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Title: El legado del ignorantismo
 - Conferencia dada el 23 de abril de 1920 ante la Asamblea de Maestros en Baguio
Author: Pardo de Tavera, T. H. (Trinidad Hermenegildo)
Language: Spanish
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 - Conferencia dada el 23 de abril de 1920 ante la Asamblea de Maestros en Baguio" ***


produced from images generously made available by The
Internet Archive/American Libraries.)



                       EL LEGADO DEL IGNORANTISMO

              Conferencia dada el 23 de abril de 1920 ante
                   la Asamblea de Maestros en Baguio

                                  Por

                         T. H. Pardo de Tavera


                                 Manila
                           Bureau of Printing

                                  1920



EL LEGADO DEL IGNORANTISMO [1]

Por T. H. Pardo de Tavera


Conferencia dada el 23 de abril de 1920 ante la Asamblea de Maestros
en Baguio.

                            "Desdichados de vosotros, doctores de
                            la ley, que habéis tomado la llave de
                            la ciencia; vosotros no habéis entrado y
                            habéis impedido entrar a los que querían
                            entrar." (Evangelio de San Lucas, Cap. XI,
                            vers. 52.)


Tengo el honor de presentarme ante vosotros aceptando con el mayor
placer una invitación que el Director Sr. Osías ha tenido la atención
de hacerme. Habiendo dejado el tema a mi discreción, me ha parecido que
merecía la pena de que disertara sobre la educación laica que funciona
en nuestras escuelas públicas desde la implantación del nuevo régimen
que rige los destinos del pueblo filipino. Voy a ceñirme estrictamente
a los hechos y hablaré con la franqueza y la lealtad que el caso
requiere aunque tenga que lastimar las susceptibilidades de alguien.



Movimiento consolador

Desde hace algún tiempo se nota en nuestra sociedad una preocupación
creciente contra la inmoralidad, contra el vicio, contra la pereza, en
general, contra los con razón llamados males sociales. Tal movimiento
es, por cierto, bueno y consolador; síntoma de un notable progreso
social aunque para la mayoría sólo hay motivo de alarmarse y condolerse
por el aumento de semejantes males. ¿Existe positivamente tal aumento
de inmoralidad? ¿Hay realmente motivo de alarmarse por un retroceso
moral de nuestra sociedad?

Después de haberme hecho a mí mismo estas preguntas y considerado
los fundamentos del clamor público y de la opinión sobresaltada ante
la imagen del vicio y la inmoralidad crecientes, puedo decir que ese
movimiento de la opinión es consolador, es síntoma de mejoramiento, de
progreso de la moral general. En otros términos, no es la inmoralidad
que crece, ni que aumenta, sino el sentido moral que va ganando mayor
número de conciencias individuales, formándose así una opinión pública
que antes no existía, completamente consciente de los males sociales
que existen y contra los cuales se levanta. No es que la moral social
ha decaído; todo lo contrario, se ha formado rápidamente en nuestra
sociedad un sentido moral que antes no existía sino en una pequeña
minoría, y su efecto ha sido un movimiento nuevo contra los vicios
y la inmoralidad.



La opinión pública prohigiénica

Para mejor comprender este fenómeno y explicarlo según es en realidad
y no como resulta en apariencia, conviene compararlo con la aparición
de un nuevo sentimiento que se ha formado desde la implantación
del régimen americano; del sentimiento de la higiene. Antes, nadie
hablaba de las condiciones insanitarias de Manila, y solamente tenían
un verdadero concepto de su deplorable estado unas muy contadas
personas de nuestra sociedad. Ahora, a medida que nuestra educación
individual nos ha hecho comprender lo que es la higiene y demostrado
su importancia, no sólo hemos mejorado nuestro estado sanitario,
sino que, de pronto, se ha formado un sentimiento colectivo igual a
la suma de los sentimientos individuales sobre la materia, y se ha
constituido una opinión pública prohigiénica. Como esta opinión crece
más de prisa que la sanitación en Manila, vemos que a cada momento
se censura al Buró de Sanidad, llegando hasta el punto de acusarle
de que por su culpa aumentan las condiciones antihigiénicas, cuando,
en realidad, lo que sube es el clamor de la opinión prohigienista,
en virtud del aumento de los individuos que comprenden la higiene y
exigen la aplicación rigurosa de sus leyes y principios.



Viene de muy lejos

Ahora se denuncian por la opinión pública deficiencias higiénicas
incomparablemente menos peligrosas que antes, pero que no las miramos
de una manera relativa sino absoluta. Una condición anti-sanitaria se
denuncia en absoluto como un mal intolerable; relativamente hablando,
se calmaría el tono de nuestra censura si se tuviera en cuenta que
semejante mal viene de más lejos, lo sufríamos en silencio cuando
ignorábamos no su existencia, sino sus consecuencias sobre la salud,
de manera que para nosotros existía en estado latente y no la veíamos
por falta de preparación. Es idéntico a lo que ocurre cuando al pié
de un poste portador de corriente eléctrica se coloca este letrero:
"Peligro de muerte." Tal aviso deja perfectamente indiferente, y no
le sirve para su seguridad, al individuo que no sabe leer. Quien lo
pueda leer conoce el peligro; el que no sabe leer no se aprovecha
del valor higiénico del letrero.



Por qué crece la campaña contra la gallera

Contra la gallera ha crecido ahora una campaña que no proviene del
aumento de la pasión por esta plaga, sino de un aumento del número de
sus enemigos. Nadie puede decir que ha aumentado el juego de gallo;
es fácil probar que ha disminuido; el número de días permitido por la
ley es hoy insignificante comparado con el de pocos años atrás. Sin
embargo, la campaña contra el gallo ha crecido, precisamente porque
disminuían sus partidarios. Absolutamente lo mismo ocurre con los
juegos de cartas y las carreras de caballos.

No habría nada que decir por ese movimiento general en pro de la
moralidad social, si tal actitud de la opinión pública no tomara el
sesgo equivocado y tendencioso que le quieren dar ciertos elementos,
que, de todo tiempo, han sido una rémora para la instrucción del
pueblo filipino. Estos elementos, aprovechando la preocupación que
invade la opinión de combatir el vicio y purificar la moral pública,
en lugar de apoyar sencillamente este movimiento y de sostener su vigor
justificando su utilidad para el bien mismo que persigue, emprende
una campaña política que consiste en alarmar al pueblo haciéndole
creer que la inmoralidad crece, que los males sociales aumentan, que
la vida misma nacional está peligrando por culpa de los reformadores,
a causa del nuevo régimen que impera en Filipinas desde la pérdida de
la pasada soberanía. Aprovechan el movimiento de la opinión pública
en favor de la moralidad pública, para hacer creer que la forma
democrática de gobierno, la lengua inglesa, las escuelas laicas,
la coeducación y la civilización anglosajona son los motivos del
supuesto aumento de inmoralidad: ¡tal es el programa de cierta gente!



Nuestros enemigos

Aquéllos, en gran parte culpables ante su nación de las desdichas que
amagaban al pueblo filipino que recurrió a la revolución y la rebelión
para librarse de un régimen opuesto a su progreso y su felicidad,
olvidando su incapacidad de llenar los compromisos que en nombre de su
patria tenían contraídos aquí y que fueron causa del fracaso político
de la colonización pasada, quieren ahora defender sus intereses en
nuestro país labrando con su política lo que únicamente produciría
disensiones entre los filipinos. ¡Bajo pretexto de interesarse más
que nosotros mismos en nuestro propio bienestar, suponiéndonos ciegos
e incapaces de conocer y discernir el bien del mal, mirándonos como
eternos indios de mentalidad inferior, tratan de llevarnos por donde
quieran, por donde les conviene, por el camino oscuro en donde no
ven más que ellos, los que conducen o quieren conducir al indio,
siempre niño, que debe dejarse llevar...!

En un semanario extranjero publicado en Manila se lee lo siguiente:
"Puestos a buscar enemigos del progreso de los filipinos, los
encontramos en cada timba, en cada cabaret; en la invasión pacífica de
Japoneses en Filipinas; en el panguingue, en los juegos de billar, en
la inmoralidad reinante en el teatro, en la novela, en el cinematógrafo
y en la tarjeta postal; y sobre todo, en la escuela laica." Quien así
se expresa tratando de excitar el odio filipino contra los japoneses,
para crearnos primero desconfianza, luego conflictos, es un extranjero,
y en la lengua en que él mismo escribe están escritas las obras de
teatro y las novelas inmorales que vienen a Filipinas; [2] en su
lengua también se promulgaron en nuestro país las leyes y reglamentos
instituyendo las galleras, la lotería, los juegos de billar, creados
como recursos del Estado, como cosa que los filipinos no podíamos
combatir en nuestro antiguo régimen político, sin combatir al mismo
tiempo al propio gobierno que hacía del vicio una fuente contributiva
y que, para aumentar su ingreso en este sentido, tenía que fomentar
esos vicios, lo mismo que el del opio en los fumaderos oficiales. De
la escuela laica hablaremos en seguida.



La obra de la calumnia y del odio

Considerando el carácter de esa campaña contra nuestras instituciones
del día, y dolorosamente impresionado por el mal grande que al progreso
y tranquilidad de nosotros, filipinos, hace esa obra perturbadora de
la calumnia, odio, desconfianza y pesimismo, creo de mi deber hablar
cuando entiendo que se ha llegado al colmo con un documento que ha
venido a mis manos. Es nada menos que la circular que un alto prelado
dirige a los curas de las parroquias de su diócesis, y que trata de
la instrucción pública. [3]



Amenaza con el infierno

Todo el documento es un ataque contra las escuelas del gobierno,
únicamente porque en ellas no se enseña la religión católica,
amenazando con el infierno a los padres de familia que envían a ellas
a sus hijos. En el final dice textualmente lo siguiente:


    "Como primer paso, después de hacer ustedes ver a los padres de
    familia los males sociales que resultan de la escuela sin Dios,
    como los crímenes contra la honestidad, el asesinato, el suicidio,
    la rapiña y el robo, la desobediencia a las autoridades civiles
    y eclesiásticas, en fin, la corrupción de costumbres, todo
    fruto sazonado de esas escuelas laicas, insinúenles vuestras
    reverencias que, en escritos o exposiciones que deben dirigirse
    a Nos, declaren al gobierno sin eufemismos su inquebrantable y
    decidida voluntad de que a sus hijos se les dé educación cristiana
    en sus escuelas. Nosotros, por nuestra parte, nos cuidaremos de
    enviar a la legislatura estos escritos.



