medio de
una multitud de monstruos y fieras que la acariciaban al pasar; y
dirigiéndose al lado opuesto á las rocas de Zanclea, llegó á Regio, y
se entró en el mar agitado por las olas, sobre las que caminaba como
por la dura playa, corriendo á pie enjuto sobre ellas. Habia un pequeño
remanso que tenia figura de un arco, sitio frecuentado por Escila, y
al cual solia retirarse y refugiarse cuando estaba el mar embravecido,
y cuando el sol era mas ardiente y hacia muy pequeñas las sombras por
estar en medio de su carrera. Inficionó Circe este sitio, derramando
en él el venenoso zumo de las yerbas que antes habia machacado,
pronunciando veinte y siete veces la fórmula solemne del encanto, que
eran unos oscuros é intrincados versos, compuestos de unas nuevas y
desconocidas voces, las que pronunció en ademan y tono mágico y como
entre dientes. Vino despues Escila á bañarse y refrigerarse á este su
acostumbrado sitio, y apenas habia entrado en el agua inficionada,
hasta la cintura, cuando se la mira ceñida y rodeada de perros que
ladraban. Al principio, creyendo que los perros estaban separados de
su cuerpo, y no eran parte y porcion de él, huia de ellos espantada,
y procuraba apartarlos de sí; pero vió y se desengañó de que iban
con ella donde quiera que huia, y entonces tentándose y buscándose
los muslos, las rodillas y los pies, halló que de medio cuerpo abajo
estaba toda convertida en perros y monstruos que la horrorizaban con
su furor, y que transformada del medio cuerpo abajo, apoyaba y estaba
unida su cintura á los espinazos de aquellos.[85] Este suceso costó á
Glauco mucho sentimiento y lágrimas; y ofendido de que Circe hubiese
hecho un tan cruel uso de la eficacia de sus yerbas y de sus encantos,
se huyó de ella y despreció su casamiento. Escila asi transformada y
hecha un monstruo se quedó siendo espanto de aquel sitio, en el que se
le presentó la ocasion de vengarse de Circe en su amante Ulises que
navegaba por él, acometiéndole y quitándole muchos de los que llevaba
en su compañía.[86] Tambien este monstruo hubiera echado á pique las
naves de Eneas, si antes que navegase por tan arriesgado sitio no
hubiese sido convertido en una roca que aun permanece, y que aunque ya
de piedra insensible y sin el antiguo furor, es un escollo peligroso,
y procuran huir de él los navegantes. Despues que las naves de Eneas á
fuerza de remo pudieron escapar y libertarse de él y del otro escollo
que está á la parte opuesta llamado Caribdis, estando ya muy cerca de
la costa de Italia, fueron agitados por una tempestad, que los arrojó á
la opuesta del África.

[Ilustración: (128) Dido, reina de Cartago, recibe á Eneas en su
palacio y queda enamorada.]



FÁBULA II.

_DIDO RECIBE Á ENEAS EN SU PALACIO._


La Sidonia Dido, Reina de Cartago, acogió benignamente á los troyanos y
á Eneas en su ciudad, y tambien en su cariño, sin advertir lo que habia
de costarle el retiro que de pronto y ocultamente hizo de ella el que
habia elegido para su marido, pues por él, y viéndose abandonada de su
amante, puesta sobre una alta pira que habia hecho armar y encender con
pretexto de un sacrificio, se dió muerte á sí misma con un puñal, y la
que se vió engañada engañó á todos con tal aparato, que todos juzgaban
era para el pretextado sacrificio. Prosiguiendo pues Eneas su fuga
de la nueva ciudad de Cartago, regresó otra vez al monte Erix y á la
region donde reinaba el fiel troyano Acestes, donde celebró juegos y
sacrificios fúnebres en veneracion del sepulcro de su padre Anquises.
Despues de lo cual, haciéndose á la vela con las naves, á quienes las
matronas troyanas, instigadas por Iris, mensagera de Juno, habian
intentado incendiar, pasó el reino de Eolo y las islas y herrerías de
Vulcano, que humeaban con el ardiente azufre; y dejándose atras el
golfo de las Sirenas, antes del cual se habia quedado sin el piloto
Palinuro, que cayó y se ahogó en el mar, tocó en las dos islas Inarime
y Procida, y últimamente aportó al fondeadero de la de Pitecusa,
llamada asi de los nombres de sus habitadores, los que por sus fraudes,
perjurios y trazas con que intentaron engañarle incurrieron en el odio
de Júpiter, y los castigó convirtiéndolos en monas, animales feos
y disformes, que pudiesen parecer en parte semejantes, y en parte
desemejantes á los hombres. La conversion se hizo volviéndoles mas
pequeños los miembros, aplastándoles las narices, avejándoles la cara
con arrugas, y cubriéndoles el cuerpo de un pelo sutil y velloso, y en
esta forma los envió á habitar á dicha isla, habiéndoles antes quitado
el uso de la voz y de la lengua tan acostumbrada á fraudes y perjurios,
y en su lugar les dejó solo el poder quejarse con un ronco chillido.

[Ilustración: (129) Apolo concede á la Sibila tantos años de vida como
arenas tiene en sus manos.]



FÁBULA III.

_ENEAS Y LA SIBILA._


Dejó Eneas á Fiteusas siguiendo su viage; y dejando á su derecha á
Nápoles,[87] y á su izquierda el sepulcro de Miseno,[88] célebre
trompetero, é hijo de Eolo, llegó á las playas de Cumas, que eran unos
sitios pantanosos, y llenos de ovas y otras plantas palustres, en
donde encontró y entró en la cueva de la Sibila Cumea, que es sola la
que vive entre todas las demas,[89] y la suplicó que le acompañase y
le condujese á los infiernos á visitar en ellos á su padre Anquises.
La Sibila, despues de haber tenido algun tiempo sus ojos fijos en la
tierra, alzó la vista, y embriagada y enfurecida con la deidad que
se le habia entrado en su pecho, le dijo: „Mucho es lo que pides,
héroe esclarecido en hechos, cuyo valor tiene dadas pruebas por la
espada, y cuya piedad se ha singularizado por el fuego de que sacaste
á tu anciano padre; pero no tengas recelo, esclarecido troyano, que
conseguirás lo que pides, y guiándote yo, visitarás los campos Elíseos,
los últimos reinos del mundo y la amada sombra de tu padre: al valor
ninguna senda está cerrada.”

Esto dijo; y mostrándole en la selva de Proserpina un resplandeciente
ramo de oro, le mandó que lo cortase del árbol y lo tomase. Obedeció
Eneas, y con esta señal pudo entrar y ver las riquezas del formidable
reino de Pluton, y en él á sus ascendientes y la anciana sombra del
magnánimo Anquises su padre, quien le instruyó de las prerogativas y
autoridad á que llegarian la ciudad y reino que habia de fundar, y
le predijo las nuevas guerras que le esperaban, y los peligros que
le habian de acontecer en ellas. Despues de esto salieron de aquella
triste region, caminando por una senda cuesta arriba, en la que guiaba
la Sibila; y entreteniendo con conversaciones el trabajo del camino
medroso, y por entre sombras y crepúsculos, dijo Eneas á la Cumea:
„Bien seas tú Diosa, ó mortal sumamente grata á los Dioses, te tendré
siempre por deidad, y me confesaré existir por el beneficio que me
hiciste de facilitarme poder visitar las regiones de la muerte, y salir
de ellas despues de haberlas penetrado, por cuyo favor, ya que me hallo
restituido á la luz del mundo de los vivientes, te edificaré templos, y
te veneraré en ellos con el culto del incienso.”

Volvióse la Sibila á mirar á Eneas, y lanzando grandes suspiros, le
dijo: „No soy deidad, ni debes venerar con el sagrado incienso á una
persona humana, y para que en esto no peques de ignorancia has de saber
que Apolo me ofrecia por mi virginidad una vida perpetua y eterna,
haciéndome deidad é inmortal. Con la esperanza de inclinarme y vencer
con dones mi resistencia me dijo: „Hermosa doncella y sacerdotisa de
Cumas, elige y pide lo que se te antoje, pues todo te será concedido.”
Yo, enseñándole un monton de arena, le pedí me concediese tantos años
de vida como átomos en él habia; pero no tuve la advertencia de pedir
que todos hubiesen de ser en juventud y sin envejecerme; pero él me
prometia lo uno y lo otro con tal que yo me rindiese á su deseo; mas yo
no quise, y desprecié sus ofertas, permaneciendo sin casarme, en cuyo
estado se me ha pasado ya lo florido y lo mejor de mi vida, y viene á
paso largo la trémula vejez, la cual habré de tolerar el mucho tiempo
que aun me queda para llenar el número de las arenas, pues ya he vivido
siete siglos, y aun me restan y tengo que ver trescientas primaveras y
otros tantos otoños, y llegará el tiempo en que los muchos años apoquen
y hagan menor mi cuerpo, y reduzcan á muy poco peso mis miembros
debilitados y consumidos con la vejez, y entonces nadie creerá que en
mi juventud agradé á Apolo y fuí amada por él; y acaso él mismo ó no
me querrá conocer, ó negará que estuvo enamorado de mí. Me mudaré y
trocaré hasta el punto de que nadie me quiera ver, y solo seré conocida
por mi fama, que será la que quede despues de mi muerte.”

Estas cosas iba refiriendo á Eneas la Sibila; y caminando entrambos
por una senda cuesta arriba, terminaron su viage desde las oscuras
regiones, y hallaron salida á la superficie de la tierra junto á la
ciudad de Cumas, de donde, despues de haber hecho á los Dioses un
sacrificio segun rito, se partió Eneas á la playa que aun no tenia,
y despues por una ciudad que en ella edificó tomó el nombre de
Cayeta,[90] que era el de la nodriza que le habia criado.

[Ilustración: (130) Eneas manifiesta su piedad por los sacrificios que
ofrece á los Dioses.]



FÁBULA IV.

_ENEAS LLEGA Á CAYETA._


En esta region se habia quedado, y despues de los trabajos de la larga
navegacion habia fijado su asiento el itacense Macareo, que fue uno
de los compañeros del sagaz y experimentado Ulises. El tal Macareo
halló improvisamente y conoció á Acheménides,[91] á quien Ulises habia
tiempo antes dejado abandonado en lo mas escabroso del monte Etna; y
admirándose aquel de verle vivo, le dijo: „¿Qué Fortuna ó qué deidad
es, ó Macareo, la que te conserva vivo? ¿Cómo es que una nave troyana
lleve á su bordo un griego? ¿Á qué tierra se dirige vuestra navegacion?”

Á estas preguntas Acheménides, que ya estaba libre de su antiguo
peligro, y con un vestido muy diferente del que tenia en el monte Etna,
destrozado por los abrojos, espinas y asperezas, le respondió de este
modo: „Véame yo otra vez en el poder de Polifemo, entre sus dientes
y labios manchados con sangre humana, si no me hallo mejor en esta
nave que en la isla de Itaca en mi propia casa, y si venero menos á
Eneas que á mi propio padre; pues aunque le tribute todo cuanto pueda,
nunca podré serle bastantemente agradecido. Á él debo el estar vivo,
el tener habla, y el gozar de la vista del cielo, de las estrellas
y del sol: ¿podré pues olvidarme y ser ingrato á tales beneficios?;
porque él me libertó de haber sido pasto y vianda del Ciclope, y aunque
ahora me acometa la muerte, será honrado mi cadaver en el túmulo, y
no seré sepultado en el vientre de Polifemo. ¿Qué aliento piensas me
quedaria (si es que el temor y el miedo me dejó alguno y el uso de
algun sentido) cuando os ví que, quedándome yo abandonado, huiais
navegando á los altos mares? Entonces quise dar voces; pero me detuvo
el miedo de que me descubriese el Ciclope: y es indudable que por las
voces de Ulises estuvo á mucho riesgo de ser sumergida vuestra nave
por alguno de los peñascos que aquel tiró contra ella, lo cual ví
desde el sitio en que estaba escondido, y que segunda vez arrojó y
disparó un pedazo que arrancó de la montaña con la misma violencia que
si fuera disparada de una máquina; y como si yo estuviera en la nave,
sin acordarme de que me hallaba fuera de ella, estaba temblando no
la destrozase el golpe del peñasco, ó la sumergiesen las olas. Luego
que con la fuga os escapasteis y libertasteis de la mas cruel muerte,
el Ciclope, dando gemidos por la herida y falta del ojo,[92] empezó á
dar vueltas por el monte Etna á tientas, registrando con las manos los
árboles y los peñascos, en los que tropezaba á cada paso por haberse
quedado sin el único ojo que tenia, y alargando hácia el mar sus brazos
ensangrentados, maldecia y execraba á los griegos.

„¡Ah! si alguna casualidad volviese á traer á mis manos á Ulises ó á
alguno de sus compañeros, ¡cómo se cebaria y saciaria en él mi ira!
¡Cómo le arrancaria las entrañas! ¡Cómo le destrozaria vivo todos sus
miembros con mis manos! ¡Cómo saciaria mi garganta con su sangre, y
cómo haria crugir sus huesos con mis dientes! y si esto consiguiera,
tendria por nada ó por muy poco el daño que me ha hecho en sacarme
el ojo.” Estas y otras muchas cosas dijo con la mayor ferocidad. Yo
estaba pálido y lleno de miedo al verle su rostro lleno de sangre, sus
crueles manos y el vacío cóncavo del ojo, sus disformes miembros y
su barba pegada con sangre humana. Me consideraba con la muerte á la
vista, aunque la tenia por el menor de los males; y unas veces recelaba
que me llegaria á encontrar y coger, y otras que me engulliria, y
meteria mis entrañas en las suyas: lo que mas me afligia era acordarme
de cuando ví que despues de haber estrellado contra el suelo muchas
veces los cuerpos de dos de mis compañeros, se echó sobre ellos como
erizado leon, y se engullia las entrañas, las carnes, los huesos
con sus tuétanos y los miembros medio vivos. Me acometió un gran
temblor y tristeza, y se me quedó helada la sangre al verle cómo
comia y engullia, y que algunas veces escupia y vomitaba los crudos
y sangrientos bocados y pedazos de carne envueltos en vino. Esperaba
y recelaba que conmigo haria lo mismo, y seria pasto de su hambre,
por lo que tomé el medio de estarme mucho escondido, estremeciéndome
cualquier ruido que sentia, temiendo siempre la muerte, y siempre
deseándola como término de mis sobresaltos y trabajos, pues me veia
abandonado á estar alli en un continuo riesgo, solo, necesitado, lleno
de continuo temor, sin esperanza alguna, y con el dolor y pena de
remediar mi hambre con bellotas, yerbas y hojas de árboles. Al cabo de
mucho tiempo ví que navegaba cerca de la playa una nave, y corriendo
á ella con mucho silencio, manifesté por señas á los que iban á su
bordo el apuro y peligro en que me hallaba, y les rogué me libertasen
acogiéndome en ella: compadeciéronse de mí; y sin embargo de ser griego
y enemigo suyo, me recogieron, y pude salvarme en una nave troyana.
Estos son mis sucesos y el maravilloso modo con que pude aportar, y
me hallaste y conociste en estas playas: ahora cuéntame tú los tuyos,
insigne Macareo, el mas grato de todos los que acompañábamos á Ulises,
y refiéreme el rumbo y derrotero de este y de todos los demas que
conseguisteis embarcaros, y huir por el mar del fiero Ciclope Polifemo.”

Entonces Macareo instruyó á Acheménides de lo que deseaba, refiriéndole
que Eolo, hijo de Hipota, era señor de aquellas islas y del mar Tusco
que las rodeaba, el cual tenia comprimidos en una profunda caverna los
vientos,[93] y los regaló á Ulises encerrados en la piel de un buey
para que pudiese á su arbitrio contenerlos, y que no le ofendiesen en
su navegacion, con lo que se partió é hizo á la vela, llevándolos en
su nave, y con viento favorable navegó nueve dias, y llegó á estar á
la vista de la isla de Itaca, su patria, que era á la que se dirigia.
Á la madrugada del dia décimo los compañeros de Ulises, sospechando
seria oro lo que se encerraba en el cuero, y ansiosos de apoderarse
de ello, soltaron las ataduras para abrirle y reconocerle, y saliendo
con ímpetu los vientos, impelieron las naves á otro contrario rumbo,
y haciéndolas volver atras por el mismo camino que habian venido, las
llevaron otra vez al mar Tusco, y á la isla y puerto de donde habian
salido. „Desde alli, continuó Macareo, navegando al arbitrio de los
contrarios vientos, aportamos á la antigua ciudad que tomó el nombre de
Lamo Lestrigon, su edificador, en la que reinaba Antifates,[94] al cual
fuí yo enviado con otros dos compañeros para saludarle pacíficamente;
pero el uno de ellos y yo pudimos con la fuga volver al seguro de
nuestras naves, y libertarnos de su crueldad, quedándose el otro en
poder de Antifates, que le alcanzó é hizo dar muerte á su presencia,
y su sangre le tiñó la boca. Aun no contento con esta crueldad, se
empeñó Antifates en ir en nuestro alcance; y como ya estuviésemos
al seguro de las naves, él y las tropas que habia juntado para ir en
nuestro seguimiento, formados en escuadron, arremetieron á nuestras
naves, disparando contra ellas gruesas piedras y maderos, con que
las destrozaron y sumergieron, y á los que iban á su bordo, y solo
pudo salir del puerto y escaparse la en que veníamos Ulises y yo, que
quejándonos de la crueldad y mal hospedage de Antifates, y llenos
de dolor por la pérdida de nuestros compañeros, llegamos á aquellas
tierras que se ven cercanas desde aqui; míralas, y verás que son una
isla que yo ya tengo vista. Y tú, hijo de la Diosa,[95] el mas recto
y justo de todos los troyanos (pues ya, esclarecido Eneas, estando
concluida la guerra, no debo llamarte enemigo ni tenerte por tal), huye
de aquella isla; mira que es en la que habita la famosa encantadora
Circe.



FÁBULA V.