Una acusación calumniosa

¡"Todo fruto sazonado de esas escuelas laicas" dice el prelado
refiriéndose a los crímenes y a la corrupción de costumbres que antes
menciona! Una acusación de tal naturaleza debe probarse por quien
acusa. Lo más grave del caso es que esas afirmaciones se lanzan para
recomendar después a los curas párrocos que las hagan penetrar en
la cabeza de los padres de familia. Los fieles deben aceptar como
verdaderas las afirmaciones que salen de boca de sus sacerdotes,
de suerte que tales propagandas fomentan en el más alto grado el
sentimiento contra un gobierno acusado de fomentar la criminalidad en
sus escuelas. No aconseja el prelado la violencia; pero, en los tiempos
que corren, la violencia resulta naturalmente de una preparación
adecuada de la conciencia popular, y cuando el pueblo supone que
su propio gobierno es el causante, el educador nada menos de los
ladrones, los asesinos, los corrompidos, es verdaderamente un pueblo
muerto aquél que no trate de barrer por cualquier medio al gobierno,
máxime si es extranjero, que de tal suerte corrompe a los ciudadanos.



Colosal transformación

Puede, desde luego, decirse, sin temor a errar, que tales acusaciones
son de todo punto falsas, y que si hay en Filipinas algo que merece
el aplauso de toda conciencia honrada, algo que impone no sólo la
gratitud sino la admiración del pueblo filipino, es la organización
de la enseñanza pública implantada por el pueblo americano. No
hay un filipino capaz de razonar que no vea y comprenda la colosal
transformación que todo nuestro pueblo ha experimentado en virtud de
esa educación laica. No sólo el gobierno ha organizado un sistema de
educación eficiente, sino que lo ha extendido por todo el Archipiélago
de una manera tan general que algunas naciones de Europa que citan
continuamente los fastos de su pasada historia, querrían muy bien
para ellas; no solamente los filipinos encontramos en las escuelas
laicas los elementos necesarios para nuestra instrucción y nuestra
educación de manera que podemos ser individuos útiles a nosotros
mismos y cooperar en la administración de los asuntos públicos, sino
que las escuelas y colegios privados del antiguo régimen han mejorado,
se han transformado, se han puesto a la altura que debían, siguiendo
la norma dada por el gobierno; negar esto es declararse ciego.



Una escuela laica de dominicos

Nada más que el ciego apasionamiento puede lanzar sobre las escuelas
laicas una acusación como la que transcribimos y contra la cual los
primeros en protestar serán seguramente los frailes dominicos en
Filipinas cuya misión en Formosa tiene una escuela de niñas chinas
y japonesas en la capital, Taihoku, que he visitado en mi viaje
a dicha isla. El R. P. Fr. Clemente Fernández, dominico y Vicario
Apostólico de Formosa, me hizo el honor de acompañarme a visitar
dicho Colegio, llamado de la Beata Imelda, situado en el barrio
de Daitotei, en Taihoku. Es un hermoso colegio del que justamente
pueden los dominicos sentirse orgullosos, pero no me llamó tanto la
atención la organización material y educativa de esta institución,
como la ausencia de toda imagen religiosa en los dormitorios, clases,
salas y demás habitaciones usadas para y por las niñas. Al informarme
del motivo de cosa tan singular, me hizo saber el R. P. Fernández que,
entre las condiciones estipuladas por la ley de enseñanza pública de
Formosa, tanto para las escuelas del gobierno como para las privadas,
existe la prohibición absoluta de educación religiosa y de ostentación
de imágenes y objetos de culto. Esta es, pues, una escuela laica, una
escuela sin Dios, sobre la cual cae también la sorprendente acusación
de un prelado que aprovecha la libertad que nuestro gobierno le concede
de enseñar su religión en sus escuelas, para usar de este derecho ¡y
empeñarse además en imponer luego su voluntad al gobierno acusándole
de enseñar en las escuelas el homicidio, el robo, la violación y la
corrupción de costumbres!



¡Si usáramos el mismo procedimiento!

No hay duda que ya durante la dominación española conocíamos en
Filipinas la existencia de criminales condenados a muerte y presidio
por asesinato, robo, estupro, sacrilegio y toda clase de crímenes, y
que la corrupción de costumbres no era ni desconocida ni rara. Como
durante todo el tiempo de la dominación española, la enseñanza
estuvo al cuidado exclusivo de los sacerdotes de la Iglesia Romana,
si usáramos el mismo procedimiento del mencionado prelado, deberíamos
acusar a dichos sacerdotes de haber con su educación instruido a
los filipinos en el asesinato y el robo, y que la corrupción de
costumbres era "todo fruto sazonado de las escuelas católicas." Yo
no propongo tal acusación, me limito a presentarla como lógica
consecuencia que se sacaría, siguiendo el método empleado por un
prelado hablando nada menos que a sus sacerdotes, en una pastoral
destinada a marcar una orientación en la mentalidad de su clero y de
sus feligreses. Pensando sobre la acusación del obispo se me ocurrió
que sería provechoso recordar lo que fué la instrucción pública dada
anteriormente en Filipinas por las escuelas con Dios y considerar el
resultado obtenido. Confiando en el carácter respetable y para muchos
sagrado de los sacerdotes, a su testimonio he de recurrir para conocer
cómo fué aquella educación y qué resultado dió en el pueblo filipino.

No debemos ocultar la verdad cuando pone en evidencia cosas que no
halagan nuestro amor propio. Nadie como los hombres que se dedican
a la enseñanza tienen tanto interés en conocer la mentalidad de la
sociedad en que viven y a la que tienen el deber de educar. El exacto
conocimiento de los defectos morales, intelectuales y físicos de
un pueblo es el elemento más importante para orientar su educación,
y sería absurdo cerrar los ojos ante lo malo, porque el principio de
la rectificación de una acción es conocer si es o no equivocada. No
puede corregir un mal quien lo desconoce.



Lo que fué la educación del pueblo filipino bajo la dirección religiosa

Antes de atacar o defender la educación laica de las escuelas públicas,
parece útil conocer lo que fué la educación del pueblo filipino bajo la
dirección religiosa y luego saber qué resultado se obtuvo, es decir,
cómo se transformó el hombre sometido a tal sistema, después de más
de tres siglos de práctica.

De fuentes eclesiásticas he de tomar los datos que aquí consigno,
porque aunque contienen alguna exageración al tratar de su propia
obra que, como es natural, defienden, magnifican y alaban, son, al
fin, las más útiles para conocer sus propios defectos que entonces
resultan verdaderas confesiones.

El P. Santiago Payá, Rector de la Universidad de Santo Tomás, dijo,
entre otras cosas, lo siguiente, el día 1.o de Julio de 1899:


    "Toda la instrucción secundaria en las Islas Filipinas, estaba
    sometida a la Universidad de Santo Tomás. Además de las escuelas
    privadas en Manila, las había en provincias, pero todos los
    colegios de instrucción secundaria estaban sujetos a Santo Tomás."

    "Había escuelas primarias en casi todos los pueblos sostenidas
    por el gobierno, en las que se daba una instrucción muy
    rudimentaria....leer, escribir, el Catecismo, algo de
    aritmética...."

    "Los filipinos, por regla general, tienen buena memoria, pero no
    gran talento, no tienen buen talento."

    "Casi toda la educación en Filipinas la daban las órdenes
    religiosas; es decir, la secundaria y la universitaria estaban
    sostenidas por las órdenes religiosas, y la primaria por los
    sacerdotes curas de los pueblos."

    "En los filipinos, todo es imitación; carecen de originalidad. Se
    les enseñaba a leer y escribir el castellano, pero la mayoría de
    ellos lo aprendían de una manera puramente mecánica."

    "Los indios eran muy refractarios a la lengua castellana; los
    que sabían hablarla, no querían hablarla. Esto ocurría tanto
    en Manila como en los arrabales. Los que hablan castellano,
    prefieren hablar su lengua en sus casas."


Del P. Fray José M. Ruíz, en su memoria presentada a la Exposición
de Filipinas en Madrid en 1887, tomamos lo siguiente:


    "Es el párroco inspector local de Instrucción pública, consultor
    del Gobernadorcillo, y Presidente de varias juntas locales. Los
    indios ven en ellos un padre, un pastor, y un protector, y como
    tales han sido siempre reconocidos por el Gobierno de estas
    Islas." (Pág. 239.)

    "Gran parte de la población filipina, es a saber, la que vive
    en barrios y lugares apartados y poco accesibles, está casi por
    civilizar." (Pág. 247.)


Refiriéndose a esta masa popular dice el mismo Padre:


    "Atentos sus amos, salvas algunas honrosas excepciones, a sus
    propios intereses, descuidan por completo la instrucción de estos
    infelices en sus deberes religiosos....y sus hijos dedicados al
    pastoreo de los animales de labor, se crían en la más estúpida
    ignorancia." (Pág. 254.)


Después añade el autor:


    "Y aunque son enemigos de ir a la escuela (los indios) y de que
    vayan sus hijos, es porque no sirve más que para perder el tiempo,
    pues nada aprenden....Por lo demás, los pueblos están atestados de
    maestrillos ignorantes, que sin contar con nadie ponen sus escuelas
    privadas pagadas por los padres de los niños. Así aprenden lo
    poco bueno y mucho malo que saben, a quienes enseñan la cartilla,
    y algo de lectura y escritura, sirviéndoles de texto, para ambas
    cosas, los libros manuscritos llamados Corridos, atestados de
    anacronismos, errores y absurdos de todo género.......También
    aprenden algo de Catecismo." (Pág. 337.)

    "Los locales para escuelas eran además de malos, completamente
    abandonados y muchos de ellos ruinosos." (Pág. 339.) "Tampoco hay
    orden en la escuela, y cada uno entra o sale sin permiso cuando
    le acomoda." (Pág. 440.)



Reconocimiento leal de un dominico

El R. P. Ruíz, dominico, muy lealmente reconoce el lamentable estado
en que se encuentra la llamada instrucción pública en Filipinas, fuera
de Manila en donde las cosas no son tan pésimas. A su modo de ver:


    "Sería necesario que se enseñara el castellano y, por lo menos, que
    se les diera a los filipinos libros en su idioma, en que aprendan
    las cosas más elementales que ignoran, y Religión y Moral. El
    Rueda, [4] traducido, sería lo mejor, añadiendo algo de Filipinas
    y las gramáticas de su idioma al castellano. (Sin duda quería
    decir la gramática castellana traducida a sus dialectos.) Todo
    lo que no sea así, creemos que es perder tiempo. Con estas
    medidas, en treinta años está difundido el castellano entre los
    niños." (Págs. 440-441.)

    "Por las mismas razones (distancias y falta de caminos), los
    niños y las niñas no asisten a la escuela, y lo poco que saben
    lo aprenden de algunos maestrillos, gente por lo común de mal
    vivir escapada de otros pueblos, algunos de los cuales son también
    curanderos y ensalmadores, que al mismo tiempo que les enseñan la
    cartilla y algo de Catecismo, les imbuyen en mil supersticiones,
    y en todos los vicios...." El párroco que solamente algunos veces
    va por necesidad a administrar algún enfermo grave, y rara vez
    a visitarlos (a los indios) exprofeso, pues las parroquias son
    generalmente muy grandes y muchísimas y urgentes sus atenciones, no
    puede remediar sino en parte algunos de estos males." (Pág. 255.)



La gente filipina

Ahora veamos qué clase de gente es la filipina. Es esencial reconocer
la psicología de la comunidad. Ninguna opinión tan valiosa para el
caso actual como la del misionero antes citado, que dice lo siguiente
sobre la psicología de los filipinos:


    "Como gente ignorante y poco culta, no dejan de tener los indios
    algunos resabios de supersticiones que practican inconscientemente
    engañados por los curanderos, que son los que mantienen vivas
    estas ridículas tradiciones de sus abuelos, sin que sepan dar
    razones de porque las hacen." (Pág. 261.)

    "Tienen (los indios) un fondo supersticioso, que se revela bien
    en todas sus prácticas."


Citando las palabras del Dr. Lacalle dice el P. Ruíz (pág. 348):


    "Pretender que gentes que dan los primeros pasos en el camino
    de la civilización, se revelen en sus actos religiosos, severos,
    ilustrados y verdaderamente pensadores, es cosa por todo extremo
    absurda."


Y añade lo que sigue:


    "No debe perderse de vista que el indio es un niño mal educado,
    pero un niño grande y en el completo desarrollo de las pasiones. No
    obra por conciencia, sino por temor; no se mueve por razones, sino
    por impresiones; amigo de novedades y de espectáculos, se mueve
    al compás de las diferentes impresiones que recibe. Naturalmente
    es inconstante y veleidoso, y ya quiere una cosa y ya otra, y
    vuelve a querer lo que antes no quiso, sin firmeza ni estabilidad
    en ninguna cosa, sin saber muchas veces qué querer, ni qué le
    conviene. Tal es el indio filipino ligeramente bosquejado."



Los españoles filipinos


    "Los españoles filipinos lo son en dos maneras: unos
    son descendientes inmediatos de españoles, descienden de
    españoles filipinos o también hijos de madre filipina y padre
    peninsular." (Pág. 288.)

    "Tienen por desgracia muchas de las malas cualidades del español
    y el indio, y carecen de la docilidad de carácter que en éste se
    observa, y de la nobleza e hidalguía característica de aquél. Son
    de poco corazón, cobardes y apocados, mas son altaneros, coléricos,
    y descomedidos con los indios, a quienes suelen despreciar y
    maltratar de palabra y de obra, y frecuentemente estúpidos y
    empalagosos."

    "De los indios aprenden todas las supersticiones, mil fábulas
    inverosímiles y absurdas que son tradicionales en ellos, y en una
    palabra todos sus usos y costumbres; así comen morisqueta con
    los dedos como ellos, y tienen marcada afición a sus golosinas
    y comidillas sucias de los indios."

    "Como se educan con mucho mimo y no se les vá a la mano, son mal
    criados, desobedientes, caprichosos, insolentes y mal hablados. Las
    mujeres se resienten algo de falta de pudor, y como se han criado
    en el abandono y la holgazanería, son inútiles para el gobierno
    de la casa de familia...." (Págs. 289-290.)

    "....así los hombres como las mujeres, aunque religiosos, son
    crédulos y supersticiosos como los mismos indios."

    "Tal es la idea que de los filipinos se puede dar." (Pág. 290.)


El mestizo chino sale descrito en la misma forma.



La única literatura para los filipinos

La única literatura accesible a los filipinos de baja cultura y también
a los de la clase más elevada, consistía en Corridos que constituía
la lectura profana, y la Pasión y las Novenas que formaban la lectura
religiosa. Corridos, Pasiones y Novenas se han impreso en abundancia,
en ediciones baratas, tanto en castellano como en dialectos del país.

Son los Corridos cuentos en verso sobre sucesos históricos falseados
y fantaseados y tragedias amorosas, llenas de sucesos maravillosos
mezclados de prodigios divinos y de magia, todo en estilo ampuloso,
exagerado, pueril y absurdo en extremo. Ninguno de los personajes es
indígena; todos son turcos, árabes, caballeros cruzados, embajadores,
duques, guerreros con armaduras, provistos de armas encantadas y de
bálsamos como el famoso de Fierabrás; los buenos castellanos, los
malos extranjeros. Todos los personajes reñidos con la realidad en
Filipinas y con aspecto de reales y efectivos, por ser de tierras
desconocidas y de razas prodigiosas. Lo mismo ocurre con el lugar
de la escena; tierras maravillosas, Palestina, el reino de Navarra,
el imperio del Gran Kan, palacio de Macedonia, y no sólo se desconoce
y falsifica la superficie de la tierra, sino que el sistema planetario
sufre asimismo un cambio radical. Crecen las palmeras y el tamarindo en
los alrededores de Moscou, Palestina y Macedonia se cubren de praderas
como Noruega o Suiza, y aparecen ballenas en el Mediterráneo. Sucesos
que principian una mañana en Macedonia, terminan de la manera más
natural la tarde misma de aquel día, en un palacio de Babilonia,
y una princesa de Aragón, cautivada al anochecer en Sicilia, discute
a media noche y sin intérprete con un moro en Samarcanda.

La Pasión, obra en verso en diferentes dialectos filipinos, es no sólo
la Pasión de Cristo, sino que comprende una especie de abreviado de
la historia sagrada.

Las Novenas son libritos devotos dedicados a un Santo cuyo favor se
invoca para obtener de Dios tales o cuales mercedes. Consisten en un
sistema de oraciones, con relación de milagros y de reflexiones sobre
los mismos, que se hacen cada día, durante nueve días consecutivos. "Se
atribuye a la Virgen María el origen de las novenas, porque ella
venera el número nueve en memoria de haber sido nueve los días que
fué prevenida para la Encarnación del Divino Verbo, y también por los
nueve meses que le trajo en su vientre virginal." (Novena a Jesús,
María y José. Manila, 1903; en el Exordio.)

Las Novenas ofrecen un medio sencillísimo de alcanzar del Cielo lo
que se pide en ellas a un santo protector. Si se llega a ganar la
simpatía y el apoyo del Patrono o Patrona cuya mediación se implora,
se puede conseguir todo, tanto en lo que concierne a nuestra vida
terrenal como a la futura. Es un medio fácil; es como una ceremonia
mágica con su ritual compuesto de alabanzas y actos de humillación,
devoción, sumisión, admiración y otras manifestaciones propiciatorias
para ganar la simpatía y la protección del santo; después sigue la
enumeración de favores que se solicitan y que siempre son atendidas
por Dios, como se demuestra por numerosos ejemplos que en la novena
se enumeran con sumo cuidado. Todas las novenas se publican con
permiso eclesiástico, después que la censura del prelado examina
escrupulosamente el escrito para ver si hay algo contrario a la
moral, sanas costumbres y ortodoxia absoluta. En una palabra, todas
se imprimen "Con las licencias necesarias."

Los prodigios mencionados en estas novenas cuadran muy bien con los
encantamientos, magias y sortilegios de los primitivos filipinos que
invocaban la propiciación de sus divinidades gentílicas, por medio
de ceremonias, sacrificios, maleficios y conjuros ejecutados por
sus mangkukulam, babailanas y otros prestidigitadores, sacerdotes,
curanderos, hechiceros y adivinos que refieren y enumeran las antiguas
crónicas escritas por los misioneros en Filipinas.



Sustitución de los "poderes ocultos"

Todo el temor a lo misterioso así como la creencia de los filipinos en
poderes ocultos que quitaban la salud, atraían la desgracia, daban la
victoria o conducían al desastre, se conservó cambiando tan sólo los
espíritus que gobernaban los sucesos de la vida y los fenómenos de
la naturaleza. Los Santos Patronos recomendados por los misioneros
vinieron a substituir a los antiguos Anitos representantes de sus
antepasados, que hacían intervenir en su antigua idolatría en todas
las circunstancias de la vida.

Cuando los misioneros predicaron su religión, condenaron las antiguas
supersticiones paganas, pero enseñaron otra nueva superstición
más poderosa que la primitiva, no solamente por el prestigio de los
nuevos patronos miembros todos de una Corte Celestial organizada como
una aristocracia terrenal y encabezada por el mismo Dios Creador del
Mundo, sino por usar para comunicarse con su Dios de la misma lengua
que el pueblo supone hablada por él, la lengua latina, en la cual
los sacerdotes elevan sus preces y entonaban sus cantos.



Los ensalmos

Los Oremus, los Laus Deo, Agnus Dei, Deo Gratias, Nos cum prole pia,
Benedicat Virgo María, Per omnia secula seculorum, Kyrie eleyson,
Christe eleyson, entraban en la categoría de los ensalmos conocidos
bajo los nombres de Bolong y Mantala de los primitivos mangkukulam,
manhihikup, mananangisama, etc. etc., de la gentilidad filipina. Todas
estas frases latinas alcanzaron un prestigio tan grande que se miraron
como fórmula invocatoria irresistible para conquistar la voluntad
divina y se llegaron a usar para titular alguna secta ridícula como la
de los Colorum, cuyo nombre viene de la mala pronunciación del "Secula
seculorum" con que terminan muchas oraciones latinas incomprensibles
pero usadas por la ignorancia de muchos.