_LOS COMPAÑEROS DE ULISES TRANSFORMADOS EN PUERCOS._


„Nosotros, habiendo aportado á ella, anclamos en su playa con las
precauciones que nos hizo tomar la memoria de las pérdidas que nos
hicieron Antifates y el fiero Ciclope Polifemo. Todos nos resistíamos
á saltar en tierra, y á penetrar en una isla desconocida, y para ello
hubo que echar suertes, que nos tocaron á mí, Polites, á Euriloco, á
Elpenor, que era gran bebedor de vino, y á otros hasta en número de
diez y ocho, todos los cuales marchamos á la ciudad y palacio en que
habitaba Circe. Apenas llegamos nos paramos un poco á la entrada, y
salieron á recibirnos una multitud de lobos, osos y leones,[96] todos
mezclados entre sí, que nos causaron miedo y espanto; pero ninguna de
estas fieras era de temerse, y ninguna hizo ademan de acometernos ni
herirnos, antes bien nos halagaban y acariciaban con el movimiento
de sus colas, y nos acompañaban y seguian nuestros pasos, hasta que
en lo interior de la casa nos recibieron las criadas, y por salas de
mármol y pórfido nos condujeron á un vistoso gabinete, donde estaba
Circe sentada en su solio, vestida de una blanca palla,[97] y los cabos
y tocado entretejidos de oro. Las doncellas que la acompañaban, y que
tuvimos por Ninfas y Nereidas, no se ocupaban en preparar ni hilar
estambre, ni en otra alguna labor, sino en apartar en canastillos las
yerbas y flores[98] de varios colores, que sin órden estaban esparcidas
en el suelo, y disponerlas en manojos, y ella reconocia y dirigia
lo que todas hacian, porque sabia y conocia la virtud y eficacia de
cada yerba, y la union y mixtura que la una planta tenia con la otra,
separándolas con este conocimiento. Luego que nos vió y la saludamos
nos correspondió con semblante afable y apacible, y nos habló con el
agrado que podíamos apetecer y desear, y sin detencion mandó hacer una
confeccion, compuesta del zumo exprimido de granos de cebada tostada,
majados y disueltos en miel y vino, añadiendo á todo ello la porcion
suficiente de ralladuras de queso. Dispuesta asi la confeccion de los
dulces jugos de todo lo referido, nos la dió á beber, y la tomamos de
su propia mano en unos grandes vasos; pero al punto que la bebimos y
apuramos con la ardiente sed que llevábamos, y al momento que ella,
apurada la confeccion, nos tocó las puntas del cabello con su vara
encantadora (me avergüenzo de ello, pero habré de referirlo), se me
llenó el cuerpo de duras y agudas cerdas: ya no podia hablar, y en
lugar de voz hacia un ronco gruñido, y arrojándome hasta poner la cara
en el suelo, advertí que mi boca se endurecia y convertia en un duro
hocico, que se me entumecian los nervios del cuello, y que me servian
para pisar y andar las manos con que poco antes habia tomado el vaso, y
fuí encerrado en una zahurda con los demas mis compañeros, que habian
sido convertidos en cerdos del mismo modo que yo (tanto es el poder
de los encantos). Solo vimos que Euriloco se libertó de igual suerte,
porque solo él rehusó y resistió beber la confeccion, pues si hubiera
tomado el vaso y bebido de él, seria ahora uno de los de la manada
de cerda, y Ulises no hubiera podido ser informado por él de nuestra
calamidad, ni venir en busca de Circe para vengarnos y recobrarnos;
para cuya empresa Mercurio, nuncio y autor de la paz, le habia dado una
blanca flor, que crece sobre una negra raiz, y que entre las deidades
se llama moly.[99] Prevenido y asegurado con ella, y con los consejos
y prevenciones que le habia hecho Mercurio, se dirigió al palacio
de Circe, donde le brindó con un vaso de la insidiosa confeccion;
pero él resistió tomarle, y la hizo retirar cuando intentaba tocarle
el cabello con la vara encantadora, y desenvainando su espada, la
amenazó y atemorizó. Á esto se siguió el darse recíprocamente palabra
y mano los dos, y admitido Ulises al tálamo nupcial, pidió por dote
la restitucion de nuestros compañeros á su antigua figura. Circe nos
roció con unos saludables jugos de inocentes plantas y de virtud contra
los encantos: nos tocó la cabeza con su vara vuelta[100] al reves, y
pronunció otros versos y de contrarias voces á los que antes habia
dicho para encantarnos. Á medida que iba pronunciándolos nos íbamos
levantando de la tierra y poniéndonos derechos: se nos iban cayendo las
cerdas; y cerrándose la hendedura de nuestros pies y manos, volvieron
á su antigua figura, como asimismo los hombros y los brazos. Llorando
abrazamos á Ulises, que tambien lloraba por la misma causa, y las
primeras palabras que hablamos fueron darle gracias, y manifestar
nuestro agradecimiento por su amparo y proteccion. Un año entero se
detuvo Ulises, y nos detuvimos todos en el palacio de Circe, y en este
dilatado tiempo presencié, ví y oí muchas y maravillosas cosas. Entre
ellas oí y oyeron tambien otros de mis compañeros lo que con reserva
nos contó una de las cuatro criadas que la servian para los encantos.
Esta, en ocasion que Ulises estaba retirado con Circe, me enseñó una
estatua de un jóven hecha de mármol blanco, en cuya cabeza, adornada
con corona, tenia el ave que se llama Pico,[101] y estaba colocada en
la pieza que servia para los actos de religion. Preguntándola yo, y
queriendo saber á quien representaba aquella estatua, por qué se le
daba culto en aquel sitio, y por qué tenia aquella ave, me respondió:
„Escucha, Macareo: estame atento á lo que voy á referirte, y de ello
comprenderás cuál y cuánto sea el poder de mi señora.”

[Ilustración: (131) Ulises obliga á Circe dé á sus compañeros su
primitiva figura.]



FÁBULA VI.

_PICO ES AMADO DE CIRCE._


„Reinaba en el Lacio Pico, hijo de Saturno, muy inclinado á los
caballos y á adiestrarlos para la guerra; su semblante, forma y
disposicion eran conforme lo ves en esa estatua que te he manifestado,
por la cual, que es un retrato ó fingida imagen, puedes conocer la
gallardía del original. Su índole, su discrecion y las demas dotes del
ánimo correspondian en todo á la belleza de su semblante, y su edad
aun no llegaba á veinte años, ni habia llegado á ver cuatro veces los
juegos atléticos, que segun el rito griego se hacen en la palestra
cada cinco años. Llevábase la vista y atencion de las Dríades que
habitaban en las montañas del Lacio, y le amaban y apetecian su enlace
las Náyades de las fuentes, las de los rios Albula, Numico, Teveron,
Almo, de corto y breve curso, el impetuoso Nero, y el Tarfa, de agua
denegrida, y hasta las que residian en el bosque y estanque de la
Diana, que fue traida de Escitia, y frecuentaban los lagos comarcanos;
pero el gallardo jóven las despreciaba á todas, y solo amaba á una
Ninfa, que se dice era hija de Jano el de dos caras,[102] y haberla
dado á luz su muger Venilia, que tuvieron su habitacion en el monte
y collado Palatino. Esta, luego que llegó á la edad proporcionada y
á ser núbil, fue dada en casamiento á Pico, que reinaba en la ciudad
de Laurento, prefiriéndole á todos los demas que la pretendian. Era
de rara belleza; pero mas rara y singular en la habilidad de cantar,
por lo cual fue llamada _Canente_, y con su voz conmovia las selvas y
los peñascos, amansaba las fieras, detenia la corriente de los rios, y
suspendia el vuelo de las aves. Mientras ella se quedaba entretenida
en la melodía de su canto, y en egercitar en canciones su delicada
voz, habia salido un dia Pico á los campos y bosques de la ciudad de
Laurento en busca de jabalíes en que emplear sus dardos: oprimia la
espalda de un veloz caballo, llevando en su diestra dos rejoncillos,
y arregazada y recogida con presillas de oro la clámide que vestia de
color de púrpura de Tiro. Por casualidad aquel dia Circe, dejando el
monte que de su nombre se llamaba Circeo, habia venido á las mismas
selvas de Laurento á buscar y coger yerbas para sus encantos en sus
fecundos collados, y al punto que descubrió á Pico desde unas matas
en que estaba escondida, se quedó pasmada de ver su gallardía; se le
cayeron de las manos las yerbas que habia cogido, y de repente la
llama del amor discurrió y le penetró todas sus medulas. Recobrada
algo del enagenamiento que la causó la vehemente pasion del amor, iba
á descubrírsele y confesársele; mas no pudo acercarse á él por la
velocidad con que corria el caballo, y por ir en medio de los muchos
que le rodeaban y acompañaban; pero viendo que no podia conseguirlo,
dijo: „Si es que estoy engañada en el conocimiento de mí misma y del
poder de mis encantos; si estos no me fallan, y si las yerbas de que
me valgo no han perdido su eficacia, no te me huirás ni escaparás,
aunque seas llevado en alas del mismo viento.” Apenas dijo esto formó
la figura y cuerpo aereo de un jabalí, al que hizo atravesar corriendo
el camino que llevaba el Rey, y que fuese á esconderse en lo mas espeso
é intrincado del bosque, y en una maleza en que no pudiesen penetrar
los caballos. Al momento Pico, ansioso por la presa que imaginaba
real y verdadera, é ignoraba que era una sombra y apariencia, saltó
ligero del caballo, y en seguida de una vana esperanza penetró hasta
lo mas interior y enmarañado del bosque. Alli le salió al encuentro
Circe, la que empezó á hacer súplicas y votos á deidades desconocidas,
adorándolas con unas preces y versos oscuros[103] é intrincados, de que
solia usar para sus encantos, y con los que hacia oscurecer la luna y
el sol, enmarañando su luz y sus resplandecientes rayos. Tambien y con
sus mágicos versos hizo encapotarse el cielo, y que el aire y toda su
region se oscureciesen con las nieblas espesas que exhalaba la tierra;
de modo que vagando y tropezando con la oscuridad los que acompañaban
y seguian al Rey, perdieron el tino, no pudieron encontrarle, y le
dejaron solo. Entonces aprovechándose Circe de esta ocasion, se
descubrió, y le habló en la forma siguiente: „Gallardo y hermosísimo
jóven, por esos tus graciosos ojos, que me han robado y hechizado los
mios; por tu donaire y hermosura, que me arrastra hasta el extremo de
que siendo muger y deidad no repare ni me detenga en manifestarte mi
amor y suplicarte, corresponde, te ruego, al amoroso fuego en que por
tí me abraso: mira que no soy una muger vulgar, y que no corresponda
á tu elevada clase, pues casándote conmigo tendrás por suegro al sol,
que todo lo ve é ilumina: no correspondas duro é insensible á mi amor,
ni desprecies el que te tiene y manifiesta la Titánida Circe.” Feroz
y enfurecido Pico al oirlo, la apartó de sí, y repelió sus requiebros
diciéndola: „Quien quiera que tú seas, entiende que no soy libre, ni
tuyo, ni puedo serlo, porque otra me tiene ligado, y deseo me tenga
por todo un largo y dilatado siglo, y que mientras los hados guarden
y conserven la vida de mi amada Canente, hija de Jano, no la haga yo
agravio, ni la falte al debido amor y fe enlazándome con otra.[104]”
Circe sin embargo reiteró sus esfuerzos y súplicas muchas veces; pero
todas fueron en vano; y viéndose despreciada le dijo: „No pienses que
tu desprecio ha de quedar sin castigo, pues te aseguro que no has de
volver á la presencia de esa tu amada Canente, y por propia experiencia
has de saber lo que es y puede una muger amante y ofendida, y que Circe
es muger ofendida y amante.” Entonces volviéndose dos veces hácia el
ocaso, y otras dos hácia el oriente, tocó tres veces al jóven Pico
con su vara, y repitió otras tres veces los versos y fórmula solemne
de sus encantos. Él echó á huir; y admirándose de que corria con mayor
ligereza que lo que acostumbraba, se empezó á mirar á sí mismo, y vió
tenia alas en su cuerpo, é impaciente por verse de repente convertido
en una ave nueva, y destinado á habitar en aquellas selvas del Lacio,
se enfurece contra los árboles, y con su duro pico hiere, traspasa y
taladra sus troncos y ramos: las alas se vistieron del color purpúreo
de la clámide que traia puesta: lo que antes habia sido presilla de oro
para prenderse y recogerse el vestido se volvió plumas, y el cuello
quedó ceñido con un collar, que hacia el color de oro de las plumas: en
suma, del que antes era Pico no quedó otra cosa que el solo nombre.

[Ilustración: (132) Pico, por ser fiel á su Esposa, es transformado por
Circe en Picoverde.]

Los de su comitiva, despues de haberle andado buscando y llamando á
voces por aquellos montes, repitiendo muchas veces en vano su nombre,
sin haberle hallado en ninguna parte, llegaron buscándole donde
estaba Circe (pues ya habia enrarecido las auras, y habia dejado
que las espesas nieblas y la oscuridad se desvaneciesen y disipasen
con la fuerza del sol y de los vientos), la arguyen y hacen cargo
con verdaderas acusaciones sobre que les descubra su Rey y se le
restituya, llegando el caso hasta el extremo de apelar á la fuerza, y
prepararse á acometerla con sus fieros dardos. Ella arrojó y esparció
sobre ellos una porcion de ponzoña y zumo de yerbas venenosas,
invocando al mismo tiempo á la Noche, á las deidades nocturnas, al
Erebo y al Caos, y suplicando con mágicos aullidos á la triforme
Hécate.[105] Las selvas y los valles, cosa portentosa y maravillosa, se
mudaron y pasaron á otro sitio; bramó la tierra; los árboles cercanos
perdieron su verdor, y quedaron pálidos y marchitos; las yerbas de los
prados se humedecieron, y salpicaron con rocío de color de sangre;
parecia que las piedras y peñascos se rompian y daban unos roncos
estallidos, que ladraban los perros, que la tierra brotaba por todas
partes negras y venenosas serpientes, y que andaban volando por el aire
una multitud de espectros, imágenes y visiones de los muertos. Atónitos
con tales prodigios los que poco antes querian acometerla, empezaron á
temblar: ella entonces les tocó los rostros con su vara envenenada y
encantadora, cuyo contacto los fue despojando de su antigua figura, de
la que nada quedó á ninguno de ellos, y todos fueron convertidos en
varias y diferentes fieras.[106]

„Era ya puesto el sol de aquel dia, y Canente, como no volvia su
esposo, y le esperaba con impaciencia, asomándose á mirar el camino por
donde habia de venir, entró en una grande inquietud por su tardanza.
Los criados y todo el pueblo salieron á buscarle llevando antorchas
encendidas, y registraron en su busca todas las selvas, discurriendo
por todos los montes y collados, sin haberle hallado en ninguno de
ellos. Canente, aunque lloraba, se arrancaba los cabellos y daba
grandes gritos, no se contentaba con esto, sino que salió como loca
de su casa, y echó á andar y correr en su busca por los dilatados
campos. Seis dias y seis noches anduvo corriendo por ellos y por los
collados y valles, sin haber comido ni dormido en todo este tiempo.
Cansada con el llanto y el camino, llegó á la ribera del Tíber,
donde se reclinó á descansar en su frescura. Alli, como el cisne que
estando para morir canta con mayor melodía sus exequias, acompañando
con lágrimas y gemidos sus suspiros y dolores, llena de afliccion se
quejaba con un sonido muy débil y desmayado. Por último extenuándosele
y liquidándosele sus medulas con el llanto, llegó á desfallecer, y
se desvaneció[107] y resolvió, convirtiéndose en ligeras y sutiles
auras. La fama de este suceso aun permanece en aquel sitio, al que en
señal de él los antiguos labradores llamaron Canente del mismo nombre
de la Ninfa.” Estas y otras muchas cosas semejantes, añadió Macareo,
me fueron contadas y ví por mis ojos en el largo tiempo de un año que
nos detuvimos en el palacio de Circe, al cabo del cual, ya flojos y
perezosos con el mucho descanso, se nos mandó por Ulises volver al mar,
y hacernos otra vez á la vela. Como Circe habia dicho que teníamos
que correr aun muchos mares, y muchos peligros que padecer, temí,
confiésolo; y llegando á estas orillas, me detuve.”



FÁBULA VII.

_LOS COMPAÑEROS DE DIOMEDES CONVERTIDOS EN AVES._


Con esto concluyó Macareo la referencia que hacia á Acheménides,
despues de lo cual este, como ya asociado á los troyanos, asistió con
ellos á la ceremonia fúnebre de colocar Eneas en una urna de mármol las
cenizas de Cayeta, su ama de leche, que murió en aquellas regiones, en
cuyo túmulo puso este breve epitafio: _Aqui la notoria piedad de Eneas,
mi alumno, me honró á mí, Cayeta, y á mi cadaver con el fuego de la
pira, despues de haberme sacado del de Troya._ Los troyanos soltaron
luego los cables, y desenlazando sus naves de la herbosa playa en que
las habian tenido amarradas, se alejaron de la peligrosa isla y palacio
de la famosa encantadora Circe, y dirigieron su rumbo á saltar en
tierra en los bosques en donde el sombrío y niebloso Tíber desemboca en
el mar su corriente mezclada con roja arena.

[Ilustración: (133) Venus, irritada, transforma á Acmon y á sus
compañeros en aves aquáticas semejantes á Cisnes.]

Alli, de resultas de una batalla que tuvo que vencer, se apoderó Eneas
del palacio del Rey Latino, hijo de Fauno, y recibió por esposa á
su hija.[108] Esto dió causa á una cruel guerra con la nacion feroz de
los rútulos, por estar aquella prometida por muger á su Rey Turno, que
poseido del mayor furor intentaba recobrarla, y que se le cumpliese
lo prometido. En esta guerra tomó parte toda la Toscana, aliándose á
los latinos y troyanos, y en ella se peleó por largo tiempo con mucho
empeño y con vario suceso, andando indecisa la victoria. Cada partido
de los dos beligerantes procuraba reforzarse con alianzas y tropas
auxiliares, y de los Príncipes y pueblos comarcanos unos seguian á
los rútulos, y otros defendian á los troyanos; y Eneas no hizo en
balde su viage á solicitar la alianza de Evandio,[109] de quien la
consiguió. Vénulo fue enviado por Turno á la gran ciudad que habia
edificado el prófugo griego Diomedes con la ayuda de Dauno, Rey de la
Pulla, con cuya hija casó, y recibió en dote parte del reino. Luego
que llegó Vénulo desempeñó el encargo de Turno, y pidió el auxilio;
pero Diomedes se excusó diciendo que él no podia empeñar los pueblos
y vasallos de su suegro en una guerra que no le interesaba, y que de
sus propias tropas no tenia las suficientes para armar y enviar á
Turno. „No son estas ficciones ni pretexto de excusa, dijo Diomedes
á Vénulo, porque aunque la tristeza se renueve en traer á la memoria
sucesos desagradables, será preciso el referirlos. Despues que la
ciudad de Troya fue abrasada, y sus muros fueron despojos de las
llamas de los griegos, y despues que Ayax, hijo de Oileo, cargó sobre
todos nosotros la pena que él solo merecia por el rapto y estupro de
Casandra en el templo de Minerva, se vengó esta Diosa en dispersar á
todas nuestras naves, y arrebatados de una tempestad que envió contra
nosotros, sufrimos todos los griegos rayos, oscuridad, lluvias, la ira
del cielo y del mar, y por colmo de todas estas calamidades la de la
pérdida que tuvimos, estrellándose la mayor parte de nuestras naves en
las rocas de Cafareo.[110] Para no detenerme refiriendo por su órden
estos tristes sucesos, basta decir que si Príamo los hubiese visto,
se hubiera condolido de la Grecia. Á mí y á mi nave nos libertó de
ser anegados el cuidado y favor de Minerva; pero de nada me sirvió;
pues me fue imposible desembarcar en mi propio reino, alejándome de
sus playas Venus en venganza y castigo de la herida que la hice en el
sitio de Troya cuando defendia de mí á su hijo Eneas;[111] y son tantos
los trabajos y peligros que padecí y en que me ví, tanto en los mares
como en batallas terrestres, que muchas veces llamé dichosos y envidié
la suerte de aquellos á quienes la tempestad y las rocas de Cafareo
sumergieron en las aguas, y querria haber sido uno de ellos. Mis
compañeros llegaron á desfallecer despues de haber padecido los últimos
trabajos por mar y tierra, y me suplicaron que pusiese fin á mi errante
viage. Pero Acmon, que era de ingenio vehemente, y estaba endurecido
con las calamidades y trabajos, les dijo: „Esforzados varones, ¿qué es
lo que ya puede sucedernos peor y mas grave que lo que nos ha acaecido
hasta aqui, y que vuestra paciencia pueda rehusar el tolerarlo? ¿Le
queda á Venus (aunque quiera) alguna cosa mas y peor que hacer contra
nosotros? Cuando se temen cosas peores son del caso los ruegos para
evitarlas; pero cuando los males han llegado al último estado, ya se
les pierde el temor, y su misma gravedad influye ánimo y seguridad.
Aunque la misma Venus nos esté oyendo; aunque, como lo hace, tenga un
odio cruel á todos los que somos gobernados por Diomedes, debemos todos
despreciar su odio, y no acobardarnos, sino luchar contra él con todas
nuestras fuerzas.” Con este razonamiento provocó mas Acmon á Venus, y
avivó en ella la antigua ira, que ya estaba algo apaciguada. Muchos
aprobaron su discurso y resolucion; pero otros en mayor número, aunque
amigos suyos, la desaprobamos, y le reprendimos por ella. Disponíase
á responder y replicar á los que le reprendian; pero se le adelgazó
y extenuó la voz, y se le contrajo y estrechó la garganta:[112] sus
cabellos se convirtieron en plumas, y tambien se llenaron y cubrieron
de ellas su nuevo y estrecho cuello, su pecho y espaldas. Sus brazos se
encorvaron y se hicieron alas; una gran parte de los pies se distribuye
en largos y delgados dedos, y el rostro se endurece en pico y finaliza
en punta. Mientras Lico, Idas, Retenor, Abas y Nicteo se maravillan de
una transformacion tan extraña, se convierten en aves semejantes, y la
mayor parte del escuadron toma vuelo, y se pone á volar al rededor de
nuestra nave. Si me preguntas ahora cuál sea la forma de estas dudosas
aves, te diré que aunque no son cisnes, son muy parecidas á estos por
su blancura. En fin despues de tantas desgracias llegué con mucho
trabajo y con la mínima parte de los mios á los estados de Dauno, quien
me recibió favorablemente, y me dio á su hija en casamiento.”

Con esto puso Diomedes fin á su razonamiento, y despidió á Vénulo,
el cual al retirarse de los estados de aquel, pasando por los campos
Mesapios y senos Peucesios, que están en la Pulla, vió en ellos unas
cuevas entre una espesa y una oscura selva, y que en su interior
destilaban menudas gotas de agua, las cuales eran habitacion del Dios
Pan, y antes lo habian sido de algunas Ninfas. Un pastor de la Pulla
las espantó é hizo huir de alli, llenándolas de un súbito terror; pero
aunque al principio se dejaron poseer de él, despues se recuperaron
poco á poco, hicieron burla y desprecio del pastor que las seguia,
dejaron la fuga, y se pusieron á bailar. El pastor, viéndolo, las llenó
de improperios, y remedándolas agrestemente en el baile, añadió á esto
groseras injurias y palabras desvergonzadas y obscenas, y no dejó de
insultarlas hasta que su garganta se endureció y escondió en el tronco
de un árbol en que se iba transformando, que fue el olivo silvestre
ó acebuche, cuyo jugo y el de sus amargas aceitunas dan indicio de la
mordacidad del pastor, y son una nota de su atrevida lengua, porque la
aspereza de sus palabras se traspasó al fruto del tal árbol.[113]

[Ilustración: (134) Por haber insultado un pastor á unas ninfas que
danzaban es convertido en olivo.]

[Ilustración: (135) Los navíos de Eneas incendiados por Turno son
transformados por Cibeles en ninfas marinas.]



FÁBULA VIII.

_LAS NAVES DE ENEAS CONVERTIDAS EN NINFAS._


Como Vénulo y los demas que le acompañaron se volvieron refiriendo
que Diomedes les habia negado el auxilio que habian ido á pedirle,
los rútulos tuvieron que continuar sin él la comenzada guerra, en
la que de una y otra parte se derramó mucha sangre. Turno procuró
incendiar las naves de Eneas, arrojando contra ellas teas encendidas.
El fuego ya habia prendido en los buques, sirviendo á la llama de
alimento la brea y demas combustibles, é iba ya subiendo el incendio
á las velas y mástiles, y humeaban los bancos de los remeros. En
este estado y conflicto la madre de los Dioses Cibeles, acordándose
que estas naves se habian construido con madera del monte Ida,[114]
se dejó ver en medio de los aires subida sobre su carro uncido de
leones,[115] y despues que se llenó el aire con el sonido de los
instrumentos de metal que la acompañaban, y que ella misma sonó su
trompeta, dijo: „En vano, Turno, te aplaudes á la vista de la llama
que tu mano sacrílega acaba de encender: yo la apagaré, y no permitiré
que el voraz fuego abrase los trozos y miembros de mis bosques.” La
Diosa hablaba aun cuando se oyó un fuerte trueno, al cual siguieron
unos grandes aguaceros mezclados con granizo. Los vientos irritados
turbaron los aires é hincharon el mar, levantando de repente furiosas
olas, arremolinándose, y soplando con ferocidad de partes contrarias.
Valiéndose Cibeles de la violencia de uno solo de ellos, le hizo
soplar de modo que rompió los cables con que estaban amarradas las
naves troyanas, y alejándolas con una violencia que las hacia caminar
inclinadas y de costado, las sumergió en lo mas hondo del mar. Alli
se ablandó la dureza de la madera; y convirtiéndose esta en flexibles
cuerpos, las corvas popas tomaron figura de cabezas; los remos se
volvieron piernas, pies y dedos; lo que antes era costado quedó
por tal, y la quilla por espinazo; las cuerdas se hicieron suaves
cabellos, y las antenas brazos, quedando solo el antiguo color; y de
este modo fueron convertidas en Ninfas del mar que jugaban sobre las
olas, que antes tanto temian; y las que habian tenido su nacimiento
en los ásperos montes, ahora se regocijan en medio de los mares, sin
acordarse de su antiguo orígen, pero sí de los muchos peligros que
habian sufrido en el mar; y poniendo sus manos por la parte de abajo
enderezaban las naves inclinadas, y que iban á peligrar, no siendo las
que llevaban griegos á su bordo. Como las tales Ninfas se acordaban de
las calamidades y ruina que padeció Troya cuando eran naves, despues de
su transformacion conservaron el odio á los griegos, y vieron con gozo
y alegría el naufragio de la nave de Ulises, y que la de Alcinóo cuando
iba navegando se convirtiese en una roca, y se vistiese de dura piedra
lo que antes era leño. Era de esperarse que el prodigio de la escuadra
animada de las Ninfas en que habian sido convertidas las naves troyanas
pusiese miedo á los rútulos, y les hiciese desistir de la guerra; pero
en lugar de ello esta se enardeció y siguió, teniendo cada partido sus
deidades en favor: cada uno de los dos héroes Turno y Eneas, con una
animosidad como de Dioses, se empeñaban en la guerra, menos ya por
defender los estados dotales y el reino del Rey Latino, suegro del
segundo, y por retener por muger á su hija Lavinia, que por solo el
vivo deseo de la victoria, el cual les habia enardecido hasta el grado
de que tenian por cosa afrentosa y vergonzosa el darse á partido, y
desistir sin haber vencido. El suceso que tuvo tan empeñada y porfiada
guerra fue que Venus tuvo la complacencia de ver vencedor á su hijo
Eneas, y que Turno fuese vencido y muerto á manos de aquel. La ciudad
de Ardea, corte y cabeza del reino, y que mientras vivió Turno se tenia
por inexpugnable, y estaba en el mayor auge de su poder, fue asaltada y
tomada por las armas troyanas, que la incendiaron y abrasaron, dejando
todas las casas y edificios reducidos á un gran monton de ardientes y
humeantes cenizas, del cual se vió salir una ave hasta entonces nunca
vista, la cual esparcia las cenizas con el movimiento de sus alas. El
triste canto, la flaqueza y el color de esta ave eran á propósito para
denotar la calamidad de una ciudad tomada y saqueada. Llamóse Ardea,
conservando el nombre de la ciudad de cuyas cenizas se formó y salió, y
ella misma en demostracion de dolor se hiere con sus propias alas.

Con esta victoria, y con las empresas que á tanta costa habia concluido
el valor de Eneas, suspendió y detuvo la antigua ira de todos los
Dioses, y hasta de la misma Juno, y les obligó á ponerla fin. Cuando
ya Eneas, despues de fundado y establecido felizmente el reino para
su hijo Ascanio, estaba en sazon de ser trasladado al cielo, Venus su
madre visitó y suplicó por él á todos los Dioses, y asida al cuello
de su padre Júpiter, despues de muchas caricias le dijo: „Padre mio,
que nunca te has mostrado duro y negativo á mis súplicas, ruégote que
ahora seas mas piadoso y condescendiente que nunca á la que te voy á
hacer, y es que á mi hijo Eneas, que por mí desciende de tí, y eres su
abuelo, le concedas algun rasgo de divinidad, aunque sea poco, pues me
contentaré con tal que le concedas algo, y le eleves al número de los
Dioses menores. Bastante mérito es el que haya una vez bajado á ver
el desagradable reino de Pluton, y haber una vez atravesado la laguna
Estigia.” Todos los Dioses manifestaron anuencia, y la misma Juno
no solo no mostró indiferencia en su semblante, sino que explicó su
consentimiento con palabras cariñosas, y que denotaban que ya se habia
aplacado su ira. Entonces Júpiter dijo á Venus: „Tú y tu hijo sois
dignos del don de la divinidad, y de que se te conceda lo que pides,
y para quien lo pides. Ten, hija mia, por concedido lo que deseas.”
Con esta respuesta que le dió Júpiter se llenó Venus de alegría, y dió
gracias á su padre, y desde alli, conducida por los vientos en su carro
tirado por palomas, se dirigió á las playas de los Laurentes, donde
el rio Numico, que corre entre espesos cañaverales, desemboca en el
vecino mar. Á la deidad de este rio encargó que lavase y purificase á
su hijo Eneas de todo lo que tenia de mortal, y le entrase en el mar
con mansa y suave corriente. El rio egecutó el encargo de Venus, y con
sus aguas purificó y quitó á Eneas lo que tenia de mortal, dejándole
solo la parte mas noble é inmortal.[116] Venus despues de este rito de
lustracion ungió el cuerpo de su hijo con una celeste esencia, y le
lavó el rostro con ambrosía mezclada con el dulce néctar, con lo cual
le dejó hecho Dios. El pueblo romano le llama y tiene por uno de los
Dioses Indígetes, y le recibió como tal en sus aras y en sus templos.

Despues de la deificacion de Eneas los dos reinos albano y latino
quedaron bajo la dominacion de su hijo Ascanio, que tuvo dos nombres,
siendo el primero Julio, al cual sucedió su hermano Silvio, y Latino,
hijo de este, renovó el cetro, reino y nombre antiguo de Silvio su
padre. Despues reinaron Alba y Epito su hijo, al que siguieron por
su órden Capis y Capeto, del cual fue hijo Tiberino, que habiéndose
ahogado en el rio Albula, le trocó el nombre en el de Tíber. De
Tiberino fueron hijos Rémulo y Acrota. El primero, que era el mayor,
murió á la violencia de un rayo en castigo de haber intentado aterrar
á los hombres con fingidos y artificiales rayos como si fuera Júpiter.
Acrota, mas modesto y moderado que su hermano, poseyó el reino, y por
su muerte le dejó á Aventino, el que habiendo sido enterrado en el
mismo monte en que habia tenido su palacio, le dió el nombre de monte
Aventino. Sucedió Proca, que tuvo su aula y habitacion en el monte
Palatino, y gobernó desde él.



FÁBULA IX.

_VERTUMNO Y POMONA._


En tiempo del Rey Proca hubo una famosa muger llamada Pomona, que
se aventajaba á todas las Hamadríadas latinas en el cultivo de
los jardines, y ninguna fue mas cuidadosa que ella en la crianza
y conservacion de las frutas, por lo cual se le dió el nombre de
Pomona.[117] No frecuentaba las selvas ni los rios; sus delicias eran
los amenos campos, y los árboles que producen delicadas frutas. Su
mano derecha no estaba acostumbrada al manejo del dardo, sino al de la
podadera, con la cual unas veces cortaba á los árboles lo superfluo
para que sus ramos no se extendiesen mas que lo regular, y otras les
hendia la corteza, é ingeria en ella el renuevo de otro árbol, y le
alimentaba y hacia vivir con el jugo ó savia del ingerido: ademas de
esto tenia cuidado de humedecerles la tierra, y regarles con corrientes
aguas las fibras de sus chupadoras raices. Estos eran sus cuidados,
y esto formaba toda su diversion, sin que nunca hubiese conocido
ni menos apetecido los deleites de Venus; mas con todo recelándose de
alguna violencia de los rústicos de aquellos campos, habia cercado sus
jardines para que ninguno pudiese entrar en ellos, y estar defendida
del trato, que aborrecia, de los hombres. ¿Qué no hicieron para
solicitarla los Sátiros, juventud inclinada á los bailes? ¿Qué no hizo
el Dios Pan coronado de pino? ¿Qué no hizo Sileno, cuanto mas viejo mas
entregado á los juegos juveniles? Y ¿qué no hizo en fin para reducirla
á su amor aquel otro Dios que espantaba de los jardines á los ladrones
con su guadaña?[118]

[Ilustración: (136) Vertumno, transformado en vieja, logra el amor de
Pomona.]

Pero aunque á todos estos excedia en amarla Vertumno,[119] no era mas
afortunado ni mas bien correspondido que los demas. ¡Cuántas veces en
trage de segador, y que nadie le tendria por otra cosa, se le presentó
llevándole una cesta llena de espigas! Otras muchas veces, llevando
sus sienes coronadas de verde heno, parecia segador de yerbas. Otras
con la ahijada en la mano parecia labrador que acababa de desuncir
los cansados bueyes. Cuando llevaba una podadera se juzgaria que
era podador de viñas. Si llevaba á cuestas la escala, se diria que
iba á coger manzanas. Con una espada parecia que era un soldado, y
con la caña en la mano un pescador. Por medio de tantos disfraces
muchas veces tuvo el gusto de presentarse ante Pomona, y recrearse
mirando su hermosura. Por último tomó la figura de una vieja; llenó
de arrugas su rostro y su cabeza de canas, adornada con una pintada
mitra,[120] y sosteniéndose en un báculo: en esta forma entró en el
jardin de Pomona, y en tono de admiracion al ver las frutas, la dijo:
„Ciertamente que eres de fino gusto y delicada y diestra en el cultivo
de los árboles;” y al mismo tiempo que la alababa la dió algunos
ósculos, que parecian de mas viveza que los de una vieja: despues se
sentó sobre unos terrones, mirando que los árboles tenian sus ramos
encorvados y agoviados con el peso de las frutas ya sazonadas. Habia
en frente de ella un bien copado olmo, que estaba lleno de racimos de
uvas; y despues de haber alabado la industria de enlazar al olmo una
parra, de la que pendian los racimos, dijo: „Si este árbol estuviese
solo, y sin los sarmientos que tiene entretejidos, nada mas tendria
que hojas, ni habria en él cosa que fuese apetecida; y si la vid ó
parra que apoya sobre el olmo no estuviese enlazada con él, estaria
tendida y arrastrando sobre la tierra. El egemplo de ese árbol deberia
hacerte deponer la aversion á casarte, y persuadirte é inclinarte
al consorcio. ¡Oh! si te dejases inclinar á él y le apetecieses,
tendrias mas pretendientes que la hermosa Elena, mas que la gallarda
Hipodamia, que fue causa de la sangrienta batalla entre los Lapitas y
Centauros, y mas que la casta Penélope, muger del tímido y al mismo
tiempo audaz é intrépido Ulises. Aun ahora, sin embargo de tu aversion
y natural desdeñoso, te solicitan y galantean mil pretendientes, tanto
semi-Dioses como Dioses de los agrestes que residen en las montañas
Albanas. Tú, si eres cuerda, si apeteces colocarte bien, y si quieres
admitir los consejos de esta experimentada anciana, que te ama mas
que ninguno de tantos pretendientes, y mas que lo que tú puedes creer
y comprender, no hagas caso de los vulgares y ordinarios, sino elige
para tu union al Dios Vertumno, por cuyo amor y fidelidad salgo yo por
fiadora, pues no se conoce él tan bien á sí mismo como yo le conozco,
ni es una deidad que ande vagando por todo el orbe, sino que tiene su
asiento y residencia fija en estas selvas y bosques: mira que no es de
la clase de los que apetecen y aman la última que vieron. Tú eres para
él el primero y el último objeto de su ardiente amor, y solo á tí se
reserva y dedica la flor de sus años: añade á esto que es un gallardo
jóven, que reune en sí las gracias de la edad y de la naturaleza, y
que tiene la habilidad de transformarse con aptitud y elegancia en
todas las figuras que se le antojan, y hará cuanto tú quieras, aunque
le mandes lo mas dificil; y á mas de esto es de tu mismo gusto é
inclinacion, y procura llevarte la ventaja en el cuidado y esmero de
las frutas: hace mucho alarde y aprecio de las que son de tus jardines;
pero lo que principalmente ama y desea es á tí, y no á otra cosa
alguna, á quien pospone las sabrosas frutas y las yerbas y plantas de
delicado jugo que se crian en los huertos. Compadécete de su amor, y
cree que es él mismo el que te está requebrando y hablando por mi boca.
Teme la venganza que toman los Dioses contra los insensibles; teme á
la Idalia Venus, que aborrece los corazones duros y que se resisten al
amor, y teme por último la ira de la cruel Nemesis, que nunca se olvida
ni se desentiende del merecido castigo.



FÁBULA X.

_IFIS Y ANAXARETE._


„Para que temas con mas razon (pues por mi mucha edad sé y he conocido
muchas cosas) te contaré un suceso muy notorio y sabido en toda la isla
de Chipre, y su referencia podrá suavizar la resistencia y dureza de tu
inclinacion, y hacerte mas fácil á los ruegos y al amor. Ifis, continuó
la fingida vieja, nacido en dicha isla de padres humildes y plebeyos,
vió á la noble y hermosa Anaxarete, que traia su antigua é ilustre
descendencia de Teucro, hijo de Telamon. Su vista encendió en él un
activo fuego de amor, que le penetró hasta los huesos y medulas. Sin
atreverse á descubrirle le resistió bastante tiempo, hasta que llegó al
extremo de que ya no bastaba la razon para reprimir y tener oculta la
vehemencia de su pasion, la cual le dirigió y condujo hasta el atrio
y primera entrada de su querida en busca de ocasion de suplicarla y
manifestarle su amor. Alli unas veces viendo al ama ó camarera de
Anaxarete, y manifestándole el extremo de su amor, la rogaba por la
salud de su alumna le fuese para con ella buena intercesora, y la
ablandase á su cariño. Otras veces se valia de los criados, á los
que hablaba en un tono cariñoso y lisonjero, y les rogaba con mucho
ahinco le proporcionasen algun favor de su señora: muchas veces les
daba billetes para que se los entregasen, manifestándola en ellos lo
fino y excesivo de su amor: otras veces se explicaba poniendo á las
puertas y ventanas guirnaldas y ramos de flores humedecidas y regadas
con el rocío de sus lágrimas: siempre estaba en el portal, reclinando
su delicado cuerpo y cabeza en el duro umbral, y alli se quejaba y
maldecia aquellas puertas, que para él siempre estaban cerradas. La
esquiva Anaxarete se desentendia á todas estas demostraciones, y
mas sorda que el mar cuando se embravece, y mas dura que el hierro
Nórico[121] y que el peñasco vivo y aun no cortado y arrancado de
la cantera, despreciaba las ansias de Ifis, y se burlaba de ellas
con hechos de desprecios y burlas pesadas, y llegó hasta despedirle
con palabras orgullosas, desesperanzando enteramente á su amante.
No pudo Ifis sufrir con paciencia el tormento de tan durables y tan
constantes desprecios, y la respondió y exclamó diciendo: „Has vencido,
Anaxarete; tu dureza se ha resistido á mi amor; ya desengañado no
volveré á importunarte ni á causarte mas molestia; prepara alegres y
solemnes triunfos, entona himnos y cánticos triunfales, aclama á Apolo
con el epíteto de Pean,[122] y ciñe tus sienes con laurel, pues me
has vencido, y tu esquivez ha despreciado mi amor; yo muero de buena
gana como víctima de tu desprecio. Ea, cruel y de empedernido corazon,
gózate y recréate con la victoria; pero entiende que tendrás que
alabarme en algo, y que aunque mas me desprecies, habrá en mí alguna
cosa que te sea grata, y por ella tendrás que reconocer y confesar mi
mérito; y entiende tambien que mi amor no cede por tus desprecios, y
que no se acabará en mí antes que la vida; pues á un mismo tiempo habré
de carecer de ella y del amor que te tengo. No pienses que la fama y
la voz popular serán las que te hagan sabedora de mi muerte; yo mismo
me presentaré á tí, y te daré noticia de ella, y deleitarás tu vista
empleándola en mi cadaver, y en mirar un triste despojo de tu esquivez.
Pero ¡ó Dioses! si es que teneis algun cuidado de los sucesos de los
mortales, no os olvideis de los mios (ya no puede mi lengua proseguir
suplicándoos); disponed de modo que llegue á los mas remotos siglos la
fama y noticia de la dureza de Anaxarete y de la constancia de mi amor,
y dad á la fama de entrambos la larga duracion que negasteis á la vida
de sus cuerpos.” Esto dijo; y dirigiendo primero su vista, y en seguida
sus desmayados brazos á los postes de la puerta, que tantas veces habia
adornado con guirnaldas y festones de flores, ató y puso en ella unos
lazos y cordeles, diciendo: „¿Es posible, cruel é impía Anaxarete,
que son estos los ramos y guirnaldas que te agradan y deleitan?” y al
acabar de decir esto metió la cabeza y cuello en el lazo; se arrojó al
aire, pero siempre con la cara hácia la estancia de Anaxarete, y quedó
colgado y hecho un desdichado cadaver á la violencia de la dislocacion
de las vertebras del cuello. La puerta, impelida del movimiento de
los pies, hizo un ruido que parecia gemido, y abriéndose de pronto,
descubrió é hizo manifiesto el fracaso de la muerte de Ifis: acudieron
los criados de Anaxarete dando gritos. Descolgaron el cadaver, al que
sin efecto aplicaron algunos auxilios; y como no diese esperanza alguna
de vida, le llevaron á la casa de su madre (porque su padre ya habia
muerto). Esta le tomó en su regazo, y abrazando tiernamente los yertos
miembros de su hijo, despues que desempeñó aquellos sentimientos y
sollozos que suelen hacer las desdichadas madres, dispuso el entierro,
al que ella misma asistió llorando por medio de la ciudad, acompañando
al féretro que llevaba á arder en la pira el amoratado cadaver. Por
casualidad estaba la casa de Anaxarete en la carrera que llevaba el
entierro, cuyos clamores y triste ruido llegaron á los oidos de la
cruel Anaxarete, la cual ya empezaba á agitarse por la conciencia de su
dureza y por el temor de la deidad que castiga,[123] y aunque movida
de curiosidad, dijo: „Vamos á ver el entierro de este desdichado,” y
se subió al último cuarto de su casa para verlo desde las ventanas,
que hizo abrir. Apenas vió desde alli á Ifis en el ataud cuando se le
endurecieron los ojos, su sangre se heló, cubriéndose todo su cuerpo
de amarillez. Intentó quitarse de la ventana; pero quedó fija en ella.
Quiso apartar el semblante, y tampoco pudo. En fin la dureza de su
corazon se comunicó á todas las partes del cuerpo, que fue convertido
en piedra. No creas que lo que te cuento es una ficcion. Salamina
conserva aun la estatua por imagen de su señora, y edificaron en esta
ciudad un templo en honor de Venus, que favorece al que se inclina al
amor.