La frase Agnus Dei qui tollis peccata mundi se emplea como un conjuro
en el cual, cada palabra, incomprensible, tiene un carácter sagrado;
de tal manera que si alguno dijera que desprecia a Qui Tolis, sería
considerado como un blasfemo, porque el Qui Tolis es algo sagrado,
divino. Un niño, después de rezar el Trisagio, decía en són de
protesta: "Ya me fastidia tanto Kirileson (Kyrie Eleison)." Su madre
entonces le castigó por burlarse de Dios. A otro niño se le ocurrió
llamar Qui Tolis a un perro, su tía le corrige diciendo: "Nunca se
pone el nombre de Dios a un animal."



Arsenal de invocaciones mágicas

Todo esto constituye un verdadero arsenal de invocaciones mágicas,
en cuya eficacia se confía para evitar el mal, librarse del peligro,
lograr un bien, alcanzar una gracia. Como ejemplo de la virtud de
las invocaciones y de lo que se puede conseguir con sólo decir con
frecuencia Jesús, María, José, que constituye la "Trinidad Santísima
de la Tierra," se cuentan los siguientes casos: (Novena de Jesús,
María y José. Manila, 1903). Un hombre de mala vida pasando en
medio de una noche por delante de una iglesia de San Francisco,
en Cuzco, Perú, vió luces en el cementerio y, comprendiendo que se
trataba de un entierro, se dirigió al lugar para presenciarlo. De
pronto se apercibió que allá había un trono en el que Jesucristo
se hallaba sentado en medio de María y José. Aparecieron entonces
muchos demonios cada uno con su libro en la mano. Uno de ellos empezó
su acusación contra una mujer de mala vida de Buenos Aires. "Jesús,
dice la novena, pronunció contra ella la sentencia de muerte repentina
y juntamente a condenación eterna." (Pág. 7.) Desapareció el demonio
para ir a ejecutar la sentencia. Otro demonio leyó en su libro que
en Chile había otra mujer de mala vida. "Jesús pronunció contra ella
sentencia de muerte y condenación." (Pág. 8.) El demonio corrió a
cumplir la sentencia. Se presentó otro acusando a un hombre de llevar
mala vida en Cuzco, y este hombre era precisamente el mismo que se
detuvo a presenciar el espectáculo del cementerio. "Al ir el justo
Juez a pronunciar contra él la sentencia de muerte y condenación,
María Santísima y el Señor San José se arrodillaron ante el Divino
Maestro pidiendo por él, alegando que muchas veces había invocado
sus Santísimos nombres pidiendo su amparo * * *." Habiendo Jesús
negado su perdón, volvieron sus padres a rogarle, y viendo que
no conseguían ablandarle para conseguir el perdón, la Santísima
Virgen le mostró a su Santísimo Hijo los pechos que había mamado,
y el Santo Patriarca le mostró las manos que con su trabajo le habían
sustentado." (Pág. 8.) Entonces Jesús les concedió el perdón por una
gracia que puede solamente llamarse de estómago agradecido.



¡Gran aliciente para el crimen!

La invocación "Jesús, María y José," obrando como una fórmula mágica,
salvó a aquél hombre, que no había contraído más mérito que el de
halagar la vanidad de la "Trinidad de la Tierra." Hay en la misma
novena una CONSIDERACIÓN DE ESTE MARAVILLOSO FAVOR y es que, para
conseguir la enmienda de nuestras vidas, a vista del favor con que
amparaban Jesús, María y José a su devoto aunque tan rematado pecador,
era necesario imitarle en su invocación tantas veces repetida en
todos los días de maldad, "Jesús, María, José." (Pág. 10). El hombre
no tuvo otro mérito, ni tampoco se aconseja que tenga alguno; basta
que diga la invocación mágica y que obre como le dé la gana, en la
seguridad de librarse del castigo. ¡Qué gran aliciente para el crimen!



Otro caso notable

Otro caso notable de los efectos de la misma invocación es el de
un fraile dominico llamado fray Juan Masias quien, durante más de
doce años, estando en su celda a oscuras, en oración, se llegaban
a él muchos demonios y le arrastraban y aporreaban tratándole muy
mal de palabra y obra; pero que se veía libre de ellos diciendo:
"Jesús Salvador, María y José sean conmigo." Otras veces entraban
los demonios con mucho tropel y ruido y cogiéndole por los pies le
sacaban arrastrando por el dormitorio hasta el claustro; unos le daban
golpes y bofetadas, otros le pisaban el vientre y la cabeza, otros le
arañaban el rostro y tiraban a sacarle los ojos; pero invocando los
nombres Jesús, María y José, se iban y lo dejaban." (Pág. 14.) Lo más
admirable es que el fraile hacía la invocación después de sufridos
los atropellos mencionados, de manera que tenía la condescendencia
de permitir a los demonios que durante algún tiempo se divirtieran
a costa suya.



Diversión económica

Al mismo fraile, "otras veces yendo de oración a la iglesia, los
demonios le cogían y sacaban de ella, y le arrojaban por el aire tan
alto, que pasando por encima de los techos de la sala Capitular, la
cual divide el primer claustro del segundo, venía a caer en este. Allí
le esperaban otros demonios y recibiéndole, le volvían a arrojar en la
misma forma, dando con él otra vez en el claustro principal sin sacarle
ni una palabra de enojo, ni de sufrimiento, hasta que invocando los
sagrados nombres Jesús, María y José, le dejaban." (Pág. 15). ¿Quién,
al leer esto, no envidia al fraile una diversión tan entretenida como
sana y económica? ¿Y cómo no mostrarse agradecido a los demonios que
le recibían en el otro patio, en lugar de dejarle que se estrellara
contra el suelo? Después de referidos los prodigios mencionados con
otros más, se leen en la novena las siguientes consideraciones: "¿Qué
trabajo nos cuesta el habituarnos a repetir con nuestras invocaciones
los dulcísimos nombres de Jesús, María y José?" (Pág. 27.)



El poder infernal

A cada paso se amplifica, se magnifica en estas novenas el poder
infernal. No sólo coloca al demonio entre los enemigos del alma, con
nuestro propio cuerpo y la humanidad entera, sino que en todo momento
temblamos de sus asechanzas, nos consideramos débiles para resistirle
y aun parece que tememos que el mismo Dios no sepa defenderse del
demonio, porque a cada paso se trata de avivar a Dios y de ponerlo
en guardia contra el poder infernal. "Asístenos propicios desde el
cielo, fortísimo libertador nuestro, en esta lucha con el poder de
las tinieblas; y como en otro tiempo librásteis al Niño Jesús de
inminente peligro de la vida, así ahora defended la Iglesia Santa
de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad,
y a cada uno de nosotros protegednos con perpetuo patrocinio * * *"
(pág. 54). (Ofrecimiento al Smo. Rosario, Manila, 1905.)

La obsesión del diablo no deja al hombre día ni noche; "Misericordia,
mi Dios, que me atropella el demonio, todo el día me impugna y
molesta," se dice en una oración de San Vicente Ferrer (su Novena,
pág. 12).



Otro milagro

El siguiente milagro pone en evidencia los manejos del demonio y
demuestra al propio tiempo que las almas no se pueden condenar tan
fácilmente cuando el mortal acude a la protección de un patrón
poderoso. "Cierto hombre, se dice en la Novena de San Vicente
(pág. 15), entregó al demonio su alma con cédula firmada de su mano,
y oyendo predicar al Santo, le suplicó hiciese que el demonio se
la restituyese. Púsose el Santo en oración e hizo venir al diablo
visiblemente, y le mandó que le entregara la cédula al hombre, siendo
testigos de este milagro muchos millares de personas."



Simplezas de algunos santos

Este miedo loco al demonio es causa de algunos errores como
el mencionado en el siguiente milagro (Novena de San Vicente,
pág. 18). "En Trayguerra, oyendo un mozo simple predicar a San Vicente
la fealdad del demonio, pidió a Dios se le mostrase para reñir con
él. Sucedió pasar una pobre vieja, muda de nacimiento, muy fea y mal
vestida, que llevaba una hoz en la mano. Juzgando el mozo que era el
demonio, acometióla furioso, quitóla la hoz y la segó manos, orejas y
narices. Gritaba la afligida mujer, como por muda no podía dar voces,
daba aullidos y entonces el simple le acuchillaba, diciendo: Vengan y
verán cuál pongo al diablo." Creer que Dios permitió semejante infamia,
es un grosero insulto a Dios. Es cierto que el acto lo ejecuta un
mozo simple; pero es más simple la obra del Santo en hablar de la
fealdad física del demonio, cuando, según todos entienden, el demonio
es un espíritu.

"En Taulada, dice la Novena (pág. 21), pasaban dos moros por
delante de una imagen de San Vicente, uno se quitó el sombrero, el
otro no. Presto lo pagó: porque al instante, sin saber de quién,
le dieron tal bofetada, que cayó en tierra, le dió una calentura
y de ella murió." Es admirable cómo se supo que fué una bofetada,
y no pudo ser más cruel el milagro, no tanto por la insignificancia
de la falta, como por tratarse de un moro que ni creía ni entendía
la superstición cristiana.

Un devoto que recurre a Santa Filomena, le pide su protección contra
el demonio (Novena, pág. 22) y dice: "Satanás como león hambriento,
dá vueltas a la redonda; sus ministros se animan unos a otros para
derribarme, yo con mi flaqueza soy también enemigo de mi misma alma
* * *."

Como he dicho, las novenas sirven para implorar la misericordia divina
usando la intervención de un Santo o de la Virgen, y para conseguir
una necesidad o un simple capricho en la vida.

Nada más alentador como tener noticia del origen de la novena de San
Antonio de Padua que "se dice fué revelada por el mismo Santo * * *
y los devotos pueden hacerla con gran confianza de alcanzar por
su intermedio lo que desean." (Novena a San Antonio, Manila, 1909,
pág. 5.)

"El mismo San Antonio reveló a una devota suya el modo de hacerla"
(pág. 6).