„Haz reflexion sobre esta aventura, hermosa Ninfa; no seas ya tan
orgullosa, y rinde las armas al amor. ¡Ojalá que seas siempre feliz!
¡Ojalá que de las heladas de la primavera se libren las flores de tus
árboles, y que los vientos del otoño derriben sus frutos!” Luego que
Vertumno acabó esta historia, que no movió á Pomona, deja los atavíos
de vieja, se transforma en un gracioso jóven, y se presenta á los ojos
de Pomona tan hermoso como cuando sale el sol de una nube que habia
oscurecido su resplandor. Él se apercibia á la violencia; pero ya la
fuerza no era necesaria, porque la Ninfa se habia cautivado de la
hermosura del Dios, y se dejó penetrar de un mutuo y recíproco amor.

Despues de la muerte de Proca, el usurpador Amulio se apoderó á fuerza
de armas del unido reino de los albanos y latinos, despojando de él á
su mayor hermano Numitor, el que siendo ya anciano, fue restituido,
y lanzado el usurpador por el valor de sus dos nietos Rómulo y Remo:
sucedió aquel á su abuelo, y en el dia de las fiestas Palilias[124]
demarcó y señaló los muros para la fundacion de Roma, en la que
estableció su reino. Por el robo de los sabinos se movió guerra por
estos y por Tacio su Rey contra los romanos; y como en esta guerra
hubiese sido abierta y entregada á los sabinos, por traicion de
Tarpeya, la avenida y el puesto fortificado que estaba al cargo de
Tarpeyo su padre, se la dió el merecido castigo de quitarla la vida
los mismos sabinos, que la pagaron, segun lo ofrecido, la traicion,
tirando todos contra ella los escudos que llevaban en sus manos
siniestras, y la dejaron oprimida y sepultada debajo de un gran monton
de ellos. Despues los sabinos con mucho silencio y reprimiendo la
voz, como lobos que acometen de callada, despues de haberse apoderado
de las centinelas, á quienes habia rendido el sueño, dirigieron el
ataque contra las puertas que Rómulo tenia cerradas y aseguradas con
gruesos cerrojos y cerraduras. Juno, aun adversa y contraria á la
descendencia de Eneas, abrió y franqueó una de dichas puertas, y la
tenia de par en par para que por ella entrasen los sabinos, sin haber
hecho ruido alguno al tiempo de volverla sobre su quicio. Sola Venus,
que era protectora de Rómulo y del reino fundado por Eneas, advirtió
la traicion, y sintió la caida de las aldabas, y la abertura de los
cerrojos y de la puerta. Hubiera acudido al momento á cerrarla; pero
no podia hacerlo, porque no era lícito ni permitido á ningun Dios el
deshacer ni rescindir lo que hubiese hecho otro Dios. No obstante
para socorrer á Rómulo é impedir la entrada de los sabinos fue á ver
á las Ninfas de la fuente que está cerca del templo de Juno, y las
pidió socorriesen á los romanos. Las Ninfas no se detuvieron en lo
que pedia Venus, ni la hicieron esperar el cumplimiento de sus justos
preceptos, y al punto abrieron y soltaron las venas y manantiales de
la fuente. Antes de esta erupcion estaba fácil la entrada al templo
abierto de Juno, al que las aguas no habian cerrado el camino. Pusieron
pues las Ninfas azufre en los íntimos conductos de la fuente, y con
el humo de los betunes encendieron toda la cóncava cañería, y con
estos y otros medios hicieron que el vapor y el calor penetrasen hasta
lo mas íntimo y profundo de los manantiales, y las aguas, que antes
vencian en frialdad á la nieve de los Alpes, empezaron á salir tan
ardientes como el fuego. Los dos postes humeaban, y se ennegrecieron
con el vapor encendido, y la puerta, que inútilmente se habia abierto
á los desaforados sabinos, quedó intransitable por las aguas, que
detuvieron á los sabinos hasta que acudieron á impedirles y disputarles
la entrada las tropas romanas que les opuso Rómulo; y despues que en
aquella empeñada accion quedó el suelo cubierto de cadáveres sabinos,
y algunos que tambien murieron de los romanos al furor de las espadas,
que derramaron mucha sangre de una y otra parte, tanto de los de Rómulo
como de los de Tacio su suegro, se acordó poner fin á la guerra, y
no llevarla hasta lo último, haciendo reunion de los dos reinos, y
admitiendo á Tacio á la parte del mando de entrambos juntamente con
Rómulo. Despues de la muerte de Tacio quedó en Rómulo el gobierno,
que antes era comun, y él solo daba y promulgaba leyes á entrambos
reinos, consolidados en uno solo. En este estado de cosas el guerrero
Dios Marte, depuesto su morrion y descubierta su cabeza, se presentó
al padre de los Dioses y de los hombres Júpiter, y le habló en la
forma siguiente: „Pues ha llegado el tiempo, padre mio, de que ya esté
consolidado y afirmado el recien fundado imperio de Roma, el que ya
está reunido en solo Rómulo, ha llegado tambien el de que me des y
concedas á mí y á tu digno nieto Rómulo el premio que me prometiste
de elevarle de la tierra, y colocarle en el cielo y en el número de
las deidades. Tú en algun tiempo y en el concilio de todos los Dioses
(bien me acuerdo, noté y tengo muy presentes tus cariñosas palabras) me
dijiste que yo por mi arbitrio podria elevar al cielo y á la clase de
inmortal á uno de mis hijos: ruégote que sea firme y se me cumpla tu
promesa.” Condescendió Júpiter oscureciendo el aire con negras nubes,
y aterrando al mundo con truenos y relámpagos, con los que manifestó
su aprobacion y consentimiento; y comprendiendo Marte estas señales
de anuencia á la elevacion de su hijo, y á quitarle de la tierra, se
afirmó en su lanza, y saltó á su carro tirado de caballos uncidos al
yugo, salpicado con la sangre de las batallas, y agitándolos con el
látigo, atravesó en un instante la vasta extension de los aires, y
paró en la cima del monte Palatino,[125] donde encontrando á Rómulo
que hacia justicia á su pueblo, lo arrebató en su carro. El cuerpo de
este Príncipe al subir al cielo se purificó, y todo lo que tenia de
mortal se disipó como la bala de plomo que es arrojada con una honda.
Su rostro se le trocó en muy hermoso, y con la magestad de deidad, y
vestido con la trábea[126] en la forma en que se le ve en su estatua
de Quirino. Hersilia su muger lo lloraba como perdido, cuando la Reina
Juno manda á Iris que baje á la tierra á consolarla, hablándola asi de
su parte: „Ó matrona singular, honor y decoro de los romanos y sabinos,
dignísima de haber sido antes muger del gran Rómulo, y de serlo ahora
de Quirino, deja ya de afligirte, enjuga tus lágrimas, y si tienes
deseos de ver á tu marido, ven conmigo al bosque sagrado que está sobre
el monte Quirinal,[127] y que hace sombra al templo del Rey de los
romanos.[128]” Iris obedece; y habiendo bajado á la tierra en su arco
pintado con mil colores, llamó á Hersilia, y la dijo lo que Juno la
habia mandado. Ella llena de respeto, y sin osar levantar la vista, la
dijo: „Guíame, ó Diosa, donde dices (porque bien conozco que lo eres,
aunque de pronto no pueda decir cual seas), y muéstrame á mi marido,
pues si los hados me conceden el verle, confesaré que veo al cielo.”
Al momento, guiando Iris, subieron al monte Quirinal, donde vieron que
una estrella caia á la tierra por los aires, la cual encendiendo con
su resplandor el cabello de Hersilia, la arrebató y subió al cielo,
donde recibiéndola en sus brazos Rómulo el fundador de Roma, la mudó el
cuerpo y el nombre, llamándola la Diosa Ora, que junta con su marido se
veneró por los romanos en el templo de Quirino.



[Ilustración]

LIBRO DECIMOQUINTO.

_ARGUMENTO._


Siguióse Numa; el cual hizo viage á la ciudad de Crotona para inquirir
su orígen y antiguo rito, donde supo que las piedras negras se habian
convertido en blancas; y alli mismo oyó á Pitágoras, que disputaba de
las perpetuas transformaciones de las cosas. Despues Egeria, llorando
la muerte de Numa, sin admitir consuelo de Hipólito que le contaba sus
transformaciones, se convierte en fuente. Esto no es menos admirable
que el haberse transformado la lanza de Rómulo en árbol, y que á Cipo
le naciesen cuernos. Julio César finalmente fue convertido en una
estrella despues de su muerte.

[Ilustración: (137) Miscilo, absuelto por un singular prodigio, va á
Italia y funda la Ciudad de Crotona.]



FÁBULA PRIMERA.

_MISCILO ABSUELTO POR LA TRANSFORMACION DE LAS BOLAS NEGRAS EN BLANCAS._


En tanto se busca quien pueda sostener el peso de tanta magnitud,
y que sea digno de suceder á tan gran Rey como á Rómulo, la fama,
pronosticadora de la verdad, destina á Numa[129] para el gobierno
de la ciudad de Roma. Este hombre grande no se contenta con conocer
bastantemente los ritos de los sabinos, sino que concibe cosas mayores
en su capaz ánimo, é inquiere cuál sea la naturaleza de las cosas. Este
anhelo y cuidado le habian hecho dejar á Cures su patria, y caminar
hasta á aquella célebre ciudad que tomó su nombre de Croton, aquel que
recibió á Hércules en hospedage. Alli preguntando y queriendo averiguar
quién fuese el que fundó en Italia aquella colonia ó ciudad griega, le
satisfizo su deseo y curiosidad un viejo instruido de las antigüedades
de su patria, diciéndole lo siguiente:

„Hércules, enriquecido con la presa de los bueyes de España que habia
tomado á su Rey Gerion, se cuenta que navegando desde el Océano
Atlántico, aportó felizmente á las playas y al promontorio de Lacinia,
donde saltó en tierra, y dejando los ganados que traia que anduviesen
errantes y apacentándose en la tierna yerba, fue admitido en hospedage
por Croton, que alli egercia la hospitalidad, en cuya casa descansó
de las fatigas de su largo viage; y al despedirse de él le dijo que
en el futuro tiempo de sus nietos y descendientes en el mismo sitio
en que estaba la casa en que le habia hospedado seria edificada una
célebre ciudad, como asi lo comprobó despues el siguiente suceso: „Hubo
un tal griego llamado Miscilo, el cual fue hijo de Alemon, y era el
mas acepto á los Dioses entre todos los de su tiempo. Á este apareció
Hércules en lo mas profundo de un sueño, y le dijo: „Despierta, deja
tu casa y tu patria, y marcha al punto á establecerte y fijar tu
mansion junto á la corriente pedregosa del remoto rio llamado Esar.”
Esto le dijo, y le amenazó con muchas y muy temibles desgracias si asi
no lo egecutaba. En esto recordó Miscilo, desapareciendo á un tiempo
Hércules y el sueño; se levantó, y reflexionando entre sí lo que habia
soñado, estuvo mucho tiempo indeciso y vacilante y sin resolverse
á obedecer, pues aunque la deidad se lo mandaba, habia una ley que
lo prohibia, y que imponia pena de muerte al que intentase emigrar y
dejar la patria. Despues de algun tiempo tuvo una noche otro igual
sueño, en el que le pareció que veia al mismo Hércules que le volvia
á mandar lo mismo, y le amenazaba con muchas mas y mayores desgracias
si no obedecia. Con este segundo sueño se llenó de temor, y empezó á
prepararse y á dar las disposiciones de abandonar su patria y emigrar
á otra region, transfiriendo y llevando consigo los Dioses Penates, y
lo mas precioso que tenia en lo interior de su casa. No fue esto tan
oculto que no llegasen á penetrarse sus designios, y á hablarse de
ellos en la ciudad. En su consecuencia fue acusado de transgresor de
la ley: se sustanció su causa, y sin necesidad de testigos ni otras
pruebas se hizo patente su delito por su propia confesion. Él en el
asqueroso trage y estado de reo,[130] alzando su rostro y manos hácia
el cielo, dijo: „Divino Hércules, á quien doce célebres trabajos
elevaron á deidad, ruégote que me des socorro, pues tú eres la causa
y el autor de mi delito.” Era antigua costumbre en Argos cuando iban
á juzgar á un delincuente echar en una urna bolas blancas si pensaban
absolverlo, y bolas negras para condenarlo. Segun este rito se dió
contra Miscilo la sentencia condenatoria, echando todos los jueces
bolas negras en la urna; pero al vaciarla para contar los votos se
halló que todas habian mudado el color de negro en blanco, y que la
sentencia dada contra Miscilo se convirtió en favorable por favor y
beneficio de Hércules. Dió á este gracias por ello, y luego que el
viento se presentó favorable, se hizo á la vela, atravesó el mar Jonio;
y despues de haber pasado la ciudad de Tarento, que debia su orígen
á los lacedemonios, á Sibaris, el rio Neeto, de los salentinos, el
golfo de Turios, á Temese, los campos de Calabria, y recorrido con
mucha dificultad y peligro todas estas costas, llegó por último á la
embocadura del rio Esar, donde el destino le habia señalado su asiento.
Habiendo hallado cerca de alli el sepulcro del célebre Croton, edificó
una ciudad, conforme á la órden que habia recibido de Hércules, y le
puso el nombre del sepultado.[131]” Tal era la tradicion del pais sobre
esta famosa ciudad, que los griegos habian venido á edificar á las
costas de Italia.

„En ella habitaba, continuó el anciano, un hombre de la isla de
Samos,[132] que se habia desterrado voluntariamente de su patria por
el odio que tenia á los tiranos que habian usurpado su dominacion. El
cual, aunque en el mundo y distante del cielo, se remontaba á él con
la contemplacion de las cosas divinas, y vió con el ingenio lo que
no podia con los ojos del cuerpo, enseñando todo aquello que habia
alcanzado por medio de sus meditaciones y vigilantes especulaciones:
él explicaba á sus discípulos, que hasta cierto tiempo guardaban
silencio, y no hacian otra cosa que oir con admiracion su doctrina,
los principios y creacion del mundo, las causas de las cosas, qué cosa
era la naturaleza, qué era Dios, de dónde provenian y se formaban las
nieves, cuál el orígen de los rayos, si era Júpiter ó la nube que se
rasgaba la que formaba y causaba los truenos, qué lo que conmovia las
tierras y causaba los terremotos, cómo y por qué leyes hacian sus giros
y círculos los planetas y los astros;[133] en suma él enseñaba cuanto
antes habia estado oculto é ignorado. Él fue el primero que reprendió
como abuso la costumbre de comer carne de los animales, y argüia
contra ella con estas doctas, pero no creidas razones:

„Absteneos y guardaos, mortales, decia el samio Pitágoras, de ensuciar
vuestros cuerpos con manjares abominables: teneis y deben bastar para
vuestro alimento las semillas que contienen y producen harina, las
sabrosas manzanas, que con su peso agovian las ramas de los árboles,
y en las vides las uvas llenas é hinchadas de su gustoso zumo: hay
yerbas y plantas que pueden comerse crudas: hay otras que se hacen
sabrosas cociéndolas al fuego: no se os prohiben la leche, el queso
y la miel, que huele á la flor del tomillo. La próvida naturaleza os
contribuye sus riquezas, y la tierra os provee de delicados alimentos,
y os proporciona abundantes comidas, sin que tengais que encrueleceros
en la matanza y derramamiento de la sangre de los animales. Las fieras
y los brutos son los que sacian su hambre con carne, aunque no todos,
porque los caballos, las ovejas, los bueyes y vacas se alimentan
paciendo yerba: solo los animales fieros y crueles, como son los
armenios tigres, los furiosos leones, los lobos y los osos se ceban
en manjares mezclados con sangre. Ciertamente es una cosa delincuente
y horrorosa que unas entrañas se sepulten en otras, y que un cuerpo
hambriento sacie su hambre y engorde con otro cuerpo, y que un animal
viva y se mantenga á costa de la muerte de otro animal. Ciertamente
entre tantos dones como cria la mejor madre la tierra ¿es posible que
no hay otros que os agraden que los horrorosos, y que para comerlos
es menester ensangrentar los crueles dientes en las heridas, é imitar
la crueldad de los Ciclopes? ¿Es posible que no halleis otro medio
de saciar vuestra hambre, y llenar vuestro voraz vientre, habituado
á la hartura, de otro modo que á costa de perder y destruir á otro
animal? Bien veis que aquella antigua edad que se llamó de oro fue
feliz, manteniendo á los hombres con las frutas de los árboles y con
las plantas que producia la tierra, y no manchaban su boca con sangre
de los animales. Entonces las aves volaban seguras por los aires; la
liebre corria sin temor por medio de los campos, ni la credulidad habia
expuesto al pez á ser cogido con el anzuelo: el universo tranquilo no
conocia las asechanzas ni engaños: todo estaba en paz; pero despues
que aquel perverso y dañoso autor (cualquiera que fuese), ansiando por
otros alimentos, inventó llenar el hambriento vientre con manjares de
carne, abrió con esto el camino á la maldad: yo creo que lo primero en
que se ensangrentó el hierro fue en la muerte de las fieras: en esto
no creo hubo delito, y soy de opinion que sin ofensa de la piedad
podian matarse las fieras que traian expuesta nuestra vida; pero
aunque para asegurarla se mataban, no por eso se comian. Desde aqui
dió otro paso mas adelante la maldad, y empezó á matarse y á ofrecerse
en sacrificio el cerdo, porque arrancaba las semillas y mieses con su
corvo hocico, y desvanecia y quitaba la esperanza de las cosechas.[134]
El cabron, porque pacia los tiernos retallos de las vides, fue llevado
por víctima á las aras de Baco. Su culpa acarreó este justo castigo
á entrambos; pero ¿en qué habeis pecado vosotras, inocentes ovejas,
ganado útil y apacible, que sirve para defender á los hombres de las
inclemencias del tiempo, y que proveyéndonos del néctar de vuestra
leche, y de vuestras lanas para vestirnos, nos sois en vida mas útiles
que despues de muertas? ¿En qué han pecado los bueyes, animales
sencillos, en quienes no se halla dolo ni fraude, que ningun daño
hacen, y sirven para el continuo trabajo? Es un ingrato é indigno del
don y fruto de las mieses el que se atreve á matar un buey, quitándole
del yugo y del arado, y recompensándole asi el trabajo y beneficio
de haberle labrado sus campos; y lo es tambien el que se atreve á
descargar la destructora segur sobre la cerviz maltratada con el yugo,
y con la que tantas veces habia cultivado y renovado los campos, y
habia proporcionado tantas cosechas. Y el caso es que no para en esto
la malicia y gravedad de la atrocidad, sino que quieren los hombres
disculparla, atribuyéndola á las mismas deidades, las que suponen y
creen se huelgan y complacen con la muerte y sacrificio de un laborioso
novillo, y en esta creencia eligen el mejor y mas elegante, sin vicio
ni defecto (que esto es lo que le perjudica), y adornándole con oro y
cintas victimales,[135] le conducen y ponen ante las aras, donde sin
entenderlas oye las deprecaciones del sacrificante, y ve que le rocían
las astas y la frente con la salsa mola,[136] compuesta de las mismas
semillas que sembró y cultivó, y que al darle el mortal golpe salta
su sangre y tiñe el cuchillo, que como si fuese en un espejo acaso
habria visto poco antes en el agua preparada para el sacrificio. Aun
sin acabar de morir le abren y miran con cuidado sus entrañas y fibras
para rastrear y adivinar por ellas la voluntad de los Dioses. ¿De dónde
ha venido á los hombres tanta y tan insaciable hambre de manjares
prohibidos? ¿Cómo teneis, mortales, valor y atrevimiento para saciarla
con ellos? Yo os requiero no lo hagais, y que fijando vuestra atencion
en mis advertencias al tiempo que vayais á satisfacer vuestra hambre
con los miembros de los animales que para ello matais, reflexioneis y
conozcais que os comeis los cuerpos de vuestros colonos, y dais esta
recompensa á los que han trabajado para vosotros; y pues se mueve mi
boca por superior inspiracion, seguiré al Délfico Dios que me la mueve,
os abriré el mismo cielo, y os manifestaré los celestiales oráculos.
Grandes y hasta aqui ocultas é ignoradas cosas os tengo que explicar,
que nunca penetraron los ingenios de nuestros antepasados, y para
ello quiero tener el deleite de remontar mi discurso hasta los altos
astros, y elevado como por una nube, dejando la tierra y su habitacion,
sobreponerme á los hombros del robusto Atlante, y desde alli miraré con
desprecio la tierra y los hombres, que descaminados y destituidos de
la antorcha de la razon vagan sobre ella, animaré con mis exhortaciones
á los que tiemblan y temen la muerte, desenvolviéndoles y explicándoles
la serie y órden de su destino.