Quien pide recibe

La de María de los Dolores (Manila, 1910, pág. 5), es "para obtener lo
que se desea en cualquiera pretensión del alma o para bien del cuerpo."

La novena de San Vicente Ferrer, "aunque puede hacerse en casa,
será mucho mejor hacerla en la Iglesia; porque allí el que pide
recibe y el que busca halla, SEGÚN DICE EL MISMO DIOS" (pág. 5 de su
Novena. Manila, 1917).

San Ramón Nonnato es: "Patrón de los labradores y de sus
ganados. Antídoto maravilloso contra la peste. Refugio universal para
sanar todas las enfermedades y dolores. Protector singular de las
mujeres que le llamaban en sus peligrosos partos, y de las estériles,
que buscan el consuelo de su patrocinio." Esto dice la portada de su
novena, Manila, 1918.--"Solo al invocar su nombre, al adorar su Santa
Reliquia, y al beber de la agua pasada por ella, hace a millares el
Santo los portentos" (pág. 6).

"Yo, dice una devota, tengo tanta fé y experiencia en San Ramón,
que cuanto por su medio he pedido a Dios, todo me lo ha concedido,
y por la verdad, juro y firmo lo dicho." (Novena, pág. 15.)

Una forma de gran virtud persuasiva para ganarse la voluntad divina
y conseguir de ella lo que se desea, es rezarle el Trisagio. Parece
ser que durante un período de grandes conmociones geológicas y
meteorológicas experimentadas en Constantinopla, en el año 447,
ocurrió (Trisagio seráfico, Manila, 1889, pág. 7), que "un niño de
tierna edad fué llevado por los aires, siendo testigos oculares todos
los acampados, hasta perderse de vista. Después de un largo espacio,
restituido a la tierra del mismo modo que había subido al cielo,
refirió en presencia del Patriarca, del Emperador, de toda la multitud
asombrada, que había oído cantar a los Ángeles este concierto: Santo
Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, tened misericordia de nosotros." El
niño enseguida se murió. El Emperador ordenó que todos entonasen este
sagrado cántico, y al momento cesaron los terremotos y  se aquietó
la perturbación meteorológica." De aquí el uso del Trisagio, como
un formulario para invocar a la Santísima Trinidad en los tiempos
calamitosos y funestos" (pág. 78.) Entre otras cosas se pide en el
Trisagio taxativamente lo siguiente: "De vuestra ira y enojo: líbranos
Trino y Señor--De las asechanzas Trino y Señor.--De las asechanzas y
cercanías del demonio * * * de Toda ira, odio y mala voluntad * * *
De plagas, de peste, hambre, terremotos * * * De nuestros enemigos
y sus maquinaciones, líbranos" (págs. 20-21).



Recuerdos de canibalismo

Aunque la Trinidad está compuesta, como se sabe, del Padre, Hijo y
Espíritu Santo, y en el Trisagio se invoca y pide a las tres personas
a la vez, sin embargo, hay otras formas de lograr el favor divino
invocando separadamente a una sola de las personas de la Trinidad. Así,
en la novena de Jesús sacramentado se pide al Padre por medio de la
intercesión del Hijo, o mejor dicho, de solo una víscera del Hijo,
de un órgano de su cuerpo; el Corazón, o más propiamente, del Sagrado
Corazón de Jesús. "El Padre Eterno tiene complacencia, dice la novena
(pág. 6), en que se le pida por el Corazón de su amado Hijo * * *." "El
Padre Eterno se lo dijo así directamente a la Venerable María de la
Encarnación" (págs. 6-7): "Pídeme por el corazón de mi Unigénito Hijo,
y por él te oiré, y alcanzarás cuanto me pidas * * *." "Jesús dijo
a su esposa Margarita: te pido * * * que el viernes inmediato a la
octava de festividad del Corpus, se dedique particularmente al culto
de mi corazón" (pág. 7).

La adoración al corazón no es simbólica; se adora al corazón real:
"adorarán con más frecuencia a Jesús sacramentado y en él a su
Divino Corazón" (pág. 7). Su novena se hará delante de una imagen
de Jesús "o de su Sagrado Corazón" (pág. 19). El devoto, llevando su
adoración hasta un resurgimiento de canibalismo atávico, dice a Jesús:
"O dueño mío, vuestro mismo cuerpo me dais, y con él vuestro corazón,
para que le coma" (pág. 12).

Hay una novena dedicada al Santo Ángel Custodio (Manila, 1897)
que es el "Ángel delegado por Dios para que esté a nuestro lado,
y ejerza con nosotros los amorosos oficios de un tutor cuidadoso,
de un cariñoso ayo, de un preceptor amante, de un fiel conductor,
y de un amigo íntimo y verdadero * * *" (pág. 6). "A ningún Santo del
cielo le interesa tanto nuestra alma y nuestros negocios como al Santo
Ángel de nuestra guardia" (pág. 6). Su intervención es tan útil que
"no solo trasmite lo que se pide, sino que modifica las peticiones,
cuando conoce que algunas de nuestras peticiones pueden acarrearnos
algún mal espiritual o corporal" (pág. 7). Es, pues, la mayor garantía
contra cualquier error nuestro, y naturalmente hace absolutamente
inútil el sentido de responsabilidad.



Segundo Cristo

Santo Domingo de Guzmán es uno de los más poderosos abogados en el
cielo. En su Novena (Manila, 1913) se le llama precursor de Cristo,
aunque en realidad vino al mundo doce siglos después de Cristo
(pág. 5). "En la castidad, color y figura de su cuerpo y en la
elocuencia de su espíritu, fué él semejante a Cristo" (pág. 7). "Fué
celebérrimo en todo género de prodigios y milagros tanto en la tierra
como en los Cielos, así en los hombres como en los brutos, en los
vivos y en los muertos" (pág. 9).

Un día se le apareció la Virgen María y "cogiéndole de la mano le dijo
que tan tiernamente le amaba, que si fuera mortal esta Señora Divina no
podría vivir sino en su presencia, y que hubiera muerto a la violencia
del grande amor que le tenía * * *" (pág. 10). Luego la Virgen María,
no satisfecha con tales manifestaciones eróticas, "lo desposó consigo
en presencia de su esposo y de muchos bienaventurados del Cielo"
(págs. 11 y 12), resultando que Jesús, además de ser hijo de María,
es también su esposo, de suerte que, con San José, Santo Domingo hacía
el tercer esposo de María. El Padre Eterno comunicó a Santa Catalina
de Sena que "Cristo y Domingo eran sus hijos singularísimos. Cristo
procedía de la boca del Padre Eterno estando a su diestra y Santo
Domingo procedía del pecho del mismo Padre Eterno a la diestra,
y de pié en la gloria * * *" (pág.  14). Con tales antecedentes se
comprende que "Cristo le prometió que le concederá todo cuanto le
pida para sus devotos * * *" (pág. 15), de manera que el poder del
Santo es ilimitado. En verso se le dice:


                "Pues podéis tanto en el Cielo,
                Siendo esposo de María;
                Domingo, al que en vos confía,
                Dadle salud y consuelo." (Pág. 35.)
                "Fuísteis can que con desvelo
                a la Iglesia defendía * * *." (Pág. 35.)


Lo de can se dice, porque estando encinta de él su madre, "se le
manifestó (el feto) entre sueños en figura de perro con un hacha
encendida en la boca" (pág. 6).



Las promesas de la Virgen

La novena de la Virgen del Rosario empieza por la enumeración de
las "QUINCE PROMESAS de la Virgen a los devotos del Rosario." En
la primera ofrece que recibirá cualquiera gracia especial que se
le pida. El que rezare el rosario se convertirá si es pecador, y en
todo caso será admitido a la vida eterna." "Todo lo que se pidiera
se alcanzará prontamente" (pág. 4).

La lista de milagros hechos por la Imagen de la Virgen del Rosario es
interminable y ocupa las páginas 37 a 90 de la Novena. No solamente
hace milagros la imagen, sino también su falda o saya, lo mismo que
el aceite que arde en su lámpara y el agua en donde se mojan sus manos
y cualquier rosario u objeto tocado en su saya o imagen (pág. 90).

En la novena a San José (Manila, 1910), después de recordarle su
parentesco con Dios, se afirma que no hay patrocinio más eficaz para
alcanzar lo que se pide que el suyo (pág. 7). "Necesitando todos
del favor divino, es cierto que no faltará este al que, confiado, se
acogiera al amparo del Señor San José" (pág. 29). "San José socorre
al menesteroso, da salud al enfermo, consuela al afligido, envía
lluvia, contiene los hielos, multiplica los frutos, favorece en las
tempestades, en los caminos, en los naufragios * * *. Finalmente,
ninguno habrá que habiéndose valido del Santo, no haya recibido el
efecto de su petición" (pág. 31).

Al Santo Niño de Cebú, imagen que dejaron en aquella ciudad los
compañeros de Magallanes, recurrían los cebuanos, antes de convertirse
al catolicismo, para pedirle lluvias, "Llevándole en procesión a
la playa y metiéndole en el agua, y así conseguían la lluvia de que
habían menester" (Novena al Santísimo nombre de Jesús, Malabón, 1895,
pág. 11). Sin embargo, la inmersión en el agua del mar, era un recurso
que podía llamarse de casos extremados, porque dice así un verso de
esta novena:


                "Si acaso no conseguían
                las aguas porque os rogaban,
                al mar, Oh Niño, os llevaban,
                y en las aguas os metían:
                y así el agua que pedían,
                otorgaba vuestro amor." (Pág. 29.)


Los milagros más conocidos hechos por el Santo Niño tuvieron lugar
desde 1618 a 1675; desde entonces no se registra en la Novena
ninguno memorable. Sin embargo, la Novena afirma que milagros los
"hace continuamente el Santo Niño" (pág. 15) y "a él recurren
todo los visayas de Bohol, Cebú, Leyte, Samar, Mindanao y muchos
tagalos para besar sus sagrados piés, y venerarle, y encomendarle sus
necesidades y desgracias pidiendo alivio en sus enfermedades, ayuda
en las navegaciones y su protección en todos los sucesos de la vida"
(págs. 15-16).