„Débiles mortales, les diré, atónitos con el miedo de la muerte, ¿por
qué temeis la Estigia y el reino tenebroso, vanos nombres, suplicios
imaginarios,[137] inventados por los poetas? Sea que la llama reduzca
los cuerpos á ceniza, ó sea que la podredumbre los consuma, se acabarán
con ellos los males, y no tendrán que padecer otros algunos. Solo las
almas son inmortales, y cuando dejan su primer asiento van á habitar y
vivir en otros cuerpos. Yo,[138] que os hablo, me acuerdo que en tiempo
de la guerra de Troya fuí aquel Euforbo á quien Menelao atravesó el
pecho con una lanza; y há poco tiempo que conocí en Argos en el templo
de Juno el escudo que yo llevaba entonces. Todas las cosas se mudan;
nada perece, y el espíritu anda vagante de allá acá y de acá allá
animando diversos cuerpos: desde los de las fieras pasa á los humanos,
y desde estos á los de las fieras, sin perecer en ningun tiempo.[139]
Y asi como la blanda cera, aunque siempre sea una misma, recibe varias
figuras, y se la transmuta de unas en otras, deshaciendo la anterior y
dándola otra nueva, del mismo modo y por este egemplo os hago entender
que el espíritu siempre es uno mismo; pero va emigrando de unas figuras
en otras. En este supuesto (mirad que os desengaño) lo que conviene
es que no atropelleis la piedad por la gula y apetito de saciar el
vientre: absteneos de hacer que con una muerte nefanda salgan y emigren
de sus antiguos cuerpos los espíritus con quienes acaso tengais algun
parentesco,[140] y no alimenteis vuestra sangre con otra sangre.

„Ya que me he engolfado en este gran mar de tan secretos misterios,
y navego en él á toda vela, sabed que nada hay en todo el mundo que
permanezca en un estado fijo: todas las cosas caminan á su destruccion,
y todas las figuras varían y vagan de unas en otras. Las mismas
estaciones del tiempo corren lentamente, no de otro modo que las
aguas de un rio; y asi como estas no pueden estar paradas ni un solo
momento, porque una ola impele á la otra, y es impelida de la que
viene detras, del mismo modo huyen y corren los tiempos, y se suceden
unos á otros, renovándose siempre,[141] pues lo que fue antes ya pasó,
viene lo que no habia sido, y los instantes y momentos siempre se van
renovando. Bien veis como la noche se alarga y va caminando hasta el
punto del amanecer, en el que la resplandeciente luz del dia sucede
á la oscuridad, y que el cielo va mudando su aspecto y color, pues
es diferente el que nos presenta á media noche cuando todo está en
silencio, y los vivientes entregados al sueño, del que tiene cuando
el lucero de la mañana sale en su carro tirado de caballos blancos, y
despues vuelve á mudar el color cuando la Aurora, hija de Palante,
precursora de la luz, baña al mundo con su resplandor, y le prepara
para la venida del sol. El orbe y cuerpo de este está rubicundo
cuando por la mañana, montando el horizonte, se va elevando de la
tierra, y cuando al ponerse se esconde debajo de ella, y cándido y
resplandeciente cuando está en medio de su carrera, porque alli está
mas puro el aire, y menos cargado de los vapores de la tierra. La luna,
presidenta de la noche, tampoco conserva y tiene una misma figura,
pues si está en creciente, es hoy menor que será mañana, y mayor hoy
que mañana si está en menguante. Ademas de esto ¿no observais cómo
el año va variando sus cuatro estaciones, que sucediéndose unas á
otras, imitan las cuatro edades de nuestra vida?[142] En la primavera,
semejante á la niñez, es el año tierno y como lactante: entonces las
yerbas y plantas hermosas con su verdor, aunque debilitadas y sin
vigor, crecen y alientan la esperanza de los labradores. Entonces
todo florece, y el campo se rie, y nos presenta un aspecto agradable
con la variedad de los colores de las flores, aunque todavía no
tengan vigor y firmeza las hojas. Pasa el año con mas robustez de la
primavera al estío, en el que ya imita á un esforzado jóven y á la
edad de la juventud, que es la mas robusta, y en la que mas abundan y
se enardecen los humores y las pasiones. Al estío sigue el maduro y
sazonado otoño, semejante á aquella edad apacible entre jóven y viejo,
en la que apaciguado el ardor de la juventud, está el hombre en un
temperamento medio, y empiezan á encanecérsele las sienes. Últimamente
sigue el invierno, semejante á la vejez erizada y de trémulo paso, la
que ó despoja al hombre de sus cabellos, ó se los encanece. Nuestros
cuerpos tambien se van del mismo modo trocando y mudando sin cesar
ni parar en ellos un momento el lento estrago,[143] y asi no seremos
mañana lo que fuimos ayer ni lo que somos hoy. Hubo un cierto dia en
que habitamos y existimos en el vientre de nuestras madres, no hombres
aun, sino un embrion inanimado, y una primera esperanza de llegar á ser
hombres. La naturaleza aplicó á nosotros sus diestras y formadoras
manos, y despues que nos tuvo ya formados y animados, y en sazon de
nacer, no quiso estuviésemos mas tiempo comprimidos y encarcelados
en el vientre de nuestras madres, que ya no podia dilatarse mas, y
de aquella estrecha cárcel nos sacó á respirar el aire libre.[144]
Despues de nacer, sin tener fuerzas para sostenernos, pasamos el
tiempo de la lactancia echados en la cuna ó en el regazo de nuestras
madres. Cuando ya tenemos algun mas vigor empezamos á movernos, y á
andar con pies y manos como los animales de cuatro pies, á lo que se
sigue el esforzarnos á ponernos y estar en pie, temblando con débiles
piernas, y empezar á echar los pasos, sostenidos y apoyados en algun
arrimo. Adquiriendo poco á poco agilidad y fuerzas, llegamos á la
juventud, cuya robusta edad se nos pasa con ligereza,[145] y con la
misma corre tambien el tiempo de la edad media, y como cuesta abajo
nos resbalamos y precipitamos á la vejez caduca y consumidora, que nos
quita y debilita las fuerzas de todo el tiempo anterior, y nos conduce
á la muerte. Milon ya viejo[146] lloraba al mirar flojos y débiles sus
brazos, en otro tiempo tan robustos y nerviosos como los de Hércules.
Elena tambien lloraba en su vejez al mirar en el espejo su rostro lleno
de arrugas, y se admiraba entre sí misma de ver en lo que habia parado
su singular hermosura, por la que habia sido dos veces robada.[147] El
tiempo consumidor de todas las cosas, y tú tambien, odiosa vejez, todo
lo destruis y arruinais, y desmoronando y corrompiendo todas las cosas
con los estragos y dentelladas del tiempo,[148] las haceis perecer con
una lenta y pausada muerte. Aun aquellas cosas que llamamos elementos
no estan exentas de vicisitudes, ni permanecen en un ser: escuchadme
con atencion, y os explicaré y manifestaré las mutaciones que suceden
en ellos.

„El mundo desde su orígen contiene cuatro primeros cuerpos, que son
el principio de que proceden todos los seres. Los dos mas pesados,
la tierra y el agua, son llevados á lo inferior con su propio peso:
el aire y el fuego, mas puro que el aire por carecer de gravedad,
ocupan la region mas elevada, los cuales, aunque distantes uno del
otro por su situacion, no obstante entran en la composicion de todos
los cuerpos, y estos se resuelven y convierten últimamente en ellos.
La tierra se resuelve y convierte en agua; el agua al disiparse se
vuelve aire; el aire, habiéndose descargado de lo mas grosero que
tenia, se sutiliza y toma la naturaleza del fuego, y por medio de
una revolucion enteramente contraria el fuego que se condensa se
convierte en aire; este aire vuelve otra vez á ser agua, y el agua que
se espesa vuelve á tomar la consistencia y la solidez de la tierra.
En el mundo ninguna cosa conserva su primera forma; y la naturaleza,
novadora de todas las cosas, repara unas formas con la destruccion
de otras. En todo el universo (creedme) ninguna cosa perece ni se
aniquila, sino que solo varía, muda y renueva su antigua figura:
llamamos nacer el empezar á ser otra cosa que lo que era antes, y
morir el dejar de ser lo que antes, y tomar otra nueva forma: aunque
haya estas variaciones, y las cosas de acá se truequen en las de
allá, y al contrario, lo que es los seres permanecen constantes, y
nunca perecen. Vivo en la cierta creencia de que no hay cosa alguna
que permanezca mucho tiempo sin mudar de forma ni perder su antigua
figura. Debe bastaros para persuadiros de esto el observar que por las
continuas vicisitudes desde el dichoso siglo de oro habeis venido á
parar poco á poco é insensiblemente en el de hierro, y que tantas veces
habeis visto mudarse y trocarse la faz de la tierra y unos sitios en
otros. Yo he visto reducidas á mares y ocupadas por las aguas las que
antes fueron tierras sólidas y firmes, y por el contrario reducido
á tierras lo que antes fue mar, y que asi lo demuestran las conchas
marinas, y las viejas áncoras que suelen hallarse en lo empinado de
los montes. Vemos tambien que lo que antes fue un llano campo hoy
está reducido á un valle por el ímpetu y corriente de las aguas, y
que desmoronadas las montañas con las avenidas, se convirtieron en
amenas y apacibles llanuras, y las tierras que antes fueron pantanosas
estan ahora áridas con las secas arenas, y las que antes fueron de
secano abundan ahora en humedades, y estan hechas estanques de agua.
En unas partes la naturaleza ha brotado nuevas fuentes, y en otras
se han secado y cerrado los antiguos manantiales; en unas partes
al ímpetu de los terremotos nacen y salen nuevos rios, y en otras
al mismo ímpetu suspende su corriente, y se cierran y secan los que
antes habia. Asi ha sucedido con el rio Lico,[149] á quien se sorbió
una grande abertura que hizo un terremoto, y le transmutó y mudó su
nacimiento y corriente á otro sitio muy distante. El Erasino[150] unas
veces corre sobre la tierra, y otras escondiéndose debajo de ella, va
por último á renacer y salir en los campos de Argos. Del Caico, rio de
Misia, se cuenta tambien que mudado su nacimiento y antigua corriente,
corre ahora por otra muy diversa. Tambien el Amaseno, rio de Sicilia,
algunas veces corre con arenosas aguas, y otras se queda en seco por
cerrársele sus manantiales. El agua del rio Anigro,[151] era antes
buena para beber; pero hoy es peligroso hasta el tocarla, despues que
(si no es que los poetas han mentido) los Centauros la inficionaron y
envenenaron, lavándose en ella las heridas que les habian hecho las
flechas de Hércules. La del rio Hipanis,[152] que baja de las montañas
de la Escitia, habiendo sido antes dulce, está hoy corrompida con una
amargura salobre. Antissa, Paros y Tiro en otro tiempo fueron islas;
hoy estan unidas á la tierra firme: al contrario Léucada,[153] que
estaba unida al continente, se ha separado despues, y se ha hecho
una isla. Tambien se dice que Zanclea[154] estuvo unida á la Italia
hasta que el mar la cercó y separó de la tierra. Si preguntas qué se
han hecho Helice y Buris, ciudades de Acaya, las hallareis sumergidas
en las aguas; y todavía los marineros suelen mostrar los pueblos que
fueron sumergidos con sus murallas. Cerca de Trecene, patria de Piteo,
hay un monte algo empinado y sin árboles algunos, el cual habiendo sido
antes una llana campiña, ahora es una montaña, porque (causa horror
el referirlo) el ímpetu de los vientos encerrados en las cavernosas
entrañas de la tierra, luchando en ellas y buscando salida, como no
la encontrase, ni hubiese abertura alguna por donde salir el aire
libre, extendió é hinchó la tierra[155] del modo que el soplo de la
boca suele hinchar una vejiga ó una piel de cabron. El sitio permaneció
y permanece aun en forma de un elevado collado, que se endureció y
petrificó con el transcurso del tiempo.

„Entre las muchas cosas que me ocurren, y que vosotros habreis
conocido ú oido decir, os añadiré y referiré algunas pocas. Hasta las
aguas padecen vicisitudes, y mudan sus cualidades y figuras. La que
mana en la fuente que está junto al templo de Júpiter Ammon al medio
dia está fria, y caliente al salir y ponerse el sol. En los pueblos
Atamanes[156] se cuenta haber una fuente, la cual cuando la luna está
en su menor luz enciende y hace arder los maderos que arrojan en ella.
Los Cicones[157] tienen un rio, cuya agua petrifica las entrañas del
que la bebe, y convierte en piedra lo que con ella se rocía ó toca.
El rio Crati y el Sibari,[158] que no está muy distante de estas
playas, tienen la virtud de volver los cabellos color de oro ó ámbar.
Pero lo que es aun mas de admirar es que hay aguas que no solo mudan
los cuerpos, sino tambien los ánimos. ¿Quién no ha oido hablar de la
fuente Salmacis,[159] que vuelve afeminados á todos los que se bañan en
ella? Tambien hay un lago en Etiopia, en el cual si alguno bebe, ó se
enfurece, ó padece un sueño de maravillosa pesadez. Cualquiera que bebe
el agua de la fuente de Clitorio[160] aborrece el vino, solo le gusta
abstenerse de él, y beber agua pura; lo que procede ó de que hay en
dicha fuente alguna virtud contraria al calor del vino,[161] ó de que,
segun lo cuentan los naturales de aquel pais, el hijo de Amitaon,[162]
despues que por virtud de los encantos y las yerbas curó y libertó de
la locura y furor á las hijas de Preto, arrojó en aquellas aguas los
humores de que las purgó el celebro, con lo que contrajeron la virtud y
eficacia de aborrecer el vino. Las aguas del rio Lincesto[163] corren
con una virtud contraria á las de la fuente Clitorio, pues el que bebe
con abundancia de ellas se emborracha como si hubiera bebido vino puro.
En Arcadia hay un lago, que los antiguos llamaban el lago de Feneo,
cuyas aguas son perniciosas bebidas de noche, y de dia no hacen daño. Á
este modo los lagos y los rios tienen diversas y opuestas virtudes. En
lo antiguo la isla llamada Ortigia[164] andaba flotando sobre las aguas
como una nave, y ahora está inmóvil y fija. El navío Argo temió en otro
tiempo á las Simplegades, esparcidas con el concurso de las quebradas
olas, las cuales ahora son islas firmes, y capaces de resistir á toda
la impetuosidad de los vientos. El Etna, que arde y arroja erupciones
de azufre encendido, no arderá siempre, porque no siempre hubo en él
fuego ni estuvo encendido. Porque bien sea que conceptuemos á la tierra
un grande animal que vive y respira llamas por algunos sitios, puede
trocar cada vez que se conmueve las bocas y caminos de su respiracion,
cerrar las antiguas cavernas, y abrir en otras partes otras nuevas.
Bien sea que opinemos que los vientos encerrados en las mas profundas
cavernas de la tierra agitan las piedras unas con otras y las materias
inflamables, y con estas agitaciones las encienden, luego que llegue el
tiempo de que dichos vientos se aplaquen y apacigüen, cesará el fuego,
y las cavernas subterráneas se quedarán frias: y por último bien sea
que opinemos que los fuegos subterráneos se ceban y nutren por los
betunes y azufres que hay en la tierra, luego que estos se consuman
con el largo tiempo, y falte la materia y alimento á las llamas
consumidoras, faltará el fuego, y se apagará él mismo por falta de
materia en que cebar su hambre devoradora. Se dice que los que habitan
en el monte Palene, que está en la region de los Hiperboreos,[165] si
se bañan nueve veces en el lago Triton, se les puebla de plumas todo
el cuerpo. No tengo por creible lo que acabo de referir, ni tampoco lo
que se cuenta de las mugeres de Escitia, que untándose con el zumo de
ciertas yerbas venenosas sus cuerpos, les nacen plumas, y se convierten
tambien en aves. Pero no por esto se ha de dejar de dar crédito á las
cosas que califica la experiencia, la cual nos está manifestando que
al paso que los cadáveres de los animales se van corrompiendo con
el tiempo y por su cálido humor, se convierten en gusanos y otros
insectos. Haced la experiencia en un novillo (cosa es que está bien
conocida por repetidos egemplares); matadle, y despues tenedle guardado
y encerrado hasta que se corrompa, y de él nacerán y saldrán laboriosas
abejas,[166] que siguiendo la inclinacion del padre de quien nacieron,
frecuentan los campos, recogen el rocío de las flores, y se apresuran
á la conclusion de su obra, trabajando con la esperanza de su alimento
y de la multiplicacion de su especie. Los tábanos tambien nacen del
cadaver del guerrero caballo, si se le sepulta y esconde en la tierra.
Si quitais los brazos á un cangrejo, y cubris de tierra el resto del
cuerpo, saldrá un escorpion con aquella cola tan temible. Es cosa
conocida entre los labradores que los gusanos de seda se convierten
en mariposas. El cieno de las lagunas contiene en sí semillas que
producen las verdes ranas, y las engendra truncadas de pies, los que
despues les van saliendo acomodados para nadar, y los posteriores son
mas largos que los brazos para que puedan saltar con mas facilidad.
El oso recien nacido solo es una masa de carne; la madre lo forma en
miembros[167] lamiéndolo, y le da la forma que le vemos. Es cosa
sabida que las abejas que nacen en aquellas celditas hexágonas[168] que
hacen en los panales, no están al principio bien formadas, y que los
pies y las alas les vienen algun tiempo despues. ¿Quién creeria á no
verlo que de la yema que esta en medio del huevo pudiesen formarse y
nacer la ave dedicada á Juno, cuya cola está sembrada de estrellas, el
águila de Júpiter, las palomas de Venus, y en una palabra todo género
de aves? Hay quien cree que corrompida la medula del espinazo de un
cadaver humano encerrado en el sepulcro, se convierte en una culebra.
Todas las referidas transformaciones traen su principio de otros seres;
pero hay una ave, que los asirios llaman el Fénix, que se repara y
renueva á sí misma: esta ave no se mantiene de yerbas ni granos, sino
de las lágrimas del incienso y del jugo del amomo. Luego que cumple los
quinientos años de su vida fabrica con su duro pico y sus uñas un nido
en las ramas de una encina ó en la copa de una palma, y poniendo en
él aristas de canela, de nardo, de cinamomo con mirra, se echa sobre
todo, y concluye su vida en medio de olores aromáticos. Aseguran que
de él renace otro pequeño Fénix para vivir otros tantos años. Luego
que este tiene bastantes fuerzas para llevar peso, carga con el nido
que le sirvió de cuna y de sepulcro á su padre, y despues de haberlo
llevado hasta la ciudad del sol,[169] deja este precioso depósito á la
puerta del templo de este Dios. Si en el número de estas maravillosas
novedades debe entrar y contarse la de la alternacion de sexos, tambien
debemos maravillarnos de lo que se cuenta de la hiena, que unas veces
es hembra y otras macho. El camaleon, que se mantiene del aire, va
mudando su color, segun el que tienen las cosas que toca. Baco trajo
los linces de la conquistada India, cuya orina, segun se dice, se
convierte en piedra luego que sale de la vejiga, y se congela al punto
que toca el aire. Se concluiria el dia, y el sol llegaria al término
de su carrera antes que yo acabase de referir rodas las cosas que se
han transformado en nuevas especies. Vemos que con el tiempo todo se
va trocando, y que unas naciones se robustecen y fortalecen, y otras
se destruyen. La gran ciudad de Troya, que en algun tiempo fue famosa
y abundante en poblacion y riquezas, y que á costa de mucha sangre
pudo defenderse por el tiempo de diez años, ahora destruida y arrasada
solo presenta en lugar de sus riquezas algunas ruinas y restos de su
antigüedad y los sepulcros de sus antepasados. Esparta antigüamente fue
una ciudad célebre; Micenas, Atenas y Tebas florecieron igualmente, y
en el dia Esparta está reducida á un campo despreciable; Micenas se
halla destruida; Tebas, corte de Edipo, ¿qué otra cosa es hoy que una
fábula? y de Atenas ¿qué ha llegado hasta nosotros sino el nombre?
Ahora dicen que empieza á elevarse la troyana Roma, que edificada
junto á la corriente del Tíber, pone su gran mole por cimiento para
fundar un grande imperio. Esta pues aumentándose cada dia, va mudando
su forma, y llegará tiempo en que sea la capital de todo el orbe. Asi
se cuenta que lo predijeron los agoreros y los oráculos; y segun hago
memoria, Heleno, hijo de Príamo, cuando Troya fue destruida consoló á
Eneas que lloraba y desconfiaba del remedio, diciéndole: „Hijo de la
Diosa, si tienes alguna confianza en el arte de leer en lo por venir
que yo poseo, puedo predecirte que Troya no será enteramente destruida
en tanto que tú vivas. El hierro y el fuego te abrirán camino, y
llevarás contigo las tristes ruinas de Ilion, hasta que halles en una
tierra extrangera un establecimiento, donde serás mas dichoso que en
tu patria. Ya estoy viendo una gran ciudad que deben edificar tus
descendientes, tal que no hay ni habrá, ni se ha conocido otra igual
en los pasados siglos. Sus próceres y principales la harán poderosa
por mucho tiempo; pero un descendiente tuyo y de tu hijo Ascanio[170]
la elevará á señora y cabeza del mundo. Despues que haya acabado su
carrera, los Dioses se lo llevarán de la tierra para colocarlo en el
cielo, que le está destinado.[171]” Esta fue la prediccion que hizo
Heleno á Eneas. Hoy que empieza á cumplirse estoy contento de los
progresos de una ciudad que está aliada con Crotona, y veo con gusto
que ha sido útil á los troyanos el haber sido vencidos por los griegos.

„Pero volviendo á mi asunto, y al fin y término que me he propuesto,
y del que me he apartado algo, habeis de saber que el cielo y cuanto
se contiene debajo de él, y asimismo la tierra y lo que se encierra
dentro de ella, va mudando cada dia su forma. Nosotros, que somos una
parte del mundo (porque no somos solamente cuerpos, sino tambien almas
espirituosas, que pueden transmigrar á las fieras y á los ganados),
dejemos que vivan seguros y tranquilos aquellos seres en quienes pueden
residir los espíritus de nuestros padres, hermanos y parientes, ó en
fin, de los hombres cualesquiera que sean: no metamos en nuestros
estómagos manjares y cenas como la de Tiestes. El que degüella á los
inocentes novillos, y oye insensible sus tristes bramidos, ¡qué mala
costumbre adquiere, y cómo se habitúa á derramar con impiedad la sangre
humana! Lo mismo sucede al que se atreve á degollar á un cabritillo,
que da gritos semejantes á los de un niño, y á comerse una ave que
él mismo ha cebado. En todas estas cosas ¿qué es lo que falta para
una completa maldad? Y ¿adónde se pasará y hará tránsito desde la
impiedad de matar á los animales? El buey sírvanos para arar hasta que
envejecido se muera. La oveja suminístrenos el defensivo contra el
frio; y las cabras nos sirvan solo para ordeñarlas y sacarlas su leche.
Dad de mano á las redes y lazos; no egerciteis las artes engañadoras;
no useis de la liga para engañar los pajarillos, ni de las flechas
para los ciervos y demas animales de los montes, ni tampoco de los
anzuelos escondidos bajo del cebo para los incautos peces. Perseguid
y destruid á los animales que son dañosos; pero no hagais mas que
matarlos, y no os sirvais de ellos para comer, sino contentaos con los
alimentos proporcionados y conducentes.”

Instruido Numa con estos y otros semejantes documentos, se cuenta que
volvió á su patria, y que habiendo sido rogado y solicitado, sucedió
á Rómulo, y tomó el gobierno del pueblo y reino latino. Este Rey, por
los sabios consejos de Egeria su muger y de las Musas que consultaba,
tuvo la felicidad de inspirar á un pueblo feroz, y que solo respiraba
guerra, sentimientos de paz, afabilidad y equidad, y de instruirlo en
las ceremonias de la religion. Reinó hasta una extrema vejez, y su
muerte causó y costó lágrimas á las matronas romanas, al pueblo y á
los senadores. Su muger, habiendo dejado á Roma, se retiró á la selva
de Aricia, donde interrumpió muchas veces con sus gemidos y quejas los
sacrificios que se ofrecian á aquella Diana que Orestes habia llevado
alli. ¡Ah! ¡cuántas veces las Ninfas de los bosques y de los lagos la
persuadieron que no llorase, procurando consolarla con sus palabras
consolatorias! ¡Cuántas veces Hipólito, viéndola bañada en lágrimas,
le dijo: „¡Pon fin á tu llanto! No pienses que tu suerte es sola digna
de llorarse; reflexiona las desgracias que acaecen á otros, y sufrirás
con mas paciencia las tuyas! Mis calamidades bastarán á consolarte, y
¡ojalá que no tuviese yo en mí mismo egemplares que proponerte para
templar tu dolor! Pues puedo referirte los sucesos de aquel Hipólito
que algunas veces habrá llegado á tus oidos, y que fue víctima de la
credulidad de su padre, y de la calumnia y engaño de su madrastra. Te
causará admiracion, y con dificultad podré inclinarte á la creencia;
pero tengo de ello tales pruebas, como que soy el mismo Hipólito á
quien la hija de Pasifae,[172] en despique de que desprecié sus ruegos
é instancias amorosas, me acusó á mi padre, fingiendo y suponiendo que
yo me habia atrevido contra su honor, y atribuyéndome lo que ella habia
intentado y querido, recriminando contra mí su propio delito, ó por
recelo de que yo no lo descubriese é hiciese creer á mi padre, ó lo que
es mas regular, ofendida y resentida de mi resistencia y desprecio.
Aunque yo estaba inocente, mi padre, creyendo con ligereza la calumnia,
me desterró de Atenas, y al tiempo de mi partida profirió contra mí
las mas horrorosas imprecaciones. Caminaba yo á mi destierro sobre mi
carro, dirigiéndome á Trecene á refugiarme de mi abuelo Piteo, que
reinaba en ella. Ya llegaba á las playas de Corinto cuando se alborotó
el mar, y las aguas formaron una excrescencia que parecia una montaña
que por momentos se iba elevando, hasta que precediendo espantosos
bramidos, se rompió en lo mas alto aquel cúmulo de aguas, del que salió
un terrible becerro marino armado con sus cuernos, y levantado del
medio cuerpo arriba sobre las aguas, arrojaba gran porcion de ellas por
las narices y boca. Llenáronse de pavor los que me acompañaban; mas yo,
á quien solo afligian el cuidado y pena de mi destierro, me mantuve en
mi presencia de ánimo. En esto espantándose los feroces caballos que
tiraban el carro, volvieron la cabeza y cuello hácia el mar al oir el
ruido, y empinadas las orejas, y espantados á la vista del monstruo,
dejaron el camino, y echaron á correr, y á arrastrar el carro por
asperezas y peñascos. Yo me esforzaba en vano á detenerlos, tirando
de las riendas salpicadas de las blancas espumas que arrojaban, y me
inclinaba hácia atras para tirar con mas fuerza. Estas diligencias no
me hubieran sido inútiles, y yo hubiera conseguido detener el ímpetu
y furor de los caballos; pero tuve la desgracia de que una de las
ruedas que sostienen el ege se quebró y deshizo por haber tropezado
en el tronco de un árbol. Esta casualidad me hizo caer del carro, y
como estaba asido á las riendas y enredado en ellas, si lo hubieras
presenciado hubieras visto cómo fueron arrastradas mis vivas entrañas,
cómo mis nervios y miembros se iban quedando á pedazos prendidos en
los troncos y puntas de los peñascos, cómo sonaban mis huesos al
tiempo que se rompian y quebraban, y cómo por último exhalé el alma
ya debilitada,[173] y en fin hubieras visto que no quedó de todo mi
cuerpo miembro alguno que pudieras conocer, porque todos quedaron
destrozados, y todo yo era una herida. ¿Puedes ahora, Egeria, ó te
atreves á comparar tu desgracia con la mia? Añade tambien que bajé
al reino tenebroso; que lavé mis heridas en las aguas inflamadas del
Flegeton,[174] y que jamas hubiera vuelto á ver la luz del dia, si el
hijo de Apolo[175] por la virtud poderosa de su arte no me hubiese
vuelto la vida.[176] Como Pluton estaba indignado del beneficio que
acababa de recibir, y que mi presencia pudiera inspirar envidia á
las sombras, Diana, al conducirme fuera de los infiernos, me cubrió
de densas nubes; y para que estuviese seguro, y pudiera sin daño ser
visto, mudó esta Diosa todas mis facciones, me aumentó la edad, y me
dejó enteramente desconocido. Estuvo algun tiempo perpleja sobre si me
dejaria en la isla de Creta ó en la de Delos. Y por último dejando la
una y la otra, y pasando adelante, me trasportó á este pais,[177] y me
mudó el nombre para que el de Hipólito no recordase mis desgracias. „Tú
te llamas Hipólito, me dijo; en lo sucesivo te llamarás Virbio.[178]”
Desde entonces habito en este bosque, y como uno de los Dioses menores
vivo aqui oculto bajo la proteccion de Diana, y estoy dedicado y
adscrito á su deidad.”

Con todo, las desgracias de Hipólito no fueron bastantes para consolar
el llanto de Egeria, la cual, dejándose caer en lo mas bajo de la
falda de la montaña, se deshacia en lágrimas; y conmovida Diana de la
piedad y cariño conyugal que la tenian en tanta afliccion, hizo de su
cuerpo una fuente, y adelgazando sus miembros los redujo á un continuo
manantial.

La novedad de esta transformacion admiró á todas las Ninfas de aquel
bosque, y el hijo de la Amazona[179] se quedó tan pasmado como aquel
labrador de Toscana cuando vió en el campo que araba un terron que
primero por sí mismo y sin impulso de otro se movia, y despues dejando
la forma de tierra, tomó la de hombre, y empezó á predecir lo por
venir. Los naturales del pais le llamaron Tages, y fue el primero que
enseñó á los etruscos el arte de adivinar. Tambien se puede comparar
la admiracion de Hipólito á la de Rómulo, cuando habiendo arrojado su
lanza al monte Palatino, la vió al momento echar raices, y que ya no
era lanza, sino árbol, cuya sombra admiró á los que la veian, y nunca
esperaron pudiera producirla una lanza.

En fin, la admiracion de Hipólito fue tan grande como la de Cipo,[180]
cuando mirándose en las aguas del Tíber, vió que tenia cuernos en
su cabeza. Esta maravilla la tuvo al principio por una ilusion; pero
habiendo llevado muchas veces las manos á la frente, tocó con ellas
lo que acababa de ver. Esta aventura, que le sucedió cuando volvia á
Roma despues de haber vencido los enemigos de la patria, le obligó á
detenerse; y levantando los ojos y manos al cielo, hizo esta súplica:
„¡Ó Dioses! si este prodigio es un feliz presagio, consiento que lo sea
para el pueblo romano; si es de mal agüero, que no sea funesto sino
á mí solo.” Despues erigió un altar de césped, sobre el cual quemó
incienso, derramó vino, y despues que sacrificó dos ovejas, especuló
en sus entrañas lo que los Dioses le anunciaban por este extraño caso.
El adivino Tirreno,[181] que las examinó al mismo tiempo, percibió que
prometian, aunque de un modo oscuro, grandes destinos á Cipo; pero
luego que quitó la vista de las fibras de la víctima para levantarla á
los cuernos de Cipo: „Salve, le dijo; yo te saludo en calidad de Rey.
Lo que te acaba de suceder me anuncia que Roma y cuanto está sujeto á
su poder te reconocerán por Soberano. Apresúrate á entrar en la ciudad
que te abre sus puertas: asi lo mandan los hados. Luego que llegues á
la ciudad serás coronado, y tu reinado será largo y tranquilo.” Á estas
palabras Cipo retrocedió, y apartando su desagradable rostro de los
muros de la ciudad, dijo: „¡Ah! ¡qué funesto presagio! ¡Arrojen los
Dioses lejos tal agüero! Mas bien querré pasar en destierro el resto de
mi vida, que entrar en el Capitolio con el nombre de Rey.” Dijo esto, y
al punto convoca al senado y al pueblo; y habiendo tenido la precaucion
de cubrirse la cabeza con una corona de laurel, se puso sobre una
altura hecha por los soldados.[182] Alli, despues de haber rogado á
los Dioses segun costumbre antigua, habló en estos términos: „Aqui hay
un hombre que será vuestro Rey si no le echais de la ciudad. Quién sea
este lo mostraré por una señal, no por el nombre. Cuernos tiene en la
frente, y los adivinos le han pronosticado que si entra en Roma será
Rey, y os dará leyes. Pudiera haber entrado con ímpetu por las puertas
abiertas; pero yo se lo he estorbado, aunque ninguno está mas unido
á él que yo. Á vosotros, ó romanos, pertenece ahora estorbarle la
entrada, y si lo teneis por causa suficiente para ello, aprisionadle
con pesadas cadenas, ó mas bien aseguraos de tal miedo con la muerte
del tirano.” Á este discurso siguió un confuso rumor de todo el pueblo,
como el que hace un torbellino cuando sopla en los elevados pinares, ó
como el de las olas del mar cuando se oyen desde lejos; pero entre lo
mucho que confusamente articulaba el pueblo se percibia bien que todos
á una voz decian: „¿Quién es ese hombre?” En esto empezaron á buscarle,
mirándose y reconociéndose las frentes y cabezas unos á otros, buscando
al que tenia la señal de los cuernos, y entonces Cipo, quitándose la
guirnalda que los cubria, y enseñando los dos que tenia en sus sienes,
les dijo: „Yo soy; miradme: aqui teneis al que buscais.” Todos bajaron
la vista, y empezaron á suspirar, no atreviéndose á mirar (¡quién lo
creyera!) la cabeza de aquel que tan benemérito era á la patria; y no
permitiendo que estuviese mas tiempo desairado con aquella insignia tan
indecorosa, se la cubrieron volviéndole á poner la guirnalda.

[Ilustración: (139) Cipo predice al pueblo Romano tendria un Rey, y
quitándose la corona, dice, vedle aqui.]

Los senadores, no pudiendo permitir la entrada en la ciudad á un
hombre á quien el agüero pronosticaba y destinaba la dignidad real, le
concedieron y decretaron fuera de ella otra tanta tierra cuanta pudiese
rayar y señalar con el sulco que uncidos al arado hiciesen dos
bueyes desde salir el sol hasta ponerse; y para la perpetua memoria de
este suceso hicieron esculpir en los postes de bronce de la puerta por
donde debia haber entrado Cipo una estupenda figura de un hombre con
cuernos.



FÁBULA II.

_ESCULAPIO ES LLEVADO Á ROMA._


Musas, deidades propicias á los poetas (pues lo sabeis, y no se os
olvidan las cosas por el transcurso de mucho tiempo), recordadme,
para que yo pueda referirlo, de donde fue traido Esculapio á la isla
que está rodeada por el Tíber, y admitido entre las deidades romanas.
Una cruel peste infestó en otro tiempo todo el aire y la atmósfera de
Italia, la cual causaba muchos estragos, y los cuerpos de los enfermos
se corrompian, y en lugar de sangre destilaban materia. Afligidos y
oprimidos los hombres con tantas muertes, despues de haber intentado
en vano los medios humanos, y viendo que nada aprovechaban el arte ni
los remedios, recurrieron á implorar el auxilio del cielo, y enviaron
á consultar el oráculo de Apolo que estaba en Delfos, suplicándole
se dignase socorrer la calamidad, dando una saludable y favorable
respuesta, y poniendo fin á los males que afligian á la ciudad. Apenas
se habia acabado la súplica de los diputados, cuando á un tiempo
temblaron el templo, los laureles y las aljabas que él tiene, y se oyó
salir del fondo de la sagrada trípode[183] esta voz, que llenó de
admiracion á todos: „Romanos, lo que venis á buscar aqui lo podiais
haber hallado en lugar mas cercano que este. No teneis necesidad de mi
auxilio, sino del de mi hijo.[184] Id con buen auspicio, y llevad á
Roma al hijo de Apolo.”

[Ilustración: (138) Roma, afligida de la peste, envia á Delfos á
consultar el Oráculo de Apolo.]

Despues que el prudente senado recibió la celestial respuesta se
informó con cuidado del nombre de la ciudad en que existia Esculapio,
y cuando lo supo envió comisionados que navegasen á Epidauro para
traerle. Luego que la nave llegó, los romanos se presentaron á los
principales de la ciudad, que se habian juntado para recibirlos, y les
rogaron que les diesen á Esculapio para que su presencia finalizase
los crueles males que la Italia padecia, añadiendo que asi lo mandaba
el oráculo de Apolo. Hubo sobre este punto muchos y varios pareceres,
porque algunos fueron de opinion de que debia concedérseles el socorro
que pedian, y otros muchos lo resistieron, fundándose en que no
debian desprenderse ni entregar á unos extrangeros una deidad que era
suya propia y el apoyo de su salud. Sin haberse resuelto cosa alguna
se concluyó el dia, y llegó la temerosa noche, en la cual el Dios
Esculapio apareció en sueño al principal de los legados romanos en
la misma forma y figura que se le suele ver y venerar en su templo,
teniendo un báculo en la mano izquierda, y componiendo su larga barba
con la derecha, le dijo con semblante halagüeño: „Deja el temor: iré
contigo; pero será bajo otra figura. Mira ahora esta serpiente que se
enrosca al rededor de mi báculo: nótala bien con la vista para que
puedas conocerla. Me transformaré en ella, aunque seré algo mayor, y
pareceré tan grande como deben ser las deidades cuando se transforman.”
Con esto desapareció el Dios, y con él el sueño; despertó el embajador,
y llegó el dia.

Luego que la Aurora disipó las tinieblas, los próceres se juntaron en
el magnífico templo de Esculapio, y le ruegan que muestre con señales
en qué lugar quiere ser reverenciado. Apenas habian acabado su súplica
cuando este Dios en figura de una reluciente serpiente con empinada
cresta anunció su venida con espantosos silbidos. Al llegar y dejarse
ver en dicha forma conmovió é hizo temblar la estatua, las aras, las
puertas, el pavimento, el techo y todo el templo. En medio de este y en
lo mas elevado de un altar se constituyó la serpiente, y erigiéndose
del medio cuerpo arriba, empezó á volver á todos lados sus ojos, que
centelleaban como fuego. Los circunstantes se llenaron de pavor, y el
sacerdote que asistia, adornada su blanca cabeza y cabellera con la
venda sacerdotal, conociendo que la deidad se ocultaba bajo la figura
de serpiente, gritó diciendo: „Este es el Dios; este es Esculapio:
todos los que os hallais presentes alabadle y veneradle, diciendo
conmigo: Sea en pública utilidad, ó deidad placidísima, el que te hayas
dejado ver en esta figura, y resulte de ello el que socorras á los
pueblos que te veneran y celebran tus fiestas.” Todos los que estaban
presentes, obedeciendo al sacerdote, veneraron á Esculapio, repitiendo
la deprecacion que acababa de hacer aquel, y los romanos hicieron
piadosos y religiosos votos y promesas con el ánimo y con la voz.[185]
Mostró la deidad que las aceptaba con los ademanes de mover la cresta,
y repetir tres silbidos como prendas y señales de su anuencia. Al
momento empezó á deslizarse é irse bajando por los vistosos escalones
del altar; y volviendo la vista hácia atras, miraba las antiguas aras
como despidiéndose de su domicilio y del templo en que habia habitado.
Desde alli siguió deslizándose y arrastrando por el suelo, que estaba
sembrado de ramos y flores; y atravesando con su movimiento espiral por
medio de la ciudad, se dirigió al puerto, donde paró, y con halagüeños
ademanes daba á entender que despedia al acompañamiento, y á los que
hasta alli le habian seguido, y entró en la nave de los romanos, que
se halló sobrecargada con el nuevo peso de la deidad. Los legados se
llenaron de gozo; y habiendo sacrificado un toro en la playa, soltaron
las amarras de la nave, que tenian adornada con coronas y guirnaldas de
flores, y se hicieron á la vela.