La seguridad del efecto buscado en las novenas es completa en lo
que se refiere a San Roque: "El ejercicio de esta Novena, dice:
(pág. 3, Novena, Manila, 1910), nos ofrece el medio de obligar a este
glorioso Santo para alcanzar de Dios lo que pedimos."--"Para librarse
de la peste * * * que tiene su origen en la corrupción del aire
* * * a San Roque tenemos que acudir con fervorosos ruegos * * *"
(pág. 3). Al lado del cadáver del Santo se halló un escrito, que
se supone redactado por Dios, que decía: "Los que heridos de peste,
imploran el favor de Roque, alcanzarán salud" (pág. 5). La intervención
de San Roque será solamente en favor de los católicos; quien hace
su novena dice lo que sigue: "Yo os suplico que por los méritos de
este glorioso Santo, nos libréis, a todos los que asistimos a este
culto y a todos los católicos de vuestro Reino de España y de estas
Islas, de toda enfermedad pestilente que pueda quitarnos la vida"
(pág. 13). Como no se hallan aquí incluidos los católicos de Estados
Unidos, el Buró de Sanidad debe recordar que tales ciudadanos con
los no católicos que habitan Filipinas, no gozan de la protección
antipestífera de San Roque.



La superstición y el crimen

En su notable estudio sobre la Antropología Criminal en Filipinas,
dice el Doctor Sixto de los Ángeles (pág. 119): "La fácil credulidad,
fomentada por el sobrecultivo del fanatismo religioso, ha constituído
desde un principio y hasta el presente uno de los defectos, por
desgracia bastante extendidos aún, entre los naturales del país
* * *. Amante de sus tradiciones y hábitos heredados, y falta de
suficientes oportunidades para adquirir conocimientos, la masa
popular filipina tiene que aferrarse, como es lógico y natural,
a sus creencias, las que, por no requerir ningún esfuerzo para su
comprehensión, se agravan y se arraigan de una manera espontánea en su
mente. Como lo demuestran nuestros anales judiciales, la superstición
ocupa una categoría notable entre los factores de la criminalidad
en el país." Las supersticiones a que alude el Dr. Ángeles no son
tan sólo las de la antigua gentilidad de los filipinos que los
misioneros, después de más de tres siglos, no han logrado destruir
completamente. Las supersticiones a que se refiere en esta conferencia
son las traídas por esos mismos misioneros y que han logrado fácilmente
hacer penetrar en la conciencia filipina, dispuesta naturalmente
a la credulidad, por medio de la propaganda eficaz y generosamente
esparcida en las novenas y otros libritos llamados de devoción.

Como hasta la llegada de los americanos la enseñanza en Filipinas fué
siempre y exclusivamente religiosa, y dirigida por los sacerdotes
romanos, la persistencia de antiguas supersticiones son una
demostración del fracaso de la educación religiosa. Tendrían por
excusa los misioneros culpar a la rudeza invencible del filipino,
que podríamos admitir por cortesía y para evitar discusiones. Pero lo
grave no es que ellos no pudieron quitar algo de la supuesta cabeza
dura del indio, sino el tremendo caudal de supersticiones que durante
más de tres siglos, esos misioneros han hecho penetrar en esa misma
cabeza con tan grave perjuicio para su mentalidad y su moralidad.



Falta de voluntad

El pecador falto de voluntad para refrenar sus malas obras le dice a
Jesús, lavándose las manos en la intervención divina y dando testimonio
de la falta de sentido de responsabilidad: "¿Es posible, dulcísimo
Salvador de las almas, que convirtiendo tantos cada día, solo á la
pérdida de la mía te has de demostrar insensible?" (Pág. 13.) Esta
es una parte de una oración compuesta nada menos que por el Sumo
Pontífice Gregorio VII, en su Ejercicio Devoto de la Pasión de Cristo
(Manila, 1905).

También se dice a la Virgen: "Limpiad, Vírgen Inmaculada, mi
corazón de todo pecado, y echad de mí todo aquello que desagrade a
vuestros ojos purísimos. Purgad mi alma de los amores y afectos
terrenos." (Págs. 10-11; Corona Franciscana--de la Virgen
María. Manila, 1902.)

Por la intercesión de San Francisco el devoto pide a Dios que: "Yo
sujete en un todo mis desordenadas pasiones, potencias y sentidos,"
para que "yo pueda reducir mis pensamientos, medir mis palabras y
dirigir mis obras a la mayor perfección," y "que te dignes ablandar la
dureza de mi corazón." (Págs. 18, 20 y 21 de la novena a San Francisco
de Asís. Manila, 1899.)

Asustado de las maquinaciones de Satanás, el devoto a Santa Filomena
le pide (pág. 23, Nov.), "que alcances del Señor el que quiebre más
y más las fuerzas de mis contrarios, los demonios, y que me salve a
pesar mío."

Se invoca el auxilio de Santa Filomena diciendo (pág. 25, Nov.):
"Haz que yo también sea casto, según mi estado, y que mi boca no
profiera ninguna de aquellas palabras que según San Pablo, no deben
nombrarse entre los fieles."

A Santa Ana, Madre de María, le dice su devoto: "Interesaos, pues,
Santa mía, para que se me conceda paciencia en mis adversidades,
tolerancia en las injurias, y en todo un ánimo tranquilo * * *
(Novena, pág. 1; Manila, 1893). También se le dirige el siguiente
ruego; "Empeñaos, pues, Santa mía, con vuestro sagrado nieto Jesús
para que se quite de nuestro corazón todo desafecto y mala voluntad
que perdonemos por amor de Dios todas las injurias * * *."

No es posible cultivar el sentido de la dignidad, ni del respeto de
sí mismo cuando se diseminan doctrinas como las que resultan de los
siguientes ejemplos, en la novena de Santa Rosa de Lima:

"Llevada de su humildad, hacía que una criada le pisara los labios,"
(pág. 10). "Amaba más los desprecios que las mundanas honras
* * *." (pág. 102), y "deseaba con tanta eficacia que los otros la
tuvieran por la cosa más vil del mundo, que aseguraba merecía estar en
el infierno y que ese era su propio lugar por sus pecados. Si alguno
mostraba no creerla y que la tenía por inocente, Nadie me conoce a
mí, añadía, yo sola sé lo que soy" (pág. 11). "Oyendo una vez que la
alababan de virtuosa, lo sintió tanto que quedó desmayada" (pág. 11).

En una oración a Santa Filomena (Novena, pág. 16) se dice a la Santa,
pidiéndole su protección: "Mis pecados me han vuelto de poco menor que
los ángeles, muy inferior a las bestias, pues que éstas no olvidan el
pesebre de su amo, y a su modo agradecen la comida y yo me he olvidado
de la casa de Dios * * *." No es tan sólo desprecio de sí mismo lo que
resulta de tales consideraciones, sino la falta de lógica en atribuir
a la gratitud de las bestias su vuelta al pesebre del amo, cuando es
claro que el móvil que les conduce es sencillamente el hambre.



La ira de Dios

Los fenómenos naturales se miran por la ignorancia como manifestaciones
de la ira divina, que no llegarían a producirse si alguien, en la
humanidad, no la provocara por medio de su conducta. Santo Tomás de
Aquino, que con razón es considerado como el hombre más científico de
su época, creía firmemente que los truenos, los rayos y las tempestades
fueron tan sólo manifestaciones punitivas de Dios irritado contra
los hombres. "De su temor a Dios, nacía en el Santo Doctor un género
de miedo a los truenos y tempestades, con que como reverente hijo,
temía ver airado el rostro del Padre, recelando no fueran aquellas
tempestades provocadas por sus culpas." (Milicia Angélica, Manila,
1907, pág. 21.)

El miedo ciego de Santo Tomás le hacía concebir una justicia ciega
de la Divinidad porque por su culpa Dios desencadenaba una tempestad
y prodigaba el rayo que naturalmente dañaba y molestaba a un gran
número de personas que sufrían por causa de las culpas del Santo. Para
el sencillo creyente, cuando el Santo sabio pensaba y creía de tal
manera, no habrá motivo para rechazar su explicación, mucho menos
sospechar siquiera que lo de castigar justos con pecadores no es obra
de justicia ni siquiera de sentido común.



Ausencia de lógica

La mentalidad lógica no se puede desenvolver cuando se fomenta y
cultiva el absurdo, principalmente cuando se le presenta cubierto
con el falso barniz de religión, cuando se funda en la superstición
de un carácter totalmente pueril y simple.

En la vida de San Vicente Ferrer, impresa en su novena, se refieren
los siguientes milagros, y no hay duda alguna que quien cree en ellos,
no puede de ninguna manera cultivar las funciones de su inteligencia.

"En Valencia, un criado del conde de Faura, que nació sordo y sin
lengua, estuvo así muchos años; y adorando un día la reliquia de San
Vicente, curó de la sordera, le nació la lengua y habló en adelante"
(pág. 17).

"Una mujer dió a luz un pedazo de carne sin figura humana. Ofrecióle a
San Vicente haciendo decir una misa, y a la Epístola ya tenía cabeza,
al Evangelio brazos, al Consagrar piernas, y al fin se hallaron con
un bello niño. Lo mismo ocurrió a otra señora de Toledo" (pág. 34).

"En Lisboa vivía corrida una dama por ser tan fea, que era la risa
de los que la veían. Acudió a San Vicente y amaneció una mañana muy
hermosa y agraciada, de que resultó ser tan devotas a San Vicente
las damas de Lisboa que no las exceden las de Valencia" (pág. 37).

"Un mercader partió a una feria y entretanto su mujer cometió una
fragilidad por lo que quedó * * *. Se encomendó arrepentida a San
Vicente y el Santo salió al camino por donde volvía el marido con
unos caballos, poniéndose allí a espantarlos por medio de una capa
y los dispersó. Entonces el marido perdió su tiempo en reunir sus
caballos, de modo que, cuando llegó a su casa, ya había tenido tiempo
su esposa de salir de su cuidado, librándose de las consecuencias de
su falta." Así se refiere con la mayor naturalidad un acto inmoral y
grotesco, en que sale sin razón ni causa castigado el marido inocente,
y el Santo ejecuta con su capa una picardía digna tan sólo de un
granuja del arroyo.

Se dice que San Ramón toma tal interés en las desdichas y penas de
sus devotos y es tan extremadamente compasivo "que han sudado sus
imágenes por la aflicción de los devotos" (pág. 12). "Una imagen del
Santo sudó tan manifiestamente al tiempo que su devota padecía, que
se manchó el velo con que se cubría; y algunos pañolitos mojados en
el sudor aliviaban maravillosamente los dolores de cabeza" (pág. 21).

San Roque tiene el poder de evitar la propagación de las epidemias. "Su
protección es la que nos preserva de la peste y de otras muchas
dolencias, que teniendo su origen en la corrupción del aire que nos
había de conservar la vida, nos causa la muerte" (pág. 3).



El colmo de lo absurdo

¿Es acaso posible inventar ni suponer mayores absurdos que los hasta
aquí mencionados? Sin embargo, para no alargar esta conferencia
sólo presento un pequeño número de casos citados a montones en estos
pequeños opúsculos repartidos con profusión en nuestro pueblo. ¿Qué
lógica, qué razonamiento podemos esperar de cerebros nutridos con tales
absurdos, alimentados con patrañas de carácter tan pueril que no se
comprende que hayan sido narrados por hombres de simple sentido común?

"El colchón en que murió San Vicente quedó con virtud de hacer
milagros; pues acostándose en él en diversas ocasiones más de 400
enfermos de diferentes accidentes, todos lograron la salud" (pág. 32).

Una vez que San Antonio de Padua predicaba en la playa, ocurrió que
"salieron del agua los peces a quienes predicó y que le oyeron
atentos." Ningún devoto pone en duda la salida de los peces ni
tampoco se interesa en resolver los problemas de física, fisiología,
lingüística y principalmente de lógica de semejante acontecimiento,
pero así lo afirma la novena al Santo (pág. 20).

Prolongaría innecesariamente esta conferencia si mencionara todos
los absurdos consignados en las Novenas de los cuales tengo un
amplio caudal que constituye una documentación positiva utilísima
para la historia de la superstición que apenas desfloro aquí. Con
lo dicho hay bastante para explicar el origen de la inmoralidad,
la verdadera causa de la predisposición al vicio, la ausencia del
sentido de responsabilidad, la explicación natural de ese carácter
incomprensible formado de una mezcla de sentimientos encontrados que
los misioneros han atribuido al filipino, indio, español y chino,
influidos todos por el espíritu nocivo que informa toda esa literatura
completamente perturbadora de la razón. Ella y no la educación laica
es la responsable del fenómeno.

No vengo formulando teorías ni emito hipótesis caprichosas. Ante un
auditorio como el que tengo el honor de hablar, necesito pesar el valor
de mis palabras y de mis juicios. Por tal motivo he traído hechos, he
citado textos repitiendo las propias palabras, no de la literatura
profana constituida por los Corridos anónimos cuya perjudicial
influencia es perfectamente conocida, sino de los textos auténticos de
novenas autorizadas por la censura eclesiástica por no contener cosa
contraria a la sana moral, como se dice en las licencias para imprimir.

Ni por un momento he tratado de mezclar la religión en mi crítica ni
tampoco está en mis manos variar las consecuencias que se deducen de
los hechos mencionados en las novenas, que es la literatura responsable
de un estado de mentalidad pueril, absolutamente inadecuada para la
inteligencia de la moral, compuesta de elementos paralizadores y no
de progreso.

La moral no es más que el triunfo sobre sí mismo mediante el cual
el hombre hace lo que debe y no lo que quiere. En el hombre inmoral
no hay lucha entre dos tendencias, una hacia el mal, otra hacia el
bien. Solamente hay una tendencia instintiva: ningún freno racional
que se oponga. ¿Qué dominio de sí mismo tiene quien para refrenar
su costumbre y pronunciar palabras sucias y obscenas recurre a
la intervención de un santo? Falto de voluntad, desprovisto de la
idea misma de lucha consigo mismo, ¿cómo puede triunfar sobre sí
mismo? Juguete de sus pasiones, parecía que lo único que podría
retenerle era el castigo en la vida futura; pero ese temor no le
preocupa, puesto que al mismo tiempo que se le amenaza con el fuego
eterno, se le dice de qué manera lo puede evitar, sin dejar de
practicar el mal.



La inmoralidad de las novenas

Esas novenas contienen una enseñanza funesta para la sociedad
cuyo fundamento moral consiste en el desarrollo de las condiciones
individuales tales como el trabajo, el cumplimiento del deber, el
respeto a la ley, la lucha contra los propios instintos y pasiones
que requiere antes que nada el dominio de sí mismo. No solamente no
se enseñan ni siquiera se mencionan estas obligaciones sociales, sino
que se estimula a todo lo malo asegurando al criminal, al pecador,
que será perdonado, que podrá librarse del castigo, que por mal que
obre y por culpable que sea, sin el menor esfuerzo, con la mayor
naturalidad y facilidad, conseguirá lo que se le antoje y triunfará
en la tierra, lo mismo que en la otra vida.

Por un lado se atemoriza al individuo con el genio del mal, siempre
empujándole por el camino del vicio y la ignominia: por otro se le
inspira confianza ciega poniéndole al lado un Ángel de la Guardia
que no le abandona noche y día, que le sostiene, le conduce, "siendo
su intervención tan útil, que modifica aquello que pedíamos a Dios
cuando conoce que nuestras peticiones pueden acarrearnos algún mal
espiritual o corporal."

¿Qué idea de justicia puede concebir quien recuerda el espectáculo
que presenció aquel caballero en el cementerio de Cuzco? No sólo
se le presenta a María y a José intercediendo con toda energía por
la salvación del malvado por la sola razón que invocaba sus nombres,
sino que ni se conmueven ni ensayan siquiera dulcificar la crueldad de
Jesucristo cuando condena a muerte repentina y condenación eterna a
las dos desdichadas mujeres de mala vida. Ellas no invocaban a María
y José, quienes sólo se apiadan de sus clientes y obran con la misma
parcialidad de un cacique nacionalista o demócrata.

¿Y qué significa la ley que no admite y persigue la poligamia cuando
son esposas de Jesús tantas vírgenes que esperan otra vida para
entregarse a su esposo? ¿Y qué decir de María, esposa del Padre,
de su propio hijo, de José y Santo Domingo?

El Sr. Ignacio Villamor refiere en un informe al Comité de Mortalidad
Infantil, escrito cuando era Fiscal General, varios casos de asesinatos
de personas consideradas como embrujadas y como tales sacrificadas
por los fanáticos.

El mozo de Traiguerra que acometió a una vieja fea por suponerla
el mismo demonio, después de oir un sermón de San Vicente, es
absolutamente del mismo carácter que los posesionados del asuang
referidos por el Sr. Villamor.

¿Y qué decir del patrocinio de San Isidro, invocado por los
agricultores? El dió ejemplo de abandono de su deber como agricultor,
puesto que en lugar de arar la tierra haciendo el trabajo por el
que su amo le pagaba, se pasaba el día rezando. Por un milagro, un
ángel tomaba el arado y conducía los bueyes mientras el Santo oraba
y no trabajaba. ¡Y a la sombra de nuestras mangas, confiando en San
Isidro, la gente del campo duerme esperando que los ángeles hagan
su trabajo! ¿Cómo predicar lo de "Comerás el pan con el sudor de tu
rostro," cuando el trabajo que ese sudor significa no es necesario?

Sin conexión alguna con el Buró de Educación del Gobierno de Filipinas
he discurrido en la forma en que acabo de hacerlo, no para defender
las escuelas laicas de una acusación injusta e injustificable, no
para atacar a personas ni a ideales religiosos ni políticos, sino
para contribuir a extirpar una de las bases, una de las causas más
fuertes de la criminalidad, de la corrupción, de la formación de
individuos inútiles y nocivos a la sociedad: ¡la superstición! Y,
señores, no es una superstición digna solamente de risa: de ninguna
manera. Es una superstición ridícula, sí, absurda, pero trágica,
peligrosa, porque ofrece a los malvados, a los criminales, a los
ignorantes, los medios de triunfar en la vida, de salirse con la suya,
de conseguir lo que quieren dándoles los medios de evitar el castigo,
burlando en la tierra la justicia de los hombres, y consiguiendo de
Dios el perdón de la condenación eterna, por el sencillo medio de
la invocación de un nombre de santo, o de una palabra latina que,
como un sésamo ábrete, franquea al devoto las puertas del cielo.



Error lamentable del obispo de Cebú

El prelado que acusó en la forma antes mencionada a las escuelas
públicas, ha cometido un error lamentable. Por mi parte puedo asegurar
que sus acusaciones despertaron en mí la curiosidad de investigar las
causas de la inmoralidad y de la perversión de costumbres que dicho
prelado, y nosotros con él, todos lamentamos. De acuerdo con los que
han estudiado la mentalidad de la mayoría de nuestro pueblo, resulta
evidente que la superstición es el enemigo que tenemos que combatir,
que ella es la causa de los errores morales que observamos. Tanto los
sacerdotes regulares como los del clero secular confiesan que la masa
del pueblo se halla aún sometida a la superstición heredada de los
antepasados, la superstición que podría llamarse genuinamente filipina,
la que proviene de las antiguas creencias en el nunu, el asuang y el
anito y todos los espíritus de la antigua idolatría, anterior a la
implantación del catolicismo por los misioneros españoles.



El fracaso de los misioneros

Según propia confesión, estos misioneros, después de tres siglos de
predicaciones, no han logrado extirpar esas supersticiones incrustadas
en la conciencia del pueblo. Debemos aceptar su declaración como
honrado testimonio del fracaso de su misión religiosa. No me interesa
ni discuto el punto de vista religioso, sino la importancia de la
superstición en la vida social, su influencia perniciosa contra
la evolución de la moralidad. Lo que resulta, sin duda alguna,
consecuencia de los relatos contenidos en esa literatura que constituye
la única lectura del pueblo, es el fomento de la ignorancia, propagando
de una manera tan efectiva todas las supersticiones antes mencionadas
y aumentando con ellas el caudal de errores que por desdicha gobierna
la mentalidad de la masa del pueblo.