El buque navegaba con un suave y próspero viento; y el Dios, que iba
en figura de serpiente, subiéndose á la popa, y erigiendo su cerviz,
miraba desde alli las cerúleas aguas. Á beneficio del viento atravesó
la nave el mar Jonio en seis dias, y llegó á las costas de Italia, por
las que continuó su rumbo, dejándose atras el promontorio de Lacinia,
famoso por el templo de Juno, el golfo de Esciglo, el de Calabria, y
á fuerza de remos se apartó de los peñascos de Anfisa, y caminando á
la derecha, pasó á la Ceraunia, el Romechio, Caulona y Naricia.[186] Y
venciendo todos los peligros de estos mares, se entró en el estrecho
de Peloro, que está en Sicilia, y atravesando las islas Eolias, el
Temese, abundante de metales, la Leucosia, el templado Pesto, siempre
floreciente por su abundancia de rosales. De alli pasó á la vista de
Capri, del promontorio de Minerva y de las colinas de Surrento,[187]
tan nombradas por sus buenos vinos; de la ciudad de Hércules, de
Stavia y de Nápoles, ciudad deliciosa, que es la mansion de los juegos
y placeres; del templo dedicado á la Sibila de Cumas; de las fuentes
calientes de Bayas; de Linterno, que lleva muchos lentiscos; del
Vulturno, que trae mucha arena debajo de su corriente; de la ciudad
de Sinuesa, poblada de palomas blancas; de Minturna, donde el aire es
grueso y nocivo; de Cayeta, donde Eneas enterró á su ama de leche;
de Formium, donde reinó el cruel Antifates; de Terracina, ciudad
rodeada con una laguna; del promontorio de Circe, y de Ancio, que
tenia una firme playa, donde los romanos, viendo que el mar empezaba á
embravecerse, se vieron obligados á entrar. Luego que tomaron tierra,
Esculapio salió de la nave, y caminando con tortuosos arcos y vueltas
espirales, llega al templo de Apolo su padre, que estaba en esta
playa. Despues que el mar se apaciguó sale de alli, vuelve á la nave,
y deslizándose por lo largo del timon, subió á la popa, y se colocó
en ella mientras navegaban hácia Castro, de donde pasaron cerca de la
ciudad de Lavinio, y de alli entraron en la embocadura del Tíber. Aqui
salieron á recibirle todo el pueblo precipitadamente, las matronas, los
senadores, y hasta las Vestales, que guardan el fuego de Vesta traido
de Troya,[188] saludando todos á la recien venida deidad con una alegre
vocería, y acompañando por las riberas á la nave que caminaba por el
rio, quemaban incienso en las aras que á trechos y al efecto tenian
prevenidas y erigidas. Á una y otra orilla habia voces y aclamaciones,
y se ofrecian inciensos y víctimas, y de este modo llegó la nave á la
ciudad, que era ya cabeza del orbe. En fin, luego que llegaron á Roma,
Esculapio se subió á lo alto del mástil del navío, y busca al rededor
lugar aparente para habitar. Dividiéndose el Tíber en dos brazos,
forma en este sitio una isla, que dista á igual distancia de sus dos
orillas. Aqui se fue el hijo de Apolo despues de haberse revestido de
la magestad que le convenia. Puso fin á los llantos, y trajo la salud á
la ciudad.



FÁBULA III.

_CÉSAR TRANSFORMADO EN ASTRO._


Esculapio vino de otras regiones á ser venerado en nuestros
templos; pero César es deidad propia de Roma su ciudad. Este hombre
incomparable, grande en la guerra, grande en la paz, no mereció tanto
ocupar un lugar en el cielo y formar en él un nuevo astro por haber
triunfado de los enemigos de Roma, por haber arreglado los negocios de
la república, y por haberse adquirido una gloria inmortal, como por
las virtudes de su sucesor.[189] En efecto, el mayor mérito de César,
su mas brillante título es ser padre de Augusto. El haber sujetado
á la Gran Bretaña, el haber visto sus naves victoriosas entrar en
el Nilo, el haber domado á los rebeldes numidas y vencido á su Rey
Juba, el haber reducido bajo el poder de los romanos los pueblos del
Ponto, soberbios con las victorias y nombre del gran Mitridates; en
una palabra, el haber triunfado algunas veces, y el haber merecido
tambien muchas veces los honores del triunfo, son unas acciones menos
gloriosas para él, que el haber adoptado á un hombre tan grande.
¡Dioses! haciendo á Augusto el dueño del mundo, habeis atendido
bastantemente á nuestra felicidad.

[Ilustración: (140) Asesinado Julio César en el Senado Venus le
transforma en cometa.]

Convino pues colocar á César en el número de los Dioses para que
Augusto no procediese de sangre mortal. Venus, que conocia la necesidad
que habia de hacerlo, y que veia al mismo tiempo las conspiraciones que
tramaban contra la vida del Soberano Pontífice,[190] estaba inquieta,
y daba parte de sus inquietudes á todos los Dioses que encontraba.
„Mirad, les decia, los funestos preparativos que hacen contra mí; mirad
con qué furor y con qué crueldad acometen á los dias de un Príncipe,
el único que me queda de la sangre de Julio.[191] ¿Por ventura he de
ser yo sola siempre egercitada de justos cuidados? Yo no pude en otro
tiempo preservarme de los golpes de Diomedes, cuyas flechas fueron
teñidas en mi sangre. Yo no pude salvar á Troya, á pesar de los
esfuerzos que hice para defenderla. Testigo de los peligros infinitos
que corrió Eneas mi hijo, yo le he visto expuesto á las olas, errar
de mares en mares, bajar despues á la mansion de las sombras, en fin
sostener una larga y peligrosa guerra contra Turno, ó si he de confesar
la verdad, con Juno mas bien. ¿Para qué me acuerdo de los daños de
mi generacion? La desgracia de hoy no me deja acordar de las cosas
primeras: veis que los malvados cuchillos se aguzan contra mí, los
cuales os ruego que eviteis; estorbad una gran maldad, y no permitais
que el fuego sagrado de Vesta se apague con la muerte del Pontífice.”

Tales eran las quejas con que Venus congojosa en vano hacia resonar
el Olimpo para hacer sensibles á los Dioses de sus males. Aunque no
les sea permitido mudar los decretos eternos de las Parcas, pueden
sin embargo anunciar por medio de algunas señales las desgracias con
que nos amenazan. Cuentan en efecto que las armas, que hacian un
horroroso ruido en medio de los aires, y las terribles trompetas y
tambores que se oian en el cielo[192] prenunciaron la maldad. Tambien
el sol, pálido y macilento, daba una triste y lúgubre luz: muchas
veces se vieron arder hachas entre los otros astros, y caer gotas
de sangre mezcladas con la lluvia. El lucero no daba sino una triste
luz, y el carro de la luna estaba ensangrentado. El funesto buho dió
agüeros tristes en mil lugares; en mil lugares se vieron estatuas de
mármol cubiertas de sudor, y se oyeron cantos y voces que amenazaban
en los bosques sagrados. Las víctimas ofrecian funestos presagios, y
anunciaban tumultos y sediciones. Aun en las entrañas de una de estas
víctimas se vió que el cuchillo habia cortado la parte superior del
hígado. Los nocturnos perros aullaban en las plazas públicas al rededor
de los templos y de las casas: cuentan tambien que se vieron vagar
las sombras de los muertos, y que se llenó de temblores la ciudad. No
obstante los presagios de los Dioses no pudieron vencer las asechanzas
y hados futuros. Llevaron al Capitolio los puñales y espadas, porque
no hallaron en toda la ciudad lugar mas propio para el parricidio que
el senado. Venus, testigo de estos funestos preparativos, despues de
haber dado señales de su dolor hiriéndose el pecho, queria ocultar
á César bajo de la misma nube con que en otro tiempo habia ocultado
á Páris del furor de Menelao, y cubierto á Eneas contra los tiros
de Diomedes, cuando Júpiter le habló de esta manera: „¿Pretendes,
hija mia, oponerte á la sentencia irrevocable del destino? Entra
en el palacio de las Parcas, y verás alli los destinos de todos los
hombres tan profundamente grabados en el bronce y metal, que ni el
choque de los cielos, ni la violencia del rayo, ni la ruina entera
de la naturaleza son capaces de borrarlos. Hallarás alli los de tus
descendientes esculpidos en perpetuo diamante: yo mismo los he leido;
y como los tengo en la memoria, voy á decírtelos para que no ignores
mas tiempo lo que debe sucederles. El que causa hoy tus inquietudes
ha cumplido sus destinos: los dias que debia vivir en la tierra han
fenecido: tú y su hijo adoptivo, que heredero del nombre de su padre
sucederá en el imperio, dispondreis que como elevado al cielo se le
edifiquen templos y sea venerado en ellos, y me tendrá de su partido
para que con fortaleza concluya las guerras hasta dejar vengada la
muerte de su padre. En su reinado, cercada y sitiada la ciudad de
Modena,[193] será reducida á pedir la paz. Los llanos de Farsalia,[194]
regados otra vez con sangre de Macedonia, experimentarán su castigo,
y el gran Pompeyo será vencido en los mares de Sicilia.[195] Tambien
será vencida Cleopatra, muger del general romano Marco Antonio, sin
que le aproveche este matrimonio, y quedarán vanas y frustradas sus
amenazas de hacer tributario á Egipto el Capitolio romano. ¿Para qué
te numeraré los pueblos bárbaros que estan de la una y otra parte del
Océano, puesto que la tierra y el mar estarán sujetas á este gran
Príncipe?[196] Despues que haya dado la paz al universo, le dará leyes
justas y saludables, y se aplicará únicamente á hacerlas florecer. Su
virtud y prudencia serán el egemplo y las reglas de las costumbres y
probidad. Llevando sus miras y prevencion á la edad de los futuros
siglos, escogerá para sucesor al hijo de una esposa virtuosa,[197]
al que dejará su nombre y el imperio. En fin, no será recibido en
el cielo, que le pertenece, hasta que sus años igualen al número de
sus heroicas acciones. En este supuesto, hija mia, encárgate entre
tanto de recibir el alma de César cuando salga de su cuerpo muerto á
puñaladas, y transfórmala en una estrella[198] para que tu descendiente
Julio César mire siempre desde los astros el Capitolio y Foro romano.”

Apenas Júpiter habia acabado de hablar, cuando Venus descendió al
senado sin ser vista de nadie; y recibiendo el alma de su César antes
que se desvaneciese en los aires, la llevó á los cielos; y mientras
la llevaba vió que arrojaba un gran resplandor, y la dejó tomar su
vuelo. Entonces se elevó ella misma mas allá de la luna; y dejando
sobre su camino una huella luminosa[199] y una especie de cabellera
inflamada, fue al cielo á formar un nuevo astro; y viendo de alli las
heroicas hazañas de su hijo, confiesa con placer que son mayores que
las suyas, y se alegra de serle inferior. Aunque la modestia de Augusto
no permite que sus hechos se prefieran á los de su padre, no obstante
la fama, libre y no sujeta á mandatos algunos, lo prefiere, aunque él
lo rehusa; y en esto solo no está de acuerdo con él. Asi Atreo cede á
los títulos de Agamenon: asi Teseo vence á Egeo su padre: asi Peleo es
inferior á su hijo Aquiles.[200] En fin, para usar de egemplos iguales
á ellos, asi Saturno es menor que Júpiter. Júpiter reina en los cielos,
Augusto es el dueño de la tierra: uno y otro son rectores y padres.
Ruégoos, ó Dioses compañeros de Eneas, que abristeis camino por medio
de los fuegos y aceros, Dioses Indígetes, Quirino, fundador del imperio
romano; Marte, padre del invicto Rómulo; Vesta, y tú Apolo, que ambos
estais en el número de los Dioses Penates del Emperador; Júpiter, que
de lo alto del Olimpo echas miradas favorables sobre el Capitolio;
vosotras en fin, divinidades benéficas, cuyo auxilio es lícito á un
poeta implorar, ruégoos que se aleje mas allá de nuestra vida aquel dia
en que este gran Emperador debe dejar la tierra, de la que es dueño,
para ocupar su lugar en el cielo: cuando esté entre vosotros haced que
favorezca á los que le ruegan.



_PERORACION._

He concluido ya esta mi obra, contra la cual ninguna jurisdiccion
tendrán ni podrán borrarla ni la ira de Júpiter, ni el fuego, ni el
hierro, ni el tiempo consumidor. Cuando llegue aquel dia, que no
teniendo derecho sobre otra cosa que sobre mi cuerpo, acabe el espacio
de mi incierta vida, la mejor parte de mí será eterna y ensalzada sobre
los astros, y mi nombre será indeleble. Seré leido por todo el pueblo
en toda la extension de las tierras que estan sujetas á la romana
potencia; y si algo tienen de verdad los presagios de los poetas,
vivirá mi fama por todos los siglos.



NOTAS


[1] Este dragon que devoró á los nueve polluelos y á la madre dió
asunto y cuerpo al célebre emblema de Alciato, á quien puso por lema:
_Ex arduis perpetuum nomen_, el que puede verse, y el comento de
nuestro humanista el Brocense.

[2] Esta transformacion significa la perpetua memoria que quedaria de
la guerra de Troya.

[3] Aqui se pone Nereo por el mar, ó mas bien y con mas propiedad por
la agitacion en que se hallaba, y que impedia navegar.

[4] El enojo de esta Diosa contra los griegos procedia de que Agamenon,
sin saberlo, habia herido á una cierva que la estaba dedicada.

[5] Este sacrificio de Ifigenia es una fábula que se pudo forjar sobre
la confusa noticia que tuviesen los griegos del de Isac, y segun su
genio lo aplicaron á Ifigenia.

[6] Ingeniosamente y con mucha propiedad coloca el poeta el palacio de
la Fama en un sitio medio entre la region celeste, el mar y la tierra,
para que á él puedan de todas partes llegar las noticias.

[7] La Fama aumenta las noticias, y van estas creciendo conforme van
comunicándose de unos en otros.

[8] Elegante descripcion de la Fama por sus atributos, propiedades y
efectos.

[9] Estos y los demas que anteceden los indica como compañeros de la
Fama, y pueden ser asunto á los pinceles y buriles para expresar con
propiedad la imagen ó estatua de aquella.

[10] Fue hijo de Ificlo, Rey de Epiro, casado con Laodamia.
Pronosticóle el oráculo que moriria en la guerra de Troya, porque
estaba escrito en los hados que moriria el primer griego que
desembarcase en las playas troyanas; con todo, y con desprecio del
oráculo, saltó el primero á ellas, y fue muerto por Hector, segun lo
recelaba su muger en aquellas palabras con que se explica en la carta
que le dirigió, que es una de las Heroidas de Ovidio, diciendo: _Sors
quoque nescio quem fato designat &c._

[11] Se llamaron asi por el promontorio Sigeo que estaba en tierra de
Troya.

[12] Era una máquina bélica que se llamaba _carro falcato_, desde el
cual peleaban los mas esforzados capitanes.

[13] Arrogancia con que Cigno moteja á Aquiles de hijo de Tetis,
gloriándose de que él lo era de Neptuno.

[14] Cigno era invulnerable.

[15] Era la parma el diámetro del escudo, cuyo centro prominente se
llamaba _umbo_, de donde vino la voz _umbilicus_. En la parma se
pintaban las hazañas del soldado, y el que aun no habia hecho algunas
la llevaba blanca, como se colige de aquella expresion y emistiquio de
Virgilio: _Parmaque inglorius alba_.

[16] Fue convertido en cisne.

[17] Era rito ó ceremonia litúrgica el adornar con cintas las astas de
las víctimas que habian de sacrificarse, y tambien dorarlas, como lo
hizo aquel sacerdote Étnico, que queria hacer sacrificio á S. Pablo y á
S. Bernabé, teniendo á este por Júpiter, y á aquel por Mercurio.

[18] Tambien era ceremonia litúrgica el dividir la víctima, separando
parte de ella para los que la ofrecian; pero parece que los étnicos
no usaron el holocausto, el que, segun la ley de Moises, consistia en
abrasar toda la ofrenda sobre el altar, sin separar parte alguna de
ella.

[19] Era costumbre y uso en las antiguas cenas y una de sus ceremonias
el que durante ellas se cantaba alguna pieza poética, se bailaba ó
representaba algun drama. Para el canto servia la cítara, y para
la representacion las flautas, las cuales, segun la modulacion que
requeria el drama, eran pares ó impares, diestras ó siniestras, ó
sarranas.

[20] Fue Rey de Pilos, uno de los que concurrieron á la guerra de
Troya, y de los mas distinguidos por su elocuencia, prudencia y larga
vida, pues se cuenta de él que vivió mas de trescientos años.

[21] Nombre gentilicio de algunos pueblos de Tesalia.

[22] Monte de Tesalia.

[23] Tetis.

[24] Fue amigo íntimo de Teseo.

[25] Sigue hablando Nestor, y refiere en esta fábula la guerra entre
los Centauros y Lapitas, en la que se halló, y conoció en ella á Ceneo.

[26] El Centauro Neso, como se dirá en adelante, fue el que intentó
robar á Deyanira, y por eso fue muerto por Hércules de un flechazo.

[27] Nestor.

[28] Hermano de Polux, hijos de Júpiter y Leda, como queda dicho.

[29] Dice esto por el pronóstico que poco antes habia hecho al Centauro
Neso de que moriria por las flechas de Hércules.

[30] Las lanzas de los macedonios se llamaban y las llama aqui Ovidio
_sarissas_, asi como las de los romanos se llamaban pilas, y los
soldados que combatian con ellas pilanos.

[31] Es el águila.

[32] Vulcano, que á ruegos de Tetis fabricó las armas de Aquiles, y es
tenido por el fuego.

[33] El escudo de Ayax tenia forrada su parma siete veces con cuero de
buey.

[34] Exordio _ex abrupto_, arrogante y propio de un soldado.

[35] Para inclinar al odio y desprecio de Ulises confiesa que le excede
en astucias otro tanto como él á Ulises en valor.

[36] Modo ingenioso de persuadir que todas fueron inciertas.

[37] Echa en cara á Ulises el que se ocultó y fingió loco para no
concurrir á la guerra de Troya, y hubiera estado oculto si Palamedes no
le hubiese descubierto con un ardid.

[38] Porque murió por una calumnia de Ulises.

[39] Epíteto terrible con que Ayax intenta abatir y deslucir el mérito
de Ulises.

[40] Las flechas de Hércules eran uno de los requisitos sin los cuales
no podia ser tomada Troya. Fue enviado Ulises á traer á Filoctetes, á
quien Hércules las habia dado al tiempo de su muerte, y se vino sin él,
dejándole abandonado en la isla de Lemnos.

[41] La libertó Ayax del fuego que contra ella arrojaban los troyanos.

[42] Asi se llamaba la lanza de Aquiles.

[43] Acciones todas muy significativas, y que sirven para conciliar la
atencion y benevolencia de los oyentes.

[44] Nuestra solo es la propia virtud. Las hazañas y heroicos hechos
de nuestros antepasados no podemos llamarlos nuestros. Un quilate de
nobleza adquirida es preferible á toda la heredada.

[45] Echa en cara á Ayax el destierro de su padre Telamon.

[46] En la una estaba Peleo y en la otra Pirro.

[47] Aquiles.

[48] Una de las cosas que, segun el hado, se requerian para la guerra y
toma de Troya era que Aquiles concurriese á ella.

[49] Se aplica todas las hazañas de Aquiles por haber sido quien le
trajo á la guerra.

[50] Todas estas conquistas, que eran estorbo para la de Troya, fueron
hechas por Aquiles.

[51] Propónese aqui la causa de la guerra de Troya.

[52] Moteja en esto á Ayax, quien, si salió al desafio con Hector, no
fue voluntariamente, sino porque le tocó por suerte.

[53] Era un aliado de los troyanos, y que vino en socorro de ellos.

[54] Ironía muy viva y punzante.

[55] Quiere decir sin las flechas de Hércules que estaban en poder de
este.

[56] Un monte de Troya.

[57] Ulises, acompañado de Diomedes, entró en Troya á robar el Paladion
ó estatua de Minerva.

[58] Todos estos eran próceres y capitanes del egército griego.

[59] Esta conversion de la sangre de Jacinto en flor queda ya referida
y anotada en su lugar.

[60] Las mugeres de Lemnos, en venganza de verse despreciadas de sus
maridos, trataron de matar á los hombres, y sola Ipsifile reservó á su
padre el Rey Toas.

[61] El modo artificioso con que Ulises descubrió al niño Astianacte, á
quien su madre Andrómaca tenia oculto, se refiere por Séneca, y es un
paso el mas tierno é interesante de su tragedia de las Troyanas.

[62] Agamenon.

[63] Fue hija del Rey Príamo, de la cual se prendó Aquiles, y despues
de muerto quiso se le sacrificase la que habia amado cuando vivia.

[64] Busto era la estatua de medio cuerpo que ponian sobre las urnas en
que se guardaban las cenizas de los que habian sido sepultados por el
rito que se llamaba ambustion, de modo que busto viene á ser lo mismo
que _bene usto_.

[65] Epíteto de Pirro, hijo de Aquiles, que fue el que sacrificó á
Polixena á los manes de su padre, cuyo epíteto significa _juvenis
novus_.