No se trata solamente de los llamados indios; también están acusados
de supersticiones los hijos de españoles de pura sangre o mezclados
con indios, así como los mestizos chinos. Todos estos, todos nosotros,
filipinos, estamos incluidos entre los individuos contagiados con la
lepra de la superstición, fomentada por la absurda milagrería de las
novenas, y no se puede decir que sea un mal de una raza de Filipinas,
sino de los habitantes de Filipinas en general.

Para que la educación sea útil, tiene que formar en el individuo el
sentido de responsabilidad mediante el libre automático ejercicio de
la razón. El cumplimiento del deber será su objetivo; para conseguir
tal fin es indispensable desarrollar en el hombre la voluntad por
medio de la cual luchará contra los instintos bestiales, contra los
impulsos sentimentales, contra todo lo que se halla en oposición a
los dictados de la razón.

Mentalidad lógica para saber lo que debemos hacer, para poder trazarnos
un camino justo que seguir: Voluntad, para lograr sobreponer los
dictados de nuestra razón a los impulsos de nuestros deseos. Este es
el objeto de la educación laica, de la educación de las escuelas sin
Dios, aquí con las escuelas del gobierno como en aquel Colegio de la
Beata Imelda, dirigido por los PP. Dominicos, bajo la norma de las
ideas japonesas traducidas en leyes imperativas, situado en Taihoku,
capital de Formosa.

La lectura de los llamados milagros de la índole de los que
antes he citado, hace que el imposible parezca posible, gracias a
influencias misteriosas fáciles de conseguir, no por el trabajo,
sino sencillamente por medios indignos, rebajantes y reprobados por
la moral, como son la humillación, los halagos, la propiciación. No
se pide ni espera un beneficio por medio de un bien positivo que
hacemos, por el cumplimiento de un deber del que resulta un bien
que es como un derecho; se recurre a procedimientos de favor, a
ganar la benevolencia de un santo haciéndole creer que se le quiere,
se le adora, se le admira, tratando de exaltar su vanidad y por su
mediación ganar la voluntad de Dios, no como un beneficio otorgado
directamente al que pide, sino por consideración a los méritos del
mediador. No se puede imaginar nada más inmoral, más primitivo, más
despreciable. La corte celestial resulta una corte más corrompida que
las de aquellos autócratas que la historia ha condenado; la corte de
los Khanes, los Sultanes, los Emperadores bizantinos, mongoles, persas,
tártaros, todos los bárbaros que han abusado de la humanidad y que han
personificado la injusticia y justificado la revolución y las matanzas.

Una sociedad cuyos miembros esperan todo del favoritismo, desconoce la
emulación; cuando el individuo encuentra un medio tan sencillo como el
ofrecido en las novenas para conseguir lo que desea, siguiendo la ley
del menor esfuerzo, no recurre a ejercitar ninguna actividad noble
y no puede, por lo tanto, perfeccionar sus facultades ni siquiera
usarlas; un individuo que espera lograr lo absurdo, lo inverosímil,
no puede conocer la existencia de las leyes inmutables que rigen el
universo; un individuo que espera conseguir lo que quiere por medio
del valimiento de un patrón celestial, ni puede concebir un Dios de
justicia, ni puede de ninguna manera ser un miembro útil a la sociedad.

Favor, propiciación, excepción, protección, gracia, preferencia,
predilección, pugnan contra lo que debe ser Dios, contra el Ideal
de la civilización, contra la suprema aspiración de la humanidad:
la Justicia.



Funestos resultados

Los que creen en esa milagrería absurda, protectora de los tontos,
cómplice de los perezosos, de los jugadores, de los asesinos, de
los ladrones, de todos los que por su medio logran lo que quieren,
esos son los criminales que llenan nuestras cárceles y que mueren en
el patíbulo; esos los que, armados de su anting-anting, su talismán,
rosario, escapulario, huesos de Santos o dientes de tiburón, desafían
a la policía, cometen tropelías y trastornan el orden, fiados en
que triunfarán por la protección de su pintakasi celestial. Ese es
el producto, no de las escuelas sin Dios, sino del Dios sin escuela,
imposible y paradójico, cuyo poder se manifiesta por procedimientos
caprichosos y por ejercicios de prestidigitación. Esos individuos
son, en verdad, el producto esperado de la superstición predicada,
difundida, ofrecida a pasto a la ignorancia de la gente que llegó a
no temer a Dios ni al Diablo, y que sabe que el castigo del Infierno
solamente alcanza a quien no se enrosca un rosario al cuello y no
se afianza a un pintakasi que garantice su salvación eterna, porque
¡Dios no permite que el devoto de uno de sus favoritos se condene!

¿Qué clase de ciudadano puede ser en la sociedad un individuo que se
ríe del castigo usando el medio fácil de un abogado celestial? ¿Cómo
pueden asustarle las penas del infierno cuando sabe que por medio
de un abogado poderoso, Dios se verá forzado a perdonarle? ¡Y cuando
un hombre conoce el medio de evitar la justicia divina, es claro que
para escapar de la justicia humana recurrirá para conmover la piedad
del juez, para evitar el cumplimiento de la ley, para no cumplir con
ningún deber y vivir sólo disfrutando de derechos, recurrirá a usar
con las autoridades humanas los mismos procedimientos de propiciación,
halagos, prevaricación, humillaciones y engaños que dominaron al
mismo Dios y vencieron el poder del Demonio!

Jamás lograréis que un hombre supersticioso, máxime si es del tipo
que hemos analizado, llegue a ser un ciudadano útil. ¡Este tipo es
desdichadamente el producto de una educación de tres siglos * * *!

Las escuelas religiosas han dado ya su fruto, también lo han dado
las laicas. La juventud que sale de las últimas, no se halla, sin
duda alguna, exenta de defectos, pero no va envenenada y torcida para
siempre por la superstición embrutecedora sembrada por los embaucadores
indígenas y exóticos. Ninguno de esos jóvenes arremeterá a bolazos
contra una vieja fea tomándola por el Demonio; no soñará con volar
por los aires lanzado como una pelota por una partida de diablos;
ninguno creerá que un pedazo de carne vaya echando brazos, piernas
y cabezas a medida que adelante una misa ofrecida a un pintakasi;
ni menos puede concebir un Jesucristo que se ablande a la vista del
seno que su Madre la Virgen María le enseña para recordarle lo que su
frágil memoria de Dios olvida, ni se excusará de una inconveniencia
cometida contra un compañero del otro sexo, pretextando que no lleva
el Cíngulo de la Milicia Angélica, ni menos podrá creer que a pesar
de una vida criminal conseguirá su salvación eterna si ha tenido la
precaución de repetir en todo momento la invocación de la llamada
Trinidad de la Tierra.

Esa educación laica no dará individuos que confían en la protección
y en la recomendación para progresar y triunfar en la tierra. Esa
educación laica es completamente democrática y no será responsable
de las faltas de aquellos que, por no seguir su enseñanza, tratan
de emplear en los asuntos de esta vida los métodos recomendados en
las novenas para conseguir lo que se desea por medio del apoyo de
los poderosos, logrado por súplicas, protestas de amor y promesas de
eterna devoción.

La conformación mental creada por la propagación del espíritu
supersticioso, es un obstáculo, una barrera insuperable levantada
contra el desarrollo del sentido moral. Sembraremos principios morales
como quien siembra en el campo la semilla de un cereal de selección,
que no germinará siquiera cuando el terreno no sea apropiado. La
sana moral se cimenta en una base de razón; cuando esta base falta,
la moral enseñada resultará como un árbol sin raíz y sin vida. No
es posible que la escuela sin Dios, ni la otra con Dios pueda hacer
germinar la semilla moral en el terreno preparado por la escuela de
la superstición, de la magia y del sortilegio: hay que preparar el
terreno cultivando la razón y creando el sentido lógico.

No quiero insistir en cosas que no necesitan sino ser expuestas ante
el sentido común para ser juzgadas como se merecen.



La escuela pública

Permitidme ahora manifestar primeramente mi agradecimiento al Director
Señor Osías que ha tenido la bondad de honrarme con su invitación
a esta conferencia. Después os doy a todos las gracias por vuestra
benévola atención. Por último, deseo hacer una declaración; cada vez
que me he referido a la nueva generación no he querido mencionar sólo
los jóvenes educados en las escuelas laicas del gobierno, sino todos
los jóvenes educados en las ideas modernas, todos los hombres y mujeres
de cualquiera edad, que tirando a un lado el pesado fardo del Legado
del Ignorantismo, han aceptado las ideas modernas, han modificado su
mentalidad, se han modernizado gracias al ejemplo y al contacto de
los representantes de la democracia americana. Todo el cambio, toda
la transformación económica, moral, social y política efectuada en
el pueblo filipino y que ninguno niega ni se puede negar, revela un
progreso, y ese progreso no es resultado del Legado del Ignorantismo,
sino la consecuencia natural del régimen de libertad, industria,
trabajo y mentalidad lógica que gobierna nuestras escuelas públicas
y orienta nuestra vida social.

Al Departamento de Educación, a todos los maestros de ambos sexos,
americanos y filipinos, expreso mi profundo agradecimiento por la
manera espléndida como cumplen con el deber confiado a ellos por
América y por Filipinas.



NOTAS


[1] Ignorantismo: Neologismo que significa el sistema de los que
rechazan la instrucción como nociva.

[2] De los ciento cincuenta y seis libros que la censura de la Aduana
de Manila prohibió la entrada por obscenos, cinco estaban impresos en
francés y ciento cincuenta y uno en castellano. En inglés es sabido
que no existe literatura obscena.

[3] Del Obispo, Sr. Gorordo, de Cebú, fechada en 19 de noviembre
de 1919.

[4] Este libro se imprimió en 1844. Actualmente en este año 1920,
se vende en Manila la 7.a edición del Rueda empleado en algunas
escuelas privadas. Esta edición es una reimpresión de la edición
original sin alguna corrección, de manera que en la Historia ni
siquiera se nombra Japón, Francia es un reino, Prusia separada del
resto de Alemania y en España, Isabel II que felizmente reina. Este
es el famoso libro recomendado por el sacerdote que se preocupaba en
extender la instrucción en Filipinas.





*** End of this LibraryBlog Digital Book "El legado del ignorantismo
 - Conferencia dada el 23 de abril de 1920 ante la Asamblea de Maestros en Baguio" ***


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