[66] La creencia en que estaban de que á los que no se les hacia el
honor de la sepultura no podian entrar hasta cien años en la barca de
Aqueronte, ni pasar la Estigia, les hacia solícitos y cuidadosos del
sepulcro.

[67] Pirro.

[68] Parece que los griegos allanaron hasta las ruinas, y la dejaron
reducida á un campo, como se colige de la expresion de Virgilio: _Et
campos ubi Troia fuit_.

[69] Uno de los ritos de la humacion era lavar los cadáveres, y
ungirlos con preciosos ungüentos y aroma.

[70] Fue Rey de Abidos; vino en socorro de los troyanos, y fue muerto
por Aquiles. De su cadaver puesto en la hoguera salieron unas aves que
se llamaron Memnónides, las que dicen concurrian todos los años al
sitio del sepulcro, é hiriéndose unas á otras, hacian con su sangre la
aparentacion ó exequias de su padre.

[71] Respuesta oscura y enfática del oráculo, cuyo verdadero sentido
era que buscasen á Italia, de donde fue natural y salió Dárdano, que
fue uno de los Reyes de Troya, y con esto confronta Virgilio en aquel
verso: _Dardanidae duri &c._

[72] Entendiendo mal el oráculo creyeron que la antigua madre que les
mandaba buscar era la tierra de Creta, de donde habia sido natural su
Rey Teucro.

[73] Es la que describe Virgilio en el libro 1.º de la Eneida.

[74] Es la que hoy se llama Corfú.

[75] Se cree ser hoy Mesina.

[76] De Caribdis tambien fingieron haber sido una ramera rapacísima,
que hurtó algunos bueyes á Hércules, y este en castigo la arrojó al
mar, donde quedó convertida en escollo.

[77] Este fue uno de los Ciclopes, gigante en estatura, que tenia un
solo ojo en medio de la frente, el cual le sacó Ulises quemándoselo
con un tizon; y Virgilio describe la monstruosidad de este gigante en
aquellos versos:

    _Monstruum horrendum, informe, ingens, cui lumen ademptum_
    _Trunca manus pinum egis et vestigia forma._


[78] Era hija de un rio de este nombre que corre en Sicilia cerca de la
ciudad de Catanea.

[79] Era uno de los gigantes Ciclopes que habitaban en el monte Etna.

[80] Cantinela de Polifemo al son de la flauta.

[81] Los Tritones eran de la comitiva de Neptuno, cuya venida
anunciaban con el toque del caracol.

[82] Los latinos le llaman _Portumno_. Fue deidad marina, hijo de
Atamante y de Ino, y su transformacion queda referida en el libro 4.º

[83] Indícase aqui la fábula de la guerra de los gigantes, que
pretendieron escalar el cielo, y vencidos por Júpiter, fueron
encarcelados en las cavernas del monte Etna; y sobre esta ficcion
se forjó la otra de que los terremotos procedian de los impulsos y
movimientos violentos de los gigantes encerrados y oprimidos en la
tierra.

[84] La fuerza de los encantos la atribuian á la eficacia de las
yerbas, y de las voces y cláusulas que creian mágicas y encantadoras.

[85] Dió ocasion á esta fábula el ser Escila un escollo que tiene
figura de una muger rodeada de perros; y como las olas que le baten
hacen un ruido como el ladrido de perros, se forjó sobre esto la fábula
de la transformacion de Escila en este escollo.

[86] Algunos de los compañeros de Ulises naufragaron á la vista del
escollo llamado Escila.

[87] En tiempo de Ovidio y Virgilio se llamaba Parténope por la Sirena
de este nombre, que se decia haber sido sepultada en ella.

[88] Fue hijo de Eolo, célebre trompetero, de quien dice Virgilio:

                      _Quo non praestantior alter_
    _Aere ciere viros, Martemque accendere cantu._


[89] Dice esto por la opinion que corria de que los libros sibilinos se
perdieron, y solo llegaron al tiempo de Ovidio los de la Sibila Cumea.

[90] Hoy es Gaeta, ciudad y promontorio del reino de Nápoles, en la
tierra que se llama de Labrador.

[91] Otro de los compañeros de Ulises, que por lo que poco despues se
refiere no pudo seguirle, y se quedó en Sicilia.

[92] Ya queda anotado el modo con que se lo sacó Ulises y le dejó ciego.

[93] La fábula de que Eolo era Rey de los vientos, y los tenia á su
arbitrio, tomó su fundamento del estudio y conocimiento que tenia de
ellos, y de que anunciaba los que habian de reinar.

[94] Fue un tirano cruelísimo, descendiente de Lamo.

[95] Aqui empieza á hablar á Eneas, en cuya compañía halló á
Acheménides, y le aconseja huya de la isla de Circe, que despues se
unió al continente, y se llamó el promontorio Circeo.

[96] Eran los muchos hombres que la encantadora Circe habia convertido
en fieras.

[97] Era un ropage talar propio de los griegos.

[98] Eran las que servian para los encantos.

[99] Era una planta descubierta por Mercurio, que tenia virtud contra
los encantos, de la cual hace mencion Plinio, lib. 25, cap. 4.

[100] Quiere decir con la punta ó extremo contrario.

[101] Es ave conocida, que taladra los troncos de los árboles para
hacer su nido en lo interior de ellos.

[102] Jano fue Rey de Italia, hombre prudentísimo, á quien figuraron
con dos caras para significar que veia lo pasado, y previa lo futuro,
que son dos dotes de la prudencia. Veneráronle por Dios; edificáronle
los romanos un templo, que solo se cerraba en tiempo de paz, y de su
nombre se llamó Janículo uno de los siete montes sobre que estaba
fundada Roma.

[103] La clase de tales versos se puede rastrear y comprender por los
que Séneca en el principio de la tragedia Medea pone en boca de esta
famosa encantadora.

[104] Repulsa digna de ser imitada, y egemplo de la fidelidad conyugal.

[105] Invocacion casi igual á la que hizo Medea en la fábula de la
rejuvenescencia de Eson, padre de Jason, y á la de Séneca en la citada
tragedia de Medea.

[106] Las pasiones cuando llegan á exaltarse y á un grado desmedido
convierten á los hombres en fieras, como la ira en leon, la lascivia en
cerdo &c.; y como las rameras, de quien es símbolo Circe, desentonan en
los hombres las pasiones, de aqui provino la fábula de que Circe los
convertia en fieras.

[107] Por esta Ninfa Canente estan significados la melodía y el sonido
de la voz; y se desvaneció como aquel se va poco á poco desvaneciendo,
y cesando el zumbido luego que el aire deja de ser herido.

[108] Lavinia.

[109] Fue Rey de Arcadia, que despojado de su reino vino á Italia, y se
estableció en el pais de los Aborígenes.

[110] Fue un promontorio de la region Eubea, en el que Nauplio, padre
de Palamedes, por un engaño y ardid hizo zozobrar á algunas naves de
Ulises en venganza de la calumnia con que este acusó á su hijo, y fue
causa de su muerte.

[111] Habla Diomedes del combate que tuvo con Eneas, en el que hirió á
Venus, que concurrió á defender á aquel.

[112] Hasta los gentiles conocieron la gravedad de la blasfemia, y
comentaron para ella extraordinarias penas, que aterrorizasen á los
blasfemos.

[113] Esta transformacion indica lo dificil que es el desprenderse de
la índole y propiedades que ya han llegado á ser hábito robusto, pues
se conservan en el hombre, aunque mude de estado y fortuna.

[114] Este monte, que era uno de los de la Frigia, estaba dedicado á
Cibeles.

[115] Ya queda anotado que Cibeles se apropió los leones para su carro
desde que fueron convertidos en ellos Hipomenes y Atalanta.

[116] Los materialistas y novadores de estos tiempos deben confundirse
al ver que hasta los étnicos conocian y confesaban la inmortalidad del
alma.

[117] Viene de _pomus_, voz latina, que en castellano significa la
manzana.

[118] Era el obsceno Dios Príapo, de quien hace burla Horacio en una de
sus sátiras.

[119] Este era un Dios que mudaba formas y figuras cuando se le
antojaba, como Proteo &c.

[120] En la remota antigüedad llamaban mitra á uno de los adornos
que servian para la cabeza, entre los cuales se contaban tambien el
cidaris, el galero, los títulos, las diademas, y otros semejantes.

[121] Nombre gentilicio que tenia la region que hoy se llama Baviera,
en la cual parece hubo abundancia de hierro.

[122] Esta voz era triunfal. Significaba los himnos que se cantaban á
Apolo en los triunfos, y asi dijo el mismo Ovidio: _Dicite io Paean, io
Paean, dicite Paean._

[123] Esta era Nemesis.

[124] Eran unas fiestas que se hacian á Pales, Diosa de los pastores, y
en el dia de estas fiestas se principió la fundacion de Roma; de modo
que eran un aniversario de dicha fundacion.

[125] Era uno de los siete montes sobre que estaba fundada Roma.

[126] Era una vestidura, de la cual habia tres especies; una propia
de los Dioses, otra de los Reyes y magistrados, la cual en tiempo de
la República se llamaba trábea consular, y solo usaban de ella los
cónsules, y otra que era propia de los augures.

[127] Otro monte de los siete de Roma.

[128] Rómulo con el nombre ya de Quirino.

[129] Rómulo estableció con el poder y la fuerza armada el reino de
los romanos, y Numa pacífico se dedicó á consolidarle con los ritos y
ceremonias, conociendo que la religion es la columna de los Estados.

[130] Habia una toga que se llamaba _sordida_, la cual ponian á los
reos cuando los sacaban á ajusticiar.

[131] Crotona, que hoy se cree ser Cortona.

[132] Isla del mar Icario.

[133] Todo esto es un breve compendio de la filosofia de Pitágoras.

[134] Por estas razones y las demas que siguen se sacrificaban el cerdo
á Céres y el macho cabrío á Baco.

[135] Era rito el dorar las astas y frente de las víctimas, y
adornarlas con cintas y guirnaldas; y á esto aludió Virgilio en aquel
verso:

    _Et statuam ante aras aurata fronte juvencum._


[136] Era una composicion líquida y fluida que se hacia con harina
y agua, con la cual rociaban la víctima, y á este acto llamaban
inmolacion, nombre que vino despues á significar todo el sacrificio.

[137] Para establecer Pitágoras su desconcertado dogma de la
transmigracion sienta primero la frugalidad de aquella primera edad que
se llamó de oro, en que los hombres se mantenian con frutas y semillas,
queriendo reducir las cosas á estos primitivos alimentos, y proscribir
el uso de las carnes, apoyándose para ello en su errado dogma de la
transmigracion, bien opuesto á la razon y á la creencia que hasta
él tuvieron todos los gentiles de que las almas no pasaban á animar
á otros cuerpos, sino que eran inmortales, y segun sus méritos eran
destinadas á tormentos ó á delicias eternas en el desagradable reino de
Pluton.

[138] Es Pitágoras, en cuya persona va hablando el poeta.

[139] Este es el principal fondo del error de la transmigracion.

[140] En la hipótesis de su error quiere decir que el espíritu del
animal que se mata puede haber sido el que antes animó á alguno de los
abuelos ó ascendientes del que quita la vida al animal.

[141] Horacio describió bien esta sucesion y vicisitud de las
estaciones del año en aquella célebre oda que empieza: _Diffugere
nives_.

[142] Nuestro poeta hace cuatro las edades del hombre, comparándolas á
las cuatro estaciones del año; pero otros las hacen siete con respecto
al número de los planetas, y las cuentan de este modo: infancia,
adolescencia, juventud, edad viril, decadente, senectud y decrepitud.

[143] Á semejanza de esto dijo Horacio: _Singula de nobis anni
praedantur euntes_; con lo que describió el lento estrago que van
causando los años cuando empiezan á declinar, que eso significa la voz
_euntes_.

[144] Esto comprueba la opinion de que el feto no respira en el útero
materno, ni hasta que nace y sale al aire exterior.

[145] Todo esto conforma bien con lo que leemos en el libro de Job
acerca de la vida del hombre: _Fugi velut umbra, et numquam in eodem
statu permanet._

[146] Fue en su juventud un célebre atleta de la ciudad de Crotona
de tan grandes fuerzas, que de una puñada mataba á un novillo, y
cogiéndole sobre sus hombros, le llevaba por el espacio de un estadio,
que son doscientas y cincuenta varas castellanas.

[147] La primera por Teseo, y la segunda por el troyano Páris.

[148] El tiempo es significado por el planeta Saturno, cuya pintura
mitológica es la de un hombre membrudo, descarnado y decrépito, con
alas en los pies, un relox de arena con alas sobre la cabeza, signos
todos de su velocidad, y una guadaña en la mano con que todo lo
destruye.

[149] Tito Livio le llama Marsio, y es un rio que corre en la Lidia,
cerca de la antigua ciudad de Laodicea.

[150] Rio de la Arcadia, que nace de una laguna llamada Estinfale, de
la cual se llama Estinfalo hasta que se oculta debajo de la tierra, y
cuando vuelve á salir se llama Erasino.

[151] Rio del Peloponeso, en la Elide; y se advierte que todos estos
nombres son segun la geografia antigua.

[152] Rio de la antigua Salmacia, que desemboca en el Ponto-Euxino,
llamado hoy el mar Negro.

[153] Isla del mar Jonio, llamada hoy de S. Mauro.

[154] De esta ya queda antes anotado ser Mesina, en Sicilia.

[155] La misma opinion sigue Séneca sobre las causas que producen los
terremotos.

[156] Eran unos pueblos de la region de Epiro.

[157] Pueblos de la Tracia.

[158] Rios de la Calabria.

[159] De esta fuente ya se habló en el lib. 4.º en la fábula de
Hermafrodito y la Ninfa Salmacis.

[160] Estaba en el Peloponeso, no lejos del istmo de Corinto.

[161] No es punto decidido si el vino es ó no cálido ó frio; y Macrobio
en el lib. 7.º de los Saturnales sostiene con eficaces fundamentos que
el vino es frio.

[162] Fue un médico llamado Melampo.

[163] Era un rio de Macedonia.

[164] Era la isla de Delos, en la que Latona parió á Apolo y á Diana.

[165] Era la region que se llamaba Escitia, tierra muy fria, y que por
soplar alli á la continua el viento Boreas fue llamada Hiperborea.

[166] Lo mismo afirma Virgilio en el lib. 4.º de los Geórgicos.

[167] Este es un símil, por el cual se explican bien los efectos de la
educacion. Nacen los hombres estúpidos y desarreglados en sus pasiones,
y los padres con la buena educacion les van formando para la moralidad,
y para la vida social y virtudes morales.

[168] De seis ángulos.

[169] Es probable fuese la que se llamó Heliópolis.

[170] Dice esto por Julio César, de quien debe entenderse.

[171] Aqui se indica la apoteosis ó deificacion de Julio César, despues
de cuya muerte apareció un cometa, que, segun en su vida lo refiere
Suetonio, se creyó era el alma del dictador, que habia sido recibida en
el cielo, y colocada en el número de los Dioses.

[172] Fedra, muger de Teseo, y madrastra de Hipólito.

[173] Este funesto suceso se describe bien por Séneca en la tragedia
que intituló _Hipólito_.

[174] Era un rio de los del infierno, cuya corriente fingieron era de
fuego.

[175] Esculapio, á quien hacian Dios de la medicina.

[176] En esto no conviene Horacio, quien en la oda _Diffugere nives_
manifiesta la contraria opinion de que Hipólito quedó en el infierno,
y Diana no pudo conseguir de Pluton y Proserpina le restituyesen á la
vida.

[177] El valle de Aricia, donde estaba retirada Egeria.

[178] La etimología de esta voz es _bis vir_, esto es, dos veces
hombre, porque despues de destrozado volvió á recuperar su antiguo ser,
segun la opinion que aqui manifiesta el poeta.

[179] Hipólito.

[180] Fue un ciudadano romano célebre, porque se resistió á la ambicion
de reinar.

[181] Etrusco ó de Toscana, pues ya queda dicho que los de esta nacion
fueron los primeros que inventaron las artes adivinatorias.

[182] Cuando el Emperador ó Capitan habia de perorar al egército lo
hacia sobre un poste de céspedes, que formaban los mismos soldados.

[183] Era una mesa de tres pies que habia en el templo de Apolo de
Delfos, desde la cual daba la sacerdotisa los oráculos.

[184] Esculapio, hijo de Apolo.

[185] Las súplicas y oraciones de la sola voz valen muy poco si no van
acompañadas del ánimo y de la intencion, y por eso se dijo aquel sabido
verso: _Si mens non orat, in vanuum lingua laborat._

[186] De todos estos pueblos no ha quedado vestigio alguno, ni ha
llegado noticia á nuestros tiempos, ni la pudieron adquirir los
comentadores de Ovidio.

[187] Todas eran poblaciones de la costa de Italia.

[188] Entre las cosas que Eneas sacó de Troya fue el fuego, en el cual
veneraban á la Diosa Vesta, y para cuyo cuidado y conservacion se fundó
el colegio de las vírgenes Vestales.

[189] Octaviano César.

[190] Como César para apoderarse de la república reunió en sí todas las
supremas dignidades, no olvidó ni despreció la de Pontífice máximo, con
la cual arrogó á sí, y reunió en sí lo religioso y profano.

[191] Julio Ascanio, hijo de Eneas, de quien la adulacion hizo
descendiente á César.

[192] Señales que refiere Suetonio precedieron á la muerte de César.

[193] En la cual se habia hecho fuerte, y se resistia Marco Antonio
contra Augusto.

[194] Se debe entender los de la ciudad de Filipo de Macedonia, llamada
tambien Hematia, donde fue la célebre batalla Filipense, una de las
civiles mas famosas, en las que fueron destrozados Bruto y Casio.

[195] Indica la batalla naval que hubo en ellos contra uno de los
hijos de Pompeyo, cuya armada de trescientos y cincuenta navíos quedó
reducida al corto número de seis ó siete, con los cuales pudo huir.

[196] Octaviano.

[197] Habla de Tiberio, hijo adoptivo de Octaviano, y natural de Libia.

[198] Por esta transformacion que creyeron de Julio César en estrella
le pintaban y esculpian con una estrella en la cabeza, y este
distintivo tenian todas sus estatuas.

[199] Era el cometa de que antes hemos hablado, y que creyeron ser el
alma de César.

[200] Congerie de egemplos de hijos que fueron mas famosos que sus
padres.



LISTA DE ESTAMPAS NUMERADAS


Estampa 119: Diana se compadece de Ifigenia que iba á ser sacrificada,
y pone en su lugar una cierva.

Estampa 120: Combate sangriento entre Centauros y Lapitas suscitado en
las bodas de Piritóo.

Estampa 121: Ayax y Ulises pretenden las armas de Aquiles; se le
adjudican á Ulises.

Estampa 122: La sombra de Aquiles detiene á los Griegos que se volvian
á su patria.

Estampa 123: Las damas Troyanas llevan en hombros á Polixena que acaba
de espirar.

Estampa 124: Del incendio de Troya se salva Eneas con su padre Anquises
y su hijo Ascanio.

Estampa 125: Despues de haber cantado Polifemo las alabanzas de Galatea
la ve que se entretenia con Acis.

Estampa 126: Enamorado Glauco de Escila, la refiere su transformacion
en Dios marino.

Estampa 127: Circe envenena la cueva en que Escila solia dormir.

Estampa 128: Dido, reina de Cartago, recibe á Eneas en su palacio y
queda enamorada.

Estampa 129: Apolo concede á la Sibila tantos años de vida como arenas
tiene en sus manos.

Estampa 130: Eneas manifiesta su piedad por los sacrificios que ofrece
á los Dioses.

Estampa 131: Ulises obliga á Circe dé á sus compañeros su primitiva
figura.

Estampa 132: Pico, por ser fiel á su Esposa, es transformado por Circe
en Picoverde.

Estampa 133: Venus, irritada, transforma á Acmon y á sus compañeros en
aves aquáticas semejantes á Cisnes.

Estampa 134: Por haber insultado un pastor á unas ninfas que danzaban
es convertido en olivo.

Estampa 135: Los navíos de Eneas incendiados por Turno son
transformados por Cibeles en ninfas marinas.

Estampa 136: Vertumno, transformado en vieja, logra el amor de Pomona.

Estampa 137: Miscilo, absuelto por un singular prodigio, va á Italia y
funda la Ciudad de Crotona.

Estampa 139: Cipo predice al pueblo Romano tendria un Rey, y quitándose
la corona, dice, vedle aqui.

Estampa 138: Roma, afligida de la peste, envia á Delfos á consultar el
Oráculo de Apolo.

Estampa 140: Asesinado Julio César en el Senado Venus le transforma en
cometa.



